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EL HOMBRE EN CRISTO
Vamos a comenzar por ver el programa para ver la división de la materia, como
está concebido el punto 15.
I. LA INHABITACIÓN
La Escritura
1 ?
Antes de iniciar el estudio de esta tesis, sería conveniente leer loc conceptos del apéndice dos, en las últimas páginas
de este trajo.
4) El nuevo Templo anunciado por los profetas, en el que Él tomará aposento
(Is 2,2; Jer 33,18; Ez 36,38...)
El magisterio
1.- Cap. 7 del Decreto sobre la justificación: efusión del Espíritu Santo en
nuestro corazón.
Explicación teológica
A este respecto se habla de gracia increada en cuanto que Dios establece una
comunión entre Sí mismo y el justo, no solamente por medio de gracias
creadas, sino dándose a Sí mismo. Se habla de inhabitación de la Trinidad en
el alma del justo, ya que esta donación hace accesible a Dios, no sólo en
cuanto a que es uno en su naturaleza, sino en cuanto a que es trino en
personas.
Es oportuno recurrir a la noción de amistad4, explicando concretamente cómo
en el orden actual se verifica la amistad entre el justo y Dios, y por qué dicha
amistad lleva consigo una presencia de las tres personas divinas en el justo.
Hay que empezar por establecer que no puede haber una verdadera amistad
entre el hombre y Dios, mientras el primero solamente conozca a Dios a través
de las criaturas.
En esta teoría aparece cómo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dan como
personas, y como el hombre acepta esta donación en esta vida por la fe, la
esperanza y la caridad, y en la otra vida por la visión beatífica. La donación
trinitaria supone una iniciativa divina y una mutación ontológica, producida en
el hombre por la unión con el Espíritu Santo, alma de la Iglesia. Al hablar de
4 ? Para la amistad se requiere un a) amor de benevolencia; no puede haber amistad si dos personas trabajan
juntamente, pero mirando cada una a su propia utilidad personal. b) La amistad es amor mutuo, es decir que el amor debe
ser correspondido, en caso contrario no hay amistad. c) Es un amor recíproco estable: ser amigo de una persona supone
un comportamiento constante, bien arraigado y ordinariamente también aceptado conscientemente. d) La amistad tiende
naturalmente a manifestarse en actos, ya que la benevolencia exige espontáneamente que se haga algo por aquel a quien
se ama, y aun afecto que supone la reciprocidad, en donde faltase el deseo de la presencia del amigo y de cierta
experiencia de su afecto, sería contradictoria. e) La tendencia hacia la presencia mutua encuentra su fundamento en el
hecho de que los amigos se consideran como una sola cosa, en la experiencia del "nosotros". f) No es posible que dos
personas se consideren como una sola cosa, si no existe entre ellas una cierta comunión (koinonía), esto es, una cierta
relación ontológica que precede y hace posible el amor mutuo (cf. FLICK Y ALSZEGHY; pp. 358-360).
la inhabitación la Escritura completa y perfecciona el tema de la amistad. En
ambos casos se trata de una donación personal. Pero en el tema de la
inhabitación se indica la parte que cada una de las tres personas tiene en esta
amistad y especialmente la parte de Cristo, Verbo encarnado, uniéndonos al
cual recibimos el Espíritu Santo, cuya plenitud posee. Además en el tema de la
inhabitación se subraya cómo la amistad entre Dios y el hombre en Cristo
exige que el hombre, al recibir la donación de las tres divinas personas las
reciba con espíritu de adoración y les ofrezca, como en un templo, "sacrificios
espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo" (1 Pe 2,5).
Becker insiste en que la cercanía del Espíritu Santo al hombre tiene el fin de
1) dirigir y sostener la vida del cristiano y 2) enseñarle la verdad. De aquí
deduce tres observaciones:
2.- La entrada del Espíritu Santo en nosotros descansa sobre dos presupuestos:
la fe y la caridad, que se manifiesta en el cumplimiento de los mandamientos.
3.- Quien vive una vida de caridad, recibe la paz que el Espíritu Santo quiere
dar.
Escritura
Pablo muestra la vida cristiana como fuerza divina que obra en nosotros (1
Cor 3,9; 2 Cor 3,5; Fil 2, 13) y como participación cristiforme a la vida divina,
como vida en Cristo (Col 2,12; Gal 2,20; 3,27).
Tradición y Magisterio
La Iglesia antigua: Justino parte del salmo 82,6 ("sois dioses e hijos del
altísimo") para hablar de la adopción divina y divinización del cristiano.
Ireneo habla de la participación en la vida divina. Los Padres griegos
desarrollan la doctrina de la divinización, partiendo de 2 Pe, necesaria para
que el hombre pueda acoger en sí a Dios. Agustín ve la gracia como una
"virtus" dada por la benevolencia divina que capacita al hombre para vivir una
vida cristiana. Se trata de una gracia de Cristo, que nos viene dada para que
podamos vivir en "sequela Christi". Así, mientras los orientales hablan de la
nueva vida como participación a la naturaleza divina (Jn 5), los occidentales
entienden la nueva vida como participación a la vida de Cristo (Jn 15).
La doctrina de Lutero
2) El hombre se hace justo solamente por una nueva relación con Dios, que ya no
condena al pecador, sino que lo acepta como justo en Jesucristo.
La doctrina católica
1) Al discutir sobre la relación que hay entre el amor inicial (que tiene que haber
en un pecador que tiende a la conversión) y la caridad recibida en la
justificación, se dijo claramente en la primera se trata de un acto y en la segunda
de un don permanente.
