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21000000819
LEW IS HA N KE
LA H UM A N ID A D
ES UN A
Estudio acerca de la querella que sobre la capacidad
intelectual y religiosa de los indígenas americanos
sostuvieron en 1550 Bartolomé de las Casas y Juan Ginés
de Sepúlveda.
Trad ucció n de
JO RG E A VENDA ÑO-INESTRILLA S
y
MA RGA RITA SEPÚLVEDA DE BA RA NDA
m
FO N D O D E C U LT U RA ECO N Ó M ICA
M ÉX IC O
Primera edición en inglés, 1974
Primera edición en español, G obierno del Estado de Chiapas, 1 9 / 4
Segunda edición en español, revisada, Fondo de Cultura Económica, 1985
Título original:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
All Mankind is One
Impreso en M éxico
A la memoria de
Y en homenaje a la obra de
3
PRÓ LO G O A LA N UEV A ED ICIÓ N
D E BA RTO LO M É D E LA S C A SA S
ind ignaba a Las Casas; se supone que más tarde éste utilizó su influencia
p ara impedir que Benavente o btuviera un obispado. Co mo quiera que
sea, este incidente en Tlaxc ala amargó p ara siempre al franciscano , quien
mandó una carta incisiva y cáustica al emperado r Carlo s V en 1555 de-
nunciand o a fray Barto lo mé. Estos dos enérgicos actores de la historia de
1
Para información adicional sobre este tema, véase Ernesto M ej ía Sánchez,zyxwvutsrqponm
Las Ca-
sas. Exposición bibliográfica conmemorativa del cuarto centenario de su muerte (1566-
1966). M éxico, Instituto Bibliográfico M exicano, Biblioteca N acional, Universidad
N acional A utónoma de M éxico, 1967.
2
V éase, del autor del presente libro, El prejuicio racial en el Nuevo M undo, Sep-
Setentas, núm. 156, M éxico, 1974, pp. 49- 50.
5
6 PR Ó L O G O A LA N U EV A ED I C I Ó N
3
La " rel ación" fue publicada por el autor del presente libro en " Un festón de
PR Ó L O G O A LA N U EV A ED I C I Ó N 7
fo rmal que se enviaría al Co nsejo de Ind ias co ntra "este audaz fraile y
su d o ctrina". Pareciera, po r los registros del A yuntamiento , que varias
personas en la ciudad de México habían estado o cupadas escribiendo so -
bre el tema en refutación de Las Casas, desde que las obras impresas de
éste llegaron al país; el A yuntamiento había solicitado varias veces que
el rey repro bara a Las Casas y pro hibiera la edición de sus libro s.
El 10 de abril de 1562, el A yuntamiento decidió ayudar al franciscano
A lonso de Santiago , quien ya había escrito sobre "el buen título que Su
Majestad guard a p ara estas partes de las Ind ias", po r cuyas opiniones el
fraile había sido maltratad o por sus superiores franciscano s, de tal m a-
nera que le faltaro n los fondos necesarios para v iajar a Esp aña. Y puesto
que se consideró apenas justo ayudar al fraile a cuenta de sus sufrimien-
tos po r "el bien co mún", el A yuntamiento decidió p agar el costo del via-
je d e Santiago a Esp aña. 4
4
Este pasaje sigue el texto del autor de este libro enzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXW
Bartolomé de las Casas. Book-
man, Scholar, and Propagandist, Filadelf ia, 1952, pp. 44- 46.
5
V éase el interesante capítulo de Pedro de A lba, " Fray Bartolomé de las Casas en
Y u catán " , en su Fray Bartolomé de las Casas, Padre de los indios, M éxico, 1924,
pp. 83- 114.
PR Ó L O G O A LA N U EV A ED I C I Ó N 9
e
Fanchon Royer, The M éxico W e Found, M ilwaukee, W isconsín, 1948, p p . 4 9 - 5 3 .
10 PR Ó L O G O A LA N U EV A ED I C I Ó N
University of Massachusctts
Amherst
Julio de 1980
LA D IM EN SIÓ N M EXICA N A D E LA V ID A Y LA O BRA
D E BA RTO LO M É D E LA S CASAS
Barto lo mé de las Casas nació y murió en Esp aña, pero sus ideas y sus lu-
chas en favo r de los indios tuvieron siempre una reso nancia especial en
M éxico . 1
Su más dramático intento de trad ucir sus do ctrinas radicales
en efectos prácticos en A mérica tuvo lugar en Chiapas, después de que
llegó allí como obispo en 1544, durante uno de los periodos más agitados
de su vid a, en el cual tuvo que huir por un tiempo para escapar de sus
iracundos feligreses.
O tro aco ntecimiento crítico de su vida ocurrió muy poco después. En
1546, Las Casas escenificó un hecho doloroso en el monasterio franciscano
de Tlaxcala, donde fray To ribio de Benavente le pidió al obispo que bau-
tizara a un indígena, pues las reglas entonces vigentes prohibían a un
franciscano hacerlo . El indígena había v iajad o una gran distancia p ara
ser bautizado y Las Casas se revistió y preparó p ara llevar a cabo la cere-
mo nia. A ntes del ceremo nial, y cuand o empezaba ya a catequizar al
indígena, descubrió que éste poseía un co no cimiento insuficiente de la d o c-
trina cristiana y po r lo tanto se negó a bautizarlo . Benavente se enfure-
ció, y nunca olvidó o perdonó a Las Casas, quien igualmente recordó las
actitudes y do ctrinas del franciscano . Éste creía que la fe debe ser predi-
cad a rápidamente aun cuando "sea po r fuerza que aquí tiene lugar aquel
p ro v erbio : Más vale bueno por fuerza, que malo po r g rad o ". 2
El co n-
cepto ind ignaba a Las Casas; se supone que más tard e utilizó su influen-
cia p ara imped ir que Benavente o btuviera un obispado.* Co mo quiera
que sea, este incidente en Tlaxcala amargó p ara siempre al franciscano ,
quien mandó una carta incisiva y cáustica al emperado r Carlos V en 1555
d enunciand o a fray Bartolomé. Estos dos enérgicos actores de la historia
de México pensaban de manera semejante en muchos aspectos significa-
tivos de los asuntos indígenas pero se distanciaban respecto al bautismo ,
1
Para información adicional sobre este tema, véase Ernesto M ejía Sánchez,zyxwvutsrqponml
has Ca-
sas. Exposición bibliográfica conmemorativa del cuarto centenario de su muertezyxwvutsrqponmlk
(1566-
1966). M éxico, Instituto Bibliográfico M exicano, Biblioteca N acional, Universidad N a-
cional A utónoma de M éxico, 1967.
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V éase, del autor del presente libro, El prejuicio racial en el Nuevo M undo, Sep-
Setentas, 156, M éxico, 1974, pp. 49- 50.
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12 PR Ó LO G O A LA N U EV A ED I C I Ó N
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La " rel ación" fue publicada por el autor del presente libro en " Un festón de
LA V I D A Y LA O BR A D E B A R T O L O M É D E LA S CA SA S 13
pp. 196- 197. O tra edición apareció más tard e: Relación de agravios hechos por Ñuño
de Guzmán y sus huestes a don Francisco Tenamaztle, Introducción y notas por Sal-
4
Este pasaje sigue el texto del autor de este libro enzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZY
Bartolomé de las Casas. Book-
man, Scholar, and Propagandist, Philadelphia, 1952, p p . 44- 46.
5
V éase el interesante capítulo de Pedro de A lba, " Fray Bartolomé de las Casas en
Y u catán " , en su Fray Bartolomé de las Casas, padre de los indios, M éxico, 1924,
pp. 83- 114.
LA V I D A Y LA O BR A D E B A R T O L O M É D E LA S CA SA S 15
después de que la primera edición de esta o bra básica de Las Casas apa-
reciera en Mad rid en loszyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGF
Documentos inéditos de España ( LX II- LX V I) .
La impresio nante estatua de Las Casas, estratégicamente co lo cada a un
lado de la gran Cated ral en la ciudad de México , es una asombrosa ma-
nifestación, hoy en día, de la pro funda simpatía que siempre ha existido
allí, al menos en algunos círculos, por los esfuerzos de fray Bartolomé para
pro teger a los indígenas.
Sería tedioso registrar aquí las muchas publicacio nes de y sobre Las
Casas que han aparecido en México en el siglo x x . Baste decir que son
legión, y que no pred o mina una actitud unificad a hacia Las Casas. El
estudioso francés Raymo nd Marcus está preparand o una bibliografía don-
de las incluirá todas. La contribución más impo rtante de los editores y
escritores mexicano s ha sido, en mi opinión, su labo r para hacer fácil-
mente accesibles los escritos fundamentales de Las Casas: el De Único
Vocationis Modo, la Historia de las Indias, los Tratados y la A pologética
historia sumaria.
La discusión continúa, co mo se verá en la presente o bra, la última mía
sobre este tema. Estas diferencias de opinión existen no sólo entre los
especialistas académicos, sino también entre el pueblo de México , que
ha sido bo mbard ead o por puntos de vista sumamente contradictorios acer-
ca de la verdadera significación de fray Bartolomé po r muchos años. M e di
cuenta de esta variedad de interpretacio nes, por vez primera, durante
mi visita inicial a México , en 1937. Po r ejemplo , en 1948 Fancho n Ro -
yer se encontró con muchas dificultades en México cuando intentó pro -
ducir allí una película sobre la vida de Las Casas. Descubrió que mucho s
lo consideran "d emasiad o rad ical", "hiriente para el buen no mbre de Es-
p aña", etcétera. 6
6
Fanchon Royer,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFED
The M éxico W e Found, M ilwaukee, W isconsin, 1948, pp. 4 9 - 5 3 .
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L EW IS H A N KE
University o f Massachusetts
Amherst
Julio de 1980
-
EXPLICA CIÓ N Y A G RA D ECIM IEN TO
1
M arqués de O livart, ed., 1908, p. viii; M illares C ario, 1950, pp. 33- 51, acerca
de " U n a ob ra inédita de f ray Bartolomé de las C asas" .
17
18 EX PL I C A C I Ó N Y A G R A D EC I M I EN T O
extenso manuscrito latino , que inco rpo ra los puntos de vista de Las Casas
— y que sólo fue co nsultado en ocasiones po r algunos investigadores como
M arcel Bataillo n y A nd ré Sain t- Lu — tendría que ser impreso y publica-
do . El d o cto r W illiam Hinnebusch, O . P., y sus colegas de la Casa de
Estudios Do minicano s en W ashingto n, D . C , hicieron decididos esfuerzos
en tal sentido, pero el proyecto languideció hasta que el doctor Staffo rd
Po o le, C. M ., aceptó la responsabilidad de transcribir el texto latino y
trad ucirlo al inglés. To d o s los interesados en la historia de Esp aña en
A mérica tienen una gran deuda de gratitud hacia el d o cto r Poole por
haber realizado esta labo rio sa tarea de volver accesible el tratad o de Las
Casas.
En cuanto a mí mismo , la experiencia de volver a estudiar y med itar
los pro blemas implícitos en el esfuerzo español en pro de la justicia du-
rante la Co nquista de A mérica, problemas de los cuales empecé a perca-
tarme en la Biblio teca W id ener d urante el año de 1930, ha resultado ser
uno de los periodos más fecundos de mi vid a. A un cuand o he dedicado
buena parte de los años subsecuentes al estudio de Las Casas, las inves-
tigaciones realizadas en el presente trabajo han descubierto nuevos hechos
y perspectivas frescas acerca de la co mpleja realidad de las relaciones
entre españoles e indios, que demuestran cuan rica y prácticamente inago -
table resulta la Co nquista de A mérica como campo de investigación para
2
" A q uí se contiene una disputa o controversia entre el obispo don fray Bartolomé
de las Casas o Casaus, obispo que fue de la Ciudad Real de C hi ap a. . . y el doctor
G inés de Sepúlveda, cronista del e m p e ra d o r. . . " en Las Casas, 1966, I, pp. 216- 459.
* Fab ié, 1879, I I , pp. 539- 542.
4
Sepúlveda, 1951.
EX PL I C A C I Ó N Y A G R A D EC I M I EN T O 13
5
D espués de escribir este trab ajo tuve oportunidad de releer los elaborados juicios
de Charles G ibson acerca de este tema donde en f orma más directa y expresiva ex-
pone el mismo pensamiento: " En los estudios acerca de la Conquista de la A mérica
española hay un tema perenne y n o tab l e . . . El manejo que se hace de la Conquista
conlleva una serie de juicios acerca de todo el mundo hispánico tanto sobre e! pre-
sente como sobre el pasado. Todos los estudiosos de la A mérica H ispana nos sentimos
obligados a definir actitudes ante Freud. Las definiciones resultantes apenas si pue-
den ser otra cosa que pronunciamientos sintomáticos donde, tomando los signos por
las cosas, menudean los autoengaños" , G ibson, 1955, p. 1. V éase también la Intro-
ducción al libro de G ibsonzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIH
The black legend ( 1 9 7 1 ) en Borzoi Books on Latín A me-
rica, pp. 3- 27.
8
En carta de Raf ael Lapesa a A lvaro J. M oreno, f echada el 27 de septiembre de
1968: " En marzo de 1965, a los pocos días de haber sufrido don Ram ó n M enéndez
20 EX PL I C A C I Ó N Y A G R A D EC I M I EN T O
decir lo mismo a sus amigos y colegas de habla españo la, pues es gente
que espera que haya discusiones apasionadas so bre los puntos imp o rtan-
tes. D e hecho en to d a la historia españo la no existe ningún o tro tema
que haya sido tan encarnizad a y asiduamente discutido po r los españo -
les co mo su co nquista del Nuevo M und o , y en especial el trato que dieron
a los indios y sus interpretacio nes de las culturas indígenas. 7
cabe duda de que podría haberlo hecho , y quién sabe si así lo hizo en la
realid ad .
El rasgo definitivo de lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHG
Defensa, y que justifica un estudio exhaustivo
de sus orígenes y co ntenid o , es su carácter amplio y ecuménico. Si so la-
mente se pudiera salvar uno entre los numerosos trabajo s de Las Casas,
sería esta Defensa la que d aría al mund o la imagen más universal de la
d o ctrina en que se fund aro n todas las batallas que Las Casas libró co mo
"p ro tecto r de los ind io s". En sus páginas, el lecto r podría darse cuenta
de que fue una combinación de teorías legales, principios cristianos y
puntos de vista acerca de la co nquista españo la, en especial de sus co n-
viccio nes so bre la aptitud de los indios, lo que dio a sus palabras una
perd urable vitalid ad .
Desde el siglo xv i hasta nuestros días, mucho s españoles han justificad o
la co nquista de A mérica po r sus esfuerzos p ara co nvertir a los indios.
Durante estos últimos siglos, así los laicos co mo los clérigos han trabajad o
intensamente p ara aclarar las razones po r las cuales las Ind ias fuero n
d escubiertas; po r qué la conversión de los nativos que allí vivían fue
enco mend ad a a Esp aña, y cuáles fueron las co nsecuencias de esta acció n
misio nera. 10
La publicación, po r el do cto r Po o le, del texto íntegro de Las
Casas: Defensa contra los perseguidores y calumniadores de las gentes
diversos modos. U n a de sus ideas favoritas era, por ejemplo, la de que los españoles
debían indemnizar a los indios por las af rentas de que f ueron objeto. A este respecto,
comentó al final de su v i d a: " Esto parecerá, placiendo a D ios, en nuestro tractado zyxwvutsr
De restitución, en latín escrito, en el libro I y I I de D e Único vocationis modo om-
nium gentium ad veram religionem y, en suma, parece en nuestro Confesionario en
romance, ya impreso, mayormente en el Confesionario nuestro grande, que no está
impreso" (Las Casas, 1951, I I I , p. 356).
A dviértase que hab ía escrito dos obras tituladas Confesionario, una en español, que
fue d ad a a la estampa, y otra más amplia en f orma manuscrita. Según puede verse
en el imponente trab ajo de Lohm ann V illena, 1966, tales ideas tuvieron ef ecto en la
práctica.
1 0
Pedro Borges, 1956, demuestra cuánto pensamiento se invirtió en estas cuestiones
en el siglo xvr. Resulta asombroso que en el curso de su estudio Borges no haga re-
f erencia al problema que Las Casas trata en su Defensa: la necesidad de predicar
el cristianismo por medio de métodos pacíficos. N i siquiera en su más importante
investigación acerca de los métodos misioneros aparece referencia alguna a la doc-
trina de Sepúlveda a f avor de la fuerza, aunque sí aparezcan algunos comentarios
en torno a la ob ra de Las C asas: De único modo vocationis, Borges, 1960. Para un
comentario acerca de las numerosas publicaciones que analizan los principios básicos
de las acciones españolas en A mérica, con una copiosa bibliografía, véase Z aval a,
1971.
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L EW I S H A N KE
t
I. LA N A TURA LEZ A D E LO S IN D IO S A M ERICA N O S
SEG ÚN LO S ESPA Ñ O LES
E L TRA TA DO que Bartolomé de las Casas leyó co n todos sus abrumado res
detalles ante los distinguidos jueces del co nsejo real co nvo cad o en Valla-
dolid en 1 5 5 0 , estaba íntima, d irectamente relacio nado con la agria dispu-
ta que desde 1 4 9 2 hizo furo r tanto en Esp aña co mo en el Nuevo M und o ,
a saber: qué clase de seres eran los aborígenes americano s y qué aptitudes
tenían p ara convertirse a la religión cristiana y ad quirir la civilización
euro pea. Y a el título de la o bra que Las Casas escribió después, dándole
una fo rma definitiva y con la cual creyó demoler los argumentos de su
o po nente, el erudito renacentista Ju an Ginés de Sepúlveda, ind ica su prin-
cipal o bjetiv o :zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Defensa contra los perseguidores y calumniadores de las
gentes del Nuevo Mundo descubierto del otro lado del mar.
El primer biógrafo de Cristóbal Colón, el obispo d o minico A gostino
Giustiniani, se refiere a las tierras recién enco ntrad as co mo "prácticamente
o tro m und o " que ha sido "d escubierto y agregado a la Iglesia Cató lica". 1
1
BIau, 1964, p. 13.
" H an k e , 1935b , p. 2 1 .
23
24 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
3
Para las circunstancias y consecuencias de este sermón, véase H anke, 1965a, pp. 17zyxwvutsrqp
ss.
4
Chamberlain, 1939.
0
K onetzke, 1958, p. 182.
6
Esta af irmación de K onetzke fue hecha, en 1957, durante una discusión sostenida
en W ashington, D . O , en la Conf erencia sobre la Evangelización de A mérica, patrocina-
da por la A cademy of A merican Franciscan H istory. A un cuando los debates no fueron
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES 25
de A rmas en torno al mismo tem a: " Lo s problemas derivados del contacto de razas
en los albores del Renacimiento" , Rum eu de A rmas, 1967. En especial véase la sec-
ción, " El mundo de los neopaganos de A m érica" (pp. 9 3 - 1 0 3 ) . N o me fue posible
consultar otro trab ajo del mismo autor:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQ
La política indigenista de los rey es católi-
cos. Para el arzobispo T al avera, véase Elliott, ¡963, pp. 39- 40.
8
V éase la contribución inicial de W olf el, 1930, y la obra más general debida a
Z avala, 1935, I, pp. 85- 88.
9
U n a revisión actualizada de la bibliografía dispersa sobre este tema puede verse
en Ricard , 1968, pp. 232- 233. Es un tema de la mayor importancia que todavía es-
pera la aparición de un investigador de su talla. N o deja de tener vigencia lo que
G eorge K ubler af irmó hace dos décadas: " Es notable cuan poco se ha escrito acerca
de los antecedentes europeos de los D oce A póstoles." K ubler, 1948, I, p. 4. En f echa
reciente A zcona ha llegado a esta conclusión: " T o d av í a no se ha estudiado con pro-
fundidad el fenómeno misional dentro de la O rden f ranciscana de cara a la conver-
sión de los granadinos y africanos y de los indios americanos." A zcona, 1964, p. 702
(nota 1 1 2 ) . U n análisis general de las primeras reformas puede verse en: G arcía- V i-
lloslada y Ll orca, 1967, I I I , cap. 18. En " Introducción a los orígenes de la O bser-
vancia en España. Las reformas en los siglos xv y xv i " publicada en la revista
f ranciscana española Archivo Ibero- Americano, año X V I I ( 1 9 5 7 ) , núms. 65- 68, una
amplísima investigación inicial en torno a los primeros tiempos de la Ref orm a en Es-
paña. V éase tamb ién: Bataillon, 1959 y 1 9 6 6 ; G ómez Cañedo, 1966b ; H aubert, 1969;
López, 1930; M artín, 1966; M eseguer Fernández, 1 9 5 5 ; Y b ot León, 1954; Z aval a,
1941, 1965, 1971. A demás del desafío que significaba la conversión de millones de
indios y la creciente fuerza del protestantismo, en Europa existía un gran temor por
los turcos otomanos. En 1555 el poeta francés Pierre de Ronsard aventuró la propo-
sición de que Europa podría salvarse si era ab andonada a los otomanos y si se trans-
portaban las sociedades europeas in toto (en m asa) al N uevo M undo donde podrían
conservarse sus valores y reiniciar su desarrollo sin preocuparse de los ataques mu-
sulmanes. Coles, 1968, p. 148.
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES 27
Pero ¿co mpartían esta visión los conquistadores que fueron al Nuevo
M und o ? En algunos casos sí, a juzgar po r los relatos clasicos de Bernal
Díaz, pero es evidente que allí también se pueden enco ntrar ejemplos de
lo que, según Ko netzke, eran los españoles explotadores, ya que el co n-
quistado r llamaba la atención a sus co mpañero s que "and aban ro band o
los pueblos indígenas y to mand o las mujeres por fuerza, y mantas y ga-
llinas, como si estuvieran en tierra de mo ro s". Un historiador peruano
ha ido todavía más lejos en un reciente ensayo de sugestivo título : " D e
Santiago Matamo ro s a Santiago M ataind io s", donde afirma que los espa-
ñoles vieron exclusivamente por sus intereses, y no por el bienestar de
los indios. Este auto r 1 1
insiste en que aun los esfuerzos po r hacer que se
reco no ciera a los indios como seres humano s dueños de un alma, fueron
una justificación de la intervención y del castigo del clero hacia los indios.
A caso la experiencia misma de Las Casas nos permita entender la ac-
titud de los españoles durante los primeros año s de la Co nquista. Durante
su pro lo ngad a estancia en la isla de La Españo la, que comenzó a su lle-
1 0
Po u y M artí, 1924, pp. 295- 296.
1 1
L a cita de Bernal D íaz fue tomada d e: V ial Correa, 1964, p. 90. ¿ El espíritu
nacional en España al declinar la Edad M edia era tan débil o al menos tan " nacional "
que resultaba posible distinguirlo del que prevalecía en otras partes de Euro p a? Esta
era la opinión de Aziz A . A tiya, 1938, p. 4 8 1 . V éase también el sumario del capítu-
lo I I I , A tiya, 1962. A caso los españoles también carecían de ánimo para emprender
cruzadas. Según un autor: " Po r fin, con la intervención de bandas de mercenarios
aventureros y piratas en las expediciones contra los islamitas se desvirtúa el impulso
religioso original y prevalece el afán de lucro que no distingue entre el enemigo infiel
y la sufrida población cristiana de O riente" , Beinert, 1967, p. 48.
Es más discutible que convincente el historiador peruano E. Choy a quien se hace
ref erencia. V éase Choy, 1958, pp. 2 5 1 , 252, 259. Los puntos de vista tradicionalmente
opuestos pueden ser observados en el artículo: " El alma cristiana del Conquistador
en A m érica: no veremos en él al guerrero o al hombre de armas, sino al creyente"
escrito por V elasco ( 1 9 6 4 ) , núm. 63, p. 257.
O tra interpretación de la Conquista y de las ideas que ésta despertó en ellos ha
sido proporcionada por Jaim e Concha, en cuya opinión un pensador como Fran-
cisco de V itoria respalda a los conquistadores inevitable y f undamentalmente: " El
pensamiento es impotente frente a los poderes del mundo, precisamente porque de-
pende de ellos" (C oncha [1966], p. 120).
28 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
1 2
Las Casas (1951), III, 93- 95.
1 3
En una carta al autor con f echa 15 de diciembre de 1969. El siguiente pasaje,
citado por cortesía del profesor Bishko, proporciona una explicación pormenorizada
de su punto de vista: " ¿Q ué tenemos en el caso de la Conversión? D urante los
siglos X I I y xni, España logró una vasta y triunfal expansión del territorio cristia-
no a expensas de los musulmanes así como la incorporación de un considerable
número de judíos, y hasta de mahometanos, a los reinos de Castilla, A ragón y Por-
tugal. A partir de aquí y hasta la llegada de los reyes católicos, se da una^ convi-
vencia genuina entre los tres credos (interrumpida sólo en parte por las matanzas
de judíos de 1391) junto con una intolerancia más bien teórica de la disidencia
religiosa en cuanto tal. El padre Ignatius Burns ha ilustrado en 'Social riots on the
Christian-M oslem Frontier, Thirteenth- Century V alencia'zyxwvutsrqponmlkjihgfedcba
(American Historical Re-
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES 29
los españoles buscando justicia para los indios del Nuevo M und o ? Cual-
quiera que pueda ser la respuesta a la pregunta lanzad a por el doctor
Ko netzke sobre el trasfo ndo medieval de la evangelización española en
A mérica, resulta claro que éste es un tema po r demás impo rtante que
exige muchísima más investigación de la que se ha realizado hasta aho ra.
La política de la Co ro na española durante los primeros años de la Co n-
quista estaba centrad a en la expansión económica, y su pro blema básico
era enco ntrar el método más ad ecuad o . ¿Su meta debería ser la colo-
view, LX V I, 1961, pp. 3 7 8 - 4 0 0 ) . La situación que de allí resulta: una inestable coha-
bitación y yuxtaposición de creencias irreconciliables, y el surgimiento de una into-
lerancia creciente especialmente notable en el sector cristiano bajo el impacto del
pensamiento de las cruzadas f uera de España. A no dudarlo, la aparición de los
mendicantes en el siglo xni, o de personajes como Ramón Llull despertaron el interés
en las empresas misioneras si bien, a lo que parece, algo a distancia como en el caso
de Á f rica del N orte. Con todo, al final del medievo español, se deja sentir la ca-
rencia ya sea de una conciencia de la naturaleza de la conversión o bien del desarrollo
de estructuras institucionales p ara cumplirla y llevarla al cab o. Es indudable que
los cristianos estaban persuadidos a más no poder de que moros y judíos debían
aceptar el cristianismo y, con alguna f recuencia, trataron de imponerlo por la fuerza
aunque esto era menos regla general que brote esporádico de casos aislados y especí-
ficos bajo condiciones de intensa emoción o de apremiantes presiones populares.
" D e otra parte, cuando uno se pone a ver qué estaba haciendo la Iglesia por la
persuasión de los no-cristianos, por su instrucción en la fe, en una palabra, por su
empresa evangelizadora, no se ve que haya hecho gran cosa, al menos en un grado
significativo. A unque a la par se dé un progresivo éxito de la O bservancia en los
siglos xiv y xv, sólo a finales de este último y principios del xvi halla uno, en la
extrem a izquierda, franciscanos de la Estrictísima O bservancia como Juan de G uada-
lupe que se lanzaban espontáneamente a la conversión de los moros de G ranada. D e
ese grupo surgen los " D o ce A póstoles" de N ueva España y empresas misioneras afines
en otros lugares de las I n d i as . . . A sí que en el caso del sermón de 1511 de M onte-
sinos existe otro f actor en el cual indudablemente ya se hab rá reparado. Esclavizar
cristianos era objeto de desaprobación en la tradición medieval. Y como ha dicho
V erlinden en L'esclavage au M oy en Age (t. I) en la Edad M edia los esclavos, al
menos cuando eran adquiridos, tendían a ser, en la mayor parte, paganos, o ma-
hometanos o — n o hay que ser tan exigentes en cuanto a los d etal l es— cristianos orien-
tales. Ello de ningún modo significa que los esclavos paganos no se viesen inducidos
a convertirse en buenos cristianos al estilo occidental ni que la conversión fuese la
puerta de la emancipación; por ejemplo, los negros traídos a Lagos y a Lisboa por
los capitanes de don H enrique, y que A zuara af irmaba estaban justificadamente
sometidos a la esclavitud ya que de esa m anera les daba oportunidad de hacer algo
por la salvación de sus almas. A unque por lo común nadie empieza esclavizando
cristianos; y esto en un principio puede haber llevado a los encomenderos a ver con
cierto recelo la conversión.
