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Dare #1
lguna vez han estado en un funeral donde el predicador se
para ante los amigos y los seres queridos del fallecido y
habla acerca de cuan mierda era esa persona? ¿Cómo jodió
a su esposa? ¿O gastó los ahorros de vida de su familia para
alimentar su adicción al juego? ¿Qué tal que durante su despedida de soltero
sacó una botella de coca cola del trasero de una puta?
Yo tampoco.
¿Por qué es que somos jodidos santos en el momento en que morimos?
Escuchas al predicador decir cosas como “Oh, John Smith era un hombre
encantador que amaba a su esposa e hijos”, cuando realmente debería estar
diciendo “John Smith fue un pedazo de mierda sin valor que se acostaba con la
niñera en cada oportunidad que tenía mientras su esposa estaba ocupada con
dos trabajos y criando a sus ingratos hijos”.
Y no olvidemos que el difunto en ese ataúd ni siquiera fue a la iglesia,
nunca. Por no hablar del Predicador que habla tan bien de él. Todo lo que sabe
son las historias que los ciegos seres queridos escribieron en una pequeña
tarjeta para que las compartiera.
Es un jodido títere.
Ahora, no he leído la palabra de la Biblia, pero sé que el Señor dice que si
confesamos nuestros pecados y pedimos perdón, limpiará nuestras almas, y
seremos perdonados.
Jódeme. Es como magia.
Ahora, eso plantea la pregunta: ¿Y si no te arrepientes? ¿Qué pasa si no te
importa ser perdonado?
Ninguna cantidad de agua bendita podría limpiar mi alma, y estoy de
acuerdo con eso porque, cuando pequé, entendí que algún día tendría que
pagar. Que todos moriríamos con el tiempo. Puedes ser una de esas personas
que entierran la cabeza en la arena para evitar hablar de todo eso. ¡Pero es la
vida!
Vive o muere.
Cielo o infierno.
Ángel o demonio.
Blanco o negro. No existen zonas grises.
Así que, dime... cuando estés acostado en ese ataúd delante de tus amigos
y familia, ¿qué van a pensar de ti? ¿Creerán a ese predicador que dice
tonterías, o sabrán que no te importaría si ardieras por la eternidad?
No soy una persona religiosa. Obviamente.
Pero sí sé esto, cuando sea condenado al infierno, será porque
jodidamente me lo gané.
iro hacia el cielo oscuro y nublado. Es oficialmente un nuevo
año. Primero de enero.
Algunos lo considerarían una oportunidad para un nuevo
comienzo, pero no soy como la mayoría de la gente. El sol se
puso hace horas, pero me quedé aquí, en la piscina climatizada, intentando
aclarar mi mente. Pero como siempre, es un lío. Constantemente recordándome
ese día. Un día que me quitó mucho... Como si lo hubiera tenido para dar.
No lo tenía.
Me paro en la cocina al lado de mis amigos Eli y Landen. Maddox, nuestro
otro amigo, se encuentra frente a nosotros.
—Vamos. Tómalo —me burlo de Maddox, mirando hacia el cronómetro de mi
teléfono.
Él deja escapar un largo suspiro y se lanza a beber el trago.
—Cinco… —cuento, y todos en la habitación le gritan y le aplauden.
—Maldita sea, hombre. —Jadea por aire. Coloca las palmas en la barra e
inclina la cabeza—. No pensé que sería tan difícil.
Eli se ríe a mi lado.
—Eres un puto cobarde.
—Vamos a ver como tomas cinco tragos de Corona.
Eli lo rechaza como si no fuera nada.
—En un minuto —añade Maddox.
Eli se enrolla las mangas.
—Ponlos en fila.
Una gota de lluvia cae sobre mi rostro, ruedo sobre mi estómago y buceo a
la parte inferior de la piscina. Me siento ahí y solo disfruto del silencio.
Tratando de olvidarlos.
Pero siempre vuelven. Me gustan los fantasmas. Me persiguen
recordándome que les fallé.
Dejo escapar un largo suspiro y miro las burbujas flotar hasta la
superficie. Cierro los ojos, hago un puño con mis manos, sintiendo esa
opresión en mi pecho ante la necesidad de aire. Aguanto un poco más.
Algo golpea mi brazo, y abro los ojos para ver el anillo de buceo. Coloco
mis pies en la parte inferior y me impulso, tomando una respiración profunda
cuando llego al aire de la fría noche. Veo a mi mejor amigo, Deke, de pie entre
el sillón y la mesa. La sombrilla blanca de la mesa lo protege de la lluvia.
—Estamos listos —dice, colocando las manos en los bolsillos de su
pantalón vaquero negro.
Nado hacia el lateral de la piscina y salgo. Agarrando la toalla de la mesa,
la envuelvo alrededor de mis caderas.
—¿Dónde están los chicos? —pregunto.
—Nos encontrarán allí.
Asiento y paso una mano por mi cabello para escurrir el agua.
Deke mira hacia la oscura piscina.
—¿Cómo está tu hombro?
—Bien —miento. Siempre me duele, pero he aprendido a vivir con el dolor.
Asiente como si me creyera. No lo hace.
—A Kellan no le gusta tu plan.
—Entonces Kellan puede quedarse sentado —digo.
—Eso es lo que le dije. Pero lo conoces. —Suspira—. Piensa que la gente lo
buscará.
—Ese es el punto. —Matas a un ratón y lo dejas al descubierto, luego
otros roedores salen a alimentarse de él. Se llama cebo. Voy a rodearlo para
dirigirme hacia la casa, pero su mano se dispara y aterriza sobre mi pecho
mojado, deteniéndome.
—¿Seguro que estás listo, Cole? —Los ojos van a la cicatriz en mi
hombro—. No dudo de tu plan. Es sólido. Pero quiero asegurarme que podrás
ejecutarlo.
Asiento.
—Hemos esperado tiempo suficiente.
Me siento en la parte de atrás, mirando por la ventana del blanco SUV
Escalade. Está lleno de todas las comodidades requeridas por una persona
rica. Asientos de cuero con calefacción y volante. Pantallas de televisión en el
tablero y reposacabezas. Neumáticos grandes con algunas ruedas cromadas
brillantes. Lunas tintadas. Un sistema estéreo en pleno auge. El interior es de
color beige y huele a cuero. Cosas que nunca he tenido antes. Nunca las
necesité.
Piensa que me van a intimidar. Está equivocado.
Han pasado diez años desde que me vio por última vez. Cuatro desde que
le hablé por teléfono. Solo necesito atravesar los siguientes cuatro meses y
luego me iré, tras la graduación. En dos meses cumpliré dieciocho y no tendré
que vivir con ninguno de mis padres.
Raylan aminora, girando hacia la parte ancha antes de ir por un camino
privado. Los árboles que bordean el estrecho camino parecen garras mientras
las ramas casi raspan los lados y la parte superior del SUV.
—Es un buen hombre —dice, rompiendo el silencio.
¡Te engañó!
Resoplo, viendo nada más que lo que los faros nos permiten ver. Son
pasadas las once de la noche del sábado y resulta espeluznante estar aquí, en
medio de la nada.
Desde que tengo memoria, mi padre ha preferido vivir en reclusión. Nadie
viene tan lejos de la ciudad. Por eso eligió esta propiedad después de todo. Hizo
construir esta casa para su esposa cuando se casaron. Eligieron establecerse
en Collins, Oregón, una pequeña ciudad rica en la costa, aunque él vivía en Las
Vegas cuando la conoció. Era bailarina, y él tenía dinero. Una pareja en el
cielo.
—No está en casa a menudo —agrega, deslizando sus ojos verdes a los
míos en el espejo retrovisor. Bueno, ¡eso es una ventaja!
Los árboles se abren y, a través de la suave llovizna, veo una casa a
cincuenta metros frente a nosotros. De tres pisos de altura, parece uno de los
pequeños castillos de los que solía leer en los cuentos de hadas. Vides verdes
suben por los costados de la casa como manos agarrándose por su querida
vida. La última vez que estuve aquí, las usé para salir desde la ventana del
segundo piso. Cuando los focos en el suelo iluminan las pulcras persianas
negras de estuco hace que se vea un poco siniestra. Tiene doce chimeneas, un
garaje para seis autos, y viviendas para las personas a las que contrata para
hacer los trabajos que su esposa es muy capaz de hacer.
Una fuente de cinco niveles se encuentra en medio de la entrada circular.
Grandes árboles cubren sus ochenta metros cuadrados, escondiéndola de
cualquier persona que esté cerca.
Raylan detiene el auto y sale. Yo salgo y cierro la puerta siguiéndolo. El
único sonido es el viento azotando los árboles alrededor.
Las gotas de lluvia en mi piel causan que un escalofrío recorra mi espalda.
—Vamos —grita, ya subiendo las escaleras.
Las tomo de dos en dos, pasando las blancas columnas y entrando a la
casa. Me paro en el enorme vestíbulo mirando el suelo cubierto de cuadros
blanco y negro y a la escalera a la izquierda. Carece de cualquier cosa que se
parezca a un hogar. Y hace que piense que es más un museo con artefactos de
valor incalculable. Huele igual. Como a dinero. A crujientes billetes de cien
dólares. Como si las paredes y los suelos fueran de ellos.
—¿Austin? ¿Eres tú?
Oigo la molesta voz y suspiro. La esposa de mi padre, que es lo
suficientemente joven para ser mi hermana mayor, entra corriendo al vestíbulo.
Su cabello rubio decolorado cae liso y recto. Su maquillaje como si acabara de
terminar de prepararse para el día. Vestida con un pantalón negro y una blusa
a juego, parece como si hubiera pasado el día en una oficina.
No trabaja.
—Oh, Dios mío, te has vuelto tan grande —grita, tirando de mí a un
abrazo. Oler su caro perfume casi me hace estornudar.
—Hola, Celeste —le digo, dándole un medio abrazo.
Se retira, pero sostiene mis brazos y sonríe. Sus ojos marrones son
suaves.
—Vaya, ¿no has crecido?
—Eso es lo que hacen los chicos.
Le sonríe a Raylan.
—Por favor, pon sus cosas en su habitación. —Entonces toma mi mano y
empieza a arrastrarme fuera del vestíbulo y por el pasillo. Tomamos un giro a
la derecha y vamos a la elaborada cocina—. Tu padre dejó esto para ti —dice,
dándole palmaditas a la isla de la cocina.
Me acerco y recojo mi horario escolar, un juego de llaves, y una tarjeta de
crédito. Junto con una nota.
Te compré un auto nuevo. No lo arruines. Y aquí hay algo de dinero. El límite
es treinta mil.
Ese es mi padre. Siempre comprando mierda. Le pagó a mi madre. Nos
compró una gran casa de lujo que dejó ir a la mierda. Le dio un auto de lujo
que vendió por más dinero. Le da más manutención de la que podríamos
necesitar, pero ella la usa en drogas, en alcohol, y en su novio. Lo que sea para
alimentar su adicción en lugar de a mí.
—¿Me consiguió un auto? —pregunto.
Ella aplaude con entusiasmo.
—¿Quieres ir a verlo? Está en el garaje. Lo ayudé a escogerlo.
Niego, esperando que no lo haya pintado color chicle rosa para que
coincida con su personalidad.
—Ya es tarde. Y estoy cansada.
No tomó mucho tiempo volar desde California a esta maldita ciudad en la
costa de Oregón, pero no necesita saber eso. Podría dormir un poco.
Ella asiente, su sonrisa cae.
—Por supuesto. Déjame mostrarte tu habitación —dice como si no
recordara donde me quedé la última vez que estuve aquí.
Dejo todo en el mostrador y la sigo hasta la gran escalera, notando la falta
de fotos en las paredes. Mi habitación es la primera puerta de la izquierda.
Para mi sorpresa, no parece que una adolescente vomitara en ella. Es grande,
con una cama trineo blanca y larga a juego con el vestidor. Tiene grandes
ventanales con vista al bosque en la parte posterior, y una televisión en la
pared. Se ve igual que cuando tenía siete años.
Cuando me mira, arqueo una ceja, haciéndola reír nerviosamente.
—No sabía cuál era la tendencia en estos días. Pero pensé que podríamos
ir de compras esta semana y escoger algunas cosas para tu habitación.
—Gracias, suena bien —le digo, estirándome y recogiendo una bufanda
gris oscuro de la cama.
—Te las compré hoy —dice, sosteniendo las otras cuatro en varios
colores—. Ahora estamos a diez grados, pero todavía podría enfriar por la
noche. No sabía si tenías alguna, ya que en California hace bastante calor.
—Gracias —le digo, dejándola caer sobre la cama y balanceándome en mis
Chucks1.
Solo quiero que se vaya. Una cosa sobre vivir con mi madre era que
siempre estaba sola, y me gustó. Tomaría el silencio sobre la interminable
charla cualquier día.
—Así que te dejaré sola para que te instales. Sé que es tarde. —Se acerca
a mí y me tira para otro abrazo—. Estoy muy feliz de tenerte aquí, Austin. —
Corro en la oscuridad, casi tropezando sobre mis propios pies y las ramas
de los árboles. Pero no me detengo. Sigo bajando la colina hacia la casa.
Se ven las luces, y corro atravesando la puerta trasera y cerrándola de
golpe. Subo las escaleras y entro en mi habitación. Cierro la puerta y le pongo
seguro. Entonces entro en el baño. Me arranco la sudadera, la camisa, y luego
tiro de mi pantalón que aún está abierto. De pie frente al espejo en solo mi
sujetador negro y tanga a juego, saco la correa sobre mi hombro y me miro a
mí misma.
La sangre cubre mis hombros, brazos, cuello, y rostro. Estaba en lo
correcto; También en mi cabello de sus manos haciendo puño en él. Parezco
salida de un episodio de The Walking Dead. Como que un zombi me atacó. La
bilis sube por la parte de atrás de mi garganta, pero la trago.
Abriendo el lavabo, coloco mi antebrazo debajo y dejo pasar el agua tibia
sobre él. Rechinando mis dientes contra el picor, agarro el jabón y lo lavo
rápidamente. Quién sabe qué demonios había en ese cuchillo. O en quiénes lo
usaron.
La sangre se desliza por mi brazo y gotea en el suelo de baldosas blancas.
Entro en mi espacio para agarrar una de las bufandas que me dio Celeste y
vuelvo al baño, tratando de no dejar caer sangre en la alfombra. La envuelvo
alrededor de la herida y tiro de ella apretado con mis dientes, haciéndome
gemir por el dolor mientras trato de averiguar qué diablos voy a hacer para que
deje de sangrar.
Una vez vi a mi madre coserle a su novio una herida en la cabeza con
aguja e hilo. Me hizo querer vomitar en ese momento. Tenía nueve.
Pongo mis manos sobre el mostrador e inclino la cabeza mientras
enojadas lágrimas corren por mi rostro. Respirando pesadamente, trato de
calmar mi acelerado corazón.
—Bastardos —siseo.
Golpeo mis puños en la encimera.
Malditos bastardos.
Entonces abro el botiquín y empiezo a buscar cualquier cosa que pueda
usar en mi brazo. Necesita puntos, pero ¿cómo diablos le explico eso a Celeste?
¿Cómo se lo explico al personal del hospital?
Encuentro tiritas y un pequeño tubo de pegamento. Eso tendrá que servir.
Pero no podré usarlo hasta más tarde. Una vez que sepa que el sangrado
se detuvo.
—Mierda —siseo con dientes apretados.
Caigo al suelo y apoyo la espalda contra el gabinete, sosteniendo mi brazo
derecho en mi pecho ¿Qué haré? Sé sus nombres, pero no parecían
preocupados en lo más mínimo.
Especialmente Cole. Estaba convencido de que no iría a la policía. Y tenía
todas las intenciones de hacerlo. ¡Hasta que me preparó para ser una parte de
su culto asesino! Ahora mis manos están atadas y manchadas de sangre.
No pude ver sus rostros. Mantuvieron sus luces encendidas o apagadas,
así que podría ser cualquiera. En cualquier sitio. Y saben mi nombre, saben
que vivo aquí.
Mis manos tiemblan mientras las paso por mi enmarañado cabello. El
muerto había dicho que eran chicos, pero no sonaban jóvenes. ¿Irán a la
escuela conmigo?
Ese pensamiento hace que mi estómago se retuerza. Podrían joder
conmigo, si ese fuera el caso. Más de lo que ya hicieron. Tengo que mostrarles
que podría dejar a su pequeño grupo de chicos en el suelo.
Soy más inteligente que ellos.
¿En cuánto al tipo muerto? No pude salvarlo.
Es demasiado tarde para él. Tengo que cuidar de mí misma.
El olor de la sangre es fuerte, y me trago el nudo en mi garganta. Sentada
de rodillas, tiro de la toalla de mano de la encimera y abro el fregadero
mojándola. Entonces me pongo sobre mis manos y rodillas y limpio. La sangre
sale fácilmente del azulejo blanco, pero está atascado en la lechada entre ellos.
Las enojadas lágrimas llegan más rápido.
Tengo que enjuagar la toalla dos veces, pero finalmente, puedo restregarlo
todo. Cierro los ojos y pongo mi mano sobre la bufanda que cubre el corte.
¿Cuánto tiempo sangrará? Cómo…
El sonido de risas me tiene poniéndome en pie rápidamente. Apago las
luces del baño, entonces corro a mi cuarto. Apago esas luces también,
entonces voy a las ventanas y veo sus linternas. Uno se encuentra en la parte
trasera del auto junto al maletero, y el otro está metido en el asiento del
pasajero.
Cole es el que está en el maletero. Puedo sentir eso. Probablemente
quitando su bolsa y las pruebas. Cierra el maletero y luego la luz cuelga a su
lado. Un escalofrío corre por mi espalda. Aunque no puedo mirar sus ojos, sé
que me está viendo.
También soy muy consciente de que estoy parada en frente a mi ventana
con nada más que mi ropa interior. Tengo la sensación de que todavía puede
verme aunque mi habitación está oscura.
Su luz se apaga, cubriéndolos en nada más que oscuridad, y luego
escucho la puerta de su auto abrirse y cerrarse. Los faros se encienden
mientras el motor ruge a la vida. Y luego acelera, conduciendo de vuelta por
donde vino.
Vuelvo corriendo al baño, me pongo la misma ropa manchada de sangre
que estaba usando, agarro un pantalón limpio y camiseta, y salgo de mi
habitación.
Bajando a la cocina, voy a la despensa y agarro una bolsa de basura.
Luego me apresuro hacia el garaje.
Encendiendo la luz, veo el SUV blanco, un Hummer amarillo, un Jag
blanco, y un BMW rojo. Los ignoro todos y empiezo a abrir los armarios a lo
largo de la pared hasta que encuentro lo que busco.
Entonces apago las luces y salgo por la puerta de atrás, sabiendo lo que
necesito hacer.
e pie en mi ducha, tomo profundas respiraciones mientras el
agua limpia los restos del hombre que matamos más temprano.
Y aunque debería estar feliz, no lo estoy.
Él estaba en lo correcto. No soy Dios. No debería elegir
quién vive y quién muere, pero lo hago de todos modos. Él merecía morir por
sus pecados. ¿En cuanto a mí? Debería morir. Todos en esta ciudad se sienten
de esa forma. Desearía poder responder las preguntas que temen hacerme.
Porque me temen. A mi rabia. La he tenido desde que puedo recordar. Pero con
el tiempo empeoró, y estoy cansándome de contenerla. Encontré consuelo en
dejarla libre y permitir que me tomara. Pero luego, cuando me deja, estoy frío
de nuevo. Nada más que vacío.
Agacho la cabeza y dejo que toque la blanca pared de azulejos con un
ruido sordo mientras el agua corre sobre mi cabeza y espalda. Cierro los puños
y disfruto de la estrechez en mis articulaciones. El tirón de mi piel rota. Es el
único recordatorio de que sigo vivo. La única forma en que sé que lo que hice
fue correcto.
¡Jeff merecía morir!
No teníamos tiempo de sentarnos y esperar a que sucediera. Y rezar para
que fuera una muerte lenta y dolorosa. Aunque tomamos su vida demasiado
rápido, si me lo preguntan. Me habría tomado más tiempo si no hubiéramos
sido interrumpidos esta noche.
Austin Lowes. Será un maldito problema. Pero una vez que me entere de
cuáles son mis opciones, me ocuparé de ella.
Apago el agua y abro la puerta de cristal, recogiendo mi toalla del suelo y
secándome. Envolviéndola alrededor de mis caderas, camino hacia mi cuarto y
tomo un pantalón de chándal de mi armario. Notando el reloj en mi mesita de
noche, veo que son casi las tres de la mañana.
Kellan, Bennett y Shane tenían lugares a los que ir y mujeres para tener
sexo después de nuestro encuentro en el cementerio. Deke y yo, sin embargo,
volvimos a la casa club. Teníamos algunas cosas que discutir con respecto a
Jeff y lo que queríamos hacer después. Nunca, ni una vez, cuestionó que no me
había limpiado la sangre. Sabía que no debía preguntar. Una vez vestido con
mi pantalón deportivo, tomo mi teléfono de la mesita de noche y veo que tengo
un mensaje. Arrugo la frente. El número no está guardado como uno de mis
contactos.
Al abrirlo, me doy cuenta que es un video.
Y acabo de recibirlo hace unos minutos.
Presiono play.
Está oscuro, así que entrecierro los ojos para distinguir la imagen. Oigo
un fósforo siendo encendido seguido por llamas. La persona que tiene el
teléfono da un paso atrás del objeto quemándose.
—¿Ves eso, Cole? —pregunta la voz desconocida junto al sonido del
crepitante fuego.
—¿Qué...? —digo mientras la persona empieza a rodear el fuego. Pero
todavía no puedo ubicar donde está o lo que se está quemando porque está
muy oscuro y el fuego causa un resplandor.
Se detiene, y la cámara gira alrededor. Mi mandíbula se tensa cuando veo
que es Austin. Se ve igual que hace poco más de tres horas, cuando la dejé
salir corriendo. Todo lo que puedo ver son dos correas negras en sus hombros.
Su rostro y cuello manchados con la sangre de mis manos.
Sonríe, la luz de su teléfono hace que sus ojos verdes brillen como
estrellas. La hace parecer un ángel malvado con dientes perfectos y el rostro
manchado de sangre.
—¿Qué evidencia, Cole?
Entonces se acaba.
Agarro el teléfono en mi mano, apretando los dientes. ¿Qué diablos acabo
de ver? ¿Qué estaba quemando? ¿Cómo consiguió mi número...? Hice que Deke
llamara a mi celular desde su celular.
Así es como lo consiguió.
Y ¿qué evidencia, Cole? ¿Qué significaba eso? ¿Fuego?
La realización me golpea, y mi corazón empieza a golpear en mi pecho. Voy
al número y pulso llamar.
—Hola, Cole —Responde en el primer timbre como si estuviera esperando
que la llamara. Su suave voz ya no es alta, con miedo o ira. Se recuperó. Es
casi seductora.
—Maldita puta...
Ríe suavemente, y corre sobre mí como lava, quemando mi piel.
