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Sistema y Subsistemas de la Educación

Universitaria
Sistema
En este número especial, dedicado al análisis de la educación superior
en Venezuela, participan algunos de los más connotados especialistas
del país, incluida la inestimable colaboración de Tulio Ramírez de la
Universidad Central de Venezuela y, al tiempo, coordinador del
Doctorado en Educación de la Universidad Católica Andrés Bello
(UCAB). Los artículos aquí presentados nos permiten tener una visión
amplia y rigurosa para caracterizar la situación de la educación superior
en Venezuela. Sin duda, podrían faltar aristas como en toda selección
dado el espacio limitado de la revista, no solo por la alta complejidad que
tiene la educación superior, sino también por la existencia de diversas
miradas en un contexto altamente polarizado.

Cada uno de nosotros tiene su propia visión y lectura. Temas como


evaluación, regulación, acreditación e investigación son vistos
tangencialmente. Igualmente la educación privada, tecnológica o de
posgrado no son abordadas con análisis particulares. La
internacionalización o la regionalización también podrían ser vistas más
atentamente. En este sentido, estamos frente a un número que
selecciona algunos temas y enfoques, como acontece en cualquier
análisis, en tanto siempre se reduce la realidad que es más vasta.

Esta introducción la hacemos por la alta polarización que respecto a la


educación superior, y específicamente a la realidad venezolana, existe
entre algunos sectores. Muchas veces por escasa información y otras por
criterios previos. Quienes, como yo, han vivido, conocido e investigado la
realidad de la educación superior venezolana –como estudiante, profesor
y representante estudiantil y de egresados en nuestra juventud y a lo
largo de 10 años, y luego como director del Instituto Internacional de
la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe
(IESALC) con sede en Venezuela–, tenemos una visión más amplia, más
allá de la subjetividad, que parte de los enfoques de las ciencias sociales,
al menos en la selección de las informaciones y análisis. En los años
2000 impulsamos una de las más amplias investigaciones sobre la
educación superior en Venezuela que se expresó en una colección de 13
libros que prácticamente sirvió de referencia en su momento y que se
constituye en la línea de base sobre la cual se puede intentar
comprender la compleja, contradictoria y, a la vez limitada en datos,
dinámica de la universidad venezolana.

La visión histórica es el marco sobre el cual es posible develar con


amplitud parte de los complejos procesos desarrollados por la educación
superior en Venezuela y todos los autores toman en referencia algún
componente histórico en su trabajo. Los diversos artículos, además de
nuestros análisis, son la base de esta introducción del número especial
que la UDUAL me ha solicitado coordinar. Tal vez lo dominante sea esa
mirada, tal vez nostálgica, además de comparativa, en los análisis de la
situación actual que mira el presente y especialmente el futuro, de cara a
lo que fue y ha dejado de ser y del curso que ha tomado la educación
superior y el país y del cual todos tenemos una mirada particular desde
sus impactos en nuestros países. Esta es también, sin duda, parte de
nuestra lectura para comprender y analizar el presente de la educación
superior en Venezuela y con ello también sus tendencias futuras.

Marco general

Ya antes, Rama (2015), hemos analizado que la educación superior en


Venezuela se caracteriza por fases claramente delimitadas. En tal
sentido afirmábamos que:

Tres etapas muy marcadas tiene la dinámica de la relación entre la


educación superior privada y la educación superior en el país. Visto en el
largo plazo Venezuela muestra una relación similar de crecimiento entre
la matrícula total, la pública y la privada. Entre 1960 y 2008, en el largo
periodo de 37 años, la media anual de incremento de la matrícula total de
la educación superior fue de 9.65% anual, en tanto que la expansión de
la educación pública ha sido de 9.21% anual y la privada de 11.63%, lo
cual implica una varianza muy baja. Sin embargo, si uno toma períodos,
constata claramente tres etapas. Una primera marcada por una
estabilidad de la cobertura privada entre 1960, cuando es un 11.4% del
total, y 1980, año en que alcanza a 12.9%. Durante esos 10 años ambos
sectores crecieron igual. Desde 1980 hasta 2002, encontramos una
segunda fase marcada por un crecimiento sostenido mayor de la
educación superior privada, cuya incidencia en el total pasa de 12.9% en
1980 al 43.9% en el año 2002, cuando alcanza su cenit. A partir de allí,
se inicia la tercera fase en curso actual, caracterizada por un sector
superior público en forma superior al sector privado. En esta fase, ya
para 2008, la incidencia del sector privado había bajado al 27% del total.
Desde ese momento, se inició lentamente una nueva fase que se
consolidó entre el año 2012 y el momento actual, que es el centro de
nuestra reflexión, pero que se basa en las etapas anteriores referidas, no
solo por la dinámica de la educación superior privada, sino porque, a su
vez, esta se ajusta a la política de educación superior y a las
características de la educación superior pública.

Luis Fuenmayor fija el punto de inflexión en el año 2007, con el cambio


de los equipos políticos y la irrupción de un nuevo paradigma que
abandonó el equilibrio en la búsqueda entre calidad y equidad, y dota de
una visión más político-ideológica a la política universitaria.

La cobertura masiva

La educación superior en Venezuela históricamente tuvo una alta tasa de


cobertura. Una creciente dotación de recursos públicos, la alta
diferenciación institucional con la creación de universidades
experimentales en los setenta, una importante cobertura de estudios a
distancia especialmente por el rol de la Universidad Nacional Abierta, un
peso destacado del sector de estudios no universitarios, y un desarrollo
significativo de la educación privada cuya génesis se localiza desde
inicios de los años cincuenta con la creación de la Universidad Católica y
desde los setenta fue dando paso a la aparición de universidades
privadas, tanto de élites como de absorción de la demanda. Los años de
la bonanza agregaron un potente sistema de becas nacionales e
internacionales, tanto por parte de las universidades como de
organismos públicos.

Sin embargo, los procesos de selección también alimentaron un bolsón


de estudiantes que concluían el bachillerato y que no ingresaban a las
universidades públicas ni privadas que para los años dos mil se contaron
en cerca de medio millón, que alimentaron la irrupción de un nuevo
sector para cubrir estas demandas insatisfechas a través de un modelo
de acceso llamado Aldeas Universitarias y, posteriormente,
Universidades Territoriales. Ello, junto a nuevas universidades como la
Universidad Bolivariana y la transformación de la pequeña Universidad
de las Fuerzas Armadas en una universidad de ingreso masivo ampliaron
aún más la cobertura y permitieron a Venezuela ser el país con la mayor
matrícula de la educación superior en la región.

El cambio de la cobertura hacia un tercer sector no solo se expresó en


las nuevas plataformas institucionales creadas, sino que, además, a
través de una política de centralización de los procesos de admisión y de
un cupo de estudiantes asignados por el Ministerio de Educación se
impulsó un cambio en la composición social de los estudiantes de las
universidades tradicionales. Amalio Rafael Sarco Lira Barreto nos plantea
la posibilidad de procesos arbitrarios sin indicadores de calidad por el
carácter inauditable de dichos procesos.

El inicio del proceso, presumiblemente, implicó una transferencia de


estudiantes al sector privado que buscaron calidad de los procesos, en
tanto ello impactó sobre los criterios de calidad de las universidades
tradicionales, y posteriormente con la crisis económica, esto podría haber
impactado en el campo de la composición social y en procesos de
emigración de la clase media estudiantil.

Para el año 2016, el 25.15% de la población de más de 25 años tiene al


menos estudios de nivel 6 según el Instituto de Estadística de
la UNESCO, uno de los indicadores más elevados de América Latina y,
al tiempo, constituye un elemento más complejo ante la crisis económica
y la ausencia de oportunidades de empleo de profesionales y técnicos
que caracteriza el escenario del desempleo en el país. Para el 2009,
último año en el cual la UNESCO tiene información, la matrícula
alcanzaba a 2 millones 150 mil estudiantes con una cobertura bruta de
79.53%, la más alta de la región e, incluso, superior a la de Estados
Unidos, en un contexto donde la media de la tasa de cobertura regional
alcanzaba a 40%. La educación superior venezolana era de casi el doble
de la cobertura promedio a nivel regional. A partir de allí empezó su
caída. Primero imperceptible al bajar a 79.15% en el 2010 y luego,
estrepitosa, más allá de que desde entonces se carece de datos
oficiales.

La diferenciación institucional fragmentada

La diferenciación era un eje significativo de la educación superior del


país, y se amplió desde la irrupción del cambio constitucional que
impulsó el gobierno de Chávez y continuó Maduro; se crearon nuevas
universidades nacionales (Bolivariana y de las Fuerzas Armadas) y
múltiples universidades especializadas en diversos campos disciplinarios,
así como se llevó a cabo la transformación de los Institutos Tecnológicos
y Superior Universitarios prexistentes en Universidades Politécnicas
Territoriales. Este proceso de diferenciación fue, más que un proceso
técnico de cobertura a demandas y ofertas sectoriales, un proceso
político que creó un tercer sector de la educación superior del país. Tulio
Ramírez lo define acertadamente como un sector paralelo.

Además del sector autónomo de cinco universidades, y del sector


privado, se creó este nuevo sector bajo control del gobierno, que incluso
se expresó en una asociación de rectores
diferenciada ARBOL (Asociación de Rectores Bolivarianos) diferenciada
de la tradicional AVERU (Asociación Venezolana de Rectores de
Universidades). Este sector se dotó de una importante plataforma física,
tanto por la vía de la transferencia de los bienes del sector petrolero que
en el 2002 se redujo de 40 mil a 20 empleados como resultado de la
expulsión de las personas que participaron en la huelga petrolera de
entonces, como por la vía de la sesión de cuarteles militares y la
inversión en nuevos campi universitarios, especialmente en el interior del
país. Esta diferenciación tuvo como eje la conformación de un sector
público con fuerte control político, con menos niveles de calidad, más
focalizado en sectores excluidos del acceso y más dependiente de la
regulación pública y que tuvo un peso más destacado en la cobertura
apoyado en planes de becas estudiantiles. Cónsono con ello, el propio
acceso laboral al sector público comenzó a estar reservado a egresados
de este nuevo sector con un perfil ideológico gubernamental.

Esta diferenciación institucional se realizó amparada al marco normativo


de 1971 de universidades experimentales, cuya autonomía estaba
limitada a un decreto habilitante del poder ejecutivo que nunca se
produjo, e incentivado el acceso a través de un amplio sistema de becas
con fuertes orientaciones políticas para los sectores de bajos ingresos.

La destacada participación del sector privado en todo el periodo se


redujo a través de una política de no autorización de creación de nuevas
ofertas, de regulación de los precios de las matrículas y del
establecimiento de exigencias de funcionamiento y regulaciones
salariales. De alcanzar cerca del 40% al 45% de la cobertura, el sector
privado se redujo enormemente, y a pesar de la ausencia de datos
estadísticos fiables, puede estar por debajo del 20% o 15% de la
cobertura.

Al modelo tradicional dual de la educación superior de América Latina, la


dinámica política agregó una fragmentación del sector público entre un
sector autónomo y otro no autónomo, entre uno tradicional, en general de
élites, frente a un sector público de alta absorción de demanda y sin
regulación de calidad. El eje de una educación superior trinaria (pública,
privada e internacional) fue aquí dividida entre un sector público
autónomo, uno privado sin fines de lucro, y otro público estatal.

Como afirma Luis Bravo, estas Universidades Politécnicas Territoriales


(UPT) que abarcan múltiples campos de estudio y abordan las
necesidades de su contexto territorial conforman una nueva geopolítica
nacional y su proceso de creación incluso tuvo apertura de universidades
en la crisis en el 2018, y a la fecha, ha derivado en la creación de
26 UPT en todo el territorio nacional.

La creciente regulación política

Tradicionalmente, el sistema de educación superior se auto regulaba a


través de la Ley de Universidades que otorgaba un peso relativo a las
diversas universidades y que tendía a generar una lógica corporativa. La
creación de múltiples universidades cambió la hegemonía en el Consejo
Nacional de Universidades y, al tiempo, se creó un Ministerio de
Educación Superior. Más allá de los diversos nombres que ha tenido,
este ministerio expresa la injerencia de la política gubernamental en la
regulación que ha atravesado la dinámica de la gobernanza de la
educación superior en la región.

En este caso, el paradigma ha sido el modelo de educación superior


cubana, por el cual las universidades se han constituido en expresiones
muy alineadas a la política oficial. El ministerio ha tenido crecientes roles
y cometidos en torno a la regulación y fiscalización que han limitado la
autonomía tradicional de la educación superior en materia de habilitar
sus ofertas, el acceso, el egreso, y el funcionamiento en general, tanto
académico como administrativo y, sin duda, el control del gasto.

La Constitución de 1999 había establecido un marco por el cual las


universidades no tradicionales podían acceder a la autonomía, pero ello
no se produjo y, al contrario, desde entonces la autonomía se redujo
lenta pero sistemáticamente, y se constituyeron en aparatos o brazos
ejecutores de las políticas del Ministerio de Educación. La regulación ha
sido, además, más compleja para su análisis por la falta de información
pública para evaluar su coherencia con los problemas reales.

El acotamiento de los instrumentos de mercado

Las universidades venezolanas, como la mayor parte de las


universidades de la región, han tenido una débil articulación con los
mercados. Su relación dominante en el sector público ha sido a través de
su oferta profesional y el cobro de las matrículas de posgrado y, en el
sector privado, aun cuando también eran limitadas, eran más amplias por
múltiples sistemas de acuerdos, tenían dinámicas de pertinencia más
articuladas por la vía de los aranceles. Pero el eje dominante es una
articulación por oferta y demanda de conocimientos asociados a la
docencia.

Tradicionalmente, las universidades venezolanas se gestionaban a


través de fundaciones o asociaciones de lucro. La regulación tuvo un
enfoque limitante al rol del mercado en la asignación de recursos que se
expresó en una de sus dimensiones contra la existencia del lucro, así
como en la regulación de las tarifas, las transferencias y el gasto
universitario, tanto sobre las universidades públicas como,
especialmente, sobre las privadas. La política contra la mercantilización
fue un mecanismo de control de las universidades que pasaron a tener
dificultades de acceso a las divisas por su alta regulación y estatización,
lo que derivó en una reducción significativa de la internacionalización de
las universidades, de su participación en proyectos de investigación
internacionales y de acceso a becas o actividades de movilidad externa.
Venezuela se fue desligando de la comunidad académica regional e
internacional y sus accesos pasaron a estar regulados por el Ministerio
de Educación y mucho más acotados a una articulación con Cuba.

A medida que la dinámica económica se fue estatizando y que el sector


privado tuvo limitaciones por expropiaciones, por topes de tarifas y de
sus ofertas, el empleo profesional se localizó de manera dominante en el
sector público. Se produjo una segmentación creciente del mercado de
trabajo profesional en el cual el sector privado era el menor empleador y
estaba limitado a las universidades autónomas y privadas; en tanto que
el sector público se alimentó dominantemente de la oferta profesional del
nuevo sector universitario. La polarización política se trasladó al mercado
de trabajo, cuyas características comenzaron a alimentar una creciente
emigración de profesionales y técnicos. La regulación de los salarios
docentes también comenzó a impactar en el flujo hacia el extranjero de
profesores, al igual que las limitaciones a las empresas privadas
comenzaron a impulsar la emigración de técnicos y profesionales del
país. El sector universitario, especialmente aquel con autonomía relativa
y de carácter privado, comenzó a tener un impacto negativo en términos
de estudiantes y docentes que se expresó en una cada vez mayor caída
de la matrícula. Una parte de ella se trasladó, incluso, hacia el sector
universitario estatal.
Altamente demandante de recursos públicos, el sector universitario
accedió a ellos de forma importante en la fase de crecimiento de los
precios petroleros, pero fue cada vez más controlado en la estructura de
sus gastos. Ello se produjo al tiempo que hubo de hecho una creciente
transferencia de nuevos recursos al emergente tercer sector universitario
más articulado al gobierno, con menor calidad y costos. Sin embargo,
pronto se comenzaron a plantear limitaciones a las aportaciones
monetarias a medida que la economía nacional comenzó a entrar en
importantes cuellos de botellas por exceso de regulación, expropiaciones
y falta de acceso a divisas para importar en el sector privado, así como
por limitaciones de los precios y las cantidades exportadas de petróleo,
que se habían constituido en la casi única fuente de ingresos de divisas
del país. La caída de las inversiones externas, del turismo y de otras
exportaciones coadyuvaron a la crisis final del país, y también de la
educación superior de Venezuela. Crisis que se ha disparado en el último
quinquenio, que no solo agravó el cuadro general que se conformó en la
primera década del siglo XXI, sino que agregó otras complejidades que
golpearon negativamente en la educación superior de Venezuela.

La calidad de la educación superior

Los indicadores de calidad de la educación superior en la región, en


general, son débiles e indirectos. Venezuela carece de un sistema de
aseguramiento de la calidad consolidado y no participa en el El Programa
para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA, por sus siglas en
inglés). La ausencia de datos torna muy complejo su análisis. Sin
embargo, se puede plantear que la opción de política pública se focalizó
en equidad y control. La masificación del sistema fue en detrimento de la
calidad e impactó tanto al sistema como a las tradicionales universidades
de élite y de investigación. La eficiencia como indicador de calidad
también fue afectada y el egreso, según el último dato registrado de
la UNESCO, que alcanzó a 101,400 en el año 2004, mostró una
eficiencia de titulación relativa similar a la región, a partir de entonces
comenzó a caer con aumentos de los abandonos o de falta de titulación.
Desde ahí la eficiencia habría tendido a caer sistemáticamente.

Para el 2019, según el ranking de Scimago, 66 universidades eran


relevadas, de las cuales, la Universidad Central de Venezuela (UCV)
ostentaba el mejor posicionamiento en la lista en el número 1593. Las
tradicionales universidades públicas junto con la Universidad Simón
Bolívar, también públicas, encabezaban los rankings. De la lista, 8 de las
primeras 20 universidades son privadas y, en general, se localizan
después de las públicas autónomas. Sin embargo, los posicionamientos
han caído sistemáticamente desde que se tiene medición.

Cuadro 1. Ranking web de universidades


La crisis final del modelo económico social y universitario

La tragedia venezolana en el último quinquenio es una derivación de la


conformación de un mapa institucional, político y económico de los dos
quinquenios anteriores (Rama, 2018). La polarización como mecanismo
de legitimación y de construcción de hegemonías que se había localizado
también en el sector universitario, a través de la conformación del
referido nuevo sector público y la limitación a los dos sectores
preexistentes caracterizan al modelo dual latinoamericano. La crisis
económica acaecida y de la cual no puede salir la economía venezolana
sin un cambio muy radical de sus políticas, derivó en una mayor
intensidad de las políticas previas dada por una mayor regulación y
estrangulamiento de los sectores autónomos y privados que redujeron su
matrícula y expulsaron sus cuadros académicos. El achicamiento tajante
del producto bruto interno vació la demanda de profesionales y técnicos,
e impactó en sus salarios, lo que derivó en una emigración masiva;
primero de capas medias y después de sectores de menos ingresos,
especialmente de aquellos que no accedían a los planes sociales que
estaban reservados a afinidades políticas, cada vez más precisos y
focalizados a través de las Comunas Populares que siguieron el eje de
los Comité de Defensa de la Revolución Cubana.

La crisis económica afectó, sin duda, en los recursos y la pérdida de


docentes y estudiantes, pero también impactó en la inseguridad de los
campi universitarios y el robo. La educación superior en Venezuela se ha
caracterizado por un perfil urbanístico asociado a la existencia de campi
universitarios, con consecuencias en el sector público en la capital y en el
interior, como en el sector privado. Ellos comenzaron a ser objeto de
robos y vandalismo permanente que implicaron el cuasi vaciamiento de
sus equipos técnicos, así como de mucha de su infraestructura eléctrica,
sanitaria y de gestión.

La pérdida de capacidades de docencia e investigación ha sido, al


tiempo, la pérdida de capital humano por la altísima emigración que
alcanzaría a cerca de 5 millones. Según ha expresado Claudia Vargas
(2018):

[…] se estima que al menos 4 de 10 profesores universitarios han


renunciado a la Universidad en Venezuela y más del 60% de ellos ha
salido del país según la Asociación de Profesores UCV, lo cual significa
la pérdida de su capital intelectual, el cierre de líneas de investigación y
el deterioro en el mediano y largo plazo en el cumplimiento de la
actividad docente. En el caso de los estudiantes, es cada vez mayor la
cifra de deserción dentro de las carreras regulares y también el
incremento en trámites asociados a legalización para procedimientos
consulares y de apostilla de sus egresados. En ambos, perdemos capital
humano, intelectual y fuerza de trabajo con la que no podrá contar
Venezuela para su desarrollo en perspectiva.

