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Créditos
STAFF BOOK ESCAPE
Moderación y Traducción
Lvic15
Correctora
Neera
Diseño
Jessibel
Contenido
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Epílogo
Próximo en esta serie…
Sobre La Autora
Sinopsis
Era más que mi matón, era de lo que estaban hechas las pesadillas
vivientes...
—Te reto...
Lo conocí una vez. Hace mucho tiempo. Puede que incluso nos
hubiera llamado amigos. Eso fue antes de que me mudara, antes de que
mi madre se casara con su padre, antes de que mi vida entera se
desmoronara.
Vance Preston solía ser un pobre chico con una dulce sonrisa y ojos
amables. Solía ser mi amigo. Ahora es un regalo de Dios para las mujeres,
asquerosamente guapo y asquerosamente rico.
Me reta a desafiarlo.
Me desafía a luchar.
Ava
Corro por el patio trasero, persiguiendo a Vance. Siempre es más
rápido, y por supuesto llega a la casa del árbol antes que yo. La hierba
larga me hace cosquillas en las piernas y casi me tropiezo en un agujero,
esquivándolo por un pelo. Estoy demasiado ocupada prestando atención a
Vance corriendo delante de mí, que por dónde estoy corriendo. Me mira por
encima de su hombro, sus ojos brillan a la luz de la luna, su pelo marrón
parece que le vendría bien un buen corte, o al menos eso es lo que dice
mamá.
—Eres tan lenta, Ava. La Era de Hielo podría ganarte a la casa del
árbol —bromea, como siempre hace.
Mamá dice que es porque le gusto, pero no creo que le guste a Vance,
al menos no más que como amiga. No es que le vaya a besar. Besar es
asqueroso. Al llegar a la casa del árbol, me pongo las manos en las caderas
y estrecho mi mirada. Es difícil ver tan lejos de la casa y un escalofrío me
atraviesa mientras una fría ráfaga de viento sopla sobre mi húmedo cabello.
Con la luz de la luna brillando en la casa del árbol, es fácil ver la cara
de Vance. Se frota la mandíbula y junta las cejas, es una mirada que he
visto adornar su cara antes. Cada vez que se ve así, sé que está pensando
mucho, escarbando en lo profundo de su cabeza para tratar de llegar a algo
digno de un reto. Éste es un juego al que jugamos mucho, y por mucho, me
refiero a casi todos los días. Verdad o reto. O como Vance siempre dice,
verdad, ya que eso es lo que normalmente elijo.
Esta noche, sin embargo, elijo reto. No sé por qué lo hago. Supongo
que me siento aventurera. O podría ser porque estoy cansada de que Vance
siempre se burle de mí por elegir verdad.
Sonrío, con toda la confianza que puedo tener. Vance pone sus ojos en
blanco, obviamente sin creerme, lo que me hace querer demostrarle que se
equivoca más.
Siempre puedo decirle que tuve una pesadilla o algo así y aunque no
me crea, ¿qué es lo peor que podría pasar? Me concentro en mis
pensamientos, no evito el último crujido en lo alto de la escalera, mi pie
presionando contra la tabla del piso que rechina, el sonido rebota en las
paredes y en el pasillo. Congelada, contengo la respiración, mis oídos se
levantan mientras mi corazón late tan fuerte dentro de mi pecho, que me
preocupa que pueda explotar.
El sonido de susurros llega a mis oídos un segundo después...
Ava
Me seco el esmalte rosa de mis uñas y me pregunto cómo llegué a
este punto. Cómo me las arreglé para encontrar mi camino de regreso a
North Woods después de cinco largos años de ausencia. Cinco años, ése es
el tiempo que pasé lejos de mi ciudad natal. Un lugar donde crecí, un lugar
que extrañaba más y más cada día que estaba lejos. No eran los amigos
que había hecho o conocido toda mi vida, o incluso la casa lo que echaba
de menos, era el aspecto físico, de conocer un lugar, de haber crecido en
él. No tenía nada que temer en esta ciudad. Era mi mundo.
—Sí, mamá, gracias. La única cosa que lo hubiera hecho mejor sería
pasar el día contigo.
Hay un sabor agrio permanente que me cubre la boca cada vez que
pienso en esa llamada. No, lo retiro, en realidad es todo. Todo esto deja un
sabor amargo en mi boca.
Así que acepté la oferta. Era un lindo trato atado con un lazo rojo,
como esos estúpidos regalos que me había enviado el año pasado. No
podía dejarlo pasar, ni siquiera si todavía estaba enfadada con ella por
estar ausente durante casi toda mi adolescencia.
Oh, cómo han cambiado los tiempos. Algo me decía que Henry tenía
más dinero que Dios si podía sacarse casas del trasero y tirarme el dinero
para sobornarme como si fueran trozos de confeti.
Que es lo que era esto... un soborno. Tal vez debería estar un poco
más agradecida, pero a quién demonios estaba engañando. No quería estar
aquí más de lo que estoy segura de que él quería que estuviera, de lo que
su hijo querrá que esté.
Vance Preston.
—Oh Ava, mi dulce niña. Estoy tan feliz de que hayas venido.
Me rodea con sus brazos, tira de mi hacia su pecho y me envuelve
en un abrazo mucho más fuerte de lo que una mujer tan pequeña como
ella podría dar. En el proceso de abrazarme, me hace entrar en la casa
también. Es casi como si temiera que me diera la vuelta y huyera si no lo
hace.
Abro la boca para decir algo, pero ella sigue tirando de mí por un
pasillo que lleva a la cocina.
Mis intenciones al venir aquí no tenían nada que ver con hacer que
mi madre se sintiera como una mierda por no estar ahí para mí. Tarde o
temprano, se daría cuenta de lo que había hecho. En cambio, me propuse
mejorar mi vida. Quería ir a la universidad, quería disfrutar de la vida, en
lugar de preocuparme por la próxima factura que íbamos a pagar.
—Mira, lo siento, cariño. Será mejor que saquemos esto del camino.
Que yo me fuera no tiene nada que ver contigo. Sólo necesitaba espacio y
tiempo. Las cosas no estaban bien entre tu padre y yo y no había trabajo
en ese pueblo olvidado de la mano de Dios. —Hace una pausa por un
momento como si estuviera pensando en lo que acaba de decir antes de
continuar—. Sin embargo, el pasado está atrás ahora. Ahora tenemos años
y años por delante.
Imagínate que ella estaría feliz con esto, diciéndome que pase de algo
que no tuvo que soportar. El mundo estaba lleno de gente diciéndote que
superaras tus problemas, lo último que necesitaba era que mi madre se
uniera a la diversión.
La última parte era una mentira. Prefiero comer cristal que sufrir su
boda, pero es parte del acuerdo, y si hay algo que debes saber de mí, es
que siempre cumplo.
¡Yaq!
Vance
—Quiero tu pene —ronronea Sarah, sus grandes ojos marrones me
miran desde su posición en el suelo. Se arrodilla ante mí como si yo fuera
su rey y, extrañamente, supongo que lo soy. El rey de los orgasmos. Tiro la
estúpida corbata que mi padre me hizo llevar a su maldita boda aún más
estúpida, la alcanzo y pellizco la barbilla entre dos dedos.
Mi sueño.
Mi pesadilla.
Uno habría pensado que cinco años serían suficientes para dejar ir
el dolor, la ira, la traición, pero verla de nuevo, sólo encendió las apenas
enfriadas brasas del odio en mi corazón. Tampoco ayudó que la perra de
su madre se casara con mi padre. Ese era otro cuchillo en la espalda, y
otro galón de gasolina derramado sobre mi ira.
—No puedo evitarlo, cariño. Sólo soy un gran idiota. Ahora lárgate
de aquí, y no dejes que nadie te vea salir.
Pone los ojos en blanco ante mi petición pero hace lo que le digo,
saliendo a toda carrera de la habitación como si alguien le hubiera
prendido fuego bajo el trasero. La puerta se abre y se cierra con un suave
sonido y finalmente me dejo llevar por mis pensamientos. Exhalo un
aliento y paso una mano a través de mis mechones marrones. Sarah es
guapa, de hecho, todas las mujeres con las que me he acostado son
guapas, lo reconozco, pero no son ella.
Ava Wilder.
Sonrío débilmente ante el recuerdo. Eso fue antes de que fuera una
mentirosa, antes de que me quitara todo. No estaba seguro de qué fue lo
que más me dolió, su traición, las mentiras, o perderla como amiga. Olvidé
todo mi dolor egoísta cuando ella entró en la iglesia con una sonrisa en su
cara, actuando como si no hubiera hecho nada.
—No, sólo tienes sexo y cuentas, lo que significa que te han chupado
el pene.
—¿Tener sexo? ¿En serio? —Levanto una ceja—. No creo que tener
sexo con ella ayude en absoluto. No quiero su mentiroso sexo envuelto
alrededor de mi pene. Quiero que llore, no que se retuerza de placer,
imbécil.
—Más vale que espere, por su propio bien, que eso sea todo por lo
que está aquí.
Esa noche cuando nos fuimos sin nada más que unas pocas
pertenencias después de que mi padre me dijera lo que había hecho. Juré
vengarme de ella, y quizás no hubiera sido tan malo, quizás hubiera
podido dejarlo pasar, pero entonces mis padres se divorciaron, y eso me
clavó el cuchillo de la traición más profundamente en el pecho. Canalizo
todos mis sentimientos sobre ello, también culpo a Ava, sabiendo que si
alguna vez tenía la oportunidad de volver a verla, si volvía a mostrar su
cara en este pueblo, la arruinaría. Y por suerte, su madre se enamoró de
mi asqueroso padre rico.
Rechino mis dientes tan duramente que creo que podría romper
uno, meto mi cerveza en el pecho de Clark y salgo a la pista de baile.
Su dulce aroma impregna el aire, llenando mis fosas nasales. Tal vez
si no la odiara tanto, la encontraría atractivo, pero en cambio, me digo a
mí mismo que es repugnante. Ignoro la forma en que se siente contra mí, y
el impulso de inhalarla, me inclino y mi boca presiona su oreja.
