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Créditos
STAFF BOOK ESCAPE

Moderación y Traducción
Lvic15

Correctora
Neera

STAFF LOVE BOOKS

Correctora y Lectura Final


Jessibel

Diseño
Jessibel
Contenido
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Epílogo
Próximo en esta serie…
Sobre La Autora
Sinopsis
Era más que mi matón, era de lo que estaban hechas las pesadillas
vivientes...

—Te reto...

Comenzó como un juego infantil jugado entre dos amigos, que


terminó con un corazón roto.

Lo conocí una vez. Hace mucho tiempo. Puede que incluso nos
hubiera llamado amigos. Eso fue antes de que me mudara, antes de que
mi madre se casara con su padre, antes de que mi vida entera se
desmoronara.

Lo perdí todo, mis amigos, mi popularidad, mi futuro.

Se suponía que este iba a ser mi nuevo comienzo... mi última


oportunidad de...

Vance Preston solía ser un pobre chico con una dulce sonrisa y ojos
amables. Solía ser mi amigo. Ahora es un regalo de Dios para las mujeres,
asquerosamente guapo y asquerosamente rico.

Puede hacer lo que quiera, decir lo que quiera, y herir a quien


quiera.

Nadie puede detenerlo, y nadie se atreve también.

Bien podría ser un dios.

Y su nuevo objetivo: yo.

Me reta a desafiarlo.

Me desafía a luchar.

Promete que no se detendrá...

...no hasta que me haga daño, no hasta que me rompa.


Pero no tengo miedo, porque no se puede romper algo que ya está
roto.

Este es el segundo libro de la serie de North Woods University. Puede


ser leído como libro independiente y no contiene NINGÚN final abierto,
NINGÚN engaño, y contiene un Felices Para Siempre. Por favor, ten en
cuenta que esta serie contiene material no apto para todos los lectores. Esta
NO es una serie Jóvenes Adulto.
Prólogo
Hace Cinco Años

Ava
Corro por el patio trasero, persiguiendo a Vance. Siempre es más
rápido, y por supuesto llega a la casa del árbol antes que yo. La hierba
larga me hace cosquillas en las piernas y casi me tropiezo en un agujero,
esquivándolo por un pelo. Estoy demasiado ocupada prestando atención a
Vance corriendo delante de mí, que por dónde estoy corriendo. Me mira por
encima de su hombro, sus ojos brillan a la luz de la luna, su pelo marrón
parece que le vendría bien un buen corte, o al menos eso es lo que dice
mamá.

—Eres tan lenta, Ava. La Era de Hielo podría ganarte a la casa del
árbol —bromea, como siempre hace.

Mamá dice que es porque le gusto, pero no creo que le guste a Vance,
al menos no más que como amiga. No es que le vaya a besar. Besar es
asqueroso. Al llegar a la casa del árbol, me pongo las manos en las caderas
y estrecho mi mirada. Es difícil ver tan lejos de la casa y un escalofrío me
atraviesa mientras una fría ráfaga de viento sopla sobre mi húmedo cabello.

—No todos nacimos con papá piernas largas, piernas.

Siendo el imbécil que es, ni siquiera responde. En su lugar, pone un


pie delante del otro y corre por los tablones de madera y dentro de la casa
del árbol, desapareciendo su cuerpo de la vista un segundo después.

Sacudo mi cabeza y subo a los tablones de madera también. La


primera vez que subí a la casa del árbol, me temblaban las piernas y me
dolía el estómago como si alguien me hubiera golpeado. Ahora, subo los
escalones como si fuera algo natural. Asomo la cabeza por el recorte
cuadrado del suelo, encuentro a Vance sentado al estilo indio en su sitio
habitual. Está mirando por la ventana gigante que da al patio.
A esta altura, me gusta pensar que podemos ver todo, la ciudad en la
que vivimos, incluso la casa de mi mejor amiga Mallory. Pero no podemos...
ver todo, quiero decir. Subo y entro en el pequeño espacio y me siento de
manera similar.

En cuanto me siento, Vance me presta atención. Sus ojos verdes son


suaves y me recuerdan a un vasto bosque lleno de árboles altos y orgullosos
incluso en las peores circunstancias. Cuando sonríe, un extraño cosquilleo
me llena la barriga, y no entiendo por qué lo hace. Sin embargo, sucede a
menudo, casi cada vez que me sonríe.

Mis ojos se posan sobre él. Lleva un par de vaqueros andrajosos y


una camiseta de algodón. Mi padre dice que sus padres no tienen mucho
dinero porque el padre de Vance perdió su trabajo y que no puede permitirse
ropa nueva ahora mismo, así que no debería burlarme de él ni ser mala,
pero creo que su ropa está bien. Por eso su familia vive con nosotros por
unas semanas, hasta que su padre encuentre un nuevo trabajo. De
cualquier manera, me parece bien que se queden con nosotros. No tengo
hermanos, y me gusta tener a Vance aquí para pasar el rato cuando no está
siendo un imbécil, o ganándome en llegar hasta la casa del árbol.

Con la luz de la luna brillando en la casa del árbol, es fácil ver la cara
de Vance. Se frota la mandíbula y junta las cejas, es una mirada que he
visto adornar su cara antes. Cada vez que se ve así, sé que está pensando
mucho, escarbando en lo profundo de su cabeza para tratar de llegar a algo
digno de un reto. Éste es un juego al que jugamos mucho, y por mucho, me
refiero a casi todos los días. Verdad o reto. O como Vance siempre dice,
verdad, ya que eso es lo que normalmente elijo.

Esta noche, sin embargo, elijo reto. No sé por qué lo hago. Supongo
que me siento aventurera. O podría ser porque estoy cansada de que Vance
siempre se burle de mí por elegir verdad.

Cuando una gran sonrisa se extiende por su cara, sé que ha pensado


en algo que le parece lo suficientemente bueno para el juego. Me preocupa
un poco lo que se le ocurre, y casi cambio de opinión, diciéndole verdad en
su lugar. Antes de que tenga la oportunidad, su boca se está abriendo.

—Te reto a... colarte en el dormitorio de tus padres.


—¿El dormitorio de mis padres? ¡Me meteré en tantos problemas si mi
madre me atrapa! —susurro, casi grito.

Mi padre está en el trabajo, así que sólo es mi madre la que duerme


en su habitación. Pero es medianoche y se supone que debo estar en la
cama y dormir, pero en cambio estoy en mi casa del árbol con Vance
jugando a Verdad o Reto. Ambos estaremos en un gran problema si nuestros
padres se enteran de que estamos aquí en vez de en la cama.

—Oooh, ¿te estás acobardando? —se burla, un travieso brillo aparece


en sus ojos. Mis labios se ponen en una línea firme mientras el calor se
desliza por mis mejillas ante su declaración.

—No, por supuesto que no. —Levanto mi cabeza en alto, y mi barbilla


sobresale—. No sólo entraré en el dormitorio, sino que para probar que lo
hice, también sacaré algo del joyero de mi madre.

—Ooooh, hay mucho en juego. —Se frota las manos—. Te estaré


esperando aquí.

—No te preocupes, no tendrás que esperar mucho tiempo. Volveré


enseguida con el collar de perlas de mi madre.

Sonrío, con toda la confianza que puedo tener. Vance pone sus ojos en
blanco, obviamente sin creerme, lo que me hace querer demostrarle que se
equivoca más.

Hay un nudo en mi vientre mientras bajo la escalera de madera,


atravesando el patio y entrando en la casa de la que salí hace unos
minutos. Mi pulso se eleva y mi respiración se acelera mientras subo de
puntillas por las escaleras, evitando chirridos. No sé por qué estoy tan
nerviosa por esto. ¿Y qué pasa si mi madre se despierta?

Siempre puedo decirle que tuve una pesadilla o algo así y aunque no
me crea, ¿qué es lo peor que podría pasar? Me concentro en mis
pensamientos, no evito el último crujido en lo alto de la escalera, mi pie
presionando contra la tabla del piso que rechina, el sonido rebota en las
paredes y en el pasillo. Congelada, contengo la respiración, mis oídos se
levantan mientras mi corazón late tan fuerte dentro de mi pecho, que me
preocupa que pueda explotar.
El sonido de susurros llega a mis oídos un segundo después...

Hay dos voces, pero la única que puedo distinguir es la de mi madre.

¿Por qué está susurrando? ¿Con quién está hablando? La madre de


Vance está en el hospital para su turno de noche como enfermera y la
habitación de su padre está abajo, no debería estar aquí.

Por un momento, considero dar la vuelta y arrastrarme a mi cama,


dejar a Vance y su estúpido reto solo por la noche, pero no puedo. Quiero
demostrarle que se equivoca, que no soy una gallina.

De puntillas por el pasillo, me acerco al dormitorio de mis padres. Los


susurros se hacen más fuertes, y mis ojos se abren cuando escucho con
quién habla mi madre. Las palabras que oigo son unas que nunca podré
olvidar. Unas que nunca podré dejar ir.

Ésta fue la noche que cambió mi vida para siempre.


Capítulo 1

Ava
Me seco el esmalte rosa de mis uñas y me pregunto cómo llegué a
este punto. Cómo me las arreglé para encontrar mi camino de regreso a
North Woods después de cinco largos años de ausencia. Cinco años, ése es
el tiempo que pasé lejos de mi ciudad natal. Un lugar donde crecí, un lugar
que extrañaba más y más cada día que estaba lejos. No eran los amigos
que había hecho o conocido toda mi vida, o incluso la casa lo que echaba
de menos, era el aspecto físico, de conocer un lugar, de haber crecido en
él. No tenía nada que temer en esta ciudad. Era mi mundo.

Después de esa noche de Verdad o Reto con Vance, mi padre echó a


la familia de Vance, dejándolos sin hogar. Luego nos llevó a mi madre y a
mí y nos trasladó a través de las fronteras estatales. Nos fuimos, ni
siquiera pudimos coger todas nuestras cosas. Mis padres vendieron la
casa ni siquiera un mes después y supe que nunca volveríamos. Lloré,
rogué y supliqué a mi padre, pero no me sirvió de nada. Aun así nos
mudamos, toda mi vida giró al revés y todo por un secreto. Aprieto los
dientes, aparto el recuerdo y lo meto en las cavidades más oscuras de mi
mente.

Mis padres siguieron casados durante dos años después de eso,


aunque creo que sabían que sería mejor divorciarse. Esos dos años fueron
los que realmente no me importaría recordar. Llenos de peleas, de ira y de
culpa. Cada día veía crecer el odio que se tenían el uno al otro. Entonces
finalmente sucedió, se divorciaron y me quedé con mi padre.

Mi madre se mudó poco después de que las cosas terminaran,


diciendo que no podía encontrar un trabajo como secretaria en el lugar
donde vivíamos y mi padre, por supuesto, no estaba dispuesto a mudarse,
ni yo tampoco. La secundaria ya era bastante difícil sin tener que
mudarme a una escuela nueva y no estaba a punto de empacar mi vida de
nuevo y empezar de nuevo donde demonios fuera que mi madre quisiera
mudarse. Eso, y porque una parte de mí seguía enfadada con ella.
Enfadada por arruinar mi vida, su vida, la vida de mi padre. Fue por su
egoísmo que nos fuimos en primer lugar.

Cuando se mudó de nuevo a North Woods, realmente no pensé nada


de eso. Eso fue hasta que me llamó la última Navidad.

—Hola cariño, ¿recibiste los regalos de Navidad por correo?

—Sí, mamá, gracias. La única cosa que lo hubiera hecho mejor sería
pasar el día contigo.

No hay nada como pasar la Navidad con tu familia... aunque no lo


sabría realmente ya que no he pasado las vacaciones con mi madre desde
que se fue. Éramos sólo papá y yo, e incluso entonces, a veces era sólo yo.

—Lo sé, yo también.

Sus palabras no coinciden con su tono de voz.

—Si te parece bien, estaba pensando en ir unos días la semana que


viene, ya que todavía estoy de vacaciones. Podemos ver Elf y hacer galletas
de Navidad.

La sola idea de pasar tiempo con ella me hizo sentirme completa de


nuevo. Aunque estuviera enfadada con mi madre por no visitarme, o por no
hacer un esfuerzo, no significaba que no quisiera pasar tiempo con ella, si se
me daba la oportunidad.

—Sí... tal vez.

Hizo una pausa y no pude evitar el tono nervioso que sobrepasó su


voz. Sonaba como si fuera a decir algo que pensaba que no me iba a gustar.

—Sabes, cariño, he querido decirte algo...

Hubo otra pausa, y agarré el teléfono con más fuerza en mi mano.


Cuando no dije nada, continuó un largo suspiro llenando el altavoz.

—He estado viendo a alguien... es... es... Henry.

Se me aflojó la mano del teléfono y casi se me cayó.


Mierda. No podía referirse a Henry de verdad...

Sacudo la cabeza, de alguna manera me las arreglo para encontrar mi


voz.

—¿Henry Preston? ¿El padre de Vance?

—Sí, nos volvimos a encontrar hace unos meses. Él y Tonya también


se divorciaron. Te juro que sólo buscábamos amistad, pero, a veces el
corazón tiene otros planes. De todas formas, empezamos a salir y pensé que
deberías saberlo. No quiero ocultarte nada.

¿Pensó que yo debería saberlo? Ja, eso es gracioso. Podía perderse la


Navidad conmigo y apenas cogía el teléfono para llamarme, pero sentía que
debía saber sobre su vida amorosa.

Alguien debería darle un premio.

Por ser la madre del año.

Hay un sabor agrio permanente que me cubre la boca cada vez que
pienso en esa llamada. No, lo retiro, en realidad es todo. Todo esto deja un
sabor amargo en mi boca.

Todo en mi vida está arruinado. Su mudanza. Mi padre obligándome


a quedarme con él, incluso después de que empezara a beber. Mi madre
nunca volvió a por mí, incluso cuando sabía que la necesitaba. Su
ausencia sólo hizo que el cuchillo de la traición se clavara más
profundamente en mi pecho.

Lo que me lleva a este momento. Una chica de dieciocho años


graduada de la escuela secundaria sin un solo centavo a su nombre
porque su padre bebió y apostó su fondo para la universidad. Era el
ejemplo perfectamente arruinado, yendo a ninguna parte muy rápido.

Mi madre insistió en que me fuera a vivir con ella, pero no hasta


después de enterarse de las fechorías de mi padre. La ira sangraba en el
borde de mi lengua. Quería preguntarle dónde estaba hace un par de años,
pero cuál era el punto.

Nada de lo que hiciera ahora podría cambiar el pasado. La única


cosa buena que vino de mudarme con ella fue su promesa de que ella y
Henry pagarían mi universidad y me darían un lugar para vivir mientras
asistía a la universidad local. Después del espectáculo de mierda en el que
me dejó mi madre, consideré seriamente decir que no.

Me enorgullecía de ser una chica inteligente y no iba a caer en esa


trampa otra vez. Me había decepcionado más de una vez en mi vida... No
tenía motivos para confiar en ella... pero, ¿qué otra cosa iba a hacer con
mi tiempo?

Con mi padre en un centro de rehabilitación de alto nivel en el otro


lado del país y la casa siendo embargada. Era sólo cuestión de tiempo
antes de que pudiera añadir el hecho de no tener casa y no tener trabajo, a
mi largo currículum de cagadas. Sabía cuál sería el resultado si no
aceptaba la oferta de mi madre. Y por muy terca que quisiera ser, no podía
renunciar a mi sueño de ir a la universidad.

Así que acepté la oferta. Era un lindo trato atado con un lazo rojo,
como esos estúpidos regalos que me había enviado el año pasado. No
podía dejarlo pasar, ni siquiera si todavía estaba enfadada con ella por
estar ausente durante casi toda mi adolescencia.

Miro la elaborada mansión que Henry le compró a mi madre e


intento no avergonzarme. Mampostería de piedra, un enorme garaje para
tres autos, en una zona aislada. La guinda del pastel, el cartel de
“Bienvenido a nuestra casa” siendo soplado por el viento.

Es como una bandera roja llamando a mi ira, y yo soy el toro, listo


para clavar mis cuernos en ella.

Hubo un momento en que los Preston no tenían dinero, ni siquiera


dos monedas de 25 centavos para frotar. Entonces, según mi madre,
Henry se hizo grande, asociándose con un ricachón.

Oh, cómo han cambiado los tiempos. Algo me decía que Henry tenía
más dinero que Dios si podía sacarse casas del trasero y tirarme el dinero
para sobornarme como si fueran trozos de confeti.

Que es lo que era esto... un soborno. Tal vez debería estar un poco
más agradecida, pero a quién demonios estaba engañando. No quería estar
aquí más de lo que estoy segura de que él quería que estuviera, de lo que
su hijo querrá que esté.
Vance Preston.

El nombre en sí mismo me hace temblar, y no por miedo. No estoy


amargada, no estoy totalmente amargada o enojada, o ninguna de esas
cosas. No es culpa de Vance que mi vida se desmoronase como un mal
juego de Jenga. Éramos sólo dos niños atrapados en el punto de mira de
una situación adulta.

Paso mi mano sobre mi cabello por última vez, miro mi ropa.


Vaqueros ajustados y una camisa de ACDC. Espero que no esperara que
apareciera con un vestido. Puede que se arrepientan de haberme invitado
después de todo.

La maleta pesa en mi húmeda mano mientras subo los escalones


delanteros, parando en la puerta del lugar que llamaré mi nuevo hogar.
Hogar no es realmente lo que yo llamaría a este lugar. Es más bien una de
esas casas que se ven en una revista.

Glamour, por encima de todo.

Lo único que falta es una fuente en el frente, pero dales un poco de


tiempo, tendrán una construida. El taxista ni siquiera se molestó en
ayudarme a entrar, en cambio se apresuró a darme el tiempo justo para
sacar mi bolso de la parte de atrás. Miro a la puerta, me doy un par de
segundos para recuperar la compostura. Uno. Dos. Tres. Exhalo todo el
aire de mis pulmones por la boca, dejo que el aire se filtre por mis fosas
nasales mientras alcanzo y presiono el pequeño botón del timbre. Mientras
espero, me obligo a sonreír.

La verdad es que mis sentimientos por mi madre son confusos. Es


una pendiente resbaladiza de odio y amor. Quiero verla más y pasar
tiempo con ella, mucho más de lo que me importa admitir incluso a mí
misma, pero de todas las veces para volver a su vida tenía que ser el día de
su boda... ¿Y casarse con Henry? Sí, estaba bastante segura de que el
universo me odiaba.

La puerta se abre un milisegundo más tarde y mi madre medio


vestida aparece en la puerta.

—Oh Ava, mi dulce niña. Estoy tan feliz de que hayas venido.
Me rodea con sus brazos, tira de mi hacia su pecho y me envuelve
en un abrazo mucho más fuerte de lo que una mujer tan pequeña como
ella podría dar. En el proceso de abrazarme, me hace entrar en la casa
también. Es casi como si temiera que me diera la vuelta y huyera si no lo
hace.

Respiro codiciosamente su aroma floral, el cual me lleva a una época


en la que mi madre era realmente mi madre, cuando no tomaba decisiones
egoístas, cuando dirigía mis baños y me decía que era la chica más guapa
del mundo entero. Parece que fue hace toda una vida y de alguna manera,
desearía poder volver atrás.

—No estropees tu maquillaje, Linda —regaña una señora desde


dentro de la casa.

Cuando el abrazo termina, me quedo con una sensación de frío. Mi


mamá toma mi mano en la suya y me lleva más adentro del vestíbulo.
Apenas logro pasar la maleta por el marco de la puerta antes de que ella
cierre la puerta detrás de nosotros. Dios mío... Mi mirada recorre la
habitación y la casa mientras mi madre me arrastra. No se parece a nada
que haya visto antes, mármol, molduras de corona, techos altos. No me
recuerda nada a la casa que compartimos cuando éramos una familia y no
piezas rotas en un marco.

Las paredes están pintadas de un beige claro que hace que la


habitación parezca ligera y aireada. Letreros con diferentes citas adornan
las paredes, junto con fotos que no me molesto en mirar.

Entramos en la sala de estar, que es básicamente una habitación


gigante. Hay una enorme sección de cuero, chimenea y un televisor de
pantalla plana. Las estanterías incorporadas están a un lado de la
habitación y me pican los dedos por deslizarlos por los lomos de los libros.

La sala de estar se abre a la cocina, que es toda de mármol blanco y


electrodomésticos de acero inoxidable. Parece algo sacado de un catálogo
de Sears.

De hecho, toda esta casa parece un catálogo.

Como si un diseñador viniera y pusiera todo en su lugar perfecto.


—Por favor, ven y siéntate conmigo mientras terminan de peinarme y
maquillarme. Tenemos tanto para ponernos al día, cariño.

Abro la boca para decir algo, pero ella sigue tirando de mí por un
pasillo que lleva a la cocina.

—Siento no haber podido recogerte en el aeropuerto. Lo habría


hecho, pero como puedes ver.

Agita una mano delante de ella, como si no pudiera verlo yo misma.

—Está bien —miento.

El pasillo es largo y hay unas cuantas puertas, todas ellas cerradas


ocultando su contenido en el interior.

—Este lugar es enorme.

Las palabras se me escapan de los labios antes de que pueda


detenerlas. Quiero decirlas dentro de mi cabeza en vez de decirlas en voz
alta, pero obviamente mi boca tenía otros pensamientos.

—Créeme, lo sé. Me siento mal por las mujeres de la limpieza a


veces, no puedo ni imaginar la cantidad de tiempo que se tardan en
limpiar este lugar. Le dije a Henry que un simple apartamento sería
suficiente, pero él exigió lo mejor.

Me sonríe por encima del hombro, y luego se gira, llevándome a una


habitación que parece un estudio de maquillaje profesional.

Los espejos y los productos para el cabello y el maquillaje ensucian


todas las superficies. Hay tres damas de pie en la habitación, con sonrisas
en sus rostros, pero con impaciencia en sus ojos. Mi madre se sienta y me
obliga a tomar el que está a su lado.

No encajo aquí. De ninguna manera, de ningún modo.

Una vez sentada, me suelta la mano y aprovecho para limpiar mi


palma sudorosa contra la parte delantera de mis vaqueros. Mis ojos vagan
por la forma desaliñada de mi madre que de alguna manera no noté
cuando ella abrió la puerta. No la miraba realmente entonces, sino que
miraba a través de ella.
Una túnica rosa se envuelve alrededor de su delgada estructura, y
unas zapatillas que dicen La Novia en la parte delantera cubren sus pies.
Lleva unos enormes rulos sobre su pelo castaño, del mismo tono que el
mío, bien recogido. Parece que se está preparando para un concurso de
belleza, no para una boda.

—No tienes ni idea de lo feliz que estoy de tenerte aquí, cariño.


¿Cuánto ha pasado, tres años?

Bate sus largas pestañas y me sonríe. No dejo de notar la falsedad


de su tono, o el hecho de que me habla como si fuera una de sus amigas
de Stepford en vez de su hija. Me enferma, pero ¿qué se supone que debo
hacer?

—Sí, tres años, mamá —digo, mis palabras cortadas.

Mis intenciones al venir aquí no tenían nada que ver con hacer que
mi madre se sintiera como una mierda por no estar ahí para mí. Tarde o
temprano, se daría cuenta de lo que había hecho. En cambio, me propuse
mejorar mi vida. Quería ir a la universidad, quería disfrutar de la vida, en
lugar de preocuparme por la próxima factura que íbamos a pagar.

Si pensaba que mi vida era dura después de mudarnos, se convirtió


en una tormenta de mierda después de que mi madre se fue. Era mi única
oportunidad de hacer algo por mí misma, e incluso si tuviera que usar el
dinero de Henry y tratar con mi falsa madre para conseguirlo, lo haría.
Había cosas peores que podría estar haciendo con mi vida.

Una de las maquilladoras de mi madre eligió entonces aparecer


delante de ella, como un hada mágica rociando su cara, pintando en su
máscara. Por alguna razón, estaba incómoda. Me sentía como una
extraña, como si no perteneciera.

—Mira, lo siento, cariño. Será mejor que saquemos esto del camino.
Que yo me fuera no tiene nada que ver contigo. Sólo necesitaba espacio y
tiempo. Las cosas no estaban bien entre tu padre y yo y no había trabajo
en ese pueblo olvidado de la mano de Dios. —Hace una pausa por un
momento como si estuviera pensando en lo que acaba de decir antes de
continuar—. Sin embargo, el pasado está atrás ahora. Ahora tenemos años
y años por delante.
Imagínate que ella estaría feliz con esto, diciéndome que pase de algo
que no tuvo que soportar. El mundo estaba lleno de gente diciéndote que
superaras tus problemas, lo último que necesitaba era que mi madre se
uniera a la diversión.

—No he venido aquí para discutir el pasado. No se puede cambiar.


Voy a seguir adelante. Sólo quiero tener un final de verano decente,
inscribirme a las clases y disfrutar de tu boda.

La última parte era una mentira. Prefiero comer cristal que sufrir su
boda, pero es parte del acuerdo, y si hay algo que debes saber de mí, es
que siempre cumplo.

Ella se regocija con mis palabras.

—Por supuesto. Tengo tu vestido en una de las habitaciones de


invitados que he preparado para ti. Una vez que te hayas instalado,
puedes decorarlo como quieras. Vance y Henry están más que
emocionados por verte.

Muevo mis manos nerviosamente. Vance. Han pasado cinco años


desde la última vez que lo vi. En aquel entonces, éramos amigos,
estudiantes de secundaria con nada más que tiempo libre, ahora seremos
extraños que de alguna manera se conocieron en un momento dado.

No mentiré y diré que no tengo curiosidad cuando se trata de él. Me


he preguntado por él a menudo a lo largo de los años. ¿Qué estaba
haciendo? ¿Si todavía comía sus sándwiches de mortadela con kétchup y
queso?

¡Yaq!

Puede que nunca nos pongamos de acuerdo en la elección de los


condimentos, pero aparte de eso, éramos amigos. Al desmoronarse mi
vida, perdí a alguien que consideraba mi mejor amigo.

Dios, la vida era cruel.

—Qué alegría. —Pongo los ojos en blanco—. Si te parece bien, voy a


ir a probarme ese vestido y a guardar algunas de mis cosas.

Mi madre sonríe mientras una de las señoras comprueba los rulos


de su pelo.

—Está bien. Tendrás que arreglarte el pelo y el maquillaje después,


así que no te vayas corriendo. Sube las escaleras y gira a la derecha, tu
habitación es la última a la izquierda. Estoy tan emocionada de tenerte
aquí. La vida va a ser mucho mejor, cariño, ya verás.

Ja. Quiero decirle que su vida sería mejor si no la hubiera


arruinado, pero no lo hago. No valdría la pena. En vez de eso, me levanto y
salgo de la habitación, tirando de mi maleta imposiblemente grande detrás
de mí. Hogar dulce hogar.

Tengo la sensación de que vivir aquí va a ser cualquier cosa menos


dulce...
Capítulo 2

Vance
—Quiero tu pene —ronronea Sarah, sus grandes ojos marrones me
miran desde su posición en el suelo. Se arrodilla ante mí como si yo fuera
su rey y, extrañamente, supongo que lo soy. El rey de los orgasmos. Tiro la
estúpida corbata que mi padre me hizo llevar a su maldita boda aún más
estúpida, la alcanzo y pellizco la barbilla entre dos dedos.

Es bastante bonita, con labios rojos y ojos marrones. Aunque nunca


será la única para mí.

—Y pronto tendrás mi pene en tu boca.

No siempre soy tan imbécil. Esta noche es diferente. Esta noche


estoy al límite, colgando del acantilado por las uñas, y todo por ella.

Mi sueño.

Mi pesadilla.

Uno habría pensado que cinco años serían suficientes para dejar ir
el dolor, la ira, la traición, pero verla de nuevo, sólo encendió las apenas
enfriadas brasas del odio en mi corazón. Tampoco ayudó que la perra de
su madre se casara con mi padre. Ese era otro cuchillo en la espalda, y
otro galón de gasolina derramado sobre mi ira.

Abro el botón de mis pantalones de vestir, mientras veo cómo los


ojos de Sarah se llenan de emoción. Voy a usar su garganta antes de
descartarla como hago con todas las otras chicas que van y vienen. Tener
sexo con ellas es divertido. Escucharlas quejarse y llorar después, no
tanto.

Empujo mis calzoncillos hacia abajo, saco mi duro miembro como el


diamante. Lo acaricio un par de veces, calentándolo. Las gotas de pre-
semen salen por la punta y un gemido de placer resuena a través de mi
pecho cuando la boca caliente de Sarah hace contacto con la cabeza. La
succiona dentro de su boca, pasando su lengua rosada por la rendija de la
parte superior antes de tomar más de mi longitud dentro de su boca.

Demonios, es como una estrella del porno.

Cuando empieza a chupar, recuerdo por qué siempre la llamo


cuando quiero una buena mamada. Porque chupa como si fuera una
maldita aspiradora Hoover, por eso. Hace un sonido de náuseas cuando mi
miembro golpea la parte posterior de su garganta, el sonido envía
zumbidos de placer a través de mis pelotas. Por un momento me olvido de
mi padre, el hombre al que he admirado toda mi vida, de Laura, mi nueva
madrastra.

Mis pensamientos se fijan en Ava. Mi ex mejor amiga y mi nueva


hermanastra. Está preciosa esta noche, con el pelo rizado, parece un
maldito ángel, aunque no es eso. Es el diablo, una maldita mentirosa
envuelta en un pequeño lazo.

Y aunque no le metería mi miembro, me pregunto si me dejaría usar


su garganta como hace Sarah. Las imágenes de ella arrodillada ante mí,
mirándome con sus grandes ojos, castigándola con mi miembro, sacando
la verdad de su bonita boquita, invaden mis pensamientos. Mis ojos se
cierran y todo lo que veo es a ella.

Meto mis dedos en la masa de pelo rubio de Sarah, imaginando que


es el pelo marrón de Ava. Sostengo su cara justo donde quiero y me deslizo
por su garganta, escuchando sus arcadas y suaves maullidos. Apuesto a
que está empapada por mí, esperando a que mi miembro la haga llegar al
orgasmo, ¿Ava sería así? ¿Estaría empapada de necesidad por mí? Apuesto
a que sí, demonios. Es una maldita mentirosa, pero ni siquiera ella puede
ocultar la evidencia de la excitación.

Por el momento, considero sacar mi miembro de la garganta de


Sarah y penetrar su sexo, pero no lo hago. Ya es bastante malo que piense
en mi hermanastra mentirosa mientras penetro su boca.

A la mierda, no esta noche. Esta noche tendrá que usar el miembro


de uno de mis amigo para conseguir un orgasmo.

Empujo mis caderas salvajemente, mi cabeza se inclina hacia atrás y


dejo que el placer eufórico me supere. Recuerdo sus ojos verdes
penetrantes y piel blanca y cremosa. Todo lo que veo es a Ava dentro de mi
cabeza. Con la cálida boca de Sarah envuelta alrededor de mi miembro y
los pensamientos prohibidos que me acosan, me desmorono, rompiéndome
en un millón de pedazos, rugiendo al explotar en la parte posterior de su
garganta. Ella hace otro sonido de náuseas pero luego traga alrededor de
mi miembro ya ablandándose.

Mierda, mierda, mierda.

Las olas de placer me bañan, y doy un paso atrás, mi miembro cae


de sus labios pintados de rojo. Mi corazón martillea en lo profundo de mi
pecho, confirmando que aún vive allí. Una vez que el placer se desvanece
en la oscuridad, lo meto de nuevo en mis calzoncillos y me subo los
pantalones de vestir. Ava ya me tiene agarrado y ni siquiera ha dicho una
maldita palabra todavía. Supongo que la buena noticia es que la odio
demasiado como para escuchar una palabra de lo que tiene que decir. La
mala noticia es que a mi miembro le gusta la imagen de ella de rodillas.

Puedo sentir los ojos de Sarah sobre mí, quemando a través de mi


ropa y mi carne.

—¿Qué hay de mí? —dice y hace pucheros.

—¿Qué hay de ti? —cuestiono, volviendo a meterme la camisa por


dentro—. Ve a montar a Clark. Estoy seguro de que te hará pasar un buen
rato.

Mi respuesta no es la que quiere oír, y se empuja desde el suelo


limpiándose la boca con el dorso de la mano, con la ira hirviendo en sus
rasgos.

—¿Por qué siempre tienes que ser un imbécil? —gruñe, metiendo


una mano por la parte delantera de su vestido rosa de gasa.

Sarah es lo que llamarías una princesa. Le gustan las cosas que


brillan, y la gente que sabe que sus padres odiarían ver con ella, y aunque
no soy tan mal tipo, tampoco soy lo que llamarías honorable. Su padre
nunca estaría de acuerdo con que ella esté conmigo, no importa cuánto me
quiera.

Mis labios se inclinan hacia arriba en una sonrisa.

—No puedo evitarlo, cariño. Sólo soy un gran idiota. Ahora lárgate
de aquí, y no dejes que nadie te vea salir.

Pone los ojos en blanco ante mi petición pero hace lo que le digo,
saliendo a toda carrera de la habitación como si alguien le hubiera
prendido fuego bajo el trasero. La puerta se abre y se cierra con un suave
sonido y finalmente me dejo llevar por mis pensamientos. Exhalo un
aliento y paso una mano a través de mis mechones marrones. Sarah es
guapa, de hecho, todas las mujeres con las que me he acostado son
guapas, lo reconozco, pero no son ella.

Ava Wilder.

No puedo sacarla de mi mente. Está jodiendo mi cabeza, mis


pensamientos y mis sentimientos. Sólo su nombre se siente como si me
lloviera ácido encima. Me ha perseguido durante años, su recuerdo clava
sus garras en mi mente. Se suponía que el tiempo curaría las heridas, pero
sólo hizo que las mías se enconasen. Y al verla esta noche, me abrió cada
una de esas heridas. Llenas de odio, mientras la sangre goteaba por mi
pecho. El dolor de verla me enfureció tanto que tuve que irme después de
la ceremonia.

Me hacía querer hacerle daño, destruirla. Y aun así, hubo un tiempo


en el que hubiera hecho cualquier cosa por ella. No me miraba como los
otros niños de entonces, como si fuera un caso de caridad. Quería ser mi
amiga, o al menos eso es lo que yo pensaba. En ese entonces, nunca la
hubiera tocado, ni siquiera hubiera pensado en lastimarla, pero ahora...
los pensamientos de hacerlo me consumen. Un recuerdo de cuando
éramos niños aparece en mi cabeza y me hace retroceder en el tiempo.

—Johnny dijo que besó a Sierra —anuncié mientras caminábamos por


la calle y hacia nuestra parada de autobús.

Ava se encogió de hombros como si no le importara.

—Así que, a quién le importa, besar es raro.


Era raro, pero quería hacerlo, más con Ava que con cualquiera de las
otras chicas de la escuela. No se reía de mí si la fastidiaba o hacía algo
estúpido. Éramos amigos, y ella estaba ahí para mí.

—¿Qué dirías si quisiera besarte?

Sus ojos verdes se abrieron de par en par, y se detuvo a mitad de


camino justo antes de empujarme en el hombro. Sus pequeños puños
estaban enroscados. Era linda cuando se enojaba.

—Te diría que te fueras porque besar es asqueroso y preferiría


masticar un chicle que fue masticado por otras tres personas antes que
besarte.

Sonreí y tiré de su cola de caballo.

—Bien, yo tampoco te besaría.

Sonrío débilmente ante el recuerdo. Eso fue antes de que fuera una
mentirosa, antes de que me quitara todo. No estaba seguro de qué fue lo
que más me dolió, su traición, las mentiras, o perderla como amiga. Olvidé
todo mi dolor egoísta cuando ella entró en la iglesia con una sonrisa en su
cara, actuando como si no hubiera hecho nada.

Como si no hubiera arruinado mi maldita vida. Ella no había hecho


nada más que destruir mi familia y forzarnos a un refugio para indigentes.
Su mentira nos destrozó. Terminó con el matrimonio de mis padres. No
merecía estar aquí, disfrutar de los malditos aperitivos o beber el vino.

No, merece dolor, y espero como el infierno, que no planee quedarse,


porque si lo hace, voy a romperla, destruirla. La enviaré de vuelta de donde
jodidos viniera, llorando, y lo pensará dos veces antes de volver a cruzarse
conmigo.

Esta noche le daré una advertencia, la única vez que le mostraré


una onza de misericordia. Su madre puede haber entrado en la vida de mi
padre, pero no hay manera de que Ava vuelva a la mía.

Hermanastra o no, está muerta para mí.

Estaba muerta para mí la noche que le mintió sobre mí a su padre.


Unos minutos después, dejo la trastienda del club y me escabullo en
la recepción sin que ninguno de los asistentes me mire. Estoy seguro de
que nadie se dio cuenta de que me había ido. Están demasiado ocupados
con Laura y su vestido de diseñador para preocuparse por mí y mis
exploraciones.

No es que importe, mi padre no me presta atención hoy de todos


modos, de hecho, desde que empezó a salir con Laura hace unos meses,
no me ha prestado ni una pizca de atención. Trato de no pensar en ello. Ya
no soy un niño que necesita el afecto de su padre a diestra y siniestra. Es
sólo que no quiero que Laura tenga nada de él.

Mi mirada recorre la habitación, parece que una revista de novias


tuvo un bebé con brillo rosa en la recepción. Hay una escultura de un
cisne tallado en hielo cerca del bar que está vomitando vino y no puedo
entender por qué mi padre gastaría dinero en toda esta mierda.

Mis ojos chocan con los de Clark. Mi mejor amigo y confidente. Él ha


estado allí a través de todo esto conmigo. Además de Ava, es el único que
me conoce. Un año después de que Ava se fue, apareció con su padre
después de perder a su madre por el cáncer. No nos gustamos enseguida,
pero compartimos un mutuo desdén por la vida. La vida era cruel y
estábamos soportando el peso de todas sus malas acciones.

Cruzo la habitación y me detengo justo delante de él.

—Parece que te acabas de acostar con alguien.

—Nunca beso y cuento.

Le brindo una sonrisa pícara.

—No, sólo tienes sexo y cuentas, lo que significa que te han chupado
el pene.

—Me conoces tan bien.

Clark sacudió la cabeza.

—¿Una cerveza, amigo mío?

—Pensé que nunca lo preguntarías.


Sonrío, tomando la cerveza de su mano extendida. Nos falta edad
para beber, pero a nadie le importa una mierda y hemos hecho cosas
peores que los menores de edad bebiendo antes. Llevo la botella a mis
labios, tomo un largo trago de la cerveza y me doy la vuelta observando la
habitación. La cerveza fría enfría mi interior caliente. No puedo dejar de
buscarla. Es casi como si fuéramos imanes que se atraen el uno al otro, el
tirón es demasiado intenso para romperse.

—Ella es bonita —dice Clark despreocupadamente.

¿Bonita? Es preciosa, fuera de su alcance pero es como un veneno,


que te mata lentamente.

—No dejes que su cara bonita te engañe. También es una maestra de


la manipulación y el enemigo, el hecho de que tenga genitales la hace aún
más peligrosa. Te tomará si tiene que conseguir lo que quiere, te lo
garantizo. Así que, por favor, no vayas por ahí, Clark.

Mis dedos se agarran a la botella de cerveza, apretando.

—Vaya, eso suena a celos, Van. ¿Estás celoso?

Su voz es burlona, ligera, y lo miro fulminantemente en respuesta.

Está tratando de revolver la olla y por mucho que me gusten sus


payasadas, esta noche no es una buena noche para esa mierda. No estoy
celoso de que Clark se lie con Ava, de hecho, me importa una mierda quién
se acueste con ella. A la perra mentirosa le pueden romper el corazón por
lo que me importa. Pero eso es todo lo que dejaré que sea una cogida
rápida.

—Los celos no son lo que yo llamaría a lo que estoy sintiendo. Es


más bien una rabia ardiente. Quiero hacerle daño —murmuro, volviendo
mi atención hacia nuestros invitados.

Bebo a Ava como si fuera un vaso de agua y yo esté cerca de la


muerte por deshidratación. Es impresionante, su sedoso pelo marrón cae
en suaves rizos por su espalda, enmarcando su delicado rostro en forma
de corazón. Su piel es de color blanco cremoso sin una sola mancha.
Parece una verdadera princesa, delicada, frágil. Sus labios carnosos están
pintados de rojo sangre, pero sus ojos parecen inocentes, lo cual es
gracioso ya que es todo menos eso.

—¿Quizás tener sexo con ella ayudaría entonces? —sugiere Clark, y


mi cara se queda en blanco.

—¿Tener sexo? ¿En serio? —Levanto una ceja—. No creo que tener
sexo con ella ayude en absoluto. No quiero su mentiroso sexo envuelto
alrededor de mi pene. Quiero que llore, no que se retuerza de placer,
imbécil.

Clark se encoge de hombros, tomando un trago de su cerveza.

—Entonces no sé qué decirte. ¿Qué puedes hacer que no implique


lastimarla físicamente? Y además, quién sabe, ¿tal vez sólo se presentó en
la boda de su madre? ¿Quizás sus intenciones no son tan malas como tú
las haces ver?

Siempre es el tipo que da el beneficio de la duda. Clark no tiene ni


idea de lo que está hablando.

—Más vale que espere, por su propio bien, que eso sea todo por lo
que está aquí.

Aunque es dudoso. Estoy seguro de que oí a mi padre hablar con


Laura sobre invitar a Ava a quedarse con nosotros. Si es inteligente, no
aceptará la oferta. Correrá hacia las malditas colinas.

Como un pervertido, la miro fijamente, observando su sonrisa, y


como habla entre los invitados. Hay una oscuridad dentro de mí, una ira
que ha estado latente durante mucho tiempo, y está volviendo,
levantándose dentro de mí como la lava que sale de un maldito volcán y
cuando hago erupción, ella es la primera persona a por la que voy.

—Damas y caballeros, es hora del primer baile. Por favor, Henry y


Laura, vengan y déjennos ver esos dulces movimientos de baile.

Steve, la voz del padrino de mi padre, el padre de Clark, suena por


los altavoces.

La multitud se abre paso para mi padre y su nueva esposa. Todos


hacen silencio cuando la música comienza a sonar, todos los ojos en ellos,
incluyendo los míos. Bailan, mi padre la sostiene de cerca, mientras se
inclina para susurrarle dulces cosas al oído.

Sus sonrisas son deslumbrantes y llenas de amor, tanto amor que es


verdaderamente asqueroso. Tomo otro trago de mi cerveza para soportar la
imagen que tengo delante.

No hay manera de que me atreva a sentir ni una onza de felicidad


por ellos. Nunca sucederá, no importa cuánto Laura trate de acercarse a
mí. A mis ojos, siempre será la madre del enemigo. El resentimiento se
acumula en mi vientre mientras continúan bailando. Este estúpido
matrimonio fue tanto una bendición como una pesadilla.

Una pesadilla porque convirtió a Ava en mi hermanastra, y una


bendición porque la trajo de vuelta a mí, haciendo posible que me vengue,
algo que me había dicho un millón de veces que nunca conseguiría.

Esa noche cuando nos fuimos sin nada más que unas pocas
pertenencias después de que mi padre me dijera lo que había hecho. Juré
vengarme de ella, y quizás no hubiera sido tan malo, quizás hubiera
podido dejarlo pasar, pero entonces mis padres se divorciaron, y eso me
clavó el cuchillo de la traición más profundamente en el pecho. Canalizo
todos mis sentimientos sobre ello, también culpo a Ava, sabiendo que si
alguna vez tenía la oportunidad de volver a verla, si volvía a mostrar su
cara en este pueblo, la arruinaría. Y por suerte, su madre se enamoró de
mi asqueroso padre rico.

Trato de no pensar en Laura casada con mi padre, disfrutando de


sus riquezas mientras que mi madre no recibió nada después del divorcio,
ni un solo centavo. Le doy unos pocos cientos de dólares cada mes de mi
asignación para que se las arregle. Me importa una mierda el dinero, le
daría miles si pudiera.

Cuando la canción termina y su baile acaba, y gracias a Dios, estuve


a punto de vomitar, la voz de Steve retumba por la habitación de nuevo
causando que ponga los ojos en blanco. Ya basta de discursos
sentimentales y bromas cursi. Emborrachémonos y olvidemos que esta
pesadilla ha ocurrido.

—Ahora, a petición de los novios, me gustaría invitar a Vance y Ava


a la pista de baile para unirse a sus padres.
¿Qué demonios? No puede ser.

De. Ninguna. Maldita. Manera.

La botella de cerveza en mi mano casi se desliza al suelo. Una ola de


sorpresa susurra entre la multitud, y todo lo que puedo hacer es
quedarme ahí, con la boca abierta por la conmoción, incapaz de creer las
palabras que acabo de oír. De ninguna manera, de ninguna maldita
manera.

—Esta es tu oportunidad... —Clark me da un codazo en el costado.

—No sean tímidos, ustedes dos. Vengan aquí y enséñenle a sus


padres cómo se hace.

Steve se ríe en el micrófono.

Mi mirada se dirige a mi padre que me da una mirada de no hagas


una escena. Me dijo que fuera amable y diera la bienvenida a Ava a la
familia, probablemente para complacer a su nueva esposa. Pero nunca voy
a darle la bienvenida a mi vida, nunca.

Rechino mis dientes tan duramente que creo que podría romper
uno, meto mi cerveza en el pecho de Clark y salgo a la pista de baile.

Ava corre por la pista de baile encontrándose conmigo en el centro,


no deja de mover sus manos, el nerviosismo parpadea en sus ojos verdes.
¿Espera que la tranquilice, que le diga que todo va a salir bien? Casi
espero que se escape, ¿seguro que sabe que no la dejaré quedarse aquí
después de lo que hizo?

La he evitado con éxito toda la noche sabiendo que este momento


llegaría tarde o temprano. No pensé que tendríamos toda la maldita lista
de invitados mirándonos cuando lo hiciera. Eso hace que decir lo que
quiero sin que todos lo oigan o vean sea obsoleto, y si lo hecho a perder,
arruinando la boda de mi padre por ser un imbécil, entonces me golpeará
el trasero por diez. La siguiente canción comienza, y doy un paso
depredador hacia ella.

Corre. Corre tan rápido como puedas...

Obligo a mis puños enroscados a desenroscarse, la alcanzo,


agarrándola por la cadera, tirando de ella en mi pecho antes de ofrecer mi
otra mano como un completo caballero. Ella jadea suavemente a través de
sus labios separados al contacto y me complace saber que puedo obtener
incluso la más simple de las reacciones de ella.

Vacilante, como si ya supiera lo que le va a pasar, coloca su mano


mucho más pequeña en la mía y esta extraña corriente eléctrica me
atraviesa. Se siente como si hubiera metido el dedo en un enchufe de luz, y
quiero que desaparezca, pero para ello tendría que dejarla ir, y no estoy
listo para hacerlo, todavía no.

Por mucho que lo intente, no puedo evitar notar lo suave y cálida


que es su mano en el interior de la mía, el calor de su toque se filtra en
mis venas. ¿Cálida? ¿Suave? ¿Qué demonios, cuándo me ha crecido
genitales? ¿Por qué diablos estoy pensando en su mano, en lo pequeña que
es? No es nada, nada más que una maldita artista de la estafa. Odio como
me hace sentir, que pueda evocar sentimientos desde lo más profundo de
mi ser que no debería sentir por alguien como ella... por nadie, para el
caso.

Tan frágil, suave, cálida.

—Hola —susurra, su voz es como una brizna de aire que sopla a


través de los árboles, mientras empezamos a bailar.

¿Hola? Eso es lo que dice después de todo este tiempo. Después de


lo que me hizo... ¿Lo que le hizo a mi familia? ¿Hola? ¿Qué demonios?

Debería estar llorando, rogándome que la perdone, no divagando


como si fuéramos mejores amigos o algo así. La sangre en mis venas
hierve, pero controlo mi ira. Cuando no respondo, sigue hablando, como si
los últimos cinco años no hubieran pasado.

—Entonces, ¿supongo que vamos a la misma universidad? —


pregunta, mirándome a través de las pestañas gruesas.

De cerca, se ve impresionante, lo que sólo hace que mi odio por ella


sea más profundo.

—¡No! —vocifero, a través de los dientes apretados—. No finjas que


somos amigos.
Todo su cuerpo se endurece ante mis palabras, y mi agarre de su
cadera se endurece. La sorpresa se apodera de sus rasgos y una vez más,
me desconcierta cuán ignorante está actuando en esta situación.

Es una actuación. Simple y llanamente.

Puede ser capaz de engañar a todos los demás, pero no puede


engañarme a mí. No me dejaré atrapar por su belleza. Quiero decir, ¿qué
pensaba ella que iba a pasar? ¿Que podría volver aquí y yo perdonaría y
olvidaría que me arruinó?

Destrozó mi familia y mi vida, sólo para salvar su trasero. Fue un


simple reto, pero hizo pedazos todo mi mundo. Éramos sólo unos niños,
pero hubo consecuencias por sus acciones y mientras ella seguía con su
maldita vida perfecta yo sufrí.

Incapaz de detenerme, la acerco tanto que sus alegres pechos casi


tocan mi pecho. No puedo dejar de mirarlos. La última vez que la vi,
apenas era una mujer, y ahora ha crecido, su cuerpo finalmente tomó
forma, sus caderas ensanchadas, sus pechos llenos.

Su dulce aroma impregna el aire, llenando mis fosas nasales. Tal vez
si no la odiara tanto, la encontraría atractivo, pero en cambio, me digo a
mí mismo que es repugnante. Ignoro la forma en que se siente contra mí, y
el impulso de inhalarla, me inclino y mi boca presiona su oreja.

—Este acto inocente que tienes, es lindo y todo eso, pero veo a través
de él. Puedo oler la mierda a kilómetros de distancia y hueles como si te
hubieras bañado en ella.

—¿Qu... qué?

Su cuerpo tiembla en mi mano y su aliento se agita en su garganta


como si estuviera asustada.

Asústate, llora, corre... aléjate de mí todo lo que puedas.

—Ésta es tu única advertencia. Vete, vuelve a donde demonios sea


que hayas venido... y me apiadaré de ti, sólo por esta vez.

Me lamo los labios, tirando hacia atrás, dejando que mis ojos caigan
en su delgado cuello. Puedo ver su pulso retumbando bajo la piel,
desvelando su miedo y no puedo detener la siniestra sonrisa que aparece
en mis labios. No debería ansiar su dolor, su miedo como lo hago. Sé que
es una mierda, pero yo no hice esto. Ella lo hizo.

Mi cuerpo siente un hormigueo, mi corazón golpea contra mi pecho.


Su miedo es como mi marca personal de heroína y haré todo lo que pueda
para conseguir más.

—Quédate y te haré desear no haberme conocido. De una forma u


otra, te enviaré de vuelta con tu padre. Te haré pagar...

La canción termina en ese momento, y la libero como si fuera una


serpiente venenosa que atacará en cualquier momento, negándome a ceder
a la necesidad que me quema, la necesidad de hacerle daño, de que sienta
mi dolor. Me doy la vuelta, salgo de la pista de baile y vuelvo a donde
Clark, quien sonríe como un maldito imbécil. La odio, pero también la
quiero.

Le quito mi cerveza y me la bebo entera de una vez. No quiero volver


a ver su cara. No puedo soportar verla jugar a ser una niña inocente
cuando sé muy bien que es una mentirosa. Una hermosa, eso sí.
Capítulo 3

Ava
¿Qué demonios fue eso?

Todo mi cuerpo está temblando mientras veo a Vance alejarse. No


estoy segura de cómo esperaba que fuera nuestra primera interacción,
pero ciertamente no así. Mi mano aún está caliente donde él la sostuvo y
creo que me hizo un agujero en el vestido donde me tocó en la cadera.

¿Por qué está tan enfadado conmigo?

