La democracia puede definirse como gobierno de leyes, a diferencia del concepto de un
gobierno de hombres. Puesto que vivían bajo el imperio de la ley, los griegos decían que eran hombres libres. A diferencia de los persas y los bárbaros, los griegos no estaban sujetos a la voluntad arbitraria de déspotas. En lo concerniente a la ley, cada uno era libre de vivir como quisiera. Aquí tenemos una de las más grandes innovaciones sociales en la larga historia de la sociedad humana. En un régimen oligárquico o aristocrático el poder se limita a una pequeña clase de gente rica que explota a las masas. La democracia, por otro lado, significa igualdad ante la ley; es un gobierno para ricos y pobres. Los griegos reservaban el término polis para una ciudad gobernada por la ley. Desde su aparición en algún momento en los siglos séptimo u octavo antes de Cristo, el imperio de las leyes sancionadas por la Asamblea de los ciudadanos modificó toda relación humana y creó una forma de vida social completamente nueva. La simple obediencia a una autoridad superior fue reemplazada por la discusión entre iguales; la solidaridad no provenía de la fuerza sino de la persuasión. Una nueva fuerza hizo en este momento su aparición: el poder de la palabra hablada. Los griegos hicieron de ella una divinidad… Pero ya no se trataba de palabras provistas de algún sentido mágico o religioso. Tampoco era igual que los edictos de los reyes de las leyendas homéricas. El nuevo concepto de ley se fundamentaba en discusiones libres y razonadas que generaban convicción, que a su vez generaba decisiones. Todas aquellas cuestiones que antes eran decididas por sacerdotes y reyes sin posibilidad de apelación ahora eran planteadas ante la asamblea, que ponderaba los diferentes argumentos y decidía el asunto por medio del voto. Una segunda característica de la polis griega era la publicidad que se otorgaba a todas las más importantes manifestaciones de la vida civil. En lugar del decreto del rey, producto del examen de su propia conciencia o luego de consultar con sus consejeros privados, todo asunto importante de interés general era discutido abiertamente y en público. Poco a poco, la participación en todos los asuntos serios relacionados con la ciudad en su conjunto, inicialmente limitada a pequeños grupos aristocráticos, religiosos o militares, fue extendiéndose a los miembros de todas las clases reconocidas como poseedoras de las cualidades requeridas para la ciudadanía. Una tercera característica era el continuo control popular de las acciones de los magistrados. Aquí encontramos por primera vez la noción de “responsabilidad” (tener que rendir cuentas), a diferencia del “capricho” del rey que afirma que gobierna por derecho divino, o del tirano que no responde a nadie. Una cuarta característica era el sentimiento que los griegos describían como isonomía (en ninguna lengua occidental existe equivalente exacto): la idea de que, ante la ley, cada ciudadano es igual a cualquier otro. Los lazos de subordinación fueron reemplazados por lazos de reciprocidad. Cualquiera que participara en asuntos de estado se declaraba, y se sentía, un igual, entre iguales. Con la democracia nació una nueva fuerza -—el patriotismo—- entendido no como lealtad hacia la persona de un príncipe sino como un amor por la ciudad, el sentimiento de que al defender la ciudad uno defendía una parte de sí mismo. Los griegos estaban convencidos de que mientras más libres fueran los hombres, más fuertes serían. El griego luchaba con un propósito porque luchaba por su hogar. En una época en que la mayoría de las otras ciudades griegas aún vivían de los frutos de sus tierras y de la producción casera, los atenienses habían desarrollado una economía de intercambio basada en el dinero. En resumen, Atenas tuvo en el periodo de su grandeza lo que hoy llamaríamos una economía de mercado libre, y esto fue lo que le dio su liderazgo indiscutido en riqueza y cultura, liderazgo que sobreviviría a la derrota militar y la pérdida de su imperio. Su consuelo fue que, al perder su imperio, no perdió por ello su riqueza. Nuestra ciencia, nuestras artes, nuestra literatura, nuestra filosofía, nuestro código moral, nuestro código político, nuestra diplomacia, nuestro derecho marítimo e internacional, son de origen griego. El marco de referencia cultural creado por Grecia es susceptible de incremento indefinido, pero es en sí completo en sus diversos componentes.