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ROMULO F.

ROSSI

Ilustración d© H. Frangolla

RECUERDOS

CRONICAS DE ANTAÑO
PU B L IC A D O S
RECUERDOS
Y

CRONICAS
DE

ANTAÑO
ni

PU BL ICA D O BN
"ÜA M A CANA"

l ' t ' S h lltKH tm f

JW*,
OBRAS DEL MISMO AUTOR

R E C U E R D O S Y CRÓNICAS DE ANTAÑO Tomo I

E P IS O D IO S H IS T Ó R I C O S (Cruzada Libertadora— Bombardeo y Toma

de Paysandú) Un Tomo

R E C U E R D O S Y CRÓNICAS DE ANTAÑO Tomo II

D E LOS T I E M P O S H E R O IC O S Publicado en «La Mañana»

E P IS O D IO S T R O Y A N O S — (En los días de la Guerra Grande)

Publicado en folletín en «El Diario»


POMULO F. ROSSi::-
¡AURA SI, ALCANCE NMEN UNA DIVISA!

Varias han sido las personas que, desaparecido, dado que, el P resi­
al l e e r lo que escribiéram os en el dente, al tan to de los trab ajo s, hi­
penúltimo núm ero bajo el epígrafe zo que aquella se ap lazara para
de “Los pardos no tienen palabra m ejor oportunidad; pero si debe­
de honor” , nos pidieran que re­ mos decir que au n q u e L una -no ne­
firiésemos la segunda etapa del gó sus. sim patías por L avalleja, dió
viaje de regreso a la capital, rea­ su “p alab ra de ho n o r” de que él
lizado por el coronel don Bernabé era ajeno al m ovim iento su b v ersi­
Rivera y su pequeña escolta, tra ­ vo que se había tram ado.
yendo prisionero al pardo Luna. — Y a t í hay que creerte, añadid
Defiriendo a tal exhortación, t r a ­ Rivera riendo, a la vez que se re s­
tarem os a renglón seguido, de h a­ treg ab a nerviosam ente u u a contra
cer partícipes a los lectores, del o tra las palm as de las m anos,— se­
fruto de nuestras investigaciones. ñal inequívoca de que estaba con­
• • * » • • • • • • • tento,— cuando em peñas tu pala­
Los viajeros, hicieron 'noche al bra de honor.
abrigo de los m ontes del Santa Lu­ A hora solo fa lta que me prom e­
cía Chico; y mucho antes de que tas que no has de s a lir de M onte­
las barras del nuevo d ía m ostraran video sin que yo lo sepa. Y m ien­
sus trazos sobre el firm am ento, la tras estés aquí, n ada te h ab rá de
colun»aa precedida por R ivera, el fa lta r.
viejo teniente y el pardo Luna, que — Acetao, P resid en te.
m archaba ahora libre de toda tra ­
ba, había dejado ya a su espalda, C uatro o cinco meseg después de
un tendal de leguas. los sucesos que dejam os ■esbozados,
— Con la fresca dá gusto v iajar, el 15 de Ju n io de 1832, caía para
mi coronel. ¿No encuentra? siem pre en los campos regados por
— Así es, L una; — pero hay ve­ el Cuareim , en Y acaré C u ru rú (p a ­
ces que las necesidades nos impo­ lab ra indígena que quiere decir:
nen la obligación de ten er que cocodrilo sap o ), victim a de la saña
m archar, como ayer, bajo los a rd o ­ de los últim os c h arrú as y de su im ­
res de un sol ra ja n te . . . petuoso a rro jo , el coronel R ivera.
— Mesmo, — asintió el teniente. Y un m es m ás tard e, o sea en J u ­
— Pero hoy, prosiguió diciendo Ri­ lio estallab a la revolución que tan
vera, el viaje lo harem os en form a bién h a b ía olfateado la perspicacia
más descansada. El S a n ta Lucía del prim er m agistrado. Luna, fiel
Grande, nos ofrece un buen lu g a r a su p alab ra, perm aneció deede ese
para alm orzar y hacer una siestita. día al lado del P resid en te, que le
Y de allí a Montevideo, nos queda llevó a cam paña, sin que aquél, ci­
un paso. E sta m ism a noche podre­ ñ e ra sobre su som brero, la divisa
mos hablar con Fructuoso. de los servidores del gobierno, —
— Estoy deseoso de e star .frente por cuanto como él mismo se lo
a don Frutos, pa saber que es lo d ijera al general, era p a rtid a rio de
que me acom ulan. . . L avalleja.
• • . . . . . • Y aquí viene la anécdota:
No vamos a re la ta r aquí la con­ A raíz del .pronunciam iento del
versación que sostuvieron en tal general Garzón, cayó en m anos de
ocasión el general R ivera y el p ar­ las fuerzas revolucionarias un ofi­
do Luna, por cuanto la am enaza cial riv erista, que don F ru to s ten ía
del estallido de la revolución había especial interés en re sca ta r; — y
de acuerdo con tale .3 anheles, hizo na a quien Rivera -dispensaba el
proponer a los contrarios, un can­ trato que daba a sus oficiales y
je de prisioneros dando en cambio que se encontraba presente caando
a Luna, que había prestado su asen­ se trajo la noticia de su rechazo,
tim iento para ello. exclamó indignado:
El emisario encargado de hacer — ¡Aura si, alcancenmen una di­
la proposición al jefe revoluciona- visa!
rio volvió al campamento guber- Y desde ese día, otro Luna, au­
nista, con la noticia de que aquél mentó el número de los oficiales
no aceptaba el canje. del conquistador de las Misiones.
Y fué entonces que el pardo Lu­

CEMENTERIOS, VELORIOS Y LUTOS


LOS PRIMITIVOS CAMPOS SANTOS Y CEMENTERIOS. — HISTO­
RIA DE LOS MISMOS. — REGLAMENTACION DE LUTOS. —
VELORIOS Y ENTIERROS D E “ NOTA” . — SE ALQUILA
UN ATAUD. — LA CAMILLA DE SAN FRANCISCO. —
LA HISTORIA DEL CENTRAL. — EL BRITANI­
CO. — LA LUZ .MALA. — EPITAFIOS

P a r Real Cédula con tachuelas am arillas y que el


Por Real ‘Cédula de Octubre de galón fuera plateado o dorado.
Por entonces, el velorio que más
1752, se ordenó que en los entie­ impresionó a la población, por lo
rros de adultos, el féretro -estuvie­ rumboso, fué el de la señora del
ra “forrado exterior m ente de bayeta, general Maggé, que se velo en el
paño, ú holandilla negra, con cla­ “ F u e rte ”, «enlutándose totalm ente
vos pavonados y galó.n negro, tam ­ el piso, paredes y techo de la capi­
bién” ; — y que, en cuanto a los lla ardiente.
cajones para párvulos o “angelitos” El entierro, como podrá imagi­
se fo rraran de tafetán doble” y del narlo el lector, guardó relación
color Q u e más ag rad ara a los deu­ con el velorio, puesto que con gran
d o s . . . o al cajonero fúnebre. pompa, el cadáver de la señora Ma-
En lo que se refiere al “ velorio” , ggé fué trasladado hasta la Matriz,
sólo podían colocarse en él túm ulo, —siendo inhum ado junto al alta r de
doce hachas o cirios. Y en las tum ­ Santa Catalina; y dos años después
bas, donde se solían colocar velas se exhum aron sus restos con el
en l a noche del entierro o en los fin ^e trasladarlos a Portugal.
aniversarios de la m uerte, se con­ El entierro de doña Dolores Ori­
sentían hasta cuatro velas encen­ be, qúe había casado con el briga-
didas. ■ o- Cálhao; — como asi también
Cuando la dominación portuguesa.... el del brigadier Márquez realizados
en 1824, revistieron igualmente
La dominación portuguesa modi­ proporciones de verdaderos aconte­
ficó las ordenanzas áobre los velo­ cimientos.
rios y entierros, pues desde esa Y a poco de regir el gobierno
época se consintió que los ataúdes patrio, otro deceso que dejó recuer­
se fo rraran ton géneros -de m ejor do imborrable en todos los habitan­
calidad, como así también que el tes de Montevideo, fué el del señor
«claveteado de aquellos se hiciera Bustam ante, cuya casa de la calle
San Joaquín, se enlutó extraordina­ SantiagiQ de Ghíle y Soriaco, conoci­
riam ente, regalándose después a los do común.mente por Cementerio In ­
pobres el género empleado en esta glés..
operación y que por cierto sum aba En lo que se refiere al Cem ente­
un buen núm ero de metros. rio del “ Peñarol V iejo” , debemos
agregar que en 1888 la Ju n ta E .
Mortajas y entiertros A dm inistrativa dispuso que se jun
Como ya lo hemos dicho en el taran todos los restos, para que se
tomo 1 de "R ecuerdos y Crónicas depositaran en un osario común,
de Antaño” , ,fué costum bre h asta operación que se realizó en 1913,
1840, am o rtajar los cadáveres de la bajo el contralor del actual D irec­
gente pudiente, con hábitos de los tor de Cem enterios señor Alfredo
frailes del Convento de San F ra n ­ D. Rodríguez, distinguido funciona­
cisco, — hábitos que m ayor precio rio que noa ha proporcionado un
tenían cuanto más viejos eran. buen caudal de datos para e íta cró­
Antes de procederse a la inhu­ nica.
mación de un cuerpo, éste e ra lle­ En la remoción de tales restos
vado hasta el in te rio r del templo, se encontraron botones de casaqui­
(M atriz o San Francisco) en donde llas m ilitares y retazos .le géne­
se decía la “mtea de cuerpo presen­ ros de colores vivos que sirvieron
te ”, ceremonia que se realizaba de de fran ja s a pantalones, detalles
noche, — generalm ente,— con una que, al decir de vecinos, probaban
procesión en la quie los asistentes que esos m uertos corre ;pondían a
portaban faroles y cirios encendi­ algunos oficiales y soldados espa­
dos. ñoles que sucum bieron en la B ata­
Cumplido el piadoso deber del lla de Las Piedras y que fu oro7)
entierro, que exigía una erogación inhum ados d u ran te la re tirad a, en
por derechos de sepultura, de “ cua­ dicho e n terra to rio ; o bien, a a lg u ­
tro reales” , los deudos eran acom ­ nos oficiales de A rtigas, que poco
pañados h asta sus casas, de donde tiem po después tuvo tam bién allí
despedían a los acom pañantes des­ su cam pam ento. En cam b’'o, otros
pués de haberlos obsequiado con un afirm aban que esos restos h u m a­
pocilio de chococlate y bizcochuelos. nos correspondían a oficiales y sol­
dados de las fuerzas sitiad o ras de
¡Caánto enterratorio! Oribe, cuando la G uerra G rande, ya
E ntre los cem enterios o “cam po que h a sta por allí dom inaban ®us
santos” que ha tenido Montevideo huestes.
en épocas lejanas figuran los de la
"M atriz V ieja” y el del prim itivo San Francisco, “E l P u e rt® ’ y “Ju a n
“ Convento de San Francisco” , ubi­ Soldado”
cados ambos en las m anzanas que Los franciscanos habían h a b ilita ­
form an las calles Ituzaingó, Rincón, do una p arte del corralón para se­
25 de Mayo y T reinta y T re s;— el p u lta r a sus com pañeros de comu­
de la “ Matriz Nueva” , calles Saran- nidad y a los m enesterosos; como
dí e Ituzaingó, el de “ San F ran cis­ asim ism o el in te rio r de la iglesia,
co”, en su segunda etapa, Zabala y el eorredotr del N orte y el atrio,
Pi-edras; — el del H ospital d'e C ari­ p ara la gente de posición
dad, el del F u e rte ; el del R educto; Los m ilitares eran inhum ados
el de Andes entre Durazno e Isla de dentro del F u erte, (lo que es hoy
Flores; el del “ Peñarol V iejo” , Plaza Z a b a la ); y los que fallecían
fundado allá, por 1790 en cam pos en el H ospital de C aridad, no exi­
conocidos por de P iedra Cueva que g ían tampoco m ayores m olestias
contaba con un oratorio y algunos p ara encontrarles el descanso eter­
nichos que, aunque m altrechos »• no .puesto que sus restos hiU aban
conservaron hasta no hace m uchos fáoál M o n o d o en un terren o batidlo
años; — el de la Unión, que con el contiguo, que había cediuo a tales
correr del tiempo habría dfe quedar efectos, don Ju an Fernándaz, co­
anexado al del Buceo, fundado por nocido tam bién por “ Ju an Sol­
Oribe cuando la G uerra G rande; y el dado” .
B ritánico, en 18 de Julio, Ejido, Conviene d ecir igualm ente, que
dentro del reducido revlnto (le la de media cuadra de frente por una
M atriz Vieja, cuyas características de fondo.
referim os en el prim er tamo de En la reglam entación de ese ce
“Recuerdos y Crónicas de A ntaño” , m enterio se establecía que las fosas
se siguió sepultando a p u su c a s cié debían tener siete cuartas de largu
distinción social, habla 1791, en por cuatro de ancho y otras cuatro
cuya feoha el cura de nicho tem ­ de profundidad. Y de ésto es, pre­
plo, muy afinadam ente, hizo cons­ cisamente, que nació el refrán que
tru ir un “ campo santo” cjntiguo y tanto empleaban nuestros mayores,
hacia el Sud, resgua : iio por un cuando decían que siete cuartas de
cerco de piedra, no perm itiendo tierra a nadie faltaban.
“ m is en terrato rio s dentro do la Don Pablo A. Dugrós, nos ha
iglesia” , lo que dió lugar a que sv afirm ado que en 1850 vió allí
conducta fuera injustam ente cen­ a raíz de un gran aguacero, restos
surada por los feligreses. hum anos que quedaban al descu­
bierto con el a rra stre de las aguas.
La invasión inglesa Este Cementerio contó con ut>
Nunca se im aginaron nuestros sepulturero presupuestado que an­
mayores que pudieran ver tacto s tes denom inaban “ camposante o” ,
m uertos juntos,, como cuando acae­ cuya asignación m ensual era de 8
ció el asalto y tom a de Montevideo pesos.
por los ingleses. Sepulcros y epitafios
En tal ocasión, hubo I j, necesi­
dad de utilizarse todo el corralón Los sepulcros que más llamaron
de San Francisco; y dado que el la atención en la necrópolis que
tiempo aprem iaba y como quienes nos ocupa, fueron los de doña B á r­
m andaban eran los br tánicos, se bara Menéndez de B arreiro y el de
abrían fosas con capacidad para dos don Antonio Gurméndez; y la gen­
personas, siendo algunas de aque­ te antigua, muy aficionada a los
llas ocupadas por un p ro ieitan te Y epitafios rim bom bantes, habrá en­
un católico, con no pocos santig u a­ contrado sin duda muy puesto en
dos de las beatas, que vieron en razón, el que llevaba el prim ero v
ello una h erejía y una profana­ que decía así: “Aquí yacen los res­
ción de parte de los invaso* es tos de la reina m adre doña B árbara
Menéndez de B arreiro” .
E l “ Campo santo” de extram uros Podrá im aginarse el lector el m ar­
tirio que constituiría para los que
El aum ento de la población tia - .concurrían a los entierros en el nue­
jo como consecuencia lógi a ei au­ vo “campo san to ” , la entonces la r­
mento de la m ortalidad; y por ello, ga “pateada” que tenían que dar pia­
un buen día del mes de Diciembre ra llegar a Andes y Durazno, des­
de 1807, el Cabildo dispuso m u y pués de tener que cruzar, luego de
cuerdam ente: que en consideración franquear el portón de la Cindade­
a la corta extensión de Its te rre ­ la, numerosos zanjones y de andar a
nos en donde se enterraban los ca­ campo traviesa por el despoblado cu­
dáveres dentro de la ciudad, se bierto de molestos abrojales, ortigas
construyera un “ campo santo” en y altos cicutales; y muchas veces, en
extram uros, librándose ra ra el invierno, chapuceando barro, ya que
por entonces los vehículos eran es­
efecto mil pesos, con calidad d¿ re­ casísimos. Los ataúdes Se transpor­
integro por el ramo de fábrica de taban sobre los hombros, y no habrá
la Iglesia.” sido difícil que en más de una oca­
Y así fué cómo surgió en 1808 sión hayan llegado hasta su último
un cem enterio en lo que es hoy ca­ destino «sobre una modesta ra stra de
lle Andes entre Durazno e Isla d^ m adera o de cuero.
Plores, y antes “ extram ur con
frente al Sud y “ sobre la "ósta dei A lquiler de ataúdes
m ar” , en terreno que había sido A ntiguam ente, a un ijobre diablo
propiedad de. un señor apellidado que no túvo en vida “ en que caerse
A guiar y cuya área, a ojos de Luon m uerto” , se le llevaba a la fosa sobre
cubero, podríamos decir que ^ra una camilla del convento francisca-
no en “cuerpo gentil” , vale decir, ma de $ 1 6 .0 0 . Los pobroa, cuando
sin a t a ú d ; y como siem pre ha habi­ no lo eran de solem nidad, sólo abo­
do g e n t e que le gustara ‘‘fig u rarla” , naban $ 4 .0 0 .
aunque fuera a medias nada más, El prim er nicho fué adquirido por
también por entonces habían deudos el general Oribe, m ediante la suma
que alquilaban por un peso un fé­ estipulada jo r el decreto que comen­
retro en el H ospital, para el tra n s­ tamos, y el prim er cadáver que fué
porte del difunto hasta e l cem ente­ a niclho correspondió a doña Josefa
rio, en donde se le inhum aba sin el Oribe de Contucci.
cajón, el que volvía a l H ospital has­ £1 C em enterio Inglés
ta q u é se rresentaba otro cliente que La necrópolis conocida por “ Ce­
r e u n i e r a idénticas condiciones.
El "campo santo” que nos ocupa, m enterio, Inglés” , y cuya verdadera
y que pasó a la posteridad con la denom inación era la de “ Cem enterio
denominación de “ Cem enterio Vie­ B ritánico” , y que ocupaba el área
jo ” , prestó sus im portantes servicios com prendida entre las calles 18 de
durante veintisiete años, h asta que Julio, Santiago de 'Chile, Eljíido y So-
en 183'5 se inauguró el “ Cem enterio riano, d a ta de 1837.
Nuevo” , hoy conocido por “ C entral” , El terreno fué vendido al m inistro
al lado de los M ataderos o C orrales británico, “ rep resen tan te de los re­
de Abasto que proveían de carne a sidentes ingleses” , por el señor Ju an
H all, el 14 de Abril de 1828.
la ciudad Y se exrr,Li.ca la actitud de los in­
Cementerio C entral gleses porque, como ya lo hem os di­
cho en el tran scu rso de esta cróni­
El 10 de Octubre de 1835, el en­ ca, los “ cam posantos” eran de perte­
tonces Presidente de la República, nencia de los católicos, que se re-
G eneral don Manuel Oribe, dictó un s stían a b rin d ar la “ ú ltim a h o sp ita­
largo decreto, cuyo introito decía lidad” dentro de sus en terrato rio s a
así: “Montevideo, Octubre 10 de los protestantes, a quienes conside­
1835. Instalado de nuevo el cemen­ raban como herejes.
terio de esta cap ital-y siendo nece­ E ste cem enterio subsistió dentro
sario un reglam ento que metodice de la ciudad h a sta 1>8'.87, y todos los
au servicio, conservación y cuidado, que en aq,uella época tenían ya dis­
el Gobierno ¡ha acordado y d ecreta cernim iento, haibrán de reco rd ar que
se observen provisoriam ente los a r­ sobre sus cuatro fren tes estaba cer­
tículos siguientes:” (Siguen más de cado de v erjas; que en el in terio r
tre in ta artículos). habían jard in es y árboles, y que tres
E ntre otras cosas, se establecía o cuatro avestruces, en los últim os
que al Jefe P. y de Policía incum bía años, recorrían tam bién el amplio
intervenir en todo lo relativo a ce­ perím etro diel cercado.
menterios, disposición que rigió h a s­ D urante el gobierno del general
ta Junio de 1858, en que tales co­ Santos y previo acuerdo con el go­
m etidos pasaron a depender de la bierno británico, el P arlam en to Na­
Ju n ta Eco. A dm inistrativa, o sea 'de cional, por ley del l.o de O ctubre de
la autoridad m unicipal. 1884, au to rizab a la expropiación de
Que la Je fa tu ra de Policía queda­ esta necrópolis, con el fin de que en
ba facultada para con stru ir nichos, ese mismo terren o se lev an taran edi­
con el fin de enajenarlos después ficios para los poderes públicos, co­
IK>r la sum a de cuarenta pesos. sa que todavía está por verse; y en
Que se percibiera por concepto de ese mismo día se dictaba o tra ley
derechos de sepultura, la sum a de dos por la. cual So expropiaba en el B u­
pesos, haciéndose, n aturalm ente, sus ceo el terren o en el cual se levanta
excepciones para los pobres, clase hoy el Cem enterio B ritánico. Y en
m ilitar, etc., etc. cum plim iento de las expresabas leyes
Que se prohibía desde esa fecha el se iniciaron el 13 d<e O ctubre de
enterram iento en Iglesias y campo­ 1887 las exhum aciones en grande
santos. escala, correspondiendo la prim era
Y finalm ente: Que se construye­ de aquéllas a los restos de doña Ro­
ran tres carros fúnebres, de 1 .a , sa M onteux. de nacionalidad france­
2 .a y 3 .a categoría, para la con­ sa. y las últim as. según acta, a “los
ducción de los cadáveres, estable­ restos de un adulto cuva sep u ltu ra
ciéndose para los de prim era la su­ estaba cubierta flor una “piedra
— 10 —

sin nom bre” y lleva en la urna para aproximadam ente, era costumbre
la traslación de “piedra sin nom bre” . también que la conducción de los
“Así mismo, — prosigue dicien­ ataúdes se hjciera a pu.lso hasta el
do el acta final que hemos tenido cementerio, y que, en muchos ca­
a la vista, — se han exhumado los sos, cuando se trataba ¿c párvulos
restos, de tres personas cuyas tum ­ o de señoritas el cajón fuera com­
bas no contenían datos c!-p ninguna pletam ente destap ad o.
especie.” El que esitas -líneas escribe, r e ­
Los c^cláver^s en las iglesias cuerda haber visto en el cortejo de
La costum bre de llevar les cadá­ una señorita, que el encargado de
veres a las iglesias para oficiarles llevar la blanca tapa del ataúd, du­
la “-misa cuerpo presente” , subsis­ ran te todo el recorrido quo se hizo
tió hasta el 18 'd e Abril de ^1861, a ipiie, fuera el novio o* festejante de
en cuya fecha el entonces presiden­ la infortunada joven.
te don B ernardo P. Berro y sai mi­ Otro detalle ingrato, doloroso y
nistro doctor don Eduardo Acevedo, antihigiénico, q>ue también se ha su­
argum entando que porqu? tal hábi­ primido, es el que se refería a las
to era contrario a la higiene, se despedidas q.ue daban ‘los deudos al
prohibía esa norm a de conducta, cadáver en el cementerio, con be^os
estableciéndose que los cadáveres y abrazos antes de que ol sepultu­
debían ser llevados directam ente de rero, con una lata conteniendo un
la casa m ortuoria al cem enterio par de kilos de cal viva, la volcara
sobre el pecho del difunto.
O tras prácticas suprimirlas
H asta hace unos tre in ta añus

DEL N AUFRAGIO DEL «A M ERICA »

COMO SE IDENTIFICARON Un documento oficial de la épo­


ca establece lo siguiente:
28 CADAVERES “Del cadáver del cajón N.o 1, s '
N0 entrarem os a re latar aquí, ±>or sacó un reloj pulsera de oro con
ser demasiado conocidos, los d eta­ brillantes, una cadena de oro ou
lles del terrible siniestro m arítim o broche, un par de cuentas negras y
ocurrido en las aguas del Río de la una carabana.
P lata en la noche del 24 al 25 de Del id. id. N.o 2, se sacó un r^loj
Diciembre de 1870, en que después de o r0 con cadena de lo mismo, un
de un incendio estallado a bordo, lente, un botón de puño y dos "la­
naufragó, próximo a la costa u ru ­ ves.
guaya, el vapor de la c arrera “Amé­ Del id. id. N.o 3, se sacó un re­
rica” , que con numeroso pasaje ae loj con cadena y broche,, todo de
Buenos Aires, se dirigía al puerto de oro. un anillo con tree brillantes,
Montevideo. uno idem con una esm eralda y dos
Pasemos por alto pues, los deta­ brillantes, un0 idem de oro, una
lles del siniestro, tan tas veces publi­ carabana de oro coa am atistas y
cados por la prensa de am bas capi­ perlas, un arco de la otpa carabana.
tales dfil Plata, para referir sola­ Del idem idem núm er# 4 se sacó
m ente los datos que b® refieren a una pistola de dos tiros, iifc pañuelo
la identificación de veinte y ocho con marcas J . V -, un portam onedas
cadáveres que se trajero n al puerto conteniendo veinte pieaie de oro,
de Montevideo, en la nodie del 27 seis idem de plata y tros do cobre y
del mi?mo mes y que por estar eu una cartera con varios papeles.
completo estado de descomposiciór, Del idem idem núm ero 5 se sacó
no era posible reconocerlos, por a¿ dos aros con Diedras y un anillo de
rasgos fisonómicos o vestim entas. o ro .
Del idem ídem n ú m . 6 S3 sacó un Del cajón núm . 28, n ada d.'oe el
botincito y un collar de cuentas ne- documento que com entam os.
La identificación se hizo en el Ce­
Sr aDel
s - idem ídem
,
num . 7, se saco m enterio del Buceo gracias a los
un anillo de oro, se observó ser el deudos o amigos de las víctim as de
cadaver de un hom bre. la catástrofe, con el siguiente resul­
Del idem idgm núm . 8, s^. sacó un tado:
reloj plata dorada, un m edallón de El cadaver del cajón n ú m . 1 re­
ídem y un par botones de puño de sultó ser el de la señora Josefa Vi­
monedas norteam ericanas. lla r L arrazab al. Sus alh ajas fueron,
Del idem idem núm . 9, se sacó entregadas a los señores Acevedo y
una carabana 7 «1 aro de la o tra . F a u v e ty .
Del idem idem núm . 10, nada N úm . 2, Ju an M. L arrazab al.
pudo sacársele: se reconoció ser Sus alh ajas y demás objetos fueron
m ujer. entregados a los expresados señores
Del idem idem núm . 11, idem Acevedo y F au v ety .
idem idem: se reconoció ser hombre. N úm . 3, M aría Celina D elarru e.
Del idem idem núm . 12, ídem N úm .. 4, por las cartas y cédulas
idem idem: se reconoció ser m u je r. de em padronam iento que se le en­
Del idem idem núm . 13, se sacó contraron resultó ser el del señor
un gorro de crochet. José V illardell, español de 32 años
Del idem idem núm . 14, se sacó de edad, sin que nadie s,e hubiera
dos anillos y pedazo de vestido y se presentado a reclam ar sus objetos.
le cortó un poco el pelo. N úm . 5, niña M aría O netto. Los
Del idem idem núm . 15, ee sacó objetos fueron entregados a don
un anillo: se reconoció ser hom bre. Leopoldo P isano.
Del idem idem n ú m . 16, se le sacó N úm . 6, n iñ a Carolina M . Beccar.
un reloj con cadena y un -jordoncito Los objetos fueron entregados a don
negro: se reconoció ser hom bre. lo re n z o F io rln i.
Del idem idem núm . 17, se sacó N úm . 8, don G abriel D elarru e.
un anillo con brillante, uno idem de Las alh ajas fueron en treg ad as al
oro que le faltaba la piedra y otro señor L . G . O hevalier.
de oro: se reconoció ser m u je r. N úm . 9, m orena sirvienta del ee-
Del idem idem núm . 18, nada pu­ ñor B eccar. Los objetos fueron en­
do sacársele: se reconoció ser m ujer. tregados al señor F io rin i.
Del idem idem núm . 19, se sacó N úm . 13, don José Cauisi. E l go­
un anillo paraguayo de oro. rro de croché que se le sacó, fué
Del idem idem núm . 20. se sacó entregado al señor D a so ri.
un par de aros de coral, u n anillo de N úm . 14, señorita Carm en Pisa-
m ostacilla: se reconoció ser m u je r. no . Las alh ajas y pelo fueron en tre­
Del idem idem n ú m . 21, nada pu­ gados al señor Leopoldo P isan o .
do sacársele: ee reconoció ser hom ­ N úm . 19, m aquinista don E nrique
b re . F re a ri. El a n ’'llo se le entregó al
Del idem idem núm . 22, se sacó señor Jorge W est, quien pidió el ca­
un botón de azabatihe p ara puño. daver para darle sep u ltu ra en el Ce­
Del idem idem n ú m . 23, n ad a pu­ m enterio In g lés.
do sacársele: se reconoció ser hom ­ N úm . 22, Ju lián A rooena. Los
b re . botones para los puños, le fu eron
Del idem idem núm . 24, se sacó entregados al señor A rta g a v ey tla .
un par botones de pufio de monedi- Niítv,. 24. don Domingo O rtiz.
tas chilenas, dos botoncitos i e pe­ Tjo s objetos fueron entregados al se­
chera, de nácar; ñor J . G uanes.
Del idem idem n ú m . 25, se sacó N úm . 23. Ingeniero don Pedro
547 tesos moneda de Buenos Aires. B eare. El dinero fué entregado al
Del idem Idem n ú m . 26 se sacó f»eñr>T Juan F . T hom pson. Se inhu­
un anillo con una chapa grabada mó en el Cemen+er!o Inglés.
con el nombre de Ju a n a ; t;n par ca- N úm . 27. señorita Ana M&dkev.
fabanas con rubíes, dos anillos mos­
tacilla. Pno alba jai? se en treg aro n al señor
F n lrro n .
Del idem idem núm . 27, se sacó En la h u m a n ita ria , cuán poco
lina carabana negra, un prendedor agradable misión a que nos hem os
•flp oro con piedra negra. referido, intervinieron en una form a
- - 12 —

digna de todo elogio, el entonces di- Dupont y señores M artín Almeno


rector de Cementerios, señor Alfre- Pablo Bonavía, Elieeo Navajas José
do 'L'Elgeré, el receptor señor César M artinotti y Carlos S. Viana ’

LAS BOVEDAS
SU CONSTRUCCION — CARACTERISTICAS — DESTINO DE J jA
MISMA — UNA CATASTROFE — NOS QUEDA E li RECUERDO.

El macizo de edificación que p a ­ sión, con sus dobles rejas de grue­


só a la historia con la denomina­ sos bai rotes de hierro. Allí estu-
ción de “ Las Bóvedas” ocupaba la v itio n presos en 1811, cuando el
m anzam •* que comprenden las ca­ prim er pronunciam iento, por cons­
lles 2o de Agosto, Ju an Carlos Gó­ p irar contra la tu tela de España,
mez e Ituzaingó, — y como fondo, el cura (párroco de Paysandú, don
e! mar. S i^ erio Antonio Martínez, su te­
■3u construcción se rem onta a los niente don Ignacio Mestre y otros
años 1789-90; y ella se debió a una pau iotas, que fueron sorprendidos
decisión del gobierno español, que con las arm as en la mano, en "C asa
la destinó a polvorín, depósito de B) aitca” de aquel departam ento,
vívtred y cárcel m ilitar. por el capitán de navio español Mi-
E ra aquel, un edificio aboveáa- chelena quien los aprehendió des­
dr., con paredes de piedra, ladri­ pués de larga resistencia. El pa­
llos y cal, — a macho-ma>rtillo, trio ta Francisco Bicudo quíe era
como Jpcían los antiguos; ,— 1 cu­ tam bién de los conjurados y que
yos últim os vestigios, hubo que há­ má& tarde m uriera en acción de
denos saltar a fuerza de barrenos, guerra defendiendo a Paysandú
dada ia solidez de sus m ateriales. contra los portugueses, fué el úni­
Cada bóveda medía diez y seis va­ co qu“ pudo escapar a la acción
ras de largo, por seis y pico de d#> Michelena.
afelio y cuatro de altura. Las pa­ “ Las Bóvedas” cuya construcción
ro le s eran de piedra, macizas y de se' ilevf a térm ino bajo el contra­
tree varas de espesor, hasta una lor y vigilancia de los sobrestantes
a ltu ra de dos varas, en donde se den Vicente Garzón y don Joaquín
iniciaba la bóveda form ada con la­ Correa, — a quienes el gobierno
drillos °in revocar. colonial adjudicó como recompensa
Las puertas que respondían en a sus trabajos, un solar a cada
su estética y solidez a la obra de uno de ellos por esas Inmediacio­
albfiñileria, estaban dotadas del nes, sirvieron además como cuartel
ImDresc.ndible ventanillo y de un cuando había exceso de tropas, co­
g an cerrojo, que se cerraba por mo hospital transitorio y como re­
el lad'/ de afuera. En cuanto al fugio para las fam ilias, cuando la
piso, ’o constituían grandes plan­ yJa'a era bom bardeada por los por­
chas ¿z piedra. tugueses o por los ingleses, que
En 3 centro de ia construcción, taní.fí la codiciaban.
sobie lo que es hoy calle 25 de Y allí mismo tam bién, se reunió
Agosto y form ando m artillo, se le­ en la víspera del combate del Car­
vantaba el local destinado a l Cuer­ dal (Enero de 1807), el “ Cuerpo
po de G uardia y la escalera de del Comercio” , en sus preparativos
p.edra ru é daba acceso al terraplén para salir a oponerse a la invasión
«ue cubría las bóvedas; — y al :nglesa en cuya acción de guerra
fondo, éstas .que constituían la pri­ sucumbió el oficial de tal unidad—
— 13 —

constituida por soldados ciudada­ ron tre s dependencias de "L as Bó­


nos, don Francisco Antonio Maciel. vedas” , con un buen núm ero de
£P de F ebrero de 1815 y en ■»¡«.urnas.
circunstancias en que se a rro jab an El correr de los años dividió
precipitadam ente al m ar y a pa- aquella construcción, ,que nasó a
laóas, i>or los argentinos, la pól­ ser de propiedad de p articu lares, en
vora y municiones allí depositadas, varias partes, que se d estin aro n a
que no podían llevarse por falta bai racas, una de las cuales, que
muterio.l de tiem po cuando Soler coi servaba todavía las m ism as ca­
evucuaba esta plaza con las tro p as racterísticas que le dieron su nom­
de Buenos Aires p ara que la ocu­ bre le conocía con la denomi­
pa; a Otorgués, — parece que el nación de “ B arraca de las Bóve­
roce del acero de una de las palas das” , cuyo dueño, sí m al no re ­
contra las piedras del piso, produ­ cordamos, era el señor Francisco
jo chispas que, com unicando con Sienr?..
el m aterial inflam able, dió lu g ar a Hoy no queda de todo aquello,
tan form idable explosión, que vola­ nada más cue el recuerdo.

“LA LAGUNA”
SU UBICACION. — COMO ER A E L BARRIO. — FAM ILIAS CO­
NOCIDAS. — LLEGAN FUERZAS FRANCESAS. — SE L E ­
VANTA “E L TERREMOTO” . — DURANTE UNA SUS­
PENSION DE ARMAS. — LOS CORONELES DU
CHATEAU Y CESAR DIAZ. — EN CASEROS.

La ubicación del barrio tra n los médicos que llevan esos


Con la denom inación de "L a La­ nom bres; y las de Lausuq, Treitivo,
guna” existía allá., a m ediados del Boucau y L augarou, esta ú ltim a do
siglo pasado, un b arrio en los enton­ la que desciende el conocido m a rti­
ces suburbios de la ciudad, que de-r liero don José L. La.ugarou y de
bió su nom bre a una laguna que cuya m adre, doña M argarita, vasca
form aban las aguas pluviales que de p u ra cepa, buena y servicial, nos
corrían h a sta em balsarla, por zan­ h ab lan con cariño quienes la cono­
jones y barrancos, en el perím etro cieron y tra ta ro n . La q u in ta de Pit-
de terren o que hoy en cierran las talu g a, cercada de pitas y cuyos
m anzanas com prendidas dentro ae fondos llegaban m ás o m enos h a sta
las calles Soriano, en tre Convención la calle D urazno. El conventillo de
y Rio Branco y San José y Ca­ don Angel, el viejo alm acén de Re-
nelones. cayte con su poste r a r a que se a ta ­
ran a él los caballos de los p a rro ­
Fam ilias conocidas quianos y o tras pocas fincas más,
com pletaban la edificación del ba­
Vivían entonces por aquellas inm e­ rrio de ‘La L ag u n a” .
diaciones varias fam ilias cuyos ape­
llidos son bien conocidos. E n prim er Form ando polígono
térm ino citárem os a la de B ergerós, Los trab ajo s que se llevaron a
cuyo jefe-, el valiente capitán de la térm ino p ara a p lan a r el perím etro
Legión Francesa d u ran te la G uerra que hoy form an las calles San José
G rande, era abuelo del actual y Soriano, desde C uareim y Río Ne­
P residente de la R epública don J o 3 é gro, que como ya lo hem os dicha,
Serrato. Las de H errán y Nicola en­ estaba lleno de zanjones y b a rra n ­
tre cuy os descendientes se encuen* cas, estuvieron a cargo de unas
— 14 —

fuerzas francesas que m andaba el te un armisticio a cuya tregua ss


coronel Du Chateau, para la form a­ llam aba criollam ente por aquellos
ción de un polígono destinado a buenos tiempos “suspensión de ar­
ejercicios m ilitares de la,s mismas m as” , el coronel Du Ohateau ofre­
fuerzas. ció a la población de Montevideo el
Este pequeño ejército extranjero espectáculo de un sim ulacro de com­
que sum aba mil quinientos hombres, bate entre lae fuerzas de su coman­
llegó a Montevideo en el mes de do que, a tales efectos fueron divi­
Agosto de 1850 y no en Abril como didas en dos partes: una que p ar­
lo dicen algunos historiadores, en tía del saladero de Ramírez (B arrio
virtud de una decisión de la Asam­ R'éus del S u r), y la otra de “LtO**
blea Nacional de Francia que, gra­ Sauces", monte de esois árboles que
cias a las gestiones del coronel Mel­ se levantaba en el área que ocupa
chor Pacheco y Obes y ante los suce­ el “Parque H otel” .
sos que asolaban a ambos países le 1 El general Oribe que al igual de
P lata y p artid aria como era de una Rosas m iraba con no poca ojeriza a
acción arm ada contra las fuerzas de los franceses y conocedor del pro­
Rosas y de Oribe que sitiaban esa ca- gram a a desarrollarse envió a la pla­
p ittal, determ inó esa actitud. za sitiada a un em isario para pre­
E stas fuerzas quie procedían del venir que las fuerzas en operacion33
Africa, en donde la próxim a F ra n ­ no fueran a .irse sobre la línea (zo­
cia im perial tenía pendientes tam ­ na neutral que en esa latitud ocu­
bién sus asuntos bélicos, fueron paba el área que hoy form a el
transportadas hasta este puerto en pació comprendido entre las calles
tres fragatas de tres palos y alo­ P atria y Paullier, aproximadam en­
jadas en los cuarteles que existían te), porque él, abriría el fuego con­
en las calles Andes entre Soriano y tra las mismas.
San José, y Dayrnán entre 18 y Co Felizmente, para los habitantes de
lonia. Montevideo, el program a pudo des­
<fEl T errem oto” envolverse sin ninguna incidencia
enojosa.
Esos miemos soldados europeos,
levantaron tam bién un baluarte en César Díaz y Du Ohateau
la Playa Santa Ana y un parapeto Du Chateau se hizo, durante su
de tie rra que servía de espaldar pa­ estada en ésta, gran amigo del en­
ra los ejercicios de tiro y que, cual tonces coronel César Díaz; y tan ín­
prom ontorio, se levantaba en uno de tim a fué aquella relación, que, cuan­
loe extrem os de la ensenada que es­ do el jefe uruguayo fué a cubrirse
tá frente a la Escuela de A rtes y de gloria en los campos de Caseros,
Oficios, (calles San Salvador, Minas contribuyendo con el esfuerzo de dos
y Gonzalo R am írez), parapeto que mil cien orientales al derrocam ien­
fué bautizado desde entonces, con el to de la tiran ía de Rosas, el coro­
sugestivo nom bre de “El Terrem o­ nel francés, como simple acompa­
to” y así fué conocido h asta trein ta ñante, quiso com partir con el biza­
años atrás. rro jefe de.1 ejército oriental, aque­
lla campaña que dió por tierra con
Una prevención de Oribe el poder omnímodo del funesto man­
En plena G uerra Grande y duran­ datario argentino.
COMO SURGIO EL HOSPITAL MACIEL
UO QUE NOS DIJO UN NIETO DEL FILANTROPO. — ALGUNOS DA­
TOS DESCONOCIDOS. — EL PRIM ITIVO Y ACTUAL HOSPITAL.