El alto nivel previo de dotación de capital humano en el cual la sociedad


venezolana alcanzaba una media de estudios por persona al interior de
la población económicamente activa, muestra el grado de pérdida de
recursos humanos para el país, pacientemente construidos durante
décadas de su plataforma institucional. Hay en tal sentido un cambio en
los parámetros generales de la sociedad dados por menos demandas
profesionales laborales, menos producto bruto y, por ende, menos
producto per capita y mayores lógicas estatales.

Tal proceso derivó en crecientes manifestaciones estudiantiles durante el


quinquenio y fuertes niveles de represión. Prácticamente las luchas
estudiantiles han sido uno de los componentes que han acompañado el
último quinquenio, y cada una de estas grandes etapas de revueltas ha
sido aplacada con represión y muertos durante un tiempo. Este ciclo, a
su vez, ha derivado en mayores impulsos emigratorios, especialmente de
estudiantes.

Los posibles caminos futuros

La prospectiva necesariamente obliga a mirar a la educación superior


sobre diversidad de escenarios sujetos a variables políticas. En uno de
los escenarios de estos futuribles, la continuación del decrecimiento
económico, la caída del empleo privado, las restricciones al empleo
público y la inseguridad permiten visualizar un escenario de continuación
y agravamiento de la crisis universitaria con impactos en el proceso de
emigración. Los mercados laborales y, especialmente, los mercados
profesionales se ajustan a través de procesos migratorios. Esta diáspora
de venezolanos con un mayor perfil educativo, más allá de ser un
fenómeno a escala global, tiene una mayor intensidad en América Latina,
con diversos impactos, pero que crecientemente se aprecian políticas de
limitación dada la dimensión y las complejidades de las reacciones en los
diversos mercados laborales. El flujo migratorio es mayor ante las
crecientes restricciones del gran mercado de absorción de demanda
laboral que han sido tradicionalmente los Estados Unidos. El flujo
venezolano está siendo incluso acompañado, y en algunos países,
superado por el flujo cubano al anularse las políticas de “pies mojados,
pies secos” que otorgaban residencias automáticas a los cubanos. La
presión por la revalidación y homologación de estudios ha impactado en
todos los sistemas universitarios en la región, acostumbrados a
dimensiones muy inferiores de esos procesos a escala local.

En tal sentido, se podría considerar que la educación superior


venezolana se está ajustando a un nuevo escenario de empleo y
recursos que no ha dejado de impactar en la caída de los estudios en las
universidades, especialmente en las privadas. La emigración junto a las
políticas de admisión centralizadas también está impactando en el
cambio social de las matrículas en el marco de estrategias políticas y se
puede prever una continuación del cambio de la composición social del
estudiantado.

Subsistema
En el Plan de la Patria 2025 se contempla a la educación en todos sus
niveles y modalidades, desde su naturaleza liberadora, como un proceso
clave para la descolonización y el trabajo productivo; y a la Educación
Universitaria (EU) como elemento de primer orden para el desarrollo del
Bono Demográfico asociado a la juventud, componente central del país
potencia, a partir de las estrategias de territorialización y especialización
del sistema técnico y universitario1

El Objetivo Estratégico 2.3.8 establece:

Desarrollar el principio de la educación pública y gratuita, que garantice las


condiciones del trabajador del sistema educativo, del estudiante y la
infraestructura, así como también los contenidos y prácticas pedagógicas
para una educación liberadora. Continuar garantizando el derecho a la
educación con calidad y pertinencia, a través del fortalecimiento de las
condiciones de ingreso, prosecución y egreso del sistema educativo.2

Este objetivo se enmarca en la naturaleza de la educación como un


derecho humano fundamental promulgado en la Constitución Nacional
(1999) desde los principios de libertad, igualdad y equidad; un servicio
público que debe ser garantizado con calidad y pertinencia; y un deber del
Estado.
En el Objetivo General 2.3.8.5 se formula:

Generar una territorialización y especialización del sistema de educación


en todos sus niveles, de acuerdo con la regionalización productiva del país
y las escalas de desarrollo del mismo, adecuando los planes de estudio
según la política de transformación productiva y direccionamiento del bono
demográfico. Se asumirá al sector universitario como un sistema articulado
desde las universidades nacionales, universidades politécnicas territoriales,
con especial énfasis en la municipalización de la Misión Sucre.2

De este objetivo es preciso enfatizar varios elementos que deben ser


definidos para determinar sus posibles alcances: territorialización,
regionalización productiva, escalas de desarrollo, bono demográfico y
municipalización.

1. Territorialización: establecida como política dentro del sector


universitario, se encuentra estrechamente ligada a la
democratización como base del principio de Universalización de la
EU, así como a la dinamización del desarrollo endógeno en
determinados espacios territoriales, los cuales pueden ser ciudades,
estados, distritos funcionales, etc.).3 Esta política se expresa
funcionalmente en la inclusión del mayor número de personas al
Subsistema de Educación Universitaria (SEU) para la satisfacción de
las necesidades del entorno donde se desenvuelven.

2. Regionalización Productiva: se traduce en una nueva concepción


y división del espacio y el territorio, a partir de los elementos
geohistóricos que caractericen a las regiones y subregiones,
asociadas a la especialización de los motores productivos.4

3. Escalas de Desarrollo: bajo una nueva lógica espacial con un


sistema de escalas (regional, subregional y local) teniendo al país
como unidad sistémica.1

4. Bono Demográfico: referido al hecho de que la cantidad de


personas en edad productiva es mayor a la económicamente
dependiente,5 razón por la que una de las medidas más adecuadas
para su aprovechamiento es la inversión en la especialización de las
fuerzas productivas, con el fin de que generen aportes al desarrollo
nacional.

5. Municipalización: con la orientación de la EU hacia “(…) lo regional,


hacia lo local, tomando como punto de referencia la cultura
específica de las poblaciones con sus necesidades, problemáticas,
acervos, exigencias y potencialidades.6

A partir de dichos objetivos, se le otorgan a la educación dos cualidades:


ser un fin en sí misma como garantía de un derecho humano y la
prestación de un servicio publico; y ser un medio como proceso
fundamental para alcanzar los fines del Estado, que se traduce en el
desarrollo del país en todas sus dimensiones (económica, política, social,
espacial y cultural). Dicha concepción puede ser esquematizada de la
siguiente forma:

En lo que refiere a la EU, la relación con los objetivos del Plan de la Patria
puede representarse de la siguiente forma:

Se hace preciso entonces, identificar la estructura institucional con la que


cuenta el SEU, que podría garantizar el logro de los objetivos nacionales, y
así determinar su funcionalidad y capacidad de respuesta ante los retos
planteados.

Surgimiento de los Movimientos


Estudiantiles en Venezuela
Los movimientos estudiantiles en Venezuela,
1958-1990
Los primeros treinta años de la democracia puntofijista tuvieron en el
movimiento estudiantil al principal protagonista del conflicto social. Sin
lugar a dudas, fue en las universidades en donde se concentró la
oposición al bipartidismo adeco-copeyano. En un contexto social en el
cual los sectores obreros y campesinos permanecieron por décadas en
pasividad debido al férreo control sindical que el partido Acción
Democrática ejercía sobre esos sectores, los movimientos estudiantiles
representaron con sus luchas a los sectores que le hicieron oposición al
puntofijismo. El impacto de las luchas estudiantiles en la sociedad
significó la constitución de una “cultura de la protesta callejera”, que por
muchos años, hasta los acontecimientos de febrero de 1989, estuvo
asociada a los estudiantes y a las universidades. La derrota de la
izquierda en sus intentos por derrocar al gobierno de Betancourt,
conllevó a que esa izquierda se concentrara en las universidades.
Habiendo perdido sus vínculos orgánicos con sectores obreros y
campesinos, los partidos de izquierda parecieron conformarse con “hacer
trabajo político” en las universidades. A esto ayudó la misma estructura
social venezolana, en la cual existe un grueso sector de clases medias,
que desde la llamada generación de 1928 jugó un papel determinante en
los acontecimientos políticos del país. Universidades y estudiantes
conformaron entonces, en el período 1958-1990, un reducto de oposición
al régimen democrático representativo surgido del 23 de enero y
consagrado en el Pacto de Punto Fijo. Con el presente trabajo
presentamos de manera resumida las conclusiones generales de un
esfuerzo investigativo de diez años sobre los movimientos estudiantiles
venezolanos1 . Más allá de una perspectiva académica, intentamos
recuperar la memoria de las luchas del pueblo venezolano, en un
contexto histórico en el que hacen falta referencias teóricas para orientar
el rumbo de los cambios que hoy se desarrollan en Venezuela. El
estudiantado como grupo social El estudiantado es un sector social de
origen diverso y no permanente. De origen diverso porque los
estudiantes provienen de diversas clases y sectores sociales: hijos de
obreros; de profesionales universitarios; de burócratas; de pequeños,
medianos y grandes empresarios; de campesinos y de latifundistas. No
constituyen un sector social permanente porque la función estudiantil
dura una corta etapa de la vida, particularmente la estadía en la
universidad.

En consecuencia, la organización de los estudiantes como movimiento


estudiantil2 es muy sensible a situaciones coyunturales y a la vez lo
limita para acumular experiencias sobre las luchas y acciones que
desarrolla. Como las generaciones estudiantiles se suceden muy
rápidamente, los líderes no llegan a madurar como tales, pues cuando
comienzan a consolidar cierta práctica política son sustituidos por una
nueva cohorte dirigencial que a su vez comienza a aprender partiendo de
cero.3 Los estudiantes no poseen unos intereses específicos como grupo
social, debido al diverso origen de clase ya mencionado. La vida
académica común unifica sus intereses dentro de las instituciones
educativas, así como la perspectiva de egreso como profesionales, pues
deben afrontar un mismo mercado de trabajo y una problemática
socioeconómica similar. Pero es evidente que el hijo de un ganadero
afronta su vida profesional en condiciones muy distintas al hijo de un
campesino u obrero. 2. Una perspectiva teórica para estudiar los
movimientos sociales Se considera la totalidad social en sus diferentes
manifestaciones, y se analizan los fenómenos particulares en su
imbricación con dicha totalidad y en su propia especificidad temporal,
espacial y social, método acorde con el paradigma holístico. El método
general de análisis es el mismo que Carlos Marx formuló en los
Grundrisse: comenzar por lo real y lo concreto, avanzar hasta las
abstracciones y determinaciones más simples, para luego reelaborar la
síntesis de la totalidad sobre la base de múltiples determinaciones y
relaciones4 (Marx, 1980: 21). La investigación ubica al movimiento
estudiantil y a las universidades autónomas en el contexto histórico
general de la sociedad capitalista dependiente venezolana; luego analiza
en lo específico las particularidades de la acción estudiantil durante el
período que nos ocupa, sus objetivos, métodos de lucha, logros y
fracasos; y finalmente concluye en la síntesis del proceso vivido,
enriquecida con el análisis desarrollado. Como bien dijo Marx: “Lo
concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones,
por lo tanto, unidad de lo diverso”. La investigación reivindica la historia
de las mayorías, la de las masas populares como protagonistas de un
proceso que generalmente ha sido hegemonizado por minorías
explotadoras. Valoramos la acción consciente y organizada de los
dominados, aunque sus actos no hayan significado triunfos políticos
concretos. La capacidad de resistencia popular generalmente tiene
repercusiones culturales, socioeconómicas y políticas que a simple vista
son difíciles de visualizar pero que a largo plazo inciden
significativamente en un sistema social dado. Se considera que la crisis
de paradigmas que afecta al conocimiento científico en general afecta
también a la historiografía. La historiografía latinoamericana debe ajustar
cuentas con la visión eurocéntrica que hasta ahora la ha caracterizado.
La historia debe servir para que nuestros pueblos recuperen su identidad
y puedan actuar salvaguardando sus intereses en el actual mundo
globalizado. De igual forma, esta investigación rompe con el paradigma
positivista de la historia “neutral y objetiva”. El compromiso del historiador
debe ser con las grandes mayorías sociales, hoy olvidadas por el modelo
neoliberal que se ha impuesto globalmente. Se enmarca la investigación
en la perspectiva general de recuperar la memoria de las luchas
populares, y su influencia en la conformación de la sociedad venezolana.
Hasta ahora la burguesía escribió la historia para justificar su
dominación. Al pueblo le corresponde ahora escribir la historia desde su
perspectiva de liberación. La investigación se desarrolla con un criterio
interdisciplinario, superando el parcelamiento especializado del
conocimiento que el paradigma positivista introdujo en la ciencia.
Reconocemos que existen diferentes niveles de la realidad gobernados
por diferentes tipos de lógicas, lo que justifica que en la elaboración del
conocimiento científico se plantee abrir todas las disciplinas a lo que
tienen en común y a lo que existe más allá de sus fronteras. En el estudio
de los movimientos estudiantiles partimos también de las teorías sobre
los movimientos sociales surgidas en las últimas décadas. Al respecto
valoramos los trabajos recopiladores de Alvarez Junco5 , de Pérez
Ledesma6 , de Rubio García7 y Aranda Sánchez8 , los cuales
suministran una visión de conjunto sobre los aportes investigativos que
en las últimas décadas se han desarrollado desde Europa y los Estados
Unidos. Igualmente, los trabajos de Alain Touraine9 y Makram Haluani10,
que teorizan en general sobre las nuevas formas de acción y conflicto
social que se presentan en el capitalismo contemporáneo. También los
trabajos de Luis Gómez Calcaño, que analizan los nuevos movimientos
sociales en la Venezuela de los 8011, y se relación con los procesos
vividos en América Latina12. El estudio de los movimientos sociales
sufrió un cambio de paradigma a raíz de los grandes movimientos de
protesta de la década de 1960 (Rubio, 2004: 3). Este cambio de
paradigma tuvo mucho que ver con los movimientos estudiantiles de
esos años, pues los investigadores que abordaron dichos análisis o
habían participado directamente en dichos movimientos, o por lo menos
habían sido testigos de primera fila. Las primeras teorías que intentaron
explicar a los movimientos sociales, se ubicaron en una explicación
psicológica de los mismos, considerándolos como producto de la
alineación, la ansiedad, la frustración y la atomización social, es decir,
como formas de conducta desviada. Por ejemplo, el estudio de Gustave
Le Bon, Psicología de las masas, 1895 (Pérez, 1993: 149); y los
sociólogos de la llamada Escuela de Chicago: Ralph Turner, Lewis
Killiam, Talcott Parsons13, Neil Smelser y Robert Merton (Aranda, 2000:
227). Estas teorías fueron desplazadas progresivamente, luego de los
grandes movimientos de la década de los 60, por dos grandes
tendencias que intentaban buscar las raíces sociales de la protesta
colectiva: la teoría de la movilización de recursos, desarrollada
principalmente en los Estados Unidos, y la teoría de la construcción de la
identidad colectiva, desarrollada en la Europa occidental. Luego de los
60, ya no se podía aceptar que los participantes en las protestas fueran
individuos anómicos e irracionales, como habían defendido los
seguidores de las teorías sobre la sociedad de masas; los nuevos
investigadores habían descubierto que se trataba de individuos
racionales, bien integrados a la sociedad, miembros de organizaciones, y
que en sus acciones de protesta estaban impulsados por objetivos
concretos, valores generales, intereses claramente articulados y cálculos
racionales de estrategia (Pérez, 1993: 162).

