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Semestre 2013-50 Fundamentos de Derecho

DERECHO NATURAL.
Lecciones de Teoría del Derecho.

Introducción
El presente trabajo no pretende ser un estudio exhaustivo de dos campos importantes
de la praxis como es la moral y el derecho. Simplemente es una reflexión en torno a
estos dos saberes filosóficos bajo el pensamiento de Immanuel Kant (1724-1804). Una
reflexión que presenta a grandes rasgos las directrices de cada uno de estos saberes y
que encuentra en ellas territorios de nuevas y diferentes investigaciones como sería el
tema, de la libertad, una libertad que se desenvuelve en el mundo noumenal y que sin
embargo, tiene que entrar en relación con el mundo fenomenal, un mundo que le opone
resistencia, que es una necesidad natural en el cual se ejecuta esa libertad en el orden
moral y también jurídico. La libertad, un tema que en Kant se vincula con la moralidad -
ética- y con la legalidad -derecho-. Y sin embargo, una libertad que en Kant se entiende
y se explica a partir de la experiencia moral, este supuesto de la libertad tiene que ser
internamente coherente y compatible con el principio fundamental de la moral.

Distinción entre moral y derecho.


Kant pretende derivar de la naturaleza humana, de esa capacidad de racionalidad propia
y constitutiva del hombre los principios morales y jurídicos obligatorios. El fundamento de
la obligatoriedad de las leyes morales no se puede buscar en las circunstancias del
mundo, sino sólo a priori en los conceptos de la razón pura; que después se vuelve
razón pura práctica, razón práctica.

La autonomía moral del individuo deviene la ley fundamental moral. Pero Kant, a pesar
de cierto subjetivismo, no pasa por alto un orden objetivo de las cosas; Kant no es el
representante de un subjetivismo moral puro, como fue desarrollado por el neokantismo
y por ciertas doctrinas existencialistas.
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Por otro lado, Kant creyó haber encontrado en el llamado imperativo categórico, la
piedra de toque y, en consecuencia, el punto de partida para la ética que los milenios
antes de él no habían descubierto. Mas para la ética es difícil fundarse sobre el
imperativo categórico. A pesar de todo, Kant, por medio de la libertad autónoma que
concede incondicionalmente a la persona, ésta se convierte en gran medida en sostén
del orden moral. Una frase famosa de Kant que apoya lo anterior al mismo tiempo está
dirigida contra todo totalitarismo: "...todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no
sólo como medio... "

En Kant, la moral y el derecho tienen un fundamento común. Las exigencias de ambas


resultan de la razón práctica, que parte del sentimiento y la voluntad. Esta razón es
autónoma, la autonomía significa en Kant solamente que el hombre encuentra la ley de
sus acciones en su razón práctica.

Desde tiempos inmemoriales la ética o filosofía moral se ha ocupado y preocupado


siempre de la praxis humana.

La moral o lo ético es un conocimiento, un conocimiento que se evoca principalmente al


hombre y a Dios -en la mayoría de los casos-, de la relación que se establece entre el
conocimiento del hombre y el de Dios se deriva así mismo el conocimiento de lo que es
bueno y de lo que es malo.

Este conocimiento moral se encuentra presente en la conciencia de todo hombre, un


conocimiento que es objeto de estudio tanto en el campo teórico como en el práctico y
que constituye un saber filosófico que se ocupa de lo que se debe o no se debe hacer.

El filósofo alemán Immanuel Kant no Podía ser la excepción y se interesó por el campo
de la moral. Una doctrina moral que supera la mera concepción teórica de la ética.

Para Kant, la praxis ética es algo más que teoría, que ciencia; la moral pertenece como
tal a todo hombre, sin importar el grado de sabiduría o conocimiento que sobre ella se
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tenga, porque hacerla depender del conocimiento, un conocimiento que se puede


adquirir es privilegiar al estudioso, al sabio que sabe lo que se debe hacer frente al
ignorante, al iletrado que no lo sabe; y esto significaría una parcialidad en la moral.

Con respecto al conocimiento sobre Dios presente en la mayoría de las éticas, Kant no
puede hacer depender la moral y con ella la praxis ética del conocimiento de -la
existencia de Dios, puesto que todavía no sabe si Dios existe o no existe.

El tema de Dios, unido al de la inmortalidad del alma y el de la libertad, son ideas


regulativas que Kant desarrolla principalmente en su Crítica de la razón práctica (1788).
Esta segunda Crítica -es una metafísica de las costumbres, mientras que la primera
Crítica constituía una metafísica de la naturaleza donde trata de las leyes de lo que es,
mientras que la metafísica de las costumbres trata de las leyes de lo que debe ser
conforme al deber moral, dicha obra que tiene como antecedente la Fundamentación de
la metafísica de las costumbres, (1785) y una obra posterior que es la Metafísica de las
costumbres (1797) donde se concentra el tema moral y en el que se puede vislumbrar la
reflexión kantiana sobre la religión.

La ética de Kant es una ética autónoma, una ética que no deriva de la estructuración de
un cuerpo doctrinal previo, sino que tiene lugar en el hombre, es decir, se parte
únicamente del hecho de que el hombre es hombre, y por. Lo tanto, el hombre es un ser
racional y esta racionalidad supone que para el hombre tiene sentido la determinación
de la propia conducta, la determinación de la praxis.

Es importante precisar que el concepto de hombre que tiene Kant, se refiere a un ser
racional finito que necesita de principios a priori para determinar su conducta, su praxis;
así como también necesita de principios a priori para determinar su conocimiento.

En sus obras del orden moral, el supuesto kantiano sobre la idea del hombre como un
ser racional finito, que no es sólo razón -razón pura-, sino también sensibilidad -razón
práctica-, significa que estas dos realidades en un mismo ser que es el hombre, le
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posibilita el deber. El conocimiento, la conciencia del deber es, en consecuencia, la


expresión de la grandeza, de lo "sobrehumano" que puede tener el hombre en íntima
relación con su límite, con su finitud esencial. Esta ambivalencia que se da en el hombre
gracias a su razón y a su voluntad es la que le da sentido al deber, porque el deber
carecería totalmente de sentido si no fuera posible el desacuerdo entre la razón y la
voluntad- una voluntad que lleva implícita la libertad.

Es así como la praxis humana se mueve entre el querer y el deber, en el hombre se


interponen las inclinaciones de la voluntad, la cual se dirige -en varias ocasiones- a
acciones contrarias al imperativo que deviene de la razón.

De lo anterior podemos deducir el quehacer de la moral kantiana, o bien el objetivo de


dicha moralidad; una moralidad que no es la racionalidad necesaria de un ser finito
(Dios), sino la racionalidad posible de un ser finito (hombre), que tiene la posibilidad de
dejarse guiar por la razón y con ella del deber o seguir sus inclinaciones egoístas,
propias de su sensibilidad, de su voluntad. Pero el hombre no es sólo sensibilidad, si así
lo fuera estaría determinado por los impulsos sensibles; como tampoco el hombre es
absolutamente racionalidad no está determinado por la razón. El hombre es, al mismo
tiempo, sensibilidad y razón; y él puede seguir los impulsos de sus deseos o puede
seguir la razón; en esta posibilidad de elección y por ende de acción está la libertad. La
libertad una idea regulativa de la moral, un principio que hace al hombre un ser moral.
Para vivir moralmente, el hombre debe superar la sensibilidad, esto supone dos cosas:
por un lado que se sustraiga a los impulsos sensibles y por otro lado que evite tomar
como regla de acción cualquier objeto de deseo. La moralidad tiene como principio una
razón que limita a la voluntad mediante el imperativo.