©on Julio Maciel, viejo jubilado faltó el huésped preferido; y tal


de Aduana y nieto del “P adre de los circunstancia movió a niisia Josefa
Pobres” don Francisco Antonio Ma­ a que p reg u n tara:
ciel, nos 'ba relatado el origen del — ¿H as notado, Francisco A nto­
Hospital de Caridad, cuyas refe­ nio, que Jesue Iiace ¿res días falta
rencias recogió de labios de sus pa­ el viejito?
dres y tíos, bijos que fueron de — E's verdad.
aquel filántropo, del cual nos h e ­ — ¿No estará enferm o?
mos ocupado ya, en los dos tomo9 — Tal vez. . .
anteriores de “ Recuerdo y Crónicae — ¿ Y si indagásem os respecto a
de A ntaño” . su s u e r t e ? ...
Nuestro inform ante que ya ha — ¡N aturalm ente que lo in d ag a­
cumplido sus 74 años de edad, la r­ remos! . . .
go tirón de vida, que no ha aba­ Y como de la investigación re su l­
tido en los más m ínim o la g a lla r­ ta ra que efectivam ente el pobre
día 'del cii<r'iu'0 ¿y d'ell espíritu ¡de desvalido se en co n trara enferm o,
quien tan bien los lleva, es hijo de los esposos Maciel resolvieron lle­
á n Vicente Maciel, el hijo p o stu ­ varlo a su casa, en donde le dib-
mo de don Francisco Antonio, de peñsaron los más solícitos cuida­
los veinte y tre s que hu'bo el filán ­ dos.
tropo en su m atrim onio. Y don J u ­ El p rim er paso ya estaba dado
lio, a su vez y por no ir muy a la La casa de Maciel no e ra única­
zaga de su ilu stre abuelo, pueae m ente el hogar en donde los nh-’n-
vanagloriarme con el nada despre­ dioniaidoi' de la süente poldiríain siaxaia’*
ciable num ero de diez y ocho des­ si ham bre. Los enferm os en co n tra­
cendientes. rían tam bién allí, el albergue pro­
— ¿Podría decirnos, don Julio, tector y las ru d im en ta ria s medici­
cómo nació en sus antepasados la nas d.e la época, proporcionadas por
idea de establecer un hospital? una dam a llena de v irtu d es, que loa
— Va usted a saberlo. Mis abue­ colm aría de bondades.
los vivían en la calle Sarandí entre Después, fueron llegando más
las de Misiones y Zabala, en él área enferm os, tan to s, que entonces don
en donda hoy ejerce su ■•omercio Francisco A ntonio Maciel, se deci­
una papelería; — y ellos ten ían por dió a lev an tar, con el auxilio dei
costum bre, d a r de com er a los po­ Cabildo, el p rim er H ospital de Ca­
bres, de m añana y de tard e. Al to ­ ridad, en hum ilde rancho que
que de una cam pana colocada ju n ­ levantó dentro del á re a que hoy
to a la p u erta de calle, los indigen­ ocupa el que todos conocemos, con
tes que por allí m erodeaban a la la denom inación de H ospital Ma­
espera dei llam ado, penetraban al ciel.
local en donde se les servía por los El establecim iento de caridad
esclavos, la comida, m ientras que que hem os descripto, funcionó du­
don F ran cisco Antonio y m lsia Jo- ra n te tre in ta y siete afios; y la pie­
Befa, su digna esposa, vigilaban que d ra fu ndam ental del actu al fué co­
nada faltase a los desvalidos, en ­ locada en A bril de 1825, pocos días
tré flos duales fig u rab a un anciano, después del desem barco de los
qrp había despertado hondas sim ­ T rein ta y Tres O rientales, en las.
patías a los duefios de casa. Un día playas de la A graciada.
UN GUAYAQUI DE RIVERA
DON ZENON L ARR AÑA<GA.— SU VIDA. — SU INICIACION FN EL
SERVICIO DE LAS ARMAS. LAS CAMPAÑAS REALIZADAS. —
GENTE CONOCIDA.— LO QUE LE QUEDA

Una dam a filantrópica cuyo úni­ !Que se creo? Y lo apruebo con


co pensam iento es hacer el bien a mi fé de bautismo, que la saqué pa
sus sem ejantes y en m anera muy es­ escrebirme! Y no obstante tantos
pecial a la niñci desvalida, ya reco­ añares, creaime,— entoavía no estoy
giéndola en ? i albergue o ya soste­ como pata al horno...
niendo a su exclusiva cuenta, una — i Cómo, como pata al h o r n o .. . ?
escuela modelo en la sección de San­ — ¿No colije? Meta una pata de
ta Rosa del D epartam ento de Cane­ carnero al horiio y vá a ver como le
lones,— en una palabra, la señora queda. A rrollada. Yo creo que has­
B ernabela Cedrés, viuda del extinto ta que me mu'*ra voy a ser como el
general don Melitón Muñoz, nos co­ junco. Derechito.
municó días atrás, que en su casa se — i Que Dios lo oiga, viejo, y que
encontraba un anciano que había si­ nosotros lo veamos.
do “ guayaquí” de los ejércitos del — Gracias, nv amigo.
general R ivein y que talvez fuera
el único sobreviviente de aquellos Guayaqnf
valientes niños que form aron como — Nos han dicho que Vd. fué gua-
soldados en *aó filas de las huestes yaquí de Rivera.
del fundador del P artido Colorado. — Supe serl-v
— ¿Empezó a servir? . . . . ?
Don Zenón L arrañ ag a
— A los on^c años, como guaya-
Zenón Larnxñriga, que es nuestro quí, en el escuaadrón que m andaba
hom bre de h o /, criollo habitante de el canario Nicasio Borges, que por
San Ramón, ha cumplido con toda entonces era aiferez teniente. #Esa
gallardía, sus noventa y cuatro años unidad del ejé.cito era form ada por
de edad y es hijo de orientales. chiquilines de diez años para arriba,
Criollo de ley, fuerte, de excelente hasta de diez y seis, mas o menos.
memoria, con casi toda la dentadu­ Cuando el “ suayaquí” había endu­
ra, no obstante churrasquear toda­ recido el músculo, cuando el brazo
vía de m añana 3 de noche, descien­ del niño soldidr- podía hacer estre­
de de vascos españoles. Su abuelo,— mecer la tacu.iia de la lanza en for­
m ilitar de los ejércitos reales, — ma vibrante, y lancear, — cuando
fué de los prim eros habitantes que era considerado como un hombre de
tuvo M ontevideo; — y como recom­ empuje, se le cacaba del escuadrón,
pensa a sus vicios, el “ reino de para in te g ra % lo>s regim ientos que
las E s p a ñ a s ’, lo donó en lo que es form aban los gauchos de pelo en pe­
hoy San Ramón, un hermoso lote de cho.
campo comprendido desde la B arra — Y eran tcdos muchachos blan­
del Tala, al Sarita Lucía, — de cos­ cos de color?
ta a costa, term inó diciéndonos el — De toda !aya ¡ I ¡ Lo que mas
Viejito L arrañaga. había eran inJios y cruzados. Algu­
— ¿Y que le ha quedado de todo nos negros lambién, y los menos,
eso? . . . . ¿ blancos. . . .
— Nada, m ‘ amigo. N adita mas — Cómo fuá que empezó a servir
que el recuerdo y mis 94 años. Ya tan muchacho?
voy pa 95¡¡ — Vea, amigo. Toda mi fam ilia era
— 17 —

¿El a u to r de estas crónicas recogiendo de labios del señor V aldenegro^


su in te re s a n te . inform ación

blanca o rib ista : — y a mí, desde tos, ande no lleg aran los chumbos,
m uy gurí, me ¿ió por decir que era que an tes no alcanzaban m uy lejos;
-colorado. ■
— y cuando (-.1 enemigo después de
— i Y porgué. un en cu en tro daba grupas, cuando
— Yo que sé. Me dió por ahí. Tal- volvía la espalda en plena re tira d a ,
vez porque me g u stara el c o lo r. . . nos m estu rab an con los grandes y
Talvez por las m entas que oía del asina, entreverados, los cauchos nr.s
general don F r u t o s .. . Yo no sé¡ i chum baban como a perros y dando
-Juí colorado den de que g a tié . . . De alaridos como indios, blandiendo
antes, en una revolución, se a rria b a tam bién las chuzas con n u estro s b ra­
con todo. Chicos y grandes. Todos zos de niños, y a fuerza de ver todos
servían. Y yo, pa servir, quería h a­ los d ías c o rrer ta n ta sangre, con el
cerlo con los míos. Y aprovechando corazón endurecido, nos en trev erá­
que B orjes e ra del pago y am igo de bam os con los oue h u ían y m etíam os
'mi fam ilia, me ju i con él, antes que fie rro que daba m ie d o ,. . .
m e a rria ra n los contrarios. ¡Que se c r e e ! . . . .
Con los cuentos que oíannos a los
Servicios que prestaban grandes, en l^s fogones, de hazañas
— ¿Que servicios p restaban en el de otros guayaauises, tra tá b am o s eB
ejército los guayaquises? estas carnicería* de superarnos los
C uidar las caballadas: concu rrir unos a los ot<:.>s. con actos de au d a­
a las carneadar para ay u d ar a a ta ­ cia.
ja r el ganado, cuerear, m a ta r a ve­ — ¿Y en esos m om entos nunca sin ­
ces y llevar la carne a los fo g o n e s .. tiero n m iedo?
E n fin : de todo un poco. Las b ata­ — ¿Miedo d-í que?
lla s las preseuci&bamos desde lejl- — De que l->» chucearan tam bién
2
— 18 _

a ustedes, o que después, d u ran te Izquierdo de apelativo, que era muy


las horas del :>ueño, se les presenta­ corsario, muy ap alead o r. . .
ra el “ finao ’ . . . . . Y créame. En la pelea, era maula-
— ¡Pero, no ie he dicho, mi ami­ zo, el muy indino!!!
go, que nos soltaban mesmo, como — ¿A que hombres de figuración
si juésem os perros, cuando el enemi­ conoció Yd. en el ejército?
go juía? —-A todos. A Flores lo conocí de
El cristiano es bicho muy ruin capitán si mal no recuerdo; y Rivera
cuando juye. ?'!e atina mas que a dis­ tenía por él grandes simpatías. Re­
parar, sin tin > y cada vez mas lige­ cuerdo que ui¡a tardecita, estando el
ro . . . general hablando con unos jefes, pa­
Y pa mayor garantía, m archába­ só Flores a cuballo muy cerca del
mos entoavía apareados con los mili­ grupo, circunstancia que dió lugar a
cos viejos. A um entábam os el bulto que don F ru to s dijera a sus oyentes,
y m etíam os mú .? bulla, llevando con sentenciosam ente.
ello mayor confusión a las filas ene­ — Ese indieeito vale y vá a dar
migas. Y de paso aprendíam os a lan­ tr a b a j o .. .
cear sin jugarnos m ayorm ente el pe­ Con olor a pólvora
llejo, que era lo que realm ente se
quería de n o so tro s. . . — .Recuerda usted algunas accio­
— ¿Y después de una acción así, nes de guerra on las cuales le haya
no sentían escrúpulos, rem ordim ien­ tocado a c tu a r!
tos? . . . . . — C uando la G uerra Grande, con­
— Mire, mocito. Antes no habían tra gente de Oribe, en la costa de
escuelas, no habían m aistros que nos Pando. Nos tuvimos que re tira r, por­
enseñasen lo bueno y lo malo. No que nos doblaban los blancos. En
había nada. La escuela e ra la N atu­ Maldonado tuvim os sitiado al coro­
raleza. Y en todos los pagos no se nel don Gervasio Burgueño, pero co­
hablaba mas que de guerras* de m a-' mo no teníam os mas que lanzas de
tanzas. La vida era fácil, pero pe­ "palom eta” no pudimos hacer nada.
rra. En donde quiera se carneaba No? retiram os ante los refuerzos que
un anim al pa com er; — y nosotros, había m andado Oribe en socorro de
dende los prim eros años, dende que la plaza.
gateábam os, ham edecíam os nuestros <—Y las lanzas de “ media lu n a” ?
pieses en ia tibieza de la sangre que — Esas eran de lujo; y sólo las lle­
escapaba a borbollones de la res re­ vaban los oficiales. Algunas tenían
cientem ente sacrificada pa sacarle como complemento unas virolitas de
unas achuras pa com er. . . fierro, para que m etieran ?u ld ito . . .
— De modo que iban a la gu erra E n el Paso do M ejorana, sobre el
ya h e c h o s .... Vejiga, una fuerza oribista m anda­
— Así es, sañoi ¡E ra él D estin o !!! da por Ju an Ramón Suarez, deshizo
una nu estra como d e -160 hombres,
que m andaba ti coronel don F ran ­
P rofecía de R iv e ra . cisco Tajes. Como la cosa se puso
— ¿Cómo tra ta b an a Jos guayaqui- fea desde el principio, nos hicieron
ses?. . . re tira r a los miayaquises, buscando
— Como a milicos; y euando había la incorporacron del grueso del ejér­
que castigar nos daban leña con sa­ cito de Rivera, m ientras el jefe colo­
bles o con varas. Es n a tu ra l; éra­ ra d o -seg u ía paleando en retirada.
mos todos m uchachos; y como a ve­
ces hacíamos alguna judiada, nos . E q Q uinteros
castigaban en Ja form a que ya le he Cuando la i evolución ae Cesar
dicho, o bien metiéndonos en el cepo D íaz,‘y a 'e fá fcficiál a “dedo” ; y ser­
de l a z o ... . ví con Ju an José Poyo, que era veci­
R ivera nos tra ta b a siem pre con no y a guien m'< padre, no obstante
c a riñ o ;-p e ro ^él no estaba mas que ser de pelo contrario, le prestó cua­
un ratito con nosotros. El canario ren ta onzas ta r a la p atriad a; — y
Borges, tam bién era muy bueno. Pe­ con él me encontré en el ataque a
ro, en cambio, nabía un oficial indio, Montevideo, llegando hasta lo que
— 19 —

es hoy Plaza Cagancha, en cuyo pun­ en la rodilla irau ierd a y un lanzaso


to m ataron al mayor Macedonio Fa- que, entrándom e por el brazo dere­
rías cuando saltaba la trin ch era que cho, — arrib a — me salió por la es­
allí habían Ifvantado los blanóos, palda. En esa cam paña, me encon­
con baricas,. F ’i esa oportunidad de­ tré en Coquimbo, tom a de la F lorida
jamos escapar ti triunfo, que lo te­ y Paysandú.
níamos en la m ano; y pa purgar el
mal, nos internam os en la República E n la del 70
En Cagancha, peleamos así (y cierra Cuando la de Timoteo Aparicio,
el puño, e n tu c'a sm a d o ); — y triu n ­ en el 70, volvi a servir con Felicia­
famos. Y de allí, m archam os h asta no Vidal, — 'hombre guapo, — en­
Quinteros, en donde nos atajó el in­ contrándom e í¡. la B atalla del Sau­
dio Medina q’ie se había vendido a ce. Ya nos habían redotao; — pero
los b la n c o s.. . como los blancos en vez de perse­
Yo formaba p arte en esos momen­ guirnos enseguida de vencernos, em­
tos, de la vanguardia, de la que eran pezaron a rooar el parque, el gene­
jefes Enciso y Castro, quienes, al ha­ ral Goyo Suarcz, seguido de M elitón
cerse el pacto, habían quedado sepa­ Muñoz, que er?, un buen lancero, de
rados del resto del E jército, por el Cayetano M octero, del célebre P an­
Paso de Quinteros. cho Chingolo, que vive en “ La R am ­
Cuando C e ^ r Díaz les mandó avi­ b la ” (San R am ón) y de otros mu­
so de que había celebrado un pacto chos mas q u ) no recuerdo, nos gri­
con Medina, ellos se enojaron y yo taro n dándonos coraje y rehaciéndo­
les dije que p araría para el otro la­ nos y cargando, nos tocó vencer des­
do, para incorporarm e a las fuerzas pués de ru d a brega.
del coronel Poyo, a lo que, se opusie­
ron term inantem ente C astro y Enci­ E n la de T ricolor
so, diciéndomp; E n la d e 'T re s Colores (T ricolor)
— ¡Pero, que vas a hacer m uchar supe servir con el po rtu g u és M andu-
c h o !. . . ¿Está.» loco? quinha C arbajal, de Minas, — un
Si pasás pai otro lao le van a de­ loco’ dé guapo ese b árb aro — pelean­
gollar los blancos. No creas en pac­ do en la Costa del, A vestruz y en Ce­
tos. rros Colorados. E n la C añada B ra­
Y ante ese razonam iento, senté va, en donde term in ó la revolución,
el garrón. me tocó peleai: fu erte, al lado de Me­
Momentos después em prendíam os litón Muñoz, que recibió un feroz
la m archa rum bo al Brasil, dejando hachazo en la cabeza.
al grueso del ejército revolucionario, E n la del Q uebracho no la corrí,
que se había entregado confiando en aunque me p resenté a las a u to rid a­
el valor de un compromiso de honor des de Canelones.
tan sangrientam ente violado.
— ¿M archaban apurados? 97
— No, señor. T ranquilam ente Iba­ Con el indio Aicoba hice la del 97;
mos carneando a las horas... Los pero no ganam os pa sustos Los
gubernistas quedaron engolosinados blancos nos llevaron de calle, por
con los pobre.3 que se les entregaron delante, en la Capilla del Sauce, de
en el Paso y que constituían la casi Illescas, dispersándosenos la gente.
totalidad del ejército revolucionario. Y entóayíá cstabám os con el Jesú s
en la boca, — agregó riendo de bue­
Cruzada, Libertadora , na 'gaña el 'viejo 1L arrañ ag a, —
Años desoués, serví tam bién en cuando a los d rs días nos volvieron
la Cruzada L ibertadora, bajo las ór­ a pegar o tra felpiada bárb ara. ¡Ya
denes del coronel don Feliciano tfi- era mucho d isp arar a q u e llo !. . . Nos
dal, .de Canelones; y ya con el grado habían ag arrao cortados . k .
/
de teniente, pero siem pre a "dedo” .
Cuando no.: aproxim ábam os, -.a í9 0 *
Montevideo y el mismo día que- h i­ ■ .Cuando la.d e 1904, m e'tocó hacer
rieron a Fausto A guilar cerca fde .la .p a tria d a ccm el genera}'B enaven-
Las Piedras, me ligué un balazo tie, /peleando ert T a ra riras; 'cuya ac­
— 20 —

ción me resulté un aguacero de ba­ la h ija menor t;ene once años. Vivo
las. Allí nos voltearon muchos sol­ en San Ramón, trab ajo con guasqul-
dados . . . tas, de trenzador, a ratos; __ y
Yo, que servía ¡bajo las inm edia­ otros, los deruco al cultivo de la tie­
tas órdenes del coronel K linger, du­ rra. Realizo jornadas de siet 3 y ocho
ra n te el fues"», hacía mis disparos a leguas a caballo holgadam ente. An­
los blancos en compañía de un ofi- dar a caballo, es para mí, uno de loa
cialito rubio de Montevide, guareci­ placeres mas grandes de la vida,,
dos los dos detrás de un peñasco porque me recuerda mis días de ju ­
Foguiado v!c'jo, le reculaba el bul­ ventud en que m ordía el cartucho y
to a las bala-? pa que no me lo chum- atáscábam os la carga de pólvora
biaran al divino botón ¿No encuen­ golpeando la culata de la tercerola,
tra ? en la cabezada del basto porque no
— ¡Claro, viejo!! podíamos perder el tiempo, tra ta n ­
— Guapito el muchacho y falto do de encajar la baqueta en el caño
de riflexión, se asom aba toreando del arm a, en el rudo galopar del ca­
a l ñudo, por lo que yo le decía repe­ ballo.
tidam ente. — Díganos una cosa. ¿Vd. nunca
Mire mozo; — no se asome tan to gestionó que lo reconocieran su gra­
que lo van a c re stia r. . . Mire que do m ilitar?
sabe mas el diablo por viejo, que — Nunca. Porque nunca precisé
por diablo . . . ! ! del Gobierno para vivir. Ahora que
Y. . . m esm am ente, lo crestia- estoy viejo, he perdido to d o .. . To­
r o n . . . !! dito
Yo lo agarroé de una pata y tira n ­ — Vd. podría justificar sus servi­
do, tirando, le acomodé a trá s del cios?
peñasco a mi lado y lo salvé. — De las últim as patriadas, estoy
Talvez ande po ay el h o m b re. . . seguro que existen constancias en el
E stado Mayor del E jército, porque
A falta de papeles picanazos se nos apuntaba. De las más vie­
— Bueno amigo, le dijim os; — ya jas, no sé, parque nunca me ocupé
hemos hablado bastante de p atria­ de esos detaJIes. Pero sepa, señor,
das. Cuéntenos algo de su vida. que si alguno llega a poner en duda
— ¿Y qua les puedo decir? todo cuanto le he dicho, pronto es­
— ¿Cuanta* veces se ha casado? toy a m ostrarle los picanazos que
— Dos. Del segundo m atrim onio llevo en mi o s a m e n ta .. . .

DOCUMENTOS DE NAVEGACION
DESPACHO » E 137 AÑOS. — TERMINOS DEL CONTRATO

El señor Ju a n M. Gorrero, ©ires- moftiivois han escapado a la historia


t&itgioso comodlOTO del Yíucht ‘Club escrita, nos ¡ha obsequiado con un
■idal U ruguay, deseando contribuir precioso documento, expedidlo en
tam bién al esfuerzo que dtesd-e lar- Buenos Aires, q¡ue cuenta con la
~go tiempo a trá s venimos realizan­ friolera de ciento trein ta y sdiete
do ipor la divulgación de 1«s cosas años.
viejas de los ipu^lblos del Rfo de Dice así:
la P lata y que por diversidad do
— 21 —

tre in ta y cinco lib ras sin respon­


t der p o r averías.
Y al cawnpíLimientto tde lo que d i­
cho es, me obligo en toda fo rm a de
“Conocimiento p a ra el despaclu
de las naos que van a los reynos derecho: Y p ara que conste firm p
de C astilla” . 4 dQ U(q tenor, p ara cum plir el uno.
Que es feoho en la ciludiad de Bue­
Digo yo, idon José JBuistamante y nos Aires en :qiuinse a Julio de m il
Gayón,— Maesiüro -que soy de üa setecientos idchenta y ocho.
F ragata nom brada, la Menorca, que Jo sé B u stam an te Gayón.
al presente está s u rta y ancLaida em
este Surgidero, y proxim o p a ra con (H ay una rú b rica grande y com­
di favor de Dios, hiacer viaje a los plicada).
Reynos ¡de C astilla: Otorgo, y con­ Como podrá haberlo apreciado
fieso haber reeditado y cargado den­ el lector, las ifaltas de o rto g rafía
tro de la dicha m i Nao, deibaxo de en el docum ento ique hemois tra n s ­
cubierta de ella d e idon Nicolás del cripto “deside la cruz a la rú b ric a ”
Campo por su cuenta y riesgo nus- san escasísima®; y ello se débe a
beciemtos veinte y seis cueros al que se tra ta de u,n form ulario im ­
Pelo con la m arca del m argen. (P. preso, que fuera de toda druida lle­
20.— E. y otros. D. a fu eg o ). varían los caipitanes de barcos, m a­
Y de ellos me doy por e n tre g a ­ rinos ciare soto llenaban a ipluima su
do a satisfacción, y me obligo, l l e ­ nom bre, el de la nave, los ,del c a r­
vándome Dios N.o Sr. a salvam en­ gador y consignatario, cantidad y
to oon idiclha mi Nao a l P u erto de clase del cargam ento y precio del
CalÉz, 11 otro donde se diere por flete.
cumplido el R egistro, de e n tre g a r­ Es de siuiponer.se, que p o r fa lta
le a vos, y en vuestro nom bre, se­ de ipalabrerío no h ab rían de 'pro­
gún costum bre y estilo a don Do­ ducirse conflictos: y mudho m enos
mingo F erry ausente a su Poder. con aquello de que el tobo de m ar,
Y haMendo hecho m i fiel en tre­ para la m ejor g a ra n tía del cum pli­
ga, según y como (debo, se me ha m iento de sius obligaciones firm a ­
de pagar por su flete, lleva y con- ba cu atro docum entos d e un m is­
dución a diez Reales vellón cada mo tenor, pava cum plir el u no” .

LAS ACADEMIAS

SOLIS T GLORIA — LA DEL PICA FLOR Y OTRAS — A DOS VINV


TENES LA MEDIA PIEZA — POLKA EL FERRO-OARRIL —
CUADRILLAS MADAME ANGOT — EN EL “BU FFET” — SE­
RENOS Y MILICOS — LA PARDA DEOLINDA — LAS MILON­
GAS — HACIA LOS BARRIOS BAJOS.

ü/scribimos esta crónica, p ara los entonces c u alq u iera de esas pala­
“ Jóvenes” que hayan cum plido los bras ex tran g eras p a ra denom inar u n
T5 años por lo menos. local de reu n ió n d estin ad o a baila
¿C abaret? ¿P igall? ¿D ancing? de gente alegre, si no h ab rían re íd o
¡Que ee éso !!!! de buena gana, al escuchar los nom ­
Digan ustedes que fueron “ mu­ bres que se q u erían d ar a las muy
chachada pierna” , si hubieran oido criollas “ academ ias” , en las cuale»
— 22 —

Vds. supieron lucir sus Habilidades to y Piedras, recibía a sus contertu­


de danzarines milongueros. lios la muy m entada de la “Negra
Haciendo nómina B rasilera” , local frecuentado por la
flor y nata de la muchachada y que,
Mas de un abuelo que nos lea, ha­ aparte del baile, oifrecía también sus
brá de recordar con inafable placer, salones para que se d e sju n ta ra el
las academias de José Fernández, vicio del juego.
que funcionó en T reinta y Tres y En Cerrito y Maciel, brindaba la
R econquista, y que “ hasta alfom hra de la vieja Rufina, su buena volun­
te n ía ” . La célebre “ Solís y G loria”, tad para entretener a sus marchan-
del catalán don José, hom bre mo­ t ,p, ¿ e i <<i>i¡ca-,fll o r ” , e n M e r c e d e s
rrudo, con c-p (1p ■'"i l - y Rondeau, que era la que se lleva­
fren te al Mercado del Puerto, re­ ba la palma, al decir de otro infor­
genteada por e l “ eo'mpa” Kiginio, mante, era regenteada por el porte­
bajo de estatura, pero grande en va­ ño V alentín, h ornare simpático, de
lor personal, bien probado en cuan­ r r n n y e r b a y d i c h a r a c h e r o , q . i e sa-
tas ocasiones se le presentaron. l'-ncor?? p ein ar p o r la ili^nt^la.
La academ ia “ Solís y G loria” , que
era la más popular de todas y la Entrennos a la academ ia
preferida por cuanto m arinero y mi­ Estos locales de baile y de juego,
lico había en Montevideo, contaba eran frecuentados por m ujeres de vi­
adem ás con salas de ru leta, de blan­ da airada; jé lo constituían amplios
ca y negra, de "batifondo” o sea “ 32 5-'jlonív ,*;> ^ '"oMüario v ndomo
al billar, bancada” , etc. etc. que unos largos bancos de pino sin
Uno de los varios inform antes con pintar, arrim ados a las paredes, las
quienes nos hemos entrevistado pa­ cuales ostentaban de trecho en tre-
ra escribir esta crónica nos decía r-- 0^ P 7)^nfí'cin unas
con no poco entusiasm o, que en “ So­ bolsitas de género, propiedad de las
lís y G loria” se extrenó la polka ti­ bailarinas y que se destinaban a
tu la d a “ Eil F erro C arril” del m aes­ g uardar las latitas que les entrega­
tro Caneschi,— italiano, — cuya ba. el mayorengo, regente, o basto­
música, reforzada con cacharros, la­ nero, — ique los tres nombres se le
tas y fierros, im itaba a las m aravi­ daban — cada vez que percibía del
llas, un tren en m archa, “ con pito y danzarín el im porte del derecho al
todo” baile, pago que se hacía siem pre al
Igual éxito alcanzaron las cuadri- iniciarse la pieza y a la m itad de la
lias de ^,,0 misma.
ban el delirio entre los danzarines, Antes de que la banda de música
quienes tom ando en alto, los extre­ rompiese en una milonga, (enton­
mos de los dedos de lar mano dere­ ces el tango no lo bailaban más que
cha de la dama cuando llegaba el los negros en los candom bes)— en
momento r- . - o nn una habanera, en un vais o en una
adem án como si fueran a producir cuadrilla Cor» n n pía-
la rotación de la compañera, que sa­ tito, recogía de cada bailarín, la su­
lía entonces como un remolino, has­ ma de dos vintenes, dando a la com­
ta la fila opuesta, de la que volvía pañera del mismo, al igual de como
en idéntica form a y vertiginosam en­ se procede en las esquilas, una lati-
te hasta la suya, en interm inable ta que representaba “ un vintén” , fi­
espiral. Y cuanto más vuelta daba la cha o 'in p ^ bjjsíta de
“ n in fa” y cuanto más hacía inflar su dueña, quien, term inado el baile,
por la acción del aire sus enaguas realizaba la conversión, por dinero
alm idonadas, por m ejor bailarina se contante y sonante. A la mitad de la
le reputaba. pieza, el bastonero gritaba:
Próxim a a la de “ Solís y G loria1', “ ¡Páre la m úsica” , — y ejecuta­
funcionaba la “ Del T riunfo” , de la da la orden, volvía a pasar con su
popularlsim a vieja Sixta, m adre del plátito, para recojer otros dos vin­
renom brado ta ita Cecilio, elemento tenes, de cada bailarín.
prestigioso de los bajos fondos. — ¿De m anera, — inquirimos, —*
En Perez C astellanos, entre Cerri- que cada pieza demandaba a un bai­
— 23 —

larín, un desembolso de cuatro vin­ pertenecido a los cuerpos de línea.


tenes? E n tre estos guardianes del orden, fi­
—Ni más ni menos. — P ero ha­ guraba u n a y u n ta brava, c o n stitu i­
bía quien se conform aba con b ailar da por dos gallegos, que por lo gua­
nada mas que m edia pieza, por vez. pos, resu ltab an dos fieras. Iglesias
En cambio, la en trad a a l local era y Avalos, que tales eran sus apelli­
com pletam ente gratis. dos, ten ían sus paradas en Pérez
— ¿Sistem a de alum brado? Castellanos y P ied ras; y C errito y
— ¡Oh! ¡B astaban dos o tres lám ­ Maciel, respectivam ente. G randes y
paras a petroleo, que colgaban de buenos amigos, se prestaban m u tu a­
alam bres que; sujetados en el techo m ente am plia y decidida protección
pendían en el centro del salón. en los casos mas peligrosos y siem­
pre se hicieron resp etar, del elem en­
Milicos contra serenos to m aleante y de los milicos pen­
Aparte de los incidentes persona­ dencieros.
les que se iproducían dentro de las Una vez que se arm ó u n a gresca
academias y que en la generalidad interm inable, Iglesias tuvo que m a­
de los casos no pasaban a m ayores ta r a un cabo del tem ible 5 o. de Ca­
porque se reg istrab a a todo el que zadores, recuperando a los pocos
penetrase a esos locales p a ra re ti­ días su libertad.
rarle las arm as que portasen, — se — ¿Y como peleaban los serenos?
producían tam bién en ¿a vía públi­ — A m a c b ^ t o . q u e •eá'-írivruy.n c c n
ca, grandes batallas cam pales en tre la derecha, m ien tras que la lin tern a
“ los serenos” , — a los que llam aban que p ortaban con la m ano izquierda,
por la linterna de que iban provis­ enfocaba l a c a r a d e l o n e ” i ' ro q r o .
tos “ biohitos de luz” , — y los m ili­ encandilado, cerrab a los ojos y e rra ­
cos de los cuerpos de línea, que en ba sus golpes. Y como entonces el
estado de em briaguez casi siem pre, alum brado público dejaba mucho
promovían grandes desórdenes. que desear, los efectos Ge la lin ter-
Y la situación se complicaba m a­ ita resu ltab an sum am ente eficaces,
n
yormente, porque era costum bre in- p ara que los serenos, a su vez, pu­
veterj.da en aquellos tiem po-. •- q¡i- dieran dom inar al in fracto r.
los jefes de las unidades m ilitares
recomendaran a sus soldados, que La parda D eolinda
jam á- entregaran presos a un E ra por entonces e strella de p ri­
guardia civil o a un sereno, porque m era m agnitud, una p ard a blanca,
consideiaban un desprestigio p ara el arro g an te y herm osa, llam ada Deo­
uniforme, ver a un soldado del E jé r­ linda, — quien — por su b rav u ra,
cito sometido a la au to rid ad policial. se las ten ía tiezas con el más p in ta­
El milico de línea que se en treg a­ do, em pezando por el propio comi­
ba iuur.riiioníe, era un u-.auIh ; y <-n sario seccional. Muy solicitada la
en el cuartel se le ajustaban después pard a y sum am ente celosa, no me­
las cuentas, aplicándole una buena nos de diez y seis Tenorios que se
paliza. rin d iero n a sus encantos, pagaron
Ebrio o en estado norm al, debía trib u to a sus veleidades am orosas,
resistirse abiertam ente, con arm as o con un soberano ta jo en la cara.
sin ellas, a todo elem ento policial; D iestra en el m anejo del cuchillo
y si era posible, continuar peleando que no se le caía nunca de la liga,
en retirada, buscando la dirección en el m om ento preciso lo esgrim ía,
del cuartel, desde donde su rg iría p ara tra z a r un Chirlo sobre u n a de
quien lo p ro te g ie ra .. . . la? m ejillas del infiel, que quedaba
— Nosotrcs, — decían los m ili­ así m arcado indeleblem ente p a ra to ­
cos, — hacenos la pata ancha, ande da la vida.
c u a d re ........... Se hizo ta n peligrosa e sta m ujer,
Lógico es suponer tam bién que, que el Jefe P. y de Polilcía de la Ca­
en tre el cueipo de serenos, — que pital en época de Santos, Don Apo-
e ra la pollch nocturna, — hubiera linario Gayoso, la deportó “m anu
gente de “peo en pecho” , pues m u ­ m ilita re ” a Buenos A ires, en donde
chos de sus componentes, ya habían prosiguió su vida de ham pa.
~ 24

En el buffet como el auto no se había inventado


— Antes, — nos afirm ó otro vie­ todavía, se m archaba a “ patacón por
jo de setenta y tantos años y que os­ cuadra” .
te n ta como trofeo de guerra la ci­ — ¿Y comidas?
catriz de un soberbio hachazo que — ¿Comidas? Vá usted a verlo.
recibiera en noche Toledana, llevá­ Había un puesto por los alrededores
bamos a las m ujeres al m ostrador del, Mercado C e n tra l.— sobre Yer­
del boliche instalado dentro del lo­ bal — en donde hacían un “ friyé”
cal; y allí mismo, sin m esita ni nin­ que era una especialidad, ¡Qué cosa
gún otro firulete, le pregutábam os: mas rica era ese f r i y é . . . !!
— ¿Qué tomás, china? — Y e r a .........
— Un porrón de cerveza, o una ba- —Una esipeciie de buñuelos a
n a n ita en caña, o un pigulo, o un base de harina, perejil picado
p u c h e r o ... nos contestaban, y de y ce.bolliita. Solíam os comer pesca­
ahí no salían, porque no habían co­ do frito, ta m b ié n . . . Y otras veces
sas mas finas. cuando queríam os nutrirnos con
— P e ro comían allí tam bién? * casas má¡s sólidas, íbamos al alm a­
— No, hombre. Puchero le llam á­ cén del -gallego Matías, un buen
bamos a duraznos enteros, en ca­ homibre — instalado en Santa Te­
ña. . . . resa y Misiones, que cuando andá­
— ¿Y el “ pigulo” que era? bamos “ cortadois/” , nos prestaba
—'Los cabitos de guindas en ca­ plata. Allí, a cambio de unos vin­
ñ a .......... tenes, nos servían chorizos y h u e­
vos fritos, sin o tra cerem onia que
Rotisseoríes un pedazo de ¡papel de astrasa a
Otro ex-“ académ ico” , entusiasm a­ guisa de m antel .sobre la burda me­
do con sus recuerdos y que c o n n iv a sa de pino, otro papel de astraea
a los bailes llevando un par dé a l­ por servilleta; y por silla, un tabu­
pargatas en los bolsillos para danzar rete.
con m ayor comodidad, nos afinmó Como cada casa tenía su espe­
que entonces— ¡sí,— se divertía la cialidad, la preferida esn las noches-
muchachada, -con un pequeño desem­ crudas de invierno por nosotrqs,—
bolso de dinero. — Muchas veces, — para el café — era la de Mateo,
prosiguió diciéndonos, — después ubicada en la calle Juncal y Y er­
bal, muy frecuentada tam biér por
del baile que term inaba de una a payadores, quie se daban allí cita
una y m edia de la noche, em pren­ para can tar (milongas de contra­
díam os la m archa hacia Santa Tere­ punto.
sa, hoy Recinto, en donde vivía la ‘4Cabal 1er os m ;1ong u e ro s
aristocracia de la gente de mal vi­ “ La -milonga está formada.
v ir; — y de paso tom ábam os por un “El que .sea más injílons/tiero
vintén el “ aperitivo” , constituido por “Que «ip atreva v la deshaga.
una bananita o una n a ra n jita , con ¿ Vé Vd.? nos dijo entusiasm ado
vino blanco flojito, en lo del muy el inform ante. Ese versito que es­
m entado “ P ichín” , especialista en es­ tuvo m u y en (boga, se tailáreaba y
ta s m anifestaciones de la química al­ se silbaba por las calles /con una
cohólica, cuyo boliche noctám bulo, musdJqiuita así. (Y se puso/a silbar­
funcionaba dentro del Mercado Cen­ la)
tra l. ¡Cualquier día iban al deshacer
Y cuando el estóm ago no daba la (milonga, .i. . !!!! Si había uti:
p ara mas, un vaso de leche en el entusiasm o loco por ese [baile!!. . .
tam bo de Marcelino, de la calle Al- — Bueno, Interrumpimos. — Que­
zaibar, nos deja'ba como nuevos. damos en que el café de/ lo de Ma­
— ¡ Qué épocas sublimes, aque­ teo, era <bueno. . . /
llas, mi buen am ig o !! La m uchacha­ — ¿ R u e ñ o ...? Una especialidad,,
da de entonces no era de “ form alli- crémelo. Superior. . . ! ! ! !
nes” como la de ah o ra. . . . Allí retem plábam os ¿ cuerpo y
Champán, champán. Cham pán!! el 'espíritu, con un “Miriñaque” ,
¡C ualquier día! ¡Ni en affiches para com batir el frío. ÍEn una p*
veían Jas m ujeres esas botellas!! Y labra: tonificábamos el coraje.
— A lguna especie de. “ cañonazo” , •Y Máxima R abanito
sin d u d a. . Va de ayudante mayor
— ¡Que cañonazo ni que ocho Por ser la paica m ejor
c u arto s!!. . . . E l “ m iriñaque” era Y am iga del com padrito.
un Ibuen café can boirahata y anís. A M arica Cañonazo
Riquísimo, — cihé, — delicioso. La .nombraré d e 'teniente
¡H om bre!!! Ya que usted me iba P or ser la más indecente
¿eolio ¡revivir aquellos lejanos días, Y acostum brada a estos casos.
siento la nostalgia del “m iriñaque” Tam bién m archarán triu n fa n te s ...
Y después de quedaT du ran te . . . triu n fa n te s . . .
unos segundos em honda m ed ita­ Y se me acabó la cuerda, am i­
ción, el “ ex - académico ” term inó t o . . . Non me ricordo p i ú . . . Bue-
ro , pero p ara m uestra, b asta un bo­
dicoiendo a la vez que paladeaba, tón. ¿No le parece?
como si acabara de beber el deli­ ■
— E n efecto, y ¿qué más nos pue­
cioso néctar. de d ecir de las "‘academ ias” ?
— Ya me lo to m aré en casita. . . — ¿Le parece poco lo que hem os
Payadas y m ilongas ta b la d o sobre el p a rtic u la r?
¡Qué tiem pos aquellos, term inó
El célebre Ju an de Nava, de m uy diciéndonos el viejo amigo, después
buena fam ilia, del que tan to se han fie exhalar un hondo suspiro que
ocupado los diarios y revistas de borbotaba rem iniscencias. ¡Si daba
Buenos Aires, llam ándole el últim o su sto v iv irlo s. . . !
payador iporque ya no quedaban Y icuianido después de h ab erle e s­
mas troveros de sus condiciones y trechado efusivam ente la diestra,
que falleció no hace m ucho en aque franqueábam os la p u e rta de su d e s­
lia capital, inició en lo de Mateo, pacho, oímos que nos decía:
su vida d e payador, cantando da — O ig a !. . .
contrapunto, siem pre con gran éxi­ Dimos vuelta, y el "ex académ i­
to de ®u p a rta co” , sonriente, pero con cierto aire
— Y bien, amigo. Hemos hablado <?e severidad, nos hizo el gesto pe­
de milongas y de payadores. ¿R e­ cu liar de indicar silencio, poniendo
cuerda unted, la le tra le alguna de el índice de su d ie stra sobre loa
aquellas, la que estuviera más en labios.
boga, por e je m p lo ...? — Ya lo sabe, che. M ucha dis­
— Son macanas, — ché, — son
macanas. Cosas sin pies ni cabeza, creción. No me vaya a m eter en un
»iue no vale la pena m e n ta rla s . ♦. . lío. Mire que ah o ra soy una per­
— ¡Hombre, hom bre, h o m b re !. . . sona re s p e ta b le . . .
No se nos achique, ahora! ¿Qué es Lo m iram os sig n ítlv atlv am en te;
eso? y no sabem os si h ab rá in te rp re ta ­
— A v er. . . Sí. . . H abía una que do lo que quisieron d ecir nuestro s
empezaba a s í. Déjeme pensar un po­ ojos, — ya que, — por respeto a
co. ¡Ah, si! F iguraban "d am as” muy su reconocida y bien probada hom ­
c o p e tu d a s.. . O ig a .. . bría de bien y p o r respeto ig u al­
“Al Paraguay va a m archar m ente a sus canas venerables, no
De paicas, un batallón se atrev iero n a decir loe labios.
Llevando su dirección — ¡"Q uedá” tran q u ilo viejo tibu­
A los m uros de H um aitá. rón! . . . Te guardarem os el seore-
De brigadier general *
M archará Carm en Piojito.
O rigen de las d iv is a s p a r t i d a r i a s
CUAJj FU E LA PR IM ER DIVISA ORIRISTA, COLORADA, PRIM E­
RO Y BLANCA DESPUES. — RIVERISTAS, PRIMERO, CELES­
TE Y LUEGO COLORADA. — POÍRQUE SE CAMBIARON. —
EN LA ACCION DE CARPINTERIA

El ilustre general francés Mangín, Lavalleja ^n esta cam paña bélica,


en la visita que nos hiciera no hace adornaban sus som breras con divi­
mucho, interesándose tam bién por el sas coloradas, — que tal era la de
origen de los partido® tradicionales, Rosas — , con la siguiente leyenda:
que ta n ta sangre han coistado al país, “ R estaurador de las leyes” .
preguntó a un em inente hombre pú­ La divisa punzó, fué, consiguien­
blico, qué quería decir eso de blan­ tem ente, la prim era en rodear la co­
cos y colorados y como habían su r­ pa de los sombreros de nuestros
gido tales adjetivos para n.a desig­ gauchos y la sacaron a luz—precisa­
nación de lois partidos que, d u ran te mente— los adversarios dél general
casi una cen tu ria vienen dividiendo Rivera.
a la fam ilia oriental. Y el interpe­
lado, hombre de vastísim a prepara­ La segunda divisa
ción, pero cuyo fuerte no es la his­
toria, — así en sus detalles nimios, Poco después, el genera; Oribe, a
—contestó en una form a imprecisa la sazón Presidente de la República,
E l m ilitar francés al hacer públi­ por decreto del M inisterio de Gue­
cas, en su patria, 'las impresiones rra y Marina expedido con fecha 10
recogidas en Montevideo y al refe­ de Agosto de 1836, establecía que
rirse al partido colorado ,dijo que todos los jefes, oficiales y tropa del
su nom bre se debía al hecho de que ejército de línea, las guardias nacio­
el general Rivera m ontara siem pre nales de caballería, 'a s partidás afec­
un caballo de ese pelo. tas a la policía y todos los emplea­
C onsiderando pues, de interés di­ dos públicos en los departam entos
fundir las m otivos que dieron lu­ de campaña, usaran en el sombrero
gar a la adopción de divisas por Tos una cinta blanca, con el lema ‘‘De­
bandas contendientes, llevarem os a fensor de las leyes” .
conocim iento de nuestros lectores, 0© disponía ^
Jos siguientes datos: do decreto que suscribían Oribe, Pe­
dro Lenguas, Francisco Llambí y
L a primler divisa Ju an M. Pérez, que el Estado Ma­
En el año 1836, cuando Lavalle­ yor, Guardia Nacional, empleados
ja auxiliado por Rosas desembarcó públicos, etc., etc., “usaran el mis­
en las castas del U ruguay p ara ayu­ mo lema, que llevarían en una cinta
dar a Oribe contra Rivera, lanzó un visible en los ojales del vestido y en
m anifiesto estableciendo que venía formación, en el som brero” .
al país, “no a d e b atir y luchar sólo No quedaban tampoco exentas de
por los intereses orientales, sino en la obligación, los ciudadanas no en­
nombre de las cuestiones y de la po­ roladas, a quienes se les imponía el
lítica arg en tin a” . uso “del mismo distintivo en los oja­
Los hombres que acom pañaban a les del vestido, como una señal de
— 27 —

6U adhesión a las leyes e institucio­ como divisas y que en su lugar, se


nes de la .República” . . . pusieron tiras de bayeta colorada, de
La divisa blanca, que venía a sus­ los forro® de los .ponchos patrios,
titu ir a la colorada que tra jo Lava­ que fueron rasgados a tales efec­
lleja, fué la segunda que se vió en el tos.
país. Y así, con divisa blanca, unos y
con colorada los otros, se peleó fie­
Lia tercer divisa ram ente en C arpintería, en cuya ac­
Así las cosas, el general R ivera ción, R ivera com pletam ente d erro ta­
no podía ser menos que L avalleja y do, dejó en el campo de b atalla 2 0.0
Oribe; y dispuso a su vez, que las m uertos, 150 prisioneros y 4,000 ca­
tropas de su mando u saran la divi­ ballos, buscando ,él y Lavalle sus sal
sa celeste, con el fin de distinguirlas vaciones, por las P u n ta s del Yí, se
de las fuerzas legales. guidos por dos de sus escuadrones de
La acción del sol y de las lluvias caballería que habían conservado si\
atacó muy pronto el color celeste de integridad.
las cintas ,que quedaron convertidas Desde ese día, cuando el paisan a­
en blancas, dando ello lu g ar a que je te n ía que nom brar a los ejérci--
los soldados riveristas pudiera a ser tos, lo hacía diciendo el de los “co
confundidos con los oribistas. lorados” o el de los “blancos” .
Y tanto se repitió ese dicho, tanto
Blancos y colorados rodó por n u estras cam piñas y pue­
En vísperas de la batalla de C ar­ blos, que, haciéndose carne, dió lu
pintería, librada en las costas del g ar a que lo adoptasen como “nom-
arroyo del mismo nom bre del De­ fcre de p ila ” , los dos grandes p a rti­
partam ento de D urazno ,el 19 de Se­ dos tradicionales de la actualidad.
tiem bre de 1836, entre fuerz.is re­ A unque parezcan p a ra d ó jica s
volucionarias m andadas por R ivera n u estras afirm aciones, — ■hoy, — los
y el general argentino don Juan. La- colores de los cintillos se han in
valle, c.ontra las del gobierno que vertido, porque, la verdad de las co­
m andaban los generales Ju a n A nto­ sas es que, la p íim e r divisa de los
nio Lavalleja e Ignacio Oribe, este “blancos” , fué la “colorada” ; y la
últim o herm ano del P residente, — de los “ colorados” , la “celeste” , cam­
Rivera, que adivinaba que el encuen­ balacheadas sin m ayores cerem onias
tro sería sangriento, dispuso, con el en la B atalla de C arpintería, por la
fin de evitar confusiones en los en- imposición de un m otivo de índole
treverog que fatalm ente se pro d u ­ atm osférico.
cían en todos los hechos d e a rm as de ¡Y con cuánto calor proseguim os
la época, que sus hom bres tira ra n todavía defendiendo los c in tillo s !. .
los trapos descoloridos que llevaban
METAMORFOSIS DEL ALUMBRADO PUBLICO
VELAS DE SEBO. — ACEITE DE PO TRO ..— GAS A BASE TVE GRA­
SA DE YEGUA. — MAS TARDE DE CARBON DE PIEDRA. __
LiA PRIM ERA USINA DE GAS.— LA PRIM ERA USINA ELEC­
TRICA. — EL PR IM ER RADIO SERVIDO POR LA
LUZ ELECTRICA.

H asta 1795 no tuvo Moautevúdeo iniciación, generaba el gais con gra-


otro servicio de alum brado público, Sq de yegua, producto criollo que
que -el de la luna, cuando la había; con el correr de los años, f'ué susti­
y creemos que la luz artifician en tuido ventajosam ente por el carbón
las calles, no habrá sido echada mía" de piedra.
m ayorm ente de menos, por cuanto La epidemia de fleibre am arilla
los entonces no muy muimeros habi­ desarrollada en 1857, dió lugar a
tante,^ de la ciudad, se recoiglan que no pocos habitantes atribuyeran
tem prano, como las galli-nas. una buena parte del desarrollo de
El prim er .paso dado hacia esta la peste a la u sin a;— y fué enton­
meijora de índole edi'lic'a, fué co­ ces que el gobierno ordenó a la em­
mo lo decimos, en 1795, que don presa concesionaria, el traslado de
Francisco Antonio Maciel, el “P a­ su fábrica a otro paraje más distan ­
dre de los P o b r e s ” , asociado a don te ;— y es precisam ente desde esa
Ju an de Molina, obtuvo la conce­ fecha que la usina, que había pasa­
sión em un llam ado a licitación for­ do a ser proipiedad del Barón de
m ulado por eil Cabildo, para la rea­ Mauá, fiunc'iona en el local que ac­
lización del servicio de alum brado tualm ente oouipia de la calle Isla de
público de Montevideo, a base de Plores, entre las de Florida y An­
velas • de sebo, de las llam adas de des. N
“ baño” , de dos tercios de largo y
que, colocadas dentro de u n o s fa­ Luz E léctrica *
roles adosados a las paredes por En 1884, Montevideo fué la pri­
pescantes de hierro, eran prendidas mer ciudiad sud am ericana y de las
en los atardeceres, por negros es­ muy pocas del mundo que gozó de
clavos. los beneficios de la luz eléctrica.
Don Marcelino Díaz y García, anida-
A aceite de potro luz, instaló una modestísima Usina
En los albores de nuestra inde­ e n la calle San José, entre las de
pendencia Nacional, e!l servicio dio F lorida y CiudadeQa, dentro de* un
“ un gran paso hacia el progreso” , viejo -galpón que hasta poco tiempo
ya que la vela fué sustitu id a venta­ •antes había sido utilizado como ca­
josam ente por la candileja de acei­ balleriza.
te de potro. E ste ensayo de servicio de alum ­
A gas de g rasa de yegua brado público, sie hacía exclusiva­
El 18 de Julio de 1854, la 'Ciudad mente a base de lám paras de arco,
inauguró el servicio con ilum ina­ instaladlas en 1Q Plaza Independen­
ción a gas, por una em presa de d o n cia; y desde ésta, por 18 de Juito,
Dem etrio Iso/lla, que instaló la usi­ ih)asta la calle Arapey, hoy de Río
na, servidla com m ateriales traídos Branco.
de Europa, en la calle Cerrito, me­ P a ra que se ipueda apreciar la po­
d iante una concesión para la explo­ tencialidad de la Usina, diremos"
tación de Ha nueva industria, por el •que ella era puesta en m ovimiento
térm ino de ocho años, que fué mas por un modesto m otor de trillado­
tarde prorrogada. ra y por un dinamo sistem a “ B rus” .
Pero lo que no saben todos nues­ Datío el buen resultado obtenido,
tros lectores es que la usina en su di señor Marcelino Díaz y García
— 29 —

«n «1 deseo de d a r m ayor am plitud que hizo el ®eirvicio d e aluimbiraido


a su empresa, a<dq:uir>iió por com pra púMáco a electricidad, ya que, co­
hedha a los señores García Lagos, mo lo hemos diiaho aateniorm ente,
un terreno ubicado en la calle Yer­ ¡hasta esta fedha, el setrviiioio s e h a­
bal esquina Ituealingó, ipara. in sta lar cia exclusiyármente p a ra la. plaza I n ­
ailll la prim era usina eléctrica sud­ dependencia y dos cu ad ras sola­
am ericana. m ente de la oaille 18 de Julio, des­
L o s muicihadhos noctám bulos que de el año 1884.
perdían las noiches po¡r aquell'los 'ba­
rrios, habrán de ireicordar con cari­ E l p r im ^ barco con luz eléctrica
ño, los formiidables m artillazos de
las m aquinarias en su rudo golpear, Como cornpil em ento, podemos
que se sentían d'e®de leijos, no obs­ agiregar que el prim er 'barco en el
tante la música desfcemipdada de los mundo que navegó ilum inado a
organillos, de lois g r i t o s de los ven­ electricidad, fué construido en los
dedores am bulantes y del bullicio astilleros del Salto d u ran te 1* épo­
conistaMé de 3a baile. ca de don Saturnino Ribes y desti­
En 1886, Montevideo fué la p ri­ nado luego a la línea fluvial entre
m era ciudad de la América la tin a esa ciudad y la d'e Dueños Aires y
Montevideo.

