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ISBN 978-987-03-3409-5
SAP 42129365
Leiva Fernández, Luis F.P.
Tratado de los contratos / Luis F.P. Leiva Fernández - 1a. ed. - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: La Ley, 2017.
v. 2, 624 p.; 24x17 cm.
ISBN 978-987-03-3392-0
1. Contratos. I. Título.
CDD 346.02
Portada
Tratado de los Contratos - Tomo II
VÉLEZ SARSFIELD cita en la nota al art. 1201 del Código Civil a la Partida
5ª y a DOMAT; sin embargo, la fuente directa fue el Esboço
de FREITAS (art. 1955) que en alusión a los contratos bilaterales proponía
que "una de las partes no podrá demandar su cumplimiento sin que se
pruebe que por su parte los ha cumplido, o que su obligación es a plazo, o
sin que se ofrezca a cumplirlos". La similitud con la norma de VÉLEZ
SARSFIELD es notable, incluso en el controvertido comienzo del art. 1201
donde se leía que "no podrá demandarse".
A su vez, este antecedente concuerda con el Código Civil de Chile (art.
1552).
g) Derecho comparado
a) Demanda de cumplimiento
a) El rechazo de la demanda
El juez puede rechazar la demanda de cumplimiento contra la que se
dedujo la excepción de suspensión.
Sería la solución más ajustada al principio de congruencia procesal.
Si la pretensión del actor se enderezó a satisfacer el cumplimiento de la
prestación debida y el juez hace lugar a la excepción de incumplimiento,
resulta que la acción estuvo mal dirigida y, por ende, debe rechazar la
demanda.
El defecto de este enfoque consiste en postergar el conflicto que se
mantiene latente, ya que si bien es admisible desde el ámbito procesal,
ninguna solución aporta en la práctica pues se acaba el litigio pero subsiste
la contienda, ya que luego de transcurrido el tiempo natural de desarrollo del
proceso, ambos litigantes se encontrarían sin nada: el actor con una
demanda rechazada por no haber cumplido previamente y el demandado
"triunfante", igualmente deberá cumplir oportunamente.
De esa manera se vulnera el principio de economía procesal ya que
obligaría a cumplir al actor derrotado para luego poder exigir el
cumplimiento. Luego, si el requerido sigue incumpliendo, el que fue
demandante debería promover una nueva demanda(31).
c) Período postcontractual
Tanto la garantía por evicción como por vicios ocultos son elementos
naturales de todo contrato a título oneroso, por lo que resulta lógico que
este supuesto sea el más común y el de mayor aplicación. Todo aquel que
transmite un bien a título oneroso se transforma en garante, frente a su
adquirente, por cualquier vicio jurídico que afecte al bien transmitido como
así también, por cualquier defecto material que tenga.
El saneamiento también opera en los contratos onerosos en los que no
se transmite, ni se atribuye, la propiedad, sino la mera posesión, porque de
lo contrario quedarían sin protección todas las compraventas de bienes
sujetos a registración constitutiva, como los automotores, en los que podrían
manifestarse vicios ocultos, y porque no surge el dominio hasta la
registración constitutiva, el adquirente a título oneroso debería esperar a
la inscripción, lo que no parece razonable. Y en caso de no inscribir en el
registro constitutivo debería soportar los vicios ocultos sin acción alguna
más que la de nulidad de todo el contrato.
Lo mismo ocurre en la unión de posesiones (art. 1901, 2º párrafo) en la
que el transmitente cede a título oneroso al adquirente, no un derecho sino
la posesión sobre una cosa que —al menos— debe estar libre de vicios
ocultos.
Es que la posesión, que no es un derecho real, ni transmite ni atribuye la
propiedad, sí es un bien que por ende queda comprendido en el inc. a) del
art. 1033 dentro de los amparados por el saneamiento.
a) Consecuencias de la resolución
El último inciso del art. 1039 del Código Civil y Comercial de la Nación
establece la posibilidad de declarar la resolución del contrato, la cual tendría
efecto retroactivo (art. 1079 inc. b), debiendo las partes restituirse lo que se
hubiesen entregado, no en consideración al contrato sino a lo que resulte de
los respectivos títulos sobre lo entregado (art. 1080, y arts. 760 y 761)
y quedando en cabeza del acreedor la acción por daños y perjuicios
(art. 1040) contra el obligado por saneamiento.
La resolución puede ser total o sólo parcial (art. 1083) lo que se hace
evidente en materia de vicios ocultos. Si la resolución es parcial debe
reducirse la contraprestación en proporción a la merma del valor ocasionado
sea por el defecto en el título (evicción), sea por el defecto en el bien (vicio
redhibitorio). La resolución parcial concilia mejor con el principio de
conservación de los actos jurídicos y del contrato.
En la evicción, la resolución parcial del contrato procede v.gr. sobre la
fracción de campo que debe soportar un usufructo reconocido por sentencia
al tercero, subsistiendo el contrato por el resto del predio.
La resolución parcial que debe ser regla por aplicación del principio de
conservación de los actos jurídicos y los contratos puede aplicarse a la
adquisición de conjuntos de cosas o de cosas divisibles (v.gr. una fracción
de campo), de suerte que pierda eficacia la parte sujeta a saneamiento y no
el resto del objeto contractual.
497. Excepciones a la acción de resolución
La facultad de resolver otorgada al acreedor del saneamiento encuentra
su límite en los casos previstos por el art. 1050, cuando por el curso de la
prescripción adquisitiva su título se sanea del vicio de evicción y en el
supuesto del art. 1057, cuando el defecto que constituye el vicio redhibitorio
es subsanable y el garante ofrece hacerlo, o por analogía ante el
ofrecimiento de sustitución de una cosa equivalente: el adquirente no podrá
resolver si el enajenante le ofrece una cosa fungible equivalente y el
adquirente no la acepta.
Cabe destacar que el derecho a resolver sólo procede en materia de
vicios ocultos ante un vicio redhibitorio, no así si el defecto es un mero vicio
oculto no redhibitorio —arts. 1056 y 1052 incs. a) y b)—.
Esta excepción a la facultad de resolver del art. 1039 sólo opera respecto
de los vicios ocultos que sean redhibitorios.
Como sólo en el supuesto de que el vicio oculto sea redhibitorio —art.
1051 inc. b)— existe la facultad de resolver (art. 1056), la prohibición de
resolver en caso de rechazarse por el adquirente la posibilidad de subsanar
el defecto ofrecida por el transmitente, sólo se aplica a los vicios
redhibitorios. Los meramente ocultos no admiten la resolución y —por
ende— tampoco la excepción a hacerlo del art. 1057.
En el supuesto que el defecto sea subsanable y el transmitente —deudor
de la garantía por vicios redhibitorios— ofrezca repararlo o hacerlo reparar a
su cargo, el adquirente no tendrá derecho a resolver el contrato. A ello se
refiere el art. 1057 del Código Civil y Comercial de la Nación que dispone:
"Defecto subsanable. El adquirente no tiene derecho a resolver el contrato si
el defecto es subsanable, el garante ofrece subsanarlo y él no lo acepta.
Queda a salvo la reparación de daños".
Es que "si el defecto es subsanable o la cosa reparable y el enajenante
toma a su cargo los gastos de reparación, el adquirente no tendrá acción,
porque el vicio habrá perdido gravedad, a menos que la reparación no sea
íntegra, o que no se repongan las piezas malas por otras de la misma
marca y calidad que las que tenían las originales"(75).
Si la cosa defectuosa se destruye por caso fortuito o por culpa del
adquirente, el transmitente debe, de cualquier manera, responder por el
menor valor que tenía al momento de su destrucción a causa del vicio
redhibitorio(76), porque si bien el caso fortuito no le es imputable, sí lo es la
disminución previa del valor de la cosa.
La aplicación analógica del mismo precepto puede aplicarse para el caso
de la sustitución de una cosa equivalente si la adquirida fuese fungible: el
adquirente no podrá resolver si el enajenante le ofrece una cosa fungible
equivalente y el adquirente no la acepta.
Un principio análogo está previsto en las reglas de UNIDROIT en su art.
7.2.3 que propone: "Reparación y reemplazo de la prestación defectuosa. El
derecho al cumplimiento incluye, cuando haya lugar a ello, el derecho a
reclamar la reparación, el reemplazo u otra subsanación de la prestación
defectuosa (...)".
Las exenciones de responsabilidad del referido art. 1040 del Código Civil
y Comercial de la Nación no proceden si el enajenante actúa
profesionalmente en esa actividad porque tal situación hace presumir su
conocimiento.
El párrafo final del art. 1040, en consonancia con el art. 1038, establece
que las excepciones de los incs. a) y b) del primero no se aplican en el caso
de que el enajenante actúe profesionalmente en la actividad a la que
corresponde la enajenación, a menos que el adquirente también se
desempeñe profesionalmente en dicha actividad.
Se trata también de la reiteración de la regla de valoración de conductas
del art. 1725 del Cód. Civil y Comercial tomado del art. 902 del Código
de VÉLEZ, entendiéndose que no se refiere exclusivamente a las profesiones
que se ejercen con título habilitante, sino al profesional que resulta de
percibir una retribución por una actividad habitual. Y que esa ventaja en el
conocimiento de una de las partes sobre la otra se compensa cuando
ambas lo tienen.
Coincide con la previsión del art. 1484 del Cód. Civil español, 1504 del
Cód. Civil peruano, 1373 del Cód. de Puerto Rico y art. 1382 de la Pte. Gral.
de los Contratos en el Proyecto para este país(89).
501. El saneamiento en contratos con pluralidad de bienes
Es posible que el contrato verse sobre varios objetos de igual o distinta
especie, pero que el saneamiento deba efectuarse únicamente sobre alguno
de ellos —no sobre todos— sea a causa de haberse producido la evicción o
verse afectado por un defecto material que permanecía oculto.
El Código Civil y Comercial de la Nación hace una aplicación de las
reglas de divisibilidad de las obligaciones al caso de saneamiento por
enajenación de pluralidad de bienes en el art. 1041 —tomado del art. 1005
del Proyecto de 1998— más allá de lo establecido por el art. 228 del Código
Civil y Comercial(90).
El art. 1041 dispone: "Pluralidad de bienes. En los casos en que la
responsabilidad por saneamiento resulta de la enajenación de varios bienes
se aplican las siguientes reglas:
a. si fueron enajenados como conjunto, es indivisible;
b. si fueron enajenados separadamente, es divisible, aunque haya habido
una contraprestación única.
En su caso, rigen las disposiciones aplicables a las cosas accesorias".
Si los bienes fueron enajenados como un conjunto, la garantía de
saneamiento será indivisible (inc. a). Consecuencia de ello es que si un bien
objeto de ese conjunto tiene un vicio oculto o resulta afectado por evicción,
las reglas sobre la responsabilidad del obligado por saneamiento se aplican
a todos aquellos bienes y no sólo al bien "vicioso". Es el caso de las
universalidades sean de hecho o de derecho.
Al contrario de ello, el inc. b) establece que si fueron enajenados
separadamente, la obligación es divisible aunque hubiese habido una
contraprestación única.
Por último, la parte final del artículo establece que para el caso que
corresponda rigen las disposiciones aplicables a las cosas accesorias
(reguladas por el art. 230 del Código Civil y Comercial)(91).
Corresponde entender que la remisión a las reglas sobre la accesoriedad
de las cosas es para que en el caso de tratarse de una obligación divisible
(aunque se haya pagado un único precio por todo) las cosas accesorias
sigan a la principal de suerte que, si procede la resolución y restitución de la
principal, le siga su accesoria.
La regla se aplica tanto a los supuestos de accesión física como de
accesión funcional en la que aunque la cosa no se encuentra materialmente
vinculada, su razón de ser la subordina a la principal(92).
Como la enajenación onerosa puede ser tanto de cosas como de bienes,
y ser tanto cosas como bienes los objetos sujetos a saneamiento, queda sin
resolver —en estricto sentido— la enajenación de pluralidad de bienes en
sentido estricto que, aunque no referida expresamente, subsiste en el
Código Civil y Comercial(93).
Del análisis del art. 1044 resulta que el enajenante sólo responde por
evicción en el caso de que se produzcan turbaciones de derecho y no así
cuando estas sean de hecho (con la sola excepción del caso que sea el
mismo garante quien produzca la turbación de facto) lo cual a es a todas
luces lógico ya que el adquirente cuenta para enfrentar las turbaciones de
hecho con las herramientas que el ordenamiento jurídico pone a su
disposición para estos casos.
Como bien lo remarca BORDA "es indispensable que se trate de una
perturbación de derecho, es decir, fundada en una causa jurídica; el
vendedor no garantiza jamás contra las turbaciones de hecho de los
terceros (...). Contra ellas, el comprador tiene a su disposición remedios
policiales y judiciales (interdictos, querellas criminales); pero el vendedor no
puede asumir el papel de defensor del nuevo propietario contra las
agresiones de hecho de que sea víctima"(135).
Es que, de lo contrario, el adquirente nunca llegaría a la autonomía que
implica el ejercicio de un derecho real, en el que el titular no depende de la
actividad de nadie para disfrutar su derecho, sino que siempre quedaría
supeditado el disfrute de la cosa adquirida a la defensa de la contraparte
contractual que es el enajenante.
Aunque el art. 1045 excluye del saneamiento a las turbaciones de hecho
causadas por terceros, no se consideran terceros aquellos por los que el
enajenante debe responder en los términos del art. 1753(136).
Por ende, no quedan excluidos del saneamiento los casos de turbación
de hecho efectuados por los dependientes del enajenante, que es su
principal(137). Tampoco quedan excluidos los actos de turbación de hecho
realizados por los hijos bajo patria potestad del enajenante (art. 1754) si
habitan con ellos(138), ni los realizados por los actos de pupilos y
representados de los enajenantes que son delegados en el ejercicio de la
responsabilidad parental como los tutores y los curadores (art. 1756)(139).
El art. 2117 del Código Civil establecía que aunque el adquirente del
derecho controvertido por el tercero (que es el acreedor del saneamiento)
"venciere en la demanda de que pudiere resultar la evicción, no tendría
ningún derecho contra el enajenante, ni aun para cobrar los gastos que
hubiese hecho", entendiendo los gastos como las costas del juicio.
Esta solución, que en algunos casos era justa, tenía sentido cuando la
demanda realizada por el tercero era absolutamente infundada,
encontrando su razón de ser en el hecho de no responsabilizar al garante
por las consecuencias de una demanda temeraria.
Con ello, en el régimen del Código de VÉLEZ el transmitente —deudor de
la garantía de saneamiento— sólo respondía por las costas en caso que el
acreedor del saneamiento a quien él le transmitió el derecho resultara
vencido en la demanda iniciada por el tercero y siempre y cuando haya sido
correctamente citado.
Si el enajenante ha sido correctamente citado, y no se presenta, o si
rehúsa defender al adquirente debe cargar con las costas aunque el juicio
se gane(150).
La norma ahora vigente (art. 1056) tiene como antecedente el art. 1020
del Proyecto de 1998, que proponía:
"Art. 1020. Régimen de las acciones. El acreedor de la garantía dispone
de los derechos que le confiere el inc. c) del art. 1003:
a) Si hay un vicio redhibitorio en los términos del inc. b) del art. 1015.
b) En los casos previstos en el art. 1016".
Surge evidente que los redactores del Proyecto de 1998 tuvieron en
miras seguir con el sistema establecido en el Código de VÉLEZ en lo referido
a las acciones que por vicios redhibitorios posee el adquirente, ya que
el inc. c) del art. 1003 al que remite el propuesto art. 1020 es el que faculta
al adquirente a efectuar la resolución total o parcial del contrato, donde en la
parcial se reduce el precio en la medida que el defecto del bien afecte su
valor (efecto equivalente a la acción quanti minoris del Código de VÉLEZ).
541. Ineficacia del art. 1056 del Código Civil y Comercial de la Nación
El artículo referido expresa "Régimen de las acciones. El acreedor de la
garantía dispone del derecho a declarar la resolución del contrato:
a) si se trata de un vicio redhibitorio;
b) si medió una ampliación convencional de la garantía".
Una lectura detenida de la norma permite advertir que resulta innecesaria
a tenor de lo dispuesto en el art. 1039, inc. c) que ya dispone la acción
resolutoria del contrato para todos los casos de saneamiento. En todo caso
debió establecerse claramente lo que se infiere a contrario sensu de la
norma: que los meros vicios ocultos no autorizan a resolver
Pero además, el inc. b) del art. 1056 resulta innecesario porque en caso
de existir ampliación convencional de la garantía se aplica el art. 1052 cuyo
acápite expresa "Se considera que un defecto es vicio redhibitorio (...)". De
modo que la garantía ampliada erige al defecto en redhibitorio (excepto
quizás en el supuesto previsto en el inc. c) del art. 1052).
De suerte que la regla del inc. b) del art. 1056 está contenida en la
del inc. a) del mismo artículo, que, además es innecesario a mérito de lo
dispuesto en el inc. c) del art. 1039 del Código Civil y Comercial de la
Nación.
El error ya estaba en los arts. 1020, 1033, inc. c) y 1016 del Proyecto de
1998.
542. Supresión de la acción quanti minoris
Como se adelantó al tratar de acciones a las que faculta el saneamiento,
de la simple lectura del art. 1056 del Código Civil y Comercial se puede
apreciar que la posibilidad de la resolución parcial (denominada acción
estimatoria o quanti minoris) fue eliminada.
Reafirma esta conclusión el hecho de que el art. 1039, inc. c) del Código
Civil y Comercial, inspirado en el art. 1003 del Proyecto de 1998, eliminó la
referencia a la resolución parcial que éste contenía en su respetivo inc. c).
Referido a esto, CAFERATTA destaca que el Código Civil y Comercial se
ha apartado de su fuente en el Proyecto de 1998 pues "ha eliminado, al
modificar esta norma, la acción quanti minoris, lo que no reviste viso alguno
de razonabilidad. La alteración de una solución tan pacífica y favorable al
principio de conservación del contrato, de adoptarse, cuando menos, debió
haber sido provista de una justificación, aspecto en el cual el proyecto es
huérfano"(218).
543. ¿Qué efectos producen los defectos que no son vicios ocultos por
disposición del art. 1053?
Las reglas del art. 1053 excluyen la calidad de vicio oculto, por ende los
supuestos excluidos tampoco logran configurar redhibición.
Hay además meros vicios ocultos que conservaban su calidad por no
estar incluidos en el art. 1053, pero que tampoco son redhibitorios.
En ese caso generan responsabilidad por saneamiento en los términos
de los arts. 1034 y 1051, inc. a) correspondiendo remitir al art. 1039.
En el caso de los supuestos excluidos por el art. 1053, el tema es
confuso porque la sanción legislativa del Código Civil y Comercial de la
Nación excluyó un párrafo del Proyecto de 2012, que el Poder Ejecutivo no
objetó. El párrafo suprimido expresaba: "En los casos de exclusión de la
responsabilidad previstos en los dos incisos anteriores se aplican las reglas
de la dación en pago".
Pero entre las reglas de la dación en pago —arts. 942 y 943 del Código
Civil y Comercial de la Nación— hay también una referencia a que el deudor
responde por vicios redhibitorios (art. 943) lo que puede hacer creer que se
trata de una remisión circular.
Sin embargo, no es el caso. La norma a la que remitía el Proyecto de
2012 y que aludía como "reglas de la dación en pago" es la del art. 942 que
dispone "La obligación se extingue cuando el acreedor voluntariamente
acepta en pago una prestación diversa de la adeudada".
a) Vicios redhibitorios
El art. 1054 —que proviene del art. 1018 del Proyecto de 1998— coloca
en cabeza del adquirente el deber de dar aviso al garante del saneamiento
dentro de los sesenta días de descubierto el defecto en la cosa, aclarando
que, de tratarse de defectos que se produzcan gradualmente (es decir, que
vayan apareciendo pequeños defectos que modifiquen paulatinamente el
correcto funcionamiento o la calidad de la cosa), el plazo comenzará a
correr desde que pudo advertirlo.
El art. 473 del Código de Comercio, hoy derogado, prescribía respecto de
la compraventa que: "las resultas de los vicios internos de la cosa vendida,
que no pudieren percibirse por el reconocimiento que se haga al tiempo de
la entrega serán de cuenta del vendedor durante un plazo, cuya fijación
quedará al arbitrio de los tribunales, pero que nunca excederá de los seis
meses siguientes al día de la entrega. Pasado ese término, queda el
vendedor libre de toda responsabilidad a ese respecto".
Referido a ello y a la injusticia de la solución establecida, se destacaba
que: "últimamente, algunos tribunales han decidido que el plazo previsto en
el art. 473, Código de Comercio, no es de prescripción de la acción. Se
trataría de un período dentro del cual el comprador debe advertir el
vicio intrínseco de la cosa para imputárselo al vendedor. Recién una vez
hecha la advertencia comienza a correr el plazo de prescripción"(224).
a) Seña confirmatoria
b) Seña penitencial
b) El accipiens de la seña
a) Accesoriedad
b) Moneda extranjera
c) Cosas muebles
El art. 1060 también prescribe que se puede entregar como seña, cosas
muebles, entendiéndose por tal, conforme el art. 227 del Código Civil y
Comercial, a aquella cosa que puede desplazarse por sí misma o impulsada
por una fuerza externa.
Si la seña es confirmatoria queda como parte del precio si es de la
misma especie. Si no lo es, debe restituirse e integrarse un valor
equivalente.
Pero ¿qué ocurre en la seña penitencial con la restitución, si se
arrepiente el accipiens? Como el accipiens arrepentido debe restituir la cosa
mueble recibida en concepto de seña y devolver otro tanto, la práctica
negocial requiere que las partes al entregar la cosa mueble y constituir la
seña establezcan de común acuerdo su valor para que no sea un tema de
debate al momento de restituirla doblada.
Desde ya que no es posible constituir en seña cosas futuras o hechos,
porque en ambos supuestos no es posible entregarlos(77).
El valor del objeto es el que las partes le asignen de mutuo acuerdo, si es
que no lo tiene per se. V.gr., un recuerdo de familia carente de valor
económico puede tener gran atractivo para la parte que sea miembro de ese
grupo familiar y atribuirle convencionalmente una alta cotización(78).
d) Entrega de cosa ajena como seña
a) Su significado y fundamento
Según tal prescripción se debe dar a las palabras el significado que les
da el uso general, o corriente. Es ése el criterio también de la Regla 4.7 de
los Principios de Unidroit(130).
Excepcionalmente el significado que corresponda será el que surge de la
ley, en ese caso el intérprete debe recurrir a la normativa aplicable, o de la
remisión que a ella hagan las partes, o al que le den las partes ante la
utilización de una terminología técnica propia, o por su idioma común, su
actividad o profesión.
b) Significado de un vocabulario profesional
El problema del lenguaje y del significado que se debe dar a las palabras
es tan importante que muchos contratos se redactan con una relación de
motivos y un vocabulario o glosario generalmente de términos técnicos en el
que se refiere una serie de voces y su significado como v.gr. lo hace el
Código Civil y Comercial en el art. 1513, en torno al contrato de franquicia.
Es clásico en el common law(134), en las contrataciones entre partes que se
desenvuelven en ese sistema jurídico con otras de derecho continental; e
imprescindible en el ámbito del derecho público en de las
convenciones internacionales.
Si bien la comunicación entre los contratantes se realiza en base al
lenguaje, lo cual puede plantear diferentes tipos de problemas, el mero
hecho que los interesados hayan explicado el sentido de las palabras que
utilizan genera una suerte de interpretación auténtica que acota o extingue
la tarea interpretativa(135).
En otros supuestos, el art. 1063 prescribe que se debe recurrir a los usos
y prácticas del lugar de celebración, ya sea por que las partes se han
remitido a ellos o por ser ampliamente conocidos y regularmente
observados(136). La remisión a las reglas del lugar de celebración y
otorgamiento proviene de la obra de POTHIER cuya regla 4ª expresa "lo que
puede parecer ambiguo en un contrato debe interpretarse según el uso que
se le dé en el país"(137).
En realidad la referencia a los usos y prácticas constituye una derivación
de lo establecido en el art. 1º del Código Civil y Comercial de la Nación en
cuanto dispone "Los usos, prácticas y costumbres son vinculantes cuando
las leyes o los interesados se refieren a ellos o en situaciones no regladas
legalmente, siempre que no sean contrarios a derecho".
CAPÍTULO XV - EL SUBCONTRATO
597. Requisitos
Atilio ALTERINI distingue los siguientes(20):
En primer lugar deben existir dos contratos coexistentes, el originario y el
subcontrato. La subcontratación, no libera al contratante intermedio de las
obligaciones contraídas en el contrato originario.
En segundo término es necesario que ambos contratos se celebren
sucesivamente. El contrato básico debe preexistir al subcontrato porque es
el que establece las reglas a las que éste debe adaptarse.
Finalmente es requerible que ambos contratos tengan la misma tipicidad
contractual. Por ejemplo, la locación y la sublocación. En cambio sólo podría
hablarse de subcontratación impropia si el contratante del contrato
originario, para cumplir sus prestaciones celebra con un tercero un contrato
de diferente tipo que el principal. El requisito es lógico pues en definitiva
sólo al contrato de la misma especie se le pueden aplicar las reglas del
contrato originario. Es una consecuencia del primer requisito.
a) Pluralidad de contratos
Deben existir dos o más contratos. Para la conexidad se requiere más de
un contrato, que pueden encontrarse condensados en un solo instrumento o
en varios. Hay conexidad cuando dos o más contratos autónomos se hallan
vinculados entre sí. Para poder interpretar que existen contratos conexos es
fundamental contar con la existencia de una pluralidad de contratos con un
vínculo en común proporcionado por su finalidad.
Constituye un rasgo elemental de esta figura jurídica, que exige la
celebración de una pluralidad de contratos(22).
El logro de la finalidad común a la que alude el actual art. 1073 del
Código Civil y Comercial implicará la necesidad de la celebración de los
siguientes contratos, sin que nuestra enunciación sea taxativa, a saber:
constitución de sociedades, compraventa de inmuebles, fideicomisos,
locaciones, en todos sus subtipos, venta de unidades en construcción,
constitución de garantías, seguros, financiamiento, leasing, corretaje, entre
algunos otros(23).
Comparando a los contratos mixtos con los coligados (o
conexos) GALGANO expresa "Distinto del contrato con causa mixta es el
fenómeno de los contratos coligados: en este caso no hay un único
contrato, sino una pluralidad coordinada de contratos, cada uno de los
cuales responde a una causa autónoma, aun cuando en conjunto tiendan a
la realización de una operación económica unitaria y compleja"(24).
Y continúa "el depósito bancario y el mandato se combinan en la cuenta
corriente bancaria (art. 1856), para dar vida a un único contrato con causa
mixta"(25) no constituyen contratos conexos porque carecen de pluralidad
y autonomía.
Los contratos conexos deben estar vinculados entre sí, con distintos
grados de conexidad. "El cemento que los une"(27) es la causa-objetiva, que
no sólo implica un sentido jurídico sino fundamentalmente económico, con
la reserva que se enunciará en el próximo apartado.
Conviene señalar que en ciertas situaciones a pesar de no haberse
causalizado un negocio en el otro, existe la posibilidad de aceptar,
la existencia de un nexo entre ellos cuando el primero a pesar de no haber
sido determinante para la existencia del otro, luego ha cobrado una
importancia significativa para la celebración del restante.
"La exigencia de que un negocio jurídico, para participar en una cadena
negocial, esté causalizado en el otro, conduce a la posibilidad de
aprehender unitariamente los intereses perseguidos y reglamentados por
las partes en los diversos negocios vinculados"(28)..
El Proyecto de 1998 en el artículo ya citado destacaba que los que
denomina grupos de contratos se caracterizaban por estar "vinculados entre
sí, por haber sido celebrados en cumplimiento del programa de una
operación económica global".
"La venta de una máquina y el contrato para su mantenimiento
permanecen como contratos distintos de venta y de arrendamiento de
servicios-suministro, aunque estén coligados en una operación económica
unitaria, que haga del segundo un contrato accesorio del primero; del mismo
modo sucede en el contrato de hospedaje y el contrato accesorio de
transporte de los clientes de la estación o del aeropuerto al hotel. En el caso
de los contratos de utilización de ordenadores, la conexión puede
establecerse entre más de dos contratos: el contrato sobre el hardware, el
contrato sobre el software, el contrato de mantenimiento y el de
asistencia"(29).
Examinar la existencia del vínculo en los contratos conexos remite
a examinar su causa fin(30).
d) Finalidad económica común. Crítica a la restricción legal
Conforme a la disposición legal del art. 1073 del Código Civil y Comercial
de la Nación, debe concurrir también la llamada finalidad supracontractual,
que son los objetivos buscados y obtenidos a través de una red de vínculos
contractuales. Por ello se distingue entre la causa fin de cada contrato
coligado y esta finalidad supracontractual, que contiene el negocio integral,
y que es la razón por la cual dos o más contratos están vinculados entre
sí(31).
El resultado económico que motiva a las partes a comportarse de esta
forma es el convencimiento de que si no integran un sistema o una red, se
verán impedidos de alcanzar el objetivo(32).
Existen casos en los que varios contratos aparecen frente a la otra parte
unidos por una operación económica: la venta de
bienes informáticos incluye un contrato sobre el hardware, otro sobre
el software, otro de asistencia; la de bienes a crédito consiste en una
compraventa más un mutuo; la de inmuebles en un condominio
puede incluir una compraventa, un mutuo, la constitución de un fideicomiso
y la participación en una sociedad; un préstamo bancario puede tratarse de
un mutuo, una garantía hipotecaria, un seguro de vida; una tarjeta de crédito
puede incluir una apertura de cuenta corriente(33).
Resulta criticable la referencia a la finalidad económica común que
contiene la definición legal siendo que no se advierte motivo para
circunscribirla la finalidad común a lo económico, sin perjuicio que también
sean conexos los contratos coligados por compartir una finalidad
económica.
Se justifica esa limitación sosteniendo que "no se puede fundar la
conexidad en un elemento subjetivo relacionado con la intención de los
contratantes porque sería muy difícil de establecer y probar. En cambio,
la existencia de una operación económica que relaciona a dos contratos es
más identificable"(34).
Sin embargo una mera cuestión de prueba no parece suficiente para
restringir la aplicación de la figura, lo que significa en definitiva privar de las
consecuencias beneficiosas a los contratos vinculados o coligados por una
finalidad no económica que así quedarían desprotegidos. De la manera en
que se legisló no podrá haber contratos conexos a título gratuito.
Por lo demás la ausencia de una finalidad económica común no significa
necesariamente tener que acudir a la subjetividad de las partes, porque las
causas desprovistas de significación económica, que suelen ser nobles, no
se ocultan (mientras que muchas veces las económicas si lo hacen). La
finalidad supracontracual no económica también es susceptible de
objetivarse.
Está resuelto en el inc. b) del art. 1081. Si las prestaciones a restituir son
divisibles y han sido recibidas sin reserva de su eficacia cancelatoria, los
efectos propios del pago quedan firmes y producen sus efectos hasta su
equivalencia; es decir hasta el valor de la prestación de menor valor. Quien
conserve la de menor valor es acreedor de la diferencia entre ésta y el valor
de la de mayor entidad que queda en poder de la otra parte.
El Código Civil y Comercial menciona tres tipos de reglas: las que surgen
del mismo Capítulo, las previstas en el Título V del mismo libro —se refiere
al Título "Otras Fuentes de las obligaciones" en particular al Capítulo 1º "
Responsabilidad civil"— y las disposiciones especiales para cada contrato.
El artículo no parece reflejar una jerarquización entre los plexos
normativos que menciona, pero sí la hay y no es el que surge del orden de
la enunciación efectuada en el art. 1082.
El primer sistema aplicable debe ser el que resulta de cada contrato en
particular, v.gr. del art. 1221 (resolución anticipada) en el contrato de
locación de cosas que establece plazos y monto de los resarcimientos o el
art. 1261 sobre desistimiento unilateral en el contrato de obra o servicios.
En segundo término, las disposiciones generales aplicables a la
rescisión, resolución o revocación de los contratos contenidas en el Capítulo
13 "Extinción, modificación y adecuación del contrato" del Libro II "Contratos
en general". Y, por fin, las disposiciones atinentes al Título "Otras Fuentes
de las obligaciones" en particular al Capítulo 1º "Responsabilidad civil".
El inc. b) del at. 1084 recoge la misma idea que el inciso anterior, pero
destacando la oportunidad del cumplimiento.
La referencia a que el cumplimiento tempestivo de la prestación es
"condición" del mantenimiento del acreedor, resulta equívoca por utilizar en
un contexto normativo la voz "condición" que en el mismo Código tiene un
significado preciso y distinto. Condición no es, porque si fuese condición
sería resolutoria y al cumplirse se extinguiría la condición como si no
hubiese existido, mientras en el pacto comisorio se pena el incumplimiento
de una obligación existente e insatisfecha.
En síntesis, el Código Civil y Comercial considera que el
cumplimiento extemporáneo es incumplimiento significativo si el
cumplimiento tempestivo de la prestación es requisito del mantenimiento
del interés del acreedor.
Pero el mantenimiento de interés del acreedor remite al instituto de
frustración del fin del contrato, frustración de la causa del contrato o
frustración de la finalidad como llama a la institución el art. 1090, porque si
el interés del acreedor se pierde insatisfecho, aunque el contrato pueda
cumplirse, no satisfacerá la finalidad que la parte tuvo en mira al celebrar el
contrato. A su vez, la caída de dicha finalidad acarreará la caída del contrato
en virtud de la necesidad de concurrencia de la causa no sólo en la
concertación del contrato sino en su subsistencia conforme a la previsión
del art. 1013 que expresa "Necesidad. La causa debe existir en la formación
del contrato y durante su celebración y subsistir durante su ejecución. La
falta de causa da lugar, según los casos, a la nulidad, adecuación
o extinción del contrato".
a) Concepto
Las partes pueden prever en sus contratos que puedan resolverse ante
tal incumplimiento total, parcial, específico, etc.
Tradicionalmente tal instituto se denomina "pacto comisorio".
El derecho romano sólo admitía el pacto expreso. La voz "comisorio"
proviene de la palabra "comittere" que significa comisionar, enviar,
decomisar(91).
POTHIER señala que "el pacto comisorio es una cláusula o convención
que se infiere a veces en los contratos de venta por la cual las partes
convienen que si el comprador no paga el precio en un cierto tiempo
limitado el contrato se resolverá"(92).
Expresa Louis JOSSERAND(93) "En Roma, los contratos, sinalagmaticos o
no, no estaban sujetos, en principio y por si mismos, a la resolución
por inejecución de las obligaciones; pero apareció y se desarrolló la práctica
de introducir en ciertas convenciones sinalagmáticas, sobre todo en la venta
a crédito, una cláusula llamada lex commissoria, en virtud de la cual el
contrato se resolvería de pleno derecho por falta de pago del precio al
vencimiento.
En nuestro antiguo derecho francés, esta práctica se generalizo hasta el
punto de que la cláusula comisoria se convirtió en cláusula de estilo y el
derecho consuetudinario terminó por sobreentenderla en todos los contratos
sinalagmáticos: aun cuando las partes no se hubieran explicado al respecto,
la inejecución por una de ellas llevaba consigo la resolución del contrato; la
condición resolutoria, de expresaque debía ser en Roma, se había
convertido en tácita; se la sobreentendía. Pero este cambio fue
acompañado de una atenuación: a diferencia de la lex
commissoria expresa, que obraba de pleno derecho, como una condición
resolutoria ordinaria, la lex commissoria tacita no se realizaba sino por la vía
judicial: la resolución de la venta era pronunciada por decisión del juez".
En sentido análogo, Atilio ALTERINI refiere su evolución
histórica expresando: "En Roma se aceptó el pacto comisorio expreso en
los términos de la "lex commisoria". Parece no haber sido admitido en su
forma tácita, aun cuando ello no resulte terminantemente demostrado en
las investigaciones romanistas. Hay quien piensa que estaba implícito en los
contratos innominados (do ut des, do ut facias, facio ut des, facio ut
facias)(94). Los derechos francés antiguo y canónico consagraron el pacto
comisorio tácito(95) y de sus principios lo tomó el Código Napoleón, cuyo art.
1184 marcó la senda a la mayoría de los posteriores".
Por su importancia como fuente de nuestro Código histórico corresponde
citar a Augusto TEIXEIRA DE FREITAS en su Esbozo de Código Civil quien
define el instituto con precisión en su art. 1921 que expresa "Art.
1921. Pacto commissorio vem á ser a condição, pela qual uma das partes,
ou cada uma dellas, tem reservado a faculdade de não cumprir o contracto
por sua parte, se da outra parte se o deixar de cumprir"(96).
b) Denominación
a) Concepto. Origen
Para la coronación del futuro rey Eduardo VII se previeron como festejos
un desfile y la revista de la flota del mar que realizaría el rey a bordo de una
embarcación. Se alquilaron para el día del desfile balcones y ventanas
que —sin embargo— quedaron desiertas porque el futuro rey se enfermó y
debió postergase el desfile. Al postergarse la coronación y los festejos
algunas de tales locaciones cambiaron de fecha, pero otros contratos
desembocaron en conflictos que debieron ser resueltos por la Corte de
Apelaciones de Londres, en 1903.
Dos de tales pronunciamientos son significativos para la doctrina de la
frustración de la causa fin del contrato: "Chandler v. Webster", y a "Krell v.
Henry".
En ellos la prestación debida es de cumplimiento posible pero inútil, pues
no proporciona a una de las partes la satisfacción buscada, que es conocida
y aceptada por el otro contratante, lo que la erige en la causa fin del
contrato. El evento frustrante priva al contrato de su causa y así quiebra su
base objetiva.
En la primera de tales causas —"Chandler v. Webster"(201)— el locatario
había pagado los dos tercios del precio, cuya restitución reclamaba por falta
de "consideration"(202). A su vez el locador exigía el pago del saldo de
precio. Al desestimar la demanda y aceptar la reconvención la Corte de
Apelaciones de Londres sostuvo que "el efecto de la frustración no era
declarar la nulidad 'ab initio' del contrato, sino solamente relevar a las partes
de ulteriores prestaciones".
En el segundo caso —"Krell v. Henry"— se había alquilado una ventana
sobre Pall Mall. El locador exigía el pago del saldo de las 2/3 partes del
precio adeudado que deberían haberse pagado el mismo día en que se
anuncio la suspensión del desfile, mientras que el locatario reconvino por
restitución del tercio pagado anteriormente. Pero la solución de la Corte de
Apelaciones, al rechazar la demanda del locador y acoger la reconvención
de restitución del locatario, fue diametralmente opuesta(203).
Se concluyó que para llegar a establecer el sentido del contrato debía
analizarse que ya en el mismo anuncio puesto por el locador en la ventana
ofrecida en alquiler, surgía la finalidad del arriendo consistente en observar
el desfile real. Esa era su "consideration" —su causa en derecho
continental— que formaba parte de "la base del contrato", pues siendo
común, quedó incorporada explícitamente para ambas partes al contexto
contractual, y la no realización del desfile la frustró(204).
También la fallida revista de la flota de mar originó casos análogos y
entre ellos merece destacarse el de "Herne Bay Steamboat Co. v.
Hutton" en el que se arribó a una solución totalmente diferente(205).
El tribunal, en este caso, hizo lugar al pedido de cobro del saldo de
precio por considerar que no podía concluirse que observar la revista de la
flota de mar fuese la "consideration" común del contrato, pues los pasajeros
bien podrían realizar un crucero observando a la flota, aun sin presencia del
rey.
Guarda una gran analogía con la frustración de la causa fin del contrato.
Sin embargo, la diferencia esencial, es que en la frustración es posible el
cumplimiento, mientras que en el caso fortuito o en la fuerza mayor es
imposible cumplir. La imposibilidad en el caso fortuito es material, fáctica.
En cambio, en la frustración de la causa fin del contrato, el hecho jurídico
que altera el contexto contractual no genera un obstáculo en el campo
fáctico sino en la volición. El acreedor deja de desear el cumplimiento
porque aun si se cumpliese, la prestación carecería del sentido buscado al
contratar. La prestación es posible pero inútil, pues, por la concurrencia del
hecho frustrante, se pierde el interés que se buscaba satisfacer al contratar.
Además, en la frustración de la causa fin del contrato, no es necesario
que concurran los seis recaudos que se exigen para la procedencia del caso
fortuito: el carácter imprevisible, inevitable, ajeno al deudor, actual,
sobreviniente, que se erige como obstáculo insuperable para el
cumplimiento; aunque algunos de tales recaudos —en realidad— son
comunes a ambos institutos.
Pero la diferencia más importante es conceptual: la frustración de la
causa fin del contrato no constituye una exoneración de responsabilidad
por incumplimiento, sino de resolución por haberse perdido la causa fin que
es un elemento esencial del contrato.
La aplicación de esta doctrina asume que el contrato tiene una causa fin.
El punto —la existencia de una causa fin— que podía debatirse en
el Código Civil, se encuentra decidido definitivamente en los arts.
1012 a 1014 del Código Civil y Comercial de la Nación. Es este Código si el
contrato no se celebra en concurrencia a una causa fin es inválido,
e ineficaz si teniéndola la pierde en el curso de la relación jurídica.
Sin embargo explicar en qué consiste la causa fin es muy complejo,
porque derivaría invariablemente en la necesidad de distinguir la causa fin
del objeto del contrato, para acabar irremediablemente en dos posturas
marcadamente diferenciadas: causalismo o anticausalismo, según se
admita o no, la existencia de la causa fin como requisito esencial de los
contratos(222).
Por "fin del contrato" debe entenderse —en opinión de DÍEZ PICAZO— el
propósito a que el contrato sirve dentro de la vida real, vale decir, el
resultado empírico o práctico que en orden a los propios y
peculiares intereses se pretende alcanzar"(223).
Más sencillamente, cabe tener por cierta la explicación que efectuó
Llambías al enseñar que en un contrato de locación de inmueble para
prostíbulo —por ejemplo— la causa consiste en ejercer la prostitución que
es una causa fin ilícita e invalidante en la Argentina, y el objeto es
el inmueble. Sin embargo, reconozco que ese es un caso extremo y que en
muchísimos otros supuestos la diferencia es difícil de explicar(224).
Una manera eficaz de soslayar la dificultad es distinguir —
como explica BREBBIA(225)— entre causa fin inmediata y objetiva que es
común a toda una misma categoría de contratos —de cambio, de
liberalidad, etc. y una causa fin mediata y subjetiva formada primero por los
"motivos"— que se refieren al pasado y explican por qué se decide contratar
y con qué alcance y en segundo término por los móviles que se refieren al
futuro en el deseo del contratante, es decir para que contrata.
Y, desde luego que, si dos o más contratos se encuentran vinculados por
su causa que los constituye en conexos, la frustración de la causa en uno
de ellos afecta a la subsistencia de los demás(226). Es lo que se infiere de la
regla del art. 1075 del Código Civil y Comercial de la Nación(227).
f) Interpretación restrictiva
La evolución del Derecho Privado pasa por los Proyectos europeos, sean
de legislación común a la UE, sean de modernización de los códigos
nacionales, ya que se ven en la necesidad de permeabilizar
sus instituciones para compatibilizarlas con las del common law en pos del
ideal de la integración europea.
Como detalle de los proyectos que se transcriben en nota, cabe referir
que v.gr. el Proyecto de Código Europeo de los Contratos de la Academia
de Iusprivatistas Europeos de Pavía, en su art. 157, impide la demanda
judicial antes de tres meses para " dar a las partes la posibilidad de
solventar la cuestión por medios extrajudiciales"(252)
También el art. 6:111 de los Principios de Derecho Europeo de los
Contratos, preparadas por la Comisión de Derecho Europeo de los
Contratos, presidida por el Profesor Ole Lando hace referencia a que en un
plazo razonable las partes pueden alcanzar un acuerdo(253).
También el art. 89 de la Propuesta de Reglamento del Parlamento
Europeo y del Consejo relativo a una normativa común de compraventa
europea (2011) establece que "las partes tendrán el deber de iniciar
negociaciones para adaptar o resolver el contrato"(254).
El art. 1213 de la Propuesta de Anteproyecto de Ley de Modernización
del Derecho de Obligaciones y Contratos, de la Comisión General de
Codificación, Sección de Derecho Civil, del Ministerio de Justicia del
Gobierno de España (2008), resuelve ambas situaciones —la excesiva
onerosidad y la frustración de la causa fin del contrato— en una única
previsión(255).
El art. 1091 concluye afirmando que igual regla se aplica "al contrato
aleatorio si la prestación se torna excesivamente onerosa por
causas extrañas a su alea propia".
La previsión es análoga que la del derogado art. 1198 del Código Civil
que disponía "El mismo principio se aplicará a los contratos aleatorios
cuando la excesiva onerosidad se produzca por causas extrañas al riesgo
propio del contrato". De los pronunciamientos judiciales a este respecto,
varios fueron sobre la variación del valor de contratos celebrados en
dólares(264).
A tal respecto puede concluirse(265):
a) La resolución por excesiva onerosidad sobreviniente es aplicable a los
contratos, considerados en forma autónoma con prescindencia del resultado
económico de la actividad toda. v.gr. cada contrato de seguro es aleatorio
pero no lo es la actividad aseguradora que está avalada por cálculos
actuariales.
b) La regla del art. 1091 se aplica tanto a contratos como a los actos
jurídicos que no son contratos v.gr. convenciones o cláusulas contractuales.
c) Se aplica a los contratos y cláusulas aleatorios onerosas o gratuitas
porque si bien el Código Civil y Comercial subsumió la categoría de
contratos aleatorios en la de onerosos el nuevo art. 1091 habilita ambas
categorías: gratuitos y aleatorios (restringido al alea propia del contrato).
d) El "alea propia" no comprende exclusivamente al contrato aleatorio por
su naturaleza sino que también abarca al aleatorio por voluntad de las
partes, sea principal o accesorio.
e) Se debe ponderar como relación de causalidad adecuada entre
la excesiva onerosidad y el alea propia del contrato a aquella resultante de
la relación de causalidad inmediata del art. 1727 del Código Civil, es decir la
que sucede según el curso natural y ordinario de las cosas. La causalidad
mediata —art. 1727 (segunda oración) del Código Civil y Comercial—
resulta inadecuada pues si se ha previsto el resultado o ha podido preverse,
no concurre uno de los requisitos de aplicación de la teoría de la imprevisión
que exige que el evento dañoso sea un acontecimiento extraordinario e
imprevisible".
a) Deber de no concurrencia
d) Deber de confidencialidad
La violación al deber de confidencialidad constituye el caso arquetípico
de responsabilidad postcontractual de naturaleza jurídica contractual.
Si un ingeniero —dicen los MAZEAUD(31)— ha sido puesto al corriente por
su empleador de un proceso de fabricación y luego de concluido su contrato
de trabajo pone ese conocimiento al servicio de un competidor,
seguramente será obligado a responder por daños.
Los MAZEAUD consideran que en ese caso la responsabilidad
es extracontractual(32) porque no puede creerse que exista un contrato tácito
como sostenía IHERING respecto de la responsabilidad precontractual.
También es ése el criterio de BOFFI BOGGERO quien —descartando
la existencia de una cláusula tácita— infiere que durante el período
contractual el ingeniero del caso indujo al empresario a creer que
mantendría la reserva del caso(33).
Hubo un caso análogo al planteado por los MAZEAUD en la jurisprudencia
argentina(34) en el que se trataba de ex empleados que pusieron su propio
taller de reparación de turbo compresores como los que fabricaba su ex
empleadora. La demanda se desestimó.
El deber de confidencialidad es tan claro que en la República ha sido
receptado en la Ley de Confidencialidad 24.766, cuyo art. 3º, en términos
generales, prevé que toda persona que con motivo de su trabajo, empleo,
cargo, puesto, desempeño de su profesión o relación de negocios tenga
acceso a una información considerada secreta, que tenga un valor
comercial, y haya sido objeto de medidas razonables para mantenerla
secreta, debe abstenerse de usarla y de revelarla sin causa justificada o sin
consentimiento del usuario autorizado.
De modo que por tratarse de la violación de un deber específico
contenido en la ley, la naturaleza es contractual. Igualmente, si se intentase
vincular la responsabilidad al contrato ya extinguido, también sería de
carácter contractual porque el incumplimiento al deber de no divulgar
el know how hace a impedir la frustración de la ventaja relativa obtenida a
través del contrato.
Una aplicación del deber de confidencialidad sobre bases éticas lo
constituye el secreto profesional aplicable a médicos(35), abogados,
escribanos, profesionales de la construcción(36), etc., bien que en tales
casos se suelen aplicar normas legales específicas de cada profesión. Pero
en todo caso, si no las hubiere y si el vínculo del profesional con su cliente o
paciente, se originase en un contrato, la responsabilidad sería
postcontractual.
Puede añadirse lo atinente a la protección de la información comercial
que facilita un cliente a su proveedor en el marco de un contrato de
consumo de la que resulta sus gustos, correo electrónico, aptitud
económica, teléfonos, datos bancarios, de tarjetas de crédito, etc. Datos que
tienen un valor de venta en el mercado de la publicidad (spam, etc.) y cuya
divulgación indiscriminada puede ocasionar todo tipo de molestias a su
titular.
Para una primera opinión, debe situarse como un capítulo dentro del
"derecho de la regulación económica", de origen público, como el Derecho
del consumo(7) o Derecho económico(8). Desde esta posición, la regulación
del mercado comprendería dos grandes ámbitos: 1) Derecho de la
competencia; 2) Derecho del consumo.
Esta postura permite compatibilizar la oferta de bienes y servicios en el
"mercado de consumo"(9)regulando la competencia, la publicidad y la lealtad
comercial por una parte y, por el otro, el consumo sustentable. Se trata del
derecho comercial clásico —también denominado hoy, como empresario—
que pretende regular la producción o el intercambio de bienes o servicios,
realizados en masa mediante actos repetidos en serie, por personas físicas
o jurídicas, destinadas al mercado. Pero el acento se pone sobre el
empresario, la regulación del mercado (competencia y lealtad comercial), la
transferencia de sociedades, etc. Desde un punto de vista técnico y más
amplio, se ha definido al derecho económico como "el conjunto de normas
que rigen la organización de la economía por los poderes públicos y regulan
las actividades económicas de las personas privadas y del Estado, a fin de
dar cumplimiento a la política económica puesta en práctica por el Estado,
como poder político, conforme a la ideología adoptada al respecto"(10).
a) Concepto de proveedor
a) La clasificación doctrinaria
a) Definiciones doctrinarias
a) Autonomía privada
a) El criterio de la duda
A cuyo respecto rigen las reglas generales más de los arts. 19097 y 1098
así como las de la Ley de Defensa de la Competencia 25.156.
b) Principio de no discriminación
La ley 24.240, (t.o. ley 26.361), estableció en el art. 8º bis que: "No
podrán ejercer sobre los consumidores extranjeros diferenciación alguna
sobre precios, calidades técnicas o comerciales o cualquier otro aspecto
relevante sobre los bienes y servicios que comercialice.
Cualquier excepción a lo señalado deberá ser autorizada por la autoridad de
aplicación en razones de interés general debidamente fundadas".
Sin duda vulnera la prohibición discriminatoria la venta de pasajes aéreos
o tarifas hoteleras según el comprador sea nacional o no, o resida o no en la
República, o exigiendo que el pago sea en moneda extranjera(58).
Sin embargo, esta disposición no era absoluta puesto que en el último
párrafo se estableció una vía de escape que podría ser utilizada por
la autoridad de aplicación, con fundamento en el interés general.
Pese a todo, tanto en la ley 24.240 —en la redacción dada por la ley
26.361— como en el Código, lamentablemente se deja abierta la puerta
para la discriminación. LEIVA FERNÁNDEZ señala: "La norma incorporada por
la ley 26.361, sin embargo no efectúa la distinción, de modo que —aunque
objetable— seguiría siendo válida la distinción de precio, cantidad o calidad
basada en el lugar de residencia"(59).
a) Publicidad engañosa
b) Publicidad comparativa
Ante la falta de estipulación expresa debe entenderse que tendrá que ser
realizado cuanto antes(64). Pero si el consumidor luego de revocar en el
plazo legal no la restituye inmediatamente, el proveedor tendrá que
constituirlo en mora en los términos del art. 887, inc. b) del Código Civil y
Comercial de la Nación solicitando al juez que lo fije "mediante el
procedimiento más breve que prevea la ley local, a menos que el acreedor
opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento, en
cuyo caso el deudor queda constituido en mora en la fecha indicada por la
sentencia para el cumplimiento de la obligación".
A partir de la mora se aplican la reglas de las obligaciones de dar para
restituir (art. 759 y ss.) porque el consumidor se convierte en deudor de la
restitución al elegir revocar el contrato de consumo.
b) Modo de efectuar la restitución de la cosa
Como los arts. 1113, 1081 del Código Civil y Comercial de la Nación y el
art. 34 del dec. 1798/1994(67)prescriben que la restitución debe ser
simultánea, el proveedor está en mora desde el momento que recibe la
cosa, sea remitida por el consumidor, sea retirada por él mismo. A partir de
entonces se convierte en el cobro de una obligación de dar dinero (art. 765
y ss.).
Por último, se ha resaltado que el Código Civil y Comercial no ha
regulado la restitución de las sumas cuando existiera un contrato financiado
o bien exista "emisión de títulos valores"(68), pudiéndose recurrir al art. 1075,
tratándose de un "supuesto de frustración de la finalidad económica del
contrato"(69).
b) Facultad de revocar
e) La asignación de riesgos
a) Denominación
b) Definiciones doctrinarias
b) Conexidad contractual
a) Control administrativo
La resolución citada constituyó un intento de control administrativo previo con el objetivo de identificar
cláusulas predispuestas incluidas en los contratos por adhesión que la Administración consideró abusivas,
posibilitándose a los predisponentes la oportunidad de su remoción, dentro de un plazo, bajo apercibimiento
de considerarlas no escritas para el caso de incumplimiento.
c) Control judicial
a) Prórroga de la competencia
En materia de contratos de crédito, bancarios o de consumo en general,
el supuesto de la cláusula de prórroga de competencia(85) es una de las
cláusulas abusivas habituales, insertas en los contratos, como ser: 1)
Contratos bancarios; 2) Contratos de tarjetas de crédito; 3) Mutuos con
garantía hipotecaria o prendaria; 4) Contratos de medicina prepaga; 5)
Contratos de telefonía fija o celular; 6) Contratos de locación urbana, etc.
En particular, en materia de tarjetas de crédito, el art. 14, inc. i) de la ley
25.065 declara nulas aquellas cláusulas de prórroga de jurisdicción, a
diferencia del art. 37, inc. b) de la Ley de Defensa del Consumidor que las
tiene por no convenidas(86), señalándose por la doctrina que su inclusión por
los proveedores implica comprometer "el derecho de defensa y alteraba el
espíritu de la constitución nacional explícito, en punto a la tutela
jurisdiccional del consumidor o usuario"(87). En igual sentido, se expresó:
"Estas cláusulas son, como dijimos, vejatorias, y por lo tanto contrarias al
art. 37, inc. b) de la Ley de Defensa del Consumidor, porque derogan la
competencia de los tribunales naturales en detrimento de los intereses del
cliente"(88).
Destaca ÁLVAREZ LARRONDO que las consecuencias de su inclusión por
parte de los proveedores son dañosas para los intereses de los
consumidores en los siguientes aspectos, que se esquematiza a
continuación(89): 1º) La prórroga de competencia no sólo implica un
desplazamiento territorial sino también normativo (procesal); 2º) Evita
criterios jurisprudenciales inconvenientes para sus intereses; 3º) Origina la
multiplicidad de supuestos donde "el consumidor del interior, ante la
carencia de recursos o conocimientos directamente no concurre a defender
sus derechos sufriendo todas las consecuencias que el carácter de rebelde
lleva consigo"; 4º) La predisposición de cláusulas de prórroga de la
competencia en un mercado casi exclusivamente dominado por contratos
de adhesión, generaba una "fuga de conflictos judiciales desde el interior del
país hacia la Capital Federal donde el grueso de las empresas tiene sus
casas centrales. Esto no sólo genera un perjuicio para el consumidor, sino
también un empobrecimiento y vacío para la actividad profesional de este
lado de la General Paz".
El caso de las locaciones urbanas es sumamente interesante toda vez
que el inmueble arrendado será en muchas ocasiones el domicilio del
consumidor. En virtud del art. 37 inc. b) ya citado, esta cláusula podrá ser
tildada de abusiva y en consecuencia fundarse su nulidad por restringir los
derechos del consumidor.
b) Cláusulas sorpresivas
Supuesto que no concurran ni los casos del inc. a) ni los del b) se deben
aplicar las normas supletorias de la ley especial debido a que las partes
nada han convenido.
Adviértase que este inciso que privilegia a la ley especial por sobre el
Código establece una guía para resolver la hipotética colisión propuesta en
el apartado a) de este numeral.
b) Los usos y prácticas del lugar de celebración (art. 964, inc. c]).
Limitaciones
Se debe recurrir a los usos y costumbres del lugar de celebración por ser
ampliamente conocidos y regularmente observados(35).
En el art. 219 del derogado Código de Comercio(36), también se recibía la
norma que permitía recurrir a los usos y prácticas pero referidas al lugar de
ejecución.
Con la actual norma sería equivocado aplicar los usos y prácticas del
lugar de celebración si las partes no se han remitido a ello o no son
ampliamente conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se
celebra el contrato. Deben concurrir al menos una de las dos circunstancias:
o la remisión de las partes efectuada en el contrato o el amplio conocimiento
y aceptación.
También puede ocurrir que difieran los usos y prácticas recibidos por las
partes de los existentes en el lugar de celebración, en cuyo caso
correspondería aplicar los declarados obligatorios por las partes; no sólo por
respeto a la autonomía de la voluntad, sino porque en el artículo hay un
orden de prelación dado por el orden de los incisos, y en el inciso por el
lugar en la oración.
El uso aplicable, expresa DÍEZ PICAZO es el que "constituye práctica
habitual. Por ejemplo, la determinación de los plazos de preaviso para la
terminación de los contratos de servicios por tiempo indeterminado o
las indemnizaciones a pagar cuando tales plazos no se cumplen"(37).
Son las llamadas cláusulas de estilo(38) aquellas que "habitualmente se
repiten según su tipo y que no aparecen en el que se interpreta"(39).
La utilización de los usos y prácticas en el artículo 964 está
especialmente avalada por el art. 1º del Código Civil y Comercial(40), tomado
del art. 17 del derogado Código Civil y en parte coincidente con la referencia
de los arts. 218 y 219 del Código de Comercio derogado(41) con el cambio
de la referencia al lugar de ejecución por la del lugar de celebración.