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100% TAMED

Frankie Love
(100% 02)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro

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1
Sinopsis
Esta historia es corta, explícita y escrita pensando en tu sucio
y pequeño trasero.

Nuevo posteo de @DirtyBrat: ¡¡¡El mejor fin de


semana de la historia!!! Necesitaba ropa nueva de
verano. Fui de compras con mi Dom. Me pidió una
foto en el probador. Obviamente, tuve que divertirme
un poco con eso. ¡LOL! Él estaba muy enojado, y yo
necesitaba una lección. Dios, mi coño todavía está
dolorido.

El contexto: A un grupo de mocosas les encanta charlar en un


foro online sobre su vida sexual.
Las historias: Cada historia independiente es una mirada al
interior de la relación de una mocosa y su domador.
Vapor: Parejas monógamas muy calientes, con amor,
confianza y perversión.

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Capítulo 1
Rachel

Hace un calor inusual y, al mirar mi ropa, me doy cuenta


de que no tengo nada bonito que ponerme. Ryan se acerca por
detrás y me besa el cuello. —Hey, nena —dice, —me gusta lo
que llevas puesto.

Me río. —No llevo nada —digo, dándome la vuelta para


mirarlo, con mis pechos desnudos apretados contra su pecho.

Él lleva unos vaqueros y una camiseta. Yo, en mi traje de


cumpleaños.

Gimoteo: —No tengo nada que ponerme. Hace mucho calor


y me siento desaliñada con todo lo que tengo.

—Oye —dice, —tal vez antes de ir al cine, podríamos


pasear por el centro comercial y buscarte ropa nueva.

Tuerzo los labios. —¿De verdad quieres pasar el día en el


centro comercial? Suelo comprar cosas por internet.

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—Lo sé —dice, —pero ya estaremos allí para la película, y
teniendo en cuenta que los centros comerciales están a una
hora de distancia, deberíamos aprovechar el viaje. Además,
hoy los dos haremos novillos en el trabajo, podríamos
aprovecharlo.

—Tienes razón. Supongo que es más fácil encontrar algo


que me quede bien cuando me lo pruebo en persona. —A lo
largo de los años he intentado comprar muchas cosas por
Internet. Las cosas son demasiado pequeñas o demasiado
grandes o demasiado ajustadas. Es difícil encontrar el ajuste
perfecto. Y también tiene razón en lo de faltar al trabajo. Ambos
decidimos tomarnos días personales hoy para poder
divertirnos un poco. —Sabes, podríamos detenernos en una
tienda de lencería también. Estaba pensando en comprar unos
cuantos sujetadores nuevos.

—¿De verdad? —pregunta. —Bueno, entonces, en ese


caso, definitivamente vamos a ir de compras antes de que
empiece la película.

Con una sonrisa en la cara, me pongo de puntillas y beso


a mi marido en los labios. —Te amo —le digo. —Sabes, no todos
los hombres querrían ir de compras al centro comercial en su
día libre, así que gracias.

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Me da una palmada en el culo de forma juguetona. —Sí.
Bueno, estás delante de mí desnuda ofreciéndome ir de
compras por lencería. No es algo que quiera rechazar.

—No es sólo lencería. También vamos a comprar ropa de


verano. ¿Te acuerdas?

Se ríe. —Siempre que pueda vetar cualquier conjunto que


no me guste.

Me río. —Oh, ¿crees que vas a decirme lo que tengo que


hacer?

Me agarra de las caderas y me acerca. —Sí, voy a decirte


lo que tienes que hacer. No olvides que soy el jefe.

Mi vientre se retuerce de deseo y me aprieto contra él. Noto


cómo su polla se endurece a través de sus vaqueros y un calor
me cubre. Me encanta que hable así, que tome el control y me
ponga en mi lugar.

Pero me gusta aún más otro aspecto de nuestra dinámica.


Me encanta el hecho de que pueda hacer pucheros y que a él
no le importe; de hecho, lo excita aún más.

—Bueno, no creo que sea justo. ¿Vas a quedarte ahí


poniéndote duro y no vas a follar conmigo antes de que nos
vayamos? ¿O crees que no puedes levantarla a tiempo? —me
burlo, sabiendo que mis palabras solo buscan problemas.

Él gruñe. —Ese es un juego peligroso, Rachel.

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Frunzo los labios. —¿Te asusta el peligro?

Se ríe, me agarra de las muñecas y me arrastra hasta la


cama. —No me asusta nada. Y si crees que no puedo ponerme
duro a tiempo para hacerte correr antes de que nos vayamos,
estás muy equivocada.

—Me gustaría estar dolorida —digo, recostándome en la


cama y dejando caer mis rodillas abiertas. —Ha sido una larga
semana, Ryan, y hace días que no me dejas correrme.

Es un juego al que jugamos, él me da permiso en cuanto a


lo que puedo y no puedo hacer dentro del dormitorio. Bueno,
no sólo en el dormitorio. Tenemos un poco de fetiche por las
muestras de afecto en público y por tener sexo a la vista. Sólo
eligiendo lugares discretos, por supuesto.

Después de cinco años de matrimonio, nos inclinamos por


nuestra vena rebelde. No salíamos cuando éramos
adolescentes y ahora tenemos la fantasía cachonda de hacerlo
en lugares donde los adolescentes tendrían sexo. Es ridículo,
lo sé, pero el mes pasado fuimos a un parque de atracciones y
tuvimos sexo en una atracción. Y déjame decirte que fue muy
caliente.

—¿En qué estás pensando? —pregunta Ryan,


inclinándose sobre mí.

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—Estaba pensando en cómo me follaste tan jodidamente
fuerte cuando estábamos subidos en esa rueda de la fortuna.

Sacude la cabeza. —Te corriste tanto. Pensé que nos iban


a atrapar.

—Menos mal que tenías una camisa de franela que pude


usar para limpiar el desastre.

Sus ojos se fijan en los míos. —Te amo jodidamente tanto,


Rachel.

Le sonrío. —¿Incluso cuando soy una mocosa?

—Especialmente cuando eres una mocosa. —Retrocede y


se ajusta el cinturón de los vaqueros.

Frunzo el ceño. —Espera, ¿en serio te vas a ir? Estoy


desnuda y con las piernas abiertas. Lista para que me folles.
¿Y ni siquiera vas a intentarlo?

Sonríe. —No, no lo voy a hacer. Voy a divertirme un poco


contigo. Crees que es divertido ponerme duro. Burlándote de
mí de esa manera. —Se ríe. —No va a suceder. No voy a dejar
que me provoques.

Gimoteo. —Eso es muy injusto. Estoy sufriendo mucho por


ti, por favor. —Me levanto sobre las manos y las rodillas en el
colchón, juntando las manos. No me importa suplicar. —
Acércate —digo. —Y dame tu mano. —Tiro de su mano hacia
mí y conduzco sus dedos hacia mi coño. —¿Ves lo mojada que

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estoy? —Aprieto mi coño con fuerza con su mano entre mis
piernas. —Sabes que lo quieres.