" Para llegar a una comprensión profunda y cabal fuerza es reconocer dentro del
cuadro general la existencia de factores tales co m o : una inclinación creciente y cad a
30 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ü N LO S ES PA Ñ O LES
Debido a nuestro deseo de que los indios sean convertidos a nuestra sagra-
da fe católica y sus almas sean salvadas, ya que este es el mayor bien que
podemos desear para ellos, y como para que esto se logre deben ser in-
formados de las particularidades de nuestra fe, debe usted tener gran cui-
dado en asegurar que los clérigos así lo informen a ellos y los instruyan
con mucho amor, sin el uso de la fuerza, de tal modo que puedan ser con-
vertidos tan rápidamente como sea po sible. 17
vez más vigorosa en la España de fines del M edievo hacia la uniformidad de los
credos, una debilidad progresiva del tipo de convivencia que, por ejemplo, hoy
puede encontrarse en la India entre indostanos y mahometanos, así como el f ra-
caso de la Iglesia española y por ende de la comunidad laica en su uso de la conversión
y las tareas misioneras como un instrumento positivo antes de la tardía aparición
de la Estrictísima O bservancia, a saber: la no esclavización de quienes ya se habían
convertido al cristianismo."
O tro problema acerca del cual el doctor Bishko piensa que es necesario arroj ar
mayor y más cl ara luz es el de lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPON
doctrina en la Península antes de 1492. En una
nota al autor de este libro que lleva la f echa del 12 de abril de 1970 añad e: " Es
necesario ahondar más en el desarrollo histórico de la literatura catequista de la
Iglesia española de los siglos xv y xvi pues ello puede acl arar una gran cantidad
de actitudes hacia, y de métodos de conversión de, moros y judíos."
" Pé re z de T udel a ( 1 9 5 6 ) , p. 259.
1 5
U n a excelente y pormenorizada exposición de las actividades misioneras en los
primeros años puede verse en O lmedo (1953).
1 9
T al y como es citado por Rum eu de A rmas ( 1 9 6 7 ) , p. 99.
1 7
G ibson, 1968, p. 55. A lgunas de las ordenanzas reales en estos primeros años no
mencionaban el tema de la conversión (A ltamira, 1942). Pero el tenor general de
las instrucciones era el de f avorecer la conversión y la educación. Las órdenes reales
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES 31
dadas en 1503 a O vando asentaban " q ue se hiciese hacer una casa adonde dos veces
cad a dia se juntasen en que haya dos cátedras para que en ellas y en cad a una se
pudiera leer y se lea gratis. . . todas las ciencias necesarias para reedificación de nues-
tra santa f e" .
1 8
Leyes de Burgos, 1960, p. 32. Para obtener la mejor edición española de las
Leyes de Burgos, véase M uro O rejón (1956).
32 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
1 9
V éase " T h e Bibüography orí the C haracter of the A merican Indian" que con-
signa un buen número de opiniones entre las publicadas hasta 1935. H anke, 1935b ,
pp. 74- 81.
2 0
G ómez C añedo, 1966a, p. 157. Para una exposición más amplia del mismo tem a,
véase: G ómez C añedo, 1967. Pablo H ernández, 1913, I, p. 4 3 , fue uno de los pri-
meros autores de este siglo que negaron que los indios hubiesen sido calificados de
irracionales. M ás tarde, otro historiador (O ' G o rm an, 1 9 4 1 ) , aseguró que los indios
no habían sido definidos como bestias. U n autorizado autor español cree que ciertos
anglosajones com o el que esto escribe no han interpretado correctamente expresiones
del género bestialidad e incapacidad cuando se aplican a los indios; véanse los co-
mentarios de Pérez de T ud el a en Las Casas ( 1 9 5 7 ) , I, XXXI-XXXII.
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ü N L O S ES PA Ñ O LES 33
2 1
En H anke ( 1 9 3 5 b ) , pp. 26- 39, aparece recapitulada esta investigación.
2 2
Fernández de O viedo, 1959a, I, p. 95. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSR
* Ibid.,
3
I, p. 89.
34 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
Rodríguez regresó a Esp aña en 1505, logró o btener una audiencia con
el rey Fernand o y su consejo (y con el consiguiente disgusto de Ov an-
d o ) , ante los cuales defendió a los indios. No parece que resultara nad a
positivo de esta pro testa, pero el asunto del matrimo nio entre los indíge-
nas y sus co nquistado res siguió inquietand o a los españoles. En la carta
que el 4 de junio de 1516 firmaro n Montesinos y Do mingo de Betanzo s,
junto con otros eclesiásticos, y med iante la cual so licitaban la presencia
de Las Casas ante la co rte, denunciaro n el argumento de que "lo s indios
no eran hábiles para matrimo nio ni p ara recibir la fe. To d o eso dicen
los cristianos para que se piense de los indios que p ara o tra cosa ninguna
habilidad tienen sino para sacar o ro " . 25
2 4
Pérez de T ud el a subraya las acciones e ideas de esta interesante f igura de los
primeros años de la historia americana (Las Casas [1957], I, XXV II). O vando
creía en la educación, por lo menos de ciertos indios, y no abandonó jamás esta creen-
cia. Lam b , 1956, p. 166.
2 5
D . I. L, V I I , p. 4 2 8 .
2 6
Las Casas, 1957, I, p . LV I I .
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES 35
2 7
T al y como es citado por D egler ( 1 9 7 1 ) , p. 212. En relación con la acción del
Consejo véase (H anke, 1 9 6 5 a) , p. 6 5 . D urante estos primeros años, el dominico Pe-
dro de Córdob a ejerció sobre Las Casas un gran influjo en el sentido de la prédica
pacíf ica: Ramos, 1959.
2 8
H anke, 1935b , pp. 51- 52. T al y como lo destaca Juan Friede la denuncia hecha
por O rtiz siguió teniendo influencia mucho después de 1525. L a citó el fraile Pedro
Simón en suszyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Noticias historiales en el siglo xv n. Y en el siglo x x el jesuíta Constan-
tino Bayle pensó que la af irmación de O rtiz era ref utación de Las Casas. V éase Frie-
de ( 1 9 5 2 ) , p. 3 4 8 .
36 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
Y de que vimos cosas tan admirables no sabíamos qué decir, o si era ver-
dad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había gran-
des ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de ca-
noas, y en la calzada muchas puentes de trecho a trecho, y por delante
estaba la gran ciudad de México ; y nosotros aún no llegábamos a cua-
trocientos so ldado s. 29
Cortés, en suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFED
Segunda Carta, informó que "en su servicio y trato de
la gente de ella hay la manera casi de vivir que en Esp aña, y con tanto
co ncierto y orden co mo allá, y que considerando esta gente ser bárbara
y tan ap artad a del co no cimiento de Dios y de la comunicación de otras
nacio nes de razó n, es cosa ad mirable ver la que tienen en todas las co sas".
Un crítico del Times Literary Supplement comentó que "un pasaje co mo
éste puede co mpararse muy favo rablemente co n cualesquiera de los tra-
bajo s de Las C asas"; puede que esta afirmación no sea del todo cierta,
pero la de Cortés constituye una opinión no table en labios de un "co n-
q uistad o r". 30
2 9
D íaz del Castillo ( 1 9 5 8 ) , p. 192.
3 0
Cortés ( 1 9 7 1 ) . La cita delzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPO
Times Literary Supplement se incluye en la p. 120
de la entrega correspondiente al 2 de febrero de 1973.
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES 37
Este punto de vista pro nto encontró adversarios, pues en los últimos
meses de 1532, o a principios de 1533, e! do minico Ped ro de Betanzo s
hizo una declaración ante el Co nsejo de Ind ias en Esp aña que confundió
tanto a algunos españoles que estos escribieron a México info rmand o que
Betanzos había negado que los indios fuesen capaces de abrazar la fe. El
texto de la declaración no ha sido lo calizado , así es que nad ie sabe a
ciencia cierta qué fue lo que Betanzos declaró, pero, po r los informes que
llegaron a México a través de cartas privadas, las palabras de Betanzo s
causaron una gran alarma tanto entre los jueces de la A ud iencia co mo
entre los franciscano s. El juez Salmerón, con fecha 4 de mayo de 1533,
escribió a Carlos V diciendo que "la incierta relació n" que Betanzo s ha-
3 1
Llaguno, 1963, pp. 151- 154. Tamb ién en estos primeros años los franciscanos
mostraron bastante respeto por la destreza con que los indios entablaban discusiones
sobre asuntos religiosos con los sacerdotes aztecas; véase Pou y M artí (1924).
3 2
Según lo cita Cuevas, 1922, I, p. 230. V arios de los manuscritos de la colección
que no hace m ucho donó H . P. K raus a la Biblioteca del Congreso muestran a las
claras que la Corona creía en la capacidad de los indios m exicanos: el 4 de febrero
de 1531 la Reina informa a la A udiencia de la autorización concedida a ciertas
monjas salmantinas sujetas al claustro para viajar a M éxico con el objeto de instruir
en la fe a los jóvenes nativos; el 17 de septiembre de 1531 apremia a Z um árraga para
que vuelva a España y la aconseje respecto a la conversión de los indios; el 3 de sep-
timbre de 1536 propicia el establecimiento de una escuela de educación superior en el
distrito de Tlatelolco en vista de que los niños indígenas que estudian en los m o-
nasterios dan muestras de " gran habilidad, vivaz entendimiento y excelente m em o ri a" ;
el 7 de diciembre de 1537, la Reina notifica al V irrey M endoza que Z um árraga re-
comienda con entusiasmo la tarea emprendida por respetables damas españolas p ara
enseñar la fe cristiana a las jóvenes indígenas.
38 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
3 3
A rchivo G eneral de Indias, Indif erente G eneral, 1530, fol. 4 5 2 . La carta del obis-
po Ramírez f echada el 15 de mayo de 1533 dab a cuenta de lo que Betanzos había
declarado ante el Consejo de Indias: " . . .H izo Relación en el consejo que los natura-
les destas partes no tenian capacidad para las cosas déla fe en lo qual ofendió a
dios y a V . M . gravemente y afirmo lo que no alcanzo por que el nunca supo la lengua
ni se dio ala entender ny menos doctrino a yndio y como le falto la ynclinacion y
devoción délos enseñar no los conoció y acordó de af irmar lo que dizen los que
quieren tener a estos para bestias pues no solo capazes para lo moral pero p ara lo
especulativo y dellos a de aver grandes xpianos y los ay y si por las obras esteriores
sea de juzgar el entendimiento exceden a los españoles y conseruandose hasta que nos
entiendan o los entendamos que sera muy presto su Religión y obras humanas de ser
de gran admiración" zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIH
{Ibid., M éxico, 6 8 ) .
A parte las opiniones oficiales acerca de la aptitud de los indios, existe un impresio-
nante muestrario de reacciones de los subditos españoles en este mismo sentido (A r-
chivo G eneral de Indias, Santo D omingo, 118). En un memorial escrito por estas
mismas fechas, Ju an de V allorja declaró refiriéndose a los indios de La Español a: " Son
de calidad que no saben sino dormir y comer. Y otros vicios que no son buenos para
el anima ni para el cuerpo hallo." Ibid., 95.
3 4
Cartas de Indias, pp. 62- 66. V éanse también las cartas del obispo Sebastián R a-
mírez de Fuenleal, del 11 y 15 de mayo de 1533, publicadas por Cuevas, 1922, I,
pp. 229- 230. En Borges ( 1 9 6 0 ) , pp. 459- 463 se pueden ver estadísticas referentes al
bautismo de los indios.
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES 39
Digan lo que dizen questos son yncapaces, ¿có mmo se sufre ser yncapaces
con tanta sumptuosidad de edificios, con tanto primor en obrar de manos
cosas subtiles, plateros, pintores, mercaderes, repartidores de tributos, arte
en presidir, repartir por cabezas, gentes, servicios, crianza de hablar é cor-
tesía é estilo, exagerar cosas, sobornar é atraer con servicios, conpetien-
cias, fiestas, plazeres, gastos, solenidades, casamientos, mayorazgos, suce-
sioneszyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
ex testamento et ab intestato, sucesiones por elección, punición de
crímenes y excesos, salir a recibir a las personas honradas quando entran
en sus pueblos, sentimientos de tristeza usque ad lacrimas, quando buena
crianza lo requiere é buen agradecimiento, finalmente, muy abiles para
ser disciplinados en vida ética, política é y co nó mica... ¿Qué diremos de
los hijos de los naturales desta tierra? Escriben, leen, cantan canto llano,
hazer libros de canto , enseñar a otros, la música é regozijo del canto ecle-
siástico en ellos está principalmente, é predican al pueblo los sermones que
les enseñamos, é dizenlo con muy buen espíritu, la frequencia de las con-
fesiones con sollozos é lágrimas, la confesión pura é S i m p l i ci a. 36
3 5
M e n d ¡ e ta ( 1 8 7 0 ) , pp. 631- 632. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPO
3 6
Cartas de Indias, pp. 62- 66.
40 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ü N L O S ES PA Ñ O LES
to, en verdad: ovejas envió por predicadores para amansar los lobos, e
no lobos feroces para perder y embravecer las ovejas. No hay en el mundo
gentes tan mansas ni de menos resistencia ni más hábiles e aparejadas
para recibir el yugo de Cristo como éstas. Y esta es la verdad muy cierta,
y lo contrario desto es error y falsedad muy averiguad a. 39
3 9
Las Casas (1957), V , 48.
4 0
Para la carta de la A udiencia, véase: Fab ié, 1879, I I , pp. 59- 60. Para la carta
de Las Casas, véase: Las Casas, 1957, V , p. 68.
4 1
C arro, 1963, pp. 135- 136. Q uienes consideran que las cuestiones teológicas tie-
nen poca trascendencia deben ponderar cuan distinta sería la historia de A mérica si
las autoridades españolas hubiesen decidido que el Santo O f icio de la Inquisición
tenía que " p roteger" tanto a los indios com o a los españoles del espíritu destructor
de la herejía. Por f ortuna, los indios no se vieron afectados, hablando en lo general,
42 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
4 6
D . I. L, X , 351. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIH
" Ibid., p. 367.
**Ibid., pp. 383- 384.
4 9
A cerca de este tratado, véase Bataillon, 1966, pp. 225- 238; Biermann, 1968,
1 9 6 9 ; y Z avala ( 1 9 6 8 , 1 9 6 9 a) .
5 0
D. I. I., X , 471- 472.
44 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
amarga e irreco nciliable discusión será analizad a más adelante como parte
integral de la confrontación de Vallad o lid .
En estos años, los aco ntecimiento s más importantes relacionados con los
indios fueron la promulgación, en 1537, por el papa Paulo III, de la
bulazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Sublimis Deus y la redacción por Las Casas poco tiempo antes de
su tratad o De Único Vocationis Modo donde abo ga por una conversión
de los indios que se sirva exclusivamente de métodos pacíficos, d o ctrina
que ya había propugnado ante el Co nsejo de Indias en su enérgica carta
de 1531 de la que antes hablamo s y que serviría co mo uno de los argu-
mentos fundamentales en su querella co ntra Sepúlveda en 1550 en Valla-
do lid.
A quí no es preciso hacer una reseña histórica detallada de la pro mul-
gación de la famosa declaración del p ap a acerca de los derechos de los
ind io s, 51
pero resulta pertinente preguntarse si esta publicación no la vol-
vieron necesaria los actos de los españoles convencidos de la incapacid ad
e irracio nalidad de los indios. El do minico Bemard ino de M inay a, que
había regresado de A mérica en 1535 o 1536, p ara defender a los indios,
se encontró con que el presidente del Co nsejo de Ind ias, el cardenal Lo ay-
sa, estaba influido — o al menos así lo informó Minay a a la Co ro na espa-
ñ o l a— por las declaraciones que Betanzos había hecho al Co nsejo , diciendo
que los indios nunca podrían convertirse en cristianos aun cuando "el Em -
perad o r, el p ap a, la Virgen y todas las órdenes celestiales intervinieran
en su ay u d a". 52
Minaya también afirmó que esta opinión de Betanzo s
había llevado al cardenal a pro mulgar una ley que permitía a los co n-
quistadores esclavizar a los indios, ley que había llegado a México justa-
mente cuando Minaya regresaba del Perú, donde había reñido con Piza-
rra en un intento de proteger a los indios de la esclavitud y la rapiña de
las españoles. Estas amargas experiencias animaron a M inay a a ponerse
en camino a Ro m a con o bjeto de abo gar por los indios en la más elevada
co rte del cristianismo. Tal y co mo info rmó :
5 1
Para una exposición detallada, véase H anke (196? ! ), pp. 57- 88. zyxwvutsrqponmlkji
™ Ibid., p. 76.
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES 45
Cuando dicha ley llegó a manos de don Sebastián Ramírez, obispo de San-
to Domingo, y presidente de la Real Audiencia de México, reunió a todos
sus eclesiásticos y les ordenó que escribieran a Su Majestad sobre la ver-
dadera capacidad de los indígenas. Los franciscanos así lo hicieron, pero
yo, queriendo hablar personalmente con el Cardenal [Loaysa, en este en-
tonces presidente del Consejo de Indias], embarqué hacia España carente
de provisiones, pero confiado en mis compañeros de viaje. Al llegar a Se-
villa proseguí a pie hasta Valladolid, en donde me entrevisté con el Car-
denal y le informé que fray Domingo [de Betanzos] no conocía de los
indios ni su lengua ni su verdadera naturaleza. Además le hice saber del
derecho y la capacidad de los indios para ingresar al cristianismo. El
Cardenal me contestó que yo estaba engañado, que los indios no eran más
que unos papagayos, que fray Domingo hablaba proféticamente y que él
mismo compartía y seguía esa opinión. Cuando el doctor Bernal Lugo
[miembro del Consejo de Indias] me preguntó acerca de la entrevista con
el Cardenal, yo le contesté que estaba dispuesto a ir hasta el Papa para
tratar de un asunto que tanto mal hacía a la Cristiandad del Emperador
y a muchas almas en las Ind ias; que esta sentencia era mucho más cruel
que la dada contra los hebreos antiguamente, y que, a pesar de ser yo
un humilde fraile, no tenía recatos en oponérmele al Cardenal en materia
de tanta monta, si lograra conseguir de la Emperatriz una carta de pre-
sentación ante Su Santidad. El doctor Bernal Lugo me prometió que
él mismo intercedería en mi favor ante la Emperatriz, y efecti amenté me
consiguió la carta, con la cual partí a pie para Ro m a. 53
5 3
Ibid., pp. 76- 77. D esde Perú y desde M éxico llegaban a España informes favo-
rables sobre las aptitudes de los indios. Fray V icente V alverde, el primer obispo del
Perú, envió un extenso informe al Rey en 1539 en el que subrayaba apremiantemente
la importancia de defender a los indios de los españoles, a quienes definía como
" tantos lobos" y af irmab a: " L a gente de esta provincia del Perú, como otras veces
he escrito a V . M . es muy hábil para recebir la doctrina del santo evangelio" (San-
tiesteban O choa [1960], pp. 139, 157).
46 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
Debe notarse que Betanzos estaba convencido de que sus puntos de vis-
ta acerca de los indios resultaban particularmente válidos, ya que decla-
ró, unos años después, q u e:
Cuand o Betanzo s regresó a México desde Esp aña en 1536, era po co pro -
bable que la opinión de que los indios eran "co m o niño s" co ntara con la
simpatía de los hermanos do minico s, ni con la de mucho s otros eclesiás-
ticos que se enco ntraban allí. Parece evidente que sus opiniones fueron
parcialmente responsables de los aco ntecimiento s que desembocaron en ra
promulgación d e la bulazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIH
Sublimis Deus. Paulo III llegó a interesarse por
los apuros que pasaban los nativos en el Nuevo M und o , no sólo gracias
a la intervención personal de M inay a en Ro m a, sino también a través de
una elo cuente y erud ita carta escrita po r el do minico Julián Garcés, obis-
po de Tlaxcala. Esta carta fue, seguramente, una reacción a los puntos
de vista de Betanzo s que, p ara ese ento nces, ya eran bien conocidos en
México . A lberto María Carreño publicó esta carta, en la que Garcés es-
cribía :
Ya es tiempo de hablar contra los que han sentido mal de aquestos po-
brecitos, y es bien confundir la vanísima opinión de los que fingen inca-
paces, y afirman que su incapacidad es ocasión bastante para excluirlos
del gremio de la Iglesia. "Predicad el Evangelio a toda criatura (d ijo el
Señor en el Evangelio) el que creyere y fuera baptizado, será salvo." Lla-
namente hablaba de hombres, y no de los brutos.
. . . A nadie, pues, por amor de Dios aparte desta obra la falsa doctrina
de los que instigados por sugestiones del demonio afirman, que estos in-
dios son incapaces de nuestra religión. Esta voz realmente que es de sata-
nás, afligido de que su culto y honra se destruye: y es voz que sale de
las avarientas gargantas de los cristianos, cuya codicia es tanta, que por
poder hartar su sed, quieren porfiar que las criaturas racionales, hechas
a imagen de Dios, son bestias y jumento s. 58
Garcés también d ijo al Pap a que algunos eclesiásticos hacían tales afir-
macio nes po rque habían "sud ad o po co o nad a en la conversión de los
ind io s", y habían mo strado muy po co celo en co no cer sus aptitudes y
aprend er su lengua. O p inaba Garcés que estos alegatos hacían un gran
d año a la miserable multitud de indios po rque esto rbaban la prédica de
la fe y d aban a algunos españoles una excusa para destruirlos med iante la
guerra, ya que se tenía po r seguro "q ue no era pecad o despreciarlos, des-
truirlos, matarlo s". Apoyándose en su experiencia de diez año s, Garcés
podía afirmar: "So n con justo título racio nales, tienen enteros sentidos y
cabez a." A firmaba que los niños indígenas escribían el latín y el español
mucho mejo r que los niños españoles, y elogiaban sus maravillosas cos-
tumbres y habilidades, empleando el mismo to no exaltad o que usaran
Testera y otros eclesiásticos en 1533.
La bulazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Sublimis Deus reflejaba claramente las ideas expuestas por M i-
naya y Garcés sobre la naturaleza de los indios y sobre la necesidad de
cristianizarlos y de proteger de los conquistadores sus vidas y propiedades.
La bula resulta, po r cierto , un excelente ejemplo de cómo teoría y prag-
matismo se mezclaban en las accio nes más impo rtantes y características
de los españoles en A mérica. El papa Paulo III d eclaraba:
El Dios sublime amó tanto la raza humana, que creó al hombre de tal
manera, que pudiera participar no solamente del bien de que gozan otras
criaturas, sino que lo dotó de la capacidad de alcanzar al Dios Supremo,
invisible e inaccesible y mirarlo cara a cara; y por cuanto el hombre, de
Capacítate Gentium Sive Indorum novi mundi nucupati ad fidem Christi. . . suscipiat
(Ro m a, 1537).
Se han hecho recientemente importantes estudios acerca de la bula, D e la H era,
1956, y Seco C aro , 1967. A la luz de esta carta de G arcés y del texto Sublimis Deus,
ahora resulta difícil seguir a Lino G ómez C añedo ( 1 9 6 6 a) cuando escribe: " Paul o III
no definió, por lo tanto, que los indios americanos eran homb res; lo que hizo fue
declarar que, por ser hombres, aunque fuesen infieles, tenían derecho a su libertad y
al dominio de sus cosas. Q ue fuesen hombres no parece que estuviese entonces en
cuestión" (cursivas en el original, G ómez Cañedo, 1966, p. 163).
Si el tema de la naturaleza de los indios no estaba en discusión, ¿p o r qué iba a
molestarse el papa Paulo I I I en incluir dentro de la bula el cargo de que algunos
habían pensado que los indios " deben ser tratados como brutos, creados p ara nuestro
servicio, pretendiendo que ellos son incapaces de recibir la fe católica, sino que, de
acuerdo con nuestras informaciones, están deseosos de recib irla?" M anuel da N óbrega,
el jesuíta portugués de Brasil, en uno de los pocos escritos que allí aparecieron so-
bre la conversión desarrolló la misma doctrina enunciada por Paulo I I I en Sublimis
Deus ( 1 9 5 4 ) , p. 107.
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES 4r
acuerdo con el testimonio de las Sagradas Escrituras, fue creado para go-
zar de la felicidad de la vida eterna, que nadie puede conseguir sino por
medio de la fé en nuestro Señor Jcsu-Cristo ; es necesario que posea la
naturaleza y las capacidades para recibir esa fé; por lo cual, quienquiera
que esté así dotado, debe ser capaz de recibir la misma fé: No es creí-
ble que exista alguien que poseyendo el suficiente entendimiento para desear
la fé, esté despojado de la más necesaria facultad para obtenerla. De aquí
que, Jesucristo, que es la Verdad misma, que nunca ha fallado y que nun-
ca podrá fallar, diga a los que Él ha escogido para predicar su fé: " Id y
enseñad a todas las naciones." Es decir, a todos, sin excepción, porque to-
dos son capaces de recibir las doctrinas de la fé.
El enemigo de la humanidad, quien se opone a todo lo bueno para con-
seguir la destrucción de los hombres, mirando con envidia tal cosa, ha
inventado medios jamás antes oídos, para estorbar la palabra de Dios que
ha de salvar el mundo ; él ha inspirado a sus satélites, quienes para com-
placerlo, no han dudado en propalar ampliamente, que los indios del Oes-
te y del Sur y otras gentes de las que apenas tenemos conocimiento, de-
ben ser tratadas como brutos, creados para nuestro servicio, pretendiendo
que ellos son incapaces de recibir la fé Católica. Nos, que aunque indig-
nos, ejercemos en la Tierra el poder de Nuestro Señor, y luchamos por
todos los medios para traer el rebaño perdido al redil que se nos ha en-
comendado, consideramos sin embargo que los Indios son verdaderos hom-
bres y que no sólo son capaces de entender la fé Católica, sino que, de
acuerdo con nuestras informaciones, se hallan deseosos de recibirla. De-
seando proveer seguros remedios para estos" males, definimos y declara-
mos por estas nuestras cartas, o por cualquier traducción fiel, suscrita por
un notario público, sellado con el sello de cualquier dignidad eclesiástica,
a las que se les dará el mismo crédito que a las originales, no obstante
lo que se haya dicho o se diga en contrario, tales indios y todos los que
más tarde se descubran por los Cristianos no pueden ser privados de su
libertad por medio alguno, ni de sus propiedades, aunque no estén en la
fé de Jesu-Cristo ; y podrán libre y legítimamente gozar de su libertad y
de sus propiedades, y no serán esclavos y todo cuanto se hiciere en con-
trario, será nulo y de ningún efecto.
En virtud de nuestra autoridad apostólica, Nos, definimos y declara-
mos por las presentes cartas, que dichos Indios deben ser convertidos a la
fé de Jesu-Cristo. por medio de la palabra divina y con el ejemplo de una
buena y santa v id a. 59
5 9
Cuevas (1914), pp. 84- 86. Para el texto original en latin, véase: D e la H era.
1956, pp. 161- 162.
50 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ü N L O S ES PA Ñ O LES
Esta bula papal sirvió co mo una de las principales armas de Las Casas
y de otros defensores de los indios, pero su promulgación en 1537 no
detuvo las discusiones. La co ntro versia volvió a co brar fuerza antes y
después d e 1542, cuand o se pro mulgaro n las Nuevas Leyes p ara proteger
a los indios de ciertos abusos, pero apenas un año después fuero n revi-
sadas nuevamente, en favor de los colonizadores. También fue po r la época
de las Nuevas Leyes cuand o el letrado Ju an Ginés de Sepúlveda empezó
a apo yar a los españoles que co nsid eraban co mo justa la enco miend a y
la guerra co ntra los indios. A l co no cer estas opiniones, uno de los miem-
bros del Co nsejo de Ind ias estimuló a Sepúlveda p ara escribir un tratad o
co n sus opiniones sobre dicho tema, co sa que encaminó a este eminente
pensador aristotélico por la senda que lo llevaría a la discusión con Las
Casas en Vallad o lid en 1550.
6 0
O I ae ch e a Labayen, 1958, pp. 1 5 2 - 1 5 3 ; O rtega, 1929, p. 386. zyxwvutsrqponmlkjihgf
6 1
Ibid., p. 167. A cerca de la opinión de los agustinos, véase V era Cruz, 1968, I I I ,
pp. 98- 101. Ennis, 1957, p. 39. Santiago V ela, 1913- 1931, I, p. 34.
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES 51
durante los primeros cuatro años y quien los inició en todas las materias
concernientes a la lengua latina. Cuando los laicos y los clérigos quedaron
convencidos de que los indios estaban haciendo grandes progresos, y eran
capaces todavía de llegar más lejos, comenzaron a poner objeciones diver-
sas y a oponerse a nuestra empresa. 62
6 2
R i card , 1966, p. 226.