Lo he estado observando desde lejos todo el día. Demasiado


asustada para hablar con él después de tanto tiempo. No me costó nada
más que una mirada saber que el chico que conocía de pequeño ya no era
un chico, sino un hombre.

Un hombre oscuro y melancólico que aparentemente me tenía


manía. Su advertencia sonó dentro de mi cabeza. El desdén goteaba de sus
palabras, había veneno en sus ojos y quería inyectarme con él, pero ¿por
qué?

No podía quitarle los ojos de encima, ni olvidar la forma en que me


miró durante el baile. La imagen quedará grabada para siempre en mi
mente, y no entiendo por qué. Es guapo como el pecado, su pelo es del
mismo marrón rojizo, pero más corto a los lados y más largo en la parte
superior. Su mandíbula es pronunciada, y sus pómulos altos. Y esos ojos
verdes suyos, parecen más oscuros ahora, guardando secretos que planeo
exponer. Obviamente el tiempo ha sido bueno con él, parece que salió de la
portada de una revista de GQ.

Sacudo mi cabeza y alejo las imágenes. Trato de olvidar cómo se


sintió cuando me tocó. Esas mariposas que tenía en mi estómago hace
tantos años, se sentía como si hubiera un zoológico entero de ellas
residiendo dentro de mí. Su repentino odio hacia mí no es más que una
confusión. Debería ser yo la enfadada, no él. Lo he perdido todo, y él... lo
tiene todo. Como Henry y mi madre, él consiguió todo lo que quería.

El pobre chico que solía ser, el que no tenía nada, ahora lo tenía
todo, y los papeles se invirtieron. La chica que una vez lo tuvo todo, no
tenía nada.

La gente comienza a inundar la pista de baile, y me doy cuenta de


que sigo de pie en medio de la sala. Todo el mundo se une para celebrar a
la feliz pareja y obligo a mis labios a sonreír mientras meto una mano
nerviosa en la parte delantera de mi vestido.

Me siento mareada, borracha, y todo por un simple baile.

Me lleva un momento componerme y hacer que mis piernas


empiecen a moverse de nuevo, pero una vez que lo hacen, encuentro mi
camino fuera de la multitud, caminando hacia la mesa de la fiesta nupcial.
Miro a mi alrededor, tratando de encontrar a mi madre en el mar de
cuerpos, pero todo lo que veo son cientos de caras que no conozco.

Todos mis miedos empiezan a filtrarse en mi mente. Se me forma un


nudo en la garganta. Nunca me he sentido tan fuera de lugar en mi vida.
Como una flor en un mar de malezas, sobresalgo, atrayendo una atención
no deseada.

Escuché a algunos de los invitados susurrando sobre mí, sobre


cómo mi madre sólo se casó por dinero, y cómo mi padre era un borracho.
Sus palabras picaron aunque no me las dijeran directamente a mí. Casi
me dolía más que las dijeran a mis espaldas.

Intento calmar el dolor en mi pecho, me recuerdo a mí misma que no


estoy aquí por nadie más, pero aun así la advertencia de Vance no es algo
de lo que pueda librarme. ¿Seguramente no quiso decir lo que dijo?
¿Quizás estaba bromeando? Sí, no lo creo...

Vuelvo a mirar alrededor de la habitación, buscándolo en silencio,


pero no está a la vista. Y de repente recuerdo por qué nunca debí haber
aceptado venir aquí.

Todos los que me rodean parecen estar pasándolo como nunca,


bebiendo, bailando y cantando mientras yo estoy de pie en un rincón de la
habitación sola. No necesito que nadie me diga que aquí no es donde
pertenezco, que aquí no es donde debería estar. Vance y mi madre ya lo
han demostrado esta noche. Y aun así no tengo ningún otro sitio al que ir,
ningún otro sitio en el que estar. Y de alguna manera, desearía que mi
pasado fuera mi presente. Donde Vance y yo fuéramos amigos de nuevo.
Donde mis padres siguieran juntos, y yo nunca hubiera descubierto el
único secreto que destrozó mi mundo.

¿¿¿

Después de la boda anoche me fui a la cama, con lágrimas en los


ojos mientras rezaba para que el día siguiente fuera mejor. Todos los
pensamientos de Vance fueron llevados a la parte de atrás de mi cerebro,
junto con su ira hacia mí. La universidad era en lo que necesitaba
concentrarme, hacer algo con mi vida de mierda. Todo lo que podía hacer
era seguir avanzando, recordando que las cosas podían ser peores.

Al despertarme a la mañana siguiente, esperaba poder pasar algo de


tiempo con mi madre antes de que ella y Henry se fueran de luna de miel,
pero era obvio que eso no iba a suceder tan pronto como me desperté.
Apenas la había visto ayer y hoy estaba ausente, en ninguna parte de esta
enorme casa. De hecho, no había visto a nadie excepto al equipo de
limpieza.

La decepción se instaló en mis entrañas. ¿Cuándo aceptaré el hecho


de que mi madre está y siempre estará ausente de mi vida? Hace cinco
años, no sólo lo perdí todo, sino que también perdí a mi madre.
Encontrarla esa noche, verla...

Cierro mis ojos con fuerza, alejando el recuerdo. Presiono mis puños
contra el colchón Tempur-Pedic y exhalo por la boca. Después de unos
momentos, me siento más tranquila y abro los ojos.

Al menos no me he encontrado con Vance todavía, y después de su


críptica amenaza de anoche estoy más que agradecida por eso. No estoy
muy segura de qué hacer con él. Anoche me sorprendieron demasiado sus
palabras como para formar una sola frase. Quise responder pero no pude,
mis cuerdas vocales se negaron a funcionar.

La mayor parte de la mañana la paso escondida en mi habitación,


saliendo a hurtadillas para tomar el desayuno de la cocina antes de
retirarme de nuevo a su interior. Se siente raro estar aquí, comiendo
comida sin preguntar. Esto no se siente como un hogar para mí... se siente
como si fuera más bien un huésped... un huésped no deseado. Cuando
escucho voces que pasan por la casa, saco la cabeza por la puerta de mi
habitación y hacia el pasillo.

No veo a nadie, pero puedo oír las risas agudas de mi madre y la


profunda risa de Henry. Bajé las escaleras como un niño en la mañana de
Navidad, más allá de la emoción de ver a mi madre, y tal vez tener la
oportunidad de pasar algún tiempo con ella. Cuando llego al último
escalón, me encuentro con la decepción una vez más porque sé que mi
madre no se queda aquí. No con ellos sacando el equipaje del armario del
pasillo.

—Hola, cariño. Estamos a punto de ir al aeropuerto —me saluda mi


madre.

—Oh, está bien —digo, tratando de ocultar el dolor de mi voz.

¿No debería estar acostumbrada a que me decepcionen a estas


alturas? Me siento como uno de esos niños que esperan todo el día a que
sus padres los recojan, pero nunca vienen. Ésa es mi madre, nunca
aparece, nunca se preocupa.

—Siento que no estuviéramos aquí cuando despertaste, teníamos


que hacer unos recados de última hora —explica mientras revisa su bolso
de mano.

Ni siquiera me mira mientras habla, lo que me pone aún más


nerviosa. Soy su hija, no una basura, lo menos que podría hacer es
prestarme un poco de atención.

Henry empieza a sacar la primera maleta y es cuando veo a alguien


moviéndose detrás de él, atravesando la puerta.

Vance. El aire a mi alrededor se carga eléctricamente. Los finos pelos


de mis brazos sobresalen ante su entrada. Cuando éramos niños, pensaba
que era asqueroso. Quiero decir, pensaba que todos los chicos lo eran.
Pero ahora... ahora me he dado cuenta de que Vance es cualquier cosa
menos repugnante. Es un pecado bañado en chocolate.

—Ahí está. Necesito hablar contigo antes de irnos —dice Henry,


apoyando la maleta contra la puerta.

—¿Qué es? Estoy ocupado —dice Vance, con la mirada puesta en su


teléfono en vez de en su padre.

Sus músculos se tensan y, como si sintiera mis ojos sobre él, levanta
los suyos hacia los míos, brindándome toda su atención. Debería apartar
la mirada, sería lo más inteligente, lo más seguro. Pero, nunca he tomado
el camino fácil y no es como si no supiera que es asquerosamente guapo,
atrayendo toda la atención y el aire de la habitación.

Sólo estoy mirando las ventanas, mirar está bien. Además, él me


odia de todas formas, y no lo estoy mirando en absoluto. Observo su
apariencia, veo que lleva un par de vaqueros, Wrangler, creo, que le
cuelgan de las caderas, en lugar de un par de diseñador. Ha combinado
sus simples vaqueros con una camiseta de algodón y un par de botas
negras. Se parece más al chico de mi pasado que ayer en su traje y
corbata.

Trago y me imagino el cuerpo que está escondiendo bajo esa camisa


de algodón. ¿Tiene una tableta de chocolate? ¿Sus músculos son de piedra
y están tallados en roca? Dios, tengo que dejar de pensar en él. De alguna
manera me saco del trance en el que su presencia me ha puesto y lamo
mis secos labios. Con suerte, no estoy babeando. Lo último que quiero es
que sepa que me siento atraída por él.

Henry ignora la actitud de su hijo. Obviamente está acostumbrado a


ello.

—Ha habido algunos cambios... Sé que les he dicho a ambos que


podrían vivir en el campus después de que empiecen las clases, pero Laura
y yo decidimos que tendría más sentido si vivieran aquí en vez de...

—Tienes que estar bromeando.

Vance interrumpe a su padre, su mirada se vuelve asesina.


—Es sólo un viaje de veinte minutos al campus, además de que
pueden ir juntos. Será bueno que pasen algún tiempo juntos. Que se
pongan al día —añade Henry.

Vance hace un ruido de resoplido, sus ojos giran tan lejos hacia
atrás en su cabeza que temo que se queden atascados ahí.

Mi madre sonríe nerviosa, su mirada se mueve sobre cada uno de


nosotros, como si tratara de evitar la confrontación. Típico de ella. Siempre
evitando las cosas importantes.

—Podemos hablar de esto más tarde, pero quiero dejarte claro ahora
mismo... —Henry está mirando a Vance y usando lo que yo llamaría su
autoritaria voz de padre—. Quiero que cuides de Ava. Enséñale el lugar,
trátala como a una amiga. ¿Recuerdas cuando solían ser amigos? ¿Quizás
puedan volver a serlo?

Se burla, pero nada de este escenario es divertido. Estoy atrapada en


una casa con un hombre que me odia sin razón aparente y tiene un serio
problema de ira que aparentemente sólo yo veo.

Hablando de un hombre enfadado, sus ojos duros me cortan.

—Es una chica grande. Puede cuidarse a sí misma. ¿No es así, Ava?

No paso por alto la indirecta que me da, pero tampoco le doy la


satisfacción de responder. El tipo claramente tiene algunos problemas
mentales, y no hay manera de que me enrede en esa red de mierda. Tengo
mis propios problemas, no hay necesidad de añadir los suyos a mi montón
de mierda.

Henry suspira con impaciencia.

—Cuida de ella, Vance. Lo digo en serio. Si no lo haces, habrá


consecuencias.

La advertencia es clara como un letrero de neón colgado en la


ventana de un bar, si no cumple, su padre lo enterrará. En qué sentido, no
lo sé, pero tengo curiosidad. Vance no me parece un niño que sólo
aceptará su castigo y lo dejará pasar, además de que es un adulto. ¿Qué
puede hacer su padre para hacerle daño? ¿Quitarle su fondo fiduciario?
Casi me río de mi propia broma. El silencio se instala sobre nosotros
cuatro. Es incómodo y me hace querer retirarme a mi habitación.

—Oh, cuidaré de ella... —dice Vance finalmente, su labio se eleva y


una sonrisa siniestra se forma en sus labios sensuales.

No puedo evitar tragarme la intensidad del odio en sus ojos. Mi piel


arde y mis mejillas se calientan sin permiso. Suena más como una
amenaza que como una obligación de protegerme realmente y prometo no
ponerme en una situación que requiera que lo necesite. No puedo confiar
en él, al igual que no puedo confiar en mi madre.

Antes de que nadie pueda decir nada más, se da la vuelta y sale de


la habitación. La tensión se aferra al aire, como la mantequilla de
cacahuete pegada en mi paladar y mis pulmones arden al liberar el aliento
que ni siquiera sabía que había estado aguantando, mi pecho se hunde
mientras lo hago.

Quiero preguntarle a dónde va, pero no es asunto mío y me digo a


mí misma que no me importa, aunque sí me importa un poco. Puede hacer
lo que quiera. Quiero decir, es mejor así de todos modos. Tal vez si me
mantengo fuera de su camino, él se mantendrá fuera del mío. Sin conflicto
no hay problemas. Esperemos que podamos llevarnos bien, al menos hasta
que nuestros padres vuelvan.

—Cuando regrese, podemos tener un día de spa, y tal vez hacer


algunas compras para tu dormitorio.

La voz cantarina de mi madre llega a mis oídos y distorsiono mi


expresión facial, brindándole una sonrisa de megavatios en vez de un ceño
fruncido de decepción.

—Por supuesto, eso suena genial.

Y lo hace, pero habría sonado mejor hace tres años. Dios, necesito
dejar ir mi decepción acerca de ella, del pasado. No hay una mierda que se
pueda hacer para cambiar lo que pasó. La vida es cruel a veces, aguántate
y sigue adelante, ¿verdad?

—Bien, bien. Bueno, te quiero, cariño. Tengo que tomar un vuelo.


Estoy segura de que todo irá bien con Vance. Es un poco malhumorado a
veces, pero no dejes que te deprima. Ya entrará en razón.

Mi madre me da un abrazo y un beso en la mejilla antes de irse.

Henry sonríe ligeramente un momento después antes de seguir a mi


madre, con una lista de cosas saliendo de su boca. Me paro allí en la
entrada, mis pies se pegan al suelo por un largo momento.

Sola. Una vez más, estoy sola. Las lágrimas pican mis ojos, y trato
de tragarme las emociones pero al igual que el vómito, rehusando ser
sometido, las lágrimas siguen viniendo.

—Es triste, ¿no?

Su profunda voz suena contra mi oído un momento antes de que su


olor se encuentre con mi nariz. Cítricos y jabón. Limpio, picante.
Reacciono, limpiando las lágrimas de mis ojos.

¿De dónde ha salido?

—¿Qué es triste? —digo con voz entrecortada.

Esos ojos verdes suyos se entornan sobre mí y su cabeza se inclina


hacia un lado por diversión, o quizás por curiosidad. Es casi como si
estuviera tratando de leer mi alma, tratando de sacarme los secretos. No.
No, no le mostraré lo débil que soy. Lo rota que me siento por dentro, que
estoy a una cuerda de tirar para desenredarme completamente.

Se acerca más, su pecho firme presiona contra el mío.


Enjaulándome. Es un músculo perfectamente esculpido y una estúpida
belleza y quiero arrancarme la mirada, pero no puedo. Estoy bastante
segura de que quiere intimidarme, y lo hace, fácilmente ya que es quince
centímetros más alto que yo y pesa al menos cincuenta kilos más que yo,
pero hay otro sentimiento, que se levanta, que se asoma a través del
temblor del miedo y es uno extraño, uno que esparce calor a través de mi
vientre.

Me veo obligada a estirar el cuello para mantener el contacto visual


con él. Respiro profundamente, succiono más de su intoxicante aroma en
mis fosas nasales y mi nariz se arruga con el aroma. No sólo es estúpido y
hermoso, sino que también huele como una maldito supermodelo.
¿Quién demonios es este tipo?

—El hecho de que ella no se preocupe por ti. El hecho de que estés
aquí y que todavía no te quiera. ¿Por qué no afrontas los hechos, Ava?
Nadie te quiere. Nadie. Eres una mentirosa no amada.

Podría haberme abofeteado, y habría dolido menos que oírle decir


mis verdades. Doblo mi mano en un puño apretado, trato de decirme a mí
misma que no vale la pena golpearlo en su maldita cara, porque en
realidad, realmente quiero golpearlo en la cara.

No sabe cómo ha sido mi vida desde aquella noche de hace cinco


años, y supongo que una parte de mí debería culparle... si no me hubiera
desafiado...

Se inclina hacia mi cara, sus ojos parpadean sobre mis labios y por
un momento, creo que podría besarme y casi quiero que lo haga. Quiero
morderle el labio, sacarle sangre y hacerle sentir el dolor que resuena en lo
profundo de mi pecho cada vez que respiro. Pero tan rápido como el
pensamiento aparece en mi mente, desaparece con el sonido de su voz
grave.

—Si fueras inteligente, te irías ahora. Con nuestros dos padres


fuera, no habrá nadie que te proteja... nadie que te salve de mí.

No puede estar amenazándome de nuevo, y sin embargo así es como


suena, no, no es una amenaza. Es una promesa.

—No te tengo miedo, Vance. ¿Qué razón tendría para temerte? ¿Y


por qué estás tan enfadado conmigo? No es mi culpa que nuestros padres
se casaran y que tú te quedaras conmigo como hermanastra —me burlo,
mientras la cercanía de su cuerpo al mío me marea.

Su cabeza se inclina hacia atrás y una risa amarga llena el espacio.

—¿Crees que esto tiene que ver con que nuestros padres se casen?

Mis cejas se fruncen con confusión. ¿De qué otra cosa podría
tratarse? No le he hecho nada, ni siquiera lo he visto en cinco años. Debe
estar mentalmente inestable, conjurando cosas dentro de su cabeza.

Cuando no digo nada, comienza a sacudir su cabeza con


incredulidad, su cuerpo vibra con una rabia que me llega al interior y se
pega a mis huesos.

—Mentirosa. Eso es lo que eres. Una maldita mentirosa. Y adivina


qué, no puedes mentir para salir de esta, nada te salvará de mí. He visto la
verdad, la he escuchado de primera mano y me vengaré de ti, Ava. Te
lastimaré hasta que me ruegues que me detenga.

—Yo… —Las palabras se alojan en mi garganta—. No entiendo.

Pestañeo rápidamente, su cuerpo sigue cerniéndose sobre mí,


haciéndome sentir como si sólo midiera quince centímetros.

—Lo harás muy pronto, y si yo fuera tú, me cuidaría las espaldas.


Nunca se sabe cuándo alguien va a meter un cuchillo en ella.

Con una última mirada fría de sus ojos, me pasa por delante y sale
por la puerta principal. Sus palabras me dejan fría, y una astilla de miedo
me atraviesa.

¿Qué pasó con el chico de dulce mirada que nunca dejaba de


sonreír?
Capítulo 4

Vance
Las gotas de sudor se deslizan por mi cara, nublando mi visión.
Golpeo el saco de boxeo en el gimnasio hasta que mis nudillos me gritan
que pare y los músculos de mis brazos tiemblan de agotamiento. La rabia
dentro de mis venas se apaga a fuego lento. Esa pícara mentirosa cree que
puede volver a mi vida y hacerme pasar por un maldito tonto. Bateando
sus ojos hacia mí como si fuera una niña inocente.
Que se joda.
—Jesús, amigo —exclama Clark a mi lado—. Cálmate, estás
mostrando tus habilidades de Hulk. Todo el mundo va a estar celoso.
Lo observo y veo preocupación genuina brillando en sus ojos,
aunque sus palabras sean juguetonas. Dejo de dar puñetazos y pongo una
mano en el saco de boxeo, apoyándome en él.
—Sólo estoy haciendo un buen ejercicio —medio miento.
Clark sabe muy bien lo de mi furia hirviente y mi necesidad de
venganza. Normalmente mi temperamento está mejor controlado, pero con
Ava cerca, estoy a una pizca de explotar.
—Está bien.
Clark pone los ojos en blanco, con una expresión crítica en su cara.
No tiene sentido mentir, sé que él sabe que esto es más que un ejercicio
para mí. Cuando algo me molesta, vengo al gimnasio y lo dejo salir. Es
mejor que meterse en peleas con otros chicos como solía hacer. Sólo hay
un número limitado de veces que un abogado puede librarte de los cargos
por asalto sin ir a la cárcel. Aunque, tal vez la cárcel no sería tan mala
ahora, al menos me alejaría de ella.
—Mira, sé que el hecho de que tu padre se vuelva a casar apesta,
sólo tienes que aguantar, amigo. Unos pocos años más, y habrás
terminado la universidad, y no lo necesitarás más... o a ella —me dice
Clark, dándome una botella de agua—. Hablando de tu nueva
hermanastra... está bastante buena —continúa.
Desenrosco la tapa de la botella y empiezo a beber agua, dejando
que el líquido frío me refresque la garganta.
—Sí, cualquier cabrón con pene se daría cuenta de eso, pero mi odio
por ella es demasiado profundo para tomarla. Eso, y que ella no merece el
placer que mi pene le traería. Mi pene sabe que es sexy, pero mi cerebro
sabe que es una zorra mentirosa.
—¿Y qué hay si tengo sexo con ella? ¿Estarías de acuerdo con eso?
—pregunta Clark, y una desagradable ola de celos me invade.
Lo odio, odio la forma en que me hace sentir, el poder que tiene
sobre mí. De alguna manera, y gracias a Dios, me las arreglo para ocultar
los celos.
—Puedes hacerlo todo lo que quieras, siempre y cuando sea lo único
que hagas con ella. No quiero que pase el rato con nosotros y esa mierda.
No a menos que quieras que la mate —bromeo.
Puede que hable mucho, pero nunca le pondría una mano encima,
al menos no una que no le diera placer.
—Por supuesto que es todo lo que quiero hacer con ella. Ya me
conoces.
Sonríe.
Sí, lo conozco. Es incluso peor que yo. Ser un idiota con las chicas
es lo suyo... bueno, también lo mío. La diferencia entre él y yo, es que yo le
digo a la chica de frente que el sexo es todo lo que quiero. Soy un chico de
lo que ves, es lo que tendrás. A Clark, por otro lado, le importa una mierda.
Le dirá a las chicas lo que quieran oír, haciendo promesas que nunca
cumplirá. Una vez que consigue lo que quiere, bota a la chica más rápido
de lo que bota el condón en la basura después de un encuentro.
—Entonces ve por ella, es toda tuya.
Al escuchar mis palabras, una sonrisa siniestra se extiende por su
rostro.
—Voy a volver a casa y a darme una ducha. ¿Quieres salir más
tarde? Rem nos invitó a una fiesta, y me vendría bien un poco de sexo y un
poco de hierba —pregunto mientras salimos del gimnasio juntos.
—Claro, sólo ven a mi casa cuando termines.
Asiento y nos separamos en el estacionamiento. Me meto en mi
coche y arranco el motor. Normalmente estoy relajado después de una
sesión en el gimnasio, demasiado cansado con mi trabajo para
preocuparme por nada.
No es así hoy, hoy me siento tan nervioso como cuando entré en el
gimnasio. Todo gracias a la bruja que vive al final del pasillo. El camino a
casa es rápido y para cuando aparco el auto delante de nuestra casa, estoy
lo suficientemente calmado como para no golpear a la primera persona que
vea en la cara. Entro y subo las escaleras, planeando ir directo a mi
habitación y meterme en la ducha, pero a pocos metros de su habitación,
me detengo.
Hay algo en ella, algo que me molesta. Quiero volver a verla, verla
temblar mientras la amenazo. Estoy jodido, muy jodido, pero no me
importa. Estoy más allá del pensamiento racional en este momento.
Me acerco a la puerta y escucho atentamente cualquier tipo de
ruido. Cuando no escucho nada, agarro el pomo de la puerta y lo giro, sin
molestarme en llamar. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que está
cerrada, entonces llamo a la puerta. Sólo se puede cerrar la puerta desde
dentro, así que sé que está ahí. Probablemente escondiéndose, para poder
decir su próxima mentira.
La impaciencia me invade, y cuando no responde, vuelvo a llamar.
Debe estar en el baño, probablemente tomando un baño, o tal vez esté
durmiendo. Mi miembro se mueve en mis pantalones cortos de gimnasio al
pensar en su cuerpo desnudo detrás de esa pared. Casi me doy la vuelta y
me voy, pero luego recuerdo que tenemos una de esas llaves de alambre,
que puedes usar para abrir una puerta desde el otro lado.
Camino por el pasillo hasta el baño de invitados y levanto mi brazo,
usando mi mano para tocar a lo largo del marco de la puerta. Bingo. Con
la llave en la mano, vuelvo a su puerta y la abro. Con una sonrisa en mi
cara, coloco la llave sobre el marco de su puerta para usarla en el futuro.
Al pasar el umbral y entrar en su habitación vacía, me doy cuenta
de que está realmente vacía. No hay ni un solo objeto en su interior que
muestre que es de ella, ni toques personales, ni fotos, ni siquiera baratijas.
Lo único que delata su ocupación en la habitación es su olor único, algún
tipo de olor a flores. No puedo precisar el olor, es sólo femenino y me hace
la boca agua. Estoy acostumbrado a las mujeres que usan un perfume
abrumador y se maquillan la cara. Claro que Ava no hace ninguna de esas
cosas, lo que la hace diez veces más atractiva para todos los que tienen
pene y ojos.
Ahora que estoy en la habitación, mis oídos se levantan al oír el
sonido de la ducha que atraviesa la puerta cerrada del baño. Qué pena que
esté cerrada. No me importaría echar un vistazo. Supongo que puedo
esperar. Me tumbo en su cama sin quitarme los zapatos y cruzo los brazos
detrás de la cabeza, esperando con mucha impaciencia por ella. Vigilo la
puerta del baño, anticipando el momento en que ella la atraviese... con
suerte, desnuda.
Cuando la ducha finalmente se apaga, casi se me escapa la posible
imagen que estoy a punto de ver. La puerta se abre un momento después y
ella entra en su habitación con una toalla envuelta alrededor de su
delgado cuerpo.
¡Ahhh... mierda!
—Estoy decepcionado contigo. Realmente esperaba que estuvieras
desnuda.
Mis labios se giran en un mohín.

Los ojos de Ava se dirigen a los míos en un instante y sus labios


rosados y regordetes dejan escapar un fuerte chillido. Se agarra la toalla al
pecho como si tuviera el poder de salvarla de mí.
Es curioso, nada puede salvarla ahora. Mi mirada viaja por sus
cremosas piernas desnudas, apreciando al menos ese pequeño vistazo. No
son sus senos o su trasero, pero me quedo con lo que puedo conseguir.
Por otra parte, no he venido aquí para comprobarla... he venido para
mantenerla alerta, para recordarle quién tiene el control.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —me grita, su pecho sube y
baja rápidamente, mientras me llama la atención sobre sus hinchados
pechos.
—Sólo me aseguro de que estés incómoda, hermanastra.

Sus labios se fruncen como si hubiera comido algo agrio.


—Bueno, considéralo hecho. ¡Ahora sal de mi habitación!

Me froto la mandíbula.
—No, creo que preferiría ver cómo te cambias.
Sus ojos verdes se abren de par en par, el miedo parpadea en las
profundidades. Sí. Dame tu miedo, tus lágrimas, tu dolor de corazón.
—¿Qué te pasa? Sal de aquí. No hay manera de que me cambie
delante de ti.
De nuevo, de alguna manera se las arregla para parecer seriamente
sorprendida por mis acciones. ¿Cuándo va a dejar de hacerse la víctima?
Deja de actuar como si no supiera lo que hizo o que no merece nada
menos que mi odio. Su ignorancia acerca de la pila de mierda que puso en
mi vida me envía a un ataque de rabia apenas contenida.
—Suelta la toalla —ordeno, ignorando su pregunta.
—¡No! Hay algo muy malo en ti. ¿Tienes un trastorno mental o algo
así? Puede que no estés acostumbrado a que las mujeres te digan que no,
así que déjame explicártelo. Sal. De. Aquí.
Su voz es temblorosa ahora.
Está tratando de parecer fuerte, como un faro erguido contra la
costa, pero lo que no sabe es que soy mucho más de lo que aparento y
ahora mismo soy un maldito huracán de categoría cinco que viene directo
hacia ella.
Sus nudillos se vuelven blancos al apretar la toalla. Un solo trozo de
tela nos separa, y que me aspen si voy a dejar que ella se quede con ella.
Saco las piernas de la cama y me pongo de pie. Ante mi movimiento
repentino, da un paso atrás, chocando con la pared detrás de ella.
Corre princesa, corre tan rápido como puedas...
Al acecho en la habitación, acorto la distancia entre nosotros hasta
que nada más que unos centímetros nos separan. Estoy a centímetros de
ella ahora y se está presionando contra la pared como si esperara que se la
trague.
No dejaré que se escape tan fácilmente.
—Deja. Caer. La. Toalla.
Enuncio cada palabra. Es tan bajita que tengo que inclinar la cabeza
para mirarla a la cara. Sus ojos se niegan a mirarme, ya sea por desafío o
por miedo, pero me inclino por lo segundo, por la forma en que su pequeño
y apretado cuerpo está temblando.
Sus ojos parpadean hacia la puerta y creo que está a punto de salir
corriendo. Antes de que se decida, tomo la toalla y se la quito de la mano,
tirándola detrás de mí. Sonrío, me divierto con su comportamiento. Sus
ojos se abren de par en par ante la pérdida de la toalla y sus brazos se
agitan mientras hace un débil intento de cubrirse.
—No te escondas —gruño en su cara, mis dedos rodean sus
muñecas antes de clavarlas sobre su cabeza y contra la pared. Su pecho se
eleva y baja como si acabara de correr un triatlón.
—No —susurra, su voz no es más que una caricia en mi mejilla.
Mis fosas nasales se inflaman y vuelvo a inhalar su olor, necesitando
despejar mi cabeza antes de hacer algo estúpido, como besarla.
Tomo sus dos delgadas muñecas en una mano y uso la otra para
tocarla. Se estremece al primer contacto como si fuera a usar mis manos
para cualquier cosa excepto darle placer, aunque ella no necesita saber
eso.
Mis dedos recorren su clavícula, su piel es tan suave que parece
cachemira y por un momento imagino que las cosas son diferentes, que
somos dos universitarios normales compartiendo un momento íntimo, pero
no lo somos, no realmente. No hay nada íntimo en nosotros.
Esto es sobre el miedo, sobre el poder, sobre el control y voy a
mostrarle eso. Se contonea fuera de mi alcance, y mi atención cae sobre
sus pechos, sus pezones rosa claro están duros y ruegan por estar en mi
boca. Me muerdo el labio inferior ahogando un gemido mientras mi mirada
recorre más abajo su cuerpo, mis dedos se deslizan contra su esternón a lo
largo del camino.
Hay un ligero temblor en su cuerpo, los músculos de su suave
barriga se ondulan bajo mis dedos.
Es tan suave, tan jodidamente perfecta. Mi miembro duele, el maldito
desea estar en lo más profundo de ella. Enemigo. Enemigo. Ella es el
maldito enemigo. Me recuerdo a mí mismo una y otra vez mientras mi
mirada viaja más abajo, cayendo sobre la suave carne entre sus muslos.
Maldición. Su sexo es suave como la seda, y está completamente
desnuda.

—Por favor... no.


Su voz encuentra mis oídos y me trago la excitación que se está
construyendo dentro de mí. Podría tenerla si la quisiera. Podría tomarla
hasta que no quedara nada que quitar, pero no lo haré. No puedo. Quiero
lastimarla, pero no quiero lastimarla así. La miro y noto que sus labios
tiemblan. Su miedo es real, y sólo hace que mi miembro se ponga más
duro.
—Nada me gustaría más que pasar mis manos por tu sexo, meter
mis dedos dentro y ver si está tan mojado como creo...

Hago una pausa, inclinándome hacia su cara, mientras mi pulgar


dibuja pequeños círculos directamente sobre su montículo.
—Pero no me acuesto con mentirosas, así que...

Sus mejillas se ponen rosadas y sus labios se separan.


—No me importa lo que te guste, y no te tomaría aunque fueras la
última persona del planeta, así que supongo que estamos de acuerdo en
una cosa.
Ella eleva su labio antes de arrancar sus muñecas de mi mano,
usando sus manos para empujar mi pecho. Su débil intento de moverme
me hace sonreír, y me mira con una furia que casi podría rivalizar con la
mía... casi.
Le toma otro segundo antes de finalmente moverse. Corre a un lado
para no tocarme y se dirige a su tocador. Me doy la vuelta y veo su
desnudo trasero moverse ligeramente con cada paso. Mi polla está tan
dura que la cabrona ha creado una tienda de campaña de tamaño
considerable en mis pantalones cortos, regalando mi deseo, mi necesidad.
Abre el primer cajón, le tiemblan las manos al arrancar una camisa del
interior y rápidamente se la pone sobre su cabeza. Luego hace lo mismo
con un par de mallas, mis ojos siguen la tela por sus piernas.
—Sin ropa interior, ¿eh? —Levanto una ceja gruesa—. No es que me
esté quejando. Será más fácil para mí cuando venga por ti en medio de la
noche.
Maldición, ¿qué me pasa? Amenazándola. Asustarla.
Me está volviendo loco.

—¡Que te jodan! Tócame otra vez y te cortaré las pelotas —grita


antes de salir corriendo por la puerta.
¿Qué demonios nos pasa? Es como un intenso juego de tira y afloja.
Debería dejarla en paz, pero no puedo. Me quedo ahí un largo momento,
mi pecho sube y baja rápidamente.
La odio, pero no soy tan tonto como para negar el hecho de que me
atrae. Por un segundo, me permito preguntarme adónde iba, pero luego
dejo de lado esa mierda. Me importa un carajo lo que haga o adónde vaya.
Con una barra de hierro entre las piernas, me dirijo a mi habitación
y luego al baño donde me quito la ropa antes de entrar en la ducha.
Giro la perilla, el agua sale del cabezal de la ducha y en los primeros
segundos las gotas de agua se enfrían como granizo contra mi piel.
Ni siquiera eso ayuda a mi doloroso y duro miembro.
Sin pensarlo, envuelvo una mano alrededor de la bestia y la acaricio
un par de veces. Estoy tan excitado y listo para derramarme que sé que no
me costará mucho liberarme. Las imágenes del cuerpo desnudo de Ava
temblando de necesidad bajo el mío se filtran por mi cabeza, mis suaves
movimientos se convierten en sacudidas estranguladoras.
Otra imagen de sus ojos suplicando y su labio inferior temblando.
Maldición, quiero chupar ese labio, morderlo y lamerlo. Pensar en esa boca
suya me tiene conjurando todo tipo de cosas. Ava de rodillas, sus labios
separándose cuando le meto mi miembro en la boca y por la garganta
hasta que se atraganta. Me pregunto si alguna vez la han penetrado, si
alguna vez un hombre ha usado su garganta como un su sexo.
Sigo acariciándome furiosamente mientras pienso en ella. La
injusticia de todo esto sólo aumenta mi lujuria. No me lleva mucho tiempo
antes de que mis bolas se presionen y un orgasmo me atraviese. Echo la
cabeza hacia atrás, cierro los ojos mientras los chorros de esperma salen
de mi polla y caen al suelo de la ducha. Incluso si no quiero admitirlo, ella
tiene algún tipo de control sobre mí. Quiero ser dueño de su miedo, su
odio y su ira.
Maldición.
Capítulo 5

Ava
Mis mejillas calientes se enfrían bajo la suave brisa cuando salgo por
la puerta trasera y entro al patio. No tengo ni idea de adónde voy, sólo sé
que necesito alejarme de él.

La hierba es suave bajo mis pies descalzos y la brisa se siente bien


contra mi piel mientras huyo sin rumbo de la casa, tratando de
encontrarle sentido a lo que acaba de pasar. Mis ojos se llenan de lágrimas
cuando la ira y la sorpresa son reemplazados por la confusión y la
vergüenza.

Confusión porque no entiendo por qué me hace esto y por qué sigue
llamándome mentirosa. Vergüenza porque a una parte de mí le gustaba lo
que hacía, le gustaba cómo me tocaba y me hablaba groseramente. ¿Qué
demonios me pasa? ¿Debe haber algo malo en mí también si me gusta que
me amenace de esa manera?

Cuando finalmente dejo de correr, mis pulmones queman, y apenas


puedo aspirar suficiente oxígeno para respirar normalmente. Me apoyo en
un árbol mientras recupero el aliento y dejo que mi mirada recorra la
propiedad. Es hermoso, espacioso, y me ayuda a despejar mi cabeza.

Aún no estoy lista para volver, me siento detrás del árbol,


apoyándome en el tronco. Puede que sea infantil esconderse aquí atrás,
pero ahora mismo, no me importa lo que nadie piense de mí, y mucho
menos Vance. Mi cerebro se siente como si acabara de pasar por una
licuadora. Mis emociones están por todas partes. No tengo ni idea de qué
hacer.

¿Puedo vivir aquí a salvo? Recuerdo su amenaza de entrar en mi


habitación esta noche y un escalofrío recorre mi columna vertebral, pero
sólo en parte por el miedo real. No puedo evitar imaginarlo viniendo a mí
en medio de la noche, colándose en mi habitación a través de la oscuridad.
Subiéndose a mi cama...

Aprieto mis muslos, sintiendo la humedad y el calor que se


acumulan allí pensando en él y en lo que me haría.

Sí, definitivamente hay algo mal en mí.

Durante mucho tiempo me siento allí, respirando el aire fresco y


preguntándome cómo sería mi vida si no hubiera jugado a Verdad o Reto
esa noche hace cinco años. Tal vez mi padre nunca se hubiera enterado,
nunca se hubiera convertido en un alcohólico, apenas manteniendo la
cordura. Quizás mis padres seguirían juntos, seguiríamos viviendo en
nuestra antigua casa, y seguiríamos siendo una familia... y Vance seguiría
siendo mi amigo, quizás incluso más.

Probablemente no me odiaría.

¿Y si...?

Sintiendo que debe ser seguro volver a entrar, cruzo el patio y entro
por la puerta trasera, cerrándola silenciosamente detrás de mí. Toda la
casa está tranquila, demasiado tranquila mientras paso de puntillas por la
cocina y el pasillo, pasando completamente desapercibida. Eso es hasta
que doblo la esquina para ir a la escalera y mi cuerpo se estrella con otro.
Asustada, me tambaleo hacia atrás, casi tropezando con mis propios pies.
Estoy a segundos de caerme contra el pulido suelo cuando alguien me
agarra del brazo y me estabiliza.

Mi boca se abre para gritarle que me quite las manos de encima.


Prefiero caer sobre mi trasero a que Vance me atrape, pero me doy cuenta
un segundo después de que no es Vance el que se aferra a mí, es otro
chico. Me resulta extrañamente familiar. Tiene pómulos altos, pelo marrón
chocolate con un corte de estilo, y un par de ojos color avellana llenos de
picardía.

—¿Estás bien? —pregunta, con voz amable y las cejas juntas con
preocupación.

—Sí, lo siento, yo...

Me disculpo y me suelta el brazo. Mi lengua se siente pesada dentro


de mi boca.

—Eres Ava, ¿verdad? Soy Clark —se presenta con una sonrisa
mostrando sus dientes blancos perfectamente rectos.

—Sí, soy Ava. Encantada de conocerte, Clark.

—En realidad te estaba buscando. Parece que me encontraste


primero —dice juguetonamente, con los ojos parpadeando.

—¿Lo estabas? —chillo, no estoy segura de por qué me buscaría.

Asiente.

—Sí. Me preguntaba si querías pasar el rato. Sé lo difícil que es ser


el nuevo, además Vance puede ser un dolor en el trasero, así que pensé
que tal vez podrías necesitar un amigo para pasar el rato.

Tengo la sensación de que no sale a menudo con chicas, no sin tener


su miembro dentro de ellas, y si es amigo de Vance, ya es suficiente.

—Oh, eso es... bueno, es muy dulce de tu parte. Me gustaría eso.

La sonrisa de Clark se vuelve lobuna y sólo entonces recuerdo mi


falta de ropa interior y sostén. Por supuesto que me encontraría como una
magnífica diosa griega sin ninguno de los dos. Toda la sangre dentro de mi
cuerpo corre hacia mis mejillas, dando paso a mi vergüenza.

—Si estás libre esta noche, podrías salir con nosotros...

La voz de Clark se desvanece.

—De ninguna manera. No va a salir con nosotros.

La voz de Vance retumba al bajar la escalera un momento antes de


aparecer en lo alto de la misma. Se ha cambiado y ahora está vestido con
un par de vaqueros oscuros y una camisa gris abotonada, luciendo
molesto y guapo como siempre.

Las cuentas de agua se aferran a las hebras de su pelo marrón


rojizo. Mis ojos se dirigen a sus labios rosados, e incluso después de lo que
me hizo antes, todavía lo deseo. Es estúpido, y está más allá de toda
medida, ya que no sólo es mi hermanastro, sino obviamente el enemigo.
—¿Qué estás haciendo aquí? Te dije que iría a tu casa —dice Vance
amargamente.

Me pregunto cómo mantiene a sus amigos cuando les habla así.

—Estaba cansado de esperar, imbécil. Tardaste una eternidad y


tengo cero paciencia, así que aquí estoy. Además, puede venir si quiere, es
una fiesta a la que todo el campus fue invitado. Deja que la mujer elija por
sí misma —responde Clark a Vance que resopla antes de dirigirse a mí.

—Ava, ¿quieres venir con nosotros? Prometo mantener al mínimo las


tendencias idiotas de Vance.

Mis labios se inclinan hacia arriba en una pequeña sonrisa.

—No, gracias. Prefiero quedarme en casa esta noche...

O clavar mi mano en la pared.

Clark me hace un pequeño mohín.

—¿Quizás, la próxima vez?

—Claro —murmuro, tratando de evitar otro enfrentamiento con


Vance que está bajando las escaleras, dirigiéndose directamente hacia mí.

—Tal vez te pongas un sostén entonces, a menos que verte como


una súper zorra sea lo que buscabas.

Vance se burla al pasar y yo enrosco mi mano en un puño apretado.

Todo lo que necesito es dar un golpe, un...

—Ignóralo —susurra Clark antes de sorprenderme inclinándose y


dándome un ligero beso en la mejilla.

Cuando se aleja, me brinda una sonrisa más revelando dos hoyuelos


que lo hacen ver aún más lindo. Con un guiño, se da la vuelta y sigue a
Vance, quien ya está en la puerta. Espero a que la puerta se cierre tras
ellos antes de darme la vuelta y subir las escaleras. De vuelta a mi
habitación, me tumbo en la cama, el olor a cítricos y a jabón se filtra en mi
nariz. Mis mantas huelen igual que ese bastardo.
¿No puedo alejarme de este chico?

uuu

Es la mitad de la noche cuando escucho la puerta abierta y alguien


entra. Paso de estar medio dormida a estar completamente despierta en
menos de un segundo. En silencio me maldigo por no empujar la cómoda
frente a la puerta como había pensado hacer.

—¿Me has estado esperando? —dice Vance arrastrando las palabras,


caminando hacia mí, sus movimientos son lentos.

Oh, Dios no, está borracho.

Mi corazón se hunde aún más. Demasiadas noches vi a mi padre


llegar a casa borracho. Es un recuerdo de la última vez que preferiría no
revivirlo.

—¡Fuera!

Intento mantener mi voz fuerte, mientras salgo de la cama. Puedo


oler el licor en él, el olor distintivo me hace retroceder.

Cuando está lo suficientemente cerca para que lo toque, levanto mis


manos y las presiono contra su pecho para darle un suave empujón hacia
la puerta, pero su cuerpo es más firme que una pared de ladrillos y mi
pequeño empujón ni siquiera lo hace moverse.

No sé por qué, pero por alguna razón, pensé que en su estado de


ebriedad sería capaz de dominarlo. Desafortunadamente, lo subestimé.
Estaba equivocada... muy equivocada. Empujo contra su pecho tan fuerte
como puedo, pero no se mueve. En cambio, me agarra por los brazos y me
empuja hacia atrás y hacia la cama.

Las alarmas suenan en mi mente. Esto es malo, muy malo. Estoy


completamente sola con él. Es mucho más fuerte que yo y encima está
borracho. Soy tan estúpida por creer que quedarme aquí sería una buena
idea.

Me advirtió, me dijo que iba a venir por mí esta noche y yo ignoré su


advertencia. Caí en su trampa.

—Vance... —digo su nombre, pero sale más bien como un gemido.

—Shhh, sólo acuéstate —me ordena y me empuja suavemente hasta


que me acuesto en la cama.

Empujo mis codos e intento escapar, pero él es más rápido y se


abalanza sobre mí como un jaguar, su gran estructura me presiona en el
colchón. Las garras del pánico me atrapan, y el miedo me cubre por
dentro, todo mi cuerpo tiemblo de miedo. Me va a hacer daño, me va a
hacer pagar por algo de lo que ni siquiera estoy segura de ser culpable.

—Por favor —ruego, con la esperanza de que no esté muy lejos, que
realmente no quiera hacerme daño.

—¿Por favor qué? —me susurra en la piel con su cara enterrada en


el cuello. Huele a vodka y a malas decisiones. No puedo dejar que me haga
esto, sea lo que sea—. ¿Por favor, tómame? Te lo dije... no me acuesto con
mentirosas. Pero tuve una chica en la fiesta que me lo chupó... pensé en ti
mientras penetraba su garganta. Pensaba en cómo te gustaría tener mi
pene en tu boca... ¿verdad, Ava?

—No...

No así de todas formas.

—Mentirosa... todo lo que haces es mentir, maldita sea —gruñe


antes de ponerme la mano en la boca para callarme—. Ya me cansé de
escuchar a esa linda boquita vomitar mentiras.

No entiendo nada de lo que dice, y cierro los ojos, esperando que


pase lo que me va a hacer, pero espero un rato porque no se mueve ni un
centímetro. Es casi como si fuera una estatua, el peso de su cuerpo me
presiona más dentro del colchón. Su cuerpo cubre el mío, su aliento
mueve mi pelo por mi cuello con cada aliento que toma. Extrañamente,
algo del miedo comienza a salir de mí, y por primera vez, no me siento
sola.

—¿Por qué? ¿Por qué tuviste que joderlo todo?

Sólo se está desahogando, hablando más con él mismo que conmigo.


Eso no me impide querer preguntarle de qué está hablando.

—Podrías haber mantenido la boca cerrada. No tenías que decirle


nada a tu padre. No tenías que arruinarlo todo.

Pestañeo rápidamente y me doy cuenta de sus palabras.

¿De eso se trata? ¿Está enfadado conmigo por decirle a mi padre lo


que pasó esa noche? Quiero decir algo muy malo, hablar con él, hacerle
entender que no sabía qué más hacer, que yo era sólo una niña, pero su
mano permanece segura sobre mi boca.

Cualquier cosa que dijera saldría como un murmullo.

—Si hubieras mantenido la boca cerrada, todo seguiría siendo como


se supone que debe ser. Tal vez no te odiaría... tal vez seguiríamos siendo
amigos —susurra, y mi pecho se contrae, mientras un sollozo se aloja en lo
profundo de mi garganta. Me está restregando mis peores miedos en la
cara. Me abofeteó con ellos. Respondió a una pregunta que me he estado
haciendo durante años.

¿Qué habría pasado si no hubiera dicho nada?

Todas mis dudas, preocupaciones y miedos... se proyectan ante mis


ojos.

Tal vez tenga razón, tal vez es mi culpa.

Las lágrimas empiezan a caer sin previo aviso y se deslizan por los
lados de mi cara. Siento como si mi corazón se partiera en dos, los pedazos
descartados como basura. Durante unos minutos, sollozo,
incontrolablemente debajo de él. El peso de su cuerpo me reconforta más
de lo que quiero admitir y desearía que me tocara, me secara las lágrimas,
me dijera que no es mi culpa, pero no lo hará porque en el fondo sé que
piensa que todo es culpa mía. Me culpa de todo y planea clavarme el
cuchillo de la traición en el pecho.

—Shhh, es demasiado tarde para tus lágrimas ahora. No te salvarán.


Nada puede salvarte de mí.

Levanta la cabeza y sus labios cálidos se posan en mi mejilla. Sus


ojos verdes se reflejan en mí. Son vidriosos y me pregunto si él también
está llorando.

Por la pérdida y el dolor que ambos obviamente soportamos. No


tengo la oportunidad de preguntarle, ni siquiera cuando me quita la mano
de la boca y se levanta de la cama. Mi garganta está demasiado apretada
para hablar, las palabras que quiero decir se alojan en lo profundo del
nudo que se forma allí. No me di cuenta de cuánto confort estaba tomando
en su cuerpo hasta que se fue.

Tropieza hacia atrás, me da una última oportunidad antes de salir


bruscamente de la habitación, cerrando la puerta de mi dormitorio
suavemente detrás de él. La habitación está tan tranquila ahora que me
recuerda lo sola que estoy, lo sola que siempre he estado. Un sollozo de
dolor pasa por mis labios y mi pecho duele por la presión dentro de él.

—Nada puede salvarte de mí...

Sus palabras me persiguen toda la noche mientras estoy en mi cama


fría y sola.

Siempre sola.

Siempre fría.

—Nada puede salvarte de mí...

Me repito sus palabras.

Tal vez no quiero ser salvada, tal vez necesito el odio de Vance tanto
como él necesita dármelo.

Capítulo 6

Vance
Al despertar a la mañana siguiente, sólo puedo pensar en todas las
decisiones de mierda que tomé anoche. Demasiado vodka. Sarah. Mi
necesidad de estar cerca de Ava. Mi cabeza palpita como si alguien hubiera
tomado un mazo y me golpea. Ducharme requiere una enorme cantidad de
tiempo y esfuerzo y para cuando termino, todo lo que quiero hacer es
volver a la cama.

No volveré a beber, aunque supongo que no me habría ido a la


mierda si no fuera por la maldita chica de enfrente. Es estúpidamente
hermosa y nada como mi típica mujer, lo que sólo me hace quererla más.

¿Por qué me emborraché y sentí la necesidad de hablar con ella? Sé


por qué, pero eso no significa que quiera admitirlo. La verdad es que ella
necesitaba un abrazo tanto como yo, y supongo que mi yo borracho, pensó
que en ese momento sería un buen momento para darle uno.

Toda la noche pensé en ella, en sus labios, en su cara, en la forma


en que su miedo olía antes, cuando pensaba que iba a hacerle daño. Pensé
en cómo todo lo que quería hacer era estar en casa atormentándola,
rompiéndola. Lo que a su vez me llevó a beber mucho más de lo que quería
para evitar volver aquí. Lo cual fue todo para nada, porque aun así terminé
en casa y en su cama.

Sacudo los pensamientos y de alguna manera me las arreglo para


vestirme y entrar en el pasillo. Necesito comer algo antes de vomitar. No
me jodas, no dejaré que Clark me sirva más chupitos.

Aunque me diga que no, mi mente piensa en la forma en como se


sintió debajo de mí anoche. Quería quedarme en la cama con ella,
abrazarla, acurrucarnos, pero también quería hacerle daño. Herirla con
mis palabras, sentir su dolor mientras salía de ella.

Sus lágrimas me sorprendieron. No esperaba que empezara a llorar,


y cuando lo hizo, no pude detenerme. Tuve que quedarme, sólo por un
tiempo más.

Cuando mis pies tocan la escalera de abajo, el olor del café recién
hecho me hace cosquillas en la nariz. Entro en la cocina y encuentro a Ava
bailando en un par de lindos pantalones cortos para dormir y una
camiseta, con auriculares en sus oídos mientras vierte lo que parece masa
de panqueques en una sartén. Ni siquiera sabía que teníamos masa para
panqueques.

Sacude su lindo trasero y gira sus caderas al ritmo de la música que


suena en sus oídos. Demonios, me imagino mis manos agarradas a esas
caderas mientras me deslizo dentro de ella, una y otra vez... Ella da la
vuelta, jadea y sus ojos suben y baja por mi cuerpo a paso de caracol.

Puede que no le guste mucho, pero definitivamente le gusta lo que


ve. Saca sus auriculares y los tira sobre el mostrador junto con el teléfono
que se ha metido en el sujetador.

