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ACOGIDA Y ADAPTACIÓN

OBJETIVO:

Reflexionar sobre la importancia de generar las condiciones para que los niños
y las niñas puedan transitar de un contexto a otro de la mejor forma posible,
atendiendo a sus características, potencialidades y necesidades particulares.

CONTENIDO:

La acogida hace referencia a un término en donde el recibir, abrigar,


cuidar, aceptar se convierten en acciones propias para la adaptación de los niños
y las niñas a sus nuevos entornos, incluidas personas entre pares y adultos, así
como los ambientes, los objetos. La acogida va más allá de una simple
bienvenida, es hacer sentir a los niños y a las niñas seres importantes, seres que
se están esperando para acompañarlos en sus procesos de aprendizaje, a partir
de acciones intencionadas por parte de los agentes educativos (profesores,
familia, directivos, personal de apoyo y oficios varios). Es de anotar que la acogida
también tiene su tiempo, no es un solo día, son todos los días que el niño o la niña
necesiten para lograr adaptarse, de allí que sea diferente en cada proceso, cada
ritmo es diferente.

El desarrollo del niño y la niña depende de múltiples condiciones y


establecer las condiciones óptimas de vida, constituye una tarea fundamental de
muchas ciencias como la Psicología, la Medicina (Pediatría, Fisiología), la
Pedagogía entre otras.

La llegada del niño y la niña al centro educativo:

El ingreso del niño y la niña a las condiciones de vida y organización de la


institución educativa, llámese Preescolar o Jardín infantil, constituye un paso de
vital importancia para el futuro desarrollo de su personalidad y, a la vez, se
considera el primer eslabón de todo el trabajo docente- educativo que se realiza
en el preescolar, y de cuyo adecuado desenvolvimiento, depende en gran medida
el ajuste del niño a las nuevas condiciones de la vida escolar que le han de
permitir una estancia feliz.

Garantizar que este ingreso se efectúe de manera adecuada, es sin duda


un propósito fundamental de toda institución educativa infantil.
La actividad de adaptación es un mecanismo integral, que reúne y coordina
todas las reacciones de respuesta de los diferentes órganos y sistemas, y que
posibilita la adecuación del organismo a las
condiciones cambiantes.

De hecho el componente emocional y psicológico de este proceso, el paso


a las nuevas condiciones de vida implica cambios en el estado de salud del niño
y la niña.

Los diferentes estudios y teorías del desarrollo infantil sobre este tema, han
demostrado la relación de los componentes fisiológicos y psicológicos del
comportamiento del niño y la niña para lograr el ajuste a nuevas condiciones,
encontrando algunas reacciones que determinan el surgimiento o el aumento de
la frecuencia de enfermedades agudas, dada la disminución de la inmunidad
natural ante las enfermedades que se pueden manifestar en mayor excitabilidad
del sistema nervioso central, alteraciones en el proceso de la alimentación,
cambios en los hábitos del dormir y pérdida o estabilización del peso corporal y
aumento de la temperatura sin una causa aparente, entre otros.

El mecanismo regulador de la adaptación no se encuentra estructurado en


el momento del nacimiento, sino que se va conformando en el desarrollo del
individuo, consolidándose sobre la base de las experiencias adquiridas y los
vínculos afectivos establecidos; o sea que en la medida que las sucesivas
adaptaciones sean satisfactorias, así se estará garantizando un buen ajuste
posterior a nuevas adaptaciones en el medio escolar y social.

El reconocimiento de estos cambios como propios del proceso que puede


vivir un niño o niña que comienza en una institución de educación preescolar,
permite a los docentes y padres de familia asumir el acompañamiento de su hijo o
alumno con mayor claridad y seguridad.

Principios esenciales de la estancia del niño y la niña en el centro educativo

Si nos centramos en lo que significa un principio, podemos hablar de


aquello que no puede faltar en un determinado proceso o situación y que no
admite ningún tipo de negociación o cambio. En este caso los principios dan una
línea la cual cada uno de los agentes educativos debe seguir, para garantizar de
esta manera un tránsito exitoso de los niños y las niñas. En cada uno de los
principios de un buen proceso de adaptación, lo que realmente importa y resalta
es la posición del ser persona, con una vida única, con una historia, con un
establecimiento de vínculos y relaciones lo cual posibilita ganancia en seguridad,
autonomía, autoestima, confianza, tranquilidad, para poder enfrentarse a todas las
nuevas situaciones. De allí que el período de
adaptación-acogida, se convierte en una situación
específica de resiliencia: Se adquieren muchos aprendizajes, hay cambios en los
tiempos en los espacios, en las dinámicas hasta que se puedan interiorizar.

