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ETNOHISTORIA
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OBJETO DEL ENSAYO
INTRODUCCIÓN
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los Doce Apóstoles—así conocidos por la Tradición—de la Orden de Frailes
Menores de San Francisco, dirigidos por fray Martín de Valencia. En julio de 1526,
llegan también doce dominicos, de los cuales sólo quedaron tres al finalizar el año,
por muerte y enfermedades. Los agustinos, siete frailes en total, llegaron a México
en junio de 1533. 4 Otras órdenes son: los mercedarios que llegan al continente en
1530, antes que los agustinos; los jesuitas en 1572, y los carmelitas en 1585. 5
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La misma impresión de que los españoles eran seres sobrenaturales la
tuvieron los tlaxcaltecas: “entendieron los naturales que el caballo y el hombre que
iba encima era toda una cosa”. 10 No obstante, y muy pronto, cayó el velo de sus
ojos, y “entendieron que (los caballos) eran animales irracionales y que se
sustentaban de yerbas”.11 Así mismo, se fue borrando la creencia en la naturaleza
divina de los españoles por boca de estos mismos:
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Sobre si este libro es un testimonio histórico fidedigno o una reinvención de
Sahagún, León-Portilla sostiene que “no existen suficientes argumentos para dudar
de la veracidad sustancial de este testimonio”. 17 Más conviene preguntar si los
diálogos reflejan la cosmovisión del mundo indígena prehispánico y en qué medida
lo hacen; así como si los frailes franciscanos lograron convencer a sus
interlocutores indígenas sobre la verdad de la religión cristiana.
Hay que aclarar que nos encontramos ante una obra trunca por el mismo
autor y perdida en su mayor parte, encontrándose—en el Archivo Secreto Vaticano
—de los dos libros originales, sólo los trece primeros capítulos de la versión
española y los catorce primeros capítulos de la versión en lengua mexicana. 18
Y tal vez diréis ahora que sólo en vano, que para nada cuenta vuestra misión, que
en vano habéis venido, porque (diréis) nosotros tenemos allá a nuestro dios…a
aquél que también llamamos, por quien se vive. Delante de él acercamos tierra a
la boca, nos manifestamos llanamente (hacemos confesión), quemamos copal,
ofrecemos papel (a los dioses de la lluvia), ayunamos, hacemos sacrificios de
gente, entregamos las entrañas, nuestro corazón.20
17
Ibídem, pp. 23-24.
18
Ibídem, p. 21 y 33.
19
Bernardino de Sahagún, ibídem, p. 103-109.
20
Ibídem, p. 121.
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Es interesante notar cómo los frailes asumen la iniciativa que debería
corresponder a los sacerdotes indígenas, y ponen en su boca, palabras que tal vez
éstos no se atrevían a pronunciar, pues como se expresa en la versión española los
sacerdotes indígenas se designan a sí mismos como “hombres baxos y mortales”, o
bien, ”personas soezes y de muy vaxa condición”. Contrasta con la versión
mexicana en la que autodenominan simplemente como “macehuales”.
Vosotros dijisteis que nosotros no conocíamos al Dueño del cerca y del junto, a
aquel de quien son el cielo y la tierra. Habéis dicho que no son verdaderos dioses
los nuestros. Nueva palabra es esta, la que habláis y por ella estamos
perturbados, por ella estamos espantados.21
21
Ibídem, p. 149.
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los demonios engañaron a los hombres para que los adorasen, cometiendo éstos
toda suerte de transgresiones.
Dicen que fue el primero que comenzó el sacrificio, y a sacar sangre de las orejas
y de la lengua; no por servir al demonio, sino en penitencia contra el vicio de la
lengua y del oír; después el demonio los aplicó a su culto y servicio.24
22
Ibídem, p. 191.
23
Edmundo O’Gorman, “Introducción”, en Toribio de Benavente, Historia de los indios de la Nueva
España, Porrúa, México, 2007, p. ix-xix.
24
Toribio de Benavente, Historia de los indios de la Nueva España, Porrúa, México, 2007, p. 9-10.
