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echción inglesa
Alfred Bester
VENTURE SCIENCE FICTION
edición francesa
EL HOMBRE PI
FICTION
edición japonesa
S-F Th. Sturgeon C. S. Lewis B. W. Aldiss
edicióti alern;:111a
EINE AUSWAHL AUS FANTASY ANO SCIENCE._flCTION
edicióa italiana
FANTASIA E FANfASCIENZA
edición castellana
MINOTAURO. FANTASIA Y CIENCIA-FICCION -
"THE MAGAZINE of FANTASY ANO SCIENCE FIC-
TION publica la mejor ciencia -ficción y la mejor
literatura fantástic~ que se escribe actua lmente y
prácticamente todos los relatos de ciencia -ficción
-
1¡ 1
de verdddero valor literario que puedan encon-
trarse en el género" (Library Journal).
La Vigésimoprimera Convención Mundial de Cien-
11 1 l
cia-F:cción reunida en Washington ha proclamado
a THE MAGAZINE OF FANTASY ANO SCIENCE
FJCTION "la mejor revist¡;1 del mundo en 19p3"
F & SF había obtenido ya esta máxima recom en-
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sa (el Ht'lgo) en 1958. 1959, y 1960. 1
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las obras maestras de la ciencia -ficción
la aventura íi:Je la ciencia
la ·1iteratu·., !'2.,i:,'.'~~i~á. c~~t:o•r.~'u"Í<"fa,
MINOTAURO
FANTASIA Y CIENCIA-FICCION

Alfred Bester EL HOMBRE PI ~


C. S. Lewis ÁNGELES TUTELARES 24
Theodore Sturgeon UN TOQUE EXTRAÑO 36
Damon Knight ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 53--"-
Fritz Leiber 237 ESTATUAS PARLANTES, ETC. 86
Vanee Aandahl UNA CORONA DE FUMARIA FÉTIDA 98
Juan G. Atienza MUY ARRIBA, MUY ADENTRO 105 -
José Pedro Díaz EJERCICIOS ANTROPOLÓGICOS 111
Brian vV. Aldiss INVERNÁCULO 116-'-'-

10
l(in.otauro 10. Edid6n en c".atelta.no a.e Th~ MagllZine ()j Fa11tuy tuut
Scie'Y&ce Ficti<m por acutr-do especial con Me-rcu-ru Prt$1, Irte . Neto Yof'k,
U. S. A.. QuMa l,ul,o ti dep61ilo qtú ¡,rotltnt lá, ley 11.728. Edicione,
Minota.uro S. R. L._ Httmhm-to Jt 545, Bueno, Airea. St term.m.6 do
imprimir tl !9 lU ;un.fo de 1968 en. loa ta1"rts gráficos de la Qo,npa.t1ía
Imprtl<J'ra A.rgentina, S . .t., caUe Al.tina t049, Bueno, A.ire,, Argfflt,na.

..
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Alfred Bester, autor de El hombre demolido, premiada
como la mejor novela del año. en 1953, ha abandonado
desde haúe un tiempo el género. Como crítico, y como
autor, luchó siempre contra las convenciones de la fic-
ción científica. El hombre Pi, publicado por vez p1·i-
mera hace diez aíios, es uno de sus relatos menos con-
vencionales.

EDITORIAL
EL HOMBRE PI

A lfred Bester
Ni ~l elemento físico raro ni la simple lejanía del es-
pacio son ~apaces de darnos esa idea de lo extraño que
tratamos siempre de alcanzar en las narraciones que
cuentan via1es por el espacio: es necesario entrar en ¿Cómo decirlo? ¿Cómo escribir? A veces, puedo ser
o~ra 1imen~ión . . . Si por algún progreso fatal de las fluido, hasta refinado, y de pronto, reculer pour mieux
ciencias aplicadas logramos llegar alguna vez a la luna, sauter, eso se apodera de mi, Tensión. Presión. Con-
no po.r ~so quedará satisfecho el impulso que nos lleva pulsión.
a escrib11: e.sas narraciones. La luna real, si llegamos allí A veces,
Y sobrevivim?s, será en un sentido profundo y mortal debo
como cualquier otra cosa. La muerte será simplemen- retroceder
te la muerte entre esos cráteres calcinados, semejan- pero
te, a la muerte natu?·al en una .casa de campo. Nin- no
gun hombre descubrirá una fascinante extrañeza en la para
luna sino ese hombre capaz de descubrirla en el patio saltar; no, ni siquiera para saltar mejor. No puedo
de su casa . . . Un cuento de imaginación no tiene dominarlo, se trate de lenguaje, amor, destino. He de
P.or qué ser como "la _vida real" en un sentido simple, compensar, resarcir. Siempre.
sin? ,mostrarnos ~na imagen de lo que la realidad es Pero lo intento de todos modos.
quiza en una región más central. El hombre que relee Quae nocent docent. Sigue la traducción: lo que
un cuento. no busca verdaderas sorpresas (lo que ocurre daña, enseña. He sido dañado y he dañado a muchos.
sólo una vez) sino un cierto estado de asombro. Es la ¿Qué hemos aprendido? Sin embargo, me despierto en
cualidad de lo extraño no su realidad lo que nos de- la mañana del daño mayor preguntándome en qué
leita. casa estoy. Riquezas se sobreentiende. ¡Maldita sea!
C. S. LEwis Hotelito en Londres, villa en Roma, piso alto en Nueva
H.. , • d
• © r959, by Me,-Cf.ry Press.
Are h1vo 1~tnr1co e kev1st 1::, Mtrgent1nas nu _)m.ar
4 '.\IINOTAURO EL HOMBRE PI 5
York, rancho en California. Me despierto. Miro. Co- Visita al dormitorio de atrás (véase el diagrama) y
nozco bien el sitio. La distribución es así: queda abierta la puerta que ha instalado la National
Safe Co. Inc. Entro.
Dormitorio Vestíbulo Todo está emitiendo a más y mejor. De extremo
Baño T a extremo del espectro electromagnético. La ima-
Baño e gen se pierde en el ultravioleta y se confunde hacia
r
Sala r el infrarrojo. La radiación alfa, beta y gamma, vigo-
Dormitorio a rosa. Y los interruptores innn tt errrr ummm ppp ennn
Cocina z casual y cómodamente. 1Me siento en paz, Cristo
Terraza a Jesús! ¡Conocer siquiera un momento de paz!
Tomo el tren subterráneo para ir a la oficina en
¡Oh, oh! Estoy en el piso alto de Nueva York, pero Wall Street. El chófer demasiado peligroso; podría
ese baño-baño, espalda contra espalda. . . ¡Puf! Todo mostrarse amable. No me atrevo a tener amigos. Lo
el ritmo al diablo. Desequilibrio. Una distribución mejor de todo es el subterráneo de la mañana, ates-
lastimosa. Telefoneo abajo, al portero. En ese momento tado, en la masa; no hay que ajustar figuras, ni hacen
pierdo mi inglés. (Compren~an que _hablo todos l~s falta cambios o compensaciones. ¡Paz! Compro todos
idiomas. Qué embrollo. Me siento obligado. ¿Por que? los matutinos; a causa de las figuras se entiende. Como
1Ahl) . he leído demasiados Times, debo leer Tribune para
-Pronto. Ecco mi. Signore Stonn. No. Obhgado a equilibrar la figura. ¿Demasiados News? Leo el Mirror,
parlare italiano. Espere. Volveré a llamar en cmque etcétera.
minuti. En el coche del tren, vislumbro un ojo: pequeño,
Re infecta. Latín. Todavía no. Me lavo el cuerpo, frío de un gris azulado; la mirada de un hombre que
los dientes, el pelo. Me afeito. Me seco y prne?o otra está seguro de que nunca lo he visto y de que nunca
vez. Voila! De nuevo el inglés. Volvamos al invento lo veré. Pero vi la mirada, y en los fondos de mi
de A. G. Bell ("Señor Watson, venga, lo necesito"). mente sonó una campanilla. Aquel hombre sabía. Notó
Hablo por teléfono con el portero. Un buen hombre. el brillo en mis ojos antes que yo pudiera ocultarlo.
Hace las cosas en un santiamén. ¿Así que me seguían de nuevo? Pero ¿quién? ¿Los Es-
-¡Hola! Le habla otra vez Abraham Storm: Sí. ~so tados Unidos? ¿La Unión Soviética? ¿Matoids?
es. El del piso alto. Señor Lundgren, sea m1 rabmo Salgo disparado del subterráneo en City Hall y les
personal y haga que vengan algunos obreros aquí esta doy una falsa pista al Edificio Woolworth, por si son
mañana. Quiero convertir los dos baños en uno s~lo. varios. Toda la teoría de los cazadores y la presa no es
Sí. Dejaré cinco mil dólares sobre la heladera. Gracias, evitar las huellas. . . eso es imposible. . . sino despis-
señor Lundgren. tarlos cori muchas pistas. Al fin abandonan la caza.
Quiero un traje de franela gris. esta mañana,. }:>ero Tienen tantos hombres para tantas operaciones. Hay
tengo que ponerme el de piel de tiburón. ¡Mald1c1ónl que disminuir la eficacia promedio.
El nacionalismo africano tiene curiosos efectos laterales. El tránsito en ,City Hall carecía de síncopa (como
siempre) y tuve que pasar al lado caluroso de la calle,
compensando. Tomé un ascensor hasta el décimo piso

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6 MINOTAURO EL HOMBRE PI 7
del edificio. Allí me vi de pronto asaltado por algo ¡Pobre! Es una monada. Con esa carita pecosa y atre-
de alll gún luggg ar. AIII ggo roma lo. .Me puse a vida. Pero ya no hay en ella atrevimiento.
gritar, pero nadie vino. Al fin se abrió una oficina, y -Porque yo comienzo a atraerla.
salió un empleado: chaqueta de alpaca, papeles en -¿Qué tiene de malo?
las manos y lentes de oro. ·~Cuando la contraté, le advertí que no se aficio-
-No a él -supliqué a ningún sitio-. Es un buen nara a mí.
hombre. No a él. Por favor. -Pensé que era una broma.
Pero soy fuerza. Me acerco. Dos golpes: en el cuello -No lo era. Está despedida. Váyase.
y en el vientre. Se derrumba, retorciéndose. Pisoteo -Pero ¿por qué?
los lentes. Le saco el reloj del bolsillo y lo destrozo. -Temo que acabe usted gustándome.
Le rompo las plumas. Rasgo los papeles. Luego, me -¿Me quedo entonces?
autori~an a volver al ascensor y bajar. Eran las diez -¡No lo permita Dios!
y media. Estaba retrasado. ¡Qué inconveniente! Tomé -Bien, no tiene por qué despedirme -replic~.
un taxi para ir al 99 de Wall Street. Di al chófer una Lo odio.
propina de diez dólares. Metí (en secreto) mil en un -Muy bien. Entonces, puede acostarse conmigo.
sobre que cerré cuidadosamente y envié al chófer de Se puso como una amapola y abrió la boca para in-
vuelta al edif. para que encontrara al empleado y se sultarme, mientras le chispeaban los ojos. Una mo-
los diera. nada. No podía arriesgarme. Le eché encima el som-
brero y el abrigo, le di un año de sueldo como gra-
Ti:abajo rutinario en la oficina. El mercado muy tificación y la puse en la puerta. Punkt. Anoté: con-
nervioso; el tablero mayor anda a los saltos; es difícil tratar sólo a hombres, preferentemente casados, misán-
equilibrar y compensar aunque conozco bien las figu- tropos y de inclinaciones asesinas. Hombres que pue-
ras del dinero. A las once y media, pierdo$ 109.872,43, dan odiarme.
pero, con un pas de géant, gano $ 57.075,94 a las doce A almorzar, pues. Fui a un restaurante bien equi-
y media. Hora de verano, que mi padre solía llamar librado. Con mesas sujetas al piso. No había que mo-
hora Woodrow Wilson. verlas. Todo ocupado por clientes. Linda figura.
Los 57075 forman una buena figura, un capicúa, Ninguna necesidad de compensaciones y ajustes. En-
pero_ esos 94 centavos. . . ¡Puf! Rompen el equilibrio; cargué para mí un almuerzo muy simétrico:
la figura parece inclinada, torcida. Simetría ante
Martini Martini
todo. Sólo tengo 24 centavos en el bolsillo. Llamo a
Martini
la secretaria, le pido prestados 70 y echo toda la suma
Croque M'sieur Roquefort
por la ventana. Me siento mejor observando las mo-
Ensalada
nedas que caen a la calle, pero en esto advierto que
Café
la secretaria me mira con sorpresa y deleite. Es pe-
ligroso. Muy peligroso. Pero, como se consumía demasiado azúcar en el res-
Despido inmediatamente a la chica. taurante, tuve que tomar café amargo, que no me
-Pero ¿por qué, señor Storm? ¿Por qué? -pregunta, gusta. De todos modos, una hermosa figura. Equi-
tratando de no llorar. librada. X2 + X + 41 = número primo.

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8 MlNOTAURO EL HO:\lBRE PI 9
Perdonen, por favor. A veces, me domino y com- en carnes, porque a Inglaterra le gustan las flacas.)
penso voluntariamente. En otras ocasiones, me obli- Todas llevan pantalones apretados, jerseys holgados,
gan desde Dios sabe dónde y por qué. Entonces, he pelo a lo Brigitte Bardot, maquillaje a la italiana ...
de hacer lo que se me obliga a hacer, como hablar ojos negros, labios pálidos . . . y cuando caminan lo
en la jerga en que hablo; a veces, contra toda mi hacen con el contoneo que entusiasmó al inspirado
voluntad, como en el caso del empleado del Edificio Herrick, hace tres siglos, cuando estalló y escribió:
Woolworth. De cualquier modo, la ecuación se va
Luego, cuando levanto al fin los ojos,
al traste cuando X = 40.
y contemplo tan libres vibraciones,
La tarde fue tranquila. Pensé por un momento ¡cómo esos resplandores me deslumbran!
que me vería obligado a ,•iajar a Roma (Italia), pero
algo se ajustó espontáneamente. La Asociación Pro- Elijo a una que resplandece. Hablo. Ella me in-
tectora de Animales se metió conmigo porque maté sulta. La insullo yo también y bebo. Ella bebe y me
a mi perro a palos, pero contribuí con S 10.000. Salí insulta 2. Espero que sea lesbiana y la insulto 3. Se
de allí saludado por todos. Dibujé bigotes en algunos burla y odia, pero inútilmente. No habrá colchón
carteles, salvé a un gatito que se ahogaba, libré a esta noche. ¡Qué patética la bolsa de papel madera 2
una mujer de un embrollo e hice que me afeitaran bajo el brazo! Contengo mi simpatía y devuelvo el
la cabeza. Un día normal. odio. La chica no se baña. Tiene pensamientos dis-
Por la noche, el ballet, y esas figuras hermosas, cordantes. Está segura. No puede lastimarse. La llevo
equilibradas, pacíficas, sedantes. Luego, tomé aliento, a casa para seducirla mediante el desprecio mutuo.
dominé mis náuseas y me obligué a ir a Le Bitnique, Y en la sala (véase el diagrama), está sentada la es-
el local de los beatniks. Odio Le Bitnique, pero ne- belta y menuda secretaria de la carita pecosa, la que
cesito una mujer y he de ir adonde me desagrada. La acabo de despedir, esperándome.
chica pecosa que despedí. . . tan esbelta y deliciosa-
mente pícara, y aquellos ojos insinuantes. . . Bien, 1
y
poisson d'avril, fui a Le Bitnique.
Caos. Oscuridad. Sonidos y olor a cacofonía. Una ahora
lámpara de 25 vatios en el techo. Un pianista des- escribo
mañado tocando jazz progresivo. A lo largo ele la parle de la
pared L, muchachos beatniks, con boinas, anteojo~ h e
ahumados y barbas púbicas, jugando al ajedrez. A lo 1 n
largo de la pared D, el bar, con chicas beatniks; lle- s
t p
van bajo el brazo unas bolsas de papel madera con
artículos de aseo. Se mueven y maniobran en busca o a
r r
de un colchón para la noche. 1 .Í
1Estas chicas beatniksl Todas flacas. . . Me excitan
esta noche porque hay demasiados compatriotas que a s
sueñan con mujeres metidas en carnes y tengo que Capitolio de Francia
compensar. (En Inglaterra, me gustan las metidas Dirección: 49b Avenue Hoche, París. 8eme, Francia.

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10 MINOTAURO EL HOMBRE PI 11
Obligado a ir allí a causa de lo ocurrido en Singa- La alcancé en la puerta del ascensor, le puse en la
pur, por supuesto. Necesitaba una compensación y mano $101$ (una figura perfecta) y le di las buenas
un ajuste extremos. Casi, por un momento, pensé en noches en español. Me odiaba. Le hice una cosa muy
la necesidad de agredir al director de orquesta de la fea (no hay excusa) , y volví a entrar cuando sentí
Opéra Comique, pero el destino se mostró amable y que me volvía el inglés americano.
me sacó de allí sin nada más que una exhibición in- -¿Qué ha conseguido esa chica? -preguntó la pe-
decente bajo el Petit Carrousel. Y pude procurarme cosa.
una beca en la Sorbonne antes que me llevaran. -¿Cómo te llamas? -le dije.
Sea como fuere, allí estaba sentada, en mi piso alto, -¡Bueno! He trabajado en su oficina tres meses. ¿No
ya con un solo (1) cuarto de baño y $ 1.997,00 de sabe cómo me llamo? No lo creo.
cambio sobre la heladera. ¡Puf! Tiré $ 6,00 por la -No. Y tampoco quiero saberlo ahora.
ventana y el hermoso resto -1991- me alivió en se- -Soy Lizzie Chalmers.
guida. Allí estaba sentada, con un básico vestido negro -Véte, Lizzie Chalmers.
de coctel, medias negras sin costuras y escarpines ne- -Por eso, me llamaba siempre "señorita". ¿Por qué
gros. El cutis pecoso enrojeció. A causa de la turba- se afeitó la cabeza?
ción. También a causa del peligro. El rostro pícaro -Dificultades en Viena.
estaba tenso; pensaba sin duda que era muy audaz. -Muy bonito -dijo ella críticamente-. Pero no
¡Cuernos! Cómo me gusta. sé qué pensar. Me recuerda usted a un astro de cine
Me gusta también la hermosa curva de las piernas. muy desagradable. ¿Qué significa eso de dificultades
Y del busto. Equilibrado ¿comprenden? • * Así, pero en Viena?
no demasiado saliente. Decoroso. También la separa- -No te importa. ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres?
ción. ) ( Así. Y tan rosada como la cara, a pesar del -Es a ti a quien quiero -dijo la pecosa, ponién-
desesperado espolvoreo lechoso. Esos polvos son un dose muy encendida.
fastidio. Voy a la cocina y me froto el frente de la -¿Quieres irte de una vez, por amor de Dios?
camisa con un corcho quemado como compensación. -¿Qué tenía esa que yo no tenga? -preguntó Lizzie
-Oh -digo-. Feliz de verla, chica, invadir, ale, ale, Chalmers. Luego, torció la cara-. No ... ¿Está bien
la casa, tan a lo largo. Salvo que he de hablar ahora así? Qué. Tenía. Ésa·. Que. Yo. No. Tenga. Sí, está
en macarrónico. Muy turbado todo, de testa a pata. bien. Voy al Bennington. Son fuertes en agresividad,
Perdón, por favor hasta el próximo cambio. pero flojos en gramática.
- Soborné al señor Lundgren -explicó ella-. Le -¿Qué es eso de ir al Bennington?
dije que necesitaba usted unos papeles importantes -Bueno, es un colegio. Creí que todos lo sabían.
de su oficina. -Pero, ¿vas ahora?
-Entschuldigen Sie, bitte. Meine pidgin haben sich -Estoy en primer año. Utilizan el látigo para darte
gesendert. Sprachen Sie Deutsch? experiencia en la materia.
-No. - ¿Qué materia es la tuya?
- Daan warte ich. -La economía, antes. Ahora, tú. ¿Cuántos años
La beatnik dio media vuelta y salió disparada, con tienes?
todas las vigorosas vibraciones en anárquica libertad, -Ciento nueve mil ochocientos setenta y dos.

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12 MINOTAURO EL HOMBRE PI
13
- Oh, vamos. ¿Cuarenta? gada._ Una hora tranquila. ¡Ojalá mi lengua norte-
-Treinta. americana no me _abandonara toda_víai Me saqué la
- ¡No! ¿Es cierto? -La pecosa asintió satisfecha.- Me chaq_ueta_ y la c~~1sa y le mostré m1 espalda, cubierta
llevas diez años. Está muy bien. de c1catnces. Ltzz1e quedó boquiabierta.
-¿Estás enamorada de mí, Lizzie? - Yo me hice todo eso -le dije-. Porque un hom-
-Bien, trato de que nos entendamos. bre me agradó y fuimos amigos. Es lo que me costó
- ¿Tiene que ser -conmigo? y tuve suerte. Pero espera un momento.
-Comprendo que puede parecer atrevido. -Bajó _F ui al dormitorio principal, donde la vergüenza de
los ojos.- Y supongo que las mujeres te acosan. m1 corazón estaba embalsamada en una caja de plata,
-No siempre. en el c~j~n derecho del escritorio. Llevé la caja a la
- ¿Qué eres? ¿Un hombre cansado de las mujeres sala. L1zz1e me observaba con ojos muy abiertos.
o algo así? Es decir .. . Ya sé que no soy deslumbrante, - Hace cinco años - le dije- , una chica se ena-
pero tampoco soy repulsiva. moró de mí. Una chica como tú. Yo me sentía en-
- Eres bonita. ton~es m_uy solo, como siempre. En vez de protegerla,
-¿Entonces por qué no me abrazas? cedí. Qmero mostrarte lo que le costó. Vas a odiarme
-Estoy protegiéndote. por esto, pero tengo que mostrártelo ...
-Puedo protegerme yo misma llegado el momento. Mis ojos vislumbraron un destello. Las luces de un
-Ha llegado el momento, Lizzie. edificio, calle abajo, se habían encendido de pronto.
-Lo menos que podrías hacer es ofenderme, como Corrí a la ventana y miré. Las luces del edificio, tres
ofendiste a esa chica en el ascensor. casas más allá se apagaron ... un eclipse de cinco se-
- ¿Espiaste? gundos . . . ~~ ~ncendieron de nuevo. Luego lo mismo
- Claro que espié. ¿Pensaste que iba a quedarme en_ ?t!'º _ed1hc~o, dos casas más allá, y luego en el
aquí sentada? Tenía que cuidar a mi hombre. ed1fic10 mmed1ato. La muchacha se puso a mi lado
-¿ Tu hombre? y me tomó de un brazo. T •emblaba levemente.
- Así es - declaró Lizzie Chalmers en voz baja- . -¿Qué pasa? - preguntó-. ¿Ocurre algo?
Nunca lo creí, pero así es. Una se enamora y se des- - Espera -dije.
enamora y cada vez cree que es muy de verdad y Las luces de mi casa se apagaron. Estuvimos a oscu-
para siempre. Y luego se encuentra con otro y deja ras cinco segundos. Luego, las luces volvieron.
de querer. Comprende que ha encontrado a su hom- - Me han encontrado -le dije.
bre y queda atada. Como yo ahora. -¿Encontrado? ¿Quiénes?
Alzó los ojos y me miró .. . Eran unos ojos violetas, - Han seguido mis emisiones por el BD.
jóvenes, decididos y tiernos, y sin embargo de más de -¿Qué es el BD?
veinte años, mucho más. Y yo sabía cuánta era mi -El . buscador de direcciones. Luego, han cortado
soledad, sin atreverme a querer, siempre obligado a la _c?r_n ente en ~~d_a edificio vecino cinco segundos. ..
vivir con quienes odiaba. Podía muy bien hundirme ed1fic10 por ed1ftc10. . . hasta que la emisión se de-
en esos ojos violetas, y no volver a la superficie. 1 tuvo. Ahora, saben que estoy en esta casa, pero igno-
- Voy a impresionarte - dije. , ran en qué piso. -:--l'v!e puse la camisa y la chaqueta.-
Miré la hora. Eran la una y media de la madru- Buenas noches, L1zz1e. Cómo me gustaría besarte.

r\rCh l vu H, !>tOr ,cu Je Rev,:::>td:::> rgent1nas I vvvvvv.dhirá.'-u,1 ,.d,


14 :1'HNOTAURO EL HOMBRE PI 15
Me echó los brazos al cuello y me dio un beso -¿Eres un ser de otro mundo que ha llegado en un
sonoro, todo amor, todo terciopelo, todo entrega. Tra- Objeto Volador No Identificado?
té de zafarme de ella. -¿Quedarías horrorizada si fuera así?
-Eres un espía -me dijo-. Iré a la silla contigo. -Sí, si eso significa que no podemos querernos.
-Ojalá fuera un espía -me lamenté-. Adios, que- - ¿Qué te parece la conquista de la Tierra?
ridísima. Recuérdame. -Sólo me interesa conquistarte a ti.
Soyez ferme. Un gran error este desliz. Quizá se deba -No soy ni nunca he sido un ser de otro mundo
a que en mi norteamericano también hay deslices. que ha llegado en un Objeto Volador No Identificado.
De pronto, vuelve mi galimatías. Cuando me lanzo a -Entonces ¿qué eres?
la puerta, la mocita se desprende de las chinelas y -Un compensador.
suelta hasta el muslo el cierre relámpago de la falda -¿Qué es eso?
de coctel, para poder correr. Se apresura junto a mí -¿Conoces el diccionario Funk y Wagnalls? ¿El edi-
escaleras abajo; son cinco pisos, hasta la cochera _del tado por Frank H. Vízetelly, doctor en letras? Cito:
sótano. Le doy un golpe para que se detenga, mien- alguien o algo que compensa, como un dispositivo que
tras suelto unas palabrotas. Me devuelve el golpe y neutraliza la influencia de la atracción local en una
suelta unas palabrotas peores, sin dejar de reír y de brújula, o un aparato automático que equilibra la
llorar. Me gusta. ¡Maldita sea! Está perdida. presión del gas en ... ¡Maldita sea!
Entramos en el coche, un Aston Martin, pero con El doctor Frank H. Vizetelly no emplea esas feas
dirección a la izquierda. Avanzamos a toda velocidad palabras. Son mías, porque veo que el puente de la
por la calle 53, luego hacia el este por la 54, y hacia calle 59 está bloqueado. Debí haberlo previsto. Debí
el norte por la Primera Avenida. Voy hacia el puente haber imaginado la figura, pero yo estaba demasiado
de la calle 59, para salir de la isla de !"fanhatt_an. dedicado a esta chica encantadora. Es posible que es-
Tengo un avión en Babylon, Long Island, siempre hsto tén bloqueados todos los puentes y túneles que salen
para esta clase de inconvenientes. de esta isla de $ 24. Podría lanzarme puente ade-
-]'y suis, j'y reste no es mi lema -le digo a Eliza- lante, pero temo lastimar a mi angelical Elízabeth
bath Chalmers cuyo francés es tan inseguro como su Chalmers. Yo sería entonces una bruta figura y que-
gramática ... una deliciosa debilidad-. Una vez, me daría abrumado, sin redención posible. Así, pues, de-
atraparon en Londres, en el correo central. R~cibía tengo el coche. Me entrego.
mi correspondencia en Poste Restante. Me enviaron -Kamerade -pronuncio. En seguida pregunto-:
una hoja en blanco, ·en un sobre rojo, y me siguieron ¿Quién es usted? ¿El Ku Klux Klan?
hasta 139 Piccadilly, Londres W-1, teléfono Mayfair El hombre del rostro duro dice que no.
7211. Rojo de peligro. ¿Tienes la piel roja? -¿Un miembro de Supremacía Blanca S. A.?
-¡No tengo la piel roja! -gritó, indignada. Otra vez la negación. Me siento mejor. Siempre es
-Quiero decir encendida. desagradable caer en manos de chiflados marginales,
-Sólo donde terminan las pecas -dijo-. ¿Qué sig- en. busca de cabecillas.
nifica esta fuga? ¿Por qué dices y haces cosas tan -¿Unión Soviética?
raras? ¿Seguro que no eres espía? Abre mucho los ojos. Luego habla:
-Me limito a negarlo. -Agente especial Krimms, del F.B.I.

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\flNO'l'AUltO
16 EL HOMBRE PI 17
El hombre muestra la placa. i\le entusiasmo y lo -¡No, no y no! -grité con angustia-. Tres millo-
abrazo, agradecido. El F.B.I. es la sa!vación. El hom- nes trescientos treinta y tres mil trescientos treinta y
bre retrocede, titubeando. No me 1mpor~a. Beso a tres con trein ta y tres centavos.
Elizabelh Chalmers, quien abre su boca Junto a la - Tres millones en números redondos -insistió Do-
mía y murmura: lan_
-No admitas nada; niégalo todo; tengo un abogado. - No, no son números redondos; son solamente fi-
Luces muy brillantes e.n la oficina de Plaza Foley. guras,
Las sillas están ordenadas, como corresponde; tam- - Storm, ¿en qué diablos está usted metido?
bién las sombras. Ya he pasado por situaci?nes seme- -Condénenme -supliqué-, Quiero ir a la silla y
jantes. Me inte1Toga ahora el hombre anómmo d: los terminar de una vez.
ojos desabridos, al que había encontrado a la manana -¿De qué diablos habla?
en el tren subterráneo. Se llama S. l. Dolan. Cam- -Usted pregunta y yo explico.
biamos una mirada. La suya dice: "Disimulé esta ma- -¿Qué transmite por radio? Desde su casa.
ñana." La mía dice: "Yo también." Nos respetamos - ¿Desde qué casa? Estoy emitiendo desde todas
mutuamente. Luego, comiema el acoso. las casas.
-¿Se llama usted Abraham Stonn? -En Nueva York. No podemos descifrar el código.
-Mi apodo es Base... -No hay código; sólo azar.
-¿Nacido el 25 de diciembre? -¿Sólo qué?
-Soy hijo de la Navidad. -Sólo paz, Dolan.
-¿En 1929? -¡Paz!
-Soy hijo de la depresión. -He pasado por esto antes de ahora. En Ginebra,
-Parece usted muy divertido. . , Berlín, Londres, Río. ¿Me deja explicarlo a mi modo?
-Humor patibulario, S. l. Dolan. Desesperación. Se Y atrápeme, si puede, por el amor de Dios.
que no podrán probarme nada y estoy desesperado. -Adelante.
-Muy gracioso. Tomé aliento. ¡Es siempre tan difícill Hay que
-1\Iuy trágico. Quiero ser condenado ... pero es hacerlo con metáforas. Pero eran las tres de la ma-
inútil. drugada y mi lengua norteamericana resistiría algo
-¿Residencia en San Francisco? todavía.
-Sí. -¿Le gusta el baile?
-Bachillerato superior. Dos años en Berkeley. Cua- -¿Qué cuernos está usted ... ?
tro en la Armada. Graduado en estadística. -Espere. Estoy explicando. ¿Le gusta el baile?
-Sí. Norteamericano en un ciento por ciento. -Sí.
-¿Financiero, como ocupación actual? -¿En qué consiste el placer de bailar? Un hombre
-Sí. y una mujer moviéndose juntos a un ritmo, hacien-
-¿Oficinas en Nueva York, Roma, París, Londres? do ... figuras. Equilibrando, previendo, siguiendo, con-
-También en Río. duciendo, cooperando ... ¿No es así?
-¿Tres millones de dólares en depósitos bancarios, - ¿Y ... ?
acciones y obligaciones? -Y los desfiles. ¿Le gustan los desfiles? Masas de

hl H1 tor1co de Revistas gen ,nas I vv v vv .d1 11, a '-v,,,


18 M1NOTAURO 1 EL HO~(BRI:: PI 19
hombres y mujeres cooperando para hacer figuras, puede ser resuelta en una figura finita. Me angustia
juntos. ¿Por qué la guerra es una época de alegría para como la pi en imprenta, que señala un tipo embaru-
el país, aunque nadie lo admita? Porque todo un llado y confuso, sin orden ni concierto.
pueblo está cooperando, equilibrando y sacrificán- -¿De qué demonios está hablando?
dose, formando una figura. ¿No es así? -Estoy hablando ele figuras, o de orden en el uni-
-Mire, Storm ... verso. Me siento impulsado a mantenerlo y a restau-
-Escuche, Dolan. Tengo una gran sensibilidad para rarlo. A veces, el impulso me lleva a la esplendidez y
las figuras ... para algo más que el baile, los desfiles la generosidad; otras ... me veo obligado a hacer cosas
o la guerra. Para algo más que la figura 2/4 del día insensatas ... a hablar en idiomas disparatados, ir a
y de la noche o la figura 4 / 4 de las estaciones. . . Para sitios raros, cumplir actos abominables ... sólo porque
mucho más. Tengo sensibilidad para las figuras de ciertas figuras que no percibo claramente exigen un
todo el espectro del universo. . . la luz y el sonido, los ajuste.
rayos gamma, las multitudes, los actos de hostilidad -¿Qué actos abominables?
y caridad, las crueldades y las bondades, la música de -Usted puede escudriñar y yo puedo confesar, pero
las esferas. . . Y de ese modo me veo obligado a com- me serviría de muy peco. Las figuras no permitirían
pensar. Siempre. que me condenaran. No consentirían que yo termi-
-¿Compensar? nara. La gente se negaría a testimoniar. Los hechos
-Sí. Si un chico se cae y se hace daño, la madre lo no probarían nada. Lo hecho se deshace. El mal se
besa. ¿De acuerdo? Eso es compensación. Ordena la convierte en bien.
figura. Si un hombre le pega a un caballo, usted le -Storm, no me cabe duela, usted está loco.
pega al hombre. ¿No? Otra vez la figura. Si un men- -Tal vez, pero no podrían meterme en un manico-
digo le inspira demasiada simpatía, usted tiene ganas mio. Lo han intentado antes <le ahora. Hasta yo mismo
de darle un puntapié. Más compensación. El marido lo intenté. De nada sirvió.
infiel es particularmente afectuoso con su mujer. To- -¿Qué me dice de esas emisiones?
das las casadas conocen esa figura y la temen. ¿Qué -Estamos inundados de ondas, cuantos y partículas.
es el espíritu deportivo sino un sistema compensador También soy muy sensible a eso, pero está demasiado
para eliminar el fastidio de ganar o perder? ¿Es que embarullado para que forme figuras. Tiene que ser
el asesino y el asesinado no se buscan mutuamente neutralizado. Por eso emito una antifigura; lo tras-
para trazar sus propias figuras? Multiplique esto al torno y obtengo así un poco de paz.
infinito y me tendrá a mí. Tengo que besar y golpear. -¿Pretende ser un superhombre?
Me siento impulsado, obligado. No sé qué nombre dar -No. Jamás. Soy simplemente el hombre que en-
a mi compulsión. A la percepción extrasensoria la contró Simón el Simple.
llaman Psi. ¿Cómo llamaría a la percepción extra de -No se l1aga el payaso.
las figuras? ¿Pi? -No me hago el payaso. ¿No recuerda la canción?
-¿Pi? Simón el Simple, cuando iba a la feria, se encontró
-La decimosexta letra del alfabeto griego. Señala la con el hombre Pi. . . Preste atención, el hom-bre
relación de la circunferencia al diámetro, 3,141592 ... Piiii. . . Soy el hombre Pi.
La serie sigue indefinidamente. Es trascendental y no Dolan frunció el ceño. Al fin dijo:

At ch1'1o Histór•ico de Re ,_ta~ rgent1nds I vv\-v'vv'.ah .. J . .._...Jm.ar


20 '.\UNOTAURO EL HOMBRE PI 21
-Yo me llamo Simon Ignatius Dolan. -Entiendo poco de música.
-Lo siento, no lo sabía. No hubo alusión personal. -No tiene nada que ver con la música. Trate de
Dolan me miró y luego arrojó mi expediente sobre marcar cinco con una mano mientras marca siete
la mesa. Suspiró y se dejó caer en una silla. Esto tras• con la otra. Comprenderá entonces la complejidad y
tornó la figura y tuve que desplazarme. Dolan me el horror de esas extrañas figuras.
miró de reojo. El rostro de Dolan se iluminó de pronto.
-Soy el hombre Pi -expliqué. -¿Se refiere al instinto de retorno?
-Muy bien -dijo-. No podemos retenerlo. -¿El instinto de retorno?
-Todos lo intentan y ninguno lo consigue. -Eso que hace que los pájaros y animales vuelvan
-¿Quiénes todos? al sitio natal, desde cualquier parte. Nadie sabe cómo.
- Los gobiernos, pensando que me dedico al espio- -Así es, pero mucho más vasto.
naje; la policía deseando saber por qué ando con tanta -Está usted muy trastornado, Storm. ¿De dónde le
gente rara; los políticos en el destierro, esperando que ha venido eso?
les procure fondos para la contrarrevolución; los fa. -No lo sé. Es un universo desconocido, demasiado
náticos, que creen ver en mí a un rico mesías; los lu- grande que nadie puede abarcar; pero yo tengo que
náticos, las sectas religiosas, los soñadores ... Todos marcar los compases, hasta equilibrar las figuras.
andan detrás de mí, queriendo utilizarme. Nadie lo Actúo, reacciono, me emociono y siento, hasta que
ha conseguido hasta ahora. Soy parte de algo verda- esas presiones gigantescas
deramente superior. Quizá todos lo somos, pero soy empujen
el único que se da cuenta. y me echen
- En privado, al margen de esta investigación, ¿qué atrás
puede decirme sobre esos actos abominables? y me vuelvan
Respiré profundamente. de dentro afuera
-Por eso no puedo tener amigos -dije-. O una hasta ...
mujer. A veces las cosas se ponen muy feas, y la figura
exige sacrificios horribles. He de destruir algo que -El otro brazo ahora -dijo Elizabeth con firme.
amo. Mire ... Tenía un perro que yo quería mucho. za-. Levántalo.
Un perdiguero del Labrador. No me gusta recordarlo. Estoy en mi cama. Pensando tumultuosamente de
Otra vez me relacioné con una chica. Me quería. Y nuevo. La mitad (1 /2) en el pijama; la otra mitad
yo ... Y un compañero que tuve en la Armada ... No, (1/2) luchando con la chica de las pecas. Levanto
no quiero hablar de eso. el brazo. La chica tironea. Ya estoy en pijama. Ahora,
-¡Vaya! ¿Debilucho de pronto? me toca a mí ponerme colorado. Me criaron muy
-No, cuernos. Estoy maldito. Pues algunas de las pudoroso en San Francisco.
figuras son ritmos de otros mundos ... que nunca se -Om mani padme hum -dije-. Sigue la traduc-
sintieron en la tierra. Por ejemplo, 29/51... 108/ ción: "¡Oh, joya en el loto!" La joya eres tú. ¿Qué
303 ... Compases así. ¿Por que me mira de ese modo? sucedió?
¿No cree que eso puede ser terrible? Trate de marcar -Te desmayaste -me explicó ella-. Perdiste el
un compás de siete por cinco. sentido. Dolan tuvo que soltarte. El señor Lundgren

Archivo H1stór1co de Revistas I rgentinas I Wvvw.ahit a.\..vn~,.~.


