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Aria

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Aria
Índice
Sinopsis Capítulo 13

Capítulo 1 Capítulo 14

Capítulo 2 Capítulo 15

Capítulo 3 Capítulo 16

Capítulo 4 Capítulo 17
4
Capítulo 5 Capítulo 18

Capítulo 6 Capítulo 19

Capítulo 7 Capítulo 20

Capítulo 8 Capítulo 21

Capítulo 9 Capítulo 22

Capítulo 10 Próximamente

Capítulo 11 Sobre la autora

Capítulo 12
Sinopsis
E l chico que ella quiere…
Creciendo en la costa de Maine con una relación estrecha de hermanos
adoptivos, Caitlyn Michaud pasó un año intenso y apasionado enamorándose de su
hermano adoptivo, Heath. Entonces él se marchó sin una palabra. La traición devastó a
Caitlyn e hizo una promesa de olvidar al cautivante chico malo. Pero olvidar su toque
sensual y su profunda amistad consumiéndola, es más fácil decirlo que hacerlo.
No es el chico que ella necesita…
Decidida a seguir adelante, en la universidad Caitlyn ha superado su pequeña
ciudad de raíces empobrecidas y se ha unido a una hermandad, reinventado su aspecto y
ha conseguido al novio correcto. El importante estudiante de Derecho y presidente de la
fraternidad, Ethan, es atento y siempre sonriente, y la hace sentir feliz, tranquila. Él
también le da la aceptación social que ella ansia.
Pero el mundo perfecto que tanto intentó lograr es destrozado cuando Heath 5
aparece una noche de la nada. Caitlyn recuerda todas las razones del por qué lo ama,
incluso si no tienen sentido para nadie más que para ella. Fuera del ejército, Heath es
tan inquietante e intenso como siempre, y está determinado no sólo a reconquistarla,
sino para vengarse de todos los que lo apartaron de ella…
Y cuando un amor te permite respirar, pero el otro se siente tan esencial para tu
vida como el aire, ¿cómo se elige entre ellos?
Prólogo
H eath dijo que nunca me abandonaría.
Él prometió que nada, ni nadie, se interpondría entre nosotros.
Estaba tumbada sobre la hierba mirándolo, abrumada por cuánto le amaba, y cuán
intensamente bien se sentía tenerlo deslizándose dentro de mí, mi vestido de verano
remangado alrededor de mi cintura. La tierra bajo mi espalda era dura, la hierba fresca y
húmeda. Mi cuerpo caliente. Tenso.
—Cat —murmuró él, sus pálidos ojos azules bloqueados en mí—. No existo sin ti,
¿sabes eso, verdad? Tú me haces quién soy.
Una vieja amistad de años. Un flirteo disimulado. Todo mientras caíamos
profundamente enamorados cuando fuimos dejados solos la mayor parte del tiempo en
las costas rocosas del litoral de Maine. Todo eso nos había traído a este momento de
entrega sobre la hierba.
—Te amo —susurré, con la garganta apretada. Ninguna otra palabra sería correcta
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o lo suficientemente importante para expresar lo que sentía cuando le di mi virginidad,
mi confianza. Me sentía llena de él, en cuerpo y alma, y nada en mi vida alguna vez
había sido tan perfecto, tan importante.
—También te amo. —Su lengua corrió por encima de mi labio inferior cuando se
vino dentro de mí, y todas sus palabras se repetían dando vueltas y vueltas en mi cabeza
y en mi corazón.
Sin embargo eran promesas que fueron rotas.
Y mentiras que él me dijo.
Porque esa fue la última vez que le vi.
Capítulo 1
H ay un peligro al dejar el pasado atrás y reinventar tu vida, que en algún
momento te mires a ti misma, y ya no reconozcas lo que ves. Yo me sentí
así la noche del Baile de Bienvenida, preparándome con Aubrey, nuestro cabello, uñas y
maquillaje, los vestidos puestos y abrochados.
―Oh, Dios mío, nos vemos increíbles ―dijo, sonriendo ante nuestros reflejos.
Lo estábamos.
Yo no quería sonreír, porque me parecía muy engreído sonreír ante mi propio
reflejo, pero no pude evitar que la esquina de mi boca se levantase. No había nada de la
Cat adolescente en el espejo, la chica con el enredoso cabello largo y negro que corría
descalza, con manchas de bayas en los dedos. La pobre chica que nunca tuvo la ropa
adecuada. Sólo estaba Caitlyn, estudiante de primero de la universidad, vicepresidenta
de mi hermandad, bien vestida, muy querida. Había trabajado duro para ser ella, y allí
estaba, con un vestido azul cobalto, yendo al Baile de Bienvenida con su novio perfecto, 7
Ethan Walsh.
Y de alguna manera ella estaba conmigo.
El último cambio de imagen que ninguno de mis amigos de la Universidad de
Maine siquiera sabía que había sucedido. Todos pensaban que había nacido de esta
manera, igual que ellos. Con los problemas en orden, familias comprensivas, con futuros
prometedores. Yo no había tenido nada de eso y ahora lo tenía.
―Mi hermano va a desmayarse cuando te vea ―dijo Aubrey, jugando con un rizo
en su peinado—. Ya está ridículamente enamorado de ti. Este vestido le hará ponerse
todo Byron contigo.
―Byron escribió poesía de enamorados, pero también estuvo implicado con
mujeres casadas y probablemente era bisexual. No necesito que Ethan se ponga todo
Byron conmigo ―dije, divertida, ajustando mis zapatos—. Lo prefiero siendo fiel y que
le gusten las chicas, en concreto yo.
Aubrey y yo habíamos sido amigas primero, emparejadas en el laboratorio de
biología como alumnas de primer año, y a través de ella, conocí a Ethan. Había
comenzado entre nosotros como una amistad tranquila, pero se había convertido en algo
más cuando me di cuenta de que era sólido. Leal. Hashtag Sin Drama.
A diferencia de algunas personas que tenían que permanecer sin nombre debido a
que no existían, y nunca se hablaba de ellas. Gente que simplemente te abandonaba sin
decir una palabra y desaparecía de todos los medios sociales y no se escuchaba una
maldita cosa de ellos en cuatro años y podrían estar muertos por todo lo que tú sabías.
Esa gente era Drama y me estaba manteniendo alejada de ese tipo de paseo en el
tiovivo de las relaciones. Ethan no me hacía arder por él, pero tampoco me hacía dudar
de mí misma o de mi cordura. Ethan nunca me había hecho llorar.
―¿Estás lista? ―le pregunté a Aubrey. Estaba emocionada por todo el asunto del
Baile de Bienvenida y no quería perderme la gran entrada, donde todos los invitados de
la hermandad caminarían bajo el arco de los brazos de los chicos en su casa de la
fraternidad. Era cursi y retro, pero me gustaba. Había algo asombroso acerca de caminar
pasando todos esos chicos, de aspecto caliente, sabiendo que tu acompañante se reuniría
contigo a mitad de camino. Para alguien que nunca ha tenido la tradición al crecer, he
disfrutado cada momento de ser un Oso Negro y un miembro de la hermandad.
―Sí. ―Se puso un abrigo negro y espeso—. Sabes, realmente sería bueno que por
una vez no hubiera fuera como cinco grados bajo cero para el Baile de Bienvenida.
―Si quieres eso, tendrás que mudarte. ―No me importaba el tiempo. Siempre me
había gustado que los veranos fueran templados y el aire todavía respirable. Otoño y
primavera frescos, con el olor salado del mar en el aire de vuelta a casa. Allí en la
escuela, me gustaba el denso follaje, la espesa capa de nieve en la cima de los árboles. Se
sentía acogedor, incluso si hacía frío. 8
―Sabes que estoy aplicando a cada escuela de posgrado en el sur que pueda
encontrar que tenga un programa de psicología forense. Estoy tan harta de la nieve.
―No hay nieve afuera. Es octubre y estas siendo dramática. ―Me puse mi abrigo
y cogí mi bolso de mano. Nos aseguramos de que la puerta de su habitación se cerrara
detrás de nosotras antes de dirigirnos por el pasillo. La casa de la hermandad estaba en
silencio, lo que significaba que era tarde. Caminé más rápido.
―Habrá nieve. Pronto. Eso aparece cuando menos te lo esperas. Como la erección
de un tipo al azar.
Eso me hizo reír.
―Aub, hay advertencias antes de una nevada, igual que con las erecciones. Hay
señales verbales y no verbales. ―Bajamos la escalera, agarrándonos a la barandilla con
un apretón de muerte. No era tan genial con tacones de ocho centímetros y mi
perspectiva estaba totalmente mal. Nada iba a arruinar mi noche, ciertamente no una
caída de cara bajando por las escaleras.
―Siempre eres tan lógica. Tú y Ethan son como las personas más razonables de la
historia. ―Aubrey aterrizo en el piso inferior y se dirigió hacia la puerta principal—.
No puedo creer que mi cita sea un estudiante de primer año. ¿Cómo de patético es eso?
Voy al Baile de Bienvenida con el hermano bebé de la fraternidad de mi hermano
mayor. Mi vida amorosa se ha reducido a la caridad.
Me sentía mal porque Aubrey se sintiese mal por no estar con alguien en ese
momento.
―Por lo menos sabes que Colton realmente quiere ir contigo. Eres joven y
hermosa y él está totalmente en el cielo.
―Que quiera ir conmigo o no, es irrelevante. No podía decir que no a Ethan. Mi
hermano es quien dirige la fraternidad. Colton no es estúpido.
―También es lindo, así que ¿de qué te quejas?
―Es mi súper poder ―me dijo, y me dio una sonrisa que desapareció rápidamente
cuando empezamos a caminar por la acera, el viento cortaba a través de nuestras manos
y piernas—. No me jodas, ¡qué frío!
A mí no me parecía tan malo, pero la verdad, Aubrey no necesitaba que
respondiese. Sólo un corto paseo de todos modos, y cuando llegamos a la casa Gamma,
estaba completamente iluminada, con parejas deambulando por todo el camino de
entrada y visibles a través de las ventanas. La línea de recepción de hermanos de
fraternidad seguía en su sitio y la música se escuchaba por la puerta principal abierta.
―Aquí vamos. ―Aubrey suspiró—. Entremos por el arco de gilipollas en nuestro 9
camino hacia el Baile de Bienvenida más frívolo del mundo.
Sin embargo, yo estaba sonriendo mientras suprimía un chillido femenino. Aubrey
daba todo esto por sentado, pero yo nunca había esperado tener nada de esto, así que
para mí era todo lo que siempre había querido. Con serpentinas azules mal colgadas
alrededor de los postes del porche para rematarlo. Los chicos comenzaron a corear
algunos gritos de fraternidad mientras caminábamos debajo de sus brazos y aunque
Aubrey puso los ojos en blanco, pensé que secretamente le gustaban los silbidos y los
piropos que arrojaban en nuestro camino.
―¡Increíbles!
―¡Hola, sexy!
Un chico gesticuló “llámame” con sus dedos delante de su cara antes de hacer un
guiño.
Le di un gesto de reconocimiento y me detuve para tomarme una foto con mi
amigo Jay, quien tiro de mi hacia el medio en un segundo, teléfono en mano.
Después Jay me soltó y reajuste el bolso bajo el brazo, dejé de caminar, la piel de
gallina corriendo por mis piernas y en todo mi expuesto escote. Se sentía como si
alguien me estuviese mirando, esa sensación cuando unos ojos se arrastran sobre ti más
de lo apropiado.
Lo cual era una estupidez. Por supuesto que alguien me estaba mirando. Muchos
chicos me miraban. Ese era el objetivo.
Claro, Caitlyn.
Poniendo los ojos en blanco mentalmente para mí misma, empecé a buscar a
Ethan en la fila restante.
Y en cambio mis ojos se posaron en la parte de atrás de una cabeza oscura,
desapareciendo en la casa, un escalofrío movió mis hombros inesperadamente.
Caminando sobre mí tumba. Eso es lo que diría mi padre. Lo cual nunca tuvo ni un poco
de maldito sentido para mí, ya que no estaba muerta y no tenía una tumba, pero siempre
lo tomé en el sentido de que era una mala señal cuando lo sentía.
―¿Quién es ese? ―le pregunté a Aubrey, enlazando mi mano por su brazo para
poder apoyarme y hablar con ella.
―¿Quién es quién?
―El tipo que acaba de entrar en la casa. ―Me había parecido familiar. Debo de
conocerle. Conocía a la mayoría de los chicos Gamma.
Ella levantó la vista.
―Yo no veo a nadie.
―No importa. ―Era sólo un chico. Me estaba molestando claramente sólo porque
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no lo había reconocido al verlo, pero ¿cuántos chicos reconocía de un vistazo de diez
segundos de la parte posterior de su maldita cabeza? Fue una estupidez. La mitad de los
chicos en el campus tenían el mismo corte de cabello corto y puntiagudo. Además de
que estaban todos usando trajes, así que por supuesto casi parecían idénticos. Era como
tratar de diferenciar a un pingüino de otro.
Sin embargo, antes de que pudiera decir nada más, Ethan salió de la fila,
apareciendo de repente delante de mí, con una sonrisa en su rostro.
―Hey, Caitlyn. ―Tenía una mano en el bolsillo—. Estás hermosa ―dijo, con los
ojos llenos de lujuria y admiración.
―Gracias. ―A veces cuando estaba con Ethan, no estaba segura de lo que veía
cuando él me miraba. Pero no era tan estúpida como para preguntar. Simplemente lo
disfrutaba—. Estás sexy. ―Me acerqué y puse mis manos en sus solapas.
Sus cejas se levantaron, pero se rió cuando su mano cayó de su bolsillo a la parte
posterior de mi cintura.
―Gracias. ―Se inclinó y me besó en la sien, su cálido aliento burlándose de mis
pestañas—. Me siento como el chico más afortunado esta noche.
Tenía los ojos de color azul claro, el color del océano en México, no del océano
aquí en Maine. En casa, en la costa, el agua estaba oscura y tormentosa, casi negra. No
había nada oscuro sobre Ethan. Tenía el pelo claro, ojos claros, una personalidad clara.
Esos ojos brillaban cuando él firmemente tomó una de mis manos, volviéndonos hacia la
casa, y levantó una botella a mi boca con la otra.
―¿Un sorbo?
―Soy menor de edad —le dije en broma, sabiendo que no le importaba.
―Eres lo bastante mayor.
Tomé un trago. Tenía veintidós años ya, perfectamente legales. Perfectamente
precioso. A medida que el whisky corría por mi garganta y se instalaba en mis miembros
y entre mis muslos, me sentí agradecida de que Ethan hubiera sido capaz provocar deseo
en mí. Nadie había sido capaz antes. No desde Heath. Había empezado a pensar que
nadie volvería a ser capaz. Sin embargo, Ethan pudo, poco a poco, de manera constante,
un beso, un toque a la vez, hasta que por fin me había sentido preparada y dispuesta a
tener sexo con él.
Se volvió hacia su hermana.
―Te ves bonita, Aubrey. Me gusta el vestido.
―Gracias. —Le estaba haciendo una mueca a Colton.
El pobre se cernía sobre ella como medio metro y no dejaba de inclinarse para
hablarle, en un momento dado golpeando y tirando el bolso de su mano. 11
―Mierda, lo siento ―murmuró.
Le di un vistazo para indicarle que no debía pasarse con él, pero entonces fui
distraída por Ethan diciendo:
―Sonríe.
―¿Qué? ―Me volví y me di cuenta que quería posar delante de la casa de la
fraternidad. Sonreí para la cámara, su brazo extendido para sujetar su teléfono—. ¿No
quieres que alguien más tome la foto por ti? ¿Así podemos posar mejor?
Pero se encogió de hombros.
—Podemos hacer eso más adelante.
Entrar en la casa fue como cuando el mar Rojo se partió para Moisés.
Todo el mundo se apartaba de su camino. Todo el mundo le saludó con una
sonrisa.
Ethan era el Chico It. Era un estudiante de último año, un excelente estudiante,
con un plan sólido para su futuro en mente. Jugaba al fútbol, dirigía la fraternidad, y se
ofrecía como profesor particular. Todo el mundo sabía que iba a llegar lejos y casi más
importante, era un buen chico, un buen amigo y nunca un imbécil.
Como novio, era igualmente impresionante. Puntual y considerado, me hacía
cumplidos y pagaba todo. No había literalmente nada malo en él.
Estaba orgullosa de estar en su brazo. Estaba orgullosa de él.
La música estaba bombeando y porque sabía que me gustaba bailar, puso mi abrigo
en el guardarropa improvisado al lado del vestíbulo y me llevó a la pista de baile en la
sala principal. Las parejas ya se estaban restregando el uno contra el otro y agitándose.
El baile era probablemente la única cosa en la que Ethan no era tan afanado. Pero lo
sabía y aún lo intentaba de todas formas y tenía sentido del humor al respecto. Sobre
todo su baile consistía en girarme en círculos o tirar de mí contra de él a intervalos
aleatorios.
Nuestro ritmo estaba descompasado con el otro y ni siquiera parecía que podíamos
movernos correctamente. En lugar de terminar entre sus piernas bailando sucio, me
mantenía rebotando en su pecho.
―¡Esto no está funcionando! ―dije en voz alta sobre la música, riendo.
―Soy una mierda, lo siento. ―Se inclinó y me dio un beso—. ¿Quieres algo de
beber? Tú bailas, yo busco comida.
―Eso sería increíble, gracias.
Se entretuvo brevemente, dándome una mirada seria, una que hizo que mis 12
entrañas se derritiesen.
―Te amo —murmuró.
Mi corazón se hinchó de satisfacción de la forma en que siempre lo hacía cuando
compartía sus sentimientos.
―También te amo.
Me apretó la mano y se fue, y me uní a un grupo de chicas que estaban bailando
juntas, saltando arriba y abajo.
Duramos dos canciones antes de que de repente se cortase la música.
―¿Qué está pasando? ―pregunto Olivia, la chica junto a mí.
―No tengo ni idea.
Aubrey había entrado en la habitación y se dirigió directamente hacia mí.
―¡Caitlyn! Tienes que venir al vestíbulo. Ethan me ha enviado para que te
busque.
―¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿Está Ethan bien? ―Se había ido durante
ocho minutos. No tenía ni idea de por qué quería verme.
Se mordía el labio y sus ojos estaban enormes.
―Todo está bien. Cállate y ven conmigo. ―Los ojos de Aubrey eran incluso más
claros que los de Ethan y había un brillo extraño en ellos.
Los nervios hicieron que me tensase mientras ella me arrastraba de la mano. La
gente estaba mirando por encima de mí y había un sentido de la anticipación en la
habitación. No me gustaba ser el centro de atención. Nunca. Cuando era niña, me
gustaba sobre todo estar al aire libre dando vueltas por mi cuenta o con mi hermano, y
más tarde, con Heath. La escuela y los eventos públicos eran cosas que había equiparado
con la vergüenza y la humillación, las bromas y burlas. Había aprendido a ser desafiante,
a levantar la barbilla, a luchar con comentarios crueles y un aire de indiferencia para
demostrar que no me importa una mierda. Pero lo hacía. Siempre lo hacía, y mi orgullo
enojadizo estaba de vuelta en su lugar mientras que sentía todos esos ojos en mí.
Pero Ethan estaba al pie de la gran escalera, sonriendo, y me obligué a respirar
profundamente, guardándome la actitud. Estas personas no sabían de la otra Cat. Yo
pertenecía aquí. Encajaba. La casa Gamma era de principios del siglo, y aunque la
escalera no era como la de Jack y Rose en Titanic, era impresionante, con sus ejes de
madera. Clásica de Nueva Inglaterra.
―Aquí está ―dijo Aubrey con voz extraña, cantarina.
―¿Ethan? ―Mi voz sonaba insegura y me hubiera gustado haberle dado un trago
más fuerte a la botella. Estaba tratando de recordar si había alguna tradición que 13
implicaba al presidente de la fraternidad en el Baile de Bienvenida, pero no podía pensar
en nada.
―Ven aquí ―me instó Ethan, tomando mi mano y conduciéndome por las
escaleras hacia el primer piso.
Miré hacia abajo y vi a medio centenar de personas mirando hacia nosotros con
expectación.
―¿Qué está pasando? ―Mi corazón estaba acelerado y mis palmas estaban
húmedas. Cuando me di la vuelta, me tambaleé un poco sobre mis talones y apreté sus
manos con fuerza, con ganas de ser puesta al tanto. Las sorpresas apestan. Las sorpresas
son egoístas, porque solo son divertidas para la persona que las da, no para la persona
que las recibe.
Pero luego se puso sobre una rodilla y por un segundo pensé que realmente podría
desmayarme. ¿Qué de qué? No estaba. No podía estarlo.
Lo estaba.
La caja salió de su chaqueta. Sus ojos azules estaban serios. Dijo palabras pero no
las oí. La habitación estaba caliente pero mi piel se sentía fría. Tenía la piel de gallina y
un tic nervioso en mis manos y era consciente de tantos cuerpos debajo de nosotros,
arrastrando los pies y susurrando, leves zumbidos, como insectos en una noche de
verano. Sin embargo, todo lo que realmente podía ver era el rostro de Ethan, y me
concentré fuerte en él, en esos ojos, en sus labios moviéndose, temerosa de que estuviera
soñando. Me despertaría y todo se habría ido.
―Caitlyn Michaud, ¿quieres casarte conmigo?
Asentí con la cabeza, porque no podía hablar, porque esto no podía estar pasando.
Tenía la garganta cerrada, y había lágrimas en mis ojos. Sin embargo, Ethan quería
casarse conmigo, y eso era un enorme trasero de corte de anillo de diamantes mirando
hacia mí desde la caja de terciopelo. Pero luego me las arreglé para decir:
―Sí. Sí, me casaré contigo.
Porque sólo una idiota diría que no.
Le amaba y eso era todo lo que podía haber pedido y más.
Dio un grito y se levantó, cogiendo la alianza de platino de la caja y deslizándola
en mi dedo. Se ajustaba. Perfectamente. Para la gente de abajo, lanzó el puño al aire y
todos ellos aplaudieron y gritaron. Me eché a reír, sintiendo correr el sonrojo a través de
mis mejillas. Era real. Ethan me lo había propuesto y tenía el peso fuerte de una roca en
el dedo para probarlo. Aubrey estaba saltando arriba y abajo y sonriendo.
Ethan me agarró en un abrazo de oso y me besó, con fuerza.
―Dios, me haces tan feliz. 14
Me reí y le dejé que me apretase firmemente. Fue perfecto. Ethan era perfecto. Y
tendríamos una vida perfecta.
Pero por encima de su hombro vi un chico de pie en la parte superior de las
escaleras, en las sombras.
Dejé de reír.
Mi estómago y mi aliento se quedaron atrapados.
Ethan me empujó y yo luchaba por concentrarme en lo que estaba viendo.
No podía ser...
Pero lo era. La cabeza oscura que me había parecido familiar antes, era familiar.
Porque era mi primer amor. Mi alma gemela.
Heath.
Mirándome.
Capítulo 2
P arpadeé, creyendo que estaba equivocada. Pero no lo estaba. Era él, con el
pelo más corto y hombros más anchos.
―Heath ―grité, abrumada por la conmoción y la alegría de que él estuviera allí.
Vivo. No muerto en una zanja o en la cárcel―. ¡Oh, Dios mío!
Alejándome de Ethan, apreté sus antebrazos para indicar que estaba bien.
Entonces, sin pensar en el hecho de que todo el mundo todavía estaba mirándome o que
me había comprometido solo sesenta segundos antes, corrí en mis zapatos de tacón alto
los tres metros hasta Heath que se cernía en las sombras y me lancé hacia él.
―Hey, Cat ―murmuró él, envolviendo sus brazos alrededor de mí y tirándome
apretadamente contra su pecho. Sus labios enterrados en mi cabello.
Me dejé caer contra él, respirando profundamente. Olía igual, terrenal y
masculino. Se sentía diferente, más grande, más musculoso, pero sus manos estaban
justo como las recordaba, fuertes y tiernas, y su voz era baja, casual. Mil recuerdos me 15
asaltaron de repente, corriendo a lo largo de la costa, saliendo al agua en un barco
robado, riendo, hablando. Besándonos.
―Oh, Dios ―susurré, echándome hacia atrás para estudiar su rostro, para ahuecar
sus mejillas y delinear el labio inferior con el pulgar. No podía creer que fuera real. Era
real―. Estás vivo. Estás aquí.
Una esquina de su boca se elevó.
―Lo estoy.
―Caitlyn, ¿quién es este? ―Ethan había venido detrás de mí y su mano aterrizó
en la parte baja de mi espalda.
De repente me di cuenta de lo cerca que estaba de Heath y me eché hacia atrás,
con las mejillas ruborizadas por el calor. Me temblaban las manos y mi voz sonaba aguda
y sin aliento.
—¡Ethan! Este es Heath, mi...
No había manera de que pudiera explicar lo que era Heath realmente para mí. Lo
mucho que significaba. Cómo pensé que no iba a sobrevivir cuando se fue. Lo que
significaba que él perforase ahora un agujero en mi mundo perfecto y volviese a él.
—Mi hermano ―terminé.
Mientras Ethan agrandaba sus ojos, Heath dio un suave resoplido de burla a mi
lado.
―¿Tienes un hermano? ―preguntó Ethan, sonando completamente atónito, como
debería―. No sabía que tenías un hermano.
Lo tenía. Uno biológico del cual yo no hablaba y no reconocía, pero Ethan no lo
sabía, y nunca quise que lo supiera.
―¿Es eso lo que soy? ―preguntó Heath, sonando entre divertido y molesto―.
¿Un hermano de otra madre, Cat?
―Él es mi hermano de acogida ―añadí―. Mi familia siempre tuvo niños de
acogida temporales y algunos se quedaban más tiempo que otros. Heath se quedó el
tiempo suficiente como para que fuéramos cercanos. ―Por así decirlo.
―No lo sabía. Nunca mencionaste hermanos de acogida.
Mierda. Ethan me miraba como si no me conociera. Pero lo hacía. Sabía lo que yo
quería ser, la yo que podía ser. No quería ser arrastrada por mi pasado. Pero aquí estaba
Heath. Mi pasado. Y a quien una vez había considerado mi presente y mi futuro.
Hablando de...
―¿Dónde demonios has estado? ―le pregunté a Heath, mi entusiasmo inicial
convirtiéndose en frustración cuando me di cuenta de que acababa de aparecer de la 16
nada y ni siquiera se había molestado en hablar conmigo primero. Por no hablar de
cualquier tipo de mensaje u otro contacto.
Él se encogió de hombros.
—Alrededor.
¿En serio? Inmediatamente me cabreé. Cuatro malditos años. Cuatro años y ni una
palabra.
—Eso no es una respuesta. ¡Pensé que estabas muerto!
―No muerto. Aunque no era consciente de que te importara de cualquier manera.
¿Estaba loco? La confusión hizo que mi respiración se volviera superficial, mis
manos sudaban. Había sufrido cuando se fue. Había llorado hasta vomitar. Había salido
detrás de él, sólo para caminar dos kilómetros y darme cuenta de que no tenía ni idea de
cuándo se había marchado o a dónde iba. Le había acechado en línea, sin encontrar
nunca nada. Había dejado de comer. Había dejado de ducharme.
Y él estaba allí ¿Y actuaba como si no hubiera importado?
―¿Cómo puedes decir eso? ―Mi voz tembló.
Pero sus ojos me estudiaron, oscuros y enfadados.
—Tal vez este no es el momento ni el lugar para hablar de ello. ―Tomó mi mano
en la suya.
Mi frustración se desvaneció ante su toque. Un intenso anhelo profundo se
despertó en mí. Dios, le había echado de menos. Pero él simplemente le dio la vuelta a
mi mano para que mi nuevo anillo de compromiso fuera visible.
―Enhorabuena, Cat. ―Una sonrisa burlona cruzó su rostro. Tenía la mandíbula
tensa. Me tomó la mano y se la dio a Ethan, que entrelazó sus dedos con los míos.
―Soy Heath, hermano de acogida de Cat, como lo ha dicho ella ―le dijo a Ethan,
y pude escuchar la ironía nerviosa en su voz―. Es un placer conocerte.
―Ethan Walsh. Encantado de conocerte, también. Parece que tú y Caitlyn tienen
un montón con lo que ponerse al día. Tal vez mañana todos podamos tomar un café.
―Claro. Suena encantador.
Esa era la actitud. Simple y llanamente. Mis ojos se estrecharon hacia Heath y
negué con la cabeza ligeramente en señal de advertencia. ¿Qué demonios estaba
haciendo? ¿Por qué estaba aún allí?
―No quería interrumpir un gran momento ―añadió―. Me voy abajo.
Un millón de preguntas corrían por mi cabeza, pero no había manera de hacerlas.
No dónde estábamos. No con quién estaba escuchando. 17
Ethan estiró su mano, porque Ethan tenía buenos modales. Por un segundo Heath
solo lo contemplo, pero luego la tomó y sacudió brevemente.
Nunca antes le había visto con un traje. Parecía... peligroso. Muy James Bond. Se
veía mejor de lo que recordaba y había pasado mucho tiempo tratando de borrar su
imagen de mi memoria. Especialmente en mi cama por la noche, cuando estaba sola y
mi cuerpo me dolía.
―Nos vemos ―me dijo casualmente, antes de girarse y salir.
No fue una promesa de algo. Eso no significaba que lo vería o no lo volvería a ver
otra vez. Ciertamente no era una maldita explicación de por qué me había dejado o
dónde demonios había estado. Qué idiota. Qué completo y total idiota.
Ethan estaba tomando un pequeño trago de su petaca y le tendí la mano.
—¿Puedo tener un sorbo de eso, por favor? Mi garganta está seca.
―Por supuesto. ―Ethan me lo entregó y me dio una mirada de preocupación―.
¿Estás bien? Pareces realmente conmocionada.
―Estoy bien. ―No lo estaba. No estaba ni remotamente bien. Tomé un gran trago
de whisky. Me quemó, pero se sentía bien. Se sentía caliente mientras todo mi cuerpo se
sentía como el hielo. Era como si hubiera sido sumergida en el río, en enero. El choque
me había adormecido antes de sentirme sacudida por escalofríos de incredulidad.
―¿Él te llama Cat? ―murmuró Ethan―. Nunca he oído a nadie llamarte así.
Había una razón para eso.
Estiré el cuello para ver a Heath, pero él ya había desaparecido por las escaleras en
la multitud. Dios, la multitud. En su mayoría estaban desinteresados, después de haber
vuelto a sus propias conversaciones, pero algunos todavía levantaban la mirada hacia
nosotros, y vi a Aubrey mordiéndose las uñas y estudiándonos con los ojos
entrecerrados.
No. Simplemente no.
No iba a dejar que esto arruinase mi noche. Este era mi Baile de Bienvenida. Miré
el anillo en mi dedo. Se sentía perfectamente debajo de mi manicura azul, con un
diamante de imitación flotando en la punta de cada uña. Coincidían, los destellos en las
uñas y el brillo del anillo, y ni siquiera sabía que saldría la caja con una propuesta esta
noche. No tenía ni idea. Ethan quería casarse conmigo y Heath no lo iba a arruinar.
A pesar de que mi mano temblaba, tenía el estómago en un puño y mi corazón
apretado, sonreí a Ethan.
—Prefiero Caitlyn.
―Te llamaré lo que quieras, siempre y cuando te pueda llamar mía ―dijo con una
sonrisa, aunque lo conocía lo suficiente como para oír el leve borde de inseguridad allí. 18
―Soy tuya ―le dije, alcanzándole para darle un suave beso.
Pero incluso mientras lo hacía, mis pensamientos estaban en otro lugar y mis ojos
iban a la deriva por la planta baja, buscando, buscando.

La primera vez que vi a Heath yo estaba sentada en el porche trasero caído de


nuestra casa, balanceando mis piernas entre dos postes, mientras comía un montón de
arándanos que había recogido de los arbustos del vecino. Me gustaba maniobrarlos
alrededor de mi boca, sintiendo la piel cerosa en el interior de mis mejillas. El coche
había frenado en el camino de grava y yo sabía quién era; era el coche de un asistente
social. Eran siempre los mismos. Un sedán de bajo coste azul o burdeos. Los asistentes
sociales eran siempre las mismas también. Mujeres sonrientes con aire distraído, vestidas
con faldas largas o pantalones piratas en verano, botas de piel recortada con abrigos
abullonados en invierno.
Ella me saludó con la mano mientras salía del coche.
—Hola. ¿Está tu padre aquí?
Asentí.
—En casa. ―Podría haber ido y vuelto con él, pero era más curiosa por qué
molestia había traído con ella esta vez. Tenía casi dieciséis años y en ese momento, tenía
alrededor de cuarenta hermanos de acogida. Eran un borrón de caras y nombres y
hábitos extraños. Algunos estaban bien, algunos eran tranquilos, algunos realmente me
gustaron. La mayoría me odiaban a primera vista sin ningún otro motivo que la de tener
padres, independientemente de lo malos que eran la mayoría del tiempo. A aquellos les
gustaba interponerse en mi camino en el pasillo, para que no pudiera pasar y me
robaban la ropa y ponían mierda de ratón en mi cereal.
Había sido un buen largo descanso de uno de esos, al menos de tres semanas, y no
estaba buscando que mi soledad fuera interrumpida.
Mis padres recogían niños de acogida por los cheques del gobierno. Era el empleo
a tiempo completo de mi madre y lo único que era capaz de hacer desde que había
dejado la sala de electroshock de psiquiatría a sus veinte años, cuando yo era un bebé.
Ella no podía recordar las cosas, como la forma de utilizar la estufa o dónde estaba el
dormitorio. Cada día se lo pasaba deambulando confundida, murmurando para sí misma.
Mi padre era un pescador de langosta hasta que perdió su mano en las cuerdas
tirando de una trampa. Después hizo trabajos esporádicos y cogió la invalidez y los
cheques por los niños de acogida temporal. Creo que a él le gustaba el caos de la gente al
azar entrando y saliendo de nuestra casa. De lo contrario, tendría que parar y pensar en
mi mamá, y él no era bueno enfrentándose a los hechos. Le gustaba fingir que todo
19
estaba bien, incluso cuando no lo estaba.
El trabajador social subió los escalones del porche. Pero yo no le hice caso, porque
su acompañante había salido del coche y venía caminando hacia mí con paso seguro,
pero a la defensiva. Tendría como un metro ochenta de alto, delgado pero musculoso, y
su cabello era oscuro, abundante, sobre sus ojos. Había barba en su mentón y sus
pantalones estaban gastados, sucios, pero se ajustaban a su cuerpo de una manera que me
hizo ser muy consciente de mi misma. Mi boca se calentó. Mis mejillas ardieron. Mis
pechos cosquillearon de manera que me conmocionó como la mierda, y me retorcí,
consciente de que sólo llevaba una camiseta sin mangas y pantalones cortos vaqueros.
Estaba segura de que podía ver mis pezones ya que no llevaba sujetador. Pero él ni
siquiera estaba mirándome.
Su mirada estaba hacia el frente, centrado en la puerta, y me pareció que lo hacía a
propósito el no reconocerme. Me senté más erguida, echando mis hombros hacia atrás.
Me mordí el labio en un instintivo coqueteo. Nunca me habían gustado particularmente
los chicos, pero éste... era sexy, maduro y peligroso. Comprendí todo de por qué las
chicas en la escuela lo daban todo por hablar con los chicos, y se pintaban los labios con
diecisiete capas de brillo de labios. Yo siempre había sido una chica poco femenina, y no
me había interesado el acicalamiento y el esfuerzo.
De pronto lo hizo, y era consciente de mis pies sucios y mis piernas sin afeitar.
Quería decirle algo, pero no salió nada de mi boca. Él subió por delante de mí a la casa,
tras la asistente social.
Sentí como si me hubiese hecho lo mismo otra vez, cinco años después.
Sólo que esta vez no iba a luchar para seguirlo.

Traté de recomponerme. Lo hice. Bailé, me reí y bebí demasiado de la petaca de


Ethan, desesperada por recuperar la emoción y el placer que había sentido cuando me
acerqué a la casa una hora antes. Pero no pude evitar la ansiedad o la necesidad de mirar
por encima de mi hombro y ver si él estaba allí, en cualquier lugar. Cuanto más pensaba
en ello, más dejaba de tener sentido. Estábamos a más de una hora de distancia de
Rockland, la parada de ferri que para en Vinalhaven, donde había crecido. ¿Dónde había
estado Heath? ¿Estaba inscrito en las clases en la Universidad de Maine? Si lo estaba,
¿por qué no lo había visto antes? Era una escuela de tamaño decente y el campus tenía
una gran expansión, pero me parecía que podríamos habernos cruzado en algún
momento.
Todos mis pensamientos corrían dando vueltas y vueltas, y jugaba con el anillo de
compromiso en el dedo, sentada en el regazo de Ethan distraída. Estaba acariciando mi 20
cuello y yo apenas lo sentía. Especialmente cuando vi a Heath otra vez.
Sólo que esta vez estaba de paso por el pasillo. De la mano de una chica. Ella era
rubia y menuda, y tenía musculados hombros y bíceps en su vestido sin tirantes. Tenía
el aspecto de una gimnasta. Me golpeó como una patada en el estómago,
impresionándome la ferocidad del dolor inesperado. Esto era peor que la impresión de
ver a Heath otra vez de repente. Esta era la prueba de que había cambiado. Sin mí.
Por supuesto, había sabido eso, pero verlo era brutal. Dondequiera que él había
estado durante los últimos cuatro años, no había estado suspirando por mí.
Por primera vez en una hora, me incliné más cerca de Ethan, con ganas de la
comodidad y seguridad que él me ofrecía. Nunca me había hecho daño. Le di un beso, y
su tacto era sólido y familiar.
Pero no podía dejar de mirar por encima para ver si Heath me había visto.
Al segundo en que lo hice, me puse furiosa conmigo misma. Heath me vio
totalmente. Me miraba mientras era conducido por la Rubita, y me dio una sonrisa y un
guiño.
Me tambaleé sobre el regazo de Ethan, con la lengua gruesa por el whisky. La
habitación parecía ruidosa y caliente y no estaba segura de si era por el alcohol o los
nervios. Quería levantarme de un salto, correr otra vez, y sacudir a Heath
repetidamente. Quería gritarle.
Pero no podía hacerlo. No lo hice. Solo me encontré con su mirada audazmente
mientras él seguía caminando hasta que nuestro contacto visual se rompió.
Aubrey se acercó a nosotros.
—Amigo, te la voy a robar ―le dijo a su hermano.
―¿Qué? No lo creo. ―Ethan me agarró apretadamente.
―¿Qué pasa? ―Le pregunté a Aubrey, agradecida por una distracción. Yo ya
estaba tratando de ponerme de pie. No porque quisiera seguir a Heath. Porque no lo
quería.
No mucho de todos modos. Si me ocurría ir en la misma dirección que él, no lo
estaba siguiendo, ¿verdad?
Ethan hizo un sonido exasperado, pero no había mordacidad en ello. Soltó mi
cintura.
—No te dejes llevar demasiado lejos. Te necesito.
Era una cosa extraña de decir. No muy como Ethan. Hice una pausa para mirarle,
pero él estaba sonriendo, guapo y confiado como siempre.
21
—¿Me necesitas para qué?
Se encogió de hombros y me dio una sonrisa encantadora.
—No puedo bailar sin ti.
Intenté reír, pero sonaba un poco frágil. Me temblaban las manos cuando me
incliné y toqué sus hombros para darle un beso.
—Vuelvo en un segundo.
Aubrey me tiró a través de la cocina llena de gente y alcohol esparcidos por toda la
habitación.
—¿A dónde vamos?
―Al garaje.
Había un garaje anexo añadido en algún momento de los años setenta por la
apariencia del estilo, pegado justo en la parte trasera de la casa colonial. Se suponía que
era probablemente para almacenar un cortacésped y cubos de basura, pero los chicos lo
habían convertido en un salón muy frío, con una mesa de billar, dardos, y un montón de
fumar marihuana. La regla de la casa era que podías fumar por ahí, pero no podías dejar
las colillas o tu plato.
―Mierda ―dije mientras entrábamos a una nube de cannabis―. Voy a colocarme
aquí.
―Es mejor que estar afuera.
―Estar en la casa es aún mejor ―le dije con intención―. Podríamos estar allí.
Alrededor de una media docena de chicos descansaban sobre un sofá y en un
banco en el rincón más alejado, un par de chicas con ellos. Hubo algunas risas, pero en
su mayor parte era frío.
―Pero no puedo escuchar nada allí. ―Se detuvo y cruzó los brazos sobre la parte
delantera de su vestido―. Entonces, ¿quién demonios era ese tipo?
No me sorprendió que quisiera saberlo. Ni siquiera había oído la conversación que
habíamos tenido.
—Es mi hermano de acogida. No lo he visto en cuatro años. No sabía que él estaba
aquí.
Sus cejas se levantaron.
—¿Tu hermano de acogida? Eso no parecía un abrazo fraternal.
No lo había sido.
—Estaba muy sorprendida de verlo. En el buen sentido. Pensé que le había
sucedido algo terrible.
―Así que, ¿por qué no lo has mencionado alguna vez? ―El dolor era evidente en 22
su voz―. Soy tu mejor amiga. Quiero decir, obviamente es importante para ti. O lo era.
Atrapada. Me encogí de hombros, no queriendo mentir. Incapaz de decir la
verdad.
—Si no sabía dónde estaba, ¿qué había que decir?
―Oh, no lo sé, tal vez alguna historia aquí y allá sobre crecer juntos, de algo
gracioso que pasó en la escuela secundaria. Simplemente parece como algo que en algún
momento hubiera surgido.
―No crecí con él. ―Fue una respuesta evasiva.
Ella lo sabía.
—¿Tuviste algo con él?
―¿Algo? ―Me armé de valor para mentir. No me gustaba este momento. Porque
no podría nunca hablar de lo mucho que me había dolido cuando Heath se fue. Cómo de
traicionada me había sentido, lo absoluta y totalmente desconsolada. No podía
compartirlo con nadie, y menos con la hermana de Ethan. ¿Cómo podía confiar en mis
sentimientos por Ethan si oyera la verdad de mí?―. Él era un amigo, alguien con quien
pasar el rato. Era solitario vivir en una isla con sólo un millar de personas.
Él había sido un amigo y un confidente, lo que era cierto. Pero había sido mucho
más que eso. Moví la mano delante de mi cara.
—Apesta aquí. Quiero volver a entrar, Ethan me está esperando. ―Ella no podría
discutir eso.
Aubrey abrió la boca, pero pareció pensarlo mejor. Pero entonces dijo:
—Es jodidamente increíble que vayamos a ser hermanas, ¿no es así?
Todavía no se sentía real, la idea del matrimonio con Ethan. Que él me querría
siempre. Que yo lo quisiera a él. Para siempre.
—Totalmente increíble. ¿Dónde está Colton, por cierto?
―Está allí fumando un porro.
―¿No deberías al menos como decir hola o algo así?
Ella puso los ojos en blanco, pero dijo.
—Sí. Probablemente. Mierda. Odio ser una buena persona.
Eso me hizo reír.
—Te veré más tarde.
Decidida a volver con Ethan y olvidarme de Heath Deprey, abrí la puerta de la
casa.
Y me encontré cara a cara con todo lo que quería evitar.
23
―Cat ―dijo Heath―. Te estaba buscando.
Un escalofrío rodó por mi columna vertebral.
Capítulo 3
—T e estaba buscando —me dijo Heath justo pocas semanas después
de que llegase a nuestra casa. En su mayoría había estado pasando
desapercibido, sin hablar con nadie, solo apareciendo para buscar comida. De lo
contrario, se pasaba la mayor parte del tiempo al aire libre, caminando por las rocas,
andando por el pueblo y sin regresar hasta el anochecer. Me había preguntado a dónde
iba, lo que hacía en el pueblo.
Me había preguntado muchas cosas sobre él, pero había tenido miedo de
preguntar. Era intimidante, y mientras que me había dado unas pocas sonrisas y hecho
un par de comentarios sobre mi habilidad de empacar mucha comida, nunca me había
buscado.
Que lo hiciera entonces provocó que mi estómago se apretara. Una anticipación
agitada se arrastró por mi piel.
—¿Sí? ¿Por qué? 24
Estábamos fuera y yo estaba llenando sigilosamente un cubo de agua del grifo de la
casa donde mi padre no me vería. No se oponía a que yo tuviera un jardín de verduras,
pero se oponía a que lo regara por el gasto. No estaba segura de cómo pensaba que las
verduras sobrevivían y crecían sin agua ya que no había llovido en una semana, pero no
parecía pensar en ese hecho. Mientras que no notara un aumento en la factura del agua,
comía tomates felizmente, y yo disfrutaba de mi hobby.
—Quería preguntarte si puedes cortar mi cabello. —Sostenía un par de tijeras.
Hice una pausa con el cubo en mis manos.
—¿Cortar tu cabello? ¿Por qué? No sé cómo cortar el cabello. —Su cabello era un
poco rebelde, pero a mí no me parecía que fuera un gran problema. El mío estaba
mucho más descuidado que el suyo y pensaba que estaba bien todo desgreñado y al
estilo chico malo.
Miró mi cabeza.
—Ni siquiera estoy seguro de que sepas cepillarte el pelo, honestamente.
Mis mejillas quemaban.
—¡Eh! —Aunque realmente no podía discutir sobre eso. Tenía un cabello largo y
grueso que era un grano en el culo para controlarlo así que por lo general simplemente
no lo hacía. Era una maraña salvaje y normalmente lo llevaba ya sea en moño o cayendo
por mi espalda—. ¿Por qué me lo estás pidiendo si claramente estoy fallando en Cabello
Lindo 101?
Esperaba una respuesta sarcástica. Eso era lo que hacían los de su tipo. Pero en su
lugar simplemente estiró la mano, cogió las puntas de mi cabello y las giró un poco,
dándome una pequeña sonrisa.
—No confío en nadie más aquí que me venga con un par de tijeras, por eso. —
Levantó las tijeras—. ¿Así que, sí o no?
Estaba dividida por el horror de que fuera a destrozar completamente su cabello y
el desesperado deseo de ambos, tocar su cabeza y complacerlo. Además, nadie nunca
había depositado su confianza en mí. Mi miedo perdió ante mi curiosidad y alcancé las
tijeras.
—Claro.
Desde entonces, fuimos inseparables.

—¿Sí? —le pregunté a Heath, luchando contra el impulso de morderme el labio y


correr lo más lejos posible de él. Quería saber lo que tenía que decir pero al mismo
tiempo estaba aterrorizada. Tenía miedo de que doliera más de lo que ya lo había hecho,
y eso había sido casi más de lo que podía soportar. Su marcha me había enviado a un
25
lugar oscuro y feo del que me hicieron falta meses para salir arrastrándome y no quería
caer en ese pozo otra vez—. ¿Dónde está tu novia? —le pregunté, luego silenciosamente
me maldije por hacer tan malditamente obvio que me importaba.
—¿Dónde está tu prometido? —respondió él.
—Está en la casa. Es el presidente de Gamma. —No sé por qué dije eso. En
realidad, sí lo sabía. Lo dije porque quería que él entendiera que puede que me hubiera
dejado y tirado a un lado como si no fuera nada, pero Ethan quería casarse conmigo y
Ethan era alguien. Pero no era la táctica correcta para tratar con Heath y lo supe al
segundo de que las palabras abandonasen mi boca.
Puso los ojos en blanco.
—Bueno, bien por él. Estoy seguro de que eso importará mucho en diez años.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Estás inscrito en las clases? —Por qué demonios no
te pusiste en contacto conmigo era lo que realmente quería preguntar, pero no lo hice.
—No. Pero Darla es una estudiante y me convenció de esta farsa.
—¿Entiendo que es muy persuasiva? —me escuché decir, sabía que sonaba
sarcástica, celosa y mezquina, pero estaba dolida.
Él no mordió el anzuelo.
—Hago lo que quiero, Cat, ya lo sabes.
Dios, como si no lo supiera.
—¿Así que, qué es lo que quieres hacer? ¿Por qué me estabas buscando? —Esto no
iba para nada de la forma en que había esperado que iría un reencuentro con Heath.
Había fantaseado un millón de veces con este momento, nosotros abrazándonos,
besándonos, cómo él explicaría dónde había estado y cómo nunca había dejado de
amarme.
Esto apestaba en comparación. Esto era un montón de maldita mierda y yo estaba
luchando por mantenerme en calma.
No respondió a mi pregunta. Me estaba estudiando, su mirada intensa. Pensé por
un segundo que estaba recordando, que se estaba permitiendo sentir algo especial por
mí. Mi corazón se derritió solo una pizca. Mis hombros se relajaron.
Pero dijo:
—No me gusta tu cabello todo repeinado de esa forma. Es demasiado sofisticado.
Demasiado para el corazón derritiéndose. Me sentí abofeteada.
—Gracias. Malditamente gracias, Heath. Tal vez no fuera sofisticada cuando me
conociste, pero ahora me va bien, gracias.
Empecé a caminar pasándole, las lágrimas picaban en mis ojos, pero me bloqueó
26
con su cuerpo, su mano agarrando mi muñeca.
—Cat. Espera.
—Simplemente déjame ir. —Arranqué mi mano pero la sostuvo rápido. Cuando
me di cuenta de que estaba mirando al suelo, ocultándole mis lágrimas e humillación, lo
resentí. Así que me forcé a levantar la cabeza desafiante.
Sus ojos se cerraron.
—Eso no es lo que quería decir. Lo siento. Simplemente estoy acostumbrado a
verte de distinta forma. Me gusta tu cabello rebelde. Libre. Como tú.
Consciente de que en cualquier momento alguien querría entrar o salir del garaje,
me mordí el labio.
—Ya no soy rebelde.
El pasillo en el que estábamos era estrecho y oscuro. Íntimo. Levantó la mano y su
dedo se cernió junto a mi rostro, pero no llegó a tocarme.
—¿No? —preguntó—. Entonces es una pena. Me encantaba eso de ti.
Encantaba. Como en pasado, y no lo que quería escuchar de todas formas. Quería
saber que todo lo que alguna vez había dicho era verdad, pero él no me estaba dando
eso. Las emociones me recorrieron, junto con el whiskey. Cerré los ojos brevemente, el
dolor en mi pecho era profundo.
—¿Ibas a decirme que estabas aquí? —le pregunté cuando los abrí otra vez, mi voz
ronca.
—Se me pasó por la mente. —Su voz era baja y su cadera estaba rozando contra la
mía—. Pero después de lo que hiciste, no estaba seguro de que quisieras verme.
Eso me sacó de la latente bruma seductora que había alrededor de nosotros.
—¿Qué? ¿Hacer qué? ¿Qué hice? —pregunté, confusa y desconcertada.
Pero de repente la puerta detrás de mí que daba al garaje se abrió de golpe y voces
altas me golpearon.
—Wow, lo siento, ¿qué tal, Caitlyn?
Me volví a ver a Colton y a otro chico que reconocí de la fraternidad, otro
importante pre-escuela de derecho.
—Hey —dije distraídamente.
Cuando volví a mirar a Heath, queriendo respuestas, él ya estaba yéndose.
—Te veré más tarde —dijo.
—No. —Quería decir que no quería que se fuera. Quería discutir lo que había 27
dicho y lo que yo supuestamente había hecho, porque no había hecho una maldita cosa
que le hiciese estar enfadado conmigo. Tenía que saber las respuestas a por qué me había
dejado sola para que me valiera por mí misma. Él se encogió de hombros, como si no le
importara si me veía más tarde o no.
—¿Cómo está tu madre?
Heath había sido uno de los pocos niños de acogida que habían conectado de
alguna forma con mi madre. A ella le había gustado, y él la trataba con bondad,
ayudándole a encontrar lo que fuera que había perdido al azar aquel día y preparando su
desayuno junto con el suyo. Significaba mucho que preguntara.
—Está bien —dije, con la garganta apretada—. Está en un… sitio agradable en
Rockland. —Un hogar. Estaba en un hogar para discapacitados mentales, pero no quería
que los dos chicos que estaban pasando junto a mí escuchasen eso.
Asintió.
—Me alegra oír eso.
Ethan apareció detrás de Heath.
—Hey, me estaba preguntando a dónde habías ido. —Miró entre Heath y yo, el
tono casual pero claramente sospechoso—. ¿Por qué están abarrotados en la entrada?
Entren y siéntense, pasen el rato.
—Está bien, me voy. —Heath me dio una mirada que no entendí—. Adiós, Cat.
¿Era eso un verdadero adiós? ¿Un adiós para siempre?
Pero no tenía respuestas. No podía aceptar eso.
Solo que no podía seguirle, no podía demandarle que se explicara.
Era el Baile de Bienvenida y había ojos en todas partes y la mano de Ethan
deslizándose en la mía.
—¿Así que ahora es un estudiante aquí? —preguntó Ethan, acariciando mi mano y
el anillo de compromiso con su pulgar.
—Ha dicho que no. —Miré a Ethan, queriendo que me volviera a traer al
presente. Sacarme del pasado, con todo su dolor y pena y de vuelta al ahora donde todo
era estable, predecible, bien planeado.
—¿Tuviste sexo con él? —preguntó Ethan, pillándome con la guardia baja.
Nunca me había pedido detalles sobre mis anteriores novios. Había sabido que era
casi una virgen, había sabido que necesitaba que fuera despacio. Pero nunca había
preguntado quién fue el chico y yo había apreciado eso.
Que acabase de preguntarlo ahora, con tanta audacia, en el pasillo, me puso
nerviosa.
28
—¿Qué? —Sabía que debería decir la verdad. Pero tenía miedo. Miedo de que
Ethan viera lo que Heath me había hecho. Así que antes de que pudiera pensar en las
consecuencias, mentí—: No. Por supuesto que no.
Él sabía que estaba mintiendo. Podía verlo en sus ojos. Pero no me acusó.
En su lugar, aquella noche cuando volvimos a su apartamento a pocas calles de la
casa de la fraternidad, Ethan me folló. Nunca había hecho eso. No de la forma en que lo
hizo aquella noche. Siempre había sido tierno, atento, suave conmigo, deteniéndose
para preguntar si estaba bien, pasando la mayor parte del tiempo complaciéndome.
Persuadiéndome para abrirme y humedecerme con besos, caricias con la mano, su
lengua entre mis muslos, antes de entrarme. Nunca había sido bruto.
Pero tan pronto como llegamos al apartamento, me empujó contra la pared y me
besó fuerte, su mano subiendo la falda de mi vestido. Sus dedos eran frenéticos
acariciando sobre mí, dentro de mí, su lengua hundiéndose profundamente en mi boca.
Quería decirle que fuera despacio, que me dejase alcanzarlo, pero no pude porque sabía
por qué lo estaba haciendo. Estaba reclamándome, poniendo su sello en mí.
Recordándome que él me tenía, y Heath no.
No podía negarle eso, no cuando sabía lo que debía haber visto en mi rostro, no
cuando la misma noche que Ethan me había pedido que me casase con él, yo había
estado distraída y emocional por alguien de quién ni siquiera me había oído hablar. Si
nuestros papeles se hubieran invertido, también necesitaría asegurarme, si alguna chica
al azar aparecía de la nada, y quería darle eso.
Así que cuando bajó la cremallera por mi espalda y tiró mi vestido al suelo, le dejé.
Dejé que me quitara el sujetador y succionase mis pezones con inusual brutalidad,
sorprendida de que mi cuerpo respondiese. Era diferente, aunque me gustó. Era la
distracción que necesitaba y agarré la cabeza de Ethan, la mía cayendo hacia atrás
mientras gemía. Amaba a Ethan. Su anillo estaba en mi mano, invisible en la oscuridad,
pero extraño en mi dedo, así que era muy consciente de él.
Su toque bajó por mi estómago y agachándose, tiró mis bragas a un lado para que
pudiera cubrirme con su lengua. Me sostuve en sus hombros y le di los gemidos que
quería, mi compromiso verbal en forma de sexo oral.
—Sí, Ethan, sí.
Tan pronto como me vine, se levantó, desatando sus pantalones y sacando su
erección. Luche por airé cuando ligeramente golpeó mi muslo.
—Envuelve tu pierna a mi alrededor —dijo con urgencia.
Obedecí y luego mi espalda golpeó la pared fuerte mientras se empujaba dentro de
mí. Todo el aire dejó mis pulmones antes de volver a inspirar, sujetándome a sus
hombros buscando equilibrio.
29
—Te amo —dijo, jadeando, su frente presionada contra la mía.
Pero todo en lo que podía pensar era que por primera vez no había usado condón.
Y su cabeza era fuerte, su aire robaba el mío. Me sentí presionada, ahogada.
Volviendo mi cabeza para robar aire fresco susurré:
—También te amo. —Luego después de otro empujón, me sentí obligada a
recordarle—: Tienes que salir. Ethan. Por favor.
Porque era Ethan, lo hizo. Dio un gemido de frustración pero se apartó, pasándose
las manos por el pelo.
—Oh, Dios mío, te has sentido tan bien. Dios. Caitlyn. Estás segura de que no
podemos…
La idea de quedarme embarazada hizo que negara rápidamente con la cabeza.
—Lo siento… no, no podemos…
—Mierda. Lo sé. Lo sé. —Me ayudó a salir del círculo de mi vestido en el suelo y
me llevó a la cama, sus hombros levantándose y bajando rápidamente con la urgencia de
sus respiraciones—. Lo siento.
Una vez en su habitación, era el Ethan cuidadoso otra vez, desvistiéndose y con
adoración quitándome el sujetador y las bragas.
Estaba más tranquilo, más moderado, en control otra vez.
Cuando me acercó a su pecho más tarde, por primera vez sentí que había un
espacio entre nosotros.
Y temía saber exactamente quién lo había creado.