El establecimiento de unos criterios y principios educativos de orden


práctico y metodológico en las instituciones de educación infantil posibilitan crear
unas condiciones mínimas para hallar los medios apropiados para el paso de la
vida hogareña al CDI, de éste a transición y luego a primero de primaria, tomando
como punto de partida el desarrollo social, emocional, físico, cognitivo de los niños
y las niñas. De allí que los principios de la adaptación estén enfocados desde el
niño, la niña, la familia, el CDI, la Institución Educativa. En cada uno de éstos
existen elementos trasversales, que dan línea a la forma como se desarrollan,
tales como: la palabra, los ritmos de aprendizaje, el contacto, el silencio como
forma de expresión, de escucha, el respeto.

De igual forma la construcción de cada principio está sustentada de


acuerdo con el desarrollo cerebral y las particularidades de la actividad nerviosa
superior en la primera infancia.

El niño y la niña
El niño y la niña son seres únicos, los cuales se encuentran en un continuo
desarrollo, en el cual se evidencian sus deseos, sus gustos, sus intereses, sus
necesidades. En las transiciones estas manifestaciones son cruciales, ya que
necesitan ganar confianza y seguridad para poder expresarlas de manera
tranquila, viéndose reflejado en la forma de interactuar con el otro, resolver
situaciones; así como el desarrollo de su autonomía, autoestima, independencia.
El agente educativo debe ser observador de estas manifestaciones, para poder
acompañarlos, orientarlos y posibilitar la expresión de pensamientos, sentimientos
y emociones.

Vivir unas transiciones exitosas posibilita en los niños y las niñas la


construcción de valores tales como la solidaridad, el respeto por el otro, por lo que
lo rodea, la tolerancia.

La familia:
En el CDI y en las Instituciones educativas la familia ocupa un lugar
especial y primordial. Su comunicación constante, veraz, pertinente con los
agentes educativos durante las transiciones es
fundamental. Estar al tanto de lo que sucede con su
hijo, su hija, durante todos los momentos del tránsito es clave para un
acompañamiento en todo el desarrollo de aprendizaje y crecimiento de sus hijos.

La familia debe asumir un rol activo, participativo con gran disposición para
involucrarse en todas aquellas acciones que así lo requieran. Para el niño y la niña
la presencia y participación de ellos en este tránsito repercute en todo su
desarrollo emocional, niveles de confianza, seguridad y tranquilidad por
enfrentarse con este nuevo espacio, personas, situaciones.

El CDI, la Institución educativa

Los agentes educativos que hacen parte del CDI e Instituciones educativas,
deben poseer una característica muy importante: amar su trabajo, estar
convencidos de la importancia de su rol en el acompañamiento de los niños, las
niñas, las familias.

El agente educativo se sitúa ante el niño, como una figura de autoridad que
lo conoce, apoya y orienta en su desarrollo, estableciendo con él vínculos de
afecto y respeto que le permitan la construcción de su autonomía moral, social e
intelectual.

Durante las transiciones el agente educativo debe realizar acciones diarias


de observación, reflexión acerca de lo que ve en los niños y las niñas, lo cual se
verá reflejado en la intencionalidad de sus acompañamientos con cada uno de
ellos, y así posibilitar una transición exitosa.
El agente educativo siempre debe tener una mirada crítica de su quehacer,
específicamente en los períodos de transición, que le posibilite tener una
participación creativa como miembro de un equipo interdisciplinario.

Definición de los Principios:

1. Principio de la individualidad:
“Cada niño se adapta a las nuevas condiciones
de acuerdo a su singularidad y por ello cada
proceso de adaptación debe enfocarse como una unidad”.

La aplicación de este principio por parte del docente implica flexibilidad en


el enfoque del proceso y eliminación de esquemas rígidos para el comportamiento
del niño y la niña; ello implica asumir al niño como el ser persona que es, que
piensa, siente, tiene conocimientos, opiniones, necesidades que surgen de él y su
personal percepción y elaboración del mundo circundante.

