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EL ARBOL DE SALIVA

J. G. Ballard
MINOTAURO
FANTASIA Y CIENCIA-FICCION

Brian W. Aldiss EL ÁRBOL DE SALIVA !


John Brunner LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS 75

Kathleen James EL OJO CIEGO DE DIOS 96

J. G. Ballard DESPIERTA EL MAR 129


Judith Merril LA ESCENA INGLESA (Libros) 142
Agustín Mahieu LA PANTALLA INGLESA (Cine) 151

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Minotauro. N• 9. lullo-A.¡¡o,to de 1067. Pul>licatl6n l>ímutral. Edici6n
en ca,ttllano d• Th4 lla¡¡azíru, of Fanla1t1 and Science Fictlon J)Or a.cu,rdo
e,pecíal con JC.rc...,J/ Pre11, Jnc., N1w York, U.S.A.. Qu1da hecho
el dep6rito q,u precl•n• la 1<11 11.ns. © 1967 Edlclonu Jllnotau,-
ro, s. R. L., Huml>erlo I• 545, Bueno, Air.,, Argentina. Se t<rmln6 d•
imprimir el quince ,u a¡¡oato de 1967 en to, taU,r., grd./<co, d, la Oom•
pañla Jmpruora Ar¡¡1ntina, s. A.., coll• A.uina 2019, Bu,no• Airll,

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En 1966, en el banquete anual de los escritores nortea-
mericanos de ciencia-ficción, El árbol de saliva com-
partió junto con una obra de Roger Zelazny el premio
a la mejor novela corta de 1965. El relato de Aldiss
cuenta la historia de una espantosa invasión, y es tam-
bién un homenaje al maestro H. G. Wells.

EDITORIAL

EL ÁRBOL DE SALIVA

Ediciones Minotauro inicia esta nueva serie de publi- Brian W. A ldiss


caciones bimestrales presentando una verdadera antolo-
gía de la ciencia-ficción inglesa actual. Las piezas más No hay palabms ni lengua;e,
características son quizá las de Aldiss, Ballard y Brun- pero las voces se oyen entre ellos.
ner, por razones que Judith Merril explica elocuente- SALMO XIX
mente en este mismo número; pero la obra de Kathleen
James es también, de algún modo, una pieza típica en -La cuarta dimensión me preocupa mucho -dijo el
el panorama inglés: la historia que no parece ~el gé- joven rubio, con un tono apropiado de seriedad.
nero y qite por eso mismo abre nuevas perspectivas al -Ajá -dijo su amigo mirando el cielo nocturno.
género. -Me parece que hay muchas pruebas en estos días.
Esta entrega de Minotauro incluJe además dos nue~as ¿No crees que se la ve de algún modo en los dibujos
secciones: cine y libros: un -estudio sobre la~ letras in- de Aubrey Beardsley?
glesas en 1965, válido aun a pesar de la reciente desa- -Ajá - dijo su compañero.
parición -se espera que momentánea- d~ New Worlds. Los dos jóvenes están de pie en una loma baja, al
Estas secciones se complementarán próximamente con ·• este de la somnolienta ciudad inglesa de Cottersall,
una serie de artículos dedicados principalmente a discu- mirando las estrellas, y a veces se estremecen a causa
tir la evolución y el significado del género. Es evidente del helado mes de febrero. No tienen mucho más de
-de acuerdo con nuestra experiencia editorial- que la veinte años. El que se preocupa de la cuarta dimen-
ficción especulativa está cambi~ndo día a día y que al sión se llama Bruce Fox. Es alto y rubio y trabaja como
público de habla ca~tellana le_ mter~sa sobremanera ese oficial segundo de una firma de abogados de Norwich:
cambio. Por este mismo motivo Mmotauro presentará Prendergast y Tout. El otro, que hasta ahora sólo ha
cada bimestre un mayor número de textos experimen- emitido un ajá o dos aunque es en verdad el héroe
tales, artículos y relatos que no alcanzan siempre a co- de este relato, se llama Gregory Rolles. Es alto y mo-
nocer la difusión del libro. reno, de ojos grises, bien parecido e inteligente. Rolles
© rf)45, by Mercury Press.

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y Fox se han prometido a sí mismos pensar con am- dos jóvenes gritaron a la vez y tomaron al otro por el
plitud, distinguiéndose (por lo menos así lo creen brazo. La magnífica luz ardía en el cielo y ahora un
ellos) del resto de los ocupantes de Cottersall en estos aura roja parecía envolver un núcleo anaranjado más
últimos días del siglo diecinueve. brillante. Pasó por encima de la loma (más tarde dis-
-¡Ahí cae otro! - exclamó Gregory, apartándose al cutieron si no habían oído un leve iumbido) y desa-
fin del dominio de las interjecciones. pareció detrás de un monte de sauces, iluminando
Señaló con un dedo enguantado la constelación del un momento los campos.
Auriga. Un meteoro cruzó el cielo como un copo des- Gregory fue el primero en hablar.
prendido de la Vía Láctea y murió en el aire. -Bruce, Bruce, ¿viste eso? ¡no era un meteoro!
- ¡Hermoso! -dijeron los dos jóvenes, juntos. -¡Tan grande! ¿Qué sería?
- Es curioso - dijo Fox prolongando su discurso con -¡Quizá un visitante de los cielos!
unas palabras que los dos usaban muy a menudo- , -Eh, Greg, tiene que haber caído cerca de la granja
las estrellas y las mentes de los hombres han estado de tus amigos, los Grendon, ¿no te parece?
siempre muy unidas, aun en los siglos de ignorancia - ¡Tienes razón! Mañana le haré una visita al viejo
antes de Charles Darwin. Siempre parecieron desem- señor Grendon y veré si él o su familia saben algo.
peña1· un papel oscuro en los asuntos humanos. A mí Siguieron hablando, excitados, golpeando el suelo
me ayudan a pensar con amplitud, ¿a ti no, Greg? con los pies y ejercitando los pulmones. Era la con-
- ¿Sabes lo que pienso? Pienso que algunas de esas versación de dos jóvenes optimistas e incluía mucha
estrellas pueden estar habitadas. Por gente, quiero especulación que comenzaba con frases como "No se-
decir. - Respiró pesadamente, abrumado por sus pro- ría maravilloso que . .." o "Supongamos que .. ." Al
pias palabras.- Gente . . . quizá mejor que nosotros, fin se echaron a reír, burlándose de todas aquellas
maravillosa, que vive en una sociedad justa. ideas absurdas.
- Ya sé, 1socialistas! - exclamó Fox. En este punto -¿Verás a toda la familia Grendon mañana? - dijo
no compartía el pensamiento avanzado de su amigo. Fox tímidamente.
Había escuchado en la oficina al señor Tout, quien - Parece probable, si esa nave planetaria roja no
sabía muy bien cómo estos socialistas, de los que tanto se los ha llevado ya a un mundo mejor.
se oía ahora, estaban destruyendo las bases de la so- -Seamos sinceros, Greg. Tú vas a ver realmente
ciedad-. ¡Estrellas pobladas por socialistas! a la bonita N ancy Grendon, ¿no es cierto?
-¡Mejor que estrellas pobladas por cristianos! Bueno, Gregory palmeó risueñamente a su amigo.
si hubiese cristianos en las estrellas ya hubiesen enviado - No estés celoso, Bruce. No hay motivo. Voy a
misioneros aquí a predicar el evangelio. ver al padre, no a la hija. Nancy es mujer, pero el
-Me pregunto si alguna vez habrá viajes planetarios viejo es progresista, y eso me interesa más por ahora.
como dicen Nunsowe Greene y Monsieur Jules Verne ... Nancy es hermosa, es verdad, pero el padre... ah,
-empezó a decir Fox, pero la aparición de un nuevo ¡el padre es eléctrico!
meteoro lo interrumpió en la mitad de la frase. Riendo, se estrecharon alegremente las roanos.
Como el anterior este meteoro parecía venir aproxi-
madamente de la constelación del Auriga. Viajaba len- En la granja de los Grendon las cosas estaban bastan-
tamente, era de color rojo, y crecía acercándose. Los te menos tranquilas, como Gregory descubriría pronto.

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Gregory Rolles se despertó antes de las siete, como el lápiz, podría dibujarle un emble~ita par~ la pá-
era su costumbre. Estaba encendiendo el pico del gas gina del título . . . Quizá hasta pudiera dedicarle el
y deseando que el señor Fenn (el panadero dueño de volumen a un autor amigo, el señor Herbert George
- 1a casa) instalase pronto luz eléctrica cuando unas rá- Wells ...
pidas asociaciones de ideas lo llevaron a pensar otra Se vistió con ropa de abrigo, pues la mañana era
vez en el portentoso fenómeno de la noche anterior. fría y nublada, y bajó a los establos del pan~dero. En-
Se entretuvo un momento en imaginar las posibili- silló la yegua, Daisy, montó y tomó el camino que el
dades que abría el "meteoro" y decidió ir a ver al animal conocía bien.
señor Grendon antes de una hora.
Tenía la suerte de poder decidir a sus años cómo El terreno se elevaba ligeramente alrededor de la
y ~ónde pasaría el día, pues su padre era una persona granja y la zona de la casa era como una islita entre
adinerada. Edward Rolles había tenido la fortuna de panta~os y arroyos que hoy devolvían al cielo _unos
conocer a Escoffier, en los años de la guerra de Crimea, tonos grises y apagados. A la entrada del p~entecito ~a
y con la ayuda del notable chef había lanzado al mer- puerta estaba entornada como siempre. Daisy se abr!ó
cado una levadura, Eugenol, de gusto más agradable paso entre el barro hacia los establos y Gregory la dejó
que los productos rivales, y de efectos menos deleté- allí, entretenida con la avena. La perra Cuff y el
reos, que había obtenido un considerable éxito comer- cachorro ladraron ruidosamente alrededor de los ta-
cial. Como resultado, Gregory estudiaba en una de las lones de Gregory, como de costumbre, y el joven caminó
universidades de Cambridge. hacia la casa palmeándoles las cabezas.
Se había graduado ya y ahora tenía que elegir una Nancy apareció corriendo antes que Gregory lle-
carrera. ¿Pero qué carrera? Había adquirido -no tanto gara a la puerta de la casa. ..
en clase como en sus charlas con otros estudiantes- -Hubo mucho alboroto aquí anoche, Gregory -diJO
cierta comprensión de las ciencias; había escrito al- la muchacha, y Gregory notó complacido que ella se
gunos ensayos, bien recibidos, y había publicado al- había decidido al fin a llamarlo por el nombre-. ¡U,na
gunos poemas. Se inclinaba por lo tanto hacia las le- cosa brillante! Yo ya me acostaba cuando se oy~ el
tras, y la inquieta impresión de que en la vida había ruido y vino luego la luz. _Corrí a la ventana a mirar
mucha miseria, fuera de las clases privilegiadas, lo y vi esa cosa grande parecida a un huevo que se 'hun-
habían llevado a pensar seriamente en una carrera día en el estanque.
política. Tenía también conocimientos firmes de teo- La voz de Nancy, particularmente cuando estaba
logía, pero (y de esto por lo menos estaba seguro) no excitada, tenía el tono cantarín de las gentes de
se sentía atraído por el sacerdocio. Norfolk.
Mientras decidía su futuro, había venido a vivir -¡El meteoro! -exclamó Gregory-. Bruce F~x y yo
aquí, lejos de la familia, pues nunca se había enten- mirábamos los hermosos aurigas que llegan siempre
did? bien con su padre. Esperaba que la vida cam- en febrero, y de pronto vimos uno muy grande. Me
pesina de la Anglia Occidental le inspirara un volu- pareció que había caído por aquí cerca. . .
men titulado provisionalmente Paseos con un natu- -Bueno, casi aterriza sobre la casa -dtJ~ Na~cy.
ralista socialista donde expresaría simultáneamente to- Estaba muy bonita esta mañ_ana, con ~os lab10s roJOS,
das sus ambiciones. Nancy Grendon, que manejaba bien las mejillas brillantes, y los nzos castanos todos albo-

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rotados. En ese momento apareció la madre con de- luego Nancy señaló el molino negro y alto que se al-
lantal y gorra y echándose rápidamente un mantón zaba a la izquierda. _
sobre los hombros. Las maderas del costado del molino y el aspa blanca
-¡Nancy, entra, no te quedes ahí, helándote de ese más alta estaban salpicadas de barro. Gregory miró to-
modo! Qué cabeza loca eres, muchacha. Hola, Gregory, do con interés. Pero Nancy seguía su propia línea de
¿cómo marchan las cosas? No pensé que lo veríamos pensamientos.
hoy. Entre y caliéntese. - ¿No te parece que papá trabaja demasiado, Gre-
-Buenos días, señora Grendon. Nancy me está con- gory? Cuando no está afuera ocupado en las cosas del
tando de ese meteoro magnífico de anoche. campo se pasa las horas leyendo sus panfletos y sus
-Fue una estrella errante, según dijo Bert Neckland. libros de electricidad. Descansa sólo cuando duerme.
Yo no sé, pero sí le aseguro que asustó a los animales. -Ajá. No· sé qué cayó aquí, per~ ~alpicó bas~ante.
-¿Se puede ver algo en el estanque? No se ve nada ahora, bajo la superficie, ¿no es cierto?
-Déjame que te muestre - dijo Nancy. - Como eres amigo de él, mamá pensó que podrías
La señora Grendon entró en la casa. Caminaba decirle algo. Se acuesta tan tarde, a veces c~rca de
lenta y pausadamente, muy tiesa, y con una nueva medianoche, y luego se levanta a las tres y media de la
carga: Nancy era su única hija. Había un hijo menor, mañana. ¿No le hablarías? Mamá nunca le dirá nada.
Arch1e, un muchacho terco que había peleado con su -Nancy, necesitamos saber qué cayó en el estanque,
padre y ahora era aprendiz de herrero en Norwich. sea lo que sea. No puede haberse disuelto. ¿Es muy
La señora. ~rendon había te1;1ido otros tres hijos, que profunda el agua?
no sobrevivieron a esa sucesión alternada de nieblas -Oh, no estás escuchando, ¡Gregory Rolles! ¡Con-
y. vientos ásperos del este que eran los inviernos tí- denado meteoro!
picos de C~ttersall. Pero ahora la mujer del granjero -Esto es un problema de interés científico, Nancy.
estaba grávida de nuevo, y le daría a su marido otro No te das cuenta ...
hijo cuando llegara la primavera. -Oh, problema científico, ¿eh? Entonc,es D:º quier~
. Mientras se acercaba al estanque con Nancy, Gregory oír más. · Me estoy helando. Quédate tu miran~o si
v10 a Grendon que trabajaba con sus dos hombres quieres, pero yo me voy adentro. Fue sólo una piedra
en los campos del oeste. Ninguno alzó la mano para que cayó del cielo, eso dijeron papá y Bert Neckland
saludarlo. anoche.
-¿No se excitó tu padre con ese fenómeno de ano- Nancy se alejó rápidamente.
che? -¡Como si el gordo Bert Neckland supiese algo de
-Sí ¡pero sólo en ese momento! Salió con la esco- estas cosas! -le gritó Gregory.
peta, y Bert Neckland fue con él. Pero no había nada Miró las aguas oscuras. Eso que había llegado la no-
más que unas burbujas en el estanque y vapor encima, che anterior estaba todavía allí, al alcance de la mano.
y esta m~ñana papá n.o quiso hablar de eso, y dijo que Tenía que descubrir los restos. Se le presenta.ron de
el trabajo no podía interrumpirse. pronto unas vívidas imágenes: su nombre en titulares
. Se detuvieron junto al estanque, una oscura exten- en The Morning Post, la Sociedad Real que lo nom-
sión de agua. con juncos en la otra orilla y más allá braba miembro honorario, su padre que lo abrazaba
el campo abierto. Miraron la superficie ondulada y y le pedía que regresara al hogar.
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Caminó pensativamente hacia el granero. Entró néticamente hacia la costa. Arrastró la embarcación
y las gallinas corrieron cloqueando de un lado a otro. fuera del agua y corrió hacia la casa.
Alzó la cabeza, esperando a que los ojos se le acos- Sólo se detuvo cuando llegó a la puerta. Se sentía
tumbraran a la oscuridad. R ecordaba haber visto más sereno ahora, y el corazón ya no le saltaba ate-
allí un botecito de remos. Quizá cuando cortejaba a rrorizado en el pecho. Se quedó mirando la madera
su futura mujer el viejo Grendon la había llevado agrietada del porche, tratando de reflexionar en lo
a pasear por el lago Oats. El bote debía de estar ahí que había visto y en lo que había ocurrido. ¿Pero qué
desde hacía años. Lo arrastró fuera del granero hasta había ocurrido?
la orilla. Las maderas estaban secas, y el bote hacía Haciendo un esfuerzo, regresó al estanque y se de-
agua, pero no demasiado. Sentándose con cuidado tuvo junto al bote mirando la superficie oscura del
entre la paja y la suciedad, Gregory empezó a remar. agua. Nada se movía, excepto unas ondas pequeñas
~uando estaba ya casi en. el centro del estanque, en la superficie. Miró el bote. H abía bastante agua
deJo los ren:ios y miró por encima de la borda. El agua en el fondo. Todo lo que ocurrió, se dijo, fue que el
e~taba turbia, y no se veía nada, aunque Gregory ima- bote casi se me da vuelta, y me dejé dominar por un
gmaba mucho. miedo idiota. Meneando la cabeza, arrastró la embar-
. Mientras Gregory miraba por un lado, el bote, cación hasta el granero.
1i:iesperadamente, se inclinó hacia el otro. Gregory
giró en redondo. Ahora la borda izquierda tocaba casi Gregory, como era su costumbre, se quedó a almorzar
el agua y los remos rodaron dentro del bote. Gregory en la granja, pero no vio al señor Grendon hasta la
no alcanzaba a ver nada, pero .. . oía algo. Un sonido hora de ordeñar.
que se parecía al jadeo de un perro. Y la cosa que Joseph Grendon estaba acercándose a la cincuentena
jadeaba así estaba a punto de volcar el bote. y era unos pocos años mayor que su mujer. Tenía una
- ¿Qué es eso? -dijo Gregory sintiendo un frío que cara delgada y solemne y una barba espesa que lo ha-
le subía por la espalda. cía parecer más viejo. Tenía un aspecto de hombre gra-
. El bote se bamboleó, como si algo invisible qui- ve, en verdad, pero saludó a Gregory cortésmente.
siera trep~r a bordo. Aterrorizado, Gregory tomó un Los dos esperaron juntos a que las vacas entraran en
remo, y sm pensar un momento lo dejó caer de ese el establo. Caía la tarde. Luego fueron al granero '
lado del bote. próximo, y Grendon encendió la máquina de vapor
El remo golpeó algo sólido donde sólo había aire. que a su vez pondría en movimiento el generador de
. Dejando caer el remo, sorprendido, Gregory exten- la chispa vital.
dió la mano. Tocó una materia blanda. Al mismo -Huelo el futuro aquí - dijo Gregory, sonriendo.
tiempo algo le golpeó con fuerza el brazo. Ya había olvidado el susto de la mañana.
Desd~ e?e momento, Gregory actuó guiado sólo - Ese futuro llegará sin mí. Estaré muerto en ese
por el mstmto. La razón no cabía allí. Recogió otra entonces.
v~z ~l remo, y lo descargó en el aire, y dio contra algo. El granjero hablaba caminando, pausadamente, po-
S1gmó un chapoteo y el bote se enderezó tan brus- niendo con cuidado una palabra delante de la otra.
camente que Gregory casi se fue al agua. El bote se -Eso dice usted siempre. Está equivocado. El fu-
balanceaba aún cuando Gregory se puso a remar fre- turo se precipita.

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-No te lo niego, muchacho, pero no seré parte hacia mí y me tocó. - Calló y señaló el borde del es-
de ese futuro. ~oy ya un hombre viejo. ¡Ahí viene! tablo.- ¡Mire! No digo mentiras, señor. Fue un fan-
Esta exclam~c1ón se refería a la luz que oscilaba en tasma, y mire, ahí hay una huella mojada.
la lámpara piloto. Los dos hombres miraron con Se acercaron y examinaron la tabla carcomida que
satisfacción la maravillosa maquinaria. A medida que separaba dos establos. Una mancha indefinida de
la presión del vapor aumentaba, la correa de cuero humedad oscurecía la madera. Gregory recordó su
gira~a más rápidamente, y la luz de la lámpara era experiencia en el estanque y sintió otra vez un es-
más mtensa. Aunque Gregory venía de una casa don- calofrío a lo largo de la espina dorsal. Pero el gran-
de había luz de gas y de electricidad, se sentía mucho jero dijo tercamente:
más excitado aquí, en pleno campo. La lámpara incan- -Tonterías, es un poco de baba de las vacas. Bueno,
d~scente más cercana estaba probablemente en Nor- siga ordeñando, Bert, y dejemos esto. Es hora de que
w1ch, a casi un día de viaje. tome mi té. ¿Dónde anda Cuff?
Ahora un resplandor pálido iluminaba la estancia. Bert se volvió hacia Grendon con ojos desafiantes.
~fuera, en cambio, todo parecía negro. Grendon asin- -Si no me cree a mí quizá crea a la perra. Cuff vio
tió con un movimiento de cabeza, satisfecho, ajustó también la cosa y la persiguió. Recibió una patada,
los quemadores de gas, y salió junto con Gregory. pero la hizo escapar de aquí.__
Ahora, aparta~os de la bulla de la máquina de vapor, - Veré si la encuentro -diJo Gregory.
podían oír el ruido que hacían las vacas. Comúnmente, Corrió afuera y se puso a llamar a la perra. Ya era
cuando las o,rdeñaban, las vacas estaban tranquilas. casi de noche. Aparentemente nada s~ movía en el
Algo las _hab1a alborotado ahora. El granjero corrió patio de adelante de modo que f~e hacia el otro lado,
al cobertizo y Gregory lo siguió pisándole los talones. sendero abajo, hacia la porqueriza y los campos, ll_a-
Una lámpara eléctrica irradiaba luz sobre los es- mando siempre. De pronto se detuvo. Más allá, baJO
ta?los. Los ai:iimales se revolvían inquietos, con la los olmos, se oían unos gruñidos sordos y feroces. Era
mirada extraviada. Bert Neckland estaba tan lejos Cuff. Gregory se adelantó lentamente. E1: es_e momen-
de la puerta como era posible, con su bastón en la to maldijo la luz eléctrica que había suprimido los fa-
mano, boquiabierto. roles, y deseó también tener un arma.
- ¿Qué demonios está mirando? - dijo Grendon. -¿Quién está ahí? -llamó.
Neckland cerró lentamente la boca. El granjero apareció a su lado.
-N~s llevamos un susto -dijo- . Algo entró aquí. -¡Vamos allá!
- ¿Vio qué era? -preguntó Gregory. Corrieron juntos. Los troncos de los cuatro gran-
-No, no había nada que ver. Fue un fantasma, des olmos se recortaban claramente contra el cielo
sí, eso, un fantasma. Entró aquí y tocó a las vacas. Me oriental, y detrás brillaba un agua plomiza. Greg?ry
tocó a mí también. Un fantasma. vio a Cuff y en ese instante la perra saltó en el aire,
El granjero resopló. giró en redondo, y voló hacia el granjer?- Gr~ndon
-Un vagabundo, seguramente. No pudo verlo por- estiró los brazos y esquivó el gol~e. Al_ mismo _tiempo
que la luz estaba apagada. Gregory sintió un viento, como si alguien hubiese pa-
Neckland meneó la cabeza enfáticamente. sado corriendo, dejando en el aire un olor de barro
- Se veía bastante. Le digo que vino directamente estancado. Trastabillando, miró alrededor. La luz

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MINOTAURO

pálida de los cobertizos se volcaba en la senda. Más -Si yo fuera usted, no vendría -dijo y apoyó la
allá de la luz, detrás de los graneros se extendían los frase hundiendo un codo en la chaqueta de Gregory-.
campos silenciosos. ' Y recuerde que Nancy tenía interés en mí mucho antes
- Mataron a mi ~ieja_ Cuff -dijo el granjero. que usted llegara, señorito.
Gregory se arrodilló Junto a Grendon y examinó a -Oh, era eso. Me parece que Nancy puede decidir
la perra. ~o tenía ninguna. herida, pero la cabeza le ella misma quien le interesa, ¿no le parece?
colgaba floJamente a un costado. -Yo le estoy diciendo en quién está interesada, ¿en-
-Cuff sabía qué había ahí -dijo Gregory-. Se lanzó tiende? Y será mejor que no lo olvide, ¿entiende?
al ataque Y cayó. ¿Qué era eso? ¿Qué diablos era eso? -Subrayó el discurso con otro codazo. Gregory lo
. -~ataron a mi vieja Cuff - dijo el granjero otra vez, apartó colérico. Neckland se encogió de hombros y
sin orr. se alejó diciendo:- Las pasará peor que con un fan-
T~)l~Ó en_ brazos el cadáver de la perra, se volvió, y tasma si sigue viniendo.
cammo hacia la casa. ~regory se quedó donde estaba, Gregory se quedó allí, inmóvil. El hombre había
la cabeza y el corazón mtranquilos. hablado con una violencia contenida, y eso quería
Se sobresaltó de pronto. Unos pasos se acercaban. decir que había estado alimentando odio durante un
Era Bert N eckland. largo tiempo. No sospechando nada, Gregory se había
-¿Y? 1EI fantasma 1:11ató a la perra? mostrado siempre cordial y había atribuido la hos-
;--Mat~ a la perra, ciertamente, pero era algo mucho quedad de Neckland a torpeza mental, recurriendo a
mas terrible que un fantasma. toda su vocación socialista para salvar esa barrera.
-Era un fant~sma, señorito. Vi muchos en mi vida. Pensó un momento en seguir a Neckland y tratar de
No l:s tengo miedo a los fantasmas, ¿usted sí? resolver el conflicto, pero eso parecería sin duda un
-Sm embargo, usted parecía bastante asustado en signo de debilidad. Siguió en cambio el camino que
los establos, hace un minuto. había tomado el granjero con el cadáver de la perra
El camp:sino se llevó los puños a las caderas. Tenía y fue hacia la casa.
sólo dos anos más q~e Gregory y era un joven rechon-
cho, de cara ~ncendida, y una nariz roma que le daba Aquella noche, Gregory Rolles llegó de vuelta a
a la v~z u~ a~re de comedia y de amenaza. Cottersall demasiado tarde para encontrarse con su
-¿S1, senonto Gregory? Bueno, usted también tiene amigo Fox. A la noche siguiente hacía tanto frío que
un aspecto raro ahora. Gabriel Woodcock, el habitante más viejo del pueblo,
-Estoy asustado, y no me importa admitirlo. Pero profetizó que nevaría antes que el invierno terminara
sólo porqu: esto que vino es mucho más espantoso (una profecía no aventurada que se cumpliría antes
que cualquier espectro. de las cuarenta y ocho horas, impresionando así sobre-
Ne~k~and se acercó un poco más a Gregory. manera a todos los aldeanos, a quienes les gustaba im-
- ~i tiene tanto miedo, quizá no vuelva usted por la presionarse y exclamar y decir: "Bueno, nunca lo hu-
gran1a en el futuro .. biera creído") . Los dos amigos prefirieron encontrarse
-Todo lo contrario. en El caminante, donde el fuego ardía más vivamente,
Gregory echó. a andar hacia la luz, pero el hombre aunque la cerveza era más débil, que en Los tres ca-
le cerró el cammo. zadores furtivos del otro extremo del pueblo.

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Sin omitir ninguna circunstancia dramática, Gre-
gory relató los acontecimientos del día anterior, aun- -Y quizá mataron a Cuff porque ellos también es-
que se salteó la belicosidad de Neckland. Fox escuchó taban asustados. Al fin y al cabo, la perra los atacó,
fascinado, descuidando la cerveza y la pipa. ¿no es así? Me dan pena esas criaturas, solas en un
- Así son las cosas, Bruce -concluyó Gregory- . En mundo hostil.
e~e estanq1;1e profund<:> acecha un vehículo de algún - ¿Pero por qué dices "esas criaturas"? Hasta ahora
upo, el mismo que vimos en el cielo. Y en él vive sólo apareció una sola, me parece.
una criatura invisible de torcidas intenciones. Temo -Atiende un ~ome~to, _Greg. Has abandonado por
por la suerte de mis_ amigos, como puedes imaginar. completo tu actitud mtehgente de antes. Preconizas
¿Te parece que debiéramos contárselo a la policía? ahora la muerte de todas las cosas, en vez de tratar
-Estoy seguro de que no sería ninguna ayuda para de hablar con ellas. ¿Recuerdas cuando hablabas de
los Grendon que el viejo Farrish anduviese por allí mundos habitados por socialistas? Trata de imaginar
tambaleándose de un lado a otro - dijo Fox refiriéndose que estos seres son socialistas invisibles y verás cómo te
al representante local de la ley. Chupó un rato la pipa parecerá más fácil tratar con ellos.
y luego bebió un largo trago del vaso-. Pero no estoy Gregory se acarició la barbilla. Reconocía en su
seguro, en cambio, de que hayas sacado las conclu- interior que las palabras de Bruce Fox lo habían im-
siones exactas, Greg. Entiende que no pongo en duda presi_onado mucho. Había permitido que el pánico lo
los hechos, por más asombrosos que parezcan. Quiero ~ommara, y como resultado se había comportado tan
d~~ir que ~e algún modo todos estamos esperando mm~deradamente ~orno un salvaje de algún rincón
vmtas. cele~uales. Las ~uces de gas y electricidad que perdido del Imperio frente a la primera locomotora
están 1lummando las cmdades del mundo tienen que de vapor.
haber sido una señal para muchas naciones del espa- -Será mejo~ que v_uelva a la granja y ponga todo
cio. Ahora saben allá aniba que nosotros también en orden -diJo-. Si esas cosas necesitan ayuda, la
S?mos civilizados. Pero quisiera saber si nuestros vi- tendrán.
sitantes le han hecho daño a alguien, deliberadamente. -Eso es. Pero trata de no pensar en ellas como
- Casi me ahogan y mataron a la pobre Cuff. No "cosas". Piensa en ellas como si fuesen... ya sé,
veo adónde vas. No se presentaron de un modo amis- aurigas.
toso, ¿no es cierto? -Aurigas. Pero no te creas tan superior Bruce.
-Piensa en qué situación se encuentran. Si vienen Si tú hubieses estado en ese bote . . . · '
de Marte o de la Luna, sabemos que esos mundos son - Ya lo sé, querido Greg. Me hubiera muerto de
totalmente distintos al nuestro. Deben de estar ate- °:1iedo. -Luego de este monumento de tacto, Fox con-
rrorizados. Y no creo que puedas llamar acto inamis- tmuó:- Haz como dices. Vuelve allá, y pon todo en
toso al hecho de que hayan querido entrar en tu bote. orden, tan pronto como puedas. Estoy impaciente por
El primer acto inamistoso fue tuyo, cuando golpeaste conocer la nueva entrega de este misterio. No hubo
con el remo. nunca nada parecido, desde Sherlock Holmes.
Gregory se mordió los labios. Tenía que darle la
razón a Bruce. Gregory Rolles regresó a la granja. Pero los arre-
-Estaba asustado. glos de que había hablado con Bruce se retrasaron más
de lo esperado. Esto se debió, principalmente, a que

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18 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 19
los aurigas parecían haberse instalado en paz en el No hubo respuesta. Di otro paso adelante, y las
nuevo hogar, luego de los problemas del primer día. plantas se abrieron de nuevo a los lados y me pareció
No habían vuelto a salir del estanque, o así le pare- que los pies de la criatura debían de ser grandes. En-
cía a Gregory, o por lo menos no habían provocado tonces, y por el movimiento de las hierbas, descubrí
nuevas dificultades. El joven graduado lo lamentaba que la criatura había echado a correr. Le grité y corrí
de veras, pues se había tomado muy en serio las pa- detrás. Las pisadas desaparecieron del otro lado de la
labras de su amigo, y estaba dispuesto a probar qué casa, y no pude ver ninguna huella en el barro helado
benevolente y comprensivo era con estas extrañas for- del patio. Pero el instinto me empujó hacia adelante,
mas de vida. Al cabo de algunos días empezó a pensar y dejando atrás el granero me acerqué a la laguna.
que los aurigas debían de haberse ido, tan inespera- Entonces vi allí, sin ninguna duda, cómo el agua
damente como habían llegado. Luego un incidente barrosa se levantaba recibiendo un cuerpo que se
menor le probó que no era así, y aquella misma noche, deslizaba lentamente. Unas astillas de hielo se apar-
en su cuarto bien abrigado, sobre la panadería, le es- taron cerca de la orilla, e inclinándome hacia adelante
cribió a su corresponsal de Worcester Park, Surrey. pude ver dónde desaparecía aquel ser extraño. Hubo
una agitación en el agua, y nada más. La criatura, era
Querido señor Wells: indudable, había bajado, zambulléndose, al misterioso
Debo disculparme por no haberle escrito antes, pero vehículo de las estrellas.
no había nuevas noticias acerca del asunto de la granja Estas cosas o gentes -no sé cómo llamarlas- deben
Grendon. de ser acuáticas. Quizá vivan en los canales del pla-
Hoy, sin embargo, ¡los aurigas se mostraron otra vez! neta rojo. Pero imagíneselo, señor, ¡una humanidad in-
Aunque esto de "se mostraron" quizá no sea un tér- visible! La idea es tan maravillosa y fantástica que pa-
mino apropiado para criai.turas invisibles. rece arrancada de algún capítulo de su libro La
Nancy Grendon y yo estábamos en la huerta dando máquina del tiempo.
de comer a las gallinas. Hay todavía mucha nieve, y Envíeme por favor sus comentarios, y crea usted
todo es muy blanco. Cuando las aves se acercaban en mi cordura y en la precisión de mis informes.
corriendo a la batea de Nancy, noté que algo se mo- Amistosamente suyo
vía en el otro extremo de la huerta. No era más que Gregory Rolles
un poco de nieve, que caía de la rama de un manza-
no, pero el movimiento atrajo mi atención y entonces Gregory no contó sin embargo que Nancy se había
vi una procesión de nieve que caía y venía hacia nos- abrazado a él más tarde, en el calor de la sala, y le
otros de árbol en árbol. Las hierbas son altas allí, y había confesado que tenía miedo. Y Gregory había
pronto advertí que un agente desconocido apartaba rechazado la idea de que estos seres fueran hostiles y
los tallos. Le hice notar a Nancy el fenómeno. El mo- había visto admiración en los ojos de la muchacha. Al
vimiento en las hierbas se detuvo a unos pocos metros. fin y al cabo, pensó entonces, Nancy era una joven
Nancy parecía realmente asustada, pero yo estaba realmente bonita, y quizá valía la pena desafiar las
decidido a mostrarme como un verdadero británico, iras de aquellos dos hombres tan diferentes: Edward
y me adelanté y dije: "¿Quién es usted? ¿Qué quiere? Rolles, su padre, y Bert Neckland, el campesino.
Somos sus amigos, si viene usted amistosamente." El tema del rocío maloliente se discutió una se-

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20 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 21
mana más tarde, a la hora del almuerzo. Gregory qué. Ese rocío ha caído sólo en nuestra propiedad. A
había ido otra vez a la granja pretextando que que- un metro del otro lado de la cerca el camino está
ría mostrarle al señor Grendon un artículo sobre seco. Seco como un hueso.
electricidad. -Así es, señor -convino Neckland-. Yo mismo vi
Grubby fue el primero en mencionar el tema de- que el campo del este estaba todo mojado y que en el
lante de Gregory. Grubby y Bert Neckland eran to- helecho del prado no había caído una gota. Es raro
da la fuerza laboral con que contaba Joseph Grendon, de veras.
pero mientras que a Neckland (suficientemente ci- -Digan ustedes lo que quieran, yo nunca vi un
vilizado según el consenso general) se le permitía rocío así -dijo Grubby, y pareció que había resumido
alojarse en la casa y tenía un cuarto en el altillo, los sentimientos de todos.
Grubby, en cambio, dormía en un cuartito de adobe El extraño rocío no cayó otra vez. Era un tópico
m~y alejado del edificio principal de la granja. La de conversación limitado, y aun en la granja donde
nnserable choza, que Grubby dignificaba llamándola no había mucho de que hablar, se lo olvidó en unos
"mi casa", se alzaba del otro lado de la huerta de pocos días. Pasó el mes de febrero, ni mejor ni peor
modo que los ocupantes de los establos arrullaban que otros febreros, y concluyó con pesadas tormentas
con sus gruñidos el sueño del rústico. de lluvia. Llegó marzo, dejando entrar en los campos
- Nunca tuvimos un rocío así, señor Grendon -dijo una helada primavera. Los animales de la granja co-
Grubby, con tono firme, y Gregory pensó que el hom- menzaron a parir sus crías.
bre ya debía de haber dicho algo parecido, en las horas Los nuevos animales llegaban en cantidades asom-
de la mañana; Grubby nunca se aventuraba a decir brosas, como para destruir las ideas del granjero sobre
nada original. la esterilidad de su tierra.
-Pesado como un rocío del otoño -replicó el gran- -¡Nunca vi nada parecido! -le dijo Grendon a
jero, como si continuara una discusión. Gregory.
Siguió un silencio, interrumpido sólo por una mas- Gregory no había visto nunca tampoco al taciturno
ticación general y los largos sorbos de Grubby, mien- granjero tan excitado. Grendon tomó al joven por el
tras todos se abrían paso entre· vastos platos de conejo brazo y lo llevó al granero.
cocido y cereales. Allí Trix, la cabra, estaba tendida en el suelo con
-No es un rocío común -dijo Grubby al cabo de un grupo de tres cabritos de color castaño y blanco
un rato. amontonados en el flanco, mientras que un cuarto
-Huele a renacuajos -dijo Neckland-. O a agua se alzaba temblando sobre las patas ahusadas.
estancada y podrida. -¡Cuatro! ¿Ha oído hablar alguna vez de una cabra
Más masticación. que tuviera cuatro crías? Será bueno que escriba usted
-Debe de tener relación con el estanque -dijo a los periódicos de Londres, Gregory. Pero espere a
Gregory-. Algún fenómeno raro de evaporación. que vayamos a la porqueriza.
Neckland resopló. Desde la cabecera de la mesa el Los chillidos que venían de las porquerizas eran
granjero interrumpió sus operaciones de carga y des- más fuertes que de costumbre. Mientras descendían
carga para apuntar con un tenedor a Gregory. por el sendero, Gregory alzó los ojos hacia los olmos,
-En eso quizá tenga usted razón. Y le diré por de contornos verdes, y creyó descubrir una nota si-

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22 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 23
n_iestra en los chillidos, algo histérico que estaba rela- -fbamos a visitar a mi amiga la señora Edwards y
c10nado de algún modo con el ánimo de Grendon. a sus hijas - dijo la señora Grendon.
Los cer~os de G~endon eran de todo color, con pre- -Si usted fuera tan amable, señora Grendon, yo le
ponderancia de animales negros. Comúnmente tenían agradecería que me dejase hablar en privado con
camadas de unos diez lechones. Ahora no había nin- Nancy. Mi casera, la señora Fenn, tiene una salita en
gún animal que no hubiese tenido por lo menos cator- la trastienda y sé que ella nos dejaría hablar allí. Sería
ce crías. Alre_de?or de una cerda enorme y negra completamente respetable.
correteaban dieciocho cerdos pequeños. El ruido era -Me importa poco lo respetable. Que la gente
tre~7ndo, y mirando. este enjambre de vida Gregory piense lo que quiera, como digo siempre. -Sin em-
se diJo que era un disparate imaginar ahí algo sobre- bargo, la señora Grendon se quedó meditando un rato.
natural. Sabía tan poco de la vida en las granjas. Luego Nancy, junto a su madre, bajaba los ojos. Gregory la
de_ haber almorzado con Grendon y los hombres -la miró y le pareció que la veía por primera vez. Bajo el
senara Grendon y Nancy habían ido al pueblo en el abrigo azul, de forro de piel, Nancy llevaba su vestido
carro- Gregory fue a dar una vuelta sintiendo aún ajedrezado, naranja y castaño, y se había puesto un
una honda y (se dijo) insensata inquietud. bonete en la cabeza. La piel de la cara era rosada
El sol de la tarde era pálido y no penetraba muy y delicada como piel de durazno, y las largas pestañas
prof~damente en las aguas del estanque. Sin embar- le ocultaban los ojos oscuros. Los labios eran firmes,
go, mientras Gregory, de pie junto a la artesa del pálidos, bien dibujados, y se le plegaban delicadamente
caballo, miraba pensalivamente el agua, vio de pronto en las comisuras. Gregory se sentía como un ladrón,
que el estanque era un hervidero de renacuajos y' contemplando a hurtadillas la belleza de Nancy mien-
ranas. Se acercó un poco más. Innumerables criaturas tras ella no lo miraba.
minúsculas nadaban animando el agua estancada. Un -Iré a visitar a la señora Edwards -dijo al fin Mar-
col,e óptero salió de pronto de las profundidades y se jorie Grendon-. No me importa lo que hagan ustedes
apoderó de un renacuajo. Los renacuajos proporcio- dos siempre que se comporten decentemente. . . Pero
naban también alimento a los dos patos que nadaban me importará, recuérdenlo, si no llegan a casa de la
con sus crías en los juncales del otro extremo del señora Edwards dentro de media hora. Nancy, ¿me
estanque. ¿Y cuántas crías tenían los patos? Una ar- has oído?
mada de patitos desfilaba entre las cañas. -Sí, mamá.
Durante un minuto Gregory se quedó allí, titubean- La panadería estaba en la calle próxima. Gregory
do, y ~l fin _volvió lentamente sobre sus pasos. Cruzó metió a Daisy en el establo y entró con Nancy en la
el pat~o ~ac1a el co_bertizo y ensilló a Daisy. Montó y sala por la puerta de atrás. En esta hora del día, el
se alejó sm despedirse de nadie. señor Fenn descansaba en el primer piso y su mujer
Cuando llegó a Cottersall fue directamente a la cuidaba la tienda, de modo que la salita estaba vacía.
plaza del mercado. Vio allí el carro de los Grendon, Nancy se sentó muy derecha en una silla y dijo:
con el pony de Nancy, Hetty, entre las varas, frente -Bueno, Gregory, ¿de qué se trata? Qué ocurrencia
a una uenda de víveres. La señora Grendon y Nancy arrancarme así de mi madre en medio del pueblo.
salían en e~e momento. _Echando pie a tierra, Gregory -Nancy, por favor, tenía que verte.
llevó a Daisy por la bnda y saludó a las mujeres. Nancy frunció los labios.