1
¡
22 MINOTAURO EL HOMBRE PI 23
me ayudó a traerte a tu casa. ¿Cuánto dinero debo -Ya no sé en qué creer. Somos parte de un uni-
darle?
-Cinque lire. No. Parla italiano, gentile signorina?
j verso demasiado vasto, incomprensible. ¿Qué pasará
si es demasiado grande para el amor?
-El señor Dolan me contó todo lo que le dijiste. 1
- Muy bien -dijo serenamente-. No seremos como
¿De nuevo las figuras? perros que se disputan la comida. Si el amor es
-Sí. - Espero. Después de escalas en Grecia, Italia poca_ cosa y tiene que terminar, que termine. Que
y Portugal, vuelve a mí el inglés americano.- ¿Por termmen todas las cosas pequeñas: el amor, el honor,
qué cuernos no te largas de aquí antes que todo se la piedad y la risa. . . si hay algo más grande en otra
tuerza, Lizzie Chalmers? parte.
-Porque sigo queriéndote -dije-. Métete en cama. -Pero ¿qué puede ser más grande? ¿Qué puede
Y hazme sitio. haber más allá?
-No. -Si somos demasiado pequeños, y no sobrevivimos,
-Sí. Ya te casarás conmigo después. no podemos saberlo ahora.
-¿Dónde está la caja de plata? Lizzie se apretó contra mí; tenía los miembros
-La eché por el incinerador. helados. Nos abrazamos, pues, cuerpo contra cuerpo,
-¿Viste lo que había dentro? calentándonos con nuestro amor, como criaturas asus-
-Vi lo que había dentro. tadas en un mundo prodigioso, más allá de todo
1 conocimiento. . . temerosos
-¿Y todavía estás aquí? ·¡
. -Fue mostruoso lo que hiciste. ¡Monstruoso! -El y sin embargo ess ppe rann ddo .
hndo rostro descarado parecía una máscara. Lizzie Título original: The Pi man.
había llorado.- ¿Dónde está ahora? Traducción de M. A.
- No lo sé. Los cheques van cada trimestre a una
cuenta numerada en Suiza. No quiero saberlo. ¿Cuán-
to puede soportar un corazón?
-Creo que voy a averiguarlo -dijo Lizzie.
Apagó las luces. En la oscuridad, oí un susurro
de ropas. Yo nunca había oído la música de una
mujer amada que se desnudaba para mí. .. para mí.
Traté de salvar, por última vez, a aquella queridí-
sima.
-Te quiero -dije-, y sabes lo que eso significa. 1
Cuando las figuras reclamen un sacrificio, seré to- ~
davía más cruel, todavía más monstruoso. t
-No -me contestó-. Nunca estuviste enamorado.
El amor también crea figuras. -La niña me besó.
Tenía los labios secos, la piel fría. Estaba asustada, ¡
pero el corazón le latía, cálido y fuerte.- Nada puede 1
hacernos daño. Créemelo. '

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\
ÁNGELES TUTELARES 25
Clive Staples Lewis, erudito y poeta británico, teólogo más." Y emprendió la tarea. No había tiempo que
de Cambridge, defendió siempre la idea de que la perder. Sólo tenía por delante seis meses de aquel
literatura de anticipación no era apta para tratar pro-
blemas cient{ficos sino problemas morales. Ha con-
l yermo sin vida, sin sufrimiento, sin pecado. Tres años
eran un plazo breve ... pero, cuando llegó el grito, se
tribuido a la difusión del género con tres obras maes- levantó de la silla con la ejercitada prontitud de un
tras: Out of the Silent Planet, Perelandra y That Hi- marinero.
deous Strength. El botánico de la cabina inmediata respondió al
mismo grito con una maldición. En aquel momento
había tenido el ojo clavado al microscopio. Era enlo-
quecedor. Interrupciones constantes. En aquel cam-
, pamento infernal costaba tanto concentrarse como en
ANGELES TUTELARES el centro mismo de Piccadilly. Y su tarea era ya una
carrera contra el tiempo. Faltaban seis meses ... y
apenas había comenzado. La flora de Marte, aquellos
C. S. Lewis organismos diminutos, inverosímilmente tenaces, ca-
paces de sobrevivir en condiciones poco menos que
imposibles, eran un festín para toda la vida. No haría
caso al grito. Pero en esto sonó el timbre. Llamaban
El Monje, como lo llamaban, se sentó en la silla de a todos a la sala principal.
campaña, junto a la litera y miró por la ventana las La única persona que no hacía nada, por decirlo
arenas ásperas de Marte, y el cielo negro azulado. No
pensaba iniciar el "trabajo" hasta que pasaran otros
diez minutos. Desde luego, no lo habían llevado allí
i así, cuando llegó el grito, era el capitán. Para ser más
exactos, diremos que trataba, como de costumbre, de
no pensar en Ciare, y de continuar redactando el
para eso. Era el meteorólogo del grupo y su trabajo diario oficial. Ciare seguía interrumpiéndolo desde
como tal estaba ya casi terminado; había averiguado sesenta y cinco millones de kilómetros de distancia.
cuanto se podía averiguar. No podía hacer nada más, Era ridículo. "Hubiésemos necesitado todas las ma-
dentro del limitado radio de aquella investigación, nos . .. " escribió. Manos. . . sus propias manos. Mi-
hasta que transcurrieran por lo menos veinticinco rándolas fijamente sintió que acariciaba el cuerpo
días. Y la meteorología no había sido el verdadero vivo de Ciare, cálido y frío, blando y firme, que se
móvil del viaje. Había elegido pasar tres años en Marte, entregaba y resistía. "Cállate, que es algo muy que-
como el más próximo equivalente moderno de la rido", le dijo a la foto sobre el escritorio. Y de vuelta
vida de un eremita en el desierto. Había venido a al diario, hasta las palabras fatales: " ... me había
meditar: a continuar la lenta y perpetua 1econstruc- causado cierta ansiedad". Ansiedad ... ¿Qué le pasaría
ción de esa estructura interior que era, a su juicio, a Ciare en aquel momento? ¿Dónde estaría? ¿Qué se-
la finalidad principal de la existencia. Transcurrieron ría de ella? Podía ocurrir cualquier cosa. Había sido
los diez minutos de reposo. Comenzó con la fórmula una decisión estúpida. ¿Qué otro recién casado hub~ese
acostumbrada: "Dulce y paciente Maestro, enséñame aceptado esa tarea? Pero había parecic;lo tan razow.,-
a tener menos necesidad de los hombres y a amarte ble ... Tres años de horrible separaciñn, pero luego . ....
'
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26 MINOTAURO • ÁNGELES TUTELARES 27
'
+
todo lo mejor de la vida. Le habían prometido un -Abran la compuerta -dijo el capitán.
puesto con el que no se hubiera atrevido a soñar unos Las botellas de las reducidas reservas pasaban de
meses antes. Ya nunca tendría que volver al espacio mano en mano. El capitán había descubierto que el
exterior. Y a la vuelta, habría muchas compensacio- jefe de los viajeros era un viejo co~ocido, Ferguson.
nes: las conferencias, el libro, probablemente un título. Dos eran jóvenes de aspecto corriente, agradable,
Habría muchos hijos. Sabía que ella los deseaba, y pero, ¿los otros dos? . . ..
de un modo curioso (como empezaba a comprenderlo) -No entiendo -dijo el capitán-. ¿Qué s1gmf1ca .. •?
a él le ocurría lo mismo. Pero, cuernos, el diario. Co- Es decir estamos contentísimos de verlos, desde luego,
menzó un nuevo párrafo ... Y de pronto llegó el grito.
Era uno de los dos jóvenes técnicos quien había
¡ pero ¿qué es esto? ..
-¿Dónde están los otros del grupo? -d1JO Ferguson.
gritado. Habían estado juntos desde la cena. Pater- ! -Hemos tenido dos bajas -dijo el capitán- . Sa_ck-
son, de pie en el umbral de la cabina de Dickson, Í ville y el doctor Burton. Fue algo lamentable. Sac~v1lle
se apoyaba en un pie y luego en otro, moviendo t. se empeñó en probar lo que llamam~s berro mar~1ano.
atrás y adelante la puerta, mientras Dickson, sentado l Se volvió loco furioso, a los dos mmutos. Derribó a
en la litera, esperaba a que Paterson se marchara. } Burton de un puñetazo y un destino fatal quiso
-¿De qué hablas, Paterson? -dijo-. ¿Quién comentó l que Burton cayera de mal mod~, contra esa mesa; se
algo de una pelea? f roltlpió la nuca. Atamos a Sackv11le y lo acostamos en
-Como quieras, Bobby -dijo el otro- , pero ya 1 una litera, pero murió a las pocas horas.
no somos amigos como antes. Tu lo sabes bien. ¡Oh, \ -¿No tuvo la precaución de probarlo antes en un
no soy ciego! Te pedí que me llamaras Clifford. Y tú 1 cobayo? -preguntó Ferguson. .
siempre te muestras frío, indiferente.
-¡Véte al diablo! -gritó Dickson-. Estoy dispuesto
de veras a ser un buen amigo tuyo y de cualquier
i
~
-Si -dijo el botánico-. Eso fue lo más ten1ble.
El cobayo sobrevivió, aunque se comportó de un modo
muy raro. Sackville ~oncluyó ~rróneament~ que la
otro, pero todas esas tonterías . .. como si fuéramos sustancia era alcohólica. Imagmó haber inventado
dos colegialas ... francamente, no las soporto. De una una nueva bebida. Muerto Burton, además, no que-
vez por todas. . . ¡•· daba nadie capaz de hacer una buena autopsia de
-Oh, mira, mira, mira -dijo Paterson. Fue enton- Sackville. El análisis de la planta muestra ...
ces cuando Dickson gritó, y llegó el capitán y tocó la -¡Ahhh ... 1 -interrumpió un visitante, que aún
campana. Veinte segundos después, todos se agrupa- no había hablado-. No simplifiquemos excesivamente.
han detrás de la ventana principal, Una nave del No creo que la sustancia vegetal sea la verdadera
espacio acababa de posarse suavemente a ciento cin- 1 explicación. Hay tensiones y desviaciones.. ~stán to-
cuenta metros del campamento. ¡ dos ustedes, sin darse cuenta, en una condición muy
-¡Oh! -exclamó Dickson-. Vienen a relevarnos an- 1 inestable, por razones que no son ningún misterio
tes del plazo. 1 para un psicólogo experimentado.
- Maldición -gruñó el botánico-. Ahora que... J El sexo de este personaje no era muy evidente_. Tenía
Cinco viajeros bajaban de la nave. Los trajes del I el pelo muy corto, la nariz muy larga, los_ lab10s pre-
espacio no ocultaban que uno de ellos era enorme- ! suntuosamente apretados, la barbilla saliente Y un
mente gr ueso; no había nada de notable en los otros, , aire autoritario. Científicamente hablando, la voz era

Archivo Histót 1co de Revistas


.
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28 MINOTAURO

de mujer. Pero nadie dudó del sexo del viajero más


próximo, la persona gorda.
-¡Oh, querida! -jadeó-. No ahora. No puedo más.
l ÁNGELES TUTELARES

-Exactamente, mi pequeño -dijo la gorda a Dick-


son-. Un pobre muchacho necesita de cuando en
cuando una mujer. Es muy natural.
29

Me siento débil y nerviosa. Me pondré a chillar si -Lo que se precisaba, por consiguiente -continuó
sigues. ¿No tienes a mano un poco de oporto y limón?
¿No? Bueno, me las arreglaré con otro sorbo de gi-
1 la flaca-, era un equipo de mujeres abnegadas, de-

I
cididas a dar el primer paso. Desde luego, serían des-
nebra. Qué estómago el mío. preciadas por gentes ignorantes. Pero algo las conso-
Quien hablaba era manifiestamente hembra y tal laría: la idea de cumplir una función indispensable
vez ya setentona. Se había teñido el pelo, con resul- 1 en la historia del progreso humano.
tados poco felices, de color mostaza. Los polvos de t -Quiere decir que vas a tener con quien acostarte,
1
arroz que se había echado en la cara apestaban a precioso -explicó la gorda a Dickson.
perfume barato y eran como montículos de nieve en 1 - Me parece muy bien -dijo Dickson con entusias-
los valles de las arrugas y las papadas múltiples. t mo-. Más vale tarde que nunca. Pienso, sin embargo,
-Cállese -rugió Ferguson-. Y ustedes, por favor,
no le den de beber. Ni una gota. t que no han podido traer muchas chicas en esa nave.
¿Y por qué no están aquí? ¿Vienen en viaje?
-Es un gruñón, como ve -dijo la vieja, suspirando,
y mirando tiernamente a Dickson.
i -Nuestro llamado -prosiguió la flaca, quien apa-
rentemente no había advertido la interrupción- no
-Perdónenme -dijo el capitán-. Pero, ¿quiénes tuvo mucho eco, es cierto. El primer contingente de
son estas. . . damas? Y ¿qué significa todo esto? f' la Organización Femenina de Alta Terapéutica Afro-
-Se lo explicaré en seguida -declaró la mujer flaca, disíaca (OFATA) no es quizá ... bueno, el más idóneo.
carraspeando-. Quienes conocen las tendencias de la Muchas excelentes mujeres, universitarias como yo,
opinión mundial sobre los problemas sociales, y psi- t distinguidas profesoras, se han mostrado curiosamen-
c~lógicos de la intercomunicación planetaria saben te convencionales. Pero, al menos, se ha comenzado
bien que este progreso reclama inevitablemente ajus- -concluyó animosamente-. Y aquí nos tienen.
tes ideológicos de largo alcance. Los psicólogos reco- Hubo, durante cuarenta segundos, un silencio abru-
nocen que la inhibición de las necesidades biológicas mador. Luego, Dickson, que ya había torcido la cara
más imperiosas, en períodos prolongados, han de te- varias veces, se puso muy colorado; recurrió a un pa-
ner, probablemente, resultados imprevisibles. Los pio- ñuelo, sofocó lo que pareció un estornudo, se incor-
·neros d~ los viajes por el espacio están expuestos a poró bruscamente y volvió la espalda al grupo, leve-
este peligro. Sólo las gentes retrógradas permitirían mente encorvado, sacudiendo los hombros.
que unos supuestos principios morales impidieran Paterson se levantó de un salto y corrió hacia
proteger a estos hombres. Hemos de armarnos de co- Dickson, pero la gorda, luego de gruñidos y esfuerzos
raje, pues, y reconocer que la inmoralidad, como se infinitos, también dejó su asiento.
la llamó hasta ahora, no es ya contraria a la ética ... -Déjalo tranquilo -le gritó Paterson-. Lo.~ hom-
-No entiendo nada -interrumpió el Monje. bres como tú no sirven de nada.
- Quiere decir -explicó el capitán, que era un Un momento después, los enormes brazos rodeaban
buen lingüista- que la llamada fornicación no es ya a Dickson, sumergiéndolo en un cálido y tambaleante
un acto inmoral. cariño maternal.
!
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j
80 M INOTAURO
1 ÁNGELES TUTELARES 31
-Vamos, vamos, mi chiquitín - dijo la gorda...:.. Verás - Lo mismo digo -replicó el visitante con acento
que marchará perfectamente. No llores, mi cielo. Po- de Oxford-. Las tuvimos pegadas a nosotros durante
bre chiquitín. Cálmate. Verás qué bien lo pasarás. ochenta y cinco días. Comenzaron a aplacarse luego
-Creo -dijo el capitán- que el chiquitín no está del primer mes.
llorando; está riéndose. -Dígamelo a mí -comentó el londinense.
Fue en ese instante cuando el Monje propuso que Hubo una pausa de disgusto.
pasaran a la mesa. -Pero explíquenme -insistió Dickson-, ¿cómo,
entre todas las mujeres del mundo, eligieron a estos
Junto con el último bocado, Dickson -la gorda dos monstruos?
había conseguido sentársele al lado, y bebía de cuando -No pretendería usted la reina de las coristas en
en cuando de la copa del joven- dijo a los técnicos el fondo del más allá -dijo el londinense.
recién llegados: -Querido amigo -explicó el otro-, ¿no es todo
-Me gustaría mucho ver la nave de ustedes. ¿Po- muy claro? ¿Qué mujer puede venir voluntariamente
demos ir? a este sitio espantoso, a alimentarse con raciones cuar-
Era de esperar que los dos hombres, luego de haber teleras y ofrecer sus encantos a media docena de
pasado tanto tiempo encerrados, y que acababan de desconocidos? No las alegres chicas, amigas de la di-

¡
f
sacarse los trajes del espacio, se resistieran a vestírse- • versión, pues saben que no hay alegría en Marte.
los de nuevo y a volver a la nave. Tal fue, desde Menos la prostituta profesional, mientras encuentre
luego, la opinión de la gorda. clientela en el barrio más sórdido de Liverpool o Los
-No los molestes, querido -dijo-. Están hartos de f Angeles. La que vino ya no tiene esa probabilidad. La
ese viejo trasto, lo mismo que yo. No conviene que otra es una chiflada de la nueva ética.
se agiten ahora, en plena digestión. -Simple, ¿no es cierto? -comentó el londinense.
Los dos jóvenes, sin embargo, se mostraron muy -Cualquiera pudo haberlo previsto, excepto esos
animosos. necios de arriba -dijo el otro.
-Claro que sí -dijo el primero-. Yo mismo iba a -La única esperanza que nos queda es el capitán
proponerlo. -dijo Dickson.
-Yo iré también -dijo el otro. -Mire, hermano -dijo el londinense-, si espera
Los tres salieron de la cámara de aire en tiempo que nos llevemos de vuelta a estos e~perpentos, olví-
record. Cruzaron la arena, subieron por la escala y delo en seguida. No. Nuestro capitán tendría que vér-
se quitaron rápidamente los cascos. selas con un motín, si lo intentara. Pero no lo in-
-¿Quién tuvo la idea de echarnos encima ese par tentará. Ya ha soportado lo suyo. Como nosotros.
de zorras? -dijo Dickson. Ahora, les toca a ustedes.
-¿No lo sabe? -dijo el viajero que hablaba con -Es justo -dijo el otro-. Hemos soportado lo in-
acento popular londinense-. Las gentes de allá abajo soportable.
pensaban que el tiempo les parecería a ustedes de- -Bien -dijo Dickson-, dejemos que los jefes li-
masiado largo. Qué ingratos. bren la batalla. Pero hay cosas que superan todos los
-Muy gracioso -dijo Dickson-. Pero para nosotros límites. Esa maldita pedante .. .
no es cosa de broma. -Es profesora de una universidad popular.

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32 ÁNGELES TUTELARES
MINOTAURO

-Bien - dijo Dickson luego de una lar~ pa~sa-, simultáneamente; sólo las personaa sin preparació~
iban a mostrarme la nave. Tal vez eso me d1stra1ga. podían concentrarse única~ente en. ~na idea. La di-
La gorda hablaba con el Monje. . ferencia estaba comprometiendo el exito de la charl~.
- ... y, ¡oh, padre!, usted pensará que es mi mayor Paterson se impacientaba; la dama se mostraba bri-
pecado. No me retiré cuando hubiera podido hacerlo. llante y tranquila como un témpano.
Cuando murió mi cuñada. . . mi hermano quería ins- -Pero como le decía -gruñó Paterson-, me parece
talarme en su casa, pues no le faltaba dinero. Pero indigno que un hombre. se n:uestre ama~le y ...
yo continué, ay de mí, continué. -Lo que confirma m1 tesis. Esa_s tensiones y de~-
-¿Por qué, hija mía? -preguntó el Monje-. ¿Es ajustes son inevitables en un ambiente _a~o.rmal. S!,
que le gustaba? hay que librar al remedio de esos pre1u1cJ.os senti-
-Nada de eso, padre. Nunca tuve muc!ta afición mentales o lascivos, igualmente malos, que la era
al oficio, Pero, mire, padre, yo era atracuva en ese victoriana ...
entonces, aunque ahora no pueda imaginárselo. . . y -Pero no se lo he contado aún. Escuche. Hace sólo
esos caballeros disfrutaban tanto conmigo . .. dos días...
-Hija - sentenció el Monje-, no está usted muy -Un momento. Habría que pensar en el remedio
lejos del Reino. Pero cometió un error. El deseo de como inyección necesaria. En cuanto pensáramos ...
dar es meritorio. Pero, si da usted un billete falso, no -De acuerdo. La asociación remedio-placer, es una
por eso lo hace bueno. fijación de la adolescencia, y ha causado mucho mal.
El capitán había dejado también la mesa, mu~ rá- Racionalmente ...
pidamente, pidiéndole a Ferguson que lo acompanara -Mire, creo que se sale del tema ...
a la cabina. El botánico corrió detrás. -Un momento.
-Un momento, capitán, un momento -dijo, exci- El diálogo continuó.
tado-. Soy un hombre de ciencia. Estoy trabajando
ya a toda presión. No he de quejarme de t?dos e~os Habían visto ya la nave. Era una maravilla. Nadie
deberes que interrumpen constantemente mi tr~baJO, recordó luego quién fue el primero en decir: "Cual-
Pero, si piensa usted que perderé todavía más tiempo quiera puede manejar una nave semejante."
acompañando a esas horribles mujeres ... Ferguson se quedó sentado, fumando calla~am~nte,
-Espere a que le ordene algo que pueda conside- mientras el capitán leía la carta: Cuando se m1~16 la
rarse ultra-vires -dijo el capitán-. La protesta es conversación, el buen humor remaba en la cabma, y
prematura. nadie se decidía a encarar seriamente el problema.
Paterson se quedó con la flaca. De las mujeres sólo -Sin embargo -elijo al fin el capit~n-, b~y ta?1•
le interesaba el aparato auditivo. Le gustaba hacer bién un aspecto serio. Ante todo, ¡qué 1mpertmenc1a!
confidencias a las mujeres; quejarse ante ellas de la -Recuerde -observó Ferguson- que la situación de
inconstancia y la crueld!ad de los hombres. Lamenta. ustedes es completamente nueva.
blemente, la dama entendía que la conversación sólo -¿Nueva? No me haga reír. Somos como los hom-
tenía dos fines: la terapéutica afrodisíaca o la ins- bres de los balleneros, o los tripulantes de los ~eleros
trucción psicológica. En realidad, no veía razón al- antiguos, los pioneros del Oeste.. La gente siempre
guna para que las dos operaciones no se efectuaran . sintió hambre cuando no hay comida.

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34 MINOTAURO ÁNGELES TUTELARES 35
-Amigo, olvida usted la nueva psicología. . del gobierno -dijo Ferguson-. Eso es lo que ha
-Creo que esas dos horribles mujeres han aprendi- sucedido. Mis dos muchachos y su Dickson regresan
do ya una psicología todavía más nueva, desde que a la Tierra.
llegaron. ¿Creen allí realmente que todos los hom1:>res -Demonios, las pasarán mal. Los juzgarán y ...
son tan combustibles? ¿Que nos echaremos encima -Ay, es muy cierto. Y creen que el precio es barato.
de cualquier mujer? ¿Por qué? Ya lo entenderá antes de dos semanas.
-Ay, amigo, así es. Dirán que usted y su gente son En los ojos del capitán hubo de pronto una luz de
todos anormales. No quisiera volver trayendo con- esperanza.
centrados de hormonas. -¿No se habrán llevado a las mujeres? -preguntó.
-¿No habría entonces otros voluntarios que quie- -Un poco de juicio, amigo, un poco de juicio. Y
nes pueden o creen poder prescindir de las mujeres? si ya no le queda juicio, abra las orejas.
-No olvide la nueva ética. En el rumor de excitada conversación que llegaba
-Oh, no me hable de eso. Sólo los enamorados o cada vez más claramente de la sala principal, se dis-
los monjes han intentado alguna vez mantenerse_ cas- tinguían unas voces femeninas, intolerables.
tos. Una minoría, y lo intentarán en Marte lo mismo Mientras se preparaba para la meditación de la
que en la Tierra. La mayoría no se negó nunca al noche, el Monje pensó que se había concentrado de-
placer. Los profesionales no lo ignoran. No hay puesto masiado, quizá, en "necesitar menos" y que por esto
o guarnición militar sin prostíbulos. ¿Quiénes son los mismo tendría que seguir un curso (superior) de
asesores que tuvieron esta idea estúpida? "amar más". Luego, torció la cara en una sonrisa
-Oh. Una banda de mujeres maduras, casi todas donde no todo era júbilo. Estaba pensando en la
con pantalones, aficionadas a todo lo sexual, a todo gorda. Un acorde exquisito de cuatro notas. La pri-
lo científico, y que quieren sentirse importantes. Esta mera: el horror de lo que ella había hecho y sufrido.
iniciativa les dio u·es placeres a la vez. La segunda: piedad. La tercera, cómica: la pobre mu-
-Bien, Ferguson. No pienso quedarme con la ve- jer creía que aún despertaba deseos. Y la cuarta: la
terana ni con la catedrática. Usted ... mujer se ignoraba a sí misma. Auxiliada por la gracia
-No, no. Yo cumplí mi tarea. No estoy dispuesto a y una apropiada, aunque pobre, dirección espiritual,
llevarme de vuelta ese ganado en pie. Y mis mucha- quizá descubriera en ella misma otro encanto muy
chos piensan lo mismo. Habría amotinamiento y distinto, y seguiría así el camino de la luz, uniéndose
crímenes a bordo. a la Magdalena.
-Pues tiene que hacerlo, porque yo ... Pero .. . un momento. Había todavía una quinta
En ese instante, llegó de afuera una luz enceguece- nota en el acorde.
dora. La cabina se sacudió. -¡Oh, Maestro! -murmuró-. Perdóname, aunque
-¡Mi nave! ¡Mi nave! -gritó Ferguson. quizá te divierta. Pensé que me habías traído a se-
Los dos hombres observaron la arena desierta. La senta millones de kilómetros para mi p~opio bienestar
astronave había despegado perfectamente. espiritual.
-Pero, ¿qué ha sucedido? -preguntó el capitán-.
¿Habrán sido capaces ... ? Título original: Mi11i.steri11g ,foge/s.
-Amotinamiento, deserción y robo de una nave Traducción de M. A.

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··sturgeon -ha eJcrito Ray B1udb11ry- es 1m duende lú- UN TOQUE EXTRAÑO 37
cido que ha buscado refugio debajo de un puente, con
pluma rápida y papel blanco, y que escucha allá arriba Cuando aprendiera a respirar bajo el agua, se dijo,
los truenos de un mundo intemporal." Un toque extra- no le costaría mucho conocer la salida de la luna sin
ño es de algún modo una definición del propio arte de mirar el almanaque.
Sturgeon: en el mundo cotidiano lo que importa es Nadó hacia los dientes rotos y ennegrecidos de la
haber siclo tocado ww ·11ez po1· lo extraíio. roca llamada Quijada de Arpía, de encías de espuma,
y algas que alzaba la marea, donde venían a picotear
las aves. El mar era de aceite, excepto junto a la
Quijada, que mordía las olas, escupiendo los pe-
dazos al aire. Estaba ya muy cerca cuando oyó el
UN TOQUE EXTRARO canto. La rompiente y la atención con que bordeaba
la Quijada para no lastimarse la rodilla, como le
había ocurrido la primera vez, le habían impedido
Theodore Sturgeon prestar atención. Había una calidad nueva en el
canto. l\Iaravillado, flotó en el agua y escuchó aten-
tamente. Así era: no se equivocaba.
El canto era terrible.
Dejó la ropa en el coche y bajó a la playa. -Sácate las lombrices de la boca -gritó alegremen-
Ella había dicho: "a la salida de la luna". te-. ¿Me oyes, vieja pajanaca de guanera?
Miró hacia el horizonte del este y no distinguió -Tú tampoco tienes una voz muy espléndida, be-
nada. Era una noche oscura, y las estrellas parecían sugo -contestó un agudo falsete-. Y ya sabes de qué
sin luz, como talco esparcido sobre una tela negra. pet barrigón te estoy hablando.
-Cuando salga la luna -murmuró. El hombre se acercó más, nadando siempre. Se sentía
Para ella, era suficiente. En aquel cosmos todos contento. No era fácil humillarla. Parecía tan per-
conocían la salida de la luna. Él, en cambio, tenía fecta casi siempre que a veces tenía que decidirse a
que investigar. No se sabe bien - desde luego, ella inventar, como cuando le dijo que tenía los ojos de
nunca lo sabría- qué difícil es averiguar el instante distinto color. También, pensó, ¡pueden resfriarse!
preciso en que sale la luna nueva. Como no estaba ¿Y por qué no?
seguro, había llegado a hora temprana. Esperaría. -¡Cuida de tu propia bocaza -gritó alegremente-,
Descendió hacia el mar susurrante, escuchando, tan- si no quieres que te descame la cola! -Apenas podía
teando con los pies. El agua estaba helada. Pero no distinguirla, tendida sobre el estrecho borde de roca,
se le había ocurrido nunca hacerla esperar. La na. como una mancha oscura en la tiniebla.- ¿Eras tú
turaleza de ella era ajena a las debilidades humanas. quien cantaba o estás sentada sobre un erizo?
Miró de nuevo al cielo, y entró en el mar. Luego - T ú no graznas mejor que una gaviota de alcanta-
de dar diez de aquellas brazadas vigorosas y perfectas rilla -replicó la voz ronca-. ¿Por qué no te tragas
que la habían atraído por primera vez, se sintió esa sucia babosa?
mejor. -¡Oh, calla y mete la cabeza en las hélices! -gritó
el hombre riéndose.
© 1957 by Fantosy H<>use.
Alcanzó la roca con una roano } salió del agua.

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38 MINOTAURO UN TOQUE EXTRAÑO 39
Inmediatamente hubo un chillido y una torpe zam- agua. La mujer volvió a la superficie sofocándose. El
bullida. La criatura había desaparecido; una som- hombre se inclinó para ayudarla, pero le rozó apenas
bra en sombras, demasiado rápida, y él no había visto el brazo.
qué era, pero sí, con seguridad y sorpresa, qué no era. -¡No me toque! -gritó ella, debatiéndose frené-
Se volvió como pudo en el estrecho borde y se in- ticamente en el agua hasta alcanzar el borde de la
clinó hacia fuera escudriñando el mar oscurecido por roca. Quedó así, suspendida, tosiendo, hasta que el
la noche. Al cabo de un momento oyó un ruido débil, hombre se movió-. ¡No me toque! -se oyó de nuevo.
y vislumbró una mancha blanquecina, oval, vaga. -Bueno, como quiera -dijo el hombre ofendido.
La distinguió al fin mirando de soslayo, entornando -¡Oh, señor ... 1 -se dijo ella, en voz alta.
los ojos, como un marino que observa una luz dis- El hombre trató de explicarse entonces:
tante. La cabellera negra y corta no era la red de -Se me ocurrió que deseaba usted salir del agua,
oro flotante para la que había comprado una vez cuando la oí toser. Bueno, me parece realmente tonto
un peine florentino. Las dos leves claridades no eran que esté usted agitándose en el agua, y yo aquí sen-
los luminosos ojos verdes, grandes, separados, sonrien- tado ...
tes, que le devoraban el sueño. Los hombros no eran El hombre se enredó con las palabras. Los dos se
anchos sino esbeltos. La tos débil y entrecortada no miraron, como sombras jadeantes en una roca de
se parecía a sonido alguno que hubiera oído antes espumas.
en aquellas rocas. Y la innecesaria prueba final fue -Yo le hablaba así porque ...
la mano delgada que tomó de pronto. Era una mano Se dieron cuenta de que hablaban de nuevo a la
delicada, no chata ni membranosa; tenía la suavidad vez y callaron. Comprendiendo de pronto, el hombre
de la ciruela, no la articulada magia de una pulsera se echó a reír -era como un alivio- y dijo:
de oro labrado. Era, brevemente, una mano humana. -Quiero decir que usted no habla comúnmente co-
Durante un largo y angustiado momento, las dos mo hablaba antes. Sí, y yo tampoco hablo siempre
manos se mantuvieron apretadas, mientras ambos pen- como antes. Yo creí que usted era una... Bien,
saban rápidamente, preparándose a librar la batalla que usted no era usted. Salga. No la tocaré.
con la verdad. -Bien ...
Al fin, dijeron a la vez: -Sigo esperando a la. . . Bueno, a mi amiga ...
-Pero tú no eres. . . -Dejaron pasar una ola y con- Llegó una ola y ella la aprovechó para subir, y
tinuaron-. No sabía que hubiera alguien ... -Abrie- quedó tendida boca abajo en la roca. -Puedo levan-
ron y cerraron las bocas y dijeron juntos:- Mire, yo tarme sola- dijo rápidamente. Se sentó. Permanecie-
esperaba ... ron así, en la anfractuosidad de la roca, al abrigo del
-¡Oiga! -gritó el hombre bruscamente, pues había viento, separados por un metro de oscuridad tan
encontrado algo que podía decir y ella no-. ¡Tó- absoluta que hasta el rojo de unos párpados muy
mese bien, pues la sacaré del agua! ¿Preparada? ¡Una, apretados era como un relámpago.
dos y ... ! -Bueno... - dijo ella. Luego, sentada en silen-
- ¡No! - gritó ella escandalizada, mientras se echaba cio, rumió algo que quería decir, tragándose una ver-
hacia atrás. sión tras otra. Al fin, murmuró-: No quiero ser in-
La mano se soltó y el cuerpo desapareció bajo el discreta.

