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Clase 11- Conflictividad social en la Baja Edad Media

El objetivo de la presente clase será abordar las formas que adopta la conflictividad
social durante la Baja Edad Media.
Un primer aspecto en el que debemos detenernos será determinar quiénes fueron los
protagonistas de esta conflictividad. Si bien esta cuestión puede parecer obvia (los
conflictos se dieron entre señores y campesinos), uno de los polos de este binomio no
siempre fue recuperado para el estudio; y/o fue visto de una forma algo monolítica.
Nos referimos al campesinado que, en tanto actor histórico, sufrió una invisibilización
por parte de amplios sectores de la historiografía. Durante buena parte del siglo XX,
los estudios parecían negarse a otorgar al campesinado un rol de peso. Incluso los
trabajos con perspectiva marxista adolecieron de esta mirada tan particular: las lecturas
más ortodoxas consideraban al campesinado un obstáculo al progreso revolucionario;
mientras que otras lecturas algo más abiertas los transformaban en agentes proto-
capitalistas cuando se topaban con acciones campesinas exitosas.
En segundo término, en muchos casos el campesinado fue conceptualizado como una
masa homogénea, sin prestar atención a sus estratificaciones internas, ni considerar que
muchas de las revueltas vieron actuar a los campesinos acompañados de individuos
pertenecientes a otros sectores (hombres y mujeres sin tierras, personajes de los niveles
más bajos de la caballería, artesanos, etc.)

El cambio en el análisis del campesinado se dio hacia la década de 1970. La


constatación de los efectos negativos de la industrialización generó en los cientistas
sociales una revalorización del lugar del campesino, así como también aportaron los
escritos de grupos de trabajo dedicados al tema y conformados por académicos del
países del Tercer Mundo (como los nucleados en el Grupo de Estudios Subalternos de
India). Tampoco debe olvidarse la recuperación por aquel entonces de las obras de
Chayanov, autor que advertía que la economía campesina familiar no era ajena a
consideraciones racionales respecto al trabajo, el ocio y los beneficios económicos.
Sin embargo, estas nuevas aproximaciones no anularon algunas de las ideas
preconcebidas sobre este actor social. Fue relativamente común que se siguiera
pensando que el campesino actuaba movido por elementos que ya gozaban de
prosperidad y los dirigían; o bien que eran víctimas de movimientos mesiánicos e
irracionales; o que sus levantamientos eran producto de crisis políticas graves.

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De todas formas, la apertura a considerar el actuar del campesinado permitió habilitar
la discusión sobre una serie de problemas que renovaron el estudio. En el ámbito
particular de la historiografía medieval este cambio supuso comprender la resistencia
al régimen señorial no solo considerando las grandes rebeliones (como la ocurrida en
1381 y que estudiaremos en esta clase), sino también tomando en cuenta un sinnúmero
de frecuentes acciones más pequeñas y localizadas que se dieron incluso desde la Alta
y Plena Edad Media. Estos focos de conflicto, que no siempre se transformaban en
revueltas abiertas de peso permitieron, no obstante, redefinir qué se entiende por
resistencia campesina, sumando al estudio actos de resistencia cotidiana que no por ser
menos visibles, eran menos importantes. Estas pequeñas muestras de descontento (por
ejemplo, acciones de evasión, de sabotaje, o no- cooperación) eran posible desde el
momento en que el campesinado tenía el control del proceso de trabajo y muestran el
alcance del conflicto entre señores y campesinos.

Una vez realizado esta breve introducción pasaremos a contrastar las propuestas de dos
autores que serán ejemplos de distintos abordajes dentro del marxismo en distintos
momentos historiográficos: Rodney Hilton, de quien tomaremos una serie de artículos
publicados entre las décadas 1950 y 1970; y Carlos Astarita, cuyo trabajo es de 2001 y
recoge las nuevas propuestas surgidas a partir de los años 80 del pasado siglo.
Organizaremos la clase a partir del estudio de dos momentos: 1) el período previo al
levantamiento inglés de 1381 y 2) el mismo levantamiento. A partir de este planteo
podremos observar y discutir una de las tesis más difundidas sobre la cuestión: la que
considera que el levantamiento inglés de 1381 fue un parteaguas en la historia de las
rebeliones campesinas.

