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LA CONSTRUCCIÓN DE LA PERSONALIDAD DESDE UNA PERSPECTIVA

INTERACCIONAL: LAS IMPRONTAS RELACIONALES EN LA EVALUACIÓN CLÍNICA.


Fernandez Moya, Jorge - Richard, Federico G.

 En el proceso de evaluación y diagnóstico el terapeuta identifica patrones de


comportamiento vinculados a interacciones con personas de diferentes contextos
(familia, escuela, trabajo, etc.). Esas interacciones generan y mantienen problemas (o
síntomas). Son circuitos interaccionales.
 Es clave también la comprensión de los circuitos autorreferenciales o intrapsíquicos,
que involucran pensamientos relacionados con esos problemas y con la construcción de
la realidad.
 Ambos circuitos tienen lugar en el presente, y su lectura ayuda al terapeuta a construir
conjuntamente con los consultantes
o el problema
o las metas
o las soluciones.
 El terapeuta registra, a partir del relato, una serie de experiencias pasadas que, en ese
momento del proceso de evaluación y siempre a nivel de hipótesis, parecieran
relacionarse con modos actuales de pensamiento e interacción (en el aquí y ahora de la
sesión).
 Se plantea una doble necesidad. El clínico necesita un constructo de un nivel intermedio
de abstracción entre la experiencia pasada relatada por el consultante (por definición
inaccesible en los hechos, e inmodificable) y los comportamientos actuales del mismo,
tanto a nivel del pensamiento como de la interacción, ambos objeto de intervención en
la medida en que, estos sí, resultan accesibles y modificables en el transcurso del
proceso terapéutico.
 A esa necesidad primaria del terapeuta se agrega la necesidad de verosimilitud para el
consultante. La versión de la historia que el profesional va hilvanando tiene como base
argumental la narrativa del consultante. La propuesta debe ser novedosa, al menos en
cierta medida, pues una versión idéntica a la conocida seguirá el mismo destino que las
que el consultante, o bien otras personas –bien intencionadas pero fallidas-, ofrecieron
con anterioridad.
 La necesidad es doble en la medida en que el consultante necesita una explicación para
ciertos comportamientos y ciertas maneras de pensar actuales.
o Estas maneras de pensar e interactuar pueden resultar inexplicables, en cuyo
caso el consultante espera del terapeuta una respuesta profesional consistente,
precisamente, en una explicación.
o En otros casos, el consultante aporta una versión, propia o ajena, acerca de su
manera de pensar e interactuar, pero que hasta el momento resulta fallida para
la solución del problema.
o Finalmente, algunas personas no han iluminado con la luz de la conciencia
ciertas áreas de su experiencia; se quejan de algo que les ocurre pero no han
establecido relaciones causales con patrones de pensamiento e interacción.
 Si se acepta esta doble necesidad explicativa, encontramos un modo de satisfacerla en
el constructo de impronta relacional, que hemos definido como:
… resultado de aquellos acontecimientos únicos, o bien a una serie de acontecimientos
ocurridos en un momento histórico determinado, que por su nivel de intensidad ha o han dado
lugar a cambios en la manera de pensar, sentir y actuar de quien los protagonizó. Frente a
circunstancias análogas a las pasadas, y con relativa independencia respecto de las
circunstancias presentes, la persona reactiva en el "aquí y ahora" los mismos pensamientos,
sentimientos y acciones del "allá y entonces"; como consecuencia de ello, propone a otra u
otras personas una nueva definición de la relación que, cuando es aceptada (explícita o
implícitamente) modifica la relación entre esas personas.
 Los patrones de interacción y pensamiento posibilitan la obtención de resultados, que
desde la perspectiva de la persona en cuestión y/o de su entorno pueden ser definidos
como éxitos o fracasos.
 Las improntas relacionales conllevan entonces formas particulares de procesar la
información, tanto en el circuito intrapsíquico o autorreferencial como a nivel del circuito
interpersonal.

