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Facultad de Trabajo Social – Universidad Nacional de Entre Ríos

Profesora Susana Cazzaniga


TEMA: Intervención en Trabajo Social
Año: 2009

a.- Intervención Profesional: Dimensiones constitutivas y constituyentes. La relación


Intervención Profesional y los procesos sociales. Los trazos epistemológicos que marcaron (y
marcan) la Intervención Profesional. Concepto de Intervención Profesional. Intervención
Profesional y legitimidad.

1.- Intervención profesional en Trabajo Social


Podemos considerar a la intervención profesional como la puesta en “acto” de un trabajo o
acciones a partir de una demanda en el marco de una especificidad profesional; aunque esta
enunciación resultaría insuficiente –o motivo de múltiples interpretaciones- si no rearfirmáramos que
esa “puesta en acto” se configura desde una matriz teórica. Al respecto el concepto que Alberto
Parisi ofrece de “trabajo profesional”, al que entiende "... tanto como lugar donde se juega una visión
teórica-ideológica específica, como un espacio de acción-con-sentido sobre la realidad...”1, resulta
significativo en tanto coloca con claridad la estructuración de lo que hemos dado en llamar puesta en
acto: lo teórico ideológico y el sentido.
Son justamente estos dos aspectos los que otorgarán las características de toda intervención
profesional y sobre los cuáles nos debemos una vigilancia constante o en todo caso un trabajo de
elucidación2 (pensar lo que hacemos y saber que pensamos) en relación a la visión teórica ideológica
que poseemos como trabajadores sociales y como ésta se materializa en esa acción con sentido. En
este contexto la noción de sentido se torna “algo más” que un objetivo trazado en razón de una
planificación de actividades al referirse al entendimiento (propio y ajeno) de los fines últimos que
involucra al trabajo profesional. El sentido será deudor de la propia constitución del campo disciplinar
y de la inscripción teórica, y a la vez en la misma puesta en acto producirá efectos sobre sujetos y
representaciones sociales.
Es indispensable reconocer que la intervención profesional está atravesada por el lugar que
esa profesión tiene asignado en el imaginario social, esto es, la construcción histórico-social que de
esa profesión se ha realizado: funciones, características, práctica, resultados esperados, etc. En esta
construcción operan el desarrollo histórico (sus antecedentes, sus vertientes, lo atribuido), como
también las prácticas profesionales que le han otorgado, y de hecho le otorgan significación a la
intervención profesional. Someternos al trabajo de elucidación que señalamos antes permite
comprender el refuerzo, o las líneas de ruptura que estamos realizando sobre el instituido que como
profesión tiene el Trabajo Social. Por otra parte, la intervención no es un episodio natural3, sino una

1
PARISÍ, Alberto “Paradigmas teóricos e intervención profesional”. Mimeo Departamento de Investigación de la Escuela de
Trabajo Social de la UNC. Córdoba 1993
2
CASTORIADIS, Cornelius “La institución imaginaria de la sociedad” Vol. I. Ediciones Tusquet 2da. De. Bs. As. 1993. El
autor define elucidación como el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan.
3
CARBALLEDA, Alfredo “El proceso de análisis y la intervención en Trabajo Social” Revista Escenarios Nº 2 Escuela
Superior de La Plata. UNLP 1997.
1
construcción artificial de un espacio-tiempo, de un momento que se constituye desde la perspectiva
de múltiples actores: los que solicitan la intervención (institución, sujetos individuales o colectivos), y
los sujetos profesionales, en el marco, como expresamos en párrafos anteriores, de cierta estrategia
de intervención social.
Esta consideración remite a remarcar dos aspectos relevantes:
* La demanda, que se expresa atravesada por la construcción imaginaria de la profesión y la
propia percepción de los sujetos que la solicitan en lo que refiere a sus problemas y necesidades, en
un contexto histórico particular. Esta demanda expresará las manifestaciones de los conflictos o en
todo caso de la cuestión social del momento.
* La intervención, como proceso artificial, como un venir entre, que exige desde la posición de
los profesionales, la capacidad teórica para comprender esa demanda e incorporar la dimensión ética
en términos de reconocer las consecuencias que sobre el otro, produce la intervención. Nos estamos
refiriendo a la producción de sentido específico que realizamos respecto de los sujetos: la promoción
de sus autonomías, o la cancelación de las mismas. (¿Sujetos de asistencia?; ¿Sujetos de
necesidades?; ¿Sujetos de derechos?; ¿sujetos de deseos?).
De este modo podríamos analizar a la intervención profesional en Trabajo Social desde
diferentes desagregados, a fin de comprenderla en su integralidad.
* Puesta en acto de un trabajo, de una acción con sentido sobre la realidad, a partir de una
demanda (entendida como expresiones de la cuestión social) en situaciones particulares.
* "Hacer" fundado, argumentado. Toda intervención está enmarcada en un lugar teórico, esto
quiere decir un modo de ver e interpretar la realidad, desde un régimen de la mirada.
* Tiene una intencionalidad, generar alguna modificación en relación con la situación que se le
es presentada.
* Se expresa en una estrategia como construcción metodológica, esto es en un conjunto de
mediaciones que dan cuenta de la intencionalidad y objetivos, y de sus "comos" particulares.
* Se trata de una construcción artificial. Se puede entender como un "venir entre", por lo tanto
tiene connotación autoritaria. Es así, un dispositivo por donde circula el poder en estrecha relación
con el saber.
* Presenta un carácter personalizado. En la intervención se da una relación cara a cara con los
sujetos directamente involucrados. Esta relación produce efectos sobre los sujetos construyendo
identidades.

