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Historia universal.

El sistema feudal

Se inicia entre los siglos X y XI por Europa occidental tras la caída del imperio romano de occidente, en el
periodo de su existencia se conoce como edad Eda media dividiéndose en alta edad media y baja edad
media. Su principal característica fue la concesión de feudos o territorios que el monarca otorgaba a los
vasallos que se hubieran destacado en la guerra o en otra forma de servicio.
En Europa occidental el poder político y económico estuve centralizado por el rey tenía la posición más
alta, quien era el dueño absoluto de las propiedades, de él dependían los por los barones y nobles, el clero
y los obispos, los caballeros o vasallos y los aldeanos o campesinos.
Los nobles eran los encargados de repartir la tierra (feudo) para la producción a los aldeanos o campesinos
y rendirle informe al rey y cuando los nobles perdían sus propiedades entonces se convertía en vasallo que
es ser dependendiente de otro (servidor).
El feudalismo se puede definir como un sistema político, social y económico que perduro en Europa en
toda la edad media. Otro concepto se refiere al conjunto de instituciones que crean y rigen obligaciones
feudalismo como de obediencia y servicio principalmente militar– por parte de un hombre libre, llamado
«vasallo», hacia un hombre libre llamado «señor», y obligaciones de protección y sostenimiento por parte
del “señor” respecto del «vasallo», dándose el caso de que la obligación de sostenimiento tuviera la mayoría
de las veces como efecto la concesión, por parte del señor al vasallo, de un bien llamado feudo
Para los marxistas. Era un modo de producción con unas peculiares formas de relación socioeconómica,
situado entre el esclavismo de la Antigüedad y el capitalismo moderno. Un sistema bajo el cual el estatus
económico y la autoridad estaban asociados con la tenencia de la tierra y en el que el productor directo (que
a su vez era poseedor de algún terreno) tenía la obligación, basada en la ley o el derecho consuetudinario,
de dedicar cierta parte de su trabajo o de su producción en beneficio de su superior feudal.
Definición de señor feudal. El feudalismo es un régimen de organización política y social que existió en el
occidente europeo en la época medieval y en Europa del Este en el marco de la Era Moderna. En dicho
sistema, el señor feudal entregaba tierras (el feudo) a un vasallo a cambio de ciertas contraprestaciones.
Características del Feudalismo. Los señores feudales contaban con todo el control, desde el control de las
mercancías hasta la justicia aplicable en el lugar; se caracterizó el feudo por marginar ya sea consciente o inconsciente
para el rey de su mandato, controlando todo y decidiendo todo el señor feudal.

En el feudalismo se convirtió rápidamente en un nuevo poder y se puede decir que es antecedente


de las encomiendas que se realizaron en américa.

También se ha entendió al feudalismo como una especie de esclavitud sistemática de la población


trabajadora, la que no tenía más que los derechos mínimos y conservaba una cantidad mínima del
producto de su trabajo.

Durante el feudalismo la organización social se dividía en tres grupos principales que debían seguir las
órdenes del rey.

• La nobleza: estaba integrada por aquellos que eran dueños de grandes extensiones de tierras que habían
ganado como producto de sus trabajos militares y de seguridad.
• El clero: estaba formado por los representantes de la iglesia católica quienes se encargaban de los asuntos
religiosos y de regir el comportamiento de las personas.
• Los siervos: era el grupo social más pobre donde se agrupaban los encargados, los campesinos y todos
aquellos que debían cultivar las tierras, criar animales y hacer trabajos artesanales.
El rey, por su parte, estaba por encima de estos grupos sociales
La mujer en el feudalismo. La función fundamental de las mujeres nobles era casarse y tener hijos que aseguraran
la permanencia del linaje. Los matrimonios eran concertados por los padres de los novios, a veces cuando estos tenían
solo unos pocos años. Las que permanecían solteras ingresaban en monasterios. Las mujeres dirigían las labores de los
sirvientes, educaban a los hijos más pequeños y bordaban y tejían. Las mujeres nobles, que rara vez salían del castillo, estaban
sometidas completamente al marido, al que no podían desobedecer. En algunos casos hubo mujeres importantes que llegaron a
ser profesoras, médicas.

La Alta edad media.

