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A) Intervención Profesional
Dimensiones constitutivas y constituyentes. La relación Intervención Profesional y los procesos
sociales. Los trazos epistemológicos que marcaron (y marcan) la Intervención Profesional.
Concepto de Intervención Profesional. Intervención Profesional y legitimidad.
1
PARISÍ, Alberto “Paradigmas teóricos e intervención profesional”. Mimeo Departamento de Investigación de la Escuela de
Trabajo Social de la UNC. Córdoba 1993
2
CASTORIADIS, Cornelius “La institución imaginaria de la sociedad” Vol. I. Ediciones Tusquet 2da. De. Bs. As. 1993. El
autor define elucidación como el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan.
3
CARBALLEDA, Alfredo “El proceso de análisis y la intervención en Trabajo Social” Revista Escenarios Nº 2 Escuela
Superior de La Plata. UNLP 1997.
1
sujetos: la promoción de sus autonomías, o la cancelación de las mismas. (¿Sujetos de
asistencia?; ¿Sujetos de necesidades?; ¿Sujetos de derechos?; ¿sujetos de deseos?).
Dimensiones de la intervención:
Teórica epistemológica
Política (constitutiva en torno a los compromisos públicos y en la articulación de
las diferentes dimensiones de la realidad centrada en los derechos humanos)
Instrumental
Toda la intervención está atravesada de la reflexión ética
Para intervenir es preciso, entonces comprender por que /respecto de que / para que se actúa. De
este modo, siempre existe un anclaje teórico, en el cual es necesario exponer las visiones, las
categorías conceptuales desde donde se nombran los objetos y los sujetos involucrados en la
intervención. Por otra parte, el “respecto de que” intervenimos, no es una respuesta que nos da
directamente la realidad, tampoco una construcción a priori, es una construcción que realizamos en
relación con la comprensión de esa misma realidad.
En párrafos anteriores decíamos que la intervención tiene origen en la demanda, por lo tanto
comienza con un proceso de comprensión de la misma. Por lo general, los trabajadores sociales
consideramos que intervenimos sobre los problemas sociales. Esto amerita que pensemos este término
tratando de corrernos de la tendencia empiricista que nos acompaña, que nos hace creer la ilusión de
que el problema "está allí" como dato directo de la realidad, sin poder muchas veces reflexionar que lo
que se nos presenta es un conjunto de enunciados pre construidos por la cotidianeidad, necesarios de
desentrañar a fin de poder comprender realmente cual es el foco en el que intervenimos. En este
sentido la demanda debe ser comprendida/problematizada en relación con los procesos sociales más
generales.
2
Matriz para reflexionar sobre la intervención profesional:
Intencionalidad de la intervención
Fundamentos
Sujetos
Espacio / Tiempo
Cuestiones instrumentales
La intencionalidad de la intervención:
No hay intervención profesional sin intención, en tanto es ella la que nos plantea la pregunta del “para
qué” hacemos lo que hacemos. Es el horizonte de sentido que juega en términos generales, pero que a
la vez se recrea en cada una de las acciones que encaramos como profesionales. Junto a la
intencionalidad están los fundamentos, o en otras palabras la necesidad de hacer explícito el “por qué”
hacemos lo que hacemos. Si este por qué queda negado o soterrado, las acciones quedan sin
horizonte. La fundamentación refiere a la argumentación (explicación no sólo teórica, sino también
ética y política) sobre la elección de aquellas acciones que decidimos llevar adelante y de aquellas que
desechamos.
Los sujetos
Toda intervención profesional involucra sujetos, tanto a los de la acción profesional (que suelen ser
denominados de diferentes maneras), pero también otros sujetos profesionales, el personal de la
institución, los funcionarios políticos (éstos últimos siempre cruzan la intervención en tanto participan
desde algún lugar), y nosotros mismos como sujetos profesionales. Lo social en su complejidad no
puede ser abordado sólo por los trabajadores sociales, de mantener una posición unilateral es probable
que la intervención se diluya en la tensión omnipotencia/impotencia, frustrando a los profesionales,
impidiendo, además, dar cuenta de respuestas coherentes frente a la demanda de los sujetos. Es un
lugar común hablar de la intervención “con los otros”, pero no pocas veces subyace en ello una idea
romántica que nos torna impotentes ante los conflictos que de por sí conlleva el trabajo “con otros”.