De patrones a sistemas de personalidad


En el proceso de evaluación el terapeuta se encontrará en repetidas ocasiones con
comportamientos que configuran patrones, muchos de los cuales pueden ser entendidos como
sistemas de personalidad, que encuentran su origen en el proceso de socialización.
El conocimiento y utilización de estos patrones permitirá al terapeuta establecer una mejor
relación, por apoyarse en analogías con experiencias anteriores positivas. Ello redundará en
una mayor eficacia y eficiencia de las intervenciones, incrementando la motivación del
consultante y, complementariamente, la maniobrabilidad del terapeuta.
Si la impronta es una marca, la misma puede ser realizada en un acto o como producto de un
largo proceso de sedimentación. Cuando no hay un evento claro y manifiesto como punto de
partida del comportamiento que genera la queja, pensamos en un proceso gradual, que
proviene desde la infancia.
Esto genera patrones de comportamiento que se mantienen a partir del refuerzo positivo que
brinda el contexto (resultados exitosos), pero puede darse que en un momento del desarrollo
ese patrón deje de dar resultados, con lo cual puede devenir en síntoma.
Utilidad de la historia para los enfoques interaccionales
Un terapeuta entrenado en modelos interaccionales podría formular al menos dos preguntas
incómodas:

 ¿Cómo se explica que, si consideramos la conducta problema en el contexto, en el aquí


y ahora, nos interesamos por la historia?
 ¿Para qué indagar aspectos del pasado de la persona cuando en todo caso
privilegiamos la historia reciente del problema y las soluciones intentadas?
La historia de la crianza y la socialización permite conocer a los consultantes y sus
interacciones históricas, las cuales se replican en el presente, dándole sentido al circuito
mantenedor del problema. Por otro lado, resulta conveniente saber de dónde provienen las
ideas que sustentan el modo particular de leer y ordenar la realidad.
El terapeuta necesita argumentos que sean parte de la narrativa de las personas que
consultan.
Sólo mediante argumentos propios de los consultantes, y valiéndose de las improntas
relacionales más significativas –que son las que surgen del relato de una historia y a su vez
posibilitarán construir aquí y ahora un relato alternativo-, es posible arribar a un problema, una
meta y una serie de soluciones consensuadas.
De la socialización a la construcción de la realidad
No interesa tanto la historia en sí del sujeto (sucesión de hechos objetivos que determinen
linealmente un presente de padecimiento); nos enfocamos más en cómo, a través de un
proceso recursivo, la selección y el relato de ciertas experiencias conduce a formas de pensar,
sentir y actuar sobre la realidad configurando un "relato oficial" sobre los hechos del presente.
Este relato tendrá un papel central en la construcción que las personas realizan del problema y
las soluciones intentadas, influyendo a nivel del antes mencionado circuito mantenedor del
problema y sus consecuencias, es decir el malestar subjetivo, a lo largo del tiempo.
El relato que hace una persona acerca de la historia de sus relaciones, repetido a lo largo del
tiempo, es lo que ha generado un modo de pensar las cosas, un modo particular de construir la
realidad que cuando se comparte adquiere un significado diferente a partir del consenso, que
hace de algún modo "más real" la realidad.
Cuanto más sea validada esta historia por el entorno (la pareja actual, la familia, los amigos),
menores serán las posibilidades del terapeuta de co-construir un relato alternativo que libere al
consultante de mostrar sus desacuerdos a través de síntomas.
El comportamiento disfuncional de una persona en un sistema, con su correlato subjetivo de
malestar propio y de consecuencias para las personas de su entorno, confronta al terapeuta
con la morfoestasis o tendencia a la estabilidad de los sistemas, la dificultad que la misma
implica para los objetivos terapéuticos, los recursos del sistema terapéutico y, en última
instancia, los límites posibles del cambio.
Al visualizar los límites del cambio esperable, el terapeuta requiere constructos que lo ayuden a
trazar un mapa y, en última instancia, una estrategia terapéutica con todo lo que ello implica.
En ese sentido, la aplicación de los principios del aprendizaje operante conduce a afirmar que:

 Cuando un comportamiento resulta exitoso, generando en el entorno la respuesta


deseada, tenderá a repetirse.
 Cuando esto no sucede, resultaría esperable que el comportamiento se reduzca en
frecuencia e intensidad, hasta desaparecer o extinguirse, dando lugar a otros
comportamientos que resulten exitosos. Eventualmente, como un paso previo, el
comportamiento disfuncional (en ocasiones sintomático) puede exacerbarse antes del
resultado favorable.
Sin embargo, en ocasiones se observa que las personas perseveran en las conductas
ineficaces, aparentemente sin un registro de esos resultados. Esta perseverancia, que no
resultaría explicable desde los principios del aprendizaje, se torna comprensible a partir de la
consideración de la forma de pensar de la persona acerca del problema.
Por ejemplo, un padre puede disciplinar a sus hijos de una determinada manera (basada en
castigos), y aun cuando no obtiene los resultados deseados (sólo logra mayor resistencia y
oposición), insiste en su método, evocando su propia crianza y los resultados supuestamente
positivos de la misma.
Esta clase de construcciones de la realidad desafían en la clínica la prevalencia de los
principios de la adquisición del comportamiento y su modificación, con lo cual requieren la
consideración de la narrativa de los consultantes y, para ello, la utilización de las improntas
relacionales.
De la narrativa personal a la interacción
Análisis en términos comunicacionales y de construcción social:
Quienes han interactuado con la persona "ineficaz", dando cuenta de esa serie de fracasos
acumulados, contribuirán a la construcción social acerca de esa persona, sus motivaciones, su
pasado y las posibilidades futuras.
Entre quienes aportan semejantes construcciones, pueden encontrarse profesionales de la
salud mental. Los rótulos de "trastorno de personalidad" pueden ser un corolario de dicho
proceso.
Por ejemplo, una persona adulta puede utilizar un mecanismo de reclamo que siendo niño le
resultó beneficioso en algunas ocasiones en el marco de su familia, que en la escuela primaria
le brindó un éxito relativo, y que ya en la adolescencia le resultó ineficaz con sus compañeros
de escuela. Ante una eventual consulta, un psicólogo o un psiquiatra podrían arribar en su
evaluación a cierto déficit del control de impulsos, como rasgo de un posible trastorno de
personalidad.
Desde una perspectiva interaccional, todo comportamiento tiene valor de mensaje; el
significado otorgado al mismo será diferente según quién lo propone, quién lo recibe y las
circunstancias en que se encuentran.

 Si cambian las circunstancias, cambia el significado, y por lo tanto cambia la conducta.


 Si cambia el significado, cambian los otros elementos de la ecuación.
Si se piensa en términos de identidad se admiten al menos dos grandes posturas por parte del
individuo, sea la propia persona que opina, en su narrativa, sobre su identidad, sea el entorno
significativo de esa persona, o bien un profesional de la salud mental.

 La primera opción  entender la identidad como una cristalización  producto estático


que, en todo caso, interactúa con otros sistemas de personalidad. La visión de un
profesional en un momento dado, en el contexto de una evaluación clínica, puede entrar
en esta categoría.
 La segunda alternativa  entender la identidad como un proceso continuo de
estabilidad y cambio  papel central la mirada del observador en cada momento
particular. Prevalece el registro más cercano al momento de la observación, pero
también elementos anteriores (vinculados a improntas relacionales) que adquieren, en
la construcción que el observador realiza, un papel relevante.
El papel de esas improntas en el observador puede resultar determinante, hasta el punto de
cegarlo ante comportamientos actuales y potenciales de conducta en el futuro.
Una conceptualización interaccional y constructivista de la personalidad
Los análisis precedentes conllevan un enfoque integrador de los distintos aspectos de la
comunicación humana:

 Interacción
 Circuitos recursivos de pensamiento acerca del self y el mundo
 Improntas relacionales que son jerarquizadas en esos circuitos.
Este enfoque implica conceptualizar la personalidad como un constructo que tiene lugar a lo
largo de un proceso en el cual  las interacciones pasadas (que generaron improntas), y las
interacciones presentes (que las elicitan), se vinculan en un momento dado por las
características de una situación específica, en un contexto determinado.
Como resultado de dicho proceso tiene lugar un comportamiento idiosincrásico, en el aquí y
ahora, propio del individuo, que como tal puede ser significado, comprendido y considerado
como válido solo por él mismo.
Para las demás personas que participan de la interacción, parte de esos significados podrán
ser compartidos, pero otros no, devolviéndole al individuo una cierta imagen de sí mismo.