El aporte de las teorías sobre los movimientos sociales, y que


constituyen base principal para el estudio teórico de los movimientos
estudiantiles, se puede resumir así: Para que surja un movimiento social
no basta que existan privaciones, sino que es fundamental disponer de
recursos y de oportunidades para la acción colectiva. La organización es
una condición básica de la movilización. Los movimientos sociales se
desarrollan al margen de las organizaciones burocráticas tradicionales,
como los partidos y sindicatos. Los movimientos sociales son una forma
de hacer política por medios no convencionales, por parte de los grupos
desprovistos de poder y que no tienen acceso a las formas
institucionalizadas de acción política. Los movimientos sociales surgen
en medio de crisis políticas, o en el marco de procesos de apertura
política que favorecen la acción de los grupos de oposición. Los cambios
estructurales en el sistema capitalista han permitido la insurgencia de
movimientos sociales distintos al tradicional enfrentamiento burguesía-
proletariado o terratenientes-campesinos. La aparición de importantes
sectores de clases medias favoreció el desarrollo de movimientos
estudiantiles, profesionales, feministas, pacifistas y ambientalistas, entre
otros. Los códigos culturales (la identidad colectiva) entre los miembros
de los movimientos sociales contribuyen a la permanencia de los
mismos. La espontaneidad, la informalidad y el bajo grado de
diferenciación son los rasgos definitorios de la organización de los
movimientos sociales. Los líderes de estos movimientos se basan en su
carisma y en la relación directa con todos sus miembros. Estos últimos
participan en la toma de decisiones y expresan un alto grado de
conciencia y compromiso. En contraste con las jerarquías y la pasividad
existentes en las organizaciones tradicionales. Los movimientos
estudiantiles representaron en Latinoamérica a sectores medios
emergentes que disputaban espacios de participación democrática,
llegando a plantearse la cuestión del poder político. En Venezuela, la
particular estructura económica dependiente y petrolero-rentista, permitió
la existencia de grupos sociales intermedios que cumplieron un papel de
primer orden en la lucha política por conquistar la democracia liberal,
lucha que en las décadas de 1960 y 1980 sería llevada más allá, con
propuestas nacionalistas y socialistas. En este proceso los movimientos
estudiantiles fueron los protagonistas fundamentales. 3. Los movimientos
estudiantiles en América Latina Los movimientos estudiantiles en
América Latina fueron en sus inicios, desde Córdoba, la expresión de
sectores de las clases medias que pugnaban por abrirse espacios de
participación sociopolítica en sociedades oligárquicas tradicionales
(Vivas, 1982: 27)14. A lo largo del siglo XX, en América Latina se
concretan una serie de reformas liberales derivadas de cambios
profundos en la estructura social, que entre otros aspectos generó un
proceso de concentración urbana y surgimiento de nuevas clases
sociales. En estos nuevos grupos sociales, los sectores medios
emergentes inaugurarán nuevas formas de lucha social, y sus demandas
tendrán expresiones significativas en los sistemas educativos y
particularmente en las universidades15. Los segmentos medios surgen
como los principales agentes modernizadores, y se constituyen en los
principales grupos de presión en demanda de una mayor
democratización del poder político y de mayores oportunidades
educacionales. En razón de ello, la lucha estudiantil no era sólo contra la
verticalidad de la estructura universitaria, sino contra las sociedades en
las cuales ésta funcionaba. Con el avance del proceso de modernización
capitalista en las sociedades latinoamericanas, el movimiento estudiantil
se consolidó como expresión política de los sectores modernos, según la
conceptualización de Zermeño16: “modernos, en tanto representan
capas que hasta muy recientemente han alcanzado una presencia
generalizada en la sociedad, y modernos en tanto su función es el estar
íntima y directamente relacionados con la ciencia, la tecnología y el
conocimiento en general” (Zermeño, 1991: 246). El carácter
antiautoritario de los movimientos estudiantiles, que generalmente se
enfrentan a las estructuras universitarias y a su papel dentro de la
sociedad, también choca en no pocas ocasiones contra el mismo Estado
y el sistema político imperante. El movimiento estudiantil conlleva una
orientación política en la medida que cuestiona y demanda el uso de
recursos y condiciones manejadas por el Estado, ya sean
reivindicaciones gremiales o cambios sociopolíticos (Aranda, 2000: 248).
En algunos casos, el estudiantado llega a cuestionar el orden
establecido, reivindicando una visión progresista de la universidad, que
sirva para criticar las desigualdades sociales, la opresión política y la
misma dominación extranjera en el país17. La lucha estudiantil por la
Reforma Universitaria no es más que un camino para llegar a las
reformas sociales y a la misma revolución social18. Esta situación se
presentó en nuestro país durante el movimiento de renovación de 1969 y
también a mediados de los 80, cuando las protestas estudiantiles se
orientaron hacia la crítica de los vicios presentes en el sistema político
venezolano, más que hacia el cuestionamiento de los problemas internos
de las universidades (aunque inicialmente hayan comenzado por esto).
El carácter particular de los movimientos estudiantiles latinoamericanos
de las últimas décadas se relaciona mucho con los procesos de
masificación de la educación superior llevados a cabo en nuestros países
(Brunner, 1986: 279). Los estudiantes universitarios dejaron de ser una
elite en la medida en que la crisis económica comenzó a afectar a las
clases medias y sectores de trabajadores. Incluso la llamada
proletarización de las profesiones universitarias ha hecho bajar de status
al individuo que posee un título profesional. A mediados de los ochenta,
diversos teóricos como José Joaquín Brunner19, Germán Campos20 y
Luis Gómez Calcaño21, no consideraban la posibilidad de un nuevo
renacer del movimiento estudiantil latinoamericano y más
específicamente venezolano. Se basaban para ello en el fuerte control
que mantenían los partidos políticos dentro de las universidades, en la
apatía presente en el estudiantado hacia sus organizaciones
representativas, en el apego exclusivo a sus intereses gremiales o
corporativos, en los efectos desmovilizantes de la crisis económica, en la
crisis de los paradigmas que sustentaban la lucha estudiantil de los 60, y
en los frenos derivados de la incongruencia entre el ofrecimiento social
de participación en los destinos del país y la incapacidad real de
incorporar al joven formado ni siquiera al sistema productivo ya existente.
Otros autores señalaban el peso real de las derrotas sufridas por los
movimientos revolucionarios latinoamericanos en los 60 y 70, y el efecto
sobre la población de la propaganda anticomunista que se centraba
específicamente sobre el movimiento estudiantil, como factores que
favorecían la desmovilización creciente del estudiantado (Silva
Michelena, 1986: 295)22. A lo anterior se agregaba la imposición del
modelo neoliberal, que pregona el individualismo y la competencia como
paradigmas sociales, sumado a los cambios en la composición social de
los estudiantes universitarios (preeminencia de estudiantes provenientes
de clase media, y de estudiantes que trabajan y estudian, reflejo directo
de la crisis económica). No obstante, Silva Michelena concluía en que la
agudización de las tensiones sociales debido a la crisis económica y la
aplicación de las políticas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario
Internacional, creaban las condiciones objetivas para que el movimiento
estudiantil asumiera nuevamente un rol protagónico en la sociedad,
probablemente en alianza con otros sectores sociales. Y no se
equivocaba. Las protestas estudiantiles en la Universidad Nacional
Autónoma de México, en 1999-2000, han permitido concluir que “al
finalizar el siglo XX, el movimiento estudiantil aparece alzando la voz en
contra del modelo socioeconómico neoliberal excluyente, y para
reivindicar los derechos del pueblo como el actor central de las
demandas por un cambio social” (Aranda, 2000: 248)23. 4. Los
estudiantes y el proceso político venezolano del siglo XX La democracia
representativa se consolidó en Venezuela a partir de 1958. El proceso de
transición iniciado desde 193624, y profundizado desde 194525, fue
truncado por el golpe militar del 24 de noviembre de 1948 y el
subsiguiente decenio dictatorial26. A partir de 1958, renacieron las
aspiraciones de cambio social que anidaban en gruesos sectores
populares, y que de alguna forma eran interpretadas por los principales
partidos y fuerzas políticas. Luego del 58, Venezuela comenzó a crecer
en democracia. Durante el período democrático, la estructura económica
continuó dependiendo de la renta petrolera, y los planes desarrollistas
inspirados en la política de industrialización vía sustitución de
importaciones, no pasaron de ser buenos deseos que nunca se
cristalizaron, como se pudo comprobar amargamente a comienzos de la
década de los 80, con el estallido de la crisis que se desencadenó el
viernes negro de febrero de 1983. Los lazos de la dependencia se
prolongaron y se fortalecieron, gracias a la penetración de las compañías
multinacionales y al carácter puramente declarativo de las medidas
nacionalistas formuladas por los gobiernos que se sucedieron. Los
partidos políticos alcanzaron a partir del 58 el máximo poder en la
sociedad venezolana. De ser los representantes de las aspiraciones
populares, se convirtieron progresivamente en los usurpadores de la
soberanía popular. El clientelismo y la corrupción administrativa se
enraizaron poco a poco dentro de las instituciones y los partidos. El
Pacto de Punto Fijo27, que en 1958 había delineado el rumbo de un
sistema democrático liberal alineado con los Estados Unidos y que
excluía a los comunistas, junto a la hábil estrategia política de Rómulo
Betancourt, condujo a las fuerzas de izquierda a la aventura de la lucha
armada28. Los gobiernos de Betancourt y Leoni le propinaron a los
insurgentes una contundente derrota política y militar. El fracaso de la
izquierda permitió la consolidación de un régimen bipartidista en el cual
Acción Democrática y COPEI comenzaron a turnarse en el ejercicio del
poder. En otro lugar hemos dicho: “Se han producido circunstancias
como la venezolana, en la cual la existencia de una estructura económica
escasamente desarrollada en la industria, y por consiguiente con un
proletariado poco numeroso, pero que contaba con los aportes
millonarios de la renta petrolera, permitió la existencia de una clase
media relativamente fuerte en su influencia social. Los movimientos
estudiantiles de los años 20, 30, 40 y 50 fueron determinantes en el
proceso político posterior de la nación; de las filas universitarias
surgieron prácticamente todos los partidos y líderes políticos que
condujeron al país en el período democrático y sus etapas previas. En
Venezuela la clase media urbana ha sido, a lo largo del siglo XX, la clase
revolucionaria por excelencia“(López, 1999: 20)29. Venezuela es un
buen ejemplo del desarrollo desigual de las sociedades capitalistas;
ciertamente tuvimos una ausencia notoria de una clase obrera numerosa,
y gracias al rentismo generado por el petróleo, surgió una amplia clase
media, la cual se rebeló políticamente a partir de 1928. El movimiento
estudiantil venezolano, que de manera general constituyó el grupo social
más activo del siglo XX, y que había dado origen a los partidos políticos y
a los programas que dinamizaron los cambios modernizantes de
mediados de siglo30, se convirtió luego en el principal cuestionador de
los vicios del régimen democrático iniciado en 1958. Los movimientos
estudiantiles, entre 1958 y 1989, fueron el grupo social más
beligerante31 (López, Monzant y González, 2000-a: 83); en esta
circunstancia incidió también el control hegemónico que Acción
Democrática ejercía sobre las organizaciones sindicales obreras, a las
cuales condujo en una política de conciliación de clases y “paz social”. La
lucha social de los primeros treinta años de la democracia puntofijista
estuvo signada por la protesta estudiantil. Incluso las organizaciones de
izquierda, que se autodenominaban “partido de la clase obrera”, estaban
constituidas casi en su totalidad por activistas provenientes del medio
estudiantil universitario, como lo ha demostrado Luis Beltrán Acosta
(1984: 23)32. Mientras los obreros se mantuvieron durante unos 30 años
(1958-1988) en una notable pasividad en cuanto a conflictos de
envergadura33, los estudiantes en cambio llevaron sobre sus hombros el
peso fundamental de la lucha social en el país. Esta realidad contradice a
algunos autores, como Castells, que consideran que los movimientos
sociales urbanos que se desarrollan fuera del enfrentamiento entre
capital y trabajo son de tipo “secundario”, sin influencia decisiva en la
marcha general de la sociedad. (Castells, 1977: 113)34. Los estudiantes
insurgieron, tanto en los 60 como en los 80, contra las estructuras
fosilizadas de los partidos, los gremios y las instituciones (incluida la
propia universidad). Su discurso y su práctica tuvo un contenido
irreverente, y en muchos casos, subversivo. El escenario principal del
movimiento estudiantil fue la calle y no el parlamento o alguna otra
institución. La tradición de lucha de los estudiantes generó toda una
cultura de la protesta estudiantil. En Venezuela ser estudiante
universitario se convirtió en sinónimo de contestatario, revoltoso,
antisistema, izquierdista, subversivo. La militancia en las organizaciones
estudiantiles de esa época conoció la mística rebelde que formaba parte
de la esencia misma del universitario. La diversidad de intereses de clase
no fue impedimento para que el movimiento estudiantil tuviera una
práctica social de compromiso con la lucha popular y revolucionaria en
momentos históricos distintos como 1928, 1936, 1958, 1969 y 1987.
Como lo plantea Feuer35 (1971:19), los movimientos estudiantiles
tradicionalmente se consideran depositarios de una conciencia ética
superior a la de la sociedad en la cual existen, y actúan como fuerzas
históricas que se hallan en conflicto con el sistema social. 5. El
movimiento de renovación universitaria en 1969 Los aportes más
significativos del movimiento de renovación universitaria desarrollado en
todas las universidades del país en el año de 1969, se pueden resumir
en: • Se puso en duda el modo de producción de conocimientos que
hasta ese momento imperaba: la rutina administrativa del docente, las
clases magistrales y repetitivas, la ausencia de investigación en la labor
docente. • Se elaboraron programas y pensa de estudios alternativos en
cuanto a su mayor vinculación con la realidad del país y su perspectiva
de progreso social. • Se desarrollaron formas organizativas que permitían
una mayor participación de los estudiantes en la decisión y dirección de
sus acciones de lucha. • Se hicieron bosquejos, y en algunos casos se
ejecutaron por corto tiempo, estructuras más democráticas dentro del
cogobierno universitario (Lanz, 1990: 2). Lo anterior devela un programa
definido de cambios por parte de quienes promovieron la renovación
universitaria. En primera instancia, los estudiantes renovadores
comenzaron por distanciarse de su dirigencia burocrática representada
en la FCU y demás organismos estudiantiles, bajo la consigna
“Estudiante, tú mismo eres el líder, incorpórate” 36. Instalaron las
asambleas estudiantiles como máximos organismos de decisión, exigían
la instauración de una asamblea general de toda la comunidad
universitaria para discutir y decidir sobre los problemas de la institución, y
la constitución de comisiones paritarias de estudiantes, profesores,
empleados y obreros para llevar adelante la renovación. Su democracia
directa no la limitaron entonces al movimiento estudiantil, sino que
pretendieron convertir a la universidad en una institución de plena
democracia, en la cual sus autoridades gobernaran sobre la base de
compromisos adquiridos en asamblea ante toda la comunidad
universitaria. La democracia directa, sin intermediarios, fue entonces la
consigna de la juventud universitaria venezolana. Era evidente que dicha
propuesta chocaba frontalmente contra el sistema político de partidos
que se había estabilizado desde 1958, basado precisamente en la
delegación de poder que hace el pueblo a través del voto. Causaría
horror a los dirigentes partidistas, acostumbrados a decidir en
conciliábulos sobre el destino de la comunidad universitaria, tener que
enfrentarse a las asambleas multitudinarias de estudiantes, en las cuales
se colocaba en duda hasta su propia condición de líderes.

Es indudable que la renovación, como ejercicio de participación


democrática, sentó un precedente histórico en una sociedad que, siendo
formalmente democrática, violentó los anhelos de la mayoría mediante
las componendas entre los partidos, verdaderos usurpadores de la
voluntad popular. En segundo lugar, la renovación cuestionó
profundamente el papel que jugaban las universidades nacionales como
legitimadoras de la razón dominante y del orden establecido. Eliécer
Meleán planteaba la necesidad de que el conocimiento universitario se
colocara a favor de un proyecto de desarrollo social en sentido
nacionalista y popular, que superara los vínculos de dependencia
neocolonial y promoviera el desarrollo independiente del país, en lo
económico, político, social y cultural37. El Frente de Defensa de la
Autonomía Universitaria, creado en Maracaibo en noviembre de 1969,
advertía que la violencia institucionalizada desatada por las clases
dominantes se debía a que las universidades autónomas y democráticas
de Venezuela y toda América Latina representaban “un serio peligro para
los intereses de las clases dominantes. El poder de crítica que se
desarrolla en la universidad y su influencia en la colectividad,
especialmente en las fuerzas obreras, resulta nocivo para el
mantenimiento del status quo. El proceso de renovación universitaria, la
lucha por una nueva filosofía institucional basada en un profundo
carácter crítico-social asusta a las fuerzas reaccionarias, a los
representantes de la oligarquía nacional que son garantes de los
intereses extranjeros que vulneran la soberanía nacional”38. Más
adelante, el mismo remitido del Frente señala que “los triunfos de la
Renovación han propiciado la campaña represiva gubernamental con el
fin de cercenar la autonomía universitaria: la ocupación militar de la UCV,
y de todos los planteles de educación media y primaria, los
ametrallamientos, las detenciones y los asesinatos de estudiantes39. Se
quiere reformar la Ley de Universidades para cercenar la autonomía
universitaria. Lo que se busca es establecer el dominio gubernamental en
la universidad, liquidar la libertad de cátedra, someter la educación a los
dictados de los sectores económicamente poderosos y conculcar el
derecho del pueblo a la educación”40. El rector de la UCV, Jesús María
Bianco declaró luego del allanamiento contra la institución que dirigía,
que “fuerzas oscurantistas están tratando de acabar con la autonomía
universitaria. Grupos antinacionales y antiuniversitarios no pueden estar
conformes que en la UCV se fragüen conciencias y posiciones
nacionalistas. Los que quieren acabar el régimen autonómico y
democrático de la universidad es porque saben que esta casa de
estudios siempre se ha esforzado en abrir sus puertas a los jóvenes de
las clases sociales menos favorecidas” (Panorama, 06/11/69: 14). Pero el
movimiento renovador no logró consolidar sus conquistas ni avanzar más
allá por una serie de circunstancias, entre las cuales destacan los déficits
teóricos de quienes la promovían, y las condiciones históricas concretas
en que le tocó desarrollarse41. La renovación no comprendió que sin una
transformación global de la sociedad no se podían hacer modificaciones
profundas en el establecimiento universitario; se pretendió hacer la
revolución dentro de la universidad, obviando que la misma estaba
inserta en un Estado capitalista dependiente que la condicionaba en
todos los órdenes.

Muchos de los dirigentes renovadores se inspiraban en un marxismo


anquilosado y dogmático, predominante para la época debido a la gran
influencia que tenía la URSS en el movimiento revolucionario mundial;
esta limitación les impidió profundizar en un proyecto de renovación
intelectual de largo aliento, que superara las visiones positivistas del
marxismo ruso y su vocación sectaria. De igual forma, estas
insuficiencias teóricas permitieron que muchas de las propuestas de la
renovación fueran absorbidas de manera funcional por el status. La
burocracia universitaria se demostró incapaz de derrotar a la renovación
oponiéndose a la misma. Como bien lo dijo en ese momento un dirigente
de LUZ, “el movimiento de renovación es tan vigoroso que nadie se
atreve a enfrentarlo” 42. Quienes se enfrentaron a los renovadores
salieron generalmente derrotados en las distintas asambleas. La mejor
forma de detener y destruir a la renovación resultó entonces el decir que
se estaba de acuerdo con ella, y ejecutar en la práctica otro tipo de
medidas, que se disfrazaban con una retórica radical. La renovación se
convirtió en una consigna vacía, sin contenido, enarbolada
exclusivamente con el objetivo de no quedarse aislado del auge
estudiantil que se vivía en esos momentos; con ello, la misma perdió sus
perfiles propios y se diluyó en propuestas y medidas superficiales que le
dieron continuidad a las fallas institucionales que se criticaban y que le
habían dado origen. Las críticas realizadas al modelo pedagógico
imperante, en el cual los profesores tenían el monopolio del saber y
realizaban una práctica docente excesivamente formal, burocrática,
desligada del contexto social, perdió fuerza con el paso del tiempo, al no
surgir una propuesta alternativa que replanteara sobre otras bases la
actuación docente. De la misma forma, las asambleas como mecanismo
de democracia directa perdieron legitimidad en la medida en que el
movimiento comenzó a ser derrotado en las calles por las fuerzas
represivas del régimen; la mayor estabilidad de las estructuras
organizativas tipo FCU hizo que progresivamente recuperaran el control
del movimiento estudiantil y terminaran de mediatizar las energías de
cambio que por más de un año hicieron tambalear a las universidades
venezolanas. Las fuerzas políticas que promovieron la renovación no
lograron estabilizar una estructura organizativa permanente que
legitimara su liderazgo en el seno de los estudiantes, al margen o por
encima de las instancias gremiales existentes como la FCU y los Centros
de Estudiantes. Al no crearse una estructura de dirección permanente
para la lucha estudiantil, era consecuencia lógica que dichas acciones no
irían más allá de la capacidad que tuviera el movimiento para mantener
en el tiempo los métodos asambleísticos. La intervención militar en la
UCV y los allanamientos parciales del resto de universidades condujeron
a fines de 1970 al hundimiento del movimiento de renovación
universitaria iniciado en 1969. Sus profundos cuestionamientos a la
estructura universitaria y al papel que las instituciones tenían como
reproductoras del orden dominante, fueron sustituidos por la más
elemental defensa de lo que ya existía, es decir, de la autonomía, ante la
arremetida represiva gubernamental que buscaba no sólo descabezar al
movimiento renovador sino imponer una reforma universitaria acorde a
los planes desarrollistas que la burguesía criolla implementaba de común
acuerdo con el imperialismo norteamericano y las compañías
multinacionales. Como bien lo afirmaba Asdeluz43 en noviembre de
1969: “Cuando las universidades por primera vez en su historia empiezan
a tomar conciencia de su importancia como rectoras del pueblo
venezolano, la reacción irrumpe contra ellas para destruir todo lo que
pueda significar progreso y bienestar para el pueblo venezolano. No
conviene a los intereses de las clases explotadoras y del oscurantismo
que nuestras universidades creen conciencia de patria libre e irradien luz
entre los eternos explotados de nuestra sociedad. Por esto se trata de
destruir la universidad autónoma y democrática, para reemplazarla por
otra clase de universidades, dóciles y mediatizadas, modelos de colonias
culturales, en donde la selección, la persecución y la sumisión a los
intereses del amo sean la guía. Es decir, universidades en las cuales se
formarán los lacayos del imperialismo”44. El resultado final de la
renovación fue una universidad más mediatizada aún por las fuerzas del
orden. La intervención y allanamiento militar a la UCV inició un proceso
de descomposición del movimiento estudiantil, que sólo vino a
revitalizarse en 1987, cuando los partidos políticos (tanto de izquierda
como de derecha) perdieron el control de las organizaciones estudiantiles
a manos de los grupos “antipartido” (López, 1998: 133)45. Aunque
también es necesario decir que los planes gubernamentales de reforma
no pudieron implementarse a plenitud en las universidades, debido a la
dura oposición de los sectores profesorales identificados con la
concepción autonómica tradicional. Es por esta razón que el Estado se
vio en la necesidad de implantar el modelo tecnocráticodesarrollista
creando otro tipo de instituciones de educación superior: las
universidades experimentales, que ya habían sido contempladas en la
ley de 1958, siendo la Universidad Simón Bolívar (creada en 1969) el
mejor ejemplo de la adecuación nacional a los planes educativos
norteamericanos. Por su parte el sector privado también asumió
iniciativas educacionales como una forma alternativa de imponer la
concepción tecnócrata en el ámbito universitario, al crear el IESA y la
Universidad Metropolitana. En la región zuliana se creó la Universidad
Rafael Urdaneta y la más reciente Universidad Rafael Belloso Chacín
(URBE). La lucha del movimiento estudiantil a lo largo de los años 60
perseguía colocar a la universidad al servicio del proceso de revolución
social que desde las instituciones superiores se promovía en todas
partes del mundo. El movimiento de renovación iniciado en 1969 fue sólo
la culminación de todo un período de gestación en el que se fueron
consolidando las ideas que propugnaban una reforma universitaria en
sentido progresista, las cuales perseguían que las universidades se
democratizaran profundamente, para favorecer a partir de allí cambios
institucionales que trastocaran el papel reproductor del sistema de
dominación neocolonial que hasta ese momento habían tenido. Pese a
su fracaso, la renovación significó una importante circunstancia en la
historia del pueblo venezolano. Hoy en día, cuando se ha consumado el
fracaso de la democracia puntofijista y del capitalismo dependiente
basado en la renta petrolera, contra los cuales lucharon los estudiantes
de los años sesenta, demuestran que su lucha no era descabellada. La
crisis estructural del Pacto de Punto Fijo constituye hoy una
reivindicación del conflicto social que diversos sectores, y entre ellos los
estudiantes universitarios, promovieron hace 37 años. 6. La protesta
estudiantil de los años 80 La lucha estudiantil de finales de los años 80
impactó considerablemente en la sociedad venezolana. De manera
sorpresiva, cuando los analistas y teóricos hablaban de la
“domesticación” del estudiantado, surgió un movimiento social opuesto a
las estructuras tradicionales de participación política, enfrentado a los
partidos políticos y a las instituciones, que implantó en Venezuela una
serie de propuestas de transformación que servirían para alimentar la
insurgencia militar de 1992 y que aún hoy en el 2006 le dan aliento a las
esperanzas de cambio de gruesos sectores de la población. La protesta
estudiantil desatada a partir del marzo merideño modificó radicalmente el
panorama político del país. Las jornadas de lucha estudiantil colocaron
en la palestra política a una serie de fuerzas independientes que se
habían gestado en los últimos años al interior de las universidades, y
principalmente en el seno del movimiento estudiantil. El deterioro de los
niveles de vida de la población, debido a la crisis económica iniciada en
1983 luego del llamado “viernes negro”, era el principal ingrediente del
malestar popular que acompañaba y se solidarizaba con las luchas de
los estudiantes. Unido a ello, el creciente desprestigio del sistema
político, por las reiteradas acusaciones de corrupción contra connotados
dirigentes de los partidos AD y COPEI, generaba una tendencia que
implicaba la pérdida de legitimidad del modelo puntofijista imperante
desde 1958. Los movimientos autónomos estudiantiles que habían
surgido en las universidades, y que estuvieron a la cabeza de las
protestas a partir de 1987, eran la mejor expresión del proceso de
desmoronamiento de la hegemonía partidista sobre la sociedad
venezolana. Si uno de los elementos centrales de la crisis política del
puntofijismo, agudizada a partir de febrero del 89, fue el surgimiento de
actores sociales que desde hacía décadas no se manifestaban en forma
beligerante en nuestra sociedad, fueron los movimientos estudiantiles
una de esas primeras expresiones, no como expresión de fuerzas
políticas de oposición (como ocurría en los años sesenta), sino como
expresión natural de un programa político que reivindicaba el
protagonismo directo del pueblo excluido en la construcción de un nuevo
orden político radicalmente distinto al imperante. En los discursos y
proclamas de los estudiantes y demás sectores en conflicto, no había
otra alternativa que el enfrentamiento directo contra las fuerzas del
orden, y no sólo contra el gobierno de turno46. Los llamados eran a
derrotar el bipartidismo, a construir una nueva institucionalidad que se
había degenerado en la corrupción y el clientelismo, a enfrentar a un
régimen que se colocaba de espaldas a los intereses de las mayorías y
en cambio favorecía a una selecta minoría de dudosa moral y reconocida
incompetencia. Fue en las universidades en dónde por primera vez
comenzaron a ser derrotadas masivamente las fuerzas del bipartidismo
adeco-copeyano, y dónde a la vez se cuestionaban los vicios y
corruptelas del sistema político. En las acciones estudiantiles de 1987 y
1988 se estableció una conexión entre el discurso político antisistema
que se había forjado en las universidades a comienzos de la década (y
que indudablemente recogía muchos elementos de la oposición
revolucionaria de los años 60 y 70, aunque agregaba otros nuevos como
las tesis antipartido y la confrontación al neoliberalismo), las acciones
masivas de calle y los triunfos políticos concretos que los estudiantes
alcanzaron en esos años. Tanto la huelga de hambre nacional realizada
por los universitarios en 1987, que derrotó al Gobierno al conseguir por
primera vez en la historia de la democracia que un movimiento de masas
conquistara la libertad de presos políticos, como la huelga universitaria
de 1988, la cual triunfó luego de masivas acciones de protesta que
incluyeron simultáneas tomas de embajadas en la ciudad de Caracas y la
realización de otra huelga de hambre nacional por los universitarios,
demostraron a la población venezolana que sí era posible derrotar al
bipartidismo, aún en situaciones extremas como las planteadas. La
acción de los movimientos estudiantiles de una u otra forma dignificó las
protestas callejeras violentas, al mismo tiempo que instauraba con su
ejemplo prácticas organizativas que cuestionaban al modo de hacer
política del puntofijismo.