30
Capítulo 4
—M
siguiente tarde.
e estoy congelando —se quejó Aubrey mientras estábamos
sentadas en una manta en las gradas en un partido de fútbol la

Bebiendo café, traté de sentir simpatía pero estaba distraída. Una vez más.
Todavía.
—Necesitas cubrirte con capas. Ya sabes eso. Creciste en Maine —Ella llevaba una
chaqueta de otoño y un sombrero, vaqueros y botas de cuña. No era ropa de verano y sin
duda era adecuada para la mayoría de los ciudadanos de Maine, pero siempre estaba
helada. En serio debería saberlo mejor.
—Una vez más, con la cosa de la lógica. Es tan molesto. —Me miró, sacando un
mechón de pelo rubio de su boca—. Estás muy callada hoy. ¿Tienes resaca?
—Un poco. Tengo dolor de cabeza. —Lo tenía, pero no creo que fuera por la
bebida. Era la tensión y la falta de sueño—. Los aplausos no están ayudando. 31
Estábamos sentadas en la sección de estudiantes de las gradas y había un montón
de gritos, empujones y baile espontáneo. Normalmente, me gustaba estar allí con todos,
pero estaba sentada en nuestra manta, aturdida. No de frío, sino de ansiedad. Paralizada.
Demasiadas preguntas. Sin respuestas.
Quería ver a Heath otra vez. Tenía que ver a Heath otra vez. Pero no tenía ni idea
de cómo encontrarlo.
Pero sabía que hasta que lo hiciera estaría más allá de distraída, girando y dando
vueltas y vueltas en mi cabeza a las palabras de despedida de Heath, tanto en la
secundaria como ahora. No podría dejarlas ir y no podría ser normal. Había trabajado
tan condenadamente duro por la vida que tenía para meter la pata debido a una
necesidad enfermiza de ser reconocida por un tipo al que le podía o no importar una
mierda.
Mientras los estudiantes subían y bajaban las escaleras, con sus perritos calientes,
palomitas y nachos, conocía al menos a la mitad y siempre me saludaban con una sonrisa
y un hola, y tal vez uno o dos minutos de conversación. Durante dos años había estado
construyendo un mundo para mí en la Universidad de Maine, uniéndome a todo lo que
podía desde clubes sociales a mi hermandad y grupos centrados en una causa particular.
Ya había estado en todos los partidos de fútbol en casa, montones de partidos de hockey,
y casi todos los partidos a los que me habían invitado.
—¿Quieres un poco? —me preguntó Jay, haciendo una mueca grosera mientras
sostenía su perrito caliente hacia mí—. Muerde mi salchicha, Caitlyn.
Asqueroso. Me reí y moví mi cabeza hacia atrás.
—Soy vegetariana, ¿recuerdas? Pero apuesto a que Aubrey morderá tu salchicha.
—Por supuesto. —Aubrey se inclinó y, básicamente, se tragó el aperitivo de Jay
antes de morderlo y tirar hacia atrás.
—Mierda, ¡sólo has dejado poco más de la mitad! —protestó Jay—. Esto cuesta tres
dólares.
—Lo has ofrecido —dijo Aubrey con la boca llena de carne. Se limpió el labio—.
Mmm. Está muy bueno. Tan jugoso. Mmm, mmm. —Se lamió los labios.
Su burlona imitación porno fue suficiente para que él la perdonara. Sus ojos se
abrieron.
—Maldita sea. Creo que me estoy sonrojando. —Jay era el tipo de persona como
un gran oso de peluche, y mientras sus mejillas normalmente tenían un tinte de color
rosa de todos modos, no estaba mintiendo. Estaban llenas de manchas rojas.
Aubrey se echó a reír.
—Eres mala —le dije.
32
—No, no, está bien —dijo Jay, antes de darnos un guiño y continuar por las
escaleras hasta donde estaba sentado.
—Tengo una confesión que hacer antes de que Ethan vuelva —dijo Aubrey,
inclinándose más cerca para que nadie que nos rodeara la escuchase.
Por alguna razón, mi corazón empezó a acelerarse. ¿Sabía algo? ¿Sospechaba que
mi pasado con Heath no era platónico? Ethan estaba trabajando en una mesa vendiendo
ropa de espíritu escolar para el gobierno estudiantil.
Estaba libre el segundo cuarto y estaría sentado con nosotras.
—¿Qué? —le pregunté.
—Me enrollé con Colton anoche.
Me quedé boquiabierta.
—¿Qué? —Totalmente no era lo que esperaba que dijera—. Realmente pensé que
no te gustaba.
—No lo hace. Pero estaba borracha y me sentía sola y él fue persistente. Acabé
cediendo.
Lo había hecho en el pasado, y sabía que cada vez que lo hacía, lo lamentaba.
Aubrey escondía sus sentimientos detrás de su sarcasmo, pero la verdad era que era
extremadamente vulnerable. Quería a alguien que se preocupase por ella, y no sabía por
qué ansiaba eso tan desesperadamente. Había crecido con unos padres estupendos, una
vida familiar totalmente normal, había sido popular en la secundaria. No entendía por
qué se sentía como que tenía que demostrar su valía. Pero no iba a contribuir a que se
sintiera mal por ello. Sólo le di un codazo.
—¿Fue bueno? —le pregunté, levantando las cejas arriba y abajo antes de tomar
otro sorbo de mi café enfriándose rápidamente.
—No. Él era virgen.
Una mueca de dolor salió antes de que pudiera detenerla.
—Oh, Dios mío. —Nunca lo había hecho con alguien virgen y estaba bastante
segura de que no quería experimentarlo—. Pero debía de tener alguna idea de... otras
cosas. —El hecho de que no hubiera tenido sexo, en realidad no significaba que no
hubiera tenido en algún tiempo de juegos previos.
—No. No, no la tenía. —Aubrey negó—. En serio, necesito reevaluar mi vida. ¿Por
qué estoy perdiendo el tiempo haciendo cosas como ésta? Porque eso es lo que es: sólo
una gran pérdida de tiempo y de mi vagina.
Quería animarla a no ser tan espontánea, pero no quería correr el riesgo de sonar
como si estuviera siendo crítica. Sólo sabía que nunca se sentía muy bien al respecto
después, sin importar lo indiferente actuara. Así que elegí mis palabras con cuidado.
33
—Creo que virgen o no, es probable que no haya sido sexo increíble cuando ni
siquiera te gusta el chico.
Pero Aubrey se encogió de hombros.
—No lo sé. Realmente como que odio a Andrew y sin embargo cuando estamos
desnudos funciona muy bien.
—No entiendo eso. —No lo hacía. Mi experiencia se limitaba a un tiempo con
Heath y luego con Ethan—. Pero no tengo que hacerlo. Tienes que estar segura de lo
que estás haciendo, ¿sabes lo que quiero decir?
—Te mantendré informada —dijo ella, tratando de alcanzar mi café—. ¿Por qué
no me compro un café? Me estoy congelando. —Entonces hizo una mueca cuando tomó
un sorbo—. Asqueroso. Está frío.
—Eso es porque hace mucho frío aquí afuera —le dije con una sonrisa.
Ryan y Carl, chicos que conocía como compañeros estudiantes de negocios,
querían pasar delante de nosotras en las gradas y Ryan hizo un gran espectáculo de
pegar su trasero a la cara de Aubrey. Ella le golpeó. Fuerte.
Él se sentó encima ella.
—¡Ay! —gritó ella, apartando la mirada—. Quita tu mierda de mí.
Pero él no le hizo caso y se acomodó en su regazo, como si fuera totalmente
normal.
—Así que… Caitlyn, ¿tú e Ethan están comprometidos? —preguntó.
Asentí.
—Felicidades. Eso es importante. Eso es como, la edad adulta. Una boda y una
mierda. Maldita sea.
Tal vez era el hecho de que sonaba como un tarado total, o tal vez sólo estaba
escuchando las palabras en alto, pero por alguna razón sentí un poco en pánico. Era
importante. Él estaba en lo correcto. Ethan pidiéndome que me casara con él no había
hecho que mis pensamientos saltaran inmediatamente a una boda real. Como un vestido
y un pastel, una recepción y una ducha y todo eso. Estaba emocionada porque era el
máximo compromiso. Ethan me deseaba. Me había escogido sobre cualquier otra chica
con la que hubiera salido nunca.
Era como marcar la casilla del resto de mi vida. Hecho.
Eso había parecido fantástico, exactamente lo que quería.
Pero, ¿una boda? De repente parecía... intenso. Real.
—Gracias. —Carl había logrado meterse en un lugar en el banco a mi derecha, que
no era lo suficientemente grande para su cuerpo de jugador de hockey—. Carl, Ethan se 34
acerca para sentarse con nosotros. Estás en su lugar.
—No puedes guardar asientos —dijo él suavemente, no pareciendo que le
importase, mientras se ajustaba su gorro de lana.
Movió uno de sus incisivos como un niño de seis años con un diente flojo.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté a pesar de mi buen juicio.
—Tengo un diente flojo. Golpe en la boca, en el entrenamiento.
Los peligros del hockey.
—Entonces no lo toques. Lo dejarás peor. —Mi teléfono sonó en mi bolsillo.
Cuando lo saqué vi que Ethan me había enviado mensajes de texto pidiéndome
que fuera a su encuentro en el puesto de comida. Tengo algo para ti.
Eso era emocionante. Ethan era bueno en la entrega de regalos. Me imaginé una
magdalena o una flor. Me levanté y empujé a Ryan pasándolo.
—Toma mi asiento. Voy a encontrarme con Ethan en un minuto.
—Van a enrollarse bajo las gradas, ¿no es así? —preguntó Carl.
—¿Qué? ¿Acaso tenemos, quince? —dijo Aubrey—. No van a enrollarse. —Me dio
una mirada—. ¿No es así?
—Por supuesto que no. —Hacerlo en público no era lo mío.
Ryan se deslizó hacia abajo en mi asiento cuando llegué a la escalera.
—Oh, gracias a Dios —dijo Aubrey—. No puedo sentir mis piernas.
—Vuelvo enseguida. —Bajé por las escaleras y me abrí camino a través de las
gradas hacia abajo al puesto de comida. Vi a Ethan caminando con su chaqueta de nylon
frente a la cola de perritos calientes.
—Hey —dije, dándole una sonrisa.
Él no me devolvió la sonrisa. Me tomó de la mano y me llevó a un lado del
edificio, lejos de todo el mundo de pie en la fila.
Se me apretó el estómago.
—¿Qué pasa?
Sacó una bolsa de plástico de farmacia de su chaqueta y me la entregó.
—Aquí, mete esto en tu bolsillo.
—¿Qué es? —Lo tomé y miré hacia abajo. Había una pequeña caja dentro de la
bolsa que pude ver.
Inclinándose hacia mi oído derecho, murmuró:
—La píldora anticonceptiva de emergencia. Ve al baño y tómatela. De esta forma
35
sabremos que todo está bien.
La metí dentro de mi chaqueta inmediatamente, con miedo de que alguien la
hubiera visto, a pesar de que era imposible saber lo que era a través del plástico. Mi cara
se puso caliente.
—¿Crees que tengo que hacer eso? Tú no... —¿Por qué demonios nunca podía
decir “venirte” en voz alta? Pero no era Aubrey. No podía hablar de sexo de forma
casual.
—Las posibilidades son menos. Pero hay esperma en el líquido pre-seminal. Es
una posibilidad.
Extraño.
Pero entonces Ethan metió mi cabelló detrás de mi oreja.
—Lo siento, cariño. Bebí demasiado, pero esa no es excusa. Creo que es mejor
tomar la píldora y no tener que insistir en ello, y te prometo que nunca sucederá de
nuevo.
No podía culparlo por eso. Se había detenido tan pronto como yo se lo había
pedido y sabía por qué había sido tan agresivo. Y ahora, como era de esperar, Ethan
estaba tratando de compensarme por ello. Estaba cuidándome.
—Está bien —le dije, dándole un rápido beso—. Tal vez debería ver un mejor
control de la natalidad.
—Sólo si quieres. No quiero que hagas nada con lo que no te sientas cómoda.
Puedo controlarme mejor.
¿Ves? Perfecto.
Fui al baño y me tomé la pastilla.

Después del partido y la cena, Ethan me acompañó de vuelta a la casa de la


hermandad. Estábamos tomados de la mano y, a pesar de todo mi consejo a Aubrey,
estaba temblando ligeramente. Con el sol abajo, había viento y era enérgico.
—¿Puedo pasar? —preguntó Ethan mientras caminábamos por la acera en frente
de la casa.
Sabía lo que estaba preguntando. Si tendríamos sexo. Si se podía quedar. Pero mi
dolor de cabeza había vuelto y me sentía emocionalmente sobrecargada. Sólo quería
meterme en la cama con pantalón de lana y dormir. No podía tener sexo con él.
Realmente no podía.
—En realidad, esa pastilla me ha dado calambres —le dije—. No me siento muy 36
bien. ¿Te importa si me voy a la cama?
—Por supuesto que no. —Puso su mano en mi estómago y me masajeó a través de
mi abrigo—. Lo siento. Toma un poco de ibuprofeno y duerme un poco.
—Gracias. —Di un paso atrás y mientras lo hacía vi movimiento detrás de Ethan,
al lado de la casa.
Una figura salió detrás de los arbustos y brinqué un poco cuando me di cuenta de
que era Heath. Reconocería esa postura, ese caminar, en cualquier lugar. Conocía sus
expresiones, sus gestos, sus movimientos, tan bien como si fueran los míos.
Pero antes de que pudiera decir nada, como un qué demonios, él se llevó un dedo a
los labios en solicitud universal de silencio. Luego negó con la cabeza.
Así que no quería que Ethan supiera que estaba allí. No estaba segura de cómo me
sentía al respecto, pero para ganarme tiempo, acerqué a Ethan por un abrazo, abriendo
los ojos ampliamente hacia Heath sobre el hombro de Ethan para tratar de indicarle que
no tenía idea de lo que quería.
Él levantó un pedazo de papel, doblado en una pequeña pieza y lo tiró debajo de
un arbusto cercano. Luego me dio una sonrisa y se retiró hacia atrás a la oscuridad.
—Vamos a llevarte adentro. —Ethan me llevó por el camino. En la puerta de
entrada a la casa, me dio un beso en la frente—. Buenas noches, nena.
—Buenas noches. —Abrí la puerta y entré. Esperé. Y esperé. Había un par de
chicas en el salón y me miraron y saludaron. Les devolví el saludo.
Acaricié mi abrigo.
—Mierda, creo que se me ha caído mi teléfono —mentí.
—Uf, eso apesta —dijo Janice con simpatía.
Abriendo la puerta con cautela, comprobé para ver que Ethan no estaba. Estaba
más lejos en la manzana y no había razón para dar marcha atrás así que me lancé a los
arbustos y me asomé a la oscuridad, preguntándome si Heath seguiría allí. No podía ver
nada. Hice una pausa, escuchando, pero lo único que escuché fue el viento que soplaba
alrededor. Así que me incliné y miré debajo del arbusto, tomando el papel tan pronto
como lo vi.
Sintiéndome como una criminal, volví a entrar y cerré la puerta detrás de mí.
Debería haber esperado hasta llegar a mi habitación, pero no me pude resistir.
Desplegué el papel con movimientos bruscos.
Escrito había un número de teléfono.
El número de Heath.
Había estado esperándome.
37
Capítulo 5

—¿H as encontrado
sobresaltándome.
tu teléfono? ―preguntó

Lo saqué, con el corazón palpitando, y moví el


Janice,

teléfono.
―Sí, gracias. Estaba en la acera. ―Entonces corrí a mi cuarto. Era mi primer año
viviendo en la casa de la hermandad. Mi primer y segundo año había estado en la
residencia. Lo que me gustaba de la casa era que cada habitación era individual, así que
tenía un poco de intimidad, pero siempre había chicas alrededor acompañándome o
pasando el rato. La habitación de Aubrey estaba bajando el pasillo. No estaba segura de
si se encontraba ahí o no, pero no quería hablar con ella. Cerré la puerta de mi
habitación y la bloqueé suavemente.
El pedazo de papel estaba arrugado en mi palma sudorosa y lo solté, estudiándolo 38
mientras descansaba allí. No le debería escribir un mensaje de texto. Sin embargo, no
podía dejar de preguntarme lo que quería. Dónde había estado. Lo que pensaba que yo
había hecho. Me puse el pantalón del pijama y paseé por mi habitación un total de tres
minutos antes de ceder.
Metí el número de Heath en mi teléfono. Luego, cuando vi su nombre mirándome
como un contacto nuevo, me di cuenta de que no podía usar su verdadero nombre. ¿Y si
me enviaba un mensaje y Ethan lo veía? Tendría preguntas. Esas para las que no tenía
respuestas. Pero se sentía tan mal ocultarle algo a mi novio. Sin embargo, sentía como si
no tuviera otra opción. No podía arriesgarme a perder a Ethan.
Pero entonces racionalicé, no estaba haciendo nada malo. Heath era mi hermano
de acogida. Me preocupaba por él. Era perfectamente razonable para mí establecer
contacto con él de nuevo. Ethan entendería eso. Es mejor ser honesta que después me
pillasen. No era como si Heath y yo fuéramos a cruzar una línea, ni nada. Estaba con
Ethan. Al parecer, él estaba con Darla. No habíamos hablado en cuatro años.
Sintiéndome mejor porque lo que estaba haciendo no era del todo una mierda, le
envié un mensaje a Heath.
Soy Cat.
Hola Cat. Encuéntrate conmigo en la taberna a las diez.
Oh, infiernos no. Tanto como quería verlo cara a cara, eso era solo un gran y gordo
no. Por muchas, muchas razones. Primero, porque no había manera de explicarle a mi
novio por qué iba a salir sola un sábado por la noche para encontrarme con Heath en un
garito justo al lado del campus. Segundo, porque Heath tenía mucho coraje haciendo
cualquier tipo de demandas. Y de eso no tenía duda. Era una orden, lo cual era un
problema para mí. Ni una palabra en cuatro años, ¿y de repente todo es encontrémonos
aquí?
Aja. No lo hare.
No puedo. ¿Dónde has estado los últimos cuatro años? En serio.
Marines. Afganistán.
Oh. Bueno, eso tenía sentido. Era una manera lógica de salir de Vinalhaven. ¿Pero
por qué se fue sin decírmelo?
¿Qué crees que hice? ¿De qué estabas hablando antes?
No importa. Estaba equivocado. ¿Puedes encontrarte conmigo mañana?
Insegura, no le respondí. Mi habitación olía a leche agria por alguna razón
desconocida, y me moví alrededor agitada, buscando la fuente del olor. Debí de haber
dejado un recipiente de comida en alguna parte. Arranqué de nuevo la ropa de cama,
revolví la basura, arrastrando con mis pies a un lado los papeles en mi escritorio. Nada. 39
Frustrada, rocíe ambientador e ignoré mi teléfono. Sonó por un nuevo mensaje.
Maldita sea.
Quiero hablar contigo, por favor. Solo una vez y luego te dejaré en paz.
No pude resistirme a eso. ¿Cómo podría resistirme a eso?
Y ¿de verdad quería que me dejara en paz? No estaba segura de que lo quisiera.
Está bien. ¿A las dos?
Claro. ¿Qué hay de mi casa? Te echo de menos.
Me senté fuerte sobre mi cama. Lágrimas vinieron a mis ojos. No era justo. No era
justo de su parte hacerme eso. No me echaba de menos. O habría oído algo de él. Y
ahora simplemente quería pasear en el campus, ¿y hacer qué? ¿Joder mi vida?
No me siento bien. Me voy a la cama.
Estaba de malhumor. Me encontraba evitando responder. Porque también le había
echado de menos, pero maldita sea, estaba enfadada con él. Debería saberlo.
Quería que trabajase por ello. Podía admitirlo. Quería que me convenciera de la
verdad. Ethan. Ethan fue muy paciente y siempre dispuesto a acercarse a mí desde
diferentes ángulos hasta que cedí.
Pero Heath no era Ethan.
No iba a jugar juegos. O dejarme ser pasiva-agresiva.
Buenas noches.
Eso fue todo. Nada más.
No era lo que quería.
Recostada, abracé mi almohada y lloré, porque no quería sentir nada por él nunca
más, pero no quería dejar ir la enormidad de lo que había significado para mí.

—¿Por qué se ha ido Heath? —Le exigí a mi padre esa tarde cuando me di cuenta
de que se había ido y no tenía manera de contactar con él.
Estábamos en la cocina, una habitación destartalada de gabinetes de sesenta años
de edad y aparatos casi igualmente antiguos. La cortina de la ventana había estado allí
cuando mis padres se habían mudado en los años ochenta, y era de color amarillo con
racimos de uvas en ella. Era como todo en nuestra casa, descolorido. Papá me había
pedido que le preparara algo para comer. Estaba golpeando alrededor del pan, la
mostaza, el queso. En ese momento todavía estaba enfadada. No aceptaba la herida, el
dolor. La soledad.
—Cat, cumplió dieciocho años. Tiene la edad para salir del hogar de acogida. Le 40
estaba permitido salir cuando quisiera.
Papá estaba apoyado contra el mostrador, utilizando el hueco de su codo en el
brazo malo para sostener una lata de cerveza. Con su mano buena abrió la lata.
—No se habría marchado sin decírmelo, a menos que tuviera una razón —insistí.
Llevaba un bikini y pantalones cortos porque Heath y yo teníamos planes de salir en el
barco de pesca. Teníamos planes. No se iría. Extendí rápidamente la mostaza sobre el
pan.
Uno de nuestros nuevos acogidos, Tiffany, llegó vagando, masticando las puntas de
su cabello.
—¿Es para mí?
—No. Hazte tu propio sándwich —dije, maleducadamente.
—Caitlyn. —Mi padre me frunció el ceño.
Al instante sentí lágrimas en mis ojos. Tiffany era pequeña y desnutrida, y estaba
bastante segura de que en alguna parte de su historia había sido objeto de abusos, porque
si te movías rápidamente a su alrededor se estremecía. Tenía unos doce años y tenía
grandes ojos marrones. De todas las personas, no podía descargar mi ira sobre ella.
—Lo siento.
—Está bien. —Vino hacia mí, pero le dio a mi padre un gran rodeo—. ¿Puedo
tener un pedazo de queso?
—Por supuesto. —Puse el queso sobre una rebanada de pan y se lo di. Salió de la
habitación de nuevo, mordiéndolo.
Dejé el cuchillo y me incliné, sintiendo de repente como si no pudiera respirar.
—Papá... —Me salió un sollozo ahogado.
—Eh. —Se acercó y puso su cerveza en la mesa, y luego colocó su brazo alrededor
de mí—. Nena, no pasa nada. Algún día, te alegrarás de que se fuera. No hoy. No
mañana. Pero en algún momento cuando estés viviendo una buena vida con un buen
tipo, reconocerás que te hizo un favor.
Me burlé, secando mis ojos en su camiseta.
—De ninguna manera.
—Los tipos como él son emocionalmente inestables. Te absorben y no te dejan ir y
confía en mí, no quieres vivir de esa manera.
—¿Qué sabes al respecto?
—Me casé con tu madre. Eso es lo que sé de eso. —Su voz era ronca—. La amo. Y
nunca podré dejarla. Pero nunca me amará de la forma en que necesito.
41
Nunca había hablado acerca de mi madre antes. No así.
Me quedé inmóvil, sin saber qué decir. Besó la parte superior de mi cabeza.
—Nena, hay un futuro mejor por ahí para ti. Solo tienes que ser lo suficientemente
valiente como para tomarlo.
Fue un gran consejo.
Deseaba, recostada en mi pequeña habitación en la casa de la hermandad, poder
pedirle un consejo nuevo. Eso me pondría a llorar contra su camisa.
Pero no podía.
Porque mi padre estaba muerto.

Se me ocurrió el domingo que Heath tenía que saber que mi padre había muerto.
No me preguntó por él. Solo por mi madre. Él había sido lo suficientemente cercano a
mi padre, le había gustado de verdad. Mi padre se sentía de la misma manera acerca de
él, a pesar del consejo que me dio. Le gustaba Heath lo suficiente como persona, solo
que no necesariamente quería a Heath con su hija.
Así que Heath hubiera preguntado, estaba segura de ello, si pensaba que mi padre
estaba vivo. Debe saber que dieciocho meses antes, mi papá tuvo un ataque al corazón.
La pregunta era cómo.
Dormí hasta tarde, mi cabeza aún palpitando, cuando me desperté, mis senos
hinchados. No podría siquiera haberme despertado cuando lo hice si Ethan no hubiera
llamado. Tuvimos una conversación de cinco minutos aturdida donde dije muchos “Aja”
y bostecé varias veces.
—Bebé, vuelve a dormir —dijo finalmente, sonando divertido—. Te llamaré más
tarde.
—No, está bien —protesté, tratando de incorporarme. Tenía agua en alguna
parte—. Es casi mediodía. Tengo que levantarme.
—¿Qué vas a hacer hoy?
Mierda. Solo encontrarme con mi ex novio en su apartamento.
—Nada, solo estudiar. Tengo ese examen parcial de economía esta semana. —
Bostecé de nuevo.
—Suenas tan linda y somnolienta que quiero besar tu cara.
—Me veo como mierda. Creo que estoy agarrando un resfriado.
—Aw, eso apesta. Entonces, ¿quieres saltarte la cena con mis padres? Simplemente
42
puedo ir a tu habitación y podemos pasar el rato esta noche.
Cierto. Cena con sus padres para decirles acerca de nuestro compromiso. No estaba
para eso.
—Sí, quizás eso estaría mejor el próximo fin de semana. No quiero verme toda
sombría cuando les estamos contando nuestra buena noticia.
Se echó a reír.
—Probablemente no sea algo que les infunda confianza, no. Está bien, llamaré a
mi mamá.
—Lo siento. —Me apoyé contra mi pared, sintiéndome culpable.
—No te preocupes por eso. No puedes medir cuando agarrar un virus. Te llamaré
más tarde. No puedo esperar a verte a ti y a mi anillo en tu dedo.
Con aire ausente, miré hacia abajo a mi dedo. Demonios, ¿dónde estaba el anillo?
Me lo había quitado la noche anterior, preocupada de que pudiera salir mientras dormía,
pero ahora no podía recordar dónde lo había dejado.
Mirando a mí alrededor, lo vi sobre mi mesita de noche. Gracias a Dios. Suspiré.
—No puedo esperar a verte —dije, con la voz ronca.
Después de colgar, encontré mi botella de agua y tomé la mitad de ella. Luego
llamé a Tiffany. Ese septiembre, después de que Heath se fuera, ella y yo desarrollamos
una amistad tranquila. Ambas estábamos magulladas emocionalmente y me sentía
culpable por descargarlo sobre ella. Inspiraba protección en mí, y había sido humillante
darme cuenta de que mientras no tenía una vida perfecta, todavía tenía una muy buena
en comparación con un montón de niños, incluida Tiffany. Había rebotado de una
situación de mierda a otra después de haber sido abandonada por su madre.
Se había quedado con nosotros dieciocho meses hasta que su abuela solicitó la
custodia y durante ese tiempo nos acercamos lo suficiente para mantener el contacto.
Todavía tenía solo diecisiete años, pero era sabia para su edad.
Y era la única persona con quién estaba en contacto que sabía la verdad sobre mi
pasado.
—¿Adivina a quién he visto? —le pregunté después de que intercambiásemos
saludos.
—Beyonce.
—¿Beyonce? No. —Puse los ojos en blanco. Porque Beyonce estaría pasando el
rato en Orono, Maine—. Heath.
—¿Qué? ¿Dónde le has visto?
43
—En el Baile de Bienvenida de la fraternidad. —Omití toda la cosa de la propuesta
de matrimonio por el momento. Ese era un tema completamente diferente.
—Eso es totalmente casual. ¿Ha dicho que estuvo en la Marina?
—Sí. Me voy a encontrar con él más tarde.
Hizo una pausa.
—¿Estás segura de que quieres hacer eso?
No.
—Sí. ¿Por qué, no crees que deba hacerlo?
—Todo lo que sé es que solo estuve viviendo con ustedes durante tres semanas,
mientras que él todavía estaba ahí y en esas tres semanas, dos de las cuales ni siquiera
sabías que nadie más existía. Estaban obsesionados el uno con el otro. Como,
probablemente ni siquiera era saludable.
Fruncí el ceño.
—No diría eso. Éramos amigos. Teníamos una conexión.
—Fue un poco loco, tienes que admitirlo.
Estaba ofendida.
—No voy a admitir eso. Y pasas mucho tiempo en Tumblr. Pierdes el discurso
acortando las palabras.
—Lo que sea.
—Así que, ¿puedes hurgar un poco y ver lo que puedes averiguar acerca de Heath
ahora que no está en la Marina? —Tiffany era un prodigio con el ordenador. Podía
andar a través del laberinto de las redes sociales y los registros públicos y encontrar
cualquier cosa de cualquiera.
—Podría. O simplemente podrías preguntárselo. Quiero decir, vas a verlo, ¿no? Te
conozco.
—Sí, le voy a ver. Pero no quiero entrometerme.
—¿Prefieres espiar?
¿Por qué estaba haciendo esto tan difícil?
—Mira, no tienes que hacerlo si no quieres —dije en un tono malcriado e
inmediatamente me arrepentí.
Suspiró.
—No quiero, porque no quiero que eches a perder tu relación con Ethan. Pero lo
haré, porque sé que quieres que lo haga.
44
—Gracias, Tiff. No te preocupes, ¿de acuerdo? Solo necesito un cierre. Nunca tuve
eso. —Por eso es que me encontraría con Heath. Para obtener respuestas y para decirle
adiós. Para tener la oportunidad de decir lo que me había negado cuatro años atrás.
—Está bien. Ya entiendo. Desenterraré todo lo que pueda encontrar.
—¿Cuándo vienes a Orono a visitarme? —pregunté como siempre lo hacía cuando
hablábamos.
—Nunca —respondió como siempre lo hacía—. Sabes que voy a vivir y morir en
Vinalhaven.
—No tienes que hacerlo. Solo si quieres.
—Lo quiero.
No estaba segura de creerle, pero era terca.
—¿Cómo está tu abuela?
Tiffany era responsable de cuidar de la casa y de su abuela, quién tenía enfisema.
Siempre pensé que era un poco sospechoso que durante años Tiffany hubiera estado en
hogares de acogida y su abuela nunca hubiera pedido la custodia, pero cuando Tiff tenía
catorce años y era capaz, y su abuela necesitaba oxígeno, de repente la quería a su
alrededor. Parecía muy egoísta y mierda para mí, pero Tiffany decidió creer que su
abuela tuvo un cambio de parecer y la extrañaba, y yo no iba a quitarle eso.
Pero me molestaba que sus opciones de vida fueran limitadas porque se sentía
encadenada a ese pedazo de roca en el que había crecido.
—Mi abuela está bien. Ya lo sabes.
—Sí. Lo sé. —Eso era todo lo que podía decir de mi madre. Ella estaba bien—. ¿Así
que algún chico guapo que te interese?
—Puedo estar interesada, pero no es correspondido. Los chicos no se mueren por
hablar conmigo, Cat, y si lo hacen, son patrañas. Parece que tengo doce años.
Lo hacía. No había como negarlo. Tiff había estado malnutrida la mayor parte de
su vida y si era eso o solo la genética, ni siquiera tenía metro y medio de altura y tenía
un aspecto de duendecillo.
—La magia está en el maquillaje —dije—. Me ha llevado de la Cat loca a la Cat
confiable.
—Si me pongo maquillaje, parezco una puta de escuela media. O una niña que ha
cogido el maquillaje de su madre. —Sin embargo, no parecía particularmente molesta—.
Estoy esperando un brote de crecimiento masivo. Sigo pensando que va a pasar.
—Estoy segura de que así será. Bebe tu leche. Está llena de hormonas de
crecimiento.
Se echó a reír. 45
—Es verdad. Bueno, llámame después de que te encuentres con el desaparecido
alto y oscuro.
Puse los ojos en blanco.
—Eres graciosa, ¿lo sabías? Linda y divertida. Te quiero, hablaré contigo más
tarde.
—Adiós, Cat. Mantente fuera de las calles.
Tiffany nunca podía decirme que me amaba. Era su creencia personal de que si se
lo decía a alguien, desaparecería. Lo cual, teniendo en cuenta lo que me sucedió, debería
ser mi creencia personal también. Pero era más optimista, de que había una explicación
para todo. Esa gente no era tan egoísta como lo parecía ser.
Me di una ducha y revisé mi teléfono un centenar de veces. No quería ser la que se
pusiera en contacto con Heath primero. Debería enviarme un mensaje primero para
confirmar nuestra reunión. No quería enviar un mensaje y tener que hacer esa cosa de la
dirección. Simplemente entonces parecería como que estaba ansiosa. Lo cuál era
ridículo. Pero así es cómo me sentía, racional o no.
Afortunadamente me envió un mensaje con su dirección mientras me estaba
secando el cabello. Sabía que era arriesgado encontrarme con él sola, en su casa. Pero no
quería tener una conversación privada, potencialmente emocional con él delante de un
montón de gente al azar en la cafetería o donde sea. Seríamos interrumpidos si nos
topábamos con alguien que conocía y era muy posible que alguien le dijera algo a Ethan.
Pero más que nada, no quería llorar en público.
Porque estaba bastante segura de que lo haría en algún momento.

Mientras caminaba hasta el lugar donde Heath estaba viviendo, estaba enferma del
estómago por los nervios. No había sido capaz de comer nada porque estaba muy tensa y
el café se sentía como que estaba cuajando en mis entrañas. Había arreglado un poco mi
cabello durante media hora y me había puesto maquillaje, solo para terminar
quitándome la sombra de ojos. No estaba tratando de impresionarlo. Alcé mi cabello
recogiéndolo en un moño desordenado y me vestí pantalones vaqueros, un jersey básico
y botas. Era domingo. Esforzarme un domingo, parecía como que lo estaba intentando
demasiado duro.
Mis palmas estaban húmedas en mis guantes y no estaba segura de lo que iba a
salir de mi boca, pero en el segundo en que Heath abrió la puerta y me dio una pequeña
sonrisa, me olvidé de estar nerviosa.
—Hola —dije.
—Hola. —Abrió la puerta ampliamente y me dio una mirada sincera—. Cat,
46
gracias por venir. En serio.
Pasé junto a él, curiosa por ver donde vivía. Era un estudio en una casa vieja y casi
no tenía muebles. Solo un sofá futón que tenía mantas sobre él como si durmiera allí, y
una silla desvencijada en la esquina. No tenía televisión. Una maleta entreabierta, ropa
desparramándose hacia afuera. La pequeña cocina estaba mayormente vacía. Era frío.
Triste. No había nada acogedor en ello, pero pensé que se acababa de mudar. No iba a
colgar las fotos enmarcadas al primer día.
—¿Cuándo saliste de la Marina? —pregunté, quitándome los guantes y
quedándome en medio de la habitación.
—Hace un año. Me quedé en Afganistán trabajando para un contratista privado y
reuní un montón de dinero. Acabo de volver hace unas semanas.
Así que tenía algo de dinero ahorrado. Eso era bueno. Me preocupaba. Lo cual era
ridículo. No necesitaba o no quería que me preocupase por él.
—Suena... aterrador.
Se encogió de hombros.
—Sí. A veces. Pero la cuenta bancaria se ve bien. Valió la pena.
—No si te hubieran matado.
Heath cruzó sus brazos sobre su pecho. Llevaba una camiseta de marines y
pantalones vaqueros con un desgarro en la rodilla. Definitivamente era más musculoso
de lo que había sido a los dieciocho años.
—¿Y a quién le hubiera importado una mierda si hubiera muerto?
La ira se apoderó de mí.
—¡Sabes que me importaría si murieras! ¿Cómo puedes decir eso? —La emoción de
los últimos dos días hirvió y otra vez lancé los guantes hacia él. Rebotaron en su pecho y
cayeron al suelo.
Levantó sus cejas.
—Bueno, no has cambiado, a pesar de tu cambio de imagen en la hermandad.
Me costaba respirar y sabía que tenía razón. Cat la luchadora, que corría por toda
la isla descalza, aún hervía a fuego lento bajo la superficie. No me sorprendió que tarde
sesenta segundos en sacarla.
—No pongas esto sobre mí. Te fuiste. Estuvimos juntos... —Mi voz se quebró—. Y
solo jodidamente te fuiste, sin decir una palabra. ¿Sabes cuántas noches pasé
preguntándome y preocupándome por ti? Estaba segura de que estabas muerto y que
nunca sabría lo que había sucedido. Así que no te quedes ahí parado jodidamente como
si nada y actúes como si no me importaría si vivías o morías. 47
—Así que, ¿lo que estás diciendo es que te habría importado si me moría? —Vino
hacia mí, su zancada lenta, determinada. Sus ojos se habían oscurecido.
Oh, mierda. Mi enojo se evaporó. Conocía esa mirada. Era una mirada que no
podía pasar. Luché contra el impulso de dar un paso atrás.
—Sabes que lo haría. No lo diré una vez más.
Me había alcanzado y estaba tan cerca que su pecho rozaba mis brazos doblados
por los codos, sus caderas golpeaban las mías. Inclinó su cabeza, y sus ojos eran del azul
tormentoso que tan bien recordaba, al igual que intensos y convincentes como lo habían
sido siempre. Ahora, tenía un tatuaje en su bíceps, llamas con algo en el medio que no
podía ver porque estaba justo encima de mí.
—Esa es mi chica —murmuró—. Justo como la recuerdo. Por cierto, estás
hermosa. —La parte de atrás de sus nudillos bajó a lo largo de mi mejilla—. Me gustas
sin maquillaje.
Oh, Dios. Sentí las lágrimas antes de lo que nunca hubiera imaginado que
aparecerían. Llenaron mis ojos, desdibujando mi visión de su hermoso rostro. El dolor
de su desaparición era abrumador. Hizo que me estremeciera, rindiéndome. No podía
luchar contra él. Había sido mi todo por un tiempo, y mi cuerpo, mi corazón lo ansiaba
solo por un breve instante fugaz.
—Te he echado de menos —dijo, atrayéndome a sus brazos.
Decir que también le había echado de menos, era el eufemismo del siglo, una
inadecuación débil de lo que habían sido los últimos cuatro años. “Te he echado de
menos” nunca podría describir el dolor que había pasado, la desesperada necesidad de
despertar y ver su sonrisa de nuevo, oír su risa, hacer que se burle de mí y me persiga
abajo sobre las rocas.
Así que mantuve mis brazos cruzados, entre nosotros, pero dejé que mi frente
descansará en su pecho, permitiéndome respirarlo.
—¿Por qué te fuiste? —susurré.
—No quería. Créeme, no quería. —Su aliento era cálido en mi sien, sus brazos
fuertes y cálidos a mí alrededor—. Pero servicios sociales estaba planeando examinar la
denuncia de violación de menores en contra mía. Oyeron que estaba teniendo una
relación inapropiada contigo.
Me quedé helada.
—¿Qué? ¿Hablas en serio?
—Sí. Así que me fui y lo dejaron pasar. No quería hacerte pasar por el
interrogatorio, el examen físico, todo eso. Pensé que merecías algo mejor y parece que
tenía razón. —Se echó hacia atrás y descruzó mis brazos, entrelazando sus dedos con los 48
míos. Levantó mi mano izquierda, estudiando el anillo de compromiso de Ethan—.
Estoy feliz por ti. Realmente lo estoy. Pero lo siento por mí. Y estoy un poco enfadado,
incluso si no quieres escuchar eso.
Mi garganta estaba tensa y sentí su tristeza tan profunda como la mía. Podríamos
haber estado juntos. Deberíamos haber estado juntos.
—Te quería a ti —dije—. Y a la mierda a cualquiera que pensaba que tenía
derecho a intervenir.
Bajó mis manos, aún entrelazadas con las suyas.
—Querer y necesitar son dos cosas diferentes.
Heath se apartó y de inmediato sentí la pérdida de su presencia. No quería que me
soltase tan rápido.
—Has encontrado al Sr. Perfecto —dijo, y su tono no era agradable.
Era una conversación que nunca necesitábamos tener.
—No voy a hablar de él.
—A veces en mi litera me imaginaba que me esperabas. Que teníamos algo lo
suficientemente especial como para que durase a través de una separación. —Me dio
una sonrisa—. Oye, por lo menos era bueno para pajas, si no otra cosa.
Mi boca cayó.
—Encantador. Realmente encantador. No pongas esto sobre mí. Eres el único que
se fue. Podrías haberte tomado tres minutos para decirme lo que estaba pasando. Podrías
haberte puesto en contacto conmigo en algún momento en cuatro años. Ya sabes, como
un mensaje de texto o un mensaje instantáneo, o algo. Cualquier cosa. Y estabas con una
chica la otra noche, por lo que parece que seguiste con tu vida tu solo.
—Ella no significa nada para mí. Apenas la conozco.
—¿Y eso se supone que lo mejora?
—Sí. —Se encogió de hombros—. No te he traicionado enamorándome de otra.
Oh, no, no lo hizo. Tenía un montón de maldita osadía.
—No te he traicionado. ¡Elegiste no existir en mi vida! ¿Qué se supone que debía
hacer? ¿Permanecer célibe por el resto de mi vida? ¿Convertirme en una monja que
oraba en el santuario dedicado a Heath? —Me agaché y tomé mis guantes del suelo—.
Me voy. No necesito esta mierda.
Mi cabello se estaba escapando de mi moño y me irritó con el estirón de su peso al
caer, extendí mi mano y lo estire todo, soltándose sobre los hombros. Fue un error. Me
dio esa mirada. Una que hizo debilitar mis rodillas y humedecerme entre mis muslos.
Era una ardiente, intensa, mirada consumida por el deseo, lujuria, e incluso amor. 49
—Eres aún más sexy ahora de lo que lo eras a los diecisiete años.
—¡No! —dije, con voz temblorosa—. Simplemente no lo hagas. Por favor.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de mí, Cat? ¿O tienes miedo de tus sentimientos?
De mí. No había duda de ello.
—Tal vez tienes miedo de no pertenecer a ese mundo perfecto más que yo.
Pero eso era llevar las cosas demasiado lejos. Me hizo sentir a la defensiva. No
tenía que ser la pobre niña. Era inteligente, había conseguido una beca para la
Universidad de Maine, tenía el mismo derecho a estar allí que todos los demás
estudiantes que caminaban por el campus.
—Parece que estoy encajando bien —dije. Moviéndome hacia la puerta—. Tal vez
lo harías también si no tuvieras una gran mierda de este tipo sobre tu hombro. —Giré el
pomo de la puerta y salí al pasillo.
—¿Estás huyendo? ¿Regresas junto al niño bonito? Dime, ¿es un buen polvo? ¿Te
hace gritar cuando te corres?
Hice una pausa, la furia haciéndome hablar. No podía creer que dijera eso, que
fuera tan crudo. Que hubiera cogido un momento hermoso de mi vida y hecho que
pareciera tan patético, tan vil.
—Vete a la mierda, Heath.
Con eso, me fui.
Sin estar satisfecha con ser la que se iba. Pero era mucho mejor que ser la que se
quedaba.

50
Capítulo 6
L e envié un mensaje a Ethan diciéndole que me sentía mejor y que quería ir a
cenar con sus padres si ellos aún estaban libres. Estaba enfadada y sentía que
tenía que probar algo. No iba a permanecer sentada en mi cuarto y sentirme mal. Iba ir a
cenar con los padres de mi prometido, un abogado y una psiquiatra respectivamente.
Gente profesional que nunca me habían hecho sentir como una usurpadora en su
mundo. Así que ese era el motivo, solo ese.
Pero antes de que fuera a la cena tenía que ir a mi armario, y alcanzar el estante de
arriba y bajar una caja que había decorado en mi desviada fase de manualidades en mi
primer año. Había puesto papel decorado en todos sus lados, solo los bordes estaban
limpios y no los había tapado correctamente, varios bordes se estaban descascarando. El
listón que había puesto alrededor de la parte inferior estaba arrugado. Dentro había
papeles importantes, recuerdos de la niñez, incluyendo la primera y única fotografía de
Heath y mía que existía.
Saqué la bolsa de sándwich en la que la había guardado para que no se rayara ni se
51
expusiera a la humedad. Mi ira se disipó y corrí mis dedos a través de la desgastada
imagen. Había sido tomada el día en que Heath me había dado mi primer orgasmo a
manos distintas de las mías. Habíamos salido en el bote de pesca en el que había estado
trabajando a medio tiempo. Lo habíamos pedido “prestado” usando sus palabras, aunque
dudo que su jefe lo describiera de la misma manera.
Toda la tarde habíamos conducido alrededor de la isla, mayormente flotando para
que no existiera una notable baja en el combustible. Estaba escandalizada porque a
Heath no le importara y le seguía preguntando si lo despedirían si nos atrapaban.
Pero él simplemente sonrió y dijo:
—Cat, nada es un secreto aquí, lo sabes. Claro que nos atraparan. Ya nos han
atrapado.
Miré alrededor y me di cuenta que tenía razón. Había otros botes en el agua. Y en
todos ellos había ojos. También había ojos en la playa, y en el ferri de Rockland. Los
pescadores conocían los botes de cada uno solo al verlos y sabrían que Heath no era el
dueño de este. La gente hablaría y su jefe lo sabría.
—Estás loco —le dije—. Necesitas este trabajo.
—Necesito más estar a solas contigo.
A los dieciséis me derretí con eso, y cuando él me acercó a su lado en el banco y
encontró su camino bajo mi falda mientras me besaba, me encontré estupefacta ante lo
increíble que se sentía, cuán viva podía hacerme sentir, cuán real, cercano y brillante
parecía todo. El sol estaba brillando, el aire estaba cálido y con sabor a mar, y cuando me
rompí bajo su toque, lloré porque le amaba tanto y todo se sentía tan hermoso, tan
correcto.
Nos hizo una foto con su teléfono, una toma granulada de mí sonriéndole a la
cámara, con el aire soplando alrededor de mi rostro. Heath estaba mirándome fijamente,
y yo había estudiado esa mirada un millón de veces y cada vez que la miraba siempre
concluía en la misma cosa. Me amaba, estaba ahí en la suavidad de sus ojos, en la rigidez
de su mandíbula, en la manera en que se inclinaba hacia mí. Me amaba, al menos en ese
momento.
Aparentemente había tenido razón. No me había estado mintiendo a mí misma
todos esos años. Él se había ido porque tenía miedo de ir a prisión, de ser tachado como
un depredador sexual. Eso calmaba el escozor un poco. Pero solo un poco.
Porque aun así él pudo habérmelo dicho.
No le habían despedido ese día. A su jefe le había entretenido y había mencionado
que recordaba el querer impresionar a una chica alguna vez. Aunque sí le descontó el
pago de la gasolina de su salario, pero cuando lo hicimos dos veces más ni siquiera se 52
molestó en hacer eso.
Mientras me preparaba para la cena, se me ocurrió preguntarme por primera vez
quién se había quejado a los servicios sociales sobre Heath y yo. No pudo haber sido mi
madre, ella no tenía idea de lo que estaba sucediendo. Mi padre jamás les habría
llamado. Habría hablado conmigo. Le habría pedido a Heath que se mudara si tuviera
miedo de que terminara embarazada o algo así. No creo que a nadie en el pueblo le
importara lo que Heath y yo hacíamos en privado.
Lo que dejaba a una persona. Brian. El hermano al que ya no hablaba. El hermano
borracho que se había reído en el velatorio de mi padre y quien después había huido
cuando lo confronté.
El hermano que vivía con su novia estudiante de postgrado justo ahí en la
Universidad de Maine cerca de mí, y quien se negaba a reconocer mi presencia tan
resueltamente como yo me negaba a reconocer la suya.

Bebí el segundo vaso de vino que los padres de Ethan me habían dado y sonreí y
reí un poco demasiado fuerte con un chiste que su padre hizo. El padre de Ethan era una
futura versión de él, encantador, atractivo y amable. Inspiraba respeto a donde quiera
que fuese y no había expresado preocupación respecto al hecho de que Aubrey y yo
fuésemos menores de edad. Simplemente pidió dos botellas de vino y las sirvió. El
personal del restaurante le conocía y claramente sabían que daba buenas propinas, dado
lo atentos que eran con nuestra mesa.
Aubrey estaba de mejor humor que el sábado y ella también puso los ojos en
blanco y se rio.
—Papá, has contado ese chiste como setecientas veces.
—Pero aún sigues riéndote. —Le guiñó.
Incluso Ethan se rio con eso.
—Guau.
—Yo no me reiría —dijo Aubrey—. Te estás viendo a ti mismo en veinticinco
años.
Él hizo un gesto.
—No seas rara.
—Me he mantenido bastante bien. ¿No es así corazón? —preguntó el padre de
Ethan, Joel, a su madre.
Ella era esencialmente la futura Aubrey, rubia y siempre centrada, con un sentido
de humor mordaz para las locuras de su marido. Ella tocó su brazo. 53
—Aún tendría sexo contigo.
—¡Oh, Dios! —Ethan tomó su vino—. ¿En serio, mama?
—Noticias de última hora. Tus padres tienen sexo —fue su respuesta.
Siempre disfrutaba ver a Joel y a Olivia interactuar entre ellos. Estaba claro que se
amaban, pero cada uno había tenido éxito individualmente en la vida. Compartían un
compañerismo, una que esperaba emular con Ethan. Nada como mis padres, una triste
unión basada en optimismo desesperado y obligación. Era seguro decir que mis padres
no habían tenido una alta vida sexual al menos en una década, más bien dos.
—Pero no necesitamos hablar de ello —dijo Aubrey—. Igual que tampoco
necesitamos hablar de mi vida sexual.
—¿Quién está hablando de tu vida sexual? —preguntó Joel, su voz súbitamente
cortante—. ¿Y por qué tienes una vida sexual? Ethan es el que está comprometido.
Aubrey mordió un pedazo de pan.
—No importa.
—De todas formas —dijo Olivia, levantando su copa de vino—. Vamos a brindar
por Ethan y Caitlyn. Por un feliz matrimonio. —Me sonrió—. Bienvenida a la familia,
cariño.
Eso significaba todo para mí. Esto era lo que siempre había querido. Una familia.
Estabilidad normal, un mundo de tradiciones, chistes internos y cariño despreocupado.
Donde el tiempo avanzaba en la más ordinaria de sus formas, de una festividad a la otra,
de un evento en la vida al otro y donde el ritmo era siempre el mismo. Quería
pertenecer.
—Gracias —dije y se me hizo un nudo en la garganta. Miré a Ethan, parpadeando
fuertemente, sintiendo como si fuese a llorar. Dios, había estado tan emocional estos
días. Era vergonzoso.
Su sonrisa era reconfortante. Su mano cayó sobre mi pierna. Y apretó mi rodilla.
—Me has hecho asquerosamente feliz. Y ahora puedo pasar el resto de mi vida
contigo.
El resto de mi vida.
Hasta que la muerte nos separe.
Jesús.
Tomé un sorbo del vino, sin poder hablar.

Ethan estaba dormitando en la cama, su sueño era aún lo suficientemente ligero 54


como para que su respiración cambiara a cada minuto, lleno de pequeños suspiros y
resoplidos. Parecía muy joven cuando dormía, sus pestañas del tipo por el cual las chicas
pagaban mucho dinero para obtener. Yo estaba acostada a su lado completamente
despierta con las sabanas a mitad de mi cuerpo. Ethan irradiaba calor cuando dormía y
yo me sentía caliente aunque solo estaba utilizando una camiseta y bragas. Nunca pude
entender por qué quería arroparse bajo setecientas sabanas para dormir desnudo. El
tener tanto peso sobre mí me hacía sentir aplastada.
De todas maneras calentaba fácilmente. Mi padre decía que era porque había
nacido durante una ola de calor. Heath decía que era simplemente mi naturaleza el
tener la sangre caliente. El temperamento caliente. La pasión candente.
Algunas veces pensaba que esa era la razón por la que amaba correr, porque me
había unido al equipo de campo a través en la escuela media. Necesitaba sacarme el
temperamento, la pasión. Correr de la sensación de estar atrapada en mi vida, atrapada
en la isla.
Dejé de correr a campo a través cuando empecé en la universidad porque el
tiempo no me alcanzaba. Pero algunas veces me preguntaba si era porque quería dejar
de correr, si deseaba quedarme quieta en un solo lugar. Como resultado, había
embotellado algo de mi personalidad.
Mi teléfono vibró en la mesa de noche y lo cogí automáticamente, aburrida. Era
media noche así que probablemente se trataba de Aubrey mandando mensajes.
No lo era.
Lo siento.
Heath.
Automáticamente me volví a ver a Ethan para ver si se había despertado. Se movió
un poco, dándose la vuelta a un lado lejos de mí. Hice lo mismo dándome la vuelta hacia
la mesa de noche para cubrir mi teléfono con mi cuerpo. Se sentía mal el levantarme de
la cama e ir al otro cuarto. Si Ethan se despertaba y me preguntaba sería honesta. No
estaba haciendo nada malo. No técnicamente. Pero aun así quería un poco de
privacidad.
Tampoco era que supiera cómo responder a ese mensaje. Era bueno oírlo. Pero
realmente no era lo suficiente. ¿Quería decir que lo sentía por haberme dejado hace
cuatro años? ¿Sentía haberme insultado aquella tarde? ¿O sentía haber sido tan crudo y
asqueroso?
Estaba celoso.
Eso me molestó.
No tienes derecho a estar celoso. 55
Sí, lo tengo.
Vaya tipo de disculpa.
¿Cómo piensas eso?
Solo porque me fui no significa que dejé de quererte.
Ahí estaba. Lo que sabía que él estaba insinuando, era lo que desesperadamente
quería escuchar y temía. Nada bueno podría salir de escuchar que Heath me quería.
Eso no cambia nada.
Me aferré ansiosa al teléfono en la palma de mi sudorosa mano y me quedé
mirando la burbuja que indicaba que estaba escribiendo una respuesta.
Puede.
No podía hacerlo. Simplemente no podía. Tirar todo a la basura y ¿por qué? ¿Por
alguien que me había herido tan dolorosamente? Era un riesgo que no podía tomar.
Estoy con Ethan y me voy a quedar con Ethan.
La pausa en la que escribió fue larga. La burbuja desapareció, lo que indicaba que
había dejado de escribir. Me quedé allí, en la oscuridad, el brillo de la pantalla dilatando
mis pupilas.
Eso es lo que piensas.
Eso era tan Heath. Prácticamente podía escuchar su confianza, incluso en un
mensaje.
¿Me estas amenazando?
No. Solo declarando los hechos. ¿Tú y yo? Inevitable.
Un escalofrió recorrió mi columna vertebral. ¿Eso era el miedo arrastrándose por
mi piel? ¿O era excitación?
No estaba segura.
Nada es inevitable. Hacemos elecciones.
Y siempre voy a elegirte a ti.
No contesté. No sabía qué decir.
Pero agarré mi teléfono contra mi pecho, mi corazón.
Ethan estaba roncando ahora y levanté mi pie y lo puse contra el colchón,
completamente molesta por el ruido que estaba haciendo. Se detuvo en mitad de un
ronquido, resoplando y sacudiéndose brevemente el sueño. Inmediatamente me sentí
culpable.
Sangre caliente. 56
Era verdad.

