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PRÓLOGO

“Prometo utilizar mis facultades críticas.


Prometo desarrollar mi independencia de pensamiento.
Prometo educarme para hacer mi propia valoración”.
Thomas Jefferson1

El profesor Juan Esteban Puga Vial nos entrega una magnífica obra que
contiene importantes datos históricos en el ámbito de las sociedades por
acciones y que nos brinda muchas ideas originales e independientes.
No se contenta el autor con sistematizar, con acierto, el abundante
conocimiento preexistente
preexist ente en esta materia, sino que también entrega,
con sólidos fundamentos, provocadoras ideas que aunque eventual-
mente puedan ser objeto de controversia, abrirán y elevarán un debate
intelectual indispensable para la búsqueda de la verdad. Así, el autor
carga con conocimientos las armas de los estudiosos del Derecho para
enfrentar este mundo globalizado en el cual el Derecho en general y
el Derecho de sociedades en particular tienden a uniformarse.
Una de esas provocadoras ideas del profesor Puga que él señala
como la tesis central de su libro “es que las sociedades anónimas
tienen poco de sociedades
sociedad es y mucho de anónimas”. Esta tesis, si bien
sostenida antes en nuestra comunidad jurídica, se expone en el
libro con vehemencia y serios fundamentos y quedará entregada al
debate de la doctrina nacional que parece, hasta ahora y en general,
favorecer la tesis contractual.
La globalización es un hecho, es una realidad con la que debe-
mos convivir y se funda en una economía liberal que descansa, en
mayor o menor medida, en el laisser faire  económico
  económico preconizado
por Adam Smith. Y cabe recordar, a pesar de todas las caricaturas
que se han hecho y seguirán haciendo, que en la filosofía de Adam
Smith la libertad tiene necesidad de reglas y que el concepto de
la mano invisible presupone la existencia de toda una estructura
normativa e institucional.
1 Citado por Carl Sagan en su obra El Mundo y sus Demonios 
Demonios .

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LA SOCIEDAD ANÓNIMA
A NÓNIMA Y OTRA S SOCIEDADES POR ACCIONES
ACCIONES EN EL DERECHO…
DERECHO…

La actual mayor rigidez de las reglas que existen en nuestro


país en la sociedad anónima que cotiza en bolsa, de la que nos da
cuenta este trabajo, no es por tanto necesariamente contraria a
la economía liberal, pero debe estar en constante observación y
análisis porque la historia nos demuestra que, no pocas veces, los
males que achacamos a la libertad son en realidad consecuencia de
regulaciones perversas.
La sociedad por acciones ha sido calificada por Georges Ripert
como el maravilloso instrumento jurídico sin el cual el capitalismo
moderno no habría podido ser desarrollado.
El profesor Juan Esteban Puga Vial nos lleva, en este libro, con
su habitual propiedad, profundidad e inteligencia a conocer
cono cer todas
las sociedades por acciones en el Derecho chileno, con oportunas
referencias al Derecho comparado, absolutamente necesarias en la
aldea global en que vivimos.
Sin duda que este libro es el más completo sobre las sociedades
por acciones que hasta ahora se ha escrito en nuestra comunidad
 jurídica y si esa fuera su única virtud, que absolutamente
abso lutamente no la es,
con ella bastaría para su atenta lectura.
He leído con detención el texto que prologo y habría podido
referirme a cada una de sus partes, pero he creído pertinente sólo
decir algunas palabras en relación con lo que yo he percibido como
las características principales de esta gran obra. La aventura de la
lectura de la misma queda entregada, entonces, al lector que tiene
en estos momentos en sus manos estas reflexiones.
Con esta obra el profesor Puga Vial no sólo será de consulta
obligada en el campo del Derecho Concursal y en el de los Actos
Acto s de
Comercio, sino también en el del Derecho Societario.
Termino agradeciendo el honor que el profesor Puga Vial me
ha regalado al invitarme a prologar su destacado trabajo, invitación
que creo no tiene otro fundamento que el del afecto que nace de
la hermandad de quienes tienen un mismo interés intelectual y
académico, aunque no siempre compartan los mismos puntos de
 vistas sobre las mismas materias.
LUIS EUGENIO UBILLA  G
 GRANDI
Profesor de Derecho Comercial
Universidad Católica de la Santísima Concepción
Miembro del Instituto de la Empresa
de la Academia Nacional de Derecho
 y Ciencias Sociales de Córdoba

