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Aria
Índice
Sinopsis Capítulo 13
Capítulo 1 Capítulo 14
Capítulo 2 Capítulo 15
Capítulo 3 Capítulo 16
Capítulo 4 Capítulo 17
4
Capítulo 5 Capítulo 18
Capítulo 6 Capítulo 19
Capítulo 7 Capítulo 20
Capítulo 8 Capítulo 21
Capítulo 9 Capítulo 22
Capítulo 10 Próximamente
Capítulo 12
Sinopsis
E l chico que ella quiere…
Creciendo en la costa de Maine con una relación estrecha de hermanos
adoptivos, Caitlyn Michaud pasó un año intenso y apasionado enamorándose de su
hermano adoptivo, Heath. Entonces él se marchó sin una palabra. La traición devastó a
Caitlyn e hizo una promesa de olvidar al cautivante chico malo. Pero olvidar su toque
sensual y su profunda amistad consumiéndola, es más fácil decirlo que hacerlo.
No es el chico que ella necesita…
Decidida a seguir adelante, en la universidad Caitlyn ha superado su pequeña
ciudad de raíces empobrecidas y se ha unido a una hermandad, reinventado su aspecto y
ha conseguido al novio correcto. El importante estudiante de Derecho y presidente de la
fraternidad, Ethan, es atento y siempre sonriente, y la hace sentir feliz, tranquila. Él
también le da la aceptación social que ella ansia.
Pero el mundo perfecto que tanto intentó lograr es destrozado cuando Heath 5
aparece una noche de la nada. Caitlyn recuerda todas las razones del por qué lo ama,
incluso si no tienen sentido para nadie más que para ella. Fuera del ejército, Heath es
tan inquietante e intenso como siempre, y está determinado no sólo a reconquistarla,
sino para vengarse de todos los que lo apartaron de ella…
Y cuando un amor te permite respirar, pero el otro se siente tan esencial para tu
vida como el aire, ¿cómo se elige entre ellos?
Prólogo
H eath dijo que nunca me abandonaría.
Él prometió que nada, ni nadie, se interpondría entre nosotros.
Estaba tumbada sobre la hierba mirándolo, abrumada por cuánto le amaba, y cuán
intensamente bien se sentía tenerlo deslizándose dentro de mí, mi vestido de verano
remangado alrededor de mi cintura. La tierra bajo mi espalda era dura, la hierba fresca y
húmeda. Mi cuerpo caliente. Tenso.
—Cat —murmuró él, sus pálidos ojos azules bloqueados en mí—. No existo sin ti,
¿sabes eso, verdad? Tú me haces quién soy.
Una vieja amistad de años. Un flirteo disimulado. Todo mientras caíamos
profundamente enamorados cuando fuimos dejados solos la mayor parte del tiempo en
las costas rocosas del litoral de Maine. Todo eso nos había traído a este momento de
entrega sobre la hierba.
—Te amo —susurré, con la garganta apretada. Ninguna otra palabra sería correcta
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o lo suficientemente importante para expresar lo que sentía cuando le di mi virginidad,
mi confianza. Me sentía llena de él, en cuerpo y alma, y nada en mi vida alguna vez
había sido tan perfecto, tan importante.
—También te amo. —Su lengua corrió por encima de mi labio inferior cuando se
vino dentro de mí, y todas sus palabras se repetían dando vueltas y vueltas en mi cabeza
y en mi corazón.
Sin embargo eran promesas que fueron rotas.
Y mentiras que él me dijo.
Porque esa fue la última vez que le vi.
Capítulo 1
H ay un peligro al dejar el pasado atrás y reinventar tu vida, que en algún
momento te mires a ti misma, y ya no reconozcas lo que ves. Yo me sentí
así la noche del Baile de Bienvenida, preparándome con Aubrey, nuestro cabello, uñas y
maquillaje, los vestidos puestos y abrochados.
―Oh, Dios mío, nos vemos increíbles ―dijo, sonriendo ante nuestros reflejos.
Lo estábamos.
Yo no quería sonreír, porque me parecía muy engreído sonreír ante mi propio
reflejo, pero no pude evitar que la esquina de mi boca se levantase. No había nada de la
Cat adolescente en el espejo, la chica con el enredoso cabello largo y negro que corría
descalza, con manchas de bayas en los dedos. La pobre chica que nunca tuvo la ropa
adecuada. Sólo estaba Caitlyn, estudiante de primero de la universidad, vicepresidenta
de mi hermandad, bien vestida, muy querida. Había trabajado duro para ser ella, y allí
estaba, con un vestido azul cobalto, yendo al Baile de Bienvenida con su novio perfecto, 7
Ethan Walsh.
Y de alguna manera ella estaba conmigo.
El último cambio de imagen que ninguno de mis amigos de la Universidad de
Maine siquiera sabía que había sucedido. Todos pensaban que había nacido de esta
manera, igual que ellos. Con los problemas en orden, familias comprensivas, con futuros
prometedores. Yo no había tenido nada de eso y ahora lo tenía.
―Mi hermano va a desmayarse cuando te vea ―dijo Aubrey, jugando con un rizo
en su peinado—. Ya está ridículamente enamorado de ti. Este vestido le hará ponerse
todo Byron contigo.
―Byron escribió poesía de enamorados, pero también estuvo implicado con
mujeres casadas y probablemente era bisexual. No necesito que Ethan se ponga todo
Byron conmigo ―dije, divertida, ajustando mis zapatos—. Lo prefiero siendo fiel y que
le gusten las chicas, en concreto yo.
Aubrey y yo habíamos sido amigas primero, emparejadas en el laboratorio de
biología como alumnas de primer año, y a través de ella, conocí a Ethan. Había
comenzado entre nosotros como una amistad tranquila, pero se había convertido en algo
más cuando me di cuenta de que era sólido. Leal. Hashtag Sin Drama.
A diferencia de algunas personas que tenían que permanecer sin nombre debido a
que no existían, y nunca se hablaba de ellas. Gente que simplemente te abandonaba sin
decir una palabra y desaparecía de todos los medios sociales y no se escuchaba una
maldita cosa de ellos en cuatro años y podrían estar muertos por todo lo que tú sabías.
Esa gente era Drama y me estaba manteniendo alejada de ese tipo de paseo en el
tiovivo de las relaciones. Ethan no me hacía arder por él, pero tampoco me hacía dudar
de mí misma o de mi cordura. Ethan nunca me había hecho llorar.
―¿Estás lista? ―le pregunté a Aubrey. Estaba emocionada por todo el asunto del
Baile de Bienvenida y no quería perderme la gran entrada, donde todos los invitados de
la hermandad caminarían bajo el arco de los brazos de los chicos en su casa de la
fraternidad. Era cursi y retro, pero me gustaba. Había algo asombroso acerca de caminar
pasando todos esos chicos, de aspecto caliente, sabiendo que tu acompañante se reuniría
contigo a mitad de camino. Para alguien que nunca ha tenido la tradición al crecer, he
disfrutado cada momento de ser un Oso Negro y un miembro de la hermandad.
―Sí. ―Se puso un abrigo negro y espeso—. Sabes, realmente sería bueno que por
una vez no hubiera fuera como cinco grados bajo cero para el Baile de Bienvenida.
―Si quieres eso, tendrás que mudarte. ―No me importaba el tiempo. Siempre me
había gustado que los veranos fueran templados y el aire todavía respirable. Otoño y
primavera frescos, con el olor salado del mar en el aire de vuelta a casa. Allí en la
escuela, me gustaba el denso follaje, la espesa capa de nieve en la cima de los árboles. Se
sentía acogedor, incluso si hacía frío. 8
―Sabes que estoy aplicando a cada escuela de posgrado en el sur que pueda
encontrar que tenga un programa de psicología forense. Estoy tan harta de la nieve.
―No hay nieve afuera. Es octubre y estas siendo dramática. ―Me puse mi abrigo
y cogí mi bolso de mano. Nos aseguramos de que la puerta de su habitación se cerrara
detrás de nosotras antes de dirigirnos por el pasillo. La casa de la hermandad estaba en
silencio, lo que significaba que era tarde. Caminé más rápido.
―Habrá nieve. Pronto. Eso aparece cuando menos te lo esperas. Como la erección
de un tipo al azar.
Eso me hizo reír.
―Aub, hay advertencias antes de una nevada, igual que con las erecciones. Hay
señales verbales y no verbales. ―Bajamos la escalera, agarrándonos a la barandilla con
un apretón de muerte. No era tan genial con tacones de ocho centímetros y mi
perspectiva estaba totalmente mal. Nada iba a arruinar mi noche, ciertamente no una
caída de cara bajando por las escaleras.
―Siempre eres tan lógica. Tú y Ethan son como las personas más razonables de la
historia. ―Aubrey aterrizo en el piso inferior y se dirigió hacia la puerta principal—.
No puedo creer que mi cita sea un estudiante de primer año. ¿Cómo de patético es eso?
Voy al Baile de Bienvenida con el hermano bebé de la fraternidad de mi hermano
mayor. Mi vida amorosa se ha reducido a la caridad.
Me sentía mal porque Aubrey se sintiese mal por no estar con alguien en ese
momento.
―Por lo menos sabes que Colton realmente quiere ir contigo. Eres joven y
hermosa y él está totalmente en el cielo.
―Que quiera ir conmigo o no, es irrelevante. No podía decir que no a Ethan. Mi
hermano es quien dirige la fraternidad. Colton no es estúpido.
―También es lindo, así que ¿de qué te quejas?
―Es mi súper poder ―me dijo, y me dio una sonrisa que desapareció rápidamente
cuando empezamos a caminar por la acera, el viento cortaba a través de nuestras manos
y piernas—. No me jodas, ¡qué frío!
A mí no me parecía tan malo, pero la verdad, Aubrey no necesitaba que
respondiese. Sólo un corto paseo de todos modos, y cuando llegamos a la casa Gamma,
estaba completamente iluminada, con parejas deambulando por todo el camino de
entrada y visibles a través de las ventanas. La línea de recepción de hermanos de
fraternidad seguía en su sitio y la música se escuchaba por la puerta principal abierta.
―Aquí vamos. ―Aubrey suspiró—. Entremos por el arco de gilipollas en nuestro 9
camino hacia el Baile de Bienvenida más frívolo del mundo.
Sin embargo, yo estaba sonriendo mientras suprimía un chillido femenino. Aubrey
daba todo esto por sentado, pero yo nunca había esperado tener nada de esto, así que
para mí era todo lo que siempre había querido. Con serpentinas azules mal colgadas
alrededor de los postes del porche para rematarlo. Los chicos comenzaron a corear
algunos gritos de fraternidad mientras caminábamos debajo de sus brazos y aunque
Aubrey puso los ojos en blanco, pensé que secretamente le gustaban los silbidos y los
piropos que arrojaban en nuestro camino.
―¡Increíbles!
―¡Hola, sexy!
Un chico gesticuló “llámame” con sus dedos delante de su cara antes de hacer un
guiño.
Le di un gesto de reconocimiento y me detuve para tomarme una foto con mi
amigo Jay, quien tiro de mi hacia el medio en un segundo, teléfono en mano.
Después Jay me soltó y reajuste el bolso bajo el brazo, dejé de caminar, la piel de
gallina corriendo por mis piernas y en todo mi expuesto escote. Se sentía como si
alguien me estuviese mirando, esa sensación cuando unos ojos se arrastran sobre ti más
de lo apropiado.
Lo cual era una estupidez. Por supuesto que alguien me estaba mirando. Muchos
chicos me miraban. Ese era el objetivo.
Claro, Caitlyn.
Poniendo los ojos en blanco mentalmente para mí misma, empecé a buscar a
Ethan en la fila restante.
Y en cambio mis ojos se posaron en la parte de atrás de una cabeza oscura,
desapareciendo en la casa, un escalofrío movió mis hombros inesperadamente.
Caminando sobre mí tumba. Eso es lo que diría mi padre. Lo cual nunca tuvo ni un poco
de maldito sentido para mí, ya que no estaba muerta y no tenía una tumba, pero siempre
lo tomé en el sentido de que era una mala señal cuando lo sentía.
―¿Quién es ese? ―le pregunté a Aubrey, enlazando mi mano por su brazo para
poder apoyarme y hablar con ella.
―¿Quién es quién?
―El tipo que acaba de entrar en la casa. ―Me había parecido familiar. Debo de
conocerle. Conocía a la mayoría de los chicos Gamma.
Ella levantó la vista.
―Yo no veo a nadie.
―No importa. ―Era sólo un chico. Me estaba molestando claramente sólo porque
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no lo había reconocido al verlo, pero ¿cuántos chicos reconocía de un vistazo de diez
segundos de la parte posterior de su maldita cabeza? Fue una estupidez. La mitad de los
chicos en el campus tenían el mismo corte de cabello corto y puntiagudo. Además de
que estaban todos usando trajes, así que por supuesto casi parecían idénticos. Era como
tratar de diferenciar a un pingüino de otro.
Sin embargo, antes de que pudiera decir nada más, Ethan salió de la fila,
apareciendo de repente delante de mí, con una sonrisa en su rostro.
―Hey, Caitlyn. ―Tenía una mano en el bolsillo—. Estás hermosa ―dijo, con los
ojos llenos de lujuria y admiración.
―Gracias. ―A veces cuando estaba con Ethan, no estaba segura de lo que veía
cuando él me miraba. Pero no era tan estúpida como para preguntar. Simplemente lo
disfrutaba—. Estás sexy. ―Me acerqué y puse mis manos en sus solapas.
Sus cejas se levantaron, pero se rió cuando su mano cayó de su bolsillo a la parte
posterior de mi cintura.
―Gracias. ―Se inclinó y me besó en la sien, su cálido aliento burlándose de mis
pestañas—. Me siento como el chico más afortunado esta noche.
Tenía los ojos de color azul claro, el color del océano en México, no del océano
aquí en Maine. En casa, en la costa, el agua estaba oscura y tormentosa, casi negra. No
había nada oscuro sobre Ethan. Tenía el pelo claro, ojos claros, una personalidad clara.
Esos ojos brillaban cuando él firmemente tomó una de mis manos, volviéndonos hacia la
casa, y levantó una botella a mi boca con la otra.
―¿Un sorbo?
―Soy menor de edad —le dije en broma, sabiendo que no le importaba.
―Eres lo bastante mayor.
Tomé un trago. Tenía veintidós años ya, perfectamente legales. Perfectamente
precioso. A medida que el whisky corría por mi garganta y se instalaba en mis miembros
y entre mis muslos, me sentí agradecida de que Ethan hubiera sido capaz provocar deseo
en mí. Nadie había sido capaz antes. No desde Heath. Había empezado a pensar que
nadie volvería a ser capaz. Sin embargo, Ethan pudo, poco a poco, de manera constante,
un beso, un toque a la vez, hasta que por fin me había sentido preparada y dispuesta a
tener sexo con él.
Se volvió hacia su hermana.
―Te ves bonita, Aubrey. Me gusta el vestido.
―Gracias. —Le estaba haciendo una mueca a Colton.
El pobre se cernía sobre ella como medio metro y no dejaba de inclinarse para
hablarle, en un momento dado golpeando y tirando el bolso de su mano. 11
―Mierda, lo siento ―murmuró.
Le di un vistazo para indicarle que no debía pasarse con él, pero entonces fui
distraída por Ethan diciendo:
―Sonríe.
―¿Qué? ―Me volví y me di cuenta que quería posar delante de la casa de la
fraternidad. Sonreí para la cámara, su brazo extendido para sujetar su teléfono—. ¿No
quieres que alguien más tome la foto por ti? ¿Así podemos posar mejor?
Pero se encogió de hombros.
—Podemos hacer eso más adelante.
Entrar en la casa fue como cuando el mar Rojo se partió para Moisés.
Todo el mundo se apartaba de su camino. Todo el mundo le saludó con una
sonrisa.
Ethan era el Chico It. Era un estudiante de último año, un excelente estudiante,
con un plan sólido para su futuro en mente. Jugaba al fútbol, dirigía la fraternidad, y se
ofrecía como profesor particular. Todo el mundo sabía que iba a llegar lejos y casi más
importante, era un buen chico, un buen amigo y nunca un imbécil.
Como novio, era igualmente impresionante. Puntual y considerado, me hacía
cumplidos y pagaba todo. No había literalmente nada malo en él.
Estaba orgullosa de estar en su brazo. Estaba orgullosa de él.
La música estaba bombeando y porque sabía que me gustaba bailar, puso mi abrigo
en el guardarropa improvisado al lado del vestíbulo y me llevó a la pista de baile en la
sala principal. Las parejas ya se estaban restregando el uno contra el otro y agitándose.
El baile era probablemente la única cosa en la que Ethan no era tan afanado. Pero lo
sabía y aún lo intentaba de todas formas y tenía sentido del humor al respecto. Sobre
todo su baile consistía en girarme en círculos o tirar de mí contra de él a intervalos
aleatorios.
Nuestro ritmo estaba descompasado con el otro y ni siquiera parecía que podíamos
movernos correctamente. En lugar de terminar entre sus piernas bailando sucio, me
mantenía rebotando en su pecho.
―¡Esto no está funcionando! ―dije en voz alta sobre la música, riendo.
―Soy una mierda, lo siento. ―Se inclinó y me dio un beso—. ¿Quieres algo de
beber? Tú bailas, yo busco comida.
―Eso sería increíble, gracias.
Se entretuvo brevemente, dándome una mirada seria, una que hizo que mis 12
entrañas se derritiesen.
―Te amo —murmuró.
Mi corazón se hinchó de satisfacción de la forma en que siempre lo hacía cuando
compartía sus sentimientos.
―También te amo.
Me apretó la mano y se fue, y me uní a un grupo de chicas que estaban bailando
juntas, saltando arriba y abajo.
Duramos dos canciones antes de que de repente se cortase la música.
―¿Qué está pasando? ―pregunto Olivia, la chica junto a mí.
―No tengo ni idea.
Aubrey había entrado en la habitación y se dirigió directamente hacia mí.
―¡Caitlyn! Tienes que venir al vestíbulo. Ethan me ha enviado para que te
busque.
―¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿Está Ethan bien? ―Se había ido durante
ocho minutos. No tenía ni idea de por qué quería verme.
Se mordía el labio y sus ojos estaban enormes.
―Todo está bien. Cállate y ven conmigo. ―Los ojos de Aubrey eran incluso más
claros que los de Ethan y había un brillo extraño en ellos.
Los nervios hicieron que me tensase mientras ella me arrastraba de la mano. La
gente estaba mirando por encima de mí y había un sentido de la anticipación en la
habitación. No me gustaba ser el centro de atención. Nunca. Cuando era niña, me
gustaba sobre todo estar al aire libre dando vueltas por mi cuenta o con mi hermano, y
más tarde, con Heath. La escuela y los eventos públicos eran cosas que había equiparado
con la vergüenza y la humillación, las bromas y burlas. Había aprendido a ser desafiante,
a levantar la barbilla, a luchar con comentarios crueles y un aire de indiferencia para
demostrar que no me importa una mierda. Pero lo hacía. Siempre lo hacía, y mi orgullo
enojadizo estaba de vuelta en su lugar mientras que sentía todos esos ojos en mí.
Pero Ethan estaba al pie de la gran escalera, sonriendo, y me obligué a respirar
profundamente, guardándome la actitud. Estas personas no sabían de la otra Cat. Yo
pertenecía aquí. Encajaba. La casa Gamma era de principios del siglo, y aunque la
escalera no era como la de Jack y Rose en Titanic, era impresionante, con sus ejes de
madera. Clásica de Nueva Inglaterra.
―Aquí está ―dijo Aubrey con voz extraña, cantarina.
―¿Ethan? ―Mi voz sonaba insegura y me hubiera gustado haberle dado un trago
más fuerte a la botella. Estaba tratando de recordar si había alguna tradición que 13
implicaba al presidente de la fraternidad en el Baile de Bienvenida, pero no podía pensar
en nada.
―Ven aquí ―me instó Ethan, tomando mi mano y conduciéndome por las
escaleras hacia el primer piso.
Miré hacia abajo y vi a medio centenar de personas mirando hacia nosotros con
expectación.
―¿Qué está pasando? ―Mi corazón estaba acelerado y mis palmas estaban
húmedas. Cuando me di la vuelta, me tambaleé un poco sobre mis talones y apreté sus
manos con fuerza, con ganas de ser puesta al tanto. Las sorpresas apestan. Las sorpresas
son egoístas, porque solo son divertidas para la persona que las da, no para la persona
que las recibe.
Pero luego se puso sobre una rodilla y por un segundo pensé que realmente podría
desmayarme. ¿Qué de qué? No estaba. No podía estarlo.
Lo estaba.
La caja salió de su chaqueta. Sus ojos azules estaban serios. Dijo palabras pero no
las oí. La habitación estaba caliente pero mi piel se sentía fría. Tenía la piel de gallina y
un tic nervioso en mis manos y era consciente de tantos cuerpos debajo de nosotros,
arrastrando los pies y susurrando, leves zumbidos, como insectos en una noche de
verano. Sin embargo, todo lo que realmente podía ver era el rostro de Ethan, y me
concentré fuerte en él, en esos ojos, en sus labios moviéndose, temerosa de que estuviera
soñando. Me despertaría y todo se habría ido.
―Caitlyn Michaud, ¿quieres casarte conmigo?
Asentí con la cabeza, porque no podía hablar, porque esto no podía estar pasando.
Tenía la garganta cerrada, y había lágrimas en mis ojos. Sin embargo, Ethan quería
casarse conmigo, y eso era un enorme trasero de corte de anillo de diamantes mirando
hacia mí desde la caja de terciopelo. Pero luego me las arreglé para decir:
―Sí. Sí, me casaré contigo.
Porque sólo una idiota diría que no.
Le amaba y eso era todo lo que podía haber pedido y más.
Dio un grito y se levantó, cogiendo la alianza de platino de la caja y deslizándola
en mi dedo. Se ajustaba. Perfectamente. Para la gente de abajo, lanzó el puño al aire y
todos ellos aplaudieron y gritaron. Me eché a reír, sintiendo correr el sonrojo a través de
mis mejillas. Era real. Ethan me lo había propuesto y tenía el peso fuerte de una roca en
el dedo para probarlo. Aubrey estaba saltando arriba y abajo y sonriendo.
Ethan me agarró en un abrazo de oso y me besó, con fuerza.
―Dios, me haces tan feliz. 14
Me reí y le dejé que me apretase firmemente. Fue perfecto. Ethan era perfecto. Y
tendríamos una vida perfecta.
Pero por encima de su hombro vi un chico de pie en la parte superior de las
escaleras, en las sombras.
Dejé de reír.
Mi estómago y mi aliento se quedaron atrapados.
Ethan me empujó y yo luchaba por concentrarme en lo que estaba viendo.
No podía ser...
Pero lo era. La cabeza oscura que me había parecido familiar antes, era familiar.
Porque era mi primer amor. Mi alma gemela.
Heath.
Mirándome.
Capítulo 2
P arpadeé, creyendo que estaba equivocada. Pero no lo estaba. Era él, con el
pelo más corto y hombros más anchos.
―Heath ―grité, abrumada por la conmoción y la alegría de que él estuviera allí.
Vivo. No muerto en una zanja o en la cárcel―. ¡Oh, Dios mío!
Alejándome de Ethan, apreté sus antebrazos para indicar que estaba bien.
Entonces, sin pensar en el hecho de que todo el mundo todavía estaba mirándome o que
me había comprometido solo sesenta segundos antes, corrí en mis zapatos de tacón alto
los tres metros hasta Heath que se cernía en las sombras y me lancé hacia él.
―Hey, Cat ―murmuró él, envolviendo sus brazos alrededor de mí y tirándome
apretadamente contra su pecho. Sus labios enterrados en mi cabello.
Me dejé caer contra él, respirando profundamente. Olía igual, terrenal y
masculino. Se sentía diferente, más grande, más musculoso, pero sus manos estaban
justo como las recordaba, fuertes y tiernas, y su voz era baja, casual. Mil recuerdos me 15
asaltaron de repente, corriendo a lo largo de la costa, saliendo al agua en un barco
robado, riendo, hablando. Besándonos.
―Oh, Dios ―susurré, echándome hacia atrás para estudiar su rostro, para ahuecar
sus mejillas y delinear el labio inferior con el pulgar. No podía creer que fuera real. Era
real―. Estás vivo. Estás aquí.
Una esquina de su boca se elevó.
―Lo estoy.
―Caitlyn, ¿quién es este? ―Ethan había venido detrás de mí y su mano aterrizó
en la parte baja de mi espalda.
De repente me di cuenta de lo cerca que estaba de Heath y me eché hacia atrás,
con las mejillas ruborizadas por el calor. Me temblaban las manos y mi voz sonaba aguda
y sin aliento.
—¡Ethan! Este es Heath, mi...
No había manera de que pudiera explicar lo que era Heath realmente para mí. Lo
mucho que significaba. Cómo pensé que no iba a sobrevivir cuando se fue. Lo que
significaba que él perforase ahora un agujero en mi mundo perfecto y volviese a él.
—Mi hermano ―terminé.
Mientras Ethan agrandaba sus ojos, Heath dio un suave resoplido de burla a mi
lado.
―¿Tienes un hermano? ―preguntó Ethan, sonando completamente atónito, como
debería―. No sabía que tenías un hermano.
Lo tenía. Uno biológico del cual yo no hablaba y no reconocía, pero Ethan no lo
sabía, y nunca quise que lo supiera.
―¿Es eso lo que soy? ―preguntó Heath, sonando entre divertido y molesto―.
¿Un hermano de otra madre, Cat?
―Él es mi hermano de acogida ―añadí―. Mi familia siempre tuvo niños de
acogida temporales y algunos se quedaban más tiempo que otros. Heath se quedó el
tiempo suficiente como para que fuéramos cercanos. ―Por así decirlo.
―No lo sabía. Nunca mencionaste hermanos de acogida.
Mierda. Ethan me miraba como si no me conociera. Pero lo hacía. Sabía lo que yo
quería ser, la yo que podía ser. No quería ser arrastrada por mi pasado. Pero aquí estaba
Heath. Mi pasado. Y a quien una vez había considerado mi presente y mi futuro.
Hablando de...
―¿Dónde demonios has estado? ―le pregunté a Heath, mi entusiasmo inicial
convirtiéndose en frustración cuando me di cuenta de que acababa de aparecer de la 16
nada y ni siquiera se había molestado en hablar conmigo primero. Por no hablar de
cualquier tipo de mensaje u otro contacto.
Él se encogió de hombros.
—Alrededor.
¿En serio? Inmediatamente me cabreé. Cuatro malditos años. Cuatro años y ni una
palabra.
—Eso no es una respuesta. ¡Pensé que estabas muerto!
―No muerto. Aunque no era consciente de que te importara de cualquier manera.
¿Estaba loco? La confusión hizo que mi respiración se volviera superficial, mis
manos sudaban. Había sufrido cuando se fue. Había llorado hasta vomitar. Había salido
detrás de él, sólo para caminar dos kilómetros y darme cuenta de que no tenía ni idea de
cuándo se había marchado o a dónde iba. Le había acechado en línea, sin encontrar
nunca nada. Había dejado de comer. Había dejado de ducharme.
Y él estaba allí ¿Y actuaba como si no hubiera importado?
―¿Cómo puedes decir eso? ―Mi voz tembló.
Pero sus ojos me estudiaron, oscuros y enfadados.
—Tal vez este no es el momento ni el lugar para hablar de ello. ―Tomó mi mano
en la suya.
Mi frustración se desvaneció ante su toque. Un intenso anhelo profundo se
despertó en mí. Dios, le había echado de menos. Pero él simplemente le dio la vuelta a
mi mano para que mi nuevo anillo de compromiso fuera visible.
―Enhorabuena, Cat. ―Una sonrisa burlona cruzó su rostro. Tenía la mandíbula
tensa. Me tomó la mano y se la dio a Ethan, que entrelazó sus dedos con los míos.
―Soy Heath, hermano de acogida de Cat, como lo ha dicho ella ―le dijo a Ethan,
y pude escuchar la ironía nerviosa en su voz―. Es un placer conocerte.
―Ethan Walsh. Encantado de conocerte, también. Parece que tú y Caitlyn tienen
un montón con lo que ponerse al día. Tal vez mañana todos podamos tomar un café.
―Claro. Suena encantador.
Esa era la actitud. Simple y llanamente. Mis ojos se estrecharon hacia Heath y
negué con la cabeza ligeramente en señal de advertencia. ¿Qué demonios estaba
haciendo? ¿Por qué estaba aún allí?
―No quería interrumpir un gran momento ―añadió―. Me voy abajo.
Un millón de preguntas corrían por mi cabeza, pero no había manera de hacerlas.
No dónde estábamos. No con quién estaba escuchando. 17
Ethan estiró su mano, porque Ethan tenía buenos modales. Por un segundo Heath
solo lo contemplo, pero luego la tomó y sacudió brevemente.
Nunca antes le había visto con un traje. Parecía... peligroso. Muy James Bond. Se
veía mejor de lo que recordaba y había pasado mucho tiempo tratando de borrar su
imagen de mi memoria. Especialmente en mi cama por la noche, cuando estaba sola y
mi cuerpo me dolía.
―Nos vemos ―me dijo casualmente, antes de girarse y salir.
No fue una promesa de algo. Eso no significaba que lo vería o no lo volvería a ver
otra vez. Ciertamente no era una maldita explicación de por qué me había dejado o
dónde demonios había estado. Qué idiota. Qué completo y total idiota.
Ethan estaba tomando un pequeño trago de su petaca y le tendí la mano.
—¿Puedo tener un sorbo de eso, por favor? Mi garganta está seca.
―Por supuesto. ―Ethan me lo entregó y me dio una mirada de preocupación―.
¿Estás bien? Pareces realmente conmocionada.
―Estoy bien. ―No lo estaba. No estaba ni remotamente bien. Tomé un gran trago
de whisky. Me quemó, pero se sentía bien. Se sentía caliente mientras todo mi cuerpo se
sentía como el hielo. Era como si hubiera sido sumergida en el río, en enero. El choque
me había adormecido antes de sentirme sacudida por escalofríos de incredulidad.
―¿Él te llama Cat? ―murmuró Ethan―. Nunca he oído a nadie llamarte así.
Había una razón para eso.
Estiré el cuello para ver a Heath, pero él ya había desaparecido por las escaleras en
la multitud. Dios, la multitud. En su mayoría estaban desinteresados, después de haber
vuelto a sus propias conversaciones, pero algunos todavía levantaban la mirada hacia
nosotros, y vi a Aubrey mordiéndose las uñas y estudiándonos con los ojos
entrecerrados.
No. Simplemente no.
No iba a dejar que esto arruinase mi noche. Este era mi Baile de Bienvenida. Miré
el anillo en mi dedo. Se sentía perfectamente debajo de mi manicura azul, con un
diamante de imitación flotando en la punta de cada uña. Coincidían, los destellos en las
uñas y el brillo del anillo, y ni siquiera sabía que saldría la caja con una propuesta esta
noche. No tenía ni idea. Ethan quería casarse conmigo y Heath no lo iba a arruinar.
A pesar de que mi mano temblaba, tenía el estómago en un puño y mi corazón
apretado, sonreí a Ethan.
—Prefiero Caitlyn.
―Te llamaré lo que quieras, siempre y cuando te pueda llamar mía ―dijo con una
sonrisa, aunque lo conocía lo suficiente como para oír el leve borde de inseguridad allí. 18
―Soy tuya ―le dije, alcanzándole para darle un suave beso.
Pero incluso mientras lo hacía, mis pensamientos estaban en otro lugar y mis ojos
iban a la deriva por la planta baja, buscando, buscando.
30
Capítulo 4
—M
siguiente tarde.
e estoy congelando —se quejó Aubrey mientras estábamos
sentadas en una manta en las gradas en un partido de fútbol la
Bebiendo café, traté de sentir simpatía pero estaba distraída. Una vez más.
Todavía.
—Necesitas cubrirte con capas. Ya sabes eso. Creciste en Maine —Ella llevaba una
chaqueta de otoño y un sombrero, vaqueros y botas de cuña. No era ropa de verano y sin
duda era adecuada para la mayoría de los ciudadanos de Maine, pero siempre estaba
helada. En serio debería saberlo mejor.
—Una vez más, con la cosa de la lógica. Es tan molesto. —Me miró, sacando un
mechón de pelo rubio de su boca—. Estás muy callada hoy. ¿Tienes resaca?
—Un poco. Tengo dolor de cabeza. —Lo tenía, pero no creo que fuera por la
bebida. Era la tensión y la falta de sueño—. Los aplausos no están ayudando. 31
Estábamos sentadas en la sección de estudiantes de las gradas y había un montón
de gritos, empujones y baile espontáneo. Normalmente, me gustaba estar allí con todos,
pero estaba sentada en nuestra manta, aturdida. No de frío, sino de ansiedad. Paralizada.
Demasiadas preguntas. Sin respuestas.
Quería ver a Heath otra vez. Tenía que ver a Heath otra vez. Pero no tenía ni idea
de cómo encontrarlo.
Pero sabía que hasta que lo hiciera estaría más allá de distraída, girando y dando
vueltas y vueltas en mi cabeza a las palabras de despedida de Heath, tanto en la
secundaria como ahora. No podría dejarlas ir y no podría ser normal. Había trabajado
tan condenadamente duro por la vida que tenía para meter la pata debido a una
necesidad enfermiza de ser reconocida por un tipo al que le podía o no importar una
mierda.
