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Feudalismo
¿Qué es….?
El feudalismo es el sistema creado a través de un acuerdo entre dos nobles, en el que uno
es el señor y el otro el vasallo. El segundo promete obediencia y fidelidad a su señor y se
promete a cumplir una serie de funciones en su nombre. Entre estos deberes se encuentra
el servicio militar, que podía durar hasta 40 años e incluso de por vida, reclutar soldados
para el ejercito del señor y proveerlo de ingresos. Por su parte el señor debía dar protección
militar al vasallo y proporcionarle medios para su subsistencia. Esto último se traducía en un
feudo.
En España también se lo dominaba como señorío, es el recurso en el que gira este sistema
y no es más que la tierra que el señor otorga al vasallo como beneficio por el cumplimiento
de las obligaciones mencionadas. Desde este punto de vista se puede decir que el feudo es
la unidad económica del feudalismo y por lo tanto de la edad media. En principio un feudo se
entregaba de forma temporal y el rey podía retirarlo rompiendo el contrato de vasallaje en
cualquier momento. Sin embargo, con el paso del tiempo se convirtió en un derecho vitalicio
y hereditario, patrimonio de una determinada familia de nobles.
El vasallo debía obtener de feudo suficientes beneficios para cumplir con sus obligaciones
hacia el señor y generar su propia riqueza. Para ello, el vasallo obtiene no solo una tierra si
no también los servicios que en ella habitan y que si bien no tienen condición de esclavos,
tampoco son libres, ya que su condición de siervos les obliga a trabajar y les impiden
abandonar el feudo. Así, la tierra se convierte en fuente de riqueza y de poder.
Una de las características principales del sistema feudal fue la descentralización el poder,
ejercida a través de nobles organizado en feudos que tenían una relativa independencia del
monarca, pero estaban supeditados a su rey con estrechos lazos de lealtad. Los nobles
heredaban sus títulos, que pasaban de generación en generación.
El feudo más típico comprendía tierras cultivables, bosques, fincas, villas e incluso varias
parroquias.
La parte más importante del feudo era el castillo o fortaleza que lo delimitaba. Al medio del
castillo se elevaba una torre señorial con su atalaya. Además, contaba con edificios y patios
rodeados por gruesos muros provistos de almenas y un profundo foso. Para entrar al castillo
había que bajar un puente levadizo y subir un grueso portón.
Al lado del castillo se emplazaban los almacenes, talleres, establos, hornos y molinos. En las
cercanías estaban la villa, las modestas casas de los siervos y la capilla.
Los campesinos cultivaban la tierra en beneficio del señor o bien en beneficio propio, pero
pagando un censo (pago en especies). Los villanos (vecino que habita una villa o aldea,
a distinción de noble o hidalgo) elaboraban el pan, la cerveza y el vino, hilaban y
confeccionaban sus muebles
¿dónde se desarrolló?
En el siglo IX, Europa fue víctima de nuevas
invasiones. Desde el norte arribaron los normandos y los vikingos, quienes tras asolar los
puertos remontaron hacia el interior del continente.
Los reyes carolingios fueron incapaces de defender a sus súbditos. Entonces, los nobles
construyeron castillos y fortalezas; las ciudades volvieron a ser amuralladas y los caminos se
tornaron peligrosos. Todos anhelaban protección y esta solo podía ser entregada por los
nobles.
El régimen feudal fue una organización del poder político que correspondió al contexto
especial de la Edad Media. Y aunque no pudo garantizar plena estabilidad política en
tiempos de escaso desarrollo económico y de mucha violencia, como sucedió en esta época,
ofreció ciertas condiciones de paz.
Para muchos historiadores, el feudalismo representó una respuesta práctica a los problemas
surgidos en esa época en ámbitos como las relaciones sociales, las estructuras económicas
y productivas y las dependencias políticas.
Con todo, el feudalismo alcanzó su madurez en el siglo XI y tuvo su máximo apogeo en los
siglos XII y XIII. Su cuna fue la región comprendida entre los ríos Rhin y Loira, dominada por
el ducado de Normandía. Al conquistar sus soberanos, a fines del siglo XI, el sur de Italia,
Sicilia e Inglaterra, y ocupar Tierra Santa en la Primera Cruzada, establecieron en todas
estas zonas las instituciones feudales.
España también adoptó un tipo de feudalismo en el siglo XII, al igual que el sur de Francia,
el norte de Italia y los territorios alemanes. Incluso Europa central y oriental conocieron el
sistema feudal durante un período de tiempo y en grado limitado, sobre todo cuando el
Imperio Bizantino se feudalizó tras la Cuarta Cruzada.
La incapacidad de los reyes para defender a sus Estados de las invasiones extranjeras del
siglo IX, lo que los obligó a encomendar la defensa de los territorios del reino a los poderes
locales.
La pretensión de los señores locales de dejar en herencia a sus descendientes sus títulos y
las tierras que administraban.
Su coronación se convirtió, de este modo, en el corte definitivo entre los últimos vestigios de
la Antigüedad tardía y la Europa propiamente medieval. Un momento clave en la historia del
viejo continente que tuvo lugar en Roma la noche de Navidad del 800 d.C...