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40 MINOTAURO UN TOQUE EXTRAÑO 41

- No pensé que ... ¿Indiscreta? No me preguntó está conmigo, es ... tú. Bueno, no usted -agregó con
nada. una risita infantil.
-Me refiero a quedarme aquí - dijo ella, tímida- La muchacha respondió con otra risita. Luego, se
mente-. No quiero ponerme en el camino de nadie. puso seria, como meditando. Finalmente dijo:
Es decir, yo también esperaba a alguien. - Es curioso. Yo tampoco sé como se llama él. No sé
- Está usted en su casa - dije el hombre, generoso. siquiera si tiene nombre.
En seguida se sintió estúpido. Le pareció que había - Tal vez no Jo necesiten. Ella. . . Bueno, son di-
hablado en un tono cínico, sarcástico e incrédulo. ferentes. Es decir, saben cosas que desconocemos ...
El prolongado silencio de la muchacha empeoró la si- Bueno, las sienten. Como cuando va a venir gente a
tuación. Sólo podía decir una cosa, que explicaba la la playa mucho antes de que aparezcan. Como si hará
presencia de ella en aquel sitio, pero se resistió. Al buen o mal tiempo. Y se sientan detrás de una roca
fin preguntó, maquinalmente-: ¿Ese amigo suyo va en el fondo del mar, esperando a que un pez les llegue
a llegar en. . . bote? a las manos.
- ¿Y su amiga? - preguntó la muchacha. - Y saben a qué hora sale la luna.
De pronto, los dos se echaron a reír, como insen- -Sí. - Y el hombre pensó: ¿se conocerán entre ellos?
satos, en uno de esos accesos que a veces acometen a ¿Estarán ahí en la oscuridad, observándonos? Si él
la gente, explosivos, hasta dolorosos, sin que haya nada aparece primero, ¿qué me dirá? ¿Y si es ella quien apa-
específicamente cómico. Al fin callaron, inmóviles. Sin rece· primero?
embargo, estaban ya sentados juntos, no simplemente - No creo que necesiten nombres -dijo la joven-.
cerca. La relación de cada uno con algún otro - con Les basta la intuición para distinguir a las personas
algo diferente- había derribado paradójicamente una o saber de qué hablan. Y usted, ¿cómo se llama?
barrera entre ellos. - J ohn Smith. ¿Demasiado vulgar? Juro que me
Fue ella quien se decidió, quien pronunció el Verbo, llamo así.
quien proporcionó la clave que podía aclarar la pre- La muchacha calló. Luego, echó a reír. Smith gruñó
ocupación común. interrogativamente.
-Nunca he visto una sirena -dijo soñadoramente. -Apuesto que jura "me llamo así" cada vez que
Y él le respondió también soñadoramente: dice cómo se llama. Apuesto que lo ha repetido miles
-Hermosa. -Fue una pregunta y una respuesta a la de veces.
vez. Y cuando dijo-: Yo tampoco vi nunca ... -ella -Así es. Nadie, sin embargo, me lo había dicho has-
lo interrumpió con un "Hermoso". ta ahora.
Fue una perfecta reciprocidad. Se miraron de nue- -Tenía que ser yo, pues. Yo me llamo Jane Dow.
vo en la oscuridad de la noche y se rieron, esta vez De, o y doble ve, no Doe.
calladamente. -Jane Dow. ¡Ohl ¿Y tiene usted que deletrearlo
Al cabo de un rato, la muchacha preguntó: cada vez?
-¿Cómo se llama esa joven? -Juro que es así - contestó la joven.
El hombre se sobresaltó, sorprendido: Se rieron.
- Bueno - dijo- , no lo sé. Realmente, no sé. Cuan- -John Smith, Jane Dow -observó Smith-. Muy
do está lejos de mí, me la imagino como ella. Cuando bien. Gente común y corriente.

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42 MINOTAURO UN TOQUE EXTRAÑO 43
-Común y corriente. Usted y su sirena. lo odia, ni tampoco, quizá, nadie lo quiere mucho.
John tuvo ganas de verle la cara a Jane. Se pre- B1:1eno, un hombre así no tiene vida; en otr?s tér-
guntó si el mundo de los sirenios influiría tanto en mmos, no es real. Pero tome a un hombre asi entre
Jane Dow como en él mismo. A nadie le había ha- tantos millones de hombres parecidos y añádale un
blado del asunto. ¿Quién le hubiera hecho caso? toque extraño. ¿Comprende? Una cosa que sea de él,
¿Quién le creería? Y si le hicieran caso y le creyeran, o que él haga, o que le suceda, aunque sea una
¿no tratarían de entrometerse? Era tal maravilla ... sola vez. Entonces, ya es real para todo el resto de sus
¿Les habría contado Jane Dow a sus amigas, a sus días. Bueno. Estoy hablando demasiado.
amigos, a su jefe? Lo dudaba. No sabía decir por qué, -Nada de eso. Está muy bien, señor Smith. Un
pero lo dudaba. toque extraño ... Mire, usted acaba de contar la his-
-Común y corriente, sí -repitió con firmeza. Y co- toria de mi vida. Sí, sí. Yo nací, me crié, fui a la
menzó a hablar del asunto precisamente porque era escuela y conseguí mi primer trabajo allí, en Spring-
la primera vez, y sentía de pronto la necesidad de field, y ...
hablar-. Eso tiene mucho que ver con lo que pasa. -¿Springfield? ¿Se refiere a Springfield, en Massa-
Muchísimo. Lo explica todo. Mire, nunca me suce- chusetts? ¡Yo soy de allí! -John la interrumpió a la
dió nada en la vida. ¿Comprende lo que quiero decir? joven con tanta excitación que perdió el equilibrio
Nunca gané un premio en el colegio y nunca me y cayó al mar. Salió a la superficie casi instantánea-
aplazaron. Nunca fui rico ni nunca pasé hambre. mente y en dos brazadas alcanzó de nuevo el_ borde
Conseguí un puesto y ahí sigo. Nunca ascenderé mu- de roca y se instaló junto a la joven, sacudiéndose
cho en la empresa y nunca me despedirán. ¿Compren- el agua como un manatí. .
de lo que quiero decir? -Bien, no -dijo Jane con dulzura-. Fue en Spnng-
-¡Oh, sí, muy bien! field, Illinois.
-Y de pronto -continuó John Smith con exalta- -¡Oh! -exclamó John, decepcionado.
ción- he aquí que aparece esa sirena. Es decir se me -Nunca fui una chica bonita -continuó Jane-.
presenta. A mí. Nada parecido a una ilusión. Nada Es decir, lo que se llama una chica ~onita. Tampo_co
que le haga preguntarse a uno si ha visto o no a una fui un adefesio. No. Cuando orgamzaban un baile
sirena. No, una sirena muy real que quiere verme a en el gimnasio del colegio y les decían a los chicos
menudo, una y ou·a vez, que acude a las citas, aunque que se acercaran uno por uno y eligieran compañera,
siempre llega tarde. nunca fui la primera, pero tampoco la última, aun-
-Así es él -dijo Jane muy de acuerdo. que a veces sentí el temor de serlo. Me recibí de ba-
-Llamo a eso -dijo John, acercándose a la mu- chiller y al día siguiente conseguí un puesto. No
chacha y bajando confidencialmente la voz- el toque era ni muy bueno ni muy malo y todavía sigo allí.
extraño. Eso es, el toque extraño. Me lo digo a mí Me gustan unas personas más que otras, pero no_hago
mismo, ¿comprende? Es decir, un hombre es el mismo muchas diferencias. ¿Comprende? Un toque extrano ...
toda la vida; es siempre bueno con la madre, nunca Siempre me dije que había un nombre para eso que
lo arrestaron cuando se excede en la bebida, no crea nunca tuve, y usted le ha dado uno acertado. Gracias,
dificultades, se limita a poner cara de náusea. Tra- señor Smith.
baja bien y se gana honradamente el sueldo; nadie -Oh, de nada -dijo John con timidez-. En todo

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44 UN TOQUE EXTRAÑO 45
MINOTAURO

caso, ahora lo tiene. . . ¿Cómo es que conoció usted Nadar es lo único que he hecho bien en mi vida,
a su ... ? Bueno, me refiero a él. pero sólo me descubrí ese talento como hombre ya
-¡_üh, sen~í ~n miedo espantoso, se lo aseguro! Fue hecho y derecho. Es decir, en mis tiempos de escolar
el d1a del p1cmc que organiza el personal de la em- no tuve piletas de natación ni nada parecido. Por
p_resa. Yo estaba nadando y .. . Bueno, si he de de- eso no me gusta exhibirme como nadador; nado sólo
cirle la verda~, se~or Smith, le confesaré, y perdó- cuando no hay nadie cerca. Un día vine aquí al
neme, que m1 traJe de baño tenía una hombrera anochecer, cuando casi todos se habían ido a cenar,
algo f~?ja y se me res?alaba. No mucho, desde luego, y nadé hasta más allá de los arrecifes, lejos ya de
comp1endame, pues s1 no no lo hubiera usado. Pero esta Quijada. Por allí hay un sitio de apenas un
me sentía incómoda y nadé para esconderme detrás metro de profundidad. Así fue como me golpeé la
de las rocas y arreglar el inconveniente donde nadie rodilla.
me viera. Y allí estaba él. Jane Dow se sobresaltó. Smith rió entre dientes.
-¿Era de día? -Bien, no soy aficionado a las palabrotas -conti-
-Tomaba sol. Era como ... como ... Bien, no en- nuó-. Pero las oigo a cada paso y creo que acaban
cuentro nada parecido. Estaba tendido en la roca por pegárseme sin que yo lo sepa. Por eso, a veces,
fuera del ag~a. C?mo si me estuviera esperando. N¿ cuando estoy solo y me golpeo la cabeza, o me pasa
algo parecido, oigo palabrotas y descubro que soy yo
trató ele hmr, n~ se mostró sorprendido. Sonreía,
nada más. Como s1 me esperase. Tenía una voz fuerte quien las dice. Eso es lo que ocurrió entonces, cuando
Y pastosa, los ojos verdes y grandes, y el pelo rubio me lastimé la rodilla. Fue un golpe que me dolió
la~. ' mucho. Me doblé, me abracé la rodilla lastimada y
-Sí, sí, como ella. creo que el agua hirvió a mi alrededor con los sapos y
-~e pareció hermosísimo. Bien, no creo que se culebras que me salieron de la boca. Creía que no
necesiten más detalles. Usted los conoce. Las brillan- había nadie cerca.
tes escamas plateadas y las manazas palmeadas ... "Pero, ele pronto, allí estaba ella. Se reía de mí.
-Oh -exclamó John. Salió del agua profunda, de más allá de los arreci-
-Me asusté muchísimo, sí. Pero no tuve miedo. No fes, y saltó a la luz del sol, de un sol ya muy bajo
tra!ó de ª,cercarse, y comprendí que no me haría y rojo; cayó de espaldas al agua, con un chasquido,
dan o, no se por qué. . . Luego me habló y yo le pro- como unos dientes que rompen una pepita. Alzó el
metí que volvería. He vuelto muchas veces. Eso es agua alrededor, y durante un instante pareció estar
todo. -La joven tocó suavemente el hombro de John acostada en un joyero, hundida en un lecho mullido
y retiró en seguida la ??ano, t_urb.ada.- Nu~ca -dijo~ ele seda rosada.
se lo he contado a nadie. A mngun alma viviente. Por "Yo estaba tan molesto, confundido y perplejo que
eso me agrada tanto poder conversar con usted del no pude creer lo que veía. Recuerdo que pensé que
asunto. era una ... bueno, una ele esas mujeres de las que se
-Sí. .. -John sentía un júbilo irracional.- Sí, sí. oye hablar, y que se bañan desnudas. Le volví la es-
-¿Y usted cómo ... ? palda, pero cuando miré por encima del hombro para
J ohn Smith se echó a reír. ver cómo había reaccionado ella, sólo descubrí un
-Bien -dijo-, tendré que decir algo de mí mismo. poco de espuma en el lugar donde se había zambu-

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46 MINOTAURO UN TOQUE EXTRAÑO 47
llido, una espuma que desapareció luego muy rápi- comenzó a peinarse los cabellos largos, todavía en-
damente. tregada a su música y como sonriéndose ... Bien, como
"En ese momento, sentí de nuevo el dolor en la usted dice que él hizo, como si esperara, sin mostrar
rodilla, y vi que no sólo me la había golpeado. Había ningún deseo de huir. Yo nadé hasta las rocas, trepé
una herida también. La sangre me corría por la pier- hasta el sitio donde estaba ella y me senté a su lado,
na y sólo cuando ella rió más alto aún, descubrí que como ella quería.
yo había vuelto a mis juramentos. Ella nadaba a mi Al cabo de un tiempo, Jane Dow habló, tímida-
alrededor, riéndose siempre, pero de un modo tan mente, pero convencida evidentemente de que Smith
especial, tan poco ofensivo que no pude sentirme había dedicado aquella pausa al recuerdo de la roca.
molesto. -¿Y qué ... qué quería ella, señor Smith?
"Me olvidé pues de la rodilla y me puse también Srnith se echó a reír.
a nadar. Creo que es o le gustó, ya que dejó de reírse, -Oh, perdón -murmuró Jane-. Perdón otra vez.
y cantó. Era como si ... -¡No, por favor! -replicó Smith rápidamente-. Me
Smith se calló, buscando las palabras, y Jane Dow reía de que ella me hubiera elegido a mí . .. ¿Por qué
no dijo nada. Parecía como si tratara de escuchar a mí entre tantos? -'Calló de nuevo. Meneó invisible-
aquel canto, o que estaba escuchándolo. mente la cabeza. No, no le diré nada, decidió. Ya ha
-Puede cantar -dijo John- con cualquier cosa de tener de mí una opinión bastante deplorable. Eso
que se mueva, si tiene vida, y también con el viento de pasarse la noche en una roca con una sirena, ense-
de una tempestad o la rompiente un día de marejada. ñándole a decir palabrotas.- Saben como conseguir de
Estaba cantando a mi modo de bracear y de cortar uno lo que quieren ... -terminó diciendo.
el agua con las manos, a mi identificación con el Smith pensó que era posible, aun mientras la rom-
mar, a mi temerosa perplejidad, a la sangre que me piente murmura a los pies de uno, advertir el instante
brotaba de la rodilla. A todo eso le cantaba. Y antes en que alguien contiene el aliento; cómo se respira
que me diera cuenta, hubo una inversión de todo y curioso, perplejo, alarmado y, finalmente, aliviado, y
me puse a nadar al compás de aquel canto. Creo que respira otra vez, aunque no se oiga ni se vea nada.
nunca en mi vida nadé como entonces. Tal vez nunca ¿Qué he dicho?, se preguntó, asombrado. Pero no podía
más pueda hacerlo; no lo sé. Porque hay un modo recordar con exactitud lo que había dicho, salvo,
de nadar en el que cualquier movimiento o giro es desde luego, que había comenzado a hablar de la si-
siempre el más adecuado, y uno avanza dos veces más rena en la roca y que había decidido interrumpirse,
rápido que nunca, y no hay obstáculo ... y decir algo diferente.
La voz de John se apagó. Jane Dow suspiró bre- -Pensándolo bien -dijo-, no son tan difíciles de con-
vemente. tentar. Cuando, por supuesto, se sabe lo que quieren.
-Ella -continuó John- ' fue en seguida hacia las -Así es -dijo Jane, con tono firme-. Lo he notado.
rocas, y cuando me parecía ya que iba a romperse -¿De veras?
la cabeza, abrió una masa de espuma, apareció en Hubo una pausa suficiente para que Jane Dow
la cresta, y fue a parar a las rocas, justo en el lugar asintiera con la cabeza.
que quería, sin mostrar ningún cansancio. Metió la John Smith se preguntó qué podía contentar a un
mano en la grieta de la roca, sacó un peine viejo y sirenio. Nada sabía acerca de los sirenios. A su sirena

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18 ;\,IJNOTAURO UN TOQUI:. EXlRAÑO 49
le gustaba e.amar, peinarse, que la escucharan, que encontrar los huevos y los atiende; sólo así puede fe-
la admiraran, que la insultaran. cundarlos.
-Bien -dijo Smith-, sea lo que sea, vale la pena Este proceso embriológico, por desusado que pa•
hacerlo, porque la felicidad que conocen es muy li- rezca, no tiene nada de único en un mundo de tan
mitada. complejas maravillas: la falange pelágica de los c~fa-
-Sea lo que sea -asintió Jane, con una voz de lópodos o la simultaneidad d~ encontrad?s apetito_s
desagrado. en ciertos arácnidos. Baste decir, en relación con si-
Una rara idea corrosiva se insinuó en la conciencia renas y sirenios, que el legendario monos~labo de sa-
de John. La ahuyentó antes de reconocerla. Era rara ludo del indio en celo tiene aquí su réplica y, como
y también corrosiva a caúsa de Jo que sabía de su en asuntos así el propósito sigue a la función, hay en
sirena y de la pasión que sentía por ella. Hay una estas características una guía segura. Todos saben
idea popular acerca del placer que puede procurar así cómo comportarse con tan espléndidos seres, y. có-
la relación con una sirena y él la había compartido mo tan espléndidos seres pueden entenderse contigo,
-si es que había pensado alguna vez en sirenas- hasta hermano, o contigo, hermana.
el día en que había conocido a una. Se escucha a las -Tan cariñoso -dijo Jane Dow- y, de pronto, tan
sirenas, se las mira, se les hace pequeños regalos, se violento ...
las insulta y tal vez se aprenden ciertas destrezas des- -¿Cómo? -interrumpió Smith.
conocidas o quizá olvidadas por la mayoría de los La idea corrosiva lo atormentaba de nuevo. La re-
humanos. Como respirar bajo el agua, o mejor, alma- chazaba, pero volvía al ataque. . . En un tiempo, ~~
cenar más oxígeno, y extraer todavía más -aunque el Sur norteamericano, se acostumbraba a tranquili-
poco-, de las pequeñas canticlades de agua que entra zar a las criaturas untándoles las manos con melaza y
en los pulmones, y que unas hábiles contracciones dándoles una pluma de pollo. La idea corrosiva de
del diafragma transformarán en vapor. Luego se saca Smith era como una de esas plumas; la movía de aquí
del vapor parte del oxígeno disuelto. Por lo menos, para allá, y no podía desprenderse de ella. Ese tal
esa era la teoría de Smith después de practicar algu- sirenio ... , pensaba excitado. . .
nos ejercicios rituales de la sirena. Y además la pesca -Supongo -dijo Jane- que no estoy en cond1C1ones
para comer, la pesca para pescar, el arte de hipnotizar de criticar.
a las anguilas y otros placeres inocentes. Smith estaba demasiado atareado con su pluma, y
Pues la sirena es ovípara como la carpa, aunque no contestó.
más mamífera que un pez. Los huevos de sirena son -La forma en que le hablé a usted cuando pensé
pequeños, de acuerdo con el respetado precedente de que era. . . cuando usted se presentó aquí. . . Le ase-
los mamíferos, y son colocados en los relucientes guro que nunca en mi vida ...
racimos -cada huevo parece una diminuta perla in- -Era muy natural. ¿No me oyó usted acaso?
crustada en feldespato anacarado-, muy secretamente, Nunca se le ocurrió preguntarse qué pensaba Jane
en cavernas vigiladas, cuando llega la estación ade- que las relaciones de Jane con su amigo tenían que
cuada. La ceremonia del amor se realiza después del Jane Dow era una excelente muchacha. .
traslado de los huevos, ya de un color dorado, al in- haber sido muy parecidas a las de él y la s1Tena. Esta
terior del nido: el sirenio se acerca entonces, finge Smith pensó de pronto, decepcionado de sí mismo,

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50 MINOTAURO UN TOQUE EXTRAÑO 51
entonces. Ni por un momento se imaginó que Jane -Sí, SÍ. •.
podía saber menos que él de las sirenas, aunque él -Nadie lo tenía ... Luego, yo lo tuve y ... digá-
deseaba saber más de los tritones. moslo así, nunca conocí a una chica a quien pudiera
- Obligan a hacer lo que ellos quieren -dijo la hablarle de la sirena.
joven-. No hay más remedio. Pasé noches en vela Las palabras se tendieron cómodamen_te en. ell?s,
inventando nuevos insultos, sólo para complacerlo. Se mientras pensaban. Cuando Smith entendió al fm, in-
pone tan contento. Y también a él le gusta decir atro- clinó la cabeza y volvió la cara en la oscuridad, espe-
cidades. Me llama cebo de caimán. Me dice que soy rando ver la expresión de Jane. Descu~rió de p~onto
su blando baldecito de huevas. ¿No es horrible? Me que apoyaba los labios en los ~e Jane. Sm aprension~s,
dice que soy del tipo de lecha y agua. ¿Qué es lecha, sin temores. Se quedó muy quieto, asombrado al prin-
señor Smith? cipio y luego feliz. Jane se sentó ~uy derech~, con
-No puedo decirlo -dijo Smith con voz ronca. No las manos unidas a la espalda y los OJOS muy abiertos,
lo sabía y decidió silenciosamente que consultaría hasta que los labios de Smith se apartaron.
luego el diccionario. ¡Parecía una chica tan buena! Las sirenas son aficionadas a los besos. Creen que
Se sintió bruscamente enfadado. ¡Indudablemente, besar es alo-o divertido. Sroith sabía lo que era besar
había sido una buenísima chica! ¡Ese mostruol, pensó a una sireia. Estuvo pensándolo mientras posaba los
con ira. labios en los de Jane Dow. Pensó que los labios de
-Me pregunto -dijo- si no es ya la salida de la la sirena no sólo eran fríos, siino también secos y poco
luna. flexibles, como el caparazón de un cangrejo joven.
-Oh, cielos, la salida de la luna -dijo ella de un La lengua de la sirena, acostumbrada a tratar con
modo raro. caracolas y algas, podía abrir una herida. Y el alie~to
Smith no acertó a decir por qué, pero, por primera de la sirena olía a pescado. Cuando pudo, Smith
vez desde que se había instalado en la roca, sintió frío. preguntó:
Miró con angustia hacia el mar. Se oyó decir una -¿En qué piensas?
frase común y triste. Tienes que salvarla de ella mis- Jane contestó, pero John no alcanzó a oírla.
ma. De pronto, se sintió inexplicablemente noble. -¿Qué?
-¿Es usted ... es usted ... ? -Jane vacilaba.- Bueno, -Mi amigo tiene los clientes inclinados hacia aden-
si usted me permite ... no está obligado a ... tro -murmuró la joven junto al hombro de John.
-¿Qué quiere saber? -preguntó Smith amablemente, Aja, pensó Smith.
acercándose más a la joven. Jane estaba incómoda- -John -dijo Jane Dow de pronto, con deses~era-
mente acurrucada en el borde rocoso. No se volvió ción- , quiero que sepas algo, de una vez y para siem-
hada Smith pero tampoco se apartó. pre. Sé qué ha pasado entre . tú y ell~, pero. no
- ¿Es ... casado o ... ? -murmuró. ocurrió lo mismo conmigo, entiéndelo bien. Quiero
-¡No, nol No me casé nunca. Pensé en casarme que sepas la verdad desde ahora, para que no lo pen-
algunas veces, pero no, no. semos nunca más.
-¿Por qué no? -Oh, Jane, eres muy buena -dijo John Smith, casi
-Nunca encontré a quien . . . Bien, todas. . . ¿Re- sin voz- . Eres tan. . . Bien, vayámonos. Vayámonos
cuerda lo que dije solbre el toque extraño? de aquí antes que. . . antes que salga la luna.

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52 MINOTAURO

Fue extraño cómo Jane Dow se equivocó y ya nunca La relación -cómoda o incómoda- de los terrestres
supo de su error -nunca más hablaron del asunto--; y los extraterrestres ha sido siempre uno de los t~mas
había perdonado a John ganando así un inmenso favoritos de la ficción científica clásica. Damon ~night,
poder. ¿No había derrotado acaso a la más desaforada crítico. y autor (véase ¿Qué bestia torpe? en Minotau-
y bella de las rivales? ro 1), subraya en esta historia el carácter extraño ~e
Fue extraño también cómo J ohn Smith se equivocó; esta posible relación, renovando un tema que hoy solo
perdonó a Jane y ganó así un orgullo perdurable y la aparece en los productos de Hollywood.
seguridad de que ella se lo agradecería siempre.
Fue extraño que la luna hubiera salido mucho antes
que abandonaran la roca, sin que aparecieran la sirena
y el sirenio, que sabían, a su modo.
John nadó en el mar oscuro, lentamente, solícito. ESTACIÓN DE EXTRANJEROS
Jane también nadó. Se pararon en las tinieblas de la
playa. Se vistieron. Se encontraron de nuevo frente al
coche de John y allí, finalmente, se vieron y se cono- Damon Knight
cieron. Y más tarde llegaron a enamorarse y a que-
rerse de veras y este fue seguramente, el toque más
extraño de todos.
El estrépito metálico resonó en las cámaras y en los
Título original: A touch of stmnge.
Traducción de M. A. corredores abovedados de la Estación. Paul Wesson se
quedó escuchando un cierto tiempo mientras los ecos
se desvanecían. El cohete de mantenimiento había
vuelto a la Tierra. Wesson estaba solo ahora en la
Estación de Extranjeros. . .
¡Estación ele Extranjeros! El nombre mismo ex~1-
taba la imaginación. Wesson sab_Ja que las _dos esta~io-
nes orbitales habían sido bautizadas haca un siglo
por la administración ~ritáni,~a del ser~icio de satéli-
tes: la mayor y más bap, la Terrest~e , ordenab~ el
tránsito entre la Tierra y las colonias; la exterior,
llamada "de Extranjeros", esta~a específicameD:te des-
tinada a los tratos con extran1eros ... es decir, con
seres de fuera del sistema solar. Flotaba silenciosa-
mente en la oscuridad esperando al visitante que lle-
gaba una vez cada veinte años. . . .
Un hombre, entre los miles de millones del domi-
nio del Sol, tenía la tarea y el privilegio de soportar
la presencia del extraño. Las dos razas, de acuerdo

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54 MlNOTAURO ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 55
con lo que Wesson sabía, parecían tan fundamental- -No, todavía no -dijo Wesson-. Antes miraré un
mente distintas que el encuentro era siempre penoso. rato por aquí. .
Bueno, Wesson se había presentado como voluntario Echó a andar. La red entendió que la conversación
y creía s~r capaz de desempeñarse bien: la recompensa había terminado y calló. Era una compañera agra-
era considerable. dable y satisfactoria; hablaba cuando le hablaban, Y
Había pasado por todas las pruebas, y aunque no no había que acostumbrarla mal. ...
lo esperaba, lo habían elegido. Lo llevaron luego co- La parte humana de la Estación estaba d1vid!da en
~o _un peso muerto, drogado en un casco de mante- cuatro partes: dormitorio, sala, comedor y bano. La
mm1ento; lo tuvieron así mientras trabajaban y luego sala era amplia, cómoda y hasta elegante, decora_da
lo despertaron. Ya se habían ido. Estaba solo. con tonos verdes y castaños: la única nota mecámca
Pero no completamente. era la consola del instrumental en im ángulo. Los
-Bienvenido a la Estación de Extranjeros, sargento otros cuartos, dispuestos en círculo alrededo1: de la
Wesson -dijo una voz agradable-. Le habla la red sala, eran pequeños: justo el e~pacio necesano pa~a
alfa. Estoy aquí para protegerlo y atenderlo. Si desea Wesson, un estrecho corredor crrcular y los mecanis-
algo, no tiene más que pedírmelo. mos a los que tenía que re~urr~r. Todo, el lugar se
Era una voz neutra, profesionalmente cordial como mostraba inmaculadamente hmp10; reluc1a y dab~ la
la de un buen maestro de escuela. impresión de suma eficiencia, a pesar de los vemte
Wesson estaba prevenido, pero aun así la cualidad años de abandono.
humana de aquella voz lo impresionó realmente. Las Estoy en el tramo más cómodo del camino, se dijo
redes alfa eran la última palabra en materia de cere- Wesson. Era <:l mes que precedía a la llegada del ex-
bros_-robot: ~o~putadoras, mecanismos de seguridad, tranjero: buena comida, poco trabajo y una red aHa
serv1~ores, bibliotecas, todo en una pieza, con algo tan para conversar.
parecido~ u_na "person~lidad" y al "libre albedrío" que -Tía Jane -dijo-, tomaría ahora con gusto un
los especialistas todav1a estaban debatiendo el tema. plato de carne. No muy cocida, con papas tostadas,
Era_n raras y fabulosamente caras; ,vesson no había cebollas y hongos, todo acompañado por un buen
temdo contacto con ninguna hasta entonces. vaso de cerveza. Llámeme cuando esté preparado.
-Gracias -le dijo al aire-. Por cierto. . . ¿cómo -Muy bien -dijo amablemente la voz.
la llamo? No puedo estar diciendo: "Oiga, red alfa ..." En el comedor, el cocinero automático se puso a
-Uno de sus predecesores recientes me llamaba zumbar y cloquear con aires de importancia. Wesson
Tía Redita. siguió inspeccionando y se detuvo ~nte la consola del
Wesson hizo una mueca. Red Alfa: Tía Redita. instrumental: las compuertas del aire estaban selladas
No le gustaban los juegos de palabras. y bien cerradas; el_ aire circulaba l!bremente. La Es-
-Lo de tía está bien -dijo-. Pero ¿qué le parece tación en órbita grraba sobre su eJe con una fuerza
si la llamo Tía Jane? Es el nombre de la hermana de en el perímetro -donde estab,a ,vesso?- de una g. La
mi madre. Y las voces se parecen un poco. temperatura interna era alh de vemte grados cen-
-Será para mí un honor -contestó cortésmente el tlgrados.
meca~ismo invisible-. ¿Quiere que le sirva algo ahora? En otro lado del tablero, en cambio, los diales es-
¿Comida? ¿Alguna bebida? taban todos apagados y muertos. El sector Dos, de un

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56 MINOTAURO ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 57
volumen ochenta y ocho mil veces mayor que el de -Capítulo Segundo -dijo ~nme~iata~ente la voz-.
\i\Tesson, no funcionaba todavía. El primer contacto con una mtehgenc1a no solar fue
. \Vesson tenía perfectamente grabada en la mente la hecho por el comandante Ralph C. Pigeon, el ~9
imagen de. la Estación: una imagen obtenida de foto- de julio de 1987,. dura!lte un ~escenso de emergencia
graflas y diagramas. Era una esfera de duraluminio de en Titán. A contmuac1ón, se mcluye un extracto del
unos ciento cincuenta metros de diámetro· el disco informe oficial:
de la sección humana, de unos diez metr~s de diá- "Mientras buscábamos cualquier cosa posible de
metro pareda haber sido puesto allí a último mo- nuestros trastornos mentales, descubrimos lo que pa-
mento. Toda la cavidad de la esfera, es decir, casi recía ser una construcción metálica gigantesca, en el
t~da, pues había_ q_ue exceptuar las salas de sumi- lado distante del cerro. Nuestra angustia aumentó al
nistros y mantemm1ento y los tanques importantísi- acercamos a esa construcción, que era poliédrica Y
mos, que habían agrandado hacía poco, era una apre- cinco veces más larga, aproximadamente, que el
tada cámara para el extranjero. Cologne.
-La carne está lista -dijo Tía Jane. "Algunos tripulantes ~ugíríeron entonces 9.ue nos
La ca_rne estaba bien preparada, muy tostada por retiráramos, pero el teniente Acuff y yo mismo te-
fuera, tierna y rosada por dentro. níamos la impresión muy clara de que algo nos lla-
-Tía Jane -dijo Wesson con la boca llena-, tal maba o convocaba de una manera indefinida. Aunque
vez le falte un poco para estar totalmente a punto ... nuestra inquietud no disminuyó, decidimos por ~o
-¿A la _carne? -preguntó la voz, con una especie tanto seguir adelante, y mantener contacto por radio
de angustia. con el resto del grupo mientras regresaba a la nave.
\Vesson sonrió. "Entramos en la extraña construcción por una vasta
-No tie1:e importancia; está muy apetitosa -dijo-. abertura irregular ... La temperatura interna era de
Escuche, Tia Jane, para usted esto es ya una rutina ... 58 grados centígrados bajo cero; la atmósfera parecía
¿Cuántas veces pasó por estas cosas? ¿La instalaron ser de metano y amoniaco. . . Dentr~ de la ~egunda
con la Estación? cámara nos esperaba un ser ext1:a~º· Sentimos la
-No fui instalada con la Estación -contestó Tía angustia que he tratado de des~nbir ~n un. grado
Jane con tono afectado-. He estado presente en tres mucho mayor que antes y también la 1mpres1ón de
contactos. que nos llamaban o invi~ab~n ... Ob_servamos que el
-Hur:n, ... Un cigar~!lo -dijo Wesson, palpándose ser exudaba un espeso liqmdo amarillento, que aso-
los bols11Ios. El automatico zumbó un instante y envió maba en ciertos poros o junturas. Aunque con rep_ug-
por 1;1na ranura un paquete de cigarrillos. Wesson en- nancía, logré recoo-er
o una muestra . de esta exudación
cendió uno-. Muy bien, ha pasado por esto tres veces. que lueo-o fue llevada al laboratorio.
Tendrá muchísimas cosas para contarme, ¿verdad? "El s~gundo contacto fue realizado diez años des-
--¡Oh, desde Juego! Dígame qué desea saber. pués por la famosa expedición a Titán del comodoro
. Wesson se echó hacia atrás mientras fumaba y refle- Crawford... .
xionó, en~omando los ojos verdes. -No, basta -dijo \Vesson-; sólo quería la cita de
-En primer lugar -dijo-, léame el informe Pígeon Pigeon. -Siguió fumando, mientras rumiaba.- Parece
el de la Relación compendiada. • demasiado resumido el relato, ¿no le parece? ¿No

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58 l\fINOTAURO ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 59

tiene una versión más detallada en esos depósitos de con tiempo libre y reciben siete mil estelares y una
memoria? vivienda de primera clase ....,
-No -dijo Tia Jane tras una pausa. -Sí, ya sé todo eso -dijo \Vesson, pasán~ose la
-:-Se conocían otras circunstancias cuando yo era lengua por los labios resecos-. Pero lo que me interesa
chico -se lamentó ,vesson nerviosamente-. Recuerdo es saber qué les sucede aquí. Por ejemplo, los que
que leí el libro ~u~ndo tenía doce años y que había allí usted conoció, ¿qué aspecto tenían c1:1~ndo se fu~ron?
una larga descnpc1ón del desconocido. . . Es decir, no -El aspecto humano habitual -d1JO la voz firme-
recuerdo la descripción, pero sé que estaba allí. -Miró mente-. ¿Por qué me lo pregunta, sargento?
a su alrededor.- Escuche, Tía Jane -agregó-, es \V esson hizo un gesto de desagra~o. .
us:ed una especie de vigilante universal ¿verdad? Ten- Algo recuerdo -dijo- de una agitad~ sesión de la
dra seguramente cámaras y micrófonos distribuidos por Academia. Tenía que ver con la ~stación. La p~rte
toda la Estación ... de una frase: "ciego como un murciélago~ con ce1das
-Sí -confesó la red, y , ,vesson creyó advertir en la por todo el cuerpo". Me gustaría saber si s~ ~eferían
voz un tono de persona ofendida. al extranjero. . . o al observador cuando vimeron a
-Bien, ¿qué me dice del Segundo Sector? Tiene que buscarlo.
haber cámaras allí, ¿verdad? Tía Jane se abandonó a una de sus largas pausas.
-Sí. -Muy bien -continuó Wesson-. No se moleste. Ya
. -Bien, entonce~ puede decí1melo. ¿Qué aspecto sé qué voy a oír: "Lo lamento pero no puedo de-
tienen esos extran Jeros? círselo."
Hubo una larga pausa. -Lo lamento de veras -admitió el robot, con sin-
-Lo siento pero no puedo decírselo -declaró Tía ceridad.
Jane.
-No, claro está -admitió Wesson-. Me lo suponía. A medida que los días se transform~ban en se:
Se lo han or~e~ado así, y por las mismas razones, manas, \Vesson fue notando que la Estac1ó~ era casi
supongo, s1:1pnmieron muchas cosas de aquel libro. un ser vivo. Podía sentir alrededor las costillas elás-
¿Puede decmne qué razones fueron esas? ¿Tiene us- ticas de metal, que soportaban el peso. del pas~-
ted alguna idea, Tía Jane? jcro, mediante desplazmni~~to! m~1y ,precisos. _Pod1a
-Sí -admitió la voz, tras otra pausa. sentir el vacío expectante, alh arnba , y adve_rtJa la
-¿Entonces ... ? presencia de la red electrónica que estab~ siempre
-Lo siento, no puedo... alrededor, observando, tanteando, tratando siempre de
-No puede decírmelo, ¿verdad? -interrumpí(> , ,ves- anticiparse a cualquier necesidad.
son-. Perfectamente. Por lo menos, sabemos a qué Tía Jane era una compañera m?delo. :enía ~ma
atenernos. discoteca con miles de horas de música, pehculas cine-
-Así es, sargento. ¿Quiere algún posu·e? matográficas }' un proyecto1 de microlibros; s! \Vesson
-No quiero postre, gracias. Una cosa más: ¿Qué lo prefería, ella misma podía leérselos. Cuidaba de
les sucede a los observadores de la Estación luego de los tres telescopios de la Estación Y. bastaba que _Paul
cumplida la tarea? ' lo pidiera para que le mostrara vist~s de la Tierra,
-Se los asciende a Clase Séptima, como estudiosos de la Luna o del planeta del extran1ero.