Al día siguiente, eché un vistazo a mi teléfono un centenar de veces durante el día,


esperando una lluvia de mensajes. Pero Heath se quedó callado. Me había quedado
dormida de nuevo por la mañana y me había sentido mareada todo el día. Era una
sensación nueva para mí y después de tres días seguidos estaba empezando a
exasperarme.
Ethan se encontró conmigo para el almuerzo y estaba actuando raro. Nervioso.
Dejó caer la taza dos veces y evadió mi mirada. Balbuceaba acerca de algo de su clase de
finanzas y tragó saliva varias veces.
Nada como él.
Sospechoso, apuñalé un pedazo de lechuga con el tenedor.
—¿Estás bien?
—¿Huh? Sí, ¿por qué? Claro, por supuesto que sí.
Porque eso no era obvio ni nada.
—Eres un mal mentiroso. Literalmente como el peor. ¿Qué está pasando?
Él suspiró y finalmente me miró.
—Está bien, he hecho algo malo.
Para Ethan eso probablemente significaba que había tenido tres tazas de café en
lugar de dos. O que había atropellado accidentalmente a una mofeta mientras conducía.
—¿Qué?
—He mirado tu teléfono esta mañana mientras dormías.
Estaba tan sorprendida que un pedazo de lechuga cayó de mi tenedor.
—¿Qué? ¿Por qué has hecho eso? —Fue muy raro en él que ni siquiera sabía qué
decir.
—Porque pensé que tu hermano de acogida podría haberte contactado.
Obviamente había visto los mensajes. Estaba enfadada con él por no confiar en mí.
También un poco nerviosa en cuanto a su reacción ante ellos. Cuando me siento
culpable me pongo a la defensiva y me oí haciendo eso antes de que pudiera pensar en
las consecuencias.
—Podrías haberme preguntado. Habría sido honesta contigo.
—Podrías habérmelo dicho sin tener que preguntarlo.
—Él me envió un mensaje anoche cuando estabas dormido. ¿Se suponía que te 57
tenía que despertar para contártelo? —Volví a mi ensalada, incapaz de mirarlo. No había
ningún inapropiado en mis respuestas a Heath de la noche anterior. ¿No había dicho que
estaba con Ethan? Lo había hecho.
—Lo siento. Vi lo que escribiste, que estás conmigo y que te vas a quedar conmigo.
—Miró avergonzado e incómodo—. Pero él era obviamente más que un hermano.
Esta no era una conversación que deseaba estar teniendo pero tampoco quería esto
entre nosotros, para que viniera repetidamente cada vez que teníamos algún tipo de
desacuerdo. Nunca había conocido a Ethan como inseguro y no me gustó. Sé que la
gente hace estúpidas mierdas como mirar el teléfono de alguien. Quería confianza entre
nosotros. No quería tener que poner una clave a mi teléfono solo para que no violara mi
privacidad. No tenía nada que ocultar, pero no tenía derecho a husmear a escondidas
detrás de mi espalda.
—Tienes razón. Él lo era. Y te dije lo cercanos que éramos. Era muy importante
para mí. Pero no lo he visto o hablado con él en cuatro años. Creo que es natural que
queramos ponernos en contacto, solo un poco.
—¿Pero porque no han hablado el uno con el otro? —frunció el ceño—. Eso no
tiene sentido a menos que hubiera una pelea.
Sentí un nudo en mi garganta.
—No tuvimos una pelea. Pero lo servicios sociales planearon investigarlo. Nuestra
relación. Tenía dieciséis años la mayor parte del tiempo que él vivió con nosotros y él
tenía dieciocho. —No iba a deletreárselo—. Así que se fue y se unió a los Marines.
—Pero sigue enamorado de ti. —Lo dijo como un hecho.
Me encogí de hombros, aunque sentía cualquier cosa menos indiferencia.
—No sé si lo está. Pero verlo, trajo de vuelta un montón de recuerdos y quería
saber que está bien —Respuestas a preguntas difíciles. No estaba segura de que hubiera
conseguido eso, pero sabía sin ninguna duda que Heath me había amado antes. Y aún
sentía algo por mí.
Estaba ayudando a sanar mi corazón. Todo el dolor, todas las heridas, los años de
preguntarme, de preocuparme. Todos mis temores se habían mitigado y aunque sabía
que no podía estar con él. Había sido un gigantesco alivio emocional del que me había
dado cuenta al escuchar a Ethan tratar de interpretar mi relación.
No podía ser interpretada.
No necesitaba ser diseccionada y explicada. Simplemente lo fue.
Heath me había hecho quien era y yo le había hecho quien era. Estábamos
indeleblemente entrelazados por el pasado para siempre, independientemente de lo que
deparase el futuro. Fue mi primer amor, mi verdadero amor y lo había cambiado todo. 58
Pero Ethan todavía tenía el ceño fruncido.
—No quiero que te acose y esté intentando interferir en nuestra relación.
No había de evitar a Heath si quería estar en Orono. No había nada que lo
detuviera si quería ponerse en contacto conmigo, le podía decir que estaba con Ethan,
que le tenía a él. Pero no podía decirle que se fuera y decirlo en serio. No estaba lista
para eso.
Sabía lo que tenía que decir, no obstante. No iba a renunciar a lo que tenía, no iba
a perderlo porque Heath había vuelto a entrar en mi vida tan repentinamente como lo
había hecho.
Me quedé mirando fijamente a Ethan y dije:
—¿Cómo podría intervenir en nuestra relación? Nada de lo que pueda hacer
importa.
A diferencia de Ethan, siempre había sido una mentirosa convincente.
Y él me creyó.
Capítulo 7
N unca había tenido un coche. Nunca había sido capaz de pagar por él. Pero
Ethan tenía el viejo Mercedes SUV de su padre, con cien mil kilómetros en
él. Dijo que correría otros mil y mimaba el coche, haciendo todo el mantenimiento
apropiado y llevándolo a las revisiones. Pero el parabrisas había resultado dañado por
una roca el agosto pasado y Ethan, por primera vez, había estado demasiado ocupado
para tratar con eso. También se había ofendido por la necesidad de gastar el dinero para
algo que no fue culpa suya. Era inusual la terquedad por su parte, pero por alguna razón,
no cambió de opinión.
Por lo tanto la grieta con el tamaño de una bala permaneció durante semanas y
cada vez que entrábamos al coche, la grieta era un poco más grande, extendiéndose en
múltiples direcciones, creando pequeñas grietas diminutas. Cuanto más se fragmentaba,
Ethan estaba más obstinado sobre ello, ignorándolo deliberadamente. Cuando mencioné
el hecho de que se estaba haciendo un poco difícil ver entre las líneas de las grietas, se
enfadó conmigo. Me dijo que no había nada malo con concentrarme un poco. 59
La actitud Mainer de la vida. Hacer que sea más difícil cuando podría ser más fácil.
Era su coche, por lo tanto cerré mi boca, aunque sólo escuchara la mitad cuando
íbamos en coche a cualquier parte porque tenía que poner tanto esfuerzo en la
visibilidad a través del parabrisas. Pero no volví a decir nada.
Y un día, la ventana entera se rompió y cayó a nuestros regazos cuando pasábamos
por un bache.
Ethan había pasado una hora disculpándose y comprobando una y otra vez para
asegurarse que no había ningún cristal que se aferrase a mí en ninguna parte y que no
me había cortado. Pero no cambiaba el hecho de que el parabrisas se había roto, no
importaba cuanto se arrepentía.
Era sólo un parabrisas y no me importaba, pero una grieta diminuta conduce a un
millón más, y cuando pasaron unas semanas, la perfección de Ethan, todas las cosas que
amé de él como persona, como novio, comenzaron a agrietarse, una pequeña fisura a la
vez.
Después de que mirase mi teléfono, empezó a hacer cosas muy extrañas, cosas muy
diferentes a Ethan. Comenzó a pasar mucho tiempo estudiando mis redes sociales,
preguntándome quién era esta persona y por qué hacia este comentario en la foto de
Aubrey y yo en su habitación usando tiaras. Dijo cosas dejándome claro que se había
tomado su tiempo para desplazarse a través de imagines que de hace dos años, antes de
que le hubiera conocido.
Insistió que tomara una llave de su apartamento, presionándola contra mi mano
con urgencia.
—Al final del año deberías mudarte conmigo.
—Oh —dije, atrapada con la guardia baja—. No había pensado en vivir juntos.
¿Eso es lo que quieres?
Estábamos en el sofá y él había besado la punta de todos mis dedos.
—Sí. Realmente quiero que te mudes ahora.
Me reí.
—Cielos. Me siento muy querida. —Pero sentía otra cosa. Ethan no quería estar
conmigo tanto como fuera posible. Se sentía más oscuro, más siniestro. Codicioso.
Posesivo. Inseguro. Desagradable.
Me besaba más fuerte ahora, pensando menos en mis deseos.
Quería pasar cada minuto juntos, y con frecuencia yo caminaba después de una
clase a través del campus y él aparecía, habiendo establecido mi rutina. Me compraba el
almuerzo o café o un cupcake y me tocaba. Mucho. La palma de su mano en mi espalda,
sus manos sosteniéndome, inclinándose y besando mi frente, mi sien, la frente de mi
60
cabeza, mis dedos, manos, labios. En lugares públicos como nunca antes.
Se hablaba constantemente de proyectos del futuro y comencé a sentirme
presionada para fijar una fecha de boda. Nos acabábamos de prometer. Me imaginaba
que la boda pasaría después de mi graduación, que era en dieciocho meses. Así pues en
dos años. No necesitábamos una fecha. No necesitábamos un lugar. Pero insistió en que
lo hiciéramos. Y todo en lo que podía pensar era que estaba comenzando a esperar la
anticipación de la siguiente grieta alargándose, el siguiente comentario al azar o
sugerencia que venía de Ethan, recordándome que se sentía amenazado.
Y comenzaba a sentirme de la manera en que lo hacía cuando apilaba las mantas
en lo alto encima de nosotros en su cama, con peso abajo. Asfixiada.
No ayudaba que Heath no hubiera enviado mensajes. Había pasado más de una
semana y no había oído nada de él. Me encontré lanzando mi mirada alrededor del
campus, en busca de una cabeza de pelo oscuro, alguien que no llevara una chaqueta.
Heath no se ponía chaqueta hasta enero. Pero no lo vi. No tenía motivos para estar en el
campus, que fueran visitar a Darla. Ethan era consciente de que estaba distraída, lo que
lo hacía más pegajoso. Lo cual me condujo a una mayor distracción. Lo que lo hacía aún
más pegajoso.
Podía sentir la tensión crecer y extenderse; y esperé, tratando de no estremecerme,
a que el parabrisas se rompiera y nosotros tuviéramos una gran pelea.
Pero conseguimos un descanso porque Ethan tuvo que ir a Boston durante el fin
de semana para la fiesta de cumpleaños de su amigo Dan. Se había planeado durante
meses, y aunque me di cuenta de que quería no ir, no tenía una buena razón, así que
llenó una bolsa y se fue, a pesar de que hizo un mohín al respecto.
No podía soportar esa expresión en su rostro. Fue la única vez que no creí que
fuera caliente y súper atractivo, cuando me dio esa nariz aplastada, hizo un puchero
como si tuviera cinco años y yo le hubiese dicho que no podía comer una galleta.
—No quiero irme —se quejó.
—Va a ser divertido. —Había pasado por mi habitación cuando se dirigía a
reunirse con el grupo de chicos que iban.
—Sería más divertido si estuvieras allí.
—Eso arruinaría el propósito del fin de semana de chicos.
—¿Qué vas a hacer? —Se movía en la puerta, apoyado en el marco—. ¿Cosas de
chicas?
—Sí, Aubrey y yo vamos a depilarnos la una a la otra. —Estaba bromeando, la
expresión de horror en su rostro me hizo reír—. ¡Es broma! ¿Qué creen los hombres que
las mujeres hacen en su tiempo libre? ¿Por qué actúas como si fuéramos tan misteriosas?
Voy a estudiar para mi examen de macroeconomía y escribir un artículo de literatura. 61
Inclinándome hacia adelante le di un suave beso.
—Ve. Tus amigos se enfadarán. Diviértanse, pero no demasiado. No quiero que
vengas a casa con un tatuaje que lamentarás.
Tomó mi mano, todavía malhumorado, y frotó su pulgar sobre la parte posterior
de mi muñeca, donde tenía un tatuaje de infinito.
—¿Es así como conseguiste esto?
Eso hizo desaparecer mi diversión. Me había preguntado por el tatuaje antes, por
supuesto, y yo siempre le había dicho una verdad parcial.
—No fue el alcohol. Sólo un impulso adolescente.
Lo que había pasado era que Heath y yo tomamos el ferri a Rockland y pasamos el
día paseando por las tiendas juntos, haciendo un picnic en el parque que había
empacado para nosotros. Utilizamos un poco de dinero duramente ganado de Heath,
para obtener tatuajes de infinito en el interior de nuestras muñecas. Estaba destinado a
simbolizar que estaríamos juntos para siempre. Lo había mirado fijamente muchas veces,
preguntándome qué pensaba cuando miraba a la marca permanente en su piel, el
recordatorio eterno de mí. Para mí, había dependido del día. A veces había estado
enfadada, otras veces triste. Principalmente lo había mirado y pensado que una parte del
infinito era correcta, que todavía le amaba infinitamente.
Tal vez él lo había cubierto. Era un tatuaje cursi para un infante de Marina.
Ethan finalmente se fue, a regañadientes, y yo estaba sola. Inmediatamente llamé a
Tiffany, que me había enviado un mensaje de texto antes diciéndome que tenía
información para mí.
—Hey, ¿qué pasa?
—Así que resulta que la mayor parte de su presencia en línea son publicaciones o
fotos etiquetadas de otras personas. Porque él no tiene sus propias cuentas, básicamente
está enterrado a menos que sepas cómo buscarlo. Voy a enviarte algunas fotos de él en
Afganistán viéndose todo chico malo y militar. También parece que con frecuencia se
refieren a él como Deprey Privado, como un apodo, o Depravado Privado.
Eso me hizo hacer una mueca.
—Me pregunto por qué. Él pervertido.
—Probablemente es solo charla de hombres. ¿Nunca has escuchado a los
pescadores hablar los unos con otros? Son insultos salpicados de chistes homofóbicos.
Eso es lo que hacen.
—Tienes razón. Pero es estúpido.
—Nadie ha dicho que no. Sobre lo que quieres saber, no he encontrado ninguna
evidencia de cualquier relación con chicas. Sólo referencias a bailes privados cuando 62
estaba en permiso.
—¡Qué asco!
—Una vez más, no es sorprendente. Estuvo en una unidad masculina desplegada
en Afganistán durante diez meses sin ninguna mujer durante en, literalmente, cientos
de kilómetros. Quiero decir, aparte de las mujeres locales que están bajo llave y nueve
metros de tela. Así aprovechan un poco en Tailandia. Creo que es de esperar.
—Eres la criatura más extraña —le dije—. Tienes el razonamiento de una de
treinta y cinco años. —En realidad lo dije como un cumplido.
Se produjo una pausa.
—Sí. Bueno. Tuve que crecer rápido. Vivir en un coche averiado a los cuatro años
te hace eso.
Me sentí culpable inmediatamente. Y sentí lástima por ella. Que sabía que lo
odiaba.
—Belleza, cerebro, y sabiduría de la calle. Eres todo el paquete, Tiff. —Lo quise
decir al cien por ciento.
Ella hizo un sonido de diversión.
—Claro. Esa soy yo. Y debido a mi tamaño ni siquiera se requiere franqueo
adicional.
Me eché a reír.
—Buen punto.
—Voy a colgar, así puedo enviarte las fotos y porque ya sabes que tengo minutos
muy limitados en esta vía telefónica. Estos datos van a chupar la vida de mi cuenta.
—Gracias. Realmente lo aprecio.
—No hay de qué. Ah, y no hay arrestos, multas de tráfico, o peticiones de
mantenimiento de hijos, en caso de que te lo preguntes.
Nunca se me habría ocurrido que pudiera tener un bebé. Mierda. Mi ritmo
cardíaco se aceleró, luego volvió de nuevo a la normalidad.
—Gracias a Dios.
—¿Qué vas a hacer, Cat? En serio.
Sentada en mi cama con pantalones cortos y una camiseta sin mangas, me apoyé
contra la pared y me mordí las uñas.
—¿Qué quieres decir? Nada. Ni siquiera he oído hablar de él. —Lo cual me
molestaba. No podía negarlo. 63
—Ten cuidado —dijo lentamente—. No quieres hacer algo con lo que no puedas
vivir moralmente.
Se refería a engañar. Tener relaciones sexuales con Heath, probablemente.
Pero había otras formas de engañar.
¿Era moralmente inaceptable estar con un chico pero pensar constantemente en
de otro? Sí. Sin embargo, no iba a abandonar mi relación con Ethan porque Heath se
hubiera metido de nuevo en mis pensamientos.
Tiffany siempre había tenido límites morales más estrictos que yo. Yo era
impulsiva. Más egoísta de lo que me gustaría ser.
Pero había cambiado en la Universidad de Maine. Convirtiéndome en una mejor
persona. ¿Cierto? ¿No era eso lo que había hecho? ¿O simplemente me había puesto una
capa brillante encima? Y si lo hubiera hecho, ¿importaba? ¿Que había de malo con la
chica de Vinalhaven? A Heath le había gustado esa chica, y en un tiempo, a mí también.
—Solo sé leal a ti misma.
Cerré los ojos. Tenía miedo de que siendo fiel a mí iba a destruir el mundo que
había creado.
Y a más de una persona.
Las dos fotos que Tiffany me envió eran de Heath en un grupo con otros marines.
No sonreía en ninguna. Parecía molesto, cansado y polvoriento. Solitario. Tenía un
aspecto desangelado. O tal vez solo era mi extralimitada evaluación.
Fuera lo que fuese, cuando lo miré, sufrí por él. Me quedé mirando esas fotos
durante largos minutos de angustia, sabiendo que no podía evitarlo. Quería estar cerca
de él, sólo como amigos. No podía soportar tenerlo tan cerca, pero no ser capaz de
hablar con él, verlo. Era culpa mía por ignorar su último mensaje. No iba a rogar para
llamar mi atención así que si quería hablar con él, tenía que ser yo la que intentara
comunicarse.
Así que con Ethan ausente, lo haría. Tenía que hacerlo.
Fue el mensaje más frívolo escrito nunca.
¿Cómo estás?
En el momento en que pulse enviar quise recuperarlo. Quería ser inteligente,
sofisticada y sexy, pero de alguna manera, fresca, apropiada e intrigante a la vez. Era
mucho pedir de un mensaje, pero sin duda lo que había enviado no era nada de eso, así
que me maldije y tiré mi teléfono en mi escritorio.
—Argh —dije en voz alta. Tenía una carcasa de teléfono que tenía la noche
64
estrellada de Van Gogh en ella. Puse el teléfono boca abajo, para que fuera lo que viera
en lugar de la pantalla. No quería mirarlo, deseando que respondiera.
Entonces abrí la puerta. Fue una manera perfecta de invitar a una distracción. Con
la puerta abierta, cualquiera de las otras chicas caminando podría hablar conmigo, por lo
menos por un minuto o dos. Casi inmediatamente Janice se detuvo para decirme que su
novio estaba siendo un idiota.
Mientras ella se inclinaban sobre mi escritorio, yo traté de no inquietarme cuando
oí mi zumbido telefónico, no una, ni dos, sino tres veces. Tres mensajes en rápida
sucesión. La mire, sabiendo que no podía llegar a Janice y cogerlo.
Se detuvo en medio de quejas de que Pierre, su novio y jugador de hockey
canadiense, le había dicho que su trasero era jugoso.
Lo era. No había forma de negarlo. Pero era el bueno jugoso. Pude ver
perfectamente su trasero posado en mi escritorio y no había duda en mi mente de que se
había referido a eso como un cumplido.
—¿Quieres tu teléfono? —preguntó. Lo cogió y me lo entregó.
Tuve un momento de pánico cuando la pantalla estuvo boca arriba, pero ni
siquiera me miró. Lo tomé, vi que era Heath luego crucé los brazos con ello escondido
bajo mi costado. Lo leería en un minuto.
—Se suponía que debía ser totalmente un cumplido, Janice. Probablemente
significa que quiere conseguir algo de eso. Como pensando que tu trasero es delicioso.
—Eso no era exactamente lo que quería decir, pero estaba distraída. Por lo general era
más elocuente—. Tienes un gran culo, en serio.
—Entonces, ¿por no qué dijo simplemente “bueno, me encanta tu culo”? Hubiera
estado de acuerdo.
—Probablemente estaba tratando de ser romántico. —Ella tenía mi simpatía—.
Estás saliendo con un jugador de hockey. No son conocidos por ser Romeo.
Suspiró.
—Voy a ir a la tienda y comprar un poco de helado. Bien podría poner mi trasero
más jugoso. ¿Quieres venir conmigo?
—No, gracias. Tengo que estudiar. —Y revisar mi teléfono. Al segundo que te
vayas.
—Bueno, genial. Te veré después. —Se quitó de la mesa y se dirigió hacia la
puerta.
Silbé.
—¡Bonito culo!
Se echó a reír.
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—Gracias, Caitlyn. Es como Mastercard, donde quieras estar. —Salió por la puerta
haciendo un paseo sexy exagerado, lo remató bofeteando su propio trasero.
Normalmente, me encantaba salir con mis amigas de la hermandad. Pero esta
noche el momento en que ella salió por la puerta di un suspiro y abrí mi teléfono sin
tomarme el tiempo para ir y cerrar la puerta.
He estado mejor.
He estado peor.
¿Cómo estás tú?
No era mucho, pero una vez más, le había hecho una pregunta sumamente
genérica. Estaba aliviada porque hubiera contestado y no hubiera sido para decirme que
me fuera al infierno.
Empecé a escribir “aburrida”.
Eso no era cierto. Además, no quería que pensara que era el tipo de persona que
simplemente enviaba un mensaje a cada chico de mi teléfono cuando estaba aburrida.
Así que le dije la verdad.
He estado pensando en ti.
¿Buenos o malos pensamientos?
Buenos. Pensamientos confusos. Podemos ser amigos, ¿qué te parece?
Anhelaba eso. Ser capaz de sentarme con él y reír. Tener a alguien en mi vida
además de Tiffany, que había sido como un hermano menor en el momento, que me
conocía en casa. Antes de la universidad. Antes de que mi padre muriera. Cuando
codiciaba la vida y la necesidad de salir de Vinalhaven. Cuando ponía los ojos en blanco
ante lo que pensaba la gente, no siempre esforzándome para cumplir con un cierto nivel.
Siempre seremos algo. Baja y vamos a hablar de ello.
Fruncí el ceño a mi teléfono. ¿Estaba en mi casa de la hermandad? ¿Estaba
saliendo con alguien que yo conocía? Una ola caliente y desagradable de celos se estrelló
sobre mí.
¿Qué quieres decir?
Mira por la ventana.
Uh... Me acerqué a la ventana y moví las cortinas para que poder ver fuera. Lo vi
de inmediato en la acera cerca de la entrada de la casa de al lado. Justo allí de pie,
mirando hacia mi ventana. Sentí sus ojos en mí. Como si en realidad pudiera ver dentro
de mi habitación, detrás de las de las cortinas, mientras nuestros ojos se encontraban.
¿Qué estás haciendo? Le pregunté. 66
A veces camino por la noche. Y puede que pase por tu casa.
Debería haber sido extraño, espeluznante. Tal vez lo era. Pero no podía negar que
sentí cierta emoción, una emoción porque me estuviera buscando como yo le estaba
buscando a él. No tenía ninguna excusa para pasar por su apartamento, pero había
estado buscándole en el campus, con la esperanza de verlo, sabiendo que no lo haría. A
menos que estuviera con Darla, y para nada quería verlos abrazados juntos, tomados de
la mano o lo que sea.
Él sentía la misma atracción por mí que siempre había sentido con él.
O por lo menos eso es lo que yo quería creer.
Voy a bajar.
Bien.
Me puse las botas y el abrigo y un gorro de lana. No estaba segura de cuánto
tiempo estaríamos fuera. Ni siquiera estaba segura de lo que estaba haciendo,
exactamente. Corriendo por las escaleras metí mis llaves y el teléfono en el bolsillo y me
dirigí por la acera. Se había movido más por la calle, lejos de la casa. Me estaba
protegiendo de las miradas indiscretas. O eso es lo que parecía. De cualquier manera, fue
una buena cosa. No necesitaba preguntas o cotilleos. No habían hablado de mí desde la
secundaria y no quería un retorno a esos días de ser la chicas que todo el mundo parecía
odiar.
—Hola —le dije, cuando finalmente me encontré con él. Me sentía ansiosa y
reservada a la vez. Me había puesto en contacto con él, pero ahora no sabía qué decir. O
más bien la forma de explicarle mis sentimientos.
—Hola. —Me dio una mirada inquisitiva—. Amigos, ¿eh? ¿Es eso lo que quieres?
Caminé a su paso, no estaba seguro de cómo responder a eso. Habíamos sido
amigos, pero fuimos mucho más que eso. Era un término débil para describir cómo nos
deberíamos sentir sobre el otro, pero no conocía otro para él.
—Sí. No quiero saber que estás a diez minutos y no poder nunca hablar contigo o
verte.
No habló por un segundo. Cuando lo hizo, no reconoció lo que yo había dicho.
—¿Dónde está el chico de la fraternidad esta noche?
Expulse el aire por la nariz, frustrada porque él hubiera sacado a Ethan lo primero.
—Está en Boston para el fin de semana.
—¿Es por eso que me estás enviando mensajes? ¿Porque se ha ido? —Su tono era
casual, pero había algo detrás de él.
67
Heath estaba caminando junto a mí, pero no había acercamiento entre nosotros.
Estaba siendo distante, tratándome con una cierta cantidad de desdén. Sabía por qué,
pero aun así le odiaba. Se sentía muy extraño estar cerca de él, pero no poder tocarlo.
Conocer sus expresiones faciales, sus gestos, su cuerpo tan íntimamente, y sin embargo
mantener la distancia. Parecía natural tocarlo, antinatural no alcanzarlo.
—Él sabe que me he comunicado contigo. No estoy escondiendo eso.
—Bueno, bien por ti. —También podría haber puesto los ojos en blanco.
Eso me hizo meter las manos en los bolsillos, retirándome aún más.
—No me hagas sentir mal. Estoy tratando de hacer lo correcto.
Hizo un sonido de frustración.
—Lo sé. Lo siento. Simplemente no... mierda, Cat. Quiero decir, claro, pensé que
en algún momento habría un chico. No creí que te sentaras sola en casa, no cuando eres
tú, y los chicos estarían interesados, persiguiéndote.
Eso parecía una exageración ridícula, pero termine haciendo un sonido de
desacuerdo, esperando que continuara.
—Pero no creí que fuera el chico. Uno con el cual querrías casarte. ¿Cómo te
sentirías, sinceramente, si yo estuviera comprometido con una chica? ¿O casado?
El pensamiento hizo que mi boca se secase. Me atreví a mirarlo. Sólo llevaba una
sudadera, aunque la temperatura estaba a menos uno. La oscuridad ocultaba algunas de
sus expresiones, no obstante, le conocía lo bastante bien como para saber que estaba
preguntando en serio.
—No me gustaría —admití—. Me haría daño. —Mucho. Tan inimaginable.
—Sí —fue todo lo que dijo—. Así que por eso no estoy seguro acerca de toda la
cosa de amigos. No sé si puedo pretender que todo está bien. No creo que pueda verte.
El impulso de deslizar mi mano en la suya era tan fuerte que las enterré más
profundamente en los bolsillos.
—No puedo aceptar eso. Simplemente no puedo. Me lo debes después de la forma
en que te fuiste.
Se detuvo y me miró fijamente.
—Cat. No soy tan estúpido como para quedarme para que así puedas castigarme.
Nerviosa, negué con la cabeza.
—Eso no es lo que quiero decir. No estoy tratando de castigarte. Es que no puedo...
—Estar sin él otra vez. Pero eso parecía demasiado melodramático para decir.
Abrió la mandíbula por un minuto, luego suspiró.
68
—Así que si fuésemos amigos, supongo que deberíamos hablar sobre cosas de
amigos. Por ejemplo debería preguntarte qué estás estudiando. ¿Educación artística
como siempre has querido?
Trague saliva y negué de nuevo.
—No. Estoy estudiando economía. El plan es ser un agente hipotecario. —Casi me
había olvidado que había querido ser maestra y entrenador de campo a través o por lo
menos lo había empujado a la parte posterior de mi mente.
—¿Me estás tomando el pelo? —Parecía horrorizado—. ¿Qué demonios te hizo
decidir hacer eso?
—Es práctico. —Soné defensiva. Me sentí defensiva.
—Es aburrido —dijo enfáticamente—. Y totalmente no de tu estilo. No te veo
sentada en una oficina con una maldita blusa.
—¿Una blusa? —Solté un bufido—. Esa es una palabra estirada. —Definitivamente
no era su vocabulario habitual.
—Es un trabajo estirado.
Tenía razón, pero no tenía que admitirlo. Era la que iba a tener que pagar el
alquiler y un pago de coche y pagar los préstamos estudiantiles con los que vivía. Estaba
planeando un futuro realista, no soñando.
—¿Así que cuáles son tus planes? —le pregunté—. ¿Vas a inscribirte en la
Universidad de Maine? —Heath nunca había hablado de ambiciones particulares. En su
mayoría había hablado sobre no ser pobre. El no estar en deuda con nadie más que con
sí mismo.
—No. Sólo estoy aquí por una razón. —Me miró.
Aspiré una bocanada de aire ante la intensidad de su mirada.
Habíamos llegado al final de la manzana y estábamos de pie bajo las ramas de un
árbol de roble enorme en un lado, una farola en el otro. Entrecerró los ojos ante la
repentina luz. Quería preguntarle, pero no estaba segura de cómo me sentiría si daba la
respuesta equivocada. Quería saber que estaba allí por mí. Pero tenía miedo de que no
tuviera nada que ver conmigo en absoluto, así que no dije nada. Sólo esperé a que lo
elaborara.
Lo hizo. Levantó la mano y tiró un poco en la parte delantera de mi sombrero de
punto.
—Te ves linda con este sombrero. He venido por ti, sabes. Es la única razón por la
que estoy aquí.
Era la respuesta correcta. Pero no habría esperado que fuese tan doloroso como lo
fue. Me golpeó como un puño en el pecho, y me dejó sin aliento. De repente me
entraron ganas de llorar. No era justo que estuviera allí, y sin embargo, no podía contar
69
con él.
Porque no había ninguna duda de que le quería. Siempre le había querido. No
recordaba el tiempo antes de quererlo.
Pero quería a Ethan también.
Lo cual no tenía sentido en absoluto.
—¿Eso quiere decir que te vas pronto? —Mi voz era temblorosa. Si no conseguía lo
que vino a buscar, podría no quedarse, y eso parecía tan desagradable una como él
estando aquí mientras intentábamos manejar una amistad incómoda.
—No hasta la primavera.
El alivio me hizo suspirar, mis hombros cayeron.
—¿Luego qué?
—Volver a Vinalhaven. Voy a trabajar para Reggie. Con el tiempo conseguiré mi
propio barco.
Reggie era su antiguo jefe. Así que Heath se iba a casa para ser un pescador de
langosta. No debería haberme sorprendido, pero lo hizo. Pero nunca se había sentido de
la misma forma por la isla como yo, como si necesitase salir y probar algo.
—Guau. Eso es genial, Heath. Me alegro mucho por ti. —Quise decir eso,
sinceramente.
Si no podíamos estar juntos, de alguna manera ayudaba imaginarlo en casa, en un
barco.
—Eso es un adiós —acusó—. Una despedida.
No estaba segura de lo si era o no. Tal vez era protectora. Porque sabía que se iba y
eso sería todo para nosotros. Ya lo era todo para nosotros, pero mientras estaba cerca,
podía fingir. Disfrutaba verlo. Como comer galletas en la oscuridad hasta que todas se
agoten.
—No es una despedida. Pero no pienso volver.
—No lo entiendo. Te encantaba crecer en la isla. Te encantaba la libertad.
No podía negarlo. Definitivamente, me había encantado estar descalza en verano,
abrigada en invierno, lejos de miradas indiscretas, por mi cuenta, lanzando ramas y
escalando rocas.
—Era una marimacho, ¿no?
Me dio una sonrisa.
—No hay nada de macho en ti en absoluto. Pero eras un espíritu libre.
70
Un escalofrío me sacudió un poco, pero fue por viento. Eso es lo que me dije.
Empecé a caminar de nuevo.
—Hace frío esta noche, deberíamos seguir moviéndonos.
Fue un cambio obvio del tema. Él no me dejo hacerlo.
—¿Por qué quieres meterte a la fuerza en una ciudad, en un trabajo, en una vida
que no es nada parecido a cómo eres?
Había un incómodo temor en el fondo de mi mente de que él tenía razón, pero era
la cosa más inteligente por hacer. Los trabajos escaseaban en casa, los alquileres eran
difíciles de conseguir. Además todo el mundo me conocía en Vinalhaven, bueno y malo.
Por no hablar de que Ethan nunca aceptaría vivir donde tendría que tomar un ferri para
ir a trabajar.
—¿Qué haría yo allí? No hay ninguna razón para obtener un título si me voy a ir a
casa. —No fue una respuesta exacta a esta pregunta, pero era una respuesta veraz.
—Entonces sí, es un adiós.
Todo en mí gritó no. Esa no era la forma en que esto podría terminar. Era tan poco
satisfactoria después de todo. Eran tan… callados.
—¿Me amas? —le pregunté antes de que pudiera detenerme.
La pregunta parecía más importante que cualquier otra cosa.
Tenía que escucharle decirlo en voz alta. Sólo una última vez. Para mantenerlo
conmigo para siempre.

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Capítulo 8
N i siquiera estaba segura de por qué lo dije. Sabía que no era justo preguntar.
Sabía que sólo le estaba haciendo daño a él y a mí misma. Ya había admitido
que había venido a verme.
Se echó hacia atrás, hundiendo sus manos en su cabello.
—Joder. No me hagas esto. En serio. No lo hagas. Sabes que te amo.
—También te amo. —Estaba sollozando, y su cara se puso borrosa en frente de mí
por las lágrimas.
—Pero no estás enamorada de mí lo suficiente. O si lo estás, no estás dispuesta a
arriesgar tu mundo perfecto por mí.
Las lágrimas rodaban por mis mejillas.
—No es así de simple.
—Todo es simple. —Su tono era enfadado—. O quieres estar conmigo o no y no 72
soy lo suficientemente estúpido como para quedarme y ver que cómo te casas con cómo-
se-llame mientras me mantienes en tu mundo con alguna floja excusa de amistad. No
puedes tener tu pastel y comértelo también.
Estaba en lo cierto. Sabía que tenía razón. Así que no dije nada. No sabía qué decir.
—Vete a casa. —Señaló hacia la casa de la hermandad—. Simplemente vete a casa
y dejarme en paz de una maldita vez.
Me salió un sollozo. Pero me volví, a ciegas, y comencé a caminar, avergonzada de
mi necesidad, avergonzada de que todavía le quisiera tanto.
ÉL maldijo:
—Maldita sea.
Le sentí agarrar mi codo y me lo quité de encima.
—Espera. Cat. Espera.
Incapaz de enfrentarme a él, empecé a caminar más rápido, casi a correr.
—¡Vamos, no! —Me agarró de nuevo, esta vez más fuerte, y me tiró hasta
detenerme.
—¡Suéltame! —Le golpeé, sintiéndome más cercana a la histeria que tuve desde
que mi padre había muerto.
Pero no lo hizo. En cambio, me atrajo hacia su pecho, envolviendo sus brazos
alrededor de mí. Me quede de pie allí, volviendo mi rostro para que no viera lo
patéticamente necesitada que me sentía.
—Eres un idiota —dije con vehemencia en su sudadera—. Has vuelto después de
esconderte de mí durante cuatro años y ahora estás actuando como que es culpa mía.
—¿Escondiéndome de ti?
—Sí. Escondiéndote. Te fuiste. Y dolió tan jodidamente entonces y duele ahora.
Ya no sonaba enfadado.
—Lo siento, nena. Lo siento. —Sus labios rozaron mi cabello y me estremecí—.
No puedo volver y tener dieciocho de nuevo. No puedo levantarme y luchar por ti. No
puedo dejar una nota romántica o colarme en tu habitación y pedirte que me esperes.
Esto es donde estamos y apesta.
—Así es. —Mis lágrimas se habían detenido y me relajé un poco en su abrazo. Se
sentía bien el estar tan cerca de él. Familiar y reconfortante.
—¿Quieres que luche por ti? —preguntó, su voz seductora, engatusando—. ¿Es eso
lo que quieres?
Un profundo deseo se despertó en mí, y mi cuerpo vibró en modos que no podía.
Estaba jugando con algo más que fuego. Estaba jugando con una bomba atómica. Era 73
peligroso hacer esto, el estar con él de esta manera, animarlo de algún modo.
Sabía todo eso. Sin embargo, le dije:
—Sí.
Yo era la Cat de la isla, sin control e impulsiva de nuevo.
Él estaba en lo cierto. Quería mi pastel y comerlo también.
Me hizo odiarme a mí misma.
Esta vez cuando me alejé, me dejó ir.
Sus ojos estaban oscuros, tormentosos.
—Entonces eso es lo que voy a hacer.
Negué con la cabeza, sintiéndome desesperada. Si hacía eso, yo no sería capaz de
resistirlo.
—Esa ha sido una cosa maliciosa de decir. No te voy a pedir que saltes por encima
de obstáculos por mí. Está mal. Estoy equivocada.
Pero él simplemente me miró.
—No. Estás siendo honesta y eso es lo que quiero. Eso es lo que necesito oír. Saber.
Ahora realmente debes volver antes de que alguien nos vea.
Tenía razón.
—Está bien. —Tenía que marcharme sin decir nada más. No tenía derecho a
pedirle nada. Y aun así, todavía seguía ahí—. Buenas noches.
—Buenas noches. Voy a ver y asegurarme de que entres en forma segura. —Su
pulgar rozó mi labio y se sintió tan íntimo como un beso.
Ansiaba su boca en la mía, pero nunca podría llegar tan lejos. No mientras
estuviera todavía con Ethan. Así que me aparté y me hizo falta todo lo que tenía para
hacerlo.
Cuando llegué a la casa, me atreví a mirar hacia atrás por la calle. Él estaba
mirando y me dio un saludo. Le devolví el saludo. En el momento en que llegue arriba
mi teléfono estaba zumbando en mi bolsillo.
Un mensaje de Heath. Lo leí, mi boca caliente.
Nunca me echo atrás en una pelea.
No. Nunca lo hacía. Era por eso que había sido trasladado a más de veinte casas de
acogida diferentes en el continente antes de acabar en Vinalhaven. Nunca se echaba
atrás cuando le confrontaban. Esto le había permitido sobrevivir en la infancia, pero no
estaba segura de si iba a hacernos algún bien a ninguno de nosotros ahora mismo.
Porque si él ganaba, yo me ganaría a él, pero iba a perder todo lo demás. 74

Por la noche Aubrey llamó a mi puerta.


—Um, ¿has visto esas fotos de la fiesta de cumpleaños en Bar Harbor? —preguntó
inmediatamente después de que le dejase entrar.
—¿Qué? ¿Qué fotos? —Había dormido como una mierda y mis ojos se sentían
como si alguien hubiera frotado cristal en ellos. Me había llevado más de una hora
conciliar el sueño y cuando por fin lo hice, fui afectada por pesadillas que no podía
recordar, pero que me despertaron, respirando con fuerza y sintiéndome ansiosa.
Ella estaba haciendo una mueca que me dio un mal presentimiento. Deslizándose
por la pantalla de su teléfono, esperé a que me dijera lo que estaba pasando, una terrible
sensación de presentimiento vino sobre mí. Finalmente sostuvo el teléfono para que lo
viera.
—Oh Dios mío. —Espeté. Era Ethan, sonriendo con una copa en la mano y una
rubia en el regazo. Una rubia muy sexy con tetas afuera.
Aubrey deslizó un dedo para que apareciera otra imagen. Era Ethan y la rubia
mirándose fijamente el uno al otro esta vez, con la mano muy claramente en su culo.
Era la clase de mirada que decía que dos personas estaban a punto de follar.
—Mierda. Oh, Dios. —Me agarré el estómago—. Me siento mal.
—Estoy tan enfadada con él en este momento que no puedo ver bien. ¡Qué jodido
imbécil! Mi hermano es un idiota. —Ella estaba furiosa.
—¿Cómo has visto esto? —No es que importara. Estaba ahí. Todo el mundo podía
verlo. Él, claramente, no estaba ocultando nada.
—Está publicado en la página de Michael. Hay un montón de otras fotos de todos
ellos acurrucándose con un grupo de chicas. Al parecer, fue una gran noche en el bar.
—¿Qué se supone que debo hacer? —Toqué el anillo de compromiso en el dedo,
girándolo, incapaz de creer lo rápido que todo estaba fuera de control—. Quiero decir,
¿ha sido solo que se emborracharon y fueron estúpidos? ¿O es que realmente ha tenido
sexo con ella?
El pensar en eso me dio asco completo. Me sentía barata y herida, sin importar lo
que en realidad había sucedido. Eso era no tan algo que alguna vez habría esperado de
Ethan. Pero al mismo tiempo, no estaba exenta de culpa. Había estado rara y distante y
la noche anterior fui fuera y le dije a Heath que le amaba. No estaba segura de que
tuviera derecho a llamar a Ethan. Pero no podía no llamarlo. Tenía que saber hasta qué
punto había llegado.
Aubrey estaba fisgoneando con su teléfono.
75
—Espera un minuto. Acaban de quitar todas las fotos. De repente se han ido.
—Supongo que se han despertado y se han dado cuenta de lo que publicaron.
—Tienes que llamarle. Esto es una mierda.
No quería. Sólo quería volver a meterme en la cama y cerrar los ojos y tener
dieciséis años otra vez, afuera en el barco, el calor del sol en mi cara.
—No estoy segura de que quiera saber. —Ahora mismo podía fingir que no era
nada. Pero eso era una mentira. Hace tiempo que no era nada. Era una grieta más en
nuestra relación, ahí en una imagen borracha.
—Voy a ir a mi habitación. Llámale. Luego ven por mí. —Me dio un abrazo—.
Hey, alma gemela. Te amo.
Eso hizo que me rompiera.
—También te amo.
Tan pronto como se fue, me quedé mirando mi teléfono, y marqué el número de
Ethan antes de que cambiara de opinión. Respirando profundamente unas cuantas veces
quise que respondiera, pensando que probablemente no lo haría. Lo más probable es que
estuviera con resaca y sintiéndose culpable y me evitaría. Pero debería haberme dado
cuenta de que ese no era Ethan. Querría ver si yo sabía.
—Hola, nena —dijo, con la voz ronca—. ¿Cómo estás?
—Supongo que estoy mejor que tú —le dije, tratando de sonar neutral—. Parece
que bebiste mucho anoche.
—Sí. Más de lo que debía.
—Entonces, ¿quién era la rubia en tu regazo? —No tenía sentido retrasar esto.
Hubo una pausa, luego arrastró los pies lo que sonaba como si estuviera sentado, su
respiración pesada en mi oído.
—Caitlyn, no pasó nada. Ella era solo una chica al azar en el bar y yo estaba
demasiado borracho para ser capaz de pararla.
Buen intento.
—No pareces como si estuvieras siendo abusado. Estás sonriendo. Sus manos están
sobre ti y no parece que estuvieras tratando de detenerla.
—Sus manos. No mis manos. Yo no la estaba tocando.
Eso provocó la ira que hasta ahora había estado conteniendo a raya.
—No vayas todo legalista sobre mí —le espeté—. Estás discutiendo la semántica.
¿Qué, no es un problema, siempre y cuando no la toques? Así que ella podría tú sabes,
masturbarte o chupártela, ¿pero siempre y cuando tus manos están detrás de tu espalda
no estás engañando?
76
—¡No hubo sexo oral! Fueron cinco minutos y luego siguió adelante en cuanto le
dije que tengo una novia.
—¿Y se supone que crea eso?
—Sí.
Esperé, pero él no elaboró, mientras me esforzaba por descifrar cómo sentirme.
—Quiero creerte —le dije honestamente—. Pero siento que sería una idiota por
hacer eso.
—Pregunta a los chicos —insistió—. Nunca fui a ninguna parte con ella o
cualquier otra persona. Hay cuatro de nosotros en esta habitación de hotel. Aquí, habla
con Dan. Pregúntale.
—¡No! No quiero hablar con Dan. —Su amigo solamente mentiría por él incluso si
había hecho algo y no quería hablar de nuestro asunto personal con alguien más. Sin
embargo al parecer Dan estaba sentado allí escuchando de todos modos—. ¿Sabes
cuántas personas probablemente vieron esas fotos? Y cada uno de ellos va a pensar
exactamente lo mismo que yo, que me engañaste. Es humillante.
—Lo siento. No parecía gran cosa en ese momento. Ella estaba borracha y cayó
sobre mí.
Parecía más que eso. Pensé que probablemente estaba minimizando el tiempo que
él y esta chica habían estado hablando.
—Si fue de cinco minutos entonces Michael fue muy malditamente rápido con su
teléfono.
—Sabes que siempre tiene su teléfono fuera. Es torpe socialmente.
Así que este era el lugar donde estábamos. Podría aceptar sus palabras como la
verdad o podía enfadarme por ello. No iba a admitir nada y si lo hacía, ¿iba yo a querer
escucharlo? Pero tampoco estaba segura de simplemente pudiera dejarlo estar. No quería
sospechar cada vez que salía con los chicos.
—Bien. Diviértete esta noche. Quizás veas a tu nueva amiga otra vez.
—Caitlyn…
Colgué. No pude evitarlo. Estaba muy decepcionada con él, en todo. Esta no era la
forma en que mi vida había sido un mes antes. Todo estaba cambiando, deteriorándose.
Ahora no había nada más que la ansiedad, el miedo y la preocupación. Me llamó de
vuelta, pero ignoré mi teléfono. No había realmente nada más para decir, sobre todo no
cuando podría decir algo que lamentaría. Tenía que pensar en lo que esto significaba.
Pesar mis opciones.
En chándal y una sudadera voluminosa, ambos adecuados para mi estado de 77
ánimo, me fui por el pasillo a la habitación de Aubrey.
Ella me dio una mirada inquieta.
—¿Qué ha dicho?
—Que fueron cinco minutos y ella le tocaba, él no la estaba tocando. Que le dijo
que tiene novia y ella se fue.
Sus ojos se abrieron.
—¿Y tú le crees?
—Creo que se ve como si se estuviera divirtiendo. Y creo que tuvieron que ser más
que un par de minutos si Michael tomó fotos. Pero, ¿qué se supone que debo hacer? No
puedo forzar una confesión de él. Y sólo porque coqueteara con alguien durante cinco
minutos, ¿eso significa que tengo que arrojar toda nuestra relación? No lo creo.
—Estás tan tranquila. Yo estaría haciéndole un nuevo ano. Pero soy una persona
celosa.
Yo también lo era. Pero tal vez fue mi propia culpa, porque me sentía confundida,
dolida y enfadada. Más traicionada que celosa. Se suponía que Ethan me adoraba. Se
suponía que debía ser fiable y estable. Predecible. Era desconcertante que pudiera hacer
algo inapropiado. Se sentía como si el suelo se estuviera sacudiendo debajo de mí
irregularmente.
El perfecto mundo que había construido se desmoronaba.
—No tengo pruebas de nada que no sea él siendo un idiota borracho.
Mi teléfono estaba explotando. Ethan me estaba mandando mensajes.
—Dice que va a volver hoy, no mañana.
Aubrey resopló.
—Bueno, sí que debería.
Recibí otro mensaje. Sólo que este no era de Ethan. Era de parte de Heath. Era una
imagen de su muñeca, con su tatuaje del infinito que hacía juego con el mío.
Vas conmigo a todas partes.
Así que ahí estaba la respuesta a mi pregunta. No se había tatuado sobre su tatuaje.
Lo había mantenido. Por mí.
Cerré los ojos, con lágrimas calientes detrás de mis párpados.