—Sabes, cuando volví a la casa, pensé qué podría hacer para despejar mi
nombre si decidías inculparme. —Mi mandíbula se aprieta—. Se me ocurrió
que si no hay ADN para encontrar, entonces no hay manera de que me
involucres en un asesinato. ¿Sabías que se necesita poco más de dos horas
para quemar un cuerpo?
Me rio nerviosamente.
—El fuego no destruye todo, cariño.
—Lo sé. —Puedo escuchar la sonrisa en su voz que me dice que está por
delante de mí otra vez—. Es por eso que después que terminó de quemarse,
tomé un martillo y aplasté los huesos que quedaron y luego tiré el polvo sobre
el acantilado en el océano. Oh, y no te preocupes, también quemé la ropa.
—Mierda…
—Sé cómo cubrir mi trasero, Cole. Soy una Lowes, después de todo.
Miro hacia delante, a mi pared gris oscuro, tratando de decidir mi
siguiente movimiento, pero no ha terminado.
—Pero fue divertido ver cómo creías tenerlo todo resuelto.
Clic.
—¡Maldita sea! —Tiro mi teléfono a través de mi cuarto. No estoy enojado
porque haya destruido el cuerpo. A la mierda lo que haga. Pero por lo que sé,
puede haber grabado esa conversación para demostrar que fue inocente todo el
tiempo. Podría ir a la policía, y sería su palabra contra la nuestra. Los chicos y
yo no tenemos una buena reputación en esta ciudad, para empezar. La única
razón por la que no estamos en la cárcel es porque tenemos padres ricos que
nos sacan de problemas. Y no duele que el tío de Kellan sea el jefe de policía de
un pueblo cercano.
—Piensa, Cole —digo, empezando a pasear por mi habitación. ¿Qué puedo
hacer para que mantenga la boca cerrada? ¿Qué podría hacer para obligarla a
entender por qué el bastardo tenía qué morir?
Mi puerta se abre, y me giro para ver a Lilly parada ahí, con su camisón
rosa de princesa, su rubio cabello es un lío rizado, y sus ojos castaños están
cansados.
—¿Cole? —pregunta suavemente—. ¿Estás bien? Oí algo. —Lleva su
conejito favorito a su pecho y lo abraza fuertemente.
—Todo está bien —le digo, caminando hacia ella—. Regresa a la cama.
—¿Vendrás conmigo? —pregunta, extendiendo su mano derecha.
Suspiro y me inclino, levantándola.
—Vamos. —La acompaño de regreso a su habitación y me acuesto con
ella.
La beso en la mejilla mientras se acurruca a mi lado. Poniendo mis manos
detrás de mi cabeza, me quedo mirando su techo rosa.
Austin Lowes, acabas de joderlo.
Me quito la sudadera con capucha y la camiseta. Después el pantalón. Me
agacho a la bolsa de basura y pongo un pantalón vaquero nuevo pero me
abstengo de ponerme la camisa limpia. Todavía estoy cubierta de su sangre.
Realmente no pensé esto bien, así que lo estoy improvisando.
Nunca he tenido que eliminar pruebas antes.
Saco mi teléfono, y tomando un profundo aliento, presiono grabar. Muestro
al hombre muerto tendido en el suelo. No me tomó mucho desenterrar su trasero.
Lo saqué de la tumba porque no lo enterraron muy profundo. Error de su parte.
Saco las cerillas y enciendo una. Entonces la tiro sobre él. Comienzo a rodear el
cuerpo asegurándome de no tropezar con la lata de gasolina. Una vez que lo
muestro todo, lo giro para quedar frente a él y sonrío. ¡Que te jodan, Cole!
—¿Qué evidencia, Cole?
Entonces paro el video y alejo mi teléfono. Pongo mi ropa en el fuego y me
siento. Estoy temblando de frío, pero el fuego calienta mi cuerpo. Tomará un
tiempo para que se queme completamente. Agarro el martillo y lo golpeo en el
suelo húmedo solo para perder tiempo. Cuando esté listo, tomaré tierra para
sofocar el fuego, iré de regreso a la casa, y le enviaré el video. Y me llamará. Es
un engreído hijo de puta que no podrá evitarlo. Querrá hablar conmigo. Sacarme
de mis casillas. Y yo estaré tranquila y recuperada y lista para mostrarle que no
debería haberse metido conmigo.
Mi cabeza se levanta, y miro alrededor de la oscuridad. ¿Alguna vez han
tenido ese sentimiento de que alguien los está vigilando? Haciendo que el cabello
en la nuca se erice.
Así es como me siento ahora.
—¿Hola? —digo.
Todo lo que oigo es el viento aullando a través de los altos árboles. Pongo
los ojos en blanco y vuelvo a golpear el martillo en el suelo.
Estás paranoica, Austin. Quemar a un hombre muerto te hace eso.
Gimo, parada fuera de la iglesia mientras Celeste arregla el cárdigan rojo
que me puse sobre mi vestido negro para el servicio de esta mañana. No voy a
mentir, escuchar al predicador hablar de cómo Caín mató a Abel no me sentó
bien teniendo en cuenta que vi a un chico ser asesinado hace horas y luego
quemé su cuerpo para salvar mi propio trasero. Pero viviendo con dos
drogadictos, no hay mucho que no haya visto. Y aprendes muy rápido que
debes hacer lo que tienes que hacer para sobrevivir. No lo llaman un mundo de
perros comiendo perros por nada.
Me acosté temprano esta mañana antes que saliera el sol, contemplando ir
a la policía, pero luego lo pensé mejor.
Ellos son cinco. Estoy segura que uno hará un trato y saldrá libre
mientras los otros tomarán la caída. Eso me dejaría en la mierda profunda
porque alguien vendrías tras de mí. Y he visto suficientes programas en la
televisión para saber que me metería en problemas al manipular las pruebas.
No salvé mi trasero solo para caer con ellos.
—¿Te levantaste tarde, cariño? Te ves horrible. —Los ojos marrones de
Celeste me miran más despacio, tomando mi cabello. Me lo lavé antes de
acostarme, después de quemar al chico, luego me dormí con él mojado. Todo lo
que hice esta mañana fue pasar un cepillo a través de él. Ni siquiera me puse
mucho maquillaje.
Lo mínimo que iba a tener que hacer.
—Gracias —murmuro.
Frunce el ceño.
—Lo siento, solo quise decir que no te ves bien. ¿Estás enferma?
Despido su aburrida disculpa. Sé que me veo como una mierda.
—Sé lo que quisiste decir. Y no, estoy bien.
Asiente.
—¿Te gustó el servicio? El pastor Fritz es muy agradable.
Seguro que lo es.
—Sí —digo, mirando lejos de ella. Casi toco la tarjeta de enferma esta
mañana. Y ahora sé que podría haberlo logrado.
—Hablé con tu padre antes, y dijo que no estará en casa hasta la próxima
semana.
Asiento. Sin sorpresa allí.
—¿Dónde está?
—Tratando de cerrar un trato en Vancouver —dice emocionada. Está muy
orgullosa de él. Es nauseabundo—. Quiere tener una cena familiar cuando
regrese.
Voy a abrir la boca para decir no gracias cuando los cabellos en mi nuca
se erizan, y luego oigo su voz.
—Hola, Celeste.
Ella mira por encima de mi hombro, y una brillante sonrisa ilumina su
rostro.
—Hola, Cole.
Mi estómago cae por su confirmación.
—¿Ya conociste a mi hijastra? —Me mira y comienza a esponjar mi
cabello. Alejo sus manos. ¿Está tratando de emparejarme con un loco?
—No, no lo he hecho —dice y luego se ríe.
Ella agarra mis hombros y me gira tan rápido que casi tropiezo con mis
botas negras.
—Esta es Austin. Austin, este es Cole Reynolds. Será senior contigo este
año.
Miro al hombre que me tenía fija en el suelo hace apenas unas horas. El
mismo hombre que me cortó el brazo con un cuchillo, tratando de
involucrarme en un asesinato. Y mi boca se seca porque está sonriendo hacia
mí. Labios perfectamente llenos tirados para mostrar un conjunto de blancos
dientes perlados. Nariz recta y pómulos altos junto con una mandíbula
cuadrada. Un par de gafas de sol que protegen sus ojos, pero puedo sentirlos
corriendo sobre mi cuerpo igual que sus manos hicieron anoche.
—Es un placer conocerte —dice, estirándose y agarrando mi mano
derecha. Se inclina y besa suavemente mis nudillos.
Alejo mi mano, y se ríe.
—¡Austin! —protesta Celeste—. Lo siento, no está del todo bien hoy —
añade cuando me quedo parada allí.
—Está bien. —Él continúa sonriendo hacia mí, y trago nerviosamente.
¿Qué está haciendo aquí? Probablemente está aquí para enseñarme que nadie
se mete con Cole. Puede que no lo sepa, pero aprendí suficiente anoche.
—¿Cómo está Lilly? —pregunta ella.
Él vuelve su atención hacia ella, despidiéndome ante la mención de esa
Lilly.
—Está bien. Gracias por preguntar.
—Genial. Tendrás que traerla, y todos podremos ir a nadar. Sé lo mucho
que ama el agua. Como tú.
Él se ríe y asiente.
—Absolutamente.
Entonces siento sus ojos de nuevo en mí.
—¿Cómo suena eso, Austin?
La forma en que dice mi nombre suena como que quiere ahogarme. No
respondo. Me lanza otra sonrisa siniestra como si supiera cuánto está
afectándome que esté aquí.
—Bueno, deberíamos irnos —dice Celeste.
—En realidad, me preguntaba si a Austin le gustaría ir a almorzar. Un
grupo de seniors se están reuniendo...
—No —digo, pero Celeste habla al mismo tiempo.
—Eso sería genial. —Se inclina, besa mi mejilla, y luego mira a Cole—.
Ustedes chicos locos diviértanse.
Se va, dejándome de pie con un asesino.
La sonrisa que ha tenido todo este tiempo cae de su rostro como si
acabara de quitarse una máscara. Su mandíbula definida se afila, y su pecho
se inclina, listo para una pelea.
Doy un nervioso paso hacia atrás.
—¿Cómo me encontraste? —pregunto, y odio que mi voz tiemble.
Cualquier coraje que haya tenido anoche se fue.
No responde. En su lugar, agarra mi antebrazo, el mismo que cortó
anoche, y sé que fue a propósito. Suelto un suspiro mientras se gira y me guía
para bajar las escaleras de la iglesia y a lo largo de la estrecha pasarela a los
autos estacionados.
—No iré a ninguna parte contigo —protesto.
—No tienes opción —dice—. Ahora entra en el puto auto.
Me detengo y luego me empuja a través del lado del conductor del auto
negro de dos puertas. Entonces cae en el asiento del conductor, empujándome
al centro de la consola.
Me revuelvo torpe en el asiento del pasajero y rápidamente empujo hacia
abajo mi vestido para cubrir mis muslos.
Antes que pueda siquiera alcanzar la manija de la puerta, tiene el auto en
reversa y luego fuera del estacionamiento.
Siento mi espalda pegada a su asiento, mis ojos en él mientras corre hacia
la autopista. Su mano es un puño sobre el embrague mientras cambia de
velocidad. Su camiseta azul oscuro exhibe sus tonificados antebrazos.
—¿Qué quieres, Cole? —No responde. Veo que nos dirigimos en dirección
a mi casa, y tengo la sensación de que planea colocarme en la tumba que él y
Deke cavaron para el chico que quemé—. No voy a llamar a la policía —digo,
dejando escapar un largo suspiro.
Abro la boca para hablar, pero algo me llama la atención. Levanto la
manga de mi cardigán rojo y suelto un suspiro cuando veo sangre corriendo
por mi brazo. Su mano agarrando mi antebrazo debe haber abierto mi corte.
—¡Joder! —sisea, notándolo, y exige—: ¿No te cosieron?
Estrecho mis ojos a él.
—¿Quién infiernos me iba a coser?
Deja escapar un largo suspiro y asiente a la consola central.
—Tengo una toalla ahí. Sácala y presiónala en eso.
—Como si te importara si me desangrara hasta morir —respondo.
—No me importa. Pero no quiero esa mierda en mis asientos.
—Bastardo —murmuro y abro la consola. Cuando lo hago, me congelo
mientras miro hacia ella. Hay una pistola negra y un cuchillo junto con una
pequeña toalla de mano negra, un rollo de cinta adhesiva, y un par de esposas.
Todo lo que un asesino serial necesita.
Él mira rápidamente hacia abajo y gruñe. Tira de la toalla de mano, me la
arroja y luego golpea la consola cerrándola, colocando su antebrazo derecho
encima de ella.
Me muevo en mi asiento y miro fijamente al frente, presionando mi
antebrazo con la toalla.
—¿A dónde vamos? —pregunto rudamente. El auto es demasiado pequeño
para que estemos tan juntos. De repente, me doy cuenta que no sé nada de
este hombre y cualquiera que sea el plan que tuvo anoche, lo jodí. A propósito.
No responde. En cambio, se acerca y presiona un botón en su estéreo y
“Coming Undone” de Korn llena el espacio. Sube el volumen para ahogar mi
pesada respiración mientras volamos por la carretera.
Shark: Fiesta mañana por la noche en mi casa. Te quiero allí a las diez.
Cole me envió eso anoche mientras estaba en la bañera. Tan pronto como
Deke me dejó, me metí en el baño para limpiarme. Para lavar todo el día.
Nunca respondí, pero no creo que esperara que lo hiciera. Me había convocado,
y sabía que aparecería porque bueno, ¿qué más tenía qué hacer? Y quiero
saber lo que esos muchachos están tramando.
Tres me habían visto como si fuera una enfermedad. Cole parecía que
quería matarme, y Deke parecía divertido.
Primero, matan a un chico, ¿luego roban un auto? ¿Cuál es su trato? ¿El
auto era uno de sus retos? Shelby había mencionado cómo siempre estaban
metiéndose en problemas.
¿Y los había llamado Great White Sharks? Dentro y fuera del agua. Es por
eso que puse su número bajo Shark. Podría usarlos en la escuela. Es el
segundo semestre de mi último año en un nuevo lugar. Y el pueblo es una
estancada ciudad rica. Estoy segura que todos los estudiantes son mocosos,
así que podría usar a alguien a mi parte con quienes los demás tienen miedo
de cruzarse. O a cinco. Incluso si tengo miedo de ellos también. Deke dijo que
mi destino estaba en manos de Cole. Así que él maneja la manada. Eso, sin
embargo, era obvio. Mientras me quede en su lado bueno, debería estar bien.
—Te ves muy bonita.
Miro hacia la silla a mi lado que ocupa Lilly. Se había quedado toda la
noche con nosotros. Entonces esta mañana Celeste le pidió a Cole si podría
acompañarnos al salón y lavarse el cabello y pintarse las uñas. Me pareció
extraño que le pidiera permiso a Cole y no a su padre, pero me encogí de
hombros. Shelby me había dicho que Cole es el que prácticamente la cría.
—Gracias —le digo con una sonrisa.
—Te ves muy hermosa. —Levanta las manos, mostrándome sus pequeños
dedos—. El color favorito de Cole es el rosa.
—Entonces le encantarán tus uñas.
Ella asiente.
—Es por eso que elegí ese color.
Celeste se acerca a nosotros, poniendo su celular en su bolsillo.
—Bueno, Lilly, acabo de hablar con Cole. Tuve que rogarle y le prometí
tenerte en la cama a las ocho treinta, pero dijo que podrías quedarte una noche
más.
—¡Sí! —Tira ambas manos por encima de su cabeza.
Probablemente es porque tendrá una fiesta. Celeste me mira.
—Oh, vaya, Austin, me encanta tu cabello.
Me miro en el espejo.
—¿De verdad? Pensé que era diferente.
—Es hermoso. —Agarra mis hombros y se inclina para susurrar en mi
oído—. Le encantará eso.
Arrugo la frente.
—No lo hice por un él.
Me da una pequeña sonrisa y palmaditas en el hombro.
—Lo que digas, querida.
Miro hacia el espejo y suspiro. Supongo que no puede hacer daño intentar
impresionarlo. Quiero decir, es un chico, después de todo. Todos los hombres
piensan con sus penes.
—¿A dónde iremos después de aquí? —le pregunto.
—A dónde tú quieras —dice simplemente.
Sonrío.
—Necesito algo para ponerme esta noche. Algo rojo.
Asiente cuando una mujer viene detrás de ella.
—¿Celeste?
Ella gira y abre los brazos.
—Ellie.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta su amiga mientras se aleja.
—Estoy paseando con mi hijastra. —Gira y gesticula hacia mí—. Ellie, esta
es Austin. Austin, conoce a mi amiga Ellie.
La sonrisa de su amiga cae de su rostro mientras sus ojos se encuentran
con los míos, y mira de nuevo a Celeste.
—¿Hijastra? —pregunta en voz baja como si no pudiera oír.
Celeste asiente y le da una suave sonrisa.
—Sí. Pasará el resto de su último año con nosotros.
—Oh. —Se vuelve para mirarme—. Encantada de conocerte. —Asiente y
luego me despide, volviéndose para susurrar a Celeste. Coloca su brazo en el
hueco de Ellie, y se van.
Me giro y le sonrío a una confundida Lilly.
—¿Qué tal un helado? Vi un lugar de galletas abajo que los tenía.
Ella asiente emocionada mientras sus ojos marrones se encienden.
—Me gustan los de coca.
—¿Qué? De ninguna manera. A mí también.
Se ríe, y yo me rio, ignorando a Celeste y a su amiga que sin duda están
hablando de mí y de dónde demonios vine. Probablemente nadie en este pueblo
sabe que Bruce Lowes tuvo una hija a excepción de las personas que conocí
cuando tenía siete años. Y la mayoría de ellos probablemente hace mucho que
se han ido.
Son las diez y media cuando finalmente llego a la casa de Cole. Deke me
había enviado un mensaje con la dirección hace una hora. Y traté de no dejar
que me molestara que Cole le hubiera dado mi número. Como si el bastardo
estuviera demasiado ocupado para mandarme un mensaje él mismo.
La casa es tan grande como la de mi padre, pero no me sorprende.
Estaciono el BMW rojo brillante que mi padre me compró en el frente y salgo.
El frío de la tarde me hace estremecer. Durante el día, llega casi a los quince,
pero hace frío por la noche. Afortunadamente, eso me da una razón para usar
manga larga y cubrir mis puntos de sutura.
Compré un suéter rojo profundo y delgado que cuelga de mis hombros con
una camiseta negra, sin mangas para usar debajo. Lo emparejé con unos
vaqueros de pitillo negros y unos tacones altos negros. Y rematé el look con
lápiz labial rojo. Odio admitir que lo intenté un poco más duro de lo que habría
hecho si no fuera por Cole.
Y luego eso me enojó. Pero por supuesto, no me cambié. En cambio, me
quedé fuera de mi casa por treinta minutos más, sabiendo que sería más tarde
de lo que me pidió.
Entro a la casa, y “Fuck Away the Pain” por Divide the Day atraviesa los
altavoces que cuelgan de las paredes. Chicos de todas las edades se agolpan en
el vestíbulo y en los pasillos. Algunos incluso parecen suficientemente viejos
para la universidad. Escaneo la multitud por Deke o Cole, sin saber lo que
planearon para mí. Una vez más, sospecho del motivo por el que fui invitada.
Camino hacia la gran cocina abierta y encuentro vasos rojos junto con
botellas que cubren los mostradores. Recojo una botella de Fireball3, vierto una
pequeña cantidad en un vaso, y me lo bebo, necesitando un poco de coraje
para enfrentarlos otra vez. Luego preparo otra.
—Hola —dice una chica, acercándose a mí.
—Hola —digo con un gesto de cabeza. Tiene el cabello rubio decolorado y
grandes ojos azules. Con labios carnosos y un rostro pequeño. Parece una de
esas chicas de Instagram que tienen millones de seguidores, absolutamente
impecable.
—Nunca te había visto antes. —Extiende la mano derecha—. Soy Becky.
—Austin —le digo—. Acabo de mudarme aquí.
3 Marca de Whisky.
—Oh, qué emocionante —dice, agarrando un vaso y llenándolo con ron y
coca cola—. ¿Vas a la secundaria Collins?
Asiento.
—Sí.
—Soy senior. ¿Qué hay de ti?
—Igual —digo y me sirvo otro trago de Fireball.
—Me pregunto si tendremos alguna clase juntas.
En secreto espero que lo hagamos porque parece bastante agradable.
Bebiendo otro trago, miro alrededor de la enorme cocina y los cuerpos que la
llenan.
—¿Quién da una fiesta el lunes por la noche? —pregunto más a mí que a
ella.
—Cole Reynolds. —Pone los ojos en blanco—. Él y los Great White Sharks
hacen lo que quieren, siempre que quieren. —Entonces sonríe—. Pero dan
algunas fiestas increíbles.
—¿Dónde están sus padres? —pregunto.
—Nunca alrededor. Todos son sociales en este pueblo con grandes
carreras. Siempre ocupados y sin suficiente tiempo para sus hijos.
—Ya veo. —Son como mi padre. Tal vez es por eso que Cole cuida tanto a
Lilly.
—Dónde estás…
—¿Austin? —Una exigente voz masculina la interrumpe.
Ambas nos giramos para ver a uno de los chicos de pie en la entrada a la
cocina. No puedo decir si es Kellan o Shane, pero sus estrechados oscuros ojos
están en los míos.
Todos lo miran fijamente mientras me ve.
Arqueo una ceja en pregunta.
—Cole te está buscando —dice—. Vamos.
Le doy la espalda y pongo los ojos en blanco, pero cuando se encuentran
con Becky, los suyos están abiertos con sorpresa.
—¿Qué? —pregunto.
Ella solo niega. Tomo la botella de Fireball, ignorando mi vaso, y le sigo, ya
que el director envió al sirviente para buscarme.
—¿Shane?
—Kellan —gruñe.
Bien, entonces. Tomo un sorbo de Fireball mientras pasamos junto a los
chicos en el pasillo. Me lleva por un tramo de escaleras. Mis tacones se hunden
en la rica alfombra beige. Me detiene en una puerta y entro pero me bloquea.
Lo miro.
—No te quiero aquí —afirma.
Sonrío. Finalmente, alguien que se siente igual que yo.
—Bueno, eso hace dos de nosotros. —Sus ojos marrones caen a mi pecho
y me muevo lentamente sobre mis piernas, y cuando sus ojos se encuentran
con los míos otra vez, hay un desafío en ellos que no estoy segura de cómo
tomar.
Se estira detrás y abre la puerta. Entramos en una habitación poco
iluminada. Hay un sofá a mi izquierda. Un pequeño sillón delante de mí, frente
a un televisor que cuelga en la pared. Hay un juego de baloncesto, pero el
sonido está apagado. “Gravity” de Papa Roach sale a través de los altavoces
pero no lo suficientemente alto que no puedas oírte pensar.
—La encontré —grita Kellan a la habitación.
Tres cabezas se vuelven hacia mí mientras los chicos están de pie junto a
una mesa de billar en la esquina. Cada uno tiene una chica debajo de su
brazo. Ninguno es Cole.