—Yo... no sabía que estabas allí.

Pongo los ojos en blanco.

—Obviamente.

Hay una frialdad en mi voz que no coincide con el calor que irradia a
través de mí. Cada vez que estoy en su presencia, me siento como si
estuviera a una erupción volcánica de eliminar a la raza humana para
siempre.

Se mordisquea nerviosamente ese labio inferior regordete y mi


miembro se endurece. Necesita mantenerse al margen de esto. Mis
sentimientos por ella no son más que odio y venganza. No necesito añadir
sexo con ella a la lista.

—Te he hecho el desayuno, quiero decir... si quieres un poco...

Un largo tramo de silencio se asienta sobre nosotros. Sus ojos de


cierva me miran fijamente. ¿Por qué demonios me mira así? ¿Como si
pudiera ver a través de mí? De repente me siento vulnerable y no me
gusta, ni un poquito.

El humo sube desde la sartén detrás de ella y sonrío.

—¿Te refieres al desayuno que estás quemando actualmente?

Se da la vuelta con una mirada de sorpresa en su delicada cara,


agarra la sartén y una sarta de maldiciones llenan el aire. Arroja el
panqueque quemado a la basura antes de volver a poner la sartén en la
cocina. Vierte más masa en la sartén, su cuerpo luce inquieto como el
infierno.

—Mi madre me llamó esta mañana —dice de espaldas a mí.

Por alguna estúpida razón, entro en la cocina y me siento en la isla.


No he desayunado aquí desde que se construyó la casa.

—Sí, ¿y por qué jodidos debería importarme?

—Porque tiene que ver contigo.

No extraño su exhalación, o la tristeza que parece cubrir sus


palabras. Hace unos minutos parecía tranquila, pero ahora parece, con el
corazón roto, como si alguien hubiera pateado a su maldito perro o algo
así.

—Bueno, habla... no tengo todo el día, y no me importa


especialmente lo que tengas que decir. Los mentirosos son y siempre serán
mentirosos.

Incluso con mi desagradable comentario, se da la vuelta y pone un


plato de panqueques y tocino frente a mí. Sus ojos verdes se endurecen y
la veo tragar visiblemente.

—Nuestros padres están extendiendo su viaje. Aparentemente


quieren ir a las Bahamas después, o algo así...

Su tono es amargo, un claro indicio de que su relación con su madre


es tan tensa como la mía con mi padre. Vierto el almíbar en el panqueque
y corto un trozo, me lo meto en la boca antes de poder decir algo que haga
que parezca que me importa, porque no es así. Realmente no me importa
una mierda.

Empujo todas las palabras, doy un mordisco, y luego otro, los ojos
de Ava permanecen en los míos todo el tiempo. No me gusta la forma en
que sus ojos se sienten sobre mí, como si fuera capaz de ver a través de las
paredes que construí a mi alrededor. Como si me conociera. No lo hace,
nadie lo hace.

—Suenas molesta por eso, ¿por alguna razón en particular? —


pregunto, sonriendo.
Estoy seguro de que tengo algo que ver con su evidente amargura.
Probablemente porque no quiere estar a solas conmigo y me gusta pensar
en lo incómoda que la pongo.

Acostúmbrate, princesa...

Ella se encoge de hombros.

—No lo sé. Esperaba pasar algún tiempo con ella antes de que
empiecen las clases. No la he visto en tres años. Estaría bien si pudiera ir
más despacio durante cinco segundos y hablarme como si fuera su hija, o
prestarme incluso una onza de atención.

Me detengo en medio de la mordida, el tenedor flota en el aire.

¿Qué acaba de decir?

¿Tres años? Maldición. Casi me siento mal por ser un idiota, casi.

Pero entonces esa pequeña sensación de fastidio en el fondo de mi


mente me recuerda que ella se lo buscó. Nos hizo esto a los dos.

Y si hay algo que no soporto, es a una mentirosa, y eso es lo que es,


una mentirosa.

Una mentirosa con una cara bonita y un corazón roto.

Está claro que su madre la ha defraudado en más de un sentido, y


estúpidamente por una fracción de segundo, me pregunto qué le pasó
después de esa noche. ¿Qué pasó entre sus padres que la llevó a mí, que la
llevó por este camino?

Su mentira destruyó mi vida, pero ¿qué le hizo a la suya? Nunca


pensé en ello, para ser honesto, y todavía no me importa lo suficiente como
para preguntárselo. Es su propia culpa. Si hubiera sido sincera... Quiero
decir, éramos sólo niños, no tenía que hacerlo si no quería. Quizá a sus
ojos era sólo una mentira piadosa, algo para salvar su trasero, pero para
mí, fue el final. Es donde mi vida empezó a salirse de control.

Todo cambió por su estúpida mentira.

Lo perdí todo... el amor de mi padre, mi madre, mi vida se vino abajo


por su culpa. La veo hacer su propio plato por el rabillo del ojo. Se sienta
en la isla de la cocina, pero no a mi lado. Deja dos sillas entre nosotros
como si supiera que no debe sentarse a mi lado.

Gracias.

Un silencio incómodo se instala sobre nosotros e intento meter en mi


boca los últimos restos de comida. Tengo que salir de aquí, tengo que
alejarme de ella. Lejos de su olor floral, su cara con forma de corazón, sus
malditos ojos tristes. La sangre en mis venas está alcanzando su punto de
ebullición. Todas estas palabras y preguntas no dichas cuelgan entre
nosotros.

Quiero herirla con mis labios, romperla con mi toque... Quiero


decirle que no es tan poco amada, pero eso iría en contra de todo lo que
hay dentro de mí. Sería como traicionarme a mí mismo, y tengo que
recordarme por qué somos enemigos, por qué su presencia aquí es un
maldito problema. Puedo sentir sus orbes verdes en mi piel... ¿Por qué no
está comiendo, por qué me mira como si pudiera darle todas las
respuestas del mundo?

—Acerca de anoche... —empieza y aprieto el tenedor, el metal se me


clava en la palma de la mano.

¿Realmente quiere verme perder mi mierda? Obviamente sí, porque


continúa las palabras saliendo de su boca como el ácido.

—¿Qué quisiste decir con lo de anoche? Sigues diciendo que mentí,


pero no sé lo que quieres decir. Si lo supiera, tal vez podría entenderlo, tal
vez podría hacer que esto... —mueve una mano entre nosotros—. Hacer
que este odio desaparezca.

Creo que tal vez tiene un deseo de muerte... intentando actuar


inocentemente en mi cara.

—¿Hablas en serio ahora mismo?

Puedo sentir mi piel calentándose, el zumbido de la ira pulsando a


través de mí. Durante mucho tiempo, he mantenido ese dolor dentro, he
dejado que se coma mi alma, mi espíritu y ahora ella está aquí, la causa de
ello está justo delante de mí y todo lo que quiero hacer es hacerlo suyo.
Hacer que me lo quite.
Dejo caer el tenedor sobre el mármol, enrosco mi mano en un puño y
la golpeo contra el mostrador, haciendo que salte en su asiento y que mi
cabeza lata con el estruendo. El dolor se irradia a través de mi mano y
sube por mi brazo, pero me encanta. Me encanta, maldición. Me recuerda
que sigo vivo y que el dolor es real. Hay un pequeño temblor en su cuerpo,
su pecho sube y baja y un rubor rosado se desliza por sus mejillas. Parece
asustada, pero también parece... no me permito terminar esa frase. En su
lugar, me regodeo en la gloria del odio.

¿Cómo se atreve a sentarse aquí y fingir que no sabe de qué estoy


hablando? Mentirosa, todo malditas mentiras. Cada palabra de su lengua
es una mentira.

No soporto estar en esta habitación con ella un momento más.


Empujo mi asiento hacia atrás, dejo que se caiga, golpeando el suelo duro.
El sonido me hace estremecer, el palpitar detrás de mis ojos se vuelve más
y más molesto. Eso unido a su presencia y estoy a un segundo de perder
mi mierda.

Agarro mi plato, pisoteo el cubo de basura y tiro el resto de mi


comida a la basura antes de tirar mi plato en el fregadero. Aterriza con un
fuerte golpe, probablemente rompiéndose. Demonios, no sería la primera
vez que rompo algo en esta casa en un ataque de rabia.

—Tus panqueques saben a mierda, como las putas mentiras que


vomitas —grito, girándome para enfrentarla, para clavar el cuchillo un
poco más profundo.

Su rostro sorprendido me mira, y mis dedos se enroscan en la


encimera. O agarro esto, o a ella, y no quiero tocarla, no en este momento.
No con tanta ira, tanta locura saliéndose de control dentro de mí.

Me inclino hacia ella, ignorando su olor y el miedo que circula por


sus ojos. Necesita saber que hablo en serio, necesita saber que sólo la
odiaré. Siempre.

—Sólo dime, Vance.

Su labio inferior sobresale y parece que está a punto de llorar. Me


está rogando que le diga lo que pasó, pero ya lo sabe. Ella es quien hizo
esto, no yo. El sonido de mi nombre cayendo de sus labios me lleva al
límite y suelto mi sujeción en la encimera y en su lugar la agarro por la
barbilla, tirando de ella con fuerza hacia mi cara.

—Oh, cómo caen los poderosos. Un día lo tenías todo y ahora no


tienes nada... es extraño como las mesas giran, como una mentira puede
hacer que un mundo entero se derrumbe de la noche a la mañana.

Mi labio se eleva con odio, su pequeña mano agarra mi muñeca en


un esfuerzo para que la suelte. Pero aún no he terminado, ni por asomo.

—Podrías derramar algunas lágrimas y hacer que otras personas


sientan lástima por ti con esa mirada, pero créeme cuando te digo esto,
nunca tendrás ni una onza de lástima de mi parte. ¡Te mereces todo lo que
tienes y todo lo que se te viene encima! —La libero como si realmente
tuviera el poder de destruirme y salgo de la habitación antes de que haga
algo que no pueda retirar.

Mis intenciones siempre han sido lastimarla, quebrantarla,


mostrarle que no es nada, pero tenerla aquí, oliendo su dulce aroma a mi
alrededor, sintiendo su piel, es casi como si ella me lastimara a mí en vez
de que yo la lastimara a ella. Y no puedo permitir que eso suceda. Ya ha
poseído demasiado de mí, de mis pensamientos, de mi pasado. Soy Vance
Preston. Perdí mi corazón hace años, por una mentira que destruyó a mi
familia, por una amenaza que no era cierta.

Si ella hubiera dicho la verdad… si no me hubiera pintado como el


criminal, entonces quizás no sería el hombre que soy hoy. Quizás no
habría una herida abierta en mi pecho, quizás no necesitaría saborear su
miedo, sentir su dolor.

Quizás seriamos más que enemigos.

O quizás no.
Capítulo 7

Ava
Es el temido primer día de escuela y trato de no pensar en el hecho
de que mi madre aún no ha regresado de su luna de miel. O que mi padre
todavía no me ha llamado, o que Vance todavía parece odiar toda mi
existencia.

Al menos me ha ignorado durante los últimos días, quedándose


principalmente en su dormitorio. Es mucho más agradable que él tratando
activamente de herirme y hacerme sentir incómoda. Vivir con él es como
vivir con una bomba. Hay una constante bola de ansiedad dentro de mí y
la odio. Nunca sé qué esperar de él... ¿va a insultarme o va a abrazarme
como lo hizo la noche que se emborrachó?

Llevo el atuendo menos llamativo que tengo. Un par de vaqueros


ajustados y una blusa suelta que cuelga de un hombro. Es lindo, pero no
va a atraer todos los ojos hacia mí. Eso espero. Me voy una hora antes de
que empiece mi primera clase, y mastico una barra de granola de camino.
No me atreví a pedirle a Vance si podíamos ir juntos, así que me llevo el
Honda que estaba aparcado en el garaje a clase.

Estoy evitando a mi atormentador a toda costa. Lo último que quiero


es que tengamos otra pelea. Espero que, si me mantengo fuera de su
camino, él se mantendrá fuera del mío y que cuando nuestros padres
regresen, podamos olvidarnos del combate verbal que tuvimos mientras no
estaban.

Cuando llego al campus, aparco en una de las zonas de


aparcamiento para estudiantes y saco mi horario de clases y el mapa que
imprimí. Luego me voy con mis pies metidos en unas Converse golpeando
el pavimento. No me lleva mucho tiempo encontrar el edificio en el que
tengo que estar, y una vez que lo hago, encuentro un pequeño banco justo
fuera del edificio y saco mi libro de biología, hojeando las primeras
páginas.

Mis ojos rozan el material, y absorbo todo el conocimiento que


puedo, así estoy preparada para lo que viene. Para la mayoría de los
chicos, la universidad es un festival de sexo borracho, donde creces y
haces amigos, pero no para mí. Para mí, la universidad es mi salida... mi
clave para alejarme de toda la gente que no se preocupa por mí.

Después de unos minutos de estudio, otros estudiantes


universitarios empiezan a aparecer, pasando junto a mí, están perdidos en
la conversación, riendo y sonriendo. Alguien abre la puerta del edificio un
momento después y me levanto del banco, camino por la acera y entro. Me
siento en la parte de atrás, extendiendo mis cosas sobre la mesa. Un
segundo después, una chica entra y se sienta a mi izquierda, situando sus
libros de forma similar.

El aire en mi pecho se detiene. Noto enseguida que su libro se ve


diferente al mío.

Mi mirada se entorna en el libro.

En la portada se lee Psicología Anormal. Rápidamente, mientras trato


de no llamar la atención, miro alrededor del aula y me doy cuenta de que
todos los estudiantes, al menos los de esta aula, tienen el mismo libro de
psicología.

Me trago el pánico que me invade y me vuelvo hacia la chica que


está a mi lado.

—Oye, ¿puedes decirme qué clase es esta?

—Psicología 301 —dice y me honra con una suave sonrisa.

—Gracias —murmuro antes de agarrar todas mis cosas y salgo


rápido de la habitación. Miro el número del edificio cuando salgo para
asegurarme de que es el edificio 9 y lo es. Vuelvo a comprobar mi horario
de clases y el mapa otra vez.

Según esto, estoy en el edificio correcto, y en la clase correcta, pero


el libro que tengo no coincide con la clase en la que acabo de estar.
¿Qué demonios? El pánico se convierte en confusión cuando miro
hacia arriba y cuando veo a dos tipos caminando hacia mí, sé que necesito
pedir ayuda.

—Oigan, ¿puedo hacerles una pregunta?

Manejo la correa de mi mochila con nerviosismo. No soy tan abierta


con la gente, pero estoy más que confundida y no quiero arriesgarme a
perderme todas mis clases del día porque no puedo averiguar a dónde
diablos voy.

—Definitivamente —responde uno de los chicos en un tono coqueto.

Es guapo, a la manera de un chico americano.

—¿Alguno de ustedes sabe por casualidad dónde está la clase de


biología de las nueve de la mañana?

Uno de los chicos se frota la desaliñada barbilla como si estuviera


pensando, mientras su amigo le da un codazo en el costado y me
responde.

—Biología suele ser en el edificio dos.

Levanta su pulgar apuntando en la dirección detrás de él.

Maldita sea.

—Bien, gracias —murmuro, volviendo mi atención al mapa.

Mi mirada recorre la clave del mapa y todos los edificios. Cuando


mis ojos se fijan en el número dos, maldigo.

—¡Mierda!

Inclino la cabeza hacia atrás y miro hacia el cielo azul. ¿Por qué, por
qué el mundo tiene que lanzarme esta mierda? El edificio dos está al otro
lado del campus. Me va a llevar una eternidad llegar allí, pero como tuve
que aparcar bastante lejos, creo que aún estoy mejor a pie que
conduciendo e intentando encontrar un sitio para aparcar de nuevo.

Exhalo un suspiro frustrado, balanceo mi bolsa sobre mi hombro y


empiezo a correr por la acera hacia los otros edificios, mis pies golpean
contra el concreto. Probablemente parezco una loca, ya que me apresuro a
pasar por delante de todos los que se interponen en mi camino. Cuando
llego al edificio, llego diez minutos tarde, sudando como una zorra en
iglesia y completamente sin aliento.

Justo como quería empezar mi mañana, apestosa y retrasada.

La habitación está llena, pero de alguna manera, me las arreglo para


encontrar un asiento. Los susurros llegan a mis oídos, algunos silenciosos,
otros ruidosos, pero no presto a nadie ni una pizca de atención.

El resto de la clase la paso agotada y siento como si estuviera


tratando de jugar a ponerme al día. Odio llegar tarde. Lo odio. Arruina mi
día y me hace salirme del horario. Tal vez sea una forma de TOC, pero
cuando se trata de estar en algún lugar, siempre llego a tiempo. Siempre.
Termino dejando caer el lápiz dos veces y escribiendo mal las palabras a la
izquierda y a la derecha. Mis notas terminan en el cuaderno equivocado, y
ahora tendré que copiarlas en el correcto.

Algo está mal en mí.

Después de lo que parece una eternidad, el profesor nos libera.


Recojo mis cosas y salgo en busca de mi próxima clase, que por suerte no
empieza hasta dentro de media hora. Con suerte esta vez podré llegar a
tiempo, y en la habitación correcta.

Mi horario de clases dice que está en el edificio 5, pero cuando me


acerco al cartel, dice Edificio de Administración. Aprieto mi mandíbula, una
ira que hierve a fuego lento me recorre. ¿Por qué mi clase de literatura
inglesa estaría en el edificio de administración?

Vance. Entonces me doy cuenta. Debe haber hecho esto, algo con
mis clases. No hay otra explicación para ello. Cuando recibí mi horario de
clases, todas mis clases coincidían con los libros que compré, pero las
clases de mi horario ahora, no.

Estúpido, Vance. Cree que puede meterse conmigo. Pateo el


pavimento por rabia y me golpeo el dedo del pie. Dios mío. Encontraré una
manera de devolvérsela, pero por ahora, necesito arreglar el problema que
ha causado. Camino dentro del edificio, miro alrededor, tratando de
encontrar a alguien que pueda ayudarme. Es el primer día de clases, uno
pensaría que este edificio es el más ocupado de todos, pero parece que es
el más vacío.

No hay nadie sentado en la oficina, en cambio hay un cartel que dice


FUERA en letras grandes y negritas. ¿Quién trabaja en un edificio
administrativo de una universidad y no se presenta a su trabajo? No es la
hora del almuerzo, así que, ¿qué significa FUERA? Sacudo mi cabeza en
frustración porque hoy ya ha sido un día de mierda, camino por el largo
pasillo buscando a alguien, cualquiera.

De la nada, una puerta se abre justo delante de mí, y casi me


encuentro con ella de frente.

—Oh, lo siento... —dice el chico que casi me golpea con su puerta,


sus ojos encuentran los míos. Son de un azul vivo, tan azules que por un
momento me olvido de qué demonios estoy haciendo.

—¿Estás bien? ¿Estás herida?

Su profunda voz de barítono rompe el trance y encuentro mi voz a


través de la niebla.

—Sí, estoy bien... bueno, además de esto... parece que los números
de los edificios en mi horario de clases están desordenados. Terminé en el
edificio equivocado y luego llegué tarde a mi primera clase porque tuve que
cruzar el campus.

Libero un suspiro de frustración. No es su culpa, lo sé, pero no


puedo evitar desahogarme.

—Por qué no vienes a mi oficina y veré si puedo ayudarte con eso —


dice, manteniendo la puerta abierta.

Entro y tomo el asiento en la parte delantera de su escritorio. Tiene


una pequeña placa de metal que dice S. MILLER, ASISTENTE DEL DECANO. Al
mirarle, no parece ser mucho mayor que yo, y aunque sé que no es asunto
mío, me pregunto cómo llegó a una posición como ésta.

Le entrego el papel mientas se sienta en la silla del otro lado del


escritorio. Observándole, veo que es guapo, joven, y podría pasar por un
estudiante que va aquí. Sus ojos miran el papel, sus cejas apuntan hacia
abajo, sus rasgos se vuelven serios.

—Creo que alguien intentaba gastarte una broma.

Frunce el ceño un momento después.

Su suposición no es sólo correcta, sino que es muy acertada.

—Sí, me imaginé que... mi hermanastro piensa que cosas como esta


son divertidas. Es mi primer día aquí y me perdí el día de la mudanza y la
orientación, así que no tengo ni idea de dónde está nada. Me imagino que
quería convertir mi primer día de clases en una pesadilla en la vida real.

—Ah, los hermanos de todo tipo pueden ser un dolor en el trasero.


Tengo dos. Lo sé todo, y soy el hijo del medio, así que tengo que lidiar con
ambos al mismo tiempo.

Sólo estoy un poco sorprendida por su uso de las palabras, después


de todo, no es mucho mayor que yo.

—Convirtamos tu día de mierda en uno mejor. Te imprimiré el


horario correcto ahora mismo y podrás volver a tus clases, con suerte a
tiempo.

Teclea algunas cosas en la computadora, sus largos dedos acarician


las teclas. Un segundo después, un suave golpeteo en la puerta nos hace
mirar hacia arriba. La puerta, que no estaba cerrada del todo, se abre
unos centímetros, revelando a una mujer de mi edad.

—Oh, Dios. Siento no haber sabido que había alguien aquí —se
disculpa, sus mejillas se tiñen de rosa como si estuviera avergonzada o
algo así.

—Está bien, puedes entrar, Jules.

Agita su mano, haciendo un gesto para que ella entre, con una
sonrisa en sus labios.

—Ésta es... —mira el papel que tiene en la mano—. Ava. Es nueva,


hoy es su primer día. ¿Quizás podrías mostrarle el campus? Por lo que
parece, no se lo está pasando muy bien.

Una suave risa pasa por sus labios y no me sorprendería si tiene


mujeres lanzándose sobre él. Vuelvo a mirar a la chica, Jules como la
llamó, sintiendo pena de que la pusiera en un aprieto así. Ella no parece
estar molesta por ello, y me honra con una brillante sonrisa.

—Claro, me encantaría —responde, la autenticidad de su tono me


dice que no está mintiendo—. ¿Cuándo es tu próxima clase?

Parpadeo.

—En veinte minutos... pero si estás ocupada. Quiero decir,


entendería si no puedes hacerlo. Si tienes algo más que necesites hacer...

Intento darle una salida, pero ella niega, la masa de rizos rubios
rebota con el movimiento.

—De ninguna manera. Tengo mucho tiempo, la mayoría de mis


clases son por la tarde y sólo unas pocas veces a la semana. Además
cualquiera que sea amigo de Seb, es amigo mío.

¿Amigo? No sé si somos amigos. Es su trabajo ayudarme, aunque no


tiene que ser amable conmigo mientras lo hace.

—Oh, bien...

Sonrío, sintiéndome un poco mejor sabiendo que no la voy a agobiar.


Lo último que quiero es hacerla sentir que tiene que ayudarme. Estoy
acostumbrada a hacer las cosas por mi cuenta. Lo he hecho así durante
tres años, y si ella no pudiera ayudarme, entonces lo habría descubierto yo
misma. Soy una chica grande, como diría Vance.

—¿Qué tal si te llevo a tu próxima clase y tal vez más tarde podamos
tomar un café y te enseño el resto del campus?

—Eso sería genial —suspiro.

En realidad, realmente lo sería. Necesito esto, mucho, mucho más de


lo que quiero admitir.

—¡Perfecto! —exclama, volviendo sus ojos al señor Miller—. Te


llamaré más tarde, Sebastian.

—Saluda a Rem de mi parte, y que muestre su cara más de una vez


a la semana —bromea el señor Miller, y tengo la sensación de que estos
dos se conocen a nivel personal.

—Lo haré. Últimamente ha estado enterrado en los deberes —


responde Jules.

—¿Deberes, dices?

Levanta una ceja gruesa y sonríe antes de apartar los ojos de la


computadora. Las mejillas de Jules se calientan, y ella mordisquea su
labio inferior. Oh, sí, estos dos definitivamente se conocen, y quienquiera
que sea Rem, está con Jules. No le toma mucho tiempo a Sebastian
imprimir mi agenda y enviarme hacia la puerta.

Jules me acompaña a clase y por una vez, siento que podría haber
hecho una buena elección al venir a la escuela aquí. Me habla de su novio
Remington, y de cómo el señor Miller es en realidad Sebastian, y el
hermano de Remington. Me hace algunas preguntas sobre mí que
respondo con una respuesta vaga. No quiero que nadie sepa lo jodida que
es mi situación. Todo el mundo tiene problemas, eso no significa que
tengamos que transmitirlos.

—Aquí, déjame enviarte un mensaje. Luego, más tarde, cuando


termines las clases del día, podemos vernos. Oh, y si tienes alguna
pregunta, llámame. Te ayudaré en lo que pueda. Sé muy bien lo que es ser
la chica nueva. —Sonríe y me hace sentir que hay algo más en su historia.
Le doy mi número y ella me envía un mensaje rápido, mi teléfono señala el
mensaje entrante de mi bolsillo.

—Gracias, y lo digo en serio. Fue muy amable de tu parte... hacer


esto.

Mi agradecimiento es incómodo, pero Jules no dice nada al respecto.


Sólo me da una sonrisa suave y luego un abrazo, como si supiera lo
mucho que necesito que me abracen ahora mismo.

—Se hace más fácil. Lo prometo —susurra en mi oído antes de


soltarme. Espero que tenga razón, porque si se pone peor, no estoy segura
de qué diablos voy a hacer. Vance arruinó con éxito el comienzo de mi
primer día de clases. Supongo que había un resquicio de esperanza en
todo esto. Había hecho mi primer amigo. Apuesto a que Vance Preston no
esperaba que eso sucediera.
Mis próximas tres clases pasan volando y antes de darme cuenta, es
por la tarde y no he comido nada, el estruendo de mi estómago lo prueba.

Froto el órgano, prometo alimentarlo lo antes posible y dirigirme a


una cafetería que vi en la esquina al salir de una de mis clases antes. Saco
el teléfono de mi bolsillo, compruebo la hora, cuando esa única distracción
me hace chocar contra otro cuerpo, o pared de ladrillo. Antes de que pueda
detenerlo, me caigo de espaldas, con el trasero amortiguando mi caída
mientras aterrizo con fuerza en la acera. El dolor irradia mi columna
vertebral ante el impacto.

—Mira por dónde vas.

Alguien se burla, pero en cuanto oigo el tono helado de su voz, sé


quién es el que acaba de hacerme caer.

Y el universo sigue enviando su mierda hacia mí.

—Lo siento —murmuro levantándome desde el suelo, con el trasero


doliendo mientras lo hago. Arrastro mis ojos por su estúpido y hermoso
cuerpo, deteniéndome en su arrogante cara. Mandíbula apretada, labios
firmes, ojos penetrantes que parecen dagas creciendo dentro de ellos.

Sí, ése es Vance Preston. Con melancolía, enfadado y con un mono


del tamaño de Texas en su hombro. Odio encontrarlo atractivo, pero
también quiero darle un puñetazo en la garganta. Mientras que la mayoría
de las chicas se lanzan a él, yo sólo quiero lanzarle mierda.

—Escuché que estuviste en la oficina del decano antes. —Sus ojos se


entornan—. ¿Usaste esa cosa entre tus piernas para cambiar tu horario o
algo así?

Primero, ¿cómo diablos supo que estuve en la oficina del decano,


tiene ojos en todas partes?

Y dos, ¿por qué se refiere a mi vagina como una cosa, mientras me


acusa de prostituirme para conseguir un cambio de horario?

Doy un paso atrás y levanto mi cuello.

—¿Perdón?
Ni siquiera me sorprende oírle hablar tan mal de mí, pero me
sorprende que lo haga en un lugar tan público. Por otra parte,
probablemente no le importa lo que la gente piense de él, no es que
importe ya que nadie se atrevería a decirle algo tan vil.

Sus labios se retuercen en una sonrisa.

—Tu vagina, ¿la usaste para manipular al decano? No me


sorprendería. Los maestros manipuladores tienen tendencia a hacer ese
tipo de cosas. No esperaría menos de ti.

Mis dientes rechinan juntos... no digas nada, no digas nada... me


digo a mí misma, pero mi boca se abre de todos modos, porque ¿quién
diablos se cree que es? Mi resolución se rompe y doy un paso gigante hacia
adelante presionando con un dedo en su muy firme y bien definido pecho.

—¿Cuál es tu problema? No mentí sobre nada y no habría estado en


la oficina del decano si no fuera por ti y tu pequeña broma cruel —grito,
llamando la atención de un transeúnte.

Su mirada helada cae hasta donde mi dedo lo toca, y agarra dicho


dedo, echando mi mano hacia atrás como si fuera un pedazo de basura. Se
inclina hacia mi cara, el enfado estropea su rostro. Es como un toro al que
le han pinchado con un hierro candente y yo soy quien lo sostiene.

—Tú. —El gruñido que sale de su pecho vibra a través de mí—. Eres
mi problema y hasta que te vayas, corriendo de vuelta a donde demonios
hayas venido, seguirás siéndolo. Si quieres que me detenga, sólo tienes
que decirlo. Vete, y todo terminará. Quédate, y te romperé tanto que ni
siquiera te reconocerás.

Mis labios se curvan sin pensarlo, y aunque no tengo un hueso


malvado en mi cuerpo, no puedo evitar decir las primeras palabras que me
vienen a la mente.

—Que te jodan, Vance. No eres mi dueño, ni el de esta escuela, así


que haz lo peor que puedas, no puedes romper algo que ya está roto.

No soy tonta, de verdad que no lo soy. Sé que no debería burlarme


de él, presionarlo, pero es muy difícil permitirle decir la mierda que dice
sobre mí. Su cara se vuelve vacía de emociones y me estremezco ante la
imagen que tengo delante. Es peor que la mirada helada que me estaba
dando hace unos momentos.

—Jaque mate, Ava, jaque mate —susurra contra la concha de mi


oído antes de pasar a mi lado. No soy un perro, y no me daré la vuelta y
me haré la muerta. Si quiere hacerme daño, tendrá que esforzarse más
que eso.


uuu

Sin ánimos de ir a casa y enfrentarme a Vance todavía, o peor aún,


nada en absoluto, decido hacer un poco de compras. Cuando llego a casa,
el sol se está poniendo, y mi estómago se queja, exigiéndome que lo
alimente. La ducha me llama por mi nombre y tengo que escribir un
trabajo. Oh, las alegrías del primer día de clases. Me detengo en el largo
camino que lleva a la casa e inmediatamente veo autos alineados a lo largo
de la carretera y delante de la casa.

¿Qué demonios está pasando?

Ya puedo sentir mi sangre hirviendo en mis venas. La gente corre


por la entrada mientras aprieto el botón de apertura del garaje en el auto
de mi madre, sólo para descubrir que no hay ningún sitio donde aparcar
ya que parece que hay un juego de pipa de cerveza en mi plaza de
aparcamiento.

Tiene pelotas... enormes, si cree que esto va a ser así. ¿Y quién tiene
una fiesta en casa un lunes, de todos modos? ¿A nadie le importan las
clases? ¿Dormir? Aparco el auto, salgo, mientras mis dientes rechinan tan
fuerte que no me sorprendería si uno de ellos se rompiera.

La música dentro de la casa está tan alta que puedo oírla fuera, el
suelo tiembla por el bajo. Este imbécil va a hacer que nos llamen a la
policía. Mi aparición llama la atención de un grupo de gente que está de
pie en el patio, con vasos rojas en la mano. Algunas de las chicas se
burlan de mí, mientras que los chicos me miran como si fuera un cervatillo
entrando en la guarida del león.
Agarro mis bolsas de compras del coche apresuradamente, subo por
la pasarela y llego al porche. Si este imbécil piensa que puede arruinarme
haciendo alguna mierda adolescente, entonces tiene otra cosa viniendo
hacia él. Voy a acabar este espectáculo de mierda, ahora mismo.
Capítulo 8

Vance
La siento antes de verla. Eso es lo extraño de sentirse atraído por
alguien por quien no quieres sentirte atraído. Lo sientes en tu interior,
como si tu alma dijera lo que tu mente se niega a reconocer.

—Atento, alerta de hermanastra. Y se ve muy sexy y un poco


psicótica.

Clark ríe y una ola de humo se escapa de sus labios. Sarah está
colgada en mi regazo, actuando como si perteneciera allí, y aunque no lo
hace, no tengo la paciencia para decirle lo contrario. Se pone un trozo de
pelo rubio alrededor de su dedo, pareciendo aburrida.

No es a quien quiero... por quien mi sangre canta... Como si mi


cuerpo supiera que está cerca, los pelos de mi nuca se ponen de punta. Un
segundo después Ava aparece en el vestíbulo, con las manos llenas de
bolsas, luciendo un ceño fruncido del tamaño de Texas en su cara. Como
la mezcla perfecta de drogas, su presencia hace que las endorfinas corran
por mis venas. Me paraliza, me hace débil, pero también me da la ventaja
que quiero. La ventaja que necesito para lastimarla.

Sus mejillas son de color rosa oscuro, y la frustración arruga su


frente y sé que he dado en el blanco. El cambio de horario se suponía que
iba a ser un poco divertido, sólo algo para complacerme, pero luego
escuché que se había hecho amiga de Jules Peterson, y no podía dejar que
pensara que su primer día había salido bien.

Así que como siempre, Clark vino al rescate con la fiesta de regreso a
la escuela. Unos pocos mensajes y la mención de cerveza gratis y la
palabra se extendió como el herpes en las vacaciones de primavera.

—Hola hermanastra —saludo con una sonrisa engreída.


Sus manos se enroscan en pequeños puños y parece que tiene ganas
de tirarme sus bolsas de compras. Es adorable cuando está enfadada, su
pelo castaño recogido en una estrecha cola de caballo, su ropa sexy, pero
no demasiado llamativa. Apuesto a que tuvo un chico o dos deseando verla
hoy.

Sarah se agita en mi regazo, su mano bien cuidada corre sobre mi


pecho de forma posesiva. Normalmente le diría que lo dejase, no significa
nada para mí, no tiene ningún poder sobre mí, pero ahora mismo no me
importa tanto, no cuando veo los celos brillar en los ojos esmeralda de
Ava.

—¿Cómo fue tu primer día? ¿Encontraste bien todas tus clases?

Un par de tipos se ríen a mi lado.

—Genial, gracias por preguntar. —Ava se mofa sarcásticamente, con


los ojos en blanco—. Si no te importa, te agradecería mucho que lo
calmaras. La mayoría de nosotros tenemos clases mañana y yo ya tengo
deberes, así que...

¿Qué demonios? ¿Quién se cree que es? Obviamente, tengo que


bajarle un par de puntos, mostrarle quién tiene el control aquí.

—¿Qué tienes, ochenta años? Ve a tu habitación y cierra la puerta.


No es como si te hubieran invitado, y si no quiero verte, te garantizo que
nadie más en esta habitación querrá hacerlo.

Me odio un poco más al decir las palabras, porque aunque son


malas, avivan el fuego del resentimiento hacia ella.

—Nene —dice Sarah dulcemente, su mirada salvaje se vuelve hacia


Ava—. Dale un respiro. Éste es un gran cambio para ella. No puedo
imaginar lo difícil que debe ser para una basura de parque de caravanas
como ella vivir en un lugar tan bonito como éste. Especialmente con su
padre en rehabilitación y todo eso. Probablemente esté loca de alegría.

Las palabras de Sarah casi borran la sonrisa de mi cara. ¿Basura de


parque de caravanas? ¿Rehabilitación? Si no fuera por el repentino cambio
en el comportamiento de Ava, ni siquiera creería las palabras de Sarah.
Pero ver los ojos de Ava caer al suelo y el desplome de sus hombros me
dice que es verdad y juro por Dios que si empieza a llorar de nuevo, podría
perderlo.

—Vamos... corre a tu habitación... nadie te quiere aquí... —Sarah


fanfarronea, espantándola con sus manos, y siento la repentina necesidad
de empujarla de mi regazo e ir hacia Ava. Esto está mal, tratarla de esta
manera, romperla. Pero también está bien.

Se merece esto, merece sentir dolor, tristeza. No importa si su padre


está en rehabilitación, probablemente no pasó los últimos tres de los cinco
años que hemos estado separados teniendo dificultades. Probablemente
tuvo una maldita buena vida, probablemente aún la tiene viviendo aquí y
eso solo solidifica mis elecciones. No puedo dejar que la duda me lleve por
mal camino. No lo permitiré.

Clark exhala un largo suspiro a mi lado antes de levantarse de su


asiento. Mi boca se abre, las palabras perforan el borde de mi lengua, pero
no digo una mierda. Es carne fresca, y no la he reclamado. Si quiere
hacerse amigo de ella y tener sexo hasta la semana que viene, entonces
puede hacerlo. No es asunto mío. No me importa. O al menos no debería.

Se inclina y le susurra algo al oído. Está lo suficientemente cerca


como para que si ella se gira en el ángulo correcto, sus labios se toquen, y
por alguna razón, eso me molesta. Estúpido maldita sea, esto es estúpido.
El hecho de que esté aquí, hace que sienta que juega con mis emociones.

Intento forzarme a mirar hacia otro lado, pero no puedo. Estoy


paralizado mirándolos, necesito estar seguro de que Clark no hace nada.
Lo que sea que le dice hace que niegue, el movimiento es lento y hace que
pequeños mechones de pelo caigan sobre su cara. Es hermosa, tan
hermosa que es repugnante. Quiero quitarle esos mechones de los ojos,
besar sus labios rosados y sentir su pequeño cuerpo debajo del mío.

Entonces, como si pudiera sentir mi mirada en ella, sus ojos se


elevan a los míos. Por una fracción de segundo, nuestros ojos se
encuentran... el mundo está suspendido en el tiempo a nuestro alrededor.
Sólo somos ella y yo. Ya no soy el matón, y ella no es una víctima de mi
ira. La boca de Clark empieza a moverse de nuevo, y el momento entre
nosotros termina.
Veo que sus labios forman la palabra "lo siento", y luego sale de la
habitación, como Sarah le había ordenado, dejando a Clark atrás. Se gira,
con una sonrisa deslumbrante en su cara. Sus ojos color avellana se
llenan de picardía. No estoy seguro de lo que habría hecho si la hubiera
seguido arriba. Es mi mejor amigo, sí, pero no creo que hubiera podido
manejarlo, no sin atacar de alguna manera.

—Qué perdedora.

Sarah frunce sus labios rojos, lanzando sus brazos alrededor de mí


mientras trata de poner un beso en mis labios. No quiero besarla, y si lo
hiciera, no sería a Sarah. Ha tenido muchos penes pasando por sus labios,
y no voy a besar a nadie que ponga uno en su boca como si fueran chicles.
Y con Ava fuera de la vista, no hay necesidad de tener a Sarah en mi
regazo. Mi necesidad de su presencia ha terminado.

—Aléjate de mí —gruño, desenvolviendo sus brazos antes de


empujarla fuera de mí y sobre el cojín del sofá. Está tan sorprendida por el
movimiento que casi se desliza por completo del sofá. Me siento sucio,
sucio por las cosas que le he dicho a Ava, y por dejar que Sarah se siente
sobre mí de esa manera. Como un pequeño niño al que le han dicho que
no, Sarah se pone de pie, pisando con su tacón contra el suelo de madera.

—¿Qué estás haciendo, nene?

—Deja de llamarme nene, de hecho, mantén mi nombre fuera de tu


boca. No somos una pareja. Solo chupas mi pene un par de noches a la
semana, eso es todo. Dar una buena mamada no te hace material de
novia, y aunque tienes una cara bonita, tienes una actitud de mierda.
Ahora déjame en paz, maldición.

Ni siquiera la miro, sé muy bien que me está lanzando dagas con los
ojos, probablemente pensando en quitarse el zapato y golpearme con él. No
sería la primera vez que algo así sucede.

Necesito un trago y algo de aire. Me levanto del sofá y me dirijo a la


cocina. El lugar es un maldito desastre con botellas de licor abiertas
esparcidas por la encimera, y vasos sucios apilados en el fregadero. Hay
basura tirada en el suelo, como si fuera el lugar para poner botellas de
cerveza vacías cuando el cubo de basura perfectamente vacío está aquí
mismo. Imbéciles. Aunque me encantaría ver la cara de mi padre si
volviera a casa con este lío, cagaría ladrillos.

Ignoro todo eso, voy directo a la botella de whisky, busco un vaso y


lo vierto en él. Bebería directamente de la botella, pero eso sería muy
peligroso y no quiero un resumen de lo que pasó la última vez que me
emborraché.

Ava no necesita tener más ideas sobre la persona que soy. Una
mano pesada se posa en mi hombro y me balanceo, listo para golpear a
quien sea cuando mis ojos se encuentran con los de Clark. La
preocupación arruga su frente. El imbécil parece haber salido de la
portada de una revista. Donde yo voy con tejanos, camisetas y botas
rasgadas, Clark tiene polos, tejanos de diseño y Nike.

No deberíamos ser amigos en absoluto, ni siquiera correr en los


mismos círculos y aun así no cambiaría al maldito por el mundo.

—Está muy enfadada —me dice, como si no lo supiera ya.

—Sí. —Me encojo de hombros—. ¿Y? ¿Cuál es tu punto? Yo también


lo estaba cuando descubrí que era una maldita cerda mentirosa. No dejes
que sus ojos te engañen, es una perra mentirosa.

La mirada de Clark se amplía un poco y sé que se ha retractado por


mis palabras. Normalmente no soy tan imbécil, pero con la reaparición de
Ava en mi vida, parece que un nuevo tono de imbécil ha surgido de mi
interior.

—¿Cuánto tiempo vas a jugar a este juego? ¿Cuál es el resultado


final? ¿Debería esperar a colarme para acostarme con ella hasta después
de que la hayas roto?

Mi mandíbula se tensa.

—Primero, no es un juego, segundo, el resultado final siempre será


el mismo. No me detendré hasta que ella admita que mintió. Hasta que
sienta que ya ha sufrido suficiente humillación y decepción.

Clark asiente.

—¿Y si nunca es suficiente? Herirla no cambiará el pasado. Parece


una buena chica. Quiero decir que Sarah dijo que su padre está en
rehabilitación, tal vez pasó algo que no sabemos. Puedo averiguarlo...
quiero decir, si tú quieres, claro.

Puedo sentir mi mano apretándose alrededor de la taza y la


temperatura subiendo. Me obligo a inhalar, tomo un trago del líquido
oscuro, dejando que se queme en mi garganta, y se asienta en lo profundo
de mi estómago. En lugar de enfriar mi cuerpo, lo calienta, haciéndome
sentir diez veces más caliente de lo que ya estoy.

—Parece una buena chica, porque eso es lo que quiere que veas. Las
chicas buenas no mienten. No destruyen familias por diversión. Las chicas
buenas son buenas. Ava no es buena. En cuanto al pasado, puede que no
cambie lo que pasó, pero sin duda me hará sentir mejor. Llevo la copa a
mis labios de nuevo y me trago el resto de su contenido.

Mis entrañas se están cubriendo de calor una vez más, el dolor


sordo en mi pecho se hace menos notorio.

—¿Y qué hay de su padre? ¿Quieres que yo...?

La voz de Clark se apaga cuando las luces se apagan y la habitación


se oscurece. El pánico se apodera de la habitación, y la gente empieza a
correr hacia la puerta, el sonido de los gritos y los pies que pisan el suelo
de madera llenan la habitación. Pero no me muevo. Dejo que todos se
vayan primero.

Que. Mierda.

—¿Qué demonios? ¿Cómo se fue la luz? —pregunta Clark, con una


mirada perpleja en su rostro.

Hay un aumento en mi presión sanguínea, un cambio en el aire.


Puedo saborear el torrente de adrenalina. Aprieto los dientes y arrugo la
taza en mi mano como si fuera un pedazo de papel.

No lo haría... ¿verdad? No a menos que tuviera un deseo de muerte,


¿verdad?

A quién quiero engañar, lo haría, y supongo que no esperaría menos


de ella después de la forma en que Sarah la avergonzó. Pero sin embargo,
esta es mi fiesta y mi puta casa, y si ella va a bloquear mi mierda esta
noche, entonces va a tener que entretenerme de otras maneras. Espero
que sea del tipo que reza porque va a necesitar todas las oraciones que
pueda conseguir.

—Asegúrate de que todo el mundo se vaya a la mierda. No quiero


que ningún rezagado se quede atrás. Voy a ocuparme de la mocosa —le
digo a Clark, y golpeo mi labio inferior con el pulgar. Arrojo la taza sobre el
mostrador y pisoteo en dirección al garaje, pequeños zarcillos de excitación
se deslizan por mi columna vertebral.

Este juego del gato y el ratón que estamos jugando tiene mi miembro
permanentemente duro. Nunca antes había estado tan duro por una chica,
y mucho menos por una que odio. Es como si mi cuerpo no recibiera el
maldito memorándum. No es digna de mi, no importa lo suave, lo
hermosa, lo tentadora que sea.

Como sospechaba, la puerta se cierra cuando llego a ella. Agarro el


pomo, lo giro pero, la cerradura está firmemente en su lugar. Esa maldita
bruja. La ira se desliza a través de mí como un fuego que se extiende por
un bosque después de una sequía, devorando todo lo que toca.

Doy un paso atrás y miro la puerta por última vez. Podría patearla,
pero tengo una mejor idea. Me retiro por el pasillo de la cocina, me detengo
y me apoyo contra la pared, esperando, observando. La casa se vuelve
tranquila, tan tranquila que casi puedo oírme pensar.

Humedezco mis labios, mientras la anticipación se edifica.

Mi miembro está duro como una roca. Las palabras que voy a decir
quedan justo en el borde de mi lengua.

Tiene que salir eventualmente.

Los minutos pasan... probablemente piensa que está a salvo, que me


he ido, pero de ninguna manera voy a dejar que me eche de mi propia
casa. No, esta noche Ava Wilder va a pagar, me va a dar una rebanada de
su dulce cuerpecito.

La paciencia no es mi fuerte, pero esperaré sabiendo que el castigo


valdrá la pena. Después de un corto tiempo, un ruido me llega a los oídos,
el sonido de la cerradura se desbloquea, y el pomo se mueve. El pasillo
está sumergido en la oscuridad, la luz de la luna que viene de una ventana
cercana deja entrar una brizna de luz, aunque ninguna llega a la pared en
la que me estoy apoyando. Puedo oír sus pequeños pasos. Inseguros,
atentos.

Acércate...

Aguanto la respiración, asegurándome de que no me oiga antes de


verme. Odiaría arruinar la sorpresa. Da dos pasos más antes de aparecer,
sus ojos se deslizan sobre su hombro como si estuviera mirando a alguien,
esperando a alguien.

Lástima que no se dé cuenta de que ya está siendo cazada. Mis ojos


vagan sobre ella, mirando a la presa. Da un paso más, es pequeño, incierto
y me abalanzo mientras un fuerte chillido le arranca la garganta y la
agarro por los hombros y la empujo contra la pared más cercana.

—¿Realmente pensaste que podías hacer una mierda como esta sin
consecuencias? ¿Quién te crees que eres?

Su pequeña nariz se arruga, sus ojos se estrechan mientras me mira


con asco.

—¿Quién me creo que soy? ¿No deberías preguntarte eso? Tú eres el


que actúa como si estuvieras por encima de todos los demás. Como si
fueras un rey cuando no lo eres. Por una vez, alguien te ha derribado uno
o dos peldaños...

Me sorprende mucho. La chica encontró algo de coraje, aunque no


esconde su miedo debajo de todo eso, el ligero temblor en su voz la delata.
Haciéndome saber que mi presencia aún la aterroriza.

Es valiente hablándome de esta manera, burlándose de mí. Si ella


quiere que muerda, entonces morderé, y lo haré jodidamente fuerte.
Sacaré sangre. Dejaré una cicatriz, porque eso es todo lo que siempre
quise hacer, fue dejar una cicatriz como la que ella dejó en mí.

—Tal vez no estoy por encima de todo, pero definitivamente estoy por
encima de ti —me burlo, inclinándome hacia su cara.
Ella se retuerce en mi mano e intenta apartarme con sus manos,
pero al ser más fuerte que ella, la mantengo fácilmente sujeta a la pared.

Es como un mosquito, y yo soy un elefante. Si no la quiero fuera, la


aplastaré.

—¿Adónde crees que vas?

Inclino la cabeza, sin importarme mucho su respuesta. No estoy listo


para que este juego entre nosotros termine.

—A mi cuarto, a dormir, ya que finalmente está tranquilo en esta


celda llamada casa. Ahora suéltame, antes de que grite.

Antes de que grite. Mi cabeza se inclina hacia atrás y una carcajada


pasa por mis labios.

—¿Gritar? Adelante. Grita a todo pulmón. A nadie le importa. Nadie


me detendrá. Demonios, nadie creerá una palabra de lo que digas, ya que
eres una mentirosa. Es prácticamente tu trabajo ahora, mentir y arruinar
la vida de la gente. —Su mandíbula se aprieta, sus labios presionan en
una línea firme, y no puedo evitarlo. Me inclino más cerca, queriendo,
necesitando estar más cerca de ella—. Arruinaste mi fiesta y enviaste a
todos a casa, así que ahora puedes entretenerme el resto de la noche.
Sarah nunca llegó a chupar mi pene, lo cual es una verdadera lástima ya
que es muy buena en ello, pero una boca caliente es una boca caliente y la
tuya se ve bastante bien.

—¡Jódete, morderé tu pene si te acercas a mí!

Mueve su pequeño cuerpo contra el mío en un esfuerzo inútil por


alejarse de mí, pero sólo hace que la desee más. Empujo mi pecho contra
el suyo, siento su corazón acelerado y veo su pulso latiendo en su
garganta.

Mi miembro está duro como una roca, y me inclino, presionando mi


centro en su suave piel. Huele tan bien, y apuesto a que si la besara,
también sabría bien.

¡Maldición, estoy jodido!

Sé que puede sentirlo, la dura cresta atrapada dentro de mis


vaqueros.

Gime y sus ojos miran los míos. Hay una súplica no dicha en esas
verdes profundidades, y no estoy seguro de qué me está pidiendo... que
pare, que siga... que nos saque a ambos de nuestra miseria.

No estoy seguro de si es el suave gemido, o su pequeño cuerpo


frotándose contra el mío, o tal vez sólo el alcohol corriendo por mis venas.
Tal vez sea una combinación de todos ellos, pero sea lo que sea, me lleva al
límite, empujándome de cabeza por el acantilado hacia aguas llenas de
lujuria.

Mi mente se apaga por un segundo, junto con todos mis


pensamientos fugaces mientras dejo que la reacción de mi cuerpo a ella
tome el control. No me permito pensar en las consecuencias, o en lo
equivocado que es para mí hacer esto. En cambio, dejo que mis labios
encuentren los suyos, chocando contra la suave piel con tal fuerza que la
parte de atrás de su cabeza golpea la pared. Gime de nuevo, pero me lo
trago con la boca. El beso es todo dientes e ira que arde más caliente que
el sol.

No tiene nada de suave, ni de tierno, ni de amoroso. Es crudo, es


poderoso, es el tipo de beso que, por muy cliché que suene, recordaré el
resto de mi vida. Lo siento en mis huesos, en el estruendoso latido de mi
corazón.

Mis dedos se clavan en sus hombros. Quiero marcarla. Dejar


moretones en su piel, pero de manera que nos dé satisfacción a ambos, y
lo haré, pronto, tan jodidamente pronto. Meto una mano en sus sedosos
mechones marrones, inclino su cabeza hacia atrás, mientas mis dientes
muerden su labio inferior lo suficiente como para sacar sangre. Lastímala.
Destrúyela. Me alejo lo suficiente para ver sus ojos de conejito, veo como se
llenan con cantidades iguales de miedo y excitación.

