Está en la página 1de 312

Créditos

Traducción
HADA
AINE

Corrección
HADA
PARISI

Diseño
HADA AINE

HADA RAVEN
SINOPSIS

Advertencia:

Este libro es una historia de amor épica, emocional y cruda...


Entre un hermano y una hermana.
Muchos no serán capaces de manejar eso.
Pero si yo no cuento su historia, ¿quién más lo hará?

**********************************

Él es mi todo.
Moriría sin él.
Porque él me infecta.
Mi hermano.
Está dentro de mi mente.
Mis pensamientos están negros y magullados.
Retorcidos y equivocados.
Un secreto que me come viva, pero que me llevaré a la tumba.
Y entonces sucede.
Él ve dentro de mí.
Entiende la oscuridad.
Ama lo que encuentra.
Soy contagiosa.
Es verdad.
Ahora, él también está enfermo.
PRÓLOGO

HUDSON

18 Años

—Te vas —dice mamá, con sus ojos verdes encendidos de


furia—. No quiero oír ni una palabra más al respecto.

Aprieto la mandíbula y la miro con el ceño fruncido. —Soy un


hombre adulto, mamá.

Su ceja marrón se arquea en desafío. —Y sigo siendo tu


madre. No permitiré que desperdicies tu futuro por una chica.

Rylie se calla desde la sala mientras manda un mensaje de


texto a alguien y sabiamente no se une al debate. A los catorce
años, a mi hermana le gusta dar su opinión como si importará.
No importa una mierda.

—Pero Amy y yo nos vamos a casar. La amo —le digo a mamá,


pasando mis dedos por mi cabello en frustración.

La mirada de mamá se suaviza al acercarse. A los treinta y


ocho años, todavía es joven y bonita. Grandes ojos verdes que
coinciden exactamente con los míos. Sus labios pintados de un
rojo mate de moda. —Tu padre y yo nos casamos cuando tenía
dieciocho años —dice, sus labios se arquean a un lado en una
media sonrisa mientras piensa en mi padre.
—Exactamente —exhalo—. Y ustedes se aman. Podríamos ser
Amy y yo.

Ella baja la voz. —Pero quiero más que eso para ti. Más que
esto. —Ella agita su mano señalando a la vieja cocina de la casa
que ella y papá alquilan—. Tres meses y luego te graduarás de
la secundaria. Tienes una beca deportiva completa para la
Universidad de Arkansas. Uno de los mejores equipos para
jugar béisbol universitario, Huds. No tires todo eso por la borda.
Amy seguirá aquí cuando termines. Entonces podrás casarte
con ella y empezar tu vida una vez que tengas tu título
universitario en tu bolsillo. ¿No quieres tener más que esto?

Con más que esto, se refiere a que siempre está luchando


para llegar a fin de mes. Trabaja muchas horas en la peluquería
y papá se mata la espalda trabajando horas extras cada semana
en el taller de máquinas. Están endeudados hasta los ojos y
están tratando de criar a dos niños. Uno que tiene necesidades
psicológicas que requieren terapeutas que apenas pueden pagar
y el otro que juega al béisbol en el instituto para el equipo
universitario. Somos caros y aun así hacen lo que pueden para
proveernos.

Sus ojos verdes jade están llorosos y la culpa me arrastra por


dentro. Todas esas prácticas a las que me llevaron durante
años. Todo el equipo de béisbol y los uniformes y viajes para los
que ella y papá no tenían el dinero pero de alguna manera se
las arreglaron para financiarlos. Toda mi carrera en el béisbol
no sería posible sin mamá y papá.

—La amo —digo, intentándolo de nuevo, pero mi argumento


se ha debilitado.
—Pero puede que no en cuatro años. Quiero que experimentes
la vida un poco. Entonces, si Amy y tú siguen juntos, les deseo
lo mejor a ambos.

Amy se va a enfadar. Anoche, pasé el día de San Valentín con


ella y le prometí que no me iría una vez que nos graduáramos.
Estaba tan jodidamente triste. Me rompió el corazón. Por eso le
prometí no ir a la universidad cuando me rogó que me quedara.
No importa lo que haga, los sentimientos de alguien saldrán
heridos.

Pero mamá tiene razón. Sin la universidad, ¿cómo podré


comprarle a Amy una linda casa y todas las cosas a las que está
acostumbrada? A diferencia de nuestra familia, Amy viene de la
riqueza. Su padre es abogado de familia y su madre es dueña de
una boutique en el centro de Columbia, Missouri. Donde
conduzco una camioneta destartalada que papá me ayudó a
arreglar, Amy conduce un nuevo Honda Accord. Nuestro amor
no nos comprará cosas bonitas. Un título universitario lo hará.

—Está bien —concedo, odiando la palabra mientras sale de


mi boca.

Camina hacia mí y me abraza fuerte. —Buen chico. Mi buen,


buen chico. Siempre tomas la decisión correcta al final. Tienes
una buena cabeza sobre tus hombros como tu padre.

Me aparto de ella y le doy un asentimiento. —Necesito darle la


noticia a Amy.

—Por supuesto. —Ella me envía una sonrisa de ánimo—.


Estás haciendo lo correcto.

¿Entonces por qué se siente tan mal?


1

HUDSON

3 Años después.

—¡Hale! —grita el entrenador Brass—. A mi oficina. Ahora.

Gimoteo y mi amigo Nick se ríe a mi lado mientras nos


vestimos. Los vestuarios apestan a un montón de malditos tipos
sudorosos que acaban de matar en el campo. Todos estamos un
poco oxidados después de un largo descanso invernal, pero
cada uno de nosotros está listo para el entrenamiento de
primavera. Esta temporada vamos a aplastar el estado de
Florida.

—Probablemente va a montar tu trasero por correr como una


chica —dice Nick y me da un codazo. Casi se me cae el teléfono
que ha estado zumbando sin parar.

—Aun así maté tu tiempo —le digo con una sonrisa,


metiéndome el teléfono en el bolsillo sin comprobarlo. Amy sabe
que tengo práctica hoy. No entiendo por qué ha estado
estallando mi teléfono.

—Lo que sea. —Niega con la cabeza—. ¿Seguimos saliendo


esta noche? Caitlin en Noggins nos va a enganchar con mierda
gratis.

Porque Caitlin quiere su saco de nueces.


Y su amiga camarera, Jada, quiere el mío.

La última vez que fuimos, me emborraché tanto con los


chupitos gratis que nos estaban dando las chicas que casi lo
jodí todo con Amy. Jada se había quitado la camisa, estaba en
mi regazo y su lengua bajaba por mi garganta antes de que
finalmente saliera de ella y la apartara.

Las relaciones a distancia son jodidamente difíciles.

Siempre veo a Amy cuando hago el viaje de casi cinco horas al


norte de Fayetteville a Columbia. Pasamos el noventa por ciento
del tiempo juntos follando y recuperando los momentos
perdidos. Pero entre esos momentos, algunos fines de semana
del semestre, me siento sólo. Nuestras charlas en Facetime
suelen terminar con ella haciéndome sentir culpable de alguna
manera. A veces puede ser tan molesta.

—¡Hale! —Brass grita—. ¡Dije ahora!

Su tono es agudo y no se parece en nada al que usa para


arrasar en el campo de béisbol. Me pone nervioso.

—Ya voy, entrenador —grito y cierro la bolsa. La llevo al


hombro y atravieso el vestuario hasta su oficina, donde camina.
Está de espaldas a mí y se pasa las dos manos por su cabello
debilitado.

Mierda.

¿Estoy en problemas?

—Siéntate, hijo —dice, con la voz un poco entrecortada.


¿Hijo?

Algo me dice que esto no se trata de béisbol. ¿Mi trabajo


entonces? He estado trabajando en la empresa de contabilidad
de la Sra. Brass los días que no entreno. Desde que obtuve mi
título en Finanzas, puedo ser su mentor mientras ganó un poco
de dinero en el proceso. Estoy ahorrando para comprarle a Amy
un anillo de compromiso.

—Estuve enfermo el viernes pasado —miento—. Si metí la


pata en el regreso de alguien, es porque estaba enfermo. —
Realmente, estaba cuidando esa resaca y la montaña de
arrepentimiento que tenía por besar a una chica que no era mi
novia.

Se da la vuelta y me mira con tristeza en sus ojos. Me siento


en la silla, odiando su expresión.

—Entrenador...

—¿Has hablado con tu hermana, Hudson?

¿Hudson?

El entrenador siempre me llama Hale.

Mierda, esto no es bueno.

Frunzo el ceño en confusión. —¿Rylie? No. ¿Por qué?

—Hijo... —Hace una pausa y el dolor aparece en sus ojos.


Lástima incluso—. Ella ha estado tratando de ponerse en
contacto contigo. Luego me llamó.
¿Qué le dijo?

La irritación burbujea dentro de mí. Mi hermana a veces es


tan mala como Amy. Siempre queriendo saber cuándo regreso a
casa. Quejándose de mamá, de la escuela y de cualquier otra
cosa de la que se quejan los chicos de diecisiete años. Ella
busca atención y cuando mis padres no se la están dando, ella
me la exige. En momentos como estos, me alegro de haberme
ido de Missouri. —No, ¿qué es lo que quiere? —gimo con
frustración.

Se sienta en el borde de su escritorio y su manzana de Adán


se balancea mientras traga. —Son tus padres.

—¿Qué pasa con ellos? —La bilis sube por mi garganta, pero
me la trago.

Se pellizca el puente de la nariz y sacude la cabeza. Su nariz


se pone ligeramente roja y sus fosas nasales se inflaman. —
Eran... —Las lágrimas se forman en sus ojos cuando se traga su
emoción—. Lo siento, hijo, pero no hay una forma fácil de
decirte esto. Murieron en un choque esta tarde.

Parpadeo ante la confusión. —¿Qué?

—Lo siento, Hudson.

—Rylie se está inventando tonterías otra vez —espeto


mientras me levanto de la silla.

Sacude la cabeza mientras se levanta y camina hacia mí. Su


palma agarra mi hombro y lo aprieta. —Necesitas... necesitas
llamar a tu hermana. —Entonces, hace una mueca,
parpadeando para eliminar las lágrimas—. Vete a casa. Tómate
el tiempo que necesites. El equipo y yo estamos aquí para ti.

Esto no es real.

Esto no es jodidamente real.

Saco mi teléfono de mi bolsillo, salgo de su agarre e ignoro


todas las llamadas perdidas y los mensajes de texto de todas las
malditas personas que conozco. En cambio, llamo a mamá.

—Oye, no estoy disponible para tomar tu llamada en este


momento. Si estás reservando para el especial de corte y color
de San Valentín, por favor deja un mensaje y te llamaré.

Suena un pitido y gruño, —Dile a Rylie que se detenga.


Llámame.

—Hudson… —El entrenador empieza, pero me despido


mientras llamo a papá.

Su voz profunda, que suena como la mía, retumba a través de


la línea. —Deja un mensaje.

—Papá, Rylie está haciendo alguna mierda. Llámame.

Cuelgo y mi teléfono suena en mi mano.

Rylie.

Enfurecido, lo deslizo para contestar. —Cualquier mierda que


estés...
Un fuerte y feo sollozo suena en mi oído. Con el corazón roto.
Aterrorizada. Con el alma destrozada. Las lágrimas me queman
instantáneamente en los ojos mientras muevo la cabeza.

—N-No —me ahogo.

—P-Papá es... —Rylie se calla mientras se atraganta con sus


lágrimas. Mi corazón se acelera mientras mis propias lágrimas
se deslizan por mis mejillas—. Él y m-mamá... se han ido.

—No, Rylie —susurro—. No.

Ella sólo llora. —N-no sé q-qué h-hacer.

Me toco las mejillas con el dorso de la mano. —Llama a la tía


Becky y al tío Randy. Voy para allá.

—V-vale —solloza.

Cuelgo y miro fijamente a mi entrenador. —Están muertos.

Me atrae hacia él para darme un abrazo. Nunca he abrazado


a este hombre en mi vida, pero me aferro a él mientras mi
mundo se desmorona bajo mis pies. Como si tuviera el poder de
arreglarlo.

La verdad es que nadie puede arreglarlo.

Cuando los sollozos de dolor dejan de salir de mí, encuentro


la fuerza para alejarme y mirar fijamente a mi entrenador. Su
cara es de color rojo brillante y sus mejillas están manchadas
de lágrimas. Me imagino que la angustia está escrita tan
claramente en mi cara también.
—Tengo que irme —digo con voz ronca, secándome mis
lágrimas con el dorso de mi mano.

Sus labios presionan en una línea firme. —Tómate el tiempo


que necesites, hijo.

Están muertos.

Están jodidamente muertos.

Llego a la entrada de la casa casi a la una de la mañana. La


camioneta de papá está en la entrada, pero la de mamá ha
desaparecido. El Lexus de la tía Becky está estacionado detrás
del carro de papá. Salgo con las piernas temblorosas y empiezo
a ir hacia la casa.

Estoy entumecido.

Ni siquiera lo creo.

Una parte de mí espera que sea uno de los estúpidos juegos


de Rylie. Que yo entre y papá esté dormido en el sofá, roncando
fuerte. Pero cuando cruzo la puerta principal de la casa que
huele como el calentador de cera con aroma a galletas de
mamá, no veo a papá. Encuentro la cabeza de Rylie en el regazo
de la tía Becky. La tía Becky tiene la cara roja por el llanto y el
cabello revuelto.

Es real.
Los ojos de Rylie se abren y cuando me ve, se levanta del sofá.
Casi me derriba mi hermanita mientras me abraza con fiereza.
la emoción encerrada en mi pecho se escapa con un sollozo
entrecortado. Juntos lloramos por la pérdida de nuestros
padres.

Desde que Rylie era una niña pequeña, siempre ha sido mi


molesta hermana pequeña. A medida que crecía y empezaba a
tener problemas, nos fuimos distanciando cada vez más.
Parecía como si siempre estuviera tratando de hacer la vida
difícil a mamá y papá. Mientras yo me esforzaba por hacerles
las cosas más fáciles, ella los molestaba a cada paso.

Pero nada de eso importa en este momento.

Ahora mismo, todo lo que nos queda somos nosotros.

La tía Becky se levanta del sofá y se acerca a nosotros. Nos


abraza, susurrándonos cosas como: —Todo va a estar bien,
niños.

¿Lo estará?

Seguro que mi corazón no tiene ganas de hacerlo.

—¿Es esto un mal sueño? —Rylie pregunta, inclinando la


cabeza hacia arriba. Sus ojos marrones pálidos son la réplica
exacta de los de papá. Me duele el corazón al verlos.

—No, Ry. Lo siento.

Más lágrimas ruedan por sus mejillas y entierra su cara


contra mi pecho. Todo lo que puedo hacer es sostener a mi
hermana y esperar que la tía Becky tenga razón.
2

RYLIE

4 días después.

Miro fijamente sus cuerpos. Primero mamá y luego papá.


Parecen personas de cera. No son reales. Papá tiene las mejillas
sonrosadas, por el amor de Dios. Si supiera que la funeraria le
puso maquillaje, se volvería loco. La idea de que se siente y se
quite el colorete de sus mejillas me hace reír.

Inapropiadamente.

—Rylie —advierte Hudson, irritación en su tono.

Se para cerca del ataúd de mamá y le ajusta el cabello para


que su flequillo no cuelgue sobre sus ojos cerrados. Ella
tampoco se parece a sí misma. La forma en que le arreglaron el
cabello recuerda a un mal video musical de los ochenta. Si no
estuviera muerta ya, moriría de un infarto.

Me río de nuevo.

—Rylie —sisea mi hermano, disparándome una mirada


aguda.

Me trago la risa porque la gente llega para ver los cuerpos.


¿En qué clase de sociedad enferma vivimos dónde esto es algo?
Mamá y papá ni siquiera se parecen a la gente que conocimos y
amamos. Y sin embargo aquí estamos mirando sus cadáveres
inmóviles y susurrando cosas que no pueden oír.
Es una estupidez.

¿Dónde estás, papá? ¿Adónde fuiste cuando dejaste este


cuerpo?

Mis preguntas quedan sin respuesta. Siempre lo hacen.

—¿Cómo lo llevas? —pregunta una dulce voz.

Sin levantar la vista, sé que la voz pertenece a Amy Kent. La


novia de mi hermano desde hace mucho tiempo. Su perfume me
llena las fosas nasales y trato de no estremecerme.

—Bien —respondo y finalmente la miro.

Su brillante cabello rubio ha sido recogido en un modesto


moño. El sencillo vestido negro que lleva es recatado pero no
puede ocultar el hecho de que Amy es curvilínea. De forma
descarada, miro sus pechos, sin duda doble D, y deseo que me
bendigan en ese departamento. Mamá solía decir que las
mujeres Hale no necesitaban grandes pechos. Teníamos
grandes sonrisas en su lugar.

No estoy sonriendo ahora.

Estoy deseando tetas más grandes.

En el funeral de mis padres.

Amy me abraza por el costado, aplastándome con sus grandes


tetas. Me pregunto si Hudson está obsesionado con ellas. De
alguna manera ha mantenido a mi hermano amarrado todo este
tiempo y no es por su personalidad ganadora.

Una sonrisa tira de mis labios.


—Ahí está mi chica —dice—. Tus padres estarían felices de
verte sonreír.

Miro más allá de ella y me encuentro con la molesta mirada


verde de mi hermano. Mi sonrisa cae. La desaprobación en sus
ojos es abrumadora a veces. Lo entiendo. Él es el chico de oro y
yo soy la cagada. El fin. Hudson es el chico Hale que se irá y
hará grandes cosas mientras yo me quedo aquí reflexionando
sobre el significado de la vida. A veces pienso que Dios se
equivocó. Accidentalmente me metió en esta tierra cuando era
más adecuada para algún agujero oscuro de la existencia.

Amy me sonríe.

Hay demasiada luz aquí.

Dando la espalda a su sonrisa de apoyo y al molesto


resplandor de mi hermano, acerco mi pulgar e intento borrar el
rubor de la mejilla de papá. Su piel está fría y con una
sensación asquerosa. Tan pronto como lo toco, me gustaría no
hacerlo. Pero ahora que me doy cuenta de que el rojo se está
saliendo, me dedico a verlo hasta el final.

—Anímate, Oso-Ry.

Esas fueron las últimas palabras que me dijo papá. No


entendía por qué tenían que hacer una cena de aniversario sin
mí. Yo era su hija. Si me hubieran llevado con ellos, estaría en
un tercer ataúd conociendo el significado de la vida. Estaría
bailando en algún lugar en la oscuridad. Sola. Feliz. En paz.
Hudson tendría que preocuparse por el hecho de que quisieran
depilar mis gruesas y oscuras cejas porque ya le he dicho antes
que las cejas espesas son el estilo ahora y querría honrar eso.
Les diría que me sacaran el aburrido vestido que sin duda me
pondrían y me dejaran usar mi camisa roja favorita que le robé
antes de que se fuera a la universidad.

Alguien solloza fuerte y me río de ellos.

Me río hasta que me doy cuenta de que soy yo la que solloza.

Soy un desastre.

—Anímate, Oso-Ry.

Amy intenta abrazarme, pero yo la aparto de mí. Papá se ve


como una niña ahora mismo y necesito arreglarlo. Sus labios
están tirando de un ceño fruncido permanente.

—Anímate, papá —susurro, mis lágrimas salpicando su cara


mientras me ocupo de que no quede enterrado pareciendo más
una mujer que mamá.

—Rylie —advierte Hudson, su calor corporal detrás de mí,


haciéndome saber que está cerca—. Detente.

Ignorándolo, froto y froto y froto, las lágrimas nublando a


papá delante de mí, hasta que me tiran de los brazos fuertes.
Pateo, agito y grito, pero mi captor es demasiado poderoso. Soy
arrastrada a una habitación privada, y la puerta se cierra detrás
de nosotros.

Ya no puedo luchar, colapso en los brasos de Hudson.


Afortunadamente, es lo suficientemente fuerte para los dos. Soy
incapaz de seguir con una cara valiente como la de él. Aparte de
esa primera noche, apenas veo alguna emoción en él. Es capaz
de compartimentar sus sentimientos. Es injusto.
Me aferro a su traje, sin duda untando el maquillaje de papá
por todos lados, mientras lloro contra él. Mi hermano y yo
siempre hemos luchado, pero ahora mismo él es la fuerza que
necesito. Me abraza ferozmente. Su boca susurra promesas de
que siempre me cuidará. Que juntos, no estaremos solos.

Dios, cómo quiero creerle.

Pero en cuanto termine el funeral, hará las maletas y nos


dejará. Dejará a su hermana muerta y a su novia de grandes
tetas. Me dejará para que recoja todos los pedazos mientras él
lanza la cabellota y enorgullece a America.

Mi corazón, que me duele tanto, comienza a adormecerse. El


entumecimiento corre por mis venas y sangra por cada
terminación nerviosa.

—Todo va a estar bien —dice Hudson, imitando el molesto


discurso de la tía Becky. Sus palabras envían un destello de ira
que surge a través de mí.

—No, Huds —espeto—. No estará bien. Nuestros padres están


jodidamente muertos.

Hace una mueca de dolor y mira por encima del hombro como
si se avergonzara de mis palabras. La misma reacción de
siempre. Cada vez que uno de sus amigos o entrenadores u otro
padre veía a su odiosa hermanita actuar, miraba por encima del
hombro. Con un gruñido furioso, lo aparto de mí.
A pesar de ser mucho más alto que yo y de cargar al menos
100 libras más que mi pequeña estructura, lo tomo
desprevenido. Tropieza y casi se cae de culo. La ira arde en sus
ojos verdes mientras se acerca a mí. Sus dedos aprietan mi
bíceps mientras me agarra.

—Cálmate, Rylie —dice.

Intento soltarme de su agarre y empujarlo de nuevo, pero me


tira hacia él. Sus fuertes brazos me encierran en un abrazo del
que no puedo salir. Mi hermano mayor y mezquino me sostiene
y continúa susurrándome garantías.

Por un momento, le creo.

Juntos, creemos sus mentiras.

Pero nada volverá a estar jodidamente bien.

Nunca más.
3

HUDSON

3 semanas después.

—Deberías dejar que te quite la tensión de los hombros —dice


Jada, su sonrisa brillante y coqueta.

Nick me da un codazo. —Sí, Hale. Deja que Jada te quite la


tensión.

—Estoy bien —le digo, forzando una sonrisa.

Ella se va y me permito ver su trasero. Dios, soy un puto


idiota. Mi teléfono suena y es como si Amy tuviera un sexto
sentido de cada vez que pienso en otra chica.

Amy: ¿Puedes hablar?

Escribo mi respuesta con una mano.

Yo: Estudiando. Te llamaré mañana.

Amy: Te extraño.

Mis ojos se levantan para ver los azules de Jada mientras se


inclina para verter más tequila en mi vaso de chupito. Sus
grandes tetas están casi saliendo de su camisa. Quizás me
siento atraído por Jada porque me recuerda a una versión más
traviesa de Amy. Cabello rubio. Grandes ojos azules. Tetas que
se la pondría dolorosamente dura a la mayoría de los hombres.

Eso es todo.

Sólo extraño a Amy.

—Gracias —grito mientras le respondo a mi novia.

Yo: Yo también te extraño.

Animado por el licor, la presiono.

Yo: Muéstrame tus tetas, nena. También las extraño.

Ella me envía un montón de emojis con cara de sorpresa.

Amy: No seas pervertido.

No hay fotos de sus tetas.

Yo: Ven a verme.

Amy: Me gustaría, pero ya sabes cómo se pone mi mamá.


Tengo que abrir la tienda mañana. ¿Cuándo puedes volver a
casa?

—Después de mi turno, algunos iremos al lago. ¿Quieres venir


conmigo? —Jada pregunta, con sus labios llenos girando hacia
un lado.

Mi polla seguro que quiere.

—Quiere —responde Nick por mí—. No se lo digas a su novia.


Jada sonríe. —Tu secreto está a salvo conmigo.

Amy: ??

Yo: Vacaciones de primavera en un par de semanas. Me voy a


la cama ahora.

Guardo el teléfono en el bolsillo. —Supongo que iré.

Esto fue una mala idea, pero mientras todos nos sentamos
alrededor de la hoguera riendo y charlando, no puedo evitar
relajarme. Desde que mamá y papá murieron tan
repentinamente hace casi un mes, no he encontrado muchos
momentos para disfrutar. El béisbol se siente forzado. La
escuela es un estorbo. Mi trabajo con la Sra. Brass ya no me
interesa. Incluso Amy me pone de los nervios. Así que tener una
chica que coquetea conmigo y se mantiene firme en las
estadísticas del béisbol es algo divertido.

—Podríamos salir de aquí —dice Jada, con una sonrisa


juguetona inclinando sus labios.

—La última vez que dejamos la manada, me besé contigo.


Tengo una novia. —La forma frustrada en que digo esas
palabras es patética. Es casi como si deseara no tener novia, lo
cual es una tontería. Amo a Amy. Me voy a casar con ella algún
día.
¿Verdad?

Las palabras de mi madre resuenan en mi cabeza. Era casi


como si ella supiera que yo llegaría a este punto. Desearía que
estuviera aquí para poder hablar con ella de ello.

—Me enteré de lo de tus padres —dice Jada—. Lo siento.

Levanto la cabeza para encontrarla mirándome fijamente. —


No pasa nada.

—Sin embargo, no lo está. Tienes que estar sufriendo. —Ella


me agarra la mano y la aprieta—. Me gustas y nada me gustaría
más que ayudarte a no sufrir.

Me duele la polla por su insinuación.

Pero entonces mi teléfono suena en mi bolsillo, recordándome


una vez más que tengo a alguien en casa.

Rylie: No puedo soportar más esto.

Frunciendo el ceño, saco mi mano de la de Jada y le respondo


a mi hermana.

Yo: ¿Qué cosa?

Rylie: ¡Tía Becky! ¡Es una nazi! La odio.

Dios, es tan jodidamente dramática.

Yo: Vivirás.
Ignorando a mi hermana, guardo el teléfono y me levanto del
tronco en el que estaba sentado. Jada también se levanta. No
puedo decir las palabras, pero es como si ella lo supiera de
todas formas. Con la cabeza baja, mirando las hojas que cubren
la tierra, camino hacia mi camioneta. Cuando llego a la puerta,
no puedo abrirla antes de que dos delgados brazos se envuelvan
alrededor de mi cintura desde atrás. Las gordas tetas de Jada
se presionan contra mi espalda y cierro los ojos. Luego, sus
palmas vagan hacia el sur. Ahueca mi erección a través de mis
jeans y la dejo.

Mierda. La dejé.

—Jada —gruño—. No puedo hacer esto.

—No tienes que hacer nada —ronronea mientras gira mi


cuerpo.

Me apoyo en la puerta de mi camioneta mientras me tira del


cinturón. Mi polla se ha engrosado y palpita para llamar la
atención. Amy y yo tuvimos sexo la última vez, una vez, cuando
estaba en el funeral de mis padres. Había sido precipitado y casi
enojado por mi parte. Y francamente, fue el mejor sexo que
hemos tenido en mucho tiempo. Incluso si la hice llorar.

—Era como si estuvieras enfadado conmigo.

La culpa me atraviesa, golpeando cada hueso de mi cuerpo.


Debería alejar a Jada y llamar a Amy. Para eso están las novias.
Te apoyas en ellas cuando la mierda en tu vida es abrumadora.

—No se trata de ti. Sólo estoy molesto.


Un gemido sale de mí cuando Jada libera mi polla de mis
boxers. Mierda. Necesito detener esto. ¿Y Amy?

—Sé que estás sufriendo, Hudson, pero no tienes que ser


odioso.
Las palabras egoístas de Amy están en mi mente mientras
busco una razón justificable para lo que estoy haciendo. Los
labios cálidos envuelven mi polla y mis ojos se cierran. Trato de
imaginar que es Amy para no sentirme tan jodidamente
horrible, pero todo lo que hace es recordarme que Amy ya no me
hace mamadas.

—El sabor me da náuseas.

Jada se balancea en mi polla y estoy mareado por el placer


que me da. Siento que ya no sé qué carajo va a pasar con mi
vida. En un momento mi vida estaba planeada. Al siguiente
momento, todo se siente tan incierto.

—Cuando lo haces por detrás, me hace sentir como si fuera


una puta.

Las imágenes de la última vez que me follé a Amy vuelven a


mi mente. Después del funeral, la había llevado a mi antiguo
dormitorio, la había inclinado sobre la cama, le había subido el
vestido y la había follado rápido.

Jada pasa su lengua por la punta de mi polla y yo gimo: —


Voy a correrme.

Abre la boca y cierra los ojos mientras me acaricia la polla


más rápido y con más furia. Por un momento, podría pasar por
una versión más puta de Amy. Gruño mientras llego al clímax,
mi semen salpicando por toda la cara bonita de Jada.
Estoy relajado y feliz por los tres segundos.

Entonces la realidad me da una bofetada en la cara.


Acabo de engañar a Amy. Dejé que un camarera con un buen
estante me chupara la polla.

Mierda.

Me despierto con la espalda rígida y el pecho hundido. Anoche


fue un error. Un error de juicio. No debería haber sucedido,
joder.

El aire de la mañana es frío y Jada tiembla a mi lado. No se


ofendió cuando maldije y luego me quejé por el error que
cometí. Simplemente me dijo que me subiera al camión y lo
dejara salir. Con prácticamente un extraño, dejé escapar cada
maldita cosa que me estaba molestando.

La muerte de mis padres.

Mi molesta novia.

Mi hermana mocosa.

Me sentí como un mocoso consentido mientras me quejaba de


la gente que se supone debo amar y cuidar. Pero, joder, si no se
sentía bien sacármelo todo de encima. Jada, siendo la buena
cantinera que es, hablaba un poco y escuchaba mucho.
Afortunadamente, no hicimos mucho más que eso.

No puedo soportar tanta culpa por un día.


—¿Quieres ir a desayunar? —Jada pregunta mientras se
sienta y se frota el cuello. A plena luz del día, puedo ver que no
es tan bonita como Amy. No es que yo haya pensado que lo
fuera.

Dios, soy tan estúpido.

—No, tengo una clase en una hora —digo mientras enciendo


el motor—. Aunque te llevaré a casa.

Se abrocha el cinturón de seguridad y me mira con ojos


amables. —Anoche fue sólo un alivio para el estrés, Hudson. No
arruines tu vida por eso. Probablemente deberías tratar de
desempacar algo de ese estrés más a menudo. Siempre estoy
aquí si necesitas ayuda. —Me guiña el ojo, insinuando que
siempre está dispuesta a una mamada.

—Gracias —digo mientras me alejo del lago.

Durante todo el camino hasta su apartamento, me habla de


su familia y de otras cosas que no escucho. Asiento
educadamente y respondo cuando me hace preguntas. Y
cuando finalmente la dejo, todo lo que hago es saludar. Cuando
ya se ha ido, saco mi teléfono y lo conecto al cargador. Tan
pronto como cobra vida, veo que he perdido los mensajes de
texto y las llamadas de todo el mundo.

Mi corazón se hunde.
La última vez que eso sucedió, me enteré de que mis padres
murieron.

Amy: Podemos Facetime. Te enseñaré mis tetas.

Amy: Realmente te fuiste a la cama.


Amy: Te amo.

Me froto la cara y gruño. Soy un maldito idiota. Todos los


mensajes de mi teléfono son de anoche. Mientras me chupaba
la polla una chica cualquiera.

Rylie: No lo entiendes. Me odian.

Rylie: ¿Escuchaste la canción que te envié? Me recuerda a


papá.

Rylie: Mamá y papá solían llevarnos al Lago de los Ozarks


cada verano. ¿Seguiremos yendo o todas nuestras tradiciones
murieron con ellos?

Rylie: Estaba mirando unas cajas en el sótano de la tía


Becky. Encontré la que tiene las fotos de la boda de mamá y
papá. Te pareces a ella.

Rylie: Duele, Hudson. Duele, joder.

Rylie: Te echo de menos.

Rylie: Vete a la mierda también.

No sólo engañé a mi novia, sino que también defraudé a mi


hermana cuando necesitaba alguien con quien hablar.
Tía Becky: ¿Puedes llamarme cuando tengas la oportunidad?

Tía Becky: Encontré a tu hermana fumando marihuana en el


sótano.

Tía Becky: Está fuera de control. Llámame.

Estoy abrumado esta mañana, pero llamo a mi tía de todos


modos. Ella responde al primer timbre.

—Hudson —saluda con voz gélida.

—Hola, tía Becky.

—¿Podrías hacerla entrar en razón? Randy y yo no podemos


comunicarnos con ella. Arrojó su teléfono al espejo de la sala.
Estaré aspirando vasos del sofá durante semanas. Semanas,
Hudson. Y si cree que le voy a comprar otro teléfono, tiene otra
cosa en camino.

Mi teléfono suena y aprieto los dientes. —¿Qué quieres que


haga, tía Becky?

—Aquí —suelta—. Habla con ella.

—¿Hola?

—¿Qué? —Rylie grita. Su tono es enojado, pero escucho la


tristeza subyacente en su palabra.

—¿Qué diablos está pasando, Rylie?


—La tía Becky está loca —sisea—. Ella piensa que solo porque
es rica y tengo que vivir con ella puede controlarme. ¡No quiero
su dinero! —grita la última frase.

La tía Becky grita algo en respuesta.

—Cálmate, joder —muerdo—. Ella está haciendo todo lo


posible.

—Como sea, Hudson. Ve a hacer lo tuyo. Adiós.

Me cuelga y me pellizco el puente de la nariz. El tiempo de


clase va y viene mientras me siento en el estacionamiento de los
apartamentos de Jada. Saco la canción que envió Rylie.
Atrapado en el medio contigo por Stealers Wheel. Tan pronto
como escucho la melodía popular, me recuerda a papá.

Amy: No me ha venido el periodo.

Maldita sea.

Inclinándome hacia adelante, apoyo la cabeza en el volante.


No puedo lidiar con esta mierda en este momento. No puedo
aceptarlo. Ignorando a mi novia y todo lo que el texto implica,
subo la música y pienso en los días en que papá tocaba su
guitarra acústica y trataba de cantar canciones que no tenía por
qué cantar.

Le extraño.

Los extraño a ambos.

Mierda.
4

RYLIE

—Vamos —dice la tía Becky mientras aparca frente a la


farmacia—. No te voy a dejar aquí sola.

Probablemente piensa que le robaré su precioso Lexus.


Poniendo los ojos en blanco, salgo del coche y la sigo hasta el
edificio. Llegaremos tarde a la escuela esta mañana, pero
¿cuándo llegamos a tiempo? La escuela debe estar cansada de
mí también porque siguen anotando mis tardanzas y ausencias
como —todavía lidiando con la muerte de mis padres—.

No hay forma de lidiar con ello.

Sólo la muerte.

Es un pensamiento constante en mi mente. Cada mañana


cuando abro los ojos, cada noche cuando me duermo, y cada
momento intermedio. Se han ido.

La tía Becky me deja para ir a la farmacia. Navego por los


pasillos. Tal vez robe algo sólo para hacerla enojar. Sonrío
cuando me encuentro con otra chica. Deja caer un test de
embarazo a mis pies.

Me agacho para recogerla, pero antes de que pueda mirarla,


ella habla.

—Hola, Rylie —dice.


Levanto la cabeza y miro los ojos rojos de Amy. —¿Qué es
esto? —exijo mientras agito la caja delante de ella.

La saca de mi mano y mira nerviosamente por encima del


hombro. —No es asunto tuyo.

—¿Estás embarazada? —exijo, mi voz chillona.

—No me ha venido el periodo —me dice—. No lo sé.

Todo lo que puedo pensar es en Hudson. El deseo de mamá


de que él termine la universidad y se preocupe por Amy más
tarde. Ella está segura de que está en la vía rápida de atraerlo
de vuelta a casa. Y por mucho que me gustaría tener a mi
hermano cerca, especialmente ahora, me molesta.

—No puedes hacerle esto —le digo de golpe.

Sus ojos se abren de par en par en shock. —¿Hacer qué?

—Atraparlo —siseo—. ¿Has oído hablar de los


anticonceptivos?

Me mira fijamente, con lágrimas en sus ojos azules. —¿Qué te


pasa?

Esa es la pregunta del millón.

Todo.

Todo está mal conmigo.


Es por eso que estamos en esta estúpida farmacia en primer
lugar. La tía Becky cree que puede curarme con medicamentos.

—No le hagas esto —le suplico, mi voz entrecortada.

Amy frunce el ceño. —No puedo evitarlo ahora, ¿verdad?

—Podrías terminar…

—¡Rylie! —La tía Becky grita desde el final del pasillo—.


Vamos. Ya llegas tarde.

—Yo nunca haría eso —me dice Amy, con su labio inferior
temblando—. Nunca.

—No —escupo—. Porque en lo único que piensas es en ti


misma.

Alejándome de ella, paso a la tía Becky y salgo corriendo por


la puerta.

Aléjate. Lejos de todos. Lejos de todo.

Miro fijamente el frasco de píldoras en mi cómoda. La misma


vieja cómoda, nueva habitación. Cuando mis padres murieron,
me desarraigaron de mi casa y me mudé a la casa de mis tíos.
La tía Becky se horrorizó cuando elegí traer mis propios
muebles a mi habitación en lugar de usar sus cosas de lujo.
Mamá y yo pasamos el verano pasado lijando y repintando
todos los muebles viejos que tenía desde niña. Es una mierda
porque ambas apestamos en la restauración, pero es una de las
pocas cosas que hicimos juntas y nos divertimos.

Si mamá supiera que la tía Becky intentaba meterme todas


estas pastillas por la garganta, enloquecería. A mamá siempre le
gustó mucho la curación holística. Incluso cuando el doctor me
diagnosticó como bipolar, le aseguró que a través de la terapia y
el apoyo familiar, me las arreglaría bien.

Me las arreglé bien hasta que murieron.

Ahora, estoy dando vueltas y vueltas.

Odio mi escuela. Odio esta casa. Odio a todos.

Odio especialmente a Hudson.

Está viviendo una vida perfecta con una novia probablemente


embarazada esperándolo. En otro año, terminará la universidad
y volverá a casa para casarse con Amy. Probablemente tendrán
diez hijos y vivirán en una casa lujosa al lado de la tía Becky y
el tío Randy. Mientras tanto, yo seguiré siendo Rylie, la que no
puede controlar la vida.

Desenroscando la tapa del frasco, inspecciono las píldoras


rosas y blancas. Litio1. Se supone que debo tomar esta píldora
mágica y me convertiré en normal. Eso dicen el Dr. Livingston y
la tía Becky. Va a hacer falta más de una pastilla para que sea
normal.

No necesito estas malditas cosas.

Se lo dije a mi tía.
1 Litio:
Sólo necesito a mi mamá y a mi papá.

Con un gruñido de frustración, irrumpo en el baño, lista para


tirarlas por el inodoro. Eso enojará a la tía Becky. Estoy a punto
de hacerlo cuando veo mi reflejo.

Papá.

Los mismos conmovedores ojos marrones claros. El mismo


cabello castaño oscuro. El mismo retazo de pecas en mi nariz y
mejillas.

Lágrimas. Lágrimas. Más lágrimas.

Eso es todo lo que hago estos días.

Furia y llanto. Furia y llanto.

A nadie le importa tampoco. No como a mamá. Yo era


frustrante para ella, pero lo intentó. Investigaba cosas nuevas
todo el tiempo en un esfuerzo por ayudarme. La amaba por
querer ayudarme de una forma que no parecía que se estuviera
apoderando de mi vida. Pero el que más me ayudó fue papá. Era
divertido y parecía estar siempre relajado. A mí también me
relajó. Sé que su trabajo era duro y le dolía la espalda, pero
volvía a casa y me daba todas sus sonrisas.

La chica en el espejo, que se parece a su papá, llora.

Algunos días, me pregunto si ya no la conozco. Algunos días,


no conozco a esta persona que llena su cuerpo. Algunos días,
me siento tan perdida.
Nadie me encontrará nunca.

Tal vez sí necesito que me arreglen.

Pero se necesitará más de una píldora rosa y blanca.

La chica del espejo debe conocer el secreto de la felicidad


porque se los traga. Arcadas y arcadas y tiene que usar agua del
fregadero. Pero ella se los traga. Todos ellos. Quiere que la
arreglen.

¿Y yo?

Me agarro del lado del fregadero, las náuseas chocan contra


mí como una ola gigante. Voy a vomitar. Me salpico la cara con
agua fría, pero eso no ayuda. Estoy sudada y mareada.

Me pregunto si le preguntara a Hudson sus secretos de


felicidad, ¿me lo diría?

Diría: —Rylie, tienes que no ser un desastre. Fácil.

Y yo diría, —Ahhh, ahora lo entiendo.

Sería normal como mi hermano.

Podría ser una tía, una tía mucho mejor que la tía Becky,
para el pequeño bebé en la barriga de Amy. Lo estropearía y le
susurraría secretos. Decirle exactamente cómo no ser una
cagada.

—Tranquilo —diría yo. Y el bebé lo entendería.

A diferencia de mí.
El bebé no tendría que arrastrarse detrás de las sombras de
su hermano toda su vida, tratando de ser lo suficientemente
buena. El bebé empezaría la vida con ventaja.

Yo ayudaría al bebé.

El bebé me lo agradecería.

La habitación da vueltas y la bilis sube por mi garganta.


Apenas llego al baño antes de tener arcadas. Todas las píldoras
normales salpican el inodoro, salpicando mi cara con agua
espesa. Se me recuerda que mi felicidad no se puede arreglar
con una pastilla o treinta. Mi felicidad es algo que está en el
fondo del inodoro, esperando que alguien tire de la cadena.

La oscuridad se arrastra a mí alrededor, amenazando con


tragarme.

Para tirarme por el inodoro junto con esas píldoras de la


felicidad.

Si pudiera hablar con la oscuridad, le diría: —Tómame.

Y lo haría.

Pero desafortunadamente, no puedo hablar con la oscuridad.


Mis píldoras de la felicidad no me hacen feliz. Los hermanos no
les cuentan a sus hermanas el secreto de la vida.

En mi mundo, existo sola, rodeada de gente.

Una pesadilla. Una paradoja. Una dura sentencia por un


crimen que no cometí.
La oscuridad me rodea como una nube de abejas furiosas.

Pica por dentro y por fuera. Por todas partes.

La oscuridad no me ahoga, me envenena.

Las máquinas pitan y trato de abrir los ojos.

Tan oscuro.

Tan cálido.

No estoy sola.

Una mano fuerte y cálida se agarra fuertemente a la mía,


sacándome de mis sueños de abejas y píldoras infelices.
Parpadeo y abro los ojos.

Me atraviesan unos verdes afilados.

Acusando.

Enojado.

Con una belleza inquietante.

La enfermedad que siempre mantengo ahogada debajo de la


superficie golpea hasta la cima. Siempre se agarra a mí en los
peores momentos y amenaza con arrastrarme hacia abajo. Por
un momento, dejé que me llevara. Admiro su hermosa cara que
se parece a la mía. Dejo que mis ojos permanezcan en sus
gruesas pestañas. Que se deslicen hasta su fuerte nariz. Que
caigan hasta sus labios llenos.

Sus labios se mueven mientras silba palabras furiosas, pero


no las escucho. El zumbido de las abejas en mi cabeza sigue
siendo muy fuerte. Todo lo que puedo hacer es concentrarme en
la belleza que tengo delante. Una belleza que he adorado en
secreto desde que era una niña.

Enferma. Enferma. Enferma.

No importa cuántas sesiones haya tenido con el Dr.


Livingston, nunca le digo qué es lo que infecta mis deseos más
íntimos. Incluso yo sé que algunas cosas es mejor no decirlas.
Eso no le impide fisgonear, desarmando mi cerebro como si
fuera un tazón de caramelos y buscando el único M&M verde
del tazón.

Enferma, Rylie. Tú estás enferma.

Mis ojos se caen pero no antes de alejar los pensamientos de


M&Ms verdes y ojos verdes y secretos cuidadosamente
guardados.

—Rylie.

Su voz, sin embargo, habla un lenguaje que sólo mi


enfermedad entiende. Le llega a él. Suplica que la sostengan. Se
extiende y se extiende y se extiende.

—Estúpida, estúpida niña.


La enfermedad retrocede mientras el fuego la ahuyenta. Abro
los ojos y lo miro fijamente. Mi hermano. Mi némesis. Lo que
nunca seré. Intento mover mis labios, pero no sale nada.

—Descansa un poco y cuando estés mejor, vamos a hablar. —


Se levanta de la silla junto a la cama en la habitación estéril.
Mis ojos lo siguen mientras camina hacia Amy. Se abrazan. Me
pregunto cómo se siente sabiendo que va a ser padre.

Las lágrimas brotan de mi rostro, pero nadie lo ve.

Nadie ve el dolor que sangra de mi cuerpo día a día.

Siguen con sus vidas pensando sólo en ellos mismos.

Cerrando los ojos, busco la oscuridad. Las abejas. El dolor.


Sólo quiero pensar en otra cosa.

Cuando un cálido pulgar recorre mi mejilla, abro los ojos de


golpe. Hudson me mira fijamente. El dolor, muy parecido al
dolor del que me siento esclava por dentro, parpadea en sus
ojos. Mi hermano mayor, grande y fuerte, está sufriendo.

—Vamos a hablar de esto. Vamos a hablar de muchas cosas


—murmura.

Lo veo irse con su perfecta novia embarazada aferrada a su


brazo. Más lágrimas se derraman mucho después de que se han
ido.

¿De qué vamos a hablar, Huds?

¿Me dirás la cura secreta para la enfermedad de mi corazón y


la oscuridad de mi cabeza?
Por supuesto que no.

Hudson no comparte sus secretos.

Y yo tampoco.
5

HUDSON

—Sin embargo podemos intentarlo —dice Amy, con una dulce


sonrisa en su rostro—. Por un momento, mientras orinaba en el
palo, esperaba estar embarazada. ¿Te imaginas lo lindos que
serán nuestros bebés?

La miro fijamente, entumecido. —Sí.

—Sólo un año más. Tal vez después del verano, podríamos


intentarlo. Entonces, para cuando te gradúes de la universidad,
tendríamos un pequeño bebé. No necesitaría una gran boda,
Hudson. Podríamos conseguir que uno de los amigos de papá
en el juzgado nos casara. —Ella me mira desde el otro lado de la
mesa.

—Tengo que irme — murmuro mientras me pongo de pie y


tiro algo de dinero junto a nuestros platos vacíos—. Rylie sale
hoy.

Sus facciones se arrugan y su labio inferior se tambalea, pero


ella simplemente asiente con la cabeza. A veces desearía que no
fuera tan jodidamente complaciente.

—Bien —dice con una falsa alegría mientras se desliza fuera


de la cabina—. Vamos a buscar a nuestra chica.

La detengo con una mano en el hombro. —Creo que necesito


pasar algo de tiempo con ella. —A solas. No digo esa palabra,
pero la insinúo con la mirada que le doy. No me gusta molestar
a Amy, pero es tan pegajosa en los peores momentos. Rylie casi
se muere el otro día y Amy está planeando tener bebés y
mierda. Mi hermana intentó suicidarse. Ya he perdido a la
mitad de mi familia. No puedo perder a la única persona que me
queda.