Espacio/tiempo:
Esos dos conceptos que si bien también han sido objeto de discusiones teóricas en el campo científico
en otros momentos, hoy manifiestan una metamorfosis necesaria de explorar. La modernidad, o mejor
dicho, la ciencia moderna concibieron al tiempo y al espacio como factores exógenos constantes de la
realidad social, conformando parte de nuestro entorno natural.4 De esta manera la delimitación
temporal y espacial de, por ejemplo, un objeto de estudio, se efectúa en un contexto espacio-temporal
que aparece como telón de fondo, como historia preexistente. Guadalupe Valencia García critica esta
posición planteando “… (que) Las consecuencias teóricas y políticas de una concepción del tiempo y del
espacio —o mejor aún del complejo tiempo-espacio— como dimensiones constituyentes de la realidad
social no deben soslayarse. Dicha concepción se origina en el reconocimiento del carácter inacabado
de la realidad social misma que sólo puede analizarse en el marco de la permanente tensión entre la
historia acaecida y las historias posibles de ser construidas. Y que supone, también, la incorporación de
los sujetos — movimientos, actores, grupos, clases— como los verdaderos protagonistas de los
aletargados o vertiginosos tiempos de la historia5.
Desde estas consideraciones es que interesa mirar las coordenadas espacio/tiempo, entendiendo que,
tanto tiempo como espacio, han sido categorías poco incorporadas en el repertorio conceptual o quizás
naturalizadas. No obstante si nos detenemos a revisar la intervención profesional ellas se encuentran
siempre presentes, y quedan más explícitas al momento de preguntarnos por el cuando y el donde de
nuestras prácticas, o cuando hablamos de los “diferentes tiempos” –los institucionales, los de los
sujetos, los de los profesionales- aunque en general lo hacemos con el sentido al que alude Wallerstein.
Es probable que las fuertes mutaciones que hemos venido sufriendo como sociedad y las
4 Cfr. Wallerstein, Immanuel, "El espacio-tiempo como base del conocimiento", en: Análisis político, Instituto de Estudios Políticos y
Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Colombia, No. 32, sep/dic 1997, p.p. 3-15, p.4 citado en VALENCIA GARCIA,
Guadalupe “El tiempo social: una dimensión fundante” Ponencia XXII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS)
Concepción, Chile, 1999 (mimeo).
5 Ibidem.
3
interpelaciones que éstas nos plantean, pongan las condiciones para recuperar conceptualmente estas
nociones y así proponer otra corporeidad teórica a la propia intervención.
Respecto del tiempo: Ya planteamos el modo en que la ciencia moderna considera el tiempo, como
una temporalidad que expresaba cierta homogeneidad, y tal lo considerado para espacio, también se
están redefiniendo los procesos temporales. Observamos un aceleramiento del ritmo social y a la vez
vivimos en tiempos diferentes. En lo que hace a nuestra intervención esta dimensión aparece revestida
de lo que denominamos comúnmente “la urgencia”. Lo que en otros momentos podían considerarse
como situaciones particulares y hasta cierto punto aisladas o de excepción, hoy se convierte en lo
cotidiano. Como diría Benjamín, la “excepción es la regla”, en tanto las condiciones de vida de los
sujetos es una pura urgencia para amplias capas de la población. Por estas razones es que esta noción
necesita ser incorporada con espíritu crítico en la intervención profesional.
Por último estas dos dimensiones espacio/tiempo también están presentes en nuestra condición de
trabajadores materializadas en las formas de contratación: contratos de obra, de servicio (para
determinados trabajos por un tiempo determinado), cuestión también importante para repensar la
intervención profesional.
4
B) La Intervención Profesional como construcción: que, con quienes, para qué, por qué y cómo. El
pensar - comprender - decir - hacer como todo complejo. La inseparabilidad de una perspectiva teórica
respecto de las técnicas e instrumentos. La cuestión instrumental en la intervención profesional:
discusión epistemológica acerca de lo instrumental. La racionalidad instrumental y la racionalidad crítica.
c.- Las técnicas e instrumentos en Trabajo Social. Observación, entrevista, historias de vida, registro
(personal, institucional), informe. Otras técnicas e instrumentos. Selección de técnicas e instrumentos,
construcción de técnicas e instrumentos.
El tema del método en Trabajo Social ha sido uno de los nudos históricos, desde Mary Richmond en
adelante, alcanzando en determinados momentos picos de debate de gran riqueza. Visto desde otra
perspectiva, creo que en muchos momentos la discusión sobre este aspecto veló otros análisis,
necesariamente previos, que permitieran pensar de otra manera a la profesión, y arribar a la cuestión
metodológica como consecuencia lógica y no fragmentaria.