Reflexión teológica
"El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el primogénito
entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu, las cuales le capacitan
para cumplir la ley nueva del amor" (GS 22). Por consiguiente, de acuerdo al
Vat. II, el hombre, que por medio de Cristo tiene acceso al Padre, tiene que ser
necesariamente distinto del hombre "sin Dios" y "sin Cristo" (Ef 2,12). No se
puede concebir, efectivamente, una nueva relación con el Dios inmutable, sin
que el hombre cambie; ese cambio es efecto de la acción divina y fundamento de
las nuevas relaciones personales que el hombre ha establecido con la Trinidad en
Jesucristo. La renovación de esta semejanza divina tiene que ser considerada
bajo des aspectos: 1) Por lo que atañe al ser, significa que el hombre se hace
partícipe de la naturaleza divina o, como dicen los Padres, queda "divinizado"; 2)
Por lo que se refiere al tener, significa que el hombre posee "las primicias del
Espíritu", esto es, la gracia creada. Por tanto, una exposición adecuada de la
doctrina revelada sobre la renovación de la semejanza divina en el hombre
requiere que la situación del hombre en Cristo aparezca, no como un conjunto de
dones separados entre sí (la gracia increada y las diversas gracias creadas), sino
como una nueva existencia estructurada orgánicamente.
a) En efecto, en tal caso, la gracia creada sería considerada hasta tal punto propia
del hombre que éste, tras haber recibido esa entidad creada, podría ser
considerado ya semejante a Dios, independientemente de Cristo.
1) ¿En qué consiste la semejanza con Dios, por la que el hombre supera a todas
las creaturas, incluso a las más perfectas, al punto de quedar "divinizado"?
2) ¿Como hay que concebir la relación de la gracia creada con la gracia increada,
a fin de que no parezca que son dos realidades yuxtapuestas, sino que se
comprendan como elementos de una estructura única, por la que el hombre
queda "divinizado"?
En repuesta a la primera pregunta hay que tener en cuenta la perspectiva
personalista que ha inspirado nuestra explicación de la inhabitación de la
Trinidad en el justo. Una verdadera mutación de la existencia personal lleva
consigo un cambio óntico, pero este cambio tiene lugar en el nivel de la
existencia personal, ya que se convierte en el fundamente de una mutación
psicológica y dialogal, en la que la persona se compromete con unos valores y
unas personas de una manera nueva. Se presupone el elemento óntico para que
sea posible el elemento personal; el segundo completa el primero en cuanto que
le da un sentido. Aplicando este principio a la semejanza divinizante, podemos
decir que ésta consiste, desde el punto de vista óntico, en la asimilación con
Cristo por el hecho de que el hombre se hace capaz de vivir de una manera
cristiforme, esto es, filialmente; bajo el punto de vista personalista, por el hecho
de que el hombre participa precisamente de los "sentimientos" de Cristo (1 Cor
2,16; Flp 2,5-11), es decir, de aquel conocimiento y aquel amor con que Cristo
ama al Padre en el Espíritu Santo. Esta perspectiva nos permite concebir nuestra
asimilación a Dios de una forma trinitaria, cristocéntrica5 y no exclusivamente
escatológica.
1) La participación en la vida de Cristo es sólo una participación en la gracia que Cristo posee como hombre en virtud de
la unión hipostática.
2) En la naturaleza humana quedan restos de las acciones realizadas (lo que los escolásticos llamaban "habitus").
3) La muerte y la resurrección son acciones de Cristo que producen efectos en su naturaleza. La muerte obediente y la
resurrección de Cristo dejan en su naturaleza restos de permanentes.
4) Cristo recibe la gracia, que viene inmersa en su naturaleza, para que forme con ella un principio de acción. La gracia de
Cristo participa por tanto de los efectos que el obrar humano deja en la naturaleza del hombre, y por lo tanto de los
efectos que en la naturaleza de Cristo han dejado su muerte y su resurrección. Cristo posee por tanto una gracia
"marcada" por sus acciones humanas, y esta "forma" permanecerá siempre en ella.
5) La gracia del cristiano es una participación en la gracia de Cristo. El critiano participa en la naturaleza divina
mediatamente, ya que participa de esta naturaleza divina tal y como existe en Cristo. Por ello, en base a la encarnación,
la gracia como participación en la naturaleza divina debe ser cristiforme. Por eso el hombre puede participar en la
vida (también humana) de Cristo, y por eso la gracia del bautismo es una participación en la muerte y la resurrección de
Cristo.
La participación cristiforme en la vida trinitaria, a pesar de que es esencialmente
escatológica, está ya "anticipada", iniciada ya en la tierra. Quizá todavía siga
estando oculta la manera con que esta divinidad es personal; sin embargo, ya en
el primer acto de fe tiene ya un "encuentro" entre Dios y el hombre, que se
convierte en "comunión" cuando la fe se perfecciona por la caridad, con la que el
hombre ama a Dios con un amor de amistad, creyendo en El como se cree en un
amigo y esperando en El, como de un amigo, el objeto de sus promesas. Pues
bien, el diálogo personal con Dios no se realiza en la vida del cristiano solamente
con los actos explícitos de las virtudes teologales, sino con todas las obras
buenas que realiza el hombre justo, siempre bajo la influencia, al menos virtual,
de esas virtudes. Más aun, esta participación cristiforme de la vida trinitaria está
ya "anticipada" en el niño bautizado, ya que él también posee aquella
modificación óntica que lo ordena a la comunión personal con la Trinidad;
incluso podría decirse que ese niño posee ya dicha comunión, en la manera que
puede ser poseída por un niño que todavía no tiene uso de razón, es decir, a
modo de capacidad y de inclinación. Esto no quita que cuanto más
conscientemente viva el cristiano su fe, tanto más perfectamente posea la
comunión con la Trinidad, lo cual está testimoniado en las oraciones litúrgicas en
las que los justos piden la participación de la naturaleza divina, no como si no la
poseyesen de ninguna manera, sino para poseerla de un modo más perfecto.