Mientras los estudiantes subían y bajaban las escaleras, con sus perritos calientes,
palomitas y nachos, conocía al menos a la mitad y siempre me saludaban con una sonrisa
y un hola, y tal vez uno o dos minutos de conversación. Durante dos años había estado
construyendo un mundo para mí en la Universidad de Maine, uniéndome a todo lo que
podía desde clubes sociales a mi hermandad y grupos centrados en una causa particular.
Ya había estado en todos los partidos de fútbol en casa, montones de partidos de hockey,
y casi todos los partidos a los que me habían invitado.
—¿Quieres un poco? —me preguntó Jay, haciendo una mueca grosera mientras
sostenía su perrito caliente hacia mí—. Muerde mi salchicha, Caitlyn.
Asqueroso. Me reí y moví mi cabeza hacia atrás.
—Soy vegetariana, ¿recuerdas? Pero apuesto a que Aubrey morderá tu salchicha.
—Por supuesto. —Aubrey se inclinó y, básicamente, se tragó el aperitivo de Jay
antes de morderlo y tirar hacia atrás.
—Mierda, ¡sólo has dejado poco más de la mitad! —protestó Jay—. Esto cuesta tres
dólares.
—Lo has ofrecido —dijo Aubrey con la boca llena de carne. Se limpió el labio—.
Mmm. Está muy bueno. Tan jugoso. Mmm, mmm. —Se lamió los labios.
Su burlona imitación porno fue suficiente para que él la perdonara. Sus ojos se
abrieron.
—Maldita sea. Creo que me estoy sonrojando. —Jay era el tipo de persona como
un gran oso de peluche, y mientras sus mejillas normalmente tenían un tinte de color
rosa de todos modos, no estaba mintiendo. Estaban llenas de manchas rojas.
Aubrey se echó a reír.
—Eres mala —le dije.
32
—No, no, está bien —dijo Jay, antes de darnos un guiño y continuar por las
escaleras hasta donde estaba sentado.
—Tengo una confesión que hacer antes de que Ethan vuelva —dijo Aubrey,
inclinándose más cerca para que nadie que nos rodeara la escuchase.
Por alguna razón, mi corazón empezó a acelerarse. ¿Sabía algo? ¿Sospechaba que
mi pasado con Heath no era platónico? Ethan estaba trabajando en una mesa vendiendo
ropa de espíritu escolar para el gobierno estudiantil.
Estaba libre el segundo cuarto y estaría sentado con nosotras.
—¿Qué? —le pregunté.
—Me enrollé con Colton anoche.
Me quedé boquiabierta.
—¿Qué? —Totalmente no era lo que esperaba que dijera—. Realmente pensé que
no te gustaba.
—No lo hace. Pero estaba borracha y me sentía sola y él fue persistente. Acabé
cediendo.
Lo había hecho en el pasado, y sabía que cada vez que lo hacía, lo lamentaba.
Aubrey escondía sus sentimientos detrás de su sarcasmo, pero la verdad era que era
extremadamente vulnerable. Quería a alguien que se preocupase por ella, y no sabía por
qué ansiaba eso tan desesperadamente. Había crecido con unos padres estupendos, una
vida familiar totalmente normal, había sido popular en la secundaria. No entendía por
qué se sentía como que tenía que demostrar su valía. Pero no iba a contribuir a que se
sintiera mal por ello. Sólo le di un codazo.
—¿Fue bueno? —le pregunté, levantando las cejas arriba y abajo antes de tomar
otro sorbo de mi café enfriándose rápidamente.
—No. Él era virgen.
Una mueca de dolor salió antes de que pudiera detenerla.
—Oh, Dios mío. —Nunca lo había hecho con alguien virgen y estaba bastante
segura de que no quería experimentarlo—. Pero debía de tener alguna idea de... otras
cosas. —El hecho de que no hubiera tenido sexo, en realidad no significaba que no
hubiera tenido en algún tiempo de juegos previos.
—No. No, no la tenía. —Aubrey negó—. En serio, necesito reevaluar mi vida. ¿Por
qué estoy perdiendo el tiempo haciendo cosas como ésta? Porque eso es lo que es: sólo
una gran pérdida de tiempo y de mi vagina.
Quería animarla a no ser tan espontánea, pero no quería correr el riesgo de sonar
como si estuviera siendo crítica. Sólo sabía que nunca se sentía muy bien al respecto
después, sin importar lo indiferente actuara. Así que elegí mis palabras con cuidado.
33
—Creo que virgen o no, es probable que no haya sido sexo increíble cuando ni
siquiera te gusta el chico.
Pero Aubrey se encogió de hombros.
—No lo sé. Realmente como que odio a Andrew y sin embargo cuando estamos
desnudos funciona muy bien.
—No entiendo eso. —No lo hacía. Mi experiencia se limitaba a un tiempo con
Heath y luego con Ethan—. Pero no tengo que hacerlo. Tienes que estar segura de lo
que estás haciendo, ¿sabes lo que quiero decir?
—Te mantendré informada —dijo ella, tratando de alcanzar mi café—. ¿Por qué
no me compro un café? Me estoy congelando. —Entonces hizo una mueca cuando tomó
un sorbo—. Asqueroso. Está frío.
—Eso es porque hace mucho frío aquí afuera —le dije con una sonrisa.
Ryan y Carl, chicos que conocía como compañeros estudiantes de negocios,
querían pasar delante de nosotras en las gradas y Ryan hizo un gran espectáculo de
pegar su trasero a la cara de Aubrey. Ella le golpeó. Fuerte.
Él se sentó encima ella.
—¡Ay! —gritó ella, apartando la mirada—. Quita tu mierda de mí.
Pero él no le hizo caso y se acomodó en su regazo, como si fuera totalmente
normal.
—Así que… Caitlyn, ¿tú e Ethan están comprometidos? —preguntó.
Asentí.
—Felicidades. Eso es importante. Eso es como, la edad adulta. Una boda y una
mierda. Maldita sea.
Tal vez era el hecho de que sonaba como un tarado total, o tal vez sólo estaba
escuchando las palabras en alto, pero por alguna razón sentí un poco en pánico. Era
importante. Él estaba en lo correcto. Ethan pidiéndome que me casara con él no había
hecho que mis pensamientos saltaran inmediatamente a una boda real. Como un vestido
y un pastel, una recepción y una ducha y todo eso. Estaba emocionada porque era el
máximo compromiso. Ethan me deseaba. Me había escogido sobre cualquier otra chica
con la que hubiera salido nunca.
Era como marcar la casilla del resto de mi vida. Hecho.
Eso había parecido fantástico, exactamente lo que quería.
Pero, ¿una boda? De repente parecía... intenso. Real.
—Gracias. —Carl había logrado meterse en un lugar en el banco a mi derecha, que
no era lo suficientemente grande para su cuerpo de jugador de hockey—. Carl, Ethan se 34
acerca para sentarse con nosotros. Estás en su lugar.
—No puedes guardar asientos —dijo él suavemente, no pareciendo que le
importase, mientras se ajustaba su gorro de lana.
Movió uno de sus incisivos como un niño de seis años con un diente flojo.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté a pesar de mi buen juicio.
—Tengo un diente flojo. Golpe en la boca, en el entrenamiento.
Los peligros del hockey.
—Entonces no lo toques. Lo dejarás peor. —Mi teléfono sonó en mi bolsillo.
Cuando lo saqué vi que Ethan me había enviado mensajes de texto pidiéndome
que fuera a su encuentro en el puesto de comida. Tengo algo para ti.
Eso era emocionante. Ethan era bueno en la entrega de regalos. Me imaginé una
magdalena o una flor. Me levanté y empujé a Ryan pasándolo.
—Toma mi asiento. Voy a encontrarme con Ethan en un minuto.
—Van a enrollarse bajo las gradas, ¿no es así? —preguntó Carl.
—¿Qué? ¿Acaso tenemos, quince? —dijo Aubrey—. No van a enrollarse. —Me dio
una mirada—. ¿No es así?
—Por supuesto que no. —Hacerlo en público no era lo mío.
Ryan se deslizó hacia abajo en mi asiento cuando llegué a la escalera.
—Oh, gracias a Dios —dijo Aubrey—. No puedo sentir mis piernas.
—Vuelvo enseguida. —Bajé por las escaleras y me abrí camino a través de las
gradas hacia abajo al puesto de comida. Vi a Ethan caminando con su chaqueta de nylon
frente a la cola de perritos calientes.
—Hey —dije, dándole una sonrisa.
Él no me devolvió la sonrisa. Me tomó de la mano y me llevó a un lado del
edificio, lejos de todo el mundo de pie en la fila.
Se me apretó el estómago.
—¿Qué pasa?
Sacó una bolsa de plástico de farmacia de su chaqueta y me la entregó.
—Aquí, mete esto en tu bolsillo.
—¿Qué es? —Lo tomé y miré hacia abajo. Había una pequeña caja dentro de la
bolsa que pude ver.
Inclinándose hacia mi oído derecho, murmuró:
—La píldora anticonceptiva de emergencia. Ve al baño y tómatela. De esta forma
35
sabremos que todo está bien.
La metí dentro de mi chaqueta inmediatamente, con miedo de que alguien la
hubiera visto, a pesar de que era imposible saber lo que era a través del plástico. Mi cara
se puso caliente.
—¿Crees que tengo que hacer eso? Tú no... —¿Por qué demonios nunca podía
decir “venirte” en voz alta? Pero no era Aubrey. No podía hablar de sexo de forma
casual.
—Las posibilidades son menos. Pero hay esperma en el líquido pre-seminal. Es
una posibilidad.
Extraño.
Pero entonces Ethan metió mi cabelló detrás de mi oreja.
—Lo siento, cariño. Bebí demasiado, pero esa no es excusa. Creo que es mejor
tomar la píldora y no tener que insistir en ello, y te prometo que nunca sucederá de
nuevo.
No podía culparlo por eso. Se había detenido tan pronto como yo se lo había
pedido y sabía por qué había sido tan agresivo. Y ahora, como era de esperar, Ethan
estaba tratando de compensarme por ello. Estaba cuidándome.
—Está bien —le dije, dándole un rápido beso—. Tal vez debería ver un mejor
control de la natalidad.
—Sólo si quieres. No quiero que hagas nada con lo que no te sientas cómoda.
Puedo controlarme mejor.
¿Ves? Perfecto.
Fui al baño y me tomé la pastilla.
—¿H as encontrado
sobresaltándome.
tu teléfono? ―preguntó
teléfono.
―Sí, gracias. Estaba en la acera. ―Entonces corrí a mi cuarto. Era mi primer año
viviendo en la casa de la hermandad. Mi primer y segundo año había estado en la
residencia. Lo que me gustaba de la casa era que cada habitación era individual, así que
tenía un poco de intimidad, pero siempre había chicas alrededor acompañándome o
pasando el rato. La habitación de Aubrey estaba bajando el pasillo. No estaba segura de
si se encontraba ahí o no, pero no quería hablar con ella. Cerré la puerta de mi
habitación y la bloqueé suavemente.
El pedazo de papel estaba arrugado en mi palma sudorosa y lo solté, estudiándolo 38
mientras descansaba allí. No le debería escribir un mensaje de texto. Sin embargo, no
podía dejar de preguntarme lo que quería. Dónde había estado. Lo que pensaba que yo
había hecho. Me puse el pantalón del pijama y paseé por mi habitación un total de tres
minutos antes de ceder.
Metí el número de Heath en mi teléfono. Luego, cuando vi su nombre mirándome
como un contacto nuevo, me di cuenta de que no podía usar su verdadero nombre. ¿Y si
me enviaba un mensaje y Ethan lo veía? Tendría preguntas. Esas para las que no tenía
respuestas. Pero se sentía tan mal ocultarle algo a mi novio. Sin embargo, sentía como si
no tuviera otra opción. No podía arriesgarme a perder a Ethan.
Pero entonces racionalicé, no estaba haciendo nada malo. Heath era mi hermano
de acogida. Me preocupaba por él. Era perfectamente razonable para mí establecer
contacto con él de nuevo. Ethan entendería eso. Es mejor ser honesta que después me
pillasen. No era como si Heath y yo fuéramos a cruzar una línea, ni nada. Estaba con
Ethan. Al parecer, él estaba con Darla. No habíamos hablado en cuatro años.
Sintiéndome mejor porque lo que estaba haciendo no era del todo una mierda, le
envié un mensaje a Heath.
Soy Cat.
Hola Cat. Encuéntrate conmigo en la taberna a las diez.
Oh, infiernos no. Tanto como quería verlo cara a cara, eso era solo un gran y gordo
no. Por muchas, muchas razones. Primero, porque no había manera de explicarle a mi
novio por qué iba a salir sola un sábado por la noche para encontrarme con Heath en un
garito justo al lado del campus. Segundo, porque Heath tenía mucho coraje haciendo
cualquier tipo de demandas. Y de eso no tenía duda. Era una orden, lo cual era un
problema para mí. Ni una palabra en cuatro años, ¿y de repente todo es encontrémonos
aquí?
Aja. No lo hare.
No puedo. ¿Dónde has estado los últimos cuatro años? En serio.
Marines. Afganistán.
Oh. Bueno, eso tenía sentido. Era una manera lógica de salir de Vinalhaven. ¿Pero
por qué se fue sin decírmelo?
¿Qué crees que hice? ¿De qué estabas hablando antes?
No importa. Estaba equivocado. ¿Puedes encontrarte conmigo mañana?
Insegura, no le respondí. Mi habitación olía a leche agria por alguna razón
desconocida, y me moví alrededor agitada, buscando la fuente del olor. Debí de haber
dejado un recipiente de comida en alguna parte. Arranqué de nuevo la ropa de cama,
revolví la basura, arrastrando con mis pies a un lado los papeles en mi escritorio. Nada. 39
Frustrada, rocíe ambientador e ignoré mi teléfono. Sonó por un nuevo mensaje.
Maldita sea.
Quiero hablar contigo, por favor. Solo una vez y luego te dejaré en paz.
No pude resistirme a eso. ¿Cómo podría resistirme a eso?
Y ¿de verdad quería que me dejara en paz? No estaba segura de que lo quisiera.
Está bien. ¿A las dos?
Claro. ¿Qué hay de mi casa? Te echo de menos.
Me senté fuerte sobre mi cama. Lágrimas vinieron a mis ojos. No era justo. No era
justo de su parte hacerme eso. No me echaba de menos. O habría oído algo de él. Y
ahora simplemente quería pasear en el campus, ¿y hacer qué? ¿Joder mi vida?
No me siento bien. Me voy a la cama.
Estaba de malhumor. Me encontraba evitando responder. Porque también le había
echado de menos, pero maldita sea, estaba enfadada con él. Debería saberlo.
Quería que trabajase por ello. Podía admitirlo. Quería que me convenciera de la
verdad. Ethan. Ethan fue muy paciente y siempre dispuesto a acercarse a mí desde
diferentes ángulos hasta que cedí.
Pero Heath no era Ethan.
No iba a jugar juegos. O dejarme ser pasiva-agresiva.
Buenas noches.
Eso fue todo. Nada más.
No era lo que quería.
Recostada, abracé mi almohada y lloré, porque no quería sentir nada por él nunca
más, pero no quería dejar ir la enormidad de lo que había significado para mí.
—¿Por qué se ha ido Heath? —Le exigí a mi padre esa tarde cuando me di cuenta
de que se había ido y no tenía manera de contactar con él.
Estábamos en la cocina, una habitación destartalada de gabinetes de sesenta años
de edad y aparatos casi igualmente antiguos. La cortina de la ventana había estado allí
cuando mis padres se habían mudado en los años ochenta, y era de color amarillo con
racimos de uvas en ella. Era como todo en nuestra casa, descolorido. Papá me había
pedido que le preparara algo para comer. Estaba golpeando alrededor del pan, la
mostaza, el queso. En ese momento todavía estaba enfadada. No aceptaba la herida, el
dolor. La soledad.
—Cat, cumplió dieciocho años. Tiene la edad para salir del hogar de acogida. Le 40
estaba permitido salir cuando quisiera.
Papá estaba apoyado contra el mostrador, utilizando el hueco de su codo en el
brazo malo para sostener una lata de cerveza. Con su mano buena abrió la lata.
—No se habría marchado sin decírmelo, a menos que tuviera una razón —insistí.
Llevaba un bikini y pantalones cortos porque Heath y yo teníamos planes de salir en el
barco de pesca. Teníamos planes. No se iría. Extendí rápidamente la mostaza sobre el
pan.
Uno de nuestros nuevos acogidos, Tiffany, llegó vagando, masticando las puntas de
su cabello.
—¿Es para mí?
—No. Hazte tu propio sándwich —dije, maleducadamente.
—Caitlyn. —Mi padre me frunció el ceño.
Al instante sentí lágrimas en mis ojos. Tiffany era pequeña y desnutrida, y estaba
bastante segura de que en alguna parte de su historia había sido objeto de abusos, porque
si te movías rápidamente a su alrededor se estremecía. Tenía unos doce años y tenía
grandes ojos marrones. De todas las personas, no podía descargar mi ira sobre ella.
—Lo siento.
—Está bien. —Vino hacia mí, pero le dio a mi padre un gran rodeo—. ¿Puedo
tener un pedazo de queso?
—Por supuesto. —Puse el queso sobre una rebanada de pan y se lo di. Salió de la
habitación de nuevo, mordiéndolo.
Dejé el cuchillo y me incliné, sintiendo de repente como si no pudiera respirar.
—Papá... —Me salió un sollozo ahogado.
—Eh. —Se acercó y puso su cerveza en la mesa, y luego colocó su brazo alrededor
de mí—. Nena, no pasa nada. Algún día, te alegrarás de que se fuera. No hoy. No
mañana. Pero en algún momento cuando estés viviendo una buena vida con un buen
tipo, reconocerás que te hizo un favor.
Me burlé, secando mis ojos en su camiseta.
—De ninguna manera.
—Los tipos como él son emocionalmente inestables. Te absorben y no te dejan ir y
confía en mí, no quieres vivir de esa manera.
—¿Qué sabes al respecto?
—Me casé con tu madre. Eso es lo que sé de eso. —Su voz era ronca—. La amo. Y
nunca podré dejarla. Pero nunca me amará de la forma en que necesito.
41
Nunca había hablado acerca de mi madre antes. No así.
Me quedé inmóvil, sin saber qué decir. Besó la parte superior de mi cabeza.
—Nena, hay un futuro mejor por ahí para ti. Solo tienes que ser lo suficientemente
valiente como para tomarlo.
Fue un gran consejo.
Deseaba, recostada en mi pequeña habitación en la casa de la hermandad, poder
pedirle un consejo nuevo. Eso me pondría a llorar contra su camisa.
Pero no podía.
Porque mi padre estaba muerto.
Se me ocurrió el domingo que Heath tenía que saber que mi padre había muerto.
No me preguntó por él. Solo por mi madre. Él había sido lo suficientemente cercano a
mi padre, le había gustado de verdad. Mi padre se sentía de la misma manera acerca de
él, a pesar del consejo que me dio. Le gustaba Heath lo suficiente como persona, solo
que no necesariamente quería a Heath con su hija.
Así que Heath hubiera preguntado, estaba segura de ello, si pensaba que mi padre
estaba vivo. Debe saber que dieciocho meses antes, mi papá tuvo un ataque al corazón.
La pregunta era cómo.
Dormí hasta tarde, mi cabeza aún palpitando, cuando me desperté, mis senos
hinchados. No podría siquiera haberme despertado cuando lo hice si Ethan no hubiera
llamado. Tuvimos una conversación de cinco minutos aturdida donde dije muchos “Aja”
y bostecé varias veces.
—Bebé, vuelve a dormir —dijo finalmente, sonando divertido—. Te llamaré más
tarde.
—No, está bien —protesté, tratando de incorporarme. Tenía agua en alguna
parte—. Es casi mediodía. Tengo que levantarme.
—¿Qué vas a hacer hoy?
Mierda. Solo encontrarme con mi ex novio en su apartamento.
—Nada, solo estudiar. Tengo ese examen parcial de economía esta semana. —
Bostecé de nuevo.
—Suenas tan linda y somnolienta que quiero besar tu cara.
—Me veo como mierda. Creo que estoy agarrando un resfriado.
—Aw, eso apesta. Entonces, ¿quieres saltarte la cena con mis padres? Simplemente
42
puedo ir a tu habitación y podemos pasar el rato esta noche.
Cierto. Cena con sus padres para decirles acerca de nuestro compromiso. No estaba
para eso.
—Sí, quizás eso estaría mejor el próximo fin de semana. No quiero verme toda
sombría cuando les estamos contando nuestra buena noticia.
Se echó a reír.
—Probablemente no sea algo que les infunda confianza, no. Está bien, llamaré a
mi mamá.
—Lo siento. —Me apoyé contra mi pared, sintiéndome culpable.
—No te preocupes por eso. No puedes medir cuando agarrar un virus. Te llamaré
más tarde. No puedo esperar a verte a ti y a mi anillo en tu dedo.
Con aire ausente, miré hacia abajo a mi dedo. Demonios, ¿dónde estaba el anillo?
Me lo había quitado la noche anterior, preocupada de que pudiera salir mientras dormía,
pero ahora no podía recordar dónde lo había dejado.
Mirando a mí alrededor, lo vi sobre mi mesita de noche. Gracias a Dios. Suspiré.
—No puedo esperar a verte —dije, con la voz ronca.
Después de colgar, encontré mi botella de agua y tomé la mitad de ella. Luego
llamé a Tiffany. Ese septiembre, después de que Heath se fuera, ella y yo desarrollamos
una amistad tranquila. Ambas estábamos magulladas emocionalmente y me sentía
culpable por descargarlo sobre ella. Inspiraba protección en mí, y había sido humillante
darme cuenta de que mientras no tenía una vida perfecta, todavía tenía una muy buena
en comparación con un montón de niños, incluida Tiffany. Había rebotado de una
situación de mierda a otra después de haber sido abandonada por su madre.
Se había quedado con nosotros dieciocho meses hasta que su abuela solicitó la
custodia y durante ese tiempo nos acercamos lo suficiente para mantener el contacto.
Todavía tenía solo diecisiete años, pero era sabia para su edad.
Y era la única persona con quién estaba en contacto que sabía la verdad sobre mi
pasado.
—¿Adivina a quién he visto? —le pregunté después de que intercambiásemos
saludos.
—Beyonce.
—¿Beyonce? No. —Puse los ojos en blanco. Porque Beyonce estaría pasando el
rato en Orono, Maine—. Heath.
—¿Qué? ¿Dónde le has visto?
43
—En el Baile de Bienvenida de la fraternidad. —Omití toda la cosa de la propuesta
de matrimonio por el momento. Ese era un tema completamente diferente.
—Eso es totalmente casual. ¿Ha dicho que estuvo en la Marina?
—Sí. Me voy a encontrar con él más tarde.
Hizo una pausa.
—¿Estás segura de que quieres hacer eso?
No.
—Sí. ¿Por qué, no crees que deba hacerlo?
—Todo lo que sé es que solo estuve viviendo con ustedes durante tres semanas,
mientras que él todavía estaba ahí y en esas tres semanas, dos de las cuales ni siquiera
sabías que nadie más existía. Estaban obsesionados el uno con el otro. Como,
probablemente ni siquiera era saludable.
Fruncí el ceño.
—No diría eso. Éramos amigos. Teníamos una conexión.
—Fue un poco loco, tienes que admitirlo.
Estaba ofendida.
—No voy a admitir eso. Y pasas mucho tiempo en Tumblr. Pierdes el discurso
acortando las palabras.
—Lo que sea.
—Así que, ¿puedes hurgar un poco y ver lo que puedes averiguar acerca de Heath
ahora que no está en la Marina? —Tiffany era un prodigio con el ordenador. Podía
andar a través del laberinto de las redes sociales y los registros públicos y encontrar
cualquier cosa de cualquiera.
—Podría. O simplemente podrías preguntárselo. Quiero decir, vas a verlo, ¿no? Te
conozco.
—Sí, le voy a ver. Pero no quiero entrometerme.
—¿Prefieres espiar?
¿Por qué estaba haciendo esto tan difícil?
—Mira, no tienes que hacerlo si no quieres —dije en un tono malcriado e
inmediatamente me arrepentí.
Suspiró.
—No quiero, porque no quiero que eches a perder tu relación con Ethan. Pero lo
haré, porque sé que quieres que lo haga.
44
—Gracias, Tiff. No te preocupes, ¿de acuerdo? Solo necesito un cierre. Nunca tuve
eso. —Por eso es que me encontraría con Heath. Para obtener respuestas y para decirle
adiós. Para tener la oportunidad de decir lo que me había negado cuatro años atrás.
—Está bien. Ya entiendo. Desenterraré todo lo que pueda encontrar.
—¿Cuándo vienes a Orono a visitarme? —pregunté como siempre lo hacía cuando
hablábamos.
—Nunca —respondió como siempre lo hacía—. Sabes que voy a vivir y morir en
Vinalhaven.
—No tienes que hacerlo. Solo si quieres.
—Lo quiero.
No estaba segura de creerle, pero era terca.
—¿Cómo está tu abuela?
Tiffany era responsable de cuidar de la casa y de su abuela, quién tenía enfisema.
Siempre pensé que era un poco sospechoso que durante años Tiffany hubiera estado en
hogares de acogida y su abuela nunca hubiera pedido la custodia, pero cuando Tiff tenía
catorce años y era capaz, y su abuela necesitaba oxígeno, de repente la quería a su
alrededor. Parecía muy egoísta y mierda para mí, pero Tiffany decidió creer que su
abuela tuvo un cambio de parecer y la extrañaba, y yo no iba a quitarle eso.
Pero me molestaba que sus opciones de vida fueran limitadas porque se sentía
encadenada a ese pedazo de roca en el que había crecido.
—Mi abuela está bien. Ya lo sabes.
—Sí. Lo sé. —Eso era todo lo que podía decir de mi madre. Ella estaba bien—. ¿Así
que algún chico guapo que te interese?
—Puedo estar interesada, pero no es correspondido. Los chicos no se mueren por
hablar conmigo, Cat, y si lo hacen, son patrañas. Parece que tengo doce años.
Lo hacía. No había como negarlo. Tiff había estado malnutrida la mayor parte de
su vida y si era eso o solo la genética, ni siquiera tenía metro y medio de altura y tenía
un aspecto de duendecillo.
—La magia está en el maquillaje —dije—. Me ha llevado de la Cat loca a la Cat
confiable.
—Si me pongo maquillaje, parezco una puta de escuela media. O una niña que ha
cogido el maquillaje de su madre. —Sin embargo, no parecía particularmente molesta—.
Estoy esperando un brote de crecimiento masivo. Sigo pensando que va a pasar.
—Estoy segura de que así será. Bebe tu leche. Está llena de hormonas de
crecimiento.
Se echó a reír. 45
—Es verdad. Bueno, llámame después de que te encuentres con el desaparecido
alto y oscuro.
Puse los ojos en blanco.
—Eres graciosa, ¿lo sabías? Linda y divertida. Te quiero, hablaré contigo más
tarde.
—Adiós, Cat. Mantente fuera de las calles.
Tiffany nunca podía decirme que me amaba. Era su creencia personal de que si se
lo decía a alguien, desaparecería. Lo cual, teniendo en cuenta lo que me sucedió, debería
ser mi creencia personal también. Pero era más optimista, de que había una explicación
para todo. Esa gente no era tan egoísta como lo parecía ser.
Me di una ducha y revisé mi teléfono un centenar de veces. No quería ser la que se
pusiera en contacto con Heath primero. Debería enviarme un mensaje primero para
confirmar nuestra reunión. No quería enviar un mensaje y tener que hacer esa cosa de la
dirección. Simplemente entonces parecería como que estaba ansiosa. Lo cuál era
ridículo. Pero así es cómo me sentía, racional o no.
Afortunadamente me envió un mensaje con su dirección mientras me estaba
secando el cabello. Sabía que era arriesgado encontrarme con él sola, en su casa. Pero no
quería tener una conversación privada, potencialmente emocional con él delante de un
montón de gente al azar en la cafetería o donde sea. Seríamos interrumpidos si nos
topábamos con alguien que conocía y era muy posible que alguien le dijera algo a Ethan.
Pero más que nada, no quería llorar en público.
Porque estaba bastante segura de que lo haría en algún momento.
Mientras caminaba hasta el lugar donde Heath estaba viviendo, estaba enferma del
estómago por los nervios. No había sido capaz de comer nada porque estaba muy tensa y
el café se sentía como que estaba cuajando en mis entrañas. Había arreglado un poco mi
cabello durante media hora y me había puesto maquillaje, solo para terminar
quitándome la sombra de ojos. No estaba tratando de impresionarlo. Alcé mi cabello
recogiéndolo en un moño desordenado y me vestí pantalones vaqueros, un jersey básico
y botas. Era domingo. Esforzarme un domingo, parecía como que lo estaba intentando
demasiado duro.
Mis palmas estaban húmedas en mis guantes y no estaba segura de lo que iba a
salir de mi boca, pero en el segundo en que Heath abrió la puerta y me dio una pequeña
sonrisa, me olvidé de estar nerviosa.
—Hola —dije.
—Hola. —Abrió la puerta ampliamente y me dio una mirada sincera—. Cat,
46
gracias por venir. En serio.
Pasé junto a él, curiosa por ver donde vivía. Era un estudio en una casa vieja y casi
no tenía muebles. Solo un sofá futón que tenía mantas sobre él como si durmiera allí, y
una silla desvencijada en la esquina. No tenía televisión. Una maleta entreabierta, ropa
desparramándose hacia afuera. La pequeña cocina estaba mayormente vacía. Era frío.
Triste. No había nada acogedor en ello, pero pensé que se acababa de mudar. No iba a
colgar las fotos enmarcadas al primer día.
—¿Cuándo saliste de la Marina? —pregunté, quitándome los guantes y
quedándome en medio de la habitación.
—Hace un año. Me quedé en Afganistán trabajando para un contratista privado y
reuní un montón de dinero. Acabo de volver hace unas semanas.
Así que tenía algo de dinero ahorrado. Eso era bueno. Me preocupaba. Lo cual era
ridículo. No necesitaba o no quería que me preocupase por él.
—Suena... aterrador.
Se encogió de hombros.
—Sí. A veces. Pero la cuenta bancaria se ve bien. Valió la pena.
—No si te hubieran matado.
Heath cruzó sus brazos sobre su pecho. Llevaba una camiseta de marines y
pantalones vaqueros con un desgarro en la rodilla. Definitivamente era más musculoso
de lo que había sido a los dieciocho años.
—¿Y a quién le hubiera importado una mierda si hubiera muerto?
La ira se apoderó de mí.
—¡Sabes que me importaría si murieras! ¿Cómo puedes decir eso? —La emoción de
los últimos dos días hirvió y otra vez lancé los guantes hacia él. Rebotaron en su pecho y
cayeron al suelo.
Levantó sus cejas.
—Bueno, no has cambiado, a pesar de tu cambio de imagen en la hermandad.
Me costaba respirar y sabía que tenía razón. Cat la luchadora, que corría por toda
la isla descalza, aún hervía a fuego lento bajo la superficie. No me sorprendió que tarde
sesenta segundos en sacarla.
—No pongas esto sobre mí. Te fuiste. Estuvimos juntos... —Mi voz se quebró—. Y
solo jodidamente te fuiste, sin decir una palabra. ¿Sabes cuántas noches pasé
preguntándome y preocupándome por ti? Estaba segura de que estabas muerto y que
nunca sabría lo que había sucedido. Así que no te quedes ahí parado jodidamente como
si nada y actúes como si no me importaría si vivías o morías. 47
—Así que, ¿lo que estás diciendo es que te habría importado si me moría? —Vino
hacia mí, su zancada lenta, determinada. Sus ojos se habían oscurecido.
Oh, mierda. Mi enojo se evaporó. Conocía esa mirada. Era una mirada que no
podía pasar. Luché contra el impulso de dar un paso atrás.
—Sabes que lo haría. No lo diré una vez más.
Me había alcanzado y estaba tan cerca que su pecho rozaba mis brazos doblados
por los codos, sus caderas golpeaban las mías. Inclinó su cabeza, y sus ojos eran del azul
tormentoso que tan bien recordaba, al igual que intensos y convincentes como lo habían
sido siempre. Ahora, tenía un tatuaje en su bíceps, llamas con algo en el medio que no
podía ver porque estaba justo encima de mí.
—Esa es mi chica —murmuró—. Justo como la recuerdo. Por cierto, estás
hermosa. —La parte de atrás de sus nudillos bajó a lo largo de mi mejilla—. Me gustas
sin maquillaje.
Oh, Dios. Sentí las lágrimas antes de lo que nunca hubiera imaginado que
aparecerían. Llenaron mis ojos, desdibujando mi visión de su hermoso rostro. El dolor
de su desaparición era abrumador. Hizo que me estremeciera, rindiéndome. No podía
luchar contra él. Había sido mi todo por un tiempo, y mi cuerpo, mi corazón lo ansiaba
solo por un breve instante fugaz.
—Te he echado de menos —dijo, atrayéndome a sus brazos.
Decir que también le había echado de menos, era el eufemismo del siglo, una
inadecuación débil de lo que habían sido los últimos cuatro años. “Te he echado de
menos” nunca podría describir el dolor que había pasado, la desesperada necesidad de
despertar y ver su sonrisa de nuevo, oír su risa, hacer que se burle de mí y me persiga
abajo sobre las rocas.
Así que mantuve mis brazos cruzados, entre nosotros, pero dejé que mi frente
descansará en su pecho, permitiéndome respirarlo.
—¿Por qué te fuiste? —susurré.
—No quería. Créeme, no quería. —Su aliento era cálido en mi sien, sus brazos
fuertes y cálidos a mí alrededor—. Pero servicios sociales estaba planeando examinar la
denuncia de violación de menores en contra mía. Oyeron que estaba teniendo una
relación inapropiada contigo.