Los protagonistas de la protesta intentaron canalizar de alguna forma la


semilla sembrada. Edmundo Chirinos fue en 1988 candidato presidencial
por un sector de la izquierda, obteniendo una escasa votación. Luis
Fuenmayor, pasó de presidente de la APUCV al rectorado de esa
universidad en el 88. Pero los hechos demostraron que el sistema
puntofijista todavía tenía reservas y pasarían varios años antes de su
caída definitiva. No obstante, podemos decir que en 1987 arrancó un
proceso que conduciría directamente al levantamiento popular del 27 y
28 de febrero de 1989 y a los alzamientos militares de 1992, y que en
ese proceso los movimientos estudiantiles eran los principales
protagonistas. Los movimientos estudiantiles de 1987 y 1988 señalaron
con su ejemplo y con su discurso el camino que tomaría posteriormente
la crisis del sistema político nacido en 1958. Las masivas acciones de
protesta y saqueo realizadas en febrero del 89 por la población de
Caracas y ciudades cercanas tuvieron sus antecedentes en la enorme
violencia de las protestas estudiantiles de los dos años anteriores.
Cuando el pueblo caraqueño se lanzó al saqueo, esa acción ya había
sido legitimada en la conciencia popular por los estudiantes que iniciaron
esas prácticas durante las manifestaciones del 87-88. Cuando insurgen
los militares el 4 de febrero del 92, el discurso que proclaman es el
mismo que los movimientos estudiantiles habían enarbolado desde
comienzos de los 80 para enfrentar al sistema puntofijista. La habilidad
del teniente coronel Hugo Chávez Frías estuvo en apropiarse de ese
discurso, más no en darle continuidad organizativa y política al
movimiento social que había legitimado su levantamiento a los ojos del
pueblo. El chavismo sacó de circulación a las organizaciones
estudiantiles y populares que habían encabezado la protesta social
previa al 4 de febrero48. Su visión burocrática y mesiánica de la
“revolución” no dejaba espacio para el protagonismo popular y la
horizontalidad organizativa de los movimientos estudiantiles. Cuando hoy
pareciera que sobre los militares alzados en el 92 recaen todas las
glorias por la derrota del bipartidismo adeco-copeyano, es válido recordar
que fueron los estudiantes venezolanos quienes con su lucha
incondicional y a costa de enormes sacrificios que significaron muertos,
heridos, detenidos y perseguidos, además de mantener una constante
protesta de calle por varios años, lograron trastocar la calma y la
aparente solidez que caracterizaba al sistema político puntofijista e
iniciaron el proceso que conduciría a su caída. En junio de 1987 el
investigador de la Escuela de Sociología de la UCV, Luis Damiani,
concluía que en el futuro del país parecía presentarse como inexorable
“la pesadilla eterna de las clases altas venezolanas, la de los cerros
bajando”. La incógnita sería de fecha y hora. La causa, el malestar que
surge de la crisis de las expectativas creadas en el imaginario colectivo
de la sociedad venezolana. “Eso podría originar una explosión social, no
sólo motorizada por los sectores subalternos, sino también por la clase
media pauperizada...Los conflictos sociales podrían dislocarse fuera del
control de los partidos políticos, en prácticas subversivas que
suspenderían las reglas de juego sobre las cuales la sociedad pauta su
rutina cotidiana” 49. Cualquier parecido con lo que posteriormente
ocurrió, no es pura coincidencia. Conclusiones Nuestras clases medias
jugaron a todo lo largo del siglo XX un papel estelar en las luchas
transformadoras escenificadas, desde la generación estudiantil de 1928
hasta la crisis de 1989- 1992, pasando por el nacimiento de los partidos
políticos modernos (AD, COPEI, URD y PCV) y su posterior
reestructuración en otras fuerzas políticas. Hasta la misma participación
de mandos medios de las fuerzas armadas en el proceso político del
siglo XX50 es una muestra de la participación de sectores de clases
medias en la disputa por el poder político. Repitiendo una característica
mundial, las luchas estudiantiles trascendieron las estructuras
tradicionales de participación (gremios, partidos, instituciones), y se
basaron en principios de lo que hoy se llama “democracia directa” o
“democracia participativa y protagónica”. Partiendo del asambleísmo, los
estudiantes sobrepasaron a sus dirigentes “oficiales”51 y se lanzaron a
reiteradas jornadas de protesta que dejaron su huella grabada en nuestra
sociedad. La organización de los estudiantes fue básicamente horizontal,
sin mayores diferenciaciones entre sus integrantes, e impusieron
mecanismos de rendición de cuentas tanto a las autoridades
universitarias, como a los profesores y a los propios dirigentes
estudiantiles. La lucha del movimiento estudiantil se fue permeando hacia
el resto de la sociedad, como lo demuestra la crisis que comenzó a
atravesar el sistema político puntofijista luego de las jornadas de
protestas estudiantiles de 1987-88. No sólo se transmitieron las formas
de lucha (protestas callejeras), sino que se transmitieron las ideas que
cuestionaban la legitimidad de las instituciones, que criticaban la
corrupción y el clientelismo de los partidos. De los movimientos
estudiantiles surgieron buena parte de los combatientes de la guerrilla
rural y urbana de las décadas de 1960 y 1970. El colapso de la izquierda
venezolana luego de la derrota de la lucha armada, permitió la
insurgencia de movimientos antipartido que defendían una propuesta de
cambio social radical. Estos movimientos encabezaron la fuerte protesta
estudiantil que conmocionó a la sociedad a fines de los 80 y comienzos
de los 90. La respuesta estudiantil a la represión con la cual siempre
respondió el Estado implantó una cultura de la lucha callejera, como ya
dijimos. A fines de los 60 esta protesta de calle cobró auge en el contexto
del movimiento de renovación universitaria. Pero fue en los 80 cuando la
lucha de calle tomó dimensiones que comenzaron a afectar la estabilidad
del sistema político. La orientación antipartido de las luchas se manifestó
en reiteradas quemas y saqueos contra las sedes de los partidos AD y
COPEI en diversas ciudades del país. En sí misma, esta acción tenía
todo un contenido subversivo, en una sociedad que hasta ese momento
había estado fuertemente controlada por ambos partidos. Igual comenzó
a ocurrir cuando los estudiantes atacaban las sedes de las
gobernaciones y asambleas legislativas regionales, símbolos del poder
político. La generalización de estas conductas, que se repitieron una y
otra vez a todo lo largo del país, actuó como un detonador de la
conciencia social. El pueblo le fue perdiendo el miedo al poder imperante;
se dio cuenta que era posible derrotar al gobierno en luchas concretas
(como la liberación de los estudiantes sometidos a juicio militar en 1987 y
el triunfo de la huelga universitaria en 1988), algo que no se había podido
lograr en las décadas anteriores. El 27 de febrero de 1989 la población
de Caracas y ciudades vecinas se lanzó a una violenta protesta de calle
contra el paquete económico neoliberal qie intentaba imponer el gobierno
de Carlos Andrés Pérez, que incluyó el saqueo despiadado contra todo
tipo de comercios. No por casualidad, esa conducta de saqueos había
sido iniciada por los movimientos estudiantiles durante las jornadas de
protesta de 1987 y 1988, cuando los estudiantes interceptaban camiones
de alimentos y los repartían a los ciudadanos presentes. Aunque el 27 de
febrero tuvo otros actores principales, las masas excluidas del festín
petrolero y olvidadas por los gobiernos populistas, es innegable que las
luchas estudiantiles de los años anteriores fueron las que elaboraron el
guión que ejecutaría la acción popular durante el Caracazo.

Las tomas de dependencias universitarias, las huelgas de hambre, los


congresos estudiantiles, y las protestas callejeras, fueron escenarios del
movimiento estudiantil. En el aspecto universitario, muchas de las ideas
surgidas en el proceso de renovación aún tienen validez, como sucede
con las críticas al modelo partidista-grupalista que dirige la institución, y
la desvinculación del quehacer académico con la realidad nacional. Los
estudiantes denunciaron por décadas los vicios del sistema político
nacido del Pacto de Punto Fijo, esos mismos vicios que a la postre
originarían su caída. El clientelismo; la corrupción; la excesiva
partidización; la no atención a los problemas de la educación; los
procesos de privatización de la educación y de los servicios públicos en
general; el haber colocado a las instituciones al servicio de proyectos
políticos y personales olvidando sus funciones sociales fundamentales; la
represión irracional contra toda forma de protesta, fueron algunos de los
puntos álgidos que originaron la movilización estudiantil. Muchos de esos
problemas aún no han sido resueltos por la sociedad y es deber de las
generaciones actuales luchar porque se erradiquen para siempre. La
memoria de las luchas estudiantiles sirve para no volver por los mismos
caminos equivocados que terminaron hipotecando proyectos
sociopolíticos que en su momento interpretaron los anhelos populares.
La historia, en definitiva, no sirve para saber más, sino para actuar mejor.

En este ensayo se discutirán las razones o factores por los cuales la


emergencia en el espacio público1 del autodenominado movimiento
«estudiantes por la libertad»2 y su irrupción como un nuevo actor político
en los conflictos vinculados con el cierre o no renovación3 del canal
televisivo Radio Caracas TV (RCTV), y posteriormente en contra de la
reforma y la enmienda constitucional propuestas por el presidente
Chávez, no logró romper la aguda polarización sociopolítica existente, a
pesar de sus discursos de reconciliación nacional y de sus intentos por
dirigirse a nuevos públicos que trascendieran la oposición. Entre estos
factores se analizan sus concepciones y visiones sobre la democracia y
la priorización de los valores con ella asociados, los cuales se
asemejaban más a los de la oposición que a los del público adepto al
Presidente, por ser la expresión de su condición de clase social (García-
Guadilla, 2005). Por otro lado, el surgimiento de los «estudiantes
bolivarianos» en el espacio público, movimiento auspiciado por el propio
Presidente para contrarrestar a los estudiantes que se oponían al cierre
de RCTV, introdujo concepciones, visiones y prioridades en los valores
sobre la democracia más acordes con el proyecto bolivariano, llevando
no solo a polarizar a los estudiantes sino también a politizar estos
conflictos de forma antagónica.

Independientemente de las estrategias y esfuerzos que hicieron los


«estudiantes por la libertad» por revertir el cierre o no renovación de
RCTV o por lograr la derrota electoral de la reforma y enmienda
constitucional, e independientemente de que el discurso de reconciliación
nacional amplió los límites discursivos de su propio público, este nuevo
actor sociopolítico no logró desactivar la dinámica de polarización
existente entre los simpatizantes y los detractores del Gobierno: los
factores que desde fines de 2001 contribuyeron a visibilizar y alimentar
tal polarización siguieron actuando e, incluso, algunos se agudizaron a
partir de 2007. Las dinámicas polarizantes también dificultaron
la expresión de la pluralidad reduciendo la interacción social y
restringiendo las experiencias intersubjetivas de los públicos, lo que
afectó la narrativa4 e interpretación que estos hacen de la realidad social
e impidió la construcción de públicos alternos al chavismo o la oposición.

La información para este trabajo, que forma parte de un proyecto de


investigación en curso sobre los movimientos sociales en la Venezuela
postconstituyente, procede de fuentes documentales, hemerográficas y
sobre todo de más de cien entrevistas semiestructuradas realizadas por
los estudiantes de la Universidad Simón Bolívar (USB) durante el periodo
junio 2007 a diciembre 2009 y dirigidas a estudiantes a favor y en contra
tanto de la medida de cierre de RCTV como de la reforma y enmienda
constitucional. Los estudiantes entrevistados pertenecían a universidades
públicas y privadas tales como la USB, Universidad Central de
Venezuela (UCV), Universidad Bolivariana, Universidad Católica Andrés
Bello (UCAB), Universidad Nacional Experimental Politécnica de la
Fuerza Armada Bolivariana (UNEFA), Universidad Metropolitana (UM) y
Universidad Santa María (USM), entre otras. (GAUS-USB, 2007-2008; y
GAUS-USB 2008-2009).

La emergencia de nuevos actores y públicos

El conflicto de RCTV
A las 23:59 del domingo 27 de mayo del 2007, la pantalla del canal 2 de
televisión que transmitía imágenes de sus directores y trabajadores
cantando el himno nacional venezolano quedó en blanco y RCTV, el
canal que por 53 años había sido concesión de la cadena Radio Caracas
de Televisión, pasó a manos del Gobierno con el nombre de Televisora
Venezolana Social (TVes). La oposición política consideró el cierre de
RCTV un acto «arbitrario y atentatorio del derecho a la libertad de
expresión», mientras que los grupos oficialistas aplaudieron la no
renovación de la señal por considerar que este medio de comunicación
«había manipulado la información» durante el fallido golpe de Estado
ocurrido en abril de 2002.

Esta decisión gubernamental llevó al surgimiento de un nuevo actor


político opuesto a la medida: los «estudiantes por la libertad», quienes
rechazaban que en el espacio de «lo público»5 se les describiera como
«estudiantes de oposición», ya que a diferencia de esta y del oficialismo,
su protesta pretendía articularse en nombre de toda la ciudadanía,
independientemente de su afiliación política. Mientras que la oposición
emergió como actor político y se visibilizó con el apoyo al golpe de
Estado de abril de 2002 y mediante el paro nacional o huelga
insurreccional6de diciembre 2002 a febrero 2003, los «estudiantes por la
libertad» irrumpieron en la escena pública en el 2007 como «una
oposición leal»7 que enmarcó sus discursos y demandas por la libertad
de expresión y por el derecho a la participación dentro de la Constitución
bolivariana de 1999, y que desde sus inicios como actor político aceptó
de forma tácita la legalidad y legitimidad del gobierno de Hugo Chávez
sin pretender desmantelar el aparato gubernamental.

Su postura frente al sistema político y su definición como oposición leal


hicieron que los «estudiantes por la libertad» incorporaran en el debate
público el discurso sobre los valores democráticos y la reconciliación
nacional en un intento por construir un público alterno tanto al chavismo
como a la oposición. En el Manifiesto por la reconciliación, la líder
estudiantil Manuela Bolívar propuso que tal reconciliación partiera de la
construcción de espacios públicos que permitieran el diálogo entre
ciudadanos de distintas posiciones políticas e ideológicas.
Los «estudiantes por la libertad» no solo refrescaron el discurso de la
oposición proponiendo un nuevo entender de los conflictos (Bermúdez y
otros, 2009; Casanova 2009; Tovar Arroyo, 2007) y llenando el vacío
presencial de la oposición política, producto de un ciclo de desgaste, sino
que, en sus inicios, también intentaron crear públicos alternos a los
existentes desde los cuales pudieran dialogar los adeptos al Gobierno y
los de oposición.

Hoy hemos decidido construir un testimonio de reconciliación. No sólo


desde las calles, sino también desde la cercanía y calidez del hogar. Les
pregunto, señores, ¿en cuántos cumpleaños, bautizos, parrillas,
encuentros las familias venezolanas han tenido que privarse de hablar
del país por miedo a que las diferencias políticas terminen con la fiesta?
¿Cuántos familiares y amigos no se hablan desde hace años
simplemente porque tienen una opinión diferente?

Mi propia historia […] me ha enseñado que es válido pensar distinto; que


dos personas con diferentes ideas pueden compartir la misma mesa, el
mismo futuro, el mismo apellido […] Así como yo muchos de nosotros
podrán contar aquí sus propias historias. Todas son testimonio de una
generación que cree que es imposible que existan la libertad y la
igualdad sin la fraternidad. (Bolívar en Tovar Arroyo, 2007).

Con estas palabras, Manuela Bolívar alentó a la población a atreverse a


construir públicos alternos a los imperantes en la esfera pública
venezolana, no solo desde los espacios públicos tradicionales como «la
calle», sino también desde la micropolítica y lo doméstico; es decir,
desde «el comedor y la sala de estar» (Goldfarb, 2006), para así llegar a
la reconciliación nacional.

En algunos sectores de la oposición y en los propios estudiantes, este


discurso generó la esperanza de que se pudiera crear un espacio de
diálogo entre simpatizantes y opositores del Gobierno basado en una
nueva forma de entender el conflicto político.8 Quizá nadie representó
mejor este sentimiento que la columnista Olga de Aguirrebeitia de la
revista electrónica El Gusano de Luz, quien destacó lo siguiente:

[los estudiantes] «crecen con el […] contundente, Chávez así no […] que


los eleva, los universaliza, y lo más importante, les gana más y más
adhesiones. Adhesiones que se producen sin trauma aun entre los
partidarios del Presidente que, en adhiriéndose, no sienten que traicionan
al líder sino por el contrario, los afianza en el recuerdo de por qué y para
qué le dieron el poder. Ellos [los estudiantes] han roto la división entre
venezolanos reencaminándonos a la merecida reconciliación nacional».
(De Aguirrebeitia, 2007).
Este texto, distribuido por la oposición a través de la Red de Veedores,
intentó reforzar el llamado que hacían los estudiantes a promover el
diálogo y la reconciliación nacional. En palabras de una líder estudiantil
del partido político de oposición Un Nuevo Tiempo, «Los estudiantes se
han convertido en la esperanza de una nación sumergida en el odio, la
intolerancia y en el uso de las armas, para debatir y defender posiciones
políticas» (Karam, 2007).

Por otro lado, el repentino surgimiento de los «estudiantes bolivarianos»,


que apoyaban al Gobierno, contribuyó a que el espacio público donde se
debatía el conflicto de RCTV se polarizara aún mas pues estos
interpretaron las acciones de los «estudiantes por la libertad» de acuerdo
con los imaginarios sociales que tenían sobre la oposición política, a la
cual tildaban de «golpista».9

El conflicto por la reforma y enmienda constitucional

A fines del año 2007 y tras su fallido intento de evitar el cierre de RCTV,
el movimiento estudiantil orientó sus acciones hacia el proyecto de
reforma constitucional propuesto por el presidente Chávez. Entre las
polémicas propuestas, que fueron expresadas en sesenta y nueve
artículos, esta reforma incluía la redefinición de la propiedad privada, la
reelección indefinida del Presidente, una nueva geometría del poder
mediante la cual se modificaba la estructura político-territorial del país y
la institucionalización del Poder Popular con el fin de ejercer la
democracia directa substituyendo algunos de los mecanismos de la
democracia representativa.