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60 E:;TACIÓX DE .EXTRA..'-JEROS 61
l\fiNOTAURO
Pero no había noticias. Tía Jane, siempre servicial, -Muéstreme una vista de la Tierra -dijo.
ponía e~ marcha .el receptor ele radio, y sólo se oían Obedientemente, se iluminó la pantalla que había
unos ruidos es~áticos. Esto era lo que abrumaba a sobre la consola: allí estaba la Tierra azul, como
\Vesson. a medida que pasaba el tiempo; sabía que flotando en el espacio de abajo, en cuarto creciente.
las rad1~s d~ todas ~as astronaves en tránsito guar- -Basta -dijo w·esson.
daban s1lenc1~, lo m~smo que las estaciones orbitales -¿Un poco de música? -dijo la voz. Inmediata-
Y l?s transmisores mterplanetarios. Era un íncon- mente, se oyó una música sedante de instrumentos
vement~ enorm~, casi paralizador. Podía transmitirse de cuerda.
alguna mfo?Dac1ón desde distancias relativamente cor- -No, no -dijo Wesson.
tas ~or !otofono; pero, en general, las complejas co- La música se detuvo.
munic~c1ones por las rutas del espacio dependían ele Las manos le temblaban a ·wesson; se sentía como
la radio. preso en una jaula, frustrado. El traje de ambiente
. Este inminente contacto con el extranjero era estaba en un armario, junto a la compuerta de aire.
sm. embargo, algo tan delicado que hasta una vo~ \Vesson había subido en un par de ocasiones: nada
r~di~l, en a9uel lugar donde la Tierra era un disco había allí arriba, excepto oscuridad y frío. Pero te-
d1m~nuto, solo dos veces mayor que el de la Luna, nía que salir de aquella jaula de ardilla. Sacó el traje
pod1a perturbarlo seriamente. Era alao tan precario y comenzó a ponérselo.
pensó ~esson~ que sólo podía haber° un hombre e~ -Paul -preguntó Tía Jane con ansiedad-, ¿se siente
la Estación mientras el extranjero estuviera allí; por nervioso?
~so para que este hombre tuviera compañía, se había -Sí -contestó Wesson con impaciencia.
mstalado la red alfa ... -Entonces no vaya al Segundo Sector.
-¿Tía Jane? -¡Haga el favor de no decirme lo que tengo que
-Sí, Paul -~ontestó enseguida la voz. hacer, montón de hojalata! -replicó vVesson, furioso
-Esa angustia de que l1ablan los libros ... la des- de pronto. Corrió hacia arriba el cierre del traje con
conoce, ¿verdad? un movimiento brusco.
-Así es, Paul. Tía Jane no replicó.
-Porque un cerebro robot no puede sentirla, ¿no Wesson revisó todo apresuradamente, y abrió la
es así? compuerta: un tubo vertical donde apenas cabía un
-Así es, Paul. hombre, y el único paso entre el Primer Sector y el
-Enton~es, explíqueme: ¿por qué necesitan que Segundo. Era también la única salida que tenía el
ha_ya aqu1 un hombre? ¿Por qué no pueden arre- Primer Sector; para llegar allí por primera vez,
glarselas con usted? Wesson había tenido que entrar en la compuerta del
-No lo sé, Paul. -fue la contestación, tras una polo "sur" de la esfera y pasar por una serie de aber-
pausa. ~a voz pareció un poco triste. \Vesson se pre- turas y conductos. Lo habían drogado entonces hasta
guntó s1 aquellas graduaciones de tono existían real- dejarlo inconsciente, desde luego. Cuando el momento
ment~ o eran producto de su propia imaginación. llegara, saldría de allí de la misma manera; ni el
DeJó. el ~ofá de la sala y se paseó nerviosamente por cohete de mantenimiento ni el de combustible tenían
la hab1tac1ón. espacio o tiempo de sobra.

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62 MINOTAURO ESTACIÓN DE EXTRAr-JEROS 63
En el polo "norte" del otro extremo había una me estructura de la Estación pareció encogerse alrede-
terc~ra compuerta de aire, tan enorme que hubiera dor hasta tener el tamaño de una habitación ordi-
podido contener a una nave mercante interplanetaria. naria ... Y el propio Wesson sintió que se encogía
Pero esto no era asunto de nadie, es decir, de ningún también, y que él mismo era como una diminuta
ser humano. sabandija que escapaba frenéticamente a lo largo de
A la luz de la lámpara, en el casco de vVesson, la una pared.
enorme cavidad central de la Estación era como un Conía y, mientras corría, detrás de él, la Estación
abis~o de ti~ta, y sólo devolvía unos pocos destellos 1·etumbó.
lummosos, brillantes y burlones. La escarcha brillaba
en las paredes próximas. La presión del Segundo Sec- En las silenciosas habitaciones brillaba una media
tor era escasa todavía; sólo había allí un vapor difuso luz. Wesson, tendido e inmóvil, contemplaba el cielo
que se filtraba por la compuerta, y que se había raso, e imaginaba allí la figura cambiante del extran-
congelado hacía tiempo en una capa de polvo blanco, jero, una figura gigantesca, imprecisa, amenazadora-
que revestía las paredes. Bajo las pesadas botas, el mente infonne.
metal resonaba como algo frío; el vasto vacío de la cá- La transpiración le bañaba la frente. No podía apar-
mar~ parecía cada vez más deprimente, pues carecía tar la vista del cielo raso.
de a1re, calor y luz. Solo, decían los pasos, solo ... -Por eso no quería que fuese ahí arriba, ¿verdad,
Había subido unos treinta metros por el conducto Tía Jane?
c_uando vVesson advirtió que se sentía todavía más an- - Sí. Sentirse nervioso es la primera señal. Pero us-
s10so. Se detuvo a pesar suyo, se volvió torpemente y ted me dio una orden terminante, Paul.
se apoyó de espaldas contra la pared. La solidez de -Lo sé -admitió vagamente vVesson, siempre con
la pared no parecía suficiente. Debajo, el conducto la mirada fija en el cielo raso-. Es algo muy raro,
parecía c~der, como si amenazara con precipitarlo al ¿verdad, Tía Jane?
negro abismo. -Así es, Paul.
Weson reconoció la impresión invasora el 0o-usto -Usted, sin duda, no querrá decirme qué aspecto
metálico en la lengua, el agua que se le f¿rmaba en tiene.
la boca. Era miedo. -No, Paul.
Una idea le pasó por la mente. Quieren que me -No quiero saberlo. Sanlo Dios, juro que no quiero
asuste. Pero ¿por qué? ¿Por qué ahora? ¿De qué? saberlo ... Es curioso, Tía Jane, pero estoy destrozado.
De pronto entendió. La presión sin nombre fue Tengo tanto miedo... Siento el cuerpo como de
más intensa, como si un puño enorme se cerrara sobre gelatina.
la Estació~, y Wesson sintió la presencia abrumadora -Lo sé -dijo cariñosamente la voz.
de a~go gigantesco, prácticamente ilimitado, que des- -Sin embargo, hay otra parte de mi ser que está
cend1a ahora con una terrible lentitud interminable. tranquila y serena, como si nada me importara. ¡Qué
Era el momento. idea más disparatada se me ocurre! No se la imagina.
Había transcurrido el primer mes. -¿Qué idea, Paul?
El_ extranjero estaba llegando. Wesson intentó reírse.
Mientras Wesson se volvía, jadeante, toda la enor- -Recuerdo una fiesta infantil a la que asistí hace

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MINOTAURO ESTACIÓN l>E EXTRANJEROS 65
veinte. . . veintiocho años. Tenía entonces. . . nueve -Es ... es algo sucio, algo viscoso. ¡Cielos! ¿Tengo
años. Lo recuerdo porque ese mismo año murió mi que soportarlo durante cinco mes~s? No puedo. Me
padre. Vivíamos entonces en Dallas, en una casa ro- matará, Tía Jane.
dante alquilada, y había en la vecindad una familia Hubo otro estruendo ensordecedor, y los ecos se
que tenía n? sé cu~ntos hijos _pelirrojos. Siempre es- multiplicaron por todas las secciones de la Est_aci?n.
taban organizando fiestas. Nadie les tenía mucha sim- - ¿Qué ha sido eso? -preguntó \t\Tesson, boqu1ab1er-
patía, pero todos íbamos a esas reuniones. to-. ¿La otra nave. . . que partía?
-Cuéntame algo de esa fiesta, Paul. -Sí. Ahora está solo, exactamente como usted.
\.Vesson cambió de postura en el sofá. - No como yo. No puede sentir lo que estoy sin-
-Ei:a la víspera de Todos los Santos. Recuerdo que tiendo. Tía Jane, usted no sabe ...
~as chicas l!evaban vestid?s negros y de color anaran-
J_ado, y casi todos los chicos se habían disfrazado de Allí arriba, del otro lado de unos pocos metros
fant~smas. Yo era, me parece, el más pequeño, y me de metal, estaba el cuerpo enorme y monstruoso, y
s~~tla un _po~o fuera de lugar. De pronto, uno de los era esa masa, casi tan real como si pudiera tocarla, lo
mnos pehrro1os apareció con la máscara de una cala- que le oprimía el pecho a Wesson.
vera y gri~ó: "¡Pronto, preparémonos todos para jugar Wesson había pasado en el espacio la mayor parte
al escondite!" _Me ag~r~ó y me dijo: "Serás tú." y de su vida adulta, y tenía en la mente, y en los huesos,
antes que pudiera res1st1rme, me metió en un cuarto la idea de que si una estación orbital se aplastaba, por
oscuro. Oí cómo cerraba la puerta con llave. -Wesson cualquier motivo, la parte de "abajo" no se aplastaría,
s~ pasó la lengua por los labios.- Luego, en la oscu- sino que sería despedida hacia adelante a causa de
n?ad, s~ntí que algo me golpeaba la cara. Era algo su propio impulso angular. ~~ ~e trataba d~ esa opre-
fno y viscoso, como, no sé-, como una cosa muerta . .. sión que se siente en los ~diftc1os pla1;etarios, donde
Me ac~rruqué en el piso del cuarto oscuro, esperando la imponente masa superior parece siempre amena-
aterrorizado a que aquello me tocara de nuevo. zadora, como si fuera a caer encima de uno. Era algo
Bueno, aquella cosa fría y como arenosa que colgaba diferente, muy distinto; no había modo de despren-
allí..·. ¿Sabe qué era? Un guante de lana rellenado derse de esa rara impresión. . . ..
con hielo y aserrín. Una broma. Una broma que Era la sensación del peligro, de un peligro mvmble
nunca olvidé ... ¡Tía Jane! en la oscuridad, al acecho, frío y pesado. Era la re-
-Dígame, Paul.
currente pesadilla de la infancia de Wesson: una
- ~ien, ustedes las redes alfa son magníficas psico- forma achatada, irreal, sin color ni tamaño, que c~ía
analistas, ¿verdad? Se les puede contar cualquier cosa y caía e iba a golpearlo en la cara. . . Era el perrito
pues i:1º son más que máquinas, ¿no es así? ' muerto que había sa_cado del agua aquel v~rano ~n
-Tiene mucha razón -dijo la voz, melancólica. Dakota . . . todo mopdo, con la cabeza ca1da, fno,
. -Tía Jane, Tía Jane ... Es inútil que trate de frío, frío . ..
d1s,traei:me con estas cosas. Puedo sentir lo que hay Trabajosamente, ·wesson se incorpo~ó un poco en el
ahi arriba, a apenas dos metros de distancia. sofá, apoyándose en un codo. La presión er~ c~mo un
-Sé muy bien que usted puede sentirlo, Paul. insistente peso gélido en el cráneo; la hab1tac16n pa-
Wesson se retorció en el sofá. recía oscurecerse y girar lentamente.

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66 MINOTAURO ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 67
Wesson sin~ió que le castañeteaban los dientes, mien- A muchos kilómetros arriba, tan lejos que hubiera
tras se arrodil~aba y 1;1~go se ponía de pie. Tenía la sido necesaria una pértiga de sesenta Tierras super-
espalda y las piernas ngidas y quedó al fin con la boca puestas para alcanzarlo-, Wesson giraba en un círculo
muy abierta. Caminó ajustando los pasos a los mo- interminable, dentro de un círculo. Sin embargo, por
mentos en que le parecía que el piso se levantaba. muy vasto que fuera el abismo entre él y todo esto
El lado derecho de_ la ~onsola, el que había que- -la Tierra, la Luna, las estaciones orbitales, las naves,
dado a oscuras, estaba dummado. La presión del Sector sí, también el Sol y todos los demás planetas-, era
Dos era, según el indicador, de aproximadamente una sólo una insignificante pizca de espacio que cabía
atmósfera y un tercio. El indicador de la compuerta entre el pulgar y el índice.
de aire señalaba una presión algo mayor de oxígeno Más allá, estaba el verdadero abismo. En aquella
y arg~n; con est~, se evitaba que el ambiente del noche profunda se extendían brillantes las constela-
extran1ero contaminara el Sector Uno. La compuerta, ciones; la luz llegaba atravesando distancias que sólo
pues, ya no podría ser abierta desde el otro lado. podían ser medidas con números sin sentido, como
Wesson juzgó que esta circunstancia era irracional- gritos de angustia.
mente consoladora. En lucha constante, arrastrándose, consumiendo ener-
-Veamos un poco la Tierra -dijo. gías excesivas, los hombres habían llegado hasta Urano.
!-,a Pª?!,alla se iluminó mientras la miraba. "¡Qué Pero, si hubiere un hombre tan alto que de pie en
leJOS esta! , pensó. Había que recorrer un largo camino el sol, con las botas chamuscadas, alcanzara con la ca-
para _llegar al fondo de aquel pozo ... Wesson había beza los hielos de Plutón, todavía hubiera sido dema-
traba3ado durante diez años como técnico de la Es- siado pequeño para aquel abrumador vacío. El sitio
t~ción de Residenc~a: Antes había querido ser un donde estaba Wesson, no en Pllutón, era el límite del
piloto, pero desperdició totalmente los primeros años: imperio del hombre; allí, lo Exterior se abría paso,
no había dominado la matemática. Pero no pensó por túnel abajo, para encontrarse con este imperio; era
eso en regresar a la Tierra. como la apretada cintura de un reloj de arena; allí,
?e pr~nto, al cabo de todos aquellos años, el di- sólo allí, se tocaban los dos mundos. . . el Nuestro y
mmuto disco azul le parecía infinitamente deseable. el Suyo.
-Tía Jane, Tía Jane, qué hermosa es -murmuró. En la parte inferior del tablero, en aquel mismo
Allí abajo, lo sabía, era primavera; en algunos lu- instante, los diales dorados estaban apenas iluminados,
gares, donde el borde de oscuridad se retiraba aso- y las agujas se estremecían ...
maba la mañana; una mañana serena de cielo' azul, En los tanques, en los tanques profundos, caía gota
co~o una luz del mar captada en un ágata, una a gota el líquido dorado: "Aunque con repugnancia,
manana con hu~o y_ neblina, una mañana de quietud logré recoger una muest1·a de esta exudación que< luego
y pro~esas. Alh abaJº: a muchos años perdidos y mu- fue llevada al laboratorio."
chos kil<?metros de distancia, el diminuto punto de Un fluido que era frío como el espacio bajaba gota
una mu1er estaba abriendo su microscópica puerta a gota por las paredes de los tubos, se acumulaba en
para escuchar el canto de un átomo. Perdida, perdida, las copas de la lobreguez, y allí brillaba como el oro,
y envue~a en algo~ón, como una platina de muestra: casi vivo. El elixir de oro. Una gota de ese concen-
una manana de primavera en la Tierra. trado detenía la marcha del tiempo veinte años: evi-

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68 MINOTAURO f:STACIÓN DE EXTRANJEROS 69
taba que. las arterias se endurecieran, conservaba el - Así es - dijo Wesson respetuosamente-. Si. Co-
tono, la vista, el color del pelo y la lucidez del cerebro. mo, dijo Gower, si la gente en la región de Nefund
. Habían estudiado la muestra de Pigeon y ese había quedara aislada de la Administración del Valle del
s~d~ el resultado. Tal era la razón de aquella invero- Jordán. En una semana morirían de sed millon~s de
s1mil aventura de la "factoría comercial del exterior"· hombres. O, también me dijo Gower, como s1 las
primero f~1e un~ cúpula de Titán, y luego, cuando s~ naves mercantes dejaran de llegar a la Base de la Luna.
comprendió me1or el problema, la Estación de Ex- ¿Cuántos miles morirían de hambre, o asfixiados? Go-
tran1eros. wer me dijo también: "Donde haya agua, donde haya
Una ~ez cada veinte años, un extranjero descendía alimentos y aire, la gente seguirá instalándose, casán-
de Algun Lugar, entraba en la jaula diminuta que dose y teniendo hijos ¿comprende? Si ese llamado suero
los hombres. le habían preparado y dejaba allí un te- de la longevidad dejara de llegar. . . Bien, uno de
soro que casi nadie se había atrevido a soñar un tesoro cada veinte adultos de la familia solar necesita su
de vida, y, sin embargo, todavía no se sabí~ por qué. inyección este· año. De esta gente, casi el veinte por
. W~sson ~~ tomó la cabeza con las manos. La presión ciento tienen ciento quince años o más. En ese grupo,
mte~·1or dificultaba el pensamiento; se tenía la im- y en el curso de un año, las muertes se triplicarían."
presión de que el cráneo iba a estallar. -Wesson alzó el rostro tenso.- Yo tengo ahora treinta
- Tía Jane -llamó. y cuatro años, ¿sabe? Me sentí una criatura.
-Sí, Paul. Tía Jane dejó oír un "hum, hum ... " de simpatía.
Era una voz afectuosa, consoladora, como la de una -¡Gotea, gotea! -gritó Wesson histéricamente. Las
ei:ifermera; la en[e.rmera que se queda junto a la cama, agujas de los indicadores dorados estaban un poco
dispuesta a auxiliar al enfermo de cualquier modo, más arriba- . Cada veinte años, necesitamos más can-
por muy penoso que sea. Eficiente, con una cordiali- tidad de ese producto. Por eso hay que venir aquí
dad que venía de una larga experiencia. y soportar estos cinco horribles meses. Y uno de ellos
- Tía Jane -preguntó Wesson-, ¿sabe usted por qué tiene que dejar su mundo, sentarse ahí aniba y gotear.
vuelven una y otra vez? ¿Por qué, Tía Jane? ¿Para qué? ¿Qué puede importar-
-No - contestó la voz con precisión-. Es un misterio. les que vivamos más o menos tiempo? ¿Por qué in-
-Así es~ según parece - repuso ·wesson- . Tuve una sisten en volver? ¿Qué pueden llevarse de aquí?
coi:iversac1ón con Gower antes de dejar mi planeta. Pero Tía Jane no tenía respuestas para estas pre-
¿Conoce a Gower? Es el jefe de la Oficina del Exterior. guntas.
Fue especialmente a verme.
- ¿Y qu.~ m~~? -pregu~tó Tía Jane, alentándolo. Cada día, durante todo el día, las luces se mantenían
..- lv!e d11_0: Wesson, tiene que averiguarlo. Averi- fría y uniformemente encendidas en el corredor cir-
gue s1 seguiremos contando con esos suministros. Mire, cular del Sector Uno. Muchos habían paseado por
somos_ cincuenta millones más desde que usted nació. allí antes que Wesson; el conedor no tenía otra fun-
Necesitamos mayores cantidades de ese producto. Bue- ción; era una especie de senda en la jaula de una
no, ¿sabe usted qué pasaría si nos suspendieran los ardilla; decía "Camina" y Wesson caminaba. Un
suministros?" ¿Lo sabe usted, Tía Jane? hombre enloquecería si se quedara allí sentado, sin
-Sería una catástrofe -dijo la voz. moverse, sintiendo la insistente y agobiante presión
, ,r..:h1 e Histórico de Revistas . ~entinas I N' ,,. ·.ahira com.ar
70 ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 71
MINOTAURO
en la cabeza. Weson caminaba kilómetros y kilómetros la respuesta: sólo un hombre podría soportar lo que
todos los días, hasta que llegaba la noche y caía com~ estoy soportando. Sí, sólo un hombre. ¿No es así?
muerto sobre la cama. -Es así -dijo Tía Jane, con profunda tristeza.
A v~ces, hablaba consigo mismo; a veces, le hablaba Wesson se detuvo de nuevo en la puerta del dormi-
a 1a sie~pre atenta red alfa; a veces, era difícil saber torio, se estremeció y se apoyó en el marco.
con quien hablaba. -Tía Jane -dijo con voz baja y clara-. Usted saca
:-No, de ni~gún modo -murmuró, sin dejar de ca- fotos de ese que está ahí an·iba, ¿verdad?
minar-. No pienso dar la vida por una bicoca ... -Se -Sí, Paul.
quedó callado unos segundos. Luego, dijo con brus- -Y también toma fotos de mí. Dígame, ¿qué ocurre
quedad:- No comprendo por qué no me procuran luego? Cuando todo termina, ¿quién mira esas fotos?
un gato. -No lo sé -contestó Tía Jane humildemente.
T~a Jane no dijo nada. Al cabo de un rato Wesson -No lo sabe ... Pero a ese que mira las fotos no
continuó: le hacen ningún bien. No saca nada en limpio, ¿ver-
-Todo el mundo en nuestro planeta tiene un gato dad? Tenemos que averiguar por qué, por qué, por
peces de, colores o cualquier otra cosa. Yo 1a tengo ~ qué. . . Y nunca lo averiguamos, ¿no es así?
usted, Tia Jane, y es usted buenísima, pero no puedo -Nunca -dijo Tía Jane.
verla. ¡Cuernos! Lo que quiero decir es que deberían -¿No piensan que el hombre que soporta todo esto
procurarno!, a alguien, a un hombre o una mujer, co- podría, si viera a ese ser, decir algo interesante? Algo
mo compama, pues le aseguro que nunca me han gus- que no puedan decir los demás. ¿Tiene sentido lo
tad_o los ga_tos. -Dio media vuelta, entró en el dormi- que hacen?
torio y, d_istraídamente, golpeó con el puño en 1a -Yo nada puedo hacer, Paul.
p_ared.- Bien, pero, de todos modos, un gato hubiera -Muy chistoso -comentó Paul con sorna-. Muy
sido algo. chistoso. -Se rió con rabia, mientras recorría con paso
Tía Jane se quedó silenciosa. vacilante el circuito.
-No finja que se siente ofendida, maldita -gritó -Sí, muy chistoso -asintió Tía Jane. .
Wesson-. Como bien lo sabe, usted no es más que -Pero dígame, Tía Jane, ¿qué les pasa a los vigías?
una asquerosa máquina. Escuche, Tía Jane. Recuerdo -No puedo decírselo, Paul.
que en una ocasión vi un hombre que llevaba una Wesson entró en la sala, se sentó frente a la con-
ca~ga de cereal y a un campesino al lado. No había sola y golpeó con los puños el metal pulido y frío.
alh mucho espacio y yo apenas veía algo más que las -¿Qué clase de personaje es usted? ¿Un monstruo?
dos cabezas. ~e llamó la atención lo parecidos que ¿No tiene sangre en las venas, maldita? ¿Ni aceite ni
e~an. Dos ore3as, co~ pelo arriba. Dos ojos. Una na- nada?
riz. Una boca con dientes. Me dije que nosotros y los -Por favor, Paul. ..
caballos éramos primos. Pero, comparados con las co. -¿No comprende que sólo quiero saber si pueden
sas que hay aquí somos hermanos. ¿No le parece? hablar? ¿Pueden decir algo después de cumplida la
-Sí -dijo Tía Jane en voz baja. misión?
-Por eso me· pregunto por qué no mandan un - ... No, Paul.
caballo o un gato en lugar de un hombre. Pero adivino Wesson se levantó apoyándose en la consola.

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72 MINOTAURO ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 73
-No pueden. No. Me lo imaginaba. ¿Y sabe por -No está permitido -protestó Tía Jane. .
qué? -Tiene que hacerlo de todos m?dos o ID:oriremos,
-No. Tía Jane. Millones de nosotros, miles de millones. Y
-A_hí arriba ... -dijo Wesson como delirando-. Nos usted tendrá la culpa. ¡Usted, Tía Jane!
cambia ... -Por favm· -suplicó la voz.
-¿Qué dice, Paul? Hubo una pausa. La pantalla se animó de_ pronto,
-~o~ cambia -gritó v\Tesson, mientras salía de la sólo un instante. Wesson vislumbró algo macizo y os-
habitación dando tumbos-. Nos cambia. Como el curo, pero traslúcido, como un insecto ~isto a tr~vés
h!erro cerca del imán. Usted no es magnética, lo adi- de una lente de aumento: era una confusión de miem-
vmo. A usted nada le ocurre, claro. Pasa a través de bros innominados, de filamentos como látigos, de ga-
usted como si tal cosa. Usted no cambía. Se queda rras, de alas ...
aquí, esperando al siguiente. v\Tesson se agarró al borde de la consola.
-Sí. -¿Es lo que quería? -preguntó T~a Jane. .
. -Mi;e -dij? Wes~on, paseándose-. Yo puedo de- -Desde luego. ¿Cree que voy a monrme por haber
cirle como esta tendido ese de ahí arriba. La cabeza visto eso? Muéstremelo otra vez, Tía Jane. ¡Otra vez!
en este sentido, la cola en este otro ... ¿Tengo razón? Como de mala gana, la pantalla se iluminó de nuevo.
- ... Sí -murmuró Tía Jane. Wesson miraba y miraba. Farfulló algo.
,,vesson se detuvo. -¿Qué? -preguntó Tía Jane.
-Sí -:-repitió con vehemencia-. Entonces, usted pue- -Amor de mi vida, te odio -murmuró Wesson, con
de decirme lo que ve ahí arriba, ¿verdad? la mirada fija en la pantalla. .
-No. Sí. No está permitido. Se volvió y se alejó de _la pantalla._ La imagen del
-Esc~<:11,e, Tía Jane, vamos a morir si no averigua- extranjero seguía en él mientras caminaba de ~~evo,
mos que impulso mueve a esos extranjeros. Recuérdelo dando tumbos, por el corredor. No le_~orprend10 que
-~esson _se apoyó contra la pared del corredor y miró aquel ser le recordara todas las saban_chps repugnante_s
~acia arriba.- Ahora se está volviendo en este sen- que se arrastran '/ trepan i:or la Tierra. _P~r eso, s1,
tido ... ¿No es así? por eso no quen_an q;ue viera al extr~n1e10, y que
-Así es. ni siquiera se lo 1mag111ara. Porque tema un aspecto
-Bien, ¿qué otra cosa está haciendo? Vamos, Tía que movía al odio. Y, si no importaba q~e se asustara
Jane, dígamelo. del extranjero, convenía que no lo odiara. . . ¿Por
-Se retuerce la ... qué no? ¿Por qué no?
-¿La qué? Le temblaban las manos. Se sentía como secado,
-No conozco las palabras. como privado de todos los líquidos, ma_r<;hito. La
-¡Maldición, maldición! -gimió ,,vesson, apretán- única ducha diaria que Tía Jane le _perm1t1a no :ra
dose la cabeza con las manos-. Desde luego, no hay ya suficiente. Des_pués de. veinte mmutos de. barro,
palabras. -Entró corriendo en la sala, se apoyó en sintió que le volv1a el ácido sudor de las axilas, el
la_pantalla en blanco. Golpeó el metal con el puño.- frío sudor de la frente, el sudor caliente de las palmas.
Tiene que mostrármelo, Tía Jane. ¡Vamos, muéstre- Tenía la impresión de q~e tenía_ un ho;no dentro,
melo! un horno que nadie pod1a manepr. Sabia que algo

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74 MINOTAtJ1lO ESTACIÓN DE EXTRANJEROS

parecido le ocurría al hombre sometido a fuertes ten- sólo pudo tomar unos pocos sorbos. Pasó seguidam~nte
si?nes; se le alteraban los procesos químicos del orga- a la leche. Tía Jane lanzó un murmul~o de aprob~c1ón.
n~smo: más adrenalina, más glicógeno en los músculos, Estaba deshidratado ... ¿Cuánto_ tiempo h~b1a Pª;
OJOS más brillantes, la digestión retardada. Tal era sado desde que había comido o bebido por ~lnma vez.
el problema: se estaba quemando interiormente, in- Weson se miró las manos. Parecían roan?JºS de pa-
capaz de luchar contra tanto tormento, incapaz tam- lillos, venosos, como duras garras an:ianllas .. Podía
bién de huir. verse los huesos de los antebrazos ~ªJº la piel; los
Después de una vuelta al circuito, sintió que le latidos del corazón le movían la camisa. Los pelos de
flaqueaban las piernas. Vaciló. Volvió a la sala. Se los brazos y los muslos, ¿eran rubios ? blanco,s?_
inclin~ sobre la consola, mirando. En la pantalla, el Los borrosos reflejos en la ~ecora~1ón roetahca del
extran1ero parecía mirar sin ver, como atento al es- comedor (sombras de un pálido gns) no le. respon-
pacio vacío. Abajo, en el sector en sombras, los indi- dieron. Se sintió con la cabeza vacía muy débil, coro?
cadores dorados habían subido; el líquido llenaba ya uien sale de un acceso de liebre. Se palpó las cosu-
las dos terceras partes de los tanques. (as y los hombros. Estaba delgado, flaco, e~ los hueso~.
. . . luchar o huir . .. Se quedó sentado delante del auto1!1át'.co u1:1os mi-
Lentamente, Wesson se sentó delante de la consola. nutos más, pero no le presentaron mn~n ahm~.nto.
Se acurrucó, hundiendo la cabe,a, apretándose fuerte Tía Jane pensaba, evidentemente, que su Paul ;o
mente las rodillas con las manos, tratando de aferrarse estaba en condiciones de comer. Tal vei tenía raz n.
al pensamiento que lo había asaltado. Es peor para ellos que para nosotros -pensó v~ga-
Si el extranjero experimentara el mismo dolor mente-. Por eso la estación está ta1i en el exterior;
que él, vVesson, estaba sintiendo ... Si experimentara por eso la radio calla y sólo hay un hombre a bordo.
un dolor todavía mayor ... De otro modo, no podrían soportarlo... . De I?ronto,
:rambién la tensión podía alterar los procesos qui- ·a no pudo pensar; sólo deseaba dormir, hundirse en
micos del cuerpo del extranjero. ~l pozo sin fondo, atravesando capa tras capa ?e ter-
Amor de mi vida, te odio. ciopelo blando, embotador y suave. . . Lo_s musculos
Wesson s_e, desp~endió de aquel pensamiento inopor- de las piernas se le estremecieron y retoroeroi: c~an-
tuno. Volv10 a mirar la pantalla: el extranjero insta- do intentó caminar, pero logró llegar al d'?nmtono ·X
lado allí arriba se retorcía, quizá de dolor y de an- tenderse sobre el colchón. La masa. elásnca parec1
gustia, emitiendo un dorado sudor de espanto .. disolverse. Los huesos se le estaban licuando. .
Al ca~o de mucho tiempo, ,vesson se levantó y pasó Se despertó con la cabeza despejada, muy débil,
a la cocma. Se tomó del borde de la mesa para im- ensando fría y claramente: Cuando se encuentran
pedir que las piernas lo llevaran de nuevo a dar vuel- ~os culturas extranjera. , la más fuerte ha de transfor-
tas al circuito. Se sentó. mar a la más débil con amor o con odio.
Con un zumbido que parecía afectuoso, el automá- -Es la ley de \,Vesson -dijo en voz alta. Buscó como
tico le presentó una bandeja y unos vasos: agua, jugo un autómata lápiz y p;ipel, pero no los en~ontró y se
de naranja, leche. Wesson se llevó el vaso de agua a dijo que debía decírselo a Tía Jane y pedirle que lo
los Ia~ios secos y rígidos; el agua estaba muy fría y recordara.
le lastimó la garv.anta Recurrió luego al jugo, pero -No entiendo -dijo Tia Jane.

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76 ?7
l\UNOTAURO ~TAClÓN DI:: 1'XfRA:--JEROS
-No importa; recuérdelo de tod od . -¿Durante cuánto tiempo? -insistió Wesson.
usted un talento especi I os m os. Tiene
-Sí, Paul. a para recordar cosas ¿verdad? -Un mes.
Un mes, y en ese tiempo las cosas mejorarían ... Así
-Muy bien S'
en Tía Jane ~~~ irva~1e algo para desayunar. -Pensó había sucedido siempre, con el vigía aplastado, de
en su prisió~ de !:;~~id:t: ts h~1manos, sentada allí, personalidad sumergida. " 7esson pensó en los hom-
bres que lo habían precedido: ciudadanos de la Cla-
otro en medio de los ;o n iendo a un hombre tras
Era enferm nnentos e aquel infierno ... se Séptima, con ocios ilimitados, ) vivienda de Clase
comprendid:~iiero:~io~:d:~í~u:f~~ra. Debían haber Primera. . . Sí, claro está, en un sanatorio ...
fas eran relativamente . m; · • Pero las al- Se mordió las labios hasta lastimárselos ) apretó los
muy bien. Tal vez hab' nue_vas, . nadie las entendía puños. ¡Conmigo, no!, pensó.
infringiría una prohibic'ó1an ibmalgmado que nunca se Extendió las manos sobre el metal frío para que de-
El , i n a so uta. jaran de temblar.
- mó as fuerte ha de transformar al más déb 1·¡ -¿Durante cuánto tiempo son capaces de hablar?
pens -. Yo soy el más fuert y · · · · -Usted está hablando ya más tiempo que cualquiera
las cosas. Se detuvo fren e. as, tendrán que ser
estaba en blanco -¡Tía Jte a' la c~nsola; la pantalla de los otros ...
. . • ane. -grlló Con Luego, hubo un vacío. ,vesson creyó vislumbrar en
mecim1ento como de cul · un estre-
Allí arr'b l ~a, 1a pantalla se animó. momentos aislados que las paredes del corredor se
i a, e extran1ero se h bí . desplazaban rápidamente, que la consola emitía des-
nuevo. Padecía Los O • • a a retorcido de
hacia la cáma~~- los ~~:o~r~cima~os estaban vueltos tellos, que le pasaba por la cabe,a un cúmulo de
ele dolor; los oj~s miraba a ~~-miembros ~eroblaban ideas como en un batir de alas. ¿Que querían los
-No -di1·0 \"es . ~• p1 iendo, suplicando. extranjeros? ¿Y qué les sucedía a los observadores en
v son, smuendo que • la Estación de Extranjeros?
era como una coraza. su prop10 dolor
La bruma se disipó un poco y se vio de nuevo en
Golpeó con la mano ab· l el comedor, clavando unos ojos distraídos en la mesa.
pantalla quedó a oscuras ~ft~: ~ontro~ manual. La
1 Algo andaba mal.
Y observó el cuadro flor.tl u~ ªC;1ª arriba, sudoroso,
Los grandes tallos arecí q babia sobre fa como1a. Tomó unas cuantas cucha radas de la sopa sustan•
la forma de un tórfx l an antenas, las hojas tenían ciosa que le había sen ido el autom.itico y luego
ciegos <le insecto Tod os l capullos eran como ojos alejó el plato; la sopa, Je parC'ció, tenla cierto sabor
mente, sin pausa ·en un ~e et c~adro se moyfa lenta- desagradable. La máquina zumbó, angustiada, y ofre-
\Vesson se a ' ó °
n ritmo de espera. ció un huevo al plato, pero ,vesson abandonó la mesa.
La Estación estaba casi ~ilenciosa. El ritmo sedante
contempló el c~~r/~ el me~l. frío de la consola y
0 <le las máquinas dom· ,tit:,, moría sin ruido, con un
hasta que todo se c~nvi~ti~n no su~or en fa frente,
ordenamiento de líneas s· . d~rnue\O en un sereno leve temblor en las paredes. Delante de \Vesson estaba
tembloroso, entró en ;l ~~~~ icado espec!al. Luego, la sala de la luz a ·ul, como un escenario vado.
de un_ momento, preguntó: or y se sento. Al cabo \Vesson la mitó como si nunca la hubiera visto.
Se volvió bruscameme hacia la consola y vio en la
-~1a Jane, ¿esto se hace todavía peor? pantalla la imagen del extranjero: densa, pesada, des-
- o. En adelante, irá mejorando. patarrada por el dolor, en la oscuridad. Las agujas