LA MANCA CIBIACA

E n t r e . l a gente de Oribe, cuando Don Pablo A. D ugrós, que cultivó


lfl G uerra G rande, e ra célebre por el tra to de esta “dam a” , nos cuenta
«u resistencia p a ra el duro tra b a jo que Ciriaca cambió de vestim enta,
de campo, como así tam bién por su el día que co n trajo nupcias, cuya
valor m ilitar y personal, una china, cerem onia se realizó en el pueblo
m estiza de india, que en toda su de Las P iedras.
vida no usó o tra vestim enta que la E s de presum irse q u ien m andaría
m asculina de chiripá y bofa de po­ en el nuevo b o g ar; y m ucho más
tr o . si agregam os por m era vía inform a­
Ciriaca, que así se llam aba n u e stra tiva, que el canario consorte era un
heroína, reunía todas las condicio­ alm a de Dios.
nes que se exigían a un criollo, p a­ (Cierta noche que Ciria/ca se en­
ra que pudiera llam ársele un gaucho co n trab a sola en ;ia casa, sin tió que
■en toda la linea. G inetaza, enlaza- forcejeaban u n a de 'las p u e rta s del
dora, pialadora y m atarife, e ra in- negocio.
faítable a las carneadas, en donde — ¿Q uién es?,— preguntó.
lucía su destreza como buena cuchi­ — A bra, que venim os p a r com
llera . pras, replicó uno de los asa lta n te s
Este verdadero m arim acho que que, am parados por la soledad del
servia como “asiste n ta ” del coronel lu g ar y éréyendo que no sería cosa
Legrí, hecha la paz de O ctubre del muy difícil im ponerse a u n a sola
51, no obstante su vestim enta y sus m u je r, ten ían por seguro el éxito de
hábitos, se casó con u n can ario que eu em presa.
a rre n d ab a al ya som brado coronel, — E stas no son h o ras p a ra com­
la casa de azotea que este poseía e s p ra s . Y re tlre n sen antee que les
la cuchilla existente emtre los pasos quem e los hocicos, replioó con voz
de “Las P ied ras” y "B1 C olorado” enérgica Ciriaca.
defl D epartam ento de Canelones, y — ¡Ah, china trom peta! — ya ve­
que se conocía con la denom inación réis como t ’eehamoa la p u e rta abajo.
“Pulpería de L egrí” . Y los forajidos, estim ulados por
- * 30 —

la perspectiva de un buen botín, a dejafoa escapar la heroíná de este


una tra ta b an de echar abajo, a fuer­ relato.
za de empellones, la puerta que con — ¡No disparen ésos maulas !
su doble tranca interior, re 3 istía a Vengan, vengan, cañe jo, que Les voy
sus desesperados esfuerzos. a a b rir. . . el m a te .. . ¡ ¡No dispa­
Ciriaca que volvió a sentirse ren, sabandijas !! . . .
“hom bre” , trepó arm ada de dos tra ­ El últim o tiro había hecho reven­
bucas al altillo; — y desde allí, por ta r el caño del trabuco; y la explo­
un ventanillo, apuntó en dirección a sión destrozó una buena parte de la
los asaltantes, sonando en la inm en­ mano derecha a aquella valerosa
sidad de la noche un form idable es­ m ujer, que ella misma se encargó
tam pido. momentos después de am putar con
Los gauchos tan inopinadam ente su cuchillo de trabajo.
Agredidos, como si lo hicieran desde Desde ese día, se le denominó
el cielo, abandonaron m ás que lige­ “La m anca Ciriaca” , y no obstante
ro sus propósitos de asalto y tra ta ­ esta ta ra capital para una persona
ron de buscar la salvación, en los de su temple, prosiguió campando
lomos de sus caballos; — pero no por sus respetos.
sin que antes sonara otro disparo se­ Y haciendo honor a su idiosincra-
guido da un grito de alegría, de do­ cia, no tuvo descendencia.
lor, o de rabia, que a todo pulmón Fué toda un “hamBre” .

De sargento a teniente

«rosé Bonavia, que murió hace en el cantón de la boca calle de


ya algunos años con el grado de la esquina de la casa de Ribero,
m ayor del ejército nacional, era en cuyos fondos fueran fusilados
hijo de un viejo m arino genovés, más tarde el general G-ómez y al­
radicado en Montevideo, y que se gunos de sus compañeros de in­
dedicaba al cabotaje. fortunios.
Cuando estalló la revolución de El blanco dé los disparos era la
Flores, que pasó a la historia con Comandancia M ilitar, a la que ha­
1? denom inación de “Cruzada J-*l- bía que reducir.
D ertadora” , nuestro biografado fué uoyo Suárez, — entonces coro­
citado para que form ase en carác­ nel, que era el jefe inmediato
te r de simple soldado, en las fuer­ de las fuerzas a las cuales perte­
zas del gobierno, que por enton­ necía Bonavia y q*ue observaba con
ces era regido por el Partido Blan­ toda atención las m aniobras de su
co. Co-lorado decidido, no quiso en subordinado,, exclamó entusiasm a­
tal ocasión tampoco, escatim ar el do ante el éxito de uno de los dis­
esfuerzo de su persona para el paros de la pieza:
triunfó de sus convicciones p arti­ — ¡Bravo, alférez B onavia!!!
distas; y, con ese anhelo pudo es­ Y . el recientem ente ascendido de
capar de Montevideo para incor­ m anera . tan ¡inesperada, prestando
po rarle á las huestes del general mayor atención y mayor serenidad
Plores, qiue m erodeaban por el De­ ante una lluvia de balas que lo
partam ento de Canelones. auroleabán, volvió a repetir con
bitiada la plaza de Paysandú, el mismo * éxito de puntería, un
que can tanto heroismo se defen­ "nuevo disparo, que ‘m ereció tam ­
diera bajo el' mando superior de bién estás r palabras del coronel
Leandro /Gpmez y Lücás Piriz,' le Suárez:
tocó al sargento Bonkvíá ' actuar — íBravo teniente 'B onavia!!!
cierto díÉL‘ en calidad d e artillero, ' No ' sabemos haeta que grado
Habría alcanzado allí el ya tenien­ El teniente Bonavia que por ra ­
te Bonavia, si una certera bala que zones de sentim entalism o había
le hirió en la ingle, no lo hubie­ abandonado la carrera m ilitar, se
ra tumbado. Mal herido, lo lleva­ reincorporó al ejército muchos
ron a casa de una fam ilia de ape­ años después; y d u ran te <el gobier­
llido Sardo, cuyo jefe era m arino no de Ju lio H errera y Obee, des­
del cabotaje y gran amigo de los empeñó las funciones de edecán
padres del artillero, en donde a con el grado de sargento mayor.
tuerza de cuidados y desvelos, se
le salvó la vida.

MEDIO SIGL O ATRAS. ..


OHEVELAS Y GORROS BOK0ADO S.— LOS BAILES.— ¿LAiS NIÑAS
EN LA SALA.— ‘‘LA PLA NCH A ” .— E li DUEÑO D E CASA,
ViüI-iA.— E L AMBIGU.— LA S CUADRILLAS D E LOS
ATEJOS.*. A CASITA... UNA FR A SE DE “EFECTO'*

Dq gorrito y chinelas p ar 'la acelra, p a ra lucir nuejor, tan


En idistimtas oportunidades nos coqueitonas prendas de rvestir y de
.hemos ocupada de reuniones socia­
calzar.
les, pero sin detenernos m ayor­ Los bailes
mente con 'las que se1 realizaron Los bailes die hay, dilf.iieren fu n d a­
cuarenta años atrás. m entalm ente die do© de aquellos
Poir aquellos días., nuestros bue­ días.
nos (papás, en l>as horas die la ta r ­ L a orquesta, e ra u n conjunto a r ­
de, se asionnaban a la p u e rta de sa­ mónico dei iinstranneintos de cuerda
lle, eu)btriendK> sus cabezas con um y die .madera, ,siin la malla com pañía
gorrito de terciopelo bordado en die los cachorros, putos y p alitroques
oro y de «uyia cúpula pendía un de loa qule en la actu alid ad hacen
borlón dte gusanillo de oro; y a b ri­ de un acto q'Uie debiera ser sinfóni­
gaban sus cuerpos «om u n redingo­ co, u n a b atah o la de esas que se a r­
te, ouyto espesor servía ta n to p ara m an en camipaña :por todia una fa­
in'váerno como p a ra veramo. Y en m ilia oompeiaina con el filn de evi­
vez diel botín, •,g eneralm ente de los ta r qiue lias m angas die lan g o sta vo­
llam ados d e * elásticos, puesto que lad o ra se posen sobre loa frugales.
los di©- abrochar galo los calzaban los
niños- y las “pollos” — unas chi­ La^ niñas en 1# sala
nelas bordadas, desahogaban las fa­ Valses, polkas, shotis, imaiziurcas,
tigas del pile y exte/riiorizaban a la- cuadrilllas, ¡lanaeros, pericón nacio­
vez y al igttial dei la gorra, liáis pon- nal y aflgiumo qjue otro miilnué p a ra
derable» cualidades de bordadora q u e .s e Lucieran los viejos de ver­
die una de las niñas d e la oasa o de dad, e ra el .repertorio oibliigiaido (fe
la “patirona” , o de u n a ahijada. todos tos bailes.
Entonces e ra corriente! ta m b ié n , Las señoritas, no obstante sus
que fuera preciadísim o y frecuente largasi y am plias polleras no cru-
regalo en la solem nización de un ziaban la s piernas, no form aban co­
santio o pagando una atención, unas rrillo s ni se mleizcllabain en las g ru ­
chinelas o un gorrito de éstos de pos de los hombreis, sino que p o r el
confección casera y que ta n to ha co n trario , d esd e que llegaiban al lo­
(populariaatdio G arihaldi en la s es- cal y .después de h ab er pasado por el
tampa« que ¡reproducen eu tan agen. “ to ilete” p a ra d e jar líos abrigos y
Y ha<bíla que ver l a elegancia del dar a sus peimaJdos el:.ú ltim o reto-
garbo de "los viejos” en sus paseos tlu/e, oicupaban las sillas que bor­
— 32 ^

deaban la ©ala; y allí esperaban pa­ a hiacer iigiual indicación!. . .


cientem ente a que un joVe'n las fiue- Lo menos qiue le pueden respon­
ra a in v itar para danzar. Term ina­ der, els algo, asi por el estilo.
dla La pieza, en ívez de pro-cederse —■ '¡'Salga de ahí, con ese “paque-
coimo ahora, quie «se deja a la com­ te M! ¡Diga, viejo: ¿Ouámdo aíbren
pañera ni biiein siueina el últim o com­ la “ biibllioteca” ? — refiriéaudose al
pás de la m úsica, en el miediiio die la comiedor. En eso, sí, que no lo de­
«ala, se le llevaba adonde huíbiera sairó!
una silla desocupada, preferentem en­ Y imuchas Ivecefe tam bién, el due­
te ai/ lado de ¿la m adre o de una h er­ ño die casa les llevaba las señoritas
m ana; y si no había asiento dispo­ adonde ellos se encontraran para
nible, el 'hombre se consideraba obligarlos así a bailar.
obligado a bailar las subseguientes Antes, la m u jer que no bailaba,
piezas, hiasta encontrarlo. E n la m i­ — “que planchaba” . — no telnía de­
tad de u n a danza no se síe/mtaba a fensa. n i podála disim ular siu incó­
ninguna señorita, a menos que exis­ moda situación. Allí quedaba como
tiera un pedido -die ella, porque tal clavada en la silla, esperando a “ un
actitu d im portaba uua desatención. guapo", o a uno de “Itois volunta­
E.s n a tu ra l que tan estado de co­ rios” que. como m om entánea tabla
s a s d ie ra ¡lugar a QiU,e algunas mu­ de salvación, les enviaban los due­
chachas que poico tenían qiue ag ra­ ños de casa, un amago condolido,
decer a las diosas Hebe o Venus, pe­ o .el novio die urna herm ana afo rtu ­
ro que, en caimibiio le's sabraíba inge­ nada.
nio para defenderse de lia “plan­ i Y habla Que ve»r la cara sonrien­
ch a” ,— asi llam ada la circunstan­ te que poniiajn las pobres mucha-
cia die no bailar, — Ue^ e n tra ra d ia s, cuando un joven recorría con
cuando estaba ¡pop te rm in a r la pie­ su vista la h ilera de sillas en bus­
za, u n a locuacidad toooirttaible, h as­ ca de una compañera que Ue resul­
t a que, iniciada nuevam ente la m ú­ ta ra de su agrado. . . ¡<Elsa m irada
sica, se1dinsánuaba con una p a ra ellas im portaba toda u n a promesa de
llrresiistible sonrilsia. eterno agradelcimüento! . . .
— ¿No está cansado, v e rd a d ? . . . E l am bigú
— De ninguna m anera, señ o rita.
Al c o n tra rio . . . A Ha hora ide abrirse el comedor
Y a los acord/es de un víais o de los jóvenes incvitaban en prim er
ana m azurca, la p areja volvía a per­ térm ino, a las señaras m ayores
derse etatre las m uchas que danza- h a sta adonde las conducían die a
bam. Ella, -contenta de bailar una dos (pior vez, u n a de cada brazo. Es
pieza m ás; y él, maldücáleaud'o tai- n a tu ra l que como e l núm ero diei se-
vez en su fuero inferno die lo que, ñora^s ¡era siem pre infinitam ente me­
con justeza, llam ara im pertinencia n or que el de señoritas, algunos po­
de su com pañera. co am igos de “cargar con viejas” ,
se hicieran los distraídos m ientras
E l dueño de casa se insinúa. hubiera de ellas en la sala, p ara ir
Los dueños de casa se considerar­ acompañados soflámente por las chi­
í a n obligados a decir a algunos de cas, que manchaban siem pre en se­
los mozos que en vez de bailan, pre­ gundo térm ino.
ferían praseauaitar el espectáculo r en­ U.n malón de esos que se llam an
costados en los m arcos de Has puer­ “ indiiadas” , e ra cosa desconocida.
tas. Las invitaciones p ara pasar aíl co­
— ¡Oómo es eso amÍgnitos! . . * medor o bufet, eran siem pre prece­
U stedes am ontonados a<*ui, como didas de la siguiente imatareación del
bandadia die toroasas y tantas ni- ca/ballero y acompañas de ceremo­
ñ¡as siin b a ila r por falta de mozos! niosa reveirencia:
¡Vamos, vamos! usted, fulano, sa- — Señorita, ¿ gusta usted pasar al
«que a zutaina y u sted zutano saque am/baigú?. . .
a fulana! . . . — Con m ucho gusto cab añ ero . . .
Y allá m archaban resignados F u ­ Y no se concebía que ningún
lano y Zutano. joven acom pañara a u n a señorita si
— ¿No quiere acom pañarm e a no lo hacía de riguroso braoete.
b a ila r esta pieza, señorita? Hoy, ai no van sueltos, él hombre
— Con muchísimo gusto, jofven... va ciiñienjdo con una de sus manos
¡Que vaya boy un dueño de casa el brazo de la mujeír.
La Playa Ramírez en 1895
La estrechez del m arco «de una buena educación. Y en estas piezas
puerta que no consentía el pasaje particiiipaban también los “'casco­
de tres personas a lia vez, oibligaba tes” de amiD'OS sexos qiue, previa-
al manicebo a tom ar a cada nina de tn,ente y en -medio de1 bromas, se in-
las niñas, lois extrelmos de los de­ vitaDaux para “ form ar p arejas” .
dos 'de La mamo quei le dieran y que — Comadre.— Ya sabe que cuen­
en talelS ciricuinistancias lilban gene­ to con Vd. para esta cuadrilla que
ralm ente por !lio alto, paira ocupar van a to c a r. . .
menos espacio y no perderse así, en — Mire que y* estoiy media ol­
ningún momento, el comitacito entro vidada, com padre. . .
e,i terceto. — Vd. siempre m odesta.
La plancha - —'En se rio !! . . . ¿No tiene mie­
Vueltos a .La sala '^n idéntica for­ do a las “perdices” ? (así se lla­
ma, el b-aiile se reanudaba ooin igua­ maba al hecho de equivocarse en
les ent’usiasmois. las figuras de la danza).
El jo|ven dieede el quilcio de una — ¿Con Vd.? ¡Jam ás de los ja ­
puiertia (pamba reíváJs«fca; y d!esde allí mases . . - ! ! ! Tan luego con la
“ echaba el ojo” a la señorita que m a e stra !!
debía ser su com pañera; y a^proxi- — No; si el m aestro es Vd. com­
m|ánidose d esputéis al objeto do su padre.
preferencia, la invitaba luego de Y cuando ya en plena cuadrilla o
rendirle profiuinida reverencia: en* pleno laíncero, alguien equivo­
— Señorita: ¿es gustosa Jusited de caba un movimiento, encongía su
acom pañarm e a bailar este valse-si­ cuerpo como si p retendiera así
to? ocultar su vergüenza Q la vez que
— Perdónenme joven: pero estoy oía los cariñosos chicoleos de sus
com prom etida, ¡con cuya frajsie que­ compañeros y espectadores, trad u ­
ría de!ciiir, que esa pieza ya había cidos en frases del siguiente tenor.
sido acordada a otro. — ¡Mire -que abundan las perdi­
Y entonces -era frecuente ver, ces, ¿eh? Y no hay quien las m a­
que ese mismo Joven, p ara no “ que­ te . . . . ! !
dar en sieco” , y hacilendo die tripas Pero, indiscutiblem ente, la parte
corazón, repitiera la invitación a la que llenaba de mayor encanto a los
velcina de al Jado., que muchas ve­ bailarines, era la “fig u ra” de la
ces 'era de las “ pl'anichadoras son- “ cadena” , con sois saltitos de chin­
rieutes” quien, como podrá im agi­ gólo y con las m architas laterales,
narlo el lector, se felicitaba del im primero:, y de a uno en fondo des­
pedim ento die la amiiga. pués, paTa form ar hom bres de un
¡Pobres planchadoras! Las había lado m ujeres de otro y volver a
veteranas que, lie gañido a su casa saliuidarseí, pero esta vez, todos a
después diel baile y echándose so­ una y tom ados de las manos.
bre i¡a caima con sus roipas de fies-
tais, rom pían en sollozos. A casita. . .
— ¡No (voy m ás a bailes, no voy y
no voy! repeiMan entre hipo e hipo. Term inado el baile se form aban
La mocadla de ahora, está ecihada a caravanas de gente que m archaban
perder. Se am ontonan en las piuer- a sus respectivos barrios a pie,
tas y no quieren bailar! . . . ¡Que comentándose la im portancia e in
táene mejoir Fulana qne y o ? . . . cidencias de la fiesta; y en eso*
¿Vamos a v e r? . . . ¡Y sin embargo, grupos, m arahaban adelante pero
ella bailó toda la no*che! . . . no a larga distancia, las parejas de
jóvenes que hablan “estado de tena
Las cuadrillas y los viejos porada” .
Los lamceros y las cuadrillas, esos En cierta excursión de éstas, re a ­
bailes tan gentiles que desgraciada­ lizada en magnifica noche de -luna
m ente han m id o en desuso, ser­ y de u n a tibieza deliciosa, en que
vían para qne ta n to hombre® como se aiprecdabam n íitid anuente a '1® d re-
m ujeres, pudieran lu!cir en las cere- to n d a las cosas y Jos oibjetos por la
moniiias de 1-ois saludos, de lias visitas diáfana claridad que reinaba, uno
y de los paseos, todio iel donaire que de esos jóvenes, abuelo hoy y muy
pueda desenvolverse al caJlor de una diado emtonoes a decir frasea “ sus-
— 35 —

tanoios^as” , y quien, por añadidura — ¡Qué herm osa n o ch e!!. . .


gastaba para estas solem nidades ¡Estam os en una Aoche de Lon­
galera de felp.*, y levita, — aprove­ dres . . •!
chando el momento en que la coqjí- A lo que una chica pizpireta, no
tiva &e detenía frente a un zaguán pudo menos que responder.
para despedirse de los que queda­ — Realm ente, joven. Solo falta la
ban, mo puido menos que exclamar niebla y el f r ío . . .
entusiasm ado con cierto énfasis — ¿Vendad, señorita? asintió el
de sapiencia ante el espectáculo enam orado de La noche.
grandioso y solemne quíe le depara­ Y se quedó tan fresco, como Bi
ba “la ¡pálida v ia je ra ” . h i:\oiera estado al relente de una
noche de L o n d r e s ...

Lavandera de « La Estanzuela » con sus «yimbitos », al abrigo de


choza en lo que hoy es Parque Rodó
De todo un poco

E l origen en nuestro país, de las Bueno; será porque ya no tene­


razas vacunas, caballar, lan ar y rnos tierras recién pobladas. . .
cabría. — Abogados y pro­
curadores no los querían Chivas y ovejas
como elem entos de co­ El origen de los anim ales ca­
lonización— Tráfico de bríos y lanares en <el Río de «la Pla^
negros esclavos. — ta, ise debe a don Unflio de Chaves*
Su comercio en quien de vuelta del virreynato del
el P la ta Perú, dejó en <e¡l Paraguay ¡determi­
nada cantidad de cabras y ovejas.
E l origen de una g ra n riqueza La procreación -consintió años
después, que tan simpáticos y pro­
En ©1 año 1536,— puede decirse, ductivos anim alitos, (llegaran a las
— se inició la población *de equinos m árgenes del PHiata, en domde en­
en la cam paña die Buenos Aires, contraron am biente ruáis proipicio
con um. plantel de cinco yeguas y p ara su fecundante desarrollo.
siete caballos que abandonaron Los P a ra que eil lector pueda apre
pobladores de la ciuidad. ciar el valor que por entonces te­
Añois (después, en 1590, don To­ nían las ovejas, diremos que en la
rre de Vera y Aragón, introdujo de ciudad de Cuzco, se pagaba por ca­
Charcas, cuatro mil vacunos, cua­ d a una de eLla^s cincuenta o sesen­
tro mil ovejas, quinientas cabras y ta pesos fuentes.
quinientas yeguas y caballos.
Tailies Ihan sido las bases edhadas Vacunos
p ara -la gran riqueza que con tan En lo que se re n e re al animal
saneados (prestigios ostentan los vacuno, debemos decir, que allá por
puelblos deil Pilata. el año 1555, un señor Gaete, por­
tugués de origen, condujo desde
No íes m al sastre quien conoce el Santa C atalina (B rasil) hasta eJ
paño Paraguay y por cuenta de los her­
•Cuando en 1537 el A delantado m anos don Eiscipión y don Vicente
Alvar Núñez Cabeza de Yaca, zar­ Goes, siete vacas y u n to;:o, impor­
pó del puierto ide San Lucar, h a ­ tados de “lia,s E spañas” , cuyo con­
ciendo proa a, estos lares, recibió junto» fué el prim er plantel que ha­
órdemes severíigimas deT gobierno bía die sum inistra^ con e*l trans­
español en el sentido de que no curso úe los años, otros nuevos,
perm itiera iel establecim iento en sius para l° s pueblos del Río de la Pla­
colonias, ni a letrados ni a procu­ ta, que hoy con justo título, pue­
radores “'por haber enseñado la ex­ den vanagloriarse de ser un factor
periencia qiue ten las tierras recién im portantísim o en el comercia
pabladas ocasionaban diferencias y miundi'al de ¡la carne.
pleitos, de (donde se originaban dis­ Gaete, que condujo los animales
cordias m ortales y odios imiplaca- por tierra, recibió como compensa­
bfl'as, con grave) perjuicio del públi- ción por lo que debió ser penoso
oo” . trab ajo id'e tropeo, u n a vaca, que
¡Cómo 'cambian los tiempos! . . • por aqueil entonces im portaría c? •
Hoy, ilos albogadios y procurado­ si, una fortuna.
res campean Po<r todos lados;— y El Municipio de Montevideo dló
loB primerois realizan su carrera el nomibre) de “Goes” , rindiendo ho­
universitaria sin ninguna eroigackra m enaje a los herm anos que impor­
por concepto de matrícula©. taron los anim ales que nos ocupan,
— 37 —

a la calle que lleva hoy, efl¡ nom ­ de im portación, abonaba al reino,


bre de “Aveniidia General Filores’r . tre in ta y tres pesos con cincuenta
En 1580, la procreación oomsdn- centésimos p o r cada negro que in­
tiió que Garay, fundador de Buenos tro d u jera; y se h ab ía celebrado
Aires, hiciera tra e r desde el P a ra ­ adem ás un contrato con la Corte,
guay algmnos anim ales p a ra poblar obligándose la com pañía a intro­
la c a m p a ñ a ; y en 1679, el Gober­ ducir tre in ta y ocho m il esclavos
nador Garro, hizo tra n sp o rta r a la d u ran te la g u erra que sostenía Es­
“ Banda Orientad” , por cuenta del p aña; y cu aren ta y ocho m il des­
Rey, n n a tropa dei ganado vacumo, pués que se celebrara la paz.
para poblar la campiña uruguaya y É ste infam e comercio pasó des­
estim ular con bu procreo, la veni­ pués a poder de u n a com pañía in­
da de gente de Buenos Aires, con el glesa.
fin de resiguardar ¡mejor, así, el te­ Y p ara que se vea el escrúpulo
rrito rio de aquella capital. que sobre el p a rtic u la r sentían las
E l caballo en el U ruguay “ naciones civilizadas” de la E uro­
pa, direm os que en 1517, esos m al
Algunos anim ales de la raza ca­ llam ados derechos sobre comercio
ballar que Riquelme, al abandonar hum ano estuvieron a cargo de los
San Juan B autista, bulbo de d ejar flam encos h asta 1 ~ sü . Los genove-
por las fuerza® de las circunstan­ ses que siem pre fueron ta n hábiles
cias,— 'dieron lu g a r a que en poco navegantes como buenos com ercian­
tiemipo, procrearan con asom brosa te s hicieron sus razias de negros,
rapidelz. desde 1595 a 1600, con positivos
Tal h a sido el origen de la raza beneficios pecuniarios. E n 1600 el
caballar en esta República, de cu­ gobernador portugués de A ngola,
yas enormes cantidades qwe vivían Ju an José Coutines, celebró u n
en completo estado die libertad, nos contrato, obligándose a in tro d u cir
hemos ocupado ya, detenidam ente, en la s colonias españolas de la
en el prim er tomo de “ Recuerdos A m érica, cuatro m il dos cientos
y crónicas de a n tañ o ” . cincuenta negros por año. E n Agos­
to <de 1701 se celebró o tro co n tra­
Comercio de negros esclavos to con la compañía. R eal de G uinea,
La introducción y v en ta de ne­ establecida en F rah cia, p a ra la in­
gros, se llevaba a térm ino, como si troducción de esclavos. Y fin al­
se tra ta ra de cualquier anim al. m ente, E spaña c o n tra ta en 1713
E n 1702 se fundó en Buenos A i­ con In g la te rra la Introducción de
res una com pañía francesa, que se los desdichados negros a estos jó­
llam aba de “Asiento” , p ara la im­ venes países, suscribiéndose el con­
portación de negros, teniendo u tra to en MadTid, el 26 de MaTZO
casa en el R etiro. Como derechos del expresado año.
ES VD. CURIOSO?
IiA H ISTO R IA EN SIN T ESIS D E LOS ASILOS D E MENDIGOS D E
H U ERFA N O S, D EL CU ERPO D E BOM BEROS Y DE LA FO RTA ­
LEZA Y FA RO L A D EL C ERRO

E l A silo de M e°digos dad (M aciel), dentro de una sala


E l Asilo Piñeyro del Campo quo que1 estaba bajo el patronato de la
funciona en la Unión, conocido tam ­ “H erm andad des Caridad y San Jo ­
bién con el nom bre de Asilo de Men­ sé” .
digos, que tal fué su prim itiva de C orrieron los años; y con ellos,
nominación, debe' su origen a una las necesidades de am pliar la bené­
donación de terreno, que a tales fi­ fica obra iniciada por el sabio y pa­
nes, hizo en el año 1347, don To­ triota sacerdote.
más Basañez. Un señor L ahitte hizo donación
Allí se levantaron en plena Gue­ del terreno en donde hoy funciona
rra Grande, las prim eras construc­ el Asilo, imponiendo la condición de
ciones que sirvieron de: sede al go­ que debía erigirse tam bién dentro
bierno y com andancia m ilitar de del mismo perím etro, una capilla pa­
Oribe; y todavía pueden verse algu­ ra la realización de oficios religio­
nos calabozos, que han sido tra n s­ sos, como así tam bién la construc­
form ados p ara fines más hum anita­ ción de un local p ara escuela públi­
rios. ca en la que se diera instrucción
E n realidad, la inaguración co­ g ratu ita a los niños pobres de los
mo Asilo de Mendigos, data desda alrededores.
1860 que se inició con trece1 camas Con esa base, con la decidida y
solam ente: siete p ara hom bres y eficaz cooperación del pueblo que
seis p a ra m ujeres, con la concurren­ contribuyó a la colecta que se levan­
cia del entonces Presidente de la R e to y con el apoyo del gobierno regi­
pública don B ernardo P. Berro, a cu­ do entonces por el coronel don Lo­
yo acto asistieron tam bién m inistros renzo Latorre, quién más tarde man-
¿el Estado, dijplomáticos y altas per­ ciiiara tan noble empresa — pudo
sonalidades, dando lugar a que en inagurarse el edificio que hoy sir­
ta l ocasión se pronunciaran los dis­ ve de asiento a este nosocomio que
cursos de práctica y a que se re a li­ se encuentra bajo la dependencia de
zara una m odesta fiesta. la Asistencia Pública Nacional
El régimen laico que impera en
E l de H uérfanos o Dámaso todos los establecim ientos públicos,
Larrañaga se im plantó en 19.16: — y desde en­
tonces y por especial pedido de una
iEl Asilo que ahora es conocido comisión de damas, se disgregó a
por "Dámaso L arrañ ag a” y que otro­ capilla del resto del establecimien­
ra, cuando funcionaba el torno en to, con todos sus atributos religio-
el frente de lá calle Jackson, llam a­ por, ipara ser regida por las peticio­
dla aintes Asilo, se llam aba de nantes.
H uérfanos, tiene su base en 1813, El torno, en el cual se deposita­
en quie, por iniciativa >diel pres­ ban las ori,alturas anonimiaimiente pa­
bítero doctor don Dámaso L arraña­ ra qiue de ellas 's>e hiciera ca^go el
ga, empezó a funcionar como una Estado sin ninguna clase de docu­
dependencia del H ospital de Cari­ mentación ni referencia, estaba em­
— 39

potrado en la pared que dá sobre la cado, porque a ello se considraban


calle Jackson; y hasta no hace mu­ obligados por vínculos de solidari­
chos años, una chapa de m árm ol dad.
adosada sobre la misma pared os­ Y así ocu rría h a sta 1884, m ás o
tentaba la siguiente cu arteta: menos, en cuya fecha ya se h ab ía
“Mi padre y mi m adre adelantado un poiquito m ás en el a r­
“Me arro jan de si te de extinguir los incendios, pues el
"L a Caridad Divina Cabildo conta'ba con un carrito pro-
"Me recoge aquí” . visito de un m anga, velMculo que en
Este procedimiento mecánico p ara la estación de estío, realizaba sus
a introducción de expósitos en el salidas h a sta la vereda d e enfrente,
Asilo, dió lugar a que las pobres p ara hacer el riego de los canteros
herm anas de caridad que perm a­ de la Plaza /Constitución. P o r en to n ­
necían de guardia al lado del to rn o ces desem péñaba la s funciones de
fueran victim as de más1 de una bro­ portero o eoneerje die la J e fa tu ra de
m a de m al gusto, en tre las cuales Policía, el inolvidable don Paiblo
puede contarse la .má® frecuente., B anales, que con el co rrer de los
que consistía en la presencia de un años 'habría de ser uno de los fu n ­
am enazante perro, que un gracioso, cionarios más populares y queridos
después d e (haber hedho sonar la de Montevideo, C uando la cam pana
cam panilla de alarm a lo introducía dJe a Martlriz anunciaba que había
desde la calle (haciendo g ira r el to r­ estallado un incendio, B añales salía
no para, llevar la intrajquilidad a las a todo escape con su carrito hacia el
pobres m onjas. lu g ar del siniestro, cuyo vehículo
a rra stra b a n los presos del Cabildo,
E l Cuerpo de Bomberos a quienes custodiaba una gu ard ia
Antes, cuando no existía cuerpo die la ifcroipa d e lín ea de servicio en
de bomlberos ni cosa que se le p are­ aquella institu'ción, con el fin de in­
ciera, al estallar un incendio, I06 tervenir tamlbién con su m uy m o­
cam panarios de las iglesias se en­ desto elem ento de com bate p ara la
cargaban de prevenir al pueblo, con extinción del fuego.
un repiqueteo especial de lá cam pa­ El gran incendio de un molino de
na mayor, de lo que o cu rría; y los la calle A graciada, cuyo heolho ocu­
vecinos, policía y tropa de línea así rrió en 1887,' preocupó seriam ente
prevenidos, ee lanzaJban a la calle la atención de la población que ya
con baldes, con tachos y cueros, y había dejado de ser un villorrio; y
después de consultar al horizonte el coronel don J. M uró que a la sa­
p ara cerciorarse de que punto salía zón desem peñaba in terin am en te el
la hum areda, corrían veloces ¡hacia cargo de Jefe P. y de Policía de la
el lugar del siniestro. C apital en sustitución del general
Todos los al gibes de la ciudad p a ­ don Salvador Tajes, que se encon­
gaban su tributo; y m ientras uno de tra b a enferm o, convocó a la pobla­
los tantos "bom beros” voluntarios ción nacional y ex tran g era exor-
sa.caba ag u a de aquel o dlel pozo, tán d o la a co n trib u ir a la adquisi­
p a ra irla (volcando (dentro de una ti­ ción de los útiles que, dotados a un
na ©olocala al lado del brocal, los cuerpo de bom beros, h arían que es­
demás vecinos form aban cadena pa­ te llenase con éxito su com etido.”
ra irse pasando de mano a mano el El llam ado del coronel M uró tu ­
balde o la la ta de agua, cuyo conte­ vo éxito, constituyéndose una comi­
nido, cuando llegaba al lado de la sión q u e in teg raro n el expresado
hoguera, ya iba reducido a más de m ilitar como P resid en te; Vice, don
la m itad. Francisco Gómez; Tesorero, don
En la intervención de los incen­ Pedro E tdhegaray; Secretario, don
dios que se com batían asi, a balda- Joeé C. M orera; y Vocales los seño­
zos de agua, y con cueros m ojados, res José M ontero W entises, José
no había clases sociales. Desde el Luis M isaglla. E scribano Venancio
m ás encum brado personaje h asta el R u ’z, Pablo Mañé, José Bonavia y
mára hum ilde de los hom bres, todos Ju a n Comas.
aportaban su esfuerzo personal en Como resultado <1* I»* »»■«»«<*«o»»
^ r- f r ---------------------- « ---------- • - ........... ,--1 ............
— 4, 1) -

ron a la policía representada en el minación de Fortaleza de Santa Te­


caso por los señores iGlosimbo Baci- resa, del Departamento de Rocha,
galuz y Eleuterio E. Cazal, el 14 de votando para los expresados -fines la
Abril de 1'8\88, los m ateriales que suma de $2.500.000.00 cuya suma
sirvieron para el novel Cuerpo de debía proporcionarla el Perú. Como
Bomberos y que se encontraban de­ la cantidad expresada no alcanzó
positados en el Regimiento de A rti­ para culbirir los gastos, las oomstruic-
llería No. 1 clones que nos ocupan no fueron
l»a ecuanimidad de don Salvadoi term inadas en la forma que deter­
Tajes, hizo que la superioridad con­ minaban los (proyejcitos respectivos.
firiera la jefatu ra del Cuerpo de los Como datos complementarios aña­
Bomberos, con un plantel de trein ta diremos que durante el año de 1853
y cinco hombres, a don Pablo Baña- la Fortaleza -sirvió >como lazareto; y
Ies, quien tanto se había distingui­ que la fundación de la Villa del Ce­
do en todos los siniestros y que con rro, data desde 1834.
el correr de los añbsi habría de lle­
gar al grado de coronel. Algo más sobre los bomberos
Todos recordamos los apremios E n las últim as “Crónicas de a n ­
en que se veía el veterano jeífe de taño” aparecidas en nuestro suple­
bomberos, cuando años más tarde, mento y a raíz -de hJstoriair la crea­
con sus escasos y m altrechos ele­ ción del Cuerpo de Bomberos en
mentos de acción siupiía con su valer iviontevidea, di'jiimio/s, ateniéndonos
y la tenacidad de sus subordinados a los datos que nos proporcionaran
v fiue él tan !b ién les había inculca­ qu/3 el extinto cooomei Pablo Baña-
do, los escapes de agua, que a ciho- Ies, que por espacio de tantos años
rros, salían por los innum erables fué digno jefe de aquel cuerpo, co­
agujeros de aiqu.ellas mangas que, menzó su carrera como bombero,
por veteranas, protestaban así de cuando aún no estaba constituido
sus ya dilatadísim os serviciosaquel cuerpo, ocupando a la vez el
cargo <de conserje del antiguo Ca­
La farola del Cerro bildo.
El funcionamiento del faro que Con inform es más precisos, afir­
desde la cumbre del Cerro sirve de mamos hoy que don Pablo Bañaíes
guía a Ia navegación, 'data destele ei nunca desempeñó aquellas funcio-,
año 1804, sin que ello no quiera de­ nes, habiendo ingresado en 187)8' a
cir que su lum inidad haya sufrido la A dm inistración Pública como
irterm itencias como ocurrió en S-Imiple bombero, en el diesitacameú-
1843, a poco de iniciarse la Guerra to que m andaba en ese entonces,
Grande en que, la escuadra argen ti­ con el títu lo >de encairgiadlo de las
na al mando del alm irante Brown bombas, don José Reynés, d u ran te
que bloqueaba el puerto, la destrozó el gobierno de Lratorre.
a cañonazos. Poco tiempo después el señor Ba-
Y ya que /hablamos de la farola ñales pasó a ocupar el puesto de
justo es que hablemos sintéticam en­ don José Reynés, y fué desempe­
te siquiera de la fortaleza que la so­ ñando el mismo que el general Sal­
porta. vador Tajes, jefe político de Mon­
En el año 1753, el Gobierno E s­ tevideo en Í888, lo llevó a la je ­
pañol dispuso la construcción del fatu ra del Cuerpo de Bomberos, en
expresado recinto, como asi tam ­ atención a sus m éritos excepciona-
bién de,l q/ue se conoce con la deno­ es, al crearse este cuerpo.
LA VIBORA DE LA CRUZ
( LEYENDA INDIGENA)

— Cuála es la Víbura mas ponzo­ — Es’c uchá, pues. Cuando esíte país,
ñosa, ta ta ? era tu ito campo abierto y que, casi,
— L a crucera, m ’hijo, la crucera casi, lo m andaban i0,s indios, por­
— ¿La de la cruz? que ellos eran los m as, unos flaires
— La mesma. a quienes tild ab an de jesu ítas y que
— Algunos dicen que es la del enseñaban a los infieles a ser cris­
cascabel. . . tianos, se establecieron en unía tol­
— Los que no están bien enteraos dería, en cierto p a raje de allá po el
de estas cosas. N orte, por las Misiones O rientales,
— ¿Y porque es más peligrosa la que ricien las había conquistao pa
de la cruz? la P a tria el general don F ru to s y en
— ‘P orque dim ana del cristiano. donde aquellos, form aron u n a gran
— C óm o?. . . ¿Del cristiano, ta ­ estancia y u n a is c u e la .. ,
ta? — ¿Y iglesia, ta ta ?
— i D ejuro! ¡Del cristiano, no- — Y onde has visto, vos, — gu­
más! . . . rí, — flaires sin iglesias?
— ¿A v e r ? . . . ¡Cuente, ta ta , — 'Como u sté no las m e n ta b a . . .
cuente, que ha de e sta r güeña esa — <3-üeno; calíate, porque si no
h is to ria !!. . . es pa pior. Al prencipio, la iglesia
Y el viejo abuelo, después que ju é un rancho; y las dos cam panas
hubo picado naco sobre la palm a que ten ía pá llam ar a m isa a la in­
de una de sus m anos y de e stira r diada, colgaban de unas crucetas de
con el lomo de su enorm e cuchilla ñandubay, por fafta de m ichinal que
la hoja de chala p ara lia r grueso ci­ ias a g u an ta ra , — m esm am ente al
garro que encendió tom ando de! fo­ fren te de la d e n tra d a al rancho.
gón una brasa de espinillo, empezó Los flaires, pa ten er contenta a
así sus dichos: la indiada, hacían de cuando en vez
— H abía una v e z . . , unas fiestas llam adas tupam bays y
— P ero-. . , ¿es cuento ú historia, á las cuales solían co n cu rrir tam­
ta ta ? bién indios de o tras layas, — -Ven-
— Lo mesmo dá. Es cuento y es tendés, borrego?, — indios de o tra s
historia. Es algo así como pan con trib u s, — y que entoavía no habían
grasa. ¿Te gusta el pan con grasa, d en trao del todo por la ceveliza-
borrego?, — añadió el viejo soca­ ción, — cuyas fiestas eran de comi­
rronam ente, después que hubo aspi­ lonas a base de asaos con cuero, con
rado v erdadera nube de hum o de su la ñapa de domas de potro®, corri­
''abaco de picadura y al que daba es­ das de so rtijas, bailes y algún poco
cape a grandes bocanadas por en tre de chupandina, porque has de sa­
las m arañas de su b a rb a h irsu ta y ber m ’hijo, que los indios eran tam ­
poblada*. bién muy afetos al tr a g o . . .
Güeno; — entonce no me inte­ E n cierta riu n ió n de estas, se ha­
rrum pas, porque de nó, siento el bía allegao tam bién u n a india joven
garrón del converso y te quedás sin y linda como u n a flor, a quien por
el cuento y sin la h isto ria . . . ¡Dia­ eso mesmo llam aban “ Sol del am a­
blo ‘e muchachos, estos, que siem­ necer” . E sta doncella se d iferen cia­
pre han de esta r escupiendo al asao! ba de las o tras por su firm e volun-
-—Ta bien, ta ta , com ience. . . tá de no q u erer p a rtic ip a r en las
danzas y en no a ten d e r tam poco a
— 42 —

las tendidas de alas de naides. P a­ en cristiano pa que la comprendá»


recía como si juyera de miedo a que mejor. ¿M’entendés?
le empañasen con el contacto, el — ¡A h !!
espejo de su herm osura, en el cual — Güeno; meto lerna y corro
solo podían m irarse los mancebos tiento. La calunia se jué esparra­
dende lejitos y las m ojarras cuan­ mando de toldería en toldería; y su
do ella se arrim aba a la playa a ponzoña, llegó a incarse como espi­
arran car flores de cam alotes. . . na ’e coronilla, muy hondamiemte en
E n tre los muchos aspirantes a la el corazón de la pobre india, quien,
mano de “Sol del am anecer” , figu­ deseperada invocaba a sus dioses, al
raba el hijo del cacique del pago, “ Tupá” de su raza y al “ Ma-ndejara”
doncel que por mas esfuerzos que de los cristianos, para que castiga­
hizo en el sentido de dispertar las ran a su difam ador, que tan bien
sim patías de su adorado torm ente, servía a “A ñá” . . .
.en jam ás pudo conseguir de ella ni — ¿Y quién era "A ñá” , ta tita ?
la más mínima esperanza de corres­ — E l diablo de los indios, mucha­
pondencia. cho. El mesmo m andinga de los
Y, naturalm ente; — cuando la cristianos.
india pasaba po al lado de los gru­ Tan grande jué el fervor de sus
pos que form aban los hombres, se rezos, tan tas jueron sus imploracio­
levantaiba entre los misinos m urm u­ nes a Diós y a las estrellas, que la
llos de admiración, de re sp e to . . . y
cosa empezó a m eter mucha bulla
de codicia» entre la indiada; — y el caluni&dor,
Tuitos ellos, tocados po ese mos­ superstisioso como güen indio, ca­
quito zum bador que se llam a amor, yó gravem ente enfermo, como si
aspiraban a una sonrisa de la desde m esm am ente lo estuviera del “ da­
ñosa india, que im portara una pro­ ño” y sin que ju eran bastante para
mesa de un “ pior es n ad a” , por lo devolverle la salú, los sortilegios de
menos, una sim patía, una esperan­ los adivinos de la tr ib u . . .
za o una aabura de q u e r e r .. . Alguno habló entonce, de llam ar
— 'Parece m entira, dijo uno de a un fluiré. Colijo, — dijo — que
los indios del grupo, qué “ Sol del el rostro pálido pueda salvarlo.
A m anecer” no haiga encontrao en­ Hay que llam ar al “ pahí” dijeron
toavía al hombre que le guste. los indios.
— ¡El e.ué. . . ?, — respondió con Y jué el flaire y vido al enfermo
sorna nacida en un fondo de despe­ que estaba tendido sobre unos cue­
cho, e) hijo del cacique. ros de venaos, con los ojos sumidos
— ¡C ó m o !! !... ¿Acaso t ú ? .........
como boyas, po allá dentro, cerca
— ¿Y porque no? He agenciao al­ de la nuca, de ta n ta fiebre que te­
go mas que sus sonrisas. nía.
¡Sus favores! —'¿Es cierto, le preguntó el flai­
re, que tu juiste am ante de "Sol del
Y dende ese momento, quedó Amanecer?
m anchada infam em ente la h onra de — N derereí, p a h í .. .
l a doncella, por la m ala lengua de — (No, ché. A mi habíam e en cris­
un despechado, — prosiguió dicien­ tiano como yo t ’hablo y como vos
do e! viejo, — m ientras que con el sabés hacerlo tam ién . . .
índice de su diestra, trazaba m arcas — Digo que es m entira, padre.
■y mas marcas, sobre el rescoldo del — ¡ A h ! . . . ¿y pa que m entiste,
fogón. entonce? ¿No sabés que eso es un
— ¿Y lo'J indios, tata, hablaban pecao m ortal? ¿Porque le levantas­
ansina en cristiano? requirió el chi­ te ese falso a la muchacha?
co con aire pensativo. — .Porque ella no me hacía caso. .
— No, m uchacho; — eran bas­ t^-¿Y querés curarte?
tan te bozalones p’hablar. La m itad — Si, pahí.
la cham purreaban arrevesaos como — P ad re, c h é .. .
en vasco; y la -otra m itá, como en Sí, padre.
indio. P e ro . . . como yo no soy ni — Güeno, yo t ’viá curá. Vos, por
-vasco ni indio, te cuento la historia tu lengua ponzoñosa tenés al diablo
— 43 ~

metido entre el cuerpo y hay que aquí ha de haber ocurrido algo muy
sacártelo aunque sea a la juerza. juerte. Las cam panas siguen doblan­
Estás dominao por tu “ A ñá” . Le­ do entoavía.
vántate y te venís conmigo a la igle­ Y cuando abrió la puerta, — pro­
sia, a u rita mesmo. siguió contando a su nieto el viejo
Y allá se jueron los dos, a eso abuelo, — a que no sabés lo que se
del medio día. vido, gurí?
Ya en la iglesia el flaire ag arró — E l indio incao, entoavía.
del único a lta r que había, una vela — 'No; pior.
muy larg a y dándosela al indio des­ — D ijuntiao.
pués que le prendió juego al pabilo — No; más pior que eso.
le dijo: — No adivino, ta ta , no adivino.
— Tomá esta vela pa que, arro d i­ Diga Vd. ta tita .
llado y rezando sin p a ra rte padres T am añaza >vibura e’la cruz que
nuestros y aves m arías, la sosten- como rabiosa se a rra stra b a p’arrib a
gás, h asta que se consum a del to­ y p’abajo po el piso e ’tie rra . . . El
do. Si te llegás a dorm ir, o se te indio, ché, que a la fija se durm ió
apaga, o se te cai, ten d rás un casti­ y dejó caer la vela, recibió el casti­
go te rrib le de Dios. P a que te de­ go e’Dios.
sempeñes m ejor, naides. d e n tra rá á Tal ju é la prim er v íb u ra de esa
la iglesia y así no t e . distrarrás en laya que hubo en el m undo entero.
tus oraciones. A nsina lavaTás tu pe­ Y el flaire cuando la vido, hacién­
cado. . . Ya &aJbés, indio: ¡No te dole la señal de la cruz, le d ijo en
d u rm á s!! . . . indio pa que lo en ten d iera m ejor.
Y dicho esto, salió el flaire pa su — Hreicó, vaerá, estero ru p í ha ce-
ranchito que tenía al ladito del rran ía , ap u iteru p í h re ra já vaerá cu-
templo. ruzú s e ñ a l!!
— ¿Que quiere decir eso, tata?
Cuando las b a rra s de un nuevo — A ndarás por bañados y por ce­
día ponían en m ovim iento a los pá­ rros, en tre la peor sab a n d ija y lle­
jaro s del m onte, que, e n tre canto y v arás la señal de la cruz.
canto se espulgaban el plum aje pa­ Y la vib u ra ché, ni bien le abrie­
ra e sta r glienos mozos; y cuando ron cancha, juyó como un re-
las fieras, después de una noche de jucilo campo a jü e ra pa e n tre ­
recorridas en busca de sus alim en­ verarse oon los dem ás bichos
tos, ganaban sus guaridas, se sin­ ru in es que poblaban los campos so­
tió de pronto que las cam panas de litarios, llevando sobre su cabeza,
3a iglesia, — sin que naides la toca­ pa m ayor castigo, y pa escarm ien­
ra — doblaban a m uerto. to e ’la indiada, la señal de que h a­
La indiada toda empezó a Ralir de bía sido c ristia n o . . .
sus toldos y de su® chozas, pa ente­ — ¿Y la india, ta ta ?
ra rse de quien era el fin a o . . . — ¿C uala, ché. . . ?
— ¿Y el flaire, ta ta ? preguntó an­ — “ Sol del A m anecer”
sioso el nietecillo. — La pobrecita que se había arri-
— El flaire que ya se había m ali- m ao tam bién a curiosear y cuando
ciao lo sucedido, m archaba en pun­ vido salir al indio convertido en vi­
ta túmido a la iglesia llevando en b u ra, cayendo de rodiF as y elevan­
la mano un santo cristo y seguido do los ojos al cielo, exclamó con el
por mna m ontonera de indios; — y alm a rebosando fé.
cuando ya iba a a b rir la p u erta dán­ — ¡Ché tu p a s im iü ! Lo que en
dose güelta, les dijo: güen cristiano qiuiere decir:
— ¡Qué ninguno dentre, porque ¡V irgencita m ía !!. . .
/F
MONTEVIDEO EN GESTACION
JEN CONDICIONES DE D E F E N S A ---- LOS PRIMEROS POBLADORES
— LOS DIAS DE HOLGANZA — E L PRIM ER CENSO — P R I­
MERAS AUTORIDADES — LA EDIFICACION — IG LE­
SIA MATRIZ — PRIM ERA NOMENCLATURA.

