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- Trabajo final -
30 de junio de 2021
2
Índice
Introducción.......................................................................................................................3
Conclusión.......................................................................................................................14
Referencias bibliográficas...............................................................................................15
3
Introducción
1
H. VON BALTHASAR, Der Zugangzur Wirklichkeit Gottes, Mysterium Salutis II, Einsiedeln/ Zürich/
Köln, Benziger Verlag, 1967, p. 15-41 (trad. “El camino de acceso a la realidad de Dios”, Mysterium
Salutis II/1, Madrid, Cristiandad, 1969, p. 41-74), en adelante CARD.
2
SAN ANSELMO, Proslogion, Tecnos, Madrid, 1998.
3
E. LEVINAS, “¿Un Dios Hombre?”, Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro, Valencia, Pre-textos,
2001
4
Cf. CARD, 33 y ss.
4
11
Ídem.
12
CARD, 35
13
Ídem.
6
14
LEVINAS, “¿Un Dios Hombre?”, 65
15
Cf. Ídem. “Así como el mundo absorbe a los dioses en los poetas, el mundo se sublima en el absoluto en
los filósofos” Ídem.
16
CARD, 35
17
K. RAHNER, “Über den Begriff des Geheimnisses in der katholischen Theologie”, Sämtliche Werke 12,
Freiburgim B., Herder, 2005, p. 101-123 (trad. “Sobre el concepto de misterio en la teología católica” (I y
II Conferencia), Escritos de Teología, Madrid, Taurus, 1961, 60.
7
Según Levinas, Dios tiene un modo relacional a partir de la humildad. Esta forma
se encuentra manifiesta en la cita precedente en la que Yahvé tiene una preferencia por
el pueblo hebreo por ser el más insignificante de todos. Volveremos sobre este aspecto
en el último punto de este trabajo.
Como parte del amor gratuito de Dios está también la insistencia en ese amor. La
narración de fe del Antiguo Testamento muestra que, frente a los numerosos abandonos
y desistimientos del seguimiento al Dios Yahvé, Dios ha renovado incesantemente la
elección (siempre y cada vez libre) sobre su pueblo.22
Von Balthasar sostiene que “(…) ser y amar son coextensivos”, 23 por esto, Dios es
el “acontecimiento de un amor total y absolutamente incondicionado, que, en cuanto tal,
18
Ibid., 71. En el mismo sentido, von Balthasar comenta en su obra: “Ninguna de las anticipaciones de la
religiosidad natural pudieron llegar a estos conceptos de Dios, por lo mismo, todas ellas deben quedarse
al margen, no pueden atreverse a introducir sus insuficientes esquemas en la imagen ofrecida por el
mismo Dios para formar una síntesis. Se pide a las religiones una total y dolorosa renuncia a todos sus
esquemas (…)” CARD, 52
19
Cf. CARD, 36
20
Cf. CARD, 36
21
Dt. 7, 7-8
22
Cf. Dt. 4, 29-31
23
CARD, 30
8
indica un ser omnipotente (…)”.24 En este sentido, el amor absoluto de Dios implica la
absoluteidad de su ser.
Por parte de Dios, el movimiento del elegir es parte de su constitución: “la
dialéctica elegir-rechazar es una modalidad dentro de la relación misma del amor”. 25 Es
el poder libre del amor de Dios que elige sin presupuestos. Dios elige y, en
consecuencia, actúa por amor.
Vemos así que, en la idea religiosa de Dios, hay similitudes y diferencias en el
camino de acceso a Dios respecto a los dos puntos anteriores.
Como similitud, desde la mirada del hombre religioso, la creatura busca acercarse
a Dios (como en el mito) y comprenderlo (como sucede en la filosofía). A diferencia de
las anteriores perspectivas, el hombre no puede aprehender a Dios como un ente o
conquistarlo como a un ídolo, al contrario, el camino de acceso es hacia un amor
incausado, desmerecido y libre. Tampoco adora a un Dios distante y lejano al que sólo
debe aspirar como una idea, sino un Dios que se hace relación y por el que
(particularmente) fue elegido.
Desde la mirada religiosa, es el mismo Dios en su ser absoluto el que elige al
hombre para relacionarse. Es Él mismo relación y acción como consecuencia de su más
perfecto ser que es el amor.
27
Ibid, 10
28
Ibid., 11. Repite la formulación en Ibid, 15.