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78 MINOTAURO ESTACIÓN DE EXTRANJEROS
79
~e !os indicadores . dorados estaban muy altas; el cien años. Nos presentaremos allá lejos, donde ellos
liquido llena?.ª casi los recipientes. No puede so• están. Y no pueden detene~os. Porque no saben ~a-
portarlo, se dIJO Wesson con sombría satisfacción. La tar, Tía Jane; así son. Me¡ores que nosot~os. _Mue,
paz que seguía al dolor no había sobrevenido. ¡Esta . son como misioneros, y nosotros como ~os 1slenos de
vez no ocurriría asíl los mares del Sur. No matan a sus enemigos. ¡No, no,
Levantó_ la vista hacia el cuadro, sobre la consola: qué idea bárbara! .
pesa?os miembros de crustáceos que se balanceaban Tía Jane trató de decir algo, pero \Vesson continuó:
graciosamente. -Escuche. El suero de la longevidad no fue más que
Meneó la cabeza con violencia. ¡No lo permitiré; un accidente afortunado; pero lo aprovechan todo
n~ cederé! Se llev~ e! dorso de una mano a los ojos. lo posible. Amablemente, vienen a entreg~rnos el pro-
Vio doce~as de dunmutas arrugas cuneiformes que ducto gratis, sin pedirnos napa _e n ca~b10. ¿Por. qué
parecían. mcrustadas en la piel de los nudillos, el no? Escuche. Vienen aquí y la 1mpres1ón del pnmer
vello pálido, la carne rosada de las cicatrices recientes. contacto les hace sudar ese líquido dorado que tan~o
¡Soy un humano!, pensó. Pero, cuando dejó caer la necesitamos. Luego, hacia el último mes, el dolor d1s•
mano sobre la consola, los dedos huesudos le parecie- roinuye. ¿Por qué? Porque las dos _mentes, la humana
ron patas de crustáceo, listas para la carrera. y la extranjera, dejan de combaurse. Hay algo que
Sudoroso_, Wesson contempló la pantalla. La imagen cede, que se ablanda, produciéndose coro<? una es-
del extranJero seguía allí. Las miradas se cruzaron. pecie de fusión, de mezcla. Y ese es el motivo de las
F~e ~om? si hablaran, mente a mente, en una comu- bajas humanas en esta operación: los hombres abru-
mc,ac1ón instantánea que no necesitaba palabras. Había mados que salen de aquí ya no pueden habl~r el le~1-
alh una desgarradora dulzura, una disolvente exu- guaje humano. ¡Ohl Supongo que son. feh~es, m,1s
berancia de cambio en ~lgo que superaba cualquier felices que yo, porque guardan en su mtenor alg~
dolor. . . Era como un tuonco, como una invitación. muy grande y maravilloso. Algo que. usted Y. yo m
. ,vesso~ _se incorporó lentamente, con cuidado, como siquiera podemos comprender. Pero, ~1 los tra3e~an Y
s1 no quisiese perder una idea demasiado frágil. los juntaran de nuevo con los extra113eros que vienen
-¡Tía Jane! -dijo, con voz ronca. aquí, podrian convivir perfectamente con ellos, porque
Tía Jane carraspeó. ya están adaptados. ¡Eso es lo que ellos buscan!
-Tía Jane -dijo Wesson-, he encontrado la so- -Wesson golpeó la consola con el puñ~.- No por
lución .. -Hizo una _pausa, como para ordenar sus ahora, sino para dentio <le cien o dosoentos anos.
pensamientos, y continuó:- Cuando dos culturas ex- Cuando empecemos a viajar a las estrellas,. con pro-
tranjeras se encue7:tran, la más fuerte ha de transfor- pósitos de conquista, ya estaremos en realidad c~n-
mar a l~. más débil con amor o con odio. ¿Recuerda? quistados. No por las aunas, Tía Ja~e, no po~ el od10,
Usted d1JO que no entendía. Yo se lo diré. Cuando sino por el amor. ¡Asqueroso, hediondo, ba¡o Y rep-
es~os. . . mon~truos. . . se encontraron con Pigeon en tante amor!
T1t~n hace cien años, comprendieron que nos encon- Tía Jane dijo algo, una larga frase, con una voz
tra~1amos de nuevo. Se están extendiendo; están co- aguda, de angustia.
lonizando, como nosotros. No hemos llegado todavía -¿Qué? -preguntó Wesson con ir~itación. No había
al vuelo interestelar, pero no tardaremos más de entendido ni una sola palabra. Tia Jane permane-

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80 MINOTAURO
ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 81
ció m~da y Wesson insistió, golpeando la consola con
el puno-: ¿Me ha oído, cabeza de hojalata? ¿Qué? -¡Estúpido! -le dijo, con un rostro deformado por
Tia Jane dijo algo más, sin tono en la voz. Esta la ira-. Se suponía que iría usted hasta el fin, como
v_ez '\l\lesson t~mI?oco e:11t:ndió nada. Se sintió para- los demás ¡Mire lo que ha hecho!
hzado. Unas lagrimas tibias le asomaron a los ojos. -¿Es que no lo he averiguado acaso? -farfulló
-;-Tía Jane ... ;-m~rmuró. Recordó algo: Usted ya Wesson, mientras apartaba a aquel hombre como
esta hablando mas tiempo que los otros. ¿Demasiado quien aparta una telaraña y sentía más dolor aún.
tarde? . ¿Demasiado tarde? Dio media vuelta y corrió Gimiendo, se tomó la cabeza con las manos y la vol-
al gabmete donde se guardaban los libros de bolsillo. vió a uno y otro lado durante un tiempo. Luego, se
Abrió el primero que encontró. enderezó y continuó la marcha. El dolor le llegaba
Las negras _letras er~n. como g~rab~tos en la página, en olas, arrastrando a Wesson hacia arriba, a una
formas retorcidas y d1mmutas, sm mngún sentido. cresta donde el mundo era violeta y luego gris.
Las lágrimas brotaron con más fuerza; no había mo- No podía soportar aquello durante mucho tiempo.
do de ~ontenerla~: eran lágrimas de agotamiento, de Algo tendría que estallar.
frustración, de odio. -¡Tía Jane! -gritó. Se detuvo en el maldito lugar de siempre y golpeó
No hubo repuesta. La cortina de silencio había el metal con la palma de la mano; el ruido repercutió
caído. Wesson ~ra uno de la vanguardia: la de los en la estructura de la Estación: rrum, rrum . ..
hombres conquistados, la ele quienes convivirían con Le respondió un débil eco: buuum.
los hermanos extranjeros, allá lejos entre las estre- Wesson continuó su tarea, sonriendo, con una son-
llas distantes. ' risa débil y sin significado. Estaba marcando un com-
pás de espera. Algo iba a suceder.
. La consola ya no funcionaba más; ya nada fun- La puerta de la cocina se abrió bruscamente y
cionaba cuando se deseaba algo. Wesson se sentó bajo Wesson tropezó con una viga. Resbaló en el piso,
la ducha, desnudo, con un tazón de sopa en las cayó y quedó tendido bajo el servidor automático.
manos. En las manos y en los antebrazos le brillaban La presión era demasiado grande: el cloqueante
unas gotas de sudor; el vello pálido se le erizaba en automático se alzó en el aire y las altas paredes se
la piel, secándose. abombaron lentamente . .. .
El reflejo plateado del tazón le devolvió una silueta La Estación se bamboleaba.
borrosa, el contorno de la sombra de un hombre. No Wesson lo sentía en el pecho, las palmas, las rodi-
pudo verse la cara. llas y los codos: el piso fue desplazado un instante y
Dej? el tazón y atravesó la sala, pisando montones luego volvió a su sitio.
de ho1as de papel. Las líneas negras en el papel pa- El dolor de cabeza cedió un poco y Wesson intentó
recían gusanos l~rgos, seres que se arrastraban, mu- levantarse.
d?s·. '\l\lesson canunaba tambaleándose, tenía los ojos Había en la estación un silencio eléctrico. Wesson
v1dnosos. Torcía de cuando en cuando la cabeza se incorporó al fin, apoyándose contra una pared.
tratando inútilmente de eludir el dolor. ' Cloc, dijo de pronto el automático, histéricamente;
De pronto, el jefe de la oficina, Gower se le cruzó la ventana de paso se abrió, pero no salió nada.
en el camino. ' Wesson escuchó, atento. Quería oír algo. ¿Qué?
La Estación saltó sacudiéndolo como un muñeco; la
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82 MINOTAURO
ESTACIÓN DE EXTRANJEROS 83
pared le golpeó la espalda, tembló luego, y se quedó
quieta; sin embargo, desde muy lejos, a través de la aliento, y sintió que una corriente hel~da cruzaba
jaula de metal, llegaba un largo y airado gemido el cuarto ... Hubo en seguida un olor p1can~e en el
metálico. Los ecos se apagaron poco a poco. aire. ¡Amoniaco!, pensó. Y con él llegaba sm duda
La Estación contenía el aliento. Los innumerables el inodoro y asfixiante metano. .
chasquidos y latidos de las paredes cesaron de pronto; Los golpes habían abierto una gneta en la celda.
en las habitaciones vacías las luces brillaban apenas La rotura de la membrana sería fatal: la atmósfera
y el aire parecía estancado, quieto. En la sala, las luces del extranjero iba a matarlo. . . .
de la consola se apagaban y se encendían, desordena- Wesson se levantó de un salto. La sacudida s1gmente
damente. El agua que había en el tazón, debajo de la le hizo perder el equilibrio y 1~ arrojó al suelo. Se
ducha, brillaba como si fuera mercurio. incorporó otra vez, aturdid<? y co1eando; pe_nsando to-
Llegó la tercera sacudida. \.Yesson se encontró es- davía: La compuerta del aire; hay_ que saltr.
perando de pronto en cuatro patas, mirando el piso. Cuando lleo-o a mitad de camino en su marcha
El ruido que llenaba la habitación fue cediendo gra- hacia la pue;ta, todas las luces del t~cho se .apa-
dualmente, en marcha hacia un nuevo silencio: era garon de golpe. Wesson se sintió como s1 le hubiesen
un ruido resonante, hueco, metálico, que se alejaba, envuelto la cabeza en una manta. Hacía ya mucho
estremeciéndose, por las vigas y las planchas del casco, frío en la habitación y el olor acre e~a más. fu~rt~.
repiqueteando en remaches y guarniciones, hasta per- Tosiendo se lanzó hacia adelante. El piso se mclmo.
derse en la nada. Hubo otra vez un silencio de plomo. Sólo había luz en los indicadores dorados: el tan-
El piso saltó de nuevo. El golpe sacudió a Wesson que rebosaba en todos los recip~~ntes, un mes antes
de pies a cabeza. ele la fecha. Wesson se estremecio.
Segundos después llegó un eco sordo de ese golpe, El agua chorreaba por todas partes en el. cuarto
como si la sacudida hubiera hecho un viaje de ida de baño, silbando entre los azulejos, tamborileando
y vuelta por toda la Estación. en el recipiente de plá~tico, bajo la ducha. Las luces
La cama ... Apoyándose en las manos y las rodi- se encendieron y volvieron a apag~rse. Wesson oyó
llas Wesson entró en el dormitorio, y se desplazó por que el automático cloqueaba y suspiraba en el come~
un piso curiosamente inclinado, hasta alcanzar el dor. Aquel viento hela~o SOJ?laba, con más fuerza,
elástico bloque de caucho. el entumecimiento del fno le mva~lia todo el cuerpo.
Wesson tuvo la impresión repentina ~e que no es-
La habitación pareció lanzarse hacia arriba a su
alrededor. El bloque se aplastó. Luego, la habitación taba en lo alto del cielo, sino muy aba10,_ en el fon~o
del mar ... atrapado en aquella burbup de acero,
volvió a su lugar con violencia y Wesson sintió que
mientras la oscuridad avanzaba. .
saltaba sobre el colchón despatarrado. Luego, todo se
tranquilizó, con un gruñido metálico, largo y quejoso. El dolor de cabeza había desaparecido, co_mo s1 no
Wesson se apoyó en un codo y pensó de modo in- lo hubiese tenido nunca; vVesson comprendió lo que
coherente: Aire, la compuerta del aire. Otro golpe aquello significaba: allí arriba, el cuerpo ~n.orme
lo aplastó contra el colchón y le oprimió los pulmo- colgaba en la oscuridad como la res de un can~icero.
nes, mientras la habitación danzaba grotescamente, Había dejado de lucha~ con la muerte; el dano es-
allá arriba. Wesson boqueó tratando de recobrar el taba hecho. ,i\Tesson gntó:
- ¡Socorro! ¡El extranjero ha muerto! ¡Ha reven-
ArLhlvO Histor1co de Re 1sta t _,....entinas 1 111\ ""ah1ra com ar
ESTACIÓN DE EXTRANJEROS
85
84 MINOTAURO la Tierra, sino el cadáver del extranjero. Col&aba in-
móvil en la cavidad de la Estaci!>n, con los m1~mbros
tado la Estación y el metano está entrando! ¡Socorro! bamboleándose, rígidos, y los OJOS_ apagados: sm luz.
¿Me oye, Tía Jane'! La última vuelta de tuerca habla sido de~~s1ado para
Silencio. En la sofocante oscuridad, recordó: Ya el desdichado, pero ,vesson había sobrevivido.••
no puede comprenderml'. Si es que aún está viva. Unos pocos minutos. ,
Se volvió, emitiendo un gruñido animal. Recorrió En el rostro del extranjero había algo que paree~
a tientas la habitación y dejó atrás la segunda puerta. una mueca burlona; por la men~e de '\'\Tesso!1 pa .
Detrás de las paredes, algo goteaba lema y fríamente, el susurro ele un recuerdo: Hubiéramos po~tdo se,
con un siniestro sonido nocturno. Unas cosas menudas hermanos... En seguida, _apasi~naclamente, qmso cr:~
le ro1aron las piernas. \Vesson tocó una suave curva lo: quiso ceder, volver, ir hacia atrás.:. Pero el
metálica: la compuerta de aire. mento pasó. Pesadamente, se dejó _hundir _en el ~ma?~
Desesperado, se lanzó débilmente contra la puerta. re~ente y pensó con una especie de filoso esa 10.
La puerta no se movió. No se movía. El aire frío ~a está hecho. El odio gana. Tendrá11 que ~uspender
penetraba por todo el marco, como un delgado cuchi- esas enormes concesiones; no pueden arriesgarse a
llo, pero la puerta misma estaba firmemente trabada. que esto suceda de nuevo. Los odiaremos por esto ...
¡El traje! Debía haberlo pensado antes. Si pu- cuando lleguemos a las estrellas . ..
diera respirar un poco de aire puro y calentarse los y El universo parecía alejarse como nadar~do_ en una
dedos ... Pero la puerta del armario que contenía es ecie de sopor. ,vesson sintió el ~acudumento de
el traje no se movió tampoco. El techo, sin duda, se u! último acceso de tos. Era como si aquello le ocu-
había abombado. 1 riera a algún otro.
Era, pues, el fin. Quedó desconcertaclo. Ya no Las últimas hojas de papel se posaron _luego e1e
había más salidas. Pero tenia que haberlas ... Golpeó un revoloteo final. En la asfixiada habitación hubo
la puerta hasta que los brazos se negaron a obede- un largo silencio. . á
cerle; sin embargo, la puerta no se movió. Apoyado -¡Paul! -dijo de pronto la vol de la ~t~Jer mee ·
contra el helado metal, Wesson miró la solitaria lll7 nica, con un dolor infinito-. ¡Paul! -r~pitió, con la
que parpadeaba en el techo. esperanza del amor perdido, del amor ignorado, del
La habitación era un tumulto de sombras negras amor imposible.
y formas flotantes: las hojas de los libros revolotea- Título oliginal: Stranger's Station.
ban o volaban, impulsadas por la corriente de aire. Traducción de M. A.
Eran bandadas que golpeaban las paredes, se reti-
raban, y volvían en seguida al ataque; otras volaban
por el corredor exterior, girando y girando; podía
verlas cuando pasaban por las puertas, como en un
sueño; como una corriente blanca de silencioso papel
en la oscuridad.
El acre olor era cada ve1 más fuerte. Wesson, so-
focado, fue de nuevo a tientas hasta la consola. La
golpeó con la mano abierta: quería ver la Tierra.
Pero, cuando la pantalla se animó, ,vesson no vio
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237 ESTATUAS PARLANTES, ETC. 87
Hijo de un famoso actor shakespeareano, actor él mis- de hombres eminentes y universalmente admirados.
mo, Fritz Leiber describe en 237 estatuas parlantes, etc. Luego del colapso de _su tercer m_atrimonio y de su
el drama de una ambigua alienación: la alienación de la undécimo empleo, el Joven Franc1s -que ya pasaba
realidad, la alienación realista entre un padre y un de los cuarenta- se retiró durante un tiempo a la
hijo, o entre un hombre y un extrafío, y la alienación mansión paterna.
de un hijo como resolución de complejos analíticos. Las relaciones de Francis Legrande II con su madre
eran amistosas, pero limitadas. Cada vez que se en-
contraban cambiaban frases animadas y sonoras, pero
al cabo de un tiempo y como por accidente cada uno
empezó a recorrer su propia órbita personal.
237 ESTATUAS PARLANTES, ETC. El joven Francis empinaba a me~udo la botella ,Y
estaba tratando de dominar este hábito, pero ·no tema
ningún programa definido para el futuro. L~ fórmula
Fritz Leiber no lo ayudaba en verdad a calmar los nervios.
Al cabo de seis semanas los autorretratos del padre
empezaron a hablarle. Fra,ncis II no se sorpren?ió
demasiado, pues desde hacia una semana no ~a?1an
Durante los últimos cinco años, ya terminada hacía dejado de seguirlo con los ojos, y durante los ult11;11os
tiempo su carrera teatral, el famoso actor Francis dos días lo habían mirado frunciendo el cefio y sonrien-
Legrande había dedicado muchas horas a retratarse a do (críticamente, se decía Fra~cis II), c?n expresión fu.
si mismo en bustos y cabezas de yeso, estatuas de pie, ribunda o amable. Esta manana, quizá como conse-
cuadros al óleo, dibujos, estudios fotográficos. La cuencia de la bebida de la noche anterior, había
mayoría de estas obras lo mostraba en los papeles que ruidos siniestros y casi ininteligibles en el aire.
había representado en la escena y en la pantalla. Le- Francis II estaba solo en el estudio. En verdad es-
grande había sido siempre un artista versátil y los taba solo en la casa, pues su madre se h_ab~a ido a
resultados de esta labor eran estéticamente adecuados. visitar a una vecina. De pronto oyó un clurndo exas-
Luego de la muerte de Legrande, su mujer se nom- perante, seco, casi coro? si el ye~o. estuviese tosien?o
bró a sí misma guardiana de los autorretratos junto 0 carraspeando. Franc1s alzó rap1damente los OJOS
con otros recuerdos tangibles e intangibles del ilustre hacia el busto blanco de su padre en el papel de
difunto. La señora Legrande mantuvo vivas a las es- Julio César y vio con claridad que la boca de yeso
tatuas, por así decirlo, o por lo menos les pasaba el se entreabría mostrando la punta de una lengua de
plumero, las limpiaba, y hasta las mimaba sacándo- yeso que corría rápidamente por los labios. Luego...
las ocasionalmente a tomar aire o cambiándolas de
sitio. Había en total 237 efigies, distribuidas en el PADRE: Te irrito, ¿no es cierto? Aunque quizá de-
estudio, en la sala y los dormitorios, y en el jardín. biera decir que te irritamos. , .
Legrande tenía un hijo, Francis Legrande II, tan HIJO (sorprendido, pero aceptando raptdamente la
desgraciado e insatisfecho como casi todos los hijos situación y decidido a hablar francam_ente): ~u~no,
© 1963, by M:erc11ry Press sí, me irritas. La figura del padre obsesiona casi s1em-

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88 MINOTAURO 237 ESTATUAS PARLANTES, ETC. 89
pre a los hijos, como te diría cualquier psicólogo. El HIJO: ¡Señor! ¿Y también están vivos?
padre en carne y hueso o el recuerdo del padre. Si PADRE: Bueno, sí, aunque prisioneros en cierto mo-
~curre que el padre es un hombre famoso, el hijo se do ... (Se oyen unos gemidos y gruñidos débiles, rero
s1e~te aun_má_s intimidado, e inhibido y angustiado. tumultuosos, que vienen de distintas gavetas y armarios.)
Y s1 por anad1dura el padre deja en este mundo do- HIJO (escapando del estudio, presa del pánico, y
c~nas de retratos de él mismo, ejecutados por él mismo, disimulando con un tono arrogante y presuntuoso):
s1 se empeña en seguir viviendo después de la muerte... ¡Qué vanidad colosal! ¡Cuatrocientos cincuenta auto-
(Se encoge de hombros.) rretratos! ¡Qué narcisismo! _
PADRE (sonriendo compasivamente desde una pin- PADRE (desde un ret:ato del rey _Lear de tamano
tura en la que aparece como Jesús de Nazaret): En natural que cuelga encima de la chimenea): No creo
resumen, me odias. que fuera vanidad, hijo mío, no del todo. Me p_asé
HIJ<?: Oh, no diría tanto. Yo diría en realidad que la vida maquillándome y disfrazándome. La operación
me fatigas. Eso de verte todo el tiempo, en todas par- me ocupaba una hora cada vez, y cuando había algo
tes, me aburre de veras. especial, como una barba, hasta una hora. C:1ando
~ADRE (en tinta china, representando al capitán de me retiré de las tablas seguí conservando el hábito de
Strtndberg): ¿Tú te aburres? Has estado aquí sólo seis pintarme la cara, de vestirme con tr~jes de época. Me
semanas. Qué diría yo que desde hace diez años sólo quité el hábito retratándome a mí mismo. ~so es todo.
veo a tu madre. HIJO: Una explicación inocente y convincente. No
HIJO (con cierta satisfacción): Siempre pensé que me asombra. Te oí cosas parecidas antes. .
tu afecto y devoción a mamá no eran tan grandes como PADRE: En un año de actuación yo me maquillaba
decías. unas doscientas cincuenta veces. Doscientos treinta Y
-~ADRE (c~mo Romeo, en un esbozo al pastel): No, siete autorretratos son menos que un año en el 5ama-
hIJO, te equivocas, pero ... rín, y cuatrocientos cincuenta menos que dos anos.
PADRE (un busto de Don Juan, interrumpiendo a HIJO: Nunca hubieras podido retratarte tantas ve-
Romeo): Pero fue verdaderamente un período de prue- ces sin hacer trampa. TTabajaste con fotografías y con
ba. En esta última década sólo han entrado aquí tres máscaras de cera. . .
muchachas hermosas y una de ellas recolectaba fondos PADRE (desde un retrnto de Leonardo da Vmci):
para una ?bra de caridad y sólo se quedó cinco mi- Hijo, muchos grandes artistas han trampeado de ese
nutos. Y ninguna de ellas se desvistió. modo en los últimos quinientos años.
PADRE (como Sócrates): Y nosotros éramos tantos HIJO: ¡Bueno, bueno!
para aburrirnos, y tú eras sólo uno. A veces lamento PADRE (con tono de sinceridad): R~c?nozco _si? e~-
ha,ber_ puesto tanto entusiasmo en multiplicarme a bargo que esos autorretratos me per1,mtian rev1v1~- mis
m1 mismo. triunfos y hacerme creer que yo era aun un comediante.
HIJO (haciendo una mueca, pues de tanto volver la HIJO (cruelmente): Nunca dejas te de ser un come-
cabeza de un retrato a otro le duele el cuello): ¡Te lo diante en la escena o fuera de ella.
mereces! ¡Doscientos treinta y siete autorretratos! PAD~E (como Moisés): No lo creo. Nunca fui un
PADRE: Cuatrocientos cincuenta en realidad, pero gran hablador. Nunca fui un hombre dominante y
los otros están guardados. (cáusticamente) nunca vociferé.

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90 MINOTAURO 237 ESTATUAS PARLANTES, ETC. 91

HIJO (mordaz): Es cierto. Fuera de la escena pre- al jardín cerrando ruidosamente la puerta a sus estal-
felias l~s papel~s tranquilos y no los ampulosos. Tu das): ¡No es cierto! ¡Imágenes todas de tu perfecc1~m,
personaJe favorito era el héroe de edad, tremenda- maldito seas! Esa miserable perfección que has pulido
mente noble, sereno, infalible, fumador de pipa. Un y repulido toda tu vida. . ..
Bruto moder~o, un Cristo mundano, un Will Rogers PADRE (desde un bajo relieve de Don Qui¡ote en la
menos folklórico. Pero aun en esas caracterizaciones re- pared del patio): Todos los seres humanos se creen
~rimidas, te las arreglabas para ser siempre la primera perfectos a su modo, aun el más miserable de los ca-
figura. nallas, el más miserable de los bobos.
PADRE (encogiendo unos hombros de tinta china): HIJO: No tanto como tú. Tú ensayabas tu perfec-
Los profanos siempre nos han acusado ele actuar cons- ción delante del espejo. La repetías. Te vigilabas
tante~ente. Co~o somos capaces de representar una mientras hablabas, mientras te movías y nunca co-
e~oc1on auté~tica se cree que somos incapaces de sen- metiste un error.
tirla. Hace tiempo que oímos eso. PADRE (incrédulo): ¿Te he dado esa impresión?
HIJO: ¡Y es verdad! HIJO: ¿Impresión? Dios mío, si supieras cómo recé
PADRE (muy bondadosamente desde un retrato de para que cometieses un error. Sólo uno, sólo una vez.
Cyra~o de Bergerac): Hijo mío, pienso que estás celoso Pero nunca te equivocaste.
de m1. PADRE (moviendo una cabeza de brnnce patinado
HIJO (Paseándose de un lado a otro y agitando los que asoma entre unas hojas): Nunca sospeché que
brazos): ¡Claro que lo estoy! ¿Qué hijo no lo estaría? vieras así las cosas. Es natural que un padre se pre-
¡R~d~ado, sofocado, aplastado por un padre que per- sente a su hijo con una perfección que no tiene.
somfica todos los grandes hombres que han sido o Admitir las propias debilidades sería casi como alen-
serán! ¡Todos los grandes sabios! ¡Todos los grandes tar al vicio. Quieren que sus hijos sean dóciles en los
aventureros! ¡Todos los grandes amantes! años de formación. Quizá más tarde sean capaces de
PADRE (tenebrosamente, desde una cabeza descar- tolerar la verdad. Un niño no ve ninguna diferencia
nada de Lázaro que emerge de una hoya de yeso): entre lo ne"ro
0
y lo gris. El padre tiene el deber de
Pero no hay motivo ahora de que estés celoso de mí presentarse como el mejor ejemplo posible, aunque
hijo mío. Estoy muerto. ' eso exija encubrir algunas cosas y trampear un poco,
. HrJo: ¡No actúas como si estuvieses muerto! Estás hasta que la inteligencia del niño alcance la madurez.
vivo doscientas treinta y siete veces. . . cuatrocientas HIJO: Y como resultado el niño es aplastado por la
cincuenta veces si contamos cuatro batallones de re- imagen marmórea de la perfección. .
serva. ¡Estás en todas partes! PADRE: Quizá ocurra eso, ewntualmente. ~Quiere
PADRE (como Peer Gynt): Oh, hijo, estos son sólo decir que no sabías que tu padre era seme3ante a
pobres f~ntasma~ q_ue han despertado un momento de otros hombres? ¿Que era tan débil como los otros?
la pesadilla del mfierno. Espectros impotentes ... (To- HIJO (alumbrando una esperanza): ¿Tienes con-
dos los retratos gimen confusamente, y se ·oyen otra ciencia de lo que dices? Confiesas pues. . . (Se do-
vez los murmullos y quejidos de los que están ence- mina.) Oh, oh, huelo otras de tus elocuentes explica-
rrados en la oscuridad.) ciones, blancas como un lirio...
HIJO (abrumado por otro espasmo de terror escapa PADRE (es todavía la 1,abeza de bronce la que habla,

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92 MINOTAURO
237 ESTATUAS PARLANTES, ETC. 93
la cabeza de Hamlet): ¡No, hijo mío! Mis faltas fueron
tantas que más me hubiera valido no haber nacido. PADRE (ignorando este movimiento de ~imfatia):
Fui orgulloso, vengativo, ambicioso, con más pecados . . . y además yo me complacía en. tu ~oquiabi~rta Y
encima que ideas en la cabeza, la imaginación no me amargada admiración. ¡Eras un auditorio tan credulol
alcanzaba para darles forma ni el tiempo para trans- Y al fin, en mis últimos años, en vez de volverme
formarlos en actos. Yo pretendía ser excelso en todo. hacia los demás, viví sólo para los retra~os. _Me
Era necesario que yo fuera el primero de los come- volqué en ellos, les infundí toda ID:i l?otencia _v1t~l,
diantes. Mi misma existencia dependía de eso, y te- y ahora vivo en ellos, como en _un .mherno sohtano
nía celos de todo lo que hacían los demás, hasta de que yo mismo he creado. Ser testigos de las consecu~n-
lo que hacías tú. Yo ocultaba mi desprecio de la cias de sus actos, y sufrir a veces esas consec~encias,
humanidad tras una máscara de serenidad tolerante, y tal es el castigo de los hombres. Pero ser testigo per-
me costaba mucho, créeme, no dejarla caer. Yo vivía manente desde doscientos treinta y siete puntos de
para el aplauso. Me pasé los últimos años lamentan- vista, y estar imposibilita?'? de actua_r, aun de hacer, un
do amargamente que amigos mal aconsejados y em- comentario sin el beneficio de un instante de olvido,
presarios codiciosos no me obligaran a dejar el re- un instant~ de nirvana ... (Un gruñido fantasmal.) .
tiro y a recorrer el país en temporadas de despedida. ¡Diez años! ¡Tres mil seiscientos intenninabfes cre-
Torturaba a tu madre corriendo detrás de las mujeres púsculos! Tres mil seiscientas madrugadas vacias. yer
y me torturaba a mí mismo al descubrir que yo era morir esta casa y este jardín. Ver a tu madre que iba
capaz de ceder a la tentación ... de un lado a otro perdida en sus recuerdos y en _un
HIJO: ¿Qué? ¿Nunca? bric-a-brac sentimental. Ver cómo tú perdías la vida
PADRE: Bueno, casi nunca. como yo la perdí, pero en tu caso antes de haberla
HIJO: ¡Papá! ¡Es increíble! vivido. Verte entregado al alcohol. Observar el pu-
PADRE (modestamente): Qué quieres, inspirado por drimiento del alma, la muerte por inanición sin que
mis grandes personajes me elevaba a veces por encima se me escapara ningún detalle repugna~te •...
de mí mismo. Se me pegaba algo de ellos. HIJO (irritado otra vez a pesar de si mismo, y de
HIJO (casi sin aliento): Esto cambia la perspectiva nuevo bastante asustado): Bueno, ya me cansas co~
de todo. ¡Qué alivio! Papá, me siento realmente feliz. tus quejas. Sólo tú tienes la culpa de que estés a9-m
(Se ríe, un poco histéricamente.) doscientas treinta y siete veces. Otro hombre se hubiese
PADRE: Aguarda, hijo, hice algo peor. Asistí al de- contentado con un solo infierno. No puedo ayudarte.
bilitamiento de la personalidad de tu madre. Vi cómo PADRE (desde una cabeza de Mefistófeles que son-
se convertía en un mero accesorio, y dejé que ocurriera ríe diabólicamente entre unos matorrales, y frente a
simplemente porque eso me simplificaba la vida. Vi Hamlet): ¡Sí! Puedes' ,
ayudarme. Destruyenos, qué-
que tambaleabas bajo el peso de la angustia y nunca manos, fúndenos. Danos el olvido. ¡Aplástanosl
traté de acercarme a ti y decirte la verdad acerca de HIJO (entm con-iendo en la casa en parte a buscar
mí mismo, lo que podía haberte ayudado. Pero esto el atizador de la chimenea, en parte porque los retratos
hubiera sido difícil e incómodo, y además ... parlantes allí son menos inquietantes que los del
HIJO (preocupado): Bueno, papá, me parece que jardín): ¡Dios mío, me gusta:í~ de veras! Cu_ántas
exageras. No debes acusarte de . .. veces me pareció esta casa un v1e10 museo polvoriento,
el catafalco de la vanidad de un hombre.
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94 MINOTAURO 237 ESTATUAS PARLANTES, ETC. 95
PADRE (~ coro): ¡Golpea! petuoso prisionero de la estatua rígida y helada que in-
f!-IJO (titubea, blandiendo el atizador): Pero pen- vita a cenar ¡Tres muchachas vislumbradas apenas en
saran que estoy loco. Creerán que mi envidia se ha diez años! ¡Aplástanosl
transformado en psicosis. l\Ie encerrarán probable- PADRE (desde el óleo de Leonardo): Siempre le tu-
mente. viste miedo a la acción. ¡Yo no! Traté siempre de
PADRE (otra vez como Leonardo): ¡Tonterías! Dirán expresarme, aun en estos autorretratos miserables.
solamente que has librado al mundo de unos es- Ahora es tu turno, y tu oportunidad. ¡Aplástanosl
pantajos de aficionado. ¡Demuélenosl PADRE (como Per Gynt): Échame al horno. Qué-
HIJO (volviendo a la. discusión): Espantajos es un mame. Fúndeme.
término algo excesivo. No son obras tan malas, cier- PADRE (como Beethoven): ¡Produce un saludable
tamente. acorde disonante!
PADRE (complacido): ¿Crees que mi obra tiene PADRE (como Jean Valjean): ¡Derriba los muros de
cualidades profesionales perdurables? la prisión!
HIJO (f1·unciendo el ceño): No. Eso sería igualmente PADRE (como San Juan): ¡Desencadena el Apo-
exagerado, en el otro sentido. calipsis!
PADRE: ¡Destrúyenos! PADRE (un coro apagado de fotografías): Rompe los
HIJO, (alza el atizador, pero titubea o.tra vez): Hay vidrios, desgárranos, quémanos. ¡Destrúyenos!
algo mas: mamá no me lo perdonaría. PADRE (a la voz de los doscientos treinta y siete 1·e-
PADRE: ¡No metas a tu madre en esto! tratos se le unen los gemidos de los prisioneros):
HIJO: ¿Po: qué no? Al fin y al cabo, si estás bus- ¡Aplástanosl
can~o el olvido desde hace diez años, ¿por qué no le HIJO (alza el atizador una tercera vez, y en seguida
~e?1ste que te destruyera? ¿O que te guardara en algún sonriendo lo deja caer): No. No permitiré que unos
s1t10 por lo menos, donde pudieses disfrutar de algo viejos retratos me perturben, aunque sean retratos
pare~ido al olvido? ,o darte a gentes que acabarían que hablan. ¿Cambiada yo acaso, si los destruyera? ¿Y
contigo o que podnan procurarte otros ambientes y por qué dejaré que un padre muerto me intimide,
una vida espectral más interesante. aunque sobreviva en las sombras? Es ridículo.
PA:DRE: Hijo, nunca he logrado que tu madre en- PADRE (una vez más como el rey Lear): ¿No nos
tendiera estas cosas. En verdad, cuanto más se adap- tienes respeto? ¿Los acontecimientos te han dejado
taba a mí, menos contacto había entre nosotros. Es- indiferente? ¿No sientes, por lo menos, un terror
taba tan cerca de mí y a la vez tan fuera de mi sobrenatural?
alcance como. . . como mi vesícula biliar. Traté de HIJO (meneando la cabeza): No. Pienso que todo
ha?larle, pera e!la no me oyó. No creo que ni si- esto es el residuo de mi borrachera de ayer, que habla
qmera vea ya mis retratos. No tiene de mí sino una ahora con acento psicópata, con doscientos treinta y
imagen, la que ella misma se ha creado. Pero tú en siete acentos psicópatas. Y si realmente eres tú, papá,
cambio, ¡tú me oyes! Y yo ahora te lo ordeno: ¡aplás- que me hablas de algún modo, desde alguna parte,
tanosl sé que no quieres hacerme mal y no tengo miedo. Te
PADRE (ima_cabez~ de yeso de Don Juan que habla diré algo más, sinceramente: no creo que quieras ser
desde el estudio): Piensa en el amante ardiente e im- destruido, ni aun en efigie. . . o efigies. Se me ocurre

, .. ..:hr í') Hist1Sr1cl.> de Pe 1-;tas gent1nas I v-. \ ,..,.1.ahira.com.ar


237 ESTATUAS PARLANTES, ETC. 97
96 MINOTAURO
MADRE (tiesa de pronto): ¿Qué no vale mucho?
que has estado descargándote de un peso que sentías HIJO (como de mala gana): Iba a decir el busto de
en el pecho, descargándote de tu aburrimiento sobre Don Juan, pero ...
todo. MADRE: Una obra excelente, y una elección muy
PADRE (como Peer Gynt, sonriendo con una expre- oportuna en estas circunstancias.
sión inescrutable, quizá de alivio, quizá de triunfo, HIJO: Quizá tengas razón, mamá. En todo caso me
quizá de resignación): Bueno, si no te atreves a des- fío de tu juicio.
truirnos, anima por lo menos esta vieja casa, anima MADRE: Gracias, Francis. Nunca di antes una de
tu vida. las estatuas, pero me parece que ha llegado la hora
HIJO (asintiendo con un movimiento de cabeza): de empezar. Escribiré al colegio de señoritas de Me-
Es una idea. Muy bien, papá, lo pensaré. rrivale que les mandaré el busto de Don Juan (Va
PADRE: Si no tomas la iniciativa, y moderas tus hacia la salida.)
hábitos de la bebida también, empezaremos a hablar HIJO: Verás que esto te hará feliz, mamá. Y papá
otra vez alguna mañana o alguna noche y no de un también se sentirá feliz.
modo tan agradable y razonable. Haz entrar el aire MADRE (deteniéndose en el umbral): ¿Qué te ha
en esta casa. pasado, Francis? Eras siempre tan cínico en estas
HIJO (seriamente): Lo recordaré, papá. cuestiones ...
PADRE (como Don Juan, desde el estudio): Invita HrJo (encogiéndose de hombros): No sé. Estaré
a algunas. . . (La voz se interrumpe bruscamente.) creciendo, quizá.
Francis II mira alrededor, los retratos. Todos han La madre sale y Francis II sonríe y se vuelve de
enmudecido de pronto. No advierte ningún cambio pronto hacia el retrato de Peer Gynt. Le había pa-
en las facciones. Se abre la puerta de calle y entra la recido que la efigie guiñaba un ojo. Pero el rostro
señora Legrande, excitada, con una carta en la mano. pintado no se mueve ahora. Francis Legrande II sigue
MADRE: Francis, acabo de recibir un pedido intere- sonriendo. y en la biblioteca alguien tara,·ea en voz
santísimo. El colegio de señoritas de Merrivale desea baja ima melodía de Don Giovanni.
adquirir un busto de tu padre, para la biblioteca
Título original: 2;7 talking statues, etc.
o el vestíbulo. Me parece que debiéramos aceptar. Traducción de F. A.
Si estás de acuerdo, por supuesto.
HIJO (removiendo afectadamente las cenizas de la
chimenea con el atizador que aún tiene en la mano):
¿Por qué no? (Inspirado de pronto, y astuto.) ¿Qué te
parece la cabeza de Hamlet?
MADRE: De ningún modo. Es su obra maestra.
Además está enclavada en la columna del jardín.
HIJO: Bueno, el Lear entonces.
MADRE: Tampoco. Mi pieza favorita. Además es
una pintura, no un busto.
HIJO (echando el anzuelo): Bueno, se me ocurre
que podrías darles. . . No, no vale mucho.

