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Parménides identifico ser y pensar y partiendo del principio ontológico que afirma que el ser
es y el no-ser no es, concluyo que el ser es único-inmóvil y eterno. El problema del cambio y
del movimiento quedo sin explicar hasta los atomistas.
Platón siguió por el camino iniciado por Parménides identificando el ser con las ideas. Estas
son Realidades absolutas, invariables y eternas, pertenecientes a otro mundo. EL cambio solo
era posible en el mundo sensible y ,precisamente por ello ,desposeído de toda verdad y
conocimiento.
Es Aristóteles quien intenta dar una explicación del cambio que se produce en el mundo de lo
físico. Critica la teoría de las ideas de su maestro y elige como punto de partida el concepto de
sustancia. Todos los seres están formados por materia y por forma (teoría hilemórfica). La
forma está en acto y la materia en potencia. La potencia, en cuanto un no-ser relativo siempre
es tal respecto al acto. "Nada resuelve que admitamos esencias eternas, como las Ideas, si no
ponemos también en ellas una fuerza inmanente de la que parte el movimiento y el cambio" El
movimiento es el acto del ente en potencia en cuanto potencia, o con otra fórmula más
sencilla: El movimiento es el paso de la potencia al acto. Hay que tener en cuenta que el ente
en acto es siempre anterior al ente en potencia. Para que pueda producirse el cambio o paso
de la potencia al acto se necesita contar con otro principio, el de causalidad, principio que
define como: todo lo que se mueve, necesariamente, es movido por otro. Aristóteles llama
principio a lo que considera evidente por sí mismo, tanto en sentido lógico, como en sentido
ontológico. Desde el punto de vista ontológico "principio" es semejante a causa.
El problema es que si todo lo que se mueve necesita ser movido por algo la
concatedenación de motores nos llevaría ad infinitum, por lo que Aristóteles propone que
ha de haber un Primer Motor o un motor que mueva sin ser movido: MOTOR INMOVIL. La
teoría del Primer Motor surge no a partir de una experiencia teológica, sino a partir de la
observación del fenómeno del movimiento. El Primer Motor es, pues, acto puro y
contiene como objeto de su pensamiento las formas de todos los seres, por lo que se
convierte en la causa final de todos los movimientos. Aristóteles lo define como
"pensamiento del pensamiento". Tomás de Aquino lo define, al identificarlo con el Dios
del cristianismo, como la perfección y omnipotencia divina. En Aristóteles no posee esas
características, si lo queremos interpretar como el Dios de su sistema tendremos que
decir que dicho Dios es ajeno, no es cercano al hombre, no puede ser el antecedente total
del Dios cristiano, ya que el Dios de Aristóteles no es condescendiente a nada ni nada
reclama. Simplemente es, no tiene necesidad de actuar, su acción es, podría decirse,
extrínseca: no es de él, sino hacia él. El Dios de Aristóteles guarda las distancias, es el
ideal móvil hacia el cual se esfuerzan los movimientos regulares de las esferas, los más
complejos de las estaciones, el ciclo de las generaciones y corrupciones, las vicisitudes de
las acciones y del trabajo de los hombres.
La noción del Primer Motor es concebida, pues, a partir de la experiencia de los
movimientos naturales, que exigen un contacto entre motor y móvil, y, sin embargo, el
Primer Motor es incorpóreo, lo que en rigor excluye toda posibilidad de contacto. La
teoría del Primer Motor es, en efecto, como se ha dicho la forma que reviste la teología
aristotélica. Cuando es pensada, no a partir de la experiencia directamente teológica, sino
a partir de ese fenómeno fundamental del movimiento, que domina la experiencia del
mundo sublunar. La eternidad del tiempo (para Aristóteles el tiempo es algo del
movimiento: decimos que hay tiempo porque distinguimos el "antes" y el "después") y,
por tanto, del movimiento exige un movimiento distinto del que reina en el mundo
sublunar, es decir: un movimiento continúo, continúo porque es circular, y ese
movimiento existe y es visible en el cielo. Si el movimiento de los astros es siempre el
mismo, su motor tendrá que ser siempre igual, es decir, inmóvil. Si no fuera inmóvil no
sería el Primer Motor, puesto que necesitaría a su vez un motor. Pero nada que esté
compuesto de forma y materia puede ser inmóvil. El Primer Motor es, por tanto,
necesariamente incorpóreo.
La posibilidad de que algo pueda mover sin ser movido ni moverse la expone Aristóteles al
final de la "Metafísica" explicando la capacidad de acción de este Motor Inmóvil desde la
intelección movido por el deseo, como pensamiento que se piensa así mismo, acto puro y
forma pura .
