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1. ANTECEDENTES
La Escuela francesa de la exégesis se cita en todos los manuales como el origen del
positivismo jurídico. Tras la aprobación por Napoleón del Código Civil, los juristas se
concentran en su estudio y comentario, buscando en el mismo, a través de
razonamientos lógicos, las respuestas a todos los casos que la realidad suscitaba. Parte
del culto al texto legal, entendiendo que todo el Derecho se encierra en el mismo. La
misión del jurista no es hacer el Derecho, que se contiene en el Código, sino en
interpretarlo partiendo siempre de la intención del legislador pues "la voluntad del
legislador es lo que constituye la ley".
2. CONCEPTO
3. CLASES DE IUSPOSITIVISMO
Estas características tienen detrás una ideología, tendente a asegurar una determinada
concepción de la certeza y la seguridad jurídicas. En la época del positivismo
normativista, la del pensamiento liberal, se trataba ante todo de favorecer los intereses
de la clase burguesa mediante la garantía de la máxima seguridad y previsibilidad de
las relaciones comerciales, lo que suponía reducidos márgenes para la interpretación.
1. En una versión extrema, afirma el deber absoluto del súbdito (ya no ciudadano)
de obediencia a la ley en cuanto tal, por el hecho de ser formalmente válida. Es
lo que Bobbio ha denominado "reductio ad Hitlerum" del positivismo jurídico, a
propósito de los regímenes nazi-fascistas del siglo pasado, postulado propio de
los Estados totalitarios. Aquí el derecho positivo se contempla como valor en sí,
y su obediencia incondicionada por parte del destinatario de la norma es la más
pura realización de ese deber.
2. En una versión moderada, se sigue afirmando el deber de obediencia a la ley en
tanto que válida, pero la validez de la ley no es ya el único fundamento para su
obediencia, sino que constituye un mero instrumento para alcanzar
determinados resultados. En concreto, se concibe a la ley como el medio más
adecuado para realizar un determinado orden basado en la igualdad, la certeza
y previsibilidad, etc.; en suma, como un instrumento para lograr la realización de
un objetivo (concepción instrumental del derecho). Es la versión imperante en
los positivismos propios de los Estados liberal-democráticos.
5. ESCUELAS POSITIVISTAS
En Alemania
Durante la primera mitad del siglo XIX se desarrollan en Alemania diferentes escuelas
doctrinales, que se definen por estudiar el derecho como objeto propio y autónomo de
conocimiento. En un primer momento, la Escuela Histórica (Savigny, Hugo) resaltó el
carácter histórico de los sistemas jurídicos positivos, su arraigo en unos territorios, en
unas sociedades y en unas coyunturas concretas. No existe un derecho intemporal
válido para todos, cada comunidad crea su propio derecho.
El desarrollo dogmático de este enfoque, profundizando en el análisis de las normas
jurídicas y de sus relaciones lógicas, conduce a la Jurisprudencia Conceptual. Su
objetivo es la construcción de un sistema completo y riguroso de conceptos jurídicos de
carácter formal. El derecho se identifica con un sistema conceptual obtenido mediante
una metodología extremadamente rigurosa y formalista.
En la segunda mitad del siglo XIX la reacción contra los excesos del formalismo está
encabezada por Ihering, el autor más significativo del periodo, que había sido, a su vez,
una destacada representante de la Jurisprudencia Conceptual. La nueva Jurisprudencia
de Intereses (o Jurisprudencia finalista) insistirá en que el derecho existe para garantizar
y proteger intereses humanos, expectativas vitales, y para realizar determinados fines
socialmente deseables. El derecho no es un sistema lógico, sino un cuerpo vivo. Y la
interpretación de las normas deberá hacerse siempre atendiendo a esos fines sociales.
En Francia
En 1804 entra en vigor el Código Civil de Napoleón en Francia. Se trata del primer código
en sentido moderno, un cuerpo de normas expresamente elaboradas y organizadas
sistemáticamente, en un solo momento, que reemplaza a todas las anteriores. Este
suceso tuvo una amplia repercusión y ejerció gran influencia en el desarrollo del
pensamiento jurídico. A partir de entonces el derecho positivo no era un conjunto
desordenado de normas surgidas a lo largo de la historia, que se acumulaban unas
detrás de otras, sino un ordenamiento estructurado de una sola vez, como resultado de
la ciencia jurídica del momento.
La corriente metodológica dominante en Francia, durante las siguientes décadas, fue
la Escuela de la Exégesis, que ejerce su influjo casi hasta final de siglo. Sus rasgos son
los siguientes: 1º respeto al texto literal de las normas; 2º predominio de la intención del
legislador a la hora de interpretar las leyes; 3º prioridad del derecho estatal sobre otras
fuentes; 4º respeto del precedente y del principio de autoridad.
Para la Escuela de la Exégesis, la tarea del juez es una labor casi mecánica de
aplicación-repetición de la norma a casos concretos, por un procedimiento lógico-
deductivo (teoría de la subsunción). Los jueces no pueden crear derecho, ni siquiera
pueden hacer una interpretación extensiva de la ley. La metodología de la
Exégesis recibió diversas críticas, siendo la más conocida la de F. Gény.
En Inglaterra
Los más importantes teóricos del derecho del siglo XIX inglés son Jeremy
Bentham y John Austin. Con ellos se inicia una corriente de pensamiento (jurisprudencia
analítica) que fue predominante en Gran Bretaña hasta mediados del siglo XX.
Para Bentham y Austin, el derecho es un instrumento creado por los seres humanos
para conseguir ciertos fines. El derecho es un conjunto de imperativos promulgados por
la autoridad soberana. John Austin definió un sistema jurídico como aquel que está
sometido a una autoridad soberana, y la validez de las leyes como su imposición formal
por esta autoridad a través de sus agentes.
6. DIFERENCIAS ENTRE MORAL Y DERECHO SEGÚN EL IUSPOSITIVISMO
Dentro de la corriente del positivismo jurídico, la visión que cobró más perdurabilidad en
el tiempo ha sido la que se denomina como positivismo analítico, o más
sencillamente concepción analítica del derecho.
La filosofía analítica se caracteriza por la primacía otorgada al estudio del lenguaje como
"lugar" filosófico, por el uso de métodos de carácter analítico - descompositivo en el
estudio de ese lenguaje; y por su concentración en las problemáticas lógicas, metaéticas
y de la acción humana, con la consiguiente preterición del resto de los temas de la
filosofía práctica, en especial de los ético-normativos.
En la actualidad muchos filósofos y juristas dicen que el positivismo jurídico se encuentra
en crisis, debido al redescubrimiento de la eticidad del derecho, sin embargo, esto no
significa que la corriente predominante en la filosofía jurídica actual sea
el iusnaturalismo clásico; es más, ni siquiera que se considere a sí misma como
propiamente iusnaturalista. La crisis terminal del positivismo jurídico es motivada
principalmente por su incapacidad para dar respuestas aceptables a los más exigentes
problemas ético-jurídicos de la sociedad. A pesar de esto, se observa una importante
tendencia, entre pensadores no-positivistas o antipositivistas que afirman que es
necesaria la búsqueda de una nueva vía que, sin recaer en el temido iusnaturalismo,
provea al derecho de ciertos elementos que aparecen como racionalmente
indispensables: ante todo, de una justificación racional de la obligación jurídica, más allá
del mero factum del poder coactivo, sea este estatal o social; y en segundo lugar, de
una instancia de apelación ética, desde la cual sea posible juzgar crítica o
valorativamente los contenidos del derecho positivo.
Uno de los grandes detractores del positivismo jurídico en la actualidad es el
controversial filósofo y físico argentino Mario Bunge, quien señala al positivismo jurídico
como el agente del subdesarrollo de los países latinoamericanos. Destaca en su crítica
que esta fue la doctrina jurídica del régimen nacional-socialista alemán y de la Unión
Soviética, además de la supuesta amoralidad de la ley.
Señala Morales Luna, que en la tesis de Bobbio hay tres aspectos que caracterizan el
positivismo jurídico: i) como un modo de aproximarse al estudio del derecho, ii) como
una determinada teoría del derecho, y iii) como una ideología. La primera
caracterización señala, se caracteriza por distinguir entre derecho real (ser) y el derecho
ideal (deber ser), el jurista debe ocuparse del primero a fin de proporcionar esquemas
de decisión a la jurisprudencia y elaboración de un sistema jurídico del derecho vigente;
desde esta perspectiva, “positivista es aquel que asume frente al derecho una actitud a-
valorativa, objetiva y éticamente neutral” (Morales; 2017: p. 36)
El positivismo como una teoría del derecho, puede destacarse los siguientes aspectos:
asume la tesis coactiva, es decir, como sistema de disposiciones aplicables
coactivamente, por tanto, relaciona las normas como mandatos, se asume la
supremacía de la Ley sobre las demás fuentes del ordenamiento jurídico, el mismo que
es completo o pleno (ausencia de lagunas, coherencia y ausencia de antinomias), la
interpretación normativa se basa fundamentalmente en las reglas de la lógica.
Por su parte, el positivismo como una ideología, “confiere un valor positivo al derecho
que es por el solo hecho de existir, prescindiendo de toda consideración acerca de su
correspondencia con el derecho ideal” (Morales; 2017: p. 38), destacando la existencia
de dos tesis positivistas, una extrema que considera que las leyes son justas por el sólo
hecho de haber sido emitidas y por tanto deben ser obedecidas, y una más moderada,
que propugna una obediencia moderada, en las que la legalidad garantiza el valor de la
ley. Se señala que el positivismo radical puede servir de base para sistemas
totalitaristas, en los que se sostiene una obediencia ciega a la Ley, cuya validez se
obtiene por el solo haberlo emitido el órgano competente. Mientras que la tesis
moderada, es más flexible, por lo que no puede sostenerse la obediencia de la ley al
temor a alguna determinada sanción, por lo que es desaconsejable la obediencia de la
ley cuando es mala.
El principio de legalidad nace como una forma de garantizar los derechos de los
ciudadanos a través de la ley que es cierta, escrita y estricta2, la misma que pone límites
al Estado, el cual queda subordinado a la voluntad general expresada en la ley, no
permitiendo privilegios o mecanismos de excepción ni al ciudadano ni al Estado 3. Si
consideramos que el positivismo jurídico postula por un ordenamiento jurídico perfecto,
al ser lógico y consistente, el mismo que no debería tener vacíos o deficiencias, y si este
pensamiento es llevado al campo del derecho penal bajo el fundamento de que todo
debe estar expresado, el imputado debe tener la certeza que la conclusión de algún
proceso que soporta, conducirán a un resultado preciso, que por supuesto es si no el
querido, al menos el previsto.
El principio de legalidad “cumple una función de orientación por la cual el ciudadano
puede calcular y ponderar los riesgos y las cargas a las que se expone en caso decida
ir en línea opuesta a los mandatos jurídicos, sabe con precisión en qué casos su
comportamiento puede hacerse acreedor a una pena o a una medida de seguridad. Solo
así se logra fomentar la confianza y el respeto hacia el derecho por parte del ciudadano
y la población en conjunto.
Mediante el principio de legalidad se logra erradicar del derecho penal y del derecho en
general la incertidumbre, el azar, la arbitrariedad y el desamparo”4, que es el postulado
buscado por la escuela positivista.
Si bien es cierto, y por ello, se hace necesaria la existencia del principio de legalidad
(recogido en nuestra carta magna) ya que evita incertidumbre, pero ¿qué sucedería si
Por su parte la seguridad jurídica, busca ser la garantía que el derecho proporciona a
los asociados respecto de la conservación y respeto de sus derechos, no tratándose de
una seguridad metafísica, mística o la de un optimista, ni de la seguridad psicológica del
hombre equilibrado, ni de la seguridad material del hombre de fortuna, sino simplemente
de la seguridad del hombre que sabe que ha de contar con normas exigibles en su trato
con los demás8, por lo que se entiende que dicha seguridad reclama la vigencia, el
respeto del derecho positivo; a su vez implica la existencia de ordenamiento jurídico y
un grado determinado de previsibilidad. Es gracias a dicha seguridad que las personas
pueden prever el futuro y tomar decisiones.
La seguridad jurídica es el valor de situación de la persona como sujeto activo o pasivo
de relaciones sociales, que conociendo o pudiendo conocer cuáles son las normas
jurídicas vigentes, tiene la confianza de que ellas serán efectivamente cumplidas. Por lo
que gracias a la seguridad jurídica se puede presumir que todos conocemos la ley, que
la norma será aplicado a todos los casos previstos en su supuesto de hecho, entre otros,
que dan estabilidad a las situaciones diarias.
12. CONCLUSIONES
1. El pensamiento positivista nos dejó como herencia el principio de legalidad y de
seguridad jurídica, los que se encuentran reconocidos constitucionalmente.
5 Se vería como intolerante e insoportable, el hecho que un juez cree delitos y penas, sin mayor criterio
que su libre albedrío... en Castillo Alva, J. Ibíd., Pág. 36.
6 Castillo Alva, J. Ibíd., Pág.41
7 Torres Vásquez, A. Introducción al Derecho, Teoría General del Derecho 1° ed.; Palestra Editores, lima;
1999, p. 1006
3. Kelsen desarrolla el término justicia visto desde una significación objetiva, la cual
considera que existe justicia sólo cuando una norma es efectivamente aplicada.
BIBLIOGRAFÍA
- Morales L., F. (2017). De Bellagio a Pavía. Auge y crisis del positivismo jurídico
italiano. En la Argumentación jurídica en el Estado Constitucional. Pedro Grandes
y Félix Morales (compiladores). Palestra Editores. pp. 27-54.
- Torres Vásquez, A., OB. Cit. p. 740.
- Castillo Alva, J. Principios Del Derecho Penal; 1° Ed. GRIJLEY, 2002; Lima;
Pág.39.
- Se vería como intolerante e insoportable, el hecho que un juez cree delitos y
penas, sin mayor criterio que su libre albedrío... en Castillo Alva, J. Ibíd., Pág. 36.
- Castillo Alva, J. Ibíd., Pág.41
- Torres Vásquez, A. Introducción al Derecho, Teoría General del Derecho 1° ed.;
Palestra Editores, lima; 1999, p. 1006