—Ya veo —responde, con lágrimas brillando en sus ojos—.


Simplemente caminaré de regreso a la tienda de mamá. Ve a
buscar a tu hermana. Quizás pueda pasar por aquí esta noche y
verlos. ¿Cómo están Becky y Randy de todos modos?

—Bien. Sí, eso suena bien. Gracias, nena. —La acerco hacia
mí y le beso la parte superior de la cabeza. El remordimiento
por lo que le hice me golpea fuerte en el estómago. Necesito
contarle lo de Jada. Que dejé que una chica me chupara la polla
porque la echaba de menos.

Todo esto podría terminar.

¿Pero podría?

Amy es demasiado indulgente. En el momento en que se lo


diga, llorará y llorará, pero luego intentará arreglarnos. Eso me
hace sentir aún peor.

—Hablamos luego —dice mientras se aleja y sale del


restaurante.

El alivio me invade a su paso. Me asusté mucho cuando me


dijo que podría estar embarazada. La prueba demostró que no
lo estaba y al día siguiente empezó a tener la regla. Al menos
esquivé una bala en mi vida.
Mi mente es un desastre. Ahora mismo, debería estar en
clase. Debería estar preparándome para el partido de esta
semana.
Debería preocuparme por mi futuro con Amy.

En vez de eso, estoy conduciendo a un hospital.

Para recoger a mí hermana.

Me distraigo en el camino con pensamientos del pasado.

—Te llamaré después de que termine el ensayo —dice Amy,


poniéndose de puntillas y besando mis labios.

Le muestro una sonrisa y luego la dejo cerca de la puerta de la


sala del coro para buscar a Rylie en el pasillo de estudiantes de
primer año. Prefiero pasar el rato y ver a Amy cantar con sus
compañeros del coro, pero mamá insiste en que llevo a mi
hermana a casa desde la escuela todos los días cuando no tengo
práctica.

El pasillo de estudiantes de primer año se ha vaciado durante


mucho tiempo y no veo a Rylie sentada frente a su casillero
esperando como de costumbre. La inquietud revolotea a través de
mí. Ella siempre está esperando. Si se está besando con un chico
cuando se supone que debe estar preparándose para irse, me
enojaré. Quiero ir a casa y cambiarme de ropa antes de llevar a
Amy a cenar esta noche. No tengo tiempo para esta mierda.
Paso por la habitación del Sr. Wright cuando le oigo quejarse de
alguien. Sacudo la cabeza porque ese tipo era un idiota cuando lo
tuve en el noveno grado. Me alegro de no tener que lidiar más con
su pomposo trasero.

—Tu actitud apesta —dice—. ¿Qué tienes que decir en tu


defensa, jovencita?

Me tenso porque no me gusta la forma en que le habla a una


chica. Todo en mí llama a seguir persiguiendo a Rylie, pero hago
una pausa para escuchar a escondida.

—No es actitud —dice suavemente—. Sólo que últimamente lo


he pasado mal. Lo siento.

Se me erizan los cabellos de punta.

Rylie.

No cualquier chica, sino mi maldita hermana.

Giro sobre mis talones y entro en el salón de clases, la furia


burbujea dentro de mí. El Sr. Wright se para frente a su
escritorio, elevándose sobre ella. Solía odiar jodidamente cómo
ejercía su altura y poder sobre la gente.

—¿Hay algún problema aquí? —exijo, haciendo un gesto hacia


donde mi hermana se sienta con la cabeza inclinada.

Ella mueve la cabeza en mi dirección y el alivio brilla en sus


ojos. Es suficiente para que quiera alejar al Sr. Wright de ella. En
cambio, aprieto los puños.
Él inclina su cabeza hacia un lado y me atraviesa con una de
sus miradas severas, sin moverse de donde está parado muy
cerca de mi hermana. —No es asunto tuyo, Hale. Ve y espera en
el pasillo.

—Absolutamente no —digo en voz baja y doy un paso hacia


ellos—. Quiero saber qué está pasando aquí y por qué está en
problemas.

Aprieta la mandíbula y me mira con ojos brillantes. Varios de


los amigos de Amy piensan que es sexy porque aún no tiene
treinta años y está en forma. Pero es un gran imbécil. No me
gusta la forma en que le habla a Rylie.

—Aquí Rylie —afirma mientras le señala con el dedo en la


cara—, estaba durmiendo en clase y cuando me enfrenté a ella,
preguntándole por qué, se encogió de hombros. Es irrespetuosa y
grosera, un rasgo que es claramente común en la familia Hale.

Acecho el resto del camino hacia él, amando el hecho de que


soy más alto y más grande que este idiota. Me mira, claramente
furioso porque estoy en su espacio. Podría patearle el trasero si
alguna vez se me ocurriera y él lo sabe. Usando mi estatura
intimidante, lo alejo de mi hermana varios pasos.

—Si tienes un problema con mi hermana, llama a mis padres.


No permitiré que la intimides.

Sus ojos y boca se abren. —No estaba...

—¿Así que es libre de irse? —interrumpo, el desafío duro en mi


mirada.

—Llamaré a tus padres —gruñe—. Sácala de aquí.


Rylie ya está de pie cuando me doy la vuelta y la miro. Ella
corre hacia mí y se agarra a mi brazo, como lo hace cuando algo
la asusta. Ese cabrón asustó a mi hermana. Quiero voltearme y
darle una paliza, pero sé que mi mamá cagaría ladrillos si yo
arruinara mi beca. En lugar de eso, la guío fuera del edificio y a
la cálida tarde de primavera que está afuera. Estamos en silencio
mientras llegamos a mi camioneta. Cuando llegamos al vehículo,
ella se detiene. Giro mi cuerpo para enfrentarla.

—Gracias —dice, con las mejillas rosadas—. No tenías que


hacer eso.

—Nadie jode a los Hales —le digo con una sonrisa torcida—.
Especialmente los imbéciles pervertidos como el Sr. Wright.

—Probablemente esté enojado porque no coqueteo y le digo lo


increíble que es —murmura y pone los ojos en blanco—. Lo juro,
le excita tener un montón de adolescentes riéndose de lo guapo
que está. Para que conste, no creo que esté bueno. —Sus labios
tiran de un lado. Una rara sonrisa de Rylie.

Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y me abraza. Mi


hermana puede ponerme de los nervios a veces, pero todavía
tengo la abrumadora necesidad de protegerla de idiotas como el
Sr. Wright.

—¿Por qué estabas durmiendo en su clase de todos modos? —


pregunto, mi barbilla descansando en la parte superior de su
cabeza—. Te escuché hablar. ¿Estás deprimida ahora mismo?
¿Por qué? —No entiendo su enfermedad, pero quiero hacerlo.

Su cuerpo se tensa. —Mi mente es un desastre últimamente.


—¿Quieres compartir?

—Esto no. Nunca. No con nadie.

El recuerdo se desvanece pero la culpa permanece. Siempre


ha estado sufriendo y nunca he sido lo suficientemente hombre
para dedicarle tiempo en ayudarla. Siempre es el problema de
alguien más. Ciertamente no es mío. Mirando atrás, desearía
haberla escuchado y tratado de ayudar más. Dios, me siento
tan jodidamente mal.

Estoy entrando al estacionamiento del hospital.

Para recoger a mí hermana.

Debido a que estaba tan triste, molesta y sola, trató de sufrir


una sobredosis.

Todo lo que tenía que hacer era hablar con ella. En vez de eso,
la dejé plantada para que me chuparan la polla. Cuando aparco
y me dirijo al hospital, la tía Becky y el tío Randy salen. Rylie
camina entre ellos. Pálida y rota. Tan jodidamente rota.

—¿Quieres venir conmigo? —le pregunto mientras me acerco.

Sus ojos se elevan a los míos. Marrón claro como el café que
tomé en el restaurante. Pero el café nunca se vio tan
jodidamente desesperado. —Supongo que sí.
Hago un gesto con la cabeza y la tía Becky me lanza una
mirada agradecida. Caminando hacia mi destartalada
camioneta, le abro la puerta a mi hermana. Es lenta en sus
movimientos pero se las arregla para sentarse dentro. Le
tiemblan los dedos cuando alcanza el cinturón de seguridad.

—Lo tengo —le aseguro, mi voz ronca de emoción.

Tiro del cinturón y lo estiro a través de su pequeño cuerpo.


Muchas veces la abroché por mamá. Esta vez se siente
diferente. No estoy ayudando a mis padres con mi hermana
pequeña. Tengo que ser el padre de mi hermana pequeña. El
pensamiento me golpea con fuerza y lo rechazo.

Mi mundo está cambiando sobre su eje.

Las responsabilidades se mueven de un lado a otro.

Un profundo sentimiento de protección hacia mi hermana se


apodera de mí. Ella siempre ha sido una molestia. Una
molestia. Alguien a quien resentí porque no lo intentó. Ahora
veo que es más que una actitud. Su cerebro está conectado de
manera diferente. El dolor que he visto últimamente en sus ojos
es real. Tan real. Un organismo vivo que respira dentro de ella.
Algo que si supiera cómo sacarlo de ella, lo haría. Lo tomaría y
lo mataría. Liberaría a mi triste hermana de la forma en que la
asfixia de adentro hacia afuera.

El camión arranca y R.E.M. empieza a reproducir Everybody


Hurts. Lloriquea desde el lado del pasajero mientras
conducimos. Cuando alcanzo su mano, ella no se aparta. Con
una fuerza que me sorprende, aprieta mi mano. Como si
hubiera arrojado una balsa a las turbulentas aguas en las que
se ha estado ahogando. La forma en que se aferra a mí me hace
jurar no verbalmente a los dos que seré un mejor hermano para
ella. No la dejaré sufrir sola. Ya no.

Nuestros dedos se unen y no la dejo ir.

Los Hales son fuertes porque nosotros tenemos que serlo.

Cuando llegamos a la casa grande de la tía Becky, dejo


escapar un suspiro mientras apago el camión. Rylie mira por la
ventana lateral. El dolor que ambos sentimos por la pérdida de
nuestros padres es un golpe interminable en el estómago.

—Deberíamos entrar —pronuncio.

—No te vayas. —Ella vuelve su mirada llorosa hacia mí—. Por


favor.

—Me quedaré por un tiempo —lo prometo. El entrenador se


molestará porque me pierda el partido contra Oklahoma State,
pero esto es más importante.

Ella me sonríe. Brillante y feliz. Una sonrisa que no me


merezco, joder.

—Gracias.

Estoy destrozado por cómo una simple declaración hizo que


mi infeliz hermana sonriera de nuevo. La depresión la devora
día a día. Sí, la acuso de dramática. No, no creo que sea la
verdad. Ha vivido con su depresión toda nuestra vida. Es algo
que no puedo administrar ni controlar, así que elijo odiarlo. Lo
trato como si fuera algo que ella puede superar, sabiendo muy
bien que no puede.
Mis expectativas son injustas.

Soy un imbécil.

Ella está callada mientras la ayudo a salir del camioneta y a


entrar en la casa. La guío al sótano donde la tía Becky dice que
puedo quedarme cuando quiera que esté en la ciudad. He
desempacado algunas de mis cosas de la vieja casa, pero sobre
todo, está llena de cajas de nuestros recuerdos. Rylie no pide ir
a su habitación. Se aferra a mí de una manera tan desesperada,
que me doy cuenta de lo mucho que me necesita.

Completamente.

Nos sentamos en el sofá y Rylie se acurruca en mí, buscando


mi comodidad. La abrazo. Inhalo el olor familiar de su cabello y
trato de susurrar mis suaves garantías. Promesas que espero
que llenen su corazón.

—Estaré más presente.

—Puedes hablarme cuando quieras y yo te responderé.

—Eres lo más importante para mí.

—Lo siento mucho, mierda.

—Te amo, Rylie.

Con cada palabra que sale de mis labios, ella se relaja. No me


relajo hasta que su suave respiración llena mis oídos. Ella
duerme, agarrándose a mi camisa como si yo pudiera escapar
en su sueño. Cubro su mano con la mía y beso la parte superior
de su cabeza.
—No voy a ninguna parte —murmuro.

Aún no.

No por unos días más.

Aguanta, Rylie.

Me despierto en la negra oscuridad empapado de sudor. Estoy


cubierto por un cuerpo ligero y una pesada manta. Me las
arreglo para agarrar la manta y alejarla de nosotros. La tía
Becky debe haber tratado de ayudar. Asfixiarnos no ayuda.

Estoy de espaldas, tendido en el sofá con los zapatos todavía


puestos, y Rylie duerme pegada a mi frente. Cuando paso mis
dedos por su cabello por accidente, noto que ella también está
sudando. Pero cuando intento apartarla, se queja. Un maldito
sonido tan triste. Como si estuviera pateando un gatito. A pesar
de que me sudan las bolas, la abrazo. Somos un desastre de
extremidades calientes y pegajosas, pero al menos ella está a
salvo. Esta vez, le paso los dedos por el cabello a propósito.
Imito la forma en que mamá solía hacerlo. Siempre alivió a mi
hermana, que sufría mentalmente todo el tiempo. Y ahora, como
siempre, se relaja.

Ahora estoy despierto y mi mente corre para encontrar


soluciones a los problemas. Una búsqueda mental de curas y
respuestas. Pero todo ese correr y correr en mi cabeza no
resulta en nada.
Girando, cambio nuestros cuerpos para que ella esté entre mi
cuerpo y el respaldo de mi sofá. Reprimo una risa cuando ella
agarra mi camisa con fuerza. Es un poco más fresco de esta
manera y me vuelvo a dormir. No dejo de acariciar su cabello.
Quiero que ella se sienta segura y amada. Sin mamá y papá,
depende de mí. Me doy cuenta de eso ahora.

No te decepcionaré, Rylie.

—Vete —gimo y le tiro la almohada a mi hermana, que está en


la puerta de mi dormitorio.

Ella resopla mientras lo esquiva. —Pero el hombre del tiempo


dijo...

—Nunca tenemos tornados, Rylie. ¿Incluso oyes alguna sirena?

Las malas tormentas son comunes en Missouri, al igual que los


tornados, y es algo con lo que aprendes a vivir. Sin embargo,
Rylie nunca ha sido una fanática, y siempre tiende a estresarse
por ellos.

—No, pero... —Su labio inferior tiembla.

—Pero nada. Estamos a salvo. Además, mamá estará en casa


en una hora. Estarás bien.
Sus hombros se encogen y sale de mi habitación. Una punzada
de culpa me molesta, pero la alejo. Tiene casi catorce años y
reacciona de forma exagerada a todo.

Aun así, no puedo superar el hecho de que fui un idiota con ella
cuando estaba asustada. Técnicamente, estoy a cargo hasta que
mamá o papá lleguen a casa. Debería hacer lo que pueda para
calmar sus miedos. Justo cuando decido que iré a hacer unas
pizzas congeladas para distraerla, las escucho.

Suavemente al principio.

Luego, los lamentos se hacen más fuertes y persistentes.

Sirenas de tornado.

Me levanto de la cama y corro por el pasillo, llamando a mi


hermana, —¡Rylie!

Da la vuelta a la esquina y se lanza a mis brazos, sollozando.


—¡Te lo dije! ¡Te lo dije!

El pánico se apodera de mí y mi corazón late casi fuera de mi


pecho. Le doy una palmadita en la espalda como si eso tuviera el
poder de calmarme también.

—Shhh —murmuro—. Nos sentaremos en la bañera y se


calmará. Estaremos bien.

—Desearía que tuviéramos un sótano como la tía Becky.

—Lo sé —le digo—. Yo también.


Se aferra a mí, sus lágrimas empapan mi cuello, mientras corro
al baño. Con mi hermanita agarrándose a mí como si fuera un
koala abrazando un árbol, me subo a la pequeña bañera y me
siento. Su cuerpo está tenso y tiembla.

Paso mis dedos por su suave cabello y escucho otros sonidos


además de sus aterrorizados gemidos. Las sirenas continúan
sonando y el viento se levanta afuera. Cuando las luces
parpadean, maldigo en voz baja.

—¿Qué? —Rylie se retira y me mira con ojos indefensos y


asustados. Sus mejillas llenas de lágrimas son de color rojo
brillante. Cuando las luces parpadean de nuevo, ella salta—.
¡Hudson!

Agarro su cabeza con ambas manos. —Rylie. Cálmate. Es sólo


una tormenta. No va a pasar nada malo.

Parpadea rápidamente hacia mí, un sonido confuso atrapado


en su garganta. El trueno golpea fuerte y cerca, haciendo que
ambos nos estremezcamos.

—Sólo somos nosotros —digo en voz baja para calmarla—.


Jugando en la playa de arena frente a nuestra cabaña. Mamá y
papá están preparando las hamburguesas para asarlas. ¿Puedes
jugar a fingir conmigo?

Algo del terror sangra de su expresión. —Creo que oí un pez


chapoteando en el agua.

—Papá querrá atrapar ese pez —le digo con una sonrisa—.
Encontré una roca fresca. Del mismo color que tu cabello.
—A nadie le gustan las rocas marrones —dice, con su nariz
pecosa arrugada.

Le sonrío y le tiro de su cabello desordenado. —Pero mira lo


bonito que es este marrón. Es el marrón especial de Rylie.

Una sonrisa atraviesa su rostro. —¿Crees que es especial?


—Muy especial. Apuesto a que todas las empresas de crayones
nos van a llamar pronto para pedirte permiso para usarlo en su
caja.

Sus mejillas se vuelven rosadas y se ríe. —Les haría pelear por


ello. Sería divertido.

El viento aúlla y las luces parpadean de nuevo, pero Rylie está


distraída. Por lo menos si volamos, ambos estaremos sonriendo.
Un año más y me iré a la universidad. ¿Tendrá que sentarse en
la bañera sola cuando mamá y papá estén en el trabajo?

Mientras Rylie balbucea sobre los lápices de colores, mi futuro


me golpea duro en el pecho. Estoy a punto de salir al mundo y
dejar a mi familia atrás. Es emocionante y lo estoy deseando,
pero los echaré de menos. Con la amenaza de irme tan real como
la advertencia de tornado que se cierne sobre nosotros, me siento
extrañamente nostálgico. Como si quisiera aferrarme a este
momento un poco más.

Las luces se apagan y los aullidos se hacen más fuertes. Rylie


ya no se distrae y entierra su cabeza contra mi pecho. La abrazo
fuerte y le beso el cabello.

—Está bien, Ry. Te lo prometo. Te mantendré a salvo. No te


decepcionaré.
Se aferra a mí durante lo que parecen horas hasta que sus
sollozos y su terror se desvanecen. Las tormentas disminuyen y
las luces vuelven a encenderse, pero no me levanto de la bañera.
Y ella tampoco hace ningún movimiento para levantarse. Sólo la
sostengo... sostengo mi propia infancia un poco más mientras mi
futuro me llama para que crezca y me convierta en un hombre. Su
respiración es suave y uniforme, pero no está dormida. Es como
si supiera que necesito este momento.

Estoy perdido en retorcer un mechón de su cabello cuando


escucho un dulce suspiro.

—Mis bebés.

Dirijo mis ojos a la puerta. Mamá está ahí de pie con una
sonrisa brillante. Está empapada por la lluvia y su cabello es un
desastre, pero es hermosa.

—Sirenas de tornado —explico.

Asiente y su sonrisa se desvanece. —Había algunos árboles


desarraigados y tejas desaparecidas cerca de la tienda. Me
alegro de que ambos estén bien.

Distraídamente, acaricio con mis dedos el cabello de Rylie. —


¿Quién se sentará en la bañera con ella una vez que vaya a la
universidad?

Rylie se estremece en mi mano y me encuentro dándole


palmaditas en la espalda para consolarla.

—No te preocupes por esas cosas, Huds. Sólo preocúpate de


conseguirte una educación. Rylie es una chica grande. Algún día
te sorprenderá—.
Me despierto con la sensación de que alguien me observa. En
la oscuridad. Sería alarmante, excepto que sé que es sólo Rylie.
Las yemas de sus dedos recorren mi cuero cabelludo a través de
mi cabello. Ofreciéndome el mismo tipo de consuelo que le di a
ella. Se siente bien, entonces puedo ver por qué le gusta. Entro
y salgo del sueño mientras ella toca mi cabeza. Cuando las
yemas de sus dedos se deslizan por mi mandíbula, estoy
completamente despierto. Los recorre a lo largo de mi garganta
hasta mi músculo pectoral a través de mi camisa. Luego,
extiende su palma allí. Cubro su mano con la mía, haciéndole
saber que estoy despierto y aquí para ella.

—¿Quieres hablar? —pregunto, mi voz ronca por el sueño.

—No.

Sonrío en la oscuridad. Su respuesta descarada de una


palabra me recuerda a cuando éramos niños. —¿Recuerdas
cuando solía tratar de engañarte para que me hicieras comida
todo el tiempo?

Su cuerpo se tensa. —Nunca funcionó.

—A veces sí. Cuando fuera extra agradable contigo —digo,


diversión en mi tono.

Se relaja. —Fuiste tan malo. Todo lo que tenías que hacer era
decir por favor y yo hubiera hecho cualquier cosa por ti.
Nos quedamos callados por un momento.

—Háblame entonces —murmuro—. Por favor.

—Me siento tan sola —susurra, su voz apenas se escucha.


—No estás sola, sin embargo. Me tienes a mí.

Traga saliva y se hunde contra mí, como si pudiera trepar


dentro de mí para buscar refugio. —Pero no lo hago.

—Sólo unas pocas semanas más y luego me iré para las


vacaciones de primavera. Volveré a casa. Tal vez podamos hacer
algo divertido. Ir al cine o flotar por el río o ir de camping —le
digo—. Me tienes a mí. Estoy aquí mismo. He sido un hermano
de mierda, lo sé, pero quiero esforzarme más por ti. Mamá y
papá querrían que nos lleváramos bien y nos apoyáramos el
uno al otro durante este tiempo.

—Yo también quiero eso —dice después de unos minutos.

Paso mis dedos por su cabello. Ella se estremece y se


acurruca más cerca. Cuando su pierna roza mi polla, dejo
escapar un siseo.

—Deja de menearte tanto —me quejo.

—Lo siento.

Ella se asienta y yo trato de ignorar el hecho de que la sangre


está bombeando a mi polla. Me recuerda que todavía tengo que
contarle a Amy lo de Jada. El secreto me está comiendo vivo.

—Engañé a Amy —le admito a mi hermana—. Una chica


llamada Jada.
—¿Qué?

Tragándome el disgusto por mí mismo, asiento. —Yo... yo...


también me sentía solo. —Es una respuesta de mierda, pero es
la única que tengo.

—¿Vas a decírselo? —pregunta.

—Sí. Eventualmente.

—Estamos jodidos —dice con una pequeña risa.

Sonrío y le beso el cabello. —Eso somos, pagana2.

—Ella te perdonará. —Sus dedos suben por la parte delantera


de mi pecho hasta mi cuello—. Aunque probablemente llorará
mucho.

Un gemido se me escapa. —Sí.

—¿Alguna vez te has preguntado si ella es realmente la


indicada, Huds? El hecho de que ustedes dos vayan a tener un
bebé no significa que tengas que quedarte con ella. ¿Te hace
feliz? —Sus curiosos dedos están de vuelta en mi cara y su
pulgar corre a lo largo de mi labio inferior.

—No vamos a tener un bebé. —Amy debe habérselo dicho


porque yo no lo hice—. Sólo fue un susto.

—Bien —dice—. Estaba preocupada.

2 Heathen-pagana: (de personas o su forma de vida, actividades e ideas) que no tienen


religión o que pertenecen a una religión que no es el cristianismo, el judaísmo o el islam
Sonrío contra sus dedos que se han extendido sobre mis
labios. —¿Qué estás haciendo?

—Aprendiendo quién eres. —Sus dedos empiezan a alejarse,


pero agarro suavemente su muñeca para que no se detenga. Si
necesita esto para sentirse mejor, se lo daré—. Paso mucho
tiempo en la oscuridad —dice con un susurro—. Siempre sola.
Pero ahora estás aquí conmigo y estoy tratando de entender por
qué.

—Porque eres mi hermana y nos necesitamos mutuamente —


le digo simplemente. Entonces juguetonamente le muerdo los
dedos.

Ella lanza un alegre chillido que no he oído desde que tenía


diez años mientras aparta su mano y me da una bofetada en el
pecho. —¡Me has mordido! —Escuchar su risa es como una
inyección de adrenalina para mi sistema. De repente, como un
adicto, quiero oírla más.

Mastico el aire, mis dientes tintinean juntos, disfrutando de


sus pequeñas risas. Ella trata de apartar mi cara cuando
empiezo a acercar el aire cada vez más a ella. Giro la cabeza y le
muerdo la muñeca. Intenta darme un rodillazo en las bolas,
pero me las arreglo para meter su delgada pierna entre mis dos
piernas. Su retorcimiento se detiene y ambos respiramos
fuertemente. Me doy cuenta de nuestra incómoda proximidad y
empiezo a alejarme. Pero es como si no quisiera cortar el vínculo
porque se va conmigo, su rodilla se desliza más alto. Me
estremezco, esperando que mis bolas se rompan, pero ella sólo
apoya su pierna contra ellas.
Si la tía Becky bajara las escaleras, tendría un jodido ataque
de vernos así. Pero no es así. Sólo nos necesitamos ahora
mismo. No estamos haciendo nada malo. Ella es mi hermana.

—Hudson —respira, su aliento caliente me hace cosquillas en


el cuello. Me recuerda a la forma en que Amy lo hace a veces, lo
cual es un pensamiento confuso—. Estoy enferma.

—No estás enferma —aseguro—. La depresión puede ser una


enfermedad con la que te han etiquetado, pero no estás
enferma. Podemos superarla.

—Hudson...

Espero a que se explique, el aire está lleno de su intención.


Ella simplemente exhala fuertemente y se relaja.

—Te amo.

—Yo también te amo, pagana.


6

RYLIE

Puedo hacerlo.

Sólo tres días más.

Hudson estará en casa para las vacaciones de primavera y


podremos hacer todas las cosas que me prometió.

—Abre y muéstrame —exige la tía Becky, con las dos manos


en la cadera mientras me mira.

—Ahhhh —digo, sacando la lengua, y luego pongo los ojos en


blanco.

—Bien, ahora prepárate para la escuela.

Me deja sola en el baño. Solía amar a mi tía, pero ahora no la


soporto. Es como si le gustara controlar cada uno de mis
movimientos. Pensarías que tendría algo de libertad, pero desde
el día en que tomé todos mis medicamentos y aterricé en el
hospital, no tengo ninguna. Ella vigila cada uno de mis
movimientos. Dicta cada una de mis acciones. Me dice cuándo
puedo respirar.

Cierro la puerta tras ella y abro la ducha. Mientras me


desvisto, miro fijamente mi cuerpo, sin impresionarme. Soy casi
una mujer atrapada en el cuerpo de un niño. Mis pechos son
apenas de copa B. Puedes ver mis costillas y caderas
sobresaliendo. No soy para nada curvilínea como Amy.

La irritación revolotea a través de mí.

Amy no es buena para mi hermano.

Se merece algo mejor.

¿Cómo tú?

Un escalofrío me recorre la espalda. Busco la calidez y la


privacidad que ofrece la ducha. Sin cerraduras. Sin medicinas.
Nada de cosas afiladas. El Dr. Livingston y la tía Becky se
aseguran de que no me haga daño. Mis piernas están espinosas
al igual que mis axilas. Me gustaría mucho afeitarme, pero
también me han castigado.

Con un fuerte suspiro, me lavo el cuerpo en la ducha de lujo.


A veces siento como si me estuviera quedando en un hotel de
lujo. Es tan diferente aquí que donde vivía con mi familia. Más
agradable y más caro. Pero ciertamente no es mi casa. Cierro
los ojos e intento recordar las noches que pasé acurrucada
contra Hudson en el sótano antes de que se fuera para volver a
Arkansas. Después de esa primera noche, fue como si
necesitara que él respirara. Esperaba que volviera a sus
costumbres idiotas habituales, pero me abrazaba cada noche.

Me estaba volviendo loca.

Lo que él ve como un inocente acurrucamiento con su


hermana es algo completamente diferente para mí. Traté de
advertirle que estaba enferma, pero él rechazó mi comentario.
No lo entiende. Y claramente no siente lo mismo. Pero debido a
mi enfermedad, no puedo apartarlo y encontrar a alguien o algo
más en que concentrarme.

Sólo a él.

Levanto la mano y agarro el cabezal de ducha extraíble. Está


sucio y mal, pero pienso en él tocándome entre mis muslos. El
agua caliente golpea mi clítoris y jadeo. Desesperada por sentir
más placer, abro los labios de mi vagina y asalto mi piel
sensible con el agua. Se siente bien, pero lo que lo hace sentir
mejor es fingir que es su lengua. Lamiéndome. Caliente y
húmedo. Sin que nunca pare.

Enferma, enferma, enferma, Rylie.

Aun así, no me detengo.

Me imagino cosas que ninguna chica debería pensar cuando


se da placer a sí misma. Pensamientos que podrían llevar a
acciones con consecuencias terribles. Cuando pienso en sus
dientes mordiéndome los dedos, tengo un orgasmo. Duro,
violento, sin disculpas.

Acabo de tener un orgasmo al pensar en mi hermano.

La vergüenza se desliza a través de mí como el aceite que se


esparce en un lago. Está sucio y cubre cada parte de mí por
dentro y por fuera. Negro y equivocado.

No puedo volver a hacerlo.

Mi clítoris palpita en respuesta.

Tal vez sólo una vez más...


Yo: ¿Escuchaste la canción que te envié?

Hudson: Me enviaste como diez. ¿Cuál de ellas?

Yo: Todas ellas, nerd.

Hudson: Me gusta la tercera.

Sonrío mientras leo su texto. El tercero también era mi


favorito.

Hudson: ¿Cómo estás? No has tenido más de esos


pensamientos, ¿verdad?

El calor me atraviesa la piel.

Yo: ¿Qué?

¿Cómo lo sabe?

Hudson: Hacerte daño a ti misma, Ry. No has pensado más


en ello, ¿verdad?

Dejo escapar un aliento de realización. Esos pensamientos.


No los vergonzosos. Lo he entendido.

Yo: No. En realidad no.

Mi teléfono empieza a sonar y me apresuro a contestar. Si la


tía Becky supiera que me quedo despierta hasta las dos de la
mañana enviando mensajes, me quitaría el teléfono. Otra vez.
Me costó disculparme y ayudar a la tía Becky a arrancar las
malas hierbas para compensarla por haber roto su espejo, pero
finalmente conseguí que me cambiaran el teléfono y me
devolvieran los privilegios.

—¿Qué? —susurro.

Hudson se ríe. Profundo y gutural. Vibra directamente a mi


corazón. Si dijera que sólo me toqué dos veces ese día en la
ducha, sería una mentirosa. Me he tocado cada vez en la ducha
desde entonces.

—La mayoría de la gente dice hola cuando contestan el


teléfono —dice, divirtiéndose en su tono.

—No soy como la mayoría de la gente.

Su risa muere y se pone serio. —Rylie, ¿qué significa eso? ¿No


es así?

Mi ritmo cardíaco se acelera por su preocupación. —Sólo


quise decir que sí, me pongo muy triste, pero hablar contigo
ayuda.

Deja salir un aliento pesado. —No vuelvas a decirme una


mierda como esa otra vez. —Hace una pausa por un momento—
. Estaba tan jodidamente asustado cuando recibí la llamada de
la tía Becky. Pensé que te había perdido también —murmura.

—Lo siento —susurro—. De verdad que lo siento.

—Deberías estar en la cama —refunfuña.

—Estoy en la cama.
—Sabelotodo.

Deslizo mi mano debajo de la manta y hurgo en mis bragas.


Mis dedos rozan ligeramente mi clítoris mientras trato de
calmar mi respiración. —¿Alguna vez desaparecerá el dolor?

—Espero que sí.

Los dos nos quedamos callados por un momento.

—Te extraño —gimo, lágrimas amenazantes. Estoy abrumada


por los pensamientos y las sensaciones. Quiero llorar y
arrastrarme a su regazo. Quiero tocarme y pensar en él. Quiero
gritar y destruir mi habitación. Lo quiero todo. Todo a la vez. Es
enloquecedor mientras intento resolverlo todo en mi cabeza.

—Te veré mañana —promete—. Deberías dormir un poco.

Perezosamente, me froto entre mis muslos, disfrutando de las


chispas de placer que zumban a través de mí. Se siente
prohibido tocarme mientras hablo con él. —¿Ya se lo has dicho
a Amy?

—No.

—¿Cuándo se lo vas a decir?

—Probablemente en mi descanso —dice con un fuerte


suspiro.

—¿Ya has visto a Jada?

—La he visto, pero no hemos jugado.


—¿La has besado?

Traga de forma audible. —Sí, una vez antes. Pero lo que fue
tan malo fue que dejé que me la chupara.

Cierro los ojos mientras imagino a una hermosa mujer de


rodillas frente a Hudson. ¿Le agarró el cabello con un puño?
¿Se tragó su semen? —¿No tuviste sexo con ella?

—No —gruñe.

Froto mi clítoris cada vez más rápido, mareándome por lo


bien que se siente y cómo se intensifica al estar al teléfono con
él.

—Rylie. —Su voz es aguda y dominante. Me pone al límite. Me


muerdo el labio inferior para no gritar. Mi respiración es
pesada, pero consigo que se calme antes de contestarle.

—¿S-sí?—

—Duérmete, pagana.

Soy feliz.

Realmente feliz.

La sensación es extraña, pero me aferro a ella


desesperadamente.
Hudson estará aquí pronto. Lo he extrañado como loca. Tan
pronto como escucho la puerta de su coche cerrarse de golpe,
salgo por la puerta. Corro directamente hacia él y me lanzo a
sus brazos. Se ríe cuando casi lo derribo. Mis piernas están
sujetas a su cintura y mis brazos alrededor de su cuello.

Dios, huele tan bien.

—Te extrañé —murmuro contra su cuello.

—Hola, Rylie —dice Amy.

Avergonzada de tener una audiencia, me deslizo por su


cuerpo hasta mis pies. Cuando la miro, me sonríe con la sonrisa
más falsa de la historia.

—No esperaba verte aquí —muerdo mientras me alejo de mi


hermano.

—No seas mocosa —Hudson se burla y juega con un mechón


de mi cabello—. Amy y yo compramos comida y algunas
películas de Redbox. Pensé que podríamos empezar la semana.
Te prometí películas. —Me sonríe. Amplio, adorable y juvenil.

No tengo el corazón para decirle que no quiero hacer nada con


ella.

Pensé que sólo seríamos nosotros.

—Bien —digo, forzando una sonrisa.

Me mira con el ceño fruncido pero no presiona. Entramos y


trato de ignorar a la tía Becky y al tío Randy mientras ellos se
preocupan por lo maravillosa y hermosa que es Amy y lo mucho
que extrañan verla. Agarro las películas y bajo las escaleras. Las
lágrimas amenazan, pero las mantengo a raya. Soy estúpida.
Incluso delirante. ¿Realmente pensé que podría pasar una
semana entera coqueteando con mi hermano?

Enferma. Enferma. Enferma.

¿Qué me pasa?

—Rylie...

Su voz me asusta y salto. Ni siquiera puedo mirarlo. ¿Y si ve


la enfermedad dentro de mí? ¿Se disgustará?

—Rylie —dice otra vez, esta vez más cerca.

Cuando sus fuertes brazos me envuelven por detrás, me


pongo a llorar. No puedo evitarlo. Estoy frustrada, confundida y
molesta.

—Hola —dice, su voz suave y reconfortante. Me da vueltas


hasta que estoy frente a él—. No me di cuenta de lo molesta que
estabas.

Lloro contra su camisa, deseando que todo el mundo a


nuestro alrededor desaparezca. Que pudiéramos apagar las
luces y dormir juntos en el sofá como lo hicimos en el pasado.
En la oscuridad. Sólo él y yo.

—Lo siento —susurra contra mi cabello—. No lo sabía.

¿No sabía qué?


¿Qué estoy completamente obsesionada con él?

El pensamiento sólo me hace llorar más.

—Hola, chicos —Amy gorjea desde las escaleras—. ¿Todo


bien?

A regañadientes, empiezo a alejarme.

—¿Puedes darnos unos minutos más a solas? —pregunta,


abrazándome de vuelta a él.

—Claro —grita—. Por supuesto. —Sus pasos retroceden y la


puerta se cierra detrás de ella.

Hudson no me apura para que me calme. Simplemente me


acaricia el cabello y me besa la parte superior de la cabeza.
Alivia mi corazón roto y mi alma vacía.

El tiempo pasa lentamente, pero me consuela saber qué pasa


con él.

La voz de Amy se mete una vez más bajo mi piel.

—Ha pasado más de una hora. ¿Debería pedirle a Becky que


me lleve a casa?

—Sí —dice Hudson al mismo tiempo que yo digo—. No

Inclino mi cabeza hacia arriba para mirarlo. Su nariz está roja


y me pregunto si él también estaba llorando. Aprieta la
mandíbula y me atraviesa con una mirada intensa.

—¿Estás segura? —me pregunta.


—Sí, veamos una película.
7

HUDSON

Sabía que esto era una mala idea.

Rylie es demasiado frágil. La tía Becky me pone al día cuando


no estoy hablando con la propia Rylie. Si no fuera porque Amy
explotó mi maldito teléfono y me hizo sentir culpable para verla,
habría venido directamente aquí. Ahora, desearía haber sido un
hombre y haberle dicho que la vería un día diferente.

Amy me muestra una mirada preocupada, pero simplemente


sacudo mi cabeza hacia ella. Ya es demasiado tarde. Pasaremos
esta noche. Entonces, la compensaré.

Por Rylie.

Se lo debo a ella.

—Elegimos una película divertida —dice Amy con falsa


alegría.

—Bien —dice Rylie mientras se acurruca en un extremo del


sofá. Retirándose. Lo veo en sus ojos. Me dan ganas de
agarrarla y sacarla de su propia cabeza.

—Genial —dice Amy. Me entrega la película y se sienta en


medio del sofá. La irritación florece dentro de mí. Estoy siendo
injusto al estar molesto con Amy, pero no puedo evitarlo. Es
como si estuviera tratando de hacer las cosas más difíciles.
Empiezo la película y luego me siento en el extremo opuesto
como Rylie. Amy prácticamente se sube a mi regazo. La película
comienza y pronto Amy se está riendo de cada escena.

Rylie mira fijamente a la pantalla, perdida en su mente.

Aprieto los dientes, desesperado por alejar a Amy y tirar de mi


hermana hacia mí. Para preguntarle qué la tiene tan alterada y
cómo puedo arreglarlo. Rylie debe sentir que la miro fijamente
porque se gira hacia mí. Su mirada se desliza sobre Amy y luego
me mira con ojos llorosos.

—¿Estás bien? —le hablo.

Asiente y se vuelve hacia la televisión. Desde mi punto de


vista, no echo de menos la lágrima que le cae en la mejilla o la
forma apresurada en que se la quita. Para cuando la película
termina, prácticamente estoy saltando del sofá para llevar a
Amy a casa.

—Vamos. Se está haciendo tarde y estoy cansado —digo con


bastante agudeza.

Amy me frunce el ceño pero asiente. —S-sí, por supuesto.

—Volveré pronto —le digo a Rylie. Ella intenta sonreír pero


incluso eso falla. Cuando paso junto a ella, le despeino el
cabello—. Volveré pronto. Lo prometo.

El camino de vuelta a la casa de Amy donde vive con sus


padres es tranquilo. No es hasta que estoy sentado en su
entrada con el coche en el aparcamiento que ella habla.
—¿Está todo bien contigo, Hudson? —Hace una pausa por un
minuto—. ¿Con nosotros?

—Por supuesto que sí. Sólo que tengo muchas cosas en la


cabeza. —La subestimación del año.

Le tiembla el labio. —Te sientes tan distante últimamente.


Como si yo fuera una molestia para estar cerca.

Tomo su mano, pero mi tono es agudo. —Perdí a mis dos


padres y mi hermana está severamente deprimida. Mi atención
está en otra parte.

Se estremece como si la hubiera golpeado. —Lo sé. Lo siento.


Cuando lo pones de esa manera, me siento egoísta.

—Sólo necesito tiempo para asegurarme de que mi hermana


está bien — pronuncio y froto la palma de mi mano por el
costado de mi cara—. ¿Puedes darme eso?

Asiente y se inclina hacia adelante para besarme. Le ofrezco


mi mejilla y le doy una palmada en la mano.

—Te llamaré mañana —le digo mientras se aleja.

—Te amo —dice con lágrimas en los ojos.

—Yo también te amo.

Sale del coche y espero para asegurarme de que entra bien.


Sin embargo, mis pensamientos son un desastre.

—Te amo.
—Yo también te amo.

Pero, ¿lo hago?

La engañé, por el amor de Dios.

Mi relación con Amy tiene que pasar a un segundo plano.


Puedo reflexionar sobre todo ello cuando Rylie esté más estable.
Ahora mismo, ella es mi centro de atención. Ry es lo único que
me queda.

Cuando regreso, la casa está oscura. Rylie no está en el


sótano, así que subo a buscarla. La luz bajo la puerta del baño
brilla en el oscuro pasillo, indicando que está dentro. Estoy a
punto de llamar y preguntar si está bien cuando la puerta se
abra. Con grandes y tristes ojos marrones, me mira fijamente.
Su cara está libre de maquillaje. Todas sus pecas están a la
vista.

—¿Estás bien? —Mi voz es ronca y llena de emoción. Se ve


tan jodidamente rota ahora mismo.

El agua gotea de su cabello y se desliza por sus hombros


desnudos. Es entonces cuando me doy cuenta de que sólo lleva
una toalla. Su clavícula sobresale y está tan pálida.

—¿No has estado comiendo? —exijo, moviendo su cuerpo.

Ella mira más allá de mí por el pasillo. Sí, claro. Tía Becky. Lo
último que necesito es que venga a discutir sobre el peso de mi
hermana. Ya es bastante vulnerable. Le agarro la muñeca y le
pido que vuelva al baño, cerrando la puerta detrás de mí.

—Rylie —gruño—. Háblame, maldita sea.

Sus cejas oscuras se fruncen. —Nunca tengo hambre.

Aprieto la mandíbula. —Todavía tienes que comer.

Se encoge de hombros y eso me cabrea.

—Rylie, todavía tienes que comer.

Sus fosas nasales se dilatan y me da un pequeño empujón. —


Baja la voz. La tía Becky estará aquí forzando la comida en mi
garganta y Dios sabe qué otro tipo de medicina.

—Ven aquí —refunfuño, abriendo mis brazos.

Da un paso hacia mi abrazo y su cuerpo se relaja. En su


toalla, es más fácil notar lo huesuda que está. Me preocupa
muchísimo.

—Voy a secarme el cabello y luego me iré a la cama —


murmura.

La decepción me inunda. ¿Dónde está la chica de anoche?


¿La que charlaba sobre bandas y música?

Me aparto y agarro sus fríos bíceps. —Si me necesitas, sabes


dónde estaré.

Ella no responde pero se aleja. Dejo escapar un pesado


suspiro y la dejo en paz. Después de una ducha rápida en el
sótano, me pongo unos pantalones de baloncesto y apago las
luces. Me tumbo en el sofá y miro fijamente al techo en la
oscuridad. El sótano no tiene ventanas, lo que es bueno cuando
quieres dormir, pero ahora mismo, me siento atrapado.
Encerrado. Sin esperanza.

—No puedo dormir —susurra una voz suave.

—Yo tampoco.

No tengo que decirle que venga porque ya se está gateando


encima de mí, buscando mi comodidad. Arrastro la manta sobre
nosotros y le acaricio el cabello todavía caliente y seco. Soy
hiper-consciente de que sólo llevo un par de pantalones cortos.
Lo que sea que esté usando se siente delgado. Un par de
pantalones cortos para dormir y una camiseta sin mangas tal
vez. A través de su ropa, sus costillas huesudas se clavan en mí
mientras se sitúa. Me duele el corazón.

—¿Esto es normal? —pregunta, su voz apenas se escucha.

—¿Qué?

Su palma se desliza por mi pecho desnudo y sus dedos


revolotean por mi mandíbula. Luego, su pulgar se frota contra
mi labio inferior.

—No lo sé —miento. Está lejos de ser normal. Estoy seguro de


que si Amy o la tía Becky vieron la forma en que nos
acurrucamos por la noche, podrían tener algo que decir al
respecto.

¿Pero por qué?


No estamos haciendo nada malo.

¿Verdad?

—Lo normal está sobrevalorado —murmura, su aliento


caliente me hace cosquillas en el pecho.
Paso las yemas de mis dedos por su espalda sobre su camisa
y luego coloco mi palma en su espalda baja. Su respiración se
estabiliza y pronto está babeando en mi pecho mientras
duerme. Deslizo mis dedos hacia arriba y hacia abajo por su
espalda. No estoy seguro de si la estoy tranquilizando o si me
tranquiliza a mí hacer esto. De cualquier manera, me gusta. Me
siento tranquilo por primera vez desde que volví a casa para
descansar.

Es mi hermana.

Perdimos a nuestros padres.

Esto puede no ser normal para la mayoría de la gente, pero es


normal para nosotros.

Me despierto sudando. Enredado con otra persona. La estoy


aplastando contra los cojines con mi peso. Tanteo en la
oscuridad, buscando su cadera para moverla de la grieta del
sofá. En lugar de encontrar la cadera, encuentro piel desnuda
sobre sus costillas. Es sorprendente que estén tan definidas.
Froto mis dedos a lo largo de cada una, sumergiéndome en los
surcos entre ellas hasta que mi pulgar roza algo carnoso y
suave. Lleva un segundo darme cuenta de que acabo de tocar el
pecho de mi hermana. Por accidente y por la parte de abajo,
pero aun así lo toqué.

Mierda.

—No tengo hambre —murmura en el momento en que deslizo


mi pulgar sobre sus costillas.

Me quedo paralizado, preguntándome si me llamará enfermo


por haberla tocado. Debería disculparme, pero la vergüenza
tiene mis labios pegados. Me vuelvo hacia su cara y mi nariz
roza su mejilla.

—Me gustaría que intentaras comer —digo finalmente.

—Lo intentaré.

Últimamente, mi vida se siente tan jodida, pero en la


oscuridad, se siente bien. Con Rylie a salvo y cuidada, me
siento relajado y no tan jodidamente estresado.

—Cuando te gradúes, ¿puedo vivir contigo? —pregunta, su


aliento caliente me hace cosquillas en la cara.

—Sí —digo sin dudarlo. Amy tendrá que superarlo. Si eso es


lo que Rylie necesita para prosperar, que así sea.

—Todavía no te haré comida —bromea.

Mi corazón se aprieta en mi pecho. Es el primer signo de


felicidad en mi hermana que he visto en toda la noche. —Tendré
que encontrar algo para comer —digo, rechinando los dientes
como si buscara algo para comer en ella.
—Hudson —sisea, con una risa en su voz.

La muerdo juguetonamente. Su mandíbula al parecer. Ambos


nos congelamos.

—Estoy enferma —gime. Otro recordatorio.

—Tal vez yo también esté enfermo. —Presiono un beso en el


lugar donde la acabo de morder.

Deja escapar un gemido y sus dedos se arrastran por el lado


de mi brazo. Le beso la mandíbula otra vez. ¿O es su cuello?

