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Presentamos, con el permiso del Autor, un texto básico sobre el método

con el que están estructuradas las actividades en la Clínica La Aurora;


método deducido de la teoría lacaniana, de la forma como ha sido
elucidada en las Escuelas del Campo Freudiano.

Se trata de una intervención pronunciada en la “Rencontre PIPOL”


del 20 junio 2003 en París, en la sección RI3. Titulo original: “A propos
de la pratique á plusieurs”. Jornadas de estudio sobre el psicoanálisis
aplicado promovida por la Fondation du Champ Freudien y de la Ecole
de la cause freudienne, por el Programme International de recherche
sur la Psychanalyse appliquée d´Orientation Lacanienne (PIPOL).

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Antonio Di Ciaccia
A propósito de la práctica entre varios

En 1992, Jacques-Alain Miller ha llamado práctica entre varios a una


cierta práctica iniciada en 1974 en una institución.
Esta primera institución y las otras que han seguido se ocupaban – y se
ocupan aún – de situaciones muy graves: casos de autismo y de psicosis
en niños y en adolescentes.
Es a partir de un objetivo preciso – probar o refutar la afirmación de
Lacan de que también el niño autista está en el lenguaje – que ha sido
desarrollada esta práctica psicoanalítica sin utilizar el setting del
dispositivo analítico como tal.
Lacan ha dado los instrumentos para esta empresa: en efecto existe una
diferencia entre el psicoanálisis como saber sobre la estructura, que
concierne a cada ser hablante, y el psicoanálisis como dispositivo que
permite acceder a la que se llama una experiencia analítica, y que
requiere del ser hablante algunas condiciones precisas.

Lo que yo querría subrayar hoy es el punto siguiente: las razones de la


elección de recurrir a la práctica entre varios – es decir de no utilizar el
dispositivo analítico como tal, sino de utilizar las enseñanzas del
psicoanálisis para crear un lugar de vida, una atmósfera vivible para
estos niños – no eran debidas a problemas institucionales, es decir
problemas de equipo, sino a partir de la clínica.

En la práctica entre varios el punto de partida no es buscando desde el


lado de la institución o del lado equipo, sobre la llamada cura, sino
buscar del lado del paciente.
La práctica entre varios responde a una exigencia clínica, a una
exigencia que parte del paciente. En nuestro caso específico parte del
niño autista o psicótico.

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En otros términos, sabemos todos que el ser humano tiene que
habérselas con el significante. Pero no todos de la misma manera. Para
algunos sujetos, la posición subjetiva, el Otro con O mayúscula, el otro
con o minúscula, y al final el objeto que complementaría el sujeto, no se
cocinan de la misma manera.
Nuestra práctica corresponde entonces a un funcionamiento que
implica un dulce forzamiento a través del cual el niño autista o psicótico
habría podido tener la oportunidad de trocar el real por el semblante.

La práctica entre varios yo la veo estructurada sobre cuatro ejes que se


articulan y forman un punto de almohadillado que vale como
significante amo. Se trata de un punto de almohadillado en función no
de los niños autistas o psicóticos, sino de la estructuración del trabajo
en la institución.

Estos cuatro ejes son: el partnership de cada miembro del equipo con el
niño que sufre, la reunión del equipo, la función del director terapéutico
y la referencia teórico-clínica.

El primer eje es el partnership de cada miembro del equipo. Ese


partnership resume la responsabilidad de cada miembro del equipo.
Aunque eso puede parecer paradójico, se trata de un aspecto esencial
en una práctica llamada “entre varios”. Cada uno vale, para el niño en
cuestión, como partenaire, no a partir de su especialidad – educador,
psicólogo, psiquiatra, hasta psicoanalista u otras – sino a partir de su
propia posición subjetiva, donde su propia presencia es al servicio de
un deseo, deseo de un encuentro, deseo de utilizar todo lo que la
estructura significante ofrece.
Es necesario subrayar que este partnership tiene como prerrogativa el
intercambio entre los miembros del equipo. Intercambiabilidad que no
es relativa al necesario funcionamiento institucional, sino que es
relativa a las exigencias de la estructura en lo que concierne esos niños
en cuestión.