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24 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 25
-Pues vas a la granja bastante a menudo y no he N ancy se puso de pie. .
notado allí que tuvieras mucho interés en verme. -Si no tienes otra cosa que decir además d~ un
- Qué disparate. Siempre voy para verte, sobre todo montón de juramentos iré a encontrarme con m1 ma-
en estos últimos tiempos. Además tú estás más inte- dre, si me lo permites.
resada en Bert Neckland, ¿no es cierto? - Oh, Dios. Estoy confundiéndolo todo. - Gregory
-¡Bert Necklandl ¿Por qué he de estar interesada tomó a Nancy por la muñeca.- Escúchame, querida.
~n ese hombre? Aunque no sería asunto tuyo si me Sólo te pido una cosa: que trates de ve:me des~e una
mteresara. perspectiva favorable. Y que me permitas decir algo
-Es asunto mío, Nancy. ¡Te quiero, Nancy! de la granja. Están ocurriendo cosas raras y no ~e
Gregory no había pensado en declararse de este gusta saber que pasas allí la noche. Todas esas cria-
modo, pero ahora ya era tarde y atacó a fondo cru- turas que nacen, todos esos cerditos ... ¡es sobrenatural!
zando el cuarto y arrojándose a los pies de Nancy y -Pues a mi padre no le parece sobrenatural, y a
tomándole las manos. mí tampoco. Papá trabaja mucho, y ha criado muy
-Nancy, querida Nancy, díme que te gusto un bien a sus animales, y eso lo explica todo. No hay me-
poco. Anímame de algún modo. jor granjero en muchos kilómetros a la redonda.
- Eres un caballero muy fino, Gregory, y te tengo - Oh, por supuesto, es un hombre maravilloso. P~ro
cariño, claro está, pero ... no fue él quien puso siete u ocho hue':'os en un mdo
-¿Pero? de gorrión, ¿no es ci:rto? No fue él quien echó_ tantos
. Nancy obsequió otra vez a Gregory bajando los renacuajos y mosqmtos en el estanque. Este ano hay
OJOS. algo raro en la granja, Nancy, y quiero protegerte.
-Tu posición social es muy distinta de la mía, y Gregory hablaba muy seriamente, advirtió N_ancy,
además .. ·. bueno, tú no haces nada. y además estaba muy cerca, y le apretaba ardiente-
Gregory se quedó mudo de sorpresa. Con el egoísmo mente la mano.
nat~ral de la juventud, no había pensado que Nancy -Querido Greo-ory -dijo la muchacha algo apaci-
pudiera rechazarlo con ninguna objeción seria, pero guada-. No sab~s nada de la vida en el campo, a
ahora descubría la verdad de su propia posición, por pesar de todos tus libros. Pero me agrada que te
lo menos tal como la muchacha la veía. preocupes. .
-Nancy ... yo ... bueno, es cierto que puede pa- -Siempre me preocuparás, Nancy, hermosa criatura.
recerte que ahora no trabajo. Pero leo y estudio mucho -¡Me harás enrojecer!
aquí, y me escribo con mucha gente famosa del mun- -Sí, por favor, enrojece, pues así pareces más her-
do. Y estoy a punto de tomar una decisión muy mosa aún.
importante acerca de mi carrera futura. Te aseguro Gregory abrazó a la muchacha, y cuando ella alzó
que no soy un haragán, si eso es lo que piensas. la cabeza, mirándolo, la acercó aun más y la besó
-No, no pienso eso. Pero Bert dice que pasas muchas fervientemente.
noches bebiendo en El caminante. Nancy ahogó un grito y se apartó, pero sin mucha
-Ah, Bert lo dice, ¿eh? ¿Y qué puede interesarle a prisa.
Bert que yo vaya a El caminante? ¿Qué puede intere- -¡Oh, Gregoryl ¡Oh, Gregoryl ¡Mamá está espe-
sarte a ti además? Condenado impertinente ... rándome!

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26 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 27
-Otro beso. No te irás si no me das otro beso. recidos a las aletas de una foca. De pronto recobró la
Gregory la besó y se quedó junto a la puerta tem- voz:
blando de excitación. Nancy salió, susurrando: -¡Señor Grendon! - gritó. .
-Ven a vernos pronto. Sólo cuando el granjero y Bert llegaron corriendo
- Con el mayor de los_ placeres -dijo Gregory. desde el granero, se atrevió a mirar el carro.
Un último animal parecía estar desinflá:ndose rá-
Pero en la próxima visita hubo más miedo que pidamente como un globo de goma. Al fir.t el cuero
placer. flaccido cayó entre las pieles de los otros animales: un
Cuando Gregory llegó a la granja, el carro estaba montón de sacos vacíos. El carro crujió. Algo chapoteó
en el patio cargado con cerdos que chillaban. El pesadamente cruzando el patio, haci~ el estanque. .
granjero y Neckland trabajaban alrededor. Grendon no vio nada. Había corndo al carro y mi-
-Tengo la oportunidad de obtener una ganancia raba alelado los cueros de los cadáveres. Neckland mi-
rápida, Gregory -dijo el granjero animadamente-. raba también y al fin dijo:
Las marranas no alcanzan a alimentar a todos estos, - ¡Alguna enfermedad que los atacó de pronto!
pero los lechones son estimados en Norwich. Bert y ¡Seo-uramente una de esas enfermedades nuevas que
yo los llevaremos al tren de Heigham. vie~en del continente de Europa!
- ¡Han crecido mucho desde la última vez! - No es una enfermedad - dijo Gregory. Apenas
-Ah, sí. Un kilo por día. Bert, será mejor traer podía hablar. Acababa de descubrir que en los ca-
una red y echarla sobre el carro o se escaparán. ¡Cómo dáveres no había huesos-. No es una enfermedad.
se mueven! Miren el cerdo que está todavía vivo.
Los dos hombres fueron hacia el granero, chapo- Señaló el cerdo que había saltado del carro. Se
teando. Algo aplastó el barro detrás de Gregory. Se había quebrado una ¡;>ata y ahora yacía_ en la zanja,
volvió. a unos pocos metros, pdeando. El granJero se acercó
En el estercolero, entre el establo y el carro, apare- y lo levantó.
cieron las huellas de unas pisadas: dos huellas parale- -Escapó a la enfermedad saltando - dijo Neck-
las. Parecían imprimirse solas en el barro. Gregory land-. Señor Grendon, será mejor que vayamos a la
sintió un escalofrío de terror sobrenatural y no se porqueriza a ver cómo están los otros.
movió. Las huellas se acercaron y un color gris per- - Ah, sí, quedan esos -di10 Grendon. Le alcanzó
lado se extendió de algún modo sobre la escena. el animal a Gregory, muy seno-. No vale la pena lle-
El caballo se agitó, intranquilo. Las huellas llegaron var uno solo al mercado. Le diré a Grubby que des-
al carromato, que crujió levemente, como si alguién enganche el caballo. Mientras, podrías llevarle esta
se hubiese trepado encima. Los cerdos chillaron, ate- criatura a Marjorie. Por lo menos comeremos cerdo
rrorizados. Uno de ellos escapó saltando por arriba de asado mañana a la noche.
las tablas. Siguió un terrible silencio. -Señor Grendon, esto no es una enfermedad. Llame
Gregory seguía inmóvil, paralizado. Oyó un raro al veterinario de Heigham para que examine los ca-
ruido de succión en el carro, pero no podía apartar dáveres.
los ojos de las huellas barrosas. No eran las huellas de - No me digas cómo he de gobernar mi granja, mu-
un hombre sino de algo que arrastraba unos pies pa- chacho. Ya tengo bastantes dificultades.

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28 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 29
Gregory, sin embargo, no podía mantenerse apar- Grendon traía de la cocina la fuente con el cerdo
tado. Tenía que verla a Nancy y observar además asado.
lo que ocurría en la granja. Luego del horrible inci- Pronto descubrieron que el animal era incomible.
dente de los cerdos, a la mañana siguiente, recibió Todos dejaron caer los cubiertos. La carne tenía un
una carta de su muy admirado corresponsal, el señor sabor amargo y repugnante, y Necklánd hizo el primer
H. G. Wells, que decía en uno de sus párrafos: Se comentario.
me ocurre que en el fondo no soy optimista ni pesi- -¡La enfermedad! -gruñó-. Este animal tenía tam-
mista. Me inclino a creer que estamos en el umbral bién la enfermedad. Si lo comiéramos moriríamos to-
de una época de magnífico progreso -ya al alcance dos en una semana.
de la mano- y, a la vez, que quizá hayamos alcanzado Tuvieron que contentarse con un refrigerio de carne
el "fin du globe" anunciado por nuestros más turba- salada, queso y cebollas, alimentos todos poco ade-
dos profetas del fin del siglo. No me sorprende oír cuados para el estado de la señora Grendon. La mujer
que una granja remota de Cottersall sea el escenario se retiró escaleras arriba, diciéndose que había fra-
de un episodio tan importante, ignorado por todos, casado como cocinera, lloriqueando. Nancy corrió tras
excepto nosotros dos. Ni piense que esto no me ate- ella para consolarla.
rroriza, aunque no puedo dejar de exclamar: ¡Qué Luego de la desanimada comida, Gregory le habló
maravilla! a Grendon.
En otras circunstancias esta carta hubiera excitado -He decidido ir mañana a Norwich, donde pasa-
sobremanera a Gregory. Demasiado preocupado, se la ré unos días. Usted tiene problemas aquí, me parece.
metió en un bolsillo de la chaqueta y salió a ensillar ¿No quiere que le atienda algún asunt~ en_ la ciu-
a Daisy. dad? ¿No quiere que le busque un · vetermano?
Grendon le palmeó el hombro.
Poco antes del almuerzo logró robarle un beso a -Sé que tienes buenas intenciones y te lo agr~dez~o.
Nancy y le plantó otro en la mejilla encendida mien- Pero no te das cuenta, parece, que los vetermanos
tras la muchacha estaba atareada en el horno de la cuestan dinero, y luego cuando están aquí no son
cocina. Aparte de esto, no hubo ese día otras cosas una gran ayuda.
agradables. Grendon había observado que la extraña -Entonces permítame que haga algo por usted,
enfermedad no había atacado a ningún otro cerdo y Joseph, como retribución J?ºr _sus atencion~s. Permí~
estaba ahora más tranquilo, aunque pensaba que la tame que traiga un vetermano de Norwich, a nu
peste podía atacar de nuevo. Mientras, había ocurrido cargo, sólo para que eche una ojeada, nada más.
otro milagro. En los pastizales más bajos, en un co- -Qué terc? eres'. muchach?· ~e diré lo que _decía
bertizo en ruinas, Grendon guardaba una vaca que esa mi padre: s1 tropiezo en mis tierras con alguien a
noche_había_ t~nido cuatro terneros. No esperaba que quien no he llamado, sacaré la escopeta y le descar-
el ammal v1v1era, pero los terneros estaban bien, y garé una andanada, como hi_ce con aquel par de vaga-
Nancy los alimentaba con botellas de leche. bundos el año pasado. ¿He sido claro?
El granjero se había pasado en pie toda la noche, -Creo que sí.
cuidando a la vaca, y se sentó cansadamente a la - Entonces me iré a ver la vaca. Y no te preocupes
cabecera de la mesa en el momento en que la señora por lo que no .entiendes.

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30 MINOTAlJRO EL ÁRBOL DE SALIVA 31
La visita a Norwich - un tío de Gregory tenía una ventanas más bajas. Gregory advirtió un movimiento
casa en la ciudad- le llevó la mayor parte de la sema- en las hierbas y miró hacia abajo apartando la bota de
na. Mientras recorría el abrupto camino que unía Cot- montar. Un sapo enorme asomó bajo la maleza con
tersall y la granja de los Grendon, Gregory observó con una víbora en la boca, y miró a Gregory como pre-
sorpresa y aprensión que el campo había cambiado guntándose si el hombre le envidi_aba o no el botín.
mucho en los últimos días. Había hojas nuevas en Estremeciéndose, Gregory entró rápidamente en la ~asa.
todos los árboles, y aun el soto parecía un sitio más Unos sonidos apagados llega_ban desde _el pnmer
alegre. ~ero cu~ndo s~ acercó a la granja notó que la piso. La escalera rodeaba la chunenea maciza, y una
vegetación ~abia crecido demasiado. Los saúcos y ma- puerta con aldabón la separaba de _los cuartos bajos.
torrales casi ocultaban los edificios. Gregory llegó a Gregory no había estado nunca arnba, pero no titu-
pensar que la granja se había desvanecido misteriosa- beó. Abrió la puerta y subió por los escalones oscuros
mente, y espoleando a Daisy vio que el molino negro y casi en seguida tropezó con un cuerpo.
emergía detrás de unos arbustos. Los pastos eran muy Era un cuerpo suave, y reconoció en seguida a
altos en los prados del sur. Aun los olmos parecían Nancy: la muchacha lloraba de pie en la oscur~dad.
más densos que antes y se alzaban amenazadoramente Cuando Gregory la abrazó lla1?-fndola en voz_ ba3a, la
por encima de la casa. muchacha se libró de él y corr1O escaleras arnba. Gre-
Los cascos de Daisy resonaban en las maderas del gory podía oír ahora más claramente los ruidos que
puenteci~o y Gregory vio más allá del portón del patio venían del primer piso, aunque no escuchaba. Nancy
~nas ortigas enormes y velludas que se amontonaban alcanzó la puerta que se abría en el descanso, se pre-
3unto a las zanjas. Los pájaros iban en bandadas de cipitó en el cuarto y se encerró. Cuando Gre_gory probó
un ~ado a otro. Sin embargo, Gregory tenía una im- el pestillo, oyó que Nancy echaba el cerroJO.
presión ~e muerte más que de vida. Una pesada quie- -¡Nancy! -llamó-. ¡No te ocultes de míl ¿Qué ha
tud dommaba el lugar, como si una maldición hubiese ocurrido?
eliminado el ruido y la esperanza. La muchacha no respondió. Gregory se quedó apo-
Gregor~ comprendió q1;1e esto se debía en parte a yado en el marco, esperando, y al rato se abrió la puer-
que Lardie, la perra ove1era que había reemplazado ta de la habitación <le al lado y el doctor Crouchron
a Cuff, no corría ladrando por el patio como cada salió apretando una valijita negra. Era un hombre
vez que llegaban visitas. El patio estaba desierto. Aun alto y sombrío, de cara arrugada, y asustaba ?e tal
las ga_llinas habían desaparecido. Cuando Gregory llevó modo a los pacientes que muchos de ellos seguian_ es-
a Daisy a los establos vio allí un caballo manchado trictamente las prescripciones y se curaban en segmda.
y reconoció el animal del doctor Crouchron. Aún aquí llevaba el infaltable sombrero de _copa, que
La ansiedad de Gregory cobró caracteres más de- tanto había contribuido a su fama en la vecmdad.
finidos. Como no había sitio en el establo llevó a -¿Qué ha pasado, doctor Crouchron? - preguntó
Daisy hasta e~ pilar, a orillas del estanque, y la ató Gregory cuando el médico cerró la puerta y comenzó
all! antes de ir a la casa. °!--ª puerta principal estaba a bajar las escaleras-. ¿Qué ha atacado a esta casa?
abierta. Unos deformes dientes de león crecían in- ¿La plaga o alguna otra cosa terrible?
vadiendo el porche. La madreselva, bastante rala has- -¿La plaga, joven, la plaga? No, es algo mucho
ta hacía poco tiempo, se apretaba ahora contra las menos natural.

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32 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 33
El médico miró a Gregory con la cara muy tiesa, - J oseph, ¿qué le ha pasado? Parece que ya no tu-
como prometiéndose no mover otra vez un músculo viera usted corazón. ¿No se le ocurre pensar que su
hasta que le preguntaran lo obvio. mujer lo necesita en la casa?
-¿Por qué lo llamaron, doctor? El granjero volvió hacia Gregory unos ojos curiosa-
-La hora de la señora Grendon llegó esta noche mente inexpresivos. Al fin habló, sosteniendo la hor-
- dijo el médico. quilla con ambas manos, como un arma.
Gregory se sintió inundado por una marea de ali- - H e estado con ella toda la noche mientras traía
vio. ¡Había olvidado a la madre de Nancy! al mundo esos niños ...
- ¿Tuvo su bebé? ¿Fue un niño? -Pero ahora ...
El médico asintió con lentos movimientos de cabeza. -Una enfermera de Dereham Cottages está con ella.
-Dio a luz a dos niños, joven. - Titubeó, torció la Me pasé la noche a su lado. Ahora he de cuidar la gran-
cara, y dijo:- Dio a luz también a siete niñas. ¡Nue- ja ... Todo sigue creciendo.
ve criaturas! Y todos... todos viven. - T odo crece demasiado. Deténgase y piense . . .
-No tengo tiempo para charlas.
Gregory encontró a Grendon afuera, del otro lado Grendon dejó caer la horquilla, hizo a un lado a
de la casa. El granjero llevaba al hombro una hozna- Gregory, alzó el cerrojo, y abrió la puerta. Tomando
ga de heno y caminaba hacia el establo. Gregory le sa- fuertemente a Gregory por el antebrazo empezó a em- 1
lió al paso, pero el hombre no se detuvo. pujarlo por los macizos de vegetación hacia los prados 1
- Quiero hablarle, Joseph. del sur. '
-Tengo mucho trabajo. Lástima que no te des Las lechugas tempranas habían alcanzado allí un 1
cuenta. tamaño gigantesco. Todo brotaba impetuosamente. '
-Quiero hablarle de su mujer. Grendon corrió entre las líneas de plantas, arrancan-
Grendon no replicó. Dejó caer el heno, bruscamente, do puñados de rábanos, zanahorias, cebollas de pri-
y se volvió a buscar más. Era difícil hablar en esas con- mavera, y arrojándolos por encima del hombro.
diciones. Las vacas y los terneros, apretados en el es- -Mira, Gregory ... nunca has visto nada de este
tablo, parecían emitir un mugido perpetuo y grave, y tamaño, ¡y todo antes de tiempo! La cosecha será 1
unos gruñidos nada propios de la especie. Gregory extraordinaria. ¡Mira los campos! ¡Mira la huerta!
siguió al granjero hasta el campo, pero el hombre -señaló con un amplio ademán las líneas de árboles,
caminaba como un poseso. Tenía los ojos hundidos, cargados de capullos blancos y rosados-. No sé qué
y la boca tan apretada que casi no se le veían los ocurre, pero vamos a sacarle provecho. Quizá no se re-
labios. Gregory le puso una mano en el brazo y el pita otro año... ¡Parece un cuento de hadas! . 1

granjero se soltó con un movimiento. Recogiendo otra El granjero no dijo más. Dio media vuelta, como_ s1
hoznaga de heno se volvió hacia los cobertizos tan vio- se hubiera olvidado ya de Gregory, y con los OJOS
lentamente que Gregory tuvo que saltar a un costado. fijos en el suelo, que de pronto parecía tan fértil, ca-
Gregory perdió la cabeza. Siguió a Grendon hasta minó de vuelta hacia los cobertizos. '

el establo, cerró los batientes bajos de las puertas, y Nancy estaba en la cocina. Neckland le había traído
echó el cerrojo exterior. Cuando Grendon volvió, Gre- un balde de leche fresca, y la muchacha estaba tomando
gory se le puso delante. unos sorbos de un cucharón.
11

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34 MI NOTAURO EL ÁRBOL DE: SALIVA
35
-Oh, Greg, perdona que me haya escapado. Esta~a tivo serás! Pero Gloucester ... queda en el otro extremo
tan trastornada -Nancy se acercó a Gregory, y sm del país. Ya no vendrás nunca aquí.
soltar el cucharón le pasó los brazos por encima de los -No h~y nada definitivo todavía, Nancy.
hombros, con una familiaridad que no había mostrado -Estaras allí dentro de una semana, y no te volve-
antes.- Pobre mamá, creo que la ha trastornado eso remos a ver. Una vez que llegues a esa vieja escuela,
de. . . eso de tener tantos chicos. Dice unas cosas muy ya no te acordarás de tu Nancy.
raras que nunca oí, y me parece que se imagina que Gregory tomó la cara de Nancy entre las manos.
es de nuevo una niña. -¿Eres realmente mía? ¿Te importo realmente?
-No me asombra -dijo Gregory, acariciándole el Nancy entornó los ojos oscuros.
pelo-. Se sentirá mejor una vez que se recobre del . -Gre?, tod? está tan confuso aquí ... Quiero de-
shock. cir ... s1, me importas, me asusta pensar que quizá no
Se besaron, y al cabo de un momento la muchacha te vea más.
le ofreció a Gregory un cucharón de leche. Gregory Un cuarto de hora más tarde, Gregory se alejaba
bebió y escupió en seguida, con repugnancia. montado en Daisr, ID:UY contento, recordando las pa•
-¡Aj! ¿Qué le han puesto a esta leche? ¿Neckland labras que le h~b1a dicho Nancy ... y sin pensar para
querrá envenenarte? ¿La has probado? ¡Es amarga nada e~ los pe~gros a que la había dejado expuesta.
como hiel! Llov~znaba ~1geramen~e esa noche, mientras Gregory
Nancy lo miró sorprendida. Rolles iba hacia El caminante. Su amigo Bruce Fox ya
-Tiene un sabor un poco raro, pero no es desagra- esta_ba en . la taberna, sentado cómodamente en un
dable. Déjame probar otra vez. abrigado rincón.
-No, es demasiado horrible. Parece que le hubieran Esta vez, Fox tenía más interés en proporcionar
echado linimento del doctor Sloan. detalles acerca de la próxima boda de su hermana
Nancy no prestó atención a las advertencias de que en escuchar lo que Gregory quería decirle, y como
Gregory, se llevó a los labios el cucharón de metal, al 5abo de un rato_ llegaron algunos a~igos del futuro
sorbió, y meneó la cabeza. cunado, y se sucedieron las rondas de libaciones, la 00.
-Estás imaginándote cosas, Greg. Sabe un poco che fue p~onto despreocupada y alegre. Poco después,
distinto, es cierto, pero nada más. ¿Te quedarás a co- el ag~ardien~e había animado también a Gregory, y
mer con nosotros? se umó cordialmente a los otros.
-No, Nancy, tengo que irme. Me espera una carta A la mañana s~guiente despertó con la cabeza pe-
que he de contestar hoy mismo. Llegó mientras yo ~ada y u~ humor lugubre. El día era demasiado húmedo
estaba en Nonvich. Escucha, mi encantadora Nancy, ~ar~ s~lir y hacer un poco de ejercicio. Se sentó en un
es una carta del doctor Hudson-Ward, un viejo co- s1llon Junto a la ventana, sin decidirse a responder al
nocido de mi padre. Es director en una escuela de doc~or Hudso!l•Ward, el director de la escuela. Som-
Gloucester, y me ofrece un puesto de maestro, en las noliento, volvió a un pequeño volumen encuadernado
mejores condiciones. ¡Ya ves que no estaré ocioso mu• en cuero que había comprado en Norwich unos días
cho tiempo! antes y que trataba de serpientes. Al cabo de un rato
Riendo, Nancy se abrazó a Gregory. u~. pasaje le llamó particularmente la atención. '
-¡Es maravilloso, querido! ¡Qué maestro tan atrae- La mayoría de las serpientes venenosas, con ex-

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36 M INOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 37
cepción de los opistoglifos, suelt~n a sus víctimas lue- go del camino fangoso que había recorrido tantas veces.
go de haberles clavado los colmillos. En algunos casos Cuando llegaba ya a la huerta, vio que Grubby y
las víctimas mueren a los pocos segundos, y en otros la Neckland trabajaban en la zanja destapándola con
agonía se prolonga durante horas o días. La saliva ~e unas palas. Los saludó y siguió adelante.
ciertas serpientes además de ser venenosa posee vir- Grendon y Nancy estaban en el terreno que se ex-
tudes digestivas especiales. En la serpiente coral del tendía al este de la casa. Gregory llevó la yegua al
Brasil, aunque no mide más de treinta centímetros de establo y fue lentamente hacia ellos, notando mien-
largo, estas virtudes son sobreabundantes. Cuando tras caminaba qué seco estaba allí el terreno, como si
muerden a un animal o a un ser humano, la víctima no hubiese llovido en los últimos quince días. Pero
muere en cuestión de pocos segundos, pero la saliva olvidó en seguida el problema, sobresaltándose, horro-
le disuelve además las partfs interiores, de modo que rizado. Grendon estaba poniendo nueve crucecitas en
hasta los mismos huesos se transforman en una jalea. nueve montones recientes de tierra.
De este modo la pequeña serpiente puede succionar a Nancy sollozaba. La muchacha y Grendon alzaron
la víctima como si ésta fuese una sopa o caldo por los ojos mientras Gregory se acercaba a las tumbas, ,
las incisiones que le ha practicado en la piel, que pero el granjero volvió en seguida a sus tareas.
permanecerá intacta." -Oh, Nancy, Joseph. Lo siento tanto -exclamó
Pasó un largo rato, y Gregory se quedó sentado Gregory- . Pensar que todos ... ¿Pero dónde está el
junto a la ventana, con el libro abierto sobre las rodi- párroco? ¿Dónde está el párroco, J oseph? ¿Por qué está
llas, pensando en la granja de Grendon, y en Nancy. usted enterrándolos, sin servicio religioso ni nada?
Se reprochó a sí mismo haber hecho tan poco por -¡Se lo dije, pero no me hizo caso! -exclamó Nancy.
6US amigos y elaboró lentamente un plan de acción Grendon había llegado a la última tumba. Tomó
para la próxima visita. Pero tendría que esperar unos la tosca cruz de madera, la álzó por encima, de su ca-
días. La humedad parecía haberse instalado en la re- beza, y la clavó en el suelo como si quisiera traspasar
gión, con una firmeza desacostumbrada en esa época: el corazón de lo que había abajo. Sólo entonces se
últimos días de abril y primeros de mayo. enderezó y habló.
Gregory trató de pensar en la carta que le escribiría - No necesitamos aquí ningún párroco. No hay por
al doctor Hudson-Ward, en el condado de Gloucester. qué perder tiempo. Tengo mucho trabajo.
Sabía que debía aceptar el empleo, que en verdad no -¡Pero son sus hijos, Joseph! ¿Qué le ha pasado?
le desagradaba, pero no podría hacerlo hasta que viese - Son parte de la granja ahora, como lo fueron
a Nancy sana y salva. Al fin decidió postergar la res- siempre. - Grendon se volvió recogiéndose aún más las
puesta hasta el día siguiente, y escribió entonces que mangas de la camisa en los brazos musculosos y partió
le agradaría aceptar el puesto y con el sueldo conveni- rumbo a la zanja donde trabajaban los hombres.
do, pero suplicaba a la vez que le dieran una semana Gregory abrazó a Nancy y le miró la cara bañácla
para pensarlo. Cuando llevó la carta a la estafeta por las lágrimas.
de Los tres cazadores furtivos, aún seguía lloviendo. - ¡Qué días habrás pasado!
Una mañana la lluvia cesó de pronto, y los cielos - Yo ... yo pensé que te habías ido a Gloucester.
azules y amplios de la Anglia Occidental brillaron ¡Gregl ¿Por qué no viniste? ¡Te esperé todos los días!
otra vez, y Gregory ensilló a Daisy y cabalgó a lo lar- - Llovía tanto y estaba todo inundado.

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38 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 39


-El tiempo ha sido hermoso desde que estuviste -Prueba uno. Quebradizos, húmedos y tibios, como
aquí. ¡Mira cómo ha crecido todo! los mejores.
-En Cottersall llovió a mares. Gregory aceptó distraídamente, mordió el globo
-¡Qué raro! Eso e?'plica que el Oats traiga tanta tentador, y escupió en seguida. ¡Otra vez aquel sabor
agua Y anegue la zanJª: Aquí ha lloviznado apenas. envilecido y amargo!
-Nancy: _¿cómo murieron estos pobrecitos? -¡ Oh, pero son magníficos! - protestó Nancy.
- Prefenn~ no hablar de eso, si no te importa. -¿Ya no te basta decir "algo raros" y los llamas
-¿Por que tu padre no ha llamado al párraco Lan- "magníficos"? Nancy, ¿no te das cuenta? Algo sobre-
don? ¿Cómo puede ser tan duro? natural y terrible está ocurriendo aquí. Lo siento, pero
-No quiere que nadie de afuera se entere. Pues ... no veo otra salida. Tú y tu padre deben irse inmedia-
oh, tengo que decírtelo, querido. . . Mamá. . . perdió tamente.
la cabeza, ¡completamente! Anteayer a la noche cuan- -¿Irnos, Greg? ¿Sólo porque no te gusta el sabor
do ... de estos rabanitos magníficos? ¿Cómo podríamos irnos?
-No me estarás diciendo que ella ... ¿A dónde? ¿Ves esta casa? Mi abuelo murió aquí, y
-Ay, Greg, ¡me lastimas los brazos! Mamá ... ma- el padre de mi abuelo. Es nuestro sitio. No podemos
má fue escaleras arriba sin que nos diéramos cuenta dejarlo todo así porque sí, ni siquiera luego de estas
y. . . s?focó a todos los bebés uno por uno, Greg, con desgracias. Prueba otro rabanito. 1
la me1or almohada de plumas. -Por amor de Dios, Nancy, ese sabor sólo podría
. Gregory advirtió que Nancy perdía el color. Solí- satisfacer a un paladar completamente distinto del 1

nuestro ... Oh ... -Gregory miró fijamente a la mu- '


citamente, la l~e".ó de vuelta a los fondos de la casa. 1
Se sentaron al11, Juntos, en el muro bajo de la huerta chacha.- Y quizá así es, Nancy. Te explicaré ... 1
y Gregory rumió en silencio las palabras de la mu~ Se interrumpió, separándose del muro. Neckland
chacha. había aparecido en uno de los extremos de la casa y
1
-¿Cómo está tu madre ahora, Nancy? venia hacia ellos sucio todavía del barro de la zanja,
1
-No ha?la. Papá tuvo que encerrarla en el cuarto. con la camisa abierta y suelta. Traía en la mano una
vieja pistola del ejército. 1
An_oche gntó mucho, pero esta mañana estaba tran- '
quila. -Dispararé si se acerca -dijo Neckland-. Esta pis- '

Gregory miró aturdidamente alrededor. Le pareció tola nunca falla, y está cargada, señorito Gregory. ¡Y j
que una luz moteada cubría todas las cosas, como si ahora me escuchará! 1

-¡Bert, aparte eso! -gritó Nancy. 1


!ª sangre que_ le había vuelto a la cabeza le hubiera 1

mfectado la vista con un sarpullido. En los frutales los Se movió hacia Neckland, pero Gregory la retuvo y
capullos habían desaparecido casi del todo, y en las ra- se puso delante. '
1

mas _colgaban ya l;filªS manzanas embrionarias. Las le- -1No sea idiota, Necklandl ¡Aparte esa pistola! '

gummosas se mclmaban bajo el peso de unas vainas -Dispararé, lo juro, dispararé si usted se mueve.
'
enormes. Nanc~ siguió la dirección de la mirada de -Neckland miraba a Gregory con ojos centelleantes
Gregory, y metiendo una mano en el bolsillo del de- y una expresión de resolución en la cara oscura.- Me
lantal sacó _unos rábanos brillantes y rojos, grandes jurará usted que se irá en seguida de esta granja en 1
como naranps. esa yegua suya y que no vendrá más por aquí.

