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Estos días nos reuniremos para compartir las diferentes experiencias que tenemos como
profesionales en esa búsqueda de respuestas e incursionaremos en aquellas situaciones
especialmente difíciles. El tema que sigue trata de la diversidad de abordajes y su pertinencia
en los diferentes ámbitos de trabajo del Psicomotricista cuando se enfrenta a estas situaciones.
Trata sobre la necesidad de una escucha atenta a las necesidades de la población con la que
trabajamos para responder a sus demandas profundas.
Esta escucha atenta a las necesidades desde una visión integral de ser humano, que implica el
mirar, oír, sentir, a través de la empatía tónica, es una característica identificadora de la
psicomotricidad. Además, es la que permite al psicomotricista dar respuestas flexibles y
ajustadas a la necesidad profunda de la persona.
El punto a tratar en esta charla es sobre las diferentes dimensiones de esta escucha y sobre el
desafío particular que nos plantea el ser psicomotricistas en un país latinoamericano o también
llamado en vías de desarrollo.
En Uruguay, por ejemplo, la carrera nace como para-médica; para apoyar el área de
neuropediatría. Se perfila así, dentro del área de la salud como una disciplina que, mediante
una metodología específica, atiende aquellos casos de patologías relacionados con el
funcionamiento del sistema nervioso. Aún cuando esta orientación reeducativa tiene un perfil
dinámico, en el cual la expresión libre y espontánea así como la mirada integral de la persona
juegan un papel preponderante , se trata de un abordaje especializado con un enfoque
médico –reeducativo (identificación de la deficiencia y reeducación de la función).
La reivindicación de los derechos de las minorías (raciales, culturales y lingüísticas) por parte
de diferentes movimientos sociales ha producido un cambio social en relación a la mirada
hacia las personas con discapacidad, motivando el surgimiento de otros modelos explicativos
que hacen énfasis en el ambiente como factor causal de las dificultades por su falta de ajuste a
la diferencia (corriente ambientalista), o en la interacción individuo-ambiente
(integracionista). Estos modelos han sido trabajados, fundamentalmente, en el ámbito
educativo; donde se comprueban los efectos negativos de las categorías fijas que agrupan a
los estudiantes en relación a su deficiencia. En efecto, ya en 1978 el informe Warnock en
Inglaterra, que influye en la ley de educación inglesa y en varios sistemas educativos, explica
cómo las mencionadas categorías dificultan la organización y provisión de recursos necesarios
para apoyar el proceso educativo de los alumnos y producen el efecto de etiquetar al niño de
forma negativa. (Marchesi, A et.al, 1999)
Otra corriente, que en este caso conceptualiza colectivos sociales, y ha influido el campo de la
psicomotricidad, es la del Desarrollo Internacional. A partir de los años 50´ , con el fin de
reactivar socio-económicamente a los países afectados por la segunda guerra mundial, surge
la idea de Desarrollo, entendido como progreso y modernización. Se incluye más adelante en
esta idea global a los países denominados “Tercer Mundo”, denominación que incorpora,
entre otros, a todos los países latinoamericanos. Aquí la idea de modernización, demanda una
intervención en servicios básicos como educación y salud para elevar sus niveles. El problema
de la equidad social se presenta como crucial para posibilitar el progreso de los países en
cuestión. El abordaje que deriva de este enfoque, aunque socio- económico, es similar al
del modelo médico: es un enfoque compensatorio. Identificando las causas de la falta de
progreso de algunas sociedades, y en especial algunos sectores sociales, se proveen las
condiciones para que éstos últimos alcancen niveles aceptables de desarrollo. En este
sentido, las causas más ampliamente identificadas han sido la falta de acceso a servicios de
educación y salud. Por lo tanto las políticas sociales han ido en la dirección de compensar
estas faltas. Sin embargo, en los últimos años ha surgido la preocupación por la participación
activa de los sujetos en los proyectos de desarrollo, con el fin de que desarrollen una serie de
capacidades que les permita tomar el control de la intervención de manera sostenible, donde
se habla de “empoderamiento de los participantes”.
Enfoques y prácticas
Un caso concreto
El caso de estudio: un centro de atención a los niños y la familia que forma parte del plan
nacional antes mencionado
Objetivo del plan nacional contribuir a garantizar la promoción y protección de los derechos
de niños y niñas desde su concepción a los 3 años, priorizando aquellos provenientes de
familias en situación de pobreza y/o vulnerabilidad social (Cerutti et al, 2008, p.1).