Se podría agregar que tal desvelo puede ser producto de la lucha por la disciplina en demostrar su
“estatus” como tal dentro del campo de las Ciencias Sociales, desde la ilusión del método propio
tomando como referencia los cánones epistemológicos vigentes o hegemónicos. Resulta interesante
ilustrar esta reflexión con las consideraciones que se realizan en “El oficio del sociólogo”, acerca del
mismo tema en relación con los sociólogos: “...la relación que cada sociólogo mantiene con la imagen
de cientificidad de su propia práctica debe al propio campo de conjunto en el cual se cumple: una
ciencia preocupada por su reconocimiento científico se interroga sin cesar sobre las condiciones de su
propia cientificidad y en esta búsqueda angustiosa del reaseguro, adopta con complacencia los signos
más llamativos y a menudo más ingenuos de la legitimidad científica...La manía metodológica o el gusto
apresurado por los últimos refinamientos del análisis componencial...asumen la misma función
ampulosa que el recurso de las denominaciones prestigiosas o la adhesión deslumbrada por los
instrumentos mejor construidos, para simbolizar la especificidad del oficio y su cualidad científica, ya se
trate del cuestionario o del ordenador.” (Bourdieu-Chamboredon-Paseron, 1973)
La idea que planteo es repensar este tema entendiendo que la configuración de un método es una
mediación que se basa en un entramado de supuestos, en que clara o difusamente se inscribe el
trabajador social, en el marco de las diferentes corrientes teóricas que atraviesan esta disciplina, como
una más de las Ciencias Sociales. En este sentido, me inscribo en la perspectiva que plantea que
referirse al método remite a preguntas teóricas y epistemológicas, a los supuestos que los sustentan
(teóricos, ideológicos y éticos). Es, en todo caso, pensar desde que matriz referencial, o régimen de
la mirada, accedo a ese aspecto de la realidad que es necesario indagar y desde el que tengo que
actuar. Esta consideración da cuenta de la no existencia de un concepto unívoco de método, sino que el
mismo es entendido de distintas maneras conforme al sistema conceptual que le confiere sentido. Por lo
tanto podemos plantear al método como una estrategia que se sigue para abordar un recorte de lo real
(objeto, fenómeno, situación) desde una perspectiva teórica – epistemológica que establece los criterios
de selección y construcción de técnicas y procedimientos específicos teniendo en cuenta las
características particulares y la forma, también particular en que ha de ser abordado.
La intervención profesional, en tanto trabajo, quehacer o práctica específica que intenta generar algún
tipo de transformación o modificación en relación con la situación que le es presentada, se expresa en
una construcción metodológica, en un conjunto de mediaciones que darán cuenta de la
intencionalidad de transformación y de sus comos particulares.
Método, se plantea entonces, como esa mediación entre teoría y realidad, que no se define a priori,
como dispositivo de axiomas y reglas a seguir, sino y fundamentalmente como construcción. Los
supuestos a los que aludimos funda el paradigma en el que, según Alberto Parisí, “...sea cual fuere
nuestra postura teórica explícita, siempre por debajo de la misma estamos determinados por un modelo,
matriz o paradigma teórico, en el cual -clara o difusamente- estamos inscriptos.”6 Se trata de hacer
explícitos vía reflexión, como planteáramos en párrafos anteriores, aquellos supuestos que en forma
silenciosa a decir de Gouldner, acompañan, en este caso, la construcción del método en Trabajo Social.
6
PARISI, Alberto “Paradigmas teóricos e intervención profesional” Mimeo Departamento de Investigación de la Escuela de
Trabajo Social de Córdoba UNC. Córdoba 1993
5
Dada la importancia de este aspecto, y de la ambigüedad con que ha sido tratado en la historia de
nuestra profesión, es que sostenemos la centralidad de la matriz conceptual en Trabajo Social.
Entendemos por matriz conceptual a aquella constelación de categorías teóricas generales y
particulares que fundamentan una disciplina y la intervención profesional. La matriz conceptual (tema
pendiente en la disciplina) opera como condición de posibilidad de la construcción de mediaciones
conceptuales que va configurando el campo problemático de intervención. El campo problemático, así
planteado, es comprendido como la construcción conceptual, producto de la tensión entre categorías
teóricas y empiria, que recorta y focaliza la intervención profesional, desde el cual se definen las
diferentes estrategias de acción. Ahora bien, como argumenta Margarita Rozas, esta construcción de
los campos problemáticos, no debe ser visto como un proceso endógeno, un proceso que se resuelva al
interior de la disciplina, sino como una construcción que exige “...mediaciones en vínculo con las nuevas
condiciones de reproducción material, social y simbólica por las que atraviesan los sujetos sociales en
su vida cotidiana...”7, dicho en otras palabras, en relación a la cuestión social como expusiéramos mas
arriba. Matriz conceptual, realidad, campo problemático, se convierten en dimensiones específicas (o
centrales) del proceso metodológico. Las categorías de la matriz conceptual interpelan la realidad (la
cuestión social) y remiten la construcción del campo problemático de intervención. Cada escenario
particular (institución u organización desde la cual intervenimos profesionalmente) otorgará los sesgos a
ese proceso de intervención y los modos de abordar las modificaciones o transformaciones del campo
problemático.
