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LOS EFECTOS DEL BAUTISMO EN EL CRISTIANISMO

Se analizará la incidencia en la estructura sobrenatural del sujeto, los efectos que perduran en él
en forma de estados, situaciones o relaciones nuevas. La mistagogia patrística recurre a la retórica
para expresarlo en un solo vocablo, pero descubren que es imposible, mejor optan por
enumerarlos. Los diversos efectos están relacionados entre sí, de manera que hay cierta
dependencia mutua y jerarquía.

La integración de todos estos efectos parciales nos dará la gracia del sacramento del bautismo,
primeramente, la eficacia del bautismo está en orden a destruir en nosotros el pecado, esto
representa uno de los elementos primordiales y esenciales de la teología bautismal de todos los
tiempos. En su formulación se nos presenta como sinónimo de redención. Dada la variada
simbología del pecado en la tradición judeocristiana, nada tiene de extraño que sean
extremadamente ricos también la imaginería y el vocabulario con que se describe este efecto del
bautismo perdón, muerte, lavado o purificación, liberación y victoria, curación, despojamiento,
extirpación, destrucción, cancelación

Esta conexión entre bautismo y perdón de los pecados se encuentra desde el bautismo de Juan, el
bautismo cristiano al caracterizarlo con el fuego, indica ya, purificación, con el gesto de la
inmersión o también entendido como lavado. La purificación de los pecados del bautismo fue
enseñada desde la patrística. El agua es entendida como el elemento purificador del alma que
borra todos los pecados, desapareciendo las huellas y cicatrices de cada pecado. Toda esta
doctrina encuentra su raíz en el misterio de la muerte de Cristo, donde el bautizado es inmerso en
el agua, asemejando la muerte de cristo, mismo que al salir, resucita con Cristo. Toda esta
enseñanza se dio en la Edad Media y en la Modernidad.

Una vez eliminado el pecado se infunde un principio de vida nueva, es decir, el bautismo es la
Puerta de la Vida, con ello los bautizados tienen derecho a hablar de una filiación divina, pueden
llamarse hijos de Dios, no por naturaleza sino por gracia, el único Hijo de Dios por naturaleza es
Cristo, quien por el misterio pascual nos hace participes de aquella nueva condición, sin la cual
sería imposible entrar en el Reino de Dios, volviéndose entonces, condición necesaria el nacer de
nuevo, porque tal como lo afirma san Pablo. La filiación divina es la meta que Dios propuso con su
proyecto salvífico desde antiguo. Esta concepción se irá consolidando, precisando y enriqueciendo
con el andar del tiempo en el pensamiento teológico de la tradición, en donde Cristo se convierte
en principio de un nuevo linaje, reengendrado por él, mediante el agua, la fe y la Cruz.

La filiación adoptiva tiene su origen en la libre iniciativa del Padre y tiene también en él su destino.
Pero la pieza clave es la mediación del Hijo en su humanidad. La filiación adoptiva es obra del
Verbo, y en él es inimaginable, porque los bautizados son hijos en el Hijo. Surge así la
incorporación del bautizado a Cristo en su humanidad, y con ello, asegura una participación real en
la muerte-resurrección de Cristo. A todo esto, tenemos que decir que la obra activa del Espíritu
Santo, es de gran importancia, porque es principio de regeneración. Como se ve, es perceptible el
esquema clásico: el Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo de nuevo al Padre. Todo esto
trae al hombre una divinización después de haber sido bautizado

Pablo define el bautizo como lavado de restauración y renovación, ya que como resultado de la
transformación bautismal emerge el hombre nuevo, es decir, se da una creación nueva, por ello, la
renovación afecta al hombre en su ser más profundo, a la mente, al espíritu de la mente y al
hombre interior.

A esta novedad los autores cristianos seguirán enriqueciendo el vocabulario para designar este
acontecimiento: renovar, re enderezar, transformar, reordenar, rehacer, recrear, etc., para hablar
de ello recurren a diversas metáforas, la más empleada es la restauración de la imagen de Dios,
impresa en el hombre, por el Creador y desfigurada por el pecado, mismo que quita el bautismo,
dejándole al hombre en status de nueva creación. También es empleada la figura del alfarero y el
barro. De todo esto, hay que entender que no se trata de una simple restauración sino de la
elevación del orden natural del hombre, al orden sobrenatural, es decir, una condición superior,
por mediación de la Trinidad.

La santificación y la justificación son dos realidades afines, casi sinónimas en el contexto bautismal
porque es la Iglesia la que sale santificada del baño bautismal, se dice que Dios a los que llamó
justificó, entonces a los bautizados se les llama santos. La catequesis patrística menciona estos
efectos formando un binomio, basta citar a Tertuliano, quien llama al bautismo: sacramento de
santificación. Porque una vez vaciada el alma de pecados debe ser llenada de santidad, de hecho,
el Crisóstomo justifica el bautismo de los niños con lo dicho anteriormente, porque, aunque no
tengan pecados que lavar, les es otorgada la santidad y la justicia, y les traerá el derecho de
participar de la Eucaristía, demostrando que el bautismo es más que una purificación de pecados.

La causalidad de este efecto es el Espíritu Santo, porque todo lo que toca queda santificado y
transformado, ya que la santidad que le confiere al bautizado es una participación de la misma
santidad que tiene al ser Espíritu Santo y, en última instancia, una consecuencia de la comunión
con la Trinidad. Por lo tanto, el bautismo viene a ser como una consagración, el bautizado queda
convertido en templo santo, objeto consagrado a Dios, prueba de ello es el sphragis, el sello
realizado en el sacramento.

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