Carlomagno fue coronado la noche del 25 de diciembre del año 800 como el rey de los
francos. Fue coronado como emperador de Roma por el Papa León III en la Catedral de San
Pedro, convirtiéndose de esta manera en uno de los soberanos con más poder en todo su
tiempo. Según los historiadores, Carlomagno fue coronado de forma inesperada, pues se
había arrodillado ante el altar y el Papa se había acercado por detrás colocándole la corona
de emperador.
Carlomagno logró gobernar todo su imperio, por medio de la unidad de mismo por medio de
la cohesión de un gran conjunto de territorios del Occidente cristiano. Por medio de esto,
logró que el papado le diera a los carolingios la formación de los Estados Pontificios y la
coronación. Al ser considerado como el señor de la Iglesia utilizó a los obispos como piezas
importantes de su organigrama imperial.
Además, realizó diferentes guerras y luchó contra las rebeliones y resistencias que se
presentaban internamente. Utilizó una gran variedad de asistentes administrativos,
económicos, gubernamentales, judiciales y religiosos que juntos podían hacer más tareas
cotidianas en su nombre. Su generación logró gobernar el Imperio por varias generaciones,
y su importante sistema administrativo sentó las bases para varias naciones europeas
modernas
Carlomagno fue importante tanto por la cantidad de victorias como por la dimensión de su
Imperio, además de haber incluido una combinación de tradición e innovación. Se encargó
de realizar campañas contra los sajones, logró imponer el bautismo y eliminó los rebeldes.
Puso su poder para servir al cristianismo, la vida monástica, la enseñanza del latín y del
imperio de la ley. Fue tomado como un modelo para otros reyes, y representó la fusión de
las culturas germánica, romana y cristiana, que se sería luego la base de la civilización
europea.
En el 814, a la muerte de Carlomagno, Luis I subió al trono imperial, siendo coronado dos
años más tarde en Reims por el papa Esteban IV. Por la Ordinatio imperii del 817, designó
coemperador a su primogénito Lotario, de quien se reconocieron vasallos sus otros dos
hijos: Luis, rey de Baviera, y Pipino, rey de Aquitania.
En el 829, seis años después del nacimiento de su hijo Carlos, fruto de su segundo
matrimonio, Luis el Piadoso decidió concederle el reino de Alemania. Este hecho provocó la
rebelión de los tres hijos mayores, que, en mayo del 830, consiguieron derrotar y destronar a
su padre, proclamando emperador a Lotario. En octubre de aquel mismo año, sin embargo,
la Asamblea de Nimega restableció a Luis I en el trono imperial.
A partir del 833, las guerras familiares volvieron a resurgir, esta vez bajo la instigación del
papa Gregorio IV. Tras la muerte de Pipino I de Aquitania (838), en mayo del 839, el
emperador convocó la Asamblea de Worms, que estableció una nueva división del imperio:
Carlos el Calvo recibió la mitad occidental, Lotario la mitad oriental y Luis el Germánico se
tuvo que conformar con Baviera. Al año siguiente, Luis el Piadoso murió mientras atravesaba
el Rin, después de sofocar otra revuelta de su hijo Luis.
A mi punto de vista el feudalismo era uno de los tratos más injustos, los pueblos carecían de
maestros, de escuelas y de cualquier clase de doctrinas pedagógicas, la educación se
privaba de aquellos que no fueran “nobles”, y solo se representa vinculándolo con diferentes
temas como religiosas y políticas. Además no se era justo el trato con los vasallos, que les
quitaban la libertad prácticamente eran esclavos con unos beneficios pobres, y con el hecho
de ser amenazados con la estrategia de usar a la religión para darles miedo me parece
ridículo, usar el nombre de Dios para causar tanto dolor e injusticia.
La nobleza: su función era guerrear para proteger a la comunidad de los ataques de infieles
y paganos. Estaba integrado por la realeza y por duques, condes, barones y marqueses. Al
rey se lo consideraba el primero entre sus pares. Esto significa que no estaba por encima del
resto de los nobles y que debía asegurarse su lealtad mediante la entrega de tierras en
carácter de feudos. Había nobles que eran más poderosos que otros, por lo que era práctica
común que un duque, por ejemplo, fuera vasallo del rey, pero, a su vez, señor de un barón o
un marqués. Este estamento integraba también a los caballeros, aquellos que tenían los
medios necesarios para proveerse de un caballo, armas y armaduras. Los caballeros
formaban parte de los ejércitos personales de los señores feudales.
El clero: formado por arzobispos, obispos y abades (alto clero) y por monjes, curas y
sacerdotes (bajo clero). Su misión esencial era rezar por la salvación de todas las almas.
Había miembros del clero, como los obispos o algunos abades, que eran muy poderosos, ya
que poseían tierras y siervos y nombraban caballeros que los defendían. Los curas y
sacerdotes vivían en humildes parroquias rurales y los miembros de las órdenes
mendicantes, como los franciscanos, hacían votos de pobreza.