Levanto la botella para tomar otro sorbo, disfrutando de la quema del
alcohol.
—Ya era hora. —Escucho su voz, y mi piel estalla con piel de gallina.
Miro a mi derecha para verlo sentado en otro chaiselongue con la mano
derecha apoyada detrás de su cabeza y las piernas cruzadas en los tobillos.
Está vestido con pantalón vaquero, una camiseta blanca y un par de Nike.
Sencillo pero todavía se tan aterrador como en los escalones de la Iglesia. Sus
ojos azules me toman mientras me mira arriba y abajo dos veces. Permanecen
en mi pecho, y me muerdo el labio. Cuando sus ojos se encuentran con los
míos, se levanta.
Yo doy un paso atrás. Mi corazón se acelera, todavía muy consciente de lo
que este chico es capaz de hacer.
—Chicas, váyanse —ordena. Todas se quejan al unísono, pero los chicos
se alejan de ellas y las empujan fuera de la puerta, encerrándome dentro con
ellos.
—¿Por qué estoy aquí? —pregunto, queriendo acabar con esto.
Él toma la botella de mi mano y se la lleva a los labios, tomando un gran
trago. Su manzana de Adán se mueve mientras bebe.
Cruzo los brazos sobre mi pecho, intentando no verme afectada. Pero
estoy teniendo dificultad para respirar.
—Hemos estado pensando… —dice Cole, frotándose la barbilla.
—Queremos que seas parte de nuestro grupo —Deke termina su oración.
Miro entre los cinco y comienzo a reír nerviosamente.
—Están bromeando, ¿correcto?
—Ni un poco —dice Deke, negando.
—No, gracias —digo, y me dirijo a la puerta. Giro del pomo y empiezo a
abrirla, pero una mano golpea la puerta por encima de mi cabeza,
manteniéndola cerrada.
Salto hacia atrás para mirar a Cole. Se inclina contra ella casualmente,
poniéndose cómodo y bloqueando mi única salida.
—No fue una oferta, Austin.
Mis ojos se estrechan a él.
—¿Qué te hace creer que quiero tener algo que ver con ustedes, chicos?
—Deke —dice Cole, levantando la botella a sus labios de nuevo.
Me giro para ver a Deke venir hacia nosotros, su teléfono en la mano
frente a nosotros. Se reproduce un video, y soy yo conduciendo el auto de Cole
lejos del almacén.
Después que robó el auto rojo.
—¿Cómo conseguiste eso? —exijo.
Deke solo se ríe, colocando el teléfono en su bolsillo.
—No beso y lo digo, nena.
Mis ojos se estrechan porque me llamó nena. Me vuelvo para enfrentar a
Cole.
—Estás chantajeándome. Otra vez.
Él se encoge de hombros descuidadamente.
—Puedes llamarlo como quieras.
—Lo llamo lo que es —le digo—. Sabes muy bien que no tenía ni idea de lo
que habías planeado.
Empuja la puerta y se inclina, su rostro a centímetros del mío. Puedo oler
la canela en sus labios y no puedo evitar el estremecimiento que corre a través
de mí.
—Te reto a probarlo.
—Tú, hijo de...
—Para que te unas —Deke me interrumpe—. Tienes que pasar una
prueba —dice, cruzando los brazos sobre su amplio pecho.
—No me interesa.
—Será una iniciación —se corrige.
—No quiero estar involucrada con lo que sea la jodida mierda en la que
están. —¿De cuántas maneras diferentes tengo que decirlo?
—Solo déjala ir —dice Kellan. Pero nadie lo escucha.
Deke continúa.
—Tienes que tener sexo con uno de nosotros mientras todos miramos.
Mi corazón comienza a latir con fuerza ante sus palabras. Y mis ojos se
abren cuando da un paso hacia mí.
Esto es una broma. Tiene que serlo.
Arquea una ceja en desafío cuando solo me quedo ahí mirándolo.
—¿Me quieres a mí, nena? Estoy listo. —Se lame los labios cuando sus
ojos azules se posan en mis piernas. Entonces llega hasta sus vaqueros y los
desabotona.
¡Está hablando es serio! Inmediatamente miro a Cole.
Sus ojos mantienen su ira habitual mientras me fulminan con la mirada,
pero una lenta, desviada sonrisa se extiende por su rostro, y los chicos se
empiezan a reír.
—Bueno, ahí está, responde, hombre —uno de ellos grita desde detrás de
mí.
Mi mandíbula se aprieta.
—No quiero...
—Déjennos —ordena Cole, interrumpiéndome. Y como las ovejas
entrenadas que son, todos se van. Todavía puedo escuchar sus risas mientras
caminan por el pasillo, la puerta se cierra lentamente detrás de ellos.
Me tumbo en una de las sillas, tratando de frenar mi acelerado corazón.
—No puedes forzarme, Cole. No en esto.
Él camina hacia donde estoy sentada. Estirándose, pasa sus reventados
nudillos a lo largo de mi mejilla. Alejo su mano, temerosa de lo que salga de mi
boca si me toca.
Su mano agarra mi cabello y me tira para que me levante. Grito mientras
empuja mi espalda a la puerta cerrada, haciéndolo sonar por la fuerza. Se eleva
sobre mí, empujando su cuerpo contra el mío. Estoy jadeando mientras me
mantiene quieta. Baja la cabeza para susurrar en mi oído.
—¿Eres virgen, Austin?
—No —gruño. Mis manos se acercan para empujarlo fuera de mí, pero las
agarra y las pone encima de mi cabeza. Gimo y mis muslos se contraen.
—Eso es una pena. —Suspira, y su aliento se desliza por mi piel,
haciéndome estremecer—. Me gusta tomar cosas bonitas, inocentes y
destruirlas.
—Estás enfermo —le digo, jadeando.
Se ríe, pero no lo niega.
—Pero eso no hace que me desees menos. Vi la forma en que me mirabas
en el auto. La forma en que lamiste tus labios cuando pensaste que iba a
besarte. La forma en que susurraste mi nombre. Como te quedaste mirándome
cuando salí de la piscina. Y no olvidemos la forma en que me permitiste tocarte
anoche. Dime ¿te decepcionaste cuando no te lancé a la cama y te penetré en
ese momento? —Gimo—. Apuesto a que estás mojada en este momento.
—Cole —gruño su nombre, no queriendo que vea que tiene razón.
Pero me ignora.
—Usaste rojo para mí otra vez, cariño. Querías mi atención. Y la tienes.
Ahora ¿qué harás con ella?
i cuerpo presiona el de ella contra la puerta, y la miro
fijamente, desafiándola silenciosamente a que me diga que me
vaya al infierno. Necesita hacerlo. No soy bueno para ella. No
debería estar en ningún lugar cerca de ella, y mucho menos
tocarla o pensando en tener sexo aquí mismo.
Porque lo único en mi mente justo ahora es empujarla al suelo, abrirle las
piernas y enterrarme dentro de ella toda la noche. A la mierda los chicos. A la
mierda la fiesta. Y a la mierda el hecho de que me odia. El sexo de odio es
siempre el mejor.
Bajo la cabeza hasta su cuello, encantándome el olor de las cerezas y
susurro.
—¿Qué será, cariño? —Su respiración es irregular, su cuerpo es suave, y
mi pene está duro. Solo necesito que diga las palabras—. Me deseas, solo
admítelo.
Se pone rígida contra mí, mis palabras finalmente llegan a ella.
—Suéltame, Cole.
No fueron tan fuertes como quiso que fueran, diciéndome que está
peleando. Eso es suficientemente bueno para mí.
Sonrío y cuando suelto sus manos, me empuja hacia atrás. De buena
gana le permito su espacio. Mis ojos vagan sobre su cabello. Lo cambió, el
marrón oscuro suavemente se desvanece a rubio en la parte inferior. Lo mejor
de ambos mundos. Se ve muy bien en ella. Se endereza el suéter rojo, y me
encanta que lo lleve para mí.
—Pero no tienes opción en lo de unirte a nosotros.
Golpea su pie.
—¿Por qué te importa tanto?
Porque te necesitamos.
—Te divertirás.
—Me arrestarán. Posiblemente muera.
Sonrío. No está lejos de la verdad.
—Solo dale una oportunidad.
—¿Por qué siento que las personas no solo le dan una oportunidad?
Me meto en ella una vez más, y me mira a través de largas y oscuras
pestañas.
—Tengo que recordarte que...
—Que no tengo elección —corta.
—Ves. ¿Eso fue tan difícil? —Pone los ojos en blanco, se gira y abre la
puerta. La agarro por encima del brazo y la detengo. Bajando, le susurro—:
Esta noche, me perteneces. —Me da una mirada de lado, y le doy una sonrisa
amenazadora—. ¿Entendido?
—Entendido —acepta a través de dientes apretados.
Tomo su mano en la mía, y salimos juntos. Nos dirigimos hacia la cocina,
pasando a los asistentes a la fiesta. Alguien grita mi nombre, asintiéndome, y
otros levantan sus bebidas. Los ignoro.
Vinieron a besarme el trasero, y no estoy de humor para complacerlos. En
cambio, estoy tratando de averiguar cómo alejarme de ella. No debería
desearla. Así no.
De ningún modo.
Pero esto es parte de ello. Los chicos estuvieron de acuerdo en eso. Dijeron
que si la hacíamos unirse, entonces necesitábamos presumirla. O no
habríamos tenido la fiesta. Es una formalidad.
—Hola, Becky —le dice a una rubia mientras entramos en la cocina.
La chica me mira y luego a Austin.
—Hola —dice suavemente. Sus ojos se disparan de vuelta a los míos.
La ignoro. Dejando ir la mano de Austin, agarro un vaso solitario y rojo y
le hago una bebida sin siquiera molestarme en preguntar lo que le gusta.
Tomará lo que dé.
Una vez termino su bebida, me hago una.
—Aquí —digo, entregándosela.
La toma sin siquiera mirarme. Sus ojos permanecen en la chica mientras
charla sobre mierda sin sentido.
Deke está parado en la esquina con una rubia bajo el brazo. Shane está
sentado en la mesa jugando póker con algunos chicos.
Y Kellan está parado en la entrada con la lengua en la garganta de alguna
pelirroja. No sé a dónde diablos fue Bennett.
Camino por la barra de desayuno y pongo mi brazo alrededor de los
hombros de Austin.
Ni siquiera me reconoce. Pero la chica, Becky, me mira sorprendida y
luego de vuelta a Austin.
Qué diablos estará atravesando su mente en este momento. Porque nunca
muestro ningún afecto por las mujeres. Las ignoro hasta que las tengo
desnudas en mi cama. Por supuesto, Austin no sabe eso, así que no entiende
lo que estoy haciendo ahora mismo. ¡Pero dejaré que todos aquí sepan que es
mía! De esa manera, cuando comience con sus atrevimientos, nadie la delatará
si la ven. No puedo arriesgarme a quemarme el trasero por ella.
Tomo un sorbo de mi bebida mixta mientras “Love the Way You Heat Me”
de Like A Storm suena a través de los altavoces de la casa, y sonrío. Ella me
odiará muy bien. Y me va a encantar.
Sentada en la cafetería con los chicos, todavía estoy enojada con Cole.
Cada chico en la maldita escuela parece saber mi nombre. Y que quiero abrir
las piernas para él. Supongo que Deke tiene como decenas de miles de
seguidores. Becky dijo que era un puto de atención.
Cole se sienta a mi izquierda y Deke a mi derecha. Me tienen bloqueada
como si fuera a levantarme y correr hacia la salida más cercana. Quería
sentarme con Becky, pero no la he visto desde la primera clase, y no tengo su
número.
Kellan se sienta frente a mí, masticando su comida como si estuviera viva
y a punto de salir de su plato en un segundo. Bennett y Shane discuten sobre
cual auto es más rápido.
Cole golpea su teléfono contra la mesa, y lo miro.
—¿Qué sucede?
Pongo los ojos en blanco para mí en el momento que las palabras están
fuera de mi boca. Como si me lo fuera a decir. Y como si me importara mucho.
Incluso no estoy segura de por qué pregunté. Pero me sorprende
respondiéndome.
—Celeste no está respondiendo mis textos.
—¿Por qué la estás enviando mensajes?
—El entrenador quiere una reunión después de la escuela, y necesito que
Celeste vaya a buscar a Lilly ya que tengo que quedarme hasta tarde. No quiero
ponerla en un autobús sin previo aviso.
—Yo puedo hacerlo. —Todos los chicos se callan. Kellan incluso deja de
masticar su comida, y sus ojos marrones me miran—. ¿Qué? —pregunto,
mirando a Cole. Me mira fijamente. Sus ojos azules buscan los míos como si
estuviera tratando de decidir si sería una mejor opción que ponerla en el
autobús—. Le gusto —le digo, como si hiciera una diferencia. No tengo mucha
experiencia con niños, pero Lilly tiene seis años. Me puede decir si algo está
mal. Puede decirme si tiene hambre. Puede ir al baño sola. Todo lo que tengo
que hacer es llevarla a casa.
Finalmente, asiente.
—Cole…
—Llamaré a la oficina y se lo diré —interrumpe a Kellan.
—¿Puedes hacer eso? —pregunto, solo dándome cuenta de lo que dijo—.
¿No es una cosa paterna? No eres realmente su padre, ¿verdad? —pregunto, y
se tensa.
—Cole es...
—¡Kellan! —lo interrumpe de nuevo.
Luego me mira.
—Después del almuerzo, te daré las llaves de mi auto. Están en mi
casillero.
Todos reanudan su previa conversación, haciéndome pensar que me perdí
algo. Entonces un pensamiento me golpea.
—Eh... —Arrastro, y me mira de nuevo.
—¿Qué? —protesta.
Ignoro su ira y bajo la voz.
—¿Qué hay de tu arma? —No quiero ser detenida en su auto e ir a la
cárcel. Entonces otra vez, tal vez ese es su plan.
—No está ahí —responde. Lo miro escépticamente. Sus ojos se estrechan a
los míos, enojado porque no tomo su palabra por ello—. Nunca está en el auto
cuando Lilly está presente.
—Oh.
Mira hacia otro lado, despidiéndome una vez más.
stoy en el vestuario después de nuestra reunión con el entrenador
sobre nuestra próxima temporada. Mi teléfono suena, y lo saco de
mi bolsillo para encontrar un texto de Austin, mi corazón
comienza a latir con fuerza. No debería haberla dejado recoger a
Lilly. No quiero que se acerquen porque no quiero lastimar a Lilly cuando aleje
a Austin después que termine con ella. Pero Celeste no me contestó, y Lilly y yo
no hemos revisado los procedimientos para que tome un autobús todavía. Es el
segundo semestre de mi último año. Incluso el semestre pasado cuando tuve
reuniones después de la escuela u otras reuniones, siempre tuve a alguien
alineado cuando no pude llegar. O bien la niñera, Blanche, o Celeste me
ayudaron.
Lo abro, pensando que algo está mal, pero es una foto de Lilly sentada en
una redonda mesa roja comiendo una taza de helado. Una gran sonrisa en su
rostro y un texto de Austin.
Dijo que tuvo un gran primer día, e hizo un nuevo amigo. Su nombre es
George. Espero que no te importe. La llevé por un helado.
Sonrío. Me alegro que haya tenido un buen día, pero esta mierda de
George no funcionará.
—¿Qué diablos estás haciendo, hombre? —pregunta Kellan detrás de mí.
Cierro el texto y coloco mi teléfono de vuelta en mi bolsillo.
—Déjalo —advierte Deke.
—¡No! Esta mierda se está saliendo de las manos —protesta—. Esto se le
está subiendo a la cabeza.
Me giro en torno a él.
—¿Estás dudando de mí?
—Sí. —Rechino los dientes—. No estás pensando con claridad. Entiendo
que quieres tener sexo con ella, pero esto es ir demasiado lejos. Te vas a
quemar. Y no voy a caer porque quieres mojar tu pene.
Voy hacia él, pero Bennett agarra el hombro de Kellan y lo saca de mi
alcance.
—Cuidado —le advierto.
—Tendré mucho cuidado. Desde el margen, cuando ella explote en tu
rostro —grita—. ¿Crees que alguna vez será mejor que él? ¿Crees que no va a
descubrir que la estás usando? ¿Qué quieres arruinar a su padre? — Niega.
—Lo tengo controlado —gruño.
Resopla.
—Está con Lilly, joder, Cole. Cuando tome todo lo que tienes, solo podrás
culparte a ti mismo.
Me abalanzo hacia él y le doy un puñetazo en el rostro. Su cabeza se
mueve hacia un lado, y tropieza de nuevo, corriendo hacia Bennett. Lo golpeo
de nuevo antes que pueda recuperarse, y luego soy tirado hacia atrás.
—Cálmate, Cole —dice Deke mientras me retiene.
Mi corazón late en mi pecho cuando sube y baja rápido. Cierro los puños,
ese sentimiento de nudillos partidos me calma.
Ese familiar latido en mi hombro vuelve.
Se levanta y limpia la sangre de su barbilla.
—Tiene que desaparecer.
—¡Mantente lejos de ella, Kellan! —grito.
Niega, dejando salir una risita.
—Ya estás suficientemente jodido, Cole. No necesitas algo para hacerlo
malditamente peor.
Voy por Kellan, pero Bennett lo agarra, tirando de él hacia atrás.
—¡Basta! —demanda—. Lárgate de aquí, Kellan. —Luego lo empuja hacia
la puerta.
Kellan levanta las manos y camina hacia atrás, asegurándose que puede
verme todo el tiempo, diciéndome que ya no confía en mí. Podría decir lo mismo
de él. Está manteniendo un secreto muy grande de nosotros. Eso lo sé. Lo que
no sabe es que planeo usarlo en su contra. Muy pronto.
Una vez la puerta se cierra, Deke me suelta. Dejo escapar un largo
suspiro.
—Tal vez deberíamos reconsiderarlo —dice Shane.
—No. —Bennett me gana con eso—. Nos ceñiremos al plan. —Me mira.
Me giro y salgo corriendo, listo para largarme de esta escuela.
—¿Cole? —grita Deke cuando salgo al estacionamiento.
—No estoy de humor, Deke —le digo, deteniéndome junto a su Range
Rover. Me llevará a la casa de Austin para recoger a Lilly y mi auto.
Se detiene delante de mí.
—Solo quería que supieras que cubro tu espalda.
—Gracias.
Miro hacia arriba para ver a Becky caminando hacia la cafetería. Grito su
nombre y saludo con la mano. Ella viene rebotando y se desploma frente a mí.
—Te encanta ser el tema del día —dice, sacudiendo la cabeza.
—¿Ahora qué?
—Todo el mundo está hablando de cómo abofeteaste a Cole. —Mueve las
cejas—. Están diciendo que fue azotado.
Tiro la cabeza hacia atrás y me rio. Si solo supieran la verdad. Cole viene a
sentarse a mi lado, y Deke se sienta al lado de Becky.
—Traidora —murmuro, y me da una gran sonrisa antes de besarlo.
La única amiga que he hecho está ahora acostándose con uno de los
enemigos. Esta vez no acabará bien para mí.
Kellan se sienta a mi derecha, y me endurezco. Incluso Cole ajusta sus
hombros, pero no lo mira.
Shane y Bennett se unen a nosotros, y todos los chicos hablan de basura
que no puedo seguir.
Deke se toma un segundo en su discusión con Shane para palear con algo
de comida en su boca cuando lo miro.
—¿Puedo tener el número de Shelby?
La mesa se queda en silencio. Sus ojos se encuentran con los míos, y se
estrechan.
—¿Por qué quieres su número?
—¿Cómo la conoces? —gruñe Kellan.
—Hizo mis puntos de sutura. Los necesito sacar esta semana —le digo.
—¿Cuáles puntos de sutura? —pregunta Shane.
Cole y Deke no le contestan. Frunzo el ceño. ¿No los rellenaron con lo que
pasó esa noche? Miro hacia Cole, y me está mirando. Le devuelvo el gesto, no
retrocediendo de él.
—Te llevaré hoy después de la escuela. —Cole rompe el silencio, y ni
siquiera se molesta en discutir mientras reanudan sus conversaciones.
Una pequeña victoria, pero una victoria, sin embargo.
—¿Qué pasa con esos puntos de sutura? —presiona Kellan.
Cole mira su teléfono.
—No te preocupes, Kellan —dice. Becky hace una mueca por el tono de
Cole. Deke mete más comida en su boca, diciéndome que no dirá una palabra
al respecto. Shane y Bennett también lo dejan pasar, sabiendo que no
obtendrán más información. Kellan golpea su bebida sobre la mesa y luego se
levanta, alejándose.
a cometí el error de dejarla sola con Shelby una vez. No lo haría de
nuevo. La escuché hablarle a Austin sobre mí la última vez que
estuvimos aquí. Así que esta vez, estoy en la cocina con ellas
mientras se sientan en la mesa y Shelby le quita los puntos de
sutura.
—Se ve muy bien —dice Shelby mientras la examina—. Y las cicatrices
serán mínimas.
Austin le sonríe.
—Gracias.
—Por supuesto —dice Shelby, despidiendo su gratitud y tirando de ella a
un abrazo.
—¿Puedo usar tu baño? —pregunta Austin, poniéndose de pie.
Ella asiente y le muestra dónde está.
Estoy apoyado contra el mostrador de la cocina cuando Shelby vuelve a
entrar. Su sonrisa cae de su rostro cuando sus ojos se encuentran con los
míos. Se detiene delante de mí con los brazos cruzados sobre el pecho.
—¿Por qué le hiciste eso?
No respondo.
Suspira ante mi silencio.
—¿Por qué estás tan cerca de ella? Vi el video de Deke publicado en línea.
Estás jugando con ella. Pero la pregunta es ¿por qué?
—Lo que haga con ella no es de tu incumbencia —decido decir.
—Cole. —Pasa la mano por su cabello—. No puedes hacerle esto a la
gente.
—Puedo hacer lo que quiera.
Baja los puños por los costados, claramente frustrada. La miro fijamente
sin parpadear, mostrando una señal de indiferencia. Shelby tiene demasiado
corazón. Yo no tengo suficiente.
—Vi las noticias. Y que Jeff ha desaparecido. —Cambia de tema, sus ojos
buscan en los míos alguna indicación que tuve algo que ver con su
desaparición. Me conoce mejor que eso. Soy una pared. Me da la espalda y deja
escapar una risa nerviosa—. Esto tiene que parar, Cole.
—¿Me vas a detener?
Se vuelve para mirarme.
—¡Esto es serio! ¡Es tu vida!
Miro lejos de ella cuando la culpa comienza a comerme. Una vida que no
debería estar viviendo.
—Cole. —Suaviza la voz—. Eso no fue tu culpa. —Me tenso. Nadie me
habla de lo que sucedió la noche en que maté a tres amigos. Saben que es una
línea que nunca cruzo, pero Shelby no se preocupa por los límites de la gente—
. No puedes corregir todos los errores en el mundo. Eli lo entendería. Fue un
accidente. Podría haberle pasado a cualquiera de nosotros.
—Ambos sabemos que se lo merecía —gruño, centrándome en Jeff en
lugar de en mis amigos.