El niño necesita sentir que es aceptado, que se le aprecia, se le acaricia y


mima, poseer a alguien y sentir a su vez que pertenece a alguien.

De igual forma las particularidades de la actividad nerviosa se caracterizan en


cada niño por:

 Rápida formación y a la vez la pérdida de los reflejos condicionados y de


los estereotípicos dinámicos relacionados con estos. Pedagógicamente
esto implica la necesidad de la repetición en las acciones, para lograr la
estabilidad de los comportamientos y la formación de hábitos y habilidades.
No basta con “enseñarles” las cosas una vez, sino una y otra vez, hasta
lograr la estabilidad. Aparentemente lo que el niño aprendió hoy puede no
saberlo mañana.

 El aumento progresivo de la capacidad de trabajo del sistema nervioso


central determina una posibilidad del trabajo de las neuronas cada vez
mayor, aumentándose la longitud de los períodos de vigilia. El mayor
tiempo de vigilia requiere una estimulación superior, y cuando la misma no
es rica en estímulos, se propicia la inactividad, pasividad que puede
incrementar el tiempo de sueño. Es tarea de los educadores garantizar una
vigilia activa y dinámica que conduzca a un mayor trabajo del sistema
nervioso.

 La limitada resistencia de las células nerviosas, se ve excedida por el


aumento de vigilia que puede generar fatiga y el resurgimiento de
conductas inapropiadas por parte del niño y la niña. Por ello la educadora
aunque permita una vigilia activa y dinámica ha de considerar los períodos
de descanso para la recuperación funcional de las células nerviosas.
Algunas situaciones educativas pueden generar fatiga, como son el
mantener a los niños en una misma actividad prolongada y monótona,
pretender que esté en una posición dada,
como estar en una silla entado en espera de
la llegada de los padres.

 Algunas investigaciones como las de López han demostrado que los niños
preescolares, tienen una curva sobre el tiempo permisible para recibir una
“estimulación cognoscitiva continuada”, sin que sobrevenga la fatiga. Los
tiempos óptimos encontrados fueron:
Para los lactantes de 3 a 5 minutos.
Para los niños de 1 a 2 años, de 7 a 8 minutos.
Para los niños de 2 a 3 años, 10 minutos.
Para los niños de 3 a 4 años, 15 minutos.
Para los niños de 4 a 5 años, 20 minutos.
Para los niños de 5 a 6 años, 25 minutos.
Por ello son indispensables los tiempos de descanso y relajamiento entre
las diferentes actividades pedagógicas.

 El desequilibrio de los procesos nerviosos básicos de excitación – inhibición


nerviosa, hacen que el niño en edad preescolar sea un niño activo que no
puede permanecer mucho tiempo pasivo, necesita de la actividad y el
movimiento como consecuencia de la dominancia de sus procesos
excitatorios. El predominio de esta excitación conduce a que sea más fácil
posibilitar aprendizajes nuevos que detener una acción que ya se está
realizando, por ello las repeticiones para consolidar los hábitos y
habilidades deben renovarse en sus contenidos para alcanzar este logro
de manera apropiada. La motivación de los niños con el juego, es un
elemento importante para lograr un cierto equilibrio de estos procesos
nerviosos.

 La aparición relativamente fácil de la inhibición externa, hace que los niños


de esta edad se sientan atraídos por los diferentes estímulos del medio, lo
cual debe tenerse en cuenta en los procesos de socialización y
organización de los niños pequeños para orientar su atención hacia
aquellas “cosas permitidas cuando se empeña en comportamientos que no
son aceptables”. Cuando un niño llora por un juguete que tiene otro, al
presentarle otro juguete que le interese, hace que “olvide” el anterior y
juegue con el nuevo.

 La progresiva concentración y localización de la actividad motriz se va


dando por la mielinización de las fibras nerviosas para alcanzar
coordinaciones cada vez más refinadas. En
el niño preescolar por este proceso, se da la
existencia de algunos movimientos innecesarios superfluos, que a veces
impiden la realización correcta de una actividad sin que ello implique
dificultades corticales. Cuando el niño corta con tijeras o pinta con pincel,
introduce movimientos a sus acciones sin que ello indique una torpeza
motriz de los músculos finos de sus manos.

