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1.

El problema de la realidad
La mayor parte de la metafísica de Santo Tomás tiene su base en Aristóteles,
aunque también hay que saber reconocer elementos propios de la filosofía de
Platón y San Agustín, así como de la filosofía árabe.
Tomás de Aquino rompe parcialmente con la tradición platónica-cristiana y adopta
el aristotelismo como base de su pensamiento religioso, tomando de él la
concepción teleológica de la naturaleza, según la cual, todo ser tiende a un fin, que
le es propio y se corresponde con su esencia o naturaleza. También la teoría de las
cuatro causas (causa formal, final, material y eficiente), el hilemorfismo (en todo
ser podemos distinguir su materia y su forma) y la teoría del movimiento, explicado
por Aristóteles como el paso de la potencia al acto.
Sin embargo, la necesidad de conciliar el aristotelismo con el cristianismo le lleva a
introducir una serie de novedades. Algunas de ellas fueron de inspiración árabe,
como el rechazo a la teoría de la doble verdad de Averroes, aunque la más
importante fue la distinción entre esencia y existencia, señalada con anterioridad
por Avicena. La necesidad de justificar la idea de una creación desde la nada propia
de los cristianos, imposible de rastrear en el pensamiento griego, y la separación
radical entre en Creador y los seres creados conduce a Tomás de Aquino a
introducir la diferencia entre esencia y existencia en cada ser o substancia. Los
seres podrían no haber sido creados, y de hecho hubo un momento en el tiempo
en el que aún no existían. De ahí que su existencia no es necesaria, sino
contingente. Contingente es todo aquello que no puede existir, por lo que son
contingentes todos los seres creados. Frente a estos está Dios, que es el ser
necesario, aquel que necesariamente no puede no existir por ser principio y causa
de los demás seres.
Aquino afirma que Dios es el creador de todo el universo y por tanto es un ser
necesario, no puede no existir, frente a las criaturas que son contingentes, pueden
existir o no. En los seres contingentes hay una diferencia entre la esencia (su
definición universal) y existencia (si realmente existen o no) ya que su esencia no
implica su existencia, pero en Dios, al ser necesario, su esencia sí implica su
existencia. La esencia es potencia de ser (posibilidad) y la existencia es acto de ser
(el hecho). Para que exista debe ser actualizada su potencia por otra entidad que le
diese la existencia, ya que nada puede ser causa de su propia existencia. El hecho
de que existan o no depende de otra sustancia que tiene que existir por sí misma,
es decir, de una substancia cuya esencia consista en existir y sea, por lo tanto, un
ser necesario: Dios.
Se establece así una distinción o jerarquía de los seres: los contingentes y el ser
necesario, Dios. Dios es un ser simple, frente a los seres creados, que son
compuestos. Además, por influencia de Platón esa jerarquía también tendrá en
cuenta los grados de perfección según la potencialidad de sus esencias y su
semejanza (participación) con Dios: los seres serán más o menos perfectos de
acuerdo a su mayor o menor parecido con Dios.
Santo Tomás transforma la definición de esencia de Aristóteles para incluir
substancias o seres inmateriales. Para Aristóteles la esencia se correspondía con la
forma exclusivamente. Tomás de Aquino añadirá a la esencia de los seres
contingentes también su materia. De modo que, además de Dios, ser necesario
donde se corresponden esencia y existencia, hay seres inmateriales cuya esencia se
corresponde con su forma (como ángeles y espíritus), y seres materiales cuya
esencia se explicaría en base a su forma y su materia.
2. El problema de Dios
Tomás de Aquino considera que una de las principales tareas de la razón es la
demostración de la existencia de Dios. Dicha existencia no nos resulta evidente, por
lo que sí necesita ser probada. La existencia de Dios es evidente considerada en sí
misma, pero no si se la considera respecto al ser humano y su razón limitada.
Aquino distinguirá dos tipos de demostración: la a priori, en la que conociendo la
causa podemos inferir el efecto, y la a posteriori, en la que al darse el efecto
podemos demostrar la causa. Afirmará que sólo es posible demostrar la existencia
de Dios utilizando la demostración a posteriori, pues conocemos el efecto (la
creación) y buscamos su causa (Dios). Frente a las pruebas a priori de la existencia
de Dios, que no son válidas porque parten de la existencia de la causa para
demostrar la existencia del efecto, el aquinate sostiene que debemos partir de la
experiencia, de los seres que conocemos, tomados como efectos y remontarnos, a
través de ellos, a su causa, es decir, argumentando a posteriori. En ese sentido
Santo Tomás será muy crítico con el argumento ontológico de San Anselmo, que se
basaba en: Primero, Dios es el ser más perfecto que puede pensarse y La
inexistencia es una carencia, un defecto. Si Dios no existiese, tendría un defecto,
una carencia, y ya no sería perfecto. Dios es perfecto, luego necesariamente tiene
que existir.
