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AMÉRICA Y LA UNIDAD
DE LA L.ENGUA ESPAÑOLA *
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como lazo de unión superior a la di versidad de estados independien-
tes y de razas. Es el caso del griego en la época heleníslica; el del
más poderoso, el inglés, por lo que necesita refugiarse en actitudes Cada uno de los países hispánicos se siente «par inter pan's", lIO
puristas. Varios años antes que en Fr~ncia se adoptaran las recientes obstante las diferencias de extensión, población, riqueza y el/llllla,
medidas oficiales para la defensa del idioma, el Tvlinísterio de Asun- Aunque Méjico y la Argentina sean los de mayor potencia y los
tos Culturales de Quebec empezó a publicar un boletín, Mieux dire, más emisores de innujo, ninguno -salvo la Cuba actual--~ ha pre-
COI1 equivalencias francesas para anglicismos y con normas de buen tendido erigirse en líder de los demás. Y esto vale no sólo para la po-
uso frente a otras incorrecciones del lenguaje cotidiano. El portu- lítica o la economía, sino también para la literatura y el lenguaje.
gués tiene en el Brasil la gran mayoría de sus hablantes, con enor- Limitándonos a éste, junto a Ciudad de Méjico y Buenos Aires se
me desproporción numérica respecto al de Portugal, y sin compen- yergue Bogotá, justamente orgullosa de humanistas como Caro y
sación suficiente COll el de las provincias o antiguas colonias de gramáticas como Cuervo y Marco Fidel Suárez; Caracas invoca los
África y Asia. El inglés de los Estados Unidos, usado por ciento nombres de Bello y BaraIt; Santiago reclama para sí el de Bello y
ochenta millones de seres humanos, casi cuadruplica el número de
1 alega los de Lenz y Hanssen. Esta situación de igualdad y compe-
los de la Gran Bretaña y constituye mayoría en el mundo angloha- tencia teóricas ha favorecido a España, cuya demografía fuc, hasta
blante; pero el prestigio de Inglflterra en la Commonwealth de que hace poco, superior a la de cnda naci611 hispallo:lllH'ricana (hoy sólo
es caheza visible mantiene equilibrada la balanza. Entre el español Méjico la excede), y cuya lIW)'OI' l,,,di('j('lll lilcl:lli;, 1(' 11:1 IlI'llllilidll
de América y el de España la desproporción numérica no es menor conservar en gran pnrte la dccisi{lll 1101111:1Ii\';1 1'11('IIl";lif\I1I'~; dI' ¡dio
que entre el brmdleiro y el portugués ibérico, o que entre el inglés ma. Para que el timón siga en sus mallos SCJ;í 11l'CC's;lIiIl1flJ(' 11:1\(':'111'
estadounidense y el británico; pero el hecho de que Hispanoaméri- con ll11nho satisfactorio par:1 Iodos, sin cxclusivi';1l10S, ClllI la lIli, a
ca no forme una sola nación, sino muchas, hace que el juego de puesta en el futuro Huís que en el pas:ldo.