—Me gusta cuando te ríes —susurro, mis labios rozando su


piel—. Me gusta cuando comes. —Le agarro sus costillas
desnudas otra vez—. Me gusta cuando estás feliz.

Nada tiene sentido ahora mismo.

En un esfuerzo por consolar a Rylie, he perdido de vista lo


que somos.

La oscuridad nos esconde.

Por un minuto, somos libres.

Su muslo se desliza sobre mi cadera. Los pensamientos


sucios corren desenfrenados en mi mente. Quizás debería
haberme tirado a Amy para aclarar mi mente porque ahora
mismo, mis pensamientos no están donde deberían estar.

—Rylie —gimo, mis labios se ciernen sobre su cuello—. No


creo que esto sea normal.
—Me gusta cómo me hace sentir esto.

Buscando un poco de autocontrol, aparto mis labios de su


cuello y deslizo la palma de mi mano lejos de su piel desnuda.
Había estado avanzando e iba a hacer algo más que un toque
accidental. Eso es lo último que necesito hacer. Joder a mi
hermana aún más.

—Tal vez deberías dormir en tu cama —refunfuño, odiando


las palabras que salen de mi boca.

—Por favor, no hagas que me vaya. —Su voz se quiebra al


final.

Acércala más, la abrazo fuerte. —Nunca. Sólo duérmete. De lo


contrario... —Mis palabras cuelgan pesadas en el aire—. Sólo
duérmete.

—Lo intentaré.

—Yo también lo intentaré.

—¿Hudson?

—¿Si?

—Por favor, no te pongas raro por esto mañana.

Sonrío y le beso el cabello. —Lo intentaré.

—Yo también lo intentaré.


8

RYLIE

—Camping. No sé... —La tía Becky se apaga.

Sé que está dividida entre controlarme y alejarme. Ella y


Randy nunca pudieron tener hijos. Creo que a casi dos meses
de tenerme viviendo aquí, se da cuenta de que esquivó una
bala. No soy fácil de ninguna manera.

—La haré tomar su medicina —asegura Hudson.

Me sonrojo cuando me guiña el ojo. Esta mañana, me


escabullí del sótano y me metí en la ducha porque necesitaba
alivio. Después de anoche, mi mente ha estado zumbando como
loco.

Mi hermano.

No le encuentro sentido.

Anoche fue... agradable.

La forma en que me tocó se sintió tan íntima. Como un


hechizo que no quería romper. En la oscuridad, es fácil ser
valiente. A la luz del día, me derrito bajo sus intensas miradas.

—Bien. Tengan cuidado. No bebas, Huds. Si ustedes flotan


por el río, tengan cuidado. No quiero una llamada diciendo que
mi sobrino y mi sobrina se han ahogado en el Niangua. —
Frunce los labios y luego nos despide—. Están dejando perder
la luz del día. Vete.

Un par de horas más tarde ya estamos en el coche que se


dirige al río. Son casi dos horas de viaje y deberíamos llegar esta
tarde con tiempo suficiente para disfrutar del sol. Hudson
enciende una lista de reproducción de las canciones que le he
estado enviando. Estoy demasiado mareada por el hecho de que
se haya tomado el tiempo para recoger las canciones.
Escuchamos a Radiohead mientras busco en Google campings.
Hudson me cuenta sobre su amigo Nick y algunos de los otros
jugadores de béisbol. Pero sobre todo, hablamos de mamá y
papá. Es terapéutico. No me gusta hablar con la tía Becky
aunque mamá fuera su hermana mayor. Tampoco estoy segura
de que Hudson hable mucho con Amy sobre ellos. Es como algo
sobre lo que podemos estrechar lazos. Nuestra pérdida.
Nuestros recuerdos. Nuestra familia.

—¿Amy no quiso venir con nosotros? —pregunto, mis ojos en


él.
Sus aviadores ocultan sus ojos, pero puedo decir que está
tenso por la pregunta.

—Ella no fue invitada.

—Oh.

Se inclina hacia adelante y baja la música. —Le dije que


quería concentrarme en ti. Hemos pasado por algunas cosas,
Ry. Creo que nos merecemos este tiempo para trabajar en las
cosas.

La emoción obstruye mi garganta. Todo lo que puedo hacer es


asentir con la cabeza. —Gracias por hacer esto.
Me muestra una sonrisa brillante que hace que mi ritmo
cardíaco se acelere. —Vamos a divertirnos.

La felicidad florece dentro de mí como una rosa de dulce


aroma. Admiro este nuevo florecimiento mientras recorremos el
camino cantando canciones. Dos horas pasan rápidamente y
pronto estamos cargando nuestro equipo en una balsa. Yo
quería una canoa porque se ven rudo, pero Hudson me pidió
que confiara en él.

Y como lo hago, acepté hacer la balsa en su lugar.

Después de ver a tres parejas diferentes en sus canoas


mientras pasamos, me alegro de haber escuchado. Hudson y yo
hemos podido sentarnos y disfrutar del paseo.

—Hace calor hoy —me quejo, pero me niego a quitarme la


camiseta. Ahora que Hudson ha señalado lo delgada que cree
que estoy, me da vergüenza que me vea en traje de baño.

—Aquí, déjame ayudarte a refrescarte. —Sonríe antes de


inclinarse a un lado y recoger el agua fría del río en su mano.
Grito cuando me lanza un puñado entero, empapando mi
camisa. Me quito las gafas de sol y me limpio el agua de la cara
con el dorso de la mano.

—Imbécil —espeto.

Se ríe y luego se sienta antes de quitarse la camiseta.


Rápidamente me pongo mis gafas de sol para no ser atrapada
apreciando su físico. El béisbol ha sido bueno para él. Juega en
tercera base y sus hombros son anchos. Sus bíceps son grandes
y definidos. Y los abdominales. Hudson tiene abdominales
contables. Sin darse cuenta de mi mirada, se sienta en sus
rodillas y usa el remo para guiarnos a la arena. Su trasero
también es definido y sus pantalones azul marino cuelgan tan
bajo que puedo ver una astilla de su trasero romperse. Cuando
nos acercamos a la zona de la playa, sale y salpica en el agua
antes de arrastrar la balsa conmigo y todo nuestro equipo en
ella a la playa como si no pesara nada.

—Podemos descansar aquí y comer. Y nadar ya que tienes


tanto calor —bromea. Coloca sus manos en sus caderas cónicas
y mira fijamente agua abajo. Le echo un vistazo a su V. El
rastro de cabello en su ombligo que desaparece en su bañador
es fascinante y hermoso. El contorno de su polla es grueso y
orgulloso en su bañador. No está erecto, pero es grande.

—¿Nadar primero o comer primero? —su mandíbula se


aprieta y sé que me ha pillado mirando.

El calor me inunda, haciendo que me ruborice. —Nadar. —


Definitivamente necesito refrescarme porque estoy bastante
segura de que estoy babeando.

Enferma. Enferma. Enferma. Enferma.

Pasa a mi lado, arroja sus gafas a la balsa y se adentra en el


río. Luego, se voltea y me mira fijamente, con sus brillantes ojos
verdes en plena exhibición. —Bueno, ¿qué estás esperando?

A que me crezcan tetas, caderas y muslos.

—No me mires —me quejo.

Se ríe pero se da la vuelta. Rápidamente me quito la camiseta


y los pantalones cortos, dejándome en un simple bikini naranja.
También dejo mis gafas de sol y me dirijo hacia él. Con mis
brazos cubriendo todo lo que puedo, corro junto a él hacia el
agua helada. Grito y me detengo cuando tengo el agua hasta la
cintura.

—¡Está demasiada fría! —grito—. ¿Por qué estamos aquí?

—Tienes que mojar todo tu cuerpo. Te acostumbrarás a ello.

—Mierda, no —discuto, pero es demasiado tarde. Su brazo


fuerte me rodea la cintura y me lleva en brazos. Hace mucho
frío—. ¡Idiota!

Luego nos sumerge bajo la superficie. Salgo hasta arriba y


balbuceo un montón de malas palabras. Mueve la cabeza,
enviando su cabello castaño hacia atrás, y me sonríe. Lindo,
juvenil y dulce. En absoluto como una persona que solo intentó
ahogarme.

—Cuidado —advierte—. No salgas demasiado lejos. La


corriente es fuerte. —Me agarra de la muñeca y me tira hasta
que ambos podamos tocar el fondo rocoso. Su otra mano se
agarra a mi cintura cuando me tambaleo, pero no me suelta. No
es que yo quiera que lo haga. El calor de sus dedos me calienta.

—¿Qué tal el béisbol? —pregunto, acercándome a él.

Él deja escapar un pesado suspiro. —El entrenador Brass me


ha dado mucho tiempo para poner mi cabeza en orden, pero
creo que su paciencia se está agotando. Me ponché dos veces en
el último juego. —Fruncen el ceño—. Sin mamá y papá viniendo
a los partidos, no... no lo disfruto mucho.

—Mamá estaría tan orgullosa —murmuro.


Sus fosas nasales se dilatan y mira hacia otro lado. —No, ella
me diría que sacara la cabeza del culo y le diera a la maldita
bola.

Ambos nos reímos porque es verdad.

—Y papá diría: 'Ahora, Lauren, está haciendo lo mejor que


puede. Dale un respiro al chico.' —Los pensamientos de mi
padre tratando de calmar a mi madre se desbordan a través de
mí y de repente nada es gracioso. Un quejido sube por mi
garganta.

—Shh —murmura Hudson mientras me acerca contra su


pecho.

Me sujeta con fuerza mientras le empapo el pecho con


lágrimas.

—Los extraño.

—Yo también.

Sus palmas frotan mi espalda de una manera reconfortante.


Me distraigo inmediatamente de mis emociones por mis padres
porque las grandes y fuertes manos de mi hermano se sienten
bien contra mi piel desnuda.

—Vamos —dice, su voz ronca—. Vamos a comer algo.

Lo sigo fuera del agua y lo miro cómo extiende una manta


sobre la arena. Luego, escarba en la hielera. Me lanza una
botella de agua. Bajo la mitad de la botella antes de cerrarla y
sentarme en la manta. Tumbada, me protejo del sol con el brazo
y cierro los ojos.
—Necesitas comer algo. —Se sienta a mi lado y el agua de su
cuerpo gotea sobre el mío.

—Más tarde.

Me pone una uva en los labios. —No. Ahora.

Acepto la uva y me encuentro queriendo otra. Uno a uno,


alterna alimentándonos con uvas. Cuando está satisfecho de
que hayamos tenido suficiente, se levanta y las vuelve a meter
en la nevera.

—Te estás quemando.

Háblame de ello.

—Estoy bien —murmuro.

Algo frío me recorre el abdomen y chillo.

Me sonríe. —Necesitas protector solar. —Su sonrisa cae


cuando comienza a frotar el protector solar en mi estómago.

—Hudson...

—¿Si?

—Gracias.

Su palma frota rigurosamente todo mi estómago hasta que lo


unta. Su mano pasa dos veces por la parte inferior de mi
estómago y dejo escapar un pequeño gemido. Gracias a Dios,
ignora los sonidos vergonzosos que provienen de mí. Continúa
con su tarea y se echa más protector solar, esta vez en la mano.
Mis hombros reciben la atención a continuación. Luego mi
cuello. Mi clavícula.

—¿Me echaras en la espalda también? —pregunto,


desesperada por que siga tocándome.

—Date la vuelta.

Me tumbo boca abajo primero y vuelvo a chillar cuando me lo


echa en la espalda. Pero luego sus cálidas y poderosas manos lo
extiende por mi espalda. Sus dedos se deslizan a lo largo de mis
lados y me estremezco.

—Esto es un obstáculo — me dice, su voz baja, casi un


susurro.

Él agarra las cuerdas atadas a la mitad de mi espalda y las


retira. Luego, me frota perezosamente y lentamente. Estoy
segura de que el protector solar está más que untado, pero no
deja de frotarme la espalda.

—Esto se siente bien —murmuro.

—Lo sé.

—¿Quieres que te ponga un poco? —pregunto.

Pasa sus dedos por mi columna. —Sí, quiero.

—¿Quieres arreglar mi traje de baño?

Una pausa.
—Sí.

Lo ata y cuando me siento en mis rodillas para mirarlo, me da


la espalda. Agarro la botella de protector solar y me pongo un
poco en las manos. Pasando mis manos sobre sus musculosos
hombros, me tomo mi tiempo para untárselo. Al principio, está
tenso, pero luego se relaja. Estamos en silencio mientras me
muevo hacia su frente. Sus piernas están estiradas delante de
él. Atrevidamente, me pongo a horcajadas sobre sus muslos, de
cara a él. Ninguno de los dos habla o mira al otro. Es como si
estuviéramos conteniendo la respiración colectivamente. Me
concentro en ponerle el protector solar. Su aliento se agita
cuando mis dedos rozan su estómago. Entre nosotros, puedo
decir que se está poniendo duro. No quiero que se asuste y mate
el momento, así que trato de distraerlo.

—¿Qué haremos esta semana? —pregunto, echando un


vistazo a su cara.

Su mandíbula está apretada mientras sus intensos ojos


verdes se clavan en los míos. —¿Qué quieres hacer?

—Quiero ver la tumba de mamá y papá.

—Por supuesto —dice con voz ronca. Sus ojos caen en mis
labios y luego mira hacia otro lado—. Deberíamos irnos. Quiero
encontrar un lugar mejor para acampar.

Como si no pesara nada, me agarra de las caderas y me saca


de su regazo. Mi corazón se hunde hasta que noto su erección
acariciando su bañador que trata desesperadamente de ocultar
de mí.
Tal vez sea cierto.

Tal vez él también esté enfermo.


9

HUDSON

Estoy perdiendo la cabeza.

Con rapidez.

Siento que en algún lugar desde la muerte de mis padres,


hemos cruzado una línea. Cruzamos una línea que los
hermanos y hermanas normales no cruzan. Una línea que de
alguna manera pasamos sin darnos cuenta.

Mierda.

No sé qué hacer. Mi mente se tambalea y aun así no puedo


apartar los ojos de ella. Cada risa me tiene como rehén. Cada
sonrisa que me sorprende mirando.

—¿Allí? —pregunta, señalando donde algunas personas están


acampando.

Preferiría no hacerlo, pero nos estamos quedando sin


opciones. Está oscureciendo y estar en el río de noche no es
seguro.

—¡Oye! —grita un hombre con una barriga gigante y una gran


barba gris—. Pueden acampar aquí. No mordemos.

Una mujer con una barriga igualmente grande se ríe. —Habla


por ti mismo, Danny.
Rylie se ríe de ellos y toma la decisión por mí. Acamparemos
con estos ancianos. Salto y Danny se mete en el agua para
ayudarme. Juntos, tiramos de la balsa en las orillas.

—Soy Danny Franklin y esta es mi esposa, Joya.

—Ustedes llegaron justo a tiempo. La cena está en el fuego —


dice ella, sonriendo. Le falta su diente frontal, pero tiene ojos
amables.

—Algo caliente le gana a los sándwiches fríos de la nevera —


digo con una sonrisa—. Soy Hudson y este es mí...

—Tu novia es tímida —interrumpe Danny, con una amplia


sonrisa en la cara—. Soy como Santa, nena. Una vez que me
conoces, quieres sentarte en mi regazo.

Ni Ry ni yo lo corregimos.

Joya resopla y le da una bofetada en el brazo. —Asustarás a


estos niños. Hudson, ignóralo. ¿Cariño?

—Rylie —responde—. Gracias por invitarnos.

Rylie viene a pararse a mi lado. Está nerviosa. La rodeo con


un brazo y la traigo hacia mí.

—¿Por qué no vas a ayudar a Joya y yo trabajaré en la


instalación de nuestro campamento?

Ella asiente y sigue a Joya hacia el fuego. Danny me guiña el


ojo.
—Joya tenía dieciséis años cuando nos conocimos. Le puse
tres bebés antes de que cumpliera veintiuno —presume—. Tu
chica es joven, ¿eh?

—Cumplirá dieciocho años en abril.

Asiente con la cabeza. —No soy la ley. Tu secreto está a salvo


conmigo.

Debería decirle que es mi hermana, pero hay algo prohibido y


atractivo en fingir que no lo es. —Gracias.

Silba y parlotea mientras levantamos mi pequeña tienda. Es


para uno, pero Rylie es pequeña y le gusta acurrucarse de todos
modos.

—Ronco —advierte—. Así que no te preocupes por hacer


ruido. —Mueve las cejas.

Riendo, pongo mi mano sobre su hombro. —Estaremos en


silencio.

Cuando el sol desaparece por completo, la temperatura baja.


Rylie está de pie junto al fuego, temblando mientras come un
perro caliente. Bajo el mío rápidamente y localizo la manta de
nuestra tienda. Cuando vuelvo, me siento en la arena y hago un
movimiento para que Rylie se siente conmigo. Ella corre hacia
mí y se sienta entre mis piernas abiertas. Envuelvo la manta
alrededor de nosotros y la caliento.

Ella voltea la cabeza y susurra: —Creen que somos novios.

Acariciando mi nariz contra su cabello que huele a sol, agua


de río y protector solar, la inhalo. —Lo hacen.
—No los corregiste.

—Tampoco tú.

Mi palma se desliza por su brazo y enlazo mis dedos con los


suyos. —No es asunto suyo de ninguna manera.

—Míralos susurrando —dice Joya y le da una bofetada al


brazo de Danny—. ¿Recuerdas cuando éramos jóvenes y
adorables así?

—Ahora somos viejos y adorables —explica Danny riéndose.

Me contento con sostener a Rylie. Me encanta la forma en que


su cuerpo tiembla cuando se ríe de sus bromas. Las líneas son
definitivamente borrosas porque por un momento, me engaño a
mí mismo pensando que en realidad somos una pareja. Aquí
mismo, en las orillas arenosas del río, no somos hermano y
hermana. No estoy en una relación comprometida con Amy
Kent. Sólo somos dos personas. Dos personas a las que les
gusta tocar.

Danny y Joya parlotean hasta que encuentro mi cabeza


asintiendo. Rylie se ha dormido. Les agradezco la comida y
luego la despierto. El aire es fresco, así que nos apresuramos a
nuestra tienda. Es muy pequeña, pero al final nos acostamos y
nos acurrucamos bajo la manta. Estamos pegajosos y
apestosos, pero eso no impide que nos aferremos al otro.

—¿Hudson?

—¿Sí, Ry?
—Hoy fue divertido. —Su palma se extiende sobre mi pecho
desnudo—. No puedo recordar la última vez que me divertí.

—Hmm —digo, sonriendo—. ¿Tu cumpleaños?

Ella resopla. —Llovió en la barbacoa. Eso no fue divertido.

—Pero la pelea en el barro que papá empezó lo fue —discuto.

Su cuerpo se tensa y yo la sostengo más fuerte. —Fue


divertido, Ry.

—Lo fue. —. Solloza—. La Navidad no fue divertida.

Mi estómago se siente vacío ante sus palabras. La Navidad no


fue divertida. Fui un idiota con ella. Mamá se preocupaba por
ella y yo me enojé. Ahí estaba yo, apenas regresé de estar en la
escuela, y Rylie estaba una vez más haciendo las cosas difíciles.
Pero mirando hacia atrás, vi el dolor desenmascarado en sus
ojos. Era demasiado egoísta para querer ayudar como lo
hicieron mamá y papá. Todo lo que me importaba era yo mismo.
Y meterme entre las piernas de Amy.

—¿Por qué estabas tan alterada esa noche? —pregunto, mi


voz ronca. Ella sabe qué noche. La noche en que terminé
gritándole a mi madre que dejara de consentirla y me fui
furioso. Pasé la noche con Amy y no volví a casa hasta la cena
del día siguiente.

Se pone rígida y deja salir un triste suspiro. —Porque te


extrañé. Cuando no estás en casa, es solitario. Es como si
llenaras el espacio con vida. Estabas en casa y luego hacías
planes para ir a ver a Amy. No sé cómo explicarlo. Sólo estaba
molesta.
—Estoy aquí ahora —murmuro—. Lo siento, Rylie. Siento
haber sido un hermano horrible.

—Sigues diciéndome eso, pero, mira, yo no lo vi de esa


manera. Sólo quería pasar tiempo contigo.

La carpa está abarrotada, pero necesito consolarla. Ruedo


hasta que ella está casi debajo de mí. Mi pierna desnuda se
entrelaza con la de ella debajo de la manta y mi palma se
desliza por su estómago sobre su camiseta.

—Estoy tratando de ser una mejor persona —lo admito. Le


aparto el cabello de la cara y le toco los labios con las yemas de
los dedos.

—Siempre fuiste mejor persona que yo. Te adoraba —respira.

—¿Y ahora? —Mi voz es ronca.

—Todavía lo hago.

—¿Qué nos está pasando? —Descanso mi cabeza en mi brazo


mientras acaricio su cabello con mi otra mano—. ¿Por qué me
siento tan desesperado por arreglar nuestra relación?

Ella gira la cabeza, su aliento caliente me hace cosquillas en


la cara. —Porque soy todo lo que te queda.

Inclinándome hacia adelante, planto un beso en su mejilla. —


Es más que eso. Creo que con la muerte de mamá y papá, mis
ojos están finalmente abiertos a lo que es importante. Toda la
mierda que me preocupaba antes ya no importa.
—Me alegro de que hayas vuelto esta semana —murmura—.
Estaré triste cuando te vayas.

Beso su mejilla de nuevo. Solo un pequeño beso. Y luego


inclina la cabeza hacia mí. Puedo sentir su respiración tan
cerca. Presiono mis labios contra los de ella porque se siente
bien.

—¿Hudson?

—¿Sí, Rylie?

—Estoy enferma y tú también te has contagiado.

Beso sus labios una vez más antes de recostarme. —Estaré


bien, Ry. No te preocupes por mí.

Se acurruca contra mí y me susurra en el pecho: — Sin


embargo, me preocupa que me vaya a matar.

—Oh, mierda —me quejo cuando llegamos a la entrada de la


casa de la tía Becky—. Olvidé hacerte tomar tu píldora.

Rylie se encoge de hombros. —No la necesito.

—Sí la necesitas. —Busco detrás de su asiento y la saco de mi


mochila—. Aquí.
Ella suelta un bufido, pero roba mi Mountain Dew3 para
tomar su pastilla. —Ahhh. Ahí está. ¿Contento?

Agarro su mano y la aprieto. —No quiero que te hagas daño.


Esas píldoras te ayudan.

La tensión sale de ella y asiente. —Lo sé. Lo siento. He estado


bajo el control de la tía Becky durante demasiado tiempo. Me
hace sentir como si estuviera en un manicomio y ella es mi
malvada enfermera.

Ambos nos reímos porque la tía Becky es una especie de


maniática del control.

Mi teléfono suena y gimo. He estado evitando las llamadas de


Amy. Injustamente. Es mi novia y no puedo evitarla para
siempre.

—Date una ducha —me burlo—. Apestas. Voy a descargar


todo esto.

En cuanto sale, llamo a Amy.

—Hola, Hudson —ella saluda.

—Hola, nena.

—Esta noche tienen una fiesta en el centro de la ciudad.


Deberías venir. Ayudaré a mamá a administrar la tienda, pero
me dejará salir temprano y quizá podamos ver las bandas o algo
así.

—Sí, por supuesto.


3 Mountain Dew es un refresco cítrico fabricado por la compañía PepsiCo.
—Te he echado de menos. Pensé...

—¿Qué?

—Pensé que podrías venir solo —murmura, con vergüenza en


su voz.

La ira se hincha dentro de mí. Por supuesto que debería


sentirse avergonzada. Me pide que deje atrás a mi hermana
sabiendo que últimamente está frágil.

Amy estalla en lágrimas y habla antes de que pueda


responder. —Lo siento. Hud lo siento. No debería haber dicho
eso. Sólo te echo de menos y quiero pasar tiempo contigo.

Me relajo y paso los dedos por mi sucio cabello. —Estaré allí.


Te veré pronto.

—Te quiero —dice.

—Yo también.

Apago mi teléfono y paso la siguiente media hora descargando


el carro. Mi mente está en otra parte mientras me ducho y me
preparo. Cuando finalmente salgo del baño, Rylie está
durmiendo el sofá. Lleva un par de mis sudaderas Razorback y
una camiseta sin mangas. Su cabello está recogido en una cola
de caballo, aún húmedo, y su nariz y mejillas están rojas por las
quemaduras del sol.

Debería dejarla dormir.

Escapar para no herir sus sentimientos.


Pero...

Le hago cosquillas en su pie desnudo hasta que sus ojos se


abren.

—Amy quiere que vayamos a una fiesta del barrio —miento—.


Podrías alejarte de la tía Becky.

Se sienta y bosteza antes de ponerse de pie. —No tienes que


pedírmelo dos veces. Estaré lista en veinte minutos. —Sube las
escaleras, llena de energía para alguien que estaba durmiendo.

Estoy haciendo lo correcto.

—Y las recibimos ayer —dice Amy mientras me muestra unas


velas nuevas.

No me importan las velas, pero de todas formas fuerzo una


sonrisa.

—Bonito.

Un cliente le hace a Amy una pregunta sobre las velas y ella


comienza a contarles todo sobre ellas animadamente. Me
escabullo en busca de Rylie. Se apoya contra una pared
mirando al suelo, luciendo dolorosamente fuera de lugar. Mis
ojos recorren su apariencia y me pregunto cuándo será mayor.
Lleva un vestido azul marino con estampado floral, una
chaqueta vaquera y botas vaqueras. Parece algo que la tía
Becky le compró y estoy feliz de que al menos esté tratando de
hacer feliz a nuestra tía.
Su cabello ha sido recogido en un moño desordenado y los
zarcillos enmarcan su cara. Se tomó el tiempo de ponerse rímel
y lápiz labial, pero el rojo de sus mejillas es natural del sol. Me
parece que es muy bonita. Demasiado bonita.

Sacudiendo mi cabeza, me pregunto si otros también lo verán.


Un chico cercano a su edad de pie con otro chico sigue
mirándola. Una oleada de molestia surge dentro de mí.

—Vamos a dar un paseo. Ella va a estar aquí por un tiempo


—le digo a Rylie.

Levanta la mirada y me mira con una cálida sonrisa. —Me


gustaría salir de aquí.

Uno al lado del otro, pasamos junto al chico de ojos errantes y


lo miro con el ceño fruncido hasta que mira hacia otro lado.
Una vez afuera en el cálido aire de la tarde, paso mi brazo por
encima del hombro de Rylie y la acompaño por la acera. Se
inclina hacia mí mientras caminamos, su brazo me abraza por
la cintura.

—¿Chocolate? —pregunto, señalando la tienda de chocolate.

—¿Qué tal el de Dizzy Dunlap?

La tienda sobresale como un pulgar dolorido. Una luz


estroboscópica parpadea desde el interior de la ventana. El olor
del incienso es fuerte cuando entramos por la puerta. El lugar
está lleno de gente, oscuro y ruidoso. Una canción de Jimi
Hendrix suena en los altavoces.
—Este lugar es una locura —digo, inclinándome en su oído.

Me mira y sonríe, la luz negra hace que sus dientes se vean


más blancos y su piel más oscura. Su mano se envuelve
alrededor de la mía y me lleva más adentro de la tienda. La dejo
guiarme hasta que llegamos a una habitación donde hay gente
sentada en sofás y sillas que no encajan. Así como una pareja
deja libre una silla de gran tamaño, nosotros la robamos. Me
siento en la silla y ella se sienta en el brazo. En el rincón oscuro
de la habitación, dejo que mi mirada recorra su muslo
bronceado. Ella apoya sus tobillos en el otro brazo, así que sus
piernas están estiradas sobre mí.

—¿Qué quieres para tu cumpleaños el mes que viene? —


pregunto, teniendo que gritar por la música alta.

—Un tatuaje.

Levanto las cejas. —¿Un tatuaje? ¿Dónde?

—Aquí —dice y pasa el dedo por las costillas.

—Mamá se cagaría.

Se encoge de hombros. —Mamá no está aquí.

Los dos nos quedamos callados por un momento.

—Te llevaré. Puede ser mi regalo para ti —le digo, mi voz


ronca.

Se inclina hacia adelante y me abraza el cuello. —Gracias,


hermano.
Cuando se aleja, mis ojos vuelven a viajar a sus delgadas
piernas. Deslizo mi nudillo a lo largo de la parte inferior de su
pantorrilla. Los vellos de su pierna son espinosos.

—Te olvidaste de afeitarte —me burlo.

Su sonrisa cae y me mira como si la hubiera golpeado. —No


tienes que ser un imbécil. —Se empieza a levantar, pero le
agarro la muñeca justo cuando está de pie.

—¿Qué pasa?

Sus brillantes ojos blancos bajo la luz negra brillan con


lágrimas. —No puedo afeitarme.

—¿Por qué no?

—¡Porque la tía Becky no me deja!

Ella trata de alejarse de mí, pero yo soy más fuerte. La tiro en


mi regazo y la abrazo. Al principio está tensa, pero luego se
relaja. Su cuerpo se enrosca en el mío y sus lágrimas empapan
mi camisa.

—Shhh —murmuro mientras la acaricio sobre su chaqueta de


vaquero.

—Tiene miedo de que me corte.


10

RYLIE

Sus dedos frotando arriba y abajo en mi espalda detienen sus


atenciones. —Ella sólo está tratando de protegerte —dice, su voz
ronca.

—No necesito protección. —Empiezo a levantarme de nuevo,


pero su palma se agarra a mi muslo desnudo, deteniéndome. El
calor me invade. Debería mover su mano, pero encuentro que
mi cuerpo se convierte en gelatina al tocarme.

—Sí, la necesitas. — Sus dedos frotan mi piel de una manera


reconfortante.

Me estremezco. —No lo hago. No me voy a cortar las muñecas


con una cuchilla de afeitar. ¿Sabes lo vergonzoso que es que te
digan que no puedes afeitarte cuando tienes casi 18 años?

Sus cejas se fruncen. —Lo haré por ti.

Parpadeo. —¿Me afeitarás las piernas?

—Y debajo de tus brazos.

Las imágenes de él en la ducha conmigo, afeitándome las


piernas mientras sostengo el cabezal de la ducha desmontable y
entre mis muslos inundan mi mente, haciendo que mi piel se
caliente.
—Te estás sonrojando —se burla, su palma nunca deja mi
muslo.

Porque estoy enferma.

Porque te quiero de maneras que no debería.

—No lo estoy.

Bajo la luz negra, sus ojos parecen salvajes e indómitos.


Peligrosos incluso. Me gusta verlo así. Atrevido y
despreocupado.

—¡Ahí están!

La voz de Amy me hace saltar del regazo de Hudson y alisar


mi vestido. Se pone de pie de un salto y me lanza una mirada
intensa antes de aceptar su abrazo. Ella mira más allá de él, los
celos brillan en sus ojos. Los celos son mucho más brillantes y
obvios en este lugar.

Quiero recordarle que es mi hermano.

Que no puede estar celosa de nuestra relación porque somos


familia.

—Vamos, chicos. La banda que quería que vieran está a


punto de empezar —dice Amy. Tira de la mano de Hudson y lo
aparta de mí.

Todo lo que puedo hacer es seguir.

Sola.
Salimos de la tienda y Amy balbucea con la gente que conoce.
Se encuentran con un grupo de chicos con los que fueron al
instituto. Reconozco algunas caras, hermanos de los chicos
mayores. Nadie con quien yo hable. El grupo pasa por delante
de las manadas de gente a un escenario que se ha montado en
medio de la calle.

Se me hace agua la boca cuando siento el olor a muslos de


pavo cocinados por un vendedor estacionado cerca. Quiero
preguntarle a Hudson si quiere compartir uno como cuando
éramos niños, pero está en una acalorada conversación con un
tipo sobre béisbol. Me alejo hasta que encuentro un banco.

Si mamá estuviera aquí, se quejaría de los zapatos que estaría


usando. Siempre era una persona que marcaba tendencia, pero
no en práctica. Papá se ofrecería a llevarla en su espalda. Ella
se lo negaría, por supuesto, porque siempre estaba sufriendo.
Hudson se quitaba las zapatillas y se las ofrecía a mamá,
diciendo que no le importaba si iba descalzo. Todos nos
reíamos...

—¿Alguien está sentado aquí? —pregunta una voz.

Levanto la vista para ver a un chico que había visto en la


tienda de Amy mirándome. Va a la escuela conmigo. Travis
Mayes. —Todo tuyo —respondo.

Se sienta y su muslo roza el mío. —Esta banda apesta.

Riendo, miro hacia el escenario. —Lo hacen. Aunque a ella le


gustan. —Señalo a Amy mientras baila como una idiota.
Hudson sigue conversando profundamente con el único tipo.
—Deberías venir conmigo y mis amigos al Club Exodus una
noche. Las bandas son mucho mejores que esto.

—¿El Club Éxodus no hay que tener veintiún años o más?

Su sonrisa es retorcida. —Antes de que mi hermano fuera a la


cárcel, entró en el Departamento de Vehículos Motorizados y
robó un montón de mierda. Hago identificaciones falsas todo el
tiempo para mis amigos. —Empuja mi hombro con el suyo—.
Podría conseguirte una, amigo. Lo que quieras, puedo hacer que
suceda. Tengo mis métodos, gracias a mi hermano.

—Él suena como una gran influencia —digo inexpresiva.

Resopla, pero sus ojos brillan. —Mi hermano me enseñó todo


lo que sé. Soy más inteligente que él. Si alguna vez necesitas
algo, puedo conseguírtelo. Yo también cobro barato.

—Lo tendré en cuenta —digo y luego me quejo—. Esta banda


realmente apesta.

—Definitivamente apesta. Por cierto, no te he visto


últimamente en la primera hora —dice—. ¿Todo está bien,
además de, ya sabes...?

Muevo la cabeza para mirarlo. —¿Además de perder a mi


madre y a mi padre en la misma noche? Todo está muy bien.

—No quise decir eso —murmura—. Sólo me preguntaba cómo


eran las cosas en casa.

Las lágrimas me queman los ojos y me ahogo con mis


palabras, irracionalmente enojada con él. —¿En casa? Travis,
no tengo casa. El único hogar que conocía está siendo alquilado
por otra familia ahora.

—Oye —lo intenta suavemente, su mano acariciando mi


muslo—. Sólo decía...

—Rylie —ladra Hudson.

Cuando levanto la vista, Hudson se pone delante de mí, con


sus manos en los costados. La furia se desprende de él en
oleadas. Puedo decir que está a segundos de golpear con su
puño la nariz de Travis.

—Estoy bien —gruño.

Travis aparta la mano y se pone de pie. —Nos vemos, Rylie.

Hudson, con la mandíbula apretada, observa a Travis hasta


que desaparece entre la multitud. Entonces, gira su intenso
resplandor hacia mí.

—¿No son geniales? —Amy dice mientras baila hacia


nosotros. Sus grandes tetas rebotan y la odio. La odio porque ha
estado con mi hermano. Él ha estado dentro de ella. La odio por
eso.

—Sí —Hudson y yo respondemos al mismo tiempo.

Me sonríe y compartimos un momento de silencio. La banda


apesta.

—Bailemos. —Ella le agarra las manos e intenta que se


mueva al ritmo de la música.
—En realidad —dice él con el ceño fruncido—. La tía Becky
llamó. Quiere que Rylie vuelva a casa. Se está haciendo tarde.

—Oh. —Su labio inferior hace pucheros—. ¿Entonces te veré


mañana?

—Sí, por supuesto.

Se pone de puntillas y pasa los dedos por su cabello,


atrayéndolo hacia su boca. Se besan y quiero vomitar. Me
apresuro a ponerme de pie y me dirijo a la camioneta para
darles su privacidad. Pero antes de que me aleje demasiado,
Hudson se pone a mi lado.

—No tenías que dejar de besarte con ella por mí —digo


amargamente.

No dice nada hasta que estamos en el aparcamiento,


caminando entre los coches. Encontramos su camioneta, pero
no entra. En vez de eso, me sigue a mi lado y me detiene antes
de que pueda entrar.

—¿Quién era ese tipo? —exige.

Lo miro fijamente con la boca abierta. —¿Travis? Es un chico


de la escuela.

—Aléjate de él. Es un problema. —Cruza los brazos sobre el


pecho, acentuando lo grande que son sus bíceps.

Poniendo los ojos en blanco, lo empujo lejos de mí. —¿Por qué


te importa?
Acecha hacia adelante y me atrae hacia él contra su sólido
pecho. —Porque me importa.

Me derrito contra él y envuelvo mis brazos alrededor de su


cintura. Me abraza con tanta fuerza que me pregunto si me
aplastará las costillas. Me gusta. Me gusta que me asfixie. Su
agarre se relaja y frota mi espalda.

—Vamos —murmura—. La tía Becky no llamó realmente. Esa


música era una mierda y yo estaba tan jodidamente sobre ella.

Me río cuando él se aleja y toma mi mano. Unimos los dedos.


Me guía entre autos hasta llegar a un parque. Está oscuro, pero
la luna brilla sobre el equipo del patio de recreo, lo que le da un
aspecto de embrujado.

—¿Recuerdas cuando te escapaste? —le pregunto, una risa


saliendo de mí.

Me muestra una sonrisa infantil que hace que se me revuelva


el estómago. —Estaba loco.

—Te golpeaste.

—Y, en ese momento, era el fin del mundo.

—Mamá estaba muy preocupada, pero yo sabía dónde irías —


le digo con una sonrisa.

Me guía hasta el columpio y nos sentamos los dos.

—Cuando te vi, pensé que estabas ahí para delatarme —


admite—. Pero...
—Yo también estaba huyendo. —Mi voz es alegre. Recuerdo
que empaqué mi pequeña mochila de Barbie y la llené con los
bocadillos que le gustan a Hudson. Cuando mamá estaba
preocupada, me escabullí para ir a buscar a mi hermano.

—Estaba enojado al principio, pero luego me alegré de que


estuvieras allí porque tenía mucha hambre —dice—. Y estaba
aburrido.

Me empujo en el columpio. El viento del movimiento hace que


mi vestido vuele hacia arriba. Un escalofrío me atraviesa.
Hudson no se mueve, simplemente se mece un poco en su
columpio. Bombeando más y más fuerte, trato de ver qué tan
alto puedo llegar. Este solía ser un juego que jugaba conmigo
cuando era más joven, para ver si podía dar la vuelta. Nunca
pude.

Hudson se levanta y camina por el perímetro del patio de


recreo sin dejar de mirarme. Observo cómo se sube al parque
infantil como si fuera un mono. Desaparece dentro de la torre.
Cuando estoy tan alto como creo que llegaré, salto del columpio
y aterrizo con un ruido sordo. Luego, corro tras él. Subo a la
cima y lo encuentro sentado con la espalda apoyada en la
barandilla de madera. El espacio es pequeño, pero hay
suficiente espacio para sentarme junto a él.

—¿Rylie?

—¿Si?

—Me duele la cabeza.

Frunzo el ceño y me giro para mirarlo. —¿Estás enfermo?


Sus intensos ojos verdes se clavan en los míos. —Muy.

—¿Necesitas medicina?

Sacude la cabeza. —No lo creo.

—Lo siento.

Su mano encuentra la mía y enhebra sus dedos con los míos.


—No lo siento.

Mi corazón se acelera con sus palabras. —Travis es sólo un


chico de mi clase. No tienes que... —estar celoso—. Preocúparte.

—Necesito ayuda —murmura—. Consejo.

Giro mi cuerpo y me siento con las piernas cruzadas frente a


él. —Puedo intentarlo.

Sus ojos van de mis ojos a mis labios y a mi garganta. Luego,


los pasa por el resto de mi cuerpo hasta que caen en nuestras
manos. La mía cubre la suya y la suya se ha posado de mi
muslo desnudo.

—Estoy preocupado por mí y Amy —murmura—. Creo que


necesitamos un descanso.

Dejé escapar un suspiro irregular. —¿Por qué?

—Estoy demasiado distraído.

—¿Por qué?

—Por ti.
El calor me pica en la piel y me muerdo el labio inferior. La
vergüenza me invade, pero se mezcla con deleite.

—Estás sonriendo —dice y también sonríe—. Estás feliz.

—No lo estoy —miento.

Él sonríe. —Entonces, ¿qué hago al respecto?

—No lo sé. —Me estremezco. No hace frío, pero mis nervios


están vivos.

—Ven aquí —gruñe.

Me siento y me deslizo en su regazo, a horcajadas. Espero que


me diga que estoy sentada sobre él de forma inapropiada, pero
él apoya sus manos en la parte baja de mi espalda y me sonríe.
Nuestros ojos están cerrados, pero ninguno de los dos habla.
Esta duro debajo de mí. La polla de mi hermano está dura por
mi culpa. Me hace querer frotarme contra él, pero soy
demasiado tímida. No tengo el valor de hacerlo aunque lo desee
desesperadamente.

—¿Todavía tienes frío? —repite.

—Más o menos —miento.

Me inclino hacia su pecho e inhalo la piel de su cuello. Sus


palmas se deslizan hacia mi trasero y me acerca. Mi aliento se
agita cuando me froto contra su erección a través de sus
vaqueros. No me quita las manos del trasero.
—Hudson —susurro. Quiero preguntarle qué está pasando.
Preguntarle por qué me gusta tanto. Si no temiera su rechazo,
le preguntaría si él también lo quiere.

Me lleva hacia él otra vez, con sus dedos clavados en mi


trasero. Otro maullido se me escapa. Froto mis labios a lo largo
de su cuello. El impulso de lamerlo es abrumador, pero me
abstengo, apenas.

—Mierda, Rylie. —Su voz es apenada. Los dedos me muerden


una vez más mientras usa mi cuerpo para la fricción—. Mierda

Me levanto para mirarlo. Sus ojos verdes brillan de emoción.


Necesidad y deseo. Para mí. Estoy borracha de su mirada.
Deslizo mis dedos en su cabello.

Quiero besarlo.

Enferma. Enferma. Enferma.

Él me presiona contra él otra vez. Esta vez, un fuerte gemido


me sale de la garganta. Sus ojos salvajes se cruzan con los
míos. Suplicando y rogando. ¿Para qué? No lo sé.

Mis bragas están empapadas y me pregunto si puede oler mi


excitación. Es embriagador y espeso en el aire. Debería
avergonzarme porque es mi hermano, pero también tiene fiebre.

Perdido y enfermo.

Enfermo y perdido.

Sus palmas abandonan mi culo y luego se deslizan por mis


muslos. El fuego arde en sus orbes. Me balanceo contra él,
instándole a seguir adelante. Él gime y sus dedos se deslizan
bajo mi vestido. Ambos aspiramos un aliento fuerte.

—Rylie —gime.

Me inclino hacia adelante y le beso los labios. Como anoche


en la tienda. Suavemente. No estoy segura. Y me muerde como
lo ha hecho antes. Pero esta vez no en mi mandíbula. Es en mi
labio inferior. Se suelta y nuestros labios se vuelven a juntar.

Estoy ardiendo.

La fiebre, esta enfermedad, me está enloqueciendo.

Separo mis labios y respiro en su boca. Aspiro su aroma.


Robo su aire. Devoro su gemido. Su lengua roza la mía. Es
extraño en mi boca, pero me gusta el sabor. Una adicción
instantánea. Quiero más.

Dos pulgares se deslizan a lo largo de las costuras de mis


bragas en mis muslos. Estoy en un estado de locura porque
quiero que los deslice bajo la tela. Me aprieto más contra él,
desesperada por sentirlo en todas partes.

—Hudson —murmuro contra su boca—. Más.

Gime y desliza sus palmas bajo mi vestido hasta mis caderas.


Con sus manos, me usa para follar en seco. Ambos estamos
enfermos, enfermos, enfermos. Me estoy mareando con la
necesidad de correrme. Es más poderoso e intenso que
cualquier momento en la ducha. Esto es real. Mi fantasía cobra
vida.

Estoy tan cerca.


Tan cerca.

Su teléfono empieza a sonar y ambos nos congelamos. Me


alejo para encontrar sus ojos aterrados en los míos.

—Mierda —sisea con dureza mientras saca el teléfono de su


bolsillo—. ¿Sí? —Su voz suena ronca y culpable. Una palma de
su mano sigue debajo de mi vestido en la cadera—. ¿Qué? Uh,
no. Dimos un paseo por el parque. —Hace una pausa—. La tía
Becky estará bien. Ella confía en mí para cuidar de mi
hermana. —Otra pausa—. Bueno, nos vemos en un minuto.

Cuelga y abre los ojos. —¿Qué coño acabamos de hacer?

Con sentimiento de culpa, me deslizo lejos de él y enderezo mi


vestido. Mis bragas están empapadas y físicamente me duele y
me duele por él. —No lo sé.

—Lo siento —espeta mientras se pone de pie y pasa sus dedos


que estaban sobre mi piel desnuda por su cabello—. Lo siento
muchísimo.

No es cierto.

Yo también me levanto y sacudo la cabeza. —Hudson...

—Por favor, perdóname —suplica, el dolor torciendo sus


rasgos.

No hay nada que perdonar.

—¡Hudson! —Amy llama desde algún lugar cercano.


Su pulgar roza mi barbilla antes de bajar por el parque de
juegos y huir de mí como si realmente estuviera llevando la
enfermedad.

Pero ya la ha agarrado.

Ya la ha agarrado, mierda.
11

HUDSON

Amy me frunce el ceño cuando paso por el columpio hacia


ella.

—Oye —gruño, esperando no tener todavía una erección.

—Hola. —Su mirada pasa rápidamente a mi lado. —¿Por qué


están aquí?

—Sólo pasando el rato —digo, una punzada de molestia en mi


voz—. Pensé que te quedarías por la banda.

Cruza los brazos sobre su pecho y me escudriña. —No me


apetecía sin ti allí. Así que iba a mi coche y vi tu camioneta. —
Sus ojos se dirigen hacia donde Rylie está bajando de la torre—.
Siento como si me estuvieras evitando.

Rylie pasa por delante de nosotros con la mirada baja. La


culpa está burbujeando dentro de mí. Me gustaría hablar con
ella sobre lo que acaba de pasar... lo que podría haber pasado si
no nos fueran interrumpidos. En ese momento, en el calor del
momento, se sintió bien.

Ahora se siente muy mal.

Es mi hermana.
Cuando puede escuchar, Amy me mira y me susurra: —
¿Estamos bien?
Aprieto la mandíbula. —No lo creo.

Sus grandes ojos azules se llenan rápidamente de lágrimas y


se derraman por sus mejillas. En una época, odiaba verla llorar.
Ahora, encuentro difícil que sus lágrimas me conmuevan de
alguna manera. En todo caso, me molestan. —¿Por qué? ¿Qué
hice mal?

—No eres tú —le aseguro. Froto la parte de atrás de mi cuello


y miro nuestros pies—. Hice algo de lo que me avergüenzo.

—¿Con Rylie?— Ella respira, su voz ahogada.

Dirijo mi mirada a la de ella, demasiado protectora de la


reputación de Rylie, y susurro mis palabras. —No, es mi
maldita hermana —miento.

—Lo siento. —Un sollozo la asfixia—. Nunca asumí... yo sólo...

—Te engañé, Amy.

Parpadea hacia mí y abre la boca. Su labio inferior tiembla. —


¿Q-Qué?

—En la escuela. Había una chica y...

