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El momento histórico
En los últimos años del siglo XVIII, las ideas que inspiraran la Revo-
lución Francesa, comenzaron a penetrar e inquietar no solo a los sectores
intelectuales ingleses, sino también a la clase obrera, cuya situación se
volvía cada vez más angustiosa, debido al desarrollo de la revolución
170. La palabra vulgar se utiliza en sentido de superficial para indicar que se toma el simple punto
de vista del empresario; el análisis se queda en las apariencias, toma los fenómenos económi-
cos tal como se presentan después de la concurrencia, en las relaciones externas, sin penetrar
en el fondo, en las relaciones internas y necesarias.
171. “Robert Malthus”, insertado como prólogo a los Principios de Economía Política. Ed. Fondo de
Cultura Económica.
184 Manuel Agustín Aguirre Ríos
El ensayo sobre
el principio de la población
Así, con un fin no científico sino esencialmente polémico, atacar las
concepciones de Condorcet y Godwin, así como explicar la desocupación
en forma que satisfaga a las clases poseedoras, escribe su Ensayo sobre el
Principio de la Población y sus efectos sobre el futuro mejoramiento de la Socie-
dad, a la que se ha llamado parodiando, Investigación de la naturaleza y cau-
sas de la pobreza de las naciones que se publica en forma anónima en 1798, y
que no es otra cosa que la reproducción de ideas expuestas anteriormente
por otros autores y presentadas en forma popular e impresionante. Este
panfleto inicial que tuviera tanta suerte, dados los fines que perseguía,
aunque en sucesivas ediciones fuera creciendo con abundantes rellenos,
se contiene propiamente en los dos primeros capítulos de la obra que,
por lo demás, llega a comprender cuatro libros. En el capítulo I, del libro
186 Manuel Agustín Aguirre Ríos
Luego agrega:
Si suponemos que siguiendo el mejor de todos los sistemas y estimulando
todo lo posible la agricultura, se pudiera doblar la población de la isla en los
primeros 25 años, probablemente nuestra suposición excedería a lo que pue-
de esperarse razonablemente.
Es imposible suponer que en los 25 años siguientes se pudiera cuadruplicar
la producción. Esto sería contrario a todos nuestros conocimientos sobre las
propiedades del suelo.177
176. Idem. 10
177. Idem. 12.
178. Idem, 12.
188 Manuel Agustín Aguirre Ríos
suelo, hay que anotar que igualmente esta carece de realidad y validez
científica, pues al formularla se han dejado de considerar todas las fuer-
zas que tienden a contrarrestarla y anularla, como el desarrollo técnico,
por ejemplo.
En realidad, si en un momento dado y permaneciendo todas las de-
más cosas iguales, agregamos a una determinada extensión de tierra,
cada vez más trabajo, es cierto que luego de llegar a un punto óptimo los
rendimientos han de decrecer; pero este razonamiento de carácter estáti-
co no podemos aplicarlo, sin llegar al absurdo, a una situación dinámica
en que las cosas no permanecen iguales sino que cambian, como el desa-
rrolla técnico, que no es el mismo a través del tiempo y cuyo incremento
ha de determinar que con la misma dosis de trabajo se pueda obtener
una cantidad cada vez mayor de productos. Malthus comete el error de
razonamiento al trasponer mecánicamente una observación de carácter
estático a un problema dinámico, viciando por completo sus resultados y
conclusiones. Engels, con razón, anota que esta ley ignora por completo,
entre otras cosas, que la ciencia se desarrolló y crece también en verda-
dera progresión geométrica, trasmitiéndose teórica y prácticamente de
generación en generación. De esta manera, la ley del rendimiento decre-
ciente del suelo no puede ser aceptada, y con ello la base de sustentación
de las tesis malthusianas.