fuerzas y su resultante sean muy distintos. Este parcial mantenimiento de la primacfa Iingiifstica de Espa-
El mundo hispánico está integrado por España, dieciséis repúbli- ña se debe también a que el español de América no es¡ ni mucho
cas que se extienden desde el Río Grande del Norte hasta el cabo de menos, uniforme. Posee ciertamente vocabulario y semántica muy
Hornos y otras dos en las AntiJIas, más el estado libre de Puerto Rico, característicos a base de palabras y acepciones que allí tienen uso
asociado COI1la Unión norteameJicana, En total, veinte países inde~ general, pero regionales o desconocidos en España: sirvan de ejem-
pendientes entre sí, sin contar las minorías de lengua española que plo, entre las de viejo cuño, af7ra 'puerto entre montañas', botar
subsisten en Cnlifornia, Arizona, Nuevo Méjico, Tejas, Luisiana, Flo- 'arrojar, echar', estancia 'casa de labor', pararse 'ponerse o estar de
rida y las lejanas FilipillflS. ¿Cómo se mantiene la unidad lingüística pie', quebrada 'arroyo', zqfarse un brazo o un pie, 'dislocarse. tor-
en tan abigarrado cOl~junto? La lengua española está vinculada a for- cerse , ; en t·re Id"f
as mo ernas, acap,e "pan'aJO, r' a/lS¡Jlcwr .., promover,
mas de vida, supuestos ideales y prácticos, preferencias e inhibiciones apoyar', capitalino 'perteneciente o relativo a la capital, natural de
que las gentes de unos y otros países hispánicos comparten por igual, ella', corte 'tribunal de justicia', transar 'transigir, llegar a una tran-
y gracias a las cuales no se sienten extrañas entre sí. No es ahora mo- sacción', vivar 'vitorear', etc. 'Pero en ot1'os aspectos lingüísticos son
mento de especificar qué elementos de este acervo pertenecen por relativamente pocos los rasgos que se extienden sin islotes de oposi-
igual a españoles e hispanoamericanos y cuáles son privativos de ción desde California y Nuevo rvléjico hasta la Tierra del Fuego. Se~
unos u otros. Quizá convenga. sin embargo. destacar C0l110hispano- ñalemos la entonación, cuyas infinitas variedades coinciden en ser
americano gener,,1 el acentuado lleoterismo progresista, producto fácil más suaves y moduladas que la casteJlana, enérgica y rectilínea: el
en suelos poco Rrndos por la historia: su manifestación lingiHstka ha seseo, pronunciación unificada de s y c. Z, que se articulan con el
sido y es una actitud frente al neologismo más abierta que en España. pl'edorso de la lengua convexo y la punta inclinada hacia los illcisÍ-
EL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN AIVIÉRICA .-\t\lERICA y LA UNlDAD DE LA I.ENGUA ESPAÑOLA 245
vo~ inferiores, a diferellcia de las pronunciaciones castellanas de la primer estrato dd español colonial. Lo singular dd español america-
e, t (inrerdental, COI1 la lengua plana y atilada) y de la s (con el pre- no es la presencia conjullta de rasgos que en España aparecen dis-
dorso de la lengua cóncavo y el ápice elevado hacia los alvéolos su- gregados, y su combinación con indigenislllos, supervivencias e in-
periores); empleo de ustedes. tanto para el respeto como para la con- novaciones extraños a los hábitos peninsulares de hoy.
fianza, con eliminación de vosotros; extrema decadencia del futuro Las diferencias de lenguaje entre uno y otro lado del Océano, o
en el lenguaje hablado, donde he de lener, voy a saber suslituyen a entre unos y otros países hispanoamericanos, se hacen más o menos
tendré, :sabré, ete. El scseo y el abandono de I'osotros no son ex- ostensibles según los diferentes niveles de cultura y los distintos
cHtsivos de América, pues se dan en Canarias y en Andalucía, que ambientes sociales. El lenguaje escrito de la ciencia, la filosofía, el
fue su cuna. COlluín también a Andalucía, las Afortunadas e Hispa- ensayo y la crítica es el que da mayor sensación de unidad: pode-o
llOilmérica es la firme distinción entre el dativo le y el acusativo lo, mos leer páginas y p,íginas de Maní, Rodó, Alfonso Reyes, Borges
penurbad~l por el leísmo en las dos Caslillas. Además, extensas zo- o. l'vIurena -por citar autores de diversos países y generaciones·-