El argumento ontológico de San Anselmo toma como punto de partida la idea de
Dios como ser perfecto, pero tal idea, dice Santo Tomás, procede de la fe, y no
tiene que ser aceptada por un no creyente. Pero, además, el argumento de San
Anselmo contiene un paso ilegítimo de lo ideal a lo real: pensar algo como
existente no quiere decir que exista en la realidad. Para Santo Tomás la existencia
solo puede ser alcanzada si partimos de la existencia y argumentamos a partir de
ella. Y la única existencia indudable para nosotros es la experiencia sensible, a
diferencia de lo que sostenía Platón. Por ello desarrollará sus cinco pruebas (vías)
de la existencia de Dios a partir siempre de la experiencia sensible.
Primera vía: la del movimiento. Los seres que están a nuestro alrededor
están dotados de movimiento, tal y como nos muestras nuestros sentidos; pero
todo lo que se mueve es movido por otro y, como es imposible que haya una serie
infinita de motores, hemos de admitir la existencia de un primer motor no movido
por otro, inmóvil. Y ese primer motor inmóvil es Dios.
Segunda vía: la de la eficiencia. Todos fenómenos tienen siempre una causa,
pero no podemos hablar de una serie infinita de causas; tiene que existir una
primera causa eficiente que sea causa de sí misma. Y esa causa no causada es Dios.
Tercera vía: de la contingencia. Hay seres que comienzan a existir y que
desaparecen cuando mueren, es decir, que no son necesarios; si todos los seres
fueran contingentes, no existiría ninguno, pero existen, por lo que deben tener su
origen en un primer ser necesario, ya que una serie causal infinita de seres
contingentes es imposible. Y este ser necesario es Dios
Cuarta vía: grados de perfección. Observamos distintos grados de perfección
en los seres de este mundo (bondad, belleza…). Y ello implica la existencia de un
modelo con respecto al cual establecemos la comparación, un ser óptimo, cuyas
cualidades positivas estén elevadas a un grado máximo. Y ese ser supremo es Dios.
Quinta vía: finalidad. Vemos que los seres actúan con un fin, incluso aquellos
que carecen de conocimiento; luego debe haber un ser sumamente inteligente que
ordena todas las cosas naturales dirigiéndolas a su fin. Y ese ser inteligente es Dios.
Todas las vías son demostraciones a posteriori pues parten del efecto para
demostrar la necesidad de una última causa y todas siguen cuatro pasos:
constatación de un hecho de experiencia, aplicación del principio de causalidad,
afirmación de la imposibilidad de una regresión infinita de causas, debiendo haber
una causa primera, y afirmación de la existencia de Dios.
Respecto al tema de la creación, Santo Tomás, igual que el resto de los filósofos
medievales de raíz cristiana, afirma la creación ex nihilo (de la nada); la fundación
del mundo se produce mediante un acto de Dios totalmente libre y originario. En
cuanto al problema del mal en el mundo, Tomás sostiene que Dios lo ha permitido
(tanto el físico como el moral) para obtener un beneficio mayor: la libertad de la
voluntad y el perfeccionamiento del mundo.
3. El problema del conocimiento
Para Santo Tomás, igual que para Aristóteles, todo nuestro conocimiento comienza
con los sentidos. Se descarta la presencia de ideas innatas. Los seres humanos al
nacer son una especie de tabula rasas en la que no hay contenidos impresos.
El conocimiento de lo universal rebasa lo sensitivo, pero empieza por la realidad
particular, a la que solo accedemos a través de nuestros sentidos. Los objetos
influyen sobre los sentidos, generando en ellos una reacción, la sensación, en la
que, no solo participa el alma, sino también el cuerpo. Para que tenga lugar el
conocimiento es necesaria la síntesis de los datos que nos llegan a través de los
sentidos con la actividad del alma. Es por ello que incluso el conocimiento de Dios
debe empezar por la experiencia sensible; por eso Tomás de Aquino adopta el
método a posteriori en su demostración de la existencia de Dios a través de las
cinco vías, como ya hemos visto.
