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Historia
económica y social
de la Edad Media
con un ANEXO BIBLIOGRÁFICO \ CRÍTICO de
H. VAN W E R V E K E
Título de la obra
Histoire Economique et Sociale du Moyen-Age
© 1933 Presses Universitaires de France
Traducción de:
Salvador Echavarría
H. P.
INTRODUCCIÓN
II
Carácter agrícola de la sociedad a partir del siglo ix. Es ab-
solutamente evidente que, a partir del siglo viii, la Europa occi-
dental volvió al estado de región exclusivamente agrícola. La tierra
INTRODUCCIÓN 13
tisfacer por sí solo todas sus necesidades. Por eso se ve que las
abadías de las regiones desprovistas de viñedos, como, por ejem-
plo, los Países Bajos, tratan de obtener donaciones de tierra de
viñas, ya sea en la cuenca del Sena, ya sea en los valles del Rin
y del Mosela, con el objeto de poder asegurar en tal forma cada
año su abastecimiento de vino.^°
Los mercados locales. Al parecer, diríase que la abundancia
de los mercados está en contradicción con la parálisis comercial de
la época, pues, a principio del siglo DC, aquéllos aumentan en forma
considerable y se fundan mercados nuevos, pero su gran número
es la mejor prueba de su insignificancia. Sólo la feria de Saint
Denys, cerca de París (feria de Lendit), atrae una vez por año, a
la vez que peregrinos, vendedores y compradores de ocasión. Fuera
de ésta se encuentra únicamente una multitud de pequeños mer-
cados semanales, en donde los campesinos de los alrededores po-
nen en venta unos cuantos huevos, pollos, unas libras de lana o
unas varas de burdo paño tejido en casa. La índole de las transac-
ciones que allí se celebran aparece claramente definida por el he-
cho de que las ventas se hacen per deneratas, es decir, por canti-
dades que no excedan el valor de unos cuantos denarios."
En resumen, la utilidad de esas pequeñas asambleas consistía en
cubrir las necesidades locales de la población de la comarca, y tam-
bién, quizá, como se observará aún en la actualidad entre los kabi-
leños, en satisfacer el instinto de sociabilidad que es innato en to-
dos los hombres. Era la única distracción que ofrecía una sociedad
inmovilizada en el trabajo de la tierra. La prohibición que hizo
Carlomagno a los siervos de sus dominios "de vagar por los mer-
cados", demuestra que iban a ellos más bien por diversión que por
el afán de ganar dinero.^*
EL R E N A C I M I E N T O DEL C O M E R C I O
I. E L MEDITERRÁNEO ^
Los dos mares interiores, el mar del Norte y el Báltico, que bañan
las costas de la Europa septentrional, lo mismo que el Medite-
rráneo, con el cual hacen juego, baña sus costas meridionales, pre-
sentan, desde mediados del siglo ix hasta fines del xi, un espec-
táculo que, si bien difiere profundamente del que acabamos de
EL MAR DEL NORTE Y EL MAR BÁLTICO 23
el territorio de Verona y, sobre todo, los del valle del Po, que le
proporcionaban una vía fácil para penetrar en Italia. Un siglo más
tarde sus relaciones se extendieron a muchos puntos del litoral y
de la'tierra firme: Pavía, Rávena, Cesena, Ancona y otras muchas
ciudades. Es claro que los venecianos, al introducir la práctica del
comercio, la aclimataron, por decirlo así, en todos los lugares que
frecuentaron. Poco a poco, sus mercaderes tuvieron imitadores.
Como carecemos de textos, es absolutamente imposible seguir el
crecimiento de los gérmenes sembrados por el comercio en medio
de la población agrícola. Sin duda se opuso a este movimiento la
Iglesia, hostil al comercio y cuyos obispados eran más numerosos
y poderosos al sur de los Alpes que en cualquier otra parte.
rénova envió una flota que llevaba a los cruzados que asediaban
Antioquía refuerzos y víveres, y obtuvo de Bohemundo de Tarento,
el año siguiente, un "fondaco", provisto de privilegios comerciales
V que es el primero de la larga serie de los que las ciudades marí-
timas obtuvieron m.ís tarde en la costa de Tierra Santa. Después
de la toma de Jerusalen, sus relaciones con el Mediterráneo orien-
tal se multiplicaron rápidamente. En 1104 posee en San Juan de
Acre una colonia a la que el rey Balduino cede la tercera parte
de la ciudad, una calle que da al mar y una renta de 600 besan-
tes de oro, pagadera con las alcabalas. Por su lado. Pisa se dedicó
con creciente entusiasmo al abastecimiento de los Estados fundados
en Siria por los cruzados. El movimiento comercial que se había
iniciado en la costa de Italia se comunicó al poco tiempo a la
Provenza. En 1136, Marsella ocupaba ya en dicha costa un lugar
importante, puesto que sus burgueses fundaron un establecimien-
to en San Juan de Acre. Al otro lado del golfo de León, Barce-
lona echa los cimientos de su futura prosperidad, y lo mismo que
los musulmanes antaño practicaban la trata de los esclavos cris-
tianos, los esclavos moros capturados en España le proporcionaban
uno de los objetos de su tráfico.