La presencia del Espíritu Santo y la gracia creada son dos aspectos de la misma
realidad que constituye la divinización del hombre en Cristo. La gracia creada y
la gracia increada se le comunican al hombre en el mismo instante, son
absolutamente inseparables y la divinización es efecto de ambas; sin embargo,
existe entre las dos una causalidad recíproca. Las posiciones teológicas en este
punto se pueden reducir a dos:
2)La unión inmediata del alma con el Espíritu Santo tiene como efecto la gracia
creada, producida eficientemente por las tres divinas personas, gracias a la cual
el alma queda transformada ontológicamente, recibiendo en sí misma el principio
creado de la vida cristiforme. La gracia creada, en conformidad con lo que suelen
afirmar los Padres, se concibe como una huella, como un sello producido por el
Espíritu Santo, que está presente en el alma. Puesto que no hay ninguna realidad
anterior que explique esta presencia de Dios en el hombre, se ve obligado a
admitir que Dios mismo es la causa "formal" de la divinización; pero como Dios
no puede entrar en composición con la creatura, hablan entonces de causa "cuasi
formal".
Si se lee desde esta perspectiva, uno encontrará una divergencia entre las dos
primeras parábolas y la tercera: en todas hay gozo, ya sea por la oveja o por el
dracma encontrados, ya por el hijo recuperado; sin embargo, un dracma no puede
regresar por sí mismo a la propiedad, ni la oveja de la parábola regresa, sino que
es encontrada por su propietario. Es aquí en donde la parábola del hijo pródigo
encaja y enriquece el conjunto7.
Una lectura a nivel de teología dogmática de este texto nos puede dar las
siguientes conclusiones:
7 ? Un análisis claro y rico de lo hasta ahora dicho se puede encontrar en BECKER, K.J; De gratia; Dispensa (1993),
pp. 135-141. Si alguien quiere leer un comentario precioso a esta parábola, puede leer Dives in Misericordia 5 y 6.
a) El hombre debe hacer un camino de desapego y separación del pecado, debe
hacer un camino hacia Dios y Cristo. Este camino puede ser largo.
b) Una iniciativa de Dios, parece ser enseñada en las dos parábolas iniciales del
capítulo, porque son siempre los propietarios los que inician la búsqueda (del
dracma y de la oveja). Esta iniciativa parece mostrarse también en el
comportamiento del Padre que, inesperadamente para el hijo, corre a su
encuentro y en la invitación al hijo mayor de alegrarse por el retorno del
hermano menor.
c) El que esta iniciativa de Dios sea una gracia interior no parece ser deducible
de Lc 15.
Pablo insistirá en la inutilidad de la ley frente a la justicia de Dios dada por pura
gracia. La "gracia" es concedida independientemente de las obras de la ley Rm
3,21-31; 6. 10, 9; 11,6; Gál 3,18; Hechos 8. 15. 19). En Pablo comienza a
perfilarse no sólo el hecho de la gracia, sino también su necesidad; el cristiano,
siguiendo la vida y las opciones de Jesús, debe humillarse para ser exaltado por
Dios (Flp 2, 5-11). En Flp 2,13 se dice que es Dios el que suscita en nosotros el
querer y el operar, una frase que de por sí, vale para la vida del cristiano, o sea
del justificado, pero que es tan general que resulta legítima la lectura de la
Tradición, la cual ve ahí una afirmación sobre la "preparación".
En la antigua Iglesia encontramos que, por una parte se ora por la conversión y
la fe de los judíos y de los paganos y se considera la "metanoia" un don de Dios,
y por otra parte, antes de recibir a alguno en el seno de la comunidad, se requiere
una seria instrucción y conducta de vida cristiana, y una explícita confesión de
fe.
Presentemos de manera ordenada los diversos actos con los que los pecadores,
bajo el influjo de la gracia, tiene que prepararse a la justificación8:
c) El inicio del amor a Dios, que no se identifica con la caridad. Se trata del
amor inicial incluido ya en la fe y en el aborrecimiento del pecado.
8 ? De una u otra forma ya han sido mencionados estos actos, sin embargo, ahora los presentamos de manera
sistemática, teniendo en cuenta que el orden sucesivo de ellos no es exigido por Trento.
El Concilio Vaticano I, en la "Dei Filius" (Ds 3010), enseña la necesidad de la
gracia y considera, de una parte, la fe como don de Dios, y de la otra parte,
igualmente indispensable la colaboración del hombre que debe acoger la gracia
que Dios le ofrece.
III.- Con esta participación (gracia) Dios nos da por mérito de Cristo la remisión
de los pecados y la renovación del hombre interior en la santificación y la
filiación con la fe, la esperanza y la caridad. (Conc. de Trento caps 7-9).
10 ? Se puede ver FLICK Y ALSZEGHY; Antropología teológica; pp. 436ss; ID.; El Evangelio de la gracia; pp. 411ss;
BECKER, K.J.; De gratia, pp. 100ss.
El concilio de Trento expone la doctrina católica sobre la acción de la gracia
justificante, defendiéndola en oposición a los reformadores de la acusación de
semipelagianismo, y afirmando que el pecador queda realmente transformado en
justo por la omnipotente gracia divina.
Trento también explica cuáles son las cinco causas que influyen en la
justificación (Dz 799; DS 1529):
Filiación14
Ahora bien ¿en qué consiste esta mutación divinizante? Es una transformación
óntica que asimila al hombre con Cristo, por el hecho de que el hombre se hace
capaz de vivir de una manera cristiforme, es decir, filialmente.
14 ? Para la fundamentación bíblica, patrística y magisterial cf. FICK Y ALSZEGHY; Antropología teológica; pp.
