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Gabriela Diker
Graciela Frigerio (comps.)
Las formas
de lo escolar
El lugar de lo joven en la
escuela
Débora Kantor
La paranoia «mixofóbica» se
autoalimenta y funciona como
profecía autocumplida. Si se adopta
la segregación como cura radical
del peligro que representan los
extraños, la cohabitación con
extraños se hace cada día más
difícil [...]. La «fusión» requerida
por la mutua comprensión sólo
puede ser resultado de la
experiencia compartida, y la
experiencia compartida es
inconcebible si no existen lugares
compartidos.
ZYGMUNT BAUMAN
de atrapar lo joven. Son pensados como lugares para dar lugar, para
que algo tenga lugar en ellos y a partir de ellos.
A través de estos dispositivos (clubes, centros, talleres, etc.), la
escuela se interpela a sí misma o es interpelada desde diversas
instancias del gobierno del sistema, respecto de un asunto en que se
reconoce y se la reconoce ineficaz o insuficiente: considerar lo joven,
darle entrada, dejar que se exprese.
El movimiento genera una particular dinámica interioridad-
exterioridad: los dispositivos constituyen una suerte de afuera (de la
escuela) que se genera adentro (de ella misma). Una zona protegida
diseñada para el aterrizaje y el despegue de lo(s) joven(es). Un gesto
de albergue y de control mediante el cual la escuela los protege y/o se
protege.
De acuerdo a ello, ¿cómo y dónde tiene lugar lo joven en la
escuela? Afuera pero adentro, adentro pero afuera. A partir de aquí,
adoptamos la expresión afueradentro para designar a estos espacios o
dispositivos extraescolares que se instalan dentro la escuela.
Es auspicioso que la escuela pueda revisar sus propios límites y
ampliar su oferta. Sin embargo, parece necesario indagar acerca de
los significados que adquieren los dispositivos o, mejor dicho: los
significados que conlleva cierto modo de pensar la escuela en
relación con sus alumnos –que son jóvenes– y con lo joven de los
alumnos.
Una primera connotación inquietante: el refuerzo de la idea de
que la escuela está para otra cosa, pero sabe que sin convocar lo
juvenil está perdida.
Gracias a ciertos dispositivos, lo joven, que según suele
reconocerse está afuera (en la calle, en la vida, pero a duras penas en
la escuela), puede desplegarse ahora en esa suerte de afuera que se
genera adentro. Entonces... adentro: alumnos; afueradentro: jóvenes.
Adentro: los jóvenes en tanto alumnos y un dispositivo (escolar) que
suele omitir lo juvenil o que no puede con ello/s; afueradentro: los
alumnos en tanto jóvenes y un dispositivo (extraescolar) que a
menudo requiere omitir la «alumnidad» para desarrollarse. Adentro:
el derecho a la educación; una reivindicación o un logro histórico.
Afueradentro: el derecho a expresarse, a elegir, a divertirse, a
participar; una innovación.
Una segunda nota inquietante: la imagen del afueradentro como
reducto de escucha y de respeto, ajeno para y respecto de un adentro
212 LAS FORMAS DE LO ESCOLAR
prácticas del adentro. Ahora bien, esto no ocurre sólo con lo joven;
otros asuntos, otras tensiones adentro/afuera son clásicas en la
escuela media, por ejemplo:
• Las innovaciones vía proyectos especiales, que a menudo resultan
tan exitosas en el afueradentro escolar como difíciles de ser
implementadas en el marco de la propuesta habitual.
• Las instancias de apoyo y recuperación de los aprendizajes,
adosadas a la escuela o escindidas de ella. Instancias que
desplazan incumbencias y responsabilidades de adentro hacia
afuera (o hacia el borde), procurando compensar las propias
insuficiencias de la escuela sin poner en cuestión los motivos por
los cuales los problemas se producen, se agravan o no se
resuelven. Así, los alumnos «en riesgo» encuentran afueradentro
propuestas pensadas para prevenir o compensar el fracaso en (o
de) la escuela.