Sus ojos me dicen que va a sacar provecho de esto. —Sí,


lo quiero —dice, —quiero meterte los dedos con fuerza. Quiero
follarte bien. Quiero hacerte gritar mi nombre, Rachel, por
supuesto, eso es lo que quiero, pero no va a suceder ahora. No
después de que me provocaras por mi erección. Tal vez eso te
sirva de lección. Tal vez puedas empezar a ser amable. En lugar
de ser una mocosa.

Mis pezones se endurecen ante sus palabras. La lujuria


me recorre. Dejo caer la cabeza hacia atrás, agitando mi larga
melena al hacerlo. —Me vuelves loca.

—Bien. Guarda esa energía, niña sucia. Y más tarde


veremos si te ganas mi polla.

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Capítulo 2
Ryan

En camino al centro comercial, Rachel pregunta si


podemos detenernos en un autoservicio. —Tengo hambre —me
dice, frunciendo el ceño.

Me río. —Lo que quieras, nena.

Paramos en un restaurante de comida rápida y ella pide


un cono de helado y patatas fritas. Sacudo la cabeza mientras
pago, sabiendo que ver a esa chica lamiendo un cucurucho
durante los próximos 45 minutos me va a volver jodidamente
loco. Ella también lo sabe.

Cuando volvemos a la autopista, tengo que apretar la


mandíbula para concentrarme. Está lamiendo el cono de
helado con tanto vigor que no puedo evitar que se me ponga
dura. Apoyo mi mano contra su muslo, apretando fuerte.

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—¿Quieres que tenga un accidente? —pregunto, mirando
hacia ella. Tiene la boca abierta, su lengua se desliza por el
cono frío.

—Bueno, si no me dejas lamerte, supongo que esto tendrá


que ser suficiente —dice, burlándose de mí hasta que tengo
que apartar la mano. —Sabes —dice, —podrías subir tus dedos
un poco más, presionar tu mano contra mi coño. O podría
quitarme los vaqueros —dice encogiéndose de hombros, como
si fuera algo completamente indiferente. —Para tener mejor
acceso, ya sabes, si quieres follarme con los dedos antes de
llegar a nuestro destino final.

Me río. —¿Crees que esto es divertido? —le pregunto.

Ella sonríe. —Creo que es divertidísimo. Y no es mi culpa


que estés duro con las bolas azules. Yo estaba lista y dispuesta
en el dormitorio. Tú eres la que me negó. Nos negó a los dos,
en realidad. —Agarra unas patatas fritas de la bolsa de papel,
y las mastica. —Al menos puedo satisfacer mis ansias de
hambre con esta comida grasienta ya que no me dejas tragar
nada más.

Cuando por fin llegamos al centro comercial, ambos


estamos de muy buen ánimo. Mi polla por fin se ha calmado y
ella ha tenido su pequeño subidón de azúcar. Cuando salimos
del coche, la tomo de la mano.

—No te voy a soltar. ¿Entiendes?

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Aprieta los labios, con los ojos bien abiertos. —Lo que
quieras, papi.

—Oh, que me jodan—digo.

—Eso es lo que estaba diciendo —dice ella, juguetona.

Entrelazamos nuestros dedos mientras entramos en el


centro comercial. No venimos aquí muy a menudo, pero he
querido ver esta nueva película. Es poco conocida y no se
proyecta en el cineplex que tenemos cerca.

Cuando se lo explico a Raquel, se queja. —¿Va a ser una


película de mucha acción?

—Más o menos —le digo. —Trata de una pareja y la esposa


es secuestrada.

—Eso suena horrible —dice ella. —No me extraña que no


sea popular. Suena deprimente.

—Tal vez —digo. —Pero el escritor del guión es un tipo al


que sigo en Internet. Me interesa.

—Bueno, supongo que todos podemos tener nuestros


intereses. Haré lo posible por disfrutarla.

Me río. —Tú también tienes tus intereses —digo. —Tu foro


de Bratz.

Ella sonríe. —Sí, y no creerías lo que hizo


BakingWithBlondie la semana pasada.

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—Cuéntame.

Entra en detalles, explicando cómo su amiga Blondie


quemó la cena a propósito cuando sabía que su marido estaba
de camino a casa desde el trabajo.

—¿Qué hizo él? —pregunto.

Se ríe. —¿No te gustaría saberlo?

—Sí —digo. —La verdad es que me gustaría.

—Bueno, la hizo pagar, pero ya sabes que ese es


precisamente el punto.

—Espero que haya sido debidamente castigada —digo


mientras abro la puerta del centro comercial. Entramos y una
fría brisa de aire acondicionado nos saluda. —Entonces, ¿a
dónde deberíamos ir primero? —pregunto.

—Vamos a comprar sujetadores —dice ella. —¿Por favor?

Me río entre dientes. —No tienes que pedírmelo dos veces.

Caminamos por el centro comercial, notando que está


bastante vacío, pero no nos sorprende teniendo en cuenta que
es mitad de semana. No necesitamos hacer una parada en el
patio de comidas ya que compramos comida para llevar de
camino.

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Cuando entramos en la tienda de lencería, los ojos de
Rachel se abren de par en par. —Dios mío —dice, —son tan
bonitos. —Señala un expositor de bodies rosas.

—Tienes que comprar uno —le digo. —Te verías tan


jodidamente bien en eso.

Me mira. —¿Tú crees?

—Por supuesto, nena —le digo. Pongo mi mano detrás de


su cabeza y la atraigo para darle un suave beso. —Sabes que
te amo con cualquier jodida cosa. Pero con eso, te verías
increíble.

Elige su talla y se aferra a él mientras seguimos mirando.

—¿Qué tal estos? —le digo, señalando una muestra de


tangas. —Son bonitos, ¿verdad?

Sonríe. —¿Crees que me quedarían bien?

—Nena —le digo, —te quedarían increíbles. ¿Qué tal si


compras los que son blancos con corazones rosas?

Ella sonríe. —Me encantan —dice, tomando un par.

Busca unos cuantos sujetadores para probarse y yo miro


mientras ella está en el probador. Encuentro una bata rosa
intenso que le rozaría el culo y encuentro su talla, añadiéndola
a la creciente pila de artículos que compraremos.

—¿Puedo ayudarlo? —me pregunta una vendedora.

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—Claro —le digo. —Vamos a llevarnos todo esto. Y me
preguntaba, ¿tiene algún camisón que pueda hacer juego con
esta bata rosa intenso?

Ella asiente. —Por supuesto, por aquí. —Me lleva a un


camisón de satén. Parece suave como la seda y contra la piel
de Rachel, sé que se sentirá decadente en él.

—Me lo llevo —digo.

Rachel se une a mí y a la vendedora mientras buscamos


su talla. Tiene un puñado de sujetadores en la mano.

—¿Cómo quedaron? —le pregunto.

—Perfectos —dice.