'
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40 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 41

-Iré a decírselo a mi padre, Bert -advirtió Nancy. tigo. Tú eres quien sabe de esas cosas que caminan
-Si usted se mueve, Nancy, le aviso que le meteré por los muros, ¿no es cierto?
una bala en la pierna a ese elegante amigo suyo. Ade- -No entiendo, señora Grendon.
más, poco le interesa ahora al padre de usted el se- -No me llames con ese nombre tonto de antes,
ñorito Gregory ... Tiene otras preocupaciones. hijito. Tú sabes de esas cosas grises y pequeñas que
-¿Como descubrir qué ocurre aquí? -dijo Grego- no debieran estar aquí, ¿no es cierto?
ry-. Escuche, Neckland. Todos estamos en dificultades. -Oh, eso ... ¿Y si digo que sí?
Unos monstruitos horribles dominan la granja. Usted - Los otros niños malos dicen que no saben, pero
no los ve porque son invisibles, pero ... tú sabes, ¿no es cierto? Tú sabes de esas cosas grises.
La pistola atronó el aire. Mientras Gregory habla- Gregory sintió que la transpiración le corría por la
ba, Nancy había echado a correr. Gregory sintió que frente. L a mujer se le había acercado todavía más, y
la bala le traspasaba la tela del pantalón, sin tocarle lo miraba fijamente a los ojos, sin tocarlo. Pero Gre-
la pierna. Furioso, se arrojó contra Neckland y lo gory sabía muy bien que la mujer lo tocaría en cual- '
golpeó duramente en el pecho, por encima del cora- quier momento. Vio de reojo que Neckland se movía
zón. Cayendo hacia atrás, Neckland soltó la pistola y y se alejaba de la casa arrastrándose. _
lanzó un puñetazo que no dio en el blanco. Gregory -¿Y usted salvó a los bebés de esas cosas pequenas
lo alcanzó otra vez. El otro se le echó encima y los y grises? -le preguntó a la señora Grendon.
dos empezaron a golpearse furiosamente. Gregory con- - Las cosas grises querían besarlos, pero yo no las
siguió librarse al fin, pero Neckland insistió. Los hom- dejé. Fui más lista que ellas. Escondí .a . los_ bebés i
bres siguieron martilleándose las costillas. bajo la almohada de plumas, ¡y ahora m siquiera yo
-¡Suéltame, cerdo! -gritó Gregory. Metió un pie puedo encontrarlos! . . . .
detrás del tobillo de Neckland y los dos cayeron sobre La mujer se echó a reír em1t1endo un chirrido ho-
la hierba. H acía tiempo Grendon había levantado en rrible y bajo. ,
este sitio un muro de tierra, que corría entre la casa -¿Son pequeñas y grises y húmedas, eh? -pregunto
y los terrenos bajos de la huerta. Los hombres rodaron Gregory bruscamente-. Tienen pies grandes, membr~-
cuesta abajo, y al fin chocaron con la pared de piedra nosos como patas de rana, pero son pesadas y de baJa
de la cocina. Neckland llevó la peor parte, pues se estatura, y tienen colmillos de serpiente, ¿eh? !

golpeó la cabeza contra la arista de la pared y quedó La señora Grendon no parecía muy segura. De pron-
te~dido en el suelo, aturdido. Gregory se encontró to volvió los ojos a un lado, como si hubiese advertido
rmrando un par de pies cubiertos con medias de co- un movimiento.
lores. Se incorporó lentamente, y se enfrentó con la -Ahí viene una -dijo-. La hembra.
señora Grendon a menos de un metro de distancia. Gregory miró también, pero no vio nada. Tenía la
La mujer sonreía. boca seca.
Gregory se quedó mirándola un rato, ansiosamente, -¿Cuántas criaturas de esas hay, señora Grendon?
y se enderezó. Notó entonces que las hierbas cortas se movían,
-De modo que estabas aquí, Jackie, mi querido se aplastaban y se alzaban, casi a sus pies, y gritó,
-dijo la mujer. La sonrisa era más amplia ahora, alarmado. Alzando el pie derecho, calzado con pesada
y menos parecida a una sonrisa-. Quiero hablar con- bota de montar, describió un arco e_n el aire, casi a la

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42 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 43
altura del suelo. La bota golpeó algo invisible. Casi Se acercó a la puerta baja y miró la superficie oscura
en seguida recibió un terrible puntapié en el ~uslo, del estanque. N eckland se sostuvo tomándose de la po•
y cayó hacia atrás. Estaba tan asustado que se incor- lea que colgaba sobre su -~abeza y no dijo na~a.
poró en seguida, a pesar del dolor. -Mire el estanque -diJO Gregory-. Allí viven los
La señora Grendon estaba cambiando. La boca se le aurigas. Dios mío ... Bert, mire, ¡allí va uno!
hundió como si hubiera perdido un lado de la cara. Había tanta ansiedad en la voz de Gregory que
La cabeza le cayó a un costado. Los hombros se le N eckland miró hacia el estanque. Los dos hombres
inclinaron hacia adelante. Un arrebato de color le observaron juntos una depresión que se formaba en
animó un momento las facciones, pero casi en seguida el agua oscura, y unos d~culos de ondas alrededor.
empalideció y se achicó como un globo que se desinfla. Aproximadamente en medio del estanque, la depre•
Gregory cayó de rodillas, gimiendo, hundió la cara sión se transformó en un chapoteo. Hubo un breve
entre las manos, y apoyó la frente en el suelo. Sintió torbellino, y las ondas se borraron poco a poco.
que se hundía en la oscuridad. -Ahí tiene usted a su fantasma, Bert -susurró Gre•
Debió de haber perdido el conocimiento sólo un gory-. Debe de ser el que atacó a la pobre señora
instante. Cuando se recuperó, el saco de ropas de mu• Grendon. ¿Me cree usted ahora?
jer estaba posándose aún lentamente en el suelo. -Nunca supe de un fant_as~a que viviera bajo el
-¡Joseph! ¡Joseph! -aulló. agua -dijo Neckland boquiabierto.
Nancy había huido. Aterrorizado y furioso al mismo -Los fantasmas no hacen daño a nadie ... Tenemos
tiempo, Gregory lanzó otro puntapié y corrió alrededor en cambio muchos ejemplos de lo que estos mons-
de la casa hacia los establos. truos son capaces de hacer. Vamos, Bert, démonos las
Neckland estaba a medio camino entre el cobertizo
y el molino, frotándose el cráneo. Descubrió a Gregory,
manos, créame que no le guardo rencor. Oh, ¡vamos, l
hombre! Ya sé qué siente usted por Nancy, P:ro en- 1

que aparentemente lo perseguía, y echó a correr. tienda que sólo ella puede decidir su propia vida..
-¡Neckland! -gritó Gregory. 1 Los dos hombres se estrecharon las manos sonrién-
1

1
Corrió desesperadamente detrás del otro. Neckland dose débilmente.
llegó al molino, entró de un salto, trató de cerrar la -Será mejor que baje?1os y -~e contemos al seño~
puerta, se aturdió, y trepó rápidamente por las esca- Grendon lo que hem°? visto -~110 Neckland- . Ahora 1
leras de madera. Gregory lo siguió gritando. entiendo qué le ocumó a Lardie anoche.
La persecución los llevó a lo alto del molino. Neck- -¿Lardie? ¿Qué le pasó? No la vi en tod~ el día.
'
'

1
land estaba tan asustado que no echó el cerrojo de la -Lo mismo que a los lechones. La encontre dentro
puerta trampera. Gregory la abrió con un solo movi- ,del granero. Sólo quedaba de ella la piel. ¡No había
1

1
miento del brazo y subió jadeando. Acobardado, Neck- nada adentro! Como si le hubieran chupado las 1

land retrocedió hasta que casi estuvo afuera apoyado entrañas. 1


en la estrecha plataforma, sobre las aspas.
1
-Se caerá usted, idiota -advirtió Gregory-. Escu- Gregory tardó veinte minutos en reunir el consejo
che, Neckland, no tiene por qué temerme. No quiero de guerra. Todos estaban ahora en la sala de la c~s~. 1
que haya enemistad entre los dos. Hay un enemigo Nancy no se había sobrepuesto del todo a la no_ucia
mayor que hemos de enfrentar. ¡Mire! de la muerte de su madre y estaba sentada en un sillón 1

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44 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 45

con 1:_n chal sobre los hombros. Al lado de ella, de pie, Hubo un silencio en el cuarto, hasta que al fin Nan-
el senor Grendon esperaba impacientemente, con los cy dijo con una vocecita:
brazos cruzados, y Bert Neckland se apoyaba en el -No creerás realmente algo tan horrible.
marco ?e la _puerta. S~lo _Grubby no estaba presente. -¿Y tú cómo lo sabes? ¿Te lo han dicho esas cria-
Le habian dicho que siguiera trabajando en la zanja. turas invisibles? -preguntó Grendon con tono tru-
-Trataré una vez más de convencerlos de que todos culento.
ustedes están en grave peligro -dijo Gregory-. No se - Ahí están las pruebas, no puede negarlas. Perdone
dan cuenta realmente. En verdad todos nosotros so- mi brutalidad, Joseph, pero a la mujer de usted se la
mos como animales ahora. ¿Recuerda usted aquel raro comieron, lo mismo que a la perra y a los cerdos.
meteoro que cayó el invierno último, Joseph? ¿Y re- Y lo mismo le ocurrirá a los demás, tarde o temprano.
cuerda aquel rocío hediondo a principios de la prima- Los aurigas ni siquiera son caníbales. No soi: _coro?
v_era? Las dos cosas están relacionadas entre sí, y ambas nosotros. No les importa que tengamos alma m mteh-
tienen que ver con todo lo que ocurre ahora. Aquel gencia, a:sí como a nosotros no nos importa la posible
meteoro e_ra de algún modo una máquina del espacio, intelio-encia de las vacas.
lo creo firmemente, y adentro venía una forma - de -Aº mí no me comerá nadie -dijo Neckland, deci-
vida que ... no se puede decir que .sea hostil a la vida didamente pálido.
terrestre, pero sí que no tiene en cuenta la cualidad -¿Cómo podrá impedirlo? Son invi~ibles, y p~ei:iso
de esa vid~. Las criat~ras de esa máquina, a quienes que atacan como las serpie~tes. Son criaturas anfibias,
llamo ~ungas, esparcieron el rocío sobre la granja. y quizá de no más de med10 metro de altura. ¿Cómo
Ese roc10 era un acelerador del crecimiento un abono se protegerá usted? -Gregory se volvió hacia el gran-
o fertilizante, que hace crecer a animales y' plantas. jero.- J oseph, el peligro es muy g_ra_nde,. y no sólo
- ¡Tanto me3or para nosotros! -dijo Grendon. para los que estamos aquí. Al prmc1pi_5> m1en~ras nos
- No, no es nada mejor. Todo creció de un modo estudiaban no intentaron hacernos dano ... s1 no yo
extraordinario, ~s cierto, pero con un gusto distinto, hubiera muerto aquella vez que eché el bote ~l agua.
u~ gusto apropiado para otros paladares, los de esas Ahora sin embargo son resueltamente hostiles .. Le
cnaturas. Han visto ustedes qué ha ocurrido. No pue- ruego que me deje ir a Heigham y telefonear al Jefe
den vender nada. La gente no querrá los huevos O la de policía de Norwich, o por lo menos al destacamento
leche o la carne de esta granja. . . tienen un sabor local, para que vengan a ayudarnos.
muy desagradable. El granjero meneó lentamente la cabeza y apuntó
-Qué tontería. Los venderemos en Norwich. Nues- con un dedo a Gregory.
tros productos son mejores que nunca. Nosotros los -Pronto has olvidado nuestras charlas, Gregory.
comemos, ¿no es así acaso? No recuerdas ya lo que decíamos del socialismo y de
-Sí, Joseph, ustedes los comen. Pero todos los que cómo los poderes oficiales se irían ~ebil~~ando. Tan
comen a esta mesa están condenados. ¿No entiende pronto como te encuentras en una s1t~ac10n un poco
usted? Todos ustede? están "fertilizados", lo mismo que difícil, ya quieres llamar a las autoridades. No ha~
los cerdos y las gallmas. Este sitio ha sido transforma- nada aquí que unos pocos perros bravos como m1
do en una supergranja, y para los aurigas todos ustedes vieja Cuff no puedan enfrentar. No roe opongo ~
son ahora carne comestible. comprar un par de perros, pero me conoces poco s1

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46 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA

crees que llamaré a las autoridades. ¡Buen socialista -¿Es por eso que la co~ida nos sabía mal al prin-
has resultado! cipio y luego nos supo bien otra vez?
-¡No tiene derecho a hablarme así! - exclamó Gre- -Hay una única explicación. En ese ent~nces los
gory-. ¿Por qué no dejó venir a Grubby? Si usted fue- sistemas de ustedes no se habían adaptado aun al ve-
ra socialista, trataría a sus hombres como se trata a neno. Ahora sí. Los están criando a ustedes, Nancy,
usted mismo. En cambio lo dejó trabajando en la así como nosotros criamos ganado._ ¡E~toy c~mpleta•
zanja. Yo quería que Grubby asistiera a esta discusión. mente seguro! Y tengo miedo por tl, m1 querida, ten-
El granjero se inclinó amenazadoramente por enci- go tanto miedo. ¿Qué haremos? ¡Ven a Cotters_all co~-
ma de la mesa. migo! La señora Fenn _tiene u!1a hermosa sahta arn•
. -Ah, sí, ¿eh? ¿Y _desde cuándo mandas en esta gran- ha, y pienso que querna alqmlarla. ,
Ja? Grubby puede ir y venir a su antojo. Fúmate ésta, -Estás diciendo disparates, Greg. ¿_Cómo podria ha•
a_mi~o _-el granjero se acercó aun más a Gregory, como cer eso? ¿Qué diría la gente? No, te 1t~s al~ora y espe-
s1 sintiese que la cólera podía ayudarle a olvidar el raremos a que a papá se le pase el enoJO, S1 p~edes ve-
miedo-. Tratas de asustarnos, ¿no es cierto? Pues nir mañana, verás que está mucho más _tranq~nlo, pues
bien, los ~rendon no son gente, miedosa. Te diré algo. lo esperaré esta noche y le hablaré de ti. Entiende 9-ue
¿Ves ese rifle en la pared? Esta cargado. Y si no des- está trastornado por la pena y no sabe bien lo que dice.
apareces de la granja antes de mediodía, ese rifle no -Bueno, querida. Pero quédate ~entro de la casa
seguirá en la pared. Estará aquí, en mis dos manos todo el tiempo que puedas. Los aungas no han entra-
y te lo haré sentir donde te duela más. ' do aquí hasta ahora, y estarás más segura. Y '!-11tes de
-No puedes hacer eso, papá -dijo Nancy-. Sabes irte a la cama cierra todas las p~ertas Y, persianas. Y
que Gregory es amigo nuestro. trata de que tu padre se lleve ese nfle arnba.
,- Por amor de Dios, Joseph -dijo Gregory-, ¿no ve
donde están sus enemigos? Bert, cuéntele al señor Los días eran más largos ahora en su marcha confia-
Grendon qué vimos en el estanque. Vamos, ¡cuéntele! da hacia el verano, y Bruce Fox llegó a su cas~ ~ntes
Neckland no tenía muchas ganas de ser arrastrado que se pusiera el sol. Bajó de un salto de la b1c1cleta
a la discusión. Se rascó la cabeza, se sacó del cuello y se encontró con su amigo Gregory, que lo esperaba
un pañuelo de cuadros rojos y blancos, se enjugó la impacientemente. .
cara, y murmuró: Entraron juntos, y mientras Fox bebía un ~zón de
-Vimos algo así como unas ondas en el agua, pero té, Gregory le contó lo que había pasado ese dia en la
n_o fue nada realmente, señorito Gregory. Quiero de- granja. . _
Clf que pudo haber sido el viento, ¿no es cierto? -Estás en dificultades -dijo Fox-. Mira, ~anana es
-Quedas advertfdo, Gregory -dijo el granjero-. domingo. No iré a la iglesia y te acompanaré a la
Saldrás de la granJa antes del mediodía en esa yegua granja. Necesitas ayuda. con ese rifle. Lo
tuya, o no respondo de mí. -Joseph es capaz de dispararme _
Salió a la luz pálida del sol, seguido por Neckland. hará con toda seguridad ?i me _v~ con un extrano.
Nancy y Gregory se quedaron mirándose. Gregory Puedes ayudarme ahora roismo diciéndome dónde en-
tomó las manos de la muchacha, que estaban frías. contraré un perro joven para proteger a Nancy.
- ¿Tú creíste lo que dije, Nancy? -Tonterías. Iré contigo. De todos modos, ya no

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48 MINOTAURO
EL ÁRBOL DE SAL.I VA 49
aguanto oír.:odo esto de segunda mano. Pero consegui- mosa quizá, como li de los peces; pie, membranosos
remos tamb1en un cac~orro: El herrero dispone de una de rana; estatura pequeña y forma de barril, y una
camada de la que quiere librarse. ¿Tienes algún plan cabeza diminuta con dos largos colmillos en la man-
de acción? díbula. ¡Parecía indudable que esa invisibilidad ocul-
-¿Plan de acción? No, no realmente. taba a un enano de aspecto realmente feo!
- Necesitas tener un plan. Grendon no se asusta La macabra imagen se desvaneció en el aire, y
fácilmente, ¿no es cierto? Gregory siguió trabajando con Bruce Fox en la pre-
- Me parece que está bastante asustado. Nancy dice paración de la trampa. Grendon, afortunadamente, no
que está asustado. Pero no tiene mucha imaginación y había tratado de impedir que entraran en la granja.
no se le ocurre otra cosa que seguir trabajando todo N ancy había logrado calmarlo. Y Grendon, por otra
lo posible. parte, había tenido una terrible experiencia esa ma-
- Mira, conozco a estos granjeros. No creen nada ñana. Cinco gallinas habían quedado reducidas a poco
hasta que se lo frotas por la nariz. Lo que debemos más que piel y plumas, casi delante de sus ojos, y
hacer es mostrarle un auriga. como resultado andaba alicaído y sin mirar mucho
-Oh, espléndido, Bruce. ¿Y cómo? alrededor. Ahora estaba en un campo lejano, traba-
- Cazaremos uno. jando, y los dos jóvenes podían llevar adelante sus
- N? ?lvid~s que son invisibles . . . ¡eh, Bruce, sí, planes sin ser molestados, aunque de cuando en cuan-
por Jupiter, tienes razón! ¡Se me ha ocurrido una idea do miraban ansiosamente hacia el estanque. Mientras,
magnífica! Escucha, no habrá más preocupaciones si Nancy, preocupada, los observaba desde una ventana.
atrapamos a uno. Luego cazaremos a todos los demás, Nancy tenía a su lado un perro robusto, de ocho
. ,
no importa cuantos sean, y podremos matarlos. meses de edad, llamado Gyp, y que Gregory y Bruce
le habían traído del pueblo. Grendon, por su parte,
Fox sonrió por encima del pedazo de torta de ce- había conseguido que un vecino lejano le prestara dos
rezas. mastines feroces. Estas bestias de anchas mandíbulas
-Estamos. de acuerdo, e1:1t~nces, en que esos aurigas estaban atadas a unas cadenas largas que les permitían
no son partidarios del soc1ahsmo utópico. patrullar las orillas del estanque desde el poste de los
caballos en el lado occidental de la casa, hasta los ol-
Era una g~an ayuda, pe~só Gregory, saber aproxima- mos y el puente que llevaba a los campos del oeste.
dame:1te que _aspecto teman aquellas formas de vida Ladraban estridentemente la mayor parte del tiempo
extranas. El hbro sobre las serpientes había sido un y parecían inquietar a los otros animales, que este
hallazgo afortunado, pues no sólo le había dado una mediodía emitían continuamente sus voces.
i~e~ de cómo los aurigas eran capaces de digerir tan Los perros serían un problema, había dicho Nancy,
rap1damente sus presas - "una especie de sopa o cal- pues rechazaban la comida de la granja. Quizá se
do" - y ahora alcanzaba a imaginar también el aspecto decidieran a probarla cuando empezaran a tener
que_podí~n tener. Para vivir en una máquina del es- hambre.
pac10 deb1an de ser bastante pequeños, y seguramente Grendon había puesto un tablón a la entrada de la
de naturaleza an_fi?ia. La imagen que resultaba de granja, y había pintado allí un letrero de advertencia
todo esto era suficientemente extraña: una piel esca- para que nadie se acercase.

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50 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 51
Armados con horquillas, los dos jóvenes llevaron - Adelante con el plan -dijo Bruce.
cuatro sacos de harina del molino y los pusieron en Fox y Grubby se tendieron en la zanja, a los dos
sitios estratégicos a lo largo del patio hasta el portón. lados del portón, con las armas preparadas. Gregory
Gregory fue a los establos y sacó a uno de los terne- vació uno de los sacos de harina en el patio, junto al
ros, atado a una cuerda, casi bajo los dientes de los umbral, de modo que cualquiera que dejara la granja
mastines. Sólo cabía esperar que se mostraran tan tuviera que pisar la harina. Luego llevó al ternero has-
hostiles con los aurigas como con los seres humanos. ta el estanque.
Llevaba el ternero por el patio, cuando apareció El animal mugía continuamente, intranquilo, y las
Grubby. voces de las bestias cercanas parecían responderle. Los
-Será mejor que no se quede por aquí, Grubby. pollos y gallinas que andaban por el patio a la luz
Queremos atrapar a uno de los fantasmas. pálida del sol corrieron de un lado a otro, como locos.
-Si yo cazo uno, señorito, lo estrangularé con mis Gregory sintió que la transpiración le bajaba por la
mismas manos. espalda, aunque la química de la expectación le había
-Una horquilla es un arma mejor. Estos fantaslll:as enfriado la piel. Dio una palmada en el cuarto trasero
son bestias peligrosas de cerca. del animal y lo obligó a entrar en el estanque. El
-Soy fuerte, créame. Estrangularé uno. ternero se quedó allí estremeciéndose, hasta que Gre-
Para probar su afirmación, Grubby se arremangó la gory lo llevó otra vez lentamente al patio, pasando
vieja camisa rayada y les mostró a Gregory y Bruce el junto al molino y el granero a la derecha, el abando-
enorme bíceps. Al mismo tiempo sacudió la cabezota, nado macizo de flores de la señora Grendon a la iz-
sacando la lengua, quizá para demostrar los efectos de quierda, hasta el portón donde esperaban los otros dos.
la estrangulación. Y aunque se había prometido no volver la cabeza, no
-Magnífico brazo - convino Gregory-. Pero escu- pudo dejar de mirar atrás para ver si alguien lo seguía,
che, Grubby, tenemos una idea mejor. Mataremos a examinando al mismo tiempo la superficie plomiza
este fantasma atravesándolo con las horquillas. Si quie- del estanque. Cruzó la entrada con el ternero y se
re unirse a nosotros, tráigase una del establo. detuvo. No había otras huellas en la harina que las
Grubby lo miró con una expresión socarrona y tí- de sus zapatos y las pezuñas del animal.
mida y se golpeó la garganta con la palma de la mano. -Prueba otra vez -aconsejó Fox-. Quizá están dur-
-Prefiero el estrangulamiento, señorito. Siempre miendo la siesta allá abajo.
quise estrangular a alguien. Gregory repitió toda la pantomima, y luego una ter-
-¿Y por qué, Grubby? cera y una cuarta vez, alisando en cada ocasión la
El hombre bajó la voz. harina derramada. Nancy lo miraba nerviosamente
-Siempre quise saber si era muy difícil. Soy fuerte, desde la ventana. Gregory sentía que ya no podía
y desarrollé los músculos estrangulando. Pero nunca soportar la tensión.
a hombres, claro está, sólo a ganado. Sin embargo, la aparición del auriga lo tomó de
Dando un paso atrás, Gregory dijo: sorpresa. Había llevado al ternero hasta el portón por
- Esta vez, Grubby, emplearemos horquillas. quinta vez cuando el grito de Fox se unió al coro de
Fue hasta los establos, tomó una horquilla, volvió voces animales. En el estanque no había aparecido
y la puso en manos de Grubby. ninguna onda, de modo que el auriga debía de haber

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52 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 53
venido de algún sitio oscuro de la granja. De pronto, - ¿Puedo escribir una carta, doctor?
unas huellas de palmípedo se movieron en la harina. -Puede escribirla, joven.
Gritando, excitado, Gregory soltó la cuerda que Tan pronto como el doctor Crouchron hubo ?~s-
retenía al ternero y se hizo a un lado. Tomando el aparecido, Gregory tomó pluma y papel y le escnb1ó
saco de harina abierto que había dejado junto al unas líneas urgentes a Nancy. Las líneas decían que
portón lo arrojó contra la figura invisible. la quería mucho, y que no soportaba la id~a de que
La bomba de harina estalló sobre todo el auriga, ella siguiese en la granja, que no podría 1r a verla
que apareció en el aire como dibujado con tiza. A a causa de la herida en la pierna, y que ella debía
pesar de sí mismo, Gregory se descubrió gritando venir inmediatamente a Hetty con una valija y sus
aterrorizado ante aquel torbellino blanco de palidez cosas y alojarse en El caminante donde había una
cadavérica. Lo más monstruoso era el tamaño: la alcoba que él pagaría. Que si él representaba algo para
criatura, ajena a toda forma humana, era demasiado ella, debía llevar a cabo este plan simple ese mismo
o-rande para el mundo terrestre . . . tenía tres metros día y enviarle un mensaje tan pronto como se encon-
de altura, ¡tres metros y medio quizá! Resueltamente, trara alojada en la taberna.
y con una horrible rapidez, se precipitó hacia Gre~ory Gregory leyó esta carta dos veces, bastante satisfecho,
agitando unos brazos innumerables. la firmó, añadió besos, y llamó a la señora Fenn tocan-
do una campanilla que la mujer le había dejado con
A la mañana siguiente, el doctor Crouchron y su este propósito.
sombrero de seda aparecieron junto a la cabecera de Gregory le dijo a la señora Fenn que el envío de
Gregory. El médico le agradeció a la señora Fenn el la carta era asunto de extrema urgencia, y que deseaba
agua caliente que le había traído, y le vendó la pierna confiársela a Tommy, el muchacho de la panadería,
a Gregory. para que la llevara luego de terminar la_ ronda d_e la
- No es nada grave, por suerte - dijo el viejo- . mañana. Le daría un chelín por el trabaJO. La senora
Pero si me permite usted un consejo, señor Rolles, Fenn no mostró mucho entusiasmo, pero Gregory la
sería mejor que no volviera a la granja de Grendon. halagó un poco, y al cabo de un rato la mujer dijo que
Es un lugar maldito, y no encontrará allí nada bueno. le hablaría a Tommy y salió del cuarto llevándose la
Gregory asintió con un movimiento de cabeza. No carta y el chelín.
le había dicho nada al doctor, excepto que Grendon Greo-ory comenzó en seguida otra carta, esta para
lo había perseguido y le había disparado un tiro, lo el señ~r H. G. Wells. Hacía un tiempo que no le es-
que se acercaba bastante a la verdad, pero no era más cribía, de modo que tuvo que hacer un rel_at~ bas-
que una parte de la historia. tante largo, pero al fin llegó a los acontec1m1entos
- ¿Cuándo podré levantarme, doctor? del día anterior.
- Oh, la carne joven cura pronto. Si no fuese así los
empresarios de pompas fúnebres serían ricos y los Tan horrorizado quedé al ver al auriga (escribió)
médicos muy pobres. Unos pocos días más y andará que no pude moverme, mientr~ la ha~·i1_ia volaba a
usted derecho como la lluvia. Pero vendré a verlo ma- n u estro alrededor. ¿Y cómo podrza describirle el aspec-
ñana. Hasta entonces quédese acostado de espaldas to del monst1·u.o dibujado en blanco, a usted, quizá
y no mueva esa pierna. la persona de todas las islas británicas que más se

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!
54 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 55
interesa en este vital asunto? Mis impresiones fueron, dad colmillos venenosos, pues vi que uno de ellos
por supuesto, breves y oscuras, pero no es esta mi venía hacia mí como una cabeza de serpiente, abrien-
do la boca. No necesito subrayar el peligro, sobre todo 1
dificultad principal. ¡Nada hay en la Tierra que pue-
da compararse a esas extrañas criaturas! si se recuerda que ,e l efecto de la nube de harina era
Lo más parecido, supongo, sería un ganso horrendo, sólo parcial, ¡y que a nuestro alrededor se agitaban
pero con un cuello tan grueso como el cuerpo. En muchos brazos aún invisibles!
verdad era casi todo cuerpo, o todo cuello, según el Nos salvamos sólo porque el auriga era un cobar-
modo como se mire. Y encima de est-e cuello no había de. Vi que Bruce lo golpeaba duramente, y un se-
cabeza sino un terrible aparato de varias clases de gundo más tarde le a'travesé la pata con la horquilla.
brazos, un nido de apéndices que se retorcían de aquí Eso bastó. El monstruo emprendió la, retirada sol-
:para allá, y antenas, y látigos, como un pulpo abra- tando a Grubby. Se movía con asombrosa rapidez,
zado a un buque de guerra del mismo tamaño, con unas retrocediendo hacia la laguna. ¡Y nosotros lo perse-
:pocas patas semejantes a muñones y a estrellas de mar. guiamos ahora! Y todas las bestias de la granja gri-
¡,Parece esto ridículo? Sólo puedo jurarle que cuando taban a la vez.
ese _monstruo que me doblaba en altura se precipitó Cuando la forma blanquecina se arrojó al agua,
hacia mi, sentí que era un espectáculo demasiado ho- Bruce y yo le arrojamos las horquillas. Pero la criar
rrible para unos ojos humanos, ¡aunque sólo vi la ha- tura se alejó nadando vigorosamente y al fin se su-
rina que se adhería al cuerpo! mergió dejando sólo una estela de harina espumosa.
Si Grubby, ese hombre de campo, simple, de quien Nos quedamos mirando el agua un rato, y luego
ya l~ ha?lé, no hubiese intervenido entonces, yo me
hubiera ido al otro mundo llevándome la visión repul-
corrimos juntos hacia Grubby. Había muerto. Yacía
cara arriba, y estaba irreconocible. Parecía que los col-
.
siva del monstruo. millos del auriga lo habían alcanzado en seguida.
Cua_ndo la h~;ina ~ayó sobre el auriga, Grubby dio Grubby t•enía la piel de la cara muy tirante, y de un
un grito y corno hacia adelante, soltando la horquilla. color rojizo apagado. No era más que la caricatura
En el momento en que la criatura se volvía hacia mí, de una forma humana. Los venenos muy activos del
Grubby se le echó encima. Esto alteró nuestros planes, auriga le habían disuelto toda la sustancia interior,
pues habiamos pensado que Fox y Grubby atacarían y Grubby parecía un hongo gigantesco y podrido de
al monstruo con las horquillas tratando de darle forma de hombre.
muerte. Grubby lo tomó entre las manos, lo más arri- Tenía unas manchas en el cuello y en lo que había
ba que pudo, y empezó a apretar con toda la fuerza sido una cara, y la sustancia int-erior se le escurría
de sus músculos poderosos. ¡Qué contienda terrible! por estas heridas, de modo que se iba desinf [ando len-
¡Qué combate espantoso! tamente en aquel lecho de harina y polvo. Quizá la
Reaccionando, Bruce se adelantó blandiendo la hor- mirada de la mítica Medusa, que transformaba a los
quilla_. _Fue su grito de guerra lo que me sacó de mi hombres en piedra, no era peor que esto, pues nos
pa~álisis y me llevó a la acción. Corrí y tomé la hor- quedamos paralizados mirando a Grubby. Una anda-
quilla de Grubby y cargué también. ¡El monstruo nada del rifle del granjero Grendon nos devolvió rá-
tenía brazos para todos! Nos golpeó una y otra vez pidamente a la vida.
y comprobé entonces que varios brazos tenían en ver- Grendon había amenazado matarme. Ahora, viendo

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.L •
56 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 57
que le habíamos vaciado cuatro sacos de harina, y apa- La respuesta es que carecen de órga'!'os visuales, tal
rentemente a punto de irnos con un ternero, disparó como nosotros los conocemos, pues pienso que man-
contra nosotros. No teníamos otra alternativa y echa-
mos a correr. Grendon no estaba con ánimos de recibir
explicaciones. Nancy salió corriendo a detenerlo, pero
tienen naturalmente ese carácter de invisibilidad. No
sé pues cómo "ven", pero el órgano correspondi~nte
es sin duda eficaz. No sé tampoco cómo se comunican
l
Neckland había empezado a perseguirnos también con -¡nuestro contendiente no hizo el menor ruido cuan-
los dos mastines, que ladraban y tironeaban de las do le atravesé el pie!- , pero es evidente sin embargo 1
cadenas. que se comimican bien. Quizá, en un princip_io, trata-
Bruce y yo habíamos llegado montados en Daisy, que ron de comunicarse con nosotros por medio de un '
'
nos esperaba ensillada. La saqué del establo al tro- sentido misterioso que nosotros no tenemos, y no re- .
1

te, ayudé a subir a Bruce e iba a montar yo mismo cibiendo respuesta presumieron .qu,e ~ramos ta_n poc?
cuando el arma disparó otra vez y sentí un dolor inteligentes como nuestros propios animales. Si es asi,
quemante en la pierna. Bruce me izó hasta la silla y ¡qué tragedia! '
partimos, yo apenas consciente. Ahora mi pre·qunta personal. Sé, señor, que está us-
Aquí me tiene guardando cama, y así deberé perma- ted cada vez mds ocupado a medida que se hac~ m1s
necer un par de días. Afortunadamente, la bala no famoso, pero esto que pasa ahora en un remoto nncon
l
,,
me tocó el hueso. '
de la Anglia Occidental es de importancia tremen~a,
En ve:dad, y tal como usted puede comprobarlo, me parece, para el mundo y el futuro. ¿No, se decide
¡la gr_an¡a es un _sitio maldito! En un tiempo se me usted a hacernos una visita? Encontrarla usted alber-
ocurrió que podia llegar a ser un nuevo jardín del gue cómodo en cualquiera de las dos tabe7:1as del
Edén, donde fructificarían los alimentos de los dioses pueblo, y el viaje hasta aquí por ferrocarril es se-
para hombres como dioses. En cambio, ay, el primer guro, aunque tedioso. Un coch_e, de punt~ podría traer-
encuentro entre la humanidad y unos seres de otros lo rápidamente desde la estaczon de Heigham, ª, doce
mundos ha sido realmente desastroso, y el Edén se ha kilómetros del pueblo. De este modo usted podna ver
convertido en un campo de batalla para una guerra la granja de Grendon c~n sus propios _ojos, y hasta '
de los mundos. Nuestras anticipaciones del futuro han quizá uno de esos seres interestelares. Siento que lo~
1
de ser necesariamente lúgubres. informes que le envía el abajo firmante no sólo_ lo di-
Antes de cerrar este largo relato, quiero responder
a una pregunta que me hace usted en su carta, y
hacerle yo otra, más personal que la de usted.
,,
1
vierten a usted. También le preocupan. Pues bien, le
juro que no exagero en lo más mínimo. ¡Dígame usted
que viene! . ,
!
¡
Me pre[Iun_t~ usted a7:te to~o si los aurigas son to- Si necesita otro argumento, piense en la alegria que 1

talmente invisibles, y dice -si me permite usted citar dará usted a ..


su carta-: "Cualquier alteración en el índice de re- su sincero admirador 1

fracción de los lent~s del ojo haria la visión imposible, Gregory Rolles ¡
Y_ por otra parte sin esa alteración los ojos serían vi- i
sibles como glóbulos vítreos. Y la visión necesita ade- Leyendo esta larga carta de cabo a rabo, y luego de 1

más d~ una mancha P1;rpúrea detrás de la retina y de tachar dos adjetivos superfluos, Gregory se recostó en
una cornea opaca. ¿Como ven entonces los aurigas?" la cama con cierta satisfacción. Tenía la impresión
'

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.,.
1
'
58 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 59
de no haber dejado la lucha, aunque estaba ahora, mo- Gregory se despertó llorando desesperadamente y
mentáneamente, fuera de combate. buscó a ciegas la llave del pico de gas.
Pero las noticias que le llegaron en las primeras
horas de la tarde fueron inquietantes. Tommy, el El doctor Crouchron llegó a la mañana siguiente,
chico del panadero, había llegado hasta los mismos ya cerca del mediodía, y le dijo a Gregory que el mús-
límites de la granja de Grendop.. Luego las leyendas culo de la pierna necesitaba descanso, y que debía
horribles que se habían tejido en torno al sitio lo para- guardar cama otros tres días por lo menos. Gregory
lizaron de pronto, impidiéndole entrar. Las voces ani- no quedó nada satisfecho. No podía olvidar el sueño
males que llegaban de la granja sonaban de un modo horrible y pensaba que había descuidado realmente
raro, y se confundían a veces con el ruido de unos mar- a su querida Nancy. La carta que le había escrito
tillazos. Cuando Tornmy se adelantó arrastrándose estaba todavía allí sobre la mesa de luz. Luego que la
y vio al granjero -negro como un pozo de alquitrán- señora Fenn le trajo el almuerzo, decidió que debía ir
que levantaba algo parecido a una horca, perdió el a ver a Nancy en seguida. Dejó la comida, salió de la
poco coraje que le quedaba y volvió rápidamente cama, y se vistió lentamente.
atrás sin haber •entregado la carta a N ancy. No había esperado que la pierna le doliera tanto,
Gregory se quedó en la cama pensando en Nancy pero consiguió bajaT las escaleras y llegar al establo
muy preocupado, hasta que la señora Fenn le llevó sin demasiadas dificultades. Daisy se alegró aparen-
la cena. Se sabía ahora, al menos, por qué los aurigas temente al verlo. Gregory también se sentía contento
no habían entrado en la casa: eran demasiado grandes. y apoyó la frente en la mejilla del animal y le frotó
Nancy estaba a salvo mientras no saliera, aunque na- la nariz.
die podía sentirse a salvo en aquel condenado lugar. -Quizá sea la última vez que tengamos que hacer
Se durmió temprano esa noche. En las primeras este viaje, querida mía -dijo.
horas de la mañana, tuvo una pesadilla. Se encontraba Ensillar la yegua fue una tarea comparativamente
en una ciudad extraña donde todos los edificios eran sencilla. Para montar, en cambio, tuvo que hacer es-
nuevos y la gente vestía ropas brillantes. En una plaza fuerzos angustiosos. Al fin se instaló cómodamente
crecía un árbol. En el sueño, Gregory tenía una rela- en la silla y tomó el camino familiar y desolado que
ción especial con ese árbol: lo alimentaba. Empujaba llevaba al dominio de los aurigas. La herida le dolía
a la gente que pasaba contra la corteza del tronco. El mucho, y de cu~ndo en cuando tenía que detenerse a
árbol era un árbol de saliva. Desde unos labios rojos esperar a que la pierna dejara de latirle. Notó también
y parecidos a hojas, que se entreabrían arriba en ca- que ahora perdía sangre profusamente.
pullos, bajaban arroyos de saliva resbalando por la Llegó al fin a las puertas de la granja y descubrió
corteza suave. Cuando la gente tocaba esa saliva se lo que había querido decir el chico del panadero
convertía en sustancia del árbol. Parte de la saliva cuando contó que Grendon estaba levantando una hor-
mojaba a Gregory. Pero en vez de disolverlo, le daba ca. Habían clavado un poste en medio del patio. Un
el poder de disolver a los demás. Abrazó a la mucha- cable llegaba hasta la punta, de donde colgaba un
cha a quien quería y acercó la boca para besarla. La farol que podía iluminar todo el patio, de noche.
piel de la cara de la muchacha se abrió y cayó como Había ocurrido otro cambio. Detrás del apeadero
la cáscara de una fruta. habían puesto una nueva cerca de madera, separando

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60 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 61
el estanque de la granja. Pero en un punto, omino- -¿Has vuelto? ¿No viste el letrero en el portón? No
samente, las ~aderas estaban rotas, astilladas y aplas- quiero verte por aquí, nunca más. Sé que tus inten-
tadas, como s1 algo monstruoso hubiera levantado la ciones son buenas, pero te he dicho que te mataré
barrera, sin detenerse. y cumpliré mi palabra. Entiéndeme, te mataré si vuel•
l!n perro feroz, encadenado junto al portón, ladraba ves de nuevo. Ya tengo bastantes dificultades para que
funosamente espantando a las gallinas. Gregory no tú añadas otras todavía. Bueno, véte, ¡en marcha!
se atr~vió a entrar. Mientras se preguntaba cuál sería Gregory no se movió.
el meJor modo ~e resolver este nuevo problema, la -Señor Grendon, ¿está usted tan loco como su mujer
puerta de la gran1a ~e abrió unos centímetros y Nancy antes de morir? ¿No entiende que en cualquier mo-
asomó_ la cabeza, espiando. Gregory la llamó agitando mento repetirá usted el destino de Grubby? ¿No sabe
frenéticamente la mano. qué alberga usted en el estanque?
Na~cy salió tímidamente, corrió por el patio, y -No soy tonto. Bueno, convengamos que esos mons-
reteniendo al mastín permitió que Gregory entrara. truos se comen todo, incluyendo a los seres humanos.
Gregory la besó en la mejilla, aliviado, sintiendo en Aceptemos que esta granja les pertenece ahora. Aun
los brazos el cuerpo firme de la joven. así necesitan que alguien la atienda. Por eso digo que
-¿Dónde está tu padre? no me harán daño. Mientras me vean trabajar dura-
-Mi querido, tu pierna, ¡tu pobre pierna! ¡Toda- mente, no me harán daño.
vía te sangra! -Lo están engordando, Grendon, ¿no se da cuenta?
-No te preocupes por mi pierna. ¿Dónde está tu El trabajo que ha hecho usted este último mes debía
padre? de haberlo dejado en los huesos. ¿No lo asusta eso?
-En el, J?rado del sur, me parece. El granjero pareció perder la compostura un mo-
-Magnifico. Iré a hablarle, Nancy. Quiero que mento. Miró rápidamente alrededor.
vayas a la casa y empaquetes tus cosas. Te llevo con- -No digo que yo no esté asustado. Digo que haré
migo. .,_ lo que se debe hacer. No somos dueños de nuestras
-¡~o puedo dejar a papá! vidas. Hazme un favor ahora y véte de aquí.
-Tienes que hacerlo. Iré a decírselo. Gregory había seguido instintivamente la mirada de
Gregory se alejó por el patio, cojeando, y Nancy Grendon. Advirtió en la oscuridad, por primera vez,
lo llamó temerosamente: el tamaño de los cerdos. Los lomos anchos y negros
-No se desprende nunca de ese fusil. ¡Ten cuidado! eran visibles por encima de los establos. Tenían el
Los dos perr?s lo persiguieron todo a lo largo de la tamaño de terneros.
cadena corrediza, mostrando los dientes brillantes, -Esta es la granja de la muerte -dijo.
tratando de alcanzarle los tobillos y ahorcándose casi. -La muerte es el fin de todos, cerdos, vacas y
Gregory vio a Neckland que aserraba unas maderas hombres.
cer,ca de la choza ~e Gru_bby. El granjero no estaba -Es cierto, señor Grendon, y puede seguir pensán-
alh. Gregory fue 1mpuls1vamente hacia los establos. dolo así si usted quiere. No comparto ese punto de
. Grendon estaba trabajando en la oscuridad. Cuando vista y no dejaré que las gentes que dependen de us-
vio a Gregory dejó caer el balde y se adelantó, ame- ted sufran las consecuencias de esas ideas. Señor Gren-
nazante. don, le pido en matrimonio la mano de su hija.