E n condiciones de defensa y techos de tejas, que le fueron


traídas las últim as desde Santa Fe.
Don Bruno Mauricio de Zabala se El heroico de don Jorge, ya ¡que he­
hizo cargo del gobierno del Río de roico tenía que ©er por fuerza paira
la P la ta el 11 de Julio de 1717, y servir de temtacáón a los malones de
años más tarde, esto es, el 24 de la indiada, formó una, h u e rta conti­
Diciembre de 1726, fundaba Ia ciu­ gua a la finca, cuyo predio resg u ar­
dad de Montevideo. daban variois árboles.
El 11 de Ctotulbre de 1716, el rey Puede decirse, pues, que don J o r­
de Esipaña dispuso, aunque siin re ­ ge Burgués fué tam bién el prim er
sultado práctico, porque no se con­ chacarero del Uruguay.
taba icón recursos para ello, que el Más tard e aum entaron el contin­
gobernador del Río de la P lata, a gente de pobladores las fam ilias de
la sazón don B altasar García Ros Sébastián Carrasco, Bernardo Gai-
procediera a fortificar “los piumtos” tán, José Gómez de Meló, Ju an An­
de M ontevideo y Maído nado, con el tonio A rtigas (aJbuelo del lib erta­
fin de evitar que ellos cayeran en d o r), Ju an B autista Calilo y Jeró ­
m anos de los portug'ueses, que ta n ­ nimo Pistolete.
to co.ndiciaban esta,s costa». Otro nuevo contingente de pobla­
v fu é así, domo años más tarde, dores nos llegó el 19 de Noviembre
antes de que se procediera a la de- de 1726, a bordo del barco “Nues­
lineacióm de la ciudad, se iniciara tra Señora de la Encina” , proceden­
el 23 de Felbrero de 1724 da cons­ te de las Islas Canarias, con trece
trucción del F uerte San José, con familias que en total sum aban cien­
m il indio® misioneros que se tra je ­ to seis personas, enviadas por Al-
ron a Montevideo ipara la ejecución zaibar y que, por cierto, constituían
de las obras de defensa, de las que un buen refuerzo p ara la localidad.
sólo quedan boy recuer<Pos y algu­ Poco tiempo después, el 24 de Di­
no que «tro vestigio. ciembre del mismo año, el capitán
El 2 de Abril de 1797 fué bauti­ don Pedro Millán, por orden de Za­
zado el fiuerte que nos owuipa' con bala, procedió a señalar la ju ris­
el nom bre die “ Reducto de P unta dicción de Montevideo y al reparto
del Oeste” , quedando defendido por de tierras a los pobladores.
diez cañones y ciento diez hombres Los días de holganza
que m andaba don Francisco Anto­
nio de Leimus. Muy al contrario de lo que ocu­
rre hoy, que disfrutam os hasta de
Los prim eros pobladores sem anas enteras de descanso im­
El prim er poblador oficial que puestas por el calendario oficial, se
tuvo Montevideo, fué don J o rfe establecieron en los días de la fun­
dación de esta capital, como “fies­
Burgnués, con cinco miem bro de su tas de g u ard ar” , — vale decir: de
famiülia, allá por 1724, quien levan­ holganza, — aparte de los consa­
tó urna casa con paredes de piedra grados domingos, — estas tres ún!
— 46 —

cas y por entonces grandes feclhas: nom brado el sacerdote don Nicoiás
La de San Felipe y Santiago. B arrales; y p ara su sostenim iento,
La Concepción de N uestra Se­ los vecinos se com prom etieron for­
ñ o ra y la de San Sebastián m alm ente a co n trib u ir cada uno de
ellos, con la sum a de doce reales.
E l prim er censo
E n Diciembre de 1728 se levantó Edificación
el prim er censo de Montevideo, que P or entonces Montevideo no con­
a rro jó la cantidad de ciento seten ta taba nada más que con tres o cua­
pobladores del sexo masculino. tro casas de un sólo piso, de la­
E l documento que tenem os a la drillo y piedra; y unas cincuenta o
vista no nos dice nada respecto al sesenta dhoz>as form adas con cue­
núm ero de habitantes del bello se­ ros de vacunos, que por antonces
xo; pero cón toda seguridad puede no valían nada| H acían las v>-'ees
afirm arse, que la población to tal de de albañiles, indios m isioneros qué
la Capital, no llegaría por entonces habían sido ad iestrad o s a tales
ni con mucho, al medio m illar de efectos, por los jesuítas.
alm as.
Iglesia M atriz
A utoridades
No obstante el escaso núm ero de L a p rim itiva iglesia M atriz que,
pobladores, Zabala dispuso que el como lo hemos dicho en el prim er
l.o de Enero de 1730 se eligiera en tom o de "R ecuerdos y Crónicas ele
Montevideo, Cabildo, Ju sticia v Re* A ntaño” , se levantó en la esquina
gimiento, po r elección popular; y que form an las calles Ituzaingó y
esto sí, lo afirm am os: no hubieron Rincón, — costado N orte de la
"g ato s” en el acto electoral, porque Plaza — tuvo su oirigen en unaj
los electores eran pocos y se cono­ reunión de vecinos, celebrada el 3
cían. de Febrero de 1730, en cuyo acto
He aquí ahora, el resultado de la se convino, que p ara la realización
prim era elección que tuvo Montevi­ de la obra, tra b a ja ría n los mismos
deo, cuyo acto lo presenció el pro­ personalm ente,, por tu irn o s'd e vein­
pio Zabala: te, a razón de ocho días por turno.
Don José V era Perdom o, p a ra Al­ Y como si eso no fu era bastante,
calde de P rim er Voto y Juez p u ta­ dos años m ás tarde, an te la demo­
tivo de naturales. ra que se observaba p a ra la te rm i­
Don José F ernández, paira Al­ nación de la obira-, resolvieron los
calde de Segundo Voto y Juez de m iem bros de la expresada comisión
Menores. co n trib u ir con la sum a de diez pe­
Don Cristóbal C. H errera, p ara sos cada uno.
A lguacil Mayor y defensor de me­ La term inación del tem plo cuya
nores. construcción se paralizó h asta 1738
Don Ju an Carne jo Soto, para Al­ se llevó a térm ino, gracias a la ge­
férez Real. i nerosidad de don Francisco de Al-
Don B ernardo Gaitán' p a ra Al­ zaibair, en' 1739. T antos esfuerzos
calde Frovincial. y desvelos de los prim eros pobla­
Don Isidoro Pérez R oja, para dores se perdieron con el derrum be
R egidor fiel ejecutor. del tem plo cu aren ta años más ta r­
Don Jorge B urgués, p ara R egidor de, — el 12 de Ju n io de 1788.
y depositario general. Dos años después, ’en N oriem br*
Don José Gómez de Meló, para de 1790 se colocó la piedra fu n d a­
P ro cu rad o r G eneral de la Ciudad. m ental del nuevo tem plo, sobre la
Don Ju an A. A rtigas, para Al- m ism a calle de Ituaaingó, que y*
-calde de la Santa H erm andad. se llam aba de la Ig lesia y» — preci­
H abiendo R ojas renunciado el sam ente— en la esquina opuesta
cargo, fué encargado de desem pe­ con la que había ocurrido la des­
ñ a r las funciones de fiel ejecutor, gracia, — lu g ar ocupado por la
don José Gómez de Meló. actu al M atriz. La pied ra fundam en­
Como "C ura de A lm as” fué ta l fué colocada en la esquina Sur
— 46 -

Oeste del solar, a “tres varas de hicimos conocer en el prim er tomo


profundidad” y con los ceremonia- de “Recuerdos y crónicas de A nta­
les que son de práctica en estos ño” y que en realidad fué la se­
casos. gunda que tuvo Montevideo, pues,
Conviene destacar, que m ientras el 31 de Mayo de 1730 el Cabildo
no se habilitó la prim era M atriz la decidió llam ar a las calles de la
población concurría a la capilla lla­ incipiente ciudad con los siguientes
m ada de los jesuítas, que funciona- nombres, — aunque no se coloca-
ha en el Fuerte, con paredes de ron las chapas Indicadoras.
paja y techos de cuero, erigida pa­ Calle de la F rontera, a la actual
ra que allí oyeran las prácticas re­ Piedras y que anteriorm ente e ra
ligiosas los indios misioneros que San Miguel.
habían sido traídos a Montevideo, De la Fuente, a Cerrito, antes
para que tra b a jaran em las obras San Luis.
de defensa de la ciudad. De la Cruz, a 25 de Mayo, antes
Que nuestros mayores sabían ha­ San Pedro.
cer muy bien las cosas, lo dem ues­ Real, a Rincón, antes San Ga­
tran en forma indiscutible, las her­ briel .
mosas reliquias que nos legaron, de De la C arrera, a Sarandí, antes
la Matriz y del Cabildo; — y si a San Carlos.
ello agregam os que ya en 1818, se Del Piquete, a Buenos Aires, an­
llevó la cam pana para el reloj pú­ tes San Sebastián.
blico, nuestra afirm ación no podrá De Afuera, a Reconquista, antes
6er puesta en tela de juicio. San Ramón.
Esa cam pana procedía del Conven De Calló, a Zabala, antes San
to de San Francisco, que como lo Francisco.
hemos dicho en otras oportunida­ De Traviesa, a Misiones, antes
des, estaba edificado en el terreno San Felipe.
en donde hoy se levanta la Bolsa De Puesto Chico a T rein ta y Tres.
de Comercio (Zabala y P ie d ra s ). De la Iglesia, a Ituzaingó, a n tes
El reloj, lo donó el Cabildo San Juan.
Del Cementerio, a Ju an Carlos
N om enclatura Gómez, antes San Fernando y más
tard e Cámaras.
La vieja nom enclatura que se E ntera, a Bartolom é Mitre, ante»
conoce generalm ente, es la que lle- San Telmo y m ás tarde Cerro.
ya nombres de santos, que nosotros Y Media Calle a la de Juncal.

DEL MONTEVIDEO ANTIGUO

En guerra con los indios


Los indios se venían hasta las ción, en auya incidencia, que s e so­
mismas puertas de (Montevideo; y lucionó con las arm as en la mano,
muchos de ellos, sometidos a la ci­ tocó perder la vida al nativo.
vilización realizaban sus operacio­ La indiada tomando por la tre ­
nes de compra y venta dentro de menda e&a cuestión personal, se su-
los muros de la ciudad. Ellos adqui­ blejvó; y recorriendo la cam paña en
rían arm as, pólvora y bebidas; y son de guerra, en número de qui­
daban en cambio cueros de tigre, de nientos hombres arm ados a lanza y
vacuno, etc. etc. flechas, cometió todo género áe de­
Cierto día del año 1731, el veci­ daciones.
no don Domingo M artínez tuvo una Ante tales desmanes que amena­
cuestión enojosa con un indio mi- zaban llegar hasta la propia pobla­
nuano en las afueras de la pobla­ ción de Montevideo si se dejaba a la
“■chusma” , que así se llam aba a la tuvieron aquellos que retirarse, pe­
indiada, en completa libertad de ac­ ro no sin antes haber quitado la ca­
ción, se resolvió organizar unas ballada que llevaba de reserva v 1
fuerzas de trescientos cuarenta pla­ capitán Romero.
zas. confiándose el mando al cap i­ Tal estado de cosas prosiguió
tán don José Romero, cuyo contin­ hasta Febrero de 1732, en que, los
gente arm ado fué despedido por los jesuítas, quienes ejercían gran in­
pobladores, con m arcadas demos­ fa n c ia entre la indiada, a ju staro n
traciones afectivas. las condiciones de paz, que signó en
No muy lejos de Montevideo, los Montevideo, en representación dé­
minuanos esperaron a las fuerzas los nativos, el cacique Tacú.
españolas; y tras reñido combate,

La vieja Cindadela
En los tomos prim ero y segundo se em plearon, la obra no pudo te r­
de “ Recuerdos y Crónicas de Anta- m inarse h a sta 1783.
fio” , nos hemos referido a la Ciuda- E n 1>833 se inició la demolición
dela. cuya línea se levantaba en la del paredón, que iba cayendo con
calle que hoy lleva el mismo nom­ in tp 'm iten c'as más o menos largas-
bre, como recuerdo de la obra de de tiem po, h a sta que, en 1879, d u ­
riefensa que nos legaron los eepaño- rante el gobierno de L ato rre. se de­
les: pero, en aquellas n rsm a s opor­ molió de traa vez ¡por todas y en
tunidades omitimos alguno® datos nom bre de la civilización, el nervio
aue hoy complementamos. vital de aquella fortaleza, que lo
Tales trab ajo s se iniciaron en constituía la edificación que a b ar­
1742, en cuyo mismo año se colocó caba la p arte Sur de lo que es hoy
la Diedra fundam ental, que bendijo Plaza Independencia, desde Ciuda-
<*on el cerem onial de costum bre. dela h asta Ju n cal; y que, después
F ray Gabriel Cordobés. de h aber servido p ara los hom bres
No obstante el núm ero considera­ de arm as llevar, dió albergue como
ble p ara entonces, de obreros, en su mercado público, a pácificos com er­
ca-si to talid ad indios reducidos que ciantes.

Punta Carreta, trágica


/
La pintoresca P u n ta C arreta, tan ra de P u n ta C arreta.
favorecida por las sociedades recrea El b^rco que .lo tra ía de Es«
Uvas cTe la Capital, que encuentran paña, sorprendido por un violen­
aquellos p arajes ta n llenos de to tem poral, dió contra las rocas de
encantos, un palmo de tie rra en la costa, n au frag an d o ; y solo sal­
donde levantar un gran edificio o earon sus vidas en ese siniestro, el
an modesto rancho p a ra albergar expresado m ilitar, su fam ilia y sus
fraternalm ente a sus asociados en criados, trip u lan d o u n a lancha.
días de holgorio, si nos rem ontam os Lo que quiere decir, que la ofi­
a las épocas del coloniaje, nos b rin ­ cialidad y la trip u lació n de a b o rd o
da su nota trágica. ^levaron la disciplina dftl
E n efecto: el general don José grado máximo,— al sacrificio, o qué
A ndonaegui que habla sido nom­ don José, y los suyos, “ no perdieron
brado gobernador del Río de la el tiem po en cum plidos de "pase'
P lata, casi pierde la vida a la a ltu ­ usted p rim ero”
— 48 —

Orígenes del Cordón y La Aguada


Habiendo prohibido el Goberna­ qué se inició en la fran ja de terreno
dor de Montevideo, que se edificara o “ cordón” como se llam aba enton­
en las proximidades de la Ciudade- ces y que determ inaba el límite de
la determ inando la distancia que de­ la prohibición a que nos hemos re ­
bía separar a las poblaciones de los ferido.
muros, para la m ejor defensa de la En cuanto a “La A guada” ya lo
plaza; y dispuesto así mismo que se hemos dicho en el prim er tomo de
demolieran las construcciones ya le­ Recuerdos y Crónicas de Antaño, to­
vantadas que no se encontraran en mó su nombre, porque de los ma­
tales condiciones, empezaron a cons- nantiales existentes allí y que se lla ­
tru irse paulatinam ente viviendas maban “ Pozos del Rey” no solam en­
en los barrios que hoy llevan los te se traía el agua para el consumo
nombres de El Cordón y “La Agua­ de los habitantes de Montevideo,
da” sino que también se proveían de
El primero tomó su nombre, por­ ella los buques que nos visitaban.

Paso del Molino


Fácil es adivinar el. origen del tarde otro en las proximidades de
nombre de la localidad “ Paso del Montevideo y sobre un paso del
Molino” ; pero ello no obstante, nos­ arroyo Miguelete, para la elabora­
otros lo relatarem os en breves lí­ ción de la harina de trigo; y ello
neas para quienes no estén mayor­ dió lugar a que, cuando alguién que­
mente enterados de las cosas de ría referirse a aquel paraje, le lla­
nuestra tierra. m ara “ Paso del Molino” con el cual
En 1751, los padres jesuítas cons- pasó a la posteridad.
tuyc'ron un molino de agua, y más

El Buceo
Allá, por Julio de 1752, el barco mérito a la im portancia de la pérdi­
español “N uestra Señora de la Luz” da y a la proximidad del paraje en
que sf dirigía a España con un con­ donde había acaecido la catástrofe,
siderable cargam ento de productos se tra ta ra por las autoridades de
del país y de plata en barras, nau­ rescatar, si no todo, por lo menos
fragó a la altu ra de P u n ta Gorda parte del valiosísimo cargam ento
después de haber dado con su cas­ que transportaba “N uestra Señora
co en la isla rocosa de esas inme­ de la Luz” , que se avaluaba en dos
diaciones y a la cual se le bautizó o tres millones de pesos fuertes; y
desde entonces con el nombre de La entendiéndolo así el Gobernador de
Luz, no obstante lo cual es más co­ Viana dispuso que se practicaran
nocida en la actualidad, con el nom­ trabajos de buceo, gracias a los cua­
bre de Isla de las Gaviotas. les pudo rescatarse una buena parte
La violencia de la tem pestad que de las barras de plata. Desde en­
sorprendió al barco, hizo que no tonces y debido a tales operaciones,
salvara ni uno solo de los tripu lan ­ dió en llam arse a la casta que vie­
tes, que perecieron ahogados en ne a quedar en frente a las rocas
número de ciento cincuenta y tres. que provocaran el siniestro “El Bu­
Es n atural que vueltas a la nor­ ceo”.
m alidad las aguas del estuario y en
— 49 —

Pocos días después de ocurrido la de las Gaviotas, las encontraron


el naufragio, el oleaje y las corrien­ cierto día extraordinam ente p esa'
tes empezaron a a rro ja r a la playa, das; y que a tiz a r la s cuidadosam en­
parte de la m ercadería y enseres te a la superficie de las aguas, no
que guardaba dentro de sus bodegas encontraron peces solam ente, sino
el barco hundido, con el consiguien­ que tam bién un cañón de bronce,
te contento de los “ p iratas” de tie­ que cayó nuevam ente al fondo del
rra, que ponían a buen recaudo y en m ar, en el m omento que lo tocaban
provecho propio, los objetos que con las manos, arm a que con toda
atrapaban. seguridad form aba p arte in teg ran ­
Tal conducta del vecindario, de­ te de “N uestra Señora de la Luz”
term inó a fray B ernardo Medina, E sta novedad estim uló la codicia
del Convento de San Francisco, a de los pescadores quienes desde
lanzar “ la excomunión m ayor” con­ tiempo inm em orial y entre “calada
tra quienes se apropiaran de los ob­ y calada” de sus operaciones de pes­
jetos de “N uestra señora de la Luz” , ca vienen realizando in fru ctu o sa­
que el m ar a rro ja ra sobre la playa; m ente o poco menos, tra b a jo s
y los antecedentes que hemos tenido de buceo y de a rra stres, con
a la vista, nada dicen si el úkase los codiciados lingotes, puesto que,
franciscano dió los resultados apete­ — la pescada de1 cañoncito, —
cidos. fué dato confirm ativo de que lo dei
Lo que sí, podemos afirm ar es naufragio y lo de las riquezas e n te ­
flue, ciento setenta años más tarde, rrad as en el m ar no son cuentos de
unos pescadores que levantaban sus las Mil y una Noches. . .
redes en las proxim idades de la Is­
i

Una silueta de Zabala


Mucho se h a escrito sobre don la provincia llam ada del Río de la
B runo Mauricio de Zabala presen­ P lata, a quien están su jeto s los
tándonoslo bajo la faz de fundador otros gobernadores de las ciudades
de Montevideo v en sus aspectos ad­ que en ella se cuentan. Tal fa lta
m inistrativos. sin em bargo no ocasiona deform i­
Un religioso, el padre Cattaneo, dad en él, sino que más pronto y
que tra tó a a nuel ilustre español, más fácilm ente le concilla estim a­
hizo de él la siguiente sem blanza: ción, por ser un testim onio au tén ­
“ E ste es un arrogante caballero, tico de su valor. P o r no a n d a r m an­
que, llam ado don Bruno M auricio co, ha suplido dicho defecto con
de Zabala, es alto, proporcionado y otro medio brazo y mano de p lata
con una presencia m agestuosa de que lleva «reneralmente pendiente
príncipe. Solo que le falta la m itad del cuello.”
del brazo derecho que perdió en una Los presum idos, pues, no son de
b atalla en España, durante la ú lti­ reciente data. Don B runo M auricio
m a guerra, habiendo sido rem une­ de Zabala, todo un tipo superior,
rado por el Rey de sus muchos s e r­ quería disim ular un defecto glorio­
vicios, no sólo con el gobierno de so, que otro hom bre, — no tan
Buenos Aires, sino tam bién con el ilustre, — tu v iera a gala o sten tar­
título de Capitán General de toda lo.

El Fandango
Allá por el año 1743, había, ba de ello nos lo dá un decreto del
com o los hay hoy tam bién, Obispo del Río de la P lata, don
bailes que m erecieran la de­ Ju a n José P e ra lta , fechado el 10 de
saprobación eclesiástica; y prue­ Julio del expresado año, prohibien-
4
— 55 —

do bajo la pena de “excomunión de bailarse sueltas las parejas, pera


mayor lata sententia” , el baile lla­ eso si, levantando bien alto las pier­
mado fandango, el cual, fuera de to­ nas, m ientras que pn los bailes mo­
da duda, habría, llegado al colmo deraos, tanto el hombre como la
del ápogeo, cuando l a ' Ig lesia’.le pu­ mujer, se ciñen en un fuerte abra­
so tan abiertam ente la proa. zo. y aquellas no levantan sus ex­
Si el bueno del Obispo Peralta^ trem idades inferiores porque las es­
hubiese visto l o s bailes de hoy, no casas dimensiones de las polleras se
una, sino una andanada de exco­ las. hace lucir pródigamente, sinte-
muniones mayores y menores h a-' ner que hacer la gimnasia que exi­
bría lanzado a los cuatro vientos gía p1 fandango, que era bailada
cardinales, porque después de todo, antaño, por las clases populares.
el fandango, al igual de la jota, era

£1 Rapé
Entre nuestros abuelos estaba dita de rapé” , cuyos polvillos pasa­
muy desarrollado el uso deF rapé, y ban enseguida a tom ar posesión de
era entonces de muy buen tono, sa­ las fosas nasales, con ligeros restre­
car en cualquier reunión de una de gamieutos en la punta de la nariz.
las faltriquerps del levitón, la cajita AI cabo de pfccos segundos, las
que encerraba el cosquilleante pol­ pituitarias congestionadas por el
villo, para sorber “ una buena na­ polvo tabaco, — que no otra co­
rigada”. sa es el rapé — provocaban los es­
Habían cajas para guardar rapé, tornudos, indispensables decían, pa­
que* eran prim orosas filigranas, ra conservarse bien de salud.
verdaderas obras de arte, ya en pla- - -¡ A tch ís!!!! ¡Atchís! . . .
carey, nácar, etc., etc., con — ¡ S a lu d ... y pesetas! ¡Por m u­
incrustaciones de piedras preciosas chos a ñ o s .. . !
o co.: ir b..¿cs ae pintura realizados — Gracias, infinitas gracias. La
por artífices de renom bre y que sus mismo deseo para usted y los suyos.
propietarios se enorgullecían cuan­ Y los grandes pañuelos de mil co­
do se les presentaba la ocasión de lores y floreados, salían de lo más
p r a luz ante un audito­ hondo de las faltriqueras, para re­
rio dispuesto siempre a adm irarlas p arar cualquier inconveniencia que
v a hacer el cumplido elogio de las hubiera podido producir el estor­
mismas. El ofrecimiento de rapé, nudo.
iba seguido de una inclinación de Como dato final de esta brevísi­
bustos v gentiles ademanes, por ob­ ma nota, diremos qu?, gracias a
sequiante v obsequiado. gestiones del gobernador, general
Si vuestra merced gusta ser­ don José de Andonaegui, de quien
virse de una -narigadita. .. nes hemos ocupado en capítulos an­
— Con mil amores, señor mío. teriores, venía cada dos años de
Y era,entonces cuando! el favore­ “la.s Españas” . un barco con veinte
cido introduciendo el índice y el mil libras 4- r apé aue se repartían
ru in ar de su diestra mano dentro equitativam ente entre Buenos Ai­
de la iová, retiraba esos dos dedos res, Montevideo. Asunción del P a­
con !o que se ^am aba “una nariga­ raguay y Tucumán.

Los primeros jueces de campaña


Así que la zona Sur de la cam­ ces comisionados para velar, cuidar,,
paña de la provincia O riental contó v adm inistrar justicia en campaña
con un regular número de habitan­ a los siguientes vecinos de los luga­
tes, el gobernador de Montevideo, res en donde, los mismos, ejercerían
don Joaquín .de Viana nombró jue­ sus funciones. ■■ . 2U
— 51 —

Don Ju an Burgués, en el Mi- ds la Cruz, para el pago de C arreta


guelete; don Lorenzo del Valle, pa­ Quemada, Chamizo y San José; don
ra Las Piedras y El Colorado; don Pedro Garrido, para los artoyos de
Roberto Calleros, para el pago de Sierra y de Toledo; don Antonio d«
Canelones y Santa Lucía al Sur; la Torre, p ara el pago del Sauce,
don Ju an Angel de Llanos, para la Solís y Pando; don Ju an de Peña,
costa del Santa Lucía Chico, P in ta ­ para el Tala y Santa L ucía arriba.
do y Arroyo de la Virgen; don Ju an

Grajea antigua
Eli Diciembre de 1781, la pobla­ el fin de explotar los productos que
ción de Montevideo, alcanzaba a nos ocupan. E n el expresado año de
6.466 habitantes. 1790, la em presa concesionaria ex­
En 1787 subió ¿ 8.826 y en 1788 portó en dos buques consignados a
a 9.000 almas, sin esta r com prendi­ España, 17.561 cueros de lobo,
dos en este núm ero, el personal de 3.602 bultos de grasa, 200 barbas
tropa y m arinería. Tres años des­ de ballena y 32 cueros de león.
pués, esto es, en 1790, Montevideo — Allá, por los años 1783-84, la
y su cam paña contaban con 130 cam paña de este país m andaba
pulperías. anualm ente a Montevideo, unos
— La prim er m atanza de lobos 200.000 cueros vacunos.
que se hizo en el U ruguay, fué en — El servicio postal en tre Monte­
1782 v la realizaron vecinos de video v Buenos Aires, d a ta desde
Maldonado. Se recogieron más de 1784, y en 1802 se m ejoró “consi­
2.000 cueros que se vendieron en derablem ente” pues se contaba con
Montevideo a real y a real y medio; do.s faluchos y tres “ m ísticos” que
y los barriles de grasa a precios que hacían la c arrera sem anal e n tre
oscilaban de 32 a 48 reales. Buenos Aires y la Colonia.
Los resultados obtenidos en las — E l prim er cargam ento de ta sa ­
faenas realizadas, determ inaron al jo que se exportó p ara La H abana,
gobierno esDañol a expedir una real se realizó en 1785, abordo del bu­
cédula por la cual se autorizaba en que “Los Tres; R eyes” , del cual era
estos m ares la caza y pesca de ba­ capitán y cargador a la vez, don
llenas, anfibios y peces. Y fué así Juan Ros.
como en 1790 se estableció en Mal- •La carga era de 106.000 kilos.
donado una com pañía inglesa con

La primera medalla conmemorativa


La proclam ación en Montevideo so, lo siguiente: “ P ro clam atu s In
del R r - Carlos TV. dió lugar a que Montevideo, 1789” . En esta cara
se acuñaran m edallas de plata de la m edalla lucía un cerro, y sobre
0.032 d? diám etro v de 17 gram os su sima, un castillo con tres torres.
de peso, Que en una de sus caras Al pié del cerro, el m ar; y en una
ostentaba Ip siguiente leyenda: cinta, orlando la p arte inferior la
“ Carolns IV Hisp. E t. Ind. Rex” , sig u ien te leyenda: “'Castilla es mi
en centro, y de frente, el busto corona” .
laur ado del m onarca. En el rever­
Psicología Gaucha

Nuestros gauchos siempre han te­ t a . . ! ! ! ¿Conque habías sido tú...?


nido fam a de despiertos y muy ;A ver: cuatro tiradores para
“ladinos” , que así se denominaba a ajustarle las cuentas a este cacha­
los más vivaces; pero fuera de toda faz!!!
duda, uno de los que más descolló . Quiroga, excelente psicólogo y
por aquella cualidad y por su valor, más gaucho que todos los gauchos
en ambas márgenes del Río de la que lo rodeaban, se barru n tó que el
P lata, fué el caudillo riojano F acun­ ladrón, en el deseo de escapar a su
do Quiroga, conocido tam bién por penetración que casi todos tenían
el apod'o del “ Tigre de los Llanos” , por sobrenatural, cortaría la vari­
de sangrienta mem oria y m uerto a ta, y fué pensándolo así, que recu­
manos de los secuaces del tirano rrió a tan excelente estratagem a.
Rosas. • • • • • • • • *
EJ gauchaje aue seguía a Quiroga, O tra vez que habían robado una
sentía por él verdadera adm iración, m ontura en el campam ento, no se
tan ta, que se le m iraba con supers­ daba con el ladrón por más es­
ticioso respeto, por su siempre bien fuerzos Que se hacían en tal sen­
probado valor, por su fortuna en las tido.
em presas en que se em barcaba y de Intervino Quiroga; y haciendo
las cuales salía generalm ente con form ar a sus soldados, dijo que él
suerte, no obstante jugarse la vida, sabía quien era el autor del robo;
en todos los momentos. y, parado, a pie firme, hizo desfilar
D o r al lado suyo, a todo el regim ien­
En cierta ocasión se había come­ to, de a uno en fondo. De pronto
tido un robo en uno de los regi­ abalanzándose sobre uno de los sol­
mientos que servían bajo las órde­ dados a quien tomándolo del brazo
nes de Quiroga, sin que se pudiera sacó violentam ente de la fila, le
dar con el ladrón. El caudillo se gritó:
dispuso entonces a intervenir para — ¡Has sido tú, s a b a n d ija ...! ! !
el completo esclarecimiento del he­ ¿En dónde está la m ontura?
cho delictuoso; y haciendo form ar — Allí, señor, en aquel monteci-
a la tropa, entregó a cada uno de to . ..
los soldados una varita, todas del — ¡A ver, ayudante: cuatro tira ­
mismo tam año, diciendo: dores. . . ! ! !
— E stas varitas que les entrego, me Aquí hacía algo parecido con sus
deben ser devueltas m añana a la soldados, el coronel Quijano, para
diana, personalm ente; y la de aquél descubrir a los ladrones; y es fama
que haya cometido el robo, apare­ que rara vez erraba sus golpes.
cerá más larga.
Al otro día y a la hora ieterm i- Cierto día Quiroga interrogaba a
nada, formp-"'"-> los soldados, quie­ un gaucho, respecto a un robo que
nes al desfilar frente al generalísi­ se había cometido; y en el tran s­
mo, le iban haciendo entrega de las curso de la investigación, el inte­
varitas que habían recibido en la rrogado, agachando la cabeza se
tarde del día anterior. Cuando ya puso a hacer m arcas en el suelo,
tocaba el turno a uno de los últim os con el pie derecho.
milicos, apareció una varita más — ¡Ya. me estás mintiendo, trom ­
corta que todas las demás y fué en­ peta . . . !
tonces que Quiroga, en ©1 colmo de ¡Ayudante! ¡Hágale pegar cien
la indignación gritó: azotes a este gaucho taim ado!!!
— ¡Ah, hijo • de una gran flau­ Y cuando sacaron al reo para
aplicarle la azotaina, el “Tigre de dlo al hablar, haga m arquitas en el
los Llanos” , dirigiéndose a un extra­ suelo con el pie, ¡es una fija! —
ñe- que presenciaba el interrogato­ le está m intiendo.
rio, le dijo: Los azotes dieron la razón al
— Vea, aparcero; cuando un gau- caudillo riojano.

La historia de la imprenta en la América Española

El honor de haber sido el país das por Napoleón, se empezó a p u ­


am ericano de habla española que tu ­ blicar la “Gaceta dei Río de Ja n e i­
vo la prim era im prenta, correspondo ro ” ; — y en la ciudad de B ahía otro
a Méjico, que la introdujo en 15'32. periódico titu lad o “La edad de oro
El P e íú la tuvo en 15*8 4, gracias del B rasil” .
al editor don A ntonio Ricardo. Y toca finalm ente el tu rn o a Mon­
Desde el año 1705 h a sta 1727, los tevideo.
jesuítas que se habían instalado en C uando en Mayo de 1807 llegó a
Las Misiones publicaron sin que de esta cap ital el tenien general W i-
ello tuvieran conocimiento las auto­ telocke p ara asu m ir el m ando del
ridades, diccionarios, gram áticas, ejército inglés que ocupaba1, la plaza,
catecismos, etc., etc., en idiom a
s í ? anunció por im p ren ta propia y
guaraní.
Los tipos de que se servían los je m ediante un prospecto, — que en
suítas p ara las im presiones, eran breve ap arecería e¡n la ciudad, un
confeccionados por ellos mismos, con periódico que llevaría p o r nom bre
e sta fo y m adera dura, en planchas “La E strella del S u r” , d el que salió
de cobre que grababan los indios gua el prim er núm ero el 23 de Mayo del
raníes. año expresado.
En la docta Córdoba, los jesu ítas La “E strella del S u r” que se es­
instalaron o tra im prenta en el año cribía en inglés y en castellano, tu ­
1766. Y en. 1783, fué rem itidí. a vo vida m ientra? los inglesas ocupa­
Buenos Aires, donde funcionó con la ron la plaza.
denom inación de “R eal Jmpreinta de L a segunda im p ren ta que funcio­
Niños Expósito»” . nó en M ontevideo, fué reg alad a al
La prim era im presión que se hizo Cabildo, en Julio de 1811, por la
en Bogotá (Colombia) fué en 1791 princesa C arlota Joaquina de B or-
representada por un pariódico que bón, que se encontraba en Río J a ­
Be llamó “Periódico de Santa F é ” , neiro, — publicándose el periódico
editado por don M anuel L. R odrí­ “La G aceta” , quo red actab a F ra y Ci­
guez. rilo A lam eda.
Fn 1747 se publicó po r prim era El reg alito de la princesa ten ia
vez en Río Jan eiro un tr a ta jo que sus bem oles, por cuanto siendo h e r­
contenía la “Relación de la en trad a m ana de Felipe V II, prisionero de
que hizo el Obispo do D esterro Mal- Napoldón, ella am bicionaba a h e re ­
heiro, escrita por eil Juez Luis A n­ dar los dom inios del m onarca en
tonio Rosado da Cuntía. desgracia, p a ra cuya finalidad t r a ­
Tuvo m ala suerte esa im prenta, b ajab a con grandes entusiasm os,
porque en ese mismo año, el gobier­ pues pensaba hacerse co ro n ar rein a
no portugués, que po r entonces regia del Río ele la P la ta , — propósitos
los deistinos del B rasil, la m andó que, aunque parezca increíble creer­
d estru ir. se, estim u lab an en Buenos Aires a l­
Pero, en 1808, cuando llegó a gunos prohc m bres de la. Revolución
Rio, la fam ilia real, que instaló allí de Mayo..
b u corte m ientras no se arreg lab an E l p rim er faro, — o m ejor dicho,
las cosas de P ortugal, d e sb a ra ju sta ­ — la p rim era luz quei se vló en el
El primer faro del Río de la Plata

El prim er faro, — o m ejor dicho, rem ate que así se llam aba entonces
— la prim era luz que se vió en el a esei acto, don Ramón de A rtaga-
Rio de la P lata como punto de re ­ veytia, quien ofreció realizar los
ferencia para los navegantes, fué trabajos mediante la suma de “cua­
una que alum braba desde lo alto ren ta mil pesos de a ochenta centé-
de uno de los m ástiles de la que h a­ simos” .
bía sido frag ata de guerra española Y el 22 de Febrero de 1828, ya
“Loreto” , anclada al lado mismo de term inadas las obras de albañilería
la isla de Flores, en §1 año 1792 y y colocada la farola, volvió a llam ar­
q ue se había inutilizado p ara la n a ­ se a licitación p ara el funcionam ien­
vegación durante un gran tem poral to de la misma, correspondiendo
que, a mediados de Junio de 1791, tam bién esta vez el triunfo, al ya
azotó las costas de Montevideo, em­ exprelsado señor A rtagaveytia, q u ien ’
bicando freinte al F uerte de San se comprometió a ejecutar el servi­
José. cio, a base de aceite, y por el té r­
R estaurado el casco por el go­ mino de tres años, m ediante una re­
bierno del Río de la P lata, pudo tribución de “tres cientos veinte y
servir de pontón faro durante m u­ nueve, pesos de a ochenta centési-
chos años, prestando así invalora­ mos” .
bles servicios a la navegación. Como complemento de esta infor­
E l comienzo de las obras de cons­ mación diremos que para muchas
trucción de la to rre para la farola personas la denominación de la Isla
que se levanta en la mencionada de Flores, relspondió al hecho de
isla, se rem onta a 1819; — pero, rendir un hom enaje recordatorio al
a poco de haberse term inado con los general don Venancio Flores, —
cimientos, los trabajos, talvez por creencia equivocada, por cuanto tai-
fa lta de recursos, fuetron paraliza­ denominación data desde el año
dos. 1527, en cuya fecha, al ser descu­
El 5 de julio de 18 5!6 se llamó a bierta por Gaboto, la bautizó con el
licitación para la construcción de la nombre de Flores, por ser en el día
torre, como así tam bién de una ca­ de Pascua Florida que la vieron los
sa para los guardianes, ganando el europeos por prim era vez.

LOS P O R T O N E S DE LA CIUDAD

El Montevideo actual, presenta En la época del coloniaje, ex­


u n a fisonomía com pletam ente dis­ puesta a las sorpresas de los in­
tin ta al que no £ ofrecía cien años dios y de los portugueses, para
atrás. Hoy la ciudad' está abierta quienes fué en todos los momentos
por mil parajes distintos y a to­ presa deseada, el macizo de edifi­
das las horas del día y dé la no­ cación,— la ciudad propiam ente di­
che. cho — estaba circunscripta dentro
— 56 —

de los muros fortificados, cuyo lí-q u e se clausuraban indefectible-


m ite al Sur era la calle Ciudade- m ente a las ocho de la noc'he, des­
la y sólo se daba acceso á aqué­ pués de h aber sonado el últim o
lla, por los portones, arm atostes de disparo.
hierro, con un postigo practicado Las lláves que se guardaban en
en una de sus hojas. el F u erte, jugaban rol im p o rtan tí­
simo en las acciones de guerra.
£1 Mayor de P laza Cuando la Ciudad caía en manos
El encargado de ab rir las p u er­ del enemigo, la cerem onia de la
ta s era una autoridad denom inada en treg a de las m ism as revestía
“ Mayor de Plaza” que hacía las ve­ gran solem nidad, pues eran e n tre ­
ces tam bién de Capitán del Puerto. gadas en bandeja, al vencedor, con
Las disposiciones que regían pa­ el aditam ento de uno o dos discur­
ra el m anejo de los portones. eran sos que im ponían las circu n stan ­
extrem adam ente severas; y por cias. >
nada y por n adie en el m undo, se
abrían de noche. Así pues, quienes La odisea de las llaves
rezagados en el campo, llegaban Así, por ejemplo, cuando M onte­
después de las ocho de la noche a video capituló en 1814, el com isio­
las ansiadas p u ertas p ara p asar a, n ad o . por el jefe del ejército es­
la ciudad, tenían que resignarse a pañol, hizo en treg a de las codicia­
pernoctar junto a las m urallas has­ das llaves al general A lvear, jefe
ta el am anecer, en cuya oportu n i­ de los ejércitos patrio tas.
dad, el disparo de un cañonazo, in ­ Después tocó el tu rn o de hacer
dicaba que podían abrirse los pos­ en treg a de las m ism as, a las tro ­
tigos de los dichosos portones; —- pas de Buenos Aires, en 1815,
y cuando el sol ya estaba bien quienes las en treg aro n al evacuar
afuera, entonces si, se abrían to ­ la plaza, a Otorgués, que re p re se n ­
talm ente en cuya oportunidad h a ­ taba a A rtigas.
cían su paso los lecheros, panade­ A su vez los o rien tales éñ 1817.
ros, carniceros, vendedores de le­ tuvieron que d e ja r la ciudad para
ña, etc., etc. e n tre g arla a los p o stu g u eses;— d u ­
ra n te el gobierno del p a trio ta don
A disparo de cañón Miguel B arreiro , que había su sti­
Tanto la a p e rtu ra como la olau- tuido a O torgués, y quien se in ­
su ra de las llam adas p u ertas de la corporó a A rtigas antes de que lle­
ciudad se dirigían por cañonazos, g aran los invasores, co n ju n tam en ­
después de cuyos estam pidos, el te con el esclarecido don Joaquín
M ayor de Plaza salía del F u e rte Suárez.
con las enorm es llaves, rum bo a El 20 de E n ero del expresado
los portones, en donde su presen­ año de 1817, el A lcalde de P rim er
cia era esperada generalm ente con Voto, entregó las codiciadas llaves
.no poca im paciencia, cuando de a Lecor, en una b an d eja de plata.
a b rir se tra ta b a ; — y rum bo al La ú ltim a cerem onia de en tre ­
F uerte, cuando la ciudad quedaba ga tuvo lu g a r cuando el Im perio
incom unicada con el exterior, h a s­ del B rasil, después de la Conven­
ta el día siguiente. ción de Paz de 1828, las depositó
A la puesta del sol, sonaba el en m anos de los com isionados de las
penúltim o cañonazo p a r a ' que ee Provincias U nidas, el entonces co­
cerraran los portones, quedando ronel don M anuel Oribe y don
únicam ente abiertos los postigos, F rancisco M agariños.
LA IGLESIA Y LOS HOMBRES

SE ANUNCIA UN bien distante al fraile predicador y


BA ILE DE MASCARAS que otro fraile, desde el misma
Que algunas veces solían haber púlpito, desautorizara lo dicho por
sus tiquis m iquis en tre la gente de el prim ero.
gobierno y la de sotana en la épo­ Y se cumplió el destierro que no
ca del coloniaje, en qiie las creen­ otra cosa im portaba la orden de
cias y prácticas religiosas estaban alejam iento y se pronunció un nue­
tan hondam ente arraigadas en los vo sermón desde el mismo púlpito
espíritus de todos los pobladores, sino haciendo el panegírico de los
nos lo pone de m anifiesto el hecho bailes de la comedla, que ello no
10 dicen las crónicas, sí, desautori­
siguiente:
El 1747, la Casa de la Comedia zando al incauto franciscano, que
de Buenos Aires ofrecía a los afi­ por m eterse a m oralizador contra­
cionados a la danza, bailes de más­ riando las ideas del gobierno civil,
caras en los días de Carnaval, co­ incurrió en un doble castigo.
sa que por lo visto, no fué bien
m irada por los religiosos, por cuan­ Un rayo en “Las Bóvedas”
to, un franciscano desde el púlpi- En cambio, la conducta de las
to, anatem atizando la conducta de autoridades civiles de Montevideo,
los pacíficos vecinos porteños con fué más contem plativa con la reli­
predisposición a echar panitas al gión, el 9 de Julio de 1793, porque
aire, anunció que todos los que habiendo caído un rayo en “Lías
concurrieran a esos bailes serían Bóvedas” , de cuyo edificio nos he­
declarados reos de “ condenación mos ocupado en los tomos I y II
etern a” . de RECUERDOS Y CRONICAS DE
ANTAÑO y en donde se encontra­
Franciscano en desgracia ban depositados tres mil quintales
Parece que tal actitud no fué de pólvora, sin que se produjera la
del agrado del señor Gobernador, consiguiente catástrofe explosiva,
quien, desautorizando abiertam en ­ la cosa fué m irada por lo,s vecinos
te al franciscano y en el deseo de de Montevideo, como indiscutible
que sus adm inistrados se divirtie­ milagro del Altísimo, por cuya ra ­
ran sin el tem or de verse achicha­ zón, el Cabildo dispuso que todos
rrados en el Averno cuando fueran los años, en la expresada fecha, se.
llamados a juicio final, — ordenó celebrara una misa solemne, "co­
al “G uardián” o jete de la congre­ mo tributo a Dios, por tan señala­
gación, que enviase a un convento do favor” .