388ss; ID.; El Evangelio de la gracia; pp. 509ss; BECKER, K.J.; De gratia, pp. 70ss.
Santo Tomás piensa que el hombre es adoptado como hijo por toda la Trinidad,
ya que toda ella es causa eficiente de la adopción del justo. Esta teoría es
admitida por todos si se piensa únicamente en la acción por la que las divinas
personas regeneran al hombre, produciendo en él una nueva realidad (la gracia
creada).
Sin embargo, se puede dar un paso adelante considerando la parte propia de las
tres divinas personas en el misterio de nuestra salvación. No necesitamos insistir
mucho en que es el Padre el que toma la iniciativa de enviar al Hijo para que
nosotros lleguemos a ser hijos suyos; es solamente el Hijo el que se encarna y
lleva a cabo nuestra redención; y son el Padre y el Hijo los que envían al Espíritu
Santo, que renueva nuestros corazones, haciéndonos invocar ¡Abba!¡Padre!.
Teniendo en cuenta esta "economía trinitaria", es preciso afirmar que en tanto
somos elevados a la condición de hijos, en cuanto recibimos del Padre y del Hijo
una participación del Espíritu filial, del que Cristo tiene la plenitud, adquiriendo
con el Padre una relación semejante a la de Cristo. Parece, por tanto, que hemos
de concluir que el justo se hace hijo solamente de la primera persona de la
Trinidad, ya que se hace hermano del Hijo, recibiendo el Espíritu Santo que se
une a él de una manera misteriosa. Por la encarnación, también los pecadores
pueden ser llamados hermanos de Cristo (con esa hermandad universal que une a
todos los hombres); pero esta hermandad recibe un nuevo sentido en los justos,
que comparte con el Hijo encarnado el amor del Padre16.
Virtudes teologales17
16 ? Ibidem p. 398s.
17 ? Para la fundamentación bíblica referirse a AUER-RATZINGER; Il Vangelo della grazia; pp. 170ss.
directamente por Dios, a fin de que el hombre pueda obrar de modo
proporcionado a la nueva naturaleza recibida en la justificación.
Como es bien sabido, las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad.
Efectivamente, el hombre está ordenado a su fin natural por la natural
inclinación, en cuanto que posee, en el entendimiento, capacidad e inclinación
para conocer la verdad y, en la voluntad, la capacidad e inclinación para
conseguir y realizar el bien proporcionado a su naturaleza. Al ser regenerado a la
vida sobrenatural, es preciso que el hombre sea renovado en el entendimiento y
en la voluntad en una manera conveniente al nuevo fin al que tiende. La fe, por la
que el hombre está dispuesto a dar su asentimiento a las verdades que Dios
revela acerca de su vida íntima, es decir, a creer en Dios, renueva el
entendimiento. Por la esperanza, el justo tiende a Dios, confiando poder llegar
hasta El con su ayuda: espera a Dios de Dios. Pero la renovación de la voluntad
se completa sólo con la caridad, por la que no está sólo dispuesto a poseer a
Dios, sino que, en cierto modo, ya se asemeja a Dios y tiende a El con una cierta
connaturalidad: ama a Dios por Dios18.
18 ? FLICK-ALSZEGHY; El Evangelio..; pp. 603s. Además, para una visión clara de la interacción e interdependencia
entre las tres virtudes cf. LADARIA; Antropología teológica; pp. 411ss.
La presente sentencia nos llevará a reflexionar sobre la posibilidad de la buenas
obras, sobre el mérito y la concupiscencia.
19 ? Cf. FLICK-ALSZEGHY; Antropología...; pp. 527s; para la fundamentación bíblica y patrística cf. Ibidem, pp.
530ss; ID, El Evangelio...; pp.628ss; 650ss; BECKER; De gratia; pp. 152ss.
justicia meramente imputada, no podían atribuir un valor verdadero a las obras
realizadas después de la justificación.
Según la ortodoxia luterana, las buenas obras no les sirven a los pecadores para
la justificación, ni tampoco a los justificados para conseguir la vida eterna; por
otra parte, esas buenas obras le siguen infaliblemente a la fe sincera, lo mismo
que los frutos buenos que no pueden faltar en el árbol bueno. Por consiguiente, el
justificado tiene que hacer obras buenas, no como si estuviera obligado a ello por
la ley, sino espontáneamente y dentro de la libertad de espíritu, como si no
existiese ninguna ley. Dada la corrupción que existe incluso en los justificados,
sus obras buenas siguen siendo pecaminosas, y por tanto, es preciso que Dios
misericordiosamente, por los méritos de Cristo, no les impute a los justos esas
obras que en sí mismas serían dignas de condenación. Según esto, el pecado
cometido voluntariamente es signo de la pérdida de la fe y manifiesta la pérdida
de la inhabitación del Espíritu Santo.
3) Se enseña que incluso los justos, que obran bien, permanecen en la incertidumbre da
la propia salvación. Sin embargo, en el c. 32, se aclara que el justo con sus obras
merece "vitam aeternam et ipsus vitae aeternam consecutionem"; esta precisión
sirve para excluir la necesidad de una imputación posterior de la justicia de
Cristo para que puedan conseguir la vida eterna (doctrina de la "doble justicia").
4) También se enseña que el influjo de Cristo antecede, acompaña y sigue las obras
meritorias de los justos.
5) El concilio no determina si la obras buenas del justo son meritorias por el hecho
mismo de que la gracia las ordena a la vida eterna (opinión tomista), o si además
se requiere la aceptación divina, expresada en forma de una promesa (teoría
escotista)21.
la concupiscencia
22 ? Para la documentación bíblica y magisterial cf. FLICK-ALSZEGHY; Antropología...; pp. 227ss; BECKER, K.J.;
De gratia; pp. 119ss.