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62 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 63
Nancy dejó la granja, y los tres primeros días se de papá . . . Papá dice que son sólo dos, y que pre-
los pasó acostada en su cuarto de El caminante entre tenden pasar unos días tranquilos en la Tierra. A la
la vida y la muerte. La comida común parecía envene- gente le gusta comer bien cuando está de vacaciones,
narle la sangre. Pero gradualmente, y bajo los cuidados ¿no es así?
del doctor Crouchron, Nancy fue recobrando las fuer- Gregory miró a la muchacha, boquiabierto.
zas, temiendo quizá que si no se curaba atraería sobre - ¡Pero eso es espantoso! ¡Hablas como si los au--
su cabeza todas las furias del médico. rigas fueran gente agradable!
- Hoy tienes mucho mejor cara -dijo Gregory to- - Pos supuesto que no, tontísimo. Pero supongo que
má~dole la mano- . Pronto podrás levantarte, cuando entre ellos deben de encontrarse agradables.
te libres de ~oda es~ comida malsana de la granja. -Bueno, prefiero imaginarlos como seres peligrosos.
-Greg, m1 querido, prométeme que no irás otra - Más razón entonces para que no te acerques a ellos.
vez a la granja. No tienes necesidad de ir ahora que
no estoy allí. Pero no ver no impedía pensar. Gregory recibió
Gregory bajó los ojos y dijo: otra carta del doctor Hudson-Ward, una carta bonda-
-No me pedirás que te lo prometa, ¿no es cierto? dosa y animosa, y no trató de contestarla. Sentía que
-No quiero que ni tú ni yo vayamos allá alguna no podía comprometerse con ninguna tarea que lo
vez. Papá, estoy segura, vive en una suerte de encan- alejara de allí, aunque la necesidad de trabajar, en
tamiento. Yo siento como si despertara ahora, como si vista de los planes matrimoniales, era ahora cosa ur-
estuviese :eco~rando ~is sentidos, ¡y no me gusta pen- gen te: la pensión modesta que le pasaba su padre no
sar que tu estas perdiendo los tuyos! ¿Y si esos mons- alcanzaba para dos. No obstante, no lograba concen-
truos, esos aurigas, nos siguieran aquí, a Cottersall? trarse en esos problemas prácticos. Era otra carta la
-Sabes, Nancy, me he preguntado muchas veces que esperaba, y los horrores de la granja continuaban
por qu~ no habrán _s~lido de la granja. Una vez que obsesionándolo. Esa noche soñó otra vez con el árbol
descubrieron la debilidad de los seres humanos hubie- de saliva.
ran podido atacar a todos o llamar a otros de su especie Al atardecer se animó a contarles el sueño a Fox y
para tratar de invadirnos. Sin embargo se contentaron Nancy. Se encontraron en un sombrío compartimiento
con quedarse en ese sitio reducido. de la parte de atrás de El caminante, un sitio íntimo
Nancy sonrió. y discreto con asientos de felpa roja. Nancy se había
-Yo no seré tan inteligente como tú, pero me parece recobrado ya del todo y esa tarde se había paseado un
qu~ tengo una respuesta para eso. No les interesa ir rato al sol.
a ninguna otra_parte. Se me oc~rre que son una pareja -La gente quería ofrecerse al árbol de saliva. Y aun-
y que han _vemdo en esa máquina del espacio a pasar que yo no podía comprobarlo, me pareció que quizá
unas vacaciones en nuestro viejo mundo, así como no- no morían realmente sino que eran transformados en
sotros podríamos ir a Great Yarmouth a pasar un par alguna otra cosa, algo menos humano quizá. Y esta
de días en nuestra luna de miel. Quizá están ·pasando vez vi que el árbol era de alguna clase de met~l y
la luna de miel. que crecía y crecía bombeándose a sí mismo. Uno po-
-¡La luna de miel! ¡Qué idea horrible! día ver cómo la saliva movía los engranajes y los
1
-Bueno, unas vacaciones entonces. Esa era la idea pistones, y cómo salía luego por las ramas.
1

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64 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 65
Fox se rió un poco secamente. encontrarse en la medianoche eterna de un sepulcro
-Parece que estuvieras describiendo un cuadro del egipcio.
futuro, con maquinarias en todas partes, hasta en las Gregory no cometió el desatino de tratar de entrar
plantas. Te obsesiona el progreso, Greg. Escucha, mi por el portón. Ató a Daisy a las ramas bajas de un
hermana va a Norwich mañana, en el coche de mi espinillo y atravesó unas tierras baldías hasta llegar
tío. ¿Por qué no os vais los dos con ella? Quiere com- a los prados del sur. Desde allí caminó en línea recta:
prar algunos adornos para su vestido de . novia, así hacia las tierras de alrededor. El trigo se alzaba ame•
que eso puede interesarte, Nancy. Luego podrías pasar nazadoramente en la oscuridad moviéndose y murmu-
un par de días con el tío de Greg. Os prometo que rando. Las frutas habían madurado con rapidez. En
os escribiré en seguida si los aurigas invaden a Cotter- los macizos las frutillas crecían como peras. Las espi-
sall, para que no os perd áis nada. gas de maíz relucían como almohadones de seda. En
N ancy tomó a Gregory por el brazo. la huerta los árboles crujían bajo el peso de unos
- ¿No podemos ir, Gregory? Hace mucho tiempo balones deformes que querían parecer manzanas: una
q ue no voy a Norwich y es una ciudad hermosa. de ellas, demasiado madura, cayó al suelo con u n
- Sería una buena idea - dijo Gregory, titubeando. pesado golpe otoñal. Había movimientos y ruido en
Nancy y Fox insistieron hasta que Gregory tuvo todas partes, tanto que Gregory se detuvo a escuchar.
9,ue ce~er. Dejó el grupo tan pronto como le fue po- Se levantaba un viento. Las aspas del viejo molino
sible, d10 a Nancy un beso de buenas noches, y caminó emitieron un quejido que parecía el grito de una
rápidamente calle abajo hacia la . panadería. De algo gaviota y empezaron a girar. En el cobertizo de los
e~taba seguro: si tenía que_dejar el distrito, antes q ue- motores la máquina de vapor daba una nota constante
na saber qué estaba ocurriendo en la granja. y doble generando energía. Los mastines ladraban,
acompañados por el coro intranquilo de los otros ani-
A la l~z ?~l crepúsculo de estío, la granja tenía un males. Gregory recordó el árbol de saliva. Aquí, como
aspecto i~sohto. Unas cercas de madera macizas, pin- en el sueño, la agricultura se había convertido en algo
tadas rápidamente con alquitrán y de tres metros de que semejaba una industria y los impulsos de la na-
a lto, se alzaban en todas partes, no sólo en el patio turaleza eran devorados por el nuevo dios de la cien-
sino también a lo largo de los prados, entre los árboles cia. Bajo la corteza de los árboles subía el vapor oscu-
frutales y las matas, en medio del pantano. Y Gren- ro de fuerzas nuevas y desconocidas.
don estaba levantando otras cercas, pues se oía el Gregory se obligó a ponerse en marcha otra vez.
ruido de un martilleo furioso, puntuado por las in- Avanzó cuidadosamente entre las sombras de las cer-
fatigables voces de los animales. cas y las luces de los faroles y llegó a las proximidades
No obstante, era la luz lo que daba a la granja ese de la puerta de atrás de la granja. Una lámpara ardía
asp~cto sobr~natural. El poste solitario que había sos- en la ventana de la cocina. Gregory titubeó, y en
temdo la primera lámpara eléctrica en el patio tenía ese momento se oyó un ruido de vidrios rotos, dentro
ahora cinco compañeros: junto al portón, detrás de la de la casa. Corrió entonces silenciosamente, junto al
casa, a orillas del estanque, a las puertas del cobertizo, muro, y llegó a la puerta. La voz de Grendon llegaba
y al lado de los establos. La lívida luz amarilla daba a allí con un tono curiosamente apagado, como si el
la escena esa atmósfera enigmática y extraña que puede hombre se hablara a sí mismo.

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66 MINOTAURO
l
EL ÁRBOL DE SALIVA 67
-¡Quédate ahí! No me sirves. Esto es una prueba de - ¿Bert? Soy Gregory. Bert, ¿está usted herido?
fuerza. Oh, Dios, presérvame, ¡permite que me pruebe Gregory veía algunas heridas en la espalda de
a mí mismo! Tú que hiciste mi tierra estéril hasta Neckland. El hombre tenía la camisa prácticamente
ahora. . . ¡permite que ~ecoja ~u~ cosech~s! No sé destrozada, y los vidrios del piso le habían cortado
qué estás haciendo. N~ q:11ero res1st~rme a tl, _pero esta la carne en el costado y en la espalda. Más grave pa-
granja es en verdad m1 vida. ¡Malditos, malditos sean! recía un moretón que tenía en el hombro y que se
Son todos enemigos. oscurecía cada vez más.
El hombre siguió hablando así un rato, como un Enjugándose la cara y hablando con una voz más
borracho. Gregory se sintió arrastrado por una e~pan- racional, Neckland dijo:
tosa fascinación, entró en la casa, cruzó la cocma y -¿Gregory? Yo creía que estaba usted en Cottersall.
se detuvo en el umbral de la sala. Miró por la puerta ¿Qué hace aquí? El señor Grendon lo matará si lo
entornada hasta que vio al granjero, una figura oscura encuentra aquí.
y erguida en medio del cuarto. - ¿Qué le pasó a usted, Bert? ¿No puede levantarse?
Sobre la chimenea apagada llameaba una vela, y El hombre había recobrado ya el uso de sus facul-
la luz se reflejaba en las cajas de animales embalsa- tades. Tomó el brazo de Gregory e imploró: 1
mados. Era evidente que habían cortado las luces de -No levante la voz, por favor, o el señor Grendon '
la casa para dar mayor energía a los nuevos faroles nos oirá y vendrá otra vez y terminará conmigo de
de afuera. una vez por todas. Ha perdido la cabeza, y dice que
Grendon daba la espalda a Gregory. La vela le ilu- esas cosas del estanque están aquí de vacaciones. Casi
minaba una mejilla tensa y mal afeitada. Parecía un me arranca la cabeza con el bastón. Suerte que tengo
poco abrumado por el peso de esos deberes que se la cabeza dura.
había echado encima, y sin embargo, mirando esa -¿Por qué fue la pelea?
espalda vestida con una chaqueta de c~ero, Gregory -Se lo diré en seguida. Me di cuenta muy bien de
sintió una suerte de reverencia por la mdependencia lo que pasaba aquí en la granja. Si yo no me iba pron-
de aquel hombre, y por el misterio que _yacía bajo la to las cosas del estanque me comerían y chuparían
aparente simpleza. Miró cómo Grendon iba a la pu~r- como a Grubby. De modo que me escapé mientras
ta de enfrente, dejándola abierta, y pasaba al patio, el señor Grendon no miraba y vine aquí a recoger
~rmurando siempre entre dientes. Luego el granje- mis trampas y mis otras cosas. Este lugar está maldito,
ro se alejó por el otro lado de la casa y los perros realmente maldito, y habría que arrasarlo. ¡El infier-
renovaron sus ladridos. no no puede ser peor que esta granja!
El tumulto no llegó a apagar un gruñido cercano. Neckland se incorporó del todo y se apoyó en Gregory
Mirando en las sombras, Gregory descubrió un cuerpo para guardar el equilibrio. Fue hacia la escalera, gru-
bajo la mesa. El cuerpo se movió a un costado, aplas- ñendo.
tando unos vidrios, y emitiendo un gemido ahogado. - Bert - dijo Gregory-, qué le parece si nos lanza-
Aunque no se veía mucho, Gregory supo que el hom- mos contra Grendon y lo maniatamos. Podríamos lle-
bre era Neckland. Se acercó y le levantó la cabeza, varlo al carro y luego irnos todos juntos.
apartando con el pie un pescado embalsamado. Neckland se volvió y miró a Gregory desde las som-
-¡No me mate! Sólo quiero irme de aquí. bras acariciándose el hombro con una mano.

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1
.

68 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 69 1

- Inténtelo usted si quiere -dijo, y dando media En los establos el ruido era ensordecedor. Los cascos 1
vuelta subió decidido las escaleras. de los animales pateaban las maderas. En medio del
Gregory se quedó donde estaba, mirando de reojo . establo principal colgaba una luz y Gregory pudo
la ventana. Había venido a la granja sin un plan ver de qué modo terrible había cambiado la granja
preconcebido, pero ahora que se lo había dicho a desde su última visita. Las marranas se habían desarro-
Bert le parecía que no podía hacer otra cosa que lle- llado enormemente y las grandes orejas les golpeaban !
1
varse a Grendon de la granja. Se sentía obligado a las mejillas como tablas. Los lomos hirsutos se curva-
hacerlo, pues aunque veía ahora a Grendon con otros ban hasta tocar casi las barras del techo.
ojos, el hombre lo retenía con una especie de fascina- Grendon estaba en la entrada del otro lado, sos-
ción, y era incapaz de dejar que un ser humano, por teniendo en los brazos el cuerpo inconsciente de Nan-
más perverso que pareciera, enfrentase solo los ho- cy. Un saco de alimento para cerdos yacía desparra-
rrores extraños del granjero. Si conseguía que Gren- mado a sus pies. Había abierto a medias las puertas
don, pensó, no recibiera a tiros a los intrusos, quizá de un establo y trataba de abrirse paso contra el flanco
podría traerse ayuda de las granjas vecinas, Dereham de un cerdo casi de su misma altura. De pronto Gren-
Cottages, por ejemplo. don se volvió y miró a Gregory con una cara de indi-
El cobertizo de las máquinas tenía una sola ventana, ferencia más terrible que cualquier expresión de furia.
y con barrotes. Era de ladrillos, y la puerta, maciza, Había alguien más allí. Las puertas de un establo, 1
podía cerrarse desde el exterior. Quizá fuera posible cerca de Gregory, se abrieron de par en par. Las dos
atraerlo a Grendon, y luego obtener ayuda de afuera. cerdas apretadas entre las tablas lanzaron un terrible
No sin aprensión, Gregory fue hasta la puerta y espió chillido en falsete, sintiendo claramente la presencia
en la confusa oscuridad. Examinó ansiosamente el de un hambre insaciable. Patearon a los lados ciega-
suelo, buscando alguna pisada más siniestra que la del mente, y todos los otros animales expresaron el mismo 1
granjero, pero no había indicación alguna de que los terror. La lucha era inútil. Un auriga estaba allí. La
aurigas estuviesen inactivos. Salió al patio. muerte misma, la figura de la guadaña infatigable y de
No había avanzado dos metros cuando se oyó un la inmóvil sonrisa ósea, hubiese sido más fácil de evitar
agudo grito de mujer. Gregory sintió como si unas que esta presencia venenosa e invisible. Una mancha
manos heladas le apretaran las costillas y se acordó rosada se extendió rápidamente sobre el lomo de una
de la pobre señora Grendon, loca. En seguida recono- de las bestias. Casi en seguida la enorme masa empezó
ció la voz: era Nancy. Los gritos no se habían apagado a decrecer, perdiendo rápidamente toda su sustancia.
del todo cuando Gregory corría ya hacia el lado oscuro Gregory no se detuvo a mirar el repugnante proceso.
de la casa. Corrió hacia el granjero, que ya se movía otra vez.
Sólo más tarde comprendió que había corrido apa- Y ahora era evidente qué se proponía. Abrió las
rentemente hacia un ejército de gritos animales. Sobre puertas del último establo y dejó caer a Nancy en el
todos ellos se oían los chillidos de los cerdos; cada una comedero de metal. Casi en seguida las marranas se
de estas bestias parecía tener que transmitir a un mis- • volvieron chasqueando las mandíbulas hacia este nue-
terioso destinatario un mensaje agudo e indescifra- vo forraje. Grendon, con las manos libres, se acercó
ble. Gregory corrió hacia los establos, esquivando las a un gancho de la pared, que sostenía el rifle. '
1

cercas gigantescas a la luz alta y enfermiza. El estrépito sacudía ahora los establos. La compa-
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70 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 71
ñera de la m~rrana qu~ había si?o ingerida tan rápi- dó a Nancy a sentarse y se movió a lo largo de la
damente se hbró y sahó al pasillo central. Durante viga, a sólo unos pocos centímetros por encim~ d~ los
un momento_ se quedó allí -por suerte, pues si no lomos de los cerdos. El fusil al menos les dana aerta
Greg'?ry hubiera quedado atrapado-, inmóvil, como protección: el auriga, a pesar de parecerse muy poco
paralizada por la posibilidad de libertad. Los establos a los hombres, no sería inmune al plomo.
se _estreme~ieron y los otros animales lucharon por Cuando alcanzó el viejo fusil y lo descolgó del
salir también de los corrales, derribando ladrillos gancho, Gregory sintió de pronto el deseo _de -~atar
echando aba10 . las puertas. Gregory saltó a un lado' en seguida a uno de aquellos monstruos mv1sibles.
y unos cuerpos grotescos se apretaron en los pasillos Recordó entonces sus primeras esperanzas: la idea de
luchando por ganar la libertad. que quizá fueran seres superiores, seres _sabios y _de
Greg?ry había llegado junto a Grendon, pero la ilustrado poder, que venían de una sociedad me1or
estampida los alcanzó antes que se tocaran. Un casco donde unos códigos morales elevados guiaban las acti-
se le cruzó a Grendon en el camino, y el granjero se vidades ciudadanas. Había pensado entonces que sólo
dobló hacia adeh~nte con un gruñido y cayó bajo las a una civilización semejante le sería concedido el d?n
pata~ de las bestias. Gregory apenas tuvo tiempo de de los viajes interplanetarios. Pero lo opuesto era qwzá
esquivar el tropel metiéndose en el corral más próxi- la verdad: quizá un objetivo parecido sólo podía ser
mo. Nancy trataba en ese momento de salir de la alcanzado por las especies indiferentes a fines más
artesa, y las dos bestias a las que había sido ofrecida humanos. Tan pronto como se le presentó esta idea,
se sacudían tratando de escapar. Animado por una se sintió abrumado por la visión de un universo en-
energía feroz, sin razón, y casi sin conciencia, Gregory fermo, donde las razas que cultivaban el amor y la
alz~ a la muchacha, saltó hasta una de las vigas su- inteligencia habitaban unos mundos diminutos, de _los
periores, pasó por encima una pierna, se inclinó a que no salían nunca, mientras el cosmos era recorrido
recoger a Nancy, y la ayudó a subir. por especies asesinas, que descendían aquí_ y allí a sa-
Estaban a salvo, pero aím no del todo. Entre las tisfacer sus crueldades y sus voraces apetitos.
nubes de polvo y las sombras del establo podían ver Regresó al sitio donde esperaba Nancy, sobre la san-
cómo las bestias enormes se apretaban en una y otra guinaria lucha porcina.
entrada. En medio se libraba una suerte de batalla en- La muchacha señaló con el dedo, muda. En el ex-
tre los animales que se empujaban tratando de llegar tremo más lejano los animales habían derribado las
al extremo opuest? del edificio. Estaban despedazán- puertas y escapaban ahora hacia la noche. Pero uno
dose, y la destrucción amenazaba al establo mismo. de los cerdos cayó y se aplastó contra el suelo como un
-Tuve q~e ~eg1;1irte -jadeó Nancy-. Pero papá ... saco informe de color carmesí. Otro animal que pasó
¡creo que m siquiera me reconoció! por ese sitio sufrió el mismo destino.
. Por lo menos, pensó Gregory, Nancy no había ¿El auriga actuaba impulsado po_r la ira? ¿Lo habían
visto cómo Grendon caía bajo las patas de las bestias. lastimado los cerdos, al cargar ciegamente? Gregory
Volviéndose involuntariamente, vio el fusil que Gren- alzó el fusil y apuntó. En ese momento vio una débil
don no había llegado a tomar y que colgaba aún de columna alucinatoria que se alzaba en el aire. Había
un gancho en la pared. Arrastrándose por una viga caído tanto polvo y barro y sangre sobre el auriga que
transversal podía alcanzar fácilmente el arma. La ayu- era ahora parcialmente visible. Gregory disparó.

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72 MINOTAURO EL ÁRBOL DE SALIVA 73
El culatazo casi lo hizo caer de la viga. Cerró los la cocina se rompieron en una lluvia de vidrios. Gre-
ojos, aturdido por el ruido, y oyó apenas la voz de gory corrió con Nancy en dirección opuesta gritando:
Nancy que lo abrazaba: -¡Yo soy tu casa ahora! ¡Yo soy tu casa ahora!
-Oh, eres maravilloso, ¡eres maravilloso! ¡Lo al- Nancy corría también, sin protestar, y juntos se
canzaste justo! internaron entre los pastos altos.
Gregory abrió los ojos y miró entre el humo y el Cuando llegaron al camino y al sitio donde espera-
polvo. La sombra que era el auriga se tambaleaba ba la yegua, se detuvieron a tomar aliento y miraron
ahora. Al fin cayó. Cayó entre las formas distorsiona- hacia atrás.
das de los cerdos que había matado, y unos fluidos La casa ardía por los cuatro costados. Era imposible
corruptos se extendieron por el suelo. Luego el mons- salvarla ahora. El viento alzaba remolinos de chispas
truo se alzó _otra vez. Nancy y Gregory vieron que y una de las aspas del molino había empezado a arder
avanzaba hacia la puerta y desaparecía en el patio. también. Las lámparas eléctricas de los postes emitían
Durante un minuto los dos jóvenes se quedaron una luz espectral y pálida. De cuando en cuando la
mirándose, con expresión de triunfo y de perplejidad sombra de algún animal gigantesco atravesaba la esce-
a la vez. En los establos sólo quedaba un cerdo, ma- na. De pronto, las luces se estremecieron y luego se
lamente herido. Gregory saltó al suelo y ayudó a bajar apagaron. Un animal había derribado un pos~e. ~a
a la muchacha. Esquivaron los espantosos restos como lámpara había caído al estanque y el corto circuito
mejor pudieron y salieron al aire fresco de la noche. había interrumpido el sistema.
Arriba, sobre la huerta, en las ventanas de la casa, - Vámonos -dijo Gregory y ayudó a montar a Nancy.
oscilaban unas luces raras. Cuando subía detrás, se oyó un rugido creciente, cada
- ¡Fuego! ¡Hay fuego en la casal Oh, Greg, ¡tene- vez más agudo. De pronto, se apagó. Una nube espesa
mos que salvar lo que podamos! Las hermosas cajas de vapor burbujeó sobre ~l estanq~e. Y de_ }ª nu?e
de papá . .. salió la máquina del espacio, y subió, y subio, subió,
Gregory retuvo a Nancy y se inclinó hablándole y Nancy y Gregory la observaron boquiabiertos, an-
directamente en la cara. gustiados. La máquina subió en el aire suave de la
-¡Fue Bert Necklandl .Me dijo que había que des- noche, se perdió de vista durante un mo~ento, co-
truir todo esto, y eso es lo que hizo. menzó a emitir un brillo opaco, y reapareció tremen-
-Vamos, entonces ... damente lejos.
-¡No, no, Nancy, tenemos que dejarla arder! ¡Es- Poco después, Gregory la buscaba desesperadam~nte
cucha! El auriga herido no puede estar muy lejos. No en el cielo, pero la máquina ya había desaparecid?,
llegamos a matarlo. Si estas criaturas sienten odio o más allá de los límites de la atmósfera terrestre. Sintió
furia, tratarán de matarnos .. . ¡No olvides que son una terrible desolación, más terrible aun porque era
~á~ que _uno! No tenemos que ir por ahí si queremos enteramente irracional, y entonces pensó, y gritó lo
vivir. Da1sy está de este lado del prado y nos llevará que pensaba: . .
sin peligro a casa. -¡Quizá estaban pasando aquí sus vacaciones! ¡Qui-
-¡Greg, querido, esta es mi casal -gritó Nancy, zá disfrutaban aquí, y les hablarán a sus amigos de este
desesperada. pequeño mundo! ¡Quizá el futuro de la Tierra sea
Las llamas se elevaban más y más. Las ventanas de sólo eso: un lugar de veraneo para millones de aurigas!

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74 MINOTAURO
El reloj de la iglesia daba la medianoche cuando Los sueños son la válvula de seguridad de la mente,
Nancy y Gregory llegaron a las primeras casas de sugirió el alemán W. Robert en 1886; tesis confirmada
Cottersall. luego de algún modo por los trabajos de L. Kubie,
-Primero iremos a la taberna - dijo Gregory-. No M. Jouvet, W. Dement, Ch. Fisher. Si a un hombre
puedo llamar a la señora Fenn a esta hora, pero tu le impiden soña1· se vuelve loco; pero también puede
patrona podrá servirnos comida y agua caliente y salvarse, si encuentra a alguien que sueñe por él.
unas vendas para las heridas.
-Yo me encuentro bien, querido, pero me alegra
que me acompañes.
-Te advierto que desde ahora te acompañaré de-
masiado.
La puerta de la taberna estaba cerrada, pero aden- LA ESTOFA DE LOS SUENOS
tro había luz, y al cabo de un rato el posadero mismo
vino a abrirles, ansioso por oír alguna noticia que pu-
diera transmitir luego a su clientela. ]ohn Brunner
-En la habitación número tres hay un caballero
que desea hablar con usted a la mañana -le dijo a
Gregory-. Un caballero simpático que vino en el
tren de la noche y que está aquí desde hace una hora. Los hilos del electroencefalógrafo le aureolaban la
Gregory hizo una mueca. cabeza como una tela tejida por una araña ebria, y
-Mi padre, sin duda. los blandos tapones adhesivos le cubrf;m los ojos co-
-Oh, no, señor. Es un sefíor llamado Wills o \Vells mo monedas. Starling parecía un cadáver que el tiem-
o Walls ... La firma no es muy clara. po había adornado con guirnaldas húmedas, pero un
-¡Wellsl ¡El señor Wellsl ¡Ha venido! -Gregory cadáver-vampiro, rosado y bien nutrido en su muerte
tomó las manos de Nancy, sacudiéndoselas, excitado.- 1. incompleta. En el cuarto había un silencio de mauso-
Nancy, ¡uno de los más grandes hombres de Inglate- leo, aunque olía a cera de piso y no a polvo. El ataúd
rra está aquí! ¡Nadie podría oír con mayor provecho de Starling era una cama de hospital y la mortaja
una historia como la nuestra! Iré a hablarle ahora una manta de algodón.
mismo. Las únicas luces del cuarto eran las lamparitas
Besando ligeramente a Nancy en la mejilla, Gregory amarillas del equipo electrónico, instalado a la ca-
corrió escaleras arriba y llamó a la puerta del cuarto becera del lecho, y las bujías piloto que podían verse
número tres. por los orificios de ventilación de la caja. Pero cuando
Wills abrió la puerta el rayo de luz que entraba desde
Título del original: The saliva tree. el corredor le permitió ver claramente a Starling.
Traducción de G. Lemos Hubiera preferido no verlo, no así, extendido todo
a lo largo. Sólo le faltaban unas velas. No estaba
muerto aún, pero la situación podía con·egirse fácil-
mente con los instrumentos apropiados: una estaca
© r962, by Mercury Press.

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LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS 77
76 MINOTAURO

puntiaguda, una bala de plata, el coche fúnebre que con Starling, someterlo a pruebas tan impersonal-
llega a un cruce de caminos ... mente como a cualquier otro. S~n embargo, de no~he ...
Wills se dominó. Tenía la cara transpirada. ¡Otra Sacudió la cabeza alejando imágenes de Starhng de
vez lo mismo! La idea disparatada se repetía como día de Starling yacente como un cadáver de noche, y
un acto reflejo, como la dilatación de las pupilas bajo se 'fue por el corredor apretando los dientes. Hizo
los efectos de la belladona, aunque tratara de evitar- una pausa ante otras puertas, acerc~ndose y esc_uchan-
la. Starling yacía allí parecido a un cadáver sólo por- do, o abriendo y echando una 01eada. Algunas de
que se había acostumbrado a no quitarse los hilos de esas puertas llevaban a infiernos privados,. capaces
la cabeza ... Nada más que por eso, nada más que de poner en peligro la cordura de cualqmera. No
por eso, ¡nada más que por eso! obstante, nada lo afectaba tanto como la pasividad de
Wills sintió que las palabras le golpeaban la mente, Starling, ni siquiera las quejosas plegarias d~ la m,ujer
como un garrote. Starlíng había dormido así durante del cuarto número once, que era perseguida d1a y
meses. Estaba tendido de costado, en la actitud típica noche por demonios i~agi~arios._ .
del hombre que duerme, pero a causa de los hilos no se He perdido, concluyo W1lls, m1 propia cordura.
movía casi en el curso de la noche, y no desarreglaba Este pensamiento lo obsesionaba, aunque trataba
las sábanas. Respiraba naturalmente. Todo era normal. esforzadamente de librarse de él. Wills lo enfrentó
Excepto que esto duraba así desde hacía meses, lo en el largo pasillo que le corría alrededor de la mente
que era increíble, e imposible. como un tubo conductor de microondas. Y no encontró
Sacudiéndose de pies a cabeza, Wills dio un paso ninguna razón para rechazarlo. Los otros estaban en
atrás alejándose de la puerta. Y en ese momento ocu- las celdas, él en el corredor. ¿Y qué? Starlíng estaba
rrió otra vez ... como· ocurría diez o doce vece~ por en una celda y no era un paciente. Era un hombre
noche. Empezó un sueño. cuerdo, que podía irse cualquier día. Se quedaba
~1. electroencefalógrafo registró un cambio en la sólo porque deseaba cooperar.
ac~1vidad c~rebral. LJ?S tapones adhesivos que le cu- Y decirle que se fuera no resolvería nada.
bnan los OJOS a Starlmg señalaron unos movimientos
oculares. Un circuito se cerró. Un timbre débil pero La ronda había terminado. Regresó a la oficina
agudo sonó en el cuarto. como un hombre que marcha resueltamente hacia_ su
Starling gruñó, se agitó, se movió económicamente fin inevitable. Lambert - el enfermero de guardia-
como si quisiera espantar una mosca que se le había roncaba en el sofá del rincón. Esto violaba los regla-
posado en la cara. El timbre calló. Starlino- había mentos, pero Wills había a?uantado hast~ hartarse
despertado: le habían cortado el hilo del sueºño. unas largas historias de mu1eres y de bebida, Y los
Y se durmió otra vez. lamentos acerca de las series de televisión que se esta-
. Wills lo imaginó despertándose del todo y advir- ban perdiendo esta noche, y le había dicho al hombre
tiendo que no estaba solo en el cuarto. Retrocedió de que se fuera a dormir.
puntillas hasta el corredor y cerró la puerta. El cora- Sacudió a Lambert para que cerrara la boca Y se
zón le golpeaba• el pecho como si acabara de escapar sentó al escritorio acercando el registro de la noche.
a un desastre. La mano se arrastró por las líneas impresas en el pa-
¿Por qué? Durante el día podía hablar normalmen te \ pel, seguida por una sombra coja, dejando detrás una

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78 MINOTAURO LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS 79
cinta de palabras contorsionadas, como la baba de un quinta vez, cansado aún, decidió levantarse. Era el día
caracol enloquecido. de la visita de Daventry, recordó. Quizá convendría que
5. a. m. Todo tranquilo excepto en el cuarto 11. El fuese a hablarle.
paciente del 11 normal. Se vistió y salió, ojeroso. En el jardín algunos de
Se dio cuenta de lo que había escrito y tachó furio- los enfermos menos graves trabajaban distraídamente.
samente la ~lti~a palabra, una vez y otra más, hasta Daventry y la enfermera principal caminaban entre
~ue quedó ilegible, y luego escribió al lado "como ellos elogiándoles las flores y el cuidado con que ha-
siempre". ¡Normal! bían sacado todas las malas hierbas. A Daventry no
Estoy en el asilo de mí mismo. le interesaba la jardinería sino como herramien ta te-
. In~linó la lámpara sob~e el escritorio, para que le rapéutica. Los enfermos, aun los más graves, se daban
1lummase la cara, y se miró en el espejo de pared de cuenta, pero Daventry, aparentemente, no sabía que
las enfermer~s. Esta~a bastante ojeroso, luego de toda ellos sabían. Wills se hubiera reído si no sintiera que
una noche sm dormir, p~ro no tenía ningún otro sín- estaba perdiendo la capacidad de reir. Las facultades
t~ma alarmante. Como siempre, lo mismo que el pa- que no se ejercitan a menudo se atrofian lo mis-
nen te del cuarto número II. mo que los miembros .
. Y si~ embargo Starling, cadáver viviente, dormía Daventry vio que Wills se acercaba y lo miró en-
sm suenos. tornando los ojitos de pájaro detrás de los lentes,
~ills se sobresaltó, creyendo sentir que algo negro torció la boca de labios delgados y le dijo una pala-
y falam~ntoso le había rozado el hombro. Se lo imaginó bra a la enfermera que inclinó la cabeza y se alejó.
a Starlmg que extendía desde la cama los hilos tenta- El rostro afilado se le aclaró con una sonrisa, y las
culares del electroencefalógrafo, como si él mismo piernas ágiles lo llevaron rápidamente por el césped
fuese un órgano hilandero, y estuviese envolviendo to- que los pacientes no cortaban nunca, pues las cor-
do el hospital en una red inmensa, y atrapando a Wills. tadoras y las guadañas eran demasiado peligrosas.
Wills se imaginó que le vaciaban las entrañas, como -¡Ah, Harryl - dijo la voz optimista de Daventry-.
a una mosca. Quiero decirle dos palabras. ¿Vamos a mi oficina?
De pronto Lambert se sentó en el sofá, abriendo y Le tomó el brazo a Wills mientras se volvía. Wills,
c~rrando los ojos como persianas de una casa que se que no toleraba esta costumbre, se libró de la mano
auea en la mañana. de Daventry antes que se cerrara.
-¿Qué pasa, doctor? -dijo-. Está usted blanco como -Como suele ocurrir - dijo- . Yo también quería
una sábana. hablar dos palabras con usted.
Wills no tenía ningún hilo negro en el hombro. La voz seca golpeó la compostura de Daventry, que
- Nada -dijo con un esfuerzo-. Creo que estoy inclinó levemente la cabeza y examinó la cara de
un poco cansado. Wills. La lista de tics de Daventry era larga, pero el
Pensó que era _hora de que se fuera a dormir, y se hombre conocía los motivos de todos y a veces se to-
preguntó qué sonaría. maba la molestia de explicarlos.
-Ajá -dijo-. Ya me imagino de qué se trata.
El día era brillante y caluroso. Wills no dormía Entraron en el edificio y caminaron juntos. Los pies
nunca bien de día, y cuando se despertó por cuarta o golpeaban irregularmente el suelo como dos corazo-

