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Austin Lowes es nueva en la ciudad.

Está huyendo de una madre que odia a su


padre quien no se preocupa por ella. Solo unos pocos meses más y será libre,
o, al menos, eso es lo que espera... hasta que lo conoce.

Cole Reynolds es el diablo disfrazado de hombre. Quiere su miedo, quiere su


sangre, y quiere su alma.

Solo un pequeño juego, dice, .

Dare #1
lguna vez han estado en un funeral donde el predicador se
para ante los amigos y los seres queridos del fallecido y
habla acerca de cuan mierda era esa persona? ¿Cómo jodió
a su esposa? ¿O gastó los ahorros de vida de su familia para
alimentar su adicción al juego? ¿Qué tal que durante su despedida de soltero
sacó una botella de coca cola del trasero de una puta?
Yo tampoco.
¿Por qué es que somos jodidos santos en el momento en que morimos?
Escuchas al predicador decir cosas como “Oh, John Smith era un hombre
encantador que amaba a su esposa e hijos”, cuando realmente debería estar
diciendo “John Smith fue un pedazo de mierda sin valor que se acostaba con la
niñera en cada oportunidad que tenía mientras su esposa estaba ocupada con
dos trabajos y criando a sus ingratos hijos”.
Y no olvidemos que el difunto en ese ataúd ni siquiera fue a la iglesia,
nunca. Por no hablar del Predicador que habla tan bien de él. Todo lo que sabe
son las historias que los ciegos seres queridos escribieron en una pequeña
tarjeta para que las compartiera.
Es un jodido títere.
Ahora, no he leído la palabra de la Biblia, pero sé que el Señor dice que si
confesamos nuestros pecados y pedimos perdón, limpiará nuestras almas, y
seremos perdonados.
Jódeme. Es como magia.
Ahora, eso plantea la pregunta: ¿Y si no te arrepientes? ¿Qué pasa si no te
importa ser perdonado?
Ninguna cantidad de agua bendita podría limpiar mi alma, y estoy de
acuerdo con eso porque, cuando pequé, entendí que algún día tendría que
pagar. Que todos moriríamos con el tiempo. Puedes ser una de esas personas
que entierran la cabeza en la arena para evitar hablar de todo eso. ¡Pero es la
vida!
Vive o muere.
Cielo o infierno.
Ángel o demonio.
Blanco o negro. No existen zonas grises.
Así que, dime... cuando estés acostado en ese ataúd delante de tus amigos
y familia, ¿qué van a pensar de ti? ¿Creerán a ese predicador que dice
tonterías, o sabrán que no te importaría si ardieras por la eternidad?
No soy una persona religiosa. Obviamente.
Pero sí sé esto, cuando sea condenado al infierno, será porque
jodidamente me lo gané.
iro hacia el cielo oscuro y nublado. Es oficialmente un nuevo
año. Primero de enero.
Algunos lo considerarían una oportunidad para un nuevo
comienzo, pero no soy como la mayoría de la gente. El sol se
puso hace horas, pero me quedé aquí, en la piscina climatizada, intentando
aclarar mi mente. Pero como siempre, es un lío. Constantemente recordándome
ese día. Un día que me quitó mucho... Como si lo hubiera tenido para dar.
No lo tenía.
Me paro en la cocina al lado de mis amigos Eli y Landen. Maddox, nuestro
otro amigo, se encuentra frente a nosotros.
—Vamos. Tómalo —me burlo de Maddox, mirando hacia el cronómetro de mi
teléfono.
Él deja escapar un largo suspiro y se lanza a beber el trago.
—Cinco… —cuento, y todos en la habitación le gritan y le aplauden.
—Maldita sea, hombre. —Jadea por aire. Coloca las palmas en la barra e
inclina la cabeza—. No pensé que sería tan difícil.
Eli se ríe a mi lado.
—Eres un puto cobarde.
—Vamos a ver como tomas cinco tragos de Corona.
Eli lo rechaza como si no fuera nada.
—En un minuto —añade Maddox.
Eli se enrolla las mangas.
—Ponlos en fila.
Una gota de lluvia cae sobre mi rostro, ruedo sobre mi estómago y buceo a
la parte inferior de la piscina. Me siento ahí y solo disfruto del silencio.
Tratando de olvidarlos.
Pero siempre vuelven. Me gustan los fantasmas. Me persiguen
recordándome que les fallé.
Dejo escapar un largo suspiro y miro las burbujas flotar hasta la
superficie. Cierro los ojos, hago un puño con mis manos, sintiendo esa
opresión en mi pecho ante la necesidad de aire. Aguanto un poco más.
Algo golpea mi brazo, y abro los ojos para ver el anillo de buceo. Coloco
mis pies en la parte inferior y me impulso, tomando una respiración profunda
cuando llego al aire de la fría noche. Veo a mi mejor amigo, Deke, de pie entre
el sillón y la mesa. La sombrilla blanca de la mesa lo protege de la lluvia.
—Estamos listos —dice, colocando las manos en los bolsillos de su
pantalón vaquero negro.
Nado hacia el lateral de la piscina y salgo. Agarrando la toalla de la mesa,
la envuelvo alrededor de mis caderas.
—¿Dónde están los chicos? —pregunto.
—Nos encontrarán allí.
Asiento y paso una mano por mi cabello para escurrir el agua.
Deke mira hacia la oscura piscina.
—¿Cómo está tu hombro?
—Bien —miento. Siempre me duele, pero he aprendido a vivir con el dolor.
Asiente como si me creyera. No lo hace.
—A Kellan no le gusta tu plan.
—Entonces Kellan puede quedarse sentado —digo.
—Eso es lo que le dije. Pero lo conoces. —Suspira—. Piensa que la gente lo
buscará.
—Ese es el punto. —Matas a un ratón y lo dejas al descubierto, luego
otros roedores salen a alimentarse de él. Se llama cebo. Voy a rodearlo para
dirigirme hacia la casa, pero su mano se dispara y aterriza sobre mi pecho
mojado, deteniéndome.
—¿Seguro que estás listo, Cole? —Los ojos van a la cicatriz en mi
hombro—. No dudo de tu plan. Es sólido. Pero quiero asegurarme que podrás
ejecutarlo.
Asiento.
—Hemos esperado tiempo suficiente.
Me siento en la parte de atrás, mirando por la ventana del blanco SUV
Escalade. Está lleno de todas las comodidades requeridas por una persona
rica. Asientos de cuero con calefacción y volante. Pantallas de televisión en el
tablero y reposacabezas. Neumáticos grandes con algunas ruedas cromadas
brillantes. Lunas tintadas. Un sistema estéreo en pleno auge. El interior es de
color beige y huele a cuero. Cosas que nunca he tenido antes. Nunca las
necesité.
Piensa que me van a intimidar. Está equivocado.
Han pasado diez años desde que me vio por última vez. Cuatro desde que
le hablé por teléfono. Solo necesito atravesar los siguientes cuatro meses y
luego me iré, tras la graduación. En dos meses cumpliré dieciocho y no tendré
que vivir con ninguno de mis padres.
Raylan aminora, girando hacia la parte ancha antes de ir por un camino
privado. Los árboles que bordean el estrecho camino parecen garras mientras
las ramas casi raspan los lados y la parte superior del SUV.
—Es un buen hombre —dice, rompiendo el silencio.
¡Te engañó!
Resoplo, viendo nada más que lo que los faros nos permiten ver. Son
pasadas las once de la noche del sábado y resulta espeluznante estar aquí, en
medio de la nada.
Desde que tengo memoria, mi padre ha preferido vivir en reclusión. Nadie
viene tan lejos de la ciudad. Por eso eligió esta propiedad después de todo. Hizo
construir esta casa para su esposa cuando se casaron. Eligieron establecerse
en Collins, Oregón, una pequeña ciudad rica en la costa, aunque él vivía en Las
Vegas cuando la conoció. Era bailarina, y él tenía dinero. Una pareja en el
cielo.
—No está en casa a menudo —agrega, deslizando sus ojos verdes a los
míos en el espejo retrovisor. Bueno, ¡eso es una ventaja!
Los árboles se abren y, a través de la suave llovizna, veo una casa a
cincuenta metros frente a nosotros. De tres pisos de altura, parece uno de los
pequeños castillos de los que solía leer en los cuentos de hadas. Vides verdes
suben por los costados de la casa como manos agarrándose por su querida
vida. La última vez que estuve aquí, las usé para salir desde la ventana del
segundo piso. Cuando los focos en el suelo iluminan las pulcras persianas
negras de estuco hace que se vea un poco siniestra. Tiene doce chimeneas, un
garaje para seis autos, y viviendas para las personas a las que contrata para
hacer los trabajos que su esposa es muy capaz de hacer.
Una fuente de cinco niveles se encuentra en medio de la entrada circular.
Grandes árboles cubren sus ochenta metros cuadrados, escondiéndola de
cualquier persona que esté cerca.
Raylan detiene el auto y sale. Yo salgo y cierro la puerta siguiéndolo. El
único sonido es el viento azotando los árboles alrededor.
Las gotas de lluvia en mi piel causan que un escalofrío recorra mi espalda.
—Vamos —grita, ya subiendo las escaleras.
Las tomo de dos en dos, pasando las blancas columnas y entrando a la
casa. Me paro en el enorme vestíbulo mirando el suelo cubierto de cuadros
blanco y negro y a la escalera a la izquierda. Carece de cualquier cosa que se
parezca a un hogar. Y hace que piense que es más un museo con artefactos de
valor incalculable. Huele igual. Como a dinero. A crujientes billetes de cien
dólares. Como si las paredes y los suelos fueran de ellos.
—¿Austin? ¿Eres tú?
Oigo la molesta voz y suspiro. La esposa de mi padre, que es lo
suficientemente joven para ser mi hermana mayor, entra corriendo al vestíbulo.
Su cabello rubio decolorado cae liso y recto. Su maquillaje como si acabara de
terminar de prepararse para el día. Vestida con un pantalón negro y una blusa
a juego, parece como si hubiera pasado el día en una oficina.
No trabaja.
—Oh, Dios mío, te has vuelto tan grande —grita, tirando de mí a un
abrazo. Oler su caro perfume casi me hace estornudar.
—Hola, Celeste —le digo, dándole un medio abrazo.
Se retira, pero sostiene mis brazos y sonríe. Sus ojos marrones son
suaves.
—Vaya, ¿no has crecido?
—Eso es lo que hacen los chicos.
Le sonríe a Raylan.
—Por favor, pon sus cosas en su habitación. —Entonces toma mi mano y
empieza a arrastrarme fuera del vestíbulo y por el pasillo. Tomamos un giro a
la derecha y vamos a la elaborada cocina—. Tu padre dejó esto para ti —dice,
dándole palmaditas a la isla de la cocina.
Me acerco y recojo mi horario escolar, un juego de llaves, y una tarjeta de
crédito. Junto con una nota.
Te compré un auto nuevo. No lo arruines. Y aquí hay algo de dinero. El límite
es treinta mil.
Ese es mi padre. Siempre comprando mierda. Le pagó a mi madre. Nos
compró una gran casa de lujo que dejó ir a la mierda. Le dio un auto de lujo
que vendió por más dinero. Le da más manutención de la que podríamos
necesitar, pero ella la usa en drogas, en alcohol, y en su novio. Lo que sea para
alimentar su adicción en lugar de a mí.
—¿Me consiguió un auto? —pregunto.
Ella aplaude con entusiasmo.
—¿Quieres ir a verlo? Está en el garaje. Lo ayudé a escogerlo.
Niego, esperando que no lo haya pintado color chicle rosa para que
coincida con su personalidad.
—Ya es tarde. Y estoy cansada.
No tomó mucho tiempo volar desde California a esta maldita ciudad en la
costa de Oregón, pero no necesita saber eso. Podría dormir un poco.
Ella asiente, su sonrisa cae.
—Por supuesto. Déjame mostrarte tu habitación —dice como si no
recordara donde me quedé la última vez que estuve aquí.
Dejo todo en el mostrador y la sigo hasta la gran escalera, notando la falta
de fotos en las paredes. Mi habitación es la primera puerta de la izquierda.
Para mi sorpresa, no parece que una adolescente vomitara en ella. Es grande,
con una cama trineo blanca y larga a juego con el vestidor. Tiene grandes
ventanales con vista al bosque en la parte posterior, y una televisión en la
pared. Se ve igual que cuando tenía siete años.
Cuando me mira, arqueo una ceja, haciéndola reír nerviosamente.
—No sabía cuál era la tendencia en estos días. Pero pensé que podríamos
ir de compras esta semana y escoger algunas cosas para tu habitación.
—Gracias, suena bien —le digo, estirándome y recogiendo una bufanda
gris oscuro de la cama.
—Te las compré hoy —dice, sosteniendo las otras cuatro en varios
colores—. Ahora estamos a diez grados, pero todavía podría enfriar por la
noche. No sabía si tenías alguna, ya que en California hace bastante calor.
—Gracias —le digo, dejándola caer sobre la cama y balanceándome en mis
Chucks1.
Solo quiero que se vaya. Una cosa sobre vivir con mi madre era que
siempre estaba sola, y me gustó. Tomaría el silencio sobre la interminable
charla cualquier día.
—Así que te dejaré sola para que te instales. Sé que es tarde. —Se acerca
a mí y me tira para otro abrazo—. Estoy muy feliz de tenerte aquí, Austin. —

1 Modelo de zapatillas perteneciente a la marca Converse.


Entonces se aleja y camina hacia la puerta para irse, pero se detiene—. Oh,
Austin. Prepárate para salir a las diez de la mañana.
Arrugo la frente.
—¿A dónde iremos?
Sonríe alegremente.
—A la iglesia. —Entonces cierra la puerta.
Caigo sobre mi cama y cierro los ojos.
Mi madre me envía con mi padre, y él tiene a su joven esposa adolescente.
Mi vida no puede ser peor.
Saco el celular de mi bolsillo trasero para ver si tengo algún mensaje. No.
Siento que mis amigos ya se olvidaron de mí. No tenía muchos, de todos
modos. Buscando en mi bolso, saco mi diario. Lo he tenido desde que puedo
recordar. Me gustaba como terapia cuando necesitaba alguien con quien
hablar pero no había nadie.
Cuanto más grande me volvía, menos quería hablar con la gente. Los
chicos de mi edad no querían escuchar sobre mis problemas.
Me siento cuando escucho motores rugiendo y tubos de escape fuerte
desde el exterior. Yendo a mi ventana, miro para ver los faros de nuevo en los
árboles.
Hay un camino de tierra que corre paralelo a la casa. Lo recuerdo de la
última vez que me quedé aquí. Solía conducir al cementerio en la cima de la
colina, a un par de cientos de metros de distancia, pero ahora está muerto.
Termina al pie de la colina. Junto a la casa.
Un SUV blanco de algún tipo se detiene, y las dos puertas delanteras se
abren. No puedo distinguir a la gente, demasiado lejos y demasiado oscuro,
pero son altos. El segundo auto que se detiene es pequeño y negro, de dos
puertas.
Cuento rápidamente cinco cuerpos y miro mientras todos van al maletero.
Lo abren, y un chico se inclina hacia abajo, alcanzando algo. Saca a un
hombre. Cae al improvisado camino y trata de alejarse.
—¿Qué demonios? —digo mientras dos hombres lo agarran, recogiéndolo.
Uno de los pies, el otro de la cabeza, y comienzan a alejarse con él.
Un hombre cierra el maletero mientras otro agarra una bolsa de lona
negra del todoterreno. Y luego comienzan a caminar. Me agacho para
asegurarme que no me vean, lo que es estúpido. No saben que estoy aquí
arriba, y son más de las once de un sábado por la noche.
¿Saben que mi padre vive aquí?
Aunque los árboles cubren la mayor parte de este lado de la casa, todavía
se puede ver dónde están ahora. ¿Simplemente no les importa?
Pasando a mi maleta, saco de un tirón mi sudadera negra y me la pongo
antes de salir de mi habitación. Rápidamente bajo la escalera y voy al vestíbulo
trasero. Abro la puerta trasera lo suficiente para pasar, y luego me agacho,
yendo a la esquina lejana de la terraza. Miro por encima de la barandilla y veo
a las cinco figuras caminando. Dos todavía llevan al hombre, otros dos tienen
linternas en las manos, iluminando su camino, y el quinto va detrás de ellos.
Con las manos en los bolsillos, cabeza abajo. Ninguno parece tener prisa.
—No lo sabía… —se lamenta el hombre que llevan mientras algunos de los
otros se ríen de él—. Por favor —suplica—. Ella nunca me lo dijo.
—¿Mintiendo? —pregunta uno con un resoplido—. Ten las jodidas bolas
para admitirlo, hombre.
—Me van a matar. —Llora.
Ellos no responden a esa declaración.
Con hojas y ramas crujientes bajo su peso, caminan más y más lejos de la
casa hasta la colina que lleva al cementerio.
Entrecierro los ojos y apenas puedo distinguir sus linternas ya. ¿A dónde
irán? ¿Realmente planean matarlo? ¿O simplemente molestarlo? No puedo
saberlo.
Decidiéndome, me levanto poniéndome la capucha de mi sudadera, y
salgo tras ellos.
Sigo sus luces asegurándome de permanecer lo suficientemente lejos, así
no seré vista. Solo me encuentro con un par de árboles en el camino. Cuando
llegamos a la cima de la colina, estoy sudando y jadeando por respirar. El
cementerio finalmente aparece a la vista, y miro hacia atrás sobre hombro,
pero todo lo que veo es oscuridad.
La casa ya no es visible.
quí está ella —dice Deke mientras deja caer las
piernas del hombre.
Shane deja caer los brazos, y Jeff aterriza de
cara en el montículo de tierra. Una tumba que
conoce muy bien.
—¿Qué? —pregunta, retrocediendo hacia atrás como un cangrejo, pero
mis piernas lo detienen. Le doy un puntapié—. ¿Por qué están haciendo esto?
—grita.
—Porque creemos en ojo por ojo —responde Bennett—. Y quiero verte
jodidamente ciego.
Él pone sus manos en alto.
—Ustedes son solo chicos... —Mis amigos se ríen de eso.
—Y tú eres solo una pieza lamentable de mierda —responde Deke.
Mis cuatro amigos lo rodean. Me gustan los tiburones. Me quedo donde
estoy, frente a él y el cementerio. Saco las manos de mis bolsillos y las pongo
detrás de mi espalda, viéndolo evaluarnos a todos, sopesando sus
probabilidades. No están a su favor. Nunca lo están cuando se trata de
nosotros. Nadie puede pasar del GWS a menos que todos estemos de acuerdo
en permitirlo. Y alejarse viene con un precio.
Uno que la mayoría no puede permitirse.
—Solo, por favor... déjenme ir. —Traga mientras los demás hacen brillar
sus luces en él—. No se lo diré a nadie...
Su risa crece. Me acerco a él, y me mira. Sus lágrimas manchando su
rostro me enferman.
—Cada acción tiene una consecuencia. —Empiezo—. Puedes negarlo todo
lo que quieras, pero todos sabemos por qué estás aquí. Y creemos que es hora
de pagar.
—¿Qué hay de tus consecuencias, Cole? —me grita Jeff, y me pongo
rígido.
—¿Eh? Mataste a tres de tus mejores amigos, ¡y no recuerdo que hayas
tenido que pagar! —responde.
Pago todos los días.
Deke da un paso hacia Jeff, pero pongo mi mano sobre su pecho para
detenerlo.
—Está bien, Deke. Deja que el hombre hable. Son sus últimas palabras,
después de todo.
—¡No eres el jodido Dios! —grita, golpeando sus puños en el suelo mojado.
La llovizna anterior ahora cae más estable, empapándonos a todos. Sonrío.
Enfrenta esa pelea, Jeff. Lo vas a necesitar—. No pueden hacerle esto a la
gente.
Miro alrededor de la oscuridad, al abandonado cementerio donde los
muertos descansan y luego son olvidados.
No puedes ver los acantilados a la derecha, pero se puede escuchar el
océano golpeando las rocas dentadas debajo. Hay sangre en esa agua.
—¿Quién está aquí para detenernos? —pregunto simplemente.
—¡Cole! —grita mi nombre. Inclino la cabeza a un lado—. Conocí a tu
madre... Estaría tan avergonzada del hombre en que te has convertido.
Una sonrisa lenta se extiende por mi rostro a medida que el aire a nuestro
alrededor se espesa como la niebla. Mis amigos retroceden un paso, sabiendo
que voy a necesitar un poco más de espacio.
—Maldita sea... No debes tomar el nombre del Señor en vano —reflexiono.
—No deberías asesinar a la gente —responde.
—Te voy a dar una oportunidad —le digo—. Una oportunidad de ganar tu
libertad. —Ambos sabemos que es una mentira. No me puede vencer. Nadie
puede.
Sus ojos pasan de mí a mis cuatro amigos que aún nos rodean. Sus
linternas brillando en él me permiten ver.
—¿Es una broma enfermiza? —demanda.
—No, en absoluto —digo, estirándome y agarrando la parte de atrás de mi
camiseta negra. La paso sobre mi cabeza y la lanzo al suelo lejos de nosotros.
Ahora sin camisa, estoy listo para una pelea. Entonces saco la linterna del
bolsillo trasero de mi pantalón vaquero y la tiro también—. Espero que no te
desmayes al ver la sangre. —Ya puedo oler el cobre, y mi boca comienza a
regarse. Joder, ha pasado demasiado tiempo desde que tuve una buena pelea.
Ruedo mi hombro, tratando de liberar la tensión.
—Eres como tu padre —grita—. Malditamente tomando cualquier cosa que
puedas tener en tus manos.
Escucho algo detrás de mí. Un leve sonido de ramas rompiéndose. Pero no
me giro. Aún no.
—Levántate y pelea —ordeno.
Niega.
—No quiere jugar —dice Shane con una risita.
—Te dejaré tener el primer golpe. Más que justo. —No puedo evitar
sonreír.
Oigo ese sonido de nuevo detrás de mí, y está más cerca. Echo un vistazo
rápido, con toda la intención, y toma la ventaja, como sabía que haría.
Se levanta de un salto y asesta un golpe en el lado de mi rostro. Le
devuelvo el golpe con un puño a su mandíbula. Su cabeza se agita al lado, y
golpeo mi otro puño en su nariz. Sus manos suben para cubrirlo mientras
tropieza hacia atrás. Rechino los dientes cuando mis nudillos crujen al
golpearle en la boca. Sus dientes rasgan mi piel abierta como un cuchillo en
mantequilla.
¡Me encanta!
Cae en Deke, y lo sostiene arriba mientras lo golpeo una y otra vez. Mi
puño se conecta con su estómago, con su rostro, y con su cabeza. Mi piel sigue
abierta. La sangre llena mis puños, haciéndolos resbaladizos. Deke se cansa de
levantarlo y lo empuja hacia mí. Yo me impulso para golpearlo una última vez,
y cae de vuelta al suelo.
Estoy parado sobre él, respirando pesadamente, y el sudor cubre mi
cuerpo cuando la lluvia se detiene. Mis manos están a mis costados, y puedo
sentir la sangre goteando de ellas como un grifo, la mía mezclada con la suya.
Jeff empieza a toser.
—Te reto a que te levantes —gruño.
—¿Es esto... lo que... todo? —Jeff jadea las palabras—. ¿Otro reto? —
Tose—. Ustedes... y sus enfermas... malditas bromas...
—¡No! Esto es con lo que pagas la vida que tomaste. —Mi voz se hace más
fuerte, y aprieto los puños, queriendo golpearlo un poco más. Me palpita el
hombro, pero lo ignoro.
—¿Cuándo obtendrás lo que mereces? —susurra ásperamente—. ¿Eh,
Cole? ¿Cuál es tu precio…?
Me pongo de rodillas, a horcajadas sobre él. Mis puños cerrados suben y
luego bajan en su ya sangriento rostro. Grito de frustración cuando
simplemente se queda allí y lo toma. Quiero la picadura de un puñetazo. Deseo
la sensación de la ruptura de la piel. Necesito sentirlo. Necesito el dolor. Me lo
merezco, después de todo. Estaba en lo correcto. Maté a mis amigos.
Hago puño de su camisa y saco su floja cabeza del suelo, mis piernas
todavía a horcajadas sobre sus caderas. Sus ojos uno negro y uno azul, con el
rostro partido y sangrando. Bajando mi rostro al suyo, gruño.
—¡Dame lo que merezco! ¿Por qué no te levantas y me golpeas? —Mi voz
se eleva—. ¿Por qué no eres un maldito hombre y peleas conmigo?
No responde. Su cabeza cae hacia atrás, y lo empujo, causando que su
cráneo golpee el suelo con un ruido sordo.
Deke me da una palmada en la espalda.
—Ve a caminar, Cole. Lo tomaremos desde aquí.
Me levanto y doy un paso atrás mientras lo recogen del suelo.
Cierro mis manos en puños, amando la sensación de mis nudillos
golpeados. El viento se levanta, y hace que la sangre cubra mi cuerpo y me
estremezco por el frío.
¡Joder, me encanta una pelea!
Mi padre dice que nací peleador. Diría que si un hombre no puede usar
sus manos, entonces, ¿para qué sirve? La única diferencia es que mi padre
paga para usar las manos de alguien más.
Una rama de árbol se rompe detrás de nosotros, y todos nos damos la
vuelta con cuatro linternas bailando en la oscuridad.
—¿Chicos, oyeron algo? —pregunta Deke.
—Pensé que lo había hecho. Pero no veo nada —responde Shane.
—Voy a echar un vistazo —digo, caminando lejos de ellos—. Y apúrense.
Tomo mi linterna del suelo y la hago brillar delante de mí, escuchándolos
riendo detrás mientras terminan con el enfermo bastardo que se mereció todo
lo que consiguió esta noche.
Mis zapatillas crujen en el suelo, y me detengo para simplemente
escuchar. Apago mi luz y la pongo en el bolsillo de mi espalda. Conozco esta
tierra como la palma de mi mano. Y nadie está aquí afuera. Nadie que sea
bueno para algo.
El terreno de Lowes está abajo, en la parte inferior de la colina, pero
nunca están en casa. Y, si por alguna razón lo están, ya estarán en la cama.
Mis manos cuelgan a mis costados, la sangre gotea lentamente de ellos y
cae sobre las hojas. Mi cuerpo ansía más.
Poco a poco dando un paso tras otro, desconecto de los chicos detrás de
mí mientras sus voces se vuelven más calladas cuanto más lejos voy.
Un sonido a mi derecha me hace sonreír. Quienquiera que sea, está cerca.
Muy cerca. Me detengo y espero, sin hacer un movimiento. Están en la
oscuridad igual que yo, porque no veo ninguna luz. Entonces oigo otra vez.
Podría ser un animal, pero no suena como uno. Escucho dos sonidos distintos,
un par de zapatillas.
Doy un paso a la derecha, y oigo una ingesta de aliento. Tan cerca.
Luego se detiene. Sus zapatos golpean el suelo y corro tras ellos. Hago un
pequeño giro, envolviendo mis brazos alrededor de él y lo tiro al suelo. Hace un
ruido de molestia y dos manos golpean mi rostro. Las tomo y las fijo a sus
lados y luego le monto a horcajadas para sujetarle debajo de mí.
Me saco la linterna del bolsillo trasero y la enciendo, iluminando hacia
abajo al intruso.
Ojos verde oscuro me miran, enmarcados por largas pestañas oscuras.
Suaves labios rosas están separados, y tiene un pequeño piercing de perno de
diamante en su nariz de botón. Cabello castaño oscuro cubre la mitad de su
rostro, y gruñe.
—Suéltame.
Parpadea varias veces ante la luz cegándola, no la muevo. Deja de verme.
—Suéltame —exige esta vez, jadeando.
Inclino mi cabeza hacia un lado, solo observándola retorcerse debajo de
mí. Nunca la he visto antes, y conozco a cada mujer en este pueblo. Conozco a
cada mujer en cincuenta kilómetros. Pero a ella no. No éste rostro. Comienza a
pelear más duro, pero la sostengo fácilmente. Viste una sudadera negra con
capucha, cubriendo la parte superior de su cabeza y parte de su rostro. Me
estiro y la aparto, haciendo que tuerza su cuello.
—¡No me toques! —Su voz sisea.
—¿Cole? —Escucho gritar a Deke.
—Por aquí —respondo, sin quitar mis ojos de ella.
—Tú, lamentable hijo de pu…
—¿Qué encontraste? —pregunta mientras viene a mi lado. Apunta su luz
sobre ella, y aparta el rostro cerrando los ojos. Seis pendientes corren por su
oreja en varios colores—. Oh, un juguete. ¿De dónde viene?
—No estoy seguro.
—¿Hay más? —pregunta.
—Vete a la mierda —escupe ella mientras su cuerpo tiembla
nerviosamente bajo mi peso.
¿Cuánto vio? ¿Sabe que casi le doy una paliza a un chico? Debería
tenerme miedo. A mis demonios les gusta la furia. Se alimentan de ella. Y
nunca he sido alguien que se muera de hambre.
Deke se ríe.
—Me gusta cuando tienen boca sucia.
Ella arquea la espalda y su delicado cuello, soltando un grito de
frustración que resuena en la noche oscura.
—Nadie te puede escuchar aquí —le digo, mi mano libre sube y se
envuelve alrededor de su garganta pero no la ahogo. La sangre en mi mano
cubre su piel besada por el sol como si estuviera pintando un cuadro en su
cuerpo. Traga duro contra ella—. No hay nadie que venga a salvarte.
Gime.
—Me encanta cuando gritan. Adelante, cariño —dice Deke suavemente—.
Grita para mí —dice, arrodillándose junto a nosotros. Envuelve su largo cabello
oscuro alrededor de su puño sangriento, y sacude su cabeza hacia un lado
para que lo encare.
Ella enseña sus dientes perfectos, jalando un suspiro, pero no grita por su
fuerza. Nuestras dos luces permanecen en su rostro, y entrecierra los ojos,
tratando de ver en la distancia, oigo un rugido de motor mientras Shane,
Kellan y Bennett se van.
—¿Qué estabas haciendo aquí afuera sola? —le pregunta.
—Viéndote asesinar a alguien —responde ella.
Él echa su cabeza hacia atrás, riéndose de su honestidad.
—Te gusta mirar, ¿verdad? —pregunta.
Sus caderas se mueven debajo de mí, pero sigo manteniéndola abajo. Soy
de más del doble de su tamaño, así que no irá a ninguna parte. Puede
retorcerse todo lo que quiera.
—Qué casualidad. A mí también —dice con una risa oscura.
Ella se pone rígida, y él me mira.
—Adelante, Cole. Dame un espectáculo. Me gané eso. Le dimos uno,
después de todo.
—No —susurra ella mientras sus labios se abren, y toma una respiración
entrecortada.
Le sonrío aunque no puede verme. Mi mano se afloja alrededor de su
esbelto cuello, y paso mis dedos hacia debajo de su piel y de su clavícula,
bajando su sudadera con gran capucha en el proceso. El rastro de sangre que
dejo atrás hace que mi pene se endurezca dentro de mis pantalones. Puedo
sentir su pulso acelerado, y me gusta. El miedo en sus ojos verdes. El sonido
de su respiración entrecortada y el temblor de su cuerpo.
—Sabes lo mucho que me gusta actuar —le digo a él.
—Por favor. —Su cuerpo tiembla con la súplica mientras mis dedos pasan
sobre su hombro, empujando la tira de su sujetador negro y viéndola
desaparecer en la manga de su sudadera con capucha.
Deke me da una palmada en la espalda.
—Está rogándote ya, Cole. ¡Mierda! Eso es algún tipo de récord, ¿verdad?
—Silba.
El viento levanta y tira su cabello alrededor de su rostro, haciendo que se
adhiera a la sangre a lo largo de su cuello y pecho.
—El rojo es tu color —le digo.
—El naranja será el tuyo —gruñe, levantando la barbilla.
Sonrío ante sus palabras.
Deke simplemente se ríe.
—Puede ser que lo grabe —dice, poniéndose serio.
Suspiro como si ese pensamiento fuera decepcionante.
—Eso sería muy estúpido de ti.
Dejo caer mi linterna junto a su cabeza.
Soltándola, me incorporo, y como sabía que haría, tira de sus brazos
debajo de mí y los levanta a mi pecho, tratando de apartarme de ella. No cedo.
Luego pasa sus uñas por mi piel. Siento que se rompe por su fuerza, y me
abstengo de gemir de dolor.
Envuelvo mis manos alrededor de sus muñecas y las empujo por encima
de su cabeza, sosteniéndolas contra el suelo húmedo. Entonces llevo mi cuerpo
a su pecho y me siento sobre ella.
—Revisa sus bolsillos —ordeno a Deke.
Ella grita mientras trata de pelear contra mí. Sus caderas se mueven, y da
una patada, pero Deke saca un celular de su bolsillo trasero.
—Está bloqueado.
—¿Cuál es el código de acceso? —exijo.
Cierra la boca con fuerza y estrecha los ojos. Me gusta la pelea en ella. La
mayoría de las mujeres ya estarían sollozando. Me apoyo abajo y le doy una
sonrisa amenazadora a pesar que todavía no puede verme.
Bajando la voz, digo:
—O me das el código de acceso, o lo tomaré de ti. ¿Qué será, cariño? —
Una parte de mí quiere que me haga tomarla. Me encanta cuando alguien me
fuerza la mano. Tomando la decisión por mí.
—Yo no...
—Eso no es lo único que vamos a tomar —dice Deke, cortándola, y
entonces lo escucho abrirse los pantalones detrás de mí.
—¡No! —grita ella. Sus manos se cierran mientras las sostengo sobre su
cabeza—. Es de retina... es un escáner de retina —dice en un apuro.
—Tecnología de mierda —gruñe.
—¿Qué pasó con los buenos días donde solo abrías el teléfono, y
funcionaba?
Se lo lleva a ella, mi linterna se encuentra en el suelo junto a nosotros,
brillando en su rostro. Se debe desbloquear porque lo toma y empieza a
repasarlo. Gruñe.
—¿Qué sucede? —pregunto.
—No hay videos o fotos de ella. Pero hay algo interesante.
—Intenté decírtelo. No lo grabé —dice ella, jadeando. Mi peso sobre su
pecho le hace difícil respirar.
—¿Qué encontraste? —pregunto, ignorándola. Hay una larga pausa antes
que finalmente diga—: Austin Lowes.
Mis cejas se disparan.
—¿Como Bruce Lowes?
Silencio.
Me rio.
—Bueno, bueno, bueno, no sabía que tenía una hija de alrededor de
nuestra edad. Diecisiete, dieciocho a lo sumo.
Ella cierra la boca con fuerza.
Interesante. No quiere reconocer al bastardo tampoco. Bueno para ella. Es
un lamentable pedazo de mierda.
—No tenemos tiempo para esto —gruñe Deke, su paciencia se agota
debido a que no jugará con ella. Se endereza y saca la pistola metida en la
parte de atrás de su pantalón vaquero—. Vamos a matarla.
Ella entrecierra los ojos ante la oscuridad. Mis ojos trazan la sangre sobre
sus muñecas, cuello y pecho. Es demasiado hermosa para matarla. Demasiado
preciosa para destruirla.
Todavía.
Él tiene miedo que hable, vaya a la policía, pero yo no. Nos teme. Piensa
que la lastimaremos. No está equivocada.
—Guarda el arma —le ordeno.
—Pero…
—Ahora.
La mete de nuevo en sus pantalones.
—Vamos a llevarla con nosotros. No confío en que no llame a la policía
después.
—No iré a ninguna parte con ustedes —protesta ella.
Casi sonrío ante su valentía.
—Harás lo que digamos —responde Deke llanamente.
—No los llamará —le digo colocando ambas muñecas en una de mis
manos, pasando mi mano libre por el costado de su rostro, untando más de su
impecable piel con sangre—. ¿Lo harías?
Cierra la boca con fuerza.
Él resopla.
—No sabes eso.
—Nadie le creerá. —Lamo mis labios—. Está cubierta de su sangre. Está
debajo de sus uñas desde donde me arañó el pecho. Está en su ropa. En su
cabello. En lo que a ellos concierne, será el accesorio de un asesinato.
—Maldito bastardo...
Me sale un pensamiento.
—¿Qué hicieron con el cuerpo?
—Kellan recibió una llamada y tuvo que irse; se fue con Bennett, así que
todos se fueron. Les dije que nos ocuparíamos de ello.
—Perfecto. Llama a mi teléfono desde el suyo.
—¿Qué? Cole, no tenemos tiempo...
—Llama a mi teléfono desde el suyo, Deke —insisto.
Él deja escapar un resoplido, pero luego, momentos más tarde, escucho el
mío sonar en mi bolsillo.
Permanecen callados, probablemente preguntándose qué mierda estoy
pensando, pero lo averiguarán pronto.
Me levanto y me alejo de ella e intenta correr, pero agarro su sudadera y
tiro de ella para ponerla de pie. Envolviendo mi mano alrededor de su nuca,
comienzo a empujarla hacia delante. Se retuerce en mi agarre, y mi mano se
desliza, permitiéndole avanzar unos pasos delante de mí. Corro tras ella y hago
un puño de su cabello, tirando de ella contra mí. Gime. Envuelvo mi mano libre
alrededor de su delgada cintura y presiono mi frente en su espalda. Su ropa
empapada se siente fresca en mi piel caliente. Inclinando la cabeza, le susurro:
—No hemos terminado, cariño.
—¿A dónde vamos? —demanda, y sonrío contra su piel. Me encanta que
siga peleando aunque no le hará ningún bien.
No respondo, y Deke no dice nada porque no sabe lo que tengo en mente.
Quito mi mano de alrededor de su cintura pero sigo sujetándola por el
cabello. La acompaño hasta donde sé que dejaron el cuerpo, y Deke mueve su
linterna hacia abajo sobre el hombre ahora muerto.
No jadea como esperaba que hiciera, lo que me dice que vio lo que había
pasado. Esperaba que estuviera muerto.
—Sujétala —le exijo, empujándola a sus brazos.
—¡Déjame ir, hijo de puta! —grita mientras su pecho golpea el suyo.
Lo escucho gruñir.
—Joder —sisea—. Me golpeó.
Ignorándolos, alcanzo la bolsa negra y sacamos el ahora limpio cuchillo de
él.
—Ponla en el suelo. Boca abajo.
La oscuridad nos cubre, pero la oigo gruñir maldiciendo mientras él
fácilmente la pone en el suelo.
Agarrando la linterna de mi bolsillo trasero, la deslizo hacia abajo sobre
ellos. Él monta su trasero a horcajadas, sus manos envueltas alrededor de sus
muñecas, sujetándolas en su espalda baja. Su cabeza está a un lado, frente a
mí. Esos regordetes labios se aprietan, y sus ojos verdes se cocinan a fuego
lento con rabia.
Me arrodillo junto a ellos y levanto la manga derecha de su sudadera con
capucha.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta apurada.
—Consiguiendo un seguro —digo simplemente, y luego arrastro la hoja
contra su antebrazo.
Ella grita en el cementerio mientras su piel cede y la sangre empieza a
derramarse de la herida. Tomo el cuchillo y lo paso a través de la corriente de
sangre. Entonces me giro al cuerpo y lo apuñalo en el pecho con él.
—Ahora tu ADN está en él con el arma del crimen —digo simplemente, y
escucho a Deke reírse mientras se da cuenta de lo que estoy haciendo—. Si vas
a la policía. Cavarán e investigarán su asesinato, caerás con nosotros.
—Maldito...
—Y me llamaste. Más pruebas que nos comunicamos la noche del
asesinato. Alrededor de la hora de la muerte.
Su respiración es agitada, y muevo la luz sobre ella de nuevo para ver las
lágrimas rodando por su rostro cortando la sangre como mi cuchillo acaba de
hacer en su piel. Pero no son lágrimas de tristeza. Son lágrimas de ira. Se ve
tan hermosa.
—Devuélvele su teléfono y déjala ir tan pronto enterremos este cuerpo —le
digo a Deke.
Libera sus muñecas y luego se pone de pie sobre ella. Ella se apresura a
sus manos y rodillas y comienza a arrastrarse lejos. Él le arroja el teléfono. Se
levanta con piernas temblorosas mientras sostiene su brazo donde lo corté. Los
dos movemos nuestras luces sobre ella.
—Lárgate de aquí antes que cambie de opinión —exijo.
Se gira y corre.
—Deberíamos haberla matado.
—Eso no era parte del plan —discuto.
Cierra sus manos en puños.
—No estoy preocupado por el plan. Lo que me importa es no ir a la cárcel.
Deberíamos al menos haberla llevado con nosotros.
—¿Querías llevarla a casa? —Arqueo una ceja—. ¿Mantenerla como
mascota? —Niego—. No dirá nada.
—Lo hará…
—No lo hará. Es la hija de Bruce Lowes. La matamos, y comenzarán a
buscar a una chica desaparecida. —Niego de nuevo—. Entonces eso traerá
preguntas.
—Nunca encontrarían su cuerpo, y lo sabes —añade.
—No me preocupa que encuentren su cuerpo. —Somos más inteligentes
que eso.
—Entonces, ¿por qué no me dejas dispararle? —protesta—. Dos pájaros
con una piedra —dice, haciendo un gesto hacia el cuerpo de Jeff.
—Todavía no —respondo.
Se pasa una mano por el cabello.
—Quieres tener sexo con ella. —No era una pregunta. Se ríe—. Esto será
divertido.
Sonrío.

Corro en la oscuridad, casi tropezando sobre mis propios pies y las ramas
de los árboles. Pero no me detengo. Sigo bajando la colina hacia la casa.
Se ven las luces, y corro atravesando la puerta trasera y cerrándola de
golpe. Subo las escaleras y entro en mi habitación. Cierro la puerta y le pongo
seguro. Entonces entro en el baño. Me arranco la sudadera, la camisa, y luego
tiro de mi pantalón que aún está abierto. De pie frente al espejo en solo mi
sujetador negro y tanga a juego, saco la correa sobre mi hombro y me miro a
mí misma.
La sangre cubre mis hombros, brazos, cuello, y rostro. Estaba en lo
correcto; También en mi cabello de sus manos haciendo puño en él. Parezco
salida de un episodio de The Walking Dead. Como que un zombi me atacó. La
bilis sube por la parte de atrás de mi garganta, pero la trago.
Abriendo el lavabo, coloco mi antebrazo debajo y dejo pasar el agua tibia
sobre él. Rechinando mis dientes contra el picor, agarro el jabón y lo lavo
rápidamente. Quién sabe qué demonios había en ese cuchillo. O en quiénes lo
usaron.
La sangre se desliza por mi brazo y gotea en el suelo de baldosas blancas.
Entro en mi espacio para agarrar una de las bufandas que me dio Celeste y
vuelvo al baño, tratando de no dejar caer sangre en la alfombra. La envuelvo
alrededor de la herida y tiro de ella apretado con mis dientes, haciéndome
gemir por el dolor mientras trato de averiguar qué diablos voy a hacer para que
deje de sangrar.
Una vez vi a mi madre coserle a su novio una herida en la cabeza con
aguja e hilo. Me hizo querer vomitar en ese momento. Tenía nueve.
Pongo mis manos sobre el mostrador e inclino la cabeza mientras
enojadas lágrimas corren por mi rostro. Respirando pesadamente, trato de
calmar mi acelerado corazón.
—Bastardos —siseo.
Golpeo mis puños en la encimera.
Malditos bastardos.
Entonces abro el botiquín y empiezo a buscar cualquier cosa que pueda
usar en mi brazo. Necesita puntos, pero ¿cómo diablos le explico eso a Celeste?
¿Cómo se lo explico al personal del hospital?
Encuentro tiritas y un pequeño tubo de pegamento. Eso tendrá que servir.
Pero no podré usarlo hasta más tarde. Una vez que sepa que el sangrado
se detuvo.
—Mierda —siseo con dientes apretados.
Caigo al suelo y apoyo la espalda contra el gabinete, sosteniendo mi brazo
derecho en mi pecho ¿Qué haré? Sé sus nombres, pero no parecían
preocupados en lo más mínimo.
Especialmente Cole. Estaba convencido de que no iría a la policía. Y tenía
todas las intenciones de hacerlo. ¡Hasta que me preparó para ser una parte de
su culto asesino! Ahora mis manos están atadas y manchadas de sangre.
No pude ver sus rostros. Mantuvieron sus luces encendidas o apagadas,
así que podría ser cualquiera. En cualquier sitio. Y saben mi nombre, saben
que vivo aquí.
Mis manos tiemblan mientras las paso por mi enmarañado cabello. El
muerto había dicho que eran chicos, pero no sonaban jóvenes. ¿Irán a la
escuela conmigo?
Ese pensamiento hace que mi estómago se retuerza. Podrían joder
conmigo, si ese fuera el caso. Más de lo que ya hicieron. Tengo que mostrarles
que podría dejar a su pequeño grupo de chicos en el suelo.
Soy más inteligente que ellos.
¿En cuánto al tipo muerto? No pude salvarlo.
Es demasiado tarde para él. Tengo que cuidar de mí misma.
El olor de la sangre es fuerte, y me trago el nudo en mi garganta. Sentada
de rodillas, tiro de la toalla de mano de la encimera y abro el fregadero
mojándola. Entonces me pongo sobre mis manos y rodillas y limpio. La sangre
sale fácilmente del azulejo blanco, pero está atascado en la lechada entre ellos.
Las enojadas lágrimas llegan más rápido.
Tengo que enjuagar la toalla dos veces, pero finalmente, puedo restregarlo
todo. Cierro los ojos y pongo mi mano sobre la bufanda que cubre el corte.
¿Cuánto tiempo sangrará? Cómo…
El sonido de risas me tiene poniéndome en pie rápidamente. Apago las
luces del baño, entonces corro a mi cuarto. Apago esas luces también,
entonces voy a las ventanas y veo sus linternas. Uno se encuentra en la parte
trasera del auto junto al maletero, y el otro está metido en el asiento del
pasajero.
Cole es el que está en el maletero. Puedo sentir eso. Probablemente
quitando su bolsa y las pruebas. Cierra el maletero y luego la luz cuelga a su
lado. Un escalofrío corre por mi espalda. Aunque no puedo mirar sus ojos, sé
que me está viendo.
También soy muy consciente de que estoy parada en frente a mi ventana
con nada más que mi ropa interior. Tengo la sensación de que todavía puede
verme aunque mi habitación está oscura.
Su luz se apaga, cubriéndolos en nada más que oscuridad, y luego
escucho la puerta de su auto abrirse y cerrarse. Los faros se encienden
mientras el motor ruge a la vida. Y luego acelera, conduciendo de vuelta por
donde vino.
Vuelvo corriendo al baño, me pongo la misma ropa manchada de sangre
que estaba usando, agarro un pantalón limpio y camiseta, y salgo de mi
habitación.
Bajando a la cocina, voy a la despensa y agarro una bolsa de basura.
Luego me apresuro hacia el garaje.
Encendiendo la luz, veo el SUV blanco, un Hummer amarillo, un Jag
blanco, y un BMW rojo. Los ignoro todos y empiezo a abrir los armarios a lo
largo de la pared hasta que encuentro lo que busco.
Entonces apago las luces y salgo por la puerta de atrás, sabiendo lo que
necesito hacer.
e pie en mi ducha, tomo profundas respiraciones mientras el
agua limpia los restos del hombre que matamos más temprano.
Y aunque debería estar feliz, no lo estoy.
Él estaba en lo correcto. No soy Dios. No debería elegir
quién vive y quién muere, pero lo hago de todos modos. Él merecía morir por
sus pecados. ¿En cuanto a mí? Debería morir. Todos en esta ciudad se sienten
de esa forma. Desearía poder responder las preguntas que temen hacerme.
Porque me temen. A mi rabia. La he tenido desde que puedo recordar. Pero con
el tiempo empeoró, y estoy cansándome de contenerla. Encontré consuelo en
dejarla libre y permitir que me tomara. Pero luego, cuando me deja, estoy frío
de nuevo. Nada más que vacío.
Agacho la cabeza y dejo que toque la blanca pared de azulejos con un
ruido sordo mientras el agua corre sobre mi cabeza y espalda. Cierro los puños
y disfruto de la estrechez en mis articulaciones. El tirón de mi piel rota. Es el
único recordatorio de que sigo vivo. La única forma en que sé que lo que hice
fue correcto.
¡Jeff merecía morir!
No teníamos tiempo de sentarnos y esperar a que sucediera. Y rezar para
que fuera una muerte lenta y dolorosa. Aunque tomamos su vida demasiado
rápido, si me lo preguntan. Me habría tomado más tiempo si no hubiéramos
sido interrumpidos esta noche.
Austin Lowes. Será un maldito problema. Pero una vez que me entere de
cuáles son mis opciones, me ocuparé de ella.
Apago el agua y abro la puerta de cristal, recogiendo mi toalla del suelo y
secándome. Envolviéndola alrededor de mis caderas, camino hacia mi cuarto y
tomo un pantalón de chándal de mi armario. Notando el reloj en mi mesita de
noche, veo que son casi las tres de la mañana.
Kellan, Bennett y Shane tenían lugares a los que ir y mujeres para tener
sexo después de nuestro encuentro en el cementerio. Deke y yo, sin embargo,
volvimos a la casa club. Teníamos algunas cosas que discutir con respecto a
Jeff y lo que queríamos hacer después. Nunca, ni una vez, cuestionó que no me
había limpiado la sangre. Sabía que no debía preguntar. Una vez vestido con
mi pantalón deportivo, tomo mi teléfono de la mesita de noche y veo que tengo
un mensaje. Arrugo la frente. El número no está guardado como uno de mis
contactos.
Al abrirlo, me doy cuenta que es un video.
Y acabo de recibirlo hace unos minutos.
Presiono play.
Está oscuro, así que entrecierro los ojos para distinguir la imagen. Oigo
un fósforo siendo encendido seguido por llamas. La persona que tiene el
teléfono da un paso atrás del objeto quemándose.
—¿Ves eso, Cole? —pregunta la voz desconocida junto al sonido del
crepitante fuego.
—¿Qué...? —digo mientras la persona empieza a rodear el fuego. Pero
todavía no puedo ubicar donde está o lo que se está quemando porque está
muy oscuro y el fuego causa un resplandor.
Se detiene, y la cámara gira alrededor. Mi mandíbula se tensa cuando veo
que es Austin. Se ve igual que hace poco más de tres horas, cuando la dejé
salir corriendo. Todo lo que puedo ver son dos correas negras en sus hombros.
Su rostro y cuello manchados con la sangre de mis manos.
Sonríe, la luz de su teléfono hace que sus ojos verdes brillen como
estrellas. La hace parecer un ángel malvado con dientes perfectos y el rostro
manchado de sangre.
—¿Qué evidencia, Cole?
Entonces se acaba.
Agarro el teléfono en mi mano, apretando los dientes. ¿Qué diablos acabo
de ver? ¿Qué estaba quemando? ¿Cómo consiguió mi número...? Hice que Deke
llamara a mi celular desde su celular.
Así es como lo consiguió.
Y ¿qué evidencia, Cole? ¿Qué significaba eso? ¿Fuego?
La realización me golpea, y mi corazón empieza a golpear en mi pecho. Voy
al número y pulso llamar.
—Hola, Cole —Responde en el primer timbre como si estuviera esperando
que la llamara. Su suave voz ya no es alta, con miedo o ira. Se recuperó. Es
casi seductora.
—Maldita puta...
Ríe suavemente, y corre sobre mí como lava, quemando mi piel.
—Sabes, cuando volví a la casa, pensé qué podría hacer para despejar mi
nombre si decidías inculparme. —Mi mandíbula se aprieta—. Se me ocurrió
que si no hay ADN para encontrar, entonces no hay manera de que me
involucres en un asesinato. ¿Sabías que se necesita poco más de dos horas
para quemar un cuerpo?
Me rio nerviosamente.
—El fuego no destruye todo, cariño.
—Lo sé. —Puedo escuchar la sonrisa en su voz que me dice que está por
delante de mí otra vez—. Es por eso que después que terminó de quemarse,
tomé un martillo y aplasté los huesos que quedaron y luego tiré el polvo sobre
el acantilado en el océano. Oh, y no te preocupes, también quemé la ropa.
—Mierda…
—Sé cómo cubrir mi trasero, Cole. Soy una Lowes, después de todo.
Miro hacia delante, a mi pared gris oscuro, tratando de decidir mi
siguiente movimiento, pero no ha terminado.
—Pero fue divertido ver cómo creías tenerlo todo resuelto.
Clic.
—¡Maldita sea! —Tiro mi teléfono a través de mi cuarto. No estoy enojado
porque haya destruido el cuerpo. A la mierda lo que haga. Pero por lo que sé,
puede haber grabado esa conversación para demostrar que fue inocente todo el
tiempo. Podría ir a la policía, y sería su palabra contra la nuestra. Los chicos y
yo no tenemos una buena reputación en esta ciudad, para empezar. La única
razón por la que no estamos en la cárcel es porque tenemos padres ricos que
nos sacan de problemas. Y no duele que el tío de Kellan sea el jefe de policía de
un pueblo cercano.
—Piensa, Cole —digo, empezando a pasear por mi habitación. ¿Qué puedo
hacer para que mantenga la boca cerrada? ¿Qué podría hacer para obligarla a
entender por qué el bastardo tenía qué morir?
Mi puerta se abre, y me giro para ver a Lilly parada ahí, con su camisón
rosa de princesa, su rubio cabello es un lío rizado, y sus ojos castaños están
cansados.
—¿Cole? —pregunta suavemente—. ¿Estás bien? Oí algo. —Lleva su
conejito favorito a su pecho y lo abraza fuertemente.
—Todo está bien —le digo, caminando hacia ella—. Regresa a la cama.
—¿Vendrás conmigo? —pregunta, extendiendo su mano derecha.
Suspiro y me inclino, levantándola.
—Vamos. —La acompaño de regreso a su habitación y me acuesto con
ella.
La beso en la mejilla mientras se acurruca a mi lado. Poniendo mis manos
detrás de mi cabeza, me quedo mirando su techo rosa.
Austin Lowes, acabas de joderlo.
Me quito la sudadera con capucha y la camiseta. Después el pantalón. Me
agacho a la bolsa de basura y pongo un pantalón vaquero nuevo pero me
abstengo de ponerme la camisa limpia. Todavía estoy cubierta de su sangre.
Realmente no pensé esto bien, así que lo estoy improvisando.
Nunca he tenido que eliminar pruebas antes.
Saco mi teléfono, y tomando un profundo aliento, presiono grabar. Muestro
al hombre muerto tendido en el suelo. No me tomó mucho desenterrar su trasero.
Lo saqué de la tumba porque no lo enterraron muy profundo. Error de su parte.
Saco las cerillas y enciendo una. Entonces la tiro sobre él. Comienzo a rodear el
cuerpo asegurándome de no tropezar con la lata de gasolina. Una vez que lo
muestro todo, lo giro para quedar frente a él y sonrío. ¡Que te jodan, Cole!
—¿Qué evidencia, Cole?
Entonces paro el video y alejo mi teléfono. Pongo mi ropa en el fuego y me
siento. Estoy temblando de frío, pero el fuego calienta mi cuerpo. Tomará un
tiempo para que se queme completamente. Agarro el martillo y lo golpeo en el
suelo húmedo solo para perder tiempo. Cuando esté listo, tomaré tierra para
sofocar el fuego, iré de regreso a la casa, y le enviaré el video. Y me llamará. Es
un engreído hijo de puta que no podrá evitarlo. Querrá hablar conmigo. Sacarme
de mis casillas. Y yo estaré tranquila y recuperada y lista para mostrarle que no
debería haberse metido conmigo.
Mi cabeza se levanta, y miro alrededor de la oscuridad. ¿Alguna vez han
tenido ese sentimiento de que alguien los está vigilando? Haciendo que el cabello
en la nuca se erice.
Así es como me siento ahora.
—¿Hola? —digo.
Todo lo que oigo es el viento aullando a través de los altos árboles. Pongo
los ojos en blanco y vuelvo a golpear el martillo en el suelo.
Estás paranoica, Austin. Quemar a un hombre muerto te hace eso.
Gimo, parada fuera de la iglesia mientras Celeste arregla el cárdigan rojo
que me puse sobre mi vestido negro para el servicio de esta mañana. No voy a
mentir, escuchar al predicador hablar de cómo Caín mató a Abel no me sentó
bien teniendo en cuenta que vi a un chico ser asesinado hace horas y luego
quemé su cuerpo para salvar mi propio trasero. Pero viviendo con dos
drogadictos, no hay mucho que no haya visto. Y aprendes muy rápido que
debes hacer lo que tienes que hacer para sobrevivir. No lo llaman un mundo de
perros comiendo perros por nada.
Me acosté temprano esta mañana antes que saliera el sol, contemplando ir
a la policía, pero luego lo pensé mejor.
Ellos son cinco. Estoy segura que uno hará un trato y saldrá libre
mientras los otros tomarán la caída. Eso me dejaría en la mierda profunda
porque alguien vendrías tras de mí. Y he visto suficientes programas en la
televisión para saber que me metería en problemas al manipular las pruebas.
No salvé mi trasero solo para caer con ellos.
—¿Te levantaste tarde, cariño? Te ves horrible. —Los ojos marrones de
Celeste me miran más despacio, tomando mi cabello. Me lo lavé antes de
acostarme, después de quemar al chico, luego me dormí con él mojado. Todo lo
que hice esta mañana fue pasar un cepillo a través de él. Ni siquiera me puse
mucho maquillaje.
Lo mínimo que iba a tener que hacer.
—Gracias —murmuro.
Frunce el ceño.
—Lo siento, solo quise decir que no te ves bien. ¿Estás enferma?
Despido su aburrida disculpa. Sé que me veo como una mierda.
—Sé lo que quisiste decir. Y no, estoy bien.
Asiente.
—¿Te gustó el servicio? El pastor Fritz es muy agradable.
Seguro que lo es.
—Sí —digo, mirando lejos de ella. Casi toco la tarjeta de enferma esta
mañana. Y ahora sé que podría haberlo logrado.
—Hablé con tu padre antes, y dijo que no estará en casa hasta la próxima
semana.
Asiento. Sin sorpresa allí.
—¿Dónde está?
—Tratando de cerrar un trato en Vancouver —dice emocionada. Está muy
orgullosa de él. Es nauseabundo—. Quiere tener una cena familiar cuando
regrese.
Voy a abrir la boca para decir no gracias cuando los cabellos en mi nuca
se erizan, y luego oigo su voz.
—Hola, Celeste.
Ella mira por encima de mi hombro, y una brillante sonrisa ilumina su
rostro.
—Hola, Cole.
Mi estómago cae por su confirmación.
—¿Ya conociste a mi hijastra? —Me mira y comienza a esponjar mi
cabello. Alejo sus manos. ¿Está tratando de emparejarme con un loco?
—No, no lo he hecho —dice y luego se ríe.
Ella agarra mis hombros y me gira tan rápido que casi tropiezo con mis
botas negras.
—Esta es Austin. Austin, este es Cole Reynolds. Será senior contigo este
año.
Miro al hombre que me tenía fija en el suelo hace apenas unas horas. El
mismo hombre que me cortó el brazo con un cuchillo, tratando de
involucrarme en un asesinato. Y mi boca se seca porque está sonriendo hacia
mí. Labios perfectamente llenos tirados para mostrar un conjunto de blancos
dientes perlados. Nariz recta y pómulos altos junto con una mandíbula
cuadrada. Un par de gafas de sol que protegen sus ojos, pero puedo sentirlos
corriendo sobre mi cuerpo igual que sus manos hicieron anoche.
—Es un placer conocerte —dice, estirándose y agarrando mi mano
derecha. Se inclina y besa suavemente mis nudillos.
Alejo mi mano, y se ríe.
—¡Austin! —protesta Celeste—. Lo siento, no está del todo bien hoy —
añade cuando me quedo parada allí.
—Está bien. —Él continúa sonriendo hacia mí, y trago nerviosamente.
¿Qué está haciendo aquí? Probablemente está aquí para enseñarme que nadie
se mete con Cole. Puede que no lo sepa, pero aprendí suficiente anoche.
—¿Cómo está Lilly? —pregunta ella.
Él vuelve su atención hacia ella, despidiéndome ante la mención de esa
Lilly.
—Está bien. Gracias por preguntar.
—Genial. Tendrás que traerla, y todos podremos ir a nadar. Sé lo mucho
que ama el agua. Como tú.
Él se ríe y asiente.
—Absolutamente.
Entonces siento sus ojos de nuevo en mí.
—¿Cómo suena eso, Austin?
La forma en que dice mi nombre suena como que quiere ahogarme. No
respondo. Me lanza otra sonrisa siniestra como si supiera cuánto está
afectándome que esté aquí.
—Bueno, deberíamos irnos —dice Celeste.
—En realidad, me preguntaba si a Austin le gustaría ir a almorzar. Un
grupo de seniors se están reuniendo...
—No —digo, pero Celeste habla al mismo tiempo.
—Eso sería genial. —Se inclina, besa mi mejilla, y luego mira a Cole—.
Ustedes chicos locos diviértanse.
Se va, dejándome de pie con un asesino.
La sonrisa que ha tenido todo este tiempo cae de su rostro como si
acabara de quitarse una máscara. Su mandíbula definida se afila, y su pecho
se inclina, listo para una pelea.
Doy un nervioso paso hacia atrás.
—¿Cómo me encontraste? —pregunto, y odio que mi voz tiemble.
Cualquier coraje que haya tenido anoche se fue.
No responde. En su lugar, agarra mi antebrazo, el mismo que cortó
anoche, y sé que fue a propósito. Suelto un suspiro mientras se gira y me guía
para bajar las escaleras de la iglesia y a lo largo de la estrecha pasarela a los
autos estacionados.
—No iré a ninguna parte contigo —protesto.
—No tienes opción —dice—. Ahora entra en el puto auto.
Me detengo y luego me empuja a través del lado del conductor del auto
negro de dos puertas. Entonces cae en el asiento del conductor, empujándome
al centro de la consola.
Me revuelvo torpe en el asiento del pasajero y rápidamente empujo hacia
abajo mi vestido para cubrir mis muslos.
Antes que pueda siquiera alcanzar la manija de la puerta, tiene el auto en
reversa y luego fuera del estacionamiento.
Siento mi espalda pegada a su asiento, mis ojos en él mientras corre hacia
la autopista. Su mano es un puño sobre el embrague mientras cambia de
velocidad. Su camiseta azul oscuro exhibe sus tonificados antebrazos.
—¿Qué quieres, Cole? —No responde. Veo que nos dirigimos en dirección
a mi casa, y tengo la sensación de que planea colocarme en la tumba que él y
Deke cavaron para el chico que quemé—. No voy a llamar a la policía —digo,
dejando escapar un largo suspiro.
Abro la boca para hablar, pero algo me llama la atención. Levanto la
manga de mi cardigán rojo y suelto un suspiro cuando veo sangre corriendo
por mi brazo. Su mano agarrando mi antebrazo debe haber abierto mi corte.
—¡Joder! —sisea, notándolo, y exige—: ¿No te cosieron?
Estrecho mis ojos a él.
—¿Quién infiernos me iba a coser?
Deja escapar un largo suspiro y asiente a la consola central.
—Tengo una toalla ahí. Sácala y presiónala en eso.
—Como si te importara si me desangrara hasta morir —respondo.
—No me importa. Pero no quiero esa mierda en mis asientos.
—Bastardo —murmuro y abro la consola. Cuando lo hago, me congelo
mientras miro hacia ella. Hay una pistola negra y un cuchillo junto con una
pequeña toalla de mano negra, un rollo de cinta adhesiva, y un par de esposas.
Todo lo que un asesino serial necesita.
Él mira rápidamente hacia abajo y gruñe. Tira de la toalla de mano, me la
arroja y luego golpea la consola cerrándola, colocando su antebrazo derecho
encima de ella.
Me muevo en mi asiento y miro fijamente al frente, presionando mi
antebrazo con la toalla.
—¿A dónde vamos? —pregunto rudamente. El auto es demasiado pequeño
para que estemos tan juntos. De repente, me doy cuenta que no sé nada de
este hombre y cualquiera que sea el plan que tuvo anoche, lo jodí. A propósito.
No responde. En cambio, se acerca y presiona un botón en su estéreo y
“Coming Undone” de Korn llena el espacio. Sube el volumen para ahogar mi
pesada respiración mientras volamos por la carretera.

Las nubes se abrieron, y la lluvia ha comenzado a caer. Pasamos una


señal hace treinta minutos que decía Marita, Ochenta kilómetros.
Todavía no ha hablado o siquiera mirado en mi dirección. Me he sentado
completamente quieta, esperando que olvide que estoy en el auto.
—¿Dejaste de sangrar?
No hay tal suerte.
—Sí —respondo entrecortadamente.
Cuando enciende su intermitente y sale de la carretera, mi corazón
comienza a latir con fuerza en mi pecho porque no sé qué planea hacer
conmigo. Pero ahora que sé que hay un arma en la consola central haré lo que
pueda para conseguirla. Incluso aunque no tengo idea de cómo usarla.
Ralentiza y entra en un estacionamiento. Miro alrededor, notando lo
desierto que está este domingo lluvioso por la tarde.
Subimos en espiral hasta que estamos en el quinto piso. Se detiene en un
lugar de estacionamiento, sus neumáticos chillan ante el repentino giro, y
entonces detiene el auto rápidamente.
El cinturón de seguridad se traba en mi hombro.
Miro alrededor, esperando que sus amigos nos rodeen. Mis músculos se
tensan, listos para defenderme.
Pero nada pasa. Apaga el auto, y nos sentamos en silencio. Me trago el
nudo en mi garganta. Mis manos tiemblan, listas para alcanzar la manija de la
puerta y correr.
—No —dice con calma, como si supiera lo que estoy pensando.
Mi cabeza se voltea para mirarlo, pero él mira al frente.
—No te voy a lastimar. —Resoplo, y vuelve la cabeza para mirarme—. Hoy
no, de todos modos —añade, y ese nerviosismo burbujea de nuevo.
Me sonríe, una sonrisa suave, y hago un puño con mis manos en mi
regazo porque sé que puede sentir mi miedo. Los hombres como él se
alimentan de eso. Extiendo la mano y quito las gafas de su rostro. Está
lloviendo, por el amor de Dios; no las necesita.
Un par de ojos azul bebé miran fijamente los míos.
Se acerca, y salto con sorpresa. Espero que se ría, pero no lo hace. En
cambio, sus ojos se posan en mi cárdigan mientras toma un mechón de mi
cabello entre sus dedos. Tuerce las hebras a su alrededor.
—El rojo realmente es tu color —dice suavemente, y luego sus ojos están
de vuelta en los míos.
El calor se extiende por mi espalda mientras pasa sus dedos por mi
cabello. Gimoteo, medio asustada como la mierda, medio excitada.
¿Qué está mal conmigo?
Se inclina hacia mí, deteniendo su rostro a pocos centímetros del mío.
Dejo salir un largo aliento, tratando de detener mi acelerado corazón.
—Cole… —susurro su nombre.
Me sonríe.
—No tengas miedo, Austin. Si te quisiera muerta, te habría matado
anoche. Y seguro como el infierno no lo haría mientras Celeste sabe que estás
conmigo.
Cierro los ojos y gimo, intentando no mostrar mi miedo, pero está
goteando de mis poros. Su auto apesta a ello.
—Mírame —ordena, y abro los ojos. Todavía está en mi rostro, su mano
todavía agarrando mi cabello—. Imaginé meterme en tu habitación y hacerte
pagar por lo que hiciste. Pero lo pensé mejor.
Trago.
—¿Qué es lo que quieres de mí?
Inclina la cabeza hacia un lado como para pensar su respuesta.
—Que entiendas. —Se aleja de mí, y tomo un largo suspiro. Sentándose de
vuelta en su asiento, mira hacia adelante a la barrera de hormigón que está
cerca del capó del auto—. ¿Ves a ese hombre? —Señala el edificio frente al
garaje del estacionamiento.
Tengo que entrecerrar los ojos, pero veo a un hombre parado en su
oficina. El cristal de las ventanas muestra todo. Sus manos están en su
cabello. Su chaqueta de traje está en el piso y el botón blanco de arriba no está
abrochado. Sus tirantes cuelgan de su cintura.
—¿Qué hay de él?
—Es el hermano de Jeff.
—¿Jeff? —Miro a Cole.
—El tipo que matamos anoche —responde sin remordimientos.
—Oh —digo, mirando hacia el hombre mayor. Y mi respiración se
recupera. Esta es solo otra forma de arrastrarme. De involucrarme—. No quiero
saber...
—Ese hombre mató a su esposa. —Me ignora—. La golpeaba
repetidamente. Todo el tiempo. Pero fue inteligente al respecto. Tan inteligente
como un bastardo puede ser. Nunca le tocaba los brazos, las piernas o el
rostro. Solo tocó donde sabía que podía cubrirse. —Se pasa una mano por el
oscuro cabello—. Un día, ella tuvo suficiente y fue a decírselo a la única
persona en la que creyó que podía confiar. Su hermano, Jeff. —Lo miro. Él
mira de frente al hombre—. Le rogó que la ayudara. Su esposo la mantenía
cerca porque no tenía familia. Bien, tenía a alguien, pero... —Se calla.
»De todos modos, ella se dirigió a la familia de él y le pidió dinero para
dejar a su abusivo marido. Él le dijo que le diera unos días. —Su mano agarra
el volante de dirección—. Pero fue a su hermano y le dijo lo que su esposa le
había pedido hacer. Así que cuando llegó a casa, la golpeó. La golpeó, sin
importarle donde estuvieran los moretones porque sabía que no sobreviviría
esta vez. —Mi garganta se aprieta—. Entonces, después de golpearla hasta casi
matarla, tomó un cuchillo y le cortó la garganta —habla sin emoción, y las
lágrimas pican mis ojos—. Ni siquiera le dio un entierro adecuado. La llevó al
viejo cementerio, cavó un agujero, y la dejó caer en él.
Extiendo la mano y toco su brazo.
—Lo siento…
Él se aleja de mí, y sus ojos se encuentran con los míos. Tienen fuego, y
su aliento se recupera.
Bajo los ojos a mi regazo.
—¿Qué era ella para ti?
—Era la hermana mayor de Eli.
—¿Eli? —pregunto, mirándolo a través de mis pestañas.
—Mi mejor amigo —dice, sus ojos de vuelta en el hombre que camina sin
rumbo en su oficina.
No recuerdo ese nombre de anoche en el cementerio.
—¿Por qué no lo mataste? —pregunto.
—No merece la muerte todavía. —Sus ojos se encuentran con los míos—.
La muerte no es diferente que cualquier otra cosa. También debe ser ganada.
Miro al hombre, y tiene el celular en su mano. Sigue poniéndolo en su
oreja y luego lo retira. Repitiendo el movimiento.
—¿Qué crees que está haciendo?
—Está tratando de ponerse en contacto con Jeff. —Miro a Cole, y una
suave sonrisa cubre su rostro—. Son socios de negocios. Y sin Jeff, perderá
todo. Jeff fue el cerebro detrás de su espectáculo de mierda.
Miro hacia el chico que está parado en su oficina. Me recuerda a un
hámster en su jaula mientras corre en su rueda, no llega a ninguna parte. Solo
se mantiene dando vueltas alrededor, ese teléfono todavía está en su mano.
—¿Así que vas por ahí matando gente que mata a los demás? —pregunto.
Él resopla.
—No. Jeff fue... una excepción.
Me paso la mano por el cabello, tratando de entender lo que está pasando
y como me siento al respecto.
—Aun así, mataste a alguien…
—No era como si fuera inocente —responde.
Estrecho mis ojos a él.
—Me cortaste el brazo.
Pone su mano en mi cabello otra vez, pero en lugar de inclinarse hacia mí,
me arrastra a través de la consola central. Jadeo por la sensación de sus uñas
clavándose en mi cuero cabelludo.
—Haré lo que tenga que hacer, cariño. Y vi el video. No eres tan inocente
como dices ser.
—Nunca he matado a nadie —le digo.
Él se ríe, y su mano libre va hasta mi garganta.
—Pero quieres hacerlo.
Mi corazón comienza a latir con fuerza.
—No me conoces…
—Eres una Lowes, después de todo. ¿Recuerdas? Todos en nuestra ciudad
saben qué tipo de hombre es tu padre. Incluyéndote a ti.
Cierro la boca porque sé lo terrible que puede ser. Y no puedo contar
cuantas veces le he deseado muerto.
Él se inclina, su nariz corre a lo largo de mi garganta como hizo anoche.
Me estremezco.
—Todos somos iguales, Austin. Algunos simplemente elegimos no fingir.
e alejo de ella, y mis ojos caen a sus labios. Traerla aquí fue un
error. Tenerla en mi auto sola conmigo fue un error. Pero los
cometí de todas formas. Soy conocido por mis jodidos errores.
Nadie espera mucho de mí. Bueno, nadie excepto Lilly. Pero
ella no es difícil de complacer.
Paso mi pulgar sobre su labio inferior, preguntándome cómo se sentiría
entre mis dientes. O envuelto alrededor de mi pene. Cualquiera de los dos
haría el momento. Ella se lame los labios, diciéndome lo que está pensando, y
eso es suficiente por ahora.
Me recuesto en mi asiento y lanzo el auto en reversa. Saliendo del lugar de
estacionamiento, no miro hacia atrás, al bastardo que pagará por matar a la
hermana de mi mejor amigo, ni una vez.
Estamos a diez minutos de Collins cuando finalmente habla.
—¿Qué quiso decir Jeff con por otro de tus retos?
Mi mandíbula se aprieta. Escuchó más de lo que me hubiera gustado. No
respondo. En su lugar, saco el celular de mi bolsillo y llamo a la hermana
mayor de Deke. Ella responde al tercer timbre.
—Hola. Necesito un favor —digo, negándome a mirar a Austin.
—Bueno, hola a ti, Cole —dice con sarcasmo.
—¿Puedes ayudarme o no, Shelby? —respondo con dureza.
Suspira pesadamente.
—¿Es ilegal?
No respondo, y cae un silencio entre nosotros. Me siento con mi celular en
mi oreja, esperando una respuesta. Sabe que no obtendrá ninguna
información. Después de un minuto, finalmente responde.
—Por supuesto.
—Estaré allí en quince.
—No quiero ningún problema, Cole —dice suavemente—. Sabes que no
puedo...
—Lo sé. No es así —digo y luego cuelgo antes que pueda decir nada más.
Tengo la oportunidad de echarle un vistazo a Austin, y ya me está
mirando.
—Iremos a ver a Shelby.
—¿Es tu novia? —pregunta suavemente.
Casi me rio. Deke me mataría si intentara cualquier cosa con su hermana.
Es más, no es mi tipo. Ella quiere compromiso. Estabilidad. Amor. Yo no tengo
ninguna de esas cosas para dar. Por no mencionar, que soy un senior en la
secundaria, y ella es seis años mayor que los chicos y yo. Pero tampoco
respondo a Austin. Porque a una parte de mí le gusta que tenga curiosidad.
¿Por qué le importaría si ya estoy tomado?
No tengo tiempo para procesar ese pensamiento, sin embargo, porque
suena un teléfono, rompiendo el silencio del auto.
Austin mira el celular en su mano, deja escapar un largo suspiro, y luego
se lo coloca en la oreja.
—Hola, mamá. —Hay una pausa—. No, no lo he visto. —Inclina la cabeza
y frota su sien con su mano libre—. No lo sé... —gruñe—. ¿Qué quieres que
haga? —Se calla—. Eres la que me despachó como un regalo de navidad que
querías devolver. —Su voz se eleva—. Si quieres hablarle, entonces llámalo. —
La miro y tiene la vista clavada al frente, pero puedo ver que sus ojos
comienzan a brillar con lágrimas no derramadas—. No te enviaré dinero,
mamá. —Su mano se hace puño en su regazo—. ¿Por eso me enviaste aquí? —
exige—. ¿Para enviarte su dinero? —Se ríe oscuramente—. Tú llámalo y pídele
que te envíe dinero para ti y tu pedazo de mierda de novio —responde—. Yo no
lo haré. —Aparta el teléfono de su oreja, lo apaga, y lo tira en mi asiento
trasero.
El silencio llena el auto una vez más. Me muevo incómodamente.
—¿Quieres...?
—¡No! —Me interrumpe.
No estoy seguro de cuánto tiempo ha estado en el pueblo, y nunca me
detuve a cuestionarle por qué estaba aquí en primer lugar. Ni siquiera sabía
que Bruce Lowes tenía una hija. Y hoy, parado fuera de la iglesia, Celeste dijo
que es sería senior este año. Me quedé despierto tratando de decidir qué hacer
con ella. Cómo acorralarla para que no pueda huir de mí. Entonces recordé que
Celeste nunca se pierde la iglesia los domingos por la mañana. Así que me
senté en mi auto en el estacionamiento hasta que las vi salir de la iglesia.
Entonces hice mi movimiento.
—¿Desde dónde te has mudado? —pregunto.
Se endereza y se limpia rápidamente una lágrima de su mejilla.
—¿Por qué te importa?
—No lo hace. Solo intento mantener una pequeña charla.
—Prefiero volver a cuando pensaba que intentabas matarme que mantener
una pequeña charla —responde.
Sonrío.
Sí, hay algo acerca de Austin Lowes que me gusta. Mucho.

Mis manos están en puños en mi regazo. Mi garganta está apretada y mi


corazón está palpitante. Estoy muy enojada con mi madre.
No siempre he sido la mejor hija. Causé problemas. Me expulsaron de la
escuela por estupideces. Ella tuvo que hablar con la policía para que no me
llevaran a la cárcel por fumar marihuana. Solo estaba salvando su propio
trasero ya que ella fue la que me la proporcionó. Pero hizo una gran escena.
—Esa fue la gota final —dijo. Caminamos a la casa y golpea la puerta de
entrada detrás de mí—. ¿Qué demonios estabas pensando? —demanda.
La ignoro y sigo caminando hacia mi cuarto. Queriendo escapar de ella.
—¡Oye! —Phillip, su novio, sale de su habitación y se queda en el pasillo en
frente de mí—. Tu madre te hizo una pregunta. —Sus ojos oscuros miran
fijamente hacia mí.
Lo ignoro y lo rodeo. Él se estira, agarrando mi mochila, y me tira hacia
atrás. Yo tropiezo con mis pies y caigo sobre mi trasero. Antes que pueda
recuperarme, me agarra para levantarme y me tira contra la pared, haciendo que
mis libros se calven en mi espalda.
Entonces su mano sube, y me da una bofetada.
Le doy un golpe en la espalda. No es la primera vez que pone sus manos
sobre mí. Pero prefiero esto antes que el tipo suave y tierno que intenta cuando
mi madre no está alrededor.
—¡Eres una perra ingrata! —grita en mi rostro—. Sin nosotros, no tendrías
nada.
—¡Tú no tendrías nada si no fuera por mí! —grito—. No te veo trabajando en
nada. Mi padre nos da a mi madre y a mí todo esto. ¿Tú qué mierda nos das?
Me golpea de nuevo. Tan duro que me hace caer de rodillas. Pruebo la
sangre y me levanto, corriendo a mi cuarto. Golpeo mi puerta y la cierro.
Me apoyo contra ella con lágrimas enojadas picando mis ojos. Todavía
puedo escucharlos en el pasillo.
—Envía a esa perra con su padre —gruñe.
—Nunca la quiso antes. ¿Por qué diablos la querría ahora? Es nada más
que problemas —gruñe ella.
—Tenemos que hacer algo. No puedo tenerla en este lugar con nosotros más
tiempo —le dice a ella.
Hay una larga pausa. Entonces ella dice:
—Voy a llamar a Celeste. Esa estúpida perra la querrá.
La primera lágrima cae por mi mejilla. Corro hacia mi ventana, la levanto y
salto a través de ella, queriendo salir de aquí.
Tres semanas más tarde, estaba en un avión a Oregón.
Mi vida no era buena. Y honestamente, no me sorprendí tanto cuando mi
madre me dejó como un mal hábito por su novio. Pero todavía pensaba que
pelearía por mí. Que me querría. Pero no lo hizo, todo lo que necesitaba era a
él. Se quedó allí y dejó que me golpeara. Que me tocara.
Pero ahora está claro que tienen una agenda escondida. Quiere que tenga
acceso a su dinero y se lo envíe. ¡Joder, no! Si quiere su dinero, puede llamarlo
y pedírselo. Nunca ha sido tímida para hacerlo antes.
Cole ralentiza el auto, y me doy cuenta que estamos en un camino de
entrada.
Y estoy instantáneamente alerta cuando me doy cuenta que no es el de mi
padre.
—¿Dónde estamos? —pregunto mientras el pánico burbujea en mi
garganta.
—En la casa de Shelby —responde y apaga el auto, saliendo.
Lo sigo hasta la puerta principal. Entra sin siquiera tocar.
—¿Shelby? —grita.
—Aquí —dice la suave voz de una mujer.
Le sigo despacio, ya que estoy tomando mi entorno. La casa no es nada
como la de mi padre. Es mucho más pequeña, hogareña. Huele a coco.
Doblamos una esquina y entramos en una cocina. Una hermosa rubia
está sentada en la mesa. Lo mira sonriendo, con gusto, sus ojos azules
cristalinos suaves. Se levanta y camina directamente hacia él. La abraza, y me
hace pensar que tienen algo pasando.
—Esta es Austin. —Me hace un gesto sin mirar en mi dirección—.
Necesita puntos de sutura.
Mis ojos se abren. ¿Es por eso que estamos aquí? ¿Por puntadas?
Sus ojos también se abren.
—Oh, Dios… ¿Qué pasó? —pregunta, con preocupación en sus palabras.
—Él puso un cuchillo a mi antebrazo —digo, levantando la barbilla.
—¿Qué? —Sus grandes ojos se mueven hacia él—. ¿Cole...?
—Solo cósela para que podamos irnos. Necesito llegar a casa —le
responde.
Ella cierra la boca y luego camina hacia mí.
—¿Puedo verla? —Me quito el cárdigan rojo y levanto mi mano derecha en
el aire para mostrarle mi antebrazo. Está cubierto de sangre de cuando él lo
abrió antes. Ella jadea—. Cole Reynolds. ¿Por qué en el infierno le harías eso?
—demanda.
Ambas lo enfrentamos, y él está mirándonos fijamente, con los labios
apretados. Cuando ella se da cuenta que no va a responder, me mira.
—Traté de pegarlo.
Suspira pesadamente.
—Eso no funcionará en un corte como este.
Su teléfono suena y él lo saca de su bolsillo trasero. Una suave sonrisa
aparece en su rostro y luego se va, respondiendo donde no podamos
escucharlo.
—Pobrecita. Vamos. Tengo todo lo que necesitamos en mi habitación de
invitados.
La sigo y me siento al final de la cama como instruye.
—¿Haces esto para él a menudo? —pregunto. Ella frunce el ceño,
entrando al baño contiguo—. ¿Coser a la gente? —aclaro.
Ríe suavemente, saliendo con una toallita húmeda para limpiar la sangre.
—Para otros, no. Para ellos, sí. —Inclino la cabeza a un lado—. Tienden a
meterse en un montón de problemas.
—¿Tienden?
—Los Great White Sharks.
—No entiendo de lo que estás hablando —digo, sacudiendo la cabeza.
—¿No los conoces?
—No sé quiénes son. Me acabo de mudar aquí y...
—Oh. —Asiente con comprensión, tirando la toalla en una pila de ropa
sucia que llena la esquina—. Los GWS, Great White Sharks2 es como todos los
llaman. Cole, Deke, Shane, Bennett, y Kellan, están en el equipo de natación
de la escuela. Son tiburones dentro y fuera del agua. Cole es su capitán. Todos
ya tienen becas para la universidad el próximo otoño.
—¿Irás a la escuela con ellos? —Parece mayor que nosotros, pero ¿de qué
otra manera los conoce?
Ella se ríe.
—Voy a tomar eso como un cumplido. Pero, no, soy la hermana mayor de
Deke.
—Ya veo. —El bastardo que quería matarme anoche. Ahora aquí estoy, y su
hermana me va a coser—. Pero ¿has hecho esto antes? —No es que tenga
miedo que no esté calificada; en este punto, tomaré la ayuda de cualquiera.
—Sí. Soy enfermera de trauma. Guardo cosas aquí por si acaso los chicos
necesitan algo…
—¿Qué tipo de algo haces? —pregunto lentamente.
Coloca una caja a mi lado en la cama.
—Se retan uno al otro para hacer mierda estúpida. La mitad del tiempo,
terminan en una sala de emergencias. Y estoy allí para curarlos y para
enviarlos en su camino de regreso.
—¿Se retan unos a otros? —¿Es este uno de sus retos? Jeff se lo había
preguntado a Cole anoche.
Abre la caja para sacar un paquete. Lo abre y saca un paño frío que frota
sobre mi corte. Suelto un suspiro a través de dientes apretados.
Luego una jeringa y un vial de líquido claro. Mete el extremo de la aguja
en ella.
—Es difícil de explicar. Incluso yo no sé todos los detalles. Pero se retan a
hacer algo estúpido, y si no completan el reto, tienen consecuencias. Es tan
infantil, si me lo preguntas. Pero, de nuevo, siguen siendo chicos. —Me
sonríe—. Bueno. Ahora sentirás una picadura. Voy a adormecer la zona.

Treinta minutos y quince puntos después estoy saliendo de la habitación


de invitados con mi brazo cosido y envuelto. Sostengo mi antebrazo en mi
mano mientras veo todas las fotos que cubren los pasillos de amarillo. Me
detengo en una foto de Cole. Otros siete muchachos lo rodean en frente de una

2 Grandes tiburones blancos.


piscina cubierta. Todos en pantalones de chándal blancos y abiertas chaquetas
a juego. Como si acabaran de reunirse a nadar.
Shelby camina detrás de mí.
—¿Cuál es tu hermano? —pregunto, solo porque quiero saber qué tipo me
quiere muerta.
—Ese es Deke. —Señala a la derecha de Cole. Tiene ojos azul suave y una
bonita sonrisa. Por supuesto, el bastardo es guapo como el infierno, todos se
ven bastante decentes—. Después está Kellan, Bennett y Shane. —Señala a los
otros a la derecha de Cole.
—¿Quiénes son esos tipos? —Señalo los tres en su lado izquierdo.
Suspira.
—Esos son Maddox, Landen, y Eli.
—¿Eli? —pregunto. Es el que tenía la hermana. La razón por la que
mataron a Jeff. ¿Cuál era su nombre? ¿Alguna vez Cole lo mencionó?
—Sí. Él, Maddox y Landen fallecieron el año pasado.
—¿Qué? —pregunto, volviéndome para mirarla.
Cuando Cole habló de él antes, no mencionó que estuviera muerto.
—Tuvieron en un accidente automovilístico. El único que sobrevivió fue
Cole.
—¿Cole estaba con ellos? —Lo que dijo Jeff ahora tenía sentido. ¿Qué
pasa con tus consecuencias, Cole? Mataste a tres de tus mejores amigos...
Ella asiente.
—Cole siempre ha sido un alma atribulada. Y después... bueno... no ha
sido el mismo desde entonces. Tuvo una vida dura al crecer. Perder a su madre
a una edad tan joven. Y Lilly...
Es por quién Celeste había preguntado.
—¿Lilly? ¿Es su novia? —Sigo haciendo esa pregunta porque tengo
curiosidad por cualquier información personal sobre él. ¿Y qué es más personal
que querer a alguien?
—No. —Me sonríe—. Lilly es su hermana pequeña. Él la cría.
Mis cejas se elevan.
—¿Qué pasa con su padre?
Ella va a abrir la boca, pero Cole se aclara la garganta detrás de nosotras.
Me giro para verlo mirándome. Sus ojos brevemente ven la foto en la pared de
todos sus amigos, entonces están de vuelta en los míos.
—Vamos. —Se da la vuelta y se va sin una mirada atrás.
—Gracias —le digo, y ella me sorprende con un abrazo.
—En cualquier momento. Vuelve en una semana y te los quitaré.
ustin se quedó en silencio en el auto, pero podía escuchar su
mente trabajando. Las preguntas que tenía eran las que nunca
respondería. Algunas cosas eran mejores de la forma en que
eran.
La dejé en la casa de su padre sin un adiós o sin te veré alrededor. Ella
salió, y yo me apresuré, dirigiéndome a casa.
Tan pronto como entro en la casa de mi padre, escucho la voz de Lilly.
—¿Cole?
—Aquí —le digo, entrando en la cocina. Mi padre está parado en la barra
del desayuno con un vaso de su whisky favorito en la mano. Aún no son las
cinco.
—¿Dónde has estado? —exige.
En ese momento, Lilly entra corriendo, llevando su conejito de peluche,
Hippo, en sus manos.
—Hola, princesa —le digo, y salta a mis brazos—. ¿Cómo estuvo el ballet
hoy?
—La señora Talon me enseñó a girar.
—Eso es increíble —le digo, abrazándola.
Mi padre se aclara la garganta.
—Lilly, danos un momento a Cole y a mí.
Beso su suave mejilla.
—Estaré bien. —La bajo y luego me vuelvo a mi padre.
—Hablé con Bruce Lowes esta mañana.
¡Joder, odio a ese tipo! Saber que tiene una hija me hace odiarlo aún más.
Ella ya está causando problemas en mí.
—¿Y?
—Y su hija está en la ciudad. Se mudó con él. —Me mira con
escepticismo.
—No veo cómo eso requiere una conversación entre nosotros. —Evito a mi
padre a toda costa. No es mejor que Bruce Lowes. Son mejores amigos,
después de todo.
Él deja su vaso.
—Está en problemas. Mantente alejado de ella.
Eso despierta mi interés. Pero no me sorprendo, considerando que quemó
un cuerpo y aplastó los huesos con un martillo. Me gusta su creatividad. Es
sexy.
—¿Cómo?
—Supongo que su madre es una pequeña puta consumidora de crack. El
novio de la madre abusa de ella. —Pone los ojos en blanco—. Dijo que la madre
quiere que se quede hasta que se gradúe. Pero planea enviarla de vuelta en el
momento en que lo joda.
—¿Y me estás diciendo eso por qué?
—Porque te estoy dando una advertencia. Dios sabe que no necesitas a
nadie ayudándote a ti y a tus amigos a meterse en problemas. —Luego recoge
su bebida—. Oh, y deja de acostarte con su esposa.
Sonrío ante esa afirmación.
Él gruñe.
—Supe que tu auto estuvo allá una noche la semana pasada. Toda la
noche. Él tiene empleados, por el amor de Dios. Creí que serías un poco más
discreto.
Luego sale de la cocina.
Mi sonrisa se ensancha. Sacando mi celular le envío un texto rápido a
Celeste. Quiero saber todo lo que hay sobre Austin Lowes.
¿Lista para nadar?
Ella envía un mensaje de texto inmediatamente.
Absolutamente. Trae a esa pequeña princesa.