La razón pura no solamente se puede aplicar en el campo teórico, sino que esta razón
también tiene un uso práctico. Kant ha considerado que la razón teórica y la razón
práctica son dos funciones de una misma facultad, la cual procede siempre por
principios a priori, por lo tanto sea la razón teórica o sea la razón práctica, son razón
pura, es decir, independiente de toda experiencia sensible.
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El objeto de la razón teórica es lo conocido -lo fenoménico- y el objeto de la razón


práctica es lo querido o decidido -lo nouménico-; en otras palabras, la razón práctica no
pretende conocer, no pretende indagar la realidad fenoménica, sino esta razón práctica
está al servicio de la acción, de la praxis para dirigir a la voluntad dentro del mundo
noumenal.

Como la razón en el campo de la moral tiene que ser práctica, la razón dicta sus normas
a la voluntad, estas normas son los actos propios de la razón práctica y son los
imperativos, imperativos que señalan el camino del buen hacer moral, del deber moral.
La misión de la razón práctica, que es una razón pura práctica es únicamente dirigir la
voluntad y con ella la libertad desde sí misma, sin contar para nada con la experiencia,
desde principios a priori, que son imperativos. Esta razón pura práctica al ser autónoma,
en el sentido de no contar para nada con la experiencia, situación que no pasa con la
razón pura teórica que necesita el mundo de la experiencia, el mundo fenoménico, esta
razón pura teórica tiene que estar sometida constantemente a la crítica; en cambio, la
razón pura práctica ajena a toda experiencia, no necesita ser criticada, es decir, la razón
pura práctica está libre de toda crítica.

La razón pura práctica tiene la posibilidad de adentrarse, sin salirse de su esfera propia
que es la praxis y la moral, en el mundo noumenal e inteligible que antes era inaccesible
a la razón pura teórica. En efecto, lo que faltaba a las ideas regulativas -Dios,
inmortalidad del alma y libertad, donde esta última es la idea que enlaza a la Crítica de la
razón pura con la Crítica de la razón práctica-, ideas trascendentales para poder
realizarse legítimamente era necesario la intuición. La intuición estaba fuera del ámbito
de la razón teórica, por la sencilla justificación de que la razón teórica carece de intuición
intelectual y, por otro lado, la realidad de Dios, inmortalidad del alma y libertad, son
realidades del mundo nouménico y si es que existen, no puede aparecer en ninguna
intuición sensible, esto es, intuición fenoménica. De aquí, que lo que está vedado o
prohibido a la teoría, puede estar abierto a la praxis, y es así como Immanuel Kant
aborda estos temas bajo la razón práctica, y dentro de la moral y la praxis. Porque estas
ideas trascendentales con un enfoque teórico el problema es insoluble; desde el punto
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de vista práctico encuentra su solución en la acción moral; puesto que estas ideas
trascendentales o regulativas dentro de la acción y gracias a la acción adquieren una
realidad inmediata y pueden ser ideas no hipotéticas, sino asertóricas en el plano
inteligible del noúmeno, sin embargo, la acción o praxis no suple los posibles defectos
de la intuición, pero sí permite dar el paso que separa la posibilidad lógica de la realidad
objetiva.

Lo anterior hay que tomarlo con suma cautela, porque puede ser válido sólo en el
supuesto de que la acción no esté determinada por condiciones empíricas porque si así
lo fuera la acción sería puramente subjetiva y condicionada y su valor radicaría -si a esto
se le puede llamar valor- en las conveniencias del sujeto que actúa. Para que estas
ideas regulativas o trascendentales adquieran objetividad, la acción o praxis humana ha
de ser a priori y absoluta en las condiciones que la determinan.

Una acción o praxis determinada total o absolutamente a priori, no necesita justificación;


la acción se justifica a sí misma haciéndose real, de tal suerte que, la acción pone en la
realidad su objetivo y sus condiciones de posibilidad. Esto significa que las ideas
trascendentales se manifiestan como condiciones de posibilidad de la acción moral, y en
consecuencia, participan del mismo valor de realidad que corresponde a la acción y
encuentran en el uso práctico de la razón su determinación objetiva, una determinación
que la razón teórica no les confiere.

En el campo de la moral, Kant se refiere a las leyes de lo que debe ser conforme al
deber moral; donde la razón pura práctica tiene una teleología que es una obligación
moral que intima a todo hombre a un imperativo de la razón. Una obligación moral que
impera en que algo debe ser o debe hacerse.

La moral se realiza en la praxis, la cual es siempre real y sólo se puede llevar a cabo
sobre realidades. La razón práctica analiza los principios a priori de la praxis ética,
principios que Kant llama el imperativo moral.
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El punto de partida de la moral kantiana es el factum, es decir, el hecho, pero el hecho


moral. Como escribe Kant: "...que la razón pura puede ser práctica, es decir, puede
determinar por sí misma la voluntad independientemente de todo dato empírico, y esto lo
manifiesta por un hecho, en el cual la razón pura se muestra en nosotros realmente
práctica".

El imperativo moral, es un imperativo de la razón que determina la voluntad en el acto,


en cambio, la ley moral que se encuentra más allá de la experiencia, proporciona un
hecho que anuncia y se desenvuelve en el mundo puro del entendimiento, este hecho es
la ley. La ley moral se impone por sí misma, es un hecho de la razón pura, es un
principio a priori.

El elemento constitutivo de la ley moral viene dado por la conciencia del deber. El deber
es la congruencia de la acción con respecto a la ley. El deber es la expresión del hecho
moral que se manifiesta como un imperativo, es decir, como una regla que impone a la
voluntad la obligación de llevar a cabo una acción, independientemente de las
inclinaciones de la sensibilidad, del placer, de los deseos egoístas; una acción moral
motivada por el deber, por el único respeto debido a la ley.

La idea del deber no puede ser deducida de la naturaleza, el deber en la naturaleza


carece absolutamente de sentido de razón de ser, la naturaleza es lo que sucede, es lo
que tiene que suceder y nada más, la naturaleza es necesidad. El deber tiene sentido,
tiene razón de ser en la acción, en la praxis humana porque es contingencia.

La ética kantiana se basa en el supuesto de que la razón puede determinar a la voluntad


según principios. Estos principios pueden ser subjetivos u objetivos. Los principios
subjetivos o máximas, son aquellos principios que implican una condición, dicha
condición es considerada por el sujeto como valedera para él y por lo tanto, sólo para su
voluntad. Los principios objetivos o leyes implican una condición objetiva, esto es,
valedera para la voluntad de todo hombre, de todo ser racional.
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La máxima, como norma de conducta que el sujeto se impone a sí mismo en


determinadas circunstancias, una norma que sólo vale para él no puede alcanzar el valor
de una ley, de una ley moral. Muy distinto es en relación con la ley, esta regla o norma
de conducta que es objetiva y, por tanto, válida para todo ser racional. Esta ley impone
un deber ser, un deber obrar, es una ley necesaria y universal que Kant denomina
imperativo.

Kant distingue entre imperativo hipotético e imperativo categórico. El imperativo


hipotético es la determinación de la voluntad que manda una acción que es buena como
medio para otra cosa, pero no en sí misma. El imperativo hipotético es medio para un fin.
En cambio, el imperativo categórico es una ley práctica que impone una acción a la
voluntad, no como medio para algo, sino absoluta e incondicionalmente como objetiva y
necesaria en sí misma. Los principios prácticos del orden moral, es decir, los imperativos
categóricos, son reglas de acción con validez absoluta, universal para todo hombre y en
cualquier circunstancia: "... más que imperativos hipotéticos:"debo hacer algo porque
quiero alguna otra cosa". En cambio, el imperativo moral y, por tanto, categórico, dice:
"debo obrar de este o del otro modo, aun cuando no quisiera otra cosa".