1) Etapa previa al levantamiento de 1381

Comencemos por el abordaje de Hilton. Como representante de la escuela marxista


inglesa, considera que el motor de la evolución de la sociedad medieval fue el conflicto
entre señores y campesinos por la apropiación del producto excedente producido en la

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tenencia campesina, lo que derivaba finalmente en una disputa sobre la condición
personal (libre o servil). Aquí, el autor se ubica en un terreno similar al de Brenner cuya
propuesta se vio durante la clase 9. Hilton, por otra parte, advierte que esta disputa debe
estudiarse teniendo presente las características del contexto y sumando el papel jugado
por la ideología para así evitar cualquier tipo de determinismo económico y/o
reduccionismo del análisis a la lucha de clases.

Para el largo período previo al conflicto, Hilton lista una serie de características
generales que según el describirían la situación del campesino:

Los campesinos asumían los valores típicos de la sociedad feudal vehiculizados


en gran medida por las parroquias.
Los campesinos se mantenían insertos en una economía de subsistencia.
La organización campesina incluía componentes colectivos.
Se observa una cierta estratificación entre los campesinos. En este sentido, la
producción para el mercado exacerbaba diferencias internas.
Las rentas que pagaba el campesino se determinaban por su relación política
con el señor. Estas y otros elementos, como la restricción del movimiento, eran
las marcas de servidumbre.
En este periodo la lucha surgía cuando se rompía la costumbre. Es decir, no
existía una crítica al sistema en su conjunto. De hecho, las causas que derivaban
en enfrentamientos con los señores podían no ser las mismas para todos los
campesinos. Por ejemplo, la defensa de la costumbre podía favorecer a los
campesinos ricos y perjudicar a los más pobres en determinados contextos
económicos.

Esta caracterización realizada por Hilton puede someterse a una serie de evaluaciones
y críticas. En primer lugar, parece describir al campesinado como como una entidad
algo pasiva y sin objetivos claros más que la defensa de la costumbre. En este marco
las resistencias serían solo momentos de furia, sin organización. Esta descripción
particular del campesinado se lleva al autor a considerar la existencia de una conciencia
de clase negativa por parte de los campesinos ya que, si bien rechazan una serie de
agravios, no obstante aspiran a mantener las costumbres. Por todo ello, para Hilton hay

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un antes y un después del levantamiento inglés de 1381. Según el autor, es recién en
esa fecha cuando el campesino llega a realizar un cuestionamiento del sistema.

Respecto a este último punto debemos hacer una salvedad. En su artículo de 1949
(“Campesinos medievales: alguna enseñanza”) el autor da cuenta de la importancia que
es considerar que la situación conflictiva se remontaba a siglos anteriores al XIV.

Ahora bien ¿qué entendemos por conciencia de clase? Con este concepto se define la
capacidad de los individuos de ser consientes de las relaciones sociales antagónicas en
las que se encuentran ubicados, y actuar en consecuencia.
Los análisis críticos al interior del marxismo propusieron distintos modos en que esta
conciencia puede ser experimentada, dando lugar a las nociones de: a) conciencia de
clase en sí (conocimiento de existencia de una clase), y b) conciencia de clase para sí
(la conciencia de la situación y posición histórica).
La propuesta de Hilton sobre la conciencia de clase negativa que tendría el campesinado
medieval es una premisa propia de esta escuela de marxismo inglés que durante mucho
tiempo consideró que la experiencia cumplía un rol determinante en la formación de la
conciencia de clase y que esta era un elemento propio de la sociedad industrial.

En este punto puede realizarse un contraste con la propuesta de Astarita que advierte
que una situación vivida (aquella experiencia a la que se refieren los marxistas ingleses)
no necesariamente se elabora como conocimiento real. Es decir que experimentar la
explotación no siempre lleva directamente a alcanzar conciencia de clase. Por el
contrario, esta conciencia se entiende como un desafío cognitivo entre la inteligibilidad
de la realidad y la capacidad reflexiva del agente, lo cual supera lo meramente vivencial.
Astarita propone complejizar esta cuestión aplicando las propuestas de Luckacs que
establecía una diferencia entre: a) conciencia de clase real (aquella que muestra una
desigual comprensión del posicionamiento en el funcionamiento social), y b)
conciencia de clase atribuida (la que un agente porta si pudiera descifrar
correctamente la situación).