—Cole, mírame —dice Lilly desde el lado de la piscina.


Me paro en el extremo poco profundo, mirando hacia ella.
—Te miro.
Ella pone sus pies juntos, dobla las rodillas, y se inclina por su cintura,
con las manos delante antes de caer de cara en la piscina primero, haciendo su
versión de una inmersión.
Sale jalando una larga respiración. Me acerco y la agarro incluso aunque
puede nadar.
—Eso fue genial, Lil —digo con una gran sonrisa.
Celeste aplaude desde su balsa en lo profundo.
—He estado practicando —dice ella, sonriéndome. Sus cabellos rubios
están sobre su rostro y cuello porque olvidé trenzarlo. Ahora me llevará una
eternidad conseguir desenredarlo.
—Entonces, ¿cómo fue el almuerzo con Austin hoy? —pregunta Celeste
detrás de mí.
Me abstengo de sonreír.
—Salió bien. No dijo mucho.
Ella suspira.
—Sí, le pregunté cómo fue, y no respondió. Solo subió a su habitación y
dijo que estaba cansada.
Eso es porque pasó la noche viéndonos matar a un chico y luego quemó el
cuerpo. Me lamo los labios y digo:
—Odio adelantarme, pero ni siquiera sabía que Bruce tuviera una hija.
Ella frunce el ceño.
—La conociste hace tiempo, una tarde les presenté a los dos.
—¿Qué? ¿Cuándo? —Debe estar equivocada.
Se sienta en su balsa y usa las manos para remar hacia mí.
—Deben haber tenido alrededor de nueve. Tal vez diez. No lo sé. Bruce y
yo hemos estado casados desde hace diez años, y ella tiene diecisiete. Así que
fue hace siete. —Se ríe—. Pasé de largo matemáticas.
Mi ceño se frunce profundizándose.
—No lo recuerdo.
—Tampoco creo que ella lo haga. —Suspira—. Vino a quedarse con
nosotros por unas pocas semanas durante el verano. Acabábamos de casarnos.
Su madre había sido admitida en el hospital por una sobredosis.
—Entonces, ¿por qué volvió? —Lilly arroja unos anillos de buceo al agua y
los mira hundirse mientras se pone sus gafas de protección.
—Su madre fue a rehabilitación. Mejoró. Bruce les compró una casa, les
envió dinero...
Sonaba como mi padre. Solo queriendo tirar dinero. A Bruce no le importa
Austin más que mi padre se preocupa por Lilly. Al menos sabe que tengo una
beca. Sabe que tengo planes. Simplemente no sabe que planeo llevarme a Lilly
conmigo cuando vaya a la Universidad. Será difícil, pero trabajaré. Y no peleará
conmigo. Nunca la ha querido.
—Entonces, ¿por qué ahora? —Miro a Lilly sumergirse y patear sus
pequeños pies para llegar a la parte inferior para agarrar un anillo. Entonces se
empuja de la parte inferior y sale disparada hacia arriba. La ayudo a un lado
de la piscina donde tendrá que salir para repetir el proceso de nuevo.
Celeste suspira.
—Fue expulsada de la escuela. Atrapada con drogas. —Sacude la cabeza—
. Su madre me llamó, exigiendo que la recibiera. Que era demasiado para
manejarlo ya. —Lilly salta, atrapando dos anillos que estaban cerca uno del
otro esta vez—. Bruce dijo que no, que no teníamos tiempo para ella, pero yo
no tengo más que tiempo.
Sus ojos caen al agua, y pasa su mano a través de ella lentamente.
—Él siempre está lejos. Y no creo que Austin estuviera a salvo. Creo que
solo necesita un ambiente diferente. Diferentes amigos. —Me mira y sonríe—.
Tú podrías ayudarla.
Me rio. No soy una buena influencia, por ningún medio, y Celeste lo sabe.
Todo el pueblo sabe que hago lo que quiero cuando quiero. Nadie me dice que
no puedo hacer algo. Y cuando me encuentro en problemas, mi padre me
rescata porque odia cuando lo hago quedar mal.
—Sabes que eso no es cierto, Celeste —digo finalmente mientras Lilly
vuelve a saltar, salpicándome.
Ella baja la cabeza.
—Ambos sabemos que eres el menor de dos males —susurra, y mi pecho
se aprieta con las palabras.
Sí, trato de golpear al tipo de hombres con los que se casa. Como mi
padre. Justo ahora, solo puedo hacer eso. Pero un día, todos pagarán. Voy a
liberar toda esta ira embotellada dentro de mí, y haré que caiga una maldita
lluvia de sangre en esta ciudad.

Me despierto con dolor de cabeza y una palpitación en el antebrazo.


Shelby no pudo darme algún medicamento para el dolor, pero me dijo que no
debe dolerme una vez que la inyección adormecedora se pasara. No es
doloroso, solo con un poco molesto.
Saliendo de la cama, camino hacia mi armario y me pongo una camisa
blanca de manga larga para cubrir las puntadas. Cuelga de mi hombro
derecho, dejando que quien me vea sepa que no me tomé el tiempo para
ponerme sujetador. Entonces tiro de un par de pantalones de yoga antes de
salir de mi habitación en busca de Celeste.
Bajo la escalera.
—¿Celeste? —grito cuando entro en la cocina—. Oh, lo siento —digo a una
mujer que está parada frente al refrigerador.
—Está bien, querida. ¿Puedo conseguirte algo? —pregunta, colocando
fresas en una bandeja de plata.
—Estoy buscando a Celeste.
Ella asiente.
—Están en la piscina. Estaba a punto de llevarles algo de fruta fresca. ¿Te
gustaría algo?
—No, gracias —le digo, y luego camino fuera de la cocina y por el pasillo.
¿Ellos? Espero que mi padre no esté de vuelta en casa.
Quiero evitarlo lo más posible.
Sé que no me quería aquí. Tanto como odio a mi madre, tenía razón. Mi
padre nunca me quiso, y no lo hace ahora. Estoy aquí por Celeste. Y aunque
me vuelve loca, debo admitir que es bastante impresionante. Pero nunca me
escucharán decir eso en voz alta.
Abro las puertas traseras y salgo al porche. Escucho salpicaduras
viniendo de la derecha y voy al borde de la terraza. Me paro en corto cuando
veo a Celeste en la piscina flotando en su balsa azul brillante junto a la roca
que se desliza en el extremo profundo, y a Cole también en la piscina con una
pequeña rubia en su cadera.
—¡Austin! —Celeste me ve y me hace señas. Le devuelvo el saludo
lentamente—. ¿Tuviste una buena siesta? —pregunta, y Cole me mira. Suelta a
la chica pequeña, y ella nada hacia los escalones.
—Sí —digo, caminando junto a la piscina y me tumbo en una silla. Miro a
cualquier lado excepto a Cole. ¿Qué está él haciendo aquí? ¿Está tratando de
molestarme? ¿Está sondeando a Celeste para ver si le dije algo? Yo no haría
eso. Ella le diría a mi padre, y quien sabe lo que haría conmigo. Probablemente
trataría de ayudar a Cole a meter mi trasero a la cárcel. Fuera de su vida.
—Deberías venir a nadar con nosotros. —Ella se acuesta en su balsa. Su
bikini morado de tanga revela más que la lencería. Que el mundo sepa que mi
padre pagó la mayor parte de su cuerpo.
Pienso en decir que sí, pero me detengo.
—Hoy no. —Acabo de recibir puntos de sutura. Tendré que sacarlos antes
que pueda ver mi brazo. Además, no creo que el cloro se sienta muy bien en
ellos.
La niña sale de la piscina y se abre camino hacia mí.
—Hola —dice con una gran sonrisa en su rostro.
—Hola.
—Mi nombre es Lilly. Tengo seis. ¿Quieres verme bucear?
¿Esta es su hermana? No se ven nada iguales. Ella tiene el cabello rubio
donde él lo tiene marrón. Ella tiene ojos marrones a sus azules.
—Me encantaría —le digo con una sonrisa.
—Cole, ¿puedo bucear en el extremo profundo por favor? —ruega,
saltando arriba y abajo.
Aprovecho la oportunidad para mirarlo, y me está viendo fijamente. Mi
cabello todavía está arriba en un moño desordenado y mechones sueltos caen
por mi espalda. Sus ojos caen a mi hombro expuesto y luego por mi pecho.
Pasan lentamente por mi cuerpo hasta mis piernas, y los siento apretarse ante
la mirada en sus ojos.
El hombre que intentó involucrarme en asesinato ahora está en la casa de
mi padre con su hermanita, nadando con mi madrastra.
Está tramando algo. Y necesito adelantarme a su juego. No soy una
pequeña chica estúpida a la que puede engañar.
—¿Por favor, Cole? Solo una vez —pide ella, de pie junto a mi sillón. El
agua corre de su brillante amarillo traje de baño de una sola pieza y en el
hormigón.
—Sí. Una vez —le dice, pasando su mano a través de su cabello mojado,
haciéndolo ponerse de punta, y ella chilla de emoción. Él nada hacia lo
profundo, pasando a Celeste en su balsa. Se detiene y la mira. Ella se prepara
para su inmersión, toma una respiración profunda, y cae de cabeza primero. Él
se estira debajo del agua y la agarra, levantándola y luego la ayuda a ir al lado.
Ella sale y viene corriendo de vuelta a mí.
—¿Te gustó? —pregunta con esa emoción aún en su rostro. La envidio.
Ojalá la vida fuera tan simple.
—Te doy un diez. —Levanto todos mis dedos, y ella rebota arriba y abajo.
—Perfecto.
Se lanza hacia mí, envolviendo los brazos a mi alrededor para un fuerte
abrazo empapando mi camisa y mis piernas. El agua se siente bien. No
demasiado fría pero no caliente tampoco. Ella se aleja.
—Puedo bucear sacando anillos. —Su rostro cae de repente—. Solo puedo
agarrar uno a la vez, sin embargo.
Me abstengo de reírme de cuán adorable es.
—Me encantaría verte bucear por anillos.
Ella rebota hasta el borde de la piscina y lanza cinco anillos en la parte
poca profunda.
—¿Cole? —le llama—. ¿Cole?
Lo miro para ver por qué la está ignorando, pero cuando mis ojos se
encuentran con los de él, está mirando hacia mi pecho. Su mandíbula está
apretada y sus ojos me fulminan con ira.
Miro hacia abajo para ver qué está viendo.
—Vaya… —murmuro para mí. Empapó mi camisa blanca, y no tengo
sujetador.
Me agacho y me tapo el pecho. De pie, me alejo, pero Lilly me detiene.
—¿No vas a verme? —Hace pucheros.
¡Mierda!
Me acerco y agarro una toalla azul de la parte posterior de una silla y la
paso sobre mis hombros.
—Por supuesto que lo haré —le digo, volviendo a sentarme y poniendo una
sonrisa en mi rostro.
Ignoro a Cole, pero todavía puedo sentir su mirada por unos segundos
más antes que se vuelva hacia ella y la ayude con su buceo por los anillos.
Pasamos otra hora fuera en la piscina cuando Cole finalmente anuncia
que tiene que irse. Al principio, Lilly trata de rogarle por otros cinco minutos,
pero él no se mueve. Es mejor que yo, porque en el momento en que ella
empuja ese labio inferior hacia afuera, habría cedido. Entonces lanza un
ataque. La veo, pero no le importa. Solo quería nadar.
—Puede quedarse aquí conmigo —le dice Celeste.
—No creo...
—¿Por favor? —ruega Lilly, interrumpiéndolo. Ella abraza sus hombros
mientras todavía están parados en la piscina.
—Lilly...
—Déjala nadar un poco más, Cole. Oscurecerá en breve. Puede quedarse a
pasar la noche. Podremos tener una noche de chicas. Ustedes vayan a
divertirse un poco. —Me mira, y mis cejas se alzan. ¿Cuál es su arreglo con
Cole? ¿No sabe cuánto me odia? ¿Me quiere en la cárcel? O peor, ¿muerta?
—¿Por favor? ¿Por favor? —ruega Lilly—. Quiero quedarme. Quiero nadar.
Y tener una noche de chicas. —Salpica agua alrededor de ellos con sus manos.
—Bien —dice él con un profundo suspiro—. Solo esta noche, sin embargo.
¿Está bien?
—Gracias. —Ella abraza su cuello, y él le palmea la espalda.
—¡Sí! —Celeste aplaude emocionada. Y me hace preguntarme por qué ella
y mi padre nunca tuvieron un hijo propio. Nunca lo había pensado. Y seguro
como el infierno nunca lo pregunté. Entonces ella me mira—. Austin, tenemos
una cita a las diez en el salón mañana.
—¿Para qué?
—Pensé que querrías arreglarte el cabello. —Se encoge de hombros—. Algo
nuevo para la escuela. Y nos dará tiempo juntas.
—Gracias. —No me gusta mucho pasar tiempo en un salón, pero le daré
esto. Celeste ha sido más mamá en las pasadas veinticuatro horas de lo que mi
madre ha sido en los pasados diecisiete años.
Aplaude con entusiasmo cuando Cole le entrega a Lilly. Ella rebota en su
balsa, montando a horcajadas las piernas de Celeste.
Cole va bajo el agua y luego su cabeza aparece en el extremo de la
superficie. Se para, y miro con completa fascinación mientras sube las
escaleras para salir. El agua gotea de su magro cuerpo.
Shelby había mencionado que era el capitán del equipo de natación, y no
entendí lo que eso significaba hasta ahora. Su bañador negro cuelga bajo de
sus estrechas caderas. Se vuelve hacia mí, y mi boca empieza a regarse con la
definida V que se sumerge en su pantalón y sus cincelados abdominales.
Pensamientos de él clavándome en la tierra anoche vuelven, recordándome lo
fuerte que era. Todavía puedo ver las débiles marcas de mis uñas dejadas
cuando arañé su pecho.
No es demasiado musculoso; es magro y cincelado, y mis piernas
amenazan con doblarse. Es algo bueno que esté sentada.
—Tienes mi toalla —habla, haciéndome saltar.
—Oh, lo siento —digo apresuradamente, la quito de mis hombros y se la
arrojo.
Lo miro a través de mis pestañas cuando se queda ahí frente a mí, y
ahora, es el que mira.
Me gustaría que me empujara contra la pared. O hacia abajo en la silla.
Ahí es cuando recuerdo por qué tenía su toalla en primer lugar. Mi camisa
sigue mojada. Y mis pezones están duros por el viento frío.
—Discúlpame —digo mientras salto. Dándome la vuelta, voy a la casa.
ierda!
Esa es la segunda vez desde que llegó hace una
hora que me tiene duro. Cierro mis manos en puños a
mis costados. No tengo tiempo para ser un adolescente
obsesionado con un conjunto de senos y trasero.
Especialmente con la hija de Bruce Lowes.
—¿Cole?
Al oír la voz de Celeste, envuelvo la toalla alrededor de mis caderas y me
giro para enfrentarla en la piscina. Lilly sigue en su regazo.
—¿Sí?
Ella suspira pesadamente, sus ojos caen a mi pene duro, diciéndome que
sabe lo que estoy pensando.
—Mantén un ojo en ella.
—No puedo...
—Cole —interrumpe mi negativa—. Me lo debes.
Pasando una mano por mi cabello mojado, gruño.
—Elige a alguien más.
Ella me da una sonrisa amable, pero ambos sabemos que es falsa.
—Lo estoy escogiendo. Y eso no va a cambiar.
¡Mierda!
Me doy la vuelta y entro en la casa, todavía goteando agua de mi cabello y
pantalones cortos. Tomo las escaleras de dos a la vez, sabiendo donde está su
habitación. La vi de pie junto a su ventana después que Deke y yo terminamos
con Jeff.
No toco. Me lanzo directamente hacia su habitación, y ella chilla, saltando
hacia atrás de su cómoda, con una camisa en sus manos pero no puesta. La
sostiene para cubrir su pecho desnudo. Y me pregunto si sus pezones todavía
estarán duros.
—¿Qué demonios, Cole...?
—Vístete, nos vamos en diez.
Sus ojos se estrechan en mí.
—No iré contigo a ninguna parte —responde.
Sonrío. Tengo que decir, que me encanta cuán desafiante es. La pelea. Las
constantes idas y vueltas. En realidad piensa que tiene oportunidad de
levantarse contra mí. Austin Lowes no tiene elección. Su madre no la quiere, su
padre solo está ansioso por enviarla de vuelta, y su madrastra la tiró a los
tiburones. Soy todo lo que tiene, lo cual apesta porque destruyo todo lo que
toco. Y por más que no la quiero cerca, espero poder romperla en pedazos.
Cierro la puerta, y ella traga nerviosamente mientras sus ojos me toman,
entonces van de vuelta a los míos. Avanzo con pasos lentos y confiados como si
estuviera a punto de atacar a mi presa. Mi pene duro me recuerda que podría
tirarla sobre su cama y tomarla ahora mismo, y nadie me detendría. Pero
incluso yo tengo límites.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Su voz tiembla de miedo.
Levanto la mano y tomo su suave rostro. Todavía tiene el maquillaje de la
iglesia esta mañana. Sus ojos verdes oscuros están delineados con negro. Sus
pestañas largas y gruesas, y sus labios gruesos manchados de un rosa claro.
Sus ojos se abren, pero no se aleja de mi mano. Me inclino hacia abajo, mis
labios a centímetros de los de ella.
—¿Necesito recordarte de nuevo…? —Su pecho sube y baja rápido con
cada respiración. Mi mano libre me pica por tirar de la camisa que está usando
para proteger su pecho. Para ver mejor sus pechos sin la tela mojada que
llevaba fuera. Para tocarlos. Para chuparlos—. ¿Que no tienes elección?
Levanta la barbilla y sus ojos verdes hierven a fuego lento con rabia. Me
gusta.
—No eres mi jefe, Cole. No puedes decirme qué hacer.
Dejo que mi mano sobre su rostro baje sobre su delicado cuello, donde su
pulso corre, a su hombro desnudo. Su cuerpo se estremece. Mis dedos
continúan hacia abajo sobre su brazo desnudo y tomo su codo, y luego me
detengo en el vendaje cubriendo sus puntos de sutura. Mis ojos se encuentran
con los suyos.
—Ambos sabemos que puedo hacerlo. —Doy un paso atrás antes de ir
demasiado lejos—. Ahora vístete. Tenemos un lugar donde estar.
Sus ojos entrecerrados permanecen en los míos. Casi como si me
estuviera desafiando. Levanta la barbilla, y sus fosas nasales se abren.
—Cole…
—Esto no está a discusión —respondo, interrumpiéndola—. Te arrastraré
a mi auto del cabello, si es necesario.
Ella deja escapar un gruñido, y lo tomo como su aceptación.
Está sentada a mi lado en mi auto mientras manejo por la carretera con
curvas, dirigiéndose más lejos de la ciudad.
Tomo las colinas empinadas a un ritmo rápido, acelerando más de lo que
normalmente haría, manteniéndola en estado de alerta. Puedo saborear su
miedo, “olerlo” y es intoxicante.
Ella coloca sus manos frente al tablero, y me río. Su cabeza salta a un
lado para mirarme.
—Estás tratando de asustarme a propósito.
—Ambos sabemos que ya estás asustada de mí. —No responde.
Bajo la última colina, y el camino se curva hacia la derecha. Lo tomo, la
parte de atrás del auto colea, y escucho la ingesta de su aliento.
—¿Dónde estamos? —pregunta, mirando por la ventana.
—¿Importa? —pregunto, y pone los ojos en blanco pero no responde.
Me detengo en un semáforo y giro a la izquierda y me quito el cinturón de
seguridad.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta, mirándome.
Le lanzo una sonrisa y sus ojos se estrechan en mí. Odia cuando ignoro
sus preguntas. Qué mal. Se enterará pronto.
Llegamos al almacén y nos estacionamos en el bordillo. La miro.
—¿Sabes cómo conducir un auto de velocidades?
—¿Qué…? —Se calla—. ¿Por qué importa eso, Cole?
—Sí o no.
—¡Sí! —Cruza los brazos sobre su pecho, y mis ojos caen a él. El recuerdo
de ver sus pechos aún está fresco en mi mente. Habían mirado a su alrededor,
alegres, y tan jodidamente perfectos. Necesito salir de este auto.
Asiento y luego me doy la vuelta, buscando mi bolso negro y sudadera con
capucha.
—Mantén tu teléfono contigo —le digo—. Tan pronto como te llame,
responde.
—Cole...
Salgo y cierro la puerta de golpe. La oigo decir algo más. Mi teléfono vibra
en mi bolsillo, y lo saco, esperando que sea ella, pero Bennett parpadea en mi
pantalla.
—¿Hola? —contesto, tirando mi bolsa sobre la puerta de metal.
—Hola, hombre. Pensamos que estábamos dentro para esta noche.
Pongo las manos en la puerta y la escalo antes de saltar sobre ella,
aterrizando sobre mis pies.
—Lo estamos.
—¿Qué? —Se detiene, y miro hacia el cielo. El sol casi termina de
ponerse—. Bien, ¿a qué hora?
—Ahora. —Recojo mi bolso.
—Cole, ¿cómo diablos lo estás haciendo ahora mismo? Estoy con Deke y
Shane. Hablé con Kellan antes, y dijo que no te ha hablado en todo el día.
—Lo tengo cubierto. Deshabilita el sistema de alarma ahora y vayan a la
casa club. Los veré en una hora. —Colgando, colocando mi teléfono en mi
bolsillo.
Me coloco la capucha y tiro la bolsa por encima de mi hombro. Corro
alrededor de la parte de atrás. La tenue luz zumba sobre mi cabeza, muevo los
ojos abajo, mirando al suelo, sabiendo donde están todas las cámaras que
ayudé a colocar, después de todo. Luego camino hasta la puerta trasera.
Segundos después, mi teléfono vibra, y lo compruebo.
Deke: Tienes dos minutos.
Tomando las herramientas de mi bolsillo, las coloco en la cerradura y giro.
Un pop suena segundos después.
Entrando, sonrío al auto ante mí. Un brillante puto Ferrari rojo 250 GTO.
Mi color favorito. Solamente se fabricaron treinta y nueve, y estoy a punto de
hacer que este sea mío. Algunos otros autos están en el almacén, pero los
ignoro.
No es por eso que estoy aquí.
Agarro la llave del gancho que cuelga en la pared y luego salto al auto,
tirando mi bolsa en el asiento del pasajero. Saco mi teléfono y llamo a Austin.
—Cole, ¿qué demonios estás haciendo?
—Enciende el auto —ordeno.
—¿Qué? No tengo tiempo para esto. Qué estás…
—Vamos, enciende el puto auto, Austin —respondo, interrumpiéndola.
Está en lo correcto; no tenemos tiempo para esto.
Me siento en el silencioso, oscuro almacén y puedo escuchar el motor de
mi auto afuera en la calle mientras ella tira hacia adelante y gira alrededor
para enfrentar la dirección correcta ahora.
—Sígueme —le digo.
—¿Seguirte? —pregunta, su voz se levanta en pánico—. ¿No vendrás de
regreso?
—No —digo y golpeo el control en la visera de la puerta—. No me pierdas,
Austin. Te quedarás en mi trasero. ¿Lo entiendes? —Silencio—. ¡Joder,
contéstame, Austin!
—Sí. —Finalmente escucho su respuesta en su pequeña voz.
—Vamos. —Cuelgo, enciendo el auto y arranco.

Cuelgo el teléfono y lo tiro al asiento del pasajero. ¡Te quedas en mi


trasero! ¿Qué demonios significa eso?
Mis manos tiemblan, y mis rodillas rebotan mientras me siento en el
asiento del conductor, esperando no sé qué pase. No sé dónde estamos o qué
planeó.
Oigo un motor, y luego un auto rojo sale por el camino de entrada de la
puerta por la que lo había visto saltar unos minutos antes. Gira a la carretera y
acelera. Yo pongo el auto en marcha y lo sigo.
Se fue antes que pudiera siquiera darme cuenta de cómo mover su auto.
Ha pasado un largo tiempo desde que conduje uno estándar. Y no quería
decírselo, pero apesto. Mi ex, Martin, me había gritado durante las horas en las
que intentó enseñarme. Suelto el embrague, y sale.
¡Mierda!
Meto segunda. Y luego tercera. Llegando a cuarta me siento mucho mejor
y presiono el acelerador. Él se fue hace mucho tiempo. Ni siquiera puedo ver
las luces traseras delante de mí. Pero recuerdo en qué dirección vinimos.
Espero que sea la misma que usamos para salir de esta ciudad. Oficialmente
está oscuro, y el pueblo está callado. Debemos estar a las afueras porque no he
visto otro auto o persona desde que llegamos.
Oigo sirenas detrás de mí, y comienzo a entrar en pánico. ¿Qué demonios
estaba haciendo? ¿Quiere que me atrapen? ¿Ese es su plan? ¿Otro juego que
quiere que pierda? Bueno, prefiero que sea robo antes que asesinato, si tuviera
que elegir.
Veo un taller de reparación de neumáticos al final del camino con su
garaje abierto. Entro en él y salgo rápidamente, tirando de la puerta,
cerrándola y apoyándome contra ella agradeciendo que estuviera abierto. Tiro
de mi coleta y paso una mano por mi cabello, frustrada y enojada porque me
hiciera esto. ¡Otra vez!
Entonces oigo mi teléfono sonando en el auto. Vuelvo corriendo hacia él y
salto respondiendo cuando veo Shark iluminarse en mi pantalla.
—¿Hola? —Mi voz tiembla con nerviosismo.
—¿A dónde diablos te fuiste? —demanda.
—Podría estar preguntándote lo mismo —le digo.
Gruñe.
—¿Dónde estás?
—Escondida en un garaje.
—Maldita sea.
—Tal vez si me hubieras dado una pista, hubiera tenido tiempo de
prepararme para ayudarte a robar un maldito auto —protesto. Mi mano aprieta
el teléfono un poco demasiado fuerte.
—Cálmate —responde—. Respira hondo. —Baja la voz. Mi garganta se
tensa mientras mi corazón late con fuerza—. Enviaré a alguien a buscarte —
dice tranquilamente.
—¿Qué? —¿Venir a buscarme?—. ¿Quién?
—Deke...
—¿Estás loco? —Mi voz aguda—. ¡Quiso dispararme! —grito—. Conduciré
yo misma.
—No voy a volver a buscarte —dice de manera casual.
Traducción: Estoy por mi cuenta. Si me atrapan y arrestan, tomaré la
caída. Pero prefiero arriesgarme con la policía que con Deke. O con cualquiera
de esos otros chicos que estaban con Cole la otra noche.
¡Joder, lo odio!
—¿A dónde voy? —pregunto, pasando una mano a través de mi cabello.
Mis nervios se dispararon.
—Te enviaré la dirección —dice—. ¿Y Austin...?
Cuelgo. No tengo tiempo para hablar con él. La policía me busca en este
momento. Tengo que salir de aquí.
La parte triste es que esta no es la primera vez que huyo de la policía.
Salgo, levanto la puerta del garaje, y miro a ambos lados, pero no
encuentro autos de policía en mi visión. Vuelvo a su auto y me voy dejando
marcas negras en el suelo.
Escucho mi teléfono sonar y volteo rápido para ver que es en Collins, lo
suelto. Iré allí, y una vez que esté en la ciudad buscaré la dirección exacta.
Mis hombros empiezan a relajarse una vez golpeo las curvas, subiendo las
montañas, con las luces de la ciudad detrás de mí, y finalmente soy capaz de
manejar mejor su auto.
La ira comienza a aparecer. ¿Qué diablos pensó que estaba haciendo?
¿Fue solo otra situación en la que quería que estuviera involucrada para
meterme en problemas?
Me rio de mí misma. Por supuesto que lo es. El chico está empeñado en
que tiren mi trasero en la cárcel.
Tomo las curvas tan rápido como lo hizo él antes. No me preocupa si caigo
por los acantilados a mi derecha. Al menos eso no terminaría en cárcel. Solo en
muerte.
Tomo la siguiente curva y luego me sumerjo hasta una empinada colina.
Llego a la cima y veo luces.
—¡Mierda! —siseo cuando veo tres autos de policía. Deben haber tratado
de seguir a Cole, pero lo perdieron. Uno está en el lado derecho, con su trasero
casi cayéndose por el acantilado. El segundo, estacionado en el carril contrario,
me enfrenta desde la carretera que es de dos carriles. Y el tercero está
conduciendo directamente detrás mí.
Me alcanza colocándose a mi lado, y tengo un momento de pánico. ¿Me
detengo? ¿Finjo que estaba acelerando? ¿O salgo disparada y trato de
superarlos? Tal vez no sepan que estoy involucrada en lo que sea que Cole
hizo.
Recibo mi respuesta cuando el policía que está parado en el acantilado
sale y lanza algo en el camino. Una tira de púas.
¡Mierda! Saben que estoy involucrada. Incluso si me detengo, me
interrogarán. Entonces tendré a otros cuatro chicos en mi trasero por
traicionar a Cole.
Salgo disparada. Me subo al badén y giro a la izquierda. Mi lado del auto
salva el choque con el auto de policía por poco, pero no pierdo el lado de la
montaña, y arranco el espejo.
Me rio. Cole no estará feliz por eso. Miro por el espejo retrovisor para
verlos saltando en sus autos, pero nunca me van a atrapar. Tenían todos sus
huevos en una canasta, con la esperanza de que hubiera golpeado los clavos.
Muy mal por ellos.

Entro a la ciudad y pongo la dirección que me dio Cole. Me ha llamado


cuatro veces, y las he ignorado todas. Lo dejaré sudar por su indiferencia si me
atrapaban y lo entregaba.
Me estaciono junto a un camino de grava y miro alrededor sin ver nada
más que oscuridad. Apago los faros, no queriendo llamar la atención sobre mí y
el auto, a pesar de tener un tubo de escape bastante potente. No es fácil de
esconder.
Entrecierro los ojos mientras conduzco a dos kilómetros por hora, no
queriendo golpear un árbol o una persona, hasta que veo luces adelante.
Acelero. A medida que me acerco, veo una estructura similar a un granero
de metal. La puerta columpiándose está abierta y Cole sale seguido por otros
cuatro.
¡Por supuesto! Esta noche solo sigue poniéndose cada vez mejor. Acelero,
entonces tiro del freno, yendo a la parte trasera para detenerme frente a ellos.
Polvo de la grava vuela y todo, pero Cole levanta las manos para alejarlo.
Abro la puerta y salto, cerrándola de golpe detrás de mí.
—¿Qué mierda fue eso, Cole? —exijo.
Se queda parado sus ojos azules se estrechan en mí. Sus piernas anchas y
manos en los bolsillos delanteros de sus pantalones negros. Todavía lleva su
sudadera negra, pero la capucha está atrás.
—¿Qué diablos? —Miro a mi derecha para ver a Deke, mirándome con los
ojos y la boca abiertos—. ¿Dejaste que la chica del cementerio te ayudara? —
pregunta con sorpresa.
Los otros tres miran entre Cole y yo, tratando de entender qué diablos está
pasando y quién diablos soy.
Mi pecho sube y baja rápido, mi corazón corre.
—Casi me arrestan —digo.
—Deberías haber mantenido el ritmo —responde.
Mis ojos se salen.
—¿Mantenido? No sabía que robarías un auto —protesto de nuevo. Él solo
me mira fijamente con esa mirada de odio en su rostro. Debería estar
agradeciendo porque no lo entregué—. Llévame a casa —exijo.
—Deke. —Lo mira—. Dale un paseo a casa.
¿Qué?
—¡No! —digo, dando un paso hacia Cole—. Tú llévame...
—Con mucho gusto —dice Deke, interrumpiéndome y dando un paso
hacia mí. Cierro la boca y doy tres hacia atrás. Él mira hacia mí con una
sonrisa en su guapo rostro, pero la luz que brilla sobre nosotros desde el lado
del granero lo hace parecer torcido. O tal vez es porque sé cuán
verdaderamente retorcido es.
—Solo me llevaré tu auto —le digo con una sonrisa, y deja de alejarse. Su
espalda todavía está hacia mí. Entonces miro hacia abajo y sonrío—. Rompí el
espejo.
—¿Tú, qué? —responde, girándose para encararme.
Le doy la mierda más grande de sonrisa que puedo.
—Me encontré con la policía, y pasé sobre una tira de púas. Sus cejas se
alzan—. Pude esquivarla pero golpeé el costado de la montaña. Arranqué el
espejo.
Cierra los puños a sus costados mientras Deke se ríe. Los otros tres
todavía están alrededor, sin saber qué está sucediendo.
—¿Quién es esta chica? —Creo que es Kellan quien pregunta suavemente.
No puedo recordar quien dijo Shelby que era.
—Soy Austin —respondo a su pregunta cuando ni Deke ni Cole hacen un
movimiento—. Austin Lowes.
Todas las cabezas se giran para mirar a Cole. Y Deke ve sus pies, pero no
me pierdo el endurecimiento de su mandíbula. Cole me mira fijamente durante
un largo rato mientras el silencio cae a nuestro alrededor. Y siento que estoy de
vuelta en el cementerio con él y Deke. Me gusta que esté tratando de pensar en
su siguiente movimiento.
¿Me apuñalará esta vez? ¿Dejará que Deke me dispare?
Finalmente, aleja la vista de mí y de Deke.
—Llévala a casa —le ordena y luego se vuelve, dándonos la espalda. Entra
en el granero, dejando que la puerta se cierre detrás de él.
—Vamos a casa, nena —dice Deke, caminando hacia mí.
—No…
Agarra mi brazo y lo aprieta, haciéndome gritar mientras sus dedos se
hunden en mi piel. Los otros chicos me dan la espalda y entran por la misma
puerta que Cole. Deke me arrastra a través de la grava y hacia el lado del
edificio donde hay un Range Rover negro. Me tira en el asiento del pasajero y
luego sube. Presiono mi cuerpo contra la puerta.
Se ríe.
—No soy a quien deberías tener miedo, nena.
—¿Qué significa eso? —exijo, enojada por lo que Cole me hizo atravesar
esta noche.
—Significa… —Enciende la SUV—. Que Cole es el único que decide si
vives o mueres. No yo.
e quito la sudadera con capucha y luego mi camiseta negra.
Los tiro al suelo y levanto los puños delante de mí. Empiezo a
rebotar y a darle puñetazos la bolsa que cuelga de la viga.
Oigo la puerta abrirse y luego la voz de Kellan.
—Cole, ¿qué está pasando? —pregunta.
—Lo estoy manejando —le digo, golpeando la bolsa otra vez.
—Eso no es lo que parecía desde donde estábamos parados —argumenta
Shane.
Resoplo.
—Es la hija de Bruce...
—Sí. ¡Sé quién es! —interrumpo a Kellan. Dejo caer las manos y giro para
enfrentarlos—. Soy muy consciente de quién es hija.
Kellan parece haber visto un fantasma, pero Shane sonríe.
—Es perfecta.
Dejo escapar un gruñido.
—¡Es mía!
Ni siquiera trata de ocultar su sonrisa por mi posesividad.
—No. Me refiero a que es perfecta para lo que necesitamos.
Kellan sacude la cabeza.
—Absolutamente no. No seré responsable de ella.
—Entre los cinco, ella estaría bien.
—Mira lo que pasó esta noche —protesta Kellan, discutiendo con Shane
—¿No estabas prestando atención? —pregunta Shane—. Logró escapar de
la policía. Y ni siquiera tuvo ayuda. —Me señala—. Cole dejó que se las
arreglara sola. —Sonríe como si estuviera orgulloso de ella—. Y debo decir que
estoy impresionado.
Yo, sin embargo, quiero estrangularla. Jodió mi M4. Acabo de comprar ese
auto. Y la policía la vio, lo que trae a colación otro pensamiento. ¿Por qué
estaban los policías ahí? Desactivamos la alarma, y nadie estaba alrededor por
kilómetros. Ese almacén está ahí por una razón; Nadie está nunca en esa parte
de la ciudad. Barnes es un pueblo pequeño lleno de personas mayores que
viven en casas de retiro. ¿Quién nos podría haber visto como para llamar a las
autoridades?
—Yo digo que la traigamos. Veamos cómo lo hace. —Shane asiente para sí
mismo.
—Desafíala. Parece ser de la clase que no se echa atrás en una pelea.
—¿Y? —pregunta Kellan.
—¿Y, qué? —Shane lo mira.
—Cuando haga que nos atrapen y acabemos todos en la cárcel, ¿qué?
—Eso no va a suceder.
—¿Cómo puedes prometer eso? —dice Kellan.
Shane me mira.
—Porque no se volverá contra alguien al que ame.
Miro a Bennett, el único que ha mantenido la boca cerrada todo este
tiempo. Se encuentra con mis ojos, y mi pecho se tensa ante la mirada en ellos.
—Sabes malditamente bien que sería la mejor pieza. Una que nunca viste
venir —dice.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, y lo saco para ver que es un mensaje.
Deke: La princesa fue dejada. Sin daños. De nada.
Pongo mi celular de nuevo en mi bolsillo, cierro mis ojos, y dejo escapar
un largo suspiro.
—Chicos, saben lo que esto significa, ¿verdad? —pregunto. Cuando el
silencio cae sobre la habitación, los miro a todos a los ojos antes de hablar—.
Tenemos que hacer una fiesta.

Shark: Fiesta mañana por la noche en mi casa. Te quiero allí a las diez.
Cole me envió eso anoche mientras estaba en la bañera. Tan pronto como
Deke me dejó, me metí en el baño para limpiarme. Para lavar todo el día.
Nunca respondí, pero no creo que esperara que lo hiciera. Me había convocado,
y sabía que aparecería porque bueno, ¿qué más tenía qué hacer? Y quiero
saber lo que esos muchachos están tramando.
Tres me habían visto como si fuera una enfermedad. Cole parecía que
quería matarme, y Deke parecía divertido.
Primero, matan a un chico, ¿luego roban un auto? ¿Cuál es su trato? ¿El
auto era uno de sus retos? Shelby había mencionado cómo siempre estaban
metiéndose en problemas.
¿Y los había llamado Great White Sharks? Dentro y fuera del agua. Es por
eso que puse su número bajo Shark. Podría usarlos en la escuela. Es el
segundo semestre de mi último año en un nuevo lugar. Y el pueblo es una
estancada ciudad rica. Estoy segura que todos los estudiantes son mocosos,
así que podría usar a alguien a mi parte con quienes los demás tienen miedo
de cruzarse. O a cinco. Incluso si tengo miedo de ellos también. Deke dijo que
mi destino estaba en manos de Cole. Así que él maneja la manada. Eso, sin
embargo, era obvio. Mientras me quede en su lado bueno, debería estar bien.
—Te ves muy bonita.
Miro hacia la silla a mi lado que ocupa Lilly. Se había quedado toda la
noche con nosotros. Entonces esta mañana Celeste le pidió a Cole si podría
acompañarnos al salón y lavarse el cabello y pintarse las uñas. Me pareció
extraño que le pidiera permiso a Cole y no a su padre, pero me encogí de
hombros. Shelby me había dicho que Cole es el que prácticamente la cría.
—Gracias —le digo con una sonrisa.
—Te ves muy hermosa. —Levanta las manos, mostrándome sus pequeños
dedos—. El color favorito de Cole es el rosa.
—Entonces le encantarán tus uñas.
Ella asiente.
—Es por eso que elegí ese color.
Celeste se acerca a nosotros, poniendo su celular en su bolsillo.
—Bueno, Lilly, acabo de hablar con Cole. Tuve que rogarle y le prometí
tenerte en la cama a las ocho treinta, pero dijo que podrías quedarte una noche
más.
—¡Sí! —Tira ambas manos por encima de su cabeza.
Probablemente es porque tendrá una fiesta. Celeste me mira.
—Oh, vaya, Austin, me encanta tu cabello.
Me miro en el espejo.
—¿De verdad? Pensé que era diferente.
—Es hermoso. —Agarra mis hombros y se inclina para susurrar en mi
oído—. Le encantará eso.
Arrugo la frente.
—No lo hice por un él.
Me da una pequeña sonrisa y palmaditas en el hombro.
—Lo que digas, querida.
Miro hacia el espejo y suspiro. Supongo que no puede hacer daño intentar
impresionarlo. Quiero decir, es un chico, después de todo. Todos los hombres
piensan con sus penes.
—¿A dónde iremos después de aquí? —le pregunto.
—A dónde tú quieras —dice simplemente.
Sonrío.
—Necesito algo para ponerme esta noche. Algo rojo.
Asiente cuando una mujer viene detrás de ella.
—¿Celeste?
Ella gira y abre los brazos.
—Ellie.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta su amiga mientras se aleja.
—Estoy paseando con mi hijastra. —Gira y gesticula hacia mí—. Ellie, esta
es Austin. Austin, conoce a mi amiga Ellie.
La sonrisa de su amiga cae de su rostro mientras sus ojos se encuentran
con los míos, y mira de nuevo a Celeste.
—¿Hijastra? —pregunta en voz baja como si no pudiera oír.
Celeste asiente y le da una suave sonrisa.
—Sí. Pasará el resto de su último año con nosotros.
—Oh. —Se vuelve para mirarme—. Encantada de conocerte. —Asiente y
luego me despide, volviéndose para susurrar a Celeste. Coloca su brazo en el
hueco de Ellie, y se van.
Me giro y le sonrío a una confundida Lilly.
—¿Qué tal un helado? Vi un lugar de galletas abajo que los tenía.
Ella asiente emocionada mientras sus ojos marrones se encienden.
—Me gustan los de coca.
—¿Qué? De ninguna manera. A mí también.
Se ríe, y yo me rio, ignorando a Celeste y a su amiga que sin duda están
hablando de mí y de dónde demonios vine. Probablemente nadie en este pueblo
sabe que Bruce Lowes tuvo una hija a excepción de las personas que conocí
cuando tenía siete años. Y la mayoría de ellos probablemente hace mucho que
se han ido.

Son las diez y media cuando finalmente llego a la casa de Cole. Deke me
había enviado un mensaje con la dirección hace una hora. Y traté de no dejar
que me molestara que Cole le hubiera dado mi número. Como si el bastardo
estuviera demasiado ocupado para mandarme un mensaje él mismo.
La casa es tan grande como la de mi padre, pero no me sorprende.
Estaciono el BMW rojo brillante que mi padre me compró en el frente y salgo.
El frío de la tarde me hace estremecer. Durante el día, llega casi a los quince,
pero hace frío por la noche. Afortunadamente, eso me da una razón para usar
manga larga y cubrir mis puntos de sutura.
Compré un suéter rojo profundo y delgado que cuelga de mis hombros con
una camiseta negra, sin mangas para usar debajo. Lo emparejé con unos
vaqueros de pitillo negros y unos tacones altos negros. Y rematé el look con
lápiz labial rojo. Odio admitir que lo intenté un poco más duro de lo que habría
hecho si no fuera por Cole.
Y luego eso me enojó. Pero por supuesto, no me cambié. En cambio, me
quedé fuera de mi casa por treinta minutos más, sabiendo que sería más tarde
de lo que me pidió.
Entro a la casa, y “Fuck Away the Pain” por Divide the Day atraviesa los
altavoces que cuelgan de las paredes. Chicos de todas las edades se agolpan en
el vestíbulo y en los pasillos. Algunos incluso parecen suficientemente viejos
para la universidad. Escaneo la multitud por Deke o Cole, sin saber lo que
planearon para mí. Una vez más, sospecho del motivo por el que fui invitada.
Camino hacia la gran cocina abierta y encuentro vasos rojos junto con
botellas que cubren los mostradores. Recojo una botella de Fireball3, vierto una
pequeña cantidad en un vaso, y me lo bebo, necesitando un poco de coraje
para enfrentarlos otra vez. Luego preparo otra.
—Hola —dice una chica, acercándose a mí.
—Hola —digo con un gesto de cabeza. Tiene el cabello rubio decolorado y
grandes ojos azules. Con labios carnosos y un rostro pequeño. Parece una de
esas chicas de Instagram que tienen millones de seguidores, absolutamente
impecable.
—Nunca te había visto antes. —Extiende la mano derecha—. Soy Becky.
—Austin —le digo—. Acabo de mudarme aquí.

3 Marca de Whisky.
—Oh, qué emocionante —dice, agarrando un vaso y llenándolo con ron y
coca cola—. ¿Vas a la secundaria Collins?
Asiento.
—Sí.
—Soy senior. ¿Qué hay de ti?
—Igual —digo y me sirvo otro trago de Fireball.
—Me pregunto si tendremos alguna clase juntas.
En secreto espero que lo hagamos porque parece bastante agradable.
Bebiendo otro trago, miro alrededor de la enorme cocina y los cuerpos que la
llenan.
—¿Quién da una fiesta el lunes por la noche? —pregunto más a mí que a
ella.
—Cole Reynolds. —Pone los ojos en blanco—. Él y los Great White Sharks
hacen lo que quieren, siempre que quieren. —Entonces sonríe—. Pero dan
algunas fiestas increíbles.
—¿Dónde están sus padres? —pregunto.
—Nunca alrededor. Todos son sociales en este pueblo con grandes
carreras. Siempre ocupados y sin suficiente tiempo para sus hijos.
—Ya veo. —Son como mi padre. Tal vez es por eso que Cole cuida tanto a
Lilly.
—Dónde estás…
—¿Austin? —Una exigente voz masculina la interrumpe.
Ambas nos giramos para ver a uno de los chicos de pie en la entrada a la
cocina. No puedo decir si es Kellan o Shane, pero sus estrechados oscuros ojos
están en los míos.
Todos lo miran fijamente mientras me ve.
Arqueo una ceja en pregunta.
—Cole te está buscando —dice—. Vamos.
Le doy la espalda y pongo los ojos en blanco, pero cuando se encuentran
con Becky, los suyos están abiertos con sorpresa.
—¿Qué? —pregunto.
Ella solo niega. Tomo la botella de Fireball, ignorando mi vaso, y le sigo, ya
que el director envió al sirviente para buscarme.
—¿Shane?
—Kellan —gruñe.
Bien, entonces. Tomo un sorbo de Fireball mientras pasamos junto a los
chicos en el pasillo. Me lleva por un tramo de escaleras. Mis tacones se hunden
en la rica alfombra beige. Me detiene en una puerta y entro pero me bloquea.
Lo miro.
—No te quiero aquí —afirma.
Sonrío. Finalmente, alguien que se siente igual que yo.
—Bueno, eso hace dos de nosotros. —Sus ojos marrones caen a mi pecho
y me muevo lentamente sobre mis piernas, y cuando sus ojos se encuentran
con los míos otra vez, hay un desafío en ellos que no estoy segura de cómo
tomar.
Se estira detrás y abre la puerta. Entramos en una habitación poco
iluminada. Hay un sofá a mi izquierda. Un pequeño sillón delante de mí, frente
a un televisor que cuelga en la pared. Hay un juego de baloncesto, pero el
sonido está apagado. “Gravity” de Papa Roach sale a través de los altavoces
pero no lo suficientemente alto que no puedas oírte pensar.
—La encontré —grita Kellan a la habitación.
Tres cabezas se vuelven hacia mí mientras los chicos están de pie junto a
una mesa de billar en la esquina. Cada uno tiene una chica debajo de su
brazo. Ninguno es Cole.
Levanto la botella para tomar otro sorbo, disfrutando de la quema del
alcohol.
—Ya era hora. —Escucho su voz, y mi piel estalla con piel de gallina.
Miro a mi derecha para verlo sentado en otro chaiselongue con la mano
derecha apoyada detrás de su cabeza y las piernas cruzadas en los tobillos.
Está vestido con pantalón vaquero, una camiseta blanca y un par de Nike.
Sencillo pero todavía se tan aterrador como en los escalones de la Iglesia. Sus
ojos azules me toman mientras me mira arriba y abajo dos veces. Permanecen
en mi pecho, y me muerdo el labio. Cuando sus ojos se encuentran con los
míos, se levanta.
Yo doy un paso atrás. Mi corazón se acelera, todavía muy consciente de lo
que este chico es capaz de hacer.
—Chicas, váyanse —ordena. Todas se quejan al unísono, pero los chicos
se alejan de ellas y las empujan fuera de la puerta, encerrándome dentro con
ellos.
—¿Por qué estoy aquí? —pregunto, queriendo acabar con esto.
Él toma la botella de mi mano y se la lleva a los labios, tomando un gran
trago. Su manzana de Adán se mueve mientras bebe.
Cruzo los brazos sobre mi pecho, intentando no verme afectada. Pero
estoy teniendo dificultad para respirar.
—Hemos estado pensando… —dice Cole, frotándose la barbilla.
—Queremos que seas parte de nuestro grupo —Deke termina su oración.
Miro entre los cinco y comienzo a reír nerviosamente.
—Están bromeando, ¿correcto?
—Ni un poco —dice Deke, negando.
—No, gracias —digo, y me dirijo a la puerta. Giro del pomo y empiezo a
abrirla, pero una mano golpea la puerta por encima de mi cabeza,
manteniéndola cerrada.
Salto hacia atrás para mirar a Cole. Se inclina contra ella casualmente,
poniéndose cómodo y bloqueando mi única salida.
—No fue una oferta, Austin.
Mis ojos se estrechan a él.
—¿Qué te hace creer que quiero tener algo que ver con ustedes, chicos?
—Deke —dice Cole, levantando la botella a sus labios de nuevo.
Me giro para ver a Deke venir hacia nosotros, su teléfono en la mano
frente a nosotros. Se reproduce un video, y soy yo conduciendo el auto de Cole
lejos del almacén.
Después que robó el auto rojo.
—¿Cómo conseguiste eso? —exijo.
Deke solo se ríe, colocando el teléfono en su bolsillo.
—No beso y lo digo, nena.
Mis ojos se estrechan porque me llamó nena. Me vuelvo para enfrentar a
Cole.
—Estás chantajeándome. Otra vez.
Él se encoge de hombros descuidadamente.
—Puedes llamarlo como quieras.
—Lo llamo lo que es —le digo—. Sabes muy bien que no tenía ni idea de lo
que habías planeado.
Empuja la puerta y se inclina, su rostro a centímetros del mío. Puedo oler
la canela en sus labios y no puedo evitar el estremecimiento que corre a través
de mí.
—Te reto a probarlo.
—Tú, hijo de...
—Para que te unas —Deke me interrumpe—. Tienes que pasar una
prueba —dice, cruzando los brazos sobre su amplio pecho.
—No me interesa.
—Será una iniciación —se corrige.
—No quiero estar involucrada con lo que sea la jodida mierda en la que
están. —¿De cuántas maneras diferentes tengo que decirlo?
—Solo déjala ir —dice Kellan. Pero nadie lo escucha.
Deke continúa.
—Tienes que tener sexo con uno de nosotros mientras todos miramos.
Mi corazón comienza a latir con fuerza ante sus palabras. Y mis ojos se
abren cuando da un paso hacia mí.
Esto es una broma. Tiene que serlo.
Arquea una ceja en desafío cuando solo me quedo ahí mirándolo.
—¿Me quieres a mí, nena? Estoy listo. —Se lame los labios cuando sus
ojos azules se posan en mis piernas. Entonces llega hasta sus vaqueros y los
desabotona.
¡Está hablando es serio! Inmediatamente miro a Cole.
Sus ojos mantienen su ira habitual mientras me fulminan con la mirada,
pero una lenta, desviada sonrisa se extiende por su rostro, y los chicos se
empiezan a reír.
—Bueno, ahí está, responde, hombre —uno de ellos grita desde detrás de
mí.
Mi mandíbula se aprieta.
—No quiero...
—Déjennos —ordena Cole, interrumpiéndome. Y como las ovejas
entrenadas que son, todos se van. Todavía puedo escuchar sus risas mientras
caminan por el pasillo, la puerta se cierra lentamente detrás de ellos.
Me tumbo en una de las sillas, tratando de frenar mi acelerado corazón.
—No puedes forzarme, Cole. No en esto.
Él camina hacia donde estoy sentada. Estirándose, pasa sus reventados
nudillos a lo largo de mi mejilla. Alejo su mano, temerosa de lo que salga de mi
boca si me toca.
Su mano agarra mi cabello y me tira para que me levante. Grito mientras
empuja mi espalda a la puerta cerrada, haciéndolo sonar por la fuerza. Se eleva
sobre mí, empujando su cuerpo contra el mío. Estoy jadeando mientras me
mantiene quieta. Baja la cabeza para susurrar en mi oído.
—¿Eres virgen, Austin?
—No —gruño. Mis manos se acercan para empujarlo fuera de mí, pero las
agarra y las pone encima de mi cabeza. Gimo y mis muslos se contraen.
—Eso es una pena. —Suspira, y su aliento se desliza por mi piel,
haciéndome estremecer—. Me gusta tomar cosas bonitas, inocentes y
destruirlas.
—Estás enfermo —le digo, jadeando.
Se ríe, pero no lo niega.
—Pero eso no hace que me desees menos. Vi la forma en que me mirabas
en el auto. La forma en que lamiste tus labios cuando pensaste que iba a
besarte. La forma en que susurraste mi nombre. Como te quedaste mirándome
cuando salí de la piscina. Y no olvidemos la forma en que me permitiste tocarte
anoche. Dime ¿te decepcionaste cuando no te lancé a la cama y te penetré en
ese momento? —Gimo—. Apuesto a que estás mojada en este momento.
—Cole —gruño su nombre, no queriendo que vea que tiene razón.
Pero me ignora.
—Usaste rojo para mí otra vez, cariño. Querías mi atención. Y la tienes.
Ahora ¿qué harás con ella?
i cuerpo presiona el de ella contra la puerta, y la miro
fijamente, desafiándola silenciosamente a que me diga que me
vaya al infierno. Necesita hacerlo. No soy bueno para ella. No
debería estar en ningún lugar cerca de ella, y mucho menos
tocarla o pensando en tener sexo aquí mismo.
Porque lo único en mi mente justo ahora es empujarla al suelo, abrirle las
piernas y enterrarme dentro de ella toda la noche. A la mierda los chicos. A la
mierda la fiesta. Y a la mierda el hecho de que me odia. El sexo de odio es
siempre el mejor.
Bajo la cabeza hasta su cuello, encantándome el olor de las cerezas y
susurro.
—¿Qué será, cariño? —Su respiración es irregular, su cuerpo es suave, y
mi pene está duro. Solo necesito que diga las palabras—. Me deseas, solo
admítelo.
Se pone rígida contra mí, mis palabras finalmente llegan a ella.
—Suéltame, Cole.
No fueron tan fuertes como quiso que fueran, diciéndome que está
peleando. Eso es suficientemente bueno para mí.
Sonrío y cuando suelto sus manos, me empuja hacia atrás. De buena
gana le permito su espacio. Mis ojos vagan sobre su cabello. Lo cambió, el
marrón oscuro suavemente se desvanece a rubio en la parte inferior. Lo mejor
de ambos mundos. Se ve muy bien en ella. Se endereza el suéter rojo, y me
encanta que lo lleve para mí.
—Pero no tienes opción en lo de unirte a nosotros.
Golpea su pie.
—¿Por qué te importa tanto?
Porque te necesitamos.
—Te divertirás.
—Me arrestarán. Posiblemente muera.
Sonrío. No está lejos de la verdad.
—Solo dale una oportunidad.
—¿Por qué siento que las personas no solo le dan una oportunidad?
Me meto en ella una vez más, y me mira a través de largas y oscuras
pestañas.
—Tengo que recordarte que...
—Que no tengo elección —corta.
—Ves. ¿Eso fue tan difícil? —Pone los ojos en blanco, se gira y abre la
puerta. La agarro por encima del brazo y la detengo. Bajando, le susurro—:
Esta noche, me perteneces. —Me da una mirada de lado, y le doy una sonrisa
amenazadora—. ¿Entendido?
—Entendido —acepta a través de dientes apretados.
Tomo su mano en la mía, y salimos juntos. Nos dirigimos hacia la cocina,
pasando a los asistentes a la fiesta. Alguien grita mi nombre, asintiéndome, y
otros levantan sus bebidas. Los ignoro.
Vinieron a besarme el trasero, y no estoy de humor para complacerlos. En
cambio, estoy tratando de averiguar cómo alejarme de ella. No debería
desearla. Así no.
De ningún modo.
Pero esto es parte de ello. Los chicos estuvieron de acuerdo en eso. Dijeron
que si la hacíamos unirse, entonces necesitábamos presumirla. O no
habríamos tenido la fiesta. Es una formalidad.
—Hola, Becky —le dice a una rubia mientras entramos en la cocina.
La chica me mira y luego a Austin.
—Hola —dice suavemente. Sus ojos se disparan de vuelta a los míos.
La ignoro. Dejando ir la mano de Austin, agarro un vaso solitario y rojo y
le hago una bebida sin siquiera molestarme en preguntar lo que le gusta.
Tomará lo que dé.
Una vez termino su bebida, me hago una.
—Aquí —digo, entregándosela.
La toma sin siquiera mirarme. Sus ojos permanecen en la chica mientras
charla sobre mierda sin sentido.
Deke está parado en la esquina con una rubia bajo el brazo. Shane está
sentado en la mesa jugando póker con algunos chicos.
Y Kellan está parado en la entrada con la lengua en la garganta de alguna
pelirroja. No sé a dónde diablos fue Bennett.
Camino por la barra de desayuno y pongo mi brazo alrededor de los
hombros de Austin.
Ni siquiera me reconoce. Pero la chica, Becky, me mira sorprendida y
luego de vuelta a Austin.
Qué diablos estará atravesando su mente en este momento. Porque nunca
muestro ningún afecto por las mujeres. Las ignoro hasta que las tengo
desnudas en mi cama. Por supuesto, Austin no sabe eso, así que no entiende
lo que estoy haciendo ahora mismo. ¡Pero dejaré que todos aquí sepan que es
mía! De esa manera, cuando comience con sus atrevimientos, nadie la delatará
si la ven. No puedo arriesgarme a quemarme el trasero por ella.
Tomo un sorbo de mi bebida mixta mientras “Love the Way You Heat Me”
de Like A Storm suena a través de los altavoces de la casa, y sonrío. Ella me
odiará muy bien. Y me va a encantar.

Tomo un gran trago de mi bebida, y los ojos de Becky se clavan en los


míos. No creo que haya parpadeado una vez en los pasados veinte minutos, lo
cual es imposible.
—¿Estás bien? —le pregunto finalmente.
Sus ojos se disparan detrás de mí, y veo por encima de mi hombro para
ver a Cole, revisando su teléfono. ¡Bastardo!
—¿Cómo conoces a Cole? —pregunta.
—Acabo de conocerlo. —Extiendo la mano y tomo la bebida de su mano.
No discute. Tomo un trago y siseo en una respiración. La de ella es fuerte.
Como me gustan.
Sus ojos se ensanchan.
—¿En serio?
Asiento, tomando otro trago. Estoy empezando a sentirme mareada.
—¿Por qué?
—Solo ten cuidado —me advierte.
Miro por encima de mi hombro otra vez, y él está apoyado contra la
encimera. Sus brazos están sobre su pecho mientras mira a quien creo que es
Shane. Su mandíbula definida es afilada, y sus ojos estrechos. Siempre se ve
tan enojado. Oscuro. Pero eso es lo que me atrae hacia él. Es tan misterioso.
Quiero saber que pasa en su mente.
Levanto la bebida y le doy otro trago pero la retiro cuando veo que está
vacío.
—Me lo bebí todo —le digo, entregándoselo de vuelta. Ella se ríe y se sirve
otro—. ¿Los conoces bien?
Asiente y me entrega una bebida nueva y llena.
—He ido a la escuela con ellos desde el jardín de infantes.
—¿Novia? —pregunto.
Su risa crece.
—No.
Asiento. Me lo imaginaba. Los chicos como Cole no se establecen. No
permiten que las chicas se acerquen lo suficiente para ver quiénes son
realmente.
Tomo otro trago y me lamo los labios. Están empezando a temblar. Él se
empuja del mostrador y se gira hacia Shane, dándome una vista de perfil. Sus
brazos aún están cruzados sobre su pecho, se para en su altura completa, y
veo la forma en que su pantalón cuelga en sus estrechas caderas y recuerdo
cómo se veía su cuerpo cuando salió de la piscina de mi padre. Me muerdo el
labio antes de tomar otro trago.
—Chica, lo tienes mal. —Ríe Becky.
Me doy la vuelta para mirarla. Pero no puedo negarlo.
—Estoy pisando agua —admito. Los chicos como Cole Reynolds son la
razón por la que las chicas inteligentes se vuelven estúpidas. Es vergonzoso en
muchos niveles, pero comprensible.
Quiero decir, odio al chico y todavía quiero que me lleve a su habitación.
Eso solo me dice cuán increíblemente estúpida soy.
Ella da un paso hacia mí, cerrando el pequeño espacio, y susurra:
—Esas aguas están infestadas de tiburones. Y estás sangrando. —Mira
por encima de mi hombro a Cole, luego de nuevo a mí—. Pero hay peores
formas de morir.
Tomo otro gran trago de mi bebida y pensar en cómo me mantuvo en
contra de la puerta de arriba me hace apretar los muslos. Y esa primera noche
en el cementerio... o cuando estábamos en su auto y estaba contándome sobre
la hermana mayor de Eli. Mi corazón comienza a latir más rápido cuando las
palabras que me dijo arriba, vuelven: Y no olvidemos la forma en que permitiste
que te tocara anoche. Dime, ¿te decepcionaste cuando no te lancé a la cama y te
penetré en ese momento?
Mi corazón comienza a latir más rápido con ese pensamiento.
Finalmente asiento a Becky, quien me mira expectante, incapaz de negar
eso. Estoy sangrando bien. Tomo otro trago.
—¿Qué hago? —pregunto.
Ella me da una gran sonrisa y toma la bebida de mi mano.
—Toma ventaja mientras puedas. —Entonces la tira.
ntiendo por qué lo estás haciendo, pero ¿estás seguro
que quieres hacerlo? —pregunta Shane.
Asiento.
—No hay duda en mi mente.
—Está bien. —Se da la vuelta, dándome la espalda, y sale de la cocina.
Me muevo a la isla de la cocina para preparar mi tercer trago cuando
Kellan se acerca a mí. Todos vendrán a mí uno por uno. Bueno, a excepción de
Deke. Sabe que mi decisión está tomada. Y ninguno de los otros podrá
cambiarlo.
Deberían saber eso a estas alturas.
—Creo que deberíamos darlo por terminado —gruñe.
Arqueo una ceja.
—¿Por qué?
Suspira pesadamente.
—Ella es una responsabilidad. ¿Qué pasa si uno de nosotros se mete en
problemas por su culpa?
Niego.
—No sucederá. La dejaremos antes de caer con ella.
—¿Cómo puedes garantizar eso? Podría delatarnos.
Le doy una palmada en el hombro.
—No te preocupes, ¿está bien? Tengo tu espalda.
Me mira como si no me creyera, pero le doy la bebida que acabo de hacer,
y se la bebe de unos pocos tragos.
Sus nervios se muestran.
Me estoy haciendo una nueva bebida debido a que acabo de regalar la mía
cuando mi lado es golpeado y dos brazos se envuelven alrededor de mi cintura.
—¿Qué diablos? —Me giro para ver a Austin parada a mi lado con los ojos
cerrados y una gran sonrisa en el rostro.
Mi primer pensamiento es empujarla fuera de mí. El segundo es
inclinarme y besar su cabello.
No hago nada.
En cambio, me quedo viéndola como si tuviera dos cabezas.
—¿Austin? —digo finalmente—. ¿Qué estás haciendo?
Me mira, y sus grandes ojos verdes se ven vidriosos. Está alegre.
¡Genial! Solo le he hecho dos copas, y ninguna fue fuerte. Por esa justa
razón. No quería aguantar a una chica borracha. Tenía una botella de Fireball
en la mano cuando entró a la sala de juegos. ¡Mierda!
—Sé que quieres besarme. Adelante —dice suavemente.
Me rio nerviosamente. No me puede leer tan fácilmente.
—Tuviste tu oportunidad en el piso de arriba. La dejaste pasar. —Buena
elección.
Se inclina de puntillas, su boca junto a mi oreja, y susurra:
—Te reto.
Mi cuerpo se pone rígido. No entiende lo que significan esas palabras para
mí. Cómo me dan un pase para hacer lo que malditamente quiera. Como si
necesitara eso.
Me giro en sus brazos, así estoy frente a ella, y deslizo mi mano justo en
su cabello. Sus ojos se cierran, y esos perfectos labios rojos sueltan un gemido.
El suave sonido va directamente a mi pene.
—No sabes lo que estás haciendo —digo contra sus labios.
Sus ojos se abren y miran los míos, y sus manos se deslizan por la parte
de atrás de mi camisa. Siento los ojos en nosotros en la pequeña cocina, pero
los ignoro. Ella tiene toda mi atención. Y esto es lo que quería, ¿correcto? Que
todos supieran que me pertenece. Un mensaje para que ningún otro chico
intente quitármela.
Sus uñas se arrastran por mi espalda, y la imagino haciendo eso mientras
la llevo arriba en mi cuarto. Solo ella y yo.
—Sé exactamente lo que estoy haciendo —ronronea—. Ahora. Te reto a
que me beses.
Sonrío porque la haré esperar. Muevo su cabeza hacia atrás y paso mis
labios a lo largo de su mandíbula. Y por su cuello. Huele a cielo y a sexo todo
envuelto en un pequeño paquete que solo quiero romper y abrir.
Un escalofrío recorre su cuerpo, y gime.
—Cole…
—Tú lo pediste, Austin. Recuerda eso. —Le muerdo el cuello, y su aliento
se atora. Sus uñas se clavan en mi espalda, pero ahora me está acercando.
Necesitándome más cerca. Estoy de acuerdo.
Le suelto el cabello, le agarro los muslos, y la levanto del suelo.
Girándonos, pongo su trasero en la isla de la cocina. Escucho el débil sonido
de las botellas siendo tiradas, pero ninguno de nosotros les presta atención.
Mis dos manos regresas a tomar su cabello. Le giro la cabeza mientras deja
escapar un gemido, y luego mis labios están sobre los de ella. Se abre para mí
y me zambullo. Mis labios sobre los suyos agresivamente. Mi lengua en su boca
con determinación, y sabe a canela.
¡Tan jodidamente bien!
Gruño en su boca, y ella gime en la mía. Sus caderas se mueven hacia mí,
y sé que puede sentir lo duro que estoy por ella.
Porque saca sus labios de los míos y respira agitadamente.
—Penétrame, Cole.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho, y trato de tomar un suspiro


calmante. Le acabo de pedir que me penetre.
Estoy tan muerta. Y tan borracha.
Pero lo deseo. ¿Por qué lo deseo? No ha hecho nada más que intentar
detenerme. Me ha chantajeado una y otra vez y aun así acabo de pedirle que
me penetre.
¿Es el peligro? ¿La forma en que me toca? ¿La forma en que me habla? No
estaba mintiendo cuando le dije que no soy virgen. Pero eso no significa que
tenga mucha experiencia.
Se aleja de mí, causando que mis piernas caigan desde alrededor de su
cintura. Sus ojos azules me miran de arriba abajo, y luego se gira, dándome la
espalda, y saliendo de la abarrotada cocina. Negándoseme.
La vergüenza me invade por lo que acabo de pedirle que me hiciera. Me
quiere muerta. No para sexo.
—Vaya —dice Becky, abanicándose mientras se acerca a mi lado—. Eso
fue intenso.
Salto de la isla y agarro la botella de Fireball. Tomo un trago y luego alejo
a los chicos que me miran fijamente como si fuera algún tipo de broma.
Empujo a una pareja haciéndolo en el pasillo y voy hacia la puerta trasera.
Necesito un poco de aire fresco.
Tropiezo en mi salida con una glorieta. El aire nocturno me golpea el
rostro, y doy otro trago.
Me desplomo y miro por encima del gran patio interior. Una piscina para
natación olímpica está a mi izquierda, y me pregunto por qué Cole y Lilly
estuvieron en la casa de mi padre nadando hoy cuando tienen la suya propia.
Mirando a mi derecha veo las canchas de tenis iluminada y a chicos bebiendo
de barriles.
—Ahí estás —dice Becky, saliendo por la puerta de atrás.
Me quito el cabello del rostro. Quiero estar sola.
—¿Te importa si me uno a ti?
—En absoluto —miento.
Se deja caer a mi lado.
—¿Quieres una calada? —Me ofrece un porro.
—Gracias —digo y me lo llevo a los labios. Le doy un largo arrastre. El
humo llena mis pulmones, y muevo la cabeza hacia atrás, sosteniendo mi
aliento. Entonces lo dejo salir. Y se lo regreso.
—Así que tú y Cole... lo entiendo ahora.
—Lo odio —le digo sin pensar.
Mi cuerpo no entiende eso.
Ella se ríe y da una larga calada y me lo pasa de nuevo.
—Ustedes no engañan a nadie, cariño.
Doy una calada.
—¿A qué te refieres con ustedes?
—Cole no se besa y lo dice. Bueno no besa y se muestra tampoco. —
Arqueo una ceja—. Es un hombre mujeriego, no me entiendas mal, pero es
muy discreto sobre a quién se lleva a la cama. Pensé que iba a tumbarte en la
isla y a tomarte justo ahí y para que todos lo viéramos. —Se ríe.
—Yo también —digo honestamente.
—No voy a mentir. No hubiera mirado hacia otro lado.
Echo la cabeza hacia atrás, riendo.
—Bueno, me dijiste que me aprovechara mientras pudiera. —Tomo otra
calada del porro—. Tenía la intención de hacer precisamente eso.
—No quise decir en ese momento. —Se ríe—. Pero estoy segura que todos
disfrutaron del espectáculo.
—Eso no fue un espectáculo. Eso fue patético —le digo, y se ríe. Tomo otra
calada.
—Hola, chicas —dice un hombre saliendo al mirador. Tiene el cabello
rubio de punta y un conjunto de suaves ojos marrones. Su camiseta negra de
manga larga y vaquero oscuro descoloridos muestra su tamaño grande y
musculoso.
—Hola, Bryan —Becky lo saluda.
Nos ofrece una copa.
—Les traje una bebida.
—No, gracias —digo, sosteniendo el porro entre mis dedos.
Pero Becky toma un trago y luego me lo pasa.
—Vodka —dice.
—Está bien, una bebida. —Vodka es mi favorito. El novio de mi madre
siempre lo tenía en la casa, y cuando estás en el estado de ánimo para
emborracharte, se bebe lo que esté disponible.
—Becky, Christopher está buscándote. Algo sobre que le debes un trago
por alguna apuesta que hicieron. —Ella pone los ojos en blanco pero salta y se
va con un gesto de la mano, dejándome sola con el nuevo desconocido.
Él toma asiento junto a mí.
—¿Dónde está Cole?
—¿Por qué diablos iba a saberlo? —le pregunto, deseando que la maleza
estuviera corta. Así podría recostarme contra la madera, relajándome.
—¿No es tu novio?
—No —le digo rápidamente.
—Eso no es lo que parecía.
Dejo escapar un suspiro.
—¿Por qué a todo el mundo le importa lo que estábamos haciendo hace
unos minutos?
—Porque pensé que querrías comenzar bien tu año estando en los brazos
del chico más atractivo de la escuela.
Me abstengo de poner los ojos en blanco. Cole puede ser un imbécil, pero
no dice líneas cursis como esa. No. Solo intenta chantajearte por asesinato.
—¿Y quién es ese? —Lo complazco.
—Yo. —Agarra el vaso de mi mano y toma un trago del vodka. Lo devuelve
a mi mano pero lo deja caer.
Me levanto rápido, jadeando mientras el líquido frío se derrama por todo
mi regazo.
—Lo siento mucho. —Se levanta de un salto. Y entonces sus manos están
sobre mí. Voy a moverme hacia atrás, pero mis rodillas golpean el banco.
—Está bien —digo, pero se empuja hacia mí, haciéndome caer de nuevo
sobre mi trasero. Mi cabeza incluso golpea la cremallera de su pantalón.
Está de pie sobre mí, se apoya y huele mi cabello.
—¿Qué…?
—¡Bryan!
Su voz interrumpe lo que estaba diciendo.
Bryan suspira pesadamente y se da la vuelta para enfrentar a Cole pero
me bloquea para que no pueda verlo desde el suelo.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —demanda Cole.
—Lo que no tuviste las bolas para hacer antes —responde Bryan,
cruzando los brazos sobre su pecho.
Cole me da un rápido vistazo antes que sus entrecerrados ojos vuelvan a
Bryan mientras cruza el patio trasero hacia nosotros.
Alejo la mirada de él. No necesito que me salve. Me estiro y empujo a
Bryan fuera de mi camino. Cuando me levanto, Bryan se vuelve hacia mí.
—Vamos. —Agarra mi brazo.
—No soy…
—¡Suéltala! —Cole le gruñe y lo empuja hacia delante. Bryan me arrastra
en el proceso, y caemos por los dos escalones a la entrada del mirador.
Me pongo de espaldas mientras miro hacia arriba y veo a Cole darle un
puñetazo a Bryan en el rostro.
—¿Austin? ¿Estás bien? —pregunta Becky mientras corre hacia mí.
—Bien —le digo, levantándome. Ella se estira para sacar la hierba de mi
cabello, pero me la sacudo mientras me vuelvo para enfrentar a los chicos.
El patio trasero comienza a llenarse de gente. Deke y Shane salen
corriendo por la puerta trasera.
Cole está a horcajadas sobre Bryan, dándole puñetazos en el rostro. Bryan
logra bloquearlo y luego da un golpe en la barbilla de Cole, derribándolo.
Bryan va a golpearlo mientras está abajo, pero Cole levanta la pierna
derecha, pateándolo en el estómago. Bryan tropieza hacia atrás, y Cole salta a
tiempo para golpearlo. La sangre de Bryan sale de su boca, y luego Cole lo
golpea de nuevo.
Bryan tropieza hacia atrás. Antes que pueda recuperarse, Cole lo golpea
de nuevo. Cuando Bryan cae al suelo esta vez, no vuelve a levantarse.
La gente se reúne alrededor del patio trasero con sus teléfonos fuera,
grabando la pelea. Deke y Shane se detienen allí, mirando a su amigo pero
esperando no sé qué. Lo dejaron golpear a Jeff casi hasta la muerte. Tal vez no
se meterán en su camino hasta que el trabajo esté casi hecho. Sacudo la
cabeza mientras camino hacia la casa. Es tiempo de irme.
Ya saqué el teléfono de mi bolsillo y ordené un Uber cuando Becky viene a
mi lado.
—Iré a casa —le digo—. ¿Quieres compartir un Uber? —Sé que está tan
borracha como yo. Y también fumó.
—Absolutamente —dice.
Entro a la casa solo para ser arrastrada hacia atrás. Me giro para ver
quién colocó las manos sobre mí y me encuentro cara a cara con Cole. Su
pecho está abultado, y su frente está cubierta por una fina capa de sudor.
Tiene un corte en el labio superior.
—¿A dónde vas? —exige.
—A casa. —Me giro, dándole la espalda, pero me tira de nuevo.
Me doy la vuelta y lo empujo hacia atrás. No se mueve.
—¡Deja de poner tus manos sobre mí, Cole! —grito.
—Austin...
—Tuviste tu oportunidad. La dejaste pasar. —Le lanzo sus mismas
palabras.
Su mandíbula se tensa, pero esta vez cuando me doy la vuelta, no intenta
detenerme.
e detengo en la casa de Bruce Lowes dentro del auto de
Austin, que dejó en casa de mi padre anoche.
Deke se detiene detrás de mí en su Range Rover.
—Amigo, sabes que todavía estará enojada contigo,
¿verdad?
—Sí.
Resopla.
—¿Qué harás sobre eso?
—Nada.
Corre para alcanzarme mientras subo sus escalones delanteros.
—¿En serio? La necesitamos.
—No tiene que ser feliz al hacer lo que diga. Me odia hasta este punto, y
todavía he logrado...
—Chantajearla —termina. No respondo—. ¿No crees que sería más fácil si
obedeciera? —pregunta, y me vuelvo para enfrentarlo mientras estamos en la
puerta principal.
Pasa la mano por su despeinado cabello. Sus ojos azules inyectados en
sangre de todas las bebidas que tomamos anoche. Después que ella se fue, él y
yo nos encerramos en la sala de juegos y bebimos hasta que despertamos esta
mañana con fuertes dolores de cabeza.
—Quiero decir, ya nos tiene miedo. Especialmente a mí. —Me da una
sonrisa cruel—. Pero anoche, eso fue un lado diferente de ella. Un lado con el
que puedes trabajar. El miedo es un buen motivador pero también la
seducción. —Se encoge de hombros—. Y no es como si te fuera difícil tener
sexo con ella. Está buena.
Mi mandíbula se aprieta, y me vuelvo hacia la puerta. Esta conversación
terminó.
Llamo a la puerta, y Celeste responde en un vestido amarillo y una sonrisa
en el rostro.
—Hola, chicos. Por favor, entren.
—Celeste —Deke la saluda.
—¿Dónde está Lilly? —pregunto, queriendo salir como el infierno de aquí.
Ella frunce el ceño.
—Está en la sala de televisión con Austin. Están viendo Cenicienta.
Mis manos se hacen un puño. No me gusta Lilly cerca de Austin. Ella no
estará mucho tiempo por aquí.
—El auto de Austin está en el camino de entrada —le digo y luego le arrojo
las llaves. Las oigo golpear el azulejo porque Celeste no fue lo suficientemente
rápida para atraparlas mientras me alejo. Y soy demasiado gran idiota para
solo dárselas.
Subo las escaleras y paso el dormitorio de Austin, continuando hasta la
habitación final, y abro la puerta de la habitación de televisión.
La única luz viene de la gran pantalla en la pared. No las veo, pero
escucho la voz de Lilly.
—¿Existen los cuentos de hadas?
—Depende de lo que consideres un cuento de hadas —le dice Austin.
—¿Qué quieres decir?
Camino alrededor del sofá circular y me quedo en las sombras mientras
ellas yacen en los mullidos cojines. Un tazón de palomitas de maíz está entre
las piernas de Austin. La cabeza de Lilly está en el pecho de Austin. Ambas
miran directamente a la gran pantalla.
—Bueno, no todas las chicas son princesas que necesiten a un caballero
para salvarlas —le dice Austin—. Algunas se salvan solas.
—Bella no tenía príncipe. Tenía a una bestia.
Austin sonríe.
—Lo tenía.
—Pero al final, él se convirtió de nuevo en un príncipe. Me gustaba más
como la Bestia —dice Lilly.
Austin se ríe entre dientes.
—A mí también. Era mucho más atractivo. Ella no lo amaba por su
apariencia. Estaba enamorada de cómo la hizo sentir. Especial.
—¿Alguien te ha hecho sentir especial alguna vez? —pregunta Lilly.
Austin inclina la cabeza hacia un lado.
—No.
—Lo siento —dice Lilly en voz baja.
Austin solo se ríe.
—No necesitas a un hombre para sentirte especial, Lilly. Ya eres especial.
Por ti misma. No lo olvides.
Lilly suspira pesadamente, y ambas miran fijamente al frente de la
película.
—¿Qué pasa con Frozen? —pregunta Lilly, incapaz de permanecer en
silencio.
—Fácil. No hubo historia de amor entre princesa y príncipe. Solo amor de
hermana. Y todavía tuvieron un final fantástico. También demostró que el amor
puede ser engañoso.
—¿Qué es engañoso? —Lilly saca la palabra.
—Significa que le mintió para conseguir lo que quería.
Ella asiente como si entendiera.
Austin pone un pedazo de palomita de maíz en su boca. Y me encuentro
retrocediendo de la habitación para dejarlas terminar su película. Las palabras
de Deke corren a través de mi mente. El miedo es un buen motivador, pero
también la seducción.

Deke y yo estamos en la cocina con Celeste. Están hablando de su


hermana, Shelby, cuando Lilly entra.
—¿Dónde está Austin? —pregunto.
Ella me sonríe, sin captar mi tono. Tengo una actitud de no jodan conmigo
hoy que no puedo esconder aunque quisiera hacerlo.
—Arriba, en su habitación.
Antes que alguien pueda detenerme, subo las escaleras, y como la última
vez, no me detengo a tocar. Me lanzo directo. Ella está sentada en su cama
pero salta cuando entro.
—Jesucristo, Cole. ¿Nunca llamas?
Rodeo la cama, y ella da un paso atrás. Los dos estamos parados allí,
mirándonos uno al otro. Mi corazón late en mi pecho, y mi mente divaga hacia
ella y hacia mí. Y lo que podríamos estar haciendo si no estuviera tan jodido. Si
no odiara tanto a su padre.
—¿Qué quieres, Cole? —demanda. Su rostro está libre de maquillaje. Su
cabello hacia abajo y sobre sus hombros. Lleva una camiseta blanca y
pantalones cortos de algodón. Parece que acaba de salir de la cama, y odio que
no estuviera conmigo—. Cole...
Tomo su rostro en mis manos, y presiono mis labios en los de ella.
Tomando lo que jodidamente quiero como siempre he hecho.
Ella me empuja lejos como sabía que haría. Ahora que ya no está
borracha, las cosas han vuelto a la normalidad. Por eso no acepté su oferta
anoche.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —grita, su ira aumenta tan fácilmente
como la mía.
—¿No es obvio?
—No —responde.
—Todo.
Ella levanta el brazo derecho.
—¿Quieres que sangre por ti? ¿Quieres que vaya a la cárcel por ti?
¿Quieres que mate por ti? Jesús, Cole.
—Quiero todas esas cosas. Y más —digo con un asentimiento, y sus ojos
se estrechan sobre mí como si estuviera en un pequeño juego enfermo. No está
equivocada—. ¿No lo ves, Austin? Soy ese tipo que quiere tomar todo de ti.
Quiero destruirte. Quiero lastimarte.
—Ya lo hiciste —dice a través de dientes apretados.
Sonrío. Se refiere a sus puntos de sutura donde la corté. Podría hacerla
desangrarse hasta morir por mí sin un puto cuchillo.
—No tienes idea de lo que puedo hacerte. No tienes idea de lo que soy
capaz de hacer. Podría destrozarte por completo. —La idea de destruirla y
poner sus piezas juntas tan torcidas como las mías es jodidamente fuerte.
Su mandíbula se tensa, y luego me golpea. Mis manos se hacen puños a
mis costados con la picadura en mi rostro. Odio que me guste. Fui criado para
amar una pelea.
—Te reto a abofetearme de nuevo —gruño. Probándola.
Espero que se ría. Que me llame idiota, pero no lo hace. En cambio, hace
lo que le digo. Fue más dura que la primera, y me encuentro empujándola
hacia atrás, mis puños golpean la pared a ambos lados de su cabeza, pero no
retrocede. No ella. Es una guerrera, lo que hace que sus ojos verde oscuro
brillen. Y me encanta.
—Te golpearé tantas veces como quiera —gruñe, respirando pesadamente.
—Quiero devolverte el golpe —miento. No quiero lastimarla. No en la forma
en que piensa. Quiero separarla desde dentro.
Ella levanta la barbilla.
—Adelante. Puedes tomar tu oportunidad.
—Quiero castigarte por quemar el cuerpo de Jeff. Quiero castigarte por
joder mi auto. Y quiero castigarte por cuánto me haces desearte —le digo.
Mi pene aún está duro por ese beso que compartimos en mi cocina. El
pensamiento de penetrarla es tan fuerte que es difícil pensar en cualquier otra
cosa.
—¿Por qué? —pregunta, levantando su pecho y dejándolo caer rápido con
cada respiración.
—Ya te lo dije, cariño. Me gusta destruir las cosas bonitas, inocentes.
Sus ojos miran los míos. Busca como si estuviera tratando de descifrar
mis palabras, pero fueron honestas. No hubo significado oculto.
—¿Por qué? —pregunta de nuevo, y su voz vacila. Ese miedo se arrastra
hacia sus facciones.
—Porque las cosas perfectas no pertenecen a un mundo jodido. —Es así
de simple.
Traga.
—Yo no soy perfecta.
Me inclino, mis labios casi tocan los de ella, y su respiración se atora.
—Ya me conoces. —Nunca le dije nada más verdadero a una mujer. Ella
es como yo. La pelea. La ira. El odio. Veo la forma en que hace puños con sus
manos cuando la obligo a hacer alguna cosa. Veo como se eleva con cada
desafío que le tiro. Sin ninguna advertencia. Y me encanta que se niegue a
echarse atrás. A rendirse. Va cabeza con cabeza conmigo, y en su mente, siente
que tiene la oportunidad de ganar. Me excita tanto. Fue construida para un
hombre como yo, un salvaje.
—Cole… —susurra.
Quito mi mano derecha de la pared y tomo su rostro. Gime, y eso aviva mi
deseo de hacerla mía.
—Quiero ver las lágrimas rodar por tu hermoso rostro porque creo que
eres preciosa cuando lloras, porque quiero ver sangre en tu piel perfecta
porque pareces una obra de arte de valor incalculable. Y quiero verte mientras
estás de rodillas porque quieres complacerme. —Mi pulgar corre sobre su
tembloroso labio inferior—. Quiero hacerte una hermosa muñeca rota, Austin.
—Sus ojos se ensanchan con mi confesión—. Toda mía para jugar contigo. —
Miro sus labios separados mientras lamo los míos—. Toda mía para tener sexo.
—Ella gime—. Toda mía para destruir.
Solo me mira fijamente. Sus ojos buscan los míos. Cuando caen a mis
labios, cierro el pequeño espacio y la beso. Ella no se aleja ni me empuja hacia
atrás. En cambio, se abre para mí, y muevo su cabeza, profundizando el beso,
robándole la respiración.
Quiero tomar todo de ella. Y sé que no tomará mucho conseguirlo. Me
alejo, y lentamente abre los ojos.
—Estaré aquí para recogerte a las siete treinta el jueves por la mañana.
—¿Qué? —pregunta, sin aliento.
—Viajarás conmigo desde y hacia la escuela —le digo—. Puede que no
seas mía aún, pero para todos los demás, ya lo eres. —Luego salgo, sin darle
oportunidad de discutir.
—¿Lista para irnos? —pregunto, entrando a la cocina.
Lilly corre hacia mí, y la recojo.
Deke se levanta de la mesa. Cuando caminamos afuera, le digo.
—Publica el video.

Una bocina suena desde afuera de mi ventana, y tomo la camisa de la


percha.
¡Bastardo! ¿Ni siquiera puede entrar en la casa?
Agarro mis Chucks y me los pongo mientras bajo las escaleras. Celeste
está esperando por mí junto a la puerta.
—Aquí está tu almuerzo, cariño.
—Comeré en la escuela. —Tienen Chick-fil-A 4 , por el amor de Dios.
Anoche, busqué en la escuela en línea, y no podía creer lo que mis ojos veían.
Definitivamente es para chicos ricos. Ella sacude la bolsa, y la bocina vuelve a
sonar—. Gracias —digo, y luego salgo corriendo mientras trata de besar mis
mejillas.
Corro por las escaleras y caigo en el asiento del pasajero. Hombre, no
desperdició ningún momento arreglando su precioso espejo.
No dice nada, pero pisa el acelerador cuando cambia de marcha. Me
abrocho el cinturón y me siento, mirando fijamente adelante. No he dormido
mucho las pasadas dos noches por lo que me dijo mientras estuvo en mi
habitación. Quiere mi mente. Tuvo la oportunidad de tener sexo conmigo, y no
la tomó. Me quiere destrozada y a una jodida parte de mí le gustó la forma en
que sonó.
Nadie me ha deseado nunca así.