—Este acto inocente que tienes, es lindo y todo eso, pero veo a través
de él. Puedo oler la mierda a kilómetros de distancia y hueles como si te
hubieras bañado en ella.
—¿Qu... qué?
Me lamo los labios, tirando hacia atrás, dejando que mis ojos caigan
en su delgado cuello. Puedo ver su pulso retumbando bajo la piel,
desvelando su miedo y no puedo detener la siniestra sonrisa que aparece
en mis labios. No debería ansiar su dolor, su miedo como lo hago. Sé que
es una mierda, pero yo no hice esto. Ella lo hizo.
Ava
¿Qué demonios fue eso?
El pobre chico que solía ser, el que no tenía nada, ahora lo tenía
todo, y los papeles se invirtieron. La chica que una vez lo tuvo todo, no
tenía nada.
¿¿¿
Cierro mis ojos con fuerza, alejando el recuerdo. Presiono mis puños
contra el colchón Tempur-Pedic y exhalo por la boca. Después de unos
momentos, me siento más tranquila y abro los ojos.
Sus músculos se tensan y, como si sintiera mis ojos sobre él, levanta
los suyos hacia los míos, brindándome toda su atención. Debería apartar
la mirada, sería lo más inteligente, lo más seguro. Pero, nunca he tomado
el camino fácil y no es como si no supiera que es asquerosamente guapo,
atrayendo toda la atención y el aire de la habitación.
Vance hace un ruido de resoplido, sus ojos giran tan lejos hacia
atrás en su cabeza que temo que se queden atascados ahí.
—Podemos hablar de esto más tarde, pero quiero dejarte claro ahora
mismo... —Henry está mirando a Vance y usando lo que yo llamaría su
autoritaria voz de padre—. Quiero que cuides de Ava. Enséñale el lugar,
trátala como a una amiga. ¿Recuerdas cuando solían ser amigos? ¿Quizás
puedan volver a serlo?
—Es una chica grande. Puede cuidarse a sí misma. ¿No es así, Ava?
Y lo hace, pero habría sonado mejor hace tres años. Dios, necesito
dejar ir mi decepción acerca de ella, del pasado. No hay una mierda que se
pueda hacer para cambiar lo que pasó. La vida es cruel a veces, aguántate
y sigue adelante, ¿verdad?
Sola. Una vez más, estoy sola. Las lágrimas pican mis ojos, y trato
de tragarme las emociones pero al igual que el vómito, rehusando ser
sometido, las lágrimas siguen viniendo.
—El hecho de que ella no se preocupe por ti. El hecho de que estés
aquí y que todavía no te quiera. ¿Por qué no afrontas los hechos, Ava?
Nadie te quiere. Nadie. Eres una mentirosa no amada.
Se inclina hacia mi cara, sus ojos parpadean sobre mis labios y por
un momento, creo que podría besarme y casi quiero que lo haga. Quiero
morderle el labio, sacarle sangre y hacerle sentir el dolor que resuena en lo
profundo de mi pecho cada vez que respiro. Pero tan rápido como el
pensamiento aparece en mi mente, desaparece con el sonido de su voz
grave.
—¿Crees que esto tiene que ver con que nuestros padres se casen?
Mis cejas se fruncen con confusión. ¿De qué otra cosa podría
tratarse? No le he hecho nada, ni siquiera lo he visto en cinco años. Debe
estar mentalmente inestable, conjurando cosas dentro de su cabeza.
Con una última mirada fría de sus ojos, me pasa por delante y sale
por la puerta principal. Sus palabras me dejan fría, y una astilla de miedo
me atraviesa.
Vance
Las gotas de sudor se deslizan por mi cara, nublando mi visión.
Golpeo el saco de boxeo en el gimnasio hasta que mis nudillos me gritan
que pare y los músculos de mis brazos tiemblan de agotamiento. La rabia
dentro de mis venas se apaga a fuego lento. Esa pícara mentirosa cree que
puede volver a mi vida y hacerme pasar por un maldito tonto. Bateando
sus ojos hacia mí como si fuera una niña inocente.
Que se joda.
—Jesús, amigo —exclama Clark a mi lado—. Cálmate, estás
mostrando tus habilidades de Hulk. Todo el mundo va a estar celoso.
Lo observo y veo preocupación genuina brillando en sus ojos,
aunque sus palabras sean juguetonas. Dejo de dar puñetazos y pongo una
mano en el saco de boxeo, apoyándome en él.
—Sólo estoy haciendo un buen ejercicio —medio miento.
Clark sabe muy bien lo de mi furia hirviente y mi necesidad de
venganza. Normalmente mi temperamento está mejor controlado, pero con
Ava cerca, estoy a una pizca de explotar.
—Está bien.
Clark pone los ojos en blanco, con una expresión crítica en su cara.
No tiene sentido mentir, sé que él sabe que esto es más que un ejercicio
para mí. Cuando algo me molesta, vengo al gimnasio y lo dejo salir. Es
mejor que meterse en peleas con otros chicos como solía hacer. Sólo hay
un número limitado de veces que un abogado puede librarte de los cargos
por asalto sin ir a la cárcel. Aunque, tal vez la cárcel no sería tan mala
ahora, al menos me alejaría de ella.
—Mira, sé que el hecho de que tu padre se vuelva a casar apesta,
sólo tienes que aguantar, amigo. Unos pocos años más, y habrás
terminado la universidad, y no lo necesitarás más... o a ella —me dice
Clark, dándome una botella de agua—. Hablando de tu nueva
hermanastra... está bastante buena —continúa.
Desenrosco la tapa de la botella y empiezo a beber agua, dejando
que el líquido frío me refresque la garganta.
—Sí, cualquier cabrón con pene se daría cuenta de eso, pero mi odio
por ella es demasiado profundo para tomarla. Eso, y que ella no merece el
placer que mi pene le traería. Mi pene sabe que es sexy, pero mi cerebro
sabe que es una zorra mentirosa.
—¿Y qué hay si tengo sexo con ella? ¿Estarías de acuerdo con eso?
—pregunta Clark, y una desagradable ola de celos me invade.
Lo odio, odio la forma en que me hace sentir, el poder que tiene
sobre mí. De alguna manera, y gracias a Dios, me las arreglo para ocultar
los celos.
—Puedes hacerlo todo lo que quieras, siempre y cuando sea lo único
que hagas con ella. No quiero que pase el rato con nosotros y esa mierda.
No a menos que quieras que la mate —bromeo.
Puede que hable mucho, pero nunca le pondría una mano encima,
al menos no una que no le diera placer.
—Por supuesto que es todo lo que quiero hacer con ella. Ya me
conoces.
Sonríe.
Sí, lo conozco. Es incluso peor que yo. Ser un idiota con las chicas
es lo suyo... bueno, también lo mío. La diferencia entre él y yo, es que yo le
digo a la chica de frente que el sexo es todo lo que quiero. Soy un chico de
lo que ves, es lo que tendrás. A Clark, por otro lado, le importa una mierda.
Le dirá a las chicas lo que quieran oír, haciendo promesas que nunca
cumplirá. Una vez que consigue lo que quiere, bota a la chica más rápido
de lo que bota el condón en la basura después de un encuentro.
—Entonces ve por ella, es toda tuya.
Al escuchar mis palabras, una sonrisa siniestra se extiende por su
rostro.
—Voy a volver a casa y a darme una ducha. ¿Quieres salir más
tarde? Rem nos invitó a una fiesta, y me vendría bien un poco de sexo y un
poco de hierba —pregunto mientras salimos del gimnasio juntos.
—Claro, sólo ven a mi casa cuando termines.
Asiento y nos separamos en el estacionamiento. Me meto en mi
coche y arranco el motor. Normalmente estoy relajado después de una
sesión en el gimnasio, demasiado cansado con mi trabajo para
preocuparme por nada.
No es así hoy, hoy me siento tan nervioso como cuando entré en el
gimnasio. Todo gracias a la bruja que vive al final del pasillo. El camino a
casa es rápido y para cuando aparco el auto delante de nuestra casa, estoy
lo suficientemente calmado como para no golpear a la primera persona que
vea en la cara. Entro y subo las escaleras, planeando ir directo a mi
habitación y meterme en la ducha, pero a pocos metros de su habitación,
me detengo.
Hay algo en ella, algo que me molesta. Quiero volver a verla, verla
temblar mientras la amenazo. Estoy jodido, muy jodido, pero no me
importa. Estoy más allá del pensamiento racional en este momento.
Me acerco a la puerta y escucho atentamente cualquier tipo de
ruido. Cuando no escucho nada, agarro el pomo de la puerta y lo giro, sin
molestarme en llamar. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que está
cerrada, entonces llamo a la puerta. Sólo se puede cerrar la puerta desde
dentro, así que sé que está ahí. Probablemente escondiéndose, para poder
decir su próxima mentira.
La impaciencia me invade, y cuando no responde, vuelvo a llamar.
Debe estar en el baño, probablemente tomando un baño, o tal vez esté
durmiendo. Mi miembro se mueve en mis pantalones cortos de gimnasio al
pensar en su cuerpo desnudo detrás de esa pared. Casi me doy la vuelta y
me voy, pero luego recuerdo que tenemos una de esas llaves de alambre,
que puedes usar para abrir una puerta desde el otro lado.
Camino por el pasillo hasta el baño de invitados y levanto mi brazo,
usando mi mano para tocar a lo largo del marco de la puerta. Bingo. Con
la llave en la mano, vuelvo a su puerta y la abro. Con una sonrisa en mi
cara, coloco la llave sobre el marco de su puerta para usarla en el futuro.
Al pasar el umbral y entrar en su habitación vacía, me doy cuenta
de que está realmente vacía. No hay ni un solo objeto en su interior que
muestre que es de ella, ni toques personales, ni fotos, ni siquiera baratijas.
Lo único que delata su ocupación en la habitación es su olor único, algún
tipo de olor a flores. No puedo precisar el olor, es sólo femenino y me hace
la boca agua. Estoy acostumbrado a las mujeres que usan un perfume
abrumador y se maquillan la cara. Claro que Ava no hace ninguna de esas
cosas, lo que la hace diez veces más atractiva para todos los que tienen
pene y ojos.