Ibid.,
e3
p. 2 2 5 .
6 4
Proporcionada por Juan Bautista M uñoz en su Colección (t. 66, f. 7 1 - 7 7 ) , en
la Real A cademia de la H istoria ( M ad ri d ) .
6 5
Esta carta, f echada en enero de 1543, fue impresa en Figuera, 1965b , I, pp. 21- 38.
6 6
El profesor W illiam L. Sherman ha tenido la amabilidad de mostrarme como
ejemplo de esto una relación de T o m ás de la T o rre, compañero de Las Casas, donde
se relata el viaje a Chiapa en 1544, f echada el 12 de noviembre de 1552 (A rchivo
G eneral de Indias, G uatemala, 168) y una carta que el obispo de H onduras dirigió
a la C orona el 1? de mayo de 1547 (Ibid., 1 6 4 ) ; los cargos 17 y 4 0 de la Residencia
de Francisco de M agaña (Ibid., Justicia, 3 1 2 ) y cargo 45 en la Residencia de Fran-
cisco Brizeño (Ibid., 317).
6 T
El profesor D onald Chipman señala en su trabajo inédito " Ñ uño de G uzmán
and the Black I.egend" que en la Residencia de G uzmán para los indios panuco se
les menciona con expresiones reservadas por lo general a los animales domésticos.
52 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
6 8
M i informe sobre el tratado de Castro está ampliamente f undado en O laechea
Labayen (1958).
D espués de terminada esta sección sobre el Colegio de Tlatelolco José M arí a F.
K azuhiro Kobayashi de la Universidad de Sophia, Tokio, tuvo la amabilidad de
proporcionarme un ejemplar mimeograf iado de sus tesis de doctorado " La educa-
ción como Conquista. Empresa f ranciscana en M éxi co " (El Colegio de M éxico,
1972). En el capítulo iv (pp. 98- 465) aparece un informe sobre la educación en
el M éxico del siglo xvi con ref erencia a las aportaciones de los f ranciscanos. L a des-
cripción del Colegio de Santa Cruz de Santiago Tlatelolco (pp. 3 1 8 - 4 2 8 ) constituye un
examen panorámico y una magníf ica fuente de datos. La sección final " O piniones
en España sobre la educación superior del indígena" (pp. 4 2 8 - 4 3 6 ) está ampliamente
consagrada a la exposición y análisis del tratado que en 1542 escribiera Francisco
A lfonso de Castro en torno a la educación superior de los indígenas, redactado a
petición de Carlos V luego de que llegaron a la corte opiniones de Z um árraga y
otros. Para una sinopsis de este tratado, f undada en el texto, véase: O laechea Lab a-
yen (1958) pp. 175- 197. El doctor Kobayashi af irma que el tratado fue presentado
al emperador a principios de 1543, con las firmas aprobatorias de Francisco de V i-
toria, Francisco Castillo, A ndrés de la V ega, Constantino Ponce de la Fuente, J. Egi-
chio y Luis de Carvaj al y que evidentemente eso salvó al Colegio por el momento.
2. Viven obscenamente; porque los indios son como cerdos, los cristianos
no deben arrojarles perlas.
3. Lo s sagrados textos de la Biblia no deben ser revelados al pueblo.
Creo que debe tomarse grande empeño en que las gentes de las Indias
reciban instrucción respecto a las artes liberales y a las Sagradas Escri-
turas. Porque ¿quiénes somos nosotros para mostrar una discriminación
que Cristo mismo nunca tuvo?
To d o lo contrario, si estas nuevas personas vieran que con todo cuida-
do se les mantiene alejadas de nuestros misterios, les estaríamos dando
la oportunidad de volverse altamente desconfiadas. Aún más, es ridículo
admitirlas al bautismo, la eucaristía, a la absolución y perdón de los pe-
cados, pero negarles el conocimiento de las Escrituras. Si bien es cierto
que cuando el indigno es admitido a participar de los sacramentos, ello
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES 55
equivale a arro jar lo que es sagrado a los perros, cualquiera que, por de-
recho, es digno de recibirlos, es por ello mismo digno de participar en
los misterios de la fe.
Las objeciones de nuestros adversarios se deben, en parte, a ignorancia
de los Evangelios, y en parte al saber de los hombres que siempre se opone
a ellos.
Deseo que todo lo que he dicho esté dentro de la razón de la Iglesia.
Sevilla, La Rábida, enero de 1543.
Fray Luis CA RVA JA L
Estas declaracio nes apareciero n en Esp aña al mismo tiempo que las
opiniones de Sepúlveda recibían la apro bació n de algunos de los miem-
bros del Co nsejo de Ind ias, quienes tenían la enco miend a de mo d ificar
las Nuevas Leyes pro mulgadas en 1542 para pro teger a los indios. Para
1545 el Co nsejo había dero gado algunas de las Nuevas Leyes; en espe-
cial, el sistema de la enco miend a volvió a funcio nar: se obligó a los in-
dios a trabajar p ara los españoles.
El Co nsejo de Ind ias tuvo la posibilidad de sancio nar algunas de las
Nuevas Leyes, en parte po rque desde A mérica seguían llegand o o pinio -
nes adversas a los indios. Po r ejemplo , Do mingo de Betanzo s y el pro -
vincial do minico Carlo s Diego de la Cruz enviaro n una carta, fechad a
el 5 de mayo de 1544, a Carlo s V , en la cual d eclaraban:
« » D . I. L, V I I , 5 4 1 .
56 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ü N L O S ES PA Ñ O LES
7 0
G ibson ( 1 9 6 4 ) , pp. 3 0 0 , 382, 404. El herbario fue impreso con el título dezyxwvutsrq
Li-
bellus de medicinalibus indorum herbis (M éxico, 1948).
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES zyxwvutsrqponmlkjihgf
57
LiA R ET R A C T A C IÓ N D E D O M I N G O D E B E T A N Z O S
" R i card (1933), pp. 270- 271, 280- 281, 340- 341, 344; en Bayle (1943) puede
hallarse amplia inf ormación sobre las prácticas y actitudes ante la concesión de la
santa comunión a los indios en relación con los juicios en torno a sus aptitudes; véase
también Bayle (1931). No se extinguió f ácilmente la esperanza de desarrollar una
vigorosa clerecía indígena. Cuando los jesuítas llegaron primero a M éxico, una gene-
ración después del f racaso de Tl atel ol co, proyectaron en 1575 el establecimiento de
escuelas donde indígenas elegidos con el mayor cuidado serían ordenados sacerdotes
a la edad de 4 0 años, a fin de asegurar que observarían una vida célibe (Ri card
[1968], p. 236). Comentando este episodio Ricard af irmó no hace m ucho q ue el
texto pudo haber dado la errónea impresión, en la cita alusiva del f racaso de T l ate-
lolco, de que la existencia de una clerecía indígena podía haber sido la solución a todos
los problemas zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC
(ibid., p. 2 3 6 ) . A lgunas reflexiones en torno al lento desarrollo de la
clerecía entre los indios pueden verse en Figuera, 1965a, pp. 3 8 5 - 3 9 6 .
A caso la mejor exposición del problema de la clerecía indígena en M éxico sea la
de O l aechea Labayen (1958) que se acom paña, además, de una excelente inf orma-
ción bibliográfica. V éans en especial sus observaciones sobre Tlatelolco, pp. 108- 124.
U n o de los teólogos que enseñó latín a los indios en Tlatelolco, el f ranciscano Ju an
de G aona, criticó después a f ray Jaco b o D aciano por su Apología, en la que se la-
mentab a p or la ausencia de sacerdotes indígenas. A lo que parece, G ao na era capaz
de convencer a D aciano de hacer una " retractación pública en las debidas f orm as"
(Baudot, 1968, pp. 6 1 4 - 6 1 5 ) .
" G arcí a Icazbalceta, 1886, I I , p. 199.
7 3
W ag ner, 1967, p. 123. En relación con el interés manif estado por las misiones
56 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
frailes dispuestos a co ntrad ecir sus o pinio nes; a lo que parece, se volvió
bastante impo pular entre sus co mpañero s dominicos al final de su vida,
pues su biógrafo tuvo que negar que Betanzo s se viera obligado a regresar
a Esp aña a causa de "graves p ersecucio nes". 74
Para entonces, más d e me-
dio siglo después del desembarco de Colón, las opiniones sobre los indios
habían cristalizado en varias co rrientes, tal y co mo el virrey A nto nio de
Mend o za señaló en la fo rmalzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQ
Relación que hizo en 1550 p ara que sirviera
de guía a su sucesor, escrita hacia la misma épo ca en que Betanzo s se
retractó en Vallad o lid .
El virrey Mend o za había brind ad o todo su apoyo al obispo Z umárraga
y a otros franciscano s cuand o éstos fund aro n el colegio p ara indios en Tla-
telo lco . A pesar de sus múltiples responsabilidades oficiales, a Mend o za le
gustaba visitar la escuela y discutir en latín algún pro blema gramatical
co n los estudiantes, p ara d eterminar qué tanto progresaban en el apren-
d izaje de su nueva lengua. En su Relación, elogió cálidamente este esfuer-
zo pedagógico y la habilidad de los indios. A firmó que el éxito habría sido
aún mayo r de no ser po r las enfermedades que dieron de b aja a mucho s
de los más brillantes alumno s, y po r las "pasio nes y celo s" que surgieron
entre los españoles. Denunció co mo gran erro r los alegatos de que los
indios eran "incap aces" de aprend er. A un cuand o no era partid ario de
que fueran admitidos de inmediato al clero , ansiaba el mo mento en que
estuvieran lo suficientemente preparado s p ara ingresar a él. Sin embargo ,
admitió que los litigios sobre la capacid ad d e los indios habían creado
una polarización en las actitudes de los españoles que vivían en M éxico :
Algunos dirán a V . S. que los indios son simples y humildes que no reina
malicia ni soberbia en ellos y que no tienen co bdicia; otros, al contrario,
que están muy ricos y que son bagabundos é que no quieren sembrar: no
crea á los unos ni á los otros sino trátese con ellos como cualquier nación
sin hacer reglas especiales, teniendo respecto á los medios de los terceros,
ora sea de bienes temporales ó espirituales, ó pasión o ambición, o ra sea
vicio ó v irtud . 75
chinas entre los frailes mexicanos del siglo xv i , véase Beckmann ( 1 9 6 3 ) . Las Casas
también parece haberse interesado en estas misiones.
" C arre ñ o ( 1 9 2 4 - 1 9 3 4 ) , p. 2 5 3 , donde cita la biografía de Betanzos por el agus-
tino A ntonio de Santo Rom ano.
7 5
Instrucciones, pp. 229- 233. L a información de las visitas de M endoza a la escuela
proviene de O iaechea Labayen ( 1 9 5 8 ) , p. 142.
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
7 8
Las Casas ( 1 9 6 2 ) , p. Ivi.
" O j er, 1966.
60 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
dios, tenían Las Casas y otros colegas. Las Casas vivía entonces en V a-
lladolid, en el monasterio de San Grego rio , donde trabajaba ro deado por
el archivo de manuscritos y libros que había acumulad o p ara sus discu-
siones, al mismo tiempo que Betanzos llegaba de México para alo jarse
en el vecino monasterio de San Pablo . Uno s cuantos años antes, pro ba-
blemente en 1545, Betanzo s había escrito a Las Casas una carta bien
larga, y fue muy pública, en la cual d eclaraba "su vida y sus desasosiegos
y bullicios, y los perjuicios y daños, que con sus info rmacio nes y celos in-
discretos había cabsado por do quiera que and aba; especialmente co mo en
la tierra del Perú había sido cabsa de mucho s escándalos y muertes". Be-
tanzos no dejó de deplo rar los actos de Las Casas cuando fue obispo en
Chiap a, en especial los violentos altercados que sostuvo con los españoles
a propósito de los ind io s. 78
7 8
Se desconoce el texto de esta carta; el conocimiento que de ella tenemos viene
de la " C arta de Fr. Toribio de M otolinía, 2 de enero de 1555" , en D . I. I., V I I , 263-
264, 276.
7 9
Las Casas ( 1 9 6 2 ) , p. lv. A l describir su ingreso a la orden de los dominicos, Las
Casas no hace referencia a la opinión de Betanzos aun cuando el relato fue escrito
con toda probabilidad después de 1549. Las Casas, 1952, Lib ro I I I , cap. 169.
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES 6:
8 0
Las Casas (1962), pp. 184- 186. El manuscrito se halla ahora en la A cademia
N acional de la H istoria en C aracas. El texto de la retractación aparece en el A pén-
dice III. O tra célebre retractación pronunciada en el lecho de muerte fue la de
fray G erónimo de Loaysa, primer arzobispo de Lima, quien se retractó de haber dado
su aprobación al virrey Francisco de Toledo para establecer el sistema de lazyxwvutsrqponm
mita,
que obligaba a los indios a trab ajar en las minas.
62 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
8
*A dib, 1949, pp. 93- 97.
8 5
G ómez C añed o ( 1 9 6 6 a) , pp. 160- 162.
8 6
Friede ( 1 9 5 2 ) , p. 339.
8 7
Las Casas ( 1 9 6 2 ) , pp. 187- 192.
64 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
8 8
Ibid., p. 190. Por este proceso judicial nos enteramos también de que el prior
D iego Ruiz declaró que Betanzos reconoció que se hab ía referido al tema de los indios
en presencia del agustino Juan de San Ro m án y que entregó al secretario Sámano del
Consejo de Indias " ciertos pareceres escritos y firmados de su nombre en perjuicio
de los indios" (p . 189).
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ü N L O S ES PA Ñ O LES ES
de Ind ias eran tan "erró neas, escandalosas, malso nantes, temerarias", que
no permitirían que el fraile muriera sin haberse retractad o fo rmalmente de
ellas,. Co n este do cumento guardado en el archivo del Co nsejo de Ind ias,
Las Casas y sus colegas debieron de sentir que el p ano rama se había despe-
jad o , al menos parcialmente, p ara la batalla final. Y a no qued aba nadie
de cierto prestigio que sostuviera una opinión tan desfavorable acerca de
la capacid ad de los indios co mo la que se supone tuvo Betanzo s, a excep-
ción del cro nista Go nzalo Fernández de Ovied o y Vald és. Sus puntos de
vista servían de apoyo a Sepúlveda, pero Las Casas estaba preparad o p ara
discutir estas opiniones, según lo veremos más ad elante.
Justamente por la época en que la retractació n de Betanzo s era tan sus-
picazmente examinad a por el Co nsejo de Ind ias, Las Casas debe de haber
estado trabajand o muy duro , ataread o , hasta altas ho ras de la no che, en
su celda del mo nasterio de San Grego rio , preparand o su caso co ntra Ju an
Ginés de Sepúlveda, su mayo r enemigo y su más hábil o po nente, quien
también estaba muy o cupad o en Vallad o lid red actand o sus argumenta-
ciones. El 23 de septiembre de 1549, Sepúlveda informó al príncipe Fe-
lipe que había preparad o tres sumarios de su libro acerca de las Ind ias
para defenderse a sí mismo de las "calumnias de algunos frailes apasio-
nad o s", co n Las Casas co mo caudillo , a quien describía co mo zyxwvutsrqponmlkjihg
homo na-
tura factiosus, et turbulentus* 9
Esp eraba o btener la autorización real p ara
publicar su propio libro ; el permiso nunca le fue co nced id o . En cambio ,
la Co ro na deciüió enfrentar en una querella a estos varones doctos y beli-
gerantes. A ntes de analizar este aco ntecimiento , tan impo rtante en la
historia de Esp aña en A mérica, y, de hecho , en la de la expansión de Euro -
p a, volvamos a las ideas de Ovied o , pues sus escritos constituyeron el más
poderoso argumento en apoyo de los puntos de vista de Sepúlveda sobre
la ineptitud de los indios.
*
"UN EN EM IGO A M U ERTE D E LO S IN D IO S" : EL HISTO RIA DO R REA L
GO N Z A LO FERN Á N D EZ D E O V IED O Y V A L D ÉS
8 9
Losada ( 1 9 4 9 ) , p. 573.
66 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
9 0
Las Casas ( 1 9 5 1 ) , I I I , 3 2 1 . Para las diversas referencias a O viedo en lazyxwvutsrqpon
Histo-
ria de las Indias, véase el índice, ibid., I I I , pp. 4 5 1 - 4 5 2 .
9 1
Fri e d e , 1952, p. 3 3 9 .
9 2
José de la Peña y C ám ara ( 1 9 5 7 ) , pp. 6 2 1 - 6 2 2 . Peña hace ref erencia a los es-
tudios por Chinchilla A guilar ( 1 9 4 9 ) , y V ázquez V e ra (1956).
O tros historiadores han reaccionado en f orma diferente ante O viedo. L a Introduc-
ción por José A m ador de los Ríos a la primera edición impresa de las tres partes de
la Historia general y natural de las Indias (4 vols., M ad rid , 1851- 1855) era un
panegírico que Peña describe como " novelita rosa" . L a opinión general de José M i-
randa es f avorable; p ara él Las Casas representa un " violento extremismo y dogmá-
tico " , mientras que O viedo es una " f igura noble y respetable" , Fernández de O viedo
(1950), pp. 69- 73.
El dominico español V enancio D iego C arro, al comentar la biografía de O viedo
escrita por Peña, asienta: "Al final nos habla de su 'simulación y fariseísmo' para
añadir luego en la p. 6 9 7 : 'Pero hay m ás: sabe llenar páginas y más páginas, rela-
tando con espantosos pormenores, lo que él llama 'caz a o montería internaP de
entradas de los capitanes de Pedrarias 'para asolar los indios e robarles e destruir la
tierra' acab ando con 'dos millones de indios en tan poco tiempo', de los cuales
gran parte fueron herrados debidamente como esclavos, sin decl arar jamás que él,
O viedo, el mismo O viedo, que tan espantado se nos muestra de todo ello, quien tenía
el oficio de herrar los indios y co m o tal nomb rab a tenientes suyos que autorizaban, en
cad a una de las entradas, la rapiña del oro y los injustos herrajes de anotar, y de su
enemiga el protector de los indios por ser el uno de los grandes culpables de los
atropellos, que no le impiden el presentarse luego en su historia 'cual publicano
f orrado de farisaico orgullo', como dice De la Peña y C ám ara, y prodigando 'su
maledicencia agria y egoísta' contra los principales eclesiásticos" (C arro [1966], pp. 235-
236).
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES 67
no tario y zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
veedor, hoy diríamos inspecto r, en la expedición co mand ad a por
el famoso Ped ro A rias Dávila (Ped rarias) . 93
Era una expedición nutrida
e impo rtante, cuyos efectivos ascendían a unos 2 mil españoles, transpor-
tados en veintidós barco s, y entre los que se co ntaban Hernand o de So to ,
Bernal Díaz del Castillo , Francisco de M o ntejo y otros conquistadores
también llamado s a d ejar su huella en el Nuevo M und o , así co mo Martín
Fernández de Enciso , quien unos cuantos años más tard e habría de dar
a la estampa el primer libro en español sobre A mérica.
La expedición también llamó la atención po r la gran oposición que
levantó entre los simpatizantes españoles de los indios, quienes llegaron a
influir en el ánimo del rey Fernand o para que impidiera la partid a de
Pedrarias y de sus ho mbres hasta que una comisión de teólogos pudiera
red actar una serie de instrucciones pertinentes a fin de asegurar que no
se emprenderían guerras injustas en co ntra de los aborígenes. Estos teólo-
gos se dieron cita en el monasterio do minico de Vallad o lid , el mismo
donde treinta y cinco años más tard e Do mingo de Betanzo s firmaría la
tan discutida "Retractació n" sobre la naturaleza de los indios. En 1513,
Fernández de Enciso alegó ante los teólogos que Dio s había asignado las
Ind ias a Esp aña, po r la donación que el papa hizo a Fernand o e Isabel,
del mismo mo do que se había concedido la Tierra Pro metid a a los judíos.
9 3
L a mejor descripción de la vida de O viedo es la de Ju an Pérez de T udel a y
Bueso, que aparece como Introducción a su edición de la obra de Fernández de O vie-
d o :zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Historia general y natural de las Indias, 5 vols (M adrid, 1 9 5 9 ) . La " V i d a y es-
critos de G onzalo Fernández de O viedo" ocupa I, pp. vii-clxxv. Para una guía de
las publicaciones hechas por, y acerca de O viedo, véase: T urner, 1966. A lgunos tra-
bajos acerca de O viedo que son de especial interés: Salas, 1 9 5 9 ; " H om enaj e a Fer-
nández de O viedo" , Revista de Indias, año 17 ( 1 9 5 7 ) , pp. 3 9 1 - 7 0 5 , año 18 (1958),
p. 1 2 6 ; Patino ( 1 9 6 6 ) ; Esteve Barb a, 1 9 6 4 ; Ram os (1957, 1 9 6 9 ) ; T urner, 1 9 6 3 ; Igle-
sia, 1942 (publicado en inglés por la University of California Press). Para un índice de
la edición ( 1 8 5 1 ) de O viedo, véase: Isabel de la Peña y C ám ara, 1966. U n a rara com-
pilación de extractos de manuscritos acerca de O viedo en el A rchivo G eneral de In-
dias puede ser consultada en Belmonte y Clemente ( 1 8 8 6 ) , IV , 114- 166.
La curiosa circunstancia de que Sepúlveda f undamente su interpretación del ca-
rácter indígena de m anera tan absoluta en las palabras de O viedo lleva a preguntarse
si acaso alguna vez no se reunieron para discutir los asuntos de A mérica. A pesar de
que O viedo tenía una vasta biblioteca, no hay constancia de que en ella estuviesen
los escritos de Sepúlveda (T urner, 1 9 7 1 ) . N o sólo eso: ambos f recuentaron la corte
por la misma ép o ca; pero el destacado conocedor de la vida de O viedo, que es el
profesor E. D aymond T urner, asegura no haber encontrado referencia alguna a Sepúl-
veda en los trabajos publicados por O viedo. A lo que parece, ambos competían
por el puesto de tutor del principe Felipe; Sepúlveda, el de mayor educación, lo ganó
(carta del profesor T urner del 28 de marzo de 1 9 7 3 ) .
63 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ü N L O S ES PA Ñ O LES
Po r end e, "el rey puede, con to d a justicia, enviar hombres para o bligar
a esos indios idólatras a entregarle su tierra, ya que le fue co ncedida por
el p ap a. Si los indios no hacían esto, él podría, con todo derecho , d eclarar
la guerra en su co ntra, matar y esclavizar a los prisioneros de guerra, pre-
cisamente co mo Jo sué trató a los habitantes de la tierra de C anaán". 94
hombres que se dirigieron hacia Santa M arta para dar lectura al " Re -
querimiento " tal y co mo lo prevenía la ley. Después de marchar más de
dos leguas sin enco ntrar un solo indio , la expedición hizo su entrad a en
una villa desierta donde Ovied o , frente a todos los allí presentes, d eclaró :
Era evidente que les habían caído encima y los habían amarrado antes
de que tuvieran oportunidad de enterarse o de comprender cosa alguna
del Papa o de la Iglesia o siquiera de alguna de las muchas cosas que se
decían en el Requerimiento ; y que, luego de que habían sido encade-
nados, alguien les leyó el Requerimiento sin conocer el lenguaje y sin ayuda
de intérprete alguno, y sin que el lector ni los indios entendieran palabra
alguna ni tuvieran oportunidad de replicar, siendo acarreados inmediata-
mente como prisioneros, los españoles no tuvieron reparo en emplear el
garrote contra aquellos que no se movían suficientemente rápid o . 97
Ibid.,
9a
pp. 33- 34.
9 7
Ibid., p. 34.
70 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
9 8
Fernández de Enciso (1519).
" Bay l e (1942), p. 74.
1 0 0
F. de O viedo ( 1 9 5 9 a) , I, pp. lv-Ivi, de la Introducción de Pérez de Tudel a.
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
Las Casas pensó que po co o ningún bien se d erivaba del trabajo de Oviedo
en el Nuevo M u nd o ; le reprochó no saber latín y, sobre to d o , veía con
una pro fund a desco nfianza sus opiniones pesimistas acerca de la cap a-
cidad de los ind io s. 104
1 0 1
Patino, 1966.
102 pérez de T ud el a, en Fernández de O viedo ( 1 9 5 9 a ) , I, p. cxiv, n. 354. Para una
revisión reciente de la querella entre Las Casas y O viedo sobre la colonización véase
Bataillon ( 1 9 6 5 ) , pp. 115- 136. Esto es lo que dice Bataillon sobre las enmiendas que
hace Las Casas al relato de O viedo: " T odos los documentos auténticos que se co-
nocen hoy día conf irman la veracidad del relato de Las Casas y justifican su recti-
f icación."
1 0 3
Fernández de O viedo, 1959a, II, pp. 199- 201.
1 0 4
ibid., I, p. Ixvii.
72 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
lo titulad o :zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
De la natural historia de las Indias ( 1 5 2 6 ) . La primera parte
de su gran trab ajo : Historia general y natural de las Indias, islas y Tie-
rra Firme del mar Océano, se publicó parcialmente en 1535, y o tra edición
apareció más o meno s cuand o Las Casas regresó po r última vez de A mé-
rica en 1547. Durante esa misma épo ca, Las Casas también se enteró
de que Sepúlveda estaba cad a vez más activo pro pagando sus puntos de
vista, en especial el de que la guerra p ara co nvertir a los indios era un
acto de justicia, y no podía sorprenderle descubrir que el jurista — q u e
nunca había puesto los pies en el Nuevo M u n d o — invo cara la autoridad
de Ovied o p ara apo yar su proposición de que los indios eran tan inca-
paces que justificaban su esclavitud de acuerdo co n la d o ctrina de A ris-
tóteles. Fue así co mo los co ncepto s de Ovied o acerca de la naturaleza de
los indios y de la realid ad americana viniero n a fo rmar parte de la his-
to ria de la Defensa expuesta p o r Las Gasas en 1550.
Estos dos "gigantes entre los primeros historiadores en el Nuevo M un-
do" 1 0 5
se midiero n co n recípro ca cautela desde su primer encuentro en
1519. El investigador co lo mbiano Vícto r M anuel Patino ha subrayado
que si bien Las Casas luchó co ntra mucho s o po nentes d urante su larga
existencia (Fo nseca, el obispo Queved o , Gil Q uintana, Motolinía y Se-
púlved a) ninguno d e sus adversarios absorbió d urante tanto tiempo sus
pensamientos co mo O v ied o :
1 0 5
Ibid., I, p. lxvii.
1 0 6
Patino, 1966.
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ü N L O S ES PA Ñ O LES 73
chiquillos y esclavos, mientras que Las Casas los describía co mo algo más
delicioso que las nueces españolas o las frutas sec as. 107
1 0 7
Ibid.
1 0 8
Fernández de O viedo, 1944- 1945, I, p. 13.
1 0 9
M arqués de M iranda, 1953.
« « S al as , 1959.
1 1 1
Castillero, R., 1957, p. 539. Por ejemplo, en todos los 1 2 6 0 folios de su " Ba-
tallas y Q uincuagenas" dedicados a las biografías de numerosas celebridades no existe
ningún artículo sobre Las Casas aunque indudablemente los comentarios de O viedo
habrían sido valiosos y pintorescos.
74 LO S IN D IO S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
ID EA S F U N D A M E N T A L E S D E O V I ED O A C ER C A D E L O S IN D IO S
Ovied o d aba una explicación muy d etallad a acerca de esa teo ría. Las
Casas la co nsideraba "imp ro bable, ficticia y f riv o la", 116
y un histo riado r
» 2
Salas (1959), p. 134; Salas (1953), p. 33. Ni Las Casas ni O viedo parecen
haberle dado importancia al gran ef ecto que las enf ermedades tenían sobre los indios,
i " Bataillon, 1965, p. 243.
1 1 4
Fernández de O viedo, 1959a, I, p. clii, nota 508. zyxwvutsrqponmlkjihgfedc
1 , 5
Ibid., I, Libro I, caps. 3 y 8.
« « S al as , 1959, p. 2 8 8 , nota 5.
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
//. La je cristiana había sido llevada a los indios varios siglos antes
de la llegada de Colón.
dados a perpetuidad a los españoles?; 2) ¿D eben repartirse los indios tan pronto
como sea posible tanto para regalo de éstos como para beneficio de los vencidos?;
3) ¿D eb en tomarse estas providencias a fin de estimular a los españoles dejándoles
saber que las recompensas les llegarían rápidamente? y 15) ¿C uál es la capacidad
de los indios?