La reflexión teológica ha intentado explicar la concupiscencia dentro de dos
esquemas de pensamiento, uno positivo y el otro negativo. El primer esquema la
considera como una fuerza extraña a la verdadera naturaleza del hombre,
introducida desde fuera. Es claro que esta línea de pensamiento recibió una
influencia notable del helenismo y su oposición entre cuerpo y alma. El espíritu,
como racionalidad sería éticamente perfecto; pero ese espíritu, encarnado en un
cuerpo, padece tendencias irracionales, llamadas "pasiones". La concupiscencia
sería, por tanto, un conjunto de inclinaciones espontáneas e irracionales, que
tienden hacia los valores sensitivos, especialmente hacia lo deleitable, y que no
están sometidos a la razón.
b) que la concupiscencia inclina a los hombres al pecado, de tal modo que los
justos tienen que luchar virilmente contra ella;
V.- Dios quiere la salvación de todos, pero sobre todo de los fieles.
VI.- Por eso quiere que todos lleguen al conocimiento de la verdad revelada en
su Hijo.
VII.- Pero concede la gracia a todos aquellos que viven según su conciencia, y
acoge a la salvación también a cuantos aun sin conocerlo viven de acuerdo a
ella.
23 ? Un sujeto encarnado, capaz de comprometerse libremente por unos valores y por unas personas, imponiéndole de
esta manera a su propia realidad psicofísica una forma existencial.
Pero el texto central y que ha tenido un grande influjo es 1 Tim 2,4: "Dios
quiere que todos los hombres sean salvados y lleguen al conocimiento de la
verdad". Podemos agregar 1 Tim 4,10: "Nosotros, nos esforzamos y combatimos
porque tenemos puesta nuestra esperanza en el Dios viviente, que es el salvador
de todos los hombres, pero sobre todo de aquellos que creen" (cfr 1,1; 2,3). La
precisación "sobre todo a los creyentes", no disminuye absolutamente la
universalidad de la voluntad salvífica de Dios, pero indica en la fe la apertura que
debe acoger el don de la salvación.
Entre los primeros Padres, están en primer lugar los textos de la terminología
bíblica, sobre todo Rm 5,18; 11,32 y 1 Tim 2,4 con sus expresiones
concernientes Dios "salvador nuestro". Los Padres griegos ven la voluntad
salvífica universal en relación con el pecado del hombre. Los Padres latinos
ponen la atención sobre la voluntad salvífica universal y la gracia.
Lumen Gentium 3.1: Declara con claridad que todos los hombres son llamados a
la unión con Cristo.
Lumen Gentium 14.1: "No podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo
que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como
necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella".
25 ? En la historia de la Iglesia existen tres grandes acontecimientos que hacen nacer la pregunta sobre la voluntad
salvífica universal: 1) el primer Medioevo frente a la invasión del Islam a Europa, 2) el descubrimiento de América y 3)
la descristianización de Europa en el s. XIX.
Lumen Gentium 16: se trata la relación entre los no cristianos con la Iglesia y
dice que : "el designio de salvación abraza también a aquéllos que reconocen al
Creador ....", que "Dios no está lejano de los otros que buscan al Dios
desconocido en las sombras y bajo las imágenes, porque.... como Salvador quiere
que todos los hombres se salven".
Unitatis Redintegratio 3.4: afirma que para los hermanos separados de la Iglesia
Católica, está abierto el camino de la salvación: "El Espíritu de Cristo de hecho
no rehúsa servirse de ellas (Iglesias y comunidades) como instrumentos de
salvación"
Gaudium et Spes 22.5: "Cristo ha muerto por todos y la vocación última del
hombre es efectivamente una sola, aquella divina; por eso debemos considerar
que el Espíritu Santo dé a todos la posibilidad de ser asociados, en un modo que
sólo Dios conoce, al misterio pascual".
Lumen Gentium 14: Los católicos gozan de una excelsa condición, pero por eso
se les exigirá más.
El camino por el que la Iglesia llegó a esta doctrina enseñada por el Vat. II es una
consideración global sobre la manera de actuar de Dios en la economía presente,
escogida libremente por El. Esta manera de actuar se manifiesta sobre todo:
a) en la encarnación redentora;
Los siguientes doce capítulos hablan, como se dice en la primera línea, sólo de
los adultos:
CAPÍTULO I.
CAPÍTULO II.
Es útil aquí una referencia al Vaticano II, que ha insistido tantas veces sobre la
voluntad salvífica universal. Indicamos sólo dos textos (aunque hay muchos
más): LG 13 y AG 7,1.
CAPITULO III.
Afirma que no sólo hace falta la muerte de Cristo, una pasión que merece la
gracia, sino que es necesaria la comunicación de la gracia de Cristo a cada
individuo singular.
CAPITULO IV.
+ Una tercera posición requiere una iluminación interna para aquellos que no
tienen misioneros, y en aquel momento el hombre es llamado a reaccionar ante la
provocación hecha.
+ Una cuarta posición comienza a despuntar: promulgado el Evangelio sólo
cuando el Evangelio es predicado en un modo suficiente y convincente al
individuo, y no a un continente o a un pueblo.
CAPITULO V.
Para juzgar bien esta enumeración, es necesario conocer bien las actas del
concilio. En esta enumeración el concilio quiere definir dos puntos:
- Es necesaria la fe, y
Estos dos puntos son para el concilio insustituibles. Por lo demás el concilio
habla también de una conversión, de una fe inicial, de una esperanza que
comienza a moverse, de una caridad inicial. Todo puede suceder. Que estos sean
actos explícitos necesarios, el concilio no lo dice, dice sólo que puede suceder.