Los campesinos: eran los que con su trabajo mantenían a los estamentos privilegiados. No
tenían ningún privilegio y muchas obligaciones. Podían ser siervos de un señor y estar
adscriptos a su tierra (la cual no podían abandonar) o campesinos libres. Los siervos debían
pagar impuestos al rey, el diezmo a la Iglesia católica y entregar tributo en productos o
trabajo al señor de la tierra que trabajaban. Dentro de este sector, se engloba también a
artesanos como herreros o carpinteros, que eran a la vez campesinos, ya que debían
trabajar la tierra para asegurar su sustento y el de su familia.
La Iglesia católica era la que ofrecía legitimidad ideológica a esta jerarquía social, al afirmar
que los órdenes o estamentos eran mandados por Dios y, por lo tanto, fronteras sociales que
nadie podía cruza.
Y mi opinión económica del feudalismo bueno esta más que nada se basaba en lo terrenal
en extenderse y sus principales actividades económicas fueron la agricultura y la ganadería
Cada feudo era una unidad económica que consumía casi todo lo que producía, ya que solo
se separaban las semillas necesarias para la próxima siembra. Al no haber excedente de
producción, el comercio era muy limitado (predominaba el trueque) y prácticamente no había
circulación monetaria.
De forma paralela, se instauró una cierta libertad, dado que los siervos, cada vez menos, se
veían obligados a trabajar las tierras de los señores de forma permanente. Y, cada vez más,
estas prestaciones pasan a ser aportaciones al señor en dinero, en especie o en oro y plata.
Al mismo tiempo, proliferan los arrendamientos de tierras, que son trabajadas por los
campesinos para ellos mismos, a cambio de una renta.
El aumento de producción, que generó un excedente, y una cierta libertad por parte de los
siervos, permitió el desarrollo de un mercado incipiente y arcaico. No obstante, con el paso
del tiempo, este hecho permitiría un nuevo renacer urbano que, a partir del siglo XIV,
comenzaría a alumbrar el nacimiento de una nueva época: el Renacimiento.
Por tanto, se puede afirmar que el feudalismo fue diverso. En cada territorio revistió unas
particularidades concretas. Al mismo tiempo, no se mantuvo inmutable, sino que sufrió
cambios importantes, según se desarrollaban nuevas técnicas, formas de producción y
nuevos mercados.
Capitalismo
¿Qué es?
El capitalismo es el sistema
socioeconómico imperante en
Occidente después de la caída del
feudalismo medieval, y dominante en
el mundo entero en la actualidad del siglo XXI. Es un sistema propio de las sociedades
industriales burguesas.
Sus dos rasgos principales y definitorios son: la propiedad privada de los medios de
producción y el libre ejercicio económico. Su nombre proviene de la idea del capital, esto es,
del rol central del dinero en las relaciones de producción y de consumo.
Para que todo ello sea posible, es necesario que exista la propiedad privada, y que el
ejercicio productivo y comercial sea libre, o sea, que cada quien invierta en lo que quiera y
coseche los frutos o las pérdidas que el mercado le depare.
La sociedad entera funciona, entonces, buscando obtener un beneficio, esto es, un ingreso
económico mayor a los egresos, que permita un excedente de capital (con el cual consumir,
invertir o ahorrar).
Se sostiene en base a la idea de oferta y demanda: los bienes y servicios son demandados
por su público consumidor, y ofertados por sus productores. Dependiendo de cómo se dé
esa relación, los productos serán más o menos costosos y más o menos abundantes.
El Laissez-faire (del francés “dejar hacer”). Que limita al máximo las intromisiones del Estado
y permite la mayor cuota de libertades al mercado, sin regulaciones de ningún tipo.
Por otro lado, el capitalismo construye una sociedad dividida en clases sociales de acuerdo
a su ingreso económico y posesión de capitales (o propiedades). Dichas clases sociales son,
de acuerdo a la mirada marxista del capitalismo:
La burguesía y alta burguesía. Dueña de los medios de producción (fábricas, tiendas, etc.), o
de los grandes capitales de inversión.
Su antecedente más directo se ubica hacia el final del Medioevo, a medida que surgía de la
sociedad feudal una nueva clase social dominante: la burguesía, cuya actividad comercial
permitía la acumulación de dinero u otros activos (mercancía, y después maquinaria), lo cual
es un rasgo fundamental para el surgimiento de la lógica capitalista.
El espíritu del capitalismo clásico de la época fue comprendido por el economista y filósofo
escocés Adam Smith (1723-1790). Fue plasmado en su La riqueza de las naciones (1776),
de donde surgió el fundamento central del libre mercado, que aconsejaba la menor
intromisión del Estado posible.
Sus ideas fueron luego parte de la filosofía del Liberalismo del siglo XIX, época que
presenció el desarrollo del sistema de fábricas, y el gigantesco éxodo de las regiones rurales
a las urbanas que éste ocasionó, dando origen así a la clase obrera o proletariado.
¿Dónde se desarrolló?
Como resultado, desde el siglo XV y hasta el siglo XVIII, el capitalismo dio lugar a una nueva
forma de comerciar denominada mercantilismo que alcanzó su máximo desarrollo en
Inglaterra y Francia, y en la que el Gobierno ejercía el control de la producción y el consumo.