Me quedé helada.
—¿Qué? ¿Hablas en serio?
—Sí. Así que me fui y lo dejaron pasar. No quería hacerte pasar por el
interrogatorio, el examen físico, todo eso. Pensé que merecías algo mejor y parece que
tenía razón. —Se echó hacia atrás y descruzó mis brazos, entrelazando sus dedos con los 48
míos. Levantó mi mano izquierda, estudiando el anillo de compromiso de Ethan—.
Estoy feliz por ti. Realmente lo estoy. Pero lo siento por mí. Y estoy un poco enfadado,
incluso si no quieres escuchar eso.
Mi garganta estaba tensa y sentí su tristeza tan profunda como la mía. Podríamos
haber estado juntos. Deberíamos haber estado juntos.
—Te quería a ti —dije—. Y a la mierda a cualquiera que pensaba que tenía
derecho a intervenir.
Bajó mis manos, aún entrelazadas con las suyas.
—Querer y necesitar son dos cosas diferentes.
Heath se apartó y de inmediato sentí la pérdida de su presencia. No quería que me
soltase tan rápido.
—Has encontrado al Sr. Perfecto —dijo, y su tono no era agradable.
Era una conversación que nunca necesitábamos tener.
—No voy a hablar de él.
—A veces en mi litera me imaginaba que me esperabas. Que teníamos algo lo
suficientemente especial como para que durase a través de una separación. —Me dio
una sonrisa—. Oye, por lo menos era bueno para pajas, si no otra cosa.
Mi boca cayó.
—Encantador. Realmente encantador. No pongas esto sobre mí. Eres el único que
se fue. Podrías haberte tomado tres minutos para decirme lo que estaba pasando. Podrías
haberte puesto en contacto conmigo en algún momento en cuatro años. Ya sabes, como
un mensaje de texto o un mensaje instantáneo, o algo. Cualquier cosa. Y estabas con una
chica la otra noche, por lo que parece que seguiste con tu vida tu solo.
—Ella no significa nada para mí. Apenas la conozco.
—¿Y eso se supone que lo mejora?
—Sí. —Se encogió de hombros—. No te he traicionado enamorándome de otra.
Oh, no, no lo hizo. Tenía un montón de maldita osadía.
—No te he traicionado. ¡Elegiste no existir en mi vida! ¿Qué se supone que debía
hacer? ¿Permanecer célibe por el resto de mi vida? ¿Convertirme en una monja que
oraba en el santuario dedicado a Heath? —Me agaché y tomé mis guantes del suelo—.
Me voy. No necesito esta mierda.
Mi cabello se estaba escapando de mi moño y me irritó con el estirón de su peso al
caer, extendí mi mano y lo estire todo, soltándose sobre los hombros. Fue un error. Me
dio esa mirada. Una que hizo debilitar mis rodillas y humedecerme entre mis muslos.
Era una ardiente, intensa, mirada consumida por el deseo, lujuria, e incluso amor. 49
—Eres aún más sexy ahora de lo que lo eras a los diecisiete años.
—¡No! —dije, con voz temblorosa—. Simplemente no lo hagas. Por favor.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de mí, Cat? ¿O tienes miedo de tus sentimientos?
De mí. No había duda de ello.
—Tal vez tienes miedo de no pertenecer a ese mundo perfecto más que yo.
Pero eso era llevar las cosas demasiado lejos. Me hizo sentir a la defensiva. No
tenía que ser la pobre niña. Era inteligente, había conseguido una beca para la
Universidad de Maine, tenía el mismo derecho a estar allí que todos los demás
estudiantes que caminaban por el campus.
—Parece que estoy encajando bien —dije. Moviéndome hacia la puerta—. Tal vez
lo harías también si no tuvieras una gran mierda de este tipo sobre tu hombro. —Giré el
pomo de la puerta y salí al pasillo.
—¿Estás huyendo? ¿Regresas junto al niño bonito? Dime, ¿es un buen polvo? ¿Te
hace gritar cuando te corres?
Hice una pausa, la furia haciéndome hablar. No podía creer que dijera eso, que
fuera tan crudo. Que hubiera cogido un momento hermoso de mi vida y hecho que
pareciera tan patético, tan vil.
—Vete a la mierda, Heath.
Con eso, me fui.
Sin estar satisfecha con ser la que se iba. Pero era mucho mejor que ser la que se
quedaba.
50
Capítulo 6
L e envié un mensaje a Ethan diciéndole que me sentía mejor y que quería ir a
cenar con sus padres si ellos aún estaban libres. Estaba enfadada y sentía que
tenía que probar algo. No iba a permanecer sentada en mi cuarto y sentirme mal. Iba ir a
cenar con los padres de mi prometido, un abogado y una psiquiatra respectivamente.
Gente profesional que nunca me habían hecho sentir como una usurpadora en su
mundo. Así que ese era el motivo, solo ese.
Pero antes de que fuera a la cena tenía que ir a mi armario, y alcanzar el estante de
arriba y bajar una caja que había decorado en mi desviada fase de manualidades en mi
primer año. Había puesto papel decorado en todos sus lados, solo los bordes estaban
limpios y no los había tapado correctamente, varios bordes se estaban descascarando. El
listón que había puesto alrededor de la parte inferior estaba arrugado. Dentro había
papeles importantes, recuerdos de la niñez, incluyendo la primera y única fotografía de
Heath y mía que existía.
Saqué la bolsa de sándwich en la que la había guardado para que no se rayara ni se
51
expusiera a la humedad. Mi ira se disipó y corrí mis dedos a través de la desgastada
imagen. Había sido tomada el día en que Heath me había dado mi primer orgasmo a
manos distintas de las mías. Habíamos salido en el bote de pesca en el que había estado
trabajando a medio tiempo. Lo habíamos pedido “prestado” usando sus palabras, aunque
dudo que su jefe lo describiera de la misma manera.
Toda la tarde habíamos conducido alrededor de la isla, mayormente flotando para
que no existiera una notable baja en el combustible. Estaba escandalizada porque a
Heath no le importara y le seguía preguntando si lo despedirían si nos atrapaban.
Pero él simplemente sonrió y dijo:
—Cat, nada es un secreto aquí, lo sabes. Claro que nos atraparan. Ya nos han
atrapado.
Miré alrededor y me di cuenta que tenía razón. Había otros botes en el agua. Y en
todos ellos había ojos. También había ojos en la playa, y en el ferri de Rockland. Los
pescadores conocían los botes de cada uno solo al verlos y sabrían que Heath no era el
dueño de este. La gente hablaría y su jefe lo sabría.
—Estás loco —le dije—. Necesitas este trabajo.
—Necesito más estar a solas contigo.
A los dieciséis me derretí con eso, y cuando él me acercó a su lado en el banco y
encontró su camino bajo mi falda mientras me besaba, me encontré estupefacta ante lo
increíble que se sentía, cuán viva podía hacerme sentir, cuán real, cercano y brillante
parecía todo. El sol estaba brillando, el aire estaba cálido y con sabor a mar, y cuando me
rompí bajo su toque, lloré porque le amaba tanto y todo se sentía tan hermoso, tan
correcto.
Nos hizo una foto con su teléfono, una toma granulada de mí sonriéndole a la
cámara, con el aire soplando alrededor de mi rostro. Heath estaba mirándome fijamente,
y yo había estudiado esa mirada un millón de veces y cada vez que la miraba siempre
concluía en la misma cosa. Me amaba, estaba ahí en la suavidad de sus ojos, en la rigidez
de su mandíbula, en la manera en que se inclinaba hacia mí. Me amaba, al menos en ese
momento.
Aparentemente había tenido razón. No me había estado mintiendo a mí misma
todos esos años. Él se había ido porque tenía miedo de ir a prisión, de ser tachado como
un depredador sexual. Eso calmaba el escozor un poco. Pero solo un poco.
Porque aun así él pudo habérmelo dicho.
No le habían despedido ese día. A su jefe le había entretenido y había mencionado
que recordaba el querer impresionar a una chica alguna vez. Aunque sí le descontó el
pago de la gasolina de su salario, pero cuando lo hicimos dos veces más ni siquiera se 52
molestó en hacer eso.
Mientras me preparaba para la cena, se me ocurrió preguntarme por primera vez
quién se había quejado a los servicios sociales sobre Heath y yo. No pudo haber sido mi
madre, ella no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Mi padre jamás les habría
llamado. Habría hablado conmigo. Le habría pedido a Heath que se mudara si tuviera
miedo de que terminara embarazada o algo así. No creo que a nadie en el pueblo le
importara lo que Heath y yo hacíamos en privado.
Lo que dejaba a una persona. Brian. El hermano al que ya no hablaba. El hermano
borracho que se había reído en el velatorio de mi padre y quien después había huido
cuando lo confronté.
El hermano que vivía con su novia estudiante de postgrado justo ahí en la
Universidad de Maine cerca de mí, y quien se negaba a reconocer mi presencia tan
resueltamente como yo me negaba a reconocer la suya.
Bebí el segundo vaso de vino que los padres de Ethan me habían dado y sonreí y
reí un poco demasiado fuerte con un chiste que su padre hizo. El padre de Ethan era una
futura versión de él, encantador, atractivo y amable. Inspiraba respeto a donde quiera
que fuese y no había expresado preocupación respecto al hecho de que Aubrey y yo
fuésemos menores de edad. Simplemente pidió dos botellas de vino y las sirvió. El
personal del restaurante le conocía y claramente sabían que daba buenas propinas, dado
lo atentos que eran con nuestra mesa.
Aubrey estaba de mejor humor que el sábado y ella también puso los ojos en
blanco y se rio.
—Papá, has contado ese chiste como setecientas veces.
—Pero aún sigues riéndote. —Le guiñó.
Incluso Ethan se rio con eso.
—Guau.
—Yo no me reiría —dijo Aubrey—. Te estás viendo a ti mismo en veinticinco
años.
Él hizo un gesto.
—No seas rara.
—Me he mantenido bastante bien. ¿No es así corazón? —preguntó el padre de
Ethan, Joel, a su madre.
Ella era esencialmente la futura Aubrey, rubia y siempre centrada, con un sentido
de humor mordaz para las locuras de su marido. Ella tocó su brazo. 53
—Aún tendría sexo contigo.
—¡Oh, Dios! —Ethan tomó su vino—. ¿En serio, mama?
—Noticias de última hora. Tus padres tienen sexo —fue su respuesta.
Siempre disfrutaba ver a Joel y a Olivia interactuar entre ellos. Estaba claro que se
amaban, pero cada uno había tenido éxito individualmente en la vida. Compartían un
compañerismo, una que esperaba emular con Ethan. Nada como mis padres, una triste
unión basada en optimismo desesperado y obligación. Era seguro decir que mis padres
no habían tenido una alta vida sexual al menos en una década, más bien dos.
—Pero no necesitamos hablar de ello —dijo Aubrey—. Igual que tampoco
necesitamos hablar de mi vida sexual.
—¿Quién está hablando de tu vida sexual? —preguntó Joel, su voz súbitamente
cortante—. ¿Y por qué tienes una vida sexual? Ethan es el que está comprometido.
Aubrey mordió un pedazo de pan.
—No importa.
—De todas formas —dijo Olivia, levantando su copa de vino—. Vamos a brindar
por Ethan y Caitlyn. Por un feliz matrimonio. —Me sonrió—. Bienvenida a la familia,
cariño.
Eso significaba todo para mí. Esto era lo que siempre había querido. Una familia.
Estabilidad normal, un mundo de tradiciones, chistes internos y cariño despreocupado.
Donde el tiempo avanzaba en la más ordinaria de sus formas, de una festividad a la otra,
de un evento en la vida al otro y donde el ritmo era siempre el mismo. Quería
pertenecer.
—Gracias —dije y se me hizo un nudo en la garganta. Miré a Ethan, parpadeando
fuertemente, sintiendo como si fuese a llorar. Dios, había estado tan emocional estos
días. Era vergonzoso.
Su sonrisa era reconfortante. Su mano cayó sobre mi pierna. Y apretó mi rodilla.
—Me has hecho asquerosamente feliz. Y ahora puedo pasar el resto de mi vida
contigo.
El resto de mi vida.
Hasta que la muerte nos separe.
Jesús.
Tomé un sorbo del vino, sin poder hablar.
71
Capítulo 8
N i siquiera estaba segura de por qué lo dije. Sabía que no era justo preguntar.
Sabía que sólo le estaba haciendo daño a él y a mí misma. Ya había admitido
que había venido a verme.
Se echó hacia atrás, hundiendo sus manos en su cabello.
—Joder. No me hagas esto. En serio. No lo hagas. Sabes que te amo.
—También te amo. —Estaba sollozando, y su cara se puso borrosa en frente de mí
por las lágrimas.
—Pero no estás enamorada de mí lo suficiente. O si lo estás, no estás dispuesta a
arriesgar tu mundo perfecto por mí.
Las lágrimas rodaban por mis mejillas.
—No es así de simple.
—Todo es simple. —Su tono era enfadado—. O quieres estar conmigo o no y no 72
soy lo suficientemente estúpido como para quedarme y ver que cómo te casas con cómo-
se-llame mientras me mantienes en tu mundo con alguna floja excusa de amistad. No
puedes tener tu pastel y comértelo también.
Estaba en lo cierto. Sabía que tenía razón. Así que no dije nada. No sabía qué decir.
—Vete a casa. —Señaló hacia la casa de la hermandad—. Simplemente vete a casa
y dejarme en paz de una maldita vez.
Me salió un sollozo. Pero me volví, a ciegas, y comencé a caminar, avergonzada de
mi necesidad, avergonzada de que todavía le quisiera tanto.
ÉL maldijo:
—Maldita sea.
Le sentí agarrar mi codo y me lo quité de encima.
—Espera. Cat. Espera.
Incapaz de enfrentarme a él, empecé a caminar más rápido, casi a correr.
—¡Vamos, no! —Me agarró de nuevo, esta vez más fuerte, y me tiró hasta
detenerme.
—¡Suéltame! —Le golpeé, sintiéndome más cercana a la histeria que tuve desde
que mi padre había muerto.
Pero no lo hizo. En cambio, me atrajo hacia su pecho, envolviendo sus brazos
alrededor de mí. Me quede de pie allí, volviendo mi rostro para que no viera lo
patéticamente necesitada que me sentía.
—Eres un idiota —dije con vehemencia en su sudadera—. Has vuelto después de
esconderte de mí durante cuatro años y ahora estás actuando como que es culpa mía.
—¿Escondiéndome de ti?
—Sí. Escondiéndote. Te fuiste. Y dolió tan jodidamente entonces y duele ahora.
Ya no sonaba enfadado.
—Lo siento, nena. Lo siento. —Sus labios rozaron mi cabello y me estremecí—.
No puedo volver y tener dieciocho de nuevo. No puedo levantarme y luchar por ti. No
puedo dejar una nota romántica o colarme en tu habitación y pedirte que me esperes.
Esto es donde estamos y apesta.
—Así es. —Mis lágrimas se habían detenido y me relajé un poco en su abrazo. Se
sentía bien el estar tan cerca de él. Familiar y reconfortante.
—¿Quieres que luche por ti? —preguntó, su voz seductora, engatusando—. ¿Es eso
lo que quieres?
Un profundo deseo se despertó en mí, y mi cuerpo vibró en modos que no podía.
Estaba jugando con algo más que fuego. Estaba jugando con una bomba atómica. Era 73
peligroso hacer esto, el estar con él de esta manera, animarlo de algún modo.
Sabía todo eso. Sin embargo, le dije:
—Sí.
Yo era la Cat de la isla, sin control e impulsiva de nuevo.
Él estaba en lo cierto. Quería mi pastel y comerlo también.
Me hizo odiarme a mí misma.
Esta vez cuando me alejé, me dejó ir.
Sus ojos estaban oscuros, tormentosos.
—Entonces eso es lo que voy a hacer.
Negué con la cabeza, sintiéndome desesperada. Si hacía eso, yo no sería capaz de
resistirlo.
—Esa ha sido una cosa maliciosa de decir. No te voy a pedir que saltes por encima
de obstáculos por mí. Está mal. Estoy equivocada.
Pero él simplemente me miró.
—No. Estás siendo honesta y eso es lo que quiero. Eso es lo que necesito oír. Saber.
Ahora realmente debes volver antes de que alguien nos vea.
Tenía razón.
—Está bien. —Tenía que marcharme sin decir nada más. No tenía derecho a
pedirle nada. Y aun así, todavía seguía ahí—. Buenas noches.
—Buenas noches. Voy a ver y asegurarme de que entres en forma segura. —Su
pulgar rozó mi labio y se sintió tan íntimo como un beso.
Ansiaba su boca en la mía, pero nunca podría llegar tan lejos. No mientras
estuviera todavía con Ethan. Así que me aparté y me hizo falta todo lo que tenía para
hacerlo.
Cuando llegué a la casa, me atreví a mirar hacia atrás por la calle. Él estaba
mirando y me dio un saludo. Le devolví el saludo. En el momento en que llegue arriba
mi teléfono estaba zumbando en mi bolsillo.
Un mensaje de Heath. Lo leí, mi boca caliente.
Nunca me echo atrás en una pelea.
No. Nunca lo hacía. Era por eso que había sido trasladado a más de veinte casas de
acogida diferentes en el continente antes de acabar en Vinalhaven. Nunca se echaba
atrás cuando le confrontaban. Esto le había permitido sobrevivir en la infancia, pero no
estaba segura de si iba a hacernos algún bien a ninguno de nosotros ahora mismo.
Porque si él ganaba, yo me ganaría a él, pero iba a perder todo lo demás. 74
Traté de estudiar, pero las palabras en mi libro de texto nadaban frente a mis ojos.
Luego traté de dormir, pero cada vez que estaba a punto de quedarme dormida, me
despertaba de golpe. Mi corazón se sentía como si estuviera latiendo demasiado rápido. 78
Seguí pasando mi pulgar sobre mi tatuaje, como una piedra de preocupación. Como si
eso me fuera a dar respuestas.
Alguien llamó a la puerta. Lo ignoré.
—Caitlyn, soy yo.
Ethan había vuelto. Suspirando, me bajé de la cama y abrí la puerta. Se veía como
el infierno. Con resaca. Vistiendo ropa arrugada y sosteniendo las llaves en la mano, con
el pelo de un desastre de cabecera de la cama. Tenía círculos oscuros bajo los ojos y me
miraba con ansiedad, rebotando en los talones de sus pies. Se inclinó para besarme, pero
me aparté y volví mi cabeza.
—Nena, no estés enfadada.
—¿Cómo te sentirías si vieras una imagen de mí sentada en el regazo de un chico?
—Estaría cabreado, lo reconozco. —Entró y cerró la puerta tras de sí—. Pero sabes
cómo es, estás fuera, estás borracho, todo el mundo está hablando con todos. Le dije que
tengo novia.
—¿Así que he vuelto a ser tu novia? ¿No tu prometida? —Había sido tan rápido en
soltar esa etiqueta, presionando por una fecha de la boda. Ahora había sido rebajada.
—Por supuesto que eres mi prometida. Simplemente es una palabra incómoda.
Levanté las cejas hacia él.
—¿En serio? Entonces tal vez no deberíamos estar comprometidos.
Eso le hizo enfadar. De pronto estalló sobre mí.
—¡Esto es culpa de ese hermano “de acogida” de mierda! Nada estaba mal entre
nosotros hasta él.
—¿Cómo es que esto tiene algo que ver con él? —Sin embargo, incluso mientras lo
decía, sabía que así era.
—Porque sé que te preocupas por él y sé que hablas con él y no fijas una fecha de
boda y sales con excusas para no tener sexo conmigo. Así que me sentía como una
mierda y bebí demasiado. Nada de esto estaría sucediendo si no fuera por él.
—No voy a asumir la responsabilidad de que bebieras demasiado. ¡No estoy
haciendo nada malo! Es un viejo amigo. —A pesar de que tenía razón sobre el sexo. No
había estado sintiéndolo. Me dolía la cabeza, PMS, mi período, estudios que hacer, y una
posible infección urinaria en los últimos diez días, lo cual dejó fuera el sexo. Sólo uno de
los cuales había sido realmente cierto.
—Tonterías. —Extendió la mano y arrebató el teléfono de mi mano—. Déjame ver
lo que has estado haciendo mientras yo no estaba.
Y solo así, el parabrisas se rompió y cayó en mi regazo.
79
Capítulo 9
T odos los mensajes seguían allí. No había borrado ninguno de ellos. Tal vez
porque sabía que Ethan no vendría a casa hasta el domingo. Tal vez
porque no había pensado que él le echaría un vistazo de nuevo después de haberse
sentido tan mal la última vez. Tal vez porque no quería borrar las cosas Heath me había
dicho.
Tal vez en algún lugar, en el fondo, quería ser atrapada.
Ser honesta.
Pero en retrospectiva, en ese momento no estaba segura. Todo lo que sabía era que
no los había borrado y que Ethan estaba a punto de verlos.
—No —dije con urgencia.
Lo qué era lo peor que se podía decir.
Y ya lo estaba haciendo. 80
—Jesús. Así que tiene un tatuaje a juego. Impulso adolescente, ¿eh? Eso es lo que
me dijiste. No que te hiciste un tatuaje a juego con tu hermano de acogida, entre
comillas. Alias tu novio.
—¿Cómo se supone que te dijera eso? Ya ni siquiera importa.
Pero él ya se estaba desplazando hacia atrás a través de los mensajes.
—¿Él te observa? ¿Desde la calle? Caitlyn, ¿qué clase de maldito acosador es este
tipo? ¡Eso es una locura!
Presa del pánico, me puse a la defensiva.
—Solo estás tratando de poner esto en mi contra. Dejaste que alguna chica se
arrastrara sobre ti y ahora tienes que encontrar algo de lo cual culparme.
—Tú eres la que lo contactó. —Dejó caer mi teléfono como si le hubiera quemado.
Arrastrando las manos por su cabello, dijo—: No voy a hacer esto. No voy a dejar que
esto siga adelante. No puedes verlo. Es necesario que lo borres de tu teléfono.
No había nada que despreciara más que me mandaran. Que me dijeran qué hacer.
—No puedo hacer eso. No estoy lista para hacer eso.
—¿Así que solo se supone que me mantenga alejado y te deje ver a un tipo al que
admites que estabas apegada emocionalmente? Soy comprensivo, pero no soy tan
comprensivo. No puedo hacerlo. No puedo esperar el día en que uno o ambos crucen la
línea y vaya demasiado lejos.
Estaba en lo cierto. Sabía que él tenía razón. Pero cada fibra, célula y nervio de mi
cuerpo gritaba en rebeldía ante la idea de perder a Heath de nuevo, sin haber realmente
tenido la oportunidad de explorar nuestra amistad.
—¿Me estás pidiendo que elija entre tú y él?
—Sí. Eso es exactamente lo que estoy diciendo. ¿Quién es más importante para ti?
¿Yo o él? —Ethan se quedó allí, pareciendo, frustrado y golpeado totalmente.
Era una pregunta imposible. ¿Cómo podría explicar que Heath era el pasado y
Ethan era el futuro? ¿Aquel que yo había elegido y el que me había elegido? ¿Que Ethan
representaba todo lo que siempre había ansiado, pero Heath era todo lo que necesitaba?
Pero no podía mirar a Ethan a los ojos y decirle que se fuera. No podría. Le amaba,
aunque en un modo más tranquilo y menos desesperado, y él era un buen tipo. Quería
cuidar de mí y darme la vida que siempre había querido.
Él era esencialmente la elección de mi padre para mí también. Eso era lo que me
había estado diciendo ese día en la cocina, después de que Heath se hubiera marchado.
No te cases por pasión e impulso salvaje. Espera al hombre correcto. El que sea estable y
confiable.
81
No podía saber si Heath y yo podríamos funcionar ahora después de tanto tiempo.
Realmente no nos conocíamos el uno al otro de la misma manera, habíamos pasado
tiempo separados, con experiencias completamente diferentes. ¿Qué pasaría si dejara a
Ethan y Heath y yo explotábamos en cuestión de meses? Ambos éramos tan tenaces y
nuestra relación tan apasionada que era perfectamente posible.
Estaba el corazón y estaba la cabeza.
Con la voz de mi padre haciendo eco, elegí la cabeza.
—Tú, Ethan. Quiero estar contigo.
Hizo un sonido ahogado en el fondo de su garganta y tomó mi mano.
Había elegido la cabeza, pero mi corazón se rompió otra vez.
No había pensado que era posible sentir tanto dolor por una persona, pero
mientras que Heath me había traído una parte de la más grande alegría que alguna vez
había experimentado, perderlo de nuevo era como mil hojas de afeitar subiendo por mis
brazos y cortándome.
Ethan me abrazó y le dejé.
—Te amo —murmuró—. Caitlyn, lo siento por ponerme firme de esa manera,
pero simplemente no es saludable para nosotros. Los exs no pueden estar en nuestras
vidas de esa manera.
—Lo sé. —Mi voz era firme pero hueca—. Pero tengo que decírselo en persona.
No puedo simplemente desaparecer sin decir una palabra. Te prometo habrá terminado
entonces. Borraré su número.
Se echó hacia atrás y me miró.
—¿Quieres que te deje ir con él? ¿Hablas en serio? ¿Cómo puedes pedirme eso?
Pero me mantuve firme en ello. No podía hacerle eso a Heath, no cuando acababa
de contactar con él.
—Si tú puedes pedirme que lo excluya de mi vida por completo, yo puedo pedirte
que me dejes decírselo en persona. Dame una hora. Estaré de vuelta en exactamente una
hora. —Giré y me senté en mi cama, poniéndome mis zapatos a ciegas. Me sentía
entumecida, pero decidida—. Puedes esperarme aquí.
—¿Vas a acostarte con él?
Eso hizo que levantara la cabeza. La ira atravesó mi niebla.
—¿Te acostaste con esa chica anoche?
—No.
—Esa también es mi respuesta. No. —Deja que piense lo que quiera. Idiota—.
¿Cómo puedes preguntarme eso? ¿De verdad crees que te tendría esperando aquí para
poder salir corriendo y tener un rapidito y luego volver todavía oliendo a él? Eso es
82
asqueroso. Nunca he hecho nada físico con Heath desde que se presentó aquí.
No lo había hecho. Eso no significaba que no hubiera sentido deseo, o que no
hubiera recordado lo que se había sentido besar a Heath, tenerlo tocándome, pero había
sido consciente de esa frontera. Sabía que era lo suficientemente fuerte para evitar
implicarme demasiado emocionalmente, y hacer algo de lo que me arrepentiría por
cruzar esa línea que me destruiría al final.
—Lo siento. —Parecía arrepentido.
No fue suficiente. Tal vez era culpa. Tal vez era rabia porque no había hecho nada
a pesar de que parte lo había querido, pero aun así me acusó sin darle importancia. Pero
lo miré fijamente.
—Deberías sentirlo. —Cogí mi abrigo—. No me gusta que me llames puta.
—¡No te he llamado puta! ¡Caitlyn!
—No has dicho la palabra, pero eso es lo que significa. Has pensado que era capaz
de eso y tengo que decirte que realmente me molesta.
Ethan parecía desesperado y preocupado.
—Todo acerca de él me vuelve loco. Puedo ver lo que significa para ti y eso me
vuelve loco. Hago y digo cosas que sé que no debería.
Pasando más allá de él, abrí la puerta de un tirón.
—Bueno, en el momento en que vuelva, esa mierda termina, ¿me entiendes?
Excluirlo de mi vida significa que no tienes derecho a estar celoso o suspicaz o huir y
emborracharte y coquetear con chicas. Tienes que confiar en mí o esto no va a
funcionar.
—Está bien. De acuerdo. Lo prometo.
No respondí. Sólo corrí por el pasillo, sintiéndome frenética y sin aliento, mi piel
hormigueando bajo mi ropa. Una vez que abrí la puerta de entrada de la casa, le envié
un mensaje de texto a Heath con dedos temblorosos.
¿Puedo ir?
¿Ahora mismo?
Si.
Por supuesto. ¿Estás bien?
Sí.
Eso era una mentira. Nunca le había mentido a Heath. Con él, cada pensamiento,
cada emoción se ponía al descubierto para que lo viera, y me que había estado
conteniendo, pero ya no podía.
83
No. Tengo que hablar contigo.
Claro, nena. Siempre estoy aquí para ti.
Pero no lo había estado, ¿cierto?
Tenía que recordar eso. Tenía que recordarme a mí misma que por eso tuve que
elegir a Ethan. Por lo que tenía que para quedarme con él, y un futuro. Mi relación con
Heath podría no haber sido nada más que un primer amor adolescente. No podía contar
con él para que se quedara conmigo a través de las cosas difíciles. A través de la vida.
¿Estás en casa?
Sí. ¿Quieres que te recoja?
No. Estaré allí en cinco minutos.
Quería caminar, quería escuchar mis pies golpeando en la acera. Quería sentir el
aguijón del fresco aire de otoño. El invierno se acercaba a nosotros rápidamente. El cielo
estaba gris, el indicio de nieve en las nubes. Mi nariz moqueaba y mis ojos se
humedecieron mientras caminaba a través del campus al estudio de Heath. Atajé por el
centro comercial, más allá de la Unión de Estudiantes, ignorando al grupo de chicos
jugando fútbol sin reglas. Hacía viento, y mi cabello azotaba mi rostro mientras
pisoteaba pasando los edificios de ladrillo rojo del campus hacia donde empezaban las
viviendas fuera del campus.
Heath vivía en una vieja casa destartalada que había sido dividida en varios
apartamentos. Tocando fuerte su puerta, reboté sobre las puntas de mis pies,
sintiéndome salvaje y fuera de control. En el segundo que abrió la puerta, estudiándome,
con sólo un atisbo de sonrisa en su rostro, lo empujé para pasar más allá de y solté:
—Ethan se ha enterado.
Sus cejas se elevaron.
—¿Se ha enterado de qué? —Cerró lentamente la puerta, sin parecer
particularmente preocupado.
—Ha leído nuestros mensajes de texto.
—¿Es eso lo que está mal?
—¡Sí! —¿No era eso suficiente?
Sin embargo sonrió, una verdadera sonrisa plena.
—Pobre hombre.
Pero no pudo contener su alegría. Trató de sonar indiferente, sin embargo, la
sonrisa lo delataba.
—Ni siquiera te importa. Tuvimos una gran pelea.
—Tienes razón. No me importa. 84
Di un grito ahogado.
—Me preocupo por ti, Cat. Pero él no me importa en absoluto.
—¿Así que estás contento de que esté molesta?
—No. Me alegro de que él sepa que hablamos. De que soy una amenaza.
—¿Una amenaza? ¿Qué clase de palabra es ésa? —Momentáneamente distraída, le
hice la pregunta que había tenido miedo de hacer antes. No había querido husmear
acerca de nuestros años separados, pero ahora tenía curiosidad porque él sonaba tan...
combativo—. ¿Qué se siente, estar en Afganistán?
La sonrisa se oscureció.
—¿Quieres oír historias de guerra? ¿Ahora mismo? —preguntó con incredulidad.
—¿Viste cosas malas? —Eso sonaba ridículamente ingenuo, pero no quería ir
directo y preguntarle si había matado personas. O visto cuerpos. Lo que por supuesto
había hecho si había estado en combate. Había visto la muerte antes incluso de que le
hubiera conocido. Su madre había tomado una sobredosis frente a él, a pesar de que no
había entendido eso a los tres años de edad. Sólo que ella estuvo durmiendo durante dos
días antes de que alguien les encontrar.
Pero quería saber por lo que había pasado, porque podría nunca volver a verlo. El
pensamiento hizo que mi garganta se cerrara.
—Nena, ¿por qué me estás preguntando eso? —Tomó mi mano entre las suyas,
estudiándome cuidadosamente—. Sí. Vi cosas malas. Fue sobre todo aburrido y solitario,
pero definitivamente hubo días difíciles. ¿Por qué quieres hablar de eso en este
momento?
—Porque... —Tragué saliva, mis ojos llenándose de lágrimas—. Porque no puedo
verte más. Ethan encontró los mensajes de texto y está molesto y dice que tengo que
borrar tu número y no volver a verte nunca.
Esperaba que explotara inmediatamente. Pero tenía más control del que yo tenía.
—¿Y es eso lo que tú quieres? —preguntó cuidadosamente.
—¡No! —La palabra salió como un gorgoteo histérico—. Eso no es lo que quiero
en absoluto. Pero, ¿qué se supone que tengo que hacer? —Sabía que Ethan me dejaría si
seguía viendo a Heath. No podía culparlo por eso. Si yo estuviera en esa posición haría
lo mismo.
—Lo que tú quieras. No se supone que simplemente tengas que seguir ciegamente
las órdenes de un tipo. Tú tomas tus propias decisiones.
—Tengo que hacer esto. —Pero incluso mientras lo decía, aparté la mirada, 85
incapaz de mirarlo a los ojos.
—No puedo aceptar eso.
Sus dedos acariciaron mi dedo anular, arriba y abajo, acercándose a mi anillo de
compromiso pero sin tocarlo. Se sentía sexual. Se sentía íntimo. Excitante. El calor se
agrupó entre mis muslos de forma inesperada. No quería mirarlo, así que miré hacia
abajo a nuestras manos, a sus dedos callosos llegando a descansar en mi anillo y
retorciéndolo, levantándolo ligeramente.
Como si me levantara la barbilla él mismo, mi cabeza se levantó, y mis ojos se
encontraron con los suyos. No me pude resistir. Mi pecho subía y bajaba rápidamente y
sentí cada pelo en mis brazos en punta.
—¿Puedo? —preguntó, su voz seductora, tentadora, persuasiva.