—No, Hudson —dice mientras se abraza—. No.

—Lo siento —murmuro—. La he cagado.

—¿Es por esto que has estado tan distante? ¿Estamos


rompiendo?
La mayoría de las chicas se volverían locas y romperían con
su novio ahora mismo. No Amy. Dios, ¿por qué tiene que ser tan
indulgente? Ella no se merece a alguien que no solo la engañó,
sino que lo volvió a hacer con su propia hermana.

—Amy... —No sé qué estamos haciendo.

—Podemos arreglar esto —me asegura a través de sus


lágrimas, sus manos temblorosas buscando mi cinturón—.
Puedo hacer las cosas que te gustan. Lo siento, Hudson. Te
haré una mamada otra vez como tú quieres. Por favor. —Un
fuerte y feo sollozo se le escapa.

Suavemente, aparto sus manos de mí. Por tantas razones.


Razones por las que ni siquiera puedo desempacar de mi mente
en este momento. —No, Amy. Una mamada no lo arreglará todo.
No es tan fácil.

—Te amo, Hudson. Sea lo que sea con lo que estés lidiando,
podemos superarlo juntos.

Esto no.

No sé cómo lidiar con esto.

Pensamientos confusos sobre mi hermana.

Lo que Rylie y yo acabamos de hacer...

Ese beso.

La forma en que me frotó.


Mi polla se mueve al recordarlo y gimo, pasando los dedos por
mi cabello.

Amy lanza sus brazos alrededor de mi cuello y me abraza,


llorando. —No puedo perderte. Hemos pasado por muchas
cosas juntos. Por favor, Hudson.

La abrazo porque se merece el consuelo, pero prefiero abrazar


a otra persona. —Lo siento, Amy. Sólo necesito resolver algunas
cosas. —Averiguar cómo no querer follarme a mi hermana.

Ella solloza pero asiente con la cabeza. —Estaré aquí para ti.

Le acaricio el cabello y dejo escapar un pesado suspiro. —


Déjame acompañarte a tu coche.

—Lo siento —susurra de nuevo.

Yo también lo siento.

Me paro bajo el chorro de la ducha con la cabeza inclinada.


En el viaje a casa esta noche, Rylie y yo no dijimos ni una
palabra. Quería decir muchas cosas, pero mi mente estaba
hecha un desastre. En el momento en que volvimos, ella salió
corriendo del carro y desapareció.

El agua finalmente se enfría y me veo obligado a salir. Me


seco y me envuelvo la toalla en la cintura. Cuando salgo del
baño, Rylie se sienta en el brazo del sofá. Sus largas y delgadas
piernas están desnudas y no puedo evitar echarles una mirada.

—Rylie —comienzo.

Se levanta y camina hacia mí. Puedo ver sus pequeños


pezones a través de su camiseta blanca. Sus pantalones de
algodón negro son cortos y llaman la atención sobre sus piernas
bronceadas. Un suspiro fuerte sale de mí cuando se acerca
demasiado. No tan cerca como para tocarla, pero sí tan cerca
como para poder oler su cabello limpio.

—Dijiste que me afeitarías —murmura, su voz baja y


embriagadora. Se desliza sobre mi piel como cera caliente. Un
poco doloroso al principio, pero luego se siente bien.

Se supone que no debo sentirme así por mi maldita hermana.

—Lo hice —estoy de acuerdo, mi tono brusco—. Déjame


ponerme unos pantalones.

Después de un momento de silencio, ella asiente. Acecho


desde el baño hacia mis cajones y busco un par de sudaderas
grises. Ella ha entrado en el baño, así que dejo caer la toalla y
luego me pongo los suéteres. Cuando vuelvo al baño, está
sentada en el borde del lavabo. Cierro la puerta con llave detrás
de mí. La habitación se siente demasiado pequeña con los dos
dentro.

No puedo mirarla a los ojos cuando paso junto a ella para


tapar el lavabo y abrir el agua caliente. Su intensa mirada me
aturde. Puedo sentir el calor que me quema. Rápidamente, tomo
mi lata de crema de afeitar y mi navaja de afeitar.
—Creo que he roto con Amy —digo de golpe cuando cierro el
agua una vez que el fregadero está lleno.

—¿Oh? —Su voz es pequeña—. Lo siento.

Le doy un asentimiento y luego toco su rodilla con mis


nudillos. —Estira tu pierna sobre el fregadero —instruyo, mi voz
ronca.

Ella obedece y mi polla se da cuenta de que está abierta


delante de mí, sus pantalones cortos son lo único que hay entre
nosotros. Meto mi mano en el agua caliente y la suelto sobre su
pierna. Su aliento se acelera cuando le toco la pierna,
mojándola. Paso mi palma sobre su rodilla, a lo largo de su
muslo, y me detengo justo debajo del dobladillo de sus
pantalones cortos. Requiere una intensa concentración, pero me
las arreglo para sacar mi mano de su pierna y echar un poco de
crema de afeitar en ella. Froto la crema a lo largo de su espinilla
y empiezo a esparcirla sobre su piel.

—Eres tan peluda —bromeo, esperando romper el momento


intenso.

Ella se ríe, suave y jadeante. —Menos mal que vas a cuidar de


mí.

Arrastro mi mirada a sus bonitos ojos marrones. —Siempre te


cuidaré.

Sus mejillas rosadas se vuelven más rojas y sonríe.

Con mis ojos de nuevo en su pierna, froto más crema sobre


su rodilla y muslo. Cuando termino, me enjuago la mano y
agarro la navaja. Antes de empezar, le doy una sonrisa torcida.
—¿Confias en mí?

—Por supuesto —murmura.

Lentamente, le paso la navaja por la espinilla. Aparte de


nuestra pesada respiración, todo lo que se oye es el crujido de la
navaja al cortarle el cabello y dejar una estela de suavidad. Me
detengo en su rodilla y la enjuago. Estoy perdido en mi tarea
cuando accidentalmente le corto la rodilla. Ella suelta un siseo.

—Mierda —me quejo—. Lo siento.

Continúo afeitándole el resto de la pierna. La sangre baja por


el interior de su rodilla. No lo suficiente para que gotee en el
lavabo, pero sí para hacerme sentir mal. Con movimientos
rápidos, enjuago la crema de afeitar que sobra. Luego, tomo una
toalla de la percha y limpio el exceso de agua. El corte sigue
sangrando. Sostengo la toalla y la miro con pesar.

—No debí haberte besado —murmuro—. Eso estuvo mal.

Sus cejas se fruncen y su voz es un susurro. —Pero me


gustó.

Mi corazón se apodera de mi pecho. —Rylie, a mí también me


gustó.

—Pero...

—Pero está mal.

Se calla y rompe el contacto visual. Su tristeza y soledad


parecen chocar contra mí como una ola gigante, derribándome.
La necesidad de hacerla feliz de nuevo es abrumadora. Me
inclino y beso su corte. Luego, lamo el sabor metálico de su piel.
Cuando me alejo y la miro, una tímida sonrisa tira de sus
labios.
Mi vergüenza por lo que hicimos no importa cuando puedo
limpiar su tristeza con un simple acto. Está mal y sin embargo
la arregló tan rápidamente.

—Afeitemos la otra pierna —gruño. Mi polla está semi-erecta


en mis pantalones y me pregunto si se da cuenta.

Soy más cuidadoso esta vez y me las arreglo para no cortarla.


Cuando termino y la he limpiado, me arriesgo a mirarla. Sus
ojos marrones brillan con emoción. La misma mirada que me
echó cuando me estaba moliendo la polla hace horas. Es
enloquecedor mirar fijamente sus labios gordos y separados y
no besarlos. Mierda, cómo quiero besarlos.

Se desliza de la encimera y me mira fijamente, con una tímida


sonrisa que inclina sus labios. Estoy jodidamente hipnotizado.

—¿Hudson?

—¿Sí, Ry?

—¿También me afeitarás bajo mis brazos? —Un rubor


carmesí pinta su garganta y ansío presionar mis labios contra
su piel para ver si ella también se siente caliente allí.

—¿Te gustaría que lo hiciera? —pregunto, mi voz baja y


gutural.

—Sí —suspira.
Mi mirada se posa en su camisa. —Tendrás que quitártela.

Su mirada es intensa mientras asiente. —Está bien, pero no


te burles de mí.
—¿Burlarme de ti? —pregunto confundido, con mis cejas
juntas.

—No soy tan grande como Amy.

Sus pechos.

Joder, no, no me burlaré de ellos. No puedo dejar de pensar


en ellos.

—No me burlaré de ti —lo juro.

Muerde su labio inferior, agarra el dobladillo de su camisa.


Me duele la polla mientras la veo quitándose la camisa
lentamente, desnudando su estómago ante mí. Cuando las
curvas de las nalgas de sus pechos desnudos se ven, dejo
escapar un gemido. Entonces, me recompenso con la vista de
sus pequeños pezones rosados y erectos.

Mierda.

Se quita la camisa y la deja caer al suelo. No puedo evitar


avanzar sobre ella. Necesito inhalarla, probarla y tocarla.

—Levanta el brazo —instruyo, con la mirada fija en sus


perfectas y pequeñas tetas.

Obedece y yo me acerco más hasta que mi erección la


presiona. Tengo la navaja en mi mano izquierda, pero mi mano
derecha es curiosa. La levanto y agarro su pezón entre mis
dedos. Pequeño. Duro. Erecto. El deseo de morderlos es
abrumador.

—Rylie —murmuro mientras le agarro suavemente el pezón


con mis dedos—. Mi dulce Rylie.

Sus dedos recorren mi cabello y me atrae hacia ella. Nuestro


aliento se agita a medida que nos contagiamos de la enfermedad
por la que ambos estamos tan claramente afectados. Muchos
pensamientos sucios se burlan de mí. Quiero hacerle tantas
cosas malas. Tantas cosas malas que la harán sentir bien.

—No podemos hacer esto —le digo, aunque le tuerza un poco


el pezón.

Su aliento se agita. —Nadie tiene que saberlo.

¿Qué tan jodidamente tentador es eso?

—Eres mi hermana. —Es un recordatorio que ambos


necesitamos escuchar.

—Pero se siente bien, Hudson. Nos sentimos bien.

Aparto la mirada de ella para mirar sus pechos. El pezón en


mi agarre es tan sensible a mi toque. La necesidad de
saborearla es fuerte. Dudo y aparto mi mano de ella. Cuando
empiezo a alejarme, su cuerpo parece desinflarse. Vergüenza.
No por lo que estamos haciendo, sino por la vergüenza de ella
misma. Ella se siente rechazada. Mi mente lucha entre el bien y
el mal. Sé que se siente bien .. simplemente resulta que está
mal.

Nadie tiene que saberlo.


Me sumerjo y paso mi nariz por el exterior de su pecho. Su
piel es tan suave. Se me hace agua la boca.

Nadie tiene que saberlo.

Sacando la lengua, me rindo. La paso por su piel joven y


sedosa y busco su pezón puntiagudo. Cuando la punta de mi
lengua frota su areola, deja escapar un suspiro áspero. Toco la
punta de su pequeño pezón y sonrío cuando deja escapar un
dulce y silencioso gemido. Agarro su pequeño pecho y lo aprieto
para poder succionarla en mi boca. Su respiración es fuerte y
ronca, pero le gusta. Agarra mi cabello y me abraza como si
fuera a apartarme en cualquier momento. Mientras le chupo la
teta, froto mi lengua hacia adelante y hacia atrás por su piel.
Ella deja escapar un sonido confuso cuando muerdo
suavemente el pezón endurecido antes de chuparla con fuerza
de nuevo. Me aparto de ella y admiro lo roja y manchada que
está su piel ahora.

—Hermosa —murmuro. Soplo un aliento en su piel húmeda y


ella se estremece—. Sabes bien. —Lentamente, presiono besos
de un pecho a otro. La beso y la chupo hasta que también está
roja y hace juego con su gemela.

Cuando la miro, sus labios regordetes están separados y sus


ojos marrones son chocolate líquido mientras la lujuria nada en
su mirada. Me pilla desprevenido cuando sus labios chocan
contra los míos. Incómodo al principio cuando sus dientes
chocan contra mis labios, pero luego ambos nos abrimos para
buscar al otro. Mi gemido se mezcla con el de ella mientras la
inhalo. Sabe a pasta de dientes y quiero chuparle la lengua
durante horas. La navaja cae al suelo con un estrépito sonido
cuando la abandono para agarrar dos puñados de su culo. La
levanto y ella envuelve sus piernas delgadas alrededor de mi
cintura. Ella es tan ligera. Preocupación, una vez más, me
molesta, preguntándose si está comiendo lo suficiente. Pero en
el momento en que sus pechos desnudos presionan contra mi
pecho desnudo, me distrae.

Nadie tiene que saberlo.

La beso con fuerza y la presiono contra la pared. Agarrando


su culo, uso su cuerpo para moler mi polla a través de mis
pantalones de chándal.

—Quiero más —me ruega contra mis labios.

Joder, yo también.

—Tú y yo no podemos hacer esto. —Me alejo lo suficiente para


poder verla—. Estamos...

Golpea la pared a su lado y luego estamos envueltos en la


oscuridad. —No somos ellos. Somos Hudson y Rylie. Dos
personas que quieren estar juntos así. —Sus dientes
encuentran mi labio en la oscuridad y muerde—. En la
oscuridad, podemos ser quien queramos ser. En la oscuridad,
podemos hacer el amor. Nadie tiene que saberlo.

No puedo verla, pero puedo sentirla, saborearla y olerla.


Desliza las piernas hacia abajo hasta que se pone de pie y luego
sus pequeñas manos buscan ciegamente la cintura de mi
chándal. Un fuerte gemido se me escapa cuando ella empuja
hacia abajo. Mi polla, gruesa y ansiosa, se libera. Cuando su
suave mano agarra a mi erección, dejo salir un aliento áspero y
duro.
—Rylie —le suplico.

Ella me acaricia y me desespera por más. Ella está en lo


correcto. En la oscuridad, podemos ser lo que queramos ser.
Quiero devorar cada parte de ella. Mientras me acaricia, deslizo
mis palmas en la parte de atrás de sus pantalones cortos. La
piel de su trasero se siente como la seda. Agarro su piel y abro
sus mejillas, amando los maullidos que se le escapan. Luego, se
los quito antes de bajarle los pantalones cortos por los muslos.

—Nadie tiene que saberlo —digo, como si necesitara


recordármelo.

—Nadie —está de acuerdo.

Nuestros labios se encuentran de nuevo mientras mi palma se


desliza por su estómago tenso hacia su coño. Mis dedos acaban
de rozar su mata de vello púbico cuando alguien golpea la
puerta del baño. Me alejo de Rylie mientras mi corazón casi
salta de mi garganta.

—¡Hudson! —La tía Becky grita—. ¡Rylie se ha ido! Creo que


se ha escapado. —La manija de la puerta se sacude y luego
dice—: ¿Estás sentado en la oscuridad?

Mierda. Mierda. Mierda.

Me acomodo la sudadera y enciendo la luz. —No. La luz está


encendida. —Miro a Rylie mientras se esfuerza por volver a
ponerse la camisa.

—Rylie se ha ido —exclama la tía Becky.

—Está bien —murmuro—. La estaba ayudando con algo.


Rylie se pone la camisa en la cabeza y luego los brazos por los
agujeros. Pongo mis ojos en sus tetas que aún están rojas de mi
boca antes de que se baje la camisa sobre ellas.

El silencio de la tía Becky es momentáneo y luego su voz


helada silba a través de la puerta. —Abre esta puerta ahora
mismo, Hudson Hale, o llamaré a Randy aquí abajo y...

Abro la puerta y la abro. La tía Becky me mira fijamente, con


los brazos cruzados sobre el pecho. Sus ojos captan mi aspecto.
Mi cabello no ha sido peinado de mi ducha antes.
Probablemente todavía tengo una erección. Y estoy medio
vestido.

Sus ojos se dirigen a Rylie, que nerviosamente tira de la parte


inferior de su camisa pero no quiere ver la mirada de la tía
Becky.

—¿Qué hacían ustedes dos aquí? —La tía Becky exige.

—Quería afeitarse las piernas y no quería dejarla sola con la


navaja. —Más que nada la verdad.

—Esto es extremadamente inapropiado. —dice—. Los dos


están prácticamente desnudos.

La ira se hincha dentro de mí y yo la miro con el ceño


fruncido. —Detente —espeto—. Detén lo que sea que estés
insinuando. Es mi maldita hermana.

—Cuida tu tono, Hudson. Puedo ser legalmente responsable


de ella, pero te acogí porque te quiero, no porque tenga que
hacerlo. Si creo que la seguridad de Rylie está en peligro, te
enviaré...

—¿Mi seguridad está en peligro? —Rylie pregunta, su voz


chillona—. ¡Te estás volviendo loca, tía Becky! ¡Es mi hermano!

—Por eso no necesitan estar encerrados juntos en un baño


oscuro sin la mitad de su ropa —grita la tía Becky, levantando
las manos en señal de frustración—. Rylie, ve a tu habitación.
Ahora.

Los ojos de Rylie están llorosos y me lanza una mirada


inquisitiva. Le doy un pequeño asentimiento. Ella sale del baño
y nos deja en paz. La puerta del sótano se cierra de golpe detrás
de ella.

Apretando los dientes, tomo la navaja de afeitar y la tiro en el


lavabo. La tía Becky se hace a un lado y yo voy al tocador a
buscar una camisa.

—Sé que están dolidos por sus padres y después de lo que


pasó con Rylie, pero... —hace silencio.

Me giro y frunzo el ceño. —¿Pero qué?

—Pero eso no puede suceder.

—¿Yo ayudando a mi hermana? ¿Yo consolándola? ¿Y por qué


diablos no? —exijo, mi furia haciendo temblar todo mi cuerpo.

Sacude su cabeza hacia mí. —No soy estúpida. Lo que sea


que estaba pasando ahí dentro estaba lejos de ser inocente.
Estaba escrito en sus caras. —Sus fosas nasales se dilatan.
Está disgustada conmigo.
—Tengo una novia. No me estoy tirando a mi hermana —
gruño mientras voy a mi bolso. No, sólo quería hacerlo—. Me
voy.

Ella deja escapar un pesado suspiro. —Eso es probablemente


lo mejor. Pongan un poco de espacio entre ustedes dos. Han
pasado demasiado tiempo juntos.

No le respondo mientras hago la maleta.

Ni siquiera puedo despedirme de mi hermana.


12

RYLIE

—Rylie —dice la tía Becky, su voz suave desde la puerta—.


Tenemos que hablar.

Observo por la ventana las luces traseras del auto de Hudson


hasta que desaparecen. En el momento en que desaparecen, me
siento vacía. Se forma un dolor en mi pecho. Quiero llamarlo,
pero sabía que esta conversación ocurriría después de que nos
atrapara.

Mi corazón se agita ante el recuerdo aún fresco de tener su


polla caliente y rígida en mi mano. Quería explorar cada parte
de él. Saborear cada centímetro. La enfermedad que hierve a
fuego lento bajo mi superficie burbujea más y más cada día.
Esta noche, salpicó sobre Hudson.

Nos besamos.

Nos tocamos.

Esta noche fue nuestra.

—Así que habla —espeto.

Ella suspira con fuerza y se sienta en la cama. A pesar de que


lleva su pijama con volantes, se parece a mamá y hace que mi
corazón se oprima en mi pecho. Cuando es amable y cuidadosa,
se parece mucho a mi madre. En cierto modo, me hace feliz. En
otros aspectos, me pone triste. Es un recordatorio de que mi
madre ya no está aquí. Tampoco papá. Sólo estamos Huds y yo.
Hasta el final.

—Necesito que me digas lo que pasó.

Me tenso y cruzo los brazos sobre mi pecho. —Me ayudó a


afeitarme las piernas.

Nuestros ojos se encuentran y los suyos se estrechan


mientras me estudia.

—Fue inapropiado —dice ella.

—Es mi hermano.

Tenemos un enfrentamiento silencioso antes de que se


ablande de nuevo.

—¿El, umm… Te ha... tocado? —Sus cejas se fruncen y traga.

—Tuvo que tocarme —me quedo sin palabras—. Me estaba


afeitando las piernas.

Se eriza y endereza su espalda. —Ya sabes lo que quiero


decir. ¿Te tocó de forma inapropiada?

Nadie tiene que saberlo.

—No —miento, manteniendo mis rasgos impasibles. Al menos


espero que no pueda ver a través de mi máscara.
—Bien, porque aún eres menor de edad y eso podría llevarlo a
la cárcel, Rylie. Sin mencionar que hay leyes sobre hermanos
que están juntos de esa manera.

La miro furiosa. —¿De qué manera?

—Sexualmente. Románticamente. Ambos estaban


prácticamente desnudos sentados en la oscuridad. Creo que
porque las emociones están muy altas desde la pérdida de sus
padres, que ambos...

—Detente —espeto—. No vayas allí. Estás siendo


desagradable. Yo nunca haría eso y tampoco lo haría Hudson.
¿Crees que estamos enfermos?

Enfermos. Enfermos. Definitivamente estamos enfermos.

—No, pero creo que...

—Bueno, deja de pensar —me ahogo—. No permitiré que


hagas sentir mal a Hudson por tratar de consolarme.

Se levanta de la cama y camina hacia mí. —Bien entonces.


Tal vez malinterpreté la situación. No soy buena en esto de ser
padre. Sólo quiero protegerte como lo hubieran hecho tus
padres.

—¿Quién protegerá a Hudson? —digo.

Yo. La respuesta es yo.

—Ya es un hombre adulto —dice ella en voz baja—. Puede


cuidarse a sí mismo.
—¿Hemos terminado aquí? —pregunto, lágrimas
amenazantes—. Estoy cansada.

Asiente y se sale de mi habitación sin decir una palabra más.


Cuando estoy segura de que ha vuelto a su habitación, agarro
mi teléfono y me escondo en mi armario en la oscuridad. Lo
enciendo y llamo a mi hermano. Él contesta al primer timbre.

—Hola —dice, con su voz grave, enviando una emoción por mi


columna.

—Oye. ¿Adónde vas?

Emite un fuerte suspiro. —A casa de Amy, supongo.

Me estremezco. —Pensé que ustedes dos habían roto.

—Tal vez no deberíamos haberlo hecho —susurra—. Tal vez


no debería haber hecho muchas cosas esta noche.

Me duele el pecho como si alguien le estuviera dando un bate.

Golpeando. Una y otra vez.

—No digas eso. —Una lágrima corre por mi mejilla.

—Rylie... —Sus dientes rechinan fuertemente juntos—. La


hemos cagado.

—Nadie tiene que saberlo.

Se queda en silencio durante un rato. —Es ilegal.

—Pronto cumpliré dieciocho años.


—No, es ilegal porque somos hermanos. Podríamos ir a la
cárcel hasta cuatro años. Lo busqué.

Me río porque es absurdo. —No hicimos nada malo.

—Y no lo haremos —se queja—. Es mejor así. Lo siento.

—Pero me gustó...

Exhala fuertemente. —A mí también me gustó. Pero no


podemos. Está mal y va contra la ley. Sólo necesitamos un poco
de espacio y las cosas pueden volver a ser como antes.

—No quiero que las cosas vuelvan a ser como antes —digo
bruscamente—. No quiero perderte.

—Oye —murmura—. Todavía estaré aquí. Como tu hermano.


No podemos...

Tocarnos. Besarnos. Follar.

—Vale —Es la respuesta que quiere. La única respuesta que


puedo darle aparentemente. Pero no está bien. He probado su
sabor y me envenena pensar en más.

—Seguiremos hablando y compartiendo música —me


asegura—. Pero... —Suspira—. Voy a tratar de hacer las cosas
bien con Amy. Tiene que ser de esta manera. —Su voz se
quiebra y quiero alcanzarlo a través del teléfono para abrazarlo.
Se merece mucho más que Amy. Me merece a mí.

—Va a estar tan feliz —gimo, los celos ya me están


carcomiendo el corazón.
Se ríe. —Sí.

—Ella va a llorar.

—Eso es un hecho.

Los dos nos quedamos callados.

—¿Rylie?

—¿Sí, Huds?

—En otra vida... lo querría. —Deja salir una rabieta


frustrada—. Encontraría una manera de hacer que ocurra.

Pero no en esta vida.

Un sollozo. —Buenas noches, Hudson.

Un suspiro. —Buenas Noches, pagana.

No puedo respirar.

Esta enfermedad me está sofocando lentamente.

Solitaria segundo por segundo.

Su voz en el teléfono no es suficiente.


Durante tres días, he pasado mis vacaciones de primavera
acurrucado en mi cama con una sudadera con capucha que
Hudson dejó mientras duermo mis penas. En mi cama, en la
oscuridad, soy libre de imaginar la otra vida. La vida que
Hudson prometió que encontraría si la hubiera. En esa vida,
nos besamos y nos tocamos. En esa vida, hacemos el amor.

Me he obsesionado con la idea de él y yo.

De su cuerpo desnudo presionado contra el mío, su dura


polla frotándose entre nosotros. Nuestros labios apretados
juntos. Lenguas sabrosas y enredadas. Su aroma llenando mis
pulmones y nunca se va.

No puedo llorar más.

Lo hice durante dos días. Hoy, estoy entumecida. Lo extraño.

Hudson: ¿Cómo estas hoy, pagana?

La pantalla se vuelve borrosa mientras las lágrimas brotan de


mis ojos. Aparentemente no he llorado todo. Sabiendo que odia
el pulgar hacia arriba, le envío ese emoji. Recuperé el emoji del
dedo medio, lo que me hace reír. La primera risa en días.

Yo: Te extraño.

Él no responde y las lágrimas se escapan silenciosamente de


mis ojos, mojando la funda de la almohada de abajo. Lo bueno
de las vacaciones de primavera es que mi tía y mi tío están
ocupados en el trabajo. Yo me quedo sola para revolcarme en mi
desesperación. Nadie me obliga a vestirme o ducharme o comer.
Me quedo sola.
Demasiado sola.

Voy y vengo del sueño, mis sueños me confunden y se burlan


de mí.

—Rylie.

Su voz es tan real. Quiero oírle decir mi nombre una y otra


vez.

—Rylie. —Esta vez está ladrando, al límite de la ira.

Dando vueltas en la cama, cierro los ojos con los preocupados


de mi hermano. Como orbes verdes brillantes en la habitación
oscura.

—¿Qué estás haciendo? Son las vacaciones de primavera.


Deberías estar fuera haciendo cosas —murmura, con su voz
ronca.

Me encojo de hombros. —Se suponía que íbamos a pasar las


vacaciones juntos haciendo cosas. Sin ti, no tengo a nadie con
quien hacerlas.

Frunce el ceño y se sienta al borde de mi cama. Tan cerca.


Podría estirar la mano y unir mis dedos con los suyos. Pero no
lo hago. Ha trazado la línea en la arena y quiere que me quede
de mi lado.

En otra vida...

Esta vida requiere líneas.


Esta vida dice que debemos obedecer las leyes.

Se acerca y me toma la mano. —Rylie.

Estoy concentrada en la fuerza y el calor que emana de su


agarre. La forma en que me sostiene de forma íntima a pesar de
la línea que dibujó. Mi corazón se agita dentro de mí.

—Hudson.

—Salgamos de aquí. Te llevaré a ver una película o algo así.


Tienes que salir de la cama —dice, pasando el pulgar por el
dorso de mi mano. Escalofríos recorren mi brazo por su toque y
me estremezco. Parece pensar que tengo frío porque me suelta
la mano el tiempo suficiente para acurrucarse a mi lado en la
cama. Un brazo fuerte, cálido y pesado cubre mi cintura. Ahora
que estamos tan cerca, a solo unos centímetros de distancia,
casi podría besarlo. La línea que trazó ya ha sido cruzada.

Me acerco para tocarle la cara y él hace una mueca de dolor.


Es suficiente para que me tire hacia atrás y haga una bola con
mi mano en un puño.

—¿Cómo está Amy? —pregunto con calma.

Deja escapar un suspiro. —Ella está bien.

—¿Vuelven a estar juntos y felices para siempre en el


horizonte?

—Apenas. —Él se ríe—. Ella nos sorprendió a ambos, Ry.


Lloró, sí, ¿pero ceder? No. Ella dice que tengo que hacer una
búsqueda del alma. Que tal vez necesito salir y ver a otras
personas también. Entonces, una vez que me haya saciado, ella
estará esperando. Dice que no quiere que sienta siempre que no
he tenido la oportunidad de salir y experimentar otras mujeres.

Levanto las cejas sorprendida. —Así que tú eres...

—Todavía nos vemos, pero también vemos a otras personas.

—¿Como la chica de la escuela?

—¿Jada? No lo sé. Quiero decir, ella es agradable, pero... —se


aleja.

¿Pero me quieres a mí en su lugar?

Miro hacia arriba para encontrarme con su intensa mirada. —


¿Pero qué?

—Pero eso no me hará feliz. —Frunce el ceño—. Estoy


luchando aquí. — Su palma cubre mi mejilla y pasa su pulgar
por mi mejilla—. Yo sé lo que quiero…

A mí. Me quiere a mí.

—Estoy cansada —susurro con lágrimas en los ojos.

Cansada de esta lucha. Cansada de la tristeza. Cansado de


una vida en la que el diseño no está limpia y ordenada, sino
desordenado y fragmentado. Sólo estoy cansada.

—Sé que lo estás —murmura. Se inclina hacia adelante y me


besa la frente.

Reprimo un sollozo. Mis dedos se enredan en la parte


delantera de su camiseta mientras lo aprieto contra mí,
desesperada por la conexión con mi hermano. No se resiste y
me abraza el resto del camino hacia él. Con su brazo
sosteniéndome cerca, me relajo por primera vez en días. Feos
sollozos salen de mi pecho y él frota mi espalda como si eso
pudiera aliviar el dolor.

En otra vida...

Él rueda sobre su espalda pero me maniobra de modo que


estoy medio envuelta sobre su cuerpo sólido. Su olor me está
mareando. Masculino y limpio. Podría inhalarlo todo el día y
drogarme.

—Será difícil superar esto —explica como si tuviera todas las


respuestas de la vida—. Podemos hacerlo juntos. Ambos somos
más fuertes que los sentimientos que tenemos.

La amargura se arrastra dentro de mí. Él puede tener las


respuestas de esta vida, pero yo tengo las respuestas de la otra
vida. En la otra vida, somos los mejores amigos y amantes.
Podemos besarnos y follar. Podemos casarnos y tener hijos.
Podemos amar en esa vida como ningún hermano puede amar
en esta vida. Esa vida tiene los felices para siempre que nunca
podré ver.

—No puedo perderte —murmuro—. Te tomaré como sea que


pueda conseguirte.

Pasa sus dedos por mi cabello enredado. —Yo también, nena,


yo también.

Lloro, pero él se mantiene fuerte. Inquebrantable. Sólido. Mi


hermano, el héroe.
—Déjalo salir todo —insta—. Y luego te llenaré de palomitas
de maíz, M&Ms de maní, y cualquier película de acción que se
esté proyectando en el cine.

—Y un helado. Quiero un helado de cereza —le digo entre


lágrimas.

—Te daré lo que quieras.

Excepto a nosotros.

No puede darme nosotros.


13

HUDSON

3 semanas después

—El entrenador estaba enojado —dice Nick cuando sale del


baño del cuarto de hotel que compartimos, con una toalla
envuelta en su cintura.

Gimo y me paso la palma de la mano en la cara. —La he


cagado. Lo que sea. Lo haré mejor el próximo fin de semana.

Se le cae la toalla, mostrándome su peludo trasero mientras


busca algo para llevar en su maleta. Una vez que se pone unos
jeans, me mira fijamente. Nick casi nunca es serio. —Creo que
te dejará en el banquillo.

La irritación burbujea dentro de mí. —Bueno, entonces puede


ponerme en el banquillo.

—O —dice mientras se pone una camiseta—, podrías sacar la


cabeza del culo.

Dejándome con esas palabras, regresa al baño para pasar


demasiado tiempo para un hombre en su cabello. Me he
duchado pero sólo me he vestido con una sudadera después del
partido. No voy a salir por mucho que Nick me presione.
El juego fue una maldita pesadilla. No podía atrapar nada que
se me lanzara y no podía golpear una mierda. Todo lo que podía
pensar era en ella.
En mi hermana.

Rylie me había mandado un mensaje antes del partido


contándome cómo unos chicos de la escuela la invitaron a una
fiesta. Ella no quería ir, pero la tía Becky de todas las personas
de mierda la instó a salir de la casa y socializar.

Me recuesto en las almohadas y le leo su último mensaje.

Rylie: Travis está aquí.

Los celos se encienden cuando pienso en el chico de la fiesta


de la cuadra del centro. No me gustó la forma en que la miró.
Como si la quisiera. Ella no es de él.

Es mía.

Pero ella no lo es. Ella no puede ser. Tener a la tía Becky casi
atrapándonos fue suficiente para asustarme. Había perdido la
cabeza y casi me follo a mi hermana. Mi pene se contrae con el
recordatorio. Su mano estaba tan suave envuelta alrededor de
mi polla. Todavía pienso en su pequeño pezón atrapado entre
mis dientes cuando me masturbo en la ducha. La verdad es que
no puedo sacarme esa noche de la cabeza. Estoy tratando de ser
razonable aquí y hacer lo correcto. Porque no solo seríamos
parias sociales, estaríamos infringiendo la ley.

Maldito Missouri.

Saco mi computadora portátil de mi bolso y abro el sitio web


donde supe que podríamos recibir hasta cuatro años de prisión
por incesto. Eso es lo que es después de todo. Incesto. Es
jodidamente injusto que la violación agravada solo lleve un año
más de prisión como castigo, pero amar a tu hermana es casi
un delito igual. Lo que Rylie y yo queremos hacer es
consensual. Seguro. No hace daño a nadie. Según el sitio web,
ella es mayor de edad de todos modos. Ella acaba de nacer con
el apellido equivocado. El mismo apellido. La misma maldita
estructura genética.

Haciendo clic en Arkansas, porque todo el mundo siempre se


burla de la gente que se folla a sus primos allí, me irrita saber
que la ley no es muy diferente a la nuestra. Expando mi
búsqueda a Kansas y Mississippi, encontrando más de lo
mismo. Oklahoma parece tener uno de los castigos más
indulgentes, pero cuando hago clic en Montana, pierdo mi
mierda.

—No menos de cadena perpetua o cien malditos años... ¿Me


están tomando el cabello? —Rujo cuando casi tiro mi portátil al
suelo con furia.

Nick sale corriendo del baño y mira mi pantalla con aire


curioso antes de que pueda cerrarla. —¿Leyes de incesto? ¿Qué
carajo, hombre?

—Trabajo de investigación para la clase de Ritter —miento, la


ira sigue explotando dentro de mí—. No puedes casarte con tu
primo porque pasaras tu vida en prisión pero, según Montana,
sólo te dan hasta diez años por hacer pornografía infantil. ¿En
qué clase de mundo jodido vivimos?

Se ríe. Se ríe, carajo. — No lo sé, Hale. Follar a tu prima es


una mierda enfermiza. Esos desagradables campesinos
necesitan pudrirse en la cárcel. No los necesitamos diluyendo el
acervo genético y enviando imbéciles al mundo. Hay suficientes
idiotas sin cerebro corriendo por este país.
Le miro con disgusto. —Es todo una mierda social.

—Sigue siendo jodidamente asqueroso. Ritter es un imbécil


por hacerlos investigar esta mierda. Si necesitas un ejemplo,
envíale una foto de Scottie Brown. Ese tipo parece consanguíneo
—resopla—. Apuesto a que su mamá se follo a su hermano.
Nadie es tan estúpido sin que se manipule el acervo genético.

A pesar de lo que dice Nick, el segunda base de nuestro


equipo no es estúpido. Es más guapo y mejor jugador de
béisbol, lo que significa que pone las bragas celosas de Nick en
un fajo.

—No hay pruebas de que el hecho de follarte a tu hermano te


haga tener hijos tontos —digo.

Se encoge de hombros mientras vuelve al baño para joder un


poco más con su cabello. —Eso es sorprendente. Pero seguro
que saldría feo.

—¿Cómo sabes?

Se asoma del baño para darme una mirada de asco. —


Cualquier niño que nazca con esa mierda va a recibir una paliza
cada día de su patética vida. Una nariz rota de más porque a su
mami le gusta follar a su hermano. Hará que el niño sea feo. —
Termina en el baño y se mete la cartera en el bolsillo trasero—.
¿No vas a salir esta noche? Conocí a un par de chicas buenas
en el vestíbulo. Gina y Jillian. Seré un buen amigo y te dejaré
elegir tu propia aventura. —Sus cejas se mueven arriba y abajo.
—Si no apruebo esta clase, el entrenador me echará del
equipo. Tendré que atraparte la próxima vez —murmuro
mientras cierro mi portátil.

Saca su tarjeta de acceso de la cómoda y sacude la cabeza. —


Tú te lo pierdes, hombre. Pero cuando las traiga a ambas a la
habitación, te quedas en tu cama. No compartiré entonces.

—Entendido —digo.

Tan pronto como se ha ido, le envío un mensaje de texto a


Rylie.

Yo: No me gusta. Cuídate.

Los puntos se mueven en la pantalla mientras me estiro en la


cama.

Rylie: Es agradable. Le di cien dólares para que me


consiguiera una identificación falsa.

Yo: ¿Para qué demonios necesitas una identificación falsa?

Rylie: Para poder ir a los bares contigo una vez que salga de
este estúpido agujero del infierno.

Me relajo con su respuesta. La idea de que salga con Travis


me cabrea. Pero la idea de que Ry y yo vayamos a un bar juntos
no es mala.

Yo: Siempre y cuando prometas que sólo irás conmigo,


pagana.

Rylie: No soñaría con ir con nadie más.


Y aquí es donde la mierda se pone dura. Literalmente. Me
estoy imaginando una noche bebiendo y bailando en los clubes
nocturnos. Frotándome contra ella mientras bailamos.
Arrastrándola a un rincón oscuro, levantándole el vestido y
follándome a mi dulce hermana contra la pared de un bar sucio.

Deslizo mi mano en mi sudor y agarro mi dolorida polla. Con


mi mano libre, le envío un mensaje de texto.

Yo: Te echo de menos, mierda. Tres semanas es demasiado


tiempo.

Rylie: Si la tía Becky fuera tan amable de quitarme las


garras, iría hasta allí cuando vuelvas del viaje y te vería.

Imaginar a Rylie en mi dormitorio me pone caliente, pero


luego me cabreo al instante al pensar en Nick coqueteando con
ella. Lo conozco. Él intentaría joderla y luego yo tendría que
joderlo.

Yo: Llámame cuando llegues a casa. He tenido un mal día.

Mi teléfono suena y me río. —¿Sí?

—¿Qué pasa? —Su voz es entrecortada y preocupada. Hace


que mi polla se contraiga en mi agarre.

—Jugué como una mierda. El entrenador está loco de remate.

—Oh, Hudson —murmura. Alguien le dice algo y ella explica


que tiene que tomar una llamada importante. La música se
silencia y escucho una puerta cerrada—. Eso está mejor. Esta
fiesta es patética de todos modos. Prefiero hablar contigo.
Cuéntame lo que ha pasado.

Le cuento cada jugada de mierda y ella escucha en silencio.

—Y entonces yo estaba investigando algunas cosas… —


empiezo—. Sólo me puso de mal humor.

—¿Así que querías oír mi voz para animarte? —se burla.

—Eres la única voz que me anima.

—¿Cómo están Amy y tú?

Mi polla se ablanda en mi mano y gimo. —Hablamos aquí y


allá. Salió en una cita con un tipo llamado Blake.

Rylie resopla. —Ew. ¿Te contó sobre su cita?

—Creo que intentaba ponerme celoso —lo admito.

—¿Lo estabas?

—Debería estarlo. Debería estar tratando de reparar lo que


rompí.

—Pero... —investiga.

Normalmente, cambio de tema y nos guío a temas más


simples. Desde la noche en que tuve que decirle que no
podíamos estar juntos como obviamente queríamos, me he
vuelto loco. Exactamente en lo que se supone que no debo
pensar es en lo único que pienso. Me tenía tan distraído
durante el partido que lo arruiné y enojé a mi entrenador.
—¿Piensas mucho en esa noche?

Deja escapar un suspiro irregular —Todo el tiempo.

—Yo también.

El silencio llena el aire durante una larga pausa.

—Yo lo quería, Huds. Quería tener sexo contigo.

—Yo también —susurro.

—Todavía lo quiero.

—No podemos —le digo, esperando que suene firme, pero mi


voz tiembla.

—Ojalá pudiéramos. Probablemente podría hacer que Travis


me quitara la virginidad, pero no lo amo. Él probablemente...

Exploto de furia. —No estás follando a Travis —espeto—.


Nunca, Rylie. ¿Entendido?

—Está bien —acepta suavemente—. Esa noche tú y yo nos


sentimos tan bien. ¿Cómo se puede considerar malo algo que se
siente bien? ¿Por qué a la gente le importa a quién amamos? No
lastimamos a nadie.

—No es tan simple —gimo, dejando que mis ojos se cierren.


Me acaricio la polla, tratando de imitar la forma en que ella lo
hizo—. Todo es tan jodidamente complicado.
—Me estoy tocando, Huds —murmura—. Sólo hablando
contigo... me pongo tan... —Un suave gemido se le escapa y
hace que mi polla se sacuda en mi puño.

—Joder, nena —siseo—. No me hagas esto.

—Nadie tiene que saberlo.

Nadie tiene que saberlo.

—¿Están tus bragas mojadas? —Mis palabras son apenas


audibles.

—Sí.

—¿Sólo un poco o están empapados todo el camino?

Ella gime de nuevo. —Ahora que me estoy burlando de mí


misma a través de mis bragas, puedo sentir la humedad a
través de la tela. Desearía que fueras tú quien me tocara.

—Jesús, yo también lo deseo.

—¿También te estás tocando a ti mismo?

—Estoy follando mi polla deseando que fueras tu —digo, mi


voz baja y grave.

—Desearía poder saborearte. Desearía poder tenerte. Sólo una


vez, Hudson. Tal vez no me sentiría tan mal. Tal vez podrías
curarme.

Bombeo mi polla y me pongo tenso a medida que mi orgasmo


aumenta. —Si alguna vez cruzáramos la línea, no habría vuelta
atrás, nena. No nos curaríamos. La enfermedad se extendería.
Apenas puedo pensar en nada a tu lado ahora mismo. Si te
tuviera, me obsesionaría.

Un sonido frustrante se desprende de ella. —¡Esto es una


tortura, maldita sea! ¡No es jodidamente justo!

—Shhh —digo en un tono tranquilizador—. Alguien te


escuchará. Sólo estamos nosotros ahora mismo.

—No estamos haciendo nada malo.

Pero lo estamos haciendo. Está muy mal. Lo que queremos


hacer es aún peor.

—Quítate las bragas —exijo, desesperado por tener este


momento con ella. Mañana podemos volver a alejarnos, pero
esta noche, quiero esto—. Si no puedo tocarte, quiero que lo
hagas por mí. Quiero que me cuentes todas las malditas
sensaciones, Rylie, porque me estoy volviendo loco por no
saberlo. Quiero que metas tus dedos en tu coño apretado y
resbaladizo y quiero que pruebes lo dulce que eres. Necesito
saber lo bien que sabe esa fruta prohibida. Por favor.

Jadea y luego un ligero gemido se desliza de ella. Me duele la


polla en mis manos. Cierro los ojos y pienso en sus perfectos
labios carnosos. Imagino lo que se sentiría al frotar la punta de
mi polla contra su labio inferior. ¿Sacaría la lengua y me
lamería? ¿Me chuparía hasta la garganta?

—Mierda —maldigo—. Mierda.

—Estoy tan mojada —susurra—. Cuando me toco


normalmente, no se pone así.
—¿Porque te excita que esté aquí follandome la polla
deseando que estés aquí para hacerlo? —Mis palabras están
cortadas y con grava.

—S-Si, estoy muy excitada.

—¿Cuántos dedos hay dentro de tu coño, Ry?

—Uno.

—Nunca podré empujar mi polla gruesa dentro de ti, nena,


pero quiero saber cómo se sentiría. Pon otro dedo y dime qué se
siente —exijo, mis bolas pesadas con la necesidad de venirse.

—Apretado —respira—. Tengo que usar los... um... los jugos


para que resbale y se deslice mejor.

No me jodas.

—¿Está dentro ahora?

—Sí.

—Haz lo mismo con el tercer dedo. Mi polla es mucho más


grande que tus pequeños dedos, pagana. Pero puedes fingir que
soy yo, ¿verdad?

—No quiero fingir. —El mohín de su voz me hace reír.

—Yo tampoco quiero. Ahora dime cómo se siente.


Respira con fuerza. —Como si fuera demasiado pero no
suficiente. Quiero... necesito... —Su respiración se agita y puedo
decir que está cerca.

—Si estuviera allí, te lamería tu dulce coño hasta que


gritaras. Esos jugos que están goteando por tus dedos no serían
un problema. Te lamería hasta dejarte limpia.

—Hudson —gime—. Te quiero a ti.

—Yo también te quiero, pero no puede suceder. Quédate


conmigo. Juega este juego conmigo, por favor.

—Está bien.

—Ponme en el altavoz para que pueda oírte.

Pasa un momento y luego me dice que lo ha hecho.

—Ahora —instruyo—.Usa tu otra mano para tocar tu clítoris.


Quiero que lo frotes y finjas que es mi lengua, ¿de acuerdo?

—Se siente bien —respira.

—Yo lo haría mucho mejor, cariño. Mucho mejor. Pero esto es


todo lo que tenemos. Quiero que sigas frotando y que me digas
cuando te corras. Apenas me estoy agarrando de un hilo, pero
en el momento en que te sueltes, me voy a venir encima del
estómago. Si estuvieras aquí, querría que me lamieras la polla
hasta dejarla limpia y...

—¡Ahí voy! —grita.


Los sonidos de ella son tan jodidamente eróticos que me
llevan al límite. Cierro los ojos, imaginándome sus tres dedos
dentro de su pequeño coño mientras hace un gran lío con su
liberación. Es suficiente para hacerme gemir mientras el semen
sale de mi polla y sube por mi pecho, empapándome el pecho
desnudo. Mantengo los ojos cerrados por un momento mientras
imagino su dulce lengua roja corriendo por mi sendero feliz que
está salpicado de semen. Mi polla se sacude ante esa imagen.

Cuando ella estalla en lágrimas, abro los ojos en un parpadeo


y me sacudo el aturdimiento.

—¿Qué pasa? —exijo, pánico brotando dentro de mí—. ¿Te...


te arrepientes...

—¿Q-Qué? No —solloza—. Yo... sólo quiero que vuelvas a


casa. El quince de mayo está demasiado lejos.

Mi último examen final es el quince, así que tenemos unas


tres semanas hasta el final del semestre. Pueden ser tres años
porque así se siente, carajo.

—No está tan lejos —miento.

—Me siento sola sin ti —Solloza.

—Yo también me siento solo sin ti.

Se queda en silencio por un rato. —Echo de menos a mamá y


papá. Sólo soy una responsabilidad para la tía Becky y el tío
Randy.

—Yo también los extraño. Podría decirle al entrenador que...


