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Historia cultural: sobre una experiencia1

Alain Croix

La base documental de este artículo es una tesis defendida recientemente bajo el título: “La
Muerte cotidiana en Bretaña (1480-1670)”.2 No se trata, sin embargo, de presentar aquí un resumen,
sino más bien de explicar su desarrollo en el área de la Historia cultural y, partiendo de allí,
formular algunas observaciones y propuestas metodológicas.
***
Ese trabajo de investigación reposa sobre una concepción muy amplia de historia cultural. La
mejor ilustración de ello es el índice de materias que abarca: marco natural, cultural, económico y
social; una primera parte consagrada a la demografía, una segunda a los aspectos materiales de la
muerte (guerra, hambruna, epidemias, hospitales, problemas financieros, personales, de saludos, de
higiene y alimentación) y, por último, una tercera parte –luego de un capítulo enteramente
metodológico– que aborda los ritos de pasaje, el más allá, el hombre frente al más allá y la
“Iglesia”: los hombres, el discurso y los métodos”. Pienso, por lo tanto, que estamos lejos de
aquellos que se ha denominado Historia de las Mentalidad, lo cual merece, tal vez, una explicación.
Descartemos, en principio, una pista falsa: no creo para nada en que existe un nexo mecánico
entre condiciones materiales y comportamientos culturales. No puede decirse que el morir
demasiado joven o en determinadas condiciones suponga obligatoriamente un comportamiento
cultural. La prueba, si es necesaria, se encuentra en los comportamientos diametralmente opuestos
de las personas en tiempos de epidemia aguda que van del terror a la indiferencia, al menos
aparente.
Las verdaderas razones de esta opinión metodológica fundamental son tres:
1) Pienso que existe una influencia recíproca, una relación dialéctica entre lo material y lo
cultural en sentido estricto. Un ejemplo muy simple permite ilustrar esta afirmación. El estudio de
la economía, de la red urbana, del sentimiento de pertenencia geográfico (parroquia, región urbana,
país, diócesis...) me permiten definir la sociedad bajo bretona en términos de civilización atrasada
profundamente rural y distinguirla así de una buena parte, al menos, de la Alta Bretaña. Este análisis
reforzado por el elemento lingüístico, permite comprender por qué la cultural “burguesa-citadina”
ejerció tan poca influencia en esta región así como comprender por qué el clero pudo jugar allí un
rol de lider social excepcional y la Iglesia pudo tan fácilmente y casi sin competencia modelar los
comportamientos a partir del siglo XVII. Nadie podrá negar, creo, que este rasgo cultural marcó
profundamente no sólo las relaciones sociales sino también la evolución económica ulterior de la
Baja Bretaña.
Por supuesto, otros elementos intervienen en este esquema que, en el marco de este artículo,
no puede sino parecer simplista. Quise centrar la atención sobre este punto para señalar que, a pesar
de ello, el mecanismo general no resulta por ello menos indiscutible. En efecto, la investigación
marxista está hoy de acuerdo en otorgar toda la relevancia que poseen a los fenómenos culturales –
aunque no siempre ha sido así– y a partir de que se admite este principio, es necesario traducirlo en
los términos concretos del análisis.
2) En gran medida por las razones anteriores, no comporto la concepción clásica de la historia
de las “mentalidades” que me parece escindir demasiado los comportamientos estrictamente
intelectuales o materiales y los materiales. El complejo pobre-muerte-joven-sucio-mal comido-
miedo-gusto estético-cristiano-supersticioso- etc no me parece que deba ser desmembrado en
beneficio de los tres o cuatro últimos términos. Todo ello compone la cultura y, además, es así que
la concebía R. Mandrou en su Introduction à la France moderne. ¿Es esto una evidencia? Tal vez