, " 1...h1vo H1stór1co de Revistas gentinas I www.ahira.com.ar


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UNA CORONA DE FU:\[AJUA FtTIDA 99
Aandahl, nativo de Colorado, vendió su primer cuen- se acercaba a la ventana del cuarto, observaba una
to a Ellery Queen's Magazine en 1960 -tenia enton- o dos escenas del drama d~ la muerte, en aquel otro
ces diecisiete años- y poco después publicaba en Fan- mundo, y entornaba los OJOS pesarosos y enigmáticos
tasy and Science Fiction, New World Writing y Play- y_ fruncía los ~abios mordisqueando el tallo de un
boy. Se interesa en el ajedrez, el folklore, la filosofía anoso escaramu30. Otras veces, como puede imaginarse,
y es un buen dibujante. un estrépito que venía del pasillo alteraba momen-
tá_neamente e:a seguridad, pero, por supuesto, Alston
P1edmont Ohver III nunca abría la puerta al per-
turbado aliento de los moribundos.
, - ¿Qué son para mí? -debió de haberse dicho en-
UNA CORONA DE FUMARIA FETIDA tonces-. ¿Y qué soy para ellos?
Aficionado a la soledad, nunca le había importado
ser parte de la multitud humana. Los otros nunca
Vanee Aandahl habían_ n:i~strado i:ti~gún interés, ni la inteligencia y
la sens1b1hdad :ufac1entes para compartir las particu-
lares preocupaciones de Alston Piedmont Oliver III.
No tenía ningún deseo -y ciertamente ninguna ne-
1
cesidad- de tenderles la mano.
Alston Piedmont Oliver III era uno de los pocos . Durante la tercera semana se sintió afiebrado y pasó
sobrevivientes, aunque se llevaría a la tumba las cica- cmco noches de tormento físico y mental, revolvién-
trices amarillas y azules de la peste. Antes había sido ~ose en una cama húmeda y ardiente, preguntándose
siempre un hombre de modales apacibles. ("Debe de si sucumbía o no a los estragos de la plaga. Sin em-
ser empleado de banco", decían de él; o "Un clérigo, bargo, la enfermedad fue tan benigna como él mismo.
me parece".) Era delgado, casi esquelético, y se ocul- En la mañana del q~into dia la fiebre desapareció
taba detrás de unos lentes octogonales, de armazón de en busc3: de .una vfcuma más propicia, <lejándole en
metal, y de un bigote de cepillo de dientes, y vestía el lado uqmerdo de la cara las características man-
un amplio abrigo de piel de foca, con desgastados chas de neón, y el bigote completamente blanco. En
botones de narval. Quienes lo conocieron un poco todo lo demás era el mismo Alston Piedmont Oliver
(ninguno lo conoció bien) reían, entre dientes, cuando III de siemp~e.. Se sirvió ~ma ensalada de coles rojas
oían su nombre, se tocaban la sien con el índice y Y_ una sopa JUhana, se d10 un prolongado baño ca-
lo descalificaban como "rata de biblioteca". Llevaba hente, se puso la bata rosada, su favorita, y se instaló
en verdad una vida retraída, y si había hecho alguna en el sillón con un ejemplar de El rey Lear y una
vez otra cosa que leer o pasear, nadie podía saberlo. ensalada de apio al alcance de la mano.
Quizá este mismo retraimiento lo salvó de la muerte. . La enfermedad había inteuumpido su cuadragé-
Mientras otros agonizaban en las calles, Alston Pied- sima_ lectura de la obra. Durante mucho tiempo había
mont Oliver III, a salvo en un impoluto sillón, seguido anualmente a Lear desde su abdicación a la
hojeaba una nueva edición de Lovecraft, alimen- corona de oro, a lo largo de su purificación en la
tándose con queso y galleta. Ocasionalmente, sin duda, tempestad, hasta su salvación espiritual en las playas
(st zf64 by i!er~ry Press •
Krcn1 11 , r I d i Kev1stas rgent1nas I www.ahira.com .ar
100 ~lL'-OTAURO
UJ\óA CORONA DF. FUMARIA FF.TIDA 101
de Dover, coronado nuevamente de flores silvestres.
Alston Piedmont Oliver III leyó otra vez aquellas la. tormenta, tratando de quitarse el hielo de los
dulcísimas palabras que expresaban la consternación cristales de los lentes. Los abalorios de la escarcha
de la angelical Cordelia: le aguijoneaban la cara y se le pegaban al bigote y
"Ay, es él; est:i aun ahora tan loco como el proceloso al pelo.
mar, y canta en voz alta, coronado de fumarias fétidas . Avanzando a tumbos por la calle fangosa, buscó a
y malezas, bardanas, cicuta, ortigas, cizaña y todas las tientas el cuello del abrigo, tratando de cubrirse
inútiles hierbas que medran entre los granos de nues- la cab7za. Se detuvo j':lnto al refugio de un poste
tro sustento. Que vaya por él un destacamento y lo telefómco y se frotó furiosamente las manos mientras
busque en el más recóndito de los trigales y lo traiga se sonaba la nariz sobre una manga helada. Luego
a nuestra presencia." miró hacia abajo. Acurrucado contra el albañal tan
A~abó de le~r y tuv_o entonces aquellos raros pen- gris_ y azul que hasta parecía ser una mera pr~lon-
s~m1entos. Abrió los OJOS, y contempló el Goya fami- gac16n del cemento, un anciano semidesnudo le son-
liar en la pared de enfrente; pero la lámina ya no reía como un demente.
le era famil!ar y la ment: !e zumbaba de sorpresa y -:¿Quién eres? ¿Quién eres? -gritó Oliver, muy
asombr?. Miró lueg? el "'.1eJo felpudo a sus pies. Era excitado.
como _s1 nunca hubiera visto antes a ese viejo amigo. El anciano se rió y deslizó una mano sarmentosa
Lo mismo le pasó con la lámpara barroca, la jaula por las llagas que le cubrían el pecho. Luego gruñó
vacía (Lear, el papagayo, ya había muerto hacía años a su vez: -¿Quién eres? ¿Quién eres? -Un tenue hilo
y nunca había sido reemplazado), la estatua de pel- de saliva le ~olgó de la comisura de la boca, como
tre, de Apolo, el polvoriento armario de teca, donde un yo-yo, b~Jó y se heló en el cemento. Miró fija-
guar?aba tantas reliquias. Todo le parecía extraño, mente a Ohver, luego a la nada, mientras rodaba
admirable. Se miró entonces las manos: nunca había lentamente y caía de bruces, en la inmundicia del
visto esas manos, no hasta ese momento. Apenas si albañal.
eran suyas. Nada era suyo. Él mismo no era nada. . Alston Piedmont Oliver III se alejó de prisa, sal-
Luego, tan repentinamente como había llegado, su p1cánd_ose de barro el abrigo y la <.ara. Tropezó con
asombro dejó sitio a la excitación. Tenía que salir, e~ tobillo de un cadáver congelado, y resbaló en el
tenía que descubrir de nuevo el mundo, tenía que l11elo, hasta una boca de agua.
ver, oír, oler, gustar, tocar, un universo extraño. -Los lentes, ¡he perdido "los lentes! -Metió las
Tenla que saciarse con él, manifestarse en su nove- man?s en el agua sucia, en una inútil búsqueda y
dad, medrar en su suelo virgen y generoso. al fm tocó un vidrio, hecho trizas. Se llevó a un
Era un mundo enloquecido. Arriba, las nubes re- ojo un pedazo inservible, gruñó una blasfemia y se
tumbaban una tras otra y vaciaban su bilis sobre la puso de pie otra vez.
ti_erra. El rayo restallaba y desgarraba los árboles. Un -?Qué h_aré ahora? ¡Estoy ciego! ¡Ciego!
viento helado azotaba los pesados pliegues del abrigo Dio media vuelta, apoyado en un pie, y miró hacia
de piel de foca de Alston Piedmont Oliver III, entu- atrás por donde había venido. Nada más que una
meciendo las piernas delgadas. Se apoyó en una des- bruma gris. Nada más que la nada.
vencijada lata de desperdicios, casi enceguecido por Caminó ar~astrando los pies a lo largo de la acera
durante un tiempo que le pareció interminable, tra-
n1vo h1s-conco de Revistas v .a1 111 a.\..VI 1 1.a1
104 MINOTAURO

Oliver tosió e inclinó la cabeza a un lado, perplejo Juan G. Atienza vive en MadTid y es quizá el primer
y apenado. No sabía qué decir. Se le movieron los autor de lengua española que ha publicado relatos
labios. ortodoxos de ficción cientlfica en 1·evistas literarias
-¿Quién soy? de la corriente principal: ínsula y la Revista de Oc-
-Eres un hombre, tonto. ¿No lo sabes? cidente. Muy arriba, muy adentro es parte de ttn pró-
-¿Un hombre? ximo volttmen titulado Fuegos fatuos en la luna.
-¡Síl -chilló la niña con una risa infantil. Luego
miró a Oliver seriamente-. ¿Pero por qué no te gus-
tan tus flores?
-¡No son mis flores! Son tus flores! ¡Te las di!
-Me gustan muchísimo. MUY ARRIBA, MUY ADENTRO
Callaron, largo rato, mirándose. Luego la niñita
sonrió y se acurrucó para dormir. Al cabo de un
tiempo, Oliver la cubrió con su abrigo y se quedó Juan G. Atienza
sentado jµnto a ella, todo el día, hasta que la niña
murió. Entonces la alzó en braws y la llevó al medio
del jardín. Cavó de rodillas una fosa en la tierra hú-
meda, con las manos. Cubrió el cuerpo de la niña, Listo, piloto . .. Listo, piloto . . . Transmite mientras
primero con tierra y después con flores. Se quedó puedas. Base a piloto. Base a piloto ... No te oímos,
sentado allí un tiempo, a veces tocándose la corona de ¡,Todo OK.? ... Cambio.
hojas que tenía en la cabeza, a veces poniendo la Todo O.K., sí, todo O.K ... no puede ser de otro
mano en la tierra removida. modo, me habéis enseñado a resistir sin inmutarme
una aceleración de 10 g y a manejar sin la mínima
Título oríginal: A crown o/ rank fumaria. duda todos, absolutamente todos los resortes y apara-
Traducción de C. B. tos de la nave, desde el computador más pequeño
hasta los cohete~ iónicos que tendré que poner en fun-
donamien to dentro de unos instantes, cuando esté en
órbita en torno a la Tierra y lo suficientemente lejos
para que los chorros de energía no constituyan un
peligro para Yosotros ... Todo 0.K., sí, todo mar-
cha O.K ...
-Piloto a base, piloto a base. . . sin novedad, no
hay fallas mecánicas, he alcanzado la altura prevista,
menos seis mil metros. Estoy en órbita helicoidal. ..
l\fenos cinco mil quinientos ...
l\fenos, menos, menos, la aguja se acerca al punto
cero y, cuando lo haya alcanzado, no hay duda1 h;\brá
© 1966 /Jy )111111 C. ,1tiem:11

rch1vo Histórico de Revista 11t1n::1c:: 1 WwW. n1r;:1 com.ar


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106 MINOTAURO MUY ARRIBA, MUY ADENTRO 107


que oprimir el botón rojo y la nave y los computa- -Gravedad cero ...
dores harán lo demás sin intervención mía a partir de Floto, flotaría si las correas no me mantuvieran fijo
este instante, sin intervención de la base, sin inter- a mi asiento de la nave. El botón. Rojo. Rojo. El
vención de nada que no sea su memoria mecánica sol escondiéndose por detrás del lago. El lago. Isabel
y sin fallas, para seguir mandándome hacia arriba, y yo. Acta matrimonial. Automóvil, risas, feliz. Isabel
en. . . ¿cómo lo dirán los periódicos mañana? Sí: La me espera. He oído su voz, hace apenas un minuto.
primera distorsión del espacio-tiempo, la primera expe- Un minuto o un siglo.
riencia humana del viaje superlumínico interestelar, -Cambio...
grandes titulares de media página en siete millones -Base a piloto, Base a piloto. Preparado ... Listo
de periódicos de todo el planeta que está quedando para lanzamiento. ¿Listo? Cambio.
a mis espaldas ... -Listo ...
-:Menos cuatro mil quinientos ... Botón rojo. Botón rojo y hacia las estrellas, más
... cada vez más pequeño, más sin importancia, la veloz que la luz que me llega de ellas. Un año-luz,
Tierra sin importancia, sólo mi nave tiene importan- un día-luz y volver y haber pasado cinco días o más
cia en medio de las estrellas y hacia ellas, ¿hasta cuán- en la tierra y encontrar a Isabel cinco días más vieja.
do?, programa previsto, programa previsto no caben -Atento, piloto. Atento, piloto. últimas instruc-
preguntas, aunque uno siente tentaciones de hacér- ciones. Atención. Recuerda de nuevo, cuando encien-
selas, porque una cosa es calcularlo todo sobre el das los motores iónicos, se c<Yrtará la comunicación. No
papel, con la ayuda de la i, be, eme y otra vez el podrás escucharnos, recuerda, no podrás escucharnos. ..
cielo negro negro negro a través de la escotilla ... . .. porque mi velocidad ¿velocidad? será superior
-Menos dos mil. . . a la de las ondas de los transmisores t-r-e-s-c-i-e-n-t-o-s-
. .. y saber que las estrellas mandan su luz hacia m-i-1-k-i-1-ó-m-e-t-r
mí a trescientos mil kilómetros por segundo y que -o-s-p-o-r-s-e-g-u-n-d
yo voy a ir hacia ellas a esa misma velocidad por lo -o velocidad, pe-
menos, o mayor, con todo el espacio que me rodea, ro yo sí podré trasmitir, aunque mi voz llegue hasta
hasta que se alcance el ¿punto previsto? y ¿regresar? vosotros Isabel cuando yo ¿yo? esté al otro lado del
¿habrá regreso? tiene que haber regreso, está pre- espacio y del tiempo volviendo el calcetín del cielo
visto también, todo está previsto, no ha habido acci- -lo deáa el comodoro, calcetín- del revés, volvién-
dentes hasta ahora, únicamente aquel ¿cómo se lla- dome yo mismo del revés ...
maba? ya no me acuerdo, muy viejo, aquel a quien - ... transmite tú, no dejes de transmitir mientras
al principio de todo le cayó un espejo y le dio en la puedas, no dejes de transmitir mientras puedas. Re-
sien y lo dejó K.O. cuerda: cada palabra, cada sonido que llegue de ti
-Menos mil. . . menos quinientos .. . Menos cien ... es precioso, dí cuanto se te ocurra, cuanto sientas,
Cincuenta, veinte, diez-nueve-ocho-siete-seis-cinco-cua- cuanto veas, cuéntalo todo . .. diez . .. nueve. .. ocho. ..
tro-tres-dos-uno-¡ CERO! -¡Cero!. . . ¡Contacto!... ¡Corto!
El silencio. La nave ha interrumpido su ascenso. Cuenta atrás hasta ...
Estoy en órbita en medio de las estrellas, con la -Contacto.
Tierra allá abajo, en algún lugar que no quiero ver. Botón. Rojo.

L, 11 '-' 1 list01 ,._v IJ\:! 1 ~v,~cas / (,jenLu 1a~ 1 www.ahira.com.ar


110 MINOTAURO

Pero la nave resiste, es el único rincón, el último del El uruguayo José Pedro Diaz ha escrito ensayos sobre
Universo donde aún cabe vivir, vivir, vivir, es mi la poesía de Bécquer, las narraciones de Felisberto Her-
mundo, mi todo, y todo el resto es NADA NADA, nández, una novela (Los fuegos de San Telmo) y una
NADA.) serie de relatos emparentados de algún modo con l~
Sed hambre visión de alguien que ríe papá y de ciencia-ficción. Estos "ejercicios" son parte de un li-
alguien que me da de comer mamá comer sed hambre bro compuesto e impreso por él mismo y su mujer:
frío ruidos se contraen los ojos alegría descubrir mis Amanda Berenguer.
miembros tengo miembros tengo manos que saben
agarrar un dedo fuerte fuerte río hambre sed ropa
huele a limpio río río río sueño ...
(No debo dormirme, dormirme y morir es lo mis- ,
mo. Está todo delante de mí, tengo que aguantar EJERCICIOS ANTROPOLOGICOS
cuando pueda, tengo que transmitir, están esperando
mi transmisión desde la base, ¿qué base? ¿Hay una
base en algún lugar del Infinito? ¿Hay algo más que José Pedro Díaz
yo mismo flotando en la Nada dentro de la cápsula?
Están esperando mi transmisión, están esperando, será
la única prueba que tendrán de que sigo vivo, si es
que sucede realmente eso. ¡No quiero morir! ... ¡No DESCRIPCIÓN
quiero morir! Tengo que transmitir, para que sepan
que no he muerto, que vivo dentro de la nave, Algunas antiguas descripciones indican que tiene bor-
dentro, dentro, en mi mundo, en el único mundo des, y en realidad es difícil concebirlo de otro mod?,
que existe.) pero yo no sólo no los pude yer, sino que_ s~nt1a
Caliente caliente caliente tibio paz algo llega a que no podía tenerlos. Los antiguos relatos ms1sten
través de las paredes como una vibración como un también en indicar su oscuridad, y eso no es menos
sonido lejano lejano pero aquí estoy seguro rodeado extraño, porque casi lo único que puedo decir -ade-
de una luz roja muy tenue viviendo de lo que ella más de señalar mi espanto; pero esto sólo es un dato
me da alimentándome y alimentándose por mí y para subjetivo-, es que yo veía, y precisamente veía en
mí y yo encogido muy pequeño pequeño no quiero medio de lo oscuro: es lo oscuro mismo lo que veía.
crecer quiero siempre estar aquí dentro calentito se- También es contradictorio indicar lo que allí vi, o
guro seguro no hay nada fuera de esto nada nada mejor la forma que tenía -y eso aparte de la con-
nada nada nada ... tradicción primera de haber visto lo oscuro-, porq_ue
~M•a-m-á. . . M-a-m-á ... si tuviera que describirlo diría que tenía la forma _m,
agotable de lo informe. Y no se crea que ~sto es s1?1•
plemente una manera de habl~r; ~~ quiero ~ec1r:
algo informe, porque era la p~ec1sa vlSló_i:1 de lo m~or-
me. Diré que advertía hebras, filamentos, Jirones abrién-
dose en permanente movimiento de desintegración.
©
rgent1nas I v'\A,, v an1ra com.ar
z960 by José te¡fro Diaz
Archivo Histórico de Revistas
114 l\1INOTAURO .EJERCICIOS ANTROPOLÓGICOS 11.;
conseguí explicarles el sentido de esa afirmación, ellos Lo más desconcertante -y esto sólo puedo escri-
rechazaron claramente la posibilidad de que pudie- birlo aquí: se advertirá que no hice constar el hecho
ra serles aplicada. i\Iás recientemente empezó a darse que voy a consignar en otros informes míos desti-
la importancia que corresponde a una palabra con la nados a la publicación- es que mi relación con ellos
que ellos mismos designan el conjunto de sus acti- se ve considerablemente dificultada por la actitud que
vidades inteligentes. Esperemos que ello irá disipando tienen para conmigo. No puedo decir que no sean
esos errores. Es sabido que los caracteriza un desarrollo cordiales. A su modo lo son. Pero a veces. . . me es
científico excepcionalmente avanzado. No es un se- difícil explicarlo; yo diría que me olvidan. Entonces
creto para nadie que podemos esperar de ellos apor- nuestra relación se interrumpe, casi siempre del mo-
tes técnicos que, de poder ser asimilados por nos- do más inesperado. Y la verd ad es que entonces no
otros, revolucionarían grandemente nuestra vida prác- podría ya afirmar nada, ni siquiera que no estoy
tica y aun nuestra vida social. Y bien, esta actividad con ellos. Cuando recupero la relación siento que
científica ellos la incluyen -y de manera principa- dejó detrás de mí - ¿me atreveré a decir, más subjeti-
Iísima- en el orden de cosas que designan con esa vamente, que también dentro de mí?- un vacío, un
palabra. Para ella propuse yo -luego de discutir el espacio que debo calificar de tenue pero sin duda
punto convenientemente con ellos- la traducción de también de. . . horrible. Sobre esto último estoy dis-
teoría del sueño. Como ya indiqué en otros informes puesto a dar verbalmente más informes y también
no es una traducción literal, sino que ella misma es, estoy dispuesto, desde luego, a hacerme reconocer por
en cierto modo, metafórica, y ello no puede ser de un analista. (En cierto modo lo desearía.)
otro modo ya que el lenguaje (por así llamarle) que Otra cosa puedo también adelantar que creo de
emplean no admite, como es notorio, una trasposi- interés: no pude establecer, a pesar de mis largos
ción directa de sus términos a los nuestros. Por eso esfuerzos en ese sentido, un solo elemento, en el
indiqué también, como otra posible traducción, la vocabulario que usan o en sus signos, que pueda co-
que nos ofrece la palabra invenciones. rresponder estrictamente a lo que en nuestro idioma
Más tarde descubrí que hay otra expresión que es se designa como lo real. Eso tiene sin duda un matiz
hasta cierto punto equivalente; o mejor dicho: que inquietante para mí, sobre todo cuando se los ha
designa lo mismo pero considerado desde otro ángulo. visto bien, como los vi yo mismo, inclinados tan
Es una expresión que se puede traducir por red, ma- fervorosamente sobre sus aparatos de observación y
llas o entramado. Tiene muchas aplicaciones. Así ellos medición. Puede ser que este fracaso en mi búsqueda
se designan a sí mismos como el espacio de algunos dependa también de esos olvidos a que me referí,
nudru de la red, y nuestro yo quedaría expresado así: porque debo decir que para mí era claro que aunque
mis cuadrículas del entramado. Creo interesante acla- los que se olvidaban eran ellos, el que desaparecía
rar que se definen como si no tuvieran límites pre- era yo. Sobre este hecho he meditado mucho, pero en
cisos ni otra consistencia que la de esa red metafórica. relación con este punto preferiría exponer mi pensa-
Y cuando yo quise saber de qué red se trataba me miento oralmente ante ustedes.
dijeron aquella misma palabra que yo traduje como
teoría de los sueños y como invenciones, y que tam-
bién designa lo que es.

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INVERNÁCULO 117
Brian W. Aldiss, uno de los mayores maestros del gé- más allá, había brotado durante el período de sueño
nero, nació en Inglaterra, luchó en la segunda_guerra del grupo un musgortiga. La planta se movió sin-
mundial, y luego, vendió libros durante ocho ano!. , La tiendo la presencia de los niños.
crítica ha comparado sus obras con las _de William -Mátenlo - ordenó Toy simplemente.
Golding y Philip Wylie. In~ernáculo describe un mun- Toy era una niña de diez años que estaba al frente
do -en el lejano futuro- invadido por una desmesu- del grupo. Los otros obedecieron. Desenvainaron los
rada vida vegetal. palos que llevaban todos, imitando a los adultos, y
rasparon el musgortiga. Lo rasparon y lo golpearon.
Se fueron excitados mientras golpeaban la planta, y le
aplastaban las agujas venenosas.
, De pronto, Clat cayó hacia adelante. Sólo tenía cinco
años; era la más joven del grupo de niños. Las manos
INVERNACULO se le hundieron en la masa venenosa. Lanzó un grito
y rodó a un costado. Los otros niños gritaron también.
Mientras se debatía para salir de allí, la pequeña
Brian W. A ldiss Clat gritó de nuevo. Trató de aferrar la corteza áspera,
Mi amor vegetal ha de crecer más vasto
y perdió el equilibrio.
qtte los imperios y también más tarde. Los niños la vieron caer sobre una gran hoja que
ANDREW MARVEI..L se extendía debajo, a varios largos de donde es-
taban. La chiquilla se sujetó a la hoja y quedó ten-
dida allí, temblando en el trémulo verdor.
-Busca a Lily-yo -ordenó Toy a Gren.
I El niñó volvió sobre sus pasos a lo largo de la rama,
en busca de Lily-yo. Una moscatigre salió del aire y se
El calor, la luz y la humedad eran c~nstan~es y lo abalanzó sobre Gren, zumbando, furiosa. Gren la
habían sido desde hacía ... Pero ya nadie sabia desde apartó de un manotazo, sin detenerse. Tenía nueve
cuando. A nadie le interesaban las preguntas que co- años y era un raro niño-hombre, muy valiente ya,
mienzan "¿Desde cuándo ... ?" o "¿Por qué ... ?" Ya ligero y orgulloso. Corrió ágilmente hasta la cabaña
no era un lugar para el pensamiento.. Era un lugar de la mujer jefe.
para la vegetación, para vegetales: un.!nverná~ulo. Bajo la rama, adheridas a la cara inferior, colgaban
A la verdosa luz, algunos de los nmos habian ~a- dieciocho nueces-vivienda. Habían sido vaciadas y pe-
lido a jugar. Preparados para afrontar a cualquier gadas en su sitio con la cola que destilaba la planta
enemigo, corrieron por la rama, llamándose _con vo- acetaceite. Era allí donde vivían los "dieciocho miem-
ces quedas. Subía por un costa~o, en rápido cre- bros del grupo, cada uno en su cabaña: la mujer jefe,
cimiento, un bayescobón: _una brillante masa_ escar- las cinco mujeres, el hombre y los once niños.
lata de bayas pegajosas. Estaba concentrado, evidente- Al oír el grito de Gren, Lily-yo salió de la nuez-
mente, en propagar su propia s_emilla y no era un vivienda, trepó por una cuerda y llegó a la rama,
peligro. Los niños se deslizaron 1unto a él. Un poco junto al chico.

, "\..rtl 1 ~lb:(drr¿ossde Revistas , gent1nas I www.ahira.com.ar


118 :.\UNOTAURO INVERNÁCULO 119
-¡Clat se cae! -gritó Gren. La niña apenas tuvo tiempo de arrodillarse. Los
Con su palo, Lily-yo golpeó fuertemente en la rama vegetales rapaces no son tan rápidos como los huma-
antes de salir corriendo con el chico detrás. nos. Los dientes verdes se cenaron y apretaron a la
La señal puso en movimiento a los otros seis adultos, niña por la cintura.
las mujeres, Flor, Daphe, Hy, Ivin y Jury y el hom- Bajo la hoja, un trampón había cambiado de po-
bre Haris. Se apresuraron a salir de las nueces-vivien- sición, sintiendo la presencia de la presa a través de
da, con las armas preparadas, listos para el ataque o la capa delgada del follaje. Era una especie de caja
la huida. , córnea, un simple par de mandíbulas engoznadas, con
Sin dejar de correr, Lily-yo lanzó un silbido agudo. muchos dientes largos. De uno de los ángulos, salía
Inmediatamente, un torpón salió del espeso follaje un tallo robusto, más grueso que un ser humano, pa-
vecino, y voló hasta el hombro de Lily-yo. recido a un cuello. De pronto, se dobló, llevándose a
El torpón voló en círculos; era una especie de Clat hacia la verdadera boca, que estaba allá abajo
quitasol algodonoso; las varillas regulaban la direc- como el resto de la planta, en el suelo invisible de la
ción del vuelo. Seguía los movimientos de la mujer selva, baboseando en la oscuridad, la humedad y la
jefe. podredumbre.
Cuando Lily-yo se detuvo para observar a Clat, Lily-yo silbó y regresó en el torpón a la rama hoga-
todavía despatarrada sobre su hoja, allí abajo, los reña. Nada podía hacerse por Clat. Así eran las cosas.
niños y los adultos se congregaron alrededor. El resto del grupo se dispersaba ya. Quedarse jun-
-¡Quieta, Clatl ¡No te muevas! -gritó Lily-yo-. tos era invitar a los innumerables enemigos de la selva.
Bajaré a recogerte. Además, la de Clat no era la primera muerte.
La niña obedeció, aunque sentía dolor y miedo. En el .grupa de Lily-yo había habido en un tiempa
Lily-yo montó a horcajadas sobre la ganchuda base siete mujeres subordinadas y dos hom9res. Dos mu-
del torpón, al que silbó suavemente. Era la única del jeres y un hombre habían caído a la espesura. Entre
grupo que había dominado el arte de gobernar a los todas, las ocho mujeres habían dado al grupo vein-
torpones. Estos torpones eran esparas semisensibles del tidós niños, cuatro de ellos varones. Siempre morían
silbocardo. Los extremos de las varillas plumosas lle- muchos niños. Con la desapatición de Clat, la espe-
vaban simientes, de una forma rara, a las que una sura había devorado a más de la mitad de los niifos.
leve brisa convertía en oídos, atentos a cualquier mo- Sólo quedaban dos niño~ va1one~, Gren y Veggy.
vimiento del aire que favoreciera la propagación. Los Lily-yo caminó de regreso a lo largo de la rama,
humanos, después de largos años de práctica, habían a la luz verde. El torpém se alejó obedeciendo las
logrado aprovechar estos toscos oídos para sus propios silenciosas instrucciones del aire de la selva, atento a
fines y decisiones, como Lily-yo en ese momento. la voz que indicaba donde debía dejar las semillas.
El torpón descendió, llevándola hacia la niña in- Nunca el mundo había estado tan atestado. No había
defensa. Clat, tendida de espaldas, la observaba es- lugares vacíos. Los torpones se desplazaban a veces
peranzada. Estaba aún mirando hacia arriba cuando a través de los bosques durante siglos, esperando el
unos dientes verdes asomaron en la hoja y cercaron momento en que pudieran posarse.
a la niña. Cuando llegó al sitio de las nueces, Lily-yo bajó por
-¡Salta, Clat! -gritó Lily-yo. la enredadera a la vivienda de Clat. Apenas podía
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entrar, tan pequeña era la puerta. Los humanos eran aliados de los hombres. Sólo cinco grandes fa-
hacían las puertas lo más estrechas posibles; las en- milias habían sobrevivido allí, en ese mundo vegetal
sanchaban a medida que ellos mismos crecían. Esto que todo lo conquistaba; la moscatigre, los abejatron-
ayudaba a que no entraran visitantes indeseables. cos, los plantantes y los termitones eran insectos gre-
Todo era pulcro en la nuez-vivienda. La cama garios, poderosos e invencibles. La quinta familia era
había sido tallada en la fibra blanda del interior; el hombre, al que se mataba rastrera y fácilmente. No
alll había dormido la chiquilla de cinco años, en el estaba organizado como los insectos, pero aún subsistía.
verdor inmutable de la selva. Sobre la cama, estaba Era la única especie vertebrada que había sobrevivido.
el alma de Clat. Lily-yo la tomó y se la guardó en el Lily-yo se acercó al grupo, y miró también la fila
cinturón. de termitones que desaparecía en las capas altas del
Salió, se tomó de la enredadera, sacó el cuchillo y follaje. Los termitones podían vivir en todos los ni-
se puso a cortar en la madera viva, descortezada, don- veles de la selva, lo mismo en las Copas que en el
de habían pegado la nuez-vivienda. Luego ele varias Suelo. Eran los primeros y los últimos de los insectos;
cuchilladas, la argamasa vegetal cedió. La nuez-vi- mietras algo viviera, los termitones y las moscatigres
vienda de Clat se inclinó, quedó suspendida un mo- estarían allí. Lily-yo bajó la vista. Llamó al grupo.
mento y cayó al fin. Cuando todos la miraron, mostró el alma de Clat,
Cuando desapareció entre las hojas ásperas y enor- levantándola por encima de la cabeza.
mes, hubo una agitación en el follaje. Algo estaba -Clat ha caído a la espesura -di jo-. El alma de
luchando por el privilegio de devorar el enorme Clat ha de subir a las Copas, según la costumbre. Flor
bocado. y yo la llevaremos en seguida, siguiendo a los ter-
Lily-yo trepó de vuelta a la rama. Se detuvo un mitones. Entretanto, vosotras, Daphe, Hy, lvin y Jury,
instante para tomar aliento. Ya no respiraba con la cuidad bien al hombre Haris y a los niños.
soltura de antes. Había salido demasiadas veces de Las mujeres asintieron solemnemente. Luego, una a
caza, había tenido demasiados hijos, había librado de- una, se acercaron para tocar el aJma ele Clat.
masiados combates. Con un raro y fugaz conocimiento El alma había sido tallada toscamente en madera, y
de sí misma, se miró los desnudos pechos verdes. tenía forma de mujer. Cuando nacía una criatura, así
Eran menos firmes que cuando había tomado por pri- eran los ritos; el padre le tallaba un alma, una mu-
mera vez al hombre Haris, y menos hermosos. ñeca, un alma totem, porque cuando alguien caía a
Supo instintivamente que su juventud había tenni- la espesura ele la selva, apenas quedaba un hueso. El
nado. Supo instimivamence que era tiempo de subir. alma sobrevivía en cambio y era sepultada en las
El grupo estaba cerca del Hueco, esperándola. Co- Copas.
rrió hacia ellos. El hueco era como una axila vuelta Mientras tocaban el alma, Gren se apartó atrevida-
hacia arriba: el lugar donde la rama se juntaba al mente del grupo. Tenía rnsi tanta edad como Toy y
tronco. Allí recogían el agua. era también activo y fuerte. No sólo sabía correr rá-
Los del grupo obsen•aban una fila de termitones pidamente. También podía trepar. Y nadar. Sin hacer
que subía por el tronco. De cuando en cuando, un caso del grito de su amigo Veggy, corrió al Hueco
termitón saludaba a los humanos. Los humanos con- y se zambulló en el estanque.
testaban al saludo. En cierta medida, los termitones Debajo de la superficie, al abrir los ojos, vio un

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MINOTAURO INVERNÁCULO 123


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mundo de desabrida claridad. Unas pocas cosas verdes, Un tanto humillado, Gren corrió de un lado a otro,
parecidas a hojas de trébol, se extendieron al sentir la exhibiendo la lengua de la ollacalza, que aún tenía
proximidad del chico, listas para envolverle las pier- en el brazo. Increpó jactanciosamente a las mujeres,
nas. Gren las apartó de un manotón, mientras bu- mostrándoles qué poco le importaban.
ceaba hacia el fondo. De pronto vio a la ollacalza, -No eres aún más que un niñito -le dijo burlo-
antes que ella lo viese. namente Toy.
La ollacalza era una planta acuática, de naturaleza Toy tenía diez años, uno más que Gren. Gren calló.
semiparasitaria. Vivía en los huecos y hundía las Lily-yo dijo, frunciendo el ceño:
ventosas de bordes serrados en la savia de los árboles. - Los niños han crecido mucho, y ya no podemos
Se alimentaba, también, sin embargo, por su parte manejarlos. Cuando Flor y yo hayamos ido a las Co-
superior, áspera, provista de una lengua parecida a pas a sepultar el alma de Clat, desharemos el grupo.
una calza. Las fibras de la planta se desplegaron, ro- El momento de la separación ha llegado al fin. ¡Estén
dearon el brazo izquierdo de Gren y se cerraron ins- atentos!
tantáneamente. Fue un grupo sobrecogido el que contempló la par-
Gren estaba preparado. tida de Lily-yo. Todos sabían que el grupo tenía que
Una sola cuchillada partió a la ollacalza en dos. La dividirse; nadie quería pensarlo. El tiempo de felicid~d
parte inferior de la planta batió inútilmente el agua y seguridad -así les parecía a todos- llegaba a su fm,
tratando de atrapar al niño. Antes que Gren pudiera tal vez para siempre. Los niños entrarían en un pe-
alcanzar la superficie, Daphe, la hábil cazadora, ya ríodo de duros trabajos, sin nadie para protegerlos.
estaba allí, enfadada, y de la boca le salían unas pla- Los adultos iban hacia la vejez, las pruebas y la muer-
teadas burbujas, como de la boca de un pez. Tenía te, subiendo a lo desconoci<lo.
preparado el cuchillo para proteger al niño.
Gren le sonrió mientras subía a la superficie y
trepaba a la orilla seca. Se sacudió despreocupada- II
mente, mientras Daphe salía también del agua.
-Nadie debe correr, nadar o trepar solo -le gritó Lily-yo y Flor treparon fácilmente por la corteza ru-
Daphe, citando una de las leyes-. ¿No tienes miedo, gosa, como si escalaran unas series casi simétricas de
Gren? ¡Qué cabeza hueca! rocas. De cuando en cuando tropezaban con algún
Las otras mujeres estaban también enojadas. Pero enemigo vegetal, una lagartija o una mantona velluda,
ninguna tocó a Gren. Era un niño hombre. Era tabú. pero eran criaturas insignificantes, a las que arro-
Tenía poderes mágicos: tallaba almas y daba hijos .. . jaban en seguida a la espesura de abajo. Los enemigos
o los tendría cuando creciera de veras, y ya le faltaba de los humanos eran los enemigos de los termitones, y
poco. la columna en movimiento había eliminado ya los
-Soy Gren, el niño hombre -se jactó Gren. Buscó obstáculos del camino. Lily-yo y Flor subían inme-
la aprobación de Haris. Pero Haris se limitó a apar- diatamente detrás de la columna, animadas por aque-
tar los ojos. Gren había crecido tanto que Haris no lo lla compañía.
animaba como antes, aunque las proezas del niño Treparon durante largo tiempo. En una ocasión,
eral). cada vez más atrevidas. descansaron sobre una rama vacía. Apoderándose de