—No —interrumpe, su tono es feroz—. Ya estás en problemas.
Perderte otro partido no me va a ayudar porque eso te duele.
Puedo esperar tres semanas.

—Pero tu cumpleaños es el próximo fin de semana.

—Todavía me llamarás, ¿verdad? — pregunta—. ¿Podemos...


podemos hacer esto de nuevo?

—Mientras no lo hagamos, no dañaremos a nadie ni


romperemos ninguna maldita ley. Así que si eso te hace feliz en
tu cumpleaños, puedes apostar que vamos a hacer esto de
nuevo. —Me acerco y agarro mi toalla del suelo para limpiar mi
pegajoso estómago—. Tal vez, si eres una buena chica, podemos
incluso hacer un video chat.

Ella toma una bocanada de aire. —¿En serio?

Nada suena más atractivo que ver su cara cuando se corre.

—Quiero verte. Toda tú —lo admito.

—Nadie tiene que saberlo —murmura.

Mi teléfono zumba con un mensaje de texto.

—Nadie tiene que saberlo —estoy de acuerdo.

Cuando me aparto para ver quién me envió un mensaje de


texto, me doy cuenta de que Rylie me ha enviado una foto. Es
una selfie. Sus ojos castaños claros están encapuchados y son
sensuales. Los labios rosados y regordetes están separados.
Pero lo que me hace querer alcanzar a través del teléfono y
agarrarla es el hecho de que su boca está envuelta alrededor de
tres dedos muy húmedos.

Miro fijamente la imagen y la grabo en mi memoria.

—Tengo que borrar esta foto —murmuro, odiando de verdad


esa idea.

—Lo sé. Pero quería que la vieras.

—Hermosa. —Apenas es un susurro, pero ella escucha.

—Gracias. Te amo, Huds.

—Yo también te amo, pagana.

Colgamos, pero miro fijamente la foto durante horas. Me


pongo duro de nuevo y me vengo una vez más, esta vez solo. Y
luego continúo mirando lo que nunca se me permitirá tener.
Cuando escucho risas muchas horas después fuera de mi
puerta, borro la foto a regañadientes.

Pero nunca borraré este maldito recuerdo.

Nunca.
14

RYLIE

—¡Ella tomó mi teléfono! —Hudson grita mientras golpea al otro


lado de mi puerta.

Mis padres, acostumbrados a nuestras peleas, lo ignoran. Dejo


escapar una risa tranquila mientras me siento en mi cama y
adivino fácilmente su contraseña. Estoy tocando una aplicación
que nunca he visto antes cuando la manija de la puerta se
sacude.

¡Oh, mierda!

¿Robó la llave que mis padres guardan de todas las puertas?

Dejo escapar un chillido cuando la puerta se abre y entra a mi


habitación, con el pecho agitado. Hudson tiene casi dieciocho
años ahora. No sabe que estoy enferma. Me tomo un momento
para apreciar las duras curvas de los músculos de su pecho
mientras cierra la puerta detrás de él.

¿Por qué está cerrando la puerta?

Mi corazón tartamudea en mi pecho.

Cuando mamá y papá no están en casa, deja que Amy venga y


cierran la puerta de su habitación. Puedo oírlos teniendo sexo
cada vez. Es sucio y vergonzoso, pero no puedo no ir a su puerta
cada vez que lo hacen. El sonido de su piel golpeándose es el
sonido más delicioso que he escuchado.

¿Vamos a...?

Sus ojos verdes están ardiendo de rabia y su cabello todavía


gotea de su reciente ducha. Cuando sus dedos giran el cerrojo,
me olvido de cómo respirar.

Es hermoso.

Enferma, Rylie, estás enferma.

—Sal de mi habitación —gruño, pero no lo digo en serio. Las


chicas que no están enfermas dicen ese tipo de cosas.

—No tuviste problemas para entrar en la mía —Su mandíbula


se aprieta con furia. ¿Cuándo se convirtió Hudson en un hombre?
Es tan grande como papá, pero definitivamente es más fuerte y
definido.

Mi dedo golpea algo en su teléfono porque los gemidos


empiezan a sonar desde la aplicación. Se abalanza sobre mí y
tira su teléfono al suelo.

—No te acerques a mi habitación —dice, sus fuertes manos me


sujetan fácilmente a la cama.

Debería estar discutiendo con él o gritándole. No me gusta la


forma en que su cuerpo se siente presionado contra el mío. La
aplicación sigue gimiendo, como lo hace Amy.

—¿Para qué es esa aplicación?


—Nada de lo que una niña tenga que preocuparse.

Resoplo y lucho por apartarlo, la ira finalmente me inunda. —


No soy una niña pequeña.

La piel una con la otra empiezan a sonar y el hombre le dice a


la mujer que la tome. Tómalo, carajo. Me esfuerzo por mirar.
Quiero ver lo que están haciendo. Mis labios se separan en el
momento en que veo al hombre empujando su pene dentro de la
mujer. Lo saca hasta el final y luego se dirige hacia ella. Una y
otra vez. Algo se endurece contra mi muslo y ya no me interesa el
video.

Hudson, que también debe haber estado mirando el video,


vuelve a poner sus ojos en los míos. Sus mejillas se vuelven
rosadas. No es la primera vez que veo a mi hermano tener una
erección a través de sus pantalones cortos, pero es la primera vez
que lo siento.

Grande.

Duro.

Punzante.

Quiero preguntarle si se bajará los pantalones cortos de


baloncesto y me dejará tocarlos. Antes de que pueda preguntar
esas palabras, se aparta de mí y toma su teléfono del suelo. Los
gemidos son silenciados, pero no puede ocultar el hecho de que
todavía está duro.

—No te acerques a mi habitación. —Sus palabras carecen de


su veneno habitual y luego se va, cerrando mi puerta tras él.
Acostada, cierro los ojos y dejo que la enfermedad se apodere
de mí mientras finjo que soy yo el que está en su habitación la
próxima vez y no Amy.

—¿Estás escuchando? —La voz de la tía Becky se escucha al


otro lado de la línea, alejándome del pasado.

—Uh, sí, sólo pensando en mamá y papá. —No es una


mentira completa.

—Oh, cariño —dice en voz baja. Luego, le grita una dirección


a un taxista—. Lo siento. Si no hubiéramos gastado ya todo este
dinero en este retiro de parejas, sabes que Randy y yo
estaríamos allí contigo.

Randy está de acuerdo en voz alta.

—Y —continúa—, sé que Hudson también lo haría si no


tuviera un juego contra Alabama. Una vez que tu hermano salga
de la escuela, haremos una gran barbacoa para ti como solían
hacer tus padres. ¿Todavía vas a salir con tus amigos esta
noche?

La mención de mis padres me hace doler el pecho.

—Sí —miento otra vez—. Todos me están esperando en el


restaurante, pero mi amiga Mandy me va a recoger. Oh, ella
está aquí.
—Bien —dice ella—. Te queremos y te veremos el lunes
cuando llegues a casa de la escuela. Asegúrate de tomar la
medicina como te la recetaron. Sólo te dejé lo suficiente para los
días que me vaya. Confío en ti y me reportaré.

—Está bien. Adiós.

Cuelgo y tiro mi teléfono. Golpea la alfombra con un ruido


sordo. No voy a salir. Ni siquiera estoy vestida. Después de la
escuela, me quité los vaqueros y me metí en la cama. Dormí.
Lloré. Me perdí en la oscuridad que es mi mente. No habrá
fiestas de cumpleaños ni nada especial. Lo mejor de este fin de
semana será cuando Hudson me llame después de su partido.
Prometió que podríamos hacer un video chat y...

—¿Hay alguna razón para que hayas mentido?

Muevo la cabeza hacia mi puerta para encontrar a Hudson


apoyado contra el marco, sonriéndome. Su gorra de béisbol está
volteada hacia atrás y lleva pantalones cortos de baloncesto y
una camiseta negra de Gap que la tía Becky le había comprado
poco después de la muerte de nuestros padres.

Mi ritmo cardíaco se dispara.

Está caliente.

Y aquí.

Salgo de la cama y corro hacia él. Se ríe cuando le rodeo el


cuello con los brazos y grito. En el momento en que nuestros
cuerpos se presionan juntos, necesito estar más cerca. Y
aparentemente él también. Sus grandes manos cubren mis
nalgas sobre mis bragas y me levanta. Envuelvo mis piernas
alrededor de su cintura y me aparto un poco para mirarlo. Dios,
huele bien. Masculino y jabonoso y simplemente Hudson.

—Estás aquí. —Le sonrío.

—Es tu decimoctavo cumpleaños. ¿Crees que me lo perdería?


— Su sonrisa es torcida y hermosa. Quiero pasar los próximos
tres días sólo besando su boca.

—¿No se enfadará el entrenador? —Mis cejas se arrugan al


darme cuenta de que podría estar en problemas por venir a
verme.

Pone los ojos en blanco. —Estaba en el banquillo de todos


modos.

—¿Estás molesto?

Sus ojos verdes brillan. —Ya no.

Mi corazón se dispara. No puedo evitarlo. Inclinándome hacia


adelante, le beso los labios. No se retira, así que lo beso de
nuevo, dejando mis labios allí por más tiempo. Cuando empiezo
a alejarme, se vuelve y presiona mi espalda contra la pared
junto a mi puerta. Sus labios se fusionan con los míos y su
lengua se desliza dentro de mi boca como si perteneciera allí. Le
doy la bienvenida con un gemido. Entre mis piernas abiertas,
aprieta su polla ahora dura contra mi centro dolorido.
Corrientes de placer revolotean a través de mí. He estado
soñando con un millón de variaciones de lo que estamos
haciendo desde el fin de semana pasado.

—¿Dónde están tus pantalones? —murmura contra mis


labios.
—¿A quién le importa?

—Maldita sea, Rylie. Eres demasiado tentadora para mí. No


soy fuerte como debería serlo. —Me besa con fuerza hasta que
ambos estamos jadeando por aire.

—Yo también te deseo. Está bien.

Me muerde el labio inferior antes de apoyar su frente contra


la mía. Sus ojos verdes son intensos mientras me mira
fijamente.

—No podemos tener sexo. Es...

Incorrecto. Cree que está mal. Mi corazón se hunde.

—Es ilegal —termina, pero sus caderas se balancean contra


mí.

Me encanta la forma en que su polla dura se frota contra mi


clítoris a través de mis bragas. Sus pantalones cortos son
delgados y puedo sentir cada parte de él. Es caliente y
vertiginoso.

—Nadie tiene que saberlo.

Gime como si estuviera desgarrado. —Si alguna vez cruzamos


esa línea, nunca podré volver a superarla. Te querría todo el
tiempo y entonces alguien se enteraría, cariño. Nos entregarían
y nos llevarían a la cárcel. Puedo lidiar con la cárcel, pero eres
demasiado dulce y bonita para estar encerrada. —Su polla se
frota más fuerte y más rápido contra mí—. Ni siquiera puedo
pensar en ello.
—Sin embargo, esto está bien, ¿verdad? Podemos corrernos
sin ir a la cárcel —murmuro.

Muerde mi labio y tira de él con los dientes antes de soltarlo.


El fuego arde en su mirada. —¿Puedes venirte así?
—¿Puedes? —lo desafío.

Sisea mientras trabajaba sus caderas. —Puedo. Lo haré,


carajo. Quiero que tú también vengas.

—Sigue haciendo eso y lo haré.

Su boca presiona besos a lo largo de mi mejilla y mandíbula


hasta que respira en mi cuello cerca de mi oreja. Hace calor y
me excita. Le meto los talones en el culo y le quito la gorra de la
cabeza para poder pasar los dedos por su desordenado cabello.
Como ya conoce mi cuerpo mejor que yo, trabaja sus caderas
de manera que me hace ver las estrellas rápidamente. Cuando
empiezo a temblar, cuando se acerca un orgasmo, me pellizca el
lóbulo de la oreja.

—Si nuestras vidas fueran diferentes y no hubiera leyes


estúpidas de mierda, tiraría de tus bragas mojadas a un lado y
te follaría duro, Rylie. Yo sería el que tomaría tu virginidad y me
ganaría todos tus gritos de placer. Sabes que lo haría, nena.

Sus palabras son demasiado. Echo la cabeza hacia atrás y me


rindo al orgasmo que me atraviesa. Chupa con fuerza mi cuello
y gruñe contra mi piel. Cada embestida se vuelve errática y
luego su polla palpita entre nosotros mientras alcanza su propio
clímax, empapando sus pantalones cortos. Me convierto en
papilla en sus brazos y me relajo. Perezosamente, besa mi cuello
con reverencia.
—Te amo —susurro.

Se aparta, sus ojos verdes brillando con una emoción que sé


que se refleja en mi propia mirada. —Yo también te amo.
Mis piernas se deslizan hacia abajo y me pongo de pie. Sus
ojos nunca dejan los míos mientras desliza su mano bajo mi
camiseta y toca mi coño sobre mis bragas.

—Empapada, pagana. Eres un desastre. —Su sonrisa


diabólica hace que se me doblen las rodillas. Me atrae hacia él
mientras su sonrisa se amplía—. Vas a tener que limpiarte. Te
voy a sacar, cumpleañera.

Parpadeo. —¿Vas a hacerlo?

—Te prometí un tatuaje. A menos que te hayas acobardado?


— Se ríe y empieza a cacarear como una gallina.

—No, no me acobardé, imbécil. —Le doy un empujón


juguetón—. Me estoy poniendo nuestro apellido en un bonito
guion a lo largo de mis costillas. —Paso mi dedo por el lugar.

Su mirada se oscurece mientras recorre con su mirada mis


pezones que están duros y asoman a través de mi camisa. —
¿Qué debería obtener?

—¿De verdad vas a conseguir uno?

—Sí. ¿Me hace estúpido si quiero el mismo?

Las lágrimas punzan en mis ojos. —Somos los únicos Hales


que quedan. No es estúpido, Huds.
Extiende la mano y pasa un nudillo por mi pómulo, limpiando
la lágrima rebelde. —Muy bueno. Porque lo iba a conseguir de
todos modos. —Señala sus pantalones cortos—. Necesito
ducharme. Dame media hora y estaré listo para partir.
Agarro un puñado de su camiseta y lo acerco a mí. —Podría
ducharme contigo.

Sus fosas nasales se dilatan y sus ojos parpadean de deseo.


Me hace temblar. —Creo que es una muy mala idea.

Frunciendo el ceño, miro hacia otro lado, avergonzada. —Oh.

Me agarra la mandíbula e inclina mi cabeza hacia arriba. Sus


labios se acercan a los míos suavemente. —No porque no
quiera. Realmente quiero, mierda. Es una mala idea porque yo
haría eso mismo que haría que nos enviaran a prisión. Te
jodería, Rylie. Te follaría y no habría vuelta atrás.

Trago y trato de apartar la mirada, pero su mirada está fija en


la mía. —Nadie lo sabría jamás —le recuerdo—. Lo negaría
hasta el día de mi muerte. ¿No confías en mí?

—Por supuesto que confío en ti. No confío en mí.

—¿Nos delatarías?

Libera mi mandíbula y me besa de nuevo. Tan dulce. —No,


simplemente no podría dejar de tocarte, besarte y amarte para
que todos lo vean. No habría manera de ocultarlo y eso sería
muy malo para nosotros.

Lo infecté, pero ahora está más enfermo que yo.


15

HUDSON

Durante todo el viaje de Arkansas a Missouri, me dije que


mantendría mi distancia. La vería pero no la tocaría. Todo eso
salió volando por la maldita ventana en el momento en que la vi
luciendo tan jodidamente triste en la cama. Sola. En su
cumpleaños. Antes de que volara a mis brazos, medio desnuda,
supe que mis palabras de ánimo no tenían sentido.

Quiero tanto a Rylie que me está volviendo jodidamente loco.

Es más que querer lo que se supone que no debo tener.

Es sólo ella.

Su olor. Sus raras sonrisas. Sus amplios ojos marrón pálido.


Sus labios deliciosos. Su dulce voz. Su maldito todo.

Durante años estuve con Amy y la mayoría de ellos les juré que
estaba enamorado de ella. Pero el zumbido en mis venas cuando
estoy con Rylie no se parece a nada que haya sentido antes. Ella
es todo en lo que puedo pensar. Todo lo que me importa. Lo que
tengo para ella es más que amor. No solo tenemos el amor, la
atracción y la química entre un hombre y una mujer, sino que
también tenemos la misma historia y experiencias familiares
añadidas. Tal vez por eso está mal visto el incesto. Una doble
dosis de amor. Una cantidad letal de amor. Pero demasiado
amor parece un buen problema.
La cena estuvo bien. La llevé al mismo restaurante italiano al
que iban mis padres cuando murieron en el accidente. Gracias
a la nueva identificación falsa de Rylie, ambos pudimos beber
vino en su honor. Recordamos y celebramos como nuestros
padres hubieran querido que lo hiciéramos.

—Estás callado. ¿Estás nervioso? —Rylie pregunta desde el


asiento del pasajero de mi auto.

Aprieto su mano que está apretada en mi agarre, descansando


en mi regazo. —No estoy nervioso. ¿Seguro que quieres hacer
esto?

Asiente con la cabeza. —Estoy lista.

Le muestro una sonrisa mientras me pongo en un lugar frente


al salón de tatuajes. Tan pronto como apago el coche, levanto
su mano y le beso los nudillos antes de soltarla. —Te ves bien.
Demasiado bien —refunfuño.

Su risa es musical y muy dulce. —Gracias, creo.

Mis ojos se posan en su vestido azul marino que abraza su


delgado cuerpo. No tiene tirantes y la pequeña hinchazón de
sus pechos me endurece la polla. Será difícil no querer golpear a
los cabrones que la miran en la cara.

—Antes de entrar, quería darte tu regalo.

Ella frunce las cejas. —Pensé que el tatuaje era mi regalo.

—Ese es tu otro regalo —le digo riendo.


Saco la pequeña caja de mi bolsillo y se la doy. —Quería que
tuvieras algo que te hiciera pensar en mí cuando no estuviera
allí. Y… —Aprieto los dientes—. Y para recordarte que si
tuviéramos una vida diferente, te lo daría todo.

Su garganta se mueve y su labio inferior tiembla cuando me


quita la caja. La abre y deja escapar un suspiro ahogado. —Es
bonito.

Exhalo con alivio. —Me alegro de que te guste. Quería algo


simple y no obvio para nadie más que para nosotros.

Saca el collar de oro blanco de la caja y lo sostiene delante de


ella. Dos anillos de oro cuelgan de la cadena. Uno es más
grueso y más grande. El otro es delgado y delicado. Son anillos
de boda. Baratos. Sin detalles. Es simple. Pero el significado
detrás de ellos es todo.

En otra vida, podríamos ser nosotros.

No tengo que explicárselo, ella lo sabe.

La vida es injusta. Nos robó a nuestros padres y nos empujó a


estar juntos de una manera que no se supone que dos
hermanos amen. Y no podemos tenerlo. Somos todo lo que nos
queda y seguimos estando tan solos como se puede.

—Gracias, Hudson —murmura con lágrimas en los ojos—.


¿Puedes ponérmelo?

—Por supuesto. Levántate el cabello.

Me entrega el collar y luego se pasa el cabello a un lado,


exponiéndome el cuello. Está oscuro y estamos en una zona
sórdida de la ciudad. Nadie lo sabrá. Inclinándome hacia
adelante, beso su piel donde su cuello se encuentra con su
hombro antes de abrochar el collar alrededor de ella. Una vez
que está en su lugar, con los anillos colgando justo por encima
de sus pechos, paso mis dedos por su pecho antes de deslizar la
punta de mi meñique a través de ambos anillos.

—Se ve bien en ti. —De mala gana suelto las joyas. Una vez que
entremos, tendré que compartirla durante horas. Todo lo que
quiero es abrazarla y besarla, pero es su cumpleaños. Ella se
merece el mejor cumpleaños—. Hagamos esto, pagana.

—Está listo, hombre. ¿Qué te parece? —pregunta el tatuador


llamado Mike.

Me levanto de la silla y me acerco al espejo. Cuando Rylie dijo


que quería que le tatuaran Hale con mi letra, decidí que quería
hacer lo mismo pero con su letra. La tinta negra tiene sus
pulcras florituras garabateadas en mis costillas. Pronto tendrá
un tatuaje a juego.

—Se ve increíble. Me encanta.

Rylie se acerca a mí y lo admira con una sonrisa. —A mí


también me encanta.

Le doy un guiño y sus mejillas se vuelven ligeramente rosadas.


—¿Te ha dolido?
—Joder, sí, lo hizo —digo con una risa—. Pero eres dura. Tienes
esto.

—Tú eres la siguiente, señorita —dice Mike y golpea la silla—.


Voy a salir a fumar. Eso te dará la oportunidad de bajarte el
vestido para que pueda llegar a esas costillas y acomodarte. —
Tira de la puerta para cerrarla detrás de él.

Un estallido de celos se eleva dentro de mí sabiendo que pronto


tocará su piel desnuda.

—No puedes asesinar al tipo del tatuaje —dice Rylie, riéndose.


Joder, sus risas son un levantador de ánimo instantáneo. Paso
de querer matar a un hombre a querer hacerle cosquillas sólo
para oírla de nuevo.

—Ven aquí —ordeno, mi voz ronca.

Sus ojos arden con intensidad. Sé que sea lo que sea que esté
pensando sobre ella, ella parece reflejar esos pensamientos. Le
indico que me dé la espalda. Agarrando la cremallera, la tiro
hasta su trasero. El vestido comienza a deslizarse, pero ella lo
sostiene contra su pecho. Su espalda está desnuda.

—Este vestido tiene un sostén incorporado —explica.

Pongo la palma de mi mano sobre su espalda y paso mi dedo


medio por su columna vertebral. —No me gusta que te vea
desnuda.

Gira la cabeza y susurra, —Soy tuya, Hudson. Sólo tuya.

Mi polla reacciona, pero entonces oigo a Mike hablando con


alguien justo fuera de la puerta. Retiro mi mano y ella se
acomoda en la silla. Se ve tan jodidamente sexy a horcajadas en
la silla con la espalda expuesta. Renunciaría a todo en este
mundo sólo para poder reclamarla como mía. Para besarla y
tocarla libremente. Para follarla y amarla como yo quiero.

—¿Qué tan grande la quieres? —pregunto mientras tomo el


mismo marcador que ella usó para mi tatuaje y me quito la
gorra.

—El mismo tamaño que el tuyo.

Me siento en la silla y le pongo la palma de la mano en la


espalda otra vez, agradecido por la excusa de tocarla. Lenta y
cuidadosamente, firmo mi apellido a lo largo de sus costillas.
Una sensación de posesión me invade al ver mi apellido en su
cuerpo.

—Me gusta —murmuro mientras admiro mi trabajo.

—Entonces me encantará.

—Vamos —digo mientras cierro la puerta principal detrás de


nosotros. Ella se ríe mientras la arrastro por la casa a oscuras
hasta la cocina. Le suelto la mano para levantar la tapa del
recipiente de cartón—. ¿Qué carajo?

Enciende la luz de la cocina. —¡Me has traído un pastel! —


Entonces su dulce risa llena la cocina—. Bueno, le compraste
un pastel a Heather.
—A ese pequeño imbécil del mostrador le tuvieron que decir tres
veces cómo deletrear pagana y aún así lo jodió. —gruño
mientras trato de arrastrar el glaseado rosa con mi meñique en
la ‘r’ hacia abajo para que parezca una ‘n’—. Sabía que debería
haberlo comprobado antes de salir de la tienda.

—Es la intención lo que cuenta —dice ella, sus ojos marrones


parpadeando de placer—. Papá siempre estaba a cargo de los
pasteles y siempre salían especiales.

Sonrío porque papá siempre se enfadaba mucho cuando se


jodían los pasteles. Pero después de muchas veces de reírnos de
sus reacciones exageradas, casi me pregunto si no saboteó los
pasteles a propósito después de eso.

Su sonrisa cae y sin duda recuerda a nuestro padre. —Lo


extraño.

—Yo también lo extraño. —Juguetonamente, le paso mancho la


mejilla con el glaseado de mi meñique. Su chillido me endurece
la polla.

—¡Idiota! — Me golpea, pero la agarro de la muñeca y la atraigo


hacia mí.

—¿Quieres que lo limpie?— Bromeo mientras la inmovilizo con


mis caderas contra la barra. Agarro su barbilla y lamo su
mejilla. Ella se retuerce y grita, pero la risa que fluye libremente
de los dos abre algo dentro de mí.

La esperanza. El amor. Excitación. Felicidad.

Todos los sentimientos con los que bailé toda mi vida pero con
los que nunca me asocié han empezado a encontrar su ritmo.
—¿No quieres tener más que esto?

—Sólo la amo —digo, intentándolo de nuevo, pero mi argumento


se ha debilitado.

—Pero puede que no en cuatro años. Quiero que experimentes la


vida un poco. Entonces, si Amy y tú siguen juntos, les deseo lo
mejor a ambos.

Mirando hacia atrás, lo que sentí por Amy fue fuerte, pero no
fue esta sensación abrumadora, emocionante y que marca el
alma lo que me atravesó en el momento en que comencé a ceder
a mis deseos por Rylie.

Rylie lo es todo.

Su mirada se ha suavizado y ya no se retuerce. Ella me mira


como si yo fuera su mundo entero. El sentimiento es mutuo.
Deslizo mis palmas a su cara y luego enredo mis dedos en su
cabello. Inclinando su cabeza hacia atrás, miro sus labios
regordetes que ahora se han abierto. Todo sobre ella merece mi
tiempo. Podría mirarla todo el día y nunca aburrirme.

—Eres tan hermosa —murmuro.

—Tú también, Hudson.

Ahora que estamos libres de miradas indiscretas, la beso


lentamente. Suavemente al principio. Luego, mordisqueo y
chupo con hambre su labio inferior gordo. Sus gemidos son
todos para mí y le arranco más por la forma en que fácilmente
domino su boca. Un gemido retumba a través de mí cuando sus
palmas se deslizan por mi pecho sobre mi camisa.
Quiero hacer todo con ella.

Todas las cosas que mamá prometió que me estaban esperando.

¿Por qué el universo tiene que ser tan cabrón?

Esto es peor que un truco cósmico. Esto es sadismo cósmico.

Presionando un beso en la comisura de sus labios, murmuro mi


queja. —Estábamos destinados a estar juntos. Puedo sentirlo
con todo lo que soy. No es justo, Ry.

—Nadie tiene que saberlo —susurra, sus dedos retorciéndose en


la tela de mi camisa—. Podemos besarnos y tocarnos y hacer
cosas. Podemos estar juntos.

—Pero no podemos hacer eso —espeto, la ira por la situación,


no por ella.

—Así que no haremos eso, pero podemos hacer esto. —Ella me


tira de la muñeca y yo le suelto el cabello. Me guía hasta su
seno alegre sobre su vestido.

—Esto se siente jodidamente perfecto —gruño contra sus labios.


Tirando de la parte superior de su vestido, expongo sus pechos
a mí—. Esto se siente aún mejor. —Ahueco su dulce seno y
luego froto mi pulgar sobre su pezón endurecido—. Esto me hizo
seguir adelante todas esas semanas sin ti. La imagen de este
pequeño pezón entre mis dientes. —Me aparto un poco y
contemplo la hermosa vista. Sus mejillas están enrojecidas y
sus fosas nasales se ensanchan mientras me bebe con avidez.
Me encanta que su cabello castaño brillante esté desordenado
desde donde la había estado agarrando. Me gusta que me
ensucie—. Puede que no pueda follarte, cariño, pero puedo
chupar estos hasta que no puedas soportarlo más.

—Nunca será suficiente —grita cuando la pellizco.

No, no lo será.

—Es todo lo que tenemos, pagana.

—Entonces tomémoslo mientras podamos.

Me inclino y llevo mi boca a su teta. El pezón está puntiagudo,


desesperado por llamar la atención. Sacando mi lengua, la paso
por la yema y la pruebo. —Joder, me he perdido esto.

Gime y me tira de mi cabello. —Más.

Me río y me alejo, mirándola con maldad. —Tenemos toda la


noche. Pero primero... —Asiento hacia la caja del pastel—.
Tenemos un poco de pastel, Heather.

Un resoplido poco femenino se le escapa. —Ugh, bien. Primero


la tarta. Los dientes después. —Se vuelve a poner el vestido
sobre los pechos, pero a mi polla no le llega el memorándum de
que hemos cambiado de planes.

—Serás mi muerte —gimo.

—No te alejarás de mí tan fácilmente, hermano mayor.


16

RYLIE

El pastel es delicioso a pesar de que tiene el nombre de otra


persona. Él haciendo el esfuerzo de traerme el pastel es mucho
más dulce que el postre en sí. Hudson ha vuelto, nuestra tía y
nuestro tío se han ido, y somos libres de estar juntos. Es el
mejor cumpleaños que he tenido, incluso si tuviéramos que
usar utensilios de plástico porque la tía Becky guardó todos los
cuchillos antes de irse.

Una vez que hemos comido nuestro pastel y hemos apagado


todas las luces, nos dirigimos al piso de arriba. Hudson agarra
su mochila por el camino. Mis nervios están destrozados. Lo
deseo tanto que apenas puedo concentrarme. Cuando llegamos
a mi habitación, deja su bolso sobre la cama y abre la
cremallera.

—Ponte algo acogedor. Vamos a ver películas —me dice


mientras hurga en la bolsa.

Resoplo de frustración. —Tal vez no quiero ver películas.

—Cuidado, cumpleañera —gruñe, con sus ojos verdes ardiendo


mientras me mira por encima del hombro—. No quiero tener
que darte unos azotes.

—Ja, ja —digo inexpresiva.


Se ríe. —No hay prisa, pagana. Todavía estoy aquí. No me voy a
ir a ninguna parte.

Mis hombros se relajan cuando vuelve a la caza. Esto se siente


familiar. Viendo películas con mi hermano. Me acerco a mi
tocador y busco hasta que encuentro una camiseta de gran
tamaño que le había robado a Hudson en sus días de escuela
secundaria. Es gigantesco y tiene agujeros, pero Hale está
estampado en la parte de atrás y me encanta.

Me meto en el baño para refrescarme y asegurarme de estar


bien. Mis ojos parecen más claros y brillan de felicidad. No estoy
familiarizada con los ojos que me miran. Sin embargo, me
gustan estos ojos. Me encantaría ver más de ellos. Extiendo la
mano detrás de mí, abro la cremallera del vestido y lo dejo caer
al suelo. Mi pezón todavía está rojo por donde lo mordió. Quiero
que me muerda en todas partes.

La quemadura en mis costillas por mi nuevo tatuaje no es tan


grave como esperaba. Su escritura está permanentemente
grabada en mi carne y es hermosa. No puedo esperar hasta que
pueda quitarme las vendas para mirarlo bien. El hecho de que
tenga uno a juego hace que mi corazón cante.

No podemos tener eso. Sexo. El último paso para unir a dos


personas que están enamoradas.

Pero podemos tener esto.

Nosotros.

Tres cuartas partes de un total, pero aún más satisfactorio que


cualquier cosa que pudiera esperar tener. Besos y caricias y el
amor en secreto, incluso sin consumar dicho amor con el acto
sexual, son suficientes. Más de lo que jamás hubiera soñado
tener hace meses.

Me pongo la camiseta usada y me ato el cabello en un moño.


Cuando salgo del baño, el gigantesco cuerpo de Hudson está
tendido en mi cama. Lleva un par de viejos pantalones de
chándal que se sientan en sus caderas, acentuando la forma en
que sus músculos del bajo abdomen se desvían hacia abajo en
una perfecta forma de V. Debido a que se ejercita tanto para el
béisbol, su estómago parece estar tallado en piedra. Perfecto y
bronceado. Sus pectorales están esculpidos y también me da
sed de lamer sus pezones. Entre sus pectorales hay un poco de
cabello oscuro que es ligeramente más oscuro que lo que tiene
en la cabeza y coincide perfectamente con el rastro que
comienza debajo de su casco y se sumerge bajo la cintura de su
sudor. La venda de su lado hace que mi corazón palpite en mi
pecho.

Él es mío.

En secreto.

Sigue siendo mío.

—Apaga las luces y métete en la cama —instruye, como el


hermano mayor mandón que conozco y quiero.

Pongo los ojos en blanco, pero una sonrisa inclina mis labios
hacia arriba. No es necesario, ya que estamos solos, pero estoy
desesperada por guardar nuestro secreto, así que cierro la
puerta del dormitorio y la cierro con llave antes de apagar las
luces. Para cuando me deslizo a la cama, ya ha empezado una
película. Como si mi cuerpo estuviera hecho para amoldarse al
suyo, me acurruco contra él y me rodea con un brazo,
acercándome. Acurrucarme con él me relaja.

—¿Qué es esto? —se burla mientras tira del dobladillo de mi


camisa—. Lo tiré hace años.

—Lo quería.

Se ríe. —Te queda mejor de todos modos. —Sus dedos arrastran


el material sobre mis caderas y le exponen mis bragas, pero no
se ve—. Mira la película, Rylie.

—Deja de distraerme entonces —refunfuño, mi palma frotando


contra sus abdominales. La película es lo último que tengo en
mente. De hecho, ni siquiera he mirado la televisión porque me
fascina la forma en que su polla se endurece, tensando la tela,
sólo por el hecho de que le toqué el estómago.

—Mira la película —sisea cuando mi mano se desliza hacia


abajo.

—Prefiero mirarte a ti.

Mi palma empuja debajo de su cintura y agarro su grosor. Hace


calor y me sacude la mano, haciéndome sonreír. —Esto está
bien —le digo.

Su aliento se agita. —Esto se siente bien, nena.

—Bájate los pantalones y déjame verlo —respiro.

Espero que discuta, pero usa una mano para tirarlos hacia
abajo, liberándolo hacia mí. Mi mano parece pequeña envuelta
alrededor de su gran circunferencia. He visto suficiente
pornografía para saber que Hudson está bien dotado en la
región baja. No solo su polla es increíblemente gruesa, sino que
también es larga. Estoy celosa de que Amy lo haya tenido antes.
Y la chica a la que dejó que la chupara cuando la engañó.

—No quiero que estés con otras chicas —le digo, los celos hacen
que las palabras salgan amargas. No dejo de acariciar. Estoy
ansiosa por hacerlo sentir bien.

—No quiero estar con ninguna otra chica, Ry. Quiero estar
contigo.

No puedo evitarlo, así que indago más. —Querías estar con Amy
en un momento dado.

Se acerca y toma mi mejilla, girando mi cabeza para mirarlo.


Los ojos verdes se clavan en los míos. —La forma en que quería
a Amy ni siquiera se compara con la forma en que mi alma te
necesita. ¿Entiendes eso? Ella era un enamoramiento
adolescente que pensé que tenía que seguir. Mamá sabía de qué
estaba hablando allí. ¿Pero tú? Te necesito más y más cada
segundo. Pensando en ese hijo de puta, Travis, incluso mirarte
me da ganas de matarlo. La idea de que tengas sexo con alguien
me ciega de rabia. No es jodidamente justo.

Me besa con fuerza mientras sus palmas encuentran mis


caderas. Me arrastran por su cintura, así que estoy a
horcajadas sobre él. Gimo cuando me aprieta el culo con ambas
manos. —Cambié de opinión —dice, riendo entre dientes contra
mis labios—. No me gusta esta camisa.

Me río cuando prácticamente me lo arranca. Una vez que lo tira,


toma mis dos pechos. Su polla se sacude entre nosotros. Está
aplastado contra su estómago. Balanceando mis caderas, froto
contra su longitud. Mis bragas están empapadas y me pregunto
si puede sentirlo.

—Podríamos —susurro.

—No lo haremos —gruñe—. Rylie, hablo en serio. Nunca podré


follarte. Esto tendrá que ser suficiente para nosotros. Si lo
hiciéramos y alguien se enterara, nos destrozarían. Durante
años y años. Quién sabe cuánto tiempo. —Me pellizca los
pezones y me los tira—. No puedo perderte. Eres la única
familia que me queda que me importa. Tenemos que ser
inteligentes o nos lo quitarán todo.

—Nunca se lo diré a nadie. Incluso si intentan torturar la


verdad de mí —lo juro.

—Lo mismo, pagana. Mentiré hasta el día de mi muerte.

—Si todo lo que puedo tener es esto, una pequeña pieza de tela
que me separa de cómo te quiero completamente, entonces eso
es lo que tomaré.

Me sonríe. —Será suficiente. La mayoría de las personas en esta


vida se esfuerzan por lograrlo y nunca se acercan a los
sentimientos que tenemos. Estaba en una relación seria. El
sexo estaba involucrado, pero palideció en comparación. No
tener sexo contigo pero aún tenerte así es más de lo que podría
haber esperado.

Sus palmas de las manos se deslizan hasta mi cintura y luego


usa sus pulgares para arrastrar mis bragas hacia la raja del
culo.

—Oye —me quejo.


Se ríe. —Confía en mí. Confías en mí, ¿verdad?

—Sabes que lo hago.

—Esto será lo más cerca que podamos —murmura con voz


ronca. Mueve sus manos hacia mi frente. Suavemente, tira de
mis bragas entre los labios externos de mi vagina. Luego, agarra
mis caderas y me guía para frotarme contra su polla. Mi piel
sensible se desliza a lo largo de la suya y puedo sentirlo como
he querido desesperadamente.

—Oh —susurro—. Me gusta esto.

—Tus bragas están tan mojadas. Tu coño es tan suave. Pensé


que no podías afeitarte —Sus dedos se clavan en mis caderas y
sé que me hará moretones. Me gusta la idea de que me marque.

—Ella lo monitorea sentándose en el baño mientras me ducho,


pero al menos puedo afeitarme —le explico, mi voz temblando
de necesidad.

—Te sientes bien, Rylie. Ven aquí.

Inclinándome hacia adelante, beso sus labios llenos. Controlo


nuestro beso mientras él controla la forma en que nuestros
cuerpos se frotan entre sí. Mi clítoris puede estar escondida
detrás de mis bragas, pero él lo empuja de una manera que me
hace ver las estrellas.

—Podría venir así —respiro.


Muerde mi labio y tira. —En otro mundo, empujaría mi polla
dentro de tu pequeño coño. Te arruinaría por cualquier otro
hombre.
—Ya lo has hecho.

—Apuesto a que tu coño cremaría por toda mi polla mientras te


estiraría hasta el punto del dolor. Eres tan pequeña que te
lastimaría las entrañas, cariño. Te lastimaría.

—Quiero que me hagas daño —me quejo—. Por favor.

—No ruegues por mierdas que no puedo entregar, pagana. Es


demasiado tentador.

—Iría a la cárcel por ti —le digo tercamente.

—Moriría antes de dejar que eso ocurra.

—Tu dedo no está en contra de la ley, ¿verdad? —le pregunto.

Gime. —Rylie.

—Es sólo un dedo. Nadie tiene que saberlo.

Espero que me niegue, pero desliza un dedo por mis bragas que
están agrupadas entre los labios de mi vagina y pincha la carne
sensible.

—Ahí —respiro—. Ahí mismo.

Suavemente, empuja un dedo dentro de mí como lo he hecho


muchas veces antes. Mis fantasías no se pueden comparar con
la realidad. La forma en que sabe con experiencia cómo moverse
dentro de mí. Me llevó años descubrir lo que se sentía bien y es
como si hubiera nacido sabiendo cómo hacerlo.

—Hudson —le ruego—. Por favor.


—¿Qué estás rogando?

—Más.

—No puedes tener mi polla gorda, pero te llenaré. —Empuja


otro dedo dentro de mí. Duele, pero también se siente bien.
Cuando los riza y comienza a frotar un punto sensible dentro de
mí, grito de placer—. Eso es todo, pagana. Voy a hacerte venir
tocándote allí mismo. —Enfatiza su punto presionando contra
mí allí. Me sobresalto y me retuerzo. Su mano que todavía está
en mi cadera se aprieta para mantenerme quieta mientras
continúa su intrusión dentro de mí—. Monta mi mano, bebé.

Desvergonzadamente, me balanceo contra su mano, trabajando


con él para llevarme a un placer desconocido. A medida que
empiezo a perder el control, me vuelvo más necesitada y
desesperada. Lo quiero todo. Lo quiero a él, que las
consecuencias sean condenadas. Esos pensamientos me llevan
al límite y grito su nombre mientras mi orgasmo me atraviesa.
Me siento demasiado llena con sus dedos dentro de mí. Nunca
deja de frotar, incluso cuando llego al clímax, y parece que lo
prolonga más que nunca. Todo lo que puedo hacer es temblar
violentamente.

—Muéstrame lo que no puedo tener —ladra, su voz ronca de


deseo.

Me levanto de rodillas a pesar de lo temblorosa que estoy


mientras él desliza sus dedos de mí. Me pone las bragas a un
lado y me mira fijamente el coño como si tuviera las respuestas
de la vida para él. Su lengua se dispara y se lame el labio
inferior.
—Jodidamente hermoso —elogia—. Quiero estirar este pequeño
coño bien abierto con mi polla, nena. Quiero llenarte de tanta
esperma que te gotearía durante días.

—Así que hazlo —le ruego.

Su mandíbula se aprieta, pero no hace más que admirar lo que


cree que no puede tener. Agarro su gran polla y la deslizo contra
mi abertura que gotea con mi orgasmo. La punta de su polla me
presiona, pero es demasiado grande. Lo miro con impotencia.

—Rylie —muerde, su cara se contorsiona de rabia.

—Hudson, por favor —me ahogo.

—No podemos...

El tiempo parece detenerse. No está luchando contra mí


mientras yo torpemente trato de llevarlo más adentro. Fracaso
miserablemente.

—Quiero que tengamos esto —grito exasperada—. Pero... no


encajará...

Sus ojos parpadean con locura y fuego. Pierde el control. —


Encajará, maldita sea. —Con esas palabras, me agarra de las
caderas y me empuja hacia abajo a lo largo de su eje al mismo
tiempo que empuja sus caderas hacia arriba con fuerza.

Grito porque es doloroso y siento como si me estuviera


partiendo en dos, pero el grito también es un grito de batalla.
Finalmente ganamos esta guerra. Soy una inútil, pero él no
parece disuadido. Con facilidad, nos hace rodar sobre la cama
para que esté encima. Sus caderas retumban contra mí de
nuevo, enviando más dolor explosivo a través de mí. Las
lágrimas brotan de mis ojos, pero estoy feliz. Tan malditamente
feliz. Está perdido por la enfermedad. Sus dientes muerden mi
garganta casi dolorosamente mientras me folla. Entre
mordiscos, chupa la piel y me toca en todas partes donde puede
poner sus manos. Todo lo que puedo hacer es arañarlo y rogarle
que nunca me deje ir.

No me deja ir.

En todo caso, me sujeta más fuerte.

Un sonido gutural se desprende de él y luego se viene. Su calor


inunda mi interior, quemándome de adentro hacia afuera. Nos
sella y nos une. Somos uno ahora, puedo sentirlo. En el
momento en que su polla deja de temblar, se derrumba sobre
mí, aplastándome contra el colchón. Sus fuertes brazos se
deslizan debajo de mí y me abraza lo suficientemente fuerte
como para sentir que podría romperme.

—¿Qué hemos hecho? —susurra.

Paso las yemas de mis dedos por su musculosa espalda y beso


su cabello. —Encontramos una cura. Ya no estamos enfermos
—le digo—. ¿No lo sientes?

Se levanta y me mira con ojos maníacos. —No estamos


enfermos.

—No estamos enfermos —estoy de acuerdo.


Su cuerpo se relaja y hace que su suave polla se deslice fuera
de mi cuerpo dolorido. El semen brota de mí y se desliza por mi
raja. —Nadie tiene que saberlo.

—Sólo nosotros.

Sonríe y me besa la boca. —Sólo nosotros.


17

HUDSON

Me despierto con el sonido de un trueno. Me toma un momento


darme cuenta de que no estoy soñando. Anoche me follé a mi
hermana. Y nunca he sido más feliz. El arrepentimiento no es
un sentimiento que ocupe espacio en mi mente. Sin embargo, el
miedo sí. Si alguien se entera alguna vez...

No estoy seguro de poder vivir con lo que le sucedería. Puedo


cuidar de mí pero con Rylie, no se merece nada malo que se le
presente. Su cuerpo desnudo y gastado está tendido a mi lado.
En algún momento en medio de la noche, se puso boca abajo y
se ve tan linda mientras duerme. La habitación permanece
bastante oscura, pero puedo distinguir sus rasgos con bastante
facilidad. Las pestañas oscuras se abren en abanico sobre sus
pómulos altos. No puedo ver sus pecas en su nariz en la
penumbra, pero sé que están ahí. Sin embargo, me obsesiono
con sus labios. Rosa, regordeta y perfecta.

Mi polla está erecta y lista para jugar, pero no estoy seguro de


cómo se sentirá esta mañana. Tal vez se arrepienta. Si lo hace,
lo respetaré. La amo y no quiero que sienta que ha cometido un
error. Para mí no es más que un error. Se siente como si
finalmente hubiera hecho algo bien y para mí. No más padres,
entrenadores, compañeros de equipo o novias que no amaba.
Tener a Rylie es puro egoísmo. Me he rendido a lo que más
quiero en el mundo.

Y se siente jodidamente increíble.


La giro sobre su espalda y beso sus pechos desnudos. Empieza
bastante inocente, pero luego estoy chupando y mordiendo. Sus
gemidos y respiraciones agudas indican que se ha despertado.
Cuando sus dedos se entrelazan en mi cabello, es el único
estímulo que necesito. Mi único propósito es poner tantos
mordiscos de amor en su piel como pueda.

—Pensé que tal vez te despertarías y te arrepentirías de anoche


—dice, su voz ronca por el sueño.

Libero su piel de mis dientes y frunzo el ceño. —¿Te arrepientes


de anoche?

—No, claro que no.

—Yo tampoco. Quiero más. —Le beso el estómago hasta el


ombligo—. Te dije que si alguna vez te tenía, me volvería loco.
Te lo advertí, Rylie.

Ella se ríe. —Ya era hora de que te pusieras a mi nivel.

Muerdo su piel y ella jadea. Separando sus muslos, abro su


coño para mí. Incluso con la luz tenue, puedo decir que todavía
está rojo por haber recibido una paliza anoche. Deja escapar un
gemido cuando beso su clítoris. Su olor es uno que se quema en
mi memoria. Quiero incrustarlo en mi cerebro para no olvidarlo
nunca.

—¿Te duele? —pregunto antes de pasar mi lengua por su


abertura.

Ella se sacude en la cama. —S-Sí.

—¿Quieres que me detenga?


—Nunca.

Usando mis pulgares, separo los labios de su coño, exponiendo


su tierna carne rosada escondida. Jodidamente hermosa. Me
burlo de su clítoris con la punta de la lengua hasta que se
retuerce y me tira del cabello. Cuando chupo su clítoris, sus
rodillas intentan juntarse, pero la separo cuando le jodo su
coño.

—Oh Dios —grita. Su cuerpo se sacude y sufre espasmos


mientras obtengo su orgasmo simplemente usando mi lengua—.
Te necesito.

Beso mi camino hasta su cuerpo y aprieto mis dientes en su


cuello. Le doy un tirón doloroso antes de alejarme. —Tu
pequeño coño está demasiado adolorido.