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80 MlNOTAURO LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS 81
nes. Cuando cruzaban el corredor, Daventry habló vantar una barrera adecuada contra los argumentos
otra vez. de Wills: una cortina de humo.
-Se me ocurre que no ha habido cambios en Star- - ¡Por favor, Harryl - dijo afablemente- . ¿Qué daño
ling o me hubiese dejado una nota. Estaba uste~ de podemos hacerle? ¿Notó usted algún signo en la última
guardia anoche, ¿no es cierto? Hoy no lo he visto, entrevista con Starling?
lamentablemente. Fui a una conferencia y no pude - No. . . La entrevista ocurrió la semana anterior
venir antes del almuerzo. y la próxima ocurrirá mañana. No, pero todo parece
Wills miró adelante clavando los ojos en la puerta señalar la importancia esencial de los sueños. Ningún
de la oficina de Daventry. test nos muestra el efecto que ha causado en Starling
-No, ningún cambio. Pero de eso quería hablarle. la privación de los sueños, pero tiene que haber un
No me parece que debamos continuar. efecto.
- Ah - dijo Daventry. Era una exclamación auto- Daventry inclinó la cabeza, con aire neutral.
mática. Significaba algo muy distinto, como "estoy -¿Y qué dice el propio Starling?
asombrado", pero Davenport desaprobaba profesio- Wills admitió honestamente su derrota.
nalmente el asombro. -No se opone a que continuemos. Dice que se siente
Los dos hombres entraron en la oficina y se sen- muy bien.
taron. Una mosca idiota zumbaba golpeándose la ca- -¿Dónde está ahora?
beza contra el vidrio. -Hoy es miércoles. Ha ido al pueblo a ver a su
- ¿Por qué no? -dijo Daventry bruscamente. . hermana, como todas las tardes de los miércoles. Po-
'Wills no había preparado una respuesta. Le hubiese dría investigar si usted quiere, aunque .. .
costado trabajo hablar de Starling, el muerto-vivo, Daventry se encogió de hombros.
con tapones que parecían monedas adheridos a los - No importa. Pero tengo buenas noticias para us-
ojos, y de los tentáculos negros que se extendían por la ted. De acuerdo con mi punto de vista seis meses bas-
noche del hospital, de la idea -formulada y censura- tan y sobran para saber cómo tolera Starling las noches
da- de que a Starling· había que tratarlo co~ estaca_s sin sueños. El próximo paso será saber qué sueña,
afiladas y balas de plata,_ pronto. Tuvo q'.-1e 1mprov1- cuando se lo permitamos otra vez. De modo que le
sar rápidamente, como s1 levantara un dique de ur- propongo terminar el experimento dentro de tres se-
gencia, sabiendo que cedería pronto en una docena manas e investigar ese otro problema.
de puntos. _ .. -Es probable que siga despertándose automática-
- Bueno, todos nuestros casos sugieren que s1 inter- mente -dijo Wills.
ferimos en los procesos del sueño hay perturbaciones Daventry estaba resuelto a tomarse todo en serio.
mentales serias. Aun los más resistentes de nuestros - ¿Por qué lo dice?
otros voluntarios se derrumbaron antes de dos sema- Wills sólo había querido hacer un chiste, un poco
nas. Estamos impidiendo que Starling sueñe d~ noche amargo, pero ahora, pensándolo, le pareció que no
desde hace cinco meses, y aunque no hay smtomas estaba tan lejos de la verdad.
alarmantes es probable que estemos haci~ndole da~o. - Porque sólo él resistió el tratamiento -dijo-.
Mientras Wills hablaba, Daventry hab1a encendido Como en todos los demás, la frecuencia de los sueños
un cigarrillo. Ahora lo sacudía como si quisiese le- subió en los primeros días. Luego de alcanzar una

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82 MINOTAURO LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS S!S
cima de treinta y cuatro veces por noche, bajó a un Todo estaba en calma, y antes de subir para el examen
nivel de alrededor de veintiséis, que ha permanecido psicológico Starling había de someterse a una revisión
constante desde hace cuatro meses. ¿Por qué? La mente física. Aunque los médicos nunca habían encontrado
de Starling parecía maleable, y me cuesta creerlo. La nada, lo mismo que los psicólogos. Quizá todo ocurría
gente necesita tener sueños. Los sueños son necesarios en la mente de Wills, o en la de Starling. Pero esto
a la vida, como la comida o el agua. Starling no podía saberlo.
- Eso es lo que creemos -dijo Daventry con anima- Wills conocía la historia documentada de Starling
ción, y pareció que hojeaba mentalmente, se le ocurrió casi de memoria. Era una carpeta gruesa, manoseada,
a '1Vills, resúmenes de conferencias, informes para el co~ notas de él mismo y de Daventry. Volvió atrás las
Journal of PsycholOErJ y cuatro páginas ilustradas del hops, hasta la época_ -hacía ya cinco meses y una
Scientific American. Y así sucesivamente-. Eso es lo semana- en que Starhng era sólo un voluntario entre
que creemos. Hasta que nos encontramos con Starling, seis hombres y seis mujeres, destinados todos a veri-
y nos demostró que estábamos equivocados. ficar con el auxilio de aparatos perfeccionados los
-Yo ... -comenzó a decir ,vills. descubrimientos que había hecho Dementen 1960.
Daventry continuó sin prestarle atención: Había allí . transcri~ciones _de sueños acompañadas
-Los trabajos de Dement en Mount Sinai no eran por_ comentanos freud1anos, limitados, pero extraordi-
absolutamente definitivos, como usted sabe. Aferrarse na~1amente reveladores, aunque nada insinuaban del
a los primeros descubrimientos es siempre una actitud e?1gma más_ asombroso: que Starling pudiera vivir
errónea. Así nos vemos obligados ahora a renunciar sm esos suenos.
a la idea de que los sueños son indispensables, pues Est?Y en una estación de ferrocarril. La gente va al
Starling ha vivido sin sueños durante meses y hasta trabajo y vuelve a sus casas casi al mismo tiempo.
hoy, aunque quizá se nos escape algo, lo reconozco, Un hombre alto se me acerca y me pide un billete.
hasta hoy no ha sufrido a causa de esta experiencia. Trato de explicarle que todavía no lo he comprado.
-Daventry golpeó el cigarrillo, haciendo caer la ce- ~l ,hombr~ se enoja y llama a un policía, pero el po-
niza en un tazón del escritorio.- Bueno, estas son las hc1a es m1 abuelo. No puedo entender lo que dice.
buenas noticias, Harry: daremos fin a la serie Starling Estoy hablando con uno de mis maestros de escuela,
al cumplirse los seis meses. Veremos luego si vuelve el señor Bullen. Soy muy rico y he venido a visitar la
a tener sueños normales. No eran nada insólitos antes vieja escuela. Me siento muy feliz. Invito al señor
de la experiencia. Será realmente interesante ... Bullen a dar un paseo en mi coche que es grande y
Era un pobre consuelo, pero sin embargo tenía el nuevo. Cuando Bullen se sube al coche el pestillo de
mérito de limitar de algún modo las torturas de Wills. la portezuela se desprende y se le queda en la mano.
Lo libraba también en parte de la imagen horrorosa La portezuela no se cierra. No puedo encender el
que tanto lo había obsesionado: Starling, un cadáver motor. El coche es viejo y está todo oxidado. El señor
vampiro que parecía habérsele instalado para siempre Bullen se enoja mucho, pero a mí no me importa.
en la mente, como una amenaza definitiva. Ahora Estoy en un restaurante. El menú está escrito en
le era más fácil aguardar la próxima entrevista con francés y yo pido algo que no conozco. Cuando me
Starling. ~o traen no puedo comerlo. ~lamo al dueño para que-
Media hora después se sentó a esperar en la oficina. Jarme y el hombre llega vestido con uniforme de roa-

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84 MINOTAURO
LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS 85
rinero. El restaurante está en un barco en alta mar y
yo me siento mareado. El dueño me dice que me pon- casada, P:ro tenía un empleo bastante bueno y unos
drá entre rejas. La gente del restaurante se ríe de mí. pocos _amigos que _había conocido por intermedio de
Rompo los platos de la mesa pero no hacen ruido y su c.unado. y a quienes les caía simpático aunque no
nadie se da cuenta. De modo que al fin me pongo los 1mpres1onara mucho.
a comer. Esta actitud resumía de algún modo la existencia
Este último sueño es lo que uno puede esperar de entera de Starling. Apenas conocía los absolutos. Sin
Starling, pensó \,Vills. Al fin se pone a comer, y le gusta. embargo -a pesar de sus sueños-, nunca se había ren-
Los documentos. eran del periodo de control, la se- dido del todo, y al mal tiempo le ponía buena cara.
mana en que habían anotado los sueños de Starling Lo~ voluntarios eran de muy distinto origen: siete
y los demás voluntarios para compararlos con otros estuchantes, un profesor en vacaciones, un actor sin
posteriores al experimento. Es decir, en once de los contrato, un escritor con la bolsa vacía, un vagabundo
sujetos, los sueños que habían sobrevenido luego del que se burlaba d~ todo, y Starling. Se les había apli-
tercer día y las trece jornadas siguientes. En cambio, cado el .mé~odo ideado por Dement en el hospital
en Starling ... Mo~nt Sma1 de Nueva York, y luego mejorado y auto-
Los sueños correspondían admirablemente a Starling. matizad~ por Daventry: un timbre que despertaba
Miserable, mezquino, se había sentido frustado toda la al durmiente c~da vez que aparecían los signos indi-
vida, lo mismo que en los sueños donde intervenían cadores del sueno. En los otros once casos se confir-
a veces figuras autoritarias de la infancia: el abuelo maron los descubrimientos de Dement: la interrupción
odiado, el maestro de escuela. Aparentemente Starling de los sueñ~s I?º~ía nervioso al sujeto que se mostraba
no se rebelaba nunca. Al fin comía lo que le daban. cada vez mas irritable hasta que caía en la depresión
No era sorprendente, pues, que Starling se mostrara mental. El más resistente de los sujetos había aguan-
dispuesto a cooperar en el experimento, pensó Wills tado trece dias.
débilmente. Alojado, alimentado, liberado de proble- Pero todo esto no se aplicaba a Starling.
mas, debía de sentirse en el paraíso. O en una especie No era la falta de sueño lo que perturbaba a los hom-
de infierno gratificador. bres. Esto podía comprobarse fácilmente si se los des-
Wills estudió los sueños de los otros voluntarios, los pert~ba entre un s_ueño y otro y no cuando empezaban
que habían abandonado al cabo de unas pocas noches. a sonar:. Las reacciones se debían a que se les impedían
Los informes de la semana de control mostraban sin los suenos.
excepciones indicios de tensión sexual, y eran reso- En general todos parecían soñar una hora por no-
luciones dramáticas de diversos problemas y ataques che, e~ cuatro o cinco "ep~sodios". Eso indicaba que
a dificultades personales. Sólo Starling renunciaba el sueno cumplía una función. ¿Cuál? ¿La de aliviar
constantemente a la lucha. las tensiones antisociales? ¿La de purgar el ego satis-
Exteriormente, no era un hombre realmente inca- faci:ndo de~eos reprimidos? Las respuestas eran de-
pacitado. Teniendo en cuenta las frustraciones que le ma_siado fáciles. No obstante, si Starling no estuviese
habían impuesto, primero sus padres, luego el abuelo alh burlándose de ellos, los investigadores hubieran
tiránico y los maestros, Starling se había adaptado aceptado un": generalización similar y se hubieran que-
bien. Tranquilo y algo tímido vivía con una hermana dad~ tr~nquilos, ~speraD:do la época distante en que
la ciencia del esp1ntu dispondría de equipos mejores

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í

LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS 87
86 MINOTAURO

capaces de pesar y medir la implacable estofa de los l car visiones de ristras de ajos, estacas puntiagudas y
sueños.
. Pero Starling no había cedido. Al principio reac-
cionó de modo normal. La frecuencia de sus sueños
l enterramientos en encrucijadas.
El error debía de estar en su propia mente, no en la
de Starling.
su_bió de cinc_o veces por noche a veinte, treinta y más,
mientras el timbre abortaba todos esos sueños embrio-
l
¡
Las p~uebas tu~ieron_ los m~smos resultados que
las antenor_es. La _hipó_tes~s de Wills no era válida, por
lo tanto. S1 Starlmg smuera que lo habían librado de
narios, proyectando a la nadá al abuelo abominable,
a los maestros tiránicos. una c~rga, mostraría ahora signos de una personalidad
¿Tenía esto algún significado? Wills ya se lo había más fln:ne y segura. El mejoramiento microscópico se
preguntado o_tras veces. ¿Era posible que así como debía sm duda a que Starling estaba viviendo desde
la gente necesitaba los sueños, Starling los odiara? ¿Sen- hada meses en un ambiente tranquilo donde no se
tiría Starling la falta de sueños como una liberación? le exigía ningún esfuerzo.
La idea era simple y por eso mismo atractiva, pero El camino estaba cerrado por ese lado.
no se sostenía en pie. De acuerdo con los experimentos Wills apartó la pila de papeles.
previos equivalía a decir que para librar a un hombre -Señor Starling -dijo-, ¿por qué se ofreció usted
de la _necesidad de excretar bastaba privarlo de agua como voluntario? Seguramente ya se lo he preguntado
antes, pero no recuerdo.
y comida.
Pero la experiencia no había alterado físicamente .• T~do estaba en los archivos, pero era posible que
a Starling. El hombre no había perdido peso, ni se Starlmg intentara ahora otra explicación.
había puesto irritable. Respondía normalmente a las f -Bueno, no sé realmente, doctor -dijo la voz suave
pr1:1ebas de inteligencia y al test de Rorschach y a cual- de Starling-. Creo que mi hermana conocía a otro
qmer otro test. v~luntario y mi cuñado es un dador de sangre y siempre
No era natural. dice que todos le debemos algo a la sociedad, y aunque
Wi_lls se dominó. Pensó un instante en sus propias no me gusta la idea de que me saquen sangre, porque
reacciones y reconoció que sentía miedo: el miedo nunca soporté las inyecciones y esas cosas, esta idea me
instintivo e irracional a un extraño que se aparece de pareció bien y dije que sí. Luego, claro, el doctor
pronto y habla de un modo distinto y tiene otras ma- Daventry dijo que yo era una excepción, y si yo se-
neras. Starling era un ser humano; ergo, reaccionaba guiría en el experimento, y yo le dije entonces que a
de un modo natural; ergo, las otras experiencias habían mí no me hacía daño, y no me pareció que pudiese
coincidido por casualidad y los sueños no eran indis- negarme, sobre todo porque era en beneficio de la
pensables, o las reacciones de Starling no se distinguían ciencia ...
de las otras, y un día se manifestarían, cuando la pre- La voz siguió así sin añadir nada nuevo. Starlino
sión hiciese estallar la caldera. no se interesaba mucho en las cosas nuevas. Nunc~
De cualquier modo, sólo faltaban tres semanas. le había preguntado a vVills el propósito de las prue-
El golpe tímido de costumbre en la puerta. Wills bas, y probablemente nunca le había pedido a su pro-
respondió con un gruñido, y mirando entrar a Starling pio médico que le explicara una receta, contentándose
se preguntó cómo era posible que la vista de este hom- con pensar que las abreviaturas del médico eran una
bre tranquilamente extendido en la cama pudiera evo- especie de talismán. Quizá estaba tan acostumbrado

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•r
88 MINOTAURO r LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS

a que le taparan la boca si mostraba demasiado interés •'


~
Wills luchaba contra esas voces y trataba de pensar
que no se sentía capaz de investigar el sistema del que 't en otra cosa.
formaban parte ,,vms y el hospital. Daventry dijo -lo que estaba de acuerdo con la na-
Starling era un hombre maleable. La voz exaspe- turaleza del experimento- que como elemento indis-
rante del cuñado, que lo acusaba de inútil, lo había pensable de control habría que desconectar el timbre
llevado a esto. Observándolo, Wills comprendió que unido al electroencefalógrafo, cuando llegara el momen-
la decisión de ofrecerse como voluntario era probable- to. No le dirían nada a Starling y verían qué ocurría.
mente la mayor que había tomado Starling en su vida, Starling podría tener sus sueños otra vez. Quizá serían
comparable, en algún otro, a la decisión de casarse o más vívidos, y él los recordaría más claramente luego
de entrar en un monasterio. Y sin embargo eso era de una interrupción tan prolongada. Starling ...
falso también. Starling no tomaba decisiones en ese Pero ,,Vills lo escuchó a medias. No habían previsto
nivel. Las cosas le pasaban, y eso era todo. la reacción de Starling cuando le impidieron soñar.
Impulsivamente, Wills dijo: ¿Cómo iban a saber qué pasaría cuando soñara de
-¿Y cuando la experiencia termine, señor Starling? nuevo? Wills tuvo un presentimiento helado pero no
Supongo que no durará indefinidamente. se lo mencionó a Daventry. Podía resumirse así: cual-
Plácida, la voz articuló las palabras inevitables: quiera que fuese la respuesta de Starling, sería siempre
-Bueno, usted sabe, doctor, no lo he pensado. inesperada.
No, la falta de sueños no era una liberación para Le contó a Daventry que Starling estaba ya enterado
Starling. No significaba nada. Nada le parecía impor- de que el experimento terminaría pronto. El jefe frun-
tante. Starling era un muerto-vivo. En la escala de los ció el ceño.
valores humanos, Starling era neutro. La cosa maleable -Qué lástima, Harry -dijo-. Aun el mismo Star-
que llena el agujero, la cosa sin voluntad propia que ling es capaz de sacar sus propias conclusiones cuando
saca el mejor partido posible de lo que encuentra, y compruebe que han pasado seis meses. No importa.
no va más allá. Bastará con que prolonguemos la experiencia unos po-
Wills deseó poder castigar la mente que engendraba cos días. Hagámosle pensar que se ha equivocado.
esos pensamientos, y despidió a Starling. Pero el ale- -Miró el almanaque-. Démosle tres días extras. Inte-
jamiento de aquella presencia física no borraba la exis- rrumpamos en el cuarto. ¿Qué le parece?
tencia inexistente que ardía, amenazaba, acechaba y Casualmente -o no- estaría de guardia la noche
zigzagueaba en todos los rincones del cerebro caótico de ese cuarto día. Ocurría una vez por semana, y las
de ,,vms. últimas veces apenas había podido aguantarlo. Se
preguntó si Daventry habría elegido deliberadamente
Aquellas últimas tres semanas fueron peores. La bala la fecha. Quizá. No importaba mucho.
de plata y la estaca puntiaguda, la encrucijada para el - ¿Estará usted aquí para ver lo que pasa?
enterramiento. Las imágenes se encadenaban en la La cara de Daventry se inmovilizó en una máscara
mente de Wills, que se agotaba aferrándose a esas ca- de desconsuelo.
denas. Horror, horror, horror cantaba una voz terri- -Lamentablemente no. En esos días asistiré a un
ble en algún rincón profundo y oscuro. No es natural, congreso en Italia. Pero tengo una confianza absoluta
decía otra voz en un tono profesionalmente juicioso. en usted, Harry, lo sabe bien. A propósito, enviaré

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90 MINOTAURO LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS 91
tma comunicación sobre Starling al Journal of Psycho- Green asintió con un movimiento de cabeza y tomó
logy. He pensado que usted podría aparecer como co- una revista de la mesa.
autor. -Puede ocurrir algo raro ahí, ¿no, doctor?
Aquella noche el enfermero ~e guardia er:'- Green, -Sólo Dios lo sabe - dijo Wills, y salió.
un hombrecito astuto que conoc1a yudo. En cierto mo- El corazón le golpeaba con tanta fuerza que Wills
do esto era un alivio. \iVills apreciaba bastante la com- temió despertar a las gentes que dormían alrededor.
pañía de Green, y hasta había aprendido a~gunas ~o- Se adelantó sintiendo que las pisadas martilleaban el
rnas de yudo, útiles para contener a los pacientes v10- piso. La sangre le rugía en la cabeza. Tuvo una sen-
lentos, sin hacerles daño. Esta noche, sin embargo ... sación de vértigo, de caída, de modo que las líneas
Charlaron abundantemente la primera media hora, inmóviles del pasillo - las del piso con las paredes, un
pero Wills perdía a menudo el hilo de la conversación, par de líneas; las de las paredes con el techo, otro par-
tratando de imaginar qué pasaría en aquel cuarto, en se torcían como las vueltas de una trenza o la punta
el extremo del corredor, donde Starling yacía embal- de un barreno o una barra de caramelo vuelta miste-
samado entre las sombras y las luces piloto. Nadie lo riosa y topológicamente del revés. Tambaleándose
molestaba ahora cuando se acostaba. Todo lo hacía como si estuviese borracho, Wills llegó a la puerta de
él mismo: conectaba los cables, se ponía los tapones Starling y se miró la mano, que tomaba el pestillo.
adhesivos en los ojos, encendía el equipo. Se corría Rehuso la responsabilidad. Rehuso aparecer como
el riesgo de que descubriera el cambio, pero el timbre coautor de esa comunicación. La culpa es de Daventry.
estaba preparado de tal modo que nunca sonaba antes No obstante, aceptó abrir la puerta, como lo había
de la primera media hora de sueño normal. . aceptado todo, desde el comienzo de la experiencia.
Starling, aunque jamás hacía nada que pudiera Aunque no dejaba de darse cuenta de que había
cansarlo, se dormía en seguida. Otra prueba de que entrado sin hacer ruido, se sintió como un elefante que
tenía una mente maleable, pensó "\,Vills ácidamente. avanza rompiendo cristales. Todo estaba como siempre,
Meterse en cama era una invitación a dormir, y se excepto, por supuesto, el timbre. ·
dormía. Acercó una silla de pies forrados en caucho hasta
Comúnmente pasaban tres cuartos de hora antes que un sitio desde donde podía ver las cintas de papel que
el primer embrión de sueño empezara a moverse en el brotaban del encefalógrafo, y se sentó. Hasta ese mo-
cráneo redondo de Starling. Durante seis meses y un mento sólo habían aparecido los ritmos propios de un
par de días el timbre había anulll.do ese ~rimer sueñ? hombre que acaba de dormirse. Starling todavía no
y todos los siguientes; el durmiente cambiaba de posi- había empezado a tener el primer sueño. Si esperaba
ción desarreglando apenas las sábanas, y ... hasta que llegara ese sueño, y comprobaba que todo
Pero no esta noche. iba bien, bueno, quizá se le disiparían esos fant_asmas
Al cabo de cuarenta minutos Wills se incorporó con que tenía en la cabeza.
los labios resecos. Se puso la mano en el bolsillo de la chaqueta y la
- Estaré en el cuarto de Starling, si me necesita cerró sobre un diente de ajo.
- dijo-. Hemos desconectado el timbre y hoy empe- Sorprendido, sacó el ajo y se quedó mirándolo. No
zará a soñar otra vez . . . de modo normal. recordaba habérselo guardado en el bolsillo. Pero la
La palabra no pareció convincente. última noche que había estado de guardia, obsesionado

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LA ESTOFA DE LOS SUEÑOS 93
92 MINOTAURO
-¡El cuarto once, doctor! Me parece que el enfer-
por la apariencia mortuoria de Starling do~mid<?, se mo. . . ¡Rápido!
había pasado la mayor parte de las horas silenciosas Y entonces Green vio lo que le habían hecho a
dibujando figuras de murciélago, atravesándoles los co- Starling.
razones con la punta del lápiz, dibujando encruci- Estupefacto, Green se volvió y clavó en Wills unos
jadas alrededor de los animales, arrojando lejos la ojos muy abiertos. Abrió y cerró la boca, pero durante
hoja de papel con el agujero en el centro. un rato fue incapaz de articular una palabra.
¡Oh, Dios! Se sentiría aliviado realmente cuando -¡Doctor! -dijo finalmente, y eso fu e todo.
se librara de esta obsesión. Wills lo ignoró. Miró el cadáver viviente y le pare-
Por otra parte, haberse procurado un diente de ajo ció que la sangre era una pintura fosforescente en la
era un síntoma inofensivo. Lo guardó otra vez en el penumbra del cuarto, y que le iluminaba las ma?os
bolsillo. Inmediatamente notó dos cosas. Primero y la chaqueta, corriendo por la cama y por el piso,
la alteración de las líneas del encefalograma, lo que manando ahora como un río, saliendo a borbotones
indicaba el principio de un sueño. Luego que no sólo de los lápices que dibujaban las huellas de. un sueño
tenía en el bolsillo el diente de ajo sino también un en las cintas de papel, pegoteándole los pies que se
lápiz de punta muy afilada. le movían con un ruido de succión en los zapatos hú-
No, no un lápiz. Lo sacó y vio que era un trozo de medos.
madera de unos quince centímetros de largo, afilado -Ha estropeado la experiencia - dijo Daventry fría-
en una punta. No necesitaba más. Eso y algo para gol- mente entrando en el cuarto-. Luego que yo me mos-
pearlo. Buscó en todos los bol~illos. Encontr~ el mar- trara ian generoso y le ofreciera firmar conmigo el ar-
tillo de goma con que examinaba los refleJOS. Por tículo para el Journal of Psyc!!olog;y. ¿~ómo se ~trevi_ó?
supuesto, no era el martillo adecuado, pero sin em- Rojo de vergüenza, las mejlllas ardientes, Wills sin-
bargo ... tió que ya nunca sería capaz de mirar otra vez a Da-
El azar había entreabierto el pijama de Starling. ventry a la cara.
Wills puso cuidadosamente la estaca sobre el corazón -Hay que llamar a la ~olicí~ -dijo ~~ventry, aut?-
y alzó el martillo. ritario-. Por suerte Starling siempre d1JO que quena
La estaca se hundió en la carne, blanda como queso. ser un dador de sangre.
La sangre brotó semejante a un manantial que asoma Daventry levantó del piso una jeringa giga~tesca,
en el barro, corrió sobre el pecho de Starling, empezó como una aguja hipodérmica destinada a un titán,_ y
a manchar la cama. Starling no llegó a despertar. Pa- luego de hundir!~ en el rí~ d~ sangre alzó la agup.
reció sólo que el cuerpo se le aflojaba todavía más ... El nivel rojo subió en el v1dno.
naturalmente, pues era un muerto-vivo y no un hom- Y clic.
bre que duerme. Sudando, Wills dejó caer el martillo En la mente delirante de Wills se abrió una brecha.
de goma y se preguntó qué había hecho. El alivio lo Daventry estaba en Italia. Por lo tanto no podía estar
inundó así como la corriente incesante de sangre inun- allí. Por lo tanto no estaba. Por lo tanto ...
daba la cama. \Vills sintió que los ojos se le abrían co~o p~sados
Detrás, las puertas estaban abiertas de par en par. portones de goznes oxidados y se descubrió mir~ndo
Oyó unos pasos gatunos en el pasillo y la voz de Green la figura dormida de Starling. Las puntas que senala-
que decía, anhelante:

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94 MINOTAURO LA ESTOFA DE !.OS SUEÑOS 95
ban en el papel la actividad del cerebro habían vuelto que él mismo experimentara el fenómeno, pero este
a dibujar el ritmo típico. No había estaca. No había era un problema que podía esperar. Mientras, Wills
sangre. había soportado bastante, y más que bastante. Conec-
Aliviado, debilitado, Wills se estremeció recordan- taría de nuevo el timbre, y al diablo con el resto.
do el horror. Se reclinó en la silla y trató de entender. Trató de alzar el brazo hacia las cajas del equipo
Se había dicho a sí mismo que cualquiera que fuese en la mesa de noche y se asombró al comprobar que
la reacción de Starling cuando le devolvieran sus sue- el brazo, pesado y torpe, no le obedecía. Unos pesos
ños, siempre sería inesperada. Bueno, esta era la invisibles parecían colgarle de las muñecas. Cuando,
prueba. Nadie podía haber predicho esto. Pero era bañado en sudor, alcanzó al fin el timbre, advirtió
posible encontrar una explicación, hasta cierto punto. que los dedos hinchados no eran capaces de conectar
Aun había mucho que investigar en la mecánica del el alambre.
proceso. Pasó una eternidad, y, al fin, llorando de frustración,
Si no se equivocaba a propósito de Starling, toda Wills comprendió.
una vida de frustraciones, tratando siempre de sacar El tema principal de los sueños de Starling era el
el mejor partido posible de las cosas, le habían debi- fracaso. Starling pensaba que todos sus esfuerzos se-
litado la voluntad hasta el extremo de que nunca rían siempre inútiles. Por eso Wills, unido de algún
trataba de enfrentar un obstáculo. Si descubría que modo a la mente de Starling, y cuya conciencia era
algo le cerraba el camino, daba un rodeo. Si no era para Starling un sueño, nunca podría conectar el
posible dar un rodeo, dejaba las cosas como estaban. alambre.
Cuando le interrumpieron los sueños se encontró Wills dejó caer flojamente los brazos. Miró a Star-
con un obstáculo. Los otros once voluntarios, más ling sintiendo que el miedo le apretaba la garganta.
agresivos, habían desarrollado síntomas de resentimien- ¿Cuánto puede soñar un hombre en una noche cuando
to: irritabilidad, furia, conducta insultante. Pero no ha sido privado de sueños durante seis largos meses?
Starling. El resentimiento era para Starling incon- Wills tenía en el bolsillo una estaca afilada y un
cebible. martillo. Terminaría con los sueños de Starling de
Pacientemente, acostumbrado a las decepciones, que una vez por todas.
habían sido siempre la nota característica de su vida,
había tratado de dar un rodeo. Y lo había encontrado. Wills estaba todavía en la silla, llorando sin lágrimas,
Había aprendido a soñar con la mente de otro. atado por cadenas invisibles, cuando Starling despertó,
Por supuesto, hasta esta noche el timbre había inte- y lo descubrió allí, a la mañana.
rrumpido todas las tentativas de sueño, pero ahora no
Título del original: Such stuff.
había timbre y había soñado en Wills y con Wills. Traducción de G. Lemos.
La estaca, la sangre, la intrusión de Green, la apari-
ción de Daventry eran partes de un sueño al que Wills
había contribuido con algunas imágenes, y Starling con
otras, como el policía que no había llegado y la jeringa
enorme (Starling temía las inyecciones).
\Vills se decidió. Daventry no lo creería, no hasta

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EL OJO CIEGO DE DIOS 97
Kathleen James es el seudónimo de una mujer joven sagradables. De modo que la culpa no es de ellos,
que nació en Escocia, se educó en Inglaterra, se graduó sino tuya."
en la Universidad de Sheffield y enseña hoy literatura Cuando conseguí un empleo en El ciervo blanco
en un instituto para maestros. En El ojo ciego de Dios me instalaron, pues, en la cocina y no en el bar. No me
cuenta la trdgica relación de una muchacha lavaplatos gusta lavar platos. Al cabo de unos días uno empieza
con un asesino quizd demasiado eficiente. a reconocerlos y _la soda estropea la piel. Aunque cuan-
do se los ha apilado en las bandejas y parecen tortas
de boda de cristal se siente cierta satisfacción. Hasta
que se los llevan y vuelven sucios de nuevo. Esta ru-
tina es soportable cuando el bar no está demasiado
lleno, por supuesto. De noche y en los fines de se-
EL OJO CIEGO DE DIOS mana cuando han llegado los muchachos, y los mozos
piden a gritos los vasos que una no ha alcanzado a la-
var, y en _el agua grasienta, negra de cenizas y borra,
Kathleen James flotan colillas y fósforos y no hay tiempo de desago-
tar la pileta y. todos los. re.pasadores están empapados,
entonces el s1t10 es un mherno.
La mayoría de esas noches yo tenía la cabeza tan
Si en un principio yo hubiera prestado atención a mi metida en el vertedero que no veía nada hasta que la
madre, me hubiese evitado algunos disgustos. Pero mesa de la izquierda empezaba a llenarse y yo bus-
nadie le enseña nada a otro realmente, y sólo se es- caba un lugar para poner un vaso y no lo encontraba,
carmienta en carne propia. Mi error fue haber pen- y descubría de pronto que yo estaba lavando y se-
sado que la gente sabe lo que dice. De modo que le cando como una maniática y el bar ya había cerrado
creí a Grane, pues pensé que sabía más de sí mismo las pu_ertas y los últimos clientes se iban a sus casas,
que mi madre, y cuando comprobé que ella tenía ra- y a m1 alrededor se alzaba una barricada de loza lim-
zón y que yo estaba equivocada no encontré otro re- pia como en una fábrica de cristales. Pero a veces
medio que irme de casa. Quizá esto también fue un cuando había un poco de tranquilidad, yo tenía tiempo
error, pero me cuesta aprender. De cualquier modo, de preparar tod3: ~na bandeja de vasos antes que los
así lo hice, y entré en el Ejército de Salvación y lavé hombres me la p1d1eran aullando y entonces yo misma
platos y ellos le buscaron un hogar al bebé. la llevaba a la ventana y miraba el bar. Fue una de
Y ahora ustedes creen conocerme. Pero, por su- esas veces cuando vi al pelirrojo.
puesto, están equivocados. No atraigo tanto a los Había una reunión veronista en ese momento en
hombres como para ser una profesional -no quiero la calle,_ tan ruidosa que yo no podía oír ni mis propios
decir que soy fea, hablo de esa "atracción" de los ima- pensamientos. Por eso era que el bar estaba tranquilo.
nes- y durante un año, luego que Grane desapareció, La mayoría de los muchachos había salido afuera a
me pasé mirando los pantalones de los hombres en escuchar, y algunos de ellos a burlarse y arrojar bote-
los sitios públicos y repitiéndome a mí misma: "Los ~las. La voz ~el o_ra~or tronaba en los altoparlantes,
caballos no son desagradables. Los perros no son de- ¡usto en ese nivel irritante en que apenas se entienden
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98 MINOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS
99
las palabras, pero las inte~rupciones b~rlonas y. los - Quizá se levanta cuando usted está aquí.
abucheos se sucedían continuamente, interrumpidos Martín sacudió la cabeza.
por los vítores de los partidarios del orador. De cuando -Juro que no se movió en toda la noche.
en cuando se oía una voz que sobresalía de las otras y En ese momento se oyó un ruido de vidrios rotos
que aullaba un insulto o un slogan, seguida por un -una primera botella que atravesaba el escaparate-
confuso ruido cuando otra gente la hacía callar. No y los sonidos de la multitud se alzaron como las voces
era realmente un tumulto, pero estaba acercándose a de los animales del zoológico a la hora de la cena.
serlo, y yo esperaba que los policías llegaran antes que Martín corrió en una dirección para echar el cerrojo
nos destrozaran otra vez los vidrios de las ventanas. t yo en la otra para llamar a la patrulla, y cuando al
El pelirrojo estaba sentado a solas en un rincón fu~ todo se calmó, alrededor de medianoche, y los ca-
frente al bar, y me llamó la atención en seguida porque ~1ones de la policía se alejaron y los bomberos reco-
parecía ser el único que no prestaba atención al _tu- gieron las mangueras, nuestro cliente había desapa-
multo. Era un hombre corpulento y tosco, vestido recido.
con una camisa sucia, y delante, sobre la mesa, ha- Hay muj~res que no pueden vivir sin un hombre,
bía media docena de vasos vacíos, dispuestos en dos y no me refiero al sexo. Mientras tienen cerca alguna
filas. Tenía un vaso lleno en la mano, y lo miraba especi~ de ho~bre pueden llevar las cosas adelante,
muy atentamente como si no hubiera nada más im- pero si no, se sienten perdidas. Yo soy así, a pesar de
portante en el mundo, y luego, de pronto, se lo echó de la falta de magnetismo y los pantalones y todo lo de-
un trago a la garganta, se enjugó la boca, y puso el más. Teng:o que estar enamorada de alguien. y si
vaso cuidadosamente en el extremo de una de las no hay nadie a mano, bueno, busco al desconocido más
filas. Simultáneamente extendió la izquierda hasta próximo y lo adoro desde lejos hasta que casi siento
el timbre para pedir otro vaso. En ese momento debió que me muero. Ni siquiera Grane me había curado de
de haber notado que yo lo observaba, pues se volvió eso, y yo ya estaba dispuesta para otro episodio.
hacia mí y me miró. Era una de esas miradas de hom- Salí tarde del café, luego del tumulto, y me fui di-
bre que mira el corral de ganado, un último examen rectamente a la cama, y tuve un sueño raro. Soñé
antes de decidir si va a comprarte o no. Sentí que la que estaba _otra vez en el hospital de paredes brillantes
sangre me subía a la cara y me retiré rápidamente. entre las hileras de camas, y la enfermera apareció en
Martin, el muchacho del mostrador, entró con una la sala trayendo un bulto arropado.
bandeja de copas y tazas usadas mientras yo me vol- -Es su n~~ito -me dijo- y tiene que darle de comer.
vía a la pileta. -No -d11e-. No es mío. Yo 110 lo tuve. No es mi
-¿Vio a ese cliente pelirrojo del rincón? -m~ dijo bebé, lléveselo.
volcando la bandeja y llenándome el agua de colillas-. Pero la enfermera me echó el bulto en los brazos
Es un tipo raro. Lo he estado ?bservando desd~ hace y se pus~ a sacarle las mantas, y el niño se apretó
una hora y siempre hace lo mismo. Se pasa cmco o C?ntra m1 pecho como una sanguijuela, llorando las-
diez minutos mirando el vaso, se lo bebe de un solo timosamente, y cuanto más yo trataba de apartarlo
trago, y luego lo pone en fila, como un sarge!1to._ Y más se apretaba. Parecía estar envuelto en una man:
créame, está sobrio. Le diré algo más: se bebió siete tilla de cien metros de largo, que la enfermera desen-
seguidos y no se movió del asiento. volvía y desenvolvía hasta que estuvimos rodeadas