Por otra parte, las estadísticas han desmentido, al tratarse de la ley
de la población, las aseveraciones malthusianas; pues, a excepción de los
periodos de escasez debido a las devastaciones, guerras, etc., el desarro-
llo normal significa que las subsistencias crecen más rápidamente que la
población.179
Sin embargo de que la teoría de la población y las subsistencias for-
mulada por Malthus, no resiste el análisis científico, alcanza una gran
difusión y aceptación, debido a razones que es necesario señalar. Nadie
podía negar la existencia de la desocupación y una inmensa miseria en-
tre las masas trabajadoras, cosa que estaba ante los ojos de todos y co-
menzaba a ser atribuida a la estructura misma del régimen capitalista,
por aquellos que pensaban en la necesidad de reformar las instituciones.
Nada mejor, entonces, que una teoría de falsos fundamentos científicos,
tratara de imputar a las leyes naturales del desarrollo de la población y
las subsistencias, todos los males sociales. La existencia de una ley natu-
179. Ch. Bettelheim. Falts et Chilfres relatifs a l’ emplol et au Chomage. Ed. Centre de Documentation
Universitaire.
190 Manuel Agustín Aguirre Ríos
ral de la población era algo contra lo que nadie podía protestar ni que-
jarse, no quedando otra cosa que someterse sumisamente a su imperio
ciego y fatal. De esta manera, se planteaba como un problema natural un
problema social. Y si bien es cierto que no se pueden considerar como
cosas distintas a la sociedad y la naturaleza, oponiéndolas y contrapo-
niéndolas, como hacen los idealistas que sostienen falsamente que la so-
ciedad no está regida por leyes objetivas, independientes de la voluntad
del hombre; también es un error confundirlas, de manera de ir a buscar
interesadamente en la naturaleza, en la constitución biológica del hom-
bre, por ejemplo, soluciones naturales a los problemas sociales que tienen
sus propias causas y sus leyes propias características.
Para Malthus, la misma naturaleza causante de la superpoblación
era la única que podía controlar el crecimiento de la especie humana, por
medio de ciertos “frenos positivos”, constituidos por las enfermedades,
las pestes, producto de la misma miseria, y las guerras, que disminuyen
la población, para ajustaría a las subsistencias; es decir, por medio del
galope permanente de los cuatro jinetes del Apocalipsis.
En el Cap. II, del Libro I, “De las limitaciones generales del creci-
miento de la población y de su forma de actuar”, nos dice:
Los obstáculos positivos que se oponen al aumento de la población son muy
diversos, y comprenden todo aquello que contribuye en mayor o menor gra-
do a acortar la duración natural de la vida humana, ya provengan del vicio,
ya de la miseria. En este grupo habrá, pues, que incluir las ocupaciones mal-
sanas, el trabajo excesivamente fatigoso y la exposición a las inclemencias del
tiempo, la pobreza extrema, la mala crianza de los hijos, la vida de las grandes
ciudades, los excesos de toda clase, toda la gama de enfermedades comunes y
las epidemias, las guerras, las pestes y las hambres.180
creaba pobres pero no producía trigo, por lo cual era perjudicial y debía
suprimirse definitivamente. De este modo, la falsa teoría malthusiana se
transforma en uno de los puntales de la política liberal.
El malthusianismo
en la época actual
Es indudable, como hemos dicho, que Malthus generaliza demasia-
do apresuradamente sus observaciones, en forma tal que les quita toda
posibilidad de enunciación científica. Ya Godwin en una réplica violenta
anotaba que las tres cuartas partes del globo se hallaban incultas y aun las
cultivadas podían mejorarse enormemente; y Senior afirmaba que me-
jores instituciones podían anular la tendencia enunciada por Malthus.
Numerosos informes contemporáneos se refieren a los millones de acres
de tierra que es posible poner en cultivo y algunos estadísticos, como
Collin Clark, sostienen que las actuales tierras serían suficientes si se las
cultivara científicamente; otros afirman que con el actual desarrollo téc-
nico y los recursos disponibles no solo puede alcanzarse lo necesario para
subsistir sino la abundancia y la felicidad. Por lo demás, la densidad de
la población nada tiene que ver con la miseria, pues los países coloniales,
por ejemplo, son menos densos que las metrópolis y sin embargo viven
en condiciones inferiores; no existe correlación alguna entre el nivel de
vida y la densidad de la población sino entre esta y el desarrollo econó-
mico, la industrialización.
