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Promoción de estrategias

para la crianza.
Fortaleciendo vínculos con las familias
y la comunidad.

Dirección Provincial de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social.


Introducción

Este documento tiene como propósito fundamental brindar un contenido específico


con estrategias de acompañamiento a las familias en el proceso de crianza de los
niños, con centro en el “interés superior del niño entendido como la máxima
satisfacción integral y simultánea de sus derechos en un marco de libertad, respeto
y dignidad, para lograr el desenvolvimiento de sus potencialidades, y el despliegue
integral y armónico de su personalidad” (1).

Los docentes de nivel inicial y los equipos de orientación escolar, asumen desde su
especificidad este desafío para el logro de un desarrollo integral en la infancia, que
incluya el fortalecimiento emocional de cada niño.

Teniendo en cuenta que las instituciones educativas representan un ámbito ideal


para fortalecer las relaciones vinculares en pos del bienestar pleno de los niños,
este material pretende:

Re significar el rol del adulto como protector y referente significativo en el proceso


de crianza.

Promover un trabajo con las familias que facilite la reflexión sobre los valores que
se ponen en juego en las concepciones sobre la crianza y posibilite pensar modos
de comportamiento asertivos.

Incluir la enseñanza y el aprendizaje de las habilidades vinculadas al manejo de las


emociones en el aula, en la escuela y en las familias.

Brindar orientaciones de crianza vinculadas al cuidado y la protección de los niños.

Promover modos de comunicación asertiva dentro de la comunidad escolar,


en pos de una buena convivencia.

(1) Art 4 de la ley 13.298 de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños.

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El ejercicio de la crianza supone garantizar los roles de: cuidado, protección y
educación, que incluya la dimensión emocional de los niños. Se consideran
estrategias para la crianza, aquellas orientaciones y acciones que llevan a cabo las
familias acompañadas por la tarea pedagógica de los docentes, y que posibilitan el
desarrollo pleno e integral de sus hijos en sus aspectos: físico, socioemocional y
cognitivo.

Los vínculos y las interacciones dentro de un sistema familiar son sostenidas desde
el rol del adulto como principal protagonista y responsable de la manera en la cual
se plantean y desarrollan las interacciones.

Definido esto, consideramos significativo e imprescindible pensar acerca del rol del
adulto como actor clave en el proceso de la crianza de los niños.
A continuación, se detallan tres ejes organizadores del contenido a tratar:

Primer Eje: El desarrollo emocional del niño.

Segundo Eje: El lugar de la familia en el desarrollo integral del niño.

Tercer Eje: El rol del jardín de infantes en el fortalecimiento del


desarrollo emocional y social.

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Primer Eje: EL DESARROLLO EMOCIONAL DEL NIÑO

Algunos apuntes del desarrollo emocional del niño. En camino a una buena
expresión emocional.

El contenido propuesto para este primer eje tiene como punto de partida, la siguiente
premisa: el reconocimiento y vivencia de las propias emociones se aprende en
entornos de seguridad emocional. El crecimiento sano del recién nacido se apoya en
el establecimiento del vínculo de apego, confiable y estable con los adultos más
cercanos que lo cuidan. Es un vínculo que se fortalece cuando se ejerce cuidado y
protección con afecto, que interpretan sus manifestaciones y que la respuesta de ese
referente de cuidado es constante y previsible. El apego es primordial para un desarrollo
saludable e integral. Constituye un organizador de las experiencias futuras.

El vínculo de apego descripto en párrafos anteriores implica una interacción


intersubjetiva que se construye dadas las condiciones mencionadas; por lo tanto,
se aprende a cuidar/criar permitiéndose descubrir al hijo como a una persona única
y diferente en proceso de crecimiento y con un amplio potencial que requiere ser cuidado
para que pueda desplegarse.

La manera en que la familia lo espera, lo recibe, lo mira, lo conoce, le da un nombre


y una identidad, constituye un andamiaje que incluye los primeros modelos o matrices
para todos los futuros aprendizajes de la vida del niño.

El camino del desarrollo emocional se inicia en el reconocimiento de las emociones.


Desde muy pequeño el niño/a experimenta variadas respuestas, de diferente intensidad,
a las experiencias que va viviendo. Progresivamente va reconociendo y tomando
conciencia de ese registro de sentires y comportamientos que implicarán la constitución
subjetiva, “su modo de ser”. En esta tarea los adultos se vuelven los principales
referentes.