Carne y verduras

Los a f i c i o n a d o s a l a e s t a d í s t i c a , Plaza del Abasto, p o r valar de cua­


que en t o d a s las é p o c a s l o s ha h a­ tro a cinco mil pesos.
b id o , c a lc u la b a n en 1809 que üa- La venta de la verdura que no
b ía u n m o l im i e n t o d ia T io en la era mucha, po»r cierto, entonces,
— 57 —

ge efectuaba en la Plaza M atriz,— tribuyó el Cabildo, con “ las dos


y la de la carne, en la Plazoleta y media p a rte de su costo” , siendo
de la ¡Ciudadela. de cuenta del asentista del ram o de
El prim er Mercado p a ra la ven­ carnes don Miguel Zam ora, el 'res­
ta de la carne y al cual se le deno­ to.
minó “ Recoba” , se construyó en la Una vez vencido el plazo de la
esquina que form an las calles Sa- concesión acordada al señor ZamoTa,
randi y Bartolom é M itre, antes de el mercado pasó a ser de propiedad
“ San Carlos” y “San Télmo” , res­ del ‘Cabildo.
pectivam ente. P a ra esta obra con­

LOS BLANDENGUES

COMO SE ORGANIZO E L REGIM IENTO — PERSONAL QUE LO


FORMABA. — LA PAGA. — E L BAUTISMO D E SANGRE. —
CONTRA LOS INDIOS. — LA SUERTE QUE CORRIO UNA
GAVILLA DE CUATREROS. — JUSTICIA PRONTA Y
BAR ATA

Fundación del regim iento B autism o de sangre


El Regim iento de B landengues, n¡l bautism o de sangre de alg u n a
en donde el fundador de n u estra n a­ i .,yor(.ancia que recibieron los B lan­
cionalidad, general don José A rti­ dengues, representados por el es­
gas, alcanzara el grado de capitán, cuadrón manda(fo por el capitán
hasta que abrazó~la causa de la Re­ don Jorge Pacheco, tuvo por esce­
volución, fué organizado en M onte­ nario el Paso de las C arretas, del
video, en el año 1797, con el fin de A rerunguá, en donde tuvieron que
que sirviera de policía de las fro n ­ vérselas con huestes form adas por
teras y destinado tam bién, a la p er­ indios ch arrú as acaudilladas por el
secución de los cuatreros. cacique “ E'l Z u rd o ” , fuerzas que,
Cada escuadrón o compañía, la desde tiem po a trá s, venían come­
constituían cien hom bres. Y el je­ tiendo en la cam paña, todo género
fe de la unidad. — un com andante de depredaciones.
— percibía como asignación m en­ Sorprendidos los indios que m a r­
sual la sum a de ciento quince pesos; chaban arrean d o ganados robados
los capitanes, cincuenta; el ayudan­ en distinto,3 puntos, hicieron fren te a
te mayor, cuarenta y cinco; los te ­ los soldados reales, de cuya refrie­
nientes, tre in ta y dos; los sub-ts- ga resu ltó uno de éstos, m u erto ; y
nientes, veinte y cinco; los sargen­ heridos de flecha, el ten ien te Ve-
tos, catorce; los cabos, once y los lazco y un soldado.
soldados, diez. Los ch arrú as perdieron en la ac­
Debemos agregar que corría de ción a su jefe y a 'varios indios, h a ­
cuenta del personal la m anutención ciéndoles adem ás la gente de P a ­
y el vestuario; y que, tanto la ad­ checo, algunos prisioneros, en tre los
quisición de los caballos como su cuales se encontraban varias m uje­
sostenim iento, correspondía igu al­ res, que peleaban con igual denue-
mente a los m ilitares a quienes se io que los hom bres.
les obligaba a tener seis equinos, F re n te a u n a g av illa de salteadores
por persona. Un capitán de bandidos llam ado
— 58 —

.Joeé Palomino, se había impuesto Justicia pronta y b arata


por el terror que inspiraban él y Los prisioneros, convenientemente
sus hombres, en toda la campaña; y atados, fueron llevados a Buenos
envalentonados porque nadie se Aires, en donde, tras un proceso
atrevía a poner freno a sus trope­ sumarísimo, se les ahorcó en la,
lías, aum entaron en audacia y ex­ Plaza Pública, o sea lo que es hoy
tendieron el radio de acción, hacia Plaza de Mayo. »
los poblados. En cuanto al más comprometido
d e Agosto de 1801, Palom i­ de los salteadores aprehendidos, un
no, al frente de los suyos, atacó el titulado capitán Curú, fué condena­
P u e b l i t o de Las Víboras, del depar­ do a pena más atroz, todavía: des­
tam ento de Soriano; y después de cuartizado vivo en plena plaza, a la
saquear las pocas casas de comercio cincha de cuatro caballos; su cabe­
que allí habían, cometieron toda za y sus extrem idades superiores e
clase de actos de pillaje con algunos inferiores, así como las cabezas y
v e c i n o s del lugar. manos de los ajusticiados por me­
Comisionado el subteniente de dio de la horca, fueron remitidos a
Blandengues, Casas, para perseguir la Banda Oriental, para que se ex­
a los forajidos, pudo al día siguien­ pusieran al público, con el fin de
te de los atentados ya descriptos, que sirvieran “ de lección y escar­
darles alcance en el paraje denomi­ m iento” en Mercedes, Colonia y Ví­
nado “El Rodeo” , m atando al jefe boras, parajes en los cuales la ban­
de la banda y a dos de ’s us secua­ da de forajidos, campó por sus res­
ces y haciendo, además, nueve p ri­ petos.
sioneros. P®r su parte, Casas, tuvo Como podrá apreciarlo el lector,
que lam entar la m uerte de un ca­ no puede exigirse mayor “elocuen­
bo y varios soldados heridos. cia" en una sentencia condenato­
La horda, cuando fué atacada, ria.
acababa de asaltar la estancia del Los jueces de aquella época con­
comandante Albín, detalle éste q u e fiaban más en la eficacia de las
prueba que los facinerosos no p e r­ cuerdas, que en la problemática re­
dían el tiempo en peregrinaciones generación de los delincuentes.
Inútiles.

« RINCÓN DE LAS GALLINAS »

ORIGEN DEL/ NOMBRE. — CARACTERISTICAS DEL LUGAR. —


PROLEGOMENOS DE LA GLORIOSA ACCION. — LA MALA
NOTICIA DE LOS “BOMBEROS” . — EIFIOAZ RJüCDRSO
DE R IV ER A

Etim ología y breves referencias montes del Norte de la República.


En ese punto, casi una isla bor­
El histórico (paraje conocido por deada por las aguas de lo.g ríos
“ Rincón de las G allinas” en donde U ruguay y Negro, excepto en la
el general Rivera ganó a <los b rasi­ parte Norte, cuya garganta o boca,
leños la memorable (batalla del — llamémosle asi, — el “ Portón
Rincón el 24 de Setiemibre de d e H aedo” , constituye una angos­
1825, debe posiblemente tail nom­ tu ra de tie rra de unos veinte ki-
bre al hecho de que abundaban por lóm etros aproxim adam ente.
allí las “ pavas de m onte” , «aves sil­ El nombre de Haedo fce debe al
vestres del tam año de las galliná­ apellido de un hacendado del lu­
ceas y qu^ hoy sólo se ven en los gar.
— 59 —

l'róiegomiejios de la acción — A' ver, ayudante, — dijo diri­


giéndose a un joven oficial que te ­
Resuelto Rivera a apropiarse de nía a su lado; h aga voltear unos
los ocho mil caballos que los b ra ­ cuantos baguales y que se escojan
sileños guardaban en las fértiles los m ág bravos. Esos potros serán
y p a ra ollos seguras praderas del nuestro ejército de ¿vanguardia.
Rincón, dada la defensa n atu ral — No comprendo,, jefe.
que eete les ofrecía contra posibles — A rtigas, dijo en cierta oportu­
incursiones, se desprendió con la nidad que cuando Je fa lta ra n g au­
m itad del ejército que iló constituía chos p ara pelear a los españoles
un total de quinientos hom bres continuaría com batiéndolos con pe­
hacia la « rriesgada aventura, 'de­ rros cim arrones.
jando Ja utra m itad a l coronel don ¿P o r qué nosotros, e sta vez, apre
A ndrés La torre a quien encargó de miados por las circunstancias, no
operar sim ultáneam ente contra la hemos de pelear ,a los b rasileros
ciudad de Mercedes, p a ra g a ra n ti­ con los baguales de n u estra tierra?
zar así m ás eficazm ente el éxito Oiga, ayudante; y que se cum ­
de su plan. Ello no obstante, La- plan con escrupulosa exactitud ínis
to rre, no - respondió a, las in stru c­ instrucciones. Cuando yo ordene la
ciones recibidas. m archa, esos potros que ya en el
Delatado R ivera a los brasileños suelo v m aniatados, estarán excita­
de la atre^ ida adción que realiza­ dos, deberán serlo m ás todavía.,
ría, fuerza® im periales en dos co­ golpeándoseles los hocicos con pon­
lum nas m andadas respectivam ente chos y cojinillos, liberándolos en se­
por los coroneles Mena B arreto y guida de las a tad u ras a un mismo
Jardim , b a jtb a n luego 'haci'a el
Sur., p ara atrapar al caudillo tiempo, pero no sin que a rra stren
oriental en liv ratonera en que 'se de unos m aneadores bien aseg u ra­
había metido y a quien sabían con dos, unos cueros secos. L a caba-
P íi^ t rl^ n a ra rá así en tropel; y no-
escaso núm ero de soldados.
otro?.. en últim o térm ino, a rm a n ­
Llegan k 8 “bom beros” do la m ayor algarabía posible, ñi
Los “bom beros” de las fuerzas más ni menos como si fuéram os
patriotas Ilegal on a filas a la rm a ­ indios en pleno m alón, harem os el
dos y con la m ala nueva ele que resto.
los enemigos se in tern ab an en el Y cuando hubo llegado el mo­
Rincón. m ento calculado por R ivera como
— Nos han embolsado — decían, propicio p ara operar,. T, n b r ó el cla­
— y poT el lado de tie rra no esca­ rín, y de inm ediato, un tru en o ’ar-
p ará ni el más brujo. go y horrísono •producido por el
Pero R ivera se m ostraba im per­ p iso tear de m illares ■ de caso o,? de
turbablem ente sereno. bestias en plena disparada. hizo
—;.Cuántos brasileros son, se­ sen tir en rodo el Rincón.
gún tus cálculos, los que se nos D etrás de aquel h u racán que
vienen encim a? a rra sa b a con toOo ou'itil’o «e le
— Muchos, m i general, m uchísi­ oponía por delante, l i , p u n ta ñ ace­
mos. radas de doscientas :incuenfa chu­
— ¡Muchos, m uchísim os!!! ¡Eso zas y sables, ev> - ’im. b a ­
no es can tid ad . . .! ¿C uántos. . . ? tah o la de gritos, trazab an en el
¿Cinco mil acaso? aire figuras 'geom étricas, a la vez
— No, mi general. Unos ochocien que en las ansias de pinchar, en­
to s. . . Mil, tal vez. Y vienen en tren ab an en am enazantes m ando­
dos divisiones, de t í o a río, como bles los_ m usculosos brazos de los
arrastran d o una “rede”., p ara que gauchos que la s esgrim ían, como
no se escape “ naides” . preparándolos p a ra cuando lleg ara
— ¡Bah, bah, b a h . . . ! ! — replicó el m om ento de te n e r que e jec u ta r
Rivera riendo. ¿Y en dos m onto­ el esfuerzo suprem o de m atar...
nes?
— A sí es, mi general. A nte ©1 enem igo
— Ya verás como dentro de unas Las fuerzas del coronel Jardim
horas haTemos da ellos cien m on­ im presionadas prim ero por el in­
tones. q u ietan te ruido producido por el
— 60 —

tropel y luego, por aquella enorme rado cuan infructuoso esfuerzo de


masa viviente que se les iba enci­ los brasileños.
ma, no pensaron más que en una La caballada salvó así el últim a
cosa: en salvarse como mejor pu­ obstáculo; y los soldados de Rive­
dieran; y «poseídas de gran páni­ ra, sin d a r tiempo a las asom bra­
co, perdiendo la unidad de acción, dos soldados im periales a que en­
cada soldado buscó por ¿u cuenta, tra ra n en mayores reflexiones, lo s
el m ejor medio de escapar , a los acuchillaron sin piedad.
efectos de aquella fantástica ola Un grupo como de cincuenta
Muchos perecieron bajo los cascos homibre.s que se ihabía percatado de
de las bestias desenfrenadas; y los lo que en realidad ocurría, preten­
restantes, enloquecidos por el ho­ dió rehacerse, pero el mayor Poz-
rro r que impone siempre en todos zolo, — crédito del caudillo, — dió
los ejércitos una disparada de la pronto cuenta de él, cargándolo
caballada, eran acuchillados por la con los suyo’s denodadam ente.
segunda ola que la constituían los La persecución se llevó a térm i­
gauchos de Rivera, obligados a no en form a tenaz, haciéndose un
m ultiplicarse y a agigantar sus es­ buen número de prisioneros, y
fuerzos para sa liv a r <jon honor y prueba de ello es que .sólo escapó
con gloria para la patria, el inesti­ el coronel Jardim con cincuenta
mable botín arrebatado al enem i­ hombres. Los m uertos, -heridos y
go en forma tan original. ahogados que en sus ansias de en­
¡Los soldados de Mena B arreto contrar salvación intentaron va­
pretendieron a pie firme y tercero­ dear el Río Negro, fueron consi­
la en mano, detener la avalancha; derables.
pero feolo tuvieron tiempo a hacer Gracias al valor y a la audacia
una sola descarga que dió contra de Rivera tuvo la p atria el prim er
los pechos de lo.s brutos que co­ triunfo de resonancia de la Cruza­
rrían en prim era fila, anim ales da que em prendiera Lavalleja; co­
que, enloquecidos p o r los disparos mo asi tamibién el elemento de mo­
de uno’s y los gritos de los otros, vilidad iiidis,pensa>ble., para que el
envolvieron en las furias de sus soldado oriental fuera jalonando
desatentadas carreras, el desespe­ con actos de heroísmo y de abnega­
ción sus días de gloriosas epopeyas.

CON UNA CENTENARIA


D oña D e y a n y ra P e r e y r a d e O liv era

Después de larga peregrinación-, na, quien arrebujado el busto en una


pudimos dar con la casa, enclavada pañueleta de lana dejaba ver con
allá, por los andurriales de Malvín. su rostro de cutis fino y sonrosado,,
Un m uro bajo, prolijam ente blan­ una cabellera blanca, sobre la cual
queado que rem ata en cerco de noventa y seis inviernos echaron
alam bre tejido, deja ver un jardin- con los vaivenes dé una vida un tan­
cito en el que abundan las violetas to azarosa, puñados de nieve.
dobles, alternadas las muy modes­ La hija, doña M aría Matilde Oli­
tas, con algunas plantitas de lechu­ vera nos explicó qué, ante el Trio
gas y de cebollas de verdeo. intenso de la m añana que elegimos
Golpeamos las mari&s frente al para la visita, había optado por no
portoncito de tablas; y al ruido dejarla levantar, porque la anciana
producido, rompió en ladridos una no era persona de quedarse quieta
invisible jau ría de perros, — de los en un sillón.
cuatro puntos cardinales. — Le tengo que esconder la ropa
Momentos después nos encontrá­ para que no se me escape, nos dijo;
bamos junto al lecho de una ancia­ — y esta sabia actitud mía, no deja
Doña Deyanyra Pereyra de Olivera
quien gallardamente lleva vivido ya, 96 años
— 62 —

de m ortificarla grandem ente. enseñanza y a labores manuales.


Doña Deyanira Pereyra de Olive­ —iAih, señor, las guieirras! — pro­
ra, es hija de don Leonardo Pereyra siguió |diioiéoitdoinos la Viejecita. —
de La Cruz y de doña Estefanía Pa- No soilaimenite la vida y ¡la 'tranqui­
tiño, criollos y gente que tuvo una lidad se perdían en ellas, sino que
posición financiera floreciente en tamibuén las 'fortunas. Nosotras, qiue
los prolegómenos de n u estra vida aram os toas/tante ricos* pendimos.
de nación independiente; y ha re­ , toda, para diLeigar al estado de indi­
cibido esm erada instrucción. gencia en que ¡usted me encuentra
Dan L eonardox que alcanzó al ahora!
grado de capitán com andante, inició — ¿P*ero usted h a de recibir aJl-
sus servicios en lucha por nuestra giuna (buena pensión dlel Estaido? —
emancipación en el año 1816 en el inquirimos.
ejército de A rtigas y bajo las órde­ —iNaida m ás iqiue veinticuatro pe­
nes del general R ivera; — pero pro­ sos 'mensuales. ¿Cree uisted que sea
ducida la escición entre éste y Ori­ posible que dos personas, como so­
be, se enroló en las filas del P a r­ mos yo y and hija, puedan Vivir con
tido Blanco, sin dejar por ello de esa cantidad ? De casa, señor, pa-
continuar cultivando am istad per­ gaimos afeo- de la imitad. Gra-
sonal con el caudillo colorado. Ade­ cias a que siem pre hay personas
más desempeñó funciones legislati­ carita¡ti|vas que se apliadan de la si-
vas en las dos Cám aras; y el cargo euacióin an,gusitiasa en que una
de Jefe-de Policía en el departa- encuentra. . . Y surge un nom bre
m ente de Cerro Largo. a sus labios. . . el de la fam ilia Oso-
Excusado es decir que como bue­ ro Sayanes.
no, actuó en todas las batallas que — ¿Usted se acuerda de la Gue­
cim entaron la independencia nacio­ rra Grande?
nal entre cuyas acciones puede con­ — ¡'Cómo n a me ¡he de alcondajr!
tarse la de la tom a de la F ortaleza Nosotros nos Vinimos desde el Qli-
Santa Teresa. ¡mair en carretones, así llama-a os
La señora Deyanira Pereyra, na­ unos o^rruajes grandes,. porquje
cida en el Olimar departam ento de paipá, ¡como ya le he alalia, era de
Cerro Largo, en donde sus mayores la gente d e ' OrMbe.
eran poseedores de varias leguas de —¿ íT an tes de esa oportunidad,
campo bien poblados de vacunos y usted no visitó .Montevideo?
equinos, casó con don Damián Oli­ — Si señoa?, ouan/do ena muy ni­
ña todavía; pero vez vimüimos
vera Lamas, sobrino carnal del ge­ en ca>rnetas.
neral don Diego Lamas y dedicado — ¿'Como le paireció la ciudad?
tam bién por la fuerza de las circuns­ — C o m o v e n í a d e l icaim|P:o, m e p a ­
tancias, a la carrera de las arm as, r e c i ó m u y g r a n d e y m u y h ie r m o e a .
le tocó actuar entre otras acciones — ¿Qué d e t a l l e s fiu e r o n l o s q u e
de guerra, en la toma de Paysandú m á s 1a i m p r e s i o n a r o n ?
cuando la Cruzada L ibertadora, __ — Sin duda algiuma, el mar„ .qtue
en cuya ocasión sirvió con la g ra­ p^e pareció “una cosa enorme al lado
duación de capiitán, bajo las inme­ die las tranquites aguas deíl Oli­
diatas órdenes del coronel Estomba. m ar. . .
Doic’rri;éf? d.pfl derrocam iento de los — ¿Y nada ¡m á s?
bLa¡m?o<v el ca^pifcá.n Olivera e.mieró — Oh, sí! Una ¡corriaa de soriíi-
con su esiposa doña Deyamina a la ía/s que se efectuó en la >plaza (prin­
flTjreri-t'iinia de Corriente*", cipal.
cn encontrándose die rraiycT' — ¿A cual llam a ansted plaza prin­
domo ríe Ha estañeiia de un portu- cipal, señara?
pjui'ífts de ajpeMido m?urió a — A la de la Matriz, pues, 'que u s­
oons-e'c.uencia de heridas qave re>ci- tedes los modernos llaman de la*
plT1 ios azares de nuestras lu ­ Constitución. . .
chas intestinas. Entonces, la abne­
gada señora, con su trabajo hones­ —©s vendad. Pué muy novedosa
to y esforza4o, atendió las necesida­ a'jq’uel'la corrida. Imagínese que to­
des del hogar, durante largos años, dos los mazos que tomalban iparrte
con toda am plitud, dedicándose a la en la fiesta [vestían trajes de punto,.
— 63 —

oien ajustados, llevando a a.itoira dieron heroicam ente; y tan to , que


ue ia cintura pollerines con géneros hasta las m ujeres, arro jab an desde
ue v^súus'us coloras, y como soinrore- las azoteas Ti paso de los invaso­
ros, una diadem a de plum as, tam ­ res, aceite hirviendo y agua calien­
bién de diversos c.oiorea, .aü igual de te, para quem arlos. Después que la
oouiu :ias -usaban los indios. P a ra el tranquilidad volvió a re in a r en la
mejc-r desempeño de sms .papeles, ciudad rendida, los ingleses salían
m ontaban caballos m uy bravos, y a pedir “ cafá” por las c a s a s ...
cuando alguno saicaiba la soriije^ — ¿Cafó?
rompían todos en gritos, rem edan­ — Naituralmenite. P ero como >no
do a los sailvajes. ' : s a b ía n h a b la T el español!, h a b í a n
Y por cierto que nie dieron un aprendido a pronunciar malamente
auen susto, porque «ino de ellos, la palabra café.
aioenoándose a donde yo 'míe encon­ A mi pobre m adre le había cau­
trab a alzada en 'brazos de una mo­ sado mucha risa que en tre los sol­
rena esclava, le dió por (hacerme dados vinieran hombres belludos
gracias, -que a mi se me a n to ja ren vestidos con polleritas cortas y las
todo lo c o n tr a r io .. . pantorriiUas ál aire; y por más que
— ¿Y ciuando flas g u erras ue tedies se le dijera que esa era la moda
perm anecían en la estancia? escocesa, ella sostenía que la tal mo­
— G eneralm ente, no. Ganáibaimos da, no era Otra cosa que una ridi­
los m ontes del Olimar, en idomde vi­ culez.
víamos en chozas construidas con —-¿Qué más puede decirnos de
ramas, h asta que da tranq u ilid ad aquellos lejanos tiempos, señora?
vol,viera a re in a r ien el país. — Así de un tirón, nada más, por­
—¿Solas? que mi .memoria flaquea. Tenga en
— ¡Oh, no! Contábamos con los cuenta que me voy aproximando a
servicios y la protección de, nues^ los cien años y que usted tom án­
tras esclavos. dome de sorpresa, no m,e h.a dado
‘Por aquel entonces se había po­ tiempo a hilvanar mis recuerdos,
pularizado una poesía alusiva al ca­ dispersos entre ilos ya coastantemen-
so, ele la que tengo presente una te neVados picachos de mi enten­
c u arteta, solam ente. dimiento.
— A ver, a v e r. . . ? — Bien señora.. E,n o tra oportu­
— Es que no la recuerdo muy nidad se,rá m ás explícita. Por l o
bien que digam os. . . pronto, m añ an a h aré que venga un
— No im porta. Lo que recuerde fotógrafo.
— Vamos a ver si sale ateo: — ¿ P a ra qué?
“ Los niños! los ancianos, —-P u es. . .; p ara ¡retratarla tan
“La? dam as orientales buena moza. Pero, lev an tad ita ¿eh?
“ E rran tes por los bosques Es una vergüenza que a su edad
“ P or ásperos c a r d a l e s ..." se quede en cam a hasita ta n ta r d e ...
— ¿Ve usted como salió, señor»? — ;.Verrlad, señor? Yo se lo es­
—-No; si era mucho más largo toy diciendo a ésta, (dirigiéndose a
el verso. . . su h ija ), y no hay quien sé lo pue­
Y vea lo que son las cosas, señor. da hacer entender.. . .
A mi me tocó hacer m u c h a s. veces
la vida deil m atrero, casi, porqu? Cerca ds m ediodía y siem pre con
eso de vivir en los m ontes, era pro­ un frío intenso, aban don a>mos aquel
pio de esa clase de gentes. En cam ­ hogar a cuyo;s com ponentes la suer-
bio a mi m adre, cuamdo los ingleses t-? dió sus espaldas; y en donde una
tom aron por asalto a ‘Montevideo en sórdida m iseria está en albierta lu ­
1807, le cupo la su erte de encon- cha con dos alm as que, nacidas en ­
trr¡ dentro de m uros. tre la opullencia, tíasi, viven ' extre-
— i- Qué impresiones le trasm itió chám ente anidas por en- doble .sen ­
su señora m adre de ese aconteci­ tim iento del vínculo fam iliar y el
miento? 4e la desgracia mism a.
— Que lo» de la plaza se defen­
Carreta de campaña arrastrada por bueyes en las fiestas de la loco­
moción
Carruaje utiizado por el General R ivera cuando fundó la ciudad del
Durazno.
LA VACUNA

La prim era vez que eie ajplició la realizó la pobre, de mianJena ta n


vaiouna atoiti vario! osia em UVLomitievUr- injconsciteuítie como oblTigada.
íleo, fué en el año 1-805,, y (traída iEin ese mBismo año s¡e apILUciá tam ­
die Rio Janeiro por el portuigues bién en Buienos Aires, por prim e­
dlon Antonio M&itíhtado 'GajrlbaMo, ra vez la vacuna, en cinco niños
abordo dio ia fraigaita,, “La Roisia del de “La Quina” , vtiru® que había si­
Rio” , die lia cual dicho señor ena do iremli/tido diefede aquí aldlheirido en
propietairlio. uu vidrio.
Pero, Uto curioso dell caís¡o, es la Máis tamcLe, el prolp&o MaicfliaJdo,
foirmia coimjo ise transportó efl. ipme>- valiéndose siem pre del “ emvajg© vi­
ventivo cotnltra la viiruela; y su dies- viente" j que utilizó para traernos
arijpción íhará isomreir a, quiénes nois la vaciujn<a deiside Río Janeiro, lia
lelain, cuiamido sle 'enteren die que en lHe(vió a la otra orilla en (los ibrazos
viru¿ venia leu peaifeclto esftado de die dos negritos, con el fin de di-
rr atdiuire/z, ien líos ibrazoisi die luua mo­ funjd'Ma eu Buenote Aires y suis al­
rena ©sdlava, a la cual, ClaibtiUdo rededores.
die estta cliludad, d>esipués d¡e hajbleirUa ¡El procedim iento de la vaxíluna­
ad'qiuiiirido ipor compra, (lie idiió líiíber- ción, era por entonc¿els¡, dlireioto: Va­
taid, paira ipremtiJalr su isiervilcio 'que le dtecár, de brazo a brazo.

EL PRIMER BARCO CONSTRUIDO EN EL


PAIS

Montevideo, en Í801, construyó Este velle.ro, propiedad de .los co-


su prim er 'barco — un taigre — mierciantes Rajfiaiel Friz y Compa­
que surcando las agulas del (Atlán­ ñía,, condujo como pasajero ñasita
tico y del M editerráneo, Hiegara a la m adre patria, a don Félldx de
España, reallizaindio así uina verda­ Azara.
dera hazaña.

EL FARO DEL CERRO

El 19 de Marzo d¡e 1802, se en­ La prim era en dar sus id'estieMois


cendió por prim era vez era el Cerro, Iuim:ilno6üs, fué la de la Isla de Flo­
la faroila, siendo así quie eria 3a se­ res, de l,a cual nos ihemos otouipado
gunda luz q<ue para guía ide loo na- e/n otro capítulo.
veigia/mties, ©e hacía ver en el Río de
la Plata.
UN NUEVO CENSO

É n 1803 se levanutó iun nue(vo iNo obstante ser pocos los hiaJb.i-
censo eai Montievidieo y sus suibuT-
bioBt, quie arrojó Ja silguii’etntie ipobila- bainteg y conooerísie solbtraAlewnieintie,
cdíón:
Personáis büiamoas. !. . . 3033 Lqs pujois de clases se foajcSlan sen­
(Peones.................... ... . . 603 tir, si hernias de ap reciar lais teosas,
(Nteigtrofe y piardos'libres . 141
Negros esclavos................899 die acuierdo con las clasificaciones,
Total de haJbffitantes. . . 4676 quie se Idieron tall ctenso.

TELEGRAFIA ANTIGUA

Cono mo iconjtáibamos a principios de 1 8i0'5 , un faluioho procedente dio


deq sigilo XIX ni con cabtes n i con Buenos Aires, nos trajo la “nueva’*
La teleg rafía sin hilos, la<s noticlias de iqiue E spaña en Noviieimlbrie de
que iprocedemtes de E uropa nos Me- 1 8'0vl tuafbía diecQlaraido la guerra a.
gaJban, vientan siem pre con nun giran Inglaterra, "prim icia que fué lle ­
retraso. vada a los porteños por un buque
Así por ejem plo, eü 28 de Marzo que procedía de Cádiz.

TEATRALERIAS
Puede afirm arse sin tem o r a Francisco Antonio Maciel, oujyo
equivocarse,, que e¡l prim er emipme- maJtriimonio por disposición tesita-
sarfio te a tra l qjue tuvo Mioinlteivideo, mieinjtaria legó el te a tro , u n a caisia y
fué um portugués ftl&ima|dlo M anuel un conventillo comoclildo ipor d e Ci­
Cipriano de Meló, qiuüen, en 1794 priano, a iflavor d)el Hofeptittal de Ca­
construyó un tea/tro q.ue llam ó ‘"La ridad.
Comiedia” , e<n, ed te rre n o que hoy Bu'enos Aiires tuivo taanlbién en
ocupa el palacio Taranco, y que imil isetteidieintos o ch en ta y tan/tos,
antes sirv iera de asien to ail teatro su 'teatro, que, como el de aiq/uí sie
San Peldipe, cuya fotografía diurnos llam aba “ L^ Com edia” . Siu cons­
en el prim er tomo de “ Recuerdos y trucción aaaz ligiera,, con techio die
Crómicas de A ntaño” . p aja, dió lu g a r 0j qule se indenidiara
■E31 expresado de Meló, casó m ás el 16 de Agosto die 1792.
tarde con doña M aría A ntonia Gilí, 'B1 .precio de la e n tra d a con su
viuda del padre de los pobres, don correspand®emte aslitento p a ra la s
— 68 —

funcionéis com ientes — que no se­ ciones teatrales tenían que per­
rían m uy ;freamen tes por cierto, — m anecer de pie y en el últim o tibe
era ed de “ dos reales" por perso­ los Ttiincones, dadas sus condiciones
na; y se ihacia a la gente de color de 'esclavois esperando que term ina­
una bonificación d)e un clm^uenta ra el espectáculo, p ara gíuiar des­
por 'diento, piUesto que a lófl negros pués a los ajmtitos, farol en mano,
sollo ise les coíhraiba “un re a l” . h astá el hogar, salvando chancos de
Aunque no (lo dicen ios 'antece­ ag/ua y evitando que, por flafLta de
dentes que 'liemos 'consultado, ooai alum brado público, pudieran aque­
toda «sleigjuridad Ha rebaja respondía llos llevarse por. detonte, los postes
al toch o de que los poforeis m ore­ de las esquinas y los atadieiros de
nos, los m uy poiCós qúie bal)rán po­ lois cabíanlos que se .colocaban fren ­
dido diisifrutar de las irepreiseinita- te a las “p u lp erías” .

LA CAPITANIA DEL PUERTO

La llegiada de los buqueis que acompañalbain un regiidor, um Idriu-


p rolde d entes de E uropa nois v isita­ 3ano y u n escribano.
ban, e ra motivo de .grandes nov^elle- El G obernador Feliú, m enos cu­
rías entre autoridades y pue/bllo, rioso o m á s comodón que isiuis an­
pues a 'toidos interesaban las noti­ tecesores, o más disfp/mesito a darle
cias qjue de lais Cortes, pudieran impoirtandia a sus fueron die jetfle
ser portadores los m arinos q|ue tri- suprem o de la Provincia, dispuso
puflaíban esias nlaves. en 1795, que en adelante realizara
Y e ra ta l la imjportandiia quie se la visilta a las naves que Hieigjaran,
daha al hecho que, al anlcflair los el M ayor de la plaza, creando por
barcos en !la bahía, fu eran visita­ el misimo deoreto la “ Capitanía
dos nada menos que por 'ell señor defl. P u erto ” .
Golbernador de la plaza a quien

HISTORIA DE UNA VIRGEN

tCom ifeitíha 28 de Agosto de 1 "' mando iciontejo, siendo lois rem eros
el ibarco de giuerma español “ Piza de la prim era, los oficiareis del re ­
Tro*’ (trajo p ara ser collocada en la gim iento “iEl F ijo ” y el tim onel u n
Capilla de la Aguiada, urna efigie capitán defl regim iento de "Drago­
representado a la Virgen del Car­ nes” , p a ra revesitiiir asi de mayor
men. sofleminiidad aJl acto.
iComo tales aconitefciim'iienjtos pa­ Efl “ Pizanro” hizao unua salva de
san 'boy com pletam ente desapeirci- artille ría que contestaron los die-
WiJdos paira ell público, vamos a re- más (buques y las fuerzas y vecinos
laitatr en (breves líneas 'ell ceremo- qiule, en (la "Playa de la Aiguada” ,
niiiall icom que se. reialllizó el desem­ eslperahan anisiosos que arrim ara
barco de la iimágen. aíllí la falúa po rtad o ra de (La im a­
iCon sum o <ciuoudado ifiué ícolocada gen.
en cu n a falúa, a la que seguían dos Tal acontecimiento, dió tema
emlbarcaciones (más diel mismo fti^o después a Montevideo para que se
y las J'anjcduas de todos dos 'buiqjues batallara de sus incidencias, durante
m ercantes surtos en el puerto, fo r­ unas cuanitas semanas.
LA MASONERIA EN EL URUGUAY
PROCESION MASONICA. — PR IM ER A S LOGIAS. — GARIBALDI Y
T,A MASONERIA. — ED IFICIO HISTORICO. — LA NOTA TRA­
GICA. __ INCENDIO EN LA “LOGIA GARIBALDI’*V — LA
ESCALERA FATAL. — UN ESFUERZO SOBREHUMANO.
— LAS VICTIMAS. — UNA REVOLUCION BRA SILE­
ÑA Y LA M ASONERIA

L a prim era procesión m asónica La dem ostración m asónica a que


nos hemos - referido, fué la prim era
La dominación inglesa dió en tre de tal carácter que tuvo lu g ar en la
otras novedades a Montevideo, la A m érica del Sur.
que se refiere a la realización de
una gran procesión m asónica, con Las p rim eras logias
súbditos de esa nacionalidad, quie­ Y ya que hablam os de. m asonería,
nes recorrieron las calles de la po­ justo es que dediquem os tam bién a
blación, con gran ostentación de in ­ ella algunas líneas que, au n q u e en
signias y de banderas d esp leg ad as. form a sintética, tracen siquiera el
Podrá im aginarse el lector cómo desenvolvim iento de su h isto ria en
6e habrán hecho cruces y golpeado el U ruguay.
el pecho españoles y n a tiv o s • ante La logia m ás an tig u a del país es
sem ejante alarde de " h e re jía ” , elio¡¿, la denom inada “ Les Amis de la P a ­
tan españoles todos y tan apegados trie ” , que se halla bajo la ju risd ic­
a las prácticas del catolicism o. ción del “ G ran O riente de F ra n ­
Y los aspavientos h ab rán sido cia” y fué fu ndada en el año 1827.
mayores, fuera de toda duda, si se E n ella recibió la luz m asónica, al
tiene en cuenta la m alquerencia que decir de los de la secta, el héroe de
sentían hacia los invasores ingle­ ambos m undos general don José Ga-
ses. Dor invasores y por pertenecer ribaldi, allá por el año 1845.
a o tra religión que no era la de los El mismo G aribaldi fundó des­
españoles y porque el día elegido pués en esta capital, u n a J u n ta C ar­
p ara la dem ostración, todo un " s a ­ bonaria, sociedad secreta de carác­
crilegio” , fué nada menos que el de te r político y m ilitar, que usaba sím ­
San Juan, uno de los más grandes y bolos, al igual de la m asonería.
más respetados entonces del san to ­ Las prim eras logias uruguayas,
ral cristiano. h a sta poco después de la G uerra
En el acto que com entam os, ce­ G rande, estaban au to rizad as por el
lebrado el 24 de Junio de 1807, la “ O riente” del B rasil, y después de
protesta de los católicos se exterio­ dicha g u erra, se constituyó aquí el
rizó cerrando las puertas de sus ca­ “ Suprem o C onsejo” y el “ Gra,n
sas al pasaje de la procesión, m ien­ O riente del U ruguay” .
tra s que en los interiores de las La logia "G arib ald i” dependió
fincas, las fam ilias congregadas en mucho tiem po de la m asonería ita ­
la pieza destinada a los rezos, rep a­ lian a; pero luego se incorporó a la
saban cuentas y más cuentas de los uruguaya.
rosarios por vía de exorcismos y E n la actualidad, sólo existen en
m aldecían de la "im piedad” de los M ontevideo tre s logias e x tra n jeras:
infieles y “h e re jes” masones. la ya nom brada “ Les Amis de la
Decir por entonces m asón, era co­ P a trie ” y dos inglesas: “A cacia” y
mo m entar al diablo. “ Silver R iver” .
— 70 - •

Colegios masónicos herm anas de masones; y cuando se


esperaba precisam ente la llegada
Loe masones, al igual de los ca­ del Gran 'Maestre de la M asonería
tólicos, se han preocupado también del U ruguay don Carlos de Castro
de proporcionar instrucción a la ni­
ñez; y si hemos de estar a los in­ para dar comienzo al acto, fué que
form es recogidos, el prim er colegio se produjo el accidente, sin mayor
de esta índole que tuvo Montevi­ im portancia en ese momento y que
deo, funcionó en la calle Ituzaingó habría de dar lugar segundos des­
esquina Piedras, bajo la dirección de pués al desarrollo de la gran tra ­
un francés conocido por m onsieur gedia. Una pequeña lám para a pe­
M<arck. tróleo colocada sobre el túm ulo fu­
Más tard e y en el local que hoy nerario cayendo sobre éste y esp ar­
ocupa la Universidad de M ujeres ciendo el líquido, hizo que empe­
(Soriano y P araguay), funcionó zara a arder el paño que cubría el
otro colegio masónico, gratuito, con ataúd.
la denominación de “F rate rn id a d ” , — ¡Fuego, fuego, fuego!! g rita ­
bajo la dirección de m onsieur Gi- ron con h orror varias voces, a la
lade. vez, que algunos hombres trataban
Las clases en el edificio que nos de dom inar aquel principio de in­
ocupa, y que fuera construido para cendio, m ientras que otros, ab ar­
H ospital Italiano, sin que nunca cando la m agnitud del desastre que
llegara a servir a tales fines, se vie­ se produciría si no llegaban a con­
ron interrum pidas allá por el año te n e r a la m asa hum ana presa de
1865, p ara que sus salones prestaran inenarrable terro r, gritaban a to­
albergue a los soldados brasileños do pulmón:
que, ya declarada la g u e rra . al P a­ — ¡Calma, calm a!! No ha sido
raguay y en viaje a Yacurí Grande n a d a!!! Ya está apagado el fue­
•(Concordia), en donde se organiza­ g o ...! ! !
ba el gran ejército que m andaba Pero, desgraciadam ente, no hu­
Osorio, se enferm aban a bordo de bo caso. El público remolineó en
las naves que los tra ía n de Río de medio de gritos de espanto; y to­
Janeiro, Bahía, Santos, etc., etc. dos a una querían buscar salida a
la calle por la escalera, bastante
L a no ta trág ica
angosta y que form aba recodo en
El fallecim iento del general Ga- form a de ángulo rect'o.
ribaldi determ inó a la Logia de su Otras personas pretendieron de­
nom'bre a Tealizar en honor ilei tener la avalancha en el hall y fue­
héroe, — que había sido su P resi­ ron arrastrad as.
dente honorario, — un funeral m a­ ¡Y oh fatalidad de la suerte!
sónico, para cuyo acto se había in­ La puerta de calle estaba ce­
vitado a num erosas familias. rra d a !!!
Ocupaba por entonces la Logia, ¿Quién fué que la cerró?
los altos de la finca efe la calle San Alguien lo atribuye al sereno de
José N.o 143 (num eración antigua) g u a rlia de esa manzana, quien cre­
a la altu ra de Daymán; y para re ­ yendo que se había arm ado una
vestir la ceremonia con mayores gresca dentro de la Logia se apre­
aparatosidades se había enlutado el suró a cerrarla para que así no
gran salón, en cuyo centro se le­ pudieran escapar los autores del
vantaba un catafalco, sobre el cua», desorden.
un ataúd y cuatro antorchas que Y la avalancha fatal seguía
alum braban en las cuatro esquinas, afluyendo a la escalera. Contra la
hacían más imponente el ambiente puerta, los prim eros en llegar rin­
de recogimiento que dominaba en dieron trib u to a sus villas, ya que,
aquel templo improvisado. los que tenían a sus espaldas 106
A las ocho de la noche del do­ im posibilitaron para abrirla, mien­
mingo 11 de Junio de 1882 se ha­ tras que los auxilios que ^e preten­
bían congregado allí más de tres dían ap o rtar desde la calle, resul­
cientas personas, entre las cuales taban ineficaces, porque a los in­
habían no pocas esposas, hijos y tentos que se realizaban para for-
— 71 —

zar la puerta, se oponía la b arrera quien asfixiado y sin fuerzas y®


insalvable de una m uralla hum ana, p ara proseguir defendiéndose, mo­
am algam asada a sus tableros. ría de pie, apuntalado por los cuer­
Inútiles resultaban asimismo las pos de suis com pañeros de in fo rtu ­
palabras de tranquilidad lie algu­ nio.
n as personas que hablan quedado A quella ola de carne viviente a
en el salón y las seguridades que fuerza de recibir m ayor caudal de
daban de que todo el peligro ile elem entos, se in flab a am enazando
fuego había desaparecido por com­ e sta lla r por algún lado.
pleto, porque la gente, dom inada D esesperado esfuerzo
ya por el miedo no tra ta b a más
que de encontrar su salvación en ¿Fué una ilusión?
la calle y por la fatal escalera. ¿iFué la realidad?
H acía ya bastante ra to que el La espalda del señor F u rrio l en
fuego había sido totalm ente dom i­ contacto con la pared, percibió co­
mo si ésta se m oviera, al em bate
nado sin m ás daño que la quema del p a lp ita r an h elan te de los pe­
de algunos ornatos, de la m itad de chos oprim idos; y aquel, vislum bran­
la bandera que G aribaldi hizo fla­ do una esperanza, au n q u e muy re­
m ear en la B atalla de San A ntonio m ota, invitó con' el máximo de voz
y del estan d arte de la Logia “ Lea que le p erm itían tan crítica® cir­
Amis de la P a trie ” ; y la caei to ta ­ cunstancias a que, todos a una, die­
lidad de los asistentes a la cere­ ran con sus cuerpos contra la pa­
m onia, enloquecida, persistía en el red.
insensato propósito de escapar por — ¡A la una, a las dos. . . y a
donde no podía hacerlo. las tres!! ¡¡Vamos, fuerza!!
Y d u ra n te breves segundas, en ­
E l héroe de la jo rn a d a tre los ayes de dolor, se percibió la
Don Miguel F urriol, G ran M aes­ respiración anhelosa, jad ean te, de
tro jid ju n to de la M asonería, y don los pechos en sus dobles esfuerzos
José E. Pesce, S up eriten d ecte |de de salv ar las vidas y de ech ar por
la <Casa de Gobierno, b atallaro n in­ tie rra el m uro salvador, — que es­
útilm ente al preten d er desviar h a ­ ta vez si, había oscilado an te el so­
cia los fondos aquel chorro hum a­ brehum ano esfuerzo.
no de gente que h u ía precisam ente — ¡Vamos, herm anos, otro em­
hacia donde existía el único peli­ pujón más y esto cae! A v e r ¡A la
gro, y el prim ero de los nom bra- una, a las dos y . . . a las t r e s ! . . .
gro; - - y el p T im e r o de los nom bra- L a obra titán ica, heroica, im po­
quilidacT era desoída, abriendo los sible de realizar a fuerza de hom ­
brazos, pretendió contener a loa bros, cual era la de d e rrib a r una
insensatos que en el paroxismo del pared de cal y canto, se vió coro­
te rro r entregaban sus vidas a nada de lisonjero éxito. Un ruido
ensordecedor seguido de gritos de
aquel desfiladero constituido por la horror, de dolor y de júbilo, se­
escalera. La avalancha, irresistible, gún las circunstancias en que se
avasalladora, se llevó por delante e n co n trara quien los em itiera, se
al señor F u rrio l quien se vió de dejó s e n tir en todo el edificio, que
pronto ro d ar h a sta la m itad de la se estrem eció como si fu era presa
escalera, oprim ido por la m asa h u ­ de un terrem oto. La pared había
m ana que se e stru jab a en m eaio cedido, al fin; y con ella, e n tre los
de espantosos gritos y de quejidos. escombros y en medio de una n u ­
A duras penas pudo aquél, graciae be de tie rra , cien' cuerpos cayeron
a su serenidad de espíritu, escu­ tam bién al zaguán lin d ero . . .
rrirse un poco y poniéndose de pie, M ientras se d esarro llab a el epi­
encontrar un punto de apoyo, so­ sodio de la escalera, algunas se­
bre la pared divisoria del z a g ú a D ñores q u e no p udieron d a r con ella,
de la casa baja. por la confusión, p reten d ían a rro ­
O priínido, sintiendo c ru jir sus jarse por los balcones, siendo con­
huesos, apercibió sobre su hom bro ten id as por agunos m asones y por
derecho la cabeza de un vecino el público, que en gran núm ero se
había aglom erado en la calle y que,
— 72 —

m ientras no encontraba o tra fór­ señora esposa y a un hijo, siendo


m ula salvadora, ya que, como lo él el prim ero en reconocerlos en tre
hemos dicho, la barrera hum ana aquel hacinam iento de cadáveres y
de adentro impedía que se pudie­ de heridos.
ra abrir la puerta, — recom enda­
ba tranquilidad, anunciando la e f i­ Los m uertos
cacia de elem entos de salvataje He aquí ahora la nóm ina de los
próximos a llegar. m uertos en la catástrofe: Leonar-
Don Víctor . Cantón, tom ando eu da Arroyo de Triani, Luis Triani,
sus brazos a un niño hijo del con­ Miselia Costa de Buxó, María Bis-
tad o r público señor Morera / lla­ cay, Carmen Frigani de Solecia,
mando la atención de 103 curiosos M aría .Sei jambo, •Cherubín Trombe-
que llenaban la calzada* — pidió ta, Antonio Peteud, Antonio Bonn-
que lo recogieran, que él lo a rro ­ ccarsi, Antonio Bruno, Felicia
ja ría desde allí. 7 el dhico llegó Iluiz, Antonio Frenzi, , Santiago
sano y saivo & su casa, como así Boio, José ílisso, Francisco A ram -
llegó tam bién otro herm anito suyo, buró, Alfredo B rist y eres perso­
quien arrastrad o desde los prim e­ nas más cuyos nombres se ignora.
ros momentos hacia: la escalera y
sin saber cómo, se encontró m u­ Los heridos
cho rato después ileso, en la calle. Santiago Zettino, su esposa Al-ber-
En cambio, una gallega sirvienta ta Zettino y sus hijos Aurelia y Al­
que los acompañaba pereció aplas­ berto, Santiago Fines, Dorotea Et-
tada. ebeyerry, Angela Salva, José y An­
tonio Maglia, José M aría Galán, En­
C onjeturas rique A lm iratti, Francisco Etchepa-
Mil conjeturas se tejieron des­ casi, N. Buscihiaso;, Magdalena Mam-
pués alrededor de este luctuoso berti ,y dos herm anas más, Salvador
suceso. Se m urm uraba de la in­ Ingenieros, un m enor de apellido
tervención de manos crim inales. De Savini, Lorenzo y A nita Noly y otro&
la insinuación de los curas, enem i­ contusos más.
gos ele la m asonería y enemigos Un recuerdo histórico
tam bién de Garibaldi, uno de los
principales factores de la caída del Lo único que quedó ileso en eL
poder tem poral de los papas. . . salón, teatro de los dolorosos suce­
La coincidencia de la cerrada de sos que hemos detallado fué u n
la puerta de la calle unida a la cuadro que contenía urna carta y un
circunstancia de que alguien h a ­ sobre, que se había colocado con.
bía apagado el pico de gas que ilu­ algunos atributos masónicos junto al
m inaba la escalera, daba lugar a catafalco.
no desoír la afirm ación ¡que hacía El sohre llevaba la siguiente di­
don Vicente Bianca de haber vis­ rección: “A Üairlo Eugenio Fantoni.
to por dos veces a un hom bre de Ufficiale del Esército Italiano. Vía
saco gris apagando la luz del za­ Della Valle núm. 49. Roma.”
guán; — y que, ese mismo hom bre La misiva decía así:
fuera iquien volteara más tarde la “ Caprera, 24 Marzo de 1878. —
lám para que provocó el principio de Caro Fantoni: Diite ai n o stri fra te lli
incendio, dando a la vez la voz de de Montevideo,, eh’io vado superbo
¡fuego! d’essere loro Venerábile O norario” .
Sin embargo, la autoridad en­ “Vostro e loro per la vita.
cargada de invesigar el fatal suce­ Giussepe G arib ald i/’
so, no pudo confirm ar las afirm a­
ciones del señor Bianca. E l entierro de las víctimas
!La fam ilia del doctor T riani La .Masonería del U ruguay se hi­
zo cargo de los m uertos a los cua­
Desde los prim eros momentos les tributó grandes honores en su
concurrieren* varios médicos a.« lu­ sede de las calles Soriano y Queguay
gar del siniestro; y entre ellos el (hoy P arag u ay ), desde cuyb punto^
doctor T riani quien no se Imaginó partió el cortejo, a las 9 . 3«0 p. m.,
encontrar entre los m uertos a su del día 13, llevando a su frente la
— 73 —

banda ide m úsica del B atallán 3.o rante el gobierno de Julio H errera
de Cazadores. y Obes, fué nuestro grato huésped,
Como un (homenaje a la<s victimáis, aquel sim pático e ilustrado brasile­
los ataúdes fueron conducidos ihasta ño que se llamó Saldanha '3a Gama,
la últim a m orada a pulso, y debido quien, en los azares de la revolución
a gestiones de los córemeles Torrens de Río G rande del Sur llegó a -estas
y Goyena, el Municipio consintió q>ue playas m andando el crucero / ‘Re­
todos los m uertos fueran inhum ados pública” • que se había sublevado
en el Cem eáterio .Central. llevando a su bordo num erosos
Hicieron Uso de .la palabra en la guardias m arinas y cadetes, enem i­
necrópolis lo;s doctores Carlos de gos del réginien que gobernaba a la
Castro, C ristóbal Salvañach, M atías república herm ana.
Alonso Criado, Váldez García y el
Ese b a r c o , entregado al gobierno
coronel Ju an M. de Sierra; y a las de] páís, fue abandonado por su b ri­
11.45 a. m. la numerqsa, concurren­ llan te trtpülación, a la cual la Ma­
cia que .asistió al sepelio, s¡e re tira ­ sonería, dió albergue en Su local
ba del Cem enterio apesadum brada de lá calle Soriano y , Queguay, en
por tan horrible trajedia. donde se les dispensó toda clase de
Revolucionarios brasileños atenciones^ 'm ientras pe r m a n e c ier o.n
en esta capital. .
Muchos dé nuestros lectores h a­
brán de recordar tam bién que du­

