Está en la página 1de 4

Historia de los antieméticos:

metoclopramida

Tutora: Dra. Lucrecia Moreno Royo

Autores: Isabel Llorach García

La metoclopramida es un fármaco que inicia su importante carrera el


año 1953, y es patentado el 6 de abril de 1982. La molécula la obtiene
Michel Thominet a partir de las ortopramidas; deriva del núcleo de la
procaína y es muy próxima a la procainamida y a la cloroprocaína, pero
tiene acciones farmacodinámicas diferentes.
En 1957, el profesor L. Justin Besançon descubrió las propiedades antieméticas de la
metoclopramida. Besançon encontró que un derivado de la procainamida (la 2-
metoxiprocainamida) que se estaba estudiando como antiarrítmico mostraba además
propiedades antieméticas. De los numerosos derivados que se prepararon surge la
metoclopramida, potente antiemético, y más tarde la cleboprida, desarrollada por
investigadores del laboratorio español Almirall. Los investigadores Laville, Josett Margarit,
Malmejac y Paul Lechat, mediante sus estudios y tesis, completaron las características
farmacodinámicas de la metoclopramida.

En 1960 fue cuando se inició la experimentación clínica de la molécula en la Clínica Cochin


Maurice Grivaux de Francia.

Afán investigador

La metoclopramida ha despertado la curiosidad de muchos investigadores, ya que nos


sorprende con acciones totalmente opuestas. Puede provocar tanto hiperkinesia como
relajación; es decir, comparte un efecto para simpaticolítico y otro morfínico.

La acción que está mejor establecida es la antiemética. El área de acción se encuentra en


el suelo del cuarto ventrículo en la zona quimiosensible, en la trigger zone, que es una zona
quimiorreceptora cuya activación inducida por sustancias de naturaleza química muy
diversa provoca vómito. El área postrema carece de barrera hematoencefálica, por lo que
sus estructuras nerviosas son fácilmente accesibles a muchos compuestos químicos que
no difundirían a través de barreras lipídicas.

Las observaciones clínicas iniciadas el año 1972, respaldadas por la observación de un


número de casos suficientemente expresivos, vienen a situarnos en medio de la cuestión
planteada por Freedman y Giarman. En 1956 estos investigadores emitían la hipótesis de

1
que hay un paralelismo entre la acción antiapomorfina y acción depresiva central. Afirmaban
que la zona quimiosensible sobre la cual actúa la apomorfina está muy próxima y tal vez
ligada a las áreas que controlan las funciones vasomotrices, respiratorias posturales y
aquellas áreas que regulan las funciones extrapiramidales. Dicha hipótesis fue confirmada
el 1957 por Curvaiser y Delay.

Por otra parte, en 1964, Pierre y Cahn lanzan una idea que no se corresponde con la de
otros investigadores: señalan que la metoclopramida no tiene actividad antiapomorfínica.

Laville, investigador que ha hecho importantes aportaciones en farmacología y estudios


sobre metoclopramida, se lanza a un nuevo trabajo experimental y dice que si la hipótesis
de Freedman y Giarman es cierta; que, si la metoclopramida posee tan potente acción
antiapomorfina, le correspondería tener también actividad neuroléptica. Dicho estudio lo
realiza explicando los test de la tige tournante, el test de la Traction en el ratón y el test de
la catalepsia en la rata.

Laville demuestra que es cierto que la metoclopramida tiene efecto antiapomorfínico, pero
que es incorrecto el paralelismo sospechado por Freedman y Giarman porque no tiene
acción neuroléptica. Hay, sin embargo, estudios posteriores que están en desacuerdo con
Laville y defienden la hipótesis de Freedman y Giarman.

Durante estos últimos años, en la academia americana de pediatría se han realizado


estudios donde se acepta que las madres que experimentan una falta completa o casi
completa de la lactancia se pueden tomar una dosis de hasta 10 mg de metoclopramida
tres veces al día, que suponen una ingestión de 1 a 45 mg/kg/día para el lactante, dosis
mucho menores que las que se utilizan terapéuticamente. Este fármaco no está indicado
para este caso, sin embargo, es muy efectivo. El problema son los efectos secundarios que
puede sufrir la mujer, como por ejemplo acatisia.

Es un fármaco que es transferido a la leche, pero de momento las investigaciones no han


señalado efectos secundarios en los lactantes cuyas madres utilizan este fármaco, ya que
parece no modificar la composición de la leche materna de manera significativa. La
metoclopramida colabora en el espesamiento de la leche y ayuda a reducir los síntomas
del reflujo gastroesofágico en niños menores de dos años, aunque siempre se tienen que
tener en cuenta los efectos secundarios.

El mayor inconveniente durante la utilización de la metoclopramida es el riesgo de


trastornos extrapiramidales (síntomas parkinsonianos), sobre todo en los niños y adultos
jóvenes, y posiblemente también en ancianos, en los que los efectos pueden ser mal
diagnosticados como enfermedad de Parkinson. Por otra parte, la metoclopramida estimula
el vaciamiento gástrico, lo que ocasionará un aumento en la biodisponibilidad de los
medicamentos que estuviera tomando el paciente y que se absorban a nivel intestinal. El
resultado de estos dos efectos (posible antagonismo que provoca el agravamiento de la
enfermedad de Parkinson o potenciación que provoca un incremento de la
biodisponibilidad) hace que la metoclopramida no esté indicada para tratar lo vómitos en la
enfermedad de Parkinson. Se hace referencia también en uno de los estudios ya citados
de Tarsy.