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¿Cómo reconocer lo que siente, cómo expresarlo, y cómo
principalmente experimentarlo para que su expresión
resulte asertiva y posibilite el bienestar propio y de otros?

Es un desafío de desarrollo personal y social, que tiene al adulto referente en un lugar


central para acompañar la expresión emocional y facilitar el autoconocimiento y la conciencia
emocional de los niños y niñas. La regulación emocional consiste en la capacidad de poder
atenuar o incrementar la intensidad de las reacciones emocionales, según sean estas
placenteras o displacenteras. Por su parte la autorregulación, o sea el manejo o la
administración de las emociones, implica toda estrategia dirigida a mantener, aumentar o
inhibir un estado afectivo en curso. Como podemos ver no se habla de suprimir la emoción,
sino de darle un sentido y una direccionalidad, de poder adecuarla a la situación social
particular que se está experimentando para su propio bienestar.

El inicio de la conciencia emocional tiene lugar cuando el niño comienza a percibir


qué le pasa, qué siente. Ese reconocimiento implica un proceso en el cual la familia ocupa
un rol fundamental. Mediante sus interacciones, la familia puede desarrollar pautas de
comportamiento que contengan esas emociones evitando su expresión, generando en él
respuestas impulsivas o reactivas a la situación al no poder o no saber expresar lo que le
pasa o siente. Posibilitar a los niños reconocer y regular las emociones les permitirá
desarrollar una adecuada imagen de si mismo, que se refleja en autoestima y
autoconfianza.

Ese proceso de regulación y expresión requiere de estimular la alfabetización emocional.


Llamar a la emoción, y sus diferentes matices, con los nombres adecuados genera la
capacidad de mediatizar con la palabra, demorando la reacción y convirtiéndola en una
respuesta efectiva, integral. Sabemos que muchos niños están sometidos a situaciones
de frecuente estrés. El estrés crónico o tóxico puede resultar perjudicial para el desarrollo,
fundamentalmente en la primera infancia, y es indicador de mayor presencia de diversas
alteraciones de la salud, por lo que desarrollar condiciones de cuidado es una forma
concreta de contribuir al bienestar emocional. Estas condiciones de cuidado pueden
generarse, por ejemplo, dándoles la voz, habilitando espacios para que puedan expresarse,
ofreciéndole a sus padres o cuidadores espacios donde compartir sus dudas e inquietudes
acerca de la crianza, entre otras posibilidades. El bienestar emocional posibilita un mayor
desarrollo de habilidades socioemocionales y de capacidades cognitivas.

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La importancia del juego en el desarrollo socio emocional

Las actividades lúdicas son una necesidad en el ser humano. Cuando el niño juega
experimenta diversas situaciones que lo preparan para enfrentar responsabilidades en la
sociedad de la que formará parte y, por ser una forma de expresión espontánea y
motivadora, favorece la comunicación y la creatividad.

La actividad lúdica vehiculiza, transmite e internaliza en los niños pautas culturales


y simbólicas de la sociedad a la que pertenece. El juego es un modo de hacer y aprender,
potencia el desarrollo cognitivo, afectivo, estético, corporal y social de los niños como
condición de aprendizaje, y como práctica sociocultural. Convoca la presencia de
mediadores y la disponibilidad de situaciones que optimizan su desarrollo. Jugar y
aprender: una díada inseparable del pensar.

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Segundo Eje: EL LUGAR DE LA FAMILIA EN
EL DESARROLLO INTEGRAL DEL NIÑO.

Las funciones que tiene una familia en el cuidado y desarrollo de los más pequeños
incluyen: La alimentación, la atención y cuidado de la salud, el abrigo, la higiene, y muchas
otras. En esta oportunidad intentaremos centrarnos en la construcción de ese lazo primordial,
que funda y modela los vínculos afectivos futuros.

Tal como se expresa en párrafos anteriores, el niño comienza a organizar sus pensamientos,
a reconocer y nombrar sus emociones, a regular su conducta; todo un proceso que favorece
y posibilita el conocimiento sobre sí mismo. Promover la confianza en sus posibilidades
implica fortalecerlos en la construcción de su autonomía e independencia. Protegerlo a través
del afecto, prodigándole amor y cuidados es fundamental para su pleno desarrollo.