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INTRODUCCIÓN

Me ha inspirado escribir este texto la contemplación de lo extraor-


dinario que es el instituto de la sociedad anónima como resorte
por un lado del progreso económico y por otro como instrumento
de la sociedad civil capaz de competir con el omnímodo poder del
Estado en la realización de grandes empresas e industrias. Desde el
nacimiento de las primeras sociedades anónimas a fines del siglo
siglo XVI
 y especialmente principios del siglo XVII, la riqueza privada se ha
multiplicado innumerables veces, expansión a la que este instituto
ha contribuido poderosamente y si bien sus aspectos jurídicos no
son el único factor en dicho exitoso desempeño, no cabe duda de
que tienen que ver con él.
Como somos herederos del Code  de
 de 1807 hemos perpetuado un
error conceptual introducido en ese ordenamiento: el visualizar la
sociedad anónima como una sociedad. Antes del Code de Conmmerce 
napoleónico, la expresión sociedad anónima (société anonyme ) se
aplicaba en el Derecho francés a lo que nosotros
noso tros conocemos como
contrato de asociación o cuentas en participación.1 A la sociedad
anónima actual no se la tenía como una sociedad, lo que explica que
en la Ordenanza General de Comercio de 1673 no se la considerara
ni como una sociedad ni como asunto propio de esee se ordenamiento
mercantil, porque las sociedades anónimas tenían entonces y tie-
nen hoy una naturaleza muy distinta a las sociedades propiamente
dichas.
La tesis central de este texto es que las sociedades anónimas
tienen poco de sociedades y mucho de anónimas. Dicho sin am-
1  Ver
D ANIEL JOUSSE, Nouveau Commentaire sur les Ordonannces de Mois d’Août
1669 & Mars 1673,  París, 1761.

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LA SOCIEDAD ANÓNIMA
A NÓNIMA Y OTRA S SOCIEDADES POR ACCIONES
ACCIONES EN EL DERECHO…
DERECHO…

bages, la verdad es que la sociedad anónima no es una sociedad.


No existe un contrato de sociedad anónima, como tampoco un
contrato entre accionistas. Los vínculos contractuales no son de
los accionistas entre sí sino de estos precisamente con la sociedad
anónima. Solá de Cañizares en un lenguaje imposible más elocuente
nos decía que “la realidad de nuestros tiempos nos muestra que en
la gran sociedad anónima quienes suscriben en un banco acciones
o las compran por intermedio del agente o corredor de bolsa, no
conocen siquiera a los otros suscriptores y con frecuencia ignoran
el género de empresa de la entidad emisora. Decir que estas perso-
nas otorgan entre ellas un contrato, parece una broma. Decir que
los accionistas son socios pensando en el contrato de sociedad, es
inexactitud”..2
otra inexactitud”
La sociedad anónima es un instituto en sí mismo que, como ve-
remos, ha compartido algunos de sus elementos con las sociedades
propiamente tales al extremo que hoy creemos inherente
inhere nte a ellas lo que
de verdad es inherente a la sociedad anónima. Esos dos elementos,
a saber,
saber, la personalidad jurídica
j urídica y la limitación de responsabilidad,
nos parecen hoy connaturales al concepto de sociedad, cuando de
 verdad ellos son inherentes a la sociedad anónima.
Las comendas medievales y las societá o compagnias  de
 de la Baja Edad
Media y del mal llamado Renacimiento no n o gozaban de personalidad
 jurídica. De hecho hasta hoy en el Derecho alemán e italiano las
sociedades colectivas no tienen personalidad jurídica. El beneficio
de la personalidad jurídica nace en el Derecho romano tardío para
instituciones sin fines del lucro y luego se extiende a las corporacio
corporaciones
nes
eclesiásticas en la época de la revolución papal, pero se aplica por
primera vez a emprendimientos colectivos con fines de lucro a las
sociedades anónimas que surgen bajo el nombre de compañías para
la explotación de las Indias orientales y occidentales. Sólo a partir
del siglo XIX se extiende el beneficio de la personalidad jurídica a
algunas sociedades propiamente tales.3

2 FELIPE SOLÁ  DE C AÑIZARES, Tratado de las Sociedades por Acciones en el Derecho


Comparado, pp. 22-23, citado por Sergio Suárez, en “Notas para una Historia de las
Sociedades”, Revista de Derecho de la Empresa  Nº
 Nº 10, pp. 21 y 22.
3
Esto explica que originalmente los primeros chartes of incorporation otorgados
por la corona británica las denominaban corporations  –y
 –y de aquí las toma el Derecho
norteamericano–, expresión rescatable del Derecho canónico como equivalente a
persona jurídica en el sentido de corpus  distinto
 distinto de sus miembros. Sólo a partir de
1862 todas las sociedades anónimas se reúnen bajo la denominación de company .

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