Tampoco el orden entre ellos (uno después que el otro) es definido. En términos
modernos, el concilio conoce bien la variedad y diferencia de la psicología
humana para decir que psicológicamente sólo existe un camino. Sólo hay dos
puntos ciertos, y el resto hay que verlo.
CAPITULO VII.
Es el capitulo más importante, que se debe conocer bien. Este capítulo tiene tres
parágrafos:
PARAGRAFO 1º.
Esta enumeración va entendida sobre el fondo del debate teológico del tiempo y
de la controversia.
PARAGRAFO 2º.
2.- Usar este esquema era necesario a causa del estilo retórico de Lutero, que
hablaba muchas veces en imágenes, en símbolos, en palabras muy emocionantes,
que van bien para una homilía pero no son apropiadas en un discurso teológico
para precisar. Por ello, el concilio debía precisar. Y ha hecho entender bien que
la terminología no es definida, pero sí la doctrina contenida en ella.
Importante es la causa formalis única: la Iustitia Dei. Con esta palabra, el
concilio usa un "terminus tecnicus biblicus" (iustitia Dei se encuentra en la carta
a los Romanos), y lo usa en la precisación que de él ha hecho S. Agustín, que
había distinguido una justicia que Dios posee y una justicia que Dios dona. Que
ambos sentidos se encuentran en la carta a los romanos es hoy exegéticamente
admitido por todos. La clarificación y distinción terminológica dada por Agustín
ha sido transmitida durante todo el medievo y Trento lo toma y lo introduce en el
decreto. Por lo tanto, la causa formal (iustitia Dei) viene entendida "non qua ipse
iustus est, sed quam nos iustos facit", pero causa formal única.
Nos encontramos aquí en una situación de confusión total que se ha creado antes
del concilio. Justificación en todo el medievo comprendía dos acentos:
Por eso en el medievo se decía que somos justificados cuando llegamos al cielo,
durante una vida cristiana, y en el bautismo por la fe. Por eso la discusión con
Lutero era tan difícil, porque él no tenía sólo una nueva doctrina, sino que había
limitado su problema al primer momento en el cual el hombre es justificado. Y
así se entiende que algunos católicos quieran responder diciendo que hay algo de
verdadero: no es cierto que seamos justificados sólo externamente, no
internamente. Pero es necesario añadir algo más, y piensan en una vida cristiana.
Así nace, en esta confusión, la teoría de la llamada doble justificación, que decía
que es necesario ser justificados internamente, pero es necesario añadir en el
último momento de la vida la justicia de Cristo porque una vida humana no basta
nunca para agradar a Dios.
JUSTICIA Y SANTIDAD.
+ Nº 40: todos son llamados a la santidad, no sólo los religiosos con los tres
votos. Todos por el bautismo y la fe son santos y por ello tienen la obligación de
mantener, conservar, desarrollar y profundizar esta santidad. En términos
escolásticos, todo ser comporta un deber; y el ser santos, comporta el deber de
llegar a ser santos.
Solo por indicar una diferencia: el tema de la Iglesia en Trento no existe, en parte
porque en este siglo el hombre descubre su individualidad, en el renacimiento.
Por lo tanto, el individuo, también en su justificación, está en el centro del
debate, en el centro de la doctrina eclesial. Hoy el hombre descubre sobre todo el
tejido social de su existencia; y por lo tanto su vida justa, santa, es inserida
también en el tejido social, el eclesial. Se podrían ver otros elementos, pero esto
basta.
CAPITULO VIII.
El concilio no quiere dirimir la discusión intracatólica, y por ello (lo sabemos por
las actas), busca expresiones patrísticas sobre el papel de la fe en la justificación,
y encuentra en los padres "fumdamentum et radix", no queriendo entrar en la
discusión escolástica. Por otra parte, el concilio dice "omnis iustificationis"; de
cualquier justificación, sea la primera, la segunda o la tercera justificación. Al
principio, en el bautismo, y durante toda la vida de buenas obras, la fe permanece
como fundamento y raíz de toda justificación. Es útil conocer esta intención de
los padres conciliares. Sobre todo que también durante la vida cristiana, para el
concilio de Trento, que insiste sobre las buenas obras, la fe es el fundamento.
CAPITULO XVI.
+ Las buenas obras son una gracia, porque sin ella son imposibles.
+ Son también méritos: reciben una merced (palabra bíblica) en el cielo por su
cumplimiento.
Hemos de notar también aquí, leyendo este capítulo, como Dios y Cristo están en
el centro de toda la presentación de las buenas obras y de los méritos. De nuevo
un punto no formalmente definido, pero muy presente en la definición.
POSICIÓN DE LUTERO.
Veamos la estructura del canon. Tiene dos partes, y ambas acaban con un
"anatema sit". La primera parte es muy breve, y la segunda muy amplia. Cada
parte tiene dos pasos.
PRIMERA PARTE.
Segundo paso: El concilio afirma que por medio del bautismo, toda "vera et
propria pecati ratio" es cancelada. Ratio quiere decir esencia del pecado y cada
resto de un pecado. Pero el concilio toma la noción de Lutero y afirma que
cualquier cosa que sea digna de la muerte eterna es cancelada en el bautismo.
Este es el sentido de la frase, y esto Lutero no lo admitía. Esto se ve rápidamente
al inicio de la segunda parte, donde viene citado Rom 8,1: "nihil damnationis est
in iis", es decir: en quien está bautizado no hay nada que merezca una condena.
Si uno no toma esta visión, no entiende el canon.
SEGUNDA PARTE.