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dedicaban a emborracharse en continuas fiestas y a otras carnalidades, vicios y
pecados.25
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como Ave María, Pater Noster, Credo y Salve, y “para que mejor la tomasen y
sintiesen algún sabor, diéronles cantado el Per signum crucis (señal de la cruz)” (y
los ya mencionados).31 Así mismo, fue en este periodo, “a los tres o cuatro años
que se ganó México” cuando empezaron a aparecer las custodias de plata con el
Santísimo Sacramento, primero en el monasterio de San Francisco, y después en
Texcoco, así como los sagrarios con labores de oro y plumas. 32
Acerca de este bautismo masivo hubo una controversia acerca del modo de
darlo, pues los clérigos recién llegados—principalmente dominicos—eran
partidarios de impartirlo con las pompas y ceremonias que se usaban en España, en
tanto los franciscanos defendían su proceder, ya que faltaba todo: clérigos, iglesias,
el accidente del vino, pilas bautismales; y como señala Motolinía: “¿cómo podía un
solo sacerdote bautizar a dos y tres mil (personas) en un día, y dar a todos saliva,
flato, candela y alba?”; de tal suerte que en algunas ocasiones se dejaba de
bautizar, en detrimento de los niños y los enfermos. El modo de bautismo era el
siguiente:
ponían todos juntos los que se habían de bautizar, poniendo los niños delante, y
hacían sobre todos el oficio del bautismo, y sobre algunos pocos la ceremonia de
la cruz, flato, sal, saliva, alba; luego bautizaban los niños cada uno por sí en agua
bendita.33
Tras la disputa, llegó una bula del papa Paulo III, en la que se dejaba al
albedrio del ministro el catecismo, en tanto que el oficio del bautismo se abrevió en
lo posible, regido por un misal romano, y se mandó que a todos los que se fueren a
31
Ibídem, p. 32.
32
Ibídem, p. 72-73.
33
Ibídem, pp. 121-123. Los franciscanos se apoyaban en la autoridad de teólogos eminentes, como
Juan de Tecto para su modo de bautismo. El signo de la saliva era impuesta por el sacerdote sobre
las orejas del bautizando para abrir los oídos a la Palabra, y el flato era el aliento insuflado o soplado
tres veces sobre el rostro del mismo para expulsar al demonio (Información personal del padre Jesús
Estrada Montes de Oca, OCD y de Antonio Olvera, OCDS. Más adelante Motolinía aclara que el
agua bautismal estaba contenida en jarras.
34
Leticia del Río, Controversia sobre la administración masiva del bautismo en la Nueva España,
siglo XVI, Encuentro Nacional de Investigadores del Pensamiento Novohispano, Memoria XVIII,
Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 2005, p. 5.
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bautizar se les impusiere óleo y crisma, sin excepción, salvo urgente necesidad; lo
que fue interpretado laxamente para bautizar a cuántos quisieren ser bautizados. 35
Al principio, durante tres o cuatro años, los indios “no se velaban” sino que
tenían las mujeres que querían, robándoselas, de manera que un “indio común” no
hallaba mujer para casarse. Esto iba, y va, contra los preceptos de la Iglesia,
aunque para Motolinía, en sus Memoriales, el casamiento natural constituía un
verdadero lazo matrimonial, y en consecuencia, indisoluble. 39 No fue poca la
resistencia de los indígenas para abandonar su costumbre, pues aparte del placer
que les proporcionaban, las mujeres eran parte del mantenimiento de la economía
35
Toribio de Benavente, op. cit., p. 125.
36
Ibídem, pp. 129-134.
37
Ibídem, pp. 136-137.
38
Ibídem, nota a pie de página, pp. 139-140.
39
Ibídem, véase nota a pie de página, p. 140. Esta afirmación plantea un problema del que sólo
podrían discutir teólogos y canonistas de la Iglesia Católica. Vide Robert Ricard, op. cit., pp. 17, 205,
sobre el matrimonio natural y rato, y el privilegio paulino.
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doméstica, por lo que en algunas provincias no se dejaron de tener mancebas y
concubinas.40 Con el tiempo los indios consintieron en desposar a una sola mujer,
no sin antes, asegurarse la Iglesia de no quitarle a ninguno su legítima mujer o darle
una manceba en su lugar, para lo cual, “había en cada parroquia quien conocía a
todos los vecinos”, y así mismo, todos los parientes y mujeres podían alegar a su
favor.41
Estas cosas que predicaban a los principios estos benditos religiosos, era con
mudez y solas señas, señalando al cielo y diciendo estar allí el solo Dios que
habían de creer; y volviendo los ojos a la tierra señalaban el infierno.45
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Así mismo, como instrumento catequético, los frailes les daban a los
naturales los mandamientos en metro, así como los artículos de fe y los
sacramentos cantados, en su lengua. Fray Pedro de Gante incorporó el baile o
danza a lo anterior, dando lugar a una especie de teatro con motivo de la Natividad
de Cristo; a la par, se utilizaron autos o representaciones para las festividades,
como la de San Juan Bautista en 1538, en Tlaxcala. 47
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descifrarlos completamente, basándose en un método comparativo, a saber, el de
encontrar la correspondencia de algunos pictogramas con glifos pertenecientes a
códices prehispánicos; así como la correspondencia de dichos pictogramas con tres
de los primeros catecismos impresos: Doctrina christiana breue traduzida en lengua
mexicana, de Alonso de Molina, Doctrina chiquita de los dominicos y Doctrina
tepiton, de fray Pedro de Gante; al igual que de otros catecismos impresos. De
igual manera, se compararon entre sí, los pictogramas repetidos que se encuentran
en los tres ejemplares conocidos del Catecismo en pictogramas.52
Es probable que el Catecismo haya sido una versión de una doctrina breve o
al revés, a partir de ella se haya escrito un catecismo breve. 53 . No obstante que
la obra no fue escrita en papel amate, sino en papel europeo, 54 su originalidad
radica precisamente en el uso de un método de enseñanza prehispánico empleado
por vez primera por los europeos para la evangelización de los nativos de América,
constituyendo un proceso de inculturación, entendida ésta como “encarnación del
evangelio en las culturas autóctonas— y, a la vez, la introducción de éstas en la
vida de la Iglesia”.55 Aunque este proceso iba contaminado por las mismas
concepciones religiosas mesoamericanas y el resultado haya sido fallido en relación
a la ortodoxia católica, como en el caso del culto a los santos.