Traté de estudiar, pero las palabras en mi libro de texto nadaban frente a mis ojos.
Luego traté de dormir, pero cada vez que estaba a punto de quedarme dormida, me
despertaba de golpe. Mi corazón se sentía como si estuviera latiendo demasiado rápido. 78
Seguí pasando mi pulgar sobre mi tatuaje, como una piedra de preocupación. Como si
eso me fuera a dar respuestas.
Alguien llamó a la puerta. Lo ignoré.
—Caitlyn, soy yo.
Ethan había vuelto. Suspirando, me bajé de la cama y abrí la puerta. Se veía como
el infierno. Con resaca. Vistiendo ropa arrugada y sosteniendo las llaves en la mano, con
el pelo de un desastre de cabecera de la cama. Tenía círculos oscuros bajo los ojos y me
miraba con ansiedad, rebotando en los talones de sus pies. Se inclinó para besarme, pero
me aparté y volví mi cabeza.
—Nena, no estés enfadada.
—¿Cómo te sentirías si vieras una imagen de mí sentada en el regazo de un chico?
—Estaría cabreado, lo reconozco. —Entró y cerró la puerta tras de sí—. Pero sabes
cómo es, estás fuera, estás borracho, todo el mundo está hablando con todos. Le dije que
tengo novia.
—¿Así que he vuelto a ser tu novia? ¿No tu prometida? —Había sido tan rápido en
soltar esa etiqueta, presionando por una fecha de la boda. Ahora había sido rebajada.
—Por supuesto que eres mi prometida. Simplemente es una palabra incómoda.
Levanté las cejas hacia él.
—¿En serio? Entonces tal vez no deberíamos estar comprometidos.
Eso le hizo enfadar. De pronto estalló sobre mí.
—¡Esto es culpa de ese hermano “de acogida” de mierda! Nada estaba mal entre
nosotros hasta él.
—¿Cómo es que esto tiene algo que ver con él? —Sin embargo, incluso mientras lo
decía, sabía que así era.
—Porque sé que te preocupas por él y sé que hablas con él y no fijas una fecha de
boda y sales con excusas para no tener sexo conmigo. Así que me sentía como una
mierda y bebí demasiado. Nada de esto estaría sucediendo si no fuera por él.
—No voy a asumir la responsabilidad de que bebieras demasiado. ¡No estoy
haciendo nada malo! Es un viejo amigo. —A pesar de que tenía razón sobre el sexo. No
había estado sintiéndolo. Me dolía la cabeza, PMS, mi período, estudios que hacer, y una
posible infección urinaria en los últimos diez días, lo cual dejó fuera el sexo. Sólo uno de
los cuales había sido realmente cierto.
—Tonterías. —Extendió la mano y arrebató el teléfono de mi mano—. Déjame ver
lo que has estado haciendo mientras yo no estaba.
Y solo así, el parabrisas se rompió y cayó en mi regazo.
79
Capítulo 9
T odos los mensajes seguían allí. No había borrado ninguno de ellos. Tal vez
porque sabía que Ethan no vendría a casa hasta el domingo. Tal vez
porque no había pensado que él le echaría un vistazo de nuevo después de haberse
sentido tan mal la última vez. Tal vez porque no quería borrar las cosas Heath me había
dicho.
Tal vez en algún lugar, en el fondo, quería ser atrapada.
Ser honesta.
Pero en retrospectiva, en ese momento no estaba segura. Todo lo que sabía era que
no los había borrado y que Ethan estaba a punto de verlos.
—No —dije con urgencia.
Lo qué era lo peor que se podía decir.
Y ya lo estaba haciendo. 80
—Jesús. Así que tiene un tatuaje a juego. Impulso adolescente, ¿eh? Eso es lo que
me dijiste. No que te hiciste un tatuaje a juego con tu hermano de acogida, entre
comillas. Alias tu novio.
—¿Cómo se supone que te dijera eso? Ya ni siquiera importa.
Pero él ya se estaba desplazando hacia atrás a través de los mensajes.
—¿Él te observa? ¿Desde la calle? Caitlyn, ¿qué clase de maldito acosador es este
tipo? ¡Eso es una locura!
Presa del pánico, me puse a la defensiva.
—Solo estás tratando de poner esto en mi contra. Dejaste que alguna chica se
arrastrara sobre ti y ahora tienes que encontrar algo de lo cual culparme.
—Tú eres la que lo contactó. —Dejó caer mi teléfono como si le hubiera quemado.
Arrastrando las manos por su cabello, dijo—: No voy a hacer esto. No voy a dejar que
esto siga adelante. No puedes verlo. Es necesario que lo borres de tu teléfono.
No había nada que despreciara más que me mandaran. Que me dijeran qué hacer.
—No puedo hacer eso. No estoy lista para hacer eso.
—¿Así que solo se supone que me mantenga alejado y te deje ver a un tipo al que
admites que estabas apegada emocionalmente? Soy comprensivo, pero no soy tan
comprensivo. No puedo hacerlo. No puedo esperar el día en que uno o ambos crucen la
línea y vaya demasiado lejos.
Estaba en lo cierto. Sabía que él tenía razón. Pero cada fibra, célula y nervio de mi
cuerpo gritaba en rebeldía ante la idea de perder a Heath de nuevo, sin haber realmente
tenido la oportunidad de explorar nuestra amistad.
—¿Me estás pidiendo que elija entre tú y él?
—Sí. Eso es exactamente lo que estoy diciendo. ¿Quién es más importante para ti?
¿Yo o él? —Ethan se quedó allí, pareciendo, frustrado y golpeado totalmente.
Era una pregunta imposible. ¿Cómo podría explicar que Heath era el pasado y
Ethan era el futuro? ¿Aquel que yo había elegido y el que me había elegido? ¿Que Ethan
representaba todo lo que siempre había ansiado, pero Heath era todo lo que necesitaba?
Pero no podía mirar a Ethan a los ojos y decirle que se fuera. No podría. Le amaba,
aunque en un modo más tranquilo y menos desesperado, y él era un buen tipo. Quería
cuidar de mí y darme la vida que siempre había querido.
Él era esencialmente la elección de mi padre para mí también. Eso era lo que me
había estado diciendo ese día en la cocina, después de que Heath se hubiera marchado.
No te cases por pasión e impulso salvaje. Espera al hombre correcto. El que sea estable y
confiable.
81
No podía saber si Heath y yo podríamos funcionar ahora después de tanto tiempo.
Realmente no nos conocíamos el uno al otro de la misma manera, habíamos pasado
tiempo separados, con experiencias completamente diferentes. ¿Qué pasaría si dejara a
Ethan y Heath y yo explotábamos en cuestión de meses? Ambos éramos tan tenaces y
nuestra relación tan apasionada que era perfectamente posible.
Estaba el corazón y estaba la cabeza.
Con la voz de mi padre haciendo eco, elegí la cabeza.
—Tú, Ethan. Quiero estar contigo.
Hizo un sonido ahogado en el fondo de su garganta y tomó mi mano.
Había elegido la cabeza, pero mi corazón se rompió otra vez.
No había pensado que era posible sentir tanto dolor por una persona, pero
mientras que Heath me había traído una parte de la más grande alegría que alguna vez
había experimentado, perderlo de nuevo era como mil hojas de afeitar subiendo por mis
brazos y cortándome.
Ethan me abrazó y le dejé.
—Te amo —murmuró—. Caitlyn, lo siento por ponerme firme de esa manera,
pero simplemente no es saludable para nosotros. Los exs no pueden estar en nuestras
vidas de esa manera.
—Lo sé. —Mi voz era firme pero hueca—. Pero tengo que decírselo en persona.
No puedo simplemente desaparecer sin decir una palabra. Te prometo habrá terminado
entonces. Borraré su número.
Se echó hacia atrás y me miró.
—¿Quieres que te deje ir con él? ¿Hablas en serio? ¿Cómo puedes pedirme eso?
Pero me mantuve firme en ello. No podía hacerle eso a Heath, no cuando acababa
de contactar con él.
—Si tú puedes pedirme que lo excluya de mi vida por completo, yo puedo pedirte
que me dejes decírselo en persona. Dame una hora. Estaré de vuelta en exactamente una
hora. —Giré y me senté en mi cama, poniéndome mis zapatos a ciegas. Me sentía
entumecida, pero decidida—. Puedes esperarme aquí.
—¿Vas a acostarte con él?
Eso hizo que levantara la cabeza. La ira atravesó mi niebla.
—¿Te acostaste con esa chica anoche?
—No.
—Esa también es mi respuesta. No. —Deja que piense lo que quiera. Idiota—.
¿Cómo puedes preguntarme eso? ¿De verdad crees que te tendría esperando aquí para
poder salir corriendo y tener un rapidito y luego volver todavía oliendo a él? Eso es
82
asqueroso. Nunca he hecho nada físico con Heath desde que se presentó aquí.
No lo había hecho. Eso no significaba que no hubiera sentido deseo, o que no
hubiera recordado lo que se había sentido besar a Heath, tenerlo tocándome, pero había
sido consciente de esa frontera. Sabía que era lo suficientemente fuerte para evitar
implicarme demasiado emocionalmente, y hacer algo de lo que me arrepentiría por
cruzar esa línea que me destruiría al final.
—Lo siento. —Parecía arrepentido.
No fue suficiente. Tal vez era culpa. Tal vez era rabia porque no había hecho nada
a pesar de que parte lo había querido, pero aun así me acusó sin darle importancia. Pero
lo miré fijamente.
—Deberías sentirlo. —Cogí mi abrigo—. No me gusta que me llames puta.
—¡No te he llamado puta! ¡Caitlyn!
—No has dicho la palabra, pero eso es lo que significa. Has pensado que era capaz
de eso y tengo que decirte que realmente me molesta.
Ethan parecía desesperado y preocupado.
—Todo acerca de él me vuelve loco. Puedo ver lo que significa para ti y eso me
vuelve loco. Hago y digo cosas que sé que no debería.
Pasando más allá de él, abrí la puerta de un tirón.
—Bueno, en el momento en que vuelva, esa mierda termina, ¿me entiendes?
Excluirlo de mi vida significa que no tienes derecho a estar celoso o suspicaz o huir y
emborracharte y coquetear con chicas. Tienes que confiar en mí o esto no va a
funcionar.
—Está bien. De acuerdo. Lo prometo.
No respondí. Sólo corrí por el pasillo, sintiéndome frenética y sin aliento, mi piel
hormigueando bajo mi ropa. Una vez que abrí la puerta de entrada de la casa, le envié
un mensaje de texto a Heath con dedos temblorosos.
¿Puedo ir?
¿Ahora mismo?
Si.
Por supuesto. ¿Estás bien?
Sí.
Eso era una mentira. Nunca le había mentido a Heath. Con él, cada pensamiento,
cada emoción se ponía al descubierto para que lo viera, y me que había estado
conteniendo, pero ya no podía.
83
No. Tengo que hablar contigo.
Claro, nena. Siempre estoy aquí para ti.
Pero no lo había estado, ¿cierto?
Tenía que recordar eso. Tenía que recordarme a mí misma que por eso tuve que
elegir a Ethan. Por lo que tenía que para quedarme con él, y un futuro. Mi relación con
Heath podría no haber sido nada más que un primer amor adolescente. No podía contar
con él para que se quedara conmigo a través de las cosas difíciles. A través de la vida.
¿Estás en casa?
Sí. ¿Quieres que te recoja?
No. Estaré allí en cinco minutos.
Quería caminar, quería escuchar mis pies golpeando en la acera. Quería sentir el
aguijón del fresco aire de otoño. El invierno se acercaba a nosotros rápidamente. El cielo
estaba gris, el indicio de nieve en las nubes. Mi nariz moqueaba y mis ojos se
humedecieron mientras caminaba a través del campus al estudio de Heath. Atajé por el
centro comercial, más allá de la Unión de Estudiantes, ignorando al grupo de chicos
jugando fútbol sin reglas. Hacía viento, y mi cabello azotaba mi rostro mientras
pisoteaba pasando los edificios de ladrillo rojo del campus hacia donde empezaban las
viviendas fuera del campus.
Heath vivía en una vieja casa destartalada que había sido dividida en varios
apartamentos. Tocando fuerte su puerta, reboté sobre las puntas de mis pies,
sintiéndome salvaje y fuera de control. En el segundo que abrió la puerta, estudiándome,
con sólo un atisbo de sonrisa en su rostro, lo empujé para pasar más allá de y solté:
—Ethan se ha enterado.
Sus cejas se elevaron.
—¿Se ha enterado de qué? —Cerró lentamente la puerta, sin parecer
particularmente preocupado.
—Ha leído nuestros mensajes de texto.
—¿Es eso lo que está mal?
—¡Sí! —¿No era eso suficiente?
Sin embargo sonrió, una verdadera sonrisa plena.
—Pobre hombre.
Pero no pudo contener su alegría. Trató de sonar indiferente, sin embargo, la
sonrisa lo delataba.
—Ni siquiera te importa. Tuvimos una gran pelea.
—Tienes razón. No me importa. 84
Di un grito ahogado.
—Me preocupo por ti, Cat. Pero él no me importa en absoluto.
—¿Así que estás contento de que esté molesta?
—No. Me alegro de que él sepa que hablamos. De que soy una amenaza.
—¿Una amenaza? ¿Qué clase de palabra es ésa? —Momentáneamente distraída, le
hice la pregunta que había tenido miedo de hacer antes. No había querido husmear
acerca de nuestros años separados, pero ahora tenía curiosidad porque él sonaba tan...
combativo—. ¿Qué se siente, estar en Afganistán?
La sonrisa se oscureció.
—¿Quieres oír historias de guerra? ¿Ahora mismo? —preguntó con incredulidad.
—¿Viste cosas malas? —Eso sonaba ridículamente ingenuo, pero no quería ir
directo y preguntarle si había matado personas. O visto cuerpos. Lo que por supuesto
había hecho si había estado en combate. Había visto la muerte antes incluso de que le
hubiera conocido. Su madre había tomado una sobredosis frente a él, a pesar de que no
había entendido eso a los tres años de edad. Sólo que ella estuvo durmiendo durante dos
días antes de que alguien les encontrar.
Pero quería saber por lo que había pasado, porque podría nunca volver a verlo. El
pensamiento hizo que mi garganta se cerrara.
—Nena, ¿por qué me estás preguntando eso? —Tomó mi mano entre las suyas,
estudiándome cuidadosamente—. Sí. Vi cosas malas. Fue sobre todo aburrido y solitario,
pero definitivamente hubo días difíciles. ¿Por qué quieres hablar de eso en este
momento?
—Porque... —Tragué saliva, mis ojos llenándose de lágrimas—. Porque no puedo
verte más. Ethan encontró los mensajes de texto y está molesto y dice que tengo que
borrar tu número y no volver a verte nunca.
Esperaba que explotara inmediatamente. Pero tenía más control del que yo tenía.
—¿Y es eso lo que tú quieres? —preguntó cuidadosamente.
—¡No! —La palabra salió como un gorgoteo histérico—. Eso no es lo que quiero
en absoluto. Pero, ¿qué se supone que tengo que hacer? —Sabía que Ethan me dejaría si
seguía viendo a Heath. No podía culparlo por eso. Si yo estuviera en esa posición haría
lo mismo.
—Lo que tú quieras. No se supone que simplemente tengas que seguir ciegamente
las órdenes de un tipo. Tú tomas tus propias decisiones.
—Tengo que hacer esto. —Pero incluso mientras lo decía, aparté la mirada, 85
incapaz de mirarlo a los ojos.
—No puedo aceptar eso.
Sus dedos acariciaron mi dedo anular, arriba y abajo, acercándose a mi anillo de
compromiso pero sin tocarlo. Se sentía sexual. Se sentía íntimo. Excitante. El calor se
agrupó entre mis muslos de forma inesperada. No quería mirarlo, así que miré hacia
abajo a nuestras manos, a sus dedos callosos llegando a descansar en mi anillo y
retorciéndolo, levantándolo ligeramente.
Como si me levantara la barbilla él mismo, mi cabeza se levantó, y mis ojos se
encontraron con los suyos. No me pude resistir. Mi pecho subía y bajaba rápidamente y
sentí cada pelo en mis brazos en punta.
—¿Puedo? —preguntó, su voz seductora, tentadora, persuasiva.
Quería quitarme el anillo. Quería retirar el anillo. Retirar a Ethan, al menos
metafóricamente. Si le dejaba, me tendría abajo sobre su alfombra y desnuda en cuestión
de minutos, ceder a él, cediendo al pasado. Ignorando el futuro. Renunciar a todo por el
placer apasionante de él amándome.
Mi boca se abrió. Casi dije que sí.
Pero si le dejaba quitarme ese anillo y ponerlo sobre la mesa, todavía estaría siendo
infiel. Todavía tendría que volver y enfrentar a Ethan habiendo hecho exactamente lo
que había temido que haría. Demostrando que tenía razón. Tenía que ser más fuerte que
eso. Si mi relación iba a terminar, no iba a ser porque no podía controlarme.
—No —dije en voz baja, mis ojos tendiendo a cerrarse. No quería ver su
decepción. No quería ser la fuente del dolor.
—Mírame —ordenó. Sus labios estaban cerca de mi oído, su cuerpo rozando el
mío.
Estaba temblando por todas partes y tenía miedo de lo que vería. Sus ojos. Su boca.
Estaba adolorida por el deseo de sentir sus labios sobre los míos, porque sabía que esta
vez realmente era una despedida. No podía aferrarme a ambos.
Preparándome, abrí los ojos.
—No tengas miedo —susurró—. No estoy enfadado. —Su pulgar se movió hacia
abajo por mi mejilla en una suave caricia—. Sé que esto es difícil para ti. Pero tu
relación con Ethan terminará. Ya está en marcha. Y cuando se acabe, estaré aquí.
Siempre estaré aquí, en tu vida, me veas o no.
Lo estaría. Sabía eso. Y me destrozó. Se sentía como si nunca estaría libre de él
porque estaba dentro de mí. Una parte de mí.
Girando la cabeza, le di un beso tembloroso al dorso de su mano.
—Te amo —le susurré. 86
Entonces me fui. Salí corriendo del apartamento. Por la puerta principal. Por la
calle. Corrí hasta que mis pulmones quemaban y mis piernas se cansaron. Lloré mientras
corría, con mocos corriendo sobre mi labio superior. No me molesté en limpiarlos. Corrí
hasta que llegué a la casa de la hermandad y escondí mi rostro con el brazo mientras
subía las escaleras. Sentía ojos en mí, pero nadie dijo nada.
Ethan estaba en mi habitación abierta, sentado en mi cama, jugando con su
teléfono. Levantó la vista alarmado cuando le interrumpí—.
—¿Caitlyn? ¿Qué ha pasado? —Parecía inseguro, vulnerable, aun así, se sentó y
abrió los brazos para mí.
Caí en su abrazo, sollozando con el tipo de llanto húmedo y jadeante que te hacía
incoherente. Que hacía que tu cara se manchara, tus mejillas picaran y tus fosas nasales
latieran. Un llanto feo.
No pidió detalles. No me presionó. Sólo me llevó hacia la cama, y me atrajo hacia
abajo a sus brazos. Me aferré a él, a su solidez, a su bondad. Me acarició el cabello y me
abrazó. Murmuró sonidos calmantes en mi oído, y limpió mis lágrimas, mi nariz mocosa,
con su manga.
Finalmente mi llanto se ralentizó, mi cuerpo se relajó bajo su toque, mi respiración
se hizo uniforme. Y agotada por la emoción, con mis sollozos destruyéndome, me quedé
dormida con la pierna echada sobre la de él y mi cabeza en su hombro.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, mi rostro estaba hinchado y adolorido.
Tenía dolor de cabeza y mi boca estaba seca. Todo mi cuerpo se sentía rígido y tenso.
Me di cuenta de que alguien tocando a mi puerta era lo que me había despertado.
Moviéndome en los brazos de Ethan, suspiré.
—Oh, Dios mío, ¿qué hora es?
Ethan se sentó y cogió el teléfono.
—Son las nueve. Mierda. Se me ha hecho tarde. —Levantándose de la cama, se
arrastró hasta la puerta y la abrió.
Pude oír una conversación en voz baja pero no podía oír lo que decían. Entonces
abrió la puerta y la luz del pasillo se vertió en mi cuarto oscuro, obligándome a hacer
una mueca de dolor.
—¿Qué? ¿Quién es?
—Dice que es tu hermano —dijo Ethan con asombro.
Eché una ojeada, sobresaltada. No. No podía ser.
Lo era.
87
Brian me dio un saludo.
—Hola, Cat. ¿Qué hay de nuevo, florecita? Cuánto tiempo sin verte.
Capítulo 10
D e todos los momentos en que Brian pudo romper nuestra tregua tácita,
¿tenía que hacerlo ahora? Me arrastré fuera de la cama, con ganas de
golpearme a mí misma varias veces en la cabeza hasta desmayarme.
―¿Qué quieres?
―¿Ese es el saludo que obtengo? ―Se paseó dentro, porque eso es lo que Brian
hacía. Se paseaba. Daba una vuelta. Sonrió. Nunca tenía ni una maldita preocupación en
el mundo―. Dame un abrazo. Ha pasado mucho tiempo.
―Han pasado dieciocho meses. ―Me quedé tiesa mientras él me abrazaba. Cogí
un olor de alcohol en su aliento. Ron, lo más probable. Eran las nueve de la mañana y ya
había estado bebiendo. O tal vez no se había acostado todavía. Era imposible saber.
―¿Ha pasado tanto tiempo? Se siente como un máximo de nueve meses. Tal vez
seis. ―O bien no se dio cuenta o no le importaba que no le devolviera el abrazo―.
¿Entonces quién es tu amigo ahí, Cat? Debe de ser un buen amigo ya que está 88
compartiendo tu habitación. ―Me guiñó un ojo.
Brian tenía tres años más que yo, pero parecía aún más viejo. Había tomado
demasiado el sol en su niñez y el alcohol había roto los vasos sanguíneos de su nariz y
mejillas, así que tenía una tez rojiza. Su estómago era más redondo ahora, una panza de
cerveza por excelencia, y cuando sonreía, me daba cuenta de que le faltaba su incisivo.
Ya sea por una pelea en un bar o en una caries, era imposible saber. Brian desaparecía y
reaparecía a voluntad, dependiendo de lo bien que era capaz de encantar y timar a sus
amigos, o más probablemente, a las mujeres.
No tenía intención de presentarle a Ethan. Solo quería saber por qué estaba allí, y
luego deshacerme de él. Pero los modales de Ethan hicieron que le estrechara la mano.
―Soy Ethan Walsh. Caitlyn y yo estamos comprometidos.
―¿Comprometidos? ―Las cejas de Brian se alzaron y me dio una sonrisa―.
¿Subiendo en el mundo, eh, hermanita? Bien por ti. ―Tomó la mano de Ethan y la
estrechó―. Soy Brian, el hermano de Caitlyn. ―Su énfasis en mi nombre completo era
burlón. Nadie en Vinalhaven me llamaba Caitlyn y está claro que lo encontraba
divertido.
―¿Así que cuándo es la boda? A pesar del hecho de que mi hermana ha sido una
perra completa conmigo, estoy feliz de acompañarla hacia el altar.
―Sobre mi cadáver ―le dije sin rodeos―. Ni siquiera estás invitado.
Ethan parecía asombrado.
Brian se volvió y me dio una mirada malvada que Ethan no pudo ver. Pero cuando
miró a Ethan de nuevo, estaba sonriendo casualmente.
―Ella tiene problemas maternales. Nunca pudo soportar que yo fuera el favorito
de nuestra madre.
Mis puños se apretaron a mis costados. Me obligué a respirar profundamente y no
ir fuera con él de la manera en que realmente me hubiera gustado.
―¿Qué quieres, Brian?
―Solo quería pasar y decir hola. A ver si quieres ir a desayunar o algo así.
―Tengo clase.
―En otro momento entonces. ―Tosió, y fue húmedo y profundo desde su pecho.
Tos matutina de un fumador―. ¿Crees que me podrías prestar veinte pavos? A Kerri no
le pagan hasta el viernes y estamos un poco cortos.
Kerri era aparentemente la tonta que le estaba dejando que se quede con ella. No
quería darle algo más que una patada en el culo, pero también quería que se fuera. Así
que fui, encontré mi bolso y saque dieciséis dólares. Los sostuve para él sin decir una
palabra.
89
―Gracias, Kitty Cat. Te lo agradezco. Voy a darle a mamá tu amor ya que nunca
vas a verla.
Él tampoco lo hacía. Esa era una indirecta diseñada para hacerme quedar mal
delante de Ethan.
―Maravilloso ―le dije con la voz llena de sarcasmo. Fui y abrí la puerta.
Brian se despidió y salió por ella. Se dio la vuelta y estaba a punto de decir algo,
pero yo cerré la puerta. Y la trabé con llave. Le oí reír al otro lado, claramente habiendo
disfrutado recibiendo mi enfado.
Maldije. Le di una patada a mi escritorio y tomé un trago de una vieja lata de
Coca-Cola Light. Era añeja, pero mi garganta estaba seca y yo estaba enfadada.
―¿Vas a explicarme eso? ―preguntó Ethan―. ¿Desde cuándo tienes un
hermano? ¿Hay otros familiares que te gustaría mencionarme? ¿Ya sabes, al tipo con el
que planeas casarte? ―Sonaba enfadado.
Lo cual tal vez tenía derecho a estarlo.
―Tengo una hermana de acogida, Tiffany. Aún vive en Vinalhaven. Pero Brian
no cuenta. Él está muerto para mí, en serio. ―Caminé de un lado a otro,
preguntándome cómo había sabido dónde vivía y lo que eso significaba.
Brian quería más que unos miserable veinte. Cuando se levantaba de su taburete
en el bar, siempre tenía un plan.
―¿Muerto para ti? Jesús, Caitlyn. ¿Quién habla de su hermano así? ―Ethan me
miraba como si yo fuera un ser humano horrible―. Y simplemente no puedo creer que
nunca ni una vez surgiera en una conversación entre nosotros. Incluso en un ya sabes,
mi hermano está muerto para mí, algo de ese estilo.
Ésta no era la manera en que yo quería que Ethan supiera sobre mi hermano. Él no
podía entender lo realmente horrible era Brian.
―No me gusta hablar de él. Siempre ha sido una persona malvada y un alcohólico
desde los dieciséis años. Pero el colmo fue el funeral de mi padre. Se presentó borracho,
Ethan. Volcó las cosas. Lanzó un jarrón. Luego se levantó para dar un discurso y se rió.
Él malditamente se rió en el funeral de mi padre. ―Estaba furiosa por tener que decir
las palabras en voz alta, para recordar―. Así que dime por qué le reconocería como
hermano. Es un idiota de nivel A y si nunca lo vuelvo a ver, será demasiado pronto.
―Dime cómo te sientes realmente.
Eso me puso aún más furiosa.
―¡No me analices!
Ethan levantó las manos. 90
―No, lo digo en serio. Por una vez, dime cómo te sientes, porque es evidente que
hay un montón de mierda que ha pasado en tu vida que no te has tomado la molestia de
compartir conmigo. ―Negó con la cabeza―. Te miro y me pregunto si siquiera te
conozco. ¿Quién es esta chica enfadada? ¿Quién es Cat? Porque todo lo que conozco es
Caitlyn.
―Todo lo que necesitas conocer es Caitlyn. ―Brutalmente me quité la camisa y
fui a mi armario por una limpia.
―Pero no eres una o la otra. Eres una combinación de las dos. El pasado crea el
presente, nena. Quiero saber quién eres, dónde has estado.
Llevaba puesto un sujetador pero pude ver que incluso esa desnudez parcial
ocasional sorprendió a Ethan. Estaba mirando mi pecho, sus ojos rápidamente fueron
hacia los míos y luego bajaron de nuevo. Tragó con dificultad. Nunca caminaba
alrededor en mi ropa interior en frente de él, y después de una noche juntos, si dormía
desnuda, siempre me ponía el pijama lo primero. Algo sobre nuestra relación siempre
había solicitado modestia, pero estaba demasiado agitada en ese momento para
importarme.
―Me duele hablar de eso. Quiero centrarme en el futuro.
―Pero…
Lo corté, poniéndome una camisa limpia.
―Pero nada. Mira, Ethan, no tengo una familia como la tuya. La mía puso la D en
disfuncional. Mi padre está muerto. Mi mamá está en la ciudad de locos. Mi hermano es
un borracho. Tenía docenas de hermanos de acogida porque traían cheques del gobierno
con ellos. Heath y Tiffany son los únicos que realmente importaban, y Tiff tiene
diecisiete, y está pegada al cuidado de su abuela moribunda. Heath estuvo en
Afganistán. Solo he estado yo en los últimos años, sola. Y después viniste tú.
Tenía sentido para mí. Me dolió mucho, era demasiado vergonzoso, compartir mi
historia familiar con alguien. ¿Cómo podría seguir adelante si hubiera preguntas? ¿Si
tuviera que seguir explicándolo, y por tanto revivirlo? Además, no había querido que
influyera en lo que pensaba Ethan de mí, y ¿cómo no?
Pero su reacción no fue positiva.
―Así que allí estaba yo. Yo, que te estoy mirando en este momento y
preguntándome quién mierda eres. Jesús. Me siento en shock. ―Sus manos fueron a su
cabello―. He sido un idiota. Estaba tan enamorado de ti que nunca me detuve a pensar
en por qué has hablado tan poco de ti misma. Dios mío, qué estúpido e idiota soy. Vi que
me amabas y yo te amaba por ello. Vi que eras amable y dulce y te preocupabas por mi
familia y yo pensaba que eso era todo lo que necesitaba saber. Dijiste que tu padre murió
y tu madre vivía en Rockland. Ni siquiera se me ocurrió que tenías esqueletos en tu 91
armario.
―¿Esqueletos? ¿Así es como los vamos a llamar? ¡Ves, esto es exactamente por lo
que no te lo dije! No hay nada malo conmigo. Pero la gente escucha que tu madre es una
loca, tu hermano es un borracho, tu padre tenía una mano, y pone toda esta mierda
sobre ti. Se convierten en esqueletos. Entonces soy una carga. Quería un borrón y
cuenta nueva, ¿es tan difícil de entender? Por una vez, no quiero ser ese pobre gato
Michaud. Quería ser una igual. ―Arranqué mis pantalones y fui por un nuevo par de
vaqueros. La ducha no iba a pasar esta mañana. Ya había perdido una clase. No iba a
perder otra a causa de mi hermano idiota.
―Eres mi igual. Nunca habría pensado de otra manera.
―Tonterías. ―Metí los pies en los pantalones.
―Bueno, nunca lo sabremos porque no confías en mí lo suficiente como para ver
qué tipo de integridad tengo. ―¿En serio? Mi enfado comenzó a desvanecerse, el miedo
arrastrándose para reemplazarlo. Ethan miró más allá enfadado.
Ethan parecía frío.
―¿Cómo iba a correr ese riesgo?
―Al principio entiendo por qué no lo hiciste. Pero podrías haberme dejado
entrar, poco a poco. Podrías haber confiado en mí.
Hice una pausa para ponerme mi sudadera. Tenía el agujero para el cuello delante
de mi pecho.
―Es muy difícil confiar ―le susurré―. Aprendí hace mucho tiempo que si
confías en alguien, te lo quitarán. —No había más que una persona a la que había
confiado todo en mi corazón. Todo mi corazón. Y mira lo que había sucedido—. Pero yo
confío en ti, Ethan. No estaría contigo si no lo hiciera. Tú eres el único hombre con el
que he sido tan cercana. ―Desde Heath. Pero me quedé con esa advertencia para mí
misma.
―Además de Heath.
Maldita sea.
―Tenía diecisiete años ―fue mi única respuesta a eso. No tenía una mejor.
―¿Me amas? ―preguntó―. ¿O amas la idea de mí?
Eran ambas. Le amaba, de una manera sólida, y amaba lo que me podía ofrecer.
Pero no estaba dispuesta a admitirlo.
―Te amo a ti. ―Di un paso hacia él, pero retrocedió, levantando sus manos.
Eso me dolió. Ethan nunca se apartaba de mí. Ethan era mi roca. Ethan estaba
siempre allí, como el granito. Indestructible. No era la corriente, como Heath, que se
estrellaba contra mí y luego se iba a voluntad. 92
―¿Ethan? No lo hagas. Por favor.
Pero cuando intenté alcanzarle otra vez, él se estremeció.
―Creo que necesitamos un descanso. Tengo que pensar en todo esto. Estoy muy
confundido.
―¿Un descanso? ―Mi voz fue estridente, el pánico abrumándome. No. Él no
podía hacer esto―. Un descanso es una ruptura. Eso es lo que sucede siempre. ¿Estás
rompiendo conmigo? ―Tiré la sudadera de vuelta a mis brazos, cubiertos por la misma.
Me acerqué una y otra vez y él retrocedió. Estaba en la puerta ahora. Oh, Dios. Se estaba
yendo. Se estaba alejando. Realmente estaba dejándome.
Estaba perdiendo a Ethan.
―No lo sé. No estoy seguro. Quizás.
―Pero te he elegido ―le dije, y sonaba patético y desesperado.
Fue lo peor que puede decir.
―¡Y has llorado por ello! Has sollozado. Me has elegido porque vengo con el
pedigrí correcto. Porque tengo dos padres normales y una futura carrera en leyes.
Porque soy el “paquete correcto”. ―Ethan tenía lágrimas en los ojos―. Pero no soy por
el que ardes, ya lo veo. Reprimes tu verdadero yo a mi alrededor y no quiero eso. Quiero
tu pasión.
―¿Quieres que me enfade? ¿Que te grite? Eso no tiene sentido. No quiero ser
volátil. Estoy contenta contigo. ―Estaba llorando ahora también. No entendía cómo
habíamos llegado hasta allí ni lo que estaba pidiendo―. Esto es culpa de mi hermano. Él
siempre me lo ha arruinado todo.
―Caitlyn. ―Ethan negó con la cabeza―. No puedo estar con alguien a quien no
entiendo, y ahora mismo no te comprendo en absoluto. Pensé que te amaba, pero no te
conozco. ―Hizo un sonido ahogado―. Se acabó, esto se acabó.
Abrió la puerta y empezó a salir y le seguí. Quería tener dignidad pero huyó. Se
había ido y necesitaba que se detuviera, y me aceptara. No me sentía difícil de entender.
Me sentía obvia y abierta. Me sentía rota, herida y sacudida con fuerza una vez más por
otro hombre que me hizo promesas que no había podido mantener. Toda mi vida todo el
mundo me controlaba... mi padre, mi hermano, mi madre, Heath, ahora Ethan... era la
pelota en la máquina de pinball, rebotando de un brazo oscilante al siguiente.
―¡No lo hagas! Por favor, no lo hagas. ―Todo el futuro, ido. Solo así. Todo lo que
siempre había querido. Ido. No podía ser posible. No podía hacerme esto. Agarré su
brazo, desesperada.
Él me quitó de encima, caminando más rápido. 93
―¡Simplemente para! No puedo. Sólo detente.
Las puertas se estaban abriendo y cabezas curiosas se asomaron, incluyendo
Aubrey.
―¿Qué demonios? ―Nos miró, alarmada.
La humillación y la ira me obligaron a frenar y volver contraatacando. Si él iba a
dejarme entonces no iba a asumir toda la culpa. No era inteligente, pero era la
supervivencia, y eso era lo único que sabía hacer. Sobrevivir. Así que le grité a su
espalda en retirada:
―¡Muy bien! ¡Aléjate, entonces! Estoy segura de que puedes encontrar una bonita
rubia en Bangor para sentarla en tu regazo y tantear tu basura esta noche, así que
disfruta de tu libertad.
Hizo una pausa y por un minuto pensé que iba a dar la vuelta y pedir disculpas.
Decir que todo esto era un error. Pero no lo hizo. Empezó a caminar de nuevo y me
apoyé en el marco de mi puerta, llorando, mientras los brazos de mis hermanas de
fraternidad vinieron a mí, ofreciendo murmullos de consuelo y exclamaciones sobre lo
idiota que era. Aubrey me preguntó qué había pasado, pero apenas la oí. Sentí como que
me iba a desmayar, y lo único que quería era descansar y llorar.
Así que eso es lo que hice.
Luego, cuando todo el mundo me dejó sola, para llorar, cogí mi teléfono y envié
un mensaje.

94
Capítulo 11
C uando Aubrey tocó la puerta un par de horas más tarde, estaba empacando
una maleta para estar unos días fuera. No podía permitirme el lujo de
faltar a clase, pero mi salud mental no podía soportar quedarme en la casa con todos esos
ojos y oídos indiscretos.
—¿A dónde vas? —preguntó—. ¿A casa de Heath?"
Eso me ofendió.
—¡No! Por supuesto que no. No he hablado con él. Voy a ver a mi hermana de
acogida en casa por unos días.
No podía enfrentar Heath o encontrar consuelo con él. Él quería que Ethan y yo
nos separásemos y no apreciaría mi dolor. Tiffany lo haría.
—Oh. Lo siento. —Parecía arrepentida cuando se sentó en mi cama.
Me encogí de hombros. 95
—Estoy segura de que también estás enfadada conmigo, igual que Ethan. No
estaba tratando de ser engañosa, Aub. El pasado es simplemente muy difícil de contar.
Mi familia es un lío.
—Entiendo eso. Pero podrías simplemente haber dicho: “Hey, son estrafalarios,
realmente no quiero hablar de eso, pero mi hermano es un imbécil”. Hubiera respetado
eso. Pero no nos dijiste nada.
Metí la ropa en mi bolsa. Mi cabeza palpitaba y el corazón me dolía. Me sentía
hinchada y entumecida.
—Cuando pasas toda tu vida siendo esa chica de la que todo el mundo sabe y todo
el mundo habla, cuando se llega a ser anónima, es adictivo. Esa es mi única excusa.
Quería ser vista y juzgada por mí, sólo yo, como persona, y entonces, simplemente ya no
pareció importar. No quiero perder lo que había ganado.
—Pero al mentir para que no perderlo todo, lo has perdido todo. —Ella tenía
lágrimas en los ojos.
Hice una pausa.
—¿Te he perdido también, como amiga? Lo entiendo si lo he hecho. Lo hago. No
quiero que eso sea lo que suceda, pero lo entiendo totalmente. Has sido una mejor amiga
y una hermana para mí. —Pero mi voz se quebró y no pude continuar—. Todo lo que
quería era ser una persona decente para amar y ser amada. Sinceramente, ¿era eso
mucho pedir?
Negó con la cabeza, pero parecía enfadada.
—No seas melodramática. También te quiero, Caitlyn. No quiero que nuestra
amistad se arruine. Pero siento que tenemos que tener un montón de conversaciones de
nuevo. Y cuando vuelvas más te vale ser jodidamente honesta conmigo o no podré estar
en tu vida. Ya es bastante difícil porque has roto el corazón de mi hermano. Ya me
conoces. Soy sarcástica y tengo un enorme muro en frente de mis emociones. Pero
también puedo ser herida, y estoy herida. Realmente duele.
—No sé qué decir, excepto que lo siento. Espero que puedas perdonarme. Yo no...
—Respiré profundamente—. No sé cómo tener amistades, supongo. Al crecer, nunca
tuve amigos de verdad. Y cuando tienes docenas de hermanos de acogida furiosos que
pasan por tu vida, aprendes a protegerte a ti misma. No compartes.
—Supongo que puedo ver eso —admitió—. Pero en algún momento tienes que
aprender a confiar en la gente que te quiere. —Aubrey limpió la esquina de su ojo—.
Ethan está... destrozado. No hay otra palabra para describirlo.
Mi propia visión se volvió borrosa. Había llorado más en las últimas dos semanas
que en los últimos cuatro años.
—Él rompió conmigo. Le rogué que se quedara.
96
—Él uh, quiere el anillo. —Aubrey picoteó una pelusa imaginaria en los vaqueros.
—¿Me estás tomando el pelo? —Oh, Dios mío. ¿Por qué no acaba de clavar el
cuchillo más profundamente en mi corazón con un mazo?—. ¿Cómo que ahora? ¿No
podía haber esperado una semana?
—Sólo ha reaccionado. Está dolido.
—¡Bueno, yo también lo estoy! —No estaba segura de cuándo me había convertido
en una villana. Ethan me había pedido que sacara a Heath de mi vida y yo lo había
hecho. ¿Esto era realmente por mi estúpido hermano? No pensé que fuera difícil de
entender que si tu hermano alcohólico hace una escena en el funeral de tu padre en
realidad no quieres hablar con él.
Pero si le rogaba, si iba donde Ethan y le convencía de que se quedara conmigo,
entonces siempre tendría miedo. Esperaría el día en que decidiera dejarme de todos
modos y nunca, jamás sería de la forma en que había sido. Me volvería pegajosa y
necesitada y rara, como él lo había sido después de que Heath llegara a Orono, y como
yo me hacía alejado de él, él se habría alejado de mí. Ese lugar fácil de confort mutuo en
el que simplemente disfrutábamos el uno del otro y nos sentíamos a salvo y seguros se
había ido. Para siempre.
Así que me quité del anillo con un fuerte y enfadado tirón, como una tirita. Me iba
a hacer daño, sin importar qué, mejor que fuera rápido. Me había acostumbrado al peso
y mi dedo se sentía ligero, desnudo, sin él. Hice una mueca mientras bajaba la mirada
hacia mi dedo desnudo. Había sido feliz, realmente feliz, con Ethan, pero un año era
sólo una broma. Justo cuando había pensado que tal vez podría ser para siempre, ya no
estaba. Sostuve el anillo a Aubrey.
Parecía afectada.
—Lo siento, boo.
—Sí. Bueno. Espero que pueda devolverlo. —Lo dije en serio. No tenía ni idea de
lo mucho que había pagado por él, pero no lo quería endeudar por mi culpa.
Cuando cogió el anillo, tuve un momento Gollum. Quería arrebatárselo de nuevo
y aferrarme a él con avidez. Mi precioso. Pero en cambio, tragué saliva, las náuseas
repente trepando por mi garganta.
—Tengo que coger el autobús —me las arreglé para decir—. Me tengo que ir. —
No era como un bus salía cada diez minutos.
—¿Vas a coger el autobús? —Me miró horrorizada.
Me encogí de hombros.
—No tengo coche. —No tenía nada. Sólo un montón de préstamos estudiantiles y 97
determinación, y por el momento, la determinación se había evaporado. Me sentía
apaleada, derrotada.
—Coge mi coche, en serio. Puedo vivir sin él durante unos días. Lo necesitarás una
vez que llegues allí.
Eso realmente me conmovió.
—Oh, Aub. ¿Está segura?
—Sí. —Buscó las llaves en su bolso y me las ofreció—. Aquí. Sólo mantente en
contacto, ¿de acuerdo?
Asentí, incapaz de hablar.
—Ethan no es un mal tipo —murmuró—. Solo está procesando.
—Sé que no es un mal tipo. Es por eso que dije que me casaría con él.
Matrimonio. Era como una broma. Los finales felices no eran para chicas como yo.
¿Acaso no había aprendido eso ya? No había ningún vestido de fiesta de escote corazón
para llevar a la recepción del club de yate en mi futuro.
No sabía cómo sería mi futuro sin Ethan.
Así que me fui a casa.
—¿Cómo está? —le pregunté a la enfermera mientras la seguía por el pasillo hasta
la habitación de mi madre.
—Está calmada. —La enfermera era de unos cincuenta años, de hecho, pero tenía
una sonrisa amable. Pude ver que sentía simpatía por mí.
Eso no era reconfortante. En realidad no. Si había simpatía luego habría una razón
para sentir pena por mí.
Cuando entré en la habitación de mi madre, vi por qué. Estaba muy delgada y
parecía demasiado vieja para su edad real de cincuenta y un años. Su cabello oscuro
estaba manchado de gris y había una calva en la base de la corona que sabía que
provenía de torcer y tirar de su pelo allí. Había estado haciendo eso desde que yo era
niña. Me miró, pero fue con desinterés. Me di cuenta de que no me reconoció.
Se sentó en una silla junto a la ventana, como si estuviera acostumbrada a que no
hubiera privacidad y estuviera esperando que la enfermera y yo hiciéramos lo que
teníamos que hacer y nos marcháramos.
—Hola mamá —dije. Me incliné hacia ella y traté de abrazarla, pero se estremeció.
—No te conozco —dijo, estudiándome con miedo.
98
Normalmente no me molestaría. Pero estaba vulnerable, herida. Era simplemente
demasiado. Reprimí un sollozo.
—Soy tu hija. Caitlyn. Kitty Cat .
—No tengo una hija. —Miró a mi alrededor a la enfermera. —¿Por qué está aquí?
Haz que se vaya. —La enfermera me dio negó con la cabeza.
—Lo siento, cariño. Tal vez deberías volver más tarde.
—Está bien. —Sequé mis ojos—. Me imaginé que iba a hacer esto. Pero es una
mierda, ¿sabe?
—Así es. ¿Cuánto tiempo vas a estar en la ciudad?
—Sólo un par de días. Gracias. —Le apreté el hombro a mi madre—. Adiós, mamá.
—Ella no me dio ninguna reacción.
—Estaba mejor cuando tu hermano estuvo aquí hace un par de semanas —me dijo
la enfermera, extendiendo la mano y frotando mi espalda en un gesto maternal de
confort.
—¿Mi hermano estuvo aquí?—le pregunté, sorprendida. Tal vez Brian no era un
idiota después de todo.
—Sí. Dijo que solo habían pasado dos semanas desde que volvió desde Afganistán,
bendiga su corazón. Debes estar tan aliviada que esté en casa a salvo.
Así que había sido Heath el de la visita, no Brian. Eso tenía más sentido. Esto hizo
que mi corazón se hinchara con gratitud. Asentí.
—Muy contenta de que esté a salvo en casa.
¿Qué habría hecho si hubiera averiguado en algún momento que Heath había
muerto en combate? La sola idea me hizo estremecer.
Me había dicho a mí misma, dos días antes, que era suficiente saber que Heath
estaba en algún lugar en el mundo y que me amaba. Era suficiente, aunque nunca lo
viera ni hablase con él. Pero ahora sabía que no era cierto. No habría sido suficiente. No
habría sido capaz de resistir la comunicación con él en algún momento, y tan devastada
como estaba porque Ethan hubiera roto conmigo, tal vez me había salvado de hacer algo
que con el tiempo que iba a hacer que me odiara a mí miasma.
—Voy a volver en unos días —le dije—. Gracias.
No era un centro de cuidado en malas condiciones, pero era lo que era. Un lugar
para que los enfermos mentales para subsistieran hasta que murieran. Era opresivo y
deprimente y yo estaba sorprendida de los empleados optaran por trabajar allí.
Eran gente mejor que yo, eso era seguro. Una vez fuera, respiré profundamente
varias veces. Mi teléfono había estado en silencio durante todo el camino a Rockland.
Cuando me fui de la casa, había oído algunas de mis compañeras de hermandad 99
susurrando sobre mí. Unas pocas habían ofrecido sus condolencias, pero había oído
palabras como "Ethan engañado" y "ha aparecido su antiguo novio." Pero lo peor fue,
"Oh, Dios mío, me siento tan mal por ella."
Si tuviera un dólar por...
La gente había estado sintiendo lástima por mí desde que fui consciente de que era
diferente. Podía recordar estar tan emocionada de ir a la escuela, finalmente, y llegar allí
y una perfecta desconocida, una madre que nunca había visto, me entregó una mochila
con útiles escolares utilizados donados en su interior. Ni siquiera me había dado cuenta
de que necesitaba cosas para llevar a la escuela, pero de repente ahí estaba yo, todos los
ojos en mí, mirando, mientras me entregaba una mochila de Pikachu, al que le faltaba
un ojo y tenía una mancha oscura en el amarillo vibrante. Las otras chicas tenían bonitas
mochilas de princesas, pero yo tenía una mochila de niño usada.
Le había quitado toda la alegría a ese primer día. Todos los demás tenían etiquetas
de sus suministros y, cartucheras limpias y almidonadas y carpetas. Todo lo que tenía se
esfumó ligeramente, se desvaneció. Igual que mi casa. Igual que mi familia.
Caminando a través del estacionamiento, me preguntaba por qué me sentía como
que tenía que decidir todo en ese mismo momento. Me sentí como cuando llegué a la
Universidad de Maine, como que tenía que tener el resto de mi vida resuelto. Como si
fuera más importante reagruparme que llorar, sanar. Siempre corriendo hacia el futuro,
nunca viviendo el presente.
Tal vez eso era parte de lo que Aubrey estaba hablando; no compartía. No me
permitía estar abierta, vulnerable. Simplemente barría todo debajo de la alfombra y
seguía adelante. Sólo que ahora se estaba haciendo difícil caminar, había demasiada
mierda apilada debajo de mi alfombra. Tal vez no tenía necesidad de reagruparme o
preocuparme por dos años a partir de ahora. Tal vez sólo tenía que hacer lo que la gente
siempre juraba que iba a hacer y vivir el momento.
Excepto por el pequeño hecho de que en el presente ese momento apestaba.
Quería volver a la noche del Baile de Bienvenida, preparándome con Aubrey. Cuando
todo había tenido sentido. Cuando me había sentido en control. Pero entonces me
pregunté si realmente quería decir que, si pudiera, volvería dar marcha atrás. ¿Me
retractaría de ver a Heath otra vez, sabiendo que estaba bien?
No.
No me retractaría.
Conduje por la calle principal de la ciudad, estacioné en frente a la ferretería.
Estaba a punto de entrar cuando mi teléfono sonó. Heath. Siempre conmigo. Abrí mi
teléfono y leí su mensaje.
Lo siento mucho. Lo digo en serio. No quiero que te hagan daño.
100
Luego otro, justo después.
Si necesitas un amigo, solo un amigo, aquí estoy.
Eso significó mucho. Más de lo que podía posiblemente verbalizar. Creía que él se
preocupaba más por mi felicidad que la suya.
Gracias. <3
No podía decir más que eso. No estaba dispuesta a hablar. No podía compartir mis
sentimientos acerca de Ethan con Heath. Eran demasiado privados, separados. Tenían
diferentes espacios en mi corazón.
Abriendo la puerta de la ferretería, la campana sonó para anunciar mi entrada. El
hombre detrás del mostrador levantó la vista, luego se quitó sus gafas de lectura de la
nariz.
—¿Cat? —preguntó, sonando sorprendido.
—Oye, Billy —dije, sintiéndome avergonzada—. ¿Cómo estás? —Billy había sido
el mejor amigo de mi padre desde la infancia. Había sido como un tío para mí durante
toda mi infancia. Siempre había vivido aquí, igual que mi padre hasta que se casó con mi
madre.
—Bien. —Vino de detrás del mostrador, estudiándome mi cuidado—. ¿Cómo
estás? ¿Qué te trae por aquí?
No hubo abrazo, pero no me esperaba eso. Billy no era uno de los que tocaba.
—He venido a ver a mi madre. —No iba a hablarle de la ruptura. Solo le haría
sentir incómodo. Él era de la vieja escuela y no hablaba de sentimientos.
—¿Sí? ¿Cómo le va?
Billy tenía un acento fuerte, un verdadero "Nativo de Maine." Había estado fuera
de casa tanto que ahora parecía aún más pronunciado. Estaba acostumbrada a Ethan y
Aubrey y los otros estudiantes, que tenían un acento más relajado. Por alguna razón, eso
se agregó a mi melancolía.
—Ella está bien —le dije en respuesta a su pregunta sobre mi madre. Billy no
quería la verdad.
—Así que me encontré con Brian, el otro día —le dije, llegando a la razón de lo
que quería preguntarle de la manera más delicada posible—. Me pidió dinero.
Billy se encogió de hombros en su camisa de franela.
—No me sorprende. Está más encariñado con la botella de lo que aparece al
trabajo.
Toqué un despliegue de baterías, pasando mis dedos sobre las cubiertas de plástico.
101
—¿Ha vendido la casa? —Traté de sonar casual, pero mi corazón latía
dolorosamente en mi pecho. Tiffany sabría si la casa de mi padre había sido vendida
definitivamente pero no sabría acerca de las ofertas que pudieran estar en la propiedad.
Billy tenía más probabilidades de tener este tipo de información como albacea del
testamento de mi padre.
La casa había sido dada a Brian.
Algo que no entendí y tuve problemas para no estar enojado con mi padre acerca
de eso, a pesar de que sabía que no debía sostener ese tipo de animosidad conmigo en su
muerte.
—No. La casa no ha sido vendida. Tu hermano no ha pagado los impuestos a la
propiedad, tampoco, Cat. Le debe una buena cantidad de dinero. La casa no puede valer
mucho, pero la tierra tiene una buena vista.
Tenía la esperanza de que nunca se vendiera. Prefería que Brian la perdiera porque
no pudo pagar los impuestos a que sacara provecho de ella y despilfarrara hasta el último
centavo en cosas estúpidas. No valía mucho, pero Brian no se merecía nada de eso, y el
duro trabajo de mi padre no merecía ir por la garganta de Brian en forma de ron. Era
difícil no estar resentida, sin embargo. Yo habría usado ese dinero para mi educación.
Había dolido en ese entonces y dolía ahora que mi padre confiara en su hijo más que en
la hija que lo había amado.
—Sí que tiene una buena vista. —Le di una pequeña sonrisa a Billy—. Y
murciélagos.
Él soltó una risa oxidada.
—Apuesto a que sí.
—Será mejor que coja el ferri. —Eché la cabeza en dirección a la bahía—. Voy a
ver a Tiffany.
—Me alegro de verte. —Me dio una palmadita torpe en el brazo.
Y Aubrey se preguntaba por qué yo no compartía mis sentimientos. Nadie en toda
mi vida lo había hecho. Nadie a excepción de Heath. Él lo había compartido todo
conmigo.
—Adiós, Billy. Dile a Sheri he dicho hola.
—Lo haré, chica.
Cogí el ferri, notando que las caras eran iguales. Más viejas, pero iguales. Tanto los
que trabajaban en el barco como los que cobraban el pasaje. Obtuve miradas curiosas,
gente que sabía quién era yo, pero no yo personalmente, y no estaban dispuestos a
hablar conmigo. Pero tampoco hablaban de mí, susurrando entre sí, y le di la bienvenida
102
a la reticencia de los residentes de la isla. Se ocupaban de sus propios asuntos y no se
inmiscuían en los míos.
Ellos hablarían, pero sería más tarde, a puerta cerrada. Por primera vez en la
historia, aprecié eso, sobre todo después de escuchar a las chicas en la casa que ni
siquiera intentaron encubrir sus cotilleos.
Se suponía que eran mis amigas, sin embargo, no habían dudado en hablar de mí.
Algunas incluso habían tomado sólo una pizca de satisfacción al ver que me habían
bajado los humos. Las chicas eran competitivas sin siquiera proponérselo, y a pesar de
que les había agradado, gané el gran premio en Ethan.
Eso me convirtió básicamente en un objetivo.
Pero aquí, había silencio. Solitud. Hacía frío, mucho viento, pero se sentía bien.
Aspiré el aroma del océano, mirando por la borda a las oscuras olas rompiendo en la
orilla rocosa mientras nos alejábamos. No había estado en casa desde el funeral.
Se sentía raro estar haciéndolo ahora. Nunca había esperado volver, la verdad.
Varias veces al año visitaba a mamá y Tiff tomaba el en ferri para pasar algún tiempo
conmigo, y eso había sido suficiente. No había querido poner un pie en Vinalhaven.
Pero ahora se sentía como el único lugar al que podía ir. Era el único lugar que
estaba más solo que yo, y nos entendíamos.
Tiffany abrió la puerta de la casa de madera de su abuela, la pintura desconchada
por el agua salada y el viento, y salió a la escalera de entrada. Podía oír gritos desde el
interior.
—¿Qué está diciendo? —le pregunté, apoyándome en el hombro de Tiffany para
ver el interior de la casa.
—Ella acaba de llamarme puta. Dice que su avena está muy caliente. —Tiffany
puso los ojos en blanco—. Dice que estoy tratando de matarla. ¿Quién se ha muerto por
una la quemadura de la boca? Sea lo que sea.
Fue probablemente la única cosa que podría haber hecho sentir peor ese día. Ella
no se merecía ser tratada así.
—Tiff, tienes que ir a la universidad. En serio. Los vecinos la cuidarán. No es justo
que estés atrapada aquí y te trate como una mierda.
—No así de loca. No puedo dejarla. Pero sí he aplicado a la Universidad de ROCK.
Tal vez puedo dejarla durante unas horas unos días a la semana, o tomar clases online
por un tiempo al menos. Estaba pensando en obtener un título de enfermería.
Dios sabía que ella estaba lo suficientemente calificada para cuidar de las personas.
—Esa es una gran idea. Estás adorable, por cierto. Me encanta el pelo.
Lo estaba dejando crecer. De alguna manera caía todo en un cormorán exagerado. 103
Se lo acomodó.
—Gracias. Lamento que no puedas entrar, pero no creo esté contenta conmigo.
—Está bien. —Nunca había pretendido quedarme con Tiffany. Conocía la
situación—. Me alegro de verte.
—Yo también. —Me dio una mirada inquisitiva—. Siento mucho lo de Ethan. —
Mis ojos cayeron al suelo. No pude detenerlos. El dolor era todavía demasiado fresco,
demasiado crudo.
—Sí. Es un asco.
—¿Quieres sentarte? —Hizo un gesto a nuestros pies—. Pasar el rato.
—¿Por qué no te escapas después de que se duerma? Voy a estar en mi casa.
—Probablemente hayan cortado el agua, ya sabes.
Me encogí de hombros.
—Todavía tenemos la letrina —dije, sin embargo, mi nariz involuntariamente se
arrugó. Me había acostumbrado a vivir en los dormitorios y la casa de la hermandad,
donde todo era atendido por la universidad. No había vivido así en mucho tiempo. Fue
increíble lo rápido que pude acostumbrarme a un estilo de vida más fácil.
La abuela de Tiffany comenzó a gritar de nuevo.
—Para alguien con enfisema ella grita muchísimo —comenté.
Tiff se echó a reír.
—Sí, no me digas. Es increíble lo que la ira santurrona puede hacer por su
capacidad pulmonar.
Me alegré de que pudiera reír, pero sinceramente, me rompió el corazón. Quería
más que nada que Tiffany tuviera una vida más feliz. Era tan inteligente, amable y leal y
sin embargo nadie la apreciaba.
Excepto yo.
—Voy a hablar contigo más tarde —dijo—. Si se pone raro en tu casa o no hay
electricidad, házmelo saber.
—Sí. —Agité mi mano y salté del porche, sintiéndome extrañamente más ligera de
lo que me había sentido desde que Ethan había vuelto de Boston. Mi corazón estaba
roto, pero no estaba atascado. Nunca iba a estar atascado otra vez.
Todavía había una llave en el garaje bajo algunas macetas viejas en las que nadie
había puesto flores en veinte años. Metí la llave en la cerradura de la puerta de la cocina
y me volví. Se resistió, pero luego cedió con un chasquido. Empujé la puerta con el
hombro para abrirla. La habitación estaba en penumbra y polvorienta. El aire se sentía
pesado e inmóvil, imperturbado durante un largo tiempo. A pesar de que la casa estaba 104
en venta no parecía que alguien hubiera estado allí para verla. Llegando más allá
presioné el interruptor y para mi sorpresa, las luces realmente se encendieron. Diablos,
sí.
Pasé de una habitación a otra. No era una casa grande. Estaba en mal estado,
incluso más desgastada de lo que recordaba ahora que había estado lejos de ella. Olía a
humedad y había excrementos de ratón en varios rincones. Pero todavía me hacía tragar
saliva, buenos recuerdos viniendo a mi mente. Dondequiera que miraba, veía a mi
padre, sonriendo, riendo. Vi a mi madre, en tiempos mejores, llamándome hacia ella
para que pudiera cepillar mi enredadera de pelo caricia tras caricia. Me encantaba
cuando hacía eso, con las manos un poco inestables, pero suaves, amorosas.
Había cerrado los ojos y cedido a los pequeños escalofríos de placer que la
sensación había causado.
Y vi a Heath en la casa, burlándome de él, tirándole el agua del fregadero lavamos
los platos. Lo vi sosteniendo su dedo hacia mí para que permaneciera callada, mientras
se escabullía más allá de mi padre durmiendo en el sofá, con los ojos llenos de malicia y
de amor.
Sentada en el porche después de mi melancólico tour por la casa, mi mirada fija en
el agua en la distancia, acuné mi teléfono en mi regazo y metí mis manos en mis
bolsillos. Quería llorar, pero mis ojos estaban secos. Me sentía frágil como el cristal. Ya
no estaba insensible, pero tampoco determinada a ignorar mis sentimientos. Quería
dejarlos entrar, el duelo por la pérdida de Ethan, nuestro futuro. Sin embargo, a pesar de
que inhalaba y exhalaba profundamente, las lágrimas que me esperaba, anhelaba, nunca
llegaron. Tal vez no quedaba ninguna.
Estaba esperando que Ethan me mandara un mensaje. Eso era lo que Ethan hacía,
se disculpaba, me ofrecía más explicaciones. Pero no lo hizo. Me hizo sentir como si me
hubiera dejado en todos los sentidos de la palabra. Que me podía quedar en Vinalhaven
y nadie en el campus me extrañaría. Ni siquiera se darían cuenta de que me había ido.
Porque si a Ethan no le importaba, ¿a quién sí?
Mi amistad con Aubrey, que esperaba pudiera continuar, había cambiado para
siempre.
Cuando mi teléfono sonó, miré con desinterés, suponiendo que era Tiffany
diciendo que no podría dejar la casa. Estaba oscuro, frío. Podía oír las olas en la
distancia, pero aparte de eso, la noche estaba tranquila. Mi teléfono parecía demasiado
fuerte aquí y le presté atención al sonido.
No era Tiffany. Era Heath.
Tu amiga ha dicho que has ido a casa. ¿Estás en Vinalhaven?
Sí.
105
¿Por cuánto tiempo? ¿Quieres que vaya hasta allí?
¿Quería eso? No estaba segura.
Pero cuando miré a mi alrededor me di cuenta de que Heath ya estaba conmigo.
Estaba en todas partes en la casa.
Mientras mi dolor por Ethan era privado, nadie me conocía como Heath, ni
siquiera Tiffany.
Mañana. Si quieres.
Para él era tan fácil convencerme. No me pude resistir.
Sí quiero que vengas.
Y ahora que ya no tenía mi relación con Ethan para protegerme.
Capítulo 12
E sa noche dormí en mi antigua habitación, pero la casa hacia sonidos que no
recordaba. Gemidos, crujidos y tensión contra el viento. Tal vez era porque
en toda mi vida, nunca había estado sola en casa. Ni una sola vez. Siempre había al
menos un padre, o mi hermano, o un hermano de acogida o tres. Nunca había nadie
fuera de casa y definitivamente nunca por la noche. Heath no habría sido capaz de
llegar esta noche de todos modos, no ya que yo había tomado el segundo ferri, el último
del día, pero todavía lamentaba que no estuviera conmigo cuando me acurruqué debajo
de las sábanas rancias.
Nunca había tenido miedo en la casa antes, y eso no era lo que sentía entonces
tampoco. Era más la comprensión de que el mundo que había construido para mí no era
real. Que incluso rodeada de gente, siempre había estado total y completamente sola.
Igual que lo estaba ahora.
Excavando bajo el colchón en la oscuridad, saqué mi diario de la escuela 106
secundaria. Por un momento simplemente me quedé tumbada, presionando el cuaderno
contra mi pecho. Luego me di la vuelta y encendí la lámpara de la mesita de noche. Sólo
había una sola bombilla débil, pero fue suficiente para ver el cuaderno de espiral. Era
sólo una cubierta de color púrpura simple, con páginas con página de líneas dentro que
había conseguido en una droguería por un dólar. En el interior, había empezado a
anotar pensamientos y algo de mala poesía, pero siempre había sido demasiado inquieta
para sentarme y poner mis sentimientos de una manera coherente.
En su lugar escribí listas. Las clases que tomaría en la universidad. Lo que quería
para la comida en mi fiesta de graduación (lo cual nunca sucedió). Todo eso lo comí en
un día sólo por curiosidad. Cosas en las que era buena. Cosas en las que era mala.
Y escribí el nombre de Heath, una y otra vez, casi distraídamente. Lo escribí en los
márgenes que rodeaban mis listas. Heath Deprey. Heath Deprey. Heath Wolf Deprey.
Luego, el segundo apellido natural: Cat Deprey. Caitlyn Michaud Deprey.
Había planeado nuestra boda en ese cuaderno. Pasé las páginas y leí mi gran
caligrafía circular delineando los detalles sobre un picnic playero en el patio trasero.
Quería llevar un vestido de verano y estar descalza. Es curioso cómo no me había
acordado de nada de esto las pocas veces que Ethan y yo habíamos hablado de nuestra
boda. Había tenido una ceremonia y recepción más tradicionales en mente, con una
imagen del vestido de fiesta en mi cabeza.
Ninguno de los dos se sentía real o posible ahora.
Cuando me dormí soñé que me encontraba en un lado de la bahía y Heath estaba
de la otra. No debería haber sido capaz de ver a través de la lluvia, pero pude. Sabía que
era él, incluso desde tan lejos.
Pero no podía llegar hasta él.
Se dio la vuelta y se alejó, dejándome sola, y yo gritaba su nombre. Le rogué que se
quedara. Entonces Ethan apareció a mi lado en el acantilado y cuando le pedí ayuda, me
empujó por un lado. Caí en cámara lenta, con los brazos hacia fuera, estrellándose hacia
las rocas y el mar, el viento en mi pelo...
Me senté con la espalda recta en la cama, sudorosa. Había dejado la lámpara
encendida y la alcancé apagándola. Entonces caí en la cama, en la oscuridad, los únicos
sonidos mi respiración y los latidos de mi corazón.