4 Cadena de restaurantes especializada en pollo.


—Hola, Austin.
Me doy vuelta en mi asiento para ver a una linda rubia pequeña sentada
en un asiento elevado.
—Lilly.
Me sonríe.
—Llegaremos tarde.
—Lo siento mucho. —No sabía que también la llevaríamos a la escuela.
Ella ríe.
—Fue culpa de Cole. Estaba ocupado discutiendo con papi...
—Lilly —responde él, interrumpiéndola.
Ella recoge los auriculares que están en su regazo y los pone sobre su
cabeza y empieza a presionar botones en un iPhone.
Me giro y abro la visera. Sacando el pintalabios rojo de mi bolsa, lo pongo
en mis labios y luego los presiono juntos. Veo a Cole mirándome por la esquina
de mis ojos. ¿Quiere que me importe tener sexo con él? Le devolveré el favor.
Soy más fuerte de lo que piensa. Soy más inteligente de lo que piensa.
—¿Cole?
—¿Qué pasa, Lil? —pregunta, mirándola en el espejo retrovisor.
—Mi teléfono murió. —Hace un puchero—. No lo cargaste anoche.
—Lo olvidé —le dice.
—Estaba escuchando mi canción —se queja. Él suspira pesadamente—.
Por favor… —le ruega.
Él toma su teléfono y se mueve a través de él mientras estamos en un
semáforo. Momentos después, se acerca y le da vuelta al mando en el tablero, y
Taylor Swift llena el interior del auto. No puedo evitarlo. Sonrío, y él me mira
fijamente mientras Lilly comienza a cantar junto a “Everything has Changed”.
Y luego la sonrisa cae de mi rostro. Porque mi vida se ha convertido
oficialmente en una canción de Taylor Swift.
Cuatro veces. Eso es cuantas veces la canción se reproduce antes que
lleguemos a su escuela. Él se detiene en la línea y sale, tirando de su asiento
hacia adelante.
—Adiós, Austin —dice, agarrando su mochila rosa brillante y fiambrera
combinada y bajando del auto.
—Adiós, Lilly —digo con un gesto.
Él se agacha entre la puerta abierta y el auto. Queda al nivel de sus ojos.
La ayuda a poner su fiambrera dentro de su mochila y luego a ponérsela en la
espalda. Le besa las mejillas.
—Ten un gran día, princesa. Asegúrate de comer tu yogur —dice con
severidad, y ella asiente.
Lo abraza, y él la abraza.
—Te quiero, Lil.
—También te quiero, Cole —le dice y corre por el frente del auto y sube las
escaleras. Él se queda parado y mira hasta que ella está a salvo dentro del
edificio, luego vuelve a subir al auto. Incluso aunque los maestros cubren la
pasarela y la entrada.
Pone el auto en marcha y se va.
El chico actúa como si no conociera nada excepto el mal, pero sé la
verdad. Para esa niña pequeña, es un salvador. Ella es tan joven, y él hace
tanto por ella. Shelby dijo que prácticamente la cría. Lilly tiene seis años,
entonces él habría tenido once, tal vez doce, cuando nació. Quiero preguntarle
qué edad tenía cuando su madre murió pero lo pienso mejor. Cole no es el tipo
de persona al que le haces preguntas. Si quiere que sepas algo, te lo dice.
Lo miro mientras nos conduce a la escuela. Tiene la mano izquierda en el
volante y la derecha en la palanca de cambios. Sus gafas descansan encima de
su cabeza y tiene un ceño fruncido.
Incluso enojado, se ve precioso.
Saca su mano del volante para comprobar el reloj negro en su muñeca.
Luego acelera.
Lleva un pantalón vaquero azul, y su camiseta gris de manga larga luce
cada ondulación mientras aprieta sus manos. Está más enojado que de
costumbre. Y me pregunto por qué peleó con su padre.
Ni siquiera creo que se dé cuenta que la canción de Taylor sigue sonando.
Su mente está en otra parte mientras acelera por el camino.
Entramos en el estacionamiento de la secundaria, y dejo escapar un largo
suspiro. Eso se parece más a un campus universitario.
Múltiples edificios dispersos alrededor de acres de hierba verde y de tres
pisos de altura. Un enorme estadio de fútbol está a la derecha del
estacionamiento. Salimos, pero antes que pueda irme, me agarra la mano.
Entramos por un conjunto de puertas, y me arrastra por los concurridos
pasillos, sabiendo exactamente a donde vamos. Me doy cuenta que algunos
chicos evitan el contacto visual con él. Unos pocos asienten en saludo. Otros
gritan su nombre. Él los ignora a todos.
—Tenemos la segunda y la cuarta clase juntos. —Finalmente me habla.
—¿Conoces mi horario?
—Sí.
Apuesto a que Celeste se lo dio.
—Hola, hombre —dice Deke, acercándose para unirse a nosotros—.
Austin. —Me da una gran sonrisa que hace que mi piel se erice. Está tramando
algo. Solo me quedo mirándolo—. Tenemos cálculo juntos —le dice Cole.
—Sí, llevaré a Austin a clase primero.
Resoplo.
—No necesito escolta.
Ambos me ignoran. ¿Qué diablos pasa con él? Hace apenas dos días,
quería romperme, y hoy, está tratándome como si no pudiera caminar por los
pasillos de la escuela sola.
La campana suena, y grito.
—Mierda.
No es una buena manera de comenzar tu primer día.
Cole toma mi mano y caminamos por el pasillo mientras los chicos se
dispersan como cucarachas cuando las luces se encienden. Él y Deke hablan
de sus planes para mañana por la noche. Los ignoro. Nos acercamos a una
puerta. La abre y me empuja dentro.
Empiezo a protestar, pero me hace girar y agarra mi cabello antes de
inclinarse y besarme. Jadeo en su boca, y aprovecha la oportunidad para
deslizar su lengua entre mis labios. Le devuelvo el beso sin pensar. Sus labios
se sienten tan suaves a pesar que sus palabras son tan agudas como un
cuchillo. Se aleja rápidamente y golpea mi trasero.
—Nos vemos después de clase, cariño. —Luego se marcha.
Me giro hacia el aula medio aturdida y medio horrorizada. Está llena.
—Hola, Austin —dice el rubio que se sienta en la primera fila.
—¿Eh? —Me las arreglo para decir.
—¿Cómo te va, Austin? —dice un chico con un saludo.
—Es bueno verte de nuevo, Austin —dice otro.
Mis ojos se mueven por la habitación mientras estos chicos que nunca
había visto antes, me saludan por mi nombre.
—¿Austin?
Finalmente, una voz que reconozco. Miro a la parte de atrás para ver a
Becky, mi tipo de chica. Camino hacia ella, ignorando a los que dicen hola. Me
desplomo en el asiento vacío al lado de ella.
—¿Qué demonios?
—¿Qué? —pregunta.
—¿Cómo es que esta gente me conoce? —pregunto como si fuera a
saberlo.
Ella sonríe suavemente y saca su teléfono de su bolsa.
—El video.
—¿Qué video? —pregunto con horror. ¿Deke compartió el video de cuando
conduje el auto de Cole? ¿Vendrán los policías aquí para arrestarme?
Ella se mueve a través de su iPhone y entonces me lo sostiene. Es de Cole
y de mí en la fiesta de su casa el lunes por la noche. Yo camino hacia él y
envuelvo mis brazos alrededor de él. Él me mira con sorpresa, y luego le sonrío
como si fuera su jodida novia cariñosa. Puedo escuchar cada palabra que le
digo. Él gira en mis brazos, y luego susurra contra mis labios. De repente, me
levanta y me pone en el mostrador…
—¿Él publicó esto? —exijo.
—Deke lo hizo —responde, alejándolo—. Cole no tiene redes sociales. Pero
Deke… —Pone los ojos en blanco—. Es una puta gritando por atención.
Cierro las manos en puños. Esta noche, eres mía.
Quería que todos supieran que le pertenezco.
uando entro en clase y me siento, Deke se sienta a mi lado y se
inclina sobre su escritorio.
—¿Cuál es el plan?
—¿Con qué?
—¿Mañana por la noche? ¿Cómo vamos a jugar?
—Como siempre hacemos —digo simplemente.
—¿No vamos a darle ninguna regla especial?
Niego.
—No. Ella jugará igual que el resto de nosotros.
Sonríe.
—Esto será muy divertido.
La puerta se abre, y unos pocos estudiantes entran. La última es una
rubia llamada Natalia. Me ve de lejos y se deja caer en el asiento libre a mi
izquierda. Deke gruñe cuando la ve.
—Hola, Cole —dice ella con entusiasmo.
No la reconozco.
Deke me habla.
—Tengo el presentimiento de que nos va a sorprender.
—Lo dudo.
Resopla.
—No le das suficiente crédito. —Se sienta en su asiento—. Veo la forma en
que te mira.
—Oh, ¿sí? ¿Cómo es esa? —No puedo conseguir sacar de mi mente la
mirada de cariño que me dio en mi fiesta o en su habitación. Debería haber
aceptado su oferta. La próxima vez que se arroje hacia mí, no retrocederé. Me
tendrá. Y se dará cuenta del error que es quererme.
—Como si quisiera arrancarte el corazón —responde él. —Sonrío—. No me
sorprendería si el reto fuera que quisiera que saltes de un acantilado. —Se ríe
para sí mismo—. O apuñalarte en los ojos.
—¿Cómo estuvieron tus vacaciones de invierno? —pregunta Natalia, sin
importarle estar interrumpiendo nuestra conversación.
—¡Hola, Nat! —grita Deke, inclinándose en su asiento para mirar hacia
ella—. Su descanso estuvo genial. Está viendo a alguien, así que deja de
intentarlo.
—Idiota —murmura ella, pero se sienta hacia atrás y no me dice nada
más.
Miro a Deke, y él me guiña un ojo.
—De nada.
Me rio.
Una hora después, Deke y yo estamos saliendo de clase. Estaba
planeando atrapar a Austin en su aula, pero ya está de pie en el pasillo,
apoyada contra un casillero justo fuera de la puerta. Sus brazos están
cruzados sobre su pecho, y una mirada de rabia brilla en sus ojos verdes. Me
ve como que me quiere muerto. Y ese pensamiento hace que el calor aumente
en mi cuerpo.
—Supongo que vio el video. —Ríe Deke.
Ella le echa un infierno de mirada, y entonces sus ojos están de vuelta en
los míos.
—Grabaste eso a propósito —dice.
—No. —No es una mentira—. Eso implica que sabía que ibas a tirarte
hacia mí. —Jadea cuando la acorralo, presionando mi cuerpo contra el suyo.
Sus ojos sostienen los míos mientras me mira fijamente, sin alejarme ni
retroceder—. Tienes que admitir que la forma en que me lo pediste, joder, fue
sexy como el infierno.
Ella toma un largo suspiro, su pecho se levanta en el proceso.
—No vi toda la cosa.
Bajo mi rostro a su cuello, y mis manos van hacia sus estrechas caderas.
No puedo mantener mis manos a mí mismo ya.
—Bien, entonces necesitas verlo de nuevo.
—No, gracias. Vi suficiente. —Resopla, pero su cuerpo se funde
físicamente en el mío.
Beso su cuello, y sus manos suben a mi camisa, agarrándola fuertemente
como si quisiera quitármela.
—¿Todavía quieres que te penetre, Austin?
—No —me advierte sin aliento.
Mis labios se arrastran hasta su oreja, y la mordisqueo. Ella gime.
—Porque todavía quiero romperte, cariño. Quisiera...
—¡Cole!
Dejo escapar un gruñido cuando escucho la voz de Kellan decir mi
nombre. Me alejo de una jadeante Austin y lo miro. Está de pie con Deke y
Shane.
—¿Qué? —respondo.
Sus oscuros ojos estrechos van a Austin, luego de vuelta a los míos.
—Necesito hablar contigo.
—Más tarde —le digo y agarro su mano, alejándola del armario y tirando
de ella por el pasillo hacia la segunda clase.
—Lo que hiciste no estuvo bien, Cole —dice mientras la empujo a un
asiento. Me siento a su lado.
—De todas las cosas que te hice la semana pasada ¿eso es en lo que vas a
insistir?
Sus ojos verdes se estrechan.
—Esto tiene que ver con mi reputación. —Resoplo y aparto la vista de
ella—. Estoy hablando en serio. —Golpea su delicada mano sobre mi
escritorio—. Estás tratando de hacer que la escuela piense que soy una puta.
—¿Lo eres? —Sus ojos se abren, y luego frunce los labios. Se acomoda en
su asiento, cruzando los brazos sobre su pecho de nuevo. Me inclino,
susurrando—: ¿Con cuántos chicos has tenido sexo, Austin?
—Vete a la mierda, Cole —responde rotundamente.
Voy a abrir la boca, pero la maestra llama nuestra atención, así que me
siento y veo su ira a fuego lento. Pienso en cuán explosiva será cuando
finalmente le dé lo que quiere.

Sentada en la cafetería con los chicos, todavía estoy enojada con Cole.
Cada chico en la maldita escuela parece saber mi nombre. Y que quiero abrir
las piernas para él. Supongo que Deke tiene como decenas de miles de
seguidores. Becky dijo que era un puto de atención.
Cole se sienta a mi izquierda y Deke a mi derecha. Me tienen bloqueada
como si fuera a levantarme y correr hacia la salida más cercana. Quería
sentarme con Becky, pero no la he visto desde la primera clase, y no tengo su
número.
Kellan se sienta frente a mí, masticando su comida como si estuviera viva
y a punto de salir de su plato en un segundo. Bennett y Shane discuten sobre
cual auto es más rápido.
Cole golpea su teléfono contra la mesa, y lo miro.
—¿Qué sucede?
Pongo los ojos en blanco para mí en el momento que las palabras están
fuera de mi boca. Como si me lo fuera a decir. Y como si me importara mucho.
Incluso no estoy segura de por qué pregunté. Pero me sorprende
respondiéndome.
—Celeste no está respondiendo mis textos.
—¿Por qué la estás enviando mensajes?
—El entrenador quiere una reunión después de la escuela, y necesito que
Celeste vaya a buscar a Lilly ya que tengo que quedarme hasta tarde. No quiero
ponerla en un autobús sin previo aviso.
—Yo puedo hacerlo. —Todos los chicos se callan. Kellan incluso deja de
masticar su comida, y sus ojos marrones me miran—. ¿Qué? —pregunto,
mirando a Cole. Me mira fijamente. Sus ojos azules buscan los míos como si
estuviera tratando de decidir si sería una mejor opción que ponerla en el
autobús—. Le gusto —le digo, como si hiciera una diferencia. No tengo mucha
experiencia con niños, pero Lilly tiene seis años. Me puede decir si algo está
mal. Puede decirme si tiene hambre. Puede ir al baño sola. Todo lo que tengo
que hacer es llevarla a casa.
Finalmente, asiente.
—Cole…
—Llamaré a la oficina y se lo diré —interrumpe a Kellan.
—¿Puedes hacer eso? —pregunto, solo dándome cuenta de lo que dijo—.
¿No es una cosa paterna? No eres realmente su padre, ¿verdad? —pregunto, y
se tensa.
—Cole es...
—¡Kellan! —lo interrumpe de nuevo.
Luego me mira.
—Después del almuerzo, te daré las llaves de mi auto. Están en mi
casillero.
Todos reanudan su previa conversación, haciéndome pensar que me perdí
algo. Entonces un pensamiento me golpea.
—Eh... —Arrastro, y me mira de nuevo.
—¿Qué? —protesta.
Ignoro su ira y bajo la voz.
—¿Qué hay de tu arma? —No quiero ser detenida en su auto e ir a la
cárcel. Entonces otra vez, tal vez ese es su plan.
—No está ahí —responde. Lo miro escépticamente. Sus ojos se estrechan a
los míos, enojado porque no tomo su palabra por ello—. Nunca está en el auto
cuando Lilly está presente.
—Oh.
Mira hacia otro lado, despidiéndome una vez más.
stoy en el vestuario después de nuestra reunión con el entrenador
sobre nuestra próxima temporada. Mi teléfono suena, y lo saco de
mi bolsillo para encontrar un texto de Austin, mi corazón
comienza a latir con fuerza. No debería haberla dejado recoger a
Lilly. No quiero que se acerquen porque no quiero lastimar a Lilly cuando aleje
a Austin después que termine con ella. Pero Celeste no me contestó, y Lilly y yo
no hemos revisado los procedimientos para que tome un autobús todavía. Es el
segundo semestre de mi último año. Incluso el semestre pasado cuando tuve
reuniones después de la escuela u otras reuniones, siempre tuve a alguien
alineado cuando no pude llegar. O bien la niñera, Blanche, o Celeste me
ayudaron.
Lo abro, pensando que algo está mal, pero es una foto de Lilly sentada en
una redonda mesa roja comiendo una taza de helado. Una gran sonrisa en su
rostro y un texto de Austin.
Dijo que tuvo un gran primer día, e hizo un nuevo amigo. Su nombre es
George. Espero que no te importe. La llevé por un helado.
Sonrío. Me alegro que haya tenido un buen día, pero esta mierda de
George no funcionará.
—¿Qué diablos estás haciendo, hombre? —pregunta Kellan detrás de mí.
Cierro el texto y coloco mi teléfono de vuelta en mi bolsillo.
—Déjalo —advierte Deke.
—¡No! Esta mierda se está saliendo de las manos —protesta—. Esto se le
está subiendo a la cabeza.
Me giro en torno a él.
—¿Estás dudando de mí?
—Sí. —Rechino los dientes—. No estás pensando con claridad. Entiendo
que quieres tener sexo con ella, pero esto es ir demasiado lejos. Te vas a
quemar. Y no voy a caer porque quieres mojar tu pene.
Voy hacia él, pero Bennett agarra el hombro de Kellan y lo saca de mi
alcance.
—Cuidado —le advierto.
—Tendré mucho cuidado. Desde el margen, cuando ella explote en tu
rostro —grita—. ¿Crees que alguna vez será mejor que él? ¿Crees que no va a
descubrir que la estás usando? ¿Qué quieres arruinar a su padre? — Niega.
—Lo tengo controlado —gruño.
Resopla.
—Está con Lilly, joder, Cole. Cuando tome todo lo que tienes, solo podrás
culparte a ti mismo.
Me abalanzo hacia él y le doy un puñetazo en el rostro. Su cabeza se
mueve hacia un lado, y tropieza de nuevo, corriendo hacia Bennett. Lo golpeo
de nuevo antes que pueda recuperarse, y luego soy tirado hacia atrás.
—Cálmate, Cole —dice Deke mientras me retiene.
Mi corazón late en mi pecho cuando sube y baja rápido. Cierro los puños,
ese sentimiento de nudillos partidos me calma.
Ese familiar latido en mi hombro vuelve.
Se levanta y limpia la sangre de su barbilla.
—Tiene que desaparecer.
—¡Mantente lejos de ella, Kellan! —grito.
Niega, dejando salir una risita.
—Ya estás suficientemente jodido, Cole. No necesitas algo para hacerlo
malditamente peor.
Voy por Kellan, pero Bennett lo agarra, tirando de él hacia atrás.
—¡Basta! —demanda—. Lárgate de aquí, Kellan. —Luego lo empuja hacia
la puerta.
Kellan levanta las manos y camina hacia atrás, asegurándose que puede
verme todo el tiempo, diciéndome que ya no confía en mí. Podría decir lo mismo
de él. Está manteniendo un secreto muy grande de nosotros. Eso lo sé. Lo que
no sabe es que planeo usarlo en su contra. Muy pronto.
Una vez la puerta se cierra, Deke me suelta. Dejo escapar un largo
suspiro.
—Tal vez deberíamos reconsiderarlo —dice Shane.
—No. —Bennett me gana con eso—. Nos ceñiremos al plan. —Me mira.
Me giro y salgo corriendo, listo para largarme de esta escuela.
—¿Cole? —grita Deke cuando salgo al estacionamiento.
—No estoy de humor, Deke —le digo, deteniéndome junto a su Range
Rover. Me llevará a la casa de Austin para recoger a Lilly y mi auto.
Se detiene delante de mí.
—Solo quería que supieras que cubro tu espalda.
—Gracias.

Entro en la casa de Lowes sin molestarme en llamar. Tomo las escaleras


dos a la vez hasta el segundo piso, pero no encuentro a las chicas en la
habitación de Austin.
—¿Austin?
—En la cocina —grita.
Bajo las escaleras lentamente y camino hacia la cocina. Lilly está sentada
en el mostrador, y Austin está parada junto a ella con una bandeja de galletas
delante.
—Hola, Cole —dice Lilly, sonriendo brillantemente.
Me acerco a ella y le beso el cabello.
—¿Cómo estuvo la escuela?
—Bien. Hice un nuevo amigo. Es nuevo. Igual que Austin.
Miro a Austin, y está metiendo un cuchillo de mantequilla en una olla de
glaseado rosa. El color favorito de Lilly.
—Eso es genial.
—¿Puede venir y nadar con nosotros? —pregunta con entusiasmo.
Infiernos, no.
—Hablaremos de eso más tarde —le digo.
—Aquí tienes. —Austin se vuelve hacia su rostro y le da una galleta que
acaba de terminar de adornar.
Lilly la muerde.
—Qué bien —dice con un asentimiento. Luego me la da—. Prueba esta,
Cole.
Me inclino y le doy un mordisco. Austin vuelve a glasear otra galleta, y
trago.
—Tienes razón. Son buenas. —La levanto y la coloco sobre sus pies—. Ve
a buscar tu mochila. Nos iremos pronto.
Sale de la cocina. Una vez que se ha ido, me coloco detrás de Austin,
presionando mis caderas contra su espalda.
Se pone rígida contra mí.
—Cole.
Levanto la mano y aparto el cabello de su hombro, envolviéndolo alrededor
de mi puño. Tiro de su cabeza hacia atrás, y suelta una respiración. Esa ira
que tengo por ella se levanta porque me está causando grandes problemas. Se
suponía que sería un juguete, algo divertido de usar, pero no he jugado con ella
todavía. No como me imaginé, de todos modos.
Me inclino hacia su oreja.
—¿Todavía enojada conmigo, cariño? —No me importa lo enojada que esté
conmigo sobre el video. Hizo el trabajo. Todo el mundo sabe que me pertenece.
Me sorprendió con sus acciones. Sabía que me deseaba, pero no esperaba que
fuera tan directa en público.
—Sí. —Suspira.
—Esa fue una respuesta débil. —Me rio—. Pero me gusta que luches,
Austin. Tu ira. Me muestra que no te has rendido todavía. Y vas a necesitarla.
Recoge el cuchillo que se encuentra al lado de la olla de glaseado. Su
mano lo agarra como si su vida dependiera de ello. No está lejos de la verdad.
—¿Me vas a apuñalar?
—Cruzó mi mente —gruñe, pero su trasero empuja en mi ya duro pene.
Dios, esta mujer me vuelve loco.
Sonrío.
—Será mejor que te asegures de matarme, cariño. Porque no tendrás una
segunda oportunidad.
—Solo necesitaré una —asegura.
No tengo duda.
Suelto mi mano y la envuelvo alrededor de su garganta, y como siempre
cuando la toco, su pulso se acelera.
—Te imaginé del tipo de chica que agarra un arma más que un cuchillo.
—Iría por lo que esté a mi alcance —dice agitada.
Suelto su cuello y tiro del cuchillo de su mano y lo levanto hacia su
garganta. Gime.
—Lo que pasa con un cuchillo es que hay que acercarse y hacerlo
personal, cariño. Y tienes una posibilidad de hacer el mayor daño. —Paso el
cuchillo sobre su camisa negra, entre sus pechos, y su pecho sube y baja
rápidamente con cada respiración. Quiero cortar la molesta tela—. Pero ambos
sabemos que no tienes problema con dejarme acercarme a ti, ¿verdad?
Empuja mi mano lejos y gira en mis brazos. Mi mano todavía es un puño
de su cabello.
—Hijo de...
La corto, golpeando mis labios con los de ella. Intenta alejarme, pero
aprieto mi mano en su cabello, y eso la hace gritar. Deslizo mi lengua en su
boca y la beso agresivamente. Sus piernas tiemblan, y sus manos agarran mi
camisa como hicieron en el pasillo de la escuela. Dejo caer el cuchillo, y golpea
el suelo con un sonido metálico, seco. Mi mano libre ahora va debajo de su
camisa, y no intenta detenerme mientras la deslizo y le tomo el pecho.
Gime.
—Supongo que todavía quieres que te penetre —susurro contra sus labios.
—¿Por qué haces esto? —Jadea.
—¿Hacer qué, cariño? —Me hago el tonto.
Gime.
—Como que tienes que demostrarte a ti mismo que te deseo. Cuando no
me deseas.
No puedo evitarlo, me río.
—¿Sientes eso? —Presiono mi pene duro en la parte inferior de su
estómago. Sus ojos verdes miran hacia los míos—. Esto es por ti. Me haces eso.
Ahora dime que no te deseo —demando. Agarro la parte superior de su
sujetador y tiro hacia abajo, exponiendo su pecho a mi mano. Paso mi pulgar
sobre su pezón, y se endurece. Quiero mis labios en él.
—No me deseas —susurra con voz ronca.
Quito mi mano de su pecho y la saco de debajo de su camisa. Doy un paso
atrás.
—Tienes razón. No lo hago.
Sus ojos se estrechan en mí mientras arregla su camiseta.
—Lo tengo —dice Lilly, corriendo, y mis ojos van a los de ella.
—Dale las gracias a Austin por recogerte —le digo porque me niego a
decirlo. No se lo pedí, ella se ofreció.
—Gracias, Austin —dice caminando hacia ella y abrazando sus caderas.
Austin le sonríe, nuestra conversación ya no está en su mente.
—De nada, Lilly.
—¿Puede recogerme mañana? —pregunta, mirándome.
Me abstengo de gruñir. Es por eso que no quería la ayuda de Austin.
—Yo podré recogerte mañana —le digo. Hace pucheros, y sus ojos
marrones miran al suelo—. Y Austin estará conmigo —añado, haciéndola
sonreír.
¡Mierda!
El viernes fue igual que el jueves.
Cole apareció, y dejamos a Lilly. Luego fuimos a la escuela, y me llevó a la
primera clase. Me besó en clase y en el almuerzo, y cada vez, me encontré
recostada en él. Y tengo que recordarme que todavía tengo puntos de sutura en
el brazo por su culpa.
Acabamos de recoger a Lilly, y estoy mirando mi teléfono, respondiendo un
mensaje que recibí de Becky. Finalmente intercambiamos números hoy. Y no
ha dejado de enviarme mensajes de texto desde la tercera clase del día.
Solo miro hacia arriba para verlo perder la salida a la casa de mi padre.
—¿A dónde vamos? —pregunto, mirando a Lilly en el asiento trasero.
Tiene sus auriculares mientras mira videos en su teléfono.
—A mi casa —responde bruscamente.
Ha estado de mal humor hoy, y me di cuenta de la tensión entre él y
Kellan en el almuerzo. Y no me perdí el corte en el rostro de Kellan tampoco.
Algo está pasando.
—¿Por qué no me llevas a casa?
—Tenemos planes.
Mis rodillas empiezan a temblar. Tenemos planes. Y si hay una cosa que
aprendí sobre Cole Reynolds, es que nunca me gustan sus planes.
—¿Dejarás las respuestas crípticas? ¿Por qué no me llevaste a casa? —No
responde, y mi enojo por él crece como siempre—. Cole…
—Más tarde —me responde bruscamente, interrumpiéndome antes de
mirar por su espejo retrovisor a Lilly. Y lo entiendo. No quiere decírmelo con
ella en el auto, incluso si tiene sus auriculares. Eso me pone más nerviosa.
—Ya estarás dormida a la hora que llegue a casa, ¿de acuerdo? —le dice a
Lilly mientras estamos de pie en el vestíbulo de la casa de su padre.
—Está bien —dice, asintiendo.
—Sé buena con Blanche.
No estoy segura de quién diablos es Blanche, pero si tuviera que adivinar,
diría que es una niñera.
—Siempre —le dice, y luego la abraza antes que pueda decir algo,
agarrando mi mano y arrastrándome fuera de la casa y de vuelta a su auto.
—¿Ahora me vas a decir a dónde vamos? —pregunto.
—Lo descubrirás muy pronto.
Me muerdo el labio inferior, queriendo exigir que me diga qué demonios
estaremos haciendo, pero sé que pelear con él no me llevará a ningún lado.
—¿Puedes al menos decirme cuánto tiempo nos tomará?
—¿Por qué?
—¿En serio? —¿Él puede hacerme preguntas, pero no puedo preguntarle
nada? Cuando no dice nada, pongo los ojos en blanco—. Becky irá a una fiesta
esta noche y me pidió que fuera.
—No —dice de inmediato.
—¿Disculpa? —le digo.
Mira en su espejo lateral y cambia de carril.
—No —repite como si tuviera problemas de audición.
—No puedes decirme qué hacer, Cole.
—¿Quieres apostar?
Rechino los dientes en frustración.
—Puedo salir si quiero.
—No sin mí, y no saldré esta noche —dice con seriedad.
—¿Qué diablos, Cole? No eres mi novio —digo, apretando la mano en mi
teléfono. Incluso si lo fuera, todavía no tendría nada que decir sobre lo que
hago.
—Toda la escuela piensa lo contrario.
—Es porque les dijiste eso —protesto.
Me mira.
—No. Esa fuiste toda tú, cariño. Y queriendo mi pene.
Aspiro profundamente con dientes apretados. Quiero gritarle. Golpear la
cabeza en su volante y saltar de este auto en movimiento. En cambio, recojo mi
teléfono y le envío un texto.
Yo: no podré llegar. Haciendo algo ahora mismo. Te avisaré cuando termine.
Entonces cierro mi teléfono.
Nos sentamos en silencio, y miro fijamente la ventana del pasajero,
ignorándolo mientras vuela por la carretera.
Quince minutos más tarde, gira en un camino de tierra, y de inmediato sé
dónde estamos. El granero. El mismo lugar al que me hizo venir cuando robó
ese auto. Mi espalda se endereza cuando veo la Range Rover negra de Deke y
un Mercedes blanco todoterreno estacionado en el lateral. Se estaciona frente a
ellos y luego apaga el auto, saliendo.
Respiro hondo y lo sigo dentro.
Es una gran área abierta. El techo llega a un punto alto con vigas de
madera oscura.
Hay un conjunto de escaleras a la derecha que conducen a lo que parece
un loft. Un saco de boxeo cuelga del techo. Un tablero de dardos está en la
pared a la derecha junto con un juego de tejo y una mesa de billar a la
izquierda. Tres sillas a juego están frente a un televisor de pantalla grande. Un
pequeño mini-bar está en la esquina derecha.
Es una cueva de hombres.
Tiene que pertenecer a uno de sus padres.
Y festejan aquí.
Deke está en su teléfono, pero asiente hacia Cole cuando nos ve entrar.
Shane está sentado en un sillón bebiendo una cerveza, y Bennett está sentado
en una silla enviando mensajes de texto en su teléfono. Busco a mi alrededor
por Kellan pero no lo veo por ningún lado.
Me detengo y me quedo parada torpemente, realmente no sabiendo lo que
estoy haciendo aquí con cuatro chicos. Uno quiere destruirme y otro me quiere
muerta. No estoy segura de cómo se sienten los otros dos en este momento.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, y lo saco para ver que es un texto.
Becky: Muy bien. Suena bien.
Miro hacia arriba cuando escucho a Deke terminar su llamada. Se acerca
a mí, y doy un paso atrás. Sonríe.
—¿Todavía me tienes miedo, nena?
Me muerdo el labio con disgusto y murmuro:
—Algo así.
Cole le chasquea los dedos.
—¿Entendiste?
Deke asiente.
—Claro que sí. —Camina a una mesa y recoge una mochila negra con
cordones—. Aquí tienes, nena.
Pongo los ojos en blanco, y Cole me arrebata la bolsa de sus manos.
—¿Todo está aquí?
Deke resopla, ofendido por la falta de confianza de Cole.
—Por supuesto.
Cole me agarra del brazo y me lleva a la mesa y me pasa la bolsa.
—Santa mierda. Esta cosa pesa una tonelada. ¿Qué hay dentro?
¿Ladrillos? —Tal vez pueda usar uno para noquear a Deke.
Cole me la arrebata y la vuelca, agitándola. Las cosas comienzan a golpear
la mesa con un ruido sordo. Lo primero en caer es un rollo de cinta adhesiva. Y
luego un cuchillo pequeño. Seguido por un par de esposas. Un celular. Algo
que se asemeja a una caja negra. Lo último es una licencia de conducir. Equipo
de arranque de asesino en serie.
Recojo la caja negra porque se ve como lo menos amenazador y doy un
paso atrás de la mesa.
—¿Qué es todo esto? —Mi voz tiembla mientras los cabellos de mi nuca se
erizan.
—Es todo tuyo —dice Deke con una sonrisa malvada.
—¿Mío? —pregunto con los ojos abiertos. ¿Por qué necesito esto?
Cole levanta las esposas, y doy otro paso lejos de él con el sonido del metal
haciendo ruido. Sus ojos se quedan en los míos, sin emoción.
—¿Recuerdas esa iniciación de la que hablamos? —pregunta Deke,
moviendo las cejas. Mi corazón corre en mi pecho, y mis palmas están
sudorosas. Aprieto mi agarre en la caja negra. Deke da un paso hacia mí—.
Creo que es hora que me des ese espectáculo, nena.
Toma las esposas de Cole.
Agarro la caja negra, y mis ojos se disparan a Cole, esperando que detenga
a Deke. Que me diga que es otra enferma broma. Pero sus ojos suben y bajan
por mi cuerpo antes de encontrarse con los míos una vez más.
Esta vez, hay una frialdad en ellos que recuerdo de fuera de la iglesia, y mi
respiración se acelera. El miedo se arrastra por mi columna.
Oigo una puerta abrirse y Deke se acerca a mí. Me giro para correr pero
golpeo un muro humano. Chillo mientras mi pulgar presiona un botón en la
caja negra. Un zumbido me hace saltar hacia atrás. Entonces miro hacia abajo
para ver a Kellan en el suelo hecho una bola.
uééééééé… diaaaaaaablos —gruñe Kellan mientras
está acostado en el suelo de la casa club.
Deke está a mi lado, inclinado por la cintura
riendo sin parar mientras Kellan golpea el taser.
Austin simplemente corre hacia él.
Me quedo aquí pensando que tal vez fue una mala idea. Si ella no
consigue ser asesinada, nos matará a uno de nosotros.
—¿Qué fue eso? —pregunta ella, girando para enfrentarnos a Deke y a mí.
—Acabas de electrocutar sus nueces —dice Deke todavía riendo.
—¿Qué? —grita con los ojos abiertos—. ¿Por qué me diste un taser?
—Levántate, hombre. Vamos —dice Bennett, agarrando su mano.
Deke me mira.
—Voy a guardar su arma —dice, haciendo una broma, y mi mandíbula se
aprieta.
Kellan todavía está allí, pero dejó de temblar. Eso es un plus.
—¿Por qué diablos estoy aquí? —demanda, y nadie le responde.
—Vamos —dice Bennett, ofreciéndole la mano a Kellan.
Él se pone de pie, con las manos a sus costados. Está respirando pesado y
mira hacia atrás. Agarra el hombro de ella y la gira, luego la empuja contra la
pared.
Su cabeza golpea con un ruido sordo, y sus ojos se cierran por un breve
segundo.
—¡Perra! —grita mientras su mano envuelve su garganta.
Corro hacia él y lo arranco de un tirón de ella. Ella respira profundamente
en el momento en que suelta su garganta.
Deke agarra a Kellan por el cuello.
—Vaya, hombre. Fue mi culpa —dice.
—¡Malditamente me atacó con el taser! —grita, apuntando hacia ella.
Me paro entre ellos, bloqueándola.
—No la vuelvas a tocar —le digo, y me sorprende lo tranquila que es mi
voz, porque estoy a punto de arrancarle la puta garganta.
—¡Que te jodan, Cole! —grita—. ¡Y a tu nueva puta!
Quito a Deke del camino y doy con mi puño en la nariz de Kellan. Su
cabeza vuelve a rebotar.
—Diiiiaaaablos. —Kellan se toma el rostro, por lo que su voz sale sorda.
—Agrega eso a la marca que te di el otro día.
—Cole —Deke gruñe en mi rostro. Sus manos agarran mi camisa—. Vete a
casa —me dice.
Niego.
—No…
—¡Vete a casa, Cole! —grita mi nombre. Miro por encima de su hombro a
Kellan.
La sangre se derrama de su nariz y en su camisa blanca de botones.
—¿Cole? —dice Deke, dándome un pequeño movimiento de cabeza. Mis
ojos finalmente encuentran los suyos—. Lleva a Austin a casa —me ordena.
Sus ojos azules perforan los míos.
Me suelta y me quedo allí con las manos en puños, respirando
pesadamente. Se aleja de mí, y Kellan sonríe.
La sangre corre por su nariz y sobre sus labios.
—Lo tienen bajo control, ¿eh?
Doy un paso hacia él, pero Deke golpea la mochila con cordones negros en
mi pecho. Una vez más llena de los artículos.
—Vete a casa —repite.
Me doy la vuelta, y mis ojos encuentran los de Austin. Permanece de pie
junto a la pared, y puedo ver su cuerpo físicamente sacudido. Y me doy cuenta
que es hora de irnos. Camino hacia ella y tomo su mano, sacándola de la casa
club sin otra palabra.
Cae en el asiento del pasajero, y entro, arranco el auto, y despego por el
camino de grava.
—¿Estás bien? —le pregunto una vez golpeamos el pavimento.
—Como si te importara. —Su voz es áspera, y sé que es por la mano de
Kellan alrededor de su garganta.
Mi mano izquierda agarra el volante.
—No sabía...
—Solo detente, Cole —grita, interrumpiéndome—. ¡Deja de actuar como si
malditamente te importara! —Cierra los puños en su regazo.
Cierro la boca porque tiene razón.
Preguntar si está bien implica que me importa.
Y no lo hace. Ni un poco.
Cuando cambio mi auto de velocidad, mis agrietados nudillos me
recuerdan que lo hace. O no hubiera acabado por golpear a mi amigo por una
chica. Por segunda vez en tantos días.
Ese pensamiento hace que mi estómago se apriete.
Me meto en su camino de entrada y me detengo. No ha dicho una palabra
en más de quince minutos. Ha estado escribiendo en su teléfono. Abrí la boca
para preguntarle quién es cien veces, pero logré no hacerlo. Tengo el
sentimiento de saber quién es, de todos modos. Alcanza la puerta.
—¿Austin...?
Sale y la cierra de golpe antes que pueda decir nada. Me recuesto,
pasando una mano a través de mi cabello con frustración.
Luego pongo el auto en marcha y hago chillar los neumáticos, rodeando el
camino de entrada y dirigiéndome a casa.
Entro a la silenciosa casa y voy a mi habitación. Tan pronto como la
puerta se cierra, mi teléfono suena.
—¿Hola?
—Hola, hombre —saluda Deke—. Solo quería disculparme. Sabes que solo
me estaba metiendo con ella, ¿verdad? No la iba a tocar.
—Sí —le digo, dejando escapar una larga respiración. No lo detuve porque
me encantó la mirada de miedo en sus ojos. La forma en que me miró por
ayuda. Quería que creyera que estaba sola. Ver qué hacía. Si peleaba.
—Kellan se fue —dice, tomando mi atención.
—¿Cómo que se fue?
—Lanzó las manos en el aire, dijo que nos jodiéramos todos, y se fue.
—Bien. —¡Que lo jodan! Ha estado dándome mierda, y estoy cansado de
eso.
Se empieza a reír.
—Tienes que admitir que esa mierda fue graciosa.
Gruño. Y su risa se desvanece.
—Le daremos a las cosas una semana. Para ver si se calma.
—Suena bien —le digo, y colgamos.
Me quito los tenis, la camisa y los pantalones. Entonces me acerco a mi
cómoda y saco mis pantalones cortos. Me los pongo, tomo una toalla y me
dirijo hacia abajo, a la piscina.
El aire nocturno es frío, pero las estrellas están fuera. Me sumerjo en la
piscina, y el cloro quema los cortes en mis nudillos. Saliendo por aire, floto en
el agua.
Cuando estoy solo con mis propios pensamientos es cuando los recuerdos
tratan de tirarme abajo. Y no son solo mis amigos, es mi madre también. Dios,
la extraño tanto. Cada vez que miro a Lilly, la veo a ella. La siento. Creo que es
por eso que mi padre la odia tanto. Pero no es culpa de Lilly. Ella no pidió
nacer. Tener una madre que muriera.
Me zambullo bajo el agua y me empujo contra la pared de la piscina y
nado.
Mi hombro duele. Cuatro meses de fisioterapia lo ayudaron, pero nada lo
adormece. Las costillas rotas y el pulmón colapsado se curaron bien, pero el
hombro siempre será un recordatorio de que un error costó tres vidas. Las de
mis tres mejores amigos. Todavía tengo sus números en mi teléfono. Sus
últimos mensajes de texto.
A veces, cuando estoy solo, los leo como si me los hubieran enviado.
Se me hace un nudo en el estómago y mi pecho se aprieta.
—¡Maddox! —grito—. ¡Maddox! Vamos, hombre. —Me arrodillo sobre su
rostro ensangrentado ya que se encuentra en medio de la calle. Busco alrededor
de su cuello por cualquier señal de vida.
—¿Cole? —Mi nombre es llamado desde detrás.
Corro hacia Eli. Está en la zanja, tosiendo. La sangre corre por su boca,
cubriendo su camisa.
—Aguanta. La ayuda está en camino —digo, agarrando mi hombro.
—Está muerto, ¿verdad? —pregunta, mirando a Maddox. No puedo
responder. No puedo hacerme decir las palabras.
—¿Dónde está Landen? —pregunto en su lugar.
Mirando alrededor, veo el auto volcado en medio de la carretera delante de
nosotros. Vasos de vidrio roto y latas de cerveza están en el pavimento. Falta el
extremo delantero. La parte superior se aplastó en el impacto de los giros. Eli
comienza a toser de nuevo, y la sangre brota de su boca.
—Cole. —Jadea—. Por favor, no me dejes morir.
Mi pecho ya apretado se contrae aún más y estoy teniendo problemas para
recuperar el aliento.
—No vas a morir —le prometo.
Sus grandes ojos marrones se encuentran con los míos.
—Por favor…
Nado diez vueltas. Mis músculos están doloridos, y estoy respirando
pesadamente. Creo que me he agotado lo suficiente como para acostarme.
Tengo problemas para dormir por la noche. La mayoría del tiempo, termino
arrastrándome a la cama con Lilly. Me ayuda a calmar mis demonios.
Salgo de la piscina y agarro mi toalla, limpiándome el rostro.
—¿Deke? —pregunto sorprendido cuando lo veo. Viene caminando hacia
mí desde el porche trasero—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Te he estado llamando.
—Mi teléfono está arriba. ¿Qué pasa?
—Tenemos un problema.
Suspiro.
—¿Ahora qué?
Levanta su teléfono, y me estremezco al ver la foto que me muestra. Es de
un chico llamado Nate Wax bebiendo de un barril.
—Yo no… —Mis ojos se estrechan en la imagen cuando miro más allá de
él para ver a dos chicas de pie en el fondo. Ambas riendo con bebidas en las
manos. Es Austin y una rubia.
—Becky —gruño.
—Están en una fiesta. —Asiente.
—Le dije que jodidamente no podía ir —digo.
No entiende cómo funcionan las cosas en este pueblo. Si los chicos la ven
en una fiesta sin mí, se preguntarán por qué no fui con ella. Empezarán a creer
que tal vez la dejé. Que está disponible. Entonces harán su movimiento.
Y eso no funciona conmigo. Ella es mía. Lo ha sido desde que puse los ojos
sobre ella. Incluso si elige no reconocerlo.
—Bueno… —Lo miro—. Adivina, iremos a una fiesta.
Él sonríe.
—Estoy tan contenta que pudieras venir —dice Becky, golpeando su
solitario vaso rojo en el mío.
—Yo también. —Volteo el vaso hacia atrás y tomo un gran trago. Es mi
tercero, y tengo un buen zumbido. Algunos podrían incluso decir que estoy
borracha.
Tan pronto como Cole me dejó en casa, me cambié de ropa, salté dentro
de mi auto, y me fui. Es una noche de viernes, y necesitaba una puta bebida
después de lo que sucedió con los chicos. Me avergoncé y le di con el taser a
Kellan. Y empecé una pelea. Incluso yo sé que una chica que comienza una
pelea entre amigos nunca es buena.
Si antes no me querían muerta, lo harán ahora.
Tomo otro trago. Mi teléfono vibra en mi bolsillo, pero lo ignoro porque no
quiero hablar con nadie por el momento. Probablemente sea Celeste. No le dije
que me iba. Ni siquiera estoy segura de que estuviera en casa.
—Estoy fuera —anuncia Becky mientras se levanta del sofá en la sala de
estar en la casa de los padres de algún chico rico—. Vamos a beber algunos
tragos. —Me sonríe.
—Vi algunas botellas de vodka.
Me levanto, y la habitación se balancea un poco.
—Me convenciste.
Caminamos a través de la gente y vamos a la cocina. Un chico que se ve
de más de veintiuno con su piercing en los labios y orejas dilatadas se
encuentra detrás de la isla. Me recuerda a Martin, y me pregunto si alguna vez
piensa en mí. No ha cruzado mi mente ni una vez hasta ahora.
El chico alinea cinco vasos de chupito y luego comienza a verter el vodka
en ellos.
Chocamos nuestros vasos y luego los bebemos.
—Otro —digo, ni siquiera sintiendo la quemazón.
Becky se ríe, y golpeamos nuestros vasos en la encimera.
Levanta su teléfono, y me apoyo en ella poniendo morritos de pez. Me he
convertido en la típica adolescente Californiana borracha, y no estoy
avergonzada.
Toma la foto, y luego la veo empezar a subirla a Instagram.
—No subas eso —digo, poniendo mi mano en él y golpeándolo contra la
mesa—. No necesito que Cole la vea —dijo que no tenía redes sociales, pero
Deke sí, y tiene un montón de amigos. Alguien está obligado a informarle a
Cole. No quiero tener que escuchar sobre eso.
—Está bien. —Sonríe, y ambas reímos.
—¿Y por qué no quieres que la vea, cariño?
Mi risa se apaga cuando miro a través del mostrador a un conjunto de
ojos azules. Mi garganta se seca al instante, y mi estómago cae.
Cole está de pie ante mí, sus manos en la isla, extendidas, y sus ojos me
miran fijamente, sin emoción.
—¿Hmm?
No respondo.
—Es bueno verte aquí, nena. Hola, Becky.
Veo a Deke de pie junto a él, sus ojos corren sobre mi pecho, pero los míos
van de vuelta a Cole. Sirve un trago de vodka y luego lo empuja lentamente a
través de la encimera hacia mí.
—Te reto. —Un escalofrío corre a través de mí con el desafío en su
profunda voz.
—Mierda. —Oigo susurrar a Becky, y levanto la barbilla. Él arquea una
ceja. No es mi padre. Ni siquiera es mi novio. Puedo hacer lo que quiera
siempre que quiera. Agarro el trago frío y lo bebo. Lo golpeo en la encimera y se
lo empujo a él.
—Otro —exijo.
Becky pone su mano en la mía.
—Austin...
—Otra —repito, ignorándola.
Hace lo que digo sin quitar sus ojos de los míos. Pero esta vez, lo toma en
lugar de dármelo.
—¿Pensé que no saldrías esta noche? —Y arrastro la última palabra.
Becky se ríe.
Él no se divierte.
—Ese era el plan.
—¿Y? —pregunto, tratando de actuar como si no me importara que
estuviera parado delante de mí. Está aquí cuando quise escapar de él. ¿Cuánto
puede una persona humillar a otra? Creo que hasta diez veces. En seis días.
—Los planes cambian.
—¿No es verdad? —pregunto, tirando de la botella de su mano y
sirviéndome otro trago.
Entonces Becky dice:
—Cambio de planes. —Chocamos nuestros vasos.
Él golpea su mano contra el mostrador y se inclina sobre él.
—¡No tomes ese trago, Austin! —grita, consiguiendo la atención de todos.
Mi ira aumenta. Hace apenas dos horas, su mejor amigo tenía su mano
alrededor de mi garganta. Quiero emborracharme, y quiero olvidarme de toda
esta puta semana donde perdí completamente todo conocimiento de mi vida.
—¿Qué me vas a hacer, Cole? ¿Vas a lastimarme? —pregunto. Una parte
de mí quiere que lo haga. Quiero sus manos en mi cabello. Alrededor de mi
cuello. Quiero que se me debiliten las rodillas como en la fiesta en su casa.
Incluso si fuera por el espectáculo. No me di cuenta de lo fría que estaba hasta
que me tocó. Ahora mi cuerpo anhela esa quemazón.
Sus ojos azules se estrechan en mí, y me fijo que se cambió de ropa desde
que estuve con él antes. Tenía una camiseta negra pero ahora tiene una azul
oscuro que coincide con sus ojos. Me lamo los labios recordando cómo se veía
su pecho cuando salió de la piscina de mi padre. ¡Solo penétrenme ya! En este
punto, no tengo dignidad de todos modos.
—Te reto —le digo y luego me lo trago.
Se queda allí, mirándome fijamente.
Como si quisiera arrancarme la cabeza. Nunca he visto tan bonitos ojos
azules verse tan oscuros. Todo lo que puedo hacer es darle una desequilibrada
sonrisa, sabiendo que llegué a él. Mis labios se entumecieron hace una hora.
Muéstrame que lo tienes, Cole.
“Sleepwalking” de Diamante se escucha a través de la casa, y me vuelvo
hacia Becky, despidiéndole cuando se queda allí.
—Vamos a bailar.
Ella toma mi mano, pero ni siquiera tiene la oportunidad de alejarse del
mostrador antes que sea recogida y arrojada sobre el hombro de alguien.
Me quedo mirando un trasero envuelto en mezclilla azul cuando cuelgo
boca abajo.
—¡Cole! —Golpeó sus musculosos muslos con mis puños. Mi cabeza
rebota hacia arriba y hacia abajo. Él golpea mi trasero. Y me quejo de la
picadura.
—Eso fue solo una advertencia —gruñe.
Sonrío.
Escucho a la gente hablar mientras se da vuelta y camina por un pasillo.
Entonces está abriendo una puerta. Entra y me pone de pie. Me tropiezo hacia
atrás, mis tacones tintinean en el azulejo. Él cierra la puerta.
Me doy vuelta para ver que estamos en un baño.
—¿Qué…?
Su mano agarra mi cabello, y da la vuelta. Jadeo mientras empuja mis
caderas en el mostrador. Está detrás de mí, mirándome en el espejo.
Baja sus labios a mi oído.
—No te dejaré salir, cariño.
Gimo, empujando mi trasero contra él, y puedo sentir lo duro que está.
Se ríe mientras sus labios se deslizan por mi cuello antes que sus dientes
se hundan en mi piel. Un escalofrío me recorre y me levanto de puntillas.
—Cole. —Trago—. Por favor.
Comienza a besar mi cuello otra vez.
—Me odiarás por la mañana.
—Te odio ahora. —Suspiro.
Me suelta el cabello y me hace girar. Sus manos van a mis caderas, y me
levanta, poniéndome en el mostrador. Entonces sus labios están en los míos.
Agarro el dobladillo de su camisa.
—Quítatela —murmuro contra sus labios. Se aleja, me acerco por detrás,
y la tiro por encima de su cabeza—. Jesús —susurro, poniendo mis manos en
sus abdominales duros y cincelados. No sabía que un cuerpo podría verse así.
Mis manos bajan, y tiro de su cinturón y luego de su botón. Su mano está
en mi cabello, y está mordiendo mis labios mientras me agito. Mi mente grita
que esta es una mala idea, pero mi cuerpo no dice nada que parezca indicar
que esto es malo.
Agarra el dobladillo de mi camisa y me la quita, tirándola al suelo junto a
la suya.
Tiro de sus pantalones solo para encontrarlo con un par de calzoncillos
negros. Voy a quitárselos, pero me tira del mostrador. Me tropiezo con él y se
ríe de mi falta de estabilidad y paciencia. No me importa.
—Quítate los zapatos —ordena, y hago lo que te pide sin cuestionarlo.
Abre mi pantalón y tira hacia abajo por mis piernas. Los pateo—. Ponte los
tacones de nuevo.
—¿Qué…?
—Póntelos de nuevo, Austin —demanda arrodillándose y, tomándolos uno
a la vez, me los desliza. Cuando se incorpora de nuevo, me doy cuenta de por
qué quería que me los volviera a poner.
A pesar de eso, todavía soy unos pocos centímetros más baja que él.
Quita mi tanga a continuación, y antes que pueda detenerlo, tiene abierto
mi sujetador.
La última vez que estuve desnuda frente a un hombre por primera vez,
estaba aterrorizada. Todo mi cuerpo temblaba. Pero no me siento de esa forma
ahora mismo. Y no tiene nada que ver con el alcohol en mi sistema y todo que
ver con la forma en que sus ojos azules se oscurecen mientras me mira de
arriba a abajo. Se detienen en mis pechos, y lentamente lame sus labios. No
tienen nada que mostrar, pero no son pequeños tampoco.
Entonces sus manos están sobre mí. Agarra mis costados y me acerca a
él. Sus labios toman los míos, y gimo en su boca. Mi mano va entre nuestros
cuerpos, y la meto dentro de sus bóxer.
Mis muslos se contraen cuando siento lo grande que es.
Me alejo, jadeando.
—Por favor.
—¿Por favor qué? —pregunta, besando mi mandíbula. Baja sus labios a
mi cuello, y chupa duro. Arqueo mi espalda, dándole mejor acceso y sin
preocuparme si deja un chupetón.
La piel de gallina estalla en mi cuerpo, y tiro de su bóxer por sus piernas,
empujándolo hacia atrás. Su espalda golpea la pared, y caigo de rodillas ante
él. No voy a permitir que se tome su tiempo para sacar esto. Quiero
penetración. Y voy a conseguirla.
—Maldición. —Silba, lanzando su cabeza de nuevo a la pared con un
ruido sordo.
Tomo su pene duro en mi mano y paso a lo largo del eje. Es grueso y
largo, se sentirá increíble. Miro hacia él, viendo sus músculos apretarse con
cada respiración irregular que toma. Casi sonrío por lo hermoso que es cuando
está todo trabajado. Este es un lado de Cole no he visto. Y me gusta.
Levanta las manos y agarra su oscuro cabello. Esos músculos que
ondulan como olas.
Es igual de malvado que hermoso.
—Penétrame, Cole.
Me mira, esos ojos azules oscuros con lujuria. Se suelta el cabello y hace
un puño del mío. Siseo un suspiro mientras me pica el cuero cabelludo, pero
no esperaba que se suavizara conmigo.
—Abre tu boca, cariño —ordena áspero, y hago lo que dice porque
obtendré lo que quiero. Tendré a este bastardo de rodillas incluso si eso
significa que tengo que quedarme sobre las mías.
bro la boca, pero no sale nada cuando envuelve sus labios
alrededor de mi pene. Me permite controlar su cabeza mientras
la llevo hacia atrás y empujo mis caderas hacia adelante. Miro
en completa fascinación mientras penetro su bonita boca. He
estado pensando en nada más que esto por días, y aquí está ella, de rodillas
ante mí.
Sin embargo, aún no es suficiente.
No puede gritar si su boca está llena. No puede rogar si no puede hablar.
Quiero sus gritos de placer, que me suplique por más, más de lo que la quiero
de rodillas en este momento.
Y siempre consigo lo que quiero.
Alejo su cabeza, y jadea. Las lágrimas han brotado en sus ojos verdes. La
levanto por el cabello, y grita.
Sonrío. Eso es lo que más me gusta. Sé lo que está haciendo. Está
tratando de jugar conmigo a mi propio juego. Pero no pasará. Soy mejor que
ella.
—Cole… —Jadea.
La giro con mi mano todavía dentro de su cabello, y suelta un suspiro,
entonces la presiono sus caderas en el mostrador.
Mi mano libre va entre sus piernas, y las abre más para mí. Sonrío,
deslizando un dedo fácilmente en ella.
—Estás empapada, cariño. —Gime, meciendo sus caderas para llevarme a
moverme más rápido. Quito mi dedo y agarro su garganta, tirando de ella hacia
mi frente.
Me mira en el espejo. Está empezando a empañarse de nuestra pesada
respiración.
—Joder, eres hermosa —le digo honestamente. No se puede negar que
Austin Lowes es preciosa. No hay un solo defecto en su piel. Bueno, excepto los
puntos de sutura en su antebrazo. Pero incluso eso me enorgullece. Saber que
hice eso. Que la hice un poco menos perfecta a los ojos de otra persona. Para
mí, es solo un recordatorio de lo fuerte que es. Cuánta pelea tiene. Se mueve
contra mi mano, y me inclino para susurrar en su oreja—: Eres mía, cariño.
Soltando su garganta, sustituyo mi mano con mis labios. Beso su suave
piel, y se inclina dirigiéndose hacia un lado de mí. Me deleito con su cuello
como si me estuviera muriendo de hambre. Pellizco y chupo. Los sonidos que
hace me tienen tan duro que me duele.
Me alejo para ver dos chupetones sobre su cuello, y sonrío.
Se inclina, bajando la cabeza hacia la encimera, y su cuerpo empieza a
temblar de necesidad.
Le golpeo el trasero. Gime mientras se mueve sobre sus pies. La golpeo de
nuevo, el sonido rebota en las paredes del baño. Se empuja hacia mí. Mi mano
vuelve entre sus piernas, y está tan mojada, que está goteando por su muslo.
—¿Te gusta un poco de dolor con tu placer, Austin? —pregunto. Su única
respuesta es el sonido de su pesada respiración—. También me gusta áspero.
No puedo aguantar más, tomo mi pene en mi mano y lo empujo hacia ella.
Ni siquiera me molesto con un condón. Seré dueño de Austin Lowes y me niego
a tener algo entre nosotros.
Levanta la cabeza del mostrador y grita mientras la abro para acomodar
mi tamaño.
¡Mierda! Está apretada.
Coloca las manos en el espejo delante de ella, y agarro sus caderas
mientras salgo y golpeo en ella una y otra vez.
Sus gritos de placer me hacen sonreír porque sé que todos pueden
escucharla al otro lado de esta puerta. Es por eso que Deke y yo aparecimos
aquí después de todo. Para demostrar un punto. No me iba a ir hasta que lo
pudiera hacer.
Retiro su cuerpo del mostrador y sus manos caen del empañado espejo.
Inclinándome, presiono mi pecho en su espalda. La empujo hacia la encimera,
y mi mano derecha se estira alrededor de su cuerpo para encontrar su clítoris.
—Oh... Dios… —Su voz se apaga y se convierte en un grito mientras la
trabajo para su orgasmo.
—Eso es todo, cariño. Córrete sobre mi pene —gruño antes de morderle el
hombro.
Su vagina se aprieta a mi alrededor, y grita mi nombre cuando se corre
segundos más tarde.
Alejo mi mano y me pongo de pie en mi altura completa. Mis manos
agarran su cabello y levanto su cabeza del mostrador mientras acelero mi
ritmo. Sé lo que necesito con el fin de correrme.
Debería retirarme ahora. Ella se corrió, y eso es todo lo que importa. Esta
parte no es sobre mí. Pero cuando miro mi resbaladizo pene moviéndose dentro
y fuera de su afeitada vagina, siento que mi aliento se atora y mis bolas se
aprietan. No puedo parar ahora.
—¡Joder! —gruño, golpeando contra ella tan duro que nuestras rodillas
pegan en los armarios debajo del mostrador. Grita mi nombre, y parece que
está a punto de correrse de nuevo. No me detengo. No puedo. En este punto,
estoy comprometido.
¡Es jodidamente mía!
Sus ojos se cierran, y grita mi nombre mientras se corre una vez más.
Salgo justo a tiempo para terminar sobre su trasero perfectamente redondo
marcado con mi palma.

Me acerco a la casa de su padre en su auto, y Deke se detiene a mi lado


en el de Becky.
—Dame diez —le digo mientras baja la ventana del pasajero.
—Tómate tu tiempo. —Sonríe y luego la empuja sobre la consola central
para besarla.
Saco a Austin de su auto y la llevo a la casa. Se desmayó antes de llegar a
la carretera. Una vez en su habitación, la acuesto en la cama. Le quito los
tacones, camisa y pantalón, y luego la cubro con la manta antes de salir. Estoy
alcanzando la puerta de entrada cuando escucho a Celeste.
—¿Cole?
Me doy la vuelta para mirarla. Viene por el pasillo para pararse en el
vestíbulo. Su cabello rubio está hacia abajo y un poco enredado, diciéndome
que la desperté. Una túnica de seda durazno hasta el suelo la cubre con una
banda a juego envuelta alrededor de su cintura, pero puedo decir que está
desnuda debajo. No deja nada a la imaginación, y sus pezones están duros.
Mira la parte superior de las escaleras y luego de vuelta a mí. Sus ojos
lentamente toman mi camisa arrugada y el cabello despeinado. El chupetón en
mi cuello.
—Bien, eso no tomó mucho tiempo. No puedo decir que estoy sorprendida,
sin embargo. Siempre consigues lo que quieres.
Mi mandíbula se tensa, pero no reconozco su declaración.
Ríe suavemente, se acerca a mí, y coloca su mano derecha en mi mejilla.
Entonces se levanta de puntillas para besar mis labios. No le devuelvo el beso.
—No tienes que salir corriendo. —Se aleja—. Ven, nos haré un poco de
café. —Se vuelve para alejarse.
—Sé que estás teniendo sexo con Kellan.
Se detiene y gira lentamente para enfrentarme.
—No sé…
—Le presté mi auto la semana pasada mientras el suyo estaba en el taller.
Vino a verte, ¿no es así? —Se pasa una mano por el cabello rubio
nerviosamente. Esperaba que tuviera las bolas para admitirlo. Es como su
patético marido—. Hablé con mi padre el otro día. Me dijo que Bruce sabe que
estoy teniendo sexo contigo. —Sus ojos se ensanchan—. Que su personal de
confianza le informó que mi auto estuvo aquí toda la noche. —La miro una vez
y luego digo—: Nunca he tenido sexo contigo, pero al instante supe quién era.
—Cole...
—No lo negué.
—¡Jesús, Cole! —sisea.
Me encojo de hombros.
—No me importa lo que piense que hago.
—Es mi marido —responde.
Ahora, se preocupa por su matrimonio.
—Mira, no le he dicho a nadie lo que sé. Ni siquiera a Kellan. —Me acerco
a ella y sonrío, encantándome que mi padre me haya dado información—.
Ahora, mientras mantenga tu secreto me deberás.
Sus ojos se estrechan en mí.
—No soy como ella, Cole. No puedes chantajearme.
—¿En serio? Estás teniendo sexo con un menor de edad. —Kellan es el
bebé de todos nosotros. No cumple dieciocho años hasta después de la
graduación—. ¿Quieres ir a prisión, Celeste? Lo ves todo el tiempo en las
noticias. Este pueblo te cortará en piezas. Bruce te dejará, por supuesto. Tiene
dinero, puede encontrar otra mujer. Son una moneda de diez centavos para
hombres como él. —Sus labios se fruncen—. No va a pagar las facturas legales
de una esposa infiel. —Echo un vistazo rápido alrededor de su multimillonaria
mansión—. Es por lo que te quedas con él, ¿verdad? ¿Por lo que te puede dar?
—Abre la boca para hablar, pero sigo—. Perderías todo.
Su respiración se detiene mientras me mira con odio.
—Te dejaré que lo pienses. —Le doy la espalda y camino hacia la puerta.
Mi mano toca el pomo cuando habla otra vez.
—¿Qué es lo que quieres? —Su voz tiembla de ira.
Me giro para mirarla.
—Quiero que quites a Kellan de la espalda de Austin.
Suspira.
—Está enojado porque nunca le conté sobre ella.
—Ninguno de nosotros sabía de ella —le digo.
—Quiere que se vaya. Teme que su lealtad esté con él. Que le diga a Bruce
acerca de nosotros. Traté de explicarle que odia a su padre. Que no...
—Nunca lo descubrirá —le aseguro—. Guardaré tu secreto si haces lo que
quiero.
Se muerde el labio inferior con nerviosismo.
No estoy seguro de cómo lo va a convencer de retroceder, pero será mejor
que jodidamente lo haga.
—Y le diré a Bruce que no me he acostado contigo. —También podría
limpiar mi nombre. Pero no le gustará que esté teniendo sexo con su hija más
que si fuera con su esposa.
Ella finalmente asiente.
—Bien.

Pasé todo el sábado en cama recuperándome de la resaca. Todo me duele


mucho.
Además, mi cuerpo estaba adolorido por encima de eso debido a lo que
Cole y yo hicimos en el baño durante la fiesta.
Dormí una y otra vez, y para el domingo, estaba de vuelta, pero no me
aventuré a salir de mi cuarto.
No tuve noticias de Cole hasta el domingo por la noche alrededor de las
nueve. Un texto que dice estaré ahí mañana a las 7:30.
Lo ignoré, sabiendo que no le importaba una respuesta.
Llegó el lunes por la mañana, y estaba lista y a tiempo. Ahora que sé que
lleva a Lilly a la escuela, no quiero llegar tarde solo para molestarlo.
Y al igual que las otras dos veces que me llevó a la escuela, no hablamos.
Lilly está sentada en la parte de atrás cantando junto con sus auriculares
puestos, y me pongo a perder el tiempo en mi teléfono. Recorriendo las redes
sociales. Las páginas de mis amigos en California. Nada parece haber
cambiado, sin embargo, todavía no he escuchado de nadie. Gran sorpresa.
Lo guardo a medida que entra en el estacionamiento de la preparatoria.
Salgo de su auto mientras Deke se detiene junto a nosotros. Y mis ojos se
abren cuando veo a Becky salir del asiento del pasajero.
—¿Qué? —pregunto, mirándola arriba y abajo.
Ella sonríe y echa el brazo sobre mis hombros.
—Chica, tengo mucho qué decirte.
Me rio.
—Puedes mantener todas tus historias de sexo para ti misma.
—Bueno, solo para tu información, la tuya parece ser de conocimiento
público.
Dejo de caminar.
—¿Qué significa eso?
Ella se detiene y se gira hacia mí.
—Todos les escucharon a ti y a Cole en el baño. Es todo de lo que hablan.
Mi boca se abre.
—¿Cómo están hablando de eso? Sucedió el fin de semana.
Ella levanta su teléfono y lo sacude.
—Puedo mostrarte...
—¡No! —la corto. No queriendo saber lo que están diciendo. Fue mi culpa.
Lo hice. Lo desafié como quería. Entonces le permití que me llevara al baño y
me penetrara. Nunca pensé en detenerlo.
Dejo escapar un largo suspiro y luego piso fuerte hacia la escuela. Puedo
escuchar a Cole y a Deke hablando detrás de mí. Me detengo en mi casillero,
agarro lo que necesito, y luego continúo a mi clase, ignorándolo mientras grita
mi nombre en el ocupado pasillo.
Es difícil evitar las miradas que te dan los chicos cuando sabes que están
imaginándote teniendo sexo. Pero lo hice. Conservé mi nariz hacia abajo y los
ojos en mi papel. Cole no entró al aula ni me besó como había hecho la semana
pasada, pero lo supe entonces.
La clase sería difícil. Porque la teníamos juntos.
Una hora después, entro a nuestra clase y me siento. Él entra y toma el
asiento a mi lado. Para mi sorpresa no me dice una palabra, y eso me pone
nerviosa.
Me paso toda la hora mordiendo una goma de borrar de mi lápiz y
rebotando sobre mis rodillas. Nunca, ni una vez, me mira. Pero los chicos
siguen viendo hacia nosotros. El chupetón que le di en el cuello es muy visible.
El mío, sin embargo, lo cubrí con maquillaje lo mejor que pude.
Después que suena la campana, me levanto para salir de clase pero me
detiene rápidamente.
—No —digo cuando empuja mi espalda contra un armario.
Le gusta acorralarme.
Me mira fijamente.
—¿Cuánto tiempo vas a estar enojada conmigo, cariño?
—Deja de llamarme así —le digo.
—¿Preferirías perra? —Estrecho mis ojos hacia él—. Porque así es como
estás actuando.
Lo alcanzo y lo abofeteo. El sonido rebota en las concurridas paredes del
pasillo.
Los estudiantes se detienen, y la fuerte charla se apaga a susurros. Todo
el mundo nos está mirando con ojos abiertos. Tengo el presentimiento que la
gente no pone las manos sobre Cole a menos que estén preparados para ser
golpeados también.
Una lenta y tortuosa sonrisa se extiende a través de su rostro antes que
su cabeza caiga a mi cuello. Sus manos van a mis caderas, y clava los dedos en
mi piel.
—Cole —gruño, tratando de empujarlo, pero no se mueve.
Sus labios besan suavemente mi oreja.
—El dolor me excita, Austin. —Presiona sus caderas en las mías y está
duro. Y así, me derrito como la puta mantequilla.
¡Mantente fuerte! Estás enojada con él.
—¿Quieres que te lleve a mi auto y te penetre?
—Cole… —digo, pero la campana me corta.
Él se aleja, riendo, sabiendo exactamente lo que me hizo.
—Vamos. Te acompañaré a clase.
Rechino los dientes pero estoy agradecida por la interrupción. Porque creo
que iba a decirle que sí.

Miro hacia arriba para ver a Becky caminando hacia la cafetería. Grito su
nombre y saludo con la mano. Ella viene rebotando y se desploma frente a mí.
—Te encanta ser el tema del día —dice, sacudiendo la cabeza.
—¿Ahora qué?
—Todo el mundo está hablando de cómo abofeteaste a Cole. —Mueve las
cejas—. Están diciendo que fue azotado.
Tiro la cabeza hacia atrás y me rio. Si solo supieran la verdad. Cole viene a
sentarse a mi lado, y Deke se sienta al lado de Becky.
—Traidora —murmuro, y me da una gran sonrisa antes de besarlo.
La única amiga que he hecho está ahora acostándose con uno de los
enemigos. Esta vez no acabará bien para mí.
Kellan se sienta a mi derecha, y me endurezco. Incluso Cole ajusta sus
hombros, pero no lo mira.
Shane y Bennett se unen a nosotros, y todos los chicos hablan de basura
que no puedo seguir.
Deke se toma un segundo en su discusión con Shane para palear con algo
de comida en su boca cuando lo miro.
—¿Puedo tener el número de Shelby?
La mesa se queda en silencio. Sus ojos se encuentran con los míos, y se
estrechan.
—¿Por qué quieres su número?
—¿Cómo la conoces? —gruñe Kellan.
—Hizo mis puntos de sutura. Los necesito sacar esta semana —le digo.
—¿Cuáles puntos de sutura? —pregunta Shane.
Cole y Deke no le contestan. Frunzo el ceño. ¿No los rellenaron con lo que
pasó esa noche? Miro hacia Cole, y me está mirando. Le devuelvo el gesto, no
retrocediendo de él.
—Te llevaré hoy después de la escuela. —Cole rompe el silencio, y ni
siquiera se molesta en discutir mientras reanudan sus conversaciones.
Una pequeña victoria, pero una victoria, sin embargo.
—¿Qué pasa con esos puntos de sutura? —presiona Kellan.
Cole mira su teléfono.
—No te preocupes, Kellan —dice. Becky hace una mueca por el tono de
Cole. Deke mete más comida en su boca, diciéndome que no dirá una palabra
al respecto. Shane y Bennett también lo dejan pasar, sabiendo que no
obtendrán más información. Kellan golpea su bebida sobre la mesa y luego se
levanta, alejándose.
a cometí el error de dejarla sola con Shelby una vez. No lo haría de
nuevo. La escuché hablarle a Austin sobre mí la última vez que
estuvimos aquí. Así que esta vez, estoy en la cocina con ellas
mientras se sientan en la mesa y Shelby le quita los puntos de
sutura.
—Se ve muy bien —dice Shelby mientras la examina—. Y las cicatrices
serán mínimas.
Austin le sonríe.
—Gracias.
—Por supuesto —dice Shelby, despidiendo su gratitud y tirando de ella a
un abrazo.
—¿Puedo usar tu baño? —pregunta Austin, poniéndose de pie.
Ella asiente y le muestra dónde está.
Estoy apoyado contra el mostrador de la cocina cuando Shelby vuelve a
entrar. Su sonrisa cae de su rostro cuando sus ojos se encuentran con los
míos. Se detiene delante de mí con los brazos cruzados sobre el pecho.
—¿Por qué le hiciste eso?
No respondo.
Suspira ante mi silencio.
—¿Por qué estás tan cerca de ella? Vi el video de Deke publicado en línea.
Estás jugando con ella. Pero la pregunta es ¿por qué?
—Lo que haga con ella no es de tu incumbencia —decido decir.
—Cole. —Pasa la mano por su cabello—. No puedes hacerle esto a la
gente.
—Puedo hacer lo que quiera.
Baja los puños por los costados, claramente frustrada. La miro fijamente
sin parpadear, mostrando una señal de indiferencia. Shelby tiene demasiado
corazón. Yo no tengo suficiente.
—Vi las noticias. Y que Jeff ha desaparecido. —Cambia de tema, sus ojos
buscan en los míos alguna indicación que tuve algo que ver con su
desaparición. Me conoce mejor que eso. Soy una pared. Me da la espalda y deja
escapar una risa nerviosa—. Esto tiene que parar, Cole.
—¿Me vas a detener?
Se vuelve para mirarme.
—¡Esto es serio! ¡Es tu vida!
Miro lejos de ella cuando la culpa comienza a comerme. Una vida que no
debería estar viviendo.
—Cole. —Suaviza la voz—. Eso no fue tu culpa. —Me tenso. Nadie me
habla de lo que sucedió la noche en que maté a tres amigos. Saben que es una
línea que nunca cruzo, pero Shelby no se preocupa por los límites de la gente—
. No puedes corregir todos los errores en el mundo. Eli lo entendería. Fue un
accidente. Podría haberle pasado a cualquiera de nosotros.
—Ambos sabemos que se lo merecía —gruño, centrándome en Jeff en
lugar de en mis amigos.
—Jesús —sisea suavemente, dándose cuenta de que acabo de admitir que
maté a Jeff—. ¿Qué saben todos?
Cierro la boca. Ella mira lejos de mí.
—¿Deke estaba involucrado?
Me quedo mirando la parte de atrás de su cabeza, negándome a ceder ante
la necesidad de mirar el suelo. No responderé a su pregunta, pero tampoco le
daré una razón para asumir alguna.
Mi silencio la tiene volviéndose a enfrentarme, y hay lágrimas en sus
suaves ojos azules. Se acerca a mí, sus manos agarran mis hombros, y sus
ojos se encuentran con los míos.
—Lo necesito, Cole. No puedes quitármelo. ¿Entiendes?
Mis ojos la buscan, una lágrima cae por su mejilla. Y mi pecho se aprieta
con la idea de perder a Deke. Él y yo somos, con mucho, los más cercanos. El,
Eli y yo éramos inseparables. Se suponía que estaría con nosotros esa noche.
Pero los planes cambiaron, y terminó no llegando. Eso probablemente le salvó
la vida.
—Gracias de nuevo… —La voz de Austin se aleja mientras entra en la
cocina.
Shelby me suelta y se gira de espaldas a nosotros rápidamente, frotando
las lágrimas de su rostro.
Austin se acerca a mí y me mira de cerca, probablemente preguntándome
que en el infierno está pasando entre nosotros. Pero le doy una mirada fría. No
le debo una explicación.
—En cualquier momento —dice Shelby alegremente.
Sus lágrimas ahora se fueron. Y tiene una sonrisa en su rostro.

El silencio en el auto es tan grueso como la niebla haciendo difícil


respirar. Tragar. Mis manos están en puños en el volante y en la palanca de
cambios.
Austin se sienta a mi lado, y puedo sentir su ira hacia mí emanando de
ella. Está confundida acerca de lo que vio entre Shelby y yo.
Probablemente pensando que estoy jugando con ella... Teniendo sexo con
ella y con otras también. Y no le diré lo contrario. Lo que hago no es su asunto.
Igual que no es el de Shelby.
Su teléfono suena, y lo mira.
—Genial —murmura.
—¿Qué? —pregunto, incapaz de evitarlo.
Escribe de nuevo una respuesta rápida y luego arroja su teléfono de vuelta
a su regazo pero se queda en silencio.
—¿Qué, Austin? —gruño.
—Era Celeste —responde.
—¿Y?
—Mi padre vendrá a casa mañana. Quiere tener una cena familiar.
Y así, mi cuerpo tenso se relaja. Sonrío.
—¿A qué hora?
Su cabeza se voltea para mirarme.
—¿Por qué? —pregunta, mirándome escépticamente—. ¿Tienes planes
para mí ya? —Está enojada conmigo.
Ignorando su pregunta, le agarro la mano izquierda y la llevo a mis labios
para besarle los nudillos.
—Porque tendré una cena con mi novia y su padre.
Saca su mano de mi agarre, y me recuerda cuando la besé fuera de la
iglesia y lo recelosa que estaba de mí entonces. Sabía que tenía motivos
ocultos. Aún los tengo.
—Uno, no eres mi novio. Y dos, ¿por qué?
—¿Debo tener una razón?
—¡Sí! Puedo verlo en todo tu rostro. Solo quieres molestarlo —dice como
un hecho.
—¿Qué hay de malo en eso? No me digas que te importa si se enoja
conmigo. Ya sé que odias al hombre también.
—Sí. —Se mira las manos en su regazo—. Pero si se enoja conmigo, me
puede enviar de vuelta.
La miro sorprendido rápidamente por sus palabras. No compartimos
información personal porque no hablo de mí mismo y porque no me importa
saber sobre ella. Tal vez debería... Pero entonces recuerdo lo que me dijo
Celeste de cómo no pensaba que estuviera segura y como no eran una buena
influencia para ella. Y mi pecho se aprieta. Soy un asesino. Malo. ¿Qué podrían
hacer que fuera peor que eso?
—Celeste no lo dejaría enviarte de vuelta —le digo. Pelearía porque se
quedara aquí. Porque si se llegara a eso, obligaría a Celeste a hacer que
sucediera. Como dijo, siempre consigo lo que quiero. Y muy mal para Austin,
ella lo es en este momento.
Además, todavía tengo algunos trucos en la manga. Uno que conseguirá
que su padre haga lo que quiera. Incluyendo dármela.
Ella mira al frente y deja salir un aliento largo.
—Le diré a Celeste que vendrás —dice y luego levanta el teléfono de nuevo.
Miro hacia delante mientras la llevo a casa, preguntándome qué le habrá
pasado para preferir quedarse aquí con el diablo que ir a casa con su madre y
su novio. Una parte de mí quiere saberlo. La otra simplemente no quiere
reconocerlo.
Porque no me importa. No lo hace.

El día siguiente fue como todos los demás. Cole me recogió. Dejamos a
Lilly y luego fuimos a la escuela. Una vez de nuevo, no me dijo nada, pero me
besó antes de la clase y se aseguró de poner sus manos sobre mí. No lo alejé.
Sus palabras y miradas son tan frías, pero cuando me toca, me calienta como
el fuego. Eso no tiene ningún sentido. Y está empezando a meterse en mi
cabeza. La ida y vuelta con nuestras disputas. La forma en que me gusta que
me toque. La forma en que es con Lilly. Piensa el mundo de esa pequeña niña.
Y cada vez que lo veo besarla diciéndole adiós cuando la dejamos en la escuela
hace que me duela el pecho. Quiero preguntar por qué parece hacer todo por
ella pero no puedo encontrar palabras. Y sé que me ignoraría. Cole es bueno en
eso, ¡y me vuelve loca!
No he tenido muchos novios. Solo alguna vez salí con Martin, y no era
nada como Cole de oscuro. De cerrado. Algo sobre él me hace adivinar. Me
hace preguntarme qué le pasó que lo hizo de esta manera a tan temprana
edad.
Cole se acerca y agarra una fritura de mi plato, untándola en kétchup
mientras estamos sentados en la cafetería.
—Tenemos una reunión de equipo hoy —dice Deke.
—Lo sé. Recibí el mensaje. —Cole asiente, mirando su teléfono.
—Oye, iremos al cine esta noche. ¿Quieren ir? —pregunta Becky mientras
roba una fritura de mi plato. A este ritmo, no tendré ninguna.
—No puedo —digo con la boca llena de hamburguesa con queso—.
Cenaremos con mi padre y mi madrastra.
Deke está tratando de acercarla a él para un beso, pero ella lo aleja.
Shane y Bennett están demasiado ocupados con sus teléfonos, pero Kellan se
levanta, le echa un vistazo a Cole de odio, y luego se marcha. Cole lo ignora por
completo.
—Conocer a los padres, ¿eh? —Becky sonríe—. Las cosas se ponen serias.
Me ahogo con mi hamburguesa con queso, y Deke resopla.
—Conocí a su padre mucho antes que comenzara a tener sexo con ella —
responde Cole rotundamente.
Becky jadea, y Deke se ríe como si lo que dijera fuera realmente divertido.
Pongo los ojos en blanco. Puede ser un bastardo.
Al salir de la cafetería, me detengo en su casillero con él.
—¿Qué pasa contigo y Kellan? —pregunto.
Me mira por un rápido segundo y luego comienza a hurgar en su casillero.
—¿Poniéndote personal? No pensaba que haríamos eso.
Resoplo.
—Parece que te pones realmente personal conmigo.
Cierra su casillero y tira su brazo sobre mis hombros mientras me lleva a
mi clase. Me doy cuenta de las personas que nos miran mientras pasan, pero
las ignoro.
—No hay nada de qué preocuparse —dice.
—Estoy empezando a sentir que él es más amenaza para mi vida que Deke
—le digo y le doy una risa nerviosa. Al menos ahora Becky está manteniendo
toda su atención.
Él se detiene y gira el rostro hacia mí. Nos paramos en medio del pasillo, y
me mira fijamente sin emoción. Levanta su mano derecha y empuja un mechón
de cabello detrás de mi oreja. Luego sus dedos continúan hacia abajo y corren
sobre el chupetón que cubrí. Y el miedo se arrastra por mi espalda.
No es mejor que el resto. De los cinco, es el que me ha hecho el mayor
daño. Doy un paso atrás de él, y su mano cae a su lado mientras sus ojos
azules se encuentran con los míos.
—No soy mejor —dice lo que estoy pensando. Trago nerviosamente—.
Todavía quiero lastimarte. Todavía quiero verte sangrar. Y pienso en ti doblada
sobre esa encimera cada segundo del día. —Su mano se extiende y rodea mi
cintura, tirando de mí—. La forma en que me miraste cuando te corriste... la
manera en que gritaste mi nombre... simplemente me hizo querer todas esas
cosas incluso más. No creas que cambié, Austin. Porque no lo he hecho. Y no
lo haré.
Echo la cabeza hacia atrás para mirarlo. Mi corazón late en mi pecho.
—¿Estás diciendo que debería tener miedo?
Él mueve la cabeza hacia abajo y susurra en mi oreja, su mano aún está
extendida en mi espalda, manteniéndome en mi lugar.
—Deberías estar aterrorizada, cariño. —Se me corta la respiración—.
Porque voy a conseguir lo que quiero.
—¿Qué es? —No puedo evitar preguntar.
—Todo lo que tienes que dar.

—¿Estás bien? —pregunta Becky mientras empuja mi brazo.


—¿Eh? —pregunto, mirándola mientras estamos en el estacionamiento
esperando que los chicos terminen la reunión con su entrenador. Cole pudo
conseguir que Blanche recogiera a Lilly de la escuela hoy, así que me quedé
con Becky para esperarles.
Ella me frunce el ceño. Sus gafas blancas Gucci cubren sus ojos azules.
—Pregunté si estás bien.
—Sí, estoy bien. —Asiento, es mentira.
—Voy a arriesgarme aquí y a decir que estás mintiendo, ¿por qué? —
Ajusta su mochila en su hombro.
La mía está en el suelo a mis pies. Mientras me apoyo contra el auto de
Cole.
—Solo estoy cansada.
—Austin. No me entrometo en la relación de Cole y tú…
—No estamos juntos —la corrijo.
Resopla.
—Pero sabes que puedes hablarme, ¿verdad? Sé que soy tu única amiga y
todo.
La empujo.
—Eso no es cierto.
Ella arquea su perfecta ceja marrón.
—Nombra otra persona.
Me muerdo el labio inferior y dejo escapar un suspiro.
—Bien —gruño.
Me lanza una sonrisa ganadora.
—Ves. Tu única amiga.
—Estoy a punto de reemplazarte —le digo en broma.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe.
—Bueno, buena suerte con eso. La mayoría de las chicas te odian porque
estás saliendo con Cole, y ninguno de los chicos se acercarían a ti por él.
Pongo los ojos en blanco.
—Está arruinando mi vida.
Se endereza y el aire que nos rodea cambia.
—De eso estoy hablando. Veo cómo te mantiene apartada y la forma en
que estuvo contigo en la fiesta esa noche. Entonces ayer a la hora de comer
mencionas los puntos de sutura, y se enojó. Fue como si fuera la razón por la
que los tienes.
Me paso una mano por el cabello. ¿Qué haría si supiera que Deke quiso
dispararme hace solo dos semanas?
—Está bien Becky. De verdad. Gracias por preocuparte por mí, pero estaré
bien.
Asiente una vez como si no me creyera.
—¿Qué pasa contigo y Deke? —Cambio de tema.
—Oh, es solo sexo —dice, saludando con la mano fuera.
Ojalá eso fuera todo entre Cole y yo.
Miro hacia la escuela y veo a Deke y a Cole saliendo del gimnasio, y mis
muslos se aprietan al instante. Usa un par de pantalones cortos negros de
baloncesto, y una camiseta blanca de Under Armour que se aferra a su magro
cuerpo, y un par de tenis. Tiene una bolsa de lona negra sobre su hombro
derecho, y está mirando hacia su teléfono, enviando mensajes de texto
mientras caminan hacia nosotras.
Odio lo hermoso que es. Como mi cuerpo lo desea aunque sé que no
debería.
Deke nos alcanza primero, toma a Becky, la levanta y la besa. Ella suelta
risitas como una colegiala, y luego golpea su trasero. Cole finalmente se acerca
a nosotros y abre el maletero. Arroja su bolsa en la parte de atrás, recoge la
mía y la tira allí también y luego levanta la barbilla hacia Deke.
—Te llamaré más tarde —le dice y luego se mete en su auto.
Caigo en el asiento del pasajero y me abrocho el cinturón de seguridad.
Mis manos están en puños en mi regazo mientras pienso en lo que Becky dijo
hace un minuto. Me está haciendo la risa de la escuela. Si ella ve como me
trata, entonces todos los demás también. Es solo algún juego para él.
—Conduciré yo misma mañana.
—No, no lo harás —dice, todavía mirando fijamente su teléfono. Lo saco de
su mano y lo tiro detrás de él—. Oye…
—¿Por qué estamos haciendo esto, Cole? —demando—. ¿Eh? ¿Por qué
estoy aquí? —Su mandíbula definida se agudiza, mostrando que le molesta
demasiado—. ¿Por qué no te detienes y me permites alejarme? No he ido a la
policía acerca de nada. Y no voy a hacerlo.
Estoy demasiado lejos. Sé demasiado. Colgarían mi trasero con ellos. Y me
niego a dejar que eso suceda.
—No —gruñe—. No irás a ningún sitio.
Me desabrocho el cinturón de seguridad, abro la puerta, y salto fuera.
Deke y Becky ya se fueron, así que empiezo a caminar, sin preocuparme
porque mi bolsa esté en su maletero.
—¡Austin! —Lo escucho gritar mi nombre y entonces la puerta de su auto
se cierra de golpe.
—Caminaré a casa, Cole —grito, sin molestarme en mirarlo.
—¿Por qué haces esto? —Tira de mi hombro, girándome— ¿Por qué me
haces enojar?
—¿Te hago enojar? —Levanto mi brazo derecho—. Mira lo que me hiciste.
Cortaste mi brazo, y tuve que tener quince puntos de sutura. Y no olvidemos
que casi me arrestaron.
—Por favor. —Pone los ojos en blanco—. Sabía lo que estaba haciendo
cuando robé ese auto. No ibas a ser arrestada.
—Puedes haberlo hecho, ¡pero yo no lo sabía! No soy una criminal, Cole.
—Eso no es lo que escuché.
—¿Qué significa eso?
—Escuché que estabas tomando drogas. Que te metiste en problemas con
la policía. Que eras demasiado para tu madre y su novio, entonces te
mandaron a vivir con Bruce.
Quiero exigirle quién le dijo eso, pero ya lo sé. Celeste. Nadie más aquí
sabe algo de mí.
—Tienes razón —le digo, y frunce el ceño como si quisiera una pelea—. Me
metí en problemas y fui enviada aquí. —Abro los brazos—. A mi padre, porque
quiere que le envíe su dinero. —No es una mentira total—. Pero no tengo que
darte explicaciones, Cole. Tú y tus juegos de mierda… —Levanto las manos—.
Ya terminé. —Mi voz tiembla—. Toma cualquier video que quieras de mí y
muéstraselo a la policía, muéstraselo a la escuela. —Mi garganta se tensa con
emoción—. Muéstraselo a quien sea la mierda que quieras. Ya terminé, Cole.
Le doy la espalda y me alejo.
La primera lágrima corre por mi rostro y luego otra. No soy esa chica que
se pone toda emocional. Pero lloro cuando me enojo. Y estoy tan enojada ahora.
Con mi madre. Con mi padre. Y con mi vida.
Hay un puño en mi cabello, y grito cuando mi espalda choca con un pecho
duro.
—No te voy a dejar ir —gruñe en mi oído, haciéndome temblar—. No
puedes elegir... —Me hace girar, mirando hacia mí y levanta su mano a mi
mejilla. Pasa su pulgar por mis lágrimas—. Hermosa —susurra.
—Por favor, detente. —Odio rogarle, pero no me queda nada. Estoy
pisando sobre agua, pero el agua es demasiado profunda, y él está
rodeándome. Huele la sangre y está a la espera de atacar. Espero que me lleve
bajo la oscuridad donde me comerá viva. Es un tiburón, después de todo.
Sonríe hacia mí.
—Piensas que nadie te quiere, Austin, pero yo sí lo hago.
Otra lágrima corre por mi rostro.
—¿Por qué crees que te tengo tan cerca? ¿Por qué crees que quiero que
todos sepan que me perteneces? —No respondo—. Es porque te quiero. Y no
importa cuánto lo pelees, sé que te gusta ser mía.
—No te pertenezco —le digo, haciendo puño con mis manos.
Se ríe.
—¿Estás mojada en este momento, cariño?
—Que te jodan, Cole. —Mi voz es jadeante.
—Eso es exactamente lo que quiero hacerte. —Su mano cubre mi barbilla
y la mueve hacia atrás. No peleo cuando baja los labios a los míos, y los abro
sin pensarlo.
Este hombre tiene poder sobre mí. Y me da miedo. Mi cuerpo simplemente
reacciona a él, sin importar lo duro que intente pelear contra ello.
Su lengua se desliza entre mis labios, y mis brazos se envuelven alrededor
de su cuello. Pruebo mis lágrimas, y sé que puede hacerlo también. Presiona
su cuerpo contra el mío, y su dureza se presiona contra la parte inferior de mi
estómago. Gimo.
Cole profundiza el beso, y me quita la respiración. Cuando muerde mi
labio, lo pellizca. Luego se aleja, jadeando.
—Ahora. Te voy a llevar a casa y voy a tener sexo contigo.
ambio la velocidad de mi auto mientras vuelo por la carretera. Mi
pene está duro y la necesito. He intentado jugar frío desde el
viernes por la noche en el baño en la fiesta. He tratado de actuar
como si le hubiera hecho un favor a Austin Lowes teniendo sexo
con ella, pero la deseo. Y entonces cuando vi sus lágrimas, me perdí. Me
excitaron tanto. Y el sabor de ellas cuando la besé... fue increíble.
Nos detenemos en la casa, y atravesamos la puerta principal, mis labios
sobre los de ella. Agarro su trasero y empiezo a llevarla por la escalera.
—¿Celeste? —pregunta contra mis labios.
Le había hablado antes, cuando me envió un mensaje diciendo que no
podía recoger a Lilly de la escuela hoy. Tuve que conseguir que Blanche lo
hiciera.
—En el aeropuerto… —Beso—. Recogiendo a Bruce… —Beso—. Tenemos
una hora...
Entramos en su habitación, y golpeo la puerta cerrándola antes de
arrojarla sobre la cama.
Se sienta inmediatamente y se quita la camisa y el sujetador. Me arranco
la camisa mientras ella va por su pantalón. Levanta las caderas y las gira al
mismo tiempo que lanzo la mía a un lado.
Entonces me meto en la cama y me subo a horcajadas sobre sus caderas.
Mis dedos pasan sobre el tatuaje en su caja torácica, incluso tiene una rosa
blanca con una sombra negra.
—No voy a usar protección —le digo. Nunca mencionó eso la última vez,
pero tenemos que aclarar eso.
—Estoy cuidándome.
Perfecto.
Me mira mientras sus manos van a mi pecho, y arrastra sus uñas por mi
piel desnuda. Siseo un suspiro de dolor. Me recuerda a aquella primera noche
en el cementerio. Me había excitado entonces tanto como lo hace ahora.
Agarro sus manos y las coloco arriba de su cabeza. Arquea la espalda y
deja salir un gemido.
—¿Qué pasa, Cole? Pensé que te gustaba un poco de dolor con tu placer.
—Arquea una ceja en reto.
Sonrío y suelto sus muñecas.
—Lo hace.
—Entonces… —Lo hace de nuevo. Esta vez un poco más lento y más duro.
Marcas rojas cubren mi pecho y abdominales, y mi pene se está levantando con
atención. Lo mira lamiendo sus labios. Entonces sus ojos se encuentran con
los míos—. ¿Qué estás esperando, Cole?
Esta mujer prueba mi paciencia. Literalmente todos los días, tengo que
recordarme que este es un juego que pretendo ganar. A cualquier costo. De lo
contrario, me atrapará en un momento con la guardia baja, y la lujuria hace a
un hombre débil. Puede hacer al hombre más fuerte desfallecer.
Envuelvo mi mano alrededor de su garganta y aprieto. Ella arquea la
espalda, y abre los labios rojos. Desearía que estuvieran envueltos alrededor de
mi pene en este momento. Esta vez no es como la última. No pondré un
espectáculo para los que están de pie al otro lado de la puerta. Esto es solo
para ella y para mí.
—Me encanta cuando me desafías, cariño. —Me inclino hacia abajo y
susurro contra sus labios separados. Ella levanta las caderas para encontrarse
con las mías, diciéndome que me desea, pero tendrá que esperar—. Déjame
recordarte donde estoy parado. —Paso mi lengua a lo largo de su labio superior
mientras mi mano libre corre sobre su vagina afeitada. Está mojada. No
importan los juegos previos en este momento, empujo mi pene duro dentro de
ella, y sus ojos se cierran—. Sobre ti.

