Está en la página 1de 3

Tercera y cuarta vía del conocimiento de Dios según Santo Tomás de Aquino:

En la cuestión II, artículo III de la Suma teológica, Santo Tomás de Aquino


plantea “¿Existe o no existe Dios?”, frente a lo que responde que la existencia
de Dios se puede demostrar por cinco vías. Cada una de ellas parte de la
misma estructura argumentativa, pues parten de la observación de un
fenómeno en la naturaleza (el movimiento de los cuerpos, la relación causa-
efecto entre los acontecimientos, el nacimiento y muerte de los seres vivos, los
niveles de perfección en las cosas, o el orden del mundo) y analiza
individualmente que éstos solo pueden explicarse por una causa anterior o
superior que los justifica, ya sea un motor que lo mueve, una causa con un
cierto efecto, los progenitores, la perfección que es dada por la participación o
imitación de un ser más perfecto, y el orden por la finalidad que cada cosa
tiene. Como estas relaciones no pueden ser infinitas, debe existir una causa
primera de cada uno de los cinco tipos de efectos observados; esta causa
primera es Dios, que es primer motor, causa primera, ser necesario, ser
perfecto y fin último. Siendo que, en palabras de Fabro, Dios no es objeto de
experiencia inmediata, este camino racional es una búsqueda cargada de
reflexividad y discursividad, que tiene como punto de partida la existencia de
las criaturas y considerándolas como “efectos de Dios”, mediante el principio
de causalidad.
Vale la pena mencionar que Santo Tomás funda todo su desarrollo del
conocimiento racional de Dios en base al argumento de la causalidad, es
decir, que el Doctor Communis plantea proceder desde lo más conocido para la
mente humana (los efectos) para acceder gradualmente a lo menos conocido
(la Causa). De esta manera, se interpreta que la causalidad es el cimiento
sobre el que se apoyan las cinco vías (aludiendo a la tradición aristotélica de
interpretar la causalidad como un principio metafísico).
A este respecto, Fabro explica que el principio de causalidad es el pilar donde
se asientan las pruebas de la existencia de Dios, por su valor teológico y
trascendente. Y también se detiene en algunas concepciones que niegan el
valor ontológico y trascendente del principio de causalidad, especialmente
habla de Hume y de Kant. Respecto de Hume, dice que no niega la relación de
dependencia causal de los hechos, pero los entiende como un instinto o una
costumbre, que en realidad no tienen un vínculo real entre ellas, sino que se
presenta delante de nosotros el hecho de la sucesión y no la relación de
dependencia (es decir, cuestiona la validez de las nociones de causa y efecto
como un modo de conocer la realidad). Esto se da por el planteo de Hume
sobre el conocimiento, que se reduce a impresiones sensoriales inmediatas
(ideas), y si la causalidad supone la consistencia sustancial de las cosas,
lógicamente con este modo de conocer es imposible. Kant, partiendo de Hume
(que según dice lo ha “despertado de su sueño dogmático”), dice que la
experiencia es “polvo de sensaciones”, donde no hay ninguna relación
necesaria; por lo que la relación de causalidad es un juicio sintético a priori, que
en realidad deriva del sujeto (de la subjetividad trascendental, no de la empírica
como en Hume), con una aplicación limitada a la experiencia sensible y sin
aplicación en el caso de Dios (por estar fuera de la experiencia sensible).

TERCERA VIA:

“La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que
las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y
consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas
a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en
un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir,
hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto
que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía,
es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es
absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser
necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es
posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder
indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es
preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en
otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios.”

Ningún ser humano, animal o vegetal es absolutamente necesario, pero en el


caso del hombre es capaz de descubrir eso y aun así también reconocer que
existe, que no se ha creado a sí mismo y que tampoco tendría por qué existir.
Siguiendo esa cadena sucesiva de necesidad, todo ser encuentra su necesidad
en otro. Por ello, tiene que haber algo que haya existido siempre, pues si
existimos tiene que haber un ser que exista por necesidad, que sea “el
Necesario” absolutamente, y que la causa de su necesidad no esté en otro,
sino que él mismo sea causa de la necesidad de todos los demás seres. A este
ser se lo llama Dios.
El principio de causalidad interviene aquí primero directamente, después como
base de otro principio, según el cual es imposible remontarse al infinito en la
serie de las causas actuales.
Fabro dice que si existen las cosas contingentes, debe existir el ser necesario,
pues las cosas son insuficientes por sí mismas, y por tanto son efectos, y Dios
es su causa.

CUARTA VIA:

“La cuarta vía se toma de los grados que se encuentran en las cosas. Pues se encuentra en las
cosas algo más y menos bueno, y verdadero, y noble, y así otras cosas semejantes. Pero
este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo
máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por
tanto, que es verísimo y óptimo y nobilísimo; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las
cosas que son máximamente verdaderas, son máximamente seres, como se dice en II Metaphys..
Pero lo que es máximamente tal en algún género es la causa de todas las cosas que son de ese
género, como el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica
en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su ser, de su
bondad, de cualquier otra perfección, y a éste le llamamos Dios.”

Ésta parte de toda especie de perfección finita cuya noción pueda implicar un
modo infinito: por ejemplo, la belleza y la bondad de los seres, incluso en el
orden sensible, el pensamiento y el amor en el orden espiritual. Por vía de
casualidad, el resplandor real, pero limitado, de las perfecciones conocidas por
nosotros, será referido como un reflejo, a un resplandor absolutamente
perfecto, a un principio de todo bien. Esta vía tiene una gran influencia del
platonismo, aunque Santo Tomas de Aquino sitúa el argumento en un contexto
filosófico diferente: si bien reconoce los grados de perfección de las esencias,
lo que pretende explicar es la existencia de las realidades más o menos
perfectas; su acto de existir requiere una causa, el ser por sí y perfecto.
Llegando así a un Dios ser necesario.
Por tanto, tiene que haber un Bien Supremo, un Ser Perfecto al que llamamos
Dios.

También podría gustarte