nas americanas coinciden con el Mediodía peninsular en el yeísmo Slll encontrar más di vel'gencia con nuestros LISOS que alguna parti-
(cabayo, gayilla), que abarca la casi totalidad de Andalucía y Extre- cularidad l~xica o sinráctica aislada. Pero la uniformidad gráfica
madura, ha penetrado hasta Madrid y no es desconocido en Canarias; oculta la nca variedad existente en la fonética y entonación del
en la aspiración de la -s final de sílaba (mi}¡mo o mi/llll1o, ehte o ette, lenguaje oral, incluso del más ilustrado, En los congresos de Aca-
loh trelz o Lo lre); y en la igualación de -r y -1 apoyadas en la vocal demias, donde se oye la mejor pwsodia de cada país, las eses cón-
cavas y las zetas interdentales españolas contrastan con el seseo ge-
que las precede (sucrlO «suelto», pudla ~<puerta»). Atendiendo a esta
serie de caracteres (an sobresalientes sería justo reemplaz.ar la habi- neral; pero no se apartan menos del conjunto la omisión mejicana
tual contraposición entre español de España y español de América de vocales átonas (p 'l(lbr'~ (,palabras;>, 11 's 's 'u/IIl'S ,<necesitamos»);
11(11" l~lra que cnfrclllL: el espaúol castellano y el español atlántico, in- el rehilamienLO con que argentinos y uruguayos dan a la 11 y a la V
dU>:lt1lllu L~1l b.lc casi [Olla. Andalucía, Canarias e Hispanoamérica.J una a,rticulación semejalllc a la de la j francesa o portuguesa, o d~
la sil II1g1esa, la palatalizac.ión chilena de g y j en guen{l, siguielldD,
:\h\)1':I
i~( hicll, L'I andalucismo
IS\ {1lI)l:cdclllCS confluye
de otras zonas en Canarias
peninsulares. y América
La marcada con ras-
preferencia gente, jefe, dUeron; o la pronunciación de j como aspiración faríngea
l:Jllaria y americana por l'ine, ttlFO en vez de he venido, ha tellido (deJwr, /lltlher) propia del Caribe, América Central, Colombia, Ve-
L'l>Íncide con el liSO gallego, asturiano y leonés; en el vocabulario y nezuela y zonas costeras de otros países, irradiada desde Andalucía
la semántica, los ya mencionados botar y pararse, así como cardu- y Extremadura. Son particularismo::; con los que se cuenta de ante-
mén 'banco de peces', buraco 'agujero', lamber, jimdo, soturno y mano y que no impiden la mutua comprensión. Más extrañeza pro-
muchos Inás, prueban también el influjo lingüístico del noroeste ibé- duce la disparidad de criterios acerca dd vuigarismo: en Buenos
rico, Por otra parte. la asibilación de r y rr y el ensordecimiento de Aires se reprocha como excesiva llaneza española la supresión de la
la primera en ciertos grupos y posiciones (otro, ministro, comer) ca- ti en la terminación -ado o la acentuación grave de policiaco, ear-
racterizan el habla de la Rioja española, Navarra y Vascongadas, y dÜICO, en lugar de la esdrújula policíaco, cardíaco, allí preconizada;
la contrapartida es que las sinéresis pioJ', pasiar, pani¡so no hieren
dOlhinan en áreas disconlÍnuas a lo largo del espinazo orográfico de
los oídos porteños cultos y sí los españoles.
Hispanoamérica, Con razón dijo Rufino José Cuervo que "toda la
Península dio su contingente a la población de América», aunque es- Si pasamos al lengu~je de la vida diaria, las diferencias léxicas
tl~dios recientes hayan probado que la participación andaluza, mayo- y semánLicas se agrandan hasta desconcertar a quien por primera
rital"ia en los primeros decenios, fue decisiva para la formación del vez va de un país hispánico a otro, El recién llegado necesita un es-
fuerzo de acornodnción para hacerse con las equivalencias que le
permitan salir del frecuente despropósito. Si en Buenos Aires una
~;' . 3, Así lo ha propuesto Diego Catalán, Bulelim de Filulogía ¡Lisboa). XVI
mujer quiere comprarse un veslido y pregullta dónde, recibirá tal
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246 EL ESPAÑOL EN ESI'Ai=IA y EN AMÉR1CA AMÉRICA Y LA UNIDAD DE LA LENGUA ESPAÑOLA 247
vez como respuesta: «Siga esta vereda, y a las cinco cuadras ha de en la despedida nos dicen «que gocen» en vez de «que lo pasen