1 Del original: Croix Alain. “Histoire culturelle : sur une expérience”. In: Annales de Bretagne et des pays de l'Ouest.
Tome 88, numéro 1, 1981., pp. 7-15. Traducción: María de las Nieves Agesta
2 Université de París, I, 26-4-1980. Publicada bajo el título “La Bretaña aux 16e et 17e siècles: la vie, la mort, la foi”,
que resultaba más acorde a su contenido.
no: hemos podido ver estudios donde el análisis de lo mental se inclinaba hacia su vertiente
psicoanalítica, quizás interesante, pero en todo caso mucho más fácil y ligera que la astringente
dimensión de “lo material” con sus fastidiosos escrutinios.
3) Esta visión muy amplia de la historia cultural me parece aportar, finalmente, una garantía
contra el riesgo constante de la historia de las mentalidades: el contrasentido, la interpretación
abusiva de un documento. El argumento puede chocar, en principio, por su apariencia impresionista
y por su ausencia de rigor. Pero todos sabemos que podemos, de buena fe, leer un documento de
muchas maneras, a partir de un a priori más o menos consciente. Cuando el administrador
Alleaume escribió al margen del libro de cuentas de su amo en 1647, “mi hija murió” e, incluso, un
poco más atrás “mi pequeña Genoveva está muy mal”, y nada más, podemos subrayar el pequeño
matiz de ternura o bien la brevedad; podemos igualmente, frente a las múltiples y secas menciones a
la muerte en los libros de cuentas, retener la ausencia de dolor ante la muerte de las personas
cercanas... o abordar la ausencia de expresión escrita del dolor, que es algo diferente. Pienso que no
siempre escapamos a condicionamientos del tipo: muy alta mortalidad infantil, por lo tanto, muerte
banal, por lo tanto, indiferencia, que son apuntalados por argumentos precisos como “precoz
entrega a la nodriza” y alimentados por múltiples clichés contemporáneos sobre los países del
llamado Tercer Mundo.
Lo que pido, aquí, es entonces una verdadera familiaridad con la población estudiada a partir
de una familiaridad profunda con las fuentes más diversas que no podrá rechazar la subjetividad
bajo el pretexto de no ser cuantificable. Ella no es, por cierto, una garantía suficiente, pero sí es
indispensable. Aislado de su contesto, un gesto como la ausencia de los padres al enterramiento de
su hijo, ver su presencia al final del cortejo, podría ser interpretado en términos de indiferencia
pero, de hecho, se trata de una señal codificada -no siempre fácil de descifrar – cuya interpretación
no tiene nada que ver con nuestros esquemas de pensamiento. Aún más sorprendente me parece el
ejemplo de las reacciones ante la peste: mientras se observan comportamientos que dan cuenta,
indiscutiblemente, del miedo profundo, al mismo tiempo en el mismo lugar y a veces en los mismo
grupos sociales, otras conductas dan prueba de una cuasi-indiferencia, incluso teniendo en cuenta la
ignorancia propia de la época sobre las causas del mal. No es posible llegar a una interpretación
justa más que utilizando medios materiales. Así, es necesario situar relativamente estas reacciones,
haciéndolas interactuar unas con otras, como en el caso del afán de lucro. Es necesario el aporte de
la demografía para comprender la diferencia fundamental entre las reacciones humanas durante la
hambruna y la epidemia de los ricos y los pobres: digamos, sumariamente, que los pobres
reaccionan más en épocas de hambruna y los ricos en tiempos de epidemia y que esto corresponde a
una percepción de los riesgos que implican para cada uno. Se requiere el aporte de la historia
hospitalaria para comprender por qué los burgueses afectados por la peste deseaban ser
hospitalizados para asegurarse los cuidados de un personal médico todavía escaso y después del
siglo XVI se negaban absolutamente a ello luego de que la experiencia les hubo mostrado que los
hospitales especializados aumentan los riesgos de muerte mientas que los pobres deseaban esta
hospitalización que implicaba comida gratuita para toda la familia hospitalizada al mismo tiempo.
Es necesaria la historia social para comprender por qué los burgueses pueden poner medidas que
protegen objetivamente al conjunto de la población y por qué los pobres pueden utilizar
conscientemente la violación de esta medidas como medio de presión para obtener otras de orden
alimentario.
Podría multiplicar así los ejemplos en los dominios más variados, incluso en aquellos
aparentemente más seguros........ Un buen geógrafo subraya la función de obstáculo que cumplen
los valles en ocasiones profundos de Bretaña y que “es difícil ganar el interior desde el mar” 3. Las
consecuencias sobre las “mentalidades” parecen obvias: compartimentación, aislamiento del
interior, contraste costa/interior.... Ahora bien, el analista piensa en puentes, trenes y automóviles.
Mientras que en los siglos XVI y XVII los ríos, incluso los pequeños, juegan un rol esencial en el
transporte de bienes y de personas -lo que llamamos el estudio económico- ¡lo cual nos conduce a
una conclusión exactamente inversa!

3 R. Musset, La Bretagne, 4º edición, París, 1958, p. 20.


Me parece, en suma, necesario que el historiador disponga de dos recursos principales: que
vea, por supuesto, sus sujetos desde la exterioridad, como un etnólogo sobre el terreno; que les vea,
al mismo tiempo, desde una posición de interioridad, en la medida de lo posible. Que sea, en suma,
Burguière y Hélias reunidos.4
Es difícil a veces, largo y pesado siempre, pero es posible y es indispensable a mi criterio para
quien quiera aproximarse un poco más a una cultura.
***
No es suficiente indicar un programa: es necesario también aplicarlo. La demografía, la historia
material tienen métodos bien desarrollados. La investigación en el dominio de las mentalidades, de
los comportamientos, se encuentra en plena gestación: es aquí donde querría subrayar la necesidad
de precauciones metodológicas insistiendo sobre el hecho de que les asigno valor sobre para los
siglo XVI y XVII. La uniformización cultural más avanzada del siglo XVIII permite evidentemente
otros planteamientos.

4 Hago alusión dos libros esenciales: Bretons de Plozévet de A. Burguière y Le cheval d'orgueil de P.- J. Hélias.

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