La Alta Edad Media es el período de la historia de Europa y Oriente Medio que comienza en el siglo V y termina entre
los siglos IX y X, distinguiéndose así este periodo del siguiente, conocido como Baja Edad Media.
Generalmente se admite que comienza en 476, con la deposición del último emperador romano de Occidente; Rómulo
Augústulo, si bien hoy se opta por indicar simplemente al siglo V, en sus últimas décadas. El final de esta época suele ser
colocado en el año 1000, pero tal fecha ha dejado de ser significativa para la historiografía y se prefiere el final del siglo
IX, con el comienzo de las instituciones feudales, las incursiones vikingas y magiares, la renovación del poder imperial
en Oriente con la dinastía macedonia y la decadencia del califato abasida.
Durante la Alta Edad Media el cristianismo se consolidó en Europa y llegó a pueblos situados fuera del ámbito romano
(eslavos, magiares, germanos) a la vez que las regiones donde surgió pasaron al poder de los musulmanes. En lo político,
está marcada por la existencia de dos grandes imperios; el romano de Oriente y el Califato, junto con la aparición en
Occidente de los reinos romano bárbaros y la aparición del efímero imperio carolingio. En lo cultural, el imperio de
Oriente desarrolla una cultura cristiana de lengua griega, preserva gran parte del saber de la Antigüedad pero
desarrollado de manera propia, el Levante, Egipto, el Norte de África y España se integran en la naciente cultura árabe
islámica y en Occidente los monasterios cumplen el rol de transmitir los restos de la cultura latina, mientras se
desarrollan las lenguas romances.
Invasiones para Europa occidental en la alta edad media.
Entre los siglos IX y X, Europa occidental se vio sacudida por los ataques de los
pueblos normandos, sarracenos, húngaros y eslavos. Estos ataques son conocidos históricamente como las segundas
invasiones.
Por el norte llegaron los vikingos; por el sur, los sarracenos; y por el este, los eslavos y los húngaros. Estos pueblos
periféricos aprovecharon, entre otras, las debilidades de los estados sucesores del Imperio Carolingio: por tierra, las marcas
o territorio fronterizos no fueron defensa suficiente; por mar, no desarrolló una marina fuerte que pudiera hacer frente a
los invasores.
Al mismo tiempo, Europa oriental sufrió el ataque de búlgaros y eslavos, que el Imperio Bizantino tuvo capacidad de
frenar.
Las nuevas invasiones fueron expediciones de saqueo, las cuales ocasionaron inestabilidad política y social en los estados
sucesores del Imperio carolingio. Estas incursiones provocaron la consolidación de los señores locales, quienes se
organizaron para defender sus tierras y dar protección a sus vasallos, sentando las bases del futuro feudalismo. Al mismo
tiempo se retrajo el comercio y finalmente se crearon nuevos reinos, aumentando el espacio de la Europa cristiana, que
llegó hasta Islandia, en el Norte, y el río Volga, en el Este.
Esta época se conoce como la época más oscura para Europa occidental, no fluyo la ciencia, ni el arte, las constantes luchas
con los invasores creo un abandono a los estudios, la iglesia era la formadora de conocimiento para la época.
La baja edad media.
Baja Edad Media: La Baja Edad Media sucede cronológicamente a la Alta Edad Media y es el periodo que abarca
desde los inicios del siglo XI hasta el Renacimiento, ya en el siglo XV, aunque para algunos autores, sólo este período
sería medieval, mientras que el correspondiente a la Alta Edad Media sería en realidad Antigüedad Tardía. Periodo
de máxima expresión del feudalismo y de máximo poder de la Iglesia Católica. Existía el abuso de los
privilegios de los señores feudales, las imposiciones fiscales y los excesos del clero encendieron la mecha de
varias convulsiones sociales en la Edad Media

Se acentúan las diferencias entre ricos y pobres y se comienza a dar el feudalismo. Esto es, los señores más ricos
permitían que otros trabajaran sus tierras a cambio de protección. Se producía así una descentralización del poder,
que antes residía en reyes o emperadores, y que ahora pasa al poder de la nobleza. Estos nobles otorgaban las tierras
a los denominados “vasallos”, a través de un contrato sinalagmático, que obligaba mutuamente a las partes en
cuestiones económicas políticas o militares.
Surgen algunas nuevas clases sociales, como por ejemplo la burguesía. Se trata de profesionales, artesanos, herreros,
etc, que trabajan a sueldo para sí mismos, no sirven a ningún señor feudal. Se desarrollan enormemente conocimientos
acerca de ciencias, matemáticas o historia. Aparecen las primeras universidades. Entre los siglos XIII y XV fueron
construidas en Europa más de 50 universidades.