Ahora que estoy en la habitación, mis oídos se levantan al oír el
sonido de la ducha que atraviesa la puerta cerrada del baño. Qué pena que
esté cerrada. No me importaría echar un vistazo. Supongo que puedo
esperar. Me tumbo en su cama sin quitarme los zapatos y cruzo los brazos
detrás de la cabeza, esperando con mucha impaciencia por ella. Vigilo la
puerta del baño, anticipando el momento en que ella la atraviese... con
suerte, desnuda.
Cuando la ducha finalmente se apaga, casi se me escapa la posible
imagen que estoy a punto de ver. La puerta se abre un momento después y
ella entra en su habitación con una toalla envuelta alrededor de su
delgado cuerpo.
¡Ahhh... mierda!
—Estoy decepcionado contigo. Realmente esperaba que estuvieras
desnuda.
Mis labios se giran en un mohín.
Me froto la mandíbula.
—No, creo que preferiría ver cómo te cambias.
Sus ojos verdes se abren de par en par, el miedo parpadea en las
profundidades. Sí. Dame tu miedo, tus lágrimas, tu dolor de corazón.
—¿Qué te pasa? Sal de aquí. No hay manera de que me cambie
delante de ti.
De nuevo, de alguna manera se las arregla para parecer seriamente
sorprendida por mis acciones. ¿Cuándo va a dejar de hacerse la víctima?
Deja de actuar como si no supiera lo que hizo o que no merece nada
menos que mi odio. Su ignorancia acerca de la pila de mierda que puso en
mi vida me envía a un ataque de rabia apenas contenida.
—Suelta la toalla —ordeno, ignorando su pregunta.
—¡No! Hay algo muy malo en ti. ¿Tienes un trastorno mental o algo
así? Puede que no estés acostumbrado a que las mujeres te digan que no,
así que déjame explicártelo. Sal. De. Aquí.
Su voz es temblorosa ahora.
Está tratando de parecer fuerte, como un faro erguido contra la
costa, pero lo que no sabe es que soy mucho más de lo que aparento y
ahora mismo soy un maldito huracán de categoría cinco que viene directo
hacia ella.
Sus nudillos se vuelven blancos al apretar la toalla. Un solo trozo de
tela nos separa, y que me aspen si voy a dejar que ella se quede con ella.
Saco las piernas de la cama y me pongo de pie. Ante mi movimiento
repentino, da un paso atrás, chocando con la pared detrás de ella.
Corre princesa, corre tan rápido como puedas...
Al acecho en la habitación, acorto la distancia entre nosotros hasta
que nada más que unos centímetros nos separan. Estoy a centímetros de
ella ahora y se está presionando contra la pared como si esperara que se la
trague.
No dejaré que se escape tan fácilmente.
—Deja. Caer. La. Toalla.
Enuncio cada palabra. Es tan bajita que tengo que inclinar la cabeza
para mirarla a la cara. Sus ojos se niegan a mirarme, ya sea por desafío o
por miedo, pero me inclino por lo segundo, por la forma en que su pequeño
y apretado cuerpo está temblando.
Sus ojos parpadean hacia la puerta y creo que está a punto de salir
corriendo. Antes de que se decida, tomo la toalla y se la quito de la mano,
tirándola detrás de mí. Sonrío, me divierto con su comportamiento. Sus
ojos se abren de par en par ante la pérdida de la toalla y sus brazos se
agitan mientras hace un débil intento de cubrirse.
—No te escondas —gruño en su cara, mis dedos rodean sus
muñecas antes de clavarlas sobre su cabeza y contra la pared. Su pecho se
eleva y baja como si acabara de correr un triatlón.
—No —susurra, su voz no es más que una caricia en mi mejilla.
Mis fosas nasales se inflaman y vuelvo a inhalar su olor, necesitando
despejar mi cabeza antes de hacer algo estúpido, como besarla.
Tomo sus dos delgadas muñecas en una mano y uso la otra para
tocarla. Se estremece al primer contacto como si fuera a usar mis manos
para cualquier cosa excepto darle placer, aunque ella no necesita saber
eso.
Mis dedos recorren su clavícula, su piel es tan suave que parece
cachemira y por un momento imagino que las cosas son diferentes, que
somos dos universitarios normales compartiendo un momento íntimo, pero
no lo somos, no realmente. No hay nada íntimo en nosotros.
Esto es sobre el miedo, sobre el poder, sobre el control y voy a
mostrarle eso. Se contonea fuera de mi alcance, y mi atención cae sobre
sus pechos, sus pezones rosa claro están duros y ruegan por estar en mi
boca. Me muerdo el labio inferior ahogando un gemido mientras mi mirada
recorre más abajo su cuerpo, mis dedos se deslizan contra su esternón a lo
largo del camino.
Hay un ligero temblor en su cuerpo, los músculos de su suave
barriga se ondulan bajo mis dedos.
Es tan suave, tan jodidamente perfecta. Mi miembro duele, el maldito
desea estar en lo más profundo de ella. Enemigo. Enemigo. Ella es el
maldito enemigo. Me recuerdo a mí mismo una y otra vez mientras mi
mirada viaja más abajo, cayendo sobre la suave carne entre sus muslos.
Maldición. Su sexo es suave como la seda, y está completamente
desnuda.
Ava
Mis mejillas calientes se enfrían bajo la suave brisa cuando salgo por
la puerta trasera y entro al patio. No tengo ni idea de adónde voy, sólo sé
que necesito alejarme de él.
Confusión porque no entiendo por qué me hace esto y por qué sigue
llamándome mentirosa. Vergüenza porque a una parte de mí le gustaba lo
que hacía, le gustaba cómo me tocaba y me hablaba groseramente. ¿Qué
demonios me pasa? ¿Debe haber algo malo en mí también si me gusta que
me amenace de esa manera?
Probablemente no me odiaría.
¿Y si...?
Sintiendo que debe ser seguro volver a entrar, cruzo el patio y entro
por la puerta trasera, cerrándola silenciosamente detrás de mí. Toda la
casa está tranquila, demasiado tranquila mientras paso de puntillas por la
cocina y el pasillo, pasando completamente desapercibida. Eso es hasta
que doblo la esquina para ir a la escalera y mi cuerpo se estrella con otro.
Asustada, me tambaleo hacia atrás, casi tropezando con mis propios pies.
Estoy a segundos de caerme contra el pulido suelo cuando alguien me
agarra del brazo y me estabiliza.
—¿Estás bien? —pregunta, con voz amable y las cejas juntas con
preocupación.
—Eres Ava, ¿verdad? Soy Clark —se presenta con una sonrisa
mostrando sus dientes blancos perfectamente rectos.
Asiente.
uuu
—¡Fuera!
—Por favor —ruego, con la esperanza de que no esté muy lejos, que
realmente no quiera hacerme daño.
—No...
Las lágrimas empiezan a caer sin previo aviso y se deslizan por los
lados de mi cara. Siento como si mi corazón se partiera en dos, los pedazos
descartados como basura. Durante unos minutos, sollozo,
incontrolablemente debajo de él. El peso de su cuerpo me reconforta más
de lo que quiero admitir y desearía que me tocara, me secara las lágrimas,
me dijera que no es mi culpa, pero no lo hará porque en el fondo sé que
piensa que todo es culpa mía. Me culpa de todo y planea clavarme el
cuchillo de la traición en el pecho.
Siempre sola.
Siempre fría.
Tal vez no quiero ser salvada, tal vez necesito el odio de Vance tanto
como él necesita dármelo.
Capítulo 6
Vance
Al despertar a la mañana siguiente, sólo puedo pensar en todas las
decisiones de mierda que tomé anoche. Demasiado vodka. Sarah. Mi
necesidad de estar cerca de Ava. Mi cabeza palpita como si alguien hubiera
tomado un mazo y me golpea. Ducharme requiere una enorme cantidad de
tiempo y esfuerzo y para cuando termino, todo lo que quiero hacer es
volver a la cama.
Cuando mis pies tocan la escalera de abajo, el olor del café recién
hecho me hace cosquillas en la nariz. Entro en la cocina y encuentro a Ava
bailando en un par de lindos pantalones cortos para dormir y una
camiseta, con auriculares en sus oídos mientras vierte lo que parece masa
de panqueques en una sartén. Ni siquiera sabía que teníamos masa para
panqueques.
—Obviamente.
Hay una frialdad en mi voz que no coincide con el calor que irradia a
través de mí. Cada vez que estoy en su presencia, me siento como si
estuviera a una erupción volcánica de eliminar a la raza humana para
siempre.
Empujo todas las palabras, doy un mordisco, y luego otro, los ojos
de Ava permanecen en los míos todo el tiempo. No me gusta la forma en
que sus ojos se sienten sobre mí, como si fuera capaz de ver a través de las
paredes que construí a mi alrededor. Como si me conociera. No lo hace,
nadie lo hace.
Acostúmbrate, princesa...
—No lo sé. Esperaba pasar algún tiempo con ella antes de que
empiecen las clases. No la he visto en tres años. Estaría bien si pudiera ir
más despacio durante cinco segundos y hablarme como si fuera su hija, o
prestarme incluso una onza de atención.
¿Tres años? Maldición. Casi me siento mal por ser un idiota, casi.
Gracias.
O quizás no.
Capítulo 7
Ava
Es el temido primer día de escuela y trato de no pensar en el hecho
de que mi madre aún no ha regresado de su luna de miel. O que mi padre
todavía no me ha llamado, o que Vance todavía parece odiar toda mi
existencia.
Maldita sea.
—¡Mierda!
Inclino la cabeza hacia atrás y miro hacia el cielo azul. ¿Por qué, por
qué el mundo tiene que lanzarme esta mierda? El edificio dos está al otro
lado del campus. Me va a llevar una eternidad llegar allí, pero como tuve
que aparcar bastante lejos, creo que aún estoy mejor a pie que
conduciendo e intentando encontrar un sitio para aparcar de nuevo.