Los conceptos universales se elaboran a partir de los datos de la percepción
sensible. El entendimiento realiza la abstracción desde lo particular a lo universal
de cada objeto. En este proceso participan dos facultades del entendimiento: la
primera de ellas es la del entendimiento paciente, con la cual se recogen las
imágenes de la percepción sensible; la segunda es el entendimiento agente, que
abstrae de dichas representaciones lo común, el concepto universal, que expresa la
esencia de los seres, y será aplicada a los seres concretos para poder hacer juicios.
Los conceptos universales se elaboran a partir de los datos de la percepción
sensible. El entendimiento realiza la abstracción desde lo particular a lo universal
de cada objeto. En este proceso participan dos facultades del entendimiento: la
primera de ellas es la del entendimiento paciente, con la cual se recogen las
imágenes de la percepción sensible; la segunda es el entendimiento agente, que
abstrae de dichas representaciones lo común, el concepto universal, que expresa la
esencia de los seres, y será aplicada a los seres concretos para poder hacer juicios.
En base a esta descripción del proceso de conocimiento, Santo Tomás tendrá que
explicar cómo es posible conocer substancias no materiales, como los ángeles o
Dios, puesto que de ellos no es posible obtener percepciones sensibles. El
conocimiento de dichos seres solo es posible por analogía (por semejanza o
comparación con otros objetos). Lo mismo sucederá con temas como el sentido de
nuestra existencia, a los que solo podemos acceder a través de la fe.
Santo Tomás distingue dos fuentes de conocimiento: la fe y la razón, y considera
que no existe contradicción entre sus contenidos. (Por ello, rechazará la teoría de la
doble verdad propuesta por Averroes). La razón conoce de forma imperfecta la
esencia de Dios y tiene unos límites que sólo pueden ser ampliados por la fe. Hay
contenidos de la razón que no son de fe y contenidos de fe que no son de razón,
pero hay también contenidos comunes a ambas, conocimientos a los que se llega
tanto a través de la fe como de la razón. Para Sto. Tomás razón y fe son autónomas
e independientes, no puede existir contradicción entre los contenidos de ambas y
deben ayudarse mutuamente: la razón ayuda a la fe en la construcción de la
teología y la fe nos sirve para evitar equivocaciones en el uso de la razón,
fácilmente detectables cuando esta entra en contradicción con la religión (criterio
extrínseco negativo).
4. El problema del ser humano
La concepción del ser humano en Santo Tomás está también basada en la
concepción hilemórfica de Aristóteles. Pero, al igual que ocurre con otros aspectos
de su pensamiento, tuvo que reconducirla hacia el cristianismo, para poder insertar
la inmortalidad del alma o la creación por parte de Dios.
Al igual que para Aristóteles, el ser humano es para el aquinate un compuesto de
materia y forma. La forma se correspondería con el alma y la materia con el
cuerpo. Aunque se da prioridad al alma sobre el cuerpo como principio vital y de
conocimiento, se rechaza la interpretación platónica según la cual el cuerpo queda
reducido a un mero receptáculo en el que está encarcelada el alma. Tampoco se
puede considerar la unión de cuerpo y alma como un castigo. No obstante, aquello
que es más propio del hombre, la actividad racional, es una facultad que le
pertenece en exclusiva al alma. Esta facultad tiene como objeto el conocimiento lo
universal.
En cuanto a el análisis del alma, tenemos una clasificación similar a la aristotélica.
No se habla de tres tipos de alma, sino de tres facultades o potencias del alma. La
función vegetativa se ocupa de todo lo relacionado con la nutrición y el
crecimiento. En su función sensitiva el alma regula todo lo relacionado con el
funcionamiento de los sentidos externos, así como la imaginación y la memoria. En
su función racional, Santo Tomás distingue como facultades propias del alma el
entendimiento (agente y posible) y la voluntad.
Con respecto a la inmortalidad del alma, Tomás de Aquino tendrá que enfrentarse
a algunos problemas derivados de la teoría de Aristóteles: para este, forma y
materia son una unidad indisoluble, por lo que la inmortalidad del alma individual
quedaría descartada. Sin embargo, el aquinate, siguiendo los dictados de la fe,
apostará por la inmortalidad individual del alma.
