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BACHILLER DE TEOLOGêA 40.

TEMA 40: ESENCIA Y CONSECUENCIAS DEL PECADO


40.1) Noci—n teol—gica del pecado
40.2) Pecado mortal y pecado venial
40.3) Pecado y opci—n fundamental
40.4) Efectos del pecado
40.5) Pecado social y estructuras de pecado

40.1 NOCI—N TEOL—GICA DEL PECADO

El pecado es la violaci—n de la ley moral divina, claramente conocida y


libremente querida. El tŽrmino pecado, para designar el mal moral, es de origen
b’blico, y la escritura lo usa frecuentemente ( Cfr. Gn 18,20; Mt 12,31; 1Cor 6,18).

Algunas definiciones de Pecado:


##"Peccatum est factum vel dictum vel concupitum aliquid contra legem aeternam".
(San Agust’n Contra Faustum , XXII, 27: PL 42, 418). Son dos los elementos que
destacan: Acto humano. S—lo puede haber pecado si hay acto libre, es decir, si media
conocimiento de lo que se hace y de su maldad (Advertencia), y la voluntad que
quiere hacerlo (consentimiento). Todo lo que disminuya la libertad (ignorancia, miedo,
etc.) disminuye la raz—n de pecado. El acto puede ser interno (pensamiento) o externo
(palabra y obra), consistir incluso en una omisi—n. Contraria a la Ley de Dios: El acto
humano es malo cuando no se ordena a la ley de Dios como œltimo fin.

## "Aversio a Deo" y "Conversio ad creaturas". En todo pecado el hombre se aparta


de Dios para convertirse a un bien creado, que ama desordenadamente. De ordinario,
nadie peca por af‡n de transgredir la Ley de Dios, sino por amor a un bien fuera del
orden de esa ley. La desordenada conversi—n al bien temporal (Conversio ad
creaturas) es el objeto directo de la voluntad del pecado, mientras que el apartarse de
la voluntad de Dios al quererlo (Aversio a Deo) es su malicia.

40.2 PECADO MORTAL Y PECADO VENIAL

La Sagrada Escritura habla de 2 tipos de pecados. Unos que producen la muerte


(Iac. 1,15) y excluyen del Reino de los Cielos (1 Cor 6,4-10), separan de Cristo, rompen
la uni—n con Dios. Otros , en cambio, en los que el justo mismo cae varias veces al d’a,
pero no excluyen de la amistad con Dios. La Iglesia ha llamado respectivamente a
Žstos pecados mortales (priva de la vida de la gracia, por apartar de Dios como œltimo
fin) y Veniales ( no priva de la vida de la gracia ni aparta de Dios como œltimo fin).

PECADO MORTAL:

Consiste en la aversi—n a Dios, por una conversi—n gravemente desordenada a


las criaturas. La esencia del pecado grave o mortal radica en la aversi—n a Dios o
desorden respecto al œltimo fin; es siempre un acto gravemente desordenado por su
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objeto que es libremente querido. El desorden de la voluntad impide recibir, o hace


perder, al alma la vida de la gracia.
No todos los pecados mortales tienen igual gravedad aunque cualquier pecado
grave prive de la gracia y desordene al hombre respecto a su œltimo fin, no siempre su
voluntad queda comprometida igualmente con el mal. Cuanto mayor sea el desorden,
m‡s grave es la culpa.

Condiciones requeridas para el pecado mortal:


A) Materia grave : que el objeto del acto supone un desorden grave contra la ley de
Dios
En atenci—n a la gravedad de la materia se suele distinguir: 1) Pecados mortales
ex toto genere suo: Los actos que, por su materia, comportan un grave desorden contra
la ley divina; no admiten parvedad de materia. 2) Pecados mortales ex genere suo: Los
actos que, por su objeto, implican un grave desorden contra la ley divina, pero
admiten parvedad de materia. 3) Pecados veniales ex genere suo: Comportamientos
desordenados que de suyo, por su objeto, no comportan la ruptura de la voluntad con
el amor al œltimo fin.
La tradici—n moral cristiana ha afirmado siempre la existencia de actos
intr’nsecamente morales o absolutos morales, que en s’ mismos y por s’ mismos
constituyen siempre un desorden moral grave. Se trata de actos delimitados por el
objeto del acto externo, cualesquiera que sean las circunstancias personales, sociales,
las intenciones y motivaciones subjetivas, contradicen gravemente la dignidad
personal del ser humano y la ley de Dios.
B) Plena advertencia: El sujeto, en el perfecto uso de su raz—n, conoce que est‡
obrando el mal en materia grave. Si faltara tal conocimiento, no podr’a haber pecado
mortal. Se puede distinguir 2 aspectos: #Uso perfecto de la raz—n: no hay advertencia
plena si el individuo carece del completo dominio de sus facultades mentales.
#Conocimiento de la gravedad de la materia: no habr’a tampoco plena advertencia si
se ignora la maldad del acto que se realiza. Es suficiente que la luz de su conciencia le
indique que actœa mal en materia grave.
C) Pleno consentimiento: La voluntad se adhiere al objeto malo, con su fuerza
sustancial m‡s integra, sea por propia elecci—n o consintiendo a un movimiento
pasional desordenado. Basta que el quiera un acto que es grave objetivamente.

PECADO VENIAL:

El pecado venial consiste en una conversi—n desordenada a las criaturas, que no


comporta la pŽrdida del orden habitual de la voluntad a Dios como œltimo fin . Se
trata de pecados que no impiden la vida de la gracia, ni hacen que se pierda.
Entre el pecado mortal y venial media una diferencia esencial y no s—lo de
grado: a)- La raz—n de pecado est‡ plenamente s—lo en el mortal, y de modo
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imperfecto en el venial: en el primer caso la voluntad se aparta de Dios; en el segundo


caso permanece unida a Žl, si bien imperfectamente. b)- el pecado mortal priva de la
misma vida del alma en cuanto hace perder la gracia; el venial ni siquiera la
disminuye, si bien dificulta el ejercicio de las virtudes.

Clases de pecados veniales: El desorden propio del pecado venial puede darse de
dos maneras:
A- Por imperfecci—n del acto: falta plena advertencia o perfecto consentimiento,
en una materia grave.
B- Por levedad de la materia: sea porque el gŽnero mismo del acto malo es leve,
o porque hay parvedad de materia en un gŽnero de actos de suyo graves.

ÀPuede cometerse pecado mortal en materia que de suyo son leves?


La tradici—n moral cristiana ense–a que si en los siguientes casos: 1- Por
conciencia err—nea: si se estima err—neamente que una determinada conducta es falta
grave, y a pesar de todo se realiza.
2- Si se realiza el acto con desprecio formal (por ej., quien omitiera hacer una
reverencia al sant’simo con objeto de despreciar la fe).
3- Por la acumulaci—n de actos entre los que media una uni—n moral.

40.3 PECADO Y OPCION FUNDAMENTAL

En el Juicio moral de las conductas han de tenerse en cuenta los elementos


objetivos (moralidad objetiva) y los condicionamientos psicol—gicos, subjetivos, etc.
(moralidad subjetiva). En otro caso no se considerar’an conductas humanas. Pero la
necesidad de valorar adecuadamente esos factores subjetivos e intencionales no puede
conducir al extremo de despreciar los actos singulares y los elementos objetivos, como
si las intenciones de fondo cohonestaran cualquier actividad.
El Magisterio se–ala expresamente: "Algunos llegan a afirmar que el pecado
mortal que separa de Dios s—lo se verifica en el rechazo de directo y formal de la
llamada de Dios, o el ego’smo que se cierra al amor del pr—jimo completa y
deliberadamente, S—lo entonces tendr’a lugar una opci—n fundamental, es decir, una
de aquellas decisiones que comprometen totalmente a una persona, y que ser’an
necesarias para constituir un pecado mortal. Por ella tomar’a o ratificar’a el hombre,
desde el centro de la personalidad, una actitud radical en relaci—n con Dios o con los
hombres. Por el contrario, las acciones que llaman perifŽricas (en las que niegan que
se dŽ por lo regular una elecci—n decisiva) no llegar’an a cambiar una opci—n
fundamental. Y tanto menos, cuanto que, segœn se observa, con frecuencia proceden
de los h‡bitos contra’dos. De esta suerte, esas acciones pueden facilitar las opciones
fundamentales, pero no hasta el punto de poderlas cambiar por completo" (Persona
Humana n. 3).
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Lo que hay de verdad en la teor’a de O. F. es que la rectitud habitual de la