1 2 5
Fernández de O viedo, 1959a, I, xcvii-xcviii. O viedo responde a la pregunta
núm. 15 en torno a la aptitud de los indios. En respuesta a las preguntas 1-3 (v. la
nota 1 2 4 ) , O viedo aconseja decididamente ceder los indios a perpetuidad, tan pronto
como sea posible.
1 2 6
A rchivo de Indias, Indiferente G eneral, 1624, fol. 812 de la Biblioteca del Con-
greso, copia f otográf ica.
1 2 7
Ibid., fol. 819.
1 2 8
Barrionuevo coincidía en lo general. A f irmaba que el deseo de D ios y no los malos
tratos explicaban la disminución de la población indígena. Fundado en sus 20 años
de experiencia en el N uevo M undo, opinaba que ni un solo indio se salvaría si no
estaba b aj o el dominio español. H asta había visto a los indios educados por eclesiás-
ticos descarriarse después de haber sido bautizados: " Todos los más yndios destas
islas son baptizados muchas veces por tener poca capacidad y ser amigos de novedades."
Ibid., Indif erente G eneral, 1624, fols. 813- 816.
78 LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES
1 2 9
Las opiniones de O viedo aparecen a lo largo de la Primera Parte, en especial en
el Libro I I , cap. 6 ; Libro IV , cap. 2; Libro V , caps. 2- 3, y Libro V I , cap. 9.
1 3 0
Las Casas emitió este juicio poco después de que apareció en 1547 lazyxwvutsrqpo
Historia
de O viedo. Para un análisis detallado de las circunstancias en que apareció esta edi-
ción f echada en 1547, véase Ramos, 1969.
1 3 1
Fernández de O viedo, 1959a, I, p. clii.
LO S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES 79
1 3 2
O viedo " hací a gala de que su Primera Parte había sido traducida al latín, el
griego, el árabe, el f rancés, el alemán y el turco" , pero parece que " sólo las ediciones
francesa e inglesa llegaron a imprimirse" , Turner, 1963.
1 3 3
Salas, 1959a, p. 119- 120.
80 L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N L O S ES PA Ñ O LES
b le . 134
La auto ra analiza sus pensamientos de modo altamente teórico, sin
mencio nar la "realid ad am ericana" de la vid a de Ovied o , y establece una
sutil distinción entre la actitud de Ovied o sobre la "racio nalid ad co mo
esencia o naturaleza" y la "racio nalid ad co mo accid ente o histo ria". 135
Pero , hasta esta auto ra co nced e: " El indio , supuesto que es humano , tiene
que poseer razó n; sin embargo , co ntinuamente Fernández de Ovied o parece
co ntradecirse habland o de su irracio nalid ad [ ...] el co ncepto básico que del
indio tenía nuestro cronista es verdaderamente terrible." 1 3 6
La mejo r solución, según Ovied o , era la de que todos los indios desapa-
recieran de la superficie de la Tierra, opinión que lo vincula con los pun-
tos de vista de Do mingo de Betanzo s. Ovied o insistía co nstantemente en
que "Dio s los ha de acabar p resto ", y co nsideraba que d icha extermina-
ción resultaría "u na eno rme caridad de D i o s" . 137
Incluso "o tra sabia per-
so na", de acuerdo con A lonso de la Veracruz, que a todas luces se refería
a Sepúlveda, deseaba "destruirlo s y entregarlos a la fuerza de los espa-
ñoles de la misma manera que Dio s entregó, alguna vez, a los de Canaán
en mano s de los israelitas". 138
1 3 4
V ázquez V era, 1957; véase también V ázquez V era, 1962, el cual constituye un
trab ajo algo más extenso sobre el mismo tema y donde la autora se concentra en O vie-
do y en las " Relaciones G eográf icas" como representativas " del pensamiento español
en A m éri ca" (p. 156).
V ázquez V era ( 1 9 5 7 ) , p. 497.
™ Ibid., pp. 4 9 5 - 5 0 2 .
™ Ibid., p. 512.
" « V e r a Cruz, 1958, I I , p. 373.
1 3 9
Fernández de O viedo, 1959a, I V , p. 264.
1 4 0
K een (1971), p. 79. M ateria] abundante y valioso puede encontrarse en los
capítulos 4 y 5 de esta ob ra consagrada a " los aztecas y el G ran D eb ate" .
L O S I N D I O S A M ER I C A N O S S EG Ú N LO S ES PA Ñ O LES i:
eran sodomitas y lo acusó de ser "o tro acérrimo infamad o r destas na-
ciones, que Dio s nuestro Seño r haya, en cuya historia creo yo que tuvo Dios
harto p o ca p arte" 1 4 1
— u n juicio que Las Casas nunca alteró en nin-
guno de los trabajo s que escribió y que han llegado hasta nosotros.
La anterio r discusión d e la controversia que existía entre los españoles
d urante la primera mitad del siglo xv i acerca de la verd ad era naturaleza
de los indios, nos permite llegar, al menos, a una conclusión: no se logró
ningún acuerdo entre los varios eclesiásticos, colonizadores, oficiales rea-
les, juristas, y otros que participaro n en esta disputa. Po r eso no aso mbra
que la Co ro na y sus consejeros, desconcertados, co nvo caran una comisión
de hombres sabios y expertos p ara que escucharan estas discusiones. A ho -
ra es tiempo de volver al origen y desarrollo de la querella entre Fray
Barto lo mé de las Casas y Ju an Ginés de Sepúlveda, que comenzó en agos-
to de 1550, en la ciudad de Vallad o lid .
Es PO SIBLE que Las Casas haya estado en Vallad o lid en 1550 p ara en-
frentarse a Sepúlveda po rque en 1547, a la edad de 73 años, había vuelto
a Esp aña luego d e medio siglo d e experiencia en lo s asuntos indígenas
que culminó en su desempeño co mo obispo de Chiap a en el sur de Méxi-
c o . Allí había enfurecid o a sus co mpatrio tas — q u e so juzgaban a los indios
1
Durante sus últimos meses en las Ind ias, Las Casas intervino en acérri-
mas discusiones acerca d e la aplicación de los principios establecidos en
su largo tratad o Del único modo de atraer a todos los pueblos a la ver-
dadera religión, cuyas doctrinas anticipaban los argumentos que habría
de esgrimir en Vallad o lid . El método que él proponía era la persuasión
pacífica; uno de los principales objetivos que tenía en mente al retirarse
1
Para mayores detalles sobre estos años, véase H anke (1970), caps. I I I - I V . L a
cita de M aldonado al final del párraf o fue tomada de Fab ié, 1879, I I , p. 145.
82
PR EL U D I O A LA B A T A LLA EN T R E LA S C A S A S Y S EPÚ L V ED A 83
2
D íaz del Castillo, 1908, V , pp. 2 8 0 - 2 8 5 .
PR EL U D I O A LA B A T A L L A EN T R E LA S C A S A S Y S EPÜ L V ED A 85
3
Esta discusión de las N uevas Leyes se f unda en: H anke, 1965a, pp. 9 5 , 101- 102.
86 PR EL U D I O A LA B A T A L L A EN T R E LA S C A S A S Y S EPÚ L V ED A
4
Para una discusión de esta idea y una sólida ref utación véase: Bataillon (1965),
pp. 291- 308.
5
Las Casas ( 1 9 6 2 ) , p. 132.
6
Esta af irmación sobre Sepúlveda y los estudiantes en Bolonia se f unda en Losada
( 1 9 7 0 ) , p. 249.
PR EL U D I O A LA B A T A L L A E N T R E LA S C A S A S Y S EPÚ L V ED A 87
eran co ntrarias a la religión cató lica. ¿Có mo se podía ser al mismo tiempo
buen cristiano y buen soldado? Era ésta una d o ctrina harto peligrosa, en
especial po r aquellos días, cuand o la guerra co ntra los turco s era una d e
las principales preo cupacio nes de Euro p a. D e ahí que el p ap a comisio-
nara a Sepúlveda co mo visitador general p ara resolver estas protestas y
otros problemas estudiantiles. Él había ido a Bo lo nia, ciudad que co no cía
desde los días en que estudiaba las do ctrinas de Aristóteles bajo Pietro
Po mpo nazzi, y había red actad o un tratad o co ntra quienes defendían los
puntos de vista pacifistas. Sepúlveda publicó el texto o riginal de suzyxwvutsrqpo
De-
mocrates primus en Ro m a, en 1535, y en 1541 apareció en Sevilla una
traducción española titulad a Diálogo llamado Demócrates, justamente po r
los mismos días en que los pro blemas del Nuevo M und o empezaban a
agitar los círculos de la co rte españo la.
Así pues no sorprende que cuand o ciertos grupos en Esp aña hacían ver
la injusticia de la guerra co ntra los indios, se volvieran hacia el distin-
guido escritor que ya había rendido un servicio similar al emperad o r en
las guerras del V iejo M und o . U n historiador español alegó hace po co ,
aunque sin mucho fund amento , que el propio Cortés influyó sobre Se-
púlveda p ara que éste compusiera su tratad o . Co mo quiera que sea, Sepúl-
7
ved a puso mano s a la o bra de inmed iato , y en pocos días d aba término
al alegato donde trataba de demo strar que la guerra co ntra los indios era
un acto d e justicia y constituía un indispensable preliminar de la cristia-
nización. El manuscrito de este tratad o circuló co n rapidez en la corte
y, según Sepúlveda, fue apro bad o po r cuanto s lo leyeron.
De acuerdo co n la Defensa de Las Casas, el Co nsejo de Ind ias se negó
a apro bar la publicación del tratad o de Sepúlveda; en vista de lo cual,
Sepúlveda convenció a su amigo de la co rte p ara que la decisión fuese
to mad a en el Real Co nsejo de Castilla, pensando que "ho mbres ignorantes
de los asuntos de los indios no advertirían el v eneno ". Sin embargo , éstos
pasaron el pro blema a los teólogos de las universidades d e Salamanca
y A lcalá: "Lueg o de discutir el punto en muchas ocasiones y de so me-
terlo a un mad uro examen replicaro n que la o bra no era d igna de darse
a la estampa ya que las enseñanzas contenidas en ella no estaban bien
fund ad as. Ciertos teólogos en A lcalá pensaron que era harto peligro sa."
Sabemo s aho ra que varios pensadores impo rtantes d e los medios uni-
versitarios españoles, co mo Bartolomé Carranza, O .P., y Diego Co varru-
7
Ram os ( 1 9 7 2 ) , p . 199.
88 PR EL U D I O A LA B A T A L L A E N T R E LA S C A S A S Y S EPÚ L V ED A
bias se enco ntraban enseñando y escribiendo d urante los años inmed iata-
mente anteriores al co nflicto de Vallad o lid y que ninguno de ellos apo yaba
las opiniones de Sepúlved a. Co varrubias en su tesis d o cto ral presentada
8
8
Pereña V icente ( 1 9 5 6 ) . V éase también Tellechea Idígoras (1966).
9
Pereña V icente ( 1 9 4 7 ) , pp. 19- 20.
1 0
Pereña V icente ( 1 9 5 6 ) , pp. 154- 168, 2 0 5 .
1 1
Poole,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC
Defensa, p. 343. Es significativo que el Concilio de T ren to hubiese lle-
g ad o a una decisión sobre la conversión que es prácticamente idéntica a la de Las
Casas, y que esta política de indulgencia y no de fuerza fuese adoptada en las misio-
nes portuguesas en el O riente. Silva, 1969, pp. 190, 195. T am b ién se ha af irmado
que los jesuítas, encabezados por D iego Laínez, " hicieron que el Concilio de T rento
adoptara la tesis de que todos los hombres, independientemente del color de su piel,
poseen armas capaces de alcanzar la salvación" . Langnas, 1962, p. 345. L a persona
que tuvo intervención en el Concilio de T ren to pudo haber sido M elchor C ano, de
acuerdo con lo dicho por Losada, 1970, p. 284. V éase tamb ién: M ateos, 1945.
1 2
Fa b i é , 1879, I, p. 219.
PR EL U D I O A LA B A T A LLA EN T R E LA S C A SA S Y S EPÚ L V ED A 89
1 3
Las Casas, 1966, I, p. 2 2 3 .
90 PR EL U D I O A LA B A T A LLA EN T R E LA S C A S A S Y S EPÚ L V ED A
¿En qué otra parte del mundo, se preguntaba, "los hombres racionales y
felices de pobladas tierras han sido subyugados de manera tan cruel e
injusta por guerras llamadas de conquista, y luego divididos por los mis-
mos crueles carniceros y ladrones tiranos como si se tratara de cosas inani-
madas, hayan sido esclavizados de un modo infernal, peor que en aquellos
tiempos faraónicos, tratados como bestias que son llevadas al matadero y,
Dios perdone la ofensa, considerados mucho menos que chinches? ¿Cómo
se va a dar crédito a aquellos que favorecen tales iniquidades?
1 8
Esta sección se basa en H anke ( 1 9 7 0 ) , pp. 35- 36.
92 PR EL U D I O A LA B A T A LLA EN T R E LA S C A S A S Y S EPÚ L V ED A
Po rque fue to mad a por el cuerpo jurídico más elevado de Esp aña, esta
decisión acerca de los asuntos indígenas es digna de transcribirse. El Co n-
sejo estableció que, aun cuando se habían promulgado previamente algu-
nas leyes para regular las conquistas,
El rey dio el paso final y ordenó el 16 de abril de 1550 que todas las
conquistas deberían suspenderse en el Nuevo M und o hasta que un grupo
especial de teólogos y consejeros decidiera acerca del método más justo
p ara realizarlas. Las Casas había obtenido su primer triunfo ; la maqui-
naria de la Co nquista se detuvo en seco . Tanto Sepúlveda como Las Casas
aco rd aro n que debían reunirse, y esto también fue decretado po r el rey
y po r el Co nsejo de Ind ias p ara que tuviera lugar en 1550, el mismo año
en que según A mérico Castro : "Lo s españoles han alcanzad o el cénit
de su g lo ria." Pro bablemente nunca antes, ni después, un poderoso empe-
rad o r — y en 1550 Carlo s V , el sacro emperado r ro mano , era el go ber-
nante más poderoso en Euro p a, además de poseer un gran imperio en
ultramar— , había o rdenado que se detuvieran sus conquistas mientras se
decidía si eran o no justas.
Este era el p ano rama frente al cual Sepúlveda y Las Casas empezaron
sus discusiones acerca de las guerras desencadenadas en la lejanísima
A mérica, y acerca de la aplicación de las doctrinas de Aristóteles en el
caso de los indios.
1 7
Esta sección se basa en H anke ( 1 9 7 0 ) , caps. V - V I .
94 PR EL U D I O A LA B A T A LLA EN T R E LA S C A S A S Y S EPÚ L V ED A
Desgraciad amente, cualesquiera que hayan sido las actas que se red ac-
taro n en las reuniones del Co nsejo , éstas se han perdido , o , al meno s, to -
davía no han sido descubiertas. De ahí que nuestra única fuente sean
los argumento s presentados po r ambos o po nentes. Sepúlveda expuso sus
puntos de vista a partir de unas no tas; no escribió ningún resumen fo r-
mal, pero iba siguiendo muy de cerca los argumento s desarrollados pre-
viamente en su tratad o ,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIH
Democrates Segundo, escrito en fo rma de diálogo,
que había circulad o ampliamente en Esp aña en los años anteriores a la
querella con Las Casas. Leo po ld o , a quien Sepúlveda describe co mo "un
alemán que está reviviendo algunos de los errores luteranos a partir de una
enfermedad hered ad a de sus p ad res", tiene el papel de un ho mbre que
cree que la Co nquista es injusta; mientras que Sepúlveda, habland o por
la voz de Demo crates, co ntrad ice amable, pero muy firmemente, las ideas
de Leo po ld o y lo co nvence al final de la abso luta justicia de las guerras
co ntra los indios y de la obligación que tiene el rey de destruirlos.
LA PO SIC IÓ N D E SEP Ú L V ED A
1 8
Q u i rk , 1954. Puede verse una crítica reciente de Q uirk en K o rth, 1968, pp. 236-
237. Fund o mi propio punto de vista en Ernest J. Burrus, S. J. , el investigador que
en f echa más reciente se ha consagrado al examen de tan controvertido tema, con
motivo de su edición de las obras de A lonso de la V era Cruz. Luego de examinar
tanto el texto griego Bekker como la traducción al latín de las palabras de A ristó-
teles, hecha por M auro y Beringer, af irma lo siguiente: " V e ra Cruz no se atrevió
a rechazar la ab rum adora autoridad del filósofo griego; en camb io, trató de mostrar
que podía intentarse una interpretación más humana de su teoría sobre la superio-
ridad natural y la natural inferioridad de los hombres. D e acuerdo con V era Cruz, el
texto clásico no pretende que algunos hayan nacido p ara ser esclavos y otros para
ser sus am os; hab ía que entender más bien que algunos hombres eran naturalmente
superiores a otros en el sentido de que eran capaces de gobernar y dirigir a los otros,
mientras que otros hombres serían naturalmente inferiores en el sentido de que estaban
llamados a ser dirigidos y gobernados por otros.
" Es verdad que en el libro primero de la Política zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUT
de A ristóteles aparecen párraf os
en tai sentido, pero cuando se toma en cuenta la suma total de lo que el filósofo
griego af irma acerca de la superioridad natural y la inferioridad, no creo que resulte
96 PR EL U D I O A LA B A T A L L A EN T R E LA S C A S A S Y S EPÚ L V ED A
2 0
D . I. U . , X X , 2121- 12. El Consejo deseaba también cerciorarse de que no ha-
bían q uedado ejemplares en A m éri ca: " El gobernador de T i erra Firm e tome los li-
bros que hubiere en aquella provincia de los que el doctor hizo imprimir sobre cosas
tocantes a las Indias, sin licencia, y los envíe al gobierno." La opinión de Losada, que
parece razonable, es que el libro al que se hacía ref erencia era el sumario dezyxwvutsrqponmlkj
Demo-
crates Alter (Losad a [1949], p. 205).
III. A N Á LISIS D EL TRA TA D O D E LA S CASAS
L O S D O S T R A T A D O S Q U E L A S C A S A S P R EP A R O PA R A
E L C O M BA T E C O N T R A SEP Ú L V ED A
98
A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S 99
" En primer lugar yo creo que el original debía decir: '...en nuestra A pología
escrita en lengua castellana y en latín' (es decir suprimiéndose l a com a puesta
sin duda p or los editores entre 'castellana' y 'y en l atí n ' ). N o creo que esta coma
existiera en el original lascasiano; no tiene sentido decir solamente 'en lengua caste-
llana' pues es evidente que lo f ue en latín, a menos que haciendo tal cita en un libro
escrito en castellanozyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
(Historia de las Indias) creyese Las Casas m ás indicado citar sólo
la versión castellana de su 'A pologia' (primera p arte ) . Po r otra parte no hay que
olvidar q ue el texto del manuscrito de París contiene alguna página en castellano: la
l arga cita del testamento de la Reina Isab el; ello, aunque difícilmente, justificaría en
cierto sentido l a frase 'en lengua castellana y en latín'. Y o sigo creyendo que hubo
dos versiones del texto del manuscrito de París: latina y castellana.
" Sigo también creyendo que la segunda parte en castellano a q ue el propio Las
Casas se refiere en el manuscrito de París constituyó el elemento esencial d e lo que
después él llamó 'A pologética H istoria' ; sin duda en un principio no con este nom-
b re; y sin duda también que lo que después fue 'A pologética H istoria' recibió muchos
añadidos (el mismo nombre 'A pologética' viene a indicar q ue f ormab a parte de su
gran 'A pología' y sobre todo l a propia af irmación de Las Casas en el manuscrito
de París sobre el contenido d e su segunda parte y sobre el hecho de estar escrita en
castel l ano).
" L o que a mi juicio ocurrió es que Las Casas, después de la Ju n ta de V alladolid,
siguió trab ajando tanto en la primera como en la segunda parte hasta ofrecernos esta
segunda parte como su 'A pologética'; conf orme a su método añadió aquí y allá infi-
nidad de pegotes un poco sin ton ni son (así p or ejemplo en l a 'A pologética' tal como
nos la dio en definitiva versión introdujo el capítulo sobre 'las diferentes clases de
siervos' que aparecía ya in extenso en la primera parte [manuscrito de París] y no
es p or tanto lógico que estuviese en la primera versión de la mencionada segunda
p arte ) . Esto plantea otro importante prob l ema: el de la versión definitiva de todas
las obras de Las Casas tal com o hoy se nos presentan: V . sabe q ue muchas de ellas:
De Thesauris, De único vocat., Apología, Apologética.. . son en buena parte un con-
glomerado de añadidos y de repeticiones de lo mismo."
2
Las Casas ( 1 9 6 7 ) , I, vxi-lv. C o m o un ejemplo del interés despertado p or l a Apo-
logética Historia puede mencionarse la sinopsis manuscrita de este tratado que se
encuentra en la Biblioteca V ati cana (Reg . Lat. 6 5 9 ) , descubierta p or el jesuita pe-
ruano Rubén V argas U g arte ( 1 9 3 5 ) , I, 118. Estoy prof undamente agradecido al doctor
A ntonio de Egaña, S. J. , del Instituto de H istoria Jesuita en Ro m a, por l a siguiente
nota acerca de este m anuscrito:
" N o es copia sino resumen libre sacado de la obra del P. Las Casas, omite o abre-
via todo lo relativo a las largas descripciones de Las Casas sobre los pueblos clási-
cos, lo mismo que los pasajes donde se trata de discursos filosóficos o jurídicos. Se
nota en el abreviador su plan de d ar lo elemental de Las Casas, con el mismo ideario
de éste, defensor de los indios. N o se divide su resumen ni en capítulos ni en l i b ro s. . .
A l fin (fols. 188- 216) se añad e: 'Caso propuesto para salir de cierta duda.' Se trata
100 A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S
como una prueba de las riquezas que podían ser enco ntrad as en la co n-
quistad a Nueva Esp aña y que fuero n exhibidas al público en Bruselas:
También he visto las cosas que han sido traídas al rey desde la Nueva
Tierra Do rad a: un sol hecho completamente de oro, de una braza de an-
cho ; de la misma manera, una luna, completamente de plata, tan grande
como el anterio r; así mismo, varias curiosidades de sus armas, armaduras
y proyectiles; muy extrañas vestiduras; mantas y toda suerte de artículos
extraños para el hombre, todos los cuales no es posible ver sin maravi-
llarse.
Estas cosas eran tan preciosas que fueron valuadas en cien mil guilders
de oro. Pero nunca he visto en toda mi vida algo que regocijara más mi
corazón como estas cosas. Pues he visto entre ellas admirables muestras
de arte, y me he maravillado del sutil ingenio de los hombres en esas dis-
tantes tierras. De hecho, no puedo encontrar palabras para describir las
cosas que me fueron mostradas. 4
En las artes liberales, que les han sido enseñadas hasta ahora, tales como
la gramática y la lógica, son extraordinariamente aptos. Con cualquier cla-
se de música ellos halagan los oídos de su audiencia con maravillosa dul-
zura. Escriben muy habilidosamente y con bastante elegancia, de tal modo
5
4
H anke (1970), p. 4 9 . V éase también T o rre V illar (1956). Un espectacular y
curioso ejemplo del desconocimiento de la realidad americana puede verse en el re-
ciente análisis que el investigador finlandés Sakari Sariola hace de las doctrinas de
Las Casas y Sepúlveda; consagra una gran atención al análisis de sus diferencias
pero echa m ano de un extravagante lenguaje sociológico y de algunos teoremas que
añaden menos luz que confusión (véase Sariola [1972], pp. 4 6 - 1 2 6 ) . A simismo se
ha dado a tram ar algunas curiosas ilustraciones gráficas que presuntamente recapi-
tulan en su m anera esquemática lo que la querella Las Casas-Sepúlveda significa a
la luz de su interpretación de la naturaleza del poder en el imperio español.
5
Esta es una de las raras ocasiones en que Las Casas se refiere a las habilidades
musicales de los indios. V éase Stevenson, 1966, p. 114, con respecto a la actitud de
los españoles en relación con la música indígena.
6
Es probable que Las Casas se refiera aquí a O viedo. Cursivas del autor.
102 A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S
tido con mis manos, y escuchado con mis propios oídos en los muchos
años que he pasado entre aquellas gentes.
Y Las Casas sigue atacand o a Sepúlveda "p o rque debía haber consul-
tad o a religiosos honestos que han vivido entre esas gentes durante mu-
chos años y que co no cen sus cualidades d e carácter y labo rio sidad, así
co mo los progresos que han hecho en la religión y la m o ral".
El punto fund amental alegado po r Las Casas era que " n o todos los
bárbaro s son irracionales o esclavos po r naturaleza o incapaces de ser go -
bernad o s. A lgunos bárbaro s, de acuerdo co n la justicia y la naturaleza,
tienen reinados, dignidades reales, jurisdicción, y buenas leyes, y existe
entre ellos una fo rma legal de g o bierno ". Ciertamente, los indios de A mé-
rica caían dentro de esta clase d e bárbaro s:
Tienen reinados muy importantes, gran número de gentes que viven asen-
tadas en una sociedad, extensas ciudades, reyes, jueces y leyes, personas
que se dedican al comercio, venden, compran, prestan y hacen otros con-
tratos propios de las leyes de las naciones. ¿N o queda acaso comprobado
que el Reverendo Do cto r Sepúlveda ha hablado perversa y muy equivo-
caaamente de esta gente, ya sea por malicia o po r ignorancia de la ense-
ñanza de Aristóteles, y que, po r lo tanto ha falseado, y, tal vez, despres-
tigiado irreparablemente a estos hombres ante el mundo entero? De el
hecho de que los indios sean bárbaros no se desprende que sean incapaces
de gobernarse y de tener leyes como los otros, excepto porque se les debe
enseñar la fé católica y ser admitidos a los santos sacramentos. No son
ignorantes, inhumanos o bestiales. Por el contrario, mucho antes de haber
conocido el mundo español, poseían estados propiamente gobernados, sa-
biamente ordenados por leyes excelentes, religión y buenas costumbres.zyxwvutsrqp
Sa-
ben cultivar la amistad, y reunidos en una fraternidad común, viven en
ciudades muy pobladas en las cuales administran sabiamente todos los asun-
tos, tanto de la paz corno de la guerra, con justicia y equidad, gobernados
realmente por leyes que en muchos aspectos sobrepasan a las nuestras, y
que podían haber ganado la admiración de los sabios de Atenas, como
mostraré en la segunda parte de esta Defensa. 7
7
Poole,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
Defensa, p p . 42- 43. Las cursivas son mias.
A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S 103
Los indios son nuestros hermanos y Cristo ha entregado su vida por ellos.
¿Po r qué perseguirlos co n tal salvajismo inhumano cuando ellos no mere-
cen tal tratam iento ?... Seguirán las enseñanzas del Evangelio, lo sé bien,
porque no son tontos o bárbaros sino que tienen una sinceridad natural
y son sencillos, moderados y humildes y, finalmente, porque no conozco
ningún otro lugar donde haya tanta gente lista a recibir el Evangelio. Una
vez que lo adoptan es maravilloso co n qué piedad, celo, fé, caridad, obe-
decen los preceptos de Cristo y veneran los sacramentos. Pues son gente
dócil e inteligente y en diligencia y dones naturales sobrepasan a muchas
gentes de este mundo conocido.
La segunda parte de esta Defensa, escrita en español, presentará todo
esto ante los ojos de todos por medio de muy claros argumentos y una
real descripción de este mundo — y todo esto para acallar a los malvados
pillos que han difamado a esta gente tan sincera, dócil, moderada e in-
teligente, por medio de venenosas acusaciones y emponzoñadas mentiras. 3
8
Ibid., p p . 2 5 5 - 3 4 8 . Las cursivas son mías.
9
Ibid., p. 362. Las cursivas son mías.
104 A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S
No sólo han (los indios) mostrado a sí mismos ser muy sabias personas
y poseedores de vivido y claro entendimiento, prudencia para gobernar y
administrar sus naciones (hasta donde puede hablarse de naciones que no
tienen ni la fé ni el conocimiento del Dios verd ad ero ), y hacerlas pros-
perar sobre bases justas; sino que también han igualado a muchas y muy
diversas naciones en el mundo, pasadas y presentes, que han sido elogia-
das por su forma de gobierno, política y costumbres, y exceden, en no pe-
queño grado, a los más sabios de todos ellos, como los griegos y los roma-
nos, en seguir a las reglas de el razonamiento natural. 11
1 0
Las Casas, 1967, I, p. 3.
1 1
Ibid., p. 4 .