Ahora bien, el imperativo categórico tiene el carácter de universalidad y absolutividad


propio de la ley moral. Pero es necesario precisar la materia y la forma de este
imperativo categórico que lo constituye como ley moral. Este imperativo no se puede
fundamentar en la felicidad, tema sobre el cual Kant reflexiona.

Nuestro pensador reconoce que la felicidad es un anhelo de todo ser racional, aunque el
deseo de felicidad es incompatible con la universalidad de la ley moral. Basar la ley
moral en la felicidad, recuerda la ética aristotélica, es darle una ley subjetiva, una ley
contingente y distinta en cada hombre, en cada ser racional; pues la esencia de esta
felicidad consiste en el grado de placer que produce un objeto y la apreciación hacia el
objeto y su grado de placer es distinta en cada hombre, es absolutamente contingente.
Sin embargo, aun suponiendo que todos los hombres pensaran del mismo modo acerca
de lo que les produce felicidad, esa unanimidad es solamente física y en consecuencia
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carente de sentido moral. Por lo tanto, la ley moral no puede tener un contenido material,
la ley moral sólo puede tener como contenido su simple y llana forma, es decir, su
carácter de ley por sí misma y en sí misma; ya que cualquier determinación. de la ley en
el orden material, se sometería la voluntad a condiciones empíricas -contingentes- y
como resultado, esta determinación material destruiría la necesidad y universalidad de la
ley.

Así esta ley fundamental en el orden de la praxis, esta ley moral de la razón práctica, es
un imperativo categórico que determina a la voluntad, independiente del orden material,
simplemente por la mera forma de la ley, esto es, por la mera norma de obrar según una
norma que pueda ser siempre y en todo sujeto y en toda circunstancia universal y
necesaria. Esta suprema ley práctica se enuncia así: "...obra como si la máxima de tu
acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza". Esta ley
universal y necesaria no impone acciones particulares, en cambio, impone por ello
mismo toda acción conforme a la ley moral.

Kant en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, justifica el imperativo


categórico a partir de su idea de la buena voluntad. La buena voluntad tiene en sí todo
su valor, es decir, aunque la buena voluntad no sea el único bien, ha de ser considerado
como el bien supremo al que han de subordinarse todo otro bien, todo deseo, incluso la
felicidad. Ahora bien, si la razón es una facultad práctica, una razón práctica, esta
facultad debe dirigir la voluntad, y por tanto, el destino de la facultad práctica sea el de
producir una buena voluntad, buena voluntad en sí misma. La razón práctica puede
cumplir su destino mediante el deber. El cumplimiento del deber es lo que hace a una
voluntad buena, para ello, es necesario actuar conforme al deber y por deberlo. El valor
moral de una acción no depende de obrar conforme al deber para que la acción pueda
llamarse buena, sino aún más, que la acción se haga por el deber mismo. El deber es la
exigencia de obrar únicamente por respeto a la ley. De ahí que sólo una voluntad que
obra por deber, por el respeto que debe a la ley, puede ser considerada y sin
restricciones como absolutamente buena. El único principio que rige y dirige a la
voluntad es la simple conformidad de la acción, de la praxis con una ley universal:
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"...obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal".

Ante esto, Kant considera haber puesto la moral al alcance de todo ser racional, de todo
hombre juicioso, pues la exigencia de universalidad es el único principio que determina
la praxis y la valora como moral. El problema que surge frente a la máxima y su
exigencia de universalidad, es que esa máxima al intentar universalizarla carezca de
contradicciones, pero este punto se presta para otro tipo de análisis como sería el lógico
y que aquí solamente menciono. De igual modo, Kant pensaba haber puesto la moral al
alcance de todo hombre juicioso, pero con los mismos ejemplos que él expone.

Retornando el campo de la moral, Kant introduce la noción de fin en sí. El fin es lo que
sirve de objetivo a la voluntad que se determine por sí misma; en cambio, se llama
medio aquello que sólo contiene el principio de posibilidad de la acción. Los fines que un
hombre se propone como efectos de su acción, son generalmente fines materiales y en
consecuencia son relativos y no pueden proporcionar principios universales y necesarios
para todo hombre, es decir, no son leyes prácticas. Estos fines relativos conducen a los
imperativos hipotéticos y no a los categóricos.

Ahora bien, es necesario buscar el fundamento del imperativo categórico, en algo que
tenga valor absoluto en si mismo y pueda considerarse como fin. Kant al abordar el tema
de los medios y de los fines hace la distinción entre las cosas y las personas. Las cosas
son seres cuya existencia no depende de la voluntad, sino de la naturaleza, que son
pura necesidad y tienen el valor relativo de medios. En cambio, las personas son seres
racionales, que su naturaleza misma crea en sí sus fines, es decir, el hombre no puede
emplearse como medio y esto conlleva a una restricción de la libertad de cada uno y el
respeto. Los hombres, los seres racionales, no son únicamente fines subjetivos, cuya
existencia tiene valor para cada uno de nosotros, sino fines objetivos cuya existencia es
por sí misma un fin, un fin que no debe subordinarse a otro para convertirse en medio.
En conclusión, el hombre existe como fin en sí y no simplemente como medio para el
uso arbitrario de cualquier voluntad y en toda acción ha de ser considerado siempre
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como tal: "El imperativo práctico será, pues, como sigue: "obra de tal modo que uses la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un
fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio".

Kant no dice que no podamos servirnos de otra persona como medio para un
determinado fin, si esto no se pudiera llevar a cabo, simplemente la vida social sería
imposible. Lo que Kant dice es que no podemos tratar nunca a un hombre sólo como
medio, como si fuera cosa -cosificarlo- sino hay que respetarle al mismo tiempo su
condición y su dignidad como persona. De ahí que podamos entender el por qué Kant
considera el suicidio como inmoral, pues el suicida se toma a sí mismo como medio y
nunca como fin. Ante esto, es el hombre el único ser que da valor y sentido a su vida. En
vista de que el hombre puede suicidarse, si no fuera así, el suicidio no sería real; pero no
debe hacerlo, por ello el suicidio es inmoral.

Decir que el ser racional, la persona es un fin en sí mismo, se desprende la idea de la


voluntad de todo ser racional como una voluntad universalmente legisladora. Esto
significa que la voluntad no puede ser considerada como sometida a una ley, sino
dándosela a si misma y sometiéndose a ella: "así pues, el principio de toda voluntad
humana [es] una voluntad legisladora por medio de todas sus máximas
universalmente..."

Todas las normas de conducta que no concuerden con la autolegislación universal de la


voluntad deben de ser rechazadas. La voluntad es pensada independiente de las
condiciones empíricas, ha de estar determinada solamente por el aspecto formal de la
ley y esta determinación frente al aspecto formal de la ley es condición de todo
imperativo.

Esta autolegislación de la voluntad no revela la condición de autonomía, una autonomía


en el más puro y estricto sentido de la palabra que consiste en darse la ley a sí mismo;
una autonomía que es objetiva, que se funda en la universalidad de la razón, en
contraposición la heteronomía que se basa en la particularidad de la sensibilidad.
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Estamos frente a una voluntad libre y una voluntad sumisa a la ley moral y en esto reside
la verdadera moralidad. La autonomía de la razón práctica es autolegislación o
autodeterminación y esta autonomía implica libertad.

