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3/10/2020
Aristóteles
Aristóteles planteaba que todo aquello que te haga feliz estaba bien ya que el
consideraba que todas las acciones de los humanos se realizaban con un fin, en este caso
el fin era conseguir la felicidad.
La ética es una rama de la filosofía que abarca el estudio de la moral, la virtud, el deber,
la felicidad y el buen vivir. El estudio de la ética se remonta a los orígenes mismos de la
filosofía en la Antigua Grecia, y su desarrollo histórico ha sido amplio y variado.
La ética trata de los comportamientos de los hombres y de la relación que éstos tienen
unos con otros a partir de una naturaleza compleja que les es propia, el carácter.
Uno de los primeros hombres en tratar de sistematizar esta naturaleza con el fin de
explicar los comportamientos de los hombres, fue Aristóteles, el cual para muchos es el
más grande pensador y filósofo de la antigüedad. Fue el quien estableció en forma
definitiva la filosofía como una rama principal del conocimiento, integrada al sistema
general del saber humano; sus obras fueron dispuestas en lo que se conoce como el
“Corpus aristotelicum”, el cual comprende cuatro grandes grupos de obras y uno de
estos grupos comprenden las obras dedicadas a los asuntos morales, políticos, de
poética y de retórica.
Para Sócrates, el cocimiento era la sabiduría sobre las cosas divinas. Por lo tanto, saber
es conocer a Dios y el bien es algo metafísico.
El bien es deseable por sí mismo y es un valor esencial y único. Para Sócrates esa unión
entre conocimiento y virtud humana y divina es lo que corresponde al bien. Aseguraba
que la virtud era esa excelencia buscada para poder estar en contacto con la divinidad.
Al conocer la esencia del ser humano, el hombre tenderá a actuar con el bien. Actuará
como le corresponde como humano. Pero también, su pensamiento dio pie a la
instauración de los premios y castigos morales. La bondad y la justicia eran la
gratificación interior.
El carácter divino del alma, decía, hace que en la otra vida el hombre justo encontrará
otro premio. Además, Sócrates creía que el mayor mal era la ignorancia.
Gracias a Sócrates se debe la constitución de la ética como saber práctico y a su relación
con el saber teórico, principalmente metafísico.
Kant
La cuestión central en torno a la cual dispone Kant su doctrina ética es la de “¿qué debo
hacer?”. Kant intenta identificar las máximas, o los principios fundamentales de acción,
que debemos adoptar. Su respuesta se formula sin referencia alguna a una concepción
supuestamente objetiva del bien para el hombre, como las propuestas por las
concepciones perfeccionistas asociadas a Platón, Aristóteles y a gran parte de la ética
cristiana. Tampoco basa su posición en pretensión alguna sobre una concepción
subjetiva del bien, los deseos, las preferencias o las creencias morales comúnmente
compartidas que podamos tener, tal y como hacen los utilitaristas y comunitaristas. Al
igual que en su metafísica, en su ética no introduce pretensión alguna sobre una realidad
moral que vaya más allá de la experiencia ni otorga un peso moral a las creencias reales.
Rechaza tanto el marco realista como el teológico en que se habían formulado la teoría
del derecho natural y la doctrina de la virtud, así como la apelación a un consenso
contingente de sentimientos o creencias como el que defienden muchos pensadores del
siglo XVIII (y también del XX).
la Ética Cristiana sería los principios derivados de la fe cristiana por los cuales
actuamos. Aunque la Palabra de Dios no trata cada situación que enfrentamos a través
de nuestras vidas, sus principios nos dan un estándar por el cual debiéramos
conducirnos en tales situaciones donde no hay instrucciones explícitas.
Usando los principios que encontramos en las Escrituras, los cristianos pueden
determinar el curso ético que debieran seguir en cada situación. En algunos casos será
fácil, como los reglamentos para la vida cristiana que encontramos en Colosenses,
capítulo 3. En otros casos, sin embargo, necesitaremos estudiar la situación con más
profundidad. La mejor manera para hacerlo es orar sobre lo que dice la Palabra de Dios.
El Espíritu Santo mora en cada creyente, y uno de Sus papeles es enseñarnos cómo
vivir: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él
os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).
“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis
necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas,
y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Juan
2:27). Entonces, cuando oramos sobre las Escrituras, el Espíritu nos guía y nos enseña.
Él nos indicará el principio sobre el cual necesitamos basar nuestra decisión en cada
situación dada.
Y esto gracias al diálogo. Tal como lo entienden los filósofos, esta técnica contiene
presupuestos sustantivos que no pueden dejar de incidir en la ética que desde él
construyen.
Bibliografía
Vigo, A. G. (2011). Ética y derecho según Kant. Tópicos (México), (41), 105-
158.
Wojtyla, K., & Pablo II, P. J. (1982). Max Scheler y la ética cristiana. Madrid:
Biblioteca de Autores Cristianos.