Desde estas consideraciones sostenemos la idea de construcción metodológica, es decir el
delineamiento de una estrategia en la perspectiva de trayectoria global, en función de una
intencionalidad, en que cada momento o coyuntura de trabajo se deberá replantear de acuerdo a los
presupuestos orientadores, al recorte de lo real, en el marco de un contexto global.
La perspectiva epistemológica que hemos discutido implica rever y analizar el tema de las técnicas e
instrumentos. Esta revisión, en el contexto de desarrollo que estamos realizando, será realizada
recuperando las corrientes que han estructurado la construcción de conocimientos en ciencias sociales,
y el impacto de las mismas en el propio Trabajo Social.
La corriente empiricista otorga a las técnicas la garantía de revelar la realidad tal cual es y por lo tanto
la validez de las conclusiones a las que se arriben. De este modo ellas se cristalizan como instrumentos
neutros o intercambiables en las que se deposita la confiabilidad del dato. El investigador se enfrenta al
objeto por conocer, desprovisto de teorías (es una tábula rasa), la observación sistemática permitirá
recolectar la información de la cual inferirá las leyes correspondientes. Este enfoque que atravesó
fuertemente al Trabajo Social, encubre que todo sujeto porta representaciones sobre el mundo,
prejuicios y prenociones que constituyen, de alguna manera explicaciones sobre la realidad. Esta
"carga" simbólica acompaña el acto mismo de indagación y opera como una suerte de copartícipe
silencioso, como plantea Gouldner, sesgando la pretendida neutralidad de la observación en particular y
de las técnicas en general.
Entre otros lugares desde los cuales es posible construir el conocimiento, encontramos la lógica
dialéctica, que plantea que el conocimiento de la realidad es posible poniendo en tensión categorías
teóricas y referencias empíricas. Es el diálogo entre teoría y empiria, para decirlo con otras palabras, el
que establece las condiciones de construcción del conocimiento. Siguiendo esta postura, el bagaje
técnico que opera como herramientas para acceder al conocimiento de lo real, se entiende, como dice
Pierre Bourdieu “como teorías en acto”8, y por lo tanto su selección y construcción están inscriptas en el
7
ROZAS, Margarita “Algunas reflexiones sobre la cuestión social y el campo problemático en Trabajo Social” Revista
Escenarios Nº 3 Escuela Superior de Trabajo Social UNLP La Plata 1997
8
BOURDIEU Y OTROS “El oficio del sociólogo”. Siglo XXI. 15ª edición. México. 1993
6
contexto teórico que guía, en este caso, la práctica profesional, de acuerdo al referente empírico (la
demanda de intervención).
En Trabajo Social, las técnicas e instrumentos de intervención no difieren de las que se usan en las
demás disciplinas sociales, sino que dependen de las corrientes teórico – epistemológicas en que se
inscribe la práctica profesional, y de la resignificación en función de las particularidades de la profesión.
Además, la mayoría de las técnicas tienen su punto de semejanza con las que se utilizan en la
investigación social, fundamentalmente las que indagan desde una lógica cualitativa, difiriendo en su
objetivo central: la intervención, que conlleva, como planteáramos en otros párrafos, la cuestión del
conocimiento, pero desde una dimensión diferente a la investigación. Visto de esta manera, el bagaje
instrumental se convierte en un conjunto de herramientas mediadoras, que permiten conocer, desde
una situación de encuentro con otros, en el marco de una relación social. En otras palabras, las técnicas
e instrumentos mediatizan el diálogo de las categorías teóricas y los supuestos del profesional con los
sujetos y la significación de su mundo social.