—Jesús —sisea suavemente, dándose cuenta de que acabo de admitir que
maté a Jeff—. ¿Qué saben todos?
Cierro la boca. Ella mira lejos de mí.
—¿Deke estaba involucrado?
Me quedo mirando la parte de atrás de su cabeza, negándome a ceder ante
la necesidad de mirar el suelo. No responderé a su pregunta, pero tampoco le
daré una razón para asumir alguna.
Mi silencio la tiene volviéndose a enfrentarme, y hay lágrimas en sus
suaves ojos azules. Se acerca a mí, sus manos agarran mis hombros, y sus
ojos se encuentran con los míos.
—Lo necesito, Cole. No puedes quitármelo. ¿Entiendes?
Mis ojos la buscan, una lágrima cae por su mejilla. Y mi pecho se aprieta
con la idea de perder a Deke. Él y yo somos, con mucho, los más cercanos. El,
Eli y yo éramos inseparables. Se suponía que estaría con nosotros esa noche.
Pero los planes cambiaron, y terminó no llegando. Eso probablemente le salvó
la vida.
—Gracias de nuevo… —La voz de Austin se aleja mientras entra en la
cocina.
Shelby me suelta y se gira de espaldas a nosotros rápidamente, frotando
las lágrimas de su rostro.
Austin se acerca a mí y me mira de cerca, probablemente preguntándome
que en el infierno está pasando entre nosotros. Pero le doy una mirada fría. No
le debo una explicación.
—En cualquier momento —dice Shelby alegremente.
Sus lágrimas ahora se fueron. Y tiene una sonrisa en su rostro.
El día siguiente fue como todos los demás. Cole me recogió. Dejamos a
Lilly y luego fuimos a la escuela. Una vez de nuevo, no me dijo nada, pero me
besó antes de la clase y se aseguró de poner sus manos sobre mí. No lo alejé.
Sus palabras y miradas son tan frías, pero cuando me toca, me calienta como
el fuego. Eso no tiene ningún sentido. Y está empezando a meterse en mi
cabeza. La ida y vuelta con nuestras disputas. La forma en que me gusta que
me toque. La forma en que es con Lilly. Piensa el mundo de esa pequeña niña.
Y cada vez que lo veo besarla diciéndole adiós cuando la dejamos en la escuela
hace que me duela el pecho. Quiero preguntar por qué parece hacer todo por
ella pero no puedo encontrar palabras. Y sé que me ignoraría. Cole es bueno en
eso, ¡y me vuelve loca!
No he tenido muchos novios. Solo alguna vez salí con Martin, y no era
nada como Cole de oscuro. De cerrado. Algo sobre él me hace adivinar. Me
hace preguntarme qué le pasó que lo hizo de esta manera a tan temprana
edad.
Cole se acerca y agarra una fritura de mi plato, untándola en kétchup
mientras estamos sentados en la cafetería.
—Tenemos una reunión de equipo hoy —dice Deke.
—Lo sé. Recibí el mensaje. —Cole asiente, mirando su teléfono.
—Oye, iremos al cine esta noche. ¿Quieren ir? —pregunta Becky mientras
roba una fritura de mi plato. A este ritmo, no tendré ninguna.
—No puedo —digo con la boca llena de hamburguesa con queso—.
Cenaremos con mi padre y mi madrastra.
Deke está tratando de acercarla a él para un beso, pero ella lo aleja.
Shane y Bennett están demasiado ocupados con sus teléfonos, pero Kellan se
levanta, le echa un vistazo a Cole de odio, y luego se marcha. Cole lo ignora por
completo.
—Conocer a los padres, ¿eh? —Becky sonríe—. Las cosas se ponen serias.
Me ahogo con mi hamburguesa con queso, y Deke resopla.
—Conocí a su padre mucho antes que comenzara a tener sexo con ella —
responde Cole rotundamente.
Becky jadea, y Deke se ríe como si lo que dijera fuera realmente divertido.
Pongo los ojos en blanco. Puede ser un bastardo.
Al salir de la cafetería, me detengo en su casillero con él.
—¿Qué pasa contigo y Kellan? —pregunto.
Me mira por un rápido segundo y luego comienza a hurgar en su casillero.
—¿Poniéndote personal? No pensaba que haríamos eso.
Resoplo.
—Parece que te pones realmente personal conmigo.
Cierra su casillero y tira su brazo sobre mis hombros mientras me lleva a
mi clase. Me doy cuenta de las personas que nos miran mientras pasan, pero
las ignoro.
—No hay nada de qué preocuparse —dice.
—Estoy empezando a sentir que él es más amenaza para mi vida que Deke
—le digo y le doy una risa nerviosa. Al menos ahora Becky está manteniendo
toda su atención.
Él se detiene y gira el rostro hacia mí. Nos paramos en medio del pasillo, y
me mira fijamente sin emoción. Levanta su mano derecha y empuja un mechón
de cabello detrás de mi oreja. Luego sus dedos continúan hacia abajo y corren
sobre el chupetón que cubrí. Y el miedo se arrastra por mi espalda.
No es mejor que el resto. De los cinco, es el que me ha hecho el mayor
daño. Doy un paso atrás de él, y su mano cae a su lado mientras sus ojos
azules se encuentran con los míos.
—No soy mejor —dice lo que estoy pensando. Trago nerviosamente—.
Todavía quiero lastimarte. Todavía quiero verte sangrar. Y pienso en ti doblada
sobre esa encimera cada segundo del día. —Su mano se extiende y rodea mi
cintura, tirando de mí—. La forma en que me miraste cuando te corriste... la
manera en que gritaste mi nombre... simplemente me hizo querer todas esas
cosas incluso más. No creas que cambié, Austin. Porque no lo he hecho. Y no
lo haré.
Echo la cabeza hacia atrás para mirarlo. Mi corazón late en mi pecho.
—¿Estás diciendo que debería tener miedo?
Él mueve la cabeza hacia abajo y susurra en mi oreja, su mano aún está
extendida en mi espalda, manteniéndome en mi lugar.
—Deberías estar aterrorizada, cariño. —Se me corta la respiración—.
Porque voy a conseguir lo que quiero.
—¿Qué es? —No puedo evitar preguntar.
—Todo lo que tienes que dar.
Hemos estado aquí en la playa por dos horas. Los chicos y yo estamos de
pie en la fogata. La gente llena la playa en algunos puntos y algunos ya
pasaron por la línea de árboles. Ninguno me habla porque saben que a menos
que sean mis amigos, no tengo nada que decirles. Deke es una mariposa social
en línea, pero también se mantiene distante en la escuela. Bennett y Shane son
amigos de todos. Kellan se queda para sí mismo. Solo ha sido así durante los
últimos seis meses. Creo que algo de eso tuvo que ver con el accidente. La otra,
con Celeste.
Miro por encima de mi hombro para ver a Austin y a Becky de pie junto a
una de las mesas plegadas, y Austin se está sirviendo otro trago. Es el cuarto.
Lo he estado contado. Y también sé que sigue añadiendo alcohol a los que se
ha preparado.
—Pensé que Kellan saldría esta noche —dice Shane, recibiendo mi
atención.
Sabía que no aparecería. Apuesto mi trasero que está en la casa de Bruce
teniendo sexo con Celeste. Bruce está fuera de la ciudad, y Austin está aquí.
Eso es lo que haría si fuera él.
—Tal vez no tuvo ganas de tener el trasero pateado esta noche —ofrezco.
Shane suspira pero no dice nada. Sabe que no estoy de humor para ser
probado.
—¡Dije que te detuvieras!
Me giro al oír el sonido de la voz de Austin. Su espalda está hacia nosotros
mientras se enfrenta a un chico. Un tipo al que odio... ¡Bryan!
—Vete, Bryan —responde Becky bruscamente, y entonces lo empuja.
Las chicas giran y comienzan a caminar hacia nosotros, y no me pierdo la
forma en que unen sus brazos y tropiezan. Están borrachas.
Los cuatro llegamos a ellas antes que incluso puedan dar otro paso.
Bryan y su amigo Christopher se ríen.
—¿Qué diablos fue eso? —demanda a Deke, mirando a Becky.
Antes que pueda responder, Bryan y Christopher se unen a nosotros.
—¿Hola, Austin? —La mira, y sus ojos verdes y vidriosos se estrechan
sobre él—. Bryan me retó a tener sexo contigo. —La mira de arriba a abajo,
sonriendo como el borracho que es—. ¿Dónde quieres…?
Mi puño conectando con su rostro interrumpe todo lo que estaba a punto
de decir.
—¡Amigo! —grita Bryan, saltando atrás mientras Chris cae a la arena.
—¿Lo retaste a tener sexo con ella? —grito hacia él.
Coloca sus manos delante y se estremece. Envuelvo mis manos alrededor
de sus muñecas y lo tiro hacia delante. Una vez que su pecho golpea el mío, le
pego con la cabeza. Cae al lado de Christopher, y ambos ruedan gimiendo.
—Levanta el trasero —le ordeno, sintiendo la adrenalina que viene con
una pelea. Mi cabeza late, y aprieto y aflojo mi palpitante puño.
—¡Cole! —grita Austin detrás de mí. Me giro para enfrentarla. Esos verdes
ojos ahora están muy abiertos por el miedo. Mira a los chicos en el suelo por
un segundo y luego a mí—. Solo vámonos.
—Todavía no. —Miro a Shane—. Lleva a las chicas al SUV de Deke.
—No. Cole... —Bennett agarra el brazo de Austin y la aleja mientras Becky
se aferra a Deke. Él la empuja hacia Shane, y ella pelea contra él mientras la
lleva al Range Rover.
Los chicos empiezan a rodearnos, y me quito la sudadera negra con
cremallera, pero me dejo la camisa mientras Deke viene a mi lado y nos
giramos para mirar hacia los bastardos.
—Me encargaré a Christopher —dice.
—Yo tengo a Bryan. —Ante la mención de su nombre, Bryan levanta las
manos y cae de rodillas, tratando de alejarse. Tomo su tobillo y le doy un tirón,
tirándolo sobre la espalda. Me paro sobre él, recordándome que no puedo
matarlo aquí con todos los testigos, y, por supuesto, todos tienen sus teléfonos
y nos están grabando.
—Era solo una broma —dice Bryan mientras la sangre corre por su rostro.
Salta sobre sus pies, levantando las manos.
Deke ya está encima de Christopher golpeándolo como el infierno. Yo me
tomaré mi tiempo con Bryan. Se merece eso.
—Meterte con lo mío no es broma —le digo.
—Cole… —gruñe mi nombre como si su tono me hiciera retroceder.
He golpeado su trasero antes, así que pensarían que el bastardo habría
aprendido su lección.
Levanto los puños y le sonrío.
—Te patearé el trasero, Bryan. —Él traga nerviosamente—. Te reto a
pelear.
Abro los ojos para ver a Austin durmiendo a mi lado. El sol brilla a través
de la ventana aquí arriba y me doy vuelta, recogiendo mi teléfono del suelo
para comprobar la hora. Las nueve y cuarto.
Acostado de nuevo, paso una mano por mi rostro. No dormimos mucho.
No llegamos a la casa club hasta después de las dos de la mañana y luego
pasamos casi una hora en la ducha. Y luego otras dos despiertos en la cama.
Como siempre, no podía tener suficiente.
Ella tampoco parecía poder hacerlo, y no me quejo.
—¿Estás bien?
Miro hacia mi izquierda y encuentro con un conjunto de ojos verdes
oscuros en mí. Le sonrío apartando el cabello de su rostro. Tiro de las mantas
hacia atrás y agarro su brazo, arrastrándola para que quede a horcajadas
sobre mí.
—Lo estoy ahora.
Echa su cabeza hacia atrás riendo, y la bebo. Nunca la he escuchado reír
así. Solo he visto ira en ella. O tristeza. Nunca he tratado de hacerla reír o
sonreír.
Debería obligarla a hacerlo más a menudo.
Me monta desnuda y su hermoso cabello oscuro cae sobre su hombro
rozando mi pecho. Finalmente está seco de la ducha que tomamos hace horas,
y el alcohol que consumió parece haberse desgastado.
Sus ojos escanean mi pecho, y sus dedos rozan mi cicatriz. Nunca ha
preguntado sobre ella antes.
—¿Qué pasó?
—Me rompí la clavícula.
Inclina la cabeza hacia un lado.
—¿Cómo?
Mis ojos miran los suyos mientras la observa fijamente.
—Accidente de auto. El cinturón de seguridad se apretó y lo rompí en el
impacto.
Su mano se congela en la cicatriz, y sus ojos se encuentran con los míos.
Me mira tan intensamente que mi pulso se acelera.
—Mentiste.
Mis ojos se estrechan ante la acusación de su voz.
—¿Perdón?
—Mentiste —repite.
—¿Sobre qué? —exijo.
—No estabas conduciendo. —Me tenso ante sus palabras. Busca en mis
ojos y suspira pesadamente, su aliento quita su cabello de mi pecho—. ¿A
quién cubriste?
—¡Suficiente!
—No, Cole. ¿Por qué mentiste? —demanda. Agarro sus caderas, mis dedos
se hunden en su piel, y la empujo fuera de mí. Me levanto, pasando una mano
por mi cabello y caminando hacia el baño.
—No podrías haber estado conduciendo —susurra—. Es tu hombro
derecho. No el izquierdo. Mentiste…
Cierro los ojos. Le tomó dos segundos darse cuenta de lo que nadie más
vio. Tuve un cabestrillo durante meses. En mi brazo derecho no en el izquierdo.
Nadie nunca lo cuestionó.
—¿Por qué mentirías, Cole?
—No, Austin.
—¡No! —grita—. Maldita sea, dime por qué mentirías sobre algo como eso
—demanda—. La gente cree que mataste a tres de tus amigos.
—¡Mierda, sé lo que piensan! —grito girándome para encararla—. ¿Quién
diablos crees que les dijo eso?
—¿Por qué? —Está de rodillas en medio de mi cama, Su cabello largo y
oscuro está sobre un hombro, cubriendo uno de sus senos de mí, y está
respirando pesadamente. Sus ojos son suaves y mi pecho se aprieta.
—¡Vete!
—Fue Eli... Por eso tú...
—Dije que te fueras a la mierda, Austin —respondo, interrumpiéndola.
—No.
Cierro los puños con fuerza, y sus ojos caen a ellos.
—Becky dijo que todos salieron expulsados. Pero que tú tenías puesto el
cinturón de seguridad... —Sacude la cabeza confundida—. No entiendo…
Me acerco a la cama y la empujo sobre la espalda, sujetando sus
pequeñas muñecas al colchón.
—No necesitas entender lo que hice, o por qué lo hice. No es asunto de
nadie, Austin.
Me mira con ojos suaves. Estoy malditamente jadeando, y mi corazón se
acelera. Odio estar expuesto. Tan abierto. Tener a la gente custodiada es
seguro. Pero sigue apuñalándome. Haciéndome sangrar. Sus ojos buscan en mi
rostro, y veo lágrimas en ellos. Mi rostro se aprieta.
—Cole —susurra—. Lo siento. —Mi pecho se aprieta al punto que no
puedo respirar—. Lamento que nadie te vea como yo. Lamento que nadie
entienda tu rabia. O tu odio.
—Detente... —Me ahogo con la palabra. Está torciendo el cuchillo.
Cortándome más.
Envuelve las piernas alrededor de mis caderas.
—Lamento que hayas perdido a tres amigos. Y que te quedaras con una
carga que no es tuya para soportar. —Sus lágrimas se derraman por los
costados de su rostro.
¡Mintió!
Dejó que este pueblo creyera que mató a tres adolescentes que eran sus
amigos cuando no fue su culpa.
—¿Estabas bebiendo? —pregunto.
Puedo sentir su cuerpo temblando contra el mío. Está enojado conmigo.
Enojado porque descubrí un secreto.
—No sabes de lo que estás hablando —dice en su lugar—. No estuviste
ahí.
—No tuve que estar allí para saber que no fuiste responsable de sus
muertes.
—¡Detente, Austin! —me grita.
—¿Lo saben los chicos? —pregunto mientras otra lágrima corre por un
lado de mi rostro.
No responde.
—Becky también me dijo que Kellan te culpa. ¿Por qué no le dijiste la
verdad?
Mi corazón se rompe por él. No solo perdió a sus amigos, sino que también
tomó la responsabilidad cuando no era suya.
Suelta mis muñecas y me arrastra, forzando mis piernas a separarse. Se
sienta a un lado de la cama, su espalda está hacia mí e inclina la cabeza.
Trago y me incorporo.
—Sé que sentiste que hiciste lo correcto, pero, Cole...
Se levanta de un salto y me enfrenta. Mis palabras se cortan ante la
mirada en su rostro. Nunca lo había visto tan asesino.
—No te atrevas a sentarte allí y fingir que sabes por qué hice lo que hice —
gruñe mientras se inclina y recoge su pantalón del suelo. Los desliza hacia
arriba y se los abotona, después sale disparado por las escaleras.
Me quedo sentada aquí, esperando oír la puerta abrirse y cerrarse, pero no
llega. Me levanto de la cama y llevo la sábana conmigo, envolviéndola alrededor
de mis hombros. Camino y bajo las escaleras para encontrarlo parado en medio
de la habitación. Sus manos están en puños delante de él mientras golpea el
saco de boxeo que cuelga de las vigas.
—Dime —le digo en voz baja—. Ayúdame a entender.
Me ignora. Su respiración se vuelve más fuerte mientras golpea. Los cortes
de anoche ya se abrieron de nuevo.
Por la fuerza.
Dejo caer mi cabeza para mirar mis manos apretadas en la sábana,
manteniéndola en su lugar. Lamo mis húmedos labios y saboreo mis lágrimas.
—Tenía diez la primera vez que el novio de mi madre me tocó. —Se detiene
con mis palabras. Como quería que hiciera—. En ese tiempo, no entendí lo que
estaba pasando. —Trago el nudo en mi garganta—. Estaba sentada en el sofá.
Él se sentó junto a mí y puso su mano en el interior de mi muslo. —Lo miro a
través de mis pestañas. Su espalda está hacia mí, y su cabeza está abajo—. No
sabía qué hacer. Se sintió incómodo. Incorrecto. Pero estuvo diciéndome que
era bonita. Nadie me dijo eso antes.
Los músculos en su espalda se aprietan.
—Entonces sus dedos empezaron a hundirse en mi piel con dolor. Le dije
que me estaba lastimando. Intenté empujarlo, pero mantuvo su agarre
apretado. Dijo que aprendería a amar el dolor. Que sería la forma en que me
mostraría que se preocupaba por mí. —Se gira lentamente para encararme, y lo
miro a los ojos. No retrocedo como quise hacer cuando estuvimos junto a la
piscina—. Me amaba.
Traga, y su manzana de Adán se mueve.
—Ahí fue cuando mi madre entró. Nos vio y corrió hacia mí, me agarró del
brazo, y me tiró del sofá. Me envió a mi habitación por el resto del día. —Su
pecho sube y baja de respirar pesado. Su mandíbula es afilada, y sus fosas
nasales se ensancharon—. Me dijo que era suyo. Que mi padre la dejó por mi
culpa. Que no dejaría que la perra de su hija le quitara a otro. —Una lágrima
cae por mi mejilla en silencio, pero es por él, no por mí. Llegué a un acuerdo
con mi vida hace mucho tiempo.
—Podría no entender por qué hiciste eso, pero sé lo que es tener un
secreto. Me dijiste que sabías lo que era sentirse impotente. No tener control.
Somos iguales, Cole. Te culpas por perder a tus amigos, y yo me culpo por un
hombre que me deseó. Me tomó años darme cuenta de que era él el que estaba
mal. Y tuve que figurarme eso por mi cuenta. No tuve a nadie que me lo
explicara. Que me ayudara. —Suelta un largo suspiro, apartando la mirada de
mí—. Así que voy a decirte lo que alguien debería haberme dicho. —Sus ojos
regresan a los míos, y camino hacia él. Extiendo la mano para tomar su rostro,
la sábana cae al suelo a mis pies. Otra lágrima corre por mi rostro, y
suavemente la limpia—. No fue tu culpa, Cole.
Baja su frente a la mía y cierra los ojos.
—No somos iguales, Austin. Porque a diferencia de ti, yo no era inocente.
—Se aleja y me mira fijamente—. Sabía lo que estábamos haciendo. Fuimos a
una fiesta como siempre. Nos emborrachamos como siempre. Y luego nos
fuimos. Tomé la culpa porque debería haber sido el único conduciendo. En
cuestión de minutos, se fueron... solo se fueron. —Su voz es áspera como si
hubiera estado guardando esas palabras por un largo tiempo. Mis lágrimas
comienzan a caer más rápido.
—Lo siento, Cole. Lo siento mucho.
Envuelve los brazos a mi alrededor y me lleva hacia él.
—Yo también lo siento, cariño —dice mientras me besa el cabello.
xtiendo la mano y pongo un mechón de cabello detrás de su oreja.
Sus ojos me miran, y puedo ver las nuevas lágrimas que no ha
permitido dejar caer aún. Así es cuando está más guapa, cuando
sus ojos verdes se ven como si estuvieran nadando en un charco
de agua. Una lágrima finalmente se escapa, y se la limpio.
Pero odio por qué están allí. Odio que alguien más pueda hacerla llorar.
Quiero hacer eso. Quiero tomar todo de ella.
Soy un maldito bastardo.
Su madre y su puto novio pagarán por lo que le hicieron. Me aseguraré de
ello. Tal como hice con Jeff. Sus manos van a mi pantalón, y lo abre. Agarro
sus muñecas.
—Austin.
—Te necesito, Cole —susurra, empujando sus caderas contra las mías.
Y el calor se extiende a través de mí con esas palabras.
Me necesita.
Soltando sus muñecas, deslizo mis manos en su cabello y la beso.
Desesperadamente.
Porque también la necesito. Los dos hemos sido abiertos y estamos
sangrando. Alguna cosa necesita cubrir el dolor.
Me devuelve el beso igual de agresiva. Mi pantalón golpea mis tobillos, y lo
pateo. Entonces estamos caminando hacia atrás. Caigo en el sofá, mis labios se
desprenden de los suyos. Me recuesta y se coloca a horcajadas, su mano va
entre nuestros cuerpos, y agarra mi pene duro.
Mi cabeza cae hacia atrás para descansar sobre el cojín, y gimo mientras
me acaricia lento pero firme. Jugando. Cierro los ojos y siento sus labios en mi
cuello. Succionando, lamiendo, y mordiendo.
—Mierda, Austin… —Me dejo ir cuando se desliza sobre mi pene duro. Mi
aliento al instante me deja.
Mis manos van a sus estrechas caderas, y comienza a moverse. Mis dedos
se hunden en su piel mientras nuestros cuerpos golpean. Chupa mi cuello, y
todo lo que puedo hacer es sentarme aquí y jadear mientras me monta. Hace
su camino hacia mí.
Es increíble.
Y toda malditamente mía.
Mis manos sueltan sus caderas, y las deslizo en su cabello. Tirando de sus
labios de mi cuello levanto la cabeza y los golpeo con los míos. La beso con
necesidad. Ella jadea en mi boca mientras sus caderas siguen trabajando con
las mías.