Me dije que no iba a estar pendiente de él, pero sabía cuándo llegaría el ferri. Y
sabía cuánto tiempo le tomaría subir desde el muelle. Así que cuando recibí un mensaje
que decía que estaba viniendo por el camino, ya lo había visto por la ventana. Caminaba
de la misma forma que lo hizo el primer día, con confianza, sin molestarse en mirar a la
izquierda o a la derecha. Sus ojos estaban fijos en la casa. En mí. 107
Dado que ya le había animado a venir noventa minutos de distancia y al otro lado
de la bahía para verme, no tenía sentido fingir que no estaba contenta de verlo. Tiré de
la puerta para abrirla y fui corriendo por las escaleras a su encuentro.
—Hola —dije, deteniéndome frente a él y quitando un pelo suelto de mi boca—.
No puedo creer que hayas venido hasta aquí.
Por supuesto que todavía estaba molesta por Ethan, pero era una cosa totalmente
separada del vértigo cauteloso que sentí cuando vi a Heath. Sin pensar en las
consecuencias tiré mis brazos alrededor de él y le di un abrazo. Él me agarró, con fuerza,
y besó el lado de mi cabeza.
Después de la última vez que le vi, se sintió increíblemente reconfortante.
—Por supuesto que he venido. Siento lo de tu padre, por cierto, si no lo dije antes.
Ya sabes que me gustaba y le admiraba mucho. Era una de las únicas personas que
alguna vez fue amable conmigo.
—Se preocupaba por ti —le dije con sinceridad, echándome hacia atrás para
estudiar a Heath—. ¿Cómo supiste que murió?
Se encogió de hombros.
—Me aseguré de saber lo que estaba pasando aquí. Tenía muchas ganas de venir al
funeral, pero estaba en Afganistán entonces. —Heath tomó mi mano entre las suyas y
me llevó por las escaleras, mirando alrededor del porche—. Se ve exactamente igual.
Nada ha cambiado.
—Todo ha cambiado —le susurré en desacuerdo, aunque no me refería a la
pintura descascarada o la silla de plástico en la esquina—. ¿Así que no has vuelto en
absoluto?
—He estado en Rockland pero ésta es mi primera vez en la isla desde el día que me
fui hace cuatro años. —Soltó mi mano y se paseó de un lado a otro, agarrando la
barandilla y estudiando el patio, la maleza salvaje y el camino de grava—. ¿Entonces por
qué Brian no vive aquí?
Eso me hizo resoplar.
—Por favor. No hay suficiente entretenimiento aquí para Brian. O mujeres de las
que aprovecharse. Todo el mundo en la isla sabe exactamente lo estúpido que es.
—Eso es verdad. —Heath miró hacia la casa—. ¿Todo sigue funcionando?
¿Energía? ¿Agua?
—Sí, es sorprendente. Pero hace mucho frío allí. Sabes las ventanas y el
aislamiento apestan. Estoy arruinada ahora. El pensamiento de un enero en esta casa
llena de corrientes de aire me hace temblar.
108
—¿Estás pensando en pasar enero aquí?
—No, por supuesto que no.
—¿Dónde vas para las vacaciones de invierno? —preguntó, caminando hasta el
final del porche para inspeccionar la pila de madera que todavía estaba allí.
La pila de troncos estaba probablemente suministrando a toda una colonia de
ratones en este punto. No quería responder a su pregunta. El primer año pasé la semana
de Navidad en casa con mi padre y el resto de las vacaciones sola en el dormitorio. El
segundo año fui al Walsh durante una semana con Ethan. El resto de las vacaciones no
había estado sola en absoluto porque le había tenido a él, y Aubrey, y otras chicas en la
casa. ¿Este año? No tenía a dónde ir y a nadie para pasar la Navidad en absoluto.
El pensamiento me hizo compadecerme de mi misma.
—Supongo que me quedaré en la casa de la hermandad este año. —Había salido
fuera solo con mi sudadera y me froté los brazos.
—Vamos a buscarte un abrigo —dijo—. Después, vamos a dar un paseo.
Sabía a dónde quería ir. Siempre había estado atraído por las rocas, donde el
océano se estrellaba contra la orilla y creaba un rocío espumoso.
—Está bien. Dame un segundo.
Él me siguió, por supuesto, y vagó alrededor de la cocina, tocando el sostenedor de
la servilleta sobre la mesa, girando el grifo en el fregadero como si no creyera que el
agua realmente corriera. Había tirado mi abrigo en el respaldo de la silla y fue bastante
fácil ponérmelo, recuperando mis guantes de los bolsillos. No era una casa grande, con
habitaciones en la planta superior, invadiéndose entre sí. En mi habitación había un
armario que siempre había estado cerrado y nadie parecía tener la llave. Dadas las
estrechas y pequeñas habitaciones de la casa de campo, pasaba la mayor parte de mi
tiempo en la cocina o en el exterior, sin importar el tiempo que hacía.
Era la única manera en que él y yo habíamos podido estar solos.
Así que parecía natural para nosotros ir a dar un paseo a pesar de que no había
nadie en la casa, excepto nosotros. Heath caminó hacia atrás, mirándome.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó.
—No. —Sabía que se refería a Ethan.
—Bien —dijo, luchando contra una sonrisa—. Porque estoy bastante seguro de
que cualquier consejo que tengo que ofrecer sería terrible.
Me eché a reír.
—Guau, gracias.
—Tengo buenas intenciones. Pero en caso de que no lo hayas notado, no soy 109
exactamente el Sr. Sensible. Los chicos hablaban de sus problemas con las chicas en sus
literas y yo era famoso por ofrecer el peor consejo.
Llevaba vaqueros oscuros que mostraban lo musculosos que sus muslos se habían
convertido en el servicio militar y tenía una vieja chaqueta de caza. De hecho, reconocí
esa chaqueta. La había tenido en la escuela secundaria. Estaba descolorida y sabía por
experiencia que era suave y cálida. Me había apoyado en ella, me había envuelto en ella.
—Tienes miedo de mostrar tu lado sensible. Pero lo he visto cuando pensabas que
no estaba mirando. No me puedes engañar.
Hizo una mueca.
—Mentiras. Absolutas mentiras. Soy un bruto, Cat. Recuerda siempre eso.
Negué con la cabeza, sonriendo.
—Todavía no me lo creo. Nunca has sido un bruto conmigo.
Parecía que estábamos bromeando, bromeando entre nosotros, pero dejó de
caminar. Terminé justo en frente de él. Tocó la punta de mi cabello, derramándose hacia
abajo sobre la parte delantera de mi abrigo.
—Lo fui al irme. Pero no fue intencionado. Y tú eres diferente de todos modos.
Nunca puedo ocultarte mis sentimientos.
—No quiero que lo hagas. —Puse mis palmas sobre su pecho, utilizando los
pulgares para jugar con los dientes de la cremallera que no estaba usando. Quería mover
las manos dentro de la chaqueta, para tocar su pecho, pero me contuve. Quería que me
besara, que tomara la iniciativa y bajara su boca a la mía en la forma en que ambos
habíamos estado anhelando desde el momento en que había puesto primero los ojos el
uno por el otro de nuevo hace semanas.
Pero no lo hizo.
En cambio, levantó las cejas y me dio una mirada pícara.
—Estoy pensando que estoy a punto de vencerte en una carrera por las rocas.
Era una fuente de muchos años de frustración para mí. Sus piernas eran más largas
y siempre había sido más rápido. Además yo había sido corredora de distancia, no una
grana velocista. Había disfrutado de tomarme el pelo, pellizcando en mi competitividad
natural, incitándome en las carreras por el monte que nunca podría ganar. Pero una vez
lo hice, cayendo en su espalda a toda velocidad con una explosión final de la energía.
Nos caímos sobre la hierba juntos, riendo, besándonos.
Luego diez minutos más tarde, había estado dentro de mí y había pensado que
entendía todo lo que alguna vez iba a saber.
—Esa no es una carrera justa —le dije—. Tienes las botas puestas. Estoy usando
lindos zapatos de niña casi sin suela.
110
—No es mi problema.
—Imbécil.
—¿Quieres que sea políticamente correcto? ¿Debo darte una ventaja? Quítate los
zapatos.
—No me hagas favores. —Si Heath vigilaba lo que decía, si se contenía y era
cuidadosamente educado, ya no sería él. Además, me gustaba la forma en que me
empujaba a ser mejor, a esforzarme más. Con él, siempre había sentido que todo era
posible—. El último allí tiene que cortar leña para la chimenea.
Heath soltó un bufido.
—Me encantaría verte cortar leña.
—¿Estás dudando de mí? ¿Estás sugiriendo que no puedo? —bromeé.
Pero no se rió conmigo. Dijo:
—Yo nunca dudaría de ti. Creo que eres capaz de cualquier cosa que te propongas.
Fue inesperado el halago y significó mucho para mí. Tragué saliva, sin saber qué
decir sin que sonase demasiado emocional.
Pero luego se inclinó hacia delante, muy cerca de mí. Esperé, esperé escuchar algo
aún más halagador. Una declaración de amor. Eso es lo que quería de todos modos. Pero
él murmuró:
—Vamos.
El tono era tan distinto de lo que se puede esperar para el inicio de una carrera que
me tomó un segundo darme cuenta de que estaba dando marcha atrás, sonriendo.
—Mierda —dije, luchando para despegar en un ángulo desde donde se estaba
moviendo lentamente.
Se rió, dándose la vuelta y corriendo. Tuve un microsegundo al empezar con él,
pero sus piernas eran más largas, más fuertes. Mi primera estrategia siempre había sido
la de tratar de mantener el ritmo con él, agarrándolo por la parte posterior de su camisa
y jugando con sus brazos para detenerlo. Pero ahora tomé una táctica diferente. Debido
a que me encontraba en un ángulo cuando se volvió, lo interrumpí. Tuvo que detenerse,
maldiciendo:
—¡Maldita sea, Cat, eso no es justo!
Sin aliento ya, grité por encima del hombro
—¡Puedes repartir, pero no puedes tomarlo! —Fui a toda velocidad por la colina,
unos buenos tres metros por delante de él. Se sentía increíble correr, llenar mis 111
pulmones con el aire frío, dejando de lado mi moderación, mi tristeza, y esforzarme.
Eché un vistazo por encima de mi hombro, me reí, mi cabello ondeando detrás de
mí y enredándose delante de mi nariz y labios. Lo aparté y grité cuando Heath me
alcanzó y agarró la parte posterior del abrigo. Nuestras posiciones se invirtieron por una
vez y me gustó liderar, pero sabiendo lo cerca que estaba lo hacía más divertido,
emocionante. Quería que me atrapara.
Pero quería ganar más. Empujé con más fuerza, con los pulmones a punto de
reventar. Cuando llegué a la orilla de la hierba en las rocas, me detuve y le di una
sonrisa de triunfo.
—¡Sí, he ganado! ¡Dios, por fin!
Fue a unos pocos metros por delante de mí.
—Esta es la meta real —guiñó un ojo—. Yo gano.
—No, no, no. Mentira. —Golpeé su brazo—. Sabes que la meta es donde termina
la hierba. Esa es la forma en que siempre fue y no se puede cambiar las reglas ahora.
—¿No? —suspiró—. Supongo que tienes razón. Voy a cortar leña.
—Realmente no tienes que hacerlo —concedí inmediatamente—. Ha sido
suficiente para mí haber pateado tu culo.
Heath se rió.
—Ahora estás presumiendo. —Se sentó en el suelo, manteniendo las rodillas
levantadas y descansando sus antebrazos allí—. Echaba de menos esto. Huele bien, ¿no
es así? Nada como el maldito desierto. No quiero volver a ver la arena nunca más.
—¿No hay vacaciones en la playa para ti? —le pregunté a la ligera, dejándome caer
al suelo junto a él—. Maldita sea. Voy a tener que cancelar el viaje a Hawái que te
compré para Navidad.
—Aw, eso es muy amable de tu parte. Pero no puedo aceptarlo. —Me empujó con
su rodilla
—¿Quieres hablar de ello? —le pregunté, haciendo eco de sus palabras de antes,
sabiendo que entendería que quería decir acerca de ser desplegado.
Pero dio la misma respuesta que yo.
—No.
No importaba. Sabía que me lo contaría cuando quisiera o estuviera listo, igual que
lo haría yo. No necesitábamos palabras. Me apoyé en su hombro, entrelazando mi brazo
con el suyo.
—Entonces vamos a ir a París en su lugar. —Era lo que decíamos, cuando
estábamos bromeando sobre ser pobres, en el futuro. Parecía un verdadero sueño
imposible. Todavía lo era. Pero ahora no tenía la fuerza y el anhelo detrás de ello que 112
tenía entonces. Ahora se sentía... innecesario.
—Creo que deberíamos quedarnos aquí. Para siempre. Es el único lugar donde no
me siento atrapado.
Lo cual era terriblemente irónico porque Vinalhaven siempre había sido el único
lugar donde me sentía atrapada.
Pero ahora era diferente. No podía explicar por qué. Tal vez porque era una adulta.
O casi una adulta. Tal vez porque mi madre y su deambular lamentable habían
desaparecido. Porque a que no había una casa llena de hermanos de acogida cautelosos.
No estaba segura de por qué. Pero se sentía menos sofocante ahora.
Tal vez era sólo porque en lugar de huir de Vinalhaven, había corrido a él, y
aunque podría haber estado sollozando con helado en mi cuarto en la universidad, en su
lugar estaba sentada junto al agua. Se sentía bien.
—O por lo menos permanecer hasta el martes —le dije con una sonrisa. Había
esperado que pusiera sus brazos a mi alrededor pero no lo hizo, así que me senté atrás,
incómoda con él viendo que estaba colgando sobre él o algo así—. Sólo tengo alimentos
para dos días.
—¿Has traído comida? Y aquí preocupándome de que iba a morir de hambre. Tres
horas es mucho tiempo para estar sin comer.
Así que él tenía la intención de tomar el segundo ferri de vuelta al continente. No
debería haber esperado más, pero aun así me decepcionó. Había dicho que iba a luchar
por mí cuando estaba con Ethan, pero ahora no estaba y él no estaba intentando nada en
absoluto. Era desconcertante. No sabía qué hacer con él.
Así que mantuve mi tono ligero.
—¿Pensaste que ibas a morir de hambre, pero has venido de todos modos? Eres
muy dulce.
—Eso es una cosa que nadie me ha acusado de ser.
—Es un cumplido, no una acusación.
—Sabes lo bien que manejo cumplidos.
—Sí, lo sé. Te retuerces.
—Tú eres igual.
—Sí. Pero he mejorado en aceptarlos. —Lo que sonaba como una petición poco
disimulada de que me diera uno. Eso no era lo que quería decir. Era sólo que Ethan me
hacía cumplidos todo el tiempo, y había aprendido a confiar en ellos, a tomarlos al pie
de la letra, por primera vez en mi vida. Pero Heath no iba a querer escuchar hablar
sobre Ethan y yo no quería que Heath pensara le estaba pidiendo cumplidos, así que me
apresuré a añadir—: Pero eso no significa que cualquiera tenga que hacerlos. 113
Él me dio una mirada divertida.
—Sí, no tienes ningún problema en absoluto. Ninguno.
Había sonado completamente ridícula.
—Que te jodan —le dije, no molesta con él en absoluto, pero igualmente
divertida. Definitivamente sentía como si hubiera trabajado duro para ser diferente, más
madura, ¿pero realmente había tenido éxito? No estaba segura.
—Ten cuidado con lo que deseas.
Sonaba como una simple broma. No sexual. No era una insinuación sugerente que
sería seguida por un toque, o un beso. No estaba segura de lo que estaba haciendo, pero
no quería arruinar la tarde. No quería que se fuera, o a nosotros discutiendo. Así que
arranqué una zona de hierba muerta.
—Ya no estoy segura de creer en deseos.
—Yo nunca lo hice.
—¿En qué creías, Heath? —le pregunté, consciente de que mi trasero estaba
entumecido por el frío suelo y mi nariz picaba por el viento fuerte. Sorbí por la nariz y
froté, cambiando mi posición. El frío se sentía tan crudo como mis emociones, el agua
golpeaba contra las grandes rocas por debajo de nosotros.
—Creía en nosotros.
Yo también, y eso me entristeció profundamente. Abracé mis rodillas a mi pecho,
inclinando mi mejilla en mis guantes para poder mirarle. Estaba mirando hacia el
océano.
—Gracias por no cubrir tu tatuaje. —Me recordó cuando había existido en
esperanza, y la esperanza sola. Me había graduado y creado planes para mí y ahora
todos esos planes se habían derrumbado. Pero podía hacer nuevos planes. Quizás a veces
la esperanza era más importante que tener una lista de verificación.
—No me siento cómodo con los cumplidos, ¿recuerdas? —Cogió un palo y lo tiró
con fuerza—. Hay algunas cosas que simplemente no puedo cubrir.
Eso era sin duda cierto.
—¿Recuerdas cuando esa señora de la iglesia vino y trajo esas bolsas de ropa y era
como la ropa de segunda mano más fea? ¿Cubierta de pelo de perro y manchas de
desodorante?
—Oh, Dios. Sí. Lo recuerdo. —Al principio nos habíamos sentido insultados.
Incluso mi padre había mirado a la mujer con una expresión de ¿Qué demonios?, ya que
ella había dicho en repetidas ocasiones que la ropa era “para los huérfanos”—. Fue tan
1945. Raro.
114
—Fue satisfactorio como el infierno quemar toda esa ropa. Hicimos un infierno de
una hoguera esa noche.
El recuerdo me hizo sonreír. Nos había dado una cantidad exorbitante de placer el
prender fuego a esa ropa. Mi padre negó con la cabeza, pero no dijo nada en señal de
protesta, solo que no intentáramos cocinar malvaviscos por los productos químicos en el
tejido.
—Me siento un poco mal. Quiero decir, ella sólo estaba tratando de ser agradable.
—Estaba siendo condescendiente.
Estaba en lo cierto. Lo más probable es que la mujer había dormido mejor de
noche pensando que había hecho su parte para ayudar a los niños pobres. Su motivación
no era verdadera generosidad, sino impresionarse a ella misma.
—¿Qué te ha hecho pensar eso?
—Estaba pensando que quemar la ropa de mierda sería más fácil que cortar leña.
—Se rió y se puso de pie, sosteniendo su mano hacia mí—. Vamos. Parece que tienes
frío.
—Estoy bien. —Estaba helado, pero no me importaba. Pero tomé la mano que me
ofrecía y tiró de mí hacia arriba, sacudiendo el extremo de mis vaqueros—. No puedo
creer que sea casi Halloween. —No era nada un comentario y no estaba segura de por
qué lo dije, con la excepción de que mirando a mi alrededor era obvio que los árboles ya
estaban al descubierto. Con Heath siempre había tenido la costumbre de pensar en voz
alta. Nunca había tenido miedo de compartir mis pensamientos, nunca me había
guardado con él.
—Eso fue lo mejor de estar en el ejército. Siempre nos daban todos estos paquetes
de ayuda en los días festivos. Toneladas de dulces después de Halloween. Voy a extrañar
eso.
Había soltado mi mano y me hubiera gustado que no lo hubiera hecho a pesar de
que llevaba guantes.
—No he pedido dulces desde cuarto grado.
—Si tuviera que pedir, no habría conseguido nada. Sabes que soy pésimo en pedir
cosas. Pero simplemente aparecía con la bolsa llena. Personas bien intencionadas que
cuidaban de los soldados.
Era sin duda pésimo en pedir cosas.
—Vamos a tallar una calabaza este año —le dije, aunque era una idea estúpida. No
teníamos ninguna parte para mostrar una calabaza en su apartamento o mi habitación
en la casa de la hermandad.
—¿Puedo hacer que parezca el tipo de Hellraiser1? 115
—Por supuesto. —Ni siquiera estaba segura de quién era, pero era probablemente
asqueroso. Realmente no me importaba. Sólo quería hacer algo que fuera tradicional.
Quería saber que por lo menos un día de fiesta tenía con quién pasarlo. Estaba tan solo a
unos días de distancia por lo que no me avariciosa por sugerir que saliéramos. Incluso si
era un poco desesperado. Podría racionalizar que éramos amigos.
Éramos amigos.
Y de repente me preguntaba si eso era todo lo que él quería ser.
Era lo que le había pedido inicialmente, por lo menos ser amigos. Estaba
agradecida de que pareciera capaz de hacer eso, aun cuando sabía que ya secretamente
esperaba más.
Cuando volvimos a la casa, fue cómodo y fácil. Hice emparedados con la carne del
almuerzo y el pan que había comprado en el supermercado después de ver a Billy, y vi a
Heath cortar leña por de la ventana. Le dije que no necesitaba, pero él había insistido. Se
había desprendido de su chaqueta y balanceaba el hacha con oscilaciones fáciles y
seguras en sólo su camiseta.

1
Hellraiser: es una película británica de terror de 1987 escrita y dirigida por Clive Barker, y basada en la
aclamada novela de Barker Hellraiser. Es considerada tanto una película de culto como un clásico del
género.
Unté la mostaza y traté de no babear. Él nunca miró en mi dirección, así que era
libre de mirarlo todo el tiempo. Una parte de mí se sentía culpable ya que Ethan y yo
acabábamos de romper, pero al mismo tiempo, mi atracción por Heath precedía a Ethan.
Parecía que no tenía nada que ver con Ethan. Pero esperaba que Heath apareciera y
sacara inmediatamente sus planes y había estado preparada para desviar eso un poco.
Disfrutar un poco. Esto no lo entendía.
Casi parecía como si estuviera siendo... fraternal conmigo.
Que era la más cruel de todas las ironías.
Se volvió otra vez, golpeando el tronco fuerte, dividiéndolo en dos partes
perfectas. Suspiré, mi cuerpo me traicionaba. Su cuerpo era más maduro ahora. Pero
también lo era el mío. Me ponía inquieta.
Después de comer Heath se asomó por la sala de estar, mientras yo yacía en el sofá,
mirándolo.
—He perdido el ferri —dijo, con indiferencia, recogiendo un viejo periódico y
frunciendo el ceño.
—¿Sí? —le pregunté, igualmente indiferente—. No he estado mirando la hora. —
Lo que era una mentira. Había sabido que estaba en riesgo de perderlo, y había optado
por permanecer en silencio.
116
—Esto es del 2006 —comentó.
—Eso es nuevo para la mayoría de las cosas en esta casa. —Estaba tumbada de
espaldas, con las manos detrás de la cabeza, contenta descansando y estudiándolo—.
¿Quieres hacer un fuego con toda esa madera que has cortado? Oscurecerá pronto.
Dejó caer el periódico.
—Podemos hacer eso.
—O podemos ver una película.
—¿Qué tal si vemos una película, después, hacemos una fogata? —Se fue a estudiar
la vieja y pequeña colección de DVDs—. ¿De dónde vienen la mitad de ellos?
—La mayoría de ellos Brian los tomó prestados de la biblioteca y nunca los
devolvió. Elige cualquiera.
Lo hizo, simplemente cogió uno y encendió el televisor y el reproductor de DVD
de la vieja escuela. Abrió la caja y puso el disco. Con el control remoto en la mano se
acercó a mí.
—Estás acaparando el sofá.
Eso hirió mis sentimientos por alguna razón.
—Me siento cómoda.
Se dejó caer en el suelo a mi lado, con la espalda contra el sofá.
—Diva.
Sin previo aviso había lágrimas en mis ojos.
Heath hizo un sonido en la parte posterior de su garganta.
—¿Qué pasa? Sólo estaba bromeando. No creo que seas una diva. Cat, habla
conmigo, nena.
—¿Por qué no me tocas? —le pregunté, avergonzada de que estuviera tan
necesitada, pero teniendo que saber la respuesta—. Has estado evitando tocarme todo el
día.
Se pasó la mano por la cara y me dio una pequeña sonrisa.
—Confía en mí, no es porque no haya querido. Es muy difícil controlarme.
Había rodado sobre mi costado así que nuestros rostros estaban a pocos
centímetros de distancia.
—¿Por qué tienes que controlarte? —susurré.
—Porque tiene que venir de ti —dijo con seriedad—. Tu relación acaba de
terminar. Eres vulnerable. Podría tomarte, pero entonces te poseería porque he hecho
que suceda. Y lo que más me gusta de ti es tu espíritu, tu independencia. Tu voluntad. 117
Tomarte sería como tratar de agarrar una ola y aferrarme a ella... es imposible. Sería
arrastrado. —Extendió la mano y acarició el dorso de la mano por mi mejilla—.
¿Entiendes eso? Necesito que sea tu elección, por el bien de ambos, aunque retenerme
me mate.
Le miré a los ojos, sorprendida por lo bien que me conocía, como a pesar de todo
este tiempo, separados, todavía sabía lo que iba a necesitar. Porque estaba en lo cierto.
Por mucho que me gustaría que lo hiciera fácil, y tomara el control, la elección tenía
que ser mía. No podía permitir que algo sucediera entre nosotros, tenía que ser
consciente.
—¿Cómo puedes entenderme más de lo que me entiendo yo? —le pregunté,
apoyándome en su toque, besando suavemente sus nudillos.
Sus ojos se clavaron en los míos.
—Porque tú me haces. Porque no existía, no en cualquier manera que importe,
hasta que te conocí.
Capítulo 13
S uspiré. Fue la tranquila exhalación de una respiración, pero también fue
un suspiro interno, en mi corazón. Una sola lágrima cayó por mi mejilla,
a su mano, y supe que él tenía razón. Nuestras vidas, nuestras almas, estaban
entrelazadas. Para bien o para mal, estaba conectada a él de una manera que desafiaba al
tiempo, la lógica, y la distancia.
—Te amo —le dije—. Siempre lo he hecho.
—También te amo. Solía molestarme, no saber quién era o de dónde venía, sólo
que mi madre era una fugitiva con un nombre falso. Pero cuando te conocí nada de eso
importaba porque me di cuenta de quién era, el hombre que había nacido para amarte.
—Oh, Dios —dije en voz baja, con la mano temblorosa mientras cubría la de él
donde descansaba en mi mejilla—. Te he echado de menos.
Todos los miedos, la preocupación de que no era más que un enamoramiento
adolescente, la preocupación por el futuro, se evaporaron. No me importaba lo que 118
había sucedido ayer o lo que iba a pasar mañana. Sólo quería sentir sus labios sobre los
míos, sus brazos alrededor de mí.
Estaba en una posición incómoda, apoyada en un codo, pero no quería esperar.
Inclinándome hacia adelante, esforzándome, le observé mirándome, sabiendo que sabía
lo que estaba a punto de hacer. Si quería que yo le tocara primero, lo haría. Cruzaría esa
línea porque tenía que hacerle saber lo que significaba para mí. Que a pesar de planear
un futuro sin él, nunca había dejado de amarle.
Sus ojos se oscurecieron, su mano todavía en mi mejilla. Sus labios se separaron,
pero sabía que no iba a decir nada.
Le di un beso, y fue un beso tembloroso y tentativo, en parte por el ángulo, en
parte por estar emocionalmente abrumada. Un suave roce sobre los labios que conocía
muy bien. Me retiré unos centímetros, cerrando mis ojos, sólo recomponiéndome.
—La idea de eso me ha mantenido con vida durante tres años —murmuró con voz
áspera—. Bésame otra vez. Por favor.
Moviendo su mano hacia abajo, sobre mi pecho, hacia mi cintura, me moví para
poder envolver mis brazos alrededor de su cuello. Esta vez, cuando le besé, fue lento,
lánguido, con un profundo, profundo anhelo expresado entre nosotros. Tanto tiempo.
Tanto miedo. Mis dedos masajeaban su nuca, y cerré los ojos, hundiéndome en él. Había
estado besando a otra persona por un año, y Ethan besaba de manera diferente, con
presiones más cortas, más ruidosas y había aprendido a adaptarme, a acomodarme a eso.
Pero sólo hizo falta el indicado para mí para recordar cómo besar a Heath, para
volver a caer en lo que funcionaba tan bien entre nosotros. Eran besos profundos y
calientes, con las bocas perfectamente alineadas, mi cuerpo en sintonía con el de él. Se
movió en el suelo, cambiando de postura para enfrentarme completamente. Agarró mi
cintura con fuerza, y enroscó su mano libre en mi cabello, su lengua provocando a mi
boca para que se abriera.
Esa suave invasión, ese empuje y retirada, hizo que gimiera, el deseo llegando en
una enorme avalancha de necesidad desesperada. Lo que había empezado como un roce
tembloroso de mis labios contra los de él se habían zambullido en un caliente tango de
lenguas, nuestros movimientos hambrientos, ansiosos. Me presionó hacia atrás, hacia
abajo sobre el sofá y se deslizó encima de mí, sus brazos musculosos sostenido su cuerpo
en alto de modo que nos rozábamos, pero no me aplastaba.
—Dios, eres tan hermosa —dijo, apartando mi cabello de mi rostro—. ¿Estás
segura de que quieres hacer esto?
No estaba segura de si estaba preguntando acerca de que estuviéramos juntos
después de hoy o si estaba preguntando acerca del sexo, pero estaba absolutamente
segura sobre ambos. Si no estaba hablando de estar juntos, en realidad no quería saberlo 119
en ese momento, así que no estaba a punto de pedir una aclaración. Me limité a asentir.
—Sí. Estoy segura.
Me besó de nuevo, con fuerza, antes de retroceder y mirarme fijamente.
—Gracias.
El calor tiñó mis mejillas ante sus palabras. Lucía feroz, y sin embargo vulnerable.
Como si hubiera estado inseguro de lo que podría encontrar cuando llegara aquí a
Vinalhaven. Sin embargo, había venido de todos modos. Levanté la cabeza, mis labios
buscando los de él, encontrándome a mitad de camino. Me recosté de nuevo mientras
me besaba una y otra vez, una ansiosa familiaridad que se sentía como si la hubiera
añorado por siempre, que había pensado que nunca sucedería. Sin embargo aquí estaba.
Aquí estábamos.
Cuando su mano comenzó a deambular hacia arriba por debajo de mi camisa, hacia
mis pechos, suspiré de placer.
Pero de repente se detuvo.
—Vamos al dormitorio.
—Está bien. —El sofá funcionaría, pero no tenía mucho espacio para maniobrar.
Se levantó y me tendió la mano. La tomé, entrelazando mis dedos con los suyos.
Mientras subíamos las escaleras, se sentía extraño estar en la casa, solos nosotros dos. No
pensaba que eso en realidad hubiera sucedido antes y me sentí nerviosa, como si mis
padres fueran a entrar por la puerta. Lo que por supuesto no iba a suceder. Pero las
esquinas tenían sombras y la casa estaba fría. Hubiera sido solitario permanecer allí sola
durante más tiempo del que había estado.
Y nadie más pertenecía allí conmigo a excepción de Heath. Nunca habría traído a
Ethan aquí. Nunca.
Fue a mi habitación a la que me llevó, bajándome cuidadosamente sobre la cama
en la oscuridad. Dándose la vuelta, encendió la lámpara para que un débil resplandor
nos iluminara a nosotros y a la cama. Se quitó la camisa y tracé mis dedos sobre sus
músculos, sobre los tatuajes que no había tenido antes, uno de un barco pirata, otro una
cita en un idioma extranjero que no reconocí.
—Tengo miedo —le confesé, con las yemas de los dedos moviéndose hacia arriba
para tocar su labio inferior. Quería esto demasiado, pero también tenía miedo. Me
importaba, lo que pensaba de mí. Que lo pasara bien conmigo.
—¿Miedo de qué, cariño? ¿Tienes miedo de mí? —Parecía perplejo.
—¡No! Por supuesto que no. Nunca podría tenerte miedo. Tengo miedo de que no
sea lo mismo. De que no sea bueno... suficiente... para ti. —Estaba bastante segura de
que moriría si hubiera dejado de quererlo y se diera cuenta de que lo que habíamos
compartido era cosa de aficionados y que eso, yo, ya no podía satisfacerle. 120
Pero él parecía incrédulo.
—No puedes estar hablando en serio.
—Por supuesto que lo digo en serio.
—Cat. —Tomó mi mano y la puso sobre su erección—. Nos hemos estado besando
por menos de diez minutos y te quiero tan desesperadamente que ni siquiera puedo
pensar. Te he amado durante cinco años. He pensado en nuestra primera y única vez
juntos un millón de veces, deseando tener una oportunidad más, sólo un beso más, un
toque más. Siempre será más que bueno contigo. Siempre será lo máximo, porque eres
mi máximo. —Me besó—. ¿Entiendes?
Asentí.
Me besó de nuevo.
—¿Confías en mí?
Volví a asentir.
Sus labios se enterraron en mi cuello.
—¿Me deseas?
Asentí.
—Por supuesto.
—Entonces no tengas miedo. Nunca tengas miedo cuando estás conmigo.
—No lo haré —le susurré, mi tobillo enlazándose con la parte trasera del suyo. Le
quería más cerca, su duro cuerpo sobre el mío. Agarré su espalda desnuda mientras sus
labios bajaban por mi cuello, y sobre la parte delantera de mi camisa, sus dientes
rozando mi pezón.
Desató los tres primeros botones en mi ceñida camisa a cuadros. Era de color azul
y él me miraba mientras los desabotonaba.
—Esta camisa resalta el azul en tus ojos.
—Creo que mis ojos son verdes —dije, sabiendo por qué lo decía. Era una vieja
broma entre nosotros. Mis ojos eran en realidad marrones, algo de lo que me había
lamentado con él una vez. Así que había tomado la costumbre de hacerme bromas,
siempre diciéndome la misma línea. Yo siempre le daba la misma respuesta.
—Creo que son hermosos. —Se inclinó y besó la curva de mi pecho.
Levanté la cadera, impresionada de lo mucho que le quería físicamente. Me besó,
deslizándose hacia abajo por la copa de mi sujetador y jugando con mi pezón,
provocándolo con su lengua antes de finalmente sujetarlo y chuparlo. Sentía cada
vibración, cada tirón y provocación, en lo profundo entre mis muslos, y ya estaba 121
jadeando, con mis párpados pesados. Su mano se apropió de mi otro pecho y me mordí
el labio, moviendo mis manos sin descanso por su espalda, disfrutando de cada toque, mi
cuerpo vivo por el deseo. A intervalos aleatorios levantaba la cabeza y me daba un beso,
a veces con lengua, a veces sin ella.
Me sentía impotentemente inactiva, queriendo complacerlo, pero sin saber cómo.
Había sido completamente inexperta en nuestros manoseos adolescentes, y no me sentía
mucho más seductora ahora. Estaba dividida entre el deseo de simplemente disfrutar y
dejarle hacer lo que quisiera, y con ganas de ser la que le diera placer, la que le mostrara
lo mucho que significaba para mí. Pero él estaba desabrochando mis pantalones
vaqueros y temporalmente me olvidé de querer excitarlo intensamente, porque su mano
había encontrado el camino dentro de mis bragas. Parecía que iba a excitarme primero.
—Heath —susurré.
Él no contestó, su boca sobre mi pecho, mientras acariciaba por encima mi clítoris
y hacia abajo a mi humedad. Gemí, arqueando las caderas para encontrarlo.
Encontramos un ritmo fácil agotador y acariciando y besando.
—Sabes tan bien —dijo, antes de que de repente se sentara y tirara de mis
pantalones vaqueros—. Quiero probar todo de ti.
Yo ya estaba respirando con fuerza, y mientras tiraba violentamente de mis
pantalones, estiré las manos hacia atrás y desabroché mi sostén. Quería estar desnuda,
para sentir todo de él. Lo tiré, desesperada por tenerlo lejos de mí. Nunca habíamos
estado desnudos juntos antes, no completamente piel contra piel, y parecía pensar lo
mismo que yo, porque después de quitarme los pantalones vaqueros, se deshizo de los
suyos con rapidez. Ya era diferente de nuestros tanteos debajo y sobre la ropa del otro
en nuestra relación pasada. Nuestro deseo era más oscuro, más maduro, buscando, y sin
dudas.
Metió su lengua en mi ombligo, y luego se movió hacia abajo, separando mis
piernas mientras besaba sobre mi carne más sensible.
—Oh —gemí, con la cabeza cayendo hacia un lado, con los dedos tirando de su
cabello. Tenía que sostenerme mientras me hacía las cosas más deliciosas. Mis rodillas se
separaron más y mi tensa necesidad se hinchó y estalló en un intenso orgasmo caliente.
Eso me pilló con la guardia baja y me sacudí, tirando de su cabello. —Mierda, oh,
maldición, Heath...
Echando un vistazo hacia mí a lo largo de mi cuerpo, su expresión era salvaje,
complacida.
—Los recuerdos no podían hacerle justicia —murmuró—. Sabes mejor de lo que
recordaba. —Me besó en la cara interna del muslo.
Con el cuerpo aún tenso, mojado, me senté, inclinándome para poder darle un
beso profundo y duro. No había pensado en el hecho de que mi olor estaría en sus
122
labios, su lengua, y si bien me sorprendió, no me importó. Se sentía correcto, todo con
él. No quería contenerme. Quería probarlo también. Deslizando mis manos por su
pecho, seguí el camino con mis labios hasta que llegué a la cintura de sus calzoncillos.
Retirándolos, encontré su erección con mis besos, deslizando mi lengua sobre su carne
suave.
Él emitió un sonido agudo en la parte posterior de su garganta y pensé que había
hecho una buena elección. No era mi mayor habilidad en la vida, pero me imaginé que
el entusiasmo trabajaba en lugar de la técnica. Heath no parecía estar objetando cuando
cerré mi boca sobre él y me moví hacia arriba y abajo, usando mi saliva para crear un
deslizamiento rítmico. Sus dedos se clavaron en mis hombros. Después de un minuto o
dos, en realidad tiró de mi cabello, echando mi cabeza hacia atrás.
No perdí mi agarre sobre él, sólo le miré a modo de pregunta, sabiendo que no lo
estaba haciendo mal. Podía escucharlo en su respiración, sentirlo en su tensión, que lo
estaba haciendo muy, muy bien.
—Sólo quería ver tu rostro por un segundo —dijo, con voz ronca—. Sólo quería
ver que esto es real. —Entonces soltó su agarre en mi cabello.
Volví a chuparlo, experimentando para encontrar qué ritmo le gustaba más,
explorando con mis dedos, acunando sus bolas. Era íntimo y emocionante y disfrutaba
de los sonidos que él hacía. Era silencioso y controlado, pero se rindió a los gemidos que
mostraban que había atravesado sus barreras.
Cuando se retiró inesperadamente, miré hacia arriba, limpiando mis húmedos
labios, recogiendo aire en mis pulmones. Pero antes de que pudiera hablar, me tenía
sobre mi espalda, su mano agarrando fuertemente mi muslo duro mientras separaba mis
piernas. Quité mi cabello de mi rostro mientras se deshacía de su ropa interior y sacaba
un condón del bolsillo de sus vaqueros tirados. Había traído condones. Parecía que había
sido optimista. Me alegré de que lo hubiera pensado porque yo no estaba preparada de
ninguna manera.
Cuando estuvo ubicado entre mis muslos, ubicó mi cadera contra él, mi pierna
apoyada en la parte trasera de la suya. Hizo una pausa, inclinándose para besarme
suavemente.
—Me vuelves loco.
Podía sentirlo palpitando contra mí y quería retorcerme pero tragué saliva y
esperé, mirándolo fijamente, deseando que el momento durara para siempre.
—Creo que es mutuo.
Me dio una pequeña sonrisa.
—¿Qué deberíamos hacer al respecto? 123
—Creo que sabes exactamente qué hacer.
La sonrisa traviesa se ensanchó.
—Lo sé.
Esas palabras en particular tocaron una fibra sensible y estaba a punto de comentar
cuando Heath se empujó dentro de mí, llenándome, su piel desnuda rozando contra la
mía en varios puntos en mi cuerpo. Me olvidé de lo que sea que había estado a punto de
decir y di un grito involuntario en éxtasis. Lo que sea que había recordado de nuestra
primera y única vez en el césped no se podía comparar con lo que se sentía tenerlo
encima de mí, dentro de mí, empujando no con la urgencia maníaca de ser joven y tener
miedo de ser atrapado, sino con los golpes fuertes y confiados de un hombre.
Llevaba sus placas de identificación, y rebotaban contra mi barbilla, frías y
ruidosas.
—Lo siento —murmuró, alcanzándolas para tirarlas hacia su espalda.
Pero las agarré primero y las sostuve en mi puño, sujetándolas contra mí, no
queriendo interrumpir el ritmo, sin interrupción entre nosotros. Quería que
estuviéramos atados, como los eslabones de la cadena de metal, para siempre, de manera
permanente, sin fin. Uno alrededor del otro, Heath y yo, él para mí y yo para él y
viceversa, pensamientos, amor, corazones.
En ese momento no sabía dónde comenzaba él y terminaba yo.
Sólo sabía que nunca había conocido un mayor placer, o experimentado nada más
emocional y físicamente intenso que cuando raspé su espalda con mis uñas, y me vine
con su nombre saliendo de mis labios.
—Cat —susurró, con los ojos oscuros, el ceño fruncido—. Yo…
Pero no terminó la frase. Tal vez no se necesitaban palabras. Pasó el pulgar por mi
labio inferior.
Luego cerró los ojos y en silencio explotó dentro de mí mientras me sostuve contra
él tan fuerte como posiblemente podía, queriendo retenerlo ahí para siempre.

Estaba perezosamente tumbada sobre su pecho, incapaz de resistirme a darle a su


hombro un suave beso de vez en cuando. Heath me estaba sosteniendo cerca de él, su
respiración finalmente volviéndose regular otra vez. Se había deshecho del condón,
puso la sábana sobre nosotros hasta nuestras cinturas.
—¿Qué significa esto? —le pregunté, trazando las letras a través de su abdomen.
—Significa “tú me haces quien soy”. O algo parecido. Es latín.
No quería ser presuntuosa, pero sentí un escalofrío de placer ante sus palabras. 124
—¿Y qué significa eso para ti?
Me acarició el trasero desnudo, del que era muy consciente.
—Sabes lo que significa. Significas tú.
—Me gusta. —Me moví más cerca de él, disfrutando de la sensación de piel sobre
piel. Disfrutando de la fácil alegría que sentía con él—. Esa ha sido posiblemente la
mejor cosa que me ha pasado alguna vez —le dije, sintiéndome descarada, disfrutando
de la capacidad de estar totalmente desnuda con él.
—¿Qué, mi tatuaje?
—En realidad me refiero al sexo.
Se echó a reír.
—Chica sucia.
—Me haces sentir sucia en una manera muy buena. —Dejé que mis dedos fueran a
la deriva hacia abajo sobre su cadera mientras me medio sentaba y le miraba, sonriendo.
Con una sonrisa amplia, probablemente. No podía evitarlo. Me sentía muy, muy
satisfecha.
Heath jugaba con las puntas de mi cabello.
—Te ves hermosa, salvaje y libre. Justo de la manera en que te recuerdo.
—Me siento salvaje y libre.
—¿Quién puso fin a las cosas? ¿Ethan o tú? —preguntó.
La pregunta me tomó por sorpresa. No quería hablar de Ethan cuando estábamos
desnudos, con los cuerpos aún calientes por el sexo.
—¿Por qué importa?
—Porque si Ethan rompió contigo, entonces soy tu premio de consolación. No tu
primera opción.
Esa era la cosa más tonta que había oído alguna vez.
—Eres mi primera opción porque te conocí primero y nunca quise que
termináramos.
No parecía convencido.
—Todavía no has contestado a mi pregunta. Y al no responderla, creo que acabas
de hacerlo.
Así que iba a ser terco. No tenía ninguna razón para no ser honesta.
—Ethan rompió conmigo.
Heath negó con la cabeza.
—Maldito idiota. ¿Cómo pudo romper contigo? ¿Es tan estúpido como para no
125
saber lo que tenía? Dios, el pensar en sus suaves y blancas manos tocándote me pone
enfermo.
Había más veneno en su voz del que esperaba oír. No era como si no hubiera
sabido de Ethan por semanas. No quería que se sintiera celoso, no ahora.
—Heath...
—Quiero poner mis manos sobre su cuello y ahogarlo.
Le miré fijamente.
—No dices eso en serio.
—No, en realidad lo hago. —Me dio una tensa y cerrada sonrisa—. Y lo
disfrutaría.
Se me puso la piel de gallina.
—¿Por qué estás tan enfadado? Me estás asustando.
Metió mi cabello detrás de mi oreja.
—¿Tienes miedo de mí, Cat? Has dicho que nunca tendrías miedo de mí.
—No tengo miedo de ti. Pero no me gusta oírte hablar así. No tienes ninguna
razón para querer hacerle daño a Ethan.
—Sí, la tengo. ¿Cuántas veces te ha tocado? ¿Cuántas veces te ha hecho reír? ¿Le
dijiste que le amabas? —Sus ojos estaban vidriosos, su mano temblando—. E ibas a
apartarme de tu vida porque él te lo pidió.
Sus palabras me pusieron incómoda.
—No puedes decirme que no has tenido sexo con nadie en los últimos cuatro años
porque no te creeré.
No contestó, sus labios fruncidos.
—Eso es lo que pensaba. No podemos borrar el pasado. Es lo que es. Pero no
puedes castigarme por tratar de seguir adelante. Me gustaría señalar por la
septingentésima vez que no tenía idea de dónde estabas.
—Lo siento. No estoy tratando de castigarte, realmente no lo hago. Pero eso no
quiere decir que aun así no quiera golpearle con fuerza en su perfecta cara bonita.
—Tu cara es más bonita y más perfecta. —Nadie alguna vez describiría a Heath de
esa manera. Era demasiado rugoso, demasiado inquietante.
Él lo sabía porque puso los ojos en blanco.
Pero le besé suavemente antes de que pudiera protestar.
—Ahora, ¿por favor dejarías de hablar de Ethan? Ese tema es un aguafiestas.
126
—¿Estás ebria? —Sus palabras todavía eran un poco enfurruñadas, pero
claramente estaba haciendo un esfuerzo para avanzar. Pasó algunos mechones de mi
cabello sobre su boca.
—Sí. De sexo y amor.
Me premió con una sonrisa.
—Entonces prometo nunca mencionar su nombre de nuevo. Porque si estás ebria
de sexo y amor, entonces yo estoy jodidamente borracho.
Capítulo 14
M e desperté fría y sola. No estaba segura de lo que me había despertado, pero
la única luz en la habitación era la de la luna, y cuando me di la vuelta,
tratando de alcanzar a Heath, vi que no estaba ahí. Mi cama doble estaba vacía, la
cubierta echada hacia atrás por donde había salido. Me senté enderezándome, mirando
alrededor, escuchando la casa en la oscuridad cualquier sonido de él moviéndose, yendo
al baño.
Todo estaba en silencio.
Sabía que no podía salir de la isla sin un barco, y no a las dos de la mañana o la
hora que fuera, pero aun así sentí un pánico ciego de que se hubiera ido. Que me
hubiera dejado. Una vez más.
Empujando las mantas, me puse un par de pantalones de yoga de mi bolsa de viaje
y calcetines que había tirado por la cama. Ya estaba de pie y caminando mientras me 127
colocaba mi sudadera, decidida a encontrar a Heath, mi corazón acelerándose tanto por
despertarme de golpe como del miedo irracional. No estaba en el baño. Miré en los otros
dormitorios, incluida en el que había compartido con Brian. Si estaba durmiendo ahí, no
iba a mentir, me sentiría herida. Pero sólo tenía una cama doble, así que quizás
realmente sólo quería una buena noche de sueño.
Pero no estaba ahí. No estaba en la cocina ni en la sala de estar.
Tropezando con el borde agujereado en la sala de estar, maldije cuando me golpeé
el dedo del pie.
—Joder. —Encendí la lámpara, entrecerrando mis ojos cuando el foco forzó a mis
pupilas a dilatarse rápidamente. El salón estaba lleno de cosas y podía matarme tratando
de cruzarlo en la oscuridad.
La puerta principal se abrió con un chirrido y salté ante el movimiento repentino.
—¿Heath? —Su cabeza apareció en la puerta, abajo. Estaba claro que se
encontraba sentado en el escalón de la entrada.
—Eh. —Parecía sorprendido—. ¿Qué estás haciendo? ¿Estás bien?
Negué con la cabeza, mi garganta repentinamente apretada.
—Me he despertado y he pensado que te habías ido. He pensado que me has
dejado. —Su boca se abrió.
—Oh, bebé, por supuesto que no. Jesús. Ven aquí. —Empujó la puerta abriéndola
más y extendió su mano hacia mí.
Caminé con dificultad a través de la sala de estar, a punto de llorar, sintiéndome
estúpida, vulnerable y necesitada. Limpiando los ojos, me senté en el umbral,
apoyándome en el marco, mis rodillas rozando su brazo.
— ¿Por qué estás allí? Ven aquí. —Me dio una sonrisa—. Déjame abrazarte.
—Si querías abrazarme no deberías haber salido de la cama. —Era una cosa
verdaderamente malcriada de decir, pero me sentía aterrorizada. No estaba segura de
que pudiera sobrevivir si se diera la vuelta saliendo de nuevo de mi vida.
Abandonamiento post sexo, parte dos.
Heath me miró por un segundo. Tenía los antebrazos apoyados sobre sus rodillas.
—Tengo insomnio. No quería despertarte.
—¿Por qué tienes insomnio? —¿Estaba preocupado por algo? Esa es la única razón
por la que laguna vez tuve tenido problemas para dormir. ¿Estaba preocupado por mí?
¿Por nosotros? ¿Ethan?
—No lo sé. Siempre he tenido problemas para dormir y estar en servicio lo
empeoró. Había días en que dormíamos poco, luego me desmayaba durante doce horas.
Y a veces, cuando tengo muchas cosas en mi mente, no puedo silenciar los 128
pensamientos.
—¿Hay muchas cosas en tu mente? —Froté mis ojos todavía húmedos con los
puños de la enorme sudadera de la Universidad de Maine que me había puesto. Mi voz
sonaba ronca y somnolienta.
—Sí. —Me miró—. Mira, hay una chica de la que he estado enamorado desde hace
mucho tiempo y todo lo que quería era estar con ella. Estaba empezando a pensar que
no iba a pasar, pero ahora creo que quizás sí, pero no estoy realmente seguro de lo que
quiere. Así que estoy tramando maneras de secuestrarla y mantenerla aquí, para
siempre.
El alivio hizo que mi cabeza se hundiera hacia adelante sobre mis rodillas.
—He empezado a llorar porque he pensado que te habías ido —le dije—. No creo
que necesites cuerdas para mis muñecas y cinta adhesiva tapando mi boca para
mantenerme contigo.
—Gracias a Dios, porque eso suena agotador. —Se acercó más a mí—. Intercambia
el sitio conmigo.
— ¿Qué? ¿Por qué?
—Siéntate entre mis piernas y apóyate en mí.
Me moví hacia adelante, dejando que maniobrara alrededor, detrás de mí. Me
acomodé entre sus piernas contra su pecho. Suspiré cuando sus brazos me rodearon,
disfrutando tanto de la calidez como de la fuerza ahí.
—Puedo oír la voz de mi padre —murmuré—. Estaría quejándose de que tenemos
la puerta abierta y hemos dejado que el calor salga.
Heath soltó una breve carcajada.
—Sí. También puedo oírle. ¿Quién va a pagar la factura de la calefacción? ¿El hada
del calor? Quiero decir, ¿qué es el hada del calor?
—No existe. Ese era el punto. Me pregunto quién está pagando la factura de la
calefacción, ¿por cierto? No puedo creer que Brian lo haga.
— ¿No lo sabes?
—Nop. —Bostecé—. Brian es dueño de la casa, no yo. Mi padre no me dejó nada.
—Pensaba que era de ambos.
—No. Mi padre hizo su testamento hace un par de años, lo escribió antes de que
cumpliera los dieciocho años. Le dio a Brian por completo la casa. No sé por qué. —
Todavía duele—. No le importa una mierda por este lugar. —La semana pasada no había
estado segura de que hice bien, pero estando aquí había abierto una caja llena de
emociones. Sentí tanto nostalgia como tristeza. La casa estaba llena de recuerdos, y sin 129
embargo, estaba tan vacía. Sólo polvo y cosas olvidadas y descuidadas. Todo barato, todo
sucio.
No se sentía como un hogar, pero quizás podría. A pesar de que eso nunca
sucedería mientras Brian fuera el propietario.
—Está a la venta —añadí.
—¿Lo está? —Parecía sorprendido—. No he visto ningún cartel en el patio.
—Yo tampoco, pero no estoy segura de que un cartel en el patio haga mucho bien.
Según el amigo de papá, Billy, Brian está tratando de deshacerse de esto. Tomar el
dinero. Pero hasta ahora, no hay compradores.
—Lo siento —dijo, acercándome más contra su pecho.
Traté de mirar hacia atrás, pero no podía ver su rostro.
—¿Por qué?
—Porque esta es tu casa. Tu conexión con tu familia. Y tu hermano va a
despilfarrar los beneficios de ella. Lo siento, cariño, realmente lo siento.
Escuchando decirlo así... era la última conexión con mi familia. Una familia que ya
no existía. Miré hacia la noche, el aire frío haciéndome sorber. No era de extrañar que
hubiera estado tan atraída por Ethan. No solo se había ofrecido a sí mismo, me había
ofrecido una familia de reemplazo. Un lugar al cual pertenecer.
Ahora éramos sólo Heath y yo, dos solitarios en una isla solitaria. Con nadie más.
Y eso me aterrorizaba casi tanto como la idea de que Heath me dejara.
Giré en sus brazos y le besé con fuerza, desesperadamente. En segundos, teníamos
nuestras lenguas entrelazadas y la mano de Heath estaba debajo de mi sudadera,
ahuecando mi pecho. Enterré mis manos en su pelo y me entregué al beso, deseando
más, deseando todo de él. Agarró mi trasero y trató de hacerme montarlo, pero el ángulo
estaba mal. Me puse de rodillas, aun besándolo, y me moví para que mis piernas
estuvieran a sus costados, y estuviera sentada sobre su regazo. Gimió.
—Dios, te sientes tan bien. Me gustaría que no hiciera tanto frío aquí afuera. Te
quitaría los pantalones y dejaría que me montaras aquí mismo.
Ante sus palabras, ya me los estaba quitando, sin preocuparme por el frío.
—Ni siquiera es noviembre todavía. Sobreviviré. —Le besé, mordiendo su labio
inferior—. Sólo ayúdame con una pierna del pantalón.
No hubo ninguna vacilación por su parte. Sacó mi pantalón por encima de mi pie
izquierdo.
—No estás usando ropa interior —dijo, sonando sorprendido, pero muy, muy 130
contento por el hecho.
—No. Me he levantado de la cama y he venido aquí. La ropa interior parecía
innecesaria.
—Lo es. —Acarició mi interior, besando mi cuello—. Sostente por un momento
para que pueda bajar mi cierre.
Me quedé de rodillas agachándome, y algo acerca de la posición, mis manos sobre
sus hombros, el cabello cayendo por todas partes, sin pantalones, el culo al aire, me
sentía tan increíblemente caliente, sexy y traviesa que no sentía nada aparte de
conseguir que entrara en mí tan rápido como fuera posible. Me sentía desesperada y
erótica y me encantaba.
—No sé exactamente cómo hacer esto —suspiré, moviendo mis caderas cuando
sacó su erección y se apresuró a rodar un condón. Traté de imaginarme cómo iba a
funcionar esto.
—Lo estás haciendo jodidamente bien. —Sus manos se posaron sobre mis caderas
mientras me movía sobre él—. Cariño, déjame hacer todo el trabajo. Solo quédate
quieta.
¿Quién podría resistirse a una oferta como ésa? Iba a responder, pero bajó mis
caderas y cuerpo hacia abajo, sobre él, y su polla me llenó, haciéndome jadear de placer.
—Ooohh...
—¿Te gusta eso? —Su voz estaba tensa, sus dedos clavándose en mi carne.
Asentí violentamente.
—Bien. —Entonces comenzó a bombear hacia arriba y fue todo lo que pude
aguantar y disfrutar del paseo. Empujó fuerte y rápido y no podía creer lo crudo y
excitante que se sentía.
Estaba muy profundo en mí, una concentración primaria de todo lo que quería
justo en mi centro. Mi boca estaba caliente, la lengua espesa, hombros tensos.
Bajando su mano entre nosotros, frotó mi clítoris y me vine, mordiendo mis labios,
para no gritar en la noche. Había tantas sensaciones abrumándome, el calor de nuestros
cuerpos, el frío del aire nocturno. La dureza de su agarre sobre mí, sus golpes, sus
dientes y mandíbula apretados, la suavidad de mi pecho presionando contra él, mi
cabello deslizándose sobre mi mejilla. Sus labios, los cuales estaban tentadoramente
cerca.
—Me encanta la manera en que te ves cuando te vienes —dijo.
Mi respuesta fue encontrarme con su empuje, por primera vez, incitada por el
tono de su voz. Él estaba perdiendo el control y me encantaba eso. Siempre se
encontraba tan tenso, tan en control de sí mismo, sin embargo, su pasión ardía caliente 131
y muy por debajo de la superficie. Quería sacarla a la fuerza, quería ser la persona que le
hiciera explotar.
—Maldita sea —dijo— Cat.
Me incliné y le besé con fuerza, tragando el sonido de mi nombre en sus labios. Se
estiró hacia atrás y dejó escapar un gemido cuando se vino. Era un sonido increíble.
Éramos él y yo, y nada más que nuestro deseo imprudentemente caliente.
—Te amo —suspiré, ya que ambos nos quedamos inmóviles, abrazados, jadeando.
—Yo te amo más.
Pero negué con mi cabeza, divertida.
—Nah.
—Sí… eh. —Acarició mi cuello con su nariz—. Mmm. Ahora vamos a ir adentro
antes de que se te congele el culo. —Se rio—. Mierda, sin querer he hecho un juego de
palabras.
Me levanté sola, pero no había manera de levantarme sin caerme ya que estaba
enredada en los pantalones y extendida a los costados de él. Torpemente, me senté en el
porche para arreglar mis pantalones y di un grito cuando el cemento frío golpeó mi
trasero.
—¿Qué demonios estás haciendo? Oh, Dios mío. —Trató de ayudarme, pero no
había mucho que pudiera hacer para ayudar.
Sólo metí el pie en mis pantalones y me levanté, poniéndolos en su lugar,
temblando y riendo.
—Estamos locos.
—Probablemente. —Estuvo de acuerdo, mientras entrábamos a la casa. Cerrando
la puerta delantera firmemente con llave, me siguió hasta la cocina.
—¿Quieres un trago? —pregunté.
—Me encantaría una cerveza.
—Lo siento, no hay cerveza. —Saqué un par de refrescos de la nevera. Todavía
había condimentos y alimentos al azar de antes de que mi padre muriera. No olía mal,
pero había un toque asqueroso cada vez que abría la puerta y pensé en el tiempo en que
todo estuvo ahí. Necesitaba limpiarlo, pero todavía no había tenido tiempo para hacerlo.
—Ah, pero sé dónde habrá alcohol.
—¿Qué quieres decir?
—La reserva oculta de Brian. Apuesto a que todavía está aquí. Ya vuelvo. —Subió
a su antiguo dormitorio. Le seguí, curiosa.
132
—¿Brian tenía un escondite?
—Por supuesto que lo tenía. Tenía alcohol y marihuana. Tu madre lo vio una vez,
pero le echó la culpa a ese chico, Tony, quién se estaba quedando aquí en ese momento.
Afortunadamente, a tu madre no pareció importarle. —Heath levantó una de las tablas
del suelo en el armario e hizo un sonido de triunfo —. Bueno, hola Jack. —Me mostró
una botella de Jack Daniels, vacía dos tercios—. Y hay porno aquí también. Dejaré esto
para los próximos propietarios.
—Asqueroso. —Sabía que el alcohol y la pornografía eran alimentos básicos para
una gran cantidad de adolescentes, pero yo había terminado con mi hermano. Todo lo
que hacía me daba escalofríos—. ¿De verdad vas a beber Jack Daniels a las dos y media
de la mañana?
—Sólo un sorbo para calentarme. —Heath desenroscó la tapa y bebió
directamente de la botella—. Ah. Una quemadura agradable.
—Eso es un oxímoron. —Bostecé—. Voy a volver a la cama. Ven a acostarte
conmigo.
—¿Qué pasa si no puedo conciliar el sueño? No quiero despertarte.
—No me importa. —Le quería donde pudiera verle. Tocarle. Oírle.
Subimos de nuevo en mi cama estrecha, acurrucándonos juntos.
—Mierda, he tirado algo —dijo, extendiéndose para encender la lámpara—.
Parece tu ordenador portátil.
—Es mi diario. —Rodé sobre su pecho y lo alcancé—. Cogeré eso, muchas gracias.
Pero lo sostuvo arriba, fuera de mi alcance, burlándose.
—¿Hay secretos aquí? ¿Secretos oscuros y sucios?
—No. Pero es vergonzoso.
—¿Por qué? ¿Hablas de masturbarte o algo así?
Caray. Puse los ojos en blanco.
—No. Hablo de ti. De la escuela secundaria.
Bajó su brazo y me dio mi diario.
—Está bien, dejaré de burlarme de ti.
Ya que me lo dio sin siquiera mirarlo o sonando particularmente celoso, tomé el
libro y lo abrí, porque no quería que pensara que tenía secretos que no podía compartir
con él.
—Aquí. ¿Ves? Totalmente vergonzoso.
Era la página en la que había escrito su nombre y el mío, una y otra vez. Mi
nombre con su apellido como si estuviéramos casados.
133
—Oh, eso es dulce. Cat Deprey, ¿eh? Me gusta. —Cerró el libro y lo puso de nuevo
en la mesita de noche. Me besó en la frente—. Buenas noches.
¿Eso era todo? Le mostré que había estado soñando con casarse con él y me dijo
que era dulce. Está bien, lo admito, había querido explorar el tema. Acababa de salir de
mi compromiso y ni siquiera había sido mi decisión terminarlo, así que no quería
comprometerme de nuevo. Pero sí, estaba buscando algún tipo de indicio de que había
un futuro entre nosotros. Que no estaba a punto de desaparecer de esta isla y volver a la
vida como era antes.
Mi vida no sería la misma. No podía ser la misma.
La aparición de Heath había destruido mi relación con Ethan. Si se iba, realmente
estaría sola.
Era una ansiedad que era como una envoltura de plástico sobre mi felicidad,
sofocándola, impidiéndole respirar. Una parte de mí, se sentía como si ese fuera mi
problema, mi neurosis, que él no tenía que lidiar con ello. Pero al mismo tiempo, si no
estuviera con Heath, si no hubiera vuelto a mi vida, estaría planeando mi boda con
Ethan.
No estaba segura de cómo me sentía acerca de eso.
Aparte del hecho de que mientras que Ethan me había permitido respirar, Heath
se sentía como el aire que necesitaba para existir.
Pero aun así me quedé dormida rápidamente, su brazo envuelto alrededor de mí, a
pesar de toda mi preocupación, mi descontento. Deseaba todo de él ahora que tenía algo
de él.
No soñé con nada.