voluntad u orden al œltimo fin, no suele cambiar con facilidad; y, en principio, no
cambia mientras haya rectitud habitual o decisi—n fundamental de vivir segœn el
primer precepto o mandato del amor, no significa el haber superado ya todo ego’smo,
sino el empe–o en luchar constante y seriamente por amor a Dios y al pr—jimo y evitar
toda transgresi—n consciente, sea en materia grave o leve, del orden moral.

40.4 EFECTOS DEL PECADO

Efectos del pecado mortal: los principales efectos que causa en el alma un solo
pecado mortal voluntario son: PŽrdida de la Gracia santificante, de las virtudes
infusas y de los dones del Esp’ritu Santo; PŽrdida de la presencia amorosa de la
Sant’sima Trinidad en el alma, que es incompatible con la aversi—n a Dios propia del
pecado mortal; PŽrdida de todos los mŽritos adquiridos en toda su vida pasada;
mancha en el alma (Macula animae); esclavitud de Satan‡s, aumento de las malas
inclinaciones, remordimiento e inquietud de conciencia; Reato de pena eterna.

Efectos del pecado venial: Los efectos son la dificultad para la vida de la gracia, la
disposici—n al pecado grave y el reato de pena temporal. El pecado venial no priva de
la vida de la gracia, aunque enfr’a el fervor de la caridad manchando parcialmente el
alma, dispone al pecado grave. Al pecado venial corresponde penas temporales, en
esta vida o en el purgatorio.

40.5 PECADO SOCIAL Y ESTRUCTURAS DE PECADO

La doctrina cl‡sica sobre los efectos sociales del pecado lleva a concluir que se
puede atribuir indiscutiblemente a cada pecado el car‡cter social. La solidaridad es
una dimensi—n inherente a toda actividad del hombre por la sola condici—n de ser
humana y personal (G S n.23-32). El car‡cter de pecado social no es propio tan s—lo
de aquellas acciones que se oponen directa y abiertamente al hombre y a la sociedad o
que son participaci—n -por omisi—n o comisi—n- en los pecados de otros, sino que
alcanza a todo pecado. Todo pecado da–a e infecciona de mal al cosmos, la Iglesia y la
entera familia humana :"en virtud de una solidaridad tan misteriosa e imperceptible
como real y concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los dem‡s
(...), de suerte que se puede hablar de una comuni—n de pecado , por el que un alma que
se abaja por el pecado abaja consigo a la Iglesia y, en cierto modo, al mundo entero
(...). Todo pecado repercute, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor da–o
en todo el conjunto eclesial y en toda la familia humana" (R P, n.16).
El pecado social posee una existencia real y externa. Porque, aunque el pecado
siempre primero est‡ en el interior del hombre, desde all’ pasa luego a su actividad y
tambiŽn a las instituciones y estructuras creadas por Žl la experiencia se encarga de
mostrar, adem‡s, que ejerce un influjo y poder de seducci—n capaz de condicionar a
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las mismas personas. Por eso, el pecado social es una expresi—n que sirve para
describir las situaciones de injusticia, falta de libertad y paz entre los individuos, los
grupos y los pueblos, calificadas por el Magisterio de la Iglesia como verdaderas
situaciones de pecado, dada su condici—n de males en s’, material y objetivamente
pecaminosas.

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