Su vagina se aprieta a mi alrededor, y aleja sus labios, soltando una larga
respiración. Me inclino hacia delante, tirando de su pezón con fuerza entre mis
dientes. Grita cuando lo muerdo, antes de chuparlo suavemente.
—Cole… —gime mi nombre, y tiro de su cabeza hacia atrás, exponiendo
su cuello para mí, y le hago lo mismo. La beso, la lamo, la muerdo y chupo
cada centímetro de ella como si me perteneciera. Porque lo hace.
Me necesita.
Yo la necesito.
Somos como el diablo al pecado. Sin uno, no tendríamos al otro.
Todos menos yo, Austin y Deke salieron de la casa club. Todavía está
sentada en el sofá. No ha dicho una palabra desde que leí mi reto en alto hace
más de treinta minutos.
Deke suspira pesadamente mientras se acerca a mí.
—¿Qué vas a hacer, hombre? —pregunta, bajando la voz.
—Lo que tengo que hacer —digo simplemente.
Niega.
—Te dije que la mierda llegaría a un punto crítico. Y que pasaría en un
mes.
—Estará bien.
Gruñe.
—Kellan estuvo fuera de lugar.
—Está en su juego. —No muy bien, podría agregar.
—A la mierda el juego —responde.
Le doy una palmada en el hombro. —Lo tengo bajo control.
—No puedes salirte del grupo.
—No iré a ninguna parte —le aseguro.
—¿Así que vas a tener sexo con Kaitlin? —Le da a Austin una mirada
rápida sobre su hombro. Ella está escribiendo en su celular—. No puedes
regresar de eso, Cole.
—Deja de preocuparte tanto, Deke —decido decirle. Deja escapar otro
largo suspiro, negando. Entonces sin otra palabra, se da la vuelta y sale—.
Vamos —le digo a Austin.
Se levanta del sofá y camina a mi auto. La sigo y cierro la casa club.
Cuando subo al auto, mira al frente. Enciendo el auto y la llevo a su casa.
Cuando llego a su camino de entrada, ya está llegando a la puerta.
—Espera —digo, agarrando su brazo. Finalmente me mira, y sus ojos
verdes están hirviendo con rabia y sus labios están adelgazados—. Confía en
mí. No dice nada. Ni siquiera parpadea. Aguanto un suspiro. Mataré a Kellan.
No he trabajado tan duro para tenerla donde quiero que esté para joderlo
todo—. Sé que no te he dado una razón para hacerlo, pero necesito que confíes
en mí en esto. —Deke tenía razón; Podría nunca volver de esto. Y si quiero que
Austin Lowes se enamore de mí, tener sexo con otra mujer no funcionará.
—Tienes razón. No me has dado una razón para confiar en ti, y no voy a
empezar a hacerlo ahora. —Entonces sale, golpeando la puerta detrás.
¡No me importa!
¡No me importa malditamente!
He estado repitiendo eso en mi cabeza durante los pasados cinco días.
Cinco putos largos días. Mi mente ha sido un desastre. Y mi pecho está
apretado. No lo amo. Diablos, la mitad del tiempo ni siquiera me gusta.
Entonces, ¿por qué me enfada tanto que tenga que acostarse con alguien más?
¿Especialmente alguien con quien se ha acostado antes?
Resoplo. Demonios, por lo que sé, ha estado acostándose con otras
mujeres el mes pasado. Todavía juro que tiene algo en marcha con Shelby, y
nunca le di mucho pensamiento eso, pero esto me está comiendo. Aunque no
estoy segura de lo que me molesta más. El hecho que tenga que hacerlo o el
hecho que quiera hacerlo.
Vi la forma en que le sonrió a Kellan después de leer el reto en alto. Como
si fuera un puto pase para engañarme. Por todo lo que sé, Cole le dijo a Kellan
que le diera ese reto. Y no puedo hacer una sola cosa al respecto.
Me apresuro fuera de la cafetería y voy por el callado pasillo. La segunda
campana ya sonó, y ahora llegaré tarde. Esa ha sido mi semana. Dando la
vuelta a la esquina, me paro rápido cuando choco con otro cuerpo
—Lo sien… —Mis palabras se cortan cuando miro hacia arriba a un
conjunto de ojos cafés. ¡Kellan! Enderezo los hombros y camino alrededor de él.
Agarra mi brazo y me tira de regreso—. ¡No me toques! —grito.
Golpeando mi espalda en un armario, coloca sus manos a cada lado de mi
cabeza y me enjaula. Igual que Cole suele hacer. Juro que son tan iguales, que
da miedo.
—Quería preguntarte cómo va tu semana, pero puedo decir que es una
mierda. —Cierro la boca, negándome a hablar con él. Me sonríe—. Tendrá sexo
con ella, Austin. —No hago nada más que mis manos puño, sabiendo que tiene
razón—. Elegirá al grupo sobre cualquier cosa. Incluso tú.
Lo enfrento.
—No me importa lo que haga.
Se ríe.
—Sí te importa. O no estarías caminando por esta escuela con una mueca
en el rostro. Todo el mundo está hablando de eso. Ven la forma en que lo
ignoras. Que cuando te toca, te alejas. Y cuando la escuela descubra que se
acostó con Kaitlin... porque lo harán, Austin, me aseguraré de ello. Nadie
sentirá pena por ti. Todos dirán que lo enviaste directamente a sus brazos.
Estrecho mis ojos a él.
—Estoy teniendo un momento difícil sumando dos y dos. ¿Por qué no me
ayudas? ¿Es a mí a quien odias más o a Cole? —pregunto. Nunca he
retrocedido de Cole, así que no lo haré con Kellan.
—Los odio a los dos por igual —dice mientras sus ojos caen a mi pecho.
Mi respiración se acelera mientras se empuja en mí, presionando mi
espalda en los casilleros.
—Kellan —le advierto.
—Hay una manera en que puedes evitar que tenga sexo con ella —dice
mientras sus caderas se presionan en las mías. Está duro. Mis manos se
disparan hacia su pecho, y trato de alejarlo, pero no se mueve. Presiona su
rostro en mi cuello, y me trago la bilis que quiere subir—. Me retractaré de mi
reto si te sales del grupo.
¿Podría ser así de fácil? ¿Podría solo llamar una reunión y decirles que
terminé? ¿Qué no le diré a un alma lo que sé, y que me dejen ir?
Se ríe, y rechino los dientes. Es un truco.
—Entonces eso demostrará que en realidad me importa. Que no lo hace.
—Pero todos sabemos que lo hace, Austin. Termínalo con algo de dignidad
y salte del grupo. O deja que te engañe y que te haga más ridícula de lo que ya
eres. —Besa mi cuello, y me alejo de él lo mejor que puedo con su cuerpo
clavándome en los casilleros—. Tienes hasta el domingo —susurra, y luego me
lame del cuello hasta la oreja, antes de irse.
Tomo respiración tras respiración cuando mi corazón corre mientras lo
veo caminar por el pasillo. Pone las manos en los bolsillos de su pantalón,
silbando alegremente una melodía.
Coloco mis manos a mi lado, tratando de calmar mi acelerado corazón.
Este bastardo no jugará conmigo. Estoy tan cansada de ellos pensando que
pueden empujarme para intimidarme. Que malditamente me chantajeen.
Saco mi celular de mi bolsillo trasero y le envío un texto rápido a Cole.
Yo: Cena mañana por la noche a las 6. Mi casa.
Luego lo guardo y voy a clase. Sé exactamente lo que necesito hacer. Es
una respuesta simple. Solo necesité a Kellan en mi rostro para darme cuenta.
Me mira fijamente. Esos preciosos ojos azules buscan los míos. Se aleja,
toma mi mano, y me arrastra fuera de la cocina. Me muerdo el labio para evitar
reírme de su urgencia. Me mete en una habitación y cierra la puerta de golpe.
—¿Qué hiciste? —exige, girando para enfrentarme. —Cruzo los brazos
sobre mi pecho—. Austin —gruñe, acercándose a mí—. Dímelo.
Me encanta cuando es así. Cuando los roles se invierten, y no puede
soportar no saber lo que hice. Lo que soy capaz de hacer.
—No iba a dejarte tener sexo con ella, Cole. Si eso es lo que quieres,
entonces bien, déjame ir ahora mismo. No más tú y yo. No más juego.
Dijo que no lo hizo, pero ¿fue porque intervine?
Se para delante de mí, su mano se acerca para tomar mi rostro.
—No pude hacerlo, por ti. —Trago nerviosamente ante sus palabras—.
Nunca lo haría. —Empuja su cuerpo en el mío—. No irás a ninguna parte,
Austin. He estado tan muerto haciendo que todos te vean como mía, pero no
me di cuenta hasta esta noche que todo el tiempo he sido tuyo.
—¿Mío? —cuestiono, y mi corazón comienza a golpear más rápido.
Él asiente. Sus ojos buscan los míos.
—Soy todo tuyo.
—¿Me estás dando una opción? —No puedo evitar preguntar.
Se ríe.
—No, cariño. No lo hago. —Entonces sus labios están sobre los míos.
Sus manos van al dobladillo de mi vestido y lo levanta sobre mi cabeza y
lo ayudo alejándome de sus labios mientras lo levanta.
—Mierda —gruñe cuando ve que no estoy llevando sujetador.
Sonrío mientras “A Little Wicked” de Valerie Broussard atraviesa los
altavoces.
Retrocede un paso, y empujo lentamente mi tanga rojo por mis piernas.
Mira en completa fascinación mientras la tiro a un lado.
—Voy a dejarme los tacones para ti.
Sus ojos se encuentran con los míos mientras sus manos van hacia el
cinturón en su pantalón.
—No necesitarás eso mientras estás de rodillas.
—Me voy a casa —le digo a Deke mientras me paro fuera de la casa club.
—No, no puedes...
—Necesito respuestas. —Y ambos sabemos que Cole no me las dará.
—No te dejaré. —Deke viene a pararse frente a mí. Cruza los brazos sobre
su amplio pecho y me mira.
En un momento temí a Deke, pero ese tiempo ya pasó.
—No me quedaré con Becky porque no voy a arriesgar su vida. Ni la tuya
tampoco.
Con eso, abro la puerta y me meto en mi auto. Y salgo disparada.
Entro en la casa de mi padre.
—¿Papá? ¿Papá? —grito.
—¿Qué demonios...? —Celeste viene corriendo por el pasillo—. ¿Qué te
pasó? —pregunta con los ojos abiertos, mirando mi cuello a los moretones y
chupones que Cole me dio.
—¿Dónde está mi padre? —pregunto, ignorando su preocupación.
—Se fue a Florida temprano esta mañana. ¿Por qué? ¿Hay algo mal?
—Lo sé. —Corto la persecución. No estoy en estado de ánimo para una
charla. Estoy malditamente molesta.
Sus ya grandes ojos crecen, y su rostro palidece.
—Austin...
—Jodidamente lo sé —grito—. ¿Crees que podrías ocultarme eso? —Niego.
¿Me habrían dicho alguna vez que tenía una hermana? ¿Que no lo averiguaría?
Busco en mi bolsillo y saco mi teléfono.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta en pánico.
—Llamándolo... —El teléfono es arrancado de mi mano—. Dame mi
teléfono —exijo.
—No puedes —dice mientras las lágrimas comienzan a caer de sus ojos
marrones—. Por favor. Se supone que fue cosa de una sola vez, pero luego
volvió a ocurrir. Y otra vez. —Sus primeras lágrimas caen—. Estoy tan sola —
admite, y me quedo confundida por segunda vez esta noche. Esnifa—. Cole
vino a mí y me dijo que lo quitara de tu espalda. Y lo he intentado, Austin. —
Deja caer mi teléfono y coloca sus manos sobre mi espalda—. Por favor,
entiendo que estás molesta. Pero Kellan no lo dejará pasar. —Me tira hacia ella
y entierra su cabeza en mi pecho y solloza—. Lo siento mucho. Grité el nombre
de Cole mientras estaba con Kellan. Por favor perdóname.
Qué. Mierda.
—No quería lastimarte. Kellan quería que lo hiciera, así dejarías a Cole.
Quiere lastimarlo. —Solloza. Levanto sus manos de mis hombros y doy un paso
atrás de ella—. Kellan te quiere fuera del grupo. Sabe que tienes algo con Cole
y que no hará su reto —dice—. Pero no puede probarlo. Estaba tan enojado
que te burlaras de él. —Se levanta y limpia las lágrimas de su rostro—. Le dije
que eras más lista que ellos. Malditamente lo soy. Pero los he subestimado, sin
embargo. Incluso a Cole—. Austin, yo...
—Terminé con esta conversación —digo, interrumpiéndola.
Traga nerviosamente.
—Por favor. Por favor, no se lo digas a Bruce.
La miro a los ojos y sonrío. El terror en su rostro me hace querer reír.
—Tu secreto está a salvo conmigo.
Entonces me agacho, levanto mi teléfono, camino por el pasillo y salgo por
la puerta trasera, con ganas de un poco de aire fresco.
Pasé todo el sábado y el domingo relajándome en la piscina. Celeste se
mantuvo lejos de mí. Si no estaba en su habitación, estaba fuera.
Probablemente teniendo sexo con Kellan en algún lado. En este punto, no me
importaba a quien destrozaba. Mi padre violó a una mujer, la embarazó, y
luego trató de matar a su hijo. Mi padre merece pagar por eso. Y su esposa
trofeo teniendo sexo con un senior de la secundaria no es suficiente si me lo
preguntan.
Cole hizo explotar mi teléfono el sábado por la noche como si finalmente
tuviera algo que decirme. Los ignoré todos. Pero me aseguré de leer sus
mensajes para que viera que los vi. Estaba en la parte superior de mi lista de
mierda. Y parecía estar creciendo a cada segundo.
Hablé con Becky y le dije que mi padre estaba fuera de la ciudad. Sus
llamadas se detuvieron después de eso. Solo lo hice porque sabía que le diría a
Deke, y él le pasaría el mensaje a Cole.
El lunes finalmente llegó, y me levanté, me preparé y conduje a la escuela.
Me senté en la primera clase y hablé con Becky como si nunca nada hubiera
sucedido. Ella me miró como si necesitara ser admitida en una sala de
psicología. Yo solo sonreí. Porque en cierto modo, tiene razón.
Oficialmente ya no me importa nada excepto la venganza. Haré lo que
todos hacen. Apagaré mis emociones y seguiré el maldito juego. Como debería
haber hecho desde el principio.
e ha evitado por completo esta semana. Cinco días enteros de
ni una sola palabra.
Ni siquiera una mirada en mi dirección. Y no es como si
no lo hubiera intentado. Simplemente actúa como si ni
siquiera existiera. Ha tomado todo lo que tengo no sujetarla contra un casillero
y ahogarme en ella hasta que esté arañando mis brazos y pecho, suplicándome
silenciosamente que la deje respirar. Pero conozco a Austin Lowes. Se
desmayaría antes de rogarme algo.
Y ya no quiero lastimarla.
—¿Estás bien, hombre? —pregunta Deke mientras caminamos hasta
nuestros autos en el estacionamiento de la escuela después de la práctica.
—Bien.
Suspira.
—Becky está preocupada por Austin.
Me detengo y me giro para enfrentarlo.
—¿Por qué? ¿Austin le dijo algo?
Niega.
—Solo que no es la misma.
Resoplo.
—Por supuesto que no. La chantajearon y le mintieron.
—Hola, chicos. Esperen.
Miramos hacia la puerta para ver a Shane y a Bennett acercándose.
—¿De qué crees que se trata? —pregunta Shane.
—¿De qué creo que se trata? —le pregunta Deke.
—El texto que Austin nos acaba de enviar —responde Bennett.
Busco en mi bolsillo mientras Kellan se une a nosotros. Deke y yo
tampoco hablamos con él.
Austin: Casa club a las diez esta noche.
Kellan sonríe.
—Tal vez finalmente se salga.
No haría eso. Ahora no. No estoy seguro de lo que está pensando, pero
huir no es algo que haga. Es estúpido incluso pensar eso.
—Supongo que lo descubriremos a las diez —dice Bennett.
—¡Despierta! ¡Despierta!
Gemí ante la molesta y la estridente voz de Becky.
—¿Qué estás haciendo?
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —grita, saltando en mi cama. Su cabello rubio va
a todos lados—. Ahora es el momento para que despiertes. Hice el desayuno.
—¿Puedes cocinar? —pregunto, tirando de la cubierta sobre mi cabeza.
—Por supuesto, tonta. —Se ríe—. Ven. Está abajo.
—Creo que la cumpleañera se supone que desayuna en la cama —le digo,
bostezando.
Solo se ríe y tira las mantas fuera de mí.
Gimo mientras me incorporo. Me acerco a mi mesita de noche y
compruebo mi teléfono.
—No son ni las nueve aún —grito.
—Tenemos un día ocupado —grita desde las escaleras.
Becky se quedó anoche conmigo para poder estar en mi cumpleaños. Nos
quedamos mirando películas de miedo y hablando de chicos. Bueno, todavía no
hablo con Cole, así que la escuché hablar de lo mucho que ama a Deke. Fue
agotador, por decir lo menos.
Bajo la escalera y entro en el comedor formal. Becky está sentada en la
mesa con dos platos. Ambos tienen panqueques, pero el que está delante de mi
asiento tiene seis apilados con dieciocho velitas.
—¿No pudiste encontrar un uno y un ocho? —pregunto con una risa.
—De esta manera es más divertido. —Me guiña un ojo, luego agarra la lata
de crema batida que está en medio. La sacude antes de inclinarse sobre la
mesa y rociarla sobre los panqueques. Entonces enciende las velas—. Pide un
deseo y sopla.
Me rio, me inclino y soplo. Me toma dos intentos, y para el momento en
que las apago, la cera goteó sobre la crema batida.
La limpio y la coloco al lado de mi plato.
—¿Cuáles son los planes hoy? —pregunta, cavando en los de ella.
Mi tenedor se detiene sobre mi pila.
—Quiero pasar tiempo con Lilly —digo.
Ella deja de masticar y mira hacia mí.
—Está bien —dice con un bocado de panqueques—. Entonces hagámoslo.
—No he hablado con Cole...
—Entonces. —Traga su bocado—. A quién le importa. Tienes todo el
derecho a pasar tiempo con ella.
Asiento.
—Odio no poder verla.
Me da una suave sonrisa.
—Puedes pasar el día solo con ella si quieres. Yo puedo ir a casa…
—No —la interrumpo—. Podemos tener un día de chicas. Podemos llevarla
a ver una película. Y luego ir por un helado.
Asiente.
—Suena bien.
Levanto mi teléfono, busco Shark y envío un mensaje de texto.
Yo: ¿Lilly está libre por la tarde? Me gustaría pasar el día con ella. Quiero
llevarla a ver una película y comprarle un helado.
Dejo mi teléfono y le doy un mordisco a mis panqueques.
—Mmm —murmuro mi aprobación.
Levanto la vista cuando entra Celeste.
—Feliz cumpleaños —dice con una suave sonrisa. Todavía no hablamos
mucho tampoco.
—Gracias —le digo con un asentimiento.
Se sienta a mi lado, y doy otra mordida.
—Hablé con tu padre esta mañana. No podrá llegar para esta noche.
Gracias a Dios. No quiero ver a ese bastardo.
—Para tu cumpleaños, decidimos darte un viaje.
Me trago el bocado.
—¿Un viaje?
Asiente.
—Para ti y un amigo, para que vayan a dónde quieran por una semana.
Miro a Becky, y ella sonríe.
—Gracias —digo, aunque no lo usaré. No quiero nada de mi padre ni de
ella. Uno es un violador. La otra una tramposa, mentirosa perra.
Mi teléfono suena y veo Shark escrito en mi pantalla. Tomo una
respiración profunda. He evitado hablar con él, pero debido a que le envié un
mensaje queriendo ver a Lilly, le contesto.
—¿Hola?
—Hola. —La voz ronca de Cole sale de la línea. Se acaba de despertar. Y
mis piernas se tensan, sabiendo que todavía está en la cama.
Odio lo mucho que mi cuerpo todavía lo desea. Es por eso que lo he
evitado. No puedo permitirme el lujo de dejarlo entrar. De hacerme ver como
una idiota una vez más.
—Hola —respondo.
—Feliz cumpleaños, cariño.
Mi pecho se tensa ante la suavidad en su voz. Es una mentira. Todo es
una mentira.
—¿Qué quieres, Cole?
Él suspira pesadamente, y me lo imagino pasando su mano por su
despeinado cabello de la mañana.
—Solo quería llamarte y desearte feliz cumpleaños. En lugar de enviarte
mensajes de texto. —Me quedo en silencio—. Y por supuesto que podrás pasar
el día con Lilly.
Sonrío a eso.
—Gracias. ¿La puedo recoger en una hora aproximadamente? —pregunto.
—Puedo llevártela —ofrece.
—No —digo, negando para mí misma. Quiero recogerla para poder dejarla
después. Si la trae aquí, puede tratar de entrar y quedarse de visita.
—Está bien —dice lentamente—. La tendré lista.
Odio lo mucho que me he perdido de su vida, pero no puedo negar que
Cole ha estado ahí para ella. Que se adelantó e hizo lo que ni mi padre ni el de
Cole hicieron.
—Gracias —le digo.
—No hay necesidad de agradecerme, Austin.
Me despido y cuelgo antes que pueda decir cualquier otra cosa. Colocando
mi teléfono sobre la mesa vuelvo a comerme mis panqueques e ignoro la
mirada que puedo sentir que Celeste me está dando. Todavía no le he dicho
que sé que Lilly es mi hermana. No es que importe. Además, estoy segura que
Kellan ya se lo dijo. En un momento, pensé que podría confiar en Celeste, pero
ahora sé que es una hipócrita. Tampoco puedo creer nada de lo que diga.
Becky es mi única amiga de verdad. Puedo confiar en ella con cualquier cosa.
Abro los ojos al oír el trueno y gimo. Mi cabeza late, y mi boca está seca.
Los rayos caen, iluminando mi cuarto, y paso mi mano por mi cama, buscando
mi teléfono. Lo encuentro boca abajo y presiono el botón para iluminar la
pantalla. Entrecierro los ojos y veo las 4:25 a.m. Solo he estado dormida
durante una hora. La fiesta terminó hace horas, pero Becky y yo no estábamos
listas para detenernos todavía.
Mi mano agarra mi celular, y me siento lentamente, dejando que mi
cuerpo se adapte a estar despierta. Todo me duele.
Becky está desmayada en la cama, de espaldas a mí. Apartando las
mantas, entro en el baño. Voy al lavabo y abro el agua. Un rayo ilumina la
habitación a través de mi gran ventana oval y luego los truenos retumban,
sacudiendo las paredes.
Pongo mi teléfono en la encimera y abro el botiquín. Tomo Advil y cierro el
armario de vidrio solo cuando las luces se apagan.
—Mierda. —Suspiro. El baño se ilumina una vez más, y veo una oscura
forma en el espejo—. ¿Qué…?