Estamos sentados a la mesa en el comedor formal. Celeste está sentada


frente a mí, Austin a mi izquierda, y Bruce en el lugar del jefe de la mesa a mi
derecha. Su mano derecha, Raylan, está sentado a la izquierda. No habla.
Nunca lo hace. No conmigo de todas formas. Es un gatito si me lo preguntan.
Va tan bien como pensé que sería... tenso.
Las únicas dos personas que han hablado desde que nos sentamos son
Celeste y Austin. Y solo están hablando una con la otra.
No he tocado mi comida. No vine aquí a cenar. Bueno, no del tipo que sus
cocineros me pueden preparar. Vine a ver la mirada en el rostro de Bruce
cuando me viera. No tuvo precio. Incluso ahora, me mira con sus ojos
marrones oscuros estrechados, tratando de averiguar mi ángulo. Pero nunca lo
adivinará. Y que me acosté con su hija hace solo una hora arriba lo hace aún
mejor.
Celeste se levanta.
—Me llevaré los platos —anuncia, y Bruce pone los ojos en blanco.
Probablemente porque tienen ayuda que hace eso. Pero lo permite.
—Te ayudaré —ofrece Austin, sale medio corriendo tras ella, no queriendo
estar en ningún lugar cerca de su padre. El bastardo ni siquiera le ha dicho
una palabra, pero creo que lo prefiere así.
—Vete. —Chasquea sus dedos hacia Raylan. Él se levanta y sale de la
habitación sin una palabra—. Entonces —comienza en el momento en que
estamos solos—, estoy un poco confundido. ¿Con quién estás teniendo sexo,
con mi hija o con mi esposa?
Quiero decirle que con ambas solo para ser un idiota pero no lo hago. En
cambio, me recuesto en mi asiento, estirando las piernas.
—Con Austin —le digo su nombre. Porque no es su hija. No es un padre
para ella de ninguna manera.
Entrecierra sus ojos hacia mí.
—¿También tuviste sexo con mi esposa antes que apareciera mi hija?
—Nunca he tenido sexo con Celeste. —Resopla—. ¿Por qué mentiría? No
tengo nada que perder. Pero ya que lo mencionas... Mi padre me dijo que crees
que pasé la noche aquí, pero te aseguro que no lo hice. Ni siquiera desde que
empecé a ver a Austin.
Arquea una ceja.
—¿Tratando de ser un caballero, Cole? Ese es un personaje tan fuera de
ti. Sigo sin creerte. Sin embargo, no te has acostado con mi esposa.
Me muevo hacia adelante, con mis antebrazos en la mesa.
—Vamos, Bruce. Estoy ofendido. Me conoces mejor que eso. Si quisiera
acostarme con tu esposa, nunca lo sabrías. —Abre la boca, pero continúo—.
Pero tengo una proposición para ti.
No puede ocultar su sorpresa ante mis palabras.
No trabajamos juntos. Somos enemigos.
Todo parte de mi plan.
—Estoy escuchando.
—Mi padre también me dijo que la madre de Austin quiere que viva
contigo hasta que se gradúe, y tú la quieres fuera tan pronto como sea posible.
—Este no es su lugar.
Sus manos están sobre la mesa.
—No estoy en desacuerdo.
—Ya hablé con su madre. Hoy. Me ofrecí a enviar a Austin de nuevo a
California con veinte mil. Dijo que podría volver.
Inclino la cabeza hacia un lado, eligiendo mis palabras con cuidado.
—Sé cómo puedes deshacerte de ella y guardar tu dinero.
—¿Cómo?
El bastardo está tan hambriento de dinero, que ya vendió su alma una
vez. Y el diablo vendrá a cobrar pronto. Simplemente no sabe que soy el que va
a entregarlo.
—Dámela a mí. Déjala quedarse aquí. Me aseguraré que se quede fuera de
problemas.
Él se inclina, sus ojos se estrechan.
—No. —Se levanta de la mesa.
Sabía que diría que no. Por eso vine preparado.
—¿Y si te dijera que tengo algo que quieres?
Se detiene.
—¿Qué podrías tener que yo quisiera?
Busco en mi bolsillo y saco la única llave. La tiro sobre la mesa.
Él la mira, y sus ojos brillan con enfado.
—Eres un hijo de puta...
—Es toda tuya, si ella se queda.
—¡Es mía! Tú la robaste.
—La encontré.
Sus manos en puños golpean contra la mesa, haciendo sonar nuestros
vasos.
—¡Tú jodidamente la robaste!
Le sonrío.
—Te reto a probar eso. —Gruñe—. ¿Tenemos un trato o no?
—Planeaste esto —afirma, con los ojos quemados de rabia. Sabía que
necesitaría un seguro. Mira la llave con nostalgia. Sus ojos pasan de ella a mí,
y asiente—. Hecho.
—¿Cómo sé que no me joderás? —pregunto, recogiendo la llave y girando
la cadena alrededor de mi dedo.
—¿No has oído hablar del honor entre ladrones? —gruñe. Lo he hecho.
También sé cómo opera—. Ella se quedará. —Sus ojos se dirigen a dirección de
la cocina y luego de vuelta a mí—. Hasta la graduación. Y luego se irá.
Eso es todo lo que necesito.
—¿Por qué la quieres? No puede ser un gran polvo. Su madre seguro como
el infierno no lo fue.
Bastardo enfermo.
Me levanto de la mesa e ignoro esa declaración.
—Oh, y solo un adelanto. Mi auto todavía estará aquí por la mañana. —En
ese momento, Austin entra en el comedor—. Vamos a la sala de juegos— le
digo—. Quiero ver una película.
Ella frunce el ceño pero asiente.
—Me iré de la ciudad mañana por la mañana —su padre frunce el ceño—.
Estaré fuera por dos semanas. —Luego se marcha.

—¿Qué fue eso? —pregunto al entrar a la sala de juegos.


—Nada —dice, cerrando la puerta detrás de nosotros.
—¿Cole?
—¿Qué?
—¿Por qué evitas todo lo que pregunto? —Me dejo caer sobre el sofá
circular.
Pasa por delante y va hacia la mesa de cristal que se encuentra bajo la
pantalla.
Agarrando los mandos a distancia, se agacha, viendo las filas de películas
debajo de ellos.
—No sé de lo que estás hablando.
Me quito los zapatos y me inclino hacia atrás cruzando mis brazos sobre
mi pecho.
—Sí, lo haces —argumento.
Permanece en silencio mientras escoge una película y pone Gone in Sixty
Seconds en el reproductor de DVD. Apaga las luces y se queda de pie delante
de mí. Lo fulmino con la mirada cuando comienza la película.
Entonces siendo el bastardo que es, se estira y agarra su camisa y la tira
por encima de su cabeza, aventándola al suelo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, la habitación cada vez se pone más
caliente. Odio como mis ojos corren sobre las marcas que mis uñas dejaron
hace una hora cuando estábamos arriba en mi habitación. La forma en que
siseó un suspiro mientras movía mis manos por su piel. Quiero marcarlo tanto
como quiere reclamarme. Es muy poco saludable.
Luego alcanza el botón en sus pantalones.
—A ti.
—Cole. —Miro alrededor como si no estuviéramos solos. Pero lo estamos—
. Podríamos haber hecho esto en mi habitación. —Pero mi corazón comienza a
golpear con la idea de hacerlo aquí mientras mi padre y Celeste están abajo.
—Quiero hacerlo aquí —afirma.
Su pantalón vaquero cae al suelo, y luego se arrastra sobre mí. Me alejo
mirándolo nerviosamente.
—Estás tramando algo. —Pero mis muslos están apretados, y mi vagina ya
está mojada.
Se ríe, agarrando el dobladillo de mi camisa.
—¿No confías en mí?
—No.
Me quita la camisa y la arroja al suelo con la suya. Luego tira de los
tirantes de mi sujetador hacia abajo, exponiendo mis pechos. Mis pezones
están duros, y se lame los labios.
—Bien, porque no deberías hacerlo. —Luego baja sus labios a mi piel.
Arqueo la espalda y suelto un largo suspiro mientras chupa mi pezón.
Suavemente lo muerde. Lo suelta con un sonido y se mueve hacia el otro lado.
Levanto y agarro su cabello, tirando de él. Luego sigue dejando besos por
mi estómago. Mi aliento comienza a salir más rápido mientras besa los huesos
de mi cadera antes de bajar entre mis piernas. Su lengua lame mi vagina, y me
estremezco.
—Cole… —Jadeo.
Se coloca entre mis piernas y las arroja sobre sus hombros. Arqueo la
espalda cuando su lengua entra en mí.
Me penetra con la boca tan duro como lo hace con su pene. Grito y pongo
una mano sobre mi boca, no queriendo que nadie en la casa me escuche,
aunque que sé que no pueden hacerlo. Esta es una casa de cuatro mil
quinientos metros cuadrados. Las probabilidades que estén al otro lado de la
puerta son pocas.
Ese familiar sentimiento que tengo cada vez que tiene sus manos sobre mí
comienza a crecer y arqueo la espalda mientras mis ojos se cierran. Mis muslos
se aprietan alrededor de su cabeza y me vengo con su nombre murmurado
debido a que mi mano todavía está en mi boca.
Él baja mis piernas y aleja mi mano. Aspiro un aliento furioso mientras mi
cuerpo tiembla.
Se cierne sobre mí mientras lame sus mojados labios.
—Sabes increíble, cariño. Como yo. —Entonces sus labios están sobre los
míos.

El domingo siguiente, me encuentro de vuelta en la casa club. Y una vez


más, no obtengo mucha información sobre qué demonios estoy haciendo aquí.
Pero esta vez, no me dieron nada que pueda usar en cualquiera de ellos.
Me pongo de pie, apoyada en la mesa del frente de la abierta sala. Cole
está a mi derecha hablando con Deke mientras Shane y Bennett están
sentados en el sofá.
—¿Dónde está Kellan? —Shane pregunta lo que estoy pensando.
He tratado de alejarme de él en la escuela, pero por alguna razón, sigue
sentándose a mi lado en el almuerzo.
Afortunadamente no tengo clases con él, pero no puedo esconderme, ya
que es amigo de Cole. Incluso si su amistad parece estar en las rocas en este
momento.
—Ya vendrá —le asegura Deke.
Cole se vuelve hacia mí.
—Voy a repasar las reglas contigo. —Asiento. Todavía no segura de lo que
estamos haciendo aquí—. Uno, tienes un mes para completar tu reto. Pero si lo
completas antes, entonces la siguiente persona irá la semana siguiente. —Así
que esto es sobre los retos. Trago sin querer hacer esto—. Dos, tiene que haber
una consecuencia para cada reto. Si el reto no es completado, debes enfrentar
las consecuencias a la medianoche del último día. Tres, no hay límites para los
retos. —¿Sin límites? Eso me hace un nudo en el estómago—. Cuatro, si tu reto
es escogido, podrás optar por estar presente mientras es completado. —Estallo
en sudor y miro a Deke. ¿Qué si lo consigo a él, y quiere ir conmigo? No quiero
estar sola con él. Él sonríe y entonces me da un guiño como si supiera lo que
estoy pensando—. La última regla... si te atrapan, estarás por tu cuenta.
¿Entiendes?
—Sí —digo con un movimiento de cabeza, pero en el interior, estoy
temblando.
La puerta se abre, y Kellan entra. Sus ojos están sobre los míos mientras
camina a la mesa. Doy un paso hacia Cole, y pone su brazo sobre mis
hombros, y dejo escapar un suspiro tembloroso.
Aunque Cole es la razón por la que estoy aquí, me hace sentir más segura.
Ha dejado muy claro que no tolerará a Kellan tocándome. No estoy tan segura
si dejará a Deke, aunque espero no tener que averiguarlo.
—Aquí tienen. —Shane camina alrededor, entregándonos a cada uno de
nosotros un pedazo de papel y una pluma. Luego vuelve a sentarse en el sofá.
Me quito del brazo de Cole y giro para enfrentar la mesa. Inclinándome, mi
pluma se cierne sobre el papel.
¿Qué clase de reto puedo tener? Shelby me dijo que han estado haciendo
esos por un tiempo, y físicamente se lastiman a sí mismos. No quiero ser
responsable de que alguien salga herido. Eso les dará otra razón para odiarme.
¡Piensa! ¿Qué es lo que Cole me ha dicho? No mucho. Sé que mataron a
un chico. Sé que el chico tenía un hermano que pegaba a su esposa y luego la
mató...
Tengo un pensamiento. Es una locura y está en el límite ilegal, pero no es
suficiente como para pasar el resto de mi vida en prisión. O terminar muerta.
Escucho a los chicos detrás de mí y sé que todos terminaron. Sabían cómo
sería esta noche así que ya tenían su reto elegido antes de entrar por la puerta.
Aunque no quería hacer nada de esto, siento que ahora tengo algo que
probar. Tengo que mostrarles que no tengo miedo. Puedo quedarme con ellos.
Escribo mi reto y la consecuencia y lo pongo en un bol en medio de la
habitación. Entonces voy a sentarme en el sofá junto a Cole. Cruzo las piernas,
y desliza su mano entre ellas, agarrando mi muslo interno. Los ojos de Kellan
van a su mano y luego al rostro de Cole. No lo reconoce. Pero me tenso.
¿Por qué me odia tanto? ¿No entiende que no quiero estar aquí?
Shane camina hacia el tazón y saca una hoja de papel. Sus ojos van
directo a los míos. Trago nerviosamente.
Comienza.
—¡SORPRESA! Te encontraré en el mar. Nadaremos juntos mientras
huimos. —Mira a Cole y luego de vuelta al papel—. Consecuencia: Debes
vestirte como yo por el día.
Kellan es el primero en hablar.
—¿Qué mierda es esa?
Cole mueve su cuerpo en el sofá y se vuelve hacia mí.
—Así no es como funciona, Austin.
—¿Qué? —Me encojo de hombros—. No dijiste que no podía hacerse así.
—No quería dar el reto porque no quería que alguien me dijera que no puedo
hacerlo. Tenía que llegar donde quiero sin ser atrapada. Si me están obligando
a hacer esto, estoy dentro. Demasiado tarde para dar marcha atrás ahora.
—No tiene ningún maldito sentido. —Kellan hace un chasquido.
—Es un enigma, idiota —me defiende Cole. Casi sonrío.
—¡Absolutamente, no! —le gruñe a Cole—. Escoge de nuevo, Shane —
exige.
—No —dice Bennett—. Ella está en lo correcto. No está rompiendo
ninguna regla. Y eso es lo que salió. Nunca hemos tenido a nadie que eligiera
dos veces antes, así que no vamos a empezar ahora.
sto es una mierda! —grita Kellan, de pie.
Quito lentamente mi mano de entre sus
piernas y me pongo de pie, frente a él.
—Si no te gusta, puedes retirarte.
Sus ojos se abren por un breve segundo
antes de aterrizar en Austin, todavía está sentada en el sofá. No estoy de
acuerdo con su reto, pero eso no significa que no vaya a respaldarla. No sabe lo
que estamos haciendo. He mantenido las reglas lo más sencillo posible para
ella. No queriendo que sepa más de lo que necesita saber. Es una puta chica.
¿Qué pensaba que nos iba a obligar a hacer?
—¿Salir? —Kellan gruñe a mis palabras—. ¿Quieres que me vaya, Cole?
Cualquiera puede retirarse en cualquier momento. Pero para ser
expulsados, todos tenemos que estar de acuerdo. Ojalá el hijo de puta
simplemente se fuera.
Kellan y yo siempre hemos chocado a pesar que todos hemos sido amigos
desde que éramos pequeños. No lo odié al principio, pero después que Maddox,
Landen y Eli murieron, las cosas cambiaron entre nosotros. Y el hecho de
llevar mi auto a la casa de Bruce para tener sexo con su esposa no me sentó
muy bien.
¿Por qué lo haría? ¿Quería que fuera atrapado? Si ese es el caso, ¿por qué?
Y si es así, ¿Celeste le habría dicho que yo fui el que tuvo sexo con ella?
¿Quiere que lo respalde? ¿Que yo caiga? No estoy seguro, pero mantendré la
boca cerrada hasta descubrirlo.
—Cole… —comienza Shane.
—No, que él tome su decisión —lo interrumpe Deke. Viene a nosotros y
cruza los brazos sobre su pecho, listo para pelear contra Kellan. Pero no
necesito su ayuda, y lo sabe—. Estoy cansado de ustedes dos peleando por la
maldita vagina.
—Oye —dice Austin a la defensiva.
—¿Qué sucede, Kellan? ¿Quieres tener sexo con ella también? —pregunta
él, y ella jadea—. ¿Estás enojado porque Cole la encontró primero? Joder,
hombre, mete tu pene en otro lugar. Ella no vale la pena.
Austin se levanta rápidamente, sus ojos estrechos hacia Deke, pero la
empujo por el hombro, haciéndola volver a sentarse.
—Cole…
—¿Ese es el problema, Kellan? —pregunto, interrumpiéndola y dando un
paso hacia él. Sus ojos marrones se encuentran con los míos—. ¿La deseas?
¿Quieres que la comparta contigo? Todo lo que tienes que hacer es pedirlo. No
será la primera vez que pasamos a una chica alrededor.
Sé que Celeste no es la única perra a la que está jodiendo en este
momento. Solo la semana pasada, se enganchó con Melanie, una chica del
equipo de voleibol. No es como si tuviera una razón para serle fiel a Celeste. La
perra está casada, después de todo.
Sus ojos van a Austin, y odio cómo la mira como si fuera un pedazo de
carne para que la coma. Esa sería la guinda del pastel. Tener sexo con la
esposa y la hija de Bruce. Y si se acuesta con ella, enojará a Celeste, y la
enviaría de vuelta sin pensarlo dos veces. Vi sus ojos cuando habló de Kellan.
Lo ama. Sus ojos se encuentran con los míos otra vez.
Me dirijo a Austin y le agarro de la mano. Tiro de ella desde el sofá y rodeo
con un brazo su cintura, sujetándole la espalda a mi frente. Ella intenta pelear
conmigo, pero la mantengo en su lugar. Su aliento se detiene con temor.
—Cole, ¿qué estás...?
—¿Escuchaste el video? —le pregunto, cortándola.
—¿Cuál video? —pregunta, y su voz tiembla.
Levanto mi mano libre y la envuelvo alrededor de su garganta y muevo su
cabeza hacia atrás.
La hace arquear la espalda, empujando su pecho fuera. Gime, y sus
manos suben y agarran mi brazo como si eso fuera a pararme. Su pulso se
acelera, y traga nerviosamente. Sus ojos van hacia sus pechos.
—¿La escuchaste gritar mi nombre dentro de ese baño? ¿La escuchaste
suplicarme por más?
Su cuerpo tiembla contra el mío.
—Todo el mundo escuchó ese video —responde él.
—Yo no —interviene Deke.
Kellan lo mira y resopla.
—Estabas jodidamente allí. Fuiste quien lo grabó.
Él se encoge de hombros.
—No significa que lo haya escuchado.
Kellan da un paso atrás, pasando una mano a través de su cabello.
—Esto es ridículo —dice frustrado. Entonces sus ojos se encuentran con
los míos—. No quiero a tu puta, Cole. No la quiero en ninguna parte a mi
alrededor, y mucho menos dentro de sus pantalones. Y estoy seguro que no te
voy a dejar sacarme del grupo porque no me gusta tu pequeño juguete del mes.
Agarra su chaqueta del sofá, se gira, y atraviesa la puerta.
Suelto a Austin, y da tres pasos alejándose de mí, jalando una profunda
respiración. Me dirijo a los chicos, dándole la espalda.
—Tenemos que votar sobre su trasero.
Shane suspira pesadamente.
—Solo está atravesando un tiempo difícil.
—¡Mentira! —protesta Deke—. Siempre nos está causando problemas.
—¿Cole? —Escucho la voz de Austin detrás de mí, pero la ignoro. Estoy
ocupado en este momento.
Shane mira a Deke.
—Puedo ver de dónde viene. Sigo siendo escéptico sobre si ella debería
estar aquí.
—Ella no irá a ninguna parte —gruño.
—¿Cole? —Todavía la ignoro.
Bennett levanta las manos.
—Esto pasará. Solo deja que Kellan se enfríe.
—Ha estado así durante meses. Era así antes que Austin entrara en la
imagen. Ni siquiera quiso estar involucrado con Jeff, y eso me hace cuestionar
su lealtad al grupo —gruñe Deke.
—¡COLE! —grita ella.
—Le preocupaba que fuéramos atrapados —le dice Shane a Deke.
Resoplo.
—Simplemente no quería ensuciarse las manos. —Oigo una puerta
abriéndose y cerrándose detrás de nosotros.
—¿Cole? —dice Deke.
—¿Qué? —grito.
Mira por encima de mi hombro.
—Austin acaba de irse.
Cuando subo a su auto, escucho a alguien saliendo del granero detrás de
mí. Sé que es él.
—¡Llévame a casa! —pido, ni siquiera molestándome en darme la vuelta y
enfrentarlo antes de caer en el asiento del pasajero y cerrar la puerta de golpe.
Mi cuerpo tiembla físicamente de rabia por lo que Cole acaba de hacer.
Entra y me mira, pero mantengo mis ojos al frente. Mis manos son puños
en mi regazo, y mi corazón late en mi pecho.
Me ofreció a Kellan. ¡Al maldito Kellan de todas las personas! Pensé que
me había estado protegiendo de él estas dos semanas pasadas, pero estuve tan
equivocada.
Y mi mente parece no poder procesar eso. Sé que Cole es un jodido
salvaje. He visto de primera mano lo que hace para conseguir lo que quiere.
Pero ¿solo ofrecerme a alguno de ellos? ¿Cómo si fuera un juguete que
simplemente pueden pasarse? ¿Es esa la razón de que quisiera que me uniera
tanto?
—¡Austin! —gruñe mi nombre, su irritación se muestra. Me vuelvo y lo
miro con odio. Estoy jodidamente jadeando. Estoy respirando tan fuertemente.
Sus ojos azules entrecerrados están sobre mí como si fuera mi culpa. Como si
debiera decir: Sí, Kellan, si me quieres, entonces adelante, tómame—. Austin...
Hago lo que me hizo una vez, me estiro y subo el volumen, a todo lo que
da.
“Bitter End” de The Veer Union. Entonces me acomodo en mi asiento,
despidiendo lo que sea de mierda que planeaba decir.
Lo permite, poniendo el auto en marcha y arrojando grava a medida que
despega.
Cuando se detiene en mi casa, estoy fuera del auto antes que pueda
detenerlo. Entro, golpeo la puerta principal, y corro a mi cuarto. En el
momento en que la cierro, se abre. Me giro para verlo entrando tan rápido
como lo hice yo.
—Vete al infierno, Cole —digo, señalando la ahora puerta cerrada.
—No —dice simplemente.
—¡Vete a la mierda! —grito. Da un paso hacia mí, y levanto las manos,
retrocediendo un paso—. No te atrevas a acercarte a mí.
—Austin…
—¡No, Cole! —interrumpo—. ¡Lo que hiciste allí fue completamente
inaceptable!
—Yo…
—¡Estuviste fuera de lugar! —grito, bajando las manos a mis costados—.
No eres mi dueño. Y no puedes simplemente decidir ofrecerme a uno de tus
amigos. —Le doy la espalda, planeando encerrarme en mi baño para alejarme
de él. Agarra mi hombro y da un tirón para que me vuelva a enfrentarlo.
—Puedo hacer lo que sea que quiera.
Mi piel está hirviendo. Estoy muy enojada.
—¡No, no puedes! ¡Es mi vida! —grito.
—¿Necesitas un recordatorio?
—¡No! —Me alejo de él. No esperaba que me soltara y tropiezo, pero logro
no caer. Él sonríe—. No necesito que me recuerdes que eres un hombre al que
no le importa si lastima a una mujer —le digo.
Sus ojos se estrechan hacia mí.
—No me presiones, Austin.
—¿Presionarte? —pregunto y resoplo. Extendiendo los brazos, digo—:
Hazlo peor, Cole. —¿Qué más podría hacerme este bastardo que no me lo haya
hecho ya?
—No quieres decir eso, cariño. —Da un paso hacia mí, sus ojos me miran
arriba y abajo, y se lame los labios.
—No solo me ofreciste a Kellan, sino que también me humillaste en la
escuela —gruño—. Nos grabaste...
—Me lo suplicaste. El video lo prueba.
Mi boca se abre ante sus palabras. Sabía que iría a la fiesta, y que
tendríamos sexo. Y sabía que Deke lo grabaría.
Me quedo sin palabras mientras elimina el pequeño espacio entre
nosotros. Su mano derecha sube, y desliza sus dedos en mi cabello. Lo miro
fijamente en una pérdida completa mientras sus ojos vagan por mi rostro.
—Sabías lo que estabas haciendo, Austin. Y te dije que me odiarías en la
mañana, pero no pareció importarte ni un poco.
—No sabía que ibas a grabarlo —digo mientras lágrimas enojadas
comienzan a picar mis ojos. Mi cuerpo tiembla, y mi garganta comienza a
cerrarse.
Baja su boca a mi oreja.
—No es mi culpa que separes las piernas para el diablo, cariño. Eso es
todo culpa tuya.
—Tú me pusiste en marcha. —Me ahogo con las palabras.
Se ríe.
—No hice tal cosa. Tú fuiste a una fiesta, te emborrachaste, y luego me
retaste. —Se retira, y sus ojos me miran fijamente. Me niego a parpadear, a
dejar que las lágrimas caigan. Soy más fuerte que esto—. Me desafiaste a
lastimarte. —Pasa sus nudillos agrietados sobre mi mejilla. Baja hasta donde
sus labios casi tocan los míos—. Y lo hice.
Trago el nudo en mi garganta, tratando de no mostrarle cuánto me afecta.
—No tenías derecho...
—Aunque Deke no hubiera grabado nada, todos allí te escucharon, cariño.
—Trago el nudo en mi garganta y me aparto. Odio que tenga razón. Es mi
culpa. No debería haberlo retado. No debería haber jugado su pequeño maldito
juego. He estado presionándolo tanto como él a mí, pero soy la única que
parece perder todo el tiempo. Él tiene ayuda. Tiene a un equipo de su lado. Yo
no tengo a nadie—. Y no es que no lo hayas disfrutado.
Gimo ante sus palabras y susurro:
—Vete al infierno, Cole.
Su mano agarra mi cabello, y mueve mi cabeza, obligándome a mirarlo.
Sus ojos azules buscan los míos. Brillan mientras baja sus labios y sonríe
contra los míos. No me atrevo a moverme.
—Cariño, soy el infierno.
Odio que tenga razón.
—Por favor, vete. —Me trago el orgullo que me queda y ruego porque se
vaya.
Suelta mi cabello, y su mano se mueve para tomar mi rostro. Trato de
tragar el nudo en mi garganta.
—Te veré en la mañana. —Se inclina, besa mi frente, y luego sale. Me
lanzo a mi cama y grito en mi almohada.
e paro afuera de su puerta mientras escucho su grito ahogado.
Se está rompiendo. Cada día, la arrastro más cerca del punto
de no retorno. Pero para hacerla caer, voy a tener que
arrastrarla. No pude salvarme, y ambos nos golpearemos el
trasero en la caída.
Minutos después, entro en la casa de mi padre y voy directamente a la
habitación de Lilly. La lámpara rosa de gatito está al lado de su cama y está
profundamente dormida. La apago, y la única iluminación proviene de su luz
nocturna.
Inclinándome, le beso la frente y luego salgo, dejando la puerta medio
abierta. Me dirijo a mi habitación, me quito la ropa, y me pongo mi pantalón
corto, luego bajo a la piscina.
Me sumerjo y el aire frío de la noche arde en mi piel cuando salgo a
respirar.
Kellan se está convirtiendo en un problema más grande cada día que
pasa. Y no sé qué hacer al respecto o qué planeó él. Sabe acerca de nuestro
desafío final. El que tenemos planeado para la noche de graduación. Me
pregunto cuánto le contó Celeste sobre lo que hacemos. La gente en esta
ciudad sabe que destruimos cosas. Hemos estado desafiándonos mutuamente
a hacer estupideces desde que éramos niños pequeños. Pero cuando tenía
dieciséis años, Eli me animó a robar el auto de mi padre y a tirarlo en el arroyo.
Lo hice tres horas después. Odiaba ese auto, y a él jodidamente le encantaba.
Era su bebé. Lo amaba. Nada importaba aparte de ese auto.
Nunca supo que fui yo. Estuvo en un estado de ánimo molesto durante
meses, y me encantó.
Los retos se lanzaron como bolas de nieve desde entonces. Tenemos un
sistema, y funcionaba para nosotros. Ocho chicos cuyos padres tenían dinero y
que podían salirse con la suya con cualquier cosa. Hicimos de todo. Bueno, no
asesinamos. Solo progresamos a eso recientemente.
Vuelvo bajo el agua y doy una vuelta, luego otra. Estoy cansado y agotado
cuando finalmente salgo. La hora en mi teléfono dice 1:05 a.m. Me seco, y los
pensamientos de Austin entran en mi mente.
Necesito más de ella.
Sonrío cuando pienso en por qué estoy haciéndole esto. Porque puedo. Es
puro y simple. Es como si me olvidara de que ella no tiene a nadie. Excepto a
mí.

A la mañana siguiente, me acerco a su casa, y ya está sentada en los


escalones delanteros. Su mochila a sus pies y el teléfono en sus manos. Se
levanta cuando ve mi auto y camina hacia él. Me resulta extraño, pero no lo
cuestiono.
Lleva un pantalón flojo con sus Chucks negros y una camiseta negra
simple. Su cabello está suelto y en grandes rizos. Un par de gafas de sol negras
cubren sus ojos verdes, y pintalabios rojos en los labios. Se ve jodidamente
deliciosa.
Entra, sin decir una palabra, y se sienta. Arranco tratando de ignorar la
erección en mis pantalones. No puedo pensar con claridad cada vez que está
cerca de mí. Todo lo que quiero hacer es enterrarme en ella.
Después de dejar a Lilly, llegamos a la escuela, y todavía no ha dicho una
palabra. No es inusual para nosotros, pero me tiene en alerta. Entramos y
vamos a nuestros casilleros. Ella se toma su tiempo y la miro. No se ha quitado
sus gafas de sol, ni ha sonreído.
Todavía está enojada. Y me parece sexy como la mierda.
La campana suena, y agarro su mano, esperando que se aleje, pero no lo
hace. La acompaño a clase, y mientras entramos en su salón, gira el rostro
hacia mí. Y antes que pueda hacer nada, se pone de puntillas y me besa. Lo
cual es inusual. Yo siempre lo inicio.
Gime en mi boca, y envuelvo mis manos en su cabello. Me besa como si
estuviera desesperada por mí. Su cuerpo se presiona en el mío, y profundizo el
beso como si estuviéramos solos en mi habitación y estuviera a punto de
arrancarle la puta ropa.
Finalmente, se aleja primero, y empujo sus gafas hasta su cabeza. La
sonrisa que me da es nada menos que malvada. Estrecho mis ojos a ella.
Está tramando algo. La única otra vez que me miró así fue cuando me
envió el video del cuerpo de Jeff ardiendo.
Es como yo, después de todo, no tiene límites.
—Te veré la próxima clase —le digo, y se vuelve, dándome la espalda. Sin
decir una palabra.
Me siento en la primera clase en la parte de atrás junto a Becky. Ella está
en su teléfono enviando mensajes de texto, a Deke, estoy segura. Para dos
personas que solo están teniendo sexo, parecen estar obsesionados uno con
otro. Es molesto.
Se suponía que era mi amiga, pero solo la tengo cuando está en la
práctica de los chicos.
Tengo tantas preguntas que quiero hacerle, pero tendrán que esperar.
Anoche decidí, después que Cole se fue, que no dejaría que me alcanzara.
Nunca más. Les iba a mostrar a todos que puedo hacer esto. No los verán
llorando o rogándose uno a otro que se detengan de hacer algo que no les
gusta, así que no haré nada de eso tampoco.
Agarro mi bolsa, me levanto y camino hacia el escritorio de la profesora.
—¿Puedo usar el área de aseo?
Levanta la mano y me despide sin mirarme. Salgo de clase y voy por el
silencioso pasillo. Paso el aula de cálculo de Cole y a Deke y voy directamente
al casillero de Cole. Lo he visto meter su combinación lo suficiente para saberla
de memoria ahora.
Una vez se abre, alcanzo el estante superior, agarro las llaves de su auto y
luego lo cierro de golpe. Corro por el pasillo y llego a las escaleras, subo al
segundo piso. Me dirijo a la caja en la pared con mango rojo. Luego miro la
cámara y tiro de ella.
¡Hazlo a lo grande o vete a casa!
La alarma suena y se encienden las luces. Las puertas se abren, y los
estudiantes corren hacia el pasillo. Me paro de puntillas, buscando a Shane. Lo
veo salir de la última aula a la derecha. Voy por el pasillo y hacia él.
—Vamos —grito por encima de las alarmas que suenan.
—¿Qué estás haciendo, Austin? —pregunta confundido.
—No tenemos tiempo. Vamos. —Agarro su mano y lo arrastro por el
pasillo.
Bajamos las escaleras, y veo a Cole por el rabillo del ojo, pero no me
detengo. Pasamos las puertas dobles.
—¿A dónde vamos?
—Lo verás muy pronto —le digo lo mismo que Cole me ha dicho tantas
veces. Presiono el botón de desbloqueo en el auto de Cole, y se abre.
—Vaya… —Shane se detiene—. ¿Por qué tienes las llaves del auto de Cole?
—demanda.
—Porque voy a conducir. —Niega—. Sí. Este es tu reto —declaro, y rechina
los dientes, sabiendo que tiene que hacerlo.
—Cole estará enojado.
Sonrío. Jodidamente correcto, lo estará. Todo parte de mi plan.
—¿Cuándo no está molesto Cole?
—No podemos irnos, Austin —afirma.
—No activé esa alarma de incendios para nada —gruño.
—¿Hiciste eso? —pregunta con ojos abiertos—. Mierda. Estarás en
muchos problemas.
Agarro su brazo y tiro de él, finalmente haciendo que se mueva de nuevo.
Nos metemos en el auto, y extiendo mi mano derecha.
—Teléfono —exijo.
Lo saca de su bolsillo sin preguntar. Lo apago junto con el mío y los
empujo en la consola central.
Entonces nos vamos.

Me detengo en el mismo lugar de estacionamiento al que Cole me trajo


hace tres semanas y salgo de su auto.
—¿Por qué estamos aquí, Austin? —pregunta Shane.
Dejo escapar un largo suspiro, nerviosa.
—Cole me contó todo acerca del hermano de Jeff —digo, y se queda
callado—. Sobre cómo pegó a su esposa, que era la hermana de Eli. —Lo
miro—. Uno de sus mejores amigos.
Él mira hacia otro lado, sus labios se estrechan. Miro a mis puños
apretados en mi regazo, dejando escapar un largo suspiro. Estoy a punto de
decirle demasiado a este tipo, pero quiero que confíe en mí, ¿verdad?
Tendré una persona más a mi lado.
—Sé lo que es tener un hombre poniendo sus manos sobre ti y no poder
detenerlo. No tener control. —Mi pecho se aprieta—. No creo en lo que hacen o
cómo lo hacen, pero creo que merece sufrir por lastimar a alguien al que se
suponía que debía proteger. —Me aclaro la garganta—. Y quiero ayudar.
Lo miro para encontrarlo mirándome fijamente con una expresión en
blanco. Me muerdo el labio, esperando nerviosamente que diga que no. Que
estoy arruinando los planes que ya tiene. En cambio, asiente.
—¿Imagino que tienes un plan?
—Lo tengo. —Le sonrío.
e siento en la cuarta clase con solo veinte minutos restantes
cuando la puerta se abre. Austin entra directamente con una
sonrisa en el rostro y la cabeza bien alta. Quiero tirar de su
espalda por la puerta y estrangularla.
—¿Dónde has estado? —exijo cuando se deja caer a mi lado.
No responde.
La he estado llamando por tres horas. Y luego, entre clases, nos dimos
cuenta que Shane también se había ido. Una llamada a su teléfono me dijo que
también estaba apagado. Y estuvieron juntos. Fue entonces cuando me di
cuenta que las llaves de mi auto se habían ido. ¡Hablando de estar enojado!
—Señora Duncan, ¿puede enviar a Austin Lowes a la oficina, por favor? —
La voz suena por el intercomunicador.
—Ya la escuchó, señorita Lowes —dice la maestra, y ella se levanta.
Me levanto también y la sigo fuera.
—¿Qué demonios hiciste? —exijo, haciendo que se detenga en el pasillo—.
¿Austin? —Solo me mira. Sus ojos verdes están llenos de maldad—. ¿A dónde
fuiste?
—A hacer el reto de Shane.
Rechino los dientes.
—¿Cómo saliste de clase? —No tiene dieciocho años todavía. No puede irse
sin consentimiento.
—Activé la alarma contra incendios —explica.
—¿Qué? —grito. ¿Esa fue ella?
Ni siquiera se estremece ante mi tono.
—Lo hice por el desafío.
—¿En qué diablos estabas pensando? Te van a suspender. —¡Joder! Le
dije a su padre que la mantendría fuera de problemas. ¿Cómo diablos voy a
sacarla de esto? Los chicos y yo podemos hacer algo de mierda realmente
estúpida, ilegal, pero nunca implicó a la escuela. Lo que compromete nuestra
oportunidad en el equipo de natación. No somos tan estúpidos.
—Relájate, Cole —responde, su dedo presionado en mi pecho—. Tú me
metiste en esto —dice—. No me culpes por algo sobre lo que no tenía ningún
control. —Se acerca a mí—. Deberías haber tomado lo que le hice a Jeff como
una advertencia. En su lugar, lo tomaste como un reto. Pero, ¿sabes qué, Cole?
Me subestimaste, y eso es culpa tuya. No mía. —Entonces se va por el
tranquilo pasillo, dirigiéndose a la oficina con un paso demasiado alegre para
alguien que está a punto de ser suspendida.
Y no puedo evitar sonreír. Austin Lowes es más tiburón de lo que
pensaba.

—Me suspendieron —le digo a Celeste mientras me tumbo en el sofá de la


casa de mi padre.
Se detiene frente a mí, con los ojos estrechos y las manos en las caderas.
Cole está de pie en el rincón, mirándome. Todavía está enojado conmigo por lo
de antes. Después que salí de la oficina del director, me estaba esperando,
viéndose todo lo idiota que es. No hemos hablado desde entonces, pero tuvo
que llevarme a casa. Estaba esperando que me dejara y se fuera, pero no,
obviamente es tan entrometido como idiota.
—¡Sí! ¡La escuela me llamó! —grita. Sus ojos van hacia Cole—. Se supone
que debes mantenerla fuera de problemas.
Resoplo.
—Él no es mi niñera. —Si supiera lo que me hizo atravesar, vería que lo
que hice no fue nada.
—No tuve nada que ver con eso —interviene, y mis ojos se estrechan a él.
¡Es la razón por la que hice el maldito desafío en primer lugar!
—No es gran cosa. Son solo tres días —le digo a ella—. He sido
suspendida por más.
—¿No es gran cosa? Tu padre estará enojado —responde.
—¿Y qué va a hacer, castigarme?
—Te enviará de vuelta con tu madre —me responde Cole.
—¿Qué? —pregunto, mirando de nuevo hacia él.
—Cole… —comienza Celeste.
Pero él continúa.
—Quiso enviarte de vuelta con tu madre el otro día por veinte mil. Porque,
al igual que tu madre, no te quiere.
—Cole —repite ella.
¿Cuánto sabe?
—¿Cómo lo sabes? —exijo, levantándome del sofá. Entonces la miro—.
Jesús, ¿cuánto le has contado de mi vida?
Ella abre la boca, pero Cole habla.
—Me lo dijo en la cena la otra noche.
—¿Qué? —gruño. ¿Por qué iba a decirle eso? Cole y Celeste obviamente
eran cercanos. Pero ¿qué tan cercano era de mi padre? Por lo que sé, lo odia
tanto como yo.
—No dejaré que eso suceda —me asegura Celeste—. Y soy la única en tus
contactos escolares. Así que simplemente no se lo diremos. —Inclina la cabeza
y suspira.
Miro hacia Cole, y me observa con disgusto. Como si fuera algún caso de
caridad que asumió. Como si pidiera ser parte de su pequeño grupo retorcido.
Mis ojos vuelven a Celeste.
—No me importa. Deja que me envíe de vuelta. —Eso es lo que quiero,
¿verdad? Me alejaría de Cole y de sus amigos. Me sacaría de todas sus estafas
retorcidas y chantaje. Miro a Cole—. No estoy segura de por qué lo haces.
—¿Austin? —comienza Celeste, pero la ignoro y saco mi celular de mi
bolsillo trasero.
Voy a mis contactos y encuentro a Bruce.
Luego aprieto llamada. Poniéndolo en mi oreja, muevo el pie sobre la
alfombra persa, esperando que todavía tenga el mismo número. Han pasado
cuatro años desde que lo llamé.
—¿Austin? —gruñe en respuesta.
—Me suspendieron —le digo sin perder un segundo.
Una risa me hace mirar hacia arriba, y veo a Cole. Tiene su mano sobre su
boca tratando de ocultar una sonrisa. Sus ojos se encuentran con los míos, y
niega, como si hubiera perdido mi mente.
—¡Austin! —protesta Celeste, dando un paso hacia mí para sacar el
teléfono de mi oreja, pero levanto mi mano para detenerla y doy un paso atrás.
—¿Qué? —gruñe él a través de la línea—. ¿Q-Qué diablos hiciste?
—Tirar de la alarma de incendio.
Deja escapar un gruñido de molestia.
—¿Cuánto tiempo?
—Tres días.
Celeste levanta las manos y sale de la habitación, y miro hacia Cole. Ya no
se está riendo de mí, pero tiene una sonrisa en su rostro.
Mi padre se aclara la garganta.
—Bien… —Hace una pausa—. ¿Afectará a la graduación?
Frunzo el ceño pero digo:
—No.
—Bien entonces. No lo vuelvas a hacer —responde y luego me cuelga.
Coloco el teléfono en mi bolsillo trasero, mis ojos nunca dejan los de Cole.
—No me enviará a casa. —Él arquea una ceja—. Solo quería saber si
afectaría la graduación. —Su sonrisa crece a una aun mayor, y mis ojos se
estrechan. Quiso enviarte de vuelta con tu madre el otro día por veinte mil—.
¿Tuviste algo que ver con esto? —exijo.
Se acerca y se frota los labios, sus ojos en los míos.
—No tengo ni idea de qué estás hablando.
Doy un paso hacia él.
—¿Qué hiciste, Cole?
—Tengo un seguro —dice simplemente.
Es lo mismo que me dijo antes de cortarme el brazo.
—Sé que hiciste algo —le digo.
—Te reto a probarlo.
Me paso una mano por el cabello incapaz de seguir con juegos mentales
ahora mismo. No puedo tomarlos. Ya no.
—Necesito un poco de aire —murmuro. Abro la puerta de la terraza y
salgo. Corro porque se siente bien. Corro porque eso es todo lo que puedo
hacer. Me siento como el marido de la hermana de Eli. Ese hámster en la jaula.
No puedo hacer nada. No puedo ir a ninguna parte. Llego hasta la cima de la
colina, y el cementerio aparece a la vista, pero no me detengo. Mis pulmones se
contraen mientras intento tomar una respiración.
Me duele el costado, pero es algo que hice. Es mi elección. ¡Que se jodan!
Y sus reglas para mí. Al diablo...
Me pegan por la espalda y me tiran al suelo.
—¿Qué...? —Levanto la vista para ver a Cole encima de mí—. ¿Qué estás
haciendo?
—¿Qué estás haciendo tú?
—Tratando de alejarme de ti. Ahora bájate. —Dios, es implacable.
Lo empujo, pero me agarra y sujeta mis muñecas hacia abajo. Gruño.
—Eres tan frustrante —dice, sus ojos azules me miran, una sonrisa se
extiende en su rostro. Está disfrutando de esto.
¡Bastardo!
—Pelea conmigo —ordena.
—Cole —le digo. No estoy de humor para su mierda.
—Te reto a pelear conmigo. —Mis ojos se estrechan hacia él, y arquea una
ceja—. Muéstrame lo que tienes, Austin.
Muevo las caderas, pataleo e intento liberar mis manos de su agarre de
hierro, pero nada funciona. Arqueo la espalda y grito.
Baja la cabeza a mi cuello, y puedo sentir su acelerado corazón contra mi
pecho.
—Déjalo salir, cariño —susurra—. Justo como lo hiciste esa noche que te
follé. La noche que decidí que serías mía.
—Detente. —Odio cómo dice mía. Como si realmente quisiera que fuera
suya. Nadie alguna vez me quiso como él, y ese pensamiento me pone un poco
nerviosa y emocionada.
Se aleja y me mira.
—Te voy a retener aquí. Fijada al suelo. Impotente. —Mis ojos se
estrechan a él—. Y vas a pelear conmigo hasta que no te quede nada. Hasta
que estés débil. Desgastada. Hasta que te des cuenta que soy más fuerte.
—Por favor —gruño la palabra. Incapaz de decirle lo contrario.
—No —dice simplemente.
—Te odio —le digo.
Frunce el ceño como si eso lastimara sus sentimientos.
—Te odias a ti, Austin.
—No…
—Odias sentirte impotente. Odias no tener a dónde ir. —Mira hacia el
cementerio y suspira—. Una vez fui así. —Mira hacia mí—. También una vez no
tuve control, Austin. Pero me levanté y peleé. Ahora jodidamente pelea conmigo
—ordena.
Intento una vez más, pateando mis pies y cavando mis talones en el suelo
para tirarlo fuera. Sacudo las manos pero nada funciona.
Él baja la cabeza a mi cuello y ríe. Jodidamente se ríe de lo débil que soy.
—Puedo hacer esto todo el día, cariño... —Giro mi cabeza y hundo mis
dientes en su cuello.
Su mano izquierda libera la mía, y deja escapar un gruñido del dolor.
Hago bola mis puños, balanceándome. Le pego en el costado de la cabeza, y su
cuerpo se sacude hacia atrás. Hundo mis talones en el suelo y levanto las
caderas, arrojándolo hacia delante sobre mi cabeza. Me desenrollo desde
debajo de él. Se recupera rápidamente y se abalanza sobre mí. Saco mi pierna,
pataleándolo en el pecho y derribándolo. Me arrastro sobre de él y voy a
horcajadas sobre sus caderas. Envuelvo mis manos alrededor de sus muñecas,
sujetándolas por encima de su cabeza. Estoy jadeando. Mi corazón corre.
Tiene un corte en la mejilla derecha. Su labio inferior está sangrando, y
tiene una gran sonrisa en su rostro mientras me mira.
Es la primera sonrisa real que he visto de él. Y aunque sé cuán malo
puede ser, se ve absolutamente maravilloso.
—¿Crees que me tienes? —La diversión en su voz me dice que me está
complaciendo.
Me lamo los labios.
—Yo soy la de arriba.
Se ríe suavemente. Empuja sus brazos abiertos, y me obliga a soltar sus
muñecas. Antes que pueda plantarlas junto a su cabeza y evitar caer, sus
manos están en mi rostro, nos da la vuelta y me sujeta.
—Necesitamos trabajar en tu velocidad.
—Necesitamos trabajar en tu actitud —le digo.
—Oh, ¿sí? —pregunta, arqueando una oscura ceja. Esa sonrisa aún en su
rostro. Es tan brillante que es cegadora. Casi me hace olvidar toda la mierda
que me ha hecho—. ¿Por qué dices eso?
—Porque te conozco desde hace tres semanas, y esta es la primera vez que
te he visto sonreír realmente.
Cae de su rostro, como si no hubiera sabido que estaba allí. E igual que
todas las otras veces, coloca esa máscara con la que se esconde del mundo.
Sabía que harías eso. Pero quería que supiera que la noté.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de sus
caderas. Diciéndole que su maldita mirada no me intimida ya.
Te tengo, Cole Reynolds.
Sus manos están en la hierba, al lado de mi cabeza, sosteniéndose a sí
mismo.
—Voy a pelear contra ti, Cole. Seguiré este juego a pesar que no sé qué
demonios estoy haciendo. Pero te reto a sonreír para mí. Te reto a que me
muestres algo que nadie más vea.
stoy en la casa club con los brazos cruzados sobre mi pecho y un
fruncido de ceño en el rostro. Sus palabras de antes en el
cementerio me corroen. Peleó. Me mostró que tiene un poco más
en ella. Pero entonces tuvo que ir y arruinarlo señalando que
estaba sonriendo. Que yo, por una vez, estaba realmente feliz por un segundo.
Nada más importaba. Eso al instante me enojó.
Está llegando a mí. No está bien.
No debería importarme. En realidad, debería acabar toda la cosa. Llamar a
Bruce y decirle que devuelva su trasero a su madre. Eso sería lo más
inteligente de hacer. Está nublando mi cabeza, y necesito pensar con claridad.
Una puta frase fue todo lo que hizo falta para retorcer mi mente. Te reto a que
me muestres algo que nadie más vea.
¿Qué diablos es eso? ¿Qué es lo que quiere ver? Solo soy yo. El odio. La
furia. El jodido. No tengo ninguna otra cosa para mostrar.
Shane entra y se sienta en el sofá junto a Austin. Ella está enviando
mensajes de texto en su teléfono. No hemos hablado desde ese momento en el
cementerio hace tres horas.
Después que me retó, me levanté y caminé de vuelta a la casa, dejándola
acostada en el suelo. Entonces me metí en mi auto y me fui.
Shane envió un enorme texto una hora después sobre que todos
necesitábamos encontrarnos. Le envié un mensaje de texto a ella diciéndole
que estaba por su cuenta para llegar. No respondió, pero sabía que lo había
leído.
—¿Dónde diablos está Deke? —El tiempo que estaba pasando con Becky
estaba volviéndose realmente molesto.
—En camino —responde Kellan. No me pierdo sus ojos deslizándose sobre
Austin. Ella evita mirar en su dirección.
—¡Mierda! Ese hombre consigue un poco de vagina, y todo lo demás se va
a la mierda —le digo.
En ese momento, la puerta se abre y entra. Una sonrisa está en su rostro
y se lame los labios como si acabara de estar entre las piernas de Becky.
—Terminemos con esto. —Se frota las manos—. Tengo planes.
Shane se levanta y camina hacia la mesa, sin desperdiciar otro segundo.
Coloca una computadora portátil en ella.
—¿De quién es eso? —pregunta Bennett.
Shane sonríe como un maldito idiota.
—De Jerrold.
Me pongo rígido.
—¿Qué?
Me mira.
—Fue muy impresionante. —Se gira y mira a Austin quien todavía está
sentada en el sofá. Está sonriendo como si estuviera orgullosa de sí misma—.
Entramos. Y nadie nos cuestionó... —Hago puño con mis manos—. Ella sacó
sus senos y entró en su oficina, preguntando por el baño. Nunca he visto a un
chico moverse tan rápido. La llevó a la planta baja para mostrarle los baños
más bonitos que tenían. —Pone los ojos en blanco—. Y yo me deslicé dentro y
robé su computadora. Entonces, al salir, puse la alarma de incendio para que
les tomara más tiempo notar que faltaba... —Se calla—. Te dije que sería
perfecta —dice mirando a Kellan con esa sonrisa aun en su rostro. Con las
reservas que tenía anoche sobre ella, hace mucho tiempo.
—¿En serio? —pregunta Deke sorprendido—. Pero, ¿cómo...?
—¿Cómo sabía ella quién era él? ¿O dónde estaba? —dice Kellan,
interrumpiéndolo—. ¿Cuánto diablos le dijiste? —Cruzo los brazos sobre mi
pecho. Él gruñe—. Cole...
La miro, y me lanza una sonrisa. Como si acabara de quedar atrapado en
alguna gran mentira.
—Esa noche en que matamos a Jeff. ¿Recuerdas cuando oímos algo? Era
ella. Estuvo allí, y nos vio. —No les he dicho porque nunca preguntaron de
dónde venía o como la encontré.
—¡Jesús!
—La chantajeé. —Miro a Austin—. Deke llamó a mi celular desde el de
ella. Tomé el cuchillo y la corté en el brazo.
—Las suturas… —susurra Shane para él mismo, empezando a sumar dos
y dos.
—Entonces tomé el cuchillo y apuñalé a Jeff con él. Le dije que si iba a la
policía, podrían vincularla al cuerpo y sería sospechosa. —Bennett se ve
divertido. Shane pasa su mano a través de su cabello nerviosamente. Kellan
parece enojado, y Deke, está enviando mensajes de texto en su teléfono—. Ella
me envió un video más tarde esa noche quemando el cuerpo.
—¿Qué diablos? —gruñe Kellan.
—Me dijo que no había evidencia para implicarla. Al día siguiente, la llevé
a su trabajo y le expliqué por qué lo matamos.
Deke sonríe a su teléfono pero me habla.
—Bien.
—¿Por qué diablos no nos contaste todo eso? —exige Kellan.
—No le dije a nadie —le responde bruscamente. Se vuelve para mirarla e
hincho el pecho, listo para una pelea. Si va por ella lo derribaré.
—Necesitas irte —le responde.
Ella se levanta del sofá, sus ojos verdes llenos de rabia. Le da una sonrisa
siniestra, como si todo fuera planeado, y luego sus ojos se encuentran con los
míos.
—Con mucho gusto. —Se gira y se dirige hacia la puerta.
—¡No te atrevas a salir por esa puerta! —grito, y se detiene. Miro a los
chicos—. Todos fuera, excepto Austin y Shane.
—Cole...
—¡Váyanse a la mierda!
Todos se miran por un largo momento, y luego sus ojos van hacia ella.
Tiene la barbilla levantada y una mirada de mierda en los ojos. Uno por
uno, comienzan a salir, nadie habla.
Austin se queda donde está, y Shane viene a pararse frente a mí.
—No sabía lo que había planeado, hombre.
Ella pone los ojos en blanco y se ríe. Pero todos ellos hacen eso. No le
deben ninguna lealtad.
—¿Por qué fuiste a él? —le pregunto.
No responde. Me dirijo a Shane de nuevo. Habla sin que tenga que
preguntarle dos veces.
—Dijo que sabía lo que era tener a un hombre poniendo las manos sobre
ella y no poder detenerlo...
Mis ojos la miran, y ella está perforando agujeros en su cabeza.
—Para. —Levanto mi mano para cortar cualquier otra cosa que diga.
Camino hacia ella—. ¿Quién te golpeó? —demando. Puedo recibir un golpe,
había dicho, pero nunca lo pensé mucho. No hasta ahora.
Sus duros ojos se encuentran con los míos.
—Esto no es sobre mí.
—¡Mentira!
—Solo quería ayudar a la hermana de Eli.
—Está muerta —gruño.
—Sí, eso lo sé. —Su voz se vuelve más fuerte.
Agarro su mejilla, suavizando mi voz.
—¿Quién te pegó?
Se estremece como si la hubiera abofeteado y empuja.
—Mi vida no es de tu incumbencia.
Mi padre dijo que el novio de su madre estaba abusando de ella, pero
pensé que se refería a su madre. Era ella.
—Fue el novio de tu madre, ¿verdad? —Su mandíbula se afila, y sus ojos
son como dardos hacia Shane de nuevo—. ¿Ella sabía que puso sus manos
sobre ti? —Mira hacia otro lado—. ¿Se lo dijiste a alguien? —demando.
Me mira.
—¿Como cuando le dije a la gente sobre ti? —responde—. Me chantajeaste
dos veces.
—Eso es diferente.
—¿Cómo? Me ofreciste a Kellan. Permitiste a Deke abrir mis pantalones.
—Los ojos de Shane se abren, pero lo ignoro.
—Estoy hablando de quien te golpeó. —Mis ojos estrechan a ella—. ¿Te
tocó antes? —Ella se muerde el labio inferior y mira sus chucks negros—.
¿Austin? Esto es serio.
Arroja su cabeza hacia atrás riendo, pero es forzado.
—¿Qué harás, Cole? —Sus ojos verdes se encuentran con los míos otra
vez, y extiende los brazos—. ¿Irás a California y lo chantajearás? ¿Lo matarás?
—¿Así que te tocó? —le pregunto a través de dientes apretados.
Se pasa una mano por el cabello.
—No voy a hablar de eso.
—Sí, lo harás —le digo.
Cruza los brazos sobre su pecho.
—Hablar de ello no lo cambia.
—¿Te violó? —exijo.
Shane se mueve de un pie a otro.
—No —responde, pero eso no alivia la opresión en mi estómago—. Mira…
—Sus ojos se encuentran con los míos—. No pensé que llagaríamos a esto.
Aprieto los puños. Tiene razón, pero Bruce está esperando la primera
oportunidad de enviarla de vuelta. Tengo que lidiar con él, pero eso no significa
que no me joderá en algún momento dado.
—Solo dime lo que hizo.
Sus ojos entrecerrados van a Shane, y él mira hacia otro lado, sintiéndose
culpable por tirarla debajo del autobús.
—¡No, Cole! —grita, su ira se hace cargo—. ¡Esta conversación terminó! —
Me da la espalda y comienza a caminar hacia la puerta.
—¡Austin!
Se gira para mirarme, su largo cabello golpea su rostro mientras camina
hacia la puerta.
—Te diré qué, Cole, cuando te apetezca compartir tus secretos conmigo,
compartiré los míos contigo. —Y con eso, se gira y sale, golpeando la puerta.
Shane y yo nos quedamos en silencio, y cierro los puños a mi costado. No
debería haberla hecho conducir hasta aquí. Entonces no hubiera podido irse.
Me giro y me saco la camisa, caminando hacia el saco de boxeo. Es lo que
hago cuando necesito aliviar algo de ira.
—Lo siento, hombre —dice Shane, aclarándose la garganta.
—No repitas lo que escuchaste esta noche —digo antes de empezar a
golpear el saco, imaginando que es el rostro del novio de su madre, hasta que
mi hombro está gritando de dolor.

El martes por la mañana me siento en la cuarta clase mientras los chicos


ponen sus cosas en sus bolsas. La campana se prepara para sonar, y miro a su
asiento vacío a mi lado. No conseguí dormir mucho anoche. Tiré y giré y la
imaginé siendo niña, lo que el novio de su madre le hizo, y me hizo pensar en
Lilly. Lo mal que está el mundo y cuántos hombres tomarían ventaja de una
niña que no podía defenderse. Quien no tiene a nadie para protegerla. Me puse
furioso. Austin es un ejemplo perfecto de eso. He estado aprovechándome
desde que puse los ojos en ella.
Me levanté y me metí en la cama con Lilly. La abracé y le besé el cabello.
La idea de que alguien la lastime me enferma, pero a nadie le importa lo que le
pase a Austin.
Mientras estaba allí tratando de averiguar cómo podía proteger a Lilly del
mal, mi mente volvió a Austin. Odio que se negara a decirme lo que el pedazo
de mierda del novio de su madre le hizo. ¿Qué edad tenía la primera vez que la
golpeó? ¿La tocó? ¿Su madre la protegió?
No he escuchado de ella, pero el impulso de coger mi teléfono y mandarle
un mensaje de texto ha sido fuerte.
Suena la campana y camino por el pasillo a la cafetería, y me siento en
nuestra mesa habitual.
Becky entra con Deke en su brazo, y se ríen como si tuvieran nada más
que chistes para contar. Por primera vez, envidio a mi mejor amigo. Puede
apagarse como un interruptor. Puede ir de asesino a comediante de mierda en
un instante. Yo no. Odio al mundo. Me odio a mí mismo. Y odio a Austin.
No, no lo haces.
—¿Qué pasa, Cole? —me pregunta Becky.
—Nada —gruño.
Deke la distrae y dice:
—Solo está enojado porque Austin no está aquí para que ande con él por
todas partes.
Becky me mira por unos segundos, sus ojos azules y cristalinos fijos en
los míos, y desvío la mirada hacia otro lado notando las paredes blancas y a los
estudiantes entrando, los escucho hablar de sus inexistentes vidas. Siento sus
ojos en mí, y miro hacia ella. Sí. Todavía me está mirando fijamente.
—¿Tienes algo que quieras decirme?
—¿Tú y Austin tienen planes para este fin de semana? —pregunta,
ignorando mi enojo.
—¿Por qué tendríamos planes?
—Porque están saliendo —dice simplemente.
—Cariño, te dije que no es así —dice Deke, negando. Luego se levanta
para tomar sus almuerzos.
Ella se inclina hacia delante, y sostengo un suspiro.
—Lo veo escrito en todo tu rostro.
—No sé de qué estás hablando.
—He ido a la escuela contigo toda mi vida, Cole. —Baja la voz—. Te he
visto perder a la gente que amas. —Mis puños se aprietan—. Y he visto cómo la
miras. He visto un cambio en ti.
Bufo.
—El otro día, cuando estábamos fuera del gimnasio esperando para que
terminaran su reunión... —Mira la mesa—. Le pregunté cómo estaba. Si estaba
bien. Sentía que algo estaba mal con ella, pero me ignoró y dijo que solo estaba
cansada.
Sus ojos se encuentran con los míos. Eso explica por qué Austin saltó del
auto y trató de caminar a casa. Becky llegó a ella.
—Mintió, por supuesto. Te podría preguntar si estás bien, y ambos
sabemos que mentirías también. Pero te conozco mejor. Te conozco por más
tiempo. Te he visto últimamente, y aunque creo que la has lastimado, también
creo que la proteges.
—Becky...
—Veo cómo la aprietas más cuando Kellan entra en la habitación. Y algo
de eso simplemente se lo atribuiría a ser posesivo, pero creo que es más que
eso.
—¿Como qué? —No puedo evitar preguntar.
—Incluso el diablo tiene sentimientos, o no sentiría rabia. Incluso él sabe
amar.
—¡Detente! No la amo. —¿Qué mierda? ¿Deke deformó su mente?
—Tal vez no sea amor. Pero veo la forma en que la besas en clase y en los
pasillos. Cómo la tocas, sin importarte quién esté al acecho. Y la mirada en tus
ojos cuando no está alrededor y consume tus pensamientos. Está escrito en
todo tu rostro. Como ahora mismo.
—¿Y? —pregunto, preguntándome qué ve. Si me puede leer tan bien.
—Y siempre has sido el tipo que quema esta ciudad sin una razón. —Se
sienta de nuevo en su asiento, cruzando los brazos sobre su pecho. Me
sonríe—. Y Austin es tu razón.

Me acuesto en el sofá, mirando una repetición de las chicas Gilmore, cuando


escucho la puerta del frente abrirse y cerrarse y luego la voz de Phillip.
—¿Dónde está tu madre?
—¿Cómo diablos debería saberlo?
Se acerca a mí, quita mis pies del sofá y se desploma a mi lado. Se inclina
hacia mí, agarrando mi brazo.
—No me toques —protesto, tirando fuera de su agarre.
—Vamos, Austin. Vas a extrañarme. Sé que te voy a extrañar.
Pongo los ojos en blanco y me levanto, caminando hacia mi habitación
porque sé que está borracho.
Justo cuando cierro la puerta, se abre y golpea la pared. Me giro antes que
me arroje sobre la cama.
—¡Fuera de aquí! —grito.
—Sabes que me deseas, nena —gruñe.
Levanto mi rodilla entre nosotros y apunto justo en sus bolas. Grita cuando
hago contacto.
—Suéltame. —Lo empujo, y golpea el suelo con un ruido sordo.
—Pequeña perra —gruñe.
—¿Cariño? —Escucho gritar a mi mamá, y la puerta de entrada se abre y se
cierra. Entra en mi habitación segundos después. Sus ojos verdes se estrechan
hacia mí y luego van a Phillip—. ¿Qué pasó? —Corre hacia él—. ¿Tú le hiciste
eso? —exige, ayudándolo a sentarse. Me pongo en pie junto a mi cama, mis
manos apretadas en puños y mi cuerpo físicamente sacudido—. ¿Qué hiciste? —
me grita mientras él se levanta.
—Te voy a dar una lección...
Viene hacia mí, agarro la lámpara de mi mesita de noche y se la tiro,
golpeándolo justo en el rostro.
Mi madre grita cuando cae al suelo una vez más.
—¡Vete a la mierda y no vuelvas! —me grita.
Agarro mi bolso y teléfono, y salto por mi ventana antes que sea demasiado
tarde para escapar.
Ese fue el día antes que me enviaran fuera de Oregón. Eso fue lo más
agresivo que alguna vez se volvió conmigo. No estoy segura de lo lejos que
habría llegado, pero no esperé a verlo.
Salí y me fui toda la noche. No era difícil de hacer, ya que era la víspera de
Año Nuevo. Fui a una fiesta, me emborraché y fumé un poco de hierba.
Entonces pasé tiempo suficiente en casa la tarde siguiente para empacar un
par de bolsas y tomar un taxi al aeropuerto. Mi madre no me dijo adiós, y no
llamó. No hasta días más tarde, cuando quería saber si había visto a mi padre
y si podría enviarle dinero.
Han estado mucho en mi mente desde que salí de la casa club anoche. Mi
conversación con Cole se mantiene en mi cabeza, y me está molestando. No
puedo entender por qué le importa. Por qué finge. ¿Por qué no podemos
simplemente decidir que nos odiamos uno a otro pero querer malditamente
dejarlo así? Odio que Deke nos haya grabado esa primera noche, pero no
puedo estar enojada por lo que dijo. Todos allí sabían lo que estuvimos
haciendo en el baño. Y, por supuesto, lo he hecho varias veces con él desde
entonces. Y no olvidemos el hecho de que me toca en la escuela. Que lo beso.
Joder, el otro día gemí mientras estábamos en el pasillo entre clases. No me ha
obligado a hacer nada cuando se trata de sexo. He hecho todo eso por mí
misma.
Él es un misterio. Y eso es lo que me acerca a él.
Para ser honesta, me siento cómoda con la violencia. La he visto toda mi
vida. Mi madre ha salido con su novio por más de quince años, pero nunca se
casaron. Todo por él. Ella lo habría hecho en un latido. Él no quería estar
atado a alguien que tenía una hija. Otra razón por la que creo que siempre
trató de deshacerse de mí.
En cierto modo, Cole es como yo. Ambos hacemos lo que necesitamos para
sobrevivir. Simplemente estamos peleando dos batallas completamente
diferentes.
Pero Cole me ha enseñado que puedo convertir ese dolor en poder. Que
tengo la capacidad de defenderme. Incluso si fallo cada vez que voy contra él,
tiene una extraña forma de animarme. Este es solo otro nivel del infierno, y
siento que soy mejor en eso.
Muevo la cabeza hacia atrás, empapándome del sol. Hoy es el primer día
de mis tres de suspensión, y elegí no hacer nada más que pasar el rato en la
piscina. Celeste tenía una cita con algunas amigas y me pidió que me uniera a
ella, pero me negué, queriendo pasarlo sola. Aunque es un día nublado, es
Oregón, después de todo, y estamos justo en el océano. Melancólico parece ser
la norma. Pero me gusta.
Tengo un bikini negro que tiene aros plateados que conectan los lados y
correas para la parte superior. Me dará terribles líneas de bronceado, pero no
estoy realmente preocupada porque no creo que vaya a conseguir mucho con
las nubes. Además, ya estoy bastante bronceada.
Escucho que se abre la puerta trasera y suspiro.
—¿Me trajiste las sobras? —pregunto a Celeste mientras bajo mi mano y
la paso a través del agua, dándome la vuelta.
—Me salté el almuerzo.
—¿Cole? —pregunto mientras lo veo de pie en la piscina. Vistiendo
pantalón y camiseta blanca, tiene las manos en los bolsillos de la parte
delantera—. ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, mis ojos se dirigen a la
puerta para ver si vino solo. Se acerca al sillón y se sienta. Mueve la cabeza y
pasa su mano a través de su oscuro cabello—. ¿Todo bien? —pregunto, sin
esperar una respuesta.
Me mira.
—No puedo... no puedo sacarte de mi mente —admite suavemente.
—¿Qué?
—Lo que me dijiste en la casa club anoche. No puedo olvidarlo.
Suspiro.
—Cole, por favor…
—Solo escúchame —me interrumpe.
Me bajo de mi balsa y me dirijo al borde, colocando mis antebrazos en el
lateral. Sus ojos azules miran cada movimiento que hago y no puedo descifrar
su mirada.
—Conocí a alguien de quien tomaron ventaja. Ella era fuerte, pero aun así,
la vi mientras eso se la comía. —Desvía la mirada—. Odié no poder ayudarla.
Salvarla de los recuerdos. Y de la traición. —Traga—. Era como tú. No tenía a
nadie. —Sus ojos regresan a los míos, y trato de tragarme el nudo en mi
garganta—. Sabes que nunca dejaría que Deke te tocara, ¿verdad?
Aparto la vista de él porque no, no sabía eso. Esa noche en el cementerio y
luego otra vez en la casa club.
Nunca hizo un movimiento para detenerlo.
—¿Y Kellan? —No puedo evitar preguntar.
—Lo estaba probando.
—¿Qué significa eso?
Se pasa una mano por el cabello.
—Te deseaba, Austin.
—Sí, muerta, como el resto de ustedes —bufo.
—No. Quiere estar entre tus piernas, cariño. Deke lo atacó. Tuve que
seguir adelante.
Mis ojos caen a mis manos sobre el húmedo concreto, evitando su mirada.
Suspira pesadamente y yo miro hacia él. Me está viendo fijamente.
—Lo sabes, no dejaría que nadie te tocara, Austin. Nadie más que yo. —
Nunca he visto sus ojos azules tan suaves. Y lo odio por hacerme sentir calor
por dentro como si alguien realmente quisiera protegerme. Es una locura
pensar en Cole de esa manera. Tal vez es solo otro de sus juegos—. Quiero que
me digas…
—No hablo de eso —lo interrumpo.
Su mandíbula se afila.
—¿Por qué no?
Me rio como si eso fuera gracioso.
—Porque a nadie le importó —le digo.
Se levanta y se acerca a mí. Se agacha, agarra mi mano y me levanta
gentilmente. No tengo más remedio que salir de la piscina mientras me levanta.
Toma mi rostro y empuja mi cuerpo al ras de él, el agua empapa su ropa
instantáneamente.
—A mí me importa.
—¿Por qué? —pregunto nerviosamente—. Me lastimaste. No te voy a decir
algo solo para que hagas un juego enfermo conmigo.
—No es así —gruñe.
—Entonces, ¿cómo es, Cole? Porque me duele la cabeza de tratar de
resolverlo —le digo.
Da un paso atrás, pasándose la mano a través de su cabello de pinchos.
Su camiseta blanca y pantalón se aferran a su cuerpo.
—Solo dime una cosa.
—¿Qué? —pregunto, frotándome las sienes.
No mentí acerca de tener dolor de cabeza.
—Tu madre te envió aquí para protegerte, ¿correcto? ¿Así no podría
tocarte? —Sus suaves ojos se encuentran con los míos, y no puedo lastimarlo.
No después de lo que me contó sobre la amiga que no pudo ayudar. No tuvo
que decir su nombre, pero sé que estaba hablando de la hermana mayor de Eli.
—Sí —digo.
—Austin. —Agarra mi brazo y me tira de vuelta a él—. Estás mintiendo. —
Sus ojos se estrechan en los míos.
Con dientes apretados, argumento.
—No, no lo hago…
—¡Deja de mentir! —me interrumpe—. ¡Y dime la verdad, Austin!
Mi enojo se eleva porque me pueda leer tan bien. Y ahora que lo sabe,
nunca se rendirá. Cole es implacable. Hace todo lo que necesita para conseguir
lo que quiere.
—¿La verdad? La verdad es que ella pensaba que me vestía muy
provocativamente alrededor de él. No le gustaba que usara pantalones cortos
en un clima de treinta y ocho grados, y que él me mirara fijamente cuando
caminaba en la habitación. No le gustaba que mi pantalón no fuera dos tallas
demasiado grande. Me culpaba cada vez que me tocaba. —Lágrimas enojadas
pican mis ojos—. Me culpó cuando me encontré acorralada en la cocina y su
mano arriba de mi camisa —grito, alejándolo—. Me culpó cuando lo encontré
desmayado y borracho acostado en mi cama mientras estaba fuera con mis
amigas. —Me mira fijamente, sus ojos azules oscuros y mandíbula afilada—.
¿Es eso lo que quieres? —grito y lo empujo de nuevo.
»¿Quieres saber que no importa lo que hiciera para detenerlo, nunca fue
suficiente para ella? —Jadeo por un suspiro—. No le importó que no volviera a
casa. No me quería allí de todos modos. Eso es justo lo que quería que mi
padre creyera. No le importaba que tomara drogas. Fue la que me las dio. Y no
le importó nada sobre mí.
La primera lágrima cae por mi mejilla, y sus ojos azules la siguen.
Traga.
—Austin...
—No le importó, Cole. —Mi voz se agrieta—. Tenías razón. ¿Es lo que
quieres escuchar? —Estoy temblando, odiándome por admitirlo ante él—. Lo
eligió a él sobre mí.
Se acerca a mí y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura. Entierro mi
cabeza en su pecho empapado y me muerdo el labio inferior para aguantar un
sollozo. Para mantener mis emociones en la bahía.
Sus brazos se aprietan a mi alrededor.
—Lo siento. —Respira, besando mi cabello.
La sinceridad en sus palabras me hace fracasar miserablemente. Quince
años de silencio salen corriendo como una presa rompiéndose. Y de todas las
personas a las que se lo pude contar, se lo digo al único que puede usarlo
contra mí. No se merecía la verdad, pero una parte de mí ha querido durante
tanto tiempo que a alguien le importara... Que alguien me dijera que ella
estaba mal. Y que le importe.
lla solloza en mi camisa, y me quedo de pie allí, abrazándola. No
sabiendo qué infiernos hacer por ella.
Estoy sin palabras. Y nunca me sentí así antes. Solo ayer
quise rasgar a esta chica en piezas. Pero no me di cuenta que ya
está arruinada. Solo que lo esconde mucho mejor de lo que yo podría hacer.
Me inclino y deslizo un brazo debajo de sus piernas y la levanto. Me siento
en el sillón, y se acurruca contra mi pecho.
Miro hacia el cielo nublado, y aprieto los dientes. No me gustan las
situaciones que no puedo controlar. Y su madre y su novio en California es
algo con lo que no puedo hacer nada.
Lo mismo con Bruce. ¿Y si decide joder nuestro trato y enviarla de vuelta?
¿Qué demonios haré entonces? No puedo dejarla ir. No la dejaré volver con
esas piezas de mierda sin valor.
Calma su respiración y se mueve en mi regazo sentándose. Me estiro y
limpio las lágrimas de su rostro. Y me siento culpable porque todavía la
encuentro hermosa cuando llora.
—Puedes irte —dice, poniéndose de pie y despidiéndome.
Agarro su brazo y me levanto también tomando su rostro, miro fijamente
sus ojos llorosos. Sostengo su mejilla, pero mira hacia otro lado, mordiendo su
labio. Puedo ver la vergüenza escrita en sus ojos. Odia verse tan débil delante
de mí. Que la haya roto tan fácilmente.
Me encanta. Finalmente algo que puedo utilizar para acercarme a ella.
Para hacerla confiar más en mí. Que me necesite más. No más de esta mierda
de ida y vuelta. Aunque me gustó su pelea, esto me gusta más. Su
participación. Nadie me ha necesitado antes aparte de Lilly. Y ese es un tipo
diferente de necesidad.
Pero cuando sus ojos vuelven a los míos, me doy cuenta que Becky tenía
razón. Si me lo pidiera, quemaría este pueblo hasta las cenizas por ella. Sin
importar quien quede de pie en mi camino.
Presiono mis labios contra los suyos, necesitándola tanto como necesita a
alguien que la proteja.
De su madre y de su novio.
Y de mí.
No soy mejor. La lastimé de otras maneras y no importa lo mucho que
sepa que estuvo mal, parece que no puedo detenerme.
Separa sus suaves labios y la beso gentilmente, saboreando sus lágrimas
una vez más y poniéndome duro. Ignoro mi deseo de tirarla a la tumbona y
arrancarle el bikini. En cambio, quiero mostrarle que puedo ser mejor. Que
puedo ser el que la salve. Incluso si es una falsa sensación de seguridad.
Porque no soy quien la salvará. Soy quien la destruirá.
Se aleja de mí primero. Mis manos caen a los costados, y ella envuelve sus
brazos alrededor de su cintura como si estuviera protegiéndose de mí. Sus
instintos le dicen que no soy bueno. Que no sería diferente de cualquier otro
bastardo que la lastimó.
—Por favor, vete —dice, evitando mis ojos.
Por una vez, hago lo que me pide.

No voy a mentir. El miércoles apestó no tenerla en la escuela conmigo. Me


gusta poder besarla y tocarla siempre que quiera, pero no he hablado con ella.
Todavía no sé qué decirle. Sé mejor que nadie que las palabras no cambian el
pasado ni sanan las cicatrices más rápido. Y nunca he sido del tipo de charlar.
El jueves no fue diferente.
El día pasa agonizantemente lento. Se sienten como las seis de la tarde,
pero solo es la hora de comer.
Deke está abarrotando comida en su boca como de costumbre. Becky se
mueve a través de su teléfono, y yo estoy sentado aquí, pensando en Austin.
Sobre cómo podría aprovechar sus tres días de suspensión. Podría estar en la
cama con ella ahora mismo. Desnudo. Mis manos en su cabello, sus labios
sobre los míos. Y el pensamiento me pone duro.
—Hola, Cole. —Kaitlin Milton se desploma a mi lado. La jefa de las
animadoras. También un dolor en mi trasero.
—¿Disculpa? —dice Becky, bajando su teléfono.
Kaitlin la ignora.
—Me preguntaba si estarías libre esta noche —pregunta, pasando los
dedos por mi brazo.
—¡Disculpa! —Becky da una palmada sobre la mesa y se inclina sobre
ella—. ¿Qué diablos crees que estás haciendo? —escupe.
Kaitlin le lanza una mirada dura, moviendo su rojo cabello sobre su
hombro.
—No te estaba hablando a ti, perra.
—Oh, eso es… —Se mueve al otro lado de la mesa, pero Deke finalmente
quita la mirada de su comida y agarra su brazo, tirando de ella de nuevo a su
asiento.
—No me interesa —le digo, alejándome de su toque.
Ella me mira y se ríe como si acabara de decir una broma.
—Vamos. Todos saben lo que está pasando entre ustedes y esa chica,
Ashley...
—¡Austin! —la interrumpe Becky.
—Lo que sea. De todos modos, todo el mundo sabe que no es serio. —
Mueve sus ojos marrones—. Es solo un desafío.
Me pongo rígido, y los ojos de Deke se estrechan a ella. No hacemos
públicos nuestros retos. Si quisiéramos que lo supieran se lo diríamos,
pintando nuestros nombres después que completamos cada uno.
Saben que los hacemos, pero piensan que es una pequeña mierda que
hacemos para pasar el rato.
—¡Austin no es un desafío! —responde Becky bruscamente.
Kaitlin pone los ojos en blanco.
—Eso no es lo que se dice en los pasillos.
—¿Qué están diciendo? —pregunta Deke antes que pueda hacerlo yo.
—Que uno de ustedes retó a Cole para seducirla. —Me sonríe—. Por
supuesto, se enamoró de él. Pero tendrás todo el mes para jugar con ella, así
que podrías aprovecharlo, ¿verdad? Usarla todo lo que puedas. —Frota la mano
en mi muslo.
Envuelvo mi mano alrededor de su muñeca y la quito. Su sonrisa nunca
vacila.
—¿Quién dijo eso? —gruñe Becky.
—Bryan.
¡Maldito Bryan!
—Bueno, es mentira —respondo—. Tú, de todas las personas, no deberías
creer todo lo que oyes. Oh, por cierto, felicidades por el bebé —agrego,
apartando la mirada de ella.
Becky lanza su cabeza hacia atrás, riendo.
—Pensé que habías ganado algo de peso. —Sonríe, y Kaitlin le lanza una
mirada acalorada. Entonces se levanta y se va.
Finalmente era viernes y era hora de volver a la escuela. Me desperté una
hora antes, me preparé, y conduje a ella. Cole me había enviado un último
mensaje diciendo que tenía práctica esta tarde y quería saber si podía recoger a
Lilly después de la escuela. Claro que le dije que sí.
No vi su auto en el estacionamiento cuando me detuve, así que pensé que
llegaría tarde llevando a Lilly a la escuela. Entré a la primera clase y vi a Becky
de espaldas en nuestros habituales asientos.
Me siento a su lado y tomo una profunda respiración.
—¿Sabías que Deke fue quién nos grabó a Cole y a mí en el baño en la
fiesta? —No he hablado con ella desde que hubo toda esa mierda en la casa
club. Uno, porque realmente no he tenido el tiempo. Y dos, porque está tan
envuelta en Deke, que era difícil pasar tiempo a solas con ella, y no quería
hacer esto a través de un texto.
Sus ojos se ensanchan.
—¿Qué?
Miro sus rasgos para ver si puedo decir si está sorprendida o fingiendo.
—Deke lo admitió. Y sé que estabas de pie allí con nosotros cuando Cole
me alejó.
Niega rápidamente.
—Juro que no tenía ni idea. Cuando dejaron la cocina, salí a la calle.
—Pero pasaste esa noche con él. —Cuando llegamos a la escuela a la
mañana siguiente, se había ido con él.
Asiente.
—Me encontró justo antes que nos fuéramos. Se acercó y me preguntó si
lo que había oído era verdad.
—¿Qué?
—Si David y yo habíamos roto.
—¿David?
Ella asiente.
—Mi ex. Estuvimos juntos durante dos años. Se graduó el año pasado,
luego me dejó durante las vacaciones de Navidad. No hubo sorpresa allí. —
Pone los ojos en blanco—. Pero no, no tenía ni idea. Vi un video en línea, y
traté de mostrártelo a la mañana siguiente, pero no quisiste verlo.
—Pero sabías que Deke lo había publicado.
Niega rápidamente.
—No. Eso no estaba en la página de Deke. Tiene que habérselo enviado a
otra persona para publicarlo. Lo siento, Austin.
Me siento en mi asiento. Por supuesto que no.
Entonces sabría que era el único responsable.
—Está bien. —Nada que pueda hacer sobre eso ahora.
—Pero hay algo que necesitas saber.
—¿Qué? —pregunto con un suspiro.
—Kaitlin se sentó con nosotros en el almuerzo ayer.
—¿Quién es Kaitlin? —No tengo idea de quién es quién aquí. Me aferro a
mí misma. No hablo con nadie en mis clases. Cole siempre está conmigo en los
pasillos y en el almuerzo. Todos se mantienen alejados de nosotros.
—Es una puta. Y se mantuvo abordando a Cole. —Mis puños se aprietan
en mi regazo al pensar en otra chica arrojándose hacia él. Nunca realmente
pensé en él y en otras chicas, pero ella me había dicho que es un mujeriego—.
Pero la voló por completo. —Me relajo un poco—. Estaba a punto de
arrastrarme a través de la mesa y romperle el cuello. Está arrojándose a cada
Gran Tiburón Blanco. —Sacude la cabeza—. Y créeme, todos han tenido su
turno, pero cada uno la alejó cuando lo hicieron con ella. Eso es lo que haces
con basura usada. —Me rio—. De todos modos, dijo que Bryan empezó un
rumor.
Arrugo la frente.
—¿Qué tipo de rumor?
—Que eres un desafío.
Mi corazón comienza a latir con fuerza con las palabras.
—¿Qué quieres decir? —Nunca escuché a otros en la escuela hablar sobre
los chicos y sus retos. No sé si se lo dicen a todos o si los guardan en secreto,
pero no quiero que otros piensen en hacerlos también. La gente no puede
mantener la boca cerrada, y si ese es el caso, entonces me atraparán en
cualquier momento.
—Bryan está diciendo que uno de los chicos desafió a Cole a seducirte y
que tiene un mes para...
Mis ojos se estrechan en ella.
—¿Un mes para qué?
—Jugar contigo. Fueron sus palabras.
Segunda clase, entro antes de lo usual. Agarré mis libros antes de la
primera clase para no tener que hacer el viaje extra a mi casillero.
Estoy enojada con Cole por lo que Bryan está diciendo. Una parte de mí
no quiere creer que soy un desafío, pero la otra parte dice que por eso es tan
inflexible con dejarme sola.
Elijo la silla en la parte de atrás junto a la esquina y me siento. Las sillas
a mi derecha delante de mí están ocupadas. Sonrío, sabiendo que no podrá
sentarse cerca de mí. Me bloqueo en el momento en que entra. Vestido con un
pantalón vaquero azul y su sudadera negra con cremallera, demanda atención.
Su cabello oscuro se ve recién alborotado, y odio que mi primer pensamiento
sea que Kaitlin lo hizo. Sus ojos azules aterrizan en los míos cuando sabe
dónde estoy, y camina hacia mí.
—Levántate —le ordena al chico a mi lado.
Él agarra sus libros y se aleja.
—Hola, cariño —dice, sentándose.
Lo ignoro y me quedo quieta mirando hacia adelante.
Se inclina sobre su escritorio.
—¿Qué sucede?
Me giro para mirarlo, y mis ojos se estrechan.
—Un mes, ¿eh?
Sus oscuras cejas se juntan como si estuviera confundido. No me explico.
Puede averiguarlo por él mismo.
Va a abrir la boca, pero la maestra llama nuestra atención. Escribe una
asignación en la pizarra antes que se excuse del aula. Saco mi lápiz, un pedazo
de papel, y el libro de texto. Empiezo a leer cuando el libro es arrebatado de mi
escritorio. Miro hacia arriba para ver a Cole estrellándolo contra el suelo. Todos
los chicos se dan la vuelta para mirarnos mientras el sonido rebota en las
paredes. Los ignoro. Sus duros ojos azules están viéndome.
Lo descubrió. Bien por él.
—Madura —le digo, inclinándome para agarrarlo, pero lo quita del
camino—. Cole...
—Realmente no crees esa mierda, ¿verdad?
—¿Por qué no lo haría? —exijo—. Tiene perfecto sentido de repente. No sé
por qué no lo pensé antes.
Da una risa áspera.
—Tal vez porque no es cierto.
Resoplo.
—Como si te creyera.
—Austin —gruñe mi nombre.
Los chicos todavía están frente a nosotros mientras discutimos en la
esquina.
Sus ojos van y vienen entre nosotros. Algunos incluso tienen sus teléfonos
fuera, y puedo escuchar sus dedos escribiendo.
—Cole —lo desafío.
Se inclina, su rostro a centímetros del mío.
—No hemos hecho ningún reto sin tú presencia desde que te atrapé esa
noche en el cementerio.
Lo fulmino con la mirada.
—Mierda.
Sonríe, y es malvado.
—¿No recuerdas lo que acabó pasando la otra noche en la casa club? Ni
siquiera sabían cómo te conocí. Por no hablar de que me permitiste penetrarte,
cariño. —Y con eso, se sienta y abre su libro.
Sigo mirando, odiando que esté en lo correcto. No había pensado en eso.
No sabían que me había chantajeado. Bien, Deke lo hacía. Pero por lo que sé,
uno no puede retar a otro sin los demás presentes. Tienen que atraerlo.
Miro al tipo sentado frente a Cole. Sus grandes ojos marrones están sobre
mí.
—¿Me das mi libro? —le pido. Sus ojos se lanzan hacia Cole, que todavía
mira hacia abajo—. Por favor —gruño. Cole lo pateó debajo del escritorio de ese
chico.
Sus ojos vuelven a los míos, y luego gira, mirando hacia adelante,
dándome la espalda. Ignorándome. Todo porque teme ayudarme debido a Cole.
—Bien —protesto mientras salgo de mi escritorio y voy al suyo.
Agachándome, lo levanto, y Cole me da una nalgada.
Me giro para mirarlo, y me está dando una sonrisa.
—Bastardo —siseo.
la hora del almuerzo, todavía está enojada conmigo. Y me
encanta que ni siquiera intente esconderlo. Me excita.
Me siento frente a ella, junto a Deke, y parece sorprendida.
Tengo una razón para ello.
—Entonces, ¿cómo estuvieron tus tres días de descanso de la escuela? —
le pregunta Deke.
—Increíbles. No hice una mierda —dice, sumergiendo la fritura en salsa de
tomate y sonriendo.
Becky se ríe.
Deke me mira, y le doy un simple asentimiento.
Sonríe y se sacude el polvo de las manos agarrando su teléfono.
—Oigan, chicas. Sonrían. —Sostiene su teléfono, y como las chicas que
son, se apoyan una en la otra y sonríen mientras toma su foto.
—Perfecto —dice y luego comienza a escribir.
—¿Qué estás haciendo, nene? —le pregunta Becky.
Espera hasta después que termina para responder.
—Publicando su foto, chicas.
Su teléfono vibra sobre la mesa.
—Te haremos una fiesta —le digo a Austin.
Ella estaba recogiendo su bebida pero se detiene por mis palabras. Sus
ojos se estrechan hacia mí con sospecha, luego hacia Deke.
—¿Por qué?
—Porque te lo ganaste —dice él simplemente.
—¿Qué hice para ganarme una fiesta? —pregunta despacio.
—¿A quién diablos le importa? —pregunta Becky emocionada.
Suena la campana, y se levantan a tirar su basura, y me dirijo a Deke.
—¿A quién invitaste?
Él sonríe.
—A todo el mundo.
Salgo al pasillo y la encuentro a ella y a Becky junto a su casillero.
—Te recogeré a las diez —le digo.
—¿Es esta noche?
Asiento.
Suelta un largo suspiro.
—¿Dónde?
—En la playa —responde Becky, ya revisando su Facebook.
—Hará frío. —Austin frunce el ceño.
Becky solo se ríe y se marcha a clase. Austin me mira.
—Estás en algo.
Me inclino y le beso el cuello.
—¿No lo estoy siempre?
—Cole —susurra y me acerca. Voy de buena gana y la miro—. Por favor,
no me avergüences.
Arrugo la frente.
—¿Qué? ¿Por qué piensas…?
—Tienes tendencia a demostrar que estás bien, y yo... —Mira hacia otro
lado y deja escapar un largo suspiro—. No importa.
Se gira para alejarse, pero le agarro el brazo y la detengo.
—¿Qué?
—Después del otro día... lo que te dije... —Suspira pesadamente—. Lo
entiendo —dice suavemente—. Ustedes dirigen esta escuela. Esta ciudad. —
Sus ojos se encuentran con los míos—. Pero tú... —Se detiene de nuevo, y
busco sus ojos, esperando ver lágrimas enojadas, pero en cambio, no veo más
que tristeza. Y no me gusta. Incluso odio más a Bruce Lowes por permitir que
su madre y su novio la trataran como lo hicieron—. Esa noche en mi
habitación, me dijiste que me reducirías a nada. Pero lo que no sabías es que
siempre he sido nada. Pero aquí… —Levanta las manos y las abre de par en
par—. Eres alguien, y no importa lo duro que trate de esconderme en lo oscuro,
me tiras al centro de atención. Y no es donde pertenezco. —Con eso, se aleja
por el pasillo, abrazando los libros a su pecho.
Entro en la quinta clase y me siento junto a Deke.
—¿Eres amigo de Austin en las redes sociales?
Él resopla.
—No me agrega. Sé que vio mi petición.
—¡Mierda! —siseo sentándome.
—¿Por qué? —pregunta.
—Quiero ver su página.
Él ríe.
—Bien, puedo hacer que eso ocurra. Espera. —Se inclina hacia delante y
agarra el hombro de Becky—. Déjame ver tu teléfono, nena.
—¿Por qué? —pregunta.
Pone los ojos en blanco.
—Jodidamente no importa por qué. Solo dámelo —le pide Deke.
Resopla, pero se lo da. Él presiona unos botones y luego me lo entrega.
—¿Cómo miro las fotos? —pregunto.
Dice que no era nada. De alguna manera, no le creo. Su madre y su novio
probablemente solo la hicieron sentir de esa manera.
—Aquí tienes. Simplemente desplázate hacia un lado —me instruye.
Obtengo una foto de ella y un chico. Está a su altura y los tatuajes vienen
desde debajo de su camisa y se detienen en su mandíbula. Tiene grandes
aretes negros en las orejas. Su brazo derecho está sobre sus hombros, y ella lo
mira como si lo amara. Nunca he visto esa mirada en su rostro antes.
—¿Quién demonios es ese? —pregunta Deke.
—No lo sé —gruño.
—Oh, ese es Martin —dice Becky, mirando hacia abajo ahora.
—¿Quién diablos es Martin? —gruñe Deke.
—Su ex —responde.
Nunca pensé que pudiera no estar disponible. El pensamiento nunca
cruzó mi mente. Como dijo Celeste, siempre me dan lo que quiero. Maldito sea
el novio. Pero es bueno saber que no tengo que quitársela. Hace esto más fácil
para mí.
—¿Eran serios? —le pregunta Deke a Becky.
—No habla mucho de California, así que no lo creo. Solo sé que estuvieron
juntos por las fotos. Tiene más de él.
Deke saca el teléfono de mis manos, y me inclino en mi escritorio mientras
saca otra foto. Es de ella parada en una sala de estar. Viste una minifalda de
cuero negro y top ajustado. Otra morena de su edad está a la izquierda. Un
hombre detrás de ella. Se ve mucho mayor. Tiene un cigarrillo entre los labios y
sus ojos están justo en su trasero. Sé exactamente quién es. El novio de su
madre.
—Siguiente —ordeno.
Deke pasa a otra de ella, y parece estar dentro de un club. Hay luces de
neón, y tiene su cabeza hacia atrás, ese tipo con los tatuajes tiene la cabeza
enterrada en su cuello, sus manos agarran su trasero.
—Siguiente —gruño.
Esta es de ella en la playa. Tiene el cabello castaño arriba y grandes gafas
puestas sobre su rostro. Lleva un bikini blanco, y ese tipo está allí con ella otra
vez. Pero solo que esta vez la está sosteniendo. Sus piernas se envuelven
alrededor de su cintura, sus brazos alrededor de ella, y su cabeza esta
inclinada mientras ella lo besa. Puedo ver el tatuaje en su costado.
—Joder, hombre. ¿Tiene un tatuaje? Eso es atractivo —dice Deke con un
asentimiento. Lo fulmino con la mirada.
El teléfono de Becky vibra en sus manos, y él sale de sus fotos.
—Espera… —lo alcanzo, pero él lo aparta.
—Espera, volveré. —Presiona algunos botones más, luego lo sostiene hacia
mí, pero no sé lo que estoy buscando. No hago esta mierda de redes sociales—.
Mira esta mierda —dice.
—¿Qué? —pregunto, pidiéndole que lo señale para mí.
—Publiqué esa foto de las chicas y etiqueté a Becky. Ella luego etiquetó a
Austin —explica Deke.
Todavía no lo entiendo.
—¿Quieres decir…?
—Significa que sus amigos ven el mensaje que puse. Y mira quién
comentó.
Sostiene el teléfono de Becky más cerca de mi rostro.
Hola, Austin. Luces mejor que nunca. Seguro que echo de menos golpear ese
trasero.
Mi ira aumenta, y mis manos se hacen puño.
—¿Quién es ese? —exijo.
—Es él —responde—. El chico en las fotos con ella.
Me siento. ¿Seguro que echo de menos golpear ese trasero? Me aseguraré
de decirle eso esta noche cuando esté enterrado entre esas dulces piernas.
—Eliminé el comentario —anuncia Deke, pero lo ignoro—. Ella necesita
borrar esas fotos de él y sus besos ahora que está contigo, hombre.
Le devuelve a Becky su teléfono y gruñe.
—Envíale un texto a Austin y dile que borre esas fotos de su ex en sus
redes sociales.
Becky deja escapar un suspiro pero comienza a escribir en su teléfono.
Suena inmediatamente con una respuesta.
—Dice que lo hará cuando Cole tenga una página de redes sociales. —
Luego nos da la espalda, riéndose ante la idea de que eso pase alguna vez.
Deke me mira.
—Sabes qué tienes que hacer.
Sonrío. Ella está alardeando.
Solo espera y verás, Austin.
Nunca he deseado una mujer para mí solo. No quería lidiar con el drama y
la mierda. Parece que la competencia no me va bien tampoco.
No era nada.
Bueno, Austin Lowes, estoy a punto de hacerte algo. ¡Completa y
putamente mía! Y el mundo lo sabrá.