Durante esta época también se produjeron algunos avances tecnológicos muy importantes, como la
aparición de la Imprenta. Fue inventada por Johannes Gutenberg en el año 1440, aunque desde el siglo
XI ya había indicios de creaciones similares en China.
El método de enseñanza y pensamiento se denomina escolástica. En este tipo de corriente de
pensamiento, la razón debe dejar paso siempre a la fe. El estudio se basa en el respeto a lo que dice en el
maestro y al aprendizaje por repetición, en especial de los textos bíblicos. También en esta época
surgieron teólogos y pensadores de gran importancia histórica, como es el caso de Santo Tomás de
Aquino.
La Iglesia y el cristianismo siguieron manteniendo e incluso reforzando su posición de poder.
La extensión de las rebeliones del siglo XIV reflejaba la crisis paulatina del sistema señorial.

Su punto álgido se situó en el siglo XIV, una época de malas cosechas, hambre y pestes que
elevó la mortandad campesina. El malestar, acentuado por el aumento de la presión fiscal,
empujaba a los vasallos a rebelarse y exigir justicia.

La extensión de las rebeliones en el siglo XIV reflejaba la crisis paulatina del sistema
señorial. Eran protestas radicales en demanda de pan y justicia. Nunca constituyeron una
alternativa coherentemente hilvanada, sino un conjunto heterogéneo de movimientos
violentos y puntuales, rechazos frontales ante los excesos, que a veces se estrellaban contra
chivos expiatorios, como en el caso de los judíos.

Todas las sublevaciones tuvieron suertes dispares a corto plazo. En ocasiones mejoraron las
condiciones de vida de los más humildes, pero en otras no lo consiguieron, y sus
protagonistas pagaron su osadía con la vida. Estas son algunas de las revueltas más
importantes de aquella centuria.

1. Los valdenses . Fue la primera herejía igualitarista de la Baja Edad Media. Sus seguidores
exhortaban a renunciar a la riqueza como medio de acercarse a Dios, y abogaban por la
traducción de la Biblia del latín a la lengua vulgar para poder entenderla y predicarla.

Excomulgados a finales del siglo XIII, tuvieron que emigrar de Francia, lo que favoreció la
difusión de su pensamiento por toda Europa, incluida España, donde cientos de ellos fueron
quemados. Los pocos grupos que lograron sobrevivir acabaron sumándose al protestantismo
en el siglo XVI.
2. Los cátaros. La herejía, originada en Oriente, llegó al sur de Francia en el siglo XI, donde
arraigó con fuerza por contar con el apoyo de parte de la nobleza. El ascetismo y la crítica a
los excesos materiales eran pilares de sus creencias.

A principios del siglo XIII, el papa impulsó una cruzada, bajo el patrocinio del rey galo, que
debía acabar con los herejes a sangre y fuego. La represión ejercida sobre los cátaros permitió
vincular a la Corona francesa casi todo el Languedoc y una parte de Occitania. A mediados de
aquel siglo, el catarismo se había extinguido casi por completo.

3. Los husitas. Tomaban su nombre del teólogo Jan Hus, natural de Bohemia (hoy en
Chequia), y sus tesis eran similares a las de los valdenses.

El movimiento husita, surgido en el siglo XV, se convirtió en excusa para la disputa sobre el
dominio de los bienes de la Iglesia y para la lucha por el poder en el seno del Imperio entre
nobles húngaros, bohemios y alemanes. La burguesía bohemia también encontró en la
doctrina de Hus un medio para tratar de librarse del predominio germánico y afianzar su
identidad nacional.

El conflicto entre católicos y husitas y entre facciones internas de este movimiento duró todo
el siglo XV y enlazó, ya en el XVI, con las guerras de religión. De hecho, la influencia husita
en toda la Europa central había dejado perfectamente abonado el terreno a Martín Lutero.

4. La Jacquerie. Su denominación deriva del nombre genérico de Jacques que los nobles
daban a sus siervos. Se inició a finales de febrero de 1358, en plena guerra de los Cien Años
(1337-1453).