La reunión del equipo es el segundo eje. La función de la reunión no se


limita a ser el lugar de la comunicación de las información o a una
reunión de trabajo.
Según mi sentido, las funciones fundamentales de la reunión son
cuatro.
Primo: ella tiene la función de crear un lugar donde se hable del niño.
No para objetivarlo o para hacer la lista de los dichos sobre él, sino por
sostener un discurso sobre él a partir de los decires de los miembros,
cada miembro del equipo debería consonar más con la palabra que hay
que decir y más en la medida de saber hacerse entender.
Segundo, la reunión tiene la función de operar una separación para
cada uno de los miembros del equipo en relación al saber que se cree

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de haber obtenido a través de la frecuentación de esos niños. Esta
separación conduce a una diferenciación entre el saber obtenido, que
caduca en relación al niño, aunque puede ser ordenado como un saber
adquirido, y un otro saber, que queda siempre en espera de ser
verificado y que concierne directamente a la posición subjetiva del niño.
Tercero. La reunión tiene la función de ser el único lugar donde los
dichos de cada miembro del equipo son tomados en consideración. Todo
lo que queda dicho fuera de la reunión, no debería ser considerado
válido. Porque, fuera de su contexto, no se trata de palabras en libertad
al servicio de un goce que hace blablabla. Mientras la palabra tiene
oportunidad de devenir en acto solo si se trata de un decir responsable.
Cuarto. La reunión tiene una función en relación a la elaboración de un
saber.

El tercer eje es la función del responsable terapéutico. Este titulo dice


mal de que se trata. Llegamos a su función: el responsable terapéutico
no es el único responsable ni el que aplica o hace aplicar una terapia u
otra. No es el que sabe o que sabría más que otro. No es el que dirige
las curas ni dirige a los colegas. En cambio él es el que se aplica para
que todo marche, y que marche en relación a un objetivo preciso. Ese
objetivo no concierne el funcionamiento de la institución, carga
ocupada por otros.
El objetivo en cuestión es el de validar o invalidar el axioma de Lacan –
que el niño autista está en el lenguaje, pero no está en el discurso -,
para medir su precisión, las oportunidades reales de un trabajo con él,
y de indicar sus límites.
La función del responsable terapéutico no es la de saber, ni de saber
por los otros. Sino es la función que se esfuerza por preservar un vacío
central, - vacío de saber- , que pueda permitir, para cada niño, la
verificación clínica del axioma de Lacan y de sus consecuencias. Este
vacío de saber es esencial para permitir, a cada miembro del equipo,
destituirse en relación con un saber totalizante y que objetiva bien que
cada uno es plenamente responsable del acto que el trabajo comporta.
El lugar del responsable terapéutico, lejos de ser el de un amo de poder
o un amo de saber se acerca a este lugar que Lacan asigna al Más-uno
en la elaboración del saber en un cartel. O aún a la de Al-menos-uno
que se abstiene de una toma de poder. El responsable terapéutico
debería saber que no es desde el lugar del sujeto supuesto saber que
podrá permitir que exista elaboración de saber.

El cuarto eje es la referencia teórica-clínica. Se trata de un eje claro y


lineal: es el psicoanálisis freudiano según la enseñanza de Lacan en la
orientación de Jacques-Alain Miller.
Este trabajo teórico sobre la práctica clínica se elabora en cada equipo
y entre las distintas instituciones, sin instituir ni una persona ni una
institución a un pretendido lugar de supuesto saber. El saber que es

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aquí gestionando no es del orden de la suposición sino de la exposición.
Se trata entonces de un campo donde el saber está expuesto y no
supuesto.

Venimos ahora a otro punto. Jacques-Alain Miller ha hecho valer a


partir de Lacan la diferencia entre el psicoanálisis puro y el
psicoanálisis aplicado. Es en el psicoanálisis aplicado donde podemos
colocar la práctica entre varios, aun que en esta práctica no es utilizado
el dispositivo clásico del psicoanálisis, la práctica entre varios se
inscribe en las diversas formas de prácticas clínicas que se inspiran en
el psicoanálisis.

Varias observaciones es necesario hacer sobre esto.