Pareciera que las políticas y las instituciones que no han podido con
los adolescentes ahora van por los jóvenes. ¿Por qué ahora los
jóvenes?
Tal vez porque la expresión condensa la nueva configuración de
las etapas vitales y el desdibujamiento de fronteras y franjas etarias
tradicionalmente asociadas a ellas. Tal vez por la necesidad de dar
cuenta de la sobreedad que aumenta en las aulas como resultado de
ingresos tardíos, abandonos temporarios, reingresos y repitencias
reiteradas. Tal vez por advertir que las duras condiciones de vida
vuelven jóvenes precozmente a unos adolescentes, mientras que los
hábitos culturales y de consumo acortan la adolescencia de otros. Tal
vez porque así queda expresada claramente la intención de que
retornen a la escuela quienes se alejaron de ella o crecieron sin
haberla frecuentado. Tal vez porque el concepto de «juventud»
resuena más vinculado a cuestiones culturales y a problemas
estructurales que se pretenden abordar, mientras que el de
«adolescencia» remite a asuntos de índole psicológica.
Por todo ello, tal vez, «adolescencia» remite a unas instituciones y
unos sujetos de otros tiempos, mientras que «juventud» habla de la
sociedad de hoy y de escuela que hay que construir, enfatizando de
este modo que la escuela media ya no es lo que era y tampoco lo que
debería ser.
La categoría adolescencia está históricamente asociada a lo
escolar; el propio surgimiento de ésta reconoce una estrecha
vinculación con la creación de la escuela secundaria. Es en virtud de
ello, y de la intención de hallar las claves para repensar la escuela
media, los alumnos, las distancias existentes y las estrategias de
acercamiento, que nos interrogamos acerca de las razones y los
efectos del virtual abandono de la adolescencia en discursos que
tienen amplia difusión y circulación en el ámbito educativo. Y,
complementariamente, acerca de las razones y los efectos de la
proliferación discursiva en torno a los jóvenes y a las culturas
juveniles.
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policía. Pero está claro (cada vez más) que esas prácticas pueden
coexistir, y no sólo con la participación en proyectos socioeducativos,
sino inclusive con trayectorias escolares regulares.
Es por eso que pensar los dispositivos del afueradentro sobre todo
y antes que nada como herramientas para prevenir o para rescatar no
sólo profundiza estigmas y estereotipos, también parece ingenuo y
podría resultar ineficaz.
Asumiendo que la prevención es, en esta perspectiva, un
eufemismo de control, resulta necesario no sólo develar y cuestionar
este discurso hegemónico, sino también desactivar su presencia en
nuestras propias representaciones y expectativas acerca de los
jóvenes. El estigma no parece buen socio de la habilitación. Al
respecto, señala Martín-Criado (2005) que la misma existencia de
dispositivos institucionales destinados a solucionar unos «problemas
juveniles», construidos y definidos desde la perspectiva de la
victimización o la culpabilización, refuerza, de manera circular, la
creencia en las categorías a partir de las cuales fueron creados.
La «ocupación del tiempo libre» como estrategia preventiva y los
dispositivos pensados y gestionados en torno a ese propósito revelan
claramente la voluntad de controlar sujetos bajo sospecha
controlando su tiempo, pero es improbable que puedan dar cuenta tan
claramente de resultados valiosos en términos educativos. En este
marco, las propuestas extraescolares que se consolidan bajo la
premisa del «no lo hagas» (ante la presunción de que están «a un paso
de hacerlo», según indican las estadísticas) podrán parecer
contundentes y ser, por eso mismo, convincentes. Sin embargo,
tendrán menos chances de ganarle la batalla al «just do it» o al
«nothing is impossible» que si surgen de la convicción de que
constituyen un derecho de los pibes y una obligación para quienes
tienen la responsabilidad de educarlos.