2. Principio de la separación paulatina del núcleo familiar y el tiempo de


estancia progresiva del niño

“En la medida que aumenta el tiempo de permanencia del niño y la niña


en el preescolar, se debe reducir el tiempo que la madre – el padre
emplean en participar con su hijo en el proceso de adaptación”.

En la base emocional y afectiva que sustenta este principio, está el hecho


innegable que la madre como fuente primaria y de mayor satisfacción, se
transforma en el punto central en lo que se centra la vida emocional del niño y la
niña. Es así, como orientado por las experiencias en que sus deseos se
satisfacen, el niño pequeño va cambiando en forma gradual del amor por sí
mismo, en amor por los demás.

Por lo tanto la separación temporal de la madre es uno de los aspectos que


más ha variado y se ha estudiado en los últimos años, el conocimiento de la
angustia de separación y las relaciones de dependencia – independencia, han
llevado a reconocer los diferentes pasos consecutivos que se dan en la separación
del niño con su madre.

Es así como de ese período de unión biológica madre – hijo, de ese apego
dominante y posesivo, de la aceptación de la madre no sólo como fuente de
gratificación y bienestar sino como la persona de derecho propio, el niño adquiere
lo que se llama “la imagen de la madre”, y está ya en capacidad de separarse de
la madre, acepta su ausencia sin tristeza, la recuerda con sentimiento positivo y la
recibe con alegría cuando vuelve.

Es importante destacar que en esta separación, intervienen factores que


facilitan o dificultan dicho proceso como el método de crianza de los padres y el
método educativo asumido por la institución, las experiencias previas de cada niño
y sus condiciones actuales de vida como son sus hábitos alimenticios, los horarios
de sueño y vigilia, el control de esfínteres y el desarrollo del lenguaje, entre otros.
Existe una regla de oro, que sustenta este
principio y es que “La primera separación del núcleo familiar se debe hacer con
conocimiento por parte del niño y la niña, sin huir sus padres a escondidas, sino
despidiéndose en forma afectuosa e informándole que en un tiempo determinado
habrán de volver”.

3. Principio de la incorporación gradual de procesos y actividades

“Los diferentes momentos y actividades que el niño realiza en la institución


se van dando gradualmente”.

La satisfacción de las necesidades básicas del niño en las instituciones


como la alimentación, el control de esfínteres, los juegos y todas las actividades
orientadas por las educadoras, implican para el niño una nueva acción psíquica
compleja, en corto tiempo debe incorporar nuevos hábitos y estereotipos que
pueden entrar en contradicción con los previamente formados, que al sustituirlos
por los nuevo, implican cambios que deben hacerse en forma paulatina y gradual,
para evitar una sobrecarga de la actividad nerviosa superior del niño, ya que si se
incorporan varios procesos o actividades a la vez, la tensión emocional se
multiplica y se forza al niño a realizar una actividad de ajuste que excede sus
posibilidades y que lo hace más vulnerable.

Se hace indispensable proporcionarle condiciones de vida y educación


estables en las que prime el afecto y la estimulación y adecuados procesos de
socialización, como elementos básicos para garantizar un estado de satisfacción
que conlleve a un óptimo funcionamiento de los procesos nerviosos corticales.

Estudios como los de Martínez y otros (Cuba, 1989), en referencia al


horario de vida, demuestran que cuando el niño tiene un régimen de vida
organizado, en el que se satisfacen apropiadamente y en los momentos
requeridos, sus necesidades básicas de alimentación, sueño y vigilia
(componentes del horario de vida), se propicia una excitabilidad adecuada de la
corteza cerebral y se reduce la presencia de fatiga y se obtiene una apropiada
capacidad del sistema nervioso.

La irregularidad de los horarios de vida o su inexistencia trae como


consecuencia la alteración de la actividad analítica – sintética de la corteza por lo
tanto se altera y perturba el comportamiento del niño. Se han encontrado
bastantes casos de niños con serias alteraciones del comportamiento, que
resuelven sus problemas con sólo orientar a los
padres en el cumplimiento de un régimen de vida
organizado para sus hijos.