A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S 105
Si pudiese haber alguna duda sobre la relación que tienen entre sí los
diversos escritos de Las Casas, y específicamente los vínculos de su o bra
to d a co n los argumentos presentados en Vallad o lid en co ntra de Sepúlve-
d a, pueden verse los capítulos 142-151 del libro tercero de su Historia de
las Indias que representan una prueba todavía más co nvincente de ello . A l
final de esta o bra, Las Casas describe la primera disputa pública impo r-
tante — en 1519 ante el rey Carlo s y su corte de Barc elo na— en to m o
a la aplicación a los indios d e la d o ctrina de Aristóteles sobre la esclavitud
natural. Las Casas describió estos capítulos después de 1550, 13
y constitu-
yen una especie de recapitulación de todas sus ideas sobre el tema inclu-
yendo un ataque minucio so y aun mordaz co ntra el crédito que, co mo
histo riado r, podía dársele a Ovied o . Allí Las Casas d a cuenta palabra
po r p alabra de la entrevista que tuvo en Barcelo na con el obispo d e Tie-
rra Firme Ju an de Quevedo durante la cual él expuso en lo fund amental
los mismos argumentos y ejemplo s que más tard e utilizaría co ntra Se-
p úlv ed a. 14
Citó su " A pologética Historia, escripta en ro mance", sobre el
tema de los sacrificios, y so bre la valentía de los ind io s: "Cuanto más
que una de las señales de ser los hombres esforzados de osar mo rir", que
Ov ied o no mencio na. "D el esfuerzo destas gentes, asignando causas na-
turales, se podrá ver en nuestra A pologética Historia y también en el
susodicho libro De Único Vocationis Modo, cap . 4? . " U n a de las pro po -
1 2
H anke, 1970, p. 113.
1 3
G iménez Fernández, 1953, I, p. 763. En las pp. 753- 765 se analiza con cierto
detalle l a disputa de 1519.
« Las Casas, 1951, Libro I I I , caps. 142- 156.
106 A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S
siciones básicas de Las Casas, reiterada una y o tra vez en sus varios tra-
tados, fue el grave erro r d e quienes desprecian a los ind io s:
Así lo dice allí el Filósofo; y desto segundo ninguna cosa toca a los in-
dios, porque no son santochados, ni mentecatos ni sin suficiente juicio de
razón para gobernar sus casas y las ajenas, como queda declarado y pro-
bado. Desta materia ya dejamos escrito en nuestra A pología, escrita en
lengua castellana, y en latín en el libro De Único Vocationis Modo, etc.;
y otro libro en lengua también castellana, cuyo título es A pologética His-
toria, donde pongo muy en particular y a la larga las costumbres y vida
y religión y policía y gobernación que todas estas naciones tenían, unas
más y otras menos, y todas, empero, como el obispo dijo . Dejadas algunas
pocas que aún no habían llegado a la perfección de ordenada policía, como
antiguamente todas las del mundo a los principios de las poblaciones de
las tierras estuvieron, pero no por eso carecen aquéllas de buena razón
para fácilmente ser reducidas a toda orden y social conversación y vida
doméstica y po lítica. 16
A quienes han leído los numerosos escritos de Las Casas sobre el tema
indígena, especialmente los que compuso después de haber d ejad o el m o -
nasterio en la Españo la, en 1530, y de haberse lanzado al mund o p ara
pelear po r sus ideas, no les sorprenderá la unidad de su d o ctrina — aunq ue
algunos de sus tratado s pueden estar formulados en un to no eminentemen-
te teorético, co mo el de De Único Vocationis Modo, o el de ciertas partes
de la A pologética Historia, que aluden relativamente po co a los aco nte-
cimientos en A mérica o a las batallas en las cuales participó. Supo ner
que la A pologética Historia no era parte integral del cuerpo de d o ctrina
ls
Ibid., Lib ro I I I , cap . 144.
le
Ibid., Libro I I I , cap . 156.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S 107
fund amental de Las Casas y que, en cambio , fue escrita como resultado
de su reacción a la presunta derro ta polémica de Vallad o lid , co mo cree
un escritor mo d erno , me parece una lectura equivo cad a de suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcb
opera. A bs-
traer, desplazar sus teorías de co ntexto — el mundo del siglo x v i — en el
que él vivió y batalló po r lo que creía era justo para los indios, me parece
un enfo que po co histórico y que tiene muy pocas posibilidades de sobre-
vivir el juicio del tiemp o . 17
Las líneas principales del alegato que Las Casas desarrolló en Vallad o lid
en su presentación ante el Co nsejo de los Cato rce, en agosto de 1550, eran
conocidas desde que publicó en 1552, un resumen hecho por Do mingo
de So to que contenía tanto sus propios puntos de vista como los de Se-
púlveda. So to , el teólogo do minico miembro del Co nsejo no mbrad o para
escuchar la controversia y comisionado po r sus colegas p ara presentar un
resumen de ambo s alegatos, nunca mencionó la segunda parte, o sea la
A pología en esp año l. 18
En cambio , sí señaló que en cierta ocasión Las
Casas había hablad o más de lo necesario acerca de cierto punto , y que
en o tra había sido "tan copioso y tan difuso cuanto s han sido los años de
este neg o cio ", especialmente al responder al cargo de Sepúlveda de que los
indios eran bárbaros, y por ende esclavos po r naturaleza: " A la cual
razón no respondió solo en un mesmo lugar ni en esta fo rma sino todos
sus escriptos van sembrados de argumentos se reducen a dos o tres ca-
b eras" — u na agud a y exacta descripción de los escritos de Las Casas. En
o tro punto , So to afirm aba:
1 7
Para una nota acerca de esta interpretación del doctor Edmundo O 'G orman véa-
se el A péndice 4.
1 8
Según se refirió (p . 8 9 ) , Las Casas mencionó alguna vez que un poco antes de
1550 consideró la idea de escribir una " A pol ogía" en español con el objeto de con-
tradecir alzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Sumario de Sepúlveda, pero, en realidad, nunca afirmó haber escrito dicho
trab ajo. N o sólo eso, a partir de la descripción que hace Las Casas, el tratado que
tenía en mientes más bien parecía enfocarse en aspectos doctrinarios que en cultura
indígena, cosa que podría haber sido un prototipo para su Defensa. A pesar de todo,
sabemos que entre los documentos de Las Casas se halló " un libro en romance titu-
lado Sumario del libro que el doctor Sepúlveda compuso contra los indios" y " p arte
de una apología que contra él hizo el obispo de Chiapa, de 94 hojas escritas en
f olio" D. I. U . , X I V , p. 166.
108 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A S A S
Por esta ocasión, el señor obispo contó largamente la historia de los in-
dios mostrando que aunque tengan algunas costumbres de gente no tan
política, pero que no son en este grado bárbaros, antes son gente gregatil
y civil que tienen casas y pueblos grandes y leyes y artes y señores y go-
vemación y castigan, no sólo los pecados contra natura, más aún otros
naturales con penas de muerte. Tienen bastante policía para que por esta
razón de barbaridad no se les pueda hazer guerra. 19
Eso fue lo que hizo Las Casas, casi a los 80 años de edad, después de
medio siglo de experiencia en A mérica, explicand o có mo llegó a "d esen-
vainar la esp ad a" [su pluma] "p o r la defensa de la v erd ad ", en uno de
los más significativos trabajo s sobre la histo ria de Esp aña en A mérica y
sobre la naturaleza de los indios. A unque el manuscrito que contenía el
ataque de Las Casas ya era muy vo lumino so , solicitó a Felipe que reco-
mend ara a Sepúlveda que le entregara una co pia de la o bra co mpleta en
latín, para que pudiera refutar sus falsas afirmacio nes de manera todavía
más exhaustiva.
A ntes de entrar a analizar la historia de su alegato , resultará útil dar
1 9
Las Casas, 1966, I, p. 283.
2 0
Poole,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFED
Defensa, p. 22.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S 109
una visión más detallada de esta cuestión tan co mpleja y d iscutible: ¿la
guerra estaba justificad a co mo un recurso para extender el cristianismo
en A mérica? Esta pregunta tiene dos aspecto s: zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVU
Primero, su carácter legal:
¿Es justificable, en sí misma, la guerra en co ntra de los indios co mo
un medio de atraerlos hacia la verdadera religión?
Sepúlveda expuso sus puntos de vista sobre este detalle do ctrinario en
su tratad o escrito en latín Demócrates Segundo, y en el sumario de su
libro que Las Casas había leído. Las Casas presentó su posición en la Defen-
sa, cuyo texto es la base para este estudio.
Segundo, sus bases reales:
¿Se hallan los indios realmente en tal estado de inferioridad y de bar-
barie en relación con el resto de los pueblos civilizados, que este hecho
por sí mismo justifica esa guerra, de acuerdo con la ley natural, co mo un
recurso para liberarlos de tal inferioridad y barbarie? Sepúlveda invocó
el testimonio del historiador real Go nzalo Fernández de Ovied o y Valdés
en su Historia general y natural de las Indias donde expresaba una opi-
nión muy po co favo rable sobre el carácter y la capacid ad de los indios.
Para pro bar lo co ntrario , Las Casas dedicó una gran parte de su Defen-
sa a mo strar su opinión por demás favo rable sobre los indios y a atacar
a Ovied o despiadadamente. Más aún, compuso la segunda parte de su
Defensa, en español, para demostrar la verdad de su afirmación en el sen-
tido de que los indios no eran "irracio nales o esclavos naturales o inca-
paces de ser g o bernad o s". 21
2 1
Ibid., pp. 41- 42.
110 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S
Pues el Creador de todos los seres no pudo despreciar a estas gentes del
Nuevo Mundo queriendo que carecieran de razón y haciéndolos como ani-
males y salvajes, de tal manera que pudieran ser llamados bárbaros, sal-
vajes, y brutos, como ellos (es decir, los partidarios de Sepúlveda) pen-
saban o imaginaban. Por el contrario, estos hombres eran de tal gentilidad
y decencia, que sobrepasaban a cualquiera otra nación del mundo ente-
ro, y estaban maravillosamente dispuestos y preparados a abandonar la
idolatría y a aceptar, provincia por provincia y hombre por hombre, la pa-
labra de Dios y la prédica de la v erd ad . 23
Ento nces Las Casas se enfrasca en una refutación tan detallada, tan llena
de argumentos co mplementario s que, en algunas ocasiones, el lecto r está
prácticamente perdido en tal torrente de palabras y en la multiplicidad
2 2
Las Casas, 1966, I I , pp. 9 3 1 , 9 5 1 , 973, 9 8 1 , 1001, 1017, 1041, 1053, 1137, 1147.
2 3
Po o I e ,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFED
Defensa, p. 28.
A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S 111
propia a los seres hu m ano s... no tienen leyes a las cuales temer o por
medio de las cuales regular sus asunto s.. . llevan una vida muy semejan-
te a la de los animales salv ajes.. . los bárbaros de esta clase (o , más exac-
tamente, salvajes) son muy raros en cualquier parte del mundo, y son
pocos si se les compara con el resto de la humanidad.
En prudencia, ingenio y virtud son tan inferiores a los españoles como los
niños a los adultos y las mujeres a los varones, habiendo entre ellos tanta
diferencia como la que va de gentes fieras y crueles a gentes clementísi-
2 4
Ibid., p. 3 8 .
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S 113
Varias versiones del tratad o de Sepúlveda, una de las cuales pudo ser
el texto del que dispuso Las Casas p ara la preparación de sus alegatos en
Vallad o lid incluyen la expresión "co m o los hombres a los mo no s" cuand o
describe el carácter de los ind io s; sin embargo , la versión más co mpleta, y
aparentemente definitiva, del texto del tratad o preparad a po r Sepúlveda,
omite esta expresió n. 26
2 5
Sepúlveda ( 1 9 5 1 ) , p. 33. Para mayor información sobre las opiniones de Sepúl-
veda acerca de las aptitudes de los indios, véasezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSR
Ibid., pp. 34- 35, y Sepúlveda, 1963,
pp. 35- 43, y en la Defensa, cap. I V .
2 6
Sepúlveda, 1951, pp. X X V I - X X X I I . Para la traducción al inglés de una de es-
tas primeras versiones, véase Sepúlveda, 1973.
2 7
Sepúlveda, 1951, p. 35.
114 AN ÁLI SI S DE L T R AT AD O DE LAS CASAS
Y los más grandes filósofos declaran que tales guerras pueden empren-
derse por una nación muy civilizada contra gentes incultas y bárbaras en
un grado aún mayor de lo que puede creerse, absolutamente faltas de todo
conocimiento de letra, desconocedoras del uso de la moneda, que en gran
2S
Ibid., p. 36.
2 9
Ibid., p. 38.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S 115
parte andaban desnudas, incluso las mujeres, y que cargaban los bultos en
los hombros y espaldas, a manera de bestias, para toda clase de trayectos,
por muy largos que éstos fuesen. He aquí la prueba de su vida salvaje,
semejante a la de las bestias: sus execrables y prodigiosas inmolaciones
de víctimas humanas a los demonios, el alimentarse de carne humana, el
sepultar vivas a las mujeres de los magnates con sus maridos muertos y
otros crímenes semejantes condenados por el Derecho natural, cuya na-
rración repugna al oído y horroriza el ánimo de gente civilizada; ellos, en
cambio, lo hacían como si se tratase de obras piadosas, con pública apro-
bación. Así pues, la razón de acabar con tan criminales monstruosidades
y de liberar a personas inocentes de actos injuriosos contra ellas, podía
por sí sola concederos el derecho, ya otorgado por Dios y la naturaleza, de
someter a vuestro dominio a los bárbaros.
Las Casas atacó esta opinión de la cultura de los indios acusando a Se-
púlveda de fund ar su co no cimiento de estos asuntos en Ovied o , a quien
Las Casas co nsideraba "un enemigo mo rtal del género hum ano ", y que
estaba to talmente equivo cado acerca de la capacid ad de los indígenas. Las
Casas echaba en cara a sus adversarios que hubieran d ejad o escapar la
verdad po r no haber consultado a los clérigos dignos de co nfianza ni a los
escritores que co mo Paulus Jo vius ad elantaba en sus historias puntos de
vista más equilibrado s. Las Casas no podía d ejar de resaltar su propia
experiencia ni tamp o co , po r supuesto, los intereses personales de O v ied o :
El testimonio de una persona como yo, que estuvo tantos años en Améri-
ca, sobre la manera de ser de los Indios, echa por tierra su afirmación
fundada exclusivamente en el testimonio de Fernández de Oviedo, quien,
por poseer esclavos indios, tiene una idea preconcebida de los indígenas
americano s. 31
sozyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC
ibid., pp. 78- 79.
« Losada, 1968, p. 210.
116 A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A SA S
3 2
Poole,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
Defensa, pp. 4 6 , 4 8 .
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S 117
Las Casas citaba una autoridad tras o tra para pro bar su convicción de
que los no creyentes no caían bajo la co mpetencia de la Iglesia. En co n-
secuencia, la Iglesia no podía castigar a los paganos que ad o raban ídolos
so lamente a causa de su idolatría. Tam p o co era asunto de la Iglesia cas-
tigar la incredulidad de los idólatras, cosa que Las Casas exp licaba co n
las siguientes razo nes:
Los que adoran a Jos ídolos, al menos tal y como sucede con los indios,
acerca de quienes se ha levantado este debate, nunca han conocido las
enseñanzas de la verdad cristiana ni de oídas, así que pecan menos que
los judíos o sarracenos, ya que la ignorancia puede tomarse como discul-
pa. Bajo estas bases, vemos que la Iglesia no castiga la ceguera de los
3 3
K onetzke, 1958, p. 517.
3 4
Poole,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Defensa, p. 5 5 .
118 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S
Resulta claro en qué concluye esta exposición tan d etallad a: " N o hay
crimen tan ho rrible, sea el de la idolatría o la sodomía, o cualquier o tra
clase, co mo p ara recurrir que el Evangelio sea predicado po r la primera
vez en algún o tro mo d o que no sea el que estableció Cristo , esto es, con
un espíritu de amo r fraternal, o freciendo perdón a los pecados y exho r-
tand o a los hombres al arrep entimiento ." 3 6
3 5
Ibid., pp. 78- 79.
3 6
Ibid., p. 96.
A N Á LISIS D E L T R A T A D O D E L A S G A SA S 119
Lo que Dios ordenó a los judíos y canaaitas hace siglos, no puede apli-
carse a los indios del Nuevo M und o . M ás ad elante, Las Casas afirma
3 7
Ibid., p. 102.
« Ibid.,
s
cap . 13.
120 A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A S A S
con absoluta seguridad que " no todos los juicio s divinos son ejemplo p ara
no so tro s". El pro feta Elias mald ijo a cuarenta y dos niños que se burlaro n
de él llamándolo "c alv o ", y eso les costó ser despedazados po r los osos. Si
los hombres tuviéramos que imitar tales juicio s, "co meteríamo s un eno r-
me número d e los más injustos y serios pecados y miles de cosas absurdas
co mo co nsecuencia". 39
™ Ibid., P . 121.
A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S C A SA S 121
fuego ?, ¿qué tienen que hacer los heraldos del Evangelio co n ladrones ar-
m ad o s?" 4 0
4 0
Ibid., p. 173.
4 1
Ibid., p. 101.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S
12
al parecer Las Casas nunca se vio en dificultades con la Inquisición, a
pesar de ser partidario de diversas doctrinas impo pulares. Co mo quiera
que sea, siempre sostuvo que la guerra justa podría haber sido empren-
dida en co ntra de los turcos y de los sarraceno s, pero que el caso de los
indios era to talmente diferente, a ellos no podía combatírseles, ya que su
resistencia a los ataques de los conquistadores era puramente defensiva. A l
ad o ptar esta posición, Las Casas sabía muy bien que el príncipe de Carpi
había sido el pro tecto r de Sepúlveda cuand o éste llegó por primera vez
a Ro m a en su juventud , y que Sepúlveda había publicado su Antapo-
logía en 1532, to mand o el partido del príncipe al disputar con Erasmo . A
todas luces, Las Casas consideraba que en estos asuntos Erasmo era un
pensador cristiano :
4 2
Ibid., p. 184. M arcel Bataillon comenta lo poco que los erasmistas en Espa-
ña participaron en el gran debate acerca de los problemas indígenas: " En esta España
de Carlos V que comb atía a la vez en tantos campos de batalla, en que muchos
letrados persistían en la ilusión de una paz cristiana impuesta por las armas del em-
perador, no hubo un solo erasmista que tomara contra Sepúlveda la defensa del pa-
cifismo radical y utópico. Cuando el Democrates alter planteó, después de las Relec-
tiones de V itoria, el problema de la guerra justa a propósito del caso concreto de la
Conquista de A mérica, no se vio tampoco que los erasmistas interviniesen en el deba-
te. . . En suma, lo que hay que consignar es la ausencia del Erasmo español, en los
grandes debates sobre la guerra y la paz, después de la muerte de A lfonso de V al -
dés" (Bataillon, 1966, p. 633).
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S 123
"un nial meno r". Po r ejemplo , uno debe abstenerse de hacer la guerra, y
aun to lerar la muerte de unas cuantas personas inocentes a quienes se ha
descubierto asesinando a niños p ara el sacrificio o el canibalismo , si, por
tratar de prevenir su muerte, se ve uno obligado " a acusar a una inmensa
multitud de personas, incluyendo ino centes; a destruir reinos enteros y
a sembrar el odio hacia la religión cristiana en el ánimo de esas personas,
de tal manera que no deseen oír el no mbre ni las doctrinas de Cristo por
el resto de sus vidas. To d o esto es, seguramente, co ntrario a los deseos de
Dios y de nuestra madre la Ig lesia". 43
A un cuando esas perversas perso-
nas pudieran escapar del castigo, eso sería lo menos malo . "¿ Se llamaría
buen médico el que co rta una mano para curar un d ed o ?" 4 4
Pongamos por caso que los españoles descubren que los indios u otras gen-
tes paganas sacrifican y comen víctimas humanas. Digamos, más aún,
que los españoles son tan rectos y bien intencionados, que ninguna otra
cosa los motiva que el rescate de estos inocentes y la corrección de sus cul-
p as: ¿se consideraría de justicia que los invadieran y los castigaran sin
advertencia alguna? Ustedes dirán: "no ". En vez de ello, enviarían men-
sajeros a prevenirlos para que detuvieran tales crímenes. Ahora le pre-
guntaré, querido lector, ¿qué lengua hablarían los mensajeros para ser
entendidos por los indios?; ¿latín, griego, español, árabe? Los indios no
conocen ninguna de esas lenguas. Tal vez podríamos imaginar que los sol-
dados no son tan santos que Cristo les concediera el don de hablar varias
lenguas hasta que pudieran hacerse entender por los indios. Entonces ¿cuál
sería el plazo que les darían para que recobraran el buen sentido y detu-
vieran sus crímenes? Necesitarían un largo tiempo para entender qué es
lo que trata de decírseles, y para comprender la autoridad y las razones
por las cuales ellos deben dejar de sacrificar seres humanos, hasta que les
fuera claro que los pecados de esta clase son contrarios a las leyes de la
naturaleza.
"Más aún, dentro del plazo que les fue fijado, no importa qué tan largo
sea, ellos ciertamente no están obligados, desde el punto de vista legal,
sólo por haberles prevenido, ni deberían ser castigados por terquedad,
ya que una amonestación no obliga hasta que el plazo haya terminado. De
« Po o l e ,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Defensa, p. 190.
**Ibid., p. 214.
124 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S
* >lbid.,
r
p .
P 217- 218.
4 6
Ibid., cap. 35.
A N Á LI S I S D E L T R A T A D O D E LA S CA SA S 125
Es claro, por tanto, que resulta imposible, rápidamente y con unas cuan-
tas palabras, demostrar a los no creyentes, especialmente a los nuestros,
que el sacrificio de los hombres a Dios es un acto contra natura. De esta
suerte, quedaremos con la convicción de que el saber que estos nativos
sacrifican hombres a sus dioses, o que hasta llegan a comer carne huma-
na, no constituye razón justa para declararles la guerra en cualquier reino.
Y, por ende, esta costumbre tan antigua en ellos no puede ser des-
arraigada bruscamente. Así, estos indios, totalmente inocentes, no pueden
ser acusados por no entrar en razón con sólo la prédica de las primeras
palabras del Evangelio, pues ellos no entienden al predicador. No están
obligados a abandonar de golpe su religión ancestral, porque no compren-
den que esto es lo que les resulta mejor. Tampo co los sacrificios huma-
nos, aun de inocentes, realizados a nombre del bienestar del Estado ente-
ro, resultan tan contrarios a la naturaleza. Ya que este error puede tener
su origen en una prueba deducida por el entendimiento humano.
Los anteriores argumentos prueban que aquellos que voluntariamente
se prestan a ser sacrificados, y toda la gente del pueblo en general, y los
126 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A S A S
ministros que llevan a cabo los sacrificios a los dioses por mandato de sus
gobernantes y sacerdotes, lo hacen por una explicable, invencible ignoran-
cia, y su error debe ser juzgado con indulgencia si pudiésemos aceptar
que hay alguien capaz de juzgarlos con autoridad y castigar sus pecados.
Pero, si ofenden a Dios por medio de estos sacrificios, Él es el único que
puede castigar ese p ecad o . 47
Durante el curso de esta discusión sobre los sacrificio s, una y o tra vez
Las Casas insiste en aclarar su posición: " N o resulta del todo detestable
el sacrificio humano a Dios po r el hecho de que Dios pidiera a A braham
que sacrificara a su único hijo ."
Quienquiera que sepa el genuino ho rro r que producían los sacrificios
humano s a los españoles, desde la infantería hasta los sacerdotes, tal y
co mo se asienta en muchas crónicas de la Co nquista, debe reco no cer que
la actitud de Las Casas hacia los sacrificios ceremoniales practicado s es-
pecialmente en México , constituye de hecho una de sus do ctrinas más
no tables. 48
Se trataba además de una d o ctrina co n la que estaba firme-
mente co mpro metido , co mo puede verse en su análisis, aún más extenso ,
que incluyó en suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONML
A pologética Historia, y donde esgrimió las mismas
autoridades y ejemplos para llegar a justificar los sacrificios humano s p rac-
ticados po r los indios americano s. En el ocaso de su larga vid a, en carta
a sus hermano s dominicos en Chiapas, mencio naba, no sin cierto o rgu-
llo , las razones que había presentado en co ntra de Sepúlveda en Valla-
d o lid : " En la cual tuve y probé muchas conclusiones que antes de mí
nunca ho mbre las osó to car ni escribir." Y a este propósito sólo mencio na,
específicamente, su d o ctrina en defensa de los sacrificios humano s p rac-
ticados po r los ind io s. 49
En esta sección, Las Casas alegaba en co ntra del empleo que hizo Se-
púlveda de la fiesta nupcial, cuand o el Seño r mand a a su sirviente a ir
por los caminos y senderos "y los fuerza a v o lv er". Y a se había referido
5 0
Poole,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Defensa, p. 2 7 0 .
128 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S
puede cambiar a todas las personas, yo afirmo, sean ellas buenas o malas:
el bueno para que no perezca, el malo para que no permanezca sin excusa.
A hora, si los cristianos trastornan todo con guerras, incendios, furia, des-
trucción, ferocidad, sedición, pillaje e insurrección, ¿dónde queda la pie-
dad?, ¿dónde está la moderación?, ¿en dónde quedan las hazañas divinas
con las cuales se conmueve el corazón de los paganos para que glorifiquen
a Dios?, ¿cuál es el camino sin culpa ni ofensa en la vida?, ¿dónde está
la humanidad? Finalmente, ¿en dónde queda el piadoso y suave espíritu
de Cristo, ¿dónde la imitación de Cristo y de Pablo? Realmente, el ca-
vilar acerca de esa infortunada conducta de nuestros hermanos nos ator-
menta tanto que nos es imposible dar cabida a la perplejidad de cómo
un hombre culto, un sacerdote, un anciano, y un teólogo, pueden ofrecer
esa clase de veneno mortal al mundo desde su desequilibrada mente. Más
aún, no creo que ninguno que sea incapaz de ver que estos asuntos son
más claros que la luz del día puede ser un verdadero cristiano y estar libre
de la co d icia. ' 5
5 1
Ibid., P . 271.
™ Ibid., pp. 279, 285- 287, 288.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S 129
Sepúlveda dice que él no quiere que los indios sean bautizados, si ellos
no lo quieren, o que sean forzados a abrazar la fe, ¿pero qué mayor com-
pulsión puede haber que la de un pelotón armado disparando sus mos-
quetes y cohetones de tal modo que, si no se consiguiera ningún otro
efecto, al menos los relámpagos de luz y el trueno ensordecedor del so-
nido de las armas podría desanimar al más decidido, especialmente a
alguien que no está acostumbrado a ellos y que ignora cómo es que tra-
baja? Si los cachorros se estremecen a causa de las bombas, la Tierra
tiembla, el cielo se oculta en una oscuridad pesada, los viejos, los jóvenes,
las mujeres son asesinadas, los hogares destruidos y todo resuena con la
furia guerrera, ¿seguiremos diciendo que estas personas no son obligadas
realmente a abrazar la fe? ¿No es justo su terror? Una vez que han sido
sometidos a estas medidas, ¿qué posibilidades tienen los indios de opo-
nerse? ¿Q ué libertad de pensamiento se les deja para abrazar enteramente
la fe de Cristo de tal manera que puedan perseverar en ella?
Quisiera que el lector contestara esta pregunta: ¿qué pensarán los in-
dios acerca de la religión que los más perversos tiranos pretenden estarles
enseñando, por medio del sojuzgamiento, a través de masacres y por me-
dio de la fuerza de la guerra, aun antes de que los Evangelios les sean
predicados? Cuando hablo de la fuerza de la guerra, me estoy refiriendo
al más grande de todos los demonios. Más aún, ¿qué ventaja representa
destruir los ídolos de los indios, después de haberlos tratado de esa ma-
nera, si ellos van a guardarlos y adorarlos secretamente en el interior de
sus corazones? BS
5 3
Ibid., pp. 297- 298.