Vance. Entonces me doy cuenta. Debe haber hecho esto, algo con
mis clases. No hay otra explicación para ello. Cuando recibí mi horario de
clases, todas mis clases coincidían con los libros que compré, pero las
clases de mi horario ahora, no.
—Sí, estoy bien... bueno, además de esto... parece que los números
de los edificios en mi horario de clases están desordenados. Terminé en el
edificio equivocado y luego llegué tarde a mi primera clase porque tuve que
cruzar el campus.
—Oh, Dios. Siento no haber sabido que había alguien aquí —se
disculpa, sus mejillas se tiñen de rosa como si estuviera avergonzada o
algo así.
Agita su mano, haciendo un gesto para que ella entre, con una
sonrisa en sus labios.
Parpadeo.
Intento darle una salida, pero ella niega, la masa de rizos rubios
rebota con el movimiento.
—Oh, bien...
—¿Qué tal si te llevo a tu próxima clase y tal vez más tarde podamos
tomar un café y te enseño el resto del campus?
—¿Deberes, dices?
Jules me acompaña a clase y por una vez, siento que podría haber
hecho una buena elección al venir a la escuela aquí. Me habla de su novio
Remington, y de cómo el señor Miller es en realidad Sebastian, y el
hermano de Remington. Me hace algunas preguntas sobre mí que
respondo con una respuesta vaga. No quiero que nadie sepa lo jodida que
es mi situación. Todo el mundo tiene problemas, eso no significa que
tengamos que transmitirlos.
—¿Perdón?
Ni siquiera me sorprende oírle hablar tan mal de mí, pero me
sorprende que lo haga en un lugar tan público. Por otra parte,
probablemente no le importa lo que la gente piense de él, no es que
importe ya que nadie se atrevería a decirle algo tan vil.
—Tú. —El gruñido que sale de su pecho vibra a través de mí—. Eres
mi problema y hasta que te vayas, corriendo de vuelta a donde demonios
hayas venido, seguirás siéndolo. Si quieres que me detenga, sólo tienes
que decirlo. Vete, y todo terminará. Quédate, y te romperé tanto que ni
siquiera te reconocerás.
uuu
Tiene pelotas... enormes, si cree que esto va a ser así. ¿Y quién tiene
una fiesta en casa un lunes, de todos modos? ¿A nadie le importan las
clases? ¿Dormir? Aparco el auto, salgo, mientras mis dientes rechinan tan
fuerte que no me sorprendería si uno de ellos se rompiera.
La música dentro de la casa está tan alta que puedo oírla fuera, el
suelo tiembla por el bajo. Este imbécil va a hacer que nos llamen a la
policía. Mi aparición llama la atención de un grupo de gente que está de
pie en el patio, con vasos rojas en la mano. Algunas de las chicas se
burlan de mí, mientras que los chicos me miran como si fuera un cervatillo
entrando en la guarida del león.
Agarro mis bolsas de compras del coche apresuradamente, subo por
la pasarela y llego al porche. Si este imbécil piensa que puede arruinarme
haciendo alguna mierda adolescente, entonces tiene otra cosa viniendo
hacia él. Voy a acabar este espectáculo de mierda, ahora mismo.
Capítulo 8
Vance
La siento antes de verla. Eso es lo extraño de sentirse atraído por
alguien por quien no quieres sentirte atraído. Lo sientes en tu interior,
como si tu alma dijera lo que tu mente se niega a reconocer.
Clark ríe y una ola de humo se escapa de sus labios. Sarah está
colgada en mi regazo, actuando como si perteneciera allí, y aunque no lo
hace, no tengo la paciencia para decirle lo contrario. Se pone un trozo de
pelo rubio alrededor de su dedo, pareciendo aburrida.
Así que como siempre, Clark vino al rescate con la fiesta de regreso a
la escuela. Unos pocos mensajes y la mención de cerveza gratis y la
palabra se extendió como el herpes en las vacaciones de primavera.
—Qué perdedora.
Ni siquiera la miro, sé muy bien que me está lanzando dagas con los
ojos, probablemente pensando en quitarse el zapato y golpearme con él. No
sería la primera vez que algo así sucede.
Ava no necesita tener más ideas sobre la persona que soy. Una
mano pesada se posa en mi hombro y me balanceo, listo para golpear a
quien sea cuando mis ojos se encuentran con los de Clark. La
preocupación arruga su frente. El imbécil parece haber salido de la
portada de una revista. Donde yo voy con tejanos, camisetas y botas
rasgadas, Clark tiene polos, tejanos de diseño y Nike.
Mi mandíbula se tensa.
Clark asiente.
—Parece una buena chica, porque eso es lo que quiere que veas. Las
chicas buenas no mienten. No destruyen familias por diversión. Las chicas
buenas son buenas. Ava no es buena. En cuanto al pasado, puede que no
cambie lo que pasó, pero sin duda me hará sentir mejor. Llevo la copa a
mis labios de nuevo y me trago el resto de su contenido.
Que. Mierda.
Este juego del gato y el ratón que estamos jugando tiene mi miembro
permanentemente duro. Nunca antes había estado tan duro por una chica,
y mucho menos por una que odio. Es como si mi cuerpo no recibiera el
maldito memorándum. No es digna de mi, no importa lo suave, lo
hermosa, lo tentadora que sea.
Doy un paso atrás y miro la puerta por última vez. Podría patearla,
pero tengo una mejor idea. Me retiro por el pasillo de la cocina, me detengo
y me apoyo contra la pared, esperando, observando. La casa se vuelve
tranquila, tan tranquila que casi puedo oírme pensar.
Mi miembro está duro como una roca. Las palabras que voy a decir
quedan justo en el borde de mi lengua.
Acércate...
—¿Realmente pensaste que podías hacer una mierda como esta sin
consecuencias? ¿Quién te crees que eres?
—Tal vez no estoy por encima de todo, pero definitivamente estoy por
encima de ti —me burlo, inclinándome hacia su cara.
Ella se retuerce en mi mano e intenta apartarme con sus manos,
pero al ser más fuerte que ella, la mantengo fácilmente sujeta a la pared.
Gime y sus ojos miran los míos. Hay una súplica no dicha en esas
verdes profundidades, y no estoy seguro de qué me está pidiendo... que
pare, que siga... que nos saque a ambos de nuestra miseria.
Yo también me odio.
Por quererte.
Por odiarte.
Me siento impaciente.
—¿Qué hice para que me odies tanto? Sólo dímelo, Vance, por favor.
Dímelo para que pueda arreglar esto. Nos estás haciendo sufrir a los dos
por una razón desconocida.
—No hice nada... no mentí esa noche... —llora, pero sigo caminando,
cada paso hace más pesado mi corazón, y el nudo de dolor en mi estómago
más fuerte.
Cuando llego a la puerta de mi habitación, hay un indicio de duda. Y
cuando entro en la ducha, se arremolina dentro de mi cabeza, evocando
diferentes pensamientos, y no importa cuánto lo aleje, sigue volviendo.
Sólo asumí que era porque Ava había sido atrapada. ¡Oh, qué
terriblemente equivocado estaba! Siempre recordaré las próximas palabras
que salieron de la boca de mi padre como si estuvieran grabadas en mi
memoria.
Pagará caro.
Capítulo 9
Ava
Los días pasan en una ráfaga. Mi madre y Henry aún no han
regresado a casa y cada segundo que me quedo sola en esta casa con
Vance, otro trozo de mi gastado velo se desmorona. Me está desgastando,
tratando de aplastarme como a una mosca, y se acerca un poco más a
hacerlo cada vez que abre la boca. Una lengua puede no tener huesos,
pero puede romper un corazón de la misma manera y eso es lo que hace
cada vez que me habla, me rompe a mí y a mi corazón.
Una voz familiar llama desde detrás de mí. Aunque no quiero parar.
Sólo quiero seguir caminando hasta que ya no esté sola, hasta que
empiece a sentirme completa de nuevo. No toma más de un segundo para
que Clark aparezca a mi lado y me veo obligada a disminuir la velocidad
para caminar.
Clark me rodea parándose frente a mí. Es casi tan alto como Vance,
pero altura aparte, no podrían ser más diferentes el uno del otro.
Se ríe.
—Dios no, es mi amigo, pero no puede dictar con quién hablo. Soy
un chico grande... un chico muy grande, y tomo mis propias decisiones.
—Bueno, por supuesto, soy un chico, y tengo un pene, así que sí,
quiero conocer tus bragas, más bien tu vagina, pero también quiero
conocerte. También podemos ser amigos. Cenemos... podemos ir a Slice It.
—Bien. Iré, pero sólo si entiendes que esto es sólo una cena. Cena
como amigos. Sin citas, sin besos, sin sexo. Nada de cosas raras.
Poniendo los ojos en blanco, digo—: Sí, sé dónde está. Estaré allí.
Espero que no te arrepientas de haber estado conmigo.
uuu
—Seguro.
Supongo que no hay que hablar sin sentido antes de hacer las
preguntas personales con él. Me pregunto si hace esto en las citas. ¿Si
tiene citas? Probablemente no.
—No solía ser así —digo, sorprendida por lo triste que suenan las
palabras.
—Disculpa, pero no era una cita, y no usé mi... —Ni siquiera puedo
decir la palabra, estoy tan atónita—. No tuve sexo con él, si eso es lo que
insinúas. No soy una fulana que se acuesta con todos los tipos que
conoce.
Mi mente se fija en Sarah, no soy como ella. No cree que soy como
ella, ¿verdad?
Oh, Señor.
—Dime que pare... Dios, por favor dime que pare, Ava.
—Esto está mal... muy mal. Pero se siente tan bien, ¿no? Dime que
se siente bien.
—Sí —admito sin aliento, inclinándome aún más hacia él, deseando
que no hubiera ninguna tela entre nosotros.
—No mires a otro lado... —me persuade con una mano bajo mi
barbilla, inclinando mi cabeza hacia arriba, forzando mi mirada a
encontrarse con la suya—. Quiero que me mires a los ojos cuando te
desmorones. Quiero que sientas quién es el dueño de tu placer y tu odio.