Estoy muy contento de ver a mi niña tan satisfecha con lo


que ha encontrado. Siempre se queja de que comprar por
Internet es imposible. Esto ha sido una buena idea.

Cuando vamos a la caja registradora, la vendedora nos


pregunta si necesitamos ayuda con algo más. Rachel tiene su
mano en la mía, su mejilla apoyada en mi brazo.

—Estamos bien —dice. —Más que bien.

—Son una pareja de aspecto tan feliz —dice la vendedora.

—Lo somos —dice Rachel. —Llevamos cinco años casados.

—Vaya —dice ella. —Felicidades.

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Salimos de la tienda unos minutos después y nos
dirigimos a unos grandes almacenes situados en el otro
extremo del centro comercial.

—¿Te puedes creer que llevemos cinco años casados? —


dice Rachel mientras caminamos.

—La verdad es que no —digo yo. —Es sorprendente. Ha


pasado tan rápido. Sé que dijimos que no íbamos a hablar de
tener hijos hasta que tuviéramos 30 años, pero los dos
cumplimos 30 en un mes.

—¿En qué estás pensando?

—Estoy pensando que quiero que seas feliz —le digo. —No
quiero que tengas ninguna presión. Sé que te encanta tu
trabajo. Ser profesora significa mucho para ti, no me gustaría
que tuvieras que tomarte un tiempo libre si no quieres.

—¿Qué quieres tú? —me pregunta.

—Me encantaría verte embarazada. Me encantaría


llenarte, verte crecer.

Se ríe. —Ryan, no se trata sólo de que te excite una


persona embarazada. ¿Quieres ser padre?

—Quiero que seas feliz. Pero sí, creo que me gustaría


mucho ser padre.

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Ella sonríe. —Yo también lo creo. Quiero decir, creo que
me gustaría ser mamá.

—¿Qué estás diciendo? —pregunto, deteniéndome justo en


ese momento en medio del centro comercial, mirando a mi
mujer. Esta conversación es bastante intensa para ser en un
centro comercial.

—Creo que deberíamos intentarlo. Quizá pueda ser


nuestro regalo de cumpleaños.

—¿Llevas tiempo pensando en esto, cariño? —le pregunto.

Ella se encoge de hombros. —Un poco. ¿Y tú?

Asiento con la cabeza. —Un poco. —La rodeo con mis


brazos y la levanto del suelo. Se ríe mientras lo hago.

—Estás loco —dice.

—No estoy loco —le digo. —Estoy locamente enamorado de


mi mujer.

—¿También te excita ella? —pregunta Rachel, con un brillo


en los ojos mientras la dejo en el suelo.

—Sabes que estoy loco por ti.

—Sí, excepto que no me dejas correrme —dice con un


puchero experimentado.

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Me río. —¿Qué te parece esto? Ve al vestidor después de
encontrar algo de ropa para probarte y ponte ese tanga blanco
con los corazones y hazte una foto, para mostrarme cómo te
queda.

Se relame los labios. —No creo que se me permita decirte


que no.

—No —le digo. —No está permitido. Tienes que hacer lo


que dice tu papá.

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Capítulo 3
Rachel

Ryan y yo paseamos por los grandes almacenes, buscando


ropa bonita para el verano. Encuentro unos cuantos vestidos
y unos pantalones cortos vaqueros.

—¿Qué te parece? —pregunto, sosteniéndolos frente a mí.

—Creo que tu culo quedaría muy bien con ellos —dice.

Me río, poniendo los ojos en blanco. —Sinceramente, quizá


debería ir de compras con una amiga, porque tú pareces
pensar que me queda bien todo.

Ryan sonríe. —Eso es porque te queda bien todo. Deja de


ser dura contigo misma, nena. Te ves muy bien. Siempre.

Frunzo los labios. —Gracias —digo. —Creo que no me he


dado cuenta de lo mucho que necesitaba una inyección de
confianza hoy. Es una mierda cuando nada parece encajar o
quedar bien.

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Ryan me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja. —
Bueno, a veces todos necesitamos que nos recuerden que
valemos más que la ropa que nos ponemos.

Sonrío. —Ya veo lo que dices. Te gusto más desnuda.

Los ojos de Ryan se desvían, dándose cuenta de que no


hay nadie con nosotros detrás del perchero. Se inclina y me
besa. —Claro que creo que te ves mejor sin nada puesto, pero
—sostiene la bolsa de la tienda de lencería, —creo que también
te verías muy bien con esto. Qué tal si haces caso, entras en el
probador con ese tanga blanco y te haces la foto que te he
dicho.

—¿Es una orden? —pregunto, cruzando los brazos y


haciéndole un mohín.

—Sí, es una orden directa. Ahora mete tu culito en el


probador y haz lo que te digo. Quiero esa foto, Rachel, y la
quiero ahora.

El sonido ronco de su voz me excita, provocando un


revoloteo en mi vientre, y las bragas que llevo puestas se
mojan. Respiro hondo y lo suelto lentamente.

—Sabes, a veces me das las mejores indicaciones —digo.


Lamiéndome los labios, tomo la bolsa de lencería de su mano
y me dirijo hacia el probador. —No te alejes demasiado —digo.
—Quiero mostrarte cómo queda la ropa cuando me la pruebe.

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Sonríe y me sigue. Lo dejo en la sala de espera. Hay unas
cuantas sillas, pero no hay nadie. Supongo que esa es la
ventaja de ir a unos grandes almacenes, hay montones de
probadores y no hay nadie que nos moleste.

Entro en el probador y cuelgo mis prendas en un gancho,


cerrando la puerta tras de mí. Dejo el bolso y busco las bragas
en la bolsa de la lencería. Me muerdo el labio inferior pensando
en ellas. Sé que Ryan está siendo muy amable conmigo al
regalarme una pequeña compra, pero quiero que sepa que no
soy una simple mocosa. Soy su mocosa mimada.

Pensando que estoy siendo graciosísima, me quito las


zapatillas y me pongo las bragas por encima de los vaqueros.
Me las subo hasta las caderas y me miro en el espejo. Es
ridículo. Llevo un tanga por encima de los vaqueros con la
camiseta puesta.

Sé que esto no es lo que Ryan tenía en mente cuando me


dijo que me hiciera una foto para él con estas bragas en el
vestuario, pero no fue explícito. No me dijo que tenía que
quitarme los vaqueros antes de ponerme el tanga. No, sólo me
pidió una foto mía con este tanga y se la estoy dando.

Creo que es muy divertido y sé que las chicas del foro Brats
Forever pensarán que es igualmente hilarante. Así que saco el
teléfono del bolso y me pongo delante del espejo, adoptando la
postura sensual y sexy que sé que él espera. Pero sabiendo que

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él no espera que la mitad inferior de mi cuerpo esté tan
enteramente vestida.

Tomo la foto, pensando que soy demasiado inteligente.