2) Dimensiones de la intervención:
Teórica epistemológica
Política (constitutiva en torno a los compromisos públicos y en la articulación de las diferentes
dimensiones de la realidad centrada en los derechos humanos)
Instrumental
Toda la intervención está atravesada de la reflexión ética

2
Si hablamos de dimensiones me parece conveniente hacer algunas aclaraciones: en primer
lugar utilizar el término dimensión equivale a entender al mismo como soporte que configura un
espacio sin el cual, si se me acepta la metáfora, “un edificio se vendría abajo”, pero que a la vez
tampoco puede existir sin la articulación con las otras dimensiones. En otras palabras, la intervención
profesional no se reduce a una intervención política, necesita de los demás aspectos para constituirse
como tal, aún cuando esa misma intervención tenga fuertes efectos políticos. En esta línea de
argumentación podemos agregar que la dimensión teórico epistemológica no sólo nos permite
intervenciones fundadas que a la vez otorgará los criterios para construir las estrategias, técnicas y
procedimientos, sino que también aporta a la ruptura con las naturalizaciones, advirtiendo a modo de
vigilancia, el efecto político de nuestras prácticas y discursos. Además la imprescindible reflexión
ética nos auxilia en la valoración de los propios efectos de la intervención.
Para intervenir es preciso, entonces comprender por que /respecto de que / para que se
actúa. De este modo, siempre existe un anclaje teórico, en el cual es necesario exponer las visiones,
las categorías conceptuales desde donde se nombran los objetos y los sujetos involucrados en la
intervención. Por otra parte, el “respecto de que” intervenimos, no es una respuesta que nos da
directamente la realidad, tampoco una construcción a priori, es una construcción que realizamos en
relación con la comprensión de esa misma realidad.
En párrafos anteriores decíamos que la intervención tiene origen en la demanda, por lo tanto
comienza con un proceso de comprensión de la misma. Por lo general, los trabajadores sociales
consideramos que intervenimos sobre los problemas sociales. Esto amerita que pensemos este
término tratando de corrernos de la tendencia empiricista que nos acompaña, que nos hace creer la
ilusión de que el problema "está allí" como dato directo de la realidad, sin poder muchas veces
reflexionar que lo que se nos presenta es un conjunto de enunciados pre construidos por la
cotidianeidad, necesarios de desentrañar a fin de poder comprender realmente cual es el foco en el
que intervenimos. En este sentido la demanda debe ser comprendida/problematizada en relación con
los procesos sociales más generales.

3) Matriz para reflexionar sobre la intervención profesional.


- Intencionalidad de la intervención
- Fundamentos
- Sujetos
- Espacio / Tiempo
- Cuestiones instrumentales
La intencionalidad de la intervención: no hay intervención profesional sin intención, en tanto
es ella la que nos plantea la pregunta del “para qué” hacemos lo que hacemos. Es el horizonte de
sentido que juega en términos generales, pero que a la vez se recrea en cada una de las acciones
que encaramos como profesionales. Junto a la intencionalidad están los fundamentos, o en otras
palabras la necesidad de hacer explícito el “por qué” hacemos lo que hacemos. Si este por qué queda
negado o soterrado, las acciones quedan sin horizonte. La fundamentación refiere a la argumentación

3
(explicación no sólo teórica, sino también ética y política) sobre la elección de aquellas acciones que
decidimos llevar adelante y de aquellas que desechamos.
Los sujetos: toda intervención profesional involucra sujetos, tanto a los de la acción profesional
(que suelen ser denominados de diferentes maneras), pero también otros sujetos profesionales, el
personal de la institución, los funcionarios políticos (éstos últimos siempre cruzan la intervención en
tanto participan desde algún lugar), y nosotros mismos como sujetos profesionales. Lo social en su
complejidad no puede ser abordado sólo por los trabajadores sociales, de mantener una posición
unilateral es probable que la intervención se diluya en la tensión omnipotencia/impotencia, frustrando
a los profesionales, impidiendo, además, dar cuenta de respuestas coherentes frente a la demanda
de los sujetos. Es un lugar común hablar de la intervención “con los otros”, pero no pocas veces
subyace en ello una idea romántica que nos torna impotentes ante los conflictos que de por sí
conlleva el trabajo “con otros”.
Espacio/tiempo: Esos dos conceptos que si bien también han sido objeto de discusiones
teóricas en el campo científico en otros momentos, hoy manifiestan una metamorfosis necesaria de
explorar. La modernidad, o mejor dicho, la ciencia moderna concibieron al tiempo y al espacio como
factores exógenos constantes de la realidad social, conformando parte de nuestro entorno natural.4
De esta manera la delimitación temporal y espacial de, por ejemplo, un objeto de estudio, se efectúa
en un contexto espacio-temporal que aparece como telón de fondo, como historia preexistente.
Guadalupe Valencia García critica esta posición planteando “… (que) Las consecuencias teóricas y
políticas de una concepción del tiempo y del espacio —o mejor aún del complejo tiempo-espacio—
como dimensiones constituyentes de la realidad social no deben soslayarse. Dicha concepción se
origina en el reconocimiento del carácter inacabado de la realidad social misma que sólo puede
analizarse en el marco de la permanente tensión entre la historia acaecida y las historias posibles de
ser construidas. Y que supone, también, la incorporación de los sujetos — movimientos, actores,
grupos, clases— como los verdaderos protagonistas de los aletargados o vertiginosos tiempos de la
historia5.
Desde estas consideraciones es que interesa mirar las coordenadas espacio/tiempo,
entendiendo que, tanto tiempo como espacio, han sido categorías poco incorporadas en el repertorio
conceptual o quizás naturalizadas. No obstante si nos detenemos a revisar la intervención profesional
ellas se encuentran siempre presentes, y quedan más explícitas al momento de preguntarnos por el
cuando y el donde de nuestras prácticas, o cuando hablamos de los “diferentes tiempos” –los
institucionales, los de los sujetos, los de los profesionales- aunque en general lo hacemos con el
sentido al que alude Wallerstein. Es probable que las fuertes mutaciones que hemos venido sufriendo
como sociedad y las interpelaciones que éstas nos plantean, pongan las condiciones para recuperar
conceptualmente estas nociones y así proponer otra corporeidad teórica a la propia intervención.