El aire que nos rodea se carga eléctricamente, nuestros cuerpos se


moldean como dos piezas de arcilla. La beso de nuevo con la misma
ferocidad, pero esta vez ella me devuelve el beso. Sus labios se mueven
hambrientos, como si hubiera estado hambrienta por esta misma
interacción. Esas pequeñas manos suyas pasan de empujarme a meterme
el puño en la camisa y a acercarme.
Sus labios se separan y un gemido femenino los deja. Es ese sonido
que de repente me hace salir de mi lujuriosa neblina.

¿Qué demonios, Vance?

Ella es el enemigo, una mentirosa, una maldita mentirosa. Me


aparto bruscamente, y su cuerpo se hunde contra la pared al perder el
contacto. ¡No! Me pesa el pecho, mis dedos anhelan tocar su piel de nuevo,
para marcarla, pero no puedo. No me debilitaré por esta pequeña zorra
que quiere que piense que es inocente. Esto ha ido demasiado lejos. Tengo
que alejarme de ella antes de perder el control, antes de cruzar esa línea
invisible, la que ya estoy pisando.

Me tambaleo hacia atrás como si estuviera borracho y endurezco mi


mirada.

—Entretenme, estafadora, muéstrame otro uso para esa bonita boca


tuya, además de escupir mentiras.

—Te odio —escupe a través de los dientes apretados y la neblina


lujuriosa disminuye en sus ojos.

Yo también me odio.

Por quererte.

Por odiarte.

Por estar atrapado en esta estúpida casa contigo.

—Vamos, no tenemos toda la noche...

Me siento impaciente.

Estoy tan atrapado en burlarme de ella, en sentir el lametazo de odio


que su presencia me trae, que no me doy cuenta de la bofetada que viene
hacia mi mejilla hasta que es demasiado tarde. Su mano hace contacto
con mi mejilla, y mi cabeza vuela a un lado con el impacto del golpe.

Mi mandíbula se convierte en acero y mi temperamento se enciende.


Reacciono antes de tener la oportunidad de detenerme. La alcanzo y mis
dedos se enroscan alrededor de su garganta, mi agarre es
sorprendentemente suave por la cantidad de amargura que fluye por mis
venas. La reacción de Ava es de miedo petrificada y empieza a temblar
cuando me inclino hacia su cara, dándole un apretón firme a su delicada
garganta.

—Si vas a ponerle las manos encima a alguien, entonces mejor


prepárate para que te pongan las manos encima.

—No... —dice entre dientes.

—¿Qué? ¿Te hiera? —Inclino la cabeza hacia un lado, mirando su


cara en forma de corazón—. Nunca podría herirte como tú me heriste a mí,
ya has hecho bastante por nosotros dos. Sólo intento mostrarte una
astilla, una fracción del dolor que me hiciste sentir. —Sintiendo que estoy
a segundos de estrellarme y arder, la libero y doy un paso atrás. Luego me
doy la vuelta para alejarme. Ya he terminado. Terminé con este juego del
gato y el ratón.

Su pequeña voz se encuentra con mis oídos un segundo después.

—¿Qué hice para que me odies tanto? Sólo dímelo, Vance, por favor.
Dímelo para que pueda arreglar esto. Nos estás haciendo sufrir a los dos
por una razón desconocida.

—Mentiste, y como los mentirosos siempre hacen, continúan


mintiendo para cubrir sus mentiras existentes.

—¿Sobre qué mentí?

Hay un alegato adjunto a su pregunta y estoy demasiado agotado


para seguir luchando por esto ahora mismo. Me debilita, rompe todas mis
paredes perfectamente construidas, y me deja sangrando, siempre
sangrando.

—Todo. Todo. Valgo la verdad, después de todo este tiempo me lo


merezco.

Suspiro y empiezo a caminar hacia las escaleras.

—No hice nada... no mentí esa noche... —llora, pero sigo caminando,
cada paso hace más pesado mi corazón, y el nudo de dolor en mi estómago
más fuerte.
Cuando llego a la puerta de mi habitación, hay un indicio de duda. Y
cuando entro en la ducha, se arremolina dentro de mi cabeza, evocando
diferentes pensamientos, y no importa cuánto lo aleje, sigue volviendo.

—Despierta, Vance. —La voz de mi madre me saca del sueño—.


Despierta, tenemos que irnos.

Se suena la nariz y suena como si hubiera estado llorando. Cuando


abro los ojos y la miro, los anillos rojos alrededor de sus ojos azules lo
confirman. Un nudo de terror se forma en mi garganta.

—¿Qué pasa? ¿Adónde vamos?

—No te preocupes por eso ahora, sólo levántate y vístete, ¿de


acuerdo?

Se limpia los ojos con el dorso de las manos.

Hago lo que me dice, me levanto y me visto de prisa. Mamá y papá ya


han hecho las maletas y antes de que pueda objetar, o incluso murmurar
otra pregunta, estamos en nuestro coche y conduciendo por la carretera.

—¿Qué está pasando?

La mandíbula de mi padre se aprieta ante mi pregunta y los sollozos


de mi madre se hacen más fuertes desde su lugar en el asiento delantero.

—Como estoy seguro de que sabes, Laura pilló a Ava entrando a


escondidas en su habitación anoche...

—Sí, lo sé... estábamos jugando un juego, fue estúpido. ¿Qué pasó?


¿Se metió en problemas? Le explicaré todo a su madre si quieres que lo
haga.

El silencio se instala sobre el coche. Mi madre vino a buscarme a la


casa del árbol diez minutos después de que Ava se fuera. Me dijo que
estaba castigado por un mes, lo cual no consideré un castigo ya que Ava
habría estado allí de todas formas. No entendía realmente por qué me
castigaban. Había hecho cosas peores que escaparme de la casa a las
nueve de la noche.

Sólo asumí que era porque Ava había sido atrapada. ¡Oh, qué
terriblemente equivocado estaba! Siempre recordaré las próximas palabras
que salieron de la boca de mi padre como si estuvieran grabadas en mi
memoria.

—Le dijo a su madre que la obligaste a hacerlo. Que la amenazaste


con robar algunas de las joyas de Laura. ¿Por qué hiciste eso, hijo? ¿Por qué
la amenazaste?

La decepción en el tono de mi padre me atravesó.

Sacudo la cabeza y aparto el recuerdo. Es una mentirosa. De todas,


todas. Sé lo que pasó esa noche, y sé que fue ella.

Ella nos hizo esto, y lo pagará.

Pagará caro.
Capítulo 9

Ava
Los días pasan en una ráfaga. Mi madre y Henry aún no han
regresado a casa y cada segundo que me quedo sola en esta casa con
Vance, otro trozo de mi gastado velo se desmorona. Me está desgastando,
tratando de aplastarme como a una mosca, y se acerca un poco más a
hacerlo cada vez que abre la boca. Una lengua puede no tener huesos,
pero puede romper un corazón de la misma manera y eso es lo que hace
cada vez que me habla, me rompe a mí y a mi corazón.

Me insulta, me rebana por el medio, me destripa como un pez hasta


que mis entrañas cuelgan y mi corazón derrama sangre por el suelo.

—Oye, Ava... espera.

Una voz familiar llama desde detrás de mí. Aunque no quiero parar.
Sólo quiero seguir caminando hasta que ya no esté sola, hasta que
empiece a sentirme completa de nuevo. No toma más de un segundo para
que Clark aparezca a mi lado y me veo obligada a disminuir la velocidad
para caminar.

—¿Por qué la cara larga, A?

—¿A? ¿Es un apodo o algo así? No estaba consciente de que había


llegado a ese estado de genialidad todavía.

—Tal vez no en el libro de Vance, pero sí en el mío.

—¿Te ha metido en esto? —cuestiono, deteniéndome en el medio de


la acera.

Clark me rodea parándose frente a mí. Es casi tan alto como Vance,
pero altura aparte, no podrían ser más diferentes el uno del otro.
Se ríe.

—Dios no, es mi amigo, pero no puede dictar con quién hablo. Soy
un chico grande... un chico muy grande, y tomo mis propias decisiones.

Está coqueteando totalmente, como la guinda de un pastel, y


aunque no estoy de humor para lidiar con ese tipo de mierda, no puedo
evitar que una sonrisa aparezca en mis labios. Clark trae un pequeño trozo
de felicidad a mi situación.

—¿Te esfuerzas tanto con todas las damas?

Inhala un aliento antes de exhalar, sus manos agarran las correas


de su mochila.

—Normalmente, no. La mayoría de las veces es... Oooh Clark, por


favor, tómame. Oh sí, Clark. Justo ahí... justo ahí... Sus bragas están en el
suelo, sin preguntas.

Resoplo y, sacudo la cabeza.

—Ahora entiendo por qué tú y Vance son amigos.

—¿Y eso por qué? —se burla.

—Porque ambos son arrogantes como el infierno, ligeramente unos


cerdos, y tienen egos del tamaño de sus cabezas.

Clark se estremece como si lo hubiera herido, y me siento mal por


haber dicho lo que hice sin conocerlo realmente.

—Me has herido, A. Me has herido. Y aun así, me intrigas. Vance te


odia, lo que estoy seguro de que ya sabes... —Alarga la mano, agarra un
trozo de mi pelo, dándole vueltas, examinándolo al sol de la tarde—. Pero
yo no... tengo curiosidad por ti. Quiero ser tu amigo. Quiero conocerte.

—Quieres decir que quieres conocer mis bragas.

Deja caer el mechón, me brinda una sonrisa impresionante, dientes


blancos perfectamente rectos que se ven por detrás de los labios
ligeramente rosados.

—Bueno, por supuesto, soy un chico, y tengo un pene, así que sí,
quiero conocer tus bragas, más bien tu vagina, pero también quiero
conocerte. También podemos ser amigos. Cenemos... podemos ir a Slice It.

Clark es inofensivo en el gran esquema de las cosas, esto lo sé. Pero,


¿hacer que me conozca? Eso no puede llevar a nada bueno. Me muerdo el
interior de mi mejilla, la indecisión se mete en mi cabeza. Es una mala
idea, una idea terrible, pero estoy sola, tan malditamente sola, y estoy
cansada de ello. Estoy desesperada por tener alguna interacción humana,
aunque sea con el mejor amigo del enemigo.

¿Qué tan triste es eso?

Clark bate sus pestañas y me da su mejor mirada de cachorro. No


puedo imaginar lo que esa mirada le brinda regularmente.

—¿Esa mirada normalmente te da lo que quieres? —pregunto, con


una ceja levantada.

—Todo el tiempo, cariño —deja salir Clark.

Dándome golpecitos en mi barbilla con el dedo, continúo sopesando


mis opciones. ¿Ir a casa para enfrentarme a una casa vacía, a y Vance, o ir
a cenar con Clark, posiblemente haciendo un nuevo amigo y disfrutar? No
puede ser tan malo, ¿verdad? ¿Qué es lo peor que pasará? ¿Qué Vance se
entere? ¿Y luego qué? No puede herirme más de lo que ya lo ha hecho.

—Vamos, será divertido. Pizza, conversación interminable, y podrás


relajarte conmigo, ésa es la parte más asombrosa de todas.

Él es... Jesús, es tan egocéntrico.

—Bien. Iré, pero sólo si entiendes que esto es sólo una cena. Cena
como amigos. Sin citas, sin besos, sin sexo. Nada de cosas raras.

Entorno mi mirada y espero a que me responda. Da un paso más


cerca e inhalo su aroma. Atrevido y picante, con trasfondo de vainilla.

—Honor de explorador, princesa —promete, levantando dos dedos—.


Cena, nada de negocios divertidos, aunque ése es mi tipo de negocio
favorito.

—Conmigo no, no lo es.


Intercambiamos números, aunque estoy bastante segura de que él
ya tiene el mío. Creo que todo el mundo lo tiene después de la última
broma de Vance en la que publicó mi número por todo el campus y en
Craigslist. El idiota tuvo a gente reventando mi teléfono toda la semana
pidiendo fotos de desnudos y llamadas de sexo.

—Encontrémonos de nuevo a las cuatro cerca de la cafetería junto al


edificio de inglés —dice Clark, sus ojos chocan con los míos—. ¿Sabes
dónde está, verdad?

Poniendo los ojos en blanco, digo—: Sí, sé dónde está. Estaré allí.
Espero que no te arrepientas de haber estado conmigo.

—Nunca, A. Nunca. —Sacude la cabeza y retrocede un par de


pasos—. Te veré luego —exclama antes de desaparecer entre la masa de
estudiantes que caminan en mi dirección.

Mi teléfono suena en mi bolsillo y lo saco, con los ojos puestos en el


tiempo.

¡Mierda! ¿Cómo diablos me voy a graduar si ni siquiera puedo llegar


a tiempo a clase?


uuu

Entramos en la pequeña pizzería unas horas después. El aroma de


la albahaca fresca y el orégano llenan todo el lugar, haciendo que se me
haga agua la boca. Me muero de hambre, mi estómago gruñe tan fuerte
que me sorprende que Clark no pueda oírlo.

—¿Qué tal por ahí?

Clark señala una cabina aislada en la parte de atrás.

—Seguro.

Me encojo de hombros. Me agarra la mano y me arrastra detrás de


él. Miro nuestras manos juntas, no estoy segura de qué pensar. Es
amable, coqueto, sí, pero es inofensivo en comparación con Vance. Cuando
llegamos a la cabina, me suelta la mano y los dos nos metemos en la
cabina y nos sentamos frente a frente.

—Entonces, ¿cómo van las cosas en el frente doméstico? —pregunta


Clark.

Supongo que no hay que hablar sin sentido antes de hacer las
preguntas personales con él. Me pregunto si hace esto en las citas. ¿Si
tiene citas? Probablemente no.

—Haces que suene como si fuera una zona de guerra.

Clark se encoge de hombros, sus dientes se hunden en su labio


inferior de esa manera juvenil que parece hacerlo más atractivo.

—Asumiría que vivir con Vance es como una zona de guerra. El


cabrón me vuelve loco a diario y ni siquiera vivimos juntos.

—Bueno, no es fácil, me acosa constantemente, señalando mis


debilidades y agrediéndome verbalmente.

Clark frunce el ceño.

—No es que sea una excusa, no debería intentar herirte como lo


hace, pero Vance estuvo perdido, confundido durante mucho tiempo
después de que te fueras, maldición, todavía lo está.

Por alguna razón eso me sorprende. Soy la definición de perdida y


confundida. Una pensaría que podría reconocerlo a un millón de
kilómetros de distancia, pero Vance no parece sólo perdido y confundido,
parece lívido, enfadado más allá de la incredulidad.

—No solía ser así —digo, sorprendida por lo triste que suenan las
palabras.

Extraño al viejo Vance, extraño a mi amigo. Clark debe captar mi


repentino humor sombrío, porque cambia rápidamente de tema. Hablamos
de las clases, de su último ligue, y de la presión que siente por su padre
para obtener buenas notas, jugar al béisbol y mantener la imagen de hijo
perfecto.

Me alegro de quitarme la atención de encima, y mientras comemos y


seguimos charlando, siento que me estoy acercando a él. Cuando nos
separamos, estoy un poco triste, pero acordamos encontrarnos pronto.
Durante todo el camino a casa estoy sonriendo, despreocupada, sin
ningún peso sobre mis hombros. Pasar el rato con Clark no fue tan malo
como lo había anticipado. De hecho, fue mucho más divertido de lo que
esperaba.

Diez minutos más tarde, estoy en la entrada. Apago el motor, tomo


mi mochila del asiento del pasajero y subo los escalones de hormigón
hasta la puerta delantera. Como un padre que espera a que su hija sea
dejada en su primera cita, Vance abre la puerta antes de que pueda
agarrar la manija de la puerta.

—¿Dónde has estado?

Su tono es condescendiente y la forma en que me mira hace que mi


estómago se convierta en una bola. Ágiles dedos se enhebran en su
brillante pelo negro, parece suave, como la cachemira y quiero tocarlo,
pasar mis dedos a través de él.

—Fuera —gruño, pasando por delante de él y hacia dentro. Nuestros


hombros se tocan brevemente, y mi piel hormiguea, los finos pelos de mis
brazos se levantan en el extremo. Es casi como si me hubiera alcanzado
un pequeño rayo. Lástima que no me haya matado.

—¿Fuera? ¿Fuera dónde? Alguien dijo que te vieron con Clark.


¿Estabas en una cita? ¿Estaba la ladrona mentirosa usando su apretado
sexo para estafar a mi amigo?

Mi boca se abre de golpe, coloreando mis rasgos.

—Disculpa, pero no era una cita, y no usé mi... —Ni siquiera puedo
decir la palabra, estoy tan atónita—. No tuve sexo con él, si eso es lo que
insinúas. No soy una fulana que se acuesta con todos los tipos que
conoce.

Mi mente se fija en Sarah, no soy como ella. No cree que soy como
ella, ¿verdad?

Los ojos verdes de Vance se oscurecen.

—Podrías haberme engañado.


—Eres un imbécil —digo, intentando abofetearlo verbalmente con
mis palabras como lo hace cada vez que abre su estúpida boca.

—Y tú eres una mentirosa.

Da un paso más, el calor de su cuerpo golpea el mío. Su presencia


me marea. No sé si debería abofetearlo o besarlo. Anhelo su toque, pero al
mismo tiempo, no lo hago. Esto, sea lo que sea lo que está pasando entre
nosotros, es agotador.

—Lo que sea, Vance. Pensarás lo que quieras, no importa cuánto me


defienda.

Negándome a darle ni un momento más de mi tiempo, me dirijo


hacia las escaleras. Tengo deberes que hacer y quiero leer un poco antes
de acostarme. Ninguna de esas cosas se hará si me quedo aquí tratando de
defenderme de alguien que se niega a decirme lo que he hecho mal. Doy
dos pasos antes de que su cálida mano me rodee el brazo y me haga
retroceder.

Al chocar con su pecho firme, intento darme la vuelta, pero Vance es


rápido, y usando su altura y cuerpo me domina fácilmente. Con ambas
manos agarra mis brazos, sosteniéndolos detrás de mi espalda, guiándome
a la pared más cercana, sólo me suelta una vez que mi cara está
presionada contra la pared de color crema.

—¿Pensaste en mí cuando te tocó?

Su voz es profunda, y siento mi sexo apretándose alrededor de nada.


¿Por qué tiene que ser tan estúpidamente guapo, y por qué tengo que
sentirme atraída por él? Me odia, mientras que yo finjo odiarlo porque la
alternativa sería insoportable.

No podemos hacer esto.

No deberíamos hacer esto.

—No me tocó, y no, nunca pienso en ti —miento.

A la mierda. Podría estar a la altura del nombre que me sigue


llamando.
Pienso en ti todo el tiempo.

—Yo tampoco. Nunca pienso en ti.

Sus dedos bajan por mi brazo, y se me pone la piel de gallina ante


su toque. Quiero inclinarme hacia él, dejar que me queme, porque sé que
si me entrego a él, lo hará, me quemará tanto que ni siquiera me
reconoceré cuando acabe conmigo. Su mano cae sobre mi cadera, y mi
pecho se agita, mis pulmones se tensan. Un zoológico entero de mariposas
alza el vuelo en mi estómago.

Oh, Señor.

—¿Te ha tocado aquí?

Esos labios diabólicos de él se aprietan contra la concha de mi oreja,


e inclino mi cabeza hacia atrás contra su firme pecho, mis ojos se cierran
mientras me entrego al placer de su toque. Sus hábiles dedos rozan la
parte delantera de mis pantalones de yoga, y mi ardiente centro de calor.

—¿Lo hizo? —murmura contra mi piel, y se siente como si estuviera


en llamas, fuego literal. Me está quemando con la punta de sus dedos,
marcando mi carne con su marca.

—¿Estás mojada de necesidad por él, o es todo para mí?

—No —susurro, mi cuerpo canta mientras él pasa su dedo por la


línea de mi bikini y vuelve a mi cadera, tocando la carne allí.

Algo está mal conmigo, algo muy...

Ni siquiera puedo terminar de pensar en eso porque está metiendo


su mano en mis pantalones, sus dedos se mueven sobre el borde de mis
bragas.

—Dime que pare... Dios, por favor dime que pare, Ava.

El hambre vibra en su pecho. Me quiere tanto como yo a él, y por


alguna razón eso me gratifica.

Saber que me quiere y me odia al mismo tiempo. Me hace sentir


poderosa, como si tuviera una oportunidad contra él. La tensión cuelga
densamente entre nosotros, e igual que una banda elástica que se rompe
bajo presión, Vance se rompe, perdiendo su capacidad de tomar la
decisión correcta. Sus dedos se deslizan por debajo de mis bragas, y yo
aspiro un aliento codicioso, sintiendo que nunca podré volver a respirar.

—Esto está mal... muy mal. Pero se siente tan bien, ¿no? Dime que
se siente bien.

Su voz se prolonga, sus labios chupan un trozo de piel debajo de mi


oreja.

—Sí —admito sin aliento, inclinándome aún más hacia él, deseando
que no hubiera ninguna tela entre nosotros.

Dios, quiero sentirlo. Quiero que me toque. Que lo tome de mí.


Quiero que me muestre cuánto me odia, pero en lugar de sus palabras,
quiero que use sus manos.

Sin avisar, aparta su mano de mi centro rojo y me hace girar para


que estemos cara a cara. Enfrentarnos se siente más íntimo, y de repente
me da vergüenza que mis ojos bajen hacia su bien definido pecho.

—No mires a otro lado... —me persuade con una mano bajo mi
barbilla, inclinando mi cabeza hacia arriba, forzando mi mirada a
encontrarse con la suya—. Quiero que me mires a los ojos cuando te
desmorones. Quiero que sientas quién es el dueño de tu placer y tu odio.
Así la próxima vez que estés con él, o con alguien, recordarás que soy yo
quien te hace sentir así, y que siempre seré yo.

Suelta su mano sobre mi barbilla y la mueve a mi cadera,


manteniéndome allí, mientras su otra mano se desliza por debajo de la
cintura de mis pantalones.

Esta vez hay una urgencia en su tacto, no se detiene en mis bragas,


sus dedos se mueven bajo la fina tela como si pertenecieran allí. Esos
gruesos dedos se deslizan por mis ya empapados pliegues y una malvada
sonrisa tira de sus labios.

—Claro que ya estás mojada —dice triunfante como si supiera que lo


estaría.

Una parte de mí quiere poner fin a esto ahora, alejarlo, demostrarle


que no soy tan débil por su toque como él por el mío, pero no puedo.

No puedo. No puedo hacer nada más que respirar, y sentir, Señor,


sentir. Siento todo, todo de él, cada centímetro.

Con su pulgar, rodea mi nubosidad endurecida mientras su dedo


encuentra el camino a mi entrada. Ha pasado tanto tiempo desde que dejé
que alguien me tocara aquí, desde que me sentí así. No, nunca me había
sentido así antes. He tenido sexo antes, pero nunca me he sentido así, no
con nadie más. No hay comparación, no se parece a nada que haya
experimentado antes.

Mi piel hormiguea en todos los lugares donde me toca. Es como una


tormenta eléctrica, retumbante, grande y poderosa, pero llena de belleza,
incluso en la estela de la destrucción. Estoy tan confundida por lo que
siento, por la forma en que me hace sentir. Quiero apagar las emociones,
olvidarme de él, pero no puedo. No puedo dejarlo ir más de lo que puedo
desenredar nuestro pasado.

Mis pensamientos se alejan flotando como nubes en el aire. Estoy


mareada por la necesidad y cuando inserta un segundo dedo estirándome
de forma deliciosamente lenta antes de añadir presión a mi clítoris, sé que
nunca volveré a ser la misma.

Es demasiado, demasiado rápido.

Sus dedos están dentro de mí.

Mis pantalones se sienten pesados.

Mis ojos se cierran involuntariamente, mientras las sensaciones


aumentan.

—Abre los ojos —ordena y sus dedos escarban en mi cadera de


forma posesiva—. ¿Cuánto tiempo has estado esperando para que te
toque? ¿Días, semanas? ¿Cuánto tiempo has querido esto, me has querido
dentro de ti, poseyéndote?

Dios, por favor, haz que se calle.

—Te odio —murmuro.


Deseo tener la fuerza para alejarlo. Pero no la tengo, ni física ni
mentalmente. Me tiene agarrada, y estoy atrapada en su trampa, una
víctima involuntaria de su odio, y de su rabia.

—Te odio más —gruñe, sus labios están tan cerca que casi me besa.

Nos miramos a los ojos, su mirada es dura, pero está rebosante de


necesidad que definitivamente refleja el empuje de sus dedos, yendo aún
más profundo dentro de mí, girando y golpeando un punto que nadie más
ha golpeado antes.

Tengo que concentrarme mucho para mantener los ojos abiertos.


Tengo tantas ganas de cerrarlos, dejar que mi cabeza caiga contra la
pared, y simplemente ceder al placer por completo, pero no lo haré. No le
daré esa clase de poder.

Con su pulgar en mi clítoris, presionando el pequeño manojo de


nervios, continúa metiendo sus dedos profundamente dentro de mí, su
ritmo aumenta, volviéndose furioso con cada segundo que pasa. El sonido
de sus dedos deslizándose a través de mi excitación llena mis oídos. Es
erótico y me recuerda aún más lo mucho que lo desprecio.

La calidez se reúne en lo profundo de mi corazón, y sé que estoy


cerca. A juzgar por la sonrisa de sus labios, él también lo sabe.

Bastardo.

—Libéralo, Ava... hazlo sobre mis dedos. Quiero sentir que me


aprietas.

Sus palabras me hacen enojar. Los dedos de mis pies se enroscan en


mis botas y un hormigueo atraviesa mi columna vertebral. El inminente
clímax me reclama con venganza. Incapaz de mantener mis ojos abiertos
un segundo más, se cierran y ruedan hacia la parte de atrás de mi cabeza,
mientras un fuerte gemido sale de mi garganta.

Todo mi cuerpo se tensa, mi sexo se aprieta en sus dedos como él


quería, pero no me importa, ni que hayamos cruzado una línea ni que lo
haya escuchado.

Ahora mismo, no me importa nada. Me siento como si estuviera


drogada, mi mente llena de endorfinas, mis músculos sintiéndose como si
pasaran por un masaje de tejido profundo o algo así. Si no estaba agotada
antes, lo estoy ahora.

Mis rodillas se tambalean como las de un cervatillo recién nacido y


casi se doblan debajo de mí cuando me suelta. Vance espera como un
perfecto caballero hasta que mi sexo deja de latir y los últimos temblores
de mi orgasmo me han atravesado antes de quitarme la mano y soltarme
la cadera. Casi gimo por la pérdida de su toque pero me paro un segundo
antes de hacerlo.

Tengo que apoyarme contra la pared para evitar caerme. Me llevo


una mano al pecho, trato de estabilizar el músculo que late como loco
dentro de él.

De alguna manera obligo a mis ojos a abrirse y descubro que sigue


de pie delante de mí, con los ojos brillantes y una notable erección
presionando su cremallera. Por alguna razón, esperaba que ya se hubiera
ido, que tal vez había inventado todo esto en mi mente.

Pero ahí está, mirándome como se recupera de un orgasmo que me


dio.

—De nada —dice gallardamente, con una sonrisa en los labios


mientras hace esa cosa extraña y sexy que hacen los chicos cuando se
frotan el pulgar sobre el labio inferior—. La próxima vez, espero que me
devuelvas el favor.

—Jódete. —Las palabras pasan por mis labios en un susurro. Estoy


demasiado cansada para luchar con él ahora mismo—. Y esto no volverá a
suceder. Tú. Yo. Nosotros. Sea lo que sea. Está hecho. No te dejaré hacer
esto de nuevo.

Se lame los labios e inclina la cabeza hacia un lado, estudiándome.

—¿No me dejarás o no quieres que lo haga de nuevo? Hay una


diferencia y como siempre he dicho, una vez que se es mentiroso, siempre
se es mentiroso. Quieres esto, me quieres a mí, y que me condenen si no
me alimento de tu mayor debilidad. Habremos terminado cuando yo diga
que hemos terminado.
Mi boca se abre para escupir otro comentario inteligente, pero no
tiene sentido, porque tiene razón soy una mentirosa, y quiero que lo que
acabamos de hacer vuelva a suceder. Quiero su miembro... su mano, sus
labios.

No se queda para escuchar si digo algo más, en cambio, se da la


vuelta y sube corriendo la escalera dejándome sola con mi cuerpo y
pensamientos traicioneros.

Soy una mentirosa, una gran mentirosa, porque me estoy enamorando


del matón, mi hermanastro.

Capítulo 10

Vance
No puedo creer que el cabrón llegue tan tarde. Clark suele ser muy
quisquilloso con la puntualidad y dijo que se reuniría conmigo aquí a las
ocho. Son casi las nueve y no ha aparecido, ni siquiera me ha enviado un
mensaje. La fiesta está en pleno apogeo a mi alrededor. Los compañeros de
universidad están de fiesta, bailando, bebiendo, y demonios, incluso
algunos están teniendo sexo.

Normalmente, estaría en medio de todo esto, pero hoy no estoy de


humor.

No he estado de humor para nada últimamente.

Sólo puedo pensar en ella. Está en mi cabeza, bajo mi piel, en cada


uno de mis pensamientos. La única razón por la que vine aquí fue para
pasar el rato con Clark y a emborracharme, pero en lugar de eso he estado
sentado en este sofá, con una cerveza caliente en la mano durante la
última hora escuchando a Sarah decir que su familia no va a ir a los
Hamptons este invierno porque su abuela se rompió la cadera. Su voz es
como uñas en una pizarra y estoy a segundos de tirar mi cerveza sobre
ella, sólo para ver si eso la hace callar por un segundo.

La voz de Sarah eleva mi ira hacia Clark. Maldito imbécil, dejándome


plantado.

Va a tener que besarme el trasero para que deje pasar ésta, y su


excusa, mejor que sea jodidamente épica. Mi mirada se desliza por la
habitación. Veo a un par de jugadores de fútbol que conozco, y a un grupo
de idiotas del equipo de béisbol. La mayoría de ellos son amigos de Clark,
no es que no quieran salir conmigo, pero no son realmente mi tipo de
gente.

Paso una mano por mi pelo en la frustración y suspiro. Debí


quedarme en casa y acosar a Ava, lo que hubiera sido más divertido que
estar sentado aquí, solo, con Sarah. Estoy a cinco segundos de dejar la
fiesta y emborracharme solo en mi casa cuando lo veo al otro lado de la
habitación dirigiéndose hacia mí.

Se mueve entre la multitud, saludándome cuando me ve. El alivio


me inunda, gracias a que por fin está aquí, y luego veo a alguien que se
acerca por detrás de él. Mi sangre se convierte en hielo en mis venas.

Tienes que estar bromeando.

Se acercan más y me doy cuenta de que Ava no sólo está caminando


detrás de él, sino que también le toma de la mano.

Le está tomando la puta mano.

En cuanto Ava me ve, saca la mano de Clark, como si no quisiera


que los viera juntos. Demasiado tarde.

—Lo siento, amigo, sé que llego tarde. Tuve que convencer a ésta
chica para que viniera conmigo —dice, enganchando un pulgar a Ava.

—¡Se suponía que estarías aquí hace una hora! —grito en su cara,
mientras la rabia se apodera de mí.

Por el rabillo del ojo, veo a Sarah alejándose de mí. Estoy seguro de
que parezco un idiota ahora mismo.
—Guau, amigo. Cálmate. —La mirada de Clark se amplía al levantar
sus manos de una manera no amenazante—. Lo siento, ¿de acuerdo? Ya
estoy aquí. No sé por qué es tan importante de repente, no es que no haya
llegado tarde antes.

—No, no está bien, maldición. No soy una puta que se va a sentar


aquí a esperarte. Y hablando de putas, ¿qué demonios está haciendo aquí?

Miro más allá de Clark y mis ojos se encuentran con la mirada


aguda de Ava. Su espalda se endurece, y por alguna estúpida razón, estoy
orgulloso de ella, orgulloso de verla de pie tan alta, una linda florecita
entre la maleza.

—Van, siéntate y cállate. Te estás comportando como un imbécil.


Más de lo normal.

Trata de calmarme con una broma, como si fuera uno de sus


compañeros de bromas o algo así y eso sólo alimenta mi ira.

—No me digas qué hacer —gruño, levantándome del sofá.

Clark me mira como si fuera dramático y mi ira apenas contenida se


desborda. Le doy un empujón en los hombros y lo veo tambalearse hacia
atrás y hacia la multitud.

Hemos peleado antes, pero nada como esto, y definitivamente no por


una chica. Sus ojos se abren mucho, su boca se abre de golpe como si no
pudiera creer que lo haya empujado.

Créelo, amigo.

Me mira como si esperara una disculpa, pero debería saberlo.

No me disculpo, con nadie, y ciertamente no voy a empezar con él.


Cuando no digo nada, sus ojos se entornan y la sorpresa da paso a la ira.
Doblando mis manos en puños, me preparo para una pelea.

—¿Qué carajos te pasa?

—¿Yo? Eso es gracioso, Clark —me burlo—. Me abandonaste por


una vagina. —Mis ojos se dirigen a los de Ava mientras digo mis próximas
palabras—. Y ni siquiera es una buena vagina.
Tengo que tragar la bilis que sube por mi garganta, quemando un
camino de fuego hasta mi esófago. Demonios. Soy un imbécil. Mirando a
Ava, veo la herida en sus ojos un momento antes de que se dé la vuelta y
se aleje de nosotros.

—Mejor corre tras ella antes de que abra las piernas para otro —me
burlo de él, queriendo que me golpee, que me estrangule.

—Vance.

El tono de Clark es una advertencia, pero estoy demasiado lejos para


que me importe.

¿Por qué demonios la está defendiendo de todos modos? ¿Para


meterse en sus pantalones? Podría elegir a cualquiera de las chicas de esta
habitación, pero no, quiere a la que se ha incrustado bajo mi piel. La que
me está volviendo loco. No se trata sólo de que llegue tarde, es mucho más
que eso, pero no voy a decirle eso.

No, maldición.

—Contrólate —se burla, y ahí es cuando mi última pieza de


contención se desmorona.

Sin pensarlo, sin piedad ni cuidado, aprieto el puño y golpeo a mi


mejor amigo en la mandíbula.

Su cabeza gira ante el impacto cuando mis nudillos rozan su


pómulo. El dolor se dispara a través de mi mano y sube por mi brazo. Mi
puñetazo habría noqueado a la mayoría de los chicos, pero no a Clark. Ni
siquiera se endereza del todo antes de golpearme, su golpe aterriza en un
lado de mi cara. El dolor explota en mi mejilla, y me encanta. Usándolo
para alimentar mi ira aún más, me balanceo de nuevo hacia él, pero él es
más rápido y en cambio me da en las costillas.

El golpe saca el aire de mis pulmones. Bastardo. La multitud que


nos rodea forma un pequeño círculo, la gente canta nuestros nombres
como si fuéramos luchadores profesionales de MMA. La energía en la
habitación alcanza un peligroso nivel. Sólo consigo un golpe más, un
gancho de izquierda en la nariz antes de que dos tipos me agarren por
detrás, tirando de mí hacia atrás.
Tomo mis brazos hacia atrás, listo para golpear a los bastardos que
se aferran a mí cuando veo a dos tipos más haciéndole lo mismo a Clark,
haciendo que todo lo que hacemos ahora es mirarnos fijamente con dagas.
Mirando a Clark, puedo ver que está enojado, como un toro en una tienda
de porcelana, listo para destruir, lo he provocado. Pero también me
provocó a mí, trayéndola aquí, antagonizando mi ira.

Sabe lo que me hizo, y cuánto daño me hizo, y aun así la trajo,


mostrándola como si fuera un trofeo.

Nos separan, arrastrándome por la puerta principal antes de


depositar mi trasero en el césped.

—Maldición —murmuro en voz baja.

Cuando finalmente me sueltan, me giro, levantándome desde el


césped, con los labios enroscados, con las manos en forma de puños
apretados, listo para luchar. Le daré una paliza a estos imbéciles en vez de
a Clark, me digo a mí mismo. Eso es hasta que veo que son Remington y
Thomas, dos de los mayores imbéciles de North Woods mirándome
fijamente.

Tal vez uno de ellos podría manejarlo, pero dos, de ninguna manera.
Thomas es grande, pero no tiene la resistencia que sé que tiene
Remington. Puede que esté enfadado, pero no soy estúpido.

—No sé qué diablos pasó entre tú y Clark, pero no puedes ir por ahí
golpeando a la gente en la cara. Y te advierto que no volverás a entrar en la
casa hasta que te calmes. Si tengo que volver a separarlos, les patearé el
trasero a ambos.

Nunca había visto a Remington tan enojado antes, hay una vena que
sobresale a un lado de su cuello y tengo la sensación de que si Jules, su
novia, no estuviera parada a un metro y medio, me patearía el trasero,
pero ya que lo está, supongo que es mi día de suerte.

—¿Qué pasa con Clark? —pregunto, preguntándome si está


recibiendo el mismo tratamiento que yo.

Ahora que estoy lejos de Ava, su aroma floral no se pega a mis fosas
nasales como la miel, puedo pensar de nuevo.
Mierda. La he cagado. Soy un maldito amigo horrible.

—Se está calmando en el patio trasero. Eres más que bienvenido a


volver cuando termines con... lo que sea esto, y si quieres hablar, bueno
soy todo oídos. Sé lo que es estar enfadado, hirviendo de rabia.

—Bien. —Sacudo mis hombros, tratando de aflojar la tensión de mis


músculos. Remington me mira fijamente, como si me estuviera
psicoanalizando. Me enteré de lo que pasó entre él y Jules, la apuesta salió
mal.

Tal vez piense que soy como él, o como él solía ser. No lo sé, pero no
me gusta la forma en que me está mirando ahora. Como si pudiera de
alguna manera arreglar esto, o arreglarme. Como si pudiera oír mis
pensamientos proyectados en él, toma la mano de Jules y vuelve a la casa
con Thomas.

Al fin solo, respiro profundamente para limpiar la licuadora, también


conocida como mi mente. No debería haberle pegado, lo sé, pero estaba
enfadado, demonios, todavía lo estoy. Aun así, no se lo merecía. Nadie se
merece tener que lidiar con mi mala actitud esta noche.

Tragándome el orgullo, camino por la casa y encuentro a Clark


sentado en una silla de jardín en el patio. Frunce el ceño cuando me ve
venir hacia él, pero no dice nada. Probablemente piensa que voy a pegarle
otra vez. Tomo la silla más cercana a él y me preparo para disculparme,
abro la boca para hablar cuando la puerta corrediza del patio se abre y Ava
sale, sosteniendo dos bolsas de hielo en sus manos.

Se acerca, y esta vez no puedo evitarlo, mis ojos se posan sobre su


cuerpo, los vaqueros ajustados que abrazan su trasero y sus piernas como
un guante, lo bien que luce con la simple camiseta de la NWU. Su mera
presencia me rompe, y la odio. Odio ser débil por ella, débil por el enemigo.
Todo lo que puedo pensar es en lo fuerte que su sexo apretó mis dedos la
otra noche, lo preparada que estaba para mí. Sé que es débil conmigo,
como yo lo soy con ella, pero no puede suceder, no sucederá, nunca más.

Nos da una a cada uno, pero me niego a tomarla. Me niego a tomar


nada de ella. Ni siquiera le habría dado un puñetazo a Clark si no fuera
por ella. Me vuelve loco de necesidad, de celos, de rabia. Clark no tiene
problemas en tomar su bolsa de hielo y sostenerla en su mandíbula
mientras se inclina hacia atrás en la silla, con una expresión de vacío en
su cara.

Lo bueno de Clark es que, a diferencia de mí, no guarda rencor.

—Vance, sólo toma la maldita bolsa de hielo, tu cara ya se está


hinchando —regaña Ava, sosteniendo el hielo en mi cara como si
realmente le importara.

Pff, no le importa una mierda. Le encantaría verme caer, le


encantaría verme roto. Enojado, y como un bastardo inmaduro, le quito la
bolsa de la mano, viendo cómo se derrama en el patio. Ella jadea, dando
un paso atrás.

Jesús, me estoy volviendo loco.

Debería tomarla ya, sacarla de mi sistema. Tal vez si tenemos sexo lo


suficientemente fuerte, pueda sacarla directamente de mi mente.

—¿Piensas que sólo porque te hice el favor de darte un orgasmo una


vez, de repente somos amigos? ¿Qué quiero tu ayuda? Lo que hicimos no
significa una mierda... no significas una mierda. Aléjate de mí, o haré que
te alejes, y créeme que no quieres que tenga que hacer eso —grito, sólo
quiero que se vaya, muy, muy lejos.

Sus mejillas se vuelven de un tono rosado oscuro y sé que la he


avergonzado, le hecho daño profundamente. Y por segunda vez hoy, he
dejado que se aleje de mí cuando todo lo que quiero hacer es atraerla,
mantenerla cerca. Sacudo la cabeza antes de dejar que mi cara caiga en
mis manos.

Soy la definición de un jodido desastre caliente ahora mismo.

—¡Mieerda! No puedo creer que no haya visto esto antes. —Clark se


ríe a mi lado, el ruido me sorprende—. Tienes algo con ella. Demonios,
quizás incluso más que algo, considerando lo loco que has estado
actuando. Ahora tiene sentido. Nunca has tratado de golpearme, y hemos
compartido chicas muchas veces y nunca hemos peleado, no hasta ella.

Se detiene por un momento, habiendo armado mi jodido


rompecabezas de vida.

—Estás enamorado de ella.

—La odio —murmuro en mis manos, más para mí, pero Clark me
escucha.

—¿Estás seguro de eso? ¿Realmente la odias o intentas odiarla?


Suena como si intentaras convencerte a ti mismo, incluso más que todos
los demás. Está bien quererla. Es atractiva, divertida y súper inteligente.

Escuchar a Clark hablar de ella como si la conociera me irrita.


Debería ser yo quien la conociera, quien saliera con ella, quien la tomara
de la mano. Pero estoy demasiado anclado al pasado. Ella sigue
diciéndome que no sabe de qué hablo y poco a poco empiezo a dudar de lo
que creo que es la verdad. Nadie puede sostener una fachada tan buena,
ni siquiera ella. Puede que sea una actriz, pero cuando llora, sus lágrimas
son reales, cuando la hiero con mis palabras su dolor es real. Cada
emoción que proyecta en mí es real.

—Ya no lo sé —suspiro.

Aunque esté diciendo la verdad y no me acusara esa noche. Aun así,


pasé cinco años odiándola. No puedo borrar ese tiempo, ni tampoco puedo
borrar cómo la he estado tratando las últimas semanas.

—Mira, si hubiera sabido que sentías algo por ella no habría


intentado meterme en sus bragas, no es que piense que me hubiera dejado
de todas formas. Ella parece ser inmune a mi encanto. Es exasperante
como el infierno, por cierto. Nunca he conocido a una mujer a la que no
pudiera quitarle las bragas. —Se ríe suavemente—. No tiene ojos para mí,
Van. Tiene ojos para ti. Lo veo, claro como el día.

Resoplo, me vuelvo hacia él, haciendo una mueca por el moretón


púrpura que se está desarrollando en su mejilla.

—¿Entonces por qué sigues saliendo con ella?

No es propio de Clark andar con una chica a menos que le den un


pedazo de trasero. Incluso entonces, las toma y sigue su alegre camino.
Las mujeres son prescindibles para Clark y él sólo va por las más fáciles.
Es un tipo de tengo éxito y te dejo, y es tan serio que ha prometido
no enamorarse nunca. Quiero decir que soy un idiota, pero incluso yo sé
que algún día me enamoraré. Es inevitable.

—Honestamente, es muy divertido salir con ella. Es la primera chica


con la que realmente disfruto teniendo una conversación. Y una de las
pocas personas que puede ver a través de mi mierda. No le importa su
maquillaje o su pelo, y es honesta, casi tan honesta que duele. Me gusta...
pero no me gusta. La veo más como a una amiga, ¿sabes?

Dejo que mis ojos se cierren momentáneamente. Sabría estas cosas


si sacara la cabeza de mi culo, si lo intentara. Joder, mi corazón parece
estar tenso dentro de mi pecho. La idea de dejar ir el dolor que me causó.
Se siente como si estuviera decepcionando a mi madre, decepcionando a
mi padre, aunque no merezca ni un gramo de mi compasión, ya no. Sí, nos
recuperamos de eso, pero tuvimos que perderlo todo para llegar aquí.

—No creo que pueda dejarlo pasar, Clark. Mi admisión se siente


como si me quitaran un peso de los hombros, pero es sólo un peso... aún
hay cientos más.

—Creo que es necesario. Aferrarse a ese tipo de ira, te carcome. Han


pasado cinco años, es hora de dejarlo ir. Además, deberías hablar con ella
sobre ello. Pregúntale qué pasó esa noche. Su versión de todo esto. Tal vez
hay más de la historia que no conoces.

Mi cara es de funeral. Hace que suene como si supiera algo que yo


no sé, pero no lo sabe. Lo que sea que le haya dicho Ava, es una mentira.
Mis padres me dijeron lo que ella hizo, y no me mentirían... ¿verdad?
Capítulo11

Ava
Alan, un amigo de Remington y Jules, me da otro trago y lo tomo tan
rápido como el último. El licor arde menos esta vez, mi cuerpo se adormece
lentamente. Ahora sé por qué la gente bebe sus problemas, porque el
alcohol te hace olvidar. Es todo lo que quiero. Olvidar... dejarlo ir. Esto es
lo que necesito, beber mis problemas con mis amigos como un estudiante
universitario normal. Olvidar a Vance, a mi madre, y mi seriamente jodida
vida.

—¿Estás bien? —pregunta Jules, poniendo una mano en mi brazo.

Su toque es suave, y he llegado a ver a Jules como a la gallina


madre. Siempre nutriendo, cuidando y siendo solidaria. Es la mejor amiga
que he deseado tener durante los últimos cinco años.

—No, pero lo estoy logrando —digo, haciéndole un gesto a Alan para


que me dé otro trago.

El chico sería un excelente camarero.

—Ignóralo, es un hombre, y los hombres son idiotas a veces.

—Chica, ojalá fuera tan fácil. Es difícil ignorar a alguien que vive
bajo el mismo techo que tú, de hecho, al otro lado del pasillo, y luego va a
la misma universidad.

—Lo siento, Ava. —Jules hace pucheros—. Siempre puedes venir a


pasar el rato conmigo si necesitas alejarte. Remington y yo vivimos justo
fuera del campus. Está literalmente a una o dos manzanas de distancia.
También tenemos un dormitorio libre.

—Gracias. De verdad, acabamos de conocernos y ya eres una buena


amiga. Por una vez, estoy agradecida de que Vance haya hecho algo
estúpido, porque me llevó a ti.

—En cualquier momento, y confía en mí. —Se inclina, su voz es un


susurro, casi como si no quisiera que nadie la escuchara—. Puede parecer
que no va a mejorar ahora, pero el año pasado estuve en tu lugar. Me
había mudado aquí después de que mi padre y mi hermano murieran en
un accidente de auto. No tenía a nadie. Estaba sola y necesitaba un amigo,
y no ayudaba que tuviera otros problemas. —Sus ojos se dirigen a su muy
protector novio que está de pie a no menos de un metro de distancia en
todo momento—. Así que sí, lo creas o no, sé cómo te sientes.

—Oh Jules, lo siento mucho.

Frunzo el ceño y la abrazo. Su abrazo es cálido, y me recuerda por


qué extraño tanto los abrazos. Son como el pegamento que te mantiene en
los días malos.

—¿Otro trago, señorita? —grita Alan por detrás de mí y suelto a


Jules y me doy la vuelta, a segundos de decirle que mejor me detenga, ya
que siento el calor que se me sube a las mejillas.

Pero entonces atrapo a Vance mirándome fijamente con dagas de


hielo desde el otro lado de la habitación. También lo he estado observando,
y no ha bebido ni una sola gota de cerveza o licor. De hecho, no ha hecho
nada más que sentarse en un rincón de la habitación a meditar.

Imbécil. Como un acto de desafío, me acerco a Alan, pasando una


mano por su brazo. El toque es inocente, pero aun así sé que está mal. No
me gusta Alan, es guapo, sí, pero no es Vance. Eso no importa en mi
mente en ese momento. Todavía lo toco, sólo para sacarle un poco de
Vance, para mostrarle que hay otras opciones para mí.

—Claro, tomaré uno más —arrullo, sonriéndole. Le quito el trago de


la mano y me lo llevo a los labios. El líquido claro se desliza contra el borde
y sobre mi labio inferior. Saco la lengua, lamo el líquido amargo, mientras
una expresión agria transforma mis rasgos.

La mirada de Alan parece lava mientras sigue el movimiento de mi


lengua. Tomo un enorme trago de cerveza del vaso en mi mano. Mis
piernas se balancean, el alcohol se hunde fuertemente en mi estómago. Me
tomo el resto de la cerveza y considero tomar otra cuando Alan abre la
boca para decir algo.

—¿Quieres bailar? —pregunta, extendiendo su mano hacia mí.

Normalmente diría que no, pero los tres chupitos y toda la cerveza
que he bebido arremolinándose en mi estómago me dan una sensación
borrosa y feliz y sólo quiero divertirme y estar despreocupada. Quiero
olvidarme del imbécil de enfrente y si puedo hacerlo bailando con alguien
más, lo haré.

Tomo su mano firme, trato de ignorar la sensación de los ojos de


Vance sobre mí mientras caminamos hacia la improvisada pista de baile
en el centro de la sala de la fraternidad. Una canción pop llega a todo
volumen por los altavoces. No es un material de baile lento, pero lo
aprovechamos al máximo. Alan me toma de la mano mientras baila
conmigo. Se siente bien, pero no se parece en nada a cuando bailé con
Vance.

No hay electricidad entre nosotros, ni chispa, ni fuego. Alan parece


no darse cuenta o tal vez no le importa, no lo sé. Se acerca más, tirando de
mí hacia su pecho, sus manos se mueven hacia mis caderas mientras
bailamos. Quiero divertirme. Quiero olvidarme de Vance y quiero que Alan
me guste, pero no puedo. No importa lo guapo que sea, no es Vance.

Esto parece un error. Bailar con alguien mientras se piensa en otra


persona, se siente mal, como si estuviera poniéndole los cuernos, lo cual
es ridículo ya que Vance y yo no somos más que enemigos mortales y
estamos muy lejos de ser una pareja. Estoy a punto de excusarme
educadamente, la vergüenza me envuelve, cuando Vance aparece de la
nada y envuelve su mano en mi muñeca suavemente.

—Es hora de ir a casa —grita sobre la música, tirando de mí lejos de


la pista de baile.

—¿Hablas en serio?

Alan hace la pregunta que se alojó en mi garganta.

—Mucho. Ahora vamos, Ava —ordena, sus ojos verdes atravesando


los míos.
No le presta atención a Alan y estoy agradecida por ello. No quiero
que estalle otra pelea.

—Está bien —le digo a Alan, que me mira con desagrado—. De


verdad, está bien, quiero irme a casa de todos modos —le tranquilizo.

Alan frunce el ceño, pero me libera, dando unos pasos atrás antes
de despedirme. Vance tira de mi brazo y le sigo, aunque no puedo hacer
nada. Me siento mal por no despedirme de Jules, pero supongo que
siempre podré disculparme después. En cuanto salimos y el aire fresco me
golpea, mi cabeza empieza a dar vueltas. Presiono una mano sobre mi
estómago para evitar que el contenido dentro se desparrame.

Tal vez tres tragos en diez minutos no fue una gran idea. El ritmo de
Vance se ralentiza cuando se da cuenta de que mis pasos se están
volviendo inestables. Se gira y me rodea con un brazo alrededor de la
cintura, arrastrándome contra su costado. Se siente bien, más de lo que
esperaba, especialmente después de la forma en que actuó esta noche.
Una chica lista lo empujaría, le diría que se jodiera, pero yo no soy lista.
Estoy destrozada, tan horriblemente destrozada.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto, dándome cuenta de que estoy


arrastrando las palabras un poco. He estado borracha tal vez dos veces en
mi vida. Otra vez en el instituto con uno de mis amigos, también fue la
noche en que perdí mi virginidad.