Resopla. —No me importa. Te quiero a ti, Huds. Te vas a ir el


lunes y estoy deseando pasar cada segundo contigo.

Froto mi polla contra su clítoris. —¿Estás segura?

—Sí.

Agarrando mi polla, provoco su resbaladiza abertura antes de


empujarla suavemente. Aprieta los dientes pero no hace un
sonido de protesta cuando me deslizo completamente dentro de
ella. Su cuerpo está tan jodidamente apretado. Ya tengo ganas
de correrme y apenas estoy dentro de ella. Desnudo.

—Anoche fuimos imprudentes. Debería agarrar un condón. —


Pero no pienso con claridad porque no hago ningún movimiento
para levantarme. Me deslizo lentamente dentro y fuera de ella.
—Me gusta sentirnos sin nada.

Mi polla se contrae ante sus palabras. —Podrías quedar


embarazada, Rylie—.

Una dulce sonrisa aparece en sus labios. —¿Sería eso tan malo?

Las imágenes de su estómago hinchado con nuestro bebé, otra


Hale en este mundo solitario, es suficiente para que no vaya
despacio. Empujo con fuerza, desesperado por llenarla. Es
probablemente la peor cosa posible que podría pasar y aun así
no puedo convencerme de la idea de quererla. Llego con un
gemido, mi semen saliendo a chorros dentro de mi hermana.

Descuidado.

Imprudente.

Jodidamente estúpido.

Y aun así estoy tan condenadamente feliz.

Me deslizo fuera de ella. Mi semen se escapa de su coño. La


esperma empieza a salir. Usando mis dedos, recojo lo que se
está escapando y lo vuelvo a arrastrar hacia arriba. Lo empujo
dentro de su coño que está aún más rojo ahora que me lo he
follado duro.

—Fue Travis —respira—. Me follé a Travis. Pero rompió


conmigo.

La miro furioso. —¿Qué?


—Nadie lo sabrá nunca. —Su sonrisa es malvada.
Mi ritmo cardíaco se reduce cuando me doy cuenta de lo que
ella quiere decir. Ella mentirá para protegerme. Para
protegernos.

—Te amo, pagana.

Se ríe y es hermoso. Mi hermana ha luchado con su depresión


toda su vida. Y en un momento en el que debería estar
sufriendo más, tras la muerte de nuestros padres, está
prosperando. Gracias a mí. Por lo que nos hemos convertido.
Ella tenía razón.

Nuestro amor, por muy enfermo que parezca a los demás, es


una cura.

La lluvia es implacable, pero después de una ducha esta


mañana, donde me follé a mi hermana contra la pared de
azulejos, ambos acordamos visitar la tumba de nuestros padres.
Sostengo el paraguas sobre ella mientras Rylie se pone en
cuclillas para colocar una sola rosa amarilla en cada una de sus
lápidas. Una vez que está satisfecha, se pone de pie y me
abraza. La lluvia golpea contra el paraguas y empapa nuestros
jeans mientras cae casi de lado. Hace frío y es ridículo estar
aquí, pero lo estamos. Y ninguno de nosotros tiene prisa por
irse.

—Sus muertes nos unieron —dice—. Quiero decir, siempre


estuve enferma y deseando que fueras mío. ¿Pero tú? No creo
que hubieras venido a mí si no hubieran muerto.
Frunzo el ceño y la abrazo. Me gustaría pensar que
eventualmente habría venido a ella, pero en el fondo sé la
verdad. Habría hecho lo que se esperaba, casarme con Amy y
quedarme con ella por la culpa.

—Estoy aquí ahora —murmuro, besando la parte superior de su


cabeza—. ¿Qué crees que mamá y papá pensarían de nosotros?

Rylie suspira. —No creo que lo aprueben.

—Sin embargo, mamá quería que encontrara el amor verdadero.

—Es cierto —admite—. Pero te habría golpeado en la cabeza con


tu bate de béisbol si hubieras encontrado ese amor con su niña.

Bajándome, beso un lado de su cuello. —El universo nos dio


una mano de mierda, pero descubrimos una manera de ganar.

Se inclina hacia atrás contra mi pecho. —Cuando termines la


universidad el año que viene, vámonos lejos donde nadie nos
conozca.

—Me gusta esa idea. Aunque definitivamente no es Montana. —


Se estremece y no estoy seguro de si es por el frío o por el hecho
de que podríamos ir a la cárcel allí el resto de nuestras vidas
por lo que estamos haciendo. Eso es tan jodido. Abrí mi portátil
antes y le mostré lo importante que es para nosotros mantener
nuestra relación en secreto.

—¿Rylie? —murmuro mientras deslizo mi mano para tocar los


anillos de su collar—. Siento ser tan egoísta.

Su mano cubre la mía. —No eres egoísta.


—Debería haberte dejado salir y vivir tu vida de manera normal.

Se voltea hacia mí e inclina la cabeza hacia arriba, frunciendo el


ceño con enojo. —Nunca fui feliz, Hudson. Nunca. En el
momento en que las cosas empezaron a crujir entre nosotros,
encontré esperanza. Cuando cruzamos la línea con caricias y
besos, estaba aterrorizada de que pensaras que era un error.
Ahora que hemos hecho el amor, estoy realmente feliz. No
quiero lo normal. Te deseo.

Beso su boca. —Me tienes a mí. Siempre me tendrás porque


nunca te dejaré ir.

—Me encanta esta parte —dice Rylie, hablando de la película.

Mi mano está debajo de su sudadera con capucha y le toco el


pecho. Chupo su cuello, sin duda lastimándola, y me río. —Yo
también amo esta parte.

Después de visitar las tumbas de nuestros padres, nos


cambiamos de ropa y decidimos ver una película en el sótano
porque la televisión es más grande aquí. Este sofá tiene buenos
recuerdos para los dos. Acostado a su lado, sin ninguna
preocupación en el mundo, es la mejor sensación. Nuestras
piernas están enredadas. Y aunque ambos llevamos pantalones
holgados, nuestros pies están descalzos. Me gusta frotar mis
pies grandes contra los pequeños y suaves de ella. La verdad es
que podría pasar el resto de mi vida acostado aquí abrazándola.
Nunca me había sentido tan relajado.
—¿Dónde quieres ir a comer después de la película? —pregunto,
apretando su seno sobre su sostén. Mi polla está dura en mi
bóxer, pero no la presiono para tener más sexo. Sujetarla es
suficiente para mí.

—Me haces comer demasiado —se queja con una risita.

Deslizo la palma de mi mano hasta su estómago plano y luego le


hago cosquillas en las costillas. —Estás demasiado flaca. Voy a
engordarte.

Se da la vuelta y parpadea perezosamente. Sus labios carnosos


se han separado, pidiendo un beso. Inclinándome hacia
adelante, beso sus labios suavemente al principio. Pero en el
momento en que sumerjo mi lengua en su boca, ella se vuelve
hambrienta. Un gemido sale de ella y se retuerce para girar su
cuerpo hacia mí. Deslizo mi palma por la parte de atrás de sus
pantalones de yoga debajo de sus bragas y agarro un puñado de
su trasero. Ella deja escapar un chillido cuando paso mi dedo
por su culo. Nos tocamos y besamos juguetonamente cuando lo
escuchamos.

Un chillido.

—¡Rylie! ¡Hudson! —La voz de la tía Becky es fuerte cuando nos


llama arriba.

Como si nos hubiéramos electrocutado, nos separamos. Rylie se


dirige a un extremo del sofá y se endereza la sudadera con
capucha. Yo saco una almohada del suelo sobre mi erección e
intento relajarme en el sofá.

—¡Estamos abajo! —grito.


Los labios de Rylie están rojos por el beso. Mierda.
La puerta del sótano se abre y los pasos bajan las escaleras. Mi
ritmo cardíaco se acelera, pero me las arreglo para mirar
tranquilamente la televisión.

—Estamos viendo una película si tú y el tío Randy quieren


acompañarnos —le digo por encima de mi hombro—. Apenas ha
empezado.

Puedo sentir el cálido resplandor de la tía Becky en la parte de


atrás de mi cabeza.

—¿Apestaba el retiro? —Rylie pregunta—. Pensé que volverías el


lunes.

—El orador terminó enfermándose, así que decidimos volver a


casa y sorprenderte. Imagínate nuestra sorpresa cuando
Hudson ya está aquí. Pensé que tenías un juego en Alabama. —
La voz de la tía Becky es cortante y puedo escuchar las
acusaciones que apenas está conteniendo. Sé que ustedes dos
están cogiendo.

Aparto los ojos de la pantalla y miro a nuestra tía por encima


del hombro. Es delgada y bonita, sus ojos verdes que lucen
exactamente como los de mamá están ardiendo de ira. A veces
duele mirarla. —El entrenador me envió a la banquillo.

Su expresión se suaviza y sus cejas se fruncen juntas. —¿Por


qué, Huds?

—He estado jugando a la mierda. Está enfadado.

—Es comprensible —dice—. Has perdido a tus padres. Te irá


mejor el año que viene.
—Tal vez —murmuro.

—Tu entrenador es un imbécil —se queja Rylie—. No sabe lo


que se siente. Lo que pasamos.

La tía Becky deja escapar un pesado suspiro. —Basta de esta


triste charla. Volvimos temprano para celebrar tu cumpleaños y
eso es lo que haremos. Estamos todos aquí juntos. ¿Qué quieres
hacer, cariño?

Rylie se gira y me sonríe. —Quiero una barbacoa.

—¿Otra pelea en el barro? —bromeo.

Ella resopla. —No. No habrá barbacoas al aire libre, gracias,


pero hay un lugar en Main Street que quería probar. Tienen un
toro mecánico —dice riendo.

La tía Becky se estremece ante su risa. Como si la hubiera


tomado desprevenida. Es un recordatorio de que Rylie
normalmente no se ríe mucho.

Yo hice esto.

Le hice bien.

Estamos haciendo lo correcto.

Nadie tiene que saberlo.

Le guiño el ojo a Rylie. —Huelo un desafío.


—Tu tío Randy era un jinete de toros competitivo en el instituto
—nos dice la tía Becky, orgullosa—. Apuesto a que querrá estar
en este desafío.

—Dame veinte minutos para prepararme y está en marcha —


dice Rylie, radiante.

Subo la manga de mi camiseta y flexiono el músculo. —El tío


Randy no tiene estas armas. No me voy a caer de ese toro.

La tía Becky se ríe. —Oh, por favor, chico. Randy se ha aferrado


a mí todos estos años. A veces se necesita más que músculo.
Necesitas determinación.

Miro a mi hermana. —Estoy decidido.

Los cuatro estamos sentados en una mesa y todos nos reímos.


La tía Becky tenía razón. El viejo culo del tío Randy nunca se
cayó de ese toro. Yo estaba en segundo lugar porque los
músculos son un factor importante. Rylie se cayó
inmediatamente y la tía Becky nunca participó. Pero escuchar
las constantes risas de Rylie ha sido el verdadero premio de la
noche. Y no sólo para mí. La cara amargada de la tía Becky ha
permanecido brillante y sonriente. Por un tiempo, somos
capaces de comportarnos como una familia. Me recuerda a
pasar el rato con mamá y papá.
—Nunca te he visto rechazar un margarita —le digo a la tía
Becky, observando que está bebiendo agua esta noche.
Normalmente en la cena, al menos toma vino.

Su sonrisa se amplía y mira al tío Randy. —Bueno, queríamos


esperar para decírselo hasta que saliéramos del primer
trimestre, pero estamos embarazados. Por fin. —Se limpia
algunas lágrimas que se le escapan de los ojos.

—Un primo —digo con una sonrisa.

—¡Esto es emocionante! —Rylie exclama. Se acerca y aprieta la


mano de la tía Becky—. Estoy tan feliz por ustedes.

—Esperamos un niño —nos dice el tío Randy.

—Pero seremos felices con una chica —la tía Becky enmienda
rápidamente.

—Voy a conseguir un trabajo tan pronto como termine la


escuela para poder mimar al bebé con mucha ropa —dice Rylie
.
La tía Becky sonríe. —No tienes que conseguir un trabajo. La
universidad ya es bastante difícil sin...

—No voy a ir a la universidad —interrumpe Rylie.

Y así como así, la tensión habitual entre ella y la tía Becky ha


vuelto.

—Por supuesto que vas a ir a la universidad. —La tía Becky


endereza su columna y mira a mi hermana.
—Quiero ir a la escuela de belleza como mamá. Amaba su
trabajo. —Rylie se mueve nerviosamente en su asiento y coloco
mi palma en su muslo debajo de la mesa, frotando mi pulgar
por el dobladillo de su vestido, haciéndole saber qué apoyo lo
que ella quiera hacer.

—No seas ridícula, Rylie —dice la tía Becky—. Tu madre luchó


toda su vida para llegar a fin de mes. Irás a la universidad y
conseguirás un trabajo bien pagado como Randy y yo.

Quiero gruñir que Rylie no tiene que hacer nada porque yo la


cuidaré, pero me muerdo la lengua. Los secretos son secretos
porque no los derramas.

—Ahora no es el momento de hablar de esto —muerdo,


acortando este argumento—. Es el cumpleaños de Rylie. No
vamos a interrogarla sobre su futuro.

Desafío a mi tía con una mirada firme. Sus fosas nasales se


dilatan con furia, pero no dice una palabra más.

Llega la comida y todos hablamos de temas fáciles mientras nos


saciamos de costillas, frijoles horneados y macarrones con
queso hechos en casa.

—Estoy llena —Rylie gime mientras acaricia su inexistente


barriga.

—Supongo que tendrás que bailar —bromeo—. ¿Sabes cómo dar


dos pasos?

Sonríe. —¿Con Lauren Hale como nuestra madre? Nunca


tuvimos la oportunidad de no aprender a dar dos pasos. Creo
que yo estaba bailando mucho antes de poder caminar.
Me levanto de mi asiento y ofrezco mi mano. La tía Becky me
mira la palma de la mano como si fuera la cabeza de una
serpiente venenosa, pero de nuevo mantiene la boca cerrada.
Siento que en el fondo, ella lo sabe, pero no tiene pruebas de
que mi polla haya estado dentro de su única sobrina. El tío
Randy es completamente inconsciente mientras cuida su
cerveza.

Rylie me da su mano y me muestra una sonrisa juguetona a


pesar del calor que le arde en los ojos. La llevo lejos de la mesa
a la pista de baile. Ninguno de los dos es fanático de la música
country, pero toda la escena me recuerda a mamá y papá.
Incluso con todos los problemas de espalda de papá, él todavía
salía a la pista de baile con ella. Lauren y Jerald Hale estaban
hechos el uno para el otro, tanto que dejaron este mundo
juntos. Como Romeo y Julieta. Siento que Ry y yo también
estamos hechos el uno para el otro. Y me negaría a vivir una
vida sin ella en ella.

Agarro la delicada mano derecha de Rylie con mi mano


izquierda y mantengo nuestras manos un poco a los lados.
Luego, me aferro a su espalda justo detrás de su axila. Ella
extiende su delgado brazo izquierdo sobre el derecho con su
palma descansando en mi hombro. La canción tiene un ritmo
rápido y rápidamente empezamos a movernos al ritmo. Al
principio es descoordinada, pero luego encontramos nuestro
ritmo. Mis ojos nunca dejan sus brillantes marrones y su
sonrisa es toda para mí. La pista de baile está abarrotada, pero
fácilmente maniobramos alrededor de algunas parejas mayores
haciendo rutinas más complicadas que requieren que se
detengan más. La bailo alrededor de la pista una y otra vez, los
dos perdidos en nuestro propio mundo.
Cuando suena una canción lenta, llevo a Rylie a una esquina
detrás de otras parejas y lejos de las miradas entrometidas de la
tía Becky. Abrazo a mi hermana, le beso la cabeza y me
balanceo contra ella. Se relaja en mi mano y me deja controlar
el ritmo de nuestro baile lento. A pesar de la lluvia, eligió un
bonito vestido negro con motivos florales que muestra
demasiadas piernas. Si no estuviéramos rodeados de gente,
encontraría la forma de meter las manos bajo su vestido para
poder agarrar su trasero. Desafortunadamente, no estamos
solos y tengo que arreglármelas con lo que tengo.

Rylie inclina la cabeza hacia arriba y nuestras bocas están a


pocos centímetros de distancia. Podría besarla y probablemente
no ser atrapado, pero es demasiado arriesgado. Mi mirada cae
en sus labios y tengo que ignorar la forma en que quiero chupar
su trasero.

—Te amo —dice lo suficientemente fuerte como para que pueda


oírla a través de la música.

—Yo también te amo, pagana. Desearía que la vida fuera


diferente. —Mis ojos se dirigen a una pareja que se está
besando cerca de nosotros—. Desearía que tuviéramos eso.
Amor abierto y libre.

Sacude la cabeza. —Nos quiero. Esto es suficiente. Lo que


tenemos es más que suficiente. Me siento afortunada de que
nos lo permitan.

Le acaricio la espalda. —Ahora que están en casa, no sé


cuántos momentos libres tendremos.

Frunce el ceño y asiente.


—Ya lo sé. Encontraremos maneras. Una vez que me gradúe, ya
se nos ocurrirá algo.

—Pasaré todo el verano aquí. Cada minuto estaré contigo.

Esto me hace ganar una hermosa sonrisa. —Ven a mi


habitación esta noche después de que se vayan a la cama.
Podemos estar tranquilos.

Pongo mi mano en su culo y le doy un apretón rápido. —


Normalmente gritas cuando tengo mi polla dentro de tu
diminuto coño. Suena como una mala idea. —Le guiño un ojo.

Se muerde el labio inferior y me arquea una ceja. —Siempre


puedes ponerme algo en la boca para mantenerme callada. —
Luego, deliberadamente frota su cuerpo contra mi dolorida
polla—. Podría estar tranquilo por ti.

Bajando mis labios a su oreja, le pongo la lengua en su lóbulo


antes de susurrar, —Eres una chica mala, Rylie Hale.

—Tu chica mala.

Durante el resto de la noche, no puedo quitarme de la cabeza la


imagen de silenciar los gemidos de mi hermana pequeña con mi
gorda polla. Mala, mala chica. La amo, especialmente cuando es
mala.
18

RYLIE

Mi mente es un desastre. No es el típico lío oscuro y confuso.


Este desorden tiene sentido porque Hudson y yo estamos en el
centro de él. Cada pensamiento es de él. La forma en que me
hace sentir tanto emocional como físicamente.

—Espero que Hudson conduzca con cuidado —dice la tía


Becky—. La lluvia es terrible.

Miro fijamente el parabrisas delantero mientras los


limpiaparabrisas van y vienen frenéticamente. Se fue temprano
esta mañana porque tiene una clase esta tarde. El sábado por la
noche fue divertido bailar con él y luego el domingo pasamos el
día viendo películas con nuestros tíos. Era casi como si la tía
Becky supiera que queríamos estar juntos a solas porque
intentaba llenar cada segundo pasando el rato con nosotros.
Afortunadamente, Hudson hizo lo que prometió ambas noches y
se coló en mi habitación. Hicimos el amor muchas veces y
cuando el amanecer se asomaba por el horizonte, se escabullía
de nuevo al sótano.

Ya lo extraño y se fue hace sólo unas horas.

—Es un buen conductor y nos llamará cuando llegue —le digo


con firmeza. No permitiré que mi mente se llene con imágenes
de perderlo. Es mío y no se va a ir a ninguna parte.
En cuanto la tía Becky aparca delante del consultorio del Dr.
Livingston, me enfado irracionalmente. No quiero venir más
aquí. Me hubiera enojado y le hubiera dicho que no iba a venir,
pero Hudson es el que me pidió que fuera. Fue diligente al
hacerme tomar mi medicina todo el fin de semana también. Me
gustaría pensar que estaría bien, pero la forma en que se
preocupa por mí me derrite el corazón. Estoy haciendo esto por
él, no por ella.

—¿Qué? ¿No suspiras hoy? —La tía Becky se burla cuando


cierra el coche.

Me encojo de hombros.

—Es lo que es. Sólo estoy lista para terminar con esto y así
poder ir a la escuela.

—¿A la escuela? ¿Desde cuándo? —Se ríe.

—Desde que se vislumbra un final.

Se acerca y me agarra la mano. —No puedo creer que ya te


hayas graduado de la escuela secundaria. Dos semanas más y
serás una adulta. ¿Rylie?

—¿Si?

—Sólo porque no quieras ir a la universidad, eres bienvenida a


quedarte todo el tiempo que quieras. No quiero que te sientas
nunca presionada a dejar nuestra casa. Siempre tendrás un
hogar con nosotros.

Le sonrío pero no le digo que mi casa está con Hudson. —


Gracias.
Me suelta la mano y corremos a través de la lluvia hacia la
clínica. Una vez que me instalo en una habitación, sola, saco mi
teléfono.

Yo: Sé que todavía estás conduciendo. Ten cuidado. Te amo,


hermano mayor.

Discutimos que nuestros mensajes no pueden revelar nada


sobre nuestra relación en caso de que alguien los encuentre. Es
difícil no decir más de lo que quiero, pero puedo guardar eso
para nuestras llamadas.

Hudson: Paré en McDonalds. Hasta ahora, todo bien. Ojalá no


tuviera que volver.

Yo: Yo también lo deseo. Dos semanas parecen una eternidad.


¿Vas a venir a mi graduación?

Hudson: No me lo perdería por nada del mundo.

Sonrío mientras respondo.

Yo: Necesitamos planear nuestras vacaciones de verano ahora


que mamá y papá ya no están aquí.

Hudson: Lo haremos. Nuestras tradiciones no mueren con ellos.

Yo: El doctor está a punto de llegar y luego me iré a la escuela.


Envíame un mensaje cuando llegues allí para que sepa que
llegaste bien.

Hudson: Gracias por ir. Estás haciendo lo correcto. Te amo,


hermanita.
La puerta se abre y me veo obligada a guardar mi teléfono. El
Dr. Livingston no puede ocultar su sorpresa cuando me ve.

—Vaya —dice, sonriendo—. Dieciocho te queda bien. Las


sonrisas te quedan bien. Supongo que la medicación está
funcionando...

Joder, mi hermano está ayudando.

—Sí, eso creo.

Se sienta en su silla y coloca su portapapeles en su rodilla. —


Hablé con tu tía. ¿Cómo están las cosas en casa?

Me irritan sus palabras. —Bien. Todo está bien.

El Dr. Livingston levanta una ceja. —La última vez que


hablamos, estabas disgustada. Estabas contando los días hasta
que pudieras mudarte. ¿Qué cambió?

Hudson.

—Nada.

Garabatea algo, sus ojos nunca dejan los míos. —Tu tía estaba
preocupada por el tiempo que pasabas con tu hermano. Ella
teme que lo estés usando como una muleta. Este es un lugar
seguro. Estoy obligado a mantener lo que me digas
confidencialmente. Puedes decirme... cualquier cosa.

¿Qué me estoy acostando con mi hermano? Eso es lo que la tía


Becky probablemente le ha expresado como una preocupación.
Puede que esté obligado a guardar el secreto, pero creo que el
área se vuelve gris cuando lo que digo es ilegal. No estoy segura
de que se guarde una información como esa para sí mismo. No
es asunto suyo.

Nadie lo sabrá nunca.

—Hudson es mi hermano y me recuerda que no estoy sola en


este mundo. Fuimos a las tumbas de mamá y papá. Dijimos
algunas palabras. Fue agradable. Por primera vez, no sentí que
el mundo se aplastaba a mí alrededor.

—Ya veo. —Él espera que yo continúe, pero yo no—. Además de


la medicina, ¿hay ciertas cosas o personas que te hacen feliz?
Hay una diferencia definitiva en ti, Rylie.

Está pescando. Quiere que diga Hudson para que pueda


investigar más.

—Tengo un novio —le digo de golpe—. Un chico que conocí en la


escuela. Está en una de mis clases. —Cierro los ojos—. Nos
besamos y... —follamos una y otra vez. Y, oh, es mi hermano,
no un chico de la escuela—. Hemos pasado mucho tiempo
juntos.

—¿Oh?

Vuelvo a abrir los ojos y sonrío. —Lo quiero.

—El amor parece una palabra fuerte, especialmente si se trata


de una nueva relación.

No, lo conozco desde que nació.

—Es la única palabra para describirlo —digo con un suspiro.


—¿Qué piensa Hudson de este tipo? —pregunta.

Resoplo. —Quiere matarlo. A Hudson no le gusta, pero todos los


hermanos mayores son así de protectores.

Se ríe. —Odiaba a todos los novios de mi hermana menor.


Incluso odiaba a su marido antes de que se casara con él. No
fue hasta que él y yo nos dimos cuenta de que nos gustaba
pescar que nos hicimos amigos. Es natural que tu familia se
sienta protectora contigo. Así es como se sienten tus tíos
también. Quieren protegerte de las heridas, ya sean auto
infligidas o por la influencia de otros.

—Por primera vez en mucho tiempo, me siento realmente feliz —


le digo honestamente—. Estoy agradecida a mi familia por
preocuparse por mí, pero estaré bien.

—Bueno, no lo dudo, Rylie. Has crecido desde la última vez que


hablamos. El dolor de perder a tus padres tampoco está
dictando todos tus pensamientos. Mientras tomes buenas
decisiones y estés a salvo, creo que estás aprendiendo a
sobrellevarlo y eso nunca es algo malo. El ensayo y el error es lo
que tienes que hacer. Sigue haciendo lo que funciona y elimina
lo que no funciona. Estoy orgulloso de ti.

Continúa charlando conmigo, principalmente preguntando


sobre los efectos secundarios de mi medicación y cosas así, pero
estoy distraída por los pensamientos de Hudson. Es la mejor
decisión que he tomado en mi vida. Apenas me he alejado de él
y ya me duele no verlo de nuevo.

Dos semanas más, Huds.


—¿Cómo estuvo su cita? —pregunta, su voz sonando más
profunda en el teléfono que en la vida real.

—Bien. Dice que estoy mejor. No le dije por qué.

Se ríe. —No creo que se hubiera tomado esa noticia muy bien.

—¿Cómo fue la clase? ¿Al menos estudiaste para los finales? —


pregunto, sabiendo muy bien que no abrió un libro mientras me
visitaba.

—No tengo que estudiar —se regodea—. Además, de todas


formas no son hasta la semana que viene.

—Culo engreído.

—¿Qué llevas puesto? —bromea.

Me río. —Tu sudadera con capucha y tus pantalones cortos.

—¿Dónde está la tía Becky?

—Todavía en el trabajo. Es lunes. Siempre se queda hasta tarde


los lunes. ¿Qué estás haciendo?

—Estaba muy cansado después de la clase porque alguien me


mantuvo despierto todo el fin de semana, así que volví a mi
dormitorio para dormir una siesta antes de la práctica —dice—.
Pero está lloviendo, así que cancelaron la práctica. Ahora, estoy
aquí con mi bóxer, solo.
Gimo mientras me deslizo bajo mis cobijas. —Desearía estar
allí. Te haría compañía.

—Esa dulce voz tuya me pone duro como la mierda —sisea—.


Mi polla todavía huele a ti. Apesta tener que masturbarme
cuando todo lo que puedo pensar es estar muy dentro de ti.

—Hudson —respiro mientras meto mis dedos debajo de mis


pantalones cortos y bragas para buscar mi clítoris—. ¿Por qué
tienes que hablar tan sucio? Ahora mi clítoris palpita. Eso fue
cruel.

Su risa me excita. —¿Extrañas mi lengua, pagana?

—Más que nada.

—Extraño tu lengua también. Eres una burla con eso, pero a mi


polla le encantó de todos modos.

Los dos nos quedamos callados, los dos jadeando mientras nos
tocamos. Mi orgasmo me fastidia, pero es mucho más difícil
hacerlo por mi cuenta. Sabe exactamente cómo tocarme para
que ocurra tan rápido.

—Joder, nena, ya te echo mucho de menos. Esto es una tortura


—sisea.

Las lágrimas arden en mis ojos. —Yo también te extraño. —Mis


dedos tocan mi clítoris, pero es inútil. No es lo mismo. Gruñe y
luego deja escapar un suspiro entrecortado cuando se corre.
Los sonidos provenientes de él carecen de su pasión habitual.

—No se puede comparar con la realidad —-dice.


—¿Qué carajo, hombre? ¿El entrenador cancela el
entrenamiento y tú tienes sexo telefónico con tu novia? Hola,
Amy —dice su amigo Nick en el fondo.

Un poco de celos revolotea a través de mí, pero es mejor para él


pensar de esa manera. Hudson le sigue la corriente.

—Un día, cuando encuentres a la chica de tus sueños, lo


entenderás —le gruñe Hudson.

—Iba a preguntarte si querías salir esta noche, pero parece que


tienes las manos llenas. Literalmente. Los dejaré a ti y a Amy
solos.

—Llama la próxima vez, imbécil —dice Hudson riéndose


segundos antes de que la puerta se cierre de golpe en el fondo—
. Lo siento. No te viniste.

Deslizo mi mano fuera de mis pantalones cortos. —Lo haré


cuando te vea la próxima vez. Sólo tú puedes hacerme venir tan
fuerte que vea las estrellas. No soy tan buena como tú.

—¿Has pensado adónde quieres ir de vacaciones? —pregunta.

Me doy la vuelta y miro la foto de nosotros cuatro en nuestras


últimas vacaciones. Fuimos a nuestro viaje anual al Lago de los
Ozarks. Mamá y yo llevamos grandes gafas de sol y sombreros
aún más grandes. Papá y Hudson usan sonrisas que hacen
juego mientras sostienen el pescado que han atrapado. Es uno
de mis lugares favoritos. —A nuestra cabaña de siempre.

—Me imaginé que dirías eso. Un par de semanas más y


podremos pasar todo el tiempo del mundo juntos.
19

HUDSON

El entrenador no levanta la vista de su computadora cuando


entro a su oficina. Tiene la mandíbula apretada y parece
cansado.

—Siéntate —instruye mientras gira en su silla y me mira con el


ceño fruncido.

Mi estómago se ahueca. No puedo sacarme de la cabeza la vez


que me llamó para decirme que mis padres se habían ido. Se
repite una y otra vez en mi cabeza.

—¿Qué pasa? —pregunto mientras me siento pesadamente en


la silla frente a él.

—Ambos sabemos que has jugado como una mierda —dice sin
rodeos pero no cruelmente.

—Sí —estoy de acuerdo. Especialmente esta semana en el


entrenamiento. Han pasado cuatro días desde que dejé a Rylie
para volver a la escuela y cada día se vuelve más tortuoso que el
anterior.

—Voy a ser franco aquí, Hale —dice con un bufido—. Paulson


ha estado tomando el relevo y encajando bien en la tercera
base. Está concentrado y no comete errores estúpidos .
Ni siquiera puedo discutir. He fallado cabellotas que
normalmente atrapo y no puedo golpear la cabellota para salvar
mi vida. Lo peor es que ni siquiera me importa. Es como si
estuviera haciendo los movimientos solo para pasar el tiempo.

—¿Me estás echando del equipo? —pregunto, con mi voz firme.

Empuja un sobre a través del escritorio. —Dentro hay una carta


de recomendación y un cheque de mi esposa. Ella aprecia todo
lo que has hecho por su empresa, pero necesita a alguien más
confiable para trabajar allí. Al igual que yo necesito a alguien en
el equipo con el que pueda contar.

Parpadeo en shock. —¿Me estás echando del equipo y


despidiéndome?

Su garganta se balancea mientras traga. —No vas a jugar más


esta temporada. Te he escrito y estás de guardia desde que tu
beca depende de que juegues a la cabellota para mí. No te voy a
echar porque sé que necesitas esta beca para ir a la escuela.
Pero cuando llegue el final del verano, tendrás que volver a
intentarlo. Si no vuelve a ser el Hudson que conozco, me
obligará a hacerlo. Lo siento. Esperaba que tomaras tus
exámenes finales la semana que viene y luego te vayas a casa
durante el verano. Tal vez veas a alguien profesionalmente para
que pueda superar tu dolor cegador. Luego, regresa en el otoño
para que podamos recuperar tu cabeza en el juego. Eres uno de
los mejores jugadores de esta escuela y odio verte declinar tan
rápido de esta manera.

Sigo esperando que el horror se apodere de mí. Nada viene. El


hecho de que no sienta nada, me sorprende. —Siento haberte
decepcionado —digo, mi voz ronca al levantarme de mi
asiento—. Voy a encontrarme este verano. —Es un largo tiempo
que viene. Con Rylie, apenas he empezado a salir a la superficie.

Deja salir un aliento pesado. —Encuéntralo rápidamente. No


puedes permitirte el lujo de arruinar tu futuro en unos pocos
meses difíciles.

Niego con la cabeza. —No creo que de repente supere la muerte


de mis padres y cómo me afecta en agosto. Solo te advierto.

—Ya sabes lo que quiero decir —se queja—. Si no sacas la


cabeza del culo, te irás. Tienes que entender eso, Hale.

—Lo entiendo, entrenador. —Con eso, me escabullo de su


oficina y me acerco al banco donde Nick se está cambiando.

—¿Qué quería el entrenador? —pregunta.

—Me dio un ultimátum.

—¿Qué carajo, hombre?

—He terminado por el resto de la temporada.

—¿Qué quieres decir con terminado? —pregunta, con sus cejas


juntas.

—Como se escucha. No practicaré ni jugaré. Puedo probar para


el equipo antes de que empiece el próximo semestre.

Me mira con horror. —No. Eso es una mierda. El béisbol es tu


vida.

No, era mi vida.


Ahora, todo gira en torno a ella.

Simplemente me encojo de hombros. —Ya no.

Cuando salgo del vestuario, un peso se levanta de mis hombros.


Puede que no sienta lo mismo después, pero en este punto, sólo
siento alivio. Rápidamente le envío un mensaje de texto a Rylie
con las noticias.

Yo: Estoy fuera del equipo por el resto del verano y ya no tengo
trabajo.

Pero al menos te tengo a ti.

No le envío esa parte en caso de que la tía Becky esté


rastreando nuestros mensajes.

Rylie: Oh, Hudson. Lo siento.

Su simple texto es suficiente. Es más que suficiente. No me


importan todas las cosas que una vez me importaron.

Todo lo que me importa es ella.

Me despierto cuando alguien me quita el libro de texto de la


cara. Después de que no sólo me echaran del equipo sino que
también me despidieran, volví a mi dormitorio para al menos
estudiar para mis finales. Puede que esté holgazaneando en
otras áreas, pero me condenarán si suspendo mis exámenes.
Pero parece que no me preocupa mucho estudiar porque me
dormí.

—¿No deberías estar en el campo besando el trasero del


entrenador? —refunfuño a Nick, entrecerrando los ojos contra
la luz.

—Preferiría estar besándote a ti.

Rylie.

Ella está de pie en mi habitación con un aspecto jodidamente


perfecto.

—Ven aquí, pagana —exijo mientras me siento.

Se lanza a mis brazos y sus labios se fusionan con los míos. Le


agarro el culo, tirando de ella para que se siente a horcajadas.
Cuando está justo donde la quiero, rompo nuestro beso para
mirarla. Sus labios regordetes están húmedos e hinchados por
nuestro beso necesitado. Sus amplios ojos marrones se mueven
hacia adelante y hacia atrás mientras me evalúa. Sus cejas
están arrugadas por la preocupación.

—Viniste a verme —murmuro, mi pecho golpeando con


felicidad.

Sonríe y pasa sus dedos por mi cabello. —Tuviste un mal día.


¿Cómo podría no venir a verte?

Nos besamos de nuevo. He echado de menos su lengua caliente


en mi boca y la forma en que su cuerpo se funde perfectamente
con el mío.
—Te he echado mucho de menos —le digo, con la voz
entrecortada.

Traga y sus ojos se ponen llorosos. —Yo también te he echado


de menos.

—¿Cómo has llegado hasta aquí?

—La tía Becky me prestó su coche.

Frunzo el ceño confundido. —¿Para venir a verme? Me


sorprende que ella lo permita. Los dos sabemos que está detrás
de nosotros, nena.

Su sonrisa es malvada. —Le dije que quería ir a nadar por el río


con Travis y algunos amigos.

Un pizca de celos al escuchar su nombre se apaga rápidamente


porque eso significa que ella es mía todo el fin de semana. —
Gracias.

Nuestros labios se presionan juntos y mis palmas se mueven


sobre ella, desesperado por tocar todo lo que he estado
anhelando desde el lunes por la mañana.

—Nadie más que Nick y el equipo sabe que eres mi hermana.


Mientras vayamos a algún lugar lejos del campus, no tenemos
que escondernos —le digo, sonriendo.

—Me gusta esconderme contigo. —Sus ojos brillan de felicidad.

Miro el reloj. Nick no volverá hasta dentro de al menos dos


horas más. Un montón de tiempo. Agarrando la parte inferior de
su vestido, lo deslizo por sus muslos y más allá de sus caderas.
Ella levanta los brazos por encima de la cabeza para ayudarme.
Una vez que su vestido se ha ido y tengo una vista perfecta de
sus senos en su sostén negro, estoy en el cielo. Joder, cómo la
he echado de menos.

Inclinándome hacia adelante, le muerdo el seno a través de su


sostén de encaje. Ella gime pero luego frenéticamente comienza
a tirar de mi camisa.

—Quítate el sostén y muéstrame tus lindas senos, Rylie —


instruyo.

Extiende la mano hacia atrás, sus ojos entrecerrados me


taladran y se desabrocha el sujetador. Golpea el suelo. Sus
pezones están duros y puntiagudos, ansiosos por ser chupados.
Agarro un puñado de su pecho y paso la punta de mi lengua en
círculos alrededor de su pezón. Luego, succiono el pequeño
brote en mi boca. Salgo de ella y luego la miro.

—No puedo estar lejos de ti —susurra—. Dime que sientes lo


mismo. Dime que no estoy loca.

Me acerco y le muerdo suavemente su ahora rojo pezón. —Me


vuelvo jodidamente loco sin ti también.

Ella deja escapar un suspiro de alivio. —Otra semana y


entonces podremos pasar cada momento juntos.

Deslizo mis dedos entre nosotros y froto su clítoris sobre sus


bragas. —Cada momento —juro, mi voz baja y desesperada—.
Voy a encontrarnos un lugar para nosotros. Todo va a
funcionar. Tiene que funcionar.
—Funcionará —está de acuerdo—. Mientras estemos juntos,
funcionará.

Deja escapar un gemido cuando acelero el paso frotándola. Sus


caderas se balancean hacia adelante y hacia atrás, ansiosas por
mi toque. Me encanta lo mojadas que están sus bragas. Ella
está tan necesitada de mí como yo de ella.

—Hudson —suspira, su cuerpo se sacude cuando el placer


comienza a tomar el control—. Oh, Dios.

—Eso es —gruño—. Quiero que te vengas y mojes estas bragas.


Te he echado de menos, chica sucia. Muéstrame lo sucia que
estás.

Grita y su cabeza se inclina hacia atrás, exponiéndome el


cuello. Muerdo su clavícula mientras obtengo un orgasmo muy
necesario de ella. Mi dulce niña se viene duro. En el momento
en que ella baja de lo alto, me doy la vuelta y la pongo de
espaldas en mi cama. Su mirada se calienta mientras tiro sus
bragas empapadas por sus muslos. Tan pronto como ella está
desnuda, me pongo de pie y pierdo el resto de mi ropa.

—Eres tan perfecta —alabo mientras me arrastro por su cuerpo.

Somos como dos imanes. Cuando nos acercamos, gravitamos


naturalmente hacia el otro y encajamos perfectamente juntos.
Agarro mi polla dolorida y froto la punta a lo largo de su rendija.
Ella es hábil con la excitación, por lo que soy fácilmente capaz
de empujar en su coño apretado. Ambos dejamos salir gruñidos
aliviados. Empujo mis caderas y conduzco el resto del camino,
ganando un grito estrangulado de ella.

—Bésame —me ruega.


Mis labios chocan contra los suyos mientras me araña con
desesperación. Ninguno de los dos puede tener suficiente.
Quiero grabarla en mi maldita alma y mantenerla allí.

—Hudson —gime.

Muevo mis caderas con fuerza. El placer me recorre cada una


de mis terminaciones nerviosas. Nuestras lenguas se agitan
salvajemente. Chupo su labio. Luego, muerde el mío.

—Joder, no duraré mucho —gimo—. Te sientes demasiado bien.


No puedo controlarme a tu alrededor.

—Córrete —ronronea—. Córrete dentro de mí. Me gusta cómo se


siente. Como si me estuvieras reclamando.

Sus palabras me enloquecen. Mierda, sí, la he reclamado. Ella


es mía. No importa lo que cualquier imbécil de este planeta
tenga que decir al respecto.

A la mierda las reglas.

A la mierda la ley.

A la mierda la sociedad.

Voy a follar a mi hermana porque la amo y ella me ama.

—Voy a hacer que te corras de nuevo primero —le digo mientras


busco su clítoris una vez más. Ella se sobresalta cuando me
conecto con el nudo sensible—. ¿Se siente bien, pagana?
Cuando tenga más tiempo contigo, quiero chuparte hasta que
llores y me ruegues que pare.
—Hudson —gime—. Es demasiado...

—No es suficiente. Nunca es suficiente.

Su orgasmo la golpea violentamente, causando que su espalda


se arquee fuera de la cama y su coño se apriete alrededor de mi
polla. Me hace descarrilar. El clímax me atraviesa caliente y
furioso. Mientras mi polla palpita mi liberación en ella, me
derrumbo contra ella y devoro su boca.

Nos besamos hasta que me vuelvo blando y mi semen sale de su


cuerpo agotado.

—¿Qué tiene de malo nuestro amor? —pregunta cuando


finalmente me alejo de su boca.

Acaricio algunos mechones de cabello de su cara. —Nada.

Suspira. —Creen que está mal.

—Y no saben una mierda.

—En serio, sin embargo. Quiero saber a quién se le ocurrieron


estas reglas. No las entiendo. —Su nariz se estremece en la
confusión—. En la época medieval, la gente se casaba con sus
parientes todo el tiempo para mantener la línea de sangre pura.
¿Cuándo dejó de ser aceptable?

Le beso la nariz. —No lo sé.

—Es una estupidez.

—Pero es la ley. Y si alguien se entera... —Trago, incapaz de


terminar ese pensamiento. Estoy orgulloso de tenerla como mi
chica. Pero tengo mucho miedo de lo que pasaría si alguien se
enterara—. No pueden enterarse.

—Moriría antes de pasar el resto de mi vida sin ti, Hudson.

Dulce y hermosa chica.

—Estoy seguro de que tampoco querría esta vida sin ti.

Sonríe. —Como Romeo y Julieta.

—¿Por qué nuestra historia de amor tiene que ser una tragedia?

Lágrimas abundan en sus ojos. —La historia de amor de mamá


y papá fue una tragedia. Supongo que todos las buenos lo son.

—No la nuestra, cariño. La nuestra no será una tragedia.

—¿Promesa?

—Promesa.
20

RYLIE

—¿Hamburguesas o pizza? —Hudson pregunta mientras busca


sus zapatos.

Pongo mi vestido en su lugar y acaricio mi cabello desordenado.


—Hmmm. Las hamburguesas suenan bien.

Deja de buscar sus zapatos para caminar hacia mí. Su brazo se


engancha alrededor de mi cintura y me atrae hacia él. —Me
alegro de que estés comiendo. Me hace feliz.

Le sonrío tímidamente. —Me das hambre.

Su sonrisa es infantil pero también un poco malvada. —Me das


hambre también.

Ambos reímos, pero luego su boca se presiona contra la mía de


nuevo. Aunque mi estómago ha estado gruñendo, podría ir a
otra ronda. Nuestro descanso de veinte minutos en el que nos
abrazamos en silencio fue suficiente para recargarnos a los dos.
Sus palmas aprietan mi trasero a través de mi vestido. Mi
respiración se acelera cuando comienza a deslizar la tela hacia
arriba de nuevo.

La puerta se abre de golpe y ambos nos separamos. Su amigo


Nick observa la escena y su sonrisa tonta cae.

—¿Interrumpí algo? —Sus cejas se fruncen—. ¿Rylie?


Le doy un pequeño saludo. —Hola.

Le da una mirada acusadora a Hudson. Antes de que pueda


abrir la boca, Hudson da un paso hacia él, sus hombros se
tensan. La testosterona en la habitación es de repente espesa y
palpable mientras Hudson silenciosamente reta a Nick a decir
algo.

—Íbamos a comer hamburguesas si tienes hambre—, gorjeo,


esperando distraerlo.

—Uh, claro —dice Nick, dando un paso atrás—. Las


hamburguesas suenan bien. Jada y Caitlin invitaron a un grupo
de nosotros al lago otra vez.

Me estremezco al oír el nombre de Jada.

—Creo que pasaremos —dice Hudson, sintiendo mi inquietud.

—Creo que deberías ir —Nick muerde, su mirada se dirige hacia


mí.

Él lo sabe. Al igual que la tía Becky lo sabe. Puedo sentirlo.

—Iremos. Solo estaba tratando de consolar a Hudson. Ha tenido


un mal día. Para eso están las hermanas. —Sonrío, esperando
convencerlo de que simplemente estoy cumpliendo con mi deber
de hermana—. Iremos.

Nick, claramente más inteligente de lo que parece, mira las


sábanas desordenadas y la toalla desechada con la que Hudson
nos limpiaba. La habitación huele a sexo, no lo puedo negar.
—Bien —dice, su labio se acurruca ligeramente como si
estuviera asqueado—. Probablemente una buena idea.

Hudson me mira por encima del hombro y yo le muestro una


sonrisa alentadora. Una sonrisa que dice que tenemos que
hacer esto para mostrarle que somos simplemente un hermano
y una hermana normales que no están follando.

—Bien —Hudson está de acuerdo.

Nick menea levemente la cabeza pero no dice nada más antes


de salir de la habitación.

Demasiado para ser cuidadoso.

Cuando llegamos al lago, ya está oscuro. Unos veinte vehículos


están estacionados en un claro cerca del agua. La gente está
riendo y bebiendo cerca de una hoguera. Durante la cena,
Hudson y yo jugamos a lo seguro. Eventualmente, Nick se
calmó de nuevo. Creo que lo hemos convencido porque vuelve a
ser el bromista de siempre. Hudson está tieso pero se obliga a
bromear con Nick como si nuestro secreto no fuera una espesa
niebla que nos rodea.

—¡Nick! —grita una chica mientras corre hacia nosotros. Se


lanza a sus brazos y lo besa. La chica ya está borracha.

—Hola, Caitlin. Te extrañé, hermosa —dice, sus manos en su


trasero mientras la lleva.
Hudson y yo intercambiamos miradas de alivio.

—Hace mucho tiempo que no te veo, forastero —dice una voz


sensual desde atrás.

Me giro para ver a una rubia bonita caminando hacia nosotros.

—Jada —saluda Hudson.

Mi cuerpo entero se tensa mientras me marchito en su


presencia. Es más bonita que yo, tiene pechos mucho más
grandes, y ha tenido la polla de mi hermano en su boca. Estoy
celosa y la odio. No puedo negar eso.

—Soy Jada —dice, extendiendo su mano hacia mí.

—Soy de Hudson... —Hago una pausa—. Su hermana.

