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Qué es la empatía?

La empatía es la capacidad de comprender la vida emocional de otra


persona, casi en toda su complejidad. Esto no supone necesariamente
compartir las mismas opiniones y argumentos que justifiquen el estado o
reacción que expresa la otra persona. Ni siquiera significa estar de
acuerdo con el modo de interpretar las situaciones con carga afectiva del
interlocutor.

La empatía está referida entre otras cosas a la escucha activa, la


comprensión y el apoyo emocional. Además, la empatía implica tener la
capacidad suficiente para diferenciar entre los estados afectivos de los
demás y la habilidad para tomar perspectiva, tanto cognitiva como
afectiva, respecto a la persona que nos expresa su estado emocional.

Sus componentes
Quizá en algunas ocasiones no te has sentido escuchado por falta de
feedback, apoyo o comprensión. En otras muchas ocasiones, quizá
sientas que no has sabido atender adecuada y empáticamente al estado
emocional de la otra persona y te preguntes: ¿Qué necesito o debo
hacer para ser más empático en mi vida diaria?

Fundamentalmente, los componentes de la empatía son los siguientes:

1. Saber escuchar

Presta atención a lo que explica o argumenta la otra persona, atiende a


las manifestaciones no verbales, como sería en el caso de los gestos que
se corresponden con el estado de ánimo que se verbaliza y no
interrumpas el discurso verbal.
Además, reflexiona sobre lo que la otra persona te está comunicando,
expresa señales de seguimiento activo a modo de feedback: mira a la
cara, asiente con la cabeza o refleja expresiones faciales
congruentes con aquello que te está explicando la otra persona.

Por otro lado, es necesario mostrar interés preguntando detalles sobre el


contenido de la conversación.

2. Interpretar las señales no verbales

Comprende los mensajes transmitidos de carácter paralingüístico, tales


como la entonación, el tiempo de respuesta, el volumen…

3. Mostrar comprensión

Podemos mostrar comprensión congruente a aquello que nos explican a


través de frases como:" Comprendo que actuases así". "Entiendo cómo
te sientes". "La verdad es que debiste pasarlo genial"…

No se deben invalidar, rechazar o juzgar las emociones de la


persona que las expresa ya que esta es una premisa fundamental para
mostrar sensibilidad empática.

4. Prestar ayuda emocional si es necesario

Es importante preguntar siempre a nuestro interlocutor si necesita


algún tipo de ayuda. Sin embargo, en muchas ocasiones con el simple
hecho de escuchar activamente al otro le permitimos “ventilar” y
gestionar su estado emocional. De esta forma siente alivio por tener un
oyente confiable a quien transmitir sus emociones.

Cuando la persona que escucha empáticamente ha vivido una situación


emocional semejante a la que se está expresando, el proceso
comunicativo es más fluido, ya que se produce una mayor sintonía
emocional.

¿Para qué practicarla?


La empatía, como habilidad de la inteligencia emocional, es importante
porque posibilita experimentar diferentes beneficios.

 Permite disfrutar de relaciones sociales participando más con el


grupo de amigos, compañeros o familiares.
 Ayuda a sentirse personalmente mejor.
 Facilita la resolución de conflictos.
 Predispone a ayudar a los demás y compartir.
 Aumenta el carisma y el atractivo.
 Permite ser más respetuoso.
 Desarrolla capacidades de liderazgo, negociación y colaboración,
así como ser mejor considerado por los demás.

¿Cómo cultivar la empatía?


Practicar la empatía nos ayuda a ampliar nuestras perspectivas y
con ello a enriquecer nuestro mundo con nuevas ideas, puntos de
vista y oportunidades.

Es una habilidad social clave que, como ya hemos visto, nos permite
escuchar mejor, comprender y formular mejores preguntas, tres aspectos
fundamentales de una buena comunicación. Además, es una de las
bases para construir relaciones sólidas y enriquecedoras, basadas en la
confianza, la comunicación y el respeto.
Puedes incorporar a tu rutina tres sencillos ejercicios prácticos para
mejorar tu empatía.

1. Pregunta y muestra interés

Empieza cualquier encuentro o conversación con preguntas abiertas y


personalizadas: ¿Cómo estás? ¿Qué tal en el trabajo? ¿Qué tal te va el
proyecto que empezaste? ¿Cómo han ido las vacaciones?

Mostrando cercanía e interés por la otra persona, deja espacio para


que se abra y simplemente recibe.

2. Lee guiones de teatro

Lee guiones de teatro y céntrate en un personaje. Busca en el texto lo


que hay más allá de las palabras; La historia personal, experiencias
previas, los miedos que esconde, sus deseos e ilusiones, las emociones
que están a flor de piel…

3. Elige a una persona

Elige a una persona al azar e intenta averiguar a través de su


comunicación no verbal lo que la mueve (emoción y pensamiento) a
hacer lo que hace y cómo lo hace. Un buen momento para llevar a cabo
este ejercicio es en el transporte público, en una cafetería… Estos
lugares son ricos en escenas ya que pueden servir para poner en
práctica la empatía.
¿Qué es la motivación?
Generalmente, al hablar de motivación nos referimos a las fuerzas internas o
externas que actúan sobre un individuo para disparar, dirigir o sostener
una conducta. En términos técnicos, muchos autores la definen como “la raíz
dinámica del comportamiento”, lo cual quiere decir que toda forma de conducta
nace en algún tipo de motivo.

Dicho en términos más sencillos, la motivación es la energía psíquica que nos


empuja a emprender o sostener una acción o una conducta. Su desaparición
acarrea necesariamente el abandono de lo que se hace. Por eso, es mucho más
difícil alcanzar objetivos cuando se carece de motivación.

La motivación la que nos permite crear hábitos, intentar cosas nuevas, sostener el


esfuerzo en alguna tarea que consideremos gratificante o productiva, e incluso es
necesaria para satisfacer determinadas necesidades fundamentales.

Por otro lado, se puede distinguir entre:

 Motivación positiva. Invita a la acción para obtener un beneficio.


 Motivación negativa. Se realizan acciones para evitar una posible
consecuencia negativa.

mportancia de la motivación
La psicología se interesa enormemente en la motivación. Por un lado, es la fuente
de energía para completar las tareas que nos hemos propuesto. Por otro lado,
es un factor que influye en otras variables emocionales y psíquicas como el
estrés, la autoestima, la concentración, entre otras.

Pero en el ámbito cotidiano, la posibilidad de mantenerse motivado es


fundamental para desempeñar muchas de las tareas que, de una manera u otra,
nos suponen algún tipo de esfuerzo o de postergación del placer. Es tan simple
como que, sin motivación, la acción se hace difícil, lenta o insostenible en el
tiempo.
Ejemplos de motivación
La motivación juega un rol importante en nuestras vidas cotidianas. Cuando nos
proponemos emprender un hábito nuevo o abandonar uno que ya no deseamos,
nuestro éxito o fracaso en gran medida dependerá de qué tan motivados estemos.

Por ejemplo, una persona que se disponga a dejar de fumar, podrá hacerlo con


mayor o menor facilidad dependiendo de las motivaciones internas y externas que
posea.

Sus motivaciones pueden ser diversas. Por ejemplo, puede sentirse motivado por
presiones sociales. O porque el médico le advirtió que posee una enfermedad que
el cigarrillo agravaría. Otra motivación sería que su pareja le impuso un ultimátum.
Dependiendo de los valores del individuo, le resultará más o menos motivante
cada escenario.

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