La práctica entre varios es un modalidad del psicoanálisis aplicado. Al
contrario, el psicoanálisis aplicado no se reduce ni a la práctica en
institución ni a la práctica entre varios.
No toda la práctica en institución evidencia de la práctica entre varios:
Es necesario entonces distinguir varias modalidades de practicas en
institución, de las cuales la práctica entre varios es una.
De fondo, la especificidad de la práctica entre varios es la
intercambiabilidad de los miembros del equipo como partenaire del
sujeto que sufre. Esa intercambiabilidad es estrictamente en función de
la clínica del sujeto en cuestión.
Si el psicoanálisis aplicado no se reduce a la práctica entre varios y la
práctica entre varios es solamente una variante del psicoanálisis
aplicado, actualizado en un contexto institucional, podemos examinar
entonces otras formas de psicoanálisis aplicado.
Desde luego, la primera forma de psicoanálisis aplicado es la utilizada
comúnmente por analistas en una cura donde el síntoma está en primer
plano y que se efectúa, clásicamente, en casa de un analista.
Luego, por otro lado se podría decir, tenemos la práctica entre varios.
Entre estas dos es necesario considerar otras formas de práctica que se
podrán llamar de psicoanálisis aplicado: por ejemplo el trabajo que se
cumple en una práctica en equipo, sea en una institución sea fuera de
una institución.
En la práctica entre varios, es por causa de los callejones sin salida del
paciente frente al Otro, por ejemplo, por lo que nosotros hemos
fragmentado la relación del sujeto en cuestión, con un juego donde sus
partenaires devienen intercambiables.
En cambio, al contrario en una práctica en equipo es exactamente la
especificidad de cada uno que debe ser sostenida y desarrollada. No
será para nada la misma cosa si el paciente en cuestión se dirige por
ejemplo a su psiquiatra, u a su psicoanalista, hasta aún a su asistente
social.
En este caso, seria totalmente dañina la ínter cambiabilidad de los
diversos partenaires del paciente. Necesita, al contrario, que cada uno

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de sus partenaires pueda saber sostenerse en un lugar definido, sin
hacer obstáculo a que otros pueden ocupar otros lugares igualmente
definidos y que serían estructurados según líneas de transferencias
precisas.
De fondo, lo que estoy delineando es una práctica más común de lo que
se cree. Es una práctica común, por lo menos en los casos, por ejemplo,
de psicóticos adultos, capaces de hablar y de tener un mínimo de lazo
social.
Ahora, esta práctica en equipo se desarrolla frecuentemente fuera de
los muros institucionales, provocada por los pacientes mismos. Aunque
estos pacientes deban, de vez en cuando, encontrar refugio en amparos
institucionalmente determinados.
Lo que podría ser nuevo, sería delinear claramente una práctica en
equipo capaz de desarrollarse enteramente en una institución definida,
por lo menos el tiempo necesario para un sujeto.

En este punto veo dos obstáculos.


Primo: un obstáculo relativo a los miembros del equipo. No se trata, de
fondo, del mismo obstáculo que hemos encontrado también en la
práctica entre varios y que concierne el lugar del saber y del supuesto
saber en el seno de los miembros del equipo y en el seno de la
institución. Llegar a trabajar en una práctica en equipo requiere tanto
trabajo personal que no pueden encontrar solución en el psicoanálisis
puro.
Segundo obstáculo: ¿cómo hacer para evaluar la posición de cada
sujeto que sufre en relación con la práctica a utilizar para él?
No puedo más que hacer referencia a ese pasaje de Lacan donde él
pone al sujeto, a cada sujeto, en relación a coordenadas cartesianas.
Estas coordenadas son la base del esquema R. La coordenada que es la
que él llama el eje del símbolo y la abscisa que es la que él llama el eje
de la realidad. En efecto, a través de esas dos coordenadas cartesianas,
el sujeto es colocado sobre las dos laderas, la una relativa a su relación
al significante, y la otra relativa a su relación con su posición de objeto
atrapada en el deseo del Otro.

Ahora, me parece que se puede utilizar el principio de las coordenadas


cartesianas para indicar la posición del sujeto en relación a la cura
analítica y a sus impedimentos, hasta a sus indicaciones y a las
contraindicaciones de la cura analítica y también de las prácticas que
en ella se inspiren: práctica en equipo, practica entre varios, etc.
Según mi sentido es la modalidad de la relación del sujeto al
significante la que debería guiarnos para intervenir y eventualmente
inventar prácticas adecuadas a la posición subjetiva, permaneciendo
aún en la ética freudiana.

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Por ejemplo la práctica en equipo se rinde posible si el paciente en
cuestión se sostiene por una relación a la palabra tal, que él pueda
desarrollar no sólo una relación transferencial en la ladera afectiva,
sino una relación transferencial en la ladera de la suposición de saber y
de poner en música su propia relación con el síntoma que lo aplasta.
En cambio la práctica entre varios podría revelarse adecuada si esta
relación del sujeto con el encadenamiento significante es demasiado
floja y si el sujeto está demasiado agarrado a un goce mortífero
indecible. La práctica entre varios en efecto revela tener una cierta
pertinencia cuando el goce neutraliza en un sujeto su posibilidad misma
de demandar al simbólico sustraerlo de la pulsión de muerte.

Traducción del francés:


Miriam Gutiérrez y Antonino Bori

APOL, A.C. – Asociación Psicoanalítica de Orientación Lacaniana, A.C.


Cda. Chamilpa 13 – Sto. Domingo – Coyoacán – 04369 México D.F.
tel. 54 21 34 51– correo: apol@apol.org.mx

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