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Plop: el barro y el poder

Andrés Buisán

Plop
Rafael Pinedo
Novela, 131 pp.
Interzona

El barro es el resultado de agua abundante y tierra. El barro ensucia, mancha, salpica,


humedece. Podemos hundirnos en el barro y no salir o que nos sea difícil salir. Nos puede
enceguecer, hacernos caminar con los ojos tapados. “Plop” es la onomatopeya de una caída
en el barro. Es una expresión que empieza y termina con “p”, de poder; y contiene la “o”.
Las características del barro pueden ser también las del poder.
La novela Plop de Rafael Pinedo se estructura en muchos capítulos breves. Rodean estos un
“Prólogo” y un “Epílogo”, también con “p” y “o”. La novela trascurre en un Asentamiento
y sus alrededores. Lugar impreciso, definido por la incertidumbre de la lluvia constante, el
barro y una geografía rudimentaria. La colectividad que lo habita se organiza en torno de
jerarquías –la principal, el Comisario General- y brigadas o grupos con tareas específicas.
Los miembros de esta colectividad poseen costumbres rígidas, rituales singulares y hasta un
repertorio de refranes consecuentes con los hábitos prescriptos.
Hay varios capítulos que exponen las costumbres de la colectividad. Estos tienden a
describir los hábitos singulares del grupo, como el tabú de mostrar la lengua; se asemejan a
un registro etnográfico, que lleva al lector a juzgarlos a partir de la propia lógica del relato.
Insinuación de sexualidad libre a la vez que forzada, crueldad –desde ojos occidentales-
naturalizada en los rituales –se descuartiza- y en los castigos –se estaquea y decapita-. Poco
a poco la novela sumerge al lector en una lógica cultural del barro, que no es ajena a la
narración centrada en un personaje.
Entre estos primeros capítulos descriptivos se va elaborando una trama hilada en el
personaje Plop, quien recibió este nombre por haber caído en el barro cuando nació. La
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historia de Plop es una historia de ascenso, de conquistas, de deseos, particularmente, de


afán de poder. Personaje que reproduce las costumbres, pero no duda en transgredirlas si es
necesario para conquistar un escalón más. No duda de lo que quiere: poder. Pero parece
desconocer que el poder puede tener grietas si se vuelve unipersonal, llevado a un
autoritarismo aparentemente imposible en esa lógica cultural del barro, hecha sobre una
aparente crueldad y sangre.
La novela contiene ecos de la ciencia ficción singular de Marcelo Cohen, no casualmente
director de la Colección C de Interzona, donde se publica la novela; y reminiscencias del
realismo de “El matadero” de Esteban Echevarría, espacio habitado por achuradoras y
matarifes que se tiran con barro, decapitan a un niño, cortan las partes íntimas de
animales/personas. Tanto en uno como en otro relato, se exalta la corporalidad, lo físico –
no hay mundo interior, pensamientos; en todo caso, los personajes, como Tini, se mueven,
sus sentimientos se aprehenden por sus acciones-. También, como en “El matadero”, todo
está atravesado por el temor y el poder.
Cuchillazos secos, certeros; muerte segura, rápida, sin agonía. Cuerpos herméticos a sus
almas, evidencian sus deseos y emociones en sus conductas. Así es el estilo de la novela:
capítulos cortos, oraciones breves, párrafos pequeños. La sintaxis significa la cuchillada, el
tajo agudo y la muerte seca. No hay lugar para adjetivaciones, pues no hay juicios sobre
esas costumbres, se muestran.
La novela relata el barro, significa la humedad del poder y la ambición; pero sabemos que
el barro puede secarse. Y cuando se seca, se vuelve costra, se llena de grietas.

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