Abro mis mensajes y hago clic en su nombre, adjuntando la
foto y añadiendo unos cuantos emojis con forma de corazón
antes de enviarla. Luego dejo el teléfono y miro la ropa que
tengo que probarme. Me quito el tanga y los vaqueros.

Elijo uno de los bonitos vestidos de verano que he


encontrado y me lo pongo por encima de la cabeza. Me lo ajusto
alrededor de las tetas, sintiendo que me tira un poco del pecho.
Pero luego pienso que tal vez sea algo bueno, que a Ryan le
encantará. Me relamo los labios, mirando el tanga que me he
quitado.

Teniendo en cuenta que ya lo he comprado, decido


cambiar la ropa interior que he estado usando por este nuevo
par de bragas. Meto las viejas en la bolsa de la lencería y subo
la parte inferior del vestido, comprobando mi culo en el espejo.
Sonrío. Muy bien, a Ryan le va a encantar esto. Sobre todo la
idea de verme con un vestidito y un tanga puesto, sé que es un
problema, de fácil acceso y todo. Me río para mis adentros,
sabiendo la suerte que tengo de tener un marido al que le
excitan tanto las cosas que me pongo, o que no me pongo.

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Antes de pensarlo dos veces, salgo del probador para
mostrarle el vestido. Cuando salgo, encuentro a Ryan
esperándome. Está furioso, lo sé por su aspecto.

Sacude la cabeza. —Tenemos que hablar.

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Capítulo 4
Ryan

Rachel me dejó allí en la sala de espera. Estaba sentado


con mi teléfono en la mano, esperando que llegara la foto.
Cuando lo hizo, tenía una sonrisa en la cara, esperando una
cosa. Pero cuando abrí mi aplicación de mensajes y vi la foto
que había enviado, supe que ella quería jugar.

No me molesta, por supuesto, es parte de nuestra


dinámica. A ella le gusta hacer el papel de mocosa, y a mí me
gusta hacer el papel de su dominante. Yo le digo lo que tiene
que hacer, y a ella le encanta darme el control.

Mira, no estoy diciendo que así es como deberían funcionar


todos los matrimonios, pero a nosotros nos funciona. Nuestra
vida sexual es más caliente que nunca. Cuando nos
conocimos, éramos bastante vainilla. Pero a medida que nos
conocimos sexualmente, aprendimos algunas cosas.

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Yo aprendí que a ella le gusta jugar, romper las reglas. Y
yo aprendí que me gusta tomar el control y decirle cuándo
puede correrse, cuándo no, qué puede usar, qué es indecente.

Nadie puede juzgar la forma en que nos gusta condimentar


las cosas. A cada uno lo suyo, y para nosotros, es jodidamente
caliente.

Últimamente, hemos estado jugando con esta fantasía de


muestras de afecto en público, follando donde no debemos,
para ver hasta dónde podemos llegar. Hay una emoción en ello,
un poco de excitación, una sensación de apuro.

Rachel y yo tuvimos una infancia bastante similar. Fuimos


criados por padres conservadores y nunca tuvimos la
oportunidad de ser rebeldes. Ahora, nos divertimos y no
hacemos daño a nadie. Sólo nos damos permiso para hacer lo
que nos parece correcto.

Pero cuando abro esa foto y veo a mi chica con ese tanga
blanco de corazones sobre sus vaqueros azules, no puedo
evitar soltar una carcajada.

Por supuesto que quiero enojarme, y le mostraré que estoy


enojado, pero en el fondo, me encanta que se esté dando
permiso para ser tonta, para divertirse.

La vida no tiene que ser todo trabajo y nada de diversión.


Demonios, ella trabaja lo suficiente de lunes a viernes, igual

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que yo. Los fines de semana o los días libres robados, como
hoy, podemos entregarnos a nuestro lado salvaje, a las cosas
que nos apetecen.

Especialmente teniendo en cuenta que le dije durante toda


la semana que no podía correrse. Le dije que tenía que esperar
hasta que yo la hiciera correrse después de nuestra cita de hoy.
Ella se quejó y gimió, pero a los dos nos encanta excitarnos
mutuamente. Y esta foto que estoy viendo, demuestra que está
lista para jugar sucio.

Me dirijo al probador justo cuando ella sale. Sus ojos se


abren de par en par y me mira, con un uh-oh saliendo de sus
labios.

—Tienes que volver a ese probador ahora —le digo.

Se mueve de puntillas por donde ha venido, pero yo


atravieso la puerta del probador, agradeciendo que no haya
nadie más. Sólo estamos ella y yo.

Cierro la puerta con llave y la miro de arriba abajo. Joder,


se ve muy bien con ese vestido. Es demasiado corto, eso es
seguro. Le roza la parte superior de los muslos y sus tetas tiran
de la tela del vestido. Tiene tirantes y está estampado con
girasoles. Parece un verano con ese vestido, como el sol, y
quiero sonreír. Quiero decirle lo jodidamente bonita que está,
pero no lo haré, al menos todavía.

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—¿Qué pasa? —pregunta, con la voz alta y jugando.

—Sabes exactamente lo que pasa —le digo. —Te dije lo que


tenías que hacer, que te hicieras una foto con ese tanga. Esto
no es lo que pedí. —Giro mi teléfono, mostrándole la imagen.

Ella se lame los labios. —Oh, lo siento —dice. —No me


dijiste que tenía que quitarme la ropa primero. Pensé que
querías...

Me meto el teléfono en el bolsillo y la tomo por las


muñecas, apretándola contra el frío espejo del vestidor. —
Sabes exactamente lo que estabas haciendo. Pensaste que era
divertido desobedecerme. Sabías lo que quería, Rachel, y no
hiciste lo que te dije.

Ella traga saliva. —¿Y qué vas a hacer al respecto? —me


responde con una sonrisa.

Aprieto la mandíbula. —Voy a hacértelo pagar. No es


aceptable que me faltes al respeto yendo en contra de mis
deseos.

—¿Cómo me lo vas a hacer pagar? —pregunta ella,


respirando con dificultad, sus tetas subiendo y bajando, mi
polla ya dura, dolorida ante la idea de que pague por lo que ha
hecho.

—Me voy a sentar en este banco —le digo, señalando el


banco que está detrás de mí, —y tú te vas a poner de rodillas.

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—¿Y luego qué? —pregunta ella. —¿Qué quieres que haga,
papi?

Gruño, esa palabra me excita enormemente. —Vas a


chuparme la polla. Vas a agarrar mi polla con tus manos y me
vas a acariciar de arriba a abajo. Vas a chuparme las pelotas,
masajeándolas, una y otra.

Ahora jadea, apenas puede contener su excitación. —¿Y


luego qué? —pregunta. —Entonces, ¿qué tengo que hacer para
pagar por lo que hice?

—Vas a abrir esa bonita boquita tuya y vas a tomar mi


polla y me la vas a chupar hasta que me corra, y no pienses en
hacerte la graciosa escupiendo mi semilla. No —le digo. Le
suelto una de las muñecas y le sujeto la barbilla con la mano,
dirigiendo sus ojos hacia los míos. —Te vas a tragar mi semen.
¿Me entiendes?