Los «estudiantes por la libertad» se opusieron en primer lugar a que se


llevara a cabo el referéndum por la reforma constitucional previsto en la
Constitución de 1999 para ejercer la democracia participativa, aduciendo
que tal proyecto se había realizado «a puertas cerradas» y «sin la
participación de la sociedad», y por tanto se trataba de un plebiscito;
además, señalaban que la ciudadanía no estaba informada
suficientemente sobre los múltiples y complejos artículos que contenía.
Por ello, a través de movilizaciones demandaban el derecho a participar
y construir democráticamente el modelo de sociedad implícito en tal
reforma. No obstante, dada la inminencia del referéndum y ante la
negativa de las autoridades competentes a posponer la fecha, los
«estudiantes por la libertad» aceptaron dirimir las diferencias mediante
este mecanismo. Esta decisión y, sobre todo, su llamado a votar en
contra la reforma, lo cual coincidía con la oposición política, contribuyó a
que el público de la oposición aceptara también ir al referéndum.

En dicho referéndum, llevado a cabo el 2 de diciembre de 2007, la


reforma constitucional del presidente Chávez fue rechazada. Marcel
Granier, presidente del conglomerado de empresas 1B y casa matriz de
RCTV, declaró que el cierre de RCTV «derrotó a Chávez» debido a que
este «calculó mal el efecto que su abuso tendría entre los estudiantes y
los sectores populares, que están profundamente comprometidos con la
democracia y el pluralismo. Ese rechazo […] fue un factor que, sumado al
liderazgo de los estudiantes, contribuyó a la derrota de Chávez en el
referéndum» (Giusti, 2008.)

Al igual que con el cierre o no renovación de RCTV, la confrontación de


narrativas diametralmente opuestas o antagónicas se hizo presente en el
conflicto sobre la reforma, pues los «estudiantes bolivarianos», que
estuvieron a favor de esta, identificaron en sus discursos a la «oposición
golpista» con los estudiantes. Por otro lado, el hecho de que en la
reforma se debatieran las bases del contrato social constitucional
propuesto por el Ejecutivo hizo que el espacio público se polarizara aun
más.

El triunfo de los candidatos chavistas en las elecciones estadales y


locales de noviembre de 2008 hizo que el presidente Chávez
prácticamente desconociera los resultados del referéndum por la reforma
y propusiera una enmienda constitucional sobre uno de los artículos
rechazados: la reelección indefinida del Ejecutivo nacional. Esta
propuesta fue modificada posteriormente para incluir la reelección
indefinida de todos los poderes públicos, dada la necesidad de obtener el
consenso entre los partidos que le apoyaban. De nuevo los «estudiantes
por la libertad», al igual que la oposición, llamaron a votar en contra de la
enmienda, pero esta vez fue aprobada en el referéndum de febrero de
2009.

Las posiciones divergentes entre los «estudiantes por la libertad» y los


«estudiantes bolivarianos», quienes habían convocado a favor de la
enmienda porque apoyaban el proyecto político del presidente Chávez,
intensificaron la polarización debido a que la reelección indefinida de este
significaba la continuidad de su proyecto político, el cual, como se ha
señalado, era fuertemente rechazado tanto por los «estudiantes por la
libertad» como por la oposición.
Venezuela bolivariana: una sociedad polarizada

A fines de los ochenta, la democracia venezolana sufrió una aguda crisis


económica y un profundo vacío de poder debido a la pérdida de la
legitimidad de los partidos políticos existentes. Esta situación desembocó
en 1998 en la elección presidenacial de Hugo Chávez a la Presidencia,
quien hizo aflorar la gran desigualdad socioeconómica que encubría la
polarización social y política, y propuso un proceso constituyente que dio
lugar a la Constitución de 1999. Tal Constitución enfatizó la participación
como la base de la legitimidad política e incorporó un modelo de
democracia «participativa y protagónica» que incluía los valores
asociados con la democracia social y de derechos (Art. 5); también
incorporó mecanismos de la democracia representativa y los valores
asociados con la democracia liberal, presentes en la Constitución de
1961.

De este modo, la Constitución de 1999 recogió dos visiones sobre la


democracia: la liberal-representativa y la participativa-protagónica. Cada
una fue favorecida por diferentes actores sociales y políticos, creándose
graves divergencias sobre los mecanismos democráticos para resolver
los conflictos y dirimir las diferencias en los valores que debían
priorizarse a la hora de diseñar las políticas públicas. La oposición y las
élites políticas que detentaron la hegemonía en la «cuarta república»
siguieron dando prioridad a los valores de la democracia liberal (la
libertad de expresión y la propiedad privada entre otros), mientras que el
Gobierno y sus adeptos tendieron a priorizar valores de la democracia
social (la igualdad social, por ejemplo, que constituye uno de los puntales
de la denominada «quinta república»).

Este énfasis constitucional en la participación llevó al presidente Chávez


a la conclusión de que la legitimidad de las políticas públicas dependía
de la participación ciudadana, por lo que propuso un nuevo modelo de
democracia participativa en el cual «el soberano, la comunidad, el pueblo
o la sociedad» (términos equivalentes para definir a la sociedad o pueblo
organizado) se constituyen en el actor privilegiado de esta participación y
en el termómetro de la legitimidad del Gobierno.

Uno de los resultados no contemplados en este modelo de democracia


participativa fue el surgimiento de una dinámica de acción simbólica en la
cual los diferentes públicos se movilizaron masivamente para demostrar
su poder y legitimidad política y expresar su agrado o descontento con el
Gobierno: tanto los simpatizantes del Gobierno como los de la oposición
tomaron las calles a lo largo de los conflictos políticos ocurridos entre el
2000 y el 2009 realizando marchas y contramarchas en un intento por
persuadir al «otro» de su fuerza o superioridad numérica.10

Como consecuencia, se institucionalizó una dinámica social para


enfrentar los conflictos e intentar resolver los problemas que se basó en
una matriz divisoria de los espacios ciudadanos, los actores pro Gobierno
y de la oposición buscaron solucionar los problemas del país desde
distintos grupos, organizaciones, instituciones, visiones y perspectivas de
la democracia. Ello dio lugar a la creación de instituciones paralelas
(«Misiones») y nuevas organizaciones (Círculos Bolivarianos, Comités de
Tierra Urbana, Mesas Técnicas del Agua, etc.) donde participaron
fundamentalmente los afectos al Gobierno; la oposición, o bien siguió
participando en las organizaciones de la sociedad civil preexistentes
(Asamblea de Educación, la Escuela de Vecinos), o creó nuevas
organizaciones (Asambleas de Ciudadanos, Mujeres por la Libertad,
Gente de Petróleo).

Esta separación de los espacios ciudadanos y de participación tendió a


agudizar la dinámica polarizante entre la oposición y los adeptos al
presidente Chávez (García-Guadilla, 2007) y contribuyó a que el conflicto
político en Venezuela pueda ser interpretado mediante la narrativa de la
«lucha existencial». Acuñada por el autoproclamado intelectual del
régimen nazi Carl Schmitt (1996), la «lucha existencial» define el conflicto
político como una guerra entre enemigos lo suficientemente fuertes para
enfrentarse. En contraste con la definición pragmática de Max Weber que
entiende la política como una competencia entre intereses cuyo fin es
garantizar el bien común, según Schmitt, el conflicto político supone una
lucha existencial o lucha por la sobrevivencia de una forma de vida
(way of life). En el marco de la lucha existencial las discusiones sobre
políticas públicas, decretos presidenciales y leyes orgánicas no se
entienden como discusiones técnicas que podrían o no llevar a cumplir
un objetivo, sino como la transformación de un sistema de vida.

 Si utilizamos a Schmitt para analizar la esfera pública venezolana,


podría decirse que la polarización y politización han llevado a una «lucha
existencial» donde el discurso y las acciones de los actores políticos y
sociales son interpretados desde su dimensión política y de forma
antagónica (García-Guadilla y otros, 2004). Esta interpretación del
conflicto venezolano como lucha existencial ha asumido diversas
modalidades en el discurso político, entre las cuales resaltan las
dicotomías «pueblo-oligarquía», «proletariado-burguesía» y, más
recientemente, «socialismo-capitalismo».11 La distancia entre cada una
de estas categorías discursivas se define como irreconciliable y por lo
tanto se expresa en narrativas que interpretan el conflicto como un juego
de suma-cero donde la victoria de un grupo implica la derrota del otro.

En sociedades plurales, los actos cotidianos, la apropiación de estilos


culturales y las relaciones sociales tienen múltiples interpretaciones pero
en sociedades polarizadas algunos actos, estilos culturales y relaciones
con organizaciones o centros de poder se interpretan dentro del marco
del conflicto político. Además, las dinámicas polarizantes o de lucha
existencial dificultan la expresión de la pluralidad y reducen la interacción
social, restringiendo las experiencias intersubjetivas de los públicos y la
interpretación que estos hacen de la realidad social. En el caso
venezolano, el uso de ciertas pautas culturales determina la posición
ideológica del ciudadano en el conflicto político y reduce a la ciudadanía
a una representación social del «otro» que ignora la pluralidad inherente
a la sociedad. De hecho, el predominio del marco político ha
caracterizado la totalidad del conflicto venezolano por lo que la decisión
de vestir una camiseta roja (acto de banalidad cotidiana) deja de ser una
simple preferencia y se convierte en una declaración política que indica
de forma inequívoca el apoyo incondicional que un simpatizante del
Gobierno da al proyecto revolucionario o «rojo-rojito» del presidente
Chávez.

En Venezuela, la afiliación política de la ciudadanía también puede


deducirse de los términos que se usan para evaluar las actuaciones de
los actores políticos, sin que sea necesario declarar la preferencia
política o manifestar simpatía por un partido político. En el discurso
público, referirse a los eventos del 11 de abril de 2002 como un «golpe
de Estado» o como «una acción cívica debido al vacío de poder» define
la afiliación política del parlante en lugar de constituir una opinión basada
en el análisis de los eventos. De la misma forma, referirse a la huelga
general que hizo la oposición de diciembre de 2002 a febrero de 2003
como un «paro cívico nacional» o como una «huelga insurreccional» o
interpretar el cierre de la señal abierta de RCTV en 2007 como un «cierre
arbitrario» o como una «concesión no renovada» indica al público
venezolano la posición ideológica de su autor. En estas interpretaciones
asociativas, respaldar al Gobierno estadounidense, admirar la cultura
occidental, estar a favor del uso de los medios de comunicación privados
e internacionales, apoyar a las organizaciones no gubernamentales o a la
«sociedad civil»,12 ejercer la ciudadanía movilizándose contra el Gobierno
significan un apoyo implícito a la oposición, además de que tales
acciones se asocian con el repudio al presidente Chávez. De la misma
manera, simpatizar con el Gobierno, apoyar las «Misiones» y otras
organizaciones creadas por el Presidente, mostrar simpatía hacia los
medios de comunicación comunitarios, alternativos o del Gobierno,
declarar afinidad con los pobres y el Tercer Mundo, ejercer la ciudadanía
a través de la movilización del «pueblo», se identifica con el apoyo
incondicional al presidente Chávez y su proyecto político.

 Las interpretaciones asociativas se fortalecen a medida que los espacios


públicos empiezan a definirse como territorio exclusivo de un público. En
Venezuela, desde fines de 2001 el espacio público se «balcanizó» entre
dos públicos antagónicos (García-Guadilla, 2003) cuyas diferencias
sobre los conflictos políticos se acentuaron a medida que las
organizaciones e instituciones se pronunciaron a favor del Gobierno o de
la oposición. Un ejemplo lo constituyen los medios de comunicación, que
la ciudadanía identificó como de oposición o del Gobierno según si eran
privados o públicos y según su línea editorial; otro fueron las protestas
por el cierre de la señal abierta de RCTV, que según los «estudiantes por
la libertad» y la oposición se debieron a que el Gobierno intentaba
silenciar a un actor de la oposición, y según el Gobierno a que el canal
había violado la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión.

Este diagnóstico polarizado, que fortaleció las interpretaciones


asociativas del discurso y acciones de la ciudadanía, se acentuó con la
creación de instituciones, «misiones» y organizaciones paralelas por
parte del presidente Chávez con el fin de contrarrestar la influencia de las
instituciones y organizaciones consideradas de oposición. Asimismo, en
el año 2000 el Gobierno modificó la Ley de Telecomunicaciones para
invertir en medios de comunicación comunitarios y alternativos a fin de
contrarrestar la influencia ideológica de editores, periodistas y medios de
comunicación privados, la mayoría de los cuales no apoyaban
abiertamente el proyecto del presidente Chávez.

Debido a la aguda polarización sociopolítica del periodo 2001-2009, las


interpretaciones asociativas resultantes de las representaciones sociales
de los simpatizantes y de los opositores del Gobierno tuvieron mayor
impacto en la representación social y construcción polarizada «del otro»
que los argumentos que esgrimieron los ciudadanos.13 Ello impidió la
viabilidad política de la propuesta discursiva de los «estudiantes por la
libertad»: abrir un espacio alterno al de los públicos antagónicos ya
existente.
¿Públicos antagónicos?

Los esfuerzos y acciones de los «estudiantes por la libertad» por romper


la dinámica polarizada que dividía el espacio público impidiendo la
creación de un público alterno se nutrieron de la narrativa de la oposición
en lugar de crear una narrativa propia: ello contribuyó a que los adeptos
al presidente Chávez desecharan sus argumentos, identificándolos con
los de la oposición política, y a que su propuesta de reconciliación se
viera frustrada.

En el contexto de la «lucha existencial» del periodo 2001-2009, la


pluralidad de interpretaciones que deberían expresarse en «lo público»
se redujo a dos actores, los cuales se definieron como antagónicos: el
público chavista y el de oposición.14 Si bien ambos fueron capaces de
absorber a otros públicos alternos, contribuyendo a la heterogeneidad de
opiniones dentro de cada público antagónico, no hubo la posibilidad de
expresar una crítica más allá del propio público. Además, este
antagonismo hizo que el discurso que circuló en «lo público» se
interpretara usando la narrativa de la «lucha existencial», donde las
palabras ocultan interpretaciones, historias, ideologías, coyunturas
sociopolíticas y experiencias individuales e incluso, como en el caso en
cuestión, la defensa de una visión del futuro y de país diametralmente
opuesta en cada uno de los dos públicos.

A pesar de los intentos discursivos de desafiar la lógica interpretativa


polarizada, el movimiento «estudiantes por la libertad» quedó atrapado
en ella; lo mismo ocurrió con el movimiento de «estudiantes
bolivarianos».15 Por ejemplo, con motivo del proyecto de reforma
constitucional, «estudiantes por la libertad» incursionó en lo público
proponiendo la reconciliación nacional, pero tal propuesta fue calificada
por el público afecto al Gobierno de «golpista y desestabilizadora» y, de
acuerdo con esta narrativa, identificaron al movimiento estudiantil como
un actor «desleal» al orden constitucional. Otro ejemplo es el de
Aporrea.com y otras fuentes digitales e impresas prochavistas donde se
estereotipa a los «estudiantes por la libertad» como «antidemocráticos,
desestabilizadores, reaccionarios, violentos y manipulados por la
oposición y por la CIA», entre otros epítetos. Tales medios desplegaron
los siguientes titulares del 27 al 30 de mayo de 2007, cuando estaba en
su apogeo el conflicto con RCVT:

Oposición y factores reaccionarios de la ULA [Universidad de Los Andes]


activan mecanismos antidemocráticos (Aporrea.com, 27/5/2007);16
Posición contra-histórica y antidemocrática del CNU de la Universidad
(Aporrea.com, 27/5/2007);

Estudiantes y trabajadores de la UCV llaman a no dejarse manipular por


desestabilizadores (Medios de Comunicación Alternativos y
periódico VEA, 28/5/2007);

Siguiendo el libreto de la CIA, algunos estudiantes... (Medios Alternativos


y personas, 28/5/2007);

Willian Ojeda y el Alcalde de Chacao manipulan marchas universitarias


(Agencia Bolivariana de Noticias, ABN, 28/5/2007);

Oposición instiga a estudiantes para actos de violencia (Agencia


Bolivariana de Noticias, ABN, 29/5/2007);

Quienes buscan desestabilizar al país no lograron manipular a los


jóvenes (Vicepresidente, Prensa de la Vice-presidencia, 29/5/2007).

Estas descalificaciones del Gobierno y del público chavista para referirse


a las movilizaciones contra el cierre de RCTV se basaron en el
imaginario social que suponía que quienes protestaban pertenecían a la
clase social media y alta y, por tanto, eran los mismos «escuálidos y
oligarcas» de pasados conflictos; también se fundamentaron en una
interpretación asociativa que vinculó la clase social de los estudiantes
con su posición ideológica. Según los mensajes de Aporrea.com, los
integrantes del movimiento «estudiantes por la libertad» eran «Los hijos
infinitos […] de padres irresponsables» (Medios Alternativos, 30/5/2007);
«Aprendices de Guarimbas» (Medios Alternativos, 30/5/2007); «Chamitos
de colegios y liceos privados del Este de Caracas fueron los que
trancaron la autopista del Este» (Últimas Noticias, 30/5/2007).

En contraste con este imaginario social del público chavista que impidió
que se tomaran en cuenta las demandas y propuestas de reconciliación
de los «estudiantes por la libertad», el público de oposición rápidamente
las aceptó como propias y las defendió debido a que refrescaban sus
estrategias políticas y reposicionaban algunos de los valores de la
democracia liberal que defendían, tales como la libertad de expresión.
Los actores sociopolíticos afectos a la oposición aclamaban las acciones
estudiantiles desde las páginas de opinión del diario opositor El
Universal: «Juventud que lucha por sus libertades» (Valeri, 2007); «La
rebelión del futuro» (Uzcátegui, 2007); «Reapareció la juventud
combativa» (Salgueiro, 2007); «Estudiantes que recuperaron las calles»
(Méndez y Díaz, 2007), y advertían al Gobierno que tuviera «Cuidado
con la juventud» (Echeverría, 2007), ya que el movimiento estudiantil
eran los «¡Jóvenes de mi patria!» (Jaimes Branger, 2007). La
identificación del público de oposición con el movimiento estudiantil por la
libertad tuvo que ver con la afinidad de narrativas que privilegiaban la
defensa de valores individuales considerados esenciales para la
democracia liberal.

La evaluación que hizo tanto el Gobierno y «estudiantes bolivarianos»


como la oposición sobre la actuación de los «estudiantes por la libertad»
se basó en las interpretaciones asociativas que operan en cada una de
las narrativas de los públicos antagónicos; por consiguiente, ambos
públicos asociaron la defensa de los valores de la democracia liberal con
la narrativa de la oposición.

Discurso y narrativas polarizadas

Los «estudiantes por la libertad»: discurso y narrativas

La elevada polarización social también impidió que los dos públicos


antagónicos (chavista y de oposición) vislumbraran que el discurso de los
«estudiantes por la libertad» pretendía ir más allá de la mera defensa de
los valores liberales e intentaba posicionar en el espacio público político
nuevos significados simbólicos de gran valor integrador como la
reconciliación y la paz, la tolerancia, el derecho a la información y, en
última instancia, el derecho a construir y participar en un modelo de
sociedad para todos (García-Guadilla y Urreiztieta, 2008). En síntesis,
pretendía implícitamente promover un nuevo entender del conflicto
mediante el uso de estrategias creativas y novedosas; tras casi diez años
de pugna política, estos estudiantes, en su participación en la Asamblea
Nacional el 7 de junio de 2007, propusieron un diálogo basado en la
reconciliación nacional.

Desde el 27 de mayo de 2007, el país había presenciado grandes


marchas estudiantiles en contra del cierre de RCTV. En una asamblea
pública, el movimiento estudiantil exigió al Gobierno que le devolviera la
señal televisiva, que se respetara la pluralidad de pensamiento y que se
garantizara su derecho a la protesta «liberando a aproximadamente 200
estudiantes que habían sido encarcelados por manifestar en la calle»
(Martínez, 2007). El primero de junio de ese año, el movimiento
«estudiantes por la libertad» solicitó a la Asamblea Nacional el derecho a
réplica establecido por la Carta Magna. Tal derecho le fue concedido no
solo a ellos sino también a los «estudiantes bolivarianos», de modo que
el 7 de junio los dirigentes estudiantiles de ambos lados tomaron el podio
de la Asamblea Nacional.

Douglas Barrios, uno de los dirigentes del grupo «estudiantes por la


libertad», en su presentación en la Asamblea Nacional pidió a la
audiencia chavista y de oposición que no politizara sus palabras, que
cesaran las divisiones y que dejaran de estereotiparse las acciones y los
discursos de los estudiantes; pidió también, el reconocimiento de la
pluralidad de expresión del movimiento de estudiantes y el fin de la
«discriminación», argumentando que los estudiantes:

… no formamos parte de un sistema ideológico único, ni poseemos una


línea de pensamiento única [… ] los estudiantes no somos socialistas,
somos seres sociales. Los estudiantes no somos neoliberales, somos
seres libres. Los estudiantes no hacemos oposición, nosotros hacemos
proposición.

Todos los venezolanos deberíamos ser tratados del mismo modo, sin
discriminación y sin juicios de valor que estimen entre buenos y malos,
[…] Consideramos que ya de una vez por todas hay que acabar con las
divisiones, con el doble discurso y con la discriminación. Decimos: basta
de discriminación, exigimos y promovemos la reconciliación nacional.