La libertad es condición de posibilidad del imperativo categórico, así como idea medular
en el campo del derecho, la política, la historia, la religión y la estética.

La libertad se expresa en la acción moral y es al mismo tiempo fundamento de la


moralidad. Sin libertad no es posible la moralidad de las acciones, pero es la moralidad
la que descubre la libertad. De tal suerte que, el imperativo moral carece de sentido, si el
hombre no es libre para realizarlo.

La libertad no es absoluta posibilidad, la libertad también es imposibilidad, en efecto, la


libertad no se realiza en un mundo utópico o un mundo de las ideas, la libertad se realiza
en un mundo dominado por la ley de la causalidad. Este planteamiento implica dos
conceptos que se excluyen mutuamente: libertad y necesidad natural; si hay necesidad
no puede haber libertad y viceversa. Parece contradictorio unir en una misma acción
libertad y necesidad y sin embargo, se unen bajo la exigencia de la ley moral.

DERECHO Y SOCIEDAD.

1
I. RELACIONES HISTÓRICAS Y SISTEMÁTICAS ENTRE DERECHO Y MORAL:
El comportamiento de los hombres de la vida social está sometido casi siempre y al
mismo tiempo a la acción directiva de normas morales y de normas jurídicas. Por otra
parte, en la gran mayoría de los casos, la orientación que ambas regulaciones pretenden
imprimir en las conductas es totalmente coincidente.

1
Cfr. Battaglia, F., Curso de Filosofía del Derecho, trad. Francisco Elías de Tejada y Pablo Lucas Verdú, Madrid:
Instituto Editorial Reus, 1951, T. II
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1. PLANTEAMIENTO Y BREVE REFERENCIA HISTÓRICA. 2


Desde el punto de vista histórico, la formulación explícita y sistemática de las tesis de
que Derecho y Moral son dos tipos radicalmente diferentes e independientes de
normatividad ética es una conquista reciente del pensamiento humano, trescientos años
atrás, se les veía todavía dentro de una estrecha relación de unidad y dependencia.
Los grupos humanos se rigieron durante largo tiempo por una normatividad unitaria y
difusa, cuyo origen se atribuía conjuntamente a los antepasados y a los dioses. En esa
normatividad estaban incluidos en confusión aspectos hay tan claramente distintos como
el religioso, el moral, el jurídico, el de la urbanidad e incluso el higiénico-sanitario.

Más adelante, durante la larga etapa que cubre el período de la Edad Media y parte de
la Moderna, se desarrolló ya sistemáticamente el germen de la distinción. Es cierto que
Derecho y Moral seguían todavía estrechamente vinculados como parte de una realidad
superior: la Ética. Pero eran entendidos como realidades distintas, por lo menos
parcialmente, ya que el Derecho (o ley humana positiva) ocupaba un sector propio
dentro del amplio campo de la normatividad moral, si bien sometido a las exigencias de
la normatividad moral superior (manifestación de ley eterna a través de la ley natural).

Y, al fin, avanzada ya la Edad Moderna, la distinción teórica entre Derecho y Moral, no


sólo se consolidó, sino que fue explícitamente formalizada. Según Tomasio, la búsqueda
humana de la felicidad se ve apoyada por tres tipos de reglas: las del decoro (=reglas de
buena educación), las de la honestidad y las de la justicia. Las reglas de la honestidad
(=Moral) tienden a procurar la paz interior, obligan en conciencia y no son coactivas. Las
reglas de la justicia (=Derecho) tiene a procurar la paz externa, regulan las relaciones
con los demás y son coactivas. Así pues, mientras las normas morales se caracterizan
por las notas de interioridad y no-coercibilidad, los rasgos definitivos de las reglas
jurídicas son la exterioridad y la coactividad.

2 Eduardo García Máynez, los cuatro órdenes normativos de la conducta son el derecho, la moralidad, la
religión y los “convencionalismos sociales” (Filosofía del Derecho, México: Porrúa, 1983, p. 51).
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Este planteamiento de Tomasio fue asumido por Kant. Según el filósofo, las leyes
morales se refieren a la libertad interna, son autónomas (en cuanto que el hombre, al
cumplirlas, se somete a su propia legislación racional) y no son ni pueden ser coactivas.
Por el contrario, el Derecho tiende a la protección de la libertad en su manifestación
externa, impone deberes externos, es heterónomo y es también esencialmente coactivo,
puesto que, en caso contrario, no podría cumplir su propia finalidad.
Esta separación teórica entre Derecho y Moral fue acentuada más tarde por Fichte al
poner de relieve que la distinción puede llegar a extremos de contradicción, por cuanto
las normas jurídicas pueden considerar lícitas e incluso obligatorias conductas que están
claramente prohibidas por la moral (1).

2. RELACIONES SISTEMÁTICAS ENTRE DERECHO Y MORAL.3


Lo deseable es que la reglamentación jurídica sintonice al máximo con las maneras de
pensar y de sentir de las gentes cuya conducta va a normar, es decir, con sus creencias
y convicciones morales (2). Hay que considerar dos supuestos fácticos diferentes:
existencia de un único sistema moral y/o presencia de varios sistemas morales.

En el primer supuesto, es decir, en el caso de que en la sociedad a la que corresponde


un determinado sistema jurídico haya un sistema moral unitario y coherente, no parecen
admisibles las contradicciones estrictas entre Moral y Derecho. Lo que sí puede ocurrir
es que no exista una coincidencia plena entre ellos, en el sentido sobre todo de que el
Derecho permita muchas conductas sociales prohibidas por la Moral, ya que el Derecho
no tiene por qué mandar o prohibir todo lo moralmente bueno o malo, sino únicamente
aquellos que afecta a la vida social.

En el segundo supuesto, es decir, cuando las convicciones morales vigentes en una


sociedad presentan fracturas, división y oposiciones, será inevitable que existan
contradicciones entre algunas normas morales y el Derecho. En estas situaciones, habrá
todavía sin duda un núcleo de convicciones o valores morales básicos comúnmente

3
Pradier-Fodéré, P., Principes généraux de droit, de politique et de législation, Paris: Guillaumin et cie
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aceptados por la gran mayoría de los miembros de la sociedad, puesto que de otro
modo desaparecería hasta la cohesión mínima imprescindible para la supervivencia del
grupo (3). Pero, al mismo tiempo, habrá otros aspectos o materias (4) sobre los que no
exista coincidencia de valoración entre las diversas doctrinas morales sustentadas por
diferentes grupos sociales. Y, en este supuesto, las discrepancias conducirán de forma
casi inevitable a la aparición de verdaderas contradicciones entre el Derecho y algunos
de los códigos morales vigentes en la sociedad.

Para los individuos, se trata del viejo problema del conflicto entre dos deberes opuestos:
el de obediencia a las leyes civiles y el de sometimiento al dictamen de la propia
conciencia. A su vez, para la comunidad, el problema se reduce a decidir qué actitud
puede-debe adoptar el Derecho ante el pluralismo moral actuante en el seno de la
sociedad. Y, ante esta cuestión, sólo caben dos opciones políticas fundamentales: una
de máximo respeto a la libertad del individuo-persona, otra, partidaria de la beligerancia
moral del Derecho, que exige de éste que contribuya positivamente a implantar en la
sociedad los principios de una moralidad considerada superior.

Por tanto, el respeto del Derecho a la privacidad y autonomía moral del individuo es un
postulado primario de la organización social, pero que, en caso de conflicto, ha de ceder
ante las exigencias del respecto general a las convicciones éticas de la mayoría de los
ciudadanos y a los valores fundamentales de la sociedad justamente ordenada (5).

