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LA PARANOIA REVISITADA
Por Anselmo Pulido Contreras

La paranoia, como enfermedad mental, ha sido delimitada a través del tiempo


por la psiquiatría y el psicoanálisis; en tanto que síndrome, lo encontramos
frecuentemente acompañando otras entidades clínicas como son la depresión,
el masoquismo y el sadismo; en la hipocondría, en la personalidad obsesiva, en
la esquizofrenia, y en otras psicosis. La paranoia como fenómeno rebasa el
campo clínico, tanto psiquiátrico como psicoanalítico. Esto no quiere decir que
sus manifestaciones no sean graves en algunas ocasiones, tanto para los
demás como para quienes lo viven.

En la sexta edición de su tratado de psiquiatría, en 1899, Kraepelin definió la


paranoia como sigue: “Paranoia es un delirio sistematizado, es decir, un
sistema delirante congruente y lógico, de desarrollo insidioso, evolución crónica
y etiología interna o constitucional, que se acompaña de claridad y orden en la
conciencia, el pensamiento y la conducta”. (Citado por Hubert Bogaert García).

Esa definición permitió delimitar a la paranoia de otras dos entidades clínico-


psiquiátricas, como son maníaco-depresión y esquizofrenias. Asimismo
estableció las bases clínicas que han caracterizado la paranoia a través del
tiempo.

A través de los años las clasificaciones oficiales en lo que se refiere al tema de


las paranoias, se han modificado en varias ocasiones. Considero que el delirio,
lo delirante, ha seguido siendo siempre, una de sus notas esenciales e
inseparables de los padecimientos, de los fenómenos paranoicos.

El delirio toma sus formas plásticas de acuerdo al delirio paranoico que se


trate. Su matiz está dado por el tema, que a la vez, constituye el drama del
sujeto paranoico. La escuela francesa de psiquiatría ha permitido agruparlos
de acuerdo su tema delirante.

A las manifestaciones paranoides que no se ajustan a las concepciones


tradicionales, psiquiátricas o psicoanalíticas, habría que considerarlas como
fenómeno. Como tal, la paranoia se encuentra en todos los ámbitos de la vida:
en todas las etapas del ciclo vital; muchas veces como constituyente de la
personalidad; se manifiesta en toda latitud del mundo en los aspectos sociales,
culturales y políticos.

Tanto en su aspecto fenoménico como clínico, conserva algunas


características que lo precisan y delimitan, tales son la proyección, la
desconfianza y las ideas delirantes. En particular las ideas de daño y perjuicio;
las ideas de auto referencia; hostilidad, miedo a la pérdida de la autoestima y la
grandiosidad. Una o más de las características mencionadas de la paranoia se
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presentan y caracterizan el fenómeno paranoide, eso basta, a diferencia de la


paranoia en sus formas clínicas, en las cuales debe conservar los elementos
diagnósticos requeridos por la clínica. En ambos casos y de manera relevante,
se presentan el delirio y lo inconsciente.

La consideración de la paranoia como fenómeno, es una caracterización más


universal y no implica necesariamente que se trate de un cuadro clínico o de
algo patológico desde el punto de vista médico o psicoanalítico. Pero siempre
se trata de un fenómeno que parte de lo delirante, de una apreciación absurda,
irracional, de los hechos. En todo caso no deja de ser un fenómeno que aliena
al individuo o al grupo, es decir que lo pone fuera de la realidad y en tal sentido
siempre tendrá elementos anormales, con todas las implicaciones perjudiciales
del fenómeno, dadas sus características. Ejemplo: La idea paranoide de
Estados Unidos, creada artificialmente de que Irak tenía armas atómicas, y que
justificó la invasión y la guerra en ese país. Una forma sobre todo pragmática e
inmoral de salirse con la suya. Lo que subyace a esa idea delirante impuesta al
pueblo estadounidense, es el control sobre del petróleo de Irak.