Si coincidimos en que la mirada particular del Trabajo Social se dirige a los obstáculos y conflictos que
presentan ciertos sujetos para dar respuesta a sus necesidades, sean éstas materiales o simbólicas, o
dicho con otra manera, para garantizar su producción y reproducción social, el uso de las técnicas
tendrá como papel central capturar la particularidad con que se expresan esos obstáculos y conflictos
en relación con las condiciones de vida. Si por otra parte reconocemos al "otro" de la relación
profesional como sujeto capaz, con potencialidades, productor de significaciones sobre su modo de
vida, el uso de las técnicas merecerá especial atención ya que se convertirán (o no) en expresión del
respeto hacia ese otro.
Desarrollaremos a continuación algunas herramientas de uso cotidiano por los profesionales del
Trabajo Social, desde la perspectiva planteada.
Observación:
Esta técnica puede ser entendida como considera Miguel Beltrán Villalva como “... herramienta
inmediata de producción de datos relativos al comportamiento verbal y no verbal de individuos y grupos
en determinadas situaciones, con objeto de inferir conclusiones sobre estructuras, instituciones o
procesos sociales. Este autor otorga la adjetivación de inmediata ya que no requieren de instrumentos
(cuestionario por ejemplo), sino que el investigador entra directamente en contacto con lo observado9.
En este sentido, la observación puede ser usada como una técnica principal de producción de
conocimientos, o como herramienta complementaria de otros dispositivos (el caso de la observación
durante una entrevista que permite la contextualización de la producción del discurso del entrevistado).
La observación es fundamentalmente una interrogación de la realidad, y de uno mismo como
observador. Permite recuperar conocimiento de hechos, situaciones de la realidad en la que actuamos,
desde un mirar intencionado.
En esta consideración aparecen dos aspectos para tener en cuenta: la interrogación y la intención,
aspectos que se relacionan y condicionan mutuamente. Cuando hacemos referencia a la interrogación
estamos haciendo mención al carácter de pregunta, de apertura a lo desconocido, tanto de la situación
que observamos como de nuestras propias pre- nociones. A manera de ejemplo, si estamos frente a
una persona que solicita determinado servicio, y de pronto se queda callada, la observación como
interrogación sería ¿por qué calla? ¿qué me obstaculiza o facilita a mí esta actitud?. La idea de
intención en la observación, está referida a que, como profesionales centramos la mirada hacia los
aspectos pertinentes a la situación en la que estamos interviniendo, desde claves conceptuales. Por
este motivo tiene un sentido construido, pero advertimos, no cerrado. Si estoy interviniendo, por
ejemplo, en una situación de adolescentes con problemas de convivencia barrial, prestaré atención a las
relaciones que se establecen en el barrio, los lugares de reunión (quiénes, cuando), entre otras cosas.
Me guiarán conceptos como el de pertenencia, como el de conflictos intergeneracionales, proceso de
socialización. Estas nociones teóricas contienen ese "sentido construido", pero no tienen el carácter de
corroboración, o aplicación. Es justamente aquí, en la idea de que las categorías o conceptos desde los
que inscribimos y otorgamos intención a la observación no son cerrados, donde se enlaza la
interrogación. En síntesis, es la interrogación la que me permite repensar los conceptos, y
desencadenar nuevas observaciones. Otra de las dimensiones relevantes para destacar en esta
técnica es que aunque la vista tenga relevancia, en el acto de observar, todos los sentidos se ponen en
9
BELTRAN VILLALVA, Miguel “Perspectivas sociales y conocimiento”. Editorial ANTHROPOS – Universidad Autónoma
de México. Barcelona. 2000.-
7
juego. Al observar se va construyendo a nivel del pensamiento, una reproducción de los aspectos que
se focalizan, donde los demás sentidos participan activamente: de esta forma también interviene el
olfato, el oído, el tacto, el gusto. (No ofrece la misma imagen un arroyo transparente, que uno
contaminado, del que emanan olores nauseabundos). Los sentidos están formados socialmente; el
modo en que hemos ido incorporando los conceptos de bueno y malo, feo y bello, correcto e incorrecto,
a partir de la educación familiar, escolar, entre otras instancias socializadoras, se expresa en nuestros
sentidos. De esta manera, en esa representación que se va elaborando mentalmente a partir de la
observación, se cuelan juicios de valor. Esta cuestión es legítima en tanto como humanos que somos
los sujetos profesionales no podemos desmontarla, eliminar esta manifestación, lo que sí hace a una
actitud profesional es poder reflexionar sobre esto y discernir acerca de los propios parámetros de vida
y las significaciones de otros modos de vida. La "vigilancia" pasa por comprender el contexto de
producción de significación y la permanente actitud reflexiva sobre nuestra matriz de aprendizaje, las
categorías teóricas y el sentido común que nos permea. De no mediar esta reflexión constante, es
posible que la observación quede sesgada por connotaciones valorativas más propias del sentido
común que de un profesional que intenta dar cuenta de una situación.
