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EL IPERIALISMO.

¿Fue el imperialismo un motor para el cambio durante el siglo XIX ?

Desde el siglo XVI, los países europeos desarrollaron políticas coloniales. Es decir,
ocuparon territorios en zonas alejadas con el fin de establecer sobre ellos un control político,
militar y económico. Ejemplos de tales procesos fueron las conquistas española y portuguesa de
los territorios americanos o la colonización británica de América del Norte y la India.
En el último cuarto del siglo XIX, en cambio, la adquisición de territorios por parte de las
potencias industriales tuvo como objetivo la imposición de su supremacía económica y militar
sobre el mundo. El reparto colonial se convirtió en una manifestación de poderío a escala
universal. Este fenómeno, conocido como imperialismo, fue imprescindible para la supervivencia
del capitalismo.
Una de las razones de su surgimiento fue la necesidad de superar los problemas del
capitalismo originados por la Gran Depresión. La necesidad de encontrar nuevos mercados para
los excedentes industriales y de contar con fuentes de aprovisionamiento de materias primas, así
como la presión de los inversores por colocar sus capitales donde más ganancias redituasen,
contribuyeron a generar las nuevas políticas colonialistas.

Los Estados nacionales no solo generaron medidas proteccionistas hacia el interior de sus
economías, sino que las apoyaron con sus medidas expansionistas.
El imperialismo sirvió para trasladar a las colonias las tensiones de las sociedades
occidentales. Ante el aumento demográfico que estaban experimentando y el peligro de que la
población adulta no consiguiera trabajo, las colonias permitían derivar la mano de obra sobrante a
través de la migración. Este también avanzó sobre África, Asia, Oceanía y Centroamérica. Gran
Bretaña fue uno de los principales actores de esa expansión.
El riesgo de que Gran Bretaña monopolizara el mercado internacional lanzó a otros países
a una carrera por conquistar colonias. La disputa por nuevos territorios generó, con frecuencia,
conflictos armados entre las potencia. La carrera imperialista se planteaba también en términos
de autoafirmación nacional y de poderío militar. Arrebatar territorios a las potencias rivales,
además de reportar beneficios materiales, alimentaba el orgullo patrio. Pero pronto, a la
expansión imperialista se sumaron Bélgica, Alemania, Italia, Japón y los Estados Unidos.
Durante las últimas décadas del siglo XIX, las potencias capitalistas se disputaron enormes
extensiones territoriales en el sur y el este de Asia. De esa manera, se completaba la conquista del
continente, que se había iniciado un siglo antes, cuando Gran Bretaña consolidó su dominio en la
India. La ocupación de Asia obedeció a diversas causas, que variaron de una región a otra.
La expansión imperialista tuvo consecuencias de diversa índole. Las potencias
metropolitanas trazaron de manera arbitraria las fronteras de sus colonias, en función de sus
pactos e intereses políticos y económicos. De este modo, se produjo la fragmentación de los
territorios y la desarticulación de los modos de vida de las sociedades tradicionales. Esta nueva
territorialidad generó desplazamientos forzosos de población, fomentó el desarraigo cultural y
creó las condiciones para futuros conflictos interétnicos
En los territorios dominados se incrementó la población, debido al crecimiento
demográfico nativo y a fuertes procesos de inmigración. La urbanización se desarrolló
rápidamente, a medida que las ciudades se convertían en centros de articulación de los mercados
metropolitanos y coloniales. Además, en el proceso de adaptación a las nuevas relaciones
capitalistas, las sociedades tradicionales sufrieron cambios abruptos
En el plano económico, el desarrollo de la infraestructura (puertos, ferrocarriles, caminos)
fue funcional a los intereses de los países colonizadores. Las metrópolis anularon la autonomía
económica de las colonias y decidieron cómo y qué debían producir los territorios dominados, en
virtud de las exigencias de los mercados internacionales. En África, por ejemplo, los cultivos
autóctonos fueron reemplazados por el algodón, el maíz, el cacao y el café
Las consecuencias políticas no fueron menores Los países centrales impusieron su
administración colonial, desconociendo las formas de gobierno preexistentes. Y utilizaron los
territorios coloniales para dirimir sus propios conflictos.

Es por todo esto que para mí fue una gran motor de cambio, ya que estos surgen a partir
de la segunda Revolución Industrial, desde los avances científico hasta lo tecnológico los cuales
fueron acompañados de cambios a nivel económico y social. En ese momento se encaminaba una
economía capitalista alternada de periodos de y estancamiento que fueron generando la oferta y
demanda de bienes. Estos vaivenes en la economía trajo fuertes crisis entre los años 1873 y 1896.
Desde entonces, se vio un sistema productivo reorganizado y los Estados desarrollaron políticas
proteccionistas dentro de sus industrias, pero también se vio una necesidad de ampliar el mercado
tanto para sus productos como los capitales y sobre todo la necesidad de obtener nuevas materias
primas. Esto fue lo que llevó a las grandes potencias a competir por la obtención del control
colonial de territorios en varios sectores, como por ejemplo África, Asia, Oceanía y sobre todo en
América.
Pero no únicamente se vieron estos cabios en la economía, sino también en la política en
el momento de ocupar espacios territoriales para que otros no lo hicieran pero un sector político
fue el encargado de justificar las nuevas conquistas. Y en lo cultural se recurrió a la ciencia para la
legitimación del Imperialismo.
Es así como el Imperialismo no solo trajo grandes cambios económicos, sino también es
considerado como un proceso político, cultural y social.

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