II. REFERENCIA A LOS PRINCIPALES CRITERIOS UTILIZADOS PARA DISTINGUIR


EL DERECHO DE LA MORAL.

1. EL DISTINTO CARÁCTER DE LAS CONDUCTAS REGULADAS. 4


Siguiendo el ejemplo de Tomasio y Kant, se ha señalado que el Derecho y la Moral se
diferencia por la distinta materia regulada, es decir, porque, mientras que la Moral regula

4 Eduardo García Máynez, los cuatro órdenes normativos de la conducta son el derecho, la moralidad, la
religión y los “convencionalismos sociales” (Filosofía del Derecho, México: Porrúa, 1983, p. 51).
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solamente las conductas internas, las normas jurídicas se circunscriben a la regulación


de las conductas externas de los hombres.
Parece inevitable precisar que la Moral regula absolutamente todo el comportamiento
humano, pero desde el punto de vista de la interioridad, de la intencionalidad, el
Derecho, sin embargo se preocupa fundamentalmente de las implicaciones externas de
la conducta, ya que trata de garantizar la paz y seguridad de la vida social. En esta
medida, regula prioritariamente las conductas externas (aunque no todas) y sólo toma en
consideración la interioridad o intencionalidad en cuanto que esa dimensión llega a
manifestarse en la conducta exterior, haciéndose captable y mensurable.

2. LA DIVERSA ESTRUCTURA LÓGICA DE LAS RESPECTIVAS NORMAS. 5


Según este criterio de distinción, Moral y Derecho se diferencian porque, mientras que
las normas morales son subjetivas y unilaterales, las normas jurídicas son objetivas y
bilaterales.

La Moral es subjetiva por cuanto se refiere al sujeto en sí mismo, es decir, regula su


conducta en atención a su propio interés sin que la estructura de la propia norma incluya
ningún comportamiento de ningún otro sujeto. Y, al mismo tiempo, la Moral es unilateral
porque, frente al sujeto a quién obliga, no sitúa a ninguna otra persona que esté
legitimada por la misma norma moral para exigirle el cumplimiento de ese deber.

En cambio, el Derecho es objetivo (o transubjetivo), por cuanto regula la conducta


relativa o relacional de los hombres, valorando esa conducta en referencia a la vida
social, no en atención al interés del sujeto obligado. Por eso, establece límites precisos y
externamente verificables: la medida del deber que impone está en la posibilidad jurídica
(derecho subjetivo) que otro sujeto diferente tiene de intentar eficazmente que ese deber
sea cumplido. El Derecho es también esencialmente bilateral o bidireccional, puesto que
las normas jurídicas, asignan al mismo tiempo la obligación de un sujeto y la correlativa
pretensión o exigencia del otro. Es decir, atribuyen posibilidades socialmente eficaces de

5
Pradier-Fodéré, P., Principes généraux de droit, de politique et de législation, Paris: Guillaumin et cie
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exigir el cumplimiento de los deberes que imponen. Así, frente al deber jurídico, existe
siempre un derecho subjetivo correlativo.

3. EL MODO DE IMPONERSE AL SUJETO (AUTONOMÍA Y HETERONOMÍA)


En aplicación de este criterio, se ha venido proclamando tradicionalmente que la
distinción entre Moral y Derecho deriva del carácter autónomo de la primera y del
carácter heterónomo del segundo. La Moral es constitutivamente autónoma porque el
sujeto, para obrar moralmente, ha de actuar según el principio de su propia racionalidad.
Así, el sujeto cuando se somete a la ley moral, lo hace por coincidencia de ésta con la
dimensión inteligible de sí mismo. Y, en esa medida, se somete a su propia ley. El
Derecho es, en cambio, heterónomo, puesto que los sujetos tienen el deber de
someterse a las normas jurídicas, no por coincidencia de esas normas con su propia ley
de racionalidad, sino porque hay un legislador distinto de ellos mismos que tiene la
capacidad de imponerles el cumplimiento de tales normas.

Parece evidente, que, desde el punto de vista del sujeto individual obligado, Moral y
Derecho son igual o paralelamente heterónomos, por lo que la diferencia entre ambas
normatividades ha de quedar reducida al modo de imponerse. Las normas morales se
constituyen en tales para el individuo a través del asentimiento o reconocimiento de éste.
Una norma moral es y opera como tal norma, es decir, obliga al sujeto, en tanto en
cuanto el sujeto le reconoce la virtualidad de obligar. Cualquier norma moral dejaría de
ser verdaderamente moral, si el sujeto, al cumplirla, no la acepta como norma para sí
mismo, es decir, si no la reconoce en su conciencia como norma que debe cumplir.
Por el contrario, las normas jurídicas se constituyen en tales para el individuo con
independencia del asentimiento o reconocimiento de éste. La obligación jurídica es
establecida por el Derecho de manera pura y exclusivamente objetiva, es decir, con total
independencia de lo que piense o sienta el sujeto en su interior.

4. DISTINTA RELACIÓN CON LA COACCIÓN.


Se ha señalado también que Moral y Derecho se distinguen por la diferente vinculación
que tiene con la posibilidad de recurrir a la coacción para conseguir el cumplimiento de
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las conductas que imponen. Las normas morales se caracterizan por establecer unos
deberes cuyo cumplimiento es incompatible con cualquier tipo de realización forzada (6),
mientras que en el Derecho la posibilidad de que el cumplimiento sea impuesto por la
fuerza es consubstancial. Así pues, frente a la natural coercibilidad del Derecho
(posibilidad del recurso a la imposición forzada), se destaca, como signo diferenciador
definitivo, la también natural no-coercibilidad de la Moral.

En el Derecho la posibilidad del recurso a la imposición forzada forma parte de su


estructura.

5. LA DISTINTA FINALIDAD O FUNCIÓN SOCIAL QUE DESEMPEÑAN.


El fin que se propone el Derecho de manera inmediata y directa es conseguir el
mantenimiento y el adecuado desarrollo de la vida social. Por tanto, el Derecho ha de
regular todas aquellas manifestaciones de la vida comunitaria que interfieran de manera
suficientemente importante en el mantenimiento o ruptura de la convivencia social y ha
de reglarlas con las máximas garantías posibles. En cambio, la Moral, si bien contribuye
también a que la convivencia social se realice de una manera pacífica y ordenada, tiene
como misión la consecución de la perfección o plenitud vital del individuo. La Moral
responde a la necesidad (psicológica) que siente el individuo de estar en paz consigo
mismo, esto es, con su propia conciencia, mediante la fidelidad o sometimiento interior
voluntario a las directrices de la ley moral.

El Derecho contempla las acciones humanas desde un punto de vista social atendiendo
a las consecuencias que esas acciones van a tener para la vida del grupo. Por el
contrario, la Moral contempla la conducta humana desde el punto de vista subjetivo de la
actitud o disposición anímica en que está y con la que actúa el destinatario de la norma.
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III. PROBLEMAS QUE PLANTEA EN LA ACTUALIDAD LA RELACIÓN ENTRE


DERECHO Y MORAL.6
Hoy, no sólo ha desaparecido ya casi totalmente dentro de las sociedades la unidad
religiosa, sino también la unidad ética: tras el pluralismo religioso y probablemente como
su consecuencia, se ha generalizado el pluralismo moral.

Este hecho ha favorecido sin duda la tendencia a que el Derecho sea también
básicamente amoral, es decir, neutral desde el punto de vista de los códigos morales
particulares, puesto que en caso contrario, resultaría difícil que la normatividad jurídica
cumpliera la fundamental función de unir y pacificar las relaciones sociales (7).