ver un Ilegocio que tiene polleras y sacos en ia vidriera», 10 que bien» o «que se diviertan», el primer gozo es el del arcaísmo cua-
aquende los mares sería «siga por esta acera, y a las cinco manza- trocentista redivivo. Para el filólogo peninsular hay un placer conti-
nas verá una tienda que tiene faldas y chaquetas en el escaparate». nuo al oír en América vocablos y acepciones que en España se usa-
El estudiante argentino toma exámenes con el temor de que lo apla- ron en otros tiempos. La señora cubana que declara haberse puesto
cen, mientras no termina su carrera y alcanza la categoría de eg,-e- muy brava porque los dependientes de un comercio no la atendie-
soda. Si en Bogotá, al saludamos, inquieren cómo nos acaba de ir, ron debidamente, nos recuerda el dictado que la historia consagró
quedamos perplejos considerando que, gracias a Dios, nos sigue para la bien probada iracundia de Sancho IV; cuando un alumno ar-
yendo; al repetirse la fórmula advertimos por fin que es sinónima gentino que 110ha entregado a tiempo su trabajo inicia sus disculpas
de «cómo nos va». ¿Y cuando al ofrecemos el exquisito café co- con un «no me rete, doctor» (= «no me riña»), le convierte a uno en
lombiano nos preguntan si nos I'l"Ovoca un tinlo o un pe,-ico, esto es, un nuevo Diego Ordóñez ante los muros de Zamora; contendor,
si nos apetece un café solo o un cortado? Un parte meteorológico personem y personerza, vivos en Colombia, reme moran la termino-
bogotano correspondiente al 9 de agosto de 1960, dice así: «En el logía jurídica de las Partidas y de las vi~jas cortes castellanas. La
país: invierno moderado en las regiones del Atrato y San Juan ... En vidriera citada arriba es más antigua que la difusión de /'.w:al'0ralc:
el resto del territorio nacional se ha intensificado el verano»; como la doña Lorencica del entremés cervantino El I'i/<;o celoso dice que
en la zona tórrida las estaciones no se distinguen apenas por la tem- su marido «más vestida me tiene que un palmito, y con más joyas
peratura y sí por las lluvias, invierno ha tomado allí el sentido de que la vedriera de un platero rico». La moda del siglo XVII dio el
'tiempo lluvioso' y verano el de 'buen tiempo'. En Puerto Rico pos- nombre de pollera a la primera falda que se ponía sohre el g"a •.
rrtlarse es 'presentarse como candidato', acueducto 'alberca', pan- dainfante; en 1737 el Diccionario de Autoridades la define ya en
tallas 'pendientes', pronto 'la cuota inicial de un pago a plazos', pretérito, como cosa pasada. Macanaz y Cadalso emplean pro/Uo en
abanico 'ventilador'; mientras una especie de saltanlOntes se llama la acepción de 'cuidadoso, esmerado', que hoy subsiste 'en Argenti-
nada menos que esperanza, las palabras bicho y polilla han tomado na. Más reciente es nuestro olvido de saco por 'chaqueta': a princi-
significación obscena. Cuando en Ciudad de Méjico nos dicen que pio del siglo actual se usaba todavía en España para la indumenta-
hasta las ocho hay tren para Guanajuato, nos equivocaremos si va- ria femínea. Contribuyen al sabor de antigtiedad muchos vocablos
mos a la estación a las seis o las siete creyendo que hay varios an- que en América tienen plenitud de vida en el coloquio y en España
tes de las ocho, pues lo que nos han querido decir es que hasta esa pertenecen sólo al nivel literario: afligirse, angosto, dm1.ar, enojar-
hora 110 hay: más grave será el elTor si oyendo que el tren sale des- se, liviano, etc., reemplazados en el habla diaria española -salvo
de las llueve, entendemos que otros partirán a las diez o a las once, acepciones especiales y usos de algunas regiones- por apurarse o
y perdemos el único, que sale a las nueve. Ángel Rosenblat ha reu- preOC/.lpm~r¡e,estrecho, estropear. el~fadar, ligero. Claro está que el
nido con fino humor muchos equívocos semejantes como supuesto filólogo hispanoamericano puede señalar tantos arcaísmos en otras
anecdotario de un español que recOlTeHispal1oamérjca.~ Pero el en- preferencias nuestras como nosotros en las mencionadas suyas.