El producto de esa observación no son sólo “datos” para llenar una ficha, confeccionar un informe, un
cuaderno de campo, sino que me dan pistas para conocer, por lo que cada observación desencadena
preguntas, otras búsquedas, tanto empíricas como teóricas para la construcción de mediaciones
conceptuales y la propuesta de alternativas de acción.
De este modo, la observación como técnica, surge como elección racional que realiza un profesional, de
acuerdo a la matriz epistemológica que sostiene las estrategias metodológicas, donde el cuerpo
categorial y los objetivos propuestos actúan como productores de la observación (qué se observa y para
qué).
Entrevista:
En general se define como conversación entre dos personas por lo menos, en la cual una es el
entrevistador y los demás, los entrevistados. Se dialoga acerca de un tema teniendo en cuenta ciertos
objetivos. Rosana Guber plantea que “... (la entrevista)... entendida como relación social a través de la
cual se obtienen enunciados y verbalizaciones, es además, una instancia de observación; al material
discursivo debe agregarse la información acerca del contexto del entrevistado, sobre sus características
físicas y su conducta...”10. Con esta técnica se profundiza en el conocimiento de una situación, pero al
ser un diálogo, se constituye en una interacción. Es por ello que en toda entrevista se produce una
transmisión mutua de información, de confianzas, de búsqueda conjunta de alternativas para dar
respuesta a los temas o conflictos en cuestión.
La historia de vida:
La historia de vida es una técnica que se usa fundamentalmente en investigación cualitativa, ya que
trata de recuperar, desde la perspectiva del actor, la significación que él mismo le otorga a su
experiencia. Esta herramienta ha sido construida por los sociólogos y antropólogos tomando como
insumo los modos en que los trabajadores sociales norteamericanos organizaron su intervención en las
primeras décadas del siglo XX, particularmente “el caso social individual” de Mary Richmond, y sale a la
luz con la llamada Escuela de Chicago (Thomas, Park, Znaniecki). Actualmente diferentes disciplinas
sociales hacen uso de la misma. Veremos algunas definiciones para comprender su perspectiva (ya que
existen diferentes modos de interpretación sobre ellas) y al posibilidad de resignificación para Trabajo
Social. Leo Simmones “Una historia de vida es el detallado relato del comportamiento de un individuo en
su entorno”. John Dollard: “Es una sección longitudinal de una cultura”. Langness: “la historia de vida
12
Forni, Floreal y otros. “ Métodos Cualitativos II. La Práctica de la investigación.¨.
“ Centro Editor de Aca. Latina¨. Bs. As. 1992.-
9
hace referencia a un extenso registro de la vida de una persona como es presentada tanto por la
persona misma como por otra o por ambas, y ya sea escrita por el protagonista u obtenida por
entrevistas, o por ambos medios”. Daniel Bertaux retoma a Norman Denzin haciendo la diferencia entre
“relato de vida” (life stories) e “historia de vida” (life histories). El relato de vida es la historia contada tal
y como la ha vivido el individuo. La historia de vida es un estudio sobre una persona determinada,
incluyendo no solo su propio relato, sino también otra clase de documentos: historia clínica, expedientes
judiciales, test psicológicos, testimonios de allegados.
Desde esta última distinción pareciera que el contenido que se le otorga a historia de vida sería más
propicio para la intervención de los trabajadores sociales. No obstante esto, creo importante incorporar
el concepto de “trayectoria de vida”, como más pertinente a nuestra especificidad. Una trayectoria sería
en este caso la recuperación del modo en que un sujeto (individual o colectivo) ha construido su vida,
tomando como eje la situación que se encuentra como foco de atención (en todo caso, “el problema”).
