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Escalada, Mercedes (2005). “Volver a definir el Trabajo Social para servir al desarrollo humano”
El trabajo social, ¿tiene una especificidad? Si, la especificidad es lo propio de algo. Existe una
demanda dirigida específicamente al Trabajo Social: tanto la parte de la sociedad que no padece
un determinado problema, como la que lo padece, demandan la intervención profesional que se
presenta en ambas partes con el imaginario de “ayuda”. Es necesario entonces definir el tipo de
problema que genera la demanda, es decir, el problema que genera el pedido de “ayuda”.
Entendemos por problemas a las situaciones en que la persona y/o sus familiares directos no
pueden resolverlas por sí mismos. No poder resolver por sí mismos implica la incapacidad de
obtener recursos para solucionar el problema o satisfacer la necesidad.
Cuando nos encontramos frente a esta situación, podemos admitir que el tipo de problemas
corresponde a lo que denominamos “problema social”. Un elemento que puede servir para definir
la especificidad del Trabajo Social puede también convertirse en su objeto: éste estaría
constituido por los problemas sociales, los cuales requieren de nuestra intervención profesional
para concretar soluciones.
Si bien los problemas sociales son estudiados por la sociología, la economía, la psicología social
y la antropología, no constituyen el objeto de estudio que las define. Son estudiados como uno
de los resultados o manifestaciones de hechos o fenómenos que tienen efectos diversos.
Por ejemplo, la economía puede estudiar el fenómeno del desempleo, pero su enfoque, es por
ejemplo, en función del mercado de trabajo y de la actividad productiva. No aborda el problema o
tema como problema social, es decir, enfocando la incapacidad de los desempleados como
población desempleada, de solucionar su situación y menos con la intencionalidad de resolver
las dificultades personales, individuales o colectivas, en contacto directo con los afectados.
En cuanto a la demanda que nos formulan y que da lugar a nuestra intervención profesional, otro
elemento que puede definir la especificidad es el referido a las características de nuestra
intervención.
Nuestra intervención profesional no está caracterizada por proveer los recursos o los medios
para satisfacer la demanda apelando a nuestra prestación indiferenciada de servicios o entrega
de bienes que pudiéramos poseer. Nuestra función aparece con claridad como la gestión de los
servicios o bienes necesarios para satisfacer la demanda. Esta gestión requiere de un
conocimiento técnico y científico del problema social específico de que se trate. Por eso no
puede confundirse con un trámite que puede hacer cualquier persona. La caracterización de
nuestra intervención como una intermediación entre los recursos y las demandas o necesidades,
encierra en sí misma ese riesgo. Es necesario no confundir el lugar que se ocupa en una trama
de relaciones sociales con la función propia de la posición que se tiene en una trama o tejido de
relaciones humanas. Nuestro papel profesional es el de trabajadores sociales y también tenemos
el papel de intermediarios entre la demanda y los recursos. Pero la función que nos caracteriza,
es la gestión de los recursos para satisfacer las necesidades o la promoción humana. No se trata
de una gestión “genérica” sino de una “gestión social”. De este modo, todas nuestras funciones
de intervención: gestión, asistencia, prevención, rehabilitación, promoción social, son otros
elementos que nos sirven para definir nuestra especificidad profesional y nuestra disciplina. Nos
sirven para definir la especificidad de lo que hacemos y lo que pensamos volcadas en
sistematizaciones teóricas.
Como nuestra intervención profesional se caracteriza por realizar la gestión o promoción social y
todo el mundo sabe que no contamos con los recursos ni la multiplicidad de saberes específicos
para satisfacer las más diversas necesidades, se abre un espacio para la distorsión de nuestra
práctica profesional. La parte de la sociedad que posee los recursos (instituciones, gobiernos,
grupos económicos, etc.) cuando no está dispuesta a cederlos en cantidad y calidad suficientes,
espera fantasiosa o deliberadamente que nuestra intervención profesional opere como un muro
de contención de la demanda, o que gestione la obtención de bienes y servicios en otros
“nichos” de recursos que no amenacen la posesión de dichos sectores tengan de lo que
consideran su “patrimonio”.
Es importante, para definir o caracterizar la especificidad del Trabajo Social, entender muy
claramente cuáles son nuestras formas de intervención (funciones), lo que resulta incompleto si
no se define el objeto de la disciplina. Así, la claridad respecto del objeto y de las funciones del
Trabajo Social constituye la estructura de nuestra especificidad disciplinaria y profesional.
Existimos como profesión y como práctica porque existe una necesidad o, porque como dice
Susana García Salord, porque existieron imperativos sociales que condujeron a construir el
Trabajo Social como una forma institucionalizada y certificada en respuesta a los mismos.
Nuestra práctica profesional puede realizarse recurriendo a los procedimientos, conocimientos y
habilidades desarrollados históricamente por el trabajo de sistematización científica. Desde esta
posición, carece de importancia categorizar una actividad y/o un producto como ciencia, técnica
o disciplina.
La ciencia, la técnica y las disciplinas son abstracciones cuyos referentes empíricos constituyen
una multiplicidad de prácticas complejas y carentes de límites “compartimentalizadores”. El
Trabajo Social es una práctica que tiene un objeto y funciones definidas; por lo tanto, una
especificidad. Esa práctica es instituyente e instituida por la ciencia, implica aplicaciones técnicas
y constituye un desarrollo disciplinario.
Los problemas sociales, pueden tener un abordaje desde diferentes disciplinas y puede también
enriquecer su conocimiento y los modos de intervención en los mismos, si las diferentes
disciplinas se “enlazan” para lograr un mejor resultado.
Disciplina
El significado del término disciplina puede aludir a una ciencia en cuanto a objeto de aprendizaje
o enseñanza. Este modo de entender la noción permite realizar una relación con el significado
comentado en primer lugar, porque enseñar o aprender una ciencia implica el respeto de pautas
y contenidos que operan como principio de autoridad. De ello se desprendería un principio de
legitimidad para adjudicar al Trabajo Social el carácter de disciplina.
La autora sostiene que el Trabajo Social es una disciplina en constante formación, ya que para
esta profesión los contenidos y pautas todavía presentan debilidades por desarrollos
insuficientes en algunos casos, y en otros por falta de acuerdo sobre el significado de algunas
categorías o conceptos propios de la profesión o de sus productos teóricos.
Interdisciplina y Multidisciplina
Las practicas que consisten en una secuencia o añadidura de enfoques que terminan
“componiendo” una imagen fragmentada del objeto. Si existe este resultado, entonces no existió
equipo interdisciplinario. Tal vez a esta modalidad corresponda la denominación de
“multidisciplina”.
Transdisciplina
El trabajo social es una práctica que opera en la dimensión de la cotidianeidad empírica, con
personas que padecen problemas sociales; en eso radica su especificidad y su aporte para la
construcción de conocimientos en el terreno de la transdisciplina. Pero el trabajo social no está
en condiciones apropiadas de participar en la tarea transdisciplinar si no adquiere una adecuada
capacitación para el trabajo científico: el conocimiento de su lógica, sus métodos, sus técnicas,
sus diferentes perspectivas epistemológicas y sus proposiciones teóricas específicas.