El rey Juan II se hallaba prisionero en Londres junto con numerosos aristócratas, de modo que
se incrementó la presión fiscal sobre el pueblo para recaudar el importe de los rescates. La
burguesía de París, reacia a pagar los nuevos impuestos de guerra, amotinó a los bajos
artesanos de la ciudad.

Mientras tanto, por su cuenta, los nobles trataban de cobrarse por la fuerza las rentas y bienes
de los campesinos. A raíz de la muerte de cuatro caballeros y cinco escuderos a manos de
campesinos en un acto en defensa propia, se entró en una espiral de violencia. Los siervos
acusaron a los nobles de traidores al reino y asaltaron y destruyeron cientos de castillos. La
Iglesia no sufrió ningún ataque, pues los campesinos no la responsabilizaban de la situación.

Dada su espontaneidad, la sublevación fracasó. Los intentos de coordinarla con la rebelión


burguesa parisina no fructificaron, y sus líderes fueron capturados y ejecutados ese verano en
medio de una terrible represión.
5. Wat Tyler y la revuelta inglesa. En la primavera de 1381 estalló la revuelta inglesa de Wat
Tyler, nombre de uno de sus dirigentes. Como lo acaecido en Francia, los detonantes fueron
los atropellos feudales y el gravamen de nuevos impuestos en el marco de varias derrotas
militares durante la guerra de los Cien Años.

En este caso sí se incorporaron las denuncias de algunos religiosos contra la corrupción de la


Iglesia, siguiendo las tesis igualitaristas del teólogo John Wyclif, que encontraron eco entre
los campesinos.

Los sublevados asaltaron castillos y propiedades nobiliarias, incluyendo la torre de Londres, e


intentaron hacer llegar al monarca sus peticiones: la anulación de impuestos y la abolición de
la servidumbre vinculada a la tierra. Pagaron cara la ingenuidad.

Tyler, que encabezaba un improvisado ejército rebelde, se adelantó en solitario para


parlamentar con el soberano, pero fue asesinado por los caballeros de Ricardo II.

El rey prometió atender las reclamaciones si los rebeldes se retiraban y, cuando estos se
dispersaban, lanzó a las tropas contra ellos. Pese a todo, la rebelión asustó a la élite y, a medio
plazo, representó el fin de la servidumbre en Inglaterra.

6. La revuelta de los ciompi. Caracterizada por su radicalismo social, esta revolución urbana
tuvo como escenario la Florencia de 1378. Sus protagonistas fueron los llamados ciompi,
miembros del artesanado textil de la lana de más baja condición y muy mal pagados. Se
sumaron otros sectores, como los gremios menores, así como vendedores ambulantes,
cargadores, arrieros o vagabundos, que compartían unas penosas condiciones de vida.

Las epidemias y la hambruna, junto con una subida de impuestos para sostener la guerra
contra la Santa Sede, fueron los factores principales.

El conflicto empezó en primavera con protestas de los sectores más humildes encabezadas por
el noble Salvestro de’ Medici, que pretendía desestabilizar a los güelfos, los partidarios del
papa. Sin embargo, la oposición del gobierno de Florencia a hacer concesiones radicalizó la
revuelta, desbordando las pretensiones de Salvestro.

En julio, la violencia de los ciompi se tradujo en saqueos, muertes e incendios de palacios y


conventos. La noche del 21 al 22 de julio, en plena efervescencia revolucionaria, se
redactaron nuevas leyes que recogían las aspiraciones populares. Por la mañana, las fuerzas
patricias se rindieron, y el pueblo entró en el Palazzo Vecchio. A su frente había un nuevo
dirigente, un cardador de lana llamado Michele di Lando.
Una vez en el poder, resultó imposible aplicar el programa de los rebeldes. El movimiento
comenzó a disgregarse y los sectores más radicales se desengañaron. Por otro lado, el
desabastecimiento se cernía sobre la ciudad y los intereses de los gremios menores
comenzaron a chocar entre sí y con el movimiento popular, por lo que los gremios mayores
pudieron pactar con aquellos la vuelta a la normalidad. A la cabeza de la represión para
restablecer el orden se encontraba Salvestro.

7. La guerra de los Remences. Se inició en Cataluña en 1462. Juan II de Aragón se enfrentó a


los señores con el respaldo de los campesinos de remença , así llamados porque debían pagar
una compensación (la remença) al señor para abandonar la tierra junto a sus familias. A
diferencia de otras sublevaciones agrarias en Europa, esta rebelión no estaba movida por una
religiosidad herética, sino por demandas de justicia social.