Ella asiente. —De acuerdo —lloriquea.

La suelto, me desabrocho los vaqueros y me los bajo


mientras me siento en el banco. —Ahora —le digo, —haz lo que
te he dicho.

Hay una carga entre nosotros, una corriente eléctrica de


deseo que late. Sé que cualquiera podría pasar por este
probador y ver a mi chica de rodillas bajo la puerta, pero me

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importa una mierda. Todo lo que quiero ahora es que mi chica
me la chupe.

Ella sabe qué hacer. Se pone de rodillas, con las manos en


mis muslos. Me mira, con las tetas juntas en ese pequeño
vestido de verano. —No quería faltarte al respeto.

Levanto una ceja. —Sí, lo hacías. Eres una mocosa y


sabías lo que hacías. Por eso vas a chuparme la polla. ¿Lo
entiendes?

Ella asiente, pero no contesta porque antes de que pueda,


empujo su cabeza hacia abajo justo donde debe estar, entre
mis piernas, frente a mi polla. —Chupa —le digo. —Ahora.

Hace lo que se le dice. Comienza a acariciarme, lamiendo


la punta. Ya tenía pre-semen allí. Tan caliente, tan listo para
que su dulce boquita me lleve al límite. Comienza a bombear
mi eje, chupando hacia arriba y hacia abajo, con sus manos
en mis pelotas.

Me saca de su boca, dejando caer una de mis pelotas y


luego la otra en su boca. Chupando las dos al mismo tiempo,
sus ojos me miran, pidiendo más. Le daré lo que necesita.

—Ahí lo tienes —le digo. —Así es como puedes pagar. —


Vuelve a acercarse a la punta de mi polla, tomándome bien y
profundamente. —Más —le digo. —Toma más de mí —exijo.

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Lo hace, pero lentamente. La ayudo empujando su cabeza
hacia abajo hasta que le entran arcadas. La oigo y la siento
mientras se llena de mí, su saliva recubriendo mi polla
mientras me bombea hacia arriba y hacia abajo, llevándome
tan lejos como puede.

Me duele la polla de necesidad y estoy listo para liberarme.


Sé que ella puede sentirlo, el pulso venoso de mi polla mientras
desliza su boca arriba y abajo, moviéndose sobre mí. Me excita
mucho.

—Joder —gruño cuando termina, y mi semen caliente se


derrama en su boca. Ella deja escapar un gemido mientras
empieza a tragarme, sujetando mis pelotas con la mano,
bombeándome mientras termina de chupármela.

Cuando se saca mi reluciente polla de la boca, traga y abre


bien la boca para mostrarme que ha hecho lo que le he dicho.
—Buena chica —le digo. —Me has tragado bien.

Se lame los labios, sonriendo. Luego se limpia la boca con


el dorso de la mano. —Bien —dice. —¿Supongo que recibí mi
castigo como querías?

—Sí. Ahora —digo, alejándome de ella, —envía la foto que


te pedí. Tú, con esas bragas. ¿Entendido?

29
Ella asiente mientras me subo la cremallera de los
vaqueros. Salgo del camerino sin decir nada más, dejándola
allí, jadeando, con ganas de más.

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Capítulo 5
Rachel

Cuando Ryan sale del probador, me quedo sin aliento. Oh,


ese castigo estuvo bien. Y él lo sabía. Sabía que no me iba a
doler ponerme de rodillas ante su enorme y gruesa polla. Él
sabía que ponerme de rodillas era en realidad un placer.

Eso era, en realidad, todo el objetivo.

Dios, amo a ese hombre.

Me pongo de pie, reajustando mi vestido, y luego decido


que debo probarme la otra ropa. Mi mente se arremolina con
imágenes de Ryan y yo juntos. Mi coño está muy mojado al
imaginarnos a él y a mí follando duro. Han pasado demasiados
días desde que me tocó, desde que me hizo correrme, y maldita
sea, estoy cachonda.

Él también lo sabe. Cuando salió de esta habitación, supe


lo que estaba pensando. Pensó que me estaba poniendo en mi

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lugar haciéndome chupársela, pero lo único que me hizo
desear fue más, mucho más.

Mordiendo mi labio inferior, me pregunto cómo puedo


alargar esto un poco más. No quiero que esta diversión
termine. Sí, puede que sea su esposa, su amante, su
compañera, su para siempre, pero también soy una mocosa
cachonda que quiere ser domada. Ryan es el único que puede
hacerlo.

Me quito el vestido de encima y lo vuelvo a colgar en una


percha, sabiendo que es uno que compraré. Luego considero
mis otras opciones. Me pruebo los pantalones cortos vaqueros
y una camiseta de tirantes, que por suerte me quedan bien, y
otro vestido de verano. Éste es más largo y tiene mangas
fluidas. Es favorecedor y más elegante que el vestido de verano.
Sonrío, pensando en lo segura que me siento con él, pero que
el vestido de verano va a excitar mucho más a Ryan.

Satisfecha con mis pocas prendas, los pantalones cortos y


los dos vestidos, decido que podría volver a vestirme.

Es entonces cuando recuerdo el pedido de Ryan cuando se


fue.

Joder, se me había olvidado por completo que me había


dicho que me hiciera una foto de nuevo con esas bragas y que
se la enviara. Me distraje probándome la ropa.

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Oh, se va a enojar. Apuesto a que ahora mismo está en la
sala de espera dando vueltas, furioso porque no he cumplido
con su petición. Me relamo los labios y me doy cuenta de que
puedo hacer que se enoje aún más.

Vuelvo a sacar mi teléfono del bolso y abro la cámara. Me


pongo frente al espejo, pero no me limito a hacerme una foto
en bragas. Deslizo las bragas más allá de mis caderas hasta
los tobillos y luego me llevo la mano libre al coño.

Sé que no debo hacerlo. No se me permite tocarme hasta


que él me haga correrme esta noche, pero tal vez esta sea la
manera perfecta de ponerlo al límite y hacer que me haga pagar
de verdad.

Empiezo a tocarme con los dedos. Ya estoy muy mojada,


muy excitada. Chupársela es una de mis cosas favoritas. Me
encanta que su espeso semen se deslice por mi garganta, y
cómo me llena el vientre. Y mientras me toco, con mi coño
mojado goteando, llenando de jugo mis dedos, pienso en la
conversación que tuvimos en el centro comercial.

Vamos a intentar tener un bebé el mes que viene. ¿Ryan y


yo formando una familia? Me recorre una ola de deseo y
empiezo a bombear con más fuerza, apretando los dedos
contra mi clítoris, tan cerca del límite. Pero entonces me doy
cuenta de que es el momento perfecto para hacer una foto.

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Con la cámara en la mano, aprieto uno de mis dedos
contra mi coño y las bragas alrededor de mis tobillos. Pulso
'enviar', sabiendo que voy a estar en problemas, 100%
atrapada. Y un momento después, lo estoy. Llaman a la puerta
y gruñen.