En realidad, las estadísticas nos están diciendo que del 50% de la tierra
cultivable del globo, se utiliza únicamente un 10%, de manera que existen
inmensos recursos naturales desocupados; y que, si por otra parte, en cier-
tos sectores de tierra cultivados disminuye la fertilidad, esto se debe a la
incapacidad del hombre para suministrarles los elementos necesarios para
su recuperación; la tierra no es definitivamente de tal o cual naturaleza o
calidad, sino que se transforma de acuerdo con la acción del hombre.
Asimismo, el hecho de que esa inmensa cantidad de recursos na-
turales desocupados no pueda utilizarse, se debe a las condiciones eco-
nómicas y sociales de un sistema de producción capitalista, donde la
propiedad privada de los medios de producción y demás relaciones pro-
ductivas, impiden que tales recursos se pongan al servicio de las grandes
masas desposeídas y hambrientas que forman la humanidad.
De esta manera, queda claro y demostrado por la experiencia, que no
son las supuestas leyes naturales que enunciara erróneamente Malthus,
Historia del Pensamiento Económico. Los clásicos y pseudoclásicos 193
enunciado James Mill, y que afirmaba que los productos se cambian con
productos, o sea que cada oferta crea su propia demanda, estableciendo
una coordinación directa entre oferta y demanda, producción y consumo,
que volvía imposible la existencia de una crisis general de superproduc-
ción; podrían existir ciertos desequilibrios parciales, cuando en una rama
de la industria se hubiese producido una cantidad mayor de artículos de
la que fuera demandada, pero esto sería porque en otra rama se hubiera
producido menos de lo que exigía su correspondiente demanda, de mane-
ra que una nueva redistribución de los capitales, determinada por el alza
o baja de los precios, volvería el sistema al equilibrio, sin que la economía
se hubiera abocado a una crisis general, que podría tener alguna causa
externa, pero no depender jamás de la estructura misma del sistema.
Malthus, en cambio, sostenía la posibilidad y aun la necesidad de
una crisis general, a causa de una excesiva acumulación de capital y de
una falta de demanda efectiva. Ya en la introducción de sus Principios,
expone:
Adam Smith ha afirmado que los capitales se aumentan por la sobriedad, que
todo hombre frugal es un benefactor público, y que el aumento de riqueza
depende del exceso de la producción sobre el consumo. Nadie puede poner
en duda que estas proposiciones son verdad en gran parte. No podrían tener
lugar ningún aumento considerable y continuado de riqueza sin ese grado de
frugalidad que ocasiona anualmente la conversión de algún ingreso en capi-
tal, y crea un excedente de producción sobre el consumo; pero es indudable
que no es verdad en todos los casos, y que el principio del ahorro, llevado al
exceso, destruiría el motivo de la producción.182
Pero para sostener esta tesis, necesitaba una teoría del valor que se
opusiera a la avanzada de Ricardo, recogiendo la menos valiosa de la que
formulara Smith.
que todo comprador entrega un valor mayor que el que recibe, o sea que
paga más de lo que vale una cosa. De este modo, se desvía hasta el extre-
mo de afirmar que el beneficio viene del cambio o sea de la enajenación
de la mercancía por más de su valor, cosa que lo hace volver al tiempo
de los mercantilistas para quienes la ganancia provenía de la alienación o
venta, con perjuicio del comprador extranjero. Para decirlo de otra mane-
ra, Malthus trata de aplicar lo que pasa entre el capitalista y el asalariado,
cuando cambian trabajo materializado y trabajo vivo, en el que se da con
el salario menos de lo que se recibe con el producto, a todos los otros
cambios de mercancías, transformando así a los compradores en general
en una especie de asalariados que dan más de lo que reciben. Es así como
encontramos en Malthus una teoría del costo de producción, ya que, por
definición, agrega el trabajo, la ganancia, como determinante del valor de
las mercancías; es así como continúa cometiéndose el error de explicar
la ganancia por la ganancia; se recibe la ganancia porque la ganancia ya
consta de antemano en el costo de producción:
Por lo tanto, el valor de cualquier mercancía en cualquiera de los dos perio-
dos, ya se derive solo de la causa intrínseca del trabajo, o de este combinado
en diferentes proporciones con utilidades, rentas e impuestos, o esté influido
por escasez o abundancia temporal, se medirá por la cantidad de trabajo de
cada periodo que pueda comprar.