134
Capítulo 15
—B uenos días —dijo Heath, inclinándose encima de mí.
Me aparté, sorprendida por él cerniéndose sobre mí.
—¿Qué está pasando? —Estaba fuera de la cama, pero sin usar una camisa. El
pánico me inundó—. ¿Hay alguien aquí? ¿Tenemos que irnos?
—¿Qué? No. —Se rió en voz baja, la punta de sus dedos frotando mi sien, mi
mejilla—. ¿Cuándo te has convertido en tal aprensiva? Relájate, bebé. Está nevando eso
es todo. Primera nevada de la temporada.
—Oh. —Me froté los ojos. No tenía idea de por qué estaba tan preocupada. Por
qué no podía simplemente disfrutar de mí misma. Disfrutar de nosotros—. Necesito un
poco de café. —Había dormido fuerte, el sueño profundo de ansiedad, donde el cerebro
simplemente se apaga y te deja fuera. Me sentía aturdida, con resaca.
Heath lucía exactamente lo contrario. Estaba sonriendo, dándome besitos por todo
el rostro, rebotando un poco en la cama con los antebrazos. El movimiento me dio un
135
poco de náuseas, pero al mismo tiempo verle a él de esa manera, tan feliz, tan feliz
conmigo, alejó la pereza que estaba sintiendo.
—Voy a hacer café —dijo—. Si prometes ir a dar un paseo conmigo. Está hermoso
afuera.
—Por supuesto que voy a ir a dar un paseo contigo. —Estaba bastante segura de
que iría a cualquier parte con él.
—Excelente. —Me dio otro sonoro beso, sus placas de identificación golpeándome
en el pecho antes de que se levantara y saliera de la habitación, lleno de energía, sus
vaqueros se deslizándose abajo por sus caderas. Conseguí una bonita vista de los
músculos de su espalda, y la curva de su trasero. El buen humor en el que estaba le hacía
parecer más joven otra vez, la forma en que había sido cuando había estado a solas
conmigo ese año que estuvimos juntos.
Era un lado que estaba segura de que sólo me había mostrado a mí y me senté, me
vestí, una lánguida y cálida alegría extendiéndose sobre mí. Él estaba en la cocina
vertiendo granos en la cafetera. Me acerqué por detrás y envolví mis brazos alrededor de
su vientre, apoyando la mejilla en su espalda. Le besé la piel suavemente, aspirando su
olor.
Su mano izquierda se apoderó de la mía y la apretó.
—¿Cómo de negro te gusta el café? Antes nunca bebías café así que no estoy
seguro de lo que quieres.
—El café se convirtió en obligatorio en la universidad. —Miré por la ventana.
Estaba en lo cierto. Estaba nevando. Una suave y pacífico cúmulo de copos gordos y
húmedos.
Apartándome de él, jugué con las cuerdas de mi sudadera.
—La universidad es más difícil de lo que esperaba. Tengo que estudiar más que los
otros estudiantes, lo juro. Siento que vine a la universidad con una desventaja.
—No desprecies tu educación en escuelas públicas. —Añade agua a la cafetera—.
Estoy seguro de que lo estás haciendo bien. Eres inteligente y eres rápida.
—No estoy diciendo que recibiera una mala educación. Pero tuve que trabajar
muy duro en la escuela secundaria también. A veces pierdo de vista el objetivo y sólo
quiero renunciar. Me pregunto por qué estoy trabajando tan duro.
—¿De verdad quieres ser agente hipotecario? —preguntó—. ¿Realmente lo
sientes, como seriamente?
Me encogí de hombros.
—Es práctico, Heath. Necesito tener un trabajo de verdad.
—Sí. Todo el mundo necesita un trabajo.
136
Quizás esperaba que él discutiera conmigo. Tal vez estaba empezando a sentir
como si no quisiera ir de nuevo al mundo que había creado.
—Crees que estoy loca, ¿no?
Encendió la cafetera y se acercó a mí. Inclinó la cabeza cerca de la mía.
—Creo que estás asustada. Creo que sabes que tienes que confiar en ti misma y que
eso te cambiará. Pero tú no estás sola en el mundo, Cat. Siempre voy a estar aquí, sin
importar qué, y te ayudaré en todo lo que pueda. Haz lo que te hace feliz. Haz lo que te
hace libre.
Toqué su pecho, acariciando sus placas de identificación.
—Éramos unos paganos, ¿lo éramos no? Corriendo alrededor haciendo lo que sea
que quisiéramos. Nunca tenía miedo entonces. Echo de menos ser una niña. La adultez
apesta.
—No tiene que apestar. Bebe tu café y vamos ser paganos otra vez.
Él tenía razón. Yo ya había enviado mi vida en caída libre, ¿por qué no debería
soltarme, disfrutar de mí misma? Recordar lo que había sido.
—Tienes razón. ¿Cuánta nieve hay allí? ¿Puedo hacer un ángel de nieve?
—Hay diez centímetros ya. Debió de haber comenzado a nevar no mucho después
de que nos fuéramos a la cama.
Así que después de beber el café nos abrigamos y fuimos fuera.
—Jodidamente fantástico —dijo, respirando profundamente—. La primera vez que
he visto nieve en cuatro años. —Saltó directamente de la entrada y echó la cabeza hacia
atrás, con el rostro hacia el cielo—. Se siente como el paraíso húmedo.
—¿Paraíso húmedo? —Me reí—. Eso podría malinterpretarse si alguien te
escuchase decirlo.
Me lanzó una sonrisa.
—Bueno, ¿no eres la más sucia de las chicas sucias? —Me tomó la mano y tiró de
mí a su lado—. ¿Tienes un paraíso húmedo para mí?
—No voy a contestar eso. —Le di un pequeño beso lamiendo el copo de nieve de
su labio que había aterrizado allí.
Dio un gemido bajo y comenzó a envolver sus brazos alrededor de mí, pero me
alejé, riendo.
—Has dicho que vamos a ser paganos. —Me incliné y recogí un poco de nieve,
apretándolo firmemente con mis manos enguantadas—. Pelea de bolas de nieve.
—¿Quieres hacer una ronda conmigo? Estás loca.
137
—Probablemente. —Lancé la bola de nieve y le golpeó en la parte superior del
pecho, estallando de manera que algo de ello se extendió por lo ancho de su barbilla.
Volviendo atrás con cuidado, me agaché para coger más nieve.
—Tienes que afinar la puntería. —Se inclinó también, haciendo de manera
eficiente una bola de nieve.
Con un grito me di la vuelta y corrí. Sabía que él podía lanzar más fuerte y más
lejos que yo. Una bola de nieve me golpeó en el culo. Me limpié, rodeando la esquina de
la casa, riendo tan fuerte que apenas podía respirar.
—¿Ves? Eso es buena puntería.
Me volví y lancé una sobre él, pero fallé completamente.
—¡Mierda!
Me alcanzó y me agarró. Por un segundo, simplemente me besó y me relajé. Me
cogió del suelo, y me tiró al suelo, directamente sobre su pecho.
—¡Eh! —protesté.
—Pensaba que querías hacer un ángel de nieve. Sólo estoy ayudando.
—Uh huh. —Me gustaba este lado travieso suyo, cómo me empujaba a soltarme.
Estábamos tumbados en el suelo, sobre la nieve recién caída—. Es hermoso, ¿no es así?
Un borrón y cuenta nueva. Todo lo opaco y sucio se encubre.
—Me gusta el silencio. No se oye nada. Es como si la naturaleza estuviera en
silencio y es un poco genial.
—Lo es. —Rodé de él y me quedé sobre mi espalda por lo que estábamos uno al
lado del otro en la nieve, mirando hacia el cielo y los copos que caían. Parpadeé cuando
la humedad golpeó mis pestañas, pero no me importó la sensación. Me sentí muy viva,
muy fuerte y alerta.
Su mano se deslizó y tomó la mía. A pesar de que no podía sentir su piel bajo los
guantes, me gustó la firmeza de su agarre.
—Haz tu ángel —dijo.
—Solo quieres que abra las piernas.
—¡Cat! —protestó, fingiendo sorpresa—. Maldita sea. Me estoy ruborizando.
—Sí, claro. —No pensé que hubiera algo que pudiera hacer que se sonrojara—. Tú
primero.
—Está bien. Crees que no lo haré. Pero tengo un lado sensible e infantil. —Me dio
una mueca tonta. Luego movió sus brazos y piernas—. La parte difícil es levantarse sin 138
arruinarlo. —Primero se sentó, luego él se levantó y saltó saliendo de su patrón—.
Parece más bestia que ángel, pero lo he intentado. —Se sacudió la parte posterior de la
cabeza y la parte de atrás de sus pantalones vaqueros.
—Estoy segura que el mío será perfecto —me jacté.
—Por supuesto que lo será. Eres un absoluto ángel.
Diligentemente moví mis brazos y piernas.
—Aquí, te ayudaré a levantarte. —Heath extendió las manos para mí.
Las tomé y me levanté a una posición de pie. Puso sus manos en mi cintura y dijo:
—Salta.
Lo hice, y me ayudó a despejar el fondo de mi ángel en la nieve. Dimos unos pasos
atrás para admirar nuestra obra. El mío era pequeño y delicado, poco profundo. El suyo
era profundo, salvaje y agresivo.
—Creo que el tuyo es más un diablo nieve. Tienes razón.
—¿Qué puedo decir? Ángel no es un estado natural para mí. —Me tomó la mano y
comenzamos a caminar a través de la nieve hacia las rocas—. No es de extrañar que
nadie me quisiera. Me miraban una vez y decía: “Siguiente”.
—¡Eso no es cierto! —Me apoyé en su hombro. Sabía que bajo su bravuconería
siempre le había dolido profundamente que nunca hubiera sido adoptado, nunca
encontró una casa permanente—. Sabes que el sistema judicial está estropeado. ¿Cuántas
veces te pusieron de vuelta con tu madre cuando eras un bebé? Había probablemente un
montón de familias que querían tenerte.
Me miró, con una expresión seria y absorbida.
—Sólo tú. Tú eras la única que alguna vez quiso tenerme.
Eso rompió mi corazón, al mismo tiempo me hizo amarlo más. Quería hacer que
todo fuera mejor para él, quería tomar su dolor y absorberlo, hacerlo desaparecer.
—Estoy tan contenta de que hayas vuelto —susurré—. Pero para que lo sepas,
siempre te tuve. —Me toqué el pecho—. Siempre estuviste aquí.
—Entonces realmente nunca me fui, ¿verdad? —Jugó con las puntas de mi
cabello—. Sabes que nunca te librarás de mí, ¿verdad? Te amaré para siempre.
—Cuento con ello. —Mi aliento salió en un suspiro, el vapor que exhalé se mezcló
con el pequeño soplo que hizo su propia respiración. No había palabras para hacerle
saber que él lo era todo, que era el hombre al que había amado desde el primer
momento en que había puesto los ojos en él.
—Espero que nunca te arrepientas de eso. 139
—No lo haré. —Caminamos a lo largo de la costa, y observamos las olas golpeando
con furia, crestas espumosas, chocando violentamente contra las rocas. Había dejado de
nevar, pero cuando miré hacia el cielo sabía que estaba tan gris que se avecinaba una
verdadera tormenta de nieve.
Heath también estaba mirando al cielo.
—Vamos a tener que volver en el próximo ferri, ¿no? O podríamos quedarnos
atrapados aquí por unos pocos días.
—Sí. —Me quedé mirando el océano, turbada. No quería regresar.
—No es que me importe quedarme atascado pero supongo que quieres ir a clases,
¿verdad?
—Sí. —No quería preguntar, pero...— ¿Qué sucederá cuando volvamos?
—¿Qué quieres decir?
Me mordí el labio.
—Con nosotros. —Estaba casi completamente segura de que él quería estar
conmigo, pero necesitaba oírselo decir. Y necesitaba la seguridad de que podríamos ser
felices allí, con estudiantes chismosos escrutándonos.
—Lo que quieras, Cat. Yo sé lo que quiero. Quiero estar contigo y todos los demás
pueden irse a la mierda. —No estaba usando un tono burlón y chistoso. Estaba serio, con
la expresión intensa—. Pero tú dime lo que pasará.
—Quiero estar contigo, no hay duda de eso. —Toqué su mejilla, luego lamenté
haberlo hecho porque mis guantes estaban mojados. Quitándolo, usé mi piel desnuda
para limpiar la humedad de su fría mejilla—. Pero tal vez podemos ser, no sé, un poco
discretos durante un tiempo para que la gente no se cabree.
—¿Quieres decir el Chico de la Fraternidad? —Apretó la mandíbula y sospechaba
que estaba a punto de arrojar unas palabras bien escogidas.
—Aubrey, mis compañeras de la hermandad, Darla... ¿la recuerdas? No hay
ninguna razón por la que necesitemos lastimar los sentimientos de la gente.
Pero sólo se encogió de hombros.
—No me importa.
Me quedé mirándolo. Sabía por qué era de la forma en que era. Era un mecanismo
de defensa para él, por la forma en que había crecido. Había tenido que cuidar de sí
mismo y no daba su confianza fácilmente. Pero esto no hacía que desestimar los
sentimientos de la otra gente tan a la ligera estuviera bien.
—A veces puedes ser muy cruel. Me alegro de que me ames, porque creo que sería 140
muy doloroso tener sentimientos por ti y que no sean correspondidos. Me harías sentir
estúpida por amarte, ¿no es cierto?
Heath se burló:
—¿Yo soy cruel? ¿Por qué me deberían importar una mierda las personas a las que
no les importo una mierda? Farsantes, adictos y parásitos. Eso es todo lo que son. No
merecen mi tiempo o energía mental. —Sacudió la cabeza—. Y tú no debes preocuparte
tanto por lo que piensen los demás.
—No quiero hacer daño a nadie.
—Está bien. Podemos ser discretos. O tú puedes ser discreta y encontrarme
cuando quieras verme. —Empezó a caminar hacia la casa, sus zancadas duras y rápidas.
—Heath... —No quería enfadarle, pero todavía no creía que hubiera alguna razón
para ser una perra y empujar mi relación con Heath en la cara de Ethan—. No estoy
hablando para siempre, sólo durante unas pocas semanas hasta que todos se hayan
relajado.
—He estado de acuerdo, ¿no? No sigas hablando de ello, Cat, o me voy a molestar.
—Ya estás molesto.
—No. Estoy herido. Hay una gran diferencia. —Subió al porche y abrió la puerta.
La mantuvo abierta para mí, su mirada mirando derecha por delante de mí al jardín.
—Eh —murmuré, deteniéndome frente a él—. Mírame, amor. —Tomé su cabeza
con mis manos y lo obligué a bajar la mirada hacia mí—. Tenemos un para siempre para
estar juntos, ¿no? No necesitamos ser unos imbéciles con las personas que
probablemente realmente se preocupan por nosotros. Pero eso no disminuye en modo
alguno cómo me siento, ¿lo entiendes?
Asintió con la cabeza, pero todavía tenía cara de piedra.
—Entonces sonríe para mí. Muéstrame tus hoyuelos.
—No tengo hoyuelos. —Pero me dio una media sonrisa de mala gana.
—Sí, los tienes. —Besé uno—. Justo aquí.
Me deslicé delante de él en la casa, pero él tiró de mí hasta detenerme. Le miré de
nuevo preguntando.
—Tú me haces mejor, ¿sabes eso? Soy un ser humano jodido, pero me haces mejor.
Prométeme que si no te hago feliz, me lanzarás a un lado, sin importar la cantidad de
presión que ponga en ti. Porque a pesar de que puedo ser egoísta, todo lo que realmente
quiero es que seas feliz.
La sonrisa desapareció de mi cara. Me recorrió un escalofrío que no tenía nada que
ver con mis pantalones vaqueros mojados y cabello mojado.
—¿Me estás pidiendo que rompa contigo? Apenas acabamos de volver a estar 141
juntos.
—¡No! No, por supuesto que no. Pero digo que si alguna vez tienes que, sé fuerte y
hazlo. No quiero retenerte si no eres feliz.
—Soy feliz. —Sabía que sus inseguridades procedían de diferentes causas, pero en
última instancia, ambos teníamos el mismo miedo: que el otro se fuera. Fue culpa mía
por pedir discreción. Simplemente debería haberlo dirigido por ese camino, sin decirlo
en voz alta. Le puse a la defensiva y me sentí mal por eso—. Pensé que nunca podrías
estar en mi vida y aquí estás. Estoy feliz, Heath, créeme.
—Estoy más familiarizado con vivir con enfado —admitió—. No estoy seguro de
saber cómo confiar en lo feliz.
—No tienes que confiar en lo feliz. Sólo tienes que confiar en mí. —Enlacé mis
dedos con los suyos—. ¿Confías en mí?
Asintió.
—Tuve que confiar en chicos en el servicio militar con mi vida y esto en realidad
es más difícil. Pero confío en ti.
—Yo también confío en ti. —Confiaba en su amor. Confiaba en mi amor. Confiaba
en que si dos personas estaban destinadas a estar juntos, éramos nosotros.
Heath y Cat. Cat y Heath.
Igual que había escrito en mi diario. Igual que nuestros tatuajes. Le di la vuelta a su
muñeca y tracé el símbolo del infinito grabado allí.
—Interminable. Eterno.
En el ferri de regreso a tierra firme nos sentamos juntos, mirando hacia la bahía,
con las manos unidas apretadamente. Me apoyé en Heath, disfrutando de su fuerza, su
solidez.
El operador del ferri nos observaba. Por supuesto, le reconocí, pero no iba a decir
nada. Finalmente, se acercó sin embargo y nos dio una inclinación de cabeza.
—Hola. No esperaba verlos a ustedes dos aquí.
—Hola, Marty. —Había sido uno de los mejores amigos de mi hermano en la
escuela secundaria, pero él y Brian se habían distanciado después de que la novia de
Marty se quedara embarazada y se casaran. No conocía toda la historia—. ¿Cómo estás?
—No me puedo quejar. ¿En qué andas? ¿Todavía vas a la universidad?
—Sí.
Marty se ajustó el gorro de lana y estudió a Heath.
—¿Dónde has estado escondiéndote?
—Afganistán. Marines. 142
—¿No me digas? Bueno, bien por ti, hermano. —Hubo un respeto a regañadientes
en su rostro—. Me alegro de que lograras volver a salvo.
Heath asintió en reconocimiento.
—¿Cómo está tu bebé? —le pregunté educadamente.
—Bueno. Tiene tres años. —Sacó su teléfono móvil y nos mostró una foto de una
niña pequeña vestida de rosa de cabeza a pies.
—Aw, es adorable.
—Gracias. Dile a Brian que le digo hola.
—Brian y yo no hablamos —le dije, pensando que no había ninguna razón para
mentir al respecto.
Asintió.
—Probablemente sea una buena idea. Cuídate, Cat.
—Gracias, tú también.
—Y para que conste, yo nunca fui uno de los que creían lo que decían sobre
ustedes dos.
Eso me pilló con la guardia baja.
—¿Qué decían?
—Oh, ya sabes. —Parecía incómodo, lamentando haber sacado el tema. Miró a
Heath, a continuación, hacia abajo al suelo antes de volver a mí—. Que había una orden
de alejamiento y lo que sea.
—¿Contra Heath? —le pregunté, ahora realmente sorprendida—. Por supuesto
que no. Nunca hemos tenido una pelea. Eso es totalmente estúpido.
—Bueno, como he dicho, no me lo creí. —Hizo un gesto y se trasladó de nuevo al
otro lado del ferri.
—Eso ha sido raro —dije, arrimándome más a Heath.
—Marty es raro. —Fue su opinión—. Pero inofensivo.
—Me pregunto si Tiffany sabe algo acerca de esos rumores. —Nos habíamos
detenido en su casa y le di un rápido adiós antes de coger el ferri. Estaba nevando de
nuevo, y el barco se balanceaba fuertemente. Nadie no acostumbrado probablemente no
disfrutaría del balanceo y el cabeceo. No me importaba, aunque deseaba que hubiéramos
tenido más tiempo a solas.
—No creo que eso realmente importe de una manera u otra.
—¿No te importa que la gente pensara que necesitaba protección de ti?
Me dio una mirada divertida.
143
—Bebé, la gente ha estado pensando lo peor de mí desde que nací. Todo lo que me
importa es lo que piensas tú de mí.
—Bueno, creo que eres lo mejor de lo mejor.
Heath se rió.
—Oh, Dios. No vuelvas a decir eso en voz alta otra vez.
Me incliné y susurré en voz alta:
—Lo mejor de lo mejor.
—Tienes mucha suerte de ser linda.
Ahora era mi turno de reír.
—Creo que preferiría ser hermosa. Pero teniendo en cuenta que no me he peinado
el cabello en dos días, me conformo con linda.
Pero me miró con tanta seriedad, con tanta atención, que mi respiración se
detuvo.
—Eres hermosa. Me encanta la forma en que estás ahora, tu cabello por todas
partes, sin maquillaje. Tienes unos ojos que me sostienen tan firmemente que podría
luchar por el resto de mi vida y nunca escaparé.
Tenía una manera de atraerme hacia él y sostenerme allí con sus palabras, y yo
sabía exactamente lo que quería decir. También estaba atrapada, atrapada en la
profundidad y la intensidad de nuestra pasión.
—No hay escape para ninguno de los dos.
No quería que lo hubiera.

144
Capítulo 16
T uvimos que conducir de regreso a Orono por separado porque tenía el coche
de Aubrey, pero no me importó. Fui por las carreteras nevadas a paso lento,
sintiendo muchas emociones por las que no estaba especialmente preocupada.
Simplemente dejé que se sobrepusieran una sobre la otra, una a una, tristeza,
entusiasmo, miedo, amor, nostalgia. Ninguna lo consumía todo, pero tenían el resultado
deseado.
Mantuve la radio encendida, pero baja, como un canturreo de fondo. Cuando
estacioné en la calle de la casa de la hermandad me sentía tranquila. Aquello duró tanto
tiempo como tomó caminar hacia la habitación de Aubrey. Llamé a la puerta y sonrió
cuando la abrió.
—Hola. —Le tendí las llaves del coche—. Gracias por prestarme el coche.
Realmente lo aprecio.
—Has vuelto más pronto de lo que esperaba. —Tomó las llaves y se sentó en su 145
escritorio, que estaba lleno de latas de refrescos—. ¿Estás bien?
—Estoy bien. —Me dejé caer en el borde de su cama, una sonrisa que traté se
arrastraba por mi rostro de contener—. Comenzó a nevar bastante fuerte, así que he
pensado que tenía que volver antes de quedarme atascada allí fuera.
—A veces olvidó que eres de una isla. Parece extraño que jamás haya visto donde
creciste.
—No hay mucho para ver, confía en mí. —Mis botas estaban cubiertas de nieve,
así que me las quité—. Entonces... ¿has visto a Ethan?
—Sí. Se encuentra mal. —Aubrey inclinó la cabeza a un lado—. Te ves bien, sin
embargo. De hecho, te ves, no lo sé. Alegre.
Un sonrojo se deslizó por mis mejillas.
—¿Qué? ¿Por qué dices eso?
El entendimiento apareció en su rostro.
—Oh, Dios mío —susurró—. Te encontraste a Heath allí, ¿no? Has ido
directamente de regreso al bombón local.
No estaba segura de cómo responder a eso.
—Somos amigos. —No era una respuesta, y ella lo sabía.
—Aún sigues diciendo eso. Pero sé honesta, ¿tuviste sexo con él?
Asintiendo, intenté pensar en palabras para explicarlo. No quería mentirle a mi
mejor amiga, no después de nuestra conversación sobre ser honesta, sin importar qué.
—Él me comprende, me conoce. Antes de Ethan, estaba Heath. Así que, aunque
no lo hubiera planeado, no creo que sea tan sorprendente que quisiera hablar con él
cuando estaba molesta.
—Hablar es una cosa. Pero tener sexo es otra. —Sacudió la cabeza—. Quiero decir,
¡tú y Ethan estaban comprometidos! Y un día después de romper con él, ¿follas con
otro?
Me hizo enfadar porque ella lo hacía sonar tan vulgar, tan sucio.
—Ethan rompió conmigo —dije con resolución—. Me pidió que eligiera entre él o
una amistad con Heath. Elegí a Ethan. Inmediatamente. Ni siquiera dudé. Sin embargo,
él terminó conmigo de todos modos. Así que no veo por qué soy la villana aquí.
Ella me miró fijamente.
—Ethan es mi hermano y está devastado por la ruptura. Si él saliera, se pusiera
borracho y tuviera sexo sin sentido con alguna chica, estaría de tu lado y lo llamaría un
completo imbécil. Porque mientras que siento un montón de simpatía por él, ese sería
un movimiento horrible. Acostarse con Heath es un movimiento horrible, Caitlyn. Por 146
lo menos podrías haber esperado hasta después de cambiar el estado de tu relación en
línea.
Una parte de mí pensaba que ella tenía razón. Y otra parte de mí pensaba que ella
simplemente no lo entendía. Que nadie nunca nos entendería.
—No estoy intentando hacerle daño a Ethan —declare—. Esto no tiene nada que
ver con él. Si no hubiera roto conmigo, yo estaría con él. Estaba feliz con él. Pero tienes
que entender, Aub, Heath y yo...
—¿Son qué? ¿Almas gemelas? —Resopló—. ¿Por qué siento que eso es sólo la
escusa ideal para ser egoísta y melodramática?
Eso dolió.
—No pedí nada de esto. No pedí que Heath apareciera aquí y tampoco que Ethan
estuviera celoso.
Por alguna razón, ella se puso furiosa y empezaba a creer que no era
completamente por mí.
—¡Oh, pobre de ti! Oh, Dios mío, dos chicos están locamente enamorados de mí,
¿qué debería hacer? —Utilizó tono de voz un agudo y burlón antes de regresar a su voz
normal—. Tiene que ser tan jodidamente difícil tener que elegir entre dos chicos que
piensan que cagas mierda de arco iris.
Lágrimas brotaron de mis ojos.
—Aubrey. —Ni siquiera estaba segura de qué decir. ¿Pensaba que todo esto era
fácil? ¿Pensaba que había tenido alguna especie de vida llena de afecto? ¿Llena de
felicidad? Ella era la única con la familia normal, casa normal y expectativas normales.
No necesitaba compasión por mi infancia, pero tampoco que alguien me dijera que fue
algo fácil de llevar—. ¿Es eso lo que piensas de mí? ¿Que soy alguna princesa
consentida?
—Es difícil despertar compasión cuando tienes a dos chicos clamando por ti y yo
no puedo conseguir a un chico para incluso que ponga cualquier cantidad de esfuerzo en
tener sexo conmigo, mucho menos salir conmigo.
Había sabido que ella se sentía sola y enfadada por los chicos, pero no me había
dado cuenta de cuán profunda era su irritación.
—Lo siento. Sé que hay un tipo por ahí para ti. Pero supongo que debería haber
dicho más sobre mi vida antes de la Universidad de Maine así tal vez lo entenderías.
Supongo que ese es error.
—Tal vez deberías haberlo hecho. —Ella suspiró—. Mira, simplemente me siento
atrapada en el medio, ¿de acuerdo? Mi mejor amiga y mi hermano. Apesta. Y entiendo
por qué te quieren, no quiero decir que no lo haga. —Ofreció una sonrisa forzada—.
Quiero decir, yo también te aprecio, o no seríamos amigas. Pero siento amargura de que 147
algunas chicas parecen inspirar devoción y otras, incluida yo, sólo parecen inspirar
lujuria, y eso es solo la mitad de lo mejor. Ni siquiera puedo conseguir un perdedor que
quiera estar conmigo.
Ni siquiera estaba segura de qué decir a eso. No podía decir que pensaba que tal
vez ella actuaba con su vagina cuando se trataba de chicos y les hacía creer que ella era
solo para divertirse. Una cosa era estar dispuesta a tener sexo causal y dar a entender que
era lo que estabas buscando, pero ella utilizaba eso como una cubierta, una fachada. En
realidad quería más, y cada vez que se conformaba y se decía así misma que no lo hacía,
corroía su autoestima. Pero no podía ponerme toda Dr. Phil con ella lo habría atribuido
a ser condescendiente.
Levantándome, me acerqué y me metí entre ella y el escritorio, posando mi culo
en su libro de texto abierto.
—Oye. Basta ya. Eso no es cierto. Y los perdedores están demasiado intimidados
para ir a por ti. ¿Por qué simplemente no te concentras en la clase de chicos adecuados
en vez de estar de acuerdo con lo que sea que los imbéciles piensan de ti?
Levantó la vista y me dio una sonrisa lánguida.
—Claro. No hay problema. ¿Ahora vas salir con Heath? Dime la verdad, un
adelanto, así puedo averiguar qué demonios voy a decirle a Ethan.
Haciendo una mueca, crucé los brazos sobre mi pecho.
—Siento que estés en esa posición. ¿Quieres que hable con Ethan? —Básicamente
preferiría dejar que unas hormigas coloradas atacaran mi entrepierna, pero era
probablemente lo correcto por hacer—. Pero sí, vamos a... salir —No estaba segura de
que ese era el término adecuado para ello, pero no tenía uno mejor.
—No. Sinceramente no creo que debas hablar con él. Será más fácil viniendo de
mí. Aunque no creo que vaya a estar del todo sorprendido.
—No. No creo que vaya a estarlo. —Estaba verdaderamente apenada por eso.
Estaba apenada por un montón de cosas—. Sé que suena surrealista, de mierda y egoísta,
pero no me arrepiento de ninguna parte del tiempo que estuve con Ethan. Me dolió
como el infierno cuando rompió conmigo. Sé que estás pensando cómo puedo decir eso
cuando ya estoy involucrada con Heath otra vez, pero son dos cosas distintas... Ethan es
un buen tipo y me ofreció una relación estable y equilibrada, y le amaba, le amo. No soy
sólo una zorra que le utilizó. Realmente espero que sepas eso. —Suspiré—. No puedo
explicarlo, pero es posible amar a dos chicos. Simplemente es diferente.
—No creo que seas una perra. Aunque realmente me gustaría oírte decir coño en
voz alta. —Me dio una sonrisa maliciosa—. Y ya estás haciendo una mueca. Es irónico,
¿no? Me crié en los barrios de media clase y soy la que tiene la boca de marinero.
Creciste alrededor de pescadores y te sientes incómoda con la palabra coño. 148
Tenía razón al cien por cien. Estaba retorciéndome físicamente.
—Deja de decir eso. Dios, odio esa palabra.
Aubrey se rió. Sonó mi teléfono. Lo saqué. Era un mensaje de Heath.
Inmediatamente me sonrojé, no pude evitarlo.
—Apuesto a que Heath dice coño —comentó Aubrey.
—¡Para! —Me reí—. Y no, no lo dice. No que yo lo haya escuchado.
—Estaba en el ejército, por supuesto que lo dice.
—No lo creo. —Leí el mensaje. No pude evitarlo. Sabía que tenía que esperar, pero
no me pude resistir.
¿Esta noche?
Un estremecimiento me recorrió el cuerpo. No habíamos hablado de cuándo nos
veríamos de nuevo. Había esperado, asumido que sería pronto, pero después de nuestra
conversación sobre ser discretos, me imaginé que iba a tener que ser quien sugiriera
cuándo y dónde. Pero no era Heath así. Debería haberlo sabido eso. No era paciente y
no esperaba.
Era una de las cosas que me gustaban de él. Estaba al mando.
Sí. Tú casa. ¿A qué hora?
Cuando quieras. Trae tu cepillo de dientes. Con discreción.
Eso me hizo sonreír.
Pero cuando levanté la vista, Aubrey me estaba observando.
—Ten cuidado —dijo con calma—. Algo me dice que este es el tipo de hombre
que podría incendiarse como la gasolina en un momento dado. No quiero que te
quemes.
Ella no le conocía.
—Le conozco mejor de lo que me conozco a mí misma, Aub —le dije
sinceramente—. Él nunca me haría daño.
Pero ella frunció el ceño.
—Ya lo ha hecho, Caitlyn.
Eso no fue culpa suya. Y no iba a defenderle por ello.
—No. No lo ha hecho.

No me gusta que camines sola. Iré a buscarte.


No a la casa. Nos encontraremos por la calle. 149
Llámame mientras caminas.
Marqué el número de Heath mientras salía por la puerta principal, tratando de
ocultar mi sonrisa.
—Hola —dije, cuando contestó—. Creo que puedo caminar por el campus sin
peligro inminente.
—Dijo cada chica que alguna vez fue violada o asesinada.
Él tenía un punto, tenía que admitirlo.
—Está bien, está bien. ¿Por dónde andas? No quiero que no nos encontremos de
alguna manera, porque eso sería una estupidez.
—Podrías dejarme recogerte en tu casa.
—Un par de semanas. Vamos a facilitárselo a las personas. Pero en realidad no has
respondido la pregunta
—Estoy a metro y medio frente a ti. He estado aquí durante veinte minutos.
Miré hacia arriba y calle abajo, sobresaltada. Allí estaba al final de la manzana, con
teléfono en su oreja. Debería haberlo sabido. Saludé con la mano.
—Hola.
Su voz en mi oído era divertida.
—Hola. Realmente no pensabas que iba a dejar que caminaras cinco cuadras en la
oscuridad, ¿verdad?
—No, supongo que no, pero creo que estás siendo demasiado precavido.
—He visto personas en su peor momento. Es un mundo feo. Déjame cuidar de ti.
No había manera de discutir con eso.
—Está bien.
Llegué hasta él y me detuve.
Me besó, con nuestros teléfonos todavía en nuestras orejas.
—Cuelga el teléfono, Cat.
Sonreí, con la boca todavía contra sus labios.
—Voy a pensar en ello.
Quitándome suavemente el teléfono de mis manos, apretó la tecla de finalizar. Me
lo devolvió.
—Aquí tienes.
Puso su propio teléfono en su bolsillo y ahuecó mis mejillas con sus manos. 150
—Me alegro de verte. Te he echado de menos.
—Sólo han pasado cinco horas.
—Eso es demasiado tiempo.
Eso me hizo sentir blanda y caliente por dentro, a pesar de la nieve. Tomé su mano
cuando empezamos a caminar.
—Entonces, ¿qué cosas terribles viste? —Quería saber lo que había pasado, cómo
podría haberlo cambiado.
—La cosa es que si te cuento eso, no puedo retirarlo, ¿entiendes lo que quiero
decir? Y si te lo cuento tu reacción sería, o bien sentir lástima por mí o estarías
horrorizada, ninguna de las cuales quiero. Te contaré cosas, a mi modo, cuando no sea
una charla. Cuando no me hayas preguntado directamente, ¿de acuerdo?
—Está bien. —No podía estar en desacuerdo con él. No tenía idea de lo que había
experimentado, pero era claramente algo de lo que no sabía nada. Sería egoísta
presionarlo, e inmaduro no respetar lo que estaba diciendo. No quería decir que él
estaba manteniendo secretos, sólo tenía que contarlo en sus propios términos.
Y tenía cosas que nunca le contaría. Nunca iba a compartir todos los detalles de mi
relación con Ethan. ¿Por qué iba a hacerlo? Del mismo modo que yo no quería saber con
quién había salido y lo que él había hecho con ellas. Ahora teníamos un pasado a parte
el uno del otro, lo cual parecía extraño. Pero tal vez algún día compartiríamos todo de
nuevo, cuando ya no importara lo que había venido antes de nuestro reencuentro.
—¿Has traído tu cepillo de dientes y tu pijama? —preguntó, un claro cambio de
tema.
—¿Necesito pijama? —No tenía nada, excepto mi llave de la casa y el teléfono. Por
extraño que parezca, siempre me había asegurado de tener un cepillo de dientes,
maquillaje y ropa limpia cuando me quedaba con Ethan. A él le gustaba que estuviera
preparada. O había pensado que le gustaba que estuviera preparada. Él nunca había
dicho eso. Fue simplemente mi percepción. había continuado de la misma forma que
había empezado con él.
Con Heath, había regresado instintivamente a mi hábito de ser descuidada. Sin
cepillo, sin maquillaje, sin un lindo sujetador y bragas para complacerlo. Ni siquiera
creía que fuera a notar cómo se veía mi ropa interior. Estaba más interesado en tocarme
que tener una amplia vista.
—¿En qué vas a dormir si no tienes pijama?
Por favor. Podría decirle lo que claramente quería oír, que era que iba a estar
completamente desnuda, o podría jugar el juego.
—Estoy segura de que tienes una camiseta que puedo tomar prestada.
151
—Nop. Todas serán demasiado grandes para ti.
Lo cual era totalmente ilógico. Le batí las pestañas exageradamente.
—Supongo que tendré que dormir en el calor de tus brazos entonces.
Se rió.
—Sentimental no va contigo.
—¿Qué, no puedo ser romántica?
—Eso no ha sido romántico. Eso ha sido tú siendo sarcástica.
Estábamos casi ante su apartamento.
—¿Quieres que sea romántica? —Me puse de puntillas y le besé en la mejilla—.
Puedo ser lo que quieras.
No quise que sonara de la forma en que lo hizo. Sólo quería decir que quería
complacerlo. No dejar de ser lo que yo era, ni nada.
Pero él negó con la cabeza.
—Sólo quiero que seas tú.
Eso era una de las cosas que amaba de él. Realmente quería decir eso. Incluso en
medio del coqueteo verdaderamente me quería por mí, exactamente como era.
—Puedo hacer eso.
Había previsto que me llevaría dentro y me arrancaría la ropa, caliente y rápido.
Pero no lo hizo. Nos sentamos juntos en el sofá y frotó mis pies, luego me recosté con mi
cabeza en su regazo mientras me acariciaba el pelo. Había una película en la televisión,
pero apenas preste atención, más interesada en la sensación de sus dedos tocándome, tan
suavemente, con ternura. No eran manos delicadas. Eran callosas y con cicatrices,
grandes, masculinas, pero se sentían perfectas sobre mí. Protectoras y seguras.
Cuando finalmente fuimos a la cama, fue cariñoso, quitándome la ropa poco a
poco, y acariciándome en todas partes. Me besó lentamente, de la cabeza a los pies, y no
había nada desesperado o con prisa al respecto. Teníamos toda la noche, y parecía
decidido a utilizarla. Dejó la luz del pasillo encendida para que pudiera verme sin
privarnos de la vista y pasó sus dedos por cada pendiente, ángulo y curva de mi cuerpo,
sus ojos siguiendo el sendero.
—Soy el hombre más afortunado del mundo.
Estaba necesitada de él, pero más importante aún estaba en sintonía con él. Se
sentía íntimo, correcto, real.
—Me siento bastante afortunada.
Me besó, lentamente, su lengua deslizándose dentro para entrar en contacto con la
mía. Su erección tentando entre mis piernas, presionando contra mí, y luego retirándose
152
sin llegar a entrar. Suspiré, sorprendida por su control, levantando mis caderas para
alentarlo.
—Tengo que conseguir un condón —murmuró—. Esto es peligroso.
Lo era. Estaba tan preparada, tan excitada, tan enamorada, no estaba segura de que
me importase. Pero luego se deslizó más arriba, moviendo su dureza sobre mi clítoris, y
deje escapar un gemido.
—¿Qué... qué estás haciendo?
Me retorcí, tratando de alejarme, la sensación tan increíble e intensa que no sabía
qué hacer con ella.
—Haciéndote tener un orgasmo —dijo, mordisqueando el lóbulo de mi oreja,
moviéndose de nuevo con hábiles deslizamientos.
—Está funcionando. —Era mejor que sólo un dedo, era más satisfactorio, más
caliente, más envolvente—. Oh, no... —No estaba segura de por qué objeté mientras el
orgasmo me asaltaba pero lo hice, antes de morder mi labio y disfrutar de la inesperada
ola de placer.
Él se inclinó para conseguir un condón y mientras todavía estaba
estremeciéndome por los efectos posteriores, con la boca seca, él nos unió.
No había prisa, sólo un ritmo lento y constante que nos condujo a ambos a
mirarnos fijamente y movernos juntos, totalmente conectados. Parecía como si cada vez
que hacíamos esto, nos acercaba un poco más. Nos vinculaba de forma indeleble.
Permanentemente.
Le abracé, mi mente completamente vacía de todo pensamiento excepto aquellos
sobre él.

A la mañana siguiente, Heath abrió la puerta de la cafetería y entré, aguardando


una potente taza de café. Mi ropa estaba arrugada, mi cabello era una locura, y no podía
dejar de bostezar. Habíamos estado levantados la mitad de la noche. No hubiera querido
hacer otra cosa que permanecer en la cama con él todo el día pero tenía que llevar mi
culo de vuelta a clases o iba a estar muy por detrás para ponerme al día.
—Mierda —murmuró detrás de mí.
—¿Qué? —pregunté, mirando hacia él.
—Darla está aquí.—dijo en voz baja—. Y nos está mirando.
No estábamos tomados de la mano o aferrándonos el uno al otro, pero no
necesitabas ser un genio para ver que estábamos juntos, juntos.
153
—¿Quieres irte?
Pero eso lo hizo resoplar.
—No. Por supuesto que no.
De hecho fue directo a su mesa. Le seguí, sin saber qué hacer. Esto parecía que él
trataba de obtener una confrontación.
—Hola, Darla. —Miró a la amiga con la que ella estaba, a quien conocía del club
emprendedor—. Anna, ¿cierto? Es bueno verlas a ambas. ¿Conoces a Cat?
—¿Caitlyn? Sí, nos conocemos —dijo Anna.
Darla lanzó miradas mordaces hacía mí. Pero plasmé una sonrisa.
—Hola.
Ambas simplemente nos miraban intencionadamente. Heath captó la indirecta y
tomó mi mano.
—Disfruten de su desayuno.
Mientras él me alejaba podía sentir sus ojos en mí y en nuestras manos. Incómodo.
—Odio molestar a la gente —le dije mientras nos sentábamos en la mesa que la
anfitriona nos había indicado. Me abanicaba con el menú, determinada con obstinación
a no mirarlas—. Ella parecía herida.
—Parecía enfadada. Confía en mí, sus sentimientos no están heridos, simplemente
no le gusta perder.
—Entonces, ¿por qué saliste con ella? —Una idea que nunca se me había ocurrido
me vino a la cabeza—. ¿Cómo sabías que estaba aquí, yendo a la Universidad de Maine?
—Está todo en tu mierda online. Vamos Osos. No fue tan difícil de averiguar.
—Oh. —Eso tenía sentido. Aunque no era particularmente tranquilizador saber
que todo el mundo pudiera averiguar eso sobre mí—. ¿Sabías que estaría en esa fiesta de
la fraternidad la noche... esa noche?
—No. Eso no lo sabía. Tampoco tenía la menor idea que un chico de fraternidad
haría una proposición, confía en mí. No habría estado allí.
—Entonces, ¿por qué saliste con Darla? Quiero decir, si viniste aquí esperando
verme.
—Vine aquí sabiendo que estabas en una relación. —Ignoró su menú, pero jugó
con la taza de café vacía en frente de él, girándola en semicírculos una y otra vez—. Si
soy honesto contigo sobre Darla voy a parecer un imbécil y preferiría que no pienses
que soy un imbécil.
—Entonces no seas un imbécil. Dime la verdad. ¿Follaste con ella? —No estaba
segura por qué era importante ni por qué le estaba presionando. Era muy probable que 154
hubiera tenido sexo con ella. Y si no era ella, alguien antes que ella.
Heath entrecerró sus ojos hacia mí.
—Sí. ¿Tuviste sexo con Ethan?
Maldición. Debería haberlo sabido que no iba simplemente a tranquilizarme o
mentir. Él nunca mentía.
—Sabes la respuesta a eso.
—Sí. La sé. Igual que tú la sabías de la pregunta que acabas de hacer. No preguntes
si no quieres oír la respuesta, sobre todo si ya conoces la verdad.
A veces deseaba que no fuera tan brutalmente honesto.
—Está bien. Lo que sea.
Eso le hizo esbozar repentinamente una sonrisa lenta.
—Cat. No hay comparación. Sabes eso, ¿verdad?
Lo sabía. Por él, de todos modos. Sabía que yo era para él lo que él era para mí y
que era irremplazable. Todo. No estaba segura de por qué le estaba presionando tan
fuerte.
—Lo sé.
—Entonces no dejes que te moleste. —Se encogió de hombros—. Ella es una chica
agradable, no quiero dar a entender que no lo sea. Pero no es tú. Ninguna lo es.
Sólo escucharlo tranquilizarme me hizo sentir estúpida. Avergonzada. Nunca
había pensado en mí como necesitada de consuelo. Odiaba ser celosa, suspicaz, patética.
Quería llorar. ¿Era esto lo que hacía siempre el amor? ¿Convertirte en un adicto,
siempre necesitado de otra dosis? ¿Otro cumplido, otro beso, otra promesa?
Había estado más segura de mí misma, de nosotros, a los diecisiete años de lo que
lo estaba ahora.
Pero habíamos pasado por el más alto de los máximos y el más bajo de los mínimos
juntos y me parecía que tal vez no había descubierto todavía la manera de simplemente
estar en algún lugar en medio con él. Sin embargo, confiaba en su amor.
Más que cualquier otra cosa en el mundo, creía en eso.

155
Capítulo 17
T enía que confiar en su amor, porque a todos los lugares donde fuimos en las
siguientes dos semanas, nos encontrábamos con personas que conocíamos o
que Ethan o Heath conocían. No fue hasta que estuvimos intentando mantener un perfil
bajo que me di cuenta de lo pequeño podía ser el campus, a pesar de tener diez mil
estudiantes, o lo juiciosas que podían ser las personas.
Heath había conseguido trabajo atendiendo la barra en un bar, una habilidad que
ni siquiera sabía que tenía, y yo tenía clases, así que no podíamos pasar cada segundo
juntos, pero me quedaba la mayoría de las noches en su casa. Habíamos estado tanto
tiempo separados, que queríamos compensar el tiempo perdido, y estábamos llenando
los vacíos de nuestras experiencias separados de la escuela secundaria. Dentro de su
apartamento, estaba calmado, tranquilo, lleno de risa e intimidad. Sexo como jamás
imaginé que pudiera serlo.
Pero cuando tratábamos de salir al cine, o a caminar, o a comer en algún lugar,
éramos observados. Y todos tenían una opinión.
156
Heath estaba inquieto. No le gustaba el ambiente de la Universidad. Pero no me
atrevía a mencionar el futuro porque tenía miedo. Él quería regresar a Vinalhaven, y yo
no estaba preparada para renunciar a la visión de una vida en Bangor o Portland, en una
oficina. Una casa en un barrio residencial.
Pero no discutíamos eso. Solo tratábamos de disfrutar el ahora.
Desafortunadamente, el ahora estaba lleno de gente que quería discutir el futuro.
—¿Así que, dónde vas a vivir el año que viene? —me preguntó un día Janice—.
Porque hay como cinco chicas que quieren tu habitación si te mudas.
—No lo sé. Solo es noviembre. —Estábamos en el salón, y yo había estado
estudiando mientras Heath estaba en el trabajo.
—Tienes que decidirte para Enero. Sé que si estuvieras con Ethan, te quedarías
hasta que él se graduara y fuera a la escuela de derecho, pero ahora… pensé que quizás
había otro lugar donde querrías estar. —Me dio una mirada significativa y no estaba
exactamente llena con aprobación de hermana.
—¿Estás tratando de deshacerte de mí? —Me sentí más que un poco lastimada—.
Si quieres mi habitación, solo dilo directamente.
—Quiero tu habitación si te vas a ir. Pero por supuesto no tienes que irte. La
mayoría de nosotras cree que estarías mejor quedándote aquí.
Ahí estaba otra vez. Esa mirada significativa. Aubrey vino a la sala y se dejó caer
en el sillón. Ella y yo no estábamos peleadas ni nada, pero apenas nos veíamos la una a la
otra. Nos habíamos enviado unos mensajes un par de veces y eso había sido todo. Había
estado esperando que pudiéramos salir, pero en el medio de la rara conversación sobre
mis arreglos de vivienda no era cuando quería verla.
—¿Qué está pasando? —preguntó Aubrey—. Antes de que respondas voy a decirte
que, básicamente no me importa, porque he conocido a este hombre que es
completamente caliente y asombroso que me encuentro honestamente desinteresada en
todo lo tuyo en este momento.
En realidad estaba agradecida de que Aubrey me sacara del asiento caliente
—¿Oh, sí? ¿Quién es ese mágico hombre misterioso?
—Su nombre es Jared, y es un estudiante de posgrado que he conocido en la
cafetería cuando me he chocado con él con un macchiato de caramelo. Él es caliente con
C mayúscula y vamos a salir mañana por la noche.
—¿Eso es un código para sexo? —preguntó Janice.
—No. Estoy probando algo nuevo —dijo Aubrey—. La regla de la tercera cita. Me 157
niego a acostarme con él hasta que hayamos salido por lo menos tres veces. Quiero una
relación, no algo de una sola noche.
—Eso es asombroso. Creo que es una gran idea. —Era totalmente sincera. Sabía
que estaba interesada en realmente construir algo con este tipo— ¿Qué te gusta de él?
¿Qué está estudiando?
—No tengo idea. Probablemente algo como antropología o historia del arte. Algo
con cero ingresos. De otra forma, no sería tan de ensueño y sexy como lo es. —Empujó
sus rodillas contra su pecho, su cabello rubio cayendo alrededor de sus antebrazos
mientras movía sus cejas arriba y abajo.
Eso me hizo reír.
—Me encanta tu enfoque de la vida, Aub. Desearía tener más de tu
despreocupación.
—Creo que es más como una actitud defensiva, así que no estaría envidiosa si
fuera tú.
Janice estaba usando su teléfono pero preguntó:
—Si su nombre es Jared, ¿se parece por casualidad a Jared Leto? Porque me
gustaría verle.
—¿Qué Jared Leto? Él tiene como setecientos aspectos.
—Cualquier de ellos.
—No, él no es del tipo de artista sensible y delgado. Así que quizás estoy
totalmente equivocada en llamarlo antropólogo. Parece más como… —Miró directo
hacia mí—. Como Heath, en realidad. Wow. No siquiera me había dado cuenta de eso.
Aparentemente creo que tu novio es caliente. ¿Cómo de escalofriante es eso?
Podía sentir la sangre drenándose de mi rostro
—No creo que sea más escalofriante que incómodo. —Sentía como que allí había
una implicación que no estaba entendiendo.
—No es incómodo. Sería incómodo si tú aún estuvieras saliendo con mi hermano y
escogiera a un tipo que luce como él. Eso sugeriría que necesito terapia. Pero esto solo
significa que las dos tenemos buen gusto. No es como si me interesara Heath.
Incluso Janice parecía incómoda y un poco confundida.
—Um, creo que lo que quieres decir es que a las dos les gusta el mismo tipo de
chico, ¿cierto?
—Exacto. Del tipo profundo, oscuro y melancólico.
Aún insegura de qué decir, simplemente pregunté:
—¿Es eso lo que es?
158
Heath podía ser esas cosas. No podía negarlo. ¿Pero qué sabía Aubrey de él en
realidad? Ella le había visto durante diez minutos.
—Eso y algunas otras cosas.
—¿Estás tratando de decirme algo? —pregunté, molesta con todas las
insinuaciones y subterfugios.
Por un segundo, pensé que iba a decir algo, pero luego simplemente negó.
—No. ¿Qué tendría que decirte?
—No tengo ni idea. —No la tenía.
Pero me quedé totalmente intranquila.
Ésa noche tuve otra pesadilla y desperté, sentándome en la cama de Heath. Me
aparté el cabello del rostro y respiré profundamente, temblando. Él se agitó y
rápidamente me acosté de nuevo antes de que se despertara.
Pero era demasiado tarde. No abrió los ojos pero me alcanzó, extendiendo su brazo
alrededor de mi pecho.
—¿Estás bien?
—Uh huh. Solo he tenido un mal sueño.
—¿Sobre qué?
—Estaba cayendo —mentí. La verdad era que había entrado a mi habitación en la
casa de la hermandad y había encontrado a Heath con Aubrey.
Me estremecí, tratando de sacar la imagen de mi mente. Ninguno de ellos me haría
eso. ¿Por qué incluso tendría eso dando vueltas en mi subconsciente? Eso me enfadó.
—Estás bien —murmuró, ya de nuevo a la deriva en el sueño.
—Sí. Estoy bien. —Aunque iba a hablar a solas con Aubrey y presionarla, no había
ninguna duda sobre eso.