2
Metoclopramida «versus» domperidona

Como alternativa a la metoclopramida se indica la domperidona, antagonista


dopaminérgico.

La domperidona actúa únicamente bloqueando los receptores dopaminérgicos tipo D2,


tanto a nivel periférico como central. Sin embargo, debido a que no atraviesa apenas la
barrera hematoencefálica, sus efectos centrales se limitan a zonas que carezcan de esta
membrana, como el área postrema, donde se encuentra la zona gatillo quimiorreceptora.
Ejerce, por lo tanto, unos efectos antieméticos potentes al evitar la aparición de impulsos
emetógenos aferentes, y al estimular el peristaltismo intestinal. Sin embargo, los efectos
procinéticos son poco intensos, comparados con los de la metoclopramida, ya que sólo
actúa como agonista dopaminérgico, sin producir estimulación de receptores 5-HT4.

Si hacemos un estudio comparativo entre la metoclopramida y la domperidona, observamos


que ambos bloquean a los receptores dopaminérgicos. La metoclopramida actúa a nivel
central (atraviesa la barrera hematoencefálica) y a nivel periférico; en cambio, la
domperidona antagoniza a los receptores dopaminérgicos a nivel periférico (sin atravesar
la barrera hematoencefálica). Al bloquear los receptores D2 aumentan el tono del esfínter
esofágico inferior, relajan el esfínter pilórico, aumentan el peristaltismo, recuden el tono
muscular basal del duodeno, facilitan el vaciado gástrico, tienen actividad antiemética, etc.

La metoclopramida se clasifica dentro de la categoría B de riesgo en el embarazo. No hay


ningún riesgo confirmado, ni en animales ni en el ser humano, que sugiera efectos
teratogénicos o tóxicos cuando se utiliza durante el embarazo. En cambio. la domperidona
se clasifica dentro de la categoría C, que indica que estudios realizados en animales han
revelado efectos adversos en el feto y no existen estudios controlados en mujeres; sólo
debe usarse si el beneficio justifica el riesgo potencial para el feto.

Se conoce que aproximadamente un 30-35% de los cánceres de mama humanos son


prolactina-dependientes, un factor a tener en cuenta si se contempla la administración de
domperidona o de metoclopramida a pacientes con historia de cáncer de mama, ya que son
fármacos que pueden causar hiperprolactinemia. Es una reacción adversa relativamente
frecuente, pudiendo cursar con galactorrea, amenorrea reversible, mastalgia y
ginecomastia.

Los efectos secundarios de la metoclopramida suelen ser fatiga, somnolencia y sedación;


con menos frecuencia también suele aparecer insomnio, confusión, depresión, cefaleas y
convulsiones. En el 0,2% de los casos aparecen efectos extrapiramidales, que son: acatisia,
muecas faciales, tortícolis, crisis de giros u oculares, o torismo. Los adolescentes y los
adultos jóvenes son más propensos a estas reacciones que suelen ser dosis-dependientes.
Los síntomas extrapiramidales se producen en las 24 a 48 horas siguientes al tratamiento
y desaparecen 24 horas después de la discontinuación del mismo.

Los efectos adversos de la domperidona a nivel central son mínimos, ya que atraviesa
escasamente la barrera hematoencefálica. Únicamente se han mostrado en lactantes y
niños y de forma excepcional en adultos.

3
También se han señalado distonías producidas por metoclopramida o por domperidona,
especialmente en jóvenes y a dosis superiores a 30 mg. Otra reacción adversa que pueden
producir ambos fármacos es parkinsonismo y discinesia tardía, sobre todo en tratamientos
crónicos; normalmente suele aparecer en mujeres ancianas.

Con este estudio comparativo entre metoclopramida y domperidona observamos que tanto
uno como otro tienen ventajas e inconvenientes. El inconveniente para el uso de
metoclopramida es que al atravesar la barrera hematoencefálica produce muchas más
reacciones adversas a nivel central que domperidona, ya que ésta atraviesa la barrera
mínimamente. En cambio, domperidona tiene como desventaja su utilización para el
tratamiento de los vómitos del embarazo, ya que está clasificada en la categoría C, mientras
que metoclopramida lo está en la categoría B. Para vómitos en niños es mejor utilizar
domperidona que metoclopramida, porque ésta última al atravesar la barrera
hematoencefálica puede producir efectos adversos mucho más graves.

Bibliografía

Aizpuru-Galdeano MP. ¿Cuál es el tratamiento más eficaz del reflujo gastroesofágico en lactantes? ¿Hay alguna
evidencia de que los productos antirreflujo específicamente comercializados con esta indicación funcionen?
Evid Pediatr. 2007; 3: 110.

Flórez J. Farmacología Humana. 5ª. ed., Ed. Masson-Salvat. 2008. Barcelona.

Latham M. C. Nutrición humana en el mundo en desarrollo. Colección FAO: Alimentación y nutrición n.° 29.
Capítulo 7 Lactancia materna.

Montilla-Bono J, Caro-Cruz E. Efectos neurológicos inducidos por la metoclopramida. Seminario médico, ISSN
0488-2571, n.º 37, 1977, págs.: 11-18.

Raviña Rubira E. Un viaje a lo largo de la evolución histórica de descubrimiento de fármacos. Universidad de


Santiago de Compostela, 2009.

También podría gustarte