La recuperación de una trayectoria de vida permite al trabajador social no sólo recuperar la “perspectiva
del actor”, en tanto forma de ver e interpretar el mundo, sus conflictos, las significaciones sobre los
acontecimientos que marcan su vida en relación con la situación que se está trabajando, sino que el
curso de las entrevistas para realizar esa reconstrucción ofrecerá las condiciones para que ese “otro”
repiense su propia existencia. Es necesario resaltar que no se trata de un centramiento psicológico, sino
de una perspectiva claramente social, donde los aportes interdisciplinarios serán seguramente
significativos. Trabajo Social, desde el uso de esta técnica puede recuperar el modo en que los otros
“habitan el mundo” y en la comprensión de esa forma de habitarlo tendrá los elementos para realizar
propuestas coherentes. Por cierto, recorrer el modo de habitar la vida permite recuperar temporalidades
(aunque sean provisorias), aporta a identificar conjuntamente los “zócalos” a decir de Castel, esos
soportes materiales y simbólicos que inscriben de tal manera que permiten la propiedad de sí 13 . Este
autor considera soportes a condiciones objetivas de posibilidad, dice él “… es la capacidad de disponer
de reservas que pueden ser de tipo relacional, cultural, económica, etc. y que son las instancias sobre
las que puede apoyarse la posibilidad de desarrollar estrategias individuales…” 14. Desde estas
instancias, individuales, pero también más colectivas, el recurso es la “rememoración” una forma de
reconstruir las trayectorias que permite ubicar lugares de inscripción social, reconocer así la genealogía
de las situaciones o problemas no sólo subjetivas sino también sociales o colectivas. Quizás en esas
reconstrucciones, suerte de actualización del modo de habitar la vida, se hagan presentes otras
denominaciones para las mismas. Está claro que cada situación, cada tema, incluso las condiciones de
vida de los sujetos sesgarán los modos de abordar de esta manera las entrevistas, tanto como que para
algunas circunstancias sea aconsejable formas interdisciplinarias. Como toda técnica el profesional
deberá evaluar la importancia de su utilización según la situación y construir los instrumentos
pertinentes que permitan la recuperación.
El informe social:
Presente en la práctica de los profesionales desde siempre, el informe como otras tantas mediaciones
de nuestra intervención ha tendido a ser rutinizado y por lo tanto naturalizado, llegando a veces a ser
reducido a un mero trámite administrativo. La oportunidad de debatir en torno a él en forma rigurosa,
alejados de una perspectiva instrumentalista seguramente nos permitirá recolocarlo en el lugar
estratégico que sin lugar a dudas porta, por lo menos desde una forma de entender a la intervención
profesional.
- Derivaciones desde el concepto:
Sin pretender caer en cuestiones obvias -o justamente porque toda obviedad pierde las posibilidades de
problematización- vale decir que el término “informe” proviene de informar, que etimológicamente refiere
a “enterar/instruir”, y también a “dar forma a una cosa”. De esta manera el informe expresa por una
parte una intención de comunicación, definiendo tácitamente la presencia de un receptor al que se
pretende poner en conocimiento de “algo” (un informe siempre es para alguien, un “otro, sea individual o
colectivo). Pero a la vez también habla de una producción, de un sujeto (emisor) que construye un texto
sobre determinada situación. Si de dar a conocer se trata, y a partir de una producción escrita, todo
informe se constituye entonces en un “acto de intervención”, en tanto opera como un instrumento que
juega algo del orden de la modificación, y reconocido como informe social, notoriamente se convierte en
una de las instancias de legitimación profesional. Ahora bien, los dos aspectos enunciados y que
13
CASTEL, R y Claudine HAROCHE (2003) Propiedad privada, propiedad social, propiedad de sí mismo. Conversaciones
sobre la construcción del individuo moderno. Rosario. Homo Sapiens Ediciones.
14
CASTEL, R. Op. Cit. (Pp. 19)
10
configuran el nudo significativo del informe han sido incorporados al interior de la profesión en forma
diferente poniendo de manifiesto concepciones acerca de ella misma.
Por una parte, colocado el énfasis en la dimensión de informar que el concepto presenta, el informe se
ha tornado para la práctica de no pocas instituciones, más como requerimiento externo que como parte
constitutiva de nuestra intervención. Así es posible observar una marcada tendencia por considerarlo un
requisito institucional, llegando a constituirse en instrumento de evaluación de nuestro trabajo por parte
de "otros". La lógica de la "eficacia y eficiencia" de las instituciones formales ha llegado incluso a definir,
el buen o mal desempeño de un trabajador social según la cantidad de informes que realiza:
eficientismo que ha llevado en muchos espacios a reducir el informe a meras fichas o formularios que
se llenan a manera de encuestas: el "socioeconómico" o la "ficha social", en detrimento del aspecto de
la construcción de los contenidos. Este escenario sin dudas está recorrido por las representaciones que
unos y otros tienen acerca de la disciplina y la forma como estamos construyendo nuestro espacio
profesional. Se desliza aquí el carácter subalterno o de “auxiliaría” que le fuera asignado a la profesión
en la división socio técnica del trabajo en sus inicios.