Aunque no fue a Aubrey a quien vi. Fue a Ethan.


No le había visto desde que rompimos y tenía que admitirlo, encontrarme con él
en el sindicato de estudiantes me cogió con la guardia baja.
—Oh. Hola —dijo, cuando hicimos contacto visual caminando en la dirección
opuesta.
—Hola. —Sentí que se me calentaban las mejillas. Le di una sonrisa nerviosa,
insegura de cómo actuar. Insegura de lo que sabía. Tendría que haber pensado que oiría
de él en algún momento, incluso si era un mensaje al azar preguntando cómo estaba,
pero no había habido nada desde que salió de mi habitación, dejándome sollozando. 159
Parecía que tal vez no conocía a Ethan tan bien como pensaba. No más de lo que él
me había conocido.
—¿Cómo estás? —me preguntó, deteniéndose en el pasillo, mientras la gente nos
pasaba.
Me encogí de hombros, mis palmas sudando.
—¿Cómo estás tú? —Se sentía tan raro verlo, estar tan cerca de él durante tanto
tiempo, y todavía me sentía muy lejos de él.
—He estado mejor. —Frunció los labios— ¿Podemos… podemos sentarnos y
hablar por un minuto? ¿Vas de camino a clase?
—Tengo veinte minutos. Claro. —No creía que hubiera mucho que decir que no
lo hubiéramos dicho ya, pero quizás estaba equivocada. O tal vez con más precisión,
sería lo contrario. Eso sí, si empezábamos a hablar, tendríamos que decirlo todo, cada
pensamiento, sentimiento, torrente de emociones y acusaciones. No sería fácil ni bonito.
Pero ciertamente, aún quería que entendiera que me había preocupado por él. Lo que no
quería hacer era hablar sobre Heath incluso aunque sabía que él tenía que saberlo.
Aubrey no hubiera mantenido eso en secreto.
Hizo un gesto hacia un puesto de helado a su izquierda
—Hay una mesa ahí. Solo sentémonos por un minuto. —Sonaba dolorosamente
educado.
Fue horrible. Triste. ¿Aquí era donde estábamos después de todo lo que habíamos
pasado? Era tan horrible que cuando nos sentamos y nos miramos a la cara tenía
lágrimas en mis ojos.
—¿Te llegó bien el anillo de vuelta?
—Sí. Gracias. Lo siento, no debería habértelo pedido de vuelta tan pronto. Estaba
herido y enfadado.
—Yo… yo… —Mi labio tembló. No había palabras. Había demasiadas palabras
pero no podía encontrar una manera de organizarlas. ¿Cómo lo explicaba?
Ethan se aclaró la garganta y se inclinó hacia adelante en la mesa.
—Luces diferente de alguna manera. Más atrevida.
—¿Atrevida? —Eso me sorprendió. No era un adjetivo que utilizaría para
describirme—. No me he hecho ningún pirsin.. —Podía oír un tono defensivo en mi
voz. Y ni siquiera estaba segura de por qué me sentía a la defensiva, pero de algún modo
sus comentarios parecían insultantes.
—Eso no ha sonado bien. Lo siento. —Ethan, que siempre estaba sereno y
sonriendo, estaba inquieto, con la mirada en su mano mientras erráticamente 160
tamborileaba su pulgar contra la mesa.
—Yo también lo siento —murmuré— Cuando dije que me casaría contigo, lo
decía en serio. Era absolutamente sincera, quiero que sepas eso.
El asintió.
—Te creo Caitlyn. Simplemente no podía competir, ¿no es así?
—Rompiste conmigo. —Había pensado que quería hablar conmigo porque iba a
decir cosas agradables. Había pensado que quizás rogaría para que volviéramos juntos, y
estaba horrorizada de darme cuenta de que quería que dijera esas cosas. Había dolido y
aún lo hacía que él me hubiera prometido amor, estabilidad, para siempre, y luego me lo
quitara. Confié en él para que fuera el único hombre que no me haría eso. Fue así como
le había ganado a Heath.
Aun así, al final, no había sido diferente.
Y no parecía que fuera a dar marcha atrás a su elección, y eso me hizo daño otra
vez. Sin importar cómo estaba mi relación actual. Me dolió.
—Lo sé. Y quizás eso tenga más que ver conmigo que contigo. Quería confiar en ti,
pero me volvió loco saber que ese tipo estaba alrededor. Sabiendo que le quisiste
primero a él, que aún le querías, pero te forcé a ser práctica y renunciar a él. Sabía que
eso me atormentaría todos los días. —Su pulgar había dejado de moverse, y su mano
había formado un puño.
Sabía que tenía razón, pero aún estaba resentida. Había traicionado mi confianza.
—Todos tienen un pasado.
—Sí. Pero no todos tienen el que se escapó, si quieres llamarlo así.
No quería llamarlo de ninguna forma. Ya ni siquiera quería hablar de esto. Era
exactamente lo que había temido, las mismas palabras, dichas con menos ira, pero la
misma frustración.
—¿De qué quieres hablar? ¿Aún tengo algunas de tus cosas? En realidad no he
revisado mi habitación. —En realidad no había estado mucho tiempo en mi habitación.
—No, no lo creo. Y si las tienes, está bien. No me importa tener una sudadera aquí
y allá.
Simplemente esperé, sabiendo que había más. Estaba luchando consigo mismo, ya
sea para hablar o para no hacerlo, eso era obvio.
—No lo tomes a mal —dijo.
Prometedor. No. Levanté una ceja.
—No estoy tratando de sabotear tu relación con… él. —Ethan parecía tener el 161
mismo problema en decir Heath que Heath en decir Ethan.
—Está bien —dije, sospechando. Eso significaba que estaba a punto de hacer eso
mismo.
—Pero la otra noche fui a Tavern, sin saber que él trabajaba ahí. Y tu hermano
estaba ahí, borracho en el bar. Quiero decir, tu hermano biológico, Brian.
—¿Mi hermano? —pregunté. Perpleja. ¿Por qué Brian estaría en el bar en el que
Heath trabajaba? Había muchos bares en la ciudad para elegir, y Brian iba a cualquier
lugar donde pensara que podría tener una bebida gratis. No importaba que él y Heath
siempre se hubieran odiado y que él y yo no nos estuviéramos hablando, intentaría
aprovecharse de la conexión—. Bueno, eso no es sorprendente. Brian es un alcohólico.
Aunque me preguntaba por qué Heath no me lo había dicho. Probablemente, no
quería que me preocupara, ya sea por ver a Brian o a Ethan. Él tenía el hábito de pensar
que sabía lo que era mejor para mí. Era entrañable y dulcemente protector, y al mismo
tiempo molesto.
—Sí, y cuando le dije a Michael que él era tu hermano, él dijo que le había visto
ahí antes. Cada vez que Michael había estado ahí en las últimas semanas, y que el
hombre que atiende la barra siempre le da bebidas gratis. Es obvio para todos que se
conocen y dijo que Brian normalmente terminaba desmayado en el bar para el final de
la noche.
Mientras hablaba, mis hombros se tensaron.
—¿Me estás diciendo que Heath le está dando bebidas gratis a mi hermano,
suficientes para desmayarlo? —me burlé—. ¿Por qué demonios haría eso? Brian y Heath
ni siquiera se gustan.
Ethan se encogió de hombros.
—No lo sé. Solo parecía algo que deberías saber. Y obviamente no sabías.
Eso hizo que me levantara tan rápido que la silla se meció y casi se cayó.
—¿Qué estás haciendo? ¿Estás intentando meterte en mi cabeza, tratando de que
me pelee con Heath?
—No, por supuesto que no.
—¡Tú rompiste conmigo! —repetí—. Esto no es justo, no me hagas esto.
—No estoy intentando hacerte nada. —Sus puños se apretaron—. Simplemente no
quiero que te hagan daño. Eso es todo. No tengo un plan.
—¿Qué te hace pensar que sabes algo acerca de lo que me haría daño? Tú me
hiciste daño. Tú me hiciste daño, Ethan. —Las lágrimas estaban en mis ojos y sabía que
mi voz se estaba haciendo demasiado fuerte. La gente en la mesa junto a nosotros miró
hacia mí. Levanté mi mano en protesta cuando Ethan empezó a alcanzarme, su rostro
parecía herido.
162
Me giré y huí, dirigiéndome ciegamente hacia la clase.
Escarbando en mi mochila, encontré mi teléfono. No sabía si Brian tenía el mismo
número de móvil que tenía la última vez. Había estado en contacto con él justo después
de la muerte de mi padre, pero le llamé de todas formas.
—¿Hola? —respondió al sexto pitido, con la voz ronca. Respiraba pesadamente en
el teléfono.
—Soy yo, Caitlyn.
—ya lo sé. Tu jodido nombre aparece en la pantalla cuando llamas. ¿Qué quieres?
Dejé salir un sonido de exasperación. Idiota. Siempre era un idiota.
—¿Tienes resaca?
—Sí. ¿Para eso has llamado?
—¿Dónde has estado bebiendo?
Hubo una pausa. Su tono cambió de molesto a interesado.
—¿Por qué te importa?
Maldición. No podía dejarle saber por qué estaba curiosa. Brian encontraría el
modo de usarlo contra mí.
—Si necesitaste pedirme prestados veinte dólares, entonces claramente no estás
trabajando, ¿verdad? —Abrí la puerta de salida y corrí por las escaleras, metiendo la
mano libre en el bolsillo. Había sido un error llamarle. No tenía una estrategia, ningún
plan táctico. Solo la abrumadora necesidad de probarle a Ethan y a mí misma que no
estaba pasando nada fuera de lo normal, que Heath no me ocultaba nada ni alimentaba
el vicio de mi hermano.
—Trabajar es para idiotas. —Bostezó—. ¿Qué quieres Cat?
—Sólo llamaba para comprobar cómo estás —mentí—. No quiero que te metas en
problemas que no puedas manejar.
Soltó un bufido.
—Bueno, eso es conmovedor. Gracias, hermanita. Prometo no meterme en una
vida de crimen y drogas. Honestamente, todo eso suena como un montón de trabajo, así
que no te preocupes.
—Bien. Me alegra escuchar eso.
—¿Puedo volver a dormir?
—¿Quieres quedar más tarde? —pregunté por pura desesperación. No quería
terminar la llamada sin obtener la información que quería. Sin que él supiera que estaba
buscando información. 163
Soltó una carcajada sorprendida, que se convirtió en una tos asfixiada.
—¿Estas bromeando? No. No quiero quedar más tarde, pero gracias por preguntar.
Apreté los dientes con frustración.
—Está bien, cuídate.
—Claro. Tú también. Dale las gracias a Heath.
Me detuve. La persona detrás de mí tropezó conmigo.
—Lo siento —murmuré. Luego le dije a Brian.—: ¿Por qué?
—Solo dale las gracias.
Así que probablemente era verdad. Heath estaba dejando beber a Brian en el bar.
Eso no tenía sentido en absoluto. No lo tenía. ¿Pero por otro lado por qué me pediría
que le diera ese mensaje? ¿Cómo sabía siquiera que estaba en contacto con Heath?
Ciertamente no se lo había dicho a Brian.
—Claro. Está bien.
—Él no es un mal tipo, sabes. Me siento un poco mal ahora por lo que pasó.
—¿Qué pasó? —pregunté en voz baja. La gente se movía a mi alrededor,
empujándome, algunos mirándome, la mayoría ignorándome totalmente. Había una
ligera capa de nieve en el suelo y pasé mi pie hacia atrás y hacia adelante sobre ella.
—¿Qué? —Brian tosió otra vez—. Mierda, Kitty Cat, mi novia me está llamando.
Me tengo que ir.
—Espera, Bri…
Colgó.
Me quedé ahí en la calle, mordiéndome el labio y preguntándome qué estaba
pasando y si me atrevía a preguntar.
O si realmente quería saberlo.

164
Capítulo 18
—¿C ómo ha estado tu cita? —le pregunté a Aubrey mientras estaba
sentada en su cama. Todavía había una extraña tensión entre
nosotras, pero después de hablar con Ethan y Brian, había ido a donde Aubrey,
deseando que las cosas fueran normales, familiares. Pero no lo eran.
Podía sentir a Ethan entre nosotras. Incluso a Heath entre nosotras, después de sus
comentarios sobre sentirse atraída por su tipo.
—Ha sido increíble, no voy a mentir. Resulta que él juega Lacrosse, lo que explica
ese cuerpo caliente, y se especializa en medios de comunicación, lo que explica la
sonrisa estelar y un claro interés en el blanqueamiento de dientes.
Fue una evaluación tan Aubrey, por lo que tuve que sonreír.
—Genial. Así que, ¿te has divertido?
Se estaba pintando las uñas, sin mirarme.
165
—Sí. Hemos hablado sin parar durante dos horas. Luego nos hemos besuqueado y
realmente, realmente quería tener sexo, pero me he controlado. No he podido evitarlo,
sin embargo, me he permitido frotarme un poco. La gente no se frota lo suficiente. Está
subestimado.
Realmente no había otra respuesta más adecuada que la risa.
—Me encanta tu filosofía. Vuelve a poner de moda frotarse.
—Vamos a hacer camisetas.
—Entonces, ¿cómo era él, en cuanto a tamaño? Obviamente le has sentido.
Parecía una pregunta apropiada para hacer. Algo que ella me haría preguntarle. Y
quería que entendiera que estaba interesada en su vida, que la apoyaba.
—Bueno. —Hizo una pausa en pintar sus uñas para mirar hacia arriba y me dio
una sonrisa—. No ha habido palmaditas alrededor, tratando de encontrarlo. Bam. Estaba
justo ahí.
Siempre habíamos tenido un acuerdo tácito en que ella compartía todo y cualquier
cosa sobre su vida sexual y yo nada. Cero. Porque, bueno, el único chico con el que
había tenido sexo era su hermano y esa sería una conversación totalmente incómoda. No
quería saber nada de su hermano y yo no quería decirle nada sobre su hermano.
Pero ahora parecía que todas las apuestas estaban apagadas. Porque ella
casualmente le preguntó:
—¿Heath está dotado?
—¡Aubrey! —Me tomó por sorpresa y pude sentir que me sonrojaba.
—¿Qué? Me has preguntado acerca de Jared. Aunque Heath parece estarlo. Está
demasiado enfadado para tener un pene pequeño.
—No hay absolutamente nada lógico en lo que acabas de decir. —Levanté mis
rodillas y apoyé la barbilla en ellas—. No sé por qué los hombres enfadados no pueden
tener el pene pequeño. ¿Crees que los hombres con penes pequeños no se enfadan? Pero
de cualquier forma, Heath no está enfadado. —No iba a decirle nada acerca de su pene,
el cual estaba malditamente bien.
—Oh, el infierno que no lo está. Ni siquiera puede coquetear sin sonar cabreado.
Es un talento.
Hablaba despreocupadamente, pero algo en esa declaración me dio que pensar.
—¿Qué sabes de él coqueteando?
—Porque él estaba coqueteando conmigo cuando aún estabas con Ethan.
—Tonterías —espeté antes de que pudiera detenerme.
166
Aubrey coronó su esmalte de uñas y me hizo una mueca.
—¿Por qué, porque ningún hombre coquetearía conmigo?
—Por supuesto que los hombres coquetean contigo. —Acomodé mis rodillas y me
erguí, molesta—. Pero Heath vino a verme. No coquetearía con mi mejor amiga.
—Me pidió mi número. Me envió mensajes un par de veces. —Inspeccionó su
pedicura—. No es gran cosa. Estabas con Ethan. No significaba nada. Yo no le di ningún
estímulo, porque sabía que estarías molesta.
—Entonces, ¿por qué me lo dices ahora?
—No es gran cosa —repitió.
Había un mal sabor en mi boca, y me sentí caliente, enferma.
—¿Por qué siento como si estuviera tratando de hacerme daño?
—¿Por qué habría de hacerlo? Por supuesto que no.
—No lo sé. Realmente no lo sé. —Ni siquiera estaba segura de creer que Heath le
había estado enviando mensajes. De repente sentí que si alguien había estado
coqueteando, habría sido Aubrey. Era evidente que estaba celosa del interés que tenía
en mí.
Algo se estaba gestando bajo la superficie, algo que no entendía y temía, algo feo y
desagradable.
—Probablemente sólo coqueteó conmigo para meterse debajo de tu piel. No dejes
que te afecte. Eso es lo que quiere, estoy segura. —Pero luego añade—: Además, eso fue
antes de que estuvieran juntos. ¿Qué diferencia hay ahora?
Si eso fuera cierto, ¿por qué se había molestado en mencionarlo?
—Ninguna —dije, finalmente, pero mi voz era fría.
—Oh, vamos, no estés enfadada. Por lo menos sabes que siempre soy sincera
contigo.
—¿Lo eres? —le pregunté, mirando su rostro en busca de pistas sobre qué
demonios estaba pasando en su cabeza.
—Por supuesto. —Me devolvió la mirada—. ¿Tú eres sincera conmigo?
—Sí. No tengo ningún secreto. —Pero eso era algo que no debía decir y me di
cuenta de inmediato.
—¿Entonces por qué no sabía de Heath o Brian o nada acerca de tu vida? Secretos.
Todos ellos, Caitlyn. Y no el tipo de secretos como que robaste un brazalete a Martin
cuando tenías trece años. Como la mierda importante, cosas sobre quién eres.
Así que volvíamos a eso.
167
—Pensaba que ya habíamos tenido esta conversación.
—La tuvimos. —Se puso de pie y cojeó hacia su mini-nevera—. ¿Y sabes qué? No
voy a tenerla otra vez, porque nada nunca va a cambiar el hecho de que no compartes
una mierda conmigo y yo he sido un libro abierto de mierda. Y sin embargo, estás
sentada ahí y realmente crees que miento sobre que tu novio me envió un mensaje. Que
me lo he inventado. Piensa lo que quieras. Yo no tengo que demostrarte nada.
—¿Qué decía en los mensajes? —Todo estaba fuera de control. Esta conversación,
igual que todas nuestras conversaciones recientes, se había convertido en un campo de
minas. No sabía qué decirle a Aubrey, o qué creer o qué iba a decir a continuación. La
facilidad de nuestra amistad se había ido y yo estaba molesta y dolida por eso, y
enfadada conmigo misma porque era mi propia culpa.
—No lo sé. Mierda estúpida. Como ¿qué estás haciendo? Y que soy hermosa y
mierdas así.
—Déjame ver. —Tendí la mano, con mis fosas nasales dilatadas. Estaba actuando
como una loca, lo sabía, pero no podía controlarme, no podía contener el diluvio.
—No los tengo.
—¿Estás segura?
—Oh, Dios mío, ¿en serio? —Aubrey lanzó su teléfono hacia mí— Maldita sea.
¡Mira tú misma!
No me molesté, solo sostuve su teléfono en mis manos. Si decía que no estaban allí,
entonces claramente no lo estaban. Pero me pregunté de nuevo si algo de eso era cierto.
—No tengo que mirar. —Me levanté y puse su teléfono en su escritorio al lado de
ella—. Lo siento.
—Sabes, ¿alguna vez te has detenido a preguntarte si eres realmente feliz con este
tipo? Porque no pareces feliz. Pareces una loca.
La acusación hizo daño.
—Soy feliz. —Lo era. Amaba a Heath con todo dentro de mí y se sentía increíble
que estuviera de vuelta en mi vida. Increíble que el amor y la amistad que habíamos
compartido no habían sido dañados por el tiempo separados. Él era mi mejor amigo.
Pero, por supuesto, no podía decir eso en voz alta. Aubrey no entendería que ella
también pudiera ser mi mejor amiga, sólo que de una manera diferente.
Eso realmente no parecía tener sentido. Estaba confundida, incapaz de articular
mis sentimientos de cualquier manera que fuera coherente.
—Le amo —fue lo que finalmente le dije.
—¿Estás segura? Porque parece más como una obsesión para mí. Él tiene algún
168
poder extraño sobre ti. Como un líder de una secta con sus seguidores.
Eso era ir demasiado lejos. Me puse de pie, el dolor y la ira tan grandes que me
temblaban las manos.
—No lo entiendes. Nunca has estado enamorada.
—¿Qué, así que no estoy en tu club de la estupidez? Si me hace actuar como tú,
entonces no quiero estarlo. —Cruzó los brazos sobre su pecho y apartó la mirada de mí.
Salí, sin molestarme en responder a eso. Sabía que ella estaba celosa. Sabía que yo
estaba actuando irracional y celosa. Pero ella estaba siendo dura. Simple y jodidamente
dura conmigo, pero ella no necesitaba escuchar eso. No iba a ser un blanco o un saco de
boxeo para que dejara de sentirse excluida. ¿Cuándo las mejores amigas se enamoraban
de chicos geniales, al mismo tiempo? Nunca. Eso tenía que suceder, que ella o yo
podríamos estar en una relación y la otra no lo estaría.
Si yo estuviera soltera, nunca envidiaría su felicidad con alguien.
Tampoco sugeriría que su novio había estado coqueteando conmigo antes de que
se juntaran. ¿Qué sentido tenía? No podía haber ni una razón posible para mencionar
eso a menos que sólo quisiera herirme. Simple y llanamente.
Al entrar en mi habitación, cerré la puerta y puse el cerrojo.
Con los auriculares en mis oídos, manipulé mi música y traté de estudiar. Tenía un
examen de finanzas en dos días.
Pero no podía concentrarme en lo absoluto.
Estaba obsesionada con la idea de Heath enviándole mensajes con cosas sexys a
Aubrey. Mi sueño de la otra noche bailaba en frente de mis ojos una y otra vez. ¿Y si
hubo más que eso? ¿Qué pasa si Heath y Aubrey se habían enrollado? Ella no era de las
que traicionaban a una amiga, pero por otra parte, no había sabido en ese momento
cuánto significaba Heath para mí, porque no se lo había dicho. Tampoco era de esas
chicas que detenían a un chico si quería tener sexo.
La idea de ellos juntos, jadeando, en contacto entre sí, calientes y sudorosos, hizo
que la bilis subiera por en mi garganta.
Heath tenía que trabajar hoy en el bar. Técnicamente yo no tenía la edad
suficiente para entrar, pero era un antro que los estudiantes de licenciatura
frecuentaban porque nadie nos registraba las identificaciones falsas. Sabía que podía
entrar, sobre todo en una noche de fin de semana.
Era una mala idea. Sabía que era una mala idea incluso mientras estaba
poniéndome los zapatos. No me molesté en cambiarme, todavía con los pantalones
vaqueros y una camisa de franela que había llevado a clase. Heath no necesitaba o no
quería que me vistiera elegante o maquillara. Yo no tenía la paciencia para ello, no 169
cuando sentía el picor de la ansiedad. Necesitaba respuestas, la verdad. Heath nunca me
ocultaba la verdad, aunque me doliera.
Casi esperaba ver a Brian desmayado en un taburete cuando entré, lo que se habría
añadido a mi agitación, pero sólo había tres chicos de allí y ninguno de ellos era mi
hermano. Era demasiado pronto, lo más probable. O tal vez Ethan y Aubrey tenían
algún tipo de conspiración para hacerme miserable. Aunque realmente no creía eso.
Ethan no tenía un hueso de crueldad en su cuerpo, y en el fondo sabía, que había
terminado nuestra relación porque sabía que yo no podría amarle de la manera en que
amaba a Heath. No había querido hacerme daño.
Aubrey, no estaba tan segura.
Pero de cualquier manera, Brian no estaba en el bar, lo que estaba igual de bien.
Necesitaba procesar toda la cuestión del coqueteo con mi mejor amiga antes de
ocuparme de la posibilidad de que Heath estuviera alentando el alcoholismo de Brian.
Al cerrar la puerta detrás de mí, ésta hizo un fuerte ruido y los chicos en el bar se
dieron vuelta y me miraron con interés. Dos sólo me dieron una breve mirada antes de
volver a su cerveza y su conversación. El tercero me inspeccionó notablemente, así que
le fulminé con la mirada. No fue difícil hacerlo retroceder. Estaba de muy mal humor.
Heath siempre decía que quería a la Cat salvaje. Estaba a punto de conseguirla. La
que decía lo que pensaba y dejaba toda su emoción hirviera.

Las cejas del chico se elevaron antes de volver a su bebida.


No vi a Heath en el bar, así que crucé la habitación en penumbra y tomé el
taburete más lejano de los otros clientes. Ya había estado en la taberna sólo unas pocas
veces, y nunca con Ethan. No le gustaba este tipo de antro, donde el único propósito de
estar allí era emborracharse, lo más rápido y lo más barato posible. Había estado allí con
Aubrey y algunas otras hermanas de la hermandad y realmente tampoco había sido lo
mío. Se sentía aún menos lo mío con la sala tan vacía.
Mi asiento estaba frío y un poco pegajoso y no estaba segura de dónde poner mi
cartera y mis llaves. Casi nunca llevaba una cartera, porque en la universidad tenía una
mochila y cuando no estaba en clase, nunca necesitaba la mierda que la mayoría de las
chicas llevaban con ellas. Un bolso se sentía como una carga para mí, pero ahora me
hubiera gustado tener uno para colgar en la parte posterior de la silla en lugar de dejar
mis cosas en la barra.
Le había preguntado a Heath cuándo había aprendido a atender un bar y él había
dicho que era una habilidad recientemente adquirida. Cuando salió de la trastienda, con
una pila de vasos limpios en la mano, se me ocurrió que parecía fuera de contexto. No 170
era Heath en absoluto. Por otra parte, todavía me costaba imaginarlo en el ejército, a
pesar de que había visto las fotos que Tiffany me había enviado. Para mí, él pertenecía
en un barco.
Hizo una pausa, claramente sorprendido de verme.
—Hola, cariño. —Sonrió y se inclinó sobre la barra, con los vasos todavía en su
mano, y me besó—. ¿Qué estás haciendo aquí?
No estaba segura de qué decir, pero no importaba, porque me conocía lo suficiente
para saber que algo andaba mal. Se echó hacia atrás y me estudió.
—¿Qué está pasando? Ni siquiera me besas. —Puso los vasos en la barra y apoyó
los codos, inclinándose hacia adelante— ¿Qué he hecho? Debe de ser bastante malo si
has venido a atacarme por ello.
El hecho de que sonara tan relajado y despreocupado por la idea de que podría
estar molesta con él, me molestó.
—¿Intercambiaste números con Aubrey?
No hubo reacción por parte de él en absoluto. No parecía culpable, sorprendido o
preocupado.
—Sí. Hace tiempo.
—¿Sabías que ella era mi mejor amiga y la hermana de Ethan?
—¿En ese momento específico? —Se encogió de hombros— No estoy seguro. Pude
haber tenido alguna idea de que ella te conocía, pero no recuerdo el momento exacto en
que me di cuenta de su conexión contigo y el chico de la fraternidad. ¿Por qué?
—Porque me ha dicho que coqueteaste con ella, que se enviaron mensajes entre sí.
—Supongo que estaba coqueteando, sí.
Su continua falta de emoción sólo disparó mi ira.
—¿Te la follaste?
Pero le había empujado lo suficiente para obtener finalmente una reacción. Sus
ojos se estrecharon.
—¿Estamos realmente haciendo esto aquí y ahora? —preguntó.
Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Me estaba advirtiendo que retrocediera,
y en algún lugar racional en mi cabeza, sabía que tenía razón. Pero tenía que saberlo.
Necesitaba saberlo. Para qué, no lo sabía. Sentí como si me fuera a romper en mil
pedazos si él no me lo contaba todo.
—Sí. Realmente estamos haciendo esto. Es un sí o un no.
—No. No me la follé. Tampoco quiero hacerlo. Quería follarte a ti. 171
Tragué saliva, no estaba segura de si eso era tranquilizador o no.
—¿Entonces por qué coqueteaste con ella?
—Porque estaba aburrido y ella estaba coqueteando conmigo y estaba enfadado
contigo por estar con Ethan.
Debería haber sido suficiente. Pero estaba tan insatisfecha con su respuesta, que
por un segundo me pregunté si, de alguna manera retorcida, lamentaba que no lo
hubiera hecho, para poder odiar a los dos y no tener que sentir tanta emoción nunca
más. Daba miedo, estar colgada en el borde como si fuera tan vulnerable. Él tenía el
poder para destruirme otra vez y eso me hacía sentir demasiado enfadada y asustada.
Sabía que en algún pequeño rincón de mi cerebro estaba saboteando nuestra relación
para protegerme, pero no me detuve. Seguí adelante a toda velocidad.
—Déjame ver tu teléfono.
Hizo un sonido de disgusto. Pero sacó el teléfono de su bolsillo y lo arrojó sobre el
mostrador.
—La contraseña es Comfortably Numb.
Su canción favorita de Pink Floyd. Me pregunté si eso significaba algo.
—Quédatelo. Tengo trabajo que hacer. —Heath se alejó, preguntando a los chicos
en el bar—. ¿Están bien? ¿O puedo conseguirles algo más?
Cogí el teléfono. No tenía protector y estaba todo lleno de abolladuras. Cálido por
estar en el bolsillo. Sabía que lo más razonable sería ponerme de pie, seguirle, y
devolvérselo. Si confió en mí al darme su contraseña, no estaba escondiendo nada.
Pero era tan tentador que no pude evitarlo. La obsesión de verlo por mí misma era
un férreo control febril en mi alma. Así que escribí su contraseña y fui a sus mensajes,
desplazándome hacia abajo. Mi nombre estaba el primero, como era lógico. Luego había
algunos mensajes airados de Darla, que él no había respondido. Mensajes de chicos
cuyos nombres reconocí como amigos del servicio. Luego ahí estaba; Aubrey.
No había muchos y databan de la semana después del baile de Bienvenida.
No estaban llenos de contenido. Solo coqueteo genérico.
Pero entonces vi un intercambio que Aubrey había comenzado que me hizo sentir
enferma.
Envíame una foto tuya.
Yo no me tomo selfies.
No, ya sabes lo que quiero decir.
En realidad no. Tendrás que precisar eso para mí. Soy lento.
Muéstrame tu paquete.
172
Si quieres ver mi pene simplemente ven.
¿Dónde vives? Jaja.
Había escrito su dirección. Ninguna otra respuesta que eso.
No había nada más de ella tampoco.
Me hizo pensar que había ido, que habían tenido sexo, ambos consiguieron lo que
querían, y habían perdido el interés en casualmente el uno por el otro.
Estaba indignada. Horrorizada. Furiosa con los dos.
Había pasado semanas agonizando sobre mi relación con Ethan y cómo mantener
una amistad con Heath porque todavía le amaba, ¿y él había estado casualmente
deslizando su polla en mi mejor amiga?
Sentí como que iba a vomitar, agarré mis llaves y mi cartera y medio me puse de
pie, medio me caí del taburete. Hice bastante ruido, Heath miró en mi dirección y se
volvió hacia mí.
—¿Satisfecha? —preguntó.
Lo hice sin pensar. Sin querer, la verdad. Ni siquiera era consciente de lo que
estaba ocurriendo hasta que fue demasiado tarde para hacer nada al respecto.
Pero le lancé su teléfono. Fuerte. Y no le di.
Pasó por su costado, chocando contra el espejo detrás de la barra, por lo que fue
una caída terriblemente ruidosa, y derribando una coctelera, que cayó al suelo junto con
el teléfono.
Heath me miró sorprendido, con los ojos oscurecidos por la ira. Pasó la tapa de la
barra en el extremo, ignorando su teléfono, y dio la vuelta hacia mí, con pasos rápidos y
sus intenciones oscuras.
—Yo... —Por un segundo me entró el pánico, indecisa el suficiente tiempo que fue
capaz de agarrar con firmeza mi mano y arrastrarme a la trastienda.
Me empujó dentro y cerró la puerta detrás de nosotros.
Luego la cerró con llave.
—¿Has perdido la jodida cabeza? —exigió.
De pronto parecía que lo había hecho.

173
Capítulo 19
L a trastienda era una oficina y despacho, con licor en estantes a nuestro
alrededor. Era pequeña y mal iluminada, y me sentí muy consciente del
hecho de que estaba arriesgando su trabajo alejándose de la barra. Que yo había
arriesgado su trabajo al presentarme allí y exigir respuestas que podían esperar hasta
llegar a casa. Que había hecho una escena y que era malditamente suertuda de que el
espejo no se hubiera roto.
―¿No deberías estar ahí fuera? —le pregunté, nerviosa.
―Oh, ¿ahora estás preocupada por mi trabajo? ―Soltó un bufido―. El tipo
sentado en el extremo de la barra es en realidad el propietario. Estoy seguro de que lo
tiene cubierto.
Fabuloso. Su jefe estaba allí. El chico al que había fulminado con la mirada cuando
había entrado.
―Mierda. Lo siento. ―El calor inundó mis mejillas―. No ha sido mi intención 174
lanzar tu teléfono, realmente no lo ha sido.
―¿Qué está pasando? ¿Por qué estás tan celosa?
―Le diste tu dirección a Aubrey. Ella pidió ver tu paquete y dijiste: si quieres ver
mi pene, ven, y le diste tu dirección. ―Me sentí miserable y desesperada. Mi voz sonaba
extraña para mí, aguda e histérica. Regañona.
―Ella estaba coqueteando, siendo una calientapollas. Seguí su juego. Sabía que no
iba a venir y no lo hizo.
Quería creerle. Le miré fijamente, deseando que me dijera la verdad, tratando
ansiosamente de ganar la guerra con mis propias inseguridades.
―¿Estás seguro?
―¡Sí, estoy seguro! ―explotó―. ¿Cuándo te he mentido alguna vez? Si hubiera
tenido sexo con ella, te lo diría. Pero no lo hice, y aunque lo hubiera hecho, estaría
deseando todo el condenado tiempo que fueras tú, porque malditamente quería que
fueras tú.
Su ira hizo que me encogiera. Golpeé su pecho con mi puño, frustrada.
―¡Todo esto es culpa tuya! ―le dije―. No deberías haberme dejado. Me dejaste y
ahora no sé si esto es real.
―Nunca te dejé ―dijo, sacudiendo la cabeza, su mandíbula y fosas nasales
dilatadas―. Me vi obligado a irme. Y volví y tú eras la que me había dejado. Tú eras la
que tenía un anillo en el dedo. Tú eras la que había seguido adelante, la que se dio por
vencida con nosotros.
―No me di por vencida. Me vi obligada a renunciar, al igual que te viste obligado
a irte. ―Estaba llorando, y aterrizaba un golpe en su pecho con cada palabra, con llaves
tintineando en mi mano, frustrada, dolida, enfadada y asustada. Pero más que todo
estaba asustada.
―Cálmate ―dijo, agarrando mi mano.
Luché, mi cartera cayó de mi mano hasta el suelo.
―No. ―Entonces le pegué de nuevo, solo que mi golpe fue más alto esta vez y
rocé accidentalmente mi puño con la parte inferior de su barbilla.
Antes de que pudiera abrir la boca para disculparme él agarró mis muñecas y me
giró, por lo que mi espalda aterrizó contra la puerta cerrada.
―Basta, Cat.
―Déjame ir ―suspiré. Pero no quería que lo hiciera. Nunca.
Y quería que luchara por mí, como lo había prometido. Que me probara que yo era
para él. La que él amaba. 175
―No. Nunca voy a dejarte ir. ―Me besó y fue duro, enfadado, dominante―. Tú
eres la única a la que quiero. La única que siempre he querido.
Heath me dio un beso en el cuello, chupando la parte superior de mi pecho a
través de mi camisa. Todavía agarraba mis muñecas con fuerza, sosteniéndome en mi
lugar contra la puerta.
―No te creo ―le dije, incluso mientras luchaba contra el impulso de jadear
cuando su lengua corrió por todas las partes que tenía expuesta mi piel desnuda.
―Sí, lo haces. Estás siendo terca. Es una de las cosas que me gusta de ti.
Tiré mis brazos, tratando de liberarme, mostrando esa terquedad, tratando de
ejercer mi control. Recuperarlo.
Pero cuando de repente me soltó y se apartó unos centímetros de mí para
estudiarme, no me fui a ninguna parte. Me quedé expuesta, con el corazón acelerado, mi
cuerpo hormigueando, mis manos aún sobre mi cabeza clavadas en la pared. Él me dio
una sexy sonrisa de triunfo.
―Eso es lo que pensaba. Eres una buena actriz, pero al final deseas exactamente lo
mismo que yo.
Esta vez, cuando me besó, me mordió el labio inferior. Se tragó el grito que di,
mientras sus manos se sacudían abriendo el botón de mis pantalones vaqueros y
rasgando la cremallera. No lo estaba haciendo realmente. No podía creer que lo hiciera.
Pero lo estaba. Y así lo hizo.
Y yo quería que lo hiciera.
Bajó mis pantalones vaquero hasta las rodillas, mientras su boca asaltaba la mía.
―Dime que me quieres ―exigió―. Dime que si te doy un anillo te lo pondrías y
te olvidarías para siempre de que no fui el primero en darte uno.
Estaba sin aliento, excitada, sorprendida de lo húmeda que estaba cuando sus
dedos acariciaron mi interior.
―Te amo ―le dije, sabiendo que siempre lo había hecho y siempre lo haría.
Cuando se empujó dentro de mí, me vi obligada a estar de puntillas, agarrándome
a sus hombros para mantener el equilibrio. Sorpresa y placer me inundaron.
―Oh, Dios.
―¿Qué más? ―preguntó, manteniéndose aún dentro de mi cuerpo, una
provocación palpitante y caliente.
Me encontré con su mirada, insensible y abrumada, pero sabiendo que lo que él 176
quería oír no sería nada más que la verdad. Podría hablar y decirlo en serio desde lo más
profundo de mi alma.
―Sí. Dame un anillo y me olvidaré de él para siempre.
Él hizo un sonido en la parte posterior de su garganta y luego se movió, golpeando
en mí, apretándome mi pierna sobre su cadera para darle un mejor ángulo para empujar
profundamente.
―Confías en mí.
No era una pregunta. Pero tenía razón. Sí confiaba en él. Solo que cuando había
mucho que perder, me aterrorizaba que lo haría. Asentí, sintiéndome frenética, las
emociones y la excitación apretándome, sosteniéndome tensa y desesperada.
―Sí. Confío en ti.
Heath presionó su frente contra la mía, nuestro aliento mezclándose con urgentes
y calientes jadeos mientras me tomaba con fuerza. Estaba sorprendida de que tuviera un
orgasmo. Había mucha fricción, tanto empuje crudo, que no creí que pudiera sin el
estímulo de mi clítoris, pero tuve un orgasmo interno. Uno que vino de muy dentro de
mí y estalló sobre su polla con una velocidad que me hizo morder el hombro de su
camisa, así no gritaría y nos delataría.
Lo sintió, claramente, dando un gruñido antes de explotar el mismo. Sentí la
invasión caliente y me aferré a él, apretando mis músculos internos instintivamente. Sin
palabras, nos miramos el uno al otro, respirando con dificultad. Sus labios se movían,
pero no dijo nada en realidad. Finalmente, inclinó su cabeza hacia atrás y exhaló
profundamente.
―Santa mierda, preciosa. Eso ha sido irreal.
―Totalmente ―le susurré. Entonces volví a poner mis talones en el suelo, con
mis pantalones vaqueros en mis pantorrillas y los músculos tensados por la posición—.
No has utilizado condón. ―Nunca había sentido cómo era que se viniera dentro de mí
sin uno, y se sentía íntimo, emocionante. Mucho más satisfactorio. Pero era arriesgado y
loco.
Tenía que tomar la píldora. Después de eso, no quería volver a usar látex, y dada la
expresión de su rostro, él tampoco.
―¿Y? ―Se retiró, dando un suspiro cuando nuestros cuerpos se separaron. Se
metió de nuevo en los pantalones y se subió la cremallera.
―Podría quedarme embarazada. ―Fue una obviedad. Doblándome ligeramente,
me subí los pantalones.
―¿Y? ―repitió.
177
Estaba a punto de decirle lo estúpido e irresponsable que era, cuando puso su
mano en mi nuca y llevó mi boca a la suya.
―Cat, no más celos, prométemelo.
Eso me hizo sentir culpable. Había sido irracional, acusatoria. Había exigido
respuestas, y luego me había negado a aceptarlas. No había manera para él de ganar
cuando hacía eso. Tenía que confiar en él, o nos destruiría.
―Lo prometo.
―No tienes ninguna razón para preocuparte. Jamás. ―Sacudió su cabello hacia
atrás―. Y si le preguntas a todas las chicas con las que he estado involucrado, y no ha
habido muchas, ellas te dirán que soy un bastardo sin corazón. Eso es lo que las chicas
dicen cuando te niegas a mentirles.
―¿Qué quieres decir?
―Siempre he dejado claro que estaba enamorado de ti. Así ellas sabían en lo que
se estaban metiendo. ―Abrió la puerta detrás de mí―. ¿Lista?
―Sí. ―Lo estaba. Lista para dejar atrás mis dudas. Lista para aceptar que el tiempo
había pasado y no podía deshacer la vida que Heath y yo habíamos llevado separados.
Solo podía seguir adelante a partir de ahí.
Me pregunté qué habría pasado si hubiera sido como Heath y le hubiera dicho a
Ethan desde el principio que había habido un chico que había capturado mi corazón y
todavía no lo había dejado ir.
Lo más probable es que nunca hubiera habido un Ethan y yo. Pero no había sabido
que Heath volvería. Tenía miedo de que si no trataba de reinventar mi vida, y lo ponía
en práctica, el agujero en mi corazón nunca se llenara.
Debería haberse sentido incómodo caminar de vuelta hacia el bar, ya que tres
pares de ojos nos miraban. Todos me habían visto lanzando el teléfono de Heath, y a él
sacándome a arrastras. Sentí que lucíamos totalmente obvios, tomados de la mano.
Heath regresó bajo la barra y cogió el teléfono. Marcándolo, se lo puso en la oreja.
―¿A quién llamas? ―le pregunté.
―A un taxi. No vas a caminar a casa. Y no discutas conmigo. Ya he terminado de
discutir contigo esta noche. ―Me dio una sonrisa que hizo que mis entrañas se
derritieran como el chocolate caliente.
No me gustaba discutir tampoco.
―Lo siento ―le dije.
Se inclinó sobre la barra y me besó.
―No, no lo lamentas. No en realidad. 178
―Lamento haber tirado tu teléfono ―modifiqué―. Espero que no te metas en
problemas. ―Eso era lo que lamentaba. No me arrepentía de haberle enfrentado sobre
los mensajes con Aubrey. Habíamos necesitado limpiar el aire. O yo había necesitado
limpiar el aire.
―Creo que mi jefe te está desnudando con la mirada ―murmuró―. Así que no
creo que vaya a ser despedido. Pero quizás la próxima vez, espera hasta que esté fuera
del trabajo. No quiero tener que pegarle. ―Entonces volvió su atención a quien le
respondió en la compañía de taxis, pidiendo uno para mí.
Metiendo mi cabello detrás de mi oreja, no podía dejar de sonreír. Había
conseguido más de lo que esperaba cuando aparecí en el bar.
Mientras Heath me acompañaba hasta la puerta principal para esperar al taxi, sentí
una oleada caliente entre mis muslos. Hice una pausa torpemente, luchando contra la
necesidad de sujetar mis piernas juntas.
―¿Estás bien?
Dándome cuenta de cuál era exactamente esa sensación, asentí. Debería haberme
sumido en el terror de que estuviera embarazada, pero no fue así. Simplemente, me
parecía atractivo, íntimo. Territorial.
―No tengo que trabajar mañana por la noche. Quédate conmigo.
No había ninguna duda al respecto.
Para cualquiera de los dos.
Ya en la acera en el aire fresco de la noche, nos besamos cuando el taxi se detuvo.
Fue ardiente, profundo, lleno de pasión.
Nunca iba a dudar de él otra vez.