Este sentido paranoide de la vida en cualquier individuo como ente biológico,


está íntimamente ligado con lo que denominamos inconsciente, el cual incluye
parcelas propiamente paranoides; o bien, el inconsciente considerado como
sucedáneo o representación de la realidad, igual a un mundo paranoide. Cada
mundo personal es una representación paranoide de la realidad en cuanto a
personalísimo e intransferible e impronta de la realidad externa como la propia
realidad interna. En general, considero que lo paranoide es aquello que no se
sustenta en el andamiaje de la realidad y de la razón. Y en todo caso, la misma
realidad, en sentido estricto, la realidad en sí, el fenómeno en sí, está en
entredicho en cuanto a la posibilidad de conocimiento, y entonces, no queda de
otra, lo que hacemos es construir una urdimbre metafísica paranoide. De raíz,
nuestra concepción del mundo es paranoide, irreal, imposible que se ajuste a lo
que es la realidad en sí. Vivimos en un mundo ficticio, en una urdimbre
metafísico-paranoica.

La realidad tiene tres instancias en las que se fundamenta y estructura: 1) todo


aquello que es y existe en sí mismo y que como tal es incognoscible. 2) Su
reflejo en la conciencia, que procede del conocimiento de esa realidad y que
constituye una realidad en sí misma, subjetiva también e incognoscible como
tal, pero comunicable a los demás por el lenguaje y la mímica. Otra forma de
comunicación de esa realidad sería la producción artística. 3) En ésta, lo
comunicable puede proceder del inconsciente, lo que constituye el tercer
fundamento o estructura de la realidad. En la mente del hombre las tres
estructuras de la realidad están en interacción, lo que se refiere a complejas
interacciones de la psique o mente.
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Una característica de la realidad inconsciente es su carácter simbólico e ilógico,


pero de alguna manera impregna nuestra vida consciente.

1) La neurosis, la psicosis, tienen su andamiaje en ese inconsciente de cada


quien. Cada quien su neurosis o psicosis;

2) Los sueños, los actos fallidos, proceden de ese inconsciente;

3) Cierto tipo de arte, particularmente el arte surrealista, procede del


inconsciente. Y para hacerlo inteligible, primero el artista ha de hacerlo pasar
por el tamiz del consciente y la lógica. Sin que por eso, sea del todo inteligible,
ya que va dirigido a los sentidos, a la sensibilidad del espectador o perceptor
más que a la razón o la inteligencia.

La paranoia como otras psicosis procede y tiene elementos inconscientes. Y es


ahí donde pueden encontrarse sus elementos simbólicos relacionados con el
conflicto que deforma la realidad consensual de una forma particular en cada
caso, para el que lo vive, pues el delirio suele apropiarse de la conducta y por
ende de la vida del sujeto.

El delirio paranoide implica la negación del conflicto, y por lo tanto el


desconocimiento del hecho de que se trate, así como la sustitución por la
racionalización y la proyección. El hecho original del conflicto paranoide con
frecuencia es “olvidado” y pasa a ser irreconocible para el propio sujeto. El
conflicto es trasladado del interior al exterior mediante el delirio.

El delirio paranoico es más que un delirio. Es propiamente una cuestión de fe:


una convicción delirante. Una idea errónea que versa sobre diversas
situaciones y que es apreciada con fe, es decir, irreductible a cualquier
razonamiento.

El delirio paranoico es un delirio abierto. Con esto quiero decir que su matriz
ideacional, o simiente que le alimenta, sigue abierto a permanecer
interpretando erróneamente, nutriendo esa matriz delirante. Está abierto a
incluir en su sistema delirante nuevos matices y personas que alimentan su
irracionalidad con las debidas consecuencias. El matiz del fenómeno paranoico
está dado por el tema, que a la vez constituye el drama del sujeto paranoico.
En otras palabras, el deliro forma parte de su vida. Le da una estructura. En
todo delirio, como suele ocurrir también en los sueños, el deseo íntimo al cual
se aspira tiende a cumplirse en su propia aspiración, y no en la realidad. Y
como en el sueño, el delirante crea su propio drama, su propia historia o
argumento: si desea ser amado construirá una historia propia de amor, con
todas sus vicisitudes y elementos pasionales. Igual si es una historia de celos,
de miedo, o de la propia corporalidad. En suma, el drama del cual el sujeto
delirante es el propio actor, (con la salvedad de que aquí se trata de un drama
real y no de un sueño), puede adoptar las múltiples formas o posibilidades que
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tiene la realidad para ese sujeto, siendo las más frecuentes aquellas que se
refieren al amor, al sexo, a la propia interpretación de la realidad personal,
social, política, ideológica. Así pues, el drama delirante es real para el que lo
vive y puede adoptar formas realmente dramáticas, e incluso trágicas en
cualquiera de los casos de que se trate, como en la anorexia y la bulimia.