La Masonería y la instrucción pública

UNA CARTA INTERESANTE. '— LAS ESCUELAS MASONICAS K.\


E L URUGUAY. — PEQUEÑAS RECTIFICACIONES A NUEiSTKA
CRONICA ANTERIOR. — COMO FUNCIONABAN LOS COLEGIOS
— QUIENES ERAN SUS PR O FE SO R E S. — LA MUCHACHADA
D E ENTONCES. — JO SE SERR A TO , PR IM ER PREM IO. — A LA
HORA DEL RECREO. — PAN CON DULCE PO R DOS COBRES.
— P ID P -: JX> FIADO
S>
N uestra crónica anterior, hacien­ JiOcas de A ntaño” . — D iario ‘‘La
do breves rem iniscencias del desen­ M añana” . — Señor: Soy u i l o d e los
volvim iento de la M asonería en el tan to s asiduos lectores de s>us cró ­
U ruguay, h a dado lu g a r a que, un nicas, ta n verídicas, como bien es­
p ara nosotros desconocido pero sí c rita s; y soy feliz cuando ellas so
eficaz colaborador, nos envíe la si­ refieren a tiempos, por mi alcanza­
guiente c a rta que no resistim os a do®. Eiso, lo rejuvenece a uno
la tentación de publicarla, no sola­ (bien dice e1! axiom a q u e después
m ente por su valor histórico, sino de los 50, se vive de re c u e rd o s!);
que tam bién p a ra llev ar a nuestros y es precisam ente su últiima, p u b li­
lectores, y en m an era ¡muy especial cada el Domingo 13 del actual, la
a la pléyade de ‘‘m uchachos” que que me mueve a escrib ir a Vd. es­
pedían fiado a Doña F lo ra y que ta misiva, (*'•* no tiene otro oibjeto
hoy, por sus canas y por su especta- que el de ofrecerle algunos nuevos
bilidad, han pasado a la categoría datos y h.i*«r:.. una pequeña r e c tif i­
de señores, momentos de gratos T e - cación en lo que se refiere al c o ­
cuerdos. legio fu n d a d ' v sostenido por ia
He aquí ahora, la c a rta de la re ­ M asonería . . U ruguay.
ferencia: E n la época a que Vd. se refiere,
“Al a u to r de “ R ecuerdos y Cró- se titu la b a " 'scu ela F ila n tró p ic a ”
— 74 —

;y funcionaba bajo los auspicios del nos, hayan podido instruirse y salir
Gran Oriente del Uruguay, y no preparados para empezar Ja lucha
Fraternidad ” como Vd. dice en su por la vida, unoe ipara ingresar a
crónica. Universidades en procura de un tí­
Este establecimiento de enseñan­ tulo, y todos para presta;- sus acti­
za era dirigido por el destacado pro­ vidades al País o a donde los 'haya
fesor francés, don Miguel Bialade llevado el destino. Entre los' con­
( padre de los fundadores de la ca­ discípulos de mi tiempo, recuerdo a
sa importadora de esta plaza que algunos que ocupan o han ocupado
.llevan este apellido, y no Gilade). puestos destacados en varias raimas
Debo decirle también .¿de la escuela de nuestras 'actividades, y algunos
que funcionó en Ja calle Piedras, de destacada significación. Cabe
fué la misma, que se trasladó más m encionar en .primera U rea, al ac­
tard e al local que Vd. menciona. tual Peraidente de la República, in­
En aquel entonces, yo era alum ­ geniero don José Serrato (uno de
no de esa escuela, que se dividía los pocos que llegó a ganar el pri­
en 4 clases. Lia la ., de los m ás ade­ mer premio de la escuela que la
lantados (a la inversa de hojy), 2a., formábamos un to tal de 500 o .6 u o
3a. y 4a. La la . era dirigida por alum nos); el doctor Sebastián Ro­
el director G. de la Escuela, señor dríguez, que ejerce su profesión de
B ialade; ’a 2a., por el m aestro Ma­ médico en el Paso del Molino, con
riano C asterás; da 3a. ipor Litis el ¡beneplácito de toda la localidad;
González (oin socias de B rindis de a su herm ano Carlos, que ocupó un
Salas, malo él corno un a j í ) ; y la alto puesto en el B&nco de la Repú­
4a. , por el profesor Antonio Perro. blica; al doctor Prunés, inteligen­
E ra el tiem po en que im peraba la te y caritativo médico; al coronel
palm eta. Mar .'o Zufriateguy (fallecido recien­
Posteriorm ente desfilaron por ese tem ente) ajven tajado jefe de nues­
m.ismo colegio, profesores <le la ta ­ tro Eijército; a su herm ano Pablo,
lla de don Federico Calvet, bachi­ que hoy es abogado a Esteban y Félix
ller Carlos W arren, José Á. Fom e- E l e n a , e l ¡primero que ocupó l a G e ­
la talentoso educacionista, Carlos rencia dél Banco Popular y *
Stagnero y otros; y en honor a la que resultó un dibujante de prim er
verdad, debo decirle que con la ac­ orden; al agrim ensor Saturnino
tuación de estos profesores, cesó el Cortezi; a Alfredo Sánchez fuerte
régim en de la palm eta. com erciante de esta plaza; a A rtu­
En esa escuela, se recibía u n a ro y Carios Bouton, activos y bien
instrucción F astante sólida. Se da­ conceptuados despachantes dé A dua­
ban allí clases de gramática,, histo­ na; al escribano Tomás Yzurzu, ra­
ria, geografía, aritm ética, álgebra, dicado en la A rgentina y fundador
botánica, mineraloigía, física, etc., del Club O riental en Buenos Aires;
además de clases especiales .de los a Jaim e y César F arrell, cuya firm a
idiomas francés, inglés e italiano y comercial es tan conocida por su
todo gratuitam ente, excepto los idio­ honestidad; a Luis Martínez y
mas de inglés e italiano, por cuyas Marcos, poeta de alto vuelo; a E n­
enseñanzas se pagaba u n a cuota mí­ rique y Abraham Busco, del alto
nima. El francés nos lo enseñaba comercio paraguaya; a Viceate y
don Miguel (como llam ábam os al Andrés Lápido y E. De M a r í a , los
señor B ialade), gratis, cuyas leccio­ tres d e “La T r i b u n a P o p u l a r ” ; a
nes de una hora, se daban t r e s , ve­ José G e r v a s i o Artigas, n i e t o d e
ces por sem ana y concluida?, las muestro gran Artigas, que murió
clases de'l Colegio, que eran de 9 hace algunos años, siendo' empleado,
.a 12 y de 1 a 3. También se dic- creo, d e la Aduana, y t a n t o s o t r o s
taiban clases de teneduría de libros q u e e s c a p a n a m i m e m o r ia . T odos
y dibujo. e l l o s nu trieran su cerebro e n a q u e ­
Todos1 los textos, cuadernos y lla e s c u e l a ; y s e g u r o e s t o y d e que
útiles, noG eran sum inistrados gra­ . todos guardan gratitu d a aquel
tuitam ente, costeados por la Ma­ templo d e enseñanza l a i c a .
sonería. Eg a esa institución,- preci­ No quiero abusar más del señor
samente, que dos o tres generacio­ redactor, si es que me ha seguido
nes que form an cientos de ciudada­ hasta aquí, pero antes de cerrar es­
tos apuntes, quiero evocar dos fi­ vía el panecillo apetecido, diciendo:
su ra s que mis ex condiscípulos re­ — Toma, hijo — ¿quieres m á s?
cordarán con emoción <y cariño. Me • _• i•• • • • • m •
refiero al conserje de la escuela, ¡Cuántos anécdotas y cuánto po­
don, León, todo u n “ benem érito . d ría escribir yo de esa escuela, en
con sus patillas blancas, su gorra donde pasé los m ejores años de mi
de visera y s¡u a n d a r inclinado h a ­ n iñ e z !! Pero, me falta, lo que se­
cia adelante po r el peso de los años, gún un critico francés es necesario
y a su señora, doña Flora, quien, ten er: “ le nerf anecdotique” .
m ediante la retribución de “dos co­ Vayan con estas m al trazad as
b res” ( 0 . 0 1 ) nos servía du ran te líneas, mi? deseos de qu>e los a n ti­
el recreo, un panecillo cortado al guos cam aradas de la escuela, te n ­
medio y untado discretam ente de gan un m om ento feliz, si lleg aran
dulce de m anzana o de m em brillo a leer esto al rem em orar tiem pos
hecho por sus marios. Cuantas ve­ idos; y que, ¡ay! ya no (volverán.
ces, un niño que no llevaba el cen­ E n tre ta n to . . . sigam os la caravana.
tesim o im ploraba de la hacendosa R espetuosam ente lo saluda. —
señora; “Un ex-díscípulo de la E. F ila n tró ­
— 'Doña Flora, un pan con diulce, pica” .
que m añana se lo pago. -— A cuya
dem anda ella, ta n bondadosa, ser­ Montevideo, 17 Setiem bre 1925.

Buenos Aires y la “muy fiel y reconquistadora...

CUANDO SE RECIBIO LA MALA NOTICIA. — SE LEVANTA UN EM ­


PRESTITO. — LA TROPA EX PED ICIO N A RIA . — LA TRAVESIA
MARITIMA. — RECOMPENSAS. — INQUINA CONTRA I/OS
INGLESES. — TODOS E R A N “DON GUILLERMO” . —
HACIENDO EX CEPCIO NES

La m ala noticia ña, cuyas fuerzas salieron de los


m uros de Montevideo, rum bo a la
Tom ada la ciudad de Barenos Ai­ Coilonia, el 23 de Julio de 1806.
res por dos ingleses el 27 de Junio La colum na la form aban: P rim e­
de 1806, produjo la noticia en Mon­ ra Compañía de V oluntarios de
tevideo, hondísim a im presión, — Montevideo, al mam do de don Jo a ­
aprestándose de inm ediato, au to ri­ quín Chopitea y com,pueista p o r se­
dades y pueblo, a c o rrer en auxilio sen ta y siete hom bres. L a segunda
de aquella plaza; — . y aprovedhan- compañía de la m ism a unidad, die
o.o tal estado de ánim o el gooer- noventa y seis hom bres, al m ando
n a io r Ruiz H uidobro que organiza­ de don Ju an Balvín Vaillejo. Los
ba una expedición p ara la recon­ franceses de Mordeli qiue consti­
quista de la ciudad rendida, levan­ tu ían o tra com pañía de sesenta y
tó en tre el comercio y vecinos de treg hom bres. Cien artillero s. Sesen­
Montevideo un em préstito nara ta y seis granaderos die Buenos
atender los gastos de la jornada, Aires. Dos cientos veinte y siete
que arrojó la suma de c u aren ta y hom bres 'del R egim iento de D rago­
ocho mil pesos.
nes. Ciento cu aren ta y se:,s de la
Las fuerzas ex|>edicionariias Com pañía de Miñones'. Q uinientos
de la M arina 'Española; y ciento
La expedición bélica se puso a ór*- tre in ta v o luntarios que se a g reg a­
üenes del coronel don Santiago Lt-
nitrs, francés, al servicio de Espa­ ron a la expedición en la Ciudad de
la Colonia bajo las órdenes de don
— 76 —

Benito Chain. “Don G u illerm o ..


Eista-s fuerzas hacían un efectivo Las reiteradas tentativas de los
de mil cuarenta y cinco hombre» de­ ingleses para apoderarse, tanto de
cididos a m orir por la reconquista Montevideo como de Buenos Aires,
de Buenos Aire?.,, y su idJoiína y religión, diesperta­
La travesía m arítim a , ron !los recelos de los. españoles y
nativos, quienés m iraban con malos,
Como este contingente, de guerre­ ojag a todo inglés que llegara a es­
ros necesitaba, de medios .maritáimos tas 'latitudes; — y tal era el enco­
de transporte para hacer la travesía no qiue sentían contra él que, no
‘le la C o lo n ia. a Buenos Aires, el conociéndose en el pia4s tpd^vía el
capitán don .Jjuan. G utiérrez de la vocablo ■“gringo” para, indicar des­
Comciha, en la noche del 25 de J u ­ pectivamente al extrangero, se em ­
lio de 1 8 0 6 , aprovechando un tem ­ pleaba por entonces- para todo el
poral re nante, pudo forzar sin ser que no fuera español o americano
notado el bloqueo de Jla escuadra del Sur, el de “inglés” . Así por
inglesa que cerraba nuestro puerto, ejemplo, el napolitano más atrave­
con una escuadrilla que form aban sado era para todos, un “inglés".
seis zuma cas y goletas, seis caño­ Y no conformes con darles despre­
neras, una lancha, a rtillad a y ocho ciativam ente la denominación de
transportes, llegando all día -si­ “inigleises”,, no concebían tampoco
guiente a la Colonia icón ila pérdiuL* nuestros antepasados que ¡pudiera
de do»s ziumacias que .naufragaron. haber homibre de la rubia Albiión
Liniers, gracias a la escuadrilla que no se llam ara “ don Guillermo".
de G utiérrez de la Concha, pudo des­ P a ra un gaucho, un “Jo h n ", — por
em barcar en las proximidades de ejemplo, — tenía que ser por fuer­
Buenos Aires el 4 de Agosto. za, un “Guiillermo” . sin duda por­
Recompensas que abundaron los de tal nom bre
*ntre los prim eros británicos que
La reconquista de la ciudad h er­ llegaron al país.
mana, movió al Rey de E spaña a
a Montevideo, el título de “Muy Ingleses “civilizados”
F¡iel y R econquistadora” , determ i- No obstante tales prevenciones,
ra n d o a la vez que se agregara al tiu/bieron ingleses que, adaptándose
escudo de arma's “banderas ingle­ a las m odalidades de estas regiones-,
sas abatidas que apresó en diciha se hicieron verdaderos gauchos,
reconquista, con una corona de oli­ con los usos, costum bres y defectos,
vo sobre el Cerro, atravesada con de los nativos, quienes, sati&fecihas
o tra de las reales arm as, palm a y de la metamorfosis operada, soste­
espada.” nían de todo corazón, que el tran s­
P or siu parte, el Cabildo de .bue­ formado inglés había .pasado a ser
nos Aires, adem ás de las felicitar “persona civilizada".
c i o n r q que tributó ñ, los j e f e ^ d e la Ante >un ejem plar de ta l natura­
expedición y de las notas de agrade­ leza. un gaucho no podía menos; que
cim iento que pasó al de Montevi­ exclamar e n t u siosmad o :
deo, prem ió con veinte y cinco pe­ — ¡Es macanudo este “don Gui­
sos a cada soldado. llerm o” ! ilngíés, ande ajhí lo ven,
es todo un gauciho!
i ¡ e s r R iJ s r íS -o s n
Se non é vero . . . .

En el capítulo que publicam os el encontró toda clase de facilidades


Domingo pasado bajo el epígrafe para la realización de sus operacio­
de “Buenos Aires y la m uy fiel y nes comerciales.
reconquista/dora. . . . ” afirm ábam os Y el cargam ento se iba haciendo
que cien años atrás no se conocía en el bergantín a m edida que lle­
en los países del P la ta el vocablo gaban a la playa, las c arretas carg a­
“ gringo” , para señ alar despectiva­ das 'con los, cueros.
m ente al extrangero, al que se le H asta que un buen día y cuando
d a b a en cambio el de “ inglés” por todavía las bodegas no estaban bien
cuyos ciudadanos sentían los espa­ repletas, el cap itán , aprovechando
ñoles y nativos una m arcada des­ u n a brisa favorable, levó anclas sin
confianza. ¿Desde cuándo data pués, h aber pagado u n solo patacón a nin ­
la aparición del calificativo “g rin ­ guno de sus confiados acreedores.
go” , que se ha extendido a todos Las velas, desplegadas a todo
ios pueblos del continente am eri­ trapo, em pezaban a in flarse batidas
cano? por el viento — p ara im p rim ir g ra­
El viejo práctico de los Ríos de d ualm ente a la em barcación, m ayor
la P lata y U ruguay don Pablo A. celerodad, m ientras que, de distin-
Dugrós, que ha cumiplido ya muy tois puntos de la costa corrían hacia
gallardam ente ochenta y ocho años la playa los acreedores y .vecinos,
de edad, dijo de pronto, en medio quienes, percatados de la pillería
de una conversación que g irab a al­ del griego, alzaban los p a .ñ 0 i3 e-’i
rededor de los tiempos viejos. alto, am enazantes, g ritan d o a la
— zUsted no sabe porque llam an em barcación que se alejab a enfilan­
gringos a los extrangeros? do hacia el extrem o E ste de la Isla
— ¡ H o m b r e ...! ! No lo s é . . . de G orriti.
— '¿Le in teresa conocer el dato — ¡Ah, del bergantín! ¡P áre­
para gus trabajos históricos? Le re ­ se !!
feriré lo que a mi me contaron. ¡Follón, que m al rayo te p a r­
— ¡Ya lo creo que sí! V enga esa ta ...!
historia. H asta que de pronto un paisano,
— La cosa ocurrió antes de la nada versado en nociones geográfi­
G u erra G rande, o en plena g uerra. cas, recordando vagam ente la n a­
No lo recuerdo bien. cionalidad del tram poso m arino y
Cierto día, llegó al puerto de Mal- queriendo llam arlo pot ella, se pu­
donadó un barco velero, griego de so a g rita r a todo pulm ón: ,
nacionalidad, — un bergantín, — — ¡Gringo, — gringooooo, —
cuyo capitán bajó a tie rra con el g rin g o o o o !!! ! ! !
fin de com prar cueros p ara llevar Pero el picaro del griego se h a ­
a E uropa, — a cuyo efecto, se p u ­ cía el sueco.
so al habla con una persona de sig­ Desde entonces y después de re ­
nificación del lugar, con el fin de cordarse la av en tu ra del griego, se
que lo pusiera en relaciones con adjetivó a todo extrangero con el
quienes podrían venderle ta l a rtí­ vocablo “ gringo” .
culo. Un e rro r de pronunciación por un
Conviene destacar, — prosiguió com pleto desconocim iento geográfi­
diciéndonos el viejo amigo, — que co de un gaucho, "enriqueció el dic­
por entonces no h abía desconfianza cionario de la len eu a castellana con
para la realización de transacciones lina p alab ra, — de las m ás g rá fi­
comerciales entre nuestros hom bres, cas, — para expresar un concepto.
p o r cuya razón el capitán del barco
AMOR DE INDIA

A medida que aum entaoa el nú­ — ¡“Yandubayiú” ! ¡Perdona la


mero de los conquistadores españo­ vida al cristiano y no olvides que
les en la plaza de Montevideo, los me has prometido vencer a cinco
indóm itos charrúas se iban alejando caciques para que puedas alcanzar
gradualm ente de »la costa, huyendo a tal dignidad. Todavía te falta
siem pre del conquistador y de todo uno. Deja que se vaya este hom­
lo que im portara civilización. bre.
El Río Santa Lucía, con la en­ Y “Y andubayú”, después de bre­
tonces exh ufoerante vegetación de ves reflexiones y de m irar amoro­
sus costas bien pobladas de todas sam ente a la m ujer amada, dijo a
las variedades de la fau n a indígena Caraballo.
prestaba asilo seguro a la soberbia — 'Cristiano; te doy la vida que
raza, que encontraba allí lácilmen- me quisiste a rre b atar tan a rte ra ­
te, todos los medios necesarios para mente. Toma tu lanza, toma tu es­
atender a su subsistencia. pada y vete con los tu y o s .. .
“ Yandufoayú” , uno de los tipos Caraballo quería justificar su
más valientes de la tribu, habffa conducta para inspirar confianza al
unido su suerte a la de una herm o­ indio; y estim ulado tal vez por lo
sa india de nom bre “'Liropeya,\ cu­ que él creyera interés hacia su per­
ya belleza llegó a im presionar asi­ sona de parte de la india, cuando*
mismo a no pocos europeos. sólo había existido un sentimiento
C ierto día en que un oficial es­ de conmiseración, se propuso ven­
pañol apellidado Caraballo recorría cer lo que en su concepto — con
al frente de los suyos aquellas in­ una idea obsesionante — constituía
mediaciones, apartándose de la co­ el único obstáculo, para el logra
lum na se aproximó a una choza de sus m enguadas aspiracioies.
construida con ram as y cueros,, den­ “Yandufoayú” , que no sospechaba
tro de la cual dorm ía la pareja in­ ni rem otam ente los verdaderos pro­
dígena; y, dominado por :a belleza pósitos que anim aban al conquista­
de la india que le despertó de pron­ dor, ayudaba a éste en el arreglo
to un sentim iento bestial, creyó que de la m ontura del caballo, cuando*
con la m uerte del compañero, po­ en un descuido de aquél, el español
dría resultarle más fácil la con­ le quitó la vida.
quista de “ Liropeya” . Y, dando La pobre india, horrorizada por
rienda suelta a sus malos instintos, el inaudito crimen que le arrebata­
se resolvió a q uitar del medio, con ba a su compañero, quedó como pe­
un lanzaso dado a m ansalva al que trificada por tan dolorosa y doble
él creyera un obstáculo para sus impresión, circunstancia que apro­
crim inales intenciones. vechó Caraballo para prodigarle ca­
El brazo del conquistador espa­ ricias y brindarle amores; y, apre­
ñol se recogía ya para asestar el miada por las promesas que éste le
golpe fatal, cuando de pronto des­ hiciera, pidió al conquistador que
pertó el indio, quien, esquivando la si quería q u e lo. siguiera hasta el
em bestida y abalanzándole contra “F u e rte ” debía antes abrir una se­
su traicionero contendor, logró des­ pultura para el que había sido su
arm arlo y dom inarlo. compañero.
Se proponía “Yandufoayú” dar «Cuando Oaraballo, anhelante, da­
cumplida cuenta de su rival, cuan­ ba ya término a su fúnebre tarea,
do “ Liropeya" que había desperta­ “Liropeya” . arrebatándole de pron­
do al ruido de la lucha, interpo­ to un puñal que pendía de un cos­
niéndose entre ambos, exclamó: tado del cinturón de aquél, dijo a
— 79 —

la vez que se clavaba el arm a en el ciencia de C araballo le m artirizó ef


pecho. alm a toda la vida por su doble cri­
— C r is tia n o ... ¡Cava p ara los men; y mucho m ás recordando la
dos la sepultura; y cubre a la po­ sin g u lar belleza de “(Liropeya” , cu­
bre “ Liropeya” con la tie rra ■que ya te rn u ra le hizo com prender tam ­
oculte al noble “ Y andubayü” . bién, lo im perdonable de su crim i­
nal h a z a ñ a . . .
C uentan las crónicas que la con­

NAPOLEON Y NOSOTROS
JOSE BONAPARTE, REY D E ESPAÑA. — LAS POSESIONEIS DE
EUROPA, ASIA Y AMERICA. — ENVIO D E UN DIPLOMATICO
AL RIO D® LA PLATA. — SU APRESAMIENTO PIOR LOS IN ­
GLESES. — INJUSTICIA D EL PUEBLO CONTRA LIN IER S

C uando la estrella de Napoleón re s de la proxim idad del em baja­


se encontraba en e l m áxim um de su dor, detuvieron a la nave que lo
poder lum ínico y som etida casi to­ conducía a estas aguas, a la a ltu ra
da la E uropa a s u despótica y om­ de M aldonado, — y allí mismo sin
ním oda voluntad, proclam ó el gran m ayores req u isito s le incendiaron
corso en 1808, a su herm ano Jo sé el barco, según unos y según el
B onaparte, como Rey de E sp añ a y propio em b ajad o r, el sin iestro lo
de sus posesiones en 'Europa. lAsia produjo la explosión de la S an ta
y América. B árbara.
Tanto el m arqués de Clhassenay
P o r vía diplom ática como la trip u lació n , se salvaron g a ­
P ero..... como nosotros quedába­ nando la costa, p a ra desde allí di­
mos por razones geográficas b a s ­ rig irse por tie rra h a sta M ontevi­
ta n te alejados del alcance de las deo, y de aquí a Buenos Aires.
m anoe bonajpartistas, juzgó oportu­
no el em perador de los franceses Y siguen los m alos ratos...
valerse de la vía diplom ática, a cu­ E l 13 de Agosto de I 8 O18, el en­
yo fin hizo em barcar en el puerto- viado de N apoleón presentó su s
de Barona a bordo del “ Consola- credenciales al b rav o V irrey don
te u r” y en calidad de Enviado Ex­ Santiago Liniers y B rem ont; y es­
traordinario. al m arqués de Cíhasser to dió lu g ar a que el tpueblo, a la r­
nay„ con la misión de gestio n ar a¿n- mado y teniendo en cu en ta que L i­
te las autoridades del Río de la niers e ra francés de nacim iento,
P la ta el som etim iento del virreyna- exigiera- la deportación del m a r­
fo al flam ante cetro del im provisa­ qués de Chassenay.
do rey José. L a decisión del pueblo soberano,
determ inó que el em b ajad o r fu e ra
Un m al ra to del em bajador tra íd o a M ontevideo al d ía siguien­
Los ingleses que, en lo q.ue se r e ­ te; y aquí se le tuvo preso en el
fiere a sus conquistas te rrito ria les “ B alu arte de San Diego” .
confiaron más en las bocas de sus
cañones y en las pu n tas de sus ba­ In ju sticias c o n tra Liftiers
yonetas que en charam uscas diplo­ Tal estado de cosas dió lu g a r a
m áticas y que, consiguientem ente, que se sospechara de la leatad de
cam paban por sus respetos en to­ Liniers, con to d a injusticia, ya q u e
dos los m ares y muy especialm ente el jefe de la reconquista de la Ciu­
en el Rio de la P lata, — conocedo­ dad de Buenos Aires, llevó su fide-*
, - S o ­

lidad hacia España, a grafio tal, que cionar la causa que hábía abrazado
prefirió la m uerte a mano de los y a la que prestó en todos los mo­
patriotas de la Revolución de Ma­ mentos al eficacia de su inteligen
yo, que lo fusilaron, antes que tr a i­ cia y e-1 sacrificio de su sangre.

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE
ORIGEN D¡E LA PLAZA DE LOS 33 O DE ARTOLA. — LUGAR
DE FUSILAMIENTOS. — COMO SE EJECUTABAN E S T O S ,__UN
CUADRITO DE LA EiPOOA. — EL CRIMEN D E LA CALLE
OMMAR. — UN DIPLOMATICO EN DANZA.

O rigen de la plaza E n tre los contribuyentes para la


La Plaza de los T reinta y Tres m ejora que nos ocupa, podemos ano­
que ocupa ei espacio que encierran tar, en tre ctros, log nombres de los
las calles 18 de Julio, Minas, Ma­ doctores Re-quena García, y Domin­
gallanes y Colonia, fué tiem pre co­ go González, y señores Eulogio de
nocida y lo es en la actualidad con los Reyes, Carlos de Navia, Yére-
si nom bre de “ A rtola” , apellido que guy, Bernardo Aguerre, Carrau, Fe-
correspondió a un vasco del lugar, rrés, etc., etc.
establecido con hornos dv ladrillos
y propietario de casi todos los te ­ L ugar de fusilam ientos
rrenos de esas inmediaciones.
En plena G uerra Grande, ya se La plaza nos ofrece tam bién su
le llam aba con esa denominación. n ota trágica, pues fué ella lugar
En el lugar que hoy ocura el C uer­ obligado para algunas ejecuciones
po de Bomberos, se alojaba por en­ de reos que la jüsticia condenaba a
tonces el R egim iento üe E xtram u­ la pena capital.
ros; y en 18 de Julio, en tre Maga­ En la época que nos ccupa' (1869
llanes y Gaboto, en donde se a 1872), los procesados eran saca­
levanta él edificio que sirve de se­ dos del viejo Cabildo, para ser con­
de al E stado Mayor G eneral del ducidos en carruajes y bajo segura
E jército, el Regim iento de Caballe­ custodia, íiasta la esquina de 18 de
ría que m andaba el valiente coronel Julio y ísia g alla n e s; y cuando ellos
M arcelino Sosa. llegaban, ya circundaban la plaza en
H asta 1867 sirvió esa plaza tam ­ correcta form ación, dos o tres bata­
bién, como lu g ar de cam pam ento de llones.
las carretas que llegaban del in te ­ L»a fúnebre com itiva era precedi­
rior, dado que, puede uncirse así, da por fuerzas de caballería, e in­
todas las inm ediaciones del lugar lo tegrada por los defensores de los
constituía un descampado, o poco condenados, por el actuario del Juz­
gado que-entendía en la causa, al­
menos. tos empleados policiales y sacerdo­
E n 1869 la plaza se vió converti­ tes. llam ados éstos últimos a asistir
da en pasco público, gracias al es­ espiritualm ente a los reos, hasta
fuerzo de vecinos de las inm ediacio­ seeundos antes de quitárseles las
nes, q u i e n e 3 realizaron las prim e­ vidas.
ras plantaciones que alU hubieron, E ra punto term inal de la carava­
circundando el perím etro con una na. la acera que correspondía al
v erja de hierro, colocándote además corralón existen te. sobre la ca!!e Ma­
una fuente de modesta* proporcio­ gallanes. a ocho o diez m etros de
nes, que f u é sustituida más tard e la hoy Avenida 18 de Julio, junte
por la actual, que embellecía al a cuyo m uro se levantaban los ba>n •
■Mercado del P uerto. quillos.
— 81 —

P relim inares de las ejecuciones a lta r con velas encendidas para


Como ya estaba todo dispuesto oficiar las misas y se les daba por
de antem ano, se empezaba i-or ha­ inseparable com pañero a un sacer­
cer arrodillar a los condenados, p a­ dote que se lo pasaba m usitando
r a que, en tan ¡humillante situación, oraciones, altern ad as con consejos
oyeran por últim a vez la sentencia. y vaticinios de u n a vida más ven­
I/aego,’ se les sentaba en I03 b a n ­ turosa en el insondable más
quillos y se les atxba de pies y ma­ a llá ..............
nos para obligarlos así a una a b ­ Vendados los ojos de los reos,
soluta inmovilidad que asegurara el avanzaban , cuatro tiradores si se
m ejor éxito de la puntería de los tra ta b a de un solo ajusticiado, de
"m ilicos” . ocho si eran dos, de doce si eran
Vibraba el clarín en un prolon­ tres, etí\. etc-, con las arm as (re-
gado toque de atención; — y cu*u * m ington) ya cargados.
do el eco de la últim a nota se hubo Los sacerdotes tra ta b a n de re ­
perdido entre el palpitar ansioso de confortar a sus asistidos, prom e­
un par de m illares de curiosos, el tiéndoles la redención de sus peca­
jefe que m andaba las fuerzas, — dos siem pre que tuvieran fé en
■espada en mano, — pregonaba con Salvador: y, gradualm ente y a me­
el mismo diapasón de voz con que dida :ju'i se alejaban del banqui­
ordenaba los movimientos m ilitares llo, levantaban más la voz p ara que
a sus soldados. aquellos no se dieran cuenta del se­
gundo trágico, a la vez que con la
; ¡ ¡P ena la v id a . . . ! ! ! d iestra en alto, hacían la señal da
— ¡Por Dios y por la P a tria, pe- la cruz. El ó fi.ial levantaba enton­
nan la vida los re o s . . . ! ! ! ! ces en alto su espada y al .bajarla
A gregando poco después y luego sonaba la descarga que epilogaba
de o.ro toque de clarín: con m ayor derram am iento de san­
— ¡Pena la vida q iie n p .da por gre, una causa crim inal.
los re o s . . . . ! ! ! ! E l tiro de g racia
En seguida se procedía a vendar
los ojos a los penados, para que no Los crim inales inclinaban la c a ­
se apercibieran del momento cu an ­ beza hacia un lado, ya cadáveres,
do Pi oficial que m andaba el pelo- porque cu atro : balas disparadas a
ton de tiradores, ordenaba el ins­ cuatro pacos de distancia y dirigi­
tan :e suprem o de la ejecución; — das al pe. ho, eran más que sufi­
operación aquella que estaba a car­ cientes p ara producir la m uerte ins­
go, como así tam bién la de la a ta ­ ta n tá n ea ; pero, ello no obstante,
dura, a cargo de uno de los presos avanzaba sin pérdida de tiem po
del Cabildo. un “ cabo ’, quien, colocando el ca­
Eso de ven ciar ojos y de a ta r las ño del fusil en la sien del reo, dis­
extrem idades de los condenados al p arab a un nuevo tiro, al cual se le
m adero del banquillo, se considera­ llam aba de “ g racia” .
ba desdoroso para los m ilitares e n ­
carda .os de hacer el j esto. Y es F in al d e espectáculo
indisc itible nente curioso que nues­ Las bandas de m úsica de los ba­
tros mayores, que daban ta n ta apa­ tallones rom pen en alegres m ar­
ratosidad a esta clase de espectácu­ chas y cada unidad, vestida de
los, tuvieran ese m entido y últim o gran gala como p ara las m ás g ran ­
senti .liento de conm iseración p ara des solem nidades y después de des­
los d<?sjra iados a quienes iban a filar por fren te a los ajusticiados,
aju sticiar, — c u a n io aparte de qu i­ con sus bizarros jefes a la cabeza,
társeles las vidas tra ta b an de anor re to rn a n a los cuarteles.
nadarlos durante cuarenta y ocho Y el público, siem pre ávido de
horas con la inhum ana cerem onia espectáculos brutales, aplaude a
í-3 la “ capilla” , acto que consistía raíz de la fa ta l descarga, y no con­
en aiojarlo3 después de notificárse­ form ándose con h aber visto tan po­
les por p rim era vez la sentencia y ca rosa, cuando el últim o soldado
de colo árseles en am bas piernas, desfiló an te los cuerpos inanim a­
una pesada b a rra de hierro a la que dos en los cuales la ju sticia saldó
llam aban “ grillos” , — en un apo­ una cuenta, se e stru ja ante los fú ­
sento dentro del cual se alzaba un nebres despojos, p ara presenciar el
6
— 82 —

postrer espectáculo, consistente en Raffo contestó una sola vez, t r a ­


quitar las ataduras y la3 yendas a tando de desvirtuar las imputacio­
los ajusticiados. nes que se le hacían; y ello dió lu­
gar a que la campaña contra él
.•\rreciara en forma violenta y de*-
V'iadada.
Un díplóhiático de pró Él diplomático - italiano; perca­
Poco am igos'de la nota .roja, no tándose de que las publicaciones lo
podemos', prescindir de extendernos \habian joerjudúcado veno!rmemente,
en este caso como un complemento pues la concurrencia de las nume­
de las referencias anterioxes, para rosas relaciones a su mansión se
referirnos concretam ente a una de iba debilitando día por día, e m p e ­
las últim as ejecuciones llevadas a zó a aislarse;, y su. espíritu antes
térm ino en la Plaza de Artola. abierto a toda manifestación jubi­
Por los años a que se refiere es­ losa, se modificó en el sentido de
te capítulo, desem peñaba las fun­ convertirlo en un casi misántropo.
ciones ce Encargado de Negocios Un hom bre de capa
de Italia, el Caballero Raffo, quien En la noche del 19 de A tril de
arribó a Montevideo auróleado cor? 1871 uii coupée se detenía frente
los prestigios que le daba su desaho­ al Café Torino, ubicado en la ca­
gada posición financiera y con lar, lle Río Negro entre las de Mercedes
sim patías que se conquista to(d ‘> y Paysandú, cuyo comercio era se­
hombre de mundo, qu>e sabe pro­ ñalado como punto de reunión de
porcionar a sus amistad-es, con ban­ toda clase de gente, descendiendo
quetes y saraos, los placeres qu°, un hombre embozado en una capa.
solo están al. alcance de las clase* Él cochero apenas si contaba diez
privilegíedas. y seis años de edad.
Soltero recalcitrante, pues ya ha­ Momentos desipués salía el mis­
bía dejado atrá«3 el medio siglo, terioso personaje acompañado de
ello no obstaba para que su espirita* otro hombre que ocupó un puesto
alegre y sociable lo im pulsara a dar al lado de] auriga, m ientras que él
grandes fiestas en su casa, quinta tom aba asiento en el interior. El
del Camino Millán, a las cuales con­ coche, bajando entonces por Río
currían ias fam ilias que constituían Negro, se detuvo en la esquina de
la élite de la sociabilidad montevl- Cerro Largo.
deana.
En aquellos días que no contá­ ¿ E stá el doctor?
bamos todavía con el aristocrático E l 4que iba en. el interior, descen­
Prado, se disputaban el cetro del diendo a la acera, dió unos golpos
predominio de sus lujosos salonos, en el llam ador de una puerta.
el Caballero Raffo y don José Bu?- — ¿Quién llama? — preguntó
^hental, de bien arraigados presti­ diesde adentro R uiral, am anuense
dos; y era así frecuente ver fr e n ­ del doctor Angelli.
te a las verjas de sus respectivas — ¿E stá el d o c to r? ...
quintas, largas filas de carruajes — Sí, está- ¿P ara qué lo desea?
arrastrad o s por los m ejores tro n ­ — -Un com patriota que se encuen­
cos, quo, dicho sea de paso, recién tra en la mayor pobreza necesita
empezaban *a im portarse al Paífc, de sus servicios profesionales.
guiados por cocheros de vistosas li­ Momentos después el médi o así
breas. requerido, abandonaba el lecho,
Cómo se eclipsa una personalidad pues ya era más de la media n o ­
che, para correr . en auxilio, como
Pero, de pronto, la personalidad lo hacía siempre, de un pobre ne­
de Raffo fué rudam ente atacada cesitado, subiendo al carruaje que
desde la prensa, “ El Siglo” ,-si mal habría de conducirlo a una crim i­
no rebordamos, que lesionaba seria­ nal emboscada, que se le había
m ente su reputación y buen nom­ preparado de antem ano en la casa
bre, sindicándose como autor de t a ­ de la calle Olimar número 11 (nu­
les publicaciones a un connacional meración vieja) y en donde en un
suyo, republicano entusiasta y mé­ misérrim o cuartujo, alumbrado por
dico hum anitario. una veía, uno de los confabulados
— 83 —

se hacía el enfermo sobre un catre E ra por entonces Jefe de Policía


desprovisto de colchón, siendo apa­ don José Cándido B ustam ante,
rentem ente asistido por otro de los quien tomó a su cargo la dirección
cómplices. de las pesquisas, tendientes a d ar'
No bien hubo traspuesto el doctor con el au to r o au to res del mons­
el dintel dé la púerta, cayó para truoso c rim e n ;— iy en las circunstan­
siempre víctima de un feroz- tie rra ­ cias en que el expresado funcionario
zo dado en la cabeza, y que recibie­ cruzaba la Plaza Independencia
ra por la espa'lda propinado por otro acom pañado de J“osé Ruival, el am a­
de los cómplices que perm anecía nuense del doctor Angello, se detu­
oculto detrás de una de las hojas vo éste de pronto junto a uno de
de aquella. los aurigas que hacían su p arada
fren te a aquél paseo, exclam ando:
Un cuarteto trágico — ¡E ste es el cochero qüe fué a
Antes de proseguir con n u estra buscar anoche al d o cto r. . . señor
narración conviene que nombrem os Jefe!-’
a los ejecutores reales del crim en; Lo dem ás es fácil adivinarlo. Vei-
empezando por señalar a José D otta rano contó sin mayores esfuerzos su
(a) B arbeta, italiano y que fué participación en el crim en y denun­
quien co n tratara o ap alab rara a los ció a todos sus cómplices.
demás crim inales y diera m uerte al E n cuanto a O baraldo desapareció
doctor. Insúa, (a) Corbalán, argen­ como si se lo ¡hubiera tragado la
tino; G aetano (a) Rodha; N etto (a) tie rra ; — y se afirm ab a por aq u e­
El Chivo y A gustín Yeirano que era llos días que, ejecutado el crim en,
el cochero, siendo estos últim os de le había tocado a 1su vez caer bajo
nacional uruguaya. el puñal de B arbeta, en la C osta
El sindicado como m ediador entre Sur, pufes- am bos fueron vistos por
ei señor Raffo y B arbeta, según los allí en las prim eras horas de la
demás procesados, era un español m adrugada sig u ien te a la noche en
llam ado José Obaraldo,— quien no que se consum ó el asesinato.
era otro, que el que ya viéram os O tros sostenían que el español de
e n tra r de capa en la noche del cri­ la capa h a b ía em barcado sigilosa­
men, en el Café Torino. m ente en un barco ya p reparado de
Todos los comprometidos, excep­ antem ano, por la Costa Sur, en
ción hecha de B arbeta que negaba donde fu era visto con B arbeta.
su participación en el asesinato,
afirm aban que Obaraldo le había En la Isla de R atas
prom etido a aquel por cuenta del Los crim in ales que e ra n defendi­
señor Raffo. la sum a de cuatro mil dos por los doctores don Dom ingo
pesos. González y don Jo aq u ín R equena
B arbeta, h a sta sus últim os mo­ García, así que p restaro n las prim e­
m entos fué visitado asiduam ente por. ras declaraciones a n te el Ju ez del
ln italiano; — y cuando ya en ca­ Crim en doctor ViUtiza, (por entonces
pilla debiera m ostrarse desesperado no h ab lan Jueces d'e In stru cció n )
dem ostraba una tran q u ilid ad so r­ fueron traslad ad o s a la Cárcel de la
prendente, pues según anuncios del Isla de R atas, de donde re to rn a ro n
visitante, lo de la ejecución no era a la Capital p ara ser ejecutados. Le
otro cosa que un sim ulacro, afir- tocó h acer e n treg a allí de los p re­
mándole quft se obtendría del P re ­ sos, al A lguacil del Juzigado, a
sidente de la República, el indulto nu estro amigo don Pepe A chinelli,
de las penan. viejo em pleado de A duana, jubilado,
quien por entonces, g u ard ia nacio­
Cómo se descubrió e l crim en nal movilizado, — e ra el oficial de
Cuando se descubrió el cadáver g u ard ia dej destacam ento m ilita r
del infortunado médico, toda la po­ destacado en la isla.
blación de Montevideo se estremeció La ejecución de estos crim inales
de pesar y de indignación;— y ,muy en la Plaza de A rtola, fué de las
especialm ente la colectividad ita lia ­ filtim as míe sp llevaron a efecto en
na, en donde aquél gozaba de gene­ form a ta n pública. Las dem ás se h i­
ral estim ación, por sus bellas p ren ­ cieron después, d en tro de los m uros
das morales. del T aller Nacional de A doquines e n
_ 84 —

la .época de L atorre y de cuya ins­ gurio de la calle Olimar N.o 11.


titución nos ocupamos extensam eate
en el prim er tomo de ‘‘Recuerdos y El final de ana vida de explendor
Crónicas de A ntaño"; y en épocas F u era o no fuera culpable Raffo
posteriores, dentro -del perím etro de del hecho que se le imputaba, lo
la Penitenciaría, que por entonces cierto es que aquél espíritu alegre
e ra la que es hoy Cárcel Correccio­ y decidor, cayó después en una
nal. aplastante .misantropía.
Ello no obstante y por excepción, El distanciam lento de sus vieja 3
fueron ejecutados algunos reos en relaciones que le hicieron el yació,
el mismo lugar en donde cometie­ los anónimos que a diario recibía
ron sus crímenes, como ocurrió com recordándole el crimen, la propa­
un tal Figuerón, ajusticiado en los ganda que hacían en su contra los
m ontes del Santa Lucía, segunda propios connacionales y la que des­
sección del D epartam ento de Cane­ de' Italia mismo, realizaba el perio­
lones y con los asesinos de la fam i­ dista señor De Sianni, Director de
lia^ Gabito, fusilados en Maldonado. "L ’Ita lia ” , quien tradujo a la lengua
del Dante la defensa del doctor
Reconstrucción del crimon González, en la cual no se dejaba
bien parada que digamos la incul­
Fué tal el apasionam iento y el pabilidad del diplomático italiano,
interés que despertó el crimen, que contribiuyeron a aplastar definiti­
no faltó un espíritu comercial que vamente la personalidad del que
se encargara de reproducir en m a­ hasta poco antes, fuera niño m im a­
niquíes de cera y en tam año n a tu ­ do de la sociabilidad montevideana.
ral, a los crim inales y al confiado Y sucedió lo que fatalm ente tenía
médico, en el preciso momento en que ocurrir: inspirador o no del
que éste era agredido a m ansalva crimen su caída social v política fué
por el sexagenario (Barbetta, recons­ precipitada. Tuvo que cargar en sil
trucción que se exlhibió con gran conciencia -con el peso de un crimen
éxito de público en el Teatro Cibils, o en el corazón, con el ingrato re­
que funcionaba en la calle Itiizain- cuerdo de la injusticia de una so­
gó entre las de iCterrito y Piedras, ciedad a la que él tan generosamen­
<en donde, con telones y decoracio­ te divirtiera en su lujosa mansión
nes, se reprodujo asimismo, el tu ­ del Camino Millán.