Así la próxima vez que estés con él, o con alguien, recordarás que soy yo
quien te hace sentir así, y que siempre seré yo.
—Te odio más —gruñe, sus labios están tan cerca que casi me besa.
Bastardo.
Capítulo 10
Vance
No puedo creer que el cabrón llegue tan tarde. Clark suele ser muy
quisquilloso con la puntualidad y dijo que se reuniría conmigo aquí a las
ocho. Son casi las nueve y no ha aparecido, ni siquiera me ha enviado un
mensaje. La fiesta está en pleno apogeo a mi alrededor. Los compañeros de
universidad están de fiesta, bailando, bebiendo, y demonios, incluso
algunos están teniendo sexo.
—Lo siento, amigo, sé que llego tarde. Tuve que convencer a ésta
chica para que viniera conmigo —dice, enganchando un pulgar a Ava.
—¡Se suponía que estarías aquí hace una hora! —grito en su cara,
mientras la rabia se apodera de mí.
Por el rabillo del ojo, veo a Sarah alejándose de mí. Estoy seguro de
que parezco un idiota ahora mismo.
—Guau, amigo. Cálmate. —La mirada de Clark se amplía al levantar
sus manos de una manera no amenazante—. Lo siento, ¿de acuerdo? Ya
estoy aquí. No sé por qué es tan importante de repente, no es que no haya
llegado tarde antes.
Créelo, amigo.
—Mejor corre tras ella antes de que abra las piernas para otro —me
burlo de él, queriendo que me golpee, que me estrangule.
—Vance.
No, maldición.
Tal vez uno de ellos podría manejarlo, pero dos, de ninguna manera.
Thomas es grande, pero no tiene la resistencia que sé que tiene
Remington. Puede que esté enfadado, pero no soy estúpido.
—No sé qué diablos pasó entre tú y Clark, pero no puedes ir por ahí
golpeando a la gente en la cara. Y te advierto que no volverás a entrar en la
casa hasta que te calmes. Si tengo que volver a separarlos, les patearé el
trasero a ambos.
Nunca había visto a Remington tan enojado antes, hay una vena que
sobresale a un lado de su cuello y tengo la sensación de que si Jules, su
novia, no estuviera parada a un metro y medio, me patearía el trasero,
pero ya que lo está, supongo que es mi día de suerte.
Ahora que estoy lejos de Ava, su aroma floral no se pega a mis fosas
nasales como la miel, puedo pensar de nuevo.
Mierda. La he cagado. Soy un maldito amigo horrible.
Tal vez piense que soy como él, o como él solía ser. No lo sé, pero no
me gusta la forma en que me está mirando ahora. Como si pudiera de
alguna manera arreglar esto, o arreglarme. Como si pudiera oír mis
pensamientos proyectados en él, toma la mano de Jules y vuelve a la casa
con Thomas.
—La odio —murmuro en mis manos, más para mí, pero Clark me
escucha.
—Ya no lo sé —suspiro.
Ava
Alan, un amigo de Remington y Jules, me da otro trago y lo tomo tan
rápido como el último. El licor arde menos esta vez, mi cuerpo se adormece
lentamente. Ahora sé por qué la gente bebe sus problemas, porque el
alcohol te hace olvidar. Es todo lo que quiero. Olvidar... dejarlo ir. Esto es
lo que necesito, beber mis problemas con mis amigos como un estudiante
universitario normal. Olvidar a Vance, a mi madre, y mi seriamente jodida
vida.
—Chica, ojalá fuera tan fácil. Es difícil ignorar a alguien que vive
bajo el mismo techo que tú, de hecho, al otro lado del pasillo, y luego va a
la misma universidad.
Normalmente diría que no, pero los tres chupitos y toda la cerveza
que he bebido arremolinándose en mi estómago me dan una sensación
borrosa y feliz y sólo quiero divertirme y estar despreocupada. Quiero
olvidarme del imbécil de enfrente y si puedo hacerlo bailando con alguien
más, lo haré.
—¿Hablas en serio?
Alan frunce el ceño, pero me libera, dando unos pasos atrás antes
de despedirme. Vance tira de mi brazo y le sigo, aunque no puedo hacer
nada. Me siento mal por no despedirme de Jules, pero supongo que
siempre podré disculparme después. En cuanto salimos y el aire fresco me
golpea, mi cabeza empieza a dar vueltas. Presiono una mano sobre mi
estómago para evitar que el contenido dentro se desparrame.
Tal vez tres tragos en diez minutos no fue una gran idea. El ritmo de
Vance se ralentiza cuando se da cuenta de que mis pasos se están
volviendo inestables. Se gira y me rodea con un brazo alrededor de la
cintura, arrastrándome contra su costado. Se siente bien, más de lo que
esperaba, especialmente después de la forma en que actuó esta noche.
Una chica lista lo empujaría, le diría que se jodiera, pero yo no soy lista.
Estoy destrozada, tan horriblemente destrozada.
—¡Ava!
Rem le pregunta a Vance, pero suena más como una acusación que
como una pregunta. La preocupación le arruga la frente y me pregunto si
cree que Vance va a hacerme daño o algo así.
—A casa.
Con cada paso hacia el auto, mis piernas se debilitan, mis rodillas se
juntan. El agotamiento se filtra en mis poros. Incapaz de detenerme, me
inclino cada vez más hacia Vance hasta que mi cabeza se apoya en su
hombro.
Vance abre la puerta del lado del pasajero y extiende su mano hacia
mí. Pestañeo, mirándole con los ojos muy abiertos. ¿Por qué me está
ayudando? No le importo, así que ¿por qué?
¿Equivocado sobre mí? Por supuesto que está equivocado sobre mí.
Me ha estado culpando de algo misterioso desde que llegué aquí,
hiriéndome con sus palabras, y dándome un serio latigazo con su actitud
caliente y fría. Cree que sabe por lo que pasé para llegar aquí, pero no
tiene ni idea, así que sí, está equivocado. Muy equivocado.
Oh, Dios, tal vez lo he extrañado tanto a lo largo de los años, que de
repente ahora me lo imagino siendo amable conmigo. Pero no puedo
imaginar sus manos suaves o su voz suave. Me ayuda a subir las escaleras
y a entrar en mi habitación donde me lleva a la cama antes de empujarme
suavemente sobre los hombros para que me siente.
Luego presiona el botón de mis jeans y los baja por mis piernas
lentamente, tan malditamente lento que estoy segura de que está tratando
de matarnos. Probablemente a mí.
Una vez que ha terminado, me deja en la cama con nada más que
mis bragas de encaje negro y un sujetador, y de alguna manera incluso
eso parece ser demasiada ropa. Quiero que cada centímetro de tela
desaparezca, y quiero que Vance pierda su ropa también, para que no sean
más que nuestros cuerpos calientes, piel con piel.
—¿Es eso cierto? ¿Me estás pidiendo que te quite el sostén? Porque
debo decir que nunca he tenido una chica pidiéndome que le quite el
sostén sólo para poder dormir. La mayoría de las veces, no les toco las
tetas.
Hazlo. Tócame.
Puedo sentir mis pezones apretados ahora que se han liberado del
sostén y sé que si los tocara, si me tocara, se endurecerían.
Pasa sus dientes sobre su labio inferior, dejando que sus ojos pasen
sobre mi pecho desnudo. Por supuesto que no es tímido en mirar. Mis tetas
no son enormes, más bien como un puño cada una, pero tampoco están
mal. Quiero decir que tetas son tetas, ¿verdad?
—No, tus tetas son perfectas. Ahora ponte la camisa, antes de que te
la ponga yo. Soy un hombre de palabra, así que por esta noche tu virtud
está a salvo conmigo.
—¿Qué pasó... que pasó realmente, esa noche hace cinco años?
—Los vi...
Vance
El sol comienza a asomarse por el horizonte, pequeños destellos de
él se filtran a través de las persianas de la habitación de Ava. No debería
haberme quedado anoche, demonios, debería levantarme e irme ahora
mismo. Pero no puedo. Mi cuerpo físicamente no se mueve. Es como si
estuviera en trance, debilitado más allá de toda medida por su presencia.
Tener sexo es una mala idea. No deberíamos hacer esto. Pero quiero
hacerlo. Lo deseo tanto.
—Deberíamos...
—Si no quieres que te tome, entonces tienes que parar esto ahora
mismo.
Mi nombre cae de sus labios como una oración. Ahora que hemos
sacado eso del camino, y mi miembro se está endureciendo tanto que estoy
seguro de que tengo el peor caso de bolas azules de la historia, la alcanzo y
deslizo mis manos por debajo de la camiseta que lleva puesta hasta que
mis dedos hacen contacto con sus caderas.
Luego sigo esos mismos dedos hacia abajo y deslizo la tela de sus
bragas hacia el lado revelando su rosado sexo abierto para mí como
pétalos de rosa, cada uno rogando ser arrancado.
—Maldición, Ava, mira tu rico sexo... tan mojado por mí. Se aprieta
con cada toque. Quieres la liberación, ¿no?
—Gracias —susurro.
Por una vez sea yo quien la vuelve loca en vez de ser al revés.
Guiándome de vuelta a su entrada, presiono la punta hacia adentro,
lentamente, muy lentamente. Me estoy matando tanto como la estoy
matando a ella, pero será una muerte placentera.
Sus ojos verdes se abren y se clavan en los míos y juro que puedo
sentir cada pizca de dolor, cada pena y cada palabra que le he dicho. Es
mi dueña en este momento, y por muy aterrador que sea, no miro hacia
otro lado. Quiero ver lo que le he hecho, sentirlo.
Eso no fue sexo. Eso fue... ni siquiera lo sé, pero quiero hacerlo de
nuevo. Me deslizo de ella y me giro hacia un lado. Ella está silenciosa,
demasiado silenciosa y mientras la neblina lujuriosa se desvanece de mi
mente, me recuerda que tenemos asuntos pendientes de la noche anterior
de los que hablar. Quise discutirlo tan pronto como ella se despertó, pero
nunca tuve la oportunidad, mi miembro tenía otras ideas.