Paso dentro de mi armario mientras Becky está parada delante de mí,


mirando mi ropa.
—No sé qué ponerme —le digo por tercera vez.
La llamé en estado de pánico. Puedo haber vivido en California, pero la
única vez que fui a la playa fue para nadar en el océano. No de fiesta.
—¿Llevo botas? —pregunto—. Como que no puedes usar tacones a menos
que planees cargarlos. Y entonces, ¿cuál es el punto en eso? Podría usar tenis
pero no son sexys para una fiesta.
Ella ríe.
—Puedes llevar botas. La playa será arenosa y rocosa pero debido a que
llueve mucho, estará un poco compacta. —Mirando su teléfono, comienza a
escribir un mensaje—. Deke y Cole están en camino.
—¿Ambos? ¿Por qué?
—Llamé a Deke de camino aquí, y dijo que vendrían a recogernos. —
Levanta la vista de su teléfono—. Y, por cierto, mis padres creen que me
quedaré contigo esta noche. —Sus cejas se levantan, y me río—. Ahora vamos a
vestirte. Los chicos estarán aquí pronto.
Veinte minutos después, estoy en mi baño terminando mi pintalabios
cuando escucho la puerta de mi habitación abrirse.
—No sé a qué hora estaré en casa. Pero no espero llegar demasiado tarde
—grito, sabiendo que es Celeste.
—No volverás a casa en absoluto.
Me giro para ver a Cole inclinado contra el marco de la puerta de mi baño.
—¿Qué estás haciendo aquí arriba? —pregunto.
Cruza los brazos sobre su pecho mientras sus ojos escudriñan mi suéter
negro y rojos vaqueros de pitillo con mis botas negras hasta la rodilla. Cuando
se encuentran con los míos, se empuja el marco de la puerta y camina hacia
mí.
Doy un paso atrás, pero la encimera me detiene. Se ve enojado. Con su
máscara habitual en su lugar, y sus ojos son oscuros.
Su mano derecha se desliza en mi cabello, moviendo mi cabeza hacia
atrás.
—Cole... —Sus labios están en los míos antes que pueda decir nada más.
Me derrito en él como todas las demás veces. Mis rodillas se doblan
cuando profundiza el beso, exigiendo mi aliento. Su lengua baila con la mía, y
gimo en su boca. Presiona sus caderas contra las mías, y puedo sentir que ya
está duro.
—Al diablo la fiesta —le susurro cuando me empuja.
Pasa su mano por mi cabello.
—Cuánto como me gustaría hacer eso, no podemos dejar a Deke abajo.
—¿A Deke?
Cole asiente.
—Quiso darte esta fiesta.
—Ahora, estoy muy nerviosa. —Me río.
—No lo estés. —Besa mis labios suavemente como si no pudiera tener
suficiente. O todo fuera parte de su juego. En este punto, no puedo decir la
diferencia ya. Y eso no es bueno.
—No le digas esto a Deke, pero es inofensivo.
—Lo vi ayudarte a matar a alguien —le recuerdo.
—Sí. —Sonríe como si estuviera recordando esa noche con cariño—. Pero
nunca te lastimaría. —Levanto una ceja. Él se ríe, esa ira en sus ojos que se
desvanece un poco—. Si no me tuviera para golpearle el trasero, Becky lo haría.
No me di cuenta que era tan ferviente hasta ayer en el almuerzo.
Me rio.
—Vamos. Si no nos apuramos, Becky y Deke pueden ya estar desnudos en
el auto.
—Empaca una bolsa muy rápido.
Me detengo y me vuelvo para enfrentarlo.
—Esa no es una buena idea, Cole.
Sus ojos se estrechan, esa ira regresa tan fácilmente con mi negación.
—Empaca. Una. Bolsa —me ordena esta vez.
Pongo mi mano en mis caderas, negándome a retroceder de él.
—No me quedaré en la casa de tu padre.
Una sonrisa se extiende por su rostro. No es amigable.
—¿Quién dijo que nos quedaríamos en la casa de mi padre?

—¿Qué demonios? —pregunto mientras Deke se detiene en la playa. Los


autos están en la arena, bueno, los que tienen carretillas elevadoras y jeeps.
Hay una fogata. Los barriles se alinean en la orilla, y mesas plegables
blancas contienen botellas de licor y copas. Chicos de todas las edades
ensucian la arena. Algunos los reconozco de la escuela, pero otros no.
—¿Cómo organizaste esto? —pregunto.
—Magia —responde Cole.
Deke se burla.
—Por favor. Esto no es mágico. Es todo yo, nena. —Pongo los ojos en
blanco, pero Becky se ríe mientras salimos.
—Quédate cerca de mí —ordena Cole.
—¿A dónde iría? —pregunto.
Agarra mi mano y me lleva con él. A un jeep le falta la parte de arriba y las
puertas están en la arena, y tiene altavoces en su interior estallando con “Feel
Invencible” por Skillet.
Nos dirigimos a una mesa blanca, y Cole suelta mi mano para empezar a
hacernos tragos.
—¿No es increíble? —grita Becky, agarrando mi brazo.
Asiento.
—Deke se superó a sí mismo —le digo, mirándolo. Él me mira fijamente y
me guiña un ojo. Estrecho los ojos, y ríe.
Están en algo. ¿Qué diablos es?
—Aquí —dice Cole, volviendo a enfrentarme y me da una copa. Tomo un
sorbo y frunzo el ceño, mirándolo.
—Casi no hay alcohol en esto.
—Hay suficiente.
—¿Dónde está el tuyo? —pregunto, notando que sus manos están vacías
ahora.
—Estoy bien —dice, su respuesta es corta.
Abro la boca para discutir pero la cierro cuando veo a Shane acercarse a
nosotros. Sus ojos encuentran los míos, y luego mira hacia otro lado con
rapidez. Quiero tirar mi bebida sobre él por haberme delatado. Pero, ¿qué
esperaba? Una vez más, fue mi culpa confiar en él.
Por confiar en alguno de ellos.
Deke y Cole caminan hacia Shane y nos dan la espalda. Me doy vuelta y
tomo una botella de vodka y la sirvo en mi copa.
—¿Quieres un poco más? —pregunto, sosteniéndola hacia Becky.
Niega.
—Deke hizo fuerte la mía.
Me siento y tomo un trago.
—Mucho mejor. —Inclinándome contra la mesa, miro a Cole. Tiene el
cabello peinado y luce como un pequeño lío desaliñado. Lleva pantalón
vaquero, tenis, y su sudadera negra con capucha.
—Él no bebe.
—¿Qué? —pregunto, volviéndome para mirar a Becky.
—Le habías preguntado dónde estaba su bebida. —Asiente a Cole
mientras está parado con sus amigos. Sus brazos están cruzados sobre su
pecho. Shane y Deke tienen bebidas—. Bueno, lo hace, pero solo cuando tiene
fiestas en su casa —dice ella antes de tomar un trago—. Si va a una fiesta que
no es en casa de su padre, entonces no bebe.
—Tuvo un trago esa noche que estuvimos en esa fiesta en la que se
presentó.
Ella asiente.
—Un trago. No verás que tenga más que eso.
Eso me sorprende.
—¿Por qué no? —pregunto.
—La noche en que Maddox, Landen, y Eli murieron, todos habían estado
bebiendo en una fiesta. Cole lo conducía el auto cuando chocó.
Mis cejas se disparan. Nadie habla sobre lo que les pasó a sus amigos. Es
como el fantasma que no todos pueden ver, pero que sabes que está ahí. Jeff
dijo que mató a sus amigos, y Shelby me dijo que fue un accidente de auto,
pero eso es todo lo que sé.
—¿Qué pasó? —pregunto, viendo que él y Shane todavía están hablando
con Deke, pero ahora Bennett se unió a ellos.
—Los frenos fallaron, y el auto se salió del camino. Todos salieron
expulsados.
Tomo un sorbo.
—¿Cole se metió en problemas?
Niega.
—Su padre tiene dinero. Le pagó a la policía por el nuevo centro de
formación de la academia antes del accidente. Le dieron una palmada en la
muñeca. —Baja la voz—. Eso causó una gran cantidad de tensión entre él y
Kellan.
Arrugo la frente.
—¿Por qué Kellan?
—Los otros chicos entendieron que lo que sucedió fue un accidente y pudo
haberle pasado a cualquiera de ellos. Todos estaban fuera de control, pero
Kellan lo culpó. Todavía lo hace. Maddox era su primo.
—Oh —digo.
Ella asiente rápidamente antes de tomar otro trago.
—Pero siento pena por Cole. —Lo mira y suspira—. Lo que pasó fue un
accidente. Infiernos, he ido a fiestas y conducido a casa borracha antes. No es
responsable, pero lo hago. Él se culpa a sí mismo, y cualquiera que lo sepa
puede ver que se lo come vivo. Él y Eli eran los más cercanos, y murió en sus
brazos.
—¿Qué? —Respiro.
—Lauren James, una estudiante de segundo año, su padre es paramédico,
y dijo que le contó que cuando se detuvieron en la escena, Cole estaba sentado
en la zanja con Eli en los brazos. Muerto.
Lo miro y veo que se ha girado y ahora mira en nuestra dirección. Sus ojos
están en la arena, sus manos ahora en los bolsillos delanteros de su pantalón,
y asiente con la cabeza mientras Shane les habla. Y recuerdo lo que le dijo a
Jeff esa noche en el cementerio.
Dame lo que merezco ¿Por qué no te levantaste y me pegas? ¿Por qué no
eres un maldito hombre y peleas conmigo?
Quería una pelea. La necesitaba. No lo entendí entonces, pero lo hago
ahora. Levanta la cabeza y sus ojos se posan en los míos. Lo miro también sin
parpadear, solo observando el color de sus ojos azul oscuro. Son iguales que el
cielo, siempre nublados. Y no puedo imaginar lo que atravesó al perder a tres
amigos y vivir con esa culpa. Destruiría a una persona débil.
ole?
Miro lejos de Austin para fulminar a
Shane con la mirada.
—¿Qué?
—¿Escuchaste algo de lo que acabo de
decir?
—Sí.
—Entonces, ¿qué dije? —pregunta con un levantamiento de cejas.
—Que no encontraste mucho en el ordenador portátil.
Deke niega.
—Di por seguro que podríamos usar algo allí.
—Bueno, hay algunas cosas. Él tiene cuentas que podemos vaciar.
—Todavía lo está buscando —añade Bennett.
Resoplo.
—No se rendirá porque sin Jeff, el negocio se desplomará.
—¿Crees que sospecha de nosotros? —pregunta Shane.
Niego.
—Nos aseguramos de cubrir nuestras huellas. ¿Por qué lo haría?
Se pasa una mano por el cabello.
—Porque somos los únicos que sabíamos lo que realmente le hizo a Aimee.
—No tiene pruebas de que lo sabemos —discuto.
—¿Y si encuentra las cámaras? —continúa Shane.
—Estás llegando muy lejos… —gruño, cansado de hablar de esta mierda.
—Estoy intentando pensar en todas las posibilidades por si algo regresa a
mordernos en el trasero —responde.
Me giro y me acerco a él, mi pecho golpea el suyo.
—Déjalo, Shane. Estás haciendo un problema donde no lo hay.
Sus ojos marrones se estrechan en los míos.
—No, hiciste un problema cuando decidiste continuar lo que Eli comenzó.
—Todos continuamos —lo corrige Deke.
—Le debía eso. —Aprieto las manos—. Yo… —Una mano se posa en mi
brazo, y salto hacia atrás con sorpresa. Mirando, veo a Austin parada a mi
lado, sus ojos verdes llenos de preocupación mientras buscan los míos.
Su mano corre por mi brazo, y afloja mi puño, luego entrelaza sus dedos
con los míos.
—Hola, nena —dice Deke, aligerando el estado de ánimo tirando de Becky
para un beso.
—¿Todo bien? —pregunta Austin suavemente, aun buscando en mis ojos.
Pongo esa máscara sobre mi rostro que aprendí a colocarme hace mucho
tiempo. Quién sabría que se volvería útil cuanto más mayor me hiciera.
—Bien. —Suelto su mano y paso mi brazo sobre sus hombros, tirando de
ella cerca de mí.
—Entonces… —Ella mira a Deke—. ¿Por qué la fiesta?
Él le sonríe cálidamente, y ella lo mira escéptica. No confía en él. Le dije
antes, en su casa, que era inofensivo, y lo es. Mientras te quedes fuera de su
camino. Nunca dudó de mí ni por un segundo cuando le dije lo que quería
hacerle a Jeff. Nunca he cuestionado su lealtad y su necesidad de venganza.
Era el mejor amigo de Eli, también, junto con Maddox y Landen. Pero a
Austin... la habría matado sin pensarlo esa noche en el cementerio y lo habría
detenido. Puede meterse con ella aquí y allí, pero nunca pondría sus manos
sobre ella porque sabe que me pertenece. Yo decido su destino. Si le dijera que
la matara, lo haría. Si le dijera que la protegiera con su vida, lo haría. Y yo
haría lo mismo por él. Eso es lo que hace un hermano. Ellos se respaldan. Sin
importar nada.
—Porque completaste tu primer reto. Y no voy a mentir, me impresionaste.
Como sabía qué harías. —Toma el vaso de Becky y le da el suyo vacío,
inclinándolo hacia mí—. Él dudó de tu potencial. —Entonces toma un trago—.
Yo no.
Ella se burla.
—Me siento insultada.
Todos ríen, incluyéndome. Me inclino y beso su cabello, dejando que todos
por aquí sepan que todavía es mía. Para esos quienes están aquí y no lo saben
ya.
—Estuve impresionado. Enojado, pero impresionado, sin embargo.
—Sí, tirar de esa alarma de incendios no fue el movimiento más
inteligente. —Bennett se ríe.
Ella se encoge de hombros torpemente con mi brazo sobre ellos.
—Mi única opción era hacerlo durante el día mientras estaba en el
trabajo.
—Y te llevaste mi auto. Me quedaré con las llaves en todo momento a
partir de ahora.
—Si me dejaras conducir, no habría tenido que tomar el tuyo.
—No pasará, cariño.

Hemos estado aquí en la playa por dos horas. Los chicos y yo estamos de
pie en la fogata. La gente llena la playa en algunos puntos y algunos ya
pasaron por la línea de árboles. Ninguno me habla porque saben que a menos
que sean mis amigos, no tengo nada que decirles. Deke es una mariposa social
en línea, pero también se mantiene distante en la escuela. Bennett y Shane son
amigos de todos. Kellan se queda para sí mismo. Solo ha sido así durante los
últimos seis meses. Creo que algo de eso tuvo que ver con el accidente. La otra,
con Celeste.
Miro por encima de mi hombro para ver a Austin y a Becky de pie junto a
una de las mesas plegadas, y Austin se está sirviendo otro trago. Es el cuarto.
Lo he estado contado. Y también sé que sigue añadiendo alcohol a los que se
ha preparado.
—Pensé que Kellan saldría esta noche —dice Shane, recibiendo mi
atención.
Sabía que no aparecería. Apuesto mi trasero que está en la casa de Bruce
teniendo sexo con Celeste. Bruce está fuera de la ciudad, y Austin está aquí.
Eso es lo que haría si fuera él.
—Tal vez no tuvo ganas de tener el trasero pateado esta noche —ofrezco.
Shane suspira pero no dice nada. Sabe que no estoy de humor para ser
probado.
—¡Dije que te detuvieras!
Me giro al oír el sonido de la voz de Austin. Su espalda está hacia nosotros
mientras se enfrenta a un chico. Un tipo al que odio... ¡Bryan!
—Vete, Bryan —responde Becky bruscamente, y entonces lo empuja.
Las chicas giran y comienzan a caminar hacia nosotros, y no me pierdo la
forma en que unen sus brazos y tropiezan. Están borrachas.
Los cuatro llegamos a ellas antes que incluso puedan dar otro paso.
Bryan y su amigo Christopher se ríen.
—¿Qué diablos fue eso? —demanda a Deke, mirando a Becky.
Antes que pueda responder, Bryan y Christopher se unen a nosotros.
—¿Hola, Austin? —La mira, y sus ojos verdes y vidriosos se estrechan
sobre él—. Bryan me retó a tener sexo contigo. —La mira de arriba a abajo,
sonriendo como el borracho que es—. ¿Dónde quieres…?
Mi puño conectando con su rostro interrumpe todo lo que estaba a punto
de decir.
—¡Amigo! —grita Bryan, saltando atrás mientras Chris cae a la arena.
—¿Lo retaste a tener sexo con ella? —grito hacia él.
Coloca sus manos delante y se estremece. Envuelvo mis manos alrededor
de sus muñecas y lo tiro hacia delante. Una vez que su pecho golpea el mío, le
pego con la cabeza. Cae al lado de Christopher, y ambos ruedan gimiendo.
—Levanta el trasero —le ordeno, sintiendo la adrenalina que viene con
una pelea. Mi cabeza late, y aprieto y aflojo mi palpitante puño.
—¡Cole! —grita Austin detrás de mí. Me giro para enfrentarla. Esos verdes
ojos ahora están muy abiertos por el miedo. Mira a los chicos en el suelo por
un segundo y luego a mí—. Solo vámonos.
—Todavía no. —Miro a Shane—. Lleva a las chicas al SUV de Deke.
—No. Cole... —Bennett agarra el brazo de Austin y la aleja mientras Becky
se aferra a Deke. Él la empuja hacia Shane, y ella pelea contra él mientras la
lleva al Range Rover.
Los chicos empiezan a rodearnos, y me quito la sudadera negra con
cremallera, pero me dejo la camisa mientras Deke viene a mi lado y nos
giramos para mirar hacia los bastardos.
—Me encargaré a Christopher —dice.
—Yo tengo a Bryan. —Ante la mención de su nombre, Bryan levanta las
manos y cae de rodillas, tratando de alejarse. Tomo su tobillo y le doy un tirón,
tirándolo sobre la espalda. Me paro sobre él, recordándome que no puedo
matarlo aquí con todos los testigos, y, por supuesto, todos tienen sus teléfonos
y nos están grabando.
—Era solo una broma —dice Bryan mientras la sangre corre por su rostro.
Salta sobre sus pies, levantando las manos.
Deke ya está encima de Christopher golpeándolo como el infierno. Yo me
tomaré mi tiempo con Bryan. Se merece eso.
—Meterte con lo mío no es broma —le digo.
—Cole… —gruñe mi nombre como si su tono me hiciera retroceder.
He golpeado su trasero antes, así que pensarían que el bastardo habría
aprendido su lección.
Levanto los puños y le sonrío.
—Te patearé el trasero, Bryan. —Él traga nerviosamente—. Te reto a
pelear.

Becky y yo nos sentamos en el asiento trasero del Range Rover de Deke


cuando vemos a los chicos caminando hacia nosotras. Ella abre la puerta y
corre hacia él. Yo salgo un poco más lento, sabiendo que Cole y yo no somos
como ellos.
—Nene —grita ella, colocando la mano en su rostro. Él tiene un corte a
través de la mejilla, y su camisa se estira a su cuello, pero eso es todo.
—Estoy bien —le asegura.
Los ojos de Cole se encuentran con los míos, y lo miro con furia. Me ignora
mientras sube al asiento del conductor. Salto al lado del pasajero mientras
Deke y Becky se suben detrás de nosotros. Comienzan a jadear mientras ella se
arrastra a su regazo y lo monta a horcajadas mientras lo hacen.
Miro al frente, intentando estar más sobria. Bebí mucho. Le agregué
alcohol extra a cada bebida que me preparaban, bebiendo algunos tragos
cuando no estaba mirando. Ahora lo estoy lamentando.
Miro las manos de Cole mientras agarran el volante. La piel rota y la
sangre las mancha. Su sudadera negra con capucha está en su regazo para
que pueda ver que sus tonificados antebrazos también están cubiertos de
sangre.
—¿Lo mataste? —No puedo evitar preguntar.
—¿Qué te importa? —responde, su respuesta es corta.
—¿Por qué estás enojado conmigo? —exijo. Me mira rápidamente. Sus ojos
me recorren antes de volver al oscuro camino—. No es mi culpa. —Sus manos
golpean el volante, apretando sus sangrientos nudillos—. Yo no hice nada...
—Lo sé —responde—. ¡No dije que jodidamente lo hicieras!
—Entonces ¿por qué demonios estás actuando así?
Becky gime, y no me atrevo a mirar al asiento trasero temiendo que sus
pantalones puedan estar abajo.
—Solo detente —responde.
—No. No lo haré. —Me giro en mi asiento, el cinturón de seguridad lo hace
difícil, pero tiro, dándole un poco de holgura—. ¿Por qué lo golpeaste? —Me
ignora mientras conduce hacia el oscuro camino de dos carriles—. ¿Porque
necesitabas pelear?
—No —gruñe.
—Puede que esté un poco borracha...
—Eso es un eufemismo.
—Pero te vi. Estabas enojado antes que llegáramos allí. Estabas buscando
una pele...
—Cállate, Austin.
—No, quiero saber por qué...
—Porque no voy a dejar que ninguna perra de trasero-punk te hable así —
grita, interrumpiéndome una vez más.
—Como si tú me hablaras mejor —contesto—. Puede que no sea un reto,
pero soy solo un maldito juego.
—Lo que eres no importa —dice simplemente.
Escucho a Becky jadear.
—Cole... —Sus palabras se cortan, y doy una mirada rápida para ver que
Deke tiene una mano cubriéndole la boca y los labios junto a su oreja. Ella
todavía lo monta a horcajadas, pero ambos están vestidos. Él saca las manos, y
sus entrecerrados ojos van hacia Cole.
Miro hacia él también.
—Maldita sea. Entonces, ¿por qué no acabas por dejarlo tener sexo
conmigo?
Tira del auto hacia el lado de la carretera y aprieta los frenos. Mi mano va
al salpicadero mientras mi cinturón de seguridad se tensa.
Se vuelve hacia mí. Aquellas nubes ruedan en sus ojos azules.
—Si eso es lo que quieres, entonces adelante. —Se encoge de hombros
descuidadamente—. Camina de regreso a él y besa sus heridas, Austin. Porque
lo golpeé bastante bien. —Luego se baja, golpeando la puerta detrás de él.
e alejo del SUV, sin saber realmente lo que estoy haciendo,
pero necesitando un momento. Necesitando un puto minuto
para pensar sin su voz en mi cabeza. Sus palabras me ahogan.
Todavía están allí, siempre, desde el lunes por la noche cuando
la atrapé en el cementerio y le dije que peleara conmigo. Sus palabras me
hacían más daño de lo que su cuerpo podría haberme hecho.
¿Y lo que me contó de su madre y su novio? Esas palabras me recorrían
una y otra vez. Sus palabras me enojaban. Recordar esas lágrimas me pone
duro.
No es ningún secreto que me encanta una pelea. ¿Pero una pelea por una
chica? Nunca sucedió antes, excepto cuando dimos esa fiesta para ella en mi
casa. Peleé contra Bryan porque puso sus manos sobre ella. Y luego fue y retó
a su amigo a que tuviera sexo con ella.
Le pateé el trasero. Igual que Deke golpeó el de Christopher. Pero todo el
mundo sabe por qué. Deke hizo lo que hizo. Se está enamorando de Becky. Se
está poniendo serio. Está jodidamente obsesionado con ella. Yo solo estoy
teniendo sexo con Austin porque puedo. Simplemente estoy usándola porque
es conveniente y hace enojar a su padre. Le haré pagar a ese hijo de puta con
todo lo que pueda pensar. Y Austin sube la apuesta. Es mía para tener sexo
con ella. Mía para penetrarla. Y mía para utilizarla. Dices eso, pero está en tu
cabeza.
Estoy empezando a preocuparme. Incluso yo no puedo mentirme sobre
eso. Porque si no lo hiciera, ya habría llamado a Bruce y le habría dicho que a
la mierda nuestro trato. Pero no puedo enviarla de vuelta. No la devolveré.
Es mía. Su lugar está aquí, conmigo.
Oigo la puerta del Range Rover abrirse detrás de mí, pero la ignoro. El
camino comienza a curvarse y, al redondearlo, me paro una vez que me doy
cuenta de donde estoy.
Marcas de deslizamiento cortan a través de las amarillas líneas dobles y
tres cruces de madera blanca están de pie en la zanja. Cada nombre escrito
verticalmente, Maddox, Landen, y Eli.
Y así, me retiro a esa noche hace seis meses.
—Por favor... Cole. Aimee te necesita...
—Te tiene a ti —le digo, cayendo a su lado en la zanja una vez más. Están
muertos. Maddox todavía se encuentra en la calzada, y encontré a Landen
detrás del auto. ¡Ambos están muertos! No puedo perderlo a él también. Sus
manos agarran mi sangrienta camisa.
—Tienes que ayudarla. Sálvala. —Lágrimas corren por su rostro, y no
puedo sostener las mías tampoco. Hay un nudo en mi garganta, y asiento
rápidamente—. Prométemelo.
—Lo prometo.
Miro fijamente las tres cruces, mi aliento está atrapado en mi garganta. Y
mi pecho está apretado. Imagino que la mía está al lado de la de él. Donde
merece estar. No pude salvarlo. No pude salvar a Aimee. Y seguro como el
infierno no pude salvar a mi madre.
¡Soy jodidamente un inútil!
—¿Cole?
Cierro los ojos cuando la oigo decir mi nombre.
¡Mierda! Hago puños con mis nudillos raspados. Ella es otro recordatorio
de que la cago cada vez que la toco. Una vez le dije que me encantaba destruir
cosas bonitas, inocentes. Y era la verdad. Para mí las cosas más bellas son las
rotas. Cualquiera puede amar algo que es puro y completo, perfecto. Pero
destruye algo, entonces retrocede y observa cuántas personas le dan la hora
del día. O cuantas se toman el tiempo para ayudarla a sanar. Nadie lo hará. Lo
sé por experiencia. He visto eso. Lo he vivido. Quiero hacerle eso a ella. No
quiero que nadie la quiera cuando haya terminado con ella. Quiero arruinar a
Austin Lowes, más de lo que ya está.
—¿Qué estás...? —Su voz se arrastra, y la siento venir a pararse junto a
mí. Su brazo roza el mío.
No abro los ojos. No me atrevo a mirarla.
—Vamos. —Me las arreglo para moverme y girar, una vez más
manteniendo mi espalda hacia ella. Me dirijo al SUV y subo. Miro el asiento
trasero y veo a Deke sentado contra la ventana con la cabeza de Becky en el
regazo. Ya está dormida. Sus ojos van de los míos al parabrisas, y traga. Sabe
dónde estamos. Me ayudó a colocar esas cruces allí. La puerta se abre, y
Austin entra sin decir una palabra. Pongo el SUV en marcha y salgo de nuevo
al camino.
Si me hubieran preguntado hace tres semanas lo que pensaba de Cole
Reynolds, les hubiera dicho que pensaba que ¡era el mismo diablo! Lo odiaba
con cada parte de mí.
Si me preguntan ahora, diría que por lo que he visto, le tocó una mano de
mierda. Su madre murió. Cría a su hermanita. Y perdió a sus tres mejores
amigos por un error que cometió.
Pude sentir su tristeza cuando me paré a su lado y se quedó mirando las
tres cruces. Le tomó un segundo a mis borrachos ojos entender lo que estaba
mirando, pero cuando me golpeó, me quitó la respiración. Él se quedó allí y
miró fijamente la carretera como si todo estuviera sucediendo otra vez. Sentí su
dolor, y su herida.
Quería preguntarle sobre eso. Saber qué pasó. Lo que vio. ¿Es lo que lo
volvió tan enojado con el mundo? ¿Trató de salvarlos y simplemente no tuvo
éxito? Becky dijo que el chisme era que Cole se quedó en la zanja con Eli en los
brazos. ¿Cuáles fueron sus últimas palabras? ¿Dijo alguna? ¿Murió en el
impacto? ¿Cómo es que los otros tres murieron, pero Cole no? Estoy segura
que es una pregunta que se hace todo el tiempo. Sé que yo lo haría.
Cole llama mi atención cuando se detiene en un lugar cerrado. Presiona
un dispositivo en la visera, y la puerta se abre.
Conduce y pasa casa tras casa que parecen más grandes que el palacio de
mi padre. Salimos del camino escondido detrás de hileras de árboles.
Disminuye la velocidad y se detiene en un camino de entrada.
—Detente aquí —dice Deke desde el asiento trasero. Cole no lo cuestiona.
Detiene el SUV, y Deke habla—: Solo tráeme el auto mañana.
Me giro para verlo tirar de una dormida Becky en sus brazos, y luego sale
y comienza a caminar por el largo camino de entrada.
Cole pone su mano en mi respaldo y mira hacia atrás por encima del
hombro, ignorando la cámara de respaldo. Y luego se va por la calle.
Entierro mi rostro en las manos y cubro un bostezo. Estoy cansada. Estoy
borracha y estoy tan molesta conmigo misma porque una parte de mí siente
que no debería estar enojada con Cole. Fue la segunda vez que me defiende y
golpea el trasero de alguien cuando me faltaron al respeto. Pero por otra parte
quiero decirle es tu maldita culpa por ponerme en ese lugar.
Pero eso no nos haría ningún bien.
Inclino la cabeza contra el reposacabezas y cierro los ojos. Siento sus ojos
en mí, pero me niego a abrirlos. No ha hablado conmigo, y tengo tanto que
decirle que, si abro la boca para intentarlo, probablemente lo lamentaré. Pero
entonces, otra vez, nunca he sido alguien que se muerda la lengua.
ntramos en la casa club y la atravieso caminando rumbo a las
escaleras. Las tomo de dos en dos y enciendo la luz una vez que
llego al altillo. Una gran cama de madera se encuentra en el
centro de la zona. Y eso es todo. Sin televisión, sin aparadores, ni
mesitas de noche. Hay una puerta a mi derecha que conduce al baño completo.
Ella llega a la cima de las escaleras y mira a mi alrededor mientras dejo
caer su bolso. No ha hablado desde que nos detuvimos en medio del camino,
pero sé que quiere hacerlo.
Y ahora que mi ira bajó, odio haberle dicho que tuviera sexo con Bryan.
Las palabras me supieron a mierda. El pensamiento de él acostándose con ella
me hace un nudo estomacal.
—Cole…
—Detente —la interrumpo. Sus ojos se estrechan a mí. Me acerco a ella—.
Solo deja de hablar —le digo, colocando mi mano en su cabello. Sus pesados
ojos se cierran, y deja escapar un suspiro. Está borracha. Y probablemente
todavía molesta conmigo. Posiblemente cansada. Pero no me importa.
¡La deseo!
Me inclino y presiono mis labios contra los de ella.
Ella se abre sin pensar, levantando la cabeza. Empujo mis caderas hacia
las suyas, y gime en mi boca. Estoy duro por ella todo el maldito tiempo. Soy
patético.
Tomo su suéter y lo levanto sobre su cabeza.
—¿Podemos tomar una ducha? —pregunta.
Estoy a punto de decirle que no, pero sus ojos van a la sangre en mis
manos, y me doy cuenta de que la tengo en su cabello.
—Claro. —No quiero ninguna parte de Bryan sobre ella. Aunque me
encantaría pintar su cuerpo de rojo.
Entramos al baño, y mira alrededor mientras abro la ducha. Me quito la
camisa y luego los tenis. Me estoy quitando el vaquero y bóxer cuando se
acerca. Hago una pausa mientras pone sus manos en mi pecho desnudo.
Mi corazón comienza a latir con fuerza por la suavidad de su tacto. Nadie
me ha tocado como ella. Como si significara alguna cosa. Como si pudiera
salvarme de mí mismo. Siempre he sido el tipo que entra y sale. Las chicas que
traje a casa no se quedaron a pasar la noche, y con la mayoría de las mujeres
con las que me acostaba, salía de sus casas tan pronto como terminaba. Pero
parece que no puedo dejarla. Me estiro y empujo su cabello detrás de su oreja,
exponiendo todos sus piercings. Paso mi pulgar sobre ellos.
Ella suelta un largo suspiro.
—No quiero pelear.
Sus palabras me sorprenden.
—Yo tampoco —digo, y me sorprende que las palabras sean verdad. Me
encanta una pelea. No importa si es física o mental. Me encanta meterme con
alguien.
—¿Podemos olvidarnos de lo que pasó? —pregunta, mordiéndose el labio
inferior nerviosamente.
No puedo olvidar que Bryan retó a su amigo a que tuviera sexo con ella.
¿Qué tal si alguien más hace eso? ¿Qué pasa si alguien más intenta tomar lo
que me pertenece? O peor, ¿la obliga? Sé que soy un bastardo enfermo. Sé que
prefiero una pelea a una conversación civilizada, pero hay otros en esta ciudad
como yo. Algunos mayores y otros más jóvenes.
—Si —le digo, porque no quiero preocuparla. Continuaré protegiéndola sin
importar lo que cueste.
Porque soy el único que puede destruir a Austin Lowes.
Correcto.
Se aleja de mí y va a terminar de desnudarse. Yo me giro y me meto en la
ducha, me sigue. Me paro debajo del pulverizador, y mira la sangre correr
hacia el desagüe.
Agarro su brazo y la atraigo hacia mí.
—No lo pienses —le digo.
Envuelve sus brazos alrededor de mi cuello.
—Entonces deja de pensar en eso.
Capturo sus labios con los míos y nos giro, su espalda golpea la pared.
Jadea en mi boca ante la frialdad, y profundidad del beso.
Mi mano derecha va a su muslo, y se lo agarro con una mano y la levanto
envolviéndola alrededor de mi cadera.
Aparta sus labios y se inclina de vuelta. Sus ojos están cerrados, y sus
mojados labios separados. Tomo mi pene duro en mis manos y lo deslizo en
ella sin desperdiciar otro segundo, se queja. Joder, me encanta escuchar ese
sonido cuando estoy dentro de ella.
Ya está mojada para mí. Igual que estoy duro para ella.
Abre los pesados ojos, y gime cuando comienzo a moverme dentro y fuera
de ella. Poco a poco jugando con ella.
Agarro su otra pierna y la saco del suelo de la ducha y la empujo más
contra la pared. Ella se aferra a mí.
—Cole… —Jadea, y cojo ritmo—. ¡Oh, Dios! Cole...
Bajo la cabeza y capturo sus labios con los míos otra vez, sabiendo que es
mía. Tengo que tenerla. Como quiera, siempre que quiera.

Abro los ojos para ver a Austin durmiendo a mi lado. El sol brilla a través
de la ventana aquí arriba y me doy vuelta, recogiendo mi teléfono del suelo
para comprobar la hora. Las nueve y cuarto.
Acostado de nuevo, paso una mano por mi rostro. No dormimos mucho.
No llegamos a la casa club hasta después de las dos de la mañana y luego
pasamos casi una hora en la ducha. Y luego otras dos despiertos en la cama.
Como siempre, no podía tener suficiente.
Ella tampoco parecía poder hacerlo, y no me quejo.
—¿Estás bien?
Miro hacia mi izquierda y encuentro con un conjunto de ojos verdes
oscuros en mí. Le sonrío apartando el cabello de su rostro. Tiro de las mantas
hacia atrás y agarro su brazo, arrastrándola para que quede a horcajadas
sobre mí.
—Lo estoy ahora.
Echa su cabeza hacia atrás riendo, y la bebo. Nunca la he escuchado reír
así. Solo he visto ira en ella. O tristeza. Nunca he tratado de hacerla reír o
sonreír.
Debería obligarla a hacerlo más a menudo.
Me monta desnuda y su hermoso cabello oscuro cae sobre su hombro
rozando mi pecho. Finalmente está seco de la ducha que tomamos hace horas,
y el alcohol que consumió parece haberse desgastado.
Sus ojos escanean mi pecho, y sus dedos rozan mi cicatriz. Nunca ha
preguntado sobre ella antes.
—¿Qué pasó?
—Me rompí la clavícula.
Inclina la cabeza hacia un lado.
—¿Cómo?
Mis ojos miran los suyos mientras la observa fijamente.
—Accidente de auto. El cinturón de seguridad se apretó y lo rompí en el
impacto.
Su mano se congela en la cicatriz, y sus ojos se encuentran con los míos.
Me mira tan intensamente que mi pulso se acelera.
—Mentiste.
Mis ojos se estrechan ante la acusación de su voz.
—¿Perdón?
—Mentiste —repite.
—¿Sobre qué? —exijo.
—No estabas conduciendo. —Me tenso ante sus palabras. Busca en mis
ojos y suspira pesadamente, su aliento quita su cabello de mi pecho—. ¿A
quién cubriste?
—¡Suficiente!
—No, Cole. ¿Por qué mentiste? —demanda. Agarro sus caderas, mis dedos
se hunden en su piel, y la empujo fuera de mí. Me levanto, pasando una mano
por mi cabello y caminando hacia el baño.
—No podrías haber estado conduciendo —susurra—. Es tu hombro
derecho. No el izquierdo. Mentiste…
Cierro los ojos. Le tomó dos segundos darse cuenta de lo que nadie más
vio. Tuve un cabestrillo durante meses. En mi brazo derecho no en el izquierdo.
Nadie nunca lo cuestionó.
—¿Por qué mentirías, Cole?
—No, Austin.
—¡No! —grita—. Maldita sea, dime por qué mentirías sobre algo como eso
—demanda—. La gente cree que mataste a tres de tus amigos.
—¡Mierda, sé lo que piensan! —grito girándome para encararla—. ¿Quién
diablos crees que les dijo eso?
—¿Por qué? —Está de rodillas en medio de mi cama, Su cabello largo y
oscuro está sobre un hombro, cubriendo uno de sus senos de mí, y está
respirando pesadamente. Sus ojos son suaves y mi pecho se aprieta.
—¡Vete!
—Fue Eli... Por eso tú...
—Dije que te fueras a la mierda, Austin —respondo, interrumpiéndola.
—No.
Cierro los puños con fuerza, y sus ojos caen a ellos.
—Becky dijo que todos salieron expulsados. Pero que tú tenías puesto el
cinturón de seguridad... —Sacude la cabeza confundida—. No entiendo…
Me acerco a la cama y la empujo sobre la espalda, sujetando sus
pequeñas muñecas al colchón.
—No necesitas entender lo que hice, o por qué lo hice. No es asunto de
nadie, Austin.
Me mira con ojos suaves. Estoy malditamente jadeando, y mi corazón se
acelera. Odio estar expuesto. Tan abierto. Tener a la gente custodiada es
seguro. Pero sigue apuñalándome. Haciéndome sangrar. Sus ojos buscan en mi
rostro, y veo lágrimas en ellos. Mi rostro se aprieta.
—Cole —susurra—. Lo siento. —Mi pecho se aprieta al punto que no
puedo respirar—. Lamento que nadie te vea como yo. Lamento que nadie
entienda tu rabia. O tu odio.
—Detente... —Me ahogo con la palabra. Está torciendo el cuchillo.
Cortándome más.
Envuelve las piernas alrededor de mis caderas.
—Lamento que hayas perdido a tres amigos. Y que te quedaras con una
carga que no es tuya para soportar. —Sus lágrimas se derraman por los
costados de su rostro.

¡Mintió!
Dejó que este pueblo creyera que mató a tres adolescentes que eran sus
amigos cuando no fue su culpa.
—¿Estabas bebiendo? —pregunto.
Puedo sentir su cuerpo temblando contra el mío. Está enojado conmigo.
Enojado porque descubrí un secreto.
—No sabes de lo que estás hablando —dice en su lugar—. No estuviste
ahí.
—No tuve que estar allí para saber que no fuiste responsable de sus
muertes.
—¡Detente, Austin! —me grita.
—¿Lo saben los chicos? —pregunto mientras otra lágrima corre por un
lado de mi rostro.
No responde.
—Becky también me dijo que Kellan te culpa. ¿Por qué no le dijiste la
verdad?
Mi corazón se rompe por él. No solo perdió a sus amigos, sino que también
tomó la responsabilidad cuando no era suya.
Suelta mis muñecas y me arrastra, forzando mis piernas a separarse. Se
sienta a un lado de la cama, su espalda está hacia mí e inclina la cabeza.
Trago y me incorporo.
—Sé que sentiste que hiciste lo correcto, pero, Cole...
Se levanta de un salto y me enfrenta. Mis palabras se cortan ante la
mirada en su rostro. Nunca lo había visto tan asesino.
—No te atrevas a sentarte allí y fingir que sabes por qué hice lo que hice —
gruñe mientras se inclina y recoge su pantalón del suelo. Los desliza hacia
arriba y se los abotona, después sale disparado por las escaleras.
Me quedo sentada aquí, esperando oír la puerta abrirse y cerrarse, pero no
llega. Me levanto de la cama y llevo la sábana conmigo, envolviéndola alrededor
de mis hombros. Camino y bajo las escaleras para encontrarlo parado en medio
de la habitación. Sus manos están en puños delante de él mientras golpea el
saco de boxeo que cuelga de las vigas.
—Dime —le digo en voz baja—. Ayúdame a entender.
Me ignora. Su respiración se vuelve más fuerte mientras golpea. Los cortes
de anoche ya se abrieron de nuevo.
Por la fuerza.
Dejo caer mi cabeza para mirar mis manos apretadas en la sábana,
manteniéndola en su lugar. Lamo mis húmedos labios y saboreo mis lágrimas.
—Tenía diez la primera vez que el novio de mi madre me tocó. —Se detiene
con mis palabras. Como quería que hiciera—. En ese tiempo, no entendí lo que
estaba pasando. —Trago el nudo en mi garganta—. Estaba sentada en el sofá.
Él se sentó junto a mí y puso su mano en el interior de mi muslo. —Lo miro a
través de mis pestañas. Su espalda está hacia mí, y su cabeza está abajo—. No
sabía qué hacer. Se sintió incómodo. Incorrecto. Pero estuvo diciéndome que
era bonita. Nadie me dijo eso antes.
Los músculos en su espalda se aprietan.
—Entonces sus dedos empezaron a hundirse en mi piel con dolor. Le dije
que me estaba lastimando. Intenté empujarlo, pero mantuvo su agarre
apretado. Dijo que aprendería a amar el dolor. Que sería la forma en que me
mostraría que se preocupaba por mí. —Se gira lentamente para encararme, y lo
miro a los ojos. No retrocedo como quise hacer cuando estuvimos junto a la
piscina—. Me amaba.
Traga, y su manzana de Adán se mueve.
—Ahí fue cuando mi madre entró. Nos vio y corrió hacia mí, me agarró del
brazo, y me tiró del sofá. Me envió a mi habitación por el resto del día. —Su
pecho sube y baja de respirar pesado. Su mandíbula es afilada, y sus fosas
nasales se ensancharon—. Me dijo que era suyo. Que mi padre la dejó por mi
culpa. Que no dejaría que la perra de su hija le quitara a otro. —Una lágrima
cae por mi mejilla en silencio, pero es por él, no por mí. Llegué a un acuerdo
con mi vida hace mucho tiempo.
—Podría no entender por qué hiciste eso, pero sé lo que es tener un
secreto. Me dijiste que sabías lo que era sentirse impotente. No tener control.
Somos iguales, Cole. Te culpas por perder a tus amigos, y yo me culpo por un
hombre que me deseó. Me tomó años darme cuenta de que era él el que estaba
mal. Y tuve que figurarme eso por mi cuenta. No tuve a nadie que me lo
explicara. Que me ayudara. —Suelta un largo suspiro, apartando la mirada de
mí—. Así que voy a decirte lo que alguien debería haberme dicho. —Sus ojos
regresan a los míos, y camino hacia él. Extiendo la mano para tomar su rostro,
la sábana cae al suelo a mis pies. Otra lágrima corre por mi rostro, y
suavemente la limpia—. No fue tu culpa, Cole.
Baja su frente a la mía y cierra los ojos.
—No somos iguales, Austin. Porque a diferencia de ti, yo no era inocente.
—Se aleja y me mira fijamente—. Sabía lo que estábamos haciendo. Fuimos a
una fiesta como siempre. Nos emborrachamos como siempre. Y luego nos
fuimos. Tomé la culpa porque debería haber sido el único conduciendo. En
cuestión de minutos, se fueron... solo se fueron. —Su voz es áspera como si
hubiera estado guardando esas palabras por un largo tiempo. Mis lágrimas
comienzan a caer más rápido.
—Lo siento, Cole. Lo siento mucho.
Envuelve los brazos a mi alrededor y me lleva hacia él.
—Yo también lo siento, cariño —dice mientras me besa el cabello.
xtiendo la mano y pongo un mechón de cabello detrás de su oreja.
Sus ojos me miran, y puedo ver las nuevas lágrimas que no ha
permitido dejar caer aún. Así es cuando está más guapa, cuando
sus ojos verdes se ven como si estuvieran nadando en un charco
de agua. Una lágrima finalmente se escapa, y se la limpio.
Pero odio por qué están allí. Odio que alguien más pueda hacerla llorar.
Quiero hacer eso. Quiero tomar todo de ella.
Soy un maldito bastardo.
Su madre y su puto novio pagarán por lo que le hicieron. Me aseguraré de
ello. Tal como hice con Jeff. Sus manos van a mi pantalón, y lo abre. Agarro
sus muñecas.
—Austin.
—Te necesito, Cole —susurra, empujando sus caderas contra las mías.
Y el calor se extiende a través de mí con esas palabras.
Me necesita.
Soltando sus muñecas, deslizo mis manos en su cabello y la beso.
Desesperadamente.
Porque también la necesito. Los dos hemos sido abiertos y estamos
sangrando. Alguna cosa necesita cubrir el dolor.
Me devuelve el beso igual de agresiva. Mi pantalón golpea mis tobillos, y lo
pateo. Entonces estamos caminando hacia atrás. Caigo en el sofá, mis labios se
desprenden de los suyos. Me recuesta y se coloca a horcajadas, su mano va
entre nuestros cuerpos, y agarra mi pene duro.
Mi cabeza cae hacia atrás para descansar sobre el cojín, y gimo mientras
me acaricia lento pero firme. Jugando. Cierro los ojos y siento sus labios en mi
cuello. Succionando, lamiendo, y mordiendo.
—Mierda, Austin… —Me dejo ir cuando se desliza sobre mi pene duro. Mi
aliento al instante me deja.
Mis manos van a sus estrechas caderas, y comienza a moverse. Mis dedos
se hunden en su piel mientras nuestros cuerpos golpean. Chupa mi cuello, y
todo lo que puedo hacer es sentarme aquí y jadear mientras me monta. Hace
su camino hacia mí.
Es increíble.
Y toda malditamente mía.
Mis manos sueltan sus caderas, y las deslizo en su cabello. Tirando de sus
labios de mi cuello levanto la cabeza y los golpeo con los míos. La beso con
necesidad. Ella jadea en mi boca mientras sus caderas siguen trabajando con
las mías.
Su vagina se aprieta a mi alrededor, y aleja sus labios, soltando una larga
respiración. Me inclino hacia delante, tirando de su pezón con fuerza entre mis
dientes. Grita cuando lo muerdo, antes de chuparlo suavemente.
—Cole… —gime mi nombre, y tiro de su cabeza hacia atrás, exponiendo
su cuello para mí, y le hago lo mismo. La beso, la lamo, la muerdo y chupo
cada centímetro de ella como si me perteneciera. Porque lo hace.
Me necesita.
Yo la necesito.
Somos como el diablo al pecado. Sin uno, no tendríamos al otro.

Me detengo en medio del desván escuchando la ducha abrirse cuando


suena mi celular. Levanto mi teléfono para ver el nombre de Deke brillar en la
pantalla.
—¿Hola? —pregunto, mirando hacia la puerta del baño, esperando que no
tenga mucho que decir. Dijo que necesitaba una ducha después que terminó
conmigo, y quiero unirme a ella.
—Hola, hombre. —Suspira—. Becky me dijo que te llamara. —Frunzo el
ceño—. No deja de molestarme. Pero quiere saber si quieren ir a almorzar.
—Quiero comida italiana. —La oigo gritar en el fondo.
—Traté de decirle que dirías que no. Que no es así...
—Podemos ir —lo interrumpo.
Está en silencio por un largo segundo.
—¿Lo puedes decir otra vez?
—Iremos. ¿A qué hora? —Es solo otra forma de mostrarla. De demostrarle
al mundo que es mía.
Nada más.
—Eh… ¿En una hora? —pregunta lentamente.
—Bien. Nos veremos entonces. —Cuelgo.
Al entrar en el baño, la veo dentro de la ducha. La abro y entro.
—Iremos a almorzar con Becky y Deke en una hora.
Deja de lavarse el cabello y me mira. Sus cejas se elevan.
—¿Por qué?
—Porque Deke llamó y me lo pidió. —Pongo las manos en sus caderas y la
presiono de nuevo en la pared.
—Otra vez. ¿Por qué iba a llamar y a preguntártelo?
Sonrío.
—Porque Becky lo obligó.
Ríe.
—Está tan atrapado.
—Estás en lo correcto. Pero ha estado enamorado de ella desde segundo
año. Así que no es como si no hubiera visto eso venir.
Sus ojos se ensanchan.
—¿Qué?
Asiento.
—Nunca trató de abordarla, sin embargo. Sabía que era el tipo de chica
que merecía más de lo que estaba dispuesto a darle.
Ella frunce el ceño.
—Pero acabas de decir que la amaba. ¿Por qué no querría estar con ella?
No tiene sentido.
—Sabía que le rompería el corazón. Hay muchas opciones por ahí para
quedarse con una sola.
Sus ojos se estrechan en los míos. No hemos tenido la charla sobre si me
estoy acostando con otras chicas, aunque creo que lo sospecha. No sé si teme
que diga que sí si me lo pregunta, o si simplemente no le importa.
Se desliza entre mí y la pared, moviéndose de nuevo bajo el agua para
enjuagarse el champú.
—Entonces, ¿por qué ahora? Por qué jugar con ella cuando el final del
último año está tan cerca.
Usa la misma palabra que Bryan dijo que estaba haciendo con ella.
—No. Cuando estuvo listo para establecerse con ella el año pasado, ella ya
estaba en una relación seria.
—David —dice. Asiento—. Me dijo que Deke le preguntó si lo que había
oído era cierto acerca de su ruptura la noche en que ustedes aparecieron en la
fiesta. —Inclinando su cabeza hacia atrás, pasa las manos sobre su cabello,
asegurándose que toda la espuma se fue. Veo la forma en que su espalda se
arquea y su pecho se empuja y me lamo los labios—. ¿Y ahora qué? ¿Cambió
sus viejas maneras? —Me mira con escepticismo—. Porque lo vi tragarse la
lengua de una chica esa noche que hiciste la fiesta en tu casa. Eso fue solo
cinco días antes que se enredaran.
—¿Qué esperabas? ¿Que viva su vida sufriendo por ella? —Niego—. Así no
es como funciona Deke. No como cualquier tipo con un juego de bolas
funcionando.
Pone los ojos en blanco.
—Dios no permita a un hombre mostrarle a una mujer que en realidad
tiene corazón.
Ignoro esa afirmación.
—¿Qué pasa contigo?
—¿Qué hay de mí? —Vierte un poco de acondicionador en su mano y la
pasa a través de su cabello largo y oscuro.
—Tú y Martin.
Sus manos se congelan a medio camino, y sus ojos se estrechan hacia mí.
Pero no responde.
Doy un paso hacia ella.
—Quiero que borres cualquier foto que tengas de él de tus páginas de
redes sociales.
Trata de apartarme, pero sus manos están cubiertas de acondicionador,
por lo que se resbalan.
—Y ya te dije que cuando tengas una página de redes sociales, lo haré.
Me da una gran sonrisa. Me gusta que me pida que le dé la puta luna.
Como si fuera imposible.
—Tengo una.
Arroja la cabeza hacia atrás, riendo.
—Estás tan lleno de mierda.
Arqueo una ceja.
—Quieres apostar.
Su risa se apaga, y sus ojos buscan los míos, buscando alguna indicación
que estoy bromeando. No lo hago.
Niega en aceptación.
—Eres un imbécil.
—¿Lo amaste? —Las palabras salen de mi boca antes que pueda
detenerlas. Trato de no inmutarme ante la pregunta.
Sus ojos se estrechan en mí.
—¿Por qué te importa, Cole? —responde, su paciencia con esta
conversación se está acabando. No la culpo. No soy de los que hablan mierda
sin sentido. Pero esto es importante.
Desde la primera vez que puse mis ojos en Austin Lowes, he querido
controlarla. Poseerla. Lastimarla. ¿Qué más puede tomar un chico de una
mujer que su amor? ¿Su alma?
No traicionará a alguien que ama, era lo que Bennett había dicho cuando
todos estuvieron de pie en medio de la casa club la noche en que Deke la llevó
a casa después que robé el auto de su padre. No entendí lo que quiso decir
hasta ahora.
¡Ahora tiene perfecto sentido!
Quiero que Austin Lowes se enamore de mí.

Está tramando algo.


Claro que sí. Si Cole Reynolds está respirando, entonces no es nada
bueno. No entiende lo bien que puedo leerlo. O que me han alimentado de
tonterías toda mi vida. No soy la chica que cree en los cuentos de hadas y en el
felices por siempre.
—Sí —le digo, siguiendo su juego.
Sus ojos se estrechan en mí, pero lo ignoro. En cambio, vuelvo a poner
acondicionador a través de mi cabello. A este ritmo, el agua estará fría pronto.
—¿Cuánto tiempo estuvieron juntos? —pregunta.
—Casi cuatro años. —No es una mentira total.
—Tienes diecisiete —argumenta como si no pudiera hacer los cálculos.
—Sí. Gracias por el recordatorio —le digo y me doy la vuelta, dándole la
espalda. Pongo agua sobre mi rostro y la inclino hacia abajo para enjuagar el
acondicionador. Podría haberme quedado frente a él, pero no tengo ganas de
hacerlo.
Una vez hecho eso, me doy la vuelta, y se queda allí mirándome. La
impaciencia es evidente en sus ojos entornados y mandíbula afilada.
—Nos conocimos en mi primer año. Él era senior.
—¿Y?
—¿Y qué? —pregunto, sin saber qué es lo que quiere saber.
—¿Qué más? —exige.
Pongo las manos en mis caderas e inclino la cabeza. Si quiere saber,
entonces se lo diré. Porque solo lo molestará, de todos modos. Y me encanta
molestar a este chico.
—En ese momento, tenía catorce años, y él diecisiete. Me invitó a salir, y
dije que sí. Salimos por unas semanas, luego me rendí. —Su mandíbula se
afila—. Después de eso estuvimos juntos. Su tío era dueño de una tienda de
tatuajes y piercings. Después que Martin se graduó de la secundaria, fue a
trabajar con él.
Sus ojos van a mi costado, y demanda.
—¿Te hizo ese tatuaje?
—Sí. —Sus ojos vuelven a los míos, y puedo ver la rabia detrás de ellos.
Odia que otro hombre me marcara. Qué mal. No es como si dejara que Martin
escribiera su nombre en mi trasero—. Y luego tuve que mudarme aquí. Fin de
la historia.
—¿Todavía hablas con él? —pregunta, tenso.
Odio que la verdad sea no. Que lo que pensé que significaba algo
realmente fue nada para Martin. Él estuvo ahí para mí de muchas maneras.
Nunca preguntó que pasaba en mi casa, pero lo supo. Me mantenía ocupada
siempre que quería salir. Era una gran olla, y pasábamos la mayor parte de
nuestro tiempo drogados o borrachos, pero todavía siempre se aseguraba de ir
y obligarme a que hiciera cosas. Incluso me enseñó a conducir. Me enseñó las
cosas que mi madre y padre deberían haberme mostrado.
—Sí —miento, mirando hacia el desagüe. Porque no voy a decirle a un
hombre que quiere romperme que un chico al que pensé que amaba ya no me
habla.
Agarra mi barbilla y levanta mi cabeza para que tenga que mirarlo.
—Borra las fotos, Austin. Eres mía ahora. No suya. —Luego me suelta y
sale de la ducha.

Después de la ducha, salgo a buscar a Cole para encontrarlo mirando su


celular ya vestido con pantalón limpio y una camiseta negra.
No estoy segura de donde vinieron porque nunca lo vi con una bolsa
anoche. Busco a través de la mía y me pongo un pantalón corto vaquero y una
camiseta que dice CALI en letras rojas. Después de ponerme mis tenis, me seco
el cabello.
No traje ningún maquillaje ni alisador, así que tiro de mi cabello en un
moño desordenado una vez seco y digo que está bien.
Esto tendrá que servir para el almuerzo.
Estoy bajando las escaleras cuando lo veo sentado en el sofá. Tiene las
piernas cruzadas en los tobillos y la cabeza abajo mirando su teléfono mientras
escribe.
Me mira y se pone de pie. No hemos hablado desde que me dijo que
borrara esas fotos y que le pertenezco a él ahora.
Realmente no tuve mucho que decir sobre ese asunto. Piensa que me tiene
donde quiere. No voy a decirle que es de otra manera.
Toma mi bolso de mi mano y me abre la puerta. Murmuro un
agradecimiento y caigo en el asiento de pasajero.
Mientras coloca mi bolso en el maletero. Busco alrededor el Range Rover
de Deke, pero no veo dónde lo estacionó Cole anoche. Ya debe haber venido y
se lo llevó.
—¿Dónde está tu teléfono? —pregunta.
—¿Por qué?
Suelta un largo suspiro, odiando cuando no solo respondo a sus
preguntas.
—Porque Celeste me llamó diciendo que ha estado tratando de ponerse en
contacto contigo pero que se va directamente al correo de voz.
—Murió anoche mientras estaba en la playa, y olvidé mi cargador.
—Lo cargaré —dice, abriendo su consola central para agarrar su cargador.
Veo su arma y su cuchillo allí antes que la cierre.
Lo saco de mi bolsillo trasero y se lo doy.
—¿Qué quería? —pregunto después que lo conecta.
—Quería saber si estarías en casa esta noche.
Asiento.
—Por supuesto…
—Le dije que no —me interrumpe.
—¿Qué? —exijo.
—Estarás conmigo.
Me rio como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Y dónde estaremos?
No responde, como siempre, y caigo de nuevo en mi asiento, cruzando los
brazos sobre mi pecho.
Odio que saque todas las emociones de mí. Odio como le conté secretos
sobre mí para conseguir que se abriera, pero no funcionó. No me dijo nada que
no me hubiera imaginado de sus amigos muriendo. Me quedé allí y le dije
cosas que nadie más sabe. Y aunque parecía enojado, como si le importara lo
que Phillip me hizo, no me dio lo que realmente quería. Su historia. Su odio.
Sus secretos. No es justo.
La vida no es justa, siempre dice mi madre. Pero parece bastante justa con
ella si me lo preguntan.
Tuvo sexo con un hombre una vez y se embarazó. Llegué aquí nueve
meses después. La única razón por la que me tuvo fue porque conoció a un
rico, guapo hombre que solo quería una aventura de una noche. Me vio cómo
su boleto de comida. Incluso ahora que estoy viviendo con él, mi padre todavía
le envía sus cheques mensuales. Pero se detendrán. Pronto tendré dieciocho y
me graduaré. No conozco exactamente la ley, pero tuve una amiga cuyo padre
dejó de pagar por ella después que se graduó de la escuela el año pasado.
Entonces, ¿qué hará mi madre? ¿Me rogará por dinero? ¿Hará que le pida
a él? No sucederá. No le conseguiré una moneda de diez centavos.
“Take it out on Me” de Thousand Foot Krutch comienza a sonar a través de
los altavoces. Me acerco y vuelvo a intentar ahogar mis propios pensamientos.
No lo hace.
Lo miro, y su mano izquierda está en el volante mientras su derecha está
en la palanca de cambios. Lleva su máscara normal que esconde sus
verdaderos pensamientos y sentimientos del mundo, pero lo veo. Pensé que era
ira, pero después de nuestra charla anterior, me di cuenta que es dolor. Está
sufriendo. Solo se niega a dejar que alguien lo vea. Que vea lo real de él.
Se estira y apaga la radio. Nos sentamos en silencio, y me pregunto qué
está pensando. Si su mente está gritando tan fuerte como la mía.
Miro mis manos apretadas en mi regazo.
—Sabes que nunca le diría a alguien sobre lo que pasó. —Ya sabe que sin
importar nada, puede creerme. Me chantajeó para que mantenga la boca
cerrada, pero nunca le diría a un alma que no era quien conducía. Tomó esa
culpa por su cuenta por una razón, y nunca se la quitaría. Sin importar cuanto
esté en desacuerdo con eso.
—¿Por qué tomaste el portátil de Jerrold? —pregunta, ignorando mi
afirmación.
Mis cejas se levantan, sorprendidas por esa pregunta.
—Sabes por qué —digo, no volviendo por ese camino. Si no quiere
compartir, entonces tampoco lo haré.
—Sé por qué estás de nuestro lado cuando se trata de él. Pero quiero
saber ¿por qué ese reto? ¿Por qué no algo más?
—Fue el único desafío que se me ocurrió —respondo honestamente—.
Traté de pensar en cosas de las que me habías hablado, y quería ayudar a la
hermana de Eli. Pensé que tal vez habría alguna información allí que pudieras
utilizar. Podrías hacer que lo arrestaran...
Su suave risa me interrumpe.
—Su trasero no irá a la cárcel, cariño.
—Entonces, ¿qué...? —Mis palabras se apagan mientras entiendo—. ¿Lo
matarás también? —pregunto con ojos abiertos.
—Por supuesto. —Resopla.
La muerte también debe ser ganada. Me dijo ese día en su auto mientras
veíamos a Jerrold en su oficina.
—Te atraparán —digo, haciendo un puño con mis manos.
—No, no lo harán.
—Ni siquiera hiciste un buen trabajo con Jeff. —Pongo los ojos en blanco
ante su confianza en sí mismo.
Me mira por un rápido segundo.
—¿De qué estás hablando?
—Me tomó veinte minutos desenterrarlo. Le tomaría la mitad a un hombre
adulto. No lo enterraste muy profundo. Y no fuiste muy inteligente. —Abre la
boca, pero sigo—: Lo dejaste vestido con la ropa que tenía tu sangre. Deberías
estar agradeciendo que quemara su cuerpo. —Cierra la boca—. Además, lo
enterraste justo al lado de la hermana de Eli. Muy poético. Pero cualquiera que
considere a alguien cercano a ella como sospechoso, iría allí primero.
Me siento y cruzo los brazos sobre mi pecho mientras miro la ventana,
viendo todos los autos que pasan.
—¿Qué habrías hecho tú? —pregunta finalmente.
Me vuelvo para mirarlo. Está viendo al frente.
—Dada la situación en la que estaba, exactamente lo que hice.
Asiente una vez.
—Y si no hubiera tenido los recursos para prenderle fuego, lo habría atado
a un par de pesados tanques y arrojado su cuerpo al océano. —Sus cejas se
levantan en sorpresa.
—Los tiburones y otros peces habrían olido la sangre. Habría sido comido
hasta desaparecer en cuestión de días. —Asiente de nuevo. Más lento esta
vez—. Pero si yo hubiera sido parte de ello, lo habría hecho de manera
diferente. —Nunca maté a alguien, pero eso no significa que no haya pasado
por mi mente, cuanto más mayor me volví, más despreciaba a Phillip. Cada vez
que me acorralaba, pensaba en matarlo. O al menos cortarle las manos en un
extraño accidente.
—¿Cómo cuál?
—Sé que estás en la pelea. —Se pone rígido—. Pero si no quieres
ensuciarte las manos, podrías haberlo envenenado y arrojado su cuerpo a un
pozo abandonado y haberle puesto ácido sulfúrico para disolver el cadáver.
Lleva un poco más de tiempo que la lejía, pero licúa los huesos y los dientes
también. Como el tejido blando.
Gira la cabeza para mirarme.
Le doy una gran sonrisa.
—Se cómo cubrir mis huellas —digo lo mismo que le dije la noche que
intentó chantajearme.
Y, por primera vez en las tres semanas que he conocido a Cole Reynolds,
parece totalmente impresionado y sin palabras.
Es increíble.
stá enferma.
Está torcida.
Es jodidamente perfecta.
Me siento a su lado en una mesa mientras habla a través de
la mesa con Becky, y todo lo que puedo pensar es en lo que me dijo en el auto.
Cómo mataría a alguien. Cómo cubriría sus huellas. Y como salvó nuestros
traseros quemando el cuerpo de Jeff. ¿Habíamos sido tan descuidados? ¿No
habíamos cubierto nuestras huellas suficientemente bien? Odiaría pensar que
Jerrold fuera a donde enterró el cuerpo de Aimee y pensara en mirar al lado de
ella. Que lo hubiera encontrado y visto cubierto en nuestra sangre.
¿Sospecharía de nosotros de inmediato? Si Eli siguiera vivo, entonces diría que
sí sin pensarlo, pero no lo está.
¿Pero sospechar de nosotros? Eso no es posible. Tuvimos cuidado. Deke y
yo habíamos elegido sacarlo de su bar favorito esa noche. Lo tiré en mi
maletero y encontré a los chicos en la finca de Lowes para llevarlo hasta el
cementerio. Había tomado un taxi al bar, así que no tuvimos que meternos con
su auto. Por lo que la policía sabe, se perdió o lo asaltaron en su camino a
casa. Incluso esta ciudad tiene calles a las que no vas después que el sol se
pone.
—¿Cole? —Deke chasquea mi nombre.
Lo miro.
—¿Qué?
—¿Estás bien? —pregunta en voz baja para que las chicas no puedan
oírlo. Están en su propio mundo hablando de alguna mierda de chicas.
Paso una mano por mi cabello.
—Ya volvemos —le digo a Austin y a Becky y me voy. Deke me sigue sin
pensarlo.
—¿Qué pasa, hombre? —pregunta cuando salimos.
Me detengo frente a mi auto y lo enfrento en la acera.
—¿Crees que cubrimos nuestras huellas suficientemente bien con Jeff? —
pregunto.
Resopla.
—No dejes que Shane te altere, hombre. Toda esa mierda que dijo al final
de la noche no tuvo ningún sentido. Solo está asustado…
—Esto no tiene nada que ver con Shane.
Frunce el ceño.
—Entonces, ¿con qué tiene qué ver?
—Estaba hablando con Austin...
—¿Austin? —me interrumpe—. ¿Qué tiene que ver con esto? ¿Crees que
vaya a la policía? —pregunta.
Niego y retrocedo un paso, pasándome una mano por el cabello. De nuevo
nerviosamente. Entonces comienzo a pasear por la acera.
—Cole. —Me detengo y lo miro. Tiene una sonrisa astuta en el rostro—.
Ella está llegando a ti.
—No, no lo hace —digo como si me hubiera hecho una pregunta.
Resopla y cruza los brazos sobre su pecho.
—Becky tenía razón.
Mis dientes se aprietan.
—No…
—Dijo que es más de lo que estás dejando ver.
Pongo los ojos en blanco.
—Deke, vamos.
Entra en mi espacio.
—Está bien no querer usarla.
Niego.
—No es nada más que parte del juego.
—No estás en el juego —dice como un hecho—. Tienes tus ojos en Austin
el cien por ciento de las veces, y aunque no tengo ningún problema con eso, te
está cegando.
—¿Qué diablos significa eso? —gruño.
—Significa que no estás viendo la foto completa, Cole. —Suspira
pesadamente—. Kellan está tramando algo. Esa noche en la casa club, le puse
una trampa para ver qué haría, sabiendo que lo probarías. Y lo hiciste. A pesar
que no tuvo sexo con ella en ese momento, todavía te falló.
Mi cuerpo se tensa ante el pensamiento de Kellan deseándola de alguna
manera.
—¡Lo sé!
—Puede querer tener sexo con ella, pero la quiere de muchas formas más.
Y cuando se dé cuenta de lo que descubrí. —Sonríe, y quiero abofetearlo—.
Que significa más para ti. Te dirá de nuevo su oferta para tener sexo con ella, y
cuando le digas que no... Hará un movimiento. —Mis manos se hacen puños—.
Shane no puede decidir de qué lado de la valla quiere estar cuando se trata de
ella. Y Bennett... es solo, bueno, Bennett. En su propio mundo. No es una
amenaza para ella todavía. Pero ambos sabemos que la sacaría sin pensarlo si
sintiera que estuviera en peligro...
—Sé todo eso —le digo, interrumpiéndolo. Me mira fijamente.
—Entonces necesitas decidir lo que ella significa para ti. Porque veo todo,
llegando a tu cabeza. No pronto, pero eventualmente, y tendrás que escoger un
lado. Salvarla o matarla antes que los demás lo hagan.
—¿Y tú? —exijo—. ¿Dónde está contigo?
Descruza los brazos y los pone en sus bolsillos.
—Es la mejor amiga de mi novia y la chica de mi hermano. —Me mira a
los ojos—. Haré lo que digas. Si eso significa protegerla o matarla, pero que su
sangre no esté en tus manos, depende de ti. —Y con eso, se da vuelta y vuelve
al restaurante.

—Entonces, ¿qué harán esta noche? —me pregunta Becky.


—Nada…
—Vamos a ver una película —me interrumpe Cole cuando se desliza a mi
lado.
—¿De verdad? —pregunta ella con entusiasmo.
Lo miro escépticamente.
Pone su brazo sobre mis hombros y me tira a su lado. Odio que mi cuerpo
se suavice al instante.
—De verdad —dice, mirándola.
Estoy a punto de abrir la boca y decirle que no cuando continúa.
—Llevaremos a Lilly a ver la nueva película de Disney. No me dejará en
paz hasta hacerlo. —Mi corazón se derrite un poco ante la mención de Lilly—.
¿Quieren venir? —pregunta.
Becky mira a Deke. Él se encoge de hombros.
—Si eso es lo que quieres…
—Sí. Iremos —lo interrumpe.
Deke mira a Cole y sonríe.
—Puedo conducir si quieres —le ofrece.
La comida estuvo bien aunque fue tensa en su mayoría. Cole está
actuando de manera diferente, y no puedo entenderlo. Y Deke se mantuvo
mirándome con una sonrisa en el rostro como si supiera un secreto. Eso me
puso en alerta.
—¿Qué pasa? —pregunta Cole mientras me lleva a casa.
—Nada —miento.
Me mira y resopla.
—Tus rodillas no han dejado de rebotar desde que salimos del
restaurante.
Golpeo las manos en mis muslos para ayudar a calmarlas.
—¿Por qué iré a la película contigo?
Frunce el ceño.
—¿Por qué no lo harías?
—No hacemos eso. —Cuando su ceño se profundiza, agrego—: Salir en
citas. —Esto no es ni siquiera una relación real. Me dijo que era suya y que
nadie más saldría conmigo. Un poco como que no tengo otras opciones.
—Le prometí a Lilly ayer que la llevaría al cine esta noche, y supuse que
querrías venir. ¿Hay algún problema?
Abro la boca pero luego la cierro. No estoy segura qué decir.
—No —digo cuando termino con nada—. Me gusta pasar tiempo con Lilly.
Sonríe.
—Pero no conmigo.
¿Está siendo juguetón?
No le digo nada porque no estoy segura de lo que me gusta en este
momento. Tiene mi mente retorcida. Es un asesino. No ha sido nada más que
un idiota conmigo. Pero entonces descubro que tiene este corazón que es tan
grande que prefiere que toda la ciudad lo odie que manchar la reputación de su
amigo.
Entonces, por supuesto, está Lilly. Hace el mundo para ella. La cría. Y
entonces está el sexo. Que me jodan. El sexo es increíble. El sexo con Martin
era lento y suave. Siempre estaba drogada, y siempre estaba encima mientras
tocaba un poco de música de blues lento. El sexo con Cole es loco y animal. Me
hace querer tocar un poco de heavy metal y tiene su mano envuelta alrededor
de mi cuello.
—Tu teléfono se terminó de cargar —dice, desconectándolo y
entregándomelo. Lo voy a tomar, pero lo retira—. ¿Por qué tienes el escáner de
retina en él?
—Venía con el teléfono.
Se detiene en un semáforo en rojo y me mira.
—La verdadera razón, cariño.
—Solo dámelo —gruño.
Lo coloca en el costado de su puerta.
—Cuando puedas ser sincera, te lo daré de nuevo.
—Cole —protesto.
—Austin. —Sonríe.
No me gusta este nuevo Cole juguetón. Es molesto.
—No puedes hacer eso —me quejo.
—¿Hacer qué?
—No decirme nada y querer que te cuente todo.
—Así que hay una razón por la que usas la retina.
Me siento y la luz cambia a verde. No avanza. El auto detrás de nosotros
toca el claxon. Me giro para mirar mientras el chico se desvía a nuestro
alrededor.
—Cole. La luz está en verde.
—Lo sé —dice simplemente.
Otro auto toca la bocina.
—Bien, ¿por qué estamos aquí sentados?
Pone el freno de emergencia y cruza los brazos sobre el pecho.
—No me moveré hasta que me digas por qué tienes escáner de retina en tu
teléfono.
Otro auto toca la bocina y vuela junto a nosotros. Aprieto los dientes.
—Eres un imbécil.
—Llámame como quieras, cariño. Siempre obtengo lo que quiero.
Pasa un auto, y el pasajero saca la mano derecha y nos insulta.
Afortunadamente, las ventanas de Cole están tintadas por fuera para que
nadie nos pueda ver. Finalmente, la luz cambia a rojo, y solo miro fijamente
hacia adelante. Permanezco en silencio igual que él. Rezo que pase por el
semáforo en el momento en que se vuelve verde otra vez. Pero se queda quieto.
Maldito bastardo.
Dejo escapar un largo suspiro mientras pasan los autos junto a nosotros
una vez más.
—Entré en mi dormitorio un día y encontré a Phillip repasando mis fotos.
Fotos que me tomé y le envié a Martin. Después de eso, supe que necesitaba
poner un candado que no pudiera adivinar. El escáner de retina fue la mejor
apuesta.
Me da mi teléfono, y golpea la puerta. Luego libera el freno de emergencia
y pone el auto en marcha y hace chillar los neumáticos mientras se va, apenas
haciéndolo antes que la luz se vuelva roja otra vez.
Lo miro mientras conduce como un maniaco ahora a través del tráfico.
Esquivando autos y zigzagueando.
—¿Cuál es tu problema? —exijo. Aprieta los frenos en otra luz roja. Puedo
ver su mandíbula apretarse—. ¿Por qué me haces decirte cosas y luego te
enojas conmigo? Si no quieres saber la respuesta, entonces no me obligues a
decírtela. No es un concepto tan difícil —gruño.
Permanece en silencio, y miro mientras mi teléfono se enciende. Empieza a
sonar al instante con notificaciones. Abro mi página de Facebook y veo que
tengo más de cien nuevas solicitudes de amistad, lo que es una sorpresa. Pero
solo una sobresale. Cole Reynolds. Su foto de perfil es de nosotros. Estoy
sentada en el mostrador en casa de su padre, y está de pie entre mis piernas
besándome.
Lo ignoro y voy a mis fotos. Me muevo a través de ellas, mirando las que
tengo con Martin. Cada una me enoja más y más porque no he escuchado de
él.
Hago clic en su página. Su perfil sigue con la misma foto que ha tenido
por dos años. Está de pie con su tabla de surf en el océano. Me muevo hacia
abajo a través de sus mensajes y veo que todavía es adicto a los juegos. Le
gusta fumar yerba, sentarse y jugar en su teléfono. Veo que fue etiquetado en
una foto hace solo unos pocos días. La persona que hace el etiquetado es una
mujer. Tiene el cabello castaño corto y ojos marrón claro. Sus labios están
sobre su mejilla y su mano en su pecho. Pero no tiene ningún título.
Trago, odiando la sensación que esté con alguien tan rápido. No voy a
decir que pensé que nos casaríamos, pero fue una gran parte de mi vida. Y
entonces, boom. Nada. Dolor.
No es como que Cole y yo seamos algo importante. Como si quisiera esta
relación con él.
Dejo de ser amiga de Martin, salgo de su página, y vuelvo a la mía,
borrando cada foto en la que estuve con él.
Cole se acerca a mi casa, y abro la puerta del pasajero para salir.
—Austin… —Agarra mi brazo.
Giro la cabeza para mirarlo.
—No las borré por ti. —Luego suelto mi brazo y salgo.

El domingo por la noche, me encuentro de nuevo en la casa club con los


chicos para hacer otro reto.
Me siento en el sofá con Cole a mi izquierda y Deke a mi derecha. No
hemos hablado mucho desde ayer por la tarde. Anoche fuimos a ver una
película, pero lo mejor de las películas es que no puedes hablar durante ellas.
Entonces después le dije que me llevara a casa. No discutió a pesar que el día
anterior le dijo a Celeste que me quedaría a pasar la noche con él. Creo que
sabía que estaba enojada y no quería pelear conmigo por eso.
—Entonces, ¿quién está dentro? —pregunto.
—Cole —responde Deke.
—No hagas que tu reto sea ilegal —me advierte Cole sin mirar en mi
dirección. Y sé que es por mi bien, no por él.
Lo ignoro.
Como la última vez, Shane reparte trozos de papel y bolígrafos. Escribo un
reto y lo pongo en el bol.
Miro a Kellan de pie junto a la mesa, y me está viendo. Miro lejos.
Cole se levanta y se acerca al cuenco. Saca un pedazo de papel y en
silencio lo lee para sí mismo al principio. Su mandíbula se afila y sus fosas
nasales se ensanchan. Sus ojos al instante van a Kellan quien sonríe de vuelta
hacia Cole, luego me mira.
—Te reto —le dice Kellan a Cole con una sonrisa siniestra en el rostro.
Trago nerviosamente.
is ojos van a Austin, y su rostro está en blanco, con los ojos
bien abiertos. Se ve nerviosa mirando hacia el papel, lo leo en
alto.
—Debes tener sexo con Kaitlin. Consecuencia. Si no
completas tu reto en un mes, deberás salir del grupo.
Deke resopla y murmura:
—No puedes estar hablando en serio.
—Oh, estoy hablando muy serio —dice Kellan, mirando a Austin.
Su rostro se volvió rojo, y no estoy seguro si es por rabia o por vergüenza.
Deke se levanta y mira a Kellan.
—¿Qué diablos, hombre?
Se encoge de hombros descuidadamente.
—No estoy seguro de cuál es el problema. Todos sabemos que solo está
jugando con Austin por el mes, y que ha tenido sexo con Kaitlin antes. No es
un mal polvo. Todos hemos tenido un pedazo de ella.
—Sabes por qué —le respondo.
Shane pasa una mano por su cabello nerviosamente mientras Bennett
mira a Kellan con la mandíbula apretada. Todos sabemos lo que está haciendo.
Pero no hay nada que podamos hacer, reglas son reglas.
Sonrío. Kellan solo me está pidiendo que lo arruine. Todavía no sabe que
soy consciente que está teniendo sexo con Celeste. Sé que no le ha dicho una
sola palabra porque me habría enfrentado.
Podía decirlo. Pero ¿qué bien hará esto? No cambiará nada ahora.
Además, quiero que siga teniendo sexo con ella.
Necesito un seguro. Y no lo conseguiré si se detiene.
Kellan me mira. Esa sonrisa sigue en su rostro.
—Tienes un mes, Cole —dice, luego mira a Austin y le hace un guiño
antes de irse.
Sus ojos se encuentran con los míos, y se ve absolutamente enojada. Y me
parece que me gusta este lado de ella. Uno que nunca he visto antes, celos.

Todos menos yo, Austin y Deke salieron de la casa club. Todavía está
sentada en el sofá. No ha dicho una palabra desde que leí mi reto en alto hace
más de treinta minutos.
Deke suspira pesadamente mientras se acerca a mí.
—¿Qué vas a hacer, hombre? —pregunta, bajando la voz.
—Lo que tengo que hacer —digo simplemente.
Niega.
—Te dije que la mierda llegaría a un punto crítico. Y que pasaría en un
mes.
—Estará bien.
Gruñe.
—Kellan estuvo fuera de lugar.
—Está en su juego. —No muy bien, podría agregar.
—A la mierda el juego —responde.
Le doy una palmada en el hombro. —Lo tengo bajo control.
—No puedes salirte del grupo.
—No iré a ninguna parte —le aseguro.
—¿Así que vas a tener sexo con Kaitlin? —Le da a Austin una mirada
rápida sobre su hombro. Ella está escribiendo en su celular—. No puedes
regresar de eso, Cole.
—Deja de preocuparte tanto, Deke —decido decirle. Deja escapar otro
largo suspiro, negando. Entonces sin otra palabra, se da la vuelta y sale—.
Vamos —le digo a Austin.
Se levanta del sofá y camina a mi auto. La sigo y cierro la casa club.
Cuando subo al auto, mira al frente. Enciendo el auto y la llevo a su casa.
Cuando llego a su camino de entrada, ya está llegando a la puerta.
—Espera —digo, agarrando su brazo. Finalmente me mira, y sus ojos
verdes están hirviendo con rabia y sus labios están adelgazados—. Confía en
mí. No dice nada. Ni siquiera parpadea. Aguanto un suspiro. Mataré a Kellan.
No he trabajado tan duro para tenerla donde quiero que esté para joderlo
todo—. Sé que no te he dado una razón para hacerlo, pero necesito que confíes
en mí en esto. —Deke tenía razón; Podría nunca volver de esto. Y si quiero que
Austin Lowes se enamore de mí, tener sexo con otra mujer no funcionará.
—Tienes razón. No me has dado una razón para confiar en ti, y no voy a
empezar a hacerlo ahora. —Entonces sale, golpeando la puerta detrás.

La semana siguiente pasó más rápido de lo que me hubiera gustado. Y lo


odié. Esta era la última semana libre que tendría antes de pasar todo mi
tiempo en una piscina. Mis fines de semana llenos de encuentros para nadar.
Sería la última vez antes que me graduara. Y Kellan lo jodió dándome ese
ridículo reto.
Todavía recogí a Austin y la llevé y la dejé desde la escuela. No me decía
nada cuando estábamos solos. Me hablaba aquí y allá en clase y mientras
estábamos en el almuerzo, pero todavía podía decir que estaba enojada. Y no
estoy seguro de qué hacer al respecto.
Tengo poco más de tres semanas para completar mi desafío, y asumiré
cada día de eso. Porque una vez que lo cumpla, la mierda golpeará al abanico.
Y no estoy listo para limpiar ese lío todavía.
Viernes por la tarde, todos estamos sentados en la mesa del almuerzo con
excepción de Kellan. Ha sido MIA desde el pasado domingo. Lo veo en la
práctica, pero nos ignoramos uno al otro. Así como Deke y Bennett. Shane
parece ser el único que le habla en este momento.
—Austin, necesito un favor —le digo, dándome la vuelta para enfrentarla.
Está sentada a mi lado comiendo nuggets de Chick-fil-A.
—¿Qué sucede? —pregunta, sin molestarse en mirarme.
—¿Puedes llevar a Lilly a la escuela y recogerla por mí la próxima semana?
Blanche está ocupada, y Bruce estará de vuelta en la ciudad... —Deja caer su
nugget en la salsa barbacoa con la mención de su padre—. Así que Celeste
estará demasiado ocupada…
—Sí —dice, interrumpiéndome y descartándolo.
Becky me da una mirada, y la ignoro. Ha estado fría desde el domingo
pero eso es de esperarse. Estoy seguro que Austin la contó sobre mi reto.
—Gracias —le digo, pero se gira de nuevo para ignorarme.
—Oye, nena, hice nuestras reservas para mañana —le dice Deke a Becky.
Ella lo mira pero no dice nada. Su relación está en las rocas también. No
estoy seguro de lo que pasó allí, pero no es bueno.
Deke me lanza una mirada fulminante.
—Está bien, ¿qué tal si salimos a comer juntos? —Ofrezco, tratando de
arreglar esto ya que soy la razón por la que ambas chicas están enojadas.
—Estoy ocupada —afirma Austin y luego se levanta para tirar su basura.
Agarro su brazo y la empujo hacia abajo en su asiento.
—¿Haciendo qué?
Sus ojos se estrechan en mí. Y se ven como la primera noche que la conocí
en el cementerio. Cuando me odiaba.
Eso parece hace tanto tiempo.
—No es asunto tuyo —responde.
La campana suena, y trata de levantarse de nuevo, pero no la suelto.
—Austin… —Becky comienza, pero Deke agarra su brazo también y la
aleja de la mesa.
—Detente —le digo.
—¿Detener qué?
Está siguiendo mi juego. Donde actúo inconsciente. No me gusta.
—Dejar de actuar como si ya hubiera tenido sexo con ella. —Sus orificios
nasales se abren—. Te iba a dar algún tiempo, pero ya tuviste suficiente.
—¿Tiempo suficiente para qué, Cole? —demanda.
—Para superar esto. Para entender que Kellan está intentando jugar con
los dos. Y que lo estás dejando ganar.
—No. —Ella se inclina, su rostro a centímetros del mío. Me trago las ganas
de besarla—. Lo que no entiendes, Cole, es que no me importa. — Saca su
brazo de mi agarre, se levanta, y sale de la cafetería.