130 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S
ElzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
" compelle eos intrare" (o bligadlo s a entrar) d e la parábo la era una
expresión bastante so co rrida en las disputas del siglo xv i sobre la conver-
sión de los indios americano s. Mend ieta o p inaba que sólo aludía a actos
pacíficos, pero otros coincidían con la interpretación de Sepúlved a. 54
Has-
ta el beato jesuíta, Jo sé de A nchieta, que trabajó infatigablemente en
Brasil po r la cristianización de los nativos de ese país, aconsejó en 1563,
el uso de la fuerza: "Po rque para este género de gente nao há melho r
pregacao do que espada e v ara de ferro , na qual mais do que em nenhuma
o utra é nessesário o compelle eos intrare." * El historiador brasileño que
relata estos primeros intentos de evangelización llega a la conclusión de
que en Brasil había más partidarios de los indios como "perro s sucio s" que
co mo "no bles salv ajes". 55
Y , po r lo que hace a los infieles, ¿có mo debían ser tratado s? A quí, Las
Casas se apega a la opinión común de la ép o ca: " Para la Iglesia resulta
legal fo rzar a los herejes a mantenerse fieles a la fe, o frecer o bed iencia, y
vivir de acuerdo con las leyes de Cristo que ellos, libremente, prometieron
o bed ecer." Las Casas volvió sobre ese mismo tema, y con mayo r detalle, a
fin de poder establecer firmemente la distinción fund amental basad a en
San A gustín: "Lo s herejes deben ser juzgado s de manera diferente a los
pagano s, quienes deben ser atraídos e invitados a la fe con amabilid ad
y con suavidad, no fo rzad o s." 5 0
Las Casas atacó a Sepúlveda po r haber to r-
cido las enseñanzas de San A gustín, y, de la misma manera, po r haber
malinterpretad o a San Grego rio en este punto , ya que San Grego rio apo -
5 4
Pike, 1969, pp. 59- 60. Para datos complementarios acerca de los puntos de vista
de M endieta, véase Phelan, 1969.
* " Porq ue para este género de gente no hay mejor predicación que la espada y el
cerco de hierro, en el cual, más que a ningunas otras, es necesario obligarlas a en-
trar. " [Ed.].
5 5
Buarque de H ol anda, 1969, pp. 292- 303. V éase también Leite, 1962. Por cierto,
en Brasil no parece haber habido ninguna idealización de los indios hasta principios
del xix (Boxer [1962], p. 22). D urante el periodo colonial, los indios eran vistos
con desdén y tratados con crueldad, según se puede comprob ar pormenorizadamente
en A zevedo ( 1 9 3 0 ) . Boxer ( 1 9 6 2 ) ha sintetizado las opiniones de dos representantes
de portugueses en Brasil: D omingo Jorge V elho (1694) y Paulo da Silva N unes
(1724). Este último lanzó a los indios brasileños el estigma de " salvajes escuálidos,
feroces, que hacen recordar en todo a los animales salvo en su figura hum ana" . Coin-
cidía con algunas de las autoridades que los consideraban " no verdaderos seres humanos
sino bestias de la selva incapaces de entender la fe catól ica" . Boxer ( 1 9 6 3 ) , pp. 94- 96.
V éase una revisión reciente y autorizada en A lden (1969).
r
' Poole,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC
6
Defensa, pp. 305- 307.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S 131
yaba la guerra solamente con el o bjeto de reco brar provincias que alguna
vez habían estado bajo jurisdicción de los cristianos.
Así pues, volvemos a ver cómo el tratamiento que podían haber recibido
los indios se hubiese visto afectad o de haberse seguido las proposiciones
de O v ied o : 1) la fe les había sido ya pred icad a antes, la habían acep -
tad o , y después cayero n o tra vez en la ido latría; 2) la jurisdicción de Es-
paña sobre el Nuevo M und o había quedado establecida desde años an-
tes. Si Ovied o hubiese sido capaz de co nvencer a la Co ro na de estas
afirmacio nes fund amentales, los indios habrían sido clasificados, sin lugar
a duda, co mo un pueblo rebelde y hereje. Ni siquiera habría habid o opor-
tunidad de que el rey y el Co nsejo de Ind ias llegasen a co nsiderar la
persuasión pacífica, en vez del empleo de la fuerza.
Co mo Sepúlveda citó a San Agustín y a Santo To más de A quino , atri-
buyéndoles la enseñanza "d e que los romanos habían o brad o con to da
justicia al subyugar al mund o debido a que Dios quería que el mund o
fuese regido po r ellos, en vista de que eran superiores a otras gentes en
habilidad y en justicia". Las Casas hizo también una larga disquisición
histórica. Las Casas alegó que Dios había autorizado a los ro mano s a
co nquistar y a matar gente cuyos crímenes los habían enfurecid o , pero
que, también, habían caído debido a que la guerra no era placentera al
Seño r; "la tiranía ejercid a po r los ro mano s no justifica la tiranfo de los
españoles hacia los indios, que ha sido llamad azyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSR
Conquista" . 57
Con respecto a otras naciones o incrédulos que, siguiendo sus propias re-
glas, nunca habían oído de la Fe ni infligido ninguna ofensa a la Iglesia
por medio de ninguno de los casos previamente mencionados, y que nunca
habían tenido la menor sospecha de qué era la Iglesia o si realmente exis-
tía y, por tanto, estaban completamente fuera de la Iglesia, queda com-
pletamente claro que ninguna de las condiciones mencionadas antes les re-
sultaba aplicable. De hecho, todas las condiciones eran exactamente las
opuestas. Por lo tanto, el status de todos los incrédulos resulta completa-
mente diferente, no importando qué tan dados eran a la idolatría, supo-
5 7
Ibid., pp. 3 2 1 - 3 2 5 .
132 A N Á LI S I S D EL TRA TA D O DE LA S CA SA S
niendo que no resultaban culpables a ninguno de los seis casos antes men-
cionados. Resulta muy diferente, digo yo, de la situación que obligó a
Gregorio, a Ambrosio y a Agustín, a exhortar a los cristianos a destruir la
idolatría y a imponer las leyes cristianas con respecto a estos asuntos.
De lo que antecede, por lo tanto, resulta obvio cuál es la verdadera in-
terpretación de las opiniones originales de los santos doctores de la Igle-
sia, así como de las leyes humanas, cuyos argumentos el venerable doctor
Sepúlveda incluye equivocadamente para apoyar su posición, ya que, cla-
ramente, están a favor de una posición co ntraria. 58
LA SEG U N D A SESIÓ N : C O M EN T A R I O S D E L A S C A SA S A C ER C A DE LA S
A U T O R ID A D ES M EN C IO N A D A S P O R S E P Ú L V E D A EN A PO YO
DE SU S A R G U M EN T O S
John Major
Las Casas cita y luego hace una disección de las opiniones de este teó-
logo escocés acerca de los indios, y lo hace con gran minucia, pues sospe-
cha que de él era de donde Sepúlveda había o btenid o sus venenos con
respecto a la d o ctrina de la esclavitud natural. Po r otro lad o , M ajo r nunca
había estado en el Nuevo M und o ni había visto a los indios, a pesar de
lo cual se atrevió a escribir acerca de los asuntos indígenas, "sin un co -
no cimiento exacto de los hechos y de la le y " . 59
Las Casas definió las o pi-
niones de M ajo r co mo confusas, equivo cadas y erróneas, y analizó uno a
uno sus puntos. Lo s co mentario s de M ajo r acerca de la Co nquista, incluidos
158
Ibid., pp. 320- 321.
•• Ibid.,
a
p. 331.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S 133
" U n rey debe perder su auto ridad a fin de que sus vasallos pued an, li-
bremente, profesar la fe cató lica." A quí Las Casas co menta que así co mo
los cristianos están obligados a o bedecer a sus go bernantes, los no cre-
yentes deben hacerlo de la misma manera. A un cuand o los paganos se
co nviertan al cristianismo, conservan sus propias reglas "o bed iencia y re-
verencia a sus amos en aquellas materias que no son co ntrarias a la
ley de D i o s . . . aún más, sus vasallos deben pagarles impuesto s". Dicho rey
no debe ser derro cado aun cuand o sus vasallos acepten la fe, o dejen de
aceptarla. La opinión de M ajo r en el sentido de que aquellos que están
bautizados quedan libres de las obligaciones, incluyendo el pago de im-
puestos, huele, según Las Casas, a herejía, y en ello cita a San Pablo y
a Santo To más de A quino , así co mo a varios otros juristas que han co men-
tad o sus d o ctrinas. 61
8 0
Ibid.,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
p. 330.
Ibid.,
el
pp. 330, 333.
134 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S
también les es difícil acep tar una nueva y extraña religión. " U n o no debe
sorprenderse de que la gente recién co nvertida no tenga una fuerza evan-
gélica tan eno rme co mo p ara permitirle arrancarse todos sus sentimientos
y o diar a su antiguo go bernante a quien ha co no cido a lo largo de mu-
chos años. Po r tanto , debe dejarse cierta elasticidad p ara que conserven
sus sentimientos, aun cuand o tales sentimientos puedan no ser estrictamen-
te cristiano s." 0 2
Hay algo más que decir. Estas gentes viven como si fueran bestias a am-
bos lados del ecuador y en medio de los polos los hombres viven como
bestias salvajes, tal y como Ptolomeo lo dijo en suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZY
Quadripartite. Y ahora
todo esto ha sido descubierto por la experiencia. . .
¿Qué tiene que ver este detalle con los indios del Nuevo Mundo que vi-
ven muy cerca del ecuador? Todas sus provincias están localizadas 20 o
30 grados distantes del Ártico y aún un poco más del A ntartico, ambos
al norte y al sur. Como los días y las noches en el ecuador son iguales en
duración, resultan muy templados. De todo ello podemos inferir que los
indios viven en la región más favorable de todo el mundo —un hecho
que no sólo sabemos teóricamente, sino que hemos experimentado en la
práctica. En consecuencia, y de acuerdo con las ideas de Aristóteles, Ve-
6 2
Ibid., pp. 337, 338.
113
Ibid., p. 339.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S i 35
getius, y Ptolomeo, los indios son más inteligentes y más capaces de ra-
zonar. Nosotros mismos podemos dar testimonio de este hecho, ya que
hemos viajado durante muchos años a través de estas regiones observan-
do cuidadosamente a estas gentes; tenemos una gran cantidad de informa-
ción acerca de sus prácticas y capacidades, y sabemos mucho más acerca
de lo que Jo hn Majo r tontamente escribe en su ignorancia acerca de la
naturaleza feliz de la gente y del ecuador. Con sólo saber esto sería sufi-
ciente para que él rechazara a los calumniadores y mentirosos que, des-
pués de invadir estas provincias, causaron el mayor daño a estas gentiles,
sinceras y decentes gentes —algo de lo que apenas si se puede hablar sin
que se llenen los ojos de lágrimas. 64
Las Casas pro po rcio na mucho s detalles más sobre este Do n Carlo s en
suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Historia de las Indias. " A lo que parece, era un aragonés en la isla
1 1
La Españo la, donde la mayoría de los oficiales reales eran también arago -
neses. Se trataba de un pred icad o r de altos vuelos, do cto rado en París, den-
tro de una sociedad relativamente primitiva que lo co nsideraba presumido
y arro gante. En el pulpito citaba con frecuencia a su maestro , y, en una
de tantas ocasiones, se quitó el bo nete y dijo con gran rev erencia: "El
do cto r Jo hn M ajo r dice lo siguiente." Peo r aún, respetaba muy po co a
Santo To más de A quino , y cuando se refería a sus palabras solía d ecir:
"Debemo s perdo nar a Santo To más que no sabía lo que d ecía." Natural-
mente, no despertó ninguna simpatía en los dominicos y otros prelados,
que hasta llegaron a d ud ar de sus afirmacio nes. Do n Carlos regresó a
Esp aña cuando la Inquisición lo condenó po r sus múltiples erro res; se arre-
pintió públicamente, fue sentenciado a prisión perpetua y "desde entonces
nad a más se supo acerca de él. ¡Véase qué absurdos, o, debería yo decir,
perversos encantamiento s, es capaz de hacer el tal Jo hn M ajo r! " 6 7
Ibid.,
ei
p. 383.
«*Ibid., 340.
" « Las Casas, 1951, I I , pp. 5 5 4 - 5 5 5 .
6 7
Poole, Defensa, p. 340.
136 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S
citado previamente, Gregorio d ice: "Pred icar lo que afirma la fe por me-
dio del castigo es algo nuevo y nunca oído." 6 8
Una de las partes del análisis de Las Casas merece atención esp ecial:
su punto de vista, co mpartido también po r Vito ria y V era Cruz, de que
la "fuerz a de la elección po r el p ueblo " sobrepasa aun el poder de
un rey. A l citar a Ped ro de Paulus, dice que "si el papa depusiera a algún
rey po r alguna causa justa, él no podría sustituirlo po r o tro , ya que el
derecho de escoger a un rey, que pertenece al pueblo po r ley natural, no
puede serle arrebatad o po r nad ie".
Un co mentarista contemporáneo ha o bservad o : Para Las Casas, pues, la
piedra fund amental es el derecho de elección que tiene el pueblo to do zyxwvutsrqpon
(communitas) y del cual pro cede to do poder. D e consiguiente, sienta los
reales del mo derno régimen parlamentario , y bien podemos d ecir que pre-
conizó el mo derno sufragio universal. Sin embargo , tal interpretación pa-
rece un po co fo rzada ya que descansa en la idea de que "el p ueblo " en
la actualid ad puede ser co mparad o con las communitas medievales. La
d o ctrina de Las Casas a este respecto no era mo d erna, antes bien era
esencialmente co nservado ra, pues en este argumento él sostenía esa idea
de la teoría política medieval que insiste en el poder político esencial y
residual del p ueblo . 69
Francisco de Vitoria
6 8
Ibid., p. 329.
6 9
V éase Losada, 1968, p. 243. Para otros puntos de vista de Las Casas en relación
con la elección de los reyes, véase Las Casas, 1969, pp. 34, 4 8 . Para una revisión
general de las doctrinas políticas de Las Casas, véase H anke ( 1 9 3 5 a) .
138 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S
y o tro s. 70
A demás, la relación exacta entre su d o ctrina acerca de las gue-
rras y la de Las Casas ha llamad o la atención de mucho s autores mo d er-
nos, lo cual hace que esa discusión en lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSR
Defensa sea un punto de especial
interés.
Las Casas denunció la afirmación de Sepúlveda co nfo rme la cual V i-
to ria ap ro baba la guerra co ntra los indios. Vito ria, en la primera parte
de su Prima Relectio, propone y refuta, desde un punto de vista católico,
los siete apartado s que sustentaron la legalidad de la guerra co ntra los
indio s. En la segunda parte, la situación es d iferente:
Él introduce ocho títulos por medio de los cuales, o por algunos de los
cuales los indios podrían caer bajo la jurisdicción de los españoles. En
estos títulos él presupone que algunas razones para juzgar como justa esta
guerra resultan completamente falsas y han sido aducidas por aquellos
pillos que abundan por todas partes en el Nuevo Mundo. Es un poco más
descuidado, sin embargo, con respecto a otros de esos títulos, en vista de
su deseo de moderar lo que, a los partidarios del emperador, les parecía
bastante áspero, aunque para los amantes de la verdad, todo lo que él
discutió en la primera parte no era demasiado severo, o sea, no resultaba
cierto sólo para el pasado, sino católico y absolutamente verdadero. Él
lo dejaba ver con claridad al hablar en forma condicional temiendo que
fueran suposiciones o falsedades en lugar de verdades. A hora bien, como
las circunstancias que este sabio padre presupone son falsas, y él se re-
fiere a algunas cosas en fo rma dudosa, Sepúlveda no debería haber lan-
zado en nuestra contra la opinión (de V ito ria), opinión que se apoya en
una falsa información. 71
Las Casas co ncluye su breve pero significativa alusión a Vito ria, ne-
gand o en fo rma indignada que cuatro do minico s, Miguel de A rco s, He-
rrera, Esbarro ya y Diego de Vito ria, apo yaran la posición de Sepúlveda
co mo él afirmaba. Esto s eclesiásticos escribieron vo luntariamente a Las
Casas quejándose en co ntra de Sepúlveda. A un en el siglo xv i existían
muchas oportunidades para que los escolásticos tuvieran malentendidos
entre sí:
Se quejan de que usted les atribuya a ellos haber dicho algo que nunca
dijeron. Otros, basados en esta falsa información y perversas mentiras, han
7 0
Para mayor información acerca del tratado de Castro, véase O laechea Lab ayen,
1958, pp. 175- 197 y K obayashi, 1972, pp. 430- 435.
7 1
Po o I e ,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
Defensa, pp. 340- 341.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S 139
7 2
Ibid., p. 3 4 1 . L a verdadera posición de D iego de V itoria requiere mayores es-
tudios; cierto que parece claro que firmó sancionando con su aprobación el Demo-
crates, pero pudo cambiar de opinión después.
140 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A S A S
Luego pro cede Las Casas a explicar que Ovied o d ifama a los indios
con tales calumnias "p o rque él mismo, desde 1513, ha participado en la
Co nquista y ha co mpartido del saqueo ". En sus correrías, los co nquista-
dores
Naturalmente, dice Las Casas, uno debe sospechar de una persona que
participa en tan nefandas actividades, porque ¿có mo se puede creer en sus
p alabras?:
Las Casas también ataca a Oviedo po r sostener que los indios eran cul-
pables de sodomía y "d e otros horribles crímenes", cargo que, según Las
Casas, fabricó Oviedo con las historias que le había co ntado un mari-
nero : "Dio s med iante, yo demostraré en la historia que escribiré acerca
de los asuntos de los indios que estos habitantes de La Esp año la y de otras
islas eran del todo inocentes dé sodomía, no practicaban sacrificios huma-
nos, ni comían carne hum ana." Parece como si Las Casas al mencio nar
la "histo ria que escribiré" se refiriera a lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUT
A pologética Historia, o tal vez,
a la Historia de las Indias. En todo caso, este trabajo anunciad o parece
tener una conexión muy directa con la argumentación que Las Casas
presentó en Vallad o lid , ya que concluye sus comentarios acerca de Oviedo
con las siguientes p alabras: " Su afirmación de que los indios son inco rre-
gibles e incapaces de aprender es falsa de to da falsedad, tal y como lo
demostraré en la segunda parte de esta Defensa." 76
™ Ibid., p. 3 4 6 .
7 6
Ibid., pp. 347- 348. Las Casas vuelve sobre O viedo en su Historia de las Indias,
cuando, una vez más, refuta sus alegatos acerca de los indios con penetrante detalle:
" D ice O viedo que cuando alguno se casaba, señor o principal o de los plebeyos y
bajos, todos los convidados, primero que el novio, habían de tener con la novia mala
p arte; yo creo que el que lo dijo a O viedo no le dijo verdad, porque nunca hobo
tiempo para que aquello de los indios se alcanzase. Y si verdad fuese, naciones hobo en-
tre las antiguas que vivían sin cognoscimiento de D ios, que acostumbraron lo mis-
mo, como a la larga en nuestra Apologética Historia mostramos" (Las Casas, 1951,
Lib ro I I I , cap . 2 4 ) .
Las Casas no pudo reprimir su indignación al relatar los muchos rasgos despreciables
que O viedo atribuía a los indios, incluyendo el comentario de que sus cabezas eran
142 A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S C A SA S
Las Casas repro cha a Sepúlveda haber afirmad o que el papa A lejand ro
exho rtó a los reyes a subyugar a los indios po r medio de la guerra. Y para
pro bar lo justo de su posición, Las Casas analiza la bula en to do detalle,
insistiendo mucho en las referencias que hace el papa a la "p ied ad , sin-
ceridad y sencillez de los indios, así co mo a su capacid ad y receptividad
para aceptar la palabra de D io s". Es imposible pensar que el papa cre-
yera que tales personas, tan gentiles, deberían ser conquistadas por medio
de la guerra, que es "diabó lica y esencialmente no cristiana". Salta a la
vista que la intención del p ap a era que los indios "deberían ser conducidos
hacia la verdad por medio de una enseñanza santa y cató lica. Po r conse-
cuencia, la afirmación de que el papa aconsejó a los reyes de Castilla
emprend er la guerra en co ntra de los indios es falsa". La reina Isabel,
"ad o rno de su siglo ", entendió muy bien lo que el papa trataba de decir,
co mo lo demuestra la ley que expidió, donde o rdena a sus caballeros no
tan duras y gruesas que los españoles rompían o mellaban sus espadas cuando las
golpeaban en contra de ellas:
" ¿ Q u é más puede decir, aunque fuera verdad, en infamia de todo este orbe nuevo
[donde tan infinitas naciones hay], y engañado a todo el otro mundo viejo por donde
anda su historia? Si inf amar una sola persona, puesto que se dijese verdad, descu-
briendo sus pecados, de donde le puede venir, e peor si le viniese, algún gran daño,
es grande pecado mortal y es obligado el tal inf amador a restitución de todo aquel
daño, ¿q ué pecado fue el de O viedo y a cuánta restitución será obligado, habiendo
inf amado de tan horrendos pecados a tan sin número multitúdines de gentes, tanta
infinidad de pueblos, tantas provincias y regiones plenísimas de mortales que nunca vido
ni oyó decir, por la cual infamia incurrieron todas en odio y en horror de toda la
cristiandad, y los que a estas partes han pasado de los nuestros y de los de otra
nación, en las guerras que se hallaron, no hicieron más cuenta de m atar indios que
si chinches m ataran, y hicieron por esta causa en ellos tantos géneros y novedades
de crueldades, que ni en tigres ni bravos osos y leones, antes ni los mismos tigres y
bestias fieras, hambrientas, en otras de otro género no las hicieran tales como ellos
cometieron en aquestas gentes desnudas y sin arm as ? " (Las Casas, 1951, Libro III,
cap. 143).
A medida que Las Casas prosigue su constante y decidido ataque en contra de
O viedo en suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGF
Historia de las Indias, promete dar mayores detalles, acerca de esto
o de lo otro, en su Apologética Historia (Las Casas, 1952, Libro I I I , caps. 1 4 4 - 1 4 5 ) .
Las Casas comprendió claramente que las opiniones del cronista real podrían haber
influido sobre el Consejo de Indias y otros, en 1550, o después, para apoyar la aca-
démica aplicación que Sepúlveda hizo de la doctrina aristotélica de la esclavitud na-
tural en relación con los indios. D e ahí el feroz ataque a O viedo en sus escritos contra
Sepúlveda, tanto en latín como en español, así como en su posterior Historia de las
Indias.
A N Á LI S I S D EL T R A T A D O D E LA S CA SA S 143
co nsentir ninguna acción en co ntra de los indios que "lo s haga sufrir
cualquier tipo de daño en sus personas o p ertenencias". 77
" P o o l c ,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Defensa, pp. 353, 355- 356, 357.
™ Ibid., p. 362.
IV . A RESULTA S D EL CO N FLICTO
1
Las tres o cuatro primeras páginas de este capítulo están basadas en H anke,
1970, pp. 74- 75.
Esta conf rontación tuvo lugar durante uno de los más apasionados y vigorosos pe-
riodos que en el plano de las ideas se registran en España. Para una descripción
del trasfondo véase la muy rica introducción de O tis G reen en " T h e N ature and
D estiny of M an " y " Political Expansión: T h e Idea of Em p ire" , 1963, I I , pp. 105- 158 y
I I I , pp. 82- 114.
144
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 145
2
V é as e la amplísima bibliografía de Friede, e n : H anke, 1968, pp. 386- 387. Un
historiador opina que, después de 1550, Las Casas se dedicó a hacer sentir su influen-
cia sobre las conciencias d e los españoles ' en el N uevo M undo, ya que había sido
incapaz de persuadir al rey de poner alto a las conquistas (Ram os, 1967, pp. 1 0 - 1 2 ) .
Influyó en los encomenderos para que en sus testamentos dejaran disposición expresa
de restituir a los indios (Lo hm ann V illena, 1 9 6 6 ) , pero también siguió trab ajando
del modo más arduo para camb iar las decisiones del rey y el p ap a; y, por supuesto,
los años posteriores a V alladolid los consagró en buena parte a completar sus escritos
f undamentales, o sea lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIH
Historia de las Indias, Apologética Historia y la Defensa.
3
Para mayor información acerca de las circunstancias en que se publicaron estos
tratados, véanse los prólogos escritos por M anuel G iménez Fernández y por H anke
en la más reciente edición de estas obras. Las Casas, 1 9 6 5 , I, xi-lxxvii.
A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O 147
al final de lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Historia de las Indias, que fue terminad a alrededor de 1559,
dedica mucha atención a la primera explicación que, en presencia del
jo ven emperad o r Carlo s V , en Barcelo na, en 1519, hizo el obispo Ju an
de Queved o de la primera aplicación de la d o ctrina de Aristóteles a los
indios. Las Casas d eclara que la d o ctrina en cuestión no debía, no podía
ser aplicad a a los ind io s: "so n gentes capacísimas de la fe cristiana y a
to d a virtud y buenas costumbres po r razón y do ctrinas traíbles y de su na-
tura son libres y tienen sus reyes y señores naturales y que go biernan sus
po licías." 4
Vemo s aquí a Las Casas definiendo con clarid ad sus opiniones acerca
de la aptitud de los indios en sus principales tratad o s, y es posible que
estuviese d and o los toques finales a su Defensa, po r la misma época en
que también terminaba su Historia de las Indias. En 1562 enco ntramo s
al do minico Barto lo mé de la Veg a pro curand o co nvencer al Co nsejo de
Ind ias de que la Defensa debería ser publicad a mientras describía a su
auto r co mo "el descubridor de la verdad en asuntos indígenas, y el padre
de todos los habitantes de ese Nuevo M u nd o ". Las Casas no sólo había
sido el primero en mo strar cuan justa era la causa de los ind io s; "se en-
frascó en una guerra de co ntro versia y examen del asunto co n ciertos
doctores que habían intentad o con to d a su energía defender algo que es
exactamente co ntrario a to d a verd ad , y que hasta aho ra se han negado a
retractarse de sus insensatas o p inio nes". Y en su exo rdio final, V eg a hace
hincapié en el carácter universal de la d o ctrina que Las Casas expo ne en
la Defensa:
4
Las Casas, 1951, I I I , 343. Para tener un ejemplo de cóm o los problemas ameri-
canos siguieron perturbando los círculos legales españoles durante estos años, véase
la obra de G regorio López. En 1543, mientras el Consejo de Indias estaba muy ocu-
pado con los cargos y descargos relacionados con el trato a los indios, López, en su
calidad de f uncionario real de confianza, fue enviado a Sevilla a servir de testigo, cosa
que le dio oportunidad de obtener copiosa información acerca de las injusticias contra
los indios. U n año después de la disputa de V alladolid preparó una nueva edición
de laszyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Siete Partidas, que, tras su publicación en 1555, constituyó la edición corriente
hasta 1800. Para mayores pormenores sobre las obras y opiniones de este jurista y
funcionario clave, véase M artínez Cardos ( 1 9 6 0 ) y G arcía- G allo, 1972, pp. 4 2 9 - 4 3 1 .
148 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
Sin embargo , los españoles no qued aro n "co mp letamente satisfecho s",
y prosiguió la batalla verbal. El mismo Sepúlveda mantuvo el fuego vivo
al lanzar muy po co después de que apareciero n los tratado s de Las Casas
en 1552-1553, una ráfaga intituladazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQ
Temerarias, escandalosas y heréticas
proposiciones que el doctor Sepúlveda notó en el libro de La conquista de
las Indias que el fraile Bartolomé de Las Casas imprimió sin la debida
licencia. En esta enérgica protesta co ntra las vilezas y estratagemas de Las
Casas, Sepúlveda acusa repetidamente a su oponente de sostener o pinio -
nes heréticas. Él mantuvo su posición de que era justo y piadoso someter
a los bárbaro s al do minio de los españoles, con el fin de hacerlos aband o -
nar su idolatría y o bedecer las leyes de la naturaleza, quisiéranlo o no .
Ento nces, los Evangelios debían serles predicados con suavidad cristiana, y
los indios no debieran ser asesinados ni esclavizados ni privados de sus
haciend as, d o ctrina y pro grama que serían difíciles de deducir de los tra-
tados que Las Casas había criticado en Vallad o lid . 7
5
Poole,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
Defensa, p. 5. Para las actividades de V eg a durante estos años, véase Ba-
taillon, 1965, p. 259 ss.
« H ank e, 1965a, p. 129.
7
Esta sección está basada en : H anke, 1970, p. 78. En la correspondencia de Se-
púlveda se encuentran muchos detalles acerca de las consecuencias de la disputa de
V alladolid; véase Losada, 1949, cartas núins. 40, 4 1 , 42, 4 5 , 46, 5 3 , 60, 63. V éase
también Losada, 1966.
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 149
Este énfasis no tuvo nad a que ver con el acento que tuvieron las dis-
cusiones de Vallad o lid . Pero él seguía pensando que el do minio español
debería ser considerado co mo un acto de generosidad de parte de sus co m-
patrio tas, que habría de beneficiar tanto a conquistadores co mo a co n-
quistados :
» Lo s ad a ( 1 9 6 6 ) , p. 193. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJI
8
Ibid., pp. 193- 194.