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100 MINOTAURO
EL OJO CIEGO DE DIOS 101
por una materia blanca parecida a las capas de un
huevo de crisálida. Y cuando la enfermera concluyó Por supuesto, era un excelente orador, y cuando se
y desdo~ló el último pliego, no era un bebé lo que yo ponía a hablar de la Joya del Sistema Solar y la
t~nía, smo una muñeca de plástico, como esas que herencia de la humanidad, y las lágrimas empezaban
~irven para practicar en la clínica, y el pelo de la mu- a correrle por las mejillas y se detenía para tomar
neca era rOJO. aliento de aquel modo y se apoyaba en el micrófono,
Me_ ~esperté en ese momento, temblando, y recordó era difícil no simpatizar con él y gritar unos vítores,
un vieJo cuento que yo había oído en mi infancia: pero nunca pensé que los colonizadores fueran tan
soñar con un bebé significa desastre. malos como se decía. En primer lugar todos venían
de la Tierra como nosotros, y era evidente que no
Había habido muchos desastres ese año. El asesinato todos podían ser mercaderes de guerra, no por lo
del Presidente había sido el mayor de todos, quizá, menos desde hacía varias generaciones, de modo que
pero habíamos tenido también nuestra cuota de plagas, no era posible considerarlos culpables. Pero como
inundaciones y terremotos. Supongo que los veronistas dije, el número de veronistas parecía crecer todos los
eran una de las más importantes; me refiero a las días, y algunos de ellos habían empezado a usar ca-
plagas. Algunos decían que habían sido ellos quienes misas blancas y a hacerse notar en las calles.
pusieron la bomba que hizo volar el coche del presi- Bueno, al día siguiente fui temprano al trabajo
dente Anu por encima de los techos de la capital junto para ayudar a limpiar. Ray y Martín habían puesto
con la esposa, dos ayudantes, el secretario de Estado y unas tablas en las ventanas y el señor Grey discutía
alrededor de un centenar de ciudadanos vestidos con en el teléfono con un vidriero y Vera estaba en el
traje de algodón que saludaban con banderas. Pero mostrador del bar como siempre, tratando de decorar
fueron los mismos veronistas quienes más protestaron el sitio. Yo sabía que si la señora Grey llegaba de
contra la policía por no prender al asesino, y cuando pronto y veía todos aquellos vidrios desparramados
John Repat_a fue arrestado como sospechoso, un agi- por el piso ~e llamaría en seguida la atención, pero
tador veronista provocó a la multitud y así lincharon Vera le hubiera contestado con esa mirada orgullosa
a Repata antes que lo juzgasen. Lo bañaron en kero- que significaba "eso es trabajo de la chica". La chica
sene y le prendie~on fuego con un lanzallamas y parte era yo. De modo que saqué una escoba del cuarto del
del kerosene cornó por el camino donde estaban api- fondo y me puse a barrer.
lados los tanques y hubo una explosión y se incendia- Había sólo un cliente a esa hora temprana, y du-
ron dos manzanas de casas y una fábrica y murieron rante un minuto o dos no lo vi. Estaba bastante oscu-
otras setenta y tres personas. Luego de esto, sin em- ro adentro, a causa de las maderas en las ventanas
bargo, pareció que había más veronistas que antes, y y las luces indirectas del cielo raso. La luz del sol de-
los tumultos se sucedieron, uno tras otro, y como nos- rra~ad~ ei:i el umbral . era casi enceguecedora y yo
otros estábamos en una calle principal nos rompieron barna mchnándome ba10 los bancos en busca de as-
dos veces el escaparate. tillas de vidrio. Cuando lo vi al hombre sentí algo
La gente había empezado a decir que Hugh Veron raro, pues yo tenía aún el sueño en la cabeza. Y na-
sería el próximo presidente, lo que era difícil de turalm~nte, e! hombre era el vagabundo pelirrojo de
creer. Bastaba mirarlo, para que a uno no le gustase. la camisa sucia.
Debía de ser temprano para él también, pues no

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102 MINOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS 103


había más que un vaso vacío en la mesa, delante, y preguntado si prefería la tierra a la arcilla. Pero ella
todavía tenía el segundo vaso en la mano. Sentado, no se sorprendió. Estaba acostumbrada a toda clase
absolutamente inmóvil, como una estatua, me pa- de clientes. Se metió en la cocina, dejando al hombre
reció al principio que no se daba cuenta de que en manos de Vera.
yo estaba allí. Casi me lo llevé por delante con la -Ah. . . y este. . . otra cerveza, señorita.
~coba y el hom_bre _no se ~ovió, y cuando le pedí Vera llenó el vaso como si tuviese una cuestión
di~culpas se volvió solo un mstante hacia mí y luego personal con la máquina, y lo dejó en el mostrador.
miró otra vez el vaso, fijamente. Barrí todo alrededor -Llévaselo, Alice. Estoy ocupada.
de l~s pi~s del h?mbre y debajo del banco, y él no se Continuó li~piando los animalitos de porcelana, '
movió ni me miró. Nuestros clientes eran distintos: como si toda su vida dependiera de eso.
gente amable en su mayoría, sobre todo los que venían Yo sabía que estaba enojada sobre todo con la
r~gula~ente, siempre dispuestos a bromear. Dema- señora Grey, que le había hablado directamente al
siado dispuestos algunos de ellos, pero nada parecidos hombre mostrando así que Vera era demasiado lenta,
a estatuas. pero pensé que el pelirrojo no se había dado cuenta
Llevé a la calle los vidrios rotos y volví a limpiar las quizá y se sentía herido, de modo que le llevé el vaso
mesas. Todo estaba más tranquilo ahora: los dos hom- con una sonrisa. No sirvió mucho sin embargo, pues
bres habían desaparecido en el sótano, y Vera les el hombre me contestó con otra de esas miradas de
sacaba el polvo lánguidamente a los adornos del otro soslayo, y en seguida se volvió de nuevo hacia sus va-
lado del mostrador. Vi que la señora Grey había sos, ignorándome. Me sentí furiosa un rato, y anduve
venido también, con un delantal de seda verde sobre golpeando las cosas aquí y allá hasta que al fin se me
la bata matinal. La bata matinal era negra con man- ocurrió que el hombre estaba preocupado por algo.
gas largas, y la de la tarde era dorada y escotada, pero Y además tenía hermosos ojos: verdes y brillantes.
el delantal verde sólo se lo ponía cuando llevaba la El sitio comenzó a animarse a medida que llegaban
bata negra. Los dos eran muy ajustados, pero a pesar los parroquianos de costumbre, y me puse a ayudar
de eso trabajaba bastante más rápidamente que Vera. a la señora Grey en la cocina y a lavar los platos,
El pelirrojo había acabado de beber el segundo vaso y no vi mucho de lo que ocurría en el bar. Todo el
y ahora parecía haber vuelto a la tierra. mundo hablaba de los tumultos del día anterior, y
-¿No hay algo que comer, señorita? -le preguntó de que pronto habría una gran concentración vero-
a Vera. nista -la mayor hasta entonces, decía la gente- y se
Esto fue una equivocación. El hombre no era bas- 1: mencionó el rumor de que el orador principal sería
tante limpio o elegante, de modo que Vera no lo oyó. una persona realmente importante. Alguien sugirió
-¿Jamón con huevos? ¿Pastel, sándwiches? -la se- que podía ser Hugh Veron en persona. Esto me inte-
ñor~ Grey estaba. aún guardando el delantal y ya lo resó, pues yo nunca había visto a Hugh Veron, ex-
tema todo organizado-. Tenemos jamón fresco del cepto en las pantallas de televisión, pero todo el
campo. mundo sabía también que esto era tonto, pues Hugh
-Sí, está bien. Veron sólo visitaba los sitios verdaderamente impor-
Parecía, q~e al ho1:1bre 1:º le importaba mucho, y tantes, y en ese momento andaba por algún lugar de
que habna sido lo mismo si la señora Grey le hubiese Asia, y de cualquier modo la guardia protectora nun-

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104 MINOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS 105
ca permitía que uno se acercara mucho. Y aunque de anteojos sin armazón. De acuerdo con lo que yo
viniese y hablara en la plaza frente al bar yo no po- sabía era casi indiferente votar por uno o por otro;
dría verlo, pues me pasaba las horas con la nariz los dos parecían decir las mismas cosas: más dinero
metida en ~l vertedero, lavando platos. Pero no deja- para viudas y huérfanos, un tratado marciano, esas
ba de ser mteresante, ya que se tenía la impresión cosas. Y ninguno de ellos lo haría volver a Grane, de
de que algo iba a ocurrir realmente. modo que yo y mi bebé seríamos en verdad como esas
Cerca de la hora del almuerzo llegaron unos hom- viudas y huérfanos, pero nadie había dicho que me '
bres en un camión cargado de escaleras y se pusieron darían dinero alguna vez. 1

a pegar unos cartelones en el otro extremo de la


calle. Fui a echar una mirada para ver si se trataba No hubo tumultos aquella noche, pero sí la multi-
de algo nuevo -me gustan esos anuncios coloreados, tud acostumbrada de los fines de semana. Yo ya estaba
que son siempre divertidos- pero estos se referían cansada al comienzo, y cuando todos los vasos estu-
todos a la ~le~ción presidencial y pedían que uno vieron limpios, y en los estantes, y las luces del salón
votara por d1stmtas gentes. Tengo los años suficientes se apagaron, tenía un dolor que me bajaba de la nuca
para votar. Yo hubiera podido votar por el presidente a las piernas y todos los huesos entumecidos. Me froté
Anu la última vez, y probablemente lo hubiese hecho los dedos con Velogel, la crema que transforma la piel
ya que me gustaba y todo el mundo decía que era en terciopelo, pero sospecho que los fabricantes nunca
un buen hombre. Pero al fin no me tomé la moles- pensaron en los efectos de la soda. Yo estaba usando
tia, pues era evidente que iba a ganar, y además yo esa crema desde hacía seis meses, y cualquiera que
no había votado nunca y no sabía muy bien cómo vendiese mis manos como terciopelo sería perseguido
hacerlo y tenía miedo de equivocarme. por la justicia.
No me parecía que yo llegara a votar esta vez tampo- -La una, Alice - dijo la señora Grey-. Y no te
co. Todos decían que el señor Marchbanks era el indi- retrases. Mañana tendremos también mucho trabajo.
cado, pero yo no sabía nada de él, y con un nombre La ciudad está colmada de extraños: nunca he visto
semejante parecía un poco afeminado. Era uno de tantas caras nuevas. Ha de ser ese barrio que están
los que aparecían en los anuncios, y tenía buen as- construyendo junto al río. Aunque me gustan menos
pecto, una cara común y amable, nariz larga y ante- que los clientes habituales. Dos de ellos por lo menos
ojos, pero yo no estaba muy segura. El señor Grey son bastante horrorosos.
era muy aficionado a la política, y no sería raro La señora Grey, por supuesto, no hablaba de las
que nos diera todo un día de asueto para que fuése- caras. Algunos de nuestros clientes asustarían al ca-
mos a votar. Pensé que yo podía emplear esas horas nario, si tuviésemos uno. Pero yo había oído también
en ir de compras. No disponía de mucho tiempo libre alounas voces que no eran muy tranquilizadoras.
cuando las tiendas estaban abiertas. ~Bueno, espero que se hayan ido -dije-. Tengo
No se mencionaba a Hugh Veron en ninguno de que volver sola.
los anuncios y eso era bastante divertido, pues la gente -Eso es, querida, ten cuidado. Ve por las calles
hablaba de él continuamente. El otro hombre que principales, y si alguien se te acerca llama a gritos
aparecía allí a menudo era un señor llamado Alberti- a un policía.
ni, también de cara común, un poco más moreno, y -Oh, Alice sabe lo que hace, ¿no es cierto, querida?

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106 MINOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS 107
Esta era Vera, la mujer de uñas de gata. No había -Hermosa noche, señorita. ¿Por qué tanta prisa?
problemas para ella. Vivía a cuatro cuadras, y un Venga un momento. Tengo algo q':e enseñarle;
joven patrullero la esperaba en la calle para acom- Yo no necesitaba que me ensenaran. Podia ver
pañarla y el tiempo que tardarían en hacer el trayecto dónde tenía el individuo la otra mano, y los panta-
sería increíble. Me despedía del matrimonio Grey, lones de los hombres ya no encerraban para mí nin-
fingí no haber oído a Vera, y armándome de coraje, gún secreto. Sacudí el brazo con todas mis fue~zas
me puse en marcha. y traté de patearle los tobillos, pero para sent~rse
Había muchas luces afuera, pero la plaza parecía desesperada se necesitan unos pocos segundos, y mien-
oscura, como todos los sitios de noche, cuando no tras tanto hay que acostumbrarse a la idea de tener
hay gente. Es peor en cierto modo entonces; si hay que lastimar a alguien, de modo que cuando llegué a
ahí dos o tres personas se siente cierta seguridad, patearlo realmente el hombre ya me había tomado l~s
porque si una de ellas se nos echa encima se puede dos brazos y me baboseaba la mandíbula y la nanz
gritar pidiendo auxilio a las otras. En cambio cuando y forcejeábamos en medio de la calle y yo no alcan-
no hay nadie cualquier rumor parece terrible, y nunca zaba a golpearlo. La gente pregunta P?r qué. las
se sabe qué puede esperarnos detrás de la esquina. mujeres no gritan, y los hombres se sonn~n y _dicen
Un largo monotrén pasó silbando a mi lado una vez, que porque les gusta. Bueno, yo e~taba sm ~liento,
con las luces encendidas en todos los vagones, y alcancé con aquella boca húmeda en la nan~, y ademas toda
a ver a dos o tres pasajeros sentados junto a las ven- la gente de mi barrio vive en casas retiradas y se acues-
tanillas, y sentí que me acompañaban un instante. ta temprano. No se veía una sola luz en las casas de
Pero cuando el tren desapareció, y en la vía murió la calle.
el último zumbido, la calle me pareció más oscura y y mientras seguíamos forcejeando, alguien miraba
solitaria que nunca y sentí la sangre que se me agol- desde el fondo de mi cabeza, pensando: "No soy yo."
paba en la garganta, como queriendo salir. Lo mismo que cuando conocí a Grane y tuve el bebé
Es gracioso también. Cuando yo era una muchacha y lo demás. Pero por supuesto era yo. Como ª?tes. .
y no sabía nada, antes de conocer a Grane, me gusta- No llegué a gritar. . . él gritó. Todo ocurrió rápi-
ba andar por las calles a cualquier hora de la noche, damente. De pronto recobré el aliento y sentí el aire
sin pensar en otra cosa que mirar las estrellas y las frío en la cara, y ya no aquella boca _húmeda._ Se
luces y contarme a mí misma historias disparatadas oyó un ruido horrible, como si un carmcero abriera
donde yo me transformaba al fin en princesa. Y nunca en dos una res, y el hombre se dobl? soltán~ome,
me ocurría nada, quizá porque todo eso pasa cuando y gritó. Yo nunca había oído un grito semepnte.
una sabe que puede pasar. Esta noche yo sentía un Me asusté más que durante todo el forcejeo y _de-
miedo espantoso, y cuando doblé la última esquina, jé caer mis cosas y corrí. No alcancé a ver bien
en mi calle, y ya casi veía los arbustos frente a los al otro hombre: sé!o el pelo a la luz del far_ol._ Q1;1izá
escalones, y empecé a apresurarme sólo porque estaba debiera haberme quedado a ayudar, pero m siquiera
acercándome a la puerta, una sombra salió de un lo pensé. Corrí como un animal y no me detuve hast~
terreno baldío y se movió hacia mí y se convirtió que subí los escalones y crucé la puerta y _lle~ué a m1
en un hombre de blusa blanca y sonrisa torcida, que cuarto del tercer piso. Allí caí al suelo smt1endo un
me tomó del brazo. calambre en el vientre y la sangre que me corría

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EL OJO CIEGO DE DIOS 109
108 MINOTAURO
villano de blusa blanca. Y me estaba preguntando tam-
por los muslos y pasaron diez minutos antes que pu- bién lo que el héroe me diría en nuestro encuentro
diera levantarme y sacar las toallas del ropero. Por siguiente y si me revelaría su amor como en las. pe-
supuesto, no era más que miedo, pues el hombre lículas. Mientras yo apartaba los . platos pensé s1 s~
no había tenido tiempo de hacerme daño, aunque al arrojaría a mis pies con besos ardientes, o me ~onrei-
1,
día siguiente amanecí con el labio hinchado y more- ría simplemente desde el otro extremo del sal01~ con
tones en los brazos. una mirada que toda la gente del bar reconocena en
Y no piensen que pasó algo en la casa luego de 1
seguida, especialmente Ver~. Pero lo pensé u~, rato,
mis corridas y portazos en medio de la noche. Mis y la idea de los besos ardientes no m~ P?r~c10 tan
vecinos dormían como troncos. En cambio, cuando buena, y decidí que el héroe me tomana umidamen-
una sube las escaleras con los zapatos en la mano y 1
te la mano y emitiría unas frases entrecortadas acerca
cruje un escalón todos se despiertan y se quejan de mi belleza, y luego iríamos directamente a una
del ruido. oficina de registro civil y Vera reventaría de celos.
Me quedé en mi cuarto a la mañana siguiente en Lo que el hombre dijo de veras _fue :
vez de salir de compras como había planeado. A la -Bueno, ¿a cuántos se lo ha dicho?
una de la tarde, tuve la idea de no ir a trabajar. Me Así, sin rodeos, · como si estuviésemos en medio_ de
horrorizaba imaginarme otra vez junto a la gente, una conversación. Me sentí terriblemente sorprendida,
aun en medio de una multitud, y no tenía ganas ni pues yo no había visto realmente al segun~o hombre,
de bajar las escaleras y llegar a la puerta de calle. sólo el pelo, un instante, y me había parecido oscuro,
Pero si no iba tendría que telefonear por lo menos 1, como otros colores a la luz eléctrica, de modo que
a El ciervo blanco. El señor Grey n9 se molestaba podía haber sido tanto rojo como negro o cualquier
si alguien faltaba por estar enfermo, pero exigía que cosa, y, por supuesto, ni yo mis~a había c:eído g_ue
le avisaran. La casilla telefónica estaba del otro lado la h istoria fuese cierta, Tenía siempre la impresión
de la calle y si yo iba hasta allí también podía ir a de que mis historias se veían desde !~era, como si yo
trabajar. De modo que al fin me decidí, pero pasé anduviese con una pantalla de televisión en la frente,
muy rápidamente junto al terreno baldío. Aunque a_llí y en seguida me sentía culpable, pues no quería que
no había nada que ver. las gentes de mi ~istoria se vie~an allí, y dur~nte un
Cuando llegué estaban en los apurones del al- minuto me parecia que era posible. No ocurr~a exac-
muerzo, y la pila de platos llegaba al cielo raso. tamente así, claro está, pero si se piensa algo mt~nsa-
Entré directamente y nadie notó mis moretones. A mente llegamos a imaginarnos que el otro lo piensa
las tres, aproximadam~nte, el movimiento se calmó también. El hombre me había reconocido, y pensaba
un poco y la señora Grey me envió al salón con una que yo también lo había reconocido a él. De cualquier
bandeja a recoger las tazas y vasos. Casi en seguida modo sentí que me ponía colorada y busqué tanteando
vi a mi pelirrojo, sentado en el rincón de costumbre. el otro vaso y casi dejo caer la bandeja.
Debía de estar allí esperándome, hasta que me acer- -A .. . a nadie - dije.
qué y me puse a limpiar frente a él. Yo había empe- El hombre alcanzó la bandeja justo cuando iba
zado a imaginarme una historia acerca de un héroe a irse al suelo, y puso la mano encima de la mía,
del espacio que me había seguido en una calle os- quizá accidentalmente, pero no fue nada parecido a
cura, con el propósito de salvarme de las garras de u n

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110 MINOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS 111
una caricia, casi me destroza los dedos. Tenía las sado decirle a la policía. Inventé otra historia acerca
manos sucias, como la camisa, con aceite bajo las de mi guardarropa. El señor Grey se mostró tan ca-
uñas, aunque eran bastante suaves para un hombre riñoso y preocupado, y lo mismo la señora Grey, que
del espacio. Claro que no trabajaba desde hacía sentí vergüenza y tuve ganas de decirles la verdad.
tiempo. Pero callé.
-Entonces no lo diga. Ni siquiera hablé de mi cita de esa noche, aunque
El hombre me miró con la misma expresión con había pensado hacerlo, pero esto fue sobre todo culpa
que había mirado la cerveza, frunciendo el ceño, como de Vera. Cuando la oí detrás del mostrador del bar,
si buscase algo en el vaso, pero yo me sentí rara en- tan astuta y amable, refiriéndose de cuando en cuando
tonces, casi asustada. a su novio, como de paso,. y haciéndoles caídas de
-¿Por qué no? ojos a los clientes, me acordé de las frases ingeniosas
Siguió mirándome durante un segundo o dos, y que ella decía y supe que me estropearía la noche.
luego, de pronto, sonrió. Fue casi como si me hubie- Así que cuando llegó la hora de cerrar me escurrí en
sen pateado las costillas. Pareció que se le iluminaban silencio y ni siquiera me despedí. Red estaba esperán-
los ojos, como el agua de mar atravesada por el sol, dome junto a un farol de la plaza -así se llamaba,
y sentí un temblor en las rodillas y en las muñecas. Red Middleton- y cuando le vi el pelo a la luz del
Tuve que apretar la bandeja con las dos manos. farol supe definitivamente que había sido él._ Red no
-¿Qué haces esta noche, muchacha? -me dijo, y la dijo nada, me tomó la mano y echó a cammar. No
voz era suave ahora, y la mano ya no me apretaba era como Grane, no trataba de frotar la palma de la
los dedos, y sólo estaba ahí, sobre la mía. Sentí que mano contra la mía ni jugaba con mis dedos, ni nada
me zumbaban los oídos. de eso. Me tomaba la mano como si fuera sólo eso,
-Bueno, trabajo hasta las once y media. una mano, y caminaba. Demasiada técnica puede ser
- Conozco un sitio donde sirven carne asada hasta algo aburrido también.
la una, ¿de acuerdo? El restaurante era pequeño y sencillo, y estaba casi
-Bueno -dije, casi sin voz, pero tratando de hablar colmado de transportistas y hombres del espacio, pero
como si los hombres me invitaran a salir todas las asaban bien la carne. Lo que era raro. Esto es un
noches. chiste. Por lo menos así lo dijo Red, y se rió. Yo
- Y díme, ¿cómo te llamas? no entendí entonces, ni lo entiendo aún ahora, pero
-Alice. creo que a Red le había parecido un rasgo de ingenio
-Alice, no hace falta que se lo digas a nadie, lo y no se lo dije. Hablamos de muchas cosas, como
que pasó anoche, ¿eh? habla la gente en circunstancias parecidas, y yo le
-Bueno ... sí. ¿Pero qué digo de mi boca? conté de Grane y el bebé y todo, y del Ejército de
El hombre me sonrió y me tocó el labio con la punta Salvación y de mi trabajo de lavacopas: Después_ de
de un dedo y torció la cara. esto Red me miró largo rato, como s1 yo hubiese
-El mundo está lleno de puertas, querida. dicho algo curioso, y cuando quise saber qué pasaba
De modo que cuando el señor Grey notó que la me dijo que nada y me preguntó si yo se lo decía
forma de mi cara no era la de siempre, y me preguntó a todos los hombres.
qué había ocurrido, no le dije lo que yo había pen• De modo que dije, probablemente, que yo no salía

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ll2 i\llNOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS 113


con hombres y Red me miró más aún. No me sor- sistible, pues Red podía haberme hablado en el tra-
prendió hasta más tarde que habláramos sólo de mí bajo en cualquier momento, si hubiese tenido ganas;
y apenas de Red. Todo lo que yo sabía de él era y si me había seguido no había hecho ningún ruido
cómo se llamaba y que salía al espacio y ahora estaba realmente, pues yo estaba muy asustada y alerta, y
esperando una nave. O por lo menos le pregunté si no lo vi en ningún momento. De modo que le pedí
hacía eso, y él me dijo: -Sí. una explicación.
y cuando lo recordé más tarde me sentí avergon- Entonces Red se puso serio y dijo:
zada pues mi madre me había enseñado que hablar -No sé de veras por qué te interesas tanto en mí.
de si mismo es mala educación, de modo que decidí Me sentí terriblemente avergonzada y entendí por
preguntarle sobre él la próxima vez. Pero Red no qué Red había estado echándome esas miradas raras,
parecía molesto, y al contrario, siguió haciéndome y quise levantarme y salir, pero no me dejó. Le ha-
preguntas hasta que casi no supe dónde meterme. Y blé entonces de Martin y de todas aquellas bebidas, y
si una lo piensa, si todos decidieran no hablar de sí como nunca habíamos visto que se levantara para ir
mismos y sólo hacer preguntas acerca de la otra per- al baño, y Red lanzó una maldición entre dientes,
sona todo el tiempo, muchas conversaciones serían pero no era para mí, se maldecía a sí mismo como
realmente divertidas. si estuviese enojado por algo que había hecho. Y
Al cabo de un rato llegamos a la política, no sé luego se rió y dijo: - Tengo una constitución muy
cómo, pues el tema me interesaba un rábano. Red me peculiar.
preguntó acerca de Hugh Veron y si yo no creía Le pregunté qué le había pasado al hombre de la
que era un hombre extraordinario. De modo que le blusa blanca cuando yo me escapé, pero Red no me
dije que no, no lo creía, aunque Veron no era cul- lo dijo. Imaginé, pues, que había sido algo desagra-
pable, claro, de tener esa cara de hurón. Pero yo no dable y no quise decir más. Y Red me dijo que si
pensaba de ese modo acerca de los colonos y del hecho yo le contaba a la policía me harían muchas pregun-
de que fueran extranjeros. Además yo conocía a varios tas y nada saldría claro al fin. Además, yo no tenía
extranjeros que vivían cerca de mi casa y eran gente por qué asustarme, pues él me acompañaría a ~asa.
simpática, especialmente los hijos. Y entonces Red se Así lo hizo, y caminando junto a Red en la oscuridad
rió y le asomó otra vez a los ojos aquella agua de me sentí realmente bien. Y de cualquier modo lo
mar, y. dijo que yo le gustaba también, lo que pa- que R ed decía de la policía era probablemente cier-
recía fuera de lugar, aunque me sentí complacida. to. Le prometí al fin que no diría nada.
Al principio no quise preguntarle por el hombre Cuando llegamos a mi casa, Red me tomó por los
de la blusa, sobre todo porque Red me había pedido brazos como si fuera a besarme, y luego se quedó así
que no se lo contara a nadie, pero cuando me dijo un minuto o dos teniéndome y mirándome a la cara
que yo le gustaba me animé y le pregunté: con una expresión difícil de entender. Luego de pron-
-¿Por qué estabas en mi calle anoche? to me apretó brevemente los brazos y dijo: - Buenas
Y Red me sonrió y dijo: noches, Alice - y dio media vuelta y se alejó deján-
-Es que eres irresistible sin saberlo, querida. Te dome allí, de pie en el umbral.
estaba siguiendo. Me quedé sorprendida y un poco decepcionada t~m-
Pero, claro, esto no era cierto, que yo fuese irre- bién, pues Red había estado muy amable conmigo

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114 MINOTAURO J::L OJO CIEGO DE DIOS 115
toda la noche y hacía mucho tiempo que yo no besa- y otros entraban a tomar un solo trago y se iban en
ba a nadie, pero algunos hombres piensan que son seguida a la calle con el vaso en la mano y teníamos
respetuosos actuando así. Red no me había parecido que salir a buscarlos de modo que había más roturas
de esa clase, pero una nunca está segura. Y de cual- que de costumbre y las ganancias del día disminuían
quier manera, siempre hay un mañana. Subí las esca- cada vez más. La gente que enu·ó en las últimas horas
leras crujientes, con los zapatos en la mano, y soñé de la noche estaba ya bastante achispada. Un hombre
con hombres pelirrojos toda la noche, y, por supuesto, discutió con Martín a propósito del cambio y tomán-
a la mañana siguiente uno de los vecinos me preguntó dolo por el chaleco lo empujó contra el mostrador,
a qué hora había vuelto, muy enojado, pues yo había gritándole toda clase de amenazas, y casi tuvimos que
hecho ruido. llamar a la policía. Y luego, por supuesto, Martín
Al día siguiente era domingo, uno de nuestros días quiso irse y al señor Grey le costó un trabajo enorme
de más trabajo, pero distinto de los otros, pues los retenerlo. Martín se quedó al fin, pero se pasó el
muchachos traen a sus chicas y nos pasamos la mayor resto de la noche mascullando y rompió más vasos al
parte del tiempo preparando tostadas y sándwiches y echarlos en el vertedero y yo me corté un dedo pes-
servimos muchas bebidas en esos vasitos adornados tan cando los pedazos y tuve que seguir lavando con una
difíciles de secar, y Vera está siempre de mal humor cinta emplástica que se me salía en el agua. Fue un
a causa de la competencia. Yo había esperado ver a día terrible. Cuando terminé, tenía ganas de llorar.
Red, pero no estuvo a la mañana ni en todo el día. Dejé el bar y afuera era noche cerrada, pero los
No hubiese tenido tiempo de hablar con él de todos hombres de la plaza seguían trabajando a la luz de
modos, pero había llegado con esa esperanza y sentí unas lámparas de arco. Todo estaba cubierto de ban-
cierta desilusión. En verdad ningún otro día estuve deras y letreros en blanco y negro y era difícil cami-
tan cerca de pelearme con Vera, y la señora Grey se nar a causa de los cables eléctricos de los altoparlan-
mostró bastante enojada con las dos. tes. Habían puesto ya el letrero frente al hotel y
Unos hombres habían estado trabajando en la plaza, muchas de las tiendas que rodeaban la plaza estaban
instalando una suerte de plataforma con escalones adornadas con letras blancas y negras y había micró-
y una baranda enfrente. Ray, el lavacopas, me dijo fonos en la plataforma y encima una gran fotografía
que era un escenario para la reunión política del de Hugh Veron, tomada un poco de costado, de modo
lunes. Había hombres con escaleras que movían ca- que no tenía tanto aspecto de hurón. Los anuncios
bles de un lado a otro también, y gente que colgaba con las caras del señor Marchbanks y el señor Alber-
cosas de los faroles y toda una cuadrilla que trataba tini parecían un poco fuera de lugar y algo apagadas
de poner un letrero donde se leía PUREZA, frente al hotel entre los estandai;tes. Los letreros veronistas son bue-
del otro extremo de la plaza. El letrero se caía una nos, hay que admitirlo, en blanco y negro con letras
y otra vez. PUREZA es el lema veronista, aunque yo no sencillas: VERON Y PUREZA, nada más. Alguien había
imaginaba qué clase de pureza había en ellos, espe- pegado PUREZA en las narices del señor Albertini.
cialmente luego de la otra noche. Yo estaba tan entretenida mirando a los trabaja-
Nadie parecía de buen humor. El señor Grey estaba dores que no vi a Red hasta que se me acercó y me
enojado, pues muchos de los parroquianos de costum- tomó por el brazo, sobresaltándome. Me sonrió y
bre recorrían la ciudad trabajando en los preparativos dijo: -¿Te asusté?

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116 MINOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS 117
-Tú asustarías a cualquiera. mente qué suerte tengo. Se necesita una recomendación
Por supuesto, era sólo un chiste, pero durante un muy especial para conseguir un cuarto como este.
rato me pareció que Red no lo tomaba como un Red abrió la ventana y nos asomamos. El letrero
chiste, de ningún modo. Al fin se rió. ondeaba y se sacudía justo debajo de nosotros, y des-
- Vamos a mi hotel. de tan cerca no era blanco sino una especie de lona
Yo ya conocía bastante bien las fórmulas. gris, y se podía ver la pintura descascarada de las
-¿Crees que estarás seguro conmigo? letras negras. La plaza estaba directamente abajo con
Red me miró un rato, muy serio. todas aquellas lámparas de arco y los hombres que
- Me arriesgaré. corrían como coleópteros, y la plataforma en el medio.
-Bueno, yo no estoy tan tranquila. ¿No preferirías -Tienes una vista formidable - dije-. Pero te dará
que cenásemos algo? la espalda.
La cara de Red fue totalmente inexpresiva durante - Sí, qué lástima, ¿no es cierto? -Red se v.olvió
todo un minuto. Al fin dijo: y me miró, pero las lámparas y el neón azul del
-No me conoces tan poco, Alice. Tengo comida letrero del hotel le iluminaban la cara de un modo
en el hotel. Subamos y miremos el circo. raro y no pude verlo claramente.- Bueno, ¿comemos?
Era raro, pero yo no lo conocía tan poco de veras. Red tenía comida en bolsas de papel, y algunas
Cruzamos la plaza. latas de cerveza, y botellas de jengibre para mí.
-Soy una niña crecida -dije-. Trabajo del otro
La habitación de Red me sorprendió. Como estaba lado de la calle, ¿recuerdas?
sin trabajo y todo lo demás yo había pensado que Red -No querrás acostumbrarte mal, sin embargo.
no tenía mucho dinero. El dinero de la cerveza, claro -Bueno, parece que tú ya te acostumbraste.
está, venía de alguna parte, aunque los hombres del -Sí, pero tengo esta constitución peculiar.
espacio gastan lo que no tienen. Sin embargo, Red Me acercó una botella. Yo puse cara de murria,
tenía un cuarto en el tercer piso del hotel, frente a pero me agradó realmente que alguien creyese que
El ciervo blanco, justo sobre la R del letrero y esto debía cuidarme. Comimos directamente de las bolsas
era demasiado caro para un navegante sin recursos. y bebimos cerveza y jengibre, y de cuando en cuando
El aspecto del cuarto me sorprendió también. Las nos asomábamos a la ventana y mirábamos qué hacían
habitaciones del hotel tienen generalmente un aire abajo. Había un grupo de camiones de color oscuro
impersonal de estabilidad, de modo que los pasajeros que parecían de televisión, pero no tenían los símbo-
se sienten siempre como extraños, pero en este cuarto los de las estaciones, sólo el círculo blanco de los ve-
parecía que habían puesto todo patas para arriba, ronistas. La gente subía a los camiones y bajaba con
en algún momento, y qu~ luego no lo habían ende- cajas negras y escaleras. Era realmente, un espectáculo
rezado bien. Red notó mi mirada y sonrió. de circo.
- La policía veronista. Han dado vuelta todas las Estábamos terminando de comer cuando sonó un
cosas, dos veces hoy, incluyéndome a mí. Tendrías golpe imperioso en la puerta, de esos que nos enco-
que ver mi valija. gen el corazón aun cuando uno no ha hecho nada. '
-¿Pero por qué? Red dejó el vaso en la mesa y fue a abrir. El corredor
-Buscando armas, mi niña inocente. No sabes real- estaba l~eno de hombres de blusas blancas. Algunos

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EL OJO CIEGO DE DIOS 119
118 MINOTAURO

se rieron al verme f uno dijo: -Buenas, señorita - con -No me interesa. Y además sólo la policía tiene
una voz bastante desagradable. Sin embargo, fueron derecho a revisar los cuartos de la gente. Y estos no
corteses. Querían revisar el cuarto, dijeron, y traían eran policías.
un permiso escrito del comisionado de policía. Había Red me miró un momento y dijo:
un hombrecito de aspecto miserable en el pasillo, de- -Baja la voz cuando digas esas cosas, Alice. Mira.
trás de los otros, que parecía ser el gerente del hotel y Y acercándose a la ventana señaló la plaza y vi en-
se deshacía en disculpas frotándose las manos y tra- tonces una cuadrilla de trabajadores que no eran tra-
tando de sonreír. Pero nadie le prestaba atención. bajadores, o por lo menos no lo parecían, y que quizá
Miraron rápidamente todo, como hombres del ofi- llevaban armas bajo la ropa también. Y Red dijo:
cio, pero no dejaron de abrir ningún cajón, y exami- -La policía verdadera en cualquier sitio es la gente
naron los armarios y la valija de Red, y luego el cesto que tiene la fuerza para hacer cumplir la ley. Y la
de papeles y debajo del colchón, y algunos caminaron ley, en cualquier sitio, es lo que el gobierno puede
por el cuarto golpeando las paredes y los marcos de hacer cumplir. Y el gobierno ... -Red me miró y
las ventanas y el radiador. Luego miraron los papeles preguntó-: ¿Sabes por qué se reúnen aquí mañana?
de Red y me preguntaron quién era yo, y uno de ellos Le dije que no, pues es difícil enterarse en la tras-
ª?rió m~ cart~ra y miró dentro de la polvera y destor- tienda de El ciervo blanco, aunque nos interese la
nilló m1 lápiz para los ojos, haciendo una broma política, lo que no era mi caso, y además yo no sa-
acerca de lo que llevan las mujeres. Luego dijeron bía de qué me hablaba. Red tomó aliento, como si \
que lamentaban habernos molestado, y el más habla- fuese a explicarme, y al fin meneó la cabeza y suspiró.
dor nos deseó buenas noches y nos guiñó un ojo, y -No importa. No saques la cabeza de tus platos,
se fueron al cuarto de al lado y el gerente trotó de- criatura, y sobre todo mañana. En verdad sería mejor
trás. No eran desagradables, pero tenían aspecto de que te enfermases y no vinieses por aquí. Esto va a
llevar armas bajo las blusas y me asustaron. estar alborotado de veras.
El que había hecho el chiste sobre mi cartera se Me pareció que Red pensaba que yo era algo así
detuvo en el u11;1bral y me dijo: -¿Le gustaría papá como una débil mental y me enfurruñé.
Veron para presidente del mundo, señorita? -Quieres decir que habrá más camiones y bomberos.
Iba_ a decir que no me gustaba nada y que prefería Bien, eso no me asusta. Ya tuvimos la policía adentro
al senor Marchbanks y al señor Albertini, cuando dos o tres veces. Espero que al señor Grey se le ocurra
sen~~ la mano de ~ed en el brazo y entonces sonreí tapiar las ventanas temprano, antes que las rompa al-
y d11e que estal_)a bien. Y el hombre se rió y dijo: guien. Pero un poco de ruido es estimulante.
- Bueno, quizá no pase mucho tiempo sin que se De pronto Red perdió la calma, me tomó los brazos,
cumplan los deseos de la gente. y me gritó realmente:
Luego todos desaparecieron. Le pregunté a Red: -¿Qué policía? ¿~o me oíste? Esos son la policía, la
-¿No me dijiste que ya habían estado? gente de ahí abajo, los que estuvieron aquí hace un
-Sí, hoy es la tercera vez. Vendrán también ma- minuto. ¿Son ellos los que entraron en el bar? Maña-
ñana. na estarás enferma, ¿me oíste?
-¿Pero para qué? Si vienen por mí, me voy. Entonces yo también perdí la cabeza y le contesté
-¿Y no verás la función de mañana? gritando, y le dije que era bastante mayorcita como