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. 124 MINOTAvRO
INVl::RNÁCULO 125
dos _rondanas que pasaban por allí, las partieron y malévola, que tenía armas e inteligencia. Las atacaba
comieron la carne blanca y aceitosa. Mientras subían por pura maldad, batiendo las mandíbulas y las alas
habían visto, en diferentes ramas, a algunos grupos transparentes. La cabeza era una masa de pelo hirsuto
humanos; a veces, estos grupos saludaban tímidamente. y de placas de armadura. Detrás de la cintura delgada,
Aquí arriba ya no había humanos. e~ cuerpo era redondo, blindado )' segmentado, ama-
Nuevos ~cligros amenazaban cerca de las Copas. Los rillo y negro. En la cola escondía un mortal aguijón.
humanos vivían en las capas medias de la selva más Se lanzó entre las dos mujeres, tratando de gol-
segur~s, lejos de los riesgos de las Copas o del Sucio. pearlas con las alas. Lily-yo y Flor se echaron boca
-Bien, movámonos -dijo Lily-yo a Flor, levantán- abajo en la rama y la moscatigre pasó velozmente entre
dose después del descanso-. Pronto estaremos en las ellas. Volvió en seguida a la carga, dando saltos, sa-
Copas. cando y escondiendo el aguijón dorado.
Hubo _una ~onrnoción y las mujeres callaron. Alza- -La mataré -dijo Flor.
ron los_ OJOS, mientras se acurrucaban pegadas al tronco, La criatura se acercaba, en un vuelo veloz y ras-
proteg~éndose. Arriba, las hojas crujían, la muerte trero. Flor se echó a un lado, alzó el brazo y se
1mpoma su ley. agarró del pelo hirsuto. La moscatigre perdió el equi-
l!n_a bricatrepa a1otaba la corteza rugosa, frenética, librio. Rápidamente, la mujer levantó la espada, la
cod1c1osa, atacando la columna de termitones. Las raí- dejó caer en círculo y cortó la cintura quitinosa y
ces_ y tallos de la bricatrepa eran como lenguas y estrecha.
látigos. La planta azotaba el tronco y enviaba unas La moscatigre, partida en dos, se hundió en la
lenguas pegajosas a los termitones. espesura. Las dos mujeres reanudaron la carrera.
~rente a esta planta, flexible y espantosa, los insectos La rama, una principal, no se adelgazaba. Al con-
teman pocas defensas. Se dispersaron, pero insistieron trario, se extendía con el mismo grosor veinte metros
tercamente en trep_ar, confiando tal vez en que la ciega más y se transformaba en otro tronco. El árbol, viejí-
ley de los promedios les permitiría sobrevivir. simo, uno de los organismos de más larga vida que
~ara los humanos, la planta no era una amenaza habían prnsperado en este pequeño mundo, tenía
sena, P?r lo menos cuando los sorprendía en una innumerables troncos. Hacía mucho tiempo -dos mil
rama. ~1 daban con ella en un tronco, podía arrojar- millones de años-, se habían desarrollado árboles de
los fácilmente al fondo de la espesura. ~uchas clases, según el suelo, el clima y otras condi-
-Treparem~s por otr? tronco -dijo Lily-yo. ciones. Al aumentar la temperatura, proliferaron y
Las dos IDUJere~ comeron ágilmente por la rama; compitieron entre sí. El baniano, que medraba con el
Y saltaro~ por encima de una floración parasitaria de calor, aprovechando un complejo sistema de ramas que
colores v1v~s. Alrededor. zumbaban las abejatroncos. echaban raíces propias, estableció gradualmente su
La floración preanunaaba el mundo colorido que predominio sobre las otras especies. Presionando, evo-
las aguardaba allá arriba. lucionó y se adaptó. Cada baniano se extendió más y
En un agujer~ de la rama, de aspecto inocente, más, a veces volviéndose sobre sí mismo, y duplicán-
esperaba un obstaculo peor, una moscatigre que salió dose. Se hizo cada vez más alto y más ancho, prote-
zumbando y se p~ecipitó sobre ellas. Era grande como giendo el tronco principal a medida que los rivales
un humano, de OJOS enormes; una criatura horrible y se multiplicaban, enviando hacia el suelo tronco tras
,_t __ . .:_ Je 1 _ ·-- s rge, 1Ll11ct::> 1 vv'vvvv .cthir d.Cum.ar
126 ~llNOTAURO INVERNÁCULO 127
tronco, extendiendo rama tras rama, hasta que al llevaba en la mano tocó la grieta. En seguida, hurgó
fin, aprendió a desarrollarse en el baniano vecino, for- con el palo.
mando así un soto contra el que ningún otro árbol Una sección de la corteza se abrió, revelando una
podía luchar. Esta complejidad incomparable aseguró pálida boca voraz. Un ostrabuche, extraordinaria-
la inmortalidad del baniano. mente mimetizado, se había abierto un hueco en el
En este vasto continente en que vivían los humanos árbol. Moviéndose diestra y rápidamente, Flor metió
sólo había ya un baniano. Se había convertido prime- el palo en la trampa. Cuando las mandíbulas se ce-
ramente en el Rey de la Selva, y por último había rraron, tiró del palo, ayudada por Lily-yo. El ostra-
llegado a ser la selva misma. Había conquistado los buche, sorprendido, fue arrancado de su guarida.
desiertos, los montes y los pantanos. Cubría el conti- Abrió la boca y se desplazó por el aire. Un rayo-
nente en un entrecruzado andamiaje. Sólo se detenía plán se lo llevó al pasar.
ante los ríos más anchos o en la orilla del mar, L ily-yo y Flor sigu.¡eron trepa ndo.
donde podía ser atacado por las feroces algas marinas. Las Copas eran un mundo extraño de características
Tampoco penetraba en el T erminador, allí donde propias: el reino vegetal en sus aspectos más impe-
tocias las cosas se detenían y comenzaba la noche. riales y exóticos.
Las mujeres trepaban lentamente, listas para de- Si el baniano reinaba en la selva y, en realidad, era
fenderse. Había manchas de vivos colores en todas la selva, los traveseros reinaban en las Copas. Eran
panes, adheridas al árbol, colgadas de bejucos o a la los traveseros quienes habían levantado en las Copas
deriva. Medraban los jagüeyes y los hongos. Los tor- ese paisaje típico. Suyas eran las grandes redes que
pones se desplazaban melancólicamente a través de se arrastraban por todas partes; suyos eran los nidos
la marafia. A medida que se ganaba altura el aire se que se alzaban en los lugares más altos del árbol.
hacía más fresco y los colores se multiplicaban, en Cuando los traveseros abandonaban sus nidos, otros
un tumulto de at.Ules y rojos, de amarillos y malvas: seres construían allí, y otras plantas crecían allí, exten-
todos los ardides matizados de la naturaleza. diendo unos colores brillantes hacia el cielo. Los resi-
Un babosero envió tronco abajo sus gotas de goma duos y destilaciones transfonuaban estos nidos en
color carmesí. Varias largagujas, al acecho, detuvieron plataformas sólidas. Allí crecía la quemurna, la plan-
las gotas, las pincharon ... y murieron. Lily-yo y Flor ta que Lily-yo buscaba para el alma de Clat.
pasaron al otro lado. Apartando obstáculos, siempre escalando, las dos
Se encontraron ante unas latigonas. Devolvieron los mujeres llegaron finalmente a una ele aquellas plata-
latigazos y continuaron el escalamiento. formas. Se refugiaron de los peligros del cielo debajo
Había allí muchas plantas de formas fantásticas, al- de una hoja, y descansa1011. Inclusive a la sombra,
gunas parecidas a pájaros, otras a mariposas, Frecuen- inclusive para ellas, el calor de las Copas era terrible.
temente, aparecían látigos y manos, amenazantes. Encima, paralizando medio cielo, brillaba un sol enor-
-¡Mira! -murmuró Flor. me. Brillaba sin pausa, siempre fijo e inmóvil en un
Señaló un Jugar, allá arriba. punto del cielo, y así brillaría hasta el día - ya no más
En la corteza del árbol había una grieta apenas vi- inverosímilmente distante- en que ardiera todo.
sible. Una parte de la grieta se movía imperceptible- Allí, en las Copas, recurriendo al sol para defen-
mente. Flor alargó el brazo hasta que el palo que derse, la quemurna reinaba entre las plantas esta-

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!~VERNÁCULO 129
128 \IINOTAURO

cionarias. Las sensitivas raíces le habían dicho ya tes. Luego Flor y Lily-yo se refugiaron de nuevo de-
que había intrusos en Ias proximidades. Sobre la hoja trás del silbocardo, mientras la quemurna volvía a
protectora, Lily-yo y Flor vieron un móvil círculo de una vida frenética animada por los rayos del sol.
luz. Se desplazó por la superficie, se detuvo, se con- Llegaron al refugio justo a tiempo. Un avevege se
trajo. La hoja se oscureció y ele pronto estalló en lanzó sobre ellas desde lo alto ... y quedó empalado
llamas. La planta enfocó una urna sobre las dos en una espina.
mujeres. Las atacaba con un arma terrible: el fuego. Inmediatamente, una docena de basureros comenza-
-¡Corre! -ordenó Lily-yo. ron a d~sputarse el cadáver. Lily-yo y Flor se pusieron
Se refugiaron rápidamente detrás de la copa de un a. trabajar en la_ urna que habían conquistado. Hun-
silbocardo, deba jo de las espinas, sin dejar de mirar a dieron los cuchillos y abrieron una de las caras lo
la quemurna. El espectáculo era maravilloso. suficiente para introducir en la urna el alma de Óat.
Encabritada, la planta desplegaba tal vez media do- La hendedura se cerr? otra vez en seguida. Los ojos
cena de flores de color cereza, cada una de ellas de madera del alma miraron a las dos mujeres a través
más grande que un humano. Otras flores, ya fecun- de las caras trasparentes.
dadas, se cerraban formando urnas polifacéticas. Lue- . La misión de Lily-yo era procurar que el alma tu-
go las urnas perdían el color a medida que las se- viera por lo menos cierta probabilidad de subir. Con
mill_as se agrandaban. Finalmente, maduras ya las la ayuda de Flor, llevó la urna hasta un cable de la
sem11las, la urna -entonces hueca y de enorme soli- red travesera. El extremo superior de la urna -el sitio
dez- se convertía en un arma de fuego. donde había estado la semilla- era extraordinaria-
Todos los vegetales y demás seres huían del fuego, mente pegajoso. La urna se adhirió fácilmente al
con excepción ele los humanos. Sólo ellos podían afron- cable y quedó allí, colgando al sol.
tar a la quemurna, y utilizarla de algún modo. La próxima vez que un travesero trepara por el
Lily-yo se desplazó cautelosamente y cortó una cable, la urna se pegaría quizá a una pata, como una
enorme hoja que se extendía sobre la plataforma. rondana. De este modo, podría ser llevada al cielo.
Una mantona le lanzó una espina desde abajo. Lily-yo . Cuand? e_staban terminando el trabajo, las dos mu-
la esquivó. Alzando la hoja, mucho más grande que Jeres se smtieron en la sombra. Un cuerpo de kilóme-
ella, corrió hacia la quemurna, se zambulló en el fo. tros de largo descendía hacia ellas: un travesero, el
Baje y trepó un instante hasta la copa, antes que la enorme equivalente vegetal de una araña.
planta pudiera enfocarla con una lente-urna. Arresuradamcnte, )¡¡~ ll\Ujeres se abrieron paso a
-¡Ahora! -gritó Lily-yo a Flor. t!·aves ~e la plataforma. Se habían cumplido los úl-
Flor ya se había lanzado hacia adelante. timos ntos en honor de Clat; era hora de volver.
Lily-yo levantó la hoja encima de la quemurna, Antes de iniciar el descenso hacia los niveles me-
manteniéndola entre la planta y el sol. Como si com- dios del mundo verde, Lily-yo miró hacia atrás.
prendiera que esto impedía toda defensa, la planta El travesero bajaba lentamente; era una enorme
pareció desfallecer en la sombra, malhumorada. Las vejiga con patas y mandíbulas, y un pelo fibroso cu-
flores y urnas colgaron inertes. bría casi toda la masa. Para Lily-yo era un dios, po-
Llevando el cuchillo en la mano, Flor corrió hacia deros<;> ~omo un dios. Bajaba por el cable flotando en
adelante y cortó una de las grandes urnas trasparen- aquel filamento que se perdía en el cielo.

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1/10 MINOTAURO INVERNÁCULO 131
Hasta donde alcanzaba la vista, los cables se ele• No podía expresar fácilmente sus escasos pen.
vahan oblicuamente desde la selva, señalando el cielo samientos.
como dedos largos, desfallecient~, respl_and~ciendo ~ -Pronto tendremos que subir 'como el alma de
sol. Todos se inclinaban en la misma dirección, hacia Clat -dijo a Flor, mientras descendían.
una flotante semiesfera de plata, distante y fría, Y -Así es -contestó Flor.
visible hasta en el resplandor de la eterna luz solar. sada, Lily•yo les dedicó un breve saludo y se retiró a
Inmóvil, firme, la media luna se mantenía siempre Tampoco ella era capaz de encontrar esas palabras.
en un mismo sector del cielo. El grupo las saludó sobriamente. Como estaba can•
En el curso de los evos, la atracción de esta luna sada Lily-yo les dedicó un breve saludo y se retiró a
había retardado gradualmente la revolución axial del la nuez.vivienda. Jury e Ivin pronto le llevaron co-
planeta padre hasta detenerla, hasta que el día y mida, sin meter más que un dedo en la habitación,
la noche se pararon y quedaron fijos para siempre: el pues cualquier otra cosa era tabú. Una vez que hubo
día en un lado del planeta y la noche en el otro. comido y dormido, Lily•yo trepó de nuevo al sector
A la vez un recíproco efecto de frenamiento había hogareño de la rama y llamó a los demás.
contenido la fuga aparente de la luna. Al alejarse de -¡De prisa! -gritó, mirando fijamente a Haris, que
la Tierra, la luna había abandonado el papel de saté• no se apresuraba. ¿Por qué una cosa tan preciosa
lite terrestre y se desplazaba en la órbita de la Tierra tenía que ser tan difícil o por qué una cosa tan di-
misma, como un planeta independiente, Los dos cuer- fícil tenía que ser tan preciosa?
pos, mientras durase la tarde de la ~temida~,. se En aquel instante, mientras la atención de Lily-yo
mantendrían uno frente a otro, en la misma posición estaba distraída, una larga lengua verde asomó detrás
relativa. Estaban sujetos cara a cara y así seguirían, del tronco. Se desenrolló y se mantuvo en el aire un
hasta que las arenas del tiempo dejaran de correr o segundo. Seguidamente, tomó a Lily-yo por la cintura,
hasta que el sol dejara de brillar. apretándole los brazos contra el cuerpo, y la levantó
Y aquellos innumerables filamentos flotaban a tra• de la rama. Lily-yo pataleó y gritó rabiosamente.
vés de la separación. Arriba y abajo, los travese~os Haris sacó un cuchillo del cinturón, saltó, entor-
podían desplazarse a voluntad, como _enormes e in- nando los ojos, y lanzó la hoja. Zumbando, la hoja
sensibles astronautas vegetales, con la Tierra y la Luna atravesó la lengua y la clavó al tronco rugoso.
envueltas en una red indiferente. Haris no se detuvo entonces. Corrió hacia la lengua,
De un modo sorprendentemente adecuado, la vejez seguido por Daphe y Juri, mientras Flor llevaba a los
de la Tierra estaba envuelta en telarañas. niños a lugar seguro. Agónicamente la lengua aflojó
los anillos que envolvían a Lily-yo.
En el otro lado del árbol había unas terribles sa-
III cudidas; parecía que toda la selva vibraba. Lily-yo
silbó a dos torpones, se desprendió de los anillos ver-
El viaje de regreso al grupo apenas tuvo incident_es. des, y sintió que pisaba de nuevo el suelo firme de la
Lily-yo y Flor bajaron sin prisa a los niveles medios rama. La lengua, retorciéndose de dolor, azotaba in-
del árbol. Lily-yo no corrió tanto como de costumbre. cesantemente las inmediaciones. Los cuatro humanos
Le costaba afrontar la desintegración del grupo. se adelantaron con las armas preparadas.

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132 MINOTAURO INVERNÁCULO 133
La criatura atrapada estremecía el follaje. Mar- Copas cuando uno hubiese bastado? Si se hubiese
chando cautelosamente alrededor del tronco, los hu- llevad~ a todo el grupo cuando se tomarol?- las ?is-
manos lo vieron. El abejazo contraía la boca vegetal posiciones sobre el alma de Clat, no hubiera sido
y los miraba con la espantosa pupila palmeada ~e su necesaria la segunda ascensión. ¿Cómo no lo había
único ojo. Rabiosamente, se golpeaba contra el arbol, previsto? . . .
echando espumarajos, rugiendo. Aunque ya habían te- Dio unas palmadas. De pie ha.Jo _el. refugio de u:1a
nido que afrontar a estas criaturas, los humanos tem- hoja gigante, llamó al grupo. Dieciséis pares de OJOS
blaron. la miraron confiadamente.
El abejazo era entonces mucho más grueso que e~ -Los adultos nos estamos haciendo viejos -les dijo-.
tronco. Si le parecía necesario, podía extenderse casi Nos estamos haciendo estúpidos. Yo misma soy ya
hasta las Copas, estirándose y adelgazándose. Como una estúpida. Dejé que un lento ajabazo me atrapara.
el monstruoso títere de una caja de sorpresas, subía No tengo ya condiciones para el mando. Ha llegado
de pronto desde el Suelo en busca ele alimento; sin el momento de que los adultos subamos y volvamos
brazos, sin cerebro, se desplazaba lentamente por el a los dioses. Los niños se gobernarán solos entonces.
piso de la selva sobre anchas patas radicosas. Serán el grupo. Toy lo mandará.. Luego, Gre~. y
-¡Clávenlo! -gritó Lily-yo. pronto Veggy podrán dar hijos. Cuiden de los h11os
Ocultas a todo lo largo de la rama, había estacas varones. Que no caigan a la espesura, pues el grupo
aguzadas, guardadas para casos semejantes. Los huma- morirá. Es preferible que mueras tú a que muera el
nos fueron clavando la lengua que se retorcía y res- grupo.
tallaba como un látigo. Finalmente, tuvieron clavada Lily-yo nunca había pronunciado un discurso tan
al árbol un largo trozo de lengua. Aunque el ajabazo largo. Algunos de los otros no entendieron nada. ¿Qué
seguía retorciéndose, ya no podría librarse. era esa charla de caer a la espesura? Se caía o no
-Ahora -dijo entonces Lily-yo-, debemos despe- se caía; nadie hablaba de eso. Así eran las cosas y
dirnos y subir. las palabras no podían cambiarlas.
Ningún humano podía matar a un ajabazo. Pero May, una niña, dijo descaradamente:
los retorcimientos de la bestia atraían ya a los ra- -Cuando estemos solas, podremos hacer muchas
paces, a las lagartijas -los estúpidos tiburones de cosas.
los niveles medios-, los rayoplanes, los trampones, Flor le dio una cachetada.
las gárgolas y las sabandijas vegetales d~ orden m~- -Antes -le dijo-, tendrás que penar subiendo a
nor. Desgarrarían al ajabazo en trozos vivos y conti- las Copas.
nuarían la tarea hasta que no quedara nada de él; -Sí, en marcha -dijo Lily-yo, disponiendo quiénes
de paso, tal vez cazaran a algún humano. . . Bien, debían ir delante y quiénes detrás.
así eran las cosas.
Lily-yo estaba enfadada. Era ella quien había pro~ Alrededor del grupo, la selva palpitaba. Los seres
vocado aquel conflicto. No había estado atenta. Si verdes se agitaban y lanzaban dentelladas, devorando
no, nunca hubiera permitido que el ajabazo la atra- al ajabazo.
para. Había estado pensando en l~ mal qu~ ~jercía la -La ascensión es dura -dijo Lily-yo, observando
jefatura. ¿Por qué hacer dos peligrosos via1es a las

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134 MINOTAURO INVERNÁCULO 135
con inquietud a su alrededor-. Comencemos en Era perezoso; además, su deber era mantenerse fuera
seguida. de peligro. Jury se sentó; en seguida dio un grito de
- ¿Por qué hay que trepar? -preguntó Gren, rebe- alarma y corrió a defender a los niños.
lándose-. Los torpones podrían llevarnos fácilmente La pelusaseta había sido invadida por cuatro seres
hasta las Copas sin cansarnos. alados. Se habían apoderado de Veggy, el niño varón,
Era demasiado complicado explicarle que despla- y de Bain, una de las niñas menores; los habían
zarse por el aire era mucho más peligroso que mar- amordazado y atado antes que pudieran despertarse.
char por los troncos de corteza rugosa. En caso de Al oír a Jury, los seres alados miraron alrededor.
ataque podían deslizarse entre los nódulos. ¡Eran vuelombresl
-Yo iré al frente y tú treparás -dijo Lily-yo. En algunas cosas, parecían humanos. Tenían una
No podía golpear a Gren: era un niño-hombre tabú. cabeza, dos largos y poderosos brazos, piernas macizas,
Retiraron las almas de las respectivas nueces-vi- y dedos fuertes en manos y pies. Pero en lugar de
vienda, y no hubo ceremonias de despedida. la suave piel verde, estaban cubiertos por una sus-
Llevaron las almas en los cinturones, y las espadas tancia córnea brillante, en unos lados negra y en otros
en las manos, las espinas más punzantes, afiladas y rosada. Y les crecían una grandes alas escamosas,
duras. Corrieron a lo largo de la rama detrás de parecidas a las de un aveveje, desde las muñecas
Lily-yo, alejándose del ajabazo que ya se desintegraba, hasta los tobillos. Tenían rostros astutos, de expre-
dejando atrás el pasado. sión inteligente, y ojos brillantes.
Cuando vieron que los humanos despertaban, los
Retardado por los niños menores, el viaje a las vuelombres alzaron en vilo a los dos niños cautivos.
Copas fue largo. Aunque superaron los azares usuales, Se abrieron paso a través de la pelusaseta, y corrieron
no había modo de vencer el cansancio de los niños. A hacia el extremo de la rama.
mitad de camino decidieron descansar en una rama; Los vuelombres eran enemigos muy mañosos, es-
crecía allí una pelusaseta que podía servir de refugio. casos en número, pero muy temidos por el grupo.
La pelusaseta era un hermoso hongo desorganizado. Aunque no mataban, salvo cuando no tenían otro
Aunque tenía el aspecto de un musgortiga en escala remedio, se dedicaban al robo de niños. Cazarlos no
mayor, no hacía daño a los humanos, y cuando el era nada fácil. Los vuelombres no volaban en reali-
grupo se le acercó, escondió los pistilos venenosos, dad, pero planeaban en el aire hasta muy lejos a
como disgustada. A caballo sobre las ramas eternas través del bosque y escapaban así a cualquier repre-
del árbol, las pelusasetas sólo deseaban alimento ve- salia humana. Jury se lanzó hacia adelante, seguida
getal. Los humanos treparon hasta el centro de la de lvin. Alcanzó un tobillo, y se aferró al correoso
pelusaseta y durmieron. Protegidos por aquellos entre- tendón de ala que se juntaba al pie. Uno de los
tejidos tallos verdes y amarillos, estaban casi a salvo. vuelombres que sostenían a Veggy vaciló y se volvió.
Flor y Lily-yo fueron quienes durmieron más pro- El compañero, que soportaba ahora todo el peso del
fundamente entre los adultos. Estaban cansadas del niño, se detuvo y sacó un cuchillo.
viaje anterior. Haris, el hombre, fue el primero en Ivin se abalanzó sobre el vuelombre, enfurecida.
despertarse; comprendió que algo andaba mal. Al le- Había criado a Veggy; no estaba dispuesta a que se lo
vantarse, despertó a Jury pinchándola con el palo. quitaran. La hoja del vuelombre se movió en el aire.

, '-' .. vu H,stúr1co dt! Kt::v1;:)l..d~ t ~t!rtL1ria~ 1 vv Nvv .ah1ra.c0m.at


136 MINOTAURO INVERNÁCULO 137

Ivin se echó sobre ella. El arma le abrió el vientre atentos a nuevos peligros. La ascensión había conclui-
descubriendo las entrañas morenas; la desdichada do. Era la primera vez que nueve chicos veían las
cayó de la rama sin lanzar un solo grito. Hubo una Copas; callaban, asombrados.
conmoción en el follaje inferior; los trampones se Una vez más, Lily-yo y Flor sitiaron a una que-
disputaban el bocado. murna. Daphe los ayudaba ahora. Cuando la planta
El vuelombre, pensando que ya había hecho bas- quedó abatida, indefensa, a la sombra de las hojas
ta~te, abandonó a Veggy y dejó que su amigo si- que los humanos mantenían levantadas, Dap~e cort?
guiera luchando con Jury. Extendió las alas y saltó, seis de las grandes cápsulas trasparentes: seis próxi-
siguiendo a los dos que se habían llevado a Bain. mos ataúdes. Hy ayudó a llevarlas a lugar seguro;
Todo el grupo estaba ya despierto. Lily-yo desató luego, Lily-yo y Flor soltaron las hojas y corrieron a
silenciosamente a Veggy, quien no lloró, pues era refugiarse detrás de los silbocardos.
un niño-hombre. Entretanto, Haris se arrodilló junto Una nube de papelalas se desplazaba junto al
a Jury y el adversario alado, quien luchaba tratando grupo en aquel momento; los colores impresionaban
de escapar. Rápidamente, Haris sacó un cuchillo. a ojos generalmente sumergidos en verde: había allí
-¡No me mates! -gritó el vuelombre-. ¡Me iré! azules, amarillos, castaños y un malva de destellos
La voz del vuelombre era áspera y apenas se en- acuosos.
tendían las palabras. La misma rareza del ser llenó Una de las papelalas se posó aleteando sobre una
a Haris de ferocidad; abrió los labios y mostró la mata de follaje esmeralda próxima al grupo. El fo-
lengua gruesa entre los dientes. llaje era un babosero. Casi inmediatamente, la pa-
Hundió el cuchillo una y otra vez entre las costi- pelalas se puso gris. Habiendo perdido su escaso con-
llas _del vuelombre, hasta que el puño apretado quedó tenido alimenticio, se desintegró en cenizas.
cubierto de sangre. Lily-yo se levantó cautelosamente y llevó consigo
Jury se levantó jadeante y se apoyó en Haris. al grupo junto al cable más próximo de una red
- Me estoy haciendo vieja -dijo-. Antes no había travesera. Cada adulto llevaba su propia urna.
nada tan fácil como matar a un vuelombre. Los traveseros, los más grandes de todos los seres,
Miró a Haris con gratitud. Era útil para algo más vegetales o no, no podían entrar en la selva. Echaban
que una cosa. los cables entre las ramas superiores y los aseguraban
Con un pie, empujó el cuerpo inerte hacia el por medio de hilos laterales. . . . ,
borde de la rama. El cuerpo rodó sobre sí mismo y Cuando encontró un cable conveniente, sm mngun
luego cayó. Las mustias alas recogidas inútilmente travesero a la vista, Lily-yo se volvió e indicó que se
a ambos lados de la cabeza, el vuelombre se hundió dejaran las urnas. Habló a Toy, Gren y los otros
en la espesura. siete niños.
-Ayúdennos a entrar en nuestras urnas. Procuren
que queden bien cerradas. Luego, llévennos al cable
IV y peguen ahí las urnas. Luego, despídanse. Vamos a
subir. De ahora en adelante los niños son el grupo.
Estaban recostados entre las hojas afiladas de dos Toy vaciló momentáneamente. Era una joven es-
,ilbocardos, deslumbrados por la luz del sol, pero belta, con pechos como peras.

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138 MINOTAURO INVERNÁCULO 139
-No te vayas, Lily-yo -dijo-. Todavía te necesi- nunca alcanzada antes. El tiempo nada significaba
tamos. para ellos; el sol les pertenecía, y seguiría así hasta
-As~ son las cosas -replicó Lily-yo con firmeza. desintegrarse, hasta que se transformara en una nova,
Abnó con esfuerzo la cara de una urna y se metió y se consumiera con ellos.
dentro. Ayudados por los niños, los otros adultos en- El travesero descendió rápidamente, con una espe-
traron también en los ataúdes. Por la fuerza del cie de vibración en las patas, tocando apenas el cable;
hábito, Lily-yo estuvo atenta hasta ver a Haris seguro. bajaba directamente a la selva, hacia las altas cate-
Todos estaban dentro ya. El interior de las urnas drales de la vegetación. Allí, en el aire, v~vían sus
era sorprendentemente fresco. enemigos, unos enemigos mucho ~ás _pequenos, pero
_Los niñ~s transportaron las urnas, sin dejar de también mucho más malignos e mtehgent~s: una de
Illlrar nerviosamente al cielo. Estaban asustados. Se las últimas familias de insectos, las moscatigres.
sentían indefensos. Sólo Gren, el audaz niño-hombre, Sólo las moscatigres podían matar a los traveseros,
parecía disfrutar de aquella nueva sensación de in- con métodos insidiosos e invencibles.
dependencia. Fue él más que Toy quien ayudó a los Con el lento y largo discurrir de los evos, al aum~n-
otros a colocar las urnas en el cable del travesero. tar la radiación del sol, la vegetación había evoluc10-
Lily-yo advirtió un curioso olor en la urna. A me- nado hasta alcanzar una indiscutida supremacía. Las
~id~ que aquel aire le entraba en los pulmones, avispas también habían evolucionado, manteniéndo~e
smuó como un desprendimiento de los sentidos. Fuera, a la vera de los acontecimientos. Aumentaron en nu-
la escena h~sta entonces clara pareció nublarse y mero y tamaño, a medida que el ~eino animal se
encogerse. Vio que estaba colgada suspendida de un eclipsaba, sumergiéndose en la . creciente m~re~ de
cabl~ de travesero por encima de las Copas, con Flor, verdor. Con el tiempo, estas avispas se convu·ti~ron
~ans, Daphe'. Hy y Jury también colgados cerca, en el principal enemigo de los traveseros ara~n~1~es.
impotentes. ':10 a los niños, al nuevo grupo, que co- Atacaban en enjambres, paralizando los pnm1t1vos
nían a refugiarse. Sin volver la vista atrás, se zambu- centros nerviosos de los traveseros, llevándolos ~am-
lleron en_ el enmarañado follaje de la plataforma y baleantes a su propia destrucción. Las moscatigres
desaparecieron. aovaban en unos túneles que abrían en los cuerpos
E:l travesero se cernía a unos quince kilómetros por de sus adversarios; cuando los huevos maduraban,
encm~a de las Copas, fuera del alcance de cualquier las larvas se alimentaban de la carne viva.
e~~m1go. ~ ~u. alrededor, el espacio tenía un color Era esta amenaza, principalmente, lo que hab~a
a~1l; los mv1s~bles rayos del espacio lo bañaban y impulsado a los traveseros a penetrar cada v~z ~as
alimentaban. Sm embargo, la alimentación del trave- en el espacio exterior, con el c~rrer d~ los m~lemos.
sero dependía aún en parte de la Tierra. Después En esta región apai-entemente mhósp1ta, hab1an al-
de muchas horas de ensoñación vegetativa, se balanceó canzado un monstruoso desarrollo.
y comenzó a descender por un cable. La intensa radiación había llegado a ser para ellos
Había en las proximidades otros traveseros inmó- una necesidad vital. Primeros astronautas de la natu-
' viles. De c~ando en c~ando, alguno despedía un raleza, habían cambiado la faz del firmamento. Much?
globo de _oxigeno o mov_ia una pata para librarse de después que el hombre liquidara sus asunto~, reti-
un parásito molesto. Disfrutaban de una ociosidad rándose a los árboles, los traveseros reconqmstaror'I

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140 ~flNOTAl'RO INVl::RNÁCULO 141
aque_lla sen~a vacante.. Mucho después que la inteli- que estaba subiendo. Era una nueva existencia y no
~en~ia perdiera su primacía, los traveseros unieron esperaba que tuviera sentido.
md1solublemente el globo verde y el blanco con una Parte de lo que veía estaba eclipsado por unas
tela de araña, antiguo símbolo de lo fútil. manchas amarillentas que podían ser pelos o pajas.
. El travesero descendió entre las hojas más altas, Todo lo demás era incierto; a la luz enceguecedora
tiesos los pelos del dorso mimético, de manchas ver- seguía una profunda oscuridad.
des Y negras. ~ientras descendía, había capturado Daphe divisó gradualmente otros objetos. El más
u_n_os seres adheridos a los cables, y los absorbió pa- notable era una espléndida semiesfera verde, tacho-
c1ficamente. Luego se adormiló. nada de blanco y azul. ¿Era una fruta? Arrastraba
Unos zumbidos lo sacaron del sueño. Vio, borro- cables que brillaban aquí y allá; muchos cables, pla-
sament_e, unas líneas amarillas y negras. Había sido teados o dorados a la caprichosa luz. Más lejos iban
descubierto por una pareja de moscatigres. dos traveseros; se desplazaban de prisa y parecían
El travesero se puso en seguida en movimiento. La momificados. Había puntos de luz intensa, dolorosos.
eno~e masa, c~mtraída en la atmósfera, tenía una Todo era confuso.
longitud de casi dos kilómetros, y sin embargo se Estaba en la morada de los dioses.
desplazaba leve como el polen, trepando por un cable Daphe no sentía nada; sólo un curioso embota-
en busca de la seguridad del vacío. miento. No tenía ganas de moverse. El olor en la
Entretanto, las patas que rozaban la tela de araña urna era extraño. El aire parecía denso. Todo era
fuer_on recogiendo esporas, granos, seres diminutos como una pesadilla. Daphe abrió la boca; le costó
Y seis ?roas que contenían a seis humanos insensibles. mucho separar las mandíbulas. Gritó. No emitió nin-
Las seis urnas quedaron así colgando del extremo de gún sonido. El dolor le apretó los costados.
una pata. Cerró otra vez los ojos, boqueando.
Cuando alcanzó una altura de varios kilómetros el Como un globo desinflado, el travesero descendía
travese;º se detuvo. Recobrándose, despidió un gl¿bo hacia la luna.
de oxigeno, que quedó levemente adherido a un No podía decirse que pensara, pues era poco más
cable. Hubo una p~usa. Los palpos temblaron. Luego, que un mecanismo. Sin embargo, en algún lugar de
el travesero ascendió decididamente en el espacio. El su masa tuvo noción de que el grato viaje era dema-
v~Iui:ne~ de la masa fue aumentando a medida que siado breve, de que podía haber otras rutas de nave-
d1sn11nu1a la presión. gación. A fin <le cuentas, las odiadas moscatigres
La veloci?ad del travesero aumentó. Plegó las pa- seguían siendo tan numerosas y molestas como antes;
tas, Y las fileras subabdominales emitieron una tela vivían en la Luna lo mismo que en la Tierra. Tal
nueva. Esto ayudaba a la propulsión. El travesero vez hubiera algún pacífico lugar en otra parte, uno
era un vegetal ~~orme, casi insensible, que giraba de esos sitios redondos y verdes, sumergidos en el
lentamen~e ~stab1hz~ndo su propia temperatura. calor de los rayos deliciosos ...
La rad1a~ón era mtensa en el espacio exterior. El Eran muchos los traveseros que se cernían sobre la
travesero d1sf~utaba. Aquel e~a su elemento propio. luna. Las redes se cntremelclaban desordenadamente
Daphe se mcorpor?. Abnó los ojos, inexpresivos, por todas partes. El sitio era más agradable que la
apagados. Lo que veia no tenía sentido. Sólo sabía Tierra, donde el aire era denso y las patas se movían

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142 MJNOTAURO INVERNÁCULO 143
torpemente. Habían llegado allí antes que nadie, Al cabo de un tiempo, tuvo fuerzas para mirar
exceptuando algunos seres ínfimos que habían des- alrededor. Desde un matorral próximo, unos zarci-
aparecido mucho antes. Eran los últimos señores de llos amarillos se estiraban y venían afanosamente
la creación. Los más grandes y poderosos. Estaban dis- hacia él. Alarmado, miró hacia todos lados, en busca
frutando de la larga y perezosa supremacía del ocaso. de una mujer que lo protegiera. No había ninguna a
El travesero retardó la marcha; dejó de hilar cables. la vista. Torpemente, con los brazos muy rígidos,
A su modo, sin prisas, descendió por una red a la pá- sacó el cuc~illo del cinturón, se puso de costado y
lida vegetación de la luna . .. seccionó los zarcillos a medida que se acercaban. ¡Eran
En la luna, las condiciones eran muy distintas de un enemigo fácil de vencer!
las del pesado planeta. Nunca se habían impuesto Haris gritó de pronto. Desesperadamente. Se levantó
allí los banianos de muchos troncos; en aquel aire de un salto, asqueado de sí mismo. Había advertido
delgado, de tan escasa gravedad, perdieron las fuer- que estaba cubierto de costras. Peor aún: mientras
zas_ y se derrt:?'lbaron. Habían sido reemplazados por las ropas se le desprendían en jirones, notó que en
apios y pereJlles enormes y fue sobre estas plantas los brazos, costillas y piernas le crecía una masa de
don~e _el travesero se instaló. Siseando, como si jadeara, carne correosa. Cuando levantó los brazos, la masa
desp1d1ó una nube de oxígeno, y descansó. se estiró casi como alas.
Al instalarse en medio del follaje, el cuerpo enor- Un ruido le hizo volverse, y se acordó por primera
me rozó los tallos. Las patas restregaron también las vez de sus compañeras. Lily-yo estaba zafándose de
h?jas inn~merable~. ~I _cuerpo y las patas se despren- los restos de la urna, y alzó una mano a guisa de
d1er?n as1 de una mfi1:1dad de residuos: semillas, pie- saludo.
drecillas, nueces y ho1as, cuanto se había adherido Espantado, Haris vio que Lily-yo estaba también
allá en l_a Tierra ~istai:te a las fibras pegajosas. Entre desfigurada. En realidad, apenas la reconoció. Tenía
estos residuos, hab1a seis envolturas de semilla de una todo el aspecto de uno de los odiados vuelombres.
quemurna. Rodaron por el suelo y se detuvieron. Haris se arrojó al suelo y lloró, con el corazón hen-
Haris, el hombre, fue el primero en despertar. Gi- chido de miedo y de repugnancia.
mió sintiendo dolor en el costado y trató de sentarse. Lily-yo no estaba hecha para llorar. Sin hacer caso
La frente golpeó la pared de la urna y le recordó de sus propias deformaciones dolorosas, respirando
dónde estaba. Doblando piernas y brazos, empujó la con mucho trabajo, se puso en movimiento, buscando
tapa del ataúd. los otros cuatro ataúdes.
Al principio ~ncon~ró resist~ncia, y de pronto la El primero que encontró fue el de Flor, aunque
urna entera se hizo trizas. Hans quedó tendido en el estaba medio sepultado. Un golpe con una piedra lo
suelo, despatarrado. Los rigores del vacío habían des- desintegró. Lily-yo levantó a su amiga, tan horrible-
truido la cohesión de la urna. mente transformada como ella. En muy poco tiempo,
. Incapaz de recobrarse, Haris permaneció tendido, Flor se recobró. Aspirando el aire con una especie de
sm moverse. Le latían las sienes, y el fluido que le ronquidos, alcanzó a sentarse. Lily-yo la dejó para
entr~ba en los pulmones tenía un olor desagradable. ir en busca de los demás. Aunque muy aturdida, le
Abnó la boca bu~cando aire puro. Respiró ansiosa- agradó advertir una rara levedad en sus propios miem-
mente una sustancia muy tenue y fría. bros doloridos.