Esto no tiene sentido, por qué mi padre... no... esto no puede ser
verdad.
—¿Cómo es que no sabías de esto? ¿Por qué crees que mi padre nos
tomó a mi madre y a mí y se fue del estado al día siguiente? —pregunta
Ava.
—Yo…
Ava
Vance se pone los calzoncillos, agarra sus pantalones y corre fuera
el dormitorio.
—¿Una sorpresa?
—¡Sí, vamos al spa! Sólo nosotras dos por el resto del día. Me sentí
mal por irme tan pronto como llegaste, así que pensé que podríamos pasar
el día juntas.
—Sí, eso suena... suena genial —digo, pero no puedo evitar que mi
mirada se dirija a Vance.
Su lenguaje corporal casi grita el dolor que siente por dentro y las
personas que son la causa de ese dolor están justo delante de él, y
tristemente ni siquiera se dan cuenta.
Todavía quiero preguntarle sobre por qué pensó que mentí, pero
viendo lo preocupado que está ya, decido morderme la lengua. Siempre
puedo preguntarle más tarde.
Sus ojos están fijos en los míos por un minuto, y una sombra
arrepentida cubre su cara. De alguna manera, tengo la sensación de que
quiere decirme que lo siente, pero las palabras nunca llegan. Ahora estoy
hiperconsciente de él, mi cuerpo zumba cuando estoy en su presencia.
Tener sexo cambió algo entre nosotros, pero no fue sólo el sexo, fue la
verdad que salió a la luz también.
—Bien.
Sonrío. Cediendo a la necesidad de abrazarlo, lo rodeo con los brazos
y lo acerco a mi pecho. Es unos buenos quince centímetros más alto que
yo, pero hago que funcione. Baja la cabeza y la deja descansar sobre mi
hombro, sus brazos serpentean alrededor de mi centro y se apoya en la
parte baja de mi espalda. Me sujeta contra él, me abraza, y después de esa
primera noche en la boda, estaba segura de que esto nunca sucedería.
—Sí, vamos.
◆◆◆
Hace una pausa para limpiar una lágrima que se ha escapado con el
dedo.
Ni siquiera sabía que necesitaba oírla decir esas palabras hasta que
las dijo. Durante mucho tiempo, me pregunté por qué no me llamó, por
qué se fue sin volver. A menudo pensaba que era yo, que ella no me
quería. Muchas veces me pregunté qué podría haber hecho mal, así que
oírla decir que no hice nada malo, me quitó un gran peso de encima.
—Dios, no cariño. No tiene nada que ver contigo. Sé que lo que hice
fue egoísta y lo siento, de verdad que lo siento.
—Ahora dime, ¿cómo van las clases? ¿Os llevasteis bien Vance y tú
mientras estábamos fuera? —pregunta mientras coloca sus manos
cruzadas bajo la barbilla.
—Las clases son buenas, y todo estuvo bien. Sin peleas, ni nada.
Pensándolo bien, podría ser peor. Podría estar sin hogar, viviendo en
mi coche, mientras busco trabajo en lugar de ir a la universidad. Lidiar
con las burlas de Vance, y las tonterías verbales era algo que podía
manejar, siempre y cuando tuviera un lugar donde descansar mi cabeza
por la noche. La única persona que me preocupaba ahora era mi padre.
—No fue tan malo, y estoy disfrutando estar aquí contigo aunque no
hemos podido pasar mucho tiempo juntas.
—Oh, no hay razón realmente. Sólo estoy buscando algo más para
vincularme con Vance. Es un hueso duro de roer.
Vance
De alguna manera logramos pasar todo un juego de golf sin hablar
realmente. Quiero decir que no es como si nos miráramos fijamente o algo
así, pero no me pregunta cómo estoy, o cómo me ha ido en su ausencia.
Ha cambiado.
—¿Qué?
—¿La tuviste?
No, es una respuesta de sí o no, pero sólo hace otra pregunta por
encima de todas las demás.
—¿No? —atajo.
—No, por supuesto que no, hijo. ¿Por qué me haces una pregunta
cómo esa?
Lo que significa...
Cien cosas pasan por mi cabeza de una sola vez. La sonrisa de Ava,
su risa, su dulce aroma floral, sus suaves curvas, sus labios rosados.
Todo... todo es una mentira. ¿Por qué no puedo verla por lo que es?
¿Por qué dejé que lo que me dijo me afectara de tal manera? Debería haber
esperado esto, esperar su manipulación. Ella mintió entonces, y sigue
mintiendo. Un guepardo nunca cambia sus manchas. El dolor interior da
paso a la ira, e inunda mis venas, alimentándome con una rabia al rojo
vivo como nunca antes había sentido.
Ella me manipuló.
—¿Por qué? ¿Por qué fue una mala idea que ella viniera a vivir con
nosotros?
Podría nombrar diez razones en este momento, pero quiero saber por
qué él piensa que fue una mala idea.
Tal vez pueda hacer que la envíe a algún lugar, obviamente no hasta
que termine con ella, pero de todas formas, me desharé de ella aunque
tenga que enviarla de vuelta al pedazo de mierda de su padre, llorando.
—Ella mintió, justo en mi puta cara. Juro que pensé que estaba
diciendo la verdad. Se veía tan genuina. Incluso estaba llorando... lágrimas
de verdad, lágrimas de mierda —susurro, hablando más conmigo mismo
que con mi padre.
Cada músculo de mi cuerpo se tensa... Estoy tan tenso que una vez
que me quiebre, me preocupo de que no haya ningún retorno de las cosas
que haré.
Piel suave. Ojos verdes. Labios abiertos de color rosa. Es todo lo que
puedo ver cuando pienso en ella.
—No entiendo por qué esta chica tiene que quedarse con nosotros...
Si obtuvo una beca, ¿por qué no puede quedarse en los dormitorios? Soy
un adulto, no una niñera, seguro que puede cuidarse sola.
Ava
Nunca volvió a casa. Nunca mostró su cara en la casa. Han pasado
48 horas y todavía no he sabido nada de él. He intentado llamarlo, pero su
teléfono fue directo al buzón de voz. Empiezo a preguntarme si se
arrepiente de lo que hicimos y quizá por eso no volvió a casa. Parte de mí
espera que no se arrepienta, pero soy tonta. Sé que lo que sea que esté
pasando entre nosotros no es nada serio y he aceptado ese hecho.
Probablemente voy a ser sólo otra muesca en su cama. Aun así, no
significa que no pueda volver a casa. Esta es su casa después de todo. Yo
sólo soy una huésped no deseada.
—Sí. Estaré en casa más tarde. Voy a reunirme con un amigo para
cenar —digo, agarrando una manzana de la cesta de frutas antes de
hacerme una taza de café en el Keurig.
—Muy bien, cariño. Cuando vuelva, Henry dijo que quería hablar
contigo de algo. No estoy segura de lo que es, pero si conozco a mi marido
probablemente no sea nada malo.
Algo pasa. Las dos chicas con las que hablaba hace unos segundos,
resoplan y pisotean sus pies con tacones en el suelo queriendo toda su
atención. ¿Quién usa tacones a propósito en la universidad?
—Oh, basta. Hay más que suficiente Clark para todas —bromea,
dándoles su habitual sonrisa que hace que las chicas jadeen y se fundan.
—No seas así, ambos sabemos que tú también quieres dar un paseo.
—¿En serio? Sabes que no somos así. ¿Por qué actúas de forma
extraña?
—Clark —gruño.
—Te queda un poco de mierda en el labio por todas las mentiras que
has estado vomitando. ¿Quieres que te la quite?
Maldito idiota. Instantáneamente sé que esto tiene todo que ver con
Vance. Cada cosa.
—Te amo.
Henry.
Mi madre está llorando, grandes lágrimas caen de sus ojos. ¿Por qué
está llorando? ¿Por qué Henry me dice que no sé lo que vi? Sé que mi madre
no debería haber estado haciendo lo que estaba haciendo con Henry. Mi
padre la ama, y ella lo ama a él, o al menos eso creía.
Lo cual me enfurece.
Pasamos una sala donde hay una clase en sesión, las voces se oyen
a través de la puerta cerrada al pasar. Me arrastra más allá del pasillo y
cuando llegamos a la última sala, toda la charla ha cesado y me doy
cuenta de que estamos bastante lejos de cualquiera.
—Vance, te juro...
—Date la vuelta.
Vance
No la he visto en veinticuatro horas y me siento como un drogadicto
que sale de un viaje, incapaz de conseguir más de su droga favorita. De
alguna manera se las ha arreglado para evitarme después de que la tomé
inclinada sobre la mesa en el aula vacía. Bajo las escaleras y llamo a la
puerta de la oficina de mi padre. Él levanta la vista de algunos papeles y
me hace pasar.
—¿Estás bien?
Lo que pasa en esta casa es que cuando hay silencio, se puede oír
todo. Al entrar en el pasillo, oigo la puerta principal abriéndose en silencio,
seguido de pasos ligeros subiendo las escaleras. Cuando llego a la esquina,
sólo la veo en lo alto de las escaleras antes de que desaparezca de nuevo.
Suena cansada, herida, tal vez incluso rota. Tal como le dije que
estaría. Ignoro los sentimientos que su tristeza me da. No tengo espacio
dentro de mí para sentir lástima por ella. La ira y el resentimiento ya están
ocupando demasiado espacio.
La idea de que esté con otra persona me hace hervir la sangre. Más
vale que no haya estado con nadie más. No a menos que quiera que vaya a
la cárcel por asesinato. Aunque conociéndola, probablemente me diría que
lo hizo sólo para fastidiarme.
—No te he preguntado qué quieres tú. Dije que estoy listo para
usarte de nuevo. Termina tu ducha para que puedas darme un orgasmo. A
menos que quieras que entre en la ducha para hacerlo. Tal vez te penetre
la garganta hoy. Me estoy cansando de que tu boca no deje de hablar,
como si tuvieras una jodida opción en todo lo que te hago. Será mucho
más difícil para ti hablar con mi pene en tu boca.