Una construcción delirante paranoide, o de cualquier otro tipo, amerita el


ejercicio de la imaginación. Como en los sueños, construyen su propio
argumento irreal, pero en muchos casos, es llevado a la práctica; el delirio se
plasma en la realidad con sus consecuencias funestas.

En la paranoia opera una deformación de la realidad que se produce por una


prevalencia de los impulsos internos y que se relacionan con la percepción.
Tales impulsos son de odio y miedo, y son proyectados sobre personas y
situaciones externas y luego son percibidos como provenientes del exterior.

El narcisismo frecuentemente se asocia a la paranoia. Por definición implica


una ruptura, una incapacidad de acceso a la realidad. En sentido estricto es
una forma de ser loco, de ser paranoico, pues se vive aislado de todo y de
todos. El narcisista, en un grado o en otro, vive inmerso en su particular
concepción de la vida y las cosas.

El narcisista omnipotente al verse herido, frustrado en sus propósitos e


intenciones, la emprende contra lo que, o contra quien se interpone a sus
deseos o propósitos.

En ocasiones la agresión o el daño que inflige o pretende infligir a otros,


generalmente procede de lo que percibió como una supuesta agresión. Su
venganza por la ofensa recibida, es o pretende ser, desmesurada, como en el
caso de Jerjes, azotando el mar. (Dr. Aramoni, 2010)

Es su instrumento, su vía ciega para la venganza, que afortunadamente, en la


mayoría de los casos, no pasa del propósito de venganza, o se extingue en el
acto irracional.

Basta que un suceso cualquiera, del conocimiento, de la sociedad, de la


ciencia, etcétera, sea irracional, absurdo, que no corresponda a la realidad para
calificarlo de paranoico.

Hay paranoias colectivas condicionadas socialmente y que suelen ser


inconscientes para la colectividad, en tal caso, no son detectadas. Pasan a
formar parte del imaginario común. Por ejemplo, los inquisidores asumían como
verdad indubitable lo que era un delirio: creían o era fe, que la tierra era el
centro del universo.

La Iglesia Católica ha impuesto algunos dogmas (lo que se puede traducir


como un equivalente de ideas delirantes), con carácter de universalidad. Una
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forma de imponer la paranoia, de contagiarla. Y los fieles se someten. La


Iglesia, sus miembros constituidos como santa inquisición, para defender sus
dogmas, o bien, un tipo de imposiciones paranoides, como la idea de que la
Tierra era el centro del universo. Copérnico, y posteriormente Galileo,
propusieron que la Tierra tenía movimiento. La consecuencia de este concepto
contradecía el dogma de la Iglesia Católica. Por disentir de esa idea, por
proponer la idea correcta de que la Tierra no es el centro del universo,
Copérnico no publicó en vida sus descubrimientos y Galileo escapó a la
hoguera. Son víctimas, ejemplos de la paranoia institucionalizada.

Muchas de las llamadas brujas, por ser enemigas de Dios, en el ideario de la


Santa Inquisición, fueron quemadas en la hoguera por esa convicción delirante,
y por el poder que tenían en esa época los hombres de la iglesia católica.