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para cuidarme sola, y que él no necesitaba mostrarme de Hugh Veron? -pero yo estaba demasiado asustada
el camino y otras cosas parecidas. Y en seguida descu- y le contesté con una débil sonrisa y entré corriendo,
brí que me había echado a llorar, de modo que tomé fui a la parte de atrás, y me puse a fregar los platos
mi cartera de un manotazo y corrí hacia la puerta. Red como loca.
me alcanzó y forcejeamos un poco y él se mostró ama- El señor Grey estaba en el mostrador con las man-
ble y cariñoso entonces, y al fin me quedé, y al cabo gas recogidas y Vera no había llegado. Pensé que ha-
de un rato me llevó a casa. La plaza ya no parecía bía tenido más sentido común que yo y se había que-
un circo y lo último que me dijo Red, muy serio, fue: dado en su casa. Había sólo uno o dos clientes adentro
- No vengas a trabajar mañana, Alice, por favor. - toda la excitación del día estaba fuera- y no había-
-Bueno, quizá. mos bajado las persianas y las puertas estaban abiertas
Pero por supuesto fui a trabajar. de par en par. Ray y Martín murmuraban en un rin-
Empecé a desear no haber ido, tan pronto como cón y el señor Grey no parecía muy contento.
doblé la última esquina y vi la plaza. Había mucha -Pienso que debemos cerrar dentro de una hora,
gente allí, sobre todo para un lunes, un día de traba- Meg - oí que le decía la señora Grey- . No tiene sen-
jo. Estaban reunidos en grupos, con las caras encendi- tido correr riesgos.
das, como visitantes de una feria, y muchos de ellos -Será mejor entonces que mandes a la gente a sus
tenían en el brazo la banda negra con el círculo blan- casas -dijo la señora Grey.
co. Yo había oído decir que había muchas gentes afi- -No, déjalos que se queden, ahora que están aquí.
liadas al movimiento veronista, pero nunca había visto Hay mucho trabajo en los sótanos. Y además -le oí
tantas en un solo sitio. O quizá nunca habían mos- decir en un tono más bajo- no puedes mandar a esa
trado sus distintivos tan abiertamente. No sé. Tuve chica a la calle, no sola por lo menos. Nunca creí en
que abrirme paso a empujones, y cada vez parecía esa historia del armario. Uno de los hombres puede
haber más gente. acompañarla, cuando termine la reunión.
No todos entraban en la plaza, sin embargo. -Habrá tumultos hasta la medianoche, John.
Vi que unos hombres de blusa blanca se llevaban a -Pues entonces tendrán que quedarse hasta la
uno o dos en la dirección opuesta, y una pandilla de medianoche.
muchachos a mi lado trató de apartar a un policía La señora Grey salió y echó una mirada a la plaza
veronista y el hombre ladeó un poco la cabeza y en y cuando volvió cerró la puerta detrás de ella.
seguida apareció todo un anillo de blusas azules ro- -Bueno, Alice -dijo-, ya que estamos solas hare-
deando a los muchachos. Los muchachos retrocedieron mos una limpieza a fondo. Toma -y empezó a po-
y los hombres apretaron filas y al fin el anillo se abrió nerme en los brazos ciervitos y jarras de porcelana-,
para dejar ir a la pandilla, que desapareció en una puedes empezar lavando esto. Y cuando termines nos
calle lateral. . ocuparemos de los metales.
Un hombre de blusa blanca se me acercó frente al Me instalé, pues, en el cuarto de atrás, lavando
bar y me preguntó muy cortésmente si yo tenía tarjeta como siempre.
del partido. Le dije que yo trabajaba allí y él me pre- Los clientes no se quedaron mucho tiempo, y cuando
guntó haciendo qué y yo se lo dije, y él me sonrió y se fue el último el señor Grey echó el cerrojo a la
me dejó pasar, Luego me dijo: -¿Va a gritar a favor puerta. Era raro trabajar en un sitio totalmente vacío,

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122 MINOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS
12!1

y más raro aun oír el eco de los tacos en el piso y la venirse abajo, pero al cabo de un rato, en el otro ex-
propia voz un poco apagada, y tanto ruido afuera. tremo de la plaza, alguien comenzó a entonar: -V~ron,
Los rayos de sol que entraban por las rendijas eran Veron, Veron -y el canto se expandió a la multitud.
más brillantes que las luces del bar, de modo que el El ruido llegaba en ondas a nosotros, golpeándonos.
salón parecía polvoriento y amarillo, y costaba pensar La gente se puso a ag_itar los _br~zos con las manos
que afuera brillaba la mañana y que el cielo era azul. juntas, al modo veromsta, y s1gu1endo el canto, ~e
Yo sentía a veces que me faltaba el aire. modo que toda aquella multitud pare~ía ~na especie
La multitud hacía ruido, pero parecía también ex- de máquina terrible que se sacudía .ntm1camente, Y
pectante y de buen ánimo. El griterío aumentaba a de pronto descubrí que me estaba nendo como una
medida que llegaba la gente, pero no se oían voces loca y que las lágrimas roe rodaban. por la cara y que
de pelea, sólo de excitación. Nos acostumbramos al la garganta me dolía de ganas de gntar y que el canto
cabo de un rato, y nos pusimos a limpiar los metales me aplastaba contra el marco de la puerta h~sta tal
del bar sin atender a lo que pasaba afuera. punto que yo ya no podía moverme y no podia saber
Luego de pronto se hizo el silencio. El ruido no se tampoco por qué estaba llorando.
fue apagando, cesó de pronto, como si lo hubiesen Arriba, en la plataforma, Hugh Veron alzaba los
cortado con un interruptor. Asustaba más realmente hrazos exigiendo silencio, pero durante un _rato los
que un tumulto. La señora Grey y yo corrimos a la gritos siguieron y siguieron. Luego la multitud fue
puerta y oímos detrás los pasos de los hombres, que sa- calmándose, y se oyeron unos golpes en los altopar-
lían del sótano. Cuando al fin abrimos la puerta toda lantes y eso significaba que Hugh Veron estaba tra-
la gente de la plaza nos daba la espalda, pero ladeaba tando de hablar. La multitud calló bruscamente Y
la cabeza mirando el cielo, muy quieta. Restallaban Veron alzó los brazos una vez más y en seguida empezó:
las banderas, se sacudían los alambres, y nadie hablaba. -Mis queridos hermanos y he~anas.
En seguida, se oyó el ruido de un helicóptero que Todos estaban absolutamente quietos, y aun noso-
pasó volando sobre el techo, encima de nuestras cabe- tros mismos, en la puerta, oyendo esa hermosa voz de
zas, y luego sobre la multitud frente a nosotros, y al bronce que sonaba en los altoparlantes como la caT?·
fin se quedó suspendido sobre la plaza. Era un heli- pana de una catedral, de tal ~odo que uno se dec1a
cóptero negro con un círculo blanco en cada puerta. que una voz semejante no pod1a menor. Hasta la ~ara
Y una de las puertas se abrió y cayó una escala, y le cambiaba entonces a Veron: mostraba un~s dien-
cuatro hombres bajaron rápidamente y caminaron tes grandes y blancos y tenía una luz en los OJOS. ~e
por la plataforma y la escala desapareció y el heli- oído decir que a algunas gentes les centellean los OJOS,
cóptero se elevó y se alejó ocultándose detrás del pero sólo a Hugh Veron le pasaba eso de veras. No ha-
hotel. Y el señor Grey murmuró a mis espaldas: -Lo blaba sólo con la voz sino con toda la cara y el estó-
conozco. Es el avión privado de Hugh Veron. mago y la columna vertebral y estaba así de c~erpo
Y descubrí entonces una cara de hurón en la pla- entero en las palabras. Era como Elías en la B1bha,
taforma, y supe que al fin había visto a Hugh Veron sólo que vivo y presente.
en persona. -He hecho un largo camino para estar con vosotros.
La multitud enloqueció en ese momento. Al prin- Anoche cené en Beluchistán. Mañana estaré en Nueva
cipio gritaron y aullaron hasta que el cielo pareció York, pero hoy .. .

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124 MINOTAURO EL OJO CIEGO DE DIOS 125
Todos cont:nía~os el aliento. Parecía que está- por suerte ellos no sabían tampoco a dónde iban y
bamos en una 1gles_1a, escuchando. Todos también oye- me metí en un patio y no me vieron. Yo sabía a
ron los tres estampidos, seguramente, y vieron luego có- quién buscaba y ellos no y la diferencia fue al fin
mo Hugh Veron alzaba los brazos y la mancha negra importante. Vi unos cabellos rojos que asomaban bajo
que se le extendía por la cara antes de resbalar y caer una gorra y fui directamente hacia allí y el hombre
de espaldas en la plataforma. Nadie se movió sin em- era Red. Me eché a llorar.
b~rgo. ~odos se quedaron esperando las palabras pró- Red me miró un instante como si no me conociera
x1m~s, sm entender el significado de aquel silencio y al fin carraspeó o algo parecido y dijo: -¿Alice? - y
ternble que era como un zumbido en los micrófonos. luego me tomó por el brazo y casi se cayó y pude ver
Pero yo ya había corrido instantáneamente a la puer- que estaba herido. Quizá lo que necesitaba realmente
ta de atrás del bar, pues sabía lo que ellos no sabían. era una mujer-que llorase. Las noticias acerca de Ve-
Y nunca tuve tanto miedo, ni siquiera el día que recibí ron estaban pasando ya de boca en boca y a nuestro
la carta de Gra~e y supe qué decía antes de romper alrededor la gente parecía enloquecida. Un hombre
el sobre. Pues ciertas cosas las sé sin que me las digan. solo que tratara de salir de allí no hubiese pasado
Tardé un rato en llegar a la parte de atrás del hotel. inadvertido, pero dos personas que se sostenían mutua-
La gente que no había podido llegar a la plaza col- mente, una de ellas llorando, no era nada raro entre
maba las calles laterales. Pero, afortunadamente no gentes que gritaban y lloraban.
sa?ían aún qué había ocurrido. Los altoparlantes t;ans- En dos ocasiones unos hombres de blusa blanca se
m1tían claramente los chillidos y gritos de la multitud detuvieron y nos miraron, apuntando con sus armas
en la _plaza, pero el ruido tapaba la voz del oficial que esta vez, pero siguieron su camino. Llegamos al fin
trataba de hablar en la plataforma. Era evidente que a una calle donde había poca gente y Red dijo: -Por
las cosas andaban mal, y que una voz intentaba decir aquí -y fuimos por un callejón y atravesamos dos o
algo, pero. nadie sabía qu~. De modo que logré abrir- tres patios y al fin llegamos a un edificio de ladrillos,
me paso sm mucho trabaJO, y corrí más rápidamente un viejo depósito, y entramos por una puerta que lle-
que la policía, pues aunque tuve que dar un largo vaba a un sótano.
rodeo la gente de la plaza no podía moverse. Había allí una cama y una silla y un par de cajones
No sabía a dónde había ido Red, por supuesto. Yo de cerveza con botellas adentro, todo al pie de una es-
había echado a corr:r ~on_ una sola idea: llegar al hotel calera. Red había estado apoyándose en mí más y
Y estar con Red. N1 s1qu1era pensé que él pudiera re- más y cuando llegamos allí casi rodamos escaleras
ch_azarme. Todo esto se me ocurrió en el camino, abajo. Lo sostuve y lo llevé a la cama y me incliné
nuentras apartaba a la gente pidiendo perdón, una y para abrirle la camisa, pero Red meneó la cabeza.
otra vez; pero la gente ni se molestaba en mirarme de - Echa el cerrojo, criatura -dijo jadeando-. Tengo
modo que seguí corriendo. Me sentí como en uno de que librarme de esto.
e~os sueños en que se persigue a alguien que está Red llevaba un chaleco suelto con grandes bolsillos,
siempre del otro lado de la esquina. Corrí por las y yo había sentido algo duro allí, pero no había tenido
calles hacia arriba y hacia abajo y como no encontraba tiempo de preguntarme qué sería. Por supuesto, yo
lo _que buscaba corrí a la calle próxima. Una vez sabía que Red había matado a Hugh Veron, pero no
casi me llevo por delante un escuadrón veronista, pero dejé de sobresaltarme cuando sacó dos piezas de metal

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126 MlNOTAURO EL OJO ClEGO DE DIOS 127
de aquellos bolsillos y los echó en la cama. Eran dos implorando que lo escuchase.- Piensas que estás ena-
mitades que podían atornillarse entre sí, formando, morada de mí. He matado hoy a tres hombres, Alice,
evidentemente, una especie de fusil corto. como si nada. No conocía a ninguno personalmente,
-¿Qué vas a hacer con eso? y de dos de ellos sólo sabía que estaban ahí, ocupando
-Ponerlo de vuelta en su sitio. - Red me miró de un la ventana que yo necesitaba para mi trabajo. Uno
modo raro y vi que se le había caído la gorra, y que de ellos no murió en seguida y me disparó un tiro cuan-
ahora le salía de la cabeza una sustancia rojiza que le do yo dejaba el cuarto. Me lo merecía. Ahora mírame
bajaba por un lado de la cara.- Echa el cerrojo. las costillas y la sangre.
Subí las escaleras y eché el cerrojo y di una vuelta Miré y sentí que me ponía a temblar.
a la llave. Cuando volví Red estaba tendido en la ca- -Sí, eso es metal, criatura -dijo Red-. Puedo rom-
ma, con la camisa y el chaleco abiertos, y manchados perle la espalda a un hombre con una sola mano, y
de un modo terrible. El arma había desaparecido, pero llevo un arma en el único sitio donde no la encontra-
eso no importaba. Alcancé a ver el agujero en el cos- rá nadie cuando te revisan el cuarto tres veces por día.
tado y la sustancia oscura que salía escurriéndose y Red movió una mano hacia la camisa abierta y pude
sentí un nudo apretado en la garganta. No había ver la línea que le bajaba por el pecho hasta el vientre,
visto nunca nada parecido y no sabía qué hacer. como la sombra de una vieja cicatriz. Y pude ver la
-Buscaré a un médico -dije. herida abierta también, y la sustancia roja que salía
Red me sonrió apretando los dientes y me tendió una y empapaba las mantas y que no se podía parar porque
mano. el agujero era demasiado grande y no una verdadera
- No te molestes, criatura. Acércate. herida. Sentí que las lágrimas me venían otra vez a
-Oh, Dios, ¿qué haré? ¿No hay agua aquí? Mis es- los ojos y me corrían por la cara y que yo no podía
túpidas enaguas de nylon. Oh, ayúdame - dije mor- pararlas tampoco.
diéndome los nudillos, desesperada-. Díme qué pue- Luego Red se sentó en la cama y me abrazó.
do hacer. -Alice -dijo-, no llores. No me estoy muriendo.
-Acércate. -Red se había serenado ahora y parecía Son ideas tuyas. Trato de decírtelo desde hace un rato.
amable, como si no sufriera.- Alice, ¿sabes cómo son No puedo morirme porque ya estoy muerto. No soy un
las costillas humanas? ¿La sangre humana? hombre, Alice. Hubo un hombre una vez, un peli-
Tragué saliva y me tranquilicé. rrojo llamado Stoney Middleton. Un chiste del padre.
- Está bien -dije- . He visto sangre antes, aunque Stoney es nombre de lugar, no de persona. De modo
no tanta. Deja que busque un poco de agua. que lo llamaron Red.
- No. - Red me tomó la muñeca y no pude sol- Y Red me miró con la cara torcida como si quisiese
tarme.- Si sabes cómo es la sangre, querida, mírame llorar y no pudiese.
de cerca. Y pregúntate entretanto cómo escondí esa - Aunque eso no importa. Stoney Middleton era un
arma en un cuarto que fue revisado tres veces ayer y agente del servicio secreto, un héroe que murió en
cómo la saqué y la armé sin que me detuvieran, con dos Venus por meter la nariz donde no debía. Pero era
policías en el cuarto asomados a la ventana. -La cara alguien que sabía mucho de Veron y de sus hábitos,
de Red era de color gris, como de piedra, pero los ojos y el servicio tenía archivados los recuerdos de Mid-
verdes y brillantes no habían cambiado y me miraban dleton y cuando quisieron librarse de Veron me pu-

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128 MINOTAURO

sieron esos recuerdos y como broma final hicieron que En el siglo diecisiete el inglés Ludowicke Muggleton
me pareciese a él también. No había peligro, pues na- pensó que el cielo estaba a diez kilómetros y que el
die lo conocía en la Tierra. Y eso soy yo, Red Mid- ayer se transformaba en su propio futuro. El mar pre-
dleton, el cadáver viviente. Para los muchachos del histórico de Ballard está a las puertas de la ciudad,
servicio es una historia muy divertida. Tienen otro y el apocalipsis psíquico es un viaje material en el
ejemplar en Venus que está volviendo locos a los ve- tiempo.
ronistas, pues no entienden cómo Middleton puede es-
tar vivo si ellos mismos se libraron del cadáver. Y eso
es lo que soy, Alice. Un androide. Un zombi. Y hay
una sola cosa que no funciona bien. -Red, brusca-
mente, me apretó contra él y hundió la cara en mi
pecho como si quisiera meterse adentro, y yo pude DESPIERTA EL MAR
verle el pelo rojo todo pegoteado con esa sustancia
roja que no era sangre, y sentí que se sacudía con las
lágrimas que no podía llorar.- Me siento como Red ]. G. Ballard
Middleton. H aga lo que haga no puedo lejar de sen-
tir que soy un hombre.
Puse mi cabeza junto a la de Red y sentí la sus-
tancia pegajosa en la mejilla y me apreté a Red como A la noche, Masan oyó otra vez el ruido del mar que se
me apreté a mi bebé la noche que vinieron a- buscarlo acercaba, el trueno sordo de las olas que rompían
y lloré tanto que pensé que nunca pararía. Y al cabo en las calles vecinas. El ruido lo había despertado
de un rato, Red suspiró y se quedó quieto, y yo pensé y corrió fuera de la casa a la luz de la luna donde las
que quizá se había dormido. Pero los androides no casas blancas se levantaban como sepulcros en lavadas
duermen, ¿no es verdad? Seguí sos.teniéndolo, de todos plazoletas de cemento. A doscientos metros las aguas
modos, y la sustancia oscura me empapó la falda y se se precipitaban y hervían, adelantándose y retroce-
me secó en la cara, y podría pensarse que me cansé de diendo en la calle. Innumerables burbujas fosfores-
estar allí sentada y sin moverme, pero no, no me cansé. centes bullían entre las tablas de las cercas, y la espu-
No podía sentir nada. Y no me importa si hay diez ma se quebraba inundando el aire con el olor acre y
ejemplares en Venus o en todas partes, y no me importa vinoso del mar.
si están hechos de cola y papel de estaño, y no me Allá lejos, entre los techos de las casas sumergidas,
importa lo que hizo o por quién lo hizo. Se llamaba se alzaban las olas del mar abierto, hendidas por los
Red Middleton y yo lo quería y ahora está muerto. espolones de las chimeneas solitarias. La espuma hela-
da le tocó de pronto los pies desnudos, y Masan dio un
Título del original: The blind God's eye. paso atrás, y miró con inquietud la casa donde dormía
Traducción de G. Lemos. su mujer. El mar avanzaba unos metros más todas
las noches: una siseante guillotina negra que se des-
lizaba por los jardines vacíos y golpeaba entrecorta-
damente las empalizadas.
© z!J62, by Mercury Press.

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MINOTAURO DESPIERTA EL MAR 131
130
Durante media hora Mason miró las crestas de las en una actitud arturiana.- Richard, debieras ver al
olas entre los techos. La marejada luminosa se refle- doctor Clifton. Empiezo a tener miedo.
jaba pálidamente en las nubes, que corrían allí arriba, Mason sonrió, volvió los ojos hacia la ventana y
arrastradas por el viento oscuro, y cubría las manos miró los techos distantes, sobre las copas de los •ár-
de Mason con un vívido tinte ceroso. boles.
Al fin las olas retrocedieron, y el agua luminosa -No hay por qué preocuparse. Todo es muy simple.
dejó las calles desiertas descubriendo las hiler3:s de ca- De noche escucho el ruido del mar que rompe en las
sas, lucientes a la luz de la luna. Mason cornó. sobre
. .
calles, salgo, miro las olas a la luz de la luna, y me
las burbujas que se apagaban ya en el pavimento, vuelvo a la cama. -Calló, con un rubor de fatiga en
pero el mar se alejaba muy rápidamente, llevándose la cara. Alto y flaco, Mason convalecía aun de la en-
su halo de luz, desapareciendo detrás de las esquinas fermedad que lo había retenido en la casa durante
de las casas, escurriéndose bajo las puertas de los ga- seis meses.- Hay algo raro, sin embargo -concluyó- .
rajes. Cuando Mason llegó al extre~o ~e la ~alle, en El agua es notablemente luminosa, y sospecho que el
el cielo, más allá de la torre de la 1gles1a, bnlló bre- índice de salinidad ha de ser muy elevado.
vemente una última luz. Agotado, regresó a su cama -Pero Richard. . . -Miriam miró alrededor, im-
y se durmió oyendo el rumor de las olas mori- potente, agotada por la calma de su marido.- No hay
bundas. mar ahí. Está sólo en tu imaginación. Nadie lo ha
visto.
-Vi el mar otra vez anoche - le dijo a su mujer a Mason asintió, con las manos en los bolsillos.
la hora del desavuno. - Quizá nadie lo ha oído hasta ahora.
-Richard -dijo Miriam serenamente-, el mar más Dejó el comedor y fue hacia su estudio. El sofá en
próximo está a miles de kilómetros. -Miró en silencio que había dormido durante su enfermedad estaba to-
a su marido, un momento, hundiendo los dedos lar- daví~ allí, al lado de la biblioteca. Mason se sentó y
gos y blancos en el rizo negro que le caía sobre el tomo de un estante un caracol grande, fosilizado. En
cuello.- Vé a la calle y mira. No hay mar. el invierno, mientras había guardado cama, esa forma
-Querida, lo vi. c?nica qu,e e~ocaba mares antiguos y playas sumer-
-¡Richard! g1d~s hab1a sido para él una cornucopia insondable
Mason se incorporó y alzó los brazos lenta y deli- de imágenes hermosas y de sueños. Miró el caracol
beradamente. que tenía entre las manos -exquisito y ambiguo como
-Miriam, sentí la espuma en las manos. Las olas el fragmento de una escultura griega descubierto en
rompían a mis pies. No era un sueño. el lecho seco de un río- y se le ocurrió que era como
-No es posible. -Miriam se apoyaba en el marco de una cápsula de tiempo, la condensación de otro uni-
la puerta, como si quisiese cerrarle el paso a aquel verso, y casi llegaba a creer que el mar de mediano-
extraño mundo nocturno que acechaba aún en las che que interrumpía su sueño había escapado del cara-
sombras del dormitorio. El largo pelo lustroso y negro col el día en que él en un momento de descuido había
que le enmarcaba la cara oval y la bata encarnada que roto una de las volutas.
se abría mostrando el cuello delgado y la piel blanca del Miriam entró en el cuarto y descorrió bruscamente
pecho le recordaban a Mason una heroína prerrafaelista las cortinas, como si supiese que Mason estaba vol-

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132 MINOTAURO DESPIERTA EL MAR

viendo a un mundo crepuscular: el lecho de enfermo Una noche, se prometió Mason, iría allí y dormiría
y la lámpara de cabecera. Lo tomó por los hombros. hasta que lo despertaran las olas.
- Richard, escucha. Esta noche, cuando oigas las Un coche pasó lentamente y el conductor miró con
olas, despiértame y saldremos juntos. curiosidad a Mason que estaba de pie en medio de
Mason se libró dulcemente de las manos de Miriam. la calle con la cabeza levantada. El vecindario opi-
- Que tú veas o no el mar no cambiará nada, Mi- , naba que el marido de la hermosa señora Mason, que
riam. Lo que importa es que yo lo veo. no tenía hijos, era un personaje bastante excéntrico
- solitario, distraído, y además secretario de la socie-
Más tarde, caminando calle abajo, Mason llegó al dad local de astronomía, lugar de reunión de maniá-
sitio donde se había detenido la noche anterior miran- ticos notorios- y a Mason le pareció prudente ale-
do cómo rompían las olas. De las casas que había jarse hacia la avenida que bordeaba el valle. Mientras
visto sumergidas le llegaban los sonidos de una plá- se acercaba al promontorio distante miraba por encima
cida actividad doméstica. En los jardines, a la luz de las empalizadas buscando en los jardines y en los
brillante del sol, irisada y vívida, los surtidores gira- automóviles alguna huella de la reciente invasión del
torios regaban las hierbas descoloridas por el calor de mar. En estos sitios el agua había inundado casi com-
julio. Luego de las tormentas de la primavera, el pletamente las casas. .
polvo seco y cálido se había acumulado contra las Mason había visto por primera vez el mar hacía sólo
cercas y era un barro negro al pie de los surtidores. tres semanas, pero ya no dudaba. Sabía que el mar
La calle, una de las doce avenidas suburbanas, co- no dejaba al retirarse ninguna marca en los cientos
rría hacia el noroeste unos trescientos metros y desem- de casas sumergidas, y no se sentía inquieto por la
bocaba en la plaza del barrio comercial. Mason en- suerte de las gentes que debían de haber muerto aho-
tornó los ojos y miró la torre del reloj de la biblioteca gadas, y que habían dormido en cambio tranquila-
y el campanario de la iglesia, identificando los distintos mente en el inmenso seno del mar mientras él miraba
puntos salientes que había visto entre las olas empina- cómo las olas luminosas rompían en los techos. A pe-
das del mar. sar de esta paradoja, estaba completamente conven-
La calle descendía ligeramente al acercarse a la plaza, cido de la realidad del mar, y por esta misma razón
en el sitio donde Mason había visto la orilla del mar. le había contado a Miriam que las olas lo habían des-
A poco más de un kilómetro de la ciudad, se alzaba pertado una noche y que al salir de la casa había des-
un pequeño promontorio de arcilla, punto culminante cubierto el mar en las calles. 1

del borde del valle que encerraba la llanura aluvional Al principio, Miriam había aceptado con una son-
más baja. Aunque oculto en parte por las casas, Mason risa el relato, como ilustración del extraño mundo
lo reconoció en seguida: el acantilado que se había privado de Mason. Luego, tres noches más tarde se
alzado la noche anterior sobre el mar, como una ciu- había despertado en el momento en que Mason en-
dadela. El agua había golpeado los flancos del pro• traba de nuevo en el dormitorio y se había asustado 1

montorio, alzándose en inmensos plumajes de espuma al verlo: tenso, jadeante, con el rostro transpirado y '
y cayendo luego con una lentitud casi hipnótica. De una luz extraña en los ojos.
noche el promontorio era más grande y más abrupto: Desde entonces se pasaba las horas mirando la ven-
bastión enorme que no había conocido la erosión. tana por encima del hombro como esperando ver el

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.1 l..
1

134 MINOTAURO DESPIERTA EL MAR 135


~a_r. Había algo que la preocupaba tanto como la -¿No lo sabes?
vmón: la completa calma de Mason ante este terrible Mason se sentó a los pies de la cama. Por alguna
apocalipsis inconsciente. razón, que no se relacionaba enteramente con el deseo
de proteger a su mujer, deseaba mantenerla apartada
Fatigado, Mason se sentó en un muro ornamental, del mar.
entre un~s plantas de rododendros que ocultaban las -Miriam, ¿no entiendes? Quizá yo no vea literal-
casas vecmas. Durante unos pocos minutos dibujó mente el mar. Puede ser. . . una alucinación, o un
con u_na rama en el polvo duro y seco. Aunque informe sueño.
Y pasivo, el polvo tenía el poder evocativo del molusco Miriam meneó la cabeza, con las manos crispadas
fósil, e irradiaba una luz compacta. en los brazos del sofá.
Enfrente, el camino se curvaba y descendía hacia los - No lo creo. De todos modos, quiero averiguarlo.
campos de la llanura. El bloque de arcilla, cubierto Lentamente, Mason se dejó caer en la cama, de
p_or un manto de hierbas verdes, se alzaba hacia el espaldas.
cielo claro. Habían levantado un refugio de paredes -No estoy seguro de que este sea el modo de en-
de ~etal _en la falda, y alrededor de un pozo de ex- carar el problema.
tracción, Junto a una grúa de madera, se movían al- Miriam se inclinó hacia adelante.
gunos hombres. Lamentando no haber traído el auto -Richard, te lo tomas con tanta calma. Aceptas
de su mujer, Mason observó cómo las figuras diminutas esa visión como si fuese un dolor de cabeza un poco
desaparecían una a una en la mina. insólito. Eso es lo que me asusta. Si ese mar te
~a imagen de esta imprecisa pantomima Jo persi- aterrorizara, no me preocuparía, pero ...
guió todo el día en la biblioteca, hasta llegar a borrar Media hora más tarde, luego de haber abandonado
los recuerdos de las olas oscuras que rodaban por las toda tentativa de disuadir a Miriam, Mason se quedó
calles, de noche. dormido en el cuarto a oscuras. El rostro delgado de
Miriam lo observaba desde las sombras.
. ~n verdad, Mason se defendía de esta pesadilla in-
sidiosa pensando que pronto otros muchos descubrirían Las olas murmuraban a lo lejos. El trueno apagado
el mar. y profundo de las olas y los vastos sonidos del mar
. Cuando esa noche se fue a la cama encontró a Mi- abierto martillearon los oídos de Mason, y el chas-
nam completamente vestida y sentada en el sofá junto quido de la espuma lo arrancó del sueño. Mason saltó
a la ventana, con una expresión serena y resuelta. de la cama y se vistió rápidamente mientras el agua
-¿Qué haces? -le preguntó. siseaba calle arriba. En el sofá del rincón, junto a
- Espero. la ventana iluminada por el centelleo de la espuma,
- ¿Qué esperas? Miriam dormía con un rayo de luna en la garganta.
. - El mar. No te preocupes. Véte a dormir. No me Mason corrió descalzo por la calle hacia las olas.
1mpor~a- estar sentada aquí con la luz apagada. De pronto resbaló en el pavimento húmedo y cayó
-M1nam ... -Mason tomó cansadamente una mano de rodillas mientras una de las olas rompía con un
d_elgada de Miriam tratando de sacarla del sofá.- Que- rugido gutural. El agua brillante y fría, saturada _de
rida, ¿para qué? animálculos, le bañó los hombros y el pecho y se retiró

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136 MINOTAURO DESPIERTA EL MAR 137
succionada como un inmenso piso brillante a la boca A la mañana siguiente Mason le dijo a Miriam:
de la próxima ola. La ropa empapada se le pegó al -Era un sueño después de todo. Creo que el mar
cuerpo como un animal ahogado, y Mason clavó Ios ha desaparecido esta vez. De cualquier manera, no lo
ojos en el mar oscuro. A la huidiza luz de la luna vi anoche.
las casas blancas se alzaban en el agua como los pala- - Gracias a Dios, Richard. ¿Estás seguro?
cios de una Venecia espectral, o los mausoleos de una - Bastante seguro. -Mason sonrió animadamente.-
enorme necrópolis construida en una isla. Pronto sólo Gracias por haber velado anoche.
fue visible la torre de la iglesia. El agua se adelantó -Hoy velaré otra vez. - Miriam alzó una mano
veinte metros y la espuma llegó a la casa de Mason. para acallar las protestas de su marido.- Sí, ins!sto.
Mason esperó a que pasara una ola y fue hasta la Me siento muy bien esta mañana, y quiero terminar
avenida que llevaba al promontorio distante. El agua con esto de una vez por todas. -De pronto frunció
ya había cruzado la calle y cubría ahora los jardines el ceño inclinándose sobre las tazas de café.- Es raro,
golpeando los umbrales de las puertas. pero una vez o dos creí oír el mar, yo también. Pare-
Estaba a casi un kilómetro del promontorio cuando cía algo antiguo y ciego, que despertara luego de mi-
oyó los suspiros y movimientos de la marejada. Se llones de años.
apoyó sin aliento contra una cerca y la espuma fría
le golpeó las piernas, haciéndolo trastabillar. De pron- Mientras iba a la biblioteca, Mason dio un rodeo
to, las nubes se abrieron y vio la figura pálida y alta para ver otra vez el promontorio de arcilla y detuvo
de una mujer, de pie sobre un parapeto de piedra, al el coche donde había visto a la mujer de pelo blanco
borde del acantilado. El viento le movía el vestido que miraba el mar. El sol caía a pico sobre las ~ierbas
negro, que flotaba detrás de ella, y los largos cabellos, iluminando la boca de la mina. Alrededor, se agitaban
blancos a la luz de la luna. Debajo, a sus pies, las olas como siempre unos hombres.
saltaban y se retorcían como acróbatas. Durante los próximos quince minutos Mason re-
Mason corrió por el pavimento y al llegar a una cur- corrió lentamente las avenidas bordeadas de árboles,
va unas casas le ocultaron el promontorio. El agua espiando por encima de los setos las ventanas de las
se movió luego más lentamente y alcanzó a ver por cocinas. Era casi seguro que la mujer vivía en una casa
última vez a la mujer: un perfil de hielo blanco en la vecina, y quizá llevaba aun el vestido negro debajo
espuma opalescente. En seguida la marea empezó a de la bata.
bajar, y con el último espasmo burbujeante el océano Más tarde, en fa biblioteca, reconoció un coche que
se retiró entre las casas, junto con la luz y la anima- había visto en el promontorio. El conductor, un hom-
ción de la noche. bre de traje de lana y modales académicos, examinaba
Mientras las últimas burbujas centelleaban y se las cajas donde se exhibían los descubrimientos geo-
disolvían en el pavimento húmedo, Mason miró otra lógicos locales.
vez el promontorio, pero la rara figura luminosa ya no -¿Quién era? -le preguntó Mason a Fellower, el
estaba allí. Las ropas húmedas se le secaron mientras encargado de la sección antigüedades, cuando el coche
caminaba por las calles desiertas. Sobre los setos, en se alejó- . Lo he visto en la loma de arcilla.
el aire de la noche, flotó brevemente un último soplo - El profesor Goodhart, del grupo de paleontólogos.
de aire marino. Parece que descubrieron una veta interesante. -Fe-

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138 MlNOTAUR.O DESPIERTA EL MAR 139
llower señaló con un mov1m1ento de cabeza la colec- y durante un momento el mundo pareció recuperar
ción de fémures y fragmentos de mandíbulas.- Con un su realidad cotidiana. Mason sintió una nostalgia que
poco de suerte quizá consigamos sacarles algunas piezas. le encogía el corazón.
Mason se quedó mirando los huesos, sintiendo que Maquinalmente, tendió la mano hacia el caracol
un paralaje se le reducía de pronto en la mente. fosil del estante, pero la retiró en seguida, sin saber
por qué.
Todas las noches, cuando el mar emergía en las calles Miriam estaba a su lado.
oscuras y las olas se adelantaban hacia la casa, Mason - Ese caracol es horrible -comentó-. Díme, Ri-
despertaba junto a su mujer dormida, y salía al aire chard, ¿por qué crees tú que empezaste a tener esos
salitroso y vadeaba las aguas hacia la loma. Allí estaba sueños?
la mujer de pelo blanco, en el borde del promontorio, Mason se encogió de hombros.
alzando la cara sobre la espuma: un pálido nimbo cen- - Quizá fue una especie de recuerdo ...
telleante que corría como la luna entre las nubes hui- La cara elegante y fresca de su mujer lo miraba
dizas. Pero el mar se retiraba siempre antes que él lle- atentamente. Mason se preguntó si no debería con-
gara al promontorio. Mason caía entonces de rodillas, tarle a Miriam que aún oía el mar, en sueños, y que
agotado, sobre el pavimento húmedo mientras la espu- veía ahora una mujer de pelo blanco que parecía ha-
ma se deshacía en débiles burbujas y las calles asomaban cerle señas desde el promontorio. Pero, como todas
entre las olas. las mujeres, Miriam pensaba que en la vida de su ma-
En una ocasión, un coche de la policía lo iluminó rido sólo había sitio para un enigma. Por una inver-
con sus faros mientras Mason estaba caído aun en la sión de la lógica, Mason sentía a su vez que el hecho de
calzada, y otra vez se olvidó de cerrar la puerta de depender de la fortuna de Miriam lo autorizaba a no
calle al entrar en la casa. Durante el desayuno, Mi- ser enteramente sincero con ella.
riam lo observó con la misma preocupación de antes. -Mason, ¿qué te pasa?
- Richard, pienso que no debieras ir a la biblioteca. En la mente de Mason la espuma se abrió de pron-
Te veo fatigado y ojeroso. ¿Tienes otra vez ese sueño to como un ·abanico inmenso y diáfano y el hada de
del mar? las olas volvió hacia él una mirada ardiente.
Mason meneó la cabeza, tratando de sonreír.
-No, eso ha terminado. He estado trabajando de- Esta vez el mar le llegaba a la cintura y corría por
masiado, probablemente. los jardines en espumosos torbellinos. Mason se sacó
Miriam le tomó las manos. la chaqueta y la arrojó al agua. Las olas habían lle-
-¿Te caíste ayer? - Examinó las palmas de Mason.- gado a la casa al fin, y golpeaban ahora la puerta. de
Querido, te has raspado la piel, ¡y esto es reciente! calle, pero Mason no se acordaba ya de su mu1er.
¿No te acuerdas? Tenía los ojos clavados en el promontorio, golpeado
Mason inventó distraídamente una historia para por una continua tormenta de espuma que oscurecía
tranquilizar a Miriam, y luego llevó su taza de café casi la figura de la cima.
al estudio y se quedó mirando la niebla de la mañana, Mason se adelantó más rápidamente, a veces con el
un lago de opacidad que cubría los techos como el agua hasta la barbilla, y unos bancos de algas lumino-
. mar nocturno. La niebla se disolvió a la luz del sol, sas se le pegaron a las piernas. El aire salino le enro-

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140 MINOTAURO DESPIERTA EL MAR 141
jeda Io.s ojos. Al fin, exhausto, llegó al pie del pro- continuó-: En la biblioteca donde él trabaja me di-
montorio, y cayó de rodillas. jeron que ustedes encontraron aquí un par de es-
Ar~iba cantaba l~ espuma golpeando los bordes del queletos, ayer. Ya sé que desapareció hace sólo dos
acantilado, y el viento se movía entre los cabellos días, pero quizá uno de esos esqueletos . . . -El sar-
blancos de la mujer como entre las cuerdas de un gento se encogió de hombros.- Si en este pozo hu-
arpa. biese un ácido natural, por ejemplo ...
.Llamado p~r la música, Mason trepó al acantilado -Ingenioso, sargento, pero lamento decepcionarlo.
mientras abaJo, en las aguas, bailaban los reflejos - El profesor Goodhart hundió el talón en el suelo
~e la luna. Llegó a la cresta y en ese momento el ves- arcilloso.- Puro carbonato de calcio, de .un kilóme-
udo negro se alzó en el viento ocultando el rostro de tro de espesor, depositado durante el triásico hace
la mujer, pero Ma~on vi~ que era alta, derecha y del- doscientos millones de años cuando estas tierras esta-
gada. De pronto, tiesa aun, y como si flotara la mu- ban cubiertas por el mar. Los esqueletos que encon-
jer se alejó a lo largo del parapeto. ' tramos ayer son de una mujer y un hombre. Dos
-¡Espere! pescadores del Cro-Magnon que vivieron en esta costa
El grito ~e Mason se perdió en el viento. Echó a poco antes que se secara. Me gustaría poder propor-
correr y la figura se volvió y lo miró. El cabello blan- cionarle un corpus delicti, aunque es difícil entender
co giró alrededor del rostro como un vapor de plata cómo unas criaturas del Cro-Magnon han podido su-
Y luego se apartó revelando un cráneo angular de bir hasta aquí. Este pozo no tiene más de treinta
ór~itras vacías .Y boca d~sdentada. Una mano que pa- años -le sonrió al policía-. En fin, es un problema
rec1a un mano.10 de palitos blancos se extendió hacia mío, no suyo.
:r.:1ason, como la garra. de un bu!tre, y en seguida la El sargento regresó al coche de la policía.
f1!5ura se alzó en la agitada oscuridad como un pájaro -Nada -dijo meneando la cabeza.
gigantesco. Se alejaron entre las filas de plácidas casas sub-
Mason no supo quién había gritado: si él o el urbanas.
espectro. Retrocedió tambaleándose tropezó con una -Parece que hubo un mar aquí hace mucho tiem-
barandilla de madera y cayó de espaldas en el pozo po, hace un millón de años quizá. ¿Quién lo hubiera
entre cadenas y poleas. El mar gimió sobre él, en las creído? - Tomó una chaqueta de franela del asiento
sombras. trasero.- A propósito - dijo oliendo la tela-: ya sé
a qué huele la chaqueta de Mason. Huele a agua de
Luego de escuchar atentamente la descripción del mar.
policía, el profesor Goodhart meneó la cabeza. Titulo del original: Now wakes the sea.
-:Temo que no, sargento. Trabajamos en la exca- Traducción de F. Abelenda.
vación toda la semana y nadie se cayó. -Una barandilla
de mader~ colgaba en el aire crispado.- Pero gracias
por el aviso. Reforzaremos la baranda si ese hombre
anda de un lado a otro en sueños.
-No creo que llegue hasta aquí -dijo el sargento-.
La cuesta es muy empinada. -Hizo una pausa y

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LA ESCENA INGLESA 143
que no se ha sentido en la escena norteamericana
LIBROS: LA ESCENA INGLESA durante casi quince años. .
(1949-1952: los primeros años de Fantasy and Sczen-
Judith Merril ce-Fiction, dirigida por Boucher y McComas; el co-
mienzo de la Galaxy de Gold; el Amazing de Howard
Browne; las nuevas revistas que aparecen todos los
meses; ¡Colliers y el Post publican c-fl Los nuevos
Londres, setiembre, 1965. El clima es diferente aquí. autores: Anderson, Beaumont, Budrys, Clifton, Clin-
Llueve a menudo. Las casas son frías. Todos parecen german, Cosgwell, Dick, Dickson, Finney, Henderson,
beber bastante más y los que se emborrachan son Knight, McLean, (Merril), Walter Miller, Pohl, Cord-
menos. Nadie almuerza antes de la una, ni cena antes wainer Smith, Tenn, Vonnegut, Bemard Wolfe. El
de las ocho. El té es insidioso. Ya no tomo café todo retorno de Blish, del Rey, Kombluth, ;Leiber, St1:1r•
el día; a las cuatro o cinco de la tarde me preparo geon. Las primeras críticas serias en la corriente prm-
un jarro de té. cipal de la literatura; el nacimiento del gran boom
El rock-'n'-roll suena mejor, tiene beat. Los edi- del libro.)
tores discuten los libros tanto como los mercados. Los La escena inglesa es hoy diferente en muchos as-
niñitos hablan realmente con voces claras, dulces y pectos. Sólo hay dos revistas, y la publicación de libros
altas, como lo sugieren Milne, Carroll y Nesbit. Todos es más segura; las críticas son numerosas y en su ma-
parecen más jóvenes: ¿caras lavadas por la lluvia qui- yor parte serias, nada a~rogant~s por cierto ya_ q_ue la
zá? Hay mucho menos novedad por el gusto de la no- mitad es escrita por Aldiss, Amis, Ballard y Ph1lhps.
vedad, y también bastante menos sentimentalismo Las tres diferencias mayores son la existencia de
acerca de las cosas viejas. Y los escritores con quienes un área norteamericana como segundo (y a menudo
he hablado parecen sentir que lo que escriben tiene primer) mercado; la ausencia relativa de un~ vieja
cierto propósito. Discutir públicamente de literatura, guardia activa (de autores tanto como de ~dit~res),
política mundial, el arte y la ciencia, y aun la propia y un período de quince a_ños e~ e~ que ha sido mne-
obra, o la de los colegas, no es signo de mala educación. cesario probar que la sczence-fiction puede ser bue-
La educación por sí misma es apreciada ampliamen- na; un período vital para determinar cómo, cuándo
te y en círculos intelectuales al menos la mente in- y dónde lo es.
quisitiva es socialmente aceptable. No se piensa ne- Resultado: el clima es muy distinto realmente. Un
cesariamente que la fuerza de las ideas, las conviccio- artículo escrito por el colaborador ~e Spectato_r, Bill
nes, o ambas, sean síntoma de desequilibrio emocional. Butler, sobre la reciente Convención Mundial de
La c-f sufre aquí de algún modo la misma suerte Ciencia-Ficción celebrada en Londres comienza así:
de conciencia de ghetto que ha afligido a los edito- "Burroughs se hubiera sentido perdido. . . Edgard
res y críticos norteamericanos, pero su efecto se nota Rice Burroughs quiero decir. Desde los días de su no-
más en el círculo de los autores y críticos que en el vela El guerrero de lv!arte las cosas ~~n cambiado en
de los editores y el público lector. Más importante el espacio exterior. Sm embargo, Wilham Burroughs,
aún: hay un sentimiento de excitación y de actividad el autor de Naked lunch y Nova Express hubiera
creadora, tanto en el género como en los alrededores, disfrutado casi continuamente."
© r965, by Mercury Pr1:ss.