Este Motor inmóvil, pensamiento, forma pura (sin materia) y acto puro (realización plena) que
mueve desde el pensamiento y el deseo será para Tomás de Aquino el Dios cristiano (el Dios
de los filósofos, que dirá Pascal, frente al Dios de Abraham), que creará el universo de la nada
como un acto de deseo, de amor. Y el cambio, el movimiento le corresponderá a la finitud que
le es intrínseca a las criaturas creadas, frente a la infinitud y eternidad que le corresponderán a
Dios.
El ser perfectísimo es un concepto que aparece en la 4ª vía de la que se sirve el autor escolástico, Tomás
de Aquino, para intentar demostrar la existencia de Dios. Ella es expuesta de la siguiente manera:
Vemos que hay cosas más o menos verdaderas, más o menos perfectas, es decir, en lo sensible se
percibe la existencia de tales grados. Tomás de Aquino da por sentado que poseer en mayor o menor
grado una perfección es poseerla en virtud de una causa que, por su parte la poseerá en grado superior.
Hay entonces una jerarquía por lo que habrá también un grado supremo, causa última, ya que es
imposible que se continúe hasta el infinito la serie de causas y efectos. Ese "absolutamente bueno",
"absolutamente verdadero", "absolutamente perfecto" lo identificará Tomás con Dios.
Esta gradación de los seres y la realidad y este Ser Primero, que se necesita para definir todos los demás
conceptos y seres muestra una clara influencia del Platonismo, que llegaría a Tomás de Aquino a través
de la filosofía aristotélica. Todo ello proviene de la teoría de las Ideas de Platón, que proponía dos
grados de la realidad, dos mundos, uno sensible y otro inteligible (este será de donde procede el alma ya
que posee las mismas características que esta: eternidad, inmaterialidad, etc. Tomás pensará lo mismo)
y cuatro niveles del ser en relación a su mayor o menor relación con los sentidos. En lo alto de esta
nivelación, en la teoría platónica, se encuentra la Idea de Ideas, la Idea del Bien, el Ser Supremo. Aquí
Platón identificará Bien con Perfección y en base a este concepto último, se organizan todos los demás
conceptos, como la belleza, la justicia, la bondad, etc. Vemos que es este el mismo concepto, que ese
"ser perfectísimo" que describe Tomás, en base al cual, al igual que con la Idea del Bien, se organizan
todos los demás seres, y que identificará con Dios.
Sin embargo, esta tercera vía, al igual que las demás, ha sido muy debatida y, sobretodo, muy criticada
por teólogos y filósofos contemporáneos y posteriores al autor. Se le suele criticar que parece que en
sus argumentaciones se presupone la presencia divina, incluso antes de ser demostrada. Tampoco es
lógico que, aunque exista ese ser perfectísimo, lo identifique con el Dios cristiano.
Por su parte, el concepto de la inteligencia ordenadora aparece en la 5ª vía, y se lo relaciona, como no
podía ser de otra forma, con el Dios cristiano:
Percibimos que las cosas que carecen de conocimiento se mueven en virtud de un fin, su movimiento es
ordenado a conseguir algo, hay un orden del mundo. Ahora bien, aquello que carezca de conocimiento
solo podrá actuar siendo dirigido por algo inteligente. Es claro además, que una inteligencia ordenadora
ordena porque ella misma tiene un fin esencial, que estará absolutamente en sí misma o tendrá origen
en otra inteligencia superior. Como el proceso de efecto a causa no puedo prolongarse hasta el infinito,
concluiremos que debe haber una inteligencia suprema que sea a la vez causa primera y fin absoluto,
que es identificada evidentemente con el Dios cristiano.
Este es la llamada vía teleológica (tele=finalidad), la que busca el sentido de las cosas analizando el fin
que tienen.
Esta finalidad o inteligencia última aparece ya en las teorías del filósofo griego Anaxagoras, maestro del
estadista Pericles y posiblemente de Sócrates. Anaxagoras llamo a ese concepto nous(mente o
pensamiento). El filósofo griego concibe el nous como origen del universo y causa de la existencia, pero
a la vez trata de explicarse y llama a encontrar las cosas cotidianas de lo que ocurre en el mundo. Por
otro lado, hizo formar parte de su explicación de la realidad al concepto de nous, inteligencia, la cual,
siendo un «fluido» extremadamente sutil, se filtra por entre los recovecos de la materia, a la que anima
con su movimiento. Según Anaxagoras el nous penetra algunas cosas y otras no, explicándose así la
existencia de objetos animados e inertes. Su doctrina del nous fue más tarde adoptada críticamente por
Aristóteles, aunque con diferentes concepciones (ejemplo: Para Anaxagoras los humanos pudieron
hacerse inteligentes debido a que tenían manos, en cambio para Aristóteles el hombre recibió manos
debido a que tenía inteligencia.)
Los estoicos, un grupo de filósofos de la antigua Grecia, se ocuparon también de este concepto, y más
concretamente Heráclito, que propuso la existencia de un logos universal que rigiera ese cambio
constante al que está sometida la realidad según él. Así, encontramos el principal punto de controversia
entre la teoría estoica y la teoría de Aquino, y es que mientras para los estoicos esa inteligencia
universal se encuentra en el interior, dentro de la naturaleza, para Tomás es la voluntad de un ser, Dios
y por tanto es externa a ella.
Se acerca más el concepto del Demiurgo (artesano, en el antiguo griego). Platón hizo uso de este
término para aplicarlo al mayor de todos los hacedores, al artífice del Universo que conocemos, y
aparece en su Timeo, obra ambiciosa y capital en la que analiza el origen del Cosmos, la naturaleza de la
materia que lo compone y la propia naturaleza del ser humano. Sin embargo el demiurgo no es un
creador en el sentido tradicional o como lo es el dios cristiano: no es él quien crea el mismo universo,
porque carece de esta capacidad. Es, más bien, el que permite ordenarlo, darle forma tras el caos inicial.
Al igual que con la anterior vía, esta 3º vía recibe críticas por los mismos motivos de predisposición y
presuposición de la existencia de Dios y la identificación de esta inteligencia ordenadora con el Dios
cristiano.
1. Si uno de los contrarios es infinito, el otro queda totalmente anulado. Esto es lo que sucede
con el nombre Dios al darle el significado de bien absoluto. Pues si existiese Dios, no existiría
ningún mal. Pero el mal se da en el mundo. Por lo tanto, Dios no existe. [...]
1. A la primera hay que decir: Escribe Agustín en el Enchiridio: Dios, por ser el bien sumo, de
ninguna manera permitiría que hubiera algún tipo de mal en sus obras, a no ser que, por ser
omnipotente y bueno, del mal sacara un bien. Esto pertenece a la infinita bondad de Dios, que
puede permitir el mal para sacar de él un bien.
El mal no existe como hecho objetivo, sino como concepción subjetiva y, además, es triple:
metafísico, moral y físico. Las cosas no son malas en sí mismas, sino por causa de su relación
con otras cosas o personas. Todas las realidades son en sí mismas, buenas. Si producen
resultados malos, es solo condicionalmente; en consecuencia, la última causa de mal es
fundamentalmente buena. La existencia del mal tiene, por tanto, como condición de posibilidad
la existencia de bienes mucho mayores y, además, el mal actúa como contrapeso del desorden
que causa el pecado y la mala voluntad de los seres creados. El mal, sin ser creación de Dios,
ayuda, pues, a la perfección de su obra. Por ejemplo, si no hubiera ningún acto o suceso malo,
no habría ningún espacio para la paciencia y la justicia; si no fuésemos capaces de realizar
malas acciones, no podríamos hablar de libertad. El mal forma parte, por tanto, del plan del
universo que Dios, en su divina providencia, tiene pensado para el mundo y los hombres y que
es conocido parcialmente por nosotros.
Hay mal, luego Dios existe
También Tomás de Aquino captó la relación entre la cuestión del mal y la relativa a la
existencia de Dios; pero advertía que han de ser planteadas en el orden debido. Empezar por
el mal puede llevar a una vía sin salida. Si primero se resuelve la cuestión de la existencia de
Dios, el problema del mal no deja de ser un misterio, pero puede ser iluminado hasta cierto
punto.
“Boecio -escribe Tomás en la Suma contra los gentiles, III, 71- presenta a un filósofo que
pregunta: ‘Si Dios existe, ¿por qué hay mal?’ Habría que razonar al revés: si hay mal, Dios
existe. Pues si se suprimiera el orden del bien, no habría mal, que es la privación del bien. Y
ese orden no existiría si no existiese Dios”. Por tanto, el problema del mal no decide la cuestión
sobre la existencia de Dios, que es previa. Análogamente, el desorden al que se refiere Le
Poidevin presupone un orden, lo que remite al origen de ese orden.
El conocimiento que Dios tiene del mal que los hombres cometen no le hace cómplice, porque
no impone necesidad a las acciones humanas, advierte santo Tomás.
Sobre la libertad y el mal, Tomás de Aquino subraya que Dios ha dotado a sus criaturas de
verdadera capacidad de actuar, lo que implica que sus acciones tengan consecuencias reales.
Si a las criaturas libres no les permitiera causar efectos malos, tal libertad sería ficticia. Por
tanto, dice Tomás, “Dios permite que se produzcan algunos males para que no resulten
impedidos muchos bienes”: la misma libertad, la capacidad de enmendarse, el heroísmo en la
resistencia al mal, la solidaridad con los que sufren...
Pero, como con toda la tradición cristiana recuerda Morerod, el mal, sobre todo el sufrimiento
de los inocentes, es un problema que ningún razonamiento puede resolver del todo. El mayor
esclarecimiento es aporte de la fe, y viene de la cruz y la resurrección de Cristo, que ha dado al
sufrimiento valor y sentido por encima de toda previsión humana. Pero esta luz no elimina el
misterio.