El primer paso comienza con "in renatis" (en los bautizados) y termina con "ab
ingressu coeli remoretur". Aquí se afirma en primer lugar que Dios no odia nada
en el bautizado. Existía una discusión intraconciliar en la que se decía que Dios
no nos condena cuando somos bautizados, pero viendo la concupiscencia hay
ciertamente algo en el hombre que desagrada a Dios: "quod udit Deus". Y el
concilio dice que no; no hay nada condenable en el hombre. Y se entiende que
esto venga dicho con palabras bíblicas, que en este tiempo tienen una doble
importancia, como libro inspirado para los católicos, y de frente a un adversario
que basaba todo en la Biblia.
Segundo punto: el concilio no sólo confiesa esta doctrina sino que la siente:
"confiteri" es una confesión de fe, y "fatetur" quiere decir que lo tenemos como
elemento de nuestra fe. "sentit" por una parte es la expresión de Lutero, y por
otra explica lo que hoy sería experiencia, experimentar. Por lo tanto tenemos la
idea de que este permanecer de un desorden en el hombre es objeto de fe y objeto
de experiencia. Raramente Trento ha indicado estas dos fuentes de conocimiento.
Tercer punto: la meta y la finalidad de la concupiscencia y de su permanencia es
la lucha de la vida cristiana. El concilio retoma aquí una idea bíblica de San
Pablo, que la vida es una lucha contra un enemigo. Esto había sugerido a San
Agustín el indicar que la concupiscencia permanece "ad agonem", para una lucha
de la vida cristiana. Y retomando una frase de San Agustín, el concilio indica el
fin de la permanencia, e indica inmediatamente que esa lucha puede ser
victoriosa: con la gracia el hombre puede conseguirlo, sin la gracia nunca, para
dar a la lucha por la permanencia una nota positiva y llena de esperanza.
Hasta aquí la explicación del canon V. Al final quiero recordamos solamente que
el concilio ve la justificación y la concupiscencia dentro de un todo, y no se
puede separar la una de la otra.
También aquí vale la parangonar esta doctrina con el Vaticano II, para ver en que
medida el Vaticano II retoma esta doctrina, y cómo en igual medida la
profundiza. El texto más importante es GS 13, aunque es necesario añadir GS 25
y 37.
Primer punto. El concilio de Trento había dicho "fatetur et sentit concupiscentiam".
"Fatetur", como habíamos dicho, es una confesión de fe, y quería indicar algo
contenido en la revelación. "Sentit", expresión luterana, en el latín de aquel
tiempo quiere decir "lo experimentamos"
Concupiscencia era siempre, también para Trento, una inclinación que proviene
de un pecado y conduce al pecado. Esto se encuentra en GS, en más de un lugar.
La idea de la "inordinatio", de la falta de orden interno, no se encuentra en
Trento. Es un estadio del desarrollo del dogma, que por primera vez se encuentra
en S. Agustín, que había dicho: " en el momento en que el alma peca contra
Dios, y por tanto no es obediente a Dios, también el cuerpo comienza a no ser
obediente ya al alma". La consecuencia de una desobediencia cometida es una
desobediencia sufrida. "Cuerpo" es algo más amplio que la parte material del
hombre, es todo aquello que está en conexión con el cuerpo. Santo Tomás
retoma esta doctrina y la refina todavía más. Dice: "en el momento en el cual la
parte superior del alma (la ratio, el intelecto y la voluntad humanos), no obedece
más a Dios, la parte inferior del alma no obedece más a la razón". Y la parte
inferior del alma, según Aristóteles (en su antropología), era la concupiscencia.
Y así Santo Tomas establece una opinión suya: que aquella parte inferior, que
tiene un puesto natural en la vida humana, comienza a disociarse ahora alguna
vez de la guía de la razón, y el cuerpo se superpone alguna vez al alma.
Esta doctrina de la tradición, el Vaticano II la introduce en su doctrina sobre la
concupiscencia con la frase lapidaria "homo est in se divissus", algo que no tiene
necesidad de grandes pruebas. Pero inmediatamente lo precisa: el orden del
hombre con Dios, el orden del hombre consigo mismo, el orden del hombre con
los otros hombres y el orden del hombre con las creaturas es turbado y
disturbado.
Tercer punto. En los tres capítulos de la parte doctrinal de la GS el concilio habla del
hombre mismo, de la persona humana, después de la comunidad humana, y
después de la actividad humana. En cada uno de estos tres capítulos afirma que
hay desórdenes: en la misma persona humana, en la comunidad humana y en la
actividad humana. Son disfunciones que existen, que nos hacen la vida difícil, y
(punto final de cada capítulo) que son superadas con la ayuda de Cristo.
San Pablo usa esta idea del Templo para aplicarlo, sea al individuo, que a la
Iglesia. Son 1 Cor 3.6 y 2 Cor 6. Notad bien como la idea del templo está
profundamente cambiada. En el AT, el templo es una extructura material, y el
hombre va al templo para acercarse a Dios, para escucharlo, y para proponerle
sus oraciones. Ahora, la persona humana es el templo, y por lo tanto la persona
que se dirige a Dios es la persona en la que vive Dios. Por otra parte, el templo es
la Iglesia. Pablo no distingue exactamente la Iglesia de Corinto, la Iglesia de
Roma, la Iglesia de Éfeso, y también la Iglesia universal. Además, esta idea del
templo, en San Pablo tiene dos vertientes: el Templo de Dios, y el Templo que
Dios construye en nosotros con Él; el Templo del Espíriru Santo, y Templo en el
que el Espíritu Santo vive. Ambas cosas estan conectadas pero no son idénticas,
porque para San Pablo el Espíritu Santo viene enviado por Dios, por lo que no es
idéntico con Él.
Si uno lee bién a Santo Tomás, Santo Tomás tiene una doctrina muy
extructurada de la inhabitación.