Las inhumanas condiciones de trabajo que caracterizaron este periodo llevaron a que
surgieran numerosos críticos del sistema; sin embargo, el primero en desarrollar una teoría
coherente en contra fue Karl Marx, quien atacaba la propiedad privada de los medios de
producción. No obstante, el capitalismo siguió prosperando para convertirse en el principal
sistema socioeconómico mundial de la época.
El economista más influyente de la historia reciente del capitalismo fue John Maynard
Keynes, en la que se explica que un gobierno puede utilizar su poder para paliar, e incluso
eliminar, los ciclos de expansión y depresión económica vinculados al capitalismo.
Pero este no fue el elemento central que permitió que naciese el capitalismo. Lo
determinante fue conseguir que la población dependiese del mercado, que fuese cada vez
menos autosuficiente y tuviese que vender su fuerza de trabajo (buscar un empleo) para
conseguir el sustento. Para ello, resultó clave impedir que la población pudiese cultivar su
propio alimento. Poco a poco, las opciones fueron siendo trabajar para otras personas a
cambio de un salario o morir de hambre. Esto se consiguió mediante distintas medidas:
Quitar al campesinado sus tierras privadas y comunales. Para ello, se recurrió a la expulsión,
el aumento de rentas y el incremento de impuestos.
Obligar a pagar (las mercancías, los impuestos) en moneda, por lo que las personas tuvieron
que trabajar asalariadamente para conseguir dinero.
Prohibir el vagabundeo, lo que forzó aún más a las personas a buscar un trabajo asalariado.
Pero la cuestión no fue solo de fuerza, sino de ir creando un sistema de valores que fuese
compatible con los nuevos órdenes sociales.
Otro elemento que se produjo desde el principio fue la expansión del mercado capitalista a
más regiones y sociedades. La colonización de América (y después de Asia y África) resultó
determinante para ello. La forma de controlar nuevos mercados en el capitalismo es
mediante la competitividad y/o el sometimiento de esos pueblos a través de la violencia. De
este modo, la diferencia entre comercio, conquista y piratería fue sutil, ya que todas ellas
terminaron encaminándose a un mismo fin: la reproducción del capital.
¿Crees que se podría haber desarrollado de igual forma el capitalismo si las potencias
europeas no hubieran conquistado América?
¿Qué nuevas plantas vinieron de América que ejemplifican algunos de esos aumentos de la
explotación de la tierra?
Además, resultó indispensable el reforzamiento del patriarcado. Fue una condición clave
para el desarrollo del capitalismo, pues permitió garantizar la reproducción social y la
consecución de trabajadores/as en buenas condiciones con un coste mínimo. Si las mujeres
no se hubiesen encargado de todas las labores de cuidados en las casas, los/as
trabajadores/as habrían podido rendir mucho menos.
El tercer gran teórico del capitalismo al que nos referiremos es Joseph Schumpeter (1883-
1950). Su obra Capitalismo, socialismo y democracia, en la que se pronuncia sobre los dos
grandes sistemas económicos, fue escrita en los años treinta pero publicada hasta 1942.7
En esa obra Schumpeter señala que el capitalismo constituye por naturaleza un tipo o un
método de transformación económica que nunca ha sido estacionario ni podrá serlo. De
hecho, el impulso que pone y mantiene en movimiento la máquina capitalista proviene de los
nuevos objetos de consumo, de los nuevos métodos de producción y de transporte, de los
nuevos mercados y de los nuevos tipos de organización industrial. Todos estos elementos
tienen en común el haberse creados por la iniciativa capitalista. El proceso de mutación
industrial revoluciona incesantemente el interior de la estructura económica, destruyendo sus
elementos viejos y creando continuamente elementos nuevos.8 Si el progreso técnico se
paga con una destrucción, a menudo brutal, del capital (máquinas que se vuelven obsoletas,
etc.) esta destrucción es siempre más que compensada con un aumento de la producción a
menor costo unitario. Para Schumpeter, este proceso de destrucción creadora constituye el
dato fundamental o la esencia del capitalismo y todas las empresas capitalistas, quiéranlo o
no deberán adaptarse al “huracán perpetuo de la destrucción creadora”. Mientras que el
problema generalmente considerado es el de cómo el capitalismo administra las estructuras
existentes, para Schumpeter lo importante es descubrir cómo el capitalismo crea y destruye
sus estructuras y haciendo esto produce el espíritu de donde nace la ciencia moderna.
Cuando la competencia a través de la calidad y el esfuerzo de venta se admiten en el cuerpo
teórico, la variable precio cesa de ocupar una posición dominante. Lejos de la imagen que
vehiculan los manuales de economía, para Schumpeter no es la competencia de precios la
que cuenta sino la inherente a la aparición de un producto, de una técnica, de una fuente de
aprovisionamiento o de un nuevo tipo de organización. Se trata de la competencia que se
apoya en una superioridad decisiva desde el punto de vista del costo o de la calidad y pone
en peligro no solamente los márgenes de beneficio y las producciones marginales de las
firmas existentes sino sus fundamentos y su existencia misma. La competencia considerada
por Schumpeter no actúa sólo cuando se concretiza sino cuando existe únicamente como
una amenaza latente, ya que su presión se ejerce antes de pasar a la ofensiva. En efecto, la
presión impone un comportamiento análogo al que provocaría un sistema de competencia
perfecta. Particularmente en la industria de la transformación, una situación creada de
monopolio no constituye, por regla general, una almohada para dormirse, dado que la
vigilancia y la energía son indispensables tanto para conservarla como para conquistarla.