—Rachel, será mejor que me dejes entrar ahora mismo.

Trago saliva. —No estoy vestida, Ryan —digo en el tono


más dulce posible, sabiendo que eso sí que lo va a cabrear.

—No me importa lo que lleves puesto. Eres mi mujer. Abre


la puerta.

—¿Hay alguien por ahí? —pregunto, con voz suave. Él


puede oírme.

—No hay nadie —dice. —Deja de ser una mocosa y déjame


entrar. —Mordiéndome el labio inferior, abro la puerta y lo dejo
entrar. Me agarra la mano derecha inmediatamente. —¿Esta
es la mano que usabas para tocarte? —Asiento con la cabeza.
—Sabías lo que quería cuando dije: 'Mándame una foto'. Te
quería con esas bragas, no con tu mano en el coño. —Me mira
los dedos, con lujuria en los ojos, y luego se lleva uno a la boca
y lo chupa, y luego el otro. —Joder, me encanta tu sabor.

—¿Te gusta? —le pregunto. —¿De verdad te gusta mi


sabor?

—Sabes que sí —dice.

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—Demuéstralo —le respondo.

Niega con la cabeza. —Nadie puede tocarte, ni siquiera tú


misma. Tenemos reglas, Rachel. Reglas que has aceptado.

Aprieto los labios. —Sé que se supone que eres el único


que puede tocarme, pero no lo haces. Me estás volviendo loca
al no dejarme correrme. No me hagas esperar más.

—Esto no es para tu placer —me dice. —Esto es para que


recuerdes que soy la única persona que puede tocar este coño.
¿Entendido?

Trago saliva. Sé que no es literal que no tengo permiso para


tocarme, que no tengo permiso para hacerlo de nuevo hasta
que él lo diga, pero hay un entendimiento mutuo que tenemos,
un nivel de respeto al juego que elegimos jugar.

Él me dice lo que tengo que hacer y yo hago lo posible por


obedecer, aunque a mi vena mocosa le gusta brillar y meterme
en problemas.

Pero todo eso forma parte de la dinámica, una dinámica


que puedo compartir con él porque estamos muy
comprometidos. Estamos tan enamorados. El hecho de que
haya sido su esposa durante cinco años, que este hombre sea
mi marido, me hace sentir más que cachonda. Me hace sentir
increíble.

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Le rodeo el cuello con los brazos. —Te amo jodidamente
tanto, Ryan. —Lo beso con fuerza. Él me devuelve el beso y su
lengua encuentra la mía, y joder, qué bien se siente tener su
boca contra la mía de esta manera. Sus brazos me rodean la
cintura y sonrío a través del beso cuando siento que me
desabrocha el sujetador.

—Necesito ver esas tetas —gruñe.

Doy un paso atrás. —¿Qué piensas? —le pregunto, y el


sujetador cae al suelo. Estamos solos en el probador y estoy
completamente excitada. Quiero que me folle. Quiero que
saque su polla y me deje montarla. Podría levantarme en el aire
y rodear su cuerpo con mis piernas y luego hundirme en esa
gruesa polla. Mi coño se abriría para él como está hecho para
hacerlo. Pero me doy cuenta de que no va a dejar que eso
ocurra.

—Voy a follarte el coño con la mano para recordarte,


Rachel, que soy el único que puede tocarte, que no tiene
sentido que te toques cuando yo puedo hacerlo mucho mejor
en su lugar.

—Entonces hazlo —digo. —Muéstrame lo que me he estado


perdiendo.

Me dice que me apoye en el banco y lo hago. Y él se


arrodilla ante mí esta vez, abriendo mis piernas, su boca
presionando contra mi coño por momentos.

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—Será mejor que te quedes callada —dice. —Hacer una
escena no servirá de nada. ¿Lo entiendes, cariño?

—Sí, lo entiendo —susurro, pero ya sé que voy a perder el


control porque su lengua choca con mi clítoris, y siento que me
tenso cuando empieza a desequilibrarme. Sus lamidas son
rápidas y furiosas, girando alrededor de mi capullo de placer,
chupando con fuerza hasta que gimoteo.

—Oh, Dios —gimoteo. —Ryan, voy a hacer demasiado


ruido.

—No, vas a guardar silencio —dice. Me pone la palma de


la mano en la boca. Cuando le muerdo la mano, hace una
mueca de dolor, pero sé que le gusta la dureza. Muerdo con
más fuerza cuando empieza a meterme un dedo y luego otro,
abriéndome y poniéndome jodidamente húmeda. Sé que vamos
a hacer un desastre, pero no me importa. Lo único que me
importa ahora es su mano contra mi coño, haciéndome gotear.

—Joder, eres una niña mojada y cachonda, ¿verdad?

—Soy tu niña cachonda —le digo. —No te detengas —le


ruego.

Pasa su mano libre por mis pechos, acariciando mis


pezones más allá de mi estómago, acariciando el pelo de mi
coño. Luego me pasa los tobillos por encima de los hombros
mientras vuelve a sumergir su boca en mi coño, aspirando ese

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jugo que he soltado. Me lame, me come hasta que estoy a punto
de correrme, y él lo sabe.

—Ya está —dice. —No te detengas. —Empieza a


machacarme con tres dedos rápido, rápido, más rápido aún.
En este punto, sé que no puedo contenerme.

—Oh, Dios —digo. —Ryan, joder... Joder, fóllame.

Él sonríe, y lo hace, con sus dedos. Me dejo llevar, y el


orgasmo me invade mientras jadeo de placer. Oh, joder, qué
bien se siente, su mano machacándome, mis tetas rebotando,
y sé que tiene que estar duro. Estoy segura de que su polla
está palpitando en sus vaqueros, pero es culpa suya por no
dejarla libre, por no llenar mi coño con su enorme y gruesa
polla.

Eso le servirá de lección, pienso mientras termina de


masturbarme, con un orgasmo implacable. No puedo
contenerme. Dejo escapar un profundo gemido. —Oh, Dios —
le digo. —Ryan, eso es todo.

Retira la mano y enseguida deseo no haberme corrido tan


fuerte y tan rápido. No quiero que esto termine. Quiero mucho
más.

Hago un pequeño puchero mientras me siento en el banco,


desnuda ante él. Hemos hecho un desastre. Mi crema ha
goteado por toda su mano. Realmente necesita una ducha.

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Por suerte, estoy preparada. Después de lo ocurrido en la
rueda de la fortuna, aprendí la lección. Me levanto y saco de
mi bolso un pequeño paquete de toallitas.

—Aquí tienes —le digo, entregándole una para que se


limpie la mano. Yo hago lo mismo, pasando una toallita entre
mis piernas, limpiando mi coño chorreante.

—Ponte esas bragas —me dice. —Y hazte la foto


correctamente. Es tu último aviso.

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Capítulo 6
Ryan

—¿Y qué obtendré si hago lo que me pides?