4
Cfr. Wallerstein, Immanuel, "El espacio-tiempo como base del conocimiento", en: Análisis político, Instituto de Estudios
Políticos y Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Colombia, No. 32, sep/dic 1997, p.p. 3-15, p.4 citado en
VALENCIA GARCIA, Guadalupe “El tiempo social: una dimensión fundante” Ponencia XXII Congreso de la Asociación
Latinoamericana de Sociología (ALAS) Concepción, Chile, 1999 (mimeo).
5
Ibidem.
4
Respecto del espacio: Las instituciones de la modernidad y en particular las constituidas en la
sociedad salarial estuvieron estructuradas a partir de una identificación bastante precisa (más allá de
las críticas que podemos realizar al respecto) en relación a una necesidad-demanda social, con una
clara definición de espacios: instituciones que atendían la salud, la asistencia, la vivienda, las
cuestiones de niñez, adolescencia, vejez, etc. De este modo en nuestra intervención prácticamente
ha quedado naturalizada la noción de espacio reducida a la institución o “lugar” de trabajo. Pero las
nuevas configuraciones sociales rompen justamente con esto haciendo tambalear aquella
institucionalidad, reconfigurando los espacios desde donde se dan las respuestas a las problemáticas
y conflictividad social. Así la noción de espacio hoy necesita ser revisada en clave de, por una parte
poder reconocer la multiplicidad y las formas nuevas en que hacen su aparición los espacios (los
virtuales, por ejemplo, los no lugares como planea Mac Auge a aquellos espacios de puro tránsito,
las interconexiones entre los espacios, entre otros). Por otra, incorporar la perspectiva de
construcción de los espacios: la territorialidad, los mojones que estructuran espacios no
convencionales o la resignificación de los “viejos” espacios. Además, vale recordar que un espacio no
sólo es materialidad, sino que también es simbólico, representado. Lo material y lo simbólico están
asociados aunque tengamos que hacer diferencias en algún momento por razones analíticas; siempre
implica arraigo y va más allá del espacio físico con el que nos referenciamos.
Respecto del tiempo: Ya planteamos el modo en que la ciencia moderna considera el tiempo,
como una temporalidad que expresaba cierta homogeneidad, y tal lo considerado para espacio,
también se están redefiniendo los procesos temporales. Observamos un aceleramiento del ritmo
social y a la vez vivimos en tiempos diferentes. En lo que hace a nuestra intervención esta dimensión
aparece revestida de lo que denominamos comúnmente “la urgencia”. Lo que en otros momentos
podían considerarse como situaciones particulares y hasta cierto punto aisladas o de excepción, hoy
se convierte en lo cotidiano. Como diría Benjamín, la “excepción es la regla”, en tanto las condiciones
de vida de los sujetos es una pura urgencia para amplias capas de la población. Por estas razones es
que esta noción necesita ser incorporada con espíritu crítico en la intervención profesional.
Por último estas dos dimensiones espacio/tiempo también están presentes en nuestra
condición de trabajadores materializadas en las formas de contratación: contratos de obra, de servicio
(para determinados trabajos por un tiempo determinado), cuestión también importante para repensar
la intervención profesional.
Las cuestiones instrumentales refieren al cómo de la intervención. Las técnicas e
instrumentos constituyen el andamiaje de las estrategias de intervención y siempre son “elegidas” y/o
construidas desde el entramado teórico en tensión con los aspectos de la realidad o
situaciones/problemas que requieren de modificaciones.-

5
b.- La Intervención Profesional como construcción: que, con quienes, para qué, por qué
y cómo. El pensar - comprender - decir - hacer como todo complejo. La inseparabilidad de una
perspectiva teórica respecto de las técnicas e instrumentos. La cuestión instrumental en la
intervención profesional: discusión epistemológica acerca de lo instrumental. La racionalidad
instrumental y la racionalidad crítica. c.- Las técnicas e instrumentos en Trabajo Social.
Observación, entrevista, historias de vida, registro (personal, institucional), informe. Otras
técnicas e instrumentos. Selección de técnicas e instrumentos, construcción de técnicas e
instrumentos.

Trabajo Social y la cuestión metodológica


El tema del método en Trabajo Social ha sido uno de los nudos históricos, desde Mary
Richmond en adelante, alcanzando en determinados momentos picos de debate de gran riqueza.
Visto desde otra perspectiva, creo que en muchos momentos la discusión sobre este aspecto veló
otros análisis, necesariamente previos, que permitieran pensar de otra manera a la profesión, y
arribar a la cuestión metodológica como consecuencia lógica y no fragmentaria.
Se podría agregar que tal desvelo puede ser producto de la lucha por la disciplina en demostrar
su “estatus” como tal dentro del campo de las Ciencias Sociales, desde la ilusión del método propio
tomando como referencia los cánones epistemológicos vigentes o hegemónicos. Resulta interesante
ilustrar esta reflexión con las consideraciones que se realizan en “El oficio del sociólogo”, acerca del
mismo tema en relación con los sociólogos: “...la relación que cada sociólogo mantiene con la imagen
de cientificidad de su propia práctica debe al propio campo de conjunto en el cual se cumple: una
ciencia preocupada por su reconocimiento científico se interroga sin cesar sobre las condiciones de
su propia cientificidad y en esta búsqueda angustiosa del reaseguro, adopta con complacencia los
signos más llamativos y a menudo más ingenuos de la legitimidad científica...La manía metodológica
o el gusto apresurado por los últimos refinamientos del análisis componencial...asumen la misma
función ampulosa que el recurso de las denominaciones prestigiosas o la adhesión deslumbrada por
los instrumentos mejor construidos, para simbolizar la especificidad del oficio y su cualidad científica,
ya se trate del cuestionario o del ordenador.” (Bourdieu-Chamboredon-Paseron, 1973)
La idea que planteo es repensar este tema entendiendo que la configuración de un método es
una mediación que se basa en un entramado de supuestos, en que clara o difusamente se inscribe el
trabajador social, en el marco de las diferentes corrientes teóricas que atraviesan esta disciplina,
como una más de las Ciencias Sociales. En este sentido, me inscribo en la perspectiva que plantea
que referirse al método remite a preguntas teóricas y epistemológicas, a los supuestos que los
sustentan (teóricos, ideológicos y éticos). Es, en todo caso, pensar desde que matriz referencial, o
régimen de la mirada, accedo a ese aspecto de la realidad que es necesario indagar y desde el que
tengo que actuar. Esta consideración da cuenta de la no existencia de un concepto unívoco de
método, sino que el mismo es entendido de distintas maneras conforme al sistema conceptual que le
confiere sentido. Por lo tanto podemos plantear al método como una estrategia que se sigue para
abordar un recorte de lo real (objeto, fenómeno, situación) desde una perspectiva teórica –
epistemológica que establece los criterios de selección y construcción de técnicas y procedimientos