Una mano me toma del cabello, y cuando mi cabeza es tirada hacia atrás,
dejo caer el bote de pastillas para liberarme. Pero antes que pueda conseguir
algo, mi cabeza es golpeada hacia delante.
e despierto con mi teléfono sonando.
—¿Hola? —murmuro, sin mirar para ver quién es.
—¡Levanta el trasero! —dice Deke como saludo.
Me paso una mano por el rostro.
—¿Qué quieres? ¿Qué hora es?
—Las ocho. Levántate y lleva tu trasero a casa de Shelby.
—¿Por qué? —Bostezo.
—Porque Becky me acaba de llamar, y las chicas están ahí.
Me incorporo a toda prisa.
—¿Por qué están en casa de Shelby?
—No lo sé. Ella me llamó y me dijo que Austin necesitó atención médica.
Voy en camino…
—Nos vemos allí.
Estoy vestido y entrando en la casa de Shelby en menos de quince
minutos. He llamado al teléfono de Austin más de veinte veces y todas se han
ido directamente a su buzón de voz.
—¿Qué está pasando? —exijo, entrando en su cocina.
Shelby se levanta de la silla, sus manos están en frente de ella. Austin
está sentada en la cabecera de la mesa, con los codos en la superficie oscura y
el rostro en sus manos, su cabello está caído y bloqueando mi vista de ella.
—¡Lárgate de aquí, Cole! —gruñe Shelby.
—¿Qué le pasó? —exijo, ignorando su orden. Se ve bien. Tal vez solo tiene
resaca.
—No te hagas el estúpido —responde Shelby—. Todos sabemos que le
hiciste esto.
—Él no lo hizo —responde Austin con voz cansada.
—¿Yo? No hice una mierda...
—¿Esperas que creamos eso? —responde Shelby—. La última vez que
estuvo aquí, necesitó quince puntos porque le cortaste el brazo con un cuchillo.
—¿Tú, qué? —exige Becky desde el otro lado de la mesa.
Mis dientes se aprietan.
—La lastimé, sí, pero no hice esto. Demonios, ni siquiera sé que es esto.
¿Por qué diablos está aquí?
—Llamaré a la policía —dice Shelby, volviendo a la barra de la cocina
donde está su celular.
Deke agarra su hombro, tirando de ella hacia atrás.
—No, no lo harás.
—¿Por qué, Deke? ¿Tuviste que ayudarlo? ¿Irás a la cárcel también?
—¿Qué está pasando? ¿De qué están hablando chicos? —pregunta Becky,
sus ojos azules van y vienen entre nosotros.
—Deke, ¿qué hiciste?
—Él no lo hizo —dice Deke, ignorando las preguntas de Becky.
Shelby entrecierra los ojos en él.
—Tú tomarías su lado...
—¡Él no lo hizo! —Austin deja caer las manos de su rostro, y da una
palmada sobre la mesa. Nos mira. Becky cierra los ojos y se aleja.
—Joder —sisea Deke.
Mi corazón se detiene cuando la veo. Tiene tres cortes en el rostro que
Shelby cosió a lo largo de su ojo derecho. Su piel está magullada e hinchada.
Su ojo derecho es púrpura.
—No lo sabes —argumenta Shelby—. Dijiste que el chico llevaba una
capucha negra. Estaba oscuro. Y Becky estaba dormida. Podría haber sido
Cole...
—No —la interrumpe. Entonces la miro a los ojos—. Cole es un montón de
cosas, pero no es un cobarde. Si quisiera hacerme daño, lo habría hecho con
las luces encendidas, y sus ojos en los míos. No se escondería.
Sostengo su mirada, pero mi estómago se anuda con sus palabras.
—¿Quién hizo esto? —pregunta Becky mientras llora.
Austin mira a Deke y luego a mí.
—No lo sé.
—¡Mierda! Lo sabes. ¿Quién demonios te lastimo? —exijo. El impacto me
está tomando. La ira se filtra por mis venas.
—Cole...
—¿Quién te hizo esto?
Solo me mira fijamente. Sus ojos están inyectados en sangre, y se ven
vidriosos, y me pregunto si Shelby pudo darle algo para el dolor ya que
probablemente todavía tiene alcohol en su sistema.
Me acerco a la mesa, me arrodillo, y tomo su mejilla.
—¿Quién fue, cariño?
Suspira.
—Fue Kellan.
Mi mandíbula se aprieta.
—¿Por qué querría lastimarte Kellan? —pregunta Shelby con escepticismo.
Me pongo de pie y empiezo a pasear. Putamente morirá.
—No es que no te crea, Austin —comienza Deke—. ¿Pero puedes probarlo?
Asiente.
—Mi teléfono.
—¿Qué pasa con él? —respondo, con esa necesidad en la sangre que crece
cada vez más. La sensación de ella en mis dedos. El olor de ella en el aire. Ha
pasado demasiado tiempo desde que golpeé a un hombre con mis propias
manos.
—Él lo tomó.
—¿Por qué querría tu teléfono? —pregunta Shelby.
—Anoche, les dije a los chicos que tenía un seguro en caso que intentaran
perjudicarme. Entonces, esta mañana cuando desperté, llevé mi teléfono
conmigo al baño. Él agarró mi cabello y me golpeó la cabeza en el espejo. Me
desmayé por el golpe. Cuando desperté, mi teléfono no estaba.
—Está jodidamente muerto… —gruño.
—¿Estás segura? —demanda Deke, interrumpiéndome.
Ella asiente.
—Eso no significa que no fuera Cole... —Me señala Shelby.
—Deke y Cole son los únicos que saben que tengo un escáner de retina en
mi teléfono. Saben que no pueden entrar en él. Kellan no. —Me detengo y la
miro—. No conseguirá lo que quiere. —Se sienta de nuevo en su silla—. Es
más, no soy tan tonta como para mantener esa mierda en mi teléfono.
Se levanta de la mesa, y camino para ayudarla, pero me aleja.
—Me voy a casa para volver a la cama.
—No creo que sea una buena idea —la urge Deke.
Ella cierra los ojos y toma una profunda respiración.
—Estoy cansada... con resaca... y soy un poco perra. —Abre y cierra las
manos—. Quiero ir…
—Ven conmigo —le ofrezco.
Me mira.
—No.
Todavía está enojada conmigo.
Tomo su rostro, y sus ojos buscan los míos, pero sigo viendo la vacilación
en ellos. No estoy seguro de lo que puedo hacer o decir para recuperarla. Si las
palabras son suficientemente buenas. Pero tengo que intentarlo. Especialmente
ahora. No quiero lastimarla. Tengo que protegerla. Soy todo lo que tiene.
—¿Por favor? —le pido. Mira hacia otro lado, pasando su mano a través de
su cabello—Solo un lugar para dormir. Te llevaré a casa después. —Mentira.
Ella finalmente asiente.
—Bien.
—¿Austin?
Oigo mi nombre a través del golpe en mi cabeza.
—¿Austin? Oh, Dios, Austin. Despierta.
Manos agarran mis hombros, y siento como si estuviera en un terremoto.
—¿Austin? Por favor…
—Estoy despierta —digo con rudeza, deseando que el ruido pare. Es muy
ruidoso.
—Tienes que ir al hospital.
Abro mis ojos pesados para ver a Becky de rodillas junto a mí en el suelo
del baño.
—¿Qué...? —Los recuerdos vuelven a mí de cuando estaba frente al lavabo
y mi rostro fue golpeado contra el espejo.
Levanto la mano a mi cabeza y siseo.
—Ten cuidado —dice, agarrando mi mano para ayudarme a sentarme—.
Hay vidrio en tu rostro. —Sentándome, inclino la cabeza—. ¿Qué demonios
pasó? —demanda.
—Estoy bien —le digo mientras mi cabeza punza.
—No, no lo estás. Dios, Austin, necesitamos llevarte al hospital.
Niego.
—No.
—Sí —responde—. Te acabo de encontrar desmayada en el suelo del baño.
Y necesitas puntos de sutura. Probablemente tienes una concusión.
—Shelby —le digo. Es la única que quiero ver ahora mismo. Si voy al
hospital, sabrán que he estado bebiendo y que soy menor de edad. Harán que la
policía intervenga, y me niego a decirles algo. Eso es lo que el maldito quiere.
Piensa que puede jugar conmigo. Me niego a dejarlo ganar.
—Dame mi teléfono.
—¿Dónde está? —pregunta, poniéndose de pie.
—En la encimera. —Levanto la mano a mi cabeza otra vez, y vuelve llena de
sangre. La froto entre mis dedos.
Ella mira a su alrededor y niega.
—No, no está.
Dejo escapar un largo suspiro, cerrando los ojos y tratando de no vomitar.
Mi cabeza palpita como un tambor, y me siento mareada.
—Es demasiado temprano para simplemente aparecer en su casa. Le daré
un par de horas.
Me despierto con voces que vienen de abajo en la casa club. Cuando me
siento, mi cabeza todavía pesa, y mi ojo está hinchado y cerrado.
Debería haber mantenido la boca cerrada. Pensé que decirles que tenía
pruebas de ellos los haría retroceder, pero debería haber sabido que no
funcionaría con Kellan. El bastardo.
Salgo de la cama de Cole y me levanto. Me llega una oleada de mareos,
pero me las arreglo para aguantarla.
—¿Por qué estamos aquí, hombre? —Oigo preguntar a Bennett.
—Te diré por qué cuando todos hayan llegado —le dice Cole.
Recojo su sudadera negra con cremallera del final de la cama y me la
pongo porque tengo frío. Luego me dirijo por las escaleras, necesitando una
bebida.
Noto a Cole sentado en uno de los sillones hablando con Deke que está
sentado en el que está a su lado.
Shane está en el sofá, y Bennett se encuentra junto a la mesa. Cole mira
hacia arriba cuando bajo el último escalón, y se levanta cuándo sus ojos se
encuentran con los míos.
—Hola, cariño —dice suavemente. Trago nerviosamente mientras se
acerca a mí—. ¿Cómo te sientes? —pregunta, empujando el cabello detrás de
mi oreja.
—Bien —miento, dando un paso atrás. Todavía estoy enojada con él. Sigo
estando tan confundida sobre lo que hago ahora. Existen tantas preguntas que
quiero hacerle, pero sé que nunca obtendré las respuestas.
Él suspira.
—Estás mintiendo.
—Tengo sed —admito.
Él asiente y se aleja de mí para ir a la pequeña zona de bar.
—¿Qué diablos, Austin? —grita Bennett—. ¿Qué demonios te pasó?
—Estoy bien —le digo, despidiéndolo.
Tal vez debería haberme quedado arriba.
—Aquí. —Cole me da una botella de agua.
Toca mi rostro mientras se inclina para besar mi frente suavemente, y mi
pecho se aprieta. Me he enojado tanto en las pasadas dos semanas que me
agoté emocional y físicamente. Mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas,
haciendo su figura borrosa, y lo oigo suspirar.
Me niego a dejarlas caer. A mostrarle que siento algo por lo que me hizo.
Lo que me ha ocultado.
—¿Qué pasa, idiotas? —Escucho la voz de Kellan mientras se abre la
puerta, y mi cuerpo se pone rígido, recordando lo que me hizo esta mañana. Lo
que pudo haberle hecho a Becky. La conmoción la despertó pero Kellan pudo
escapar antes que llegara a él. Estoy agradecida por eso. Me odiaría si también
la hubiera lastimado.
Cole gira.
—Lo suspendo —dice.
—¿Suspendes qué? —pregunta Shane despacio.
—Todo —dice él.
Kellan resopla.
—Así que tu ex juguete nos informa que tiene un seguro sobre nosotros,
¿y lo cancelas? Yo digo que está alardeando.
Eso es porque el bastardo piensa que tiene la prueba. No lo hace. Me
aseguré de borrar esa mierda de mi teléfono por buenas razones. Nunca
encontrará donde me apoyé.
Cole camina hacia la derecha, y Kellan aparece a la vista. Sus ojos se
encuentran con los míos, y una lenta sonrisa se extiende por su rostro cuando
ve mi ojo.
—Sabes... hay un refugio para mujeres maltratadas en las afueras de la
ciudad que te recibiría. —Sonríe—. A no ser que estés en ese tipo de cosas.
Entonces por todos los cielos, deja que te golpeé de nuevo.
La habitación queda en silencio, y trago nerviosa cuando veo tensarse el
cuerpo de Cole y sus ojos estrecharse con ira. Mira a Kellan quien se sienta en
el sofá.
Kellan levanta la barbilla hacia mí.
—Todavía lo llamo mierda. Pero si quieres delatarnos, entonces adelante.
—Kellan se encoge de hombros—. Te reto a hacerlo. —Abro la boca para decirle
que sé lo que hizo, pero Cole habla.
—Al diablo. —Luego sale corriendo de la casa club.
Deke es el primero en saltar y seguirlo. No quiero que me dejen sola con
Kellan, incluso si Bennett y Shane están aquí, así que los sigo también.
Abro la puerta y salgo. El sol está empezando a ponerse. Debo haberme
dormido todo el día. Lo necesitaba.
La puerta se abre detrás de mí, y los chicos también salen. Cole abre el
maletero y se estira. Doy un paso de vuelta cuando saca un bate de béisbol
blanco y negro.
—¿Qué estás haciendo, Cole? —le pregunta Bennett.
Miro a Deke cuando llega a pararse a mi lado. Normalmente daría un paso
atrás, pero siento que está acercándose para protegerme de Kellan. No para
lastimarme.
Cole no responde. En cambio, camina hacia el Corvette azul de Kellan y
levanta el bate sobre su hombro, su agarre se aprieta. Entonces lo balancea.
Golpea la ventanilla del lado del conductor, y se rompe en un millón de piezas.
—¿Qué diablos? —ruge Kellan, corriendo hacia él.
Deke va tras él y lo jala hacia atrás.
—¿Qué diablos estás haciendo, Cole? —exige Bennett.
Cole se estira a través de la ahora rota ventana y abre la puerta del auto.
Se inclina hacia dentro y comienza a abrir y cerrar compartimientos.
Segundos después, se para y nos enfrenta con mi celular en la mano derecha.
—¿Este es tu celular, cariño? —me pregunta, pero está mirando a Kellan.
El bate cuelga a su lado.
Kellan respira pesadamente mientras mira a Cole.
—Sí —le contesto.
—¿Por qué está su celular en tu auto? —pregunta Shane con confusión—.
¿Y por qué está destruido?
Cole coloca mi aplastado celular en el bolsillo de su pantalón y camina
hacia Kellan y Deke.
—Entraste en su casa después de la fiesta. Pusiste tus manos sobre ella y
le robaste su teléfono. —Él arquea una ceja—. Querías eliminar lo que tenía
sobre ti. Pero no pudiste desbloquear el teléfono, ¿verdad? Así que lo rompiste.
—¿Es cierto? —exige Bennett.
Kellan da un paso hacia Cole. Él levanta la mano, estirando el brazo. Se
detiene cuando el final del bate se presiona contra su garganta. Aprieta los
puños a su costado mientras sus ojos disparan dagas hacia Cole.
—Adelante. Golpéame con el bate.
Cole sonríe, y no es amigable.
—No necesito un bate para lastimarte, Kellan. —Lo baja y da un paso
hacia él—. Te mataré con mis manos desnudas.
Kellan traga.
—Ella te delatará.
—Me lo merezco —dice él sin vacilación—. Y tú, obtendrás lo que te
mereces por tocar lo que es mío.
—¿Le hiciste eso, Kellan? —pregunta Shane, señalándome como si
hubiera otra chica aquí con un ojo morado.
Él sonríe.
—Hice lo que todos ustedes tenían demasiado miedo de hacer.
—¡Jesús! —sisea Bennett, agarrando su cabello—. ¿En qué demonios
estabas pensando? Podrías haberla matado.
Kellan se ríe sombríamente.
—¿De repente nos importa quién vive y quién muere? —Niega—. Sabíamos
que al entrar en esto no saldríamos. Empezamos con ocho, y ya somos solo
cinco.
—Eso no fue culpa de Cole —responde Deke.
Él sonríe y me mira.
—Correcto. Fue de Bruce. El hombre que violó a su madre.
El cuerpo de Cole se pone rígido. Su agarre en el bate se aprieta. Y sé que
quiere nada más que golpear a Kellan ahora mismo.
—Kellan...
—El hombre que te dio a las dos mujeres más importantes en tu vida. —
Empuja su pecho hacia el de Cole, cortando a Bennett—. Pero lo que no ves es
que él tiene el poder de quitarte a ambas. —Kellan le sonríe—. No soy el
enemigo aquí, cole. Bruce Lowes lo es. Y joderá tu mundo más de lo que
puedas imaginar. —Mira por encima de mí y me hace un guiño—. Disfrútalo
mientras puedas. —Entonces camina alrededor de Cole y se mete en su auto
antes de desaparecer.
Una vez más, todos estamos en silencio.
Cole mira al frente, viendo con concentración a la nada. Deke se pasa una
mano por el cabello. La cabeza de Shane cae hacia atrás, y cierra los ojos como
si estuviera orándole a Dios por algo. Bennett me mira fijamente. Aparto la
mirada de él.
—Estoy fuera. —Cole finalmente habla.
—¿Qué? Cole, no puedes... —empieza Bennett.
—Se acabó —dice, caminando hacia mí.
—Kellan se fue —añade Shane—. Votaremos para sacarlo.
Cole se detiene y se vuelve para encararlos.
—¿No están escuchando? Dije que estoy fuera. Y eso es definitivo. —Se
vuelve y se me acerca. Me estremezco cuando levanta la mano, y sus ojos se
oscurecen—. Austin…
—No puedes simplemente irte —Shane lo interrumpe.
—Puedo hacer lo que me dé la gana —responde—. ¡Ahora déjalo! —Agarra
mi mano derecha y me tira de nuevo a la casa club.
Me paro torpemente junto a la mesa mientras camina de ida y vuelta.
La puerta se abre, y Deke entra.
No me reconoce.
—Sabes que te apoyaré al cien por ciento. —Cole asiente—. Pero ¿estás
seguro de que esto es lo que quieres hacer?
Él se detiene y mira hacia Deke, luego a mí.
—Se acabó.
Trago el nudo en mi garganta ante sus palabras. Como si estuviera
hablando de nosotros. Pero eso es una locura porque nunca fuimos algo. Todo
era una mentira.
Doy un paso hacia ellos.
—No hagas esto por mí. —Mi voz es áspera, y me aclaro la garganta.
—Esto no tiene nada que ver contigo —encaja.
Deke deja escapar un gruñido.
—Deja de mentir. —Me mira—. Esto tiene todo que ver contigo.
—¡Deke! —gruñe Cole.
Le da una palmada a Cole en la espalda.
—Ya es tiempo, hombre. —Luego se da la vuelta y se va, dejándonos solos.
ierda!
¡Ella tenía razón! No es como si lo dudara. Pero
encontrar su teléfono en el auto de Kellan me hizo
querer quitarle la cabeza de encima de sus hombros
con ese puto bate.
—¿Cole?
¡Sal! Eso fue lo correcto de hacer. Se acabó. No más retos. No más grupo.
Y significa que ella estará a salvo. Bien, por ahora. Kellan tenía razón en que
Bruce puede quitármela. Puede destruirme de una manera completamente
diferente ahora. Y sé que no lo pensaría dos veces.
Joder, estoy tan cansado de que la gente esté en lo correcto.
—¿Cole?
—¿Qué?
Ella da un paso atrás.
—¿Me llevarías a casa?
Niego.
—Puedes pasar la noche aquí.
—No puedo...
—Estamos en vacaciones de primavera. —Me acerco a ella—. Y estás a
salvo aquí. Además, necesitamos hablar. —Es tiempo.
—¿Sobre qué? —pregunta nerviosamente.
—Sobre todo —digo simplemente—. Te has ganado la verdad. —Sus ojos
buscan los míos por cualquier indicación que estoy mintiendo, pero no la
encontrará esta vez.
Con mi silencio, me acerca al sofá y me siento a su lado.
—Quiero saber sobre Lilly. —Hay tanto más que quiero saber, pero ella es
lo más importante ahora mismo.
Él asiente y respira profundamente.
—Descubrí que Bruce violó a mi madre cuando la oí hablar con mi padre
en su oficina. Culpó a mi mamá. Dijo que fue su culpa. Ella debería haber sido
más fuerte. —Aprieta los puños en su regazo—. No entendí de lo que estaban
hablando exactamente porque solo tenía once en aquel momento. Ella trató de
dejarlo, pero no se lo permitió. Nunca la amó. Estaba enfermo y torcido y le
encantó la idea de hacerla quedarse.
—De todos modos, después de los nueve meses, mi madre estaba una
semana pasada de su fecha y, un día, Celeste fue a mi escuela y me sacó de
clase. Me dijo que mi padre había llamado diciendo que mi madre se había
caído en casa y que había corrido al hospital. Entró en labor, y aunque el bebé
estaba bien, hubo complicaciones. Pérdida de sangre... —Se detiene, y mi
garganta comienza a apretarse—. No logró sobrevivir a la cirugía. Mi padre no
quería un bebé. Pero su esposa había muerto, y nadie sabía lo que Bruce había
hecho. Dar al bebé en adopción lo haría quedar mal, así que decidió quedarse
con ella. Odié a mi padre de ahí en adelante. Por no proteger a mi madre, por
no querer a Lilly. A mí. Ella era su hija. Era el bebé de la mujer que se suponía
que amaba. —Niega—. Y odié a Bruce. —Me mira.
—Entonces, ¿por qué dejas que Lilly vaya tanto la casa de mi padre? —
Esa pregunta ha estado en mi mente—. Sabiendo lo que es capaz de hacer —
gruño. Siempre he sabido que mi padre era un bastardo enfermo.
—Celeste andaba mucho por ahí y me ayudó más de lo que nadie estuvo
dispuesto.
—¿Sabe lo que Bruce le hizo a tu madre? —pregunto suavemente.
Asiente.
—Sí. Nunca me lo dijo, pero no hizo falta. —Mira mis manos—. Dejé que
Celeste se la quedara a veces, pero Bruce nunca estaba en casa cuando lo
permití. Excepto contigo.
—¿Qué? —Frunzo el ceño, mirando de nuevo hacia él. Toma mi mejilla.
—No te dije sobre ella. Y al principio, no quería que pasaras tiempo con
ella. Temía que Lilly se apegara y sufriera cuando te fueras. —Trago a eso—.
Pero a medida que pasaba el tiempo, quería que pasaras tanto tiempo como
fuera posible con Lilly, así que la dejé ir a casa contigo incluso cuando Bruce
estaba allí, porque sabía sin duda que la protegerías, Austin. No necesitabas
saber que era tu hermana para mantenerla a salvo.
—Con mi vida —digo sin pensar. Puede que no supiera que Lilly era mi
hermana, pero quiero a esa niña. E incluso cuando mi padre estaba en casa y
tuve a Lilly, nunca vino a nuestro alrededor. Nunca jamás la miró de pasada.
Actuó como si no existiera.
Se inclina y besa mi frente.
—Lo sé.
Las lágrimas empiezan a salir de mis ojos.