La definición del valor de una mercancía en un lugar y momento determina-
dos, es esta: “la estima en que se tiene en ese lugar y momento, determinada
en todos los casos por el estado de la oferta comparada con la demanda, y,
generalmente, por sus costos elementales de producción, que regulan aquel
estado”; o lo que viene a ser lo mismo, su poder adquisitivo en aquel lugar y
tiempo, resultante de causas intrínsecas.186
186. Idem. 82 y 92
200 Manuel Agustín Aguirre Ríos
fabricantes los artículos que en otro caso consumirían esos trabajadores im-
productivos.
El señor Malthus ha definido la demanda como el deseo y el poder de con-
sumir. ¿Qué poder tiene un consumidor improductivo? Sacar 100 piezas de
paño de la fábrica de un pañero y vestir con ellas soldados y marinos, au-
menta en algo sus utilidades? ¿Lo estimulará a producir? Sí, como lo haría
un incendio.188
La contrarréplica de Ricardo constante en el volumen II de la edición
de Sraffa, con el título de “Notas a los Principios de Economía Política
de Malthus”, ya que esta obra fue una réplica de los Principios de Eco-
nomía Política y Tributación de Ricardo, constituye uno de los episodios
más interesantes de la larga y constante discusión de estos autores sobre
este tema y otros. Lamentablemente, en este caso, aunque Ricardo tuvo
mejor visión en algunos puntos, ambos partían de una base falsa que era
la inicial teoría de Smith, sobre la descomposición del producto social
en ingresos, o sea salarios, beneficio y renta, olvidando la existencia del
capital constante, como ya hemos visto, lo que impedía un tratamiento
acertado del problema. Partiendo de estas tesis es que Malthus niega que
exista un equilibrio entre producción y consumo, a no ser que intervenga
la clase improductiva de los terratenientes y todos sus secuaces.
hombres entre sí; siendo necesario considerar que ahora para Malthus
la oposición entre la población y los medios de ocupación, adquiere una
importancia mucho mayor que aquella entre la población y los medios de
subsistencia, con lo que queda casi completamente desvirtuada su propia
teoría de la población.
Por otro lado, las bases de las que parte en el análisis del problema,
como su teoría del valor y el beneficio, no le permiten pasar de la esfera
del simple cambio y el dinero, ni ahondar en la estructura misma del sis-
tema, lo que ha de llevarlo al planteamiento de una solución inadecuada
y artificial, que, por lo demás, como hemos visto, estaba de acuerdo con
los fines que perseguía. Con todo, en lo sucesivo, difícilmente se podrá
negar la existencia de las crisis, aunque se busquen remedios similares o
peores que el propuesto por Malthus.
A propósito, la teoría keynesiana de las crisis y la desocupación, es
profundamente malthusiana, no solo en, el sentido de haber tomado de
esta la tesis de la demanda efectiva, y la disminución de la propensión al
consumo, sino en el hecho de mantenerse igualmente en el campo del
simple cambio sin penetrar en las raíces mismas del problema; así como
en los remedios que propugna que no solo se han quedado en la justifi-
cación e incremento del consumo de las clases improductivas, sino que
ha pasado a la realidad de la multiplicación de los gastos del Estado en
material bélico, con las miras de conducir a la humanidad al “incendio”,
como un medio de consumo, de que nos hablara Ricardo. Pero todo esto
se lo podrá ver ampliamente al tratar de Keynes, quien por lo demás no
ha escatimado elogios para su antecesor, hasta afirmar “que la casi des-
trucción del método de Malthus y el dominio ejercido por el de Ricardo,
por un periodo de un centenar de años ha sido un desastre para el pro-
greso de la economía”.
Por nuestra parte, consideramos que Malthus, en su anhelo de jus-
tificar lo injustificable, no hizo otra cosa, en lo fundamental, que prestar
armas a la reacción de ayer y de hoy, por lo cual vuelvo a aflorar a la
superficie, siempre que se requieren sus servicios para iguales fines.189