150 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
1 0
Para el texto d e la correspondencia intercamb iada por Sepúlveda y Castro véa-
se: H anke, 1970, pp. 117- 118. Para alguien que no sea teólogo resulta difícil en-
tender esta aplicación de l azyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONM
correctio fraterna a la declaración de guerra en contra
de los indios de A mérica com o paso previo a su conversión ya que tal expresión se
define co m o : " U n a ob ra de misericordia, realizada b aj o el influjo de la caridad y
dirigida por la prudencia" , según el Dictionnaire de Théologie Catholique... III,
Parte 2, París, 1938, p. 1907.
Parecería que la correctio fraterna sólo debería ser empleada en beneficio de otros
cristianos. A partir de Cristo mismo, se estableció cierto número de pasos importantes,
definidos con todo detalle acerca de cuál era la m anera correcta de aplicar la doctrina.
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 151
1 2
El doctor Burras ha revelado al mundo la verdadera trascendencia de A lonso
de la V era Cruz. V éase su edición de los escritos de este fraile (V era Cruz, 1 9 6 8 ) , y
su propio y especializado trab aj o : Burras, 1963 y 1966. La descripción de Cervantes
de Salazar proviene de su obrazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPON
Life in the Imperial and the Roy al City of M éxico in
New Spain, and the Roy al Pontifical University of M éxico, com o queda asentado
en H anke ( co m p . ) , 1967, I, p. 296.
1 3
Actas de Cabildo de M éxico, V I I I , p. 6 4 0 .
1 4
Losada, 1949, p. 105. El admirador moderno es Teodoro A ndrés M arcos, quien
hace el siguiente comentario acerca de los regalos del Consejo de la ciudad de M é-
xi co : " Pero ya hacia unos siete años que el Democrates andaba por el mundo. Y
sobre esto, ¿l e enviaron el presente? ¿ Lo recib ió?" (M arcos, 1947, p. 24).
1 B
Ricard , 1966, p. 2 2 8 .
1 6
Se puede encontrar inf ormación sobre éste y otros autores en H anke y M illares
C ario (1943).
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 153
el rey había enviado eclesiásticos quienes habían enseñado a los indios las
doctrinas y la fe cristianas por las cuales ellos habían sido salvados. Más
aún, el rey había establecido la justicia en tal forma que nadie podía
hacer agravios a otro. El rey había mantenido la paz de tal suerte que
no había asesinatos ni sacrificios, como se acostumbraba en algunas par-
tes. Había hecho posible para los indios viajar con toda seguridad por los
caminos y llevar sus negocios civiles en absoluta paz. Lo s había liberado
de cargas y servidumbre; los había hecho conocer el empleo del pan, el
vino, el aceite, y muchos otros alimentos, la ropa de lana, la seda, el lino,
los caballos, las vacas, las herramientas, las armas y muchas otras cosas
venidas de España; los había enseñado oficios y negocios gracias a lo cual
P ER SIST EN C IA D E L C O N FL IC T O A C ER C A D E L A A P T I T U D D E L O S IN D IO S
Ciertos indios, en especial los viejos, y más a menudo las mujeres que los
hombres, son de tal sencillez y pureza que no saben cómo pecar. Nuestros
confesores, que quedan más perplejos frente a algunos de estos indios que
frente a los verdaderos pecadores, buscan alguna omisión o pecado por el
cual puedan concederles a los indios el beneficio de la absolución. Y esta
dificultad no surge porque los indios sean estúpidos o ignorantes, ya que
están bien versados en la ley de Dios, contestan bien a todas las pregun-
tas, aun las de doble intención. El hecho es que, debido a su sencillez y
buena naturaleza, no saben cómo sentir envidia, decir algo poco amable
a otras personas, quejarse aun de los chicos traviesos u olvidarse de cum-
plir la más mínima obligación que la Iglesia les imponga. Y en este caso,
no hablo de oídas sino a través de mi propia experiencia. 22
1 9
Es t e v e Barb a, 1964, p. 112.
2 0
Jiménez de la Espada, 1889, p. 63. Sobre la licencia de publicación de la obra
" Lo s ratos de Suesca" , de Jiménez de Q uesada, puede verse una nota autógraf a de
Felipe II: " D ígase al Cardenal que por decirse que trata de cosas de Indias, haga
que se mire b ien."
« Pa d d e n , 1956, pp. 352- 354.
2 2
Ph e l a n , en Pike, comp., 1969, p. 60.
156 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
Pero ni siquiera Mend ieta llegó a ver con buenos ojos la ordenación
de los indios recién convertidos, pues podría devolverlos "al vómito de
sus salvajes rito s". Mend ieta pensaba que eran los mejo res discípulos del
mund o , pero que no eran capaces de go bernar o de mand ar — tan sólo
de ser mandado s y go bernad o s. 24
Hasta llegó a d eclarar que de no ser
po r su firme creencia en la unidad original de los humano s "habría es-
timad o que los indios pertenecen a una especie d iv ersa". 25
2 3
Ibid., pp. 61- 62.
2 4
Historia eclesiástica, de M endieta, tal y como es citada por Boxer (1970).
2 5
Asi lo cita Luis G onzález Cárdenas, 1949, p. 336.
A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O 157
Otro s escritores de aquella época reco no ciero n que existía una polari-
zación de opiniones y trataro n de enco ntrar una posición intermedia. Uno
de ellos fue el do minico dálmata Vicente Palatino de Curzo la, cuyo tra-
tad o de 1559 sobre la guerra justa co ntra los indios no ha sido publicado
íntegramente, ni analizado en fo rma ad ecuad a. Este fraile, relativamente
desco no cido , es el único do minico que en vida de Las Casas escribió un
tratad o co ntra las doctrinas del obispo de Chiap a. Palatino de Curzo la
había servido mucho s años ( c . 1533) co mo soldado en la co nquista de
Yucatán, y más tarde había ingresado a la orden de los dominicos. Suzyxwvutsrqponmlkjih
Tra-
tado del derecho y justicia de la guerra que tienen los reyes de España
contra las naciones de la India occidental, fue considerado por Bartolomé
de A lbo rno z, primer profesor de derecho civil en la Universidad de M é-
xico , co mo el mejo r en su tema, pero nunca llegó a ser bien co no cido
debido a que la Co ro na prohibió que se p ublicara. 27
Juan Bautista M u -
ñoz, quien hizo una sinopsis de dicho tratad o en el siglo xv m, asienta
que la opinión del dominio dálmata acerca de la capacid ad de los in-
dios era la siguiente:
2 6
H uddleston, 1967, p. 24. Fray Pedro de G ante dejó ver en una carta de 1558
a Carlos V que tenía una opinión desfavorable de algunos indios: " Em p ero la gente
común estaba como animales sin razón, indomables, que no los podíamos traer al gre-
mio y congregación de la Iglesia, ni a la doctrina, ni a sermón, sino que huian desto
sob remanera" (G arcía Icazbalceta, 1858, I I , p. 206).
2 7
A cerca de este personaje véase H anke-M illares Cario, 1943, pp. xix-xxiii. U n resu-
men del tratado se consigna en pp. 11- 37. U n a copia del tratado, f echada en el si-
glo xv m , se encuentra en la Colección Bernardo M endel (M s. 1572) de la Lilly Li-
brary, Indiana University. El dominico yugoslavo A ntonine Z aninovic, de D ubrovnik,
se encuentra preparando una edición de este tratado y un estudio de su autor.
158 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
2 8
H anke-M illares Cario, 1943, p. 13. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUT
™ Ibid., pp. 25- 26.
160 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
El auto r de estazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLK
Gramática proseguía alaband o las declinaciones, la
cantid ad y variedad de las fo rmas verbales, la aptitud de esta lengua para
expresar con concisión gran número de pensamientos y sentimientos. Era
una lengua elegante y d elicad a, digna de ser co mp arad a con el latín. Y
co ncluía:
3 5
Santo T om ás (1560), Pref acio.
3 6
Ibid.
" D ' O l w e r, 1957, p. 406.
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 161
esgrimiera en suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHG
Política. El d o cto r Staffo rd Po o le ha hecho hincapié en
la extrao rd inaria semejanza de pensamiento s, actitudes, y hasta giros y
expresiones que existen entre los eclesiásticos de 1585 y la d o ctrina de Las
Casas. 40
En los rincones más alejado s del imperio español se debatían estos
pro blemas, así en las fro nteras de Chile co mo más allá, en el Pacífico y
las Filipinas donde los defensores de las do ctrinas de Las Casas eran po-
derosos y v ehementes. 41
4 0
Poole, 1965, 1966b . V éase también Poole, 1961, 1963, 1966a.
4 1
H anke- M illares C ario, 1943, pp. xxix- lxvi. V éase también K o rth, 1968.
42
N i ch o l s , 1944, p. 158.
A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O 163
indios y sobre có mo debían ser tratado s. Estos jueces fueron los sostenes
de la administración españo la en el Nuevo M und o . Po r lo general tratá-
base de experimentado s y hábiles hombres de leyes y se esperaba d e ellos
que mantuvieran la auto ridad de la Co ro na, cosa que hacían co n frecuen-
cia. Co mo Clarence H . Haring ha subrayad o , la A ud iencia "era la más
impo rtante e interesante institución de gobierno español en las Ind ias", 43
« H a ri n g , 1963, p. 126.
4 4
D . I. I., X X I V , p. 152. U n a opinión muy semejante acerca de la bestialización
resultante de las condiciones que privaban en el N uevo M und o f ue expresada en la
misma época por Pedro de Q ui ro g a:
" C ierto , esta tierra adelgaza los juicios, altera los ánimos, daña y corrompe las
buenas costumbres y engendra diferentes condiciones, y hace en los hombres otros
efectos contrarios de los que primero tenían, y no solamente en los cuerpos humanos,
pero aun en los animales y plantas causa esta tierra mutabilidad de bueno en malo,
porque te torno a rogar me adviertas y avises de la vivienda desta tierra, que yo
terne tu parescer por precepto de padre y am igo" (Q uiroga, 1922, p. 4 9 ) .
164 A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O
Durante un enérgico sermón (pues también era sacerd o te), pro nunciad o
antes de regresar a Esp aña dijo lo que pensaba sobre quienes creían a
los indios incapaces de convertirse al cristianismo. La A pología o sermón
defensorio que compuso fue pensado para co mbatir "esas falsas ideas que
no las pudo co ncebir sino el mismo d em o nio ". 48
En el Tratado realizó un
balance de las cosas buenas y malas que Esp aña había fraguad o en el
Nuevo M und o — u n tema que ha sido o bjeto de interminables discusiones
entre los españoles y entre otros pueblos desde el siglo xv i hasta nuestros
d ías— y en el lado de las deudas incluía un carg o : "A unque se haya
dicho falsamente que los indios son bestias, son los españoles quienes se
han transfo rmad o en animales salv ajes; cuidan sus propias bestias co n
tanto esmero que los indios llegan a sufrir po r falta de co mid a debido a
esta causa." 4 9
4 5
Serrano y Sanz, 1930, p. 4 9 4 .
4 6
M is comentarios están fundados e n : Crow der, 1965. Land a tradujo y publicó
el capítulo 20 del tratado de López donde se analizan la idolatría y los sacrificios
humanos, 1 9 4 1 , p p . 221- 229.
4 7
Crow der, 1 9 6 5 , p p . 67, 77.
4 8
Real A cadem ia de la H istoria ( M ad ri d ) , Colección M uñoz, vol. 4 2 , f. 2 6 7.
4 9
Crow der, 1 9 6 5 , p. 74. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONM
™ Ibid., p. 113.
A R ESU L T A S D EL C O N FL IC T O 165
A lonso de Z urita, también abo gad o muy estudioso, tuvo una experien-
cia geográfica más amplia que la de To más Ló pez, pues él trabajó en
Santo Do mingo , Nueva Granad a, Guatemala y M éxico . 51
Su tratad o
acerca de la vid a en México pro po rcio na tanta y tan impo rtante info r-
mación acerca del México antiguo y colonial que ha sido trad ucid o al
inglés. 52
Este "trabajo fund amental", compuesto, como lo fue, po r un juez
de aud iencia de la "integrid ad más abso luta", nos pro po rcio na un im-
po rtante testimonio sobre qué o p inaba acerca de los indios un o ficial real,
responsable y desinteresado después de haberse retirado a Esp aña en 1566,
luego de 19 años de servicio o ficial en las Ind ias. Había v iajad o a pie a
través de las más abruptas regiones de A mérica. También fue un acad é-
mico , pues en los últimos diez años co mo juez en la prestigiada A ud iencia
de México se le admitió en la junta de go bierno de la Universidad de
México con el grado de d o cto r en leyes.
Z urita también demostró ser un ho mbre de acció n, ya que en 1561
tomó parte en un proyecto p ara pred icar la fe pacíficamente junto con
fray Jacinto de San Francisco , quien había llegado a México co mo sol-
dado antes de Cortés y había sido reco mpensado po r sus servicios du-
rante la Co nquista con una concesión de varios pueblos de indígenas y
de esclavos que explo taban minas de oro para él. Pero , tal y co mo ocurrió
en la vida de Las Casas, "Dio s ha iluminado su espíritu y le ha enseñado
que sus enco miendas y esclavos fueron puestos en su camino p ara lo grar
su perdició n". Así pues, abandonó sus enco miendas, libertó a sus escla-
vos, e ingresó a la orden franciscana. Después de 3 3 años co mo fraile,
anhelaba salvar a los indios enviando una expedición a la tierra de los
chichimeeas y a las regiones misteriosas que estaban aún más allá. La
única persona a quien se creía capaz de encabezar una expedición de este
tipo , según fray Jacinto y otros franciscano s, era Z urita, cuyo memo rial a
Felipe II incluía ideas ya propuestas po r Las Casas en Vallad o lid :
6 1
Para u na co m p aració n entre Ló p ez y Z urita, v éase:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXW
ibid., p p . 82- 85.
5 2
M is co m entario s acerca d e Z u rita se basan en lo fund am ental en la Intro d ucció n
p o r Benjamín Ke e n, en Z urita, 1963, pp. 3- 77.
166 A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O
religiosa de los nativos. Z urita estaba convencido de que los indios se ha-
llaban bien dispuestos a llevar una vida agrícola pacífica, de no ser por
el temor que sentían hacia los españoles, de quienes habían recibido mu-
chas injurias. No deberían existir las encomiendas; los indios serían para
siempre ciudadanos de la Corona y quedarían exentos de tributos durante
algunos año s. 53
Z urita pasó sus últimos años ( 1566- 1585) en Esp aña. Durante ese
tiempo mantuvo co rrespo ndencia acerca de los asuntos de los indios con
varios amigos y siguió escribiendo acerca de ese tema. Defendía el carác-
ter mo ral e intelectual de los indios en una época en que humanistas
co mo Sepúlveda, en Esp aña, y Francisco Cervantes de Salazar, en la Uni-
versidad de México , acusaban a los indios de inferioridad y de to d a suerte
de d ebilid ad es. 55
Z urita describió la situación de los indios mexicano s como
into lerablemente miserable, una manera de ver las cosas que, según su
edito r y co mpilado r mo d erno , coincide con la de la mayoría de sus co n-
temporáneos. Idealizó así el pasado azteca co mo la ino cencia y la rústica
simplicidad de los indios de su tiempo , y fue un "auténtico representan-
te " de los tan exaltados humanismo ezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSR
indianismo españoles cuya perso-
nalidad do minante fue la de fray Barto lo mé de las Casas. 58
Hay entre los indios muchos cantores y músicos que tocan flauta, chirimía,
sacabuche, trompetas y violines. Estos indios saben cómo escribir y leer, y
componen muy hábilmente libros de canto llano y canciones con acom-
pañamiento de órgano, y muy hermosas y extensas letras al principio, y
ellos encuadernan estos libros. Muchos de ellos saben latín.
53zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Ibid., p. 49.
5 4
Po w e l l , 1952, pp. 93- 94
5 5
Z urita, 1963, pp. 69- 70.
5 6
Ibid., p. 52.
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 167
Los indios generalmente saben todo lo que necesitan saber para ganar-
se la vid a; conocen cómo realizar trabajos en el campo y también en la
ciudad. Un indio no tiene que buscar a nadie para que le ayude a cons-
truir su casa, ni tampoco tiene que buscar los materiales, ya que doquiera
halla lo que ha menester para cortar, amarrar, coser y encender un fue-
go. Casi todos, incluyendo los niños, saben los nombres de los pájaros,
animales, árboles y hierbas, conociendo hasta un millar de variedades de
estas últimas, y para qué sirven al cuerpo ; también saben conocer las
raíces comestibles. To do s saben cómo trabajar la piedra, construir una
casa, trenzar una cuerda y dónde encontrar los materiales que necesitan.
Conocen todos los otros oficios que no demandan demasiado arte o ins-
trumentos co mplicad o s. 57
Si tal puede suceder entre gentes tan ilustradas como somos nosotros, en
comunidades tan bien organizadas, ¿po r qué tenemos que admirarnos de
la inocencia de los indios? Ni existe razón alguna para llamarlos bárbaros,
puesto que no hay duda de que son gente muy hábil que han aprendido
con mucha facilidad y rapidez todas las artes mecánicas conocidas por
los españoles que viven en la Nueva España. De hecho , algunos indios
han aprendido estas artes en pocos días solamente de mirar cómo las rea-
lizan los españoles. Con respecto a otros, ya he dicho que pueden encon-
trarse entre ellos a buenos latinistas y músicos. Dejemos para aquellos que
los llaman bárbaros analizar si, en este mismo sentido, podrían atreverse
a llamar bárbaros a los españoles y a otras gentes famosas por su habili-
dad e inteligencia. 58
5 7
Ibid., pp. 162- 163, 169.
ss
Ibid., p. 173.
168 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
Así pues, d urante la segunda m itad del siglo xv i, las opiniones acerca
de la cap acid ad de los indios seguían siendo divergentes. To d av ía podían
enco ntrarse tanto algunos optimistas, co mo aquella o tra clase de españoles
descritos en 1569 por Luis Ló pez, uno de los primeros jesuitas en el Perú,
c o m o : "Cruelíssima con los naturales (ind io s), parésceles que no son ho m-
bres, sino bestias, po rque así los tractan po r alcancar su fin, que es plata
po r tracto s, o med itand o alteracio nes (revo lucio nes co ntra el Rey ) en la
tierra, de manera que están en perpetuo deseo de alearse, o de buscar
tierras nuevas po r solo d o minar y p lata." 6 2
Pero la idea de que los indios
eran "gente de baxo Yng enio " siguió persistiendo. O , al meno s, así lo afir-
man los principales agustinos, dominicos y franciscano s en México , en una
petición hecha a la Inquisición el 16 de septiembre de 1579, p ara justifi-
car su proposición de que la Biblia no fuese trad ucid a a una lengua ind ia
p ara que no pro vo cara confusión entre los indios y para no volver más
difícil su co nversió n. 63
6 0
M atienzo, 1967, pp. 16-19.
6 1
Ibid., p p . 87, 135.
6 2
Eg añ a, 1954, p. 300.
6 3
Baudot, 1969, p. 8 i .
6 4
A lbo, 1966, p. 297.
170 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
8 5
A costa, 1954, pp. 394- 396. Para una sumaria revisión de las actitudes de A costa
hacia los indios, véase Lopetegui, 1942, pp. 3 7 1 - 3 7 8 . V iene al caso observar que la
misma división de opiniones en torno a los indios se presentó entre los jesuítas en
N ueva Francia. El jesuita Pierre Biard (1567- 1622) era partidario de condenarlos
por sus costumbres bárbaras. O tro jesuita, Paul le Jeune (1591- 1664), reconoció y
deploró sus rasgos bárbaros, pero nunca pensó que persistirían en semejantes costum-
bres. Los alemanes, españoles e ingleses, ecribió, " no eran más civilizados antes de
volverse cristianos" . K ennedy, 1950, p. 99.
8 8
A costa, 1954, p p . 435- 437.
8 7
Ibid., p. 477.
A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O 171
Habiendo tratado lo que toca á la Religión que usaban los indios, pretendo
en este libro escribir de sus costumbres y pulida y gobierno, para dos fi-
nes. El uno, deshacer la falsa opinión que comúnmente se tiene de ellos,
como de gente bruta y bestial y sin entendimiento, ó tan corto, que ape-
nas merece ese nombre. Del cual engaño se sigue hacerles muchos y muy
notables agravios, sirviéndose de ellos poco menos que de animales y des-
preciando cualquier género de respeto que se les tenga. Que es tan vulgar
y tan pernicioso engaño, como saben bien los que con algún zelo y con-
sideración han andado entre ellos, y visto y sabido sus secretos y avisos, y
juntamente el poco caso que de todos ellos hacen los fiados de sí. Esta
tan perjudicial opinión no veo medio con que pueda mejor deshacerse
que con dar á entender el orden y modo de proceder que éstos quando
vivían en su ley, en la cual aunque tenían muchas cosas de bárbaros y
sin fundamento: pero había también otras muchas dignas de admiración,
por las cuales se deja bien comprehender que tienen natural capacidad
para ser bien enseñados, y aún en gran parte hacer ventaja a muchas de
nuestras repúblicas. Y no es de maravillar que se mezclasen yerros graves,
pues en los más estirados de los legisladores y filósofos se hallan, aunque
entren Licurgo y Platón en ellos. Y en las más sabias repúblicas, como
fueron la romana y la ateniense, vemos ignorancias dignas de risa, que,
cierto si las Repúblicas de los Mexicanos y de los ingas se refirieron en
tiempo de Romanos o Griegos, fueran sus leyes y gobierno estimad o . 68
«*Ibid., p. 182.
6 9
Bernardo de V argas M achuca " A pologías y discursos de las Conquistas O cciden-
tales" , en Fab ié, 1879, I I , pp. 409- 517, 4 2 9 , 433.
172 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
Es la gente más cruel del mundo, pues cuanto son brutos, tanto son crue-
les, y es mi opinión y de muchos que los an tratad o .. . aún son más brutos
que los animales yrracionales. . . conocidas de los yndios sus marañas, ynibi-
ciones, cautelas, mentiras y engaños, no ay nadie que les dé crédito como
tenga razonable discurso . 70
7 0
Ibid., pp. 4 3 4 - 4 3 5 .
7 1
Ibid., p. 4 4 5 .
A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O 173
7 2
Silva, 1621, f. 54v. H e consultado el ejemplar del M useo Británico. V éase tam-
bién: Z avala, 1969b .
7 3
D ávalos y Figueroa, 1602, p. 3.
7 4
Para mayores datos acerca de este tema, véase H anke, 1965b .
174 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
cual causó gran admiración entre los españoles. Tan no table resultaba su
capacid ad que el Rey Carlos II emitió un edicto que permitía a los hijo s
de los caciques, gobernadores y nobles indígenas ser ordenados como sacer-
dotes después de haber seguido una educación universitaria y una prepara-
ción teológica. Esta actitud matizaría todos los comentarios subsecuentes
de A rzáns acerca de los indios. A quí podemos observar con claridad que
la lucha por asegurar la justicia a los indios era un tema palpitante mucho
tiempo después de que los grandes paladines del siglo xvi hubiesen afir-
mad o la racio nalidad de los indios.
En su po ema de 1602, Dávalos denigró la cultura indígena de un mo d o
que resultará familiar a quien haya leído la desdeñosa interpretación que
Ramó n Menéndez Pidal hace de la vida de Las Casas, publicad a en M a-
drid en 1963. En su cálido elogio de las aptitudes y capacid ad de los indios
y al defenderlos del cargo de "bruto s", A rzáns manifiesta una actitud
bastante insólita entre los españoles de su tiempo . To d av ía hoy, en varios
países andinos, algunas personas piensan que los indios son "subhumano s"
y los tratan co nfo rme a esta idea. A rzáns rechaza indignado la baja idea
que se tiene de las aptitudes y capacid ad de los indios, y ataca d irectamen-
te a Dávalos mientras describe la construcción de la nueva iglesia en Po -
tosí. Se muestra maravillado de la habilidad que el emperado r inca Yu -
panqui el Bueno desplegó en la construcción del gran templo del sol en
Cuz co ; describe con admiración el gran templo sobre la isla del lago
Titicaca y hasta llega a decir que los mo narcas incas excedieron en opu-
lencia a los egipcios, persas y griegos. Y en un pasaje que recuerda a Las
Casas hace ver que el imperio inca también duró más. A rzáns condenó
la opinión de ciertos españoles según la cual los imponentes mo numento s
incas (que todavía se encuentran en pie en el Perú) habían sido o bra del
d emo nio , y se burló de Dávalos quien creía que estos mo numento s habían
sido construidos por gigantes de la antigüedad y no por indios. A dmitía
que los indios habían aprendido muchas cosas de los españoles, pero , según
él, esto solamente pro baba lo innato de sus habilidades. To mó no ta de los
nombres de los artistas indígenas cuyo trabajo enriqueció la iglesia fran-
ciscana, y elogió en especial a Sebastián de la Cruz, quien murió traba-
jand o . A unque sin educación, este artesano era "un auténtico artista de
la p ied ra", quien también había creado la gran torre de la iglesia jesuita,
entonces y aho ra considerada co mo una de las glorias arquitectónicas del
Perú.
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 175
7 5
M oreno T oscano, 1963b , p. 507. V éase también M oreno T oscano, 1963a.
7
« Z i m d ars , 1965, p. 5 2 8 .
7 7
Clavijero salió en defensa de los indios mexicanos ante las críticas del historia-
dor escocés W illiam Robertson en suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPON
History of America ( 1 7 7 7 ) argumentando en
f orma semejante a la de Las Casas y otros defensores de los indios dos siglos antes:
" Protesto ante toda Europa que las cualidades mentales y espirituales de los mexi-
canos no son inferiores, en modo alguno, a las de los europeos; que son capaces de
aprender cualquier cosa, hasta la más abstracta, y que si son educados en la debida
f orma desde pequeños y mantenidos en la escuela b ajo buenos maestros, protegidos
como se debe y estimulados por la esperanza de [merecidas] recompensas pueden
llegar a ser filósofos, matemáticos y teólogos . . . capaces de competir con los más f a-
mosos de Europa. Pero resulta bastante difícil, por no decir imposible, hacer pro-
gresos en el aprendizaje si se vive en una miseria esclavizante y en una opresión sin
fin. Si careciésemos de las pruebas de sus testimonios inmortales y de su testimonio
de los siglos, hoy por hoy sería difícil convencer a una persona que considerara el
estado actual en que se halla G recia de que en alguna época surgieron en aquella
nación los extraordinarios sabios con quienes tan identificados estamos. A un así, los
obstáculos que en la actualidad deben vencer los griegos para recibir una educación
ni siquiera son comparables a los que han tenido, / aun tienen, los aborígenes." Ro -
ñan ( 1 9 6 0 ) , p. 109.
176 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
7 8
Esta af irmación fue hecha por Jorge Juan y A ntonio de UH oa y aparece en:
Pike, com p., 1969, pp. 8 3 - 8 4 .
7 9
H ernández Luna, 1953.
8 0
León- Portilla, 1958, p. 2 0 1 . V éase también Eguiara y Eguren, 1944.
8 1
Para efectos comparativos vale la pena considerar lo que sucedió en la A mérica
portuguesa. Por ejemplo, Paulo da Silva N uñes, representante en 1724 de los mora-
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 177
mo strar que el tema siguió siendo impo rtante d urante todo el tiempo que
Esp aña gobernó las Ind ias. Más ad elante, los historiadores to maro n el
relevo de esta co ntro versia.
A med id a que pasan los siglos, la histo ria de las discusiones relacio na-
das con la verd ad era naturaleza de los indios, tal y co mo fue co ncebid a
inicialmente po r los españoles del xv i, se convierte en un eno rme cúmulo
de controversias so bre cuestiones mayores y meno res. Las Casas y Ovied o
estaban en co mpleto d esacuerd o ; no sólo los separaba la opinión d e si los
indios eran bestias o gente civilizada, sino también la de si los cacahuates
era un m anjar delicioso o abo minable. Se desarrolló una polarización de
opiniones en to rno a puntos de trascend encia, como el virrey de Mend o za
asentó en su info rme o ficial a su sucesor en 1550. M ás to davía, en las
discusiones acerca de los indios participaro n tanto s españoles y tanto s ex-
tranjero s que este asunto engendró muchas de las más profundas y persis-
tentes polémicas so bre la naturaleza del go bierno español en A mérica.