Los padres, madres, cuidadores y adultos de crianza se vuelven referentes en el crecimiento


de los niños y niñas. Todos ellos realizan funciones de nutrición afectiva y transmiten un
modelo de relación interpersonal que posibilita el desarrollo emocional atento el crecimiento
propio de los niños y niñas.

Los lactantes dependen totalmente de otros, pero no son receptores pasivos de atención,
dirección y orientación. Son agentes sociales activos, que buscan protección, cuidado y
comprensión de los padres u otros cuidadores, a los que necesitan para su supervivencia,
crecimiento y bienestar. Los niños pequeños forman vínculos fuertes con sus padres
o tutores. Estas relaciones ofrecen al niño seguridad física y emocional, así como cuidado
y atención coherentes. Mediante estas relaciones los niños construyen una identidad
personal, y adquieren aptitudes, conocimientos y conductas valoradas culturalmente.
De esta forma, los padres (y otros cuidadores) son normalmente el conducto principal
a través del cual los niños pequeños pueden realizar sus derechos. (Comité de los Derechos
del Niño de las Naciones Unidas, 2005, págs. 4,8,9)

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¿Cómo construir y fortalecer relaciones de confianza y afecto?

Las experiencias afectivas con sus cuidadores primarios en los primeros años de vida
tienen una enorme influencia a favor del desarrollo cognitivo, social y emocional,
íntimamente relacionados. Posibilitan la construcción de vínculos primarios y el andamiaje
necesario para los futuros modos de relacionarse con otros pares y adultos.

Los modos en que los adultos se ocupan del niño, las interacciones y la comunicación
que sostienen con él se internalizan. Así, el niño construye los modelos de sí mismo que
reflejan el modo en que sus padres lo ven; imágenes transmitidas no solo en el decir sino
también en el hacer con él. Una vez construidos, estos modelos de sí mismo basados
en las interacciones entre el niño y sus padres tienden a persistir. Así, las experiencias
emocionales del niño con su familia permiten que él construya la capacidad de pensar el
mundo que lo rodea y pensarse a sí mismo, es decir, construir su propio aparato psíquico,
que se va a ir desarrollando a lo largo de toda su vida.

El sostén emocional se da en el marco de un vínculo estable, un vínculo de apego, con los


cuidadores primarios. Este vínculo se establece desde el momento del nacimiento y
permite construir un lazo emocional íntimo con ellos. Por estable entendemos un vínculo
cotidiano y previsible, y en los primeros tiempos, con la presencia central de una o más
personas que se ocupen de la crianza del bebé. La estabilidad y la previsibilidad en el
vínculo con sus cuidadores le permiten al niño construir una relación de apego seguro.

Los vínculos afectivos estables y contenedores reducen el malestar emocional y


potencian los sentimientos positivos en el niño.

La representación de esas interacciones está formada por diversos elementos:


sensaciones, percepciones, afectos, acciones, pensamientos y motivaciones.
Esto es debido a que estas representaciones contienen todo aquello que ocurre y se
registra en la experiencia vivida, y que puede formar parte de un recuerdo de estar
con otro.

El vínculo estable de apego, posibilita la construcción gradual y progresiva de la


confianza en dos sentidos posibles: en sí mismo y en los otros.

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Teniendo en cuenta el contenido antes mencionado resulta favorecedor promover
experiencias que posibiliten:

El contacto físico y emocional —acunar, hablar, abrazar, tranquilizar— tomando como


premisa que el niño logrará establecer la calma en situaciones de necesidad.
Experiencias como éstas sentarán las bases de la capacidad de regular por sí mismo
sus emociones.

Experiencias tempranas concretas de interacciones positivas y repetidas en el tiempo,


teniendo en cuenta que, a partir de éstas, logrará construir esquemas mentales acerca
de cómo es estar con el otro.

La utilización de expresiones que les permitan a los niños y niñas la valoración positiva
sobre mismos. Es importante que como familia puedan ayudarlos a identificar sus
fortalezas y sus aspectos a mejorar. Un niño/a que se auto-conoce desarrolla una buena
imagen de sí mismo.

La inclusión del respeto por los otros, con el ejemplo de las acciones propias. Los niños
nos miran mucho más de lo que nos escuchan, de allí la importancia de que nuestros
gestos sean de cuidado hacia el otro y de empatía. La empatía genera buena capacidad
de vincularse con un otro reconocido y respetado.