—No soy una de tus putas, Vance, y no voy a tener sexo contigo otra
vez. Definitivamente tampoco te voy a dar una mamada. Si tan
desesperadamente necesitas un orgasmo, tal vez deberías ir a buscar a
Sarah. Mi vagina no está recibiendo órdenes de un chico que cree
conocerme.
Mis ojos vagan hacia el sur hasta que veo su perfecto sexo. Tengo
autocontrol y diría que soy bastante bueno para agarrarme a él, pero me
cuesta mucho no alcanzarla y pasar mis dedos sobre ella y a través de sus
pliegues. Mi mano se mueve con una necesidad posesiva de tocarla. Y la
enrosco en un puño, clavando las uñas en la palma de la mano para
detener el dolor.
Supongo que no... supongo que un mentiroso es tan bueno como las
mentiras que dice.
—¡He dicho que no! Esto se acabó. He terminado de confiar en ti. ¡Se
acabó! —grita, su pecho sube y baja rápidamente. No puedo evitar reírme
de sus palabras. ¿Ha terminado de confiar en mí? Eso es muy bueno—.
Sal... Fuera —resopla, cerrando los ojos y me sorprende lo enfadada que
suena.
Lo abro y borro cada uno de los archivos que contiene. Luego hago
clic en el icono de la basura en la esquina y lo vacío, asegurándome de que
no pueda recuperar ninguno de sus deberes.
Mi padre se aleja.
—Lo siento, ¿de acuerdo? Fue un juego estúpido, y sí, debí haber
dormido esa noche, pero no puedes culparme por lo que pasó.
Da un paso hacia mí, pero sólo me ve ahí de pie cuando está a punto
de chocar contra mí. Quiero que me golpee, me hiera, me rebane con sus
palabras como yo le he hecho a ella. Soy un bastardo, un imbécil, y no lo
dudaría si me odiara ahora. Estaba diciendo la verdad todo este tiempo...
ella era la que decía la verdad y mi padre estaba mintiendo. Y continúa
con la mentira.
Capítulo 17
Ava
Lo escuchó todo. Puedo verlo escrito en sus rasgos. La sorpresa, la
vergüenza, la culpa. Finalmente me cree... pero ya es demasiado tarde. No
creo que pueda perdonarle por lo que hizo. Fue necesario escuchar la
verdad de su padre, no de mí, para hacer que me creyera. ¿Cómo puedo
dejar ir algo así? No es que lo que teníamos fuera algo especial, no para él.
Sólo usó mi cuerpo para herirme, todo mientras mi corazón sangra por el
chico por el que me había preocupado, el chico que era lo más cercano a
un mejor amigo que jamás tendría.
◆◆◆
Un fuerte golpeteo me saca de mi sueño inquieto, y me siento,
mirando alrededor de la habitación desorientada. Por un momento me
olvido de dónde estoy y cómo llegué aquí. Mis ojos están tan hinchados
que tengo que abrirlos con una palanca. Intento tragar, pero mi garganta
está tan seca que parece que me he tragado un puñado de arena. Cuando
el incesante golpeteo no desaparece, me obligo a salir de la cama y tropiezo
con la puerta. Me siento como si tuviera resaca pero sin haber tomado una
gota de alcohol.
—Ava...
—Oh, mamá...
Hago una pausa, mis ojos se encuentran con los de ella. Parece
realmente confundida y entiendo por qué. Al igual que Vance, no tenía ni
idea de que Henry no decía la verdad. Todo el tiempo ha estado pensando
que todo el mundo sabía de su aventura. Pero nadie lo sabía, nadie más
que ella, papá, Henry y yo.
¿O sólo dijo esas cosas porque quería que yo cumpliera? Tal vez él
realmente ama a mi mamá. Ciertamente ella parece feliz. Si soy sincera,
parece más feliz ahora que con mi padre.
—Yo... sólo quería... quería algo de tiempo para mí, eso es todo. He
estado teniendo dificultades con algunos trabajos escolares —miento,
decidiendo que si ella se va a enterar, será por otra persona.
—¿Me estás mintiendo?
—Por favor, Ava. Por favor, vuelve a la casa conmigo. Hablaré con
Henry, para arreglar todo esto. Lo estás haciendo tan bien, y pareces tan
feliz.
Pero estar cerca de Henry va a ser aún más difícil. Ayer me mostró
su verdadero ser y dudo que pueda verlo de otra manera. ¿Cómo puedo
vivir con alguien así? Alguien tan egoísta y descuidado que mentiría y
engañaría a la gente más cercana a él.
—Sólo... sólo hazlo por mí, cariño. Prometo que haré todo lo que
pueda para mejorar las cosas para ti. No quiero perderte de nuevo. Acabas
de llegar.
Vance
La sangre baja por mi mano y llega al suelo de mármol blanco.
Debería limpiar la herida, curarla, pero me importa un carajo. Lo único
que me importa ahora mismo no está en esta casa, y eso me aterroriza. La
idea de que no vuelva nunca más. Es un miedo real, algo que no esperaba
sentir tratándose de ella.
¿Cómo pude ser tan estúpido? ¿Cómo pude estar tan equivocado...
tan ciego? Nunca he deseado retroceder en el tiempo tanto como ahora.
Los errores que cometí. La forma en que la traté. Todas esas cosas son
imperdonables. Estoy tan avergonzado y la culpa me está comiendo vivo,
pero la preocupación que siento por ella ahora es la más fuerte de todas.
Aceptaré cualquier dolor que tenga que soportar, me bañaré en él, siempre
que ella esté bien, siempre que pueda verla sonreír de nuevo.
Pienso en las palabras que dije, las amenazas, la forma en que tomé
su cuerpo. Enrosco mi mano herida en un puño, mi dolor físico me
recuerda el dolor emocional que le causé. Desearía poder tomar todo su
dolor y hacerlo mío. Lo haría con gusto si pudiera.
Arreglaré esto. No puedo retirar todas las palabras que dije, todas
las cosas que hice, pero puedo compensarla. Sólo tengo que encontrar una
manera de hacer que ella hable conmigo.
—¿Están aquí?
—Sí —atajo. Preferiría que no hablara con Ava, pero tiene que
disculparse. No quiero que ella se preocupe por nada—. Recuerda lo que te
dije, sígueme la corriente o le contaré todo a mamá y si mamá se entera de
que le pusiste los cuernos y mentiste en la corte...
—Estoy bien.
Sus ojos verdes están llenos de tanta tristeza que se derrama fuera
de ella y sobre el suelo. Me asfixia, envolviéndome, agarrándose a mi
corazón con un agarre duro. Se aprieta y se aprieta y siento que me mareo.
—No hay nada de qué hablar, cariño. Todo está en el pasado. Todo
está bien ahora.
—Te dije que no fui yo —dice con voz ronca, mientras más lágrimas
caen por su cara.
Maldición, sabía que me dolería oírla decir algo así, pero nunca
esperé que fuera tanto. La sangre en mis venas se convirtió en alquitrán,
luchando por hacer latir mi corazón. Nunca me había arrepentido de nada
en mi vida tanto como me arrepiento de haberla lastimado.
—Yo...
Mi voz se quiebra, y sus bonitos labios, los que tanto quería besar
incluso ahora mismo, se elevan, la ira sale de ella en espiral, llenando el
espacio entre nosotros con un fuerte dolor de corazón.
No me necesita.
No me quiere.
—Te compensaré.
Ava
—¡Ava!
—¡Detente!
Clark sonríe con esa sonrisa funde bragas y me odio por recordar las
risas y la diversión que tuvimos, porque realmente la pasamos muy bien
esa noche, y sólo como amigos.
Lo cual es algo que sé que no hace con nadie que sea mujer.
Estúpidamente, me preocupo por Clark, pero no de la manera que uno
pensaría. Es más bien un hermano pequeño para mí, un molesto, grosero
y engreído hermano pequeño.
Por más enojada que esté por todo lo que pasó, no puedo culpar a
Clark. Se hizo mi amigo, salió conmigo, pasó tiempo conmigo, e incluso se
enfrentó a Vance en mi honor.
Girando los ojos, trato de ocultar la sonrisa que tira de mis labios.
—Lo sé, por eso los estoy usando. Gracias a Dios que tienes una
criptonita.
Muy dramático.
Asiente.
—Sin Vance.
Mi mirada se entorna.
Él se sonríe.
—¿Vivir?
Su cara muere.
◆◆◆
Termino las clases y me voy a casa a cambiarme antes de salir a ver
a Clark. Cuando entro en el vestíbulo, oigo voces, que son apagadas, pero
como siempre, atraviesan la casa. Ignorándolas, o intentándolo, tomo una
botella de agua y una barra de granola de la cocina. Intento que mi mente
se quede en blanco, intento olvidar que existe, pero mi pie golpea el último
peldaño de la escalera al mismo tiempo que la voz de Vance se hace añicos
a través de mi resistencia.
—Son niños, no importa. Estoy seguro de que ella olvidará las cosas
que dijiste.
Las acciones hablan más fuerte que las palabras, dice mi cerebro.
Ugh, mi corazón y mi mente quieren dos cosas diferentes. Me llamó
mentirosa después de que le confesara la verdad. Tal vez no me creyó
completamente, pero podría haber preguntado, podría haber venido a mí si
tenía preguntas.
Nunca.
Capítulo 20
Vance
Más vale que Clark tenga razón sobre su aparición aquí esta noche,
o usaré mis puños para reacomodar su cara. En realidad no, pero me
siento un poco nervioso con toda la mierda que está pasando, así que una
pelea no sería una mala idea. Ensangrentar la cara de alguien parece
divertido en este momento. Mi vida está empezando a sentirse como una
bomba atómica que está esperando para explotar.
Hay tres o cuatro damas en el lugar con pelo castaño oscuro, pero
no son ella. Mis manos se convierten en puños en mi bolsillo. Estoy a
segundos de romper algo cuando la veo a ella y a Clark en una cabina de
la esquina a la derecha. Pelo castaño, bonitos ojos verdes esmeralda que
brillan con la felicidad que puedo ver y sentir desde aquí.