En la mayor parte de la República Mexicana, y desde el inicio de la guerra


contra el narcotráfico, se vive un clima paranoide, el cual se relaciona con el
hecho real de las múltiples manifestaciones de violencia y de asesinatos
brutales, de extorsión, secuestro y desaparición de personas. En general, no se
trata de un estado paranoide en su sentido clínico, sino de un clima social de
tipo paranoide; se puede decir propiamente, de un miedo paranoide. En este
caso no hay una pérdida del contacto con la realidad. El clima paranoide y las
conductas que pueda ocasionar el miedo, obedecen a una situación real de
amenaza. No dudo que en muchos casos se desaten reales casos paranoicos.
Lo anterior ejemplifica lo que llamo miedo paranoide, y lo distingue de otras
manifestaciones propiamente paranoicas. En el miedo paranoide se conoce
cuál es la amenaza y de donde proviene, y por lo tanto se está en condiciones
de enfrentarlo racionalmente. En cualquier caso de paranoia la amenaza suele
ser inconsciente, desconocida, y adopta la forma delirante. La respuesta del
individuo es irracional.

En México, durante la campaña política de 2006, por la presidencia de la


República, el partido del PAN y otras asociaciones empresariales, mandaron
más de siete millones de correos electrónicos con el tema de que el principal
candidato de la oposición en ese entonces Andrés Manuel López Obrador “es
un peligro para México, un Hugo Chávez, y su triunfo llevará a México a una
especie de socialismo autoritario”. Además se difundieron videos, y el mensaje,
con sus variantes, fue transmitido por televisión. El propósito obvio de ese tipo
de propaganda es mover miedos íntimos, crear una reacción paranoide, y por
lo tanto el rechazo que redunda en beneficio del voto. Con lo anterior quiero
señalar como los que tienen los medios de comunicación y el poder, pueden
manipular a las masas para crear una paranoia colectiva que redunde en
beneficio de sus propósitos. La paranoia no es nada ingenuo. Como en Otelo,
aquí se trata de una paranoia inducida, pero en este caso, a nivel de inducción
colectiva.
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Basta que la idea o concepción acerca de un suceso o fenómeno de la índole


que sea -mental, espiritual, físico o abstracto; político, social o cultural-, no se
apegue a la verdad o a la realidad, para que se constituya en una convicción
delirante. Esta convicción puede partir de una institución y por su autoridad
pasa a ser parte de las creencias comunes. Tal cosas ha acontecido como ya
se mencionó, con las ideas de la Iglesia Católica acerca de la brujería; de la
Tierra como centro de universo; de la posesión demoníaca y de todo lo que
existe como creación divina.

En el inicio del pensar paranoide se elige al objeto motivo de la agresión, o


bien, del objeto persecutorio. Luego viene la acción en torno a ese objeto,
dependiendo de los propósitos del paranoide y de las características de la idea
delirante en torno al objeto. Puede ser individual o colectivo. Por ejemplo, Hitler
eligió a los judíos como su objeto. Los calificó de ser una raza inferior pero muy
peligrosa para el pueblo alemán. Su delirio prendió en la sociedad
probablemente porque esas ideas ya venían flotando en la sociedad, de tiempo
atrás. Lo que hizo Hitler como líder fue encarnar esas ideas y trasmitirlas,
compartirlas, con la mayoría de sus congéneres arios, con quienes se creían
una raza superior. El delirio fue colectivo. Sólo así se entiende que estuvieran
de acuerdo en el propósito de exterminar una raza.

La elección del objeto parte de lo irracional interno. Ahí reside su significado, su


psicodinamia. Es relativamente frecuente que el paranoide crea que le quieren
robar sus bienes, o que le tienen envidia porque él es superior a los demás, o
más guapo, o inteligente, o rico, etcétera. Creo que en cada caso, la
psicodinamia se puede buscar en los motivos, en el significado delirante que
para el paranoide tiene el objeto de su elección. Debe buscarse en ese origen
delirante, en la raíz de cada paranoia.

Con base a la idea paranoide, que es en general amenazadora, se toman


conductas, ya sean ofensivas o defensivas. En ocasiones el paranoide es el
agresor y en otras, el que se siente perseguido. O bien, el que agrede y a su
vez experimenta ser agredido.

En todos los casos la idea paranoide es intrapsiquica, es decir, en ningún caso


se ajusta a la realidad de los hechos.

México, D.F., a 09 de julio de 2012

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