Cualquiera que sea la posición que el lecto r haya to mad o ante la reseña
que hemos hecho d e la voluminosa literatura pro ducida po r la co nfro n-
tación Las Casas-Sepúlveda en Vallad o lid convendrá en que las discusiones
que hemos ano tad o antes revelan las dudas y dificultades que surgen cuan-
do los historiadores modernos tratan d e aclarar co n exactitud qué era lo
que los españoles querían d ecir cuand o escribían y hablaban, en el si-
glo xv i, acerca de la "cap acid ad " de los indios. Es muy pro bable que las
dudas y desacuerdos continúen en el futuro y que sigan levantándose
voces alrededo r d e los acto s de Esp aña en A mérica, en especial cuand o
Barto lo mé de las Casas entra en escena. Po r ejemplo , el más d ramático
de los mucho s hecho s con que se co nmemo ró el cuarto centenario de la
muerte d e Las Casas fue la biografía de Ramó n Menéndez Pid al: El padre
dores de la M aranháo - Pará declaró en una propuesta al rey que estaba de acuerdo
con aquellas autoridades que consideraban que los amerindios " n o eran seres humanos
sino bestias del bosque, incapaces de entender la fe catól ica" . M ás adelante, les pone
el estigma de " escuálidos, salvajes, feroces y de mala ley, parecidos a animales salva-
jes, con excepción de su figura hum ana" . Boxer, 1963, p. 96. Para más datos acerca
de este feroz colonizador portugués, véase A lden, 1968, pp. 35- 37. Para las repercu-
siones de la controversia española, véase Córdova, 1 9 5 1 ; Fo x, 1 9 4 1 ; M órner, 1 9 6 5 ;
San José M uro, 1798.
178 A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O
8 2
M enéndez Pidal, 1963.
8 3
H anke, 1964, pp. 313- 314. D ad a la enorme energía de estas palabras resulta di-
fícil aceptar la interpretación que el padre G ómez C añedo hace del ataq ue que
don Ram ó n endereza a Las C asas: " A unq ue el tono quizá sea excesivamente polé-
m ico — si bien esto resulta difícil de evitar en tema tan distorsionado— , la crítica
es lógica y en general equitativa, y el lenguaje siempre digno y sereno." zyxwvutsrqponm
Handbook
of Latín American Studies, X X V I , p. 46.
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 179
La " p arano ia" se define así: " Psiquiatría. U n trastorno mental caracterizado por
falsas percepciones en f orma constante, y la proyección de conflictos personales, que
se atribuyen a la supuesta hostilidad de parte de otros; esta enf ermedad puede per-
sistir durante varios años sin ningún trastorno en la conciencia." Random House
Dictionary of the English Language. Edición Completa (1967).
8 4
Citado por C arro , 1953.
* En este auténtico apóstol, más que en el profesor Francisco de V itoria, se encarna
el alma generosa de la España colonizadora " a lo divino" .
8 5
H óf f ner, 1957, pp. 517- 518.
8 8
Pe re ñ a V icente, 1956, p. 3 0 9 .
180 A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O
O tro español, el teólogo do minico Venancio Diego Carro , que tal vez
co mo ninguno ha examinad o minucio samente las doctrinas teológicas de
Las Casas, ha d ad o , en términos generales, un juicio muy favo rable acerca
de ellas. Llega a la conclusión de que las ideas de Las Casas "co incid en
fund amentalmente co n las de los grandes teólogos-juristas, españo les", y
que, "no hizo más que aplicar los principios cristianos y el co ncepto cris-
tian o " . 88
8 7
Las Casas, 1957, I, pp. clxxxiv- clxxxv.
8 8
C arro , 1966, p. 245.
8 9
Silva T ena, 1967, p. 355.
9 0
M anrique, 1966, p. 14. V éase tamb ién: Rodríguez Prampolini, 1949.
9 1
O rtega y M edina, 1967. La A cademia N auk, M oscú, publicó en 1966 un volu-
m en de 228 páginas acerca de Las Casas donde una docena de escritores discuten
diversos aspectos de su vida y obra. En M éxico,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWV
Historia y sociedad, la revista marxis-
ta dedicó su número 5 de 1966 a Las Casas, incluyendo varios artículos por autores
rusos, como el de Jorosháeva, 1966. O tros artículos en dicho número fueron los de
S. Sérov: " Bartolomé de las C asas: su vida y su obra en los estudios de Lewis H an-
A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O 181
k e " ; el de Ju an C o m as: " Lo s detractores del protector universal de los indios y la rea-
lidad histórica" ; el de G rigulévich: " Fray Bartolomé de las Casas, enemigo de los
conq uistadores" ; el de Y . Z ubritsky, " D e la 'protección a los indios' del padre Las
Casas al indigenismo contemporáneo" . V éase también Enzensberger ( 1 9 6 6 ) , publicado
en español en L a H ab ana ( 1 9 6 9 ) . Para otras muestras de interés hacia Las Casas en
la Cub a de Fidel C astro, véase: G riñan Peralta, 1962, y Le Riverend, 1966. Este
último, un informe mimeograf iado, da cuenta de los trabajos presentados los días 12,
13, 14 y 17 de octubre de 1966 en L a H ab ana, durante el Seminario sobre Proble-
mas de H istoria del Colonialismo en A mérica, organizado para conmemorar el cuarto
centenario de la muerte de Las Casas.
9 2
El profesor Raymond M arcus, de la Universidad de París (Bois de V incennes)
se encuentra preparando la bibliografía de estas publicaciones. U n a lista seleccionada
por el profesor M arcus habría de aparecer en el volumen que sobre Las Casas edi-
tarían Ju an Friede y Benjamín K een.
9 3
G ómez Cañedo, 1957. A l parecer, el padre G ómez Cañedo escribió este artículo
comentando una af irmación mía aparecida en el artículo " ¿ Era Las Casas un erudi-
to ? " donde se analizan algunas críticas que le hizo un f ranciscano contemporáneo
de él. Estas fueron mis conclusiones:
" Q uiz á la historia no se repita, pero es tentador creer que los historiadores sí se
repiten, especialmente si son franciscanos que escriben sobre Las Casas. Pero esto
no es completamente exacto, porque el respetado Juan de T orq uem ada, anticipando
los juicios favorables de otros f ranciscanos, se refirió a Las Casas en estas pal ab ras:
'Émulos hartos a tenido por aver dicho claramente las verdades.' T o d av í a más per-
tinente a la cuestión de la verdad de la denuncia de Las Casas de la acción española
en A m érica es el testimonio de tres franciscanos que habían tomado p arte en la con-
quista de Chile — Ju an de T orral b a, Cristóbal de Rab aneda y A ntonio de C arb a-
j a l — los cuales escribieron a Las Casas el seis de marzo de 1562 que en Chile se ha-
bían cometido crueldades aún más grandes que las que Las Casas hab ía pintado
en uno de sus tratados. Y en cuanto a la cuestión del número de indios matados por
los españoles, el padre M otolinía, que no fue amigo de Las Casas, incluyó unos datos
interesantes en suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC
HistoriazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFED
de los indios de Nueva España. N o se limitó al uso de
cif ras; af irmó que los aborígenes que murieron en las minas de oro 'no se pueden
contar' y que el servicio en las minas de O axy ecac era tan destructor que 'por media
legua en torno y por gran parte del camino apenas se podía andar sino sobre cadáveres
que casi ocultaban el sol'." H anke, 1968, pp. 286- 287.
C om o el lector del artículo del padre G ómez Cañedo podría concluir por los co-
mentarios de éste, que yo pienso que todos los franciscanos tenían hacia Las Casas
semejante actitud, quiero dejar cl ara cuál es mi verdadera posición. El padre G ómez
C añedo repite su cargo en una publicación reciente; véasezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUT
G ó m e z C añedo ( 1 9 6 8 ) .
182 A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O
Inco rrecta, incid entalmente, Menéndez Pid al afirmó que Las Casas no
llegó a co mprend er el papel del mestizaje en A mérica; 9 6
sin embargo ,
como afirma M anuel Giménez Fernández, el mestizaje es una idea clave
en todos los planes del defensor d e los indios. Constituyó una de sus m a-
yores esperanzas, tal y co mo lo explicó en abril de 1516 en el Memorial
de los Remedios dirigido a Cisneros, y donde afirma que o jalá los tra-
bajad o res españoles y los indígenas se mezclaran casando los hijos de los
unos co n las hijas de los otros. El resultado sería muy beneficio so : "mul-
tiplicarse ha la tierra de gente y de f ru c to ". 97
" U n papel muy importante fue desempeñado por los f ranciscanos." Para mayores da-
tos acerca de la opinión de los franciscanos en torno a los indios véase: Poole, 1966a.
9 4
Las Casas, 1967, I, p. vii-x.
9S
Ibid., p. x.
9 6
M enéndez Pidal, 1963, p. 5 6 .
9 7
G iménez Fernández, 1966, p p . 91- 92.
A R ES U L T A S D E L C O N FL I C T O 183
9 8
G ómez Cañedo, 1964. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIH
9 8
Ibid., pp. 2 0 9 - 2 1 1 .
1 0 0
Carbonell Basset, 1963. Para puntos de vista contradictorios, véase Bataillon,
1 9 6 5 ; Comas, 1 9 6 8 ; G iménez Fernández, 1 9 6 6 ; C arro, 1963, y K onetzke, 1964.
184 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
i » Carbonell, Basset,
1
1963, p. 110.
1 0 2
Biermann, 1966. V éanse en especial las obras especializadas en psiquiatría, citadas
en esta obra.
A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O 185
pacid ad real de los nativos de las tierras recién descubiertas p ara hacerse
a la civilización y convertirse al cristianismo, y no realmente si había que
llamarlos animales o "bestias" en un amplio sentido filosófico o antro po -
lógico.
Ho y en día es fácil para los investigadores mo strar de qué maneras
respondieron los diferentes grupos de indios al esfuerzo misionero de A mé-
ric a. 103
La enorme variedad de gente descubierta por los españoles hace
imposible cualquier generalización acerca de ella. Tal y co mo Ro berto
Levillier se preguntaba hace unos año s:
¿A qué indios, de qué regiones, se referían esos juristas y teólogos del si-
glo xvi? Lo s indios eran los tekestas y tahinos de Duba, tranquilos y
1 0 4
hospitalarios; indios eran los caníbales del Caribe; indios eran los primi-
tivos otomíes que vivían en cuevas; indios, los salvajes jíbaros, indios, los
ures, más pescados que hombres, que vivían en las aguas del lago Titica-
c a; indios, los artistas mayas que esculpían la piedra y los chibchas que
eran artesanos y joyeros y los sabios legisladores incas, y los delicados cera-
mistas yunga; y lo eran también los tejedores co lla; los heroicos aztecas,
los caníbales chirigüanes, y los sin miedo diaguitas y araucanos; indios, los
tímidos juri; los nómadas iule, los sedentarios comechingon, los fieros
guaraníes.
Su inteligencia, crueldad y piedad variaban tanto como el color de su
piel, sus lenguajes, sus ritos, sus teogonias; los propios dominadores se
mostraban confundidos frente a aquellos a quienes obligaban a obede-
cerlos. Ni su posición jurídica, ni su aspecto físico, ni su lenguaje, ni sus
gustos, ni su moralidad, ni sus capacidades creadoras, nada, resultaban
semejantes entre sí. 105
1 0 3
Jiménez M oreno, 1957.
i » Levillier,
4
1935, I, p. 178.
1 0 5
Citado en H anke, 1965a, p. 128.
" « K een, 1969, p. 704, n. 2.
186 A R ES U L T A S D EL C O N FL I C T O
d elirante". 107
En cierta ocasión, Ramó n Menéndez Pidal llegó a decir que
ambo s litigantes estaban equivo cad o s:
1 0 7
Encina, 1940, I, p. 389.
1 0 8
M enéndez Pidal, 1950, p. 149.
UNA R EC A P IT U L A C IÓ N
s
U N O de los resultados positivos de la conmemoración del I V centenario
de la muerte de Las Casas en 1966 fue la publicación de la mayoría de
sus o bras y trabajo s en ediciones fácilmente accesibles al público. A un
cuand o todas las predicciones resultan peligrosas en este camp o , parece
que ninguno de sus grandes tratad o s quedó sin publicar. A un cuand o
la segunda parte de su argumenatció n en Vallad o lid llegara a aparecer, la zyxwvutsr
A pología en español, y aun si el diálogo entre los interlocutores "Sénio r
et Juv enis" acerca del derecho que tenía Esp aña sobre las Ind ias fuese
descubierto en alguna b ib lio tec a; 1
y el libro que envió al papa al final
de su larga vida pudiera ser localizado en los archivos de Ro m a, es ra- 2
zo nable suponer que ningún aspecto impo rtante de su d o ctrina queda por
ser revelado. Y si la abrumad o ra colección de cartas que Las Casas escri-
bió a todas las personas esparcidas a lo ancho de las Ind ias apareciera,
debido a algún milagro , podríamos disponer sin duda de algunos nuevos
3
detalles sobre su vid a y su opinión de los asuntos indígenas, pero los prin-
cipios que guiaron sus acciones cerca de medio siglo han sido todas encon-
tradas de manera dispersa pero reiterada en los trabajo s que conocemos
de él, a saber: los tratado s de 1552-1553, la Historia de las Indias, el De
Único Vocationis Modo, De Thesauris, y su Defensa en co ntra de las
do ctrinas de Sepúlveda. Un nuevo análisis de estos escritos produciría
muy valiosos hechos y revelaciones. Sus puntos de vista acerca de temas
económicos podrían, tal vez, llegar a clarificarse; Las Casas fue uno de
los primeros en advertir y co mentar la inflación pro vo cada por el flujo
de los tesoros del Nuevo M und o a Euro p a. 4
1
Documentos inéditos para la historia de España, V III, 558.
2
Las Casas, 1958, V , p. 5 4 1 .
3
H ace ref erencia en su testamento, ibid., p. 540.
4
Las Casas, 1822, I, p. 302. M árquez M iranda ( 1 9 5 3 ) , ha recopilado otras reflexiones
acerca de problemas económicos. D espués de haber completado esta sección, llegó a
mis manos un valioso estudio original debido a un investigador f rancés, que promete
ser una contribución f undamental al tem a; véase M ilhou, 1973.
« H uddleston, 1967, p. 24.
187
188 UN A R EC A PI T U L A C I Ó N
« Pati no , 1966.
• El autor se refiere al año de 1966.
7
Land a, 1941. El propio León- Portilla resultaría un excelente investigador para
realizar la evaluación científica de Las Casas tanto en su calidad de antropólogo
como por su " enf oque humanista e integral" a juzgar por sus comentarios acerca de
Sahagún (León- Portilla, 1958). El profesor Raymond M arcus ya ha realizado un
valioso análisis del material peruano de Las Casas (M arcus, 1 9 6 6 ) . Para un trab ajo
comparativo de T orq uem ada, véase: Cline, 1969.
8
Las Casas, 1957, V , p. 5 4 1 . Esta " Petición a su Santidad Pío V " no tiene f echa, y
ha sido titulada " Q u é cosas son necesarias para la justif icada f orma de promulgar el
Evangelio y hacer lícita y justa la guerra" . En 1933, a petición mía, un bibliotecario
del V aticano buscó el " Li b ro " enviado por Las Casas y no pudo encontrarlo. En -
tiendo que H elen Rand Pariser ha descubierto este tratado en Ro m a recientemente.
" Fab i é , 1879, I, p . 3 5 6 .
UN A R EC A PI T U L A C I Ó N 189
Fabié, el editor del siglo xix que hizo tanto por iniciar los estudios de
Las Casas, sostiene la siguiente o pinió n: "Difícilmente se enco ntrará un
escritor cuyas obras tengan un carácter de unidad tan marcad a co mo el
que se no ta en cuanto salió de la pluma del famoso obispo de Chiap a." Y
el teólogo do minico del siglo xx, Diego Venancio Carro , que ha estudia-
do las teorías de Las Gasas más pro fundamente que nad ie ha hecho no -
tar q u e:
De vez en cuand o Las Casas intro d ujo pequeños cambio s en sus opi-
nio nes; algunas diferencias son dignas de ser no tad as. Silvio Z avala ha
co mentad o acerca de estos cambio s después del fracaso de las Nuevas Le-
yes, precisamente en los años en que Las Casas estaba trabajand o en su zyxwvutsrqpo
Defensa:
1 0
C arro, 1966, p. 241. M anuel G iménez Fernández af irma: " A dmiramos y amamos
a Las Casas por ese monoideismo f undamental ; porque, como ha dicho de manera
insuperable A lberto M aría Salas: 'Esas pocas y tan bien puestas ideas eran nada
menos que los corolarios de una fe ortodoxa y p ura: la igualdad del hombre, la con-
vicción de su perfectibilidad, la negación de toda violencia y su repudio a la cruel-
d ad ; su af irmación, en fin, frente a la conquista marcial, de que el único modo
posible de atraer a los pueblos a la fe de Cristo era la observancia de una conducta
cri s ti an a' " (G iménez Fernández, 1966, p. 129).
190 UN A R EC A PI T U L A C I Ó N
de Las Casas parecía desvanecerse por completo cuando veía que el inte-
rés material llevaba a la Corona a decidir un asunto de co nciencia. 11
Las Casas nunca dudó de que Dios estaba de su parte, y manifestó una
co nfiad a independencia, aun frente a una tempestad en el Caribe. En el
camino a su obispado, en 1544, un poco después de Navid ad , su barco
se vio envuelto en una tempestad que duró varios días. El mástil se ro m-
pió, olas más altas que la cubierta de po pa cubrían el barco y mucho s
pasajeros se confesaron y prepararo n, para la muerte. Las Casas adoptó
en cambio una postura digna del rey Canuto , co mo dice el fraile To más
de la To rre, quien llevó un registro de su viaje entre Salamanca y Chia-
p a: " El santo co njuraba la mar y mandábale en no mbre de N .S.J. que
callase e enmudiciese y d aba voces a la gente diciendo que callasen y no te-
miesen, que Dios iba con nosotros y que no podíamos p erecer." 1 2
¡ Y no
naufrag aro n! Lo s frailes se llenaron de consuelo y co menzaro n a cantar
himno s; después de un considerable tiempo , la tempestad cesó, los frailes
iniciaron el " T e Deum Laud amus", y todo quedó en una gran calma.
Los reyes, aun reyes españoles tan poderosos co mo el emperado r Car-
los V , deberían ser obedecidos, de acuerdo con Las Casas, si y sólo si se-
guían las enseñanzas de Cristo . En una época en que los oficiales reales
ado ptaban a menudo un to no servil p ara dirigirse a sus mo narcas, Las
Casas incluyó en lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFE
Historia de las Indias un capítulo donde describe su
primer encuentro con Carlos V en Barcelo na, en 1519, escrito después de
su querella con Sepúlveda:
Así que la tend encia de Las Casas a huir del regalismo no debía sor-
prender a nadie. Resulta un po co más difícil de entender la anuencia de
Las Casas hacia una guerra limitada co ntra los infieles que mataban a
1 4
Las Casas, 1958, p. 385.
192 UN A R EC A PI T U L A C I Ó N
Las cosas po r las cuales los españoles lucharo n, a medida que revelaban
la cara del Nuevo M und o , aún están frente a nosotros. Es po r ello que
un escritor español liga la bula del papa Pablo III Sublimis Deus con las
recientes deliberaciones del Co nsejo V atic ano , 20
y otro español llega a decir
lo siguiente:
1 5
Las Casas, 1942, pp. 363- 364.
1 6
López-Portillo, 1944, p. 150.
1 7
M ál aga M edina, 1965, p. 169.
« H an k e, 1965a, p. 125.
1 9
H echos de los A póstoles, X V I I , 26.
2 0
Seco C arro, 1967.
UN A R EC A PI T U L A C I Ó N 193
2 1
Las Casas, 1957, I, pp. xxiii-xxiv.
194 UN A R EC A PI T U L A C I Ó N
2 2
CasagrandezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
A , p. 2, y Casagrande B, p. 5.
2 3
M y re s , 1910, p. 591.
2 4
M acLeish, 1969, p. 69.
UN A R EC A PI T U L A C I Ó N 195
que no era demasiado tarde para echarse atrás, que era posible volver
atrás el tiempo más de medio siglo después de llegado Colón, que era po -
sible desmantelar la maquinaria del Imp erio que beneficiaba a tanto s
españoles políticamente poderosos, así entre los grupos laicos co mo entre
los eclesiásticos? Tal vez. A l igual que el libertado r Simón Bolívar, Las
Casas rara vez v acilaba cuand o estaba co nvencido de que tenía la razó n.
Cualesquiera que puedan ser las respuestas acertad as a estas preguntas,
el historiador que vuelve los ojos al co nflicto en to rno a la naturaleza de
los indios americano s puede ver po r qué Jo sé A lmo ina lo caracterizó
co mo "tal vez la más trascendental controversia que tuvo lugar en el
preámbulo de la Ed ad M o d erna". 25
Esta controversia planteó a la época
mo d erna pro blemas que todavía tienen vigencia. Co mo observó Carmelo
Viñas y Mey hace cerca de medio siglo :
2 5
A lmoina, 1962, p. 78.
2 6
V iñas y M ey (s. f . ) .
2 7
V éase el medular trabajo " Theological significance of A m erica" , enzyxwvutsrqponmlkjihgfed
A Catholic
Dictionary of Theology (Londres, N elson, 1 9 6 2 ) , I, pp. 69- 70.
196 UN A R EC A PI T U L A C I Ó N
Las Casas fue todavía más lejo s. A d mitía que los co ncepto s de la Ed ad
M ed ia podían tener alguna impo rtancia p ara el planteamiento y co mpren-
sión de los problemas del siglo xv i, pero jamás hubiera aceptad o que los
indios fuesen "una raza inferio r". Pero , ciertamente, hoy en día resulta
claro p ara nosotros que, en la medida en que la discusión que sostuvo
Las Casas con Sepúlveda, se concentró en uno de los problemas domi-
nantes del mund o mo d erno — las relaciones entre pueblos de diversas
costumbres, aptitudes, religiones, colores y v alo res— lazyxwvutsrqponmlkjihgfed
Defensa se alza
o bstinad amente co mo una de las posiciones fundamentales entre las to ma-
das en el curso de los amargos y continuos conflictos que dividen a la
humanid ad . D e ser cierto eso, ¿no resultaría que la realidad americana
del siglo xv i tal y co mo afectó el enfrentamiento y las ideas de Las Casas
y Sepúlveda vendría a ser incuestio nablemente significativa para la com-
prensión de nuestra agitad a épo ca? ¿ Y no podríamos ver en la disputa de
Vallad o lid otro ejemplo más del hecho de que parte de la historia antigua
es historia co ntempo ránea? ¿Po d ría alguien dudar de que el co mentario
del obispo A nto nio A gustín, emitido en abril de 1550, en vísperas de la
querella de Vallad o lid , es tan válido hoy en día co mo cuand o declaró
que el pro blema es "un asunto digno de ser to mad o en cuenta dentro
del marco de la humanid ad to d a"? 2 8
2 8
U n a vez escrita esta conclusión, el veterano investigador Silvio Z avala me envió
copia de sus reflexiones acerca de los puntos básicos analizados en estas páginas. T o -
dos los estudiosos del tema querrán valorar esta concisa presentación de los debates
teóricos de los españoles y su significado para el mundo moderno. V éase: Z avala, 1970.
A ctualmente, algunos especialistas en pedagogía en los Estados Unidos sostienen que
los blancos son más inteligentes que los negros, af irmación que nos hace recordar la
discusión que en el siglo xvi sostuvieron los españoles acerca de la capacidad de los
indios. V éasezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFED
Saturday Review, mayo 17, 1969. La frase final proviene del prólogo
escrito por el obispo A ntonio A gustín para la edición de Ro m a del tratado de Sepúl-
v ed a: Apología pro libro de justis belli causis (1550).
A PÉN D IC ES
A P ÉN D IC E 1
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGF
C O M EN T A RIO
PO R E L D O CTO R RIC H A RD K O N ET Z K E
pin
200 A PÉN D I C ES
201
202 A PÉN D I C ES
En la muy noble villa de Valladolid a treze dias del mes de setienbre del
año del Señor de mili e quinientos e quarenta e nueve años, ante mi An-
tonio de Canseco, escribano de sus magestades, estando en el monesterio
de San Pablo, desta dicha villa, de la horden del señor Santo Domingo de
los predicadores y en un aposento de la dicha casa e monesterio donde
estaba un hombre viejo rapada la barba e corona y hechado en la cama
y a lo que parece enfermo pero en su buen seso que se dixo e llamó fray
Domingo de Betancps e d io e entregó a mi el dicho escribano un priego
de papel que él me dijo del estar escripto e declarado ciertas cosas que
tocaban a su concenc,ia e descargo que señaladamente tocaban en cosas
de Indias, el cual dicho escripto e declaración que ansí me d io y entregó,
estaba firmado de una firma que dezía: fray Domingo de Betancps e de
otras quatro firmas que dizen: frizyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQP
(sic) Didacuz Ruiz, prior, fray Petrus
de Ulloa, fray A ntonino de la Madalena, fray Bicente de las Casas, commo
por él pareze su tenor del qual es este que se sigue:
Digo yo fray Domingo de Betancps, frayle de Santo Domingo, que uor-
que yo muchas vezes he hablado en cosas que tocaban a los indios dizien-
do algunos defectos dellos y dexé en el Consejo de las Indias de su ma-
gestad é firmado de mi nonbre, un memorial el qual trata de los dichos
defectos, diziendo que heran bestias e que tenían pecados y que Dios los
avía sentenciado y que todos perezerían, de donde podía haber resultado
grandes escándalos e aver tomado ocasión los españoles a hazer más males
e agravios y muertes a los dichos indios que por ventura hizieran no es-
cándalo puesto que mi yntenctón no fué tal qual ellos o algunos pensaron
o publicaron, sino avisar al Consejo para que pusiesen buena gobernación
e los remedios/ que conbenian y por bentura muchos abían hecho a los
dichos indios grandes destruiciones e muertes por sus cudicias y se abían
querido escusar e abtoricallas con muchas cosas que me an lebantado
que yo dixe e porque yo estoy enfermo e podrá ser que Nuestro Señor
sea servydo llevarme desta enfermedad y quiero satisfacer lo que al presente
puedo por descargo de mi conciencia por ende por esta firmada de mi
nonbre, digo y suplico al dicho Consejo real de las Indias e ruego a todos
los questa vieren o oyeren en las Indias o en España o en otra cualquier
205
206 A PÉN D I C ES
UNA N O T A A C ER C A D E L A S O P I N I O N ES D E L D O C T O R E D M U N D O O 'GO RM A N
A P R O P Ó SI T O D E L A zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPO
A pologética Historia D E L A S C A S A S
La fecha de composición
Pro bablemente el do cto r O 'Go rm an tiene razón en creer que el texto del
manuscrito que se co no ce actualmente fue escrito después de 1552. Sin
embargo , el texto de la tercera edición contiene dos desconcertantes afir-
macio nes hechas po r Las Casas:
a) A l final del cap. 24 del libro II, Las Casas escribe: "Desta materia
más largo hablaremos en nuestro libro en latín escripto, cuyo título es De
único vocationis modo omnium gentium ad veram religionem" (Las Ca-
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208 A PÉN D I C ES
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DedicatoriazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFED
3
Explicación y agradecimiento 17
Los dos tratados que Las Casas preparó para el combate con-
tra Sepúlveda 98
Un repaso a la argumentación 107
La primera sección: la respuesta de Las Casas a las cuatro ra-
zones de Sepúlveda que justificaban la guerra en contra de los
indios con el o bjeto de cristianizarlos 110
Ref utación al primer argumento de Sepúlveda: los indios son bárba-
ros, 1 1 1 ; Ref utación al segundo argumento de Sepúlveda: los indios
cometen crímenes contra la ley natural, 1 1 6 ; Ref utación al tercer argu-
231
232 ÍN D IC E
m entó d e Sep úlv ed a: los ind io s ap resan y m atan a p erso nas ino centes,
119; Refutació n al cuarto arg um ento d e Sep úlv ed a: d ebe d eclararse
la g uerra en c o ntra d e lo s infieles a fin de p rep arar la p réd ica d e la
fe, 126
IV .zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
A resultas del conflicto 144
A PÉN DICES
A péndice 1 199
A péndice 2 201
Comentarios por el doctor Harold B. Johnson, Jr., acerca de las ideas del
doctor Konetzke en el Apéndice 1 201
A péndice 3 205
A péndice 4 207
Una nota acerca de las opiniones del doctor Edmundo O'Go rman a
propósito de la A pologética Historia de Las Casas 207
L a f ec ha de la co mp o sició n, 2 0 7 ; L a relació n d e la A pologética Historia co n la d isp u-
ta d e V allad o lid , 208
En la portada: Fray Bartolomé de las Casas, pintura de Félix Parra (1845~ 1919)