Se está riendo de algo que dice Clark y esta cosa extraña sucede
mientras estoy ahí de pie como un extraño observándolos. Se la merece. Él
es quien ella necesita. No tengo idea de dónde viene el pensamiento, pero
me aterroriza, porque en el fondo, sé que es verdad. No la merezco. Se
merece algo mejor, alguien que no sea un cañón suelto con un gran
equipaje.
—Me has dado un puñetazo... —dice sin voz, tragando todo su vaso
de soda, aunque no parece sorprendido por sus acciones.
—Déjame en paz.
Su pecho se eleva arriba y abajo, al igual que al mío. Mis ojos bajan
a sus labios. Quiero besarla de nuevo, besar sus labios hinchados.
Me lamo los labios, mis entrañas arden por ella, sólo por ella. Nadie
puede compararse con la forma en que ella me hace sentir. Saca lo peor de
mí, mientras que yo saco lo mejor de ella, y juntos podemos arreglar todos
los jodidos pedazos de nuestra vida.
Y ésa es la verdad. Quise tener sexo con alguien esa noche en casa
de Clark cuando estaba borracho, pero no pude hacerlo.
—No puedo dejarte. Significas demasiado para mí. Eres todo. Eres
mi universo, sólo por favor déjame contarte lo que pasó, lo que mi padre
me dijo. Déjame contarte la verdad. Deja que nos salve.
—¿Bien?
Ava
—¿Papá?
—Papá, ¿qué está pasando? Dímelo. Por favor, dímelo —suplico, los
músculos de mi estómago se tensan dolorosamente, tan dolorosamente
que me apoyo en la pared más cercana.
—Te amo, Ava —susurra, y luego la línea se apaga.
—¿Qué pasa?
—Ava, sé que te preocupas por tu padre, y eso está bien y todo, pero
es un adulto. Un hombre adulto. No es tu trabajo preocuparte y cuidar de
él. Le ayudamos a entrar en ese centro por ti, y sólo por ti. Sé que es
difícil, pero tuvo su oportunidad. No hay nada más que podamos hacer por
él. No se puede ayudar a alguien que no quiere ayudarse a sí mismo.
Tiene razón, lo sé, pero no tiene por qué ser tan cruel. Si ella y
Henry hubieran tomado una decisión diferente, si no hubieran sido tan
egoístas, tal vez esto nunca hubiera pasado.
Ella mueve la cabeza pero no dice nada más. No es que esperara que
lo hiciera. Ha dicho todo lo que tiene que decir. Me doy la vuelta, salgo de
la cocina y me dirijo a la escalera con Vance pisándome los talones.
◆◆◆
Recojo mis libros y los meto todos en mi mochila. Arrastro mis pies y
me dirijo a su escritorio, temiendo tener que darle explicaciones. Nunca en
toda mi vida me he retrasado en la entrega del trabajo. Mis notas siempre
han sido lo más importante para mí, lo único que importaba.
—¿Estás bien, Ava? Te dije que te iba a dar una prórroga de diez
días y tú dices ¿qué?
Oh, mierda.
Mi madre, por supuesto, jadea, abriendo los ojos con horror como si
la hubiera abofeteado.
—¡Ava Marie! —me regaña mi madre como si fuera una niña, su cara
palidece ante mi verdad hablada.
Las lágrimas empiezan a caer sin permiso y un sollozo pasa por mis
labios, el ruido rompe el silencio a mi alrededor. Sola. Siempre sola. No
tengo a nadie, nada, mi madre no se preocupa por mí, mi padre está
desaparecido, y Vance... Aprieto mis ojos, intento olvidarme de él. De su
olor, de la forma en que su cuerpo se siente contra el mío, y de sus
palabras.
Te amo.
Vance
Mis dedos palpitan y mis ojos arden, pero finalmente terminé el
trabajo de inglés para ella. La mayoría piensa que soy tonto y que no
distingo mi trasero de mi cabeza, pero no es verdad. Sólo que no me aplico.
Hojeo los papeles recién impresos, los cuento asegurándome de que están
todos ahí antes de graparlos. Nunca pondría tanto trabajo en uno de mis
propios trabajos, por ella, por otro lado, me quedé despierto hasta casi
medianoche para poder terminar esto. El profesor Hall le habrá dado diez
días, pero quiero que se olvide de esto.
—No te culpo por estar enfadada conmigo, por querer hacerme daño,
por pensar que te hice esto a ti, a tu familia —susurra, y es tan suave que
casi no la oigo decir las palabras.
Miro por encima del hombro y me pongo un dedo en los labios. Ella
asiente, con los ojos abiertos y el miedo reflejado en ellos. Giro, abro la
puerta y salgo al pasillo. Puedo oír el sonido de los pies que se arrastran
por el piso de abajo. ¿Qué demonios está pasando?
—Tengo que ir a él. Puedo hacer que se calme —susurra Ava, con
una mirada frenética en los ojos.
Habla tan rápido que estoy seguro de que la persona de la otra línea
tiene problemas para entenderla.
◆◆◆
—Ava... —la llamo, con la garganta cruda, sintiéndola como una lija
arenosa.
—No estoy seguro, pero puedo prometerte que haré todo lo posible
para que sea lo más sencillo posible de aquí en adelante. Con o sin
disparo, todavía te amo y ahora sé que tú también me amas.
Una enfermera de mediana edad con pelo largo y rubio se asoma por
dentro, sus labios se convierten en una sonrisa cuando me ve en la cama.
—Manejable.
—Se ve bien. Le haré saber al doctor que está despierto, y que está
manejando bien el dolor. Necesitará comer algo y descansar, pero si el
doctor lo dice, probablemente podrá irse a casa hoy.
Mentirosa.
—Te amo, Ava. Lamento haberte lastimado, por todo lo que pasó,
porque nuestras vidas estén tan jodidas como lo están. Lo siento. Te
mereces algo mejor que yo, cien por cien, pero si me eliges, pasaré todos
los días compensándote.
—No tenían que darme nada. Ya tengo la mejor clase... la clase que
hace que tu corazón lata muy rápido y las mariposas revoloteen en tu
estómago.
—Sí, demonios, sí... —gruño antes de apretar mis labios contra los
de ella.
Capítulo 23
Ava
Henry y mi madre aparecen justo cuando los médicos dan de alta a
Vance. Decidimos discutir lo que pasó cuando llegamos a casa para no
hacer una escena en el hospital. Vance, en su mayoría, permanece callado,
su mano en la mía acapara algunas miradas, las de nuestros padres. Me
ayudan a meterlo en el coche, y me deslizo a su lado.
Trato de no pensar en la conversación que vamos a tener, no quiero
oír que me digan lo que le va a pasar a mi padre. Sé que lo que hizo estuvo
mal, muy mal, y me doy cuenta de lo serio que es esto. Allanamiento de
morada, amenazar con un arma mortal, disparar a Vance... los crímenes
se acumulan. Va a terminar en prisión por mucho tiempo y sé que no es
inocente, pero sigue siendo mi padre y en el fondo sé que nunca habría
herido intencionadamente a Vance.
Mastico mis uñas distraídamente, dejo caer mi mirada en las casas y
árboles que pasan zumbando en un borrón. Mi mente está tan enredada
que me estremezco cuando Vance me toca suavemente la muñeca y me
quita la mano de la boca, entrelazando nuestros dedos. Miro fijamente
hacia abajo donde nuestras manos están unidas. Nunca pensé que
estaríamos juntos, y ahora, ahora es surrealista. El pensamiento de
perderlo por un corto tiempo allí, hizo que me consumiera el miedo. No
sabía si iba a estar bien, había demasiada sangre, y era...
—Cálmate.
Vance se inclina y susurra, su aliento abanica contra la cuenca de
mi oído. La piel de gallina me cubre y siento que me inclino hacia su
toque.
—¡Vance! —grito.
—Sé mía. Quédate conmigo, Ava. Lo he arruinado. Sé que lo hice,
pero te prometo que hay bondad en mí. Haré esto bien, te trataré bien y te
haré mi prioridad número uno. Quiero que te mudes de la casa de mi
padre y que vengas conmigo. Quiero que todos sepan que eres mi novia y
que te amo.
Aprieto mis labios contra los suyos antes de que pueda decir algo
más, tragando cualquier palabra que vaya a salir de su boca. Nuestra
relación nunca iba a ser perfecta, pero no quiero que sea perfecta.
Vance
—¿Tenemos que irnos? —Ava hace pucheros, y yo aprieto su mano
en la mía.
—No tenemos que quedarnos hasta tarde. Sólo lo suficiente para que
todos nos vean juntos.
—Puedo esperar, pero un día serás mi esposa... sólo para que quede
claro. Llevarás mi apellido, y luego mis bebés.
—Vance.
—No tienes ni idea. Nunca seré capaz de perdonarme por las cosas
que hice.
Bien, tal vez me equivoqué. Tal vez Remington Miller sabía lo que se
sentía. Mis labios se separan y estoy a punto de responder cuando Sarah y
su pandilla de hienas se pavonean hacia nosotros. Jules y Ava dejan de
hablar cuando Sarah se para justo delante de Ava.
Sarah Snickers. Más vale que hoy cuente sus estrellas de la suerte
que es una chica, porque si no lo fuera, mi puño estaría volando por los
aires ahora mismo.
¿Se supone que eso debe herir mis sentimientos o algo así? Porque
no lo hace. Prefiero tener a Ava que permitir que Sarah me toque de nuevo.
—No, cariño, te traje aquí para que todos sepan que eres mía.
—¿Qué demonios?
—¿Qué? —pregunta.
—¿Qué demonios quieres decir con otro gol para el equipo de odio
amarte?
Clark.
Respondo inmediatamente.
¿Mudanza?
—Lo siento, pero nos vamos de esta fiesta que parece un puesto de
piruletas.
—¿Novia? —tartamudeo.
Fin
Próximo en esta serie…