Sus ojos se abren de par en par. —Encantada de conocerte. Por


un segundo, pensé que eras Amy. —Una risa se le escapa,
haciendo que sus senos reboten con el movimiento. Me hace
querer arrastrar a Hudson lejos de esta mujer.

Le doy la mano a pesar de no querer hacerlo. —No. Sólo Rylie.

—Rylie vino a visitarme —dice Hudson mientras su palma me


frota la espalda—. Si no te importa, vamos a encontrar un lugar
tranquilo para hablar. Las cosas son difíciles desde que perdí a
mamá y papá.

Sus cejas se fruncen. —Por supuesto. Lamento mucho lo que


están pasando los dos.
Le doy una sonrisa agradable, pero luego dejo salir un soplo de
aire aliviado cuando se va.

—La odio —siseo en voz baja.

Hudson me lanza una mirada ardiente. Una que dice: No tienes


nada de qué preocuparte porque eras con quien estaba dentro
hace un par de horas. —Vamos.

Lo sigo hasta donde alguien tiene un gran enfriador de agua en


la parte trasera de una puerta. Algo me dice que no está lleno
de agua, sin embargo. Hudson saca dos vasos rojos de una
bolsa y se prepara para llenarnos con el líquido misterioso. Me
da mi taza y tomo un sorbo.

—Picante —digo y me estremezco—. Y fuerte.

—No bebas demasiado.

Un par de chicos se acercan a nosotros. Pasamos la siguiente


hora charlando y pasando el rato. Sin embargo, uno no puede
apartar los ojos de mí. Mientras hablan de béisbol, me doy
cuenta de que Hudson se ha movido para pararse casi por
completo frente a mí.

—¿Encontraste algo interesante? — Hudson espeta,


interrumpiendo al que se llama Brian para mirar con el ceño
fruncido al que está a su lado. He aprendido que el que sigue
mirándome es Logan.

—No tienes que esconderte —dice Logan, sonriéndome—. No


muerdo.
—No le hables a mi hermana. — Hudson está tenso y después
de varios vasos del ponche misterioso, siente los efectos del
alcohol y está listo para la pelea.

—Hudson —murmuro y agarro su camiseta por detrás.

Logan se ríe. —Hermano mayor protector. Lo entiendo. No le


haré daño. Sólo quería conocerla.

—No —ladra Hudson.

Le lanzo a Logan una mirada de disculpa, pero él sonríe, sin


inmutarse. Excelente. Sabiamente, solo elige verme cuando
Hudson no está prestando atención. Sintiéndome incómoda, me
dedico a tragar mi bebida. Todo se vuelve borroso a mí
alrededor.

—Nick dice que todo el mundo tiene que desnudarse y meterse


en el lago —dice Jada mientras se acerca. Se quita la camisa,
mostrando sus pechos a nuestro pequeño grupo. Brian maldice
en agradecimiento y Logan empieza a tirar de su propia camisa.

Los ojos de Jada son para mi hermano solo cuando ella


comienza a bajarse los pantalones cortos de manera seductora.
Hudson se vuelve para mirarme. —No vamos a nadar desnudos.
No con ese imbécil follandote con los ojos cada segundo.

—Oye, Rylie —me llama Logan mientras se baja los pantalones.


Le echo un vistazo a su basura antes de volver a mirar
rápidamente a Hudson.

La mandíbula de Hudson está apretada y está hirviendo de


furia. —Voy a matarlo.
Discretamente, le agarro la muñeca. —Está bien. Hagamos esto.
Se supone que no debemos llamar la atención sobre nosotros.

Me alejo de él y me quito el vestido. La mirada de Hudson es


depredadora mientras me ve desnudarme. No estoy segura de
que Jada y sus senos de estrella porno estén a pocos metros de
distancia. Afortunadamente, Brian arroja su culo desnudo
sobre su hombro y corre al lago con ella. Deja a Logan,
orgulloso y desnudo, para holgazanear cerca.

—Estará bien —susurro—. Ahora desnúdate y quédate cerca.

Se quita la camisa y luego se quita los pantalones. Su polla está


erguida mientras su mirada hambrienta recorre mi cuerpo casi
desnudo. Con dedos temblorosos, me quito el sostén y las
bragas. Logan suelta un silbato de agradecimiento.

Hudson tensa cuello y si no lo meto en el agua pronto, matará a


Logan.

—Quien llegue primero —les digo a los dos antes de salir


corriendo.

Para cuando llego al lago, veo a casi todo el mundo en el agua.


La gente está chillando y riendo y pasando un buen rato. Me
meto en el agua y luego me sumerjo. Hace frío y mis pezones se
endurecen inmediatamente. Logan y Hudson se dirigen
directamente hacia mí. Mientras que la mirada de Logan es
juguetona y coqueta, la de Hudson es maniática y furiosa.
Quiero arrastrarme a los brazos de Hudson y decirle que se
calme. Besarlo hasta que lo haga.

Jada se acerca a nosotros y se pone de pie para que sus


grandes tetas estén fuera del agua para que todos las vean. Me
quedo bajo el agua hasta la barbilla. Ni siquiera estoy cerca de
verme tan bien como ella desnuda. Entonces me escondo. Logan
se acerca más.

—¿Qué edad tienes? No eres una carnada de la cárcel, ¿verdad?


—Logan se burla.

Una palma posesiva agarra mi trasero y le muestro a Hudson


una sonrisa tímida. —Acabo de cumplir dieciocho años la
semana pasada.

Logan sonríe. —Entonces definitivamente eres mi tipo.

—Tengo novio —le digo de golpe.

Hudson me aprieta el culo.

—Tengo una novia —Logan me responde—. Lo que ella no sabe


no le hará daño.

—Hablando de novias —dice Jada, su voz sensual mientras


mira a mi hermano—. ¿Sigues con Amy? Siempre podríamos
retomar donde lo dejamos la última vez. —Ella viene para
pararse cerca de él, sus pechos rozando su musculoso brazo.

—Estoy saliendo con alguien nuevo —dice Hudson—. La amo.


Me voy a casar con ella. —El feroz mordisco en su voz no deja
lugar a discusiones. Jada abre la boca pero luego, sabiamente,
nada hacía Brian y comienza a coquetear con él.

Logan respira profundamente y se hunde bajo el agua. Por un


momento, estamos solos. La palma de Hudson en mi trasero es
reconfortante. Es discreto, pero ambos necesitamos el toque.
Algo me agarra por el tobillo y grito antes de que me hundan.
¡Logan!

Me arrastra bajo la superficie, sus palmas me tocan con avidez.


Vuelvo a la cima y jadeo por aire, buscando frenéticamente a
Hudson. Escucho a Logan jadear por aire detrás de mí antes de
que sus fuertes brazos se cierren alrededor de mi cintura. De
vuelta al agua vamos. Su polla está fuertemente presionada
contra la ranura de mi culo. El pánico me invade mientras me
preocupo por lo que hará. Seguramente no lo haría. Pero luego
me está pinchando con eso.

¡No!

Grito y me agito mientras lucho por salir a la superficie de


nuevo. La gente se ríe pensando que estamos jugando. Justo
cuando los brazos de Logan me rodean de nuevo, se aleja de mí.
A la luz de la luna, el rostro de Hudson es positivamente
asesino. Agarra a Logan por el cuello con la mano izquierda y
comienza a darle una paliza.

Puñetazo. Puñetazo. Puñetazo.

Su brazo está listo para otro golpe cuando Nick y Brian los
separan. A Logan le sangra la nariz y mira a Hudson con el ceño
fruncido. —¿Qué diablos, hombre?

—Nadie la toca —sisea mi hermano—. Es mi hermana pequeña.

—Sácala de aquí —gruñe Nick, el disgusto gotea de su tono.

Hudson me agarra de la muñeca y empieza a sacarme del lago.


En cuanto estamos en la orilla, me arrastra hasta la hoguera.
Recogemos nuestra ropa en el camino y luego me apresuro a
seguirle el ritmo mientras se mueve entre los coches aparcados
mientras busca su camioneta. Una vez que la alcanzamos, tira
sus cosas en la parte de atrás y luego hace lo mismo con la mía.

—¿Te ha hecho daño? —demanda, sus palmas se deslizan hasta


mis mejillas. Inclina mi cabeza hacia arriba para poder
mirarme.

—No —le aseguro—. Se estaba frotando contra mí y me asustó.

—Voy a matarlo, mierda —ruge y vuelve al lago.

Goteando, con furia brillando en sus ojos, parece un monstruo.


Un monstruo que destruiría a alguien como Logan. No puedo
dejar que haga eso porque lo llevarán a la cárcel. Lo necesito.

Agarro a sus hombros y luego lo abrazo por su cuello. —No me


dejes.

Sus ojos, calientes de ira, caen a mis labios. Los lamo para
seducirlo. Un gruñido resuena de él antes de atacar mi boca. La
violencia de su beso casi me derriba. Cuando mis rodillas se
doblan, pasa un brazo por mi cintura y me acompaña de
regreso a la camioneta. Mis senos están presionados contra su
pecho musculoso y su polla dura palpita entre nosotros.

Abre de un tirón la puerta del camioneta, usándola como


escudo para escondernos y luego rompe nuestro beso. —
Inclínate —ordena.

Me muerdo el labio pero me doy la vuelta para obedecerle. Con


mi cuerpo doblado sobre su asiento y mi culo propenso a él con
gente no muy lejos, me siento completamente vulnerable. Mi
coño está resbaladizo de deseo y muevo el culo, ansioso de que
me folle.
Con una mano, aprieta mi cabello mojado. Usando la otra, guía
su polla hacia mí. Grito cuando me tira del cabello así que estoy
completamente de pie. Desde esta posición, me siento
completamente llena de él y a su merced. Su mano se desliza
hacia mi frente y masajea mi clítoris mientras empuja dentro de
mí por detrás.

—¡Anh! ¡Anh! ¡Anh! —Mis sonidos son salvajes y


descontrolados. Sé que debería estar callada, pero no puedo. No
cuando me folla como si fuera el último. A medida que mi
orgasmo se acerca, mis piernas comienzan a temblar
salvajemente—. ¡Anh! ¡Anh! —Nuestros cuerpos aún están
mojados por el agua y se juntan ruidosamente.

Alguien podría ver.

Alguien podría oír.

—Eres mía, carajo —sisea contra mi cabeza.

—Oh.

Su mano tapa mi boca, sofocando mi grito cuando me corro.


Estoy mareado y estoy perdiendo el sentido de la realidad. Antes
incluso de que termine de bajar de mi altura, el calor me
invade, marcándome desde adentro.

Siempre la mejor parte.

El calor de él entrando en mí.

Mis piernas siguen doblándose, pero él nunca me deja ir. Su


polla se desliza fuera de mí y luego me deja descansar en el
asiento. En el momento en que su calor se va de detrás de mí,
me ahogo en un sollozo. Lo quiero cerca. Necesito su consuelo.

—Aquí, pagana —dice en voz baja—. Vamos a vestirte.

Me ayuda a ponerme el vestido, renunciando a las bragas y al


sujetador. El material se pega a mi piel húmeda, pero agradezco
que me cubra de posibles espectadores.

—Entra en la camioneta —me dice.

Me deslizo hacia el medio y él sube conmigo. La puerta se cierra


de golpe, pero él no hace ningún movimiento para alejarse.
Levanta el brazo y luego me acomoda contra su pecho. Debajo
de su brazo fuerte, se siente seguro y cálido. No quiero dejar
este lugar nunca.

—Eso fue un descuido —murmura—. No debería haber hecho


eso con ellos tan cerca.

Le toco el pecho que ahora está cubierto con su camiseta. —


Pero necesitaba eso.

Me besa la parte superior de la cabeza. —Yo también necesitaba


eso.

Nos quedamos en silencio por un rato. Los sonidos de los otros


asistentes a la fiesta se pueden oír no muy lejos mientras se
ríen y gritan.

—Es como si tuviera fiebre a tu alrededor —admite con un


susurro.
—No hemos encontrado una cura —digo mientras mis ojos se
caen con el sueño—. Sólo nos enfermamos más.
21

HUDSON

El viaje de regreso al campus a la mañana siguiente es


incómodo. Nick se sienta en el asiento del pasajero con resaca y
sigue lanzando miradas en mi dirección. Me está molestando.
No he tocado a Rylie ni una sola vez durante nuestro viaje en
auto, no importa lo difícil que sea no hacerlo. Su muslo rozando
el mío es suficiente para hacerme perder casi todo el foco.

—Necesito ir a cambiarme de ropa y luego tal vez podamos ir a


desayunar —dice alegremente, luciendo demasiado hermosa
para las siete de la mañana. Su cabello se ha secado al aire y
está más salvaje que de costumbre, pero sus ojos marrones son
brillantes y felices. Joder, es preciosa. Y es mía.

Estaciono cerca de su auto en la escuela y luego salgo. Ella


rebota y yo la observo mientras se va.

—Te estás follando a tu hermana.

Muevo la cabeza para encontrarme con la mirada acusadora de


Nick desde el otro lado del capó de la camioneta. —¿Perdón?

Él rodea el frente de la camioneta con fuego en sus ojos. —Te


estás tirando a Rylie, maldito enfermo.

Me acerco a él y mi pecho choca con el suyo. —No me estoy


follando a mi hermana, idiota. —Me enfado con él. Soy un poco
más alto y definitivamente más fuerte.
—No me mientas, Huds —gruñe—. Te encontré ayer. La
habitación olía como el coño de tu hermanita.

Lo empujo con fuerza y él se tropieza. —Habla de mi hermana


otra vez —le amenazo—. Te desafío, mierda.

Él pisa fuerte hacia mí. —Irás a la cárcel por esta mierda. Te


violarán en la cárcel por ser un hermano follador. Ellos...

Lo empujo de nuevo, esta vez con bastante fuerza su trasero


golpea el pavimento.

—¡Hudson! —Rylie está ahora detrás de mí y me tira del brazo—


. ¡Para!

Sacudiendo mi cabeza para encontrarme con su mirada, le


siseo. —¡Me está acusando de follarte!

El miedo brilla en sus ojos y ella sacude la cabeza. —¿Q-Qué?


No seas asqueroso, Nick. Estás entendiendo mal. Hudson y yo
no haríamos eso.

Nick vuelve a ponerse en pie. —Sé lo que vi. Sé lo que oí, carajo.
¡Y olí el sexo!

Empiezo a ir de nuevo por él, pero Rylie se me adelanta,


poniéndose entre nosotros.

—Nick —dice suavemente—. Estás todavía borracho y cansado.


Es mi hermano. No vamos a tener sexo.

Su furia se desvanece a medida que la confusión se instala. —


Pero yo...
Ella le agarra de los hombros. Quiero quitarle las manos de
encima, pero dejo que ella se encargue de esto. Mi forma de
manejarlo sería aplastarle el cráneo con mis puños. —Pero
nada. Tengo un novio llamado Travis. Hudson está una y otra
vez con Amy. Es protector conmigo porque nuestros padres
murieron recientemente. Por favor, entiéndelo.

Traga. —Lo que sea. Me voy a la cama.

En cuanto se va, señalo a la camioneta. —Espera aquí. Voy a


conseguirnos una habitación de hotel para la noche, pero
necesito agarrar algo de ropa primero.

—No lo molestes —dice ella—. Sólo entra y sal.

Le doy un asentimiento cortante y troto detrás de mí una vez


mejor amigo.

Sólo entra y sal.

Me despierto con el sonido de un aire acondicionado zumbando


mientras se enciende y me toma un momento darme cuenta de
que estoy en una habitación de hotel. El cuerpo desnudo de
Rylie está sobre el mío y ronca suavemente. Acaricio su cabello
sedoso y deseo un millón de momentos más como este.
Momentos en los que podemos estar juntos libremente sin
miedo a miradas indiscretas y acusaciones.

Todavía estoy enojado por Nick.


No tiene derecho a meterse en mis asuntos.

Rylie se agita y suelta un suave gemido que le habla


directamente a mi polla. Después de dejar a Nick, reservé una
habitación de hotel y pasamos el resto de la tarde comiendo
comida para llevar y teniendo sexo. Mi dulce chica está más que
cansada y aun así mi cuerpo la anhela, incluso ahora. Se da la
vuelta sobre su estómago, con su cuerpo todo desparramado.
Me encanta lo salvaje que es. Sentado en mi codo, empiezo a
darle besos a lo largo de su columna. Cuando llego al pequeño
hundimiento de piel en la base de su espalda justo encima de la
hinchazón de su trasero, se contrae.

Está despierta.

Bien, quiero probarla.

Un grito ahogado se le escapa cuando le beso el culo. Mi lengua


es curiosa y le lamo el coño por detrás. Su olor es limpio de
nuestra ducha y quiero ensuciarla. Quiero oler su excitación.
Quiero bañarme en él. Ella gime cuando agarro un puñado de
su trasero y lo tiro hacia un lado. Mi nariz empuja su culo
mientras mi lengua busca sumergirse dentro de su coño.

Juguetonamente muerdo el labio de su coño. —Quiero tomar


cada parte de ti. Quiero estar aquí algún día. — Un fuerte
gemido sale de ella cuando paso mi lengua por su agujero
arrugado entre sus nalgas. Dejo que la saliva de mi boca se
escurra y mojo su agujero mientras lo provoco. Su excitación se
vuelve potente y puedo olerla en el aire—. Tú quieres eso —
observo.

Grita cuando agarro sus caderas y la tiro conmigo mientras me


acomodo sobre mi espalda. Su pequeño cuerpo se sienta a
horcajadas sobre mi cara pero de espaldas a mí. Agarrando su
piel, la animo a montar mi cara. Al principio, se sacude con
torpeza, pero luego se mete. Empujo mi lengua profundamente
en su coño y sonrío contra ella cuando comienza a follar como
si fuera mi polla. Se inclina hacia adelante, abriéndose aún más
para mí, y luego gruño cuando sus labios se cierran alrededor
de mi polla.

Con un gruñido, comienzo a chupar y lamer su tierna piel. Mece


sus caderas mientras me chupa la polla. Joder, nunca me
cansaré de la forma en que su boca se siente envuelta alrededor
de mí. Su pequeña mano me acaricia las bolas y me sacude con
placer.

Retiro mi lengua de su interior y la reemplazo con mi pulgar.


Luego, saco mi pulgar. Ella gime cuando pruebo el estrecho
agujero de su culo. Nada me encantaría más que estirar este
agujero con mi polla gorda, pero ella lloraría. Ella no está lista.
Depende de mí prepararla. Ella confía en mí para hacerlo.

—Tranquila, nena —murmuro contra su jugoso coño—. Voy a


trabajar en tu culo pronto Quiero traerte aquí pronto.

Gime alrededor de mi polla, haciéndome gruñir. Su cuerpo se


relaja y yo insisto suavemente con mi pulgar en ella. Está tan
jodidamente apretado. Entrando y saliendo, le hago un agujero.
La saco y luego le meto dos dedos en el coño, mojándolos.
Cuando los saco y trato de agarrar su trasero, ella aprieta sus
mejillas.

—Déjame estirarte —gruño—. ¿Confías en mí?

—Sí —suspira y luego se baja de nuevo a mi polla.


Empujo mi dedo medio en su suave y lentamente. Una vez que
estoy seguro de que está bien con eso, lo saco un poco y luego
empiezo a meter otro dedo en ella. Ella gime y las lágrimas caen
sobre mis muslos.

—Relájate y no te dolerá —digo, animándola.

Su agarre de mis dedos disminuye. —Puedo hacerlo.

Beso justo debajo de la mejilla de su culo mientras me follo su


estrecho agujero. —Por supuesto que puedes. Puedes hacer
cualquier cosa, nena.

Ella gime y se mece contra mis dedos. Quiero estirarla con un


tercio, pero no lo llevaré demasiado lejos sin lubricante. No esta
noche. Con mis dedos en su culo y mi lengua dentro de su
coño, me pierdo en ella. Se balancea sobre mi longitud como si
fuera lo único que quiere hacer en este mundo. Me vengo con
un gemido. La explosión sorpresa de semen le da náuseas.

Deslizo mi lengua desde su interior y lamo su clítoris. No pasa


mucho tiempo antes de que se corra con un chillido. Una vez
que deja de temblar, le quito los dedos y le doy un golpe en el
culo.

—Vamos a tomar una ducha y luego te saco. La hora de la


siesta ha terminado.
En cuanto Rylie sale del baño después de prepararse, casi me
ahogo con el chicle. Es tímida mientras me mira por debajo de
sus pestañas. No hay razón para ser tímida, sin embargo. Es
una maldita maravilla.

El vestido corto que lleva muestra sus piernas largas y me


encuentro queriendo saltarme el bar como habíamos hablado
para que nadie la vea. Su cabello marrón se ha alisado y cuelga
de su espalda, rogando que la toquen. Se ha maquillado y eso
acentúa sus rasgos, especialmente sus labios gruesos.

—Estás tratando de matarme —acuso con una sonrisa mientras


la acecho.

—Tú también te ves muy bien. —Su sonrisa se amplía.

Agarro sus caderas y la tiro contra mí, con mi erección entre


nosotros. —Te prometí una noche de fiesta, pero joder, pagana,
si no quiero romper esa promesa ahora mismo.

Ella se ríe. —Quiero ir a bailar. Puedes volver y follarme toda la


noche. Pero primero, a bailar.

Beso su boca sonriente y le agarro el culo con ambas manos. —


Bien, pero no sé cuánto tiempo duraré viéndote tan sexy.

Nos las arreglamos para salir de la habitación del hotel sin


follar, lo cual es una hazaña. Una vez que estamos afuera en la
cálida noche de primavera, nos tomamos de las manos, sin
importarnos si estos extraños nos ven juntos. La acompaño por
la acera hasta que llegamos a un restaurante cercano. La
música suena y el lugar está repleto.

—Vamos a comer afuera —le digo mientras entramos.


La anfitriona nos guía hasta una mesa al aire libre y nos sienta.
Nos piden identificaciones cuando ordeno margaritas pero por
suerte Rylie tiene su identificación falsa con ella. Minutos
después, estamos comiendo papas fritas, salsa y bebiendo
margaritas.

—Te ves hermosa. —Sus ojos se iluminan ante mis palabras.


Me inclino hacia adelante y saco su collar de debajo de su
vestido para poder admirar nuestros anillos colgando de su
cuello—. Mejor. —Le guiño un ojo.

—Soy feliz, Huds. —Ella me mira fijamente—. Muy feliz.

—¿Porque te gusta la comida mexicana? —bromeo.

Su sonrisa se hace más amplia. —Porque finalmente puedo


tenerte. Se siente bien. Mientras te tenga, siempre seré feliz.

Tomo su mano en la mía y la aprieto. —Puede que mamá y papá


no hayan aprobado que nos reunamos, pero no puedo evitar
pensar que pueden sentir nuestra felicidad dondequiera que
estén. Creo que, en el fondo, lo único que querían era nuestra
felicidad. Lo hemos hecho, cariño. Los dos somos felices.

Su sonrisa cae. —¿Por qué se siente como si todo pudiera


desaparecer en un instante?

Los pensamientos de sentarme dentro de una fría y vacía celda


de la cárcel revolotean por mi mente. Solo. Sin ella. Eso sería un
maldito infierno. —Nadie puede saberlo nunca.

Asiente. —Ya lo sé.


El resto de la cena va bien, pero no puedo evitar mirar a todos
con recelo. Incluso bailamos un poco, pero a ninguno de los dos
nos gusta. ¿Lo saben? Una vez que he pagado, la saco del
restaurante, deseando alejarla de los entrometidos.

—¿Adónde vamos? El hotel está por ahí —dice, señalando en la


dirección opuesta.

—Quiero llevarte a un lugar.

La caminata es un poco larga pero agradable. Los grillos


chirrían y puedo oír los coches en la carretera cercana. Nos
acercamos a un pequeño parque que está mayormente aislado
por árboles. Ella está callada cuando abro la puerta y nos
colamos dentro.

—Vamos a columpiarnos —le digo.

Nos instalamos en los columpios pero no hacemos más que


sentarnos. Nuestros cuerpos están retorcidos para poder
vernos.

—¿Puedo ver tu collar?

Asiente y lo desabrocha antes de dármelo. Saco los anillos de la


cadena y se lo devuelvo. Sus cejas están fruncidas por la
curiosidad mientras se vuelve a poner el collar.

—No sé si alguna vez podré casarme contigo en una iglesia


como te mereces —murmuro.

—Hudson...
Coloco el anillo más grande en la palma de su mano. —Pero en
todos los sentidos del significado de la ceremonia, te quiero de
esa manera. Tal vez no nos dejen, pero nuestros corazones sí. —
Deslizo el simple anillo en su dedo anular—. Si nos dejaran,
¿querrías casarte conmigo?

Lágrimas brillan en sus ojos y asiente con la cabeza. —En un


instante.

—Yo también, nena. Siento no poder darte lo que te mereces. —


Sacude la cabeza, las lágrimas ruedan por sus mejillas,
mientras desliza mi anillo en mi dedo—. Me das todo lo que
quiero y necesito. No quiero lo que todos los demás tienen. Nos
quiero a nosotros.

Inclinándose hacia adelante, capturo sus labios con los míos.


Después de un largo beso, me aparto un poco y le quito la
humedad de la mejilla con el pulgar. —Te quiero más que a
nada. Tendrían que arrastrarme esposado porque nunca me iría
voluntariamente de tu lado.

Sus dedos se aferran a mi cabello. —No sería capaz de


sobrevivir sin ti, ni tampoco querría hacerlo.

Nuestras bocas se encuentran de nuevo, desesperadas y


hambrientas. Las palabras que dijimos pueden no ser lo que se
diría en una ceremonia de boda tradicional, pero para nosotros,
son igual de vinculantes.

—Te amo —suspira contra mi boca—. Sólo a ti. Sólo a ti.


22

RYLIE

Una semana después

—Tus padres estarían tan orgullosos —dice la tía Becky,


sonriéndome desde la mesa del restaurante donde celebramos
mi graduación.

—Estoy orgulloso de ti —asiente Hudson, guiñándome el ojo.

Mi piel se calienta y tengo que forzarme a mirar hacia otro lado.


El fin de semana pasado, después de nuestro fin de semana
solos, tuve que conducir de vuelta para terminar mi última
semana de escuela. Hudson se quedó atrás y completó sus
finales. Ahora que me he graduado y su semestre ha terminado,
se ha levantado un gran peso. No se nos ha concedido tiempo a
solas desde que llegó esta mañana, pero tan pronto como la tía
Becky y el tío Randy se duerman, voy a atacar a mi hermano.

—Tu tío Randy y yo hemos estado investigando sobre los


cruceros. Como tus padres no están aquí, pensamos en tomar
unas vacaciones familiares sólo nosotros cuatro antes de que
llegue el bebé. El próximo verano no podremos hacerlo —dice la
tía Becky.

Me desinflo por sus palabras. No quiero ir de vacaciones con


ellos. Quiero irme como Hudson me prometió. A nuestra
cabaña. Sola. Sólo nosotros dos.
—La línea de cruceros es una de las mejores —continúa—. Muy
caro pero vale cada centavo. No hay camarotes pequeños sin
ventanas en este barco.

Mientras sigue adelante, no puedo evitar sentirme triste.


Cuando una mano me agarra el muslo bajo la mesa, lanzo mi
mirada hacia Hudson.

Él dice la palabra, —No.

Sonrío. Hudson no rompe sus promesas. Me dijo que


conseguiríamos la cabaña, así que vamos a conseguir nuestra
vieja cabaña.

—¿Cómo está Travis?

La repentina investigación de la tía Becky sobre mi falso novio


me hace tartamudear. —Oh, uh, él está bien.

Frunce los labios y mueve la mirada de un lado a otro entre


Hudson y yo.

—¿Has hablado con Amy últimamente? —le pregunta a mi


hermano—. La vi en su tienda. Ha perdido un poco de peso pero
se ve muy bien. Preguntó por ti y cómo te iba. Quería que te
dijera que la llamaras en algún momento para que se pusieran
al día.

—La engañé con una chica de la universidad —dice Hudson,


terminando con los sueños idealistas de la tía Becky de que
volvieran a estar juntos—. Estamos en un descanso.

—Tal vez el descanso tiene que terminar —dice ella, con un tono
brusco.
—No vamos a volver a estar juntos. —Él bebe su vino y se
inclina hacia atrás en su silla, cruzando sus musculosos brazos
sobre su pecho. La camisa de vestir azul pálido que usó para mi
graduación se amolda a su físico perfecto. Es difícil mantener
mis ojos alejados de él. Está demasiado caliente.

—Ya veo —dice la tía Becky.

—Estoy agotado —gruñe el tío Randy—. ¿Listos para volver a


casa?

Pagan la cuenta y el viaje a casa es silencioso. El tío Randy, el


menos hablador de nuestro grupo, mantiene toda la
conversación. Escuchamos todo sobre uno de sus clientes y
cómo casi superó su puntuación en el golf. Hudson echa humo
a mi lado y la tía Becky rechina los dientes con fuerza. Una vez
que llegamos a casa, Hudson finge estar cansado y nos deja
comer pastel solos. El tío Randy se come su pastel rápidamente
y luego se escapa.

Tan pronto como se va, la tía Becky dice su parte. —Algo está
pasando contigo.

Mastico el pastel y la miro con los ojos abiertos. —¿Hmm?

Su mirada se centra en mi anillo que está en mi collar una vez


más, no es seguro que lo lleve en mi dedo alrededor de la gente.
—¿Tú y Travis se están poniendo serios?

—Sí —digo.
Estrecha sus ojos. —Es gracioso porque me lo encontré hoy en
la tienda de Amy. Su madre es la dueña de la tienda de al lado.
Cuando le mencioné que salían juntos, se río.
—Es un bromista —murmuro—. ¿Qué dijo?

Sus fosas nasales se dilatan. —Dijo que deseaba que salieran


juntos.

Mis mejillas arden bajo su escrutinio. —Sólo estaba jugando


contigo.

—Puedo decir cuando estás mintiendo —espeta, haciéndome


saltar—. Si ustedes dos están juntos, tal vez deberías traerlo
aquí para la cena de mañana.

—Está bien —digo—. No sabía que necesitaba una prueba de


con quién estaba saliendo.

—Rylie, sólo intento ayudarte...

—No necesito tu ayuda —espeto.

Yo: Es una perra.

Hudson: Lo sé.

Yo: Ven a verme.

Hudson: Demasiado arriesgado. Ven a verme.


Yo: Dame unos minutos para asegurarme de que estén
dormidos.

Salgo de la cama en la oscuridad y salgo a hurtadillas de mi


habitación. El aire acondicionado mantiene el aire frío y mis
piernas desnudas se cubren de escalofríos. Hudson me
calentará. Me acerco sigilosamente a la habitación de mi tía y
mi tío y pego la oreja a la puerta. Los ronquidos del tío Randy
son fuertes y la televisión ya no suena, lo que significa que
ambos están dormidos.

En silencio, bajo las escaleras hasta la puerta del sótano.


Luego, me escabullo por las escaleras donde Hudson se queda.
El brillo de la televisión ilumina el espacio. No está sentado en
el sofá, sino en el suelo, cerca de unas cajas que trajimos de
nuestra antigua casa. Sus cejas están arrugadas y sus hombros
están encorvados.

—¿Qué pasa? —susurro mientras corro hacia él y me arrodillo a


su lado.

Sostiene la camiseta de béisbol de mamá que dice: Fan # 1 de


Hudson.

—La decepcioné —murmura. Gira la cabeza para mirarme y sus


rasgos se retuercen de dolor.

—Siempre estuvo tan orgullosa de ti. —Lo abrazo y le beso el


costado de su cuello—. Ella todavía estaría tan orgullosa de ti.
Eres más que béisbol, Hudson. Lo eres todo para mí.

Deja caer la camisa para pasar sus dedos por mi cabello. Me


arrastra a sus labios y me besa con fuerza. Nuestras lenguas
luchan por el control. Él gana. Siempre gana. Gimo contra sus
labios, pero luego se aleja demasiado pronto.

—Encontré algo que mamá hubiera querido que tuvieras —dice


mientras saca una caja rectangular de madera.

—Sus tijeras para cortar el cabello. —Le quito la caja de la


mano y la abro. El metal brilla a la luz del televisor—.
¿Recuerdas lo enojado que estaba papá cuando ella compró
esto?

—Eran novecientos dólares —dice riéndose—. Pensé que papá


iba a cagar un ladrillo.

Sonrío. —¿Me vas a dejar practicar con tu cabello?

Su ceja se arquea juguetonamente, el triste momento ya pasó.


—¿Vas a hacer un buen trabajo? —Retira la caja y la coloca
sobre la alfombra a su lado—. ¿O me vas a dar un corte de
cuenco como lo hizo mamá cuando estaba en el jardín de
infancia? Menos mal que fue a la escuela de belleza y más tarde
aprendió lo que no debía hacer. Eso fue horrible.

Lo golpeo. —Sí, imbécil. Voy a hacer un buen trabajo.

Me agarra de la muñeca y me aborda. Una risita se me escapa


antes de que su mano me cubra la boca para mantenerme
callada. Su cuerpo está muy presionado contra el mío. Puedo
sentir cada parte de él. Mi delgada camiseta y mis bragas me
permiten disfrutar de cada músculo de él. Su polla está dura
entre nosotros y trato de retorcerla para que la frote contra mi
clítoris.
—Eres una chica sucia, ¿hmm? —pregunta mientras se frota
lentamente contra mí.

Parpadeo y asiento. Su palma se desliza de mi boca,


arrastrando mi labio inferior hacia abajo mientras se abre
camino hacia mi mandíbula. Utiliza sus dedos para abrirme la
boca y luego su mano continúa bajando hasta mi garganta.

—Hudson —susurro.

Me agarra el cuello de forma posesiva antes de que sus labios se


acerquen a los míos. Gimo contra su beso, que lo hace gemir en
respuesta. Su mano se desliza hasta mi pecho y la aprieta sobre
mi camisa.

—Una semana fue demasiado tiempo, pagana —murmura—. Te


he echado tanto de menos, joder.

—Yo también te extrañé. Te necesito.

Su palma se desliza bajo mi camisa y la pasa por mi piel


desnuda. Jadeo cuando me pellizca el pezón. Mis bragas están
mojadas por la necesidad de tenerlo. Arrastra la palma de la
mano hacia abajo de mi estómago y me mete los dedos debajo
de las bragas.

—Esto tiene que desaparecer —gruñe.

Empieza a tirar de ellas cuando la luz inunda de repente el


sótano.

—Mierda —espeta cuando se aleja de mí.


Me siento y enderezo mi camisa justo cuando la tía Becky baja
las escaleras y aparece a la vista. Su mirada se llena de rabia
mientras toma la escena.

—¡Lo sabía! —grita, su cara se pone roja—. ¡Lo sabía, mierda!

Hudson se pone de pie, su erección es tan obvia como siempre


en sus pantalones de chándal. Oh, Dios. Esto es malo. —
¿Sabías qué? —desafía, una vena palpita visiblemente a un lado
de su cuello.

Me apresuro a ponerme de pie. —Estábamos mirando las cosas


viejas de mamá y papá y...

—¡No! —ella brama—. Deja de mentir. Deja de mentir. Sé que


ustedes dos están durmiendo juntos. Oh Dios. —Ella hace
arcadas—. ¿Qué has hecho?

Mi corazón se golpea en el pecho. —¿Qué? ¿De qué estás


hablando?

—¡Deja de mentir! —grita.

—Cálmate de una puta vez —Hudson espeta, su cuerpo se


mueve naturalmente delante del mío de forma protectora.

—¡Aléjate de ella! —La tía Becky le grita. Ella toma una lámpara
y se la lanza. Todavía está enchufada, así que no va muy lejos.

—¿Qué demonios está pasando aquí abajo? —El tío Randy exige
mientras baja las escaleras con nada más que sus calzoncillos y
frotándose los ojos.
—¡Te lo dije, Randy! —Nos señala acusadoramente—. ¡Están
follando! Es incesto.

Randy sigue al pie de las escaleras. —¿Los atrapaste?

—¡Mira! —Nos señala con la mano—. ¡Interrumpí algo!

—Te has pasado de la raya —dice Hudson—. Estábamos


revisando las cosas de nuestros padres. Eso era todo. Deja de
hacer tus horribles acusaciones de mierda.

Ella corre hacia Hudson y le da una bofetada. —No lo hagas.


Mentira. No me mientas. —Cuando vuelve a abofetearlo, él la
agarra por la muñeca.

—Aléjate de mí, joder —hierve, sus hombros tensos por la rabia.

—Hudson —gimo, deseando que se calme.

—Déjala ir —ladra el tío Randy, acechándonos.

—Dile que deje de golpearme —Hudson espeta cuando la


suelta.

Ella lo abofetea de nuevo. —¡Debería matarte! ¿Follar a tu


hermana? ¡Eres un enfermo hijo de puta!

—¡Tía Becky! —grito—. ¡Detente!

Empieza a golpear el pecho de Hudson con los puños. Él la


agarra por los antebrazos y la aparta de él.

—Quita tus malditas manos de ella, muchacho —ordena el tío


Randy. La aparta de mi hermano y se interpone entre ellos—.
Creo que es hora de que empaques tus cosas y te vayas. Estás
causando demasiados problemas en mi casa.

—¿Estoy causando problemas? —Hudson se ríe


desdeñosamente—. La zorra entrometida de tu mujer está
metiendo las narices en sitios que no son su negocio...

Sus palabras se acortan cuando el tío Randy lo empuja. Hudson


me golpea y yo golpeo el suelo con fuerza.

Cuando Hudson se da cuenta de que me han empujado al


suelo, se vuelve loco y ataca a nuestro tío. Hudson da un
puñetazo, pero el tío Randy es muy brusco. Se pelean y se
topan con cosas. Les grito que paren, pero no me escuchan.

—¡Por favor, deténganse! —Suplico a través de mis lágrimas


mientras me pongo en pie—, ¡Tía Becky, haz que se detengan!
—Pero ella se ha ido. Dejó a estas dos bestias para que se
enfrentaran a solas conmigo como su único espectador.

Hudson golpea al tío Randy en las costillas pero luego le da un


codazo en la barbilla. Tan pronto como veo que la sangre gotea
de la boca de Hudson, me mareo. Tropiezo y me arrastro hasta
donde Hudson y yo estábamos sentados sólo unos momentos
antes. Poniendo mis rodillas en mi pecho, entierro mi cara para
esconderme de sus peleas. Las lágrimas corren sin cesar por
mis mejillas. Me balanceo de un lado a otro, esperando que esto
termine pronto.

Gruñidos.

Golpes.

Muebles estrellándose.
Esto es eterno.
Hasta que la gente baja las escaleras para unirse a nosotros. La
policía. La policía está aquí. Nononononononono!

—Hudson —susurro.

Dos oficiales interrumpen la pelea y separan a los hombres. Mis


ojos chocan con los de Hudson y la angustia se refleja en sus
rasgos. Esto es el fin. Todo termina.

—Se ha estado follando a su hermana —les grita la tía Becky—.


Ella está mentalmente enferma. Se aprovechó de ella.

—No —gruño, sentándome de rodillas—. No. Lo entendiste todo


mal.

—Vas a ir a la cárcel de por vida —sisea—. Despídete de ella


porque es la última vez que la verás.

—¡No! —grito y corro por él. Me lanzo contra él, pero ya está
esposado y no puede abrazarme—. ¡No arresten a mi hermano!
¡No pueden llevarse a mi hermano!

—Rylie —se ahoga.

Uno de los policías me aleja de Hudson. Los sollozos me


atraviesan mientras se lo llevan.

—Nunca la volverás a ver —sisea la tía Becky.

La habitación se vuelve borrosa mientras las lágrimas nadan


ante mí. Caigo al suelo y lloro histéricamente. La tía Becky
intenta consolarme, pero le doy una patada.
—No lo hagas —le ruego, mi cuerpo se estremece—. Por favor.
Ella me mira fijamente. —Ya está hecho. Está enfermo y ahora
estás a salvo. Te mantendré a salvo. Nunca te volverá a tocar.
Me aseguraré de que se mantenga alejado de por vida.

Sus palabras dieron en el blanco deseado y me callo.

No.

Lo necesito.

—No hicimos nada malo —susurro, mi labio inferior se


tambalea salvajemente.

—Se aprovechó de ti. Lo siento, Rylie. Alguien tenía que


intervenir.
23

HUDSON

Estoy en una zona cuando me fichan en la cárcel local. Mis


pensamientos dando vueltas a su alrededor. Rylie Rylie Rylie.
¿Está bien? ¿Está llorando? Mierda. Estoy magullado y todo me
duele, pero me duele mucho el corazón.

No puedo cumplir la condena.

No puedo estar lejos de ella.

—Una llamada telefónica —me dice el oficial.

Parpadeando para alejarme de mi aturdimiento, lo sigo hasta el


teléfono. Con manos temblorosas, marco un número que había
memorizado desde que era adolescente.

—¿Hola?

—Amy. Soy yo, Hudson.

—¿Hudson? ¿Por qué llamas tan tarde?

—Necesito ayuda. Necesito que vayas a buscar a Rylie y la


mantengas a salvo. Cuida de ella.

—¿Por qué? ¿Dónde estás? ¿Qué ha pasado?

Dejé escapar un suspiro. —Estoy en la cárcel por...


—No digas nada más —interrumpe—. Toma, habla con papá.

—¿Hola? —saluda una voz somnolienta.

—Sr. Kent. —Hago una pausa—. Estoy en la cárcel.

—Mierda, Hudson. ¿Qué ha pasado? En realidad, no digas nada


hasta que yo llegue para representarte. —Lo oigo arrastrando
los pies—. Diles que tu abogado está en camino.

—Sólo quería que Amy comprobara cómo está mi hermana. No


creí que…

—Nada más, hijo. No digas nada.

Asintiendo, me ahogo en mi emoción. —Gracias.

Cuelga y mi corazón se siente pesado. Rylie no se lo tomará


bien. Necesito que Amy la revise y se asegure de que está bien.

Mi mente sigue siendo una niebla y no es hasta que han


cerrado durante mucho tiempo la puerta de una celda de
detención detrás de mí que dejo que todo se hunda. Sucedió. No
importa cuánto lo intentáramos, las fuerzas que intentaban
separarnos eran más fuertes.

Ganaron.

Y nosotros perdimos.
Sus gritos de angustia me desaniman. Reverberan a través de
las delgadas paredes que separan nuestros dormitorios y se
abren camino hasta mi alma.

Están muertos. Están muertos. Están jodidamente muertos.

Sólo he estado en casa unas pocas horas, pero es suficiente para


darme cuenta de que Rylie me va a necesitar de verdad.
Perdimos a nuestros padres. Ella ya está tan frágil y rota.
Dependerá de mí cuidarla porque mamá y papá no pueden.

Pienso en aquellos tiempos hace unos años cuando su depresión


empeoró al llegar a la pubertad. Mamá y papá siempre hacían
todo lo posible para consolarla. Tantas veces lloraba en su cama
por la noche, que solía molestarme. Mirando hacia atrás, me doy
cuenta de que era yo quien estaba equivocado. En mi vida de
mierda, donde tengo a todos convencidos de que tengo un plan y
un futuro, nada vive dentro de mí. Estoy vacío.

Rylie no está vacía.

Está llena de más emociones de las que un humano normal


puede manejar. Dentro de su vida hay ira, tristeza y
desesperación. Debería haberme quedado con la felicidad, pero
parece ser una emoción evasiva que los Hales no conocen.

Mamá y papá eran nuestra felicidad.

En esos momentos en los que sentí que la presión era


demasiada, todo lo que se necesitó fue una alentadora y
comprensiva llamada de mamá. Un texto de una o dos palabras
de papá que significaba todo. Puede que no fueran ricos como la
tía Becky y el tío Randy, pero mis padres lo hicieron todo por
nosotros. Su mundo entero existía para proporcionarnos no sólo
un hogar y un estilo de vida bueno y seguro, sino también un
amor incondicional.

Los lamentos de Rylie se hacen más fuertes.

Golpea. Golpea. Golpea.

Algo en lo profundo de mí parece despertar del sueño.

Ve hacia ella. Hazla feliz. Es tu deber.

Me deslizo de mi cama, alarmado por la forma en que mi pecho


palpita y mis huesos traquetean. La abrumadora necesidad de
reconfortarla y mostrarle que no estamos solos late a través de
mí. Deslizándome de mi habitación, me meto en la suya en
silencio para no despertar a nuestra tía, que está durmiendo en
el salón. Me meto en la habitación de mi hermana y cierro la
puerta tras de mí.

—Rylie.

Su nombre apenas se susurra de mis labios, pero es poderoso.


Tiene la habilidad de convertir sus lamentos en quejidos. Sus
maldiciones a Dios se convierten en oraciones para que yo la
sostenga.

El propósito surge en mi pecho como nunca antes.

Amy. Béisbol. Universidad.

Nada me ha hecho sentir como me siento en este momento


exacto.
Levanto las mantas y ella se acerca para darme espacio. Una vez
que me deslizo bajo las sábanas, ella me araña
desesperadamente. La tomo en mis brazos y la abrazo hasta mi
pecho desnudo. Su cabello huele a lavanda y es un aroma
relajante, tan diferente de los productos caros de Amy a los que
estoy acostumbrado. Inhalo a mi hermana y acaricio en círculos
reconfortantes con la punta de los dedos a lo largo de su espalda.
Sus lágrimas empapan mi cuello y mi pecho, pero se están
calmando.

Depende de mí curarla.

Esto es algo que puedo hacer.

Se calma y su respiración se equilibra. El orgullo truena a través


de mí. Le beso el cabello y la abrazo fuerte. En mis brazos, no se
siente como mi hermana. Se siente como un pequeño pedazo del
corazón Hale que queda. Mi pedazo no es mucho más grande
ahora que nuestros padres se han ido. Pero juntos, podemos ser
algo. Podemos sobrevivir y prosperar. Lo sé.

Su cuerpo se siente tan frágil. No quiero que se rompa, así que la


abrazo tan cerca cómo puedo, besando su cabello una y otra vez.
Nos empujamos juntos, nuestros cuerpos se tocan donde nunca
antes se han tocado, y se siente bien. He sido un capullo egoísta
manteniendo a mi hermana a distancia. Todo este tiempo,
podríamos haber estado ganando fuerza el uno del otro. Podría
haber sentido algo de paz cuando mi mundo se sentía tan
jodidamente puntiagudo, todo lo que tenía que hacer era
sostenerla.

Mientras su respiración se equilibra finalmente y el sueño la


roba, soy consciente de lo mucho que mi hermana se ha
convertido en una mujer. Cumplirá dieciocho años en unos
meses. Es extraño para mí abrazarla tan íntimamente. Me hace
darme cuenta de que su cuerpo no es muy diferente al de Amy.
Sus pechos son suaves y me los empuja contra mí. Largas,
delgadas y suaves piernas se enredan con las mías bajo las
sábanas. Nuestras pelvis están presionadas juntas, haciendo
que mi polla se dé cuenta de nuestra cercanía. Muy mujer.

Las imágenes de sus citas me persiguen.

No necesita a nadie en su frágil estado.

Rylie sólo necesita que la abrace. Eso es todo lo que necesitará.