—Ayudándote a llegar al coche.

Su brazo se aprieta a mi alrededor y el cosquilleo familiar que siento


cada vez que me toca zumba a través de mí. Quiero que siga tocándome,
que me diga que todo va a estar bien. No estamos ni a mitad de camino en
el patio delantero cuando una voz familiar grita mi nombre.

—¡Ava!

El sonido es profundo, varonil y nos detiene en seco. Vance nos da la


vuelta para que nos dirijamos al dueño de dicha voz. Mis ojos se iluminan
cuando veo a Jules y Remington caminando hacia nosotros.

En serio, son las personas más dulces de la historia.


—¿Adónde crees que la llevas?

Rem le pregunta a Vance, pero suena más como una acusación que
como una pregunta. La preocupación le arruga la frente y me pregunto si
cree que Vance va a hacerme daño o algo así.

—A casa.

Es todo lo que dice Vance. Es obvio que no le importa explicarse, y


supongo que no debería hacerlo. Puede que sea un capullo, incluso un
imbécil, pero no es de los que se aprovechan de una mujer.

Dándoles la espalda, empieza a caminar de nuevo, acercándome aún


más. Me siento protegida, segura, y por un solo momento, me inclino hacia
su toque. Mi nariz presionada contra su camisa. Huele a jabón y a
especias como clavo y canela.

—Sí, no lo creo, niño bonito. No está a salvo contigo, necesito


recordarte tu pequeño arrebato de antes. No puedo permitir que te vayas
con ella y mantener la conciencia tranquila.

Ante las palabras de Rem, Vance se pone tieso, cada músculo de su


cuerpo se tensa. Inhala un aliento agudo, casi como si tratara de calmarse.

Mierda. Esto es malo. Me preparo para la pelea que estoy segura de


que vendrá, sólo que esta vez será contra Remington y no habrá nadie
para separarlos. Al contrario, empiezo a alejarme pero me sorprendo
cuando Vance hace lo contrario de lo que esperaba.

Se gira con calma y dice—: Siempre estará a salvo conmigo. Nunca


dejaría que le pasara nada. Podré decir mierda, hacerle daño verbalmente,
pero nunca me aprovecharía de ella o le pondría una mano encima. Soy un
maldito hombre, y los hombres no se aprovechan de las mujeres.

Bueno carambola, ¿dónde está este tipo todo el tiempo?

No estoy segura de qué es lo que más me sorprende, las palabras


que salieron de la boca de Vance o que sonara como si realmente se
preocupara por mí. Hay una extraña clase de convicción en su tono que
me hace imposible negar que está diciendo la verdad.

Demonios, debo estar más borracha de lo que sospecho si estoy


pensando que Vance realmente se preocupa por mí. Probablemente estoy
malinterpretando la situación. ¿Qué otra explicación podría haber para su
comportamiento bondadoso?

—Te tomo la palabra, Van. Si escucho que la molestas, o que la


lastimaste de alguna manera, te reacomodaré la cara con mis puños.
¿Entendido? —advierte Rem.

Es tan protector, Jules tiene mucha suerte de tenerlo.

—Entendido —gruñe Vance, dándoles la espalda, empezamos a


alejarnos de nuevo.

Con cada paso hacia el auto, mis piernas se debilitan, mis rodillas se
juntan. El agotamiento se filtra en mis poros. Incapaz de detenerme, me
inclino cada vez más hacia Vance hasta que mi cabeza se apoya en su
hombro.

Esto se siente bien, perfecto incluso.

Cuando por fin llegamos al coche, me abre la puerta y me ayuda a


entrar. Estoy tan cansada y mareada que apenas puedo mantener los ojos
abiertos. Mis ojos se cierran, y me digo a mí misma que sólo voy a
dormirme unos minutos, pero la próxima vez que abro los ojos, ya estamos
aparcados en la entrada de la casa.

Vance abre la puerta del lado del pasajero y extiende su mano hacia
mí. Pestañeo, mirándole con los ojos muy abiertos. ¿Por qué me está
ayudando? No le importo, así que ¿por qué?

—¿Qué...? —inclino mi cabeza a un lado, inspeccionándolo.

—O tomas mi mano y me dejas ayudarte o te tiro sobre mi hombro y


te llevo dentro. Es tu elección y no tardes en decidirte o yo elegiré por ti.

Su voz es inusualmente suave, y me atrevo a decir que tranquila. Es


tan raro que sea amable y gentil que casi me preocupa que esto sea un
sueño. Un sueño del que no quiero despertar.

—¿Estoy dormida? —susurro, poniendo mi mano en la suya.

Su mano está caliente y me estremezco al contacto.


Riendo suavemente, dice—: No, no estás durmiendo. ¿Por qué
preguntas eso?

Me ayuda a salir del auto y a ponerme de pie sobre mis


tambaleantes piernas antes de cerrar la puerta.

—Porque estás siendo amable conmigo y nunca lo eres. Prefieres


apuñalarte en el ojo con un tenedor que ser mi amigo. Admítelo, lo harías.

En voz baja, susurra—: Estoy pensando que tal vez me equivoqué


contigo.

¿Equivocado sobre mí? Por supuesto que está equivocado sobre mí.
Me ha estado culpando de algo misterioso desde que llegué aquí,
hiriéndome con sus palabras, y dándome un serio latigazo con su actitud
caliente y fría. Cree que sabe por lo que pasé para llegar aquí, pero no
tiene ni idea, así que sí, está equivocado. Muy equivocado.

Me acompaña hasta la puerta principal y la abre sin dejarme ir.


Estoy un poco más despierta y un poco menos borracha ahora que he
dormido una siesta corta y he tomado un poco de aire fresco.

—¿Qué pasa entre nosotros? —dejo escapar antes de poder


detenerme.

Vance es de repente tan diferente. Menos enfadado y melancólico,


pero no puedo entender qué ha cambiado aparte de su actitud. Es casi
como si estuviera reprimiendo sus sentimientos. ¿Está enfermo? ¿Se ha
golpeado la cabeza? Es como si fuera el viejo Vance, como si fuera mi
amigo y no mi enemigo.

Oh, Dios, tal vez lo he extrañado tanto a lo largo de los años, que de
repente ahora me lo imagino siendo amable conmigo. Pero no puedo
imaginar sus manos suaves o su voz suave. Me ayuda a subir las escaleras
y a entrar en mi habitación donde me lleva a la cama antes de empujarme
suavemente sobre los hombros para que me siente.

—¿Qué quieres decir con qué pasa con nosotros? —finalmente


pregunta, sorprendiéndome.

Casi había olvidado que le hice una pregunta. Suspiro y doy un


gran respiro.

—Quiero decir, estás siendo amable conmigo, ayudándome...

Pone los ojos en blanco, ignora mi pregunta y en cambio pregunta—:


¿Necesitas ayuda para desvestirte?

—¿Quién eres y qué has hecho con el melancólico e iracundo Vance?

Vance quiere sonreír, y sus labios se esfuerzan al máximo por tirar


de los lados.

—Ropa, Ava. ¿Quieres que te las quite? Te ayudaré si lo necesitas.

No necesito ayuda, probablemente podría arreglármelas sola, pero


quiero que me ayude. Quiero sentir sus manos en mi piel, quemando un
camino de fuego ardiente hasta mi centro.

Riendo, digo—: Apuesto a que sí...

Y como la paciencia nunca ha sido el fuerte de Vance, se inclina y


agarra el dobladillo de la camisa.

—Levanta los brazos —ordena.

Hago lo que dice mientras me sube la camisa y la pasa por encima


de mi cabeza. El aire frío golpea mi piel caliente, y tiemblo, mientras una
ligera piel de gallina cubre mis brazos.

—Tan mandón —murmuro en voz baja.

Ignora mi comentario y en su lugar toma mis zapatos, los quita y los


coloca en el suelo. Los ojos verdes se encuentran con los míos, hay hambre
en esas profundidades, pero no es nada que me asuste, ni siquiera me
preocupa.

Es un aspecto normal de Vance, intenso y posesivo, y hecho para ser


sentido. Toca suavemente mis hombros, haciéndome recostar en la cama.
Mi pulso se acelera, mi corazón golpea contra mi caja torácica como si
intentara escapar de mi pecho y salir volando.

Luego presiona el botón de mis jeans y los baja por mis piernas
lentamente, tan malditamente lento que estoy segura de que está tratando
de matarnos. Probablemente a mí.

Una vez que ha terminado, me deja en la cama con nada más que
mis bragas de encaje negro y un sujetador, y de alguna manera incluso
eso parece ser demasiada ropa. Quiero que cada centímetro de tela
desaparezca, y quiero que Vance pierda su ropa también, para que no sean
más que nuestros cuerpos calientes, piel con piel.

Me retuerzo en la cama, esperando que no se vaya todavía cuando el


estúpido armazón de mi sostén se clava en el costado de mi seno.
Sujetadores estúpidos, quién fabricó este maldito artilugio de todos modos.

—Probablemente no lo sepas... ya que eres un chico y no tienes un


par de tetas, pero los sujetadores se vuelven muy incómodos después de
un tiempo. Definitivamente no es algo con lo que quieras acostarte...

Mi voz se desvanece. Lo miro fijamente, incapaz de apartar mis ojos


de su engreído, arrogante y ridículo rostro.

—¿Es eso cierto? ¿Me estás pidiendo que te quite el sostén? Porque
debo decir que nunca he tenido una chica pidiéndome que le quite el
sostén sólo para poder dormir. La mayoría de las veces, no les toco las
tetas.

Empiezo a asentir con la cabeza a mitad de la pregunta.

Me mira por unos segundos como si estuviera sopesando sus


opciones, considerando si es una buena idea o no. Hazlo. Pienso para mí
misma, tentándolo en secreto.

Hazlo. Tócame.

Como si estuviera decidido, suspira y se inclina sobre mí, pasando


una mano por debajo de mi espalda. Sus dedos están calientes, y tiemblo
de nuevo ante su suave caricia. Arqueo mi espalda para darle mejor
acceso, pero principalmente para poder provocarle empujando mis tetas en
su cara. Me impresiona cuando rápidamente desabrocha el sostén con una
mano sin ver los ganchos en la espalda.

—Impresionante, señor Preston. Tiene unas habilidades increíbles —


me burlo.
—No has visto nada todavía.

El travieso brillo de sus ojos me dice que probablemente no lo he


hecho. Vance tiene mucha más experiencia que yo. He tenido sexo con un
tipo, y todo fue torpe y embarazoso. Nada como lo que sé que sería el sexo
con mi matón, mi enemigo.

Antes de que tenga la oportunidad de enderezarse y alejarse, le


pongo las manos en el cuello y hago un intento de tirar de él encima de mí.
Es enorme, alto y musculoso. Todo lo que puedo pensar es en el peso de
su cuerpo sobre el mío, piel contra piel, sus dedos se clavan en mis
caderas mientras me clava su endurecido miembro.

Ugh, necesito sexo y con alguien que no sea Vance.

Anticipándose a mi próximo movimiento, sus dedos envuelven mis


muñecas, deteniendo cualquier avance. Oh, caramba. Parece que al imbécil
le ha crecido la conciencia.

—Estás borracha. Ve a dormir, Ava.

—Estás borracho. Ve a dormir, Vance —me burlo, sacándole la


lengua.

—Descarada. No ha cambiado mucho en ti, ¿verdad? Todavía me das


ganas de estrangularte —dice acaloradamente.

—Bueno, yo también siento lo mismo por ti —digo antes de sacarme


el sujetador y lanzarlo por la habitación.

Puedo sentir mis pezones apretados ahora que se han liberado del
sostén y sé que si los tocara, si me tocara, se endurecerían.

La excitación y la lujuria pulsan a través de mí ante el pensamiento.

—Quédate conmigo —gimoteo, dándole mi mejor puchero. No quiero


que este precioso momento sin odio termine entre nosotros. Es demasiado
pronto. Sólo tengo una probada del viejo Vance y no estoy lista para
dejarlo todavía—. Por favor... —digo un segundo después, porque la
aprensión que parpadea en sus ojos me dice que no quiere ceder.

Exhala todo el aire de sus pulmones, y su mandíbula se aprieta.


Sacude la cabeza como si se dijera a sí mismo que no debería hacerlo, que
no debería quedarse, pero como yo, no puede dejar pasar lo que sea que
esté ocurriendo ahora. Así que en lugar de irse, empieza a quitarse la ropa.
Trago y evito el gemido que se forma en mi garganta.

Su camisa es la primera en irse y cuando la simple camiseta se


retira, me la extiende.

—Toma, ponte esto.

Hay una seducción en su voz que me llama.

—¿Tienes un problema con las tetas? —me burlo, sintiéndome alegre


y libre.

Pasa sus dientes sobre su labio inferior, dejando que sus ojos pasen
sobre mi pecho desnudo. Por supuesto que no es tímido en mirar. Mis tetas
no son enormes, más bien como un puño cada una, pero tampoco están
mal. Quiero decir que tetas son tetas, ¿verdad?

—No, tus tetas son perfectas. Ahora ponte la camisa, antes de que te
la ponga yo. Soy un hombre de palabra, así que por esta noche tu virtud
está a salvo conmigo.

—Eres tan mandón, y no soy virgen, no hay virtud que salvar —


refunfuño, tirando de su camisa torpemente antes de empujarme sobre el
colchón.

—Virgen o no, no está pasando, así que deja de ser un dolor en el


trasero.

Lo observo atentamente mientras me brinda mi propio striptease


personal. Mi boca empieza a babear y la humedad se acumula entre mis
muslos con cada pieza de ropa que él tira al suelo.

Una vez que llega a sus calzoncillos, se desliza en la cama a mi lado,


la cama es grande, pero con su voluminosa estructura en ella, se siente
como una pequeña. Levanta la manta y nos cubre a los dos. Sintiéndome
muy valiente, me deslizo a través de las sábanas y hacia él hasta que mi
cuerpo se presiona contra su costado. Empieza a moverse, y todo lo que
puedo pensar es, mierda, está a punto de empujarme, pero en cambio hace
lo contrario y desliza su brazo bajo mi cabeza, el movimiento me acerca
más, si es que eso es posible.

—Lo siento —murmuro, sintiendo de repente que necesito


disculparme aunque no fui yo quien se hizo ver como un imbécil gigante
esta noche.

Bromas aparte, deberíamos hablar de ello. Para enfrentar el elefante


gigante en la habitación. Nos está pesando a los dos. No conozco a Vance
tan bien como todos los demás, pero sé que no actuó como él mismo en
esa fiesta.

—Shhh... —susurra Vance como si no quisiera escuchar mis


disculpas.

Presiona mi mejilla contra su piel roja y caliente, inhalo


profundamente, oliéndolo. Maldita sea. Incluso su piel huele bien a jabón y
clavos, y quiero darle un mordisco como una galleta de chocolate.

Pero ni siquiera su olor puede enmascarar el agotamiento que


siento. Toda esta lucha, este fingir, me está agotando. La vigilia que sentí
hace unos minutos se evapora, y bostezo al lado de Vance, no muy de
señorita. Mis párpados se caen, abriéndose y cerrándose un par de veces.
Estoy a punto de adormecerme con la esperanza de no babearme sobre su
pecho cuando la profunda voz de Vance me llene los oídos.

—¿Qué pasó... que pasó realmente, esa noche hace cinco años?

Con los ojos todavía cerrados, le respondo.

—Me retaste... ¿recuerdas? —pregunto con sueño.

Tal vez se golpeó la cabeza si no puede recordar lo que pasó esa


noche.

—Sí, y luego... ¿Qué pasó entonces? ¿Qué pasó después de eso,


después de que entraste en la casa?

Mi cerebro es como un tarro de galletas donde no se puede ver bien


el contenido, mis manos escarban en los recuerdos tratando de colocar el
correcto. Parece que me lleva una eternidad, en parte porque estoy
borracha, pero sobre todo porque no es un recuerdo que me guste tanto.
—Me colé en la casa... —respiro profundamente, casi me quedo
dormida durante la pausa, pero por alguna razón, todavía consigo sacar el
resto de las palabras—. Entré en el dormitorio de mis padres...

—¿Y? —pregunta, su voz es un zumbido bajo, sus dedos juegan con


un par de mechones de mi pelo.

Es todo demasiado, su suave caricia, su cuerpo estando tan cerca,


todo el agotamiento, y mi mente empieza a apagarse a mitad de la frase.

—Los vi...

Las palabras salen como un susurro, tan suavemente que me


sorprende que incluso yo las oiga.

—¿A quién viste? ¿A quién viste, Ava?

La voz de pánico de Vance atraviesa mi subconsciente pero estoy


demasiado lejos para responderle, hundiéndome cada vez más en la
oscuridad, cada vez más en sus brazos.
Capítulo 12

Vance
El sol comienza a asomarse por el horizonte, pequeños destellos de
él se filtran a través de las persianas de la habitación de Ava. No debería
haberme quedado anoche, demonios, debería levantarme e irme ahora
mismo. Pero no puedo. Mi cuerpo físicamente no se mueve. Es como si
estuviera en trance, debilitado más allá de toda medida por su presencia.

Después de lo que me dijo antes de quedarse dormida, no había


forma de que pudiera pegar un ojo. Mi mente corría a kilómetros por
minuto, tratando de averiguar quién y qué vio. Incluso intenté despertarla,
pero estaba demasiado cansada y borracha para abrir los ojos, y me apartó
las manos en señal de protesta. Lo que me lleva a donde estoy ahora
mismo.

Mirándola como un acosador.

Verla dormir toda la noche, sus labios rosados separados, su pelo


castaño tímido esparcido por la almohada y sobre mi pecho mientras las
pequeñas hebras me hacían cosquillas, hizo que valiera la pena quedarse.
Nunca había visto dormir a otra persona, y mucho menos a una mujer.
Entonces me di cuenta de que Ava podría ser mi primera y mi última. No.
No puede.

Dejo que mi mirada caiga sobre sus muslos desnudos, mi camisa se


sube. Demonios, se ve bien en mi camisa. Probablemente se vería bien con
mi miembro en ella también. Me lamo los labios imaginándolo, maldición,
sí, lo haría. Mi miembro se endurece al instante, y trato de pensar en otra
cosa que no sean las tetas de tamaño perfecto de Ava, los muslos de color
blanco cremoso o los labios rosados.

Viejas tetas caídas. El culo de Clark.


Ahh, a la mierda cuál es el punto. No importa lo que piense, mi
miembro sabe que Ava está a mi lado medio desnuda.

Justo cuando pienso que no podría ser peor, empieza a moverse a mi


lado, su pierna se desliza sobre mi muslo a centímetros de mi miembro.
Maldición. Intento mover mi pierna, alejándola de la suya, pero todo lo que
hace es acercarse, como si yo fuera su almohada personal.

Se acurruca más profundamente en mi costado, su rodilla se acerca


más hasta que roza mi miembro. No puedo evitar cerrar los ojos,
reprimiendo un gemido que sé que seguramente la despertará. Una
explosión de placer inunda mi cuerpo. No puedo creer que ese único toque
se sintiera tan bien.

Dándome cuenta de que ha dejado de moverse, mi párpado se abre,


mi mirada se dirige a su cara, donde encuentro dos ojos verde esmeralda
mirándome fijamente. Un cálido rubor se desliza por mi garganta. El nudo
de la ansiedad se estrecha en mi vientre.

Tenemos que hablar, pero lo último que quiero hacer ahora es


hablar, a menos que sea con mi miembro. Sus dedos recorren
perezosamente mis abdominales de tableta de chocolate.

Casi me ahogo ante la sensación, mi cuerpo zumba. Si no deja de


tocarme, no seré responsable de lo que pase después.

Tener sexo es una mala idea. No deberíamos hacer esto. Pero quiero
hacerlo. Lo deseo tanto.

—Deberíamos...

Empiezo, pero las palabras se cortan, mientras Ava se levanta del


colchón y cubre con su boca la mía.

Por una fracción de segundo, estoy sorprendido, tan sorprendido


que ni siquiera puedo mover los labios.

¿Qué estamos haciendo?

Cada pensamiento racional que no se centra en el sexo sale volando


por la ventana cuando ella lanza una pierna tonificada sobre mi cuerpo y
se sienta a horcajadas, centrando su cálido sexo contra mis abdominales.
Maldición. Maldición. Maldición.

Tengo que detener esto. No la merezco, y tenemos que hablar. Voy a


apartarla, pero me clava las uñas en el pecho como un gatito, las
pequeñas chispas de dolor van directas a mi miembro. Mi resolución se
rompe y mis dedos se entrelazan en su pelo como lo contrario de lo que
pretendía. Profundizo el beso en lugar de alejarla. Si voy a tenerla,
entonces la tendré completamente, cada jadeo, gemido y súplica será mío.
Su pelvis se me clava, su calor húmedo se desliza sobre mi piel.

Me retiro una fracción de pulgada.

—Si no quieres que te tome, entonces tienes que parar esto ahora
mismo.

Es la única advertencia que le estoy dando. Si mantiene su


humedad sobre mí, o gira sus caderas una vez más...

—Estoy segura de que la única razón por la que estoy a horcajadas


sobre ti es porque quiero que lo hagas.

La sonrisa pícara que se forma en sus labios es una que quiero


reemplazar con placer.

—Demonios, eso es todo lo que necesito.

Mi corazón se contrae dentro de mi pecho al oír las palabras.

Se lame los labios y dice—: Dame lo peor, Vance Preston.

Mi nombre cae de sus labios como una oración. Ahora que hemos
sacado eso del camino, y mi miembro se está endureciendo tanto que estoy
seguro de que tengo el peor caso de bolas azules de la historia, la alcanzo y
deslizo mis manos por debajo de la camiseta que lleva puesta hasta que
mis dedos hacen contacto con sus caderas.

Luego sigo esos mismos dedos hacia abajo y deslizo la tela de sus
bragas hacia el lado revelando su rosado sexo abierto para mí como
pétalos de rosa, cada uno rogando ser arrancado.

La perfección en su máxima expresión.

Arrastro mis dedos a través de sus pliegues húmedos y un escalofrío


me atraviesa antes de hundir dos de mis gruesos dedos en su apretada
entrada sin avisar. Sus ojos verdes se abren de par en par, apretándose
ante la intrusión, y por un momento me preocupa haberla herido. Dijo que
no era virgen, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que se acostó con un
chico?

Cuando no dice nada, el pensamiento desaparece y acelero mi ritmo,


tijereteando mis dedos, inclinándolos en un movimiento de ida y vuelta.

—Maldición, Ava, mira tu rico sexo... tan mojado por mí. Se aprieta
con cada toque. Quieres la liberación, ¿no?

Asiente frenéticamente, su pecho sube y baja rápidamente, sus


pezones apretados se tensan contra la fina tela de mi camiseta. Su
reacción hacia mí es todo lo que esperaba que fuera y más.

Mis dedos entran y salen de su apretado sexo, mientras mantengo


mis ojos en los suyos. Ella golpea con los puños las sábanas a su lado y
muerde su regordete labio inferior mientras la estiro para que se pueda
acomodar a mi longitud. Está apretada, tan jodidamente apretada y va a
ser un ajuste aún más apretado.

La mayoría de las veces, no me tomo el tiempo en preparar a las


mujeres con las que me acuesto. Pero Ava no es sólo una cualquiera para
mí, ella es todo, el principio, el medio y el final. Y voy a hacer esto bien
para ella, incluso si muero en el intento.

Con dos dedos dentro de ella, tomo mi pulgar y lo presiono contra su


clítoris duro como diamante. Estoy listo para estar dentro de ella... tan
jodidamente listo.

Saco mis dedos de ella y me gano un gemido. Cuando consigue su


orgasmo, va a estar alrededor de mi miembro, así podré sentir cada
espasmo y temblor de su sexo.

—No te preocupes, podrás obtenerla muy pronto.

Me agarro a sus caderas, la empujo fuera de mí, dejándola de


espaldas. Engancho mis pulgares en sus bragas, los arrastro por sus
piernas, mis nudillos corren contra la carne suave y blanda.
Su camisa es la siguiente y tiro las dos prendas al suelo. Hago una
pausa por un momento, bebo en su cuerpo desnudo delante de mí. Todo
en ella es perfecto. Quiero mirarla durante horas, explorar cada centímetro
de su cuerpo, pero mi miembro ya no espera más. Tengo paciencia, pero
cuando se trata de ella, soy como un niño pequeño mareado por la
emoción cuando mete la mano en el tarro de las galletas.

Empujo mis calzoncillos sobre mis caderas y libero mi longitud. La


cabeza de mi miembro está hinchada y enrojecida. Pobre jodido tipo.
Envuelvo mi mano alrededor del gigante enfadado, me acaricio unas
cuantas veces, mientras el placer pulsa desde mis bolas hasta la punta de
mi miembro con cada golpe.

Ava me mira con ojos hambrientos, observándome como un halcón.

Entonces me doy cuenta de algo... ¡Mierda!

—No tengo un condón. —Me quejo. Tengo alguno en el auto. Podría


ir a buscar uno, pero no creo que sea físicamente capaz de dejarla aquí
ahora mismo—. Nunca he ido al desnudo antes, así que si estás... —dejo
que mi voz se detenga.

No quiero arruinar este momento entre nosotros, pero no hay


manera de que me ponga en una situación en la que tenga que
preocuparme por dejarla embarazada. Nunca consideraría follar sin
condón pero en mi corazón, sé que Ava merece este momento.

—Estoy tomando anticonceptivos —chilla.

¡Gracias! ¡Mierda! ¡Gracias!

Tengo que tomarla. Tengo que estar dentro de ella. Ahora.

—Gracias —susurro.

Presiono hacia adelante, cubro su cuerpo con el mío y me inclino


hacia abajo, sosteniéndome con un brazo para no aplastarla. Con mi mano
libre, me guío hasta su entrada y meto la cabeza dentro mojándola en su
excitación antes de deslizarla entre sus pliegues. Me muevo contra su
clítoris y ella jadea contra su mano, inclinando sus caderas hacia arriba,
buscando más fricción.
—Por favor... —gime, y yo sonrío, amando tener tanto poder sobre
ella.

Por una vez sea yo quien la vuelve loca en vez de ser al revés.
Guiándome de vuelta a su entrada, presiono la punta hacia adentro,
lentamente, muy lentamente. Me estoy matando tanto como la estoy
matando a ella, pero será una muerte placentera.

Estoy dentro tal vez un centímetro, es sólo la cabeza de mi miembro


pero es suficiente para sentir lo apretada que está, lo empapada y lista
para mí. Sintiendo su tensión a mi alrededor, pido cada gramo de
autocontrol que tengo para no sólo sumergirme en su calor y penetrarla
como una bestia poseída. El sudor se apodera de mi frente, mis músculos
se tensan, y no puedo recordar la última vez que fui tan lento con alguien.
Probablemente nunca.

Exhalo todo el aire de mis pulmones, me meto en ella, estirándola


lentamente. Sus manos empiezan a moverse, y las siento por todas partes.
En mis hombros, bajando por mi pecho y mis abdominales. Mis pulmones
arden cuando me olvido de respirar, perdiéndome en su contacto.

Empujo hacia adelante otra pulgada, sus manos me arañan la


espalda, tratando de acercarme, mientras que también me dice que
necesita más.

—Quiero tomarte... en este colchón, penetrarte tan fuerte que todo lo


que oímos es el cabecero golpeando contra la pared al ritmo de nuestra
respiración.

—Entonces hazlo. Tómame. Reclámame. Poséeme.

Aprieto los dientes y me digo a mí mismo que no sabe lo que me


pide. Es diferente, no es un ligue al azar. Está hecha para ser acunada, y
besada con movimientos lentos y firmes, no solo penetrada. Pero no puedo
evitarlo. La necesito, la quiero...

Dejo que mi autocontrol se rompa y me sumerjo el resto del camino


dentro de ella, sólo parando cuando mis bolas besan su trasero.
Profundamente establecido dentro de ella, me siento como si estuviera en
la cima del maldito mundo.
—Llena... tan llena... —silba Ava.

Casi espero que me diga que me detenga, que ha cambiado de


opinión, pero no lo hace, y gracias a Dios.

—Dime que pare si llega a ser demasiado —gruño, dándole un suave


beso en la mejilla antes de salir todo el camino.

No le doy más tiempo para que se acostumbre a mi tamaño, y en su


lugar empiezo a penetrarla como un animal, dándole largos, duros y
poderosos empujones, uno tras otro. Es como si algo dentro de mí se
hubiera apoderado de ella. No puedo controlarme. Estoy fuera de control,
lo único que veo es la línea de meta para ambos.

Mis caderas giran, golpeando algo profundo dentro de ella. Su sexo


se oprime alrededor de mi miembro, su humedad gotea a lo largo de mí y
se acumula en mi base.

—Vance... —jadea—. Oh...

Ella se encuentra con cada uno de mis empujes, inclinando sus


caderas hacia arriba, y envolviendo sus piernas a mi alrededor, tirando de
mí más profundamente. Sus gemidos y jadeos se mezclan con los míos,
creando una hermosa sinfonía de lujuria y pasión. Me he acostado con
muchas mujeres, pero nada se compara con la forma en que Ava se siente
debajo de mí, la forma en que su calor se siente envuelto alrededor de mi
miembro.

No tardo mucho en sentir sus muslos temblando y su sexo


estrangulando mi miembro. Me echo hacia atrás unos centímetros para
poder ver su cara. Sus mejillas son de color rojo rosado, sus labios
separados y sus ojos cerrados cuando el placer se apodera de sus rasgos.

Sus diminutas uñas se clavan en la piel de mi espalda mientras se


fractura por la mitad. El hueco dentro de mi pecho se llena mientras la
observo, mis golpes se ralentizan. No creí que fuera posible, pero se ve aún
más hermosa mientras se desmorona sobre mi miembro.

Continúo empujando dentro de ella, extendiendo su orgasmo, y


mientras me deslizo por su tembloroso sex, mi propia liberación comienza
a construirse. Mis bolas golpean contra su trasero, y mi pecho se agita con
cada golpe preciso. Se siente como el cielo y sé que incluso antes de que
acabe el momento necesitaré probarla de nuevo.

—Mírame. Mírame mientras me meto dentro de ti —digo, con mi voz


estrangulada.

Sus ojos verdes se abren y se clavan en los míos y juro que puedo
sentir cada pizca de dolor, cada pena y cada palabra que le he dicho. Es
mi dueña en este momento, y por muy aterrador que sea, no miro hacia
otro lado. Quiero ver lo que le he hecho, sentirlo.

Empujo de vuelta sobre mis rodillas, meto mis dedos en su carne y


entro en ella, una y otra vez, y otra vez hasta que no hay nada más que
una ola cósmica de placer eufórico que nos rodea. Entonces y sólo
entonces, mientras mis músculos se tensan y las gotas de sudor bajan por
mi espalda, me permito liberarme, llenando su apretado sexo con un
chorro tras otro de pegajosa esperma salado. Su pequeña mano se eleva a
mi pecho, presionando contra el órgano que amenaza con liberarse allí.
Late, como un animal salvaje, y me derrumbo por un momento encima de
ella, sintiendo como si acabara de correr un maratón.

Eso no fue sexo. Eso fue... ni siquiera lo sé, pero quiero hacerlo de
nuevo. Me deslizo de ella y me giro hacia un lado. Ella está silenciosa,
demasiado silenciosa y mientras la neblina lujuriosa se desvanece de mi
mente, me recuerda que tenemos asuntos pendientes de la noche anterior
de los que hablar. Quise discutirlo tan pronto como ella se despertó, pero
nunca tuve la oportunidad, mi miembro tenía otras ideas.

—Anoche dijiste... que los habías visto. ¿Quiénes son ellos?

Ava se sienta, agarrando la sábana del borde de la cama para


cubrirse.

—Ya sabes lo que quería decir.

Juega con el borde de la sábana y puedo decir que ya está incómoda


con la conversación. Es una lástima.

—En realidad, no tengo ni idea de lo que querías decir con ellos.


Estás hablando en acertijos y no tengo la paciencia de leer entre líneas. Así
que escúpelo ya.
Sus ojos parpadean a los míos, y me mira como si fuera una pieza
de rompecabezas que no encaja en su lugar en el puzle. Mi pulso se
acelera, anticipando el edificio desconocido. Asiento y la animo a seguir
adelante.

Sus gruesas cejas se juntan y su boca se abre.

—Mi madre. Tu padre. Los encontré teniendo sexo. Lo sabes,


¿verdad?

La forma en que lo dice, tan despreocupadamente, como si fuera


verdad... no sé por qué, pero es casi como si su tono de voz me afectara
más que las palabras que ha dicho. Abro mi boca, planeo decir algo,
cualquier cosa, pero de repente mi lengua pesa diez toneladas y las
palabras alojadas en mi garganta son obstruidas por una ira demasiado
familiar.

En lugar de eso, la miro boquiabierto, esperando que me diga que


está bromeando, mintiendo, pero todo lo que hace es mirar hacia mí, con
su expresión de ojos abiertos y en la cúspide de la sorpresa. Mi corazón se
hunde en mi estómago, y mis manos se vuelven húmedas.

—Lo sabes, ¿verdad? —repite, pero aun así no puedo responder.

Esto no tiene sentido, por qué mi padre... no... esto no puede ser
verdad.

Está mintiendo. Mi padre no habría engañado a mi madre. La ama, o


al menos la amaba en ese entonces y no se hiere a la gente que se ama.
Apretando mis ojos, alejo los pensamientos. Mentiras, son todo mentiras.
Tiene que serlo. No puedo creer en Ava, es una vil manipuladora, le dijo a
mi padre que la amenacé, que la estaba usando para robar joyas. Mis ojos
se abren un segundo más tarde y debe darse cuenta de que no tengo ni
puta idea de lo que está hablando. Cuando no respondo, ella empieza a
explicarme más.

—¿Cómo es que no sabías de esto? ¿Por qué crees que mi padre nos
tomó a mi madre y a mí y se fue del estado al día siguiente? —pregunta
Ava.

Las lágrimas llenan sus ojos, pero no puedo reaccionar. Me siento...


me siento engañado, roto, como si lo hubiera arruinado y no hubiera nada
que pueda mejorarlo y supongo que no lo hay.

—No te he mentido, Vance. Mi madre y tu padre tenían una


aventura. Se lo dije a mi padre, aunque mi madre me rogó que no lo
hiciera, aunque tu padre me dijo que lo que veía estaba mal. Era joven
pero no tonta. Estaban teniendo sexo. Fueron la razón por la que el
matrimonio de mis padres se desmoronó. No se puede arreglar algo que no
se puede reparar, mi padre pensaba lo contrario, y míralo ahora. Está en
rehabilitación, mientras mi madre navega por los Siete Mares, casada de
nuevo y con el hombre con el que lo engañó.

—Yo…

¿Qué le digo a eso? Todo este tiempo, creí que el matrimonio de mi


madre y mi padre había terminado debido a la tensión financiera de la
mudanza y a que mi padre perdió su trabajo. Le eché toda la culpa a Ava,
llamándola mentirosa, arremetiendo contra ella, porque pensé que ella
causó todos los problemas.

Pero no... él mintió. El hombre al que admiré toda mi vida me


mintió. Abro la boca de nuevo para decir algo más, pero las palabras
nunca pasan de mis labios. El sonido de la apertura de la puerta principal
hace eco en toda la casa, seguido de voces que conozco muy bien.

—Vance, Ava. ¡Sorpresa, hemos vuelto de nuestra luna de miel!

La voz de mi padre se encuentra con mis oídos y cuando miro a Ava,


veo el horror de lo que me ha dicho reflejándose en mí.

—¿Tú... realmente no lo sabías? —susurra.

—No... no lo sabía —digo con la voz estrangulada.


Capítulo 13

Ava
Vance se pone los calzoncillos, agarra sus pantalones y corre fuera
el dormitorio.

No lo sabía. Dios mío, no lo sabía. No puedo comprenderlo. No puedo


creerlo. Todo este tiempo creí que lo sabía... pero no hay manera, la
mirada en sus ojos, la ira y la tristeza. Supe tan pronto como lo vi, que no
lo sabía.

Lo que me lleva a preguntarme qué pensaba que había pasado. ¿Por


qué estaba tan enojado conmigo? ¿Qué le dijo Henry? Obviamente tenía
algo que ver conmigo, pero qué exactamente, no tengo ni idea y ahora
mismo, no tengo tiempo para preguntarle; no con nuestros padres de
vuelta.

Me pongo mi propia ropa en tiempo récord, me cepillo el pelo con los


dedos y me echo agua en la cara en el baño antes de bajar las escaleras.
Se siente raro tener la liberación de Vance dentro de mí mientras camino
por el pasillo y hacia la escalera para hablar con Henry y mi madre.

Vance ya está de pie al final de la escalera, charlando con nuestros


padres cuando aparezco en lo alto de la escalera. Ninguno de ellos se da
cuenta de lo tenso que está. Lo duro que está tratando de hacer una
charla educada cuando todo lo que probablemente quiere hacer es
confrontarlos. No sé por qué no ha dicho nada todavía, si yo fuera él, me
desesperaría, estallaría por respuestas. No Vance, está tranquilo, casual,
actuando como si no acabara de descubrir la mentira más trágica de
todas.

Puede ser lamentable, pero incluso después de todo lo que mi madre


ha hecho, todavía quiero que pase tiempo conmigo sin pelear. Todo lo que
quiero es que mi madre vuelva, y sacar a relucir lo que pasó hace cinco
años no va a ser agradable para ninguno de nosotros ahora, así que
aunque sé que Vance se muere por respuestas, espero al menos que
espere hasta que nos vayamos.

—No sabíamos que ibais a volver aquí hoy.

Me obligo a sonreír, aunque me apetezca más llorar.

—No habría sido una sorpresa si hubiéramos llamado por


adelantado, ¿verdad? —Mi mamá me sonríe—. Y para ti, jovencita, tengo
una sorpresa más.

—¿Una sorpresa?

Me animo a pesar de que me siento avergonzada por ello.

—¡Sí, vamos al spa! Sólo nosotras dos por el resto del día. Me sentí
mal por irme tan pronto como llegaste, así que pensé que podríamos pasar
el día juntas.

Mi mamá me sonríe genuinamente y ahora tengo ganas de llorar por


una razón completamente diferente. Todo esto es un espectáculo de
mierda. Es difícil odiar a alguien que te dio la vida, pero es aún más difícil
saber que tu vida sería probablemente como se suponía si esa persona no
hubiera hecho una elección egoísta.

—Sí, eso suena... suena genial —digo, pero no puedo evitar que mi
mirada se dirija a Vance.

Su lenguaje corporal casi grita el dolor que siente por dentro y las
personas que son la causa de ese dolor están justo delante de él, y
tristemente ni siquiera se dan cuenta.

—¿Supongo que se han llevado bien mientras no estábamos. Viendo


que no recibimos llamadas telefónicas, y que ambos están vivos y bien? —
bromea Henry, dándole una palmada en la espalda a Vance.

—Sí, todo fue genial —dice Vance.

—Bien, bien. Bueno, las damas van al spa, deberíamos ir a jugar al


golf. ¿Qué dices, hijo? —pregunta Henry.
Vance se encoge de hombros.

—No juego al golf, pero si quieres que vaya...

—Perfecto. Tengo que hacer algunas llamadas, pero podemos vernos


después del almuerzo. —Henry se vuelve hacia mi madre y le da un beso
en la mejilla—. Te veré más tarde —susurra, y luego sus ojos se dirigen a
los míos—. Que se diviertan, señoras.

Me quedo inmóvil mientras mi madre se interpone entre Vance y yo,


como si intentara encajar las piezas que faltan para resolver el puzle.

Por último, después de haber mirado dos veces entre nosotros,


dice—: Voy a ir a cambiarme muy rápido y luego podemos irnos.

Asiento y veo cómo se va, dejándonos a Vance y a mí solos otra vez.


Eso parece ser algo recurrente en esta casa.

Siento la necesidad de llegar a él cuando lo miro, de calmarlo, así


que lo hago. Pongo mi mano en su hombro y dejo que su calor se filtre en
mí. Es un simple toque, pero se siente como si estuviera metiendo la mano
en el sol.

—No sé qué decir —admite.

—No necesitas decir nada. Sólo me alegro de que sepas la verdad


ahora.

Todavía quiero preguntarle sobre por qué pensó que mentí, pero
viendo lo preocupado que está ya, decido morderme la lengua. Siempre
puedo preguntarle más tarde.

Sus ojos están fijos en los míos por un minuto, y una sombra
arrepentida cubre su cara. De alguna manera, tengo la sensación de que
quiere decirme que lo siente, pero las palabras nunca llegan. Ahora estoy
hiperconsciente de él, mi cuerpo zumba cuando estoy en su presencia.
Tener sexo cambió algo entre nosotros, pero no fue sólo el sexo, fue la
verdad que salió a la luz también.

—Hablaré contigo esta noche, ¿de acuerdo? —dice finalmente.

—Bien.
Sonrío. Cediendo a la necesidad de abrazarlo, lo rodeo con los brazos
y lo acerco a mi pecho. Es unos buenos quince centímetros más alto que
yo, pero hago que funcione. Baja la cabeza y la deja descansar sobre mi
hombro, sus brazos serpentean alrededor de mi centro y se apoya en la
parte baja de mi espalda. Me sujeta contra él, me abraza, y después de esa
primera noche en la boda, estaba segura de que esto nunca sucedería.

No nos abrazamos por mucho tiempo, o al menos no parece que sea


mucho tiempo, porque quiero seguir aferrándome a él. Cuando nos
separamos, parece un poco más tranquilo, parte de la tensión de su
preciosa cara se desvanece.

—Diviértete con tu madre —dice—. Voy a dar un paseo para


despejar mi cabeza antes de ir a jugar al golf con mi padre.

Saca un par de llaves de su bolsillo y se dirige a la puerta justo


cuando mi madre me llama.

—¿Estás lista para irte, Ava?

Con una última mirada fugaz, se aleja.

—Sí, vamos.


◆◆◆

Los spas no son lo mío, seamos realistas. Arreglarme, peinarme y


maquillarme, tampoco es lo mío, pero pasar tiempo con mi madre es más
importante para mí que mi cordura por la falta de feminidad y como estoy
desesperada por un poco de interacción, dejo que me arrastre.

Hacemos un masaje de cuerpo entero que hace que mi cuerpo se


sienta como gelatina, y nos cortamos el pelo y nos teñimos. Para cuando
terminamos en el spa mi barriga gruñe y me veo y siento como un millón
de dólares.

—Vamos a almorzar, y luego podemos hacer algo de compras.


Quiero conseguir algunas cosas para tu dormitorio. Añadir algunos toques
personales.
Sonrío, pero no puedo evitar sentirme culpable. Mientras me divierto
con mi madre, Vance está atrapado en la presencia de su padre, lidiando
con una verdad que le fue ocultada durante cinco años.

Cinco años, me culpó a mí. Cinco largos años.

Nos dirigimos a un bistró italiano en el centro comercial, la


anfitriona nos sienta enseguida.

—¿Estás bien? Pareces... preocupada —pregunta mi madre, y por


primera vez en tres años, veo a mi madre mirarme con auténtica
preocupación. No está mirando a través de mí, me está mirando, y se
siente demasiado real, demasiado.

—Te he echado de menos —digo de golpe—. Te he echado mucho de


menos.

—Oh, cariño. —Sus ojos se llenan de lágrimas y tengo que


morderme el labio inferior para no llorar—. Sé que no lo parece, pero yo
también te he echado de menos. Habría llamado más a menudo... y te
habría visitado. Y la peor parte es que mi excusa para no hacerlo, es
egoísta. He cometido muchos errores en mi vida, no estoy demasiado
orgullosa para admitirlo, pero no estar ahí para ti durante los últimos tres
años fue el mayor error de todos.

Hace una pausa para limpiar una lágrima que se ha escapado con el
dedo.

—Cada vez que te llamaba, recordaba todo lo que había perdido, y


eso me dolía. Era más fácil no llamar. Me dije a mí misma que sería más
fácil para ti también, pero obviamente me equivoqué, y por eso, lo siento
mucho.

Ni siquiera sabía que necesitaba oírla decir esas palabras hasta que
las dijo. Durante mucho tiempo, me pregunté por qué no me llamó, por
qué se fue sin volver. A menudo pensaba que era yo, que ella no me
quería. Muchas veces me pregunté qué podría haber hecho mal, así que
oírla decir que no hice nada malo, me quitó un gran peso de encima.

Jugueteando con la servilleta en mis manos, digo—: Pensé que tal


vez tenía algo que ver conmigo, así que...
Mi madre me interrumpe.

—Dios, no cariño. No tiene nada que ver contigo. Sé que lo que hice
fue egoísta y lo siento, de verdad que lo siento.

Y por un momento me pregunto qué parte admite ser egoísta sobre...


tener una aventura o ser una madre de mierda.

—Ahora dime, ¿cómo van las clases? ¿Os llevasteis bien Vance y tú
mientras estábamos fuera? —pregunta mientras coloca sus manos
cruzadas bajo la barbilla.

—Las clases son buenas, y todo estuvo bien. Sin peleas, ni nada.

No me atrevo a mencionar el hecho de que tuvimos sexo en mi


habitación momentos antes de que llegaran a casa. De alguna manera no
creo que a mi madre le guste oír ese pequeña detalle. Y no le cuento sobre
la fiesta en casa de Vance o ninguna de las cosas insignificantes que hizo
como compartir mi número de móvil con todo el campus.

—Bien, bien. Sé que la situación no era ideal. —Frunce el ceño—. Y


que tuve que sobornarte un poco para que vinieras, pero espero que no
haya sido tan malo.

Pensándolo bien, podría ser peor. Podría estar sin hogar, viviendo en
mi coche, mientras busco trabajo en lugar de ir a la universidad. Lidiar
con las burlas de Vance, y las tonterías verbales era algo que podía
manejar, siempre y cuando tuviera un lugar donde descansar mi cabeza
por la noche. La única persona que me preocupaba ahora era mi padre.

—No fue tan malo, y estoy disfrutando estar aquí contigo aunque no
hemos podido pasar mucho tiempo juntas.

Ella sonríe, sus ojos se empañan.

—Cariño, no merezco una hija como tú.

No, no la mereces, quiero decir, pero no lo hago. Entonces la


camarera se acerca a la mesa y toma nuestros pedidos. Hablamos del
diseño de mi dormitorio y de cómo quiere que hagamos algo juntas cada
semana para recuperar el tiempo perdido. Y como estoy desesperada por
su afecto y amor, estoy de acuerdo.
Una vez que nuestros estómagos se llenan con más carbohidratos de
los que un humano debería consumir, pide la cuenta. Nuestro día juntas
está llegando a su fin y la realidad de lo que me espera una vez que
lleguemos a casa cae pesadamente sobre mis hombros. Estar con mi
madre fue una fácil distracción del caos, pero sé que una vez que
lleguemos a casa, la mierda va a golpear el ventilador.

Me muerdo la lengua, impidiendo preguntarle nada al respecto. Tal


vez ella no sepa que le dijeron a Vance algo diferente a lo que pasó.
Probablemente no le importaría de todos modos, y sólo me dirá que siga
adelante, que lo supere, que está en el pasado y que no puede ser
reescrito.

¿Pero es realmente el pasado si está afectando a tu futuro?

—Pareces perdida en tus pensamientos, ¿te molesta algo?

La voz de mi madre resuena en mis oídos y por un momento, olvidé


dónde estaba, quedando tan envuelta en mis pensamientos.

Me aclaro la garganta volviendo al presente.

—Me preguntaba por qué los padres de Vance se divorciaron.

Trato de no parecer muy ansiosa, principalmente sólo curiosa.

—¿Por qué..? —Mi madre parpadea lentamente—. ¿Por qué


preguntas algo así?

De repente, parece nerviosa.

—Oh, no hay razón realmente. Sólo estoy buscando algo más para
vincularme con Vance. Es un hueso duro de roer.

Sonrío, pero es forzado, y espero que ella no se dé cuenta.

—Ahh, bueno, sinceramente... no lo sé. Henry y yo nunca hablamos


del matrimonio de él y Meg. Estamos más que enamorados. ¿Por qué
preocuparse por el pasado de todos modos?

Quiero gritarle... decirle que Vance y yo estamos viviendo en el


pasado por su egoísmo y el de Henry, pero no lo hago. ¿Qué sentido tiene?
A ella no le importa, y si sabe algo, es obvio que no me lo va a decir. La
única manera de conseguir las respuestas que quiero y necesito es ir a
Vance.

—Tienes razón. Dejemos que el pasado sea el pasado, ¿verdad?

Mi madre sonríe, y es deslumbrante, la felicidad llena sus ojos.

—Así es. Continúa hacia adelante, no hacia atrás.

No puedo evitar pensar en el hecho de que ambos consiguieron lo


que querían, arruinaron dos familias, y aun así terminaron felices juntos y
ésa es la lección aquí, supongo. Si arruinas suficientes personas, siempre
encontrarás una manera de salir adelante.

¿Qué clase de persona arruina a su familia?


Capítulo 14

Vance
De alguna manera logramos pasar todo un juego de golf sin hablar
realmente. Quiero decir que no es como si nos miráramos fijamente o algo
así, pero no me pregunta cómo estoy, o cómo me ha ido en su ausencia.

Ha cambiado.

Antes no se notaba, pero desde que Laura entró en su vida, casi me


ha apartado de la escena, sólo se ocupa de mí cuando siente que tiene que
hacerlo. Toda mi vida lo he admirado, queriendo ser como él, pero ahora
siento que he perdido mi brújula, y no sé qué camino tomar. No puedo
admirar a un hombre que me ha mentido durante años, que es
responsable de mi ira, mi dolor. Demonios, no puedo ni imaginarme cómo
debe sentirse Ava ahora mismo. Ahora sabe que no tenía ni idea, pero eso
no significa que pueda retirar nada.

Todas las cosas que le he dicho y hecho. Sólo de pensarlo, y saber


que le eché la culpa a la persona equivocada todo este tiempo me enferma,
física y emocionalmente. No hay cantidad de súplicas y ruegos, no hay
palabras que pueda decir para que me perdone.

La pregunta que quiero hacer ha estado en la punta de mi lengua


durante las últimas tres horas, pero no me atrevo a preguntarle. He
analizado todas las formas en que esto podría ir, y todavía no tengo las
pelotas para preguntarle.

Principalmente porque no estoy listo para admitirlo ante mí mismo...


pero la verdad es... que tengo miedo. Miedo de escuchar la respuesta de mi
padre. Seguro que no hay una mierda que pueda decir que mejore nada de
esto o que cambie el daño que se ha hecho, pero necesito esto, escucharlo,
oír la verdad hablada en voz alta, porque ahora mismo todo esto se siente
como una pesadilla de la que nunca voy a despertar.

Después de tres horas de doloroso silencio mientras golpeábamos


las bolas con un montón de otros ricos cabrones, volvemos a la casa club y
cargamos los palos en el maletero. Sé que el tiempo se está acabando. Si
quiero preguntarle cuando estemos sólo nosotros, tendré que hacerlo
ahora.

Sabiendo eso, me preparo mentalmente para lo que está por venir.


Bloqueo mis emociones y deslizo una máscara en mi cara. No importa lo
que diga, al menos obtengo la verdad, ¿verdad? Mi estómago se anuda de
miedo cuando ambos entramos en el coche. El motor ruge de vida y llena
el espacio vacío dentro del coche con un zumbido sordo.

Respiro profundamente, resoplo y pregunto.

—¿Tu y Laura tuvieron una aventura hace cinco años?

—¿Qué?

La conmoción en su voz me sorprende, probablemente porque


esperaba que dijera que sí.

—¿La tuviste?

De ninguna manera voy a repetir esa pregunta de nuevo, y menos


aun cuando sé que me escuchó la primera vez.