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144 MINOTAURO LA ESCENA INGLESA 145
Otro artículo en Times Magazine describió a John género. Si se hubiese iniciado en la década del cin-
W. Campbell como "la reconocida figura paterna del cuenta en los EE.UU., Brunner podría haber llegado
género. Ha dado continuidad, ha moldeado ideas, ha a ser un Silverberg, un Garrett, un Anvil, pero no
cristalizado reputaciones. Bajo su presidencia la c-f creo que hubiera escrito, hace diez años, un libro como
ha estrechado sus límites: de la vastedad del espacio su reciente T helepatist. Aldiss se hubiera desanolla-
a las mayores complejidades de la c-f 'sociológica'. Pero do quizá de un modo similar; es ciertamente el más
ahora está estrechando aun más su campo: a los deta- versátil de los tres y su obra se basa más en conte-
lles claramente enfocados, descendentes, del 'espacio nidos convencionales, imaginería y estilo que en la
interior'. El tono es personal y subjetivo, la calidad trama y en las ideas. Sin embargo, estilísticamente,
de la expresión importante. El profeta es J. G. Ba- literariamente, es el más inglés, sobre todo en el papel
lla.r d, autor de El mundo sumergido. La estrella bri- de crítico (director del Oxford Mail, codirector del
llante, William Burroughs ..." nuevo S-F Horizons).
En realidad Burroughs no es más popular entre Ballard, si hubiese escrito desde un principio para
los aficionados ingleses que entre los norteamerica- el mercado norteamericano habría dejado probable-
nos, pero ha ejercido una significativa influencia en mente el género antes de entrar en él: no habría
los escritores británicos, directamente y también a tra- podido vender ni uno solo de sus diez primeros cuen-
vés de la obra mucho más leída de J. G. Ballard. tos. He oído comparar la obra de Ballard con la de
Los tres nombres más conocidos aquí son Ballard, ' Bradbury y la de Burroughs, y el hecho de que estos
Brian W. Aldiss y John Brunner. Esto no quiere decir cumplidos no tengan mucho sentido muestran, me
que la generación más vieja de escritores (Clarke, parece, el valor de la obra de Ballard. Ballard se
Wyndham, Christopher, Russell) haya perdido el pa- parece a los dos norteamericanos sólo porque necesi-
so, pero sí que Aldiss, Brunner y Ballard, aunque di- tó como trampolín las revistas de la editorial Nova
fieran en estilo, técnicas y concepción del mundo, son así como Bradbury necesitó Weird Tales, y Burroughs
todos peculiarmente británicos, y escriben y publican la Olympia Press. En verdad, lo único común entre
más a menudo. Estos tres autores son realmente el ellos es que ninguno es un escritor común. (En la
centro de estímulo de la escuela británica en esta ciencia-ficción norteamericana sólo hay dos escritores
década del sesenta, u na escuela más subjetiva, quizá que no se parecen a nadie: Kurt Vonnegut y Cord-
más reflexiva, y ciertamente más literaria. wainer Smith; los dos han estado desde el principio
Los tres son autores comparativamente jóvenes, to- en el género, pero no han sido autores del género.)
dos entraron en el género hace menos de diez años, En este aspecto, Ballard es también único: denuncia
en las páginas de New Worlds y Science Fantasy, cuan- interminablemente las insuficiencias de la c-f, pero
do E. J. Carnell editaba ambas revistas. De los tres, critica ante todo a los escritores, críticos y editores del
Brunner es probablemente el más conservador en género. Estilísticamente pertenece a las filas de la
términos de técnica literaria y de adhesión a las "con- vanguardia, las técnicas experimentales y el surrealis-
1
venciones de la ciencia-ficción", según la fulminante mo. Pero sus temas, su preocupación por las confor-
frase de Ballard que en la práctica se refiere a todas maciones metafísicas y biofísicas del tiempo y del es-
las convenciones literarias, a algunas convenciones so- pacio-tiempo, sus exploraciones "ontológicas" de la
ciales, y a todas las "Convenciones" periódicas del psique y de la superrealidad, su honda conciencia de

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146 MINOTAURO LA ESCENA INGLESA 147
la inextricable relación de la mente con la materia, l': que s~ ganaba la vida recorriendo Europa pocos
el organismo con el ambiente, están en la línea prin- anos atras_ y entona un blues desesperado. Los dos
cipal de las especulacicnes de la ciencia-ficción más h_om~res uenen al~o _en _común: una tremenda impa-
seria, y que se encuentran más a menudo en el do- ciencia ante las hmttaciones artificiales del género.
minio británico. Ambos esperan que la c-f alcance un elevado nivel lite-
Ballard suele definir a la ciencia-ficción como "esa r~rio, ya s~a en un caso el del cuerpo principal de la
área en que el espacio interior y el espacio exterior hteratura inglesa, ya en el otro el del frente adelanta-
se encuentran y se funden"; quizá sea también válido do de las letras contemporáneas. De cualquier modo
afirmar que en la obra de Ballard se encuentran y ambas revistas son vehículo de los esfuerzos más ex-
funden las ideas de la c-f y las técnicas del surrealismo. perim:ntales y literarios tanto de los escritores ya
Este matrimonio es para mí el "Acontecimiento" del conocidos como de las nuevas y crecientes cosechas de
panorama literario contemporáneo, y el impacto de la jóvenes talentos en potencia.
obra de Ballard en ambos campos es cada vez más Tan pronto como el autor joven alcanza el nivel de
evidente. No sabría decir en verdad si la vitalidad y publicación en libro, no le es difícil encontrar editor:
la excitación que uno descubre en el campo editorial o una casa ing_lesa e:1 busca de material original que
inglés se debe en parte a la influencia de Ballard, no se ha vendido aun en los Estados Unidos o una
o si la existencia literaria del mismo Ballard ha sido ~dición norteamericana a la que seguirá una' edición
obra del clima especial inglés. El clima aquí es dife- inglesa.
rente, esto no puede discutirse, y los escritores de . Esto es al menos lo común para los escritores cono-
ciencia-ficción en la Inglaterra de hoy pueden dispo- cidos. El dinero básico viene del mercado masivo
ner de lo mejor de dos mundos. norteamericano, pero la edición básica, desde el punto
Ante todo, los escritores noveles ingleses han con- d: vista del escritor, es la inglesa. Cuando pasa un
tado durante casi quince años con un mercado local c1e_rto . tiempo entre la edición norteamericana y la
de revistas casi continuamente abierto, pues tan pron- bntámca no es raro descubrir que los textos varían
to como alguien empieza a tener algún renombre una considerablemente.
parte importante de su obra va a parar a las revistas Estas diferencias tienen como origen muchos fac-
norteamericanas, que disponen de más dinero. En tores, aunque la mayor parte depende de los distintos
Inglaterra hay aún sólo dos revistas, con formato de métodos de comercialización y producción editoriales
libro de bolsillo, y con dos directores que sostienen en boga en los dos países. Un editor norteamericano
puntos de vistas radicalmente diferentes. de libros de bolsillo, por ejemplo, espera vender -en
Kyril Bonfiglioli dirige Science Fantasy desde una verdad debe v~nder- ~~ ~os a diez veces más ejempla-
oficina en una galería de arte de Oxford donde tam- re~ qu_e una f~rma bnta_ruca. La producción y la dis-
bién da conferencias sobre antigüedades y arte me- tribución masivas son vitales para el editor si quiere
dieval. Mike Moorcock, de New Worlds, tiene las conocer por adelantado sus posibilidades de venta,
puertas virtualmente abiertas a sus colaboradores en pues las técnicas de predicción se aplican más exac-
el vestíbulo oficina de su casa de Londres, a tiro de tamente a las ventas masivas.
piedra de Notting Hill en una dirección y de Hyde Como resultado, el departamento de ventas tiende
Park en la otra. A veces toma aún la guitaxra con a dominar el departamento editorial; la calidad de

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148 MINOTAURO LA ESCENA INGLESA 149
la prosa no sirve para determinar cuántos ejemplares tor norteamericano exigen la publicación de una obra
se venderán de un libro; la "presentación" en cambio aún no concluida desde el punto de vista del autor,
puede facilitar la predicción. De ahí el fenómeno pero éste se consuela con ~1 adelant?. en dólares que
del libro "especial", el hecho de si el autor tiene le da tiempo para el traba10 de revlSlón. A ~eces l~s
"nombre", y la creciente tendencia a hacer del de- diferencias se deben exclusivamente a camb10s deci-
partamento editorial una especie de puente entre el didos en el departamepto editorial de la firma norte-
departamento de ventas y el autor. El departamento americana.
editorial juzgará ante todo si el producto es adecuado La posición literaria, piensa el autor inglés, depende
para la "presentación" y las técnicas de producción de la reacción de la crítica local y de las ventas loca-
previstas. _
Al mismo tiempo los métodos de producción en
masa quitan flexibilidad a los planes de producción.
Las firmas son mayores, las órdenes de impresión tie-
i
l
les. Le es fácil olvidar, aun mientras recibe l:l:s rega-
lías, que del otro lado del océano se ven~en y _leen
tres y cuatro veces más ~iempl~res del mi~mo hbro,
en una versión poco satisfactoria. La versión verda-
nen que ser preparadas muy anticipadamente, el pa- ¡ dera es la que leen los críticos y amigos ingleses. Y por
peleo aumenta, todo se hace más lento. supuesto, sin que entre en consideración el número de
No es sorprendente entonces que el editor norte- lectores, la versión definitiva es la inglesa.
americano sacrifique a veces la calidad literaria en Greybeard de Brian Aldiss es un ejemplo adecuado.
favor del número de páginas, el contenido y la fecha La edición publicada en los Estados Unidos por_ Har-
de entrega. Aceptará un libro mal pergeñado si eso court Brace fue recibida con mucho menos entusiasmo
le sirve para tapar un agujero en su plan de entre- que la versión inglesa publicada po~ !aber & Fa?er
gas de setiembre, insistirá en que se suprima de una poco después. He sabido que la edición de bols~llo
obra todo el material que pueda ser otensivo o poco norteamericana (Signet Books) contendrá la versión
atractivo en el mercado al que el libro está destinado;
ing;lesa completa, y sugiero a quienes han leído el
exigirá añadidos para justificar una cierta carátula. libro en la edición de Harcourt Brace que prueben
Los editores británicos con que he hablado, libres otra vez leyendo la edición de bolsillo. El último li~ro
de estas presiones, se muestran horrorizados ante la
de Ballard (The drought en Inglaterr~, The b~rnmg
sola idea de modificar un libro sin autorización del
world en los Estados Unidos) es qmzá un e1emplo
autor, horror que la gente de Madison Avenue juzga-
más típico; las diferencias entre las dos versio~es son
rá pasado de moda; no les parece raro que un autor
menos drásticas, y, sospecho, más representativas de
retrase la salida de u n libro para hacer una última
las diferencias "climáticas" de los dos países.
revisión; suponen que las ventas eventuales dependen
He leído la versión inglesa y he hojeado la norte-
en última instancia de la calidad de la obra.
americana. Las aparentes diferencias de longitud se
No es insólito, pues, descu brir considerables dife- deben ante todo a que en la edición de Berkley el
rencias entre la edición norteamericana y la inglesa de
cuerpo de letra es más pequeño y la caja ~ás l~~g~.
un mismo libro. A veces el escritor envía un primer Además en la edición inglesa el texto ha sido div1d1-
borrador al editor norteamericano mientras trabaja do en capítulos cortos. No hay en realidad ver~~dera
más cómodamente en otra versión que será publica- expansión. Sin embargo, en una obra t~n esuhzada
da en Inglaterra. A veces los apresuramientos del edi-
! e intensa como la de Ballard aun los espacios en blanco

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MINOTAURO
entre los capítulos son significativos, lo mismo que
los resultados de una última revisión. CINE: LA PANTALLA INGLESA
Está hac_iéndose casi imposible comentar aislada-
mente un libro de Ballard. El autor está desarrollando Agustín Mahieu
su obra de libro en libro, y de cuento en cuento de
t~~ modo ~ue aunque cada unidad tenga su significa-
ci_on propia, alcanza su verdadera dimensión sólo te-
niendo en cuenta la totalidad de la obra. The drought 1 La literatura de ciencia-ficción no es un fenómeno
ha de ser considerad~ como una novela que acompaña reciente. Si su expansión, en los últimos años, ha
a El mundo sumergido. Esta vez Ballard explora los adquirido un puesto espectacular - y progresivame?t~
efectos de la s.equedad, en vez del diluvio, en la psique 1
, cualitativo- es debido sin duda al desarrollo vert1g1-
humana._ El libro, de nuevo, está colmado de caracte- noso de la ciencia, que ha modificado todas las coorde-
res exóticos, evocativos, arquetípicos que se mueven 1 nadas de la vida contemporánea. La civilización téc-
entrecruzándose en el_ p~lvo y el _fuego, la sal, el hollín
Y las sombras del pa1saJe desértico. El tiempo parece
detenerse; la acción y el momentum dramático pare-
¡ nica, por otra parte, ha llegado a un punto cr_íti~o: su
propio dominio implica una serie de descubnm1entos
fundamentales que proponen ya, como problema, su
cen acelerarse. misma concepción del mundo.
Alg~inos de ~os conceptos que aparecen en esta obra Si esta literatura nació como anticipo y a veces
han sido prefigurados por cuentos anteriores -The 1 como problematízación del futuro, los actuales avan-
Delta at sunset, The reptile enclosure, The cage of
sand-, pero en la novela los elementos y las ideas se
¡ ces de la revolución científica y tecnológica la colo-
can súbitamente ante las puertas entreabiertas de ese
funden en un, relato sorprendentemente excitante, aun futuro que parecía lejano. Por lo mismo, sus obra_s
cu~~o son solo 7lementos de cierta perspectiva en el más notables no son ya ficciones puras, sino la medi-
pa1s~Je más ampho. de una exploración ontológica. 1 tación abismal sobre una transformación del hombre
Pienso que es_te hbro es de más fácil lectura que El ante las exigencias de un universo en expansión.
mu:1-do sumergido, y, casi ciertamente, una novela Sin embargo, como escribe André Labarthe, "la
meJor. Esto no quiere decir que sea un libro mejor t obra de ciencia-ficción aparecía, entonces, desde el alba
(en verdad Ballard. no escribe realmente novelas), y de esta civilización, como el presentimiento de una
esto no se sabrá quizá durante un tiempo. El signifi- era futura aún estorbada por las ideas-fuerza de un
cado de la obra parece subir lentamente a la conciencia mundo que se desmorona. Que lleva ya cerca de un mi-
aun mucho después de cerrar el libro. '
! lenio en desmoronarse".
Traducción de F. A. Como un microcosmo de la historia universal, el
1 cine repite sus hitos. A las obras de Bergerac o Charles

¡ Sorel (1597-1674) se corresponden los maravillosos


films primitivos de Georges Mélies: su Voyage dans la
Lune (1902) es la primera_ e~apa. También r~fleja
el cine el pasaje de la alqu1m1a (esa edad media de

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152 MINOTAURO 153
LA PANTALLA INGLESA
la ciencia) a la cibernética. El cine expresionista ale- sorda al grito de atención. Hubo ti~mpos en. que
mán _(El golem, 1914, de Paul Wegener; Metrópolis, resultaba improbable que las máquinas pudier~n
de Fntz Lang, 1926) y el cine fantástico norteamerica- aprender a transmitir sus necesidades, aun con la m-
~o _d~ 1930-1936 (King Kong, la serie de El hombre termedíación de los oídos del hombre. ¿No podemos
invisible de _Wells) ceden ahora a una aproximación imaginar después de esto que llegará un _día en q~e
m?s complep: sobre todo después de los descubri- ya no necesitarán de este .oído y ~lla~, 01;.án gracias
m1en tos ~tóm1cos y el progreso de las técnicas en la a la delicadeza de su propia orgamzac10n? 1
astronáutica. 1 Una concepción generalizada en la literatura y que
,Los robots. antropomórficos (Frankestein) aparecen ha pasado ya a las obras cine~atográficas es que el
aun en el film El planeta desconocido (Fred Mac sistema moral del hombre ha sido sobrepasado por su
Leod Wilcox, 1956) pero muy pronto los cerebros
electrónicos pierden su forma humana y franquean el 1 sistema científico. El crítico de cine André Bazin es-
cribía: "La fantasía moderna. . . es el fruto de una
paso que separa la realidad conocida del mañana per- !
ciencia. . . que amenaza destruir a la humanidad si
turbador.
1l ella no sabe inventar la moral que le corresponde."
"La plurali~ad d~ los mundos, el análisis del tiempo Todo sucede como si el hombre - tras la orgullosa
y la cuarta d1mens1ón, la energía materializada, son era de su fe en constituir el centro del universo-
algu1;10_s de los grandes temas de la cf, y estos vastos tomara conciencia de su actual lugar en el mundo,
d~mm1os, de~~nas de otros, no necesitan ya del pensa- eminentemente relativo. Según la óptica adoptada,
11:11en~o trad1c1onal para combinar los datos de la el resultado de la obra será pesimista (El día que para-
c1enc1a actual y lanzarse hacia especulaciones en que lizaron la Tierra, Robert Wise, 1951 ), optimista (El
el humor, lo maravilloso, la libertad -en una palabra dueño del mundo, Lee Sholem, 1953) o de angustiosa
la _poesía- pueden reinar elaborando reglas nueva; perplejidad (El planeta desconocido). .
e mventando reglas desconocidas, restableciendo al Dos obras recientes realizadas en Inglaterra parti-
h_ombre en su soberbia dignidad", escribe el crítico y cipan de esta concepción apocalíptica: The Village of
cmeasta Kyrou. the Damned (El pueblo de los malditos, Wolf Rilla) y
Sin embargo, el cine, como la literatura, experimenta Fahrenheit 451 de Truffaut.
a menudo el terror de lo desconocido. Por eso uno de Ambos coinciden en su carácter "intimista", sin el
sus temas característicos es la rebelión de la máquina: habitual uso de maquetas o trucos. La g:ravitació~ de
después del reinado de Dios y la hegemonía del hom- lo cósmico aparece bajo la forma de sugestión, excluidos
bre, se especula sobre el advenimiento de la máquina todos los recursos de materializacjón fantástica: The
todopoderosa, liberada de su creador. Ya Samuel Bu- Village of the Damned, inspirada en la novela de John
tle~ profeti~aba ei:i, 1870: "Hasta ahora, las máquinas vVyndham, es un film que abre una vía plausible
reciben sus 1mpres1ones a través y por intermedio de los frente a las producciones de gran espectáculo, los
sentidos del hombre. Una locomotora en marcha lanza "'shows" del espacio, donde casi siempre el decorado
un grito de alarma agudo a otra locomotora y ésta
1 Erewhon. Se podría agregar: el hombre informa a la má-
1~ cede su pas_o _inmediatamente; pero es a través del
quina. Pero hoy, como sefiala Raymond Ruyer, "las máq uinas
01do de_l maqu1m st~ c?mo una ejerce impresión sobre la se informan unas a otras y se informan por sí mismas". (L a
otra. Sm el maqum1sta, la llamada hubiera seguido Cybernétique.)

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!
154 MINOTAURO LA PANTALLA INGLESA 155
resulta inferior a la imaginación. La fantasía visual, es la notable, casi inhumana belleza de los niños.
a menudo irrisoria y acartonada (ejemplo típico es Ellos forman un grupo cerrado, dotado de un cere-
la película inspirada en la novela de H. G. Wells Los bro colectivo como los personajes de Más que human?.
primeros hombres en la Luna), es sustituida por una La primera reacción de los pobladores ~s un odio
especulación intelectual, cuya raíz parte de preocupa- instintivo, teñido de terror; luego se despliega la des-
ciones sociológicas y morales. El elemento extrate- confianza de autoridades y militares, que ven en _los
rrestre gravita indirectamente sobre los humanos y niños la punta de lanza de una s~bve~sión desconocida
parte de la presunción de la existencia de otra raza y por último una ame~az~ _de mvas1?n. .
desconocida. La reacción de los c1ent1ficos es mas ambigua. An-
El tema (tan frecuentado en la literatura específica) te todo los niños despiertan una curiosidad ~specula-
es la aparición de mutantes sobrehumanos en el seno tiva, ante sus poderes de intelige_n~ia sup~no~ Y la
de la especie terrestre. Los mutantes están ya entre nos- revelación de sus capacidades esp1ntuales musitadas.
otros: esta concepción arriesgada por Nietzsche, que Pero muy pronto el terror a lo_ ~esconoci~o y _sobre
es también el tema fascinante de Más que humano de todo la imposibilidad de ad~1tir la existenci~ de
Sturgeon, implica en las obras de Stapledon y Arthur una organización intelectual diferente a la habitual
C. Clarke la aniquilación progresiva del horno sa- - que no se adapta a las coordenadas de la conducta
piens, sustituido por una nueva especie. Todos estos humana- los conduce a destruir lo que no puede
relatos tienen en común la simpatía que se manifiesta aceptar. .
por los no humanos al mismo tiempo que se señala "The Village of the Damned com1~nza con ,u.na
una condena implícita a los excesos racistas y salvajes secuencia puramente fantástic_a -escnbe el cntico
de nuestra pretendida civilización. Es una actitud, por Jean-Paul Torok- elaborada sm el menor truco téc-
otra parte, que caracteriza la parte más avanzada y nico, y que constituye uno de los más ~ermosos. l~gros
adulta de la literatura de c-f. Pero esta posición crí- de la intrusión de lo extraño en la rea~idad coudia~_a.
tica no era frecuente en cine, salvo en el ya citado La inspirada utilización de ~a . hech1zante campma
film de Robert Wise, El día que paralizaron la Tierra. inglesa y la fluidez de los mov1m1entos de cámara, C?·
The Village of the Damned describe las relaciones inciden en la creación de una atmósfera de an)5ustia
entre una comunidad humana claramente delineada opresiva, que sugiere admirablemente la p~sesion del
- la población de una aldea inglesa- y los invasores pueblo por los seres exteriores. ~sta e~ocac1ón de l~s
extraterrestres que se encarnan en un grupo de niños Grands Transparents, que intuyo gemal~e~te And1é
dotados de poderes colectivos sobrehumanos. Este te- Breton, concluye con la inquietante aparición de los
ma complejo, bastante similar a El fin de la. infancia niños cuya apariencia de ángeles nocturnos logra suge-
de Clarke, está tratado con una profundidad psicoló- rir la carga de una inteligencia que escapa a las nor-
gica y moral completamente novedosa en el cine de ' mas humanas.
◄!
c-f. Sin embargo, su desenlace adquiere un confor- "El efecto todopoderoso de su mirada basta para
mismo de tinte racista, insólito en relación con su conferir a sus rostros la marca de su i~humanidad;
maduro planteo. '
1
l es una mirada cuya llama es a la vez fascinante Y ~la-
Lo que introduce una diferencia radical entre la cia!. Es necesario ver repetidas veces _esta ~xtraordma-
población "normal" y sus doce inquietantes vástagos, ria secuencia, donde los campesinos hipnotizados avan-
\'
'
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156 MINOTAURO LA PANTALLA INGLESA 157
zan lentamente por la pradera, ardiendo como antor- "Yo creía -dice el protagonista, golpeado por la
chas, bajo el ojo sereno de los pequeños monstruos banda- que Inglaterra era un país poblado por viejas
que no parpadean siquiera ante ese espectáculo atroz. damas que beben té. Ahora veo que la violencia está
~sta ~reve reseña sugiere un hecho lamentable: no en todas partes."
existe m dentro de la cinematografía inglesa ni en Bajo el acantilado, en el espesor de la roca, los
l~s ?emás un número apreciable de obras de ciencia- niños cobayos vegetan en un decorado funcional, vi-
~1cc1ón adultas, que aprovechen la capacidad de la gilados por cámaras de televisión, servidos por robots
imagen para desplegar con riqueza y profundidad los y educados por medios tristemente "audiovisuales".
problemas del hombre frente a su nueva dimensión. "Losey rehusa el pintoresquismo psicológico de los
Hace dos años, el director norteamericano Joseph mutantes -agrega Torok-. Estos niños no poseen
Losey (actualmente radicado en Gran Bretaña) reali- poderes telepáucos ni de otra especie. No obstante
z? The Damned. A pesar del origen de su autor, este son más extraños, muertos vivientes, cuerpos helados
f~l~ _de c-f es típicamente británico, y tiene cierta que viven una existencia aruficial, en una nursery
s1m~l1t~d con el citado anteriormente. La trama ea que es también una prisión. Sin exceso de simbolismo,
la siguiente: un sabio conduce una experiencia secre- se nos presentan como los homólogos de los jóvenes
ta, bajo estricto control gubernamental. Un grupo con camperas de cuero, que viven en la superficie y
de niños "radiactivos" son aislados en un laboratorio que, como ellos, son extrañas víctimas. King, su jefe,
subterráneo, y sometidos a un progresivo tratamien- comparurá su suerte, será también contammado y eli-
to que puede desarrollar su resistencia; son por lo mmado del mundo de los vivos. Como ellos, es un
tanto ~obayos de un experimento para dotar a la producto artiticial de una sociedad sacudida por la
h_umamdad futu~a de un~ posibilidad de superviven- certeza de su mortalidad."
cia ant_e un con_fhcto atómico que se supone inevitable. Los científicos, por su parte, trabajan para el futuro,
El film co~xenza en _Dorset, en una apacible ciu- aunque para ello deban sacrificar seres humanos; le-
dad balnearia. Un turista americano descubre en jos del clisé del "sabio loco", admiten que su expe-
plena calma victoriana inusitados elementos. Al seguir riencia es monstruosa, pero la anteponen como salva-
a una m_u~hacha ~e ceñidos pantalones (su atuendo guarda de una aniquilación total por la bomba. El
es una vISible alusión al uniforme de la "space girl" tesugo inocente, el "americano tranquilo", también
?e las historietas) irrumpe en una banda de jóvenes será destruido junto a la muchacha que ama, por
haberse acercado al pueblo de niños contaminados,
iracundos de campera negra y motocicletas. El ruido
de un rock estalla frente al mar mientras los jóvenes primeras víctimas de la guerra del átomo. Cuando se
se agrupan alrededor de "King", su leader, bajo una ·¡ creen libres; en el mar, comienza su agonía, sardónica
e~tatua de. George III. Este prólogo da el tono del 1 parodia del happy end.
fx!m -:-escribe u~ crítico, J.-P. Torok- : "No es una The Damned es sin duda el más terrible de los
~1st?ria convenc10nal de nuevaoleros sino una ciencia- 1
films de c-f ingleses, también el más pesimista. Co-
fxcc1ón contemporánea, donde la invasión del porvenir '
1 mo en otras obras de Losey (sobre todo Por la
ha_ sumergido ya el presente. El futuro invade todo
i Patria) sus personajes expresan la irresponsabilidad
4 de los "responsables" , la fatalidad histórica que los
(senala Losey) hasta en esta ciudad fuera del tiempo '
1
arrastra, la condena ineluctable de las víctimas.
que es Weymouth, en el extremo sur de , ,vessex." ¡¡
1'

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159
LA PANTALLA INGLESA

Frente a este pesimismo, Truffaut ha descubierto ideas, en una civilización de cosas, es co~o un maldito;
en Fahrenheit 451 una forma muy personal de ex- el que piensa es un hereje. Un ser d_1ferente es ~~1
presar una fe en el hombre. Esta fábula del mundo enemigo. Es un tipo que pone _la s?c1edad en cns1_s
electrónico es, según sus palabras 1 , "Una historia porque representa su mala conC1encia, la prueba vi-
desarrollada en el mundo tal como lo conocemos; viente de que no todos han perdid~ la razón, no todos
sólo hay un ligero desplazamiento hacia adelante en han traicionado a cambio de una villa, un auto o una
el tiempo. La atmósfera no es extravagante ni de an- colección de juguetes el~ctróni~os. Un hombre_ que
ticipación: sólo es extraña. El relato tiene un postula- debe ser eliminado al mismo uempo qu~ sus libros.
do simple: se desarrolla en una sociedad donde la A pesar de estas declaraciones, el p~radopl Truffaut
función de los bomberos no es ya extinguir el fuego no ha concebido indudablemente su film como un pan-
sino quemar los libros, cazar a los intelectuales. El fleto unilateral sobre una cultura amenazada; es de-
lugar es indeterminado, los personajes tienen una masiado individulista para eso. Quizá su obra, c?mo
nacionalidad indefinida. El film no es por lo tanto las anteriores (Los cuatrocientos golpes, fules et Jim),
realista, si bien presenta numerosos elementos de la es ante todo un acto de rebeldía y de amor, esta vez
realidad. por los libros y la libertad del homb~e. .
"El tema del film es el amor por los libros; para al- Como Jean-Luc Godard en A!phavill~,. ha evitado
gunos, este amor es intelectual; se ama un libro por Ja invención de objetos tecnológicos defm1dos. De la
su contenido, por su texto. Para otros, es un vínculo novela de Bradbury eliminó_ el _sa_b~eso ~-obot 9u:
sentimental por el libro como objeto. (...) En un perseguía a los criminales con mfahb1hdad c1bernéuca,
plano menos individual e íntimo, la-!ristoria me in- la televisión trimural se transforma en u~~ pantalla
teresa porque está en la realidad: el verdugo de los li- normal pero igualmente obsesiva. Tamb1en desapa-
bros, la persecución del pensamiento, el terror de las recen las radios minúsculas y otros el~mentos electró-
ideas son elementos que retornan en la historia hu- nicos igualmente superables en la reahda~. . .
mana. Ayer, aparecían bajo formas crueles, abiertas. A Truffaut le interesa menos la pr~yecctón h1stónca
Ahora, aparecen en manifestaciones más oblicuas, pa- 0
en el tiempo que la mutaci_ón emotiva. Por eso tam-
cíficas, pero más peligrosas . . . Discos, cintas magné- bién, el personaje de la mu1er de Monta~, ~uya con-
ticas, cine, televisión. . . radios a transistores. . . Mira- ciencia se disuelve en los narcóticos audiovisuales, Y
mos, escuchamos. Operaciones alienantes, que nos la amante que le descubre el mun~o de l?s hbros, so_n
llevan al exterior de nosotros mismos, nos proyectan interpretados por la misma actnz, la. ingles~ Juhe
afuera, nos sustraen a la reflexión y la soledad que im- Christie. También Montag y su enemigo, el Jefe de
plica la operación de la lectura. bomberos, han evolucionado sutilmente. Truffaut es-
" . .. En nu~stra sociedad los libros no son ya que- cribe en su diario de filmación: "Este ho~bre, este
mados por Hitler o la Santa Inquisición; son inutili- Capitán que vomita los libros, v~ a ser ten1bleme~te
zados, sofocados por las imágenes, los sonidos y los t simpático y está bien que sea as1. Por eso (o grac1~s
objetos. Y los intelectuales, los auténticos, los honestos, •l
¡ a eso) se aleja del melodrama y el p~pel será ,má? vi;
son como otrora los judíos, los maquis. Quien tiene · te Mientras las voces de los ingleses sólidos
''• v1en . . , e ·1 C k ( 1
desgarran mis oídos, la del irlandes yn usa e
1
Declaraciones en Cinema 66 y Cahiers du Cinema. •' Capitán) me encanta casi tanto como el acento aus-
1
l
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160 MINOTAURO

tríaco de Osear Werner (Montag). Desde hace algunos


días mis temores sobre los aspectos británicos del film
se han calmado."
Una de las preocupaciones esenciales de Truffaut es
-incluso técnicamente- convertir a los libros en los
verdaderos protagonistas y hacer que sus hogueras
sean emotivamente dramáticas. Los fuegos han sido
filmados en ralenti o acelerado; los libros escogidos
en función de su poder evocador: no sólo por sus au-
tores sino por su formato y sus ilustraciones. Algunas
páginas han sido agrandadas para que se pueda des-
cifrar; por ejemplo, el texto de Crimen y Castigo mien-
tras las llamas lo calcinan.
Por todo esto, quizás, la ciencia-ficción de Truffaut,
desmitificada, "es llevada a sus dimensiones humanas,
desemboca en el presente sin prejuzgar el porvenir.
Las fuerzas malignas aquí liberadas, son no tanto las
que vienen en el futuro sino las que se presienten sor-
damente en el hombre contemporáneo."
Es tal vez en Inglaterra, un país tan aplicado a pre-
servar todos los signos del pasado, tan aferrado a las
tradiciones, donde la irrupción de los fenómenos mo-
dernos produce una inquietud mayor. Por eso los
films de Wolf Rilla, Joseph Losey y Truffaut (curio-
samente los tres son extranjeros) adquieren un matiz
que no se ha dado en los ejemplos de la c-f extran-
jera - sobre todo norteamericana- aún ligada al espíri-
tu de las historietas o el dibujo animado. Estas obras,
únicas por su preocupación adulta, por la exclusión de
pintoresquismos ingenuos, señalan un camino nuevo,
casi inexplorado, en el cine actual de ciencia-ficción.

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