Mi palma encuentra su trasero sobre sus pantalones cortos y la


acerco más. Imágenes rápidas y sucias revolotean por mi mente
y es un alivio de la dolorosa tristeza con la que me han golpeado
durante las últimas horas. Mientras me duermo, me permito vivir
en esos pensamientos. Culpar a mi pena por preguntarme cómo
se sentirían nuestros cuerpos desnudos y apretados. ¿Nos
sentiríamos completos entonces?

Mi polla piensa que sí. Estoy agradecido de que esté dormida y


no note mi excitación. Estoy mareado y confundido por mi
respuesta fisiológica a ella junto con el peligroso camino que ha
seguido mi mente. ¿Esto es lo que pasa cuando alguien pierde a
dos personas que ama? ¿Pierden su maldita mente?

—Estoy enferma. —Sus palabras son somnolientas y se


pronuncian en un susurro. Se pone tensa cuando la realidad
trata de robarle su sueño.

Aprieto su culo y froto mi longitud contra su estómago, sólo una


vez, murmurándole suaves seguridades. La rigidez de su cuerpo
se desvanece y ella se ablanda de nuevo en mis brazos. Mañana,
culparé a mis toques curiosos y necesitados de la desesperación,
pero esta noche parece ayudar a que mi mundo no sea tan
oscuro.

Buscando su oreja, escondida por su cabello, le susurro: —Soy tu


cura.

Ella se estremece y se agarra con fuerza.

Soy su cura.

—Soy tu abogado. Todo lo que me digas es información


privilegiada —dice Bradley Kent desde el otro lado de la mesa—.
Cuéntame todos los detalles. Incluso los que te avergüenzan.

Así que se ha enterado.

—Nos peleamos porque nos acusaron a mi hermana y a mí de


incesto. —Me quedo mirando la mesa que está gastada y sucia.

—¿Acusados? ¿Eran ciertas las acusaciones?

Mi corazón se hunde. Si él lo sabe, Amy lo sabe. Todo el mundo


lo sabe. —No. —Manteniendo mi palabra a Rylie, levanto mi
mirada y la inmovilizo con una mirada fija—. Peleé con mi tío.
Eso no lo puedo negar, pero las cosas de las que me acusan son
falsas.

Sus ojos, que son exactamente como los de Amy, se abren de


par en par, sorprendidos. —Está bien.
—Perdimos a nuestros padres y pasamos mucho tiempo
consolándonos el uno al otro. Pero acusarnos a mi hermana y a
mí de dormir juntos es jodidamente ridículo —espeto.

Levanta las dos manos en defensa, aunque puedo ver el alivio


en su mirada. —Te creo. En este punto, sólo estamos esperando
que presenten cargos. Estuviste en su casa, así que alegar
defensa propia es un punto discutible en la casa de alguien
más. Pero considerando que esta sería tu primera ofensa, no
buscará más que una palmada en la muñeca.

Aprieto los dientes. —¿Y sus acusaciones?

—Si hubiera pruebas, que no las habrá ya que no sucedió,


cualquier juez con sentido común las tiraría. Los rumores no se
sostienen en el tribunal. —Frunce el ceño—. Sin embargo, si
hubiera alguna prueba o testimonio... —se aleja—. Podrías estar
pasando un mal rato. Los dos podrían.

Nick.

Mierda.

Podría abrir una lata de jodidos gusanos con solo mencionar


sus propias acusaciones.

—Sin testimonios —miento—. No hay pruebas.

—Bien.
24

RYLIE

—Se ha hecho. Está enfermo y ahora estás a salvo. Te


mantendré a salvo. Nunca te volverá a tocar. Me aseguraré de
que se mantenga alejado de por vida.

Las palabras de la tía Becky se repiten una y otra vez en mi


cabeza. Cruel e interminable. Durante horas ha intentado
consolarme, pero quiero que me dejen en paz. En su espacio.
Me pongo su sudadera de béisbol favorita, me acurruco en el
suelo agarrando una foto de mi familia, y lloro ante la injusticia
de todo esto.

Me quitaron todo.

La tía Becky baja mucho para ver cómo estoy y trata de


hacerme comer o tomar líquido. No puedo responderle. No
puedo mirarla. Todo lo que puedo hacer es preguntarme qué
hice para merecer una vida como esta.

Yo era feliz.

Todo el dolor y sufrimiento causado por la confusión de amar a


mi hermano cuando se suponía que no debía haberlo hecho a
llegado su fin.

Porque él también me amaba.

Ya no tenía que esconderme en la oscuridad de mi mente.


Él estaba allí para encontrarme. Para abrazarme. Para besarme
y hacerme el amor.

Ahora se ha ido.

—Se ha hecho. Está enfermo y ahora estás a salvo. Te


mantendré a salvo. Nunca más te tocará. Me aseguraré de que se
mantenga alejado de por vida.

¿Pero qué es mi vida sin él en ella?

¿Puedo soportar que me devuelvan a la oscuridad? ¿Ser un


leproso por la forma en que mi corazón sangra por alguien
considerado intocable? Dos almas desesperadas por la otra y la
vida es el titiritero que dice que no pueden estar juntos.

La vida es una perra.

Una perra más grande que la tía Becky.

Si mamá estuviera aquí, estaría furiosa. No estaba bromeando


cuando le dije a Hudson que lo había golpeado con su bate de
béisbol. Pero mamá siempre protegió a sus hijos. Ella nos
amaba con fiereza. Creo que ella habría intentado entender.
Papá podría haber sido el que la hiciera ver.

No habrían enviado la otra mitad de mi corazón lejos.

Mis padres habrían encontrado una manera de que fuéramos


una familia. Como siempre encontraron la manera de pagar el
béisbol y las facturas del médico. Eran ingeniosos y protectores.
El dolor, como nada que haya sentido antes, hace que mi
estómago se agarrote violentamente. Hace mucho tiempo que
vomité el pastel de anoche. Todo lo que puedo hacer es herirme
y estremecerme, temblar y rogar.

—Nunca más te tocará. Me aseguraré de que se mantenga


alejado de por vida.

Los pensamientos de Hudson encerrados me destrozan el


corazón. Alguien tan hermoso y cariñoso no merece esto. Es
injusto.

La tía Becky va y viene una vez más, la preocupación evidente


en sus ojos que coinciden con los de mamá, mientras intenta
que me vaya a la cama por lo menos. Come algunas tostadas
por lo menos. Bebe un poco de té por lo menos.

Todo lo que puedo hacer es mirarla fijamente.

Mis lágrimas no tienen fin.

Sólo caen y caen y caen.

Y caen.

—Mami —sollozo, mi dedo acariciando el lado de su cara a


través del cristal del marco—. Papi.

Cuando miro la feliz sonrisa de mi hermano, la grieta que se


había estado tallando a través de mi corazón finalmente tiene
éxito. Estoy partida en dos, mi alma se filtra y se empapa en la
alfombra.

—Me aseguraré de que se mantenga alejado de por vida.


El dolor es demasiado. Nunca me recuperaré de esto. Nunca me
alejaré de él. Es mi único amor verdadero y me importa una
mierda la sociedad. Malditos hipócritas. La gente miente y
engaña a sus cónyuges. Abusan de los niños. Miente en sus
impuestos. Se declaran en bancarrota y no pagan sus cuentas.
Golpean a sus seres queridos. Dicen cosas crueles a los que les
importan. Quieren igualdad para negros, gays, mujeres,
transexuales e inmigrantes.

¿Pero esto?

¿No pueden lidiar con esto?

Un hermano y una hermana que están locamente enamorados.

Enfermos y curados el uno por el otro.

No lastiman a una maldita persona.

¿Encontraron esta mancha en la humanidad que no pueden


superar? ¿Crearon leyes que dicen que gente como nosotros
está condenada a prisión por cien años? ¿Por qué? Por amor.

Que se jodan.

Que se jodan esos hipócritas.

Mentirosos y abusadores.

Estafadores.

Malditas personas ciegas que dicen que lo que tenemos es


repugnante y asqueroso.
¡Que se jodan!

Me levanto con los pies temblorosos y tiro un montón de cajas


al suelo. Quiero destruirlo todo. Esta casa. Este mundo. Todos
los que están en él.

Los odio.

Los odio por predicar el amor y no seguir adelante.

Si este mundo está lleno de ellos y no me dejan tener lo único


que me mantiene aquí, entonces pueden tenerlo todo.

—¿Por qué nuestra historia de amor tiene que ser una tragedia?

—La historia de amor de mamá y papá fue una tragedia.


Supongo que todas las buenas lo son.

—No la nuestra, cariño. La nuestra no será una tragedia.

—¿Promesa?

—Promesa.

Hudson. Lamento que no hayamos ganado. Lamento que


nuestra historia de amor también haya sido una tragedia.

Cayendo de rodillas, sollozo mientras abro la pequeña caja


rectangular. Si mamá estuviera aquí, me tomaría en sus brazos
y me prometería que lo arreglaría todo. Sus palabras siempre
me curaron de alguna manera. Tenían un poder como la de
Hudson.

La tenía.
Se ha ido.

—Me aseguraré de que se mantenga alejado de por vida.

El metal por valor de novecientos dólares brilla a la luz del


techo. Me llama. Revela una respuesta.

—¿Por qué nuestra historia de amor tiene que ser una tragedia?

—Supongo que todas las buenas lo son.

Afilado. Brillante. Una salida.

Los recojo y me maravillo de ellos. Deslizo mi dedo medio y mi


pulgar por los agujeros para saber su peso.

Chasquido. Chasquido. Chasquido.

Recuerdo vívidamente haber visitado a mamá en la tienda


mientras le cortaba el cabello a sus clientes, haciéndoles pasar
de descuidados a elegantes en minutos. Tomó algo desordenado
y lo hizo hermoso.

Pasando mí otro pulgar a lo largo de la hoja abierta de las


tijeras, jadeo. Gotas carmesí a lo largo del corte y me quedo
paralizada por la forma en que la sangre gotea sobre mi muslo
desnudo. Muslos que hace solo unas horas envolvían a Hudson.

Dejo las tijeras sobre la alfombra y me levanto las mangas. Mis


brazos están pálidos, pero puedo ver las venas azuladas debajo
de la superficie. ¿Es tan fácil?

Dolerá.
Me duele el alma.

Cualquier cosa se sentiría mejor que eso.

Recojo las tijeras, esta vez manteniéndolas abiertas, con la


palma de mi mano clavada en una de las hojas. La mordedura
del dolor pica, pero no es lo peor del mundo. Me clavo la punta
de la otra hoja en la muñeca. No perfora la piel, pero cuando la
arrastro por el antebrazo, la piel se abre.

Me quedo quieta, mirando la sangre roja y brillante que brota de


la línea.

Eso no dolió.

No, lo único que me duele es saber que nunca volveré a ver a


Hudson.

Eso duele, mierda.

Mis manos comienzan a temblar y mis lágrimas caen con más


fuerza. Con manos torpes, muevo las tijeras a la otra mano. La
hoja, esta vez, empuja con más fuerza e inmediatamente rompe
la piel. El dolor ardiente desgarra mi piel cuando el metal me
abre, pero no lo odio. Doy la bienvenida a la quemadura. Me
obsesiono con la sangre.

Me recuerda a cuando Hudson me afeitó las piernas. Cuando


accidentalmente me cortó la rodilla. Sus labios en mi piel me
dieron esperanza. Esperanza de un futuro y felicidad. Ese
pequeño regalo fue una pequeña semilla que creció dentro de
mí. Nutrida sólo por él. Creció y creció y creció y creció hasta
que floreció. El amor. Floreció en un amor eterno.
Y entonces lo cortaron.

Cortaron ese amor esperanzador, desgarrador y cegador de su


fuente y lo pisotearon.

Estaba muerta en el momento en que me lo quitaron.

La somnolencia me invade. Pero no quiero dormir. Quiero mirar


la hermosa sangre que ha coloreado mis muslos y mi alfombra.
Quiero usarla para ayudarme a recordar aquella vez en el baño.
Quiero pensar en Hudson y en él dentro de mí.

Besándose y tocándose.

No estoy enferma. No está mal.

Amor.

Mi cabeza golpea la alfombra con un ruido sordo y me cuesta


mantener los ojos abiertos.

Ahora dormiré.

—¿Qué has hecho? —dice, cayendo de rodillas a mi lado. No está


aquí. No es real. Se lo han llevado de por vida. Eso es lo que dijo
la tía Becky—. Estoy aquí —gruñe.

Parpadeando hacia él, sonrío. —Creo que me estoy muriendo.

Sus labios perfectos me besan. Suave y adorable. Así es Hudson.


—No te estás muriendo.

Levanto mi brazo ensangrentado. La herida es retorcida. Abierta


y efusiva. Intenta mantenerlo cerrado. Hudson, mi fuerte y
hermoso hermano, no puede mantenerlo cerrado. Me he ido
demasiado lejos.

—Toda buena historia de amor termina en tragedia —digo.

—La nuestra no debería haber terminado.

Sostiene las tijeras, brillando con mi sangre. —Muéstrame cómo


—dice.

Paso mi dedo tembloroso y ensangrentado por su antebrazo. —


Ahí.

Juntos, miramos con asombro mientras corta su carne. Hudson


tampoco quiere estar solo. Quiere estar conmigo.

Está enfermo. Enfermo. Enfermo.

Juntos, estamos curados.

Corta el otro lado y luego sangra. Me empuja hacia él y me


mantiene cerca. Me besa la cabeza y me promete que nuestro
amor no terminará aquí.

Un amor como el nuestro trasciende las mentes simples de los


que ocupan este mundo.

Nuestro amor es demasiado poderoso para existir en un lugar


así.

—No somos una tragedia —dice Hudson, con su voz adormecida


como la mía.

Beso. Beso. Beso.


Nuestras bocas se juntan como nuestros cuerpos ya no pueden.

—Míranos. Lo estamos haciendo. —Me río, pero nadie lo oye.


Nadie más que Hudson. Como siempre.

—No. —Su voz es feroz, aunque se está desvaneciendo—. Somos


un feliz para siempre. Sólo uno complicado.
25

HUDSON

He pagado la fianza.

Es irreal.

Apenas una noche en la cárcel. Estaba seguro de que pasaría la


próxima década o dos encerrado. Bradley me dijo que estaba
buscando en algún momento si de alguna manera podían
obtener un testimonio. Las acusaciones de incesto y asalto
resultarían ser un brebaje violento que podría ganarme muchos
años. Mientras caía en un sueño intermitente, preocupándome
por Rylie, había llegado a aceptar mi destino.

Siempre que la mierda no tocara a Rylie, haría todo el tiempo


que me pidieran.

Después de que me liberen, entro en el vestíbulo de la estación


de policía esperando ver a Bradley. En cambio, encuentro al tío
Randy. Su rostro está hinchado y amoratado, pero no está
enojado.

Triste.

Sus ojos están llorosos y llenos de dolor.

Mi ansiedad aumenta cuando mi corazón se rompe.

—Rylie —gruño cuando me acerco a él.


Se estremece ante su nombre. Lágrimas calientes caen por mis
mejillas cuando paso junto a él, desesperado por aire. Tan
pronto como estoy fuera, jadeo mientras me agarro a una
barandilla en los escalones. Mi estómago se aprieta y mi cabeza
da vueltas.

—Escucha —dice detrás de mí.

—¿D-dónde está ella? —Apenas puedo ahogar las palabras.

—Está en el hospital.

Girándome, lo agarro por su camisa. —¿Por qué? ¿Por qué está


en el hospital? —rujo y lo sacudo—. ¿Por qué?

No pelea conmigo, no como hace horas. En cambio, un sonido


de dolor se le escapa. —Jesús, Hudson. Había tanta sangre.
Yo... yo... ella... —Traga y le tiembla la barbilla—. Se llevó las
tijeras de tu madre a sus muñecas. Juro que no sabíamos que
estaban ahí abajo.

Yo sí lo sabía.

Lo sabía.

Mis rodillas se doblan y el mundo se inclina sobre su eje.


Golpeo el concreto dolorosamente, mis rodillas gritando
mientras son raspadas y magulladas a través de mis pantalones
de chándal. Me estremezco y sollozo mientras me jalo el cabello.

No.

Mierda, no.
¿Por qué, Rylie?

Volvería a ti. Finalmente.

—Tu tía quiere que vayas —dice el tío Randy, su voz se ahoga
con la emoción—. Ella cree que le hará bien a Rylie verte.

Estoy demasiado débil y roto, pero me agarra por detrás y me


pone de pie. Me apoyo en mi tío en busca de fuerzas mientras
nos acompaña al coche. Ambos lloramos, sin importarnos si
alguien nos juzga por ello. Rylie me necesita. Necesito que ella
esté jodidamente bien.

—Yo... no vamos a presentar cargos —dice en voz baja.

Los cargos son lo último que me preocupa. Simplemente asiento


con la cabeza mientras él sale a la carretera. El viaje al hospital
es corto y en el momento en que llegamos, salgo del auto,
repentinamente con una nueva adrenalina. El tío Randy pasa
corriendo junto a mí para mostrarme adónde ir. Cuando
llegamos al vestíbulo, encuentro a Amy sentada en una silla,
con los ojos enrojecidos por el llanto.

—Le enviaré un mensaje de texto a Becky. Está ahí atrás con


ella. Sólo dejan entrar a una persona a la vez. Le haré saber que
estás aquí. —Saca su teléfono y yo camino—. Ella dice que
serán unos minutos. Iré a buscarnos un café.

En el momento en que él se va, Amy suelta un sollozo. —Oh,


Hudson. Ven aquí.

Me arrodillo a su lado y abrazo su cintura. Puede que Amy y yo


ya no seamos una pareja, pero ella ha sido parte de mi familia
durante años. Aparte de Rylie y mis tíos, ella es la persona más
cercana a mí.

—No puedo perderla —digo en voz baja—. No puedo.

—Shhh —dice, acariciando mi cabello—. No vas a perderla. Ella


está bien.

Nos quedamos en silencio por un momento, su suave llanto es


lo único que se oye.

—¿Hudson?

Me levanto y la miro, mis ojos arden pero no pueden igualar el


dolor dentro de mi corazón. —¿Si?

—Les deseo a ambos lo mejor.

Aprieto mi mandíbula. —Sólo quiero que mi hermana esté bien.

Su labio inferior se estremece. —Nunca me miraste como la


miraste a ella. Nunca sería capaz de competir con eso.

Parpadeo hacia ella, mi rostro se vuelve duro como una piedra.


Las lágrimas no llegan al memo y me bañan la cara.

—No digas nada —suspira—. Solo sé que puede que no


entienda el porqué, pero te entiendo a ti. Por primera vez desde
que te conozco, tus ojos brillan. Tu sonrisa es tan amplia que
parece que duele. —Solloza—. Tus ojos la rastrean y siguen
cada movimiento, como si el solo pensamiento de perderla de
vista fuera doloroso.
—Es mi hermana —digo, mis palabras no contienen veneno.
Nunca admitiré lo que Rylie y yo tenemos. Ni en mil años. Es
nuestro secreto. Nadie tiene que saberlo.

—Lo sé... —dice—. Sé que la amas más que a nada en este


mundo. Y lo que intento y no puedo decir es que quiero que
tengas eso. Quiero que seas feliz, Hudson.

—Sólo quiero mantenerla a salvo.

Frunce sus labios. —Entonces, para mantenerla a salvo,


tendrás que hacer una nueva vida. Tu vida no puede existir
aquí donde todo el mundo te conoce.

Apretando los dientes, no dejo de ver que sus palabras son


verdaderas.

—Habitación 305 —llama el tío Randy desde el pasillo.

Me levanto y me alejo de mi pasado hacia mi futuro.

Una vez que encuentro la habitación, llamo. Se abre la puerta y


sale la tía Becky. Sus ojos están hinchados de llorar. Tan pronto
como me ve, me tira hacia ella y me abraza. Permanezco rígido
en sus brazos.

—Necesito verla —me ahogo.

—Sé que lo necesitas, cariño. —Me aprieta fuerte y me


susurra—: Lo siento mucho.

Tan pronto como ella se aleja, paso a su lado en la habitación.


Rylie está despierta y mira al techo. La puerta se cierra detrás
de mí. En silencio, me acerco a su cama. Sus brazos han sido
envueltos con vendas blancas, pero todavía hay sangre en las
grietas de sus uñas.

—Siempre volveré por ti, pagana —susurro.

Ella se estremece y gira la cabeza. Sus rasgos impasibles se


arrugan cuando todos los sentimientos al verme entran en
acción. Un fuerte sollozo sale de su garganta.

—Shhh —susurro mientras me siento en la cama junto a ella.


Mi mano es suave mientras tomo la suya en la mía—. No
intentes nunca dejarme solo otra vez. —Se vuelve borrosa
cuando mis lágrimas se escapan.

—Yo... yo... pensé que te habían llevado lejos para siempre —


solloza—. No podría vivir sin ti.

—Estoy aquí, cariño.

Necesitando estar más cerca de ella, giro mi cuerpo y pongo mis


piernas en la cama junto a las suyas. Pongo mi cabeza sobre su
estómago y la abrazo.

—Vamos a dejar este lugar, Rylie. Solo tú y yo. Ya no


pertenecemos aquí. No estoy seguro de que alguna vez lo
hiciéramos. Pero a donde pertenecemos es donde estemos los
dos. —Beso su estómago—. Sin embargo, no puedes hacerte
daño. No seré capaz de lidiar con perderte. Prométemelo.

—Te lo prometo —se ahoga.

Sus débiles yemas de los dedos recorren mi cabello y cierro los


ojos.
—No somos una maldita tragedia.

—Lo sé —suspira—. Somos un feliz para siempre. Sólo uno


complicado.

Dos meses después...

—¿Estás seguro de que es una buena idea? —pregunta la tía


Becky, con el ceño fruncido estropeando sus rasgos.

—Ella necesita las vacaciones. Y luego...

Suspira. —Lo sé. Yo sólo... odio verlos irse a los dos.

Abrazo a mi tía y dejo salir un aliento pesado. —Ella necesita


un cambio de escenario. Siempre la cuidaré. —Me aparto y me
voy a la camioneta que está llena de nuestro equipaje donde
Rylie ya está esperando dentro. Finalmente, después de
semanas y semanas de terapia física por el daño que se infligió
a sí misma, el doctor dice que está recuperada y segura para
hacer cosas normales. Si bien perdió las venas vitales cuando se
cortó, hizo un número en sus músculos, nervios y ligamentos.
Pero ha trabajado duro para llegar a donde está ahora. Unas
vacaciones muy atrasadas están en orden.

—Hudson —dice la tía Becky.

—¿Sí?
—Para que lo sepas, no soy yo quien condena... ya sabes.

¿Incesto?

Le sonrío a mi tía. —No tengo idea de lo que estás hablando. —


Hasta el día de hoy, Rylie y yo lo negamos. Incluso cuando la tía
Becky nos encuentra pegados, aferrándonos desesperadamente
el uno al otro mientras dormimos en su sótano de la planta
baja.

Sonríe con una rara sonrisa. —Eres un pequeño imbécil como


tu madre.

—Tomaré eso como un cumplido, tía Becky.

Me subo a la camioneta y la saludo mientras vuelve a entrar.


Rylie se acerca y me extiende la palma de la mano, su larga
cicatriz rosada visible en su antebrazo que ya no se pone
vendas. Tomo mi anillo de la palma de su mano y lo deslizo en
mi dedo antes de besar el lado de su cabeza.

—¿Podemos hacer un par de paradas en el camino? —pregunta,


su mano se posa en mi muslo mientras salimos a la carretera.

—Sí. ¿Adónde vamos?

—Necesito ver a Travis.

Arqueo una ceja y le lanzo una mirada interrogante.

Me sonríe, brillante y hermosa. —No estás celoso, ¿verdad?


—¿Celoso de ese cabrón? No, claro que no. —gruño porque
aunque soy el doble de su tamaño y mi polla es sin duda más
grande, me molesta que ella necesite verlo.

—Te prometo que todo irá bien. Y luego quiero ir a Eureka


Springs.

—Te das cuenta de que eso está en Arkansas —digo con un


bufido.

—Sip.

—Cuatro horas y media al sur.

—Sé dónde está —dice con descaro.

Maldita sea, es maravilloso escuchar a la verdadera Rylie de


nuevo. Creí que la había perdido. Estos dos últimos meses
ayudando a que se encuentre a sí misma han sido difíciles. Se
ha frustrado por no poder hacer tareas simples como vestirse y
arreglarse el cabello. Por suerte, me tiene a mí. Y sé cómo
afeitarle las piernas, también.

—El lago de los Ozarks está a sólo una hora y media de


distancia —me quejo.

Se ríe. —Sólo sigue la corriente, Hudson.

Con una sonrisa que coincide exactamente con la de ella,


porque somos hermanos y todo, hago lo que ella desea. Está
prácticamente saltando de su piel cuando entramos en el
camino de entrada de Travis. Cuando comienza a buscar en su
billetera y saca un fajo de billetes, la inquietud me recorre.
—¿De dónde sacaste todo ese dinero? —exijo.

Ella arruga la nariz hacia arriba mientras frunce el ceño. —La


tía Becky me dio dinero por mi graduación.

—¿Y por qué estás a punto de dárselo a Travis de entre toda la


puta gente?

Gira la cabeza y separa los labios. —Ya lo verás. Espera aquí.

Le doy un beso en la boca y la veo salir del auto. Hoy lleva un


simple vestido blanco con sandalias. Su cabello oscuro está
suelto y cuelga en suaves ondas de chocolate. Se ha ido por
unos cinco minutos y luego baja las escaleras con una gran
sonrisa en su cara, un sobre amarillo en su mano.

—A Eureka Springs —dice mientras se abrocha el cinturón a mi


lado.

Mientras conducimos, la rodeo con mi brazo y la abrazo a mi


lado. —¿Qué hay en Eureka Springs de todos modos?

Apoya su cabeza sobre mí. —Es donde mamá y papá se


casaron. Siempre quise casarme allí también.

La culpa me atraviesa. Hay cosas que nunca podré darle. —


Ry…

—Lo resolví todo, Hudson. No te preocupes.

Parece tan feliz y segura de sí misma. Me condenaré si le quito


esa felicidad. —¿Qué hay en el sobre, pagana?

—Todo lo que necesitamos para cambiar nuestro futuro.


Resulta que todo lo que necesitábamos era una nueva
identificación falsa, un certificado de nacimiento y una tarjeta
de seguro social. Heather Miller. La mujer con la que me casé
legalmente, o ilegalmente dependiendo de cómo se mire, en un
bosque caprichoso en Eureka Springs, Arkansas.

—Dime que eres feliz —dice mientras caminamos hacia la


cabaña de la casa del árbol escondida en un matorral de
árboles—. Por favor, dime que estás de acuerdo con esto.

Le agarro la cintura con el brazo y la tiro contra mí. No hace ni


una hora, le prometí lealtad y amor hasta que la muerte nos
separe. El ministro ordenado era un anciano con bifocales de
una pulgada de grosor y que apenas podía oír nada. No nos
corrigió cuando juré a Rylie no Heather que la amaría en la
enfermedad, especialmente en la enfermedad. El hecho de que
se me permitiera decir mis votos a ella significaba el mundo
para mí. Y ver la felicidad brillando en sus amplios ojos
marrones significaba que ella también la amaba.

—Soy tan feliz —le digo, besando la parte superior de su


cabeza—. Ahora vamos a ver este lugar que reservaste en
secreto con mi tarjeta de crédito.

Se ríe mientras subimos los escalones. Está en lo alto de los


árboles. Un maldito lugar tan genial ubicado en el medio de la
nada. Cuando llegamos a la cima, ella abre la puerta, pero no la
dejo entrar en la cabaña.
—Todavía no, esposa —gruño.

Ella grita cuando la tomo en mis brazos y la llevo a través del


umbral. —Eres tan romántico, esposo.

Los dos nos reímos porque nos costará acostumbrarnos a


llamarnos por esos nombres.

Pateo la puerta para cerrarla detrás de mí y la pongo de pie. El


espacio es pintoresco con muchas ventanas pero amueblado
con un toque moderno.

—¿Una bañera con forma de corazón? —pregunto con una risa.

—Silencio, es linda.

Corre hacia la bañera que está situada en una alcoba al otro


lado de la cama tamaño king y se sienta en el borde. Está
rodeado de ventanas que dan al denso bosque de abajo. —Es
bonito.

Me paro detrás de ella y paso mis dedos por su suave cabello. —


Lo es.

Se vuelve hacia mí y me mira con tanta jodida devoción en sus


ojos que duele. —Me gusta aquí. Tal vez podríamos…

Sé lo que quiere. Lo siento corriendo a través de mí también. —


¿Quedarte aquí y crear nuevos recuerdos de vacaciones?

Se muerde el labio inferior y asiente con la cabeza como si


estuviera preocupada de que le dijera que no. Nunca le diré que
no. Nunca. Rylie tendrá lo que quiera en esta vida. Me
encargaré de que lo haga. Eso es todo lo que quiero.
Agarro sus mejillas y me inclino para besar sus labios. —Sí.
Vamos a hacerlo.

Se lanza a mis brazos. Agarro su culo y levanto su flaco cuerpo.


Nuestras bocas chocan cuando la guío hacia la cama.
Suavemente, la dejo caer sobre el colchón, pero luego me
apresuro a quitarle el vestido blanco. Tengo cuidado con sus
brazos que aún se están curando. Aunque le han quitado los
puntos de sutura y las heridas han sanado, todavía siente
mucho dolor no solo al tacto, sino también cuando usa
demasiado los brazos.

—Mírate—, le digo mientras me tomo un minuto para admirarla


en su sexy ropa interior. Hale, en mi firma, está garabateada en
sus costillas con tinta negra áspera, reclamándola como mía. La
alianza de boda brilla a la luz del sol que entra por las ventanas
detrás de mí.

—Mírate —responde ella, con una sonrisa en los labios. Luego,


se desabrocha el sostén por detrás y libera sus alegres pechos.
Los pezones están duros y atentos, solo rogando por mis
dientes.

Me inclino hacia adelante y le quito las sandalias una por una,


dejándolas caer al suelo de madera. Ella se recuesta y me mira
con el deseo nadando en sus ojos. Me duele la polla en mis
pantalones cortos. No hemos follado mucho en los últimos dos
meses. Después de haber pasado por toda la mierda que
hicimos cuando la tía Becky se enteró, nos aseguramos de tener
sexo solo cuando sabíamos que estaban en el trabajo y no en la
casa. Estoy ansioso por tenerla hoy y por la mirada sensual en
su rostro, diría que está más que lista para tenerme a mí
también.
—Quítate las bragas —instruyo.

Desliza los pies hasta la cama y levanta el culo para poder bajar
las bragas. Me inclino hacia adelante y agarro el material de
encaje para ayudarla a bajarla por los muslos. Una vez que está
desnuda para mí, le separo las rodillas. Bajo el sol brillante, su
coño es rosa pálido y brillante.

Busco detrás de mí cuello y me quito la camisa. El resto de mi


ropa se quita rápidamente. Sus rasgos se vuelven oscuros y
hambrientos mientras mira mi polla que rebota frente a mí. Me
arrodillo a un lado de la cama y agarro sus caderas. Se ríe
cuando la empujo hasta el borde para que su culo cuelgue. Su
risa muere en su garganta, sin embargo, cuando paso mi lengua
por su jugosa abertura. Su espalda se arquea fuera de la cama,
haciendo que sus tetas se muevan.

—Hudson —ruega.

Me esfuerzo chupando su clítoris. Me encanta la forma en que


la hace chillar, retorcerse y gritar. No pasa mucho tiempo antes
de que se deshaga cuando su orgasmo se apodera de ella. Ella
todavía está temblando cuando me abalanzo sobre ella.
Deslizando mi brazo debajo de ella, la tiro más arriba de la
cama. Ella gime cuando mi polla se frota contra su sensible
clítoris.

—¿Quieres mi polla dentro de ti, pagana? ¿Echaste de menos


que estirara tu estrecho agujero?

—Oh Dios —gime—. Sí. Te necesito.

Con una sonrisa, agarro mi polla y la guío hacia su cuerpo que


espera. Ambos dejamos escapar un siseo mientras empujo mi
polla dentro de ella hasta la empuñadura. Varias veces, me
deslizo hacia adentro y hacia afuera lentamente para poder ver
la forma en que mi cuerpo encaja dentro del suyo. La forma en
que su coño parece estirado hasta el límite. Cómo su excitación
cubre mi polla y la lubrica.

—Mira qué bien encajamos —murmuro, mis ojos se fijan en el


lugar donde estamos unidos—. ¿Ves?

Se muerde el labio inferior y asiente mientras me ve follarla. —


Se siente bien también.

—Se siente muy bien, joder —estoy de acuerdo.

Me acomodo sobre su pequeño cuerpo para poder mirarla a los


ojos. Los suyo brilla con amor y adoración. El sentimiento es
mutuo. Enredo mis dedos en su cabello y beso su boca mientras
mis caderas empujan contra ella. Nunca podré comprender
cómo viví sin tener a Rylie así. Somos dos mitades de un
corazón que solo late al mismo tiempo.

—Hudson —grita contra mi boca.

Deslizo mi palma hacia sus costillas, que se sienten frágiles bajo


mi mano, pero de alguna manera también fuertes, con Hale
escrito en ellas. —Rylie.

Fragmentos de palabras mezcladas con gemidos resuenan en la


cabaña de la casa del árbol. Nuestros cuerpos sudorosos están
resbaladizos mientras follamos. Cada uno de nosotros se aferra
desesperadamente al otro.

Ella murmura palabras de amor y alabanza. Le muestro con mi


cuerpo que siento lo mismo.
Juntos, hacemos un dulce y frenético amor.

Ella es mi esposa, mi hermana, mi todo.

La vida puede parecer demasiado corta y demasiado frágil...

Que me condenen si desperdicio un segundo.


26

RYLIE

Varios meses después

—Puedo conseguirlo —refunfuño, aunque me preocupa que mis


brazos se desplomen. Mi nuevo médico dice que tengo un daño
nervioso que tal vez nunca se cure. Los sueños de cortar el
cabello como lo hizo mamá se hicieron a un lado porque tenía
que descubrir mis propias fortalezas y habilidades.

Hudson me ignora mientras usa los guantes de cocina para


sacar el pavo gigante del horno. Lo pone en la estufa y luego
cierra la puerta. —No se parece al de mamá —reflexiona en voz
alta.

Lo golpeo. —Es una nueva receta. —Le golpeo con la cadera y se


aparta, pero no antes de meter el dedo en el puré de patatas. —
¿No tienes trabajo que hacer?

Me sonríe, ancho y juvenil. Después de todo este tiempo juntos,


como pareja, todavía es difícil creer que él es mío. —Boyd dice
que todos merecen el día de Acción de Gracias.

Niego con la cabeza. —El no dijo eso.

Hudson lleva los libros del centro turístico de Boyd Williams.


Sus cabañas son de primera clase y tienen las mejores vistas de
Jasper. También nos deja alquilar una de las cabañas en una
sección aislada de su propiedad por casi nada. Puede que no
sepa mucho de finanzas y contabilidad como mi hermano genio,
pero Boyd me deja ayudar con el marketing y las cosas del sitio
web. Ha sido paciente y muy amable al tomarnos bajo su ala.

—Dijo, y cito: 'Disfruta del día libre, mira algo de fútbol, come
algo de pastel, haz un zurullo y dale a tu mujer algo de amor'.
Pero no en ese orden, hijo. Definitivamente no en ese orden. —
Me río porque me imagino a Boyd diciendo eso. Su barriga es
grande, pero su bigote es más grande. Él es el más gracioso
pueblerino que jamás hayas conocido. Probablemente el más
rico de Jasper, Arkansas también. Su esposa, Patty, debería
haber ganado una medalla por haberlo soportado durante
treinta años—. Eso suena como el Boyd que conozco.

Hudson se ríe mientras hurga en la nevera, sin duda después


de los huevos diabólicos que hice antes. Los recuerdos de mamá
rompiéndolo con la toalla por comer su cena antes de que
estuviera lista me hacen sonreír. No me preocupo por él, sino
que me aseguro de que todo esté listo para comer.

—¿Quieres decir la bendición? —pregunto mientras me quito el


delantal. La primera Acción de Gracias sin nuestros padres es
difícil, pero Hudson me prometió que haremos nuevos
recuerdos. Siempre haciendo nuevos recuerdos. Así es como
seguimos adelante.

Camina detrás de mí, apoyando su barbilla en mi cabeza, y


tocando mi estómago. —Señor, gracias por darnos el uno al otro
y esta vida perfecta en Jasper. Saluda a mamá y papá.

Me río y le golpeo la mano. —¿Y?

—Gracias por dejar que Rylie me haga la comida todo el tiempo,


Señor. Soy muy amable con ella.
—Todo lo que tenías que hacer era decir por favor. Te lo dije
cuando éramos niños. Eras demasiado terco en ese entonces —
digo con un resoplido juguetón.

Los dos nos reímos.

—¿Y qué más? —pregunto.

—Gracias, Señor, por bendecir esta comida.

—Amén —digo en primer lugar.

Me besa el costado de mi cuello. —¿Tiene hambre mi hijo?

Como si su padre lo hubiera despertado, nuestro hijo le da una


patada.

—Siempre. —Girando, deslizo las palmas de mis manos por el


firme pecho de Hudson y las descanso sobre sus hombros. Mi
estómago es redondo y grande entre nosotros. La vida es
bastante perfecta.

—¿Tomaste tu medicina? —murmura, sus cejas oscuras


arrugadas por la preocupación.

Bueno, casi perfecto.

Mi nuevo médico en Jasper ha recetado antidepresivos que son


seguros durante el embarazo ya que los antiguos no lo eran. No
me gusta tomarlos, pero tampoco me gusta lo baja y oscura que
puede llegar a ser mi mente. La medicina me ayuda a
mantenerme en el camino recto y estrecho. Pero Hudson es el
que me cura por completo.
Su amor es una cura.

—Yo lo hice. ¿Crees que...? —Me arrastro el labio inferior, con la


esperanza de mantener las lágrimas a raya—. ¿Crees que será
como yo?

Hudson enreda sus dedos en mi cabello y me besa ferozmente.


Cuando estoy jadeando por aire, él se aleja y apoya su frente en
la mía. —Espero que sea como tú. Inteligente. Perfecta. Un gran
cocinero. Gracioso. Jodidamente adorable.

Sonrío. —Tal vez quiero que sea como tú. Fuerte y un genio de
las matemáticas.

—¿Eso es todo? ¿Te doy cinco cosas y tú me das dos? —Sus


dientes me muerden juguetonamente la mandíbula y el costado
de mi cuello.

—Eres mucho más que dos —estoy de acuerdo. Mi sonrisa


cae—. Quise decir, ya sabes, enfermo mental.

No importa cuántas veces Hudson me asegure que nuestro hijo


estará bien, me preocupo. Existe la posibilidad de que,
genéticamente, pueda transmitir mi depresión a mi hijo. Pero lo
que más me preocupa son las nuevas enfermedades que le han
dado debido a quién es su padre: mi hermano. He buscado en
Internet artículos sobre incesto. A pesar del odio y el disgusto
hacia el tema, todavía tengo que encontrar pruebas de que los
defectos de nacimiento y los trastornos mentales estén
relacionados con el incesto. Sin embargo, en mi esfuerzo por
encontrar respuestas, encontré un foro donde personas como
nosotros de todo el mundo tienen un lugar para discutir
nuestros desafíos y triunfos sin dejar de ser anónimos. Los
administradores del grupo monitorean de cerca a las personas
que lo integran y mantienen alejado cualquier odio de nosotros.
Encontré una amiga, Maggie, que también está con su
hermano. Tienen tres hijos y todos están sanos. Le hago
millones de preguntas y ella las responde todas con paciencia.

—¿Recuerdas nuestros votos? —pregunta, sus labios dejando


besos a lo largo de mi mejilla hasta que llega a mi boca.

—Te amo, incluso en la enfermedad, Rylie. Haré lo mismo por


nuestro hijo. Somos una familia.

Parpadeando mis lágrimas, le sonrío. —Una familia.

—Ahora veamos si esta cena resultó bien. No es demasiado


tarde para arruinar la cena de Boyd y Patty si es un fracaso
total —bromea, iluminando el ambiente.

—Eres un imbécil —refunfuño, incapaz de ocultar mi sonrisa.

—Un idiota que estuvo dentro de tu coño anoche, pagana. —Me


sonríe con maldad.

—¡Hudson Hale!

—¿Sí, Rylie Hale?

—Eres tan malo.

Se ríe, el sonido es profundo y ronco. —Entonces tú también


debes ser mala porque te viniste tan duro que estaba seguro de
que la mitad de los huéspedes del río me oyeron estirar tu
pequeño y necesitado trasero.
Sacudo mi cabeza hacia él. —Este no es un buen comienzo para
nuestra primera Acción de Gracias oficial.

—Lo que tú digas, preciosa. Creo que es algo perfecto. —Me


roba un beso mientras se prepara para cortar el pavo.

Agarro el tazón de puré de papas y solo hago una mueca de


dolor por el dolor que me sube por los brazos. Últimamente he
estado trabajando duro con las pesas porque quiero poder llevar
a mi hijo sin problemas. Un día, pronto, espero tener la
funcionalidad completa y sin dolor de mis brazos.

Mientras nos sentamos en nuestra mesa para dos personas que


ya tiene una silla alta preparada y esperando cerca, me tomo un
momento para disfrutar de nuestro pedacito de cielo. Más allá
de la gran ventana que da al oeste hay un mar interminable de
árboles, todos los cuales son naranjas, amarillos, rojos y
marrones brillantes. El hermoso y sinuoso río Buffalo se puede
ver atravesando los árboles de abajo.

Hudson se inclina sobre la mesa y pasa la punta de su dedo por


mi cicatriz en mi brazo derecho. Me vuelvo para mirarlo,
maravillándome de lo guapo que es. Ha dejado crecer su barba
y eso lo hace parecer más viejo y más rudo.

Mío.

—No podría pedir nada más que esto, Rylie. Esto es todo. —Su
mano se aferra a la mía—. Tú lo eres todo.
EPILOGO

HUDSON

Seis años y medio después

—¡Corre, JJ, corre! —Rylie grita desde la mesa de picnic donde


se sienta con la tía Becky.

Nuestro hijo corre tan rápido como sus piernitas lo lleven por
las bases improvisadas. Su primo un poco mayor, Hunter,
encuentra la pelota de béisbol y se la lanza al tío Randy, que
falla. Hunter y el tío Randy no pueden jugar al béisbol, pero
siguen siendo todas sonrisas. Cuando JJ pisa la base, corre
hacia mí y me rodea la cintura con sus brazos flacos.

—Home run, papá —dice, jadeando.

Su cabello oscuro está sudoroso y ligeramente rizado. El chico


más lindo del planeta. Se parece a su abuelo Jerald James Hale,
de quien lleva su nombre.

—Buen trabajo, chiquillo —le digo y luego le despeino el cabello.

—¿Podemos ir a nadar ahora? —pregunta, ya no está interesado


en nuestro juego de béisbol. Montamos en el barco toda la tarde
y luego nos detuvimos a almorzar y a jugar un partido rápido de
béisbol.

—¡Natación! —La, diminutivo de Lauren como su abuela, grita,


agitando sus gruesos brazos en el aire.
Rylie levanta a nuestra hija de tres años, que ha estado jugando
en la arena cerca de la mesa de picnic, y la levanta en la cadera.
Puede que esté embarazada de nuestro tercer hijo, pero aún se
ve tan hermosa como siempre. Cuando nuestros ojos se cruzan,
los de ella brillan de felicidad. Sé que los míos reflejan lo mismo.

La tía Becky, finalmente embarazada del segundo, se tambalea


detrás de Rylie. Sus mejillas están llenas y su cara está roja,
pero mi tía Becky gruñona está mucho más tranquila estos
días. Después de que Rylie casi se quitara la vida, algo cambió
en nuestra tía. Nunca se habló de ello. Hasta el día de hoy,
mantenemos la mentira de que Travis sigue embarazando a
Rylie Hale. Un padre tan poco entusiasta. Pobre Travis.

¿Pero Heather Miller?

Heather Miller, según el estado de Arkansas, se casó con


Hudson Hale en un caluroso día de verano. Estuvieron de luna
de miel una semana entera en una cabaña en el árbol en
Eureka Springs. Luego, tomaron la carretera y se instalaron en
el primer pueblo que se sintió como un hogar. Jasper,
Arkansas. Hudson Hale se topó con un viejo con bigote de
manillar discutiendo sobre su cambio en una tienda de la
esquina. Lo arregló y el hombre le ofreció un trabajo, un hogar y
un pedazo de paraíso. Hudson Hale aparece como padre en los
certificados de nacimiento de JJ y Lo. Y cuando el bebé Colin
llegue, el suyo se verá igual.

Y para extender aún más la mentira, le dijimos a la tía Becky y


al tío Randy que los niños me llamarían papá para que no
supieran que su verdadero padre era un pedazo de mierda. Un
falso pedazo de mierda, pero un pedazo de mierda de todos
modos.
Nuestra tía y nuestro tío no discuten con nosotros. No nos
critican por nuestras mentiras. No hacen preguntas. Y
ciertamente no nos miran con disgusto como pensé. En cambio,
simplemente nos ruegan que nos mantengamos en contacto y
que pasemos al menos una semana durante el verano en Lake
of the Ozarks con ellos.

Cerca de la orilla del agua, ayudo a JJ a ponerse el chaleco


salvavidas. Una vez que está atado, sigue a Hunter y al tío
Randy al barco, siempre deseoso de pasar tiempo con su primo
y su tío. La tía Becky me sonríe mientras el tío Randy la ayuda
en el barco también. Rylie y yo nos quedamos un momento. Sus
grandes ojos marrones se queman en los míos, suplicando por
un beso.

Pero no aquí.

No en este momento.

No fuera de nuestra burbuja de seguridad en las montañas


Ozark en Jasper.

Pero esta noche, cuando los niños duerman y estemos solos, la


besaré toda la noche. En todas partes. Mientras me lo pida.

—Fuera —Lo se queja. Intenta tirar de su chaleco salvavidas


que no nos quitamos, ni siquiera para el almuerzo, pero le hago
cosquillas y la distraigo. Ella me alcanza y sonríe, su boca
dentada es adorable como el infierno—. Papi.

Tirando de ella hacia mí, beso su suave cabello castaño y le


guiño un ojo a Rylie, que me mira con ojos hambrientos. —Más
tarde, pagana. Sé lo que quieres y puedes tenerlo más tarde
cuando no haya ojos entrometidos. Te lo prometo.
Un avión pasa por encima, llamando la atención de todos. Los
niños y nuestra hija apuntan al cielo. El tío Randy y la tía
Becky también se protegen los ojos mientras miran.

—Nadie tiene que saberlo —murmura Rylie, mordiendo su


suculento labio inferior que sé que sabrá igual que la sandía
que ha estado mordisqueando todo el día.

Inclinándome, robo un beso porque es imposible de negárselo.

Rápido. Dulce. Nuestro.

—Sabes a sandía y felicidad —digo mientras caminamos hacia


el bote. Le doy a su culo un discreto apretón sobre su traje de
baño que abraza su perfecto trasero. Ha vuelto a salir ahora que
está embarazada y me encanta. Nadie tiene que saberlo.

Me devuelve la sonrisa. —Sabes cómo a mío.

El fin.
(Un felices para siempre. Sólo uno complicado.)

También podría gustarte