¡No me importa!
¡No me importa malditamente!
He estado repitiendo eso en mi cabeza durante los pasados cinco días.
Cinco putos largos días. Mi mente ha sido un desastre. Y mi pecho está
apretado. No lo amo. Diablos, la mitad del tiempo ni siquiera me gusta.
Entonces, ¿por qué me enfada tanto que tenga que acostarse con alguien más?
¿Especialmente alguien con quien se ha acostado antes?
Resoplo. Demonios, por lo que sé, ha estado acostándose con otras
mujeres el mes pasado. Todavía juro que tiene algo en marcha con Shelby, y
nunca le di mucho pensamiento eso, pero esto me está comiendo. Aunque no
estoy segura de lo que me molesta más. El hecho que tenga que hacerlo o el
hecho que quiera hacerlo.
Vi la forma en que le sonrió a Kellan después de leer el reto en alto. Como
si fuera un puto pase para engañarme. Por todo lo que sé, Cole le dijo a Kellan
que le diera ese reto. Y no puedo hacer una sola cosa al respecto.
Me apresuro fuera de la cafetería y voy por el callado pasillo. La segunda
campana ya sonó, y ahora llegaré tarde. Esa ha sido mi semana. Dando la
vuelta a la esquina, me paro rápido cuando choco con otro cuerpo
—Lo sien… —Mis palabras se cortan cuando miro hacia arriba a un
conjunto de ojos cafés. ¡Kellan! Enderezo los hombros y camino alrededor de él.
Agarra mi brazo y me tira de regreso—. ¡No me toques! —grito.
Golpeando mi espalda en un armario, coloca sus manos a cada lado de mi
cabeza y me enjaula. Igual que Cole suele hacer. Juro que son tan iguales, que
da miedo.
—Quería preguntarte cómo va tu semana, pero puedo decir que es una
mierda. —Cierro la boca, negándome a hablar con él. Me sonríe—. Tendrá sexo
con ella, Austin. —No hago nada más que mis manos puño, sabiendo que tiene
razón—. Elegirá al grupo sobre cualquier cosa. Incluso tú.
Lo enfrento.
—No me importa lo que haga.
Se ríe.
—Sí te importa. O no estarías caminando por esta escuela con una mueca
en el rostro. Todo el mundo está hablando de eso. Ven la forma en que lo
ignoras. Que cuando te toca, te alejas. Y cuando la escuela descubra que se
acostó con Kaitlin... porque lo harán, Austin, me aseguraré de ello. Nadie
sentirá pena por ti. Todos dirán que lo enviaste directamente a sus brazos.
Estrecho mis ojos a él.
—Estoy teniendo un momento difícil sumando dos y dos. ¿Por qué no me
ayudas? ¿Es a mí a quien odias más o a Cole? —pregunto. Nunca he
retrocedido de Cole, así que no lo haré con Kellan.
—Los odio a los dos por igual —dice mientras sus ojos caen a mi pecho.
Mi respiración se acelera mientras se empuja en mí, presionando mi
espalda en los casilleros.
—Kellan —le advierto.
—Hay una manera en que puedes evitar que tenga sexo con ella —dice
mientras sus caderas se presionan en las mías. Está duro. Mis manos se
disparan hacia su pecho, y trato de alejarlo, pero no se mueve. Presiona su
rostro en mi cuello, y me trago la bilis que quiere subir—. Me retractaré de mi
reto si te sales del grupo.
¿Podría ser así de fácil? ¿Podría solo llamar una reunión y decirles que
terminé? ¿Qué no le diré a un alma lo que sé, y que me dejen ir?
Se ríe, y rechino los dientes. Es un truco.
—Entonces eso demostrará que en realidad me importa. Que no lo hace.
—Pero todos sabemos que lo hace, Austin. Termínalo con algo de dignidad
y salte del grupo. O deja que te engañe y que te haga más ridícula de lo que ya
eres. —Besa mi cuello, y me alejo de él lo mejor que puedo con su cuerpo
clavándome en los casilleros—. Tienes hasta el domingo —susurra, y luego me
lame del cuello hasta la oreja, antes de irse.
Tomo respiración tras respiración cuando mi corazón corre mientras lo
veo caminar por el pasillo. Pone las manos en los bolsillos de su pantalón,
silbando alegremente una melodía.
Coloco mis manos a mi lado, tratando de calmar mi acelerado corazón.
Este bastardo no jugará conmigo. Estoy tan cansada de ellos pensando que
pueden empujarme para intimidarme. Que malditamente me chantajeen.
Saco mi celular de mi bolsillo trasero y le envío un texto rápido a Cole.
Yo: Cena mañana por la noche a las 6. Mi casa.
Luego lo guardo y voy a clase. Sé exactamente lo que necesito hacer. Es
una respuesta simple. Solo necesité a Kellan en mi rostro para darme cuenta.

Solo estoy poniendo el postre en la nevera cuando escucho el timbre de la


puerta. La abro para ver a Becky y a Deke de pie ante mí. Ella se ve infeliz, y él
se ve enojado.
Me siento mal por ellos. Ella ha estado enojada con él desde el domingo.
Después que Cole me dejara en mi casa, me había llamado.
Para mi sorpresa, Deke le dijo lo que pasó. Estaba enojada con él incluso
haciendo esos estúpidos retos. Pero cuando me habló, lloró. Me dijo que no
podía imaginar su vida sin él y que si alguien lo hubiera desafiado a acostarse
con alguien más, no estaba segura si la escogería a ella por encima de los
chicos del estúpido grupo. Fue entonces cuando me di cuenta.
Si Deke era cuestionable, entonces no había duda de qué lado escogería
Cole.
¡Se acostaría con Kaitlin!
Solo soy una chica a la que Cole chantajeó.
Deke ama a Becky.
—Te ves hermosa —le digo, tirando de ella a un abrazo.
—Tú también. —Me abraza y luego se aleja, dándome una sonrisa falsa.
—Deke —lo saludo.
Él asiente.
Engancho mi brazo en el de ella, y vamos hacia la cocina.
—¿Cocinaste todo esto? —pregunta Becky con ojos abiertos, mirando por
encima de la mesa.
Cociné mi comida favorita, panes italianos rellenos con ajo. Bombas de
queso parmesano, junto con tiramisú.
Cupcakes de postre.
—Sí. Espero que tengas hambre. Hay postre en el refrigerador.
Va a abrir la boca, pero el timbre de la puerta vuelve a sonar.
—Deke, ¿podrías abrir la puerta? —pregunto, y le doy la espalda.
uadro los hombros cuando la puerta se abre, y no me sorprende
ver a Deke abriéndola. Su SUV está fuera, después de todo.
Ayer mientras de la quinta clase, leí el mensaje de Austin
en alto para él y Becky.
Ella inmediatamente me dijo que contestara, que ellos también irían. Deke
no estaba feliz, pero no discutió.
Voy a entrar, pero él sale, haciéndome retroceder un paso.
—Será mejor que tengas un plan para arreglar esta mierda.
—Deke...
—Esto se está interponiendo en mi camino ahora, Cole. Y si no haces algo,
mataré a Kellan yo mismo. —Entonces gira y va dentro, cerrando la puerta
detrás.
La empujo y entro. Pero me detengo cuando llego a la cocina.
Deke y Becky no están presentes, pero Austin está parada en el
mostrador. Su espalda está frente a mí. Su cabello esta abajo en grandes rizos,
y tiene un vestido negro que se detiene a mitad del muslo. Me pone
instantáneamente duro.
Me acerco a ella, y se pone rígida cuando le quito el cabello de su hombro.
Me inclino, besando su delicado cuello.
—Hola, cariño —le digo en voz baja.
¡Tengo que besar su trasero! No hay otra forma.
Se gira en mis brazos y me mira. No está sonriendo pero no parece querer
arrancarme la cabeza. Así que las cosas están mejorando. Luego se inclina y
gentilmente besa mis labios. No puedo detenerme; deslizo mis manos en su
suave cabello y exijo más de ella. Y me lo da.
Sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello, y su boca se abre para
mí. La presiono de nuevo en el mostrador y gimo en su boca.
¡Maldito Kellan! No joderé mis planes con Austin. Es la que quiero
destruir.
Pero ya está destruida.
Se aleja y pasa las manos debajo mi botón. Lame sus mojados labios y
luego se da la vuelta, dándome la espalda.
Todos nos sentamos a la mesa, un incómodo silencio cae entre todos. Me
recuerda la última cena con su padre hace un mes. Y como entonces, no como
mucho. Solo me siento aquí y la veo, ignorando todas las miradas que Deke me
lanza.
—¿Tienen planes después? —Austin mira a Becky.
—No. —Su respuesta es corta.
Deke aprieta su agarre en su tenedor como si planeara apuñalarme con él.
—Pensé que querías ir a ver esa película...
—Ya no —lo interrumpe.
Él golpea su tenedor sobre la mesa. Deke nunca ha tenido mucha
paciencia.
—¿Por qué soy el castigado por algo que Cole está haciendo? —exige—. No
tendré sexo con Kaitlin.
Mis dientes se aprietan. Aquí vamos.
—Porque eso podría ser muy fácil para ti —responde ella bruscamente—.
Juegan ese estúpido juego como si su vida dependiera de él. Y es ridículo.
Él abre la boca, pero Austin se levanta de la mesa. La habitación se queda
en silencio cuando me mira.
—Hablé con Kellan ayer.
Deke se levanta de un salto.
—¿Acerca de qué? —exige.
Ella mira hacia él.
—Ayudó a recordarme qué tipo de juego es este. Y aunque tampoco estoy
de acuerdo con eso, no soy una cobarde.
—¿Qué te dijo? —Lo vi en la práctica ayer por la tarde y ni una vez me dijo
que habló con ella. En realidad me evitó como lo ha hecho toda la semana.
—Dijo que retiraría el reto si me salía del grupo.
Deke frunce el ceño, y mi mandíbula se tensa.
—Eso no está permitido. Te mintió —gruño.
Asiente hacia mí.
—Lo supuse. Es por eso que no planeo salirme.
—Entonces, ¿qué harás? —pregunta Becky, mirando hacia ella.
Inclina la cabeza hacia un lado.
—¿Pensaron en Kellan? —Ignora responder a la pregunta de Becky—.
Como ¿realmente pensar en él? Porque lo hice esta semana. Y después de
nuestra charla ayer, las cosas empezaron a tener sentido.
—¿Cómo? —pregunta Deke.
—Primero, ¿quién es Kaitlin para Bryan?
Frunzo el ceño, sin entender a dónde va con esto.
—Es su ex —responde Becky.
—Tuvieron una mala ruptura el año pasado. Pero en realidad, nadie sabe
por qué.
Ella levanta la mano para poner un dedo en su barbilla en pensamiento.
—¿No les parece extraño que hace unas semanas Kaitlin se acercara a
Cole y dijera que yo era un reto? Que Bryan le había dicho que Cole tenía un
mes para jugar conmigo. Y entonces ¿literalmente ella se convierte en su reto?
—Me mira. Deke frunce el ceño confundido. Pero capto lo que está diciendo—.
Podría ser una coincidencia, pero entonces ella dijo que el rumor salió de
Bryan. Quien ahora es su ex. Y también es un chico que ya se metió en una
pelea por mí una vez antes de eso. ¿De dónde escucharía eso Bryan? Y recordé
las palabras de Kellan después que escribió su desafío el domingo pasado y
Deke le cuestionó, ¿Por qué no? Todos sabemos que solo está jugando con
Austin. —Deke niega con asco—. Y ustedes dos pelearon en la fiesta de la playa
con Bryan y su mejor amigo, Christopher, después que retó a su amigo a tener
sexo conmigo. Cuando Kellan no estaba.
—No lo entiendo —dice Becky.
Ella mira a Becky.
—Kellan está tratando de arruinarlos con su propio juego. —Luego sus
ojos se encuentran con los míos—. No puedo entender dónde encaja Deke, pero
está tratando de ponerles una trampa. Los quería en problemas por poner sus
manos sobre Chris y Bryan, pero ellos no los delataron porque te tienen más
miedo que a él.
—Hijo de puta —sisea Deke.
—¿Hace cuánto tiempo te acostaste con ella? —Me mira.
—En primer año.
—Ves. Y ahora está desafiando a Cole a que tenga sexo con la ex de Bryan.
—Niega—. Está jugando muy sucio.
Sale del comedor formal, y mis ojos caen a mi plato. Está en lo correcto.
¿Qué harás al respecto, Cole?
No hay nada que pueda hacer. Mis manos están atadas. Literalmente.
Ella vuelve a entrar con lo que parecen cupcakes en una bandeja. Los
pone en el centro de la mesa y se gira para mirarme.
—Me dijiste que confiara en ti. Y te daré una oportunidad, Cole. —Sus
ojos verdes sostienen mi mirada sin un gramo de miedo—. Y no te atrevas a
tratar de joderme. —Con eso, tira del asiento con respaldo y se sienta.
Colocando los pastelitos en el centro de la mesa, toma uno.
Está confiando en mí.
Una parte de mí odia fallarle. Me gusta todo lo demás en su vida. La otra
parte me recuerda que esto es lo que he querido. Pero he aprendido mucho
sobre Austin Lowes desde que la conocí. Lo que sea que repartas, puede tirarlo
de nuevo en tu rostro diez veces más. Es el karma envuelto en un precioso
bronceado y en una sonrisa inocente.
Deke y yo nos sentamos lentamente en nuestros asientos.
—¿A qué hora es esa película, nena? —le pregunta a Becky.
—A las ocho treinta —le responde, pero sonríe. Ambos nos estiramos y
devoramos los cupcakes, y miro a Austin sonreír mientras habla con Becky
como si nada jodidamente hubiera sucedido. Me hace querer saber qué más le
dijo Kellan. Obviamente está eligiendo mi lado, ¿pero por qué? ¿La amenazó?
¿La chantajeó? ¿Creerá que soy el más fácil de los dos? Lo averiguaré.
—Sí, me encantaría ir. —Su voz llama mi atención.
—¿Ir a dónde? —pregunto.
Becky responde.
—A su encuentro de natación el próximo fin de semana. Está solo a una
hora de distancia.
—Si está bien, podríamos llevar a Lilly —agrega Austin—. Sé que le
encantaría verte.
Deke sonríe a través de su cupacke, y puedo ver el chocolate en sus
dientes. Me abstengo de lanzarle uno al rostro.
Ella está llegando a ti.
Sí. Lo está haciendo. Y no estoy seguro de qué hacer ahora.

Cierro la puerta después de despedir a Deke y a Becky y me encuentro a


Austin en el lavaplatos de la cocina. Me recuesto contra la pared, observándola
enjuagarlos antes de colocarlos en el lavavajillas.
—Sabes que tu padre paga a gente para que hagan eso, ¿verdad?
—Cuando vivía con mi madre, no le pagaba a nadie. Si algo necesitaba ser
hecho, lo hacía.
—Detente —le digo, colocándome detrás de ella. La giro y agarro su cadera
con mi mano derecha. Mi mano izquierda aparta el cabello de su rostro—.
¿Qué te dijo Kellan para hacerte cambiar de opinión? ¿Te chantajeó?
Se ríe de eso.
—No, pero es mucho como tú de otras maneras.
—¿Cómo? —pregunto, mi mano se detiene en su cabello.
—Me inmovilizó contra los casilleros.
—¿Qué? —gruño.
—Me dijo que terminara contigo y saliera del grupo antes que hicieras una
broma más grande de mí.
—Austin...
—Si has aprendido algo sobre mí, es que no me gusta ser acorralada. No
me gusta que me digan lo que puedo y no puedo hacer.
Sonrío suavemente hacia ella. Contento de ver esa lucha de nuevo en sus
hermosos ojos verdes.
—Sí.
—Me dio hasta mañana para tomar mi decisión.
Mis dientes se aprietan ante eso.
—¿Y qué si no eliges lo que quiere?
Se encoge de hombros.
—No lo dijo. Pero recuerdo escucharte decir que te gusta actuar. —Mis
cejas se levantan—. Así que… —Envuelve los brazos alrededor de mi cuello—.
Les daremos a todos un espectáculo, nene.
Me río de la forma en que me llama nene. Es la primera vez que lo dice, y
odio cómo hace que escalofríos corran por mi espina.
—¿Qué tienes en mente?
Se acerca y me besa suavemente en los labios.
—En este momento, quiero que me lleves arriba y arranques este vestido
de mi cuerpo. Y me penetres como si nos estuvieran mirando.
El domingo por la tarde, nos acercamos al granero a las nueve. Se suponía
que debíamos haber llegado hace treinta minutos. Pasamos todo el día en mi
cama, luego nos tomamos nuestro tiempo para alistarnos. Cole camina
alrededor y abre la puerta del pasajero para mí. Le sonrío, y tiene una sonrisa
en el rostro.
Toma mi mano en la suya y abre la puerta de granero para que ingrese.
Entramos y toda la charla se detiene. Deke está sentado en el sofá enviando
mensajes de texto en su teléfono. Shane y Bennett están apoyados contra la
mesa de la derecha, y Kellan está parado frente a ellos.
—Hola a todos —dice Cole alegremente.
Miro los ojos marrones de Kellan estrecharse hacia él.
—Finalmente. —Deke salta hacia arriba—. Terminemos con esto. Ni
siquiera deberíamos tener esta reunión esta noche. No tenemos ningún reto
por hacer.
—Eso es porque Cole se está tomando su dulce tiempo de trasero para
tener sexo con Kaitlin —dice Kellan mirándome—. No estoy seguro de por qué.
Es una vieja garantizada.
Aprieto mi agarre de la mano de Cole. Él ignora a Kellan.
—Yo llamé la reunión —dice Bennett y se da la vuelta para buscar en una
mochila negra con cordones. Idéntica a la que se encuentra debajo de mi cama.
La levanta y saca cinco sobres blancos.
—Aquí vamos, chicos. —Le da uno a Shane y a Kellan. Luego se acerca y
le da dos a Cole. Le tira a Deke el último, y lo atrapa en el aire.
—¿Qué es eso? —pregunto.
Cole me entrega uno. Lo tomo y siento el grosor.
—Esto… —Deke levanta el suyo y me sonríe—. Es el día de pago.
—¿Día de pago? —pregunto confundida—. Yo no…
—Esa computadora portátil que le robaste a Jerrold —me interrumpe
Bennett—, tenía varias cuentas. Las estoy vaciando una a la vez en una cuenta
que configuré. Esta es de la más pequeña. Y esta es tu parte. Cada uno de
nosotros tenemos diez mil.
—¿Qué? —Mi boca se abre en un jadeo. Meto mi sobre en el pecho de Cole
y lo suelto. Cae a sus pies—. No puedo tomar eso.
Kellan resopla.
—Sorpresa, sorpresa. La princesa no lo quiere.
—Eso es dinero sucio —le digo.
—Es como quieras llamarlo.
—Es ilegal —discuto con él.
Cole se agacha y recoge mi sobre.
—Lo que hiciste para conseguir una computadora portátil fue ilegal
también, ¿olvidaste eso? —Kellan arquea una ceja en desafío. Alejo la mirada
de él—. Eso es lo que pensé —añade.
—¿Encontraste algo más en la computadora portátil? —pregunta Cole a
Bennett.
Se encoge de hombros.
—Nada útil. El chico está en alguna mierda bastante enferma cuando se
trata de sexo. Pero además de las cuentas bancarias, no había nada útil.
—¿Qué pasa con los registros de celular? —pregunto.
—¿Qué pasa con ellos? —Kellan gruñe.
Los ojos de todos se vuelven hacia mí.
—¿Qué hay sobre ellos? —pregunta Deke en mucho mejor tono.
—A mucha gente no le gusta iniciar sesión cada vez que entran en un sitio
que frecuentan a menudo, por lo que mantienen sus contraseñas recordadas.
Si conocieras su usuario y lo escribieras, tal vez podrías iniciar sesión. Podría
revisar sus registros telefónicos. Ver con quien ha estado hablando. —Todos
me miran, y me encojo de hombros, sintiéndome incómoda—. Podría ser
nada...
—No. Es una buena idea. Lo miraré —dice Bennett.
Asiento.
Cole toma mi mano y nos gira frente a Kellan. Cuadro los hombros,
sabiendo lo que pasará.
—Ella no saldrá del grupo —gruñe.
—¿Quién dijo que lo haría? —demanda Bennett.
—Kellan. —Deke cruza los brazos sobre su pecho.
—¿Qué? —Él y Shane hablan al mismo tiempo.
La mandíbula de Kellan se afila, y entrecierra sus ojos hacia mí.
—Incluso si pudieras retractarte de tu reto, que sé que no puedes, todavía
no me saldría.
Cole me sorprende y me gira. Sus manos van a mi cabello, y sus labios
chocan contra los míos. Mis labios se abren con un grito de sorpresa cuando
su lengua se desliza dentro de mi boca. Sus manos se aprietan en mi cabello, y
mis ojos se cierran con un gemido. Mis manos agarran su camisa mientras me
besa como si estuviera desesperado por mí. Como si me necesitara. Inclina mi
cabeza hacia un lado, y le permito que me quite el aliento.
El hombre podría matarme si quisiera siempre y cuando sus manos
estuvieran sobre mí en ese momento.
Mi vagina se aprieta, y mis piernas amenazan con doblarse mientras
malditamente toma lo que quiere.
Dándole a Kellan un espectáculo.
Mis ojos se abren lentamente mientras se aleja. Sus ojos azules miran por
encima de mi hombro, y sonríe.
—Y es mía. Mantente alejado.
La habitación se queda en silencio mientras me recupero y salgo de las
manos de Cole. Me doy la vuelta para enfrentarlos. Kellan me está mirando,
pero sus ojos marrones comienzan a arder más brillantes mientras una
siniestra sonrisa se extiende a través de su rostro. Da un paso hacia mí, y Cole
me tira de nuevo del hombro, listo para saltar entre nosotros.
Sus ojos van hacia Cole.
—Si así es como quieren jugar… —Entonces camina pasándonos y sale
por la puerta.

El lunes por la mañana, entro en la casa Reynolds y veo a Lilly ya bajando


por el pasillo hacia mí.
Lleva unos vaqueros y una camiseta rosa que tiene un gatito, y su rubio
cabello está en coletas. Abre los brazos.
—¡Austin! —chilla y salta hacia mí.
—Hola, princesa. ¿Estás lista para ir a la escuela?
Asiente con entusiasmo.
—¿Necesito hacerte un almuerzo? ¿O necesito darte dinero para el
almuerzo? —Sé que Blanche está fuera esta semana, y no estoy segura de lo
que come para el almuerzo. Cole no me dio ninguna instrucción.
—Cole me hizo el almuerzo esta mañana antes de irse. Ya está en mi
mochila.
—Impresionante —le digo—. Vámonos entonces.
—¿Austin? —Miro hacia arriba para ver a un hombre que viene hacia mí,
y mis ojos se ensanchan por lo mucho que se asemeja a Cole. Tiene sus ojos
azules, nariz recta y pómulos altos. Sus hombros anchos llenan su caro traje
color carbón, y está sonriendo hacia mí—. Ha pasado mucho tiempo. —Me
mira arriba y abajo, y hace que los vellos de mi nuca se ericen por la forma en
que sus ojos se detienen en mis piernas.
—Lo siento. ¿Lo conozco? —pregunto.
Aunque sé quién es. No estoy segura de lo que quiere decir con “mucho
tiempo”.
Extiende la mano derecha.
—Liam Reynolds. El padre de Cole. —Capto eso. Se parece a él. Se la
estrecho. Aprieta su agarre al punto que es doloroso, pero no me estremezco—.
Qué bueno verte de nuevo.
—¿De nuevo? —pregunto, deslizando a Lilly a mi cadera izquierda. Es más
pesada de lo que parece.
Él asiente, poniendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones de
vestir.
—Sí. Creo que la última vez que te vi, tú y Cole tenían siete años. —Arrugo
la frente—. Tu padre y yo hemos sido mejores amigos mucho antes que él...
saliera con tu madre. —Casi resoplo por la forma en que eligió saliera para
describir su conexión de fin de semana en una habitación de hotel en Reno—.
La última vez que te quedaste con él, tuvo una comida al aire libre, y tú y Cole
nadaron juntos. Realmente jugaron juntos un par de otras veces también. Mi
ceño fruncido se profundiza porque este chico debe confundirme con alguien
más. Nunca conocí a Cole antes—. De todos modos —continúa a mi silencio—.
Debo ir a la oficina. Y tú debes llegar a la escuela. No quiero meterte en
problemas. —Sus ojos se arrastran sobre mí de nuevo, y doy un paso atrás
hacia la puerta, apretando mi agarre sobre Lilly.
—Fue un placer conocerlo —le digo, agachándome para agarrar la bolsa
de Lilly y luego salir por la puerta.
ónde diablos está? —gruño, mirando el reloj en
mi teléfono.
Austin llegará tarde, como siempre.
—Estará aquí pronto. Se atoró en el tráfico
—responde Becky, tirando de sus libros fuera de su casillero. Cierra la puerta y
se gira para mirarme—. ¿Ya decidiste lo que harás?
—¿Sobre qué? —pregunto.
Pone la mano en su cadera.
—No te hagas el tonto, Cole. Sabes exactamente de lo que estoy hablando.
Miro a Deke, quien está apoyado contra los casilleros, esperando que la
calle, pero solo levanta una ceja. Está pensando la misma cosa que ella.
Suspiro.
—No hay manera de evitarlo.
Ella da un paso hacia mí, fulminándome con la mirada.
—¿Tendrás sexo con ella por un desafío? —escupe con disgusto—. Mierda,
Cole, pensé que eras mejor que eso.
Me paso una mano por el cabello.
—No es sobre el desafío, ya no. Se trata de Kellan...
—¡Mentira! —me interrumpe—. Olvídate de él y piensa en Austin.
—¿Qué pasa con ella? —exijo, cansándome de este tema.
—Ella…
—Vaya… —Austin la interrumpe mientras viene corriendo hacia nosotros.
Becky da un paso atrás, y Austin se pone entre nosotros. Poniendo su mano
izquierda sobre su casillero, inclina la cabeza, respirando fuertemente—. Lo
logré. —Respira.
—¿Acabas de tener sexo en el estacionamiento? —pregunta Becky.
—Será mejor que no lo hayas hecho —le digo.
Becky me lanza una mierda de sonrisa, como si el pensamiento de Austin
teniendo sexo con alguien más me enojara. Y hago puño mis manos. Podría
estar a punto de tener sexo con alguien más, pero será mejor que
malditamente no lo haga.
Austin empuja su casillero y pone los ojos en blanco.
—Yo... deseo… —Jadea—. No podía encontrar un lugar de
estacionamiento. —Traga—. Tuve que estacionarme en la parte de atrás... y
correr.
Becky se ríe, y la ignoro.
Giro a Austin y me mira, con una suave sonrisa en el rostro mientras
sigue jadeando. Sus ojos son pesados y sus labios están húmedos. Me inclino y
los capturo. No duda. Empujo mis caderas en las suyas, y gime cuando siente
que ya estoy duro. Maldita sea, siempre la estoy deseando. Demasiado
jodidamente mucho. He vuelto a ser un chico de quince años quién no puede
mantener el pene en sus pantalones. Pero quiero a la misma mujer de nuevo
en lugar de a alguien nuevo.
Diferente.
Mi mano derecha agarra su muslo y lo levanto para que envuelva mi
cadera. Alguien silba mientras caminan junto a nosotros, pero los ignoro
mientras mis labios continúan devorándola.
Al diablo si me están viendo.
Eso es lo que me había dicho y ese pensamiento me hace ser aún más
agresivo. Les daré un espectáculo. Les mostraré que es jodidamente mía.
Sus dedos se hunden en mi camisa mientras me lleva hacia ella. La golpeo
de nuevo en el armario. Gime en mi boca, y me lo trago.
Cuando me alejo, también estoy jadeando. Ella levanta la cabeza,
descansando contra el casillero. Le sonrío cariñosamente, ya que sus ojos
están cerrados y su pecho agitado. La vuelvo tan débil como ella me deja a mí.
Miro rápidamente alrededor del silencioso pasillo y encuentro que estamos
solos ahora.
La campana sonó hace mucho tiempo.
—Vamos —le digo, alejándola de su casillero.
Se alisa el cabello y tira sus hombros hacia atrás. Recuperándose.
—¿Cómo te fue con Lilly esta mañana? —le pregunto, caminando hacia su
primera clase. Odio necesitar su ayuda, pero en este momento, no hay nadie
más. Y estaba justo ante mí. A Lilly le gusta.
—Fue genial —dice—. Le prometí llevarla por helado después de la escuela
otra vez.
Me rio.
—Por eso le gustas tanto.

Cuando finalmente salgo de la práctica, es tarde. Mientras estaba


nadando, Austin me envió un mensaje diciendo que iría a nadar y luego a ver
una película a su casa. Planeaba unirme a ellas, pero necesitaba ir a la casa de
mi padre primero.
Estaciono mi auto en la entrada y lo dejo encendido mientras voy a la
casa.
—¿Cole? —Oigo su voz.
Suspiro.
—¿Sí?
—A mi oficina.
Camino por el largo pasillo y entro en la última habitación a la derecha, su
oficina. Está sentado detrás de su escritorio con las manos dobladas sobre la
madera marrón.
—¿Qué? —pregunto, sin entrar.
—Siéntate —dice, gesticulando hacia la silla en frente a su escritorio.
—Me quedaré de pie —le digo, descansando mi hombro contra el marco de
su puerta.
Suspira pesadamente, mostrándome su decepción.
—Vi a Austin Lowes hoy.
Mis cejas se levantan ante eso.
—No me lo mencionó.
Se inclina hacia atrás en su silla.
—Es bonita. Muy bonita. —Hago puño de mis manos, sabiendo que la vio
de esa manera. Y odio que use la misma palabra que el novio de su madre le
decía—. Pero por supuesto que lo es, su madre era bonita antes de volverse
una drogadicta sin valor. —Suspira—. De todos modos, Bruce está de vuelta en
la ciudad. —Gruño—. Me dijo que ustedes dos están saliendo.
—Algo así —le digo, no queriendo que sepa que ella está llegando a mí. La
usaría en mi contra. Eso es lo que hace.
Sonríe.
—También me dijo que negaste haberte acostado con su esposa.
—Eso es porque no lo hice. Tú solo lo asumiste.
—Bueno, sabe que alguien lo hace.
—No te ofendas, Liam, pero me importa una mierda lo que su esposa haga
a sus espaldas. Todos sabemos que no le es fiel.
Sus fosas nasales se abren ante eso.
—¿Estás usando protección con Austin? —demanda.
Freno reírme de eso. ¿Ahora quiere tener la charla sexual? ¿No sabe que he
estado teniendo sexo con chicas desde que tenía catorce años? Siempre he
usado protección antes, pero las cosas son diferentes con Austin.
—Eso no es de tu incumbencia.
Golpea sus manos sobre su escritorio y se levanta.
—Lo será cuando te engañe como su madre hizo con Bruce. No quiero otro
hijo indeseado corriendo por esta casa.
Mi ira se eleva ante esas palabras, y me empujo lejos del marco de la
puerta, enderezando la espalda.
—No te preocupes, padre, si la embarazo, me encargaré de mi hijo. Ya me
ocupo de los tuyos. ¿Qué es uno más?
—¡No te atrevas, Cole! —responde.
—No, papá. ¡No te atrevas tú! —grito.
Sus ojos azules se estrechan en mí antes que lentamente se recargue de
nuevo en su asiento.
—Adelante. Embarázala y mira dónde estarás en cinco años. Tu carrera de
natación hace tiempo que se fue. Y ten un hijo con una mujer que no puede
mantener las piernas cerradas para otros hombres.
—No sabes nada de ella. —Es toda mía.
—Sé lo suficiente.
—¿Qué te dijo Bruce? —Como si hubiera estado allí por ella—. Ni siquiera
sabe lo que el novio de su madre le hizo. O lo sabe y no le importa.
Sus ojos se encuentran con los míos.
—Sé que te has obsesionado con la puta, y que hiciste un trato con Bruce.
—Rechino los dientes hacia él, por llamarla puta. No le abre las piernas a nadie
que no sea yo. Y se quedará de esa manera—. Y en el momento en que
renuncies, te clavará a la puta cruz por tomar algo de él que no te pertenecía.
No me sorprende que Bruce le haya dicho a mi padre que le robé su auto.
Se dicen todo.
—¿Por qué te importa? Me iré de aquí después de la graduación, no
importa a dónde vaya.
Sus labios se aprietan. Odia que tenga mi propio dinero y que no me
puede controlar.
—No empieces a actuar como un padre ahora, Liam. Nunca lo has hecho
antes. —Entonces me doy la vuelta y salgo de su oficina.

Cuando entro en la casa Lowes, las luces están apagadas, y el gran


vestíbulo está cubierto de oscuridad. Sé que Bruce y Celeste no están aquí.
Cuando él está en la casa, o bien están en el club de campo o en su yate. Le
gusta entretener a la gente de esta ciudad, y a ellos les encanta inclinarse a
sus pies como si fuera un maldito santo.
Subo las escaleras y abro la puerta de su habitación, pero está vacía, así
que continúo por el pasillo hasta la sala de juegos.
La Bella y La Bestia está en la pantalla, y camino alrededor para ir al sofá.
Mi pecho se tensa ante lo que veo.
Austin se encuentra de costado recostada en los cojines, con el brazo
colgando en el sofá. Lilly también está de lado, frente a ella, acurrucada.
Ambas están dormidas.
Voy a la pila de mantas en la esquina y agarro una, cubriéndolas. Me
siento, con los codos en mis rodillas y la cabeza en mis manos.
Ella está en mi cabeza.
Mierda, incluso mi pene siempre está duro por ella. Está en todas partes.
Y consumiéndome.
Tienes que tener sexo con Kaitlin.
No mentí a Becky hoy.
Esto ya no se trata de Kaitlin o de Austin. Esto es sobre el juego. El feudo
entre Kellan y yo. No me alejaré voluntariamente de este reto y abandonaré el
grupo. No puedo. Tengo más dignidad que eso.
¿Entonces qué harás?
Suspiro, sin tener una puta pista.
—¿Cole?
Miro hacia arriba para ver a Austin parpadeando. Desliza su brazo desde
abajo del cuerpo dormido de Lilly y se sienta, frotándose los ojos.
—¿Qué hora es? —susurra.
—Casi las nueve.
Cubre un bostezo.
—Hombre, no me di cuenta de que estaba tan cansada.
Me levanto.
—Llevaré a Lilly a casa.
—No. —Tira de las mantas y se levanta, asegurándose de no despertar a
Lilly—. Deja que se quede aquí.
—Austin...
—Está bien, Cole. Ya está dormida. Y la voy a llevar a la escuela en la
mañana de todos modos. Todas sus cosas están aquí de cuando la recogí más
temprano. Solo la pondré en mi habitación. Puede dormir conmigo.
Voy a protestar más, pero la recoge y la carga. Apago la película y doblo la
manta antes de devolverla a donde la encontré.
Cierro la puerta y camino por el pasillo a su habitación. Entro y las
encuentro ya en su cama, acurrucadas y cubiertas hasta el cuello.
Mi estómago se anuda. La mierda golpeará pronto el ventilador, pero no
será porque tenga sexo con Kaitlin. Será porque más secretos me alcanzarán, y
estallarán en mi rostro.

Becky y yo estamos caminando por el tranquilo pasillo, vamos tarde a


clase, como de costumbre. La campana sonó hace más de quince minutos. Lilly
y yo la recogimos esta mañana, y las chicas quisieron donas. Traté de decirles
que no tenía tiempo, pero Becky se volvió hacia mí e hizo que Lilly cantara por
donas junto con ella con todos sus pulmones.
Becky mete la última parte de ella en su boca.
—Estamos tan muertas —murmura.
Mi teléfono suena cuando nos detenemos en nuestros casilleros.
Shark: Dónde estás
Pongo los ojos en blanco.
—Es como si pensara que soy incapaz de llevar a Lilly a la escuela.
Becky se ríe y trozos de su dona vuelan de su boca. Me rio.
—Bueno, siempre la llevas tarde.
—Porque ella se entretiene.
Yo: en la escuela. Llegué tarde.
Abro mi casillero y agarro mi libro para la primera clase.
—¡Mierda! —sisea Becky.
—¿Qué? —pregunto mientras mi teléfono suena otra vez. Lo ignoro esta
vez. Él me verá en la segunda clase.
—Creo que dejé mi libro de química en el laboratorio.
Cierro de golpe mi casillero.
—Consigámoslo. Está de camino.
Lanza su mochila sobre su hombro, y nos tomamos nuestro tiempo
caminando a la sala de laboratorio para recuperar su libro.
Abro la puerta, y ella entra. La sigo, pero me detengo cuando me
encuentro con su espalda.
—Becky...
—Oh, Dios —chilla una mujer.
Miro hacia la esquina lejana donde está el escritorio de la maestra, y una
chica está chupando a alguien. Un hombre se endereza, colocando su corbata.
—Chicas. —Se aclara la garganta—. ¿Qué puedo hacer por ustedes?
La chica inclina la cabeza, permitiendo que su cabello cubra su rostro, y
gira de espaldas a nosotros.
—Dejé mi libro aquí ayer —dice Becky.
Él asiente pero no hace ningún movimiento para salir de detrás del
escritorio. Miro y puedo ver que sus pantalones medio caídos, pero se detuvo.
—Hay uno en la parte posterior de la estantería. —Hace un gesto con la
barbilla.
Becky camina hacia allí, agarra el libro y luego gira, empujándome a la
puerta.
—Gracias —grita, y luego se echa a reír. La puerta se cierra detrás de mí.
—¿Quién demonios era esa? —pregunto.
—Esa era la hermana gemela de Bryan dándoselo al maestro.
—¿Qué? —pregunto con sorpresa—. No sabía que tenía una hermana
gemela.
Ella asiente.
—Esa es otra razón por la que Bryan odia tanto a Cole.
—¿Por qué se acostó con ella? —¿Por qué no estoy sorprendida?
—Sí. Cole lo hizo con el amor de su vida y con su hermana gemela.
—¿Hay alguien en esta escuela con la que Cole no se haya acostado? —
gruño.
Ella se detiene en nuestra primera clase.
—Conmigo.
Me rio, niego, y abro la puerta. El profesor nos lanza una mirada
fulminante, pero solo le doy una sonrisa Me cuesta mucho llegar a la escuela a
tiempo, y esta semana, tengo que recoger a una niña de seis años también. Y a
mi mejor amiga, ya que Deke también está ocupado con la natación, a quien le
gusta pasar demasiado tiempo decidiendo qué ponerse.
Nos sentamos en nuestros asientos, y miro a Becky.
—¿Qué? —susurra cuando me ve mirándola fijamente.
—¿De verdad crees que Cole se acostará con Kaitlin? —Hago la pregunta
que no he tenido el coraje de hacer. Porque sé la respuesta.
Sus ojos miran mi bolso junto a mis pies, evitando el contacto visual
conmigo.
—Eso es lo que pensé. —Me siento de nuevo en mi asiento.
Odio que me importe tanto. Ese pensamiento de él con alguien más me
hace un nudo en el estómago y en el pecho.
—Tal vez no —dice, sorprendiéndome—. Quiero decir, algo le está
impidiendo hacerlo.
—Eso es verdad… —Me dejo llevar.
Se inclina sobre su escritorio hacia mí.
—Deke me dijo que Cole siempre completa su reto al día siguiente. —
Frunzo el ceño—. Sé que no es el mejor chico, Austin, pero siente algo por ti.
Sin embargo, no necesité verlo aplazar un desafío para saber eso.
Toco mi lápiz en mi escritorio.
—Así que tengo que detenerlo.
Niega.
—Lo patearán y te sacarán del grupo si te metes con un reto.
Resoplo, y la chica que se sienta delante de mí se vuelve para fulminarme
con la mirada. Le doy una gran sonrisa, y pone los ojos en blanco antes de
volver a mirar al frente del salón de clases.
—No quiero estar en su grupo de chicos. Me estarían haciendo un favor.
Sonríe.
—Entonces, ¿tienes un plan?
Asiento.
—Sí.
—¿Necesitas mi ayuda? —pregunta, meneando las cejas.
—Absolutamente.
Las siguientes tres semanas pasaron más rápido de lo que quería que
hicieran. Cole y Deke estuvieron ocupados con la práctica, así que tengo que
pasar mucho tiempo con Becky. Incluso convencí a Cole para que Blanche
tuviera las tardes libres, y seguir recogiendo a Lilly de la escuela. Becky y yo la
llevábamos para comprar helado o ir a mi casa a nadar. Le encantaba tener
“tiempo de chicas”, como lo llamaba. No creo que tuviera mucho aparte del que
pasaba con Celeste. Y ella ha estado sobre el trasero de mi padre. Me ha
evitado, y me he quedado fuera de su camino, rezando para que salga de la
ciudad pronto.
Pero no pudo evitar notar la forma en que el humor de Cole empeoró a
medida que se acercaba al final de su fecha límite. Estaba agitado. Su actitud
oscura. Sus manos estaban siempre en puños, y no hablaba mucho.
Pero eso no ralentizó su afecto hacia mí. Ha estado en eso desde que le
dije que haríamos un espectáculo. Y eso es exactamente lo que hemos hecho.
Es oficialmente viernes. Y mañana es el gran día. No me ha dicho mucho
hoy, pero no lo he tomado como algo personal.
—¿No tienen un encuentro este fin de semana? —le pregunta Becky a
Deke.
Él niega y mete una papa en su boca. También está en el borde. Los
atrapé a él y a Cole discutiendo esta mañana, pero ambos callaron en el
momento que me vieron caminando hacia ellos. Nunca supe lo que estaban
diciendo, y sé que Cole no me lo diría, aunque se lo preguntara.
Abro la boca para hablar, pero la cierro cuando Kellan se acerca a la
mesa.
—Buenas tardes, chicos —dice con una sonrisa siniestra.
Lo miro fijamente. Cole lo ignora mientras mira hacia su teléfono.
—Fiesta en mi casa mañana por la noche —dice, mirando directamente a
Cole—. Y, por supuesto, estás invitada, Austin. No querría que te la perdieras.
Cole lo mira a través de sus pestañas, mostrando indiferencia. Pero puedo
sentir el calor emanando de él.
—Oh, estará allí —responde Becky por mí, y me abstengo de reír.
—Nos vemos entonces —dice él alegremente, luego coloca sus manos en
sus bolsillos y se aleja, silbando como hizo cuando me dijo que me alejara de
Cole.
Sonrío a Becky, y ella me devuelve la sonrisa.
algo de la cafetería y me detengo en mi casillero. Abro la puerta,
agarro lo que necesito, y luego lo cierro de golpe.
—No puedes ir —gruñe Deke, viniendo hacia mí.
—Estoy realmente muy cansado de discutir contigo sobre eso
—le digo.
—Entonces haz lo correcto.
—¿Por qué te importa? —grito, haciendo saltar a un chico que paseaba
por allí.
—¿Eh, Deke? ¿Por qué te importa lo que hago?
Baja los ojos al suelo y se pasa la mano por el cabello.
—Becky tenía razón.
—¡Mierda! No eso otra vez…
—También he visto una diferencia en ti, Cole. —Sus ojos se encuentran
con los míos—. ¿No has sentido la diferencia? —Resoplo, poniendo los ojos en
blanco—. Desde que Eli murió...
—No —le digo, deteniendo lo que sea que está a punto de decir.
—No, escucharás esto. —Camina hacia mí, y cierro los puños, listo para
golpear su trasero—. Austin era solo alguien a quien querías destruir. Querías
a alguien tan jodido como tú, Cole. Qué mal que no pudieras soportarlo.
Incluso yo pude ver eso.
—Deke —le advierto.
—Pero no importa lo que le lances, ella te lo devuelve. ¿Te gustaría más la
pelea si cayera y llorara? Te ruego que te detengas. —Odio lo correcto que
está—. Si tienes sexo con Kaitlin mañana por la noche, ¿estás preparado para
que ella tome represalias?
—¿Qué significa eso? —exijo, no gustándome a donde va ese pensamiento.
Nunca se me pasó por la cabeza.
Baja la voz.
—Significa que correrá directo a Bryan y a tener sexo con él. Eso es lo que
hace. Te lo devuelve el doble de duro. Y saltará con todo eso. Finalmente él
tendrá su oportunidad con ella y podrá arruinarte al mismo tiempo.
Veo rojo y lo golpeo ante el pensamiento de Austin y Bryan juntos. Él
tropieza con otro chico, haciéndole caer. Deke permanece de pie y se ríe como
si lo hubiera abofeteado suavemente.
—¿Cuándo fue la última vez que golpeaste a alguien, Cole? —Bajo las
manos—. ¿Cuándo fue la última vez que necesitaste liberar esa ira desde que
entró en tu vida esa noche?
—¿Qué...? —Me quedo confundido por sus palabras.
—Ella te ha cambiado. Quizás no lo veas, pero todos lo hacemos. Solo
golpeas a alguien cuando ella tiene razón. Cuando la estás protegiendo.
Cuando alguien amenaza con quitártela. Y eso es exactamente el por qué
Kellan está haciendo esto contigo.
—Deke —grita Becky desde el pasillo con Austin, oyendo la conmoción.
Austin gira, su cabello le pega en el rostro, y sus ojos aterrizan en los míos. Se
dirigen hacia nosotros.
Aprieto los puños y mi hombro late. Miro a Deke.
—Te equivocas.
Niega con una risita.
—Adelante. Ten sexo con Kaitlin y mira que sucede. Austin te odiará, y
más de lo que ya lo hace. —Me estremezco ante sus palabras—. Porque es
alguien a quien no puedes controlar, Cole. Será tu pesadilla viviente. La ves
cuando cierras los ojos. Cada minuto de cada día.
—¿Estás bien, nene? —pregunta Becky, acercándose a nosotros.
—Estoy bien.
Se gira para mirarme. Sus cristalinos ojos son duros y tiene las manos en
puños como si planeara pegarme.
—¿Qué demonios te pasa? —demanda.
—Basta —dice Austin, poniéndose de pie entre nosotros. Becky se gira
para encarar a Deke, y Austin se gira hacia mí.
Sus ojos verdes están desprovistos de cualquier emoción.
—Haz lo que necesites hacer —dice.
La cabeza de Deke se levanta para mirar hacia atrás.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, mi corazón golpea en mi pecho con las
palabras de Deke.
Vamos a darles un espectáculo.
Tiene razón una vez más. Ella irá a Bryan y hará exactamente eso. Y me
volverá loco. Más de lo que ya estoy.
—Austin...
—Exactamente lo que dije —me interrumpe—. Mañana por la noche en la
fiesta. Haz lo que tengas que hacer, Cole. —Se levanta y me besa suavemente
en los labios. No me muevo ni la beso también. Entonces se va con Becky justo
detrás.
Deke y yo nos giramos para verlas caminar al final del pasillo.
Él viene a pararse a mi lado y suspira.
—Te comerá vivo, hombre.
—¡MIERDA! —Me doy la vuelta y golpeo mi casillero.

Estoy en la cocina de la casa de los padres de Kellan con la espalda contra


la encimera. Mis brazos están cruzados sobre mi pecho y tengo una mirada
enojada en el rostro.
Las palabras de Austin siguen nadando en mi mente desde ayer.
Haz lo que tengas que hacer.
¿Qué clase de mierda es esa?
Está jodiendo con mi mente. Hace eso tan bien.
¿Era esa su forma de decirme que tuviera sexo con Kaitlin? Si es así, es
una trampa. Ninguna mujer voluntariamente le dice a un hombre que se
acueste con otra mujer. No importa cuáles sean las circunstancias. ¿O fue esa
su forma de decirme que la elija y me retire del grupo?
—Aquí. La vas a necesitar —dice Deke, entregándome su copa.
—No. —No bebo en fiestas a menos que esté en mi casa. Esa fue una regla
que hice después de perder a tres amigos. No voy a dejar que Kellan me obligue
a ir en contra de eso.
Ya me está obligando a hacer suficiente.
—Hola, chicos —dice Kellan, uniéndose a nosotros.
Bennett lo ignora mientras bebe de una copa.
Deke le lanza una mirada fulminante. Miro la entrada de la cocina,
esperando que Kaitlin o Austin entren. En este punto, no estoy seguro de a
quién quiero ver menos.
—Elegiría a Becky.
—¿Qué? —espeto, mirando a Deke.
Ignora mi tono áspero. Pero nadie se pierde el corte en su labio inferior de
mi puño ayer.
—Becky estuvo tan enojada cuando le dije sobre tu reto. Tenía miedo que
me pasara lo mismo. Y nunca pensó que la elegiría. Pero es por eso que estaba
tan enojado con Kellan. —Toma un sorbo de su bebida—. Porque en el
momento en que te oí leer el desafío, supe que la elegiría a ella sobre el grupo.
—Me mira a los ojos—. Está bien elegirla, Cole. Este grupo llegará a su fin
pronto. Después de la graduación, iremos por caminos separados, pero ¿dónde
irá Austin? ¿La dejarás voluntariamente? —Niega, como si ya conociera mi
respuesta.
—Haces que parezca que la amo —gruño.
—¿No es así?
—No —le digo. Se supone que debe enamorarse de mí. Soy el que se
supone que tiene todo el control y la arruina. No de otra manera. He visto lo
que amar a alguien puede hacerle a la otra persona. Y es patético. Él solo
sonríe—. Vete a la mierda, Deke.
—Hora del espectáculo —dice Kellan, captando nuestra atención. Se frota
las manos emocionado, y mis ojos siguen a donde está mirando. Kaitlin acaba
de entrar en la cocina. Tiene el cabello rojo liso. Está vistiendo un pantalón
ajustado y un top negro. Con una gran sonrisa en el rostro.
No me hace absolutamente nada.
Se gira y levanta la mano derecha, y mis ojos se abren cuando veo a Bryan
tomarla en la suya.
—¿Qué diablos? —dice Kellan.
Ellos caminan hacia nosotros, y él recoge una copa y le sirve un trago.
Levanta los ojos a los míos.
—Chicos. —Asiente y luego la saca de la cocina.
Deke intenta ocultar su risa, pero falla.
—Bueno, eso cambia las cosas —dice felizmente.
—Absolutamente no —dice Kellan—. Todavía debe tener sexo con ella.
—Eso no va a pasar. Ella está obviamente de vuelta con Bryan —dice
Bennett, negando.
—Ese era su reto —gruñe Kellan—. Tiene sexo con ella o está fuera.
—¿Qué se supone que debe hacer? —pregunta Bennett—. ¿Violarla?
—Si eso es lo que tiene que hacer —dice Kellan con un cabeceo.
—¡Absolutamente no!
—¿Qué diablos, hombre? —demanda Shane—. ¿Qué te pasa?
Él deja escapar un gruñido de frustración.
—Entonces estás fuera. —Me mira.
Yo levanto las manos.
—Entonces me iré.
Deke me sonríe, y sabe por qué.
Me alejo. No tenía nada que hacer con Kaitlin. Y todo que ver con Austin.
¡Mierda! Llegó a mí.
—No —dice Bennett, empujándose fuera del mostrador opuesto—. No irás
a ningún lugar, Cole.
Kellan abre la boca para discutir, pero algo detrás de mí llama su
atención. Me giro para ver a Austin y a Becky caminando hacia nosotros. Ella
se ve como si acabara de salir de una pasarela en Milán. Su cabello está rizado
y suelto. Sus ojos verdes forrados de negro. Sus labios pintados de rojo. Y lleva
un vestido rojo de mierda que me debilita las rodillas. Es de corte bajo en la
parte delantera, mostrando sus perfectos pechos. Me sonríe, y todos se separan
como si fueran jodidamente de la realeza.
“Desire” de Meg Myers comienza a sonar en los altavoces de la casa, y su
sonrisa se ensancha como si supiera un secreto.
—Al diablo esta mierda. —Escucho sisear a Kellan, pero lo ignoro.
Ella se acerca y me acerco a ella. Mi mano se envuelve alrededor de su
delgada cintura y la arrastro hacia mí.
—No lo hice —le digo, necesitando que lo sepa. No lo hubiera hecho de
todas formas. Solo estaba tratando de ganar tiempo para salir de eso, pero no
podía resolverlo. No podía hacerlo porque no podía imaginarme que ella
estuviera con alguien más. Y no quiero a nadie más que a esta mujer que está
tan retorcida como yo. Que está tan rota como yo. Juntos, somos dos personas
jodidas viviendo en un mundo donde se supone que eres perfecto.
No está dispuesta a fingir, y yo tampoco.
—Lo sé —susurra contra mis labios.
Busco sus ojos, y brillan como cada vez que está dedo a dedo conmigo. Me
encanta esa mirada.
—Estás tramando algo —le digo.
Sus ojos caen a mi pecho mientras sus manos lo recorren.
—No sé de qué estás hablando —dice, lamiendo sus labios rojos. Los
quiero envueltos alrededor de mi pene.
Agarro su barbilla y la levanto, así que tiene que mirarme.
—Tienes algo que ver con Kaitlin y Bryan. —Estoy llegando, porque ¿qué
más puede explicar lo que acaba de suceder? Y la mirada en sus ojos… La
subestimé demasiado. Pero no lo haré más.
Sonríe.
—Te reto a que lo pruebes.

Me mira fijamente. Esos preciosos ojos azules buscan los míos. Se aleja,
toma mi mano, y me arrastra fuera de la cocina. Me muerdo el labio para evitar
reírme de su urgencia. Me mete en una habitación y cierra la puerta de golpe.
—¿Qué hiciste? —exige, girando para enfrentarme. —Cruzo los brazos
sobre mi pecho—. Austin —gruñe, acercándose a mí—. Dímelo.
Me encanta cuando es así. Cuando los roles se invierten, y no puede
soportar no saber lo que hice. Lo que soy capaz de hacer.
—No iba a dejarte tener sexo con ella, Cole. Si eso es lo que quieres,
entonces bien, déjame ir ahora mismo. No más tú y yo. No más juego.
Dijo que no lo hizo, pero ¿fue porque intervine?
Se para delante de mí, su mano se acerca para tomar mi rostro.
—No pude hacerlo, por ti. —Trago nerviosamente ante sus palabras—.
Nunca lo haría. —Empuja su cuerpo en el mío—. No irás a ninguna parte,
Austin. He estado tan muerto haciendo que todos te vean como mía, pero no
me di cuenta hasta esta noche que todo el tiempo he sido tuyo.
—¿Mío? —cuestiono, y mi corazón comienza a golpear más rápido.
Él asiente. Sus ojos buscan los míos.
—Soy todo tuyo.
—¿Me estás dando una opción? —No puedo evitar preguntar.
Se ríe.
—No, cariño. No lo hago. —Entonces sus labios están sobre los míos.
Sus manos van al dobladillo de mi vestido y lo levanta sobre mi cabeza y
lo ayudo alejándome de sus labios mientras lo levanta.
—Mierda —gruñe cuando ve que no estoy llevando sujetador.
Sonrío mientras “A Little Wicked” de Valerie Broussard atraviesa los
altavoces.
Retrocede un paso, y empujo lentamente mi tanga rojo por mis piernas.
Mira en completa fascinación mientras la tiro a un lado.
—Voy a dejarme los tacones para ti.
Sus ojos se encuentran con los míos mientras sus manos van hacia el
cinturón en su pantalón.
—No necesitarás eso mientras estás de rodillas.

Me estoy deslizando el vestido mientras él sube su pantalón.


—¿Qué hiciste? —pregunta.
—Prefiero no decírtelo —le digo sinceramente. Mira hacia arriba. Odia
estar en la oscuridad. Suspirando, digo—: Chantajeé a Bryan.
Sus ojos se ensanchan.
—¿Tú qué? ¿Cómo?
—Atrapé a su hermana teniendo sexo con alguien con quien no debería.
Fui a él y le dije que si no regresaba con Kaitlin delataría a su hermana.
—¿Y lo compró?
—No estaba bromeando —le digo simplemente—. Tuvo unas pocas
palabras y dijo que estaba tomándole el pelo. Cuando saqué mi teléfono para
mostrarle las fotos, levantó las manos en derrota.
—¿Tomaste fotos de ella teniendo sexo con alguien?
—No. —Sonrío. Me mira fijamente. Su pantalón se detiene, pero sigue
desabotonado, mostrando su bóxer negro. Todavía está sin camisa,
permitiéndome disfrutar de la hermosa vista de su cuerpo—. Me negué a dejar
que Kellan ganara. —Niego—. Si la desearas, sería una historia diferente…
—No la deseaba —me interrumpe planamente, caminando hacia mí, y sin
retractarse. La mirada dura en su rostro me hace pensar que está enojado
conmigo, pero no me importa. Tenía más que este estúpido juego en riesgo. No
iba a dejar que esta escuela me viera como cualquier cosa menos fuerte. No la
chica con la que se juega. Y ciertamente no soy la chica que deja que hombres
como Kellan la humillen.
Él toma mi mejilla.
—Eres un maldito tiburón —dice, y una sonrisa se extiende por su rostro.
—Bueno, por aquí, si no eres uno, estás muerto.
—Nunca dejaría que nadie te tocara, cariño.
—¿Nadie más que tú? —pregunto, mis brazos suben y se envuelven
alrededor de su cuello.
—Nadie más que yo —promete, y entonces mi vestido está en el suelo otra
vez.

El lunes por la mañana, entro a la segunda clase y me siento junto a Cole.


Está mirando su teléfono, como siempre.
—¿Puedes llevar a Lilly a bailar esta noche? Tengo un lugar al que ir —
dice sin mirar en mi dirección.
—Por supuesto. ¿Qué tienes que hacer? ¿Práctica? —pregunto, pero no
responde—. ¿Cole? —espeto, llamando su atención.
—¿Qué? —gruñe, mirándome.
Arqueo una ceja ante su actitud de mierda. No estoy segura de qué
diablos está pasando en su cabeza ahora. Han pasado dos semanas desde la
fiesta en la casa de Kellan, y las cosas han estado extremadamente tensas.
Nadie ha llamado a una reunión en la casa club, y no estoy segura de lo que
todos haremos ahora que Cole no completó su reto. Escuche a Shane decir algo
acerca de hacer un redibujado, pero Bennett rápidamente cerró eso.
Una vez más, Kellan no ha estado alrededor. Pero sé que lo ven en la
práctica, y tuvieron una reunión el fin de semana. Fue aquí, en Collins, así que
afortunadamente no tuvieron que estar en un autobús con él. Pero está
destinado a suceder.
—Te pregunté qué tienes que hacer.
Mira hacia otro lado.
—Es personal.
Abro la boca para seguir discutiendo, pero la profesora se levanta de su
escritorio y comienza la clase.
Me siento mientras guarda su teléfono. Lo veo por el rabillo del ojo.
Su mandíbula está tensa como siempre, y sus ojos nublados. Está en su
propio pequeño retorcido mundo donde la sangre y el control de la ira se
apoderan de él. Odio no poder sacarlo de eso.
Vendrá más tarde y tendremos sexo. Entonces es como si todo su poder e
ira se desvaneciera en nada. Y entonces está sonriendo y riendo conmigo como
si nunca hubiera pasado nada.
Es confuso y me afecta.
Le envié a Cole un mensaje de texto diciendo que había dejado a Lilly hace
más de una hora. Lo leyó inmediatamente pero nunca respondió. No dejé que
eso me molestara. Aunque ya somos oficialmente una pareja, no mucho ha
cambiado.
Me dirijo a la cocina y agarro una botella de agua antes de subir a mi
habitación. Cuando un ruido me hace detenerme.
—¡Cole!
Arrugo la frente. ¿Cole está aquí? No vi su auto afuera. Coloco mi botella
de agua en la encimera y voy por el pasillo hasta la terraza trasera. Salgo y veo
la piscina. Pero nadie está por aquí.
—Cole…
Lo escucho suavemente esta vez.
—¿Qué infiernos? —susurro, yendo a la habitación de mi padre y de
Celeste.
Voy a abrir la puerta, pero mi mano se congela en la manija de la puerta.
—¡Oh, Dios, Cole! —Escucho gritar a Celeste.
Mi corazón late más rápido en mi pecho.
—Joder, sí. Oh, eso es... ¡Cole! —grita su nombre una y otra vez.
Voy a girar la perilla para irrumpirlos, pero está cerrada. Escucho un
golpe y me doy cuenta que es la cama golpeando contra la pared.
Ella grita su nombre otra vez. Pienso en correr al garaje, agarrar un
martillo y abrirme camino a través de esta puerta. Pero ¿qué probará eso? El
pensamiento es demasiado para soportarlo, estoy segura de que no quiero
verlos en el acto.
Doy un paso atrás y corro hacia mi habitación. Después de cerrar la
puerta, dejo que la primera lágrima caiga. Podría soportar un montón de
mierda, pero esta fue la última gota.

Cole no estuvo en la segunda clase a la mañana siguiente. Nunca le envié


un mensaje de texto preguntando dónde estaba, y nunca me envió un texto
para ofrecerme alguna información. Pensé que todavía estaba en la casa de mi
padre durmiendo tras su larga noche. Los ignoré a todos, incluso a Becky. Ella
se dio cuenta pero no me presionó por una explicación.
No es hasta después de la última clase que lo veo en el pasillo, colocando
sus llaves en su casillero. Pudo saltarse la escuela, pero no puede faltar a la
práctica. Tienen una reunión este fin de semana después de todo. Deke camina
hasta él.
—¿Cómo te fue, hombre? —le pregunta.
—Bien —dice con un asentimiento.
Los chicos llenan los pasillos, tirando libros en sus casilleros y
preparándose para salir por el día.
—Increíble. ¿Entonces terminaste el trato? —pregunta como si estuvieran
hablando de comprar un auto. No de tener sexo con una mujer.
—Todo listo.
Resoplo mientras camino junto a él.
—Hola, cariño —dice Cole, extendiendo la mano y envolviéndola alrededor
de mi cintura. Tira de mi espalda a su frente e inclina la cabeza hacia mi
oreja—. ¿Me extrañaste?
Me giro en sus brazos, me estiro, y lo abofeteo. El sonido hace eco en las
paredes. Miro hacia sus ojos azules mientras se endurecen. Mi corazón
comienza a correr, supurando mi rabia. Su traición. Mi estupidez. Puede que
no haya tenido sexo con Kaitlin, pero ha estado teniéndolo con mi madrastra a
mis espaldas. Soy tan estúpida.
Deke da un paso atrás de nosotros.
—¿Por qué demonios fue eso? —demanda Cole, mirándome.
Le lanzo a Deke una mirada de disgusto, y sus cejas se alzan. Luego miro
hacia Cole.
—Estoy segura de que puedes averiguarlo. —Me voy y camino hacia la
puerta, sin molestarme en darle otro segundo de mi tiempo.
Él agarra mi brazo y me tira de nuevo.
—¡Cole!
—¿Por qué diablos fue eso, Austin? —demanda—. ¿Porque no te dije a
dónde fui? ¡No era de tu maldita incumbencia!
Mi ira aumenta y las lágrimas brotan de mis ojos. Intento arrancar mi
brazo de su agarre, pero no me suelta.
—Solo olvídalo.
Mi voz se quiebra, y me odio porque me importe tanto. Por pensar que en
realidad le importaba. Su agenda desde el primer momento fue romperme. Y de
buen grado lo dejé hacerlo.
—No. No lo olvidaré.
Se pone delante de mí, sus ojos azules se suavizan.
—¿Qué sucede? —pregunta, tomando mi rostro.
Cae mi primera lágrima, y cierro los puños.
—Sé a dónde fuiste.
Los ojos de Deke se abren, y la mandíbula de Cole se afila.
—¿Cómo…?
—Lo escuché —le digo, interrumpiéndolo.
Mira a Deke, y él levanta las manos, sacudiendo la cabeza.
—No dije nada.
—¿Qué quieres decir con que lo escuchaste? ¿De quién lo oíste?
—No te lo voy a explicar, Cole.
i mandíbula se tensa mientras pierdo la paciencia.
—No tengo tiempo para esto, Austin. ¡Dime de qué
mierda estás hablando! —demando.
—No quiero hablar contigo —dice ella.
—Muy mal. —Intenta dar un paso atrás—. ¿Por qué estás tan enojada
conmigo?
Otra lágrima cae por su rostro. E intento averiguar por qué mi viaje rápido
a Texas podría haberla lastimado tanto.
—Dios, tienes algo de coraje. —Frunzo el ceño—. Crees que soy una idiota.
¿Crees que soy estúpida y no me enteraría? ¿Qué no los escucharía?
—¿De qué estás…?
—¡Sé que te estás acostando con Celeste! —grita.
—¿Qué? —susurra Deke.
—¡Mierda! —No pude detener que la palabra dejara mi boca.
Sus ojos se cierran sobre mí a pequeñas rendijas.
—¡No, jódete, Cole! —Empieza a girar, a correr por el pasillo hacia la
salida, pero agarro su brazo de nuevo y tiro de ella para detenerla.
—No estoy acostándome con ella.
—¡Sí, lo haces! —grita—. Deja de mentirme.
La suelto y doy un paso atrás.
—No lo hago. Lo prometo.
Ella resopla y se cruza de brazos sobre su pecho.
—¿Dónde tuviste que ir ayer y hoy, Cole?
Mi mandíbula se aprieta.
—No te puedo decir eso.
—Puedes, simplemente eliges no hacerlo.
—¡No es tu maldito asunto, Austin!
—Lo es cuando estás acostándote con mi madrastra —grita de nuevo.
Me paso una mano por el cabello.
—¿Qué te hace pensar que me acosté con ella? —le pregunto tratando de
calmar mi rabia. No nos llevará a ninguna parte.
—Te lo dije. Los oí.
—¿Oíste qué?
Pone los llorosos ojos en blanco, pero me dice.
—Cuando llegué a casa ayer después de llevar a Lilly al ballet, entré en la
cocina para conseguir una botella de agua, y la oí gritar tu nombre desde su
habitación.
Mis ojos se abren.
—Mierda —sisea Deke.
—Pero debes saber eso, ya que estuviste allí con ella.
Me acerco a ella.
—Austin… —Pero se aleja y comienza a caminar hacia el pasillo una vez
más.
—Nunca me he acostado con Celeste —le digo, viéndola detenerse, y
trago—. Y no me he acostado con nadie más desde... —Me callo.
Ella gira.
—¿Desde que empezaste a acostarte conmigo? Qué original, Cole.
—No. —Mis ojos se encuentran con los de ella—. Desde el accidente —
digo, sin importarme que Deke esté aquí. Ella merece saberlo.
Está respirando pesadamente, y sus ojos todavía están estrechos con
sospecha.
—Eso fue hace casi nueve meses.
Asiento. No da un paso hacia mí, pero tampoco hace un movimiento para
girar y salir. Paso la mano por mi cabello nerviosamente.
—Después del accidente, la gente se alejó de mí. Tenía mucho odio, tanta
rabia, que los chicos fueron los únicos que no tuvieron miedo de hablar
conmigo. De estar alrededor. Si no hubiera estado con ellos, estaría en terapia
física o en una piscina. —Sus ojos caen a sus manos, inspeccionando sus
uñas—. Pero cuando me presenté contigo en la escuela, todos pensaron que
estaba de vuelta a mi antiguo yo. El viejo Cole que se iba de fiesta todas las
noches de la semana y que se acostaba por ahí... —Me acerco a ella,
necesitando cerrar la distancia. Coloco mi dedo debajo de su barbilla y la
levanto hasta donde tiene que mirarme—. Sé que te lastimé. —Mi mano libre
pasa sobre la cicatriz en su antebrazo—. Y que te he obligado a hacer cosas
que no querías hacer.
—Chantajeándome —me corrige.
Le sonrío.
—Pero nunca te he engañado. —Empujando su cabello detrás de su oreja,
le digo—: Eres todo lo que quiero.
Suspira.
—Cole...
—Por favor —le ruego—. Créeme. —Se muerde el labio inferior con
nerviosismo—. Necesito que me creas.
—No tiene sentido.
—Lo sé. —Mis dientes se aprietan—. Pero averiguaré qué pasó y por qué.
Finalmente asiente una vez, y bajo los labios suavemente, besándola en la
frente.
—Iré después de la práctica, ¿está bien?
Mira a Deke, que nos ve como una pequeña perra entrometida.
—Está bien —dice y se da la vuelta, saliendo por la puerta.
Me giro, saco lo que necesito de mi casillero, lo cierro de golpe y me dirijo
hacia el vestuario de los chicos.
—¿Realmente estás teniendo sexo con Celeste? —pregunta Deke.
Me detengo y lo miro.
—No. Kellan lo hace.
Sus ojos se ensanchan.
—¿Cuánto tiempo has sabido eso?
—Por un par de meses —le digo con sinceridad.
—¿Por qué no has dicho nada? —pregunta, juntando las cejas.
—Porque no era importante.
—¿Y ahora? —pregunta.
—Ahora, se ha convertido en un problema que voy a arreglar.

Me libero de los brazos de Austin, se desmayó hace una hora, y me pongo


el pantalón y nada más. Salgo de su habitación y bajo las escaleras. La lluvia
cae sobre la casa y el rayo llena los oscuros pasillos. Es tarde.
Tiene que ser pasada la medianoche.
Entro al comedor formal para encontrar a Celeste sentada a la mesa. Su
espalda está hacia mí. Está en su teléfono.
—Sí —susurra—. Está bien, te veré mañana. Te amo —dice y luego cuelga.
Cuando se levanta y se da vuelta, se asusta, colocando sus manos sobre
su pecho.
—¡Cole! —grita—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Mis ojos van al teléfono en su mano y luego de vuelta a los de ella.
—Adivinaré y diré que era Kellan. —Me mira fijamente—. Amor ya, ¿eh? —
Paso los dedos a lo largo de la madera con la porcelana en el gabinete—. Eso
fue rápido.
Sus ojos se entrecierran.
—Como si fueras uno para hablar. Todo el mundo puede ver lo
obsesionado que estás con Austin.
—Es gracioso que la menciones. —Doy un paso adelante—. Estás tratando
de joder lo que es mío.
—¿Ella te lo dijo?
—No —miento, y resopla con incredulidad. Cierro el pequeño espacio y
tomo su mejilla. Se pone rígida—. Tengo una manera de hacer hablar a la
gente, Celeste. ¿Tendré que hacerte hablar?
Su labio inferior tiembla.
—Fue su idea…
—Ella escuchó tu voz. No la de él.
Deja escapar un largo suspiro.
—Dijo que te estás enamorando de ella. Que no la dejas ir. Que tiene que
irse, y que ya que no te vas, ella tiene que hacerlo.
—Ella no irá a ninguna parte —le digo firmemente.
—Cole… —susurra—. Por favor… él me obligó…
Levanto la mano y la envuelvo en su garganta, pero no le quito el aire.
Inhala fuertemente. Puedo sentir su pulso correr, y sonrío.
—¿Soy en el que piensas cuanto tienes sexo con él?
Ella se estremece.
Me alejo.
—Porque si eso es lo que quieres... —paso mis dedos por su clavícula.
—Cole... por favor… —Me ruega, y su cuerpo tiembla de nerviosismo.
Debería tener miedo de mí.
—Tengo un seguro, Celeste.
Sus ojos se abren con sorpresa.
—La semana pasada cuando lo encontraste en el hotel. El mes pasado
cuando lo encontrarse fuera de la ciudad en esa cabaña de troncos. Teníamos
un trato. ¿No lo honrarás? —Asiente con rapidez.
—Bien. Ahora deja lo que es mío en paz... —Me inclino hacia abajo para
susurrar en su oreja—. O estarás gritando mi nombre. Pero no será por placer.
—Me retiro—. ¿Entiendes?
Asiente.
—Di, entiendo, Cole.
—Entiendo, Cole. —Traga.
—Buena chica. —Entonces me doy la vuelta y camino de regreso por las
escaleras.
Entro a la habitación de Austin, cerrando la puerta detrás.
Quitándome el pantalón, me arrastro hasta la cama y me pongo a
horcajadas sobre sus caderas. Mueve la cabeza de un lado a otro.
Está completamente desnuda. Me inclino, besando su cuello. Todavía
huele a sexo. Como yo. Y amo eso.
—Cariño.
—¿Hmm? —gime, girando más la cabeza para permitirme un mejor
acceso.
—Despierta, nena. —Deslizo una mano entre nuestros cuerpos y la paso
sobre su afeitada vagina.
—No… —Suspira—. Estoy muy dolorida.
Me rio.
—¿Quieres que lo bese?
—Dios. —Suspira de nuevo.
Deslizo besos por su pecho desnudo mientras meto un dedo en ella. Gime.
Sentándome, me posiciono entre sus piernas. Levanto su pierna derecha y
la coloco sobre mi hombro y luego me poyo en ella, besándola suavemente. Ella
levanta las caderas de la cama. Necesitando más.
—Di que me deseas.
—Te deseo, Cole. —Sus caderas se mueven otra vez—. Por favor.
Sonrío y luego le muerdo el muslo interno.
Grita mi nombre mientras mis dientes se hunden en su impecable piel.
Cuando bajo su pierna, está jadeando. Paso mi dedo sobre el moretón que
ya se está formando.
—Voy a marcarte de pies a cabeza, cariño. —Y será la única que gritará mi
nombre en esta casa de ahora en adelante.

La semana siguiente pasó más rápido que nunca.


Las cosas iban bien entre Cole y yo. La gente todavía nos veía en el pasillo
como si esperaran que lo abofeteara o que me empujara contra su casillero y
me besara.
No los decepcionó. Había chismes en la escuela de por qué le di una
bofetada. Los rumores estaban lejos de la verdad, y no tuve el corazón para
decirles que su imaginación era débil.
El viernes después de la escuela, los chicos tuvieron que quedarse más
tarde para la práctica porque tenían junta de natación. Ayudé a Cole y llevé a
Lilly a baile y luego de vuelta a su casa antes de volver a la mía. Acababa de
subir las escaleras a mi habitación cuando escucho su voz.
—¿Archivos?
Me detengo y me giro para mirar por encima de la barandilla, pero no veo
a nadie. Pero ese definitivamente es mi padre. ¿Qué estaba haciendo aquí?
Pensé que estaba fuera de la ciudad por unas semanas.
—Mi computadora portátil fue robada...
Mi estómago cae.
—¡Jesús! —sisea mi padre—. ¿Pero qué pasa con los correos electrónicos?
—Se eliminaron. No podrán encontrarlos a menos que busquen en el disco
duro y sepan lo que están buscando.
—¿Estás seguro? —pregunta él nerviosamente—. Nadie roba una
computadora portátil por ninguna razón —gruñe.
—Estoy seguro.
Me dirijo tranquilamente hacia las escaleras y por la puerta principal.
Salto a mi auto y marco el número de Cole. No responde. Llamo a Deke. Nada.
—¡Mierda! Vamos, chicos —digo, mis rodillas se debilitan.
Esto no está bien.
e estoy bañando en el vestuario, lavando mi cabello, cuando
escucho a Deke.
—¿Cole?
—¿Qué?
—Saca tu trasero de la ducha. Nos tenemos que ir.
Me tomo mi tiempo.
—¿A dónde iremos?
—Austin me llamó unas veinte veces...
—¿Qué? —pregunto, dando vueltas, el agua causa que el champú vaya a
mis ojos.
—Revisé tu teléfono, y te llamó quince a ti. Algo está mal, hombre.
Cierro el agua, tomo la toalla de la pared, y me seco rápidamente yendo a
los casilleros. Empujando a los chicos fuera de mi camino.
—Me envió un mensaje de texto también.
Austin: Que todos se reúnan conmigo en la casa club. ¡Ahora!
—¡Shane! ¡Bennett! —grita Deke—. ¡Vámonos!
—¿Por qué su teléfono va directamente al correo de voz? —espeto,
tratando de llamarla por vigésima vez mientras Deke vuela hacia la autopista.
—Ya casi llegamos —dice.
Se detiene fuera de la casa club, y salgo de su SUV antes que pueda
incluso detenerla.
Me meto en la puerta para encontrarla caminando de ida y vuelta con la
cabeza baja.
—¿Qué diablos está pasando? —exijo—. Te he estado llamando.
Se detiene.
—He estado llamándote también.
Deke y el resto de los chicos entran, y ella se pasa una mano por el cabello
nerviosamente. La reviso en busca de sangre o de moretones. No veo nada,
pero puedo decir que está sacudida.
—¿Qué pasa, Austin? —pregunto.
—Llegué a casa de dejar a Lilly con tu padre, y oí a mi padre hablar en la
cocina. —Frunzo el ceño—. Pensé que era extraño porque se suponía que se
había ido. Iba a ignorarlo cuando escuche otra voz. Y sonaba familiar. —Sus
ojos se disparan a Shane, y él se sienta en el sofá.
—Pero el otro hombre comenzó a hablar de correos electrónicos.
—¿Qué tipo de correos electrónicos? —pregunta Bennett.
—Juró que los había borrado. Dijo que la única manera en que alguien
pudiera encontrarlos era si buscaba en el disco duro. Que tendrían que saber
lo que estaban buscando.
—¿Quién era ese tipo? —pregunta Bennett.
Sus ojos se encuentran con los míos, y traga nerviosamente.
—Era Jerrold.

Shane se levanta de un salto.


—¿Estás segura?
Asiento.
—Mucho. Le dijo a mi padre que su computadora portátil fue robada. Y él
se enojó. Dijo que no robabas una laptop por nada.
—¿Te vio? —exige Cole. Niego—. ¿Estás segura, Austin? —insiste.
—Sí. Bajé corriendo las escaleras y vine directamente aquí.
—¡Joder! —gruñe, pasando una mano a través de su cabello en
frustración.
—¿Revisaste el disco duro? —le pregunta Deke a Bennett.
—Sí. Pero no vi nada fuera de lo ordinario.
—Entonces obviamente perdiste algo —le responde Cole.
—Voy a mirar de nuevo, pero incluso ahora, todavía no sé lo que estoy
buscando exactamente.
—¿Por qué diablos Jerrold estaría hablando con Bruce en primer lugar?
¿Para preguntarle solo sobre los correos electrónicos? —pregunta Deke
ruidosamente. Nadie tiene una respuesta para él.
Cole me mira.
—Te quedarás aquí.
—No puedo...
—¡Esto no está a discusión, Austin! —grita.
—Cole…
—¡No! —me interrumpe.
Lo fulmino con la mirada.
—Ni siquiera sabes lo que iba a decir.
—Sé que ibas a discutir, y es suficiente.
Pongo las manos en mis caderas.
Vuelve su atención a Bennett.
—Quiero esa computadora portátil aquí mañana. Y quiero repasarla
contigo.
Bennett asiente.
—Por supuesto.
—Váyanse todos —ordena.
Me giro y subo las escaleras asegurándome de dar fuertes pasos para
decirle que estoy enojada con él. Una vez que llego al desván, me saco la
camisa por la cabeza y empujo mi pantalón por mis piernas. Tiro de las
sábanas y las arrastro hacia la cama. Oigo la puerta abrirse y cerrarse
mientras todos se van. Entonces las luces se apagan una a una.
Cierro los ojos cuando lo oigo venir.
Subiendo las escaleras más fuerte que yo, se desviste y se mete a mi lado
en la cama. Apenas puedo distinguir su perfil a través de la luz que fluye en la
pequeña ventana. Se acuesta sobre su espalda, su mano derecha debajo de la
cabeza mientras mira hacia el techo.
Me doy la vuelta, dándole la espalda.
—Austin...
—Estoy realmente cansada de que me mandes, Cole —gruño.
Suspira pesadamente. Momentos después, su mano agarra mi hombro.
—No entiendes de lo que es capaz. Jerrold es un hombre muy peligroso, y
no lo quiero cerca de ti. —Besa mi hombro desnudo.
Salgo de la segunda clase y asalto a Deke.
—¿Dónde está Cole? —pregunto.
Me mira fijamente. Me quedé toda la noche con Cole en la casa club hace
dos noches, pero anoche me quedé con Becky.
Por lo que sabemos, mi padre todavía está en la ciudad, y Jerrold podría
aparecer en cualquier momento. Anoche, después de la práctica, Cole me envió
un mensaje de texto diciendo que pasaría la noche con los chicos revisando los
mensajes de correo electrónico. Hoy, no apareció. Y no es como que se pierda la
clase normalmente.
—Deke… —gruñe Becky en advertencia.
Su mandíbula se aprieta.
—En la casa club.
Me giro para irme, pero me agarra del brazo deteniéndome.
—No vayas.
Libero mi mano y voy a la salida. Entrecierro los ojos, el sol en realidad
está afuera hoy, y corro a mi auto.
Lo he estado llamando desde anoche, y aunque no se apresura a llamarme
de vuelta, por lo general al menos lee mis mensajes. Le he enviado diez.
Ninguno fue leído. Algo está mal. Y Deke no queriendo que vaya confirma eso.
Entro a la casa club y me detengo. El saco de boxeo que cuelga de la viga
está en el suelo, arrancado. La mesa volteada. Hay papeles dispersos en el
suelo. El sofá está contra la lejana pared. Un par de sillas están derribadas
sobre sus lados.
Subo las escaleras de dos en dos y me detengo en la parte de arriba.
Botellas de licor y latas de cerveza ensucian el suelo y la cama. Él está
acostado en ella, vestido con la misma ropa de ayer. Se desmayó sobre su
estómago. Tiene las manos sobre su cabeza. Las almohadas cubren el suelo
junto con la sábana y el edredón.
—¿Cole? —pregunto, colocando mi mano sobre su brazo. No se mueve—.
¿Cole? —digo un poco más fuerte. Gruñe—. ¡Cole! —espeto, empujando su
brazo.
Se da la vuelta y abre los ojos. Están inyectados de sangre y aterrizan en
los míos. Me tenso. Nunca los he visto tan fríos. Tan vacíos.
—¿Estás bien? —pregunto suavemente.
Parpadea un par de veces como si estuviera viendo a dos de mí. Luego se
sienta lentamente.
—Vete —ordena ásperamente.
—Cole, ¿qué está pasando?
—Vete, Austin —responde.
—¡No, Cole! ¿Qué mierda estás haciendo aquí? ¿Borracho de todas las
cosas?
Agarra mi brazo y me tira hacia abajo sobre la cama. Entierra su cabeza
en mi cuello.
—Cole...
Trato de empujarlo, pero sus manos agarran mis muñecas y las sujeta sin
esfuerzo. Comienzo a jadear.
—Joder, cariño. —Se sienta a horcajadas sobre mis caderas—. Hueles tan
malditamente bien. ¿Viniste a animarme? —susurra.
—¿Qué pasa? —pregunto, ignorándolo.
—¿Viniste para que te rompiera? —Su nariz traza mi línea de mandíbula—
. Porque eso es lo que necesito, Austin. Necesito descanso. Destruir. Dios,
quiero envolver tu delicada garganta y apretarla mientras te penetro. —Su
cuerpo me pega a la cama, y siento lo duro que está. Respiro calmadamente,
tratando de frenar mi acelerado corazón. Besa suavemente mi cuello hasta mi
oreja, y mi piel estalla en gallina—. Quiero ver correr lágrimas por tu hermoso
rostro con tu boca abierta en un grito silencioso. Rogándome que me detenga.
Rogándome por aire. Entonces te preguntaré de nuevo si viniste a animarme.
Se retira y me mira, y trago ante la mirada vacía en sus ojos. No tengo ni
idea de qué sucedió o por qué necesita romperme una vez más, pero quiero
dárselo. Odio lo mucho que quiero darle lo que quiere. Pero no puedo negar
que suena exactamente como lo que necesito también.
—Sí, Cole —digo en voz baja—. Vine a animarte. Ahora, te reto a que
hagas lo peor que puedas.
e siento en la cama mientras Austin se acuesta a mi lado. Son
poco después de las ocho de la noche, y se quedó dormida hace
horas. La usé. Tomé y tomé de ella como si fuera un
salvavidas.
Había vuelto a mi antiguo yo. Como era antes de encontrarme con ella en
ese cementerio. Deke tenía razón, ella me cambió, pero encontré mi camino de
regreso al verdadero Cole.
El desgraciado bastardo que se alimenta de la violencia. La estrangulé. Le
arranqué el cabello. Malditamente la marqué con mis manos y boca. Ella lloró
grandes y hermosas lágrimas cuando me miró mientras mi mano estaba
envuelta alrededor de su garganta. Y su cuerpo temblaba por los orgasmos que
le di. Nunca se rompió como quise que hiciera. No me rogó cuando sostuve sus
muñecas por encima de su cabeza. O cuando la volteé y enterré su rostro en la
cama. En un punto, la tuve inclinada sobre la barandilla con mi mano en puño
en su cabello. Me dejó usarla como quisiera.
Y jodidamente me encanta que sea tan fuerte. Que pueda tomar mis
demonios.
Me levanto de la cama y me pongo el pantalón antes de entrar al baño.
Salpico agua fría en mi rostro. Mirándome en el espejo, veo como el agua corre
por mis mejillas y salpica la encimera. Agarrando el borde, inclino la cabeza.
Tengo una puta migraña, pero sé que es del alcohol que consumí en las
pasadas veinticuatro horas.
Oigo la puerta de la casa club abrirse abajo, y rechino los dientes. No
estoy de humor para aguantar tonterías. Todo lo que quiero hacer es meterme
de nuevo en la cama con Austin y despertarla con mi mano alrededor de su
garganta de nuevo.
—No, Deke. —Escucho la voz de Becky.
Salgo del baño y voy a las escaleras.
Becky está abajo, sus manos abiertas de par en par.
—¿Qué demonios pasó? —demanda.
Él no dice nada a pesar de que lo sabe. Estuvo aquí junto con el resto de
los chicos para presenciar mi última destrucción anoche.
Camino hacia ellos.
—¿Por qué estás aquí? —exijo.
Becky se da vuelta para mirarme, y sus ojos se estrechan en mí cuando
llego al escalón inferior.
Deke suspira.
—Lo siento. Ella quería...
—He estado llamando a Austin. ¿Dónde diablos está?
No digo nada. Sus ojos toman mi falta de camisa y mira por encima los
arañazos que Austin me dejó. Me rompió la piel cuando me arañó el pecho
mientras la atragantaba. Fue el mejor sexo que he tenido.
—Si le haces daño...
—Está dormida —le digo, interrumpiéndola.
Corre hacia las escaleras y me empuja fuera del camino antes de cargar al
desván.
—Lo siento, Cole —dice Deke en voz baja—. Estaba preocupada de que…
—Se calla.
—¿De qué?
Traga y mira a su alrededor al lío que hice de la casa club.
—Que la mataras.
Resoplo ¿Por qué la mataría? Es exactamente lo que he necesitado todo este
tiempo para usar.
—Tienes que decírselo —dice.
Niego.
—Cuanto menos sepa, mejor.
—Estás equivocado, hombre. Ella necesita saber lo que está pasando.
—No.
—Esto la involucra —responde—. ¿Quieres lastimarla?
—Soy su mayor amenaza. —Los dos sabemos que es una mentira. Jerrold
podría estar buscándola ahora mismo, pero no quiero admitir eso. Significaría
que soy el que la puso en peligro al meterla en este maldito lío.
Se ríe sombríamente.
—¿Estamos de regreso en eso ahora? —Mis ojos se estrechan en él—.
Jesús, Cole. No eres el mismo chico que la encontró en el cementerio.
—Sí, lo soy. —Nunca me fui. Ella solo lo sofocó. Solo me hizo creer que era
una mejor persona. Estaba equivocada.
Se mete en mí.
—Su vida está en peligro. Si no te levantas y haces algo, entonces lo haré
yo.
—¿Qué significa eso?
—Significa que su vida ya no está en tus manos —gruñe—. Le prometí a la
mujer que amo hace veinte minutos, mientras estaba llorando en mis brazos
porque su mejor amiga no contesta su teléfono, que haría lo que fuera
necesario para asegurarme de que Austin estuviera bien.
—Esa no es tu decisión —protesto.
—Lo es porque tú te rehúsas a decirle a la pobre chica la puta verdad.
—¿Qué pasó con eso de que harías lo que dijese? —exijo.
—Las cosas cambiaron —dice en voz baja.
—No. Tú cambiaste —gruño, y hace puños sus manos a los costados—.
Becky te volvió jodidamente suave.
—¿Cole?
Me doy vuelta para ver a Austin parada en la parte inferior de las
escaleras. Su cabello es un lío anudado alrededor de su rostro. Sus ojos verdes
son pesados, tiene líneas de rímel debajo de sus mejillas de cuando lloró
mientras la penetraba. Lleva una de mis camisetas que cae de su hombro y eso
es todo. Afortunadamente, es lo suficientemente larga para cubrir su vagina.
Tiene moretones alrededor del cuello y de los brazos. Y marcas de dientes en
los muslos internos. Hay más, pero la camisa lo esconde.
—Jesús —murmura Deke, mirándola de arriba a abajo.
—¿Qué está pasando? —pregunta, ignorándolo.
—Nada —le contesto.
—Cole —Deke gruñe mi nombre en advertencia.
—Cállate, Deke —le digo.
—Cole. Dime qué está pasando —exige Austin.
—No te concierne.
—Deja de mentir, Cole —dice Deke.
—No…
—¿Qué está pasando? —grita Austin.
La habitación se queda en silencio, y me froto las sienes. Esta migraña
llegó al punto de que mi visión es borrosa.
—Revisamos los correos electrónicos —dice Deke finalmente—. Los del
disco duro.
Mis dientes se aprietan, y cierro los puños. Podría golpearlo, pero eso
tomaría demasiada energía. Y ya me siento demasiado débil por la borrachera y
áspero por el sexo. Si lo golpeo, me devolvería el golpe, y probablemente caería
sobre mi trasero.
—¿Y? —pregunta ella.
—Y encontramos correos electrónicos que indicaron que el accidente
automovilístico no fue un accidente.
—¿Qué quieres decir?
—Los correos electrónicos demostraron que a Jeff le pagaron para forzar
las líneas de freno esa noche... —Se detiene, y yo caigo en el sofá poniendo los
codos en mis rodillas, inclinándome hacia adelante y tomando mi cabeza. Mi
corazón corre al escuchar sus palabras.
—No entiendo —dice en voz baja.
—Prueban que había estado hablando con tu padre. Acordaron una
cantidad y tenían un plan. —Se detiene, y cierro los ojos—. Bennett verificó los
fondos y confirmó que tu padre pagó a Jeff quince mil dólares para asegurarse
que los frenos fallaran en el auto de Cole la noche en que Eli, Maddox y Landen
murieron.
Mis músculos se tensan ante sus palabras, y mi pecho se aprieta. Bruce
jodidamente trató de matarme, y logró matar a mis amigos. Pagó a la perra de
Jeff para que hiciera eso. Cuando estaba a punto de matar a ese cabrón, siguió
mencionando el hecho de que maté a mis amigos, pero fue él todo el tiempo.
—Yo no… —Se calla—. ¿Por qué mi padre querría dañar a Cole?
La miro pero permanezco en silencio. Se encuentra allí, junto a Becky,
quien llora en silencio porque Deke ya la llenó de los detalles. Austin no tiene
ni puta idea, y quisiera que se callara. No quiero que lo sepa. No así. Ahora no.
—No lo sabemos con seguridad, pero tenemos una conjetura. —Deke
suspira.
—¿Cuál? —pregunta ella.
—Lilly —responde Deke.
Su ceño fruncido se profundiza, y mi corazón corre con la mención de mi
hermana pequeña.
Ella me mira.
—¿Por qué querría lastimarte por culpa de Lilly?
Deke se pasa una mano por el cabello y responde.
—Porque Lilly es la hija de Bruce.
Me quedo mirando a Deke completamente confundida. ¿Lilly es la hija de
Bruce? ¿Mi padre es padre de Lilly? Mis ojos van hacia Cole. Está sentado allí
en el sofá, con los ojos azules todavía inyectados de sangre, con la piel pálida.
Parece que está medio muerto.
Trago el nudo que se formó en mi garganta.
—¿Tu madre y mi padre tuvieron un asunto? —Lilly tiene seis años. Mi
padre y Celeste han estado casados por diez años.
Él tiene las manos en puños y su mandíbula está tensa.
—No.
—Entonces, ¿cómo explicas...?
—Bruce jodidamente la violó —me interrumpe.
—¿Qué? —Respiro.
Becky corre a mi lado, pero no puedo apartar la mirada de Cole. Sus ojos
me miran con disgusto. ¿Mi padre, siendo el bastardo que es, jodidamente violó
a su madre? Ella tuvo un bebé. Un bebé al que su padre no quería. Y Cole la
cuida. La está criando.
Las lágrimas empiezan a quemarme los ojos.
—¿Austin? —Deke llama mi atención. Sus ojos azules son los más suaves
que he visto. Me pone más nerviosa de lo que he estado alrededor de Deke
porque en realidad se ve preocupado por algo—. Ahora sabemos que Bruce,
Jeff y Jerrold estaban trabajando juntos. Necesitas salir de esa casa. No estás a
salvo allí.
—No tengo a donde ir…
—Te quedarás conmigo —me interrumpe Becky.
—No tengo dieciocho años aún. No puedo solo irme. Sabrán que algo está
pasando...
—No tienes opción —gruñe Deke—. No podemos arriesgarnos a que
Jerrold vaya y te vea allí. Si lo hace, solo le llevará unos segundos poner dos y
dos juntos, y luego una vez que se lo diga a Bruce...
Su voz se desvanece, y entiendo completamente. Mi padre me mataría si
descubre que sé que pagó a otro hombre para tratar de matar a Cole.
Becky se acerca y me frota la espalda suavemente. Evito mirar a Cole
debido a la vergüenza. Todo este tiempo, sabía que Lilly era mi media hermana,
y nunca, ni una vez, me lo dijo. Pero ¿por qué lo haría? ¿Por qué decírselo a la
chica que solo quería usar?
—Iré por mis cosas —digo y me giro, corriendo por las escaleras.
Las lágrimas corren por mi rostro cuando me cambio a mi ropa de antes y
empujo mi mierda de vuelta en mi mochila. Lloro por lo que le pasó a la madre
de Cole. Por la madre de mi media hermana. ¿Mi padre tuvo algo que ver con
su muerte? El pensamiento me enferma el estómago.
Recojo mi bolso, tirándolo sobre mi hombro, y me giro. Me detengo cuando
veo a Cole parado en la parte superior de las escaleras con las manos metidas
en los bolsillos de su pantalón. Su rostro tiene esa máscara habitual. Dios no
permita que el hombre muestre alguna emoción.
Sus ojos recorren las marcas alrededor de mi cuello, y trago el bulto en mi
garganta, pero no digo nada. No hay nada que decirle.
Entonces, sin una palabra, camino hacia él, bajo los escalones, y salgo por
la puerta del frente.
e despierto oyendo voces fuertes. Voy a la oficina y abro la
puerta. Mi padre está detrás de su escritorio.
Mi madre está sentada en una de las sillas negras de
cuero. Las lágrimas corren por sus mejillas.
—Estoy embarazada —susurra.
Él se pasa una mano por el rostro.
—¿Incluso es mío?
Ella sorbe.
—No lo sé…
—¿Cuánto tiempo has estado teniendo sexo con él? —gruñe.
—Yo no...
Él golpea los puños contra la mesa.
—¡Estás jodidamente embarazada, Betty!
—Él me violó —grita ella.
—Porque lo dejaste. —La abofetea.
Voy corriendo.
—¡Mamá!
—¡Lárgate de aquí, Cole! —gruñe mi padre.
—Vete, Cole. —Ella me empuja fuera de la habitación y cierra la puerta.
Pongo la oreja contra ella y escucho.
—¡Mierda! ¿Cómo pudiste dejar que esto sucediera? —exige—. Ahora eres
solo otra perra rota. Como todo el resto.
—Me iré, y me llevaré a Cole conmigo —dice ella, ignorando sus palabras.
—No irás a ninguna parte. Y seguro no te llevarás a mi hijo contigo.
—No pondrás las manos en mí —responde ella bruscamente.
—Haré lo que me dé la gana. —Le oigo abofetearla otra vez, e intento abrir
la puerta, pero está cerrada.
Ella grita.
—¡Mamá! —digo, golpeando mi puño contra la puerta—. Mamá, abre la
puerta.
—¿Crees que te voy a dejar que me dejes? ¿Crees que voy a dejar que esta
ciudad crea que te acostaste con otro hombre que no te quiso ni a ti ni a su hijo?
—Su voz se eleva—. Tú y Cole se quedarán donde pertenecen. Bajo mi techo.
Bajo mi maldito control.
—No te necesito —grita ella furiosa—. No te necesitamos.
Escucho libros estrellándose contra el suelo y su estrangulado grito.
—Tienes razón —gruñe él—. No lo haces. Pero si sales por esa puerta, te
quitaré a Cole y a ese bebé también. Te dejaré en el barro con nada más que la
ropa en tu espalda. Puedes provenir de una familia con dinero, pero yo tengo
todo el poder en esta casa.
Estoy parado en el desván, frente a la cama. El portazo de la puerta
delantera me saca de mi recuerdo. El sonido de Austin dejándome. Se merece
algo mejor. Alguien que no esté tan jodido. Un hombre que la trate mejor que
cualquier otro maldito bastardo en su familia.
Me paso una mano por el cabello. Mi cabeza punza.
La lastimé. Y lo peor es que me gustó. Mi cuerpo la anhelaba físicamente
hasta cierto punto que no era saludable. Sus gritos. Sus lágrimas.
Jodidamente tomé y tomé. Y no me detuvo. ¿Por qué lo haría? Le dije lo que
quería hacerle, y voluntariamente me desafió. Estaba probándome. Y le fallé.
Me convertí en mi padre. El hombre al que desprecio.
Él destruyó a mi madre. Dejó de amarla y renunció a ella, pero yo nunca
lo hice. La quería tanto. No importó que él pensara que estaba rota. Para mí,
eso la hacía especial. Era una combatiente. Igual que Austin.
Acercándome, agarro la botella vacía de Jack y la tiro a la pared del fondo
con un grito. Se rompe en un millón de putas piezas.
Mi corazón late con fuerza en mi pecho, y me falta el aire. El golpeteo en
mi cabeza se intensifica, haciendo sonar mis oídos. Entro al baño y abro el
gabinete. Agarrando un par de Advil, abro la llave del lavabo, tomo agua en la
mano y trago un poco de agua para tomarlas.
Con la esperanza de que calmen el dolor lo suficiente para que piense
bien. Para averiguar qué hacer.
Deke tenía razón, una vez más. ¡Bastardo! Ella no está a salvo en la casa
de su padre. Tampoco está segura conmigo. Y no puede ir de regreso con su
madre.
¿Qué harás al respecto?
Debería protegerla. Puedo protegerla. Eso es lo que hace un hombre.
Me miró como si hubiera planeado todo esto. Mi enfermo juego. Que
tuviera una vendetta contra ella desde el primer día debido a lo que su padre le
hizo a mi madre. No se trató de eso. No fue su culpa. Tal como nunca fue culpa
de Lilly.
Mi teléfono suena en la otra habitación, y me dirijo a él. Deke ilumina mi
pantalla.
—¿Qué? —gruño. Estoy enojado con él aunque tuviera razón. Ella merecía
saber que su vida está en peligro.
—¡Se fue a casa, Cole! —Mi mandíbula se aprieta—. Traté de detenerla...
—Deberías haberla forzado joder —protesto, interrumpiéndolo.
Él suspira.
—El pensamiento cruzó mi mente, pero Becky estaba allí. No podría...
—¿No podrías qué? —cuestiono cuando se desvía.
—Lastimarla.