Para Schumpeter, el hombre precapitalista no era menos ávido que el hombre capitalista.
Los siervos campesinos o los señores guerreros manifestaban sus intereses egoístas con
una energía brutal. Sin embargo, el capitalismo desarrolla la racionalidad del
comportamiento gracias a dos medios conexos. En primer lugar, el capitalismo exalta la
moneda. Esto lo logra elevando la unidad monetaria que no fue creada por él, al rango de
unidad de cuenta. En otras palabras, la práctica capitalista convierte la unidad monetaria en
un instrumento de cálculo racional de los costos y los beneficios construyendo el monumento
grandioso de la contabilidad en partida doble. Esta última imprimió un impulso vigoroso a la
lógica de la empresa. En segundo lugar, el capitalismo ascendente rompe el cuadro feudal y
perturba la paz intelectual abriendo un espacio social a una nueva clase que se apoya en
sus realizaciones individuales en el terreno económico. La vida económica pre capitalista no
comportaba ninguna posibilidad de éxito excepcional que permitiera franquear las barreras
de clase. Cierto, el feudalismo no inhibía el ascenso social pero la actividad económica
permanecía esencialmente subalterna incluso en el caso de los artesanos que progresaban
en las corporaciones, ya que no lograban nunca salir de este cuadro. Las principales
avenidas de la promoción social eran la Iglesia y el ejército. Sin embargo, gracias al
capitalismo las capacidades y las ambiciones fuera de serie comenzaron a dirigirse hacia
una tercera vía: los negocios en el cuadro de las empresas capitalistas. El papel del
empresario consiste en reformar o revolucionar la rutina de producción explotando una
invención o, de una manera más general, una posibilidad técnica inédita: producción de una
nueva mercancía, un nuevo método de producción de una mercancía existente, explotación
de una nueva fuente de materias primas, de un nuevo mercado, reorganización de una rama
industrial, etc. Es a este tipo de actividades que Schumpeter atribuye la responsabilidad de
las “prosperidades” recurrentes que revolucionan el organismo económico, así como las
“recesiones” no menos recurrentes debido al desequilibrio causado por el choque de los
nuevos métodos de producción o de los nuevos productos. La implementación de tales
innovaciones es difícil y constituye una función económica distinta por dos razones. En
primer lugar, porque tal implementación se diferencia de la actividad económica rutinaria. En
segundo, porque el medio de los negocios resiste de diversas maneras que pueden ir desde
el rechazo puro y simple de adquirir o financiar un nuevo objeto hasta la agresión física
contra el hombre que intenta producirlo. Para actuar con confianza más allá de la zona
delimitada por las rutinas bien conocidas y para superar 8 Estrictamente hablando, para
Schumpeter las revoluciones no son incesantes sino que se realizan con empujones
aislados, separados unos de otros por periodos de calma relativa. Sin embargo, el proceso
en su conjunto actúa sin interrupción, en el sentido de que en todo momento o bien una
revolución se produce o bien los resultados de una revolución son asimilados. Héctor guillén
romo 18 las resistencias del medio se necesitan aptitudes especiales que sólo existen en
una pequeña fracción de la población, calificada de empresarios. Para Schumpeter, el
principal motor de la evolución económica es el espíritu de iniciativa de este grupo de
empresarios. Las innovaciones no deben confundirse con las invenciones que no tienen de
entrada significación económica. Ellas se manifiestan, como ya señalamos, en nuevas
combinaciones de los métodos de producción, nuevos bienes, nuevos mercados, nuevas
fuentes de materias primas y nuevas maneras de organizar la producción. En este último
punto, por ejemplo, Schumpeter considera la extensión de las diversas formas de monopolio
como una de las innovaciones principales y productivas del capitalismo contemporáneo.
Para Schumpeter, las innovaciones no suscitan automáticamente crecimiento. Dos
personajes son necesarios para que se transformen en inversión real: el empresario y el
banquero. El empresario desempeña el papel principal en este asunto. No es un agente
racional que calcula costos y beneficios. Es un personaje ambicioso, enérgico, inteligente,
egocéntrico y no conformista. Todas estas características le permiten captar las
oportunidades, administrar las innovaciones y transformarlas en inversión, con ayuda del
banquero que crea la moneda ex ni hilo. Así, para Schumpeter el capitalismo es ante todo un
asunto de un grupo de hombres particulares, llamados empresarios, auténticos héroes de la
evolución económica. Las innovaciones no aparecen de manera regular y continua. En cierto
momento, los empresarios más dinámicos lanzan un movimiento que otros posteriormente
imitan. Las innovaciones se expanden en “racimos” discontinuos provocando oleadas de
inversiones financiadas con crédito bancario, lo que origina expansión y crecimiento
acumulativo. Gradualmente los efectos se atenúan y las innovaciones se vuelven menos
eficientes. Los beneficios disminuyen y los bancos comienzan a restringir el crédito a
empresas menos rentables. Inevitablemente este proceso conduce a crisis y depresiones.