Luce una expresión aturdida, sus cejas se fruncen

—¿Por qué me preguntas algo así?

No, es una respuesta de sí o no, pero sólo hace otra pregunta por
encima de todas las demás.

—¿Lo hiciste? —repito con más urgencia.

Necesito que lo diga. Sí o no. Mi rodilla empieza a rebotar arriba y


abajo, la ansiedad y los nervios vibran en mí.

—Por supuesto que no, Vance. ¿Qué demonios? Amé mucho a tu


madre cuando nos casamos y nunca hubiera hecho algo tan horrible.
Mi rodilla se detiene a mitad del rebote, y mi mirada cae al suelo.
¿No?

—¿No? —atajo.

Tengo una sensación terrible dentro de mi pecho. Siento como si mi


corazón se partiera en dos, un espasmo de dolor que me atraviesa, casi
como si una bala se hubiera alojado en lo más profundo. Mis pulmones
arden, necesitan aire, pero no puedo realizar ni siquiera la más simple de
las funciones.

—No, por supuesto que no, hijo. ¿Por qué me haces una pregunta
cómo esa?

Dijo que no.

Dijo que no.

Lo que significa...

—Vance, ¿pasó algo? Háblame, hijo.

La voz de mi padre me hace retroceder.

—A... Ava... —tartamudeo.

Cien cosas pasan por mi cabeza de una sola vez. La sonrisa de Ava,
su risa, su dulce aroma floral, sus suaves curvas, sus labios rosados.

Todo... todo es una mentira. ¿Por qué no puedo verla por lo que es?
¿Por qué dejé que lo que me dijo me afectara de tal manera? Debería haber
esperado esto, esperar su manipulación. Ella mintió entonces, y sigue
mintiendo. Un guepardo nunca cambia sus manchas. El dolor interior da
paso a la ira, e inunda mis venas, alimentándome con una rabia al rojo
vivo como nunca antes había sentido.

Ella me manipuló.

Me mintió... otra vez.

Me hizo creer que todo era real. Sus lágrimas, su dolor.

—¿Qué ha pasado? ¿Pasó algo cuando nos fuimos? —La


preocupación supera su confusa expresión—. Intenté decirle a Laura que
era una mala idea dejarla venir a vivir con nosotros. Lo siento si te ha
molestado.

Aprieto y aflojo mis puños para ganar algún tipo de compostura.

—¿Por qué? ¿Por qué fue una mala idea que ella viniera a vivir con
nosotros?

Podría nombrar diez razones en este momento, pero quiero saber por
qué él piensa que fue una mala idea.

Tal vez pueda hacer que la envíe a algún lugar, obviamente no hasta
que termine con ella, pero de todas formas, me desharé de ella aunque
tenga que enviarla de vuelta al pedazo de mierda de su padre, llorando.

—Su madre me dijo que tiene un serio problema con la mentira.


Supongo que es algo que ha desarrollado a lo largo de los años, o debería
decir que ha mejorado. Es una maestra de la manipulación, Vance. No se
puede confiar en ella, para nada.

¿No es esa la maldita verdad? Debería haberlo visto venir, pero


estaba atrapado en el glamour de quien era, pensando que quizás debajo
de todo era una maldita humana, la amiga que tanto me había importado.
Pero si hay algo que esto me enseña, es que si alguien hace algo una vez, y
se sale con la suya, lo hará de nuevo, y supongo que eso es lo que Ava
estaba haciendo. Tratando de ganar algo de control sobre mí.

—Ella mintió, justo en mi puta cara. Juro que pensé que estaba
diciendo la verdad. Se veía tan genuina. Incluso estaba llorando... lágrimas
de verdad, lágrimas de mierda —susurro, hablando más conmigo mismo
que con mi padre.

Sacude la cabeza en señal de decepción.

—Tiene sentido, ha estado inventando cosas desde que era una


adolescente temprana, inventando historias tan bien que era difícil no
creerlas. ¿Recuerdas cuando le dijo a su padre que la amenazaste? ¿Qué
querías que robara algunas joyas para poder venderlas? Parece que sólo
ha empeorado con el tiempo. No te sientas mal por creerle, hijo. Ha estado
practicando esta mentira por tanto tiempo, es su segunda naturaleza.
Haré que Laura hable con ella, le diré que si vuelve a hacer algo, está
fuera. No te sometería a eso otra vez. Mi hijo no es un mentiroso, y tú
nunca le has hecho nada a nadie.

Cada músculo de mi cuerpo se tensa... Estoy tan tenso que una vez
que me quiebre, me preocupo de que no haya ningún retorno de las cosas
que haré.

Una maldita y hermosa mentirosa. Debe pensar que soy estúpido,


un idiota sin un maldito cerebro. Apuesto a que todo es un juego para ella.
Permitir que tuviéramos sexo, meterse bajo mi piel. Tal vez piensa que
puede usar su sexo para controlarme. Rechino mis dientes juntos, mi
mandíbula duele bajo la presión. Me contengo para no golpear el tablero
de mandos.

Tengo que desatar el dolor... encontrar una salida, y poco antes de


que explote.

—Sabes que amé a tu madre. Puede que ahora estemos


distanciados, pero la amé cuando nos casamos, eres la bendición que ella
me dio, después de todo. La respetaba demasiado como para engañarla. Lo
siento hijo, de verdad. Si hubiera sabido que iba a hacer este tipo de cosas,
no le hubiera permitido venir.

—Está bien —digo entre dientes, mis fosas nasales se queman.

—No lo está. Me siento fatal.

Se frota una mano en la cara y, de nuevo, siento como si hubiera


decepcionado a mi padre al caer en una trampa oculta.

—Está bien, papá. No hiciste nada malo. ¿Podemos irnos a casa?


Tengo algunos planes con Clark y no quiero llegar tarde.

No sé cómo consigo que todas las palabras salgan sin un gruñido.


Quizás con magia.

—Hablaré con Laura. Arreglaré esto —murmura mi padre,


cambiando el coche a “conducción”.

El camino a casa es corto, y él no dice más que un puñado de


palabras, por suerte. El fuego corre por mis venas y estoy listo para
quemar todo.

Cuando llegamos a la entrada, salgo del coche antes de que esté


aparcado. Miro a la casa con una rabia asesina y doy un paso adelante.

No, dice mi subconsciente. Si entro en esa casa ahora mismo, tan


enfadado como estoy, haré algo que sé que lamentaré y cuando lastime a
esa perra mentirosa, lo último que quiero hacer es lamentarlo. Así que en
lugar de eso saco las llaves de mi bolsillo y me voy a mi coche.

—¿Estás seguro de que vas a estar bien? —pregunta mi padre


mientras piso el pavimento, cada paso vibra a través de mis huesos.

—Estoy bien. Me voy a casa de Clark, así que no me esperes


levantado. No tengo una hora de llegada —murmuro y me deslizo al
asiento del conductor.

Arranco el coche y salgo de la entrada lo más lentamente posible.


Una vez en la calle, piso, el rugido del motor combinado con mi rabia en
las venas me brinda un disparo de adrenalina antinatural.

Conduzco sin rumbo, mientras trato de decidir qué carajo voy a


hacer. Mi necesidad de hacerla sufrir pesa más que todos mis otros
pensamientos.

Mentirosa. Maldita mentirosa. El sólo pensar en ella me da ganas de


golpear una maldita pared. Aprieto el volante, mis nudillos se vuelven
blancos. ¿Cómo puedo lastimarla de la misma manera que ella me ha
lastimado? Usó su cuerpo, sus malditas lágrimas y mis emociones para
retorcer y girar el cuchillo. Como si su traición de antes no fuera
suficiente, entonces profundizó más el cuchillo mintiendo un poco más.
Supongo que podría usarlo de vuelta. Quería mi miembro, la tomó y
suspiró mi nombre como una jodida oración. Usaré su cuerpo contra ella,
su maldito deseo por mí. Puede que sea una maldita mentirosa, pero ese
apretado sexo alrededor de mi miembro es algo que no puedes fingir.

Piel suave. Ojos verdes. Labios abiertos de color rosa. Es todo lo que
puedo ver cuando pienso en ella.

—Que se joda —grito en el aire golpeando mi puño contra el volante.


Por la gracia de Dios, termino en la casa de Clark. El lugar parece
una maldita mansión, pero es muy similar a mi casa. Cinco habitaciones,
veinte millones de baños, y una piscina que permite que todos sepan que
tenemos más dinero del que sabemos qué hacer.

Estaciono en la entrada, apago el motor y escapo del pequeño


espacio de mi vehículo. Necesito un saco de boxeo, una botella de whisky,
y una chica. No llamo a la puerta cuando entro en la casa y por qué
debería hacerlo, no es como si él llamara a la puerta cuando viene a la
mía.

Tan pronto como entro en el vestíbulo de arriba, oigo voces. Salen de


las paredes y entran en la casa vacía. Vienen en dirección a la oficina de
Steve, el padre de Clark. Sin querer imponerme, me quedo en la escalera,
con las manos metidas en los bolsillos, esperando que Clark haga su
aparición.

—No entiendo por qué esta chica tiene que quedarse con nosotros...
Si obtuvo una beca, ¿por qué no puede quedarse en los dormitorios? Soy
un adulto, no una niñera, seguro que puede cuidarse sola.

¿Ella? ¿Qué carajo está pasando? Sé que no debería estar


escuchando a escondidas y no lo estoy, no realmente. Los dos están
hablando tan alto que los vecinos podrían escuchar si quisieran.

—Te lo dije, tiene mucha ansiedad y le prometí a sus padres que la


cuidaría. Darrel es uno de mis amigos de cuando empecé mi negocio, es
una de las razones por las que tenemos dinero ahora, ¿sabes el dinero que
usas para comprar alcohol y todas las otras mierdas caras que tienes? Lo
conozco a él y a su familia desde hace mucho tiempo y hago esto porque es
lo correcto. Ahora harás lo que te diga, o sufrirás las consecuencias.

¿Consecuencias? ¿Qué va a hacer Steve? ¿Tomar sus tarjetas de


crédito?

—Papá... —gruñe Clark, y prácticamente puedo ver su cara, los


tendones de su cuello se tensan.

—Emerson es una chica dulce, y tú la harás sentir bienvenida aquí.


No me decepciones, hijo. Sólo haz lo que te digo.
Hay una finalidad en la voz de Steve y sé que lo que sea que su
padre le esté preparando para hacer, lo hará. Puede que a Clark no le
guste la mierda que hace su padre, pero quiere que lo acepte, que lo
aprecie, que lo vea como algo más que un niño.

Pasan los segundos y un Clark irritado sale del despacho de su


padre, con los ojos abatidos y la frustración acribillando lo que veo en su
cara. Obviamente ninguno de los dos está teniendo un maldito buen día.
Al escuchar los problemas de Clark, casi me olvido de los míos. De la
estafadora de mi casa, de las malditas mentiras que vomitó esta mañana.

—¿Qué ha pasado? —pregunta en cuanto levanta los ojos y me ve de


pie contra la escalera.

Todo parece desvanecerse a mi alrededor. Todo lo que veo, todo lo


que siento es ella, sus mentiras envolviendo mi garganta, apretando,
robando mi aliento.

Los músculos de mi mandíbula se flexionan.

—Ni siquiera quieres saberlo, pero como eres el mejor amigo de la


perra, te lo diré. En resumen, tuvimos sexo, ella usó su cuerpo y algunas
lágrimas falsas para hacer girar una historia sobre cómo mi padre engañó
a mi madre con su madre.

La mirada de Clark se amplía.

—Guau, guau. Eso es... guau. —Hace una pausa—. Y vosotros...


¿Tuvieron sexo? ¿Cómo fue?

De repente está sonriendo. Por supuesto que se preocupa por saber


los detalles de nuestro encuentro en lugar de la tarea que tenía entre
manos.

Increíble. Sensacional. Es increíble. Nada más que una mentira. Así es


como fue.

—Apretado, cálido, genial hasta que abrió la boca.

Trato de sonar desinteresado. Clark se encoge de hombros.

—Así es como es cada vez. Te acuestas con ellas, es genial, te


descargas y luego abren la boca y de repente no valía la pena.

—Te estás saliendo del camino aquí —gruño.

Soy un cabrón impaciente y mi pecho pide algo para calmar el dolor


que se instala en su interior.

—Hombre, lo siento, dijiste algo sobre sexo y es como si tuviera una


mente unidireccional a veces.

Mis rasgos están muertos.

—Mira, o bien venía aquí y perdía mi maldita mierda o volvía a la


casa y la enfrentaba. Pero, ahora mismo no confío en mí mismo para estar
en la misma casa que ella, así que, ¿quieres emborracharte conmigo o
tienes otros planes para el día? ¿Planes que involucren a la chica de abajo
tal vez? —pregunto con la frente levantada, sabiendo que provocarlo le
hará moverse.

—Cierra la boca. —Me golpea, pero ni siquiera lo siento. Entonces se


da la vuelta y empieza a caminar en dirección al gabinete de whisky de su
padre—. Vamos a beber tus penas, cabrón —lanza sobre su hombro con
una sonrisa de complicidad, y así como así, ya me siento mejor.

Ava y sus jodidas mentiras son un recuerdo lejano mientras nado en


una piscina de malas elecciones y suficiente alcohol para matarme.
Capítulo 15

Ava
Nunca volvió a casa. Nunca mostró su cara en la casa. Han pasado
48 horas y todavía no he sabido nada de él. He intentado llamarlo, pero su
teléfono fue directo al buzón de voz. Empiezo a preguntarme si se
arrepiente de lo que hicimos y quizá por eso no volvió a casa. Parte de mí
espera que no se arrepienta, pero soy tonta. Sé que lo que sea que esté
pasando entre nosotros no es nada serio y he aceptado ese hecho.
Probablemente voy a ser sólo otra muesca en su cama. Aun así, no
significa que no pueda volver a casa. Esta es su casa después de todo. Yo
sólo soy una huésped no deseada.

—¿Vas a clases? —pregunta mi madre cuando entro en la cocina.

—Sí. Estaré en casa más tarde. Voy a reunirme con un amigo para
cenar —digo, agarrando una manzana de la cesta de frutas antes de
hacerme una taza de café en el Keurig.

Mi madre ha estado muy tranquila últimamente, ella y Henry ni


siquiera parecieron notar un cambio en mi actitud, ni les importó que
Vance no estuviera en casa.

—Muy bien, cariño. Cuando vuelva, Henry dijo que quería hablar
contigo de algo. No estoy segura de lo que es, pero si conozco a mi marido
probablemente no sea nada malo.

Se ríe como una adolescente enferma de amor.

—Uhh, claro. —digo sorprendida, preguntándome de qué diablos


podría necesitar hablarme.

No dice nada más y sale de la cocina sin siquiera decir adiós. Me


digo a mí misma que es porque está ocupada o atrapada en sus
pensamientos, pero no puedo seguir dándole excusas. Pensé que después
de su confesión en el almuerzo del otro día, su actitud hacia mí cambiaría,
pero si sigue actuando como si no le importara, entonces es
probablemente porque no le importa.

Pongo mi mochila sobre mi hombro, tomo mi café, salgo de la casa y


me voy al campus. Hago lo que puedo para pasar mis clases sin pensar en
Vance, pero es casi imposible. Cuando veo a Clark parado en la acera, con
dos chicas hablándole, aprovecho para preguntarle si sabe dónde diablos
está Vance. No debería importarme, lo sé. Pero me importa mucho más de
lo que dejo ver.

—Clark —llamo mientras cierro la distancia entre nosotros.

Sus ojos se elevan a los míos, la indiferencia se refleja hacia mí.

—Hola A, ¿qué pasa? —Su tono es tranquilo, casual, pero no es el


adecuado.

Algo pasa. Las dos chicas con las que hablaba hace unos segundos,
resoplan y pisotean sus pies con tacones en el suelo queriendo toda su
atención. ¿Quién usa tacones a propósito en la universidad?

—Oh, basta. Hay más que suficiente Clark para todas —bromea,
dándoles su habitual sonrisa que hace que las chicas jadeen y se fundan.

Una de las chicas suspira, y yo hago un sonido de náuseas. Clark se


da cuenta y se ríe.

—No seas así, ambos sabemos que tú también quieres dar un paseo.

Mi frente se frunce en confusión ante su comentario. Después de las


pocas veces que salimos y hablamos, estaba segura de que habíamos
superado esto.

—¿En serio? Sabes que no somos así. ¿Por qué actúas de forma
extraña?

Clark se encoge de hombros.

—No hay nada raro en mí. Sólo soy yo mismo.

Le arranca un pelo de uno de los hombros a la chica y lo examina


como lo hizo la primera vez que lo conocí.

—Clark —gruño.

—Ve a buscar otro pene para montar. Estoy seguro de que la de


Vance está disponible. O tal vez no, lo último que escuché es que creo que
estaba bien profundo en Sarah, pero no puedo estar seguro.

La amenaza en su voz me dice que sabe más de lo que deja ver, y me


estremezco, retrocediendo un paso. Su comentario duele, golpeándome
justo donde quería. Aunque Vance y yo no queramos admitirlo, hay algo
entre nosotros, una conexión, y oír que Vance estuvo con otra chica
después de estar conmigo, Sarah de todas las personas, duele. Las dos
chicas de la hermandad a su lado empiezan a reírse. Levanto mi cabeza y
mantengo mi barbilla en alto.

—No sé de qué estás hablando. Iba a preguntarte si habías visto a


Vance. Nuestros padres están preocupados por él —miento.

Clark entrecierra sus ojos, dando un paso adelante, y luego otro


hasta que invade mi espacio. Es guapo incluso en sus peores días, pero
ahora mismo es francamente aterrador. Levanta una mano a mi cara, y es
casi como si fuera a tocarme, pero se detiene a una fracción de centímetro
de mi labio inferior.

—Te queda un poco de mierda en el labio por todas las mentiras que
has estado vomitando. ¿Quieres que te la quite?

Maldito idiota. Instantáneamente sé que esto tiene todo que ver con
Vance. Cada cosa.

No puedo detener mi reacción. Estoy enfadada. Herida. Rota por


dentro. En un ataque de rabia, tiro mi mano hacia atrás y le doy una
bofetada fuerte, justo en su estúpida y perfecta cara. Una picadura de
dolor atraviesa mi palma al contacto. Su mandíbula se aprieta y su mano
se cae, haciendo una bola en un puño apretado.

¿Qué ha pasado? ¿Qué le dijo a Clark?

Me faltan piezas de un rompecabezas que parece ser cada vez más


grande cada día. Miro con horror la huella de la mano roja en su mejilla.
Clark inclina la cabeza hacia un lado.

—Nada de lo que me digas hará que te perdone por hacerle daño.


Puede que hayamos sido amigos durante medio segundo, pero ahora
significas una mierda para mí.

Sus palabras me atraviesan como un cuchillo y no puedo evitar dar


la vuelta y volver por donde vine. Esto fue un error. Un gran error. Venir
aquí. Pensar que podía ganarme el amor de mi madre. Pensar que
encajaría. Sé, sin siquiera hablar con Vance, que no me cree. Su padre
probablemente le dijo que era una mentira. Las lágrimas frías caen de mis
ojos mientras corro por la acera, casi sacando a un grupo de gente del
camino.

Mi pecho sube, arriba y abajo, arriba y abajo, pero no siento que


esté respirando. No me cree. No me cree... No sé por qué me duele tanto.
Por qué siento que mi corazón se está rompiendo. No significa nada, ni
siquiera se preocupa por mí. Fue sólo sexo. Sexo, eso es todo lo que fue.

Llegaré tarde a mi próxima clase, pero no me importa. Tal vez no


vaya en absoluto. Al doblar la esquina cerca del edificio de inglés, por fin
dejo de correr y camino despacio, con las rodillas temblorosas. Tan pronto
como dejo de caminar por completo, me apoyo contra la pared. Presiono mi
espalda contra el ladrillo frío, cierro los ojos y trato de controlar mi
respiración errática.

Pensamientos felices... Necesito pensar en un momento más feliz, un


momento en el que las cosas tuvieran sentido, en el que la gente a mi
alrededor me amara y confiara en mí. Ha pasado tanto tiempo desde que
era feliz, y todo cambió esa noche hace cinco años.

—Te amo.

La voz sin aliento de mi madre se filtra a través de la puerta. Al abrir


la puerta, espero encontrar a mi padre en casa después del trabajo. En
cambio, encuentro a mi madre... desnuda... con... un hombre, un hombre que
no es mi padre...

Henry.

Estoy congelada en el lugar, cada músculo quedó paralizado por el


shock y la confusión.

—Te amo, Henry...

Mi madre gime justo antes de girar la cabeza y encontrarme ahí de pie


mirando con la boca abierta.

Pensar en esa noche hace que mi estómago dé volteretas. ¿Por qué


abrí esa puerta? Debí haberme dado la vuelta y alejarme. Trato de alejar el
recuerdo, pero tiene un agarre que no puedo sacudir por más que lo
intente.

—No sabes lo que viste.

Henry, el padre de Vance, levanta la voz.

Mi madre está llorando, grandes lágrimas caen de sus ojos. ¿Por qué
está llorando? ¿Por qué Henry me dice que no sé lo que vi? Sé que mi madre
no debería haber estado haciendo lo que estaba haciendo con Henry. Mi
padre la ama, y ella lo ama a él, o al menos eso creía.

—Henry, detente. Es sólo una niña, no lo entiende.

Mi madre se ajusta la bata alrededor de su pequeña estructura, su


cuerpo se sacude.

—Eso es exactamente lo que estoy diciendo. Ella no sabe lo que vio.


¿O sí, Ava?

Su mirada oscura se aleja de mi madre y vuelve a mí. Se siente como


si tratara de intimidarme, amenazarme para que esté de acuerdo con él.

Lo cual me enfurece.

Levanto la barbilla y lo miro a los ojos.

—Se lo diré a mi padre, no importa lo que digas.

El sonido de los pasos acercándose me saca del recuerdo, pero aún


no estoy lista para abrir los ojos y enfrentar la realidad. Quienquiera que
pase por allí, piense lo que quiera pensar. Con los ojos cerrados, ahogo el
mundo que me rodea, hasta que dos manos envuelven la parte superior de
mis brazos, con los dedos clavados en mi piel. Me separo de la pared.
Mis ojos se abren y mis brazos se agitan salvajemente tratando de
luchar contra mi asaltante. Aspirar un aliento fuerte es todo lo que puedo
hacer. El grito se queda en mi garganta bajo la sorpresa. No es que quiera
gritar una vez que me dé cuenta de quién está agarrándome.

—Vance —jadeo, echando un pequeño vistazo a su cara, habiendo


deseado no hacerlo.

Me arrastra con él por la acera y a la vuelta de la esquina. Abre la


puerta y me arrastra dentro del edificio. Intento meter los pies en el suelo,
pero no tiene sentido. Soy la mitad de su tamaño y no tengo ninguna
posibilidad.

—¿Adónde vamos? —gimoteo, su agarre en mi muñeca se está


apretando.

Ignorando mi pregunta, dice—: ¿Crees que puedes mentirme, usar


tus malditas lágrimas falsas y tu sexo para hacerme cambiar de opinión
sobre ti? ¿Pensaste que no le preguntaría a mi padre sobre eso? Espero
que te haya gustado nuestro encuentro porque estoy a punto de usarte
como tú me usaste a mí.

El tono de su voz azota como una tormenta furiosa.

Pasamos una sala donde hay una clase en sesión, las voces se oyen
a través de la puerta cerrada al pasar. Me arrastra más allá del pasillo y
cuando llegamos a la última sala, toda la charla ha cesado y me doy
cuenta de que estamos bastante lejos de cualquiera.

Trato de tragarme mi miedo. No creo que me haga daño, pero


tampoco creí que Clark dijera las cosas que me hizo. Vance me arrastra
unos pasos más y luego abre una puerta en el lado derecho del pasillo. Me
arrastra hasta el aula vacía, con el miedo goteando en mi vientre. Luego
me libera.

Me da la espalda y puedo oír el sonido de una cerradura siendo


puesta en su lugar. Mi mirada gira alrededor de la habitación, buscando
otra salida. Cuando se gira para mirarme, su expresión hace que un
escalofrío recorra mi columna vertebral. Nunca le he visto tan enfadado,
nunca he visto a nadie tan enfadado.
—Mi padre me lo contó todo —ataja—. No puedo creer que te dejara
envolverme alrededor de tu dedo. No puedo creer que haya escuchado tu
triste historia, o que me haya acostado contigo. Que sintiera incluso una
pizca de pena por ti.

La oscuridad de su voz es sorprendente y da un paso hacia mí, lo


que me hace retroceder instintivamente. No sé exactamente lo que Henry
le dijo, pero sé con seguridad que no era la verdad.

—Vance, te juro...

Levanto las manos para luchar contra él, pero me interrumpe,


agitando una mano delante de mí.

—Cállate. No más mentiras. No más palabras. No. Más. Maldita.


Charla. Me usaste, usaste mi cuerpo, mis emociones, y ahora yo te voy a
usar a ti.

Da otro paso adelante, y yo uno atrás, mi espalda golpea la mesa


detrás de mí, dejándome sin lugar a donde ir. Atrapada. Estoy atrapada.

Cierra la distancia entre nosotros con una gran zancada. El aire se


espesa con la tensión, con la excitación. Una parte de mí está aterrorizada
de tenerlo tan cerca, irónicamente, otra parte de mí se conforma con que
su cuerpo esté tan cerca.

Estoy igualmente asustada y emocionada cuando se inclina, su


pecho presiona contra el mío mientras empuja su ingle en mi centro,
haciendo imposible que pase por alto lo excitado que está. Su cara está tan
cerca de la mía, que su aliento a menta acaricia mi mejilla mientras se
inclina y me susurra directamente al oído.

—Date la vuelta.

Su voz es profunda y grave, el sonido vibra a través de mí, dejando


la piel de gallina a su paso.

Se me seca la boca y me lamo los labios en vez de besarlo como


quiero. Puedo sentir la humedad de mis pliegues mojando mis bragas. Y
cuando nuestras miradas se encuentran por una fracción de segundo, se
siente como si estuviéramos a segundos de explotar contra el otro. La
lujuria y la necesidad carnal de sus ojos me dejan sin aliento. Me odia,
pero también me desea, y ahora mismo, me quedo con eso. Si es la única
manera de estar cerca de él, entonces es suficiente para mí.

Mi cuerpo se mueve por sí solo, siguiendo su orden como si siempre


hubiera estado hecho para ello. Empiezo a girar lentamente, pero
aparentemente demasiado lento para Vance porque me agarra de las
caderas y me hace girar en un rápido movimiento, luego sumerge sus
dedos en la cintura de mis polainas, sus dedos hacen contacto con mi piel
y un pequeño zumbido de placer atraviesa mi piel. Empuja mis polainas y
mis bragas hacia abajo rápidamente, dejándolas en mis tobillos.

El aire frío acaricia mi piel caliente mientras escucho a Vance


desabrocharse los pantalones detrás de mí.

—Manos sobre la mesa —ordena bruscamente, y todo lo que puedo


hacer es seguir su orden.

Pongo mis palmas sobre la mesa.

Mis pezones se endurecen incómodamente dentro de mi sostén. Un


suave gemido llega a mis oídos, y no puedo comprender si eso vino por mí
o por Vance. Las líneas entre el odio y la necesidad son tan confusas ahora
mismo que es casi como si estuviéramos intentando todo lo posible para
no odiarnos. Vance me pone una mano en la parte baja de la espalda para
sujetarme y luego siento la suave cabeza de su miembro en mi sexo. Se
arrastra arriba y abajo por mis pliegues, gruñendo cuando se da cuenta de
lo mojada que estoy por él, de lo mucho que anhelo su toque, aunque no
sea amable y cariñoso como lo era hace dos noches.

—Dime que quieres esto... dime que quieres que te tome.

—Sí —gimoteo, justo cuando siento que me provoca deslizando su


miembro en mi entrada. Lo quiero. Lo deseo tanto. Sin ninguna
advertencia, me penetra, estirándome mientras entierra su longitud dentro
de mi canal, deteniéndose sólo una vez que sus pesadas pelotas golpean
mi trasero. Hay un ligero escozor de dolor, y grito con la mezcla de dolor y
placer en la intrusión.

—Vance... —gimoteo, agarrándome a la mesa para hacer palanca,


sabiendo que está a punto de hacerme sentir cada gramo de ira y odio que
tiene por mí. Puede que no lo merezca, pero lo tomaré por él. Soportaré el
peso de la traición de su padre.

No se detiene para darme tiempo para adaptarme, me toma duro y


rápido, hundiéndose en mí como un animal. Puedo sentir su rabia con
cada empuje, sus dedos escarban en mis caderas mientras me tira hacia
atrás cada vez que se mete dentro.

Mis brazos ceden y dejo que la parte superior de mi cuerpo descanse


sobre la mesa, girando la cabeza a un lado, presiono mi mejilla contra la
superficie plana de madera y continúo agarrándome al borde mientras él
continúa penetrándome, con golpes más furiosos que los siguientes.

Un cosquilleo comienza a extenderse desde mi centro y hacia afuera,


abriéndose camino a través de mi interior. Mis piernas empiezan a
temblar, haciéndome saber que estoy cerca, mi sexo tiembla. Me pongo de
puntillas, tratando de que llegue a ese punto que sé que me llevará al
límite. Tan cerca, tan jodidamente cerca. Me muerdo el labio inferior
sintiendo que el placer aumenta. Ya casi estoy allí cuando él va más
despacio, casi saliendo por entero de mí.

—No te atrevas a llegar al orgasmo. Esto no es para ti. Esto es para


mí.

Su mano me empuja de nuevo hacia abajo en la mesa para que no


pueda mover mis caderas en el ángulo que quiero. Entonces entra en mí
de nuevo, sus golpes son profundos, tan profundos que puedo sentirlo
dentro de mi vientre, pero también son molestosamente lentos. Y el placer
que sentía antes ya se ha ido. No hay manera de que pueda llegar al
orgasmo al ritmo que él va, y supongo que ése es el punto. Me está
castigando, mostrándome que tiene todo el poder.

Se mete en mí unas cuantas veces más, sólo coge velocidad en los


dos últimos golpes para su propia liberación. Gruñe y siento su miembro
crecer. Segundos después, entra dentro de mí, cubriendo mis paredes
internas con su semen mientras sus dedos se clavan en mi carne con
fuerza bruta.

—Demonios —gruñe—. Maldición...

Un momento después, se aparta de mí y se aleja. La pérdida de su


cuerpo me deja fría y vacía por todas partes, sólo el esperma que gotea
entre mis pliegues queda de él. Quiero que me toque de nuevo. Quiero que
me haga llegar al orgasmo. Pero sobre todo, quiero que me abrace, que me
diga que me cree y que todo estará bien.

En cambio, oigo el sonido de los vaqueros siendo subidos y una


cremallera que se cierra. No me muevo. Los pasos pesados seguidos por el
ruido del chasquido de la puerta que se abre, se encuentra con mi oído,
pero aun así no me muevo. Estoy agotada, entre mi interacción con Clark
y Vance ahora mismo me siento... desesperada, perdida en un vasto
océano de emociones.

Me lleva mucho tiempo conseguir la fuerza para empujarme y


levantarme de la mesa, pero cuando lo hago, me subo las bragas y las
polainas, enderezando mi ropa. Me siento sucia y usada. Me duelen los
músculos, y me duelen los ojos por el llanto anterior. Todo lo que quiero
hacer es ir a casa y acurrucarme en mi cama, olvidando todo lo que me
rodea, pero si voy a casa, tengo que enfrentarme a Henry, a mi madre, y lo
peor de todo, a Vance. No tengo ningún otro sitio al que ir. No tengo
amigos. No tengo nada.
Capítulo 16

Vance
No la he visto en veinticuatro horas y me siento como un drogadicto
que sale de un viaje, incapaz de conseguir más de su droga favorita. De
alguna manera se las ha arreglado para evitarme después de que la tomé
inclinada sobre la mesa en el aula vacía. Bajo las escaleras y llamo a la
puerta de la oficina de mi padre. Él levanta la vista de algunos papeles y
me hace pasar.

—Hola hijo —saluda, alejando las carpetas de papeleo de él.

—Oye, ¿ya has hablado con Ava?

Realmente no me importa si lo hizo o no. Sólo quiero saber dónde


está, y prefiero no decirle lo obsesionado que estoy con ella.

—No, no estoy seguro de dónde está. Tengo la sensación de que me


ha estado evitando. Supongo que sabe que la han atrapado mintiendo y no
quiere afrontar las consecuencias. Desearía que su padre se hubiera
esforzado más en disciplinarla.

—Bien, debe haber vuelto a casa en algún momento, no es como si


tuviera otro sitio al que ir.

Estoy pensando en voz alta otra vez. Mierda.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —miento.

Bien, sí, no. No estoy bien en absoluto. Estoy al límite, enfadado y


confundido. Confundido por el torbellino de emociones y pensamientos
que no puedo poner en orden por Ava. No puedo reprimir mi necesidad de
ella, no importa cuánto lo intente.
—¿Te está molestando de nuevo? —pregunta.

La mitad de mí dice que le diga que lo está, demonios, que la haga


desaparecer, con suerte para siempre, mientras que la otra mitad quiere
atormentarla yo mismo, mantenerla justo donde yo la quiero.

—No, se está comportando —murmuro, saliendo de su oficina antes


de que pueda hacerme otra pregunta.

Lo que pasa en esta casa es que cuando hay silencio, se puede oír
todo. Al entrar en el pasillo, oigo la puerta principal abriéndose en silencio,
seguido de pasos ligeros subiendo las escaleras. Cuando llego a la esquina,
sólo la veo en lo alto de las escaleras antes de que desaparezca de nuevo.

Mis labios se curvan en una sonrisa depredadora. Estoy a punto de


conseguir mi dosis, mi primer golpe en lo que parece una eternidad. La
sangre en mis venas cosquillea y la saliva llena mi boca. Por mucho que no
queramos admitir nos queremos, tal vez incluso nos necesitamos. El odio
que tengo por ella se derrite, dando paso a una emoción diferente, todo
junto cuando estoy dentro de ella. Pero tan pronto como salgo, ese
sentimiento se desvanece, y me recuerda que es una mentirosa, una
maldita maestra manipuladora.

Me tomo mi tiempo, subo las escaleras, paso a paso, sintiendo que


me acercan cada vez más a ella sin pensarlo. No quiero irrumpir en su
habitación tan pronto como llega. Quiero que piense que está a salvo y
segura, entonces entro y saco la alfombra de debajo de ella, manteniéndola
en sus pequeños pies. Entonces nunca sabrá cuándo me espera... sólo
tendrá que vigilar su espalda todo el tiempo, preguntándose qué hago y
dónde estoy.

Me detengo justo frente a su puerta. Mis labios se forman en una


línea, y antes de que me ponga esa máscara apretada que cubre mis
emociones reales, me paro ahí consolándome al saber que ella está a sólo a
unos metros de mí. Incluso con la puerta entre nosotros, mi necesidad de
ella se calma. La quiero cerca, pero lejos al mismo tiempo. Ella deja mi
cerebro desordenado, revolviéndolo como un plato de huevos revueltos.

Puedo oírla al otro lado de la puerta, oler su aroma floral único, y


casi sentir su calor. Casi. Después de unos diez minutos, mi paciencia se
ha agotado. Tan silenciosamente como puedo, busco la llave que está en el
marco de la puerta, sabiendo sin duda que ha cerrado la puerta. O al
menos espero que lo haya hecho, si es inteligente, lo haría.

Su confianza en mí es confusa. Ayer pensé que me apartaría, que


lucharía, que quizás incluso gritaría, pero en vez de eso, me sorprendió
permitiendo que la tomara como yo quería. Me dejó usarla para mi propio
placer sin siquiera echar un vistazo. Todavía puedo recordar la sensación
de su tembloroso sexo alrededor de mi miembro. Quería tanto dejar que
llegara al orgasmo, pero eso no lo hubiera convertido en un castigo para
ella, y quería castigarla, romperla tanto que era todo lo que podía sentir,
hasta que me deslicé dentro de ella. Tal vez dejarme usar su cuerpo era su
forma de pedir perdón. Como si eso fuera suficiente, nunca lo sería.

No tenía que dejarme tocarla. Si me hubiera dicho que parara, lo


habría hecho aunque no quisiera, pero no lo hizo porque en el fondo
quería que la usara, quería que la tocara, que la tomara, y me aferro a ese
conocimiento con mano de hierro, sabiendo que lo usaré contra ella una y
otra vez.

Inserto la llave, la giro, escuchando el pequeño clic cuando la puerta


se abre. Giro la perilla, empujo la puerta para abrirla, preparándome para
que ella me grite, tal vez hasta me empuje hacia afuera.

En cambio, encuentro su habitación vacía.

Puedo oír la ducha corriendo en el baño y mi miembro se pone


increíblemente duro. Tanta piel lisa y desnuda se esconde al otro lado de
esa puerta. Me lamo los labios con anticipación y camino hacia el baño.
Pruebo el pomo de la puerta, girándolo suavemente, sonriendo cuando me
doy cuenta de que no está cerrado. Esperaba que fuera lo suficientemente
paranoica como para cerrar la puerta del baño también. El vapor caliente
me golpea la cara cuando empujo la puerta para abrirla.

Su perfecta silueta escondida detrás del vidrio esmerilado


transparente de la cabina de la ducha es lo primero que veo cuando entro.
Cierro la puerta detrás de mí, el ruido la alerta de mi presencia.

—Sal, Vance —grita sobre el rugido de la ducha, mucho menos


sorprendida de que yo esté aquí de lo que pensé que estaría, quitándome
algo de la ilusión.

Inclino mi cabeza a un lado y pregunto—: ¿Por qué? Pensé que


estarías feliz de darme otro espectáculo.

—Sólo vete, por favor. Ya me has herido bastante, y no tengo fuerzas


para pelear contigo ahora mismo —dice en un tono mucho más bajo, casi
derrotado.

Suena cansada, herida, tal vez incluso rota. Tal como le dije que
estaría. Ignoro los sentimientos que su tristeza me da. No tengo espacio
dentro de mí para sentir lástima por ella. La ira y el resentimiento ya están
ocupando demasiado espacio.

—Apuesto a que tus pezones están duros ahora mismo y tu sexo


goteando para mí —me burlo—. Estoy listo para usarte de nuevo. Así que
lávate bien entre las piernas. No estoy seguro de dónde o con quién
estuviste anoche, pero no quiero contagiarme de nada.

La idea de que esté con otra persona me hace hervir la sangre. Más
vale que no haya estado con nadie más. No a menos que quiera que vaya a
la cárcel por asesinato. Aunque conociéndola, probablemente me diría que
lo hizo sólo para fastidiarme.

—Vete, no quiero volver a tener sexo contigo.

—No te he preguntado qué quieres tú. Dije que estoy listo para
usarte de nuevo. Termina tu ducha para que puedas darme un orgasmo. A
menos que quieras que entre en la ducha para hacerlo. Tal vez te penetre
la garganta hoy. Me estoy cansando de que tu boca no deje de hablar,
como si tuvieras una jodida opción en todo lo que te hago. Será mucho
más difícil para ti hablar con mi pene en tu boca.

—No soy una de tus putas, Vance, y no voy a tener sexo contigo otra
vez. Definitivamente tampoco te voy a dar una mamada. Si tan
desesperadamente necesitas un orgasmo, tal vez deberías ir a buscar a
Sarah. Mi vagina no está recibiendo órdenes de un chico que cree
conocerme.

De alguna manera le ha crecido la columna vertebral desde la última


vez que nos vimos. Me encantará romper ese hueso recién formado, junto
con cualquier actitud que ella planee darme. Me pertenece ahora, su
placer, su tristeza, su dolor. Tengo todas las llaves, y abriré todas las
puertas que tenga para probar mis puntos.

Corta el agua un momento antes de abrir la puerta de la ducha.

La he visto desnuda antes, pero aun así, verla, me quita el aliento.


No hay nada como eso, su belleza es profunda. Su pelo húmedo se pega a
su piel alrededor de sus hombros y clavícula, sus pechos están levantados,
sus pezones de color rosa claro suben y bajan con cada respiración que
toma. Diminutas gotas de agua besan su piel pálida y suave como las
pecas.

Mis ojos vagan hacia el sur hasta que veo su perfecto sexo. Tengo
autocontrol y diría que soy bastante bueno para agarrarme a él, pero me
cuesta mucho no alcanzarla y pasar mis dedos sobre ella y a través de sus
pliegues. Mi mano se mueve con una necesidad posesiva de tocarla. Y la
enrosco en un puño, clavando las uñas en la palma de la mano para
detener el dolor.

Sale de la gran ducha con la cabeza en alto, con su linda barbilla


sobresaliendo. Si está tratando de demostrar que es fuerte y que no le
afecto, está haciendo un trabajo de mierda, e irónicamente, no es una
actriz lo suficientemente buena, lo que me sorprende dadas las mentiras
que dice.

No cuando puedo oír la luz temblar en su voz y ver el sutil temblor


de sus manos cuando alcanza la toalla. Uno pensaría que ella sería capaz
de dar una actuación digna de un Oscar cada vez.

Supongo que no... supongo que un mentiroso es tan bueno como las
mentiras que dice.

Se envuelve la esponjosa toalla alrededor de su torso, cubriendo el


hermoso lienzo que había estado admirando y limpia la condensación del
espejo con la palma de la mano. Luego toma su cepillo de dientes y
comienza a cepillarlos, tratando de ignorarme. Adorable. Como si yo fuera
tan jodidamente olvidable. Doy un paso adelante, me centro directamente
detrás de ella, levantando una mano y la rozo sobre sus hombros.

Intenta ignorarme ahora. Me obligo a sonreír cuando sé que debería


estar golpeándome a mí mismo en la cara, pero no puedo evitarlo. Ella
mintió, me usó, y nunca lo vi venir, me alimenté de su maldita mano.

Escupe en el lavabo antes de abrir el agua y me quita la mano de


encima.

—No me toques —gruñe, y mi sonrisa se amplía.

—Oh, planeo hacer mucho más que tocar... y no es que no lo


quieras. Deja de hacerte la difícil —digo, pellizcando una de sus tetas
cubiertas por la toalla.

Me empuja en el pecho con ambas manos, haciéndome tropezar de


nuevo. El calor de su toque resuena a través de mi pecho. Quiero
acercarla, abrazarla, pero también quiero verla llorar, ver esos hermosos
ojos esmeralda llenos de lágrimas.

—¡He dicho que no! Esto se acabó. He terminado de confiar en ti. ¡Se
acabó! —grita, su pecho sube y baja rápidamente. No puedo evitar reírme
de sus palabras. ¿Ha terminado de confiar en mí? Eso es muy bueno—.
Sal... Fuera —resopla, cerrando los ojos y me sorprende lo enfadada que
suena.

Decido dejar que se calme entonces. No quiero quebrarla demasiado


rápido. Voy a sacar el dolor, hacer que duela tanto como pueda.

—Bien, te esperaré en tu habitación. Pero asegúrate de que tu sexo


esté bien mojado cuando salgas. Te seguiré tomando si no lo está, pero
preferiría que lo estuviera, una vagina mojada se siente mejor que una
seca —digo, aunque estoy bastante seguro de que habla muy en serio con
lo de no tener sexo.

Lástima, tenía muchas ganas de usar su cuerpo contra ella hoy,


pero no voy a forzarla. Tengo otras formas de sacarme las ganas de hacerle
daño.

De vuelta en su habitación, miro alrededor del espacio, tratando de


encontrar algo de interés. Mis ojos ven su portátil en su escritorio. El
premio gordo. Cruzo la habitación y abro la cosa, sacudiendo la cabeza
ante su estupidez cuando me doy cuenta de que no lo tiene protegido por
contraseña. Me crujo los nudillos, sonrío como el idiota que soy y empiezo
a hojear las carpetas de la pantalla y me detengo en la que dice Tarea.

Lo abro y borro cada uno de los archivos que contiene. Luego hago
clic en el icono de la basura en la esquina y lo vacío, asegurándome de que
no pueda recuperar ninguno de sus deberes.

¡Boom! El acto de imbécil del día, hecho.

Satisfecho con mi trabajo, apago el ordenador y me siento en su


cama, como si fuera el dueño del lugar. No tengo que esperar mucho
tiempo antes de que salga del baño, disparándome una mirada furiosa que
está llena de llamas de fuego.

—Dije que te fueras, Vance, y lo dije en serio. Sigue jodiéndome e iré


con mi madre.

Su amenaza es risible más que nada. Abro la boca para responder


cuando de repente deja caer la toalla delante del armario. Maldición. Mi
miembro se pone erecto al verla, creciendo como una hierba en un
segundo. Miro su suave trasero y me imagino entrando en ella por detrás
antes de poder detenerme. Empieza a sacar su ropa, y para entonces,
finalmente consigo que mi boca vuelva a funcionar.

Tragando un nudo de excitación y digo—: ¿Es eso una amenaza?

Se da la vuelta para mirarme durante medio segundo, sus ojos


arden hacia los míos y veo todo el dolor, toda la tristeza que le he causado.

—No es una amenaza. Es una promesa.

Luego, sin decir nada más, sale de la habitación. ¿Qué...? ¿Quién


demonios se cree que es? No voy a mentir y decir que mi boca no está
abierta como un pez que sale del agua. No puede hablarme así...

Me tumbo en su cama esperando que vuelva, pero después de unos


minutos, la curiosidad se apodera de mí y me levanto para buscarla.
Reviso la cocina, la sala de estar, e incluso en el patio trasero, pero no la
veo en ninguna parte. ¿Tal vez se fue? Aunque no llevaba su cartera ni las
llaves cuando salió de su habitación.

Libero un suspiro de frustración, me digo que lo más probable es


que se esté escondiendo de mí. Estoy a punto de coger mis llaves y
dirigirme a la casa de Clark cuando oigo voces, son débiles, pero se
arrastran por la casa como una tranquila ráfaga de viento entrando por
una ventana. Suena como si viniera de la oficina de mi padre al final del
pasillo.

La voz de Ava llega a mis oídos, es suave, vulnerable, y por alguna


extraña razón, conmueve mi corazón. Mi mandíbula se tensa y mi corazón
truena en lo profundo de mi pecho. Sé que no debería, que debería seguir
con mis planes, pero no puedo. Algo me obliga a caminar por el pasillo,
como si necesitara oír lo que va a decir, lo que está diciendo. Me detengo a
unos metros de la puerta de la oficina de mi padre, me apoyo en la pared
más lejana.

La puerta no está cerrada del todo, lo que me permite escuchar su


conversación.

—No entiendo por qué no podemos decirle a Vance la verdad. Fue


hace mucho tiempo, y las cosas han cambiado mucho desde entonces. Por
favor, sólo dile la verdad.

La voz desgarrada de Ava se encuentra con mis oídos.

—No le diré nada.

La voz de mi padre se hace notar.

—Me culpa a mí. Me odia por ello —admite suavemente.

Por supuesto que la culpo... es una mentirosa...

—Bueno, eso es porque es tu culpa. ¿Qué niño entra en la


habitación de su madre en medio de la noche a esa edad? Si no te
hubieras colado esa noche... si te hubieras quedado en tu habitación esa
noche...

Mi padre se aleja.

—Lo siento, ¿de acuerdo? Fue un juego estúpido, y sí, debí haber
dormido esa noche, pero no puedes culparme por lo que pasó.

—Por supuesto que puedo, tú eres quien se lo dijo a tu padre. Si


hubieras mantenido tu boca cerrada, no habría tenido que mentirle a mi
hijo. Tal y como yo lo veo, todo esto es culpa tuya.

Parpadeo, el aire se queda en mis pulmones y por un momento me


pregunto si esto es real. O si todo esto es una pesadilla. Él mintió.

—Ustedes tenían un romance —ataja ella y oigo a mi padre golpear


algo sobre la mesa.

—No vuelvas a mencionar esto nunca más. Vas a mantener la boca


cerrada sobre lo que viste esa noche de aquí en adelante o tú y tu madre
están en la calle sin un centavo en los bolsillos. ¿Me entiendes?

La voz de mi padre retumba en la habitación y siento que me acaba


de atropellar un autobús.

—Perfectamente —dice Ava, su voz tiembla como si estuviera a


punto de llorar. No puedo respirar. No puedo hacer nada. Un momento
después, la puerta de la oficina se abre y Ava sale, con la cabeza baja y los
ojos en el suelo.

Da un paso hacia mí, pero sólo me ve ahí de pie cuando está a punto
de chocar contra mí. Quiero que me golpee, me hiera, me rebane con sus
palabras como yo le he hecho a ella. Soy un bastardo, un imbécil, y no lo
dudaría si me odiara ahora. Estaba diciendo la verdad todo este tiempo...
ella era la que decía la verdad y mi padre estaba mintiendo. Y continúa
con la mentira.

Su cabeza se levanta y nuestros ojos se encuentran. Me quedo


mirando sus orbes verdes llenos de lágrimas y me olvido de cómo respirar.

Me duele el pecho. Le fallé, maldición.

Capítulo 17

Ava
Lo escuchó todo. Puedo verlo escrito en sus rasgos. La sorpresa, la
vergüenza, la culpa. Finalmente me cree... pero ya es demasiado tarde. No
creo que pueda perdonarle por lo que hizo. Fue necesario escuchar la
verdad de su padre, no de mí, para hacer que me creyera. ¿Cómo puedo
dejar ir algo así? No es que lo que teníamos fuera algo especial, no para él.
Sólo usó mi cuerpo para herirme, todo mientras mi corazón sangra por el
chico por el que me había preocupado, el chico que era lo más cercano a
un mejor amigo que jamás tendría.

—Ava —susurra, su voz suena sombría y arrepentida—. Lo siento, lo


siento mucho.

Sacudo mi cabeza, las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Es


demasiado tarde para lamentarlo. Demasiado tarde.

—Te necesitaba, Vance. Necesitaba que me creyeras, pero nunca lo


hiciste, y cuando más te necesitaba, me diste la espalda. Cuando ya
estaba deprimida y pensaba que no podía sentirme peor, te aseguraste de
que lo hiciera.

Un sollozo se libera de mi garganta, y se siente como si mi corazón


fuera a explotar. No puedo hacer esto ahora mismo... no puedo. Paso a su
lado, atravieso la casa y agarro mi bolso de la mesa de entrada antes de
salir corriendo al porche. Un cristal se rompe en algún lugar de la casa,
seguido del sonido de Vance gritando a su padre.

Trago oxígeno fresco en mis pulmones, dejo que se acumule y salga.

Si me hubiera creído hace unos días. Si hubiera confiado en mí, lo


habría perdonado, pero ahora... Es demasiado tarde.

Abro mi coche con la llave, cruzo la entrada a toda velocidad y me


subo rápidamente al asiento del conductor. Arranco el motor y vuelvo a la
carretera con los neumáticos patinando sobre el pavimento. No hay forma
de que pueda seguir en esa casa, no con la amenaza de Henry sobre mí, o
la culpa de Vance asfixiándome. Necesito ir a algún sitio, a cualquier sitio,
a cualquier sitio menos aquí.

¿Dónde puedo ir? Podría llamar a Jules, e ir a quedarme con ella,


pero no quiero involucrarla en mis problemas, además no podría pagarle
nunca. Entonces me golpea... un hotel. Iré a un hotel, el que está en la
ciudad al menos por un corto tiempo. Hasta que pueda resolverlo todo.

El camino al hotel pasa anormalmente rápido, aunque estoy


conduciendo despacio porque apenas puedo ver a través de mis lágrimas
que empezaron a caer de nuevo. Aparco en la parte de atrás del
aparcamiento y me siento allí unos minutos más tratando de
recomponerme. Trato de juntar las piezas rotas lo suficiente como para
parecer una persona normal, al menos por fuera.