Quería quitarme el anillo. Quería retirar el anillo. Retirar a Ethan, al menos
metafóricamente. Si le dejaba, me tendría abajo sobre su alfombra y desnuda en cuestión
de minutos, ceder a él, cediendo al pasado. Ignorando el futuro. Renunciar a todo por el
placer apasionante de él amándome.
Mi boca se abrió. Casi dije que sí.
Pero si le dejaba quitarme ese anillo y ponerlo sobre la mesa, todavía estaría siendo
infiel. Todavía tendría que volver y enfrentar a Ethan habiendo hecho exactamente lo
que había temido que haría. Demostrando que tenía razón. Tenía que ser más fuerte que
eso. Si mi relación iba a terminar, no iba a ser porque no podía controlarme.
—No —dije en voz baja, mis ojos tendiendo a cerrarse. No quería ver su
decepción. No quería ser la fuente del dolor.
—Mírame —ordenó. Sus labios estaban cerca de mi oído, su cuerpo rozando el
mío.
Estaba temblando por todas partes y tenía miedo de lo que vería. Sus ojos. Su boca.
Estaba adolorida por el deseo de sentir sus labios sobre los míos, porque sabía que esta
vez realmente era una despedida. No podía aferrarme a ambos.
Preparándome, abrí los ojos.
—No tengas miedo —susurró—. No estoy enfadado. —Su pulgar se movió hacia
abajo por mi mejilla en una suave caricia—. Sé que esto es difícil para ti. Pero tu
relación con Ethan terminará. Ya está en marcha. Y cuando se acabe, estaré aquí.
Siempre estaré aquí, en tu vida, me veas o no.
Lo estaría. Sabía eso. Y me destrozó. Se sentía como si nunca estaría libre de él
porque estaba dentro de mí. Una parte de mí.
Girando la cabeza, le di un beso tembloroso al dorso de su mano.
—Te amo —le susurré. 86
Entonces me fui. Salí corriendo del apartamento. Por la puerta principal. Por la
calle. Corrí hasta que mis pulmones quemaban y mis piernas se cansaron. Lloré mientras
corría, con mocos corriendo sobre mi labio superior. No me molesté en limpiarlos. Corrí
hasta que llegué a la casa de la hermandad y escondí mi rostro con el brazo mientras
subía las escaleras. Sentía ojos en mí, pero nadie dijo nada.
Ethan estaba en mi habitación abierta, sentado en mi cama, jugando con su
teléfono. Levantó la vista alarmado cuando le interrumpí—.
—¿Caitlyn? ¿Qué ha pasado? —Parecía inseguro, vulnerable, aun así, se sentó y
abrió los brazos para mí.
Caí en su abrazo, sollozando con el tipo de llanto húmedo y jadeante que te hacía
incoherente. Que hacía que tu cara se manchara, tus mejillas picaran y tus fosas nasales
latieran. Un llanto feo.
No pidió detalles. No me presionó. Sólo me llevó hacia la cama, y me atrajo hacia
abajo a sus brazos. Me aferré a él, a su solidez, a su bondad. Me acarició el cabello y me
abrazó. Murmuró sonidos calmantes en mi oído, y limpió mis lágrimas, mi nariz mocosa,
con su manga.
Finalmente mi llanto se ralentizó, mi cuerpo se relajó bajo su toque, mi respiración
se hizo uniforme. Y agotada por la emoción, con mis sollozos destruyéndome, me quedé
dormida con la pierna echada sobre la de él y mi cabeza en su hombro.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, mi rostro estaba hinchado y adolorido.
Tenía dolor de cabeza y mi boca estaba seca. Todo mi cuerpo se sentía rígido y tenso.
Me di cuenta de que alguien tocando a mi puerta era lo que me había despertado.
Moviéndome en los brazos de Ethan, suspiré.
—Oh, Dios mío, ¿qué hora es?
Ethan se sentó y cogió el teléfono.
—Son las nueve. Mierda. Se me ha hecho tarde. —Levantándose de la cama, se
arrastró hasta la puerta y la abrió.
Pude oír una conversación en voz baja pero no podía oír lo que decían. Entonces
abrió la puerta y la luz del pasillo se vertió en mi cuarto oscuro, obligándome a hacer
una mueca de dolor.
—¿Qué? ¿Quién es?
—Dice que es tu hermano —dijo Ethan con asombro.
Eché una ojeada, sobresaltada. No. No podía ser.
Lo era.
87
Brian me dio un saludo.
—Hola, Cat. ¿Qué hay de nuevo, florecita? Cuánto tiempo sin verte.
Capítulo 10
D e todos los momentos en que Brian pudo romper nuestra tregua tácita,
¿tenía que hacerlo ahora? Me arrastré fuera de la cama, con ganas de
golpearme a mí misma varias veces en la cabeza hasta desmayarme.
―¿Qué quieres?
―¿Ese es el saludo que obtengo? ―Se paseó dentro, porque eso es lo que Brian
hacía. Se paseaba. Daba una vuelta. Sonrió. Nunca tenía ni una maldita preocupación en
el mundo―. Dame un abrazo. Ha pasado mucho tiempo.
―Han pasado dieciocho meses. ―Me quedé tiesa mientras él me abrazaba. Cogí
un olor de alcohol en su aliento. Ron, lo más probable. Eran las nueve de la mañana y ya
había estado bebiendo. O tal vez no se había acostado todavía. Era imposible saber.
―¿Ha pasado tanto tiempo? Se siente como un máximo de nueve meses. Tal vez
seis. ―O bien no se dio cuenta o no le importaba que no le devolviera el abrazo―.
¿Entonces quién es tu amigo ahí, Cat? Debe de ser un buen amigo ya que está 88
compartiendo tu habitación. ―Me guiñó un ojo.
Brian tenía tres años más que yo, pero parecía aún más viejo. Había tomado
demasiado el sol en su niñez y el alcohol había roto los vasos sanguíneos de su nariz y
mejillas, así que tenía una tez rojiza. Su estómago era más redondo ahora, una panza de
cerveza por excelencia, y cuando sonreía, me daba cuenta de que le faltaba su incisivo.
Ya sea por una pelea en un bar o en una caries, era imposible saber. Brian desaparecía y
reaparecía a voluntad, dependiendo de lo bien que era capaz de encantar y timar a sus
amigos, o más probablemente, a las mujeres.
No tenía intención de presentarle a Ethan. Solo quería saber por qué estaba allí, y
luego deshacerme de él. Pero los modales de Ethan hicieron que le estrechara la mano.
―Soy Ethan Walsh. Caitlyn y yo estamos comprometidos.
―¿Comprometidos? ―Las cejas de Brian se alzaron y me dio una sonrisa―.
¿Subiendo en el mundo, eh, hermanita? Bien por ti. ―Tomó la mano de Ethan y la
estrechó―. Soy Brian, el hermano de Caitlyn. ―Su énfasis en mi nombre completo era
burlón. Nadie en Vinalhaven me llamaba Caitlyn y está claro que lo encontraba
divertido.
―¿Así que cuándo es la boda? A pesar del hecho de que mi hermana ha sido una
perra completa conmigo, estoy feliz de acompañarla hacia el altar.
―Sobre mi cadáver ―le dije sin rodeos―. Ni siquiera estás invitado.
Ethan parecía asombrado.
Brian se volvió y me dio una mirada malvada que Ethan no pudo ver. Pero cuando
miró a Ethan de nuevo, estaba sonriendo casualmente.
―Ella tiene problemas maternales. Nunca pudo soportar que yo fuera el favorito
de nuestra madre.
Mis puños se apretaron a mis costados. Me obligué a respirar profundamente y no
ir fuera con él de la manera en que realmente me hubiera gustado.
―¿Qué quieres, Brian?
―Solo quería pasar y decir hola. A ver si quieres ir a desayunar o algo así.
―Tengo clase.
―En otro momento entonces. ―Tosió, y fue húmedo y profundo desde su pecho.
Tos matutina de un fumador―. ¿Crees que me podrías prestar veinte pavos? A Kerri no
le pagan hasta el viernes y estamos un poco cortos.
Kerri era aparentemente la tonta que le estaba dejando que se quede con ella. No
quería darle algo más que una patada en el culo, pero también quería que se fuera. Así
que fui, encontré mi bolso y saque dieciséis dólares. Los sostuve para él sin decir una
palabra.
89
―Gracias, Kitty Cat. Te lo agradezco. Voy a darle a mamá tu amor ya que nunca
vas a verla.
Él tampoco lo hacía. Esa era una indirecta diseñada para hacerme quedar mal
delante de Ethan.
―Maravilloso ―le dije con la voz llena de sarcasmo. Fui y abrí la puerta.
Brian se despidió y salió por ella. Se dio la vuelta y estaba a punto de decir algo,
pero yo cerré la puerta. Y la trabé con llave. Le oí reír al otro lado, claramente habiendo
disfrutado recibiendo mi enfado.
Maldije. Le di una patada a mi escritorio y tomé un trago de una vieja lata de
Coca-Cola Light. Era añeja, pero mi garganta estaba seca y yo estaba enfadada.
―¿Vas a explicarme eso? ―preguntó Ethan―. ¿Desde cuándo tienes un
hermano? ¿Hay otros familiares que te gustaría mencionarme? ¿Ya sabes, al tipo con el
que planeas casarte? ―Sonaba enfadado.
Lo cual tal vez tenía derecho a estarlo.
―Tengo una hermana de acogida, Tiffany. Aún vive en Vinalhaven. Pero Brian
no cuenta. Él está muerto para mí, en serio. ―Caminé de un lado a otro,
preguntándome cómo había sabido dónde vivía y lo que eso significaba.
Brian quería más que unos miserable veinte. Cuando se levantaba de su taburete
en el bar, siempre tenía un plan.
―¿Muerto para ti? Jesús, Caitlyn. ¿Quién habla de su hermano así? ―Ethan me
miraba como si yo fuera un ser humano horrible―. Y simplemente no puedo creer que
nunca ni una vez surgiera en una conversación entre nosotros. Incluso en un ya sabes,
mi hermano está muerto para mí, algo de ese estilo.
Ésta no era la manera en que yo quería que Ethan supiera sobre mi hermano. Él no
podía entender lo realmente horrible era Brian.
―No me gusta hablar de él. Siempre ha sido una persona malvada y un alcohólico
desde los dieciséis años. Pero el colmo fue el funeral de mi padre. Se presentó borracho,
Ethan. Volcó las cosas. Lanzó un jarrón. Luego se levantó para dar un discurso y se rió.
Él malditamente se rió en el funeral de mi padre. ―Estaba furiosa por tener que decir
las palabras en voz alta, para recordar―. Así que dime por qué le reconocería como
hermano. Es un idiota de nivel A y si nunca lo vuelvo a ver, será demasiado pronto.
―Dime cómo te sientes realmente.
Eso me puso aún más furiosa.
―¡No me analices!
Ethan levantó las manos. 90
―No, lo digo en serio. Por una vez, dime cómo te sientes, porque es evidente que
hay un montón de mierda que ha pasado en tu vida que no te has tomado la molestia de
compartir conmigo. ―Negó con la cabeza―. Te miro y me pregunto si siquiera te
conozco. ¿Quién es esta chica enfadada? ¿Quién es Cat? Porque todo lo que conozco es
Caitlyn.
―Todo lo que necesitas conocer es Caitlyn. ―Brutalmente me quité la camisa y
fui a mi armario por una limpia.
―Pero no eres una o la otra. Eres una combinación de las dos. El pasado crea el
presente, nena. Quiero saber quién eres, dónde has estado.
Llevaba puesto un sujetador pero pude ver que incluso esa desnudez parcial
ocasional sorprendió a Ethan. Estaba mirando mi pecho, sus ojos rápidamente fueron
hacia los míos y luego bajaron de nuevo. Tragó con dificultad. Nunca caminaba
alrededor en mi ropa interior en frente de él, y después de una noche juntos, si dormía
desnuda, siempre me ponía el pijama lo primero. Algo sobre nuestra relación siempre
había solicitado modestia, pero estaba demasiado agitada en ese momento para
importarme.
―Me duele hablar de eso. Quiero centrarme en el futuro.
―Pero…
Lo corté, poniéndome una camisa limpia.
―Pero nada. Mira, Ethan, no tengo una familia como la tuya. La mía puso la D en
disfuncional. Mi padre está muerto. Mi mamá está en la ciudad de locos. Mi hermano es
un borracho. Tenía docenas de hermanos de acogida porque traían cheques del gobierno
con ellos. Heath y Tiffany son los únicos que realmente importaban, y Tiff tiene
diecisiete, y está pegada al cuidado de su abuela moribunda. Heath estuvo en
Afganistán. Solo he estado yo en los últimos años, sola. Y después viniste tú.
Tenía sentido para mí. Me dolió mucho, era demasiado vergonzoso, compartir mi
historia familiar con alguien. ¿Cómo podría seguir adelante si hubiera preguntas? ¿Si
tuviera que seguir explicándolo, y por tanto revivirlo? Además, no había querido que
influyera en lo que pensaba Ethan de mí, y ¿cómo no?
Pero su reacción no fue positiva.
―Así que allí estaba yo. Yo, que te estoy mirando en este momento y
preguntándome quién mierda eres. Jesús. Me siento en shock. ―Sus manos fueron a su
cabello―. He sido un idiota. Estaba tan enamorado de ti que nunca me detuve a pensar
en por qué has hablado tan poco de ti misma. Dios mío, qué estúpido e idiota soy. Vi que
me amabas y yo te amaba por ello. Vi que eras amable y dulce y te preocupabas por mi
familia y yo pensaba que eso era todo lo que necesitaba saber. Dijiste que tu padre murió
y tu madre vivía en Rockland. Ni siquiera se me ocurrió que tenías esqueletos en tu 91
armario.
―¿Esqueletos? ¿Así es como los vamos a llamar? ¡Ves, esto es exactamente por lo
que no te lo dije! No hay nada malo conmigo. Pero la gente escucha que tu madre es una
loca, tu hermano es un borracho, tu padre tenía una mano, y pone toda esta mierda
sobre ti. Se convierten en esqueletos. Entonces soy una carga. Quería un borrón y
cuenta nueva, ¿es tan difícil de entender? Por una vez, no quiero ser ese pobre gato
Michaud. Quería ser una igual. ―Arranqué mis pantalones y fui por un nuevo par de
vaqueros. La ducha no iba a pasar esta mañana. Ya había perdido una clase. No iba a
perder otra a causa de mi hermano idiota.
―Eres mi igual. Nunca habría pensado de otra manera.
―Tonterías. ―Metí los pies en los pantalones.
―Bueno, nunca lo sabremos porque no confías en mí lo suficiente como para ver
qué tipo de integridad tengo. ―¿En serio? Mi enfado comenzó a desvanecerse, el miedo
arrastrándose para reemplazarlo. Ethan miró más allá enfadado.
Ethan parecía frío.
―¿Cómo iba a correr ese riesgo?
―Al principio entiendo por qué no lo hiciste. Pero podrías haberme dejado
entrar, poco a poco. Podrías haber confiado en mí.
Hice una pausa para ponerme mi sudadera. Tenía el agujero para el cuello delante
de mi pecho.
―Es muy difícil confiar ―le susurré―. Aprendí hace mucho tiempo que si
confías en alguien, te lo quitarán. —No había más que una persona a la que había
confiado todo en mi corazón. Todo mi corazón. Y mira lo que había sucedido—. Pero yo
confío en ti, Ethan. No estaría contigo si no lo hiciera. Tú eres el único hombre con el
que he sido tan cercana. ―Desde Heath. Pero me quedé con esa advertencia para mí
misma.
―Además de Heath.
Maldita sea.
―Tenía diecisiete años ―fue mi única respuesta a eso. No tenía una mejor.
―¿Me amas? ―preguntó―. ¿O amas la idea de mí?
Eran ambas. Le amaba, de una manera sólida, y amaba lo que me podía ofrecer.
Pero no estaba dispuesta a admitirlo.
―Te amo a ti. ―Di un paso hacia él, pero retrocedió, levantando sus manos.
Eso me dolió. Ethan nunca se apartaba de mí. Ethan era mi roca. Ethan estaba
siempre allí, como el granito. Indestructible. No era la corriente, como Heath, que se
estrellaba contra mí y luego se iba a voluntad. 92
―¿Ethan? No lo hagas. Por favor.
Pero cuando intenté alcanzarle otra vez, él se estremeció.
―Creo que necesitamos un descanso. Tengo que pensar en todo esto. Estoy muy
confundido.
―¿Un descanso? ―Mi voz fue estridente, el pánico abrumándome. No. Él no
podía hacer esto―. Un descanso es una ruptura. Eso es lo que sucede siempre. ¿Estás
rompiendo conmigo? ―Tiré la sudadera de vuelta a mis brazos, cubiertos por la misma.
Me acerqué una y otra vez y él retrocedió. Estaba en la puerta ahora. Oh, Dios. Se estaba
yendo. Se estaba alejando. Realmente estaba dejándome.
Estaba perdiendo a Ethan.
―No lo sé. No estoy seguro. Quizás.
―Pero te he elegido ―le dije, y sonaba patético y desesperado.
Fue lo peor que puede decir.
―¡Y has llorado por ello! Has sollozado. Me has elegido porque vengo con el
pedigrí correcto. Porque tengo dos padres normales y una futura carrera en leyes.
Porque soy el “paquete correcto”. ―Ethan tenía lágrimas en los ojos―. Pero no soy por
el que ardes, ya lo veo. Reprimes tu verdadero yo a mi alrededor y no quiero eso. Quiero
tu pasión.
―¿Quieres que me enfade? ¿Que te grite? Eso no tiene sentido. No quiero ser
volátil. Estoy contenta contigo. ―Estaba llorando ahora también. No entendía cómo
habíamos llegado hasta allí ni lo que estaba pidiendo―. Esto es culpa de mi hermano. Él
siempre me lo ha arruinado todo.
―Caitlyn. ―Ethan negó con la cabeza―. No puedo estar con alguien a quien no
entiendo, y ahora mismo no te comprendo en absoluto. Pensé que te amaba, pero no te
conozco. ―Hizo un sonido ahogado―. Se acabó, esto se acabó.
Abrió la puerta y empezó a salir y le seguí. Quería tener dignidad pero huyó. Se
había ido y necesitaba que se detuviera, y me aceptara. No me sentía difícil de entender.
Me sentía obvia y abierta. Me sentía rota, herida y sacudida con fuerza una vez más por
otro hombre que me hizo promesas que no había podido mantener. Toda mi vida todo el
mundo me controlaba... mi padre, mi hermano, mi madre, Heath, ahora Ethan... era la
pelota en la máquina de pinball, rebotando de un brazo oscilante al siguiente.
―¡No lo hagas! Por favor, no lo hagas. ―Todo el futuro, ido. Solo así. Todo lo que
siempre había querido. Ido. No podía ser posible. No podía hacerme esto. Agarré su
brazo, desesperada.
Él me quitó de encima, caminando más rápido. 93
―¡Simplemente para! No puedo. Sólo detente.
Las puertas se estaban abriendo y cabezas curiosas se asomaron, incluyendo
Aubrey.
―¿Qué demonios? ―Nos miró, alarmada.
La humillación y la ira me obligaron a frenar y volver contraatacando. Si él iba a
dejarme entonces no iba a asumir toda la culpa. No era inteligente, pero era la
supervivencia, y eso era lo único que sabía hacer. Sobrevivir. Así que le grité a su
espalda en retirada:
―¡Muy bien! ¡Aléjate, entonces! Estoy segura de que puedes encontrar una bonita
rubia en Bangor para sentarla en tu regazo y tantear tu basura esta noche, así que
disfruta de tu libertad.
Hizo una pausa y por un minuto pensé que iba a dar la vuelta y pedir disculpas.
Decir que todo esto era un error. Pero no lo hizo. Empezó a caminar de nuevo y me
apoyé en el marco de mi puerta, llorando, mientras los brazos de mis hermanas de
fraternidad vinieron a mí, ofreciendo murmullos de consuelo y exclamaciones sobre lo
idiota que era. Aubrey me preguntó qué había pasado, pero apenas la oí. Sentí como que
me iba a desmayar, y lo único que quería era descansar y llorar.
Así que eso es lo que hice.
Luego, cuando todo el mundo me dejó sola, para llorar, cogí mi teléfono y envié
un mensaje.
94
Capítulo 11
C uando Aubrey tocó la puerta un par de horas más tarde, estaba empacando
una maleta para estar unos días fuera. No podía permitirme el lujo de
faltar a clase, pero mi salud mental no podía soportar quedarme en la casa con todos esos
ojos y oídos indiscretos.
—¿A dónde vas? —preguntó—. ¿A casa de Heath?"
Eso me ofendió.
—¡No! Por supuesto que no. No he hablado con él. Voy a ver a mi hermana de
acogida en casa por unos días.
No podía enfrentar Heath o encontrar consuelo con él. Él quería que Ethan y yo
nos separásemos y no apreciaría mi dolor. Tiffany lo haría.
—Oh. Lo siento. —Parecía arrepentida cuando se sentó en mi cama.
Me encogí de hombros. 95
—Estoy segura de que también estás enfadada conmigo, igual que Ethan. No
estaba tratando de ser engañosa, Aub. El pasado es simplemente muy difícil de contar.
Mi familia es un lío.
—Entiendo eso. Pero podrías simplemente haber dicho: “Hey, son estrafalarios,
realmente no quiero hablar de eso, pero mi hermano es un imbécil”. Hubiera respetado
eso. Pero no nos dijiste nada.
Metí la ropa en mi bolsa. Mi cabeza palpitaba y el corazón me dolía. Me sentía
hinchada y entumecida.
—Cuando pasas toda tu vida siendo esa chica de la que todo el mundo sabe y todo
el mundo habla, cuando se llega a ser anónima, es adictivo. Esa es mi única excusa.
Quería ser vista y juzgada por mí, sólo yo, como persona, y entonces, simplemente ya no
pareció importar. No quiero perder lo que había ganado.
—Pero al mentir para que no perderlo todo, lo has perdido todo. —Ella tenía
lágrimas en los ojos.
Hice una pausa.
—¿Te he perdido también, como amiga? Lo entiendo si lo he hecho. Lo hago. No
quiero que eso sea lo que suceda, pero lo entiendo totalmente. Has sido una mejor amiga
y una hermana para mí. —Pero mi voz se quebró y no pude continuar—. Todo lo que
quería era ser una persona decente para amar y ser amada. Sinceramente, ¿era eso
mucho pedir?
Negó con la cabeza, pero parecía enfadada.
—No seas melodramática. También te quiero, Caitlyn. No quiero que nuestra
amistad se arruine. Pero siento que tenemos que tener un montón de conversaciones de
nuevo. Y cuando vuelvas más te vale ser jodidamente honesta conmigo o no podré estar
en tu vida. Ya es bastante difícil porque has roto el corazón de mi hermano. Ya me
conoces. Soy sarcástica y tengo un enorme muro en frente de mis emociones. Pero
también puedo ser herida, y estoy herida. Realmente duele.
—No sé qué decir, excepto que lo siento. Espero que puedas perdonarme. Yo no...
—Respiré profundamente—. No sé cómo tener amistades, supongo. Al crecer, nunca
tuve amigos de verdad. Y cuando tienes docenas de hermanos de acogida furiosos que
pasan por tu vida, aprendes a protegerte a ti misma. No compartes.
—Supongo que puedo ver eso —admitió—. Pero en algún momento tienes que
aprender a confiar en la gente que te quiere. —Aubrey limpió la esquina de su ojo—.
Ethan está... destrozado. No hay otra palabra para describirlo.
Mi propia visión se volvió borrosa. Había llorado más en las últimas dos semanas
que en los últimos cuatro años.
—Él rompió conmigo. Le rogué que se quedara.
96
—Él uh, quiere el anillo. —Aubrey picoteó una pelusa imaginaria en los vaqueros.
—¿Me estás tomando el pelo? —Oh, Dios mío. ¿Por qué no acaba de clavar el
cuchillo más profundamente en mi corazón con un mazo?—. ¿Cómo que ahora? ¿No
podía haber esperado una semana?
—Sólo ha reaccionado. Está dolido.
—¡Bueno, yo también lo estoy! —No estaba segura de cuándo me había convertido
en una villana. Ethan me había pedido que sacara a Heath de mi vida y yo lo había
hecho. ¿Esto era realmente por mi estúpido hermano? No pensé que fuera difícil de
entender que si tu hermano alcohólico hace una escena en el funeral de tu padre en
realidad no quieres hablar con él.
Pero si le rogaba, si iba donde Ethan y le convencía de que se quedara conmigo,
entonces siempre tendría miedo. Esperaría el día en que decidiera dejarme de todos
modos y nunca, jamás sería de la forma en que había sido. Me volvería pegajosa y
necesitada y rara, como él lo había sido después de que Heath llegara a Orono, y como
yo me hacía alejado de él, él se habría alejado de mí. Ese lugar fácil de confort mutuo en
el que simplemente disfrutábamos el uno del otro y nos sentíamos a salvo y seguros se
había ido. Para siempre.
Así que me quité del anillo con un fuerte y enfadado tirón, como una tirita. Me iba
a hacer daño, sin importar qué, mejor que fuera rápido. Me había acostumbrado al peso
y mi dedo se sentía ligero, desnudo, sin él. Hice una mueca mientras bajaba la mirada
hacia mi dedo desnudo. Había sido feliz, realmente feliz, con Ethan, pero un año era
sólo una broma. Justo cuando había pensado que tal vez podría ser para siempre, ya no
estaba. Sostuve el anillo a Aubrey.
Parecía afectada.
—Lo siento, boo.
—Sí. Bueno. Espero que pueda devolverlo. —Lo dije en serio. No tenía ni idea de
lo mucho que había pagado por él, pero no lo quería endeudar por mi culpa.
Cuando cogió el anillo, tuve un momento Gollum. Quería arrebatárselo de nuevo
y aferrarme a él con avidez. Mi precioso. Pero en cambio, tragué saliva, las náuseas
repente trepando por mi garganta.
—Tengo que coger el autobús —me las arreglé para decir—. Me tengo que ir. —
No era como un bus salía cada diez minutos.
—¿Vas a coger el autobús? —Me miró horrorizada.
Me encogí de hombros.
—No tengo coche. —No tenía nada. Sólo un montón de préstamos estudiantiles y 97
determinación, y por el momento, la determinación se había evaporado. Me sentía
apaleada, derrotada.
—Coge mi coche, en serio. Puedo vivir sin él durante unos días. Lo necesitarás una
vez que llegues allí.
Eso realmente me conmovió.
—Oh, Aub. ¿Está segura?
—Sí. —Buscó las llaves en su bolso y me las ofreció—. Aquí. Sólo mantente en
contacto, ¿de acuerdo?
Asentí, incapaz de hablar.
—Ethan no es un mal tipo —murmuró—. Solo está procesando.
—Sé que no es un mal tipo. Es por eso que dije que me casaría con él.
Matrimonio. Era como una broma. Los finales felices no eran para chicas como yo.
¿Acaso no había aprendido eso ya? No había ningún vestido de fiesta de escote corazón
para llevar a la recepción del club de yate en mi futuro.
No sabía cómo sería mi futuro sin Ethan.
Así que me fui a casa.
—¿Cómo está? —le pregunté a la enfermera mientras la seguía por el pasillo hasta
la habitación de mi madre.
—Está calmada. —La enfermera era de unos cincuenta años, de hecho, pero tenía
una sonrisa amable. Pude ver que sentía simpatía por mí.
Eso no era reconfortante. En realidad no. Si había simpatía luego habría una razón
para sentir pena por mí.
Cuando entré en la habitación de mi madre, vi por qué. Estaba muy delgada y
parecía demasiado vieja para su edad real de cincuenta y un años. Su cabello oscuro
estaba manchado de gris y había una calva en la base de la corona que sabía que
provenía de torcer y tirar de su pelo allí. Había estado haciendo eso desde que yo era
niña. Me miró, pero fue con desinterés. Me di cuenta de que no me reconoció.
Se sentó en una silla junto a la ventana, como si estuviera acostumbrada a que no
hubiera privacidad y estuviera esperando que la enfermera y yo hiciéramos lo que
teníamos que hacer y nos marcháramos.
—Hola mamá —dije. Me incliné hacia ella y traté de abrazarla, pero se estremeció.
—No te conozco —dijo, estudiándome con miedo.
98
Normalmente no me molestaría. Pero estaba vulnerable, herida. Era simplemente
demasiado. Reprimí un sollozo.
—Soy tu hija. Caitlyn. Kitty Cat .
—No tengo una hija. —Miró a mi alrededor a la enfermera. —¿Por qué está aquí?
Haz que se vaya. —La enfermera me dio negó con la cabeza.
—Lo siento, cariño. Tal vez deberías volver más tarde.
—Está bien. —Sequé mis ojos—. Me imaginé que iba a hacer esto. Pero es una
mierda, ¿sabe?
—Así es. ¿Cuánto tiempo vas a estar en la ciudad?
—Sólo un par de días. Gracias. —Le apreté el hombro a mi madre—. Adiós, mamá.
—Ella no me dio ninguna reacción.
—Estaba mejor cuando tu hermano estuvo aquí hace un par de semanas —me dijo
la enfermera, extendiendo la mano y frotando mi espalda en un gesto maternal de
confort.
—¿Mi hermano estuvo aquí?—le pregunté, sorprendida. Tal vez Brian no era un
idiota después de todo.
—Sí. Dijo que solo habían pasado dos semanas desde que volvió desde Afganistán,
bendiga su corazón. Debes estar tan aliviada que esté en casa a salvo.
Así que había sido Heath el de la visita, no Brian. Eso tenía más sentido. Esto hizo
que mi corazón se hinchara con gratitud. Asentí.
—Muy contenta de que esté a salvo en casa.
¿Qué habría hecho si hubiera averiguado en algún momento que Heath había
muerto en combate? La sola idea me hizo estremecer.
Me había dicho a mí misma, dos días antes, que era suficiente saber que Heath
estaba en algún lugar en el mundo y que me amaba. Era suficiente, aunque nunca lo
viera ni hablase con él. Pero ahora sabía que no era cierto. No habría sido suficiente. No
habría sido capaz de resistir la comunicación con él en algún momento, y tan devastada
como estaba porque Ethan hubiera roto conmigo, tal vez me había salvado de hacer algo
que con el tiempo que iba a hacer que me odiara a mí miasma.
—Voy a volver en unos días —le dije—. Gracias.
No era un centro de cuidado en malas condiciones, pero era lo que era. Un lugar
para que los enfermos mentales para subsistieran hasta que murieran. Era opresivo y
deprimente y yo estaba sorprendida de los empleados optaran por trabajar allí.
Eran gente mejor que yo, eso era seguro. Una vez fuera, respiré profundamente
varias veces. Mi teléfono había estado en silencio durante todo el camino a Rockland.
Cuando me fui de la casa, había oído algunas de mis compañeras de hermandad 99
susurrando sobre mí. Unas pocas habían ofrecido sus condolencias, pero había oído
palabras como "Ethan engañado" y "ha aparecido su antiguo novio." Pero lo peor fue,
"Oh, Dios mío, me siento tan mal por ella."
Si tuviera un dólar por...
La gente había estado sintiendo lástima por mí desde que fui consciente de que era
diferente. Podía recordar estar tan emocionada de ir a la escuela, finalmente, y llegar allí
y una perfecta desconocida, una madre que nunca había visto, me entregó una mochila
con útiles escolares utilizados donados en su interior. Ni siquiera me había dado cuenta
de que necesitaba cosas para llevar a la escuela, pero de repente ahí estaba yo, todos los
ojos en mí, mirando, mientras me entregaba una mochila de Pikachu, al que le faltaba
un ojo y tenía una mancha oscura en el amarillo vibrante. Las otras chicas tenían bonitas
mochilas de princesas, pero yo tenía una mochila de niño usada.
Le había quitado toda la alegría a ese primer día. Todos los demás tenían etiquetas
de sus suministros y, cartucheras limpias y almidonadas y carpetas. Todo lo que tenía se
esfumó ligeramente, se desvaneció. Igual que mi casa. Igual que mi familia.
Caminando a través del estacionamiento, me preguntaba por qué me sentía como
que tenía que decidir todo en ese mismo momento. Me sentí como cuando llegué a la
Universidad de Maine, como que tenía que tener el resto de mi vida resuelto. Como si
fuera más importante reagruparme que llorar, sanar. Siempre corriendo hacia el futuro,
nunca viviendo el presente.
Tal vez eso era parte de lo que Aubrey estaba hablando; no compartía. No me
permitía estar abierta, vulnerable. Simplemente barría todo debajo de la alfombra y
seguía adelante. Sólo que ahora se estaba haciendo difícil caminar, había demasiada
mierda apilada debajo de mi alfombra. Tal vez no tenía necesidad de reagruparme o
preocuparme por dos años a partir de ahora. Tal vez sólo tenía que hacer lo que la gente
siempre juraba que iba a hacer y vivir el momento.
Excepto por el pequeño hecho de que en el presente ese momento apestaba.
Quería volver a la noche del Baile de Bienvenida, preparándome con Aubrey. Cuando
todo había tenido sentido. Cuando me había sentido en control. Pero entonces me
pregunté si realmente quería decir que, si pudiera, volvería dar marcha atrás. ¿Me
retractaría de ver a Heath otra vez, sabiendo que estaba bien?
No.
No me retractaría.
Conduje por la calle principal de la ciudad, estacioné en frente a la ferretería.
Estaba a punto de entrar cuando mi teléfono sonó. Heath. Siempre conmigo. Abrí mi
teléfono y leí su mensaje.
Lo siento mucho. Lo digo en serio. No quiero que te hagan daño.