El discurso de Barrios no rechazaba al Gobierno, sino la discriminación


resultante de la dinámica polarizante, ya que por esta causa las prácticas
del Gobierno favorecían solamente a un grupo; por tanto, abogaba
porque se terminara tal discriminación17 y el ejercicio de los derechos se
extendiera a todos los ciudadanos. Barrios terminó su discurso pidiendo
la reconciliación social y aclarando que el movimiento estudiantil «se
mantendrá invariablemente en el marco de la Constitución», y que estos
estudiantes son «una generación sin pasados obscuros, una generación
sin odios ni revanchismos».

A pesar de su discurso de denuncia de la discriminación y polarización,


los «estudiantes por la libertad» presentes en la Asamblea Nacional no
pudieron trascender la lógica discursiva de los públicos antagónicos, ya
que su propio discurso se nutrió de esta lógica, como lo demuestra la
acción de Barrios y los otros «estudiantes por la libertad», quienes
procedieron a quitarse las camisetas «rojas» que llevaban puestas, cuyo
color representa un símbolo de apoyo al Gobierno pero también, según la
narrativa de la oposición, un símbolo de la uniformidad de pensamiento
de los seguidores del presidente Chávez. Esta acción, que demuestra las
dificultades inherentes a la construcción de un público no polarizado
alterno al chavismo y a la oposición, fue llevada a cabo por los
«estudiantes por la libertad» después de señalar que soñaban «con un
país donde podamos ser tomados en cuenta sin tener que estar
uniformados»,frase que implícitamente expresaba la creencia que tal
pluralidad no existía o al menos no se expresaba en el público chavista, a
pesar de que la misma era necesaria para la reconciliación.

Los resultados de las entrevistas realizadas de 2007 a 2009 a los


estudiantes frente a los conflictos del cierre de RCTV y la reforma y
enmienda constitucional revelan la dificultad para construir públicos
alternos debido a los imaginarios polarizados que tienen los «unos»
sobre los «otros». Al preguntar sobre las visiones del «otro», uno de los
«estudiantes por la libertad» expresó: «los estudiantes que apoyaban al
Gobierno carecían de pensamiento crítico y su participación en el
conflicto no se debía a la defensa de valores sino al apoyo al Presidente»
(GAUS-USB, 2008-2009, Entrevista no 20). Algunos de los estudiantes
encuestados, incluyendo a varios que no fueron activos en el
movimiento «estudiantes por la libertad», opinaron que los «estudiantes
bolivarianos» no defendían valor alguno y los tachaban de «vendidos» o,
en el mejor de los casos, señalaron que defendían «el punto de vista o el
ideal de Chávez» (Entrevista no 52). Un estudiante de Ingeniería de la
Universidad Simón Bolívar resume en el siguiente párrafo la percepción
de los «estudiantes por la libertad» sobre la oposición política y los
«estudiantes bolivarianos», así como también la reproducción de la
lógica implícita en los públicos antagónicos:

El movimiento opositor es plural y polar, somos opositores a Chávez pero


invitamos a chavistas a que se nos unan, no es una lucha de unos contra
otros y no somos de la oposición política del país. Obviamente
coincidimos con la oposición en cuanto a las decisiones y las posiciones,
pero no somos lo mismo aunque así nos pinten siempre […] y dadas las
circunstancias, con ellos trabajamos muchas veces. Pero normalmente
no nos gusta que nos tilden de un partido o de otro y fácilmente
podríamos estar en contra de un planteamiento de la oposición. Los
estudiantes chavistas son la misma vaina que Chávez y los chavistas
repiten lo de Chávez y no tienen ideas propias o iniciativa propia (quizás
a veces sí, pero yo todavía no lo he visto ni escuchado). Chávez dice
cuándo hay marcha de estudiantes… (GAUS-USB, 2008-2009, Entrevista
no 27).
Si bien los «estudiantes por la libertad» intentaron deslindarse del público
de la oposición, los supuestos que conformaron su narrativa sobre la
democracia, la libertad de expresión o la propiedad privada, entre otros
valores, estuvieron influenciados por la narrativa del público de oposición;
de igual forma, el público de la oposición se apropió de la narrativa de los
estudiantes dada esta afinidad de valores. Como consecuencia, el
movimiento no logró su objetivo de convertirse en un público alterno al de
la oposición; más aún, el público adepto al presidente Chávez insistió en
relacionarlo con la narrativa según la cual sólo existe una oposición
«desleal, golpista y desestabilizadora», tildándoles de «oposicionistas» y
reclamándoles el estar asociados con los líderes de oposición.

Los estudiantes bolivarianos: discurso y narrativas

A partir del año 2000 el gobierno de Chávez creó diversas instancias


para organizar un movimiento de estudiantes en apoyo a la revolución,
entre las que destacan la «Juventud V República», que actuó como el
brazo político del partido que le dio su triunfo como Presidente, y el
Instituto de la Juventud y la Federación Bolivariana de Estudiantes. Estas
organizaciones fueron apoyadas por diversas instancias
gubernamentales cuyo objetivo fue crear un movimiento estudiantil que
defendiera los ideales, las políticas y, en general, el proyecto del
presidente Chávez. Según la «estudiante bolivariana» Larissa Slibe
(2007), estas instituciones respondieron más a los intereses del
Gobierno, al crear, tras seis años de existencia, una burocracia política
con una mínima participación estudiantil.

El movimiento estudiantil bolivariano cobró fuerza, por un lado, a partir


del golpe de Estado de 2002 y del paro petrolero de 2002-2003, llevados
a cabo por la oposición política, y por otro, de la creación de las
«Misiones Educativas» gubernamentales en el 2003 y de la Universidad
Bolivariana.

La expulsión de más de treinta mil profesionales de la industria petrolera


como consecuencia del golpe de Estado y del paro petrolero18 creó un
vacío de profesionales en las empresas nacionales que fue llenado con
líderes jóvenes que simpatizaran con el proyecto revolucionario de
Chávez, ya que el público chavista pensaba que el proyecto
revolucionario sería rehén de la oposición hasta que sus simpatizantes
estuvieran dirigiendo y en control de tales empresas. De esta forma, los
líderes estudiantiles bolivarianos se incorporaron a las misiones,
alcaldías y medios de comunicación en manos del Gobierno. Tal como se
señaló, uno de los impulsos para la formación de este «movimiento
estudiantil bolivariano» fue la creación de las Misiones Educativas y de la
Universidad Bolivariana en el 2003, con el fin de erradicar el
analfabetismo y promover la educación de las clases sociales más
empobrecidas ayudándolas a completar sus estudios de primaria,
secundaria, bachillerato y universidad. Las Misiones Educativas
Robinson, Ribas y Sucre no solo contribuyeron a formar a los nuevos
estudiantes del movimiento bolivariano sino que además sirvieron para
concentrar los esfuerzos de las distintas organizaciones estudiantiles.
Mientras que las organizaciones creadas al amparo de las instancias
gubernamentales como la Federación Bolivariana de Estudiantes y el
Instituto de la Juventud intentaron imponer la agenda al incipiente
movimiento estudiantil bolivariano, las Misiones sentaron las bases para
la formación de jóvenes cuyos intereses de clase e ideología
simpatizaran con dicho proyecto incorporándolos en el proyecto
bolivariano.

Con la apertura de la Universidad Bolivariana se creó un espacio propio


que contribuyó a cimentar el discurso y la acción de los «estudiantes
bolivarianos». Por esta razón y a solicitud del presidente Chávez, quien
pidió a los estudiantes que eligieran a los líderes estudiantiles que los
representarían ante la Asamblea Nacional para debatir con los
«estudiantes por la libertad», fue en esta universidad donde se
congregaron los estudiantes para elegir a sus voceros frente a la
sociedad venezolana. Después de discusiones colectivas, se acordaron
los siguientes criterios para elegir a los voceros se acordaron: la
representación de género, la representación de las redes sociales,
políticas y de comunicación y el liderazgo y trabajo de los estudiantes en
las misiones. De este modo, el liderazgo de los «estudiantes
bolivarianos» no resultó de un proceso tradicional de representación
individual a través del cual se pudiera medir su legitimidad y exigir una
rendición de cuentas a través de un voto de no confianza, sino que
emergió fundamentalmente de las redes sociales que empezaron a
forjarse en el público chavista, puesto que sus líderes eran voceros de
tales redes.

Estos espacios estudiantiles institucionalizados que fueron estimulados


por el Gobierno no lograron organizar un movimiento estudiantil a la
manera que lo hicieron los «estudiantes por la libertad». Los líderes o
representantes de este movimiento eran elegidos directamente por los
propios estudiantes pertenecientes a las diferentes escuelas, facultades y
universidades y, por tanto, se legitimaban por los mecanismos de la
democracia representativa, pero decidían sus acciones y estrategias
frente al conflicto mediante la democracia participativa o las asambleas
estudiantiles. En contraste, los «estudiantes bolivarianos» definían su
legitimidad como una vocería surgida de la pertenencia e inserción en
sus comunidades y del trabajo conjunto con estas a través de las
Misiones para hacer realidad su visión de país. El líder estudiantil
bolivariano Cesar Trompiz explicó en una entrevista (2007) que los
estudiantes visualizaban la relación, pueblo, movimiento estudiantil y
Estado como una pirámide jerárquica en la cual el Estado respondía al
movimiento estudiantil mientras que este respondía al pueblo. Como
consecuencia, las organizaciones estudiantiles bolivarianas estrechaban
la distancia entre estudiantes de distintas tendencias ideológicas
abriendo espacios públicos alternos a los creados por las universidades
públicas y privadas.

Los nexos del movimiento estudiantil bolivariano con los proyectos


liderados por el Presidente los deslegitimó en la narrativa del público de
oposición, según la cual la sociedad civil debía ser autónoma del Estado;
en esta narrativa, los líderes del movimiento estudiantil bolivariano no
fueron considerados como «sociedad civil», sino como funcionarios
gubernamentales pagados para defender el proyecto bolivariano. En su
programa televisivo «Aló Ciudadano» del 8 de junio de 2007, su
conductor, Leopoldo Castillo, reveló que algunos estudiantes que habían
participado en el acto de la Asamblea Nacional el día anterior como
contraparte de los «estudiantes por la libertad» laboraban en
organizaciones del Gobierno. Mientras que en la narrativa del público de
oposición este hecho deslegitimaba el liderazgo de los «estudiantes
bolivarianos», en la del público afecto al Gobierno la participación de
estos estudiantes en empresas gubernamentales legitimaba su vocería.

«Estudiantes por la libertad» versus «estudiantes bolivarianos»:

¿diálogo entre públicos antagónicos?

Tras su participación en la Asamblea Nacional el 7 de junio de 2007, los


«estudiantes por la libertad» propusieron crear un público alterno a los
existentes para que los públicos antagónicos pudieran comunicarse.
Dicha propuesta se vio reflejada tres días después (10/6/2007) en el
debate del programa «Entre Noticias», por el canal televisivo opositor
Globovisión, entre Yon Goicochea, representante de los «estudiantes por
la libertad», y Héctor Rodríguez por los «estudiantes bolivarianos». Por
primera vez, los líderes estudiantiles explicaron el uso de términos tales
como «propiedad privada», «libertad de expresión» y «socialismo», y
convergieron en cuanto la necesidad de democratizar la libertad de
expresión, construir (en vez de desmantelar) políticas que aliviaran la
pobreza, dar cabida al sistema democrático a aquella oposición que tanto
simpatizantes como detractores del Gobierno consideraban «leal», y
desactivar los sesgos ideológicos de los medios de comunicación.

Este intercambio se centró en la posibilidad de entablar un diálogo en el


cual cada líder pudiera explicar la narrativa de su discurso,
simultáneamente desmantelando las representaciones sobre las cuales
cada público opera. Centrándose en el tema del socialismo y la
propiedad privada, Goicochea defendió el derecho a la propiedad privada
mientras que Rodríguez defendió el socialismo. Para sustentar estas
posturas, ambos participantes recurrieron a las narrativas sobre su
público antagónico y no a su propio público, asumiendo las
representaciones sociales que el público opositor tenía de su propuesta y
visión de país. En respuesta a una pregunta sobre la propiedad privada,
Rodríguez aclaró que el sistema socialista que defendía tenía como
objetivo democratizar los medios de producción poniendo las empresas
en manos del pueblo:

Yo creo que hay que respetar la propiedad particular, porque aquí se ha


engañado, que en el socialismo te van a quitar tu casita, te van a quitar
tus cepillos de dientes. No, el problema del socialismo no es eso. El
problema del socialismo es quién controla los medios de producción.
Quien te controla los medios de producción te controla toda la sociedad.
Yo creo que los medios de producción que son indispensables para la
sociedad deben estar controlados por el colectivo, por la sociedad en
general.

Con esta declaración, Rodríguez contravino la representación social de la


oposición según la cual el Gobierno y sus simpatizantes desean abolir la
propiedad privada ya que su modelo es la «cubanización» de Venezuela.
Rodríguez terminó la discusión declarando que los simpatizantes del
Gobierno «queremos un país de propietarios. Un país en el que cada
ciudadano sea propietario de su propia casa, sea propietario de su propio
vehículo, sea propietario de sus propios medios de vida […] nadie está en
contra del […] gran propietario».

 A su vez, Goicochea contravino la representación de la oposición


tildando a esta de élite ciudadana que defiende el capitalismo y la
concentración de la propiedad y la riqueza. En su defensa de la
propiedad privada, Goicochea expuso su creencia de que la mayoría de
los venezolanos están de acuerdo con la propiedad privada, pero aclaró:
«¿Eso qué quiere decir?, ¿que estamos de acuerdo con el latifundismo?
No. Yo evidentemente como casi todos los venezolanos coherentes
estamos en contra de que una persona pueda tener treinta mil hectáreas
de terreno y yo creo que ese es otro punto de coincidencia». Además,
coincidió con Rodríguez al declarar que la propiedad privada «tiene
limitaciones, […] tiene restricciones,[y] que hay que ver cómo se hace
para distribuirla de forma equitativa entre los venezolanos» y reiteró su
apoyo a las empresas cooperativas. Sin embargo, al articular la exigencia
de «un país de propietarios», Goicochea explicitó justamente la
representación social que Rodríguez intentó desmentir sobre la definición
de socialismo.

Estos puntos de encuentro crearon tal sorpresa que durante el


intercambio Héctor Rodríguez declaró «yo creo que Yon ya pasa a ser
socialista» y Yon Goicochea afirmó «yo soy de izquierda». Estos puntos
de encuentro no volvieron a repetirse.19 La propuesta de los «estudiantes
por la libertad» de crear un público alterno a los antagónicos donde una
oposición leal pudiera criticar al gobierno de Chávez y simultáneamente
defender los intereses del pueblo fue novedosa y generó instancias de
posible reconciliación, pero la imposibilidad de escapar de las dinámicas
polarizantes del país resultó en violencia entre los dos grupos de
estudiantes. Vale destacar dos incidentes que se generaron en parte por
esta polarización según la cual el espacio público se disputa entre los
simpatizantes y detractores del Gobierno: la agresión al estudiante
simpatizante del Gobierno Robert Serra en la UCAB y la agresión al
estudiante Yon Goicochea en el Instituto Pedagógico de Caracas (IPC).

El 11 de junio de 2007, tras haber representado al movimiento


bolivariano en el podio de la Asamblea Nacional, Serra fue agredido por
sus colegas en la UCAB, donde estudiaba, requiriendo la intervención de
las autoridades universitarias. La trifulca se desarrolló tres días después
de que el anfitrión del programa «Aló Ciudadano», Leopoldo Castillo,
revelara en la televisora Globovisión que los estudiantes del Gobierno
que habían participado en la Asamblea Nacional habían sido o eran
empleados por distintos entes gubernamentales. Esta acusación disparó
la narrativa de la oposición cuando Serra llegó al campus de la UCAB
vestido de «bolivariano»; es decir, con una gorra tricolor adornada con
las estrellas de la bandera venezolana y el escudo de la bandera
bolivariana y con una chamarra o suéter de color «rojo-rojito». Esta
autoidentificación con el Gobierno dentro de un espacio público
universitario donde la tendencia mayoritaria es antigobierno resultó en
una situación volátil, ya que al pedir la palabra el líder estudiantil fue
rodeado por sus compañeros estudiantes que gritaban a coro «fuera,
fuera, fuera», «cállate» y «lárgate». Siguiendo la lógica de una sociedad
polarizada, los estudiantes de la UCAB exigían a su compañero que se
retirara de un espacio público al cual no pertenecía. Gritando «vete a la
Bolivariana» otro estudiante sugirió el espacio público universitario al
cual, según la dinámica polarizante, pertenece todo estudiante
simpatizante del gobierno de Chávez.

Un segundo acto de violencia se suscitó el 25 de octubre de 2007. En


esa ocasión, el líder de «estudiantes por la libertad», Yon Goicochea, fue
invitado al Foro del IPC sobre la reforma constitucional y sus posibles
efectos sobre la libertad de expresión. Al dirigirse a los estudiantes para
expresar su desacuerdo con la reforma propuesta por el presidente
Chávez, los simpatizantes del Gobierno consideraron que su discurso era
unidireccional por lo que exigieron la oportunidad de ser incluidos en el
debate generándose un enfrentamiento violento donde los afectos al
Gobierno gritaron consignas en su contra tales como: «fuera los golpistas
de la universidad», «no a la derecha» y otros slogans de uso común
como «uh, ah, Chávez no se va». En un principio Goicochea continuó
con su discurso: «Este país no ha podido avanzar en contra de la
exclusión, en contra de la pobreza y en contra de la corrupción y la
ineficiencia. A este país le urge un cambio reconciliatorio, a este país le
urge un cambio pacífico. Ojala señores y tengamos un día en el que
ustedes no nos odien a nosotros por pensar distinto». En este discurso
de reconciliación, Goicochea no sólo rechazó la dinámica polarizante de
la lucha existencial que exige una relación de enemistad con la fracción
opositora, sino que además adoptó y utilizó la cultura de los
simpatizantes del gobierno llamándolos «camaradas», un término de
compañerismo que utilizan los simpatizantes del Gobierno para
saludarse: «Yo no los odio a ustedes, camaradas, por pensar distinto. Yo
no te odio a ti por pensar distinto hermano […] Mi profundo respeto para
los compañeros afectos al Presidente de la República que están en este
auditorio».

A pesar de estas palabras, los estudiantes simpatizantes del Gobierno


continuaron cuestionando a Goicochea y llegaron a preguntarle sobre su
camiseta, ya que ésta tenía el logo de la televisora opositora,
Globovisión. Centrándose en los símbolos de la polarización, los
estudiantes simpatizantes del Gobierno, exigían saber el significado de la
camiseta, es decir, si la camiseta roja significaba el apoyo incondicional
al proyecto de Hugo Chávez, ¿qué significaba la camiseta con el logo de
Globovisión?, ya que en el contexto de la «lucha existencial» los nexos
que la oposición tiene con las empresas privadas se interpretan en la
narrativa chavista como un apoyo incondicional a la élite venezolana. Por
esa razón, los simpatizantes del Gobierno acusaron a Goicochea de
defender los derechos de la élite o de la empresa privada Globovisión
sobre los derechos del pueblo, al utilizar una camiseta que llevaba su
logo.

Ante esta interpelación, el líder estudiantil puso de lado su discurso de


reconciliación y se enganchó en las narrativas de los públicos
antagónicos de la Venezuela bolivariana, alineándose con la narrativa de
la oposición según la cual el presidente Chávez busca incrementar su
poder a costa de un pueblo que es manipulado por el Gobierno:

La ironía que significa esta camiseta se está viviendo hoy en el pueblo


venezolano, chamo. La ironía de decir que se está con el pueblo y el
Gobierno [es] cada vez más rico y cada vez [hay] más pobres, es peor
que la ironía que representa esta camisa […] La ironía de los grandes
sectores populares que exigen reivindicaciones sociales mientras aquí se
piensa en reelección indefinida, esa ironía es peor que esta camiseta [...]
la ironía que representa hablar en nombre del pueblo y quitarle el poder
al pueblo, esa ironía es peor que esta camiseta.20

Goicochea concluyó su discurso en este evento declarando su respeto


por los estudiantes que simpatizaban con el Gobierno y hablando de la
reconciliación nacional de manera de ampliar los límites discursivos de la
oposición. Sin embargo, no logró romper la narrativa de los públicos
antagónicos debido a que, de igual forma que los «estudiantes por la
libertad», compartía con la oposición sus referentes interpretativos,
siendo su propio discurso producto de tales narrativas. Un ejemplo fueron
las preguntas finales que dejó abiertas, las cuales sugieren su
interpretación de la narrativa de los «estudiantes bolivarianos», quienes
desde la lógica de la lucha existencial representaban a la oposición como
un grupo incapaz de sentir solidaridad hacia el pueblo:

¿Por qué les cuesta tanto trabajo aceptar que no estamos aquí para
defender a ninguna empresa, hermano?, ¿por qué no pueden creer que
también hay venezolanos que queremos lo mejor para nuestro país?,
¿por qué no pueden creer, señores, que también hay otros venezolanos
que les duela la pobreza, que les duela los niños de la calle?, ¿por qué
piensan que ustedes son los únicos que les duele? A los jóvenes
venezolanos nos duele profundamente el estado de miseria en el que
está nuestra nación.