Cuando la hinchazón y el enrojecimiento alrededor de mis ojos


finalmente desaparecen lo suficiente como para que no parezca que he
estado llorando durante los últimos veinte minutos, salgo del coche y
entro. Me recibe un hombre mayor en la recepción que, por suerte, me
registra rápidamente. Pasa mi tarjeta de crédito y me da la llave de mi
habitación sin dudarlo.

Tan pronto como estoy en mi habitación de hotel, me desmorono.


Sollozando incontrolablemente, me arrastro hasta la cama y me acurruco
en posición fetal. Sabe la verdad, debería sentirme mejor ahora, pero no es
así. En cambio me siento peor, porque sólo me creyó después de oír a su
padre decir que mintió. No confía en mí, nunca lo hizo, y probablemente
nunca lo hará. No sé por qué me duele tanto ese hecho. Tal vez porque
confié en él, creí en él y todo lo que hizo fue herirme a cambio. Me consolé
con su contacto mientras él se consolaba con mi dolor. Supongo que tengo
parte de la culpa porque una pequeña parte de mí esperaba que tal vez,
sólo tal vez, algo saliera de mí compartiendo la verdad con él, de dejarle
tener una pequeña parte de mí.

Recuerdo lo que dijo Henry, amenazó con dejar a mi madre sin


dinero y dejarnos en la calle sin un centavo. No le dije nada a Vance, pero
aun así lo descubrió. ¿Qué hará Henry ahora? ¿Realmente planeaba
divorciarse de mi madre por esto? ¿Alguna vez la quiso? Tengo tantas
preguntas. Una más preocupante que la otra. No sé qué diablos voy a
hacer ahora, sólo sé que mi vida es un completo desastre.

◆◆◆
Un fuerte golpeteo me saca de mi sueño inquieto, y me siento,
mirando alrededor de la habitación desorientada. Por un momento me
olvido de dónde estoy y cómo llegué aquí. Mis ojos están tan hinchados
que tengo que abrirlos con una palanca. Intento tragar, pero mi garganta
está tan seca que parece que me he tragado un puñado de arena. Cuando
el incesante golpeteo no desaparece, me obligo a salir de la cama y tropiezo
con la puerta. Me siento como si tuviera resaca pero sin haber tomado una
gota de alcohol.

Cuando llego a la puerta, mi mirada cae a mi mitad inferior. Los


acontecimientos de anoche fueron un completo borrón y cuenta nueva,
pero aparentemente me quedé dormida en la cama sin cambiar. Me encojo
de hombros. No me importa, nada en este momento.

Quienquiera que esté al otro lado de esa puerta no necesita saberlo.


Me enderezo, mantengo mi cabeza en alto y agarro al asa de la puerta,
girándola y abriéndola.

—Ava...

La voz de mi madre llena la habitación justo cuando se mete en la


habitación y me abraza, empujándome hacia su pecho. Me atrae su
presencia y me quedo ahí parada sin moverme hasta que su calor se filtra
en mí y su perfume abruma mis sentidos. Entonces me entrego a ella,
sosteniéndola como un niño pequeño.

—¿Qué ha pasado? —jadea—. Te busqué por todas partes y sólo te


encontré cuando comprobé la transacción de tu tarjeta de crédito en línea.
¿Por qué estás en un hotel? —pregunta, guiándome hacia la cama.

Me suelta, se da la vuelta y cierra la puerta tras ella antes de volver


a donde estaba sentada.

Toma una de mis manos en la suya y el colchón se sumerge


mientras se sienta a mi lado. Nunca mi madre ha actuado como si se
preocupara por mí, al menos no en los últimos cinco años. Esa noche lo
cambió todo. Fue casi como si me culpara, como lo hizo Vance, y Henry
también. Parece que todos me culparon...

—¿Te dijo Henry lo que pasó? —pregunto, esas primeras palabras


suenan como grava.
—En realidad no. Volví a casa con Henry y Vance peleando. Vance
destruyó la oficina de su padre, le gritaba y lo acusaba de todas esas
cosas. Ninguna de las cuales tiene sentido para mí.

—Oh, mamá...

Hago una pausa, mis ojos se encuentran con los de ella. Parece
realmente confundida y entiendo por qué. Al igual que Vance, no tenía ni
idea de que Henry no decía la verdad. Todo el tiempo ha estado pensando
que todo el mundo sabía de su aventura. Pero nadie lo sabía, nadie más
que ella, papá, Henry y yo.

—¿Qué pasa, cariño? —parpadea lentamente.

Examino su cara, mirándola por primera vez en mucho tiempo. Me


siento atraída primero por sus suaves ojos azules enmarcados por largas
pestañas. Su pelo está peinado profesionalmente, brillante, y el mismo
marrón claro que el mío. Se ve exhausta, preocupada, pero al mismo
tiempo tiene un brillo natural.

—Cariño, me estás asustando. ¿Por qué estás en este hotel y no en


la casa? ¿Pasó algo con Vance y Henry?

¿Quiero contarle todo? ¿Importaría si lo hiciera? Ella lo ama y lo ha


amado por mucho tiempo. Además, ya ha demostrado dónde está su
lealtad. ¿Contarle a ella cambiaría algo? Quiero que sea feliz, pero Henry
es vil y mezquino, ¿y la quiere de verdad si puede echarla a la calle sin un
céntimo?

¿O sólo dijo esas cosas porque quería que yo cumpliera? Tal vez él
realmente ama a mi mamá. Ciertamente ella parece feliz. Si soy sincera,
parece más feliz ahora que con mi padre.

Y si vuelvo a decir la verdad de lo que sé, los secretos, ¿destrozará la


vida de todos otra vez?

Se me seca la boca y me lamo los labios.

—Yo... sólo quería... quería algo de tiempo para mí, eso es todo. He
estado teniendo dificultades con algunos trabajos escolares —miento,
decidiendo que si ella se va a enterar, será por otra persona.
—¿Me estás mintiendo?

La severidad de su voz se apodera de mí.

—No —miento otra vez.

Las mentiras siguen acumulándose y me pregunto si pronto podré


creerlas también.

—Cuando Vance estaba gritando, le oí mencionar tu nombre, y como


si Henry te amenazara de nuevo, él...

Su voz se desvanece, y no necesito oír el resto de lo que iba a decir


para saber que no era nada bueno.

Pero no importa. No quiero su compasión, su protección, su culpa.


No quiero nada de alguien que pensó que era una mentirosa hasta que lo
oyó directamente de la fuente. Sólo deseo poder convencer a mi corazón de
que sienta lo mismo. Estoy bastante segura de que me estaba enamorando
de él... incluso con todas sus tácticas.

—¿Henry te amenazó? —pregunta a continuación.

—¿Importaría si lo hiciera? —Mis ojos caen al suelo.

—Por supuesto que importaría, eres mi hija y te quiero mucho.


Puede que no siempre lo parezca, pero lo hago. Si Henry hizo algo, quiero
saberlo.

—Entonces, sí, me amenazó.

Su boca se abre de golpe, la sorpresa aparece en sus rasgos.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué te amenazaría?

—Le dije a Vance algo, algo sobre lo que Henry mintió.

—¿De qué manera te amenazó?

—Mira, no importa. —Saco mi mano de la suya—. Está hecho y


terminado.

Salgo de la cama y, camino hacia la ventana.


—Ciertamente importa. No permitiré que mi hija se quede en una
habitación de hotel. Volverá a la casa conmigo y arreglaré todo esto.

—No es tan fácil, mamá.

—Por favor, Ava. Por favor, vuelve a la casa conmigo. Hablaré con
Henry, para arreglar todo esto. Lo estás haciendo tan bien, y pareces tan
feliz.

Quiero reír. ¿Feliz? Si hubiera prestado atención, habría visto lo


miserable que soy. La única vez que no fui verdaderamente miserable fue
cuando estaba con Vance. Cuando estaba con él, me sentía como si
estuviera entera, como si la tormenta dentro de mí se hubiera calmado. Yo
era el huracán, pero él era el ojo de la tormenta y juntos nos precipitamos
hacia la orilla.

—Yo... no lo sé, mamá.

No puedo quedarme en este hotel para siempre, lo sé, pero tampoco


sé qué demonios hacer. Estar cerca de Vance va a ser difícil, especialmente
cuando sé que va a hacer todo lo que pueda para compensar sus malas
acciones hacia mí.

Pero estar cerca de Henry va a ser aún más difícil. Ayer me mostró
su verdadero ser y dudo que pueda verlo de otra manera. ¿Cómo puedo
vivir con alguien así? Alguien tan egoísta y descuidado que mentiría y
engañaría a la gente más cercana a él.

—Sólo... sólo hazlo por mí, cariño. Prometo que haré todo lo que
pueda para mejorar las cosas para ti. No quiero perderte de nuevo. Acabas
de llegar.

La tristeza de su voz atraviesa los muros perfectamente construidos


que rodean mi corazón. Quiero decir que no, pero no es que tenga otras
opciones. Al menos no hasta que encuentre otra solución. No puedo volver
con mi padre, pero podría encontrar un trabajo y conseguir un
apartamento.

—Bien, iré a casa contigo, por ahora —suspiro. Los hombros de mi


madre se hunden en el alivio—. Pero buscaré un trabajo y conseguiré un
apartamento tan pronto como pueda. Te quiero, pero no viviré en esa
mansión con él para siempre.

Asiente pero no protesta aunque parezca que quiere hacerlo. Si me


voy a quedar, voy a tener que encontrar una manera de salir de debajo del
pulgar de Henry, y alejarme de Vance. Ya me ha roto el corazón... pero que
me condenen si dejo que me rompa totalmente.
Capítulo 18

Vance
La sangre baja por mi mano y llega al suelo de mármol blanco.
Debería limpiar la herida, curarla, pero me importa un carajo. Lo único
que me importa ahora mismo no está en esta casa, y eso me aterroriza. La
idea de que no vuelva nunca más. Es un miedo real, algo que no esperaba
sentir tratándose de ella.

¿Cómo pude ser tan estúpido? ¿Cómo pude estar tan equivocado...
tan ciego? Nunca he deseado retroceder en el tiempo tanto como ahora.
Los errores que cometí. La forma en que la traté. Todas esas cosas son
imperdonables. Estoy tan avergonzado y la culpa me está comiendo vivo,
pero la preocupación que siento por ella ahora es la más fuerte de todas.
Aceptaré cualquier dolor que tenga que soportar, me bañaré en él, siempre
que ella esté bien, siempre que pueda verla sonreír de nuevo.

Sentado en las frías escaleras, miro las enormes puertas de madera


que tengo delante, deseando que ella las atraviese. No sé a dónde fue o
dónde está ahora. ¿Y si está tan herida que decide que no quiere volver a
verme? Maldición, ni siquiera podría echarle la culpa si lo hiciera. La he
jodido. La he jodido mucho.

Pienso en las palabras que dije, las amenazas, la forma en que tomé
su cuerpo. Enrosco mi mano herida en un puño, mi dolor físico me
recuerda el dolor emocional que le causé. Desearía poder tomar todo su
dolor y hacerlo mío. Lo haría con gusto si pudiera.

Pero no puedo. Lo único que puedo hacer ahora es asegurarme de


que esté segura y feliz de cara al futuro. La protegeré de mi padre y de
cualquiera que intente hacerle daño. La protegeré de mí si es necesario.

Hay un agujero en mi pecho por su ausencia. Estoy luchando por


llenar mis pulmones con aire, incapaz de respirar completamente. ¿Podré
volver a respirar alguna vez? ¿Por qué me siento así? Siento como si
hubiera perdido un pedazo de mi alma. Supe que después de tener sexo la
primera vez que estaba arruinado para cualquier mujer, Ava había
reclamado un pedazo de mí que ninguna otra mujer había tenido antes.

Por favor, que esté bien.

No me importa si no me habla nunca más, si me dice que me odia, lo


único que quiero es que vuelva a esta casa. Durante mucho tiempo, quise
que se fuera, y ahora, ahora no puedo imaginarme una vida sin ella, ahora
tengo que tenerla aquí conmigo. Mi corazón comienza a latir
profundamente contra mis costillas.

Entonces me doy cuenta de que todos los sentimientos que sentía


por ella, el odio mezclado con la necesidad, creía que era lujuria. Nunca
fue... nunca fue lujuria lo que sentí. Era algo más, algo completamente
diferente. Era...

El sonido de un coche que se acerca me aparta de mis


pensamientos. Me pongo de pie, corro hacia la enorme ventana que da a la
entrada, y mi ya acelerado ritmo cardíaco se dispara cuando veo el coche
de Laura. Por favor, que esté dentro. Por favor. Nunca esperé nada más en
mi vida. Si ella no está en ese coche, entonces cualquier posibilidad de
hacer las cosas bien se habrá ido. Laura sale del lado del conductor, y yo
contengo la respiración cuando aparece el cuerpo de Ava, saliendo del lado
del pasajero. Mis rodillas se doblan bajo el alivio que me atraviesa. Siento
como si me hubieran quitado un peso de cincuenta libras de mi pecho.

Ella está aquí. Está a salvo.

Arreglaré esto. No puedo retirar todas las palabras que dije, todas
las cosas que hice, pero puedo compensarla. Sólo tengo que encontrar una
manera de hacer que ella hable conmigo.

—¿Están aquí?

La voz de mi padre se encuentra con mi oído y la ira burbujea dentro


de mí.

Quiero aplastarle la cara con un ladrillo, maldecirlo desde el cielo,


pero necesito concentrarme en Ava ahora mismo. Siempre puedo lidiar con
mi padre.

—Sí —atajo. Preferiría que no hablara con Ava, pero tiene que
disculparse. No quiero que ella se preocupe por nada—. Recuerda lo que te
dije, sígueme la corriente o le contaré todo a mamá y si mamá se entera de
que le pusiste los cuernos y mentiste en la corte...

—Lo sé —mi padre me interrumpe—. Lo sé.

La puerta principal se abre, y Ava y Laura aparecen ante mí. Los


ojos de Laura se deslizan entre mi padre y yo antes de caer en las gotas de
sangre que brillan en el suelo.

—Oh Dios mío, Vance, ¿estás bien? —pregunta, dando un paso


hacia mí y yo la desestimo antes de que pueda empezar con su mierda de
mamá gallina.

No necesito nada de ella o de mi padre. En mi libro, ambos son unos


tramposos traicioneros.

—Estoy bien.

Levanto mi mano, llevándola a mi pecho, antes de permitirme


mirarla a los ojos. Mis entrañas se anudan dolorosamente y cuando tengo
el coraje de mirarla siento como si alguien me hubiera golpeado en las
tripas.

Sus ojos verdes están llenos de tanta tristeza que se derrama fuera
de ella y sobre el suelo. Me asfixia, envolviéndome, agarrándose a mi
corazón con un agarre duro. Se aprieta y se aprieta y siento que me mareo.

Tú hiciste esto. Su cara palidece y parpadea rápidamente como si


estuviera luchando contra las lágrimas.

—Yo... tengo deberes que hacer. Me voy —anuncia y comienza a ir


hacia las escaleras, tomándolas de dos en dos.

Me agarro al pecho, sintiendo como si el órgano dentro de él se


hubiera arrancado. Me lo merezco. Yo hice esto. La rompí. La hice huir.

—Tenemos que hablar —le dice Laura a mi padre, que se da la


vuelta y se dirige a su oficina.

La desestima como hace conmigo. La única diferencia es que ella lo


sigue como un cachorro perdido donde yo me ahogaría en una botella de
whisky.

—No hay nada de qué hablar, cariño. Todo está en el pasado. Todo
está bien ahora.

Su tono es firme, y mientras se alejan, yo hago mi movimiento,


subiendo las escaleras y hacia su dormitorio.

Estoy seguro de que no quiere verme. Demonios, ni siquiera quiero


verme, pero tengo que disculparme. Tengo que decirle cuánto lo siento.
Cuando llego a su puerta, la miro fijamente, tratando de calmar mis
erráticos latidos. Estoy ansioso, y mis manos tiemblan mientras agarro el
pomo de la puerta. Se retuerce fácilmente y con un ligero empujón, se
abre.

Ni siquiera la cerró con llave. O se ha rendido, o ya no le importa.


Pensar que podría haber disminuido la luz dentro de ella me crea nudos en
el estómago y hace que me duela el pecho. Mis ojos se mueven hacia la
cama donde la encuentro sentada, con las piernas apretadas contra su
pecho, los brazos aún más apretados alrededor de ellas. Es como si se
diera a sí misma el abrazo más grande del mundo.

Ni siquiera levanta la vista cuando entro en la habitación y cierro la


puerta detrás de mí. Ni cuando me acerco a la cama y me siento en el
borde de la misma.

—Lo siento, Ava. Lo siento muchísimo. Te he decepcionado a ti y a


mí. Te... te he hecho daño y ésa no fue...

Ni siquiera termino de pensar porque era mi intención, lo fue todo el


tiempo. Quería hacerle daño, pero sólo porque pensaba que ella era la
causa de mi dolor, mi miseria.

—No mientas. Querías hacerme daño. —Levanta la cabeza, con las


mejillas llenas de lágrimas y los ojos llorosos a la vista—. Querías verme
rota y prometiste hacerlo. Bueno, lo has conseguido. Vance Preston ha
roto el corazón de otra chica. ¡Felicitaciones!
La amargura de su voz se siente como pequeños cuchillos clavados
en mi piel.

—No voy a mentir. Quería esto. Quería que te rompieras y te hicieras


daño, pero eso era... —Se siente como si fuera a vomitar—. Eso fue antes
de darme cuenta de que no fuiste tú quien hizo esto, quien causó mi
miseria.

—Te dije que no fui yo —dice con voz ronca, mientras más lágrimas
caen por su cara.

Quiero tomarla en mis brazos y besar el dolor. Mi cuerpo reacciona a


ese pensamiento antes de que pueda detenerlo y como un animal
enloquecido, Ava me abofetea.

—No me toques —dice—. No vuelvas a tocarme.

Luego me empuja con fuerza, sus pequeñas manos me queman el


pecho. Y por primera vez en mi vida, sé lo que se siente cuando te rompen
el corazón. Sus puños en forma de bola llueven sobre mi pecho como
granizo cayendo del cielo, pero no puedo detenerla. Quiero que me haga
daño. Quiero sentir cada gramo de dolor que ella siente. En algún lugar de
la parte de atrás de mi cabeza, se forman palabras, y sé que necesito
decirlas aunque no entiendo por qué o cómo las siento.

No la merezco, pero tengo que decirle.

—Te amo, Ava. Te amo —susurro en su oído, incapaz de evitar que


la abrace con mis brazos.

Se ríe sin humor, lucha contra mi agarre e intenta separarse de mí.


Sólo quiero abrazarla, volver a pegar todas las piezas rotas.

—Bueno, pues yo te odio —gruñe, y luego levanta su rodilla,


golpeándome fuerte en las pelotas.

La suelto inmediatamente, el dolor irradia a través de mi miembro y


sube hasta mi estómago. Me agarro de las pelotas, apretando los dientes
por el dolor mientras ella mira mi forma encorvada.

—Se supone que el amor no debe doler, Vance. Si me hubieras


amado, entonces me habrías creído. No habrías tenido que esperar a oír la
verdad de tu padre. He estado diciendo la verdad todo el tiempo. No te di
ninguna razón para creer que era una mentirosa. Así que puedes pensar
que me amas todo lo que quieras, es muy poco y demasiado tarde.

Maldición, sabía que me dolería oírla decir algo así, pero nunca
esperé que fuera tanto. La sangre en mis venas se convirtió en alquitrán,
luchando por hacer latir mi corazón. Nunca me había arrepentido de nada
en mi vida tanto como me arrepiento de haberla lastimado.

—Yo...

Mi voz se quiebra, y sus bonitos labios, los que tanto quería besar
incluso ahora mismo, se elevan, la ira sale de ella en espiral, llenando el
espacio entre nosotros con un fuerte dolor de corazón.

—No quiero oír tus disculpas, de hecho, si lo sientes de verdad,


demuéstralo dejándome en paz. Mi vida era perfectamente imperfecta
antes de que llegaras, y lo será mucho después de ti. Puede que me hayas
roto el corazón, pero nunca me romperás.

No me necesita.

No me quiere.

Lo sabía antes de entrar en su dormitorio, pero oírlo y pensarlo son


dos cosas diferentes. Por otra parte, no soy tan egoísta como para
preocuparme por eso ahora mismo. Es un simple punto en mi radar. Sólo
quería que supiera cuánto lo siento. Lo siento tanto...

—Te compensaré.

Me enderezo, mis fosas nasales se ensanchan mientras respiro a


través del dolor de mis pelotas. Se limpia los ojos con el dorso de la mano y
traga, su garganta se balancea mientras lo hace.

—No lo hagas. —El desprecio tan oscuro como el cielo nocturno


gotea de esa única palabra—. No necesito ni quiero tus disculpas a
medias. —Me empuja hacia atrás y casi me tropiezo con los pies. Siento
como si estuviera tambaleándome en el borde de un acantilado, mi vida
está en sus manos—. Puedes dejar de fingir que te importa. Déjame en
paz.
Me empuja de nuevo, y esta vez, tomo la indirecta y me alejo,
retrocediendo hacia la puerta.

Con el corazón en el estómago, la miro por última vez, prometiendo


hacer lo que pueda para arreglar esto. No me detendré, no hasta que haya
corregido cada uno de mis errores.

—No puedo retirar las palabras, Ava. Te quiero. Te amé por un


tiempo, sé que no me creerás, pero lo supe en el momento en que te besé.
Lo sentí en lo profundo de mi alma. Te he herido, te he arruinado más allá
de toda medida, pero arreglaré esto. Te juro que lo arreglaré o moriré en el
intento.

—Ve a buscar a Sarah o a alguien a quien le importe un carajo —


solloza, y mi corazón se rompe en un millón de pedazos.

—No quiero a nadie más que a ti. Sólo a ti —susurro, cerrando la


puerta después de salir.
Capítulo 19

Ava
—¡Ava!

La voz de Clark atraviesa los árboles mientras me llama. Le ignoro,


esperando que se vaya, mientras aumento mi ritmo para alejarme lo más
rápido posible. Todo lo que quiero hacer es ir a las clases, volver a casa e
irme a dormir. Ha pasado una semana desde mi crisis mental con Vance y
parece que cada día es más fácil.

Se oyen fuertes pisadas contra la acera detrás de mí, y suspiro en el


aire sabiendo que es una causa perdida. Clark es más rápido y alto, así
que, ¿qué sentido tiene correr? Disminuyo la velocidad, y él se acerca por
detrás de mí, cortándome el paso con su cuerpo. Clark es un chico grande,
alto e incluso impresionante, pero sigue siendo un imbécil, y es el mejor
amigo de Vance, así que eso solo lo convierte en el enemigo. Cruzo mis
brazos sobre mi pecho y miro su firme pecho con fastidio.

—Si Vance te puso en esto, puedes decirle que se vaya a la mierda.

Clark se estira, la camisa que lleva puesta se levanta y muestra su


físico bien definido. Por un momento singular estoy distraída. Entonces
mis ojos se fijan en su cara, una sonrisa sabia se forma en sus labios.

—¿Me estás revisando?

—En tus sueños.

—Sí Ava, en mis sueños sueño contigo... de rodillas, entre mis...

—¡Detente!

Le doy una bofetada y se ríe.


—Vance no me puso en esto. Lo siento mucho y quería tratarte con
una cantidad excesiva de carbohidratos.

Inclino la cabeza como si eso me dijera lo genuino que está siendo.

—¿Por qué siento que me estás mintiendo?

Niega, unos cuantos mechones largos de pelo castaño oscuro caen


en su cara. Necesita un corte de pelo, y dejarme en paz.

—No lo sé, pero no lo hago.

Su lengua sale disparada sobre su labio inferior, y enciende esa


mirada ardiente que hace que todas las bragas de las mujeres hagan puf.
Me recuerda tanto a Vance que es casi enfermizo y ya no soy el saco de
boxeo de todos. Ya he terminado de ser tratada como una mierda.

—Pasaré. No tengo espacio para idiotas ensimismados en mi vida.

Paso a su lado y continúo caminando, pero siendo el persistente e


imbécil que es, continúa siguiéndome.

—Mira, lo siento. Sólo estaba siendo su amigo. Me dijo que le habías


mentido. ¿Cómo iba a saber qué demonios estaba pasando?

—¿Quizás preguntándomelo? —grito, más fuerte de lo necesario,


llamando la atención de unos pocos espectadores.

Clark para delante de mí otra vez y casi me tropiezo con él,


deteniéndome a pocos centímetros de hacerlo.

Aprieto mi mano en un puño, sintiendo esta repentina necesidad de


darle un puñetazo en la cara. Estoy cansada de que me empujen, de que
se burlen de mí y me llamen mentirosa. No quiero sus disculpas... quiero
su silencio. Quiero paz.

—Sólo, déjame disculparme. Déjame llevarte a comer pizza.


¿Recuerdas lo bien que nos lo pasamos la última vez?

Clark sonríe con esa sonrisa funde bragas y me odio por recordar las
risas y la diversión que tuvimos, porque realmente la pasamos muy bien
esa noche, y sólo como amigos.
Lo cual es algo que sé que no hace con nadie que sea mujer.
Estúpidamente, me preocupo por Clark, pero no de la manera que uno
pensaría. Es más bien un hermano pequeño para mí, un molesto, grosero
y engreído hermano pequeño.

—No me hagas rogar. Me arrodillaré delante de todos. No me importa


si hago una escena, lo haré.

Puedo sentir que mis mejillas se calientan de vergüenza al pensarlo.


A Clark le encanta montar escenas y sé que lo hará.

—¡No! —digo con pánico, envolviendo una mano alrededor de su


muñeca cuando intenta arrodillarse—. Jesús, no. No llames más la
atención sobre nosotros. Ya hablando conmigo, llamas bastante la
atención.

—Eso suena como un cumplido, A.

Menea sus gruesas cejas.

Por más enojada que esté por todo lo que pasó, no puedo culpar a
Clark. Se hizo mi amigo, salió conmigo, pasó tiempo conmigo, e incluso se
enfrentó a Vance en mi honor.

Además, no es a él a quien quiero hacer daño, es a Vance.

Girando los ojos, trato de ocultar la sonrisa que tira de mis labios.

—Los carbohidratos son mi debilidad.

—Lo sé, por eso los estoy usando. Gracias a Dios que tienes una
criptonita.

Suspira como si hubiera pasado toda la tarde intentando que me


fuera con él.

Muy dramático.

—¿Sin Vance? —pregunto, poniendo mis manos en mis caderas.

Asiente.

—Sin Vance.
Mi mirada se entorna.

—Si me estás mintiendo y él aparece, puedo darte un puñetazo en la


garganta.

Él se sonríe.

—Bien. Un puñetazo en la garganta si aparece. Pero, ¿qué obtengo si


no lo hace?

Esta mierda de coqueteo tiene que parar.

—¿Vivir?

Su cara muere.

—Me hieres, Ava, me disparas de verdad cada vez. Es como si fueras


inmune a mi encanto o algo así.

—Eso es porque lo soy.

Con aspecto de herido, pregunta.

—Entonces, ¿es una cita?

—No es una cita, Clark, pero sí supongo que puedo ir contigo a


comer pizza. Como amigos, sólo amigos, nada más —suspiro, y Clark hace
este extraño movimiento de excitación.

—Te enviaré un mensaje con los detalles —dice antes de darme un


abrazo rápido.

Le doy un empujón en los hombros y me suelta. Clark es demasiado,


y sabiendo que es el mejor amigo de Vance, debería mantenerme alejada,
lejos, lejos, lejos, pero por alguna razón, no puedo.

No odio a Clark. Clark no es la razón de mi dolor, mi angustia.

Vance lo es, y probablemente debería recordármelo a menudo, para


no caer en la madriguera del conejo y en otra trampa.


◆◆◆
Termino las clases y me voy a casa a cambiarme antes de salir a ver
a Clark. Cuando entro en el vestíbulo, oigo voces, que son apagadas, pero
como siempre, atraviesan la casa. Ignorándolas, o intentándolo, tomo una
botella de agua y una barra de granola de la cocina. Intento que mi mente
se quede en blanco, intento olvidar que existe, pero mi pie golpea el último
peldaño de la escalera al mismo tiempo que la voz de Vance se hace añicos
a través de mi resistencia.

—Te enterraré. Te enterraré tan profundamente que no podrás


respirar. Tú me hiciste esto, y lo pagarás. Todos estos años la culpé a ella.
Dije cosas... Yo…

Vance suena herido, incluso con el corazón roto, y aunque quiero


que se sienta así, hay una punzada de tristeza que me invade al pensarlo.

—Son niños, no importa. Estoy seguro de que ella olvidará las cosas
que dijiste.

La intolerable voz de su padre es la siguiente en llegar a mis oídos.

—No somos sólo niños —grita Vance, el veneno de sus palabras me


destroza. Está más que enfadado, está a punto de explotar—. Y lo que
pasó hace todos esos años fue porque tú y Laura no pudieron quitarse las
manos de encima. Así que aunque nos culpes a Ava y a mí en vuestras
cabezas, ambos sabemos que ustedes eran quienes tuvieron sexo.

Un jadeo se me escapa de los labios y me llevo la mano a la boca.


Nunca antes le había oído hablar así a su padre.

Hay un fuerte ruido de golpes, y contengo la respiración, esperando


ansiosamente escuchar lo que se va a oír a continuación. Me dije a mí
misma que no me importaba, que no me enamoraría de Vance nunca más,
pero la verdad es que no lo he superado, ni de cerca. Mi cuerpo anhela su
toque, anhela sus crueles palabras, su furia venenosa. Me he
acostumbrado a él, y como una droga, no me canso.

—Jódela, tócale un solo pelo en el cuerpo y te arruinaré. ¿Me oyes?

La voz de Vance finalmente corta el silencio.


—Sí, lo capto —dice Henry.

El chirrido de una puerta abriéndose me hace subir las escaleras de


dos en dos hasta llegar a mi habitación. Me deslizo dentro, cerrando la
puerta suavemente detrás de mí.

¿Qué fue eso? ¿Estaba Vance protegiéndome de su padre? No lo


entiendo. Gruño en frustración, hundiéndome en el borde del colchón.
Abro la barra de granola y me meto los pedazos en la boca, porque no hay
nada más que hacer.

Intento no pensar en lo que acabo de oír. Trato de recordarme a mí


misma que Vance no se preocupa por mí, no como yo me preocupo por él.
Me habría creído si lo hiciera.

Pero el hecho de que se haya enfrentado a su padre por mí, el hecho


de que se haya enfrentado a su propio padre... resuena en mí. No es de
ninguna manera digno de perdón, pero muestra que está intentando... que
él... “Te quiero, Ava...” No puedo decir cuántas veces he repetido eso dentro
de mi cabeza. No puedo decir cuánto desearía que fuera verdad.

¡No! No, sé fuerte, no caigas en la trampa. No caigas en su trampa.


No se preocupa por ti.

Las acciones hablan más fuerte que las palabras, dice mi cerebro.
Ugh, mi corazón y mi mente quieren dos cosas diferentes. Me llamó
mentirosa después de que le confesara la verdad. Tal vez no me creyó
completamente, pero podría haber preguntado, podría haber venido a mí si
tenía preguntas.

Pero no lo hizo, creyó que su padre...

Las lágrimas llenan mis ojos. Sintiendo la necesidad de hacer algo,


cualquier cosa, abro mi portátil y me preparo para terminar mi trabajo de
inglés. Pero tan pronto como presiono en el documento de Word, se abre
una nueva página. ¿Qué demonios? La ira reemplaza al más mínimo
remordimiento que estaba sintiendo. Reviso el icono de la basura y todas
las carpetas dentro de mi archivo de tareas.

No hay nada... ni una sola cosa.


No lo hizo. Me quedo mirando la pantalla. Mis ojos atraviesan la
pantalla, deseando que el documento que ya no está ahí, que pasé horas
escribiendo a máquina, reaparezca. Todo el trabajo se ha ido,
desaparecido, evaporado... la prueba está delante de mí y todavía no
quiero creerlo.

Él hizo esto, lo borró todo. Las lágrimas se me escapan de los ojos, y


las alejo tan rápido como caen. Ya no puedo llorar por él. Ha hecho tantas
cosas para herirme, quebrarme, y derramar una lágrima más por él no
está bien. Está mal, muy mal. No merece mis lágrimas, mi dolor, mi
tristeza. No se merece nada... Nunca le perdonaré que me haya hecho
daño de esta manera.

Nunca.
Capítulo 20

Vance
Más vale que Clark tenga razón sobre su aparición aquí esta noche,
o usaré mis puños para reacomodar su cara. En realidad no, pero me
siento un poco nervioso con toda la mierda que está pasando, así que una
pelea no sería una mala idea. Ensangrentar la cara de alguien parece
divertido en este momento. Mi vida está empezando a sentirse como una
bomba atómica que está esperando para explotar.

Tic toc. Tic toc.

Se acerca una explosión, y necesito estar preparado para ella, pero


también necesito arreglar las cosas con Ava. Nunca en mi vida he
intentado más por una chica, pero Ava no es cualquier chica, es la chica.

Ava me ha estado evitando a toda costa. Me dijo a través de su


madre que si entraba o me acercaba a su habitación, se mudaría
inmediatamente. Intenté “encontrarme con ella” en la escuela, pero de
alguna manera se las arregló para ser más lista que yo. No la he visto en
días y me está matando.

Meto las manos en los bolsillos de mis vaqueros y camino por la


acera, una energía nerviosa me envuelve. ¿Me hablará? ¿Me empujará?
¿Me abofeteará? La forma en que actuó conmigo antes, me mató. Me
arrancó el corazón y me lo dio de comer como si fuera un maldito perro.
Pensé que tal vez, sólo tal vez diciéndole que la amaba cambiaría las cosas,
pero no fue así. Sólo encendió el odio dentro de ella.

No es que no deba odiarme. Soy lo suficientemente hombre para


saber que lo he arruinado. Puedo admitirlo para mí, para ella, pero todo lo
que quiero es hacer las cosas bien. Hay un letrero adelante en la forma de
una rebanada de pizza, brillando en la noche.
Slice It está escrita en la pieza. Lentamente exhalo toda la mala
energía de mí. Si ella está aquí, entonces le deberé a Clark una gran
deuda. Si no está, entonces perderé la maldita cabeza y me enterraré en
otra botella de Jack Daniels. Cuando paso por la enorme ventana de vidrio
mientras camino hacia la puerta, miro a través de ella buscándola.

Hay tres o cuatro damas en el lugar con pelo castaño oscuro, pero
no son ella. Mis manos se convierten en puños en mi bolsillo. Estoy a
segundos de romper algo cuando la veo a ella y a Clark en una cabina de
la esquina a la derecha. Pelo castaño, bonitos ojos verdes esmeralda que
brillan con la felicidad que puedo ver y sentir desde aquí.

Se está riendo de algo que dice Clark y esta cosa extraña sucede
mientras estoy ahí de pie como un extraño observándolos. Se la merece. Él
es quien ella necesita. No tengo idea de dónde viene el pensamiento, pero
me aterroriza, porque en el fondo, sé que es verdad. No la merezco. Se
merece algo mejor, alguien que no sea un cañón suelto con un gran
equipaje.

Por una fracción de segundo, considero alejarme cuando veo a Clark


inclinarse hacia su cara. La lujuria llena sus ojos, y algo se rompe dentro
de mí. Nunca la amará, no como yo. Tal vez no la merezca, pero él
tampoco. Es incapaz de amar. Incapaz de amar como él dice. El coraje
aumenta y abro la puerta, entrando, el olor de la salsa de tomate y el
queso recién rallado me llena la nariz.

El lugar invita a sentarse a donde quieras y así lo hago, me acerco a


donde están sentados Ava y Clark, con una risa suave saliendo de la
cabina. Se siente como si estuviera entrometiéndome y probablemente
porque supongo que lo estoy... La cara de Clark cae en cuanto me ve venir.
¿No esperaba que yo apareciera? Él es quien organizó todo esto. ¿Tal vez
no pensó que iba en serio con lo de recuperarla? Sé que tiene su propia
mierda, así que tal vez sea eso...

—Clark... ¿qué está pasando? ¿Estás bien?

La voz preocupada de Ava se filtra en mis oídos justo cuando hago


mi aparición ante ella. Me presento en la cabina como un cachorro con el
corazón roto y la miro. El aire se espesa. No puedo respirar. Me estoy
sofocando. En mi propia miseria, en el dolor de mis acciones.
El asesinato parpadea en los ojos verdes de Ava y, sin previo aviso,
alcanza la mesa con el puño cerrado y le da un puñetazo a Clark justo en
la garganta. Tomado por sorpresa, Clark levanta una mano a su garganta
y comienza a toser como si fumara cinco paquetes de cigarrillos al día. Su
tos se hace más fuerte, y puedo sentir los ojos sobre nosotros, llamando la
atención.

—¡Eres un mentiroso! Te pregunté si iba a venir y me dijiste que no


—gruñe, sus labios rosados se fruncen con rabia.

Sabía que no le iba a decir que venía, porque si lo hacía, no habría


aparecido, pero no esperaba que golpeara así.

—Me has dado un puñetazo... —dice sin voz, tragando todo su vaso
de soda, aunque no parece sorprendido por sus acciones.

No puedo evitar la sonrisa en mis labios. La mirada de Ava se vuelve


hacia mí, la ira, la tristeza y el odio, se mezclan en esos hermosos ojos que
atraviesan los míos como dagas.

—¿Qué es lo que no entiendes? No quiero tener nada que ver


contigo. Tienes tu deseo, Vance. Me hiciste daño, hiciste que te odiara. ¿O
tal vez eso no fue suficiente para ti? ¿Has venido a entregar más odio, más
palabras crueles? Como si borrar tres semanas de deberes no fuera
suficiente para ti?

Maldición. Me olvidé de eso, y necesitaré contactar con sus


profesores para conseguirle más tiempo para completar las tareas, pero
ahora mismo necesito hablar con ella, incluso si la única reacción que me
va a dar es de enfado.

—No te estaba mintiendo cuando me disculpé, y siento lo de la


tarea. Soy un idiota, un maldito pedazo de mierda, como quieras
llamarme, probablemente lo sea.

—¿Y cómo sabría yo que lo sientes? No voy a insultarte. Estoy


tratando de ser la adulta en esta situación.

Ella me mira con incredulidad.

—Tú... no lo sabrías. Sé que no merezco tu perdón, pero tengo que


intentarlo. Quiero saberlo todo, lo que pasó esa noche. Quiero explicarme
ante ti, hacerte entender por qué hice lo que hice.

Una risa amarga sale de su garganta y la mirada de Clark se amplía


porque, como yo, sabe que estamos llamando la atención.

Ava se pone de pie y sale de la cabina como si fuera a salir


corriendo. Pero no lo hace, en cambio, sale de la cabina y se pone de pie
frente a mí, exhala un aliento frustrado, pero todo lo que puedo oler es
ella, todo lo que anhelo es ella.

—No me importa por qué lo hiciste, Vance. Y tienes razón, no


mereces mi perdón. Alguien tan cruel, tan horrible como tú, no merece el
amor que yo podría dar. Todo lo que mereces es revolcarte en tus propias
penas.

Con un fuerte empujón en mi pecho, me empuja y se aleja. Mi


garganta se tensa, ¿qué demonios le digo a eso?

—Ve con ella, arregla esta mierda —ordena Clark, frotando su


garganta con la mano.

Tengo un millón de cosas que quiero decirle, pero no es con él con


quien tengo que hablar ahora. Es con ella. Giro, mis pies se mueven solos,
golpeando el suelo, y luego el pavimento cuando salgo. ¿Qué jodidos voy a
decirle que no haya dicho ya? La veo más adelante, cruzando la calle y
corro hacia ella. Mi corazón se acelera dentro de mi pecho. Tengo que
arreglar esto. Tengo que hacerlo, maldición.

La alcanzo, mis dedos caen sobre su hombro, forzándola a darse


vuelta, y lo hace, girándose como un toro furioso.

—Déjame en paz.

La lava fundida de sus palabras arde. Arde como si me hubiera


quemado con fuego.

Miro y miro otro segundo, es tan hermosa, tan perfecta. Es una


zorra enfadada y tengo que tenerla, por muy egoísta que sea, la necesito.
Así que hago lo único que sé que puedo hacer, lo primero que se me
ocurre. La beso.
Sabe a salsa de pizza, y mis labios se amoldan a los suyos de forma
que me dan ganas de besarla todo el día, lo que hace que mi miembro se
ponga rígido en mis vaqueros. Sus manos presionan mi pecho, sus
diminutos dedos se agarran a la tela y me acercan.

¡Sí! Ella todavía me quiere.

Me siento como un fuego artificial encendiendo, preparándome para


volar el cielo con una variedad de colores. Tengo que tenerla... tengo que
consumirla como ella me ha consumido a mí. Nos guio hacia atrás hasta
que ella está presionada contra la pared más cercana, sin darle ningún
lugar de escape, profundizo el beso, mi lengua se desliza en su boca, mis
manos suben por su cuerpo y por sus mejillas rosadas y rojas. Con sus
labios en los míos, no hay charla, no hay posibilidad de que ninguno de los
dos diga algo que no podamos retirar.

—¡¿Qué demonios?! —jadea, me empuja hacia atrás, rompiendo el


beso.

Su pecho se eleva arriba y abajo, al igual que al mío. Mis ojos bajan
a sus labios. Quiero besarla de nuevo, besar sus labios hinchados.

—Te dije que me dejaras en paz, no que me besaras. Déjame. Sola.

—Quieres esto. Me quieres. Admítelo.

Me lamo los labios, mis entrañas arden por ella, sólo por ella. Nadie
puede compararse con la forma en que ella me hace sentir. Saca lo peor de
mí, mientras que yo saco lo mejor de ella, y juntos podemos arreglar todos
los jodidos pedazos de nuestra vida.

Sus ojos se llenan de tristeza.

—Te deseaba. Tiempo pasado. Antes de que me mostraras que no


soy nada para ti. Que sólo soy alguien a quien puedes usar para pasar un
buen rato, y no tener en cuenta una vez que los últimos temblores de
placer te hayan atravesado. Antes de que me llamaras mentirosa después
de que te dijera la verdad.

Mi boca se abre de golpe, mi respuesta está en la punta de la lengua,


pero ella niega, mientras las lágrimas brillan en sus ojos.
—Sólo me quieres porque sabes que lo has arruinado.

Mi ceño se frunce en confusión.

—Te amo, Ava. Nunca he amado a nadie, no en el sentido de amar


realmente. Eres la primera chica, fuera de mi madre, por la que me he
preocupado.

Sacude la cabeza con incredulidad y me pone la mano en el pecho,


empujándome suavemente hacia atrás. El órgano debajo de su palma
pulsa, bombeando sangre, recordándome que late por ella y sólo por ella.

—Deja de intentarlo, deja de preocuparte y deja de disculparte. Sólo


detente. —La angustia cruel cubre sus palabras. Sus ojos se cierran, y
cuando se abren un momento después, veo lágrimas que corren por sus
pálidas mejillas—. No sabes lo que es el amor, porque si lo supieras, no me
habrías hecho daño como lo hiciste. No te quiero, Vance. Yo. No. Te.
Quiero.

Las palabras pican, duelen tanto que mis rodillas se tambalean


cuando pasan por sus labios. Está mintiendo, tiene que estarlo. Lo que
tenemos no desaparece sin más. No puedo ser el único que sienta la
atracción magnética entre nosotros.

—Ve a buscar a Sarah, dile que la amas, ve a estar con cualquier


otra chica de esta escuela, pero por favor, déjame en paz. Verte,
escucharte, me mata, Vance. Me mata y no puedo hacer esto contigo
nunca más. No quiero jugar más a tus juegos enfermizos. Renuncio.

Mis fosas nasales se inflaman y mis músculos se tensan.

—No quiero a Sarah, y nunca la he querido. Ella siempre iba a ser


una suplente hasta que encontré a la única persona que importaba. No la
he tocado desde antes de que tuviéramos sexo.

Y ésa es la verdad. Quise tener sexo con alguien esa noche en casa
de Clark cuando estaba borracho, pero no pude hacerlo.

Ava pone los ojos en blanco, y se limpia las lágrimas de su cara.

—Eso no es lo que Clark me dijo, no es que importe de todos modos.


No cambia nada. No te quiero a ti. No saldré o estaré con alguien que me
trata como basura un segundo y me dice que me quiere al siguiente. Soy
digna de más que eso.

Clark. Mierda. Por supuesto que diría algo estúpido. El bastardo no


sabe cuándo mantener la boca cerrada. Frustrado, hundo mis dedos en el
pelo. No puedo dejar que se aleje de mí. No puedo.

—No puedo dejarte. Significas demasiado para mí. Eres todo. Eres
mi universo, sólo por favor déjame contarte lo que pasó, lo que mi padre
me dijo. Déjame contarte la verdad. Deja que nos salve.

Estoy rogando ahora, cerca de ponerme de rodillas y rogarle. Se ve


escéptica y espero su respuesta sin aliento.

Sus labios rosas se abren y parece que va a decir algo, cualquier


cosa, cuando el sonido de un teléfono sonando llena el espacio entre
nosotros.

¡No! Por favor, no lo contestes, por favor no contestes, ruego


silenciosamente.

Ava busca en sus vaqueros hasta que encuentra su teléfono,


sacando el aparato de su bolsillo. El pánico destella en su cara y el temor
me llena el estómago.

—¿Qué pasa? —pregunto, cubriendo el espacio entre nosotros de


una gran paso. Su labio inferior se mueve y sus ojos se abren.

—Mi padre, me está llamando…

—¿Bien?

El temor punzante que sentía hace unos momentos se disipa un


poco.

—Se supone que está en rehabilitación, no debería usar su teléfono.

Aún no lo entiendo, pero ella no me da la oportunidad de preguntar


más. En su lugar, presiona el botón verde de responder y sostiene su
teléfono en su oreja, y juro que la veo escurrirse a través de mis dedos.
Capítulo 21

Ava
—¿Papá?

Mi voz tiembla por el altavoz del teléfono. Vance me mira fijamente,


frunciendo el ceño.

—Niña. Es tan bueno escuchar tu voz. Dios, parece que ha pasado


una eternidad desde que te vi o escuché.

Agarro el teléfono más fuerte contra mi oreja.

—¿Dónde... dónde estás? Se supone que debes estar...

—Sé dónde se supone que debo estar —me interrumpe, su voz se


eleva en un tono, lo que me dice que ha estado bebiendo. Cuando bebe, se
enfada, y cuando se enfada, la mierda se va al infierno.

—Papá —trato de mantener mi voz tranquila, neutral, aunque por


dentro siento que soy un avión en espiral fuera de control, dirigido
directamente al suelo—. ¿Papá, dime dónde estás? Iré a buscarte, te
ayudaré.

—Ja, no puedo hacerlo, cariño. Voy a corregir mis errores. Sólo


quería que supieras que te amo antes de que todo termine. Sé que te
culpas a ti misma, que crees que es tu culpa, pero no lo es. Siempre fuiste
lo mejor que ha salido de tu madre.

Parpadeo, confundida por su declaración. ¿Corregir sus errores? ¿De


qué está hablando?

—Papá, ¿qué está pasando? Dímelo. Por favor, dímelo —suplico, los
músculos de mi estómago se tensan dolorosamente, tan dolorosamente
que me apoyo en la pared más cercana.
—Te amo, Ava —susurra, y luego la línea se apaga.

Pestañeo, aparto el teléfono de mi oreja para mirar la pantalla. La


miro fijamente, con la boca abierta durante varios segundos antes de
darme cuenta de que me acaba de colgar.

—Oh Dios... —susurro al aire y vuelvo a marcar su número, pero va


al buzón de voz—. ¡¡Mierda, mierda, mierda!!

Aparto el teléfono de mi oreja y miro la pantalla, esperando que pase


algo que pueda hacer que todo esto desaparezca. ¿Cómo es que mi vida se
ha convertido en un desastre? Mi padre, mi madre, Vance. Siento como si
estuviera en una espiral descendente. ¡Maldita sea! Pensé que mi padre
estaba mejorando en ese centro, no que estaba empeorando, pero
definitivamente sonaba peor.

Sonaba como si se estuviera despidiendo, casi como si fuera a... ¡No!


Sacudo la cabeza como si fuera a hacer desaparecer el pensamiento. No se
haría daño, ¿verdad? O peor aún, ¿a alguien más?

—¿Qué pasa?

La voz de Vance me hace mirar hacia arriba desde la pantalla, mis


ojos chocan con los suyos preocupados. Casi me olvido de que estaba aquí.

—Yo... no lo sé. Necesito encontrar a mi padre. Averiguar dónde


está, si está bien —digo, mis pies ya se mueven en dirección al coche.

—Espera, ¿a dónde vas? ¿Dónde está tu padre? ¿Qué ha pasado? —


pregunta Vance, con voz firme mientras me sigue de cerca y camino a toda
velocidad por la calle.

Puedo sentir mis labios temblando, estoy respirando pero no hay


aire que llene mis pulmones.

—Ava, ¿a dónde vas? —repite su pregunta, sonando aún más


nervioso.

Su pánico me está haciendo entrar en pánico, y... ¿A dónde voy?

—¡No lo sé! —grito, lanzando mis manos al aire.

—Bien, cálmate. Parece que estás a punto de hiperventilar. Cálmate


un segundo y dime qué está pasando. Háblame.

Llegamos al coche entonces, pero en vez de subir al asiento del


conductor como había planeado, me detengo. Por mucho que no quiera
escuchar a Vance, tiene razón. Estoy a punto de hiperventilar, la tensión
en mi pecho empeora. Me apoyo en el lateral del coche y aspiro aire a mis
pulmones. Entrando por la nariz y saliendo por la boca, el aire se mueve
hasta que la tensión en el pecho se vuelve soportable.

—No sé dónde está mi padre, pero sonaba como si fuera a hacer


algo... como hacerse daño a sí mismo o a alguien más. Estaba borracho y
me decía que me quería y que iba a corregir sus errores... lo que sea que
eso signifique. No lo sé. Sonaba mal. Tengo un mal presentimiento. Esto es
terrible, horrible, y no sé cómo sucedió. ¿Cómo sucedió esto?

El pánico está creciendo dentro de mí, en contra de mi cordura.

Vance pone sus fuertes manos sobre mis hombros, y no tengo la


fuerza ni la voluntad para apartarlo de mis hombros. En este momento, su
toque es acogedor, un bálsamo curativo para el dolor.

—Shhh, hermosa. Todo va a estar bien. Lo solucionaremos —


asegura Vance, sus ojos verdes suaves, sus labios lisos, llenos.

Me concentro en esos labios, imaginando cómo se sentían contra los


míos, cómo quiero besarlo de nuevo ahora.

Vance se aclara la garganta y una ligera sonrisa curva sus labios.

—¿Por qué no nos vamos a casa y vemos si podemos conseguir más


información? ¿Tal vez podamos llamar al centro de rehabilitación en el que
estaba? Pregúntale a tu madre si hay algo que podamos hacer.

Mi pecho deja de moverse, y siento menos como si me fuera a


desmayar ahora.

—Buena idea —digo en voz baja.

La verdad es que sé que tengo que mantener la calma, conducir


como una loca buscándolo no va a arreglar esto, aunque parece que perder
mi mierda sería la solución más fácil ahora mismo.
—¿Por qué no te subes al asiento del pasajero y nos vamos a casa?
—sugiere Vance cuando ya me está guiando al otro lado del coche.

Debería apartarle, decirle que puedo cuidarme sola, pero cuando


alargo mi mano para quitarme unos cabellos sueltos de la cara, noto
cuánto me tiembla la mano. Incluso siendo tan terca como soy, sé que es
mejor dejar que Vance conduzca.

—¿Qué pasa con tu coche? ¿No has conducido hasta aquí?