Insistimos, entonces, en que si adolescentes y jóvenes deben tener
a disposición (afueradentro, adentro y afuera) espacios recreativos,
condiciones adecuadas para concluir su escolaridad, propuestas
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Vidas paralelas
Analizaremos ahora la coexistencia, la vida en paralelo de los dos
formatos: el adentro, atravesado por las «variables duras» de lo
escolar, y el afueradentro, definido como un entorno más blando, que
nace con el mandato de resultar amigable.
Los centros o clubes de jóvenes y la escuela propiamente dicha
tienen códigos, pautas y modalidades diferentes; y está bien que así
sea. Es necesario custodiar y enriquecer lo propio del afueradentro, al
igual que lo propio del adentro. Sin embargo, dado que lo que se
pretende no es sólo instalar nuevas ofertas para los/as estudiantes,
sino también provocar cambios en la escuela, la preocupación por
preservar la especificidad de cada ámbito importa tanto como la
potencialidad del afueradentro para promover adentro nuevos estilos,
otras formas de relación con el conocimiento, otros vínculos.
Los diferentes climas y posibilidades de ambos lugares se
vinculan con las condiciones de circulación que operan en el interior
de cada uno de ellos. Mediante la instalación del afueradentro se
pretende cambiar –mejorar, transformar– la gramática y las reglas
sintácticas del adentro escolar; los sujetos se comportan a menudo
como si fuesen otros, y los predicados acerca de ellos también son
diferentes. Las diferencias derivan de los pesos relativos de las
distintas formas y funciones de las palabras y los textos (Augé,
1998:100). Mientras que afueradentro suelen primar el discurso
propositivo y las operaciones productivas, el adentro continúa
privilegiando lo informativo, lo prescriptivo y lo reproductivo. La
brecha existente entre los mandatos y los mensajes que regulan los
intercambios en cada uno de estos ámbitos nos habla, entonces, sobre
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donde algo nuevo puede comenzar. Para ello, para que una nueva
configuración de escuela pueda ser pensada y promovida a partir de
los afueradentro, habrá que construir modos singulares y productivos
de manejar las tensiones en la frontera, la cuestión de la especificidad
y la existencia en paralelo de ambos lugares. Habrá que decidir, sobre
todo, cuáles son las fronteras que aspiramos a que sigan existiendo y
qué es lo que ellas deberían separar. Y cuáles, en cambio, aspiramos a
que desaparezcan porque aquello que separan no admite fronteras,
debería ser propio de ambos territorios o bien de ninguno.
Numerosas situaciones muestran que el diálogo es posible y
fructífero; son las que se ubican en las antípodas de las situaciones y
las expresiones paradigmáticas del desencuentro señaladas
anteriormente. En función de ello, puede considerarse que clubes,
centros, talleres, etc., constituyen una estrategia necesaria, aunque
insuficiente para la transformación; o bien que representan una
contribución interesante, pero no imprescindible en esa dirección. En
cualquier caso, el trabajo en torno a estos dispositivos parece
demandar una mirada atenta frente a la posibilidad de que se afinquen
en los bordes como reducto de lo joven o que se desgasten en la
batalla por conservar territorios o por expandirse en la geografía de la
escuela.
El valor que estos espacios tienen para adolescentes y jóvenes,
sobre todo para aquellos que no tienen otras oportunidades de acceso
a ciertas actividades y experiencias, no impide señalar el riesgo de
terminar legitimando que sus intereses caben afueradentro y siguen
sin ser considerados adentro. O que la escuela los contempla
ofreciendo para ello espacios ad hoc y tiempos optativos; que la
participación, el protagonismo, los nuevos horizontes y la expresión
genuina se ofrecen, se deben buscar y se pueden encontrar por fuera
de la enseñanza y el aprendizaje de las materias. Legitimar, en
definitiva, que aquello que se considera lo joven permanezca
escindido de lo estrictamente escolar, lo obligatorio, lo que desde
siempre y también ahora se ofrece y se exige todos los días a todos
los alumnos, se evalúa, se califica y define la promoción.
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Bibliografía
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Débora Kantor
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