Por otra parte, Astarita también advierte que en la interpretación de Hilton se observa
la influencia de los estudios antropológicos de Scott que llevan a afirmar que, en la

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Edad Media, el enfrentamiento se da cuando se alteran los niveles de producción y se
pone en peligro la “economía moral”. Por economía moral, se entiende una ética de la
subsistencia que incluía la búsqueda de condiciones mínimas y dignas en el trabajo, en
la vida familiar y comunitaria, y que incluía el deseo del campesino por ejercer un
mínimo de control sobre su propio entorno.

Observando también el período previo al levantamiento (IX- XIV), Astarita reconoce


que se trata de una etapa deprimida de las acciones campesinas que permiten
precisamente la consolidación y acumulación del poder feudal. No obstante, advierte
sobre un desafío metodológico relativamente común que enfrentan los medievalistas:
la voz que surge de la lectura de los documentos es la de la aristocracia comunal, no la
del campesino promedio por lo que nuestro conocimiento sobre la experiencia de este
último será limitado.
En la zona objeto de su estudio, la región castellano- leonesa, Astarita observa la
existencia no solo de reclamos por costumbres violadas por el señor; sino también la
negativa a pagar lo establecido con regularidad, como el diezmo. Es decir que incluso
aquellas costumbres establecidas podían ser objeto de conflicto; un elemento que para
Astarita sería una prueba de la expansión de una conciencia crítica subterránea.

Pero entonces: ¿qué podría estar impidiendo una rebelión abierta y la adopción de
una conciencia de la situación de explotación?

Retomando la discusión sobre la conciencia de clase, Astarita advierte que en el


feudalismo, la coacción aparece como una prerrogativa natural de una persona (el
señor) que la encarna como una esfera privada de su soberanía política. El trabajo del
campesino para su señor adquiere, entonces, la forma de un servicio personal. Este no
se fija como algo común a la clase, sino como un fenómeno individual. Por ello, la
explotación no se percibe como una relación universal, sino como una perturbación de
un mundo particular. La relación de clases adquiere en la conciencia un carácter no
clasista. Es una conciencia crítica y fragmentada, aunque no es falsa conciencia porque
el carácter de explotación está explícito.

Sin embargo, esto tampoco implica la existencia de un consenso respecto a los valores
de la clase dominante, una de las propuestas de Hilton. Astarita advierte que el

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campesino está excluido de los espacios propios donde la clase dominante expone sus
valores (caballería, Iglesia, etc.). La ideología dominante solo domina la conducta de
la clase dominante y de aquellos vinculados a ella por dependencias no degradantes,
como en el caso de campesinos enriquecidos vinculados al poder.

Volviendo a Hilton, el autor considera que una serie de elementos coyunturales


aceleraron el conflicto durante los siglos XIII y XIV:

El aumento de la explotación de los señores interesados en ubicar sus productos


en el mercado (aquí cabe hacer una referencia a la propuesta de Brenner
estudiada en la clase nº 9).

Este aumento de explotación por parte de los señores fue particularmente duro
ya que se aplicó sobre una mano de obra diezmada a causa de la Peste Negra.
Ante una escasez de trabajadores, los señores se dispusieron a a aplicar métodos
coactivos.

Ante ello, las primeras reacciones de los campesinos consistieron en: 1) negar ser
“villein”, 2) aducir pertenecer al dominio del rey, y 3) presentar quejas en los tribunales
del rey.

Esto testimonia una práctica concreta: el uso del orden oficial (los tribunales) por parte
de los campesinos en su provecho. El nudo de la queja, como adelantamos, solía ser la
servidumbre, vivida como el agravio fundamental.

En este punto, Astarita propone que la debilidad del contacto social reducía el campo
de conflicto y que antagonismo solo se actualizaba, entonces, cuando ocurrían
determinados hechos puntuales. Siguiendo esta lógica, las crisis políticas de los siglos
XIII y XIV fueron momentos de debilidad de la hegemonía de la clase de poder, cuando
se generaron situaciones propicias para las rebeliones. Este planteo propone a los
campesinos como agentes activos, que consideraban racionalmente en qué momentos
actuar.