6
específicos teniendo en cuenta las características particulares y la forma, también particular en que
ha de ser abordado.
La intervención profesional, en tanto trabajo, quehacer o práctica específica que intenta
generar algún tipo de transformación o modificación en relación con la situación que le es presentada,
se expresa en una construcción metodológica, en un conjunto de mediaciones que darán cuenta de la
intencionalidad de transformación y de sus comos particulares.
Método, se plantea entonces, como esa mediación entre teoría y realidad, que no se define a
priori, como dispositivo de axiomas y reglas a seguir, sino y fundamentalmente como construcción.
Los supuestos a los que aludimos funda el paradigma en el que, según Alberto Parisí, “...sea cual
fuere nuestra postura teórica explícita, siempre por debajo de la misma estamos determinados por un
modelo, matriz o paradigma teórico, en el cual -clara o difusamente- estamos inscriptos.”6 Se trata de
hacer explícitos vía reflexión, como planteáramos en párrafos anteriores, aquellos supuestos que en
forma silenciosa a decir de Gouldner, acompañan, en este caso, la construcción del método en
Trabajo Social.
Dada la importancia de este aspecto, y de la ambigüedad con que ha sido tratado en la historia
de nuestra profesión, es que sostenemos la centralidad de la matriz conceptual en Trabajo Social.
Entendemos por matriz conceptual a aquella constelación de categorías teóricas generales y
particulares que fundamentan una disciplina y la intervención profesional. La matriz conceptual (tema
pendiente en la disciplina) opera como condición de posibilidad de la construcción de mediaciones
conceptuales que va configurando el campo problemático de intervención. El campo problemático,
así planteado, es comprendido como la construcción conceptual, producto de la tensión entre
categorías teóricas y empiria, que recorta y focaliza la intervención profesional, desde el cual se
definen las diferentes estrategias de acción. Ahora bien, como argumenta Margarita Rozas, esta
construcción de los campos problemáticos, no debe ser visto como un proceso endógeno, un proceso
que se resuelva al interior de la disciplina, sino como una construcción que exige “...mediaciones en
vínculo con las nuevas condiciones de reproducción material, social y simbólica por las que
atraviesan los sujetos sociales en su vida cotidiana...”7, dicho en otras palabras, en relación a la
cuestión social como expusiéramos mas arriba. Matriz conceptual, realidad, campo problemático, se
convierten en dimensiones específicas (o centrales) del proceso metodológico. Las categorías de la
matriz conceptual interpelan la realidad (la cuestión social) y remiten la construcción del campo
problemático de intervención. Cada escenario particular (institución u organización desde la cual
intervenimos profesionalmente) otorgará los sesgos a ese proceso de intervención y los modos de
abordar las modificaciones o transformaciones del campo problemático.
Desde estas consideraciones sostenemos la idea de construcción metodológica, es decir el
delineamiento de una estrategia en la perspectiva de trayectoria global, en función de una
intencionalidad, en que cada momento o coyuntura de trabajo se deberá replantear de acuerdo a los
presupuestos orientadores, al recorte de lo real, en el marco de un contexto global.

6
PARISI, Alberto “Paradigmas teóricos e intervención profesional” Mimeo Departamento de Investigación de la Escuela de
Trabajo Social de Córdoba UNC. Córdoba 1993
7
ROZAS, Margarita “Algunas reflexiones sobre la cuestión social y el campo problemático en Trabajo Social” Revista
Escenarios Nº 3 Escuela Superior de Trabajo Social UNLP La Plata 1997
7
Técnicas e instrumentos en la intervención de los trabajadores sociales:
La perspectiva epistemológica que hemos discutido implica rever y analizar el tema de las
técnicas e instrumentos. Esta revisión, en el contexto de desarrollo que estamos realizando, será
realizada recuperando las corrientes que han estructurado la construcción de conocimientos en
ciencias sociales, y el impacto de las mismas en el propio Trabajo Social.
La corriente empiricista otorga a las técnicas la garantía de revelar la realidad tal cual es y por
lo tanto la validez de las conclusiones a las que se arriben. De este modo ellas se cristalizan como
instrumentos neutros o intercambiables en las que se deposita la confiabilidad del dato. El
investigador se enfrenta al objeto por conocer, desprovisto de teorías (es una tábula rasa), la
observación sistemática permitirá recolectar la información de la cual inferirá las leyes
correspondientes. Este enfoque que atravesó fuertemente al Trabajo Social, encubre que todo sujeto
porta representaciones sobre el mundo, prejuicios y prenociones que constituyen, de alguna manera
explicaciones sobre la realidad. Esta "carga" simbólica acompaña el acto mismo de indagación y
opera como una suerte de copartícipe silencioso, como plantea Gouldner, sesgando la pretendida
neutralidad de la observación en particular y de las técnicas en general. En un ángulo opuesto,
encontramos al formalismo o apriorismo, que define la producción de conocimientos a partir de leyes
generales (la "gran teoría"), desde las cuales se pueden desprender hipótesis acerca de la realidad.
Las técnicas, en esta concepción, son dispositivos que operacionalizan el encuentro con el objeto a
conocer (la referencia empírica) y que permitirán la corroboración o rechazo de esas hipótesis. En
Trabajo Social este posicionamiento se manifiesta en “la aplicación de teorías”. Entre otros lugares
desde los cuales es posible construir el conocimiento, encontramos la lógica dialéctica, que plantea
que el conocimiento de la realidad es posible poniendo en tensión categorías teóricas y referencias
empíricas. Es el diálogo entre teoría y empiria, para decirlo con otras palabras, el que establece las
condiciones de construcción del conocimiento. Siguiendo esta postura, el bagaje técnico que opera
como herramientas para acceder al conocimiento de lo real, se entiende, como dice Pierre Bourdieu
“como teorías en acto”8, y por lo tanto su selección y construcción están inscriptas en el contexto
teórico que guía, en este caso, la práctica profesional, de acuerdo al referente empírico (la demanda
de intervención).
En Trabajo Social, las técnicas e instrumentos de intervención no difieren de las que se usan
en las demás disciplinas sociales, sino que dependen de las corrientes teórico – epistemológicas en
que se inscribe la práctica profesional, y de la resignificación en función de las particularidades de la
profesión. Además, la mayoría de las técnicas tienen su punto de semejanza con las que se utilizan
en la investigación social, fundamentalmente las que indagan desde una lógica cualitativa, difiriendo
en su objetivo central: la intervención, que conlleva, como planteáramos en otros párrafos, la cuestión
del conocimiento, pero desde una dimensión diferente a la investigación. Visto de esta manera, el
bagaje instrumental se convierte en un conjunto de herramientas mediadoras, que permiten conocer,
desde una situación de encuentro con otros, en el marco de una relación social. En otras palabras, las

8
BOURDIEU Y OTROS “El oficio del sociólogo”. Siglo XXI. 15ª edición. México. 1993
8
técnicas e instrumentos mediatizan el diálogo de las categorías teóricas y los supuestos del
profesional con los sujetos y la significación de su mundo social.
Si coincidimos en que la mirada particular del Trabajo Social se dirige a los obstáculos y
conflictos que presentan ciertos sujetos para dar respuesta a sus necesidades, sean éstas materiales
o simbólicas, o dicho con otra manera, para garantizar su producción y reproducción social, el uso de
las técnicas tendrá como papel central capturar la particularidad con que se expresan esos obstáculos
y conflictos en relación con las condiciones de vida. Si por otra parte reconocemos al "otro" de la
relación profesional como sujeto capaz, con potencialidades, productor de significaciones sobre su
modo de vida, el uso de las técnicas merecerá especial atención ya que se convertirán (o no) en
expresión del respeto hacia ese otro. Desarrollaremos a continuación algunas herramientas de uso
cotidiano por los profesionales del Trabajo Social, desde la perspectiva planteada.