100
Luego otro, justo después.
Si necesitas un amigo, solo un amigo, aquí estoy.
Eso significó mucho. Más de lo que podía posiblemente verbalizar. Creía que él se
preocupaba más por mi felicidad que la suya.
Gracias. <3
No podía decir más que eso. No estaba dispuesta a hablar. No podía compartir mis
sentimientos acerca de Ethan con Heath. Eran demasiado privados, separados. Tenían
diferentes espacios en mi corazón.
Abriendo la puerta de la ferretería, la campana sonó para anunciar mi entrada. El
hombre detrás del mostrador levantó la vista, luego se quitó sus gafas de lectura de la
nariz.
—¿Cat? —preguntó, sonando sorprendido.
—Oye, Billy —dije, sintiéndome avergonzada—. ¿Cómo estás? —Billy había sido
el mejor amigo de mi padre desde la infancia. Había sido como un tío para mí durante
toda mi infancia. Siempre había vivido aquí, igual que mi padre hasta que se casó con mi
madre.
—Bien. —Vino de detrás del mostrador, estudiándome mi cuidado—. ¿Cómo
estás? ¿Qué te trae por aquí?
No hubo abrazo, pero no me esperaba eso. Billy no era uno de los que tocaba.
—He venido a ver a mi madre. —No iba a hablarle de la ruptura. Solo le haría
sentir incómodo. Él era de la vieja escuela y no hablaba de sentimientos.
—¿Sí? ¿Cómo le va?
Billy tenía un acento fuerte, un verdadero "Nativo de Maine." Había estado fuera
de casa tanto que ahora parecía aún más pronunciado. Estaba acostumbrada a Ethan y
Aubrey y los otros estudiantes, que tenían un acento más relajado. Por alguna razón, eso
se agregó a mi melancolía.
—Ella está bien —le dije en respuesta a su pregunta sobre mi madre. Billy no
quería la verdad.
—Así que me encontré con Brian, el otro día —le dije, llegando a la razón de lo
que quería preguntarle de la manera más delicada posible—. Me pidió dinero.
Billy se encogió de hombros en su camisa de franela.
—No me sorprende. Está más encariñado con la botella de lo que aparece al
trabajo.
Toqué un despliegue de baterías, pasando mis dedos sobre las cubiertas de plástico.
101
—¿Ha vendido la casa? —Traté de sonar casual, pero mi corazón latía
dolorosamente en mi pecho. Tiffany sabría si la casa de mi padre había sido vendida
definitivamente pero no sabría acerca de las ofertas que pudieran estar en la propiedad.
Billy tenía más probabilidades de tener este tipo de información como albacea del
testamento de mi padre.
La casa había sido dada a Brian.
Algo que no entendí y tuve problemas para no estar enojado con mi padre acerca
de eso, a pesar de que sabía que no debía sostener ese tipo de animosidad conmigo en su
muerte.
—No. La casa no ha sido vendida. Tu hermano no ha pagado los impuestos a la
propiedad, tampoco, Cat. Le debe una buena cantidad de dinero. La casa no puede valer
mucho, pero la tierra tiene una buena vista.
Tenía la esperanza de que nunca se vendiera. Prefería que Brian la perdiera porque
no pudo pagar los impuestos a que sacara provecho de ella y despilfarrara hasta el último
centavo en cosas estúpidas. No valía mucho, pero Brian no se merecía nada de eso, y el
duro trabajo de mi padre no merecía ir por la garganta de Brian en forma de ron. Era
difícil no estar resentida, sin embargo. Yo habría usado ese dinero para mi educación.
Había dolido en ese entonces y dolía ahora que mi padre confiara en su hijo más que en
la hija que lo había amado.
—Sí que tiene una buena vista. —Le di una pequeña sonrisa a Billy—. Y
murciélagos.
Él soltó una risa oxidada.
—Apuesto a que sí.
—Será mejor que coja el ferri. —Eché la cabeza en dirección a la bahía—. Voy a
ver a Tiffany.
—Me alegro de verte. —Me dio una palmadita torpe en el brazo.
Y Aubrey se preguntaba por qué yo no compartía mis sentimientos. Nadie en toda
mi vida lo había hecho. Nadie a excepción de Heath. Él lo había compartido todo
conmigo.
—Adiós, Billy. Dile a Sheri he dicho hola.
—Lo haré, chica.
Cogí el ferri, notando que las caras eran iguales. Más viejas, pero iguales. Tanto los
que trabajaban en el barco como los que cobraban el pasaje. Obtuve miradas curiosas,
gente que sabía quién era yo, pero no yo personalmente, y no estaban dispuestos a
hablar conmigo. Pero tampoco hablaban de mí, susurrando entre sí, y le di la bienvenida
102
a la reticencia de los residentes de la isla. Se ocupaban de sus propios asuntos y no se
inmiscuían en los míos.
Ellos hablarían, pero sería más tarde, a puerta cerrada. Por primera vez en la
historia, aprecié eso, sobre todo después de escuchar a las chicas en la casa que ni
siquiera intentaron encubrir sus cotilleos.
Se suponía que eran mis amigas, sin embargo, no habían dudado en hablar de mí.
Algunas incluso habían tomado sólo una pizca de satisfacción al ver que me habían
bajado los humos. Las chicas eran competitivas sin siquiera proponérselo, y a pesar de
que les había agradado, gané el gran premio en Ethan.
Eso me convirtió básicamente en un objetivo.
Pero aquí, había silencio. Solitud. Hacía frío, mucho viento, pero se sentía bien.
Aspiré el aroma del océano, mirando por la borda a las oscuras olas rompiendo en la
orilla rocosa mientras nos alejábamos. No había estado en casa desde el funeral.
Se sentía raro estar haciéndolo ahora. Nunca había esperado volver, la verdad.
Varias veces al año visitaba a mamá y Tiff tomaba el en ferri para pasar algún tiempo
conmigo, y eso había sido suficiente. No había querido poner un pie en Vinalhaven.
Pero ahora se sentía como el único lugar al que podía ir. Era el único lugar que
estaba más solo que yo, y nos entendíamos.
Tiffany abrió la puerta de la casa de madera de su abuela, la pintura desconchada
por el agua salada y el viento, y salió a la escalera de entrada. Podía oír gritos desde el
interior.
—¿Qué está diciendo? —le pregunté, apoyándome en el hombro de Tiffany para
ver el interior de la casa.
—Ella acaba de llamarme puta. Dice que su avena está muy caliente. —Tiffany
puso los ojos en blanco—. Dice que estoy tratando de matarla. ¿Quién se ha muerto por
una la quemadura de la boca? Sea lo que sea.
Fue probablemente la única cosa que podría haber hecho sentir peor ese día. Ella
no se merecía ser tratada así.
—Tiff, tienes que ir a la universidad. En serio. Los vecinos la cuidarán. No es justo
que estés atrapada aquí y te trate como una mierda.
—No así de loca. No puedo dejarla. Pero sí he aplicado a la Universidad de ROCK.
Tal vez puedo dejarla durante unas horas unos días a la semana, o tomar clases online
por un tiempo al menos. Estaba pensando en obtener un título de enfermería.
Dios sabía que ella estaba lo suficientemente calificada para cuidar de las personas.
—Esa es una gran idea. Estás adorable, por cierto. Me encanta el pelo.
Lo estaba dejando crecer. De alguna manera caía todo en un cormorán exagerado. 103
Se lo acomodó.
—Gracias. Lamento que no puedas entrar, pero no creo esté contenta conmigo.
—Está bien. —Nunca había pretendido quedarme con Tiffany. Conocía la
situación—. Me alegro de verte.
—Yo también. —Me dio una mirada inquisitiva—. Siento mucho lo de Ethan. —
Mis ojos cayeron al suelo. No pude detenerlos. El dolor era todavía demasiado fresco,
demasiado crudo.
—Sí. Es un asco.
—¿Quieres sentarte? —Hizo un gesto a nuestros pies—. Pasar el rato.
—¿Por qué no te escapas después de que se duerma? Voy a estar en mi casa.
—Probablemente hayan cortado el agua, ya sabes.
Me encogí de hombros.
—Todavía tenemos la letrina —dije, sin embargo, mi nariz involuntariamente se
arrugó. Me había acostumbrado a vivir en los dormitorios y la casa de la hermandad,
donde todo era atendido por la universidad. No había vivido así en mucho tiempo. Fue
increíble lo rápido que pude acostumbrarme a un estilo de vida más fácil.
La abuela de Tiffany comenzó a gritar de nuevo.
—Para alguien con enfisema ella grita muchísimo —comenté.
Tiff se echó a reír.
—Sí, no me digas. Es increíble lo que la ira santurrona puede hacer por su
capacidad pulmonar.
Me alegré de que pudiera reír, pero sinceramente, me rompió el corazón. Quería
más que nada que Tiffany tuviera una vida más feliz. Era tan inteligente, amable y leal y
sin embargo nadie la apreciaba.
Excepto yo.
—Voy a hablar contigo más tarde —dijo—. Si se pone raro en tu casa o no hay
electricidad, házmelo saber.
—Sí. —Agité mi mano y salté del porche, sintiéndome extrañamente más ligera de
lo que me había sentido desde que Ethan había vuelto de Boston. Mi corazón estaba
roto, pero no estaba atascado. Nunca iba a estar atascado otra vez.
Todavía había una llave en el garaje bajo algunas macetas viejas en las que nadie
había puesto flores en veinte años. Metí la llave en la cerradura de la puerta de la cocina
y me volví. Se resistió, pero luego cedió con un chasquido. Empujé la puerta con el
hombro para abrirla. La habitación estaba en penumbra y polvorienta. El aire se sentía
pesado e inmóvil, imperturbado durante un largo tiempo. A pesar de que la casa estaba 104
en venta no parecía que alguien hubiera estado allí para verla. Llegando más allá
presioné el interruptor y para mi sorpresa, las luces realmente se encendieron. Diablos,
sí.
Pasé de una habitación a otra. No era una casa grande. Estaba en mal estado,
incluso más desgastada de lo que recordaba ahora que había estado lejos de ella. Olía a
humedad y había excrementos de ratón en varios rincones. Pero todavía me hacía tragar
saliva, buenos recuerdos viniendo a mi mente. Dondequiera que miraba, veía a mi
padre, sonriendo, riendo. Vi a mi madre, en tiempos mejores, llamándome hacia ella
para que pudiera cepillar mi enredadera de pelo caricia tras caricia. Me encantaba
cuando hacía eso, con las manos un poco inestables, pero suaves, amorosas.
Había cerrado los ojos y cedido a los pequeños escalofríos de placer que la
sensación había causado.
Y vi a Heath en la casa, burlándome de él, tirándole el agua del fregadero lavamos
los platos. Lo vi sosteniendo su dedo hacia mí para que permaneciera callada, mientras
se escabullía más allá de mi padre durmiendo en el sofá, con los ojos llenos de malicia y
de amor.
Sentada en el porche después de mi melancólico tour por la casa, mi mirada fija en
el agua en la distancia, acuné mi teléfono en mi regazo y metí mis manos en mis
bolsillos. Quería llorar, pero mis ojos estaban secos. Me sentía frágil como el cristal. Ya
no estaba insensible, pero tampoco determinada a ignorar mis sentimientos. Quería
dejarlos entrar, el duelo por la pérdida de Ethan, nuestro futuro. Sin embargo, a pesar de
que inhalaba y exhalaba profundamente, las lágrimas que me esperaba, anhelaba, nunca
llegaron. Tal vez no quedaba ninguna.
Estaba esperando que Ethan me mandara un mensaje. Eso era lo que Ethan hacía,
se disculpaba, me ofrecía más explicaciones. Pero no lo hizo. Me hizo sentir como si me
hubiera dejado en todos los sentidos de la palabra. Que me podía quedar en Vinalhaven
y nadie en el campus me extrañaría. Ni siquiera se darían cuenta de que me había ido.
Porque si a Ethan no le importaba, ¿a quién sí?
Mi amistad con Aubrey, que esperaba pudiera continuar, había cambiado para
siempre.
Cuando mi teléfono sonó, miré con desinterés, suponiendo que era Tiffany
diciendo que no podría dejar la casa. Estaba oscuro, frío. Podía oír las olas en la
distancia, pero aparte de eso, la noche estaba tranquila. Mi teléfono parecía demasiado
fuerte aquí y le presté atención al sonido.
No era Tiffany. Era Heath.
Tu amiga ha dicho que has ido a casa. ¿Estás en Vinalhaven?
Sí.
105
¿Por cuánto tiempo? ¿Quieres que vaya hasta allí?
¿Quería eso? No estaba segura.
Pero cuando miré a mi alrededor me di cuenta de que Heath ya estaba conmigo.
Estaba en todas partes en la casa.
Mientras mi dolor por Ethan era privado, nadie me conocía como Heath, ni
siquiera Tiffany.
Mañana. Si quieres.
Para él era tan fácil convencerme. No me pude resistir.
Sí quiero que vengas.
Y ahora que ya no tenía mi relación con Ethan para protegerme.
Capítulo 12
E sa noche dormí en mi antigua habitación, pero la casa hacia sonidos que no
recordaba. Gemidos, crujidos y tensión contra el viento. Tal vez era porque
en toda mi vida, nunca había estado sola en casa. Ni una sola vez. Siempre había al
menos un padre, o mi hermano, o un hermano de acogida o tres. Nunca había nadie
fuera de casa y definitivamente nunca por la noche. Heath no habría sido capaz de
llegar esta noche de todos modos, no ya que yo había tomado el segundo ferri, el último
del día, pero todavía lamentaba que no estuviera conmigo cuando me acurruqué debajo
de las sábanas rancias.
Nunca había tenido miedo en la casa antes, y eso no era lo que sentía entonces
tampoco. Era más la comprensión de que el mundo que había construido para mí no era
real. Que incluso rodeada de gente, siempre había estado total y completamente sola.
Igual que lo estaba ahora.
Excavando bajo el colchón en la oscuridad, saqué mi diario de la escuela 106
secundaria. Por un momento simplemente me quedé tumbada, presionando el cuaderno
contra mi pecho. Luego me di la vuelta y encendí la lámpara de la mesita de noche. Sólo
había una sola bombilla débil, pero fue suficiente para ver el cuaderno de espiral. Era
sólo una cubierta de color púrpura simple, con páginas con página de líneas dentro que
había conseguido en una droguería por un dólar. En el interior, había empezado a
anotar pensamientos y algo de mala poesía, pero siempre había sido demasiado inquieta
para sentarme y poner mis sentimientos de una manera coherente.
En su lugar escribí listas. Las clases que tomaría en la universidad. Lo que quería
para la comida en mi fiesta de graduación (lo cual nunca sucedió). Todo eso lo comí en
un día sólo por curiosidad. Cosas en las que era buena. Cosas en las que era mala.
Y escribí el nombre de Heath, una y otra vez, casi distraídamente. Lo escribí en los
márgenes que rodeaban mis listas. Heath Deprey. Heath Deprey. Heath Wolf Deprey.
Luego, el segundo apellido natural: Cat Deprey. Caitlyn Michaud Deprey.
Había planeado nuestra boda en ese cuaderno. Pasé las páginas y leí mi gran
caligrafía circular delineando los detalles sobre un picnic playero en el patio trasero.
Quería llevar un vestido de verano y estar descalza. Es curioso cómo no me había
acordado de nada de esto las pocas veces que Ethan y yo habíamos hablado de nuestra
boda. Había tenido una ceremonia y recepción más tradicionales en mente, con una
imagen del vestido de fiesta en mi cabeza.
Ninguno de los dos se sentía real o posible ahora.
Cuando me dormí soñé que me encontraba en un lado de la bahía y Heath estaba
de la otra. No debería haber sido capaz de ver a través de la lluvia, pero pude. Sabía que
era él, incluso desde tan lejos.
Pero no podía llegar hasta él.
Se dio la vuelta y se alejó, dejándome sola, y yo gritaba su nombre. Le rogué que se
quedara. Entonces Ethan apareció a mi lado en el acantilado y cuando le pedí ayuda, me
empujó por un lado. Caí en cámara lenta, con los brazos hacia fuera, estrellándose hacia
las rocas y el mar, el viento en mi pelo...
Me senté con la espalda recta en la cama, sudorosa. Había dejado la lámpara
encendida y la alcancé apagándola. Entonces caí en la cama, en la oscuridad, los únicos
sonidos mi respiración y los latidos de mi corazón.
Me dije que no iba a estar pendiente de él, pero sabía cuándo llegaría el ferri. Y
sabía cuánto tiempo le tomaría subir desde el muelle. Así que cuando recibí un mensaje
que decía que estaba viniendo por el camino, ya lo había visto por la ventana. Caminaba
de la misma forma que lo hizo el primer día, con confianza, sin molestarse en mirar a la
izquierda o a la derecha. Sus ojos estaban fijos en la casa. En mí. 107
Dado que ya le había animado a venir noventa minutos de distancia y al otro lado
de la bahía para verme, no tenía sentido fingir que no estaba contenta de verlo. Tiré de
la puerta para abrirla y fui corriendo por las escaleras a su encuentro.
—Hola —dije, deteniéndome frente a él y quitando un pelo suelto de mi boca—.
No puedo creer que hayas venido hasta aquí.
Por supuesto que todavía estaba molesta por Ethan, pero era una cosa totalmente
separada del vértigo cauteloso que sentí cuando vi a Heath. Sin pensar en las
consecuencias tiré mis brazos alrededor de él y le di un abrazo. Él me agarró, con fuerza,
y besó el lado de mi cabeza.
Después de la última vez que le vi, se sintió increíblemente reconfortante.
—Por supuesto que he venido. Siento lo de tu padre, por cierto, si no lo dije antes.
Ya sabes que me gustaba y le admiraba mucho. Era una de las únicas personas que
alguna vez fue amable conmigo.
—Se preocupaba por ti —le dije con sinceridad, echándome hacia atrás para
estudiar a Heath—. ¿Cómo supiste que murió?
Se encogió de hombros.
—Me aseguré de saber lo que estaba pasando aquí. Tenía muchas ganas de venir al
funeral, pero estaba en Afganistán entonces. —Heath tomó mi mano entre las suyas y
me llevó por las escaleras, mirando alrededor del porche—. Se ve exactamente igual.
Nada ha cambiado.
—Todo ha cambiado —le susurré en desacuerdo, aunque no me refería a la
pintura descascarada o la silla de plástico en la esquina—. ¿Así que no has vuelto en
absoluto?
—He estado en Rockland pero ésta es mi primera vez en la isla desde el día que me
fui hace cuatro años. —Soltó mi mano y se paseó de un lado a otro, agarrando la
barandilla y estudiando el patio, la maleza salvaje y el camino de grava—. ¿Entonces por
qué Brian no vive aquí?
Eso me hizo resoplar.
—Por favor. No hay suficiente entretenimiento aquí para Brian. O mujeres de las
que aprovecharse. Todo el mundo en la isla sabe exactamente lo estúpido que es.
—Eso es verdad. —Heath miró hacia la casa—. ¿Todo sigue funcionando?
¿Energía? ¿Agua?
—Sí, es sorprendente. Pero hace mucho frío allí. Sabes las ventanas y el
aislamiento apestan. Estoy arruinada ahora. El pensamiento de un enero en esta casa
llena de corrientes de aire me hace temblar.
108
—¿Estás pensando en pasar enero aquí?
—No, por supuesto que no.
—¿Dónde vas para las vacaciones de invierno? —preguntó, caminando hasta el
final del porche para inspeccionar la pila de madera que todavía estaba allí.
La pila de troncos estaba probablemente suministrando a toda una colonia de
ratones en este punto. No quería responder a su pregunta. El primer año pasé la semana
de Navidad en casa con mi padre y el resto de las vacaciones sola en el dormitorio. El
segundo año fui al Walsh durante una semana con Ethan. El resto de las vacaciones no
había estado sola en absoluto porque le había tenido a él, y Aubrey, y otras chicas en la
casa. ¿Este año? No tenía a dónde ir y a nadie para pasar la Navidad en absoluto.
El pensamiento me hizo compadecerme de mi misma.
—Supongo que me quedaré en la casa de la hermandad este año. —Había salido
fuera solo con mi sudadera y me froté los brazos.
—Vamos a buscarte un abrigo —dijo—. Después, vamos a dar un paseo.
Sabía a dónde quería ir. Siempre había estado atraído por las rocas, donde el
océano se estrellaba contra la orilla y creaba un rocío espumoso.
—Está bien. Dame un segundo.
Él me siguió, por supuesto, y vagó alrededor de la cocina, tocando el sostenedor de
la servilleta sobre la mesa, girando el grifo en el fregadero como si no creyera que el
agua realmente corriera. Había tirado mi abrigo en el respaldo de la silla y fue bastante
fácil ponérmelo, recuperando mis guantes de los bolsillos. No era una casa grande, con
habitaciones en la planta superior, invadiéndose entre sí. En mi habitación había un
armario que siempre había estado cerrado y nadie parecía tener la llave. Dadas las
estrechas y pequeñas habitaciones de la casa de campo, pasaba la mayor parte de mi
tiempo en la cocina o en el exterior, sin importar el tiempo que hacía.
Era la única manera en que él y yo habíamos podido estar solos.
Así que parecía natural para nosotros ir a dar un paseo a pesar de que no había
nadie en la casa, excepto nosotros. Heath caminó hacia atrás, mirándome.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó.
—No. —Sabía que se refería a Ethan.
—Bien —dijo, luchando contra una sonrisa—. Porque estoy bastante seguro de
que cualquier consejo que tengo que ofrecer sería terrible.
Me eché a reír.
—Guau, gracias.
—Tengo buenas intenciones. Pero en caso de que no lo hayas notado, no soy 109
exactamente el Sr. Sensible. Los chicos hablaban de sus problemas con las chicas en sus
literas y yo era famoso por ofrecer el peor consejo.
Llevaba vaqueros oscuros que mostraban lo musculosos que sus muslos se habían
convertido en el servicio militar y tenía una vieja chaqueta de caza. De hecho, reconocí
esa chaqueta. La había tenido en la escuela secundaria. Estaba descolorida y sabía por
experiencia que era suave y cálida. Me había apoyado en ella, me había envuelto en ella.
—Tienes miedo de mostrar tu lado sensible. Pero lo he visto cuando pensabas que
no estaba mirando. No me puedes engañar.
Hizo una mueca.
—Mentiras. Absolutas mentiras. Soy un bruto, Cat. Recuerda siempre eso.
Negué con la cabeza, sonriendo.
—Todavía no me lo creo. Nunca has sido un bruto conmigo.
Parecía que estábamos bromeando, bromeando entre nosotros, pero dejó de
caminar. Terminé justo en frente de él. Tocó la punta de mi cabello, derramándose hacia
abajo sobre la parte delantera de mi abrigo.
—Lo fui al irme. Pero no fue intencionado. Y tú eres diferente de todos modos.
Nunca puedo ocultarte mis sentimientos.
—No quiero que lo hagas. —Puse mis palmas sobre su pecho, utilizando los
pulgares para jugar con los dientes de la cremallera que no estaba usando. Quería mover
las manos dentro de la chaqueta, para tocar su pecho, pero me contuve. Quería que me
besara, que tomara la iniciativa y bajara su boca a la mía en la forma en que ambos
habíamos estado anhelando desde el momento en que había puesto primero los ojos el
uno por el otro de nuevo hace semanas.
Pero no lo hizo.
En cambio, levantó las cejas y me dio una mirada pícara.
—Estoy pensando que estoy a punto de vencerte en una carrera por las rocas.
Era una fuente de muchos años de frustración para mí. Sus piernas eran más largas
y siempre había sido más rápido. Además yo había sido corredora de distancia, no una
grana velocista. Había disfrutado de tomarme el pelo, pellizcando en mi competitividad
natural, incitándome en las carreras por el monte que nunca podría ganar. Pero una vez
lo hice, cayendo en su espalda a toda velocidad con una explosión final de la energía.
Nos caímos sobre la hierba juntos, riendo, besándonos.
Luego diez minutos más tarde, había estado dentro de mí y había pensado que
entendía todo lo que alguna vez iba a saber.
—Esa no es una carrera justa —le dije—. Tienes las botas puestas. Estoy usando
lindos zapatos de niña casi sin suela.
110
—No es mi problema.
—Imbécil.
—¿Quieres que sea políticamente correcto? ¿Debo darte una ventaja? Quítate los
zapatos.
—No me hagas favores. —Si Heath vigilaba lo que decía, si se contenía y era
cuidadosamente educado, ya no sería él. Además, me gustaba la forma en que me
empujaba a ser mejor, a esforzarme más. Con él, siempre había sentido que todo era
posible—. El último allí tiene que cortar leña para la chimenea.
Heath soltó un bufido.
—Me encantaría verte cortar leña.
—¿Estás dudando de mí? ¿Estás sugiriendo que no puedo? —bromeé.
Pero no se rió conmigo. Dijo:
—Yo nunca dudaría de ti. Creo que eres capaz de cualquier cosa que te propongas.
Fue inesperado el halago y significó mucho para mí. Tragué saliva, sin saber qué
decir sin que sonase demasiado emocional.
Pero luego se inclinó hacia delante, muy cerca de mí. Esperé, esperé escuchar algo
aún más halagador. Una declaración de amor. Eso es lo que quería de todos modos. Pero
él murmuró:
—Vamos.
El tono era tan distinto de lo que se puede esperar para el inicio de una carrera que
me tomó un segundo darme cuenta de que estaba dando marcha atrás, sonriendo.
—Mierda —dije, luchando para despegar en un ángulo desde donde se estaba
moviendo lentamente.
Se rió, dándose la vuelta y corriendo. Tuve un microsegundo al empezar con él,
pero sus piernas eran más largas, más fuertes. Mi primera estrategia siempre había sido
la de tratar de mantener el ritmo con él, agarrándolo por la parte posterior de su camisa
y jugando con sus brazos para detenerlo. Pero ahora tomé una táctica diferente. Debido
a que me encontraba en un ángulo cuando se volvió, lo interrumpí. Tuvo que detenerse,
maldiciendo:
—¡Maldita sea, Cat, eso no es justo!
Sin aliento ya, grité por encima del hombro
—¡Puedes repartir, pero no puedes tomarlo! —Fui a toda velocidad por la colina,
unos buenos tres metros por delante de él. Se sentía increíble correr, llenar mis 111
pulmones con el aire frío, dejando de lado mi moderación, mi tristeza, y esforzarme.
Eché un vistazo por encima de mi hombro, me reí, mi cabello ondeando detrás de
mí y enredándose delante de mi nariz y labios. Lo aparté y grité cuando Heath me
alcanzó y agarró la parte posterior del abrigo. Nuestras posiciones se invirtieron por una
vez y me gustó liderar, pero sabiendo lo cerca que estaba lo hacía más divertido,
emocionante. Quería que me atrapara.
Pero quería ganar más. Empujé con más fuerza, con los pulmones a punto de
reventar. Cuando llegué a la orilla de la hierba en las rocas, me detuve y le di una
sonrisa de triunfo.
—¡Sí, he ganado! ¡Dios, por fin!
Fue a unos pocos metros por delante de mí.
—Esta es la meta real —guiñó un ojo—. Yo gano.
—No, no, no. Mentira. —Golpeé su brazo—. Sabes que la meta es donde termina
la hierba. Esa es la forma en que siempre fue y no se puede cambiar las reglas ahora.
—¿No? —suspiró—. Supongo que tienes razón. Voy a cortar leña.
—Realmente no tienes que hacerlo —concedí inmediatamente—. Ha sido
suficiente para mí haber pateado tu culo.
Heath se rió.
—Ahora estás presumiendo. —Se sentó en el suelo, manteniendo las rodillas
levantadas y descansando sus antebrazos allí—. Echaba de menos esto. Huele bien, ¿no
es así? Nada como el maldito desierto. No quiero volver a ver la arena nunca más.
—¿No hay vacaciones en la playa para ti? —le pregunté a la ligera, dejándome caer
al suelo junto a él—. Maldita sea. Voy a tener que cancelar el viaje a Hawái que te
compré para Navidad.
—Aw, eso es muy amable de tu parte. Pero no puedo aceptarlo. —Me empujó con
su rodilla
—¿Quieres hablar de ello? —le pregunté, haciendo eco de sus palabras de antes,
sabiendo que entendería que quería decir acerca de ser desplegado.
Pero dio la misma respuesta que yo.
—No.
No importaba. Sabía que me lo contaría cuando quisiera o estuviera listo, igual que
lo haría yo. No necesitábamos palabras. Me apoyé en su hombro, entrelazando mi brazo
con el suyo.
—Entonces vamos a ir a París en su lugar. —Era lo que decíamos, cuando
estábamos bromeando sobre ser pobres, en el futuro. Parecía un verdadero sueño
imposible. Todavía lo era. Pero ahora no tenía la fuerza y el anhelo detrás de ello que 112
tenía entonces. Ahora se sentía... innecesario.
—Creo que deberíamos quedarnos aquí. Para siempre. Es el único lugar donde no
me siento atrapado.
Lo cual era terriblemente irónico porque Vinalhaven siempre había sido el único
lugar donde me sentía atrapada.
Pero ahora era diferente. No podía explicar por qué. Tal vez porque era una adulta.
O casi una adulta. Tal vez porque mi madre y su deambular lamentable habían
desaparecido. Porque a que no había una casa llena de hermanos de acogida cautelosos.
No estaba segura de por qué. Pero se sentía menos sofocante ahora.
Tal vez era sólo porque en lugar de huir de Vinalhaven, había corrido a él, y
aunque podría haber estado sollozando con helado en mi cuarto en la universidad, en su
lugar estaba sentada junto al agua. Se sentía bien.
—O por lo menos permanecer hasta el martes —le dije con una sonrisa. Había
esperado que pusiera sus brazos a mi alrededor pero no lo hizo, así que me senté atrás,
incómoda con él viendo que estaba colgando sobre él o algo así—. Sólo tengo alimentos
para dos días.
—¿Has traído comida? Y aquí preocupándome de que iba a morir de hambre. Tres
horas es mucho tiempo para estar sin comer.
Así que él tenía la intención de tomar el segundo ferri de vuelta al continente. No
debería haber esperado más, pero aun así me decepcionó. Había dicho que iba a luchar
por mí cuando estaba con Ethan, pero ahora no estaba y él no estaba intentando nada en
absoluto. Era desconcertante. No sabía qué hacer con él.
Así que mantuve mi tono ligero.
—¿Pensaste que ibas a morir de hambre, pero has venido de todos modos? Eres
muy dulce.
—Eso es una cosa que nadie me ha acusado de ser.
—Es un cumplido, no una acusación.
—Sabes lo bien que manejo cumplidos.
—Sí, lo sé. Te retuerces.
—Tú eres igual.
—Sí. Pero he mejorado en aceptarlos. —Lo que sonaba como una petición poco
disimulada de que me diera uno. Eso no era lo que quería decir. Era sólo que Ethan me
hacía cumplidos todo el tiempo, y había aprendido a confiar en ellos, a tomarlos al pie
de la letra, por primera vez en mi vida. Pero Heath no iba a querer escuchar hablar
sobre Ethan y yo no quería que Heath pensara le estaba pidiendo cumplidos, así que me
apresuré a añadir—: Pero eso no significa que cualquiera tenga que hacerlos. 113
Él me dio una mirada divertida.
—Sí, no tienes ningún problema en absoluto. Ninguno.
Había sonado completamente ridícula.
—Que te jodan —le dije, no molesta con él en absoluto, pero igualmente
divertida. Definitivamente sentía como si hubiera trabajado duro para ser diferente, más
madura, ¿pero realmente había tenido éxito? No estaba segura.
—Ten cuidado con lo que deseas.
Sonaba como una simple broma. No sexual. No era una insinuación sugerente que
sería seguida por un toque, o un beso. No estaba segura de lo que estaba haciendo, pero
no quería arruinar la tarde. No quería que se fuera, o a nosotros discutiendo. Así que
arranqué una zona de hierba muerta.
—Ya no estoy segura de creer en deseos.
—Yo nunca lo hice.
—¿En qué creías, Heath? —le pregunté, consciente de que mi trasero estaba
entumecido por el frío suelo y mi nariz picaba por el viento fuerte. Sorbí por la nariz y
froté, cambiando mi posición. El frío se sentía tan crudo como mis emociones, el agua
golpeaba contra las grandes rocas por debajo de nosotros.
—Creía en nosotros.
Yo también, y eso me entristeció profundamente. Abracé mis rodillas a mi pecho,
inclinando mi mejilla en mis guantes para poder mirarle. Estaba mirando hacia el
océano.
—Gracias por no cubrir tu tatuaje. —Me recordó cuando había existido en
esperanza, y la esperanza sola. Me había graduado y creado planes para mí y ahora
todos esos planes se habían derrumbado. Pero podía hacer nuevos planes. Quizás a veces
la esperanza era más importante que tener una lista de verificación.
—No me siento cómodo con los cumplidos, ¿recuerdas? —Cogió un palo y lo tiró
con fuerza—. Hay algunas cosas que simplemente no puedo cubrir.
Eso era sin duda cierto.
—¿Recuerdas cuando esa señora de la iglesia vino y trajo esas bolsas de ropa y era
como la ropa de segunda mano más fea? ¿Cubierta de pelo de perro y manchas de
desodorante?
—Oh, Dios. Sí. Lo recuerdo. —Al principio nos habíamos sentido insultados.
Incluso mi padre había mirado a la mujer con una expresión de ¿Qué demonios?, ya que
ella había dicho en repetidas ocasiones que la ropa era “para los huérfanos”—. Fue tan
1945. Raro.
114
—Fue satisfactorio como el infierno quemar toda esa ropa. Hicimos un infierno de
una hoguera esa noche.
