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OBJETIVO:
Reflexionar sobre la importancia de generar las condiciones para que los niños
y las niñas puedan transitar de un contexto a otro de la mejor forma posible,
atendiendo a sus características, potencialidades y necesidades particulares.
CONTENIDO:
Los diferentes estudios y teorías del desarrollo infantil sobre este tema, han
demostrado la relación de los componentes fisiológicos y psicológicos del
comportamiento del niño y la niña para lograr el ajuste a nuevas condiciones,
encontrando algunas reacciones que determinan el surgimiento o el aumento de
la frecuencia de enfermedades agudas, dada la disminución de la inmunidad
natural ante las enfermedades que se pueden manifestar en mayor excitabilidad
del sistema nervioso central, alteraciones en el proceso de la alimentación,
cambios en los hábitos del dormir y pérdida o estabilización del peso corporal y
aumento de la temperatura sin una causa aparente, entre otros.
El niño y la niña
El niño y la niña son seres únicos, los cuales se encuentran en un continuo
desarrollo, en el cual se evidencian sus deseos, sus gustos, sus intereses, sus
necesidades. En las transiciones estas manifestaciones son cruciales, ya que
necesitan ganar confianza y seguridad para poder expresarlas de manera
tranquila, viéndose reflejado en la forma de interactuar con el otro, resolver
situaciones; así como el desarrollo de su autonomía, autoestima, independencia.
El agente educativo debe ser observador de estas manifestaciones, para poder
acompañarlos, orientarlos y posibilitar la expresión de pensamientos, sentimientos
y emociones.
La familia:
En el CDI y en las Instituciones educativas la familia ocupa un lugar
especial y primordial. Su comunicación constante, veraz, pertinente con los
agentes educativos durante las transiciones es
fundamental. Estar al tanto de lo que sucede con su
hijo, su hija, durante todos los momentos del tránsito es clave para un
acompañamiento en todo el desarrollo de aprendizaje y crecimiento de sus hijos.
La familia debe asumir un rol activo, participativo con gran disposición para
involucrarse en todas aquellas acciones que así lo requieran. Para el niño y la niña
la presencia y participación de ellos en este tránsito repercute en todo su
desarrollo emocional, niveles de confianza, seguridad y tranquilidad por
enfrentarse con este nuevo espacio, personas, situaciones.
Los agentes educativos que hacen parte del CDI e Instituciones educativas,
deben poseer una característica muy importante: amar su trabajo, estar
convencidos de la importancia de su rol en el acompañamiento de los niños, las
niñas, las familias.
El agente educativo se sitúa ante el niño, como una figura de autoridad que
lo conoce, apoya y orienta en su desarrollo, estableciendo con él vínculos de
afecto y respeto que le permitan la construcción de su autonomía moral, social e
intelectual.
1. Principio de la individualidad:
“Cada niño se adapta a las nuevas condiciones
de acuerdo a su singularidad y por ello cada
proceso de adaptación debe enfocarse como una unidad”.
Algunas investigaciones como las de López han demostrado que los niños
preescolares, tienen una curva sobre el tiempo permisible para recibir una
“estimulación cognoscitiva continuada”, sin que sobrevenga la fatiga. Los
tiempos óptimos encontrados fueron:
Para los lactantes de 3 a 5 minutos.
Para los niños de 1 a 2 años, de 7 a 8 minutos.
Para los niños de 2 a 3 años, 10 minutos.
Para los niños de 3 a 4 años, 15 minutos.
Para los niños de 4 a 5 años, 20 minutos.
Para los niños de 5 a 6 años, 25 minutos.
Por ello son indispensables los tiempos de descanso y relajamiento entre
las diferentes actividades pedagógicas.
Es así como de ese período de unión biológica madre – hijo, de ese apego
dominante y posesivo, de la aceptación de la madre no sólo como fuente de
gratificación y bienestar sino como la persona de derecho propio, el niño adquiere
lo que se llama “la imagen de la madre”, y está ya en capacidad de separarse de
la madre, acepta su ausencia sin tristeza, la recuerda con sentimiento positivo y la
recibe con alegría cuando vuelve.
Aunque los niños desde que nacen reciben todo tipo de juguetes, la
habilidad para jugar con ellos es una adquisición gradual. A medida que crece, su
atención va pasando de los juguetes que puede acariciar y tocar y que además le
brindan la posibilidad de descargar sus sentimientos de amor ira, a aquellos
juguetes que le dan la posibilidad de construir y crear nuevas situaciones.
De igual modo, por imitación el niño pone el juego bajo su control y al servicio
de fines superiores, lo que implica desarrollar la capacidad de perseverancia y de
superar dificultades. El juego de coparticipación, es un indicador de la adaptación
real del niño al ambiente educativo, ya que implica pasar de la dependencia hacia
el adulto, a la relación de par con sus iguales, donde el otro ya no solo es útil para
satisfacer un deseo común, sino que se asume al compañero de juego como una
persona con derecho propio, cuyos sentimientos y deseos son tenidos en cuenta
(Base fundamental de la formación del sentido de democracia por parte del niño).