 Esta imagen podrá coincidir en mayor o menor medida con la que el mismo individuo ha
incorporado en el continuo proceso interaccional de la crianza y la socialización, como
imagen de sí mismo en la construcción de su propia identidad.
La identidad

 admitida clásicamente como un componente del campo de la personalidad.


 la mirada interaccional exige una consideración integradora, que incluye pero excede
las conductas autorreferidas tradicionalmente asociadas al self.
 La identidad es sostenida por todas aquellas transacciones que confirman nuestra
percepción de la realidad. Cuando este proceso se altera y surge una concepción de la
realidad diferente, el sujeto:
o dudará acerca de su percepción
o confirmará como respuesta de afirmación frente a la percepción de los otros.
Las personas, en tanto seres sociales que viven en contantes intercambios comunicacionales
en los diversos sistemas que integran, se encuentran en un proceso constante de definición de
la relación en el cual se proponen desde un rol y esperan una respuesta congruente. Ese
proceso conlleva, a su vez, otro proceso igualmente constante e inevitable de construcción de
la realidad, en la medida en que la propia conducta y la de los demás, relacionadas en los
términos antes descriptos, brindan un marco estable y predecible para el devenir de la vida de
las personas.
Cuando este proceso recursivo de definición de la relación y construcción de la realidad se
altera sustancialmente, la persona no se reconocerá a sí misma en las expectativas que los
demás le transmiten con su comportamiento.
Esos desacuerdos pueden expresarse en trastornos que la clínica psicológica y psiquiátrica
abordan, además de problemas de relación que en ocasiones exceden las taxonomías de
dichas disciplinas.

 En los casos más graves, dichos desacuerdos operan como una pauta habitual de
desconfirmación que, según la etapa del ciclo vital personal en que ha tenido lugar,
pueden dificultar la posibilidad de un desarrollo evolutivo armónico y coherente con el
contexto. Cuando esto ocurre, situaciones de estrés agudo pueden precipitar lo que en
términos clínicos será considerado una pérdida de contacto con la realidad, y hasta un
quiebre biográfico.
Las personas que consultan pueden relacionar o no las improntas relacionales con los patrones
actuales de interacción y pensamiento que mantienen el problema.
La tarea del terapeuta consiste en hilvanar, en un relato construido conjuntamente, aquellos
acontecimientos del pasado con el aquí y ahora, en una perspectiva superadora que considere
los recursos de consultantes y miembros del sistema terapéutico.
Finalmente, sistemas más amplios que la familia tienen una gran incidencia en la narrativa
personal. En la trama compleja en que una persona va tejiendo a lo largo de su vida su propia
narrativa o identidad, algunos hilos se insertan con particular fuerza aunque resulten poco
visibles en el conjunto.
Los mitos familiares, y eventualmente sociales, tienen ese poder en la medida que forman parte
de la estructura familiar, social o de la organización a la que se pertenece, implicando
dinámicas que tienen lugar a lo largo de una generación o en el pasaje entre generaciones;
poseen esa intensidad justamente por ser poco o nada explícitas, y son sostenidas por reglas
interaccionales que tornan muy difícil la metacomunicación.
Cuando la socialización no tiene lugar en el marco de una familia sino que ocurre en una
institución, las características de las personas a cargo de los niños (profesionales, operadores
sociales) y de otras personas institucionalizadas generan múltiples improntas, muchas de las
cuales poseen efectos duraderos, en diferentes sentidos, a nivel de circuito intrapsíquico. Al
tratarse de un número mayor de personas, las combinaciones, en ocasiones bajo la forma de
triángulos, resultan múltiples y mayores que en una familia.
A modo de síntesis
De lo expuesto hasta aquí podemos concluir que algunas experiencias generan improntas
relacionales, determinando la forma en que las personas construyen su percepción del mundo
y de sí mismos. Desde una perspectiva interaccional, la personalidad integra las improntas
relacionales del pasado con la situación actual dando lugar a ciertos modos específicos de
pensamiento e interacción.
La narrativa que los consultantes expresan y que se torna objeto del trabajo terapéutico incluye
entonces, en mayor o menor medida, experiencias pasadas. El terapeuta, por su parte,
necesariamente jerarquiza en ese relato algunas improntas relacionales, e introduce otras que
ha rastreado en su evaluación. Al hacerlo, considera el principio de utilización propuesto por
Milton Erickson a fin de arribar a una construcción conjunta del problema, las metas y las
soluciones.

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