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2) El levantamiento de 1381:

Si se considera lo dicho previamente, se entiende que el levantamiento de 1381 coincida


con un contexto político muy particular. El rey inglés Eduardo III (perteneciente a la
dinastía Anjou- Plantagenet) se encontraba en guerra con Francia, lo que se conoce
como la Guerra de los 100 años.
Su sucesor, Ricardo II, debió hacer frente a conflictos dinásticos, a los fracasos ante
Francia y a una serie de sucesos de corrupción.
En este contexto instauró un nuevo impuesto personal que provocó el estallido de la
rebelión campesina, liderada por Tyler y Ball. Los campesinos obtuvieron una serie de
beneficios, pero la rebelión fue finalmente sofocada. Ricardo II fue depuesto por el
Parlamento y la corona pasó a manos de la casa Lancaster (Enrique IV).
Si bien la revuelta fracasó y varias de las concesiones otorgadas por la monarquía
fueron revocadas, esta revuelta dejó en claro la necesidad de reformas y la crisis de la
servidumbre.

¿Qué reclamaron en este caso? ¿Qué similitudes y diferencias se observan respecto


al actuar campesino previo?
Veamos estas cuestiones a partir del análisis de fuentes. Se trata de fragmentos de la
crónica Anonimalle1 escrita en el siglo XIV:

[Peticiones en Mile End]


“Y cuando el rey llegó y los comunes lo vieron, se arrodillaron ante él, diciendo
“Bienvenido seas, rey y señor nuestro, Ricardo, si es de vuestro agrado, y no tendremos
otro rey más que vos”. Y Wat Tyler, su jefe y líder, suplicó en nombre de los
comunes que el rey les permitiera capturar a todos los traidores a él y a la ley y
encargarse de ellos. El rey concedió sin reservas que capturaran a todos los que fueran
traidores y que se pudiera demostrar que eran tales mediante un proceso legal. El dicho
Walter y los comunes portaban dos estandartes, pendones y pequeñas banderolas
mientras hacían su petición al rey. Y exigieron que en adelante ningún hombre
fuera siervo ni haga homenaje ni ningún tipo de servicio a ningún señor, sino que
dé 4 peniques por acre de tierra. También exigieron que nadie sirva a ningún
hombre excepto por su propia voluntad y por medio de un contrato regular. En
este momento el rey hizo formar a los comunes en dos líneas, y ordenó proclamar
ante ellos que confirmaría y concedería que fueran libres, y que tendrían lo que
1
Traducido de Dobson, R. B., ed. The Peasants’ Revolt of 1381. Londres, 1971 (da
Graca, L. “El levantamiento inglés de 1381”, en C. Astarita, C. Mac Gaw y A.
Zingarelli, coord., Conflictos sociales en la Antigüedad y el Feudalismo, Edulp, 2017).

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querían; y que podían atravesar todo el reino de Inglaterra y atrapar a todos los
traidores y traerlos a él en condiciones de seguridad, y luego él los trataría como
demanda la ley.
Debido a esta concesión Wat Tyler y los comunes fueron camino a la Torre, para
capturar al arzobispo y a los otros mientras el rey permanecía en Mile End. Entretanto
el arzobispo había celebrado su misa en la Torre devotamente, y había confesado al
prior del Hospital de Clerkenwell y a otros; y luego escuchó dos o tres misas y cantó la
Commendatio, y el Placebo y el Dirige, y los Siete Salmos, y la Letanía; y cuando
estaba en las palabras “Omnes sancti orate pro nobis” [que todos los santos rueguen por
nosotros] los comunes entraron y lo arrastraron fuera de la capilla de la Torre, y lo
empujaron y lo golpearon salvajemente, y lo mismo hicieron con los otros que estaban
con él, y los llevaron a Tower Hill. Allí cercenaron las cabezas del Maestre Simon de
Sudbury, arzobispo de Canterbury, de Sir Robert Hales, prior del Hospital de San Juan
de Clerkenwell, tesorero de Inglaterra, del Hermano William de Appleton, un gran
médico y cirujano que tenía mucha influencia sobre el rey y sobre el duque de
Lancaster. Y poco después decapitaron a John Legge, oficial de orden del rey y con él
a cierto jurado.”