El recuerdo me hizo sonreír. Nos había dado una cantidad exorbitante de placer el
prender fuego a esa ropa. Mi padre negó con la cabeza, pero no dijo nada en señal de
protesta, solo que no intentáramos cocinar malvaviscos por los productos químicos en el
tejido.
—Me siento un poco mal. Quiero decir, ella sólo estaba tratando de ser agradable.
—Estaba siendo condescendiente.
Estaba en lo cierto. Lo más probable es que la mujer había dormido mejor de
noche pensando que había hecho su parte para ayudar a los niños pobres. Su motivación
no era verdadera generosidad, sino impresionarse a ella misma.
—¿Qué te ha hecho pensar eso?
—Estaba pensando que quemar la ropa de mierda sería más fácil que cortar leña.
—Se rió y se puso de pie, sosteniendo su mano hacia mí—. Vamos. Parece que tienes
frío.
—Estoy bien. —Estaba helado, pero no me importaba. Pero tomé la mano que me
ofrecía y tiró de mí hacia arriba, sacudiendo el extremo de mis vaqueros—. No puedo
creer que sea casi Halloween. —No era nada un comentario y no estaba segura de por
qué lo dije, con la excepción de que mirando a mi alrededor era obvio que los árboles ya
estaban al descubierto. Con Heath siempre había tenido la costumbre de pensar en voz
alta. Nunca había tenido miedo de compartir mis pensamientos, nunca me había
guardado con él.
—Eso fue lo mejor de estar en el ejército. Siempre nos daban todos estos paquetes
de ayuda en los días festivos. Toneladas de dulces después de Halloween. Voy a extrañar
eso.
Había soltado mi mano y me hubiera gustado que no lo hubiera hecho a pesar de
que llevaba guantes.
—No he pedido dulces desde cuarto grado.
—Si tuviera que pedir, no habría conseguido nada. Sabes que soy pésimo en pedir
cosas. Pero simplemente aparecía con la bolsa llena. Personas bien intencionadas que
cuidaban de los soldados.
Era sin duda pésimo en pedir cosas.
—Vamos a tallar una calabaza este año —le dije, aunque era una idea estúpida. No
teníamos ninguna parte para mostrar una calabaza en su apartamento o mi habitación
en la casa de la hermandad.
—¿Puedo hacer que parezca el tipo de Hellraiser1? 115
—Por supuesto. —Ni siquiera estaba segura de quién era, pero era probablemente
asqueroso. Realmente no me importaba. Sólo quería hacer algo que fuera tradicional.
Quería saber que por lo menos un día de fiesta tenía con quién pasarlo. Estaba tan solo a
unos días de distancia por lo que no me avariciosa por sugerir que saliéramos. Incluso si
era un poco desesperado. Podría racionalizar que éramos amigos.
Éramos amigos.
Y de repente me preguntaba si eso era todo lo que él quería ser.
Era lo que le había pedido inicialmente, por lo menos ser amigos. Estaba
agradecida de que pareciera capaz de hacer eso, aun cuando sabía que ya secretamente
esperaba más.
Cuando volvimos a la casa, fue cómodo y fácil. Hice emparedados con la carne del
almuerzo y el pan que había comprado en el supermercado después de ver a Billy, y vi a
Heath cortar leña por de la ventana. Le dije que no necesitaba, pero él había insistido. Se
había desprendido de su chaqueta y balanceaba el hacha con oscilaciones fáciles y
seguras en sólo su camiseta.
1
Hellraiser: es una película británica de terror de 1987 escrita y dirigida por Clive Barker, y basada en la
aclamada novela de Barker Hellraiser. Es considerada tanto una película de culto como un clásico del
género.
Unté la mostaza y traté de no babear. Él nunca miró en mi dirección, así que era
libre de mirarlo todo el tiempo. Una parte de mí se sentía culpable ya que Ethan y yo
acabábamos de romper, pero al mismo tiempo, mi atracción por Heath precedía a Ethan.
Parecía que no tenía nada que ver con Ethan. Pero esperaba que Heath apareciera y
sacara inmediatamente sus planes y había estado preparada para desviar eso un poco.
Disfrutar un poco. Esto no lo entendía.
Casi parecía como si estuviera siendo... fraternal conmigo.
Que era la más cruel de todas las ironías.
Se volvió otra vez, golpeando el tronco fuerte, dividiéndolo en dos partes
perfectas. Suspiré, mi cuerpo me traicionaba. Su cuerpo era más maduro ahora. Pero
también lo era el mío. Me ponía inquieta.
Después de comer Heath se asomó por la sala de estar, mientras yo yacía en el sofá,
mirándolo.
—He perdido el ferri —dijo, con indiferencia, recogiendo un viejo periódico y
frunciendo el ceño.
—¿Sí? —le pregunté, igualmente indiferente—. No he estado mirando la hora. —
Lo que era una mentira. Había sabido que estaba en riesgo de perderlo, y había optado
por permanecer en silencio.
116
—Esto es del 2006 —comentó.
—Eso es nuevo para la mayoría de las cosas en esta casa. —Estaba tumbada de
espaldas, con las manos detrás de la cabeza, contenta descansando y estudiándolo—.
¿Quieres hacer un fuego con toda esa madera que has cortado? Oscurecerá pronto.
Dejó caer el periódico.
—Podemos hacer eso.
—O podemos ver una película.
—¿Qué tal si vemos una película, después, hacemos una fogata? —Se fue a estudiar
la vieja y pequeña colección de DVDs—. ¿De dónde vienen la mitad de ellos?
—La mayoría de ellos Brian los tomó prestados de la biblioteca y nunca los
devolvió. Elige cualquiera.
Lo hizo, simplemente cogió uno y encendió el televisor y el reproductor de DVD
de la vieja escuela. Abrió la caja y puso el disco. Con el control remoto en la mano se
acercó a mí.
—Estás acaparando el sofá.
Eso hirió mis sentimientos por alguna razón.
—Me siento cómoda.
Se dejó caer en el suelo a mi lado, con la espalda contra el sofá.
—Diva.
Sin previo aviso había lágrimas en mis ojos.
Heath hizo un sonido en la parte posterior de su garganta.
—¿Qué pasa? Sólo estaba bromeando. No creo que seas una diva. Cat, habla
conmigo, nena.
—¿Por qué no me tocas? —le pregunté, avergonzada de que estuviera tan
necesitada, pero teniendo que saber la respuesta—. Has estado evitando tocarme todo el
día.
Se pasó la mano por la cara y me dio una pequeña sonrisa.
—Confía en mí, no es porque no haya querido. Es muy difícil controlarme.
Había rodado sobre mi costado así que nuestros rostros estaban a pocos
centímetros de distancia.
—¿Por qué tienes que controlarte? —susurré.
—Porque tiene que venir de ti —dijo con seriedad—. Tu relación acaba de
terminar. Eres vulnerable. Podría tomarte, pero entonces te poseería porque he hecho
que suceda. Y lo que más me gusta de ti es tu espíritu, tu independencia. Tu voluntad. 117
Tomarte sería como tratar de agarrar una ola y aferrarme a ella... es imposible. Sería
arrastrado. —Extendió la mano y acarició el dorso de la mano por mi mejilla—.
¿Entiendes eso? Necesito que sea tu elección, por el bien de ambos, aunque retenerme
me mate.
Le miré a los ojos, sorprendida por lo bien que me conocía, como a pesar de todo
este tiempo, separados, todavía sabía lo que iba a necesitar. Porque estaba en lo cierto.
Por mucho que me gustaría que lo hiciera fácil, y tomara el control, la elección tenía
que ser mía. No podía permitir que algo sucediera entre nosotros, tenía que ser
consciente.
—¿Cómo puedes entenderme más de lo que me entiendo yo? —le pregunté,
apoyándome en su toque, besando suavemente sus nudillos.
Sus ojos se clavaron en los míos.
—Porque tú me haces. Porque no existía, no en cualquier manera que importe,
hasta que te conocí.
Capítulo 13
S uspiré. Fue la tranquila exhalación de una respiración, pero también fue
un suspiro interno, en mi corazón. Una sola lágrima cayó por mi mejilla,
a su mano, y supe que él tenía razón. Nuestras vidas, nuestras almas, estaban
entrelazadas. Para bien o para mal, estaba conectada a él de una manera que desafiaba al
tiempo, la lógica, y la distancia.
—Te amo —le dije—. Siempre lo he hecho.
—También te amo. Solía molestarme, no saber quién era o de dónde venía, sólo
que mi madre era una fugitiva con un nombre falso. Pero cuando te conocí nada de eso
importaba porque me di cuenta de quién era, el hombre que había nacido para amarte.
—Oh, Dios —dije en voz baja, con la mano temblorosa mientras cubría la de él
donde descansaba en mi mejilla—. Te he echado de menos.
Todos los miedos, la preocupación de que no era más que un enamoramiento
adolescente, la preocupación por el futuro, se evaporaron. No me importaba lo que 118
había sucedido ayer o lo que iba a pasar mañana. Sólo quería sentir sus labios sobre los
míos, sus brazos alrededor de mí.
Estaba en una posición incómoda, apoyada en un codo, pero no quería esperar.
Inclinándome hacia adelante, esforzándome, le observé mirándome, sabiendo que sabía
lo que estaba a punto de hacer. Si quería que yo le tocara primero, lo haría. Cruzaría esa
línea porque tenía que hacerle saber lo que significaba para mí. Que a pesar de planear
un futuro sin él, nunca había dejado de amarle.
Sus ojos se oscurecieron, su mano todavía en mi mejilla. Sus labios se separaron,
pero sabía que no iba a decir nada.
Le di un beso, y fue un beso tembloroso y tentativo, en parte por el ángulo, en
parte por estar emocionalmente abrumada. Un suave roce sobre los labios que conocía
muy bien. Me retiré unos centímetros, cerrando mis ojos, sólo recomponiéndome.
—La idea de eso me ha mantenido con vida durante tres años —murmuró con voz
áspera—. Bésame otra vez. Por favor.
Moviendo su mano hacia abajo, sobre mi pecho, hacia mi cintura, me moví para
poder envolver mis brazos alrededor de su cuello. Esta vez, cuando le besé, fue lento,
lánguido, con un profundo, profundo anhelo expresado entre nosotros. Tanto tiempo.
Tanto miedo. Mis dedos masajeaban su nuca, y cerré los ojos, hundiéndome en él. Había
estado besando a otra persona por un año, y Ethan besaba de manera diferente, con
presiones más cortas, más ruidosas y había aprendido a adaptarme, a acomodarme a eso.
Pero sólo hizo falta el indicado para mí para recordar cómo besar a Heath, para
volver a caer en lo que funcionaba tan bien entre nosotros. Eran besos profundos y
calientes, con las bocas perfectamente alineadas, mi cuerpo en sintonía con el de él. Se
movió en el suelo, cambiando de postura para enfrentarme completamente. Agarró mi
cintura con fuerza, y enroscó su mano libre en mi cabello, su lengua provocando a mi
boca para que se abriera.
Esa suave invasión, ese empuje y retirada, hizo que gimiera, el deseo llegando en
una enorme avalancha de necesidad desesperada. Lo que había empezado como un roce
tembloroso de mis labios contra los de él se habían zambullido en un caliente tango de
lenguas, nuestros movimientos hambrientos, ansiosos. Me presionó hacia atrás, hacia
abajo sobre el sofá y se deslizó encima de mí, sus brazos musculosos sostenido su cuerpo
en alto de modo que nos rozábamos, pero no me aplastaba.
—Dios, eres tan hermosa —dijo, apartando mi cabello de mi rostro—. ¿Estás
segura de que quieres hacer esto?
No estaba segura de si estaba preguntando acerca de que estuviéramos juntos
después de hoy o si estaba preguntando acerca del sexo, pero estaba absolutamente
segura sobre ambos. Si no estaba hablando de estar juntos, en realidad no quería saberlo 119
en ese momento, así que no estaba a punto de pedir una aclaración. Me limité a asentir.
—Sí. Estoy segura.
Me besó de nuevo, con fuerza, antes de retroceder y mirarme fijamente.
—Gracias.
El calor tiñó mis mejillas ante sus palabras. Lucía feroz, y sin embargo vulnerable.
Como si hubiera estado inseguro de lo que podría encontrar cuando llegara aquí a
Vinalhaven. Sin embargo, había venido de todos modos. Levanté la cabeza, mis labios
buscando los de él, encontrándome a mitad de camino. Me recosté de nuevo mientras
me besaba una y otra vez, una ansiosa familiaridad que se sentía como si la hubiera
añorado por siempre, que había pensado que nunca sucedería. Sin embargo aquí estaba.
Aquí estábamos.
Cuando su mano comenzó a deambular hacia arriba por debajo de mi camisa, hacia
mis pechos, suspiré de placer.
Pero de repente se detuvo.
—Vamos al dormitorio.
—Está bien. —El sofá funcionaría, pero no tenía mucho espacio para maniobrar.
Se levantó y me tendió la mano. La tomé, entrelazando mis dedos con los suyos.
Mientras subíamos las escaleras, se sentía extraño estar en la casa, solos nosotros dos. No
pensaba que eso en realidad hubiera sucedido antes y me sentí nerviosa, como si mis
padres fueran a entrar por la puerta. Lo que por supuesto no iba a suceder. Pero las
esquinas tenían sombras y la casa estaba fría. Hubiera sido solitario permanecer allí sola
durante más tiempo del que había estado.
Y nadie más pertenecía allí conmigo a excepción de Heath. Nunca habría traído a
Ethan aquí. Nunca.
Fue a mi habitación a la que me llevó, bajándome cuidadosamente sobre la cama
en la oscuridad. Dándose la vuelta, encendió la lámpara para que un débil resplandor
nos iluminara a nosotros y a la cama. Se quitó la camisa y tracé mis dedos sobre sus
músculos, sobre los tatuajes que no había tenido antes, uno de un barco pirata, otro una
cita en un idioma extranjero que no reconocí.
—Tengo miedo —le confesé, con las yemas de los dedos moviéndose hacia arriba
para tocar su labio inferior. Quería esto demasiado, pero también tenía miedo. Me
importaba, lo que pensaba de mí. Que lo pasara bien conmigo.
—¿Miedo de qué, cariño? ¿Tienes miedo de mí? —Parecía perplejo.
—¡No! Por supuesto que no. Nunca podría tenerte miedo. Tengo miedo de que no
sea lo mismo. De que no sea bueno... suficiente... para ti. —Estaba bastante segura de
que moriría si hubiera dejado de quererlo y se diera cuenta de que lo que habíamos
compartido era cosa de aficionados y que eso, yo, ya no podía satisfacerle. 120
Pero él parecía incrédulo.
—No puedes estar hablando en serio.
—Por supuesto que lo digo en serio.
—Cat. —Tomó mi mano y la puso sobre su erección—. Nos hemos estado besando
por menos de diez minutos y te quiero tan desesperadamente que ni siquiera puedo
pensar. Te he amado durante cinco años. He pensado en nuestra primera y única vez
juntos un millón de veces, deseando tener una oportunidad más, sólo un beso más, un
toque más. Siempre será más que bueno contigo. Siempre será lo máximo, porque eres
mi máximo. —Me besó—. ¿Entiendes?
Asentí.
Me besó de nuevo.
—¿Confías en mí?
Volví a asentir.
Sus labios se enterraron en mi cuello.
—¿Me deseas?
Asentí.
—Por supuesto.
—Entonces no tengas miedo. Nunca tengas miedo cuando estás conmigo.
—No lo haré —le susurré, mi tobillo enlazándose con la parte trasera del suyo. Le
quería más cerca, su duro cuerpo sobre el mío. Agarré su espalda desnuda mientras sus
labios bajaban por mi cuello, y sobre la parte delantera de mi camisa, sus dientes
rozando mi pezón.
Desató los tres primeros botones en mi ceñida camisa a cuadros. Era de color azul
y él me miraba mientras los desabotonaba.
—Esta camisa resalta el azul en tus ojos.
—Creo que mis ojos son verdes —dije, sabiendo por qué lo decía. Era una vieja
broma entre nosotros. Mis ojos eran en realidad marrones, algo de lo que me había
lamentado con él una vez. Así que había tomado la costumbre de hacerme bromas,
siempre diciéndome la misma línea. Yo siempre le daba la misma respuesta.
—Creo que son hermosos. —Se inclinó y besó la curva de mi pecho.
Levanté la cadera, impresionada de lo mucho que le quería físicamente. Me besó,
deslizándose hacia abajo por la copa de mi sujetador y jugando con mi pezón,
provocándolo con su lengua antes de finalmente sujetarlo y chuparlo. Sentía cada
vibración, cada tirón y provocación, en lo profundo entre mis muslos, y ya estaba 121
jadeando, con mis párpados pesados. Su mano se apropió de mi otro pecho y me mordí
el labio, moviendo mis manos sin descanso por su espalda, disfrutando de cada toque, mi
cuerpo vivo por el deseo. A intervalos aleatorios levantaba la cabeza y me daba un beso,
a veces con lengua, a veces sin ella.
Me sentía impotentemente inactiva, queriendo complacerlo, pero sin saber cómo.
Había sido completamente inexperta en nuestros manoseos adolescentes, y no me sentía
mucho más seductora ahora. Estaba dividida entre el deseo de simplemente disfrutar y
dejarle hacer lo que quisiera, y con ganas de ser la que le diera placer, la que le mostrara
lo mucho que significaba para mí. Pero él estaba desabrochando mis pantalones
vaqueros y temporalmente me olvidé de querer excitarlo intensamente, porque su mano
había encontrado el camino dentro de mis bragas. Parecía que iba a excitarme primero.
—Heath —susurré.
Él no contestó, su boca sobre mi pecho, mientras acariciaba por encima mi clítoris
y hacia abajo a mi humedad. Gemí, arqueando las caderas para encontrarlo.
Encontramos un ritmo fácil agotador y acariciando y besando.
—Sabes tan bien —dijo, antes de que de repente se sentara y tirara de mis
pantalones vaqueros—. Quiero probar todo de ti.
Yo ya estaba respirando con fuerza, y mientras tiraba violentamente de mis
pantalones, estiré las manos hacia atrás y desabroché mi sostén. Quería estar desnuda,
para sentir todo de él. Lo tiré, desesperada por tenerlo lejos de mí. Nunca habíamos
estado desnudos juntos antes, no completamente piel contra piel, y parecía pensar lo
mismo que yo, porque después de quitarme los pantalones vaqueros, se deshizo de los
suyos con rapidez. Ya era diferente de nuestros tanteos debajo y sobre la ropa del otro
en nuestra relación pasada. Nuestro deseo era más oscuro, más maduro, buscando, y sin
dudas.
Metió su lengua en mi ombligo, y luego se movió hacia abajo, separando mis
piernas mientras besaba sobre mi carne más sensible.
—Oh —gemí, con la cabeza cayendo hacia un lado, con los dedos tirando de su
cabello. Tenía que sostenerme mientras me hacía las cosas más deliciosas. Mis rodillas se
separaron más y mi tensa necesidad se hinchó y estalló en un intenso orgasmo caliente.
Eso me pilló con la guardia baja y me sacudí, tirando de su cabello. —Mierda, oh,
maldición, Heath...
Echando un vistazo hacia mí a lo largo de mi cuerpo, su expresión era salvaje,
complacida.
—Los recuerdos no podían hacerle justicia —murmuró—. Sabes mejor de lo que
recordaba. —Me besó en la cara interna del muslo.
Con el cuerpo aún tenso, mojado, me senté, inclinándome para poder darle un
beso profundo y duro. No había pensado en el hecho de que mi olor estaría en sus
122
labios, su lengua, y si bien me sorprendió, no me importó. Se sentía correcto, todo con
él. No quería contenerme. Quería probarlo también. Deslizando mis manos por su
pecho, seguí el camino con mis labios hasta que llegué a la cintura de sus calzoncillos.
Retirándolos, encontré su erección con mis besos, deslizando mi lengua sobre su carne
suave.
Él emitió un sonido agudo en la parte posterior de su garganta y pensé que había
hecho una buena elección. No era mi mayor habilidad en la vida, pero me imaginé que
el entusiasmo trabajaba en lugar de la técnica. Heath no parecía estar objetando cuando
cerré mi boca sobre él y me moví hacia arriba y abajo, usando mi saliva para crear un
deslizamiento rítmico. Sus dedos se clavaron en mis hombros. Después de un minuto o
dos, en realidad tiró de mi cabello, echando mi cabeza hacia atrás.
No perdí mi agarre sobre él, sólo le miré a modo de pregunta, sabiendo que no lo
estaba haciendo mal. Podía escucharlo en su respiración, sentirlo en su tensión, que lo
estaba haciendo muy, muy bien.
—Sólo quería ver tu rostro por un segundo —dijo, con voz ronca—. Sólo quería
ver que esto es real. —Entonces soltó su agarre en mi cabello.
Volví a chuparlo, experimentando para encontrar qué ritmo le gustaba más,
explorando con mis dedos, acunando sus bolas. Era íntimo y emocionante y disfrutaba
de los sonidos que él hacía. Era silencioso y controlado, pero se rindió a los gemidos que
mostraban que había atravesado sus barreras.
Cuando se retiró inesperadamente, miré hacia arriba, limpiando mis húmedos
labios, recogiendo aire en mis pulmones. Pero antes de que pudiera hablar, me tenía
sobre mi espalda, su mano agarrando fuertemente mi muslo duro mientras separaba mis
piernas. Quité mi cabello de mi rostro mientras se deshacía de su ropa interior y sacaba
un condón del bolsillo de sus vaqueros tirados. Había traído condones. Parecía que había
sido optimista. Me alegré de que lo hubiera pensado porque yo no estaba preparada de
ninguna manera.
Cuando estuvo ubicado entre mis muslos, ubicó mi cadera contra él, mi pierna
apoyada en la parte trasera de la suya. Hizo una pausa, inclinándose para besarme
suavemente.
—Me vuelves loco.
Podía sentirlo palpitando contra mí y quería retorcerme pero tragué saliva y
esperé, mirándolo fijamente, deseando que el momento durara para siempre.
—Creo que es mutuo.
Me dio una pequeña sonrisa.
—¿Qué deberíamos hacer al respecto? 123
—Creo que sabes exactamente qué hacer.
La sonrisa traviesa se ensanchó.
—Lo sé.
Esas palabras en particular tocaron una fibra sensible y estaba a punto de comentar
cuando Heath se empujó dentro de mí, llenándome, su piel desnuda rozando contra la
mía en varios puntos en mi cuerpo. Me olvidé de lo que sea que había estado a punto de
decir y di un grito involuntario en éxtasis. Lo que sea que había recordado de nuestra
primera y única vez en el césped no se podía comparar con lo que se sentía tenerlo
encima de mí, dentro de mí, empujando no con la urgencia maníaca de ser joven y tener
miedo de ser atrapado, sino con los golpes fuertes y confiados de un hombre.
Llevaba sus placas de identificación, y rebotaban contra mi barbilla, frías y
ruidosas.
—Lo siento —murmuró, alcanzándolas para tirarlas hacia su espalda.
Pero las agarré primero y las sostuve en mi puño, sujetándolas contra mí, no
queriendo interrumpir el ritmo, sin interrupción entre nosotros. Quería que
estuviéramos atados, como los eslabones de la cadena de metal, para siempre, de manera
permanente, sin fin. Uno alrededor del otro, Heath y yo, él para mí y yo para él y
viceversa, pensamientos, amor, corazones.
En ese momento no sabía dónde comenzaba él y terminaba yo.
Sólo sabía que nunca había conocido un mayor placer, o experimentado nada más
emocional y físicamente intenso que cuando raspé su espalda con mis uñas, y me vine
con su nombre saliendo de mis labios.
—Cat —susurró, con los ojos oscuros, el ceño fruncido—. Yo…
Pero no terminó la frase. Tal vez no se necesitaban palabras. Pasó el pulgar por mi
labio inferior.
Luego cerró los ojos y en silencio explotó dentro de mí mientras me sostuve contra
él tan fuerte como posiblemente podía, queriendo retenerlo ahí para siempre.
134
Capítulo 15
—B uenos días —dijo Heath, inclinándose encima de mí.
Me aparté, sorprendida por él cerniéndose sobre mí.
—¿Qué está pasando? —Estaba fuera de la cama, pero sin usar una camisa. El
pánico me inundó—. ¿Hay alguien aquí? ¿Tenemos que irnos?
—¿Qué? No. —Se rió en voz baja, la punta de sus dedos frotando mi sien, mi
mejilla—. ¿Cuándo te has convertido en tal aprensiva? Relájate, bebé. Está nevando eso
es todo. Primera nevada de la temporada.
—Oh. —Me froté los ojos. No tenía idea de por qué estaba tan preocupada. Por
qué no podía simplemente disfrutar de mí misma. Disfrutar de nosotros—. Necesito un
poco de café. —Había dormido fuerte, el sueño profundo de ansiedad, donde el cerebro
simplemente se apaga y te deja fuera. Me sentía aturdida, con resaca.
Heath lucía exactamente lo contrario. Estaba sonriendo, dándome besitos por todo
el rostro, rebotando un poco en la cama con los antebrazos. El movimiento me dio un
135
poco de náuseas, pero al mismo tiempo verle a él de esa manera, tan feliz, tan feliz
conmigo, alejó la pereza que estaba sintiendo.
—Voy a hacer café —dijo—. Si prometes ir a dar un paseo conmigo. Está hermoso
afuera.
—Por supuesto que voy a ir a dar un paseo contigo. —Estaba bastante segura de
que iría a cualquier parte con él.
—Excelente. —Me dio otro sonoro beso, sus placas de identificación golpeándome
en el pecho antes de que se levantara y saliera de la habitación, lleno de energía, sus
vaqueros se deslizándose abajo por sus caderas. Conseguí una bonita vista de los
músculos de su espalda, y la curva de su trasero. El buen humor en el que estaba le hacía
parecer más joven otra vez, la forma en que había sido cuando había estado a solas
conmigo ese año que estuvimos juntos.
Era un lado que estaba segura de que sólo me había mostrado a mí y me senté, me
vestí, una lánguida y cálida alegría extendiéndose sobre mí. Él estaba en la cocina
vertiendo granos en la cafetera. Me acerqué por detrás y envolví mis brazos alrededor de
su vientre, apoyando la mejilla en su espalda. Le besé la piel suavemente, aspirando su
olor.
Su mano izquierda se apoderó de la mía y la apretó.
—¿Cómo de negro te gusta el café? Antes nunca bebías café así que no estoy
seguro de lo que quieres.
—El café se convirtió en obligatorio en la universidad. —Miré por la ventana.
Estaba en lo cierto. Estaba nevando. Una suave y pacífico cúmulo de copos gordos y
húmedos.
Apartándome de él, jugué con las cuerdas de mi sudadera.
—La universidad es más difícil de lo que esperaba. Tengo que estudiar más que los
otros estudiantes, lo juro. Siento que vine a la universidad con una desventaja.
—No desprecies tu educación en escuelas públicas. —Añade agua a la cafetera—.
Estoy seguro de que lo estás haciendo bien. Eres inteligente y eres rápida.
—No estoy diciendo que recibiera una mala educación. Pero tuve que trabajar
muy duro en la escuela secundaria también. A veces pierdo de vista el objetivo y sólo
quiero renunciar. Me pregunto por qué estoy trabajando tan duro.
—¿De verdad quieres ser agente hipotecario? —preguntó—. ¿Realmente lo
sientes, como seriamente?
Me encogí de hombros.
—Es práctico, Heath. Necesito tener un trabajo de verdad.
—Sí. Todo el mundo necesita un trabajo.
136
Quizás esperaba que él discutiera conmigo. Tal vez estaba empezando a sentir
como si no quisiera ir de nuevo al mundo que había creado.
—Crees que estoy loca, ¿no?
Encendió la cafetera y se acercó a mí. Inclinó la cabeza cerca de la mía.
—Creo que estás asustada. Creo que sabes que tienes que confiar en ti misma y que
eso te cambiará. Pero tú no estás sola en el mundo, Cat. Siempre voy a estar aquí, sin
importar qué, y te ayudaré en todo lo que pueda. Haz lo que te hace feliz. Haz lo que te
hace libre.
Toqué su pecho, acariciando sus placas de identificación.
—Éramos unos paganos, ¿lo éramos no? Corriendo alrededor haciendo lo que sea
que quisiéramos. Nunca tenía miedo entonces. Echo de menos ser una niña. La adultez
apesta.
—No tiene que apestar. Bebe tu café y vamos ser paganos otra vez.
Él tenía razón. Yo ya había enviado mi vida en caída libre, ¿por qué no debería
soltarme, disfrutar de mí misma? Recordar lo que había sido.
—Tienes razón. ¿Cuánta nieve hay allí? ¿Puedo hacer un ángel de nieve?
—Hay diez centímetros ya. Debió de haber comenzado a nevar no mucho después
de que nos fuéramos a la cama.
Así que después de beber el café nos abrigamos y fuimos fuera.
—Jodidamente fantástico —dijo, respirando profundamente—. La primera vez que
he visto nieve en cuatro años. —Saltó directamente de la entrada y echó la cabeza hacia
atrás, con el rostro hacia el cielo—. Se siente como el paraíso húmedo.
—¿Paraíso húmedo? —Me reí—. Eso podría malinterpretarse si alguien te
escuchase decirlo.
Me lanzó una sonrisa.
—Bueno, ¿no eres la más sucia de las chicas sucias? —Me tomó la mano y tiró de
mí a su lado—. ¿Tienes un paraíso húmedo para mí?
—No voy a contestar eso. —Le di un pequeño beso lamiendo el copo de nieve de
su labio que había aterrizado allí.
Dio un gemido bajo y comenzó a envolver sus brazos alrededor de mí, pero me
alejé, riendo.
—Has dicho que vamos a ser paganos. —Me incliné y recogí un poco de nieve,
apretándolo firmemente con mis manos enguantadas—. Pelea de bolas de nieve.
—¿Quieres hacer una ronda conmigo? Estás loca.
137
—Probablemente. —Lancé la bola de nieve y le golpeó en la parte superior del
pecho, estallando de manera que algo de ello se extendió por lo ancho de su barbilla.
Volviendo atrás con cuidado, me agaché para coger más nieve.
—Tienes que afinar la puntería. —Se inclinó también, haciendo de manera
eficiente una bola de nieve.
Con un grito me di la vuelta y corrí. Sabía que él podía lanzar más fuerte y más
lejos que yo. Una bola de nieve me golpeó en el culo. Me limpié, rodeando la esquina de
la casa, riendo tan fuerte que apenas podía respirar.
—¿Ves? Eso es buena puntería.
Me volví y lancé una sobre él, pero fallé completamente.
—¡Mierda!
Me alcanzó y me agarró. Por un segundo, simplemente me besó y me relajé. Me
cogió del suelo, y me tiró al suelo, directamente sobre su pecho.
—¡Eh! —protesté.
—Pensaba que querías hacer un ángel de nieve. Sólo estoy ayudando.
—Uh huh. —Me gustaba este lado travieso suyo, cómo me empujaba a soltarme.
Estábamos tumbados en el suelo, sobre la nieve recién caída—. Es hermoso, ¿no es así?
Un borrón y cuenta nueva. Todo lo opaco y sucio se encubre.
—Me gusta el silencio. No se oye nada. Es como si la naturaleza estuviera en
silencio y es un poco genial.
—Lo es. —Rodé de él y me quedé sobre mi espalda por lo que estábamos uno al
lado del otro en la nieve, mirando hacia el cielo y los copos que caían. Parpadeé cuando
la humedad golpeó mis pestañas, pero no me importó la sensación. Me sentí muy viva,
muy fuerte y alerta.
Su mano se deslizó y tomó la mía. A pesar de que no podía sentir su piel bajo los
guantes, me gustó la firmeza de su agarre.
—Haz tu ángel —dijo.
—Solo quieres que abra las piernas.
—¡Cat! —protestó, fingiendo sorpresa—. Maldita sea. Me estoy ruborizando.
—Sí, claro. —No pensé que hubiera algo que pudiera hacer que se sonrojara—. Tú
primero.
—Está bien. Crees que no lo haré. Pero tengo un lado sensible e infantil. —Me dio
una mueca tonta. Luego movió sus brazos y piernas—. La parte difícil es levantarse sin 138
arruinarlo. —Primero se sentó, luego él se levantó y saltó saliendo de su patrón—.
Parece más bestia que ángel, pero lo he intentado. —Se sacudió la parte posterior de la
cabeza y la parte de atrás de sus pantalones vaqueros.
—Estoy segura que el mío será perfecto —me jacté.
—Por supuesto que lo será. Eres un absoluto ángel.
Diligentemente moví mis brazos y piernas.
—Aquí, te ayudaré a levantarte. —Heath extendió las manos para mí.
Las tomé y me levanté a una posición de pie. Puso sus manos en mi cintura y dijo:
—Salta.
Lo hice, y me ayudó a despejar el fondo de mi ángel en la nieve. Dimos unos pasos
atrás para admirar nuestra obra. El mío era pequeño y delicado, poco profundo. El suyo
era profundo, salvaje y agresivo.
—Creo que el tuyo es más un diablo nieve. Tienes razón.
—¿Qué puedo decir? Ángel no es un estado natural para mí. —Me tomó la mano y
comenzamos a caminar a través de la nieve hacia las rocas—. No es de extrañar que
nadie me quisiera. Me miraban una vez y decía: “Siguiente”.
—¡Eso no es cierto! —Me apoyé en su hombro. Sabía que bajo su bravuconería
siempre le había dolido profundamente que nunca hubiera sido adoptado, nunca
encontró una casa permanente—. Sabes que el sistema judicial está estropeado. ¿Cuántas
veces te pusieron de vuelta con tu madre cuando eras un bebé? Había probablemente un
montón de familias que querían tenerte.