cuentro con palabras o significados insólitos no es sólo motivo de En el lenguaje familiar se ponen de manifiesto divergencias re-
incómoda sorpresa, sino que en muchas ocasiones procura regusto ferentes a la designación del interlocutor en el trato de confianza,
deleitoso. Unas damas puertorriqueñas censuraban a ciertas gentes tanto en los pronombres como en las formas verbales correspon-
porque eran «muy parejeras» --poco respetuosas con las jerarquías dientes: de una parte, tú callfas, tienes, dices, tú te pones tu sombre-
sociales- «Y muy lel1giiilm~fJas'). En Puerto Rico también, cuando ro, te lo digo a ti. cOI1(a. pon, ve1l; de otra, vos cantás, tenés, decís,
vos te pOllés tu sombrero, te lo digo a vos, cantá, rallé, vení. En este
4. El mSI('l/mlO de E.\lw;ia y el castellano de América. Unidad y dift.'rellcia- caso, la repartición geográfica difiere mucho de las que hemos. vis-
ciáll. ! 1"i"·n. ;·Io)d Centrn! de Venezuela. CaTacas, 1962. to a propósito de otros fenómenos: el uso exclusivo de tú, ti, te yde .
248 EL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EN AMÉRICA ."-l\lÉRJC:\ Y LA UNIDAD DE LA LENGUil. ESPAÑOLA 249
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formas verbales procedentes dd singular latino agrupa con España En ningullO de los ni vdes del habla encontramos, pues, com-
a f-,¡léjico, Perú, Bolivia y las Antillas en la casi totalidad de sus res- pleta unidad; pero en todos el fondo común es hasta ahora mucho
pectivos territorios, el occidente de Panamá, las costas del Caribe en más poderoso que los particularismos. Aquel es lo general, estos la
Colombia y Venezuela y la del Pacífico en Ecuador; es decir, las zo- excepción. Lo pllleba así el hecho, mil veces repetido cada día, de
nas que por haber tcnido brillantes cortes virreinales, iorensa comu- entendemos inmediatamente y sin lrabas los hispanohablantes de di-
nicación con la metrópoli o más larga dependencia colonial cono- versa procedencia con quienes entablamos conversación. Hay, por
cieron y adoptaron la elirninación de vos como tratamiento de inti- lo tanto, un español virtual comün y arqucrípico realizado en dife-
midad, iniciada en España en el siglo XVII y consumada en el XVIIl. rentes versiones por el castellano imperioso y grave, el andaluz vi··
En cambio, las zonas menos urbanas o más alejadas conservan el vaz y gracioso, el antillano dulce como la piña, el mejicano cir-
v,os, eliminaron tú y ti y mantuvieron formas verbales descendientes cunspeclO, el chileno de alegres altibajos melódicos, el rioplatense
del pluml latino, con preferencia por las contracciones guardás, te- pausado e insistente ... En la escritura la representación más genuina
Ilés, sos y los imperativos sin -d, que el gusto cortesano español de- de ese arquetipo reside en la firme unidad orLOgráfica. No la que-
sechó en beneficio de guardáis, tenéis, sois, cantad, poned, venid. brantan los casos aislados de México, Oax{lca, muestra de indepen-
dencia frente a una reforma ortográfica implantada en España du-
América Central y el Río de la Plata son las áreas donde el voseo
rante los años de la emancipación americana; tampoco la presen-
tiene más intenso arraigo; pero no obstal1le dominar por completo
cia esporádica de j por g (tníjico, jente) o de i para la conjullción
en el coloquio, los argentinos se han resistido largamente a reflejar-
copulativa. La norma ortográfica, postulada desde que las lenguas
lo en la escritura, incluso en canas familiares. Tuteo y voseo son
modernas alcanzalon mayoría de edad, se ha hecho cada vez más ri-
sólo un aspecto de la gran variedad de fórmulas de trato, en las que
gurosa en todas ellas. Los impresos de los siglos XVi y XVII ofre-
entran, con diversa extensión y altura social, vocativos con posesi-
cen disciplina mucho mayor que los manuscritos de igual época: y
vo antepuesto (mi L/migo, m '/l/jilO), /liFío y niiia como signos de res-
desde el XVlII se ha ido hilando cada vez más delgado en ¡JuniO a
peto (nino Sal/los, In lIiJl11 .//Iana), la apelación argentina con che, la
exigencias ortogn1ficas, convertidas con frecuencia en superstición.
lk ....