Por otra parte, desde concepciones acerca de Trabajo Social que rechazan estos mandatos, se observa
una tendencia a minimizar el informe, privilegiando lo que se ha dado en llamar la “tradición oral” de la
profesión. En este caso no se está recuperando el lugar de la construcción de los contenidos como texto
y su potencia como “acto de intervención”, desdibujando así la posibilidad de inscribir en forma
documentada otra forma de concebir la profesión.
- El informe social como mediación constitutiva de la intervención:
Ya en otras oportunidades he planteado a la intervención profesional como una construcción que bien
puede ser considerada como una estrategia que se despliega en relación a una situación llamada a ser
comprendida/explicada/denominada/transformada. En tanto estrategia supone una conjugación de
aspectos teóricos, éticos, políticos y procedimentales que marcan la particularidad de un ejercicio
profesional, en este caso, de Trabajo Social.
El informe social entonces estará inserto como decisión del profesional en el curso de la estrategia de
intervención y dependerá del modo en que será articulado el proceso de
comprensión/explicación/denominación/ transformación, en relación con la situación sobre la que pesa
la misma intervención profesional. En este sentido, condensa en un momento determinado el
encadenamiento de un curso de acción que se plasma en una producción escrita.
Desde estas postulaciones podemos realizar algunas consideraciones a los efectos de seguir
desentrañando el tema que nos ocupa.
Producción escrita:
Ya hemos advertido acerca de esa tradición de oralidad que marca una tendencia en Trabajo Social y
que se ha convertido en una especie de mito profesional15, situación que decididamente debemos
revisar si aceptamos y asumimos que el informe social es uno de los aspectos constitutivos de la
intervención profesional.
15Sobre el tema de la “tradición oral” que cruza a Trabajo Social y un cuestionamiento ver ALYWIN, Nidia, Alicia FORTES y Teresa MATUS
La reinvención de la memoria. Indagación sobre el proceso de profesionalización del Trabajo Social Chileno 1925-1965. Pontificia
Universidad Católica de Chile. Facultad de Ciencias Sociales. Escuela de Trabajo Social, Santiago de Chile, 2004. Una indagación acerca
del mismo tema se encuentra en preparación con mi autoría.
11
En este sentido siempre deberá estar presente el “para qué” de un informe, en tanto el momento de
presentación, a quién estará dirigido y cuales serán los contenidos es una decisión profesional.
Por otra parte en cada informe social (desde este encuadre que presentamos) se juega o puede
ponerse en juego, los derechos de los sujetos involucrados en la acción profesional, derecho a la
alimentación, a la vivienda, tenencia de un hijo, procesos grupales –a la agremiación o afiliación-, o
situaciones institucionales. Debe entenderse entonces que este instrumento puede ser una
herramienta de defensa de los derechos humanos.
Por otra parte, el tema sobre el que se informa, en muchas ocasiones, tiene que ver con el modo de
vida de las personas, se habla de la intimidad: se desnuda a un sector social para demostrar que
“merece alimentarse”, por ejemplo. Desde esta perspectiva, un informe puede convertirse en el
instrumento de inspección y vigilancia por excelencia y por lo tanto de control social. Esta doble lógica
del informe es la que tiene que tener en cuenta el trabajador social como encuadre central que nosotros
llamamos ético-ideológico. Desde lo epistemológico, el momento del informe se convierte en el
momento de construcción teórica del objeto. Contiene un alto grado de conceptualización, y es la
síntesis (parcial o aproximativa) del proceso metodológico. En esta instancia, se pone en juego todo el
bagaje teórico, técnico e instrumental desplegado en la acción profesional: matriz conceptual,
información captada a través de las técnicas usadas, análisis realizados, registros utilizados, Bordieu
dice “... Un objeto de investigación, por más parcial y parcelario que sea, no puede ser definido y
construido sino en función de una problemática teórica que permita someter a un sistemático examen
todos los aspectos de la realidad puestos en relación por los problemas que le son planteados.”
En un informe social, tal como lo venimos planteando, también se juegan las formas de nombrar y
enunciar. Se puede convertir entonces, en un espacio donde se exprese de otro modo la problemática
social y a los sujetos que la manifiestan y de ese modo se juega la construcción del discurso profesional
que intenta instituir en la agenda pública el estatuto de las necesidades sociales 16. El contenido,
entonces será ese producto, y el modo en que lo exponemos tendrá que ver con los objetivos, la
flexibilidad y la creatividad.
16AQUIN, Nora "La relación sujeto - objeto en Trabajo Social una resignificación posible" en "La especificidad del Trabajo Social y la
formación profesional". FAUATS. Editorial Espacio. Bs. As. 1996.
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