Me miró, con una expresión seria y absorbida.
—Sólo tú. Tú eras la única que alguna vez quiso tenerme.
Eso rompió mi corazón, al mismo tiempo me hizo amarlo más. Quería hacer que
todo fuera mejor para él, quería tomar su dolor y absorberlo, hacerlo desaparecer.
—Estoy tan contenta de que hayas vuelto —susurré—. Pero para que lo sepas,
siempre te tuve. —Me toqué el pecho—. Siempre estuviste aquí.
—Entonces realmente nunca me fui, ¿verdad? —Jugó con las puntas de mi
cabello—. Sabes que nunca te librarás de mí, ¿verdad? Te amaré para siempre.
—Cuento con ello. —Mi aliento salió en un suspiro, el vapor que exhalé se mezcló
con el pequeño soplo que hizo su propia respiración. No había palabras para hacerle
saber que él lo era todo, que era el hombre al que había amado desde el primer
momento en que había puesto los ojos en él.
—Espero que nunca te arrepientas de eso. 139
—No lo haré. —Caminamos a lo largo de la costa, y observamos las olas golpeando
con furia, crestas espumosas, chocando violentamente contra las rocas. Había dejado de
nevar, pero cuando miré hacia el cielo sabía que estaba tan gris que se avecinaba una
verdadera tormenta de nieve.
Heath también estaba mirando al cielo.
—Vamos a tener que volver en el próximo ferri, ¿no? O podríamos quedarnos
atrapados aquí por unos pocos días.
—Sí. —Me quedé mirando el océano, turbada. No quería regresar.
—No es que me importe quedarme atascado pero supongo que quieres ir a clases,
¿verdad?
—Sí. —No quería preguntar, pero...— ¿Qué sucederá cuando volvamos?
—¿Qué quieres decir?
Me mordí el labio.
—Con nosotros. —Estaba casi completamente segura de que él quería estar
conmigo, pero necesitaba oírselo decir. Y necesitaba la seguridad de que podríamos ser
felices allí, con estudiantes chismosos escrutándonos.
—Lo que quieras, Cat. Yo sé lo que quiero. Quiero estar contigo y todos los demás
pueden irse a la mierda. —No estaba usando un tono burlón y chistoso. Estaba serio, con
la expresión intensa—. Pero tú dime lo que pasará.
—Quiero estar contigo, no hay duda de eso. —Toqué su mejilla, luego lamenté
haberlo hecho porque mis guantes estaban mojados. Quitándolo, usé mi piel desnuda
para limpiar la humedad de su fría mejilla—. Pero tal vez podemos ser, no sé, un poco
discretos durante un tiempo para que la gente no se cabree.
—¿Quieres decir el Chico de la Fraternidad? —Apretó la mandíbula y sospechaba
que estaba a punto de arrojar unas palabras bien escogidas.
—Aubrey, mis compañeras de la hermandad, Darla... ¿la recuerdas? No hay
ninguna razón por la que necesitemos lastimar los sentimientos de la gente.
Pero sólo se encogió de hombros.
—No me importa.
Me quedé mirándolo. Sabía por qué era de la forma en que era. Era un mecanismo
de defensa para él, por la forma en que había crecido. Había tenido que cuidar de sí
mismo y no daba su confianza fácilmente. Pero esto no hacía que desestimar los
sentimientos de la otra gente tan a la ligera estuviera bien.
—A veces puedes ser muy cruel. Me alegro de que me ames, porque creo que sería 140
muy doloroso tener sentimientos por ti y que no sean correspondidos. Me harías sentir
estúpida por amarte, ¿no es cierto?
Heath se burló:
—¿Yo soy cruel? ¿Por qué me deberían importar una mierda las personas a las que
no les importo una mierda? Farsantes, adictos y parásitos. Eso es todo lo que son. No
merecen mi tiempo o energía mental. —Sacudió la cabeza—. Y tú no debes preocuparte
tanto por lo que piensen los demás.
—No quiero hacer daño a nadie.
—Está bien. Podemos ser discretos. O tú puedes ser discreta y encontrarme
cuando quieras verme. —Empezó a caminar hacia la casa, sus zancadas duras y rápidas.
—Heath... —No quería enfadarle, pero todavía no creía que hubiera alguna razón
para ser una perra y empujar mi relación con Heath en la cara de Ethan—. No estoy
hablando para siempre, sólo durante unas pocas semanas hasta que todos se hayan
relajado.
—He estado de acuerdo, ¿no? No sigas hablando de ello, Cat, o me voy a molestar.
—Ya estás molesto.
—No. Estoy herido. Hay una gran diferencia. —Subió al porche y abrió la puerta.
La mantuvo abierta para mí, su mirada mirando derecha por delante de mí al jardín.
—Eh —murmuré, deteniéndome frente a él—. Mírame, amor. —Tomé su cabeza
con mis manos y lo obligué a bajar la mirada hacia mí—. Tenemos un para siempre para
estar juntos, ¿no? No necesitamos ser unos imbéciles con las personas que
probablemente realmente se preocupan por nosotros. Pero eso no disminuye en modo
alguno cómo me siento, ¿lo entiendes?
Asintió con la cabeza, pero todavía tenía cara de piedra.
—Entonces sonríe para mí. Muéstrame tus hoyuelos.
—No tengo hoyuelos. —Pero me dio una media sonrisa de mala gana.
—Sí, los tienes. —Besé uno—. Justo aquí.
Me deslicé delante de él en la casa, pero él tiró de mí hasta detenerme. Le miré de
nuevo preguntando.
—Tú me haces mejor, ¿sabes eso? Soy un ser humano jodido, pero me haces mejor.
Prométeme que si no te hago feliz, me lanzarás a un lado, sin importar la cantidad de
presión que ponga en ti. Porque a pesar de que puedo ser egoísta, todo lo que realmente
quiero es que seas feliz.
La sonrisa desapareció de mi cara. Me recorrió un escalofrío que no tenía nada que
ver con mis pantalones vaqueros mojados y cabello mojado.
—¿Me estás pidiendo que rompa contigo? Apenas acabamos de volver a estar 141
juntos.
—¡No! No, por supuesto que no. Pero digo que si alguna vez tienes que, sé fuerte y
hazlo. No quiero retenerte si no eres feliz.
—Soy feliz. —Sabía que sus inseguridades procedían de diferentes causas, pero en
última instancia, ambos teníamos el mismo miedo: que el otro se fuera. Fue culpa mía
por pedir discreción. Simplemente debería haberlo dirigido por ese camino, sin decirlo
en voz alta. Le puse a la defensiva y me sentí mal por eso—. Pensé que nunca podrías
estar en mi vida y aquí estás. Estoy feliz, Heath, créeme.
—Estoy más familiarizado con vivir con enfado —admitió—. No estoy seguro de
saber cómo confiar en lo feliz.
—No tienes que confiar en lo feliz. Sólo tienes que confiar en mí. —Enlacé mis
dedos con los suyos—. ¿Confías en mí?
Asintió.
—Tuve que confiar en chicos en el servicio militar con mi vida y esto en realidad
es más difícil. Pero confío en ti.
—Yo también confío en ti. —Confiaba en su amor. Confiaba en mi amor. Confiaba
en que si dos personas estaban destinadas a estar juntos, éramos nosotros.
Heath y Cat. Cat y Heath.
Igual que había escrito en mi diario. Igual que nuestros tatuajes. Le di la vuelta a su
muñeca y tracé el símbolo del infinito grabado allí.
—Interminable. Eterno.
En el ferri de regreso a tierra firme nos sentamos juntos, mirando hacia la bahía,
con las manos unidas apretadamente. Me apoyé en Heath, disfrutando de su fuerza, su
solidez.
El operador del ferri nos observaba. Por supuesto, le reconocí, pero no iba a decir
nada. Finalmente, se acercó sin embargo y nos dio una inclinación de cabeza.
—Hola. No esperaba verlos a ustedes dos aquí.
—Hola, Marty. —Había sido uno de los mejores amigos de mi hermano en la
escuela secundaria, pero él y Brian se habían distanciado después de que la novia de
Marty se quedara embarazada y se casaran. No conocía toda la historia—. ¿Cómo estás?
—No me puedo quejar. ¿En qué andas? ¿Todavía vas a la universidad?
—Sí.
Marty se ajustó el gorro de lana y estudió a Heath.
—¿Dónde has estado escondiéndote?
—Afganistán. Marines. 142
—¿No me digas? Bueno, bien por ti, hermano. —Hubo un respeto a regañadientes
en su rostro—. Me alegro de que lograras volver a salvo.
Heath asintió en reconocimiento.
—¿Cómo está tu bebé? —le pregunté educadamente.
—Bueno. Tiene tres años. —Sacó su teléfono móvil y nos mostró una foto de una
niña pequeña vestida de rosa de cabeza a pies.
—Aw, es adorable.
—Gracias. Dile a Brian que le digo hola.
—Brian y yo no hablamos —le dije, pensando que no había ninguna razón para
mentir al respecto.
Asintió.
—Probablemente sea una buena idea. Cuídate, Cat.
—Gracias, tú también.
—Y para que conste, yo nunca fui uno de los que creían lo que decían sobre
ustedes dos.
Eso me pilló con la guardia baja.
—¿Qué decían?
—Oh, ya sabes. —Parecía incómodo, lamentando haber sacado el tema. Miró a
Heath, a continuación, hacia abajo al suelo antes de volver a mí—. Que había una orden
de alejamiento y lo que sea.
—¿Contra Heath? —le pregunté, ahora realmente sorprendida—. Por supuesto
que no. Nunca hemos tenido una pelea. Eso es totalmente estúpido.
—Bueno, como he dicho, no me lo creí. —Hizo un gesto y se trasladó de nuevo al
otro lado del ferri.
—Eso ha sido raro —dije, arrimándome más a Heath.
—Marty es raro. —Fue su opinión—. Pero inofensivo.
—Me pregunto si Tiffany sabe algo acerca de esos rumores. —Nos habíamos
detenido en su casa y le di un rápido adiós antes de coger el ferri. Estaba nevando de
nuevo, y el barco se balanceaba fuertemente. Nadie no acostumbrado probablemente no
disfrutaría del balanceo y el cabeceo. No me importaba, aunque deseaba que hubiéramos
tenido más tiempo a solas.
—No creo que eso realmente importe de una manera u otra.
—¿No te importa que la gente pensara que necesitaba protección de ti?
Me dio una mirada divertida.
143
—Bebé, la gente ha estado pensando lo peor de mí desde que nací. Todo lo que me
importa es lo que piensas tú de mí.
—Bueno, creo que eres lo mejor de lo mejor.
Heath se rió.
—Oh, Dios. No vuelvas a decir eso en voz alta otra vez.
Me incliné y susurré en voz alta:
—Lo mejor de lo mejor.
—Tienes mucha suerte de ser linda.
Ahora era mi turno de reír.
—Creo que preferiría ser hermosa. Pero teniendo en cuenta que no me he peinado
el cabello en dos días, me conformo con linda.
Pero me miró con tanta seriedad, con tanta atención, que mi respiración se
detuvo.
—Eres hermosa. Me encanta la forma en que estás ahora, tu cabello por todas
partes, sin maquillaje. Tienes unos ojos que me sostienen tan firmemente que podría
luchar por el resto de mi vida y nunca escaparé.
Tenía una manera de atraerme hacia él y sostenerme allí con sus palabras, y yo
sabía exactamente lo que quería decir. También estaba atrapada, atrapada en la
profundidad y la intensidad de nuestra pasión.
—No hay escape para ninguno de los dos.
No quería que lo hubiera.
144
Capítulo 16
T uvimos que conducir de regreso a Orono por separado porque tenía el coche
de Aubrey, pero no me importó. Fui por las carreteras nevadas a paso lento,
sintiendo muchas emociones por las que no estaba especialmente preocupada.
Simplemente dejé que se sobrepusieran una sobre la otra, una a una, tristeza,
entusiasmo, miedo, amor, nostalgia. Ninguna lo consumía todo, pero tenían el resultado
deseado.
Mantuve la radio encendida, pero baja, como un canturreo de fondo. Cuando
estacioné en la calle de la casa de la hermandad me sentía tranquila. Aquello duró tanto
tiempo como tomó caminar hacia la habitación de Aubrey. Llamé a la puerta y sonrió
cuando la abrió.
—Hola. —Le tendí las llaves del coche—. Gracias por prestarme el coche.
Realmente lo aprecio.
—Has vuelto más pronto de lo que esperaba. —Tomó las llaves y se sentó en su 145
escritorio, que estaba lleno de latas de refrescos—. ¿Estás bien?
—Estoy bien. —Me dejé caer en el borde de su cama, una sonrisa que traté se
arrastraba por mi rostro de contener—. Comenzó a nevar bastante fuerte, así que he
pensado que tenía que volver antes de quedarme atascada allí fuera.
—A veces olvidó que eres de una isla. Parece extraño que jamás haya visto donde
creciste.
—No hay mucho para ver, confía en mí. —Mis botas estaban cubiertas de nieve,
así que me las quité—. Entonces... ¿has visto a Ethan?
—Sí. Se encuentra mal. —Aubrey inclinó la cabeza a un lado—. Te ves bien, sin
embargo. De hecho, te ves, no lo sé. Alegre.
Un sonrojo se deslizó por mis mejillas.
—¿Qué? ¿Por qué dices eso?
El entendimiento apareció en su rostro.
—Oh, Dios mío —susurró—. Te encontraste a Heath allí, ¿no? Has ido
directamente de regreso al bombón local.
No estaba segura de cómo responder a eso.
—Somos amigos. —No era una respuesta, y ella lo sabía.
—Aún sigues diciendo eso. Pero sé honesta, ¿tuviste sexo con él?
Asintiendo, intenté pensar en palabras para explicarlo. No quería mentirle a mi
mejor amiga, no después de nuestra conversación sobre ser honesta, sin importar qué.
—Él me comprende, me conoce. Antes de Ethan, estaba Heath. Así que, aunque
no lo hubiera planeado, no creo que sea tan sorprendente que quisiera hablar con él
cuando estaba molesta.
—Hablar es una cosa. Pero tener sexo es otra. —Sacudió la cabeza—. Quiero decir,
¡tú y Ethan estaban comprometidos! Y un día después de romper con él, ¿follas con
otro?
Me hizo enfadar porque ella lo hacía sonar tan vulgar, tan sucio.
—Ethan rompió conmigo —dije con resolución—. Me pidió que eligiera entre él o
una amistad con Heath. Elegí a Ethan. Inmediatamente. Ni siquiera dudé. Sin embargo,
él terminó conmigo de todos modos. Así que no veo por qué soy la villana aquí.
Ella me miró fijamente.
—Ethan es mi hermano y está devastado por la ruptura. Si él saliera, se pusiera
borracho y tuviera sexo sin sentido con alguna chica, estaría de tu lado y lo llamaría un
completo imbécil. Porque mientras que siento un montón de simpatía por él, ese sería
un movimiento horrible. Acostarse con Heath es un movimiento horrible, Caitlyn. Por 146
lo menos podrías haber esperado hasta después de cambiar el estado de tu relación en
línea.
Una parte de mí pensaba que ella tenía razón. Y otra parte de mí pensaba que ella
simplemente no lo entendía. Que nadie nunca nos entendería.
—No estoy intentando hacerle daño a Ethan —declare—. Esto no tiene nada que
ver con él. Si no hubiera roto conmigo, yo estaría con él. Estaba feliz con él. Pero tienes
que entender, Aub, Heath y yo...
—¿Son qué? ¿Almas gemelas? —Resopló—. ¿Por qué siento que eso es sólo la
escusa ideal para ser egoísta y melodramática?
Eso dolió.
—No pedí nada de esto. No pedí que Heath apareciera aquí y tampoco que Ethan
estuviera celoso.
Por alguna razón, ella se puso furiosa y empezaba a creer que no era
completamente por mí.
—¡Oh, pobre de ti! Oh, Dios mío, dos chicos están locamente enamorados de mí,
¿qué debería hacer? —Utilizó tono de voz un agudo y burlón antes de regresar a su voz
normal—. Tiene que ser tan jodidamente difícil tener que elegir entre dos chicos que
piensan que cagas mierda de arco iris.
Lágrimas brotaron de mis ojos.
—Aubrey. —Ni siquiera estaba segura de qué decir. ¿Pensaba que todo esto era
fácil? ¿Pensaba que había tenido alguna especie de vida llena de afecto? ¿Llena de
felicidad? Ella era la única con la familia normal, casa normal y expectativas normales.
No necesitaba compasión por mi infancia, pero tampoco que alguien me dijera que fue
algo fácil de llevar—. ¿Es eso lo que piensas de mí? ¿Que soy alguna princesa
consentida?
—Es difícil despertar compasión cuando tienes a dos chicos clamando por ti y yo
no puedo conseguir a un chico para incluso que ponga cualquier cantidad de esfuerzo en
tener sexo conmigo, mucho menos salir conmigo.
Había sabido que ella se sentía sola y enfadada por los chicos, pero no me había
dado cuenta de cuán profunda era su irritación.
—Lo siento. Sé que hay un tipo por ahí para ti. Pero supongo que debería haber
dicho más sobre mi vida antes de la Universidad de Maine así tal vez lo entenderías.
Supongo que ese es error.
—Tal vez deberías haberlo hecho. —Ella suspiró—. Mira, simplemente me siento
atrapada en el medio, ¿de acuerdo? Mi mejor amiga y mi hermano. Apesta. Y entiendo
por qué te quieren, no quiero decir que no lo haga. —Ofreció una sonrisa forzada—.
Quiero decir, yo también te aprecio, o no seríamos amigas. Pero siento amargura de que 147
algunas chicas parecen inspirar devoción y otras, incluida yo, sólo parecen inspirar
lujuria, y eso es solo la mitad de lo mejor. Ni siquiera puedo conseguir un perdedor que
quiera estar conmigo.
Ni siquiera estaba segura de qué decir a eso. No podía decir que pensaba que tal
vez ella actuaba con su vagina cuando se trataba de chicos y les hacía creer que ella era
solo para divertirse. Una cosa era estar dispuesta a tener sexo causal y dar a entender que
era lo que estabas buscando, pero ella utilizaba eso como una cubierta, una fachada. En
realidad quería más, y cada vez que se conformaba y se decía así misma que no lo hacía,
corroía su autoestima. Pero no podía ponerme toda Dr. Phil con ella lo habría atribuido
a ser condescendiente.
Levantándome, me acerqué y me metí entre ella y el escritorio, posando mi culo
en su libro de texto abierto.
—Oye. Basta ya. Eso no es cierto. Y los perdedores están demasiado intimidados
para ir a por ti. ¿Por qué simplemente no te concentras en la clase de chicos adecuados
en vez de estar de acuerdo con lo que sea que los imbéciles piensan de ti?
Levantó la vista y me dio una sonrisa lánguida.
—Claro. No hay problema. ¿Ahora vas salir con Heath? Dime la verdad, un
adelanto, así puedo averiguar qué demonios voy a decirle a Ethan.
Haciendo una mueca, crucé los brazos sobre mi pecho.
—Siento que estés en esa posición. ¿Quieres que hable con Ethan? —Básicamente
preferiría dejar que unas hormigas coloradas atacaran mi entrepierna, pero era
probablemente lo correcto por hacer—. Pero sí, vamos a... salir —No estaba segura de
que ese era el término adecuado para ello, pero no tenía uno mejor.
—No. Sinceramente no creo que debas hablar con él. Será más fácil viniendo de
mí. Aunque no creo que vaya a estar del todo sorprendido.
—No. No creo que vaya a estarlo. —Estaba verdaderamente apenada por eso.
Estaba apenada por un montón de cosas—. Sé que suena surrealista, de mierda y egoísta,
pero no me arrepiento de ninguna parte del tiempo que estuve con Ethan. Me dolió
como el infierno cuando rompió conmigo. Sé que estás pensando cómo puedo decir eso
cuando ya estoy involucrada con Heath otra vez, pero son dos cosas distintas... Ethan es
un buen tipo y me ofreció una relación estable y equilibrada, y le amaba, le amo. No soy
sólo una zorra que le utilizó. Realmente espero que sepas eso. —Suspiré—. No puedo
explicarlo, pero es posible amar a dos chicos. Simplemente es diferente.
—No creo que seas una perra. Aunque realmente me gustaría oírte decir coño en
voz alta. —Me dio una sonrisa maliciosa—. Y ya estás haciendo una mueca. Es irónico,
¿no? Me crié en los barrios de media clase y soy la que tiene la boca de marinero.
Creciste alrededor de pescadores y te sientes incómoda con la palabra coño. 148
Tenía razón al cien por cien. Estaba retorciéndome físicamente.
—Deja de decir eso. Dios, odio esa palabra.
Aubrey se rió. Sonó mi teléfono. Lo saqué. Era un mensaje de Heath.
Inmediatamente me sonrojé, no pude evitarlo.
—Apuesto a que Heath dice coño —comentó Aubrey.
—¡Para! —Me reí—. Y no, no lo dice. No que yo lo haya escuchado.
—Estaba en el ejército, por supuesto que lo dice.
—No lo creo. —Leí el mensaje. No pude evitarlo. Sabía que tenía que esperar, pero
no me pude resistir.
¿Esta noche?
Un estremecimiento me recorrió el cuerpo. No habíamos hablado de cuándo nos
veríamos de nuevo. Había esperado, asumido que sería pronto, pero después de nuestra
conversación sobre ser discretos, me imaginé que iba a tener que ser quien sugiriera
cuándo y dónde. Pero no era Heath así. Debería haberlo sabido eso. No era paciente y
no esperaba.
Era una de las cosas que me gustaban de él. Estaba al mando.
Sí. Tú casa. ¿A qué hora?
Cuando quieras. Trae tu cepillo de dientes. Con discreción.
Eso me hizo sonreír.
Pero cuando levanté la vista, Aubrey me estaba observando.
—Ten cuidado —dijo con calma—. Algo me dice que este es el tipo de hombre
que podría incendiarse como la gasolina en un momento dado. No quiero que te
quemes.
Ella no le conocía.
—Le conozco mejor de lo que me conozco a mí misma, Aub —le dije
sinceramente—. Él nunca me haría daño.
Pero ella frunció el ceño.
—Ya lo ha hecho, Caitlyn.
Eso no fue culpa suya. Y no iba a defenderle por ello.
—No. No lo ha hecho.
155
Capítulo 17
T enía que confiar en su amor, porque a todos los lugares donde fuimos en las
siguientes dos semanas, nos encontrábamos con personas que conocíamos o
que Ethan o Heath conocían. No fue hasta que estuvimos intentando mantener un perfil
bajo que me di cuenta de lo pequeño podía ser el campus, a pesar de tener diez mil
estudiantes, o lo juiciosas que podían ser las personas.
Heath había conseguido trabajo atendiendo la barra en un bar, una habilidad que
ni siquiera sabía que tenía, y yo tenía clases, así que no podíamos pasar cada segundo
juntos, pero me quedaba la mayoría de las noches en su casa. Habíamos estado tanto
tiempo separados, que queríamos compensar el tiempo perdido, y estábamos llenando
los vacíos de nuestras experiencias separados de la escuela secundaria. Dentro de su
apartamento, estaba calmado, tranquilo, lleno de risa e intimidad. Sexo como jamás
imaginé que pudiera serlo.
Pero cuando tratábamos de salir al cine, o a caminar, o a comer en algún lugar,
éramos observados. Y todos tenían una opinión.
156
Heath estaba inquieto. No le gustaba el ambiente de la Universidad. Pero no me
atrevía a mencionar el futuro porque tenía miedo. Él quería regresar a Vinalhaven, y yo
no estaba preparada para renunciar a la visión de una vida en Bangor o Portland, en una
oficina. Una casa en un barrio residencial.
Pero no discutíamos eso. Solo tratábamos de disfrutar el ahora.
Desafortunadamente, el ahora estaba lleno de gente que quería discutir el futuro.
—¿Así que, dónde vas a vivir el año que viene? —me preguntó un día Janice—.
Porque hay como cinco chicas que quieren tu habitación si te mudas.
—No lo sé. Solo es noviembre. —Estábamos en el salón, y yo había estado
estudiando mientras Heath estaba en el trabajo.
—Tienes que decidirte para Enero. Sé que si estuvieras con Ethan, te quedarías
hasta que él se graduara y fuera a la escuela de derecho, pero ahora… pensé que quizás
había otro lugar donde querrías estar. —Me dio una mirada significativa y no estaba
exactamente llena con aprobación de hermana.
—¿Estás tratando de deshacerte de mí? —Me sentí más que un poco lastimada—.
Si quieres mi habitación, solo dilo directamente.
—Quiero tu habitación si te vas a ir. Pero por supuesto no tienes que irte. La
mayoría de nosotras cree que estarías mejor quedándote aquí.
Ahí estaba otra vez. Esa mirada significativa. Aubrey vino a la sala y se dejó caer
en el sillón. Ella y yo no estábamos peleadas ni nada, pero apenas nos veíamos la una a la
otra. Nos habíamos enviado unos mensajes un par de veces y eso había sido todo. Había
estado esperando que pudiéramos salir, pero en el medio de la rara conversación sobre
mis arreglos de vivienda no era cuando quería verla.
—¿Qué está pasando? —preguntó Aubrey—. Antes de que respondas voy a decirte
que, básicamente no me importa, porque he conocido a este hombre que es
completamente caliente y asombroso que me encuentro honestamente desinteresada en
todo lo tuyo en este momento.
En realidad estaba agradecida de que Aubrey me sacara del asiento caliente
—¿Oh, sí? ¿Quién es ese mágico hombre misterioso?
—Su nombre es Jared, y es un estudiante de posgrado que he conocido en la
cafetería cuando me he chocado con él con un macchiato de caramelo. Él es caliente con
C mayúscula y vamos a salir mañana por la noche.
—¿Eso es un código para sexo? —preguntó Janice.
—No. Estoy probando algo nuevo —dijo Aubrey—. La regla de la tercera cita. Me 157
niego a acostarme con él hasta que hayamos salido por lo menos tres veces. Quiero una
relación, no algo de una sola noche.
—Eso es asombroso. Creo que es una gran idea. —Era totalmente sincera. Sabía
que estaba interesada en realmente construir algo con este tipo— ¿Qué te gusta de él?
¿Qué está estudiando?
—No tengo idea. Probablemente algo como antropología o historia del arte. Algo
con cero ingresos. De otra forma, no sería tan de ensueño y sexy como lo es. —Empujó
sus rodillas contra su pecho, su cabello rubio cayendo alrededor de sus antebrazos
mientras movía sus cejas arriba y abajo.
Eso me hizo reír.
—Me encanta tu enfoque de la vida, Aub. Desearía tener más de tu
despreocupación.
—Creo que es más como una actitud defensiva, así que no estaría envidiosa si
fuera tú.
Janice estaba usando su teléfono pero preguntó:
—Si su nombre es Jared, ¿se parece por casualidad a Jared Leto? Porque me
gustaría verle.
—¿Qué Jared Leto? Él tiene como setecientos aspectos.
—Cualquier de ellos.
—No, él no es del tipo de artista sensible y delgado. Así que quizás estoy
totalmente equivocada en llamarlo antropólogo. Parece más como… —Miró directo
hacia mí—. Como Heath, en realidad. Wow. No siquiera me había dado cuenta de eso.
Aparentemente creo que tu novio es caliente. ¿Cómo de escalofriante es eso?
Podía sentir la sangre drenándose de mi rostro
—No creo que sea más escalofriante que incómodo. —Sentía como que allí había
una implicación que no estaba entendiendo.
—No es incómodo. Sería incómodo si tú aún estuvieras saliendo con mi hermano y
escogiera a un tipo que luce como él. Eso sugeriría que necesito terapia. Pero esto solo
significa que las dos tenemos buen gusto. No es como si me interesara Heath.
Incluso Janice parecía incómoda y un poco confundida.
—Um, creo que lo que quieres decir es que a las dos les gusta el mismo tipo de
chico, ¿cierto?
—Exacto. Del tipo profundo, oscuro y melancólico.
Aún insegura de qué decir, simplemente pregunté:
—¿Es eso lo que es?
158
Heath podía ser esas cosas. No podía negarlo. ¿Pero qué sabía Aubrey de él en
realidad? Ella le había visto durante diez minutos.
—Eso y algunas otras cosas.
—¿Estás tratando de decirme algo? —pregunté, molesta con todas las
insinuaciones y subterfugios.
Por un segundo, pensé que iba a decir algo, pero luego simplemente negó.
—No. ¿Qué tendría que decirte?
—No tengo ni idea. —No la tenía.
Pero me quedé totalmente intranquila.
Ésa noche tuve otra pesadilla y desperté, sentándome en la cama de Heath. Me
aparté el cabello del rostro y respiré profundamente, temblando. Él se agitó y
rápidamente me acosté de nuevo antes de que se despertara.
Pero era demasiado tarde. No abrió los ojos pero me alcanzó, extendiendo su brazo
alrededor de mi pecho.
—¿Estás bien?
—Uh huh. Solo he tenido un mal sueño.
—¿Sobre qué?
—Estaba cayendo —mentí. La verdad era que había entrado a mi habitación en la
casa de la hermandad y había encontrado a Heath con Aubrey.
Me estremecí, tratando de sacar la imagen de mi mente. Ninguno de ellos me haría
eso. ¿Por qué incluso tendría eso dando vueltas en mi subconsciente? Eso me enfadó.
—Estás bien —murmuró, ya de nuevo a la deriva en el sueño.
—Sí. Estoy bien. —Aunque iba a hablar a solas con Aubrey y presionarla, no había
ninguna duda sobre eso.
164
Capítulo 18
—¿C ómo ha estado tu cita? —le pregunté a Aubrey mientras estaba
sentada en su cama. Todavía había una extraña tensión entre
nosotras, pero después de hablar con Ethan y Brian, había ido a donde Aubrey,
deseando que las cosas fueran normales, familiares. Pero no lo eran.
Podía sentir a Ethan entre nosotras. Incluso a Heath entre nosotras, después de sus
comentarios sobre sentirse atraída por su tipo.
—Ha sido increíble, no voy a mentir. Resulta que él juega Lacrosse, lo que explica
ese cuerpo caliente, y se especializa en medios de comunicación, lo que explica la
sonrisa estelar y un claro interés en el blanqueamiento de dientes.
Fue una evaluación tan Aubrey, por lo que tuve que sonreír.
—Genial. Así que, ¿te has divertido?
Se estaba pintando las uñas, sin mirarme.
165
—Sí. Hemos hablado sin parar durante dos horas. Luego nos hemos besuqueado y
realmente, realmente quería tener sexo, pero me he controlado. No he podido evitarlo,
sin embargo, me he permitido frotarme un poco. La gente no se frota lo suficiente. Está
subestimado.
Realmente no había otra respuesta más adecuada que la risa.
—Me encanta tu filosofía. Vuelve a poner de moda frotarse.
—Vamos a hacer camisetas.
—Entonces, ¿cómo era él, en cuanto a tamaño? Obviamente le has sentido.
Parecía una pregunta apropiada para hacer. Algo que ella me haría preguntarle. Y
quería que entendiera que estaba interesada en su vida, que la apoyaba.
—Bueno. —Hizo una pausa en pintar sus uñas para mirar hacia arriba y me dio
una sonrisa—. No ha habido palmaditas alrededor, tratando de encontrarlo. Bam. Estaba
justo ahí.
Siempre habíamos tenido un acuerdo tácito en que ella compartía todo y cualquier
cosa sobre su vida sexual y yo nada. Cero. Porque, bueno, el único chico con el que
había tenido sexo era su hermano y esa sería una conversación totalmente incómoda. No
quería saber nada de su hermano y yo no quería decirle nada sobre su hermano.
Pero ahora parecía que todas las apuestas estaban apagadas. Porque ella
casualmente le preguntó:
—¿Heath está dotado?
—¡Aubrey! —Me tomó por sorpresa y pude sentir que me sonrojaba.
—¿Qué? Me has preguntado acerca de Jared. Aunque Heath parece estarlo. Está
demasiado enfadado para tener un pene pequeño.
—No hay absolutamente nada lógico en lo que acabas de decir. —Levanté mis
rodillas y apoyé la barbilla en ellas—. No sé por qué los hombres enfadados no pueden
tener el pene pequeño. ¿Crees que los hombres con penes pequeños no se enfadan? Pero
de cualquier forma, Heath no está enfadado. —No iba a decirle nada acerca de su pene,
el cual estaba malditamente bien.
—Oh, el infierno que no lo está. Ni siquiera puede coquetear sin sonar cabreado.
Es un talento.
Hablaba despreocupadamente, pero algo en esa declaración me dio que pensar.
—¿Qué sabes de él coqueteando?
—Porque él estaba coqueteando conmigo cuando aún estabas con Ethan.
—Tonterías —espeté antes de que pudiera detenerme.
166
Aubrey coronó su esmalte de uñas y me hizo una mueca.
—¿Por qué, porque ningún hombre coquetearía conmigo?
—Por supuesto que los hombres coquetean contigo. —Acomodé mis rodillas y me
erguí, molesta—. Pero Heath vino a verme. No coquetearía con mi mejor amiga.
—Me pidió mi número. Me envió mensajes un par de veces. —Inspeccionó su
pedicura—. No es gran cosa. Estabas con Ethan. No significaba nada. Yo no le di ningún
estímulo, porque sabía que estarías molesta.
—Entonces, ¿por qué me lo dices ahora?
—No es gran cosa —repitió.
Había un mal sabor en mi boca, y me sentí caliente, enferma.