* Observación:
Esta técnica puede ser entendida como considera Miguel Beltrán Villalva como “... herramienta
inmediata de producción de datos relativos al comportamiento verbal y no verbal de individuos y
grupos en determinadas situaciones, con objeto de inferir conclusiones sobre estructuras,
instituciones o procesos sociales. Este autor otorga la adjetivación de inmediata ya que no requieren
de instrumentos (cuestionario por ejemplo), sino que el investigador entra directamente en contacto
con lo observado9. En este sentido, la observación puede ser usada como una técnica principal de
producción de conocimientos, o como herramienta complementaria de otros dispositivos (el caso de la
observación durante una entrevista que permite la contextualización de la producción del discurso del
entrevistado). La observación es fundamentalmente una interrogación de la realidad, y de uno mismo
como observador. Permite recuperar conocimiento de hechos, situaciones de la realidad en la que
actuamos, desde un mirar intencionado.
En esta consideración aparecen dos aspectos para tener en cuenta: la interrogación y la
intención, aspectos que se relacionan y condicionan mutuamente. Cuando hacemos referencia a la
interrogación estamos haciendo mención al carácter de pregunta, de apertura a lo desconocido, tanto
de la situación que observamos como de nuestras propias pre- nociones. A manera de ejemplo, si
estamos frente a una persona que solicita determinado servicio, y de pronto se queda callada, la
observación como interrogación sería ¿por qué calla? ¿qué me obstaculiza o facilita a mí esta
actitud? La idea de intención en la observación, está referida a que, como profesionales centramos la
mirada hacia los aspectos pertinentes a la situación en la que estamos interviniendo, desde claves
conceptuales. Por este motivo tiene un sentido construido, pero advertimos, no cerrado. Si estoy
interviniendo, por ejemplo, en una situación de adolescentes con problemas de convivencia barrial,
prestaré atención a las relaciones que se establecen en el barrio, los lugares de reunión (quiénes,
cuando), entre otras cosas. Me guiarán conceptos como el de pertenencia, como el de conflictos
intergeneracionales, proceso de socialización. Estas nociones teóricas contienen ese "sentido
construido", pero no tienen el carácter de corroboración, o aplicación. Es justamente aquí, en la idea

9
BELTRAN VILLALVA, Miguel “Perspectivas sociales y conocimiento”. Editorial ANTHROPOS – Universidad Autónoma
de México. Barcelona. 2000.-
9
de que las categorías o conceptos desde los que inscribimos y otorgamos intención a la observación
no son cerrados, donde se enlaza la interrogación. En síntesis, es la interrogación la que me permite
repensar los conceptos, y desencadenar nuevas observaciones. Otra de las dimensiones relevantes
para destacar en esta técnica es que aunque la vista tenga relevancia, en el acto de observar, todos
los sentidos se ponen en juego. Al observar se va construyendo a nivel del pensamiento, una
reproducción de los aspectos que se focalizan, donde los demás sentidos participan activamente: de
esta forma también interviene el olfato, el oído, el tacto, el gusto. (No ofrece la misma imagen un
arroyo transparente, que uno contaminado, del que emanan olores nauseabundos). Los sentidos
están formados socialmente; el modo en que hemos ido incorporando los conceptos de bueno y malo,
feo y bello, correcto e incorrecto, a partir de la educación familiar, escolar, entre otras instancias
socializadoras, se expresa en nuestros sentidos. De esta manera, en esa representación que se va
elaborando mentalmente a partir de la observación, se cuelan juicios de valor. Esta cuestión es
legítima en tanto como humanos que somos los sujetos profesionales no podemos desmontarla,
eliminar esta manifestación, lo que sí hace a una actitud profesional es poder reflexionar sobre esto y
discernir acerca de los propios parámetros de vida y las significaciones de otros modos de vida. La
"vigilancia" pasa por comprender el contexto de producción de significación y la permanente actitud
reflexiva sobre nuestra matriz de aprendizaje, las categorías teóricas y el sentido común que nos
permean. De no mediar esta reflexión constante, es posible que la observación quede sesgada por
connotaciones valorativas más propias del sentido común que de un profesional que intenta dar
cuenta de una situación.
El producto de esa observación no son sólo “datos” para llenar una ficha, confeccionar un
informe, un cuaderno de campo, sino que me dan pistas para conocer, por lo que cada observación
desencadena preguntas, otras búsquedas, tanto empíricas como teóricas para la construcción de
mediaciones conceptuales y la propuesta de alternativas de acción.
De este modo, la observación como técnica, surge como elección racional que realiza un
profesional, de acuerdo a la matriz epistemológica que sostiene las estrategias metodológicas, donde
el cuerpo categoría y los objetivos propuestos actúan como productores de la observación (qué se
observa y para qué).

* Entrevista:
En general se define como conversación entre dos personas por lo menos, en la cual una es el
entrevistador y los demás, los entrevistados. Se dialoga acerca de un tema teniendo en cuenta ciertos
objetivos. Rosana Guber plantea que “... (la entrevista)... entendida como relación social a través de
la cual se obtienen enunciados y verbalizaciones, es además, una instancia de observación; al
material discursivo debe agregarse la información acerca del contexto del entrevistado, sobre sus
características físicas y su conducta...”10. Con esta técnica se profundiza en el conocimiento de una
situación, pero al ser un diálogo, se constituye en una interacción. Es por ello que en toda entrevista
se produce una transmisión mutua de información, de confianzas, de búsqueda conjunta de
alternativas para dar respuesta a los temas o conflictos en cuestión.