Sin embargo, el debate actual sobre la relación entre Derecho y Moral ha recuperado
una buena parte de su tradicional problemática: pueden las leyes ser consideradas como
verdadero Derecho cuándo no ordenan correctamente la vida, cuándo no son
suficientemente justas, cuándo no se ponen al servicio de la persona humana? La actual
filosofía del Derecho y del Estado se cuestiona de nuevo si toda la razón de ser de las
leyes se reduce al desnudo mandato del poder legítimamente constituido, o si es más
bien constituirse en instrumento al servicio de la dignidad moral del hombre.

Por otra parte, hoy se le exige también insistentemente al Derecho que sea respetuoso
con las convicciones éticas particulares de los ciudadanos, hasta el punto de dar a
menudo preferencia a esas convicciones sobre los principios o intereses comunitarios.
Ejemplos de esa consagración del derecho a la objeción de conciencia o la defensa a la
desobediencia civil son suficientemente sintomáticos de esta situación. Ha de
reconocerse, por tanto, que en la actualidad, el viejo tema de la relación entre Moral y
Derecho sigue planteando a la doctrina una problemática teórica y práctica.

RESUMEN DE LAS PRINCIPALES DIFERENCIAS ENTRE MORAL Y DERECHO. 7

6 Eduardo García Máynez, los cuatro órdenes normativos de la conducta son el derecho, la moralidad, la
religión y los “convencionalismos sociales” (Filosofía del Derecho, México: Porrúa, 1983, p. 51).
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1. El Derecho regula conductas externas (aunque no todas) y la Moral sólo regula


las conductas internas.
2. Las normas morales implican la intencionalidad del sujeto y las normas jurídicas
se conforman con el comportamiento meramente externo.
3. Las normas morales imponen solamente deberes, las normas jurídicas no sólo
imponen deberes, atribuyen derechos.
4. Las normas morales solamente obligan aquellos que aceptan y reconocen su
fuerza vinculante y las normas jurídicas obligan con independencia total de la
aceptación o asentamiento de los destinatarios. Las normas morales tienen un
carácter autónomo y las jurídicas son de carácter heterónomo.
5. Las normas morales no son exigibles por la fuerza y las normas jurídicas, en
cambio, implican siempre la posibilidad de recurrir a la coacción para lograr su
cumplimiento. (Coercibilidad y no-coercibilidad).
6. Las normas morales son subjetivas y unilaterales y las normas jurídicas son
objetivas y bilaterales. En relación con los puntos 2 y 3.
7. El fin que el Derecho se propone es conseguir el mantenimiento y adecuado
desarrollo de la vida social. En cambio, la Moral tiene como misión la consecución
de la perfección o plenitud vital del individuo, responde a una necesidad
psicológica.

Notas
1. Por ejemplo, la acción de embargo que sume en la miseria a un deudor, cuando
el acreedor la promueve a pesar de no estar sometido a una necesidad
económica urgente.
2. Desde el punto de vista tradicional, lo mismo que desde la perspectiva kantiana y
liberal posterior, el hombre-individuo-persona y su moralidad, su libertad, priman
sobre el Derecho. Pero, para las concepciones de orientación transpersonalista y
colectivista, habrá que atenerse prioritariamente a los intereses comunitarios de
bienestar, orden y seguridad.

7 Eduardo García Máynez, los cuatro órdenes normativos de la conducta son el derecho, la moralidad, la
religión y los “convencionalismos sociales” (Filosofía del Derecho, México: Porrúa, 1983, p. 51).
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3. Ese núcleo mínimo de elementos morales básicos incluye, cuando menos, ciertas
convicciones en torno al valor de la vida humana y a la gravedad de los atentados
contra ella.
4. Tales como la orientación educativa, el sistema económico, la eutanasia, el
aborto, el divorcio, la propiedad privada, la utilización de las armas, el servicio
militar...
5. Valores como el respeto a la integridad física y moral de las personas, la
generalidad de la ley, la igualdad de trato y de oportunidades, el bienestar y la
salud pública, el pluralismo ideológico, la seguridad política y jurídica, etc.
6. Este rasgo no excluye por sí mismo el hecho de que en ocasiones el
cumplimiento de las normas morales sea impuesto violentamente a los individuos.
Lo único que quiere decir es que, en tales casos, el cumplimiento forzado de una
norma moral no es un cumplimiento moral, careciendo, por tanto, de todo sentido
y valor moral. Paralelamente, la afirmación de que las normas morales deben ser
cumplidas de forma libre y por propia espontaneidad no quiere decir que en el
ámbito de la Moral no exista ningún tipo de sanciones. De hecho, los códigos
morales cuentan con el respaldo de múltiples sanciones del más variado tipo,
como pueden ser el remordimiento de conciencia, la infelicidad o falta de plenitud,
la frustración, etc.
7. Sin embargo, el Derecho no podrá sustraerse nunca totalmente a la mediación del
código básico de la Moral social, puesto que, en caso contrario, se produciría un
desajuste tan grave entre la normatividad jurídica y las convicciones éticas
generales de la comunidad que resultaría inviable la aplicación misma de ese
Derecho.

Normas jurídicas y normas morales


La moral es un ingrediente necesario de lo jurídico.
Ello no significa que no se pueda establecer una distinción entre norma jurídica y norma
moral:
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a) La moral como el derecho son normas de conducta humana: la moral


valora la conducta en sí misma, la significación integral y última que tiene para la vida
del sujeto; el derecho valora la conducta desde un punto de vista relativo, en cuanto al
alcance que tenga para los demás. El campo de imperio (mandar legislar juzgar) de la
moral es la conciencia y el campo de imperio del derecho es la convivencia social. Pero
ambos de encaminan a la creación de un orden social. Los actos humanos se juzgan
moralmente según su alcance exterior, su valor social. La moral gobierna la conducta
social del hombre mediante dos virtudes, la caridad y la justicia. Y el derecho más de
una vez penetra al fondo de las conciencias y juzga intenciones.

La moral es autónoma, se la impone el individuo a sí mismo, surge de una combinación


propia, exige una íntima adhesión a la norma que cumple. La moral tiene que descansar
en una convicción del sujeto.

b) El derecho es heterónomo, (que está sometida a un poder ajeno, “Estado”) le


es impuesto al individuo por el Estado, con total independencia de lo que íntimamente
piense aquel. La norma jurídica (buena o mala) es obligatoria cumplirla. La norma moral
se la impone el individuo así mismo, la norma jurídica es impuesta por el estado.

c) La moral supone y requiere libertad en su cumplimiento, pues para que una


conducta pueda ser objeto de un juicio moral es preciso que el sujeto la realice por sí
mismo, la norma jurídica es obligatoria; los individuos no pueden negarse a cumplirla,
pues si lo hicieran, el Estado los obligará a cumplirla coactivamente y si el cumplimiento
fuera imposible será coactivamente una sanción. Las normas puramente morales
también se sancionan, es relativa y depende del sujeto que sufre. La sanción moral
puede o no seguir una norma moral y esta puede o no ser cumplida inexorablemente 8 y
en garantía de ello, está presente la fuerza del Estado.

8
Inexorable: (Del lat. inexorabĭlis). adj. Que no se puede evitar. El inexorable paso del tiempo. ||
2. Que no se deja vencer con ruegos.
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d) En la moral, el deber se impone fundamentalmente por causa del sujeto


llamado a cumplirlo. Los deberes o las obligaciones jurídicas, no se imponen en
consideración ni en beneficio del obligado, sino del acreedor, es decir, de la persona que
está colocada frente a él en ella relación jurídica. La obligación jurídica implica siempre
un deudor y un acreedor.