Estas son dos explicaciones en Santo Tomás, y ahora hay que aplicarlas. Cuando
el hombre es bautizado, recibe la participación en la vida trinitaria, en la vida
Divina. Y como cada criatura con su ser recibe la presencia de Dios Uno, asi
quien recibe la vida divina en sí recibe también la presencia de Dios Trino en sí;
y donde se encuentra la Naturaleza Divina, se encuentran también las tres
Personas Divinas. Esto vale para el adulto y para el niño, incapaz de cualquier
actividad.
En la confirmación, viene el Espíritu Santo en persona, y con Él, ya que Él vive
internamente en las otras dos Personas, vienen las otras dos Personas, dispuestas
a establecer una relación de amistad con el hombre. Naturalmente, si el
confirmado es un niño, como en la Iglesia oriental, aquella relación es
garantizada sólo por parte de Dios, y no por parte del hombre todavía, pero si la
vida se desarrolla, esta relación debe llegar a ser viva y operante. Por eso me
parece que se deben establecer esquemáticamente tres fases de la inhabitación:
3.- Con el desarrollo de una vida cristiana se establece aquella relación mutua de
conocimiento y fe que sólo es posible en el adulto. Decimos fe, pero que Dios ha
prometido que esta relación de amistad basada en la fe pueda alguna vez
confirmarse en la experiencia, es algo que en la Biblia está fuera de toda duda.
Sólo hay que tener en cuenta que no se puede forzar la mano de Dios, y que esa
experiencia viene concedida sólamente a quien se esfuerza enérgicamente por
llevar una vida cristiana.
Pero la Biblia enseña también lo que me parece que puede llamarse un vida
Divina Cristiforme. Jn l5,1-5 (y se puede prolongar hasta el 8), que dice que
debemos recibir la vida de la vid que es Cristo. Es claramente Cristo que muere
por nosotros. Y si Rom 6,1-11 dice que en el bautismo somos muertos con Cristo
y resucitados con Cristo, se trata evidentemente de Cristo también hombre.
¿Cómo se pueden combinar la participación en la naturaleza Diivina, que no
puede morir ni resucitar con una vida de participación en Cristo, que ha muerto y
resucitado?. Este es el trabajo que nos da la Biblia; veámoslo brevemente.
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27 ? La mayor parte de estos conceptos han sido tomados del Diccionario de teología dogmática de W. Beinert.
de Cristo sana al hombre caído; ambos modos de acción de Dios elevan al
hombre a una nueva forma de ser (gratia elevens), aunque la gracia del redentor
cura además al hombre de las heridas causadas por el pecado (gratia elevans et
sanans).
Según el modo del efecto la gracia se divide en externa, con la que se designan,
por ejemplo, la predicación y los sacramentos; y gracia interna, que opera
ontológicamente en el alma. La gracia externa se orienta la interna,
constituyendo ésta el concepto central, que a su vez se ramifica en múltiples
modalidades. La distinción principal se da entre gracia ministerial, que se otorga
a las personas individuales como carisma al servicio de la salvación de los
demás, y la gracia de santificación o de justificación, destinada a la santificación
personal de los hombres. La gracia de santificación se divide en gracia de estado,
que se subdivide en gracia santificante (gracia habitualis santificans), que es una
cualidad, un habitus, permanente y adherida al alma; y en gracia actual y
adyuvante (gratia actualis adiuvans), que comprende los efectos transitorios de
Dios.
2. El semipelagianosmo
..........................................................................................................................................Doctrina conden
ratificada por Bonifacio II (cf. Dz 174ss; 200a,s). Reconoce la elevación
sobrenatural del hombre, el pecado original y la necesidad de la gracia
sobrenatural interna para disponerse a la justificación y para conseguir la
salvación, pero restringe la necesidad de la gracia y su carácter gratuito. En su
deseo de acentuar la libre voluntad y la cooperación personal del hombre en el
proceso de la salvación, llegaron los autores de esta herejía a sostener los
siguientes principios: a)el deseo inicial de salvación (initium fidei, puis
credulitatis affectus, pia studia) brota de las fuerzas naturales del hombre. b) El
hombre no necesita apoyo sobrenatural para perseverar hasta el fin en el bien. c)
El hombre puede merecer de congruo la gracia primera por su mero esfuerzo
natural.
3. Los reformadores
..........................................................................................................................................Mientras que Pe
su favor la doctrina de san Agustín, consideraba esa elevación como un
constitutivo esencial de la naturaleza humana. Por su pérdida, la naturaleza
humana quedó totalmente corrompida, puesto que le fueron sustraídos elementos
esenciales, y, además, desde ese momento empezó a morar permanentemente en
él la concupiscencia, en la cual Lutero hace consistir la esencia del pecado
original. La naturaleza del hombre caído es incapaz por sus propias fuerzas de
llegar a la verdad religiosa y realizar una acción moralmente buena. La voluntad
del hombre carece de libertad y, por sí misma, no puede hacer otra cosa que
pecar. La gracia no puede sanar esa naturaleza humana totalmente corrompida, ni
es capaz de renovarla o santificarla interiormente. La justificación no realiza más
que un encubrimiento externo de esa pecaminosidad persistente. Ante la gracia,
la voluntad se comporta de modo puramente pasivo, la gracia es la única que
obra.
JUSTIFICACION
MERITO
En sentido estricto, es la realización de obras buenas por las que el hombre tiene
la pretensión de obtener de Dios unos actos salvíficos particulares o la vida
eterna. En la perspectiva bíblica puede entenderse como recompensa o premio en
virtud de la promesa de Dios, como premio por gracia.
VIRTUDES TEOLOGALES
Así se denominan las tres fuerzas básicas de fe, esperanza y caridad, que son
otorgadas por gracia y que en el hombre justificado producen la relación viva
con Dios. Se llaman virtudes por cuanto que constituyen una actitud permanente,
y son teologales porque las otorga directamente Dios y a Dios conducen
directamente.