[Peticiones en Smithfield]
“En ese momento llegó el alcalde de Londres, William de Walworth, y el rey le ordenó
que se aproxime a los comunes y haga que su jefe venga a él. Y cuando fue llamado
por el alcalde, este jefe, de nombre Wat Tyler de Maidstone, se acercó al rey con
mucha confianza, montado en un pequeño caballo de modo que los comunes
pudieran verlo. Y desmontó, sosteniendo en su mano una daga que había tomado
de otro hombre; y una vez que hubo desmontado inclinó a medias su rodilla y tomó
al rey de la mano, sacudiendo su brazo enérgica y rudamente, diciéndole
“Hermano, ten buen ánimo y alegría, porque en la semana que está por entrar
tendrás cuarenta mil comunes más de los que tienes ahora, y seremos buenos
compañeros”. Y el rey dijo a Walter: “¿Por qué no regresan a sus tierras?” Pero
el otro contestó, con gran descaro, que ni él ni ninguno de sus compañeros se irían
hasta no haber obtenido su carta como la querían, con la inclusión de ciertos
puntos que deseaban demandar. Tyler amenazó que si estos puntos no eran asentados
según la voluntad de los comunes los señores del reino lo lamentarían amargamente.
Entonces el rey le preguntó cuáles eran los puntos que deseaba que se
consideraran, y él los pondría por escrito y los sellaría, sin reservas y sin
contradicción. Luego el dicho Wat repasó los puntos que iban a ser demandados;
y pidió que no hubiera otra ley excepto la ley de Winchester y que de allí en
adelante no hubiera proscriptos en ningún proceso legal, y que ningún señor
tuviera señorío en el futuro, sino que fuera dividido entre todos los hombres, a
excepción del señorío del rey. También exigió que los bienes de la Santa Iglesia no
quedaran en manos de religiosos, ni párrocos ni vicarios y otros hombres de la
Iglesia; sino que el clero tuviera lo necesario para su sostén y que el resto de sus
bienes fueran divididos entre la gente de la parroquia. Y demandó que no hubiera
más que un obispo en Inglaterra y un solo prelado, y que todas las tierras y
tenencias les fueran quitadas a los poseedores y divididas entre los comunes,
reservando para aquellos sólo un sustento razonable. Y demandó que no hubiera
más villeins en Inglaterra, ni servidumbre ni villeinage sino que todos los hombres
fueran libres y de una sola condición”.

A partir de la fuente y de las propuestas de Hilton se observa que:

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1) Si bien el levantamiento sumó algunos elementos espontáneos, también se
identifica la existencia de un programa (las peticiones de Wat Tyler).

2) Entre las demandas que estos realizaron se destacó la exigencia de libertad, el


fin de los homenajes y los servicios, la distribución de los señoríos, el fin del
control señorial sobre el trabajo y la redistribución de las propiedades de la
Iglesia entre la población.

3) Se observan también expresiones de odio de clase, ejemplificados en los actos


de violencia y ejecución de nobles y obispos.

Por todo ello, Hilton destaca la importancia del levantamiento inglés de 1381 en tanto
momento de separación respecto del pensamiento tradicional.

El debate abierto por el levantamiento de 1381 pone en cuestión la forma en que se


visualizan las protestas. Así como una línea (ejemplificada por Hilton) propone ver este
suceso como un parteaguas en la historia de las rebeliones campesinas medievales;
otros autores consideran que es un error separar al levantamiento de 1381 del continuo
de pequeñas resistencias. Algunos autores, Freedman por caso, advierte que se corre el
riesgo de polarizar las acciones campesinas pensando que: o bien hay insurrecciones
violentas, o bien hay aceptación total del orden establecido2. Propone, por el contrario,
observar los actos de resistencia más pequeños y localizados como eslabones en un
continuum con respecto a las grandes rebeliones; evitando pensar que salvo las
manifestaciones violentas, todo lo demás involucraba la aceptación. Por el contrario, la
transición de unos a otros dependía de la percepción de oportunidades y expectativas
antes que del grado de opresión.

Preguntas- guía:

2
Freedman, P., “La resistencia campesina y la historiografía de Europa medieval”, en
Edad Media: Revista de Historia, nº 3, 2000.

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1) Hilton y Astarita proponen que las rebeliones campesinas estuvieron
protagonizadas por distintos elementos pertenecientes al campesinado ¿qué
llevaba a cada uno de ellos a participar en estas revueltas?
2) Considerando el contenido de las fuentes en donde los rebeldes peticionan al
rey ¿cómo interpretan los autores estudiados este dato?
3) ¿Qué relación pueden establecer entre el planteo de Hilton y las propuestas de
Brenner (clase 9)?

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