Tras su apasionado discurso se detonó un artefacto que llenó de humo la


sala del IPC y Goicochea salió del recinto donde los estudiantes afectos
al Gobierno se abalanzaron sobre él y lo golpearon.

Consideraciones finales e interrogantes

La emergencia de los «estudiantes por la libertad» en el espacio público


político refrescó y aportó un discurso de reconciliación nacional al
escenario de confrontación polarizada existente en Venezuela. Este
nuevo actor político surgió reconociendo la legalidad del Gobierno y
defendiendo valores de la democracia liberal, pero también reclamando
su derecho a la participación. Si bien logró ampliar los límites del
discurso del público de oposición y planteó la reconciliación y un nuevo
entender de los conflictos, no logró romper la dinámica polarizante
existente entre el público chavista y el de oposición, quienes portaban
valores y visiones de país antagónicos que estimularon narrativas de
lucha existencial.

Los «estudiantes por la libertad» elaboraron su propuesta discursiva


desde el espacio de la intersubjetividad del público de la oposición, por lo
que esta no pudo trascender más allá y menos aún contribuir a crear
públicos alternos, como era su objetivo. Además, en el marco de una
sociedad polarizada en la cual la división entre la ciudadanía se entiende
como una «lucha existencial» y donde existen dos públicos antagónicos,
esta asociación con la oposición fue interpretada por el público chavista
como prueba contundente de la relación entre los «estudiantes por la
libertad» y la oposición; como consecuencia, sus propuestas fueron
rechazadas por el público chavista.

Tal como se demostró, las dificultades de los «estudiantes por la


libertad» para incentivar un nuevo entender del conflicto político se
debieron no solo a una narrativa compartida con la oposición, sino a las
dinámicas polarizantes existentes en el país, donde las movilizaciones
estudiantiles se desarrollaron en el marco de una lucha existencial y
donde cada uno de los dos actores intentó imponer sus visiones sobre la
forma de resolver los conflictos, defendiendo valores vinculados con la
democracia representativa-liberal, caso de los «estudiantes por la
libertad», o con la democracia participativa-social, caso de los
«estudiantes bolivarianos». Aun cuando estas dos visiones sobre la
democracia y sus valores no son incompatibles en la Constitución
bolivariana de 1999, en el conflicto venezolano los actores sociopolíticos
las definieron como tales y si bien en los debates entre las dos
tendencias se dieron algunos encuentros entre estos dos modelos, como
lo demostraron los estudiantes Yon Goicochea y Héctor Rodríguez, estos
no se plasmaron en las narrativas de los simpatizantes y detractores del
Gobierno, debido a que su aceptación implicaba ceder un espacio que
atentaba contra su propia visión y proyecto de país.

La visión polarizada y excluyente del «otro» resultó en que los nuevos


actores sociopolíticos, como lo fueron los estudiantes, se movilizaran
dentro de un espacio público balcanizado, pretendiendo legitimarse. Si
bien el presidente Chávez influyó en la dinámica polarizada y de
confrontación de las movilizaciones estudiantiles al pedir a los
«estudiantes bolivarianos», en una de sus actuaciones en la Asamblea
Nacional, que debatieran con los «estudiantes por la libertad», también
los medios de comunicación se constituyeron en el espacio visible de tal
confrontación. Ni siquiera los propios estudiantes pudieron trascender la
confrontación, porque fueron incapaces de construir espacios de diálogo
entre simpatizantes y opositores al Gobierno al interior de las
universidades y organizaciones estudiantiles.

El hecho de que el discurso antipolarización y de reconciliación de los


«estudiantes por la libertad» no lograra ir más allá de aquellas audiencias
que, como en el caso de la oposición política, compartían los mismos
intereses, valores y concepciones lleva a formular las siguientes
preguntas que deben ser profundizadas por aquellos actores que deseen
construir un público alterno no antagónico: si la sociedad está dividida en
lo que respeta al proyecto de sociedad deseable y la formas de
construirlo, ¿desde qué modelo de país reconciliarse?; si las narrativas
reflejan una lucha existencial entre dos proyectos antagónicos, ¿cómo
construir públicos alternos que sirvan para romper tal antagonismo? Es
decir, ¿desde qué narrativas valores y proyectos de sociedad se puede
conciliar?, pues no parece existir ni un proyecto de país ni valores con
suficiente capacidad simbólica para convocar a tal reconciliación. Más
aún, la experiencia analizada demuestra que la reconciliación nacional en
Venezuela no resultará de una propuesta discursiva, sino de la
capacidad de los actores sociopolíticos para crear interpretaciones
intersubjetivas alternas a la de los públicos antagónicos que sean
construidas desde una visión compartida de ambos públicos.

Notas:
1
 Los propios estudiantes se autodefinieron como parte del espacio
público. El líder estudiantil Stalin González en entrevista por radio con el
periodista Cesar M. Rondón, señaló: «somos una generación interesada
en lo público y político» (GAUS-USB, 2007-2008, González, 2007).
2
 Con base en la autoidentificación, nos referiremos a los estudiantes que
se opusieron a la medida contra RCTV como «estudiantes por la
libertad» y a los que estuvieron a favor como «estudiantes bolivarianos».
3
 A lo largo del texto se utilizarán los dos términos, «cierre» y «no
renovación», porque denotan distintas posiciones: la oposición utilizó el
término «cierre» mientras que el Gobierno usó «no renovación».
4
 A diferencia del «discurso», que en este ensayo definimos como el texto
que se emite por un mensajero y se interpreta por sus múltiples
receptores, la «narrativa» es el marco desde el cual se interpreta el
discurso. Siguiendo la definición de Paul Ricouer (1986), la narrativa
contiene referentes que estructuran el entendimiento de un acto y por lo
tanto van extirpando las posibles interpretaciones que pudieran resultar
para crear una totalidad a través de la cual se pudieran erradicar las
contradicciones de una realidad social.
5
 «Lo público» se entiende como un espacio fraccionado por múltiples
actores y acciones donde la interpretación temporal e intersubjetiva
formulada por un «público» logra imponerse sobre las interpretaciones de
la realidad social de otros (Warner, 2005). Se argumentará que en
situaciones de alta polarización social, lo público tiende a fraccionarse en
dos públicos antagónicos, donde ninguno puede hacer prevalecer su
interpretación. Si bien el foco de análisis es el discurso de los
estudiantes, debe recordarse que este estuvo fuertemente mediado por
los medios de comunicación y por la figura del presidente Chávez,
actores que promovieron la polarización activamente.
6
 El lenguaje que usó la oposición política para referirse a este conflicto
fue el de «paro nacional», «huelga general» y «paro cívico», mientras
que el Gobierno utilizó los términos «sabotaje», «golpe petrolero» y
«huelga insurreccional».
7
 En este ensayo no nos compete clasificar a la oposición política
venezolana para el 2007 como «leal, semileal o desleal», ya que su
solicitud del referéndum revocatorio presidencial de noviembre de 2003
pudiera implicar que aceptó dirimir sus conflictos con el Presidente de la
República a través de los mecanismos constitucionales y legales, a pesar
de que algunos sectores afectos al presidente Hugo Chávez siguen
catalogando a la oposición como «golpista». Sin embargo y de acuerdo
con Linz (1978), el movimiento estudiantil venezolano puede clasificarse
como «oposición leal», ya que su discurso explícitamente aboga por la
resolución de los conflictos mediante la vía legal y democrática,
rechazando la violencia como medio para dirimirlos. Además, a diferencia
de la mayor parte de la oposición, que para el 2007 mantenía el objetivo
de «sacar al Presidente por mecanismos constitucionales», los
«estudiantes por la libertad» no se plantearon su «salida o renuncia».
8
 El discurso y las reacciones de la oposición frente a las movilizaciones
de los «estudiantes por la libertad» fueron muy diversas: mientras que la
mayoría de la oposición aplaudió y apoyó el llamado del movimiento
estudiantil por la reconciliación y el diálogo nacional, algunos líderes de
la oposición continuaron focalizándose en criticar la gestión del
presidente Chávez. Las expectativas en algunos casos fueron muy altas
ya que voces de la oposición llegaron, incluso, a considerar a los
estudiantes como «una fuerza histórica de liberación» (Giusti, 2007). Sin
embargo, también hubo voceros de la oposición política que opinaban
que la tarea de reconciliación nacional no correspondía a los estudiantes
e, incluso, algunos académicos e investigadores advirtieron que esta
esperanza era «ilusoria» (Lozada, en Gómez Elvia, 2007).
9
 La polarización se refiere a un proceso integral de aguda politización
que abarca las dimensiones socioeconómica, cultural y político-
ideológica. Hasta fines de los noventa, Venezuela fue considerada una
«sociedad de clase, sin luchas de clases» (Naím y Piñango, 1984), pero
el proyecto del presidente Chávez visibilizó e hizo explícitas tales
diferencias, las cuales fundamentaron la polarización (García-Guadilla,
2007). Esta polarización, que además se alimenta de los encendidos
discursos presidenciales y de los medios de comunicación públicos y
privados, ha venido acentuándose desde el 2001, cuando se hizo visible
la oposición como un actor político con intereses sociales, ideológicos y
políticos diametralmente opuestos al Gobierno, lo cual ha tendido a
estimular la lucha existencial entre estos dos actores.

 En Venezuela, entre 1989 y 1999, se efectuaron un promedio de 736


10

protestas anuales. Este número casi se duplicó en el gobierno de Hugo


Chávez ya que entre 1999 y 2007 el país presenció un promedio de
1.395 protestas al año (Acosta, 2007). Según el Informe Anual 2008-
2009 de la organización de derechos humanos Provea, el número de
manifestaciones de calle se incrementó en ese periodo de 1.763 a 2.893.

 Agradecemos a los árbitros anónimos la sugerencia de utilizar estos


11

ejemplos.
12
 En Venezuela, el término «sociedad civil» se popularizó en los ochenta
para designar a las organizaciones ciudadanas; con la elección
presidencial de Hugo Chávez, el término ha tendido a utilizarse para
referirse a organizaciones sociales de la oposición, mientras que las
organizaciones que apoyan el Gobierno rechazaron la expresión y se
autodefinieron como «pueblo y movimientos populares o de la
comunidad» (García-Guadilla, 2005).
13
 No podemos menoscabar la importancia de «los argumentos» de los
ciudadanos, ya que muchas veces reflejan intereses de clase y valores
asociados con las concepciones que se tengan sobre la democracia.
14
 Para los críticos de la modernidad, el espacio público es un espacio
corrompido por los intereses de unos pocos que tienen el control
hegemónico sobre los medios de comunicación, su mensaje y sus estilos
discursivos (Horkheimer y Adorno, 2002; Habermas, 2000). Otros autores
definen el concepto de lo público como un espacio fraccionado por
múltiples actores y acciones (Anderson, 1983; Frazier, 1992; Warner,
2005). En este ensayo, «lo público» (the public) hace referencia a una
interpretación de la realidad social hecha por un público que predomina
en la esfera pública. Sin embargo, el hecho de que tal interpretación
predomine en la esfera pública, no implica que este público se constituya
como hegemónico (Warner, 2005).
15
 Warner (2005) y Frazier (1992) explican las relaciones entre públicos,
subpúblicos y contrapúblicos como una relación entre desiguales. En
Venezuela, la contienda entre los públicos antagónicos se agrava por la
fuerza que ambos poseen para circular su interpretación de la realidad
social, además de su amplia aceptación entre una población dividida.
16
 Todos los titulares proceden de Aporrea.org pero se cita, además, la
fuente original (consulta 15 de diciembre 2007 y 10 de enero 2008).
17
 Generalmente en los discursos se habla de discriminación en vez de
polarización; no obstante, tal discriminación se considera el resultado de
la polarización. Puesto que la discriminación a la cual aluden los
estudiantes se fundamenta primordialmente en las dinámicas de
polarización existentes en el país, el pertenecer o, simplemente, ser
estereotipado dentro de uno de los dos públicos antagónicos descritos se
vincula frecuentemente con la posibilidad de ser incluido o excluido de
los programas sociales y las prebendas del poder. Un ejemplo es la «lista
de Tascón», la cual incluye a las personas que en el año 2002 firmaron la
solicitud para el referéndum revocatorio presidencial y ha sido utilizada
por el Gobierno para discriminar a la hora de obtener una beca, un
empleo en el sector público u otros beneficios.
18
 La purga de empleados estatales que simpatizaban con la oposición
(Hsieh y otros, 2009) fue posible por la existencia de la «lista de
Tascón», diputado de la Asamblea Nacional que publicó los nombres de
todos los ciudadanos que firmaron en el 2004 para que se convocara el
referéndum revocatorio contra el presidente Chávez.
19
 Posteriormente se dieron otros debates entre estudiantes como, por
ejemplo, el programa de televisión Al descubierto de Venevisión del 11
de junio de 2007. En este programa tres «estudiantes por el sí» debían
confrontar sus ideas con tres «estudiantes por la libertad» en un
segmento de 45 minutos pero a diferencia de la actuación de Goicochea
y Rodríguez el día anterior en Globovisión, estos seis estudiantes no
profundizaron en los temas del debate. Sus discusiones estuvieron
alimentadas por el discurso y a la narrativa de los públicos antagónicos
demostrando en pantalla la hostilidad que genera la narrativa de «lucha
existencial» en la Venezuela Bolivariana.
20
 En una entrevista posterior de William Ojeda, miembro del partido Un
Nuevo Tiempo, al diario El Universal (2007) se explicita una vez más la
distinción entre buenos y malos propia de la lucha existencial. Ojeda
declaró: «las agresiones contra ciudadanos y estudiantes que han
expresado su posición en torno a la llamada Reforma nos parece un acto
de fascismo, donde se utilizan los golpes a falta de argumentos, son
actos de bajeza espiritual y absolutamente inmorales. Tales acciones son
expresión de una fábrica de odio». Es preciso destacar que en este caso
la acusación de violencia, la inmoralidad y la falta de espíritu democrático
no se limita a los actores que la provocaron, sino que se generaliza a
todo el público afecto al Gobierno.
La Generación del 28
Con el nombre de "Generación del 28" se conoce al grupo de estudiantes
universitarios que protagonizaron en el carnaval caraqueño de 1928 un
movimiento de carácter académico y estudiantil que derivó en un
enfrentamiento con el régimen de Juan Vicente Gómez. En tal sentido, lo
que inicialmente fue un proyecto restringido al ámbito de la Universidad
Central, se transformó en una propuesta destinada a la modificación del
sistema político venezolano de comienzos del siglo XX.

En un primer momento, los jóvenes que ingresaron en la Universidad


Central de Venezuela entre 1923 y 1925, tomaron la iniciativa de
reconstituir los centros de estudiantes pertenecientes a las facultades de
Medicina, Derecho e Ingeniería. Luego como paso siguiente promovieron
el restablecimiento de la Federación de Estudiantes de Venezuela,
organismo coordinador de todos los centros de representación
estudiantil, hasta entonces suspendido por una disposición que databa
del gobierno de Cipriano Castro. En esta etapa destacan como
organizadores los siguientes personajes: Jacinto Fombona Pachano, su
primer presidente; Raúl Leoni, su segundo presidente; Elías Benarroch;
Isaac Pardo, Miguel Otero Silva, Juan José Palacios, José Tomás
Jiménez Arráiz y Rafael Echenique Chirinos. Asimismo como parte de
este proceso de reactivación de la universidad como centro generador de
conocimiento y de debate político, se efectuaron durante este lapso
diversas actividades culturales que apoyó con sumo interés el rector
Diego Carbonell. Con el objeto de recaudar fondos para la realización de
este plan, en el carnaval de 1928 se organiza La Semana del Estudiante,
en cuyo programa destacaban los siguientes actos:

1. Desfile desde la Universidad hasta el Panteón Nacional, en


homenaje a los próceres de la Independencia.
2. Coronación de la reina de los estudiantes Beatriz I ( Beatriz Peña),
en el teatro Municipal.
3. Recital de la juventud, en un teatro capitalino.
4. Concentración juvenil en La Pastora.
5. Preparación de una becerrada que no se realizó debido al
desarrollo de los acontecimientos.

Los Acontecimientos
Debido a la participación de Pío Tamayo, antiguo exiliado político y uno
de los introductores del marxismo en Venezuela, quien en la coronación
de Beatriz I lee un poema juzgado como subversivo por las autoridades
gomecistas; a las primeras intervenciones de los estudiantes de
derecho, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Joaquín Gabaldón
Márquez, también estimadas como inconvenientes por los cuerpos de
seguridad, y al "acto irrespetuoso" de Guillermo Prince Lara, quien
rompió una lápida en honor a Juan Vicente Gómez; el Gobierno decide
poner fin a los actos conmemorativos de La Semana del Estudiante,
encarcelando a Tamayo y a los demás jóvenes, conduciéndolos a La
Rotunda. Ante la inesperada reacción oficial y en actitud solidaria frente a
lo que consideraban un injusto cautiverio, el resto de los estudiantes se
entregó de manera voluntaria a la policía, lo que resultó una maniobra
que desconcertó completamente a los cuerpos represivos.

Posteriormente, el Gobierno los trasladó al castillo de Puerto Cabello,


permaneciendo allí detenidos 214 estudiantes, durante 12 días, hecho
que hasta entonces nunca había ocurrido en el país. Por su parte, la
Universidad de Los Andes reaccionó casi de enseguida frente a los
sucesos, lo que sirvió de acicate para que en las principales ciudades se
levantara una ola de protestas que hizo ceder al gobierno, quien
finalmente los liberó. Este hecho fue bastante significativo, ya que la
sociedad venezolana que hasta ese momento había mostrado una
actitud sumisa frente a la dictadura gomecista, planteó la lucha contra la
tiranía en un campo novedoso para un caudillo como Gómez: la Calle.

Al poco tiempo de la liberación de los estudiantes, se produce un


acercamiento entre algunos de éstos (Juan José Palacios, Francisco
Rivas Lázaro, Fidel Rontondaro y Germán Tortosa, entre otros) con
jóvenes oficiales del Ejército-entre quienes se encontraba el hijo Eleazar
López Contreras con la finalidad de planificar un golpe de Estado que
debía ejecutarse el 7 de abril de 1928, pero que fue debelado antes de
producirse. Con el objeto de obtener la libertad de los compañeros
detenidos a raíz del intento de sublevación del 7 de abril, un grupo de
estudiantes redacta en octubre de 1928, un documento dirigido a Juan
Vicente Gómez donde se le pide a éste que reconsiderara su severa
medida.

Gómez no sólo desatiende sus demandas sino que manda capturarlos,


siendo conducidos en medio de protestas públicas junto a cerca de 200
estudiantes a las colonias de Araira, donde se construía un tramo
carretero, en el que deberían cumplir trabajos forzados. Por otra parte,
aquellos estudiantes que eran considerados como más peligrosos (Pedro
Juliac, Rafael Chirinos, Ricardo Razetti, Antonio Sánchez Pacheco,
Antonio Anzola Carrillo, Clemente Parparcén, Eduardo Celis Sauné,
Enrique García Maldonado, Guillermo López Gallegos, José Antonio
Marturet e Inocente Palacios) fueron conducidos al inhóspito presidio de
Palenque. Mientras que el resto fue trasladado al castillo de Puerto
Cabello, donde permanecieron hasta principios de 1929, cuando fueron
dejados en libertad y expulsados del país.

En un principio los estudiantes del 28 regresan a Venezuela después de


la muerte de Gómez (17.12.1935) como un grupo homogéneo que
pretende desarrollar proyectos comunes. Sin embargo, lentamente
comienzan a escindirse en banderas políticas distintas. Algunos se
apartan de manera definitiva de la vida pública para dedicarse a otras
actividades, mientras que en los grupos más combativos se formaron los
núcleos de los futuros partidos Acción Democrática (AD) y el Partido
Comunista de Venezuela (PCV). Asimismo, dentro de este grupo hubo
quienes destacaron por su aporte a los ámbitos artístico y científico.
Entre los que se inclinaron por la creación artística figuran personajes
como Guillermo Meneses, Miguel Otero Silva, Felipe Massiani y Antonio
Arráiz; mientras que entre el segundo grupo se encuentran Miguel Acosta
Saignes, Isaac J. Pardo, Rodolfo Quintero y Juan Bautista Fuenmayor.