Disposiciones legales que vinculan moral y derecho


El propio Preámbulo de la Constitución Nacional señala entre los propósitos
esenciales de nuestro ordenamiento jurídico, el de afianzar la justicia; de ahí que las
soluciones injustas, contrarias al sentido moral, son inconstitucionales.

En el código civil: el objeto de los actos jurídicos deben ser cosas que estén en el
comercio, o que por un motivo especial no se hubiese prohibido que sean objeto
de algún acto jurídico, o hechos que no sean imposibles, ilícitos, contrarios a las
buenas costumbres o prohibidos por las leyes, o que se opongan a la libertad de
las acciones o de la conciencia, o que perjudiquen los derechos de un tercero. Los
actos jurídicos que no sean conformes a esta disposición, son nulos como si no
tuviesen objeto. Ello significa que todo ese vastísimo conjunto de relaciones humanas,
originadas en los actos jurídicos, debe ajustarse a la moral.

DIFERENCIAS DERECHO Y MORAL


DIFERENCIAS QUE SE HAN PROPUESTO
De los principales contrastes que suelen señalarse entre los dos órdenes normativos,
podemos informarnos mediante la consulta de obras de Filosofía Jurídica que se ocupan
del asunto. Asimismo, algunas obras generales de Sociología caracterizan cada una de
estas clases de normas, que forman parte de la cultura de todas las sociedades
humanas.

Además, puede hacerse un inventario de las diferencias más difundidas por medio de
una encuesta a los estudiantes que hayan hecho algunos años de estudio en la Facultad
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de Derecho: la idea que posean acerca de la relación entre las dos nociones
mencionadas, será un reflejo de la opiniones presentes en el medio académico y
profesional, o en la literatura jurídica usual.

En los párrafos siguientes exponemos las notas diferenciales entre el derecho y la moral
que hallamos más frecuentemente afirmadas en el pensamiento jurídico contemporáneo
(Y en la sección posterior expresaremos la consideración crítica de cada uno de tales
distingos propuestos).

1. Autonomía en la moral – Heteronomía en el derecho9


Se dice que en lo que concierne a las normas morales hay “autonomía”, con lo cual se
quiere significar que el hombre, esto es cada individuo, se da la ley moral a sí mismo, o
bien que cada hombre se adhiere voluntariamente a ciertas normas morales, y sólo por
causa de esta adhesión, adquieren obligatoriedad para él. Por lo tanto, una regla moral
es tal solamente respecto de quien voluntariamente la asume, y la razón de ser de su
obligatoriedad, según esta idea, está en el reconocimiento que la persona hace de ella.
En las normas jurídicas, en cambio, se dice que hay “heteronomía”, lo cual significa que
al ser humano le vienen dadas desde fuera, le son prescriptas por una voluntad ajena.
Así por ejemplo, los preceptos legales que dicta la asamblea legislativa de un país
obligan a todo el que se halle bajo la jurisdicción del Estado cuyos legisladores la han
instituido, y no se requiere que el sujeto obligado a su observancia los acepte o
reconozca en su interior.

2. La moral regula la interioridad de la conducta – El derecho regula sólo las


acciones exteriores 10
De conformidad con otro distingo que suele hacerse, la norma moral regula los actos
internos del hombre y la norma jurídica regula solamente su comportamiento externo.

9
“El derecho aprecia los hechos del hombre, y los rige en sus efectos exteriores y sensibles, o sea en la vida social [...]
La moral se refiere a los hechos del hombre solamente en su causa psíquica, o sea en la conciencia humana” (Pradier-
Fodéré, P., Principes généraux de droit, de politique et de législation, Paris: Guillaumin et cie, 1869, p. 15).
10
Geiger, T., Moral y derecho. Polémica con Uppsala, trad. Ernesto Garzón Valdés, México: Alfa, 1982, p. 181.
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Los legisladores sólo puede influir eficazmente sobre la faz exterior de las acciones
humanas, y los jueces sólo pueden juzgar la conducta en su faz exterior, porque no
pueden conocer la interioridad de los hombres que las realizan.

Las normas morales muchas veces consisten en un sojuzgamiento o moderación de las


pasiones o sentimientos (de temor, ira, deseo, etc.,) –los cuales se hallan en la
interioridad de la persona–, para lograr una perfección espiritual, y también para
rectificar la voluntad a fin de que el querer no sea malicioso o deshonesto. Y si bien
ocurre que las normas morales se refieren también a las acciones en su aspecto externo
(el dar, el quitar, el matar, el insultar, etc.), ellas se refieren a tales comportamientos
externos en cuanto son la consecuencia del querer del sujeto, que es siempre un acto
interno. Así se distinguen –según esta idea– de las normas jurídicas, las cuales regulan
la conducta en su pura ex-teriorización.

2. En lo moral importa la motivación con que obra la persona – En lo jurídico sólo


importa que el mero comportamiento se ajuste exterior mente a la norma
La presente diferencia se desprende como corolario de la diferencia que se acaba de
exponer en el ítem anterior. Se dice que para que las normas morales se cumplan se
requiere la pureza de intención. El juicio moral condena aquellos comportamientos que
son objetivamente correctos, ajustados exteriormente al imperativo moral, pero que
proceden de un ánimo refractario al deber: tales son los casos en que las personas
realizan las acciones prescriptas por el precepto moral, pero lo hacen movidas tan sólo
para evitar el cumplimiento de una amenaza, o para ejecutar el cumplimiento de un
interés injustificable, o por hipocresía... o el caso de quien paga una deuda, maldiciendo
al acreedor en su interior (piensa o se dice entre dientes: “que le sirva para remedios”).
Si uno con su acción exterior se ajusta a lo mandado por la ley moral, sin adhesión
interna, está cumpliendo un deber moral, pero sin la perfección del acto virtuoso, que
exige también la rectitud interior del ánimo.

Al respecto se dice que en el ámbito jurídico ocurre lo contrario: si el comportamiento del


sujeto se ajusta a aquello que está preceptuado por la norma, entonces ya cumple
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perfectamente con el derecho, aunque obre por el mero temor, o con rabia, o con el
designio de ganar ahora la confianza de los demás, para después quebrantar
gravemente el derecho.

3. Falta de alteridad en la moral – Alteridad en el derecho 11


Se dice que el derecho regula sólo comportamientos de un hombre con respecto a otro u
otros. En la norma jurídica hay siempre, además del sujeto obligado, un alter ego (otro
yo) que es el otro término de la relación jurídica. En cambio, dentro de los deberes
impuestos por la regulación moral se incluyen algunos que el hombre no tiene para con
12
el prójimo, sino que son deberes respecto de sí mismo.