Sin lugar a dudas es el juego, el que proporciona interrelaciones que son


muy propicias para posibilitar un buen proceso de ajuste y asimilación de las
nuevas condiciones de vida y el contacto con otros niños.

Aunque los niños desde que nacen reciben todo tipo de juguetes, la
habilidad para jugar con ellos es una adquisición gradual. A medida que crece, su
atención va pasando de los juguetes que puede acariciar y tocar y que además le
brindan la posibilidad de descargar sus sentimientos de amor ira, a aquellos
juguetes que le dan la posibilidad de construir y crear nuevas situaciones.

De igual modo, por imitación el niño pone el juego bajo su control y al servicio
de fines superiores, lo que implica desarrollar la capacidad de perseverancia y de
superar dificultades. El juego de coparticipación, es un indicador de la adaptación
real del niño al ambiente educativo, ya que implica pasar de la dependencia hacia
el adulto, a la relación de par con sus iguales, donde el otro ya no solo es útil para
satisfacer un deseo común, sino que se asume al compañero de juego como una
persona con derecho propio, cuyos sentimientos y deseos son tenidos en cuenta
(Base fundamental de la formación del sentido de democracia por parte del niño).

4. Principio de flexibilidad en la incorporación de nuevos hábitos y respeto por


los existentes.

“Todas las condiciones habituales del niño han de permanecer idénticas


al máximo, para evitar aumentar el nivel de ansiedad e introducir poco a
poco las nuevas variables en el progresivo ajuste del niño a las
condiciones cambiantes del medio educativo”.

Este principio no sólo se refiere a la paulatina supresión de hábitos


indeseables, sino también a la flexibilidad en la incorporación de nuevos hábitos
positivos que el niño debe incorporar en el preescolar como son la alimentación, la
higiene y algunas conductas de autocuidado.

En esta etapa el comportamiento del niño se hace muy dependiente de la


satisfacción de sus necesidades básicas, las cuales deben tenerse como premisa
inicial para considerar cualquier proceso de socialización: un niño no puede actuar
de manera conveniente, si sus necesidades no están satisfechas.
Las acciones principales de socialización con los
niños más pequeños descansan más en la organización de su comportamiento y
en la formación de hábitos, que en la demanda verbal.

En las etapas más tempranas del desarrollo la explicación o el convencimiento


verbal tiene grandes limitaciones en la comunicación con los niños, se obtiene
más mediante la acción consecuente que con las palabras.

Recomendaciones para los agentes educativos

Una comprensión más científica del psiquismo humano y el reconocimiento


de que el aprendizaje no depende solamente de las formas y métodos
pedagógicos sino también de las particularidades del funcionamiento del sistema
nervioso central y de la actividad nerviosa superior, permite a los educadores de
manera más científica y reflexiva su práctica pedagógica y lograr de forma más
efectiva el desarrollo armónico y la formación integral que se propone la educación
infantil.

Sabemos además, que someter el niño a numerosas condiciones


cambiantes de manera simultánea, puede provocar desajustes en el
funcionamiento cortical de sus procesos nerviosos y perturbar de manera negativa
el estado de excitabilidad de la corteza cerebral. Por ello las experiencias
educativas se le deben brindar al niño de manera gradual, y no atiborrarlo de
acciones, prohibiciones, orientaciones de una vez, sino poco a poco para
garantizar un buen ajuste a los cambios que enfrenta.

Lo planteado anteriormente demuestra que no es posible educar a los niños


si no se conocen con profundidad las particularidades de su actividad nerviosa
superior: ¿Cómo se puede establecer un régimen de vida apropiado en los
centros infantiles? ¿Cómo se han de organizar las actividades? ¿Cómo se han de
satisfacer sus necesidades básicas? ¿Cómo comprender su incapacidad para
mantenerse sentado por un tiempo prolongado? ¿Por qué le es tan dañino
esperar? ¿Por qué no se puede cambiar rápidamente de una actividad a otra?
¿Por qué es perjudicial mantener en fila? ¿Por qué se desinteresa aunque este
aprendiendo algo novedoso y estimulante?

Decenas de preguntas como estas surgen en el diario quehacer pedagógico


y el tipo de respuesta que demos a ellas permitirá o negará que la estancia del
niño en el centro educativo sea sana, estimulante y feliz.

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