CON UNA CASI CENTENARIA


DESDE LA BORDA DEL. BARCO. — BUENOS AUGURIOS. __ UN
VISTAZO SOBRE EL VIEJO MONTEVIDEO. — DOÑA BER­
NARDINA FRAGOSO DE RIVERA. — COMIENDO NA-
RANJAS. — BAILE A LA USANZA VASCA. —

Presentándonos — Pase adelante. Don Pepe Acüi-


Llamamos a la puerta de la ca­ nelli, ya nos había anunciado su
lle Sierra 1377, con ciertos recelon visita.
de haber hecho un viaje demasía Y nos hicieron pasar a una sali-
do tem prano, porque apenas eran ta que tam bién hacía las veces de
las 9 y 30 a. m.. — hora no muy comedor en donde todo se encon­
apropiada para encontrar levanta­ trab a muy prolijam ente a r r e g l a d o ,
da a una persona casi centenaria. instantes después, una anciana, ca­
— ¿El señor Rossi, de LA MA­ minando con bastante desenvoltu­
ÑANA?, nos preguntó una señora ra, vino hacia nosotros sonriente y
de cabello canoso. extendiéndonos su diestra que ex-
— Es verdad. V eníam os. . . trecham os con afecto.
— 85 -

— Nos han asegurado, señora,— prim ero de año; — y ju n to a la


Inquirimos, __ que usted ya es casi borda del velero, contem plaba el
centenaria. . . caserío que se extendía sobre la pe­
— Esas m iras llevo, señor, pues nínsula únicam ente y que no era
aquí, donde usted me ve, tengo o tra cosa que a lo que hoy llam an
noventa y dos años. Me sobra sa ­ la vieja ciudad. De cuando en cuan­
lud, tengo buen apetito, duerm o do, sen tía el estallido de los cohe­
como duerm en los justos y no me tes que, jubilosam ente • reventaban
Incomodo por n ad a ni por nadie. en el espacio de aquella m añana de
-^-jCon todas esas cualidades y estío.
virtudes, usted habrá de llegar a Mi cabecita vasca m e anuncio
p a sa r victoriosa la ¡línea del pri­ qu e sería feliz en e sta tie rra de le­
m er centenario de su v id a . . . yendas, — ya que decir América
por entonces en E uropa, era soñar
con un paraísp de cosas exóticas y
en la que el dinero se encontraba
a paladas como así tam bién indios
con tap arrab o s y. flechas y que h a­
cían de cuando en cuando de las
suyas. Asocié en esos m om entos la
im presión que me producía la jo ­
ven ciudad, con su herm osa bahía
y su Cerro, con la fecha de mi a rri­
bo y d escarté todo recelo de que
pudiera arrep en tirm e de m i aven­
tu ra.
— ¿U sted es vasca?
— De Bayona.
--'P ro sisa , señ o ra. . .
P a ra lleg ar h a sta La M atriz
— H u érfan a dé padre y m adre y
sin herm anos, vine a este país re ­
d a m a d a por mi padrino, un conna­
cional al d'ue todo el m undo conocía
por “ C hurupí” , pobre como las ra­
tas. cuyo único patrim onio lo cons­
titu ía un corralón ubicado en la
lie Buenos Aires — fren te al Tea
tro Solís — en donde los lecheros,
verduleros, fru tero s, etc., etc. de­
Doña Ju a n a Deville de Casaaús positaban sus caballos, m ientras
realizaban sus negocios dentro de la
C iudadela, que servía de Mercado.
— Y que usted lo v ea. . . Que comer, no fa lta b a ; pero, ¡qué
— Gracias. ¿Su nom bre, señora? diaJblos. . .! ! aquello no era para
m í. . .
Desde la borda del barco
La Plaza M atriz estaba llena Je
— Ju an a Deville de Casasús, viu­ zanjones, y ¡las calles, sin em pedrar,
da. de noventa y dos años de edad quedaban convertidas en lodazales
y con setenta y cuatro años de re ­ cuando llovía. R ecuerdo que para
sidencia en esta ciudad, á la que lle g a r h asta L a M atriz lo hacíamos»
tan to quiero y a la que he visto por un cam inito de piedras, que
s u rg ir desde que era poco m ás que unía a la M etropolitana con la es­
un villorrio h asta convertirse en lo quina de en fren te, que hoy ocupa e!
que es ten la actualidad. Hotel Pirám ides.
Todo fué de buenos augurios p a ­ ¡Oh, las n a ra n ja s !!
ra mi. Después de dos largos meses
de navegación a vela, llegué en un A los fondos de la C iudadela ya
óra todo descam pado, pues la ciu-
— 86

la d se circunscribía, puede decirse, tenerse en cuenta que, como buena


liasta Sarandí y Juncal. vasca, no tenía pereza para trab a­
— ¿Una impresión cualquiera que jar.
conserve de aquellos días?
— En mi país se velan ppr enton­ Cuando en tró Flores
ces muy pocas n aran jas y sólo las — ¿Vd. habló alguna vez con mi-
comían los muy ricos. Yo que las vi sia. 'Bernardina?
allá rarísim a vez, siempre- las miré —-Sí, señor; en ocasión de ser el
como m anjar de los dioses, reser­ día de su cumpleaños, y que mi pa-
vado únicam ente para los encum­ trona, la mejicana, le enviaba por
brados. Pobre como era, tenía cjue
resignarm e a uno glotona contem ­ mi interm edio, un presente. La es­
plación. posa del general, sum am ente bon­
Im agínese usted, mi buen señor, dadosa me regaló algunas monedas.
qué im presión habré recibido cierta — ¿A qué m ilitares u hombres de
m añana, que, habiendo ido a la Cin­ significación, conoció entonces ?
dadela, por compras, se me ofreció — A Flores, únicam ente, cuando
el deslum brante espectáculo de ^rer term inada la Cruzada Libertadora
sobre el piso y como si no valieran se encontraba en la Unión. Yo vivía
nada, enormes m ontones de doradas para trab ajar, nada más; y salía a
y relucientes naranjas. la calle muy pocas veces.
Averigüé el precio. Aquello no Recuerdo perfectam ente bien que
valía nada. Las regailaban casi. Y como se anunciara que la ciudad se­
asóm brese u s t e d . Me comí una do­
cena. . . ría bom bardeada-porque los blancos
— ¿Una docena de un tirón? no la querían entregar, yo y mi m a­
— ¡Y con cáscara y tod*o. . .!! rido, que estaba instalado con sas­
¡Qué im presión más deliciosa tre ría en la esquina que form an las
cu ai-do m ordí la prim era n aran ­ calles Sarandí y Cerro (hoy B arto­
ja . , . !! lomé M itre), con el fin de evitam os
¿Vé usted señor, como era una los malos ratos del bombardeo, nos
pavrda ese grato recuerdo que con­ fuim os hasta la ‘Unión, a la espera
servo de mi v id a .d e mudhaciha? de los acontecimientos, felizm ente
— De ninguna m anera. Es un epi­ todo se arregló y nosotros pudimos
sodio que la pinta a usted de cuer­
po entero: que ha sido usted mo­ volver a nuestro hogar a la reta*
desta, muy fácil de contentar y muy guardia de las huestes que acaudi­
gOiOsn. sobre todo. llaba Flores.
— Efectivam ente. Yo creo que mi
longevidad la debo precisam ente a Manerias de divertirse
mi carácter poco ambicioso. Yo soy — ¿Cuáles eran sus diversiones
m uy fácil de c o n te n ta r. . .
predilectas?
Las prim eras ocupaciones — ¡Oh, muy pocas, señor. . .! ¡Te­
'En mi juventud me dediqué a 3a nía muchas cosas que hacer!
costura; y después me coloqué en Cuando, por ra ra vez salía, me ex­
la casa de un español llam ado don tasiaba frente a la “Quinta de los
José Gereda, establecido con regis­ Bichos” , en pleno campo, en lo que
tro en la calle Cám aras (hoy Juan es hoy calle San José Chico, cuya
Cárlos G óm ez). El señor (Gereda, propiedad pertenecía a ün italiano
m uy blanco de opinión, había casa­ conocido por Nicola.
do con una m ejicana extraordina­ — ¿Por qué le llam aban “Quinto
riam ente herm osa, muy colorada y
m uy riverista, íntim a amiga de do­ de los Bichos” ?
ña B ernardina Fragoso de Rivera, — Porque como isu dueño era hom­
esposa del general,, cuya divergen­ bre de fortuna, se perm itía el luja
cia de opiniones en el matrimonio,^ de pose'er animales, tales como ma­
daba lu g a r a frecuentes reyertas. cacos, avestruces, etc., etc.
■— ¿IC'uánto, ganaba usted en ,sa — ¿No concurrió a bailes?
casa? — U na sola vez y en día domin­
— Diez patacones. Un estup en lo go. En la calle Andes, entre las de
sueldo en aquel entonces; pero debe
— 87 —

U ruguay y Mercedes, había una fon­ agua de la calle .Soriano entre las
d a vasca que 'daba 'en. los días de de Andes y . Convención, propiedad
asueto a los connacionales, bailes a de un bearnés llam ado Pedro Tre-
la usanza dél país, leja110, a base de jén.
“chirulas” (flau tas) y tam borines. — Finalmetote, señora, encontró
Allí la gente se diverta m uy sana- Vd. en el U ruguay, su felicidad?
niieate. . . — Es verdad; aquí me casé, for
— ¿Qué otra cosa del Montevideo mando un hogar venturoso, y casi,
viejo, nos puede decir? casi, me atrevo a afirm arle, que ni
— A no ser lo de la venta de agua los años me pesan.
por la® calles, m ientras no se im ­ Y nosotros salim os , convencidos
plantó el servicio de aguas corrien- que no lleiga a cien año® el que no
tes, — que1 se hacía en barrilito s a quiere, o quien no sea capaz de po­
lomo de caballo, — uno de cada la ­ seer la suficiente dosis de filosofía
do como si 'Se traitara de á rg a n as. que lo ponga a cubierto de los sin­
E l agua la tra ía n de los Pozos del sabores de la v id a . . .
Rey, allá por la A guada, o de una Ni más ni m enos, como esta bon­
cachim ba existente en 'donde hoy dadosa anciana, que es p u ra alegría,
funciona el Teatro Royal y que por y que ha .sabido conform arse con la
entonce^ era un corralón, a cuyo p re­ suerte! que el D estino le ha d ep ara­
dio se e n tra b a por un portón. Tam ­ do.
bién tenia aceptación otro ojo de

EVOLUCION DEL C R IO L L O
LOS TRABAJOS QUE ANTES REALIZABA. — COMETIDOS REPU­
DIARLES. — .LOS HIJOS DE “GRINGOS” ARTESANOS. — EL
CRIOLLO EN E L EXTRANJERO

Sesenta o setenta años a trá s, ei denarlo.


peor insulto que podía inferírsele a Cuando mucho y al lado de “ las
un gaucho, peón de estancia, era casas” el ombú que como era “c a r­
ordenarle que fuera a a ra r la tie­ ne de p e rro ” y prendía de gajo y
rra. ni la seca ni las horm igas le hacían
— ¡M irá.....! decía asom brado y m ella, echaba sus ram asones, sin
en el colmo de ia indignación, si exijir del hom bre otro esfuerzo —-
un gaucho de güeña lay, se vá a si esfuerzo puede llam arse — , que
convertir en un chacarero....... ¡Ese p la n ta r la estaca al lado mismo del
tra b a jo se deja pa los canarios h a­ b a rril del agua.
ra g a n es...! ¡¿Ande se habrá visto
en este país, que un oriental se Cuando em pezaron a realizarse
güelva m ulita pa a ra ñ a r laf /tie­ las trillas con m áquinas, los criollos
rra...? se iniciaron en una nueva labor: la
El hom bre de cam po no servía úe sim ples peones ‘echadores” o
para otra cosa que p a ra peón de es­ acarread o res de p aja y dem ás co­
tancia, tropero, dom ador, trenza-lor m etidos en los cuales no h ubiera
o carrero. Los demás trabajos, los que desenvolver un átono de in teli­
consideraba indignos, deprim entes gencia. Los m aq u in istas, foguista*, y
p a ra su idio sin crasia nativa. encargados de las m áquinas, eran
¡C ultivar verdura®/ jnlantar á r ­ extranjeros. No se concebía tam po­
boles frutales o de som bra? Eiso co, que un nativo p u d iera ten er
nunca. No solam ente no se les meollo suficiente como p a ra am a­
ocurría hacerlo a los peones sino ñ a rs e , con el m ecanism o de “tan to
que ni siquiera a Tos patrones el o r­ fie rre ría ” y ta n ta “m aq u in aria” , al
88 —

decir de los mismos. nes..!


Los alam bradores, tam bién eran La instalación de las*, primeras,
“gringos” , especialm ente italianos y líneas tranviarias en Montevideo,
vascos. abrió nuevos horizontes al criollaje
En los centros de población, el m etropolitano porque «*1 oíicio ¿e
crlono “ de fam ilia” si era regular­ guarda o de cochero se adaptaba
m ente educado, desem peñaba un perfectam ente bien, con su delica­
puesto publico, o entraba com o .d e­ deza “nacional” . Y vimos así en
pendiente de tienda, ocupación que el pescante delantero de los coches,
no era de mal tono desem peñarla; al “ “ com padrito” de clavel en la
y cuando se tra ta b a de m uchachos oreja y melena rizada, impregnada
bin mayores pretensiones, entonces de aceite de “ Oriza” , em puñar el
ocupaban éstos, puestos de depen­ látigo adornado a la m itad del
dientes de una “ pulpería” que, a la mango con una especie de plum en-
venta de comestibles, llevaba aco­ to. azotar a los matungos, no sin
plada siempre el expendio de bebi­ antes haber echado ternos y cua­
das alcohólicas. Otras veces prefe­ ternos a voz en cuello.
rían el desempeño de las funciones P ara los puestos do enfermeros y
de cochero. de basureros, no se concebía que
Los deheredados de la suerte, se hubiera quien los desempeñara me­
ocupaban en las faenas de los m ata­ jor que los gallegos; — y el criollo
deros o integraban las policías como que por aquel entonces se hubiera
atrevido a ocupar cualquiera de
guardias civiles, o prestaban servi­ osos cometidos, muy particularm en­
cio como repartidores de carne o de te el segundo, habría sido mirado
pan, da carretilleros etc. etc. cuan­ ccn desprecio “por el círculo de sus
do no iban a engrosar las filas de la relaciones.
tropa de línea, ya como voluntarios, Un ingeniero o un m aquinista
o ya como “ destinados” que así se tenía, que ser por fuerza inglés; y
les decía a los que llevaban por un buen albañil, francés o italiano.
la fuerza, las célebres “levas” de los L a vida fácil y por ende, barata,,
cuerpos de línea que tanto funcio­ no exigía la realiza -ión de mayores
naron en la cam paña a la caza del esfuerzos para ¿levarla! sin estre­
hombre. chases. Un buen moquete de carne
Efn muy raros casos el criollito y un par de panes por día interca­
entraba ^omo aprendiz de albañil,
de herrero, carpintero, etc., etc. p a­ lados ccn el cosíibido “ cim arrón” ,
bastaban para que nuestros biogra­
ra aprender un oficio; y nos aven­ fiados pudieran conservarse c-n ex­
turam os a creer, que los prim eros celentes condiciones. No habían po*
oficiales uruguayos que hubieron
en esos ramos, fueron precisam ente entonces mayores tentaciones que
ios hijos de los dueños de los talle­ exigieran gastos:, — y lo que a
res, obligados muy; ^sen satam ente vestim enta s e r efiere, no obstante
por sus padres a hacerse hom bres estar a bajísimo precio la confec­
de provecho. ción de trajes, esto^ eran mandado®
Ofrecer a un pueblerito un pues­ a hacer por los obre-ros, allá por
to de peón para tra b a ja r en el a rre ­ m uerte de un obispo, para ser lu ­
glo de los caminos núbleos o en cidos solam ente en las grandes so­
una vía férrea, era casi, casi como lem nidades.
aplicarle una cachetada. El trab ajad o r de nuestros días,
— ¡No faltaba más...! — repetía viste al ijErua.1, o mejor si cabe, que
cuando se le inhumaba 1*. idea. JGso el oficinista; — y vemos a aquel
de andar con un pico y una pala, se concurrir a sus obligaciones, vesti­
dein, pa los eringes...! do y calzado con toda elegancia, pa-
Y así se explicaba como A .odos los r'v cambiarse en ^1 taller ó en la
componentes de esas cuadrillas de obra, sus ropas de calle por las de
trabajadores, fueran, por regla ge­ faena.
neral, italianos, quienes a su ve* Hoy el criollo no le hace ascos a
m urm uraban d?l criollo, como ju sta uinorún trabajo, desde el más com­
revancha: plejo al más sencillo y humilde, que
— Todos estos criollitos son in- los ejecuta a plena conciencia, con
nos compedritos anche harraga- verdadera contracción y con sobra­
— 89 —

da inteligencia. lejos del terruño, con su honradez,


N uestros profesionales, nuestros ccn su inteligencia y con su perse­
industriales y nuf#;tro® artesanos, verancia p a ra el trab ajo que dignifi­
no solam ente han triunfado en el ca; y tan to que, bastaba solo decir
solar nativo, sino que tam bién en en el extranjero — sobre todo en la
el extranjero; — y es fam a que, un A rgentina, — “ soy o rien tal” para
“ oriental” como se nos decía antes, cue se le diera preferencia en todas
o un “ uruguayo” como se nos llam a las actividades de la vida.
ahora, supo y sabe honrar a su País

Historia de la edificación en Montevideo


I A PRIMERA OASA DE MATERIAL. — LAS PRIMERAS BALDOSAS.
— MADERAS EMPLEADAS. — UNA OASA DE TRES PISOS. —
IiAS PRIMERAS DE “AZOTEA”

Las prim eras casas en previsión de nuevas incursiones,


Ya lo hemos dicho en capítulos amplió las obras de defensa ini­
anteriores, que el prim er poblador ciadas por aquellos y dispuso
qué tuvo Montevideo, fué don J o r­ asim ism o la construcción de loa
ge Burgués, y gracias a su decisión, prim eros fuertes, para cuyas obras
poco después de su arribo se levan­ se tra je ro n mil indios m isioneros.
taba en la península, entonces de­
sierta, la prim er casa de lo que, M ateriales de constru<*dón
con el correr de lo? años, sería Las construcciones se levantaban
gran ciudad, con paredes de piedra a base de piedra en seco con techos
en seco, y a cuya 'construcción si­ de te ja y pisos de tie rra o de la d ri­
guió un rancho. E ste acontecim ien­ llos, y las m aderas que se aplicaban
to ocurría en 1720. como tiran te s procedían del P a ra ­
Tres años más tarde, esto es, en guay. Cuando se tra ta b a de ra n ­
1723, B urgués rom pía su a isla ­ chos, la p aja p ara los techos se
miento con el refuerzo de otros ab­ tra ía de S anta Lucía, utilizando se
negados como él: G ronardo, Pisto- como caballetes y tije ra s, m aderas
let y Galio, quienes, al igual del de los m ontes cercanos, y ' en m a­
prim er poblador, levantaron tam ­ n era m uy especial, el sauce, que
bién construcciones p ara sus vivien­ fué aprovechado igualm ente en
das. ciertos detalles de las obras de lj,
No tran scu rrió mucho tiem po sin Ciudadela. A lgunos de estos ra n ­
que la tranquilidad de los fundado­ chos ten ían (como p u ertas cueros
res de Montevideo se viera inte­ de vaca.
rrum pida fon el arribo de un n a­ Después de con stru id a la Ciuda­
vio portugués, cuyos trip u lan te s en dela, re ién em pezaron a le v a n ta r­
son de conquista, levantaron sir; se alguna que o tra casa de las lla­
pérdida de tiempo, tiendas de cam ­ m adas de “ azo tea” .
paña, iniciando la construcción <?.e
un reducto en la ribera Oeste del Las aguas pluviales
río, p ara procurarse medios de de­ 'Como d etallé curioso de estas
fensa- La ciudad de la Colonia, construcciones debe, consignarse el
que ocupaban por entonces los i i que se refiere a la • salida de las
sítanos, se encargó de proporcionar aguas pluviales; las casas de te ­
a los invasores ganador destinados chos de teja, que eran de doo alas,
a aten d er la subsistencia de l?s tenían que a rro ja r la m itad de las
mismos. aguas a la calle; y las de azotea
Zabala, a ¡la sazón en Buenos echaban en cambio la to talid ad de
Aires y en conocimiento de lo que aquella®, por medio de caños, po­
ocurría, desalojó a I03 intrusos, y niendo a la m iseria no solam ente
— 90 —

a las calles, sino que tam bién a los Aldecoa, Montero, Valdivieso, Mal-
escasos transeúntes que tuvieran donado, Do-bal, Gutiérrez, Cardoso,
que pasar a su vera. illa, Conde, Vizcaíno, Ocampo, La­
Los zaguane^, siem pre anchísi­ gos, Baena, A ldana, Noble, etc.
mos, tenían como pavimento, el de
ladrillos. Ijos de te ja
Baldosa criolla E ntre los edificios de techos de
teja, — que eran la .gran mayoría,
La instalación de una nueva in­ — podemos enum erar, el primitivo
dustria en el país, — la fabrica­ Cabildo, la prim era Matriz de la
ción de baldosas, — hecho ocurrido c\ial nos ihemos ocupado en los to­
allá por 1790, dió lugar a que la-* mos anteriores, el Hospital de Ca­
casas llam adas de lujo, sustituye­ ridad, que era un rancho de dos
ran los pisos de ladrillos por los aguas, el Convento de San F ran ­
m a te ria k s que proporcionaba la cisco, el F uerte, el Coliseo, que más
nueva industria. tarde dió lu g ar al San Felipe, el
En cuanto a las casas de alto, — Cluartel de Dragones (hoy Escuela
muy pocas por cierto, __ tenían las Naval) y otros que no vale la pena
escaleras, en los patios, general mencionar.
m ente, o bien al fondo de los enor­
mes zaguanes. Caracteríticas de la edificación
Las paredes ya fueran de piedra
Un “raseacielo” o de ladrillo, eran excesivamente
A fines del siglo XVIII, M onte­ anchas,, tanto que algunas propie­
video contaba aproxim adam ente dades las llevaban hasta de unos
con trescientas casas de azotea de cuarenta y dos a cuarenta y cinco
un solo piso; y sesenta, de ¿los. De centím etros de ancho, o más toda­
tres pisos, no había máe que una,. vía.
“rascaci€lo” que se levantaba fren­ A estas construcciones se Ies do­
te al F u erte de Gobierno (hoy pla­ taba de dos patios, -el prim ero y el
za Z abala), conocida por la “ casa segundo, aquel con gran paotral y
éste con plantas de vista y medici­
de C ipriano” . El reato de la edifi­ nales. El alelí, el parral, el heliotro-
cación lo constituían viviendas de po, el jazm ín del país, la ruda, el
techos de te ja y de paja. cedrón y el toronjil, vivían en .plena
Primeros edificios de “azote»” cam aradería. Y al fondo, el corral
para albergar a las lecheras, al ca­
Loe prim eros edificios de azo­ ballo “de a n d ar” y patos y gallinas.
tea que tuvo Montevideo, de uno y El cuarto de baño, era cosa que
dos pisos, eran de propiedad de los no se sopechaba, siquiera.
Sres. Cipriano de Mello (el de los Aljibes, no
tres pisos), Viana, Piedra Cueva,
Zabala, Solsona, Gestal, Maciel Como no era frecuente la construc­
Pozo, Quincoces, Chopitea, Vargas* ción *de aljibes ya fuera por las di­
Pereyra, D urán, Vidal, García de ficultades que ofrecía el subsuelo pé­
Zúñiga, Toribio, Fernández, Pérez, treo en una gran parte de la1 planta
urbana o ‘b ien porque se argumenta^
García, Secco, V ilardebó, Nabia, ra (entre ellos el goibernadoir Bus-
Balvín, V állelo, M agariños, Sostoa, tam ante y G uerra) que las excava­
Molina, Bianchi, B arreiro, Maza, ciones para su construcción, reduci­
A rraga, Díaz, Berbecet, Contuce, rían la superficie de la ciudad, las
Giró, Saúco, Correa, M aturana, aguas pluviales que correspondían al
Massini, Juanicó, Camuso, Olave, ala del edificio que caía sobre el in­
Zamora, Cordones, Sienra, Lecoq, terior de la propiedad, iban a paral
A raucho, M artínez, Zufriateguy, por medio de caños, o de troncos
Larrobla, Vázquez, Lombafflini, F a ­ de pitas ahuecadas, a pipas que en­
jardo, Blanco, González, Otero, Vi- riab an de Europa, ¿rayéndonos vino
Uagrán, Ortíz, Chucarro, Méndez, ¿arlón.
HOJARASCA

Los insanos Alcaldes Ordinarios


H asta el año 1822 las personas Así mismo y con fecha 6 de Di­
atacadas de dem encia eran hospitali­ ciem bre del mismo año, se decretó
zadas en los conventos de M ontevi­ p ara las capitales de los d ep arta­
deo; y tratándose de lo q.ue el vu l­ m entos, la creación de la ju sticia ci­
go llam a “locos furiosos” «stos eran vil con la denom inación de Alcaldes
recluidos en los calabozos de las O /dinarios, cuya jurisdicción era la
cárceles o los cuarteles. Cuando h a­ m ism a que la que hoy corresponde a
bía que vérselas con “locos m ansos” , los Jueces L etrados D epartam enta­
se les dejaba vag ar por las calles les.
en completa libertad de acción. P a ra el desempeño de tales fun­
A fines de 1822 se dió el prim er ciones, no era necesario que el fu n ­
paso hacia una m edida hum ana y cionario fu era letrado, porque por
razonable, pues desde entonces, em­ entonces eran escasísim as las perso­
pezaron a asilarse los insanos en el nas que p u dieran o sten tar un diplo­
H ospital de Caridad. ma universitario.
El primer aniversario di&l desem bar­ M ovim iento portuario
co de los 33 D urante el año 1831 e n tra ro n al
Corresponde a la ciudad del D u­ P u erto de M ontevideo las siguientes
razno el honor de haber sido la po­ em barcaciones:
blación de la R epública que festeja­ De u ltram a r: doscientos sesenta y
ra el prim er aniversario del 'lesem - cuatro.
barco d los T reinta y T res O rienta­ De puertos arg en tin o s: ciento
les, en la P laya de la A graciada. veintisiete.
En efecto: el entonces pueblitc Y de puertos nacionales, doscien­
del D urazno, festejó él 19 de A bril tos.
de 1826 la m agna fecha, con la cele- Jl«o que da un to tal de quinietas
bración de un Te Deum y un panegí­ noventas y una em barcaciones.
rico, que estuvo a cargo del sacerdo­
Oomisión de c&nsura de teatros
te don Lázaro Gatféa, realizándose
adem ás un gran banquete a la crio­ E n 1837 existía ya una Comisión
lla y po r la noche, un baile. de C ensura e Inspección de T eatro,
nom brada por el Gobierno y que in ­
Por la instrucción pública teg rab an los señores B ernardo P.
En medio del caos que dom inaba B erro, doctor don F lo ren tin o C aste­
a l país como una consecuencia lógi­ llanos y el inm o rtal poeta, au to r de
ca de la lucha que sostenían nues­ la le tra de nu estro him no patrio,
tros mayores por la obtención de la don Francisco Acuña Figueroa.
independencia nacional, no olvida­ La Iglesia del Cordón
ron aquellos el sagrado deber de ve­
la r por la instrucción de la niñez; La pied ra fu n d am en tal en donde
— y fué así como el 16 de Mayo dé m ás tard e h a b ría de levantarse la
1827 se lanzó un decreto disponien­ Ig lesia del Cordón, fué colocada con
do el funcionam iento de escuelas las cerem onias del caso el 16 de Oc­
públicas d« prim eras letras en los tu b re de 1842.
pueblos cabeza de departam ento.
IF ’a tn 'b c is m s L S y X _ io lD is o n .e s

TIO BENEDÍTO NOS INICIA EN LOS MISTERIOS FANTASMAGO­


RICOS Y LOBISONT1TICOS. — RECUERDOS D E MI PUEBLO.

AI toque de oración... mos hijos varones de un m atrim o­


Cuando desde el um bral de la nio.
p u erta de calle en -donde nos en con. E l loibílsiOin
trábam os sentados, veíamos pasar Eli Destino había deparado a
m em entos antes de las nueve de la quien hubiera tenido la mala ocu-*
noche a tío Benedito,' un negro afri­ rrencia de nacer en tales condicio­
cano que 'haibía sido esclavo y que nes, una brom a por dem ás pesada.
por entonces desem peñaba las fun­ Todos los viernes, al toque de áni­
ciones de cam panero “ m ayor” , rum ­ mas, quedaba convertido en donde
bo a la Iglesia de mi pueblo para quiera que se encontrase, en perro
dar los to-ques de oracióm, ya se o en chancho;— y lo que es peor,
nos ponía la carne de gallina, por-* a rrastran d o generalm ente una ca­
que a los prim eros tañidos, de las dena, cuyo ruido constituía el te­
cam panas, nuestras im aginaciones rro r de la gente de los suburbios
infantiles veían por regiones sidera­ que creía a pies juntillas en tales
les a brujas, cabalgando sobre esco­ brujerías. G uardias civiles hubieron
bas y a diablos saltando de pretil a que abandonaron sus puestos de vi-*
pretil, sobre todo el ancho de la gilancia, cuando cualquier Viernes
calle. de noche, 'C r e y e r o n percibir el ru i­
do m etálico de la cadena, o vieron
P cít Tía de siiiuleita... acercársele a un m astín m editabun­
Tío Benedito, cambiueta y medio do o decepcionado de los amoríos
retacón, que daba a su an d ar el ba­ perros de la v id a...;— y si cualquie­
lanceo característico de los barcos ra, en ta n fatídica noche, se cru­
cuando reciben la m arejada de cos­ zaba con un can voluminoso, le ha<
tado, apoyado siem pre en nudoso cía p o r la.s dudas la señal de la
bastón de membrillo, a tac a la ca-< cruz, m ientras que, m usitando un
beza con amplio y florido* pañuelo exorcismo para el caso, tratab a de
de los llam ados de hierbas que re­ obtener el alejam iento del lobisón.
m ataba con un viejo som brero,—
al describirnos la s m archas, m azur­ Piara hacerlo diesiapare<oer
cas y ¡valses que a él se le an to ja­ Per,o había casos en que al perro
ba ejecutar con sus tres únicas se le ocurría seguir al asustado ve­
cam panas y aína .de ellas, rajada, cino quien entonces rogaba:
nos hablaba tam bién de las cosas — Vayase Manuel, váyase con
sobrenaturales que solía ver* desde Dios. Déjeme tranquilo, que yo nun­
su encum brado puesto en las horas ca le h e (hecho mal ni nunca, tam ­
en que “ tocando ánim as” , llam aba poco, me he reído de Vd.
a* sosiego a los h ab itan tes del pue­ Y ese mismo vecino- contaba des^
blo. . . pués que el lobisón desaparecía co­
P or el ex exclarvo bozalón nos mo por encanto, comoi si se lo hu­
iniciamos en los m isterios de los biera tragado la tierra...
“lobisones” , así llam ados lo«s sépti­ Otro, más guapo o que creyó me­
jo r en la eficacia do un buen ga­ Como todas las cosae cam bian en
r r o t e que no en santiguados y exor­ la vida, debemos decir que desde
cismos, afirm aba que al d a r el golpe hace años y con el fin — posible­
“coa alm a y v ida” al pobre lobisóm, m ente, — de concluir de u n a vez
éste, después de a u lla r de dolor, no /por todas con ta n desatinadas le­
había podido menos que exclam ar a yendas, los p residentes de la N a­
la vez que em prendía rápida dispa­ ción A rgentina, vienen aceptando
rada: los padrinazgos Que se les ofrecen
— ¡Qué b á rb a ro ...!!! p ara todo séptim o hijo v arón de un
E n las (primeras h o ra s de la ma- m atrim onio.
Gana, antee de que la au ro ra nada
propicia p ara solidarizarse con es­ Los fantasm as
ta s agorerías desvaneciera las ú lti­ P a ra se r fan tasm a n o e ra nece~
mas som bras de la nodhe, el lobi^ sari o re u n ir la condición del lobi-
6on volvía a reencarnarse en su ca­ sóin. C ualquier cachafaz o “ cacha­
parazón hum ana, h aeta eli toque de faz»” podía serlo.
ánim as del próximo V iernes;— pe­ H abía fan tasm as de diversas» cla­
ro, d u ran te .todo e l resto de la se­ ses: con zancos— que eran los más
mana, era m irado por la gente ig­ im p o rtan te s;— sin ellos, los sin ca­
norante con tem or supersticioso; y bezas, que las ocultaban en am plí­
por nada en el m undo eran capaces simo gabán, y las q u e eletvaban sus
los creyentes de a tra e rse ni su con­ cuerpos ficticios, esgrim iendo un
tacto ni su m ala voluntad palo con un travesafio en el ex tre­
Con los lobisones,— decían con lfe mo supe rior, desde donde caía la r­
m ayor sinceridad,— no hay que ju ­ ga sabana.
gar...! !! lEhsto no o b stan te, sesen ta O' se­
Y había quienes a firm ab an que te n ta años a trá s, los vecinos de mi
cualquiera que se a tra je ra la m ala pueblo vivieron seriam en te a larm a­
voluntad del hom bre que se volvía dos ante la aparición de un fan tas­
chancho o iperro, éste se tom aba su ma original, cuyas form as h a sta
rervandha yendo por la nodhe de un entonces, no eran conocidas.
Viernes a a ra ñ arle la puerta, de su
cara, en donde aullaba a todo pul­ E l fantasm a del C em enterio
món, a la vez que arrastraba, larg a A parecía en el C em enterio, que
y pesada cadena, el com plem ento in ­ por entonces ten ía los m uros muy
dispensable p a ra ser un buen y p er­ bajos, saltab a las tap ias y a poco,
fecto lobisom. se p e rd ía é n tre el lu ju rio so cardal
de la cuchilla.
M ientras que laa aves de corral Q uienes lo habían visto,— desde
Es natural, que en silgunas de las lejitos, por cierto, — no siabían
noches fatídicas se vieran por los precisar la form a real del fantasm a,
su t urbios, perros de distintos tpelai que ta n pronto cam inaba echado h a ­
jes y tam años, a rra stra n d o cadenas; cia a trá s o em pinado hacia, ad elan ­
•—y ta l circunstancia daba lu g a r a te. O tras veces, alto y tieso; y otras,
que los prestigios del lobisón acre­ andando con todo etí larg o de ‘‘su
cieran, por cuanto el vulgo que co- cuerpo” , en form a p a ra le la al su e­
me<nta.ba su? correrías, le daba m a­ lo. De p ro n to se recogía y de pron­
yores cualidades so b re n atu rale s,— to se ele'va'ba en proporciones re a l­
no solam ente de ubicuidad, sino que m ente fantasm agóricas.
tam bién transform ativas. En re a li­ H?ic1a cue un día la policía h a ­
dad no se tra la b a de o tra cosa que ciéndose de coraje y .conveniente­
de brom as de algunos vecino? “ avn mente refo rzad a por un piq u ete de
sades” que con el fin de atem orizar “ u rb an o s” provistos de “ terce­
a los más crédulos o de com er ga­ ro la s” , — arm as de fuego de la
llinas ajenas, pciltabam a sus perros época y agaeapándo: e desde las p ri­
con las correspondientes cadenas, m eras h o ra s de la noclhe por en tre
cuando no las a rra stra b a n ellos los cardOg y d etrás de las tap ias del
mi?inofl, aeazarán d o fe, — p a ra el “cam posanto” , se propuso a tra p a r a
m ejor éxito y la maiyor im punidad tan original fantasm a.
en fus visitas a los gallineros del De p ro n to vieron policianos y .u r­
prójim o. ; i', banos que un individuo, saltan d o el
— 94 —

muro penetraba al cementerio- para y disparó sobre la misma un pisto­


ra¡ remover una fosa en donde ho­ letazo, tiro que por tem blar el pulso
ras antes había sido en terrad a una no diera en el blanco, creó a aque*
persona, cuyo cadáver, desalojado lia una aureola de invulnerabilidad
del cajón, volvía a la m adre tierra. para las balas.
m ientras que el féretro, -cargado por
el “ fantasm a” encarnado en la per­ P reparando las tram pa
sona del sepulturero y cajonero fú­ La autoridad policial tomó car­
nebre a la vez, — un napolitano,— tas en el asunto, finalm ente, pro­
volvía nuevam ente a la casa de su poniéndose dar caza al temido fan­
procedencia ubicada en las orillas tasm a;— y p ara ello, recurrió a un
del pueblo,— en donde al día siguien­ expediente que, puesto en práctica
te el mismo ataúd podría Ser ofre­ en otras oportunidades había dado
cido en venta para “ un nuevo ca- excelentes resultados.
dáver,\ Desde los cuatro postes de las
Lo,s cambios de “ posturas” que boca-calle se cruzaro»n sogas bien
adoptaba p ara su mayor comodi­ tirantes, un buen rato antes de ,1a
dad esta hiena hum ana, daban lu­ hora en que habitualm ente hacía
gar a que, quienes lo vieran m ar­ su aparición el fantasm a que siem­
char en tales condiciones, con la pre realizaba el mismo recorrido;
complicidad de las som bras de la m ientras que los policianos y urba­
noche y con la im presión de verla nos quedaron en acecho en lugares
salir del cem enterio, le atribuye­ próximos y ocultos. Llegó el ser
ran facultades inverosím iles para “so b ren atu ral” , encaramado sobre
andar. sus largos zancos, cubierto con la
Y es lógico suponerlo: hubo pri­ inevitable túnica blanca; y al pre­
sión para rato. tender cruzar la calle, tropezando
en la tram pa que le habían prepa­
Con zancos rado, dió con su hum anidad en tie­
Todo el pueblo estaba albor j- rra, en donde fué recogida con
tado. algunos m agullones en el cuerpo.
— ¿No ha visto el fantasm a Que Y ¡asómbrese el lector quien po­
agarece a eso de la media noche dría ser el fantasm a! Una m ujer,
por las Tres Esquinas?, se pregun­ —una china marimacho de esas de
taban los vecinos, m isteriosam ente cuestión. Y de sum a im portancia,
todas las m añanas. cuchillo en la liga,— que gozaba
— No lo he visto, no señor, perc después entre sus comadres y com­
he oído decir a don Cosme, que * j padres al oír referir en forma abul­
vió, que es trem endo de -grandote. tada las hazañas, que en noc'hes
Figúrese si será grande que para anteriores haibía realizado, con la
descansar tiene que «sentarse en los complicidad del tem or y de la cre­
pretiles de las azoteas... dulidad de la gente.
Tales eran las preguntas y res­ Por aquellos días en que la poli­
puestas que se cruzaban entre los cía se encargaba de establecer pe­
buenos vecinos de mi pueblo, jus­ nalidades a su modo, sin en trar a
tam ente alarm ado por tan inquie* especificar la clase de delitos que
tan te aparición. pudieran cometerse y sin tem er
Como no había quien se le a tre ­ tampoco que la justicia ordinaria
viera al fantasm a, éste realizaba pudiera entablarle flluicio de com­
sus excursiones h asta en las noches petencia de juridicción, tocó a la
de luna lle n a ;— y desde el campa­ china purgar su falta o delito, en
nario de la iglesia, a medio kiló­ form a bien original por cierto.
m etro del lugar de los sucesos— !La chima C leta
tío Benedito, que vivía tam bién
por las Tres Esquinas, la vió más La m añana siguiente a la noche
de una vez “bóulevardiar” sobre en que se hizo tan buena presa, fué
sus altos zancos por aquellos andu­ de gran alboroto para los pacíficos
rriales. habitantes del pueblo. Hombres y
iSe hacían ñiil com entarios alre­ m ujeres se largaron a la calle a
dedor de la aparición:, y alguien inquirir datos sobre tan im portante
que* sin quererlo y £in pensarlo, se suceso.
dió de buenas a prim eras con ella
— 95 —