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IH 1"UNOTAURO Jl\'\'l,;RNÁCULO 145
Daphe estaba muerta. Yacía rígida y amoratada en lanzando una dentellada como un mastín encade-
su urna. Aunque Lily-yo rompió la urna y llamó a nado, alcanzando casi la pierna de Flor.
gritos a su compañera, Daphe no se movió. La hin- Un trampón, que no había conseguido su presa,
chada lengua le asomaba horriblemente. Daphe es- reabría lentamente las mandíbulas, mostrando los
taba muerta. Daphe, la que habla vivido. Daphe, la dientes verdes. Era sólo una sombra de los terribles
que había cantado con voz dulce. trampones que vivían en la selva terrestre. Tenían
Hy también estaba muerta. No era más que un mandíbulas más débiles y se movían apenas. Aquí,
lastimoso objeto encogido que yacía en su ataúd, un lejos de los banianos gigantes, los trampones eran se-
ataúd que se había agrietado en el azaroso viaje entre res desheredados.
los mundos. Cuando el golpe de Lily-yo desintegró el Los humanos tuvieron de pronto una impresión
ataúd, Hy quedó reducida a polvo. Hy había muerto. parecida. Durante innumerables generaciones, habían
Hy, la que había engendrado un niño-hombre. Hy, vivido en los árboles altos. La seguridad era arbórea.
la de los pies ligeros. Aquí sólo crecían apios y perejiles blandos. Faltaban
Al fin Lily-yo encontró la urna de Jury. Jury se las ramas innumerables y firmes del baniano gigante.
movió cuando la mujer-jefe llegó hasta ella. Un mi- Se desplazaron, pues, nerviosos, desorientados, do-
nuto después, estaba sentada, contemplando con des- t loridos, sin saber dónde estaban ni qué sentido tenía
agrado estoico las deformaciones, respirando con ansia ese mundo.
el aire tenue. Fueron atacados por trepadoras saltonas y espina-
Haris se acercó a las mujeres. Llevaba su alma en sierras. Las rechazaron. Eludieron un enorme mus-
la mano. gortiga, más alto y ancho que cualquiera de los que
-¡Sólo quedamos cuatro! -exclamó-. ¿Hemos sido habían encontrado en la Tierra. Lo que perjudicaba
recibidos por los dioses o no? a algunas plantas favorecía a otras. Subieron una la-
-Sentimos dolor y por lo tanto vivimos -dijo Lily- dera y llegaron a un estanque alimentado por un
yo-. Daphe y Hy se han hundido en la espesura_ arroyuelo. Había en las orillas plantas de bayas y
Crispado, amargamente, Haris arrojó su alma al frutas, de dulce sabor.
suelo y la pisoteó. - Esto no es tan malo -comentó Haris-. Tal vez
-¡Miren Jo que parecemos! -gritó-. Más nos va- podamos vivir aún.
liera estar muertos. Lily-yo le sonrió, Haris era una preocupación cons-
-Antes de decidirlo, comamos --0bservó Lily-yo. tante. Era también el colmo de la pereza. Pero le
Penosamente, entraron en el matorral, alertas otra agradaba tenerlo todavía al lado. Después de bañarse
vez a los posibles peligros. Flor, Lily-yo, Jury y Haris en el estanque, Lily-yo volvió a mirarlo. Por muy
se ayudaban mutuamente. La idea de tabú había que- extrañas que resultaran las escamas que lo cubrían
dado un tanto olvidada. y las dos anchas excrecencias ele carne que le colga-
_-Aquí no hay árboles de verdad -protestó Flor, ban a los lados, Haris era a(m au-acti\'o, simplemente
mientras se abría paso entre apios gigantescos. Las porque era Haris. Lily-yo albergó la esperanza ele no
crestas ondeaban allá arriba. haber cambiado demasiado. Tomó un pedrusco den-
-¡Cuidado! -gritó Lily-yo. tado y se echó el pelo hacia atrás; sólo se Je des-
Tiró de Flor, retrocediendo. Algo había gruñido, prendieron algunos cabellos.

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MINOTAURO 147
146 INVERNÁCULO

Después del baño, comieron. Haris trabajó largo más completo que cualquier otra especie dominante
rato buscando nuevos cuchillos en los zarzales. No en el pasado, los traveseros colonizaron la luna.
era¡{ tan duros como los de la Tierra, pero no con- Lily-yo no podía saber nada de esto. En todo caso,
taban con otra cosa. Luego, descansaron al sol. le importaba p0co. Apartó la mirada del cielo.
La vida de los humanos había cambiado p0r cam- Flor se había arrastrado hasta Haris, el hombre.
pleto. Habían vivido guiados más l(Or el instinto_que Se apretaba contra Haris, quien la abrazaba y cubría
p0r la inteligencia_. Sin el gr~po, sm e~ árbol, sm la a medias con la piel nueva, mientras ella le acariciaba
tierra, nada los onentaba alh y no sabian qué hacer. el pelo.
Se tendieron, pues, y descansaron. Furiosa, Lily-yo se levantó de un salto, dio a Flor un
Tendida en aquel lugar, L~ily-yo miró ~ s~ alrededor. puntapié en la espinilla y luego se lanzó sobre ella
Todo era tan extraño. Sintió un encogimiento en el y utilizó dientes y uñas para sacarla de allí. Jury
corazón. corrió a ayudarla.
Aunque el sol brillaba como siempre, el c~elo era -¡No es tiempo para emparejarse! -gritó Lily-yo.
de un azul turquesa. Y aquella esfera en el cielo pa- - ¡Suéltenme! -gritó Flor.
recía monstruosa; todas manchas verdes, azules y blan- Haris, desconcertado, dio un salto. Estiró los brazos,
cas; Lily-yo no podía reconocerla como el lugar d?ndc los agitó y se elevó sin esfuerzo por el aire.
había vivido. Hacia ella subían unas fantasmales lineas -¡Miren! - exclamó, con alarmado deleite.
de plata; más cerca, brillaba la mai:3ña de las redes Trazó un círculo en su peligroso vuelo sobre las
traveseras, dibujando venas en el cielo. Los travese- cabezas de las mujeres. Luego, perdió el equilibrio y
ros se desplazaban por allí arriba como nubes, los cayó de cabeza, despatarrado, boquiabierto. Se hun-
grandes cuerpos en serena laxitud. dió en el estanque.
Todo aquello era el imperio, la crea~ión _de _los Tres hembras humanas, angustiadas, temerosas y
traveseros. En los viajes a la luna, hacia milenios, enamoradas, se 1ambulleron detrás de Haris.
habían esparcido literalmen,te las se_mil~as de este Mientras se secaban, oyeron ruidos en la espesura.
mundo. En un comienzo habian languidecido y muer- En seguida, se pusieron en guardia. Volvían a ser
to a miles en la inhóspita ceniza. Pero hasta los muer- ellos mismos. Sacaron las espadas nuevas y obser-
tos habían dejado allí unos modestos legados de varon el matorral.
oxígeno, suelo y esporas, y algunas semillas ha~ían Cuando apareció, el ajabazo no era como sus her-
germinado en los cadáveres fecundos. Luego de siglos manos de la Tierra. No se erguía tiesamente como el
de sop0r, habían echado raí~es. . . . títere de la caja de sorpresas; se arrastraba como un
Crecieron. Aturdidas y dolientes al pnnc1pio, cre- gusano.
cieron. Con tenacidad vegetal, crecieron. Se exten- Los humanos vieron el ojo deformado que asomaba
dieron. Prosperaron. Poco a poco, los . á!idos yermos entre los apios. Se volvieron sin pérdida de tiempo
de la faz iluminada de la luna se hioeron verdes. y emprendieron la huida.
En los cráteres, prosperaron las enredaderas. En las Aunque el peligro había quedado atrás, continua-
laderas desoladas, serpearon los perejiles. A medida ron marchando rápidamente, sin saber lo que bus-
que aparecía la atm~fera la magi~ de la vida flore- caban. Luego, durmieron y comieron, y siguieron
ció fortaleciéndose, vigorosa y rápida. De un modo avanzando, a través de la vegetación interminable, a

rch1vo H1stor1co de Kev1stas ILll ld5 I VVVVV't .~, 111 3.\..UI (1.a1
H:8 MINOTAURO INVERNÁCULO 149
la luz del día, hasta que de pronto el bosque se in- cidos, como una esponja. Tres vuelombres salieron
terrumpió. del primer agujero, dos machos y una hembra, pro-
Delante de ellos, todo parecía cesar y luego empezar vistos de cuerdas y lanzas.
de nuevo. Flor y Lily-yo estaban inclinadas sobre Haris. Antes
Cautelosamente, se acercaron. El suelo había sido que tuvieran tiempo de recobrarse, fueron echadas al
hasta entonces muy desigual. Allí, se abría del todo, suelo y atadas con cuerdas. Impotente, Lily-yo vio a
en una ancha grieta. Más allá de la grieta, la vegeta- otros vuelombres que salían de diferentes agujeros y
ción crecía otra vez. Pero ¿cómo podían los humanos volaban planeando para ayudar a los captores. Vo-
salvar aquel abismo? Los cuatro permanec~eron inm~ laban más firme y serenamente que en la Tierra.
viles, de pie, allí donde los helechos termmaban, mi- -¡Llévenlos adentro! -gritaron los vuelombres.
rando con angustia el borde distante de la grieta. Los rostros alertas e inteligentes rodearon afanosa-
Haris, el hombre, torció dolorosamente el rostro. mente a los cautivos. Entraron todos en el túnel.
- Lo que hice antes. . . yendo por el aire. . . -co- Asustados, Lily-yo, Flor y Haris se olvidaron de
menzó torpemente-. Si lo hiciéramos otra vez, los Jury, todavía acurrucada al borde de la grieta. Ya no
cuatro, iríamos por el aire hasta el otro lado. volvieron a verla. Unas largagujas la devoraron rá-
-¡No! -dijo Lily-yo-. No irás. pidamente.
-Déjalo ir -pidió Flor. El túnel descendía apenas, y al fin se curvó, y llevó
Las dos mujeres se volvieron para mirarse. H~ris a otro túnel horizontal. Este se abrió a una caverna
aprovechó la oportunidad. Alzó los brazos, los agitó, inmensa, de paredes y techos lisos y regulares. Por un
se levantó algo del suelo y movió también las piernas. extremo, entraba una gris luz diurna. La caverna
Antes que tuviera tiempo de asustarse, estaba volando estaba en el fondo de la grieta.
sobre el abismo. Los tres cautivos fueron llevados al centro de la
Cuando comenzó a perder altura, Flor y Lily-yo, caverna. Les quitaron los cuchillos y se les dejó en
impulsadas por el instinto, también se ~anzaron a la libertad. Se quedaron muy juntos, inquietos. Uno de
o-rieta. Extendieron los brazos y se deslizaron en un los vuelombres se acercó y le habló a Lily-yo.
~uelo descendente detrás de Haris, sin dejar de gritar. -No te haremos daño mientras no sea necesario
Jury quedó detrás, llamándolos con desconcertada an- -dijo-. Has llegado por travesero desde el Mundo
gustia. .. . . . Pesado. Eres nueva aquí. Cuando hayas aprendido
Haris recuperó en parte el eqmhbno y consigmó nuestros modos, te unirás a nosoLros.
alcanzar, pesadamente, un _resalto en la otr~ pared -Yo soy Lily-yo -dijo Lily-yo con orgullo-. Déja-
de la grieta. Las dos mu1eres se posaron JUnto a me ir. Somos humanos, no vuelombres.
Haris, excitadas, farfullando reproches. Levan~aron la -Sí, humanos, y nosotros vuelombres. Y vosotros
vista. Los dos bordes de la grieta, donde se almeaban vuelombres y nosotros humanos. No sabes nada. Pron-
los helechos, sólo dejaban ver un estrecho segmento to sabrás muchas cosas, cuando hayas visto a los
del cielo morado. No se veía nada, aunque alcanza- Cautivos. Ellos te dirán lo que conviene.
ban a oír los gritos de Jury. -Yo soy Lily-yo. Sé muchas cosas.
Detrás del resalto, se abría un túnel en la pared. -Los Cautivos te dirán muchas cosas más.
Toda aquella roca estaba horadada por túneles pare- -Si hubiera muchas cosas más, las sabría.

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150 MINOTAURO
INVERNÁCULO 151
-Yo soy Band Appa Bondi y te digo que vengas a Pesado. Nosotros somos del Mundo Verdadero. Sois
ver a los Cautivos. Lo que dices es charla tonta del ahora de los nuestros. Aunque vuestras alas y cicatri-
Mundo Pesado, Lily-yo. . ces son nuevas, podéis uniros a nosotros.
Varios vuelombres comenzaron a mostrarse agresi- -Yo soy Lily-yo. Somos humanos, no vuelombres.
vos. Haris le dio un codazo a Lily-yo y murmuró: No nos uniremos a vosotros.
-Hagamos lo que dicen. Los Cautivos gruñeron con fastidio. El Cautivo Jefe
A regañadientes, Lily-yo se dejó llevar a ot~a cá- habló de nuevo.
mara, con Haris y Flor. La cámara est~ba medio e,n -¡Siempre tenemos que soportar esta cháchara del
ruinas, y hedía. En el extremo más d1st~nte,. hab1a Mundo Pesado! Te has unido a nosotros. Vosotros
un derrumbe de roca desintegrada. Los infatigables vuelombres, y nosotros humanos. Sabéis poco y sabe-
rayos solares entraban por el hueco del techo, forma- mos mucho.
ban un círculo en el suelo y parecían tender alrededor -Pero nosotros ...
una cortina de luz amarilla. Cerca de esta luz, estaban - ¡Basta de esa estúpida charla, mujer!
los Cautivos. -Nosotros ...
-No temas verlos -dijo Band Appa Bondi, ade- - Calla, mujer, y escucha -dijo Band Appa Bondi.
lantándose-. No te harán daño. - Sabemos mucho -repitió el Cautivo Jefe-. Te
Los Cautivos eran ocho y estaban encerrados en diremos algo. Quienes hacen el viaje desde el Mun-
ocho grandes quemurnos, agrupadas en un semicírculo, do Pesado, cambian. Algunos mueren. La mayoría
donde podían observar y ser observados. vive. A los que viven les crecen alas. Enl:'e !os do~
Los Cautivos eran un penoso espectáculo. Todos mundos, hay rayos muy fuertes, muchos, m vistos m
tenían alguna deformidad. A uno le faltaba~ las sentidos, que nos cambian los cuerpos. Cuando llegas
piernas. Otro no tenía carne alguna en la mandibula aquí, cuando llegas al Mundo Verdadero, te conviertes
inferior. Otro mostraba cuatro brazos enanos y sar- en humano verdadero. La larva de la moscatigre no
mentosos. Un cuarto tenía unas alas de carne que es una moscatigre hasta que cambia. Así también
enlazaban los lóbulos de las orejas y los pulgares, de cambian los humanos.
modo que vivía con las ma~os perpetuamente le- -No entiendo lo que dice - protestó tercamente
vantadas hacia la cara. Un quinto dos brazos y una Haris, echándose en el suelo. Pero Lily-yo y Flor es-
pierna sin huesos, como colgantes trozos de ca~e. Un cuchaban.
sexto arrastraba unas alas monstruosas, como s1 fuesen -A este Mundo Verdadero, como tú lo llamas, ve-
alfombras. El séptimo ocultaba su deformidad detrás nimos a morir -dijo Lily-yo, titubeando.
de una pantalla de excrementos, con los que man- El Cautivo de la mandíbula descarnada observó:
chaba las paredes transparentes de la celda. Y ~l -La larva de la moscatigre cree morir cuando se
último tenía una segunda cabeza, una excrecencia cambia en moscatigre.
marchita, cuyos ojos se mantenían malévolamente -Eres todavía joven -declaró el Cautivo Jefe-.
fijos en Lily-yo. Este último. ~autivo, que parecía Aquí comienzas de nuevo. ¿Dónde está tu alma?
el jefe de los otros, habló, ut1hzando la boca de la Lily-yo y Flor se miraron. Al huir del ajabazo se
cabeza principal. habían desprendido de las almas. Haris había piso-
-Soy el Cautivo Jefe. Os saludo. Sois del Mundo teado la suya.

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152 MINOTAURO INV.ERNÁCULO 153
-¿Ves? Ya no la necesitas. Eres todavía joven. Mundo Pesado y de la vida salvaje están todavía vivos
Puedes tener criaturas. Algunas pueden nacer con en ellas. Necesitamos esos recuerdos. Por eso volverán
alas. allá, conforme al gran proyecto que tenemos.
El cautivo de los brazos sin huesos añadió: -¿Volver allá? -preguntó Flor boquiabierta.
-Algunas pueden nacer mal, como nosotros. Algu- -Sí. Proyectamos un ataque al Mundo Pesado. Has
nas pueden nacer bien. de ayudamos a dirigir nuestras fuerzas.
-¡Son demasiado horribles para vivir! -protestó
Haris-. ¿Por qué no los matan?
-Porque sabemos todas las cosas -contestó el Cau- V
tivo Jefe. De pronto, la segunda cabeza se levantó y
dijo-: Tener una buena forma no es todo en la La larga tarde de la eternidad se estaba consu-
vida. Lo importante es saber. Como no podemos mo- miendo en el largo camino dorado que algún momen-
vemos bien, podemos ... pensar. El Mundo Verdadero to desembocaría en noche perdurable. Había mo-
es bueno y sabe estas cosas. Por eso deja que lo vimiento, pero movimiento sin sucesos, si se excep-
gobernemos. tuaban aquellos acontecimientos insignificantes que
Flor y Lily-yo refunfuñaron a la vez. tan grandes parecían a aquellos seres.
- ¿Dices que unos pobres cautivos gobiernan al Para Lily-yo, Flor y Haris, habla muchos aconte-
Mundo Verdadero? -preguntó finalmente Lily-yo. cimientos. Ante todo, aprendieron a volar debidamente.
-Así es. Los dolores relacionados con las alas desaparecie-
-Entonces, ¿por qué te tienen cautivo? ron pronto, al fortalecerse la maravillosa nueva carne,
El vuelombre de lóbulos y pulgares enlazados, acen- los maravillosos nuevos tendones. Levantar vuelo en
tuando su perpetuo ademán de protesta, habló por la leve gravedad fue un deleite cada vez mayor; no
primera vez. se conocían allí los torpes aleteos de los vuelombres
-Gobernar es servir, mujer. Quienes tienen poder en el Mundo Pesado.
son esclavos del poder. Sólo el proscripto es libre. Aprendieron a volar y luego a cazar en bandadas.
Como somos Cautivos, tenemos tiempo para hablar, Llegado el momento, fueron preparados para cum-
pensar, proyectar }' saber. Quienes saben manejan los plir el plan de los Cautivos.
wchillos ele otros. La serie de acddentes que habían llevado a los
-Nadie te lastimará, Lily-yo -agregó Band Appa humanos a aquel mundo fueron más y más afor-
Bondi-. Vivirás entre nosotros y gozarás de una vida tunados a medida que pasaban los milenios. Porque,
libre de todo daño. gradualmente, los humanos se adaptaron mejor al
-¡No! -dijo el Cautivo con las dos bocas-. Este Mundo Verdadero. El factor de supervivencia aumen-
otro ser, el varón, es evidentemente inútil; pero antes tó; se hicieron más poderosos. Y mientras, las con-
que puedan gozar de nada, Lily-yo y su compañera diciones del Mundo Pesado se hadan cada vez más
Flor han de ayudarnos en el proyecto. adversas, y sólo medraban los vegetales gigantes.
-¿La invasión? -preguntó Band Appa Bondi. Lily-yo, por lo menos, advirtió muy pronto cuánto
-¿Qué otra cosa puede ser? Flor y Lily-yo han lle- más fácil era allí la Yic!:i. Esta:)a S"ntada con Flor y
gado en el momento adecuado. Los recuerdos del una docena más, comiendo pasta dr alfombrón, a la

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154 INVERNÁCULO 155
MINOTAURO

espera de cumplir la orden de los Cautivos y de lugar era bueno y sería todavía mejor si hubiese
partir hacia el Mundo Pesado. más humanos; un modo de que hubiese más humanos
_ -Aquí estamos seguros -dijo, trabajosamente, se- era traer criaturas y niños del Mundo Pesado.
na!ando la vastedad de tierra verde que se extendía . Se había hecho esto desde tiempo inmemorial. Va-
baJO la red plateada de telarañas. lientes vuelombres habían viajado de regreso a aquel
-Si no hubiera moscatigres, sería mejor todavía -co- otro mu~do, a ~obar niños. Los vuelombres que en
mentó Flor. una ocasión hab1an atacado al grupo de Lily-yo cuan-
Descansaban en una cumbre desnuda donde ni el d~ ~ubía ~ las Copas, habían estado cumpliendo una
aire ~uy tenue ni las enredaderas gi~tes se habían mmón as1. Se habían llevado a Bain para traerla
atrevido a trepar hasta allí. Aquel verde turbulento en una urna. . . nadie había vuelto a verlos.
se extendía all~ lejos, abajo, casi como en la Tierra, Eran muchos los peligros y accidentes que acecha-
aunque contenido por formaciones circulares de roca. ban en el largo viaje de ida y vuelta. Muchos iban,
-Este mundo es más pequeño -insistió Lily-yo-. pocos regresaban. Esto había inducido a los Cautivos
Aquí somos más grandes. No necesitamos combatir. a idear un proyecto mejor y más audaz.
-Pronto tendremos que combatir. -Aquí llega un travesero -dijo Band Appa Bondi-.
-Pero luego volveremos aquí. Es un buen lugar, Preparémonos para partir.
m~nos ~e~oz,. menos peligroso. Aquí, los grupos po- C~minó al frente del grupo de doce voladores, los
dnan v1v1r sm tantos temores. A Veggy, Toy, May, elegidos para este nuevo intento. Era el jefe. Lily-yo,
Gren, y a los demás pequeños, les gustaría. Flor y Haris lo ayudarían, con otros ocho, tres varones
-Echarían de menos los árboles. y cinco hembras. Sólo uno, el mismo Band Appa
-Pronto nosotras olvidaremos también. En cambio, Bondi, venía del Mundo Pesado.
ahora tenemos alas. Lentament~, .e~ grupo se levantó. Había llegado el
Hablaban a la inmóvil sombra de una roca. Allí momento de m1c1ar la gran aventura. Sentían, sin em-
arriba, como burbujas de plata en un cielo purpúreo, bargo, poco miedo; no podían prever el futuro, co-
los traveseros se movían, tejiendo redes, bajando de mo los Cautivos, con la excepción tal vez de Band
cuando en cuando a los apios de la superficie. Mien- Appa Bondi y Lily-yo, quien se animó diciéndose:
tras observaba esas maniobras, Lily-yo pensó en el "Así son las cosas." Luego, todos extendieron los bra-
proyecto que habían elaborado los Cautivos e imaginó zos y volaron al encuentro del travesero.
una serie de cuadros animados. El travesero había comido.
Sí, los Cautivos sabían. Podían prever más cosas Había atrapado a uno de sus más sabrosos enemi-
que_ ella. Ella y los suyos habían vivido como plantas, gos, una moscat1gre, en una telaraña, y le había suc-
hac1e!1do lo que correspondía en cada instante. Los cionado el interior hasta dejar sólo una especie de
Cautivos no eran plantas. Desde el interior de las caparazó~. Descendió en un campo de apios, aplas-
celdas veían más que quienes estaban afuera. tando ho1as y tallos. Poco a poco, comenzó a germinar.
Era esto lo que los Cautivos veían: los humanos Luego, se elevaría hacia las inmensidades negras,
q~e habían llegado al Mundo Verdadero tenían pocos donde lo llamaban el calor y la radiación. Había na-
h11os, porque eran viejos o porque los rayos que les cido en este mundo. Como era joven, nunca todavía
habían dado alas les había matado la simiente; el había hecho el viaje, a la vez temido y deseado.

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156 MINOTAURO 157
Los brotes le aparecían en el lomo, se elevaban, siega la mies, y se veía un trozo desnudo, una costra
estallaban, caían al suelo y se escurrían hundiéndose redonda. Lily-yo la palpó. Era muy dura.
en la pulpa y los residuos. Allí, durante diez mil Lo Jint puso el oído sobre la costra. Silencio.
años, crecería en paz. Todos se miraron.
Aunque joven, el travesero estaba enfermo. No lo Se arrodillaron luego y metieron los cuchillos como
sabía. La moscatigre enemiga tenía que ver con esto, palancas bajo los bordes de la costra. El travesero se
pero también lo ignoraba. La enorme masa era poco movió y todos se tendieron, apretados contra el
sensible. cuerpo. Cerca brotó un germen, estalló, rodó por la
Los doce humanos planearon y descendieron en el ladera y cayó al suelo distante. Una largaguja lo de-
limo, cerca del abdomen, fuera del campo de visión voró antes que se detuviera. Los humanos siguieron
del racimo de ojos del ser. Se escondieron entre las trabajando.
duras fibras que les llegaban hasta los hombros y La costra se movió. La levantaron. Vieron la boca
que eran el pelo del travesero. l\Iiraron alrededor. Un de un túnel oscuro y pegajoso.
rayoplán pasó veloz por encima y desapareció. Tres -Yo entraré primero -dijo Band Appa Bondi.
saltonas se escurrieron entre las fibras y no se las Descendió al túnel. Los otros lo siguieron. El cielo
vio más. Todo estaba tranquilo, como en una colina oscuro apareció allí arriba como un círculo, hasta
desierta. . que el duodécimo humano entró en el túnel. Luego,
Se desplegaron y avanzaron en fila: las cabezas pu_sieron otra vez la costra en su lugar. Se oyó un
bajas, los ojos escrutadores. Band Appa Bondi iba en nudo sordo; el travesero se movía.
un extremo y Lily-yo en el otro. El cuerpo del tra- Se quedaron acurrucados mucho tiempo, los cu-
vesero era una ladera empinada, con grietas, hoyos y chillos listos y las alas plegadas. Los corazones huma-
cicatrices. Las fibras miméticas tenían distintos co- nos latían con fuerza.
lores, negros, verdes y amarillos, y dividían en partes En más de un sentido estaban en territorio enemigo.
la masa del travesero. En muchos lugares habían Los traveseros eran aliados sólo por accidente; devo-
echado raíces unas duras plantas parasitarias, que se raban a los humanos como devoraban cualquier otra
alimentaban exclusivamente de la enorme masa; la cosa. Pero el túnel era la obra de la destructora ama-
mayoría perecería cuando el travesero se lanzase al rilla y negra, la moscatigre. Uno de los últimos in-
espacio entre los dos mundos. sectos sobrevivientes, las vigorosas y hábiles moscati-
Los humanos trabajaban. En una ocasión, fueron gres, atacaban una y otra vez al más invencible de
derribados por un cambio de posición del travesero. todos los seres vivos.
La ladera se hizo más empinada y bajaron más len- La moscatigre hembra se posa en el travesero y
tamente. abre en él un túnel. Baja y haja hasta que al fin
-¡Aquí! -gritó Y Coyin, una de las mujeres. se detiene y prepara una cámara natal, paraliza la
Habían encontrado por fin lo que buscaban, de materia con su aguijón, y la herida no sana. Antes
acuerdo con el consejo de los Cautivos. de volver a la luz del día la moscatigre pone allí
Apretado alrededor de Y Coyin, con los cuchillos sus huevos. Cuando los huevos maduran, las larvas
preparados, el grupo miró hacia abajo. devoran la materia fresca y viva.
En aquel lugar habían cortado las fibras como se Al cabo de un rato, Band Appa Bondi hizo una

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158 MlNOTAURO INVERNÁCULO 159
señal y el grupo avanzó, descendiendo desmañada- Lentamente al principio, trepó por un cable, hacia
mente por el túnel. Los guiaba una débil luminiscen- la red donde el aire se enrarecía. Siempre, siempre
cia. El aire era denso y tenía un olor vegetal. Los antes de la eterna tarde, se había detenido allí. Pero
humanos se desplazaban muy lentamente, en silencio, esta vez no había por qué detenerse. El aire no era
pues algo se movía allá adelante. na_da y el calor lo era todo, el calor que incitaba,
De pronto, el movimiento se les echó encima. acicateaba, atraía y acariciaba más y más, mientras
. En aquella terrible oscuridad, algo atacaba a los uno subía ...
intrusos. Lanzó un cable desde una filera. Cada vez con
Antes que lo advirtieran, habían llegado a un sitio más velocidad, con más decisión, seguía subiendo. Im-
donde el túnel se ensanchaba formando la cámara p;ulsaba su ~~deroso ser vegetal hacia arriba, ale-
natal. Los huevos de la moscatigre habían madurado. pndose del sitio donde volaban las moscatigres. Allí
Doscientas larvas, con mandíbulas tan anchas como delante, flotaba un semicírculo de luz, blanco, azul
un brazo humano, se habían vuelto contra los intrusos y verde, que era como un punto de mira.
y daban dentelladas feroces, iracundas y asustadas. . Porque el sitio era un sitio muy solitario para un
Casi en el mismo instante en que Band Appa JO~en travesero; era un sitio terrible y maravilloso,
Bondi partía en dos a la primera atacante, otra le brillante y sombrío a la vez, colmado de nada. Gira
cortó la cabeza de una dentellada. El desdichado mientras avanzas y te tostarás bien por todos lados ...
cayó y sus compañeros avanzaron sobre él. Lanzados No hay nada que pueda molestarte ...
hacia adelante, eludían las mortales mandíbulas. Excepto claro está, ese reducido grupo de humanos.
El cuerpo de las larvas era blando y grueso. Bas- Muy dentro de ti, te utilizan como un arca. Los
taba un golpe de espada para que estallaran, con las lle;~s de !egreso a un mundo que antaño, hace mu-
enl:"aña~ al aire. Eran combativas, pero no sabían com- ch1S1mo tiempo, perteneció a la especie humana; los
batir bien. Los humanos acuchillaban furiosamente, llevas de r 7greso para que tal vez puedan - ¿quién
eludían y acuchillaban. Apoyados de espaldas en la sabe?- habitar otro mundo con su propia gente.
pared, herían de filo y punta, destrozando mandíbu- Porque, recuérdalo, siempre hay muchísimo tiempo.
las, desgarrando vientres endebles. Mataron de modo
Titulo original: Hothousc.
incesante, sin odio ni misericordia, hasta hundir las Traducción de M. A.
piernas en una especie de lodo. Las larvas lanzaban
dentelladas, se retorcían y morían. Gruñendo, satisfe-
cho, Haris acuchilló a la última de las larvas.
Agotados los once humanos se arrastraron de vuelta
al túnel, a esperar a que las paredes absorbieran el
lodo horrible. Y a esperar luego mucho más.
El travesero se sacudiió en el lecho de apios. Sentía
vagos impulsos. Las cosas que había hecho. Las cosas
que tenía que hacer. Las cosas que había hecho es-
taban hechas, y las que tenía que hacer estaban es-
perando. Emitió un globo de oxígeno y se incorporó.

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i\IINOTAURO
FANTASIA Y CIENCIA-FICCION
Una colección antológica de la ficción e~pecuJa.
ti\'a contemporánea
l. Damon Knight: ¿Qué bestia torpe? Ray Bracl-
bur}: La costa en el crepúsculo. J. G. Ba-
Jlarcl: El Leonardo perdido.
2. Richard 1\fatheson: Nacido de hombre y mu-
jer. Zenna Henderson: Ararat. \\'alter M.
Miller: Cántico por Leibowitz.
3. Cord'liflincr Smith: Alpha Ralpha Boulcvard.
Ray lrradbury: Todo uri verano e11 un día.
Theodore Sturgeon: El hombre que perdió el
mar.
4. Robert Scheckley: El precio del peligro. Al-
fred Bester: Antes la vida era distinta. R. A.
Heinlein: Todos ustedes, zombies.
5. J. G. Ballard: El hombre iluminado. James
\Vhite: Viaje de ayuno. Caro! Emshwiller: Día
en /,a playa.
6. Richard McKcnna: Regresa, cazador. A. C.
Clarke: Superioridad. A. E. Van Vogt: Pro-
ceso.
7. Poul Anderson: No habrá tregua para los ir.-
yes. Theodore Sturgeon: Cosas de ní,ios. A.
C. Clarke: En el cometa.
8. Roger Zelazny: Una rosa para el Eclesiastés.
Ray Bradbury: ]caro Montgolf1er JVright.
Brian \V. Aldiss: Pobre guerrero.
9. Brian \V. Aldiss: El árbol de saliva. J. G. Ba-
llard: Despierta el mar. John Brunncr: I.a
estofa de los meños.
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Ediciones Minotauro S. R. L.
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