10
GUBER, Rosana “El salvaje metropolitano” Legasa. Bs. As. 1991
10
Existen muchas variantes de entrevistas, según la intencionalidad de la intervención,
problemática que se aborda, naturaleza disciplinar. Esto significa que deberán ser recreadas y
construidas a tales efectos. Se conocen en Ciencias Sociales, entre otras, las entrevistas dirigidas:
son las que se aplican a través de cuestionarios pre-establecidos; las semi-estructuradas: focalizadas
en una temática; las entrevistas dinámicas: orientadas a la interpretación socio sicológica, la
entrevista etnográfica o no directiva: desde las cuales se intenta reconstruir la producción de sentido
de los sujetos (usada fundamentalmente en la antropología). En términos generales y recordando la
necesidad de la resignificación de esta técnica de acuerdo a la intencionalidad y especificidad
profesional, podemos plantear algunas consideraciones en el uso de la misma para el Trabajo Social:
Si aceptamos que en la entrevista se produce un espacio de interacción, resulta significativo
recuperar algunos aportes teóricos al respecto. Antonhy Giddens considera que en la constitución de
una interacción aparecen tres aspectos: “... su constitución con carácter significativo, su constitución
como un orden moral y su constitución como la operación de relaciones de poder".11 En toda
interacción existe un interés constante y una capacidad para descubrir modos de compresión de la
conducta del otro, de allí el carácter significativo. Guber dice "... si admitimos que los universos
culturales (el modo en que un grupo de personas aprendió a ver, oír, hablar, pensar y actuar en su
mundo social) son por definición metodológica, desconocidos de antemano por el investigador, aún
cuando aparezcan en formas de términos y modos familiares, el acceso a ese mundo social debería
tener en cuenta, por un lado, el proceso de conocimiento del investigador, y por el otro, la
construcción de recursos técnicos que contemplen tanto la reflexibilidad del investigador como la de
los informantes".
Como sujetos utilizamos, para crear y sostener encuentros el "conocimiento mutuo", aquel, en
el que según Giddens, los actores suponen que los otros poseen, por lo que un entrevistador deberá
realizar un esfuerzo por captar la producción de significación de acuerdo al contexto, desde este
encuadre formulará sus preguntas y recepcionará las respuestas. Desde esta perspectiva se puede
apreciar la centralidad del lenguaje en la entrevista, sin que esto signifique reducir la cuestión a la
palabra o a lo verbal. El lenguaje, afirma Irene Vasilachis de Gialdino12 es a la vez recurso y forma de
creación y reproducción del mundo social, es un mecanismo a través del cual se construyen, pero
también se consolidan, las relaciones sociales. Expresa así aspectos de la forma de dominación
imperante en una sociedad. Los códigos que se utilizan tienen fuerza normativa, establecen reglas,
instituyen comportamientos, atribuyen identidades. La comunicación cara a cara no puede estudiarse
adecuadamente sólo con la transcripción de palabras: lo que una persona dice tiene carácter auditivo
y visual. La expresión corporal, los silencios, los tonos, las pausas, entre otras manifestaciones,
forman parte del mensaje.
En cuanto a la interacción como orden moral, Giddens explicita que los elementos normativos
tienen que ser tratados como una serie de "pretensiones", cuya realización es contingente en

11
GIDDENS, Antonhy "Las nuevas reglas del método sociológico" Amorrortu. Bs. As. 1993
12
Forni, Floreal y otros. “Métodos Cualitativos II. La Práctica de la investigación.¨. Centro Editor de America Latina. Bs. As.
1992. -

11
relación con la actualización exitosa de las obligaciones mediante las respuestas de los otros
participantes. Una pretensión normativa puede ser reconocida como obligatoria, no porque un actor al
que se aplica como obligación acepte tal obligación como un compromiso moral, sino, porque prevé y
quiere evitar las sanciones que le serán aplicadas en caso de falta de cumplimiento.
Esta consideración adquiere relevancia en la intervención del Trabajador Social,
fundamentalmente cuando las entrevistas no son solicitadas por las personas, y los motivos de las
mismas tienen que ver con "aparentes transgresiones al modo de vida instituido como normal". Las
respuestas que recibimos en ciertos casos deben ser analizadas en este contexto, el sí o el no puede
no estar relacionado con una convicción, sino con una estrategia para no ser sancionado.
Este encuentro con el otro, mediado por la entrevista, debe ser considerado por el profesional,
además, como lugar donde se ponen en juego las representaciones sociales. ¿Qué creen los
entrevistados que es un Trabajador Social? ¿Qué se le atribuye como rol profesional? ¿Qué lugar se
le da? ¿Cómo se lo vincula al poder? ¿A quién representa? En relación con esto último y al tema del
poder en la interacción, es conveniente decir que el mismo puede ser entendido en función de los
recursos o facilidades que los participantes aportan y movilizan en esa producción. El profesional
tiene el "poder" en una entrevista de generar una relación de dominación, o de libertad y respeto
hacia el otro.
Hasta aquí hemos tratado ciertos aspectos conceptuales que consideramos no agotados, pero
que nos pueden guiar tanto en la preparación de una entrevista como en el acto mismo de su
realización.
En síntesis, según el proceso metodológico, las entrevistas se montarán teniendo en cuenta los
objetivos, el lugar del otro (su propio contexto de significación), nuestro lugar como profesionales
(espacio de poder) y la situación que se aborda en ella. De este modo, entendiendo esta técnica
como relación social, podremos construir guías para el diálogo, respetar los tiempos, lograr lo que
Habermas denomina racionalidad comunicativa, que lleva a un entendimiento por vía argumentativa y
no persuasiva. Según este autor, en la persuasión o comunicación estratégica se ejerce la violencia a
partir de pretensiones de poder, haciendo valer las competencias desiguales que presentan los
agentes en el acto comunicativo.

* La historia de vida:
La historia de vida es una técnica que se usa fundamentalmente en investigación cualitativa, ya
que trata de recuperar, desde la perspectiva del actor, la significación que él mismo le otorga a su
experiencia. Esta herramienta ha sido construida por los sociólogos y antropólogos tomando como
insumo los modos en que los trabajadores sociales norteamericanos organizaron su intervención en
las primeras décadas del siglo XX, particularmente “el caso social individual” de Mary Richmond, y
sale a la luz con la llamada Escuela de Chicago (Thomas, Park, Znaniecki). Actualmente diferentes
disciplinas sociales hacen uso de la misma. Veremos algunas definiciones para comprender su
perspectiva (ya que existen diferentes modos de interpretación sobre ellas) y al posibilidad de
resignificación para Trabajo Social. Leo Simmones “Una historia de vida es el detallado relato del
comportamiento de un individuo en su entorno”. John Dollard: “Es una sección longitudinal de una

12
cultura”. Langness: “la historia de vida hace referencia a un extenso registro de la vida de una
persona como es presentada tanto por la persona misma como por otra o por ambas, y ya sea escrita
por el protagonista u obtenida por entrevistas, o por ambos medios”. Daniel Bertaux retoma a Norman
Denzin haciendo la diferencia entre “relato de vida” (life stories) e “historia de vida” (life histories). El
relato de vida es la historia contada tal y como la ha vivido el individuo. La historia de vida es un
estudio sobre una persona determinada, incluyendo no solo su propio relato, sino también otra clase
de documentos: historia clínica, expedientes judiciales, test psicológicos, testimonios de allegados.