—¿Por qué siento como si estuviera tratando de hacerme daño?
—¿Por qué habría de hacerlo? Por supuesto que no.
—No lo sé. Realmente no lo sé. —Ni siquiera estaba segura de creer que Heath le
había estado enviando mensajes. De repente sentí que si alguien había estado
coqueteando, habría sido Aubrey. Era evidente que estaba celosa del interés que tenía
en mí.
Algo se estaba gestando bajo la superficie, algo que no entendía y temía, algo feo y
desagradable.
—Probablemente sólo coqueteó conmigo para meterse debajo de tu piel. No dejes
que te afecte. Eso es lo que quiere, estoy segura. —Pero luego añade—: Además, eso fue
antes de que estuvieran juntos. ¿Qué diferencia hay ahora?
Si eso fuera cierto, ¿por qué se había molestado en mencionarlo?
—Ninguna —dije, finalmente, pero mi voz era fría.
—Oh, vamos, no estés enfadada. Por lo menos sabes que siempre soy sincera
contigo.
—¿Lo eres? —le pregunté, mirando su rostro en busca de pistas sobre qué
demonios estaba pasando en su cabeza.
—Por supuesto. —Me devolvió la mirada—. ¿Tú eres sincera conmigo?
—Sí. No tengo ningún secreto. —Pero eso era algo que no debía decir y me di
cuenta de inmediato.
—¿Entonces por qué no sabía de Heath o Brian o nada acerca de tu vida? Secretos.
Todos ellos, Caitlyn. Y no el tipo de secretos como que robaste un brazalete a Martin
cuando tenías trece años. Como la mierda importante, cosas sobre quién eres.
Así que volvíamos a eso.
167
—Pensaba que ya habíamos tenido esta conversación.
—La tuvimos. —Se puso de pie y cojeó hacia su mini-nevera—. ¿Y sabes qué? No
voy a tenerla otra vez, porque nada nunca va a cambiar el hecho de que no compartes
una mierda conmigo y yo he sido un libro abierto de mierda. Y sin embargo, estás
sentada ahí y realmente crees que miento sobre que tu novio me envió un mensaje. Que
me lo he inventado. Piensa lo que quieras. Yo no tengo que demostrarte nada.
—¿Qué decía en los mensajes? —Todo estaba fuera de control. Esta conversación,
igual que todas nuestras conversaciones recientes, se había convertido en un campo de
minas. No sabía qué decirle a Aubrey, o qué creer o qué iba a decir a continuación. La
facilidad de nuestra amistad se había ido y yo estaba molesta y dolida por eso, y
enfadada conmigo misma porque era mi propia culpa.
—No lo sé. Mierda estúpida. Como ¿qué estás haciendo? Y que soy hermosa y
mierdas así.
—Déjame ver. —Tendí la mano, con mis fosas nasales dilatadas. Estaba actuando
como una loca, lo sabía, pero no podía controlarme, no podía contener el diluvio.
—No los tengo.
—¿Estás segura?
—Oh, Dios mío, ¿en serio? —Aubrey lanzó su teléfono hacia mí— Maldita sea.
¡Mira tú misma!
No me molesté, solo sostuve su teléfono en mis manos. Si decía que no estaban allí,
entonces claramente no lo estaban. Pero me pregunté de nuevo si algo de eso era cierto.
—No tengo que mirar. —Me levanté y puse su teléfono en su escritorio al lado de
ella—. Lo siento.
—Sabes, ¿alguna vez te has detenido a preguntarte si eres realmente feliz con este
tipo? Porque no pareces feliz. Pareces una loca.
La acusación hizo daño.
—Soy feliz. —Lo era. Amaba a Heath con todo dentro de mí y se sentía increíble
que estuviera de vuelta en mi vida. Increíble que el amor y la amistad que habíamos
compartido no habían sido dañados por el tiempo separados. Él era mi mejor amigo.
Pero, por supuesto, no podía decir eso en voz alta. Aubrey no entendería que ella
también pudiera ser mi mejor amiga, sólo que de una manera diferente.
Eso realmente no parecía tener sentido. Estaba confundida, incapaz de articular
mis sentimientos de cualquier manera que fuera coherente.
—Le amo —fue lo que finalmente le dije.
—¿Estás segura? Porque parece más como una obsesión para mí. Él tiene algún
168
poder extraño sobre ti. Como un líder de una secta con sus seguidores.
Eso era ir demasiado lejos. Me puse de pie, el dolor y la ira tan grandes que me
temblaban las manos.
—No lo entiendes. Nunca has estado enamorada.
—¿Qué, así que no estoy en tu club de la estupidez? Si me hace actuar como tú,
entonces no quiero estarlo. —Cruzó los brazos sobre su pecho y apartó la mirada de mí.
Salí, sin molestarme en responder a eso. Sabía que ella estaba celosa. Sabía que yo
estaba actuando irracional y celosa. Pero ella estaba siendo dura. Simple y jodidamente
dura conmigo, pero ella no necesitaba escuchar eso. No iba a ser un blanco o un saco de
boxeo para que dejara de sentirse excluida. ¿Cuándo las mejores amigas se enamoraban
de chicos geniales, al mismo tiempo? Nunca. Eso tenía que suceder, que ella o yo
podríamos estar en una relación y la otra no lo estaría.
Si yo estuviera soltera, nunca envidiaría su felicidad con alguien.
Tampoco sugeriría que su novio había estado coqueteando conmigo antes de que
se juntaran. ¿Qué sentido tenía? No podía haber ni una razón posible para mencionar
eso a menos que sólo quisiera herirme. Simple y llanamente.
Al entrar en mi habitación, cerré la puerta y puse el cerrojo.
Con los auriculares en mis oídos, manipulé mi música y traté de estudiar. Tenía un
examen de finanzas en dos días.
Pero no podía concentrarme en lo absoluto.
Estaba obsesionada con la idea de Heath enviándole mensajes con cosas sexys a
Aubrey. Mi sueño de la otra noche bailaba en frente de mis ojos una y otra vez. ¿Y si
hubo más que eso? ¿Qué pasa si Heath y Aubrey se habían enrollado? Ella no era de las
que traicionaban a una amiga, pero por otra parte, no había sabido en ese momento
cuánto significaba Heath para mí, porque no se lo había dicho. Tampoco era de esas
chicas que detenían a un chico si quería tener sexo.
La idea de ellos juntos, jadeando, en contacto entre sí, calientes y sudorosos, hizo
que la bilis subiera por en mi garganta.
Heath tenía que trabajar hoy en el bar. Técnicamente yo no tenía la edad
suficiente para entrar, pero era un antro que los estudiantes de licenciatura
frecuentaban porque nadie nos registraba las identificaciones falsas. Sabía que podía
entrar, sobre todo en una noche de fin de semana.
Era una mala idea. Sabía que era una mala idea incluso mientras estaba
poniéndome los zapatos. No me molesté en cambiarme, todavía con los pantalones
vaqueros y una camisa de franela que había llevado a clase. Heath no necesitaba o no
quería que me vistiera elegante o maquillara. Yo no tenía la paciencia para ello, no 169
cuando sentía el picor de la ansiedad. Necesitaba respuestas, la verdad. Heath nunca me
ocultaba la verdad, aunque me doliera.
Casi esperaba ver a Brian desmayado en un taburete cuando entré, lo que se habría
añadido a mi agitación, pero sólo había tres chicos de allí y ninguno de ellos era mi
hermano. Era demasiado pronto, lo más probable. O tal vez Ethan y Aubrey tenían
algún tipo de conspiración para hacerme miserable. Aunque realmente no creía eso.
Ethan no tenía un hueso de crueldad en su cuerpo, y en el fondo sabía, que había
terminado nuestra relación porque sabía que yo no podría amarle de la manera en que
amaba a Heath. No había querido hacerme daño.
Aubrey, no estaba tan segura.
Pero de cualquier manera, Brian no estaba en el bar, lo que estaba igual de bien.
Necesitaba procesar toda la cuestión del coqueteo con mi mejor amiga antes de
ocuparme de la posibilidad de que Heath estuviera alentando el alcoholismo de Brian.
Al cerrar la puerta detrás de mí, ésta hizo un fuerte ruido y los chicos en el bar se
dieron vuelta y me miraron con interés. Dos sólo me dieron una breve mirada antes de
volver a su cerveza y su conversación. El tercero me inspeccionó notablemente, así que
le fulminé con la mirada. No fue difícil hacerlo retroceder. Estaba de muy mal humor.
Heath siempre decía que quería a la Cat salvaje. Estaba a punto de conseguirla. La
que decía lo que pensaba y dejaba toda su emoción hirviera.
173
Capítulo 19
L a trastienda era una oficina y despacho, con licor en estantes a nuestro
alrededor. Era pequeña y mal iluminada, y me sentí muy consciente del
hecho de que estaba arriesgando su trabajo alejándose de la barra. Que yo había
arriesgado su trabajo al presentarme allí y exigir respuestas que podían esperar hasta
llegar a casa. Que había hecho una escena y que era malditamente suertuda de que el
espejo no se hubiera roto.
―¿No deberías estar ahí fuera? —le pregunté, nerviosa.
―Oh, ¿ahora estás preocupada por mi trabajo? ―Soltó un bufido―. El tipo
sentado en el extremo de la barra es en realidad el propietario. Estoy seguro de que lo
tiene cubierto.
Fabuloso. Su jefe estaba allí. El chico al que había fulminado con la mirada cuando
había entrado.
―Mierda. Lo siento. ―El calor inundó mis mejillas―. No ha sido mi intención 174
lanzar tu teléfono, realmente no lo ha sido.
―¿Qué está pasando? ¿Por qué estás tan celosa?
―Le diste tu dirección a Aubrey. Ella pidió ver tu paquete y dijiste: si quieres ver
mi pene, ven, y le diste tu dirección. ―Me sentí miserable y desesperada. Mi voz sonaba
extraña para mí, aguda e histérica. Regañona.
―Ella estaba coqueteando, siendo una calientapollas. Seguí su juego. Sabía que no
iba a venir y no lo hizo.
Quería creerle. Le miré fijamente, deseando que me dijera la verdad, tratando
ansiosamente de ganar la guerra con mis propias inseguridades.
―¿Estás seguro?
―¡Sí, estoy seguro! ―explotó―. ¿Cuándo te he mentido alguna vez? Si hubiera
tenido sexo con ella, te lo diría. Pero no lo hice, y aunque lo hubiera hecho, estaría
deseando todo el condenado tiempo que fueras tú, porque malditamente quería que
fueras tú.
Su ira hizo que me encogiera. Golpeé su pecho con mi puño, frustrada.
―¡Todo esto es culpa tuya! ―le dije―. No deberías haberme dejado. Me dejaste y
ahora no sé si esto es real.
―Nunca te dejé ―dijo, sacudiendo la cabeza, su mandíbula y fosas nasales
dilatadas―. Me vi obligado a irme. Y volví y tú eras la que me había dejado. Tú eras la
que tenía un anillo en el dedo. Tú eras la que había seguido adelante, la que se dio por
vencida con nosotros.
―No me di por vencida. Me vi obligada a renunciar, al igual que te viste obligado
a irte. ―Estaba llorando, y aterrizaba un golpe en su pecho con cada palabra, con llaves
tintineando en mi mano, frustrada, dolida, enfadada y asustada. Pero más que todo
estaba asustada.
―Cálmate ―dijo, agarrando mi mano.
Luché, mi cartera cayó de mi mano hasta el suelo.
―No. ―Entonces le pegué de nuevo, solo que mi golpe fue más alto esta vez y
rocé accidentalmente mi puño con la parte inferior de su barbilla.
Antes de que pudiera abrir la boca para disculparme él agarró mis muñecas y me
giró, por lo que mi espalda aterrizó contra la puerta cerrada.
―Basta, Cat.
―Déjame ir ―suspiré. Pero no quería que lo hiciera. Nunca.
Y quería que luchara por mí, como lo había prometido. Que me probara que yo era
para él. La que él amaba. 175
―No. Nunca voy a dejarte ir. ―Me besó y fue duro, enfadado, dominante―. Tú
eres la única a la que quiero. La única que siempre he querido.
Heath me dio un beso en el cuello, chupando la parte superior de mi pecho a
través de mi camisa. Todavía agarraba mis muñecas con fuerza, sosteniéndome en mi
lugar contra la puerta.
―No te creo ―le dije, incluso mientras luchaba contra el impulso de jadear
cuando su lengua corrió por todas las partes que tenía expuesta mi piel desnuda.
―Sí, lo haces. Estás siendo terca. Es una de las cosas que me gusta de ti.
Tiré mis brazos, tratando de liberarme, mostrando esa terquedad, tratando de
ejercer mi control. Recuperarlo.
Pero cuando de repente me soltó y se apartó unos centímetros de mí para
estudiarme, no me fui a ninguna parte. Me quedé expuesta, con el corazón acelerado, mi
cuerpo hormigueando, mis manos aún sobre mi cabeza clavadas en la pared. Él me dio
una sexy sonrisa de triunfo.
―Eso es lo que pensaba. Eres una buena actriz, pero al final deseas exactamente lo
mismo que yo.
Esta vez, cuando me besó, me mordió el labio inferior. Se tragó el grito que di,
mientras sus manos se sacudían abriendo el botón de mis pantalones vaqueros y
rasgando la cremallera. No lo estaba haciendo realmente. No podía creer que lo hiciera.
Pero lo estaba. Y así lo hizo.
Y yo quería que lo hiciera.
Bajó mis pantalones vaquero hasta las rodillas, mientras su boca asaltaba la mía.
―Dime que me quieres ―exigió―. Dime que si te doy un anillo te lo pondrías y
te olvidarías para siempre de que no fui el primero en darte uno.
Estaba sin aliento, excitada, sorprendida de lo húmeda que estaba cuando sus
dedos acariciaron mi interior.
―Te amo ―le dije, sabiendo que siempre lo había hecho y siempre lo haría.
Cuando se empujó dentro de mí, me vi obligada a estar de puntillas, agarrándome
a sus hombros para mantener el equilibrio. Sorpresa y placer me inundaron.
―Oh, Dios.
―¿Qué más? ―preguntó, manteniéndose aún dentro de mi cuerpo, una
provocación palpitante y caliente.
Me encontré con su mirada, insensible y abrumada, pero sabiendo que lo que él 176
quería oír no sería nada más que la verdad. Podría hablar y decirlo en serio desde lo más
profundo de mi alma.
―Sí. Dame un anillo y me olvidaré de él para siempre.
Él hizo un sonido en la parte posterior de su garganta y luego se movió, golpeando
en mí, apretándome mi pierna sobre su cadera para darle un mejor ángulo para empujar
profundamente.
―Confías en mí.
No era una pregunta. Pero tenía razón. Sí confiaba en él. Solo que cuando había
mucho que perder, me aterrorizaba que lo haría. Asentí, sintiéndome frenética, las
emociones y la excitación apretándome, sosteniéndome tensa y desesperada.
―Sí. Confío en ti.
Heath presionó su frente contra la mía, nuestro aliento mezclándose con urgentes
y calientes jadeos mientras me tomaba con fuerza. Estaba sorprendida de que tuviera un
orgasmo. Había mucha fricción, tanto empuje crudo, que no creí que pudiera sin el
estímulo de mi clítoris, pero tuve un orgasmo interno. Uno que vino de muy dentro de
mí y estalló sobre su polla con una velocidad que me hizo morder el hombro de su
camisa, así no gritaría y nos delataría.
Lo sintió, claramente, dando un gruñido antes de explotar el mismo. Sentí la
invasión caliente y me aferré a él, apretando mis músculos internos instintivamente. Sin
palabras, nos miramos el uno al otro, respirando con dificultad. Sus labios se movían,
pero no dijo nada en realidad. Finalmente, inclinó su cabeza hacia atrás y exhaló
profundamente.
―Santa mierda, preciosa. Eso ha sido irreal.
―Totalmente ―le susurré. Entonces volví a poner mis talones en el suelo, con
mis pantalones vaqueros en mis pantorrillas y los músculos tensados por la posición—.
No has utilizado condón. ―Nunca había sentido cómo era que se viniera dentro de mí
sin uno, y se sentía íntimo, emocionante. Mucho más satisfactorio. Pero era arriesgado y
loco.
Tenía que tomar la píldora. Después de eso, no quería volver a usar látex, y dada la
expresión de su rostro, él tampoco.
―¿Y? ―Se retiró, dando un suspiro cuando nuestros cuerpos se separaron. Se
metió de nuevo en los pantalones y se subió la cremallera.
―Podría quedarme embarazada. ―Fue una obviedad. Doblándome ligeramente,
me subí los pantalones.
―¿Y? ―repitió.
177
Estaba a punto de decirle lo estúpido e irresponsable que era, cuando puso su
mano en mi nuca y llevó mi boca a la suya.
―Cat, no más celos, prométemelo.
Eso me hizo sentir culpable. Había sido irracional, acusatoria. Había exigido
respuestas, y luego me había negado a aceptarlas. No había manera para él de ganar
cuando hacía eso. Tenía que confiar en él, o nos destruiría.
―Lo prometo.
―No tienes ninguna razón para preocuparte. Jamás. ―Sacudió su cabello hacia
atrás―. Y si le preguntas a todas las chicas con las que he estado involucrado, y no ha
habido muchas, ellas te dirán que soy un bastardo sin corazón. Eso es lo que las chicas
dicen cuando te niegas a mentirles.
―¿Qué quieres decir?
―Siempre he dejado claro que estaba enamorado de ti. Así ellas sabían en lo que
se estaban metiendo. ―Abrió la puerta detrás de mí―. ¿Lista?
―Sí. ―Lo estaba. Lista para dejar atrás mis dudas. Lista para aceptar que el tiempo
había pasado y no podía deshacer la vida que Heath y yo habíamos llevado separados.
Solo podía seguir adelante a partir de ahí.
Me pregunté qué habría pasado si hubiera sido como Heath y le hubiera dicho a
Ethan desde el principio que había habido un chico que había capturado mi corazón y
todavía no lo había dejado ir.
Lo más probable es que nunca hubiera habido un Ethan y yo. Pero no había sabido
que Heath volvería. Tenía miedo de que si no trataba de reinventar mi vida, y lo ponía
en práctica, el agujero en mi corazón nunca se llenara.
Debería haberse sentido incómodo caminar de vuelta hacia el bar, ya que tres
pares de ojos nos miraban. Todos me habían visto lanzando el teléfono de Heath, y a él
sacándome a arrastras. Sentí que lucíamos totalmente obvios, tomados de la mano.
Heath regresó bajo la barra y cogió el teléfono. Marcándolo, se lo puso en la oreja.
―¿A quién llamas? ―le pregunté.
―A un taxi. No vas a caminar a casa. Y no discutas conmigo. Ya he terminado de
discutir contigo esta noche. ―Me dio una sonrisa que hizo que mis entrañas se
derritieran como el chocolate caliente.
No me gustaba discutir tampoco.
―Lo siento ―le dije.
Se inclinó sobre la barra y me besó.
―No, no lo lamentas. No en realidad. 178
―Lamento haber tirado tu teléfono ―modifiqué―. Espero que no te metas en
problemas. ―Eso era lo que lamentaba. No me arrepentía de haberle enfrentado sobre
los mensajes con Aubrey. Habíamos necesitado limpiar el aire. O yo había necesitado
limpiar el aire.
―Creo que mi jefe te está desnudando con la mirada ―murmuró―. Así que no
creo que vaya a ser despedido. Pero quizás la próxima vez, espera hasta que esté fuera
del trabajo. No quiero tener que pegarle. ―Entonces volvió su atención a quien le
respondió en la compañía de taxis, pidiendo uno para mí.
Metiendo mi cabello detrás de mi oreja, no podía dejar de sonreír. Había
conseguido más de lo que esperaba cuando aparecí en el bar.
Mientras Heath me acompañaba hasta la puerta principal para esperar al taxi, sentí
una oleada caliente entre mis muslos. Hice una pausa torpemente, luchando contra la
necesidad de sujetar mis piernas juntas.
―¿Estás bien?
Dándome cuenta de cuál era exactamente esa sensación, asentí. Debería haberme
sumido en el terror de que estuviera embarazada, pero no fue así. Simplemente, me
parecía atractivo, íntimo. Territorial.
―No tengo que trabajar mañana por la noche. Quédate conmigo.
No había ninguna duda al respecto.
Para cualquiera de los dos.
Ya en la acera en el aire fresco de la noche, nos besamos cuando el taxi se detuvo.
Fue ardiente, profundo, lleno de pasión.
Nunca iba a dudar de él otra vez.
¿En quién te conviertes cuando has perdido de vista quién eres, pero la falsa tú es
alguien que ya no puedes pretender ser?
199
No lo sabía.
Pero sabía que no podía hacerlo, nada de eso.
Ya había dejado de ir a las reuniones y al club de arte y eventos sociales cuando
empecé a salir con Heath. Luego me detuve por completo.
Ahora también dejé de ir a clases. Nada de eso parecía importante. No podía
encontrar la energía, no podía encontrar el interés en mis metas, en el futuro. Me quedé
en la cama durante dos días, sin ducharme, mirando al techo y despreciando mi vida.
Comí dulces sobrantes que había comprado en descuento el día después de Halloween,
me metí barra de chocolate tras barra de chocolate en la boca hasta que sentí náuseas y
como si pudiera subir por las paredes de mi jaula autoimpuesta. Tenía que escapar. Tenía
que estar fuera.
Afuera era el único lugar donde no me sentía ahogada y desesperada.
Obligándome a vestirme, me hubiese gustado tener suficiente nieve para ir a
esquiar al campo, pero sólo había un puñado. Demasiado para correr, no lo suficiente
como para ser útil. Pero una vez que llegué a la acera, no me importó que fuera
peligroso correr en la nieve resbaladiza. Simplemente corrí, bombeando mis brazos,
deseando no haber renunciado a la pista en la universidad.
Lo bonito de Maine era lo muy tranquilo que era en invierno, cómo el sonido de la
gente se perdía entre los árboles y la nieve que caía. La naturaleza absorbía a los
humanos, era más fuerte que nuestro impacto personal.
Me sentí completamente aislada, y sin embargo, menos solitaria de lo que había
estado dentro. Mi paso no era familiar, había pasado tanto tiempo desde que había
corrido durante más de una ráfaga corta, pero lo retomé después de unos minutos,
empujándome constantemente, queriendo huir de la casa, del dolor, de mis errores, de
mi miedo.
Cuando era una niña, el futuro parecía ser un vasto y prometedor signo de
interrogación, en el que podía ser cualquier cosa, desde princesa hasta presidente,
siempre había creído en mí misma. Luego, como adolescente el futuro no había
significado nada más que la vida fuera de Vinalhaven, de lograr la aceptación social y el
éxito financiero. Había trabajado obstinadamente después de que Heath se fuera, pero
ya no lo quería. El futuro ahora era el mismo vacío, pero sin la esperanza, sin la
felicidad. Simplemente… estaba ahí.
¿A dónde iría cuando llegara la oportunidad? ¿Dónde podría pasar el próximo
verano? ¿Dónde podría vivir si dejaba mi habitación en la casa de la hermandad?
¿Cómo iba a sobrevivir sabiendo que había tenido a Heath y le había perdido, una
vez más? Y esta vez, le había apartado. Era dueño de mi casa y no tenía ni idea de lo que 200
iba a hacer con ella.
Todo se estaba amontonando en mi cabeza, y me sentí como si hubiera tomado
una pluma y con saña había escrito mi futuro. Empezar de nuevo. No estaba segura de
ser lo suficientemente fuerte como para hacer eso.
Corrí sin saber a dónde iba, ni en aquel momento ni en la vida. Corrí, únicamente
consciente del constante golpear de mis zapatos, y el jadeo de mi respiración. Corrí
hasta que me encontré en el edificio del apartamento de Heath.
Corriendo por las escaleras antes de que pudiera cambiar de opinión, llamé a su
puerta.
No hubo respuesta, pero podía oír la televisión desde el interior, así que sabía que
estaba en casa. Llamé a la puerta con más fuerza.
—Soy yo, Cat.
Todavía nada. Me debatí en mandarle un mensaje, pero ¿qué diferencia habría
hecho? Me estaba ignorando e igualmente podía ignorar mi mensaje.
Deseando que esa dura y fría puerta se abriera, deseando que me perdonara,
deseando que me dijera que no estaba loca, que nuestro amor era algo increíble y
verdadero, toqué de nuevo la puerta con el puño, un intento urgente e infantil obtener
una respuesta.
—¡Heath! Por favor, soy yo. Déjame entrar.
Estaba llorando y me sentí tan cansada, tan derrotada.
Cuando aún no respondió, y juré que realmente podía oír su respiración al otro
lado de la puerta, toqué otra vez y dejé escapar un grito de pura frustración.
—¡Déjame entrar!
Sollozando, me deslicé por la puerta, para terminar en el suelo, con la espalda
contra el metal, las piernas delante de mí. Estaba sentada en la humedad que mis zapatos
mojados habían creado en la alfombra y no me importaba.
No abrió la puerta.
Y después de unos minutos, me arrastré fuera de la tierra, me limpié los ojos y me
dirigí a casa.
Pero cada día me obligaba a tropezar a través de mis clases totalmente distraída y
cada noche corría.
Corría porque no podía estar quieta. Corría porque no podía estar en mi propio
espacio, en mi propia piel. Corría porque ya no tenía diez años y nada era simple. Corría
para no conducir en coche hasta Vinalhaven y arrojarme por el precipicio, sobre las
rocas. Corría porque a lo mejor si corría, averiguaría a dónde iba.
Y cada noche me encontraba en casa de Heath, aunque la mayoría de las noches
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no me detenía, ni siquiera miraba su puerta. Sin embargo, dos veces llamé a su puerta, y
las dos veces me odié por ser tan débil. No quería verme. No contestaba, y tenía que
aceptar eso.
Pero después de seis noches seguidas, me envió un mensaje.
Por favor, deja de correr sola a las once de la noche. Es peligroso.
No puedo dejarlo.
Era cierto. Si dejaba de correr, me derrumbaría. Necesitaba el aire, el espacio,
donde estaba bien estar a solas.
Pero me alegraba de que le importara. Me alegraba de que se hubiera dado cuenta
de lo que estaba haciendo.
Me encontré corriendo el día de acción de gracias. Puse un pie delante del otro
hasta que me encontré sola en la casa de la hermandad en Acción de Gracias, todo el
mundo se había ido a casa o salido a cenar. Janice me había invitado a casa de sus padres,
pero había rechazado la invitación, sabiendo que no era buena compañía. La nieve había
desaparecido, siendo reemplazada por la lluvia, y era un día triste y gris que hacía juego
con mi estado de ánimo.
Tumbada en el sofá en el salón, estaba viendo la televisión e ignoré mi estómago
gruñendo, haciendo caso omiso de las memorias de Acción de Gracias anteriores,
cuando fui a la casa de los padres de Ethan, en una casa cálida, con deliciosa comida y
tradiciones que se remontaban a tres generaciones. No hice caso de la memoria de la
Acción de Gracias de mi primer año en la escuela secundaria, cuando mi madre había
insistido en cocinar un pavo, sólo que se olvidó de encender el horno. Cuando mi padre
se lo señaló, le arrojó una lata de guisantes, dándole en el hombro.
Si pensaba en ello, entonces creo que tal vez yo era más como mi madre de lo que
nunca me había dado cuenta. Dejaría de pensar que mi padre había estado en un error,
que amar a Heath no era lo mismo que el amor que él tenía por mi madre. Que Heath
amándome, era como mar a mi madre.
Habían tirado el pavo crudo al jardín, para que se pudriera, antes de que mi madre
tomara sus pastillas y volviera a caer en el vacío silencioso, y Heath me había llevado al
bosque, donde me había besado por primera vez.
Fue un beso tierno y prometedor, de secretos y optimismo vertiginoso.
Cuando el dolor del hambre en mi estómago fue demasiado persistente para
ignorarlo, comí cereales secos de la caja y bebí un refresco, eso podría llenar el agujero
en mi estómago. La carbonatación burbujeaba dentro de mí, y me pregunté por un
momento si era posible explotar, de adentro hacia afuera. De combustión interna.
Aubrey me envió un mensaje para ver cómo estaba igual que Tiffany. Le respondí
lo más brevemente posible, dejé mi muñeca floja, así que mi teléfono se cayó sobre el 202
cojín al lado de mi cuerpo tendido. Sostuve mi mano izquierda y me quedé mirando el
anillo que había puesto en mi dedo. Fue una cosa espeluznante de hacer, era muy
consciente de eso. Pero no había sido capaz de evitar sacar el anillo de ónice de la caja
de satén y deslizarlo hacia abajo en mi dedo, donde encajaba. Donde pertenecía. Lo
admiré en la luz de la lámpara apagada, usando mi pulgar para girarlo hacia atrás y hacia
adelante un poco.
Hermoso.
Mucho más que yo.
No me había bañado en dos días y mi pelo estaba lacio y grasiento. Me incorporé y
me lo até con su propia longitud y busqué los zapatos que me había quitado. Tenía que
salir a la calle, a pesar de la lluvia. Sin molestarme con un sobrero, imaginando que mi
sudadera con capucha funcionaría, metí mi teléfono móvil en mi sujetador y me dirigí
hacia la puerta.
La niebla fría me golpeó y levanté el rostro al cielo, parpadeando mientras la lluvia
se apoderaba de mi piel caliente. Se sentía frío y me puso la piel de gallina, le di la
bienvenida. Respirando profundamente, empecé a correr por la acera.
Pero perdí el ritmo cuando llegué a la esquina y levanté la mirada.
Heath estaba de pie bajo la lluvia, mirándome.
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Capítulo 22
E staba a unos quince metros de distancia y aunque tenía una capucha y
chaqueta de cuero sobre su camiseta, sabía que era él. Le reconocería en
cualquier parte. Estaba allí de pie, sin moverse.
Vacilé, no estaba segura de qué hacer. Si me encontraba con él, ¿se alejaría de mí?
¿Me rechazaría otra vez?
Pero me di cuenta de que valía la pena el riesgo. Él. Nosotros. Valía la pena el
riesgo. El miedo de vivir para siempre sin él era mucho mayor que el miedo de que me
rechazara.
Era totalmente lógico que estuviera enfadado conmigo por la forma en que había
actuado en su apartamento.
Pero tenía que saber por qué estaba allí.
Corrí hacia él, mis zancadas cada vez más fuertes, más decididas, más desesperadas.
Mi corazón y mi cuerpo dolían por él, y corrí, obligada a ir con él. Él había tenido razón.
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No había escapatoria.
Nunca habría un yo sin él.
Así que corrí hasta él mientras me miraba, y me detuve, con la respiración ansiosa,
y la lluvia corriendo por encima de mi cabeza, aferrándose a mis pestañas. Mi cabello se
había soltada del nudo y caía encima de mi hombro en pesados mechones húmedos.
Miré hacia él, a un metro de distancia, con la boca abierta, Con ganas de que entendiera
por qué había hecho lo que hice, quería que él hablara.
Pero no dijo ni una palabra. Simplemente me miró por un segundo, sus ojos
mirando mi rostro, mis labios.
Entonces se movió con rapidez, con una mano en mi cabello, su boca cubrió la mía
en un duro y demandante beso. Apenas tuve tiempo de dar un grito mientras nos
aferrábamos el uno al otro, después de beso tras beso intercambiado con un caliente
fervor, las gotas de agua eran un inconveniente intrascendente mientras vertíamos
nuestra emoción, nuestro amor.
Y lo supe. Supe todo lo que necesitaba saber en ese beso.
Eso que habíamos compartido siempre había estado allí, y nuestras propias
inseguridades casi lo habían destruido. Pero nada realmente podría destruir un amor
que era tan profundo como el océano que tuvimos que cruzar para llegar a casa.
Su agarre sobre mi cabeza era firme, su lengua dominante, y mis ojos se cerraron
mientras me deleitaba con gusto, su toque. Era desesperado, amoroso y profundo,
nuestro doloroso reencuentro, reventaba de emoción.
Cuando nos separamos, jadeando, me estudió.
—Hola.
—Hola
—¿Te conozco? —La esquina de su boca se torció hacia arriba ligeramente.
Le di una risa suave y agradecida porque no parecía estar enfadado conmigo.
Agradecida por un montón de cosas.
—Deja que me presente —murmuré—. Soy Cat Michaud Deprey. Vivo en
Vinalhaven y soy entrenadora de campo través y profesora de arte. Mi marido es
pescador y vivimos en la vieja casa de mis padres.
Era lo que yo era. Lo que siempre había sido, incluso antes de haber conocido a
Heath. Estábamos destinados a estar juntos, en nuestra isla.
—Es un placer conocerte —añadí.
Parpadeo, miró hacia otro lado y cuando volvió la cabeza hacia mí, tenía lágrimas
en los ojos. Nunca había visto una muestra tan profunda de emoción, vulnerable y me
hizo amarlo más fuerte dentro de mí.
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—Encantado de conocerte, también —dijo bruscamente. Tomó mis dos manos y
cuando las levantó para besar mis nudillos, vio el anillo que llevaba puesto. Su anillo.
Dio un suspiro estremeciéndose profundamente, con la mandíbula apretada antes
de besarme otra vez, bajo la lluvia, con nuestros cuerpos presionados con fuerza.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunté, limpiando las gotas de sus cejas.
—Porque yo no podía aceptar lo que dijiste. Tú me perteneces. Y yo te pertenezco.
Cat y Heath. —Pasó el dedo sobre el tatuaje en la parte interior de mi muñeca,
llevándola sus labios—. Para siempre.
Fin
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Próximamente…
Live For Me (Blurred Lines #2)
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