—Puedo conseguirlo más tarde, no te preocupes por eso —dice, su


voz suena extrañamente tranquilizadora y calmada, demasiado tranquila.
Me abre la puerta y me ayuda a entrar antes de acercarse para
abrocharme el cinturón. Una parte de mí quiere apartarlo y decirle que se
detenga, pero la otra parte, la que está ganando en este momento, se
consuela con él cuidando de mí.

El camino a casa pasa de forma borrosa, y sigo marcando el número


de mi padre con la esperanza de que haya vuelto a encender su teléfono,
pero todo lo que recibo es su buzón de voz. Para cuando Vance aparca el
coche en la entrada, debo haberle llamado al menos treinta veces.

Él apaga el motor y salgo del coche, afortunadamente sin su ayuda.


Ya estoy lo suficientemente débil ahora, más de su toque y seré un pedazo
de mantequilla derretida en el pavimento.

—Voy a llamar al centro de rehabilitación en el que se alojaba mi


padre para ver cuándo se fue y por qué —murmuro en voz alta, más para
mí que para Vance que va a la casa de al lado. No quiero su ayuda, no
realmente. Ya me ha hecho bastantes cosas horribles, lo último que
necesito es hacerme parecer aún más frágil.

En cuanto abro la puerta, oigo el parloteo de mi madre que viene de


la cocina. Sigo su voz como si fuera un faro de luz, mientras mis pies se
arrastran por el suelo.

—Mamá, ha pasado algo —digo de golpe cuando me mira.

Mi corazón golpea dentro de mi pecho.

—Susan, voy a tener que llamarte luego —le dice a su amiga y


cuelga, la preocupación arruga su frente—. ¿Qué pasa?

Soy vagamente consciente de la presencia de Vance a mi lado. Me


hace sentir más fuerte, y menos como el delicado pedazo de cristal a
segundos de romperse que soy.

—Papá... él... me llamó, salió de rehabilitación, y no sonaba bien.


Estaba borracho y diciendo cosas raras. Estoy muy preocupada por él. No
me ha contactado desde que me fui y...

La expresión de mi madre pasa de la preocupación a la molestia y mi


voz se desvanece con el cambio repentino.

—Ava, sé que te preocupas por tu padre, y eso está bien y todo, pero
es un adulto. Un hombre adulto. No es tu trabajo preocuparte y cuidar de
él. Le ayudamos a entrar en ese centro por ti, y sólo por ti. Sé que es
difícil, pero tuvo su oportunidad. No hay nada más que podamos hacer por
él. No se puede ayudar a alguien que no quiere ayudarse a sí mismo.

El pánico se apodera de mi corazón, a ella no le importa. No le


importa. ¿Por qué no me sorprende?

—Tiene que haber algo... me necesita —protesto.

—Necesita terapia, pero la terapia sólo funciona si él quiere que


funcione y al dejar el centro al que lo enviamos, ha demostrado que no
quiere cuidados, ni quiere mejorar. Necesita ayudarse a sí mismo, Ava.

Tiene razón, lo sé, pero no tiene por qué ser tan cruel. Si ella y
Henry hubieran tomado una decisión diferente, si no hubieran sido tan
egoístas, tal vez esto nunca hubiera pasado.

—No me importa. Aun así voy a llamar al centro de rehabilitación y


preguntarles qué pasó —digo.

Ella mueve la cabeza pero no dice nada más. No es que esperara que
lo hiciera. Ha dicho todo lo que tiene que decir. Me doy la vuelta, salgo de
la cocina y me dirijo a la escalera con Vance pisándome los talones.

—Puedo ayudarte... —interviene.

—No —lo interrumpo—. No necesito tu ayuda.


—Ava…

—Dije que no necesito tu ayuda —repito mientras subo las


escaleras.

Suspira pero no hace ningún movimiento para seguirme.


Afortunadamente. Lo cual es bueno porque necesito concentrarme en
encontrar a mi padre y no puedo concentrarme en nada con Vance
sentado a mi lado. Es como si una neblina se formara sobre mi mente y
mis emociones se volvieran locas con él cerca y no necesito eso ahora
mismo. Necesito paz, silencio y una mente clara. Necesito ayudar a mi
padre, porque aunque mi madre lo decepcionó, yo no lo haré.


◆◆◆

El tiempo pasa lentamente. Han pasado 24 horas desde la última


conversación entre mi padre y yo. He estado al límite desde entonces. La
falta de sueño que tengo por la preocupación tampoco ha ayudado mucho.
Estoy de mal humor, irritable, y todavía no tengo ni idea de lo que le pasa.
No puedo concentrarme en nada, lo que me enfurece aún más.

Entre clases, he conseguido llamar dos veces al centro de


rehabilitación pero todo lo que me dijeron fue que se fue ayer por la
mañana sin ninguna razón. Le aconsejaron que no lo hiciera, pero les dijo
que era capaz de tomar sus propias decisiones.

Dado que no estuve contenta con la respuesta que me dieron, pedí


hablar con uno de los terapeutas de allí y me dijo que mi padre estaba
muy bien hasta hace un par de días, y que estaba sorprendido de que se
hubiera ido tan de repente.

No tenía sentido para mí. Las piezas del rompecabezas no encajaban


en sus lugares.

—La clase ha terminado. —La voz autoritaria del profesor Hall me


saca de mis pensamientos obsesivos—. Por favor, dejen sus papeles en mi
escritorio al salir, y recuerden que pierden el diez por ciento de su
calificación por cada día que entregan tarde.
Bueno, no es eso genialmente asqueroso.

Quiere el trabajo que no tengo porque un imbécil decidió borrarlo,


alias Vance. Casi podría llorar. La cantidad de presión en mi pecho me
dificultaba la respiración. Probablemente hay una úlcera del tamaño de
Alaska en mi estómago por toda la ansiedad que he tenido, y ahora tengo
que añadir esto a la pila de mierda de vaca.

Recojo mis libros y los meto todos en mi mochila. Arrastro mis pies y
me dirijo a su escritorio, temiendo tener que darle explicaciones. Nunca en
toda mi vida me he retrasado en la entrega del trabajo. Mis notas siempre
han sido lo más importante para mí, lo único que importaba.

—Señor Hall, sobre mi trabajo... —empiezo, con la mirada perdida,


con la vergüenza escrita en mi cara.

—No te preocupes, Ava, ya lo sé. El señor Preston vino esta mañana


temprano y me explicó lo de tu portátil. Te daré una prórroga de diez días,
y ni un día más, tráelo tan pronto como puedas.

—¿Qué? —dejo salir, levantando la mirada hacia el señor Hall.

Levanta una ceja interrogante.

—¿Estás bien, Ava? Te dije que te iba a dar una prórroga de diez
días y tú dices ¿qué?

Oh, mierda.

—No, no, eso no es lo que quiero decir. Lo siento.

Sacudo mi cabeza nerviosa, incómoda y avergonzada.

Si no fuera por Vance, no estaría en esta estúpida situación. Agarro


el borde de mi mochila, doy un paso atrás y murmuro un agradecimiento,
antes de escapar de los confines de la habitación. Masticando mi labio
inferior, camino directa a mi coche y conduzco a casa. Intento llamar a mi
padre un par de veces más, esperando y rezando para que su teléfono
vuelva a funcionar, pero recibo el mismo mensaje de voz monótono.

Golpeo una mano contra el volante y ruego con frustración. Es todo


lo que me queda. La última persona en este planeta que se preocupa por
mí y no hay nada que pueda hacer para salvarlo. Me pregunto qué está
haciendo ahora mismo, ¿dónde está? Si tiene un lugar donde quedarse...
Sé que es un adulto, pero no puedo evitar preocuparme por él.

La humedad me llena los ojos y cuando llego a la entrada de la


mansión, aparco el coche y me limpio los ojos, deseando que las molestas
lágrimas se vayan. Con mi mochila en la mano, entro en la casa, la risa
alegre llena el espacio, y aprieto la correa contra mi hombro. Su risa se
enreda en mi último nervio y me rompo como una goma elástica estirada
demasiado fuerte.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunto.

Los dos están en la cocina, mi madre cerca de la estufa, cocinando.


Mientras Henry se queda a un lado, con un vaso lleno de líquido marrón
en la mano.

—Oh nada, cariño. —Me mira, sonriendo.

Ella está sonriendo, y yo me estoy muriendo por dentro. ¿Por qué


siempre parece que ella y Henry consiguen exactamente lo que quieren
mientras todos a su alrededor sufren?

—¿Cómo puedes ser feliz?

La amarga ira hierve dentro de mí, llenando mis venas con un


veneno furioso.

—¿Qué es lo que no te hace feliz?

Henry interfiere, y yo dirijo mi mirada fría a la suya, el ácido quema


mi garganta.

¿Qué es lo que no te hace feliz?

—Aunque podría nombrar una larga lista de cosas que no me


gustan, empezando por la desaparición de mi padre, lo que a ninguno de
los dos parece importaros —atajo, sosteniendo mis dientes.

Henry entrecierra sus ojos hacia mí, y en lugar de responder, toma


un trago de su vaso, un vaso que parece que quiere tirar a mi cabeza.

Mi madre, por supuesto, jadea, abriendo los ojos con horror como si
la hubiera abofeteado.

—Me estoy cansando de tu actitud. He tratado de ser comprensiva


pero... —empieza a arremeter, pero no le doy la oportunidad de terminar
cualquier mierda ridícula que iba a inventar. Me pregunto si ella cree la
mierda que dice.

—Los dos hicisteis esto. —Apunto con el dedo a mi madre, y luego a


Henry—. Fueron vuestras elecciones egoístas las que abrieron una brecha
entre vuestros matrimonios. Si no hubieran sido infieles, quizá nuestras
familias estarían enteras. Tal vez mi padre no estaría desaparecido, y tal
vez yo no estaría en esta celda desquiciada.

Ya no estoy enfadada, sino más bien en la categoría de furia asesina.

—¡Ava Marie! —me regaña mi madre como si fuera una niña, su cara
palidece ante mi verdad hablada.

Hasta ahora, nunca le he dicho nada por sus tonterías, pero ya he


terminado, ya no me importa lo que me pase. Ponme en la calle, llévatelo
todo. Al menos cuando se acabe, todavía me tendré a mí misma. Giro
sobre mis talones, mis sandalias chirrían por el suelo mientras piso el
vestíbulo.

—No le hablarás así a tu madre, no en mi casa —grita Henry detrás


de mí, y no puedo evitarlo, me doy la vuelta, levanto la mano y le enseño el
dedo medio.

Si cree que va a intentar ser mi padre, no tienen ni idea. Saltaré del


lado de un acantilado antes de dejar que eso suceda.

—Vete a la mierda, Henry —me burlo, queriendo limpiar el suelo con


su cara, pero en vez de eso subo las escaleras y entro en mi habitación
dando un portazo tan fuerte que hace ruido.

Me quito la mochila, la tiro a la esquina en una silla y me quito las


sandalias a patadas. Luego me hundo en el colchón y deseo que me trague
entera.

Las lágrimas empiezan a caer sin permiso y un sollozo pasa por mis
labios, el ruido rompe el silencio a mi alrededor. Sola. Siempre sola. No
tengo a nadie, nada, mi madre no se preocupa por mí, mi padre está
desaparecido, y Vance... Aprieto mis ojos, intento olvidarme de él. De su
olor, de la forma en que su cuerpo se siente contra el mío, y de sus
palabras.

Te amo.

Nunca se lo diría, nunca, pero yo también le amo.


Capítulo 22

Vance
Mis dedos palpitan y mis ojos arden, pero finalmente terminé el
trabajo de inglés para ella. La mayoría piensa que soy tonto y que no
distingo mi trasero de mi cabeza, pero no es verdad. Sólo que no me aplico.
Hojeo los papeles recién impresos, los cuento asegurándome de que están
todos ahí antes de graparlos. Nunca pondría tanto trabajo en uno de mis
propios trabajos, por ella, por otro lado, me quedé despierto hasta casi
medianoche para poder terminar esto. El profesor Hall le habrá dado diez
días, pero quiero que se olvide de esto.

Abro mi puerta y me escabullo por el pasillo hacia la suya. Todo lo


que planeo hacer es ir a su habitación en silencio para dejar esto en su
escritorio para que lo tenga por la mañana, pero cuando agarro el pomo de
latón de la puerta y lo giro lentamente, empujándolo para abrirlo
suavemente, un suave sollozo llega a mis oídos. El ruido es estrepitoso,
crudo, y un grito de ayuda. Abro la puerta lo suficiente para entrar en la
habitación. Está oscuro, pero puedo ver lo suficiente para distinguir la
cama.

Pongo el trabajo sobre el escritorio y me acerco. El sollozo de Ava se


apaga, pero sé que sigue llorando por los ruidos de nariz que emite.
¿Debería preguntarle si está bien? Si hay algo que pueda hacer. Pero no
soy estúpido. Sé que me enviará lejos.

No quiere admitir que necesita a nadie, y especialmente no a mí.


Mirando su forma inmóvil, me pregunto si me apartaría si me deslizara en
la cama a su lado. Tal vez me dejaría consolarla mientras finge que no
estoy aquí. Nunca he consolado a nadie en mi vida, principalmente porque
nunca tuve la necesidad o el impulso de hacerlo. No hasta ella.

Sopesando mis opciones después de estar dos minutos en su


habitación como un mirón, finalmente decido intentarlo. Sin levantar la
manta, me arrastro hasta la cama, me quito las botas a patadas, y cada
una golpea el suelo con un fuerte ruido. Si se da cuenta, no dice nada.
Muerdo mi labio inferior, me acerco, esperando que me diga que me vaya a
la mierda.

No me detengo hasta que mi cuerpo toca el suyo e incluso entonces,


eso no es suficiente para mí. Envuelvo un brazo pesado alrededor de su
delgada cintura, la acurruco en el lugar contra mí, el lugar que estoy
seguro fue hecho sólo para ella. Se pone rígida por unos segundos antes de
relajarse contra mi toque. Inspirándola, dejo que su aroma floral me
calme. Un momento más tarde, empieza a sollozar de nuevo, son pesados
estallidos de lo que sólo puedo describir como un dolor que viene de lo más
profundo de su pecho.

Quiero decir algo, cualquier cosa, pero no sé qué. En cambio, la


abrazo más fuerte, metiendo mi cara en su pelo, haciéndole saber que
estoy aquí, que siempre estaré aquí si me acepta. Me odio a mí mismo por
herirla, por romperla más de lo que ya estaba.

—¿Cuándo cesará el dolor? —susurra, con la voz ronca.

—No lo sé. Me lo he preguntado mil veces en los últimos cinco años.

Hay un largo momento de silencio y luego se aclara la garganta para


hablar de nuevo.

—A veces... —Su voz está llena de emoción y siento su tristeza, su


dolor, me pincha la piel, me sofoca—. Desearía no haber elegido nunca el
desafío esa noche. Sólo lo elegí porque quería probarte que no era una
bebé, que podía hacer un pequeño reto. Ahora que lo pienso, veo lo
estúpido que fue.

Le sonrío a su pelo, pensando en cómo, incluso entonces, me tenía


envuelto alrededor de su dedo. Estábamos unidos como uña y carne,
donde ella iba, yo iba. Éramos estrictamente amigos, pero yo tenía hambre
de más. Yo la quería, y si ella se hubiera quedado, si todo no se hubiera
desmoronado, ella hubiera sido mía hace mucho tiempo. Lo sabía.
Demonios, me habría asegurado de ello.

—Me he culpado todos los días por decirle a mi padre. Me he


culpado, sabiendo que decirle lo arruinó todo, e incluso ahora, me culpo
más después de descubrir que tu padre te ocultó la verdad, que mintió y
me echó la culpa a mí.

Hay una especie de tornillo en mi corazón y me aprieta tan fuerte


que sé que en cualquier momento estallará, dejándome un desorden
masivo sangrante.

—No te culpo por estar enfadada conmigo, por querer hacerme daño,
por pensar que te hice esto a ti, a tu familia —susurra, y es tan suave que
casi no la oigo decir las palabras.

Dios, está equivocada. Tan equivocada. Yo tengo la culpa. Lo que


hice estuvo mal.

—Nada de lo que hice estuvo bien, y ninguna cantidad de palabras o


disculpas se retractarán de eso. Me odio tanto por haberte hecho daño,
Ava, y nunca, nunca, lo olvidaré.

—Si pudiera... lo haría...

Un grito agudo atraviesa el aire nocturno, causando que tanto Ava


como yo nos sentemos en la cama. ¿Qué demonios? Otro grito sigue al
primero y antes de darme cuenta, salto de la cama y corro hacia la puerta
del dormitorio.

—¿Qué fue eso? —susurra Ava, siguiéndome de cerca.

Miro por encima del hombro y me pongo un dedo en los labios. Ella
asiente, con los ojos abiertos y el miedo reflejado en ellos. Giro, abro la
puerta y salgo al pasillo. Puedo oír el sonido de los pies que se arrastran
por el piso de abajo. ¿Qué demonios está pasando?

—Aquí, dame el arma, Greg. —La voz de Laura se tambalea—. No


quieres hacerte daño a ti mismo o a alguien más con eso, ¿verdad?

¿Arma? ¿Greg? Ava pasa a mi lado y comienza a bajar por el pasillo,


pero la alcanzo, mi mano rodea su muñeca y tiro de su espalda contra mi
pecho. Se mueve en mi brazo con una protesta en sus labios cuando la voz
de su padre atraviesa el aire.

—Primero te llevas a mi esposa, luego te llevas a mi hija... —Greg


calumnia.

Está borracho y tiene un arma. Es una situación mortal y no voy a


dejar que Ava se ponga en medio de ella.

—Tengo que ir a él. Puedo hacer que se calme —susurra Ava, con
una mirada frenética en los ojos.

Sé que quiere ayudar a su padre, pero me niego a que se ponga en


ese tipo de peligro.

—No tomé nada, y se supone que estás en el centro de


rehabilitación. No podemos ayudarte si no nos dejas —dice mi padre.

—¿Ayuda? —Greg resopla—. Nunca quisiste ayudar, fui yo quien te


ayudó. Yo, que te di a ti y a tu familia un lugar para vivir, y tú... —El dolor,
el odio es sofocante—. Me robaste a mi esposa, me convertiste en esto.

Ava gime en mi pecho. Nos muevo por el pasillo y me acerco al


rellano que se abre en el vestíbulo. Suelto a Ava, voy a maniobrar detrás
de mí, pero me coge desprevenido y se escapa hacia el rellano, llegando a
él antes de que pueda detenerla. Mi corazón salta a la garganta cuando
mis ojos se fijan en la escena que tiene lugar en el vestíbulo debajo de
nosotros.

—Papá —grazna Ava y comienza a bajar las escaleras.

Verla alejarse de mí y acercarse a su padre es como si fuera el final.


Una vez que ella alcanza el penúltimo paso, entro en acción.

—Cariiiño... —grita Greg, sus ojos están inyectados de sangre, y


puedo oler el whisky en su aliento al otro lado de la habitación.

El cañón de la pistola destella ante la luz mientras la gira, y de


alguna manera, todo lo que puedo ver es su dedo en el gatillo. El tiempo se
detiene pero también se mueve a un millón de millas por minuto. Al mismo
tiempo que alcanzo a Ava, mis manos se agarran a su camisa tirando de
ella hacia mi pecho y girando para desplazarla para que esté detrás de mí,
el disparo de un arma de fuego suena en el aire. Ni siquiera siento la bala
entrando en mi espalda, alojándose en lo profundo de la piel.

Todo lo que siento es calor, abrasador, quemando por fuera de la


herida. Mis pulmones se desinflan, como un globo. Me desplomo contra
Ava, apenas me mantengo erguido, mis rodillas se juntan mientras Laura y
mi padre se lanzan hacia adelante al mismo tiempo pero en diferentes
direcciones.

Mi padre se enfrenta a Greg mientras Laura nos abraza a mí y a Ava


como si pudiera protegernos con su pequeño cuerpo.

—Dios mío, Vance está herido —grita Ava—. ¡Llama al 9-1-1!

Me tambaleo hacia atrás, me las arreglo para sentarme en el último


escalón de la escalera, negándome a soltar a Ava. Greg gime en el suelo a
pocos metros de nosotros con mi padre sosteniéndolo en el suelo. La
humedad cubre mi piel, mi camiseta la absorbe.

—Laura, tienes que llamar a una ambulancia —ordena mi padre, y


por una vez, oigo el miedo en su voz.

Nos deja a Ava y a mí, corre a la cocina, sólo para reaparecer


momentos después con el teléfono ya presionado en su oído. Una ola de
mareos me invade y empieza a llegar el mareo.

—Hola... sí, alguien ha sido disparado. Mi exmarido entró en nuestra


casa y tenía un arma y mi hijastro fue disparado ...

Habla tan rápido que estoy seguro de que la persona de la otra línea
tiene problemas para entenderla.

Disparo. Me han disparado.

—Mi marido atacó... Sí... le quitó el arma... —dice Laura, mirando a


Greg y a mi padre. Dirigiendo su mirada hacia mí, continúa—. Sí, está
consciente... pero está muy pálido... y hay mucha sangre... —Los ojos de
Laura se abren al tamaño de los platillos—. Está sangrando, hay... Sí,
dense prisa. Por favor... apúrense.

Ava se sienta a mi lado, su cuerpo presiona contra el mío, sus


manos presionan sobre el punto que más duele. Obligándome a respirar,
dejo que su dulce aroma floral llene mis fosas nasales. Mis ojos se cierran
y el silencio se instala sobre mí.

—No te mueras, Vance, por favor no te mueras —me susurra al oído


una y otra vez.

Intento levantar mi mano, abrir mi boca para calmarla, pero no


puedo. Es como si mi boca estuviera llena de algodón, mis miembros ya no
funcionan.

—Vance... —Ava me llama, pero la oscuridad me llama. Me arrastra


hacia abajo con cada aliento laborioso que pasa por mis labios—. Vance,
por favor no te duermas. Mantente despierto, quédate conmigo.

La tristeza en su voz me hace querer llegar a ella, para decirle que


todo va a estar bien, ¿pero lo está? ¿Todo va a estar bien? No lo sé.

La humedad de mi espalda me baña la piel. Las sirenas suenan a la


distancia, acercándose a donde estamos, pero al mismo tiempo, de alguna
manera, se siente más lejos. Como la resaca del océano, soy arrastrado
hacia abajo, hundiéndome más y más.

—Por favor, Vance —ruega Ava—. Te amo, no puedes morir, no


puedes.

Ella me ama. Obligo a mis labios a convertirse en una sonrisa. Ella


me ama. Sus palabras son lo último que oigo antes de que la pesadez de la
oscuridad sea demasiado para luchar.

Si éste es el final, entonces valió la pena.

Al menos fue su voz la última que escuché, su toque el último que


sentí.


◆◆◆

La oscuridad me rodea durante mucho tiempo, o al menos parece


que es mucho tiempo. Estoy flotando en algún lugar entre el sueño y la
vigilia. Hay una opresión en mi pecho, pero no es dolor. No siento ningún
dolor y por alguna razón, lo encuentro extraño. Creo que debería sentir
dolor, pero no puedo recordar por qué. Mi cerebro se siente como si lo
hubieran metido en una licuadora, una espesa neblina nubla mis
pensamientos, lo que hace difícil encadenar lo que ha pasado.
Lo primero que noto, aparte de la oscuridad, es un pitido bajo y
constante en algún lugar cerca de mí. Puedo oír los latidos de mi corazón,
y no sólo en mis oídos, sino fuera de mi cuerpo.

Se requiere un enorme esfuerzo para abrir los ojos, pero cuando lo


hago, sólo quiero volver a cerrarlos. Hay una luz tan brillante que bien
podría ser el sol brillando sobre mí. Mis ojos se esfuerzan por ver, y
parpadeo un par de cientos de veces.

—Ahhh —gimoteo suavemente, tan suavemente que es más como un


resoplido que un gemido real.

Cuando por fin soy capaz de asimilar lo que me rodea, rápidamente


me doy cuenta de que estoy en una cama de hospital. Un gemido familiar
llega a mis oídos y mi mirada se mueve en la dirección del ruido. Al otro
lado de la habitación, un pequeño cuerpo está acurrucado en el sillón.
Ava.

Como si mirara en un caleidoscopio, una ráfaga de imágenes inunda


mi mente. Greg. El arma. Ava en peligro. El disparo. El calor y el dolor.
Ella me ama. Ella. Me. Ama. Todos mis pensamientos están consumidos
por ella, por sus palabras.

—Ava... —la llamo, con la garganta cruda, sintiéndola como una lija
arenosa.

Ella se mueve, sus ojos verdes parpadean y se abren muy


lentamente. Cuando se da cuenta de que estoy despierto, sus ojos se
abren, y salta de su silla casi tropezando con sus propios pies.

—Vance, oh Dios mío. Estás despierto —dice, mientras su pequeña


mano agarra a la mía como si yo fuera a desaparecer en el aire.

—De ninguna manera te vas a deshacer de mi trasero tan


fácilmente.

Sus bonitos labios rosados se forman en un ceño fruncido.

—Me has asustado. Pensé que... —Sus ojos se llenan de lágrimas y


nunca la he visto tan pálida, tan bueno... preocupada—. Pensé que ibas a
morir. Todo el camino al hospital, estabas inconsciente, y luego cuando te
llevaron a cirugía.

—Shhh... —La tranquilizo, acariciando su mejilla—. Estoy aquí, vivo


y respirando, así que no más de ser una nena llorona.

No hay manera de que pueda soportar verla llorar ahora mismo. No


cuando ya quiero tenerla en mis brazos, pero no puedo. Intento sentarme,
pero hay un dolor punzante que atraviesa mi espalda.

—Maldición —gruño, apretando mis dientes.

Siento como si mi espalda estuviera clavada en la cama y con cada


movimiento me arrancan la carne.

—Sólo, no te muevas. Tuvieron que coserte, y no quieres tirar de tus


puntos.

—¿Dónde está...? —empiezo pero hago una pausa, la culpa aparece


en los ojos de Ava.

—La policía se llevó a mi padre. Mi madre y tu padre fueron a la


comisaría después de que salieras de la operación y el doctor nos dijo que
te recuperarías completamente. La bala no tocó los órganos principales,
pero perdiste mucha sangre, y por eso te desmayaste.

—Estoy bien, me alegro de que sea yo quien esté en esta cama y no


tú.

En serio, no creo que pueda soportar verla sufrir así.

—Y desearía ser yo en vez de ti —murmura, con los ojos clavados en


la fea bata de hospital en la que estoy.

—No digas eso, yo más que merezco recibir un disparo después de la


forma en que te he tratado. Ahora estamos en paz.

Guiño el ojo juguetonamente y Ava suspira profundamente.

—¿Cómo es que nuestras vidas se volvieron tan complicadas y


desordenadas?

—No estoy seguro, pero puedo prometerte que haré todo lo posible
para que sea lo más sencillo posible de aquí en adelante. Con o sin
disparo, todavía te amo y ahora sé que tú también me amas.

Ava abre la boca como si estuviera a punto de no estar de acuerdo,


pero es interrumpida por un suave toque en la puerta un segundo antes
de abrirse unos centímetros.

Una enfermera de mediana edad con pelo largo y rubio se asoma por
dentro, sus labios se convierten en una sonrisa cuando me ve en la cama.

—Hola, señor Preston. Me alegra ver que finalmente está despierto y


hablando.

Empuja la puerta hasta abrirla completamente y entra. Agarrando el


portapapeles que está colgado en la pared en el camino, viene a ponerse
directamente a mi lado.

—Yo también me alegro —digo—. Gracias por curarme.

—Para eso estamos aquí. ¿Cómo está su nivel de dolor ahora


mismo?

—Manejable.

Lo último que quiero hacer es mencionar mi dolor. Todo lo que


quiero hacer es salir de aquí e irme a casa.

—Bien, inclínese hacia adelante y déjeme ver su espalda.

Aprieto los dientes y hago lo que me pide. Se inclina sobre mí y sube


la parte de atrás de la bata para ver la herida. Sus manos son suaves, y en
su mayor parte, no tengo mucho más dolor.

—Se ve bien. Le haré saber al doctor que está despierto, y que está
manejando bien el dolor. Necesitará comer algo y descansar, pero si el
doctor lo dice, probablemente podrá irse a casa hoy.

—Gracias —murmuro, mientras ella escribe algo en el portapapeles


y se dirige hacia la puerta.

—Por supuesto, si necesita algo antes de que regrese, entonces pulse


el botón de llamada que está pegado a su cama. Volveré en un rato con
algo para comer.
Nos brinda una sonrisa sincera a los dos antes de salir de la
habitación, cerrando la puerta tras ella.

Tan pronto como se ha ido, me dirijo a Ava. Está mordiéndose


preocupadamente su labio inferior y yo gimo, mi miembro se endurece
ante la imagen. La alcanzo, tiro de ella hacia mi pecho y prácticamente
sobre la cama.

—Podría haber estado inconsciente, pero te escuché decirlo.

—¿Decir qué? —pregunta tímidamente.

—No te hagas la tonta. Sé que me amas. Te escuché decirlo. No


puedes negarlo.

—No escuchaste nada, debe haber sido tu imaginación.

Mentirosa.

—Te amo, Ava. Lamento haberte lastimado, por todo lo que pasó,
porque nuestras vidas estén tan jodidas como lo están. Lo siento. Te
mereces algo mejor que yo, cien por cien, pero si me eliges, pasaré todos
los días compensándote.

—No tenemos que hablar de esto ahora —murmura Ava, y la agarro


por la barbilla obligándola a mirarme.

Sus ojos verdes brillantes atraviesan los míos.

—Sí, debemos hablar. Podría haber muerto. —Podrías haber muerto.


Ni siquiera puedo decir esas palabras en voz alta—. Ya hemos perdido
mucho tiempo. No quiero perder ni un minuto más. Quiero pasar cada
minuto de cada día avanzando contigo. Quiero tenerte en mis brazos
cuando me duerma y despertarte con mi lengua y mis dedos cada mañana.

—¿Qué clase de drogas te dieron? —pregunta, sus ojos se iluminan


de diversión.

—No tenían que darme nada. Ya tengo la mejor clase... la clase que
hace que tu corazón lata muy rápido y las mariposas revoloteen en tu
estómago.

—No creo que eso sea una droga.


—Tienes razón. —Me inclino hacia su cara, tan cerca que puedo
apretar mis labios contra los de ella—. No es una droga, se llama amor, y
es mucho más poderosa que cualquier droga que haya escuchado.

—¿Es eso cierto? —susurra sin aliento.

—Sí, demonios, sí... —gruño antes de apretar mis labios contra los
de ella.
Capítulo 23

Ava
Henry y mi madre aparecen justo cuando los médicos dan de alta a
Vance. Decidimos discutir lo que pasó cuando llegamos a casa para no
hacer una escena en el hospital. Vance, en su mayoría, permanece callado,
su mano en la mía acapara algunas miradas, las de nuestros padres. Me
ayudan a meterlo en el coche, y me deslizo a su lado.
Trato de no pensar en la conversación que vamos a tener, no quiero
oír que me digan lo que le va a pasar a mi padre. Sé que lo que hizo estuvo
mal, muy mal, y me doy cuenta de lo serio que es esto. Allanamiento de
morada, amenazar con un arma mortal, disparar a Vance... los crímenes
se acumulan. Va a terminar en prisión por mucho tiempo y sé que no es
inocente, pero sigue siendo mi padre y en el fondo sé que nunca habría
herido intencionadamente a Vance.
Mastico mis uñas distraídamente, dejo caer mi mirada en las casas y
árboles que pasan zumbando en un borrón. Mi mente está tan enredada
que me estremezco cuando Vance me toca suavemente la muñeca y me
quita la mano de la boca, entrelazando nuestros dedos. Miro fijamente
hacia abajo donde nuestras manos están unidas. Nunca pensé que
estaríamos juntos, y ahora, ahora es surrealista. El pensamiento de
perderlo por un corto tiempo allí, hizo que me consumiera el miedo. No
sabía si iba a estar bien, había demasiada sangre, y era...

—Cálmate.
Vance se inclina y susurra, su aliento abanica contra la cuenca de
mi oído. La piel de gallina me cubre y siento que me inclino hacia su
toque.

—Creí que te había perdido.


Las palabras salen fácilmente de mis labios.
—Shhh, no lo hiciste. Nunca te dejaré —dice Vance mientras
entramos en la entrada.
Henry aparca tan cerca de la puerta principal como puede. Juntos lo
llevamos hasta la escalera y entramos en la casa. Cuando llegamos a la
escalera y a su habitación, ya ha sido veinte mil veces y yo respiro como si
hubiera hecho equilibrio en el Empire State Building.
Una vez que lo instalamos en la cama, apoyándolo con cinco
almohadas, nuestros padres comienzan la temida charla.
—No queríamos hablar de esto en el hospital porque no estábamos
seguros de cómo iba a resultar, pero decidimos presentar cargos contra
Greg —dice mi madre con nerviosismo. Vance se queda callado,
parpadeando hacia ella. Es difícil leerle, y ni siquiera yo sé cómo va a
resultar esto—. Le pedimos al juez que no lo encarcelen, sino que lo
obliguen a ir a un centro de rehabilitación obligatorio donde pueda recibir
la ayuda que necesita.
—Bien, porque pase lo que pase, sigo culpándolos a los dos —dice
Vance, sin emociones.
—Hijo, lo que pasó no es...
—No, cállate. No quiero oír otra mentira que salga de tu boca. De
hecho, no quiero tener nada que ver contigo. Greg nunca se hubiera
encontrado en una situación como esta si no hubieras elegido dormir con
su esposa. Tú y Laura son la causa del dolor de todos, y espero que ambos
puedan vivir con eso.
Las lágrimas llenan los ojos de mi madre, pero no puedo molestarme
en sentir lástima por ella. Vance no se equivoca. Mientras todos los demás
han sufrido, han vivido esta gran vida, siempre teniendo a los demás,
siempre poniendo sus necesidades primero.
—Nosotros no... Quiero decir, nos amamos... —Henry empieza de
nuevo, pero Vance le corta el paso una vez más.
—Te dije lo que quería. Déjame en paz, deja a Ava en paz, y podrás
volver a tu preciosa vida. Jode a cualquiera de los dos, y le diré a mamá
que mentiste. Te arruinaré, te enterraré.

Henry mira a mi madre con pánico antes de caminar hacia la


puerta. Mi madre, por supuesto, lo sigue y me pregunto si alguna vez le
importé de verdad. Me quería aquí, ¿porque quería a su hija aquí o porque
se sentía obligada a darme un lugar para vivir? Ni una sola vez se enfrentó
a Henry en mi defensa e incluso ahora, es como un perro débil.
—Lo que quieras, hijo. Es tuyo.
—Bien —gruñe Vance, y tanto mi madre como Henry salen, cerrando
la puerta suavemente tras ellos.
Una vez que estamos solos, siento sus ojos sobre mí. Me giro para
mirar su cara. Sus fosas nasales se elevan, y sus ojos verde esmeralda
parecen más brillantes.
—Ven aquí... —ordena, empujándose hacia la cabecera.
—No puedes hacer eso, vas a tirar de los puntos —regaño,
levantándome desde la silla del escritorio.
Me siento en el lado de la cama, pero obviamente no es lo
suficientemente cerca porque me agarra y me arrastra contra su pecho.

—¡Vance! —grito.
—Sé mía. Quédate conmigo, Ava. Lo he arruinado. Sé que lo hice,
pero te prometo que hay bondad en mí. Haré esto bien, te trataré bien y te
haré mi prioridad número uno. Quiero que te mudes de la casa de mi
padre y que vengas conmigo. Quiero que todos sepan que eres mi novia y
que te amo.

Todo suena como un sueño. Nunca pensé que Vance se preocuparía


por mí, y mucho menos que me amara. Pero, supongo que el odio no
puede crecer cuando le cortas la única fuente de luz solar.
—Yo... yo también quiero eso, pero no queremos ir demasiado
rápido.
—Podemos ir a cualquier ritmo que quieras, pero no dejaré que te
quedes aquí bajo el pulgar de mi padre. Ya me cansé de dejar que ellos
gobiernen nuestras vidas. Han sido felices mientras el resto de nosotros
hemos sufrido y no dejaré que suceda más.
Durante años he anhelado ser amada, pero nunca esperé que ese
amor se encontrara en él.
—Pero, ¿qué pasa con el dinero? No puedo pagar la universidad por
mi cuenta, y mucho menos un lugar para vivir. Tendré que conseguir un
trabajo, lo cual no es un problema pero...

Mi voz se desvanece. Sé que estoy pensando demasiado en esto, pero


es mucha responsabilidad, y con una nueva relación, no tenemos ninguna
oportunidad.

Vance sonríe, habiendo obviamente pensado todo.


—Más despacio, nena. Le dije a mi padre que me diera mi fondo
fiduciario ahora. Se suponía que iba a ser mío después de la universidad,
pero aceptó que lo tuviera ahora. Hay suficiente dinero ahí por lo que no
tendremos que preocuparnos por pagar la matrícula o el alquiler. Podemos
olvidarnos de tu madre, mi padre, y podemos vivir una vida normal, sin
mentiras y recuerdos del pasado.
—Vance, no puedo dejar que...

Levanta su mano y coloca un dedo en mis labios, silenciándome.


Sus ojos penetrando en los míos, suavizándome con una sola mirada.
No quiero discutir con él, no después de todo lo que hemos pasado.
Debería ser yo quien dijera que lo siento, quien me ofreciera a cuidarlo;
quiero decir mi padre le disparó.
—Puedes, y me dejarás pagar por ello. Quiero cuidar de ti. Por favor,
déjame hacerlo. Déjame quitarte esa preocupación. Te lo debo a ti, a
nosotros.

—Está bien, pero sólo si me dejas pagarte.


Probablemente nunca podré pagarle, pero lo intentaré.
—Oh, puedes devolverme el dinero, de acuerdo. —Se ríe, y siento su
miembro endurecido presionando mi trasero—. Podrías empezar ahora si
te sientes generoso.
—Detente, te estás curando. Apenas puedes subir las escaleras,
necesitas descansar antes de hacer cualquier tipo de actividad.
La cara de Vance se queda sin emoción.

—Me dispararon, nena. No se me cayó el pene.


—Bueno, nada de sexo, no hasta que estés completamente curado.
No quiero ser responsable de ninguna otra lesión que puedas sufrir. Ya me
siento bastante mal.
—No lo hagas. Preferiría que me dispararan a que te dispararan a ti.
Fue mi elección, y una que haría una y otra vez.

Me inclino hacia su cara, levanto mi mano y lo tomo por la mejilla.


—¿Verdad o reto?
—Verdad —dice, sus labios llenos pidiendo ser besados—. Siempre
la verdad de ahora en adelante.
—¿Quizás un último reto? —bromeo.
—Bien... —Se detiene, pensando y me pregunto en qué me he
metido—. Ya que el sexo está fuera de la mesa... te reto... a... besarme.

Aprieto mis labios contra los suyos antes de que pueda decir algo
más, tragando cualquier palabra que vaya a salir de su boca. Nuestra
relación nunca iba a ser perfecta, pero no quiero que sea perfecta.

Sólo quiero a Vance Preston, hoy, mañana, para siempre.


Mi mejor amigo, mi matón, mi amor.
Epílogo

Vance
—¿Tenemos que irnos? —Ava hace pucheros, y yo aprieto su mano
en la mía.

Ahora entiendo por qué Remington es tan territorial con respecto a


Jules. El amor te hace hacer cosas locas.

—Sí, tenemos que irnos. No hay manera de que no te muestre.


Quiero que todos sepan que estamos juntos, para que nadie se atreva a
ligar contigo cuando no esté contigo.

—Pero, siempre estás conmigo. —Sonríe.

Es verdad, hemos sido inseparables durante las últimas semanas.


Mientras me recuperaba, ella hizo de mi enfermera y aún ahora que estoy
curado, hacemos todo juntos.

Mi padre encubrió con éxito todo el incidente del tiroteo. Al menos


acertó en eso. Ava no quería que la gente supiera lo que su padre hizo, y
yo estaba más que feliz de ayudar a que desapareciera. Nadie más excepto
nuestra familia y Clark saben que me dispararon.

He cumplido mi promesa de corregir todos mis errores, y esta noche


voy a corregir otro error. Voy a hacer saber a todo el campus que ella es
mía, y apagar cualquier rumor que pueda estar flotando por ahí.

—No tenemos que quedarnos hasta tarde. Sólo lo suficiente para que
todos nos vean juntos.

—Haces que suene como si fuera un trofeo o algo así.

—¿Esposa trofeo, tal vez?


—Despacio, acabamos de mudarnos juntos. El matrimonio está
como a mil años luz de distancia.

—Puedo esperar, pero un día serás mi esposa... sólo para que quede
claro. Llevarás mi apellido, y luego mis bebés.

No puedo evitar sonreír, aunque sé que hablar del futuro aterroriza a


Ava, sé que es para mí, y necesito que ella también lo sepa.

—Bien, algún día. —Ava se ríe mientras subimos al porche.

Dentro, la fiesta está en pleno apogeo. Música fuerte, risas y charlas


se oyen desde la calle y cuando entramos por la puerta principal esos
ruidos sólo se hacen más fuertes.

Suelto la mano de Ava y en su lugar la rodeo con un brazo, metiendo


su pequeño cuerpo en mi costado mientras caminamos entre la multitud.
Las cabezas se giran y la gente nos mira mientras nos llevo a través de la
sala. Nuestra relación es todavía algo nueva, y los chismes sobre que
estamos juntas se extenderán como un incendio, las chicas de la
hermandad quieren decir hasta la última palabra.

Veo a Remington y Jules en el rincón más alejado del espacio abierto


y decido ir a pasar el rato con ellos. Al menos Ava conoce a Jules, y parece
que se gustan. Saldría con Clark, pero últimamente ha estado
desaparecido.

—Vance.

Remington me saluda con una amplia sonrisa y una inclinación de


la barbilla. Ava se aleja y saluda a Jules con un abrazo. Las chicas
empiezan a conversar sobre las clases y algunos libros nuevos que acaban
de salir.

—¿Supongo que te enamoraste de tu hermanastra la que era un


dolor en el trasero?

—No tienes ni idea. Nunca seré capaz de perdonarme por las cosas
que hice.

Por alguna extraña razón, las palabras simplemente salen.


Remington no tiene ni idea de lo que le hice pasar a Ava, así que no podría
entenderlo.

—Sí, yo también hice pasar a Jules por una mala situación. He


tenido que aprender a dejar ir el dolor, el odio que siento por mí mismo por
hacerlo. Hago todo lo que puedo por ella ahora, y eventualmente me casaré
con ella, cuando me lo permita. —Se ríe—. Hubo un tiempo en que yo era
el matón y ella era mi saco de boxeo, y nunca lo olvidaré.

Bien, tal vez me equivoqué. Tal vez Remington Miller sabía lo que se
sentía. Mis labios se separan y estoy a punto de responder cuando Sarah y
su pandilla de hienas se pavonean hacia nosotros. Jules y Ava dejan de
hablar cuando Sarah se para justo delante de Ava.

—Miren, chicas, la basura de los remolques está aquí, asegúrense de


agarrar sus bolsos. Nunca se sabe cómo actuará.

Sarah Snickers. Más vale que hoy cuente sus estrellas de la suerte
que es una chica, porque si no lo fuera, mi puño estaría volando por los
aires ahora mismo.

—Piérdete, Sarah, sólo estás celosa de Ava —digo.

—Oh, hola, Vance. Hace tiempo que no te veo —me saluda,


ignorando mi declaración.

Se forma un mohín en sus labios pintados de rojo. Tiro de Ava a mi


lado, dejándole claro a Sarah que estoy con ella.

—He estado ocupado pasando tiempo con gente que importa, ya


sabes... con mi novia.

Las hienas de Sarah se ríen como si hubiera dicho algo gracioso.


Sarah las interrumpe con el movimiento de su mano y su nariz se arruga
de asco.

—Ella es la basura del remolque y tu hermanastra. ¿No es eso como


el incesto o algo así? —se burla.

—Hermanastra. No somos parientes, pero no espero que lo


entiendas ya que lo único que se te da bien es abrir las piernas.

—No parecía importarte mucho... —Sarah ríe y yo me enfado.


—No seas engreída. Nunca nos hemos acostado y nunca lo haría.
¿Por qué te querría cuando tengo a alguien como Ava?

Sarah tira su pelo por encima del hombro.

—Como sea, Clark todavía me deja montar su pene.

¿Se supone que eso debe herir mis sentimientos o algo así? Porque
no lo hace. Prefiero tener a Ava que permitir que Sarah me toque de nuevo.

Por el rabillo del ojo veo las mejillas de Ava enrojeciéndose de


vergüenza. Luego levanto la cabeza y veo que hemos captado la mayor
parte de la atención en la habitación.

—¿Qué demonios están mirando todos? —gruño a la multitud y casi


todos vuelven a lo que estaban haciendo un momento antes de que esta
pequeña discusión tuviera lugar.

—Diviértete con eso —dice Sarah, con su labio superior elevado en


un mohín de asco antes de meterse entre la multitud.

Ava me golpea con la mano en el pecho.

—¿Me trajiste aquí para tener un combate con ella?

—No, cariño, te traje aquí para que todos sepan que eres mía.

—Son más parecidos a nosotros de lo que pensábamos —dice Jules


a Remington, quien le sonríe como un tonto.

—Otro gol para el equipo odio amarte —Remington ríe a carcajadas.

—¿Qué demonios?

Le doy un codazo a Rem en el costado, para llamar su atención.

—¿Qué? —pregunta.

—¿Qué demonios quieres decir con otro gol para el equipo de odio
amarte?

—Oh, Jules y yo teníamos una pequeña apuesta. No estaba segura


de que te enamoraras de la hermanastra entrometida, pero yo lo sabía.
—Las apuestas te meten en problemas, según he oído.

Guiño el ojo, lo que hace que Remington expulse otra carcajada.

—Lo hacen, lo hacen.

Mi móvil empieza a sonar en mi bolsillo, y lo saco mirando la


pantalla.

Clark.

Respondo inmediatamente.

—Hola, ¿qué pasa? Hace tiempo que no sé nada de ti.

—Ehh sí, lo siento. He estado ocupado. ¿Tienes tiempo para


ayudarme? Me estoy mudando y necesito ayuda con esta sección. Es una
mierda mudarse.

¿Mudanza?

—¿Qué demonios, Clark, qué está pasando? —pregunto.

Suspirando, dice—: Mira, te lo explicaré cuando llegues.

Ava habiendo escuchado toda la conversación asiente con la cabeza,


diciéndome que está de acuerdo con dejar esta fiesta de mierda.

—Sí, estaremos allí. Envíame un mensaje con tu nueva dirección.

—Lo tengo, nos vemos pronto —dice Clark, colgando el teléfono.

Meto el teléfono en el bolsillo y me dirijo a Rem y Jules.

—Lo siento, pero nos vamos de esta fiesta que parece un puesto de
piruletas.

Ava le da a Jules un abrazo rápido y yo le doy a Rem un


asentimiento de barbilla antes de tomar a mi chica de la mano y guiarla
fuera de la fiesta. Una vez que salimos y nos alejamos del ruido de la
fiesta, Ava pregunta.

—¿Qué pasa? ¿Por qué se mudó Clark?


—No lo sé, pero estamos a punto de averiguarlo.

En ese momento, mi teléfono suena con un mensaje entrante.


Espero para comprobarlo hasta que lleguemos al coche. Entonces lo saco y
leo el mensaje que Clark me envió. Conozco la dirección, el lugar donde
vive es un condominio cerca del club campestre, pero ¿por qué demonios
se muda a su propia casa?

Aparto los pensamientos, arranco el coche y tomo la mano de Ava en


la mía mientras nos dirigimos a la casa de Clark. No pasa mucho tiempo
antes de que lleguemos.

—¿Clark va a vivir solo en uno de estos lugares? —pregunta Ava


asombrada.

—Sí, yo tampoco me lo creo.

Subimos por el camino de piedra y al condominio que me dijo Clark.


Cuando llegamos a la puerta, suspiro, levantando la mano para llamar.
Pero no tengo oportunidad porque un momento después la puerta se abre
de golpe. La cara avergonzada de Clark está ante mí.

—Hola chicos —dice Clark, haciendo un gesto para que entremos.

El lugar es enorme y mi boca se abre cuando veo a la chica parada


en el medio de la cocina, con la cara llena de ansiedad.

—¿Qué demonios está pasando? —pregunto, confundido.

Ava parpadea, y luego una lenta sonrisa se forma en sus labios.

Clark pasando una mano por su pelo castaño rojizo.

—Ava, Vance. Les presento a Emerson, mi novia —dice.

¿Novia? ¿¡Qué. Demonios!?

—¿Novia? —tartamudeo.

—Sí. Novia. —dice Clark dice entre dientes.

Sus ojos me ruegan que lo entienda, pero no lo hago. Simplemente


no lo entiendo. Clark no tiene novias, quiero decir que tiene las novias de
otras personas, pero no reclama. Las clava en la cama y las deja antes de
que el condón llegue al cubo de la basura.

—Emerson, éste es Vance, mi mejor amigo, y Ava, mi segunda mejor


amiga.

—Hola —chilla tímidamente.

Mierda, es lo opuesta de Clark, tímida, nerviosa, obviamente


inocente. Sus ojos azules brillan con secretos y sé que lo que está pasando
aquí tiene algo que ver con ella.

—Explícate —ordeno, pero Clark sacude la cabeza.

—Lo haré... más tarde.

Fin
Próximo en esta serie…

Los secretos... pueden hacerte o deshacerte.


Nadie mejor que yo para saberlo. Estoy escondiendo el mayor secreto
de todos. Mis cicatrices son mucho más profundas que superficial. Me
consumen, me controlan.
Luego lo conozco, Clark Jefferson. Ciento noventa centímetros de
dios griego caliente, con una sonrisa que hará que tus bragas
desaparezcan. Lleva una clara etiqueta de advertencia: "Rompecorazones",
y si fuera inteligente me mantendría alejada de él.
Con mi pasado, mis secretos, nada podría salir de estar con un
hombre como él. Aún así, no puedo ignorar los sentimientos que él
despierta en mi interior. Me asusta y me excita a la vez.
Me hace querer liberarme del miedo sofocante que se apodera de mi
corazón.
Nuestro encuentro no está en el destino, él me necesita tanto como
yo a él, así que hacemos un trato.
Será mi novio falso y le ayudaré a salir del problema con su padre.
Pero los secretos no pueden permanecer para siempre y a medida
que me acerco a Clark, mis sentimientos por él también crecen. Pronto la
línea entre lo falso y lo real se desdibuja y cuando el pasado del que he
estado huyendo finalmente me alcance, tendré que confesarle a Clark la
verdad o dejar ir un amor que sólo se suponía que era falso.
Sobre La Autora

Cassandra nació y creció en Alemania. Se movió a los Estados


Unidos cuando cumplió sus dieciocho años. Ella es ahora una ama de
casa con tres niños y felizmente casada. El amor a la lectura trascendió a
la escritura cuando puso sus dedos en el teclado y comenzó a escribir
sobre el lado oscuro del romance.

J.L. Beck es una autora de superventas del USA Today. Ella ha


escrito más de cincuenta diferentes novelas románticas. Comenzó su viaje
de escritora en el año 2014 y no ha frenado ni un segundo desde entonces.
Ha sido cautivada por el romance real y le encanta leer sobre fuertes
hombres Alfas, tanto como atrevidas heroínas que saben o no saben lo que
quieren. Es mejor conocida por brindar un felices para siempre pero
termina las cosas con suspenso una o dos veces.
Cuando no está escribiendo su siguiente libro, puede encontrarla
ejerciendo su papel de madre de sus dos adorables niños y casada con su
chico de la secundaria.
Está obsesionada con Starbucks, las redes sociales y es
definitivamente una persona que ama a las perros más que a los gatos.

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