—Lo siento tanto, Cole. Por lo que Bruce le hizo a tu madre. —Mi pecho se
aprieta—. Siento mucho no saber de Lilly antes. Podría haber ayudado... —Mi
voz se quiebra—. Podría haber vuelto aquí. Debería haber... —Me ahogo con las
palabras.
Se acerca y me lleva hacia él. Entierro mi rostro en su camisa e inhalo ese
olor que he extrañado en las dos semanas pasadas.
—No es tu culpa, Austin. —Besa mi cabello—. No lo sabías. —Suspira—.
Tenía miedo de perderla. Por ti. Por Bruce. Incluso Celeste la sostuvo sobre mi
cabeza. Me ayudó a criarla los primeros años. Tenía doce cuando nació y no
sabía nada de criaturas. Mi padre no la quería y Bruce tampoco. Pero yo sí. Era
parte de mí. —Me sonríe suavemente—. Parte de mi madre. —La primera
lágrima cae por mi mejilla. Él la limpia con una pequeña sonrisa—. Pero estás
aquí ahora, Austin. Y no planeo que vayas a ninguna parte.
—Yo… —Hago una pausa, sin saber qué decir.
—¿Qué pasa, cariño? —pregunta suavemente.
Niego y me alejo de él.
—¿Cuál es tu juego final?
—¿Qué? —pregunta, poniéndose de pie.
Me limpio las lágrimas y lo miro.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —Mi corazón late con fuerza ante esas
palabras. Que su respuesta no sea lo que quiero oír.
Frunce el ceño.
Me levanto.
—No más juegos, Cole. No más secretos. Y no más mentiras. Solo dímelo...
—Dejo escapar un largo suspiro—. ¿Qué es lo que quieres de mí? —Romperá
mi corazón, y me lo merezco porque lo permití. No te enamoras de un hombre
como él y esperas que sienta lo mismo por ti. No funciona de esa forma.
Cubre mi rostro con sus manos.
—Te deseo, Austin. Eso no es mentira.
—Quieres romperme...
—Ya no —me interrumpe—. Quería eso, sí. Pero ya no es suficiente.
—¿Qué significa eso? —susurro.
Empuja su cuerpo hacia mí. Mueve mi cabeza hacia atrás, y baja sus
labios a los míos. Un beso sencillo que me quita el aliento. Este hombre ha
tomado tanto de mí ya. No estoy segura de tener otra cosa para darle.
—Quiero que me desees. Quiero que me necesites. —Sus ojos buscan los
míos—. Porque eso es lo que siento por ti. No soy el mismo desde que te conocí.
Has sangrado por mi culpa, pero me muero por ti. La gente dice que cuando te
encuentras con el amor, esa persona puede calmarte. Hacerte mejor. —Niega—.
Jodidamente avivas mis llamas. Haces que me sienta invencible. —Suspira
fuertemente—. Te mereces algo mejor que yo —susurra, colocando su cabeza
contra la mía—. Pero soy demasiado egoísta para dejarte ir.
Le doy una suave sonrisa.
—Te deseo tal como eres. —Se aleja. Tomo su mejilla. Este hombre es el
diablo mismo, pero nunca he tenido miedo del infierno—. Y no iré a ninguna
parte. —Besa suavemente mis labios—. ¿Qué pasará con Kellan? —pregunto,
sabiendo que tenemos un largo camino a seguir. Y que está enojado conmigo.
—Todo estará bien, Austin. Créeme.
Mientras mis ojos lo buscan, me doy cuenta de cuánto quiero que tenga
razón.
—Confío en ti, Cole —digo, lamiendo mis labios húmedos, saboreando mis
lágrimas.
Observa el movimiento y se inclina hacia delante, pero se detiene con los
labios a centímetros de los míos. Me inclino, cerrando la distancia y
presionando los míos en los suyos. Desliza los dedos por mi cabello y gimo en
su boca, mientras su lengua se encuentra con la mía.
Ese familiar sentimiento que solo él puede darme comienza a crecer, y
envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
Dos semanas sin siquiera mirarlo me tienen al borde.
Se aleja.
—Austin, no deberíamos.
Dios, lo he extrañado. Mi cuerpo lo anhela de una manera poco saludable.
—Te deseo —le digo sin aliento.
Sus ojos buscan los míos y luego aterrizan en mis puntadas. Me da una
pequeña sonrisa y toma mi mano, tirando de mí hacia el desván. Entonces sus
labios están sobre los míos. Lo siguiente que sé, es que me está desvistiendo.
—¡Mierda! Te he echado de menos —gruñe antes de mordisquearme el
labio.
—Yo también… —susurro, tomando una respiración profunda—. Te deseo.
—Jadeo mientras mis manos van a su pantalón vaquero.
e acuesto junto a ella. Mi corazón palpita, y su respiración sigue
siendo irregular. Me giro sobre mi costado y aparto el cabello de
su rostro húmedo. Sus ojos están cerrados y tiene una suave
sonrisa en los labios.
Abre los ojos y su sonrisa se ensancha.
—¿Quién es el dueño de este lugar? —pregunta. Arrugo la frente—. Pasan
mucho tiempo aquí. ¿Es propiedad del padre de alguien?
—Es mío.
Sus ojos se abren de sorpresa.
—¿Eres dueño de esto?
Asiento.
—Cuando mi madre falleció, nos dejó a Lilly y mí un fondo fiduciario. Tuve
acceso al mío cuando cumplí los dieciocho y compré esto ese día. Estaba
abandonado y fue barato. Los chicos y yo queríamos un lugar para escapar,
por lo que simplemente tuvo sentido.
Asiente.
—Cuando me dijiste lo que mi padre trató de hacerte, me hizo pensar que
podría haber tenido algo que ver con la muerte de tu madre.
—El pensamiento cruzó mi mente por muchos años —admito.
—¿Pero ya no?
Niego.
—Aunque la extraño y deseo que hubiera estado aquí para ver crecer a
Lilly, creo que fue solo algo que pasó. Estuve enojado sobre eso durante mucho
tiempo, pero no fue culpa de nadie.
Ella se acuesta y pasa la mano por mi pecho.
—¿Por qué dejaste el grupo?
—Porque no era seguro para ti, y sabía que no lo abandonarías a menos
que ya no hubiera un grupo en absoluto.
—¿Así que se acabó? —pregunta.
—Sí —digo con una sonrisa—. Está terminado.
—¿Qué haremos ahora? —pregunta.
—Disfrutaremos de lo que queda de nuestro último año como una pareja
real.
Se levanta y se sienta a horcajadas sobre mis caderas. Pongo mis manos
sobre sus muslos desnudos mientras me sonríe. Incluso con un ojo morado y
puntos de sutura en el rostro, sigue siendo la mujer más hermosa que he visto
en mi vida.
—¿Esto significa que bailarás conmigo? —pregunta.
Me rio.
—Sí. Eso es exactamente lo que significa.
—Entonces supongo que será mejor que empiece a buscar un vestido rojo.
—Eleva las cejas.
Gimo.
—Me encanta cuando usas rojo.
Me da su sonrisa malvada que pone duro a mi pene.
—Lo sé. —Se inclina, dándome un suave beso.
Me retiro.
—¿Cuáles son tus planes después de la graduación?
—Realmente no lo he pensado. ¿Por qué?
Respiro hondo y lo dejo salir.
—¿Recuerdas cuando te pedí llevar a Lilly al ballet y que me fui hasta el
día siguiente? Te dije que tenía algo personal que hacer.
—¿Cómo podría olvidarlo? Fue cuando Celeste fingió estar acostándose
contigo.
Ignoro eso.
—Estuve en Texas.
Sus ojos se ensanchan.
—¿Volaste a Texas? —Asiento—. ¿Por qué?
—Deke y yo tenemos becas para la Universidad de Texas. Y necesitaba ver
a mi consejero sobre la vivienda porque me llevaré a Lilly conmigo, y los niños
no pueden vivir en los dormitorios.
Sus ojos caen a mi pecho.
—Oh. No pensé que Lilly se iría contigo.
Pongo mi mano en su cabello y la fuerzo a mirarme de nuevo.
—Mientras estuve allí compré una casa para Lilly y para mí. Texas es el
lugar al que llamaré hogar el resto de mi vida. Iré a la universidad allí y nadaré
mientras consigo mi licenciatura. Entonces Deke y yo abriremos nuestro propio
negocio juntos. Lo hemos estado planeando por años. —Sus ojos se abren una
vez más, pero no dice nada—. Y quiero que vengas con nosotros. Quiero que
vivas conmigo y con Lilly.
—Cole... eso es… —Se lame los labios—. Demasiado.
—No, no lo es. —Me incorporo—. Dime que vendrás con nosotros. Dime
que vivirás con nosotros.
—Si quieres, puedo ayudarte con ella...
—No, Austin. No estás entendiéndome. Quiero que seas parte de la vida de
Lilly, pero te quiero en mi vida también. —Paso mi mano por su cabello—.
Múdate conmigo, Austin. —No puedo imaginar mi vida sin ella. Esta increíble
mujer es todo lo que siempre supe que quería. Y, en caso de que tuviera alguna
duda, las pasadas dos semanas me hicieron darme cuenta de cuán cierto es
eso.
Sus ojos verdes oscuro comienzan a llenarse de lágrimas.
—No lo sé…
—Me animaste a mostrarte un lado que nadie veía. Y lo entendí, Austin.
Ahora te estoy retando a que me des la oportunidad de ser más que el tipo que
te lastimó. —Le doy una suave sonrisa—. Múdate conmigo y déjame mostrarte
que puedo ser lo que necesitas.
—¿Lilly? —grito, entrando a la casa del padre de Cole una hora más tarde.
Después que se fue y tuve mi charla no tan productiva con Celeste, me relajé
en una larga ducha y me tomé mi tiempo preparándome.
—Está en su habitación —dice una mujer con cabello negro azabache y
ojos oscuros.
Blanche siempre está sonriendo.
—¿Cómo está Sophia? —pregunto por su hija.
Blanche y yo nos hemos acercado en el pasado par de semanas. Descubrí
que ha estado con la familia desde antes que Lilly naciera. Solía ayudar a
cuidar a Cole también.
—Está bien. Está en el coro de la iglesia —responde con orgullo.
—Eso es genial. Felicítala de mi parte.
Asiente y me dirijo al piso de arriba. Abro su puerta y entro en su cuarto
rosa
—¿Lilly? —grito.
—Aquí dentro. —La oigo al otro lado del pasillo.
Entro a la habitación de Cole.
—¿Dónde? —pregunto con una risita, preguntándome si está jugando a
las escondidas
—Aquí —dice su vocecita.
La encuentro en su gran vestidor, sentada en el suelo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, sentándome a su lado.
—No puedo encontrar a Hippo.
Su conejito de peluche favorito.
—¿Dónde lo viste por última vez? —Dudo que esté en el armario de Cole.
—Se lo di a Cole para que lo lavara. —Su rostro se entristece—. Derramé
leche sobre él.
—Tal vez esté abajo, en la lavandería —ofrezco.
—Tal vez —dice mientras brotan lágrimas de sus ojos marrones
Me levanto sobre mis manos y rodillas.
—De acuerdo, te ayudaré a buscar aquí primero. ¿Está bien? Luego
bajaremos y veremos allí. —Le acaricio la rodilla mientras una lágrima corre
hacia abajo por su rostro—. Lo encontraremos.
Miro alrededor del armario, sin tener ni idea de dónde podría estar. Está
bastante limpio. No hay muchas cosas en el suelo bajo las que pudiera estar
escondido.
Mis ojos ven una caja marrón en la esquina. No tiene nada escrito, pero
parece fuera de lugar. La alcanzo y luego retiro mi mano, mordiéndome el
labio. No debería fisgonear. Por lo que sé, hay algún pequeño libro negro con
todas las chicas con las que alguna vez se ha acostado. Esa es una cosa que no
quiero encontrar.
—Traté de llamarlo —dice ella con voz aún suave.
—¿Qué tal si lo intento? —Dejando la caja, saco mi nuevo teléfono y
presiono llamar en Shark.
Comienza a sonar, y después del quinto tono, se va al correo de voz.
—Estás llamando a Cole... —Cuelgo y la miro—. Nos llamará de regreso.
Ella baja la cabeza y se pone de pie.
—Iré a revisar mi habitación de nuevo.
Me levanto también y voy a seguirla, pero la caja vuelve a llamar mi
atención. Mirando sobre mi hombro, me aseguro que Lilly se ha ido y me
agacho, quitando la tapa.
Está llena de fotos. Saco una pila y las miro. Son de Cole cuando era más
joven. De alrededor de la edad de Lilly. Está nadando en una piscina interior.
Hay algunas de él sentado a una mesa de cocina con niños de su edad
alrededor. Me detengo en los otros niños para ver si los reconozco como los
chicos del grupo. No estoy segura de cuánto tiempo han sido amigos. En la
siguiente, está inclinándose soplando siete velas. Revuelvo algunas más, pero
me detengo cuando llego a una de él y una rubia mayor. Es bonita. Ojos azul
oscuro y una amable sonrisa. Se encuentra a su lado con una sonrisa
orgullosa en el rostro, y él tiene una medalla de oro alrededor de su cuello. Hay
una piscina en el fondo. Esta debe ser su madre. Y, por alguna razón, parece
familiar.
Voy a través de un par más y me detengo en una foto de Cole, junto con
otros tres chicos y una chica. Los chicos están sonriendo, uno a medio reír,
pero la niña no está feliz. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho y una
mueca en el rostro. Su cadera derecha está empujada hacia afuera, y sus ojos
verdes están entornados mientras mira la cámara.
—No la dejes jugar —le dice el chico al otro.
—No quiero jugar contigo de todos modos —digo, estirándome y empujando
al niño con los ojos azules.
Él me gruñe y me empuja también, haciéndome caer sobre mi trasero. Se
ríen de mí antes de darse la vuelta y alejarse.
¡Soy yo! ¡La niña de la foto soy yo! Lo recuerdo ahora. Mi padre tuvo una
reunión con sus amigos, era la única chica allí, y los chicos no me dejaron
entrar en su estúpido juego.
—No quiero jugar con ella —dice el niño pequeño con los labios tensos.
—Cole, eso no está bien —dice la bonita rubia, inclinándose a nuestro nivel.
—Ella derramó mi jugo, mamá —se queja.
—Eso es porque me tiraste tierra —le digo.
—Cole Ethan Reynolds —lo regaña—. Dile que lo sientes ahora mismo.
Él cruza los brazos sobre su pecho.
—Lo siento —gruñe.
Ella le palmea la espalda y asiente hacia él.
—Ahora juega bien.
La observa alejarse, y luego se vuelve para encararme.
—No lo siento.
—Lo harás —le digo.
Sus ojos azules se estrechan en mí.
—No, no lo haré. —Toma la Barbie de mi mano y le arranca la cabeza y
luego la arroja hacia la tierra, pisándola. Entonces tira su cuerpo a la hierba—.
Diviértete jugando con eso ahora.
Pongo la foto en mi bolsillo trasero con una sonrisa en mi rostro. Incluso
en aquel entonces, Cole Reynolds era un dolor en mi trasero.
—¡Encontré a Hippo! —dice Lilly emocionada, rebotando de nuevo en el
armario. Lo abraza apretado contra su pecho con una gran sonrisa.
—¿Lista para irnos? —pregunto.
Asiente felizmente y me mira. La levanto en mis brazos y la beso
suavemente en la mejilla.
—Vámonos entonces, princesa.
Me detengo en la casa club y veo que el auto de Cole está estacionado
fuera. Lilly y yo entramos mano en mano, y él se levanta del sofá.
—Hola, chicas —dice, extendiendo los brazos. Lilly corre hacia él, y la
levanta, dándole un abrazo.
—Pensé que había perdido a Hippo —le dice.
—¿Qué? Lo puse en tu cama —le dice con el ceño fruncido.
Ella asiente.
—Lo encontré en el suelo.
—Debe haberse caído.
Lilly lo abraza mientras lo miro.
Antes, estaba vestido con pantalón vaquero azul y una camiseta blanca de
manga larga. Ahora lleva una camiseta negra de manga corta y pantalón negro.
Su cabello está húmedo como si acabara de salir de la ducha.
La deja, y sus ojos se encuentran con los míos.
—¿Lista para irnos? —pregunta, caminando hacia mí.
Mis ojos lo buscan por un indicio de a dónde fue o lo que hizo. Pero su
mirada no da nada. Nunca lo hace.
—Si tú lo estás —le contesto.
Asiente.
—Lo estoy.
Luego toma mi mano, y la miro para ver sus nudillos reventados y sangre
seca.
—Cole...
—Shh —susurra contra mis labios.
Sus ojos van y vienen entre los míos.
—¿Qué te dije, cariño?
Arrugo la frente. ¿Qué me dijo?
—¿Cuándo?
Me sonríe suavemente.
—Esa vez cuando fui y te vi nadando en la piscina.
—Que nadie me tocaría de nuevo —digo, recordándolo.
Asiente, deslizando una mano en mi cabello.
—Esa fue una promesa que nunca romperé, Austin. —Luego me besa
gentilmente.
Cuando se aleja, saco la foto de mi bolsillo trasero. La sostengo en contra
de mi pecho por lo que no puede verla todavía.
—Revisé la caja de tu armario.
Sus ojos se encuentran con los míos, e inclina la cabeza con confusión.
—¿Caja…?
—La que está escondida en el rincón. Y encontré una cosa.
—¿Qué?
a la vuelta a la foto, y nos veo a Deke, Eli, Bennett y yo. Éramos
jóvenes. No mayores de siete. Tal vez ocho. Hay una chica en la
foto. Todos estamos sonriendo, y Deke está riéndose. La niña se
ve enojada. Tiene el cabello castaño en una cola de caballo, y
sus ojos verdes se estrechan con ira hacia la cámara.
La veo y luego vuelvo a mirar la foto.
—¿Quién...? —Mis ojos se disparan de vuelta a los de ella, y me sonríe.
Me giro, alejándome de la niña con la que mi mami me obligó a jugar.
No la queremos aquí.
También tuve que jugar con ella ayer. Sin mis amigos, y nadamos. No dejó
de hablar de muñecas.
Cierro los puños. Mi mami me hizo pedirle disculpas. Pero no lo siento.
Desperdició mi jugo. Y le arrancó la camisa a Deke cuando tiró de ella antes
mientras jugábamos. Celeste nos hizo dejarla jugar con nosotros.
—¿Cole? —Deke me llama desde el columpio.
Voy a caminar hacia él, pero soy empujado al suelo.
—¡Oye! —Me vuelvo sobre la espalda para mirar a la niña.
Ella apunta su dedo hacia mí.
—¡Arruinaste mi muñeca! —grita.
—¿Austin? —El mejor amigo de mi papá, Bruce, le grita mientras se acerca
a nosotros—. ¿Acabas de empujarlo?
Ella cruza los brazos sobre su pecho.
—Arruinó mi Barbie. —Resopla.
Él deja escapar un gruñido y luego la agarra por el brazo. Ella grita, y él
baja su rostro hacia el suyo. Le dice algo y luego se aleja. Ella llora suavemente
mientras la arrastra de vuelta a la casa.
—Esa eras tú —le digo, mirándola con los ojos abiertos.
Asiente una vez, sonriendo.
—Esa era yo. Por cierto, me debes una Barbie.
Me acerco y le tomo la mejilla. La sonrisa cae de su rostro. Ella estuvo ahí,
en mi armario, todos esos años. Nunca vi esas fotos. Mi madre las tenía en su
armario. Cuando murió, él tiró todas sus cosas para que sus putas no las
vieran, pero yo conservé esa caja. Nunca hurgué en ella porque era demasiado
doloroso verlas. Hay algunas de mi madre y de mí, y odiaba no tener una que
mostrarle a Lilly de ellas juntas. Casi las quemé muchas veces.
—Te debo muchas cosas —digo honestamente, y frunce el ceño. Bruce la
arrastró ese día a la casa, y nunca la volví a ver. La envió de vuelta con su
madre. En ese entonces, estuve agradecido. La odiamos. Era una niña.
Pensamos que tenían piojos y que no podía jugar con nosotros. Pero ¿qué
tal si no la hubiera metido en problemas? ¿Se habría quedado con Bruce y
Celeste? Si hubiera sido así, el enfermo novio de su madre nunca la habría
tocado. Ni golpeado. Se hubiera enterado de Lilly con el tiempo, y la habría
tenido todo el tiempo.
—¿Cole? —Llama mi atención. Parpadeo—. Siento si estás enojado porque
revisé tu caja...
—No estoy enojado. —Lejos de eso. Me inclino y la beso.
La graduación está a cuatro días, y odio que esté tan cerca. Por el tiempo
que puedo recordar, todo lo que pensé fue en la libertad. Ahora, le temo.
No tengo madre. Nunca escuché de ella después que ella y Phillip dejaron
esa noche la casa de mi padre. Pero nunca esperé que lo hiciera. Cole es bueno
en una cosa. Y eso es hacer desaparecer las cosas.
No tengo a Cole. Lo veo en la escuela en los pasillos y en el aula, y se ve
más enojado que nunca. Enojado con el mundo. Enojado conmigo. Como si
hubiera hecho algo incorrecto.
Todavía tengo a Becky, así que esa es una ventaja. Pero no la veo mucho.
Pasa todo su tiempo con Deke, y él siempre está con Cole, lo que me deja sola.
Celeste siempre está llorando. La encontré anoche en la cocina sollozando
con una cubeta de helado. La ignoré porque no me importa lo que esté mal con
ella. Mi padre no me ha dicho nada más desde que me dio el cheque hace casi
un mes. Pero creo que se dio cuenta que no tomaría su dinero cuando lo
encontró roto en pedazos en la isla de la cocina.
No quiero nada de nadie. Solo quiero salir de esta ciudad. Salir de esta
pesadilla y salir de la vida de todos.
Un nuevo comienzo. Un nuevo empiezo.
Quiero ir a donde nadie me conozca. Donde pueda ser alguien diferente.
Me acerco a la casa de mi padre y estaciono mi auto. Ya es tarde. El reloj
en mi tablero dice que son un poco después de las diez. Fui a ver otra película
con Myers esta noche. Quería venir después, pero le dije que no. No estoy lista
para saltar a la cama con quien sea todavía. Odio reventar su burbuja, pero no
estoy buscando lo mismo que él. Lo estoy usando para conseguir a Cole.
Espero que toda esa rabia que veo signifique que está funcionando.
La peor parte, una vez más, es que no veo a Lilly. Hablamos por teléfono,
pero eso es todo. Y las conversaciones no duran mucho. Creo que otra cosa que
apesta es que sé que Cole será parte de mi vida siempre. Porque no voy a sacar
a Lilly de mi vida. Iré a hablar con ella. La iré a ver. La veré crecer.
Salgo de mi auto y me dirijo a las escaleras hasta la puerta principal. El
viento sopla mi cabello, haciéndolo pegarse a mis brillantes labios. Abriendo la
puerta, me detengo cuando escucho a Celeste llorando al final del pasillo.
Suspiro. Qué diablos está mal con ella.