—Me ocuparé de ti como realmente quieres que te traten.


Te daré lo que has estado pidiendo todo el día.

Rachel sonríe, asintiendo con la cabeza mientras salgo del


probador. Cierra la puerta tras de mí y tengo que ajustarme la
polla, porque está palpitando en mis vaqueros.

Me siento en una silla sabiendo que en un momento me


levantaré para ir a follarla como es debido. No hay nadie, lo
que es un jodido milagro, y significa que tendré a mi chica para
mí solo todo el tiempo que quiera en ese probador.

Mi teléfono suena y lo abro. Sonrío al ver la foto de mi


hermosa esposa.

Su larga y oscura cabellera se derrama sobre su espalda.


No lleva sujetador. Sus tetas están presionadas juntas. Sus

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pezones están duros. La curva de su cadera me excita, y lleva
ese pequeño tanga blanco. Una mano en la cadera, la otra
sosteniendo el teléfono para tomar el selfie.

—Buena chica —pienso. Vuelvo a meter el teléfono en el


bolsillo y me dirijo hacia el probador. Se acabaron los castigos.
Ahora tendrá su recompensa por comportarse correctamente.

Pero antes de que llegue, ahí está ella, saliendo del


probador con ese pequeño vestido de verano. El bolso con la
lencería sobre el hombro y el bolso con la ropa que quiere
comprar sobre el brazo.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunto, poniéndome tenso.

—¿Qué? —dice ella. —Pensé que íbamos a ir al cine.


¿Recibiste la foto que acabo de enviar?

—Sí. Recibí la foto, pero ¿por qué estás vestida? —Me


inclino hacia ella. —Sabes lo que pensaba hacer ahí dentro,
una vez que hicieras lo que tenías que hacer.

—¿Qué? —pregunta, fingiendo inocencia. Sus ojos se


abren de par en par. Sus grandes labios se aprietan en un
puchero, haciéndose la inocente.

—Sabes que pensaba entrar ahí y follarte, como me has


pedido desde esta mañana.

—Bueno, supongo que tendrás que esperar hasta que


lleguemos a casa —dice encogiéndose de hombros. —No me

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había dado cuenta de que pensabas hacer eso. Deberías haber
dicho algo, Ryan.

Me pone una mano en el pecho y me da unas palmaditas.


—Ahora, ¿podemos ir a comprar estas cosas? La película va a
empezar pronto.

—A la mierda la película —digo, pero ella pasa junto a mí


hacia la caja registradora. Sacudo la cabeza con un gruñido.
Esa mocosa va a tener que recibir otra lección. Y yo que
pensaba que ella conocía las reglas del juego. Supongo que
tendré que explicárselas más claramente.

Aun así, mentiría si dijera que no me excita que se vaya


con ese lindo culito en ese diminuto vestido.

Dios, amo a esa mujer.

Pago sus cosas y ella le dice a la mujer de la caja


registradora que está usando uno de los vestidos que quiere
comprar. —Pongo mis otras prendas en mi bolsa de la compra
—dice.

La señora corta la etiqueta del vestido y sonríe. —Te queda


muy bien —dice.

—Gracias. —Rachel le sonríe. —Mi marido me dijo que


necesitaba ropa de verano nueva. ¿No es un encanto?

—Eres una mujer afortunada —dice la mujer. Luego le da


a Rachel su bolsa de la compra.

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Salimos de la tienda y trato de no reaccionar. Rachel sabe
exactamente lo que está haciendo, volviendo a enojarme.

Agarro su mano y la estrecho con fuerza. —Eres tan


jodidamente traviesa. ¿Lo sabías?

Se ríe. —Tienes que ser más claro con lo que quieres. Así
no me costaría tanto seguir las instrucciones.

Sacudo la cabeza, ocultando una sonrisa. —Maldita sea,


me vuelves loco, mujer.

—Tú también me vuelves bastante salvaje —dice ella. —


Dios, hemos tenido suerte en ese probador. ¿Crees que nos
habrían echado del centro comercial si nos hubieran
descubierto?

—No —digo. —Apuesto a que los adolescentes follan en los


probadores todo el tiempo.

—Pero no somos adolescentes —dice Rachel. —Tenemos


casi 30 años.

—Oye —digo yo. —Podemos seguir negándolo un poco


más, ¿no?

Ella sonríe mientras nos dirigimos a la taquilla del cine que


está pegado al centro comercial. Compro las entradas para
nosotros y pregunto si quedan muchos asientos. —Sí. Es un
jueves por la mañana. El local está vacío —nos dice el chico de
la caja registradora.

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—¿Quieres algo para comer? —le pregunto a Rachel. Lo
cual es una pregunta tonta. A mi niña le encantan los dulces
como a nadie.

—Por supuesto —dice. Pide gominolas y M&Ms, una Coca-


Cola y un gran cubo de palomitas.

Me río. —Supongo que tienes algo de apetito.

—Sí, lo tengo, ya que nadie me ha cuidado como realmente


necesito que me cuiden.

—Eso es totalmente culpa tuya —digo, mientras entramos


en el teatro. —Sabes que quería follarte ahí atrás. Estás
jugando tu propio juego.

Ella sonríe: —Bien. Pero es un poco gracioso, hacerte


enojar tanto.

—Eres una mocosa —me burlo, pellizcándole el culo,


mientras entramos en el oscuro cine. Supongo que hemos
llegado justo a tiempo, porque los trailers comienzan mientras
ocupamos nuestros asientos en la última fila. El lugar está
vacío. Las luces están bajas.

Los dos comemos palomitas y algunos caramelos. Luego,


ella lo deja a un lado, se inclina hacia mí y me acaricia el
hombro con su mejilla.

—Te amo, Ryan —dice. —Ha sido un día divertido


haciendo novillos.

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—Todos necesitamos eso de vez en cuando, ¿no?

—Sí —suspira. —Y gracias por la ropa nueva. Me siento


muy afortunada.

—Ahora no te pongas demasiado cómoda —le susurro al


oído, —porque tengo que castigarte por haber jugado sucio ahí
atrás, saliendo del probador cuando sabías lo que pensaba
hacer contigo, a ti.

—¿En serio? —dice ella. —¿Me vas a castigar por eso?

—Joder, sí, lo voy a hacer. Ahora mismo.

—¿Cómo? —pregunta ella. —¿Cómo vas a castigarme


aquí?

La película ha empezado y le digo que tiene que sentarse


en mi regazo. Me mira con los ojos muy abiertos. —¿De verdad?

—Sí —le digo. —¿Sientes mi polla? ¿Sientes lo dura que


está? —Agarro su mano y la aprieto contra mis vaqueros. Ya
he esperado bastante, es hora de enseñarle a mi mocosa lo que
significa someterse. Necesita ser domada como es debido.

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Capítulo 7
Rachel

La gran y gruesa longitud de Ryan está ansiosa y


preparada. Aprieto mi coño en respuesta. Joder, quiero a este
hombre. Lo escucho bajarse la cremallera de los vaqueros y,
cuando miro, veo que ya ha liberado su polla.