Si bien el grupo meta son los niños desde su concepción hasta los 3 años, dado que el plan
concibe el desarrollo del niño en íntima relación con su contexto, tiene un enfoque en el cual
se promueve el involucramiento de los adultos referentes para fortalecer los vínculos con sus
niños y facilitar el desarrollo de habilidades de crianza, con el fin de garantizar un desarrollo
infantil continuo y sostenido. Se trata de un abordaje de tipo compensatorio: intenta
compensar las carencias de los padres (de grupos vulnerables) como estimuladores del
desarrollo y compensar la falta de oportunidades de grupos vulnerables priorizándolos en su
selección. Sin embargo, en los últimos años se ha enfatizado también la importancia de las
redes y el trabajo con la comunidad, destacando la participación como un pre-requisito
para el empoderamiento y la equidad social (Tejera, 2006, p.10).
Resultados:
En este caso, por ejemplo, se trata de sesiones de juego, coordinadas por una psicomotricista,
dirigida a un grupo de padres/madres con sus hijos, que concluyen con un momento de
reflexión compartida por los adultos y coordinada por la psicóloga y la psicomotricista, y una
merienda compartida donde se introducen nociones de nutrición. El objetivo de estas
actividades grupales, que dan la oportunidad de compartir experiencias y conocimientos, es el
desarrollo individual de cada niño y el fortalecimiento del vínculo padres/hijos. Se trata
entonces de un enfoque individualizado, al igual que en el resto de las actividades del plan.
De acuerdo a lo recabado en las entrevistas con las madres, estas actividades han facilitado el
desarrollo de sus capacidades para resolver sus problemas personales inmediatos, sentirse más
seguras en su rol de madres y compartir un tiempo de calidad con sus hijos.
Sin embargo, la investigación lanza luz sobre otros aspectos que influyen fuertemente en el
proceso de empoderamiento de las madres y consecuentemente en la mejora de su calidad de
vida que no han sido tenidos en cuenta en la intervención.
Las mujeres que asisten al centro expresan ser categorizadas socialmente como pobres, sucias,
ladronas, etc. Dado que la identidad se construye en interacción, la permanente y extensa (en
el tiempo) situación de exclusión social en la que se encuentran las madres entrevistadas hace
que se relacionen con el servicio desde los estereotipos adjudicados, de manera tal que
reproducen relaciones inequitativas de poder. Su participación en lo que se refiere a
decisiones relativas al servicio es escasa o nula. Participan desde el rol que les da la política
social a través del criterio de elegibilidad del servicio: madre, pobres. No se sienten con el
derecho de exigir o decidir.
El resultado de esta experiencia singular fue de que el grupo se vio fortalecido, su autoimagen
cambió positivamente, derrumbando mitos de superioridad de ciertas autoridades y
profesiones. Por otra parte, se produjeron cambios sustanciales en los servicios de salud.
La actitud de escucha del psicomotricista, así como su comprensión del ser humano en forma
integral posibilitó la flexibilización de la metodología planteada inicialmente. Esto a su vez,
permitió un ajuste a la necesidad profunda de los participantes, las cuales se relacionan con su
situación social; su posición en la estructura social.
Lo individual y lo grupal en Psicomotricidad
Sin embargo, es preciso no perder de vista que lo social marca profundamente lo individual,
que nuestra identidad se construye en relación y no sólo es individual sino colectiva.
Por lo tanto la situación del colectivo, condiciona y delimita el desarrollo y las posibilidades
de transformación individual. En el caso presentado, la capacidad transformativa de las
mujeres, limitada a la esfera individual (resolver sus problemas personales inmediatos), dada
la situación grupal de exclusión, tiene limitado impacto. Las mujeres no salen fortalecidas
como ciudadanas para producir un cambio social que coloque sus familias en una situación
más equitativa. De esta manera, las esperanzas de mejorar la calidad de vida y el desarrollo de
los niños participantes se ve limitada a la duración de su permanencia en el centro.
Por otra parte, nuestro abordaje de tipo compensatorio, es riesgoso en ámbitos de intervención
social, pues puede contribuir a reforzar los estereotipos que son parte de los mecanismos de
exclusión. Si priorizamos la atención a las familias pobres en lo que se refiere a la provisión
de estrategias de crianza de sus hijos, y centramos la intervención en “dar” estrategias, “decir”
cómo se hace mejor, reforzamos la imagen de pobres, ignorantes y menos capaces que los “no
pobres”. Un abordaje de atención a la diversidad, que posibilite ver la complejidad de las
relaciones sociales y pautas de desarrollo, que vea la posición del colectivo en la trama social
y sus necesidades profundas sería más adecuado.