En los próximos días, empaqué la mayor parte de mi ropa y la llevé a la casa de


Heath. Ninguno de los dos queríamos estar separados y ver a Aubrey era incómodo.
Quería reparar nuestra amistad, pero no sabía cómo, y pensé que tal vez si no siempre
nos chocábamos entre nosotras en el pasillo, podríamos tener una mejor oportunidad.
Además de eso, había oído a Janice hablando con alguien y discutir cómo Ethan
había llegado borracho otra vez he ido a casa con una estudiante de primer año. No era
nada parecido a él y me sentí culpable solo de escucharlo. Como si fuera culpa mía. Que
debería haber sido más sincera con él. No ocultarle mi pasado.
Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
Mientras estaba dejando la casa de hermandad el viernes vi a Aubrey en su
habitación con un tipo. Su puerta estaba abierta, y aunque no quería mirar, eché un 179
vistazo y les vi besándose en la cama. Antes, les habría pillado y luego cerrado la puerta
para darles privacidad, pero si lo hacía ahora ella solo se molestaría. Pensaría que la
estaba juzgando.
Se me hizo muy triste pensar que la persona con la que había pasado tanto tiempo,
con quien me había reído y comido innumerables pintas de helado, básicamente no
estaba disponible para mí.
El chico levantó la vista y se encontró con mi mirada. Me sobresalté, avergonzada
de haber sido atrapada mirando, aunque no estaba realmente mirando. Él me dio una
sonrisa y muy a propósito deslizó su mano por entre las piernas de Aubrey. Genial. Eso
fue suficiente para mí como para llegar y dar un tirón de la puerta cerrándola. Ella ya
estaba enfadada conmigo, ¿qué más daba? Me gustaría que lo hiciera por mí si los
papeles se invirtieran.
Mientras bajaba las escaleras, de camino para ir a buscar algo de comida para el
apartamento de Heath, sonó mi teléfono en mi bolsillo. Lo saqué y levanté el lado de mi
sombrero de punto, para que pudiera ponerlo en mi oído. Era un número desconocido y
pensé que podría ser de Tiffany con un nuevo teléfono. No había hablado con ella en un
par de semanas y no había devuelto mis llamadas. Estaba empezando a preocuparme.
―¿Hola?
―Um, ¿eres Cat? ―preguntó la voz de una chica.
Mi corazón se hundió y me detuve en el vestíbulo de la casa. Nadie en Orono me
llamaba Cat. Si algo le había pasado a Tiffany no sabía lo que iba a hacer. Tragué saliva.
―Sí. ¿Quién es?
―Soy Kerri, ¿la novia de Brian?
Ella lo planteó como una pregunta, solicitando la confirmación de que yo sabía de
su existencia, y dejé escapar un profundo suspiro de alivio. No era alguien que llamaba
con noticias horribles sobre Tiffany. Pero luego me detuve a preguntarme por qué
diablos me llamaba la novia de mi hermano. Tal vez estaba llamando con una noticia
terrible, no de Tiffany, sino sobre Brian.
―Oh, hola. ¿Cómo estás? ―Fue una cosa estúpida para decir, pero fui sorprendida
con la guardia baja, y un poquito de miedo se arrastró de vuelta. Podría despreciar a mi
hermano la mayor parte del tiempo, pero no quería que le sucediera nada horrible.
Abrí la puerta principal.
―Lamento molestarte, pero Brian está teniendo, um, un problema esta noche.
―¿Qué quieres decir? ―Así que estaba vivo. Eso fue un alivio. La molestia
reemplazó el miedo.
―Está borracho y está enfadado. Me he encerrado en el dormitorio, pero esperaba
180
que tal vez pudieras venir y calmarlo.
Maravilloso. Suspiré.
―Si estás encerrada en el dormitorio, tal vez debería llamar a la policía. ¿Te ha
hecho daño antes?
―¡No! Por supuesto que no. Él solo, ya sabes, le gusta tirar cosas a veces. Pero
nunca a mí.
Salí hacia la acera.
―Mira, Kerri, soy la última persona que va a ser capaz de calmarle. Estoy segura
de que no se te ha escapado de tu atención que él y yo no nos hablamos.
―Pero... está despotricando sobre ti esta noche. Es por eso que he pensado que tal
vez... ―Su voz se desvaneció y sonaba tímida, derrotada.
No quería que fuera asunto mío, pero seguía siendo mi hermano, me gustara o no.
―¿Sobre mí? ¿Por qué, ¿qué está diciendo? ―Sentí pena por Kerri. Brian era un
completo y total idiota cuando bebía. En realidad, era un imbécil la mayoría de las
veces.
―Algo sobre el dinero y la casa y alguien llamado Heath.
Espera.
―¿Está hablando de Heath? ―En realidad había logrado con éxito no hacerle caso
a lo que Ethan había dicho, que Brian fue a la taberna y Heath le dio bebidas.
Los últimos días habían sido increíbles con Heath y no me había preocupado, o
preguntado o dudado. Había estado demasiado ocupada disfrutando de estar con él,
enamorada. Él estaba en el trabajo, era un viernes por la noche, pero yo iba a su casa
después de ir de compras y llegaría a casa después para despertarme de una manera a la
que nunca podría acostumbrarme, pero que encontraba intensamente sexy y romántica.
―¿Qué pasa con Heath? ―le pregunté a Kerri.
―Que Heath jugó con él y que le va a matar.
Eso cambió mis planes.
—¿Dónde viven Brian y tú? Iré para allá. Pero si se pone violento conmigo voy a
llamar a la policía. ―Después de darle una bofetada. Tenía que admitir que siempre
había querido hacer eso. Había fantaseado con ello después de la escena en el funeral de
mi padre, y ni siquiera me había sentido culpable por querer hacerlo. Y no lo haría
ahora tampoco, no si él estaba hablando basura sobre mi novio sin ninguna razón.
Fue culpa de Brian que Heath me hubiera dejado cuatro años atrás. Lo que sea que
Heath había hecho, y dudaba que hubiera hecho algo, no podía ser tan horrible y malo
como la llamada de teléfono de Brian a los servicios sociales.
181
Podía escuchar un golpeteo fuerte a través del teléfono. Kerri hizo un pequeño
sonido de angustia.
Me dio su dirección y colgó el teléfono, para que pudiera buscarlo en el GPS.
Estaba a solo unos minutos a pie del edificio de apartamentos. Subí corriendo las
escaleras y toqué el timbre del apartamento cinco. La puerta se abrió y Brian me miró.
―Eres la última maldita persona que quiero ver. ―Empezó a cerrar la puerta de
nuevo, pero me inserté entre la puerta y el marco.
Por desgracia estaba tan borracho que sus acciones no tenían sentido. La puerta
rebotó en mi hombro dolorosamente mientras seguía tratando de cerrarla.
―Déjame entrar. Quiero hablar contigo. ―Le empujé en el pecho, sabiendo que
eso le haría tropezar hacia atrás.
Lo hizo. Él maldijo. Entré al apartamento y le rodeé. Vestía chándal y una
camiseta que parecía que no había lavado en unos seis meses. Todo el apartamento olía a
leche agria. Los ojos de Brian estaban vidriosos, su mandíbula sin afeitar. Le había visto
así antes. Este era probablemente el día dos o tres de borracho si estaba bebido desde las
ocho en punto.
Había una botella de whisky en el mostrador de la cocina, me acerqué y la agarré.
Uno habría pensado que había dejado a su hijo recién nacido colgando por un puente
por la forma en que se tambaleó hacia delante.
―¿Qué estás haciendo? ¡Esa es mi última botella!
La puse detrás de mi espalda.
―Estás asustando a tu novia. Prométeme que guardarás ésta para mañana. ―El
objetivo era simplemente mantenerlo alejado de la botella, y luego calmarlo hasta que se
desmayara durante la noche. Por su aspecto, si podía conseguir que se sentara, estaría
fuera en cinco minutos.
Pero primero, necesitaba algunas respuestas.
―No puedes entrar aquí y confiscar mi alcohol. Vete a la mierda. ―Intentó
alcanzarme
Di tres pasos hacia atrás.
―¡Lo tiraré por el desagüe! Retrocede, Brian.
Me conocía lo suficientemente bien como para saber que lo haría.
―Mierda. No lo hagas. ¿Qué quieres?
―Quiero saber por qué estás diciendo mierda sobre mí y Heath. ¿No hiciste
suficiente de eso durante cuatro años?
Soltó un bufido.
―Debería haber seguido con ello y hacer que echaran su culo a la cárcel por 182
violación de menores. Me habría ahorrado algunos problemas.
―Pero he sabido que has estado bebiendo en la taberna de Heath, ¿así que de qué
te quejas? ―Solo tenía la palabra de Ethan de eso, pero ésta era la única manera de
averiguar si era cierto o no.
―Sí, bueno, pensé que solo estaba siendo amable. Ya sabes, fraternal. Fui un idiota
por caer en eso. Ese hijo de puta no tiene ninguna lealtad, Cat. Ninguna. Vendería a su
propia madre por un dólar. ―Se aclaró la garganta y tragó algunas flemas, que se volvió
y tosió en una caja de pizza vacía.
Traté de no vomitar.
―¿De qué estás diciendo? Si él te estaba dando tragos, estaba arriesgando su
puesto de trabajo por tu lamentable culo.
―No, él estaba tratando de manipularme. Ablandarme. ―Brian tropezó al sofá y
cogió un sobre legal repleto de espesor con papeles―. Mira esto.
Lo cogí de su mano y saqué los papeles. La dirección de la casa en Vinalhaven
estaba destacada en negrita en la parte superior.
―¿Qué es esto?
―Tu ex novio me tuvo hecho mierda y me convenció de que le vendiera la casa.
Él hijo de puta me estafó. Es un idiota chupa mierda y si lo veo, voy a poner mi puño en
su cara.
Podía sentir la sangre drenarse de mi propio rostro. Era la escritura de la casa, que
Brian había firmado a Heath.
―¿Por qué...
―¡Porque es un idiota! ―Brian me arrancó los papeles de la mano―. Y cuando le
dije que había cambiado de opinión, se rió. Se rió de mí. Me dijo que había estado
esperando mucho tiempo para vengarse de mí, pero valió la pena.
Me sentí mal porque Heath no lo hubiera discutido conmigo. Porque no se
hubiera molestado en mencionarme algo tan absolutamente enorme de ser el nuevo
dueño de mi casa de infancia.
―¿Él te... pagó por la casa? ―No veía de dónde Heath sería capaz de conseguir el
dinero. No valía mucho, pero tampoco valía nada. Más dinero de lo que debía en
préstamos estudiantiles, y esos eran lo suficientemente terribles. No me podía imaginar
a Heath contratando una hipoteca en un lugar que era una choza glorificada.
―Me dio tres mil. Pero nunca habría estado de acuerdo con eso si hubiera estado
sobrio. Se aprovechó de mí.
183
―¿Tres mil? ―¿Qué demonios? Eso sin duda era joder a Brian. Pero no estaba
preocupada por Brian. Me preguntaba por qué mi novio no me diría algo tan
importante―. Jesús.
―Lo sé. No es nada. —La expresión de Brian cambió―. Oye, ¿dónde están los tres
mil? Apuesto a que Kerri los tiene. Necesito eso. Más vale que me los devuelva.
―Tropezó con una puerta cerrada y comenzó a golpear,
―¡Déjame entrar! No puedes robar mi dinero, puta de mierda.
Teniendo en cuenta que había estado viviendo gratis en la casa de Kerri por quién
sabe cuánto tiempo, pensé que ella tenía derecho a por lo menos la mitad de ese dinero,
pero no iba a discutir con él.
―¡Déjala en paz! Puedes hablar con ella cuando estés sobrio.
―Eso será cuando esté muerto.
―Bueno, eso debería ser más pronto que tarde por la forma en que vamos ―le
espeté.
Se volvió y su rostro se aclaró.
―Oye, ¿sabes lo que deberíamos hacer? Deberíamos ir a Vinalhaven y quemar la
casa. Eso jodería a Heath seguro. ¿Qué es lo que quiere de eso de todos modos?
Por lo que sabía, Heath quería quemarla por sí mismo.
―No tengo idea ―le dije rotundamente―. Ven aquí, Bri, acuéstate, ¿de acuerdo?
Pareces cansado. Te voy a devolver el whisky, lo prometo.
―¿Sí? ¿Si me acuesto? ―Sus palabras eran arrastradas y cuando se volvió, casi se
vino abajo.
―Sí. ―Tomé su mano y le tiré al sofá.
Se dejó caer, pesado, dando un suspiro. Se puso de costado, sin molestarse en subir
los pies al sofá
―¿Kitty Cat?
―Sí, ¿Bri?
―No fue mi intención emborracharme en el funeral de mi padre. Ya lo sabes,
¿verdad? Pero le odiaba por tomar siempre niños de acogida. Me hizo sentir como que
nunca fui lo suficientemente bueno. Solo quería que me prestara atención a mí.
―Todavía estaba sosteniendo mi mano y su palma estaba sudorosa, su agarre urgente, su
rostro angustiado.
Podía entender eso. Incluso me hice mayor y entendí que mis padres necesitaban
el dinero, había resentido tener un desfile de extraños hoscos por nuestra casa. Pero
siempre había sentido el claro afecto de mi padre. Él y Brian nunca habían sido
cercanos. 184
Mi enfado hacia él se alivió ligeramente.
―Sí, ya sé que no querías. Tienes que ir a rehabilitación, ya lo sabes, ¿verdad?
Hizo un sonido de pfft con sus labios y cerró los ojos e inmediatamente comenzó a
roncar. Tiré mi mano de la suya y suspiré. Yendo a la habitación llamé a la puerta.
―¿Kerri? Está dormido, puedes salir del armario.
Un minuto después escuché la cerradura girar y la puerta se abrió un poco. Kerri
era pequeña, delgada y pálida. Ella era lo que la mayoría de chicos que considerarían
normal, pero sus ojos eran inteligentes. No podía ni siquiera imaginar qué demonios
estaba haciendo con Brian.
―Gracias por venir ―dijo.
―¿Ha hecho esto antes?
―No. ―Pero sus ojos parpadearon y supe que estaba mintiendo.
―¿Dónde está el dinero? Cuando se despierte va a estar enfadado si no lo tiene.
―No tengo el dinero. Se lo gastó. Se fue jugar al casino en Bangor y lo perdió
todo.
―Oh, mierda, ¿en serio? ―Me mordí el labio―. Es por eso que se puso tan
borracho, ¿no es así?
―Sí. Creo que tenía metido en su cabeza que se duplicaría el dinero o algo
estúpido. ―Kerri se apoyó en el marco de la puerta. Llevaba gafas de color rojo, una
camisa de franela y pantalones vaquero ajustados con Converse. Parecía muy genial para
Brian.
―¿Por qué estás saliendo con él? ―le pregunté sin rodeos.
Soltó una risa nerviosa y miró hacia el sofá.
―No estoy segura de cómo salir de ello en este momento.
―La próxima vez simplemente llama a la policía.
―¿Quieres que meta a tu hermano a la cárcel? ―Me miró horrorizada.
―Se vería forzado a dejar de beber.
―A menos que temiera por mi vida, lo que no hago, no voy a llamar a la policía
―dijo―. Solo estoy siendo sincera. Él estaría tan enfadado conmigo que volvería a
atormentarme.
La estudié. Claramente sabía lo que estaba haciendo. No podía estar allí y juzgarla.
¿Cómo sabría cómo iba a reaccionar si fuera mi novio? Y tal vez ella pensaba que yo era
una mala hermana por darle la espalda. Por sacarlo de mi vida.
Tal vez lo era.
185
―Está bien. Pero siempre puedes llamarme. Probablemente deberías tratar de
hacer más de un esfuerzo con él. ―Miré a mi hermano en el sofá y me acordé de
cuando habíamos sido apenas los dos de nosotros con nuestros padres. Antes de que
mamá estuviera muy mal. Cuando papá tenía dos manos. Brian había sido el hermano
molesto como debería ser, pero nos divertíamos juntos también.
Pero entonces me acordé de que llamó a los servicios sociales y debido a sus
acciones, había perdido a Heath y había tenido el corazón roto.
Así que puse la botella de whisky en el final mesa, le di Kerri una sonrisa de
despedida con los labios apretados, y me fui.
Capítulo 20
E s extraño, lo qué sucede cuando esperas a alguien. Ya se trate de cuatro
horas, cuatro días o cuatro años. Uno comienza a fijarse en ellos. Cada
pensamiento gira alrededor de ellos, y cada pensamiento da vueltas sobre sí mismo,
alrededor y alrededor y alrededor. El tiempo avanza lentamente, cien pensamientos
hacinados en cada minuto, cada goteo, goteo, del grifo mientras te sientas y esperas.
Incluso cuando no se está quieto, cuando estás caminando y estudiando y
viviendo, cuando estás esperando, esa persona nunca deja realmente tu
subconsciente. Es como caminar con pesas en los tobillos. Cada paso es un poco más de
esfuerzo, incluso cuando no eres consciente de ello. Más tarde, cuando la espera se
acaba, cuando ya no tiene esa carga emocional en ti, no puedes creer que nunca te diste
cuenta antes. No puedes creer que te esforzaste a través de ello.
Mientras estaba sentada en el apartamento de Heath en el futón y esperaba que
llegara a casa del trabajo, pensé en todos los años que me había preguntado y
preocupado muy profundamente en mi corazón temiendo que su amor por mí no
186
hubiera sido real. Convenciéndome de que lo era. Luego derribando esa convicción de
nuevo con la duda. Antes de construir un respaldo más, necesitando creer que era
real. Cómo había hecho un voto de olvidarle, seguir adelante, vivir mi vida como si no
hubiera existido.
Pero eso había sido imposible y ni siquiera me había dado cuenta hasta que la
espera hubo terminado, y él había aparecido en Orono. Buscándome.
Pensé erróneamente que había terminado de esperar cuando él salido a
Vinalhaven y retomamos lo nuestro desde donde lo habíamos dejado. Después de que
dijera que me amaba. Después de que hiciera el amor conmigo. Sin embargo, me quedé
esperando. Seguí esperando la verdad. Seguí esperando a que compartiera conmigo lo
que había pasado, lo que estaba pensando. Lo que estaba haciendo.
Nos gustaba llamarlo “echar de menos a alguien”. Pero la verdad era que estaba
esperando. Implacable, aburrida, dolorosa e interminable espera. A merced de los
horarios, las finanzas, o elección personal. Lo que sea que lo alejara de nosotros, lo que
nos hiciera extrañarlo, era una espera. Una temporada sin fin en una silla dura en el
consultorio de un médico, mientras pasábamos por la irritación, impaciencia, angustia,
inquietud y el miedo.
Cuando me senté en la cama, con las rodillas apoyadas, pellizqué la piel de mis
pulgares. Me mordí el labio. Me rasqué el cabello convulsivamente. Esperaba y quería
arrastrarme fuera de mi piel. No entendía lo que estaba pasando. ¿Por qué Heath me
había ocultado que estaba viendo a Brian en el bar?
Me dolió y aunque sabía que él nunca me mentía, esto era una mentira por
omisión y ¿era eso realmente mejor?
Todo lo que sabía era que no se sentía como algo bueno y me sentí extraña,
apagada, ansiosa.
Me senté ahí sin hacer nada más que esperar, me pregunté si podría estar
embarazada. Era posible, y si era honesta conmigo misma, en los últimos días, una parte
secreta de mi alma, deseaba que lo estuviera, o por lo menos pensaba que no estaría
horrorizada con la noticia. Lo cual era ridículo, porque de ninguna manera estábamos
preparados para ser padres. Heath ni siquiera había preguntado cuándo tendría mi
periodo o si estaba preocupada.
Tal vez no le entendía tanto como creía.
Pero sabía que eso era una mentira.
Sabía exactamente lo que estaba haciendo. Estaba haciendo lo que quería, así de
simple. La casa, yo. El futuro que quería, estaba construyéndolo sin preguntarme.
Cuando Heath vino alrededor de las dos y media, se quitó sus botas en la puerta y
me miró con sorpresa. 187
―Hola. No pensaba que todavía estarías despierta.
Normalmente no lo estaría. Me iba a dormir alrededor de la medianoche por lo
general y dejaba que me despertara cuando llegaba a casa con sus besos, y una mano
buscando traerme de regreso la realidad. Luego, cuando me quedaba dormida una hora
más tarde, estaba satisfecha, con sueño, y caliente.
Pero ahora solo me quedé mirándole, sin estar segura de por dónde empezar.
―No podía dormir.
―¿No? ¿Exceso de cafeína? ―preguntó con una sonrisa, quitándose la chaqueta, y
el sombrero de su cabeza.
Negué con la mía.
―La novia de Brian me llamó. Él estaba borracho y tuvo una rabieta. Ella me
pidió que fuera allí para calmarlo.
―¿Lo has hecho? ―Heath no lucía nada más que curioso. No parecía sorprendido
o preocupado―. ¿Estás segura de que es una buena idea? ¿Dejarte atrapar por su mierda?
―Es gracioso que digas eso, porque parece que has llegado a aspirar en su mierda
tú mismo. O le has aspirado a él hacia tu mierda, no estoy segura cuál es.
Esperaba que lo negara, aunque no estaba segura de por qué. Sabía que nunca me
mentía. Simplemente no me lo decía todo.
Él me dio una mirada intencional.
―Así que te ha hablado de la casa, ¿eh? Ojalá no lo hubiera hecho. Quería
decírtelo yo mismo.
―Me hubiera gustado que me lo hubieras dicho tú mismo también.
―¿Cómo iba yo a saber que ibas a hablar con Brian? Nunca hablas con él. ―Se dio
una vuelta y se sentó en la cama a mi lado con un suspiro―. Dios, estoy cansado.
Simplemente le miré, sin saber qué decir. ¿Por qué demonios no entendía que
había un problema aquí?
Cuando me quedé en silencio, miró por encima de mí, y se frotó la cara.
―Oh, no, estás molesta. ¿Hay alguna manera de que podamos hacer esto por la
mañana? Puedes estar enfadada conmigo después de una buena noche de sueño.
Eso me hizo explotar. Que pudiera desestimar tan fácilmente mi malestar y
enfado. ¿Ir a dormir? ¿Estaba malditamente jodiéndome?
―Oh, no tengo ninguna duda de que seguiré enfadada contigo por la mañana,
pero no, no voy a simplemente darme la vuelta y obsesionarme con por qué estoy
molesta mientras te quedas felizmente dormido como si nada estuviera mal. ¿Cómo
188
puedes estar pasando tiempo con mi hermano sin hablar conmigo al respecto? Sabes que
no quiero comunicarme con él. ¿De verdad le estabas dando bebidas gratis?
―Sí.
Eso fue todo. Sí. Solo sí. Ninguna explicación.
―¿Por qué? Sabes que es un alcohólico. ¡No tienes que alimentar su adicción!
―Solo porque no me gustara Brian sobre una base regular no significaba que quería
contribuir a sus problemas―. Va a matarse y tú no deberías entregarle el arma.
Heath hizo un sonido de frustración.
―¿Qué te importa? Él es, y siempre ha sido, un desperdicio de espacio. Es egoísta,
perezoso, y cruel. Se merece todo lo que le viene.
―Es mi hermano ―insistí.
―Eso no le convierte en menos imbécil. Estaba dejando que se emborrachara
porque quería que bajara su guardia a mi alrededor. Es así de simple.
―¿Para que pudieras aprovecharte de él? ―Le estudié, tratando de entender,
queriendo entender. Sonaba tan... planeado. Tan intencional. Tan manipulador.
―Sí.
Eso lo dijo sin rodeos, lo que hizo que los vellos en la parte posterior de mi cuello
se levantaran.
―¿Y así poder robarle la casa?
―No le robé la casa. Le pagué. Él iba a perderla de todos modos, porque no ha
pagado los impuestos. Así que le ofrecí una solución. Más de lo que alguna vez iba a ver
si simplemente dejaba que el banco la tomara.
―Pero está a la venta, alguien podría haberla comprado...
―Quizás. Quizás no. De esta manera él ha conseguido algo de dinero, lo que
realmente necesitaba, y me han dado la casa. Ha sido un ganar-ganar.
Me estremecí.
―Pero no lo discutiste conmigo, Heath. Simplemente... lo hiciste. Emborrachaste
a mi hermano y le arrebataste nuestra casa familiar. ¿Por qué has hecho eso? ¿Era eso
venganza por lo que hizo?
―Había un elemento de esa cuestión, sí. —Heath se inclinó hacia mí, sus ojos
intensos—. Él te robó de mí. Tomó todo lo bueno en mi vida y lo arruinó. Te tomó,
tomó mi lugar en tu familia lejos de mí, y tomó en el único santuario que había tenido y
se lo llevó lejos. ¿Así que era esto una venganza? Claro. Lo hice a propósito y me
gustaría hacerlo de nuevo. 189
Mirándole fijamente, traté de encontrar algún indicio de remordimiento en su
voz, pero no había ninguno. Ni una gota. A veces su ira me asustaba. Sostenía tanto
resentimiento y rabia en su interior. Había enormes partes de él que no
conocía. ¿Siempre había sido así? ¿Simplemente había optado por ignorar eso con el
romántico fervor de tener diecisiete años?
—¿Por qué estás tan enfadado? —le susurré.
Pero él se burló.
—También estás enfadada. Simplemente no lo admites.
—Eso no es cierto. No tengo ninguna intención de vengarme de Brian. —Pero le
había dado la espalda. Había contemplado abofetearlo. El hecho de que tal vez había una
pizca de verdad en lo que dijo Heath me ponía nerviosa, lo que a su vez me puso aún
más enfadada. La misma cosa que no quería estar—. Pero todo eso aparte, ¿por qué
demonios no me lo dijiste? ¿Qué otra cosa no me has dicho?
—Se suponía que iba a ser una sorpresa. Un regalo. —Sacudió la cabeza—. Porque
aparentemente soy un maldito idiota.
—Definitivamente ha sido una sorpresa. Deberías haber hablado conmigo al
respecto. Ni siquiera me preguntaste si la quería. O si quiero que la tengas. —Eso no
sonó bien. Sonaba egoísta. Pero era mi casa de la infancia. La emoción unida a eso, a lo
que mi familia había sido, lo que nunca habíamos sido, lo que ya no existía, era
enorme. Mi emoción. Y sí, él estaba unido a eso también, a la casa, a mi familia, pero no
era lo mismo. No era su casa para hacer con ella lo que él quisiera.
Solo que ahora aparentemente lo era.
Podía hacer lo que quisiera y ni siquiera se había molestado en consultar conmigo
al respecto.
Ahí estaba esa sensación de nuevo, de ser dirigida, liderada, por los hombres de mi
vida. Parecía que mis decisiones siempre me eran arrebatadas.
—¿Si tú quieres que la tenga? —Sus cejas se alzaron—. ¿Así que es
condicional? ¿Tal vez no lo merezco?
—Eso no es lo que quería decir.
—Bueno, ¿qué quieres decir? Porque me encantaría escucharlo. —Su voz se
elevó—. Me encantaría escuchar cómo salvar tu casa del banco y probablemente de caer
en deterioro total es algo malo. Pero ya sabes, a lo mejor eres igual que tu padre y Brian
y todos los demás... tal vez realmente piensas que no pertenecía a ese lugar, con ustedes.
—Tú pertenecías conmigo —dije con firmeza, empezando a sentirme culpable,
empezando a entrar en pánico. No tenía intención de herir sus sentimientos, de hacerle
sentir que no debería haber estado allí. Pero, maldita sea, yo tenía razón. Había cosas 190
que discutir antes de que las hiciera.
—¿Pero no en tu familia? Sí, bueno, nunca pertenecí en ninguna familia, así que
no sé por qué diablos lo sigo intentando. Quería hacer una familia contigo. Eso es lo que
quería.
—¿Querías? ¿En pasado?
—No vayas en busca de una pelea conmigo, Cat. En serio. No estoy de humor.
Como si yo fuera la que estaba siendo poco razonable.
—No estoy buscando pelea. Estoy tratando de entender por qué tienes secretos
conmigo.
—No tengo secretos —insistió—. Y si confiaras en mí, esto no sería un
problema. No voy a seguir haciendo esto. No voy a tener esta misma maldita
conversación cada vez que te sientas celosa o insegura.
—¿Cómo recae esto en mí? —Caí de rodillas sobre la cama, completamente furiosa
porque estaba actuando como si yo fuera una niña patética mientras que él no había
hecho nada malo.
—¡Porque sigues diciendo que confías en mí, pero no es así! ¿No puedes aceptar
que tal vez quería darte la casa? ¿Hacer algo bueno para ti, para nuestro futuro?
—Pero a costa de mi hermano. ¿Cómo puedes ser considerado y cruel en el mismo
gesto?
—¡Porque la emoción es complicada! Tuve que ir a través de Brian para conseguir
la casa para ti, así que ¿qué hay de malo en joderle mientras hago algo bueno para ti? No
me digas que tus acciones son simples, que todo lo que haces tiene un solo fin, un deseo
que se le atribuye. Eso es mentira.
Una parte de mí tenía miedo de que él tuviera razón. Así que me puse a la
defensiva.
—Soy un libro abierto. Mis acciones son claras.
—Las mías son más claras que las tuyas, porque soy sincero. Estás tan
acostumbrada a fingir, creo que ya ni siquiera sabes lo que quieres.
Un grito ahogado salió de mi boca.
—¿De qué estás hablando? ¡No estoy fingiendo!
—No conmigo. Pero has pasado los últimos dieciocho meses, infiernos, tal vez
más, pretendiendo ser alguien que no eres. Quiero decir, dejaste de comer carne, ¡por el
amor de Cristo! ¿Por qué? ¿Para encajar con la multitud inconformista? Eres obstinada,
orgullosa y luchadora. Solías estar alrededor con tu hermano, con el resto de niños
adoptivos, con tu profesor de biología de la escuela, tu padre. Antes de que yo llegara 191
aquí, ¿cuándo fue la última vez que te permitiste enfadarte tanto? ¿Ser emocional?
No lo hice.
—Se llama autocontrol. Deberías ponerlo a prueba alguna vez.
—Estoy completamente en control. Tú eres la que lo ha perdido. No sé lo que
quieres. Te compro una casa y estás enfadada. —Levantó las manos como si hubiera
acabado con la conversación.
—¡Porque no me lo preguntaste! —¿Era eso realmente tan difícil de
entender? Aparentemente lo era.
—Me voy a la cama. —Se volvió para acostarse y en el proceso golpeó mi pierna.
Lo empujé, furiosa e irracional. Podía sentirlo otra vez. Igual que lo había sido en
el bar, una histeria viviente que respiraba y se arrastraba. Sucedía cuando sentía que no
le conocía, cuando sentía que estaba a punto de herirme.
—Cat. En serio. Suficiente. —Era un tono condescendiente. Una indicación de que
él pensaba que era irracional y molesta, incluso después de que me hubiera dicho que
ser emocional era parte de mi naturaleza.
Fue un mensaje confuso.
Eso fue todo lo que necesité para hacerme trepar por encima de su cuerpo, con la
intención de salir de la cama. Heath me bloqueó, y forcejeé con él.
—¡Déjame ir!
—No. —Me sujetó a la cama con una pierna.
—¿Qué estás haciendo? —Empujé su pecho.
—Voy a follarte enfadado. ¿No es eso lo que quieres? —Su mano ya navegaba
sobre mis pechos y abajo hacia mi entrepierna.
Una parte de mí lo quería y me odiaba a mí misma por ello. Disgustada con
nosotros dos, dije:
—¡No! Ahora sal de encima.
—Está bien. —Se dio la vuelta y puso su brazo detrás de su cabeza como si fuera a
ir a dormir—. Pero eres una mentirosa.
Antes de que fuera consciente de que iba a hacerlo, mi mano se levantó y fue a
darle una bofetada. Tenía los ojos abiertos. Él sabía que iba a venir. Vi el reconocimiento
allí mientras conectaba con su rostro, pero no me detuvo. Podría haberme detenido. Sé
que podría haberlo hecho.
Pero en cambio, dejó que mi palma conectara con su mejilla en un fuerte
crujido. Algo estaba pasando y no lo entendía. Estaba asustada. Herida. Se sentía como
que no sabíamos cómo comunicarnos entre nosotros y yo no sabía cómo
solucionarlo. Así que le ataqué. No tenía mucha fuerza en él, y la bofetada le rozó un 192
lado de su cara, mi mano cayendo sobre el colchón, pero fue suficiente para saber que lo
había hecho para que me rompiera a llorar.
Tambaleándome hacia atrás, medio me caí de la cama.
—Lo siento. Es que... no puedo...
—¿Qué? —Se sentó—. Dame alguna pista, porque no sé ni de qué diablos estamos
hablando aquí.
Me volvía loca. Le golpeé, le empujé, le di una bofetada. ¿Qué diablos estaba mal
conmigo? Había sentido algunos de los momentos más profundos y poderosos de
felicidad desde que él había regresado a la ciudad, y sin embargo... También había
sentido algo de la peor inseguridad desesperada y empalagosa, los celos y la
frustración. No entendía cómo podía amarle profundamente y sin embargo ser un
desastre de este tipo neurótico.
—¿Qué creías que había hecho? —le pregunté—. Antes de que dejaras
Vinalhaven, ¿qué creías que había hecho? —Nunca había querido presionar, no quería
escuchar la verdad. Pero tenía que saber. Tenía que saberlo todo.
Heath me miró, con sus fosas nasales un poco dilatadas.
—No me fui solo porque Brian llamó a servicios sociales, aunque eso fue parte de
ello. Me fui porque tú presentaste una orden de restricción en mi contra.
—¿Qué? —Me tambaleé hacia atrás, incapaz de entender siquiera lo que estaba
diciendo—. ¿De qué estás hablando?
—Tenía que permanecer a cierta distancia de ti y de la casa. Decía que te sentías
amenazada y en peligro por mí. La denuncia fue presentada por ti y tu padre.
—No sé nada de eso —dije en voz baja, moviendo la cabeza—. Yo nunca, nunca lo
habría hecho.
—Lo sé. Lo vi en tus ojos cuando llegué aquí y hablamos. No lo sabías. Así que
supongo que fue tu padre el que quería que me fuera, junto con Brian. —Sacudió la
cabeza y pude oír el dolor en su voz—. Él podría simplemente haberme pedido que me
fuera. Sido honesto conmigo, en lugar de tirarme fuera de mi culo con una orden
judicial.
¿Por qué había hecho eso mi padre? ¿Por qué simplemente no habló conmigo? Oh,
Dios, no sabía qué pensar sobre cualquier cosa...
Todo lo que sabía es que nadie había confiado en que tuviera un cerebro en la
cabeza y como resultado me había pasado cuatro años sufriendo.
—Pero creíste que te haría eso. No confiaste en mí en absoluto.
—Me dolió, Cat. —Se sentó, alcanzándome—. No sabía qué pensar. Tu nombre
estaba allí mismo, en los papeles. Fue devastador. Pero estaba demasiado herido y era 193
demasiado joven para pensar en el hecho de que eras menor de edad y tu padre podría
haberlo presentado en tu nombre, sin que tú lo supieras.
Aun así. Él simplemente había creído que era capaz de semejante crueldad, tal
hipocresía. Me había acusado de no confiar en él, pero él tampoco había confiado en mí.
Simplemente se había alejado.
—Necesito irme —espeté. Ahora tenía que escapar. Necesitaba sentir el aire fresco
en mi cara, para enfriar mis mejillas calientes, mi boca caliente.
—Son las tres de la mañana. No vas a salir de esta casa. —Se puso de pie—. Yo
puedo salir si no quieres estar conmigo.
—¡No! —Eso me hizo sentir pánico e histeria que eran tan abrumadoras que pensé
que iba a vomitar—. ¡No lo hagas! No quiero que lo hagas.
—Cat. —Llegó a mí, con cuidado, como si pudiera arrancarle los ojos como mi
tocayo—. ¿Qué está pasando? ¡Habla conmigo!
—Me voy. —Me puse sobre mis rodillas, cogiendo ciegamente mis
zapatos. Definitivamente pensaba que iba a vomitar. Estaba llorando y ni siquiera
entendía totalmente por qué.
—¿Porque no te conté lo de la casa? ¿O se trata de tu padre? Lo siento, no quería
decírtelo porque no quería dañar tu opinión sobre él.
—Me voy —repetí, y de repente parecía que los dos sabíamos lo que realmente
quería decir. Me iba. Y no iba a volver.
Heath explotó.
—¿Estás rompiendo conmigo? —Me agarró otra vez, y cuando le esquivé, levantó
las manos y se levantó de la cama—. Mierda. Mierda. Tienes que estar bromeando. Cat,
por favor, no me hagas esto. Es una locura.
Lo que era una locura era cómo estaba actuando, cómo había estado actuando.
—Algo está mal, mal, muy mal, y no sé cómo solucionarlo. Solo tengo que correr.
—Era como que no había suficiente espacio en el apartamento, en Orono. El edificio, los
árboles, la universidad, todo se agolpaba en mí. Solo quería correr hacia las rocas como
cuando era una niña, y más tarde con Heath. Cuando todo era simple.
Tenía que correr antes de que él descubriera lo que mi padre claramente
descubrió; que no era digna. Antes de que Heath me abandonara de nuevo. Me
dejara. De la forma en que Brian lo hizo. De la forma en que mi padre lo hizo. Como
Ethan lo hizo.
Antes de que descubriera que no valía la pena esperar cuatro años.
Me arrastré por el suelo, empujando mis zapatos.
—¿Vas a huir? ¿Qué, de vuelta a Ethan? Bueno, noticia de última hora, le he visto 194
con una linda morena que está probablemente en este momento dejándole tocar su
puerta trasera. Y sabes lo que dicen de eso.
No, no lo sabía. Y no estaba a punto de preguntarle qué quería decir. Horrorizada,
le miré, con la visión borrosa por las lágrimas.
—Eres tan despiadado. No eres más que despiadado. Te odio. En este momento,
sinceramente te odio.
—No estoy muy contento contigo en este momento tampoco. —Me dio una
mirada de disculpa—. Pero no salgas por esa puerta. En serio, no lo hagas.
Iba a salir arrastras si tenía que hacerlo. No iba a ser como Kerri y permanecer allí,
tímida, en una situación que no era buena para mí. Si esto era lo que estar con Heath me
hacía, entonces tenía que salir ahora.
Huir.
Con zapatos puestos, disparándome hacia la puerta, cogí mi teléfono y mis llaves
de su percha en el mostrador de la cocina.
—¡Cat! Espera. No te atrevas a huir de mí.
Pero ya estaba fuera de la puerta y bajando las escaleras, tomándolas tan rápido
que me tropecé y salté los dos últimos por accidente, a toda velocidad hacia adelante. No
sabía lo que estaba haciendo o hacia dónde iba. Estaba en la acera cuando me
alcanzó. Tenía piernas más largas y más fuertes.
Había nieve fresca en el suelo por lo que patiné en mis zapatos, la elección
equivocada para la suave humedad. No me había puesto un abrigo.
—¿De verdad me vas a dejar? —preguntó, su aliento soplando hacia fuera delante
de él, sus ojos tormentosos—. ¿Es esto lo que realmente quieres hacer?
Asentí, con miedo de que si trataba de hablar, no sería capaz de articular las
palabras. No estaba segura de que lo dijera en serio. Solo sabía que la ansiedad se
arrastraba hasta mi garganta.
—Entonces toma esto y no vuelvas. —Empujó una caja en mi mano—. Para que
quede claro, nunca quiero volver a verte. Jamás.
—Heath...
—Deja que me vaya, Cat. Joder, solo libérame si no me quieres. —Abrió la puerta
del edificio con tanta fuerza que se estrelló contra la pared de ladrillo.
Mientras él regresaba al edificio, bajé la mirada a lo que me había dado, aturdida
por lo que había hecho. Aturdida por lo que él había dicho. Cuando abrí la caja, un
anillo de compromiso estaba descansando en el interior.
Me pidió que confiara en él. 195
No lo hice.
Pero él no confiaba en mí.
Mi corazón se astilló y un grito de espanto salió de mi boca.
Me doblé y vomité, un aleteo violento sobre la manta prístina de la nieve recién
caída.
Capítulo 21
N o tenía a dónde ir, excepto de vuelta a la casa de la hermandad, así que
corrí, aspirando una profunda bocanada de aire frío. Que Heath me dejara
ir así, en medio de la noche, caminando por mí misma, decía lo mucho sobre lo
enfadado y dolido que estaba. Agarré la caja en mi mano, y lloré, con mi pelo volando
detrás de mí y escalofríos sacudiendo mi cuerpo.
Era un anillo hermoso. No tradicional, como el que Ethan me había dado. Era de
plata de verdad, y no tenía ningún diamante. Era un ónice, profundo y oscuro y
misterioso, como el mar por la noche. Una solemne piscina negra.
Lloré más fuerte mientras corría, sintiéndome absoluta y completamente sola. Huí
de mi dolor, huí de mi decepción, me encontré con el pasado, donde mi padre no había
confiado en mí. Cuando Heath no había confiado en mí. Y huí del ahora, donde ya no
confiaba en mí misma.
Un coche de patrulla pasó a mi lado, reduciendo la velocidad para mantener mi 196
ritmo. La ventana del pasajero se bajó y el oficial me miró.
—¿Eres Caitlyn?
Asentí con cautela.
—Tu novio ha llamado, preocupado por ti. Ha dicho que te has ido.
Asentí, secándome la cara con la manga.
—Sube, te voy a llevar.
Ridículamente agradecida de no estar sola en la oscuridad, abrí la puerta y me metí
en el asiento de cuero chirriando mientras me deslizaba a través de él.
—¿Estás bien?
—En realidad no —le dije, con una sacudida acuosa de mi cabeza—. Pero eso está
bien.
—¿Te ha hecho daño? ¿Tienes miedo de él?
—No. —No tenía miedo de Heath.
Tenía miedo de mí.
Que un policía me dejara podría haber conseguido un montón de atención si
hubiera sido más pronto, pero por suerte la casa parecía quieta y en silencio. Ya había
logrado detener las lágrimas, pero sabía que parecía a un completo desastre. Me sentía
como un completo desastre. Mi nariz estaba fría, mis pies también lo estaban, mis dedos
estaban medio adormecidos, apretando con fuerza la caja del anillo. Este anillo era cómo
Heath me veía, hermosa y diferente. Libre.
El anillo que Ethan me había dado era cómo me veía él: clásica y elegante.
Desde luego, yo no era lo que pensaba Ethan. Lo había intentado pero no era yo y
nunca lo sería. ¿Pero quería ser la que Heath conocía? Él quería que volviéramos a
Vinalhaven. Que consiguiera un trabajo que no requería un grado. Formar una familia y
yacer en los muelles con él en el sol del verano.
Ya no sabía lo que quería.
Sí que le quería a él.
Dios, cómo le quería.
Pero no quería a la persona en la me convertía cuando le estaba queriendo.
Al mismo tiempo, la idea de que él ya no estaría allí, que yo había destruido
nuestra relación en el transcurso de una discusión, me hizo sentir mal. Entré a la casa,
sollozando, tratando de moverme en silencio a mi habitación. 197
La puerta de Aubrey estaba abierta. Levantó la vista, sorprendida, limpiándose los
ojos cuando entré pasado. Me quedé en la puerta, dándome cuenta de que estaba
llorando.
—¿Estás bien? —le pregunté, mi voz sonaba cruda y temblorosa.
Sacudió con la cabeza.
—No. Me he acostado con Jared y no ha hablado conmigo desde entonces. Esperé
cinco citas enteras, Caitlyn, y estaba actuando como si estuviera todo interesado en mí.
¿Por qué los chicos sólo quieren follar conmigo? ¿Soy tan insoportable?
—No. —Entré a su habitación y me incliné para abrazarla—. Eres increíble. Eres
graciosa, eres inteligente, eres considerada.
Me miró.
—¿También estás llorando? ¿Qué pasa?
—Creo que he roto con Heath. He empezado a pensar que quizás tenías razón...
que estoy obsesionada. Porque lo único que estaba haciendo era fijarme en todo. Me
dolía estar con él, pero, oh, Dios mío, me duele aún más pensar en estar sin él. —Se me
escapó un sonido ahogado antes de que pudiera detenerlo.
—Siéntate, —dijo, acariciando la cama junto a ella—. No sabía lo que significaba
para ti cuando intercambié mensajes con él. Acababas de decir que era tu hermano
adoptivo y que te preocupabas por él. Nunca lo habría hecho si hubiera sabido... pero fui
una perra al contártelo. Estaba herida porque no había nada que compartieras conmigo,
y me sentía sola y dejada fuera. Fui cruel e inmadura.
—Debería habértelo dicho. —No debería importar, pero no pude evitarlo—.
¿Acaso Heath ha emparejado a Ethan con una chica?
Sus ojos se desorbitaron.
—¿Qué? No. No que yo sepa nada al respecto. No creo que en realidad sean
amigos, ya sabes.
—¿Ethan está saliendo con alguien? Una morena.
Sacudió la cabeza.
—No. Ethan está, básicamente, acostándose con cualquier cada fin de semana.
Nunca ha sido realmente el Sr. Sexo Casual, pero está recuperando el tiempo perdido
ahora. Y sólo te estoy diciendo eso porque puedo ver por la mirada en tu rostro que ya
sabes acerca de ello.
Tragué saliva. La respuesta no era satisfactoria. Sea o no que Heath le había
presentado Ethan a alguien, lo había dicho para herirme. Y a pesar del hecho de que yo
había estado con Heath, todavía dolía escuchar que Ethan me había superado
completamente. 198
—Tiene el derecho de hacer lo que le haga feliz.
—No creo que las chicas al azar de mierda realmente estén haciendo a Ethan feliz.
Creo que sólo necesita una distracción en este momento y las parrandas con litros de
Jager le están proporcionando justo eso.
—Nunca me ha gustado el Jager —le dije con tristeza. Me vendría bien una
distracción. Pero, de nuevo, nunca había sido una gran bebedora tampoco. Había visto
con toda claridad lo que le había hecho a mi hermano.
—¿Realmente has roto con Heath?
Asentí, incapaz de hablar.
—¿Por qué exactamente? ¿Ha sucedido algo esta noche?
—Es complicado. —Le miré con los ojos llorosos—. No puedo explicarlo, Aub. Es
como si no me reconociera a mí misma con él, sin embargo, no sé lo que soy sin él.
Heath era yo. Y yo era Heath. Era la forma en que siempre lo había sido.
—Necesito mandarle un mensaje —le dije—. Me he ido de muy mala manera.
El policía me ha llevado a casa.
Bien. Tenía la esperanza de que fueras con él.
Eso fue todo lo que escribió. Miré la pantalla, pero no pasó nada. No había
cambiado nada. Le envié otro mensaje:
El anillo es hermoso.
No hubo respuesta.
Luego, porque una vez que la locura comienza, no eres capaz de detenerla, escribí
otra vez. Lo que escribí no era justo. Pero lo hice de todos modos.
Pensé que ibas a luchar por mí.
Después de un segundo, él respondió:
Salí de la guerra en Afganistán. Creo que he terminado de pelear batallas que no
puedo ganar.
Eso fue suficiente para destruirme de nuevo. Me puse a llorar, y Aubrey extendió
la mano y me abrazó.
Las dos lloramos.

¿En quién te conviertes cuando has perdido de vista quién eres, pero la falsa tú es
alguien que ya no puedes pretender ser?
199
No lo sabía.
Pero sabía que no podía hacerlo, nada de eso.
Ya había dejado de ir a las reuniones y al club de arte y eventos sociales cuando
empecé a salir con Heath. Luego me detuve por completo.
Ahora también dejé de ir a clases. Nada de eso parecía importante. No podía
encontrar la energía, no podía encontrar el interés en mis metas, en el futuro. Me quedé
en la cama durante dos días, sin ducharme, mirando al techo y despreciando mi vida.
Comí dulces sobrantes que había comprado en descuento el día después de Halloween,
me metí barra de chocolate tras barra de chocolate en la boca hasta que sentí náuseas y
como si pudiera subir por las paredes de mi jaula autoimpuesta. Tenía que escapar. Tenía
que estar fuera.
Afuera era el único lugar donde no me sentía ahogada y desesperada.
Obligándome a vestirme, me hubiese gustado tener suficiente nieve para ir a
esquiar al campo, pero sólo había un puñado. Demasiado para correr, no lo suficiente
como para ser útil. Pero una vez que llegué a la acera, no me importó que fuera
peligroso correr en la nieve resbaladiza. Simplemente corrí, bombeando mis brazos,
deseando no haber renunciado a la pista en la universidad.
Lo bonito de Maine era lo muy tranquilo que era en invierno, cómo el sonido de la
gente se perdía entre los árboles y la nieve que caía. La naturaleza absorbía a los
humanos, era más fuerte que nuestro impacto personal.
Me sentí completamente aislada, y sin embargo, menos solitaria de lo que había
estado dentro. Mi paso no era familiar, había pasado tanto tiempo desde que había
corrido durante más de una ráfaga corta, pero lo retomé después de unos minutos,
empujándome constantemente, queriendo huir de la casa, del dolor, de mis errores, de
mi miedo.
Cuando era una niña, el futuro parecía ser un vasto y prometedor signo de
interrogación, en el que podía ser cualquier cosa, desde princesa hasta presidente,
siempre había creído en mí misma. Luego, como adolescente el futuro no había
significado nada más que la vida fuera de Vinalhaven, de lograr la aceptación social y el
éxito financiero. Había trabajado obstinadamente después de que Heath se fuera, pero
ya no lo quería. El futuro ahora era el mismo vacío, pero sin la esperanza, sin la
felicidad. Simplemente… estaba ahí.
¿A dónde iría cuando llegara la oportunidad? ¿Dónde podría pasar el próximo
verano? ¿Dónde podría vivir si dejaba mi habitación en la casa de la hermandad?
¿Cómo iba a sobrevivir sabiendo que había tenido a Heath y le había perdido, una
vez más? Y esta vez, le había apartado. Era dueño de mi casa y no tenía ni idea de lo que 200
iba a hacer con ella.
Todo se estaba amontonando en mi cabeza, y me sentí como si hubiera tomado
una pluma y con saña había escrito mi futuro. Empezar de nuevo. No estaba segura de
ser lo suficientemente fuerte como para hacer eso.
Corrí sin saber a dónde iba, ni en aquel momento ni en la vida. Corrí, únicamente
consciente del constante golpear de mis zapatos, y el jadeo de mi respiración. Corrí
hasta que me encontré en el edificio del apartamento de Heath.
Corriendo por las escaleras antes de que pudiera cambiar de opinión, llamé a su
puerta.
No hubo respuesta, pero podía oír la televisión desde el interior, así que sabía que
estaba en casa. Llamé a la puerta con más fuerza.
—Soy yo, Cat.
Todavía nada. Me debatí en mandarle un mensaje, pero ¿qué diferencia habría
hecho? Me estaba ignorando e igualmente podía ignorar mi mensaje.
Deseando que esa dura y fría puerta se abriera, deseando que me perdonara,
deseando que me dijera que no estaba loca, que nuestro amor era algo increíble y
verdadero, toqué de nuevo la puerta con el puño, un intento urgente e infantil obtener
una respuesta.
—¡Heath! Por favor, soy yo. Déjame entrar.
Estaba llorando y me sentí tan cansada, tan derrotada.
Cuando aún no respondió, y juré que realmente podía oír su respiración al otro
lado de la puerta, toqué otra vez y dejé escapar un grito de pura frustración.
—¡Déjame entrar!
Sollozando, me deslicé por la puerta, para terminar en el suelo, con la espalda
contra el metal, las piernas delante de mí. Estaba sentada en la humedad que mis zapatos
mojados habían creado en la alfombra y no me importaba.
No abrió la puerta.
Y después de unos minutos, me arrastré fuera de la tierra, me limpié los ojos y me
dirigí a casa.
Pero cada día me obligaba a tropezar a través de mis clases totalmente distraída y
cada noche corría.
Corría porque no podía estar quieta. Corría porque no podía estar en mi propio
espacio, en mi propia piel. Corría porque ya no tenía diez años y nada era simple. Corría
para no conducir en coche hasta Vinalhaven y arrojarme por el precipicio, sobre las
rocas. Corría porque a lo mejor si corría, averiguaría a dónde iba.
Y cada noche me encontraba en casa de Heath, aunque la mayoría de las noches
201
no me detenía, ni siquiera miraba su puerta. Sin embargo, dos veces llamé a su puerta, y
las dos veces me odié por ser tan débil. No quería verme. No contestaba, y tenía que
aceptar eso.
Pero después de seis noches seguidas, me envió un mensaje.
Por favor, deja de correr sola a las once de la noche. Es peligroso.
No puedo dejarlo.
Era cierto. Si dejaba de correr, me derrumbaría. Necesitaba el aire, el espacio,
donde estaba bien estar a solas.
Pero me alegraba de que le importara. Me alegraba de que se hubiera dado cuenta
de lo que estaba haciendo.
Me encontré corriendo el día de acción de gracias. Puse un pie delante del otro
hasta que me encontré sola en la casa de la hermandad en Acción de Gracias, todo el
mundo se había ido a casa o salido a cenar. Janice me había invitado a casa de sus padres,
pero había rechazado la invitación, sabiendo que no era buena compañía. La nieve había
desaparecido, siendo reemplazada por la lluvia, y era un día triste y gris que hacía juego
con mi estado de ánimo.
Tumbada en el sofá en el salón, estaba viendo la televisión e ignoré mi estómago
gruñendo, haciendo caso omiso de las memorias de Acción de Gracias anteriores,
cuando fui a la casa de los padres de Ethan, en una casa cálida, con deliciosa comida y
tradiciones que se remontaban a tres generaciones. No hice caso de la memoria de la
Acción de Gracias de mi primer año en la escuela secundaria, cuando mi madre había
insistido en cocinar un pavo, sólo que se olvidó de encender el horno. Cuando mi padre
se lo señaló, le arrojó una lata de guisantes, dándole en el hombro.
Si pensaba en ello, entonces creo que tal vez yo era más como mi madre de lo que
nunca me había dado cuenta. Dejaría de pensar que mi padre había estado en un error,
que amar a Heath no era lo mismo que el amor que él tenía por mi madre. Que Heath
amándome, era como mar a mi madre.
Habían tirado el pavo crudo al jardín, para que se pudriera, antes de que mi madre
tomara sus pastillas y volviera a caer en el vacío silencioso, y Heath me había llevado al
bosque, donde me había besado por primera vez.
Fue un beso tierno y prometedor, de secretos y optimismo vertiginoso.
Cuando el dolor del hambre en mi estómago fue demasiado persistente para
ignorarlo, comí cereales secos de la caja y bebí un refresco, eso podría llenar el agujero
en mi estómago. La carbonatación burbujeaba dentro de mí, y me pregunté por un
momento si era posible explotar, de adentro hacia afuera. De combustión interna.
Aubrey me envió un mensaje para ver cómo estaba igual que Tiffany. Le respondí
lo más brevemente posible, dejé mi muñeca floja, así que mi teléfono se cayó sobre el 202
cojín al lado de mi cuerpo tendido. Sostuve mi mano izquierda y me quedé mirando el
anillo que había puesto en mi dedo. Fue una cosa espeluznante de hacer, era muy
consciente de eso. Pero no había sido capaz de evitar sacar el anillo de ónice de la caja
de satén y deslizarlo hacia abajo en mi dedo, donde encajaba. Donde pertenecía. Lo
admiré en la luz de la lámpara apagada, usando mi pulgar para girarlo hacia atrás y hacia
adelante un poco.
Hermoso.
Mucho más que yo.
No me había bañado en dos días y mi pelo estaba lacio y grasiento. Me incorporé y
me lo até con su propia longitud y busqué los zapatos que me había quitado. Tenía que
salir a la calle, a pesar de la lluvia. Sin molestarme con un sobrero, imaginando que mi
sudadera con capucha funcionaría, metí mi teléfono móvil en mi sujetador y me dirigí
hacia la puerta.
La niebla fría me golpeó y levanté el rostro al cielo, parpadeando mientras la lluvia
se apoderaba de mi piel caliente. Se sentía frío y me puso la piel de gallina, le di la
bienvenida. Respirando profundamente, empecé a correr por la acera.
Pero perdí el ritmo cuando llegué a la esquina y levanté la mirada.
Heath estaba de pie bajo la lluvia, mirándome.
203
Capítulo 22
E staba a unos quince metros de distancia y aunque tenía una capucha y
chaqueta de cuero sobre su camiseta, sabía que era él. Le reconocería en
cualquier parte. Estaba allí de pie, sin moverse.
Vacilé, no estaba segura de qué hacer. Si me encontraba con él, ¿se alejaría de mí?
¿Me rechazaría otra vez?
Pero me di cuenta de que valía la pena el riesgo. Él. Nosotros. Valía la pena el
riesgo. El miedo de vivir para siempre sin él era mucho mayor que el miedo de que me
rechazara.
Era totalmente lógico que estuviera enfadado conmigo por la forma en que había
actuado en su apartamento.
Pero tenía que saber por qué estaba allí.
Corrí hacia él, mis zancadas cada vez más fuertes, más decididas, más desesperadas.
Mi corazón y mi cuerpo dolían por él, y corrí, obligada a ir con él. Él había tenido razón.
204
No había escapatoria.
Nunca habría un yo sin él.
Así que corrí hasta él mientras me miraba, y me detuve, con la respiración ansiosa,
y la lluvia corriendo por encima de mi cabeza, aferrándose a mis pestañas. Mi cabello se
había soltada del nudo y caía encima de mi hombro en pesados mechones húmedos.
Miré hacia él, a un metro de distancia, con la boca abierta, Con ganas de que entendiera
por qué había hecho lo que hice, quería que él hablara.
Pero no dijo ni una palabra. Simplemente me miró por un segundo, sus ojos
mirando mi rostro, mis labios.
Entonces se movió con rapidez, con una mano en mi cabello, su boca cubrió la mía
en un duro y demandante beso. Apenas tuve tiempo de dar un grito mientras nos
aferrábamos el uno al otro, después de beso tras beso intercambiado con un caliente
fervor, las gotas de agua eran un inconveniente intrascendente mientras vertíamos
nuestra emoción, nuestro amor.
Y lo supe. Supe todo lo que necesitaba saber en ese beso.
Eso que habíamos compartido siempre había estado allí, y nuestras propias
inseguridades casi lo habían destruido. Pero nada realmente podría destruir un amor
que era tan profundo como el océano que tuvimos que cruzar para llegar a casa.
Su agarre sobre mi cabeza era firme, su lengua dominante, y mis ojos se cerraron
mientras me deleitaba con gusto, su toque. Era desesperado, amoroso y profundo,
nuestro doloroso reencuentro, reventaba de emoción.
Cuando nos separamos, jadeando, me estudió.
—Hola.
—Hola
—¿Te conozco? —La esquina de su boca se torció hacia arriba ligeramente.
Le di una risa suave y agradecida porque no parecía estar enfadado conmigo.
Agradecida por un montón de cosas.
—Deja que me presente —murmuré—. Soy Cat Michaud Deprey. Vivo en
Vinalhaven y soy entrenadora de campo través y profesora de arte. Mi marido es
pescador y vivimos en la vieja casa de mis padres.
Era lo que yo era. Lo que siempre había sido, incluso antes de haber conocido a
Heath. Estábamos destinados a estar juntos, en nuestra isla.
—Es un placer conocerte —añadí.
Parpadeo, miró hacia otro lado y cuando volvió la cabeza hacia mí, tenía lágrimas
en los ojos. Nunca había visto una muestra tan profunda de emoción, vulnerable y me
hizo amarlo más fuerte dentro de mí.
205
—Encantado de conocerte, también —dijo bruscamente. Tomó mis dos manos y
cuando las levantó para besar mis nudillos, vio el anillo que llevaba puesto. Su anillo.
Dio un suspiro estremeciéndose profundamente, con la mandíbula apretada antes
de besarme otra vez, bajo la lluvia, con nuestros cuerpos presionados con fuerza.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunté, limpiando las gotas de sus cejas.
—Porque yo no podía aceptar lo que dijiste. Tú me perteneces. Y yo te pertenezco.
Cat y Heath. —Pasó el dedo sobre el tatuaje en la parte interior de mi muñeca,
llevándola sus labios—. Para siempre.

Estábamos tumbados en el muelle en la oscuridad, mirando hacia el cielo oscuro.


Estaba envuelta en botas, calzoncillos largos bajo mis pantalones, capas bajo mi abrigo,
con un sombrero, guantes y bufanda. Heath vestía su camiseta, la chaqueta y los
guantes, pero no parecía notar el frío, aunque estábamos tumbados en la nieve. Nuestros
alientos empañados, nuestras manos acolchadas entrelazadas en un torpe apretón.
—¿Alguna vez te he contado sobre la primera persona muerta que vi allá? —
preguntó.
—No.
Era la víspera de Navidad, había comprado un árbol en Rockland y acababa de
terminar de decorarlo. Heath había querido ver las estrellas y yo también había querido
estar fuera, con todo el océano frente a nosotros, tan libre como nosotros.
—Fue una mujer que había recibido un disparo. Al parecer, fue agarrada como una
herramienta de negociación, pero su marido acababa de dispararle. Dijo que era
reemplazable.
—Oh, Dios. —Apreté su mano. No quería decir nada más. Sólo quería que hablara,
que compartiera.
—Sí. Ya sabes, el ejército fue a la vez una buena opción para mí y una cosa muy
mala. Tuve la oportunidad de distanciarme, poner un muro, porque estaba
acostumbrado a hacerlo desde que era un niño. Pero al mismo tiempo, me olvidé por
completo de cómo derrumbar esa pared. —Me miró—. Siento mucho haber sido
reservado contigo cuando llegué. No era porque no confiara en ti.
—Lo sé. Y yo siento haber sido tan insegura, Y poner los sentimientos de otras
personas sobre ti.
—Nunca te abandoné, Cat.
—Lo sé —le susurré.
—Porque la cosa es que cuando escuché a ese hombre, ese hijo de puta, decir que 206
su esposa era reemplazable, quería poner una bala en su corazón negro. Una esposa, una
mujer, no es una mercancía, es un regalo. —Su voz era apasionada y firme—. Y si la
tratas bien, te amará más de lo que nunca merecerás, y así eres tú conmigo. Tú me amas
más de lo que me merezco.
Me di la vuelta, así estaba encima de él y me quedé mirando a esos ojos que eran
tan oscuros como el cielo.
—Te amo exactamente como te mereces.
Dentro de la casa unos minutos más tarde, nos quitamos las botas, Heath me quitó
la bufanda del cuello, ahuecando mis mejillas con las manos frías. Era yo quien no se
merecía eso, una mirada de tal devoción absoluta. Sus labios rozaron los míos
suavemente.
—Es bueno estar en casa, ¿no? —me preguntó, Bajando la cremallera de mi
chaqueta.
Lo era. La casa estaba cálida, por una fogata que Heath había construido en la
chimenea, las luces de colores en nuestro árbol de Navidad suaves y brillantes. Yo había
horneado el pan, y olía a canela y plátanos, mientras sus manos se deslizaban dentro de
mi abrigo para descansar en mi cintura, supe que nos merecíamos el uno al otro.
Estábamos creando un futuro juntos, y disfrutando del momento.
—Es muy, muy agradable —le dije, tomando una página de su libro, bajando su
sudadera sobre el pecho y el estómago—. Es mejor incluso que tus abdominales.
Se rio en voz baja.
—Pero los abdominales son bastante increíble, tienes que admitirlo.
—No admito nada. —Me moví hacia delante y le murmure al oído—: Salvo que te
amo. —Tomé el lóbulo de su oreja entre los dientes y tiré con suavidad.
Hizo un sonido bajo en el fondo de su garganta, su toque buscando mis pechos,
pellizcando mi pezón en un eco del leve ardor que acababa de darle. Derrotada en mi
propio juego. Pero luché contra el impulso de desgarrar su ropa y que tomara duro. En
cambio le besé en la comisura de la boca, y luego la otra esquina, antes de pasar la
lengua suavemente por su labio inferior. Heath metió la mano dentro de mis mangas y
tiró el abrigo al suelo.
El fuego estallo alegremente, y nos calentamos el uno al otro, de un solo golpe, un
beso, a la vez. Teníamos un para siempre, y mientras nos quitábamos capa tras capa de
ropa el uno al otro, Heath me bajó suavemente al sofá en una manta, nos besamos con el
deseo de dos personas en perfecta sintonía.
Me llevó hasta el borde con la mano, sabiendo cómo profundizar, acariciarme y
volverme loca antes de apartarse.
207
—¿No? —le pregunté, sin aliento, con ganas de llegar al orgasmo.
—No. —Negó con la cabeza—. No hasta que esté dentro de ti.
Cuando se empujó dentro, ambos suspiramos. Estaba abierta a él en todas las
formas posibles y me estiré para tocar sus labios.
—Cat, ¿quieres casarte conmigo? —me preguntó, mientras me acariciaba,
levantando mi rodilla para que pudiera llegar más profundo, más plenamente dentro de
mí.
Tomada por sorpresa, le miré, con una sensación abrumadora. Todavía llevaba su
anillo pero nunca me lo había propuesto formalmente. Que lo hiciera ahora, así,
mientras estábamos desnudos y entrelazados, nuestros cuerpos conectados igual que
nuestras almas, con el fuego y las luces de Navidad la única iluminación de la
habitación, era tan Heath. Sin ningún plan intrincado, ninguna presentación, sin
ninguna otra persona como testigo.
Sólo nosotros.
—Sí, me casaré contigo.
Heath y Cat.
Cat y Heath.
Una y otra vez. Eternamente.

Fin

208
Próximamente…
Live For Me (Blurred Lines #2)

El Consuelo que ella buscaba…


Dentro y fuera de los servicios sociales durante toda su vida, Tiffany Enis nunca ha
tenido privacidad o espacio, así que cuidar una mansión en la costa de Maine con solo el 209
perro del ausente rico propietario como compañía es pura felicidad. Pero su paz se hace
añicos cuando el propietario herido vuelve a su recinto inesperadamente. Tiffany le
encuentra sexy e intrigante, mostrando un interés en ella que debe ser en forma de
burla, dado que todo el mundo siempre le ha dicho que ella es normal, nada especial.
Se convierte en una aventura que nunca esperó…
Devin Gold, conocido en la industria de la música como Gold Daddy,
normalmente está en la ciudad de Nueva York, asistiendo a fiestas y teniendo a tanto
hombres como mujeres que se le lanzan, y Tiffany desea que se hubiese quedado allí. No
hay ninguna razón para que un productor top se refugie en Maine en pleno invierno, y
cada vez que se da la vuelta le haga preguntas indiscretas. Se encuentra empezando a
disfrutar de sus conversaciones intelectuales e inteligentes discusiones, y en un minuto
caliente se está enamorando de él. Incluso sabiendo que él es una década más viejo,
asquerosamente rico, y que podría solo quererla para su diversión momentánea.
Y aun así cuando acoge a preciosas y confiadas invitadas de la ciudad, todavía
parece preferir su compañía, y es protector cuando cosas extrañas comienzan a pasar por
la casa, amenazando a su seguridad. Pero, ¿hasta dónde está dispuesta a llegar Tiffany
con un hombre que todavía está casado, con la esposa separada o no, solo para sentirse
especial?
Y todas las líneas entre el pasado y el presente y el bien y el mal se difuminan…
Sobre Erin McCarthy…

La autora de los bestseller del New York Times y


USA Today, Erin McCarthy, vendió su primer libro en
2002 y desde entonces, ha escrito casi cincuenta
novelas e historias cortas de teen fiction, new adult y
adult romance. Erin tiene una debilidad especial por
Nueva Orleans, los tatuajes, botas con tacón alto, playas
y Martinis. Vive en Ohio con su familia, dos gatos
gruñones y un perro socialmente torpe.

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