pcdída Il\lndla dldll, y t¡¡lItas más. Y junto a ellas una fraseolo-
¡Cuántos pretendientes a modestos cargos administrativos los ha··
gía l/m:, si alllllllla ell l\lodi~lllOS comunes, ofrece otros peculiares de brán perdido por falla o sobra de una hache! i.Y qué profesor apro-
ulda ¡¡<lISII 1L:¡!,ilÍll. I':ll d coloquio popular tienen cabida numerosos bará al examinando que escriba Cerbanles con b alta, corno hacía el
clcllh.:nllJS jcrgalcs, distintos en cada gran ciudad: si el madrileño autor del Quijote? Pero estos absurdos no son mayores que los oca-
p()plllar acoge lnucllils palabras de ascendencia gitana, el lunfardo sionados por la puntualidad cronométrica o por la exactitud hasta el
bonaerense se nutre sobre todo de italianismos. Queda, por último, céntimo en las cuentas de un tenedor de libros, que no por eso de-
el habla vulgar de las ciudades o del campo, con un fondo principal jan de estar justificadas. La regularidad ortográfica hace que una
de rasgos panhispánicos como cevit, melitar, sepa/cllra, jascicia, ré- misma imagen ideal del idioma actúe en la mente de cuantos en él
lIllo, IIICSI/IO, lillieme, dispusición, malirlO, calima, dotor, agüelo, escriben, y reduce a común denominador las variedades regionales
gü¿no, Irigwwl, vide, cruje; muchos de ellos llegaron a las
dijWIIV, del habla. Lo que en labios castellanos viejos es saluz, parez, eu
plumas de nuestros literatos hasta el siglo XVI, algunos has la fines boca de calalanes, valencianos y argentinos ullracorrectos !wlw,
del XVII. Tal comunidad de vulgarismos contribuye eficazmente a parel, y en la dicción llana general su/tí, paré, se unifica en sallld,
que sintamos ú)mo nuestras las argenlinísimas estrofas del Martin pared; la aspiración faríngea eXlremeña, andaluza, canaria y del
Fierro. Pero sobre esta base unitaria se apilan muchos fenómenos Caribe, la fricativa palatal chilena y la velar castellana convienen
l!liferenciales; y en las regiones bilingües se produce variable pene- todas en la j de jefe, 1Il1Üer; bajo el signo ch caben la prepalatal más
tración de elementos extraños, vascos o románicos en España, in- común, la adherente de tvlurcia, Canarias y Pl1CrlORico, la alveohlr
., di,·)" ¡·'n A nH~ricn. manchega y la sil caraClerística de AndalUCÍa; escribir aSIIlU, obis-
AMÉRICA Y LA UNIT)AD DE LA LENGUA ESPAÑOLA 251
250 EL ESPAÑOL EN ESP,\f,!\ y EN Al\lÉRICA
daLlo en lus últimos ailos dos ejemplos que imitar: frente a la or-
gullosa afirmación hecha por Clarín de que los españoles somos
los amos del idioma, declaró solemnemente: (¡Qué vamos a ser los
amos! Seremos los servidores más adictos de ese idioma que a no-
sotros y a los olros scfiorca por igual y espera de cada uno por igual
acre(;imienlu dc SCllOríO». Y consecucnte con tal postura ha a¡:>adri-
nado la cl1lrada de americanismos úliles en las letras de aquí. Ya en
1919 aplicó Libra 'puerlo de mar' al paso entre montañas, como se
venía haciendo en América desde los días de la conquista; patroci-
nó (h;spu¿s ilOl'cdoso; en UllO de sus trabajos más recientes emplea
sesiollLlI" 'asislir a una sesión', y los lalinismos occisió¡¡ y occiso.
Cada hispanohablante CUlLO debe hacer suya por el conocimienLO y
el amor luda cn::ación valedera nacida en nuestra lengua, donde-
4uiera que haya surgido. Debe decir con Juan Ramón Jiménez: «Un
español no es el español ahora para mí; el español que yo quiero es
lodos los españoles. Y todos los hispanoamericanos».
Con eSle i/llellelto d' Wllore se provocarán intlucncias mutuas que
conduzcan a la formación de una koillé, Es lo que se nos impone en
tiempos de progresivi1 uniformidad en todos los órdenes de la vida.
Esa koillé garantizaría por linos siglos más -quién sabe cuántos-
la pérv i\'cuc ia lit un espaí'íol sin fracturas.