—¿Por favor? —ruega—. No hagas esto.
Me dirijo a la escalera pero me detengo cuando escucho la voz de un
hombre.
—Se acabó —gruñe Kellan—. Se terminó. Pero te niegas a creerlo. —Solo
entonces, Kellan entra en el vestíbulo. Se detiene al notarme.
Celeste lo sigue.
—No puedes hacer esto... —Su voz se desvanece cuando me ve —. Austin
—dice con sorpresa, estirándose para limpiar sus mojadas mejillas—. No
esperaba que estuvieras en casa tan temprano.
La miro.
—Me voy a la cama.
—¿Se lo dijiste? —exige él.
Ella niega rápidamente.
—¿Decirme, qué? —pregunto. Él estrecha sus ojos en mí, y pongo los míos
en blanco—. Estoy cansada, y es demasiado tarde para estar en juegos contigo,
Kellan. ¿Qué no me ha dicho? —¿Se divorciará de mi padre? ¿Es por eso que se
fue por tanto tiempo? ¿Tal vez tiene algún trasero en el costado también? No
me sorprendería si fuera diez años menor que Celeste.
—Todos sus secretos —dice él simplemente.
—Kellan, no...
—No tengo tiempo para esto —le digo, pasándome la mano por el cabello,
interrumpiéndola. Estoy agotada.
Doy el primer paso en la escalera cuando él habla.
—¿Por qué crees que estás aquí?
Me detengo. Mis ojos se encuentran con los de él.
—¿Disculpa?
Sonríe, orgulloso de sí mismo. De repente, estoy interesada.
—Es porque yo te quería aquí.
—¿Qué? —pregunto confundida.
—Yo estaba con Celeste cuando tu madre la llamó y le dijo que eras
demasiado para ella. Que haría a Celeste parecer una santa en esta ciudad
recibiendo a la adolescente de Bruce con problemas. Pero no te quiso. Quería a
Lilly.
La miro, y sus ojos están estrechados sobre él.
—¿Qué? —pregunto porque es todo lo que puedo decir.
—Así que todavía no lo has descubierto. —Sonríe—. Lo que hizo. ¿De lo
que es capaz?
—No —le gruño.
Su sonrisa solo crece.
—Puede mantener un secreto, nena —le dice a ella.
Mis cejas se alzan. ¿Qué podría haber hecho? No puede ser peor que lo que
los chicos hicieron.
—Celeste aquí… —La mira por encima de su hombro—. Mató a Betty, la
madre de Cole y de Lilly.
Mi corazón comienza a latir con fuerza ante sus palabras.
—Fue un accidente —dice ella a la defensiva
—No mientas —gruñe.
—¿Tú, qué? —pregunto con los ojos abiertos—. Por qué tú...
—Al principio, todos sospecharon de Liam y de Bruce, pero nadie pudo
entender por qué la matarían a los nueve meses. Si lo iban a hacer, lo podrían
haber hecho desde el momento en que se enteraron que estaba embarazada.
Pero cuando Celeste descubrió que estaba embarazada, se molestó. Ella quería
un bebé. Quería tener al hijo de Bruce. —Me mira arriba y abajo con asco—.
Pero Bruce no quería tener hijos. Así que Celeste fue a su casa y la confrontó.
Dijo que quería la custodia compartida de Lilly, y cuando Betty dijo que no, la
empujó por las escaleras.
Todo este tiempo, Cole pensó que fue un accidente.
—Te dije todo eso en confianza —le grita.
Él la ignora, mirándome fijamente.
—Entonces llamó al 911 y dijo que escuchó que se cayó por las escaleras.
Como si le importara su patética vida. —Niega.
—¡No! —digo lentamente—. Cole dijo que cayó y murió en cirugía debido a
complicaciones.
Él ríe.
—Cole solo sabe lo que Celeste le dijo.
Ella había ido a su escuela y lo sacó de clase. Le dijo a Cole que su padre
la había llamado y le dijo que su madre había muerto...
Ella agarra su manga y comienza a tirar. Él no se mueve, y sus ojos
marrones no dejan los míos.
—Esperó treinta minutos antes de pedir ayuda. Lilly nació en la
ambulancia de camino al hospital. Betty estaba muerta cuando llegaron.
La miro con ojos muy abiertos, esperando que me dé alguna señal que él
está mintiendo. Que es el Kellan que conozco y que está tratando de
arruinarme. Pero ella comienza a golpear sus puños en su brazo.
—¡Tú, hijo de puta! —le grita.
Él se acerca y agarra su brazo.
—Y ahora verás que la historia se repite. —La empuja a través del gran
salón, y me quedo plantada donde estoy, tratando de aclarar mi cabeza
alrededor de todo esto. Él comienza a arrastrarla escaleras arriba, y cuando
ella grita, me saca de mi trance.
Corro tras ellos y agarro su brazo libre. Kellan gira desde la parte superior
de las escaleras y saca una pistola de la parte de atrás de su pantalón y me
apunta. Mi estómago cae mientras miro fijamente el cañón. Levanto las manos
al aire, mi respiración se atora.
—¡Retrocede! —ordena.
Doy un paso a la vez, bajando las escaleras hacia atrás lentamente y
trago. ¿Qué demonios está haciendo? Siento mi teléfono en mi bolsillo trasero y
estoy lista para agarrarlo, y llamar al 911.
—¡Mantenlas arriba! —dice, y me estremezco ante su tono.
—Está bien, está bien, está bien —le digo, y mi voz tiembla.
—Mira… —dice—. Celeste está embarazada. —Ella comienza a sollozar—.
De mi hijo. —Pone los ojos en blanco—. Después de embarazar a Betty, Bruce
arregló esa situación para que nunca volviera a suceder. Eso lo excluye. Y soy
el único otro tipo con el que tuviste sexo, ¿verdad, nena? —pregunta,
presionando la pistola contra su sien.
Ella solloza pero asiente.
Él continúa, satisfecho con su respuesta.
—Y al igual que Bruce y Liam, no quiero un hijo. Pero a diferencia de ellos,
planeo hacer algo al respecto.
—Por favor, Kellan —suplica—. Te amo. —Solloza ella.
Él sonríe.
—No eras nada para mí.
Luego la empuja hacia delante. Y ella cae rodando por la larga escalera
como una muñeca de trapo. Corro hacia ella mientras golpea el suelo de
mármol y me arrodillo a su lado. Su cabeza está inclinada hacia un lado y la
sangre brota de su nariz y boca. Palpo buscando un pulso, pero no hay nada.
—La mataste. —Comienzo compresiones en su pecho.
Nunca lo he hecho antes, pero he visto suficientes series de médicos para
tener una idea.
Él baja las escaleras lentamente, mirándome extrañamente
—¡La mataste! —grito, deteniéndome para sacar mi celular y llamar a la
policía.
—¿Estás tratando de salvarla? Ella mató a la madre del amor de tu vida,
quién resultó ser la madre de tu medio hermana, también.
—Está embarazada —le digo frenéticamente. Mis manos tiemblan
incontrolablemente—. El bebé no te hizo nada.
—Oh, pero lo hará. Es por eso que tiene que irse. —Agarra mi cabello y
tira de él. Mi celular cae al suelo.
Giro en su agarre mientras me arrastra a través del suelo de mármol al
gran vestíbulo.
Me pone de pie, y estoy jadeando por respirar cuando me golpea de nuevo
en la pared. Envuelve las manos alrededor de mi garganta y se inclina.
—Has estado en un juego todo el tiempo, Austin, pero ha sido mi juego.
Mis reglas. Y ahora se acabó. —Me empuja lejos, y me deslizo de rodillas,
golpeando el suelo.
Una vez más. Cuando me giro, tiene un cuchillo en la mano. Lo gira.
—Cole siempre ha estado fascinado con la sangre. Y tengo que decir, que
no lo entendí hasta que lo vi untarla con las manos sobre toda tu piel.
¿Qué? ¿Untarla sobre mi piel? La noche en el cementerio.
—¿Cómo sabes...? —Me corta con su risa.
—Celeste me llamó cuando llegaste. Hice que Shane y Bennett me llevaran
de vuelta a mi auto. Para cuando llegué allí, Cole y Deke ya estaban jugando
contigo. Me aparté y te miré toda la noche. Supe que eras perfecta para mí en
el momento en que te vi encender a Jeff en llamas.
Alguien me había estado observando después de todo. Da un paso hacia
mí, y me arrastro hacia atrás hasta que golpeo el lado de la escalera. El cuerpo
de Celeste está recostado a solo metros de mí. Sus ojos aún están abiertos
mientras más sangre cubre el suelo.
—Entonces, cuando robaste el auto con Cole, le di propina a los policías.
Los tengo a todos en mi bolsillo, después de todo, mi tío es el jefe. Quería que
te atraparan.
—¿Por qué? —exijo.
—Porque si estabas encerrada, él no podría tenerte.
—Pero me odiabas... trataste de sacarme del grupo...
—Todo fue parte de mi plan. Cada vez que te apartaba, Cole te llevaba
más cerca. —Sonríe—. Y Celeste jugó tan bien. Mira, le dije el reto final. Matar
a Bruce. Quería que los chicos y yo lo matáramos, y luego quería que te matase
a ti y a Cole, y así correr hacia la puesta de sol con Lilly. —Resopla—. Todas las
mentiras que le dijo a Cole. —Suelta risitas—. Tú… Fue tan jodidamente
perfecto.
—Tú, bastardo enfermo —escupo.
Él se ríe.
—Él y yo somos iguales, Austin. Los dos te usamos como quisimos.
Niego.
—Cole nunca me lastimaría. Ahora no. —Mentira. Me está lastimando
hora mismo. Me dejó. Todo porque pensó que mi padre era una amenaza. Pero
Kellan fue el único desde el principio.
—Tienes razón —concuerda con un suspiro—. Él no lastimaría un cabello
de tu cabeza. Pero yo voy a pintar estas paredes con tu sangre. —Me da una
siniestra sonrisa—. Después de todo, su color favorito es el rojo. —Se lanza
hacia mí, y me arrastro antes de levantarme. Pero es más rápido—. ¡Pequeña
perra! —gruñe, alcanzándome y agarrando mi tobillo, haciéndome volar. Grito
cuando mi rostro golpea el suelo de mármol. El dolor explota detrás de mis
ojos. Soy volteada sobre mi espalda, y me monta a horcajadas. Deja caer su
cuchillo, y golpea el suelo con un sonido metálico y luego sus manos van
alrededor de mi cuello. Corta mi aire.
—Quería que Bruce se ocupara de ti —gruñe—. Igual que quería que
matara a Cole cuando vine con su auto para follar a su esposa. —Se ríe de
eso—. Pero tengo que hacerlo yo mismo. En caso que me grabaras matando a
Celeste.
Intento empujarlo, quitarle las manos, pero es demasiado fuerte. Trato de
arquear el cuello para respirar, pero eso le da mejor acceso para apretar su
agarre.
—Lo único que lamento es no haber podido tener sexo contigo. —Suspira
mientras trato de abofetearlo—. Porque escuché la grabación de Cole teniendo
sexo contigo dentro de ese cuarto de baño, Austin. —Intento arañar su rostro,
pero su alcance es más largo. Haciendo que mis manos solo toquen el aire—.
Me puse en ello tantas veces, imaginando que éramos tú y yo.
Los puntos se forman en mi visión mientras mi cuerpo se vuelve pesado.
Mis brazos caen a mi lado y algo frío toca mis dedos.
Es el cuchillo.
Envuelvo mi mano alrededor del áspero mango y lo empujo en su costado.
Inmediatamente libera mi garganta mientras grita.
Tomo un aliento entrecortado, mi garganta está ardiendo. Cae de nuevo
sobre su trasero mientras mira el cuchillo que sobresale de su costado con
horror. Empiezo a toser.
—¡MIERDA! —grita, lanzando la cabeza hacia atrás.
Me levanto y corro hacia la cocina donde hay un teléfono fijo. Lo levanto
con las manos ensangrentadas y temblorosas y marco el número de Cole.
Responde en el primer timbre.
—¿Hola?
—¡Cole! —Me ahogo con su nombre. Mi voz ahora áspera y todo mi cuerpo
está temblando incontrolablemente.
—¡Austin! ¿Qué sucede? —exige.
Escucho la voz de Deke en el fondo.
Me pongo a llorar y empiezo a decirle que Kellan está aquí. Cualquier otra
chica llamaría a la policía. Pero ya sé que Kellan los tiene en su bolsillo, están
fuera.
—Disminuye la velocidad, cariño. No puedo entender nada de lo que estás
diciendo.
—¡Él está aquí! —grito—. Kellan está en la casa de mi padre. ¡Mató a
Celeste!
—Estoy en camino… —La línea muere.
Me giro para ver a Kellan apoyado contra la encimera, el cordón de la
pared está en su mano. El cuchillo todavía en su costado.
Debí haberlo sacado.
Lo hace sangrar más rápido. Incluso ahora, su rostro es pálido, y está
encorvado. La sangre cubre su ropa y hay un charco donde se encuentra.
Me da una sonrisa sangrienta.
—No lo logrará. —Levantando el arma, dispara.
s el típico día nublado en Collins, Oregón. En cualquier momento,
las nubes se abrirán y derramarán lluvia. Me siento extraño aquí.
Esta ciudad tenía muchos demonios, pero a veces era tranquila.
Nunca tienes eso en Dallas. Siempre hay gente sin importar a
donde vayas. Y el tráfico a veces me vuelve loco.
Me arrodillo y coloco el ramo de flores amarillas en la tumba. Son las
únicas en este cementerio. No mucho ha cambiado. Los muertos todavía son
olvidados en la cima de esta colina. Vuelvo a visitarlo dos veces al año. Cada
navidad y en su cumpleaños. Desearía venir más, pero el trabajo no es lento de
ninguna manera. Dirigir un bufete de abogados no es una tarea fácil.
Incluso si tienes a Deke Biggs como tu compañero. Pero me aseguro de
venir y contarle a ella que la extraño. Cuánto la quiero. Cómo me gustaría que
pudiera ver crecer a Lilly. Va a cumplir dieciocho años, y simplemente no
puedo envolver mi cabeza en eso. Bruce fue arrestado con tres cargos de
homicidio involuntario. Se suponía que debíamos matarlo, pero como le dije
una vez a Austin, los planes cambian. Y eso es exactamente lo que sucedió
cuando Deke y yo nos presentamos en la casa después que ella me llamó esa
noche.
Mi teléfono suena y veo que pone residencia Lowes en la pantalla.
Respondo, esperando que sea Celeste.
—¿Hola?
—¡Cole! —La estrangulada voz de Austin dice mi nombre.
Salto del sofá en la casa club.
—¡Austin! ¿Qué sucede? —demando.
—¿Qué está pasando? —pregunta Deke también poniéndose de pie.
Ella empieza a llorar incontrolablemente, y no puedo entender nada de lo
que está tratando de decir.
—Disminuye la velocidad, cariño. No puedo entender nada de lo que estás
diciendo.
—¡Él está aquí! —grita—. Kellan está en la casa de mi padre. ¡Mató a
Celeste!
—Estoy en camino… —La línea muere.
Deke y yo llegamos en tiempo récord y saltamos de mi auto.
Ya llamó al 911 en nuestro camino. Irrumpo por la puerta principal e incluso
no me molesto en darle al cuerpo sin vida de Celeste un segundo de atención,
sabiendo que ya está muerta.
—¿Austin? —grito, sacando mi arma de la parte trasera de mi pantalón—.
¿Austin? —grito, corriendo por el pasillo.
Sigo un rastro de sangre a la cocina y me detengo cuando veo a Kellan
apoyado contra la encimera. Se ríe cuando me ve, pero eso le causa una tos. Un
cuchillo sobresale de su lado.
Mis ojos miran la pared delante de mí, y también está cubierta de sangre.
La sangre de Austin. Ella yace en el suelo a su lado. Corro hacia ella.
—¿Austin? —Me ahogo con su nombre, quitando el cabello de su rostro. El
olor a sangre es tan fuerte que causa que la bilis se levante, pero me la trago.
—¿Qué diablos? —Jadea Deke, entrando a la cocina.
—¡Atrápalo! —grito.
—Ella necesita ayuda —dice él, mirando su cuerpo con ojos entrecerrados.
Hay tanta sangre que no sé de donde sale.
—¡Atrápalo! —grito—. La ayuda está en camino. —Vuelvo mi atención hacia
ella, y oigo a Kellan gruñir mientras Deke lo arrastra fuera, al auto. Llevándolo a
donde los policías nunca lo encuentren. No está muerto aún, pero una vez que
termine con él, deseará estarlo.
Los ojos de Austin están cerrados, y su cuerpo yace flojo.
—Por favor, nena —le ruego—. No puedo perderte. —Mi garganta se tensa.
Siento su cuello por un pulso, y no encuentro nada.
Mi corazón se detiene, y la arrastro de la pared hasta el centro del suelo de
cocina. Comienzo RCP.
Los chicos y yo cancelamos el último reto. Bruce no necesitaba morir.
Teníamos suficiente evidencia en la computadora portátil que Austin robó con
Shane para probar que Bruce había asesinado a tres personas. Nunca supe
por qué trato de matarme. Deke piensa que me quería muerto para que Celeste
pudiera tener a Lilly. Siempre supe que deseaba que Lilly fuera de ella, pero
eso no tenía sentido. Bruce nunca quiso tener hijos. ¿Por qué querría a Lilly
entonces? Deke me recordó que algunas personas son simplemente malvadas.
Hacen cosas solo por el simple hecho que pueden hacerlo. Debería saberlo.
Miren lo que hice atravesar a Austin.
Bruce fue arrestado tres días después que encontré a Austin muerta en el
suelo de su cocina, y su condena no le da oportunidad de libertad condicional.
Pasará el resto de su miserable vida en una celda preguntándose cómo en el
infierno fue atrapado. Tratando de imaginar cómo cuatro adolescentes y su hija
también adolescente lograron derrotarlo. Ese no era el plan original, pero fue
suficientemente bueno para mí.
Kellan, por otro lado, rogó por su vida. Le dije fuera de la casa club esa
noche que encontré el celular de Austin en su auto que lo mataría con mis
manos desnudas, y eso fue lo que hice. Odié que ya casi estuviera muerto
cuando lo encontramos, pero una parte de mí, una parte muy grande, estaba
orgullosa de lo que hizo Austin. Peleó. Hizo lo que sabía que era capaz de
hacer.
¿Y en cuanto a su madre y a su padrastro?
Austin nunca salió y me preguntó, pero no tuve que decírselo, me
encargué de ellos. Deke me ayudó. Lo hicimos rápido con su madre, pero su
padrastro sufrió. También lloró como la perra que era. Sus cuerpos nunca
serán encontrados. Ni reclamados.
Después que encontré a Austin allí tendida en su propia sangre sin pulso,
solo quise seguir adelante. Poner todos los retos y muertes detrás de mí.
Después que maté a Kellan, no tuve necesidad de más sangre. Ni de matar.
Una vez más, ella me había cambiado.
Giro el anillo de bodas en mi mano izquierda mientras me vuelvo para
observar la tumba. La miro con una sonrisa triste y suelto un largo aliento.
—Volveré a visitarte pronto. Te quiero y te extraño —digo, y luego le doy la
espalda.
Camino por la colina, pasando el lugar dónde todo comenzó. Donde
encontré a la hermosa morena espiando a mis amigos y a mí, y sonrío. Eso fue
hace tanto tiempo, pero lo recuerdo como si fuera ayer.
Llego al pie de la colina y veo el Chevy negro entrar en mi vista. La puerta
del pasajero se abre, y un niño pequeño salta, mi hijo de cinco años.
—¡Papá! —dice, corriendo hacia mí.
Abro los brazos y lo levanto.
—Hola, amigo. ¿Listo para ir a casa? —le pregunto. Asiente.
—Mami tiene hambre.
Me río de eso.
—Mami siempre tiene hambre. —Poniéndolo de nuevo en sus pies, levanto
la vista para ver a mi esposa lentamente saliendo de la camioneta.
—Deberíamos haber conducido mi auto —gimotea, frotando su creciente
barriga y doliéndose de la espalda—. No puedes esperar que me suba y salga
de este monstruo con seis meses de embarazo. Está muy activa hoy.
Me rio entre dientes, caminando hacia ella. Mi mano se desliza en su
cabello.
—¿Te he dicho que te ves preciosa hoy y que te amo?
—Soy una ballena —se queja.
Beso sus labios pintados de rojo.
—Eres un tiburón, cariño.
Ella se aleja, y sus ojos verdes buscan los míos.
—¿Estás bien? —pregunta, y sus ojos van a la cima de la colina.
Asiento.
—Dije lo que necesitaba decir.
—Ojalá Lilly pudiera haber llegado —dice, y las lágrimas comienzan a
formarse en sus ojos. Todavía la encuentro hermosa cuando llora y hace
mucho eso con este embarazo.
—Yo también. Quizás la próxima vez.
Asiente y mira a nuestro hijo que está cavando en la tierra.
—Vamos, Eli —le grita, y él se quita el polvo de las manos y corre hacia
ella.
Me giro y miro hacia atrás sobre la colina, donde mi madre fue enterrada
hace mucho tiempo. Solía preguntarme por qué sobreviví a ese accidente de
auto. Y entonces, una noche, encontré a una chica en un cementerio y todas
mis preguntas fueron contestadas.
Nunca he sido un hombre religioso, pero oré esa noche que la encontré en
el suelo de la cocina, y por alguna razón, Dios me respondió y me la devolvió.
Me dio otra oportunidad de vivir.
Porque sin ella, no habría sobrevivido.
Han pasado dos meses desde que fue dada de alta del hospital, y nos
mudamos oficialmente al lugar que llamamos hogar en Texas. Se sienta con
Becky en nuestra mesa de la cocina. Su cabello de la mañana es un lío y no
tiene maquillaje en el rostro. Nunca la he visto más bella.
Becky me mira, y sus palabras desaparecen.
Austin me mira por encima del hombro, y una sonrisa se extiende por su
rostro cuando sus ojos se encuentran con los míos. Pero cae cuando no se la
devuelvo.
—Estás tramando algo.
—¿No lo hago siempre? —pregunto serio.
Sus ojos se estrechan en mí.
—Cole...
Cuando me pongo sobre una rodilla, sus palabras se cortan y esos ojos
verdes oscuro se ensanchan con sorpresa.
—Cole —susurra mi nombre.
—Austin Anne Lowes —comienzo y las lágrimas brotan de sus ojos. Abro la
caja, y jadea cuando ve el rubí rojo de corte princesa en una banda de platino.
Lo tomo de la caja negra de terciopelo y se lo entrego. No hay nada que necesite
decir. El anillo lo dice todo. Lo toma de mi mano y lee las dos palabras que grabé
dentro del anillo, te reto.
Solía pensar que iría al infierno. Y ese pensamiento no ha cambiado. Un
día, tendré que pagar por mis pecados, pero mientras veo a mi esposa
embarazada abrazar y besar a nuestro hijo, me doy cuenta que estoy de
acuerdo con eso, porque mi vida en este momento es el cielo en la tierra.
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