La guerra civil se prolongó diez años y acabó con la victoria del monarca y sus aliados. Las
tensiones, sin embargo, se mantuvieron. En 1484, durante el reinado de Fernando el Católico,
se desató una segunda revuelta, más radical, que perseguía acabar con el orden feudal, y no
simplemente reformarlo.

Dos años después, la Sentencia de Guadalupe supuso un duro golpe para las pretensiones
populares. Se suprimieron algunos malos usos, pero se conservaron otros prácticamente
intactos. Así pues, la esencia del régimen feudal subsistió en Cataluña, aunque de forma algo
más suave que en Aragón o en Valencia. La Corona había aprovechado el movimiento para
fortalecerse ante la nobleza, pero se cuidó mucho de consentir ninguna radicalidad popular.

8. Las guerras Irmandiñas. Entre 1467 y 1469 se produjo un gran estallido que sumiría
a Galicia en la guerra civil. Los sublevados, enfrentados sobre todo a la alta nobleza,
formaban un grupo heterogéneo.

La destrucción de castillos y fortalezas de los señores (unos ciento treinta en total), contó con
el apoyo de Enrique IV de Castilla. El monarca había autorizado también la creación de las
hermandades (los hermanados eran los irmandiños). Los señores reaccionaron aprovechando
el vacío de poder en Castilla, pero los irmandiños de las ciudades no fueron vencidos ni las
fortalezas reconstruidas.

De hecho, hoy en día en Galicia no quedan en pie defensas medievales, en contraste con las
muchas del resto de la geografía española.

La revuelta había sido tan generalizada que fue imposible aplicar castigos masivos sobre los
rebeldes. Los nobles, por su parte, perdieron numerosas rentas y jurisdicciones. Poco tiempo
después, los Reyes Católicos vinieron a consagrar esa transformación social.
La iglesia en la edad media.

La Iglesia en la Edad Media fue una institución muy poderosa ya que fue una época profundamente
religiosa. Por eso, la Iglesia católica tuvo mucha influencia sobre la sociedad y, aunque existían otros
credos, en el siglo XI Europa era en gran parte cristiana.
Más allá de las fronteras que separaban los reinos europeos nació un nuevo concepto de unión:
la cristiandad.
A pesar de estos logros, la cristiandad se vio profundamente afectada cuando el año 1054, los obispos
bizantinos negaron la autoridad del Papa provocando el llamado cisma de Oriente.
Desde entonces, el mundo cristiano europeo se dividió en dos: Oriente optó por la Iglesia griega
ortodoxa, mientras que Occidente se mantuvo fiel a la Iglesia católica romana.
En Occidente, la Iglesia se vinculó estrechamente a la sociedad feudal; la misma Iglesia era un gran
poder feudal, pues poseía la tercera parte de la propiedad territorial del mundo católico y entre otras
cosas, tenía derecho al diezmo, que era le décima parte de las cosechas de toda la gente.
Además, muchos miembros de la nobleza llegaron a ser obispos. Ellos recibían su diócesis como
concesiones de los reyes o de otros nobles y al igual que cualquier otro señor feudal, disponían de
feudos y de numerosos vasallos. Como consecuencia de esto, la Iglesia se secularizó y sus costumbres
se relajaron.
Cristiandad e Iglesia
Hace unos mil años casi toda Europa Occidental empezó a llamarse la cristiandad, porque todos sus
reinos acataban la autoridad del Papa y todos sus habitantes profesaban el cristianismo. Todos los
territorios cristianos se consideraban un único imperio y sus figuras más importantes eran el Papa y el
emperador. La Iglesia era entonces muy poderosa; los obispos y los abades poseían grandes extensiones
de tierra; los clérigos, que eran casi las únicas personas cultas, se encargaban de educar a los jóvenes,
socorrían a los pobres y era los principales consejeros de los reyes.
Los otros credos
A pesar de que en el siglo XI Europa Occidental era en su mayoría cristiana, existía una minoría que
lo no era: judíos y musulmanes.
Los judíos vivían dispersos en muchas ciudades europeas dedicados, sobre todo, al comercio. Este
grupo religioso no era muy querido. Los cristianos lo toleraban, aunque, en muchas ocasiones, los
persiguieron por sus ideas.

