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Principios en los que se funda la Ética Subjetiva

La premisa fundamental de la ética subjetiva radica en que la valoración y verdad


de cada uno de los juicios morales que establece cada individuo o colectividad son
valoraciones más o menos arbitrarias frente al bien y al mal que son los temas
éticos por excelencia. Es decir, cada individuo pude opinar acerca de los temas
éticos, establecer un juicio que puede ser contrario o contradictorio con el juicio de
otro individuo sobre el mismo tema.

El principio más importante sobre el cual se funda es el principio de la autonomía


del sujeto en cuanto a sus valoraciones morales. Un sujeto con los elementos de
juicio suficiente y con una razón bien educada y perfilada, puede juzgar las
actuaciones como buenas y malas según su propio criterio subjetivo. Es decir que
la valoración acerca de la bondad y maldad de los actos, no viene de los actos
mismos sino de una valoración puramente subjetiva en la cual, no intervienen
elementos objetivos. Cada individuo tiene sus propias percepciones y sensaciones
de las cosas, que puede diferir de las de otro individuo, por ello la valoración moral
es puramente individual, ya que nadie puede sentir lo que siente otra persona,
nadie se puede igualar con otra persona en cuanto a su percepción moral. En
síntesis, el bien y el mal se hayan referidos a estimaciones individuales.

La libertad es el centro de la ética subjetiva. Si queremos realizar juicios de valor


con todo conocimiento y de una manera madura, es necesario cultivar el ejercicio
de la razón para lograr el poder de discernimiento necesario para, desde mi propia
subjetividad, entender los valores de lo bueno y lo malo con mayores elementos y,
en síntesis, hacer uso de la libertad.

La libertad como autonomía absoluta de un individuo que se autodetermina y auto


legisla, que se dice a sí mismo qué es lo bueno y qué es lo malo, qué es capaz de
comprender estos conceptos y vivir bien, se convierte en una persona autónoma,
en una persona verdaderamente libre.

El deber puede considerarse como uno de los grandes universales de la ética


subjetiva. Si de manera individual consideramos las cosas buenas y malas, es
necesario que haya un compromiso para realizar las cosas buenas que
consideramos individual o socialmente, este compromiso se da por el deber de
hacer las cosas, es la única forma en que una persona se ve abocada a hacer
cosas buenas, por el sentido del deber, no por uno bien objetivo, sino por un
sentido del deber subjetivo.

Existen pues, dos clases de éticas subjetivas: una que considera al individuo como
el que juzga de forma única en individual los actos morales, y otra de carácter
colectivo o social. Ésta última vertiente de la ética subjetiva y apunta más a referir
las apreciaciones morales a o conjunto de individuos, es decir, a una determinada
sociedad, tanto espacial como temporalmente. En este sentido cada sociedad
según si situación geográfica y/o histórica determina, dentro de su conjunto de
valores, qué cosas son buenas y qué cosas son malas según sus propias
creencias, sus tradiciones, su cultura y estas estimaciones puede diferir
radicalmente entre una sociedad y otra, ya que son apreciaciones de cada una de
las sociedades individuales concebidas dentro de un contexto específico.

Desde la perspectiva de la ética subjetiva, el bien debe entenderse como aquello


que cada persona considera que lo enriquece o le hace provecho, no es un
concepto único objetivo, sino que pueden existir pluralidad de bienes, opiniones,
conceptos, ideas, de acuerdo o según cada individuo o constructo social, y hasta
estos bienes pueden ser contradictorios unos con otros según distintas
consideraciones.

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