Estas últimas no solamente constituyen momentos necesarios para el desarrollo del
capitalismo sino el terreno sobre el cual se desarrollarán nuevas oleadas de innovaciones e
inversiones.
O sea, que el trabajo de los obreros es capitalizado por la burguesía, que extrae de ello una
plusvalía o ganancia, eximiéndose así de tomar parte en el trabajo.
Esta mirada, nacida en el seno de la brutal sociedad capitalista del siglo XIX, proponía que el
capitalismo reproducía la pobreza, yendo en beneficio únicamente de las clases pudientes,
que necesitaban de grandes cantidades de trabajadores que explotar.
El capitalismo del siglo XX logró un desarrollo económico y un estado de bienestar que elevó
inmensamente los estándares de vida en Europa y Estados Unidos, suavizando allí los
efectos nocivos del capitalismo y desplazándolos hacia las naciones subdesarrolladas,
creando así un mundo desigual. Además, este desarrollo se logró gracias al colonialismo y el
saqueo de los recursos naturales del llamado Tercer Mundo.
Por otro lado, la crítica ecológica apunta a que la actividad industrial y el consumo de
energía que sostiene el modelo capitalista de producción es inviable e insostenible en el
tiempo, ya que impone un altísimo costo ecológico al planeta. El cambio climático, la
contaminación ambiental y la destrucción de ecosistemas son parte de las responsabilidades
que se le achacan al modelo capitalista mundial.
Las consecuencias de ello, serán la creciente debilidad del Estado, una mayor desigualdad
social, la concentración de la riqueza en grupos muy reducidos de la población o la cesión
de los recursos naturales a grandes corporaciones trasnacionales. Esto debilitaría
sensiblemente las economías nacionales (especialmente a la mayoría de las
latinoamericanas) y las dejaría muy expuestas a la crisis internacional de 2001-2002. Pero
esta exposición también provocaría en muchos países (sobre todo en América del Sur) un
nuevo curso político y económico anti neoliberal en un sentido más parecido al de China o
India, mientras otros países (entre ellos México) continuarían aferrándose a la ortodoxia del
libre mercado.19
Socialismo
¿Qué es?
El socialismo es una ideología que designa aquellas teorías y acciones políticas que
defienden en principio un sistema político y económico basado en la propiedad o posesión
igualitaria de los sistemas de producción.
Asimismo, pregona el control democrático de las estructuras políticas civiles por parte de los
ciudadanos.
es decir, transmitir parte del poder (de los medios de producción) a quienes realizan la vida
social y económica de una sociedad, en lugar de cedérselo sólo a aquellos que lo pudieran
comprar o concentrar a su alrededor (capitalistas).
Esta ideología surge en el siglo xix en el contexto de masificación del proletariado producido
por el constante aumento del capitalismo industrial.
El objetivo final del socialismo es construir una sociedad sin clases estratificadas o
subordinadas unas a otras.
Pese a la creencia común y a ser el más grande expositor de esa ideología, Karl Marx no es
el padre del socialismo (sí del comunismo), sus orígenes se remontan a la Revolución
francesa donde surge el primer pensador de esa corriente, François Babeuf.
Marx es el creador de la teoría que hoy lleva su nombre y parte de una crítica hacia el
capitalismo, para así llegar a una teoría política, el Comunismo.
Por derivar hacia esta ideología, el marxismo no representa al socialismo en su totalidad
como por ejemplo si lo hace la socialdemocracia, derivado directo del anterior que muestra
ciertas tendencias hacia esa política.
¿Dónde se desarrolló?
Los antecedentes del socialismo son tan antiguos como la propia historia de la humanidad,
pero el término “socialismo” fue acuñado a principios del siglo XIX. De hecho, en las
aportaciones de los socialistas utópicos (Robert Owen) y, sobre todo, en los escritos de Karl
Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) se hallan los antecedentes más
inmediatos del socialismo moderno.