—Me voy a casa —le digo a Deke mientras me paro fuera de la casa club.
—No, no puedes...
—Necesito respuestas. —Y ambos sabemos que Cole no me las dará.
—No te dejaré. —Deke viene a pararse frente a mí. Cruza los brazos sobre
su amplio pecho y me mira.
En un momento temí a Deke, pero ese tiempo ya pasó.
—No me quedaré con Becky porque no voy a arriesgar su vida. Ni la tuya
tampoco.
Con eso, abro la puerta y me meto en mi auto. Y salgo disparada.
Entro en la casa de mi padre.
—¿Papá? ¿Papá? —grito.
—¿Qué demonios...? —Celeste viene corriendo por el pasillo—. ¿Qué te
pasó? —pregunta con los ojos abiertos, mirando mi cuello a los moretones y
chupones que Cole me dio.
—¿Dónde está mi padre? —pregunto, ignorando su preocupación.
—Se fue a Florida temprano esta mañana. ¿Por qué? ¿Hay algo mal?
—Lo sé. —Corto la persecución. No estoy en estado de ánimo para una
charla. Estoy malditamente molesta.
Sus ya grandes ojos crecen, y su rostro palidece.
—Austin...
—Jodidamente lo sé —grito—. ¿Crees que podrías ocultarme eso? —Niego.
¿Me habrían dicho alguna vez que tenía una hermana? ¿Que no lo averiguaría?
Busco en mi bolsillo y saco mi teléfono.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta en pánico.
—Llamándolo... —El teléfono es arrancado de mi mano—. Dame mi
teléfono —exijo.
—No puedes —dice mientras las lágrimas comienzan a caer de sus ojos
marrones—. Por favor. Se supone que fue cosa de una sola vez, pero luego
volvió a ocurrir. Y otra vez. —Sus primeras lágrimas caen—. Estoy tan sola —
admite, y me quedo confundida por segunda vez esta noche. Esnifa—. Cole
vino a mí y me dijo que lo quitara de tu espalda. Y lo he intentado, Austin. —
Deja caer mi teléfono y coloca sus manos sobre mi espalda—. Por favor,
entiendo que estás molesta. Pero Kellan no lo dejará pasar. —Me tira hacia ella
y entierra su cabeza en mi pecho y solloza—. Lo siento mucho. Grité el nombre
de Cole mientras estaba con Kellan. Por favor perdóname.
Qué. Mierda.
—No quería lastimarte. Kellan quería que lo hiciera, así dejarías a Cole.
Quiere lastimarlo. —Solloza. Levanto sus manos de mis hombros y doy un paso
atrás de ella—. Kellan te quiere fuera del grupo. Sabe que tienes algo con Cole
y que no hará su reto —dice—. Pero no puede probarlo. Estaba tan enojado
que te burlaras de él. —Se levanta y limpia las lágrimas de su rostro—. Le dije
que eras más lista que ellos. Malditamente lo soy. Pero los he subestimado, sin
embargo. Incluso a Cole—. Austin, yo...
—Terminé con esta conversación —digo, interrumpiéndola.
Traga nerviosamente.
—Por favor. Por favor, no se lo digas a Bruce.
La miro a los ojos y sonrío. El terror en su rostro me hace querer reír.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
Entonces me agacho, levanto mi teléfono, camino por el pasillo y salgo por
la puerta trasera, con ganas de un poco de aire fresco.
Pasé todo el sábado y el domingo relajándome en la piscina. Celeste se
mantuvo lejos de mí. Si no estaba en su habitación, estaba fuera.
Probablemente teniendo sexo con Kellan en algún lado. En este punto, no me
importaba a quien destrozaba. Mi padre violó a una mujer, la embarazó, y
luego trató de matar a su hijo. Mi padre merece pagar por eso. Y su esposa
trofeo teniendo sexo con un senior de la secundaria no es suficiente si me lo
preguntan.
Cole hizo explotar mi teléfono el sábado por la noche como si finalmente
tuviera algo que decirme. Los ignoré todos. Pero me aseguré de leer sus
mensajes para que viera que los vi. Estaba en la parte superior de mi lista de
mierda. Y parecía estar creciendo a cada segundo.
Hablé con Becky y le dije que mi padre estaba fuera de la ciudad. Sus
llamadas se detuvieron después de eso. Solo lo hice porque sabía que le diría a
Deke, y él le pasaría el mensaje a Cole.
El lunes finalmente llegó, y me levanté, me preparé y conduje a la escuela.
Me senté en la primera clase y hablé con Becky como si nunca nada hubiera
sucedido. Ella me miró como si necesitara ser admitida en una sala de
psicología. Yo solo sonreí. Porque en cierto modo, tiene razón.
Oficialmente ya no me importa nada excepto la venganza. Haré lo que
todos hacen. Apagaré mis emociones y seguiré el maldito juego. Como debería
haber hecho desde el principio.
e ha evitado por completo esta semana. Cinco días enteros de
ni una sola palabra.
Ni siquiera una mirada en mi dirección. Y no es como si
no lo hubiera intentado. Simplemente actúa como si ni
siquiera existiera. Ha tomado todo lo que tengo no sujetarla contra un casillero
y ahogarme en ella hasta que esté arañando mis brazos y pecho, suplicándome
silenciosamente que la deje respirar. Pero conozco a Austin Lowes. Se
desmayaría antes de rogarme algo.
Y ya no quiero lastimarla.
—¿Estás bien, hombre? —pregunta Deke mientras caminamos hasta
nuestros autos en el estacionamiento de la escuela después de la práctica.
—Bien.
Suspira.
—Becky está preocupada por Austin.
Me detengo y me giro para enfrentarlo.
—¿Por qué? ¿Austin le dijo algo?
Niega.
—Solo que no es la misma.
Resoplo.
—Por supuesto que no. La chantajearon y le mintieron.
—Hola, chicos. Esperen.
Miramos hacia la puerta para ver a Shane y a Bennett acercándose.
—¿De qué crees que se trata? —pregunta Shane.
—¿De qué creo que se trata? —le pregunta Deke.
—El texto que Austin nos acaba de enviar —responde Bennett.
Busco en mi bolsillo mientras Kellan se une a nosotros. Deke y yo
tampoco hablamos con él.
Austin: Casa club a las diez esta noche.
Kellan sonríe.
—Tal vez finalmente se salga.
No haría eso. Ahora no. No estoy seguro de lo que está pensando, pero
huir no es algo que haga. Es estúpido incluso pensar eso.
—Supongo que lo descubriremos a las diez —dice Bennett.

Me detengo en la casa club a las diez en punto. Su auto ya está


estacionado fuera, junto con el Range Rover de Deke y el Mercedes blanco de
Bennett. Tenía toda la intención de estar aquí temprano y tratar de hablar con
ella, pero tuve una llamada telefónica que me llevó más de lo previsto.
Entro para verla sentada en el sofá con sus ojos mirando su teléfono.
Lleva un pantalón corto negro y un top negro. Su cabello está suelto y recto, y
se ve absolutamente increíble.
Mi pecho se aprieta cuando pienso en como la he lastimado. Le mentí.
Desde que salió por esta puerta hace una semana, ha consumido mis
pensamientos. Al diablo su padre por intentar matarme. Pagará por eso con el
tiempo. Ahora mismo, tengo que hacer lo que pueda para recuperarla.
—¿Por qué estamos aquí? —exige Kellan, entrando y sin perder un
segundo de tiempo.
Ella coloca su teléfono en su regazo y luego extiende los brazos a la parte
posterior del sofá, mirando hacia arriba. Sonríe.
—Como todos saben, Cole y yo no somos… —Se detiene, pensando en la
palabra correcta—: Nada. Pero no me iré. —Mira a Kellan—. Pensé en sacarlo
del camino ya que esperabas eso. —Toda su boca es una línea dura. Su sonrisa
se ensancha—. Y sé que estás acostándote a Celeste, así que puedes dejar de
tenerla gritando el nombre de Cole. —Shane comienza a ahogarse, y Deke se
ríe. Sus ojos se encuentran con los míos por primera vez en una semana. Y se
ven tan fríos como el hielo—. Además, ya no me importa quién se acueste con
Cole —dice con voz plana.
—Austin...
—¿Cómo te enteraste? —pregunta Deke, interrumpiéndome.
—Fui a casa y exigí hablar con Bruce, pero Celeste me dijo que ya se
había ido a Florida. Entonces le dije que lo sabía. Me refería a que Lilly era mi
hermana, pero pensó que me refería a ella teniendo sexo con Cole. —Los ojos
de Kellan se estrechan. Abre la boca, pero ella continúa—: Pero no llamé a esta
reunión por eso. Hay algo de lo que hay que ocuparse.
—¿De qué? —le pregunta Deke.
—De Jerrold. —Sus ojos se encuentran con los míos—. Creo que se ganó
la muerte. —Entonces mira a todos los chicos.
Kellan se acerca al sofá, y yo doy un paso más cerca, pero ambos me
ignoran. Se detiene y la mira.
—Si hacemos esto, estarás involucrada. Cien por ciento.
—Absolutamente no…
—Estoy dentro —dice ella, interrumpiéndome.
—¡Austin!
Ella sigue observando a Kellan con una mirada de indiferencia. Pero
podría estarle preparando una trampa. Ahora que sabe que está teniendo sexo
con Celeste, podría quererla muerta por lo que no puede decírselo a Bruce.
—Ella no hará nada —agrego cuando nadie más se opone.
—Tengo algo que decir, Cole. Soy parte de este grupo. —Ella me sonríe—.
¿No era lo que querías?
—Está jugando con él. —Todos escuchamos a Shane susurrarle a Deke.
Austin dirige su atención a Shane—. Lo único que estoy haciendo es seguir el
juego —lo corrige.
—Es demasiado arriesgado —digo, negando.
—¿Desde cuándo te preocupas por mi vida? —pregunta ella.
Paso una mano por mi cabello.
—Desde que descubrí que tu padre trató de matarme, y que está
trabajando con el chico al que le robaste esa información.
—Eso no te impidió poner tus manos alrededor de mi cuello —dice ella,
cruzando los brazos sobre su pecho.
Mis dientes rechinan. Quiero decir que nunca la lastimaría, pero eso sería
una mentira. Eso es todo lo que le he hecho.
—¡Cierto! —Mira de nuevo a Kellan con mi silencio—. Entonces, ¿qué
será? —le pregunta.
Él la mira.
—Esta noche. —Ella asiente—. Invasión en casa.
Voy a abrir la boca, pero ella resopla.
—No.
Él levanta una ceja hacia ella.
—Los seis no haremos ninguna invasión a menos que quieras que seamos
atrapados. Y no sé tú, pero yo prefiero no ir a la cárcel.
Él cruza sus brazos sobre su pecho.
—Entonces, ¿qué sugieres?
Ella le da una gran sonrisa.
—Ustedes son tiburones. Es hora de actuar como tales.
Me dirijo a Deke, y ya está viéndome con una mirada de preocupación en
sus rasgos. Salgo por algo de aire fresco, y capta la pista, siguiéndome.
—¿Qué quieres que haga? —pregunta en el momento en que sale.
—Austin y yo iremos contigo. —Aprieto la mandíbula—. Pero ella nunca
saldrá del auto.
—Se enojará.
—Me importa una mierda —le digo. En este punto, su seguridad significa
más para mí que el que esté enojada conmigo. Puedo lidiar con ella enfadada.
Kellan poniéndole una trampa o ella lastimándose es una historia diferente.
Asiente una vez.
—Ella nunca saldrá del auto —concuerda.
Me doy la vuelta para ver la puerta de la casa club abrirse, y ella sale
seguida por Shane y Bennett. Kellan sale con una sonrisa en el rostro. Y cierro
los puños. No debería estar feliz ahora mismo. No después que le dijo que se
acostaba con Celeste.
—Austin, nos iremos con Deke.
—No. Yo conduciré. No quiero venir de vuelta aquí... —Agarro su brazo—.
¡Cole! —dice—. ¡Detente!
La ignoro y la arrastro hacia la SUV de Deke y la arrojó al asiento de la
parte de atrás. Me maldice mientras golpeo la puerta cerrándola.
—No sabes el plan —dice Kellan.
Lo ignoro. Voy a mi auto y saco mi bolsa negra del maletero, agarro lo que
necesito de mi consola, y luego salto en el asiento del pasajero de la Range
Rover de Deke. Miro hacia atrás y ella está sentada junto a la puerta, mirando
hacia fuera por la ventana. Sus ojos se estrechan a nada.
Deke entra y me mira.
—¿Cuál es el plan, Austin? —pregunto. Ella no dice nada—. No voy a
preguntártelo otra vez —gruño.
Su cabeza se gira para mirarme.
Sus ojos verdes arden de rabia, y le sonrío. Es muy hermosa.
—Bennett dijo que le gusta nadar hasta tarde en la noche, así que les
sugerí que lo ahogáramos en su propia piscina —resopla.
Asiento y vuelvo el rostro hacia el frente.
—Dirígete a su casa.
Deke arranca el auto y “With Me Now” de Blacklite District suena a través
de los altavoces.
Sonrío.
Buen plan, cariño.

Nos detenemos a una cuadra de distancia de la casa. Me quito el cinturón


de seguridad y me giro para mirarla.
—Te quedarás en el auto.
—Cole...
—¡Esto no está a discusión, Austin! —Recojo mi bolso de mis pies y lo
abro. Saco mi arma y la coloco en la parte trasera de la cintura de mi pantalón.
Por si acaso. Luego coloco mi cuerda y juego de esposas en la consola central.
—¿Para qué los necesitas? —gruñe ella—. Tienes que hacer que esto se
vea como un accidente raro. Si tiene marcas alrededor de sus muñecas y
tobillos, entonces sabrán que fue asesinado.
—Esos son para ti —le dice Deke.
La mira por el espejo retrovisor.
—¿Qué? —le responde. Ya no le tiene miedo, y eso me tiene preocupado.
Una parte de mí sabe que si la pone en una situación de la que necesite
salir, haría cualquier cosa para liberarse. Eso es por lo que me alegra que Deke
sea más fuerte que ella.
Él asiente.
—Si tratas de salir, tengo permiso para hacer lo que sea necesario para
mantenerte en el auto. —Le da una gran sonrisa amenazadora
Ella me mira con ojos entrecerrados.
—Me está mintiendo, ¿verdad?
Niego.
—No.
Su mandíbula se tensa, y mira por encima a la puerta. Se lanza a ella.
—A la mierda esta…
Deke se acerca y agarra su cabello, tirando de ella de regreso en el asiento
mientras se inclina sobre su espalda. Ella no grita. En cambio, deja escapar un
gruñido de frustración.
—Tu trasero se quedará en este auto —digo, sacando mi sudadera de mi
bolsa—. Y eso es todo lo que harás. —Salgo, cerrando la puerta de golpe.
Me pongo la sudadera y la cierro antes de poner la capucha sobre mi
cabeza.
—¿Dónde está Austin? —pregunta Kellan cuando nos reunimos.
—No vendrá —declaro sin mirar hacia él.
Resopla.
—Sabía que se echaría para atrás.
No digo nada. Kellan la subestima demasiado. Y eso es lo que lo meterá en
problemas con ella.
Nos acercamos a la puerta trasera de la casa de Jerrold.
—¿Qué haremos? —pregunta Shane.
—Voy a matar al bastardo —declaro.
—Podríamos simplemente dispararle —ofrece Kellan.
—¡No! —Austin tenía razón. Esto no puede parecer un asesinato. Su
esposa está muerta, y su hermano está desaparecido. Si es asesinado,
entonces se verá demasiado suspicaz. Me dirijo a Bennett—. ¿Las cámaras
todavía están en la casa?
Asiente.
—Nunca las quité.
—¿Dónde está su laptop? —pregunto.
—En mi casa. ¿Quieres que vaya a buscarla y la traiga aquí?
Niego. Tendrá las huellas dactilares de Austin. Y las cámaras de su
trabajo la colocarán allí. Incluso si no fue la que realmente la tomó de su
oficina. Demasiado arriesgado.
—No. Seguiremos con el plan. Lo ahogaré en su piscina.
—¿Qué pasa si no está allí? —ofrece Kellan.
—Está allí —dice Bennett—. O no lo hubiera mencionado como una
opción.
—¿Cómo planeamos entrar? —pregunta Shane.
Solía pasar mucho tiempo en esta casa. Los padres de Eli y Aimee
murieron cuando era joven, así que cuando Aimee se casó, se mudó con ellos.
—Hay una puerta lateral por la que Eli solía escabullirse para hacer sus
retos. Está en el lado norte —digo y comienzo a caminar en esa dirección. Ellos
me siguen.
Reviso mi teléfono para ver si tengo algo de Deke, y no hay nada. Me
preocupa. Sé que nunca la lastimaría a propósito, pero le dije que hiciera lo
que fuera necesario para mantenerla en el auto. Y no estoy seguro de cuánta
pelea tiene ella. ¿En qué momento se echará atrás? ¿En qué punto se detendrá
de lastimarla y la dejará ir? Supongo que lo descubriré cuando regrese.
—¿Algo está mal? —pregunta Kellan.
No le respondo y guardo mi celular. No como si le importara de todos
modos.
Pasamos por la puerta y entramos en el patio interior. Redondeamos la
casa de la piscina y nos detenemos cuando vemos al bastardo en su piscina tal
como Bennett había predicho. Dando vueltas.
—¿Cómo haremos esto exactamente? —pregunta Shane.
—Yo lo haré —Me volteo para enfrentarlos—. Solo.
Todos asienten. Todos menos Kellan. Me mira escéptico.
—¿Por qué tú?
—Porque lo digo yo —gruño. No quería estar involucrado con Jeff, sin
embargo, ¿ahora quiere ser parte de la muerte de Jerrold? No tiene sentido.
Cruza los brazos sobre su pecho y asiente una vez.
—Bien. Nos quedaremos atrás a menos que nos necesites.
Resoplo.
—No te necesitaré.
Volviéndome, reajusto mi capucha y me dirijo a la piscina rectangular. Me
detengo, viéndolo alejarse de mí. Pongo las manos en mis bolsillos y espero a
que salga a respirar y luego va abajo, empujándose de la pared del fondo, y se
dispara hacia mí.
Mientras lo veo nadar bajo el agua, pienso en todas las razones por las
que este hijo de puta va a morir.
—Por favor, Cole —grita Eli mientras estamos en la zanja.
—Estarás bien —lo tranquilizo, sabiendo que estoy mintiendo. No hay nada
que pueda hacer por él.
—No. —Traga—. Tienes que salvar a Aimee...
No va a dejar pasar esto.
—Ella estará bien.
Niega rápidamente y tose.
—Él la golpea.
—¿Quién?
—Jerrold. —Aprieto mi agarre sobre él.
—La escucho... su llanto... Él no se detiene.
—Eli...
—Tengo cámaras en la casa...
Sus ojos suplican a los míos.
—Van a mi computadora... tienes que ayudarla…
Asiento.
—Lo haré. Lo prometo. —Mi voz se rompe mientras sus puños se aflojan en
mi camisa.
—Gracias —susurra.
—¿Eli? —pregunto mientras el pánico burbujea dentro de mí.
Sus ojos se encuentran con los míos, una calma acaricia su rostro.
—Te quiero, hermano —susurra.
—Te quiero... — Sus ojos brillan, y su cuerpo cae inerte en el suelo—. ¿Eli?
—grito—. No… —Agarro su camisa y tiro de su cuerpo sin vida a mi regazo—.
¿Eli? —Grito—. ¡Por favor, no!
Le fallé. Irrumpí en su casa y robé su computadora, pero no fue suficiente.
No nos movimos lo suficientemente rápido.
La muerte de Eli puso a Aimee en una profunda depresión. Las cámaras la
mostraron llorando, y ya no pude verlo. No pude soportar el dolor. El
recordatorio. Apagué esas cámaras durante cuatro meses. Luego, cuando
estuve listo, fue demasiado tarde.
Ella ya estaba muerta. El bastardo la había matado. Nos sentamos y
observamos a Jerrold decirle a Jeff lo que le hizo a Aimee y dónde escondió su
cuerpo.
Por eso es hora que este bastardo muera. Una, por matar a Aimee. Dos,
por trabajar con Bruce para intentar matarme. Matando con éxito a mis
amigos. Y tres, lo que le haría a Austin si supiera que ella fue la que tomó su
laptop.
Siento una calma caer sobre mí. No es mi ira habitual y la necesidad de
romper algo.
En cambio, es la necesidad de proteger algo... a Austin. Ella es mi última
oportunidad de salvar a alguien, y no fallaré esta vez. Moriré intentándolo.
Él se está acercando. Saco las manos de mis bolsillos y me pongo de
rodillas. Sonrío mientras se acerca a tomar aire.
—Hola, Jerrold. Ha pasado un tiempo.
—¿Qué…?
Agarro su cabeza y la golpeo contra el borde de la piscina. La sangre cubre
el concreto al instante y su cuerpo se queda flojo. Lo alejo de la orilla y veo que
lo eliminé. La sangre sale de un lado de su cabeza en la piscina.
—Te mereces algo mucho peor —le digo antes de empujarlo bajo el agua.
Deke arranca el SUV, los faros se encienden, y cruzo los brazos sobre mi
pecho mientras miro por la ventana trasera del pasajero. Puedo distinguir un
objeto oscuro viniendo hacia el Range Rover.
Es Cole.
Salta en el asiento del acompañante y de inmediato me mira de nuevo. Me
niego a reconocerlo o a darle alguna señal de que me importa que me hiciera
quedarme en el auto. Que permitió a Deke hacer lo que fuera necesario para
detenerme.
No quería pelear con Deke, porque entiendo que no es mi problema.
Cole, sí.
Y no estoy segura de qué hacer al respecto en este momento. Pasé de ser
algo a lo que puede torturar y mentir, a algo que tiene que proteger.
¡Qué le jodan! No necesito protección.
—¿Está hecho? —le pregunta Deke mientras se aleja.
—Sí —dice simplemente.
—¿Cómo lo hiciste? —pregunta.
—Golpeé su cabeza contra el hormigón…
—Se suponía que sería un accidente ahogándose —protesto.
Él gira en su asiento.
—Hice parecer que se resbaló y cayó en la piscina —afirma, con los ojos
entrecerrados en los míos—. Entonces lo sostuve bajo el agua. —Se da la vuelta
al frente—. Está hecho. Está muerto. Fin.

Regresamos a la casa club y los chicos se detienen detrás de nosotros. Voy


a mi auto, pero Kellan dice que necesitamos tener una reunión. Así que me giro
y marcho dentro. Estoy junto a la puerta contra la pared. Lista para salir como
el infierno de aquí y lejos de Cole.
—¿De qué se trata esto? —pregunta Deke, revisando su teléfono. Es
después de la medianoche de un viernes. Estoy segura que va a reunirse con
Becky si no está ya esperándolo en su casa.
Kellan me mira.
—El desafío de Cole. Digo que seguimos adelante con él.
Deke levanta una ceja, y Cole se pone rígido mientras está de pie junto a
la mesa.
—Puedo volver a…
—No —lo interrumpe Kellan—. Podemos pasar a la siguiente persona. —Se
encoge de hombros descuidadamente—. No me importa. ¿Alguien tiene
problema con eso?
Nadie dice nada. La habitación cae en el silencio, e incluso puedo decir
que Kellan está preparando a alguien para algo. Obtengo mi respuesta un
momento después.
Se frota las manos.
—Bueno entonces seguiremos, y el domingo, será el turno de Austin.
Cole se da vuelta para mirarme.
—Absolutamente, no. Ella está fuera del grupo.
—¿Qué?
Kellan me mira.
—Si no salió de buena gana, entonces todos tenemos que votar. ¿Eliges
irte de buena gana?
—No —digo sin mirar a Cole.
Él me trajo a esto, no voy a dejar que me eche. No después de todo lo que
he hecho. De todo lo que me ha hecho pasar.
—Entonces votaremos —gruñe Cole—. ¿Quién dice que se vaya?
Deke es el primero en decir que estoy fuera. Lo ignoro. Dejó muy claro esta
noche cuando arrancó el cabello de mi cabeza que haría lo que Cole dijera.
Shane viene a continuación. Bennett suspira como si no quisiera hacerlo,
pero sigue de todos modos.
Todos miran a Kellan, y él sonríe.
—Yo digo que se quede.
El aire en la habitación cambia, y Cole da un paso hacia él.
—¿Qué mierda? —gruñe—. Has deseado que se fuera desde el primer día,
¿y ahora de repente quieres que se quede?
Podría argumentar que Kellan puede pensar que, si me da su voto, le diré
a mi padre que está acostándose con mi madrastra, pero no estoy segura de
que esa sea la razón.
Él se encoge de hombros.
—Ella quiere quedarse.
—Me importa una mierda lo que quiera —grita Cole.
—Eso es obvio —le digo.
Cole se da la vuelta para mirarme. Sus ojos están entrecerrados con ira, y
cuadro la espalda.
—Todos, ¡váyanse a la mierda! —gruñe.
Kellan me sonríe burlonamente mientras pasa.
Shane y Bennett cuelgan sus cabezas mientras caminan hacia la salida.
Deke es el último, y sus ojos se disparan de mí a Cole como si estuviera
esperando que uno de nosotros le diga que se quede. No lo hacemos.
En el momento en que la puerta se cierra, Cole se vuelve hacia mí.
—No harás esto.
—Ya no me controlas, Cole —contesto llanamente.
—¡Corta la mierda, Austin! —responde.
—¡No! ¡Tú deberías haber cortado la mierda, Cole! —grito—. Hace mucho
tiempo. Deberías haberme hablado de Lilly. Acerca de Kellan y Celeste. —Sus
ojos se estrechan hacia mí—. ¡Joder! —grito frustrada—. Hice tanto. Te dejé
tomar tanto. —Niego—. Pero ya no más. Tú me trajiste a esto. —Su mandíbula
se afila—. Te dejé usarme —gruño—. Te dejé putamente tomar y tomar porque
necesitabas algo. A alguien. Pero no de nuevo, Cole. Encuentra a alguien más
con quien tener sexo. Porque yo terminé.
Me doy la vuelta y voy a salir por la puerta, pero agarra mi brazo y me tira
de nuevo.
—¡No me toques! —grito. Girándome, voy a abofetearlo, pero está listo
para eso. Agarra mis manos y me empuja al sofá, sujetando mis manos sobre
mi cabeza—. Cole —le digo, mi corazón le con fuerza.
—Supongo que no ha cambiado mucho desde esa noche en el cementerio,
¿eh, cariño? —pregunta con una ceja levantada y una arrogante sonrisa en el
rostro, refiriéndose a la facilidad con la que pudo obligarme.
—¿Qué? ¿Me apuñalarás esta vez? —pregunto, haciendo puños con mis
manos—. ¿Vas a dejar que Deke me mate?
Su arrogancia se desvanece, y afloja su agarre en mis muñecas pero no
me suelta.
—No quiero lastimarte, Austin.
Estrecho los ojos.
—Deja de tratar de meterte con mi mierda. No funcionará.
—No estoy…
—¡Mentira! —grito.
Quiero romperte. Su agenda no ha cambiado.
Suelta mis muñecas, y lo empujo fuera de mí. Cae al sofá, y me apresuro a
levantarme. Enderezo mi top que se subió, agarro mi teléfono que cayó al
suelo, y me dirijo a la puerta. Esta vez no me detiene.
abes que él le está poniendo una trampa, ¿verdad? —me
pregunta Deke mientras ambos estamos sentados en el
sofá en la casa club.
Es domingo, y todos nos hemos reunido de vuelta
para que Austin saque su reto. He estado de mal humor desde que se fue de
aquí el viernes por la noche.
—Sí.
—¿Qué haremos al respecto?
Lo miro.
—Estar allí cuando llegue.
Asiente y vuelve a enviar mensajes de texto en su teléfono.
La puerta se abre y ella entra con una mirada de indiferencia. Se la da tan
bien como a mí usar su expresión en blanco. Jodidamente lo odio.
Me siento y miro a Kellan repasando con la mirada su ajustado pantalón y
negros tacones altos. Lleva un top negro a juego que es de corte bajo,
mostrando sus senos. Parece que se está preparando para ir a tener bebidas
con sus amigas en un bar, no para sacar un reto.
Shane nos pasa un pedazo de papel a cada uno. Me inclino y susurro en
la oreja de Deke.
—Déjalo en blanco.
Asiente y lo dobla.
Uno a la vez, nos levantamos y los colocamos en el recipiente. Cuando
todos terminamos, ella saca uno.
Sus ojos al instante van a los míos. Me abstengo de sonreír.
—¿Qué dice? —exige Kellan.
—Nada —responde y lo tira al suelo. Saca otro.
—No puedes sacar más de una vez —digo, mientras me pongo de pie.
—¿Qué demonios? —pregunta cuando abre el trozo de papel doblado y
mira a Deke. Él no dice nada.
—No pueden hacer eso —protesta Kellan.
—En realidad, pueden hacerlo —dice Bennett con una sonrisa. Y me
pregunto si tuvo la misma idea que nosotros.
Ella se acerca y saca otro. Voy a quitarlo de su mano, pero lo abre y lo lee
en voz alta.
—Tan oscura como la noche, tan roja como la luz. Hagamos una pareja y
que brille mucho. En consecuencia, debes mostrarle al mundo tu más oscuro
secreto.
—¿Qué diablos significa eso? —gruño.
—Es un enigma —dice Kellan con una sonrisa.
—¡Joder, eso lo sé! —respondo—. ¿Qué diablos significa?
—No lo sé. No es mi reto. ¿Shane? —Lo mira.
Mis ojos se estrechan a Shane.
—¿Qué significa? —exijo.
—No tengo que responder a eso. —Cruza los brazos sobre el pecho—. Ella
pronto lo sabrá.

El lunes por la tarde, todos estamos sentados en la mesa del almuerzo.


Becky y Austin hablan sobre un examen que tuvimos hoy mientras Deke me
habla. Lo desconecto completamente.
—Hablé con Celeste cuando llegué anoche a casa, y me dará una fiesta de
cumpleaños.
Becky frunce el ceño.
—¿Eso es lo que quieres?
Se encoge de hombros.
—En realidad no, pero está besándome el trasero. Y siente que una fiesta
de cumpleaños ayudará.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? —le pregunto, queriendo que me lo diga.
Pero ya lo sé. Resulta que la página de Facebook que hice fue útil.
Me ignora y le da un mordisco a su hamburguesa con queso.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? —le pregunta Deke. Por supuesto, le
responde.
—El diecisiete de marzo.
Sus ojos se ensanchan.
—¿El día de St. Paddy?
Ella asiente.
—¡Mierda! Qué día para tener una fiesta de cumpleaños. Además, es este
sábado. —Ella asiente—. Y es el comienzo de las vacaciones de primavera.
—No es gran problema. —Lo desestima.
—Tendrás dieciocho años. Por supuesto que es un gran problema —dice
Becky—. Iré y te ayudaré a decorar.
—Lo publicaré en redes sociales. Será divertido —dice con una sonrisa.
Suspira, pero le da otro mordisco a su hamburguesa con queso.
La campana suena, y todos se levantan.
—¿Austin? ¿Puedo tener un minuto contigo? —pregunto.
Ella me mira.
—No.
Agarro su mano cuando se va a alejar.
—Necesito hablar contigo…
—Bueno, no tengo nada que decirte —dice antes de girar y alejarse de mí.
Hago un puño con mi mano y la golpeo sobre la mesa. No estoy seguro de
cuánto tiempo puedo tomar que me ignore. Me está comiendo. Volviéndome
loco. No me gusta. No me puede evitar por siempre. Llegaré a ella de una
manera u otra.

—¡Despierta! ¡Despierta!
Gemí ante la molesta y la estridente voz de Becky.
—¿Qué estás haciendo?
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —grita, saltando en mi cama. Su cabello rubio va
a todos lados—. Ahora es el momento para que despiertes. Hice el desayuno.
—¿Puedes cocinar? —pregunto, tirando de la cubierta sobre mi cabeza.
—Por supuesto, tonta. —Se ríe—. Ven. Está abajo.
—Creo que la cumpleañera se supone que desayuna en la cama —le digo,
bostezando.
Solo se ríe y tira las mantas fuera de mí.
Gimo mientras me incorporo. Me acerco a mi mesita de noche y
compruebo mi teléfono.
—No son ni las nueve aún —grito.
—Tenemos un día ocupado —grita desde las escaleras.
Becky se quedó anoche conmigo para poder estar en mi cumpleaños. Nos
quedamos mirando películas de miedo y hablando de chicos. Bueno, todavía no
hablo con Cole, así que la escuché hablar de lo mucho que ama a Deke. Fue
agotador, por decir lo menos.
Bajo la escalera y entro en el comedor formal. Becky está sentada en la
mesa con dos platos. Ambos tienen panqueques, pero el que está delante de mi
asiento tiene seis apilados con dieciocho velitas.
—¿No pudiste encontrar un uno y un ocho? —pregunto con una risa.
—De esta manera es más divertido. —Me guiña un ojo, luego agarra la lata
de crema batida que está en medio. La sacude antes de inclinarse sobre la
mesa y rociarla sobre los panqueques. Entonces enciende las velas—. Pide un
deseo y sopla.
Me rio, me inclino y soplo. Me toma dos intentos, y para el momento en
que las apago, la cera goteó sobre la crema batida.
La limpio y la coloco al lado de mi plato.
—¿Cuáles son los planes hoy? —pregunta, cavando en los de ella.
Mi tenedor se detiene sobre mi pila.
—Quiero pasar tiempo con Lilly —digo.
Ella deja de masticar y mira hacia mí.
—Está bien —dice con un bocado de panqueques—. Entonces hagámoslo.
—No he hablado con Cole...
—Entonces. —Traga su bocado—. A quién le importa. Tienes todo el
derecho a pasar tiempo con ella.
Asiento.
—Odio no poder verla.
Me da una suave sonrisa.
—Puedes pasar el día solo con ella si quieres. Yo puedo ir a casa…
—No —la interrumpo—. Podemos tener un día de chicas. Podemos llevarla
a ver una película. Y luego ir por un helado.
Asiente.
—Suena bien.
Levanto mi teléfono, busco Shark y envío un mensaje de texto.
Yo: ¿Lilly está libre por la tarde? Me gustaría pasar el día con ella. Quiero
llevarla a ver una película y comprarle un helado.
Dejo mi teléfono y le doy un mordisco a mis panqueques.
—Mmm —murmuro mi aprobación.
Levanto la vista cuando entra Celeste.
—Feliz cumpleaños —dice con una suave sonrisa. Todavía no hablamos
mucho tampoco.
—Gracias —le digo con un asentimiento.
Se sienta a mi lado, y doy otra mordida.
—Hablé con tu padre esta mañana. No podrá llegar para esta noche.
Gracias a Dios. No quiero ver a ese bastardo.
—Para tu cumpleaños, decidimos darte un viaje.
Me trago el bocado.
—¿Un viaje?
Asiente.
—Para ti y un amigo, para que vayan a dónde quieran por una semana.
Miro a Becky, y ella sonríe.
—Gracias —digo, aunque no lo usaré. No quiero nada de mi padre ni de
ella. Uno es un violador. La otra una tramposa, mentirosa perra.
Mi teléfono suena y veo Shark escrito en mi pantalla. Tomo una
respiración profunda. He evitado hablar con él, pero debido a que le envié un
mensaje queriendo ver a Lilly, le contesto.
—¿Hola?
—Hola. —La voz ronca de Cole sale de la línea. Se acaba de despertar. Y
mis piernas se tensan, sabiendo que todavía está en la cama.
Odio lo mucho que mi cuerpo todavía lo desea. Es por eso que lo he
evitado. No puedo permitirme el lujo de dejarlo entrar. De hacerme ver como
una idiota una vez más.
—Hola —respondo.
—Feliz cumpleaños, cariño.
Mi pecho se tensa ante la suavidad en su voz. Es una mentira. Todo es
una mentira.
—¿Qué quieres, Cole?
Él suspira pesadamente, y me lo imagino pasando su mano por su
despeinado cabello de la mañana.
—Solo quería llamarte y desearte feliz cumpleaños. En lugar de enviarte
mensajes de texto. —Me quedo en silencio—. Y por supuesto que podrás pasar
el día con Lilly.
Sonrío a eso.
—Gracias. ¿La puedo recoger en una hora aproximadamente? —pregunto.
—Puedo llevártela —ofrece.
—No —digo, negando para mí misma. Quiero recogerla para poder dejarla
después. Si la trae aquí, puede tratar de entrar y quedarse de visita.
—Está bien —dice lentamente—. La tendré lista.
Odio lo mucho que me he perdido de su vida, pero no puedo negar que
Cole ha estado ahí para ella. Que se adelantó e hizo lo que ni mi padre ni el de
Cole hicieron.
—Gracias —le digo.
—No hay necesidad de agradecerme, Austin.
Me despido y cuelgo antes que pueda decir cualquier otra cosa. Colocando
mi teléfono sobre la mesa vuelvo a comerme mis panqueques e ignoro la
mirada que puedo sentir que Celeste me está dando. Todavía no le he dicho
que sé que Lilly es mi hermana. No es que importe. Además, estoy segura que
Kellan ya se lo dijo. En un momento, pensé que podría confiar en Celeste, pero
ahora sé que es una hipócrita. Tampoco puedo creer nada de lo que diga.
Becky es mi única amiga de verdad. Puedo confiar en ella con cualquier cosa.

Becky y yo hicimos exactamente lo que teníamos planeado. Recogimos a


Lilly de casa de Cole, y él no mencionó nada por su presencia. La besó y la
abrazo diciéndole adiós. Ella saltó a mis brazos, y nos fuimos. La llevé a ver la
película más nueva de Disney, y no puedo incluso decir el nombre. Pasé todo el
tiempo mirándola. La vi reír y sonreír. Lloré, y cuando me preguntó qué
sucedía, le dije que pensaba que la película era triste. Me dolía el pecho por lo
que mi hermana pequeña había pasado. Todavía no sé cómo murió su madre.
¿Lilly la recordará? Nunca habla de ella.
El tiempo con ella pasó rápidamente, y después, la llevamos de vuelta y la
dejamos. Una vez más, Cole no intentó hablar conmigo.
Tan pronto como llegamos a casa, comencé a decorarla. Finalmente acepté
la solicitud de amistad de Deke hace semanas, y vi su invitación a mi fiesta.
Más personas de las que podría contar dijeron que vendrían. Deke cargó el
auto de Becky con alcohol ayer.
Así que preparamos todo en la cocina y luego subo las escaleras para
empezar a alistarme.
Justo cuando me estaba poniendo los tacones, mi madre me llamó. Lo
miré sonar por unos pocos segundos y luego se fue al correo de voz. Ella
inmediatamente me envió un mensaje de texto.
Mamá: Haz que tu padre me llame.
Eso fue todo lo que dijo.
e detengo en la casa de Bruce. La fiesta no se supone que
comenzará por otra hora, pero el camino de entrada ya está
lleno de autos. No me sorprende.
Los chicos llenan el patio delantero y el porche. Asienten y
gritan mi nombre. Como siempre, los ignoro.
Las semanas pasadas me han tenido en el borde. He estado de mal humor
porque Austin me ha estado ignorando. Y porque he estado demasiado
ocupado con juntas de nado para tratar de pasar tiempo extra con ella. Pero
ayer fue viernes, y arrancaron oficialmente las vacaciones de primavera. No
tengo obligaciones este fin de semana ni escuela la próxima semana. Así que
esta noche planeo acorralarla y hablar con ella. Hacerla hablar conmigo. Puede
maldecir, puede gritar, y diablos, incluso puede abofetearme. Llegaremos al
fondo de esta mierda esta noche.
No me importa si es su cumpleaños. He esperado tiempo suficiente.
Entro en la casa y voy por el pasillo. La gente se quita de mi camino. Entro
a la cocina, esperando que esté allí, pero no está.
—¿Estás buscando a Austin?
Me giro a la voz de un hombre y estoy cara a cara con Bryan. Hago puños
mis manos.
Él da un paso atrás, levantando la suya, no queriendo que le patee el
trasero como en la playa.
—No quiero problemas. Era solo una pregunta.
Las aflojo.
—¿Dónde está? —pregunto, cortando la charla.
—La última vez que la vi, estaba en la sala jugando ping pong de cervezas.
Lo paso y me muevo por el pasillo. Estoy atento a Deke porque vi su SUV
estacionado en el camino de entrada.
Doblo la esquina trasera y abro la puerta donde sé que está su sala de
juegos.
“Bite Your Kiss” de Diamante suena a través de los altavoces. La veo
inmediatamente. Está de pie al final de la mesa de ping pong. El tipo opuesto a
ella hace su disparo, y todos aplauden mientras ella se bebe lo que estaba en el
vaso.
Rompe el vaso ahora vacío en la mesa, y sus ojos se encuentran con los
míos.
—Cole —grita con entusiasmo, y mi mandíbula se aprieta.
Está jodidamente borracha. Su fiesta ni siquiera ha comenzado, lo que me
dice que ha estado bebiendo por un tiempo.
Todos se giran para mirarme, y el chico frente a ella da pasos atrás de la
mesa.
—Aquí tienes, hombre —dice, ofreciéndome su lugar.
Ella lo rechaza.
—Él no bebe, Myers. —Hipa y luego se ríe de sí misma.
—Obviamente tuviste suficiente por los dos —declaro.
—Es mi cumpleaños. —Sostiene las manos abiertas antes que caigan a
sus lados, pegando en sus muslos desnudos—. Puedo hacer la mierda que
quiera.
No me gusta la forma en que lo dice. Como si pudiera besar a cualquier
chico aquí. Acostarse con cualquiera chico aquí.
—Austin —gruño.
Ella entorna sus ojos hacia mí, entonces mira a todos en la habitación
como si los estuviera evaluando. Noto la forma en que una chica llamada
Amanda me mira arriba y abajo antes de darme una gran sonrisa. Austin la ve,
y quita los ojos antes de devolverlos a mí.
—Tengo curiosidad... ¿cuántas chicas aquí se han acostado con Cole
Reynolds? —pregunta como si leyera mi mente. Deke se para con Becky, y sus
cejas se alzan.
Todos la miran fijamente, preguntándose qué infiernos está pasando.
—Vamos. Es solo por diversión —dice, animándolos.
Una por una, las chicas comienzan lentamente a levantar las manos.
Incluyendo a Amanda. Todas excepto unas pocas, incluida Becky, mantienen
las manos abajo. Nunca me acosté con ella. Lo habría hecho, pero siempre fue
de Deke. Todos lo sabíamos.
Austin gira, mirándolas a todas, y luego me sonríe.
—Recoge a alguien más, Cole. Porque terminé con ser tuya.
Mis manos se hacen puño a mis costados.
—Está bien, creo que deberíamos...
—Jugar a strip ping pong —ella interrumpe a Deke—. Por cada uno que
falles, me quitaré algo. —Me tira la pelota. La atrapo en el aire—. ¿Qué dices?
—No —gruño en advertencia.
Inclina la cabeza hacia un lado.
—¿No quieres jugar conmigo, Cole?
—¡Austin!
—Qué tal… —Se inclina sobre la mesa—. Si te reto.
—No funcionará, cariño. —Le doy una sonrisa amenazadora.
Ella mira al chico al que llamó Myers. Y le sonríe.
—Jugarás conmigo, ¿verdad? —pregunta, poniendo las manos en las
caderas.
Se ve como una puta muñeca vestida en una falda corta de tul negro y
camiseta negra que dice CUMPLEAÑOS a través de su pecho en letras doradas
con su favorito par de tacones negros. Los usó antes mientras la penetré. Su
cabello largo está suelto y recto, y sus ojos son negros. Y puto lápiz labial rojo.
Prometo, que no hay un chico en esta casa que no quiera jugar con ella,
mi juguete.
Él da un paso hacia la mesa. Agarro su hombro y lo tiro hacia atrás.
—¡Fuera todos! —grito.
Todos giran hacia la puerta y corren. Todos menos Deke y Becky.
Austin mueve la cadera derecha y recoge otro vaso rojo. Lo bebe.
—¿Qué demonios piensas qué estás haciendo?
—¿Por qué estás aquí, Cole? —cuestiona, ignorando mi pregunta.
Me acerco a ella, e inclina la cabeza para mirarme.
—¿No fui invitado? —pregunto, arqueando una ceja.
Sus ojos verdes sostienen los míos durante muchos segundos antes que
una sonrisa borracha crezca a través de su rostro.
—Ya te lo dije una vez, Cole. Ya no me importa lo que hagas.
La puerta se abre, y me giro para gritarles que se vayan, pero Bennett y
Shane entran. Después Kellan.
Ella toma otro vaso y empieza a beberlo también.
—Ya tuviste suficiente —le grito y lo tomo de su mano.
Sus ojos verdes se estrechan hacia mí.
—Eso es todo —responde—. He tratado de ser amable...
La risa de Kellan la interrumpe.
Ella lo mira y luego devuelve su atención a mí.
—Terminé. He dejado que todos ustedes me manden como si no tuviera
opinión. Que me digan qué hacer y cómo serán las cosas. Y todos esos
misterios. Bien ¿adivinen qué? Tengo secretos propios. —Me sonríe. No es
suave ni acogedor—. También tengo un seguro, Cole.
—¿De qué estás hablando? —pregunta Kellan nerviosamente.
—Cada vez que hemos estado en la casa club y todos ustedes pensaron
que estaba jugando con mi teléfono, estaba realmente grabándolos.
—Mierda. —Deke se ríe impresionado.
—Así que adelante, presiónenme un poco más y verán qué hago con toda
esa información. —Me empuja fuera del camino y sale corriendo, pero le agarro
la parte superior del brazo.
—Estás alardeando —le digo. Tiene que hacerlo.
—¿Lo hago? —Inclina su cabeza hacia un lado—. ¿Quieres aprovechar esa
oportunidad, Cole? —Mis ojos se estrechan mientras “Go to War” de Nothing
More empieza a sonar en la habitación. Ella sacude su brazo de mi agarre—.
No lo creo. —Con eso, camina afuera.
Shane se pasa una mano por el cabello.
—Tiene que estar bromeando.
—Lo dudo —le digo. Es un tiburón igual que nosotros, después de todo.
—¿Qué diablos? —grita Kellan—. Esto es todo culpa tuya. —Me señala—.
Tú quisiste traerla. Querías tener sexo con ella. Y le ocultaste secretos.
—¿Yo? —exijo—. Me diste un reto de tener sexo con otra chica cuando
sabías que estábamos juntos.
Resopla.
—Nunca estuvieron juntos. La forzaste todo este tiempo. —Alcanza la
puerta cerrada—. ¡Y ahora nos arruinará! ¡Cómo te dije que haría!
Bennett y Shane se dan la vuelta y lo siguen afuera.
—¿Qué quieres que haga? —pregunta Deke cuando Becky sale corriendo
tras ella.
—No hay nada que puedas hacer. Lo estropeé. —Debería haber salido y
dicho la verdad desde el principio.
Él suspira pesadamente.
—Podrías decirle acerca de…
—No quiere escuchar sobre eso en este momento —lo interrumpo.
—¿Por qué viniste, hombre?
Me doy vuelta y lo miro.
—¿Por qué no lo haría?
Se pasa una mano por el cabello.
—¿Estás tratando de molestarla?
—¡No!
—Entonces tal vez solo dale algo de tiempo para refrescarse —ofrece.
—Han pasado dos semanas. ¿Cuánto tiempo jodidamente necesita? —
exijo.
—No sé qué quieres que diga. —Levanta las manos en el aire—. O lo que
quieres que haga. ¡Mierda! Ustedes dos están dando vueltas y vueltas en
círculos y no llegan a ningún lado —gruñe—. La odiabas. Ahora ella te odia...
—Nunca la odié. —Quería destruirla. Hay una diferencia.
Suspira pesadamente.
—No sé por qué no puedes simplemente decírselo.
Mi corazón comienza a latir con fuerza en mi pecho.
—¿Decirle qué?
—Vamos, Cole. Jugar al tonto con ella puede funcionar, pero no
funcionará conmigo. Te he conocido toda mi vida.
Cruzo los brazos sobre mi pecho.
—¿Y?
Entra en mi espacio, con ojos entrecerrados.
—Y no sé por qué es tan jodidamente difícil para ti ser un hombre y
decirle a la chica que la amas.
—¡No lo hago!
Lanza la cabeza hacia atrás, riendo.
—¿Así que no planeas que se mude a Texas contigo después de la
graduación?
—Eso es para que esté cerca de Lilly —gruño. Nunca debí haberle dicho
mis planes.
Me mira fijamente, y arqueo una ceja.
Lanza algo más hacia mí, Deke. Lo bloquearé.
—Sabes. —Cruza los brazos sobre su pecho—. Todo el mundo siempre
habla sobre lo jodido que estás. —Mis manos se aprietan—. Pero nunca les
creí. Hasta ahora. Puedes matar a alguien sin un segundo pensamiento, ¿pero
no puedes admitir que amas a alguien? —Niega—. Nunca pensé que vería el día
en que en realidad me sorprendieras. —Luego se da vuelta y sale de la
habitación.
Entro a la cocina y agarro una botella de Fireball y tomo un sorbo.
—¿Qué demonios fue eso? —demanda Becky, corriendo hacia mí.
—Yo, poniéndolos en su lugar —le digo y bebo otra vez.
Ella suspira.
—¿Qué tienes contra ellos?
—Suficiente.
Pone los ojos en blanco.
—Eso no es lo que pregunté, Austin.
Tomo otro trago mientras Deke camina a la cocina. No espero ser invitada
de nuevo a la casa club en algún momento pronto. Pero qué mal. Porque mi
trasero no se aleja. No tan lejos en el juego.
Él se acerca a nosotros, con los ojos puestos en Becky.
—Nos vamos, nena —dice, y mis ojos atrapan a Cole pasando por la
cocina y saliendo por la puerta principal.
Tomo otro trago.
—Me quedaré de nuevo esta noche —le dice ella. Él asiente, ya sabiendo
eso. Entonces me mira. Abre la boca para hablar y luego la cierra.
—¿Qué?
Él solo sacude la cabeza.
—Nada.
Luego le da un beso a Becky antes de volverse y marcharse.
—Puedes ir con él si quieres —le ofrezco.
Niega.
—Absolutamente no. Soy tu única amiga, ¿recuerdas? —Me da una
sonrisa antes de tomar la botella de mi mano—. Alguien tiene que cuidarte.
Pongo los ojos en blanco pero suspiro de decepción. Nunca he tenido un
buen cumpleaños. Nunca lo he pasado con mi familia ni con amigos reales.
Desde que me fui de California, he aprendido mucho. Y una cosa es que esos
amigos eran tan falsos como una explosión. Odio estar peleando con Cole. Odio
que me ponga en esta posición. Que me mintiera sobre algo tan importante que
podría cambiar mi vida.
¿A dónde vamos desde aquí? ¿Alguna vez veré a Lilly después que nos
graduemos? Mi pecho se aprieta con ese pensamiento.
Becky pone su mano sobre la mía y me da una suave sonrisa.
—Debes darle una oportunidad.
—Algunas personas no merecen una oportunidad —digo simplemente.
—Austin…
—No quiero hablar de eso —la interrumpo—. ¿Podemos simplemente
emborracharnos?
Ella se ríe, devolviéndome la botella.
—Bebe, cumpleañera.

Abro los ojos al oír el trueno y gimo. Mi cabeza late, y mi boca está seca.
Los rayos caen, iluminando mi cuarto, y paso mi mano por mi cama, buscando
mi teléfono. Lo encuentro boca abajo y presiono el botón para iluminar la
pantalla. Entrecierro los ojos y veo las 4:25 a.m. Solo he estado dormida
durante una hora. La fiesta terminó hace horas, pero Becky y yo no estábamos
listas para detenernos todavía.
Mi mano agarra mi celular, y me siento lentamente, dejando que mi
cuerpo se adapte a estar despierta. Todo me duele.
Becky está desmayada en la cama, de espaldas a mí. Apartando las
mantas, entro en el baño. Voy al lavabo y abro el agua. Un rayo ilumina la
habitación a través de mi gran ventana oval y luego los truenos retumban,
sacudiendo las paredes.
Pongo mi teléfono en la encimera y abro el botiquín. Tomo Advil y cierro el
armario de vidrio solo cuando las luces se apagan.
—Mierda. —Suspiro. El baño se ilumina una vez más, y veo una oscura
forma en el espejo—. ¿Qué…?
Una mano me toma del cabello, y cuando mi cabeza es tirada hacia atrás,
dejo caer el bote de pastillas para liberarme. Pero antes que pueda conseguir
algo, mi cabeza es golpeada hacia delante.
e despierto con mi teléfono sonando.
—¿Hola? —murmuro, sin mirar para ver quién es.
—¡Levanta el trasero! —dice Deke como saludo.
Me paso una mano por el rostro.
—¿Qué quieres? ¿Qué hora es?
—Las ocho. Levántate y lleva tu trasero a casa de Shelby.
—¿Por qué? —Bostezo.
—Porque Becky me acaba de llamar, y las chicas están ahí.
Me incorporo a toda prisa.
—¿Por qué están en casa de Shelby?
—No lo sé. Ella me llamó y me dijo que Austin necesitó atención médica.
Voy en camino…
—Nos vemos allí.
Estoy vestido y entrando en la casa de Shelby en menos de quince
minutos. He llamado al teléfono de Austin más de veinte veces y todas se han
ido directamente a su buzón de voz.
—¿Qué está pasando? —exijo, entrando en su cocina.
Shelby se levanta de la silla, sus manos están en frente de ella. Austin
está sentada en la cabecera de la mesa, con los codos en la superficie oscura y
el rostro en sus manos, su cabello está caído y bloqueando mi vista de ella.
—¡Lárgate de aquí, Cole! —gruñe Shelby.
—¿Qué le pasó? —exijo, ignorando su orden. Se ve bien. Tal vez solo tiene
resaca.
—No te hagas el estúpido —responde Shelby—. Todos sabemos que le
hiciste esto.
—Él no lo hizo —responde Austin con voz cansada.
—¿Yo? No hice una mierda...
—¿Esperas que creamos eso? —responde Shelby—. La última vez que
estuvo aquí, necesitó quince puntos porque le cortaste el brazo con un cuchillo.
—¿Tú, qué? —exige Becky desde el otro lado de la mesa.
Mis dientes se aprietan.
—La lastimé, sí, pero no hice esto. Demonios, ni siquiera sé que es esto.
¿Por qué diablos está aquí?
—Llamaré a la policía —dice Shelby, volviendo a la barra de la cocina
donde está su celular.
Deke agarra su hombro, tirando de ella hacia atrás.
—No, no lo harás.
—¿Por qué, Deke? ¿Tuviste que ayudarlo? ¿Irás a la cárcel también?
—¿Qué está pasando? ¿De qué están hablando chicos? —pregunta Becky,
sus ojos azules van y vienen entre nosotros.
—Deke, ¿qué hiciste?
—Él no lo hizo —dice Deke, ignorando las preguntas de Becky.
Shelby entrecierra los ojos en él.
—Tú tomarías su lado...
—¡Él no lo hizo! —Austin deja caer las manos de su rostro, y da una
palmada sobre la mesa. Nos mira. Becky cierra los ojos y se aleja.
—Joder —sisea Deke.
Mi corazón se detiene cuando la veo. Tiene tres cortes en el rostro que
Shelby cosió a lo largo de su ojo derecho. Su piel está magullada e hinchada.
Su ojo derecho es púrpura.
—No lo sabes —argumenta Shelby—. Dijiste que el chico llevaba una
capucha negra. Estaba oscuro. Y Becky estaba dormida. Podría haber sido
Cole...
—No —la interrumpe. Entonces la miro a los ojos—. Cole es un montón de
cosas, pero no es un cobarde. Si quisiera hacerme daño, lo habría hecho con
las luces encendidas, y sus ojos en los míos. No se escondería.
Sostengo su mirada, pero mi estómago se anuda con sus palabras.
—¿Quién hizo esto? —pregunta Becky mientras llora.
Austin mira a Deke y luego a mí.
—No lo sé.
—¡Mierda! Lo sabes. ¿Quién demonios te lastimo? —exijo. El impacto me
está tomando. La ira se filtra por mis venas.
—Cole...
—¿Quién te hizo esto?
Solo me mira fijamente. Sus ojos están inyectados en sangre, y se ven
vidriosos, y me pregunto si Shelby pudo darle algo para el dolor ya que
probablemente todavía tiene alcohol en su sistema.
Me acerco a la mesa, me arrodillo, y tomo su mejilla.
—¿Quién fue, cariño?
Suspira.
—Fue Kellan.
Mi mandíbula se aprieta.
—¿Por qué querría lastimarte Kellan? —pregunta Shelby con escepticismo.
Me pongo de pie y empiezo a pasear. Putamente morirá.
—No es que no te crea, Austin —comienza Deke—. ¿Pero puedes probarlo?
Asiente.
—Mi teléfono.
—¿Qué pasa con él? —respondo, con esa necesidad en la sangre que crece
cada vez más. La sensación de ella en mis dedos. El olor de ella en el aire. Ha
pasado demasiado tiempo desde que golpeé a un hombre con mis propias
manos.
—Él lo tomó.
—¿Por qué querría tu teléfono? —pregunta Shelby.
—Anoche, les dije a los chicos que tenía un seguro en caso que intentaran
perjudicarme. Entonces, esta mañana cuando desperté, llevé mi teléfono
conmigo al baño. Él agarró mi cabello y me golpeó la cabeza en el espejo. Me
desmayé por el golpe. Cuando desperté, mi teléfono no estaba.
—Está jodidamente muerto… —gruño.
—¿Estás segura? —demanda Deke, interrumpiéndome.
Ella asiente.
—Eso no significa que no fuera Cole... —Me señala Shelby.
—Deke y Cole son los únicos que saben que tengo un escáner de retina en
mi teléfono. Saben que no pueden entrar en él. Kellan no. —Me detengo y la
miro—. No conseguirá lo que quiere. —Se sienta de nuevo en su silla—. Es
más, no soy tan tonta como para mantener esa mierda en mi teléfono.
Se levanta de la mesa, y camino para ayudarla, pero me aleja.
—Me voy a casa para volver a la cama.
—No creo que sea una buena idea —la urge Deke.
Ella cierra los ojos y toma una profunda respiración.
—Estoy cansada... con resaca... y soy un poco perra. —Abre y cierra las
manos—. Quiero ir…
—Ven conmigo —le ofrezco.
Me mira.
—No.
Todavía está enojada conmigo.
Tomo su rostro, y sus ojos buscan los míos, pero sigo viendo la vacilación
en ellos. No estoy seguro de lo que puedo hacer o decir para recuperarla. Si las
palabras son suficientemente buenas. Pero tengo que intentarlo. Especialmente
ahora. No quiero lastimarla. Tengo que protegerla. Soy todo lo que tiene.
—¿Por favor? —le pido. Mira hacia otro lado, pasando su mano a través de
su cabello—Solo un lugar para dormir. Te llevaré a casa después. —Mentira.
Ella finalmente asiente.
—Bien.

—¿Austin?
Oigo mi nombre a través del golpe en mi cabeza.
—¿Austin? Oh, Dios, Austin. Despierta.
Manos agarran mis hombros, y siento como si estuviera en un terremoto.
—¿Austin? Por favor…
—Estoy despierta —digo con rudeza, deseando que el ruido pare. Es muy
ruidoso.
—Tienes que ir al hospital.
Abro mis ojos pesados para ver a Becky de rodillas junto a mí en el suelo
del baño.
—¿Qué...? —Los recuerdos vuelven a mí de cuando estaba frente al lavabo
y mi rostro fue golpeado contra el espejo.
Levanto la mano a mi cabeza y siseo.
—Ten cuidado —dice, agarrando mi mano para ayudarme a sentarme—.
Hay vidrio en tu rostro. —Sentándome, inclino la cabeza—. ¿Qué demonios
pasó? —demanda.
—Estoy bien —le digo mientras mi cabeza punza.
—No, no lo estás. Dios, Austin, necesitamos llevarte al hospital.
Niego.
—No.
—Sí —responde—. Te acabo de encontrar desmayada en el suelo del baño.
Y necesitas puntos de sutura. Probablemente tienes una concusión.
—Shelby —le digo. Es la única que quiero ver ahora mismo. Si voy al
hospital, sabrán que he estado bebiendo y que soy menor de edad. Harán que la
policía intervenga, y me niego a decirles algo. Eso es lo que el maldito quiere.
Piensa que puede jugar conmigo. Me niego a dejarlo ganar.
—Dame mi teléfono.
—¿Dónde está? —pregunta, poniéndose de pie.
—En la encimera. —Levanto la mano a mi cabeza otra vez, y vuelve llena de
sangre. La froto entre mis dedos.
Ella mira a su alrededor y niega.
—No, no está.
Dejo escapar un largo suspiro, cerrando los ojos y tratando de no vomitar.
Mi cabeza palpita como un tambor, y me siento mareada.
—Es demasiado temprano para simplemente aparecer en su casa. Le daré
un par de horas.
Me despierto con voces que vienen de abajo en la casa club. Cuando me
siento, mi cabeza todavía pesa, y mi ojo está hinchado y cerrado.
Debería haber mantenido la boca cerrada. Pensé que decirles que tenía
pruebas de ellos los haría retroceder, pero debería haber sabido que no
funcionaría con Kellan. El bastardo.
Salgo de la cama de Cole y me levanto. Me llega una oleada de mareos,
pero me las arreglo para aguantarla.
—¿Por qué estamos aquí, hombre? —Oigo preguntar a Bennett.
—Te diré por qué cuando todos hayan llegado —le dice Cole.
Recojo su sudadera negra con cremallera del final de la cama y me la
pongo porque tengo frío. Luego me dirijo por las escaleras, necesitando una
bebida.
Noto a Cole sentado en uno de los sillones hablando con Deke que está
sentado en el que está a su lado.
Shane está en el sofá, y Bennett se encuentra junto a la mesa. Cole mira
hacia arriba cuando bajo el último escalón, y se levanta cuándo sus ojos se
encuentran con los míos.
—Hola, cariño —dice suavemente. Trago nerviosamente mientras se
acerca a mí—. ¿Cómo te sientes? —pregunta, empujando el cabello detrás de
mi oreja.
—Bien —miento, dando un paso atrás. Todavía estoy enojada con él. Sigo
estando tan confundida sobre lo que hago ahora. Existen tantas preguntas que
quiero hacerle, pero sé que nunca obtendré las respuestas.
Él suspira.
—Estás mintiendo.
—Tengo sed —admito.
Él asiente y se aleja de mí para ir a la pequeña zona de bar.
—¿Qué diablos, Austin? —grita Bennett—. ¿Qué demonios te pasó?
—Estoy bien —le digo, despidiéndolo.
Tal vez debería haberme quedado arriba.
—Aquí. —Cole me da una botella de agua.
Toca mi rostro mientras se inclina para besar mi frente suavemente, y mi
pecho se aprieta. Me he enojado tanto en las pasadas dos semanas que me
agoté emocional y físicamente. Mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas,
haciendo su figura borrosa, y lo oigo suspirar.
Me niego a dejarlas caer. A mostrarle que siento algo por lo que me hizo.
Lo que me ha ocultado.
—¿Qué pasa, idiotas? —Escucho la voz de Kellan mientras se abre la
puerta, y mi cuerpo se pone rígido, recordando lo que me hizo esta mañana. Lo
que pudo haberle hecho a Becky. La conmoción la despertó pero Kellan pudo
escapar antes que llegara a él. Estoy agradecida por eso. Me odiaría si también
la hubiera lastimado.
Cole gira.
—Lo suspendo —dice.
—¿Suspendes qué? —pregunta Shane despacio.
—Todo —dice él.
Kellan resopla.
—Así que tu ex juguete nos informa que tiene un seguro sobre nosotros,
¿y lo cancelas? Yo digo que está alardeando.
Eso es porque el bastardo piensa que tiene la prueba. No lo hace. Me
aseguré de borrar esa mierda de mi teléfono por buenas razones. Nunca
encontrará donde me apoyé.
Cole camina hacia la derecha, y Kellan aparece a la vista. Sus ojos se
encuentran con los míos, y una lenta sonrisa se extiende por su rostro cuando
ve mi ojo.
—Sabes... hay un refugio para mujeres maltratadas en las afueras de la
ciudad que te recibiría. —Sonríe—. A no ser que estés en ese tipo de cosas.
Entonces por todos los cielos, deja que te golpeé de nuevo.
La habitación queda en silencio, y trago nerviosa cuando veo tensarse el
cuerpo de Cole y sus ojos estrecharse con ira. Mira a Kellan quien se sienta en
el sofá.
Kellan levanta la barbilla hacia mí.
—Todavía lo llamo mierda. Pero si quieres delatarnos, entonces adelante.
—Kellan se encoge de hombros—. Te reto a hacerlo. —Abro la boca para decirle
que sé lo que hizo, pero Cole habla.
—Al diablo. —Luego sale corriendo de la casa club.
Deke es el primero en saltar y seguirlo. No quiero que me dejen sola con
Kellan, incluso si Bennett y Shane están aquí, así que los sigo también.
Abro la puerta y salgo. El sol está empezando a ponerse. Debo haberme
dormido todo el día. Lo necesitaba.
La puerta se abre detrás de mí, y los chicos también salen. Cole abre el
maletero y se estira. Doy un paso de vuelta cuando saca un bate de béisbol
blanco y negro.
—¿Qué estás haciendo, Cole? —le pregunta Bennett.
Miro a Deke cuando llega a pararse a mi lado. Normalmente daría un paso
atrás, pero siento que está acercándose para protegerme de Kellan. No para
lastimarme.
Cole no responde. En cambio, camina hacia el Corvette azul de Kellan y
levanta el bate sobre su hombro, su agarre se aprieta. Entonces lo balancea.
Golpea la ventanilla del lado del conductor, y se rompe en un millón de piezas.
—¿Qué diablos? —ruge Kellan, corriendo hacia él.
Deke va tras él y lo jala hacia atrás.
—¿Qué diablos estás haciendo, Cole? —exige Bennett.
Cole se estira a través de la ahora rota ventana y abre la puerta del auto.
Se inclina hacia dentro y comienza a abrir y cerrar compartimientos.
Segundos después, se para y nos enfrenta con mi celular en la mano derecha.
—¿Este es tu celular, cariño? —me pregunta, pero está mirando a Kellan.
El bate cuelga a su lado.
Kellan respira pesadamente mientras mira a Cole.
—Sí —le contesto.
—¿Por qué está su celular en tu auto? —pregunta Shane con confusión—.
¿Y por qué está destruido?
Cole coloca mi aplastado celular en el bolsillo de su pantalón y camina
hacia Kellan y Deke.
—Entraste en su casa después de la fiesta. Pusiste tus manos sobre ella y
le robaste su teléfono. —Él arquea una ceja—. Querías eliminar lo que tenía
sobre ti. Pero no pudiste desbloquear el teléfono, ¿verdad? Así que lo rompiste.
—¿Es cierto? —exige Bennett.
Kellan da un paso hacia Cole. Él levanta la mano, estirando el brazo. Se
detiene cuando el final del bate se presiona contra su garganta. Aprieta los
puños a su costado mientras sus ojos disparan dagas hacia Cole.
—Adelante. Golpéame con el bate.
Cole sonríe, y no es amigable.
—No necesito un bate para lastimarte, Kellan. —Lo baja y da un paso
hacia él—. Te mataré con mis manos desnudas.
Kellan traga.
—Ella te delatará.
—Me lo merezco —dice él sin vacilación—. Y tú, obtendrás lo que te
mereces por tocar lo que es mío.
—¿Le hiciste eso, Kellan? —pregunta Shane, señalándome como si
hubiera otra chica aquí con un ojo morado.
Él sonríe.
—Hice lo que todos ustedes tenían demasiado miedo de hacer.
—¡Jesús! —sisea Bennett, agarrando su cabello—. ¿En qué demonios
estabas pensando? Podrías haberla matado.
Kellan se ríe sombríamente.
—¿De repente nos importa quién vive y quién muere? —Niega—. Sabíamos
que al entrar en esto no saldríamos. Empezamos con ocho, y ya somos solo
cinco.
—Eso no fue culpa de Cole —responde Deke.
Él sonríe y me mira.
—Correcto. Fue de Bruce. El hombre que violó a su madre.
El cuerpo de Cole se pone rígido. Su agarre en el bate se aprieta. Y sé que
quiere nada más que golpear a Kellan ahora mismo.
—Kellan...
—El hombre que te dio a las dos mujeres más importantes en tu vida. —
Empuja su pecho hacia el de Cole, cortando a Bennett—. Pero lo que no ves es
que él tiene el poder de quitarte a ambas. —Kellan le sonríe—. No soy el
enemigo aquí, cole. Bruce Lowes lo es. Y joderá tu mundo más de lo que
puedas imaginar. —Mira por encima de mí y me hace un guiño—. Disfrútalo
mientras puedas. —Entonces camina alrededor de Cole y se mete en su auto
antes de desaparecer.
Una vez más, todos estamos en silencio.
Cole mira al frente, viendo con concentración a la nada. Deke se pasa una
mano por el cabello. La cabeza de Shane cae hacia atrás, y cierra los ojos como
si estuviera orándole a Dios por algo. Bennett me mira fijamente. Aparto la
mirada de él.
—Estoy fuera. —Cole finalmente habla.
—¿Qué? Cole, no puedes... —empieza Bennett.
—Se acabó —dice, caminando hacia mí.
—Kellan se fue —añade Shane—. Votaremos para sacarlo.
Cole se detiene y se vuelve para encararlos.
—¿No están escuchando? Dije que estoy fuera. Y eso es definitivo. —Se
vuelve y se me acerca. Me estremezco cuando levanta la mano, y sus ojos se
oscurecen—. Austin…
—No puedes simplemente irte —Shane lo interrumpe.
—Puedo hacer lo que me dé la gana —responde—. ¡Ahora déjalo! —Agarra
mi mano derecha y me tira de nuevo a la casa club.
Me paro torpemente junto a la mesa mientras camina de ida y vuelta.
La puerta se abre, y Deke entra.
No me reconoce.
—Sabes que te apoyaré al cien por ciento. —Cole asiente—. Pero ¿estás
seguro de que esto es lo que quieres hacer?
Él se detiene y mira hacia Deke, luego a mí.
—Se acabó.
Trago el nudo en mi garganta ante sus palabras. Como si estuviera
hablando de nosotros. Pero eso es una locura porque nunca fuimos algo. Todo
era una mentira.
Doy un paso hacia ellos.
—No hagas esto por mí. —Mi voz es áspera, y me aclaro la garganta.
—Esto no tiene nada que ver contigo —encaja.
Deke deja escapar un gruñido.
—Deja de mentir. —Me mira—. Esto tiene todo que ver contigo.
—¡Deke! —gruñe Cole.
Le da una palmada a Cole en la espalda.
—Ya es tiempo, hombre. —Luego se da la vuelta y se va, dejándonos solos.
ierda!
¡Ella tenía razón! No es como si lo dudara. Pero
encontrar su teléfono en el auto de Kellan me hizo
querer quitarle la cabeza de encima de sus hombros
con ese puto bate.
—¿Cole?
¡Sal! Eso fue lo correcto de hacer. Se acabó. No más retos. No más grupo.
Y significa que ella estará a salvo. Bien, por ahora. Kellan tenía razón en que
Bruce puede quitármela. Puede destruirme de una manera completamente
diferente ahora. Y sé que no lo pensaría dos veces.
Joder, estoy tan cansado de que la gente esté en lo correcto.
—¿Cole?
—¿Qué?
Ella da un paso atrás.
—¿Me llevarías a casa?
Niego.
—Puedes pasar la noche aquí.
—No puedo...
—Estamos en vacaciones de primavera. —Me acerco a ella—. Y estás a
salvo aquí. Además, necesitamos hablar. —Es tiempo.
—¿Sobre qué? —pregunta nerviosamente.
—Sobre todo —digo simplemente—. Te has ganado la verdad. —Sus ojos
buscan los míos por cualquier indicación que estoy mintiendo, pero no la
encontrará esta vez.
Con mi silencio, me acerca al sofá y me siento a su lado.
—Quiero saber sobre Lilly. —Hay tanto más que quiero saber, pero ella es
lo más importante ahora mismo.
Él asiente y respira profundamente.
—Descubrí que Bruce violó a mi madre cuando la oí hablar con mi padre
en su oficina. Culpó a mi mamá. Dijo que fue su culpa. Ella debería haber sido
más fuerte. —Aprieta los puños en su regazo—. No entendí de lo que estaban
hablando exactamente porque solo tenía once en aquel momento. Ella trató de
dejarlo, pero no se lo permitió. Nunca la amó. Estaba enfermo y torcido y le
encantó la idea de hacerla quedarse.
—De todos modos, después de los nueve meses, mi madre estaba una
semana pasada de su fecha y, un día, Celeste fue a mi escuela y me sacó de
clase. Me dijo que mi padre había llamado diciendo que mi madre se había
caído en casa y que había corrido al hospital. Entró en labor, y aunque el bebé
estaba bien, hubo complicaciones. Pérdida de sangre... —Se detiene, y mi
garganta comienza a apretarse—. No logró sobrevivir a la cirugía. Mi padre no
quería un bebé. Pero su esposa había muerto, y nadie sabía lo que Bruce había
hecho. Dar al bebé en adopción lo haría quedar mal, así que decidió quedarse
con ella. Odié a mi padre de ahí en adelante. Por no proteger a mi madre, por
no querer a Lilly. A mí. Ella era su hija. Era el bebé de la mujer que se suponía
que amaba. —Niega—. Y odié a Bruce. —Me mira.
—Entonces, ¿por qué dejas que Lilly vaya tanto la casa de mi padre? —
Esa pregunta ha estado en mi mente—. Sabiendo lo que es capaz de hacer —
gruño. Siempre he sabido que mi padre era un bastardo enfermo.
—Celeste andaba mucho por ahí y me ayudó más de lo que nadie estuvo
dispuesto.
—¿Sabe lo que Bruce le hizo a tu madre? —pregunto suavemente.
Asiente.
—Sí. Nunca me lo dijo, pero no hizo falta. —Mira mis manos—. Dejé que
Celeste se la quedara a veces, pero Bruce nunca estaba en casa cuando lo
permití. Excepto contigo.
—¿Qué? —Frunzo el ceño, mirando de nuevo hacia él. Toma mi mejilla.
—No te dije sobre ella. Y al principio, no quería que pasaras tiempo con
ella. Temía que Lilly se apegara y sufriera cuando te fueras. —Trago a eso—.
Pero a medida que pasaba el tiempo, quería que pasaras tanto tiempo como
fuera posible con Lilly, así que la dejé ir a casa contigo incluso cuando Bruce
estaba allí, porque sabía sin duda que la protegerías, Austin. No necesitabas
saber que era tu hermana para mantenerla a salvo.
—Con mi vida —digo sin pensar. Puede que no supiera que Lilly era mi
hermana, pero quiero a esa niña. E incluso cuando mi padre estaba en casa y
tuve a Lilly, nunca vino a nuestro alrededor. Nunca jamás la miró de pasada.
Actuó como si no existiera.
Se inclina y besa mi frente.
—Lo sé.
Las lágrimas empiezan a salir de mis ojos.
—Lo siento tanto, Cole. Por lo que Bruce le hizo a tu madre. —Mi pecho se
aprieta—. Siento mucho no saber de Lilly antes. Podría haber ayudado... —Mi
voz se quiebra—. Podría haber vuelto aquí. Debería haber... —Me ahogo con las
palabras.
Se acerca y me lleva hacia él. Entierro mi rostro en su camisa e inhalo ese
olor que he extrañado en las dos semanas pasadas.
—No es tu culpa, Austin. —Besa mi cabello—. No lo sabías. —Suspira—.
Tenía miedo de perderla. Por ti. Por Bruce. Incluso Celeste la sostuvo sobre mi
cabeza. Me ayudó a criarla los primeros años. Tenía doce cuando nació y no
sabía nada de criaturas. Mi padre no la quería y Bruce tampoco. Pero yo sí. Era
parte de mí. —Me sonríe suavemente—. Parte de mi madre. —La primera
lágrima cae por mi mejilla. Él la limpia con una pequeña sonrisa—. Pero estás
aquí ahora, Austin. Y no planeo que vayas a ninguna parte.
—Yo… —Hago una pausa, sin saber qué decir.
—¿Qué pasa, cariño? —pregunta suavemente.
Niego y me alejo de él.
—¿Cuál es tu juego final?
—¿Qué? —pregunta, poniéndose de pie.
Me limpio las lágrimas y lo miro.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —Mi corazón late con fuerza ante esas
palabras. Que su respuesta no sea lo que quiero oír.
Frunce el ceño.
Me levanto.
—No más juegos, Cole. No más secretos. Y no más mentiras. Solo dímelo...
—Dejo escapar un largo suspiro—. ¿Qué es lo que quieres de mí? —Romperá
mi corazón, y me lo merezco porque lo permití. No te enamoras de un hombre
como él y esperas que sienta lo mismo por ti. No funciona de esa forma.
Cubre mi rostro con sus manos.
—Te deseo, Austin. Eso no es mentira.
—Quieres romperme...
—Ya no —me interrumpe—. Quería eso, sí. Pero ya no es suficiente.
—¿Qué significa eso? —susurro.
Empuja su cuerpo hacia mí. Mueve mi cabeza hacia atrás, y baja sus
labios a los míos. Un beso sencillo que me quita el aliento. Este hombre ha
tomado tanto de mí ya. No estoy segura de tener otra cosa para darle.
—Quiero que me desees. Quiero que me necesites. —Sus ojos buscan los
míos—. Porque eso es lo que siento por ti. No soy el mismo desde que te conocí.
Has sangrado por mi culpa, pero me muero por ti. La gente dice que cuando te
encuentras con el amor, esa persona puede calmarte. Hacerte mejor. —Niega—.
Jodidamente avivas mis llamas. Haces que me sienta invencible. —Suspira
fuertemente—. Te mereces algo mejor que yo —susurra, colocando su cabeza
contra la mía—. Pero soy demasiado egoísta para dejarte ir.
Le doy una suave sonrisa.
—Te deseo tal como eres. —Se aleja. Tomo su mejilla. Este hombre es el
diablo mismo, pero nunca he tenido miedo del infierno—. Y no iré a ninguna
parte. —Besa suavemente mis labios—. ¿Qué pasará con Kellan? —pregunto,
sabiendo que tenemos un largo camino a seguir. Y que está enojado conmigo.
—Todo estará bien, Austin. Créeme.
Mientras mis ojos lo buscan, me doy cuenta de cuánto quiero que tenga
razón.
—Confío en ti, Cole —digo, lamiendo mis labios húmedos, saboreando mis
lágrimas.
Observa el movimiento y se inclina hacia delante, pero se detiene con los
labios a centímetros de los míos. Me inclino, cerrando la distancia y
presionando los míos en los suyos. Desliza los dedos por mi cabello y gimo en
su boca, mientras su lengua se encuentra con la mía.
Ese familiar sentimiento que solo él puede darme comienza a crecer, y
envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
Dos semanas sin siquiera mirarlo me tienen al borde.
Se aleja.
—Austin, no deberíamos.
Dios, lo he extrañado. Mi cuerpo lo anhela de una manera poco saludable.
—Te deseo —le digo sin aliento.
Sus ojos buscan los míos y luego aterrizan en mis puntadas. Me da una
pequeña sonrisa y toma mi mano, tirando de mí hacia el desván. Entonces sus
labios están sobre los míos. Lo siguiente que sé, es que me está desvistiendo.
—¡Mierda! Te he echado de menos —gruñe antes de mordisquearme el
labio.
—Yo también… —susurro, tomando una respiración profunda—. Te deseo.
—Jadeo mientras mis manos van a su pantalón vaquero.
e acuesto junto a ella. Mi corazón palpita, y su respiración sigue
siendo irregular. Me giro sobre mi costado y aparto el cabello de
su rostro húmedo. Sus ojos están cerrados y tiene una suave
sonrisa en los labios.
Abre los ojos y su sonrisa se ensancha.
—¿Quién es el dueño de este lugar? —pregunta. Arrugo la frente—. Pasan
mucho tiempo aquí. ¿Es propiedad del padre de alguien?
—Es mío.
Sus ojos se abren de sorpresa.
—¿Eres dueño de esto?
Asiento.
—Cuando mi madre falleció, nos dejó a Lilly y mí un fondo fiduciario. Tuve
acceso al mío cuando cumplí los dieciocho y compré esto ese día. Estaba
abandonado y fue barato. Los chicos y yo queríamos un lugar para escapar,
por lo que simplemente tuvo sentido.
Asiente.
—Cuando me dijiste lo que mi padre trató de hacerte, me hizo pensar que
podría haber tenido algo que ver con la muerte de tu madre.
—El pensamiento cruzó mi mente por muchos años —admito.
—¿Pero ya no?
Niego.
—Aunque la extraño y deseo que hubiera estado aquí para ver crecer a
Lilly, creo que fue solo algo que pasó. Estuve enojado sobre eso durante mucho
tiempo, pero no fue culpa de nadie.
Ella se acuesta y pasa la mano por mi pecho.
—¿Por qué dejaste el grupo?
—Porque no era seguro para ti, y sabía que no lo abandonarías a menos
que ya no hubiera un grupo en absoluto.
—¿Así que se acabó? —pregunta.
—Sí —digo con una sonrisa—. Está terminado.
—¿Qué haremos ahora? —pregunta.
—Disfrutaremos de lo que queda de nuestro último año como una pareja
real.
Se levanta y se sienta a horcajadas sobre mis caderas. Pongo mis manos
sobre sus muslos desnudos mientras me sonríe. Incluso con un ojo morado y
puntos de sutura en el rostro, sigue siendo la mujer más hermosa que he visto
en mi vida.
—¿Esto significa que bailarás conmigo? —pregunta.
Me rio.
—Sí. Eso es exactamente lo que significa.
—Entonces supongo que será mejor que empiece a buscar un vestido rojo.
—Eleva las cejas.
Gimo.
—Me encanta cuando usas rojo.
Me da su sonrisa malvada que pone duro a mi pene.
—Lo sé. —Se inclina, dándome un suave beso.
Me retiro.
—¿Cuáles son tus planes después de la graduación?
—Realmente no lo he pensado. ¿Por qué?
Respiro hondo y lo dejo salir.
—¿Recuerdas cuando te pedí llevar a Lilly al ballet y que me fui hasta el
día siguiente? Te dije que tenía algo personal que hacer.
—¿Cómo podría olvidarlo? Fue cuando Celeste fingió estar acostándose
contigo.
Ignoro eso.
—Estuve en Texas.
Sus ojos se ensanchan.
—¿Volaste a Texas? —Asiento—. ¿Por qué?
—Deke y yo tenemos becas para la Universidad de Texas. Y necesitaba ver
a mi consejero sobre la vivienda porque me llevaré a Lilly conmigo, y los niños
no pueden vivir en los dormitorios.
Sus ojos caen a mi pecho.
—Oh. No pensé que Lilly se iría contigo.
Pongo mi mano en su cabello y la fuerzo a mirarme de nuevo.
—Mientras estuve allí compré una casa para Lilly y para mí. Texas es el
lugar al que llamaré hogar el resto de mi vida. Iré a la universidad allí y nadaré
mientras consigo mi licenciatura. Entonces Deke y yo abriremos nuestro propio
negocio juntos. Lo hemos estado planeando por años. —Sus ojos se abren una
vez más, pero no dice nada—. Y quiero que vengas con nosotros. Quiero que
vivas conmigo y con Lilly.
—Cole... eso es… —Se lame los labios—. Demasiado.
—No, no lo es. —Me incorporo—. Dime que vendrás con nosotros. Dime
que vivirás con nosotros.
—Si quieres, puedo ayudarte con ella...
—No, Austin. No estás entendiéndome. Quiero que seas parte de la vida de
Lilly, pero te quiero en mi vida también. —Paso mi mano por su cabello—.
Múdate conmigo, Austin. —No puedo imaginar mi vida sin ella. Esta increíble
mujer es todo lo que siempre supe que quería. Y, en caso de que tuviera alguna
duda, las pasadas dos semanas me hicieron darme cuenta de cuán cierto es
eso.
Sus ojos verdes oscuro comienzan a llenarse de lágrimas.
—No lo sé…
—Me animaste a mostrarte un lado que nadie veía. Y lo entendí, Austin.
Ahora te estoy retando a que me des la oportunidad de ser más que el tipo que
te lastimó. —Le doy una suave sonrisa—. Múdate conmigo y déjame mostrarte
que puedo ser lo que necesitas.