— ¿No sabe, vecina, que han ca­ te, que para quienes no estén tan
zado al fantasm a de las Tres E s­ “ profundizados” como nosotros en
ta n deletéreo asunto, n u estra omi­
quinas? sión seria im perdonable y h asta
— ¡Que han de cazarlo...! A los inquietante, si ee quiere .
fantasm as no hay quien los agarre. El fantasm a sin cabeza, es el
Y menos a ese, que anda en “ an­ más pobre diablo de los fantasm as.
cos” , y... que ha corrido a mucha Casi, casi, un desgraciado fantasm a.
gente... Provisto de amplísimo eobreíodo,
— Pues para que Vd. sepa. Ano­ coloca el cuello de éste sobre la
che mismo lo cazaron con unas pio­ cabezá 'y tra ta de escurrirse al am ­
las que, m uy tiran tes, las dejaron paro de los cercos arbolados de los
cruzadas en la boca' calle de las rancheríos de los suburbios, par?,
Tres Esquinas. ¡Y si Vd. supiera aeí, protegido por las sem brar de
quien había sido el desalmado. la noche, densificadas aún más por
— ¡Quien, vecina...? las proyectadas por las cinas-einas
— Pues, nada menos que la chi­ o tu n as, llevar a las m entes de los
c a Cleta....! pobres cerebros de la gente de loo?
—(La china Cleta? ranchem os, espíritus siem pre *|dlv>
— 'La misma; ¿y porque nó? puestos a aceptar como perfecta­
— No; garras para eso y para m ente lógicos los disparates m ás
mucho más, tiene esa sabandija. grandes que puedan concebirse so­
Cuente como fué la cosa... bre “ aparecidos” ,— una im presión
gráfica de su existencia, en éste
¡Pobre fa n ta sm a ...!!!! picaro m undo de los vivos y de los
tontos, sin la existencia m aterial
Bien am arrad a a las rejas de _ de ese com plem ento del cuerpo
una casa ubicada en el mismo cam­ hum ano que se llam a cabeza.
po de operaciones en donde reali­ La aparición del fantasm a ¿in
zaba sus correrías, encaram ada so­ cabeza provocaba la dispersión de
bre sui3 zancos y cubiertas sus hom ­ to d a la fam ilia, que cenaba en esos
bros con la larga túnica blanca que precisos m om entos,— p ara ence­
tantos sustos ocasionara, la china rrase a rezar e,n u n a de las piezas
Cleta perfectam ente custodiada por de la casa o del rancho.
la policía y a cara descubierta, per­ Pero... ¡oh, m isterios de las co­
maneció desde muy tem prano has­ sas te rre n a s y u ltra terrenas...! L a
ta altas las horas de la tarde, en aparición del fan tasm a sin cabeza
expectación pública p ara que todo el siem pre coincidía con robos de
vecindario pudiera apreciar la chorizos y salchichones que espera­
ir.coneistencia de la credulidad en ban su sazonam iento, colgados, al
esta clase de “ aparecidos” ; ejem ­ calor de la lum bre del fogón cuan­
plar castigo que tuvo la virtud de do no la propia com ida de esa noche.
llevar la tranquilidad a toda una. ¡El hom bre sin cabeza, com ía...'
población;— y decimos “ a to d a ” ,
porque los mismos que no creían El últim o fan tasm a de estas ca­
en duendes ni en la intangibilidad racterísticas a quien le tocó c o rre r
de los fantasm as,— por nada en el una noche el que eetas líneas escri­
mundo querían vérselas con e~os be en unión de otros m uchachos.—
audariegos de la noche. ya que íbam os de auxiliares de la
policía de cuyos re p resen tan tes no
Habíamos pensado poríer aquí, nos alejábam os m ay o rm en te;— era
punto fin al u n pobre m oreno que, cansado o
En verdad: habíam os dado por avergonzado al fin de ser fan tasm a
finiquiL?da la crónica de h oy;— pe­ de tan poco rango, fué acom etido
ro ai releerla antes de e n tre g arla de “ sourm enage” tal, que dió con
al taller, nos hem cs dado cuenta su hum anidad en el Manicomio N a­
que no habfsm os mencionado a los cional, aj í llam ado entonces al hoy
fantasm as sin cabeza?. N aturalm en ­ H ospital V ilardebó.
JE! ferro carril de nuestros mayores
LOS BATALLONES CUANDO PASEABAN
IEVITA Y GALERA DE FELPA. — A FALTA DE SALONES DE
LUSTRAR CALZADO. — LOS UNIFORMES DE ENTONCES.—
LAS TORTURAS DEL CALZADO Y DE UN AFIRMADO MA­
LO.— (IOS ¡HACHEROS.— LAS BANDAS DE MUSICA.— QUIE­
NES PRECEDIAN A LOS BATALLONES.— REDOBLANDO CON
COSTILLAS. — RIVALIDADES DE BARRIOS. — LAS GUE­
RRILLAS. — EL BATALLON DESFILA BAJO LOS BALCO­
NES DE LA OASA DE GOBIERNO
¡ Se lu s tr a . . .! ! prensa habrá de re c o rd ar si es que
llega a leernos que en el p rim er día
MonteAideo va perdiendo a m edi­ de su ingreso a determ inado cole­
da <jjue pasan los años, muchos cua- gio y estando la clase en funciones
dritos anim;.dos de sus viejas mo­ fren te al pizarrón, colocó u n a cola
dalidades en las cuales, la N a tu ra ­ <le papel en los faldones de agfliella
leza y las cosas, ponían sim páticas prenda de v e stir que llevaba, un
pinceladas de vida y de anim ación. condiscípulo, que h ab ría de m orir
Cuando no existían todavía salo­ años más tard e valientem ente en la
nes de lu s tra r calzado con las com­ acción de Tres Arboles, sirviendo
plicadas combinaciones de. pom adas, bajo las órdene's del coronel don
ceras y otros ungüentos que se em­ R icardo Flores.
plean ahora para d ar “ brillo y es­ E sa travesura^ que se descubrió
plendor” al calzado, y que un a rra ­ cuando el m alogrado amigo pasó a
piezo cualquiera, arrim ando el ca- hacer u n a dem ostración en el -pi­
joncito al cordón de la acera, obte­ zarrón. determ inó u n a severa peni­
nía idénticos resultados con sólo un tencia a todos los alum nos que se
par de cepillos, un poquito de be­ negaron a d enunciar al culpable,
tú n que se ablandaba con unos sa­ castigo que no alcanzó al “ d eb u tan ­
livazos. m ediante la retribución de te ” porque el m aestro — ■m al psicó­
un vintén y sin propina, n u estro s logo en el caso — no podía conce­
hom bres de pro vestÍ 2 n desde que bir ciue a los pocos m inutos de su
se levantaban h a sta cpe se acosta­ ingreso, p u d iera aquél ser capaz de
ban, tra je s de le \ita con el com­ ta n ta audacia.
plem ento de la galera de felpa.
Cadete con todas las de la ley
Era indispetnsable
No era tam poco cosa del otro
No se concebía tampoco que un m undo ver a un perjenio de diez
médico, un abogado o un escribano, y. siete años v e stir levita y g alera
saliera a la calle en el ejercicio de de felpa; y de esta aseveración po­
su respectivo cometido profesional, d rá d a r fe uno de n uestros g enera­
con la dem ocrática am ericana y el les más ilu strad o s, que h a ocupado
som brero blando de ahora. la je fa tu ra del E stsd o M ayor, quien,
P a ra la m uchachada bien, p ara siendo cadete de la E scuela M ilitar,
los “d an d v s”. era indispensable el ansiaba que lleg ara el día de salida
uso de la levita aue se a lte rn ab a V í t í lu cir su esbelta silu e ta por
con el de jacket, acom pañado de la esas calles de Dios, en tallad a con
galera de felpa o de la g a le rita re ­ tan aristo crática p ren d a de v e stir y
donda, que a veces re su ltab a un con el com plem ento de p an talo n es
si es o no cuadrada, térm ino medio de fan tasía.
entre la prim era y la segunda.
Todo pasa^
Ctolita en un jacket G radualm ente la levita fué ce­
Jóvenes había que iban a la es­ diendo paso al jack et. h a sta ta l
cuela de jack e t; y un compafiero de » unto que después no se usaba m ás
7
— 98 —

que para asistir a los entierros, lla y kepí se refiere, cambiaba, pues
cerem onia q(ue llevaba im plícita­ el brin era sustituido por el casi­
m ente la obligación de- vestirla. m ir azul. Los oficiales gastaban ca­
Y a tanto llegó su desuso, que sim ir negro.
hoy sólo la llevan algunos viejos El tra je de parada para la tropa
cocheros como uniform e funerario. era verdaderam ente lujoso, pues lo
£1 pi lsea die los batallones constituía am plia bombacha de rico
paño color lacre, levita azul oscuro,
Por entonces era corriente tam ­ alta polaina blanca y kepl duro <j¡ue
bién, aue los batallones a lte rn án ­ rem ataba con un pompón verde pa­
dose en sus salidas, realizaran pa­ ra la in fan tería y rojo p ara la ca­
seos por las calles más centrales ballería y artillería. Los oficiales
de la ciudad: y que los pobres ofi­ vestían levita negra, cruzada a la
ciales y soldados se estropearan los cin tu ra con fa ja roja, pantalón la­
pies en la aspereza de la pavim en­ cre y kepí duro con penacho de plu­
tación que, a base de em pedrado mas. Las charreteras de los sóida-*
de cuña, era la corriente en la ciu­ dos coincidían con el color del pom­
dad. pón y eran de lana. La de los jefes
¡Y había que ver las proezas de y oficiales, de gusanillo de oro.
equilibrio tfue tenían que realizar
los m ilitares p a ra g u a rd a r la pro­ Los batallones de a n tes
sopopeya m arcial de la m archa, al Cada unidad m ilitar la consti­
pisar la b ravura de las piedras de tuían quinientos, seiscientos o máa
p u n ta !!! hom bres de tropa; y todas ellas
No era ur despropósito en aque­ rivalizaban' en ten-er la más nume­
llos días, que los hom bres presu­ rosa y m ejor instrum entada banda
m ieran de ser poseedores d© pies de música, que era el orgullo, no
chicos y angostos, contando p ara solam ente del batallón, sino qite
ello como es consiguiente suponer­ tam bién del barrio en donde el
lo. con la complicidad de los zapa­ mismo tuviera eu cuartel. Muchos
teros, ya que nadie, o muy pocos, que nos lean habrán de recordar
eran los que se, com praban el cal­ con en riño a los vifejos m aestros
zado’ hecho, tan cómodo alhora con Spinelli, Siavini, Julián Silva, .Ca-
sus form as desahogadas. Con este lazza, N arbona y otros que sscapan
simple detalle queda dicho el m ar­ a n u estra memoria.
tirologio por el cual habrán pasa­
do loa oficialitos presum idos, quie Los hacheros
hoy ostentan las charreteras de co­ D urante el gobierno del general
ronel o las palm as del generalato. Santos se dió a cada unidad de in­
fan tería un motivo más de curio­
L a ind u m en taria m ilitan sidad pública, con el agregado de
La indum entaria de los soldados una “ escuadra de gastadores” , a
era muy d istinta a la de ahora. En los que el pueblo dió ín llam ar
Verano, vestísn amplias bombachas, “ hacheros” y que constituían un
tan alm idonadas hasta ponerlas rí­ grupo de doce hom bres de tropa y
gidas y barullentas en las m archas; un sargento, por batallón, elegidos
casaquilla, kepí y polainas altas, to ­ en tre los de más alta ta lla (con
do de brin blanco; y aparte del a r­ preferencia indios) y que, a la ca­
m am ento y del correaje, llevaban beza del mismo, m archaban arro ­
además en sus espaldas, una mo­ gantes, vestidos con pantalones ro­
chila de cuero, en cuya p a rte pos-i los con guarniciones; de gamusa,
te rio r y sujeto con una correíta, polainas blancas por debajo de los
brillaba un plato de lata. Ein el in­ mismos, casaquilla azul escuro con
terio r de aquélla, se llevaban cu­ vivos verdes, iargo delantal y peto
biertos, cepillo para la ropa, y al­ de cueros de tigre y llevando en
gún otro clhirimbolo de uso domés­ vez de kepíes, ajtos morriones pe­
tico. a todo lo que se llam aba en ludos con carrilleras de escamas Je
térm inos cuarteleros "la m asita” . bronce estampado. El arm a que es­
"Los oficiales vestían pantalón y grim ían estos soldados €ran sendas
casaquilla de brin blanco. hachas de m etal bien bruñido con
En el Invierno la indum entaria guarniciones de bronce p a ra la de­
en lo qi]ie A la bombacha, casaqui­ fensa del filo, que rechazaban eo
— 99 —

mil irradiaciones a fuerza de b ri­ que habían realizado los paseos,


llo. los destellos solares que que­ que después de dejado en su cuar­
braban en ellas su poder lumínico. tel al batallón, el ard o r bélico los
Cada bachero llevaba adem ás so­ llevó a tren zarse en g u e rrillas de
bre el costado izquierdo del cuerpo piedras con elem entos | del b arrio
un m achete curvo. por donde aquél h u b iera realizado
su recorrido.
“ Cuerpo d© vanguardia’* Hubo g u errillas de tal m agnitud
Los batallones al salir a la ca­ aue iniciadas por m uchachos, se
lle eran precedidos por un cente­ generalizaba más tard e con hom ­
n a r de muchachoa del barrio a bres, quienes su stitu ían a las pie­
que p-erteneciera el cuartel, p ara dras a rro ja d a s con m anos y con
acom pañarlos en sus excursiones hondas, por g arro tes y cuchillos^ en
al son de la m úsica y alternan d o las cargas “ a la b ay o n eta” , porque
la m arcialidad de la m archa que en estas clases de contiendas se
tra ta b a n de im itar a ratos a K s producían tam bién sus entreveros.
soldados, con las p iru etas propias El barrio de Palerm o, por ejem ­
del estado jubiloso uiie los dom i­ plo, con los herm anos Lem a a la
naba; y cuando cesaban los sones cabeza, cuatro de los cuales tuvie­
de los instrum entos p ara d a r .lugar ron trágico fin, fué el m ás
a que los tam bores rom pieran en ale­ célebre entve todos los dem ás no
gres redobles, aquéllos secundaban solam ente por el núm ero de sus
el rítm ico sonido de las cajas, con com ponentes, sino que tam bién por
un repiqueteo que sacaban <?e pe­ la b rav u ra de los mismos. Hubo ca­
dazos de costillas de vacunos, las sos en que la policía fué im potente
cuales, colocadas do? en cada m a­ p a ra dom inar él ard o r de los gue­
no en tre los dedos índice, m ayor y rrillero s.
anular, producían, convenientem en­ Como en la época que com enta­
te agitadas, el ruido característico mos el m ovim iento de vehículos no
de las castañuelas. e ra m uy intenso que digam os, pues
a p a rte del tra n v ía de tracción a
E l 2.o de Cazadores san g re que m arch ab a cada quince
Así por ejempllo, h a sta 1897, la m inutos, circulaba alguno que otro
m uchachada de la A guada ten ía al vehículo, estos paseos m ilitares re ­
2.o de Cazadores que m andaba ei' su lta b an siem pre m uy del ag rad o
bizarro coronel don R icardo F lo­ del público y no ocasionaban por
res, como al batallón de m ayores o tra p a rte m ayores tra sto rn o s al
prestigios en todo M ontevideo; y des6.nvoli/ímiento del tráfico, por
que al ser aniquilado por las ba­ las razones ya dichas. Al p asaje del
las fratricid as de T res A rboles en batallón las v e n tan a s se ab rían pa­
la Revolución de 1897, h ab ría de ra d a r paso al elem ento fem enino
cubrirse de gloria por su te m e ra ­ que no quería p erderse «1 in te re ­
rio arrojo. E l . barrio G uruyú ten ía san te espectáculo.
al 3.o; los del Cordón y F ig u rita
al 4.o; y así por el estilo. P or la Casa de Gobierno
¡Y había que ver el apasiona­ En casi todas estas excursiones,
m iento con que se discutía en tre la unidad m ilita r pasaba por la
m uchachos y hom bres de b arrio s Casa de G obierno; y a su aproxi­
distintos, respecto a cuál e ra la m ación, sailía a los balcones el P re ­
unidad m ejor, por su vestim enta, sidente de la R epública, acom pa­
por su disciplina, por sue bandas ñado de sus m inistros, quienes in­
d-o m úsica y lisa y h a sta po r la es­ te rru m p ían sus labores g u b ern a­
tam pa de los caballos de sus je­ m en tales p a ra responder a las sa­
fes I lutaciones de las unidades m ilita­
res que, con paso m arcial y a ban­
Las guerrillas d era desplegada ren d ían así un ho­
Era tal el entusiasmo que domi­ m enaje m ás al prim er m an d atario
naba el espíritu de ios muchachos, de la Nación.
DESDE 1829 A 1843

EN 1829 ron tan absolutos como seis años


E n el año 1829 se celebró un n ue­ antes.
vo censo de población en el país, E l censo arrojó esta vez un total
que por entonces lo constituían solo de población de ciento veinte y ooho
m il trescientos doce habitantes, dis­
nueve departam entos, con el si­ tribuidos asir
guiente resu ltad o :
Montevideo . . 2 3 .4 0 4 habitantes
M ontevideo . . 14.000 habitantes Soriano ......... 13.200
C anelones . . . 1 1 . 0 0 0
ti
Canelones . . . 7.800
Mal-donado . . 1 1 . 0 0 0
«t
San Luis . . . . 8.080
San José . . . . 7.000 »»
Colonia ......... 9.706
Colonia . . . . 7.000 Paysandú . . . 27.900
¿Soriano ......... 7.000 »»
Cerro Largo . 10.100
Paysandú . . . . 7. (TOO aa
M aldonado . . 21.296
D u r a z n o ......... 5.000 •9
Durazno . . . . 6.286
Cerro Largo . •5.000 »»

Total . 128.312 habitantes


Total . . 7 4 .0 0 0 h ab itan tes
Que la suspicacia del cronista no EN 184a
ofenda a nuestros m ayores y en m a­
n e ra muy especial al encargado o Otro censo levantado en Montevi-
d irecto r del tra b a jo céSTsal; pero .deo, solam ente, en Octubre de 1843,
mucho nos tememos, teniendo en a rro jó u n a población de tre in ta y
cuenta la “redondez! de las cifras” un mil ciento ochenta y nueve habi­
•—que el recuento de los poblado­ tan tes, descompuestos así:
res de esta p a tria chica, se hizo a O r ie n ta le s .................. 11.431
ojos de buen cubero. E x tran jero s . . . . 19.75'8
Eil dato oficial que nos sirve p ara
EN 1885 estas brevíes referencias, consigna
E n 1835 se levantó un nuevo que dentro del to ta l de los 31.189
censo respecto al cual nada tenem os habitantes, figuran 1.3 4 4 negros
que objetar, pues a juagar) por la africanos, que el censo no los tom a
variedad de cifras num éricas que ni como orientales ni como extran­
nos brindan los datos oficiales, pa­ jeros. ;
re c e que no se bizo una re p a rtija Y se exiplicaT; Los pobres m ore­
m ás o menos eq u itativ a de hab itan ­ nos eran esclavos: un térm ino m e­
tes en tre los departam entos como dio entre el m ás desgraciado de los
en el caso a n te rio r; y q.ue si hubo hom bres y1 la bestia.
ojos de buen cubero, ellos no fue­
EL CERRITO DE LA VICTORIA
SU PR IM IT IV O NOM BRE. — M O N TEV ID EO CH IQ U ITO . — SIT IO S
QUE D ESD E AT„TiT S E IM PU SO A M ON TEVID EO . — H A STA
EXi I/LEG>ARON LOS FRA NCISCA NO S Y LA S FA M IL IA S
EX PU LSA D A S P O R V IG O D ET

M ontevideo Chiquito la liberación de los qiue habían, caí­


do en poder de los españoles d u ran ­
No todos nuestros lectores ten­ te la desgraciada cam paña de Bel-
drán conocimiento d& que esa pin­ grano al P araguay, intim ó la ren ­
toresca em inencia Q|U© se lev an ta & dición de la plaza.
las puertas de la capital y que, es L as salidas in ten tad as por los es­
hoy uno de sus barrios sub urbanos pañoles fueron todas rechazadas por)
con la denom inación del ClerritO' de las fuerzas p a trio ta s; y esos reve­
la Victoria, haya sido conocido has­ ses provocaron u n a d esen fren ad a
ta los albores de n u e stra vida inde­ ira en Elío, quien, incapaz de sofo­
pendiente, con el nom bre de Mon-) car la ju s ta rebelión, que en afanes
tevideo Chiquito, apareciendo así en de independencia^ b ro ta b a por todos
un m apa de la época cuya copia he-* los ám bitos del país, decretó la ex-<
mos tenido a la vista. pulsión de nueve franciscanos del
¿P o r qué el nom bre de| M ontevi­ convento en donde A rtig as recibie­
deo Chiquito? ra su instrucción.
Seguram ente, porque muchos, al E n la noche del m ism o 21 de
referirse al Cerro lo llam aban Mon­ Mayo los sitiados d istinguían per­
tevideo, involucrándolo así a la in-^ fectam ente desde las azoteas de sus
cipiente ciudad; y p a ra distin g u ir casas y desde las alm enas que re-t
a la otra em inencia m enor medite,-4 m atab an los m uros de la Ciudadela»
rrán e a, se dió en lla m a rla Mon­ los fogones en donde vivaqueaban)
tevideo Chiajuito, h a sta que la vic­ las fuerzas artiguístaS; y sus cen­
to ria de R ondeau, obtenida co n tra tinelas oían tam bién con, to d a cla­
las fuerzas españolas m andadas por ridad las provocaciones que les di­
V igodet el 31 de Diciemlbre de 1812 rig ían aisladam ente y pon su cu en ta
sustituyó el dim inutivo nom bre pon los gauchos, que, llegando h a sta los
el que hoy lleva a tan buem títu lo . mismos portones y circundando los
R esultaba más agradable p a ra los fosos, invitaban a los “ godos” á
p atrio tas al re fe rirse a la pinto res­ pelear m ano a mano.
ca localidad, rem em orar la hazaña
de R ondeau dando a a q u élla el h a ­ En' nom bre del rey
lagüeño calificativo de la V ictoria, Los sacerdotes estab an reu n id o s
en vez del casi despreciable de1C hi­ en la noche del 23 en u n a de las
quito, que h a sta entonces tenía. dependencias del convento, ta l vea
A parte de este acontecim iento el com entando los acontecim ientos de
C errito es digno de que se le preste! esos días, cuando de pronto sonó
atención por más de u n concepto. con estrépito la ald ab a dej la puer­
ta de calle.
E l prim er sitio — '¿Quién va? — p re g u n ta ro n
E l 21 íre Mayo de| 1811, antes de desde adentro.
la victoria de R ondeau, A rtigas, — ¡A brid en nombrel del rey!
después de hab er obtenido el m ag­ Y como al conjuro de u n a pala^
nífico triu n fo de Las P iedras, esta­ b ra m ágica se dejó oiri en el silen­
bleció allí su cam pam ento p a ra po­ cio de la noche, el ruidoi de trancasl
ner sitio a M ontevideo, regido por qiue se descorrían y el chirrido ca-*'
el G obernador Elío, a quien el jefe racterístico de enorm e llave g iran ­
de los orientales, después de habeil do en el in te rio r de la c e rra d u ra
canjeado prisioneros, p a ra obtener de la casa conventual.
— 102 —

X a puerta quedó abierta de par Elío no Jfáfó a h í. Impotente?


en par. como lo1 hemos dicho, p ara la ob­
— P a sa d ,' caballeros, dijo el su­ tención de un triunfo «obre los
p erior del Convento. “ m atreros" «orno él les llam aba
Un oficial seguido de fu erte es­ hizo sa lir igualm ente de los m uras
colta y con gesto adusto pasó ai y en, la m ism a forana violenta como
in te rio r de. la finca, mirando' de lo hiciera con los franciscanos, en
soslayo a todos lados. - la noche* subsiguiente a cuarenta
— íSe os acusa de e sta r en con­ fam ilias sindicadas como p atrio ­
nivencia con los rebeldes. tas, entre los cuales se encontraba
— Orábam os, señor, cuando fu i­ la die A rtigas, — actitu d que
mos interrum pidos por vuestro lla­ provocó la indignación de la po­
m ado. ... blación en general y que determ i­
— De orden del excelentísimo se ­ nó el m ayor acrecim iento de las
ñor V irrey debéis seguirme'. fuerzas artiguistas.
— M uy bien; arreglarem os p ri­
m eram ente n u estras c o s a s .. . Los T rein ta y Tres
— ¡Nada de eso! Tendréis qu? ¡Los T reinta y Tres orientales,
acom pañarm e <ite inm ediato, sin un m ultiplicados ya después de ios
segundo de dilación y así como es­ triunfos obtenidos en la cam paña,
tá is . . . hollaron tam bién con sus plantas,
— ¿Sin llevar nada? las gram illas del C errito de la
— ISin llevar nada. Obedeced, sin Victoria, para im poner sitio a Mon­
replicar. Las órdenes son term i­ tevideo a la vez Que obtenían de
nan tes y severas. la plaza incorporaciones de hom­
Y los frailes, que e n pejalidad bres y el auxilio de algunos per­
eran decididos p atrio tas, con José trechos .
B enito L am as a la cabeza, quien E n n u estras contiendas civiles
h a b ría d e ser poco d e sp u é s' uno de N uestras desdichadas contiendas
los hom bres má/s útiles a A rtigas, civiles tuvieron tam bién como pun­
'siguieron al oficial español por las to estratégico p ara sus dem ostra­
desiertas y oscuras calles de Mon­ ciones bélicas, el glorioso C errito.
tevideo, h a sta el P ortón de San Pe­ Allí hizo su alto el ejército rosista
dro, que daba precisam ente sobre al mando de Oribe cuando la Gue­
lo que es hoy P laza Independen­ rr a Grande, para anunciar a la
cia. L a fuerza era precedida por un Plaza con una salva de veinte 7
roldado que llevaba en su diestra un cañonazos, su aparición.
Flores, triu n fan te en su Cruza­
un farol de mano para alumbrar da L ibertadora en 1865, m ostró a
el recorrido. la ciudad desde la eminencia a sus
Váyanse con sus matrero8!! pujante© lanceros; ein Nolviembre
de 1870, Timoteo Aparició volvió
Llegados que hubieron al lím i­ a hacer lo mismo y aún más: a-
te de la C iudadela se im partieron tom ar h asta ocuparla, la F ortaleza
las fuerzas artig u istas; y sus cen- del C erro.
b r e v ís im a s órdenes; y, de nuevo, Pero, el C errito de la V ictoria
sintióse el chirrido de llaves en es uno: el de A rtigas y el de Ron­
funciones. El postigo practicado en deau, que regaron con la sangre
■el P ortón de S an P edro quedó generosa los p atriotas que m anda­
abierto p ara dar paso, en prim er ban sin o tra aspiración Que la úni­
térm ino, al soldado que portaba el ca de h acer P atria, p atria grande
farol, a quien siguió el oficial que para todos los orientales.
m andaba el piquete y que llevaba Por eso es que las m argaritas
su espada desenvainada; — y seña­ silvestres más ro jas y más herm o­
lando con la punta de la m ism a los sas que nacen en el País, son las
fogones patriotas a los frailes qu-* que en Prim avera brotan en !as
lo habían seguido h asta el exterior, laderas del Cerrito, cuya tie rra
dijo con tono de m ando y tra ta n ­ fertilizaron para toda una eterni­
do de d a r a su voz la inflexión dad ccn las savias de sus vidas,
los prim eros gauchos que impu­
de los criollos; sieron con las puntas de sus chu­
__¡Váyanse con sus m atreros!!...
Y desde esa misma noche., el zas los prim eros jalones de núes-
tr a e m a n c ip a c ió n .
ejército patrio ta, contó ccn nueve
soldados más.
DESDE LOS DIAS DE SO LIS HASTA CIEN AÑOS
ATRAS
JUAN DIAZ DE SOLIS Y LOS SUYOS — EN E li CIERRO — UN DO-
CUMENTO INTERESANTE — CIV ILIZA R E S PO BLA R — NO
OLVIDARSE DE LA HORCA — EOLr SUEÑO D E (NUESTROS
ABUELOS LAS R E L O JE R A S — LOS LADRONES —
CXXVLO OPERABAJV.

M uchas veces nos liemos ocupado “ de, é decir cu an tas leguas está
de algunos detalles que tienen re ­ " en la m ar, poco mas ó m enos ó
lación con los prolegóm enos de la “ á que p a rte é q u e señas tien e y
vida del coloniaje; pero, h a s ta aho­ “ ¿hacer allí u n a horca, y que al-
ra, habíam os om itido las in stru c ­ “ gunos pongan d em anda a n te vos,
ciones que se daban a los descubri­ “ é como nuestro cap itán ó juez,
dores y Conquistadores de estas tie­ “ lo sentenceis y determ ineis de
rra s am ericanas, respecto a los p ro­ “ m a n era que en todo tom éis la di-
cedim ientos que debían seguir en • “ c h a posesión, la cual h a de ser
los actos de tom a d e posesión, cere­ “ por aquella p a rte donde la tom á-
m onias que revestían siem pre apa­ “ redes, é por todo su p artid o é
rato sas solem nidades. “ provincia ó isla, é de ello saca-
J o a n Díaz de Solís y los suyos “ reis testim onio sinado del dicho
“ escribano en m an era que h ag a fé.
J u a n Díaz de Solís que con los
suyos desem barcó en el iCerro, a r­ “ «Feciho M ancilla a 24 días del mes
m ados todos como se usaba en aque­ “ de noviem bre de 1514 años. —
llos rem otos tiem pos, — de pies a “ Yo el R ey” .
cabeza, — después de clavar en tie­ Coin testig o s propiio®
r r a el e stan d arte re a l y de ver a
algunos de su guerreros, que de ro­ D iaho esto de un tiró n , cabe su-
dillas desenvainaban sus larg as espa­ póner que Solís no h a b rá tenido m a­
das con gesto fiero, p a ra dar m ayor yores dificultades p a ra e n co n trar el
solem nidad al acto,— tra ía escritas C erro y a ú n m ism o, p a ra c o rta r á r­
la s siguientes instrucciones, cuya boles y ram as; pero, en eso de los
o rto g rafía y puntuación resp eta­ testig o s, “e los m ás conocidos” , s’.s
mos: amhelos se vieron fru strad o s, pues
“La m anera que habéis de ten er nos suponem os a los indóm itos cha­
“ en el to m a r de la posesión de las rrú a s presenciando los cerem o n ia­
" tie rra s e p a rte s que descubriéra- les desde lejito s y ocultos, p a ra d ar
“ des Iha de ser, Ihagais ante escri- después a los conquistadores, el
“ baño público y el m as núm ero úe golpe que (habría de q u ita r la vida
“ testigos que pudiéredes e los m as a l intrépido n av eg an te y a m uchos
“ conocidos que h u b ie re , un acto de de sus com pañeros, en las inm edia­
“ posesión en nuestro no<mbre, cor- ciones de M artín Chico.
“ tando árboles e ram as, e cavan-
“ do o haciendo, si h u b iere dispo- L a horca
“ sición, algún pequeño edificio, é «En lo que no se m o strab an ta r­
“ que sea en p a rte donde haya al- dos ni perezosos los v isitan tes <ira
gún cerro señalado ó árbol gran- en el lev an tam ien to de la (horca pa­
— 104 —

ra las ejecuciones capitales, a cuyo Las relojera#


fin p araban los palitroques corres­
pondientes, jun to a los locales que Los antiguos jamás dejaban el
reloj y la larga cadena en los bol­
sirvieran de “cabildos” y de tem ­ sillos del chaleco. En la pared y
plos. junto a la cabecera de la cama,
H ab ría sus asesinatos, no lo po­ colgaba la relojera de confección
nemos en duda, pero en lo que a casera, en forma de corazón o de
ladrones se refiere, cuando Mon­ zapatilla, para guardarlos.
tevideo ya ten ía sus casas de ven­ ¡Oh, las relojeras con su arma­
tana® con rejas, a/quelios em plea zón de cartón, forradas de pana o
ban procedim ientos asa® rudim en­ de raso,.* bordadas, combinadas con
tarios p ara las sustraciones. g’usanillo de oro o de plata y len­
Bien sabido es que en un princi­ tejuelas, oon su bolsillo en la par*
pio, no se conocía el servicio <ie te inferior para guardar el reloj __
alum brado público; y que más ta r ­ entonces de llave — y en la parte
de se empezó a. d a r luz ccn aceite superior y un poquito más abajo
•de potro y velas de sebo de» las del. lacito que se abrazaba al cla­
llam adas de “ baño” , lo que quie­ vo, para no caer, el ganchito me­
re decir, que h asta la. m edia no­ tálico que sostenía el barrote de
che, habría en las calles más hu­ la cadena la cual, al ser usada, se
mo apestoso, que luz. aseguraba con aquel cruzado por
detrás de un ojal ded chaleco!...
Los “cacos”
Los “ cacos” que no utilizaban P o r en tre las re ja s
los buenos servicios de las gan­ ¡Cuántas veces e~as relojera?
zúas, dada las enorm es proporcio­ con reloj y todo, desaparecieron en
nes de las cerrad u ras y porque, no las horas de la noche, pese a las
obstante ello, los m oradores asegu­ seguridades Q'ue en contrario ofre-
ra b a n po r d e n tro las p uertas con fieran los gruesos barrotes de las
sólidas trancan, lo que hacía inipo- verjas y las sólidas trancas de las
s'tole abrirlas i ¡esidle afuera, se inge­ puertas! . . .
niaban aunque en form a m uy ru ­ El “caco”, junto á la® rejas y
d im en taria e “ inocente” , si se haciendo el menor ruido posible
quiere, p ara com eter sus roba- introducía por entre los barrotes,
cheos. una larga caña de cuya punta aso­
N uestros abuelos al igual de maba un gancho, el cual buscaba
nosotros, sentían tam bién, la ne­ ccn tiento y con la complicidad do
cesidad en las noches de estío, de la luz de la luna, la presa codicia­
resp irar la brisa p u ra y vivificante, da. Y así llegaren a poder le los
ya fu e ra ella la salitro sa del m ar ladrones, no solam ente relojes y
o ya la perfum ada de tie rra •relojeras, sino que también pren­
? dentro; y como no habían tra n ­ das de \estir de ambos sexos y
vías que arm aran el estrepitoso chirimbolos de usos domésticos y
fáci. mente prendibles al rapaz an­
ruido de los de nuestros días, — zuelo de tales pescadores de lo
ni grupo? de m uchachos Q u e ento­ ajeno.
naran las canciones del últim o car­ Así procedían antaño, los “ladro­
naval. ni cornetas de automóviles, nes de la madrugada”, aunque con­
ni pitos de guardias civiles, por­ viene destacar también para la m<?-
que no había ni lo uno ni lo otro, jor concepción de estas noti­
estaban bien seguros de poder d o r­ cias, que, para nuestros abuelos,
m ir a pierna suelta, a poco de aue — impei tirentes madrugadores,—
se acostaran, que lo hacían mo­ aqueCla empezaba a las once ce la
m entos después de recogerse las no'che.1; ya que como lo hemos di-
gallinas. Y para ello dejaban dho ce acostaban a poco de penar­
ab iertas las ventanas ^e su® dor­ se el s o l. . .
m itorios resguardadas por verjas
de gruesos barrotes de hierro.
LOS NEGROS ESCLAVOS
COMO SE IMPORTABAN. — PREPARANDOLOS PARA LA VENTA.
U B R E S AL FIN

L a escasez de brazos p resen tab an un m ayor precio.


A llá por el año 1790 era tal la O tras veces eran los gobernado­
fa lta de brazos en amibos pueblos res europeos que rep resen tan d o en
del P lata, que el Rey de E spaña, en el A frica “ la civilización” realiza^-
el deseo de intensificar la inm igra­ ban los m ás pingües negocios, aso­
ción sin te n e r en c u en ta la form a ciándose a las com pañías n eg reras
de conseguirla, dictó una iReal Cé­ y a los m ercados proveedores, re­
d u la dando grandes facilidades a presentados estos por los caciques
los 'buques de todas las banderas indíigeneas m ás poderosos.
ique in tro d u jeran esclavos en su.s Y cuando no, eran los propios ca­
colonias de la América. Y fueron pitan es que, operando por su exclu­
tan halagüeñas las facilidades o tor­ siva cuenta, realizaban sus desem ­
gadas que, solam ente Montevideo barcos en cualquier p unto d e la cos­
con su escasísim a población que ya ta, p a ra dedicarse a la caza de los
hicimos conocer en capítulos a n te ­ pobres negros.
riores, recibió en el plazo de tres L lenadas las bodegas de los bu­
año?, dos mil seis cientos ochenta ques con los !esclavos, eran estos
y nueve africanos, que se vendie­ atados por los pies con cadenas,
ron a un prom edio de dos cientos p a ra hacerlos así com pletam ente
cincuenta a quinientos patacones inofensivos; y la nave ¡buscaba en­
cada uno. tonces el horizonte de la nueva
L a caza; de negros Am érica, encerrando en sus v e n tru ­
dos e inm undos cascos, faltos de ai­
La obtención de los desdichados re, de lúa y de to d a -higiene, la fo r­
m orencs se hacía en el C ontinente tu n a de un av en tu rero capitán m e r­
Africano de distin tas m aneras: La cante, la de un p irata, o el au m en ­
guerra en tre las trib u s de aquellos to del capital de toda, una im por­
paires de selvas, aportaban siem pre ta n te com pañía po rtu g u esa, inglesa,
5 us buenos contingentes de prisio ­
francesa, española o ita lia n a, que
neros que los vencedores se encar- eran estas nacionalidades las que
gaibín de vender mas ta rd e a las con m ayores entusiasm os y m ejores
em presas trafican tes de carne h u ­ rendim ientos se dedicaban a ta n
m ana o a los capitanes de los b u ­ in fam an te ccm ercio.
ques negreros, así llam adas las
em barcaciones que se dedicaban a Y así fueron tra n sp lan tad o s des­
tan inhum ano comercio. Y cuando de las ex h u b eran tes selvas african as
no habían prisioneros de guerra, los a las incipientes poblaciones am eri­
raciques y aún los m iem bros de las canas, en la m íse ra condición de
Em ilia'- de las víctim as elegidas no “ an im ales p a ra la v e n ta ’” , reyes
titubeaban en determ inados casos que p erdieron el cetro e n tre el fre­
ra*a e n aje n a r bajo c u alq u ier p re­ nético- g riterío de los vencedores;
texto y a cambio <Je algunos ciii- princesas q u e fueron tom adas por
r mbo cs de relum brón pero siem ­ so rp resa en el rem anso d e un río,
pre de escasísimo valor, algunos cerca d e la costa del Océano, por
te m p la re ? de f u s parientes, p re fe ­ un astu to p ira ta ; y pobres diablos
rí ni em ente jóvenes de ambos sexos, que, por rivalidades, odios o ven­
perqué en pleno vigor de la Vida re ­ ganzas de caciques o de imiemibros
— 10G —

de sus propias fam ilias, llegaron a “Oigo yo el abajo firmado que he


convertirse para los mismos, en per- vendido a don Antonio Magallanes,
tenas pocos gratas... vecino de Pintado una negra de mi
propiedad llamada María y que ex­
O p ta cio n e s de com pra venta presa el presente documento a ejti-
Llegado el eec'avo a poder de una lo de Fresia y en la cantidad de
persona, lo primero que ésta hacía quinientos pssos plata. — Montevi­
era darle un nombre y; su apellido, deo Junio de 1842 Saturnino Re-
pero no como un honor, ni tampoco buelta’’.
como un acto de benevolencia para iComo se vé, la negrita prometía
el infeliz, sino como 'de mayor ga­ porque por dos veces se dió por ella
rantía de su propiedad. ¡Las opera­ la cantidad de quinientos peses. Su
ciones de compra venta de los d es­ conducta posterior, no desmintió ta­
dichados m orenos ise garantizaban les presunciones.
per medio de recibos en los cuales
se consignaba el nombre del infeliz,
si era sano o enferm o; yi si el mis­
mo llegaba a tener algún defecto
físico, tuerto, rengo o manco, por
e;:emplo, no escapaba tampoco la
consignación de tal detalle.
'Algunos morenos obtuvieron sU
libertad antes de que Suáreiz los li­
bertara, por acto expontaneo de sus
dueños, en recompensa de alguna
ncble acción o ibien por disposicio­
nes testam entarias; pero, general­
mente, riño siempre, los libertos
pre"iriercn continuar viviendo al la­
do de las familias de sus amos.
Un caso de estos, nos lo oírece la
esc'ava María M agallanes, adquirid
da por don A ntcnio Magallanes, pa­
dre del general mi.3¡mo apellido, mo­
rena que no quiso nunoa abandbnar
a sus buenos amitos.
Un d o c u m tito dei compra
H e aquí el docum ento que ju sti­
ficaba la propiedad de ésta m orena,
que nos h a sido proporcionado por
el general don Juan V. M agallanes,
quien recuerda con cariño a la es­
clava fallecida hace años en Sarandí
del Yi, en oasa de m iem bros de su
fam ilia, a la edad de seten ta años y
que fué durante toda su 'vida, un
ejem plo de abnegación y de íeai-
dad. L a esclava María Magallanes en sos
“Río de Janeiro 11 de Octubre de últim os años det vidai, dedicó “a su
1840. — ¡Señor Don Saturnino Re- am ito Juan V. Magallanes", esta:
buelta. — Muy señor m ío: — Por fotografía.
la goleta Oriental A guila, rem ito a
usted la negrita que usted m e en­ Se crea la Junta de Sanidad
cargó le comparara aquí s e llama Es fácil imaginar ique viajes rea­
María nasión congo de 12! a 13 años lizados en las pésimas condiciones
de edad cuyo im porte lo !he recibido higiénicas, que ya hemos descripto
que son quinientos pesos. y agravados más aún, por la enor­
iCon tal m otivo saluda a usted su me demora de la travesía que se
afto. y S. S. Adolfo Silva." realizaba a la vela, navegación su­
je ta siem pre a la voluntad de los perro. Y a tal grado llegaron las
vientos, tuvieran fatales consecuen­ insubordinaciones, q u e m uchos m o­
cias pana los esclavos, muchos de renos cansados d®< castigos y de p ri­
los cuales m orían ‘antes d e v e r nue­ vaciones, huyeron al cam po a hacer
vas tie rra s; y a los que no tocaba vida de m a tre ro s y no Sin que co­
esa suerte, llegaban sino enferm os, m etieran en algunos casos desde su
— generalm ente de sarna o viruela punto de arran q u e o sea desde el
— en condiciones tales de .postra­ prim er p a so 'd e la escapatoria, algu­
ción, que daba lástim a verlos. nas tropelías. La repetición de he­
E ste estado de ^osas d eterm in ó a chos de tal n a tu ra lez a m ovieron al
las autoridades de M ontevideo a virrey a lev an tar u n a h o rca en ple­
c rear la Ju n ta de Sanidad que ve­ n a iplaza púiblica (la M atriz) como
nía a ser algo así como lo que es saludable m ecida preventiva.
hoy el Consejo Nacional de H igiene,
para que dispusiera en tre otras m e­ Trabajos que realiz¡ab\an
didas, la obligatoriedad de p rácti­ Los hom bres eran dedicados a,
cas inspecciones personales en el los traibajos m ás rudos y tenían co­
pasaje de las em barcaciones que nos mo -única retribución, la, com ida y
llegaban en form a ta n inescrupulo­ los tra je s viejos de los p atro n es;
sa las m orenas de edad, servían para
cocineras o lav an d eras; y p a ra éste
M caserío de lcp negros . últim o com etido cargaban so b re su&
Y fué así como la iComipañía de cabezas los atados de ropa y
Filipinas, una de las m ás fu ertes en la batea, p ara re a liza r el trab ajo
el comercio negrero construyó en en La E stan zu ela (hoy P arq u e Ro­
el año 1798 una especie de depósi­ d ó ), o bien en los pozos de la Agua­
to o lazareto, en donde hoy es la da. Las ta re as del lavado debían
Playa Capurro, que con el c o rre r de darse por term in ad as antes de Va
los años fué conocido con el nomibre p u esta del sol, porque, después de
de “C aserío de los N egros” . Otro disparado el cañonazo de 1.a plaza,
depósito análogo se construyó a la quedaban cerrados los portones de
a ltu ra del Arroyo 'Seco, lu g a r que la ciudad, no ■consintiéndose desde
por entonces ofrecía la c arac te rísti­ ese (momento, qiue 'absolutam ente
ca de que hu b ieran grandes m éd a­ nadie e n tra ra o saliera d e ella.
nos de arena, los cuales fueron d e s­ O tra ta re a que se las encom en­
apareciendo gradualm ente a m edi­ daba a los m orenos era la de ir en
da que la edificación exigía la con­ las h o ras de la noche h a sta la costa
tribución de ese m ate ria l de cons­ a ech ar al río las m a te ria s fecales
trucción . que se g u ard ab an en las fincas du­
E n esos caseríos quedaiban los ra n te el día, en b arriles, porque no
m orenos reponiéndose d el largo h ab ía obras de saneam iento y por-
viaje, som etidos a un régim en d é aue no en todas las casas taimibién,
baños de m ar p ara la curación', de h ab ían pozos negros.
sus lacras y alim entados a base de
•carne, h asta que, con asipecto ya de E l i‘e¡cado de l ’aimita
buena salud, eran ofrecidos a la Las m orenitas m ás jóvenes, h a ­
venta, porque no era de darlos “ por cían las veces de m ucam as yl n iñ e­
menos de nada, po r deficiencias del ras y ten ían a su cargo adem ás de
engorde” . los surcidos de las ropas, cebar y
“ a c a rre a r” m ate, cuya ta re a les ab­
Casos de insubordinación sorbía todo el día, iponque todo el
En el año 1.8i0)3 e ra ta l el núm eró d ía la fam ilia h acía uso y aibuso de
de negros que, puede afirm arse, la bom billa. E stas m ism as m o re n a
constituían la te rc era p a rte de la tas eran tam bién las encargadas de
población de M ontevideo, em pezan­ “ llevar los recados” , así llam adas
do recién entonces a producirse a l­ las comisiones o m andados que les
gunos casos de insubordinación h a ­ encargaban su am itas p a ra las p er­
cía sus amos, que tenían sobre ellos sonas de su relación y respecto a
log mismos derechos que a h o ra pue­ cuyos com etidos se daban p rev ia­
da ten er cualquier m o rtal sobre un m ente las respectivas lecciones,
que, palabra más, o palaibra menos, Los domingos y días de fiesta, las
pueden traducirse en las siguientes esclavistas con sus vestidos de zara­
frases, si se tra ta b a del envío de zas floreadas acom pañaban a sus
un presente: patronas a la iglesia, llevando las
— iGü'enos días tengan vuesas silla© y alfom britas piara sentarse y
mercedes. M anda decir l’a m ita ique arrodillarse, ya que por entonces los
como están -por aquí, que por allá templos no contaban con: los bancos
están güenos a Dios gracias; y que reclinatorios que se usani ahora.
les m anda este tra¿bajito de bordado
hecfho por ella p ara la señora m a­ Aroo iris de humanidad
yor. Qué disculpen que no le «alió Producido el m ovimiento a rtk
como ella lo deseaba y ustedes se guista, muchos esclavos acom paña­
la imerecen, etc., etc. ron a sus amos o a los hijos de é&»
tos en la p atriad a; y desde ese mo­
Señal de b u en a educación mento dejaron de ser “ objetos” pa­
Todas las m orenas salían a la ra convertirse en soldados y en
calle con un rebozo, generalm ente compañeros de glorias y desventu­
de 'lana, sobre las cabezas; y, era ras de quienes habían sido sus se-*
tenido como grave irrespetuosidad, ñores.
Si al ir a h a b lar con una persona de Por feliz declarato ria de la
la razai blanca, no dejaban caer so­ Asam blea de La F lo rid a del 7 de
bre sus espaldas descubriendo el Setiem bre de 1825, se dió el prim er
m oterío, tal prenda de ¡vestir. N ingu­ paso h acia la liberación de los po­
na persona de color, tampoco, fuera bres m orenos, prohibiéndose el co­
del sexo y edad tque fuera, se perm i­ mercio de los mismos; y por ley del
tía el lujo de tom arse el lado de la- l í de Diciem bre de l|8l4‘2, dictada
pared, cuando andando por la calle d u ran te el gobierno del ilustre pa­
se cruzaiba con .alguién que no fue­ tricio don Joaquín Suárez y gracias
ra de su propia raza. Má!s, todavía r a su feliz inspiración, dejaron de
reverente, haciendo toda clase de h ab er esclavos en todo el territo rio
cumplidos y salutaciones, bajaba a de la República.
la calzada como señal de respeto y
acatam iento.
I N D I C E
INDICE
Pág. Pág.

¡ A u r a s i, a l c á n c e n m e u n a d i v i s a 5 E l 1er. fa r o d e l R ío d e la P la t a 54
C e m e n t e r i o s , v e l o r i o s y; l u t o s . 6 L a i g l e s i a y l o s h a m lb res; . . . 56
EO. n a u f r a g i o d e l “A m é r i c a ” . 10 C a r n e y v e r d u r a s .......................... 55
L a s B ó v e d a s .............................................. 12 L o s b l a n d e n g u e s .................................... 56
L a L a g u n a .............................................. 13 R in c ó n d e la s G a llin a s . . . 5*8
C o m o s u r g i d e l H o isip ita l M a c ie l 15 C o n u n a c e n t e n a r i a .......................... 60
U n g u a y a q u á de R iv e r a . . . 16 L a v a c u n a .................................... • . . . 66
D o c u m e n to s de N a v e g a c ió n . . 20 E l p r im e r b a r c o c o n s t r u id o en
L a s a c a d e m i a s .................................... 21 e l p a í s .................................................... 66
Oriigien d e l a s d i v i s a s p a r t i d a r i a s 26 Ell f a r o d e l C e r r o ............................... 66
M e t a m o r f o s i s d e l a lu m /b r a d o p ú ­ U n n u e v o c e n s o ..................................... 67
b lic o ........................................................ *28 T e l e g r a f í a a n t i g u a .......................... 67
L a m a n c a C i r i a c a .......................... 29 T e a t r a l e r í a s ............................................... 67
D e S a r g e n to a T e n ie n te . . . . 30 L a C a p i t a n í a defl P u e r t o . . . . 68
M e d io s i g l o a t r á s .......................... 31 H is ito r ia de u n a v ir g e n . . . . 68
D e t o d o u n p o c o ............................... 36 L a M a s o n e r ía e n el U ru gu a y . . 69
¿ E s V d . c u r i o s o ? ............................... 38 L a M a s o n e r ía y la in s tr u c c ió n
L a v í b o r a d e l a c r u z ..................... 41 p ú b l i c a ............................... ..... 73
M o n te v id e o en g e s t a c ió n . . . 44 B u e n o s A ir e s y la m u y f ie l
D e l M o n te v id e o a n tig u o . . . . 46 y r e c o n q u i s t a d o r a ..................... 75
L a v i e j a C i u d a d e l a .......................... 47 ¡ G r i n g a s ! ! ................................................. 77
P u n ta C a r r e ta , t r á g ic a . . . . 47 A m o r d e i n d i a ..................................... 78
O r íg e n e s d e l Oord 6 n y La N a p o l e ó n y n o s o t r o s .......................... 79
A g u a d a .................................................... 48 C iv ila c ió in y B a r b a r e ..................... 80
P a s o d e l M o l i n o ............................... 48 C on u n a c a si c e n te n a r ia . . . 82
B u c e o ........................................................... 48 E v o l u c i ó n d e l c r i o l l o ..................... 87
U n a s i l u e t a d e Z a b a l a ..................... 49 H is to r ia de la e d ific a c ió n en
E l F a n d a n g o .......................................... 49 M o n t e v i d e o .......................................... 89
E l r a p é ......................................................... 50 H o j a r a s c a ....................... . 91
L o s p r im e r o s j u e c e s d e c a m p a ñ a 50 F a n ta s m a s y lo b is o n é s . . . . 92
G r a j e a a n t i g u a .................................... 51 L o s b a ta llo n e s c u a n d o p a s e a b a n 97
L a p r im e r a m e d a lla c o n m e m o r a ­ D e s d e 1829 a 1 8 4 , 3 ................................ 1 00
t i v a ......................................... ..... 51 ESI C er n -ito d e La V i c t o r i a . . . 101
P s i c o l o g í a g a u c h a ............................... 52 D e s d e l o s d 'ía s d e S o l í s h a s t a
L a h is to r ia d e la im p r e n ta e n la c i e n a ñ o s a t r á s .............................. 103
A m é r i c a E s p a ñ o l a ..................... 53 L o s n e g r o s e s c l a v o s .......................... 105

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