Desde el siglo VIII, los musulmanes ocupaban casi toda España. Allí formaban un grupo muy poderoso
cuya capital se hallaba en la ciudad de Córdoba.
La organización de la Iglesia en la Edad Media
La Iglesia en la Edad Media tenía mucho poder. Esto se debía a su enorme riqueza, a su clara
organización y a us importancia cultural, que se contraponía al desorden, la ignorancia y la violencia
de la sociedad feudal. Todos los miembros de la Iglesia conformaban el clero, que se dividía en dos: el
clero secular y el clero regular. El jefe espiritual de todos era el Papa.
El clero secular
Con el nombre de clero secular se designaban a aquellos miembros de la Iglesia que vivían en el mundo,
mezclados con los laicos: el Papa, los arzobispos, los obispos y los párrocos.
Los párrocos se hallaban al mando de pequeños distritos llamados parroquias. Varias parroquias
formaban una diócesis, cuyo jefe era un obispo, y varias diócesis formaban una arquidiócesis, dirigida
por un arzobispo.
El clero regular
A partir del siglo VI se organizó en Occidente el clero regular. A diferencia del clero secular, sus
miembros optaron por aislarse del mundo y vivir en monasterios regidos por un abad. Seguían,
además unas reglas específicas.
En Occidente, el monacato lo inició San Benito de Nursia, quien fundó la orden benedictina. Su regla
se basaba en el lema ora et labora, es decir, reza y trabaja. Al mismo tiempo, la orden benedictina
obligó a sus miembros a cumplir votos de obediencia, castidad y pobreza. La regla de San Benito fue
respaldada por el Papado.
San Benito de Nursia

Los problemas del Clero


En los inicios de la Edad Media, el clero era elegido por la comunidad religiosa. A partir del siglo X,
en cambio, los monarcas decidieron reservarse ese derecho llamado investidura.
De esta forma el clero, privado de toda independencia, se hallaba sometido a los príncipes y a los
señores, y a su elección podía recaer en personajes que carecían de toda riqueza espiritual.
Esto provocó el relajamiento de las costumbres y los dos principales vicios de la época: la simonía,
que consistía en la compra de los cargos eclesiásticos por medio de la influencia o del dinero, y
el nicolaísmo, es decir, el rechazo al celibato religioso, transgrediendo la pureza de las costumbres
eclesiásticas.
A pesar de esta corrupción, el clero procuró humanizar las rudas costumbres de la época y evitar las
constantes guerras.
Por el llamado derecho de asilo, prohibía realizar cualquier acto violento contra el que se encontraba
dentro de una iglesia o convento. Mediante la paz de Dios, prohibía a los señores feudales atacar en
las batallas a los que no combatían. Por último, la tregua de Dios consistía en la prohibición de
combatir de viernes a domingo y en el transcurso de las festividades religiosas, bajo pena de
excomunión.
Problemas benedictinos

La regla benedictina, transplantada del monasterio de Monte Cassino, en Italia, a otros países, demostró
tener algunos puntos débiles. Puesto que cada monasterio era autónomo, cada uno de ellos se
desenvolvía en una gran aislamiento. Además, uno de los requisitos de la regla era la obligación de
cada monje de permanecer toda su vida e un monasterio en que había ingresado. Esta norma produjo
una falta de contacto entre los monasterios y motivó que los monjes fueran fácilmente influenciados
por personas que se aprovechaban de su falta de información. Según la regla, los monjes elegían a su
abad sin que el obispo pudiera entrometerse en estas elecciones. Sin embargo, esta norma fue
desobedecida: no solo los obispos se entrometían en las elecciones, sino también los laicos, que ofrecían
dinero a cambio de que los monjes eligiesen a su candidato preferido. De esta manera, la orden
benedictina se corrompió.

Centros Culturales

La vida en los monasterios estaba perfectamente regulada: se rezaba y se trabajaba. Sin embargo, no
todos los monjes se dedicaban a la misma labor. Unos trabajaban en los huertos, otros se dedicaban al
trabajo artesanal, y había algunos que se dedicaban a una empresa eminentemente cultural: copiaban,
decoraban y encuadernaban los manuscritos que contenían las grandes obras del saber clásico. Estos
manuscritos o códices, escritos con plumas de oca, se adornaban con miniaturas policromadas (flores,
paisajes y personajes) y eran celosamente guardados en las bibliotecas de los monasterios. En los
monasterios también funcionaban las únicas escuelas de la época. En ellas los futuros monjes y muchos
laicos, estudiaban las primeras letras.