Según Saint-Simón, los fundamentos del nuevo orden social estarán constituidos por la gran
industria organizada científicamente y planificada. Igual que Fourier (ver), mantiene, en la
sociedad que proyecta, la propiedad privada y las clases. En el orden social futuro, la función
primordial debe pertenecer a la ciencia y a la industria, a los sabios y a los industriales. Entre
estos últimos, Saint-Simón sitúa a los obreros con iguales títulos que los burgueses,
fabricantes, mercaderes, banqueros. Así, pues, edifica su socialismo utópico sobre el
principio de la reconciliación de las clases. “Pero Saint-Simón insiste muy especialmente en
esto: lo que a él le preocupa siempre y en primer término es la suerte de ‘la clase más
numerosa y más pobre’ de la sociedad. En su última obra El nuevo cristianismo, Saint-Simón
escribe que su objetivo final es la liberación de la clase obrera, la supresión de la miseria y la
elevación del nivel material y cultural de la “clase pobre”. En esto ve el advenimiento del
nuevo, del “verdadero” cristianismo. Pero Saint-Simón considera al proletariado como clase
que sufre. Ignora la misión histórica particular de esta clase, no ve en ella la clase social
destinada a crear una nueva sociedad. Para Saint-Simón, la dirección planificada de la
industria debe estar de acuerdo, en lo esencial, con los intereses de la mayoría, sobre todo,
de la parte más pobre de la sociedad. Esta debe asegurar a todos el derecho al trabajo y
hacer que cada uno trabaje según sus capacidades. La idea de Saint-Simón sobre la
producción planificada y socialmente organizada como base del orden social futuro,
representa una gran contribución a la teoría del socialismo. Saint-Simón enuncia “en
germen” la idea genial de que el orden industrial del porvenir implica “...la transformación del
gobierno político sobre los hombres en una administración de las cosas y en la dirección de
los procesos de la producción. Marx calificaba a Saint-Simón de patriarca del socialismo,
junto a Fourier y a Owen (ver).
La doctrina de Saint-Simón tiene un carácter utópico. El futuro orden industrial llegará, según
él, gracias a la propaganda de la filosofía nueva, “positivista”, es decir, la suya. Como Owen
y Fourier, Saint-Simón es adversario de la solución revolucionaria de las contradicciones del
régimen capitalista. Su doctrina no constituye un socialismo proletario, científico, sino un
socialismo utópico, ilusorio; no es una doctrina de dirigentes de masas proletarias como el
socialismo científico de Marx y Engels, sino de socialistas solitarios, aislados de las masas.
Saint-Simón es ecléctico en filosofía, y oscila entre el materialismo y el idealismo.
Sus libros más destacados son: el Manifiesto del Partido Comunista (publicado el 21 de
febrero de 1848), El Capital (publicado en 1867) y El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte
(publicado en 1852), cuyo documento comienza con la siguiente frase: "La historia ocurre
dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa".
Conocido por sus obras anticapitalistas que forman la base del marxismo, ha sido uno de los
escritores políticos más influyentes de la historia.
Entre los hechos interesantes acerca de Karl Marx que te sorprenderán, se expone que en la
última mitad del siglo XX, casi la mitad de las personas de todo el mundo vivían en países
gobernados por principios basados en el trabajo de Marx. Echemos un vistazo a algunos de
los datos más interesantes sobre Marx.
Marx murió el 14 de marzo de 1883 a los 75 años a causa de una bronquitis y una pleuritis.
Su sorprendente respuesta ante qué últimas palabras querría decir al mundo fueron: "Las
últimas palabras son para tontos que no han dicho lo suficiente".
Sofía se había separado bastantes años antes de su marido; pero no había conseguido
arreglar una serie de complejos problemas legales que afectaban tanto a las propiedades de
la familia como a la custodia de sus hijos. Lassalle se convirtió en su defensor. Y no dudó en
estudiar derecho para ocuparse más a fondo del caso, que duró muchos años y terminó –
gracias a sus esfuerzos– en un acuerdo favorable a los intereses de la condesa.
Entre tanto, Ferdinand había emprendido diversas actividades políticas que le llevaron a
participar en la revolución de 1848 y a fundar en 1863 la Asociación Alemana de
Trabajadores, que sería el origen del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Pero poco
sospechaba nuestro personaje que sus días estaban contados y que otra mujer sería pronto
la causa involuntaria de su muerte.
Se llamaba Hélène von Dönniges, y era hija de un diplomático bávaro que residía en
Ginebra. Ferdinand y Hélène se conocieron en Berlín y, en el verano de 1864, decidieron
casarse. Enterado el padre de la chica, se opuso en forma radical a este matrimonio. Y,
como en una novela por entregas, encerró a su hija en su habitación prohibiéndole ver a su
enamorado.
Y además, le arregló rápidamente una boda con otro de sus admiradores, el conde von
Racowitza. Nuestro héroe, sin embargo, no se dio por vencido y retó a duelo al padre y al
prometido de su amada. El conde aceptó el desafío; y en la mañana del 28 de agosto de
1864 los rivales se encontraron en Carouge, a las afueras de Ginebra. El duelo fue rápido y
el amante revolucionario cayó gravemente herido a los pies de von Racowitza. Sólo
sobrevivió tres días.
Sería difícil decir que su muerte fue una gran pérdida para la ciencia. Pero muchos
economistas guardamos su recuerdo con afecto en nuestros corazones. Entre otras cosas,
porque Ferdinand de Lassalle supo demostrar que también los economistas se enamoran.
Las ideas de Proudhon se acercan al anarquismo por su fuerte crítica al estatismo socialista
marxista. Por su parte, fue muy crítico con la Iglesia, defendiendo el mantenimiento del
concepto de familia. Del anarquismo evolucionó hacia una especie de federalismo
democrático como solución al problema del Estado. También modificó su inicial ataque a los
métodos violentos, al considerar en la obra La guerra y la paz (1861) que la guerra podía ser
lícita en determinadas circunstancias.
