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WILLIAM BARRETT (1913) EEUU

¿Cuál es el modo actual de existencia de los filósofos? O más concretamente:


¿Cuál es el modo de existencia de los filósofos en el mundo moderno?
El interrogante no pretende plantear aspectos muy elevados, metafísicos o aun
abstractos, y nuestra respuesta preliminar es igualmente concreta y prosaica.
Actualmente los filósofos existen en las academias, son miembros de las
facultades de filosofía de las universidades, en las que se desempeñan como
profesores especializados de la materia más o menos teórica conocida bajo el
nombre de filosofía. En todo caso, se trata de un hecho que presenta algunas
interesantes ambigüedades. De acuerdo con el diccionario, profesar es confesar
o declarar francamente, y por consiguiente públicamente; de ahí que equivalga a
reconocer una vocación ante el mundo. De modo que la palabra posee
originalmente una connotación religiosa, como cuando hablamos de una
profesión de fe. Pero en la sociedad actual, con su complicada subdivisión de las
funciones humanas, una profesión es la tarea social especializada —que
requiere destreza y capacidad concreta— que se ejecuta por una retribución: es
el medio de vida, el modo de ganarse la vida. En el mundo moderno la profesión
del filósofo es ser profesor de filosofía; y el dominio del Ser habitado por el
filósofo en cuanto ser viviente, no es más recóndito que un rincón cualquiera de
la universidad. El precio que se paga cuando se tiene una profesión es la
déformation professionelle, como dicen los franceses. Cuanto más especializada
la visión, más nítida es la percepción; pero también más acentuada la ceguera
para todo lo que se encuentre en la periferia de este foco. La profesión filosófica
no siempre poseyó el sentido estrecho y especializado que hoy se le atribuye.
La especialización del trabajo constituye una de las principales características de
la sociedad técnica. En consecuencia, a cada uno de nosotros se nos asigna un
determinado lugar en la sociedad, según cual sea el o los procedimientos que
manejamos. La ciencia y la tecnología modernas son fruto del método y sólo
persisten mientras dominemos este método. La tecnología es la técnica
materializada. El mercado editorial está inundado de todo tipo de manuales
sobre "cómo hacer". Si nos detenemos por un momento a evaluar la situación,
notamos que, en comparación con el siglo XIX, existe una notable desviación en
el enfoque del problema del libre albedrío. Las personas de ese período sentían
que la naturaleza imponía en ellas el determinismo. Ahora no es la naturaleza
sino los técnicos los que nos empujan a abandonar la idea de libertad.
El cientista conductual que ha elaborado técnicas de condicionamiento en el
laboratorio, las presenta como el fundamento de su afirmación de que la libertad es
una ilusión. La mente humana crea esas técnicas de condicionamiento, termina
encerrada en una prisión diseñada por ella misma. El determinismo más reciente
invoca una imagen diferente: el trasfondo contra el cual se mueve esta idea no es la
imagen cósmica de las estrellas desplazándose, sino un producto de la tecnología
humana: el computador. Y el futuro de la libertad radica en que logremos simular
por completo la mente humana en un computador. Para disfrazar esta obstinación
intelectual absoluta, se subrayarán las ventajas prácticas. Sin embargo, las técnicas
humanas no operan en el vacío. Material y socialmente inmersas en la forma de
nuestra tecnología, configuran para nosotros un nuevo medio ambiente.
Tal como los productos materiales de la tecnología se gastan y quedan obsoletos,
así también la técnica que los originó debe ser reemplazada por otra.

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