Monje copista

La renovación Eclesiástica
En el siglo XI, el clero regular reaccionó en contra de la relajación de las costumbres de la Iglesia y del
poder de los laicos sobre ella. El movimiento monacal fue reformado por dos conventos bendictinos.

Cluny, el espíritu de reforma


La primera reforma partió de la abadía de Cluny, fundada el año 910. Los monjes de Cluny optaron
por la protección exclusiva del Papa (y no la del obispo o la del señor feudal) y reforzaron la autoridad
del abad.
Bajo estas reformas nació la orden cluniacense, que se extendió con rapidez en Europa. En su
momento de máxima popularidad, a comienzos del siglo XII, poseía cerca de 1500 monasterios, todos
ellos bajo la autoridad del abad de Cluny.
La orden cluniacense

La orden cluniacense fue esencialmente una orden aristocrática, pues la mayoría de sus monjes eran
miembros de la nobleza. Quizas por ello, el trabajo manual ya no se consideró una ocupación adecuada
y fue sustituido por una elaborada liturgia, que ocupaba la mayor parte del tiempo de los monjes. La
organización de Cluny se basó en la idea feudal de jerarquía: de la misma manera que en la sociedad
feudal había un rey en la cima, con condes, duques, caballeros y el resto en una escala de mayor a
menor importancia, el abad de Cluny fue la cabeza de toda una jerarquía de miembros subordinados.
Todos los monasterios cluniacenses estaban bajo su autoridad.
Citeaux, el retorno a la simplicidad
Sin embargo, a mediados del siglo XII, los cluniacenses se alejaron del ideal de vida benedictino
enriqueciéndose en extremo. Esto dio origen a una segunda reforma que partió del monasterio de
Citeaux, también en Francia; su promotor fue San Bernardo de Claraval.
En busca de una vida más recluida y estricta, los cisternienses fundaron su propia orden. La orden
cisterniense se propagó por Europa en el siglo XIII, y su expansión también fue espectacular.
San Bernando de Claraval

La expansión e influencia de la orden cisteriense se debió, en gran parte, a la actividad de San Bernardo.
Este personaje entró a la abadía de Citeaux en el año 1112 y tres años más tarde, escogió un lugar para
fundar un nuevo monasterio del cual fue el primer abad: la abadía de Claraval. San Bernardo, apoyado
por el Papado, ejerció una enorme influencia combatiendo las herejías. Fue también, un profundo
pensador y escritor: dejó más de 350 sermones y alrededor de 500 cartas. Mientras hacía esto,
gobernaba su abadía de 700 monjes. Al morir, la abadía de Claraval tenía al menos 68 monasterios que
dependían de ella.
San Bernardo de Claraval