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La construcción de las normas: internalización
de los límites.

Una atribución que generalmente se le otorga a la familia o referentes de crianza es la


puesta de límites, por tanto proponemos reflexionar acerca de los límites y que función
cumplen.

¿Qué son “los límites”?

A partir del nacimiento, el bebé se separa físicamente de la madre, lo cual constituye un


hecho biológico, concreto y observable, pero que no coincide con la separación en el terreno
psicológico y emocional, que se desarrollará paulatinamente. De hecho, el bebé no se reconoce
como un ser separado de su madre. Estos primeros límites que se establecen entre la madre
y el bebé serán el comienzo de un largo proceso de subjetivación y crecimiento, al tiempo que
irán delimitando un contorno que le permitirá al niño una mayor organización, le darán
seguridad, y le permitirán adaptarse mejor a las normas y límites sociales en su vida social
y adulta.

La construcción de la subjetividad se inicia a partir del vínculo con el otro. Esto incluye la
internalización de los límites, lo que debe remitirse y pensarse como un proceso entre los
niños y sus familias. Los límites, entre otras enseñanzas familiares, son transmitidos de
manera implícita y explícita posibilitando al niño el ingreso gradual a un mundo social y
cultural. Establecer límites implica entender cómo se desarrolla el vínculo temprano y qué
necesita un niño pequeño para crecer saludablemente. Asimismo implica un diálogo entre
lo que siente y experimenta el niño y su posibilidad de expresarlo sanamente.

La intervención de la familia o referente de crianza en la puesta de un límite resulta un


marco de contención que guía al niño/a, que ordena sus comportamientos y le permite una
mejor percepción de la realidad al reconocer lo incorrecto de lo correcto. Representan la
oportunidad de pensar y reflexionar, tomar la iniciativa, buscar soluciones y favorecer el
desarrollo de su identidad y autonomía, así como de conocer las pautas del medio en el cuál
se mueve y poder de esa manera reconocerse parte de ese universo.

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El porqué de los primeros límites.

La experiencias de placer y displacer que el niño pequeño transita (hambre, sueño, frío)
le posibilitan interactuar con el mundo.

La demora de la gratificación resulta un motor para el logro de metas a largo plazo.


Conseguir aquello que deseo, mediante el esfuerzo sostenido en el tiempo, es la base
de la perseverancia, que es esa constancia en el obrar que hace posible el logro de las
metas fijadas.

Aceptar un límite es tener capacidad para tolerar esa frustración (displacer), lo cual
significa postergar el deseo. En este marco de comprensión del límite, la tolerancia a
la frustración y la demora de la gratificación resultan significativas en el desarrollo
pleno de los niños y niñas y en general surgen de experimentar el límite que proviene
de la autoridad amorosa de quien cría. La puesta de límites no es solo una respuesta
temporal a un momento de la vida, sino la base de la constitución de ese niño que
será adulto y que desde esa construcción gozará de mayores posibilidades de
desplegar toda su potencialidad. Pudiendo superar, a partir de la perseverancia y
el esfuerzo, cualquier situación de adversidad que la vida le presente.

La familia también se vuelve sostén cuando facilita y promueve el juego.


Cuando el niño o niña juega con sus adultos referentes se hace “grande de a ratos”,
ensaya sus modelos de adultos, de allí lo significativo de dedicar tiempo a que esa
experiencia sea vivida por los niños, conforme su edad, gustos e intereses.

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Tercer Eje: El rol del jardín de infantes en el
fortalecimiento del desarrollo emocional y social.

Creemos en la importancia de que cada adulto referente valorice la tarea de crianza


y encuentre en la escuela espacios que le ayuden a resignificar y reflexionar sobre
diferentes prácticas y modos convenientes y adecuados para alcanzar un valioso
protagonismo en el crecimiento de sus hijos e hijas. Asimismo creemos que se
encuadra en una tarea de construcción de comunidad educativa, ya que la escuela y
a familia atienden corresponsablemente el desarrollo emocional de los más pequeños
y resulta, también, en una acción preventiva en torno al logro de un bienestar emocional
personal y social de cada niña y niño.