29
Ibid., 17
30
Ibid., 33
31
Ibid., 3
32
Ibid., 7
33
Cf. Ibid., 13. “Pues, si una mente pudiera pensar algo mejor que tú, la criatura se elevaría por encima
del Creador, y juzgaría del Creador, lo cual sería totalmente absurdo” Ídem.
10
siguientes líneas: “no sólo eres algo mayor que lo cual nada podemos pensar, sino que
eres algo mayor que lo que podemos pensar”.34
El concepto de Dios que desarrolla Anselmo estaría en un tercer grado del
entendimiento. En el primer grado se encuentran esos entes que sólo están en el
entendimiento como cuando “el pintor que piensa de antemano lo que va a hacer (…)”.35
Al segundo grado corresponden los entes en el entendimiento y en la realidad: es
decir, la obra de aquel pintor realizada. Dios estaría en un tercer nivel superior al
entendimiento y la realidad: existe sin que pueda ser totalmente entendido: “Existe,
pues, sin género de duda, algo mayor que lo cual no cabe pensar nada, y esto tanto en la
inteligencia como en la realidad”.36
Aunque inmenso, Anselmo sigue escalando su deseo por conocer a Dios y así
también lo manifiesta en su pensamiento: “Busco tu rostro, Señor, tu rostro es lo que
busco”,37 “Qué hará tu servidor tan ansioso de tu amor (…)?”38
Finalmente, la concurrencia de estas dos realidades, la inabarcable distancia y el
deseo relacional se concentran en la siguiente frase: “¿Qué hará tu servidor tan ansioso
de tu amor, arrojado tan «lejos de tu presencia»? Anhela verte, pero tu rostro es muy
distante. Desea acceder a ti, pero tu morada es inaccesible”.39
Anselmo, al igual que von Balthasar, une la dicotomía entre una mente que quiere
entender y un corazón que quiere acercarse: “Quería reír por el gozo de mi mente y no
hago más que rugir «por los gemidos de mi corazón»”.40
Hemos desarrollado, hasta aquí, cómo el hombre busca a Dios, según San
Anselmo, corresponde explicar ahora, cómo Dios intenta acercarse a su criatura según la
mirada del Santo.
Anselmo se refiere a Dios como el creador de todas las cosas, 41 colmado de
virtudes: “tú eres justo, veraz, feliz y todo lo que es mejor ser que no ser (…)”. 42 Una de
los atributos de Dios es ser sensible y misericordioso.
34
Ibid., 34
35
Ibid., 11
36
Ibid.,12
37
Ibid., 6, con cita al Sal 26, 8. Aunque la referencia correcta es al Sal 27, 8: "Dice de ti mi corazón:
«Busca su rostro». Sí, Yahveh, tu rostro busco".
38
Ibid., 7
39
Ídem.
40
Ibid., 9, con cita al Sal 37, 9.
41
Cf. Ibid., 7, 13, 17.
42
Ibid., 17
11
En el acto divino del comienzo de la vida, Anselmo explicita que Dios ha creado
en el hombre una imagen suya, para que recordándolo pueda amarlo.43 Inspirándonos en
el relato bíblico del Génesis44 podríamos afirmar que, en nuestro interior, Dios ha dejado
las marcas de sus huellas en nuestro barro.
Esta marca interna que lleva el hombre es un signo del deseo de la comunicación
de Dios hacia él; porque habiéndolo creado Dios, lo ha dejado referido a Él para que
pueda buscarlo y encontrarlo. Hay una imperfección en el hombre que, por no ser
completo, queda anhelando la presencia de Dios y así, permanece vinculado
afectivamente a un misterio, aunque no lo pueda explicar racionalmente en su totalidad.
En otro orden de ideas, la comunicación de Dios permanece abierta no sólo por la
marca creacional sino también por la misericordia con la que Dios se acerca con bondad
al hombre. Dios se relaciona con su virtud por excelencia que es la misericordia: “eres
misericordioso porque eres entera y sumamente bueno”.45
En la misericordia de Dios se incluye el salvar a los justos por la justicia que les
corresponde y el liberar a los injustos de la justicia que los condena. A los primeros por
sus propios méritos y a los segundos, a pesar de sus faltas.46
Dios no solo premia a los justos, sino que en su actuar y perdonar misericordioso,
vuelve a dar siempre nuevas oportunidades a los que han extraviado el camino. Así
como decíamos, en la primera parte, que lo había hecho con el pueblo de Israel, también
lo hace con cada uno de los hombres que vuelven su mirada hacia Él.
La misericordia de Dios puede entenderse como parte del amor incausado del que
hablaba von Balthasar: un amor que no exige una motivación previa para actuar más
que su propia bondad.