En síntesis, la importancia de la "Generación del 28" en la historia


contemporánea de Venezuela radica en tres aspectos fundamentales.
Por un lado, un caudillo como Juan Vicente Gómez habituado a dirimir
los conflictos políticos en los campos de batalla, se enfrenta a un grupo
de estudiantes que actuando como colectivo plantean una lucha en un
ámbito desconocido por Gómez y en general por los caudillos del siglo
XIX, la ciudad. En otras palabras, a partir de este momento las batallas
políticas del siglo XX se desarrollarán en las ciudades mediante huelgas
generales, paros, boicots, etc. Por otro lado y en relación con lo anterior,
el carácter colectivo del movimiento de 1928, expresado en la propia
denominación de "Generación", formará parte de otro importante
elemento de ruptura con la historia política del siglo XIX, la
despersonalización del poder. Es por esto que pese a la cantidad de
liderazgos (Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Miguel Otero Silva, Raúl
Leoni, Juan Bautista Fuenmayor) presentes en los sucesos de 1928,
ningún tuvo un protagonismo especial, predominando la unidad del grupo
sobre cualquier individualidad, lo que será un adelanto de una de las
principales características de las organizaciones políticas del siglo XX: la
disciplina partidista. Por último, con los jóvenes estudiantes del 28 se
introducen nuevas ideologías (socialismo, marxismo, democracia) a las
cuales no pueden adaptarse viejos líderes como Gómez. En tal sentido,
una doctrina como el Liberalismo que fue central durante todo el siglo
XIX, pierde su vigencia ante el surgimiento de ideas tales como la lucha
de clases, la socialdemocracia, los partidos policlasistas, la importancia
del Estado como agente planificador de economía, etc. En definitiva, se
puede decir que con la llamada "Generación del 28" se introducen los
elementos de cambio que le permitirán a Venezuela romper con el siglo
XIX e insertarse en el XX.

Participación de los Estudiantes en la Caída


de Marco Pérez Jiménez
El 23 de enero de 1958 cae la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que
durante nueve años había sometido al país. El pueblo insurrecto,
organizado y preparado, desafiante, elevando su grito “Muera Pérez
Jiménez” fue el verdadero protagonista y forjador de la lucha que puso fin
a ese período sangriento.

Así lo manifestó la profesora Mercedes “Chela” Vargas, catedrática de la


UCV, luchadora social y protagonista de los hechos que condujeron a
esa victoria popular venezolana.

Recordarlo significa reivindicar una jornada histórica gloriosa de


insurrección cívico-militar. El pueblo salió a la calle, desafiando el aparato
militar-policíaco dictatorial, seguro de contar con el apoyo de militares
patriotas.

Entre los combates que dieron tan importante fruto “Chela” Vargas
señala la huelga general del 21 de enero, a la que califica como “una
verdadera insurrección popular, una revolución sangrienta”.

Aseguró que el pueblo esperanzado por la presencia de la unidad


representada por la Junta Patriótica, el Frente Universitario y el
levantamiento de los jóvenes militares patriotas, el 21 de enero desarrolló
toda su creatividad y su combatividad para enfrentar valientemente el
terror dictatorial.

“Allí está la esencia del espíritu del 23 de enero”, subrayó.

PÉREZ JIMÉNEZ
La docente y combatiente política relató que Pérez Jiménez había
llegado al poder seguro de que era necesario destronar el estilo sectario
y el exclusivismo partidista que había impuesto Acción Democrática en el
poder.

Logra así, acuerdos con la burguesía y el ejército para limitar la


participación política. Ilegaliza los partidos AD y PCV, clausura sindicatos
y gremios, abre campos de concentración y trabajos forzados (Guasina,
Sacupana), inicia la persecución estudiantil, clausura centros
educacionales, impone la censura como institución y entrega los recursos
naturales del país.

Explicó que la rebeldía del pueblo ante esa situación va deteriorando


paulatinamente las bases de sustentación del Gobierno.

El dictador propone como tabla de salvación un plebiscito tras el cual es


nombrado presidente, y quedó convencido de que esta fórmula electoral
lo había legitimado frente las Fuerzas Armadas y el país.

Jóvenes liceístas, universitarios y obreros impactaron al pueblo


avanzando por las calles con sus gritos y consignas, desafiando la
represión de los cuerpos policiales. Surge una juventud militar
cualitativamente distinta, narró.

“Se había organizado la unidad cívico-militar, característica sui géneris


de nuestro país”, dijo y presentó un ejemplo concreto.

El 21 de noviembre de 1957 los universitarios, agrupados con jóvenes de


El Cementerio y San Agustín, realizan un paro estudiantil convocado por
el Frente Universitario y rompen el hilo que ataba la estrategia del terror.

“Este valiosísimo combate de los estudiantes trascendió, elevando la


moral y la combatividad del pueblo e hizo que, por su amplitud e
independencia de los partidos, el Frente Universitario lograra la confianza
de los conspiradores militares, y comienzan a reunirse para discutir y
preparar acciones de protesta”, indicó.

La profesora y luchadora social aseguró que nuevos sectores se van


incorporando a la acción política: intelectuales, mujeres y la Iglesia, a
pesar de que esta última había apoyado al dictador hasta entonces,
cuando un grupo de sus integrantes dio el primer paso hacia la oposición
con la Carta Pastoral de monseñor Arias.
En condiciones políticas favorables, surge la inquietud de coordinar, de
aglutinar las manifestaciones de descontento. El Partido Comunista
reúne su XIII pleno en el cual aprueba la acertada línea política del viraje
amplio de unidad hacia las bases del pueblo y con esta orientación, se
organiza la Junta Patriótica.

-¿Qué consecuencias trajo el 23 de enero?

-Las esperanzas populares fueron frustradas. El puntofijismo se impuso


en el poder inmediatamente después de la caída del dictador. Caldera,
Betancourt y Villalba asumen la representación política del grupo burgués
(Fedecamaras y los militares que en la FAN fueron soporte de la
dictadura).

“Este comando político se dispone a evitar que la insurrección popular


triunfante se convirtiera en una insurrección revolucionaria. Betancourt
descargó la política del terror sobre los trabajadores en las grandes
ciudades. Leoni acentuó la represión contra trabajadores, estudiantes y
campesinos”.

Conscientes de que la izquierda tenía fuerza política, le aplicaron la


estrategia del terror. Las manifestaciones populares son reprimidas a
sangre y fuego. Cerrándole al sector progresista los caminos de lucha, lo
obligan a la clandestinidad y a la guerrilla, prosiguió.

Agregó que el crimen político, característica de todos los gobiernos


dictatoriales, aparece en escena sin diferencia alguna.

Es el mismo terror de Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y Pérez


Jiménez. Las víctimas lo son del terrorismo de Estado. Pero la SN era
incapaz de matar a alguien si no tenía orden expresa de “arriba”, ejemplo
Ruiz Pineda. No había crimen político desatado como sistema.

“La diferencia es que en la dictadura Betancourt-Leoni se asesina


brutalmente, salvajemente, encubriendo la responsabilidad de los de
arriba. La consigna de Betancourt “disparar primero y averiguar después”
se hizo realidad viviente con la muerte criminal de millares de
revolucionarios”.

-¿Por qué no se cumplieron las expectativas que creó?


-Con una táctica política justa, la izquierda logró aglutinar a todos los
sectores descontentos contra la dictadura, mas no diseñó la estrategia
revolucionaria para un proyecto político alternativo válido frente al Pacto
de Punto Fijo.

Es así como torpemente se suma a la tregua política puesta en práctica


por la burguesía para detener el impulso revolucionario del pueblo en
rebeldía. El Partido Comunista, con gran prestigio, se limitó a movilizar al
pueblo solo ante un intento de golpe militar contra la derecha. Como no
tenía una visión de poder, se anexó como fiel religioso de la diosa
“Democracia Representativa”.

LA LECCIÓN DEL 23 DE ENERO

La izquierda no logró la unidad necesaria para avanzar en la lucha contra


el puntofijismo neoliberal y corrupto. Es Hugo Chávez quien logra una
unidad cualitativamente distinta en la base del pueblo, que liquidó al
puntofijismo, dijo la profesora y luchadora social.

Chela Vargas exhortó a garantizar esta unidad con la formación de


conciencia del pueblo y los revolucionarios como una tarea
indispensable:

Con la derrota del puntofijismo neoliberal y la acertada política del


presidente Chávez, la democracia formal representativa comienza a
agonizar y se avanza en la construcción popular para enterrarla
definitivamente.

“Hacía falta una línea política, una táctica y estrategia acertadas para el
momento y gracias a nuestro comandante Chávez está en el Plan de la
Patria, que seguimos aplicando, ampliando y profundizando.

La mejor versión de las historias siempre la tienen sus protagonistas.


Quizá por esto, el auditorio Manoa resonó de aplausos ante la
conferencia ofrecida por el abogado y político Enrique Aristeguieta
Gramcko, integrante de la Junta Patriótica que en 1958 lideró el
derrocamiento del último dictador militar en Venezuela, Marcos Pérez
Jiménez. En el foro “23 de enero de 1958, fin de una dictadura, principios
de la democracia”, realizado por el CELAUP el pasado 22 de enero, el
único sobreviviente de la gesta democrática, compartió con estudiantes y
profesores sus recuerdos sobre los hechos que desencadenaron la caída
del régimen.
Entonces estudiante de derecho y militante del directorio juvenil del
partido Copei, hoy Aristeguieta exalta el carácter decisivo que tuvo la
sociedad civil en aquel levantamiento definitivo. “El 1° de enero de 1958,
se intentó dar un golpe al gobierno. Aquel alzamiento en su totalidad
militar, no tuvo éxito, aunque evidenció que no toda la Fuerza Armada
Nacional respaldaba al dictador. Entonces, abrió el camino para que la
sociedad civil, los líderes desde la clandestinidad y los medios de
comunicación, pudiésemos actuar contra lo que entonces creíamos sería
la última dictadura del país”, relató.
A las palabras de Aristeguieta Gramcko, se sumó el análisis del filósofo y
profesor universitario Antonio Sánchez García. “El 23 de enero es la más
bella de las historias que han terminado bien en Venezuela”, señaló,
antes de referirse a la trascendencia del pacto de Punto Fijo “Para el
asentamiento de un período político de paz, prosperidad, entendimiento y
grandeza”. En sus palabras, a la profunda crisis política que atravesaba
el país, hubo la respuesta de un gran líder como Rómulo Betancourt, que
logró sobreponerse al odio que sobre él pesaba por las decisiones
aparentemente arbitrarias de la Revolución de Octubre de 1948, para
incentivar el nacimiento de un gobierno de amplia base. “Acción
Democrática, más de una vez, prescindió de sus aspiraciones para
consolidar la unidad. Cabe preguntarse qué partido podría emular esta
acción en los actuales tiempos”, señaló.
Para finalizar, Aristeguieta, en compañía del profesor Edgardo Mondolfi
Gudat, reflexionaron sobre la importancia del rol de Eugenio Mendoza
Goiticoa –fundador de la UNIMET-, en la transición a la democracia, al
ser uno de los integrantes de la Junta de Gobierno que, encabezada por
Wolfgang Larrazábal, condujo a la nación al puerto seguro de una
democracia estable.

Participación de los Estudiantes en el


Proceso Revolucionario
Esta interesante recopilaci6n de documentos, gira en torno la
participación de la juventud y el estudiantado en los procesos
revolucionarios y el papel. que a este sector le ha tocado desempeñar en
los países donde se ha establecido el sistema socialista, como Cuba,
China y Rusia. Así también se incluyen aportaciones sobre las
transformaciones que los centros educativos deben experimentar para
poder constituirse en los formadores de la juventud comunista. "El gran
debate hoy en día sobre la «funci6n de la universidad» tiene en realidad,
como trasfondo el debate sobre la ley voluci6n y el papel de los
estudiantes en ella. No se trata como pretenden algunos, de reemplazar
al proletariado y su hegemonía, sino de estudiar y resolver cuales son las
bases reales de la actitud revolucionaria de los estudiantes, y de su
integraci6n a la alianza con el proletariado y bajo su hegemonía"

Los escritos aquí incluidos de Marx y Engels, versan sobre aspectos


te6ricos del trabajo, que dado el contexto del libro, parecen ser s610
puntos de referencia para aclarar conceptos que son manejados en
documentos posteriores. Se recogen importantes escritos de Lenin, Mao
y el Che Guevara, según los cuales la juventud y los estudiantes -los que
en este caso vienen a ser 10 mismo, ya que dada la política educativa
seguida por la mayoría de los países socialistas, la juventud está
incorporada de una u otra manera al estudio-, son considerados como la
vanguardia en la "tarea de organizar un régimen social que ayude al
proletariado y a las clases trabajadoras a conservar el poder en sus
manos y a crear una s6lida base ... " [Lenin, p. 54]. "Nuestros j6venes
intelectuales y estudiantes deben ir a las masas obreras y campesinas,
que representan el 90% de la población y movilizarlas y organizarlas"

"Tienen que acelerar sus estudios, para ser los verdaderos participes de
la sociedad nueva, pero al tiempo tienen que profundizar su conciencia
con objeto de saber exactamente cómo y en que forma se debe hacer
esa sociedad, para no ser un constructor sin ideas sino poner sus manos,
su cabeza, su corazón al servicio de la sociedad que nace"

Se insertan diversos trabajos sobre la función de los centros educativos


como trasmisores y mantenedores de una ideología, considerando la
importancia de la tarea de que un pueblo ejerza control sobre dichos
centros si se quiere reforzar y ayudar a la naciente sociedad, al respecto
Lenin dice: "Transformar las escuelas de una larga dominación de clase
de la burguesía, en arma de derrocamiento de dicha dominaci6n, así
como de la total supresi6n de la divisi6n de la sociedad en clases"

En esta parte se encuentra una pequeña sustancial crítica y útil de 1968


–Rossana y otros y su aportaci6n al movimiento obrero. Se cuestiona el
principio que rige el sistema escolar capitalista, sobre el cual señalan: "La
escuela no puede, entonces cambiar, a menos que se elimine la funci6n
para la que fue creada"
. Dicho cambio solo podría ganase mediante la unión política del
movimiento obrero y estudiantil, por 10 que afirman: "Ninguno de los dos
(movimientos puede afrontar separadamente el objetivo común, que es la
destrucción del privilegio social; e1 estudiante no puede destruir 0
cambiar en la universidad la naturaleza y el rol actual de las profesiones
ya que ellas nos reflejan tan s610 una crisis de contenidos y de métodos
del conocimiento, sino de la sociedad; el obrero no puede visualizar el
llevar a cabo una revoluci6n social sin afrontar la cuesti6n de la
reproducci6n, por la escuela, de formas, de roles y relaciones
«capitalistas.» permanentes e inherentes a la división social del trabajo"

. E,n Ia quinta parte -La Revoluci6n Cultural-, se presentan escritos


referentes a la forma en que dicho movimiento influy6 -una vez
establecido el socialismo en China-, sobre el sector estudiantil y el
sistema educativo, a fin de que estos sirvieran eficaz Buenos Aires, 1977,
229 pp.

Creación de la Federación Venezolana


Estudiantes Universitarios FVEU
María Lourdes Arráez, mlalaverdad@gmail.com.- Con la instalación del
congreso fundacional en Los Caracas, y después de tres días de
encuentro, debate y construcción colectiva, se constituyó la estructura de
la Federación Venezolana de Estudiantes Universitarios (FVEU),
contando con la participación del vicepresidente ejecutivo Jorge Arreaza,
el ministro de educación universitaria, ciencia y tecnología Manuel
Fernández, el viceministro Yeison Guzmán y el gobernador Jorge Luis
García Carneiro.

Arreaza destaca que representa un hecho histórico para el país la


elección de la verdadera dirigencia estudiantil, quienes son voceros de
casi tres millones de estudiantes. “De ellos depende que se construya el
socialismo, tienen una hermosa carga, si no pueden hoy, quizá no haya
un mañana, tienen el compromiso de no fallarle a la patria, son la génesis
del hombre y mujer nuevo que está naciendo en Venezuela, van a salir a
construir trabajando por la universidad, por el pueblo, por el futuro”.
El ministro Fernández resalta, que nunca se habían agrupado más de
900 dirigentes estudiantiles en esta patria. “Siéntanse partícipes de un
hecho histórico, que se viene constituyendo laboriosamente desde hace
siete meses, es la hija legítima de la tarea del movimiento estudiantil
revolucionario, el verdadero movimiento estudiantil que retoma el valor
de construir a favor de los más pobres, conectado con los sentimientos y
aspiraciones del pueblo para la construcción de la patria bonita”.

Anuncia la entrega de un teléfono inteligente para cada uno de los


delegados, detallando además que aquellos que no han recibido sus
tabletas Canaima las estarán recibiendo próximamente en sus espacios
universitarios, pues ya está desplegada la logística para hacer las
entregas en las universidades.

Todas las universidades crearán cátedra de cultura de paz

Una de las primeras decisiones, que se estableció en el documento


fundacional de la Federación, es la de incorporar en todas las
universidades la cátedra “Cultura de Paz” e impulsar la creación de una
nueva ley de educación universitaria, que nazca del pueblo y para el
pueblo, informa Joel Cedeño, estudiante de derecho de la Universidad
del Zulia, que resultó electo presidente de la FVEU.

Indica que la federación fue forjada con los más nobles sentimientos y
conciencia. “Es la representación de los estudiantes universitarios, que
creen en el proyecto revolucionario y lo que quieren es la paz, buscamos
empoderar al movimiento estudiantil para alcanzar la transformación
universitaria, superando las viejas formas”.
Explica que los delegados se traducen en la representación de más de
600 mil estudiantes de universidades autónomas, experimentales,
politécnicas, Misión Sucre, colegios universitarios y medicina integral
comunitaria. “Es un movimiento autónomo, plural, diverso y democrático;
representación digna de la dirigencia estudiantil que no responde a
intereses individuales ni a la violencia”

Promete defender la patria el 6 de diciembre, para preservar el legado de


Hugo Chávez con su uno por diez, además de poner a las universidades
a producir y poner el conocimiento adquirido en función de los intereses
de la patria.

“Saldamos la deuda con el comandante”

Yasneidi Guarnieris, vicepresidenta de la federación, expresa que hacen


historia con esas elecciones que se hicieron desde el 30 de octubre en
todas las universidades del país, cumpliéndole a Chávez esa deuda
histórica, que teníamos en cuanto a la organización del estudiante
universitario.

“Estamos impulsando la nueva cara del movimiento estudiantil, aquí


estamos demostrando que todos los jóvenes y la juventud no es como
nos lo quieren hacer creer, que las universidades están con la oposición,
aquí demostramos que en cada una de nuestras universidades se está
levantando un movimiento de izquierda, un movimiento comprometido
con la revolución y con el plan de la patria”.

Asegura, que una de las metas es impulsar proyectos productivos para


atender las necesidades del país, “que las universidades se vistan de
pueblo, como mujer, seguir reimpulsando el movimiento estudiantil
feminista en todas las casas de estudio”.
Honor a Eleazar Hernández

El congreso, integrado por 30 mesas de trabajo, fue dedicado a la


memoria del estudiante Eleazar Hernández, asesinado en el Zulia
cuando se estaba realizando el proceso de elección de delegados.

Anunciaron que el sábado 21 de noviembre, en el marco de la


celebración del día del estudiante universitario, marcharán en Caracas

La actividad contó con la representación de la Unión de la Juventud


Socialista de la República Popular Democrática de Corea como invitados
especiales, quienes asistieron para evidenciar el proceso organizativo de
los universitarios.

A 8 meses del asesinato de Eleazar Hernández la Federación


Venezolana de Estudiantes Universitarios (FVEU), realizó el día 5 de julio
del presente año, una ofrenda floral en la sede del Rectorado nuevo de la
Universidad del Zulia, en memoria del estudiante de derecho asesinado
en esta casa de estudio.

Eleazar Hernández, estudiante de derecho y miembro de la Juventud del


Partido Socialista Unido de Venezuela, asesinado en la Facultad de
Humanidades de la Universidad del Zulia el 30 de octubre de 2015,
durante las primeras elecciones que aglutinaban a todas las
universidades públicas y privadas a nivel nacional en la creación de la
Federación Venezolana de Estudiantes Universitarios.

Hernández, fue lanzado varias veces contra una cartelera de vidrio


colocada en la Facultad de Humanidades, presuntamente por Carlos
Palma y Yorman Barillas dirigentes activos de la Mesa de la Unidad,
quienes se negaban a que se realizaran dichas elecciones en esta casa
de estudio.

Los integrantes de los estados Zulia y Falcón de la FVEU, acompañados


por el Presidente de la misma Joel Cedeño, rindieron un sentido
homenaje y una ofrenda floral en memoria de Eleazar.

Cedeño expuso que la FVEU espera que las autoridades venezolanas


den con el paradero de Barillas y Palma para que se les pueda realizar el
juicio respectivo y de esta manera se haga justicia.

En dicha actividad estuvieron presentes José Ospino y Jehyson Castillo


Secretarios de la FVEU de los estados Zulia y Falcón respectivamente,
Gustavo Sánchez (enlace de la JPSUV Zulia), miembros de la Dirección
Regional de esta tolda, junto con una delegación de estudiantes de
ambos estados.

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