—¿Y si entra alguien? —pregunto.

—No va a entrar nadie. Y si lo hacen, me da igual. Ven


aquí, Rachel. Siéntate donde perteneces.

Me encuentro de pie, haciendo exactamente lo que me


pide. No es realmente incómodo, porque llevo este vestido, y el
tanga se aparta fácilmente.

Me pasa las manos por entre las piernas mientras me


siento en su regazo. Me rodea la cintura con una mano hasta
llegar a mi vientre. Con la otra mano, desliza su polla dentro
de mí.

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Abro mis piernas sobre las suyas, dejándome hundir en su
polla. Me agarra por el culo, con sus manos en la espalda,
recorriendo mi pelo. Aprieto mis manos contra sus rodillas.

—¿Estás bien? —le pregunto. —¿Estás cómodo?

—Joder, estoy más que cómodo —dice. —Ahora empieza a


montarme. Como la buena chica que eres.

Sé que voy a hacer mucho ruido, pero me da igual. Tiene


razón. No hay nadie aquí. Está muy oscuro. Estoy cubierta de
la cabeza para abajo. Nadie se va a dar cuenta de que me estoy
follando a mi marido.

Empiezo a rebotar, apretando mi culo contra su regazo


mientras su polla se hunde más profundamente en mi coño.
Estoy mojada y cachonda y él lo sabe.

Extiende una mano y me pellizca los pezones. Grito de


placer y me aprieta aún más el pezón. —Eso es, niña. Eso es.
Sabes que lo quieres.

Tiene razón, lo quiero. Necesito esto más que nada. —Oh,


Dios —gimo. —Oh, joder. Oh, joder.

La película es ruidosa. Es una película de acción, lo que


me hace estar menos nerviosa. El sonido de la película bloquea
mi ruido, mientras soy tomada por mi marido en un lugar a la
vista. Esto es mejor que la rueda de la fortuna. Esto es mejor
que el probador. Esto es jodidamente increíble.

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Su polla es tan grande y gruesa, y lo monto tan bien y
profundo. Me está machacando como necesito, y siento que me
penetra más profundamente. Dejo escapar un gemido, suave y
bajo, pero sigue ahí. Esa profunda necesidad de correrme por
mi hombre.

Me pone una mano en los labios. —Cállate, niña —dice,


sujetando mis caderas, sus dedos clavándose en mi piel,
excitándome aún más. —Eso es. Fóllame, joder.

Es difícil no perderme en este placer. Me dejo llevar por


completo, sin importarme lo que ocurra a continuación, mi
coño siendo machacado mientras Ryan impulsa su polla
dentro de mi coño hasta que literalmente me muerdo los
nudillos para contener mis gemidos.

Está tan duro y es tan grande, y mi coño se estira tan bien


cuando me folla. Siento que está cerca, y cabalgo más rápido,
deseando que su gruesa semilla me llene.

Se corre con fuerza en mi coño, y yo me quedo


perfectamente quieta mientras mi orgasmo me invade. Aprieto
mi cuerpo con fuerza, sin querer hacer una escena. Al menos
no una mayor de la que ya hemos hecho, satisfechos y llenos.

Me bajo de él, apretando mi coño con fuerza. —Oh, Dios


mío —gimoteo mientras me arrastro de nuevo a mi asiento. —
Ryan —digo. —Eso fue... increíble.

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Me mira mientras se mete la polla en los vaqueros. —
Joder, tu coño está tan apretado —dice. —Me encanta ser el
dueño de ese bonito coño.

Sus palabras me hacen sentir una gran devoción. —Quizá


hayamos hecho un bebé —le digo.

—No te burles de mí, mujer.

Me río entonces. Miro las palomitas y los caramelos, pero


no necesito nada de eso. Estoy tan bien y llena de su semilla.
Aun así, quiero más de su polla.

—Hey —digo. —¿Aún estás cachondo?

Se ríe. —¿De verdad quieres que responda a esa pregunta?

—Te deseo tanto —gimoteo. —Una follada no ha sido


suficiente. Te necesito ahora, por favor.

Riendo, me toma de la mano. Dejamos la comida y salimos


por la primera salida que encontramos.

Siento que el semen se desliza por mi muslo, pero no me


importa. No me importa que todo el mundo lo vea. Tengo las
bolsas de la compra en la mano y prácticamente corremos
hacia el coche. Arrojo las bolsas en el maletero, y luego él me
arrastra al asiento trasero.

Por suerte, hemos estacionado a la sombra, para que el


coche no se caliente demasiado con el sol. Y ahora tenemos un

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lugar discreto para follar. Aprieta su boca contra la mía. —Te
amo, Rachel.

—¿De verdad vamos a tener sexo como niños en la parte


trasera de un coche?

Sonríe. —Joder, sí. Lo vamos a hacer.

Ryan se quita los vaqueros y me quita el tanga. Dios, ¡cómo


lo deseo!

—¿Vas a contarle a tus amiguitas mocosas del foro los


juegos que has jugado hoy? —me pregunta.

Mis mejillas se ponen rosadas. —Sí, podría dar a otra


pareja una idea de cómo hacer más divertido un día de
descanso del trabajo.

Me besa de nuevo y yo cierro los ojos. —Eres una jodida


provocadora muy adorable, ¿lo sabías?

—Me encantó follar contigo en el cine —le digo, —pero


cuando estoy de espaldas y tú te subes encima de mí, es
realmente tan jodidamente sexy.

—Bien —dice, —quiero excitarte. —Pasa su mano por mi


coño aún húmedo, metiendo los dedos lentamente. —Mírate,
niña. Sigues muy bien mojada.

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—Para ti —le digo, lamiéndome los labios. —Sé que fui una
mocosa en el centro comercial, pero me hiciste pagar. Ahora,
podemos besarnos y reconciliarnos. ¿Verdad?

—Exactamente —dice.

Siento su gruesa polla mientras la dirige hacia mi coño.


Respiro profundamente cuando empieza a llenarme. Lo rodeo
con las piernas. —¿De verdad quieres un bebé? —le pregunto.

—Joder, sí, lo quiero. Contigo, quiero el jodido mundo


entero. Te amo, Rachel. Siempre lo he hecho.

—Me haces sentir tan bien —exhalo mientras me llena,


bien llena. Le rodeo el cuello con los brazos y lo beso
profundamente. No sé qué nos deparará el futuro, cuándo nos
quedaremos embarazados, o si lo haremos alguna vez. Sólo sé
que, ahora mismo, todo lo que hacemos nace del amor.

Él y yo, estamos juntos en esto de la manera más deliciosa.


Él es mejor que un batido, o un cono de helado, o las palomitas
del cine. Ryan es mío.

—Eres muy dulce para ser una pequeña mocosa —dice.

Me río. —Por suerte, tengo al hombre perfecto para


domarme.

Fin

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