Cole y yo entramos en la casa de mi padre.


—¿Qué quieres hacer hoy? —me pregunta con una sonrisa en el rostro.
Han pasado dos semanas desde mi cumpleaños, y las cosas han estado bien.
Demasiado grandiosas si me lo preguntan. Nunca he considerado mi vida como
normal, pero las cosas han sido solo eso.
Cole y yo pasamos todas las vacaciones de primavera juntos, saliendo con
Becky y Deke, o simplemente descansando en mi casa con Lilly. Mi magullado
rostro se había curado algo para el momento en que volvimos a la escuela.
Shelby quitó los puntos de sutura, pero los moretones siguen siendo
visibles sin maquillaje. Pero nadie los cuestionó. Shane y Bennett han estado
llamando a Cole, pero mantiene sus conversaciones cortas cuando responde.
Creo que está enojado con ellos por no expulsar a Kellan del grupo cuando él y
Deke lo sugirieron por primera vez. Y en cuanto a Kellan, ha estado en todas
partes esta semana pasada. Durante las vacaciones de primavera, fue fácil
evitarlo, pero ahora que la escuela está de vuelta, no tanto. Está por todas
partes, miro, y siempre me sonríe. Me da escalofríos y enoja a Cole. Y odio estar
siempre vigilando por encima de mi hombro. Cuando no estoy en la escuela,
siempre tengo el taser encendido, preparada para usarlo en cualquier
momento.
—Llevemos a Lilly al zoológico —le ofrezco.
Asiente.
—Suena bien para mí.
—¿Austin? ¿Eres tú? —Oigo gritar a Celeste.
En lugar de responder, camino por la sala, con la mano de Cole en la mía,
y entro. Me detengo cuando veo que no está sola.
La mano de Cole se aprieta en la mía.
—¿Mamá? —grito—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Nunca respondí el texto que me envió en mi cumpleaños. Y nunca me
envió otro.
Me sonríe alegremente. Sus ojos verdes van a mi mano en la de Cole,
luego lo mira de arriba abajo antes que sus ojos vuelvan a mí. Recorren mi
rostro, y cuadro los hombros, sabiendo que puede ver el débil moretón.
Acabamos de regresar de pasar la noche en su casa club, y no me puse ningún
maquillaje. Ella permitió que Phillip me golpeara, pero también la golpeó a ella.
Estoy segura que cree que Cole me hizo esto. Celeste se aclara la garganta y
empuja su rubio cabello detrás de su oreja nerviosamente.
—Tu madre quería venir y darte la buena noticia en persona —dice ella.
—¿Buena noticia? —pregunto arqueando una ceja.
Mi madre sonríe alegremente y levanta la mano izquierda.
—Nos casamos.
Mis ojos van a Phillip por primera vez mientras se sienta en el sofá junto a
mi madre.
No me sonríe, en cambio, sus ojos toman mi rostro. Mi cabello despeinado
y falta de ropa. Estoy usando la sudadera negra de Cole con cremallera y un
par pantalones cortos de algodón y tenis. Eso es todo. Sin camisa debajo y sin
sujetador, que es por lo que está cerrada todo el camino hasta mi cuello. Cole
me arrancó los dos anoche.
Cole da un paso adelante, soltando mi mano, recordándome que está
aquí. Lo agarro para que se detenga.
—¿Cuándo sucedió eso? —pregunto, intentando averiguar por qué está
aquí. Por qué pensó que tendría que saber esto. No podría importarme menos
lo que hagan. Pensaba que ya lo sabía.
—Hace dos semanas. —Aplaude—. El día de Saint Paddy.
No me sorprende.
—¿Te casaste con este pedazo de mierda en el cumpleaños de tu hija? —
gruñe Cole, hablando finalmente.
Mi madre entorna los ojos sobre él y Phillip se levanta, hinchando el
pecho, pensando que es el hombre superior en esta habitación. No lo es.
—No sé quién eres, hijo, pero te sugiero que no hables con su madre de
esa manera.
Cole resopla.
—No soy tu hijo, y seguro que no es una madre para ella.
Mi madre se pone de pie.
—¿Quién diablos es este, Celeste? —exige.
—Su nombre es Cole, y es mi novio —le digo.
Celeste se pasa una mano por el cabello.
—Creo que es hora de que tú y Phillip se vayan. —Se aclara la garganta—.
Tienes lo que se te prometió.
—¿Se te prometió? —pregunta Cole.
No me importa de lo que están hablando. Solo quiero que se vayan.
Phillip se ríe, lanzando su brazo sobre los hombros de mi madre.
—Es asunto de adultos, hijo. No lo entenderías. —Phillip me observa. Me
mira a los ojos de nuevo y sonríe—. Supongo que te entrené bien. —Entonces
mira a Cole y le guiña un ojo.
—¡Fuera! —grita Celeste.
Me quedo congelada en mi lugar mientras caminan pasándonos y van por
el pasillo. Celeste los sigue y cierra la puerta detrás de ellos.
—¿Qué diablos fue eso? —demanda Cole, soltando mi mano.
Celeste nos acompaña una vez más y suspira.
—No es nada…
—¡Mentira! —la interrumpe, haciéndome saltar—. ¿Por qué demonios
estaban aquí? ¿Y qué les prometieron?
Ella me mira y luego al suelo.
—No quiero saberlo —le digo en voz baja.
Cole me mira, y sus rasgos se ablandan.
—Austin...
—No me importa, Cole. ¿No lo ves? Consiguió lo que quería. Se deshizo de
mí y consiguió que se casara con ella.
Me giro, salgo de la habitación y me dirijo hacia arriba por las escaleras a
mi dormitorio. Me siento en el extremo de la cama y saco el celular de mi
bolsillo, yendo al número de mi madre. Paso el dedo sobre él unos segundos,
intentando recordar un momento en que en realidad fue una madre para mí.
Cuando me abrazó. Me besó. Me acunó. Cualquier momento en que realmente
actuó como si le importara mi bienestar. Y no se me ocurre nada.
Borro su número cuando la puerta se abre.
Cole entra y se arrodilla delante de mí.
—Me tengo que ir —dice, apartando un poco de cabello de mi rostro.
—¿A dónde vas? —pregunto—. Pensé que llevaríamos a Lilly al zoo.
Asiente.
—Después. Tengo algo que hacer. —Se pone de pie en toda su altura, se
inclina y me besa en la frente. Su teléfono comienza a sonar en su bolsillo y lo
saca. Veo Deke parpadear a través de él. Lo silencia—. ¿Por qué no vas y
recoges a Lilly y luego nos vemos en la casa club? —ofrece, y asiento.
—Aquí. —Me levanto y me saco su sudadera. Sus ojos van a mi pecho
desnudo, y sus manos agarran mis caderas.
—¿Estás tratando de distraerme? —pregunta rudamente.
—No —digo honestamente—. Solo pensé que la querrías de vuelta.
Se inclina y besa mi mejilla. Entonces sus ojos se encuentran con los
míos. Espero que me dé algo, alguna indicación de a dónde irá o por qué Deke
está llamándolo, pero no lo hace. Algunas cosas sobre Cole nunca cambiarán.
Se gira y se va, y me recuesto, sabiendo que borrar el número de teléfono
de mi madre no tuvo sentido.
Ya no me llamará, de todos modos, pero estoy bien con eso. Me gusta lo
que dijo Cole, que nunca fue mi madre.
Estoy pasando una camiseta sobre mi cabeza cuando hay un golpe en la
puerta.
—Entra —grito.
La puerta se abre, y Celeste asoma la cabeza dentro.
—¿Puedo hablar contigo? —pregunta.
—¿Tengo opción? —respondo.
Suspira pesadamente.
—Quiero explicártelo yo misma —dice entrando—. Realmente no he tenido
la oportunidad...
—Me has estado evitando —argumento.
Asiente una vez.
—Lo he hecho, y lo siento. —Traga—. Quiero explicarte sobre Kellan
también...
—No me importa Kellan —gruño, interrumpiéndola.
—¡Está preocupado!
—¿Preocupado? —Resoplo—. ¿Acerca de qué?
—De ti y de Cole.
No respondo a eso porque no tiene idea de lo que está pasando entre
nosotros. Y no necesita saberlo.
Pasando una mano por su cabello, da un paso más en mi habitación.
—Lamento que Cole te haya lastimado.
—Él no lo hizo.
—Austin, sé que crees que le gustas, pero no es así. —Niega mientras me
mira de arriba abajo como si no fuera lo suficientemente buena para él.
—Esto no tuvo nada que ver con el amor —respondo.
Sus ojos castaños se suavizan, y su mirada se vuelve de lástima.
—Tuviste suerte esta vez. Pero la próxima…
—Kellan me hizo esto —le digo, apuntando a mi rostro, incapaz de
escuchar esto más.
Niega.
—No. Él no te haría eso.
Increíble.
—Cole encontró mi teléfono en su auto.
Sus manos se hacen puños.
—Si Cole encontró tu teléfono en su auto, entonces fue porque Cole lo
plantó allí.
—Jesús… —siseo—. Te tiene lavado el cerebro.
—Kellan está tratando de ayudarte. Cole quiere lastimarte —grita,
encontrando su ira—. Es por eso que Kellan te quiere fuera del grupo. Está
enojado contigo, pero está tratando de protegerte a largo plazo.
Niego ante sus palabras. Dice que Kellan me quiere fuera del grupo pero
cuando Cole intentó que me sacaran, Kellan fue el único que quiso que me
quedara. Así que, o bien no le ha informado sobre lo que está pasando o está
mintiéndole.
—No tienes ni idea de lo que hablas —digo, sin querer discutir con ella.
—No sabes de lo que Cole es capaz.
¡Oh, lo hago!
—Al parecer, no sé de lo que cualquiera de ustedes es capaz, porque
nunca hubiera pensado que dirías el nombre de mi novio mientras te acostabas
con su amigo —le digo.
Sus ojos se oscurecen, y sus labios se adelgazan. Da un paso hacia mí.
—No me presiones, Austin.
—¿Qué harás, Celeste? ¿Enviarme de vuelta con mi madre? Tengo
dieciocho ahora. Puedes echarme, pero luego tendrás que explicarle a mi padre
por qué no vivo ya en su casa. —Sonrío—. Y no creo que quieras que sepa
sobre Kellan, ¿verdad?
—¡Tú, pequeña perra!
—¿Por qué me trajiste aquí? —le pregunto, ignorando su ira—. Todos
ustedes están llenos de secretos y mentiras. Entonces, ¿por qué traer a alguien
que tiene el poder de exponer todo?
Me da una risa oscura.
—No tienes ese tipo de poder.
Doy un paso hacia ella.
—Tengo más que tú.
Deja escapar un gruñido y se gira para salir corriendo, golpea mi puerta
detrás, sin darme una respuesta.

—¿Lilly? —grito, entrando a la casa del padre de Cole una hora más tarde.
Después que se fue y tuve mi charla no tan productiva con Celeste, me relajé
en una larga ducha y me tomé mi tiempo preparándome.
—Está en su habitación —dice una mujer con cabello negro azabache y
ojos oscuros.
Blanche siempre está sonriendo.
—¿Cómo está Sophia? —pregunto por su hija.
Blanche y yo nos hemos acercado en el pasado par de semanas. Descubrí
que ha estado con la familia desde antes que Lilly naciera. Solía ayudar a
cuidar a Cole también.
—Está bien. Está en el coro de la iglesia —responde con orgullo.
—Eso es genial. Felicítala de mi parte.
Asiente y me dirijo al piso de arriba. Abro su puerta y entro en su cuarto
rosa
—¿Lilly? —grito.
—Aquí dentro. —La oigo al otro lado del pasillo.
Entro a la habitación de Cole.
—¿Dónde? —pregunto con una risita, preguntándome si está jugando a
las escondidas
—Aquí —dice su vocecita.
La encuentro en su gran vestidor, sentada en el suelo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, sentándome a su lado.
—No puedo encontrar a Hippo.
Su conejito de peluche favorito.
—¿Dónde lo viste por última vez? —Dudo que esté en el armario de Cole.
—Se lo di a Cole para que lo lavara. —Su rostro se entristece—. Derramé
leche sobre él.
—Tal vez esté abajo, en la lavandería —ofrezco.
—Tal vez —dice mientras brotan lágrimas de sus ojos marrones
Me levanto sobre mis manos y rodillas.
—De acuerdo, te ayudaré a buscar aquí primero. ¿Está bien? Luego
bajaremos y veremos allí. —Le acaricio la rodilla mientras una lágrima corre
hacia abajo por su rostro—. Lo encontraremos.
Miro alrededor del armario, sin tener ni idea de dónde podría estar. Está
bastante limpio. No hay muchas cosas en el suelo bajo las que pudiera estar
escondido.
Mis ojos ven una caja marrón en la esquina. No tiene nada escrito, pero
parece fuera de lugar. La alcanzo y luego retiro mi mano, mordiéndome el
labio. No debería fisgonear. Por lo que sé, hay algún pequeño libro negro con
todas las chicas con las que alguna vez se ha acostado. Esa es una cosa que no
quiero encontrar.
—Traté de llamarlo —dice ella con voz aún suave.
—¿Qué tal si lo intento? —Dejando la caja, saco mi nuevo teléfono y
presiono llamar en Shark.
Comienza a sonar, y después del quinto tono, se va al correo de voz.
—Estás llamando a Cole... —Cuelgo y la miro—. Nos llamará de regreso.
Ella baja la cabeza y se pone de pie.
—Iré a revisar mi habitación de nuevo.
Me levanto también y voy a seguirla, pero la caja vuelve a llamar mi
atención. Mirando sobre mi hombro, me aseguro que Lilly se ha ido y me
agacho, quitando la tapa.
Está llena de fotos. Saco una pila y las miro. Son de Cole cuando era más
joven. De alrededor de la edad de Lilly. Está nadando en una piscina interior.
Hay algunas de él sentado a una mesa de cocina con niños de su edad
alrededor. Me detengo en los otros niños para ver si los reconozco como los
chicos del grupo. No estoy segura de cuánto tiempo han sido amigos. En la
siguiente, está inclinándose soplando siete velas. Revuelvo algunas más, pero
me detengo cuando llego a una de él y una rubia mayor. Es bonita. Ojos azul
oscuro y una amable sonrisa. Se encuentra a su lado con una sonrisa
orgullosa en el rostro, y él tiene una medalla de oro alrededor de su cuello. Hay
una piscina en el fondo. Esta debe ser su madre. Y, por alguna razón, parece
familiar.
Voy a través de un par más y me detengo en una foto de Cole, junto con
otros tres chicos y una chica. Los chicos están sonriendo, uno a medio reír,
pero la niña no está feliz. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho y una
mueca en el rostro. Su cadera derecha está empujada hacia afuera, y sus ojos
verdes están entornados mientras mira la cámara.
—No la dejes jugar —le dice el chico al otro.
—No quiero jugar contigo de todos modos —digo, estirándome y empujando
al niño con los ojos azules.
Él me gruñe y me empuja también, haciéndome caer sobre mi trasero. Se
ríen de mí antes de darse la vuelta y alejarse.
¡Soy yo! ¡La niña de la foto soy yo! Lo recuerdo ahora. Mi padre tuvo una
reunión con sus amigos, era la única chica allí, y los chicos no me dejaron
entrar en su estúpido juego.
—No quiero jugar con ella —dice el niño pequeño con los labios tensos.
—Cole, eso no está bien —dice la bonita rubia, inclinándose a nuestro nivel.
—Ella derramó mi jugo, mamá —se queja.
—Eso es porque me tiraste tierra —le digo.
—Cole Ethan Reynolds —lo regaña—. Dile que lo sientes ahora mismo.
Él cruza los brazos sobre su pecho.
—Lo siento —gruñe.
Ella le palmea la espalda y asiente hacia él.
—Ahora juega bien.
La observa alejarse, y luego se vuelve para encararme.
—No lo siento.
—Lo harás —le digo.
Sus ojos azules se estrechan en mí.
—No, no lo haré. —Toma la Barbie de mi mano y le arranca la cabeza y
luego la arroja hacia la tierra, pisándola. Entonces tira su cuerpo a la hierba—.
Diviértete jugando con eso ahora.
Pongo la foto en mi bolsillo trasero con una sonrisa en mi rostro. Incluso
en aquel entonces, Cole Reynolds era un dolor en mi trasero.
—¡Encontré a Hippo! —dice Lilly emocionada, rebotando de nuevo en el
armario. Lo abraza apretado contra su pecho con una gran sonrisa.
—¿Lista para irnos? —pregunto.
Asiente felizmente y me mira. La levanto en mis brazos y la beso
suavemente en la mejilla.
—Vámonos entonces, princesa.
Me detengo en la casa club y veo que el auto de Cole está estacionado
fuera. Lilly y yo entramos mano en mano, y él se levanta del sofá.
—Hola, chicas —dice, extendiendo los brazos. Lilly corre hacia él, y la
levanta, dándole un abrazo.
—Pensé que había perdido a Hippo —le dice.
—¿Qué? Lo puse en tu cama —le dice con el ceño fruncido.
Ella asiente.
—Lo encontré en el suelo.
—Debe haberse caído.
Lilly lo abraza mientras lo miro.
Antes, estaba vestido con pantalón vaquero azul y una camiseta blanca de
manga larga. Ahora lleva una camiseta negra de manga corta y pantalón negro.
Su cabello está húmedo como si acabara de salir de la ducha.
La deja, y sus ojos se encuentran con los míos.
—¿Lista para irnos? —pregunta, caminando hacia mí.
Mis ojos lo buscan por un indicio de a dónde fue o lo que hizo. Pero su
mirada no da nada. Nunca lo hace.
—Si tú lo estás —le contesto.
Asiente.
—Lo estoy.
Luego toma mi mano, y la miro para ver sus nudillos reventados y sangre
seca.
—Cole...
—Shh —susurra contra mis labios.
Sus ojos van y vienen entre los míos.
—¿Qué te dije, cariño?
Arrugo la frente. ¿Qué me dijo?
—¿Cuándo?
Me sonríe suavemente.
—Esa vez cuando fui y te vi nadando en la piscina.
—Que nadie me tocaría de nuevo —digo, recordándolo.
Asiente, deslizando una mano en mi cabello.
—Esa fue una promesa que nunca romperé, Austin. —Luego me besa
gentilmente.
Cuando se aleja, saco la foto de mi bolsillo trasero. La sostengo en contra
de mi pecho por lo que no puede verla todavía.
—Revisé la caja de tu armario.
Sus ojos se encuentran con los míos, e inclina la cabeza con confusión.
—¿Caja…?
—La que está escondida en el rincón. Y encontré una cosa.
—¿Qué?
a la vuelta a la foto, y nos veo a Deke, Eli, Bennett y yo. Éramos
jóvenes. No mayores de siete. Tal vez ocho. Hay una chica en la
foto. Todos estamos sonriendo, y Deke está riéndose. La niña se
ve enojada. Tiene el cabello castaño en una cola de caballo, y
sus ojos verdes se estrechan con ira hacia la cámara.
La veo y luego vuelvo a mirar la foto.
—¿Quién...? —Mis ojos se disparan de vuelta a los de ella, y me sonríe.
Me giro, alejándome de la niña con la que mi mami me obligó a jugar.
No la queremos aquí.
También tuve que jugar con ella ayer. Sin mis amigos, y nadamos. No dejó
de hablar de muñecas.
Cierro los puños. Mi mami me hizo pedirle disculpas. Pero no lo siento.
Desperdició mi jugo. Y le arrancó la camisa a Deke cuando tiró de ella antes
mientras jugábamos. Celeste nos hizo dejarla jugar con nosotros.
—¿Cole? —Deke me llama desde el columpio.
Voy a caminar hacia él, pero soy empujado al suelo.
—¡Oye! —Me vuelvo sobre la espalda para mirar a la niña.
Ella apunta su dedo hacia mí.
—¡Arruinaste mi muñeca! —grita.
—¿Austin? —El mejor amigo de mi papá, Bruce, le grita mientras se acerca
a nosotros—. ¿Acabas de empujarlo?
Ella cruza los brazos sobre su pecho.
—Arruinó mi Barbie. —Resopla.
Él deja escapar un gruñido y luego la agarra por el brazo. Ella grita, y él
baja su rostro hacia el suyo. Le dice algo y luego se aleja. Ella llora suavemente
mientras la arrastra de vuelta a la casa.
—Esa eras tú —le digo, mirándola con los ojos abiertos.
Asiente una vez, sonriendo.
—Esa era yo. Por cierto, me debes una Barbie.
Me acerco y le tomo la mejilla. La sonrisa cae de su rostro. Ella estuvo ahí,
en mi armario, todos esos años. Nunca vi esas fotos. Mi madre las tenía en su
armario. Cuando murió, él tiró todas sus cosas para que sus putas no las
vieran, pero yo conservé esa caja. Nunca hurgué en ella porque era demasiado
doloroso verlas. Hay algunas de mi madre y de mí, y odiaba no tener una que
mostrarle a Lilly de ellas juntas. Casi las quemé muchas veces.
—Te debo muchas cosas —digo honestamente, y frunce el ceño. Bruce la
arrastró ese día a la casa, y nunca la volví a ver. La envió de vuelta con su
madre. En ese entonces, estuve agradecido. La odiamos. Era una niña.
Pensamos que tenían piojos y que no podía jugar con nosotros. Pero ¿qué
tal si no la hubiera metido en problemas? ¿Se habría quedado con Bruce y
Celeste? Si hubiera sido así, el enfermo novio de su madre nunca la habría
tocado. Ni golpeado. Se hubiera enterado de Lilly con el tiempo, y la habría
tenido todo el tiempo.
—¿Cole? —Llama mi atención. Parpadeo—. Siento si estás enojado porque
revisé tu caja...
—No estoy enojado. —Lejos de eso. Me inclino y la beso.

Las cosas fueron diferentes después que dejé el grupo. Austin y yo


parecíamos estar en nuestro pequeño mundo propio todo el tiempo. Pasábamos
cada momento que podíamos juntos y con Lilly. Ella y Becky traían a Lilly a
nuestros encuentros. Blanche se cortó, y Austin la llevó a la escuela y la
recogió.
Andábamos uno con el otro en la escuela, pero eso no era nada nuevo.
Simplemente no era más para el espectáculo. Era porque queríamos tocarnos
uno al otro. Besar al otro. Pasábamos las noches en casa de mi padre. Él
nunca dijo una palabra al respecto y tampoco Celeste. Creo que ella está
atravesando alguna crisis de mediana edad. Incluso a edad temprana. Kellan
está bebiendo mucho y estropeando su camino en la secundaria.
Así que mi conjetura es que todo lo que tenían se congeló.
—Entonces, chicas ¿están listas para mañana por la noche? —les
pregunta Deke mientras nos sentamos en nuestra mesa en la cafetería.
Austin asiente, y Becky sonríe.
—¿Qué haremos después? —pregunta.
Pongo mi brazo sobre la espalda de Austin.
—No sé ustedes, chicos, pero nosotros volveremos a la casa club.
Hemos pasado mucho tiempo allí últimamente, y nunca he sido más feliz
desde que compré ese granero en ruinas.
Becky frunce el ceño.
—No puedes irte de fiesta del baile de graduación.
—Oh, iremos a la fiesta —le digo, inclinándome y enterrando mi rostro en
el cuello de Austin.
Austin se ríe y me aleja.
—Estoy de acuerdo con Becky. Hay una tonelada de fiestas en marcha.
Deberíamos ir a una.
—¿Por qué iría a una fiesta con gente que no me gusta cuando puedo
pasar la noche a solas contigo? —Estoy completamente obsesionado con Austin
Lowes. Patético, ¿verdad? Pero no estoy sorprendido cuando finalmente pude
admitirlo para mí mismo. Toda la maldita escuela también lo sabe. Bueno no
doy una mierda de lo que piensen los demás.
—Porque es nuestro baile de graduación, y eso es lo que hacemos —
responde Becky.
Miro a Deke.
—Ayúdame.
—Ya le dije a Becky que podemos hacer lo que quiera —dice, recostándose
en su silla.
Suspiro.
—Patético.
Austin me golpea en las costillas, y toso como si me doliera.
—Creo que es dulce que ponga sus deseos primero.
Sonrío.
—Ambos sabemos que siempre te doy lo que quieres primero.
—¡Cole! —protesta, haciéndonos reír a todos.
—Bien —digo, levantando las manos.
—Podemos ir a una fiesta. —Becky aplaude emocionada—. Pero te
quedarás a pasar la noche conmigo.
Ella se inclina, besando mis labios suavemente.
—Supongo. Ya que lo pediste amablemente y todo.
Agarro su nuca.
—Te encanta que no te pregunte. —Entonces la beso como quiero.
Posesivamente.
—¿Cole?
Me separo y veo a Bennett y a Shane sentados en la mesa. Supongo que
pueden decir que lo arreglamos, pero todavía no somos como éramos.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Estaba haciendo una investigación, y parece que Bruce compró la
compañía de Jerrold y Jeff.
—¿Cómo es posible? —pregunta Austin—. Están muertos.
El asiente.
—Sí, pero parece que Jerrold vendió las acciones de Jeff a Bruce después
que desapareció.
—¿Cómo es que hasta ahora no sabíamos nada de eso? —pregunta
Deke—. Jeff ha estado muerto por tres meses. Jerrold hace poco más de un
mes.
—No estoy seguro de por qué le tomó tanto tiempo hacerse cargo, pero...
—Hace una pausa.
—¿Pero, qué? —pregunto.
—Vacié todas sus cuentas. Bruce tiene que saber que el dinero se fue.
Cuando terminé con eso, no quedó nada.
—¿Puede rastrearte? —pregunta Austin preocupada.
Niega.
—Cubrí mis huellas, pero eso no significa que no sea suspicaz.
Especialmente teniendo en cuenta cómo murió Jerrold.
La muerte de Jerrold fue clasificada como un trágico accidente. ¡Trágico,
mi trasero! Pero el padre de Austin todavía sospechó. Demasiadas cosas les
estaban pasando a las personas con las que estaba haciendo negocios. No
tengo duda que eventualmente comenzará a conectar los puntos. Pero nos
habremos ido de aquí para entonces.
—Entonces, ¿qué hacemos? —le pregunta ella.
—Todavía estoy haciendo mi tarea. Por el momento, no hay nada que
podamos hacer. Solo quería decírselo a todos. —Asiente. Miro a Austin y abro
la boca cuando habla de nuevo—: ¿Puedo hablar contigo, Cole? —Se levanta,
sin siquiera esperar mi respuesta.
—Ya vuelvo. —Suspiro y me levanto, siguiéndolo fuera de la cafetería y a
la sala vacía—. ¿Qué sucede? —pregunto cuando lo veo apoyado en un
casillero.
—El reto final.
—¿Qué pasa con eso?
—Tenemos que hacerlo.
—No…
—Solo escúchame —me interrumpe.
—Austin ya no es un peón en este juego —gruño—. No la usaré para
conseguir joder a Bruce. —Luego le doy la espalda y empiezo a caminar de
nuevo a la cafetería.
—La matará.
Me detengo y vuelvo a girar para enfrentarlo.
—Bennett...
—Ambos sabemos de lo que es capaz. Y cuánto te odia. —Pasa una mano
a través de su cabello—. Todos en esta ciudad saben que amas a Austin.
Me trago eso. Ya no lo niego, pero todavía no nos lo hemos dicho. Nos
queda menos de un mes de clases, y entonces se mudará conmigo a Texas. Su
aceptación fue mejor que escuchar las palabras te amo. Después de todo, son
solo palabras. Sus acciones dicen más de lo que nunca podrían significar.
—¿A qué te refieres, Bennett? —gruño.
—Estoy tratando de decirte que incluso él sabe que ya no estás fingiendo.
Ya intentó matarte una vez y fracasó. Esta vez, no irá por ti. Irá a por ella. Y
tendrá éxito.
—¿Qué sugieres que haga? —gruño.
—Déjala ir.
Niego.
—Eso la arriesga a estar en peligro.
—Ya es un objetivo, Cole.
—Dije que no, Bennett.
Suspira como si estuviera decepcionado.
—Pero podemos hacer el reto final —le digo, tomando una respiración
profunda—. Solo lo cambiaremos.
—¿Y Kellan?
—¿Qué pasa con él? —le digo con el sonido de su nombre.
—¿Lo traemos de vuelta, o lo dejamos fuera?
El último reto se decidió antes que Austin entrara en mi vida, pero incluso
ahora, tenerla no cambia el plan. Bruce debe morir. Especialmente desde que
intentó matarme. No puede salirse con la suya, y no puedo dejar que toque a
Austin. Moriría protegiéndola.
Este reto era la excepción. Justo como le dije a Jeff. No necesitamos hacer
esto. Sabíamos lo que haríamos antes que nuestro último año incluso
comenzara.
—No confío en él —decido decir.
Asiente.
—Es tu turno.
Vuelvo a la cafetería y me siento al lado de Austin. Ella me mira.
—¿Todo bien? —pregunta.
Asiento y miento.
—Sí.

—Tu vestido es precioso —le digo, mirando a Becky mientras estamos en


mi habitación. Eligió un vestido champagne de sirena sin tirantes. Muestra su
talla delgada y se ensancha en la parte inferior. Le encanta verlo volar cuando
gira.
—Gracias. —Sonríe—. ¿Cuándo te vestirás? —pregunta mirando la
sudadera con cremallera de Cole que todavía uso y los pantalones de yoga.
—Tan pronto como termine mi maquillaje. —Me inclino y delineo mis
labios con el profundo color rojo y luego los relleno para que coincida.
Un golpe fuerte suena en mi puerta, y la miro frunciendo el ceño. Cole
nunca llama, y Celeste se mantiene alejada de mí.
—Entre —digo.
Mi padre entra, y me enderezo. Sus oscuros ojos marrones tienen su
habitual mirada de impaciencia.
—Becky, necesito hablar con Austin —le dice.
—Claro, señor. —Asiente una vez y luego sale de la habitación.
Me giro para enfrentarlo, dándole mi plena atención. No hablamos mucho,
y lo prefiero así. Todavía no le he dicho lo de Celeste o que sé que Lilly es mi
media hermana. Decidí guardármelo.
Mi boca grita al respecto. Mi padre ya intentó lastimar a Cole una vez.
Pero nadie sabe la razón exacta. Podríamos suponer todo el día, pero eso no es
suficiente. Hubo un tiempo en que no me hubiera importado lo que le pasara a
Cole, pero las cosas cambiaron. La gente cambia. Él y Lilly se convirtieron en
las personas más importantes para mí, y me niego a darle más poder de lo que
el bastardo ya tiene sobre las personas en mi vida.
—Quiero hablar contigo sobre tu futuro —afirma.
—¿No puede esperar hasta otro momento? —pregunto, dándole la espalda
y dirigiéndome hacia el espejo.
—No —gruñe—. Me iré mañana para Nueva York y estaré fuera por unas
pocas semanas. Me gustaría dejar esto resuelto antes de irme. Casi será tu
graduación cuando regrese.
Me abstengo de sonreír, sabiendo cuán cerca estamos de la graduación.
Qué tan cerca estoy de salir de aquí.
No espera que le dé luz verde.
—¿Cuáles son tus planes para después de la graduación?
—No estoy segura —miento.
Suspira.
—¿La universidad?
—Es lo más probable. —Honestamente, no sé lo que quiero hacer con mi
vida además de estar con Cole y Lilly. Nunca he sido de planear porque los
planes nunca parecen funcionar. La vida pasa, y las cosas se interponen en el
camino.
—Bueno... ¿A dónde te gustaría ir? —pregunta.
Lentamente me giro para enfrentarlo.
Mis ojos se entrecierran con sospecha.
—No lo he decidido. —Otra mentira.
Asiente como si me creyera, pero sus ojos oscuros dicen lo contrario.
—¿Qué pasa con la Universidad de Texas? —pregunta. Mi corazón
comienza a palpitar en mi pecho, y trago nerviosamente—. Es una gran escuela
—continúa con mi silencio—. Están clasificados muy altos en natación. —
¿Cómo lo sabe? Cole y yo no se lo hemos dicho a nadie excepto a Deke y a
Becky, y eso es solo porque confiamos en ellos. Nunca se lo dirían a otra
alma—. De todos modos. —Mete la mano en el bolsillo de su chaqueta de traje
y saca un plegado trozo de papel. Es un cheque—. Decidí que, ya que no te
compré nada por tu cumpleaños, te ayudaría a irte a la universidad.
¿Pensé que Celeste había dicho que tenían un viaje para mi cumpleaños?
No importa, no lo usaré.
Extiende la mano derecha. Yo solo miro fijamente el cheque en ella. Lo
sacude un poco.
—Adelante. —No me muevo porque no sé lo que está haciendo. Los chicos
no son los únicos tiburones en este pueblo. Crecieron en un océano lleno de
ellos—. Solo lo dejaré aquí. —Lo pone en mi cama y se endereza la corbata,
luego gira y sale.
Han pasado dos horas desde que mi padre dejó el cheque en mi
habitación. Lo metí en un cajón sin siquiera mirarlo. Con miedo de ver lo que
escribió en él. Tanto como sé, podría decir cualquier cosa a partir de los diez
hasta los cien mil dólares. Leerlo le haría pensar que en realidad estoy
considerando su oferta. No es así.
—¿Estás bien? —pregunta Becky por quinta vez.
—Sí —sigo mintiendo, pasando las manos sobre mi vestido.
—El rojo es tu color —dice, y sonrío, sabiendo que así se siente Cole.
—Gracias —le digo.
El timbre de la puerta suena, y Becky sonríe.
—Iré y la abriré. —Sale corriendo de mi habitación.
Cerrando los ojos, respiro hondo. Necesito aclarar mi cabeza. Olvidarme
de mi padre y de este juego que de repente está teniendo conmigo. No me ha
dicho más de diez palabras en tres meses, ¿Y ahora me da dinero para ir a la
universidad? ¿La misma escuela a la que irá mi novio? Lo sabe. Tiene que
hacerlo. ¿Pero cómo? ¿Sabrá que Lilly también va? ¿Liam intentaría detenerla
para que no se fuera con Cole? No veo por qué lo haría.
Abro los ojos para ver a Cole de pie en mi habitación. Esos ojos azules
subiendo y bajando por mi vestido. Como antes, todavía están nublados, pero
sé lo que está dentro de él. Su corazón. Su alma. Cole y yo podemos no tener
una relación tradicional, pero no lo cambiaría por nada. Es mío. Y yo soy suya.
Es la única cosa de la que he estado segura en mi vida.
—Hola, cariño —dice, viniendo a mí. Su mano toma mi mejilla.
—Hola, nene —le digo, y sonríe.
—Te ves hermosa. —Baja sus labios a los míos—. Como sabía que te
verías.
—Tú también —digo, levantando mis manos en su traje negro con una
corbata roja para que coincida con mi vestido. El hombre podía usar cualquier
cosa y ponerme de rodillas.
Sus ojos buscan los míos, y frunce el ceño.
—¿Qué pasa?
—Nada —le contesto.
Deja escapar un largo suspiro.
—Sabes que odio cuando me mientes.
Pongo los ojos en blanco.
—No es nada…
—Austin.
—Hablé con mi padre antes —le digo, renunciando.
—¿Y?
—Y fue raro.
—¿Cómo? —me insta.
—Me preguntó por mi futuro. Si estaba planeando ir a la universidad.
Mentí, pero parecía saber eso.
Se ríe.
—Bien, eres una horrible mentirosa.
Mis ojos se estrechan.
—Luego pasó a decirme que la Universidad de Texas era una buena
escuela. Que tenía altos rankings en natación. —Su risa muere—. Luego trató
de darme este cheque. —Voy a mi cómoda y abro el cajón. Lo sostengo.
Se me acerca y lo arrebata de mi mano. Abriéndolo, lo mira.
—¿Te dio esto? —Niega—. ¿Esta noche?
—Hace unas dos horas. —Saca el celular de su traje y se lo coloca en la
oreja.
—¿A quién llamas? —pregunto.
—A Bennett.
—¿Por qué?
Me pasa el cheque, y lo leo. Está hecho para mí por cincuenta mil dólares.
Pero es la escritura de Celeste.
—Hola, hombre, necesito un favor —dice dándome la espalda—. Esas
cuentas de las propiedades de JJ. Necesito que las compruebes otra vez —
ordena.
—¿Qué es eso?
No me responde.
—¿Estás seguro? —pregunta y luego asiente—. Bien. Gracias. —Cuelga su
teléfono mientras la puerta que mi dormitorio se abre.
Deke y Becky entran.
—¿Qué les está tomando tanto tiempo? —pregunta.
Cole levanta el cheque.
—Bruce le dio este cheque a Austin. Cincuenta mil para ir a la
Universidad.
—Eso fue bueno del bastardo. —Resopla Deke.
—Para la Universidad de Texas —añade Cole, y los ojos de Deke se
estrechan—. Y la mejor parte. Es un cheque de las propiedades de JJ.
Los ojos de Deke se abren.
—¿Hablas en serio?
—¿Por qué importa eso? —pregunto, mis ojos van y vienen entre ellos.
—Porque… —Cole se vuelve hacia mí—. Las propiedades de JJ son la
compañía de la que Jerrold y Jeff eran dueños. Y Bennett acaba de revisarlas y
me informó que solo veintitrés centavos permanecen en las cuentas conjuntas.
or qué le daría un cheque sin fondos? ¿Por qué darle un
cheque en absoluto? Está metiéndose con ella, pero, ¿por
qué? Ha vivido aquí durante cuatro meses, y la ignoró el
noventa por ciento de las veces.
¿Qué cambió?
Sé la respuesta a esa pregunta: yo. Como dijo Bennett, toda la ciudad
sabe lo que siento por ella. Y toda la ciudad sabe que Bruce me odia.
Le regreso el cheque y lo doblo antes de guardarlo en el bolsillo de mi
traje.
—Vamos. —Tomo su mano.
—¿Qué significa eso? —pregunta con preocupación en la voz—. ¿Por qué
iba a darte un cheque que no tiene fondos?
—No lo sé —le respondo.
—Porque es un maldito bastardo —gruñe Deke.
Comenzamos a bajar las escaleras.
—Cole...
Me detengo y me vuelvo para mirarla.
—No te preocupes por eso, cariño. Lo descubriré.
Ella asiente, pero veo la vacilación en sus ojos verdes. No me cree, pero lo
que Austin Lowes no sabe, es que no me rendiré.
Austin está callada durante la cena. Las chicas eligieron un restaurante
de mariscos que fue inaugurado recientemente. Pensé que ayudaría a
animarla, pero no lo hizo. Puedo ver su mente trabajando por la forma en que
mira fijamente al espacio. Y odio no saber qué infiernos está tramando Bruce.
Cuando llegamos a la escuela, ya está un poco mejor. Su sonrisa parece
real, y realmente está haciendo contacto de ojos conmigo.
—Vaya… —dice Becky mientras entramos en el gimnasio—. Hicieron todo
lo posible. —Inclina la cabeza hacia atrás y mira las decoraciones.
—Sí. Bonito —Concuerda Austin.
Nos llevan a una fila, y una por una, cada pareja va y se para en frente de
un telón de fondo para tomarse una foto.
Una vez hecho eso, levanto la vista para ver a Bennett y a Shane
caminando hacia nosotros. Ambos solos.
—¿Dónde están sus citas? —pregunto.
—En el baño —responde Shane.
Deke y Becky se unen a nosotros apenas terminan con su foto.
—¿Podemos hablar con ustedes, chicos, por un segundo? —pregunta
Bennett.
Mi mandíbula se aprieta. Sé por qué me quiere solo. Quiere hablar del
cheque que Bruce le dio a Austin. No estoy de humor.
—No —le digo.
Agarro la mano de Austin en la mía y la muevo un paso lejos de ellos, pero
es la mano de Deke la que aterriza en mi pecho.
—Simplemente tomará un segundo.
Mis ojos se estrechan a los suyos. Él planeó esto. Estaba enviando
mensajes de texto en su teléfono mientras la limusina se dirigía al restaurante,
y Becky le preguntó varias veces con quién estaba hablando, pero nunca le
respondió. Ahora, sé por qué.
—Deke...
—Adelante, nene —me interrumpe Austin—. Becky y yo esperaremos aquí.
—Se aleja de mí y se gira para hablar con Becky.
Todos los chicos caminan de regreso hacia la puerta por la que acabamos
de entrar, y los sigo con las manos en puños.
—¿Qué? —exijo al entrar en el silencioso pasillo—. Será mejor que esto no
se trate de Austin y yo.
—Lo es —dice Bennett—. Necesitas retroceder.
—Ya te dije que no.
—Cole —comienza Deke—. Confía en mí, en nosotros cuatro, sé lo difícil
que es alejarse de alguien que amas, pero esto es lo único que queda por hacer
en este punto.
—¡No lo es!
—Lo es —argumenta—. Bruce está en un juego con ella que no
conocemos. Kellan está fuera de control. Está bebiendo todo el tiempo, faltando
a la escuela, y le importa una mierda la natación. Nunca va a las prácticas. Si
no despierta, terminará perdiendo su beca.
—Me importa un carajo lo que pierda.
—Tiene que estar trabajando con Bruce —habla Shane finalmente—.
Nadie más le diría a Bruce que planean ir a la Universidad de Texas juntos.
—¿Cómo sabes malditamente lo que haremos? —exijo, volviendo a él—.
Solo se lo dijimos a Deke y a Becky. —Giro de nuevo para enfrentar a Deke—.
¿Se lo dijiste a todo el mundo? —grito.
—¡Cole! —Bennett levanta la voz, y lo miro—. Sumé dos y dos cuando me
llamaste sobre el cheque que su padre le dio.
—Bien…
—Todo el mundo sabe dónde sacaste tu beca. Estoy seguro que todos
asumieron que ella iría contigo.
—No pensé en eso —admito con un gruñido.
—Eso es porque estás muy cerca. Da un paso atrás —continúa Bennett.
—¿Y qué pasa si la lastima? —Niego—. No puedo correr ese riesgo.
—Bruce está a punto de irse a Nueva York por unas semanas. No le puede
hacer nada mientras esté fuera. Pero Kellan... creemos que es cuando hará su
movimiento.
—Cole… —Shane traga nerviosamente.
—¿Qué?
—Ese reto que le tocó a ella... No fue mío. —Abro la boca para preguntar
de qué mierda está hablando, pero continúa—. Kellan me hizo escribir ese reto.
Así supo que me pertenecía cuando le preguntaste qué significaba.
Me acerco a él, pero Deke me tira de un tirón atrás.
—Estás malditamente...
—No iba a dejar que la lastimara —dice rápido.
Me zafo de Deke y paso una mano a través de mi cabello. El reto no
importa. Ella no lo hará. Está fuera del grupo.
—Entonces, ¿qué esperas que haga? —pregunto en una pérdida.
Deke se encoge de hombros.
—Es difícil decirlo. En este punto, creo que todavía quiere lastimarte, e irá
tras Austin para lograr eso. Todos sabemos que no lastimará a Celeste. Pero…
—¿Pero, qué? —exijo.
Me mira.
—Pero si das un paso atrás, puede que no toque a Austin en absoluto.
—Esa es una gran apuesta —le digo.
—Estoy de acuerdo, pero, ¿qué otra opción tenemos? —Deke pone su
mano en mi hombro—. Tienes que decidirlo ahora mismo, Cole. ¿Qué es más
importante? Pasar el próximo mes con ella o el resto de tu vida. Porque todos
tenemos la sensación de que no obtendrás ambas cosas.

—Bueno, eso no duró mucho —dice Becky mientras mira a Bryan y a su


cita para el baile de graduación. No es Kaitlin.
—Le dije que solo saliera con ella por un par de semanas. Pensé que para
entonces el reto habría volado. —Ella niega con una risa.
—Esas dos semanas fueron una falsa relación, y aún logró engañar al
chico. No es de extrañar que se deshiciera de ella antes.
Sí. Lo chantajeé para que volviera con ella, y ella aún se las arregló para
arruinarlo. Creo que están hechos el uno para el otro.
—Hola, nene —dice Becky mientras los chicos vuelven para unirse a
nosotros.
Le doy una sonrisa a Cole, pero no me la devuelve.
—¿Estás bien? —pregunto, frotando la parte superior de su brazo.
No responde.
—¿Quién quiere divertirse un poco? —pregunta Deke, sacando un frasco
plateado de su bolsillo.
Becky se ríe.
—¿Qué hay ahí dentro?
—Fireball. —Me guiña un ojo—. Sé cuánto les gusta esta mierda a ustedes
dos. —Asiente a la mesa—. Ve por un vaso de ponche.
Me alejo de Cole y me acerco a la mesa con el mantel blanco.
—¿Qué está pasando con Cole? —pregunta Becky, llenando un vaso a tres
cuartos de ponche.
—¿Quién sabe? —Suspiro. No pensé que estuviera tan molesto por lo que
mi padre hizo, pero tal vez estaba equivocada.
Lleno un vaso, y vamos de regreso a ellos. Deke da una mirada rápida
alrededor para ver si hay maestros antes de quitar la tapa y verter un poco en
mi vaso. El baile empezó hace más de una hora, pero no tenemos prisa en ser
los primeros aquí. No planeamos quedarnos mucho tiempo de todos modos.
Todos decidimos anoche solo hacer una aparición y luego huir. Lo mejor sobre
la graduación son las fiestas posteriores de todos modos.
Si quisiéramos bailar, todos podríamos usar nuestras identificaciones
falsas e ir a los clubes en los pueblos de los alrededores.
Giro mi vaso para mezclar la bebida y tomar un sorbo. Suelto un suspiro
por el sabor. El ponche de frutas y canela no es la mejor combinación, pero es
todo lo que tenemos por el momento.
—¿Quieres una bebida? —ofrezco a Cole. No es como si fuera a conducir
esta noche. Los chicos alquilaron una limusina.
Ni siquiera me mira, solo niega.
Me vuelvo para enfrentarlo totalmente.
—¿Estás enojado conmigo?
Me mira.
—No. —Su respuesta sale plana.
—No dije nada —digo, solo por si acaso piensa que lo hice.
Él suspira pesadamente.
—No dije que lo hubieras hecho.
—Entonces, ¿por qué estás tan frío? —Tomo otro trago.
Sus ojos se estrechan en mí.
—No lo hago.
—Lo haces —discuto, tomando otro trago.
Se acerca y toma el vaso de mi mano. Protesto mientras se lo da a
Bennett. Él lo mira durante un largo segundo antes de darle un trago. La
mirada que me da después me dice que no lo beberá más.
“Here with you” de Sick Puppies empieza a sonar, y Cole me agarra ahora
con sus manos libres y empieza a arrastrarme hacia la pista de baile.
—¿Cole? —susurro con dureza, tratando de poner mis tacones en el suelo
del gimnasio. Ellos solo se deslizan—. Cole. —Se detiene y me gira para
enfrentarlo—. Ninguna otra persona está bailando, nene. —Miro alrededor
nerviosamente mientras todos comienzan a mirarnos. El gimnasio está lleno de
estudiantes, pero la mayoría están amontonados contra las paredes o están en
línea para tomarse la foto.
—Me importa una mierda lo que estén haciendo —dice rotundamente.
Entonces toma mi mejilla—. Quiero bailar contigo.
Una suave sonrisa se extiende por mi rostro.
—Me sorprende que sepas bailar —digo sinceramente.
Envuelve su brazo derecho alrededor de mi lado, acercándome a él con su
mano en mi espalda. Su mano izquierda toma mi mano derecha.
—Mi madre me enseñó —dice, haciendo que la sonrisa caiga de mi rostro.
—Lo siento —le susurro.
—No lo hagas. —Baja la cabeza para acariciar mi cuello—. Eres la única
mujer con la que alguna vez he bailado además de ella.
Sonrío mientras retiro mi mano de él y las envuelvo alrededor de su cuello.
Otras parejas se unen a nosotros en la pista de baile, y veo a Deke y a
Becky venir a bailar junto a nosotros. Ella se ríe de algo que él dice antes de
tirar de ella hacia él.
Cole aparta su rostro de mi cuello y me mira. Le doy una suave sonrisa.
Nos detiene y toma mi mejilla. Mi sonrisa cae lentamente de mi rostro y se
convierte en un ceño fruncido.
—Dime lo que está mal. —Miro rápido a Deke, pero tiene la lengua en la
garganta de Becky—. ¿De qué querían hablar los chicos?
—De nada importante.
—Cole...
—No, Austin. —Desliza su mano en mi cabello. Usé este vestido por una
razón: para que pudiera sus dedos a través de él. Inclina mi cabeza hacia
atrás—. Solo disfrutemos esta noche. ¿Está bien?
Mis ojos lo buscan, y no me gusta lo que ven, pero digo:
—Está bien.
Baja su rostro al mío y me besa.

Me despierto con un fuerte dolor de cabeza y dolor de cuerpo. Gimo,


rodando y hundiendo mi cabeza en la almohada.
—¿Estás bien? —Escucho preguntar a Cole, y luego siento su mano en mi
espalda desnuda.
—Bebí demasiado anoche —mascullo.
Se ríe, luego lo siento salir de la cama. Después del baile, terminamos
yendo a dos diferentes fiestas antes de llegar a la casa club. Cole no tomó un
sorbo, pero Deke se emborrachó tanto como Becky y yo.
—Aquí.
Me giro y levanto la vista para verlo de pie junto a la cama, vestido con un
bóxer negro. Y eso es todo. Un vaso de agua en una mano y dos Advil en la
otra. Sentándome, los tomo de sus manos.
Lo veo darme la espalda, pasándose la mano por el cabello. Está al borde
desde su charla con los chicos anoche cuando llegamos del paseo. Incluso las
fiestas no lo animaron como pensé que harían. Se quedó a mi lado todo el
tiempo, y callado. Incluso ignoró el borracho trasero de Deke cuando se volvió
más fuerte.
Tragando las pastillas, bajo el vaso a mi regazo.
—¿Qué pasa, Cole?
—Nada —responde. Su espalda está hacia mí, y camina hacia el baño.
—Eres tan mal mentiroso como yo. —Lo conozco ahora—. ¿Por favor? Solo
dímelo. Lo que sea. Quiero saber.
Se detiene y suspira pesadamente.
—Los chicos quieren que me retire.
—¿Retirarte de qué? —pregunto confundida.
Se vuelve para mirarme.
—De ti.
Estrecho los ojos.
—¿Quieren que me dejes? —aclaro.
Se pasa una mano por el cabello.
—Piensan que esa es la única manera en que estarías segura.
—¿De quién? —exijo.
—De Kellan. De tu padre.
—No les tengo miedo —resoplo.
Se acerca a la cama y se sienta a mi lado. Pasa la mano a través de mi
cabello. Bueno, lo mejor que puede.
Está enredado por sus manos anoche.
—Yo tampoco les tengo miedo, pero quiero mantenerte a salvo.
—¿Y crees que romper conmigo es la única manera? —pregunto, cruzando
los brazos sobre mi pecho.
—Creo que tienen un punto.
—¿Qué pasa con mi punto?
—Austin... no.
—No. No lo hagas, Cole. —Abre la boca, pero sigo—. ¿Cuándo tendré una
opinión? ¿Cuándo voy a decidir lo que pasa en mi vida?
—Cuando tengas sentido —gruñe, sus ojos se estrecharon sobre mí.
Resoplo.
—Cortarme el brazo es no tener sentido. Robar un auto no tuvo sentido.
Se pone de pie.
—Robé ese auto como un seguro. Tuve el puto perfecto sentido.
—¿Seguro sobre qué? —exijo, recogiendo el agua y poniéndome de pie. La
habitación se balancea, pero logro no caer como una idiota con resaca.
—Ya no importa —dice.
—¡Lo hace! —grito, molestándome—. Es todo lo que importa ahora. Hay
tantas mentiras y secretos que no puedo seguirlos. Deke fue el único de
nuestro lado, y de repente, ¿quiere que te alejes de mí? —Niego—. Tiene que
haber una razón. Y me vas a decir por qué. He aguantado suficiente mierda
para saber a lo que me enfrento.
Sus ojos se estrechan en los míos, y arqueo una ceja, sin retroceder. Él
mira hacia otro lado, y sé que gané cuando su mandíbula se aprieta.
—Ese auto pertenece a Bruce.
—¿Qué? —Jadeo—. ¿Por qué robarías el auto de mi padre? —exijo.
Sus ojos vuelven a los míos.
—Lo guarda en un almacén que posee mi padre. Lo robé para garantizar
que no lo te enviaría de vuelta.
—No tienes ningún sentido, Cole —gruño.
Da un paso hacia mí.
—Esa noche en la cena mientras tú y Celeste estaban lavando los platos,
me dijo que te enviaría de vuelta con tu madre con veinte mil dólares. Le pedí
que te entregara a mí. Que me dejaba ocuparme de ti, te mantendría fuera de
problemas.
—No soy un puto juguete —le dijo.
—Lo eras en ese momento —gruñe de regreso.
Cierro mis manos en puños.
—Me dijo que no. Ahí es cuando le informé que tenía algo que quería.
Saqué la llave de su auto y le dije que podría tenerlo de vuelta después de la
graduación si te dejaba quedarte aquí. —Me sonríe—. Y aceptó.
—Es por eso que no me envió de vuelta después que me suspendieron —le
susurro.
Asiente.
—Tú, bastardo.
—No entiendes...
—No. ¡Supongo que no lo hago! —Voy la barandilla que da hacia el primer
piso. Agarro mi chaqueta negra y me la pongo.
—No es como si no supieras mis intenciones —dice detrás de mí—. Ni una
sola vez pretendí preocuparme por ti.
Me estremezco ante sus palabras y saco la camisa de mi bolsa.
—Eso fue obvio cuando me cortaste el brazo.
—Austin...
—O cuando hiciste que tu mejor amigo grabara un video en el que me
arrastraba por todas partes. —Tiro la camisa sobre mi cabeza sin siquiera
molestarse con un sujetador—. No olvidemos la grabación teniendo sexo en el
baño.
—Las cosas cambiaron.
Me giro para enfrentarlo.
—¿Qué en el infierno cambió, Cole? —exijo—. Porque me parece que
todavía es lo mismo. —Sus ojos se estrechan sobre mí—. Todavía estamos en
un juego. Solo que a un diferente nivel. Y haces lo que sugieren tus amigos.
—No recibo órdenes de ellos —dice gruñendo.
Me rio mientras saco mi pantalón corto de mi bolso. Subiéndolo por mis
piernas, digo:
—Te dicen que te alejes de mí, y realmente quieres hacerlo. Suena como si
te estuvieran dando órdenes.
—Tiene sentido —argumenta—. Tienen un punto. Tu padre está sobre
nosotros.
—¡No me importa! —grito, lanzando las manos a mi lado—. ¿Qué hará?
¿Darme un cheque falso? ¿Y qué? No importaba si fuera real, todavía no lo
aceptaría. No lo necesito. —Entre las tres cuentas de Jerrold y Jeff, cada uno
teníamos lo suficiente para vivir cómodamente. Bueno, yo al menos. No tomo
mucho para sobrevivir—. Has estado alimentándome con esas líneas de mierda
de cómo quieres que vaya a Texas contigo, y de repente, quieres deshacerte de
mí.
—Todavía quiero que vayas a Texas conmigo. —Se pasa la mano por el
cabello nerviosamente—. Tenemos un reto final por hacer. No te quiero cerca
de mí cuando lo hagamos. Es demasiado arriesgado.
Empujo mi cadera derecha y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—¿Hiciste un reto sin que estuviera presente? Porque lo último que
recuerdo es que todos ustedes rompieron el grupo.
Niega suavemente.
—No hicimos nada para este. Se decidió mucho antes que llegaras.
No me gusta el sonido de eso.
—¿Y qué es?
—No te lo puedo decir...
—¡Cole! —Me mira fijamente. Sus ojos se nublan y su mandíbula se
aprieta—. ¿Qué es? —exijo, dando un paso hacia él.
Deja escapar una larga respiración.
—Matar a tu padre. —Solo lo miro fijamente—. Merece morir por lo que le
hizo a mi madre. Por aprovecharse de ella. Por tratar de matarme y tener éxito
matando a tres de mis mejores amigos. Pero también merece morir por lo que
te hizo. —Trago—. Por hacerte quedarte con tu madre. —Niega—. Te merecías
algo mejor que eso, Austin. Algo mejor que yo. Y no puedo tenerte cerca de mí
cuando termine eso. No quiero que te involucres. O que te lastimes. Eso
derrotaría el propósito. —Sus ojos buscan los míos. Todavía no digo nada—.
Esto es solo temporal. Para darles un tipo diferente de espectáculo.
Respiro hondo, me giro, agarro mi bolso, y bajo las escaleras. Esta vez, no
me sigue, y presiento que tampoco planea hacerlo.
Está oficialmente terminado. El juego terminó.
Odio que las lágrimas piquen mis ojos. Que Cole Reynolds me haga sentir
algo que nunca pensé que sentiría. Tomó de mí, pero también di cosas
voluntariamente que nunca podré recuperar. Una es mi corazón. Simplemente
lo rompió.
Y no tiene nada que ver con el reto que planea hacer con mi padre. Está
en lo cierto, ese bastardo merece morir por lo que hizo.
an pasado dos semanas desde que ella salió de la casa club por
última vez. La he visto en los pasillos y en clase, pero no mira
en mi dirección. Y trato de no verla. Es más difícil de lo que
pensé que sería. No se sienta conmigo en el almuerzo ya, y sé
que me sacó completamente. Y odio que las cosas nunca sean iguales con ella.
La perdí.
Lo supe en el momento en que la vi hablando con ese chico de su fiesta de
cumpleaños. No puedo recordar su nombre, pero lo reconocí por su casillero.
Estuvo jugando pong de cerveza con ella la noche que entré en la sala de
juegos de Bruce. La había mirado como si estuviera soñando con ella desnuda.
Esa mirada no ha cambiado.
—No sé cómo lo haces, hombre —dice Deke mientras se sienta en la mesa
de la cafetería frente a mí.
—¿Hacer qué? —pregunto, sin molestarme en mirarlo. En su lugar,
escaneo la puerta esperando a que entre.
—No hablar con ella. —No digo nada—. Quiero decir, me volvería loco si
supiera que Becky estuviera saliendo con alguien más.
—¿Qué? —Mi cabeza se voltea a la suya.
—Con Myers —dice, mirando hacia su teléfono—. Están saliendo.
—No, no lo hacen.
Me mira.
—Sí lo hacen. La llevó a ver una película anoche. E irán a un juego este
fin de semana.
—¿Cómo diablos sabes eso?
—Becky me lo dijo.
Pongo mis manos sobre la mesa.
—Le voy a romper el cuello...
—No puedes hacer eso. Rompiste con ella.
—Porque ustedes me convencieron de que era mi única opción —gruño.
Asiente.
—Y todavía estoy esperando eso.
—Tal vez debería terminar todo el asunto…
—¡No! —me interrumpe—. Kellan vio que ustedes dos ya no están juntos.
Lo necesitamos para el reto final. Y si piensa que están juntos, no lo hará.
En este punto, no me importa lo que le pase a Bruce.
—No lo necesitamos.
—Lo sabemos, pero él conoce el plan. No podemos dejar que se vuelva
contra nosotros.
Miro para ver a Austin caminando en la cafetería con ese maldito idiota a
su lado. Él se ríe, y ella sonríe. Quiero golpearlo como la mierda.
—Dijiste que Becky valía el grupo —le digo. Asiente una vez—. Dijiste que
la elegirías sobre nosotros.
—Sí. Y todavía lo haría, pero ella no está en peligro.
—Puedo proteger a Austin. —Golpeo mi puño en la mesa.
Suspira.
—Solo faltan dos semanas, Cole. Y entonces será toda tuya.
Quiero creer lo que dice, pero ¿y si se equivoca? ¿Qué si nunca vuelve a
mí? ¿Y si se da cuenta que no soy suficiente para ella? Siempre estuvo fuera de
mi liga. Soy solo el chico con problemas de ira y obsesión por la sangre. Ella es
más que eso. Merece más que eso. ¿Qué hará cuando se dé cuenta?

La graduación está a cuatro días, y odio que esté tan cerca. Por el tiempo
que puedo recordar, todo lo que pensé fue en la libertad. Ahora, le temo.
No tengo madre. Nunca escuché de ella después que ella y Phillip dejaron
esa noche la casa de mi padre. Pero nunca esperé que lo hiciera. Cole es bueno
en una cosa. Y eso es hacer desaparecer las cosas.
No tengo a Cole. Lo veo en la escuela en los pasillos y en el aula, y se ve
más enojado que nunca. Enojado con el mundo. Enojado conmigo. Como si
hubiera hecho algo incorrecto.
Todavía tengo a Becky, así que esa es una ventaja. Pero no la veo mucho.
Pasa todo su tiempo con Deke, y él siempre está con Cole, lo que me deja sola.
Celeste siempre está llorando. La encontré anoche en la cocina sollozando
con una cubeta de helado. La ignoré porque no me importa lo que esté mal con
ella. Mi padre no me ha dicho nada más desde que me dio el cheque hace casi
un mes. Pero creo que se dio cuenta que no tomaría su dinero cuando lo
encontró roto en pedazos en la isla de la cocina.
No quiero nada de nadie. Solo quiero salir de esta ciudad. Salir de esta
pesadilla y salir de la vida de todos.
Un nuevo comienzo. Un nuevo empiezo.
Quiero ir a donde nadie me conozca. Donde pueda ser alguien diferente.
Me acerco a la casa de mi padre y estaciono mi auto. Ya es tarde. El reloj
en mi tablero dice que son un poco después de las diez. Fui a ver otra película
con Myers esta noche. Quería venir después, pero le dije que no. No estoy lista
para saltar a la cama con quien sea todavía. Odio reventar su burbuja, pero no
estoy buscando lo mismo que él. Lo estoy usando para conseguir a Cole.
Espero que toda esa rabia que veo signifique que está funcionando.
La peor parte, una vez más, es que no veo a Lilly. Hablamos por teléfono,
pero eso es todo. Y las conversaciones no duran mucho. Creo que otra cosa que
apesta es que sé que Cole será parte de mi vida siempre. Porque no voy a sacar
a Lilly de mi vida. Iré a hablar con ella. La iré a ver. La veré crecer.
Salgo de mi auto y me dirijo a las escaleras hasta la puerta principal. El
viento sopla mi cabello, haciéndolo pegarse a mis brillantes labios. Abriendo la
puerta, me detengo cuando escucho a Celeste llorando al final del pasillo.
Suspiro. Qué diablos está mal con ella.
—¿Por favor? —ruega—. No hagas esto.
Me dirijo a la escalera pero me detengo cuando escucho la voz de un
hombre.
—Se acabó —gruñe Kellan—. Se terminó. Pero te niegas a creerlo. —Solo
entonces, Kellan entra en el vestíbulo. Se detiene al notarme.
Celeste lo sigue.
—No puedes hacer esto... —Su voz se desvanece cuando me ve —. Austin
—dice con sorpresa, estirándose para limpiar sus mojadas mejillas—. No
esperaba que estuvieras en casa tan temprano.
La miro.
—Me voy a la cama.
—¿Se lo dijiste? —exige él.
Ella niega rápidamente.
—¿Decirme, qué? —pregunto. Él estrecha sus ojos en mí, y pongo los míos
en blanco—. Estoy cansada, y es demasiado tarde para estar en juegos contigo,
Kellan. ¿Qué no me ha dicho? —¿Se divorciará de mi padre? ¿Es por eso que se
fue por tanto tiempo? ¿Tal vez tiene algún trasero en el costado también? No
me sorprendería si fuera diez años menor que Celeste.
—Todos sus secretos —dice él simplemente.
—Kellan, no...
—No tengo tiempo para esto —le digo, pasándome la mano por el cabello,
interrumpiéndola. Estoy agotada.
Doy el primer paso en la escalera cuando él habla.
—¿Por qué crees que estás aquí?
Me detengo. Mis ojos se encuentran con los de él.
—¿Disculpa?
Sonríe, orgulloso de sí mismo. De repente, estoy interesada.
—Es porque yo te quería aquí.
—¿Qué? —pregunto confundida.
—Yo estaba con Celeste cuando tu madre la llamó y le dijo que eras
demasiado para ella. Que haría a Celeste parecer una santa en esta ciudad
recibiendo a la adolescente de Bruce con problemas. Pero no te quiso. Quería a
Lilly.
La miro, y sus ojos están estrechados sobre él.
—¿Qué? —pregunto porque es todo lo que puedo decir.
—Así que todavía no lo has descubierto. —Sonríe—. Lo que hizo. ¿De lo
que es capaz?
—No —le gruño.
Su sonrisa solo crece.
—Puede mantener un secreto, nena —le dice a ella.
Mis cejas se alzan. ¿Qué podría haber hecho? No puede ser peor que lo que
los chicos hicieron.
—Celeste aquí… —La mira por encima de su hombro—. Mató a Betty, la
madre de Cole y de Lilly.
Mi corazón comienza a latir con fuerza ante sus palabras.
—Fue un accidente —dice ella a la defensiva
—No mientas —gruñe.
—¿Tú, qué? —pregunto con los ojos abiertos—. Por qué tú...
—Al principio, todos sospecharon de Liam y de Bruce, pero nadie pudo
entender por qué la matarían a los nueve meses. Si lo iban a hacer, lo podrían
haber hecho desde el momento en que se enteraron que estaba embarazada.
Pero cuando Celeste descubrió que estaba embarazada, se molestó. Ella quería
un bebé. Quería tener al hijo de Bruce. —Me mira arriba y abajo con asco—.
Pero Bruce no quería tener hijos. Así que Celeste fue a su casa y la confrontó.
Dijo que quería la custodia compartida de Lilly, y cuando Betty dijo que no, la
empujó por las escaleras.
Todo este tiempo, Cole pensó que fue un accidente.
—Te dije todo eso en confianza —le grita.
Él la ignora, mirándome fijamente.
—Entonces llamó al 911 y dijo que escuchó que se cayó por las escaleras.
Como si le importara su patética vida. —Niega.
—¡No! —digo lentamente—. Cole dijo que cayó y murió en cirugía debido a
complicaciones.
Él ríe.
—Cole solo sabe lo que Celeste le dijo.
Ella había ido a su escuela y lo sacó de clase. Le dijo a Cole que su padre
la había llamado y le dijo que su madre había muerto...
Ella agarra su manga y comienza a tirar. Él no se mueve, y sus ojos
marrones no dejan los míos.
—Esperó treinta minutos antes de pedir ayuda. Lilly nació en la
ambulancia de camino al hospital. Betty estaba muerta cuando llegaron.
La miro con ojos muy abiertos, esperando que me dé alguna señal que él
está mintiendo. Que es el Kellan que conozco y que está tratando de
arruinarme. Pero ella comienza a golpear sus puños en su brazo.
—¡Tú, hijo de puta! —le grita.
Él se acerca y agarra su brazo.
—Y ahora verás que la historia se repite. —La empuja a través del gran
salón, y me quedo plantada donde estoy, tratando de aclarar mi cabeza
alrededor de todo esto. Él comienza a arrastrarla escaleras arriba, y cuando
ella grita, me saca de mi trance.
Corro tras ellos y agarro su brazo libre. Kellan gira desde la parte superior
de las escaleras y saca una pistola de la parte de atrás de su pantalón y me
apunta. Mi estómago cae mientras miro fijamente el cañón. Levanto las manos
al aire, mi respiración se atora.
—¡Retrocede! —ordena.
Doy un paso a la vez, bajando las escaleras hacia atrás lentamente y
trago. ¿Qué demonios está haciendo? Siento mi teléfono en mi bolsillo trasero y
estoy lista para agarrarlo, y llamar al 911.
—¡Mantenlas arriba! —dice, y me estremezco ante su tono.
—Está bien, está bien, está bien —le digo, y mi voz tiembla.
—Mira… —dice—. Celeste está embarazada. —Ella comienza a sollozar—.
De mi hijo. —Pone los ojos en blanco—. Después de embarazar a Betty, Bruce
arregló esa situación para que nunca volviera a suceder. Eso lo excluye. Y soy
el único otro tipo con el que tuviste sexo, ¿verdad, nena? —pregunta,
presionando la pistola contra su sien.
Ella solloza pero asiente.
Él continúa, satisfecho con su respuesta.
—Y al igual que Bruce y Liam, no quiero un hijo. Pero a diferencia de ellos,
planeo hacer algo al respecto.
—Por favor, Kellan —suplica—. Te amo. —Solloza ella.
Él sonríe.
—No eras nada para mí.
Luego la empuja hacia delante. Y ella cae rodando por la larga escalera
como una muñeca de trapo. Corro hacia ella mientras golpea el suelo de
mármol y me arrodillo a su lado. Su cabeza está inclinada hacia un lado y la
sangre brota de su nariz y boca. Palpo buscando un pulso, pero no hay nada.
—La mataste. —Comienzo compresiones en su pecho.
Nunca lo he hecho antes, pero he visto suficientes series de médicos para
tener una idea.
Él baja las escaleras lentamente, mirándome extrañamente
—¡La mataste! —grito, deteniéndome para sacar mi celular y llamar a la
policía.
—¿Estás tratando de salvarla? Ella mató a la madre del amor de tu vida,
quién resultó ser la madre de tu medio hermana, también.
—Está embarazada —le digo frenéticamente. Mis manos tiemblan
incontrolablemente—. El bebé no te hizo nada.
—Oh, pero lo hará. Es por eso que tiene que irse. —Agarra mi cabello y
tira de él. Mi celular cae al suelo.
Giro en su agarre mientras me arrastra a través del suelo de mármol al
gran vestíbulo.
Me pone de pie, y estoy jadeando por respirar cuando me golpea de nuevo
en la pared. Envuelve las manos alrededor de mi garganta y se inclina.
—Has estado en un juego todo el tiempo, Austin, pero ha sido mi juego.
Mis reglas. Y ahora se acabó. —Me empuja lejos, y me deslizo de rodillas,
golpeando el suelo.
Una vez más. Cuando me giro, tiene un cuchillo en la mano. Lo gira.
—Cole siempre ha estado fascinado con la sangre. Y tengo que decir, que
no lo entendí hasta que lo vi untarla con las manos sobre toda tu piel.
¿Qué? ¿Untarla sobre mi piel? La noche en el cementerio.
—¿Cómo sabes...? —Me corta con su risa.
—Celeste me llamó cuando llegaste. Hice que Shane y Bennett me llevaran
de vuelta a mi auto. Para cuando llegué allí, Cole y Deke ya estaban jugando
contigo. Me aparté y te miré toda la noche. Supe que eras perfecta para mí en
el momento en que te vi encender a Jeff en llamas.
Alguien me había estado observando después de todo. Da un paso hacia
mí, y me arrastro hacia atrás hasta que golpeo el lado de la escalera. El cuerpo
de Celeste está recostado a solo metros de mí. Sus ojos aún están abiertos
mientras más sangre cubre el suelo.
—Entonces, cuando robaste el auto con Cole, le di propina a los policías.
Los tengo a todos en mi bolsillo, después de todo, mi tío es el jefe. Quería que
te atraparan.
—¿Por qué? —exijo.
—Porque si estabas encerrada, él no podría tenerte.
—Pero me odiabas... trataste de sacarme del grupo...
—Todo fue parte de mi plan. Cada vez que te apartaba, Cole te llevaba
más cerca. —Sonríe—. Y Celeste jugó tan bien. Mira, le dije el reto final. Matar
a Bruce. Quería que los chicos y yo lo matáramos, y luego quería que te matase
a ti y a Cole, y así correr hacia la puesta de sol con Lilly. —Resopla—. Todas las
mentiras que le dijo a Cole. —Suelta risitas—. Tú… Fue tan jodidamente
perfecto.
—Tú, bastardo enfermo —escupo.
Él se ríe.
—Él y yo somos iguales, Austin. Los dos te usamos como quisimos.
Niego.
—Cole nunca me lastimaría. Ahora no. —Mentira. Me está lastimando
hora mismo. Me dejó. Todo porque pensó que mi padre era una amenaza. Pero
Kellan fue el único desde el principio.
—Tienes razón —concuerda con un suspiro—. Él no lastimaría un cabello
de tu cabeza. Pero yo voy a pintar estas paredes con tu sangre. —Me da una
siniestra sonrisa—. Después de todo, su color favorito es el rojo. —Se lanza
hacia mí, y me arrastro antes de levantarme. Pero es más rápido—. ¡Pequeña
perra! —gruñe, alcanzándome y agarrando mi tobillo, haciéndome volar. Grito
cuando mi rostro golpea el suelo de mármol. El dolor explota detrás de mis
ojos. Soy volteada sobre mi espalda, y me monta a horcajadas. Deja caer su
cuchillo, y golpea el suelo con un sonido metálico y luego sus manos van
alrededor de mi cuello. Corta mi aire.
—Quería que Bruce se ocupara de ti —gruñe—. Igual que quería que
matara a Cole cuando vine con su auto para follar a su esposa. —Se ríe de
eso—. Pero tengo que hacerlo yo mismo. En caso que me grabaras matando a
Celeste.
Intento empujarlo, quitarle las manos, pero es demasiado fuerte. Trato de
arquear el cuello para respirar, pero eso le da mejor acceso para apretar su
agarre.
—Lo único que lamento es no haber podido tener sexo contigo. —Suspira
mientras trato de abofetearlo—. Porque escuché la grabación de Cole teniendo
sexo contigo dentro de ese cuarto de baño, Austin. —Intento arañar su rostro,
pero su alcance es más largo. Haciendo que mis manos solo toquen el aire—.
Me puse en ello tantas veces, imaginando que éramos tú y yo.
Los puntos se forman en mi visión mientras mi cuerpo se vuelve pesado.
Mis brazos caen a mi lado y algo frío toca mis dedos.
Es el cuchillo.
Envuelvo mi mano alrededor del áspero mango y lo empujo en su costado.
Inmediatamente libera mi garganta mientras grita.
Tomo un aliento entrecortado, mi garganta está ardiendo. Cae de nuevo
sobre su trasero mientras mira el cuchillo que sobresale de su costado con
horror. Empiezo a toser.
—¡MIERDA! —grita, lanzando la cabeza hacia atrás.
Me levanto y corro hacia la cocina donde hay un teléfono fijo. Lo levanto
con las manos ensangrentadas y temblorosas y marco el número de Cole.
Responde en el primer timbre.
—¿Hola?
—¡Cole! —Me ahogo con su nombre. Mi voz ahora áspera y todo mi cuerpo
está temblando incontrolablemente.
—¡Austin! ¿Qué sucede? —exige.
Escucho la voz de Deke en el fondo.
Me pongo a llorar y empiezo a decirle que Kellan está aquí. Cualquier otra
chica llamaría a la policía. Pero ya sé que Kellan los tiene en su bolsillo, están
fuera.
—Disminuye la velocidad, cariño. No puedo entender nada de lo que estás
diciendo.
—¡Él está aquí! —grito—. Kellan está en la casa de mi padre. ¡Mató a
Celeste!
—Estoy en camino… —La línea muere.
Me giro para ver a Kellan apoyado contra la encimera, el cordón de la
pared está en su mano. El cuchillo todavía en su costado.
Debí haberlo sacado.
Lo hace sangrar más rápido. Incluso ahora, su rostro es pálido, y está
encorvado. La sangre cubre su ropa y hay un charco donde se encuentra.
Me da una sonrisa sangrienta.
—No lo logrará. —Levantando el arma, dispara.
s el típico día nublado en Collins, Oregón. En cualquier momento,
las nubes se abrirán y derramarán lluvia. Me siento extraño aquí.
Esta ciudad tenía muchos demonios, pero a veces era tranquila.
Nunca tienes eso en Dallas. Siempre hay gente sin importar a
donde vayas. Y el tráfico a veces me vuelve loco.
Me arrodillo y coloco el ramo de flores amarillas en la tumba. Son las
únicas en este cementerio. No mucho ha cambiado. Los muertos todavía son
olvidados en la cima de esta colina. Vuelvo a visitarlo dos veces al año. Cada
navidad y en su cumpleaños. Desearía venir más, pero el trabajo no es lento de
ninguna manera. Dirigir un bufete de abogados no es una tarea fácil.
Incluso si tienes a Deke Biggs como tu compañero. Pero me aseguro de
venir y contarle a ella que la extraño. Cuánto la quiero. Cómo me gustaría que
pudiera ver crecer a Lilly. Va a cumplir dieciocho años, y simplemente no
puedo envolver mi cabeza en eso. Bruce fue arrestado con tres cargos de
homicidio involuntario. Se suponía que debíamos matarlo, pero como le dije
una vez a Austin, los planes cambian. Y eso es exactamente lo que sucedió
cuando Deke y yo nos presentamos en la casa después que ella me llamó esa
noche.
Mi teléfono suena y veo que pone residencia Lowes en la pantalla.
Respondo, esperando que sea Celeste.
—¿Hola?
—¡Cole! —La estrangulada voz de Austin dice mi nombre.
Salto del sofá en la casa club.
—¡Austin! ¿Qué sucede? —demando.
—¿Qué está pasando? —pregunta Deke también poniéndose de pie.
Ella empieza a llorar incontrolablemente, y no puedo entender nada de lo
que está tratando de decir.
—Disminuye la velocidad, cariño. No puedo entender nada de lo que estás
diciendo.
—¡Él está aquí! —grita—. Kellan está en la casa de mi padre. ¡Mató a
Celeste!
—Estoy en camino… —La línea muere.
Deke y yo llegamos en tiempo récord y saltamos de mi auto.
Ya llamó al 911 en nuestro camino. Irrumpo por la puerta principal e incluso
no me molesto en darle al cuerpo sin vida de Celeste un segundo de atención,
sabiendo que ya está muerta.
—¿Austin? —grito, sacando mi arma de la parte trasera de mi pantalón—.
¿Austin? —grito, corriendo por el pasillo.
Sigo un rastro de sangre a la cocina y me detengo cuando veo a Kellan
apoyado contra la encimera. Se ríe cuando me ve, pero eso le causa una tos. Un
cuchillo sobresale de su lado.
Mis ojos miran la pared delante de mí, y también está cubierta de sangre.
La sangre de Austin. Ella yace en el suelo a su lado. Corro hacia ella.
—¿Austin? —Me ahogo con su nombre, quitando el cabello de su rostro. El
olor a sangre es tan fuerte que causa que la bilis se levante, pero me la trago.
—¿Qué diablos? —Jadea Deke, entrando a la cocina.
—¡Atrápalo! —grito.
—Ella necesita ayuda —dice él, mirando su cuerpo con ojos entrecerrados.
Hay tanta sangre que no sé de donde sale.
—¡Atrápalo! —grito—. La ayuda está en camino. —Vuelvo mi atención hacia
ella, y oigo a Kellan gruñir mientras Deke lo arrastra fuera, al auto. Llevándolo a
donde los policías nunca lo encuentren. No está muerto aún, pero una vez que
termine con él, deseará estarlo.
Los ojos de Austin están cerrados, y su cuerpo yace flojo.
—Por favor, nena —le ruego—. No puedo perderte. —Mi garganta se tensa.
Siento su cuello por un pulso, y no encuentro nada.
Mi corazón se detiene, y la arrastro de la pared hasta el centro del suelo de
cocina. Comienzo RCP.
Los chicos y yo cancelamos el último reto. Bruce no necesitaba morir.
Teníamos suficiente evidencia en la computadora portátil que Austin robó con
Shane para probar que Bruce había asesinado a tres personas. Nunca supe
por qué trato de matarme. Deke piensa que me quería muerto para que Celeste
pudiera tener a Lilly. Siempre supe que deseaba que Lilly fuera de ella, pero
eso no tenía sentido. Bruce nunca quiso tener hijos. ¿Por qué querría a Lilly
entonces? Deke me recordó que algunas personas son simplemente malvadas.
Hacen cosas solo por el simple hecho que pueden hacerlo. Debería saberlo.
Miren lo que hice atravesar a Austin.
Bruce fue arrestado tres días después que encontré a Austin muerta en el
suelo de su cocina, y su condena no le da oportunidad de libertad condicional.
Pasará el resto de su miserable vida en una celda preguntándose cómo en el
infierno fue atrapado. Tratando de imaginar cómo cuatro adolescentes y su hija
también adolescente lograron derrotarlo. Ese no era el plan original, pero fue
suficientemente bueno para mí.
Kellan, por otro lado, rogó por su vida. Le dije fuera de la casa club esa
noche que encontré el celular de Austin en su auto que lo mataría con mis
manos desnudas, y eso fue lo que hice. Odié que ya casi estuviera muerto
cuando lo encontramos, pero una parte de mí, una parte muy grande, estaba
orgullosa de lo que hizo Austin. Peleó. Hizo lo que sabía que era capaz de
hacer.
¿Y en cuanto a su madre y a su padrastro?
Austin nunca salió y me preguntó, pero no tuve que decírselo, me
encargué de ellos. Deke me ayudó. Lo hicimos rápido con su madre, pero su
padrastro sufrió. También lloró como la perra que era. Sus cuerpos nunca
serán encontrados. Ni reclamados.
Después que encontré a Austin allí tendida en su propia sangre sin pulso,
solo quise seguir adelante. Poner todos los retos y muertes detrás de mí.
Después que maté a Kellan, no tuve necesidad de más sangre. Ni de matar.
Una vez más, ella me había cambiado.
Giro el anillo de bodas en mi mano izquierda mientras me vuelvo para
observar la tumba. La miro con una sonrisa triste y suelto un largo aliento.
—Volveré a visitarte pronto. Te quiero y te extraño —digo, y luego le doy la
espalda.
Camino por la colina, pasando el lugar dónde todo comenzó. Donde
encontré a la hermosa morena espiando a mis amigos y a mí, y sonrío. Eso fue
hace tanto tiempo, pero lo recuerdo como si fuera ayer.
Llego al pie de la colina y veo el Chevy negro entrar en mi vista. La puerta
del pasajero se abre, y un niño pequeño salta, mi hijo de cinco años.
—¡Papá! —dice, corriendo hacia mí.
Abro los brazos y lo levanto.
—Hola, amigo. ¿Listo para ir a casa? —le pregunto. Asiente.
—Mami tiene hambre.
Me río de eso.
—Mami siempre tiene hambre. —Poniéndolo de nuevo en sus pies, levanto
la vista para ver a mi esposa lentamente saliendo de la camioneta.
—Deberíamos haber conducido mi auto —gimotea, frotando su creciente
barriga y doliéndose de la espalda—. No puedes esperar que me suba y salga
de este monstruo con seis meses de embarazo. Está muy activa hoy.
Me rio entre dientes, caminando hacia ella. Mi mano se desliza en su
cabello.
—¿Te he dicho que te ves preciosa hoy y que te amo?
—Soy una ballena —se queja.
Beso sus labios pintados de rojo.
—Eres un tiburón, cariño.
Ella se aleja, y sus ojos verdes buscan los míos.
—¿Estás bien? —pregunta, y sus ojos van a la cima de la colina.
Asiento.
—Dije lo que necesitaba decir.
—Ojalá Lilly pudiera haber llegado —dice, y las lágrimas comienzan a
formarse en sus ojos. Todavía la encuentro hermosa cuando llora y hace
mucho eso con este embarazo.
—Yo también. Quizás la próxima vez.
Asiente y mira a nuestro hijo que está cavando en la tierra.
—Vamos, Eli —le grita, y él se quita el polvo de las manos y corre hacia
ella.
Me giro y miro hacia atrás sobre la colina, donde mi madre fue enterrada
hace mucho tiempo. Solía preguntarme por qué sobreviví a ese accidente de
auto. Y entonces, una noche, encontré a una chica en un cementerio y todas
mis preguntas fueron contestadas.
Nunca he sido un hombre religioso, pero oré esa noche que la encontré en
el suelo de la cocina, y por alguna razón, Dios me respondió y me la devolvió.
Me dio otra oportunidad de vivir.
Porque sin ella, no habría sobrevivido.
Han pasado dos meses desde que fue dada de alta del hospital, y nos
mudamos oficialmente al lugar que llamamos hogar en Texas. Se sienta con
Becky en nuestra mesa de la cocina. Su cabello de la mañana es un lío y no
tiene maquillaje en el rostro. Nunca la he visto más bella.
Becky me mira, y sus palabras desaparecen.
Austin me mira por encima del hombro, y una sonrisa se extiende por su
rostro cuando sus ojos se encuentran con los míos. Pero cae cuando no se la
devuelvo.
—Estás tramando algo.
—¿No lo hago siempre? —pregunto serio.
Sus ojos se estrechan en mí.
—Cole...
Cuando me pongo sobre una rodilla, sus palabras se cortan y esos ojos
verdes oscuro se ensanchan con sorpresa.
—Cole —susurra mi nombre.
—Austin Anne Lowes —comienzo y las lágrimas brotan de sus ojos. Abro la
caja, y jadea cuando ve el rubí rojo de corte princesa en una banda de platino.
Lo tomo de la caja negra de terciopelo y se lo entrego. No hay nada que necesite
decir. El anillo lo dice todo. Lo toma de mi mano y lee las dos palabras que grabé
dentro del anillo, te reto.
Solía pensar que iría al infierno. Y ese pensamiento no ha cambiado. Un
día, tendré que pagar por mis pecados, pero mientras veo a mi esposa
embarazada abrazar y besar a nuestro hijo, me doy cuenta que estoy de
acuerdo con eso, porque mi vida en este momento es el cielo en la tierra.
#

Se suponía que era un juego.


Te reto.
La sobornamos porque quería jugar con
ella.
Destruirla.
Pero los planes cambian y quedó atrapada
en el fuego cruzado.
Entonces hice algo mucho peor. Me
enamoré de ella, pero no sabe que todavía
tengo secretos.
Unos que podrían destrozarnos a todos.
Somos tiburones.
Criados para cazar y matar.
Tomamos lo que queremos sin preguntar.
Nunca hemos necesitado permiso antes,
así que no voy a comenzar ahora.
Crees que lo sabes todo, pero estamos a
punto de hacer lo que mejor hacemos y
demostrar que estás equivocado.
Shantel es una chica nacida en Texas que ahora vive en Tulsa, Oklahoma, con
su novio del instituto, que es un esposo maravilloso y solidario, y sus dos hijas.
Le encanta pasar el tiempo acurrucada en el sofá con un buen libro.
Se considera extremadamente afortunada de ser una esposa y madre que se
queda en casa. Ir a conciertos y al cine son solo algunas de sus actividades
favoritas. Odia el café, pero ama el vino. Ella y su esposo son grandes fanáticos
del fútbol, la universidad y la NFL. Y ella tiene que alimentar su adicción al
tacón alto comprando zapatos semanalmente.
Aunque le apasiona escribir, su familia es lo más importante para ella. Le
encanta pasar las tardes en casa con su esposo e hijas, junto con sus gatos y
perros.

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