Entonces, aún en la vida del hombre más injusto (Anselmo), la misericordia de
Dios seguirá regalándose sobre él, como un acto de amor incausado (von Balthasar).
Este acto sólo podría ser hecho por un ser cuya bondad supera infinitamente a la
humana: un Dios siempre mayor.
Levinas resuelve esta encrucijada con la manifestación de Dios que entra humilde
en la historia. Es un Dios que se hace relación, pero no de forma coactiva ni
manipulable. Así, el Otro penetra en la inmanencia sin ordenarse en ella.48
Si Dios interrumpiera coactivamente en el orden del mundo, quitaría la libertad
del hombre para aceptarlo y relacionarse con Él. Mencionamos con anterioridad, por
qué no puede ingresar como un ente manipulable.
Según el autor, Dios se hace próximo a través de la humildad, es una manera de
estar en el mundo que desacomoda el orden del mundo. Es propio de Dios el
“Manifestarse como humilde, como aliado al vencido, al pobre, al perseguido,
precisamente es no entrar en el orden”.49
Levinas reconoce que hay una cierta ambigüedad en esta apertura, 50 pero de esta
manera se posibilita la relación de Dios con el mundo sin que Él puede ser manipulado
como un ente. Ciertamente esta apertura esconde cierta incertidumbre que debe ser
complementada con la fe.
Una diferencia con respecto al pensamiento de von Balthasar y de San Anselmo se
encuentra en que Emmanuel Levinas no cree que esta presencia del Otro se produzca
entre un yo – tú, al menos de manera directa, sino que es siempre frente a un tercero:
“Él [Dios] solicita a través de un rostro. Un Tú se inserta entre el Yo y el Él absoluto”.51
Este Otro viene enigmáticamente a partir del Infinito, se manifiesta como la voz
suave del silencio. Es un Dios que elige el abajamiento y de la humildad como modo
relacional. Dios, el Otro, se hace presente en el rostro del otro.
El Otro llama al hombre desde un pasado que no ha sido jamás presente para que
el ser humano responda en el rostro concreto del otro. El hombre que acude al otro,
47
Cf. LEVINAS, “¿Un Dios Hombre?”, 65
48
Cf. Ibid., 66
49
Ídem
50
Cf. Ídem.
51
Ibid., 68
13
responde a esa huella inmemorial que tiene consigo y se vuelve relación a Dios,
respetando su misterio.
14
Conclusión
En este trabajo, buscamos conocer los caminos de acceso a Dios por el hombre
desde tres autores: von Balthasar, San Anselmo y Emmanuel Levinas. Sirviéndonos del
orden que propone el primero de ellos para desarrollar este tema, propusimos esas
mismas vías de conocimiento: la idea mítica de Dios, la idea filosófica de Dios y la idea
religiosa de Dios. Respondimos a través de estos tres caminos a la pregunta ¿cómo se
relaciona el hombre con Dios?
En la idea mítica de Dios, von Balthasar y Levinas coinciden en que hay un velo
hacia una naturaleza plena de la divinidad, por la reducción de Dios a un ídolo. Hay una
relación con Dios, que simplificada en su fenomenalización, genera una manipulación
que no permite a Dios mostrarse en su verdadera naturaleza inabarcable.
En la idea filosófica de Dios, vuelven a coincidir los dos autores anteriores en
que ahora se reconoce la naturaleza incomprensible de Dios, pero la diferencia con el
mundo es tal que no hay una relación real posible del hombre con Dios. Nos
encontramos más con un hombre que quiere entender intelectualmente a Dios que con
uno que pueda relacionarse con él personalmente.
Por último, en la idea religiosa de Dios, según von Balthasar, hemos encontrado
que el hombre realiza una síntesis de los dos caminos anteriores valiéndose del mito y la
filosofía para proponer un camino relacional hacia Dios que siempre permanecerá
inconcluso. Sólo a través de este camino se puede producir una verdadera relación del
hombre con un Dios inabarcable y de este con aquel.
Por último, señalamos la forma relacional que proponen San Anselmo y Levinas
para demostrar cómo se concretiza la vinculación entre el hombre y Dios según la
particularidad de estos dos autores. En el primero a través de un conocimiento relacional
y en el segundo, a través de la particularidad de la humildad y la huella del Otro.
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Referencias bibliográficas
E. LEVINAS, “¿Un Dios Hombre?”, Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro,
Valencia, Pre-textos, 2001