Esta diferencia se ilustra con ejemplos como los siguientes: Ciertas conductas de una
persona en la esfera sexual, sus sentimientos de benevolencia o de envidia, la pereza, el
derroche del tiempo libre, la gula..., son objeto de regulación de la moral, y mientras no
perjudiquen a otra persona, no entran en el campo de la regulación jurídica. Si la acción
no causa perjuicio a otra persona distinta del autor, se admite que el derecho no la
castigue, aun cuando sea moralmente muy censurable y sumamente abyecta, como es
por ejemplo, en lo que concierne al uso de la sexualidad, la práctica del bestialismo, esto
es, el ayuntamiento carnal de un ser humano con animales irracionales. 13

4. Carácter imperativo de la moral – Carácter imperativo-atributivo del derecho


También suele argumentarse, como lo hacía Eduardo García Máynez, que “la diferencia
entre las normas morales y los preceptos jurídicos radica en que las primeras son
unilaterales y los segundos son bilaterales”. La unilateralidad significa que “frente al
sujeto a quien obligan no hay otra persona autorizada para exigirle el cumplimiento de

11
Cfr. Battaglia, F., Curso de Filosofía del Derecho, trad. Francisco Elías de Tejada y Pablo Lucas Verdú, Madrid:
Instituto Editorial Reus, 1951, T. II
12
Cfr. García Máynez, E., Introducción al derecho, México: Porrúa, 1964, p. 15; Vanni, I., Filosofía del Derecho,
trad. Rafael Urbano, Madrid: Librería Beltrán, 1941, p. 104
13
García Máynez, E., Introducción al derecho, ibíd
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sus deberes”. En cambio, “las normas jurídicas son bilaterales porque imponen deberes
14
correlativos de facultades o conceden derechos correlativos de obligaciones” ; así por
ej., frente a la obligación del deudor de pagar lo que debe, está el derecho del acreedor
de exigirle el pago.

En tal sentido, el profesor ruso-polaco Leon Petrazisky enseñaba la misma distinción,


aunque utilizaba términos más adecuados y significativos; decía que los preceptos del
derecho son normas imperativo-atributivas, y que las normas de la moral son puramente
imperativas7. Las normas jurídicas en todos los casos son imperativo-atributivas, porque
vinculan a un sujeto imponiéndole un cierto comportamiento (faz imperativa), y al mismo
tiempo atribuyen a otro sujeto la facultad de exigir del primero ese comportamiento (faz
atributiva de derechos). Se dice que, en contraste, las normas morales son sólo
imperativas, es decir que aunque haya sujetos obligados a realizar el comportamiento
preceptuado por ellas, no hay otro sujeto facultado en razón de la norma moral, para
exigir tales conductas en su beneficio. Leemos en el Tratado de Recaséns Siches: “En la
moral no existe propiamente un sujeto titular de una pretensión frente a la conducta del
obligado”8. Lo mismo dice Giusseppe Graneris cuando expresa que “los deberes
morales no ponen al hombre frente al hombre, sino frente a su propia conciencia y frente
a Dios, y por ello ningún hombre puede exigirte que cumplas tus obligaciones morales;
puede aconsejarte o persuadirte, pero no puede exigirte”.

El distingo que aquí se presenta se relaciona con la diferencia anterior (que hace
referencia a la alteridad), pero no se confunde con ella. La alteridad significa solamente
la existencia de otra persona que de algún modo se ve afectada por la conducta del
agente. En cambio, el carácter atributivo significa que esa persona tiene la facultad de
exigir la conducta del obligado.

14
Cfr. Petrazisky, L., Teoría del derecho y de la ética (en ruso), San Petersburgo, 1909, vol. I, caps. III y passim, y
Sobre los motivos de la conducta y sobre la esencia de la moral y el derecho, 1907, cit. respectivamente por Sorokin,
P.A., Sociedad, cultura y personalidad. Su estructura y su dinámica. Sistema de sociología general, trad. del inglés por
Aníbal del Campo, Madrid: Aguilar, 1960, ps. 109 y 125 s.; y por Radbruch, G., Filosofía del Derecho, trad. Wenceslao
Roces, 3ª ed., México: Fondo de Cultura Económica, 1965, p. 53.
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5. Diversidad de fines: La moral procura el bien del hombre y el derecho procura la


15
pacífica convivencia humana
Quienes afirman esta distinción dicen: La moral rige las acciones humanas de toda
índole, y las considera desde el punto de vista de su bondad o malicia; el derecho, en
cambio, regula sólo aquello que es necesario regular con el fin de lograr una
armonización mínima de las conductas, para que sean posibles la pacífica convivencia y
la cooperación de los miembros de la sociedad.
Afirma Theodor Geiger en su obra Moral y derecho que el orden jurídico es “un
fenómeno puramente político, sin significación moral específica”.

6. Existen sanciones instituidas y aplicables por órganos predeterminados para la


violación del derecho – No existen sanciones de esa clase para la violación de la
moral 16
Suele afirmarse que en caso de inobservancia de una norma jurídica, existe una sanción
prevista por otra norma jurídica, o existe un modo de hacer valer la norma mediante la
fuerza estatal. Tal sanción puede consistir en una pena aflictiva (v. gr. la prisión), en una
multa, en la pérdida de un derecho o un beneficio, etc.; otro modo de hacer valer normas
con la fuerza es por ej. la demolición, ordenada por un juez, de una construcción
realizada en violación de la ley. En cambio, si se trata de una transgresión meramente
moral, no existe una coacción de esa índole.

Quienes enseñan esta distinción hacen notar que, aunque puede hablarse de sanciones
en el caso de la infracción de normas meramente morales, no se trata de sanciones del
tipo de las sanciones jurídicas. En el caso de la transgresión de una norma jurídica, para
determinar la procedencia de la sanción y aplicarla, si es necesario mediante el uso de la
fuerza, existen órganos estatales que tienen ese cometido; pero no existen órganos
semejantes para la violación de normas meramente morales.

15
Cfr. Battaglia, F., Curso de Filosofía del Derecho, trad. Francisco Elías de Tejada y Pablo Lucas Verdú, Madrid:
Instituto Editorial Reus, 1951, T. II
16
Cfr. Battaglia, F., Curso de Filosofía del Derecho, trad. Francisco Elías de Tejada y Pablo Lucas Verdú, Madrid:
Instituto Editorial Reus, 1951, T. II
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DIFERENCIA ENTRE MORAL Y DERECHO


(ESQUEMA COMPARATIVO)

MORAL DERECHO

UNILATERALIDAD: BILATERALIDAD:
Porque concede derechos correlativos de
Frente al sujeto a quien obligan no hay obligaciones; en la medida que establece
otra persona autorizada para exigirle su derechos, establece obligaciones para otros
cumplimento de sus deberes. Nunca se
puede reclamar el cumplimiento de una
obligación moral.
EXTERIORIDAD:
INTERIORIDAD:
Atiende a los actos externos del individuo y
Se preocupa por la vida interior de las solo tiene importancia los actos internos
personas y por sus actos exteriores en cuando son trascendentes para la
tanto descubren la maldad o bondad de colectividad
su proceder

INCOERCIBILIDAD: COERCIBILIDAD:
Entendemos que es la posibilidad de hacer
Su cumplimiento debe efectuarse de cumplir la norma, cuando esta no se cumple
manera espontánea. de manera espontánea a través de la fuerza
y así conseguir la observancia de sus
preceptos

AUTONOMÍA HETERONOMÍA:
Quiere decir autolegilsación,
reconocimiento espontáneo del Renuncia a la facultad de
imperativo creado por nuestra propia autodeterminación normativa; es sujeción a
un querer ajeno. Las normas jurídicas
conciencia, son normas que requieren
poseen una pretensión de validez absoluta,
para su realización el asentimiento del independiente a la opinión de los
obligado destinatarios.
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Bibliografía.

Cassirer, Ernst, Kant, vida y doctrina, 1968.

García Morente, Manuel, La filosofía de Kant, 1961.


Kant, Immanuel, Critica de la razón práctica,1996.

----,La paz perpetua, 1996.


----,La filosofía de la historia, 1985.

Köner, S., Kant, 1977.


Marías, Julián, Historia de la filosofía, 1985.

Saver, Ernst Friedrich, Filósofos alemanes de Eckhart a Heidegger, 1973.


Schilpp, Paul Arthur, La ética precrítica de Kant, 1966.
Urdánoz, Teófilo, Historia de la filosofía, O. C. IV1975.

FIN

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