Acompañar a las familias en encontrar modos de intervención que cuiden ese proceso
de autoconciencia emocional, expresión y regulación emocional deseable para el desarrollo
de los más pequeños, así como brindar el sostén que en ocasiones las familias necesitan
para poder llevar adelante la tarea de crianza, es función clave de trabajo que el nivel inicial
hace con las familias.

En este enfoque se sugiere que los equipos de orientación escolar, conjuntamente con
los equipos docentes intensifiquen la tarea de encuentro con las familias o referentes de
crianza a través del diseño de: Estrategias para trabajar con familias.

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1- Planificar reuniones, jornadas, con familias para fortalecer aspectos vinculados
a la crianza de sus hijos: Compartir con las familias, mediante variados recursos,
las ideas centrales en torno al acompañamiento de un pleno desarrollo socioemocional.
Por ej: Diseñar un tríptico con algunas de las siguientes orientaciones:

TE AMO. Es importante para el desarrollo de los niños protegerlos a través del afecto.
Hacerlos sentir amados y cuidados. Decirles siempre cuanto los amamos.

“LÁVATE LAS MANOS SIEMPRE ANTES DE COMER Y CUANDO VAS AL BAÑO”


Crear hábitos saludables de alimentación e higiene. Es una forma de cuidarlos .
Al igual que ayudarlos a reconocer su cuerpo, a nombrarlo y a cuidarlo.
Generar rutinas, posibilita internalizar pautas más fácilmente.

SI ALGO TE INCOMODA HABLALO CON ADULTO DE CONFIANZA.


Es importante hablar con los niños y niñas el respeto a la intimidad propia y ajena;
sobre el significado de los “secretos” que los pone incómodos.

CUENTA CONMIGO. Contenerlos y dar respuesta a sus angustias, llantos y


necesidades para que aprendan a auto calmarse y lidiar con sus emociones y expresar
aquello que sienten, para de ser necesario, cambiar lo que esté generando padecimiento.

“VOS PODES”. “INTENTALO HASTA QUE LO LOGRES”. Mostrarles ideales y modelos de cómo
o resolver situaciones difíciles que se les presentan en la vida.

“ESO NO SE DEBE HACER”. Ponerles límites sin violencia pero con autoridad, es una
forma de liderar su crecimiento y acompañar la exploración del mundo que necesitan
hacer para crecer.

“CADA PERSONA ES IMPORTANTE SIEMPRE”. Enseñarles el respeto a través del


ejemplo: poner en práctica el respeto a todas las personas, varones y mujeres,
como personas iguales, con los mismos derechos, en todas las etapas de la vida.

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2- Generar flyers o banderas con propuestas de buenas prácticas de crianza transmitidas
de manera sencilla y clara, respetando las particularidades de la comunidad. Exhibir
lo producido en los espacios de circulación diaria del jardín por la familia, durante los
ingresos y egresos de los niños a clases.

3- Realizar una actividad áulica que permita trabajar con los niños algunos modos
posibles para expresar sus emociones. Identificarlas a través de imágenes, de cuentos
o diversos recursos como estrategia para enseñar a los niños a reconocer las emociones
propias y de los otros, promoviendo la empatía y facilitando la construcción de un buen
clima escolar.

La construcción de lazos fuertes con la comunidad y el desarrollo de climas escolares


positivos y plurales facilitan el bienestar individual y social. Toda tarea diseñada en esa
línea, junto a las tareas cotidianas resultan en un beneficio para la comunidad en su
conjunto.

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Bibliografía de referencia

Williams de Fox, Sonia. (2014) Las emociones en la escuela. Propuesta de educación


emocional para el aula. Buenos Aires, Editorial Aique.

Ministerio de Educación de la Nación & INECO (2018) Colección Aprender con el cerebro
en mente: Cuadernillo IV «Emociones y motivación», CABA: Ministerio de Educación,
Cultura, Ciencia y Tecnología. Disponible en:
https://www.educ.ar/recursos/132287/aprender-con-el-cerebro-en-mente?categoria
=19305

Red de Escuelas de Aprendizaje, Provincia de Buenos Aires, Web:


ABC, http://abc.gob.ar/redescuelas2018/nivel-inicial-referentes

Recurso de propuestas
Recursos breves – Red Escuelas de Aprendizaje.
Disponible en: http://abc.gob.ar/red_de_aprendizaje/recursos_breves

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