La Querella de las Investiduras


Gracias a las reformas benedictinas, el clero regular se independizó, en gran parte, de la influencia de
los laicos.
Sin embargo, quedaba un problema por resolver; la elección o investidura del Papa y de los obispos
que, desde el siglo X, era nombrado por el emperador del Sacro Imperio Germánico.
Desde el siglo XI, los Papas buscaron poner fin a esta situación. Por eso, el año 1075 el Papa Gregorio
VII, que soñaba con una Iglesia libre de la influencia de los emperadores alemanes, publicó un decreto
que prohibía a todos los laicos investir a cualquier miembro de la Iglesia incluyendo al Sumo Pontífice.
Este decreto originó una serie de violentos conflictos entre el Papa y el emperador alemán Enrique
IV llamado la Querella de las Investiduras. Por negarse a cumplirlo, Enrique IV fue excomulgado.
Como la excomunión era el peor castigo que había, Enrique IV tuvo que humillarse ante el Papa,
pidiendo perdón de rodillas en el castillo italiano de Canossa, en Italia.
Este conflicto concluyó en 1122 con la firma del Concordato de Worms, que se pactó entre el Papa
Calixto II y el emperador Enrique V. A través del Concordato, el emperador renunció para siempre a
la designación de obispos y Papas.
A partir de entonces, los poderes de la Iglesia y del imperio se definieron y la Iglesia católica se
fortaleció.
La fe en la Edad Media
Con las reformas eclesiásticas, la Iglesia católica alcanzó un poder supremo en el siglo XII. Su triunfo
se debió, también, a la ola de fervor cristiano que envolvió a las clases más humildes.
La fe se fundaba en la esperanza de una vida mejor. La veneración a la Virgen, a los santos y a las
reliquias que, según se creía, podían obrar milagros, e difundió por toda la cristiandad.
Por otro lado, la Iglesia orientaba a sus feligreses, evitando que cayeran en herejías o falsas creencias.
Para conseguirlo contaba con dos poderosas armas: la excomunión y la Inquisición.
A través de la excomunión se expulsaba de la Iglesia a todo aquél que no obedecía sus ordenes. El
excomulgado no podía recibir sacramentos, y quedaba fuera de la ley divina. La excomunión fue el
peor castigo de la Edad Media.
Por otro lado, en el siglo XII se fundó la Inquisición: un tribunal eclesiástico que investigaba a la gente
de fe dudosa. Para lograr información los inquisidores torturaban a los acusados.
Los castigos variaban según el pecado: desde pasear a lomo de un burro con una soga en el cuello y un
gorro puntiagudo llamado sambenito hasta ser quemado en la hoguera.
Las peregrinaciones
Una de las manifestaciones del apego de la sociedad feudal a las creencias religiosas fueron las
peregrinaciones: viajes que los fieles, tanto ricos como pobres, realizaban a pie a diferentes santuarios
religiosos y que duraban meses o años.
Los centros más importantes de peregrinación fueron Roma, capital espiritual de la
cristiandad; Jerusalén, donde se hallaba el Santo Sepulcro, y Santiago de Compostela, donde se creía
que estaba enterrado el apóstol Santiago.
Los cristianos peregrinaban por causas muy diversas. Algunos cumplían penitencias o una promesa,
otros buscaban la purificación, y otros lo hacían por curiosidad o por el deseo de comerciar en los
lugares a los que llegaban los peregrinos.
La guía de Santiago

En el siglo XI, Santiago de Compostela, en el norte de España, pasó a ser un lugar de peregrinaje tan
importante como Roma y Jerusalén. Las peregrinaciones quedaron relatadas en un extenso códice del
siglo XII. Este manuscrito contenía una auténtica guía de peregrinos en la que se advertía a los fieles
de los peligros del camino y a la vez, se estimulaba la peregrinación a Santiago.
Cualquier peregrino estaba sometido a las penalidades del recorrido y a los problemas de alimentación
y seguridad. La guía señalaba las fuentes de agua, los tipos de comidas de las distintas regiones y hasta
los posibles riesgos de asaltos, así como las posadas, los hospitales y las iglesias que merecían visitarse.
El milenarismo
Otra expresión espiritual de la época fue el milenarismo, es decir, la creencia de que, a los mil años de
su muerte, Cristo volvería y reinaría en la Tierra durante mil años antes del Juicio Final. El
milenarismo influyó mucho en la sociedad. Algunos renunciaron a sus riquezas para hacerse más
dignos de la llegada de Cristo.
Los más pobres, en cambio, formaron frecuentemente sectas que se enfrentaron con la violencia de los
judíos, a los ricos o al clero, pensando que eran indignos de la llegada de Cristo.
Estas sectas, dirigidas por presuntos profetas y mesías, fueron el origen de muchas cosasías medievales
como, por ejemplo, la de los albingenses.
Reliquias y herejías

Una de las manifestaciones de la piedad medieval fue el culto a las reliquias; la devoción a los restos
de un santo, sus huesos o algún objeto relacionado con él. El cáliz del cual bebió Jesús en la última
cena, El Santo Grial, fue una de las reliquias más buscadas pero nunca fue hallado. Según el evangelio
de San Juan, el judío Jose de Arimatea reclamó el cuerpo de Cristo para enterrarlo, y se llevó, también,
el Santo Grial que con el tiempo, se perdió. El Santo Grial fue el origen de muchos relatos medievales,
y también, de algunas herejías.
A fines del siglo XII, por ejemplo, una secta de monjes franceses, los albigensesm afirmaron poseer el
Santo Grial. Entonces, el rey de Francia, Felipe II, logró el consentimiento papal para declararles la
guerra por herejía.

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