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Eutanasia
o el derecho a la muerte digna
Buena parte de la sociedad tiene la visión de que se debe luchar por la vida y
en contra de la muerte; no hacerlo es contrario a la naturaleza humana. Tal
vez de manera general resulta correcto pensar así, pero ¿debe ser un
pensamiento absoluto? ¿Acaso no debemos ver las cosas de acuerdo con la
situación vital de que se trate?
En los últimos años se han dado cambios legales en México con el fin de
mejorar la atención de los pacientes en la etapa final de su vida. Se resumen
principalmente en tres aspectos: 1) reconocer la decisión de un enfermo de
no recibir tratamientos que prolonguen de manera innecesaria su vida, 2) dar
confianza al médico de que, en ese caso, no tendrá consecuencias penales
por no impedir la muerte de su paciente, y 3) establecer la obligatoriedad de
brindar cuidados paliativos a los pacientes en situación terminal.
En Oregón, Estados Unidos residía Janet Adkins, una activa mujer que
disfrutaba dar clases de música y las actividades al aire libre; Janet
comenzó lentamente a sufrir un deterioro en la memoria, lo cual la llevó a
obtener un diagnóstico médico: padecía Alzheimer. Tras conocer el futuro
que le deparaba con tal padecimiento degenerativo, decidió acudir ante el
Doctor Jack Kevorkian, a quien muchas personas solicitaban su intervención
para terminar con sus vidas mediante una máquina inventada y patentada
por éste, llamada “The Mercitron”. Su funcionamiento consistía en inyectar
una mezcla de sustancias letales en el paciente que solicitaba la asistencia
para morir, consiguiendo así un suicidio indoloro. El Mercitron era activado
por el mismo paciente, que recibía una dosis de “… tiopental'', que causa un
coma profundo en treinta segundos aproximadamente, y cloruro de potasio,
que paraliza el músculo cardíaco en unos minutos. La muerte se produce por
paro cardíaco, sin dolor, durante un sueño profundo.”