52
Ibídem, pp. 17-18, 79.
53
Ibídem, p. 183.
54
Ibídem, p. 74.
55
Juan Pablo II, Carta encíclica Slavorum apostoli, 2 de junio de 1985, página web Consejo Pontificio
de la Cultura.
56
Justino Cortés, op. cit., p. 104.
57
Ibídem, p. 109,184.
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corresponde al Espíritu Santo. 58 La elección del colibrí es obvia, en virtud de la
importancia de dichos dioses en el imaginario religioso de los nahuas.
El 33º pictograma representa ce tlaxcalli (una tortilla) con una cruz en la parte
superior.59 Ello en relación al “pan nuestro de cada día” del Padrenuestro.
Primera parte: Con la señal de la cruz; segunda parte: ¡Oh nuestro Padre venerado!;
tercera parte: ¡Oh Santa María!, Dígnate alegrarte; cuarta parte: Yo creo; quinta
parte: ¡Oh reina!, Dígnate alegrarte; sexta parte: Yo miserable, yo el pecador;
séptima parte: Doctrina resumida; octava parte: La fe en nuestro señor Dios; novena
parte: Los mandamientos venerados del único Dios; décima parte: Los
mandamientos venerados de nuestra madre la Santa Iglesia; undécima parte: Los
santos sacramentos; duodécima parte: Las obras de misericordia; decimotercera
parte: La oración final.
La Doctrina christiana muy vtil, y necessaria, assi para los Españoles, como
para los naturales, en lengua Mexicana y Castellana, Ordenada por mandado del
Illustrissimo y Reuerendissimo Señor Don Pedro Moya de Contreras, Arçobispo de
Mexico, del consejo de su Magestad, es el título completo de la obra, editada en
1578, en la ciudad de México, en la imprenta de Pedro Balli. Como su título lo
indica esta obra está destinada no sólo a los naturales, sino también a los
españoles, y consta de un cuadernillo de 16 hojas. 62 En el colofón se ordena que
esta doctrina sea enseñada a los niños pequeños y ancianos. 63 Luis Resines
cuestiona esta asimilación inadmisible de niños y ancianos en un grupo
homogéneo.64
58
Ibídem, p. 198.
59
Ibídem, p. 207.
60
Ibídem, p. 213.
61
Ibídem, pp. 436-450
62
Luis Resines, op. cit., p. 16.
63
Francisco de Pareja, ibídem, p. 137.
64
Luis Resines, op. cit., p. 47.
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La obra es atribuida por Luis Resines a Francisco de Pareja mediante un
proceso de selección y eliminación. Entre los descartados se encuentran
Bernardino de Sahagún, Alonso de Molina y Juan Bautista. 65
Así pues, nos encontramos con dos tipos de catecismos o doctrinas que
podemos comparar: un catecismo pictográfico y una doctrina en lengua mexicana y
española, escrita con alfabeto latino. Si comparamos el credo en su versión
castellana, el del Catecismo en pictogramas tiene 183 palabras más tres palabras
que se sobreentienden, en tanto que la Doctrina cristiana tiene 117 palabras.
Contrasta la parquedad de palabras de esta última con la abundancia de palabras
del Catecismo. Si comparamos la primera oración gramatical en ambos es fácil
ver la diferencia:
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CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
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PAREJA, Francisco de, Doctrina cristiana muy útil y necesaria. México, 1578,
Edición y estudio al cuidado de Luis Resines, Salamanca, 1990.
SAHAGÚN, Bernardino de, Coloquios y doctrina cristiana con que los frailes de San
Francisco, enviados por el papa Adriano VI y por el emperador Carlos V,
convirtieron a los indios de la Nueva España, En lengua mexicana y española,
Edición facsimilar, introducción, paleografía, versión del náhuatl y notas de Miguel
León-Portilla, Fundación de Investigaciones Sociales, UNAM, México, 1986.
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