5. El problema de la moral
En cuanto a la ética, también nos encontramos una fuerte influencia del
pensamiento de Aristóteles. Parte de la misma concepción teleológica de la
naturaleza para afirmar que todas las acciones del hombre tienden a un fin. Hay un
fin último hacia el que tienden todas las acciones humanas, que es la felicidad.
Pero a diferencia de Aristóteles, que identificaba la felicidad con la posesión del
conocimiento de los objetos más elevados (la actividad intelectual, la vida del
filósofo), Santo Tomás en su continuo intento por acercar aristotelismo y
cristianismo, identifica la felicidad con la contemplación beatífica de Dios, con la
vida del santo.
Por ese motivo, y como la vida del hombre no se agota en este mundo, la felicidad
plena tiene que esperar hasta que el hombre alcance la inmortalidad y pueda
contemplar a Dios. Además, para alcanzar este objetivo el hombre necesita de la
gracia divina, debido a la limitación de sus fuerzas.
Santo Tomás, distingue al igual que Aristóteles, dos clases de virtudes: las morales
y las intelectuales. Por virtud entiende también un hábito selectivo de la razón que
se forma mediante la repetición de actos buenos y, como Aristóteles, la sitúa en el
término medio.
En la medida en que el hombre es producto de la creación, esa ley moral natural
está basada en la ley eterna divina. De la ley natural emanan las leyes naturales
positivas, que serán aceptadas si no contradicen la ley natural y serán rechazadas o
consideradas injustas si la contradicen. Pese a sus raíces aristotélicas, vemos, pues,
que Santo Tomás ha conducido la moral al terreno teológico al encontrar en la ley
eterna un fundamento transcendente de la ley natural. Como el alma tiene tres
facultades, tres serán los preceptos de la ley natural: El deber de conservar la vida,
relacionado con la facultad vegetativa del alma; el deber de procrear y educar a los
hijos, relacionado con la facultad sensitiva del alma; y el deber de buscar la verdad
y de respetar la justicia social, relacionado con la facultad racional del alma.
El contenido de la ley natural es evidente, universal e inmutable, ya que esta se
fundamente en la propia esencia humana. Los seres humanos tienen una
capacidad natural para descubrir y tender al cumplimiento de la ley natural de
forma espontánea, denominada sindéresis. Igualmente, a través de la conciencia
podemos deducir de estos preceptos generales unos preceptos secundarios
concretos para las distintas situaciones cotidianas, que sí pueden admitir
excepciones.
6. El problema de la sociedad (política)
El alma tiene tres facultades, pero estas facultades solo pueden desarrollarse
correctamente en sociedad. Por lo que, para Santo Tomás, siguiendo a Platón y a
Aristóteles, el hombre es por naturaleza un ser social nacido para vivir en
comunidad con otros hombres; por eso la forma de organización política es un
tema fundamental en su filosofía. No obstante, y haciendo un paralelismo con las
relaciones entre razón y fe (independientes, aunque con primacía de la fe sobre la
razón), Santo Tomás considera que el Estado, aunque goza de cierto grado de
autonomía con respecto a la Iglesia, debe seguir sometido a esta última en caso de
conflicto, ya que la vida eterna es una cuestión más acuciante incluso que la vida
en la Tierra.
El desarrollo de la esencia humana se realiza siguiendo la ley natural dada por Dios.
Pero los preceptos de la ley natural son demasiado generales y deben ser
concretados mediante la ley positiva. Las leyes positivas son convencionales,
distintas en cada época y región, pero deben ser una prolongación de la ley natural.
El Estado debe procurar el bien común, para lo cual legislará de acuerdo con la ley
natural. Las leyes contrarias a la ley natural no obligan en conciencia (por ejemplo,
las contrarias al bien común o las dictadas por el egoísmo, que son consideradas
tiránicas).
Respecto a las mejores formas de gobierno, Santo Tomás sigue a Aristóteles,
distinguiendo tres formas buenas y tres formas malas de gobierno, que son
degeneraciones de las anteriores. Las mejores formas de gobierno son la
monarquía, aristocracia y democracia, y las peores, la tiranía, la oligarquía y la
demagogia. Aunque la monarquía parece proporcionar un mayor grado de unidad
y paz, Santo Tomás tampoco descarta las otras formas de gobierno válidas, y no
considera que ningún da de ellas sea especialmente deseable por Dios.

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