Un aspecto más polémico es el relacionado con sus ideas sobre la mujer. Proudhon
mantuvo una postura antigua litaría evidente porque no contemplaba el destino de la mujer
fuera de la familia y el hogar.
En conclusión, Proudhon ejerció una gran influencia en el movimiento obrero francés, en los
anarquistas, y en los socialistas defensores de fórmulas cooperativistas.
La huella de Lenin no es sólo política. Las ideas del dirigente soviético trascenderían,
gracias a su pensamiento y la aplicación de nuevos conceptos que conformen líneas de
acción hacia un sistema que responda a las expectativas de las sociedades y permita el
desarrollo sin restricciones de los individuos.
En el transcurso del siglo XX ha habido varios intentos para llevar adelante esa monumental
empresa que representa cambiar el modelo capitalista por una sociedad socialista. Rusia,
China, Cuba, Vietnam, Norcorea, Nicaragua, cada uno con sus características particulares,
lo ha intentado. No se puede decir que los mismos fracasaron estrepitosamente; de ningún
modo. Allí no hubo fracasos. Con dificultades, con muchos más problemas de los que
hubiera sido deseable, se consiguieron resultados encomiables. Si se miden con el rasero
capitalista basado en la acumulación del fetiche mercancía y la teoría del valor, por supuesto
que esas sociedades no se “desarrollaron”; pero está claro que los socialismos realmente
existentes se encaminaron a otra cosa y no a repetir el modelo del capitalismo.
Una sociedad no se puede medir por la cantidad de shopping centers que posee, ni por la
velocidad con que cada uno de sus integrantes cambia el modelo de automóvil o de
lavadora. Esa es una forma de medir los “éxitos”, pero por cierto no la única, ni la más
recomendable. Si de medirlas se trata, definitivamente hay que apelar a otras categorías. Lo
que se buscó en esas experiencias tiene que ver básicamente con la dignificación del ser
humano, con desarrollar sus potencialidades, con la promoción de valores más ricos que la
acumulación de objetos apuntando, por el contrario, hacia la solidaridad, al espíritu colectivo,
al darle vuelo a la creatividad y la inventiva.
Quizá esas primeras experiencias, de las que sin dudas podemos y debemos formular una
sana crítica constructiva, son un primer paso: con las dificultades del caso quedó
demostrado que sí se puede ir más allá de una sociedad basada en la exclusiva búsqueda
de lucro personal/empresarial. Los logros en ese sentido están a la vista: en esas
sociedades, más allá de la artera publicidad capitalista, no se pasa hambre, la población se
educa, no existe la violencia demencial de los modelos de libre mercado, existe una nueva
idea de la dignidad. Si hoy muchas de esas experiencias se revirtieron o se pervirtieron, eso
debe llamar a una serena reflexión sobre qué significa hacer una revolución. Pero no hay
nada más demostrativo de los logros obtenidos como el hecho que, por inmensa mayoría, en
los países donde existieron modelos socialistas, al día de hoy, con la llegada del capitalismo
salvaje y luego de pasado el furor de la novedad de las “cuentas de colores” de los
fascinantes shopping centers, las poblaciones añoran los tiempos idos. Ahora, al igual que
en cualquier país capitalista, allí comer, educarse, tener salud y seguridad social es un lujo;
el socialismo, aún con sus errores, enseñó que la dignidad no tiene precio.
En la América Latina actual asistimos a una confrontación tácita, dentro de la mayoría de los
países así como entre los diversos gobiernos de cada uno de esos países, entre aquellos
que defienden los principios derivados de la democracia social y aquellos que postulan un
regreso a los principios del socialismo antidemocrático que fracasó en el siglo XX. La
reedición de ese socialismo fracasado ha recibido el pomposo pero también insustancial
título de «socialismo del siglo XXI».En este artículo se defiende la tesis de que esa
contradicción no es nueva. Por el contrario: es la misma que marcó, bajo otras formas, la
historia de las ideas socialistas en la Europa de los siglos XIX y XX. A fin de comprobar esta
tesis, se realizará un rápido recorrido a través de los momentos más decisivos en el
desarrollo de la idea democrática social en Europa. Finalmente, se intentará extraer algunas
deducciones que tienen que ver con las perspectivas políticas que asoman tendencialmente
en América Latina.
Hubo un tiempo en que la palabra alemana Sozialdemokratie –que en español, por una mala
traducción, llamamos «socialdemocracia», aunque la verdadera traducción es «democracia
social»– no estaba separada de la idea del socialismo, del mismo modo en que este último
no estaba separado de la idea de democracia. El socialismo de los primeros socialistas no
era un estadio «superior» de la historia, sino una práctica política democrática y contingente.
Eso quiere decir simplemente que el socialismo en su forma originaria no fue concebido
como un nuevo modo de producción, sino como la profundización permanente de la
democracia de origen liberal. Gracias al avance político de las organizaciones obreras en las
naciones europeas de más alto desarrollo industrial –que desde fines del siglo XIX eran
Alemania, Inglaterra y Francia–, las reivindicaciones sociales y la radicalización de la
democracia política se convirtieron en una indisoluble unidad.