Desde esta última distinción pareciera que el contenido que se le otorga a historia de vida sería
más propicio para la intervención de los trabajadores sociales. No obstante esto, creo importante
incorporar el concepto de “trayectoria de vida”, como más pertinente a nuestra especificidad. Una
trayectoria sería en este caso la recuperación del modo en que un sujeto (individual o colectivo) ha
construido su vida, tomando como eje la situación que se encuentra como foco de atención (en todo
caso, “el problema”). La recuperación de una trayectoria de vida permite al trabajador social no sólo
recuperar la “perspectiva del actor”, en tanto forma de ver e interpretar el mundo, sus conflictos, las
significaciones sobre los acontecimientos que marcan su vida en relación con la situación que se está
trabajando, sino que el curso de las entrevistas para realizar esa reconstrucción ofrecerá las
condiciones para que ese “otro” repiense su propia existencia. Es necesario resaltar que no se trata
de un centramiento psicológico, sino de una perspectiva claramente social, donde los aportes
interdisciplinarios serán seguramente significativos. Trabajo Social, desde el uso de esta técnica
puede recuperar el modo en que los otros “habitan el mundo” y en la comprensión de esa forma de
habitarlo tendrá los elementos para realizar propuestas coherentes. Por cierto, recorrer el modo de
habitar la vida permite recuperar temporalidades (aunque sean provisorias), aporta a identificar
conjuntamente los “zócalos” a decir de Castel, esos soportes materiales y simbólicos que inscriben de
tal manera que permiten la propiedad de sí13 . Este autor considera soportes a condiciones objetivas
de posibilidad, dice él “… es la capacidad de disponer de reservas que pueden ser de tipo relacional,
cultural, económica, etc. y que son las instancias sobre las que puede apoyarse la posibilidad de
desarrollar estrategias individuales…”14. Desde estas instancias, individuales, pero también más
colectivas, el recurso es la “rememoración” una forma de reconstruir las trayectorias que permite
ubicar lugares de inscripción social, reconocer así la genealogía de las situaciones o problemas no
sólo subjetivas sino también sociales o colectivas. Quizás en esas reconstrucciones, suerte de
actualización del modo de habitar la vida, se hagan presentes otras denominaciones para las mismas.
Está claro que cada situación, cada tema, incluso las condiciones de vida de los sujetos sesgarán los
modos de abordar de esta manera las entrevistas, tanto como que para algunas circunstancias sea
aconsejable formas interdisciplinarias. Como toda técnica el profesional deberá evaluar la importancia
de su utilización según la situación y construir los instrumentos pertinentes que permitan la
recuperación.

* El informe social:

13
CASTEL, R y Claudine HAROCHE (2003) Propiedad privada, propiedad social, propiedad de sí mismo. Conversaciones
sobre la construcción del individuo moderno. Rosario. Homo Sapiens Ediciones.
14
CASTEL, R. Op. Cit. (Pp. 19)
13
Presente en la práctica de los profesionales desde siempre, el informe como otras tantas
mediaciones de nuestra intervención ha tendido a ser rutinizado y por lo tanto naturalizado, llegando a
veces a ser reducido a un mero trámite administrativo. La oportunidad de debatir en torno a él en
forma rigurosa, alejados de una perspectiva instrumentalista seguramente nos permitirá recolocarlo
en el lugar estratégico que sin lugar a dudas porta, por lo menos desde una forma de entender a la
intervención profesional.
- Derivaciones desde el concepto:
Sin pretender caer en cuestiones obvias -o justamente porque toda obviedad pierde las
posibilidades de problematización- vale decir que el término “informe” proviene de informar, que
etimológicamente refiere a “enterar/instruir”, y también a “dar forma a una cosa”. De esta manera el
informe expresa por una parte una intención de comunicación, definiendo tácitamente la presencia de
un receptor al que se pretende poner en conocimiento de “algo” (un informe siempre es para alguien,
un “otro, sea individual o colectivo). Pero a la vez también habla de una producción, de un sujeto
(emisor) que construye un texto sobre determinada situación. Si de dar a conocer se trata, y a partir
de una producción escrita, todo informe se constituye entonces en un “acto de intervención”, en tanto
opera como un instrumento que juega algo del orden de la modificación, y reconocido como informe
social, notoriamente se convierte en una de las instancias de legitimación profesional. Ahora bien, los
dos aspectos enunciados y que configuran el nudo significativo del informe han sido incorporados al
interior de la profesión en forma diferente poniendo de manifiesto concepciones acerca de ella misma.
Por una parte, colocado el énfasis en la dimensión de informar que el concepto presenta, el
informe se ha tornado para la práctica de no pocas instituciones, más como requerimiento externo
que como parte constitutiva de nuestra intervención. Así es posible observar una marcada tendencia
por considerarlo un requisito institucional, llegando a constituirse en instrumento de evaluación de
nuestro trabajo por parte de "otros". La lógica de la "eficacia y eficiencia" de las instituciones formales
ha llegado incluso a definir, el buen o mal desempeño de un trabajador social según la cantidad de
informes que realiza: eficientismo que ha llevado en muchos espacios a reducir el informe a meras
fichas o formularios que se llenan a manera de encuestas: el "socioeconómico" o la "ficha social", en
detrimento del aspecto de la construcción de los contenidos. Este escenario sin dudas está recorrido
por las representaciones que unos y otros tienen acerca de la disciplina y la forma como estamos
construyendo nuestro espacio profesional. Se desliza aquí el carácter subalterno o de “auxiliaría” que
le fuera asignado a la profesión en la división socio técnica del trabajo en sus inicios.
Por otra parte, desde concepciones acerca de Trabajo Social que rechazan estos mandatos, se
observa una tendencia a minimizar el informe, privilegiando lo que se ha dado en llamar la “tradición
oral” de la profesión. En este caso no se está recuperando el lugar de la construcción de los
contenidos como texto y su potencia como “acto de intervención”, desdibujando así la posibilidad de
inscribir en forma documentada otra forma de concebir la profesión.
- El informe social como mediación constitutiva de la intervención:
Ya en otras oportunidades he planteado a la intervención profesional como una construcción
que bien puede ser considerada como una estrategia que se despliega en relación a una situación
llamada a ser comprendida/explicada/denominada/transformada. En tanto estrategia supone una

14
conjugación de aspectos teóricos, éticos, políticos y procedimentales que marcan la particularidad de
un ejercicio profesional, en este caso, de Trabajo Social.
El informe social entonces estará inserto como decisión del profesional en el curso de la
estrategia de intervención y dependerá del modo en que será articulado el proceso de
comprensión/explicación/denominación/ transformación, en relación con la situación sobre la que
pesa la misma intervención profesional. En este sentido, condensa en un momento determinado el
encadenamiento de un curso de acción que se plasma en una producción escrita.
Desde estas postulaciones podemos realizar algunas consideraciones a los efectos de seguir
desentrañando el tema que nos ocupa.
* Producción escrita:
Ya hemos advertido acerca de esa tradición de oralidad que marca una tendencia en Trabajo
Social y que se ha convertido en una especie de mito profesional15, situación que decididamente
debemos revisar si aceptamos y asumimos que el informe social es uno de los aspectos constitutivos
de la intervención profesional.
a.- Respecto de la construcción de un texto:
En esta línea los esfuerzos se encaminan a reconsiderar la construcción de sus contenidos
como un “dar forma” en base a las argumentaciones teóricas que sostienen dicha construcción. En
otras palabras, un informe social se constituye en un “texto” que da cuenta del proceso de
intervención en clave de comprensión/explicación y particularmente la “denominación” de la situación
abordada. Esto quiere decir que el modo en que “nombremos” otorgará visibilidad a ciertos aspectos y
dejará en conos de sombras a otros, lo que significa una posibilidad inmejorable para dar cuenta de
las problemáticas objetos de intervención. Por otra parte un informe se encadena y debe presentar
coherencia con el arsenal desplegado en el proceso de intervención (entrevistas, observaciones,
historias de vida, análisis documental, etc.).
Sin desconocer que en ciertas instituciones o ámbitos, como por ejemplo la justicia, existen
exigencias incluso legales para la presentación de los informes, de acuerdo a la situación y según el
momento en que se encuentra el proceso de intervención, informar que no es posible presentar un
informe social debidamente argumentado, es parte de la responsabilidad profesional.
En este sentido siempre deberá estar presente el “para qué” de un informe, en tanto el
momento de presentación, a quién estará dirigido y cuales serán los contenidos es una decisión
profesional.
b.- Respecto de los contenidos:
Los contenidos responden al “qué”, enmarcados en la temática/problemática sobre la que se
trabaja y en los efectos que esperamos provocar. La reflexión ética adquiere un lugar preponderante
aportando al discernimiento para identificar cuáles son los aspectos necesarios a incorporar, qué
información es relevante y por qué. Más aún los contenidos de ciertos informes deberían ser
consensuados con las personas involucradas. El profesional según lo que ya hemos considerado

15
Sobre el tema de la “tradición oral” que cruza a Trabajo Social y un cuestionamiento ver ALYWIN, Nidia, Alicia FORTES
y Teresa MATUS La reinvención de la memoria. Indagación sobre el proceso de profesionalización del Trabajo Social
Chileno 1925-1965. Pontificia Universidad Católica de Chile. Facultad de Ciencias Sociales. Escuela de Trabajo Social,
Santiago de Chile, 2004. Una indagación acerca del mismo tema se encuentra en preparación con mi autoría.
15
debe plantear, cuando y para que se elabora un informe, teniendo en cuenta la particularidad de la
situación que se nos presenta, y el encuadre institucional. En este marco, está íntimamente ligado a
todo el bagaje teórico, técnico e instrumental que el profesional construye para desarrollar su
accionar: categorías teóricas- conceptos, observación, entrevistas, registros, etc. Además, las
particularidades (temáticas de trabajo, naturaleza institucional, modalidades de abordajes, momento
histórico), condicionan la modalidad del informe, en tanto contenido y forma. Esto significa que no se
puede estandarizar este instrumento. Un informe para gestionar un subsidio no tendrá las mismas
características que uno, cuyo objetivo sea posibilitar la vuelta al seno familiar de un menor
institucionalizado o aquel que plantee la decisión de un grupo de vecinos de comprar los terrenos
donde están viviendo. Cada uno de ellos será producto de acciones previas diferentes, que habrán
demandado tiempos diferentes y elaboraciones conceptuales singulares.
Por otra parte en cada informe social (desde este encuadre que presentamos) se juega o
puede ponerse en juego, los derechos de los sujetos involucrados en la acción profesional, derecho a
la alimentación, a la vivienda, tenencia de un hijo, procesos grupales –a la agremiación o afiliación-, o
situaciones institucionales. Debe entenderse entonces que este instrumento puede ser una
herramienta de defensa de los derechos humanos.
Por otra parte, el tema sobre el que se informa, en muchas ocasiones, tiene que ver con el
modo de vida de las personas, se habla de la intimidad: se desnuda a un sector social para demostrar
que “merece alimentarse”, por ejemplo. Desde esta perspectiva, un informe puede convertirse en el
instrumento de inspección y vigilancia por excelencia y por lo tanto de control social. Esta doble lógica
del informe es la que tiene que tener en cuenta el trabajador social como encuadre central que
nosotros llamamos ético-ideológico. Desde lo epistemológico, el momento del informe se convierte en
el momento de construcción teórica del objeto. Contiene un alto grado de conceptualización, y es la
síntesis (parcial o aproximativa) del proceso metodológico. En esta instancia, se pone en juego todo
el bagaje teórico, técnico e instrumental desplegado en la acción profesional: matriz conceptual,
información captada a través de las técnicas usadas, análisis realizados, registros utilizados, Bordieu
dice “... Un objeto de investigación, por más parcial y parcelario que sea, no puede ser definido y
construido sino en función de una problemática teórica que permita someter a un sistemático examen
todos los aspectos de la realidad puestos en relación por los problemas que le son planteados.”
En un informe social, tal como lo venimos planteando, también se juegan las formas de
nombrar y enunciar. Se puede convertir entonces, en un espacio donde se exprese de otro modo la
problemática social y a los sujetos que la manifiestan y de ese modo se juega la construcción del
discurso profesional que intenta instituir en la agenda pública el estatuto de las necesidades
sociales16. El contenido, entonces será ese producto, y el modo en que lo exponemos tendrá que ver
con los objetivos, la flexibilidad y la creatividad. ------------------------------------------------------------------------

16
AQUIN, Nora "La relación sujeto - objeto en Trabajo Social una resignificación posible" en "La especificidad del Trabajo
Social y la formación profesional". FAUATS. Editorial Espacio. Bs. As. 1996.
16

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