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La motricidad y las capacidades de los niños de preescolar en el primer año.

En la etapa de educación infantil los niños hallan en su cuerpo y en el movimiento las


principales vías para entrar en contacto con la realidad que los envuelve y, de esta
manera, adquirir los primeros conocimientos acerca del mundo en el que están
creciendo y desarrollándose. Sin duda, el progresivo descubrimiento del propio cuerpo
como fuente de sensaciones, la exploración de las posibilidades de acción y funciones
corporales, constituirán experiencias necesarias sobre las que se irá construyendo el
pensamiento infantil. Asimismo, las relaciones afectivas establecidas en situaciones de
actividad motriz, y en particular mediante el juego, serán fundamentales para el
crecimiento emocional. En este sentido, en el presente artículo nos ocuparemos de
justificar la necesaria presencia de la educación física y de presentar un diseño de
intervención en la praxis en esta etapa educativa.
El desarrollo motor del niño de primer año de preescolar no puede ser entendido como
algo que le condiciona, sino como algo que el niño va a ir produciendo a través de su
deseo de actuar sobre el entorno y de ser cada vez más competente (Justo Martínez,
2000). El fin del desarrollo motor es conseguir el dominio y control del propio cuerpo,
hasta obtener del mismo todas sus posibilidades de acción. Dicho desarrollo se pone
de manifiesto a través de la función motriz, la cual está constituida por movimientos
orientados hacia las relaciones con el mundo que circunda al niño y que juega un papel
primordial en todo su progreso y perfeccionamiento, desde los movimientos reflejos
primarios hasta llegar a la coordinación de los grandes grupos musculares que
intervienen en los mecanismos de control postural, equilibrios y desplazamientos.

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