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Resumen
El propósito de este artículo se contrae en abordar las dificultades y problemas probatorios
en torno al nexo de causalidad como elemento para imputar responsabilidad en los eventos de
responsabilidad extracontractual del Estado por omisiones en la prestación del servicio médico,
asimismo, tratada dicha problemática se discutirán las diferentes respuestas o soluciones que el
ordenamiento jurídico; especialmente la jurisprudencia, ha ofrecido al respecto. Para abordar y
desarrollar el propósito descrito se realizará una breve exposición conceptual sobre los elementos
de la responsabilidad extracontractual del Estado, posteriormente se elaborará un estudio sobre la
evolución jurisprudencial del evento de responsabilidad estatal por daños derivados de la
prestación del servicio médico hasta llegar al panorama actual y la problemática que hoy suscita
los aspectos probatorios del nexo de causalidad, seguidamente se realizará un análisis conceptual
sobre la carga de la prueba y los estándares probatorios del nexo causal, por último se analizará la
pérdida de la oportunidad como una de las soluciones a las dificultades probatorias sobre el nexo
causal, teniendo como conclusión una propuesta en torno a la necesidad de replantear como se ha
entendido el estándar de prueba del nexo causal y la institución de la pérdida de la oportunidad.
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Abogado Universidad de Antioquia. Litigante y asesor de entidades públicas. Correo electrónico:
ricardo.garciab@udea.edu.co. Este artículo es presentado para optar al título de Especialista en Derecho
Administrativo de la Universidad de Antioquia.
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Introducción
El evento de responsabilidad extracontractual del Estado por daños derivados de la
prestación del servicio médico ha implicado un arduo desarrollo jurisprudencial por parte del
Consejo de Estado, tanto así, que los criterios y elementos para poder predicar responsabilidad
estatal han sido objeto de diversos cambios jurisprudenciales -los cuales serán abordados más
adelante-, teniendo hoy una posición sentada que por lo pronto se torna pacífica, la cual, tratándose
de los casos de omisiones médicas, suscita una serie de dificultades probatorias sobre el nexo de
causalidad y en consecuencia sobre la prosperidad de la pretensión indemnizatoria.
Para abordar y desarrollar el propósito descrito, primero que todo se realizará una breve
exposición conceptual sobre los elementos de la responsabilidad extracontractual del Estado,
posteriormente se elaborará un estudio sobre la evolución jurisprudencial en torno al evento de la
responsabilidad estatal por daños derivados de la prestación del servicio médico hasta llegar al
panorama actual y la problemática sobre la prueba del nexo causal, seguidamente se realizará un
análisis conceptual sobre los conceptos de la carga de la prueba y los estándares probatorios sobre
el nexo de causalidad, luego, se analizarán la institución de la pérdida de la oportunidad como
solución a la dificultad probatoria del nexo causal, por último, previo a las conclusiones se
problematizará sobre algunos aspectos de la perdida de la oportunidad como daño autónomo. Cada
uno de los temas aquí propuestos serán tratados a través del estudio de diferente jurisprudencia,
principalmente del Consejo de Estado, y de doctrina especializada en derecho de daños y derecho
probatorio.
Por otro lado, algunos autores como el profesor Carlos Henao (1998) diferencian los
conceptos de daño y perjuicio, de forma tal, que el daño es lesión misma y el perjuicio serían las
consecuencias de la lesión, por ejemplo en un caso de una amputación de una extremidad de un
miembro el daño sería la misma pérdida del miembro y los perjuicios serían el dolor que produce
la amputación (daño moral), los gastos en que se incurrieron para tratar la pérdida del miembro
(daño emergente) y los ingresos que se redujeron producto de ver menguada su capacidad laboral
por la falta de la extremidad (lucro cesante). No obstante, debe indicarse que esta distinción no se
tendrá en cuenta en el presente escrito por tres razones; la primera, es que en la jurisprudencia los
conceptos de daño y perjuicio se usan indistintamente como sinónimos, la segunda, es que para el
objeto de lo aquí tratado resulta irrelevante hacer tal distinción y, la tercera es que distinguir daño
de perjuicio puede dar lugar a confusión cuando se trate el tema de la pérdida de la oportunidad
como daño autónomo.
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En cuanto a la noción del “hecho”, éste es conceptuado como la conducta por acción u
omisión del agente estatal que da lugar a la ocurrencia del daño antijurídico (Henao, 1998).
Tratándose de responsabilidad estatal por omisiones en la prestación del servicio médico, el hecho
es la conducta omitida por el profesional de la salud que debió dársele a una persona determinada
en una institución prestadora del servicio médico (I.P.S) de derecho público.
No obstante, conviene hacer una claridad sobre la noción de nexo de causalidad en los
casos de responsabilidad estatal por omisiones, ya que, una parte de la doctrina sostiene que en los
eventos en que se predica responsabilidad por una conducta omisiva el concepto de nexo causal o
causalidad se debe entender como imputación normativa, casi como suplantar un concepto por
otro; porque en los casos de omisión para realizar examen de causa y efecto es necesario que de
forma prexistente haya una norma que imponga determinado deber jurídico de actuar y que el daño
se produzca una vez se haya desconocido tal deber. El hecho que sea necesario recurrir a una
norma jurídica para poder predicar como causa del daño una omisión de conducta implica a priori
reconocer que no hay relación de causalidad desde un punto vista físico o natural, sino que, se trata
de trata de otro fenómeno, esto es; la imputación normativa, a la cual, si bien es necesario aplicarle
razonamientos propios de un juicio causal para determinar la responsabilidad conforme a lo que
se expondrá más adelante, en estricto sentido se trata de un concepto diferente a la causalidad,
puesto que surge de un deber u obligación jurídica no cumplida, es decir, se imputa
responsabilidad no por haber causado el daño sino por no haber actuado para evitarlo, así:
Sin embargo, esta asimilación, aunque intuitiva, no resulta adecuada, pues desconoce la
diferente naturaleza de ambos conceptos. La causalidad es un concepto empírico o material:
es causa de un suceso todo aquello que ha contribuido (como condición necesaria) a que
este se produzca. Este es el concepto de causa de la teoría ampliamente compartida de la
conditio sine qua non, para la que A es causa de B si, de no haberse producido A, no se
habría producido B. La imputabilidad, por el contrario, es un concepto jurídico que depende
de elecciones político-normativas: es el propio sistema jurídico el que, en atención a
consideraciones de distinto tipo, decide cuál debe ser la esfera de sujetos responsables de
un tipo de sucesos (o sea, a quiénes debe imputarse ese tipo de sucesos) y, por consiguiente,
las condiciones bajo las cuales a un sujeto se le debe o puede imputar un suceso de ese tipo.
(Gascón Abellán, 2017, pág. 80)
En igual sentido, en sentencia del 26 de marzo de 2009 proferida por el Consejo de Estado
con ponencia del Consejero Enrique Gil Botero, el máximo órgano de la Jurisdicción de lo
Contencioso Administrativo sostuvo que la responsabilidad extracontractual de Estado por
conductas omisivas de sus agentes surge del desconocimiento de los deberes y obligaciones que el
Estado en calidad de garante ostenta frente a los administrados, por tanto, la responsabilidad en
los casos de omisiones no es porque el Estado los haya causado, puesto que el no actuar es igual a
la nada y de la nada nada surge, nada se deriva, de la nada nada:
Desde esa perspectiva, la posición de garante se erige como uno de los ejes basilares sobre
los cuales se edifica el concepto de imputación fáctica, puesto que a partir del conjunto de
principios establecidos en el artículo 1º de la Constitución Política, se hace responsable,
desde diversas perspectivas jurídicas (penal, disciplinaria, patrimonial, etc.) a la persona
que con su omisión ha facilitado la producción del daño, lo que desvirtúa en el plano
jurídico el principio causal según el cual a partir de la omisión no se deriva nada . En ese
contexto, la posibilidad de atribuir resultados o daños, con base en un criterio normativo –
jurídico, no es otra cosa distinta que la reivindicación de la multiplicidad de valores y
principios jurídicos sobre los que se basamento el Estado Colombiano, es decir, como un
Estado Social de Derecho, en el cual los asociados no solo se benefician de una gama de
derechos y garantías, sino que, de igual manera, se encuentran conminados al cumplimiento
de una serie de deberes (v.gr. principio de solidaridad, de dignidad humana, de tolerancia,
etc.) sin los cuales la sociedad no podría funcionar. (Expediente No. 17.994, pág. 22)
poco práctico y tal distinción no ha llevado a reformular los textos académicos o las sentencias;
aún ahora tanto en la doctrina como en la jurisprudencia se habla de nexo de causalidad en la
responsabilidad derivada de conductas omisivas. Además, esta postura debe entenderse no
propiamente como una crítica al concepto de nexo de causalidad o como una forma de cuestionar
la posibilidad de que exista responsabilidad sin causalidad, sino que, tiene como propósito explicar
cómo se construye y aplica el concepto de causalidad desde un punto de vista jurídico en los casos
de conductas omisivas, de forma tal, que termina siendo más justificativa que crítica del concepto
de nexo de causalidad en la responsabilidad por omisiones.
El evento de responsabilidad extracontractual del Estado por daños derivados del servicio
médico ha sido objeto de diferentes pronunciamientos jurisprudenciales al interior de la
Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo, siendo el Consejo de Estado, en calidad de órgano
de cierre de esta jurisdicción, quien ha sentado las bases para la declaratoria de responsabilidad
estatal en tales eventos.
Como en todo evento de responsabilidad extracontractual del Estado, en los casos de daños
ocasionados por la prestación del servicio médico para que haya responsabilidad estatal se deben
cumplir o configurar con los elementos dispuestos en el inciso primero del artículo 90 de la
Constitución Política de 1991, esto es; el daño antijurídico, el hecho por acción u omisión
imputable al agente estatal, el nexo de causalidad y el título de imputación. Ahora bien, como el
artículo 90 de la Constitución no privilegió ningún título de imputación ni régimen de
responsabilidad extracontractual en concreto, ha sido el Consejo de Estado, mediante sus
decisiones judiciales y la implementación de un sistema de precedentes, quien ha determinado cuál
es el título de imputación y régimen de responsabilidad aplicable a cada caso en particular y los
que resulten análogos.
Tratándose del caso concreto de la responsabilidad extracontractual del Estado por daños
derivados de la prestación del servicio médico, la jurisprudencia del Consejo de Estado ha definido
casi de forma unánime y pacífica, salvo contadas excepciones 2, que la responsabilidad
extracontractual se configura bajo el título de imputación de falla en el servicio, es decir, bajo un
régimen subjetivo de responsabilidad. No obstante, al determinar cuál debe ser la teoría de carga
de la prueba que resulta aplicable para determinar la responsabilidad por estos mismos eventos, la
jurisprudencia del Consejo de Estado no ha sido precisamente pacífica; fueron constantes los
cambios de criterio al interior del máximo órgano judicial de la Jurisdicción de lo Contencioso
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En la sentencia del 25 de enero de 2017, el Consejo de Estado Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección
Tercera, Subsección A, con ponencia del Consejero Hernán Andrade Rincón, se expuso que en contados eventos de
responsabilidad médica es posible aplicar un régimen objetivo de responsabilidad fundado en el título de imputación
de riesgo excepcional, esto son; 1. Los procedimientos en los que se manipulen elementos peligrosos o el
tratamiento entrañe peligro, pero siempre que el daño se ha resultado directo del riesgo expuesto, 2. Cuando se
practique un tratamiento o procedimiento que conlleve un progreso en la ciencia, siempre que el daño sea producto
de un efecto secundario a largo plazo no previsto, 3. Cuando en la conducta médica se empleen químicos o sustancias
peligrosas, 4. Por la utilización de vacunas que conlleven una eventual peligrosidad y reacciones adversas en los
diferentes organismos y 5. Cuando el daño sea producto de una infección nosocomial o intrahospitalaria.
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De cualquier forma, lo cierto es que más allá de esta variación de posturas con relación a
la carga de la prueba sobre la falla en la prestación del servicio médico, el máximo órgano
Jurisdiccional de lo Contencioso Administrativo siempre sostuvo que el título de imputación
aplicable era el de la falla en el servicio, es decir, que más allá de la teoría que se considere
aplicable en relación con la carga de la prueba, la imputación de la responsabilidad siempre sería
bajo un régimen subjetivo de responsabilidad, además, es menester aclarar que, actualmente se
encuentra una postura definida y que por lo pronto se torna pacifica, según la cual es claro y
uniforme como regla de decisión que en los eventos de responsabilidad extracontractual del Estado
por la prestación del servicio médico se debe aplicar la teoría de la falla probada, al respecto la
Sección Tercera del Consejo de Estado con ponencia del Consejero Jaime Orlando Santofimio
Gamboa en sentencia del 22 de noviembre de 2007, sostuvo que:
responsabilidades y niveles de riesgo, por lo cual, sería una carga excesivamente gravosa para las
instituciones prestadoras del servicio de salud y para los profesionales del área de salud, pensar
que se pudiera aplicar un régimen objetivo de responsabilidad de manera generalizada para esta
profesión. Así lo sostuvo la Sección Tercera del Consejo de Estado con ponencia del Consejero
Hernán Andrade Rincón, en sentencia del 27 de enero de 2016:
Según la posición jurisprudencial reiterada por la Corporación, “la práctica médica debe
evaluarse desde una perspectiva de medios y no de resultados, lo que lleva a entender que
el galeno se encuentra en la obligación de practicar la totalidad de procedimientos
adecuados para el tratamiento de las diversas patologías puestas a su conocimiento,
procedimientos que, por regla general, conllevan riesgos de complicaciones, situaciones
que, de llegar a presentarse, obligan al profesional de la medicina al agotamiento de todos
los medios a su alcance, conforme a la lex artis, para evitar daños mayores y, de así hacerlo,
en ningún momento se compromete su responsabilidad, incluso en aquellos eventos en los
cuales los resultados sean negativos o insatisfactorios para la salud del paciente, a pesar de
haberse intentado evitarlos en la forma como se deja dicho. (Expediente No. 29728, pág.
2)
Posición reiterada en sentencia del 12 de octubre de 2017 de la Sección Tercera del Consejo
de Estado con ponencia del Consejero Ramiro Pazos Guerrero, en la cual se expone que no se
puede pretender que los profesionales de salud presten el servicio médico como si tratara de una
ciencia exacta:
Ahora bien, debe hacerse una precisión sobre qué significa probar la falla en el servicio en
la responsabilidad estatal por la prestación del servicio médico, puesto que en estricto sentido la
expresión “probar la falla en el servicio médico” no es técnicamente correcta, puesto que lo único
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que es objeto de prueba son los hechos, y la categoría de falla en el servicio es una calificación
jurídica del hecho, es decir, se trata de lo que aquí se denominará hecho complejo, puesto que
implica probar de una parte; desde el plano fáctico que hubo una conducta por acción u omisión
de naturaleza médico asistencial y de otra parte; se debe acreditar que dicha conducta es contraria
a la lex artis ad hoc de la medicina, es decir se trata una calificación en principio científica o
médico profesional del hecho, lo cual implica casi de forma generalizada la intermediación de una
opinión o concepto de un profesional de la salud, y finalmente se encuentra la calificación jurídica
del hecho, que sería la valoración del juzgador de las dos circunstancias explicadas, pero, en
principio el hecho es uno; la conducta por acción u omisión de naturaleza médico asistencial.
hechos hablan por sí solos” (Expediente No. 18364, pág. 30) refiriéndose a una particularidad
sobre una conducta médica que notoriamente se consideró falla en el servicio.
El nexo causal es uno de los elementos necesarios para atribuir la responsabilidad estatal,
ya que se sitúa en el plano fáctico de la responsabilidad, a través del nexo de causalidad se establece
que el daño que se pretende indemnizar es producto necesariamente de la conducta omisiva o
activa del agente estatal a quien se le está atribuyendo responsabilidad, de forma tal que sin la
ocurrencia de la conducta omisiva o activa no se hubiera producido el daño, dicho de otro modo;
el nexo causal en los casos de omisiones está determinado por la afirmación que de haberse
realizado el comportamiento omitido el daño se hubiera evitado o reducido, en el caso de las
omisiones médicas implica entonces probar que de haberse dado el tratamiento o atención oportuna
al paciente no se hubiera dado una desmejora en la salud, perdido la vida o sufrido algún dolor
innecesario.
En este sentido corresponde citar la sentencia del 27 de marzo de 2014 proferida por el
Consejo de Estado, Sección Tercera, Subsección B, con ponencia del Consejero Carlos Alberto
Zambrano Barrea, según la cual:
En relación con la responsabilidad del Estado por la prestación del servicio médico de
salud, corresponde a la parte actora acreditar los supuestos de hecho que estructuran los
fundamentos de aquélla; es decir, debe demostrar el daño, la falla en la prestación del
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servicio médico hospitalario y la relación de causalidad entre estos dos elementos, para lo
cual puede valerse de todos los medios probatorios legalmente aceptados, entre los cuales
cobra particular importancia la prueba indiciaria que pueda construirse con fundamento en
las demás pruebas que obren en el proceso, en especial para la demostración del nexo causal
entre la actividad médica y el daño ocasionado , ya que sin la concurrencia de estos
elementos no se logra estructurar la responsabilidad administrativa. (Expediente No.
35420, pág. 10)
En un caso judicial que sirve de ejemplo para evidenciar la necesidad de la prueba del nexo
causal; el máximo órgano de la jurisdicción de lo contencioso administrativo decidió la
responsabilidad extracontractual de un hospital público por el fallecimiento de una persona a la
cual se le omitió realizar un examen diagnóstico que posiblemente podía haber evidenciado
lesiones internas y así realizarle una cirugía de forma oportuna, para este caso el juzgador estudió
los protocolos médicos y en efecto consideró que se había probado que el médico tratante del
hospital demandado había quebrantado la lex artis ad hoc de la medicina, puesto que ante el cuadro
clínico del paciente la atención médica correspondiente era realizar el examen diagnóstico, de
forma tal que hubo una falla en el servicio, no obstante, no se probó el nexo de causalidad entre
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esta falla en el servicio (omisión médica - falta de examen diagnóstico) y el daño imputado
(fallecimiento del paciente), ya que, el examen omitido no garantizaba evidenciar las lesiones
internes del paciente, además, tampoco había prueba alguna que de haberse detectado tales lesiones
internas la cirugía hubiera logrado salvar la vida del mismo, así lo sostuvo el Consejo de Estado
en sentencia del 17 de agosto de 2017, con ponencia del Consejero Carlos Alberto Zambrano
Barrera:
Ahora bien, más allá de lo hasta aquí planteado, para entender los aspectos probatorios del
nexo de causalidad en la responsabilidad extracontractual del Estado por omisiones en la
prestación del servicio médico, es preciso desarrollar tres conceptos que están ineludiblemente
ligados con la prueba del nexo causal, estos son; i) la teoría de causalidad, ii) la carga la prueba y
iii) estándar de prueba, los cuales se pasan a explicar.
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1. Teoría de causalidad:
El nexo de causalidad como elemento de la responsabilidad extracontractual del Estado no
es precisamente un concepto simple, puesto que la noción de causalidad no puede darse por sobre
entendida como la mera relación de causa y afecto, ya que, lo anterior implicaría un juicio
apriorístico, fútil e insuficiente.
En efecto, la noción del nexo de causalidad ha suscitado diferentes controversias dado que,
sin importar que se trate de una circunstancia del plano fáctico; del mundo físico, son los hombres
a través de sus apreciaciones quienes terminan valorando el plano fáctico desde diferentes
disciplinas y ciencias, es por tanto que para pretender explicar esta relación de causa y efecto se
han presentado diferentes tipos de teorías.
Sin ánimo de restringir la discusión sobre las teorías de la causalidad, basta con decir en el
presente escrito que actualmente en la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo la causalidad
adecuada es el criterio de decisión judicial dominante y pacífico en cuanto lo que se refiere a la
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determinación del nexo causal. Con base en dicha teoría, en los casos de responsabilidad
extracontractual del Estado la causa del daño será el evento de mayor incidencia en el resultado
dentro de las muchas circunstancias que concurrieron para que se causara tal daño. Sobre lo
anterior, el Consejo de Estado en Sentencia del 09 de marzo de 2016 con ponencia del Consejero
Hernán Andrade Rincón, sostuvo que la teoría de la equivalencia condiciones ha sido desechada
por el ordenamiento jurídico, la doctrina y la jurisprudencia para dar lugar a la teoría de la
causalidad adecuada, para la cual el alto órgano de la Jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo cita al profesor Javier Tamayo Jaramillo, así:
“Para explicar el vínculo de causalidad que debe existir entre el hecho y el daño, se han
ideado varias teorías; las más importantes son: la “teoría de la equivalencia de las
condiciones” y “la teoría de la causalidad adecuada”. De acuerdo con la primera, todas las
causas que contribuyeron a la producción del daño se consideran, desde el punto de vista
jurídico, como causantes del hecho, y quienes estén detrás de cualquiera de esas causas,
deben responder. A esta teoría se la rechaza por su inaplicabilidad práctica, pues
deshumanizaría la responsabilidad civil y permitiría, absurdamente, buscar responsables
hasta el infinito. Para suavizar este criterio, se ha ideado la llamada teoría de la causalidad
adecuada, según la cual no todos los fenómenos que contribuyeron a la producción del daño
tienen relevancia para determinar la causa jurídica del perjuicio; se considera que
solamente causó el daño aquel o aquellos fenómenos que normalmente debieron haberlo
producido; esta teoría permite romper el vínculo de causalidad en tal forma, que solo la
causa relevante es la que ha podido producir el daño. (Expediente No. 39992, pág. 22 y 23)
2. Carga de la prueba:
Una decisión judicial apropiada y justa, es decir, una decisión legitima de la justicia es
aquella que se logra cuando el juez puede aplicar la norma correcta a la controversia sometida a
juicio, lo cual, sólo se puede corresponder cuando el juzgador pudo apreciar verdaderamente la
realidad los hechos, dicho de otro modo, una decisión judicial justa o legitima tiene como
presupuesto encontrar la verdad de lo que se discute; a esta conclusión llegó el profesor Michele
Taruffo (2008) cuando se dispuso a determinar la función de la prueba judicial, lo que lo llevó a
plantearse el propósito mismo de la función judicial, puesto que para este autor ambas cuestiones
son inescindibles.
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Esta teoría privatiza los valores involucrados en el proceso, imagina el mundo como un
universo empobrecido desde un punto de vista sociológico y compuesto exclusivamente de
individuos cuyo único objetivo es favorece sus propios intereses particulares. De este
modo, la forma en que el juez resuelve la controversia no importa realmente: podría incluso
resolverla lanzando una moneda al aire. En consecuencia, no hay necesidad de definir la
estructura del proceso judicial bajo la finalidad de la búsqueda de la verdad. (Taruffo, 2008,
pág. 21)
Desde esta concepción, la prueba cobra un papel principal en el proceso judicial, puesto
que la función de la prueba no es simplemente traer conocimiento al juzgador, sino permitirle a
éste determinar la verdad de los hechos en disputa, y así dirimir el conflicto de una forma correcta
y justa3, en ese sentido, la función de la prueba se relación inescindiblemente con la finalidad del
proceso judicial y la función misma del poder judicial, dado que “el proceso judicial tiene por
objeto hacer justicia y no sólo resolver conflictos” (Taruffo, 2008, pág. 23).
Ahora bien, como la verdad desde el punto de vista de Taruffo (2008) es una condición
necesaria para que una decisión judicial tenga el carácter de justa y legitima, debe entonces
entenderse que el concepto de verdad plantea arduas discusiones de una estirpe fuertemente
filosófica, pero que, al no ser éste el objeto del presente escrito, bastará con decir que la verdad
en el contexto de un proceso jurisdiccional es una verdad judicial, noción que también suscita
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Aquí debe aclararse que los adjetivos “correcta” y “justa” son usados textualmente por el autor Michele Taruffo, si
bien tales conceptos tienen una connotación con un alto grado de subjetividad y profundidad filosófica, en lo que
este punto se refiere; es a la idea de aplicar la norma que regula la situación concreta acorde a lo sucedido en
realidad, lo cual, sin ánimo de criticar se trata una versión similar a la expuesta en el positivismo jurídico clásico, sin
que ésta sea necesariamente la versión de la justicia que considere Taruffo, sino que, debe entenderse que la idea
defendida por el autor es que lo más deseable para la decisión judicial es que se fundamente en los hechos que son
verdad.
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profundos cuestiones iusfilosóficas, lo cual, de nuevo no es el objeto del presente escrito, por tanto,
es suficiente con aclarar que la verdad judicial es una verdad formal, en el sentido que en este
contexto la determinación de la verdad está sujeta a una serie de regulaciones establecidas en el
ordenamiento jurídico, especialmente sobre regulaciones probatorio, ya que, a través de la prueba
es que el juez puede determinar la verdad de los hechos en disputa, entonces se trata de una verdad
sujeta a las formas del derecho probatorio, de allí la expresión verdad formal.
Dado que en el proceso judicial se contraponen dos partes y se deben determinar la verdad
de los hechos en disputa, surge entonces la institución de la carga de la prueba como una forma de
determinar quién le corresponde probar los hechos en los que soporta su interés jurídico, así lo
establece en nuestro ordenamiento jurídico la Ley 1564 de 2012 – Código General del Proceso en
su artículo 167 inciso 1° “Incumbe a las partes probar el supuesto de hecho de las normas que
consagran el efecto jurídico que ellas persiguen.” (Congreso de la República).
Al respecto de lo anterior deben hacerse dos aclaraciones, la primera consiste en que existen
hechos que no requieren pruebas, como lo son los hechos notorios y las afirmaciones o negaciones
indefinidas, según los dispone el inciso final del artículo 167 de la Ley 1564 de 2012, además,
existen presunción en nuestro ordenamiento jurídico que suplen la prueba del hecho, en estos casos
no se requiere de la aplicación de la carga de la prueba, puesto que el hecho carece de
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incertidumbre. No obstante, tratándose del nexo causal en la responsabilidad del Estado por
omisiones en la prestación del servicio médico, en nuestro ordenamiento jurídico no existe
presunción consagrada, ni tampoco encaja dentro de los hechos que no requieren prueba, por tanto,
aquí la observancia de la carga de la prueba es fundamental.
Sin embargo, en el caso concreto de la prueba del nexo causal, como se indicó en anteriores
páginas no es posible aplicar inversiones de la carga o carga dinámica, sino que siempre estará en
cabeza del demandante probar que el daño tuvo como causa la omisión médica, surgiendo entonces
una nueva cuestión, esto es ¿qué puede entenderse por probar? es decir a partir de qué punto se
puede considerar que ya se probó determinado hecho, a lo cual se debe introducir un nuevo
concepto; el estándar de prueba o estándar probatorio.
3. Estándar de prueba:
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Pareciera que bajo el llamado sistema de la libre valoración de la prueba todo lo que importa
es si, habiendo oído todos los elementos de juicio admitidos y practicados, la mera creencia
de los juzgadores de los hechos es firme y sólida. Pero, cabe preguntarse, ¿en qué situación
queda el ciudadano que está siendo parte de un proceso si aunque se le asegure un derecho
al debido proceso (in itinere) y a la prueba, finalmente termina siendo condenado o
declarado responsable cuando el juzgador considera a bien que está persuadido, firmemente
convencido, etc.? (2013, págs. 13 - 14)
Para tratar de remediar el problema planteado se proponen entonces medidas a adoptar para
racionalizar la valoración de la prueba a fin de que los juzgadores tengan una suerte de guía sobre
la propia valoración y una carga frente a la motivación judicial:
Por eso la principal tarea a la que se enfrenta una valoración racional de la prueba es la de
medir la probabilidad. Y por eso el objetivo de los modeles de valoración ha de ser proveer
esquemas racionales para determinar el grado de probabilidad de las hipótesis, o su
aceptabilidad. (Gascón Abellán, Sobre la posibilidad de formular estándares de prueba
objetivos, 2009)
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Se puede decir que en términos jurídicos existen dos grandes técnicas de valoración de la prueba, a saber; la prueba
tasada y la libre valoración de la prueba, si bien en nuestro ordenamiento jurídico existen algunos eventos de prueba
tasada como lo son las denominadas tarifas legales; ejemplo de esto lo es el documento ad substantian actus
establecido en artículo 256 de la Ley 1564 de 2012, lo cierto es que son contados los casos en los que se adopta una
valoración tasada de la prueba y en su mayoría porque cuentan con una norma expresa que así lo dispone, de forma
que, en términos generales en nuestro ordenamiento jurídico se acoge el sistema de libre valoración de la prueba,
lo cual se puede apreciar del artículo 176 de la misma Ley 1564 de 2012.
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Según el estándar de la probabilidad prevalente (en adelante SPP) una hipótesis sobre un
hecho resultará aceptable o probada cuando sea más probable que cualquiera de las
hipótesis alternativas sobre el mismo hecho manejadas o consideras en el proceso y siempre
que dicha hipótesis resulte “más probable que no”; es decir, más probable que su correlativa
hipótesis negativa. (2009, pág. 19)
Ahora bien, bajo este concepto de probabilidad prevalente como estándar de prueba del
nexo causal, cuando se trata de eventos de responsabilidad extracontractual del Estado por
omisiones en la prestación del servicio médico, implica entonces considerar en principio dos
escenarios o hipótesis5 para determinar si la omisión médica fue la causa del daño, a saber; a) el
primero consiste en afirmar que de haberse dado el correcto tratamiento o asistencia médica el
daño no se hubiera producido o se hubiera reducido, b) como hipótesis contraria debe afirmarse
que si se hubiera dado el correcto tratamiento o asistencia médica el daño igualmente se hubiera
producido.
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Se plantea en principio, porque puede ser que sean muchos más, puesto que, en un evento de responsabilidad
extracontractual del Estado por omisiones médicas pueden discutirse la configuración de causas extrañas que
rompan el nexo de causalidad, esto son, hecho de un tercero, culpa exclusiva de la víctima y fuerza mayo o caso
fortuito, por tanto, desde la casuística los escenarios que se podrían presentar son infinitos, pero eso lleva a otras
discusiones ajenas al tema del presente escrito.
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uno de los escenarios o hipótesis debe ser más probable que el otro, el cual supliría el estándar de
prueba de probabilidad prevalente, lo cual será determinado por la efectividad del tratamiento
médico en el caso concreto.
Visto así el estándar de prueba de la probabilidad prevalente, debe indicarse que esto guarda
plena coherencia con la teoría de causalidad adecuada, puesto que, como ya se explicó
anteriormente esta teoría es la que se debe aplicar para realizar el análisis y probarse el nexo de
causalidad, la cual, se reitera consiste observar todas y cada una de las causas que concurrieron
para que se obtuviera como resultado del daño, determinado cuál de todas las causas fue la más
influyente adquiriendo el carácter ser la causa determinante, dominante o eficiente en la
producción del daño, es decir, la causa adecuada. La coherencia está en que la teoría de la
causalidad adecuada se afianza en criterios argumentativos y de razonabilidad para determinar cuál
fue la causa eficiente en la producción del daño, y lo que hace la probabilidad prevalente es darle
los criterios que necesita, es decir, la determinación de la probabilidad prevalente da los elementos
argumentativos y de razonabilidad para fundamentar la decisión del juicio de causalidad adecuada;
en el caso de las hipótesis a y b expuestas en la página anterior, se tiene que si la probabilidad
prevalente es la hipótesis a), es decir que de haberse dado el tratamiento médico lo más probable
era que el daño se hubiera evitado, esta conclusión probatoria sería suficiente para predicar la
omisión como causa eficiente del daño, en el caso contrario; de que la probabilidad prevalente sea
la de la hipótesis b), esto es, que aunque se hubiera realizado el tratamiento médico adecuado lo
más probable era que el daño se hubiera causado igual, entonces no habría elemento argumentativo
para determinar que la omisión médica es la causa eficiente en la producción del daño, dando lugar
en principio6 a aplicar la institución de la carga de la prueba o sencillamente considerar que la
probabilidad prevalente es que el daño no fue causado por la omisión.
Ahora bien, en la doctrina se han elaborado o propuestos diferentes métodos que intentan
racionalizar y cubrir de objetividad la determinación de la probabilidad prevalente, así lo presente
el ya citado ensayo de la profesora Marina Gascón que se titula “Sobre la Posibilidad de Formular
Estándares de Prueba Objetivos” (2009), tales métodos son de dos clases, unos basados esquemas
6
De nuevo, aquí se usa la expresión en principio, porque, como se verá más adelante es posible aplicar la institución
de la pérdida de la oportunidad.
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de confirmación aplicando reglas de lógica y otros basados en esquemas matemáticos en los que
se aplican reglas de estadística, dentro de los que destaca la autora el teorema de Bayes.
Sin embargo, tales métodos -en el presente escrito- se consideran que no tienen aplicación
en lo que se refiere a la prueba del nexo causal por omisiones en la prestación del servicio médico
por dos razones, la primera es que en la práctica la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo
no se conoce que haya hecho uso de tales métodos para decidir casos de responsabilidad
extracontractual por omisiones en la prestación del servicio médico. La segunda razón consiste en
que, dado que en los casos de responsabilidad extracontractual por omisiones en la prestación del
servicio médico la probabilidad prevalente del nexo causal se corresponde con la efectividad del
tratamiento o asistencia médica en el caso concreto, entonces, no es algo que se pueda determinar
mediante métodos matemáticos o reglas de lógica, sino que, se trata de una circunstancia que sólo
puede ser determinada mediante conocimiento de experticia de profesional médico.
Sin embargo, aun teniendo al servicio del proceso testigos técnicos o prueba pericial, para
la persona que rinda la experticia es muy difícil emitir un concepto concluyente de forma
25
De ahí que la falta del consentimiento informado es una circunstancia colateral que puede
o no presentarse junto con el flujo causal desencadenante del daño, pero no tiene ninguna
incidencia en el mismo.
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La ausencia de información sobre los riesgos que implica la cirugía es una “variable
exógena”, cura evolución es independiente de las variables (de estado y flujo) del resto del
sistema; que en el caso concreto está conformado por todas las condiciones jurídicamente
relevantes que permiten atribuir responsabilidad. (Expediente No. SC2804-2019, pág. 63)
Pese a lo planteado, es decir, a la enorme dificultad que supone probar el nexo causal en
caso de una omisión en la prestación de un servicio médico, el ordenamiento jurídico ha previsto
formas que pueden aplicarse para poder obtener una indemnización en tales eventos, esto son, la
flexibilización del estándar de prueba y la pérdida de la oportunidad, no obstante, en el presente
escrito sólo se abordará la institución de la pérdida de la oportunidad porque así se determinó en
el objeto de investigación y por temas de conveniencia metodológica, pero, en otra oportunidad se
realizará el correspondiente estudio al respecto de la flexibilización de los estándares de prueba y
su relación con la prueba indiciaria del nexo causal en la responsabilidad extracontractual por
omisiones en la prestación del servicio médico.
Contestar que se debe aplicar la regla de la carga de la prueba y en consecuencia negar las
pretensiones; no declarar la responsabilidad ni otorgar ningún tipo indemnización ciertamente es
una respuesta válida, que se puede defender jurídicamente, pero es inevitable que deje sabor a
injusticia al saber que hubo un error médico que pudo en algún grado evitarle sufrir el daño.
Igualmente, contestar que se debe condenar al demandado, declarando la responsabilidad y
ordenando la indemnización solicitada también sería algo materialmente injusto, porque no se
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probó que el daño fue causado por su error, porque no debería reparar o indemnizar aquello que
judicialmente no se sabe concretamente que lo causó, porque no se probó que es responsable.
Dilemas jurídicos como el previamente tratado fueron los que dieron lugar a que en el
derecho de daños apareciera el concepto de la pérdida de oportunidad como un daño autónomo,
siendo quizás una forma conciliadora para amparar los derechos de las víctimas como de los
demandados, puesto que, casi puede decirse que es un punto intermedio entre las dos respuestas
dadas en el párrafo anterior.
Es así como la pérdida de la oportunidad se torna en una solución al dilema jurídico que se
presentó previamente, dado que, en este caso la víctima recibiría una indemnización por perder la
oportunidad de posiblemente mejorar su estado de salud, y el demandado no tiene que responder
por el fallecimiento o deterioro de salud del paciente, sino, sólo por haberle negado la oportunidad
de recibir el tratamiento médico adecuado que posiblemente hubiera mejorado su salud.
Al respecto, el Consejo de Estado en sentencia del 11 de agosto de 2010 con ponencia del
Consejero Mauricio Fajardo Gómez, discutió el caso del fallecimiento de una persona al interior
de un hospital público, quien tras una agresión en un establecimiento de comercio fue llevado en
estado de inconciencia a la I.P.S. de naturaleza pública, lugar en donde fue catalogado como
persona en estado de ebriedad y no se la atendió, tampoco fue remitido a otro hospital ni dado de
alta, en su lugar el médico tratante dispuso que el paciente debía dormir, horas después falleció
producto de lo que fue calificado como un hematoma epidural por trauma, en este caso el Consejo
de Estado concluyó que no era posible determinar que de habérsele dado un tratamiento oportuno
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Ahora bien, como dentro del objeto del presente escrito no está centrarse en la pérdida de
la oportunidad y discutir sobre esta institución, sino, presentarla como una manera de solucionar
las dificultades en torno a la prueba del nexo causal en la responsabilidad extracontractual del
Estado por omisiones en la prestación del servicio médico, entonces, no es preciso abundar más
en tal institución, no obstante, es necesario entrar a discutir aspectos problemáticos de la aplicación
de la institución por parte de la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo.
Como se indicó en las páginas iniciales del presente escrito en todo evento de
responsabilidad extracontractual debe estar presente el nexo de causalidad entre la conducta del
agente estatal y el daño; en los casos de omisiones médicas, la pérdida de la oportunidad viene a
remplazar o ser entidad como el daño en lugar del fallecimiento o deterioro de salud del paciente,
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Si bien esta crítica tiene un fundamento sólido, al punto que en el presente escrito se
comparte que en efecto la pérdida de la oportunidad es una forma eludir el juicio causal, lo cierto
es que su aplicación surge de eventos en los que la prueba del nexo causal es muy difícil, por lo
que otorgarle a la oportunidad pérdida la calidad de daño autónomo no es objeto a priori de ningún
reproche jurídico.
determinarse en términos de probabilidad, puesto que debe acreditarse que el chance u oportunidad
perdida representaba una probabilidad de obtenerse un beneficio, por tanto, se trata de a pérdida
de la probabilidad.
No obstante, la misma dificultad que se presente para satisfacer el estándar de prueba del
nexo causal se manifiesta en probar la probabilidad de la oportunidad pérdida perdida, por tanto,
el Consejo de Estado de forma reiterada ha postulado que en los casos en que no se pruebe o no
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sea posible probar tal probabilidad se debe acudir a los principios de reparación integral y de
equidad para determinar el monto de la indemnización:
Toda vez que no obran en el expediente más elementos probatorios que puedan ser
valorados con miras a establecer, con fundamento en criterios técnicos, estadísticos y
apoyándose en información objetiva y contrastada, la cuantía del daño que por concepto de
pérdida de oportunidad le fue irrogado a la parte demandante, la Sala acudirá al criterio de
la equidad como principio que el ordenamiento jurídico ─artículo 16 de la Ley 446 de 1998
─ impone tener en cuenta para efectos de reparar de forma integral el daño causado por la
acción o la omisión de las autoridades públicas, a cuyo auxilio debe acudirse, además, por
virtud del denominado principio pro damnato, propio del derecho de daños (Sentencia del
11 de agosto de 2010, Expediente No. 18.593, pág. 40)
Sin embargo, el Consejo de Estado no ha sido precisamente claro sobre qué se debe
entender por criterio de equidad aplicado a la tasación de la indemnización, ya que, en las
sentencias del 11 de agosto de 2010 (Expediente No.18.593), del 27 de marzo de 2014 (35.420
(Expediente No.) y del 17 de agosto de 2017 (Expediente No. 36.898) ante la imposibilidad de
determinar la probabilidad perdida se citan los principios de equidad y reparación integral para
tasar la indemnización, pero, las tres sentencias optan por indemnizar de forma diferenciada pese
a la similitud de las circunstancias; en la sentencia del 11 de agosto de 2010 dado que se trató de
un caso de muerte del paciente en el que demandaron los dos padres, cinco hermanos y la
compañera permanente del fallecido, solicitando la tasa máxima de daño moral según la relación
que tenía cada uno con la víctima directa, además de los gastos de entierro a título de daño
emergente, y tanto el lucro cesante futuro y como el consolidado en favor de la compañera
permanente, no obstante en esta sentencia el Consejo de Estado al no tener prueba de la
probabilidad, no tuvo en cuenta cuánto fue el perjuicio que realmente sufrieron las víctimas
indirectas a fin de establecer una proporción, sino que, en su lugar negó cualquier indemnización
de los daños patrimoniales, esto es, el lucro cesante, daño emergente, y en su lugar condenó a título
de “pérdida de la oportunidad” por valor de 60 S.M.L.M.V para cada uno de los padres y la
compañera permanente, 30 S.M.LM.V. para cada uno de los hermanos, y por daño moral
independiente de la pérdida de la oportunidad 30 S.M.L.M.V para cada uno de los padres y
compañera permanente, 15 S.M.LM.V. para cada uno de los hermanos.
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En la sentencia del 27 de marzo de 2014 también se trató un caso de muerte del paciente
en el que demandaron cuatro hijos solicitando solamente daño moral a la tasa máxima teniendo en
cuenta su cercanía con la víctima directa, no obstante, el Consejo de Estado al no haber prueba
sobre el la probabilidad de la oportunidad pérdida determinó que aplicando los principios de
equidad y de reparación integral, la indemnización para cada uno de los hijos del fallecido era de
20 S.M.LM.V., sin esclarecer por qué concepto se ordenaba tal indemnización, se asume que es
por la pérdida de la oportunidad, sumado a que no hubo otro condena por daño moral
independiente, como si pasó en la sentencia del párrafo anterior, es decir, en este caso pese a que
en nuestro ordenamiento jurídico un hijo merece la misma indemnización que un padre en relación
con el fallecimiento de la víctima directa, aquí la condena fue treces veces inferior a la dispuesta
en la sentencia del 11 de agosto de 2010, además, se negó el daño moral autónomo, sin embargo
en ambos casos se afirmó por el juzgador que la tasación del perjuicio se dio con aplicación de los
principios de integridad y reparación integral.
Ahora bien, en la sentencia del 17 de agosto de 2017 también se trató un caso de muerte
del paciente, en el cual demandaron la compañera permanente, tres hijos, la madre y una hermana
de la víctima directa, solicitando daño moral a la tasa máxima teniendo en cuenta el grado de
cercanía con el fallecido, y lucro cesante consolidado y futuro para la compañera permanente y
sus hijos, de nuevo en este caso el Consejo de Estado determinó que no había prueba de la
probabilidad de la oportunidad perdida, por tanto, acudiendo al principio de equidad y reparación
integral el monto de la indemnización por concepto de pérdida de la oportunidad se dispuso en 50
S.M.L.M.V. para cada uno de los demandantes, menos una que no acreditó la calidad de hija del
fallecido, llama la atención que la indemnización de la hermana del fallecido sea la misma cantidad
que los hijos, la madre y la compañera permanente, cuando lo usual a que a un individuo de
segundo grado de consanguinidad se le dé una indemnización de la mitad a la que le corresponda
a la víctima directa o los familiares de primer grado de consanguinidad.
En síntesis, en cada una de las sentencias se tuvo en común que se trataban de casos de
muerte del paciente, en los que la tasación de la indemnización se realizó con fundamento en los
principios de equidad y reparación integral, no obstante, cada una de las sentencias determinó sin
ningún tipo motivación valores diferentes en similares condiciones, no parece entonces que
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realmente se trata de aplicación del principio de equidad y de reparación integral, sino de un mero
arbitrio judice¸ en el que el juez dentro de su libertad determinó a su criterio particular cuánto
debía ser la indemnización, lo cual es reprochable en un sistema de precedentes, urge entonces que
al igual que lo hecho en otras tipologías de daños, como lo son los inmateriales, el Consejo de
Estado unifique criterios para tasar la indemnización correspondiente cuando no sea posible probar
la probabilidad de la oportunidad perdida.
Ahora bien, quizás el punto más importante en materia procesal sobre la pérdida de la
oportunidad es la formulación de la pretensión y el principio de congruencia, puesto que al tratarse
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No podrá condenarse al demandado por cantidad superior o por objeto distinto del
pretendido en la demanda ni por causa diferente a la invocada en esta.
Lo anterior entonces debe aplicar para la pérdida de la oportunidad, puesto que, al tratarse
de un daño autónomo, el demandante debe realizar la debida pretensión solicitando la condena por
este concepto, so pena de no poder ser declarada. Sin embargo, si se observan las ya tratadas tres
sentencias del 11 de agosto de 2010 (Expediente No.18.593), del 27 de marzo de 2014 (35.420
(Expediente No.) y del 17 de agosto de 2017 (Expediente No. 36.898), en todas estas se transcribe
en la parte motiva las pretensiones que formularon los demandantes, y en ninguna demanda se
pretendió la pérdida de la oportunidad, sumado a que el Consejo de Estado pasó por inadvertido
esta circunstancia y por tanto no motivó porque en estos casos se excepciona o no se vulnera el
principio de congruencia.
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No obstante que el Consejo de Estado no haya motivado por qué era posible condenar a la
parte demandada por pérdida de la oportunidad sin que se formulara tal pretensión en su contra, se
debe considerar varias circunstancias a tener en cuenta para determinar si en efecto hubo una
vulneración al debido proceso, lo primero es indicar que el principio de congruencia no es absoluto,
sino que existen diferentes casos en los que se permite fallo extra y ultra petita, por tanto, están
exceptuados de observar este principio, ejemplo de esto son los procedimientos de tutela, los
procesos laborales declarativos en única y primera instancia, procesos de familia cuando sea
necesario para brindarle protección adecuada a una de las partes o vinculados, etc., sin embargo
en los casos de pérdida de la oportunidad no se encuentra una norma que permita este tipo de
sentencias.
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Por otro lado, debe tenerse en cuenta que las demandas tratadas en las tres sentencias en
referencia se radicaron los días 16 de enero 1995, 28 de julio de 2003 y 18 de diciembre de 2001,
respectivamente al orden en que se presentaron las providencias, de modo tal que es preciso
determinar si para esos momentos ya era conocido y aceptado en nuestro ordenamiento jurídico la
pérdida de la oportunidad como un daño autónomo, circunstancia que podría dar lugar a
excepcionar el principio de congruencia pero dándole la oportunidad al demandado de ejercer su
debido derecho defensa y contradicción.
Por último, es menester poner de presente que al ser la pérdida de la oportunidad un daño
que se configura a partir de una probabilidad sobre un daño total, dicho de otro modo, es casi como
un daño parcial, entonces puede entenderse que el principio de congruencia no fue vulnerado,
puesto que el derecho de defensa y contradicción se ejerció frente al daño total incluyendo entonces
la porción de la probabilidad que corresponde por la oportunidad perdida, sin embargo, esta
postura también tiene un pero, esto es, que el derecho de defensa puede ser ejercido con miras a
acreditar que la oportunidad perdida no era seria, y por tanto que se denieguen las pretensiones o
bien que la probabilidad de la oportunidad perdida era inferior a lo que por equidad pueda
condenarse, y así obtener una condena menor. En fin, adoptar una postura al respecto de esto no
es precisamente simple, en definitiva, es un tema que debe ser tratado con más cuidado tanto por
los jueces como por los litigantes para no vulnerar garantías de las partes en el proceso.
Conclusión
Llegados a este punto es difícil ofrecer unas conclusiones, puesto que el presente trabajo
no tenía por objeto ser una mera descripción de responsabilidad extracontractual del Estado por
omisiones en la prestación del servicio médico, sino que, se realizó con miras a evidenciar el
problema sobre la dificultad probatoria del nexo causal en tales eventos de responsabilidad, así
como a modo propósito, poner de presente la forma en que debería ser tratado el estándar de prueba
sobre la causalidad y por último presentar la institución de la pérdida de la oportunidad como una
solución al problema de la prueba del nexo causal, a la cual solamente se debe acudir como última
ratio¸ además de evidenciar el inadecuado manejo que de parte de la Jurisdicción de lo
Contencioso Administrativo se le ha hecho a esta institución, por tanto la dificultad para ofrecer
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unas conclusiones radica en que éste es un escrito auto conclusivo, y las conclusiones están en
cada uno de los apartados tratados.
En efecto, el problema de la prueba del nexo causal en las omisiones médicas es un asunto
que por su misma naturaleza desborda las lógicas y regulaciones del derecho, de forma tal que su
análisis debe realizarse a luz de los estándares de prueba y de la teoría de la causalidad adecuada,
pero más importante aún, a la luz de los conocimientos médicos, en este sentido una de las mejores
conclusiones que se puede dar con este escrito es una propuesta, esto es, que uno los principales
temas que deben abordar los testigos técnicos y peritos es la determinación de la efectividad en el
caso concreto del tratamiento médico omitido, de forma tal, que debe haber un esfuerzo por las
partes para dilucidar este asunto, igualmente, de ser necesario el juez debería hacer uso de sus
poderes oficiosos a fin de que los profesionales de salud aporten información al proceso sobre si
es posible o no determinar la efectividad en el caso concreto del tratamiento médico omitido.
Ahora bien, se debe reconocer que aun teniendo a disposición del proceso todos los
conocimientos médicos van existir casos en los que no se pueda determinar la efectividad del
tratamiento médico o casos en los que se determine que la efectividad del tratamiento no alcanza
a satisfacer el estándar de prueba, sólo en estos casos debería acudirse a la institución de la pérdida
de la oportunidad, no puede ser ésta un daño al que se recurre casi forma generalizada cuando la
responsabilidad sea por omisiones médicas.
Por último, la institución de la pérdida de la oportunidad aparte de que sólo debe ser
aplicada exclusivamente en los casos descritos en el párrafo anterior, es un daño sobre el que hay
una mora de parte de la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo por darle un manejo
adecuado, especialmente sobre la unificación criterios frente al monto de la indemnización y que
solamente puede emplearse sin desconocer las garantías procesales de la contra parte.
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Sección Tercera, Subsesección A. Consejero Ponente Carlos Alberto Zambrano